Visor 26 de Septiembre de 2010

8
Público domingo 26 de Septiembre de 2010 480 Gabriel Torres Puga • Héctor de Mauleón • Alfonso Torúa Cienfuegos Pedro Salmerón • Heriberto Yépez • Avelina Lésper Entrevista con Alonso Lujambio José Luis Martínez S. Página 4 Juan Domingo Argüelles Justo Sierra página 2 Fabián Muñoz Poesía página 3 Armando González Torres Ética del recuerdo página 3 Rosa Beltrán Las tretas del débil página 7 Carlos Jordán Entrevista a Carlos Kuri página 8 Fernando Zamora Cinco minutos para vencer a Dios página 8 pascual borzelli iglesias Vicente Rojo “Una editorial se conoce por su catálogo” José Luis Martínez S. Página 4

description

Juan Domingo Argüelles Justo Sierra página 2 Fabián Muñoz Poesía página 3 Armando González Torres Ética del recuerdo página 3 Rosa Beltrán Las tretas del débil página 7 Carlos Jordán Entrevista a Carlos Kuri página 8 Fernando Zamora Cinco minutos para vencer a Dios página 8

Transcript of Visor 26 de Septiembre de 2010

Page 1: Visor 26 de Septiembre de 2010

Público domingo 26 deSeptiembre de 2010 480

Gabriel Torres Puga • Héctor de Mauleón • Alfonso Torúa Cienfuegos Pedro Salmerón • Heriberto Yépez • Avelina Lésper

Entrevista con Alonso LujambioJosé Luis Martínez S.

Página 4

Juan Domingo Argüelles Justo Sierra página 2 Fabián Muñoz Poesía página 3 Armando González Torres Ética del recuerdo página 3 Rosa Beltrán Las tretas del débil página 7 Carlos Jordán Entrevista a Carlos Kuri página 8 Fernando Zamora Cinco minutos para vencer a Dios página 8

pascual borzelli iglesias

Vicente Rojo

“Una editorial se conoce por su catálogo”

José Luis Martínez S.Página 4

Page 2: Visor 26 de Septiembre de 2010

02 antesala

Hay un sonido que viene del país dorado de la infancia. Cuando los ruidos matutinos

—el estruendo de la urbe: los autos, los radios, las voces, el bóiler, la licuadora, la regadera del vecino—, me permiten escucharlo, me embarga de inmediato una sensación de felicidad. Ahora sé que ese sonido no es solamente mío: pertenece a todos. Muchos otros viajan al pasado cuando lo escuchan, y les ocurre que se sienten inundados por una breve chispa de calma, de luz, de felicidad. A ese sonido que creí mío hasta que una encuesta de la Fonoteca Nacional me arrojó a la cara mi vulgaridad infinita, es posible escucharlo en las horas más cercanas al amanecer. Lo produce un gorrión cuyo nombre científico es Carpodacus mexicanus. ¿Lo recuerdan? Se trata de un susurro que a veces palpita en el alba.

La Fonoteca se dio a la tarea de realizar una consulta para conocer los sonidos más bellos de México. Los resultados se hallan en la página www.fototecanacional.gob.mx. Para la mayor parte de los habitantes del país, el sonido más bello es el canto de las aves comunes que se posan en los cables o se ocultan en las copas de los árboles: el gorrión mexicano, la tórtola coligarga, el gorrión doméstico, la primavera merulín. Según la encuesta, los consultados asocian este canto con el comienzo del día, y les detona “recuerdos agradables, felicidad, alegría y relajación”. Ahora siento que la Fonoteca me ha expropiado algo: unas mañanas de sábado, el comienzo de ciertos domingos en los que aquel

Corriente secreta

El sonido más bello de México

susurro inauguraba días cargados de cosas. Hoy resulta que todo es de lo más común: mis recuerdos son de todos: quién me manda haber nacido en una de las ciudades más pobladas del mundo.

El segundo sonido más bello resultó ser el del mar cuando choca con las rocas. Los encuestados lo definen como “un sonido relajante que infunde un sentimiento de paz interior” (no sé si la poeta Storni estaría de acuerdo). A partir del tercer sonido, la encuesta comienza a derrumbarse: una buena parte de los mexicanos considera que, luego de los pájaros, y después del mar, existe el mariachi. Y a continuación, el cilindrero.

Aunque parece natural que la música del organillo sea recibida como una caricia nostálgica en medio del hostil torbellino de la urbe, me cuesta creer que el Mariachi Vargas de Tecalitlán produzca el tercer sonido más bello de cuantos conocemos los mexicanos. ¿Les cae que La Bikina es la versión vernácula de la música de las esferas? ¿Sabes una cosa, La Negra, La Culebra, El mariachi loco y Jesusita en Chihuahua son lo mejor que se ha escuchado bajo el cielo de México? Para los ciudadanos encuestados, resulta que sí: el mariachi supera al sonido del agua que cae sobre una superficie, es infinitamente mejor que el canto de las ballenas y el ruido del viento que se cuela por entre los árboles. Lo único digno de él, aunque no mejor, según la consulta, es el Himno Nacional Mexicano, que aparece muy orondo en el sexto sitio.

Además de un sentimiento de expropiación, la encuesta de la Fonoteca me crea una sensación de vacío. O el estruendo de la vida cotidiana terminó por arruinarnos el oído, y los mexicanos vivimos ahora sin escuchar, o la belleza se fue para siempre de los sonidos que nos asaltan. O sencillamente, tenemos un sentido del gusto que merece ser llevado a tratamiento siquiátrico. nl

De culto Juan Domingo Argüelles

Revelaciones

Bitácora psicotrópica Xavier Velasco

Nada hay más demoniaco que la nada.

Héctor de Mauleó[email protected]

Rogelio Cuéllar

domingo 26 deSeptiembre de 2010

Justo Sierra Méndez

El hombre de letras

M ejor conocido por su labor edu-cativa y por su participación en el gobierno, más que por

su obra literaria, Justo Sierra Méndez (Campeche, 1848-Madrid, 1912), hijo del también escritor Justo Sierra O’Reilly (1814-1861), perteneció al gabinete de Porfirio Díaz y al grupo de “los cien-tíficos” o “los positivistas”, junto con Limantour, Joaquín Casasús, Rosendo Pineda y Francisco Bulnes, entre otros. En 1905 fue el primer Secretario de Ins-trucción Pública y Bellas Artes, y en 1910 fundó la Universidad Nacional de México, al tiempo que organizó las fiestas del Centenario.

A decir de José Emilio Pacheco, Justo Sierra es uno de los principales “cientí-ficos” de los que Díaz se rodeó, “pero a diferencia de los demás no se enriquece en los puestos públicos”; prueba de ello es que, en 1911, con Madero en el poder, retorna a dictar sus clases como profesor de la Escuela Nacional Preparatoria. En 1912, el nuevo gobierno lo nombra Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México en España. En este cargo y en este país lo sorprenderá la muerte.

Como periodista y escritor colabo-ró en El Renacimiento, El Siglo Diez y Nueve y El Federalista, y dirigió El Bien Público, La Libertad y la Revista Nacional Letras y Ciencias. Su obra literaria y periodística, prácticamente dispersa, se publicó en 1948, con el título Obras (15 volúmenes), dirigida por Agustín Yáñez, para celebrar el centenario de su nacimiento.

Para Pacheco, Justo Sierra “es indu-dablemente el maestro de la generación modernista y nuestro primer poeta que tuvo conciencia y voluntad de ser par-nasiano. [...] Exploró las posibilidades del verso alejandrino y vio la poesía no como desahogo personal sino como la más exigente de las artes”.

