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Boletín del Archivo General de la Nación7a época, año 2, núm. 6, octubre-diciembre 2010

Mapa General de América, 1864 (detalle).A. H. Dutour, Mapoteca Manuel Orozco y Berra,

Internacionales, Varilla: OYBINT03, Número clasificador: 3287-OYB-7278-A

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Boletín del Archivo General de la Nación

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Secretaría de Gobernación

Lic. José Francisco Blake MoraSecretario

Unidad para el Desarrollo Político

Archivo General de la Nación

Dra. Aurora Gómez Galvarriato Freer Directora General

Mtro. Miguel Ángel Quemain SáenzDirector de Publicaciones y Difusión

Mtro. Marco Antonio Silva MartínezJefe del Departamento de Publicaciones

Diseño y formación Elisa Cruz Cabello

Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, séptima época, año 2, número 6, octubre-diciembre de 2010, es una publicación trimestral de la Secretaría de Gobernación a través del Archivo General de la Nación, donde se elabora y distribuye, con domicilio en Eduardo Molina 113, esquina con Albañiles, Col. Penitenciaría Ampliación, Delegación Venustiano Carranza, C.P. 15350, México, D.F. Tel. 5133 99 00, Exts. 19325, 19324 y 19330; fax 5789 5296. Correos electrónicos: [email protected]; [email protected]; Página web: www.agn.gob.mx

Editor responsable: Marco Antonio Silva Martínez.

Reserva de derechos de uso exclusivo ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor número: 04-2009-110916591800-106.

Número de licitud de título y licitud de contenido en trámite ante la Comisión Cali-fi cadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación.

ISSN-0185-1926

Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación se terminó de imprimir en septiembre de 2010 en Letra Impresa GH, S.A. de C.V.Calle Rafael Martínez Rip Rip, núm. 114-0, Colonia Independencia, Deleg. Benito Juárez, México, DF., tel. 5539 6764.

Las opiniones vertidas en los artículos aquí publicados son responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores, quienes sólo ceden sus derechos de reproducción al Archivo General de la Nación.

Se permite la reproducción de los artículos aquí contenidos siempre y cuando se cite la fuente.

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Consejo Editorial

DirectoraGraciela Márquez ColínEl Colegio de Mé[email protected]

Luis Barró[email protected]

Leticia [email protected]

Aurora Gómez [email protected]

Emilio KouriThe University of Chicago [email protected]

Leonor [email protected]

Ma. Isabel MarínUniversidad Michoacana de San Nicolás de [email protected]

Armando PreciadoUniversidad de [email protected]

Gabriela [email protected]

María José Rhi [email protected]

Alicia SalmerónInstituto [email protected]

Coordinador editorialMiguel Ángel [email protected]

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Índice

EDITORIAL

GALERÍAS

Veracruz-El Molino: Los primeros ferrocarrileros, 1842-1850John Womack

Corridos de la Penitenciaría del Distrito Federal (Lecumberri)Juan de Dios Vázquez

PORTALES

Pío Bermejillo e Ibarra: una historia de éxito empresarial en México, 1850-1872Tayra González Orea

Fotografías del zapatismo en la prensa de la ciudad de México entre 1910 y 1915Ariel Arnal

PERFILES

Edmundo O’GormanMiguel Ángel Quemain Sáenz

RESEÑAS

Alexandra Pita González, La Unión Latino Americana y El Boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de 1920Por José Guillermo Tovar Jiménez

Jorge Andrés Zarzosa Garza, El brigadierMi destino: la independencia de MéxicoPor Susana Jasso

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DOCUMENTOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Declarando Independencias

DOCUMENTOS DEL AGN

Por escasez de maíz para labores la fábrica de salitre

Solicitud de licencia para representar comedias en las pascuas navideñas

Vecinos de la colonia Santa Julia se quejan ante la Convención Revolucionaria

NOTICIAS DEL AGN

Reconocimiento al Instituto Nacional de MigraciónArchivos, memoria y sociedad civilLa vida cotidiana en la Casa de Moneda de MéxicoConcluyó con éxito el curso de verano “Negro sobre Blanco”La librería Edmundo O’Gorman del FCE abrió sus puertas en el AGN

ÍNDICES

Versiones públicas disponibles para consulta en el AGN

Exposiciones

Librería Edmundo O’Gorman

Normas para la entrega de originales

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EDITORIAL

Como parte de la conmemoración bicentenaria por el inicio del proceso independentista en nuestro país, el Archivo General de la Nación, el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM organizaron el coloquio Declarando Independencias. Textos fundamentales con el propósito de repensar esa gesta histórica en el contexto continental y aun en el de las naciones que confl uyen en el mar atlántico. Las actas, manifi estos y tratados para hacer pública la independencia de un país constituyeron un tipo documental que en su momento buscó legitimar el nacimiento de los nuevos Estados americanos y se replica en la actualidad en otros lugares del mundo. Con ese acto fundacional se reordenaba la conformación geográfi co-política de la América dominada por las grandes metrópolis: España, Inglaterra, Francia, Portugal y se construían las identidades nacionales de los países que en su mayoría se convertirían luego en repúblicas. Aquí se incluyen algunas de las ideas y apuntes sobre los temas abordados, con imágenes que forman parte de la exposición del mismo nombre montada en la Sala de Bandera del AGN.

En la sección Galerías la colaboración de John Womack Jr. da cuenta de los grandes y pequeños avatares que debieron sortearse durante la construcción del ferrocarril en el tramo Veracruz-El Molino; Juan de Dios Vázquez revisa las diversas representaciones de la penitenciaría de Lecumberri a partir de las hojas volantes con texto e imágenes, conocidas como corridos, que circularon a principios del siglo XX. La sección Portales recoge la impronta de tres personajes de ámbitos disímbolos: por un lado la trayectoria exitosa del empresario Pío Bermejillo en la segunda mitad del siglo XIX; en otro espacio Emiliano Zapata y su movimiento agrario es visto a través de la lente fotográfi ca de la prensa mexicana en plena Revolución; y en el terreno cultural por medio de una entrevista-semblanza realizada en los noventa, se proyecta hasta los días actuales la lucidez visionaria de uno de los historiadores e intelectuales más importantes del siglo XX mexicano: Edmundo O’Gorman.

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GALERÍAS

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En la década de 1840, además de las nuevas fábricas textiles en Orizaba y Jalapa, el Departamento de Veracruz estuvo caracterizado por otra in-dustria nueva, en la cual los trabajadores corrían una peor suerte. Era el ferrocarril. La idea del ferrocarril surgió en México en 1824: un “sendero de metal” que cubriera la ruta desde la ciudad de México hasta el puerto de Veracruz, por la cual, durante trescientos años, había transitado el tráfi co más pesado e importante; la guerra de la Independencia había dañado grave-mente los caminos y los comerciantes más ricos (y Santa Anna) tenían mu-cho que ganar. Una rivalidad entre promotores en el período 1835-36 había dado como resultado la concesión, en 1837, para el establecimiento de un ferrocarril desde la ciudad de México hasta el puerto, pero, en vista de que nunca se dio inicio a los trabajos, la concesión caducó en 1839.1 El 31 de mayo de 1842, el presidente Santa Anna concedió derechos a la Comisión

VERACRUZ-EL MOLINO: LOS PRIMEROS FERROCARRILEROS, 1842-1850*

John Womack Jr.**

* Traducción de Leonardo Martínez Vega.

** Profesor-investigador, Universidad de Harvard; [email protected]

1 Acerca de la prehistoria de los ferrocarriles: David M. Pletcher, “The Building of the Mexican Railway”, Hispanic American Historical Review, XXX, 1 (Febrero 1950), 26-31; Sergio Ortiz Hernán, Los ferrocarriles de México: una visión social y económica (México, SCyT, 1974), 56-63; John G. Chapman, La construcción del ferrocarril mexicano, 1837-1880 (México, SEP, 1975), 22-24; Peter W. Rees, Transportes y comercio entre México y Veracruz, 1519-1910 (México, SEP, 1976), 95-109; Diario del Gobierno de la República Mexicana (en lo sucesivo DGRM), 22 de julio, 1837. Acerca de la promoción contemporánea de los ferrocarriles: ibid., l2 de abril, 5 de mayo, 17 de julio, 8 de agosto, 18 de agosto, 10 de septiembre, 12 de septiembre, 1837; Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío, 283-285. Acerca de las rivalidades (Escandón, Fagoaga, J.N. Pereda vs. mercaderes de Jalapa): DGRM, 30 de enero, 5 de febrero, 12 de febrero, 16 de febrero, 20 de febrero, 24 de febrero, 27 de marzo, 28 de marzo, 2 de abril, 6 de abril, 20 de abril, 26 de abril, 3 de mayo, 18 de mayo, 10 de noviembre, 1836, 29 de junio, 11 de julio, 1837. La concesión: ibid., 4 de septiembre, 1837. El proyecto: ibid., 12 de noviembre, 14 de noviembre, 16 de noviembre, 18 de noviembre, 20 de noviembre, 22 de noviembre, 24 de noviembre, 3 de diciembre, 5 de diciembre, 7 de diciembre, 9 de diciembre, 11 de diciembre, 13 de diciembre, 1837. Acerca de las exenciones para los materiales importados: (para Fagoaga): ibid., 26 de julio, 1838.

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de los Acreedores del Camino Perote-Veracruz, un consejo de administra-ción de la compañía de peaje, dominado por comerciantes de la ciudad de México y Veracruz, para construir un ferrocarril que uniera Veracruz con Paso San Juan, en las cercanías del río San Juan; un ferrocarril de recorrido corto contribuiría al menos a acelerar el movimiento a través de las dunas, pasando por los humedales de San Juan, desde y hacia el puerto caluroso y pestilente.2 A pesar de que los trabajos debían comenzar en un plazo de seis meses, la concesión ofrecía acceso especial a capital y mano de obra; era particularmente difícil atraer a esta última al sitio en el que se llevaría a cabo el trabajo. La comisión podía movilizar capital, no solamente a partir de sus propios ingresos provenientes del peaje, sino también a partir del otorgamiento de ingresos públicos provenientes de un nuevo impuesto a las importaciones. Además, podía disponer de doscientos presidiarios de la ciudad de México, para mantener una fuerza laboral constante.3

Ésta fue la novedad de la empresa, algunos de cuyos elementos habían sido combinados con anterioridad, pero nunca antes todos juntos al mis-mo tiempo: autorización y subsidio directos del Estado, control capitalista, operaciones fi nancieras y físicas a gran escala y utilización de presidiarios como mano de obra. Lo más signifi cativo fue esto último: el nuevo uso de mano de obra de presidiarios. De forma rutinaria, en la época del virreinato, los presidiarios sentenciados de tres a cuatro años de presidio por vagan-cia o robo habían cumplido con su castigo, como mano de obra en obras públicas de pequeña y gran escala, en particular en Veracruz; en la década de 1840, las prisiones aún proporcionaban mano de obra para las cuadrillas encargadas de edifi cios y parques en la ciudad de México y para las briga-das de construcción de caminos nacionales. Hasta hacía poco tiempo, los presidiarios también cumplían sus condenas bajo arrendamientos ofi ciales

2 Alfred H. Siemens, A Favored Place: San Juan River Wetlands, Central Veracruz, A.D. 500 to the Present (Austin: University of Texas, 1998).3 La concesión: DGRM, 2 de junio, 1842. Acerca de la Comisión: Pletcher, 28; Chapman, 25-26; Rees, 99-100. Su historia, propuesta y revisiones: DGRM, 5 de febrero, 1842; Francisco Fagoaga al presidente, 17 de marzo, 1842, Archivo General de la Nación/Fomento-Ferrocarriles (en lo sucesivo AGN/FF), vol. I, expediente 5, pp. 1-8. Sus funcionarios y actividades en el camino Perote-Veracruz: DGRM, 19 de febrero, 20 de abril, 1836, 28 de septiembre, 1837, y 24 de febrero, 1840, al 6 de febrero, 1847, passim; Ciro F.S. Cardoso et al., Formación y desarrollo de la burguesía en México, siglo XIX (México, Siglo XXI, 1978), 35, 38, 40. [También se puede consultar mucha información en Lerdo.]

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en obrajes (fábricas textiles privadas). Sin embargo, estos asilos encarnaban tanto una casa para pobres, como un negocio y una institución penal. El propietario podía benefi ciarse de la operación del asilo, siempre y cuando este benefi cio no involucrara capital: pobres, trabajadores libres y presidia-rios trabajaban juntos de forma indiscriminada.4 En contraste, la concesión del ferrocarril preveía una compañía estrictamente para una producción es-pecífi ca, en la cual, la compañía acumularía capital al convertir el castigo público en un negocio privado y de manera sistemática y privada castigar a las personas condenadas por el Estado a trabajos forzados.

El 26 de julio de 1842, probablemente por un acuerdo previo, la comi-sión contrató el trabajo con un comerciante excepcionalmente emprende-dor que trabajaba en la ruta entre la ciudad de México y Veracruz, Antonio de Garay, quien, con prontitud, organizó una compañía constructora. La transacción tenía sentido. No era posible para un consejo de administra-ción de peaje, encargado de un asunto público, que tenía obligaciones con intereses aduaneros y que estaba acostumbrado a alquilar barreras de peaje, mantener caminos para carros y subcontratar pequeñas brigadas de tra-bajadores locales, también atender de manera adecuada los problemas fi -nancieros, administrativos y técnicos involucrados en el gran negocio de construcción de un ferrocarril, aunque fuese para una distancia corta. La nueva compañía de Garay sí podría hacerlo. Durante la época de lluvias, su director de campo realizó un estudio preliminar entre el puerto y San Juan. El 30 de noviembre le ordenó a una brigada de cincuenta hombres que re-tirara la maleza lo largo del río, en el sitio elegido para la estación terminal del interior y, de manera formal, solicitó doscientos presidiarios para una cuadrilla habitual.5

4 Acerca de los presidiarios: Colin M. MacLachlan, Criminal Justice in Eighteenth-Century Mexico: A Study of the Tribunal of the Acordada (Berkeley, University of California, 1974), 44-47, 77-81; DGRM, 12 del agosto, 13 de septiembre, 10 de noviembre, 7 de diciembre, 1838. Mano de obra de presidiarios en la ciudad de México: Valentín Canalizo al ministro de Gobernación, 19 de abril, 1843, AGN/FF, I, 10, pp. 4-5. Presidiarios en las brigadas de construcción de caminos: El Siglo XIX, 9 de enero, 1843. Acerca del obraje: Richard Salvucci, Textiles and Capitalism in Mexico: An Economic History of the Obrajes, 1539-1840 (Princeton, Princeton University, 1987). Una propuesta para reformar el presidio y convertirlo en una penitenciaria: Juan Soto, “Documentos que pueden servir para la reforma de las prisiones de la república”, El Museo mexicano, VII (1848), pp. 481-503.5 El contrato con Antonio de Garay: Junta General de Acreedores, 14 de junio, 1842, AGN/FF, I, 15, pp. 6-7; Fagoaga al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 28 de diciembre, 1842, ibid., I, 5, p. 19; Actas, 18 de octubre, 1848, ibid., II, 22, pp. 238-242. Acerca de Garay: Robert A.

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La construcción del corto tramo de ferrocarril fue tan difícil y peligrosa como ir a una pequeña guerra. En una serie de campañas durante la estación seca, funcionando con crédito de una casa comercial del puerto, guiados por una planifi cación exhaustiva, a menudo interrumpida por los “nortes” del Golfo, se requería de un mando constante y centralizado en el campo, una coordinación logística semanal y la asignación diaria de tareas a unida-des de producción y de distribución y recolección de equipos. En concreto, esta labor requirió, por lo menos, mil horas diarias de trabajo, bajo un calor abrasador, en los pantanos infectados de mosquitos y las colinas cubiertas por maleza que se encontraban detrás del puerto.

El objetivo de la primera campaña fue realizar un estudio defi nitivo y preparar el camino para los rieles. La ruta defi nida por el topógrafo de Garay en el lugar iba desde la ubicación de una estación principal cerca el cuartel del puerto (y de la plaza de toros), justo al suroeste de la muralla de Veracruz y, desde allí, en línea recta, hacia el sur, detrás de las dunas, a través de los pantanos y sobre las colinas, doblando al oeste en el cerro de Casa Mata, volviendo hacia el norte en el cerro del Molino del Viento, hasta el claro en San Juan: un total de diecisiete millas y media. El trabajo continuó sin los doscientos presidiarios de la ciudad de México. A pesar de los reiterados pedidos realizados por la compañía y que, con el tiem-po, éstos fueron asignados por el presidente, no fueron enviados por los funcionarios de la ciudad de México. Con la autorización del gobernador, la compañía utilizó a cincuenta y dos hombres del presidio del Departa-

Potash, El Banco de Avío de México: El fomento de la industria, 1821-1846 (México, Fondo de Cultura Económica, 1959), 207, 225, 228; Barbara A. Tenenbaum, The Politics of Penury: Debt and Taxes in Mexico, 1821-1856 (Albuquerque, University of New Mexico, 1986), David W. Walker, Kinship, Business, and Politics: The Martínez del Río Family in Mexico, 1823-1867 (Austin: University of Texas, 1987), 97-98, 108-109, 122, 167, 178; Michael P. Costeloe, The Central Republic in Mexico, 1835-1846: “Hombres de Bien” in the Age of Santa Anna (Cambridge: Cambridge University, 1993), 28 n78, 35, 85, 145; Mario A. Trujillo Bolío, Empresariado y manufactura textil en la Ciudad de México y su peripheria (México, CIESAS, 2000), 49, 60, 89, 95, 100, 126-127, 130-131, 135, 141-142, 175-177, 183-187. La diferencia entre el peaje y las primeras etapas de construcción y gestión de ferrocarriles: H.J. Dyos and D.H. Alcroft, British Transport: An Economic Survey from the Seventeenth to to the Twentieth Century (Harmondsworth, Pelican, 1974), 31-37, 66-84, 103-110, 117-125); L.T.C. Rolt, George and Robert Stephenson: The Railway Revolution (Londres: Penguin, 1984), El primer director de la compañía de Garay fue un comerciante y transportista francés, Joseph Faure: Potash, 164-165, 171, 179; DGRM, 1 de junio, 24 de junio, 1842; ministro de Guerra al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 13 de diciembre, 1842, AGN/FF, 5, p. 22; y Marcel Figuerero, 20 de diciembre, 1842, ibid., I, 5, p. 20. El ingeniero fue Joseph Ollivier.

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mento y, en el puerto, contrató a cerca de cien personas pertenecientes a la gente libre (“personas libres”). Desde el 30 de noviembre de 1842, pasando por la letal temporada de lluvias en mayo, hasta el 17 de junio de 1843, sus fuerzas despejaron, desmontaron, acarrearon, rellenaron, construyeron terraplenes y abrieron zanjas. Durante un tiempo, la compañía tenía a los presidiarios y a la gente libre compitiendo, “para dar origen a una cierta rivalidad e instigación entre ellos”. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, los dos grupos trabajan por separado: los presidiarios, desmontando en el cerro Casa Mata, mientras que las personas libres, rellenaban y construían terraplenes, a través de los pantanos. Al fi nalizar esta campaña, el director de campo, su segundo asistente, dos capataces y sesenta y seis presidiarios y trabajadores “libres” habían muerto y todos los demás estaban “más o menos enfermos”.6

La segunda campaña de Garay comenzó el 1 de diciembre de 1843. Du-rante los seis meses siguientes, su segundo director contaba con alrededor de cien presidiarios de la ciudad de México y otras cien “personas libres” de la localidad, desmontando y rellenando en las secciones de la ruta El Mo-lino-Veracruz. El segundo director no pudo conseguir más mano de obra, porque una nueva compañía de construcción tomó trabajadores voluntarios y forzados para arreglos importantes en el muelle, los depósitos y la ofi cina de aduana de Veracruz. Tuvo que subcontratar a un ingeniero local para trabajar en la sección El Molino-San Juan.7

Tan prometedora era la mano de obra de los presidiarios para el fe-

6 El Cosmopolita, 14 de diciembre, 1842; Antonio de Garay al presidente, Comisión de los Acreedores del Camino de Perote-Veracruz, 9 de diciembre, 1843, AGN/FF, I, 11, pp. 1-22; Francisco Fagoaga al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 7 de enero, 1843, ibid., I, 5, pp. 25-26; Bocanegra al gobernador del Departamento de Veracruz, 11 de enero, 1843, y a Benito Quijano, 25 de enero, 1843, ibid., p. 27. Correspondencia oficial sobre los presidiarios para el proyecto de Veracruz: ibid., I, 10, pp. 1-22. Ver también “Informes sobre el camino de fierro de Veracruz al Río de San Juan, y del estado en que se halla la compostura del de tierra, que corre desde Perote a aquel Puerto,” DGRM, suplemento, 5 de octubre, 1844; Cardoso et al, 37, 85.7 José Ignacio Esteva, “Reseña de los trabajos ejecutados en la construcción del camino de fierro desde Veracruz al Río de San Juan,” 15 de junio, 1844, AGN/FF, I, 13, pp. 6-7. Acerca de Esteva, el nuevo director de campo: Juan de la Granja, Epistolario (México, SEP, 1937), 395. Acerca de la compañía rival: El Cosmopolita, 21 de enero, 1843; DGRM, 24 de enero, 1844; Cardoso et al., 44. El subcontratista fue el teniente coronel Juan José Holfzinger. Ver también DGRM, 27 de febrero, 1846; Manuel Rivera Cambas, Historia antigua y moderna de Jalapa y de las revoluciones del estado de Veracruz, 5 vols. (México, Ignacio Cumplido, 1869-71), III, 726.

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rrocarril que se volvió el objeto del primer contrato colectivo de trabajo de la república. En enero de 1844, los administradores de la compañía de peaje instruyeron a su jefe de contadores, Francisco Carbajal, un veterano de los negocios en el puerto, a que redactara reglas “para la disciplina y el gobierno” de los trabajadores forzados de su concesión. Ante su asombro, la investigación de Carbajal en los archivos de la ciudad de México y de Veracruz le proporcionó pocos precedentes y consideró que no era posible aplicar “las disposiciones benéfi cas y sabias de las penitenciarías de Pensil-vania” y las rechazó. Sin embargo, lo que sí hizo fue elaborar una propuesta, inspirada en “los principios sólidos de la religión, la equidad, la justicia, la economía y la propiedad pública”. Aprobada el 1 de marzo por los adminis-tradores, la propuesta fue enviada al presidente (que ya no era Santa Anna, sino otro jalapeño), cuyo consejo recomendó realizar ligeras correcciones. Los administradores aceptaron los cambios y el gobierno publicó el acuer-do, de manera ofi cial, el 2 de junio, “de modo que sea cumplido por todas las autoridades y personas que deban acatarlo”.8 El contrato constaba de diez capítulos amplios y noventa y seis artículos, en los que se daban deta-lles acerca del personal de campo de la compañía, los poderes y deberes del personal directivo, la organización de las cuadrillas, el derecho de los tra-bajadores califi cados a realizar labores especializadas y de los trabajadores no califi cados de aprender nuevas tareas, la duración de la jornada laboral (de ocho a diez horas, teniendo libres los domingos y los días de guardar), el derecho del trabajador a visitas familiares, la separación de presidiarios y personas libres, los procedimientos para resolver “las disputas o acusa-ciones que los prisioneros pudieran tener entre ellos, respecto de agravios leves, deudas o asuntos similares,” la impartición de castigos por agresión, robo, asesinato, intentos de escape o “motín”, la prohibición del juego, la bebida y que los trabajadores fueran objeto de empleo o extorsión privada por parte de los directivos, la institución de devociones obligatorias (ple-garias en la mañana y en la tarde, rezo del rosario tres veces a la semana, misa y clases de catecismo los domingos y los días de guardar, así como los

8 Francisco Carbajal, “Proyecto de reglamento para el presidio de forzados”, 1 de marzo, 1844, AGN/FF, I, 12, pp. 1-24; Fagoaga al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 22 de marzo, 1844; José J. de Herrera al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 21 de mayo, 1844, ibid., pp. 29-30; DGRM, 1 de junio, 2 de junio, 1844.

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sacramentos, cuando fueran necesarios), los preparativos para el hospedaje, el agua, la comida, la vestimenta, la higiene, el tabaco y “la gratifi cación” (medio real, $US 0.0625 diarios), el suministro de servicios médicos y de entierro en suelo consagrado, los derechos y los deberes de la escolta militar y un sistema de presupuesto y contabilidad. En cuanto a las personas libres a las que Garay dio empleo, la compañía no estableció tales compromisos con ellos. Ni la compañía de Garay, ni ninguna otra compañía en México, lo hizo por otros sesenta y tantos años.9

También los avances materiales en esta campaña fueron impresionan-tes. En las secciones de El Molino-Veracruz, la cuadrilla levantó [¿ocho?] caballetes temporales y comenzó a transformar el terraplén en un terreno fi rme para la superestructura. Garay importó maderos de ciprés de Luisiana para los durmientes. Y el 4 de mayo, cuarenta y nueve días después de haber partido de Cardiff, el bergantín inglés Chase entró al puerto con el primer cargamento de rieles tipo ”Vignole” de acero forjado para dos millas y cuar-to de vías, 5,805 “sillas” de hierro fundido y 11,620 clavos. El 5 de mayo, 24 días después de haber partido de Nueva York, un bergantín estadounidense arribó al puerto con el primer cargamento de grava para balastos. Una vez más, el trabajo continuó durante la época de lluvias. Cuando se detuvo, el 5 de julio, se había llegado tan lejos, que los administradores de la compañía de peaje admitieron que tenían la esperanza de, a la larga, extender la vía “no sólo hasta la ciudad de México, sino hasta las costas del océano Pacífi co”. El nuevo director de campo informó que a pesar de “las graves difi cultades […] no existe, afortunadamente, ni una sola persona con quejas, ni siquiera entre los jornaleros […]” Aunque dirigía a hombres que trabajan bajo su propio riesgo, no informó sobre las víctimas de la segunda campaña o que la lluvia hubiera detenido el trabajo porque “los peones […] se retiraron, temerosos de las enfermedades que son tan comunes en este clima, en las cercanías de agua estancada”.10

9 Mario de la Cueva…10 DGRM, 16 de mayo, 23 de mayo, 14 de junio, 11de julio, 1844; Fagoaga al ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, 9 de mayo, 1844, AGN/FF, I, 11, p. 23; El Siglo XIX, 22 de mayo, 1844; Manuel Robles, “Relación de los adelantos que ha tenido la expresada obra desde 15 de junio hasta 30 de septiembre de 1844”, DGRM, 13 de octubre, 1844. Acerca de las vías y las “sillas”: Walter L. Webb, Railroad Construction: Theory and Practice, 5a ed. (Nueva York, John Wiley and Sons, 1914), 256-258; y Rolt, 248.

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A principios de noviembre de 1844, apenas comenzada la tercera cam-paña, el debate nacional acerca de los impuestos que se deberían pagar para recuperar Texas desató otra revuelta en el ejército. El gobierno central se colapsó durante un par de meses.11 Sin embargo, Garay ya había acordado protección para su compañía, al haber nombrado con prudencia como di-rector de campo a un ingeniero militar, un protegido de funcionarios inde-pendientes locales. Y, a pesar del alboroto político, la campaña comenzó con fuerza. Durante noviembre, el nuevo director disponía de quinientos peones entre el puerto y San Juan: en el puerto, descargando más material proveniente de Gran Bretaña y durmientes de Nueva Orleans y Tuxpan, construyendo un depósito en el sitio de la estación principal; en las cerca-nías del río, desmontando y rellenando; a lo largo del camino, construyen-do puentes y alcantarillas, terminando el terreno fi rme para los rieles y, bajo la dirección de los ingenieros y capataces recientemente llegados de Bélgica, tendiendo los primeros rieles, una vía provisional con una entrevía estándar, desde la Plazuela de la Caleta, en la esquina norte del pueblo, saliendo por la puerta norte, rodeando del muro del pueblo, hasta el sitio de la estación y, desde ahí, un trayecto de vía permanente por casi un tercio de milla hacia el sur.

En diciembre, las autoridades de Veracruz se unieron a la revuelta. El trabajo en el ferrocarril se alentó de repente, debido a que los trabajado-res ejercieron su libertad y fueron a esconderse a sus casas, temerosos de que los funcionarios los reclutaran para hacerlos partícipes de la violencia. Sin embargo, con el triunfo de la sublevación en enero y la instalación de un nuevo general (un jalapeño más) como presidente, reaparecieron unos trescientos peones y en febrero comenzaron nuevamente a trabajar con determinación. En la playa ubicada al costado del (único) muelle del puerto, instalaron un muelle fl otante traído desde Nueva Orleans y allí descargaron partes prefabricadas para la estación de ferrocarril, la sala de máquinas y el taller de reparaciones, así como cargamentos de durmientes de Tuxpan, rieles británicos y herramientas y grava estadounidenses y el primer material rodante y veintidós carros, también provenientes de Nueva Orleans. En la

11 Hubert H. Bancroft, History of Mexico, 6 vols. (San Francisco, A.C. Bancroft and Co., 1883-1888), V, 259-277; Rivera, III, 623-678.

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ubicación de la estación principal, bajo la dirección de catorce ingenieros estadounidenses, levantaron los tres edifi cios de la terminal permanente. En el río, colocaron una estación temporal. Mientras tanto, continuaron desmontando, rellenando y terminando el terreno fi rme para los rieles, cer-cando el derecho de paso y, bajo la dirección de los capataces belgas, ex-tendiendo el trayecto de vías hacia el sur por cerca de dos millas. Dado que también en esta campaña, los peones trabajaban de manera voluntaria, en sus informes acerca de sus avances, el director no señaló cuántos de ellos murieron.12

Las circunstancias globales de la campaña eran tan perjudiciales, que in-clusive Garay enfrentaba difi cultades para gestionar avances. En octubre de 1845, tras anexar Texas, los Estados Unidos apostaron quince naves de gue-rra a las afueras de Veracruz, amenazando con bloquear el puerto. A todo lo largo y ancho de México, políticos y generales llamaban a la guerra, lo cual signifi caría impuestos más elevados, límites al crédito comercial (de llegar a ofrecerse) y un reclutamiento masivo. Ya las fi ebres de la época de lluvias de Veracruz habían doblegado a varios de los supervisores extranjeros del ferrocarril, dejándolos inválidos. En diciembre, otra revuelta militar llevó a otro general (esta vez, no era un jalapeño) a la presidencia y, con sus deman-das de unidad nacional contra los yanquis, el gobierno central, prácticamen-te se esfumó. Sin embargo, los peones ferroviarios continuaron trabajando en los edifi cios principales de la terminal, la estación del río, los terraplenes, los puentes, el cercado y la vía, que extendieron por otros tres cuartos de

12 El nuevo director fue el teniente coronel Manuel Robles Pezuela, quien ya había sido nombrado en el verano de 1844: DGRM, 13 de octubre, 1844. Acerca de Robles Pezuela: Rivera, III, 773, Miguel A. Sánchez Lamego, V, 94. (Supongo que era protegido del general José A. Rincón, en aquel entonces comandante del puerto, quien se rehusó a respaldar el levantamiento en contra de Herrera, en diciembre de 1845: ibid., V, 87-89.) Los informes sobre su campaña: DGRM, 24 de febrero, 7 de mayo, 1845; pero sólo abarcan hasta el 13 de marzo, 1845. No pude localizar los reportes correspondientes al 1 de julio y al 1 de octubre, 1845. En su lugar, utilicé la información archivada el 1 de enero, 1846: ibid., 16 de febrero, 1846. El ingeniero belga arribo el 13 de agosto, 1844; en el barco de vapor inglés Severn, Roman Van Aelcroueh [sic, o Vanaelbrouck] y José Enrique Guinotte: ibid., 23 de agosto, 1844. Estaban acompañados por otros capataces belgas: ibid., 13 de octubre, 1844. No es claro el origen de los vagones, pero Robles (arriba, 7 de mayo) informa que llegaron en el Water Witch, el cual partió de Nueva Oreéans (ibid., 23 de julio, 1839, 7 de mayo, 20 de agosto, 1841. No tengo pruebas de su llegada en 1844 o 1845 o quiénes eran los estadounidenses. Acerca de la grava neoyorkina: ibid., 18 de enero, 1845. Acerca de los ferrocarriles estatales belgas de la época: Edward Dobson, An Historical, Statistical, and Scientific Account of the Railways of Belgium, from 1834 to 1842 (Londres: John Weale, 1843). Todas las locomotoras belgas tenían seis ruedas, 81.