En otra parte he contado cómo descubrí a Justo Sierra el poeta. En mi libro de texto de español, a los nueve o diez años de edad, leí un poema que me deslumbró y que todavía conservo muy fresco en mi memoria. Lleva por título “Playera”. He aquí sus tres primeras estrofas: “Baje a la playa la dulce niña,/ perlas hermosas le buscaré;/ deje que el agua durmiendo ciña/ con sus cristales su blanco pie./ Venga la niña risueña y pura,/ el mar su encanto reflejará,/ y mientras llega la noche oscura,/ cosas de amores le contará./ Cuando en Levante despunte el día/ verá las nubes de blanco tul,/ como los cisnes de la bahía,/ rizar serenas el cielo azul”.

Tiempo después vine a saber que este hermoso poema, que para mí sigue siendo antológico, es el primero que publicó su autor, a la edad de veinte años, en El Monitor Republicano. Es el poema juvenil con el que se dio a conocer, pero también uno de los que le han sobrevivido.

Octaviano Valdés llama a Sierra “vic-torhugiano” que “entendió y asimiló a los parnasianos, de los cuales aprendió el esmero y selección de la palabra”.

Y por lo que respecta a su prosa narra-tiva, Emmanuel Carballo ha dicho que “en el panorama de nuestro cuento, los textos de Justo Sierra representan, junto con las novelas de Altamirano, el momento en que el romanticismo mexicano cristaliza en forma propiamente artística”. nl

EspECial

Rius en su estudio de la Ciudad de México, en 1971. Antes de cambiarse a Cuernavaca, ahí escribía sus historias y dibujaba sus cartones, siempre críticos y llenos de un humor afilado, como el que aparece en su nuevo libro —Casa de citas—, donde recoge frases célebres y aforismos, algunos de ellos de su autoría pero lo más de filósofos, escritores, artistas de todas las épocas. Es un libro para reír, pero sobre todo para pensar…

¿les cae que la Bikina es la versión

vernácula de la música de las esferas?

Visor

Milenio Visor Dirección José Luis Martínez S. Edición Alicia Quiñones asistente Erick Baena arte y diseño Alejandra Saavedra

PÚBLICO MILENIO francisco a. gonzález presidente · jaime barrera rodríguez director editorial · marina miranda directora general de negocios · fidencio gonzález director comercial · rubén martín jefe de información · ricardo salazar jefe de cierre editores: jorge valdivia g. ciudad y región · kaliope demerutis ocio · irene selser fronteras · horacio salazar tendencias · jairo calixto albarrán qrr y el ángel exterminador · susana moscatel hey! · humberto muñiz fotografía · edna madero diseño · fernando torres circulación · noé anaya producción ·

Page 3: Visor 26 de Septiembre de 2010

03antesala

En una fiesta, un hombre, acompañado de un par de muchachas jóvenes, encuentra de frente

a una dama de edad que parece conocerlo bien y, como todo individuo educado, procede a hacer las presentaciones, pero este simple gesto de urbanidad se vuelve embarazoso, pues el individuo no recuerda el nombre de la dama. Una vez que las muchachas se han ido, la mujer le reprocha: “Así que has olvidado el nombre de tu madre”. Avishai Margalit alude a esta escena de una pieza de Edward Albee para ejemplificar ciertas obligaciones ineludibles de la memoria. Cierto, el recuerdo es indócil y no se puede recordar u olvidar a voluntad; sin embargo, hay olvidos desconcertantes (que un hijo olvide el nombre de la madre, que un estadista no se acuerde de la fecha de independencia de su país, que un doliente no recuerde a sus muertos). Por supuesto, estos olvidos lindan con la patología y en general un individuo común mantiene un interés activo por sus familiares, amigos y grupos de pertenencia inmediatos y recuerda sus nombres y los hechos fundamentales que los constituyen como familia o grupo, aunque este interés difícilmente se extienda a conglomerados más amplios. En La ética del recuerdo (Herder, 2002) Avishai Margalit, el gran filósofo israelí autor de clásicos como La sociedad decente, aborda el acto de recordar colectivamente y sus implicaciones políticas y morales. La pregunta fundamental de Margalit es si existe la obligación de recordar algunos acontecimientos del pasado y si ésta obligación debe rebasar el círculo estrecho de las “comunidades de la memoria” y extenderse universalmente.

No es fácil, advierte Margalit, la configuración del recuerdo colectivo. De hecho, en las sociedades modernas el recuerdo compartido

Escolios

Armando González [email protected]

domingo 26 deSeptiembre de 2010

Ética del recuerdo

poesía

De Cementerio general

Fabián Muñoz. Nació en Guanajuato el 2 de octubre de 1968. Ha participado en talleres literarios destacándose el de Enriqueta Ochoa en 1993 y Jaime augusto shelley en 2006. Ha publicado en revistas y suplementos culturales en México, España y Chile. se han editado sus poemarios Esperando abril, En la niebla de los parques, Nimbus,

Navegación de Medusa, Segundo laberinto y Dogal de Sombras, e incluido en diversas antologías en México. algunos de sus poemas se tradujeron al portugués, publicados en internet por antonio Miranda, director de la Biblioteca Nacional de Brasil. premio Estatal de poesía del Consejo para la Cultura de león (1995) y mención honorífica en el premio Nacional de poesía salvador Gallardo Dávalos. Becario del Fondo Estatal para la Cultura y las artes de aguascalientes (FECa) como creador con trayectoria en 2001 y por el FONCa con una Residencia artística en Chile en 2006. Recibió Mención honorífica del Certamen Histórico literario de aguascalientes en 2006 con la novela corta Los Indeseables, publicado por el ayuntamiento de aguascalientes en octubre de 2007. a finales de 2008 publicó los libros El árbol de los libres: Poetas de la Generación NN en Chile por la editorial arlequín y Sur de la noche por la editorial la Zonámbula. De febrero a abril de este año, realizó una Residencia artística en Colombia como parte del programa de intercambio de Residencias artísticas del FONCa de México y el Ministerio de Cultura de Colombia.

Fabián Muñoz

Plaza de la Constitución

la Moneda está en llamas

es sangre que calcina al viento.

Es Allende atado a una banderarasgando la Plaza con su paso.

Lo veo caminar en la tormenta,mientras, una turba de burócratas hacen su día, indiferentes, de oficina en oficina.

El Palacio es humareda,nadie se percata,

y el último Presidente de Chileanda

como el que va a la vida

y los tecnócratasavanzan por la callecomo quien va a la muerte.La mañana es incendio,no hay democracia que se salvea tanto proyectilni a las reglas del mercado.

Escapo entre disparos que no escuchan.

Los carabineros cambian de guardia en la puerta principalcomo cada martes,los corredores de bolsa reparten su botín.

Nadie se enteraque la Plaza ha sido tomadanuevamente.

Patio de los cañones

Al final del patiodos cañones apuntan al Presidente.

Me tiro al piso.

El estruendo es soledad que arrastra soledades.

Un turista enfoca con su cámara y dispara,los muros se estremecen.

Todo es hedora pólvora y cadáver.

La Moneda sucumbe.

Es un negro aleteo de palomas.

Morande 80

Por esta puerta los sacaronpara quitarles la vida,eran los últimos fieles del último Presidentey no volvieron,luego la puerta se hizo muro, silencio de cuarteles

y los años se fueron lento,y por ese dintel cerradoentró y saliócada díael rumor del viento de los Andes,el niño que vio flotar en el Mapochoa cada uno de sus muertos.

Entró a hurtadillasel obrero, y alguna vezun campesino.

Ahora, de nuevo en su lugarhay otra puerta,aunque no la abrencomo antes.

Patio de los Naranjos

Los naranjos son oleajeque aroman la mañana.

Son rumor de niñosjugando en la pileta,

la pileta juega de agua

entre los niños.

Por momentos,parece que se escuchaa Salvador Allendecon la fe de su puebloen la garganta, aquí no hay balas, no existe ya más fuego,

caen ahora solamente flores blancas de las frondas con su olor a verano entre cenizas.

Diciembre de 2006. Santiago, Chile.

es pobre y fragmentario y requiere del auxilio de instituciones de nemotecnia pública (archivos, historias, monumentos) que lo aviven. Por lo demás, a menudo hay un recuerdo oficial que intenta inmunizar determinada versión del pasado ante otros datos y evidencias que lo contradigan. Así, el recuerdo colectivo se debate entre la historia y el mito y qué tanto se incline hacia un lado depende del grado de educación y libertad de una sociedad. Es importante para una comunidad contar con una variedad suficiente

del recuerdo y, sobre todo, alcanzar una memoria más fidedigna y extensa que, en el plano ideal, debería abarcar a toda la humanidad. Pero ¿cómo transitar de un recuerdo comunal a un recuerdo universal? Es aquí donde Margalit introduce la figura del “testigo moral” ese espectador o víctima de episodios ejemplares para la humanidad (Auschwitz, los gulags, Hiroshima) que busca evitar que un sufrimiento contranatura sea devorado por el olvido y aspira a que su testimonio contribuya a una identificación humana más allá de las diversas adscripciones. En estos meses en que la moda es recordar efemérides de manera tan sosa como pretenciosa, vale la pena afinar en este libro la noción de la memoria y sus deberes. nl

EspECial

Avishai Margalit

El filósofo israelí aborda el acto de recordar

colectivamente y sus implicaciones políticas

Visor

Page 4: Visor 26 de Septiembre de 2010

Diseño gráfico

Llegué a México en mayo de 1949 —aquí estaba mi padre de refugiado desde el 39 y yo prácticamente no lo conocía, porque lo había dejado de ver a los siete años. Él sabía algo de mi vocación, que desde entonces era muy clara: dibujar, recortar, pegar,

y me preguntó: “¿Qué quieres hacer?” Como en Barcelona yo había trabajado desde los trece años y la escuela me asustaba, le dije: “Quiero trabajar”.

Él tenía un amigo en el Diccionario Enciclo-pédico UTHEA, que estaba haciendo un grupo de refugiados españoles, me recomendó con él y comencé a hacer dibujitos de línea para el dic-cionario: caras, flores, máquinas, mapas. Dibujé casi toda la letra C. Eso fue en el 49.

A principios del 50, o sea hace sesenta años, un amigo que ahora es maestro emérito de la UNAM, Federico Álvarez, me dijo que Miguel Prieto, tam-bién refugiado español, necesitaba un asistente en la oficina de ediciones del INBA. A partir de entonces mi vida, que se había transformado con mi llegada a México, encontró realmente una posibilidad de desarrollo.

Unos meses después, el mismo Prieto me llevó como asistente al suplemento México en la Cultura, en Novedades. Ahí conocí a Fernando Benítez, que fue mi segundo gran maestro y entrañable amigo durante cuarenta años.

Aprendí diseño gráfico con Miguel Prieto en una época en que no se había desarrollado en México una teoría o una práctica del mismo —Prieto era conocido como tipógrafo o maquetista. El diseño gráfico, tal como lo aprendí y lo he practicado, tiene que ver con la difusión cultural. A mí me interesa que el diseño sea bueno, estéticamente eficaz, pero si se trata, por ejemplo, de la portada de un libro, la idea es que ese libro se lea, que la portada sugiera su contenido y despierte el interés de los lectores.

Los diseñadores jóvenes han enloquecido un poco con la facilidad que les da la computadora, una máquina extraordinaria que les permite, en primer lugar, tener muchísimas fuentes de tipo-grafía, lo que era impensable cuando me inicié con Miguel Prieto. Nosotros manejábamos siete, ocho,

“Una editorial se conoce por su catálogo”Vicente rojo

José Luis Martínez s.

Ediciones Era cumple este mes cincuenta años de haber publicado su primer título. En esta conversación, Rojo cuenta el origen de este proyecto y recuerda la manera como cambió su vida al llegar a México, donde en 1960 se inició como diseñador gráfico y hoyes considerado uno de los artistas más importantes de su generación

doce tipos de familias y ahora, supongo, hay mil o más que se pueden extender, inclinar, poner sobre un fondo de color que se ve enseguida en la pantalla, cambiar de fondo. Pienso que esa facilidad ha pervertido el diseño entre los más jóvenes, y veo publicaciones que son muy difíciles de leer, con muchas propuestas de imágenes que impiden el papel real del diseño gráfico, que es ayudar a la lectura, a la difusión de una publicación.

Para diseñar, es básico que el diseñador conozca el texto sobre el que va a trabajar, ya sea de un libro, de una revista o de un suplemento, es absolutamente necesario. Una de mis premisas cuando estaba en la Imprenta Madero, era que los muchachos tenían que saber exactamente sobre qué y para qué estaban diseñando.

El diseño es un arte aplica-do, tiene una parte de creación pero ésta tiene que cumplir una función con respecto al texto, si no la cumple deja de ser diseño y deja de ser arte.

DesLuMbraMientoLo primero que descubro al llegar al México es la luz, que me deslumbra. Me enamoré del país, que para mí era un país de acogida, el país donde encontré a mi padre.

Para mí, llegar a México sig-nificó la libertad. Venía de años muy duros y aquí la vida se me abrió; aquí nací no por segunda, sino por primera vez, y mi de-sarrollo desde entonces ha sido

armónico, siempre con amigos entrañables que me han querido y apoyado en mi trabajo.

A pesar de que yo era muy tímido, desde el principio comencé a relacionarme con el mundo cultural de México. En la oficina de ediciones del INBA veía a prudente distancia a Salvador Novo, Miguel Covarrubias, Julio Prieto, Luis Herrera de la Fuente, Luis Sandi, Fernando Gamboa, que eran jefes de departamento en el INBA. A Carlos Chávez, que era el director, nunca lo vi. Entonces, mi re-lación con la cultura mexicana tenía de dónde agarrarse muy bien.

Al mismo tiempo, como asistente en el suple-mento cultural de Novedades, tenía que pasar a recoger textos a la casa de Alfonso Reyes, a la de Paul Westheim y a la de muchos otros de los que se reunían en torno a Fernando Benítez en México en la Cultura.

Era una época excepcional y tuve oportunidad de aprender en todo momento. Me interesé por la música y el arte popular, por el arte colonial, por todo el arte prehispánico que se desprendía de Teotihuacan, por la pintura mural, que me impresionó muchísimo. Yo venía culturalmente bajo cero y todas esas cosas —que en sí mismas tienen un gran valor— fueron descubrimientos fundamentales.

La rupturaEn Barcelona había estudiado dibujo, cerámica y escultura, pero los estudios eran muy malos. Al llegar a México, aunque las escuelas me asusta-ban, fui seis meses a La Esmeralda y luego, por indicación de Miguel Prieto, a la academia de Ar-turo Souto, un pintor refugiado. Estuve yendo un par de años por la tarde, al salir de la oficina de ediciones del INBA —que yo encabecé en cuando Prieto decide retirarse.

Con esas bases mínimas, comencé a pintar por mi lado. Era un pintor de sábados y domingos, porque tenía mucho trabajo como diseñador gráfico. Sabía que como diseñador cumplía una cierta función cultural y por lo tanto social, y eso me permitía entretenerme como pintor —muchas veces he dicho que no era mi interés ser pintor, a

mí me gustaba pintar, me gustaba hacer escultura, grabado, pero siempre pensando que eran acti-vidades sobre las que yo no tenía que darle explicaciones a nadie. Tengo una enorme admiración por la pintura, por la historia de la pintura, y me cuesta mucho trabajo pensar que yo pueda estar metido en ella; prefiero pintar con absoluta libertad, sin preocuparme qué función está cumpliendo lo que hago.