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milla. En febrero de 1846, el ejército de Estados Unidos cruzó el Río Bravo, desde Texas hacia Tamaulipas, y tuvieron una escaramuza con el ejército mexicano. Aún así, el trabajo en el ferrocarril de Veracruz continuó. El 13 de mayo, los Estados Unidos le declararon la guerra a México y, una semana más tarde, bloquearon Veracruz. En la práctica, esto puso fi n a la cuarta campaña de construcción.13 El director no presentó un informe fi nal. Los peones se dispersaron, ya que ahora era probable que murieran en campa-ñas de destrucción.

No se continuó con la construcción del ferrocarril en el período de 1846-47. Las vicisitudes de la guerra hicieron a Garay ministro de fi nanzas, pero sólo por un período breve; y, para su empresa en Veracruz, fue un au-téntico desastre, cuando Santa Anna regresó a la presidencia, los mexicanos se reorganizaron en contra de los yanquis en el norte y, en marzo de 1847, el ejército de los Estados Unidos invadió el puerto. Las fuerzas estadouni-denses le infl igieron mucho daño al puerto, durante la toma. Moviéndose tierra adentro, también destruyeron la vía, las estaciones y los terraplenes del ferrocarril. Probablemente, las guerrillas que desangraron a los yanquis en el camino a Jalapa incluían a muchos de los hombres cuyo trabajo habían arruinado. 14

En septiembre de 1847, la guerra terminó con la derrota aplastante de México. En esa ruina, Garay tampoco pudo negociar nada para el período 1847-48. Es probable que los peones del ferrocarril que se habían incorpo-rado a las guerrillas y que habían sobrevivido se volvieran bandidos.15

13 Acerca de la invasion estadounidense: David M. Pletcher, The Diplomacy of Annexation: Texas, Oregon, and the Mexican War (Columbia, University of Missouri, 1973), 113-207; Justin H. Smith, The War with Mexico, 2 vols. (Nueva Cork, Macmillan, 1919), I, 135-183, II, 193-197; Bancroft, V, 288-297; Sánchez Lamego, V, 94-95; Rivera, III, 690-758. Acerca del ferrocarril: Manuel Robles a Antonio Garay, January 1, 1846, DGRM, 15 de febrero, 1846; Manuel Robles, “Relación de los adelantos que ha tenido esta obra desde lo. de Enero a 31 de Marzo de 1846”, 1 de abril, 1846, ibid., 12 de mayo, 1846. 14 Acerca de la guerra: Smith, I, 204-400, II, 1-188, 421-423; Bancroft, V, 247-467, 530-531; Sánchez Lamego, V, 99-112; Lerdo de Tejada, II; Rivera, III, 758-871, 889-890, 899-943. Acerca de la destrucción del ferrocarril: Ildefonso R. Cardeña y Jorge de la Serna al Ayuntamiento de Veracruz, 6 de marzo, 1839, Periódico Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos (en lo sucesivo POSG), 4 de abril, 1849; Miguel Blanco al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 15 de abril, 1849; Manuel Robles, Informe sobre las obras, 19 de enero, 1849, y Cálculo de daños, 20 de enero, 1849, POSG, 19 de mayo, 1849; y Luis de la Rosa, “Impresiones de un viage de México a Washington, en octubre y novimebre de 1848”, El Siglo XIX, 22 de diciembre, 1849.15 Bancroft, V, 468-550; Rivera, IV, 5-81.

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Hizo falta un genio empresarial para superar los obstáculos para la cons-trucción en la siguiente temporada. El 25 de julio de 1848, cinco días antes de que la última fuerza estadounidense en México dejara Veracruz, Garay pidió a los administradores de la compañía de peaje que le solicitaran al nuevo gobierno otorgar al teniente coronel Robles permiso para ausentarse del servicio activo, de modo que pudiera regresar a dirigir la compañía de construcción del ferrocarril. Sin embargo, el presidente se negó, ya que se proponía nombrar a Robles comandante militar del puerto.16 Al poco tiem-po, mientras los aspectos políticos de la posguerra favorecían a los rivales comerciales de Garay, quienes deseaban la concesión del ferrocarril para sí mismos, surgió una crítica vehemente en la prensa de la ciudad de México en contra de la compañía de peaje y su contratista, acusándolos de no haber trabajado lo sufi ciente y de haber malversado fondos públicos. Los conce-sionarios necesitarían meses para recuperar un sólido asidero sobre su privi-legio y la confi anza completa de los acreedores. Y Garay no podría realizar progresos alentadores en el campo, sin una mano de obra mucho más grande que aquélla con la que contó en el período 1845-46; y las posibilidades de en-contrarla rápidamente en los alrededores de Veracruz eran poco prometedo-ras. Sin embargo, no desesperó. Los administradores de la compañía de peaje le solicitaron al gobierno, en reiteradas ocasiones, que le otorgara a Robles un permiso especial para dirigir el trabajo en el ferrocarril, mientras prestaba su servicio en el puerto. A mediados de diciembre, se le pidió al gobierno cum-plir con su antigua promesa de enviar doscientos presidiarios.17 Y fue Garay

16 Acerca de la primera vez en que se solicitaron y rechazaron los servicios de Robles: Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 2 de agosto, 1848, y ministro de Guerra al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 9 de agosto, 1848, AGN/FF, II, 22, pp. 272, 274. Las fuerzas estadounidenses dejaron San Juan de Ulúa el 30 de julio, 1848: Lerdo de Tejada, II, 585.17 La campaña en la prensa, los interés detrás de ésta y la respuesta de la comisión: Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 22 de agosto, 1848, AGN/FF, II, 22, 208; Juan N. Pereda, Actas, 18 de octubre, 1848, ibid., II, 22, pp. 238-242; Fagoaga y Pereda al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 13 de noviembre, 1848, ibid., II, 21, 92-94; El Siglo XIX, 20 de octubre, 1848, suplemento; y El Monitor Republicano, 3 de agosto, 5 de septiembre, 1848. Que Garay necesitará 400 trabajadores para terminar en dos años: Miguel Blanco al ministro de Relaciones Interiores, 15 de abril, 1849, AGN/FF, II, 21, pp. 135-162, reimpreso en POSG, 19 de mayo, 1849. Nueva solicitud de los servicios de Robles: Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 31 de octubre, 1848, AGN/FF, 22, pp. 276-277; Fagoaga y Pereda al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 13 de noviembre, 1848, ibid., II, 21, pp. 92-94. Solicitud de presidiarios: Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 13 de diciembre, 1848, ibid., I, 5, p. 26.

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en persona quien descubrió una fuente nueva y sumamente interesante de mano de obra. La rebelión separatista de Yucatán de principios de la dé-cada de 1840 llevó, en 1847, a un levantamiento general de los indígenas mayas en contra de los blancos de la península: una guerra de castas. Para mediados de 1848, los blancos habían montado una contraofensiva, pero, necesitado de dinero y de fuerzas regulares, el gobernador de Yucatán envió delegados a la ciudad de México para ofrecer la reincorporación de Yucatán a la república, a cambio del apoyo en la restauración de la seguridad de los blancos locales. Entre los lamentos yucatecos que se discutieron de forma privada en la capital, se encontraba el mantenimiento de los prisioneros de guerra mayas. Garay, quien contaba con un amigo en la delegación, vio la oportunidad y, hacia fi nales de diciembre, dispuso que su sobrino, Pedro de Garay, zarpara de Veracruz hacia Yucatán, para contratar prisioneros como peones para el ferrocarril.18

El 7 de enero de 1849, Robles asumió nuevamente la dirección de la compañía de construcción. Comenzó trabajando con sólo cincuenta hom-bres y los presidiarios nunca llegaron. Sin embargo, hacia fi nales de ese mes, cuando recibió el permiso ofi cial para servir con Garay, mientras permane-cía al mando del puerto, realizó un inventario de los daños y las pérdidas de la compañía (que calculó en 110,707.97 pesos), ordenó reemplazos y nuevos equipos, materiales y reservas a los Estados Unidos, ofreció salarios

18 La guerra de castas: Nelson Reed, The Caste War of Yucatan (Stanford, Stanford University, 1964), 100, 106, 109. New studies Javier Rodríguez Piña, Guerra de castas: La venta de indios mayas a Cuba, 1848-1861 (México, Conaculta, 1990); Terry Rugeley, Yucatán’s Maya Peasantry and the Origins of the Caste War (Austin, University of Texas, 1996), idem, Rebellion Now and Forever: Mayas, Hispanics, and Caste War Violence in Yucatán, 1800-1880 (Stanford, Stanford University, 2009), Martha H. Villalobos González, El bosque sitiado: asaltos armados, concesiones forestales y estrategias de resistencia durante la guerra de castas (México, Porrúa, 2006). No cuento con referencias públicas al problema de los prisioneros en 1848. A partir de quejas públicas posteriores, deduzco discusiones privadas: Miguel Barbachano, decreto, 6 de noviembre, 1848, El Siglo XIX, 1 de enero, 1849; La Revista Yucateca, II, 3 de marzo, 1849, 233-235; Miguel Barbachano al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 26 de mayo [sic por marzo), 1849, reimpresión del Boletín Oficial de Yucatán, 17 de mayo, 1849, reimpresión en POSG, 23 de junio, 1849. Amigo de Antonio Garay sobre la delegación yucateca: Gral. Benito Quijano, gobernador nombrado por Estados Unidos del Veracruz ocupado por Estados Unidos, 1848: El Siglo XIX, 18 de febrero, 1849. Acerca de los planes de Antonio Garay para Pedro de Garay: Luis G. Cuevas a Miguel Barbachano y Joaquin Gutiérrez Estrada, 28 de diciembre, 1848, AGN/FF, II, 21, p. 96; y Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 30 de diciembre, 1848, ibid., II, 22, p. 207; Manuel Robles a Antonio Garay, 29 de enero, 1849, transcrito en Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 10 de febrero, 1849, ibid., II, 21, pp. 115-116.

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de dos o tres pesos diarios para carpinteros y albañiles (tarifa por pieza) y siete reales (87.5 centavos) diarios a los peones (o, si ellos lo preferían, cinco reales más “rancho”, raciones y comida), incrementó su fuerza laboral a ciento veinte hombres, incluyendo una cuadrilla de asentadores de vías, a los cuales ordenó reparar la destrucción realizada por los yanquis y envió a Pedro de Garay de vuelta a Yucatán, a reclutar entre trescientos y cuatrocientos mayas. Durante el mes de febrero, la cantidad de hombres se incrementó a ciento cincuenta y los trabajadores terminaron las reparaciones y comenza-ron el relleno para nuevos terraplenes. Los cargamentos de herramientas, arneses, sogas, rieles, y vagones llegaron en marzo y abril, así como también más hombres. Para fi nales de marzo de 1849, el número de peones se había incrementado a doscientos setenta y siete; para fi nales de abril, se incremen-tó a trescientos veintiséis, junto con treinta y ocho mulas. Para ese momen-to, ya habían instalado casi una milla de nuevas vías. Y habían comenzado a construir la galería en Molino del Viento, dónde vivirían los mayas. El 25 de abril, los primeros mayas, dieciséis peones cautivos, llegaron al puerto.19

Pedro de Garay había perdido la puja en el mercado laboral de prisione-ros de guerra. Robles le había ordenado gastar hasta un máximo de 8,000 pesos, para reclutar tantos hombres como pudiera conseguir, con contratos de dos años como peones, con “un guardián o capataz” por cada ochenta a cien y “un maestro de obras o jefe” por cada diez de ellos, con cualquier enganche por alistamiento y cualquier salario inferior a la tarifa de Veracruz que pudiera negociar; sólo la compañía podía cancelar el contrato y dedu-ciría de la paga del peón la devolución de su enganche de alistamiento, los

19 El permiso para que Robles regresará al servicio de Garay: ministro de Guerra al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 27 de enero, 5 de febrero, 1849, AGN/FF, II, 22, pp. 278, 280. Su regreso y progreso durante las siguientes 12 semanas: Manuel Robles, “Relación de los adelantos que ha tenido esta obra desde lo. de Enero a 31 de Marzo de 1849”, POSG, 25 de junio, 1849. Su inventario de pérdidas y daños, fechado 19-20 de enero de 1849: Miguel Blanco al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 15 de abril, 1849, documentos B y C, POSG, 19 de mayo, 1849. Paga: Manuel Robles, “Instrucciones al Sr. D. Pedro Garay y Garay”, 25 de enero, 1849, también en Blanco al MRIE, documento E, ibid., 19 de mayo, 1849. Acerca de los 300-400 peones: Ayuntamiento Veracruz, 6 de marzo, 1849, POSG, 4 de abril, 1849; Manuel Robles, “Relación de los adelantos que ha tenido esta obra…?”, 1 de septiembre, 1849, ibid., 21 de enero, 1850. Nueva vía, galería y 16 peones: Manuel Robles, “Relación de los adelantos que ha tenido esta obra…?”, 30 de abril, 1849, ibid., 25 de junio, 1849. Volvieron a colocar 872 varas de vías y 582 varas de nuevas vías en marzo, además de 1,470 nuevas varas en abril, para un total de 2,052 varas, casi una milla. En marzo, Robles informó que Pedro de Garay había prometido entregar 27 cautivos mayas, v. gr. ocho carpinteros, seis albañiles y 13 peones; en abril, informó que, en realidad, sólo había llegado 16 peones.

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gastos de su viaje a Veracruz y la vestimenta, así como un depósito como fi anza por buena conducta.20 Sin embargo, cuando Garay llegó a Yucatán, descubrió que un rival español-cubano se encontraba ya en el lugar, pro-poniéndole a las autoridades locales un trato mucho mejor: una donación directa de 25 pesos por cabeza al Ministerio de Hacienda de Yucatán, por aquellos prisioneros que, “habiendo sido contratados como hombres libres bajo ciertas formalidades y estipulaciones que podrían tender a mejorar su carácter social”, fueran a trabajar a Cuba durante diez años por dos pesos al mes (un poco más de un real diario, además de vestimenta y víveres, es de suponer). Recientemente, el gobierno de Yucatán había capturado a va-rios cientos de soldados mayas, a quienes los blancos querían apartar de la península para siempre. Y, comparando la oferta de Garay con la propuesta española-cubana, el gobernador decidió que casi todos los prisioneros irían a Cuba “libremente”.21

Mientras tanto, en la ciudad de México, los rivales de la compañía ha-bían aumentado sus críticas, transformándolas en demandas ante el con-greso, para que éste revocara la concesión del ferrocarril o le otorgara otra concesión a una compañía capaz de construir la vía hasta la capital, incluso hasta la costa del Pacífi co.22 Para salvar su empresa, Antonio de Garay tuvo que enfrentarse a la naturaleza misma. Cuando comenzaron las lluvias en mayo, Robles mantuvo a las brigadas y a las cuadrillas en el campo. A pesar de las fi ebres de la estación y las inundaciones amenazadoras en agosto, los peones continuaron desmontando, formando terraplenes, construyendo y montando las vías: en una semana mala, apenas llegaban a ciento ochenta; en una buena semana, hasta trescientos noventa.23 Asimismo, Pedro de Ga-

20 Robles a Garay 29 de enero, 1849, en Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 10 de febrero, 1849, AGN/FF, II, 21, pp. 115-116; Robles, “Instrucciones al Sr. D. Pedro Garay y Garay…”, POSG, 19 de mayo, 1849.21 La venta de prisioneros mayas, justificaciones, objeciones: Revista Yucateca, 3 de marzo, 1849; El Monitor Republicano, 4 de marzo, 10 de marzo, 11 de marzo, 21 de abril, 26 de junio, 28 de junio, 1849; Miguel Barbachano al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 26 de mayo, 1849, ibid., 30 de junio, 1849; El Siglo XIX, 5 de mayo, 18 de mayo, 22 de mayo, 16 de junio, 9 de julio, 1849, 3 de febrero, 1850; Crescencio de Boves al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 6 de julio, 1849, El Universal, 19 de julio, 1849; Miguel Barbachano a la Legislatura de Yucatán, 21 de agosto, 1849, ibid., 17 de octubre, 1849; Reed, 120-128.22 El Siglo XIX, febrero-diciembre, 1849, passim; El Monitor Republicano, marzo-diciembre, 1849, passim; El Universal, diciembre, 1849, passim. Repercusiones para el concesionario y la compañía: Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 19 de enero, 10 de febrero, 13 de marzo, 1849, AGN/FF, II, 21, p. 103, 115-116, 125; Chapman, 32-35.

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ray descubrió el modo de distribuir los 8,000 pesos, para que el gobernador de Yucatán decidiera qué más mayas fueran “de manera libre” a Veracruz. Debido a las inundaciones de agosto, las fi ebres se transformaron en una epidemia en septiembre y Robles informó que, “incluso entre los indivi-duos aclimatados”, ésta causó “estragos considerables”. Sin embargo, el 24 de septiembre, llegó el primer cargamento grande de prisioneros: unos ochenta y tres hombres. Esto constituyó un gran alivio para la compañía. Sin duda, la opinión de los peones era muy diferente. Los peones origina-rios de la zona, en su mayoría jarochos, por regla general, consideraban que los ”inditos” (quienes vivían en pueblos lejanos, hablaban su propio idio-ma y adoraban espíritus) eran ridículos o peligrosos, una raza desdichada a quienes Dios había creado para que los hombres blancos abusaran (y más) de ella. Los mayas (cruzoob) probablemente eran originarios de las selvas del este de Yucatán, donde los blancos (dzulob) y los mestizos o indios que hablaban español y se comportaban como blancos (kaz-dzulob) eran la encarnación de la blasfemia y la violencia; sin embargo, sus malas acciones “no nos desalentarán, incluso, si duran doce años y siempre van en nuestra contra, porque somos los sacrifi cios de Dios”. Sin embargo, el trabajo con-tinuó sin obstáculos. Bajo la presión de la ciudad de México (que Robles aplicaba tan enérgicamente como podía en los sitios del ferrocarril), a pesar de las lluvias, las epidemias y su desprecio, miedo y odio mutuos, los viejos y nuevos peones del ferrocarril removieron tanta arena y tierra y tendieron el acero tan bien que, por primera vez, a pesar de que no lo sabían, su direc-tor comenzó la coordinación del fi nal.24

Ya en agosto, para poner obstáculos a sus competidores, Garay había decidido proporcionar el servicio de trenes entre el puerto y la primera pa-rada plausible más allá de los pantanos, en la primera fecha viable de 1850. En los hechos, esto signifi caría una línea de siete millas y media, hasta El

23 Robles, “Relación de los adelantos…”, 1 de septiembre, 1849, POSG, 21 de enero, 1850. Las insólitas inundaciones: El Monitor Republicano, 28 de agosto, 1849; El Universal, 27 de agosto, 29 de agosto, 1849.24 Robles, “Relación de los adelantos…”, 6 de enero, 1850, POSG, 9 de febrero, 1850; El Monitor Republicano, 1 de octubre, 1849. La actitud de los locales hacia los indios: artículos del Arco-Iris (Veracruz), en El Siglo XIX, 7 de marzo, 5 de mayo, 1849; de El Locomotor (Veracruz), 14 de noviembre, 1849, ibid., 23 de noviembre, 1849. Actitudes de los mayas: Reed, 35-49 (cita 48). ?Serapio Baqueiro, Ensayo histórico sobre las revoluciones de Yucatán, desde el año de 1840 hasta 1867, 2 vols. (Mérida: M. Heredia Argüelles, 1878), ???

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Molino del Viento. La compañía solicitó a la Société des Haus Fourneaux, Usines et Charbonnages de Marcinelle-Couillet de Bélgica una locomotora, un vagón para pasajeros, diez vagones de carga, setenta y dos vagones de trabajo (?), dos grúas y el equipo necesario para la estación y el taller.25 Y durante la época de secas, Robles coordinó las operaciones para inaugurar la línea. No podía apresurar la entrega de los materiales extranjeros que se necesitaban con urgencia. Sin embargo, dejando atrás las fi ebres y a los que abandonaban el trabajo, mantuvo la pujanza de su fuerza laboral, la cual nunca fue menor a trescientos hombres. Y ganó puntos fuertes que resultaron especialmente útiles. En noviembre, Nueva Orleans envió, junto con los materiales para los edifi cios de la estación, una cuadrilla especial de constructores estadounidenses y cincuenta naves irlandesas y Yucatán envió a veintiséis prisioneros mayas como peones. Hacia fi nales de año, Robles informó que contaba con una fuerza laboral de trescientos ochenta y ocho hombres, con cincuenta y cuatro caballos y mulas. A pesar de que fueron muchos los hombres que murieron o renunciaron, fueron más los que se unieron. En marzo, un cargamento de ochenta y siete mayas se sumó a la mano de obra, elevando el número de trabajadores a cuatrocientos noventa y ocho, con ochenta y cuatro caballos y mulas; en abril, otros veintiocho prisio-neros mayas llegaron a trabajar. Robles concentró a la mayoría de los hombres en los edifi cios de la estación y en las labores de desmonte y construcción de terraplenes en dirección a El Molino. Su mayor preocupación se centraba en la lentitud de los cargamentos procedentes de Cardiff, Liverpool y Glasgow; los rieles y sus accesorios no llegaron sino hasta marzo y abril, lo que retrasó el tendido de nuevos trayectos de vía en la línea principal hasta mayo. El trabajo apenas había comenzado allí cuando, el 9 de mayo, sesenta días después de haber partido de Antwerp, el queche belga Fanny arribó al puerto de Veracruz con el primer cargamento de partes para la locomotora y otros materiales rodantes.26

La compañía necesitaba que jarochos, gringos, irlandeses y mayas co-

25 Robles, “Relación de los adelantos,” 1 de septiembre, 1849, POSG, 21 de enero, 1850; idem, “Relación de los adelantos…”, 8 de septiembre, 1850, ibid., 16 de noviembre, 1850. Marcinelle-Couillet, Casimiro Castro, Album del ferrocarril mexicano: Colección de vistas pintadas del natural (México, Victor Debray y Ca., 1877), sin paginar, citas (quizás erróneas) El Siglo XIX, 20 de agosto, 1850; Pierre Lebrun et al., “La rivoluzione industriale in Belgio: Strutturazione e destrutterazione delle economie regionale”, Studi storici, II, 3-4 (julio-diciembre, 1961), 634-635; Frère, I, 19, 21.26 El Monitor Republicano, 11 de noviembre, 1849; Manuel Robles, “Relación de los adelantos…”,

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operaran en esta campaña: esto debió crear extraordinarios confl ictos para los trabajadores, contra la compañía y entre ellos mismos. Ningún registro ofi cial incluye problemas de este tipo. No cabe duda que la mayoría de los confl ictos desaparecieron con los trabajadores que no pudieron soportar la situación y renunciaron: los “quejosos” y los “holgazanes”. Los hombres acumulaban algunos de estos confl ictos dentro de sí y posteriormente se desquitaban entre ellos. Una noche de viernes en el mes de marzo, en un café de Veracruz, un trabajador yanqui del ferrocarril mató a otro a puña-ladas.27 Al menos en una ocasión, los peones del ferrocarril llevaron a cabo acciones colectivas premeditadas para salvarse a sí mismos y los unos a los otros. El incidente ocurrió justo en una de las tardes en que nuevas nubes y truenos distantes en el Golfo demostraron que también en Veracruz los dioses de la lluvia pronto surcarían los cielos, trayendo el agua suave, fría y sagrada, convocando a todos los hombres buenos a plantar maíz. El 7 de mayo, un periodista de Veracruz reportó que, al comienzo de la jornada, en el desmonte de la rivera, cerca de El Molino, “setenta y siente indios yucate-cos contratados se habían rebelado y habían escapado a la maleza, llevándo-se consigo las herramientas de trabajo […] de inmediato, el comandante mi-litar (Robles) dio órdenes para capturarlos y someterlos a la obediencia”. En un informe posterior, escribió que el número de rebeldes había bajado de setenta y siete a treinta. Otro periodista escribió una historia más sosegada “simplemente […] que durante la noche, algunos de los trabajadores [yuca-tecos] escaparon, sin tomar ninguna de las herramientas del ferrocarril y sin promover un motín”.28 Tal vez, ambos recuentos estaban en lo cierto. Tal vez, unos (¿cuarenta y siete?) hombres escaparon durante la noche y otros (¿treinta?) los siguieron en la mañana. Ambas acciones requerían, no sólo de coraje, sino de planeamiento, secreto y solidaridad. Nadie reportó los sacri-fi cios que, más tarde, Dios exigió de estos hombres tan determinados.

6 de enero, 1850, POSG, 9 de febrero, 1850; idem, “Relación de los adelantos…”, 1de mayo, 1850, ibid., 27 de julio, 1850; idem, “Relación de los adelantos…”, 8 de septiembre, 1850, ibid., 16 de noviembre, 1850; Fagoaga al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 20 de marzo, 1850, AGN/FF, II, 21, p. 167; El Universal, 14 de marzo, 1 de mayo, 1850. Embarques desde GB: ibid., 19 de marzo, 21 de marzo, 24 de marzo, 9 de abril, 27 de abril, 4 de mayo, 23 de mayo, 1850; El Siglo XIX, 17 de mayo, 18 de mayo, 1850. 27 Ibid., 8 de marzo, 1850. 28 Artículos de El Eco de Comercio (Veracruz) y El Locomotor (Veracruz), reimpresos ibid., 14 de mayo, 1850; y en El Universal, 14 de mayo, 1850.

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Fue entonces que un peligro mucho más poderoso que el ejército de los Estados Unidos, los rivales comerciales y sus políticos amenazaron los progresos de Garay: la gran pandemia de cólera de 1846-63, la cual se apo-deró de la ciudad de México en mayo de 1850 y se propagó hacia el este en junio.29 Robles tenía sufi cientes problemas con las lluvias regulares y las fi ebres usuales de Veracruz. Sus brigadas ya no podían reclutar reemplazos para quienes renunciaban y la fuerza de trabajo disminuyó hasta aproxi-madamente trescientos veinte hombres. Presionando “tan enérgicamente como pudo”, Robles mantuvo a los hombres concentrados para terminar las estaciones y el suelo fi rme en dirección a El Molino y tender nuevas vías. El 20 de junio, otro barco belga arribó con el segundo cargamento de partes para el material rodante y el equipo para la estación y el taller. Con el cargamento, llegó el maquinista belga, contratado para supervisar el en-samblaje de varios cientos de toneladas de marcos, láminas, barras y ruedas de metal. Unos pocos días después, fue herido de gravedad en un accidente en el taller y Robles se vio en la necesidad de confi ar en otro belga que había sido contratado con anterioridad, únicamente para ayudar al recién llegado, quién ahora se encontraba convaleciente. El 27 de junio, el cólera cayó sobre Veracruz. De acuerdo con la descripción de Robles, sus efectos “reinaron” durante semanas. Al comienzo, el cólera encontró a veintinueve trabajadores del ferrocarril en el hospital del pueblo con otras enfermeda-des y los mató a todos. Muchos trabajadores huyeron. En ciertas semanas, la fuerza laboral disminuyó a doscientos cincuenta hombres. Sin embargo, los cargamentos extranjeros continuaron llegando, entre ellos, el 11 de julio, un tercer barco belga con el último cargamento de partes para el material rodante, la estación y el taller. A principios de agosto, los obreros del taller terminaron de ensamblar la locomotora de seis ruedas, una adaptación bel-ga del tipo de la patente Stephenson, para carga pesada y trayectos cortos. El 10 de agosto, el asistente de maquinista belga realizó con éxito las prime-ras pruebas de la locomotora, en el patio de la estación.30 El 14 de agosto, Garay les informó a los administradores de la compañía de peaje que podría

29 Calendario de Galván, año de 1851 (México, Rafael, 1850), 64; El Monitor Republicano, 8 de julio, 1850; PSOG, 17 de agosto, 2 de noviembre, 1850; El Siglo XIX, 1 de noviembre, 1850. 30 Robles, “Relación,” 8 de septiembre, 1850, PSOG, 16 de noviembre, 1850. Los embarques para el ferrocarril y el arribo del ingeniero belga: El Universal, 29 de junio, 1850; El Monitor

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iniciar las operaciones en El Molino en septiembre y los administradores decidieron inaugurar el ferrocarril el día de la Independencia, el 16 de sep-tiembre. Invitaron padrinos y patrocinadores al presidente, al gobernador y al alcalde de Veracruz, “porque una empresa tan útil debe esperar la pro-tección de su patriotismo”. El cólera aún atormentaba a la región del Gol-fo. Para el 1 de septiembre, había dado cuenta de más de sesenta y cuatro trabajadores del ferrocarril; treinta y seis de ellos murieron en un lazareto temporal. Sin embargo, unos trescientos hombres continuaron trabajando en la estación y en la línea, hasta el día anterior a la inauguración.31

Aunque el presidente y el gobernador declinaron sus invitaciones, la inauguración tuvo lugar el domingo 15 de septiembre. El acontecimiento fue espléndido de todos modos. Veracruz se había librado repentinamente del cólera, el cual había dejando el puerto y su interior embrujado por miles de fantasmas, pero con un gran alivio. Esa tarde, docenas de caballeros y damas llenaron la estación del ferrocarril y, más allá de la cerca dispuesta alrededor de los terrenos de la estación, “una numerosa multitud […] del pueblo” se reunió para ser testigo del espectáculo. Una banda militar tocó piezas vigorosas. A las 4:30 p.m. los invitados de honor (el prefecto del distrito, el alcalde, Robles, el cura de la parroquia, funcionarios consulares extranjeros, varios funcionarios federales y locales y los principales comer-ciantes del puerto) subieron a las tribunas instaladas a lo largo de las plata-formas de la estación. Luego de casi ocho años, había llegado el momento de la locomoción. La locomotora salió resoplando con “majestuosidad”; su maquinista, el belga Gustave [¿o Eugène?] Denys, manejaba el regulador. La banda dejó de tocar. La multitud quedó en silencio. Con solemnidad, el sacerdote bendijo los edifi cios, la vía y a la locomotora, rociándolos con agua bendita, bautizando a la locomotora como La Veracruzana. La loco-motora avanzó resoplando y regresó con un tren, para darle al beau monde un paseo de ida y vuelta a El Molino. “[…] algún entrometido había roto

Republicano, 15 de julio, 1850. Cólera en Veracruz: ibid., 27 de agosto, 2 de agosto, 25 de agosto, 28 de agosto, 10 de septiembre, 15 de octubre, 1850; El Siglo XIX, 27 de agosto, 4 de septiembre, 17 de septiembre, 21 de octubre, 22 de octubre, 16 de diciembre, 1850. La locomotora: El ibid., 20 de agosto, 1850; Rolt, George and Robert Stephenson, 161.31 Pereda al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 16 de agosto, 1850, AGN/FF, II, 21, pp. 171-172. La plaga y los peones: Robles, “Relación,” 8 de septiembre, 1850, POSG, 16 de noviembre, 1850; idem, “Relación de los adelantos…”, 31 de diciembre, 1850, ibid.,1851.