En 1958, en la Galería Proteo, hice mi primera exposición —por cierto figurativa— que podría considerarse un error de juven-tud si no fuera porque ya tenía veintiséis años. A partir de ella, me habló por teléfono Manuel Felguérez, quien sigue siendo mi gran amigo, para que fuera a una reunión y nos conociéramos. Fui y ahí comencé una relación con Lilia Carrillo, esposa entonces de Manuel, con Fernando García Ponce, Alberto Gironella, Vlady, Enrique Echeverría y otros del grupo que luego sería conocido como La Ruptura.

Algunos de ellos, como Fel-guérez y Gironella, eran cuatro o cinco años mayores que yo y los consideraba mis maestros; siempre tenía muy presente su obra, el significado de eso que a mí me gusta más llamar aper-tura que ruptura. En ese campo de la apertura estaban también Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Juan Soriano, Pedro Coronel, quienes tenían una obra con-solidada que para mí era muy importante.

En Novedades conocí, a dis-

Visor

Page 5: Visor 26 de Septiembre de 2010

domingo 26 deSeptiembre de 2010 de portada

“Una editorial se conoce por su catálogo”

En septiembre de 1960, Ediciones ERA publicó La batalla de Cuba, reportaje de Fernando Benítez sobre la revolución cubana. Con ese título comenzó su historia la editorial fundada por los hermanos Espresate (Neus, Jordi y Enrique), Vicente Rojo y José Azorín, hijos de refugiados españoles y quienes con las iniciales de sus apellidos le dieron nombre al proyecto que enriqueció el panorama literario con nuevas voces y tendencias —y que con una clara vocación

de izquierda recogería textos de autores como Adolfo Sánchez Vázquez, Pablo González Casanova, György Lukács y Antonio Gramsci.El segundo libro publicado por ERA fue otro reportaje de Benítez: Viaje a la Tarahumara, a partir de entonces su catálogo registra una gran cantidad de obras

y autores de indudable trascendencia, entre los que se encuentran Carlos Fuentes (Aura), Gabriel García Márquez (El coronel no tiene quien le escriba), Friedrich Katz (Pancho Villa), José Lezama Lima (Paradiso), Malcolm Lowry (Bajo el volcán), Carlos Monsiváis (Días de guardar), Augusto Monterroso (La oveja negra y demás fábulas), José Emilio Pacheco (de Los elementos de la noche a La edad de las tinieblas y Como la lluvia), Sergio Pitol (El tañido de la flauta), Elena Poniatowska (La noche de Tlatelolco) y José Revueltas (Obra completa).

PASCuAL BORzELLi iGLESiAS

Vicente rojo (barcelona, 1932) es confundador de ediciones era y miembro destacado de la generación de La ruptura, como diseñador gráfico es autor —entre otras— de la portada de cien años de soledad

tancia, a José Luis Cuevas, otro integrante de La Ruptura, quien llevaba sus textos al suplemen-to, que eran recibidos con gran alborozo por Fernando Benítez y a los que yo les daba el mayor despliegue posible. No recuerdo si en esa época alguna vez llegué a hablar con Cuevas.

iMagen De una generaciónAl salir del INBA, me integré a Difusión Cultural de la UNAM, que dirigía Jaime García Terrés, quien también tenía a su cargo la Revista de la Universidad, que era mensual y pretendía tener un nivel superior al del suplemento de Novedades, aunque en ambas publicaciones participaba casi el mismo equipo de escritores. Así fui conociendo, no sé en qué orden, a Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Emilio García Riera, Jorge Ibargüengoitia, Elena Poniatowska, Salvador Elizondo… y por un motivo o por otro, teniendo en cuenta mi timidez, me hice amigo de todos ellos. Esa es mi primera imagen de una generación que culmina con Carlos Monsiváis

espléndido, lo mismo que los escritores. A veces me pregunto: ¿en esta época tan difícil, cómo se sostienen, cómo logran vivir de lo que hacen? Para mí eso es un misterio. Y luego están las editoriales, las grandes, por su-puesto, pero hay muchísimas editoriales pequeñas en las que los escritores nuevos —y los no tan nuevos— están publicando. Creo que México vive un momen-to culturalmente rico que, me atrevo a decir, tuvo sus orígenes en esos años sesenta en los que se abrieron tantas posibilidades, tantos caminos, y en los que re-sultan esenciales Jaime García Terrés y Fernando Benítez.

eDiciones eraHace cincuenta años yo hacía mis diseños para el INBA y Difu-sión Cultural de la UNAM, pero como independiente, porque no estaba en sus plantillas. Los hacía en la Imprenta Madero, que era pequeña y tenía algunas horas libres que yo pensé aprovechar para editar algunos libros, ese es el origen de ERA, uno de los trabajos de los que más orgulloso me siento.

No sabía a dónde podía llegar con esa idea, afortunadamente tuve el apoyo de los hermanos Espresate: Jordi, Francisco y Neus y del padre de ellos, don Tomás, uno de los dueños de la librería y de la imprenta Madero, quien a pesar de que el proyecto debió parecerle una locura de jóvenes —ninguno de nosotros había cumplido treinta años— nunca nos negó su ayuda.

Cuando comenzamos a pu-blicar, Neus estaba —creo— en Estados Unidos, afortunadamente llegó a los siete u ocho meses y se hizo cargo de la editorial. Por mi parte, busqué la colaboración de mis amigos de La Ruptura, de la Revista de la Universidad y de México en la Cultura, en especial de Fernando Benítez, autor de nuestros dos primeros libros.

Durante todo ese tiempo, Neus y yo íbamos orientándo-nos sobre las posibilidades de mantenernos como una editorial independiente y pequeña, pero ERA fue creciendo y aparecieron nuestras primeras colecciones, como Alacena, que publicaba a los más jóvenes: Juan García Pon-ce, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis…

A Neus y a mí —sobre todo

te con razón. Lo quise mucho y tuvimos una relación extraor-dinaria. Para mí fue un apoyo fundamental, lo fue para ediciones ERA —por ejemplo, él recomen-dó la trilogía sobre Trotsky de Isaac Deutscher—, fue una gente muy cercana, muy colaboradora, particularmente interesada en los jóvenes, a quienes apoyó de manera entusiasta.

Con Fernando Benítez co-nocí la importancia de los su-plementos culturales, y veo de una manera muy dolorosa su declive en México. No me explico a qué se debe la reducción, no sólo de los suplementos sino de las páginas culturales en los diarios. La crítica —literaria, de arte— es infinitamente inferior a la que existía hace quince o veinte años. Me acuerdo que a fines de los cincuenta o en los sesenta, uno exponía por primera vez y, siendo un perfecto desco-nocido, tenía cuando menos una nota en cada periódico. Ahora veo exposiciones formidables de las que nadie escribe, y eso tiene que ver con la reducción del espacio dedicado a la críti-ca, a las páginas culturales, a los suplementos.

La vida cultural en México es enorme, muy rica, pero tengo la impresión de que la prensa no la refleja.

españa y MéxicoNunca extrañé España, hacer-lo hubiera sido extrañar dieci-siete años terribles; los tengo muy presentes, forman parte de mi vida, significaron si no enseñanzas culturales, sí ense-ñanzas humanas que me han acompañado siempre, pero mi país, desde que llegué, ha sido México. Yo sabía que aquí me iba a quedar, pero nunca dije: “Soy mexicano, qué contento estoy”. Me di cuenta de que era mexicano catorce años después de llegar, cuando me tomé un año sabático en Barcelona, a donde fui a visitar a mi padre que ha-bía regresado, estaba enfermo y yo quería que conociera a sus nietos. Entonces me di cuenta de que México me había ganado; estaba trabajando encerrado, como trabajo casi siempre en la pintura, cuando me di cuenta de que era mexicano. Eso fue en 1964, vino el 68 y supe que mis problemas, que mis queren-cias, que mis amores, estaban en México. nL

y José Emilio Pacheco —y que en pintura podría terminar con Toledo.

La relación entre todo ese grupo era de amigos y había una gran convivencia entre gente de distintas disciplinas. El teatro se estaba renovando con Juan José Gurrola, José Luis Ibáñez, Alejandro Jorodowsky —el de entonces, el bueno, no el actual que es una cosa rara. En el cine, empezaban Arturo Ripstein, Jor-ge Fons, Felipe Cazals; estaba el grupo Nuevo Cine, apoyado en cierto sentido por Luis Buñuel, y todos teníamos como centro La Casa del Lago, de la UNAM.

Ese grupo, en el que teníamos la presencia de Octavio Paz y Luis Cardoza y Aragón en la crítica de arte y donde también estaban Jaime Sabines, Vicente Leñero y muchos otros, con los años ha crecido enormemente y se ha fragmentado, lo cual crea una riqueza mayor.

Actualmente no sé cómo se relacionan los jóvenes, lo que sí veo en los pintores de veinte, treinta o cuarenta años, es que todos sobreviven y hacen un trabajo

a ella— nunca nos ha gustado hablar de ERA, porque pensamos que de una editorial es muy fácil conocer la historia si se estudia su catálogo, ahí están los temas y autores que ha publicado. Así que si alguien quiere saber cómo han sido los cincuenta años de esta editorial tiene que recorrer su catálogo, ahí está lo que que ha sido y seguirá siendo, ahí es-tán por ejemplo Los indios de México de Fernando Benítez o las obras completas (26 tomos) de José Revueltas, autores como Augusto Monterroso y Gabriel García Márquez… en fin, son mu-chos y es muy delicado seguirlos nombrando porque siempre quedarán algunos pendientes.

En aquel momento, a princi-pios de los sesenta, estaban las editoriales del INBA, de la UNAM, el Fondo de Cultura Económica, Porrúa, pero no había ninguna que recogiera el trabajo de autores que surgían de la apertura, del enriquecimiento de la cultura mexicana, y nosotros ocupamos ese hueco con una editorial pe-queña, novedosa, con imágenes y temas diferentes. Poco después que nosotros aparecieron Joa-quín Mortiz y Siglo XXI, crea-das, respectivamente, por dos editores excepcionales: Joaquín Diez Canedo y el doctor Arnaldo Orfila.

benítez y Los supLeMentoscuLturaLesFernando Benítez, para mí, fue una persona simplemente excepcional. Era muy crítico, tenía una gran capacidad para reconocer a los nuevos talentos y un sentido del humor que lo volvía entrañable. No hacía publicaciones para que estuvieran a sus órdenes, sino al servicio de la cultura, de los jóvenes y de los mayores, a los que él admiraba y quería muchí-simo. En México en la Cultura estaban desde Alfonso Reyes has-ta escritores latinoamericanos como Germán Arciniegas, Alejo Carpentier, Benjamín Carrión, que aparecía siempre en la página tres del suplemento.

Benítez tenía una gran idea de lo que era la cultura y una enorme visión de México; llevaba una estrechísima relación con la vida política y social y siempre estaba haciendo reportajes. Te-nía un encanto personal y una manera de ser que no a todos les caía bien, porque a veces era agresivo, aunque generalmen-

05

Page 6: Visor 26 de Septiembre de 2010

06 en librerías domingo 26 deSeptiembre de 2010

Esta historia forma parte del libro Oficios ejemplares, poblado de per-sonajes citadinos que muchas veces miran su desafortunada cotidiani-dad con un toque de humor.

Ea un día de muer-tos. Ana nunca ha-bía ido a la calle Shultz, y estaba perdida entre Su-

llivan y Antonio Caso, dando vueltas equivocadas junto a momias, diablos y brujas pidiendo dulces o amena-zando con travesura.

El ruido y la alharaca se fueron apagando conforme avanzaba en su coche y entraba finalmente a la cuadra de los velatorios. “Pasando el mo-numento a la madre”, le dijo un transeúnte. Schulz era una calle particularmente sombría, no sólo porque la muerte de su abuela fuera la razón de su visita a esa zona funeraria, sino por el escaso alumbrado y la mínima circulación de gen-te. Mientras Ana estacionaba, escuchó hablar al encargado de las quejas que ponían en la iluminación, de sus espe-ranzas de que terminaran los asaltos, y de los pleitos por las prostitutas avecindadas en las calles aledañas.

Aquellos bien podían ser los motivos por los cuales sólo había movimiento en el tramo que ocupan los ser-vicios para los deudos de los muertos: un velatorio de dos pisos, junto a un puesto de comida callejera, que por lo menos hasta las cuatro de la mañana seguía atendiendo a la gente; una minúscula cafetería que servía café soluble y papas fritas; una miscelánea y un local que vende flores y urnas para ceni-zas de difuntos durante toda la noche. El resto de la calle era de un color triste. Como si únicamente hubiera vida en el tramo que atendía los asuntos de los muertos.

La sala tres del velatorio estaba llena a las diez, cuando alguien preguntó a qué hora iban a empezar las oracio-nes y Ana se angustió. Tan bonito que rezaba la abuela y ella sin recordar entero el Ave María. Se acercó a hablar con su prima que, ayudada por uno de los empleados del velatorio, ponía a calentar agua para café.

Cuento

Paola Tinoco

Rezandera

El italiano Antonio Tabucchi (1943) empezó su carre-ra con dos nove-las hoy relegadas

—Piazza d' Italia (1975) e Il Piccolo naviglio (1980)—, pero pronto descubrió la verdad y se orientó hacia el cuento —il racconto—, género donde alcanzó su mejor escritura. Su primer libro de cuentos, El juego del revés (1981), fue una revelación; para el segundo, Pequeños equívocos sin impor-tancia (1985) se le comparaba a Borges. Podía acercarse a la novela, pero siempre de pun-tillas y como no queriendo: Nocturno hindú (1984), su clá-sico de esta época, es más un cuento largo, una nouvelle; Dama de Porto Pim (1983), el diario de un viaje imaginario y real a las islas Azores —un “artefacto literario”, como dicen los editores.

En los años 90, el cuen-tista perfecto se desvió del camino hacia la novela de muchas páginas. Y no sólo eso: al subgénero de la novela política de denuncia, en este caso contra el fascismo y la censura Todo un bestseller… Lo peor: la novela, Sostiene Pereira (1994), ambientada en la Lisboa de los años 30, se adaptó al cine, con Marce-llo Mastroianni en el estelar. ¡Tabucchi superstar!

El éxito lo hizo reincidir: La cabeza perdida de Damas-ceno Monteiro (2004), es otra novela de fondo político, una secuela de la anterior (ahora ambientada en Oporto.) Con Tristano muere (2004) —su novela sobre la historia mo-derna de Italia, del fascismo de Mussolini a la telebasuro-cracia de Berlusconi— cerró su trilogía engagée.

En un de los cuentos su nuevo libro, El tiempo envejece de prisa, explica por interpó-sita persona su alejamiento del cuento por la novela de mensaje:

“Se me había metido en la cabeza el escribir una grue-sa novela, por decirlo así, esa novela que todo mundo espera, antes o después, el editor, los críticos, porque claro, dicen, los cuentos son espléndidos, y también esos dos libros de divagaciones, y hasta el falso diario es un texto de primer

Reseña

Miguel Barberena

La otra Europa

Antonio TabucchiEl tiempo envejece deprisa,Traducción: Carlos Gumpert,

Anagrama, 2010, 174 pp.