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el mecanismo para detener el vagón de los pasajeros”, reservado para “las autoridades y algunas señoritas”. Denys separó el vagón y la élite se unió a las personalidades comunes en los vagones para carga. La banda, amonto-nada en el primer vagón, comenzó a tocar el nuevo Himno Nacional. Y La Veracruzana llevó al tren y doscientos pasajeros fuera de la estación, mien-tras los tímidos y desafortunados que se quedaron atrás gritaban vivas “al gobierno y en particular a […] Robles”. El tren avanzó velozmente por la vía, dejando atrás a la multitud del “pueblo” reunida a lo largo del camino. Con una increíble velocidad promedio de 23 millas por hora, alcanzó El Molino en dieciocho minutos. La multitud que lo vitoreaba allí incluía a “los trabajadores de la operación”. Luego de cambiar la locomotora a la otra punta del tren, Denys realizó el viaje de vuelta a la estación, aún más rápido. La ceremonia continuó en las plataformas con discursos previsiblemente emotivos, pronunciados por el prefecto y Robles, y terminó esa tarde, den-tro de la estación, con “dulces y galletas, excelentes vinos y diferentes tipos de helados […] largos discursos, algunos en inglés, otros en español y una infi nidad de brindis […] recibidos con aplausos por toda la concurrencia”. Evidentemente, a esta última celebración, no asistieron los trabajadores.32

El lunes era un día festivo, el día de la Independencia. Esa tarde, Robles fue anfi trión de “un gran baile” en la estación, “uno de los más brillantes” en Veracruz en años, “tanto por el lujo y la elegancia de su concurrencia, como por el buen gusto de la decoración y la iluminación […]”33 Para el amanecer del martes, mientras los caballeros, las damas y las señoritas dor-mían, el trabajo en el trayecto de diez millas desde El Molino hasta San Juan comenzó una vez más,

El 22 de septiembre la compañía de peaje dio inició al funcionamiento comercial de la línea Veracruz-El Molino. El pasaje de ida en el vagón para pasajeros costaba un peso, mientras que, en el vagón de carga, costaba 25

32 Invitaciones (aceptaciones y excusas): Lacunza a la Comisión, 17 de agosto, 1850, AGN/FF, II, 21, p. 173; Miguel Palacio al ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, 20 de agosto, 1850, ibid., 174; y Actas, 27 de agosto, 1850, Archivo Histórico del Municipio de Veracruz. Fin del cólera en el puerto: Actas, 20 de septiembre, 1850, ibid. Muertes en el cantón de Veracruz: gobernador de Veracruz, “Reseña sobre la administración pública”, 1 de enero, 1851, POSG , 28 de mayo, 1851. El primer viaje oficial: “Inauguración del primer ferrocarril de la República”, 15 de septiembre, 1850, AGN/FF, II, 21, pp. 177-181; El Siglo XIX, 24 de septiembre, 3 de octubre, 1850; Lerdo de Tejada, II, 595-597.33 Ibid., II, 597.

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34 Manuel Robles, “Relación de los trabajos…”, 31 de diciembre, 1850, Periódico Oficial, 15 de marzo, 1851. Las tarfias: POSG, 21 de septiembre, 1850; El Monitor Republicano, 26 de octubre, 1850.

centavos. Tan pronto como Robles hizo que se construyeran rampas en la estación, para llevar los carros cargados hasta el vagón de carga, informó que “todas las cargas que ingresan y salen de esta ciudad hacia el interior utilizan el ferrocarril”.34 No informó de otro avance: en el transcurso de los últimos ocho años, la compañía también había creado un cuerpo especial de trabajadores, compuesto por ferrocarrileros, obreros metalúrgicos del ferrocarril y ferroviarios.

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“Calavera de la Penitenciaría”. (Detalle)Posada’s Mexico, Edited by Ron Tyler, Library of Congress, Washington, 1979, p.124.

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El 2 de octubre era una fecha que debía perdurar en la memoria de los mexicanos. Desde la tarde anterior se había dado aviso a los principales periódicos de la capital y ordenado desplegar un fuerte contingente poli-ciaco para controlar cualquier movilización o disturbio. Inclusive cuando en general se respiraba un aire de optimismo, los nervios estaban a fl or de piel por alguna posible eventualidad que pudiera ensombrecer esa mañana clave en la historia jurídica de la nación. En la ruta por donde pasarían los presos, podían distinguirse numerosos gendarmes encargados de controlar a la población. En el penal, los guardias se paseaban inquietos de un torreón de vigilancia a otro. Salían y entraban por el inmenso portón, haciendo sus rondas, expectantes de la llegada de los que serían los nuevos habitantes del recinto. Reporteros, litigantes, familiares y allegados, empleados y curiosos, formaban una amalgama de siluetas que se extendía hasta las calles aledañas a la prisión. En ese martes de 1900, había rostros taciturnos, caras largas,

CORRIDOS DE LA PENITENCIARÍA DEL DISTRITO FEDERAL (LECUMBERRI)

Juan de Dios Vázquez*

En fi n llegó ya el día, la penitenciaría se estrena

y el gobierno ya dispone, la inauguración muy buena.

“Corrido de la Penitenciaría”

Rafael Buendía fue el primeroY otros cuatro compañeros;

Ellos fueron a estrenarlaY ellos fueron los primeros.

“Corrido de la Penitenciaría de México”Ellos fueron a estrenarla

Y ellos fueron los primeros.

“Corrido de la Penitenciaría de México”

* Doctor en estudios hispanoamericanos, Universidad de Harvard; [email protected]

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perdidas tras la pena de saber que más de un reo había declarado que prefe-ría la muerte a ingresar en la recién estrenada penitenciaría.1

Cuando por fi n arribó el vehículo que transportaba a los presos y bajó el primero de ellos —el homicida Rafael Buendía— la multitud no pudo más que vocear su nombre.2 Con los ojos completamente desorbitados obser-varon cómo a éste lo invadía el pánico y “no podía dar un paso; las pier-nas enteramente encogidas y los pies torcidos”.3 Paralizado, enmudecido, pétreo, su cuerpo era el sitio donde se hacían manifi estos los mecanismos represivos del nuevo régimen disciplinario en que, según Michel Foucault, la ley funciona de una manera indirecta a través de sus efectos en la subje-tividad del prisionero.4

Si bien la escena contrastaba con la vivida tres días antes, cuando en una solemne ceremonia presidida por el general Porfi rio Díaz se dio apertura a la Penitenciaría del Distrito Federal, confi rmaba las palabras del discur-so del primer director, Miguel Macedo, quien subrayó: “Al poblarse estos recintos, se advertirá apenas que se albergan seres vivientes, al perderse el eco de nuestros pasos comenzará el reinado del silencio y la soledad”.5 Al

1 Lecumberri abrió sus puertas el 29 de septiembre de 1900, pero como proyecto había nacido con más de cinco décadas de anterioridad al aprobarse la “Ley Penitenciaria” (1848) donde se advertía la necesidad de establecer cárceles que fueran centros de transformación del delincuente y no focos de corrupción moral o de brutales castigos. Más o menos por aquellos años, Mariano Otero y otros reformistas liberales dirigieron su atención a las instituciones punitivas y articularon las bases de lo que sería el sistema penitenciario moderno: separación de presos según fueran procesados o sentenciados, obligatoriedad del trabajo, introducción de una serie de normas y horarios que rigieran la actividad carcelaria convirtiéndola en algo productivo. En esta época, se comenzó la construcción de las penitenciarías de Puebla y Jalisco, se estudiaron los sistemas Auburn (trabajo comunitario, noches en solitario) y Filadelfia (aislamiento absoluto), y se abrió una convocatoria nacional para presentar los planos de una cárcel de quinientas a seiscientas celdas que serviría como el reclusorio principal de la república. Aunque la inestabilidad política y la falta de recursos económicos postergó la construcción de la penitenciaría, estos esfuerzos no fueron en balde y funcionaron como cimiento de las subsiguientes propuestas penológicas. Con Miguel Macedo a la cabeza, la élite porfiriana —los llamados científicos— fue responsable de redactar la legislación jurídica y administrar la nueva prisión cuya edificación comenzó el 2 de junio de 1885 en los llanos de San Lázaro.2 Los otros cuatro presos eran: Manuel Zúñiga, Antonio Andino —de origen puertorriqueño, el “indígena” Cenobio Godoy y Pedro Sánchez. El 3 de octubre El Imparcial publicó dos artículos. En uno, “Los primeros huéspedes de la Penitenciaría. Delitos que cometieron” se presentaba a los cinco criminales y se reproducía un grabado que los retrataba. En el segundo, “Traslación de presos a la Penitenciaría. La primera remesa. Rafael Buendía opone resistencia”, se narra el traslado de los presos de la cárcel de Belem a la recién estrenada penitenciaría.3 El Imparcial, 3 de octubre 10 de 1900.4 Michel Foucault, Discipline & Punish. The Birth of the Prison, p. 257.5 Miguel Macedo, “Discurso pronunciado por el Lic., Director presidente de la penitenciaría”, Penitenciaría en México, p. 4.

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igual que la inauguración, este momento tenía la intención de ser un acto público que materializaría la entrada de las nuevas tecnologías de control y serviría como escenario desde donde expresar la gestualidad del poder. Brindaba una oportunidad de codifi car, reiterar y consolidar la hegemonía de las clases dirigentes presentando un nuevo vocabulario simbólico con el cual rearticular su relación con los sectores subordinados.

De esta forma, tanto las palabras pronunciadas por Macedo como el instante dramático del preso inmóvil fueron los sucesos bajo los cuales los diarios capitalinos encapsularon ambos acontecimientos. A partir suyo, se leyó la nueva penitenciaría bajo un aura de lo sublime (en su sentido kantiano) con la capacidad de reducir al silencio a los cuerpos que obs-taculizaban el discurso del macrocuerpo nacional, la fuerza de convertir al sujeto subversivo en fi gura dócil.6 Ambos acontecimientos eran, desde luego, prácticas sociales efímeras que habrían caído pronto en el olvido si no fuera por las actas, discursos, artículos de prensa y demás mecanismos de producción textual concebidos alrededor suyo. Por ello, los periódicos más importantes de la capital (El Mundo, La Patria, El Siglo Diez y Nueve, y El Imparcial) fueron cruciales tanto para representar los dos eventos aludidos como también para confi gurar y hacer circular la imagen ofi cial de lo que sería la penitenciaría.

A partir de ese momento se le dio un seguimiento continuo a la cons-trucción del penal y a la redacción del régimen penitenciario donde se adap-tó el modelo positivista europeo a la realidad y contexto específi co del país. Como en otras naciones de América Latina, en México se produjeron nu-merosos documentos en que se hablaba del deseo por regenerar al delin-cuente y transformarlo en un sujeto útil, pero la meta subyacente era erra-dicar el crimen castigando y atemorizando a las clases peligrosas. Al decir de Ricardo D. Salvatore y Carlos Aguirre, con las nuevas teorías materializadas

6 Al hablar de los planteamientos técnico-políticos que se inician en el siglo XVIII, Foucault propone que los nuevos “proyectos de docilidad” se dirigían individualmente al cuerpo de una manera en que la coerción fuera sutil. La idea básica era forzar a los prisioneros a vivir y trabajar bajo planteamientos establecidos donde debían utilizar cada momento de manera productiva. Observa que la disciplina crea en el cuerpo que controla cuatro tipos de individualidad, o más bien una individualidad que tiene cuatro características: es celular (por medio de una distribución espacial), es orgánica (por la codificación de actividades), es genética (por la acumulación de tiempo), y es combinatoria (por la composición de fuerzas). Ver Michel Foucault, op.cit., p. 167.

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en las penitenciarías se sumó una “ciudad punitiva”, moderna al repertorio de técnicas de coerción que, en el caso latinoamericano, no desplazó la justicia privada ni la brutalidad de la tortura.7 A diferencia de las viejas pri-siones consideradas por la población como escuelas del vicio, Lecumberri sería un lugar donde reinaría la disciplina, el trabajo intenso y la incomunicación, castigo no menos rígido o severo a los ya conocidos. Asimismo, la nueva cárcel sería también un indicio de confi anza en la posibilidad de cambiar al sujeto delincuente y convertirlo en hombre de provecho.

En su libro Carcere e fabbrica (1977), Dario Melossi y Massimo Pavarini hablan de las penitenciarías como modelos de una sociedad utópica, trazan-do un paralelo entre el advenimiento de los modos de producción del ca-pitalismo y los orígenes de la prisión moderna. Proponen que la estructura interna de las prisiones se modeló como si fuesen fábricas donde se buscaba la transformación de los sectores delincuentes en clase proletaria. Es decir, la invención de la penitenciaría y su utilización como instrumento punitivo radica en ser una especie de máquina capaz de cambiar al criminal indómito en un sujeto disciplinado, mecánico, útil.8 Con esto en mente, los artículos puestos en circulación durante esta época tenían la doble función de ex-tender la red de estudios realizados por los científi cos, haciendo mención del papel redentor de la nueva institución; y referirse a ella de modo que sirviera como advertencia para la ciudadanía. En su artículo editorial llamado “La Penitenciaría”, el periódico El Tiempo. Diario Católico hablaba, por ejemplo, de los encargados del establecimiento como “cumplidos caballeros, bien dotados por naturaleza y por la ciencia con los sentimientos generosos que reclama aquella especie de enfermería de las dolencias morales”, enfatizan-do a que “la Penitenciaría, ha surgido, severa como una fortaleza”.9

Ahora bien, pese a la función primordial que la prensa desarrolló en este proceso de cooptación y diseminación, es lógico suponer que ésta no fue la única avenida por medio de la cual los sectores dominantes intentaron reinstalar su discurso y proyecto de ciudadanía. En contraposición a lo ante-rior, los dos corridos cuyos versos sirven como epígrafe de este trabajo iban

7 Carlos Aguirre y Ricardo Salvatore (eds.), The Birth of the Penitenciary in Latin America, Essays on Criminology, Prison Reform, and Social Control, p. XII.8 Melossi y Pavarini, pp. 144.9 Archivo General de la Nación, Lecumberri: un palacio lleno de historia, p. 37.