Oficios ejemplares,Páginas de

Espuma,España, 2010,

104 pp.

—Si me permiten —interrumpió el em-pleado—, aquí tenemos una vecina que reza el rosario, ¿quieren que la traiga? Lo único necesario es hacer un donativo, porque ya ven que la rezada es larga. Las primas no dudaron en aceptar el ofrecimiento. El empleado salió acompañado de Ana y se dirigieron a una vecindad cercana al vela-torio. Volvió a ver las lámparas de la calle que dan luz sin luz.

—¿Son grises o es mi imaginación? —le preguntó al empleado. Aquel no entendió la pregunta y Ana hizo una señal con la mano como si desvaneciera la pregunta en el aire. No tiene importancia, murmuró.

A pocas cuadras del velatorio estaba la vecindad donde vivía la rezandera. Toca-ron en una puerta azul despintado que no era del mismo color de las otras puertas. Abrió un niño con camiseta blanca y pelos parados.

—¿Está la señora Cande?—¿Quién la busca?—Soy Severo, el de los velatorios.—¡Mamá! —aulló el chiquillo y se metió

de nuevo cerrando la puerta en la cara de aquellos extraños. Dos minutos después la puerta se volvió a abrir y una señora re-gordeta y sonriente los saludó.

Cande la rezandera ofreció nueve rosarios. Terminado uno, descansaba y pedía que le dieran un café. Las nietas de la difunta le acercaban de inmediato un vaso de unicel con café y una concha de pan sobre servi-lletas de papel. Alrededor de las cuatro de la mañana terminaron y Cande les preguntó si ya tenían contratada la misa de despedida. Las aludidas se miraron sorprendidas, sin saber mucho del asunto.

—No se preocupen, a las nueve de la mañana viene un padre, espérenlo media hora antes en la entrada porque luego se le junta la gente y las demoran para salir al panteón.

Las nietas de la difunta le dieron las gracias por la información y trescientos pesos como donativo. Ana se quedó a fu-mar a la entrada de los velatorios y saludó con la mirada a la señora de la florería que también fumaba sentada en la banqueta. A lo lejos se veía un grupo de gente, una patrulla y una ambulancia. La señora le contó que unos hombres se pelearon por las prostitutas de Sullivan y uno había fallecido.

—Qué feo... y justo en la noche de muertos.—¡Uy señito! Ya estamos acostumbrados

a los pleitos por estas pirujas. Si no es por ellas, por los velatorios, pero aquí en la San Rafael, todos los días son de muertos.

Ya mejor lo hacemos negocio –comentó sonriente la florista, señalando su local de urnas y flores. nL

orden, no cabe duda, pero ¿y esa novela? ¿cuándo nos escribe una auténtica novela?, están todos obsesionados con la no-vela, de manera que me había obsesionado yo también…”

Así que Tabucchi regresa al cuento, nueve de ellos (como Salinger en sus Nine Stories), reunidos bajo ese titulo que es todo un manifiesto del arte tabucchiano: El tiempo en-vejece de prisa. La expresión viene del presocrático Critias (“Persiguiendo la sombra, el tiempo envejece de prisa”), y el primer cuento empieza con un poema de la polaca Wislawa Szymborska, que da el tono de las cosas: “Le pre-gunté sobre aquellos tiempos en que éramos aún tan jóve-nes, ingenuos, entusiastas, tontos, inexpertos. Algo de eso ha quedado, excepto la juventud.”

El tiempo —y en especial el tiempo pasado— es el ele-mento de Tabucchi.

El “pretérito perfecto”, como él lo dice. Desde las primeras páginas se abisma en “las arenas de la memoria” y “el pozo de los recuerdos.” Sus personajes son casi todos ancianos con sus peculiares bagajes que cargar: En “Los muertos a la mesa” es un ex agente de la difunta Alemania comunista (RDA), encargado durante años de espiar a Bertolt Brecht, hasta ser su sombra y revés. El titu-lado “Entre generales” trata de un oficial militar húngaro que en 1956 resistió a los tanques soviéticos en Budapest, y por ende pasará la vida en prisión, otra víctima de la Historia con mayúscula: “Cuando lo liberaron era ya un hombre anciano, su casa había sido confiscada, no tenía medios de subsistencia, su mujer había muerto, padecía artritis.” En “Festival” tenemos a un po-bre empleado estatal de “un país bajo vigilancia…un país

policíaco”: una Varsovia de “nieve helada” y “silencio de ultratumba.”

La época de “guerra fría” sirve de fondo en varios de los relatos. El título de otro de ellos puede resumirlo: “Bucarest no ha cambiado en absoluto”: son los recuerdos de un judío rumano bajo la dictadura del “conducator” Ceaucescu, que terminará sus días en un an-cianato en Tel Aviv.

Tabucchi vuelve al buen ca-mino, pero contaminado por la política y los grandes temas. Hasta en el más poético de estos relatos, “Nubes” – donde cono-cemos la “nefalomancia”, el arte de adivinar el futuro observan-do las nubes— la geopolítica se cuela por vía del personaje, también militar, infectado por radiaciones de uranio empo-brecido en Kosovo.

La otra Europa, tiempo oculta detrás la “cortina de hierro”, es la que ahora interesa a Tabucchi. El escritor medite-rráneo torna aquí paneuropeo e internacionalista. Como se debe en un autor que ha logrado renombre mundial, al grado que se le empieza a mencionar para el premio Nóbel. Es el representante italiano en el dream team del “estilo interna-cional” que define al mercado de la narrativa de hoy día, los Murakami, Pamuk, Vila-Matas, McEwan…

A Tabucchi lo introdujo en México en los 80 Sergio Pitol, otro excelente cuentis-ta que se perdió en la novela. Son amigos y se han traducido mutuamente. En El tiempo envejece… resaltan las coin-cidencias entre ambos, no sólo por la ambientación en Europa del Este, territorio de casi toda la primera obra de Pitol; sobre todo por el manejo del “relato dentro del relato”, una técnica que perfeccionó el escritor mexicano de ori-gen italiano y que aquí lleva al extremo el italiano de alma portuguesa.

Ambos narran desde los malentendidos, las zonas de sombra, las realidades soñadas, el falso recuerdo, o como lo dice aquí la narradora del primer relato, titulado “El círculo”: “Un recuerdo, que no era un recuerdo, sino el recuerdo de un relato”. Así son las cosas en el universo de la metafic-ción. Así con Tabucchi y sus nueve relatos, con los que cierra un círculo y abre otro, que será de su etapa tardía. nL

Visor

Page 7: Visor 26 de Septiembre de 2010

Poco antes del lanzamiento comercial de Le carte et le territoire, la nueva novela

de Michel Houellebecq, el sitio web de Slate Magazine acusó de plagio al escritor francés. La denuncia sostiene que Houellebecq copió y pegó extractos de material publicado en Wikipedia y, hasta donde sabemos, se trata de descripciones: una mosca, la apariencia del político Frédéric Nihous, las calles y fachadas de la ciudad de Beauvais. Los delatores también señalaron que hay párrafos completos de la página oficial del Ministerio del Interior (del que extrajo las tareas habituales de un comisario de policía) y de un sitio especializado en turismo, donde depredó la arquitectura y el ambiente de un hotel de Niza.