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dirigidos a los estratos medios y bajos de la sociedad, con lo cual delineaban un parámetro de inclusión mucho más extenso. Estos textos, parte de la serie que reúno bajo el nombre de “Los corridos de la Peni”, fueron crea-dos con el fi n de apoyar y complementar la diseminación de información llevada a cabo por la prensa y la literatura propiamente dicha.10 Así como Josefi na Ludmer ha entendido que en un acto de ventrilocuismo, el género gauchesco se adueña de la voz del gaucho con una intención premeditada de integración social, se puede argumentar que estas obras fueron también producidas desde el locus de enunciación del letrado. Su función era, por lo tanto, desplazar el contenido de los documentos que formaban el archivo ofi cial a grupos donde la oralidad seguía siendo el sistema de transferencia mnemónica por excelencia.11

Al igual que otras obras realizadas para resaltar las condiciones nece-sarias de incorporación a la modernidad, estas baladas presentan un caso paradigmático del uso propagandístico de un registro menor para así abrir un intersticio desde donde diseñar, exhibir y legitimar el proyecto de ciu-dadanía del cual la Penitenciaría era pieza clave. Puede entenderse esta ma-

10 Bajo este nombre reúno las hojas sueltas donde están los corridos “De los presos de Belén a la Penitenciaría”, (s/f), “Triste canción en la Cárcel de Belén” (s/f), “Corrido cantado en memoria de la inauguración de la penitenciaría de México” (1900), “Despedimento muy triste de los presos de Belén, que le envían a sus amigos pues ya en la penitenciaría se ven. Donde los solitarios separos ahí van a padecer y sólo confían en Dios para el perdón obtener” (1900), “Corrido de la penitenciaría de México” (1900), “Corrido de la penitenciaría” (1900), el corrido colocado en la parte inferior de la hoja titulada “La próxima inauguración de la penitenciaría en los llanos de San Lázaro” (1900), “Ya Llegó la Calavera de la Penitenciaría” (1902) y “Calavera de la penitenciaría” (1910). Existen a su vez otros corridos como “Corrido del presidiario” (1911) y “Tristes quejas del prisionero” (1912) que podrían ser considerados parte del corpus siempre con la consideración de que no aluden directamente a la penitenciaría sino que hablan de la experiencia del preso. Si bien es posible argumentar que éstos se refieren a presidiarios de Lecumberri, cabe la posibilidad de que lo fueran de otras cárceles como Belem o San Juan de Ulúa. Asimismo, existen otros corridos como “Corrido de la muerte de Madero” (s/f), “Corrido del fusilamiento de José de León Toral” (s/f) o “De la cuerda a las Islas Marías” (s/f) donde se alude directamente a la penitenciaría pero ésta no es el tema principal del corrido. Podríamos por lo tanto incluir todas estas obras, así como otras baladas como “Ocupación Militar de la Universidad” (s/f), de Judith Reyes, “La Cárcel de Lecumberri” (s/f) y “Fuga de Lecumberri” (s/f) de Justo Santoyo en una colección más amplía denominada “Corridos de Lecumberri”, ya que en ellos se alude a la prisión o bien se le trata como Penitenciaría o Cárcel Preventiva.11 Ludmer presenta dos categorías (la de uso y emergencia) para analizar la “condición instrumental” del gaucho/la gauchesca y el contexto en que el género surge. A partir de ahí, sugiere dos cadenas de uso con las cuales delimita la gauchesca (la utilización del gaucho por el ejército y el uso del registro oral por los letrados) que derivan a su vez en la utilización del género para incorporar a los gauchos al proyecto legal y estatal de la administración argentina. Ver Josefina Ludmer, El género gauchesco: un tratado sobre la patria, pp.11-18.

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niobra como una conquista discursivo-ideológica en que las clases políticas se apoderan de la voz otra para confi gurar su propia especifi cidad retórica. Independientemente de la realidad empírica, los corridos eran (y son) per-cibidos como prácticas alocutorias que buscan identifi carse con una esencia nacional.12 Por eso, al hacer uso de ellos, los redactores se investían de la autoría que les confería una relación natural — o sea, no mediada— con una forma presuntamente nativa.

Aun cuando la idea de una cooptación del habla marginal ha sido un tema exhaustivamente estudiado dentro de otros contextos, es todavía una tierra casi inexplorada en los trabajos hechos alrededor del corrido. Con este planteamiento nado a contracorriente, alejándome de la opinión ge-neralizada que tiende a equiparar dicho género con una voz emitida desde los márgenes de la cultura ofi cial o en contra de sus instituciones estético-ideológicas. Se debe, por lo tanto, recalcar que aun cuando es cierto que en ocasiones estas obras se presentan como escenarios de confrontación que buscan resistirse al poder, el corrido en cuanto género no se ha utilizado

12 Como es ya saber común, el corrido tiene su origen en el romancero castellano, balada épica-lírica-narrativa-octosilábica-tradicional, que floreció en la España renacentista y emigró al nuevo continente junto con los soldados y misioneros que conquistaron y llevaron la fe cristiana a los pueblos indígenas. Los primeros casos de este nuevo estilo de expresión surgieron al término del siglo XVII y los albores del XVIII, pero fue hasta mediados de la siguiente centuria cuando comenzaron a cobrar fuerza sirviendo de testimonio en contra de la ocupación estadounidense y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, luego de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848). El término corrido, participio del pasado del verbo correr, es probablemente una reducción de romance corrido, tonada que durante el siglo XVI se cantaba “de corrido”, o sea sin interludios (Simmons, p. 8). Sin embargo, existen otras hipótesis sobre su etimología no menos sugerentes como la formulada por Álvaro Custodio, quien propone que la palabra viene del género musical andaluz llamado corrío (Custodio, p. VIII), o la del musicólogo Vicente T. Mendoza que argumenta que el nombre se le dio por la manera tan natural en que ésta fluye o corre (Mendoza, IX). Dentro de este engranaje de ejercicios hermenéuticos, el folclorista Edward Larocque Tinker presenta la que definitivamente es la definición más atrevida de todas, al proponer que la denominación surge en el periodo colonial cuando los tribunales de la Inquisición denunciaban la circulación de estas canciones populares. Dice Tinker que el nombre viene porque después de interpretarlas, los cancioneros debían escapar corriendo para no ser detenidos por las autoridades (Tinker, pp. 8-9). Sea cual sea la procedencia real del vocablo, lo fundamental es que el género se desplazó a lo largo del país y constituyó una forma esencial a través de la cual el pueblo iletrado pudo semantizar e interpretar oralmente los acontecimientos de su vida diaria y los eventos histórico-políticos de trascendencia local y nacional. El valor estético e intra-histórico de estas obras es claro, pero también lo es su importancia dialectológica, geopolítica y sociocultural. En ellas se tocan diversos temas como inmigración, crímenes pasionales, huelgas laborales, guerras intestinas, eventos sobrenaturales o espeluznantes, etcétera. Asimismo, se transcriben las diferentes formas de habla que se extienden de norte a sur del territorio mexicano.

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sólo para transmitir valores opuestos a los de la ideología dominante. De la misma forma en que una balada puede servir para denunciar las injusticias de los grupos en el poder, puede también ser un vehículo para el enalteci-miento o justifi cación de las políticas de los sectores regentes. Si en ciertos corridos se hace referencia a la pobreza, la desolación o la inestabilidad de comunidades específi cas; en otros se narran los adelantos, la riqueza y el orden alcanzado gracias al gobierno o gobernante en turno.

Es eso precisamente lo que sucede con los corridos sobre la “Peni”. Estas baladas funcionaron de manera paralela a otras como “Corrido de la luz eléctrica” o “Corrido de los trenes eléctricos” que procedían de un modo proselitista exaltando las innovaciones introducidas por el gobierno federal. Es justo decir que en ciertas instancias este tipo de textos tuvo una relación confl ictiva con dichos avances, tratándolos con un gramo de ironía o de escepticismo pero, en general, sirvió como panegírico del progreso material y el embellecimiento de la ciudad de México. Muchos corridos ha-cían un elogio explícito de la labor de la administración porfi riana creando un enlace conceptual entre las nuevas tecnologías y el bienestar del país. A veces —como se observa en los versos fi nales de “Corrido de los trenes eléctricos”— se hacía incluso una conexión entre la fi gura del dictador y la noción misma de la patria: “¡viva don Porfi rio Díaz!/¡Viva México, se-ñores!”.13 La equiparación que estos volantes construyeron entre identidad nacional y modernización suponía olvidar deliberadamente que la mayoría de las novedades derivaron no de los recursos del Estado sino del capital procedente de compañías extranjeras que controlaban buena parte de las infraestructuras del país.14 Sumado a esto, naturalizaron la conformación

13 Antonio Avitia Hernández (comp.), Corridos de la capital, p. 62.14 Esta inversión extranjera fue la fuerza real detrás del funcionamiento de la capital y la fuente de donde se originaban las divisas con las cuales el gobierno de Díaz construía monumentos y obras públicas. Del total de la inversión dirigida a tales construcciones (1, 036.9 millones de pesos), 286 millones vinieron del sector privado, 667 de compañías extranjeras, y 83.9 millones del gobierno. Los trenes eléctricos eran propiedad de la Mexican Electric Tramways Co. (subsidiaria de una compañía inglesa) y el alumbrado eléctrico fue instalado por la Siemens & Halske (empresa alemana) y administrada por Mexican Light and Power (compañía canadiense). Asimismo, durante el porfiriato los servicios telefónicos, de electricidad y los bancos dependían de la inversión extranjera (Lecumberri, p. 85). Incluso cuando los recursos para construir la penitenciaría eran del gobierno federal, se contrató a la Pauly Jail Building Manufacturing Company de San Luis Missouri para hacer el segundo piso por 530, 000 pesos y la torre central por 22, 000. (Lecumberri, p. 59).

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de una nueva jerarquía social basada en el grado de adaptación al proceso civilizador confi gurado por los científi cos.

Esta función no reconocida hasta hace poco parte del hecho de que una inmensa cantidad de las baladas fueron producidas y distribuidas en hojas sueltas impresas en pequeños talleres localizados detrás de la Catedral Me-tropolitana y el Palacio Legislativo, en especial las manejadas por Antonio Vanegas Arroyo y Eduardo Guerrero.15 Como resultado, la mayoría de los corridos que se encuentran en antologías y, consecuentemente, en estudios académicos, no fueron compuestos por corridistas anónimos sino por letris-tas16 (poetas profesionales) que o bien reproducían las canciones aprendidas en áreas rurales, o los redactaban ellos mismos transmitiendo visiones polí-ticas que originaban de los sectores dominantes y no del pueblo.17

Debe considerarse también que la mayoría de los corridos producidos en el Distrito Federal (los de la “Peni” incluidos) no pasaron por la trans-cripción de lo oral a formas escritas.18 Más bien, nacieron de las actas ofi cia-les para luego adoptar la forma de volantes que en ocasiones se insertaron en la incipiente esfera pública y en el imaginario colectivo. Elisa Speckman Guerra ha estudiado la forma en que los pliegos se vendían a lo largo de la

15 Elisa Speckman Guerra nos recuerda que este tipo de publicación existía en Europa bajo el nombre de literatura de cordel —por estar colgados de una cuerda—, de buhonería —pues en Francia lo vendían los buhoneros), o de ciego (pues eran éstos los que lo vendían en España— (Speckman Guerra, Crimen y castigo: legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de justicia p. 201). En Brasil, este tipo de literatura nació en 1893 con la publicación de un poema de Leandro Gomes Baroso (1865-1958) extendiéndose hasta los años 70 del siglo pasado cuando empezaron a perder fuerza a causa de los medios de comunicación masiva (Idelette Muzart Fonseca Dos Santos, “literatura de cordel…”, pp. 614-619).16 En su imprenta, Antonio Vanegas Arroyo y su hijo Blas Vanegas Arroyo escribían buena parte de los corridos. Otros corridistas que trabajaban para ellos eran Constantino S. Suárez, Arturo Espinoza, Chóforo Vico, Ramón N. Franco, Juan de Burgos y Francisco Osacar. Por su parte, en la la imprenta de Eduardo Guerrero escribían Samuel Loza, Felipe Flores, Juan Pérez, Francisco Ortiz, Leopoldo Bravo (Speckman Guerra, op. cit., p. 203).17 Daniel John Nappo, “Looking Back to the End of Time…”, pp. 34.18 Lo cierto es que resulta sumamente complicado determinar hasta qué punto un corrido es o no una expresión genuina del registro oral. En su mayoría, éstos se han ido perdiendo con el correr de los años y se conservan sólo por dos modelos de transmisión: los pliegos sueltos impresos en las casas editoriales mencionadas, y las antologías compilatorias realizadas por musicólogos como Higinio Vázquez Santa Ana o Antonio Avitia Hernández. Este hecho por sí mismo debiera suscitar una serie de cuestionamientos sobre la entredicha “autenticidad” o “pureza” de estas obras, pero también sobre los criterios valorativos con los cuales se toma la decisión de guardar ciertos corridos y no otros. ¿Quién, desde dónde y bajo qué consideraciones dispone qué preservar o qué excluir? ¿Qué presupuestos ideológicos, éticos, estéticos se transfieren por medio de los corridos? ¿Qué rasgos se editan o borran al introducirlos al papel?

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ciudad tanto en plazas, mercados, ferias y a la entrada de las iglesias donde los pregoneros gritaban los títulos, resumían las historias o incluso canta-ban las tonadas con el fi n de que el público oyente comprara las láminas.19 A veces, la gente memorizó los corridos o los leyó más tarde en voz alta a un nuevo grupo de escuchas y, así, el contenido se desplazó en diferentes regiones y de generación en generación.

Se podría decir, entonces, que la actividad del vendedor ambulante (o de quien cantara el corrido) fue un acto performativo similar al que Walter Benjamin entiende como parte integral del cuentacuentos. Por su parte, los volantes fueron una reelaboración de motivos populares (jerga, íconos, mitos, refranes) reinsertados en una economía simbólica que derivaba de las técnicas de producción de la modernidad.

***Como sucedía con los demás volantes donde se publicaron baladas, las hojas sobre la “Peni” generalmente se dividían en tres partes. La primera describía el evento narrado de un modo directo. Después se encontraba una sección donde aparecía una serie de versos rimados (divididos en gene-ral en cuartetos, pero a veces también en décimas). Por último, había una tercera parte donde se reproducía una ilustración que casi siempre fue ela-borada por el ahora famoso grabador José Guadalupe Posada (1852-1913). La interacción entre estas tres partes hacía que en los volantes existieran constantes oscilaciones de perspectiva que apelaban a diversos modos sen-soriales. Esta forma híbrida de expresión acústica-escritural-pictórica en la que se reinscribían diferentes códigos sin una jerarquía óptico-semántica determinada, creaba una fuerza de enunciación en donde se conjuga el aura legitimadora de la letra, la tradición de la voz y el sentimiento de inmediatez del dibujo. Esta particularidad encontrada únicamente en representaciones complejas como los canards parisienses del siglo XIX o en las crónicas de Guamán Poma de Ayala, hace que en las hojas sueltas confl uya una varie-dad de técnicas y sistemas de representación.