Ante esto, la editorial Flammarion respondió que sí, efectivamente, su autor utilizó esos artículos como mero cascajo de información para la estructura novelesca, algo que, por cierto, suele llevar a cabo este atípico enfant térrible de 52 años, tan acostumbrado a la provocación y la engañifa, pero lo interesante del asunto radica en la validez de dichas prácticas como recurso literario.

Internet+google+wikipedia es un álgebra que se asemeja a la navegación en aguas internacionales. Ahí no hay certezas ni rigor metodológico y la exactitud o la imprecisión ilustran los fenómenos que hace más de quince años, Douglas Coupland observó en Generación X: la sobredosis informativa de la web induce un conocimiento agujerado; sabiduría de luz y sombra sin decanos ni tutores, inspirada por la inmediatez enciclopédica de las páginas, los blogs o redes que se asumen como bibliotecas o fuentes remotas de cultura. Entonces, ¿por qué tanto escándalo por bloques de palabras que gravitan en el ciberespacio sin autoría o paternidad y, sobre todo, que refieren pormenores

Los paisajes invisibles

Wikibecq

anodinos al alcance de cualquiera? ¿Transcribir, con ciertas modificaciones, los detalles morfológicos de un bicho, la cartografía de una ciudad, una fisonomía o las obligaciones laborales de un funcionario, puede ser catalogado como plagio?

Quien conoce el estilo, la forma y el fondo de sus novelas, podría decir que Houellebecq recurrió al pillaje de datos como travesura literaria pero, si se condesciende un poco más, estaría de acuerdo en que únicamente llevó a cabo el típico viaje escritural, ese desplazamiento biblio-imaginativo de un espacio a una época o una referencia, sólo que esta vez tomó el atajo de internet: ¿por qué perder tiempo revisando guías de Beauvais o buscando una foto de Nihous si en Google o Wikipedia se consigue todo con una sola tecla?

Hurto, piratería, falsificación, son adjetivos exagerados para desacreditar a Le carte et le territoire, libro que, por cierto, ya despertó el interés de la crítica francesa, aunque si se trata de ponernos muy severos y de reprocharle algo a Michel Houellebecq, no sería la ganga del copista sino la falta de pudor. Las páginas web no cultivan prosas, sólo son aparador de textos funcionales, y el deporte del copy-paste, por mínimo o lúdico que sea, puede orillar al escritor al suicidio estético… nL

Iván Ríos Gascó[email protected]

Michel Houellebecq

LE DOmAinE SAnS nOm

El copy-paste, por lúdico que sea, puede

orillar al escritor al suicidio estético

07variadomingo 26 deSeptiembre de 2010

¿ A cuántos destinos tenemos derecho? El rostro sonriente, la energía vital a sus casi 80 años, el pelo

blanco y la vestimenta sin ali-ños —llegó de tenis a la con-ferencia magistral— parecen decir que a cuantos seamos capaces de construir. “Nada es más peligroso que la verdad en un mundo que miente”, dice Nawal El Saadawi, la escrito-ra más importante en lengua árabe, perseguida y exiliada de Egipto, su país de origen. Empezó a torcer su destino al abandonar su pequeño pueblo en Kafr Tahla para asistir a la Universidad de El Cairo, de don-de se graduó como la primera mujer médico en 1955, con una especialidad en siquiatría, y siguió torciéndolo cuando a los diez años iba a ser casada con un hombre que le doblaba la edad y derramó el té caliente sobre él para escapar al otro destino, el que su país y su sexo le tenían arreglado. “Escribir te hace vivir”, afirma sonriendo, aunque esto que parece el acto más libertario te pueda llevar al cierre de proyectos, a la dimisión obligada de cargos, al exilio: a todo lo que parece contrario a la libertad. Nawal renunció a la estabilidad y a la posibilidad de seguir escribiendo en un país donde hoy mismo se debate sobre el carácter pornográfico de Las 1000 y una noches. “Hay que unir lo que el mundo de las especializaciones separa, política, economía, religión y medicina son un todo que desde la escuela nos enseñaron a separar”. Por todo esto, sus escritos pusieron en guardia al grupo en el poder en su país desde que tomó la pluma. Es una perseguida de los “casos Hes-ba” (que es…) y fue encarcelada en 1980 por considerarse una amenaza al régimen. Pero ella asegura —no deja de sonreír, mostrando los dientes— que sus años más felices los pasó en prisión, donde continuó es-cribiendo en cuanto material pudiera encontrar, incluso papel higiénico. “Conecté al islam, el judaísmo, el cristianismo desde mis primeros años. Yo estaba en una escuela británica donde me enseñaron la Biblia y el Corán. Mis mejores amigos eran un cristiano y Sara, una judía y los maestros nos sepa-

Ensayo

Rosa Beltrá[email protected]

Las tretas del débil

raron, pero no nos dividieron.” En la cárcel fundó también la Asociación Solidaria de Mu-jeres Árabes (AWSA) siempre en contra de la opresión de la mujer en cualquiera de sus formas. The Hidden Face of Eve (1970) ya hablaba de esas dos mujeres que viven en toda mujer reflexiva: de la bipartición, el temor continuo de extraviar-

se entre una masa anónima o de no ser vista, de estar per-dida entre la identidad de los cuerpos. “Desvelar la mente” es una de las posibilidades de encontrar el camino hacia el yo —temido, insondable— y nunca es un asunto fácil o inequívoco. Descubrir que uno no es su nombre ni lo que hace, pese a que hacer es una de las pocas certezas con que contamos para definirnos, es el tema constante de no-velas como La ausente (1969), Dos mujeres en una (1971), Ella era la más débil (1977), La caí-

da del Iman (1987), La hija de Isis (1996) y su más conocida en nuestra lengua: Memorias de una doctora (1958). Sin em-bargo su vida comprueba que de muchos modos una sí es su nombre, ya sea que lo escoja o no: su hija, Angela Nawal, cam-bió su apellido paterno por el de su madre y fue llevada a juicio por ello, lo mismo que la propia madre, por cómplice y ambas por apostasía contra el Islam. Gracias a un grupo de jóvenes abogados voluntarios ganaron el juicio y expidieron una nueva ley en 2008 por la cual una hija de madre no ca-sada ya puede ir a la escuela. Pero las amenazas de muerte y la actitud de su gobierno la condenaron al exilio. Desde los noventa ha vivido en EU, invita-da por distintas universidades a impartir cátedra. Ha escrito cerca de cuarenta libros de ficción y no ficción traducidos a más de treinta lenguas y a sus próxi-mos ochenta años es la autora más joven y más esperanzada. “Esperanza es poder”, dice son-riendo antes de retirarse. Ahora la UNAM le otorga el doctorado Honoris Causa, junto con otros 15 notables. Un acto de justicia más que de poética. nL

El Saadawi es la escritora más importante en lengua árabe

AfRiCAnWRiTERSAbROAD.ORG

Nawal El Saadawi

Visor

Page 8: Visor 26 de Septiembre de 2010

08

Si en el gran cine de Hollywood hay siempre una emocionante carrera de coches (o su

equivalente), en el gran cine europeo hay, siempre, una buena escena sexual. La hay en Vincere, esta magnífica película de Marco Bellocchio que, retomando el estilo visual de la propaganda fascista, la vuelve contra sus creadores para demostrar, otra vez, que el cine es un arte visual.

Para contar la historia del ascenso del Duce, Bellocchio echa mano de la imagen del futurismo y mezcla secuencias de época con retratos de una mujer loca y escenas del cine mudo: Mussolini lesionado mira en el techo de un hospital la escena cumbre del Christus de Giulio Antamoro. La imagen del hospital en ruinas, las enfermeras-monja, los heridos y el retrato de Alberto Pasquali interpretando al Cristo que muere tienen su dosis de belleza, de ironía y de señalamiento social.