En la hoja titulada “La próxima inauguración de la penitenciaria en los llanos de San Lázaro” (1900) el grabado de Posada ocupa el tercio superior, mientras que la descripción se coloca en el centro y las estrofas del corrido

19 Speckman Guerra, op. cit., p. 203.

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se posicionan en la parte inferior. A primera vista la estructura tripartita podría parecer fortuita. Pero si uno presta la debida atención no sólo al esqueleto sino a cómo éste se relaciona con el contenido mismo de cada sección, se entiende que existe una clara intención de narrar la trama de lo que podría denominarse “cuento de redención correccional” según el estu-dio que Massimo Pavarini hace sobre el archivo fotográfi co de las prisio-nes italianas.20 En nuestro caso la iconografía penitenciaria es de naturaleza distinta a la que estudia Pavarini, pero se presenta también como un dupli-cado visual que media entre la forma en que el público concebía la cárcel y el modo en que la administración quería presentarla.21 La ilustración del impreso —que también se reproduce en el “Corrido de la Penitenciaría de México” (1900)— muestra la fachada en un segundo plano —detrás de dos tranvías jalados por mulas y la silueta de algunos pocos transeúntes— pero ocupa la mayoría de su superfi cie (fi g. 1). En él se copia someramente el exterior de Lecumberri, cuya arquitectura fusionaba el estilo ecléctico (que

20 Para Pavarini la fotografía sobre las cárceles es parte de una estrategia diseñada para ocultar la “obscenidad” de las técnicas de castigo moderno, donde éstas reproducen de manera falaz la realidad del presidio. Dice: “Por definición, entonces, la fotografía penitenciaria es, en cada momento, ‘ideológica’ par excellence, en su aceptación dual de la ‘visión’ y ‘mistificación’ de la realidad.” Ver Máximo Pavarini, “The Tale of ‘Correctional Redemption’”, p 295.21 Pavarini, p. 290.

Figura 1. Hoja suelta “La próxima inauguración de la penitenciaria en los llanos de San Lázaro”.http://econtent.unm.edu/cdm4/item_viewer.php?CISOROOT=/joseguad&CISOPTR=144&DMSCALE=12.5&DMWIDTH=600&DMHEIGHT=600&DMMODE=viewer&DMTEXT=&REC=19&DMTHUMB=0&DMROTATE=0

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Israel Katz entiende como paradigma del arte porfi riano) con un carácter de fortaleza.22 Aun cuando la ilustración del reclusorio no sigue fi elmente el modelo arquitectónico con que fue diseñado el frontispicio, se exhibe tal desproporción de tamaño entre la penitenciaría y la gente que la circunda, que crea una sensación de omnipotencia similar a la pretendida por sus arquitectos. La inmensidad con que se presenta la torre de control desde donde se vigilaba a los prisioneros contribuye a dicho efecto. Aunque en la realidad ésta únicamente podía vislumbrarse en la parte interior del reclu-sorio, en el dibujo se coloca por encima del edifi cio y sobrepasa los muros que la escondían de la mirada exterior. Se puede pensar que tal fi ccionalización de la torre sirve para presentarla como un signo icónico o metonímico del paradigma panóptico. Además, parece sugerir que el ojo de la penitenciaría no solamente vigila a los que están dentro del penal sino también a los que están fuera.23

Por su parte, la sección informativa del volante explica a modo de alaban-za los preparativos para la apertura de lo que llama “este templo de Regene-ración, donde todos los criminales encontrarán el justo castigo de sus mal-dades y serán regenerados por el trabajo” (fi g. 1). Mientras que la función del dibujo era presentar el espacio donde la rehabilitación tendría lugar, esta

22 El semblante arquitectónico del penal debió ser realmente impactante, ya que hacía desfallecer a los asesinos más sanguinarios y ablandaba a críticos acérrimos del gobierno como John Kenneth Turner, quien en México bárbaro (1908) reconoce los avances del recinto aunque declarara que éste había sido construido “principalmente para la exhibición” (Turner, p.129). En su Dei delitti e delle pene (1764), Cesare Beccaria recomendó que los nuevos reclusorios se reformularan en un poderoso sistema expositorio que ostentara horripilantes figuras en su frontispicio para así provocar el miedo en la población (Beccaria, p. IX). Por eso, el frente de Lecumberri se construyó como un recordatorio de la inexorabilidad del poder y una representación gráfica de su discurso. La arquitectura parlante del penal hablaba a través de una verticalidad sugerida en sus saledizos, balcones y óculos cerrados, pero eran sus torreones almenados los que llevaron la voz cantante. Además, la alta muralla que circundaba la cárcel servía para hacer que ésta pareciera inexpugnable a cualquier ataque externo, para contener a la población carcelaria en caso de un motín o un intento de fuga y como un límite que separaba el interior del penal del resto del cuerpo cívico.23 Si recordamos que el penal fue construido siguiendo el modelo panóptico de Jeremías Bentham y así maximizar la vigilancia y crear una relación de jerarquía óptica donde los reos son observados sin poder ver a quien los mira, se entiende que la magnitud de la representación del polígono propone la figura como sinécdoque de la mirada abarcadora del poder. Michel Foucault entendía el panóptico como la encarnación material idónea de la sociedad disciplinaria y las nuevas técnicas de control y vigilancia pues como sistema social, éste se basaba en una idea técnico-instrumental de omnisciencia que consistía en una serie de unidades espaciales individuales bien iluminadas que se podían ver desde un punto central sin ser visto. Ver: Foucault, op. cit., p. 201.

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sección introduce la razón ofi cial por la cual el edifi cio había sido construi-do. El impreso habla de que estas nuevas cárceles son “la mejor prueba de cultura de una nación” (fi g. 1) y señala el momento de apertura del penal como el principio de una edad de oro donde México será el “modelo de las naciones civilizadas, pundorosas y progresivas” (fi g. 1). Vista así, la declara-ción de la parte explicativa de la hoja suelta parecería resumir las pretensio-nes de la oligarquía porfi riana que, al decir de Carlos Monsiváis, necesitó de obras civilizadas que los alejaran de la población menesterosa, y redujera la diferencia abismal que existía entre el país y las naciones europeas.24

Curiosamente, el contraste subrayado por Monsiváis entre el discurso hegemónico y el espíritu popular se materializa en el pliego mismo: al elogio hecho en la sección informativa siguen versos que difi eren enormemente del aire eufórico y positivo. Las octavillas octosilábicas (xaab bcbc)25 del corrido pretenden ser refl ejo de una voz colectiva que es emitida desde un lugar enunciativo externo al discurso ofi cial, constituyéndose así como su contrapunto:

Qué triste es para el hombreQue por su mala cabezaY desmedida torpeza,Vaya a pagar su delito,

De todos esta [sic] proscritoEn el crimen se ha saciado

Y con dolor inauditoHoy se ve tan desgraciado.

Por esta razón, al leer el corrido, Patrick Frank propone que “[e]n con-

24 Carlos Monsiváis, “Laughing Through One’s Tears”, p. 578.25 Las estrofas de este corrido no se adhieren a ninguno de los tipos de modelo octosilábico, sino que presentan una variante donde los cuatro primeros versos siguen la disposición de la octavilla italiana y los cuatro últimos son de rima alterna. Como sabemos, en castellano los tipos de estrofas formadas por ochos versos son la octava real (también llamada octava rima) que se organiza en endecasílabos con rima alterna en los seis primeros y pareada en los dos últimos (ABABABCC); la octava italiana (también conocida como octava aguda) integrada por versos de arte mayor de rima consonante con un esquema métrico XAAB XCCB en el cual el cuarto y octavo verso deben tener un verso agudo; la octavilla italiana con la misma disposición que el anterior pero compuesta por octosílabos, y la copla de arte mayor que está formada por ocho versos dodecasílabos, con rima consonante y una estructura ABBAACCA.

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traste con la esperanza y optimismo ofi cial, los textos de los volantes que tratan de la penitenciaría la miraban con un temor descarado”.26 No es así. Aun cuando su lectura resulta provocadora, ignora que el tipo de “tristísi-ma lamentación” vista en éste y otros de los corridos no es exclusivo de ellos sino un recurso literario que se repetía en buena parte de las baladas donde se trataba la temática de las cárceles —Belem, San Juan de Ulúa, Lecumberri— o de los destierros de los reos al Valle Nacional y a las Islas Marías. Independientemente del deseo de los redactores, las baladas hechas en relación con el presidio actuaban de manera intertextual, poniendo de relieve un proceso por el cual los castigos se volvían gradualmente más “tristes”, más severos y, por ende, más efi caces. Dado que el discurso ofi -cial y la prensa aludieron al papel redentor de la nueva prisión a la vez que intentaron amedrentar a la ciudadanía, se entiende que estas quejas no se oponen a la parte celebratoria de la hoja sino que la refuerzan. Esto es, am-bas partes funcionan como una suerte de binomio en donde la parte expo-sitiva habla del avance que deviene del nuevo sistema correccional mientras que el corrido muestra qué sucedía con aquellos que no se adhirieran a las disposiciones de la Ley.

Siguiendo las lamentaciones que sirven como introducción al corrido, se encuentran estrofas donde se explica que la disciplina y el orden de la peni-tenciaría conducen a la regeneración del delincuente. Tanto si esta declara-ción es emitida por el mismo preso de manera intradiegética o por una voz lírica que lo hace de forma extradiegética, los versos tenían el propósito de mostrar que la reforma del criminal se llevaba a cabo gracias al nuevo siste-ma penitenciario. A diferencia de hojas sueltas como “Sangriento drama en la cárcel de Belem” (1891) que relatan enfrentamientos entre presos y guar-dianes o los volantes que describen las últimas horas de los reos fusilados, en las hojas de Lecumberri se presenta a un preso que acepta estoicamente su condena. El personaje no se rebela ante la autoridad sino que comprende que la única opción posible es cambiar su conducta, entregarse al trabajo, la refl exión y la fe:

Aquello va a ser horrible;

26 Patrick Frank, Posada’s broadsheets: Mexican popular imagery, 1890-1910, p. 51.

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Todo será tormento,Sobre todo el aislamientoDe aquella triste prisión

Se encoge hasta el corazónY sólo hallarán consueloA tan inmensa afl icción

Con sus plegarias al cielo.

Como se nota en el corrido, la doctrina eclesiástica tuvo una enorme infl uencia en la conceptualización de las nuevas prisiones. Aun cuando en México se prohibió la instrucción y la práctica ofi cial de cualquier culto dentro de los establecimientos públicos, la religión se entendió como un aspecto primordial para el tratamiento penitenciario. Esto se llevaba a cabo por medio de la lectura de obras piadosas y a través de la visita constante de sacerdotes que presuntamente brindaban instrucción moral a los presos. De esta forma, la plegaria que se alude en el corrido toma relevancia al volverse la coda con la que cierra el “cuento de regeneración”. Este fi nal ofrece un exemplum que enseña el modo en que los presos se arrepentirán de sus faltas y se encomendarán a Dios para convertirse en sujetos morales.

Mientras que el grabado y la parte explicativa presentan el diseño ar-quitectónico del edifi cio y el ideal del sistema penitenciario, esta tercera sección se centra en lo que se supone son las vivencias del prisionero. In-cluso cuando los versos de la balada eran emitidos (al igual que la parte des-criptiva) por una tercera persona extradiegética, brindaban una perspectiva interna que abordaba las causas y posibles efectos psicológicos del encierro. El tormento, la afl icción y el dolor aparecen en el corrido como castigos autoimpuestos por el mismo preso ya que son producidos por su toma de conciencia. Esto es, la cárcel sirve como un dispositivo que actúa sobre el recluso al aislarlo y obligarlo a meditar sobre sus acciones delictivas, pero no es un agente represivo que coacciona directamente el cuerpo del prisio-nero. En función de lo anterior, toma relevancia el esquema métrico del corrido: se utiliza una serie de rimas (tormento/aislamiento, proscrito/do-lor inaudito, prisión/afl icción) que muestra cómo los nuevos mecanismos correccionales servían para internalizar la pena y brindar al criminal una vía mediante la cual librarse de su dolor (consuelo/plegarias al cielo).

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Para concluir con este pliego, debe considerarse que aun cuando el gra-bado y el corrido son los dos elementos que apelan de manera más directa a un público analfabeto, funcionan como dos extremos de un tríptico en cuyo centro sobresale la parte expositiva. En otras palabras, en este ejemplo las técnicas de emisión que se considerarían en principio como alternas (lo pictórico y lo oral) contribuyen para enmarcar la parte donde se presenta el discurso ofi cial. Esta estructura no es fortuita sino contribuye a la escenifi -cación de la ideología correccional y a la representación de la nueva prisión como una promesa de la modernidad.

***Otras hojas publicaron ilustraciones más fi dedignas de la fachada de Le-cumberri. Tal es el caso del pliego suelto en donde se imprimieron las to-nadas “De los presos de Belen [sic] a la Penitenciaría” (1900) y “Triste can-ción que cantan los presos en la cárcel de Belem” (1900).27 A diferencia del dibujo analizado antes, en el revés de este folio se reproduce una ilustración en la que puede distinguirse con detalle el frontispicio del penal (fi g. 2). Si bien el exterior de la Penitenciaría del Distrito Federal conservó el aspecto austero y funcional deseado por el arquitecto Lorenzo de la Hidalga en su croquis original (1848),28 no estaba exento de un número de ornamentos que se combinaron de manera sincrética. Si como Henri Lefebvre pensamos que la prisión con fachada es el “epitome y la forma modular del espacio aburguesado” (144), puede argumentarse entonces que la disposición ar-quitectónica del penal lo convertía en emblema del proyecto de renovación urbana y surgimiento de la alta burguesía.

27 Como indica su título, estas dos baladas reproducen las supuestas lamentaciones de los presos que eran transferidos a Lecumberri. En “Triste canción” leemos: “Ya pronto será ese día / Nos falta ya poco tiempo, / Solo [sic] será allí tormento / En esa Penitenciaría./ Nuestro delito nos lleva / Por nuestro mal corazón / De Belén nos despedimos / Diciéndole, adiós, adiós. [sic]28 En 1850 el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga ganó la convocatoria del concurso para la construcción de la Penitenciaría del Distrito Federal en el cual presentó un programa Paralelo de las penitenciarías, que analizaba los modelos Filadelfia Lamberton (basado en una forma de molino), el Auburn (diseñado como cruz), el circular y uno radial que fue el que escogió como preferible para el croquis del penal. Desgraciadamente, no hubo recursos suficientes para completar su proyecto y su molde fue utilizado para crear la penitenciaría de Puebla y de Jalisco, que fueron hechas a una escala menor. Hidalga decía al hablar de la penitenciaría que “[l]a fachada general del proyecto [debía ser] la del edificio de la administración; su regularidad y sencillez le dan un carácter monumental y, sin embargo, no se ha tratado de ir tras la decoración. Las dos órdenes de arquitectura de que se compone son el toscano y el dórico, aunque desnudos del adorno de talla de que es susceptible” (De la Hidalga, Paralelo de las penitenciarías p. 65).

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Al igual que en la ilustración antes vista, en este grabado (fi g. 2) se mues-tra una línea de tranvías jalados por las llamadas mulitas. En opinión de varios historiadores, estas máquinas fueron uno de los símbolos más carac-terísticos de la transformación de la capital y un preámbulo de los trenes eléctricos inaugurados en enero de 1900.29 Por ello, la ilustración de este transporte dentro de las láminas servía para conectar el establecimiento de la penitenciaría con la renovación de la ciudad.

En el volante los raíles del tranvía se colocan de manera paralela al nuevo reclusorio que ocupa la parte superior. El tranvía divide el grabado transversalmente trazando una escisión entre dos grupos de personas que se colocan en ambos lados de la vía. Al costado izquierdo se distingue a un gendarme tras el cual están paradas cuatro mujeres y dos hombres cuya vestimenta parece representativa de los estratos medios o bajos de la socie-dad (rebozo, falda humilde, zarape, sombrero de paja). En contraposición a esto, en el lado derecho hay una serie de individuos cuya indumentaria sigue los patrones de la moda europea de la época (gabán, sombrero de copa, pa-

Figura 2. Hoja suelta “Triste canción que cantan los presos en la cárcel de Belén”.México, 1900, Archivo General de la Nación, Colección Felipe Teixidor.