En el jardín de un manicomio las enfermas miran The Kid de Charles Chaplin. La escena en que Charlot besa al niño Jackie Coogan y lo empapa de lágrimas se ve cargada de significación toda vez que sabemos que a la heroína de esta historia le han arrancado a su niño.

Durante una escena temprana en el filme, Mussolini y su amante miran una película de guerra. “¡Viva Italia!” Grita el joven Benito. Otros, pacifistas, gritan “¡Viva la paz!” Los fascistas se enojan, comienza la lucha. El pianista en el cine no deja de tocar.

Hombre de celuloide

Cinco minutos para vencer a Dios

Que el neorrealismo italiano es uno de los grandes momentos de la cultura humana, es un lugar común que a nadie escapa. Lo que sorprende es, sin embargo, que los directotes italianos hayan conseguido sobreponerse a semejante tradición para crear otra cosa. Ahí están: Il divo de Paolo Sorrentino, Gomorra de Matteo Garrone y este Vincere de Marco Bellocchio.

Visto que Vincere está narrada en estilo modular (pequeñas historias cerradas sobre sí mismas que van avanzando la trama principal) da la impresión a veces de ser lenta. A diferencia del cine hollywoodense, que nos ha acostumbrado a saber más o menos en qué parte de la película estamos, aquí el tiempo escapa. Y desde el limbo nos introduce en una compleja historia de amor: y mientras que la protagonista trata de olvidar, Italia se llena de la imagen del amado. Así sucede: En el duelo amoroso, todo evoca el rostro de lo perdido; más si el amado es especialista en el culto a la personalidad. ¿Quién puede amar tanto a Mussolini? Vincere reflexiona en ello, en la historia de Italia y en el génesis de las masacres de la Segunda Guerra Mundial. Y es aquí donde el filme adquiere un profundo nivel reflexivo: ¿Dónde está Dios? Durante la primera secuencia Mussolini pide a un hombre en un mitin que le preste su reloj. “¡Dios no existe!” Grita el futuro Duce. “Y si existe tiene cinco minutos para matarme”. Hacia el final de la película, en un montaje que deconstruye el tiempo, Bellocchio retoma esta secuencia. Y es tan hermoso que recuerda aquella escena de Proust en que Combray entero y sus alrededores, pueblo y jardines, salían de una taza de té. nl

Fernando Zamora@fernandovzamora

esCritoresDeasturias.es

Vincere (La amante de Mussolini). Dirección: Marco Bellocchio. Guión: Marco Bellocchio y Daniela Ceselli. Fotografía: Daniele Ciprì. Música: Carlo Crivelli. Con: Giovanna Mezzogiorno, Filippo timi y Corrado invernizzi. italia, Francia, 2010

Entre agosto y sep-tiembre se han estrenado varias películas alusivas a la conmemoración

del Bicentenario de la Indepen-dencia. A su manera, cada una ha pretendido atender a un nicho de público específico. En princi-pio sólo una se ha encaminado a los niños, se trata de Héroes verdaderos, cinta dirigida por Carlos Kuri que a partir del género animado pretende acercar a los menores con su historia y de paso incentivar su curiosidad para la investigación de la gesta.

¿Por qué hacer una película sobre la Independencia en animación?Como en cualquier proyecto ar-tístico, los gustos tienen mucho que ver. Soy un gran fanático de la pedagogía y de la animación. Siempre he tenido la filosofía de que podemos comunicarnos con los jóvenes utilizando los medios apropiados, y los di-bujos animados son un gran vehículo para acercarse a los chavos. El contenido educativo no necesariamente tiene que ser aburrido. La película puede o no gustar, pero al menos te dejará algo de conocimiento y quizá logre despertar el interés para que los chicos investiguen.

¿Cómo hacer películas de este corte capaces de competir con las produc-ciones hollywoodenses?Tenemos lo que necesitamos para competir con empresas como Pixar. Si bien nos hace falta infraestructura, generan una industria sólida en el género

entrevista

Historia para niñosindígenas, mestizos, personajes como Hidalgo y Morelos son los protagonistas de Héroes verdaderos, una historia de la independencia en animación

animado y creo que si lo nutrimos crecerá sano y fuerte. Seis o siete de las películas más taquilleras en México son de animación, eso nos dice que hay un mercado. Competimos con el corazón, evidentemente no tenemos grandes presupuestos pero sí contamos con guiones muy buenos. Para Héroes verdaderos trajimos personal de Disney y Dreamworks. Aquí tenemos pocos recursos, sin embargo contamos con gente talentosa que hace maravillas con poco dinero. En nuestro caso siempre tuvimos en mente hacer algo au-tosustentable y con equilibrio comercial, sólo así contribuiremos a consolidar una industria sana y con buenos contenidos.

¿Cómo le quitó el oropel a los héroes para hacerlos accesibles a los niños? Durante muchos años he sido profesor y conoz-co la pedagogía, además nos asesoramos con maestros e historiadores. Nuestro objetivo es muy serio y desde el punto de vista científico tenemos la idea de comunicar la historia.

¿Por qué se decantó por contar la historia oficial?Tuve que elegir cuál interpretación histórica íbamos a usar. Hay muchas tendencias, pero no podemos olvidar que es una película infantil, entonces la elección lógica era usar la versión de la SEP para desarrollar los sucesos históricos. La película también tiene personajes de ficción que nos sirvieron para plantear el momento de los criollos y la situación de los indígenas, de modo que cuando aparecen los personajes históricos el espectador ya está ubicado en el contexto de la época. No podría ni siquiera soñar en decirles una cosa a los niños diferente a lo que les enseñan en la escuela. El objetivo es sumar a la educación infantil y aquí quien los educa es la SEP. Hay que aclarar que no es una cinta documental sino que pretende sentar las bases para suscitar interés. Tampoco es una película de polémica, si Hidalgo tuvo hijos está bien pero no es mi tema, lo mío es mostrar sus logros, es una película de orgullo nacional.

¿Pero esa postura no promueve los mitos y aleja a los pequeños del aspecto humano de los personajes?Nada más planteo lo que hicieron y dejamos la puerta abierta para que investiguen más. No niego que Morelos e Hidalgo tuvieron hijos, no

Víctor Trujillo se encargó de dar voz al personaje de Hidalgo

Carlos Kuri

Carlos Jordá[email protected]

HeroesVerDaDeros.CoM

domingo 26 deSeptiembre de 2010cine

se trata de romantizar las cosas a base de mentiras. Simplemente nos ceñimos a su participación en la Independencia. El niño aprende lo que le interesa, en pedagogía hay que desarrollar el conocimiento por escalones y si quiero que el niño entien-da los factores que llevan a la resolución de una situación necesito darle pequeñas dosis. Mi objetivo es que se enteren de la historia. Es una película de niños y no me puedo meter en cosas tan densas.

¿Dentro de las conmemoraciones del Bicentenario se atendió al público infantil?Hay poca oferta. Somos de los pocos proyectos grandes que alcanzarán a mucha gente, pero es lo normal en este país. Creo que está película será de las cosas que se van a recordar en este sentido. Pero sí se pudo haber hecho más.

Se ha cuestionado si existe público para tantas películas mexicanas de corte histórico, ¿usted qué cree?La competencia es muy fuer-te pero son diferentes targets, somos la única película para niños, las otras son de adultos. Creo que no competimos sino que nos complementamos. Nuestra competencia es con las producciones extranjeras. Hemos hablado con los exhibi-dores y nos apoyarán a todos, y eso es lo único que debemos esperar de los productores, que nos den la oportunidad de mostrarla. La permanen-cia en las salas depende de la reacción del público. Quien decide el tiempo en cartelera es el público no el productor ni el exhibidor. nl

Visor