29 Como se atestigua en La novela del tranvía de Manuel Gutiérrez Nájera, estos carros tuvieron un gran impacto en el acontecer cotidiano de los habitantes del Distrito Federal. Mientras que Nájera escribe que “nada hay más peregrino ni más curioso que la serie de cuadros vivos que pueden examinarse en un tranvía” (Guitiérrez Najera, La novela del tranvía y otros cuentos, p. 57), Amado Nervo ubica la acción de su poema “Primer beso” precisamente en “un tranvía en raudo movimiento” (Nervo, Antología poética, p. 89).

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jarita, sombrilla, sombreros de pluma, vestidos con encaje, chals, etcétera). Es muy posible que este segundo grupo funcione para representar a los sectores adinerados y modernizados de la sociedad. De ahí, que estén más próximos y en el mismo fl anco en donde está ubicado Lecumberri.

Esta disposición alude a la estrecha relación que existía entre el esta-blecimiento del régimen penitenciario y los deseos de las clases políticas. Asimismo, el hecho de que el grupo de gente humilde se encuentre en una hilera detrás del policía apunta a que estos individuos —que bien podrían ser delincuentes o visitas— se desplazan hacia la cárcel de un modo orde-nado. Con ello en mente, puede verse la viñeta como una personifi cación del dictum clave del ideario porfi riano: de un lado se encuentra el “orden” representado por el gendarme y las masas humildes bien ordenadas y, por el otro, está el “progreso” que se consigue a través de la adaptación de los modelos europeos.

La distribución espacial que se presenta en el dibujo refl eja en cierta manera la estratifi cación social vivida durante las décadas de la dictadura. Los tecnócratas porfi rianos formularon una equiparación simple y preci-sa en la que se vinculó indiscriminadamente a los pobres con la conducta delictiva, acuñándose un nuevo concepto de pobreza que se clasifi caba en grados y se defi nían como “dignos” o “indignos”. Estos niveles dependían de las circunstancias que generaban la miseria, la propensión a llevar a cabo ciertos actos delictivos y la aptitud de las clases humildes para convertirse en sujetos de utilidad. El alcoholismo, la mendicidad, el libertinaje sexual, el juego o la vagancia, fueron vistos como perversiones de comportamiento que justifi caban la diferenciación económica. Sirvieron, así, de excusa tanto para las campañas de adoctrinamiento moral como para los establecimien-tos de corrección. El binario criminal/ciudadano se convirtió, según obser-va Robert Buffi ngton, en la dicotomía reguladora que legalizó (o cuando menos legitimó) un corolario de exclusiones de raza, condición social y preferencia sexual.30

Regresando a la hoja suelta, vemos que la cara de ésta muestra de nue-va cuenta una larga hilera de individuos de clase humilde que parecen ser parte de la remesa de presos que está siendo trasladada a Lecumberri. De

30 Robert Buffington, Criminal and citizen in modern Mexico, p. 4.

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igual modo que en el cromo anterior, dichos sujetos —en este caso todos ellos hombres— visten ropas características de los estratos bajos rurales. En el ala derecha de la ilustración un gendarme vigila atentamente la fi la de acusados. En el costado izquierdo se halla un hombre vestido con chaque-ta, pantalón y sombrero canotier leyendo un folio donde imaginamos está impresa la lista de reclusos. Aun cuando resulta repetitivo, vale mencionar que el policía simboliza el orden y el caballero que porta la indumentaria de corte francés es una fi gura alegórica de la naciente burguesía.

Si se lee el dibujo junto con el anterior se puede delinear un trayecto que va del primer grabado al segundo. Este recorrido espacializa de forma grá-fi ca las pretenciones de la clase alta. Con ello, el desplazamiento óptico que va del anverso al reverso de la hoja es en sí un viaje hacia el anhelado futuro nacional. Lo dicho se vuelve evidente en la viñeta que está en el reverso de la hoja, pues la hilera de individuos está separada de los ciudadanos modelo por los rieles de un tranvía que sirve como emblema del progreso. En un plano equidistante pero superior a estos rieles, el edifi cio de la penitenciaría se erige como el símbolo máximo de una modernidad ordenada y el aparato que genera dicha conversión. Dice la estrofa fi nal del corrido:

Adiós, cárcel de Belén,Se acerca nuestra partida,

Figura 3. Hoja suelta “Versos y canciones de los presos en la cárcel de Belén a la Penitenciaría”.México, 1900, Archivo General de la Nación. Colección Felipe Teixidor.

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A la Penitenciaría nos pasanA acabar con nuestra vida.

Adiós, carcel de Belén,Adiós, para siempre, adiós.

***Cada pliego procede de modo distinto y en buena medida va narrando una historia diferente sobre la prisión y sus presos. En los impresos analizados la experiencia del interno era solamente una parte secundaria que ayudaba a realzar el paradigma penitenciario y legitimaba la introducción de un nuevo tipo de cárcel. En cambio, en la hoja “Despedimiento muy triste de los presos de Belem que le envían a sus amigos, pues ya en la Penitenciaría se ven. Donde en solitarios separos ahí van a padecer y sólo confían en Dios para el perdón obtener.” (1900) dichas vivencias adquieren un papel pro-tagónico. Los componentes de este volante se posicionan de forma que el título (que aquí funciona también como la parte informativa) y el corrido encuadran al grabado donde se retrata la experiencia de prisionero (fi g. 4). Si se repara en el hecho de que esta parte escrita es literalmente el marco que encierra al dibujo y que en la ilustración se pinta a un recluso dentro de su celda, puede argumentarse que las estrofas del corrido y el encabezamiento reproducen icónicamente las paredes de una cámara de aislamiento. En la

Figura 4. Hoja suelta “Despedimiento muy triste de los presos de Belén que le envían a sus amigos, pues ya en la Penitenciaría se ven. Donde en solitarios separos ahí van a padecer y sólo confían en Dios para el perdón obtener”Posada’s Mexico, Edited by Ron Tyler, Library of Congress, Washington, 1979, p.11.

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jerga popular del porfi riato hablar de archivar a un individuo era equivalente a decir que lo habían encarcelado, con lo cual la codifi cación e inscripción de las señas personales del criminal al papel era un símil de su consignación en la celda.

En este dibujo parecería como si el criminal hubiera sido tragado por la letra, confi nado y reducido a una serie de estrofas donde se reproduce el funcionamiento de la nueva prisión. Según muestra la ilustración, el preso está sentado de lado sobre su camastro, en una actitud de introspección, con la mirada dirigida hacía el suelo y las manos colocadas sobre sus mus-los. Dicho recluso se ve bien vestido y calzado. Tanto su persona como el resto de su entorno presentan un aire de limpieza y de orden. En el mismo nivel en donde está este individuo, aparece también un lavabo y un excusado, con lo cual se refuerza el ambiente higiénico del lugar. El hecho de que la fi gura del preso meditando se ubique con el cuerpo en torno de estos instrumentos de aseo, sugiere una interpretación en la cual la celda de confi namiento sirve como escenario de una profi laxis del alma (a través de la introspección) y del cuerpo (a través de la sanidad personal). Como ad-vierte Padilla Arroyo, la reforma de las instituciones punitivas se produjo al mismo tiempo que las reformas en la higienización de la sociedad, y así la privación de la libertad se justifi caba por ser un mecanismo curativo que separaba a los criminales del “mundo patológico” del que procedían.31 El impreso apunta de esta forma a la importancia de prevenir el contagio y la proliferación de enfermedades epidémicas (tanto físicas como morales) dentro y fuera de la cárcel.

En un segundo plano del dibujo se distingue un escritorio y una silla dirigida hacia el interior de la celda (y hacia el espectador) y no hacia la puerta o la ventanilla, como podría esperarse. Según Monika Fludernik, en la topografía carcelaria las puertas y las ventanas son aperturas al mundo y, por lo mismo, una ruta a través de la cual los prisioneros pueden comuni-carse con el exterior.32 Con ello, el modo en que se dispone la ilustración de Posada contribuye a la idea de introspección y aislamiento del preso: éste parece darle la espalda al mundo externo para privilegiar así su experiencia

31 Antonio Padilla Arroyo, De Belem a Lecumberri…, p. 276.32 Monika Fludernik, “Carceral Topography…”, p. 54.

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interior. El hecho mismo de que se haya dibujado un escritorio y no una mesa le brinda a la cámara un aire de celda monacal donde las condiciones materiales de la habitación se dan en función del papel formativo que deben cumplir. De esto se deduce que aun cuando el escritorio podría ser utilizado para diversas actividades (comer, jugar juegos de mesa, hacer manualidades, etcétera) su destino principal era un uso didáctico que contribuye a la capa-citación pedagógica del preso.

La representación de la celda realizada en el dibujo se adhería a la verda-dera distribución física: cada cámara —que en promedio medía 3.60 metros de largo por 2.10 de altura— contaba con un retrete, una cama y un lavabo. Pero, más allá de eso, Lecumberri se propone como un espacio utópico en donde crear nuevas subjetividades. En contraste a lo que observa Fludernik al sugerir que la mayoría de las manifestaciones artísticas suelen representar el escenario de la reclusión con el esquema metafórico de la mazmorra,33 en este volante el lugar del presidio se retrata bajo una luz que exalta sus novedades. Existe en la cárcel un bienestar material que se representa en el grabado, pero también en el corrido donde se habla de celdas alumbradas, buena comida, jardines, patios, estanques, “colchones muy bien dispuestos [y] separos amueblados” (fi g. 4). A diferencia de los corridos anteriores donde se resalta el miedo de los presos, los versos de esta balada sirven para subrayar la preponderancia de un Estado benevolente y preocupado incluso por el bienestar de su población delincuente:

Todo esta [sic] muy elegante Y todo muy bien dispuesto,Que los presos estén bien

Y que se les atienda presto.

Esta liberalidad por parte del gobierno no debe confundirse con compa-sión o debilidad, sino justo lo contrario. La abundancia de bienes materiales es evidencia de la fuerza y riqueza de la nación mexicana e indica un estatuto de madurez política. Como si fuese un padre todopoderoso que se ocupa de quienes están bajo su tutela, la administración porfi riana atiende las necesida-

33 Fludernik, op. cit., p. 54.

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des del recluso y ofrece las condiciones necesarias para su rehabilitación. Esta manera de reproducir la realidad carcelaria es bastante sugerente. En ella, el tratamiento correccional se retrata no como un mecanismo de coerción abier-ta sino que se formula como un método científi co, civilizado, racional.

Dentro de los cuartetos que conforman el corrido existe un momento en que se introduce la voz de un prisionero que se queja amargamente de su situación. Con ello se crea un pequeño hiato entre los benefi cios que ofrece Lecumberri y la experiencia de este recluso. Esto dicho, resultaría un poco apresurado subrayar como Patrick Frank que el impreso en su totalidad es un rechazo específi co de “[v]arios aspectos de la vida penitenciaria que ofi -cialmente eran vendidas como ventajas”.34 Más bien, el contraste existente entre la voz que en tercera persona describe la realidad vivida en la prisión (un sitio higiénico y bien regulado donde los prisioneros reciben alimento y vestido) y el momento de metalepsis, ilustra el proceso de internalización de la culpa del criminal:

Qué me importa la cocina Y el rancho me lo den bueno,

Este a mí ni me sustentaSerá mejor el infi erno.

Para que [sic] queremos luzQue eléctrica nos han puesto

Si nuestra alma está en tinieblas Sobrado sale todo esto.

La tensión entre la percepción intradiegética del preso y la utilidad del régimen penitenciario aporta un dato fundamental para validar este último. El reo rechaza las mejoras que ofrece la cárcel no porque estén carentes de mérito sino porque él no está aún capacitado para incorporarse a las ventajas de la vida moderna. Más importante incluso, el interno repudia la innovación de Lecumberri porque está sumido en una enorme culpa y en un remordimiento que van carcomiendo su mente y su alma. El uso anafóri-co de la palabra que en los cuartetos donde se transcriben sus pensamientos

34 Frank, op. cit., p. 53.

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sugieren el proceso de interiorización y toma de responsabilidad. De esta forma, el modelo penitenciario se muestra totalmente efi caz en hacer que el criminal adquiera conciencia de su crimen.

***Las hojas sueltas que componen la serie estudiada atienden diversos as-

pectos del penal (su inauguración, el traslado de los primeros presos, el con-fi namiento, la experiencia de los reos y sus allegados, etcétera) pero todas consideran el establecimiento de Lecumberri en relación con los procesos de conformación de la nación. Con el derrumbe de la dictadura porfi riana decayeron también los sueños depositados en muchas de sus instituciones y, por ende, terminó el uso panegírico que los corridos hacían sobre el penal. Lecumberri continuó, desde luego, siendo un tema principal para la produc-ción de estas baladas, sólo que ahora en ellos se anotaban eventos menos loables que, con los años, le valieron el seudónimo de “El palacio negro”.35

En este sentido, amerita cerrar con una hoja suelta publicada en 1910 (o sea en vísperas de la caída del régimen de Díaz). Es ésta la primera vez en que se nota una visión realmente contestataria (o cuando menos satírica) en torno del penal. El grabado fue realizado por Manuel Manilla, quien traba-jaba junto a Posada en el taller de Vanegas Arroyo, y el texto va fi rmado por un tal V. Lorenzano (alias “Valecito), que en la última estrofa dice escribir “[d]esde una celda sombría”. A diferencia de los corridos vistos hasta ahora, este volante se presenta como una “calavera” en la cual se va describiendo en verso blanco la muerte fi cticia de los reclusos y celadores de la prisión. El que la “Calavera de la Penitenciaría” sea justamente eso, una calavera, es signifi cativo dado que este tipo de obras eran creadas para ironizar y hacer

35 Por ejemplo, el “Corrido a la muerte de Madero” dice: “¡Oh!, calle de Lecumberri / ya se acabó tu alegría, / por ti pasó Madero, / para la Penitenciaría.” (Corridos de la capital, p. 89). Por su parte, el “Corrido del fusilamiento de José de León Toral” termina con los versos: “El día nueve de febrero, sábado día señalado, / en la Penitenciaría, fue Toral ejecutado. Si por creencias religiosas hizo un crimen renombrado / Ante el Trono Omnipotente, que Dios lo haya perdonado.” (Corridos de la capital, p. 156) La balada escrita por Judith Reyes sobre la “Ocupación militar de la Universidad” durante el movimiento estudiantil de 1968 se refiere a la entonces cárcel preventiva señalando: “Diez mil soldados regresan / a su cuarteles/pero creció en Lecumberri / la población.” (Reyes, “Ocupación militar de la Universidad”, p. 222) Por último, Justo Santoyo escribe sobre la fuga de Alberto Sicilia Falcón, la cual sirvió como detonante para que se tomara la decisión de cerrar la prisión en 1976, en estos términos: “A las nueve de la noche,/un comando se fugó, /salían de aquel túnel negro, / de Lecumberri escapó” (Santoyo, “La fuga de Lecumberri”, p. 230).

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burla de personajes, eventos o instituciones populares. Por ello, los reos no son sólo “desaventurados” sino “humillados,/ [b]ajo yugos y rigores”. Ya no lloran con tristeza sino que están “desesperados” y “mueren desampara-dos”. Asimismo, dejan de resaltarse los avances materiales del recinto para hablar de las celdas sombrías de un penal donde “no hay luz ni fulgores”.

Lo más sugerente de toda la hoja es, sin embargo, el dibujo hecho por Manilla. En él se reproduce la torre de control, sólo que en vez de estar hecha de metal, está construida por cráneos y huesos que muy bien podrían pertenecer a los mismos reclusos sobre cuyos decesos se habla en las estro-fas. La penitenciaría, por lo tanto, se presenta no como un lugar de regene-ración y bienestar sino como un espacio plagado por la muerte y el martirio. El polígono se yergue encima de los esqueletos de sus presos, denunciando el maltrato y los ultrajes a los cuales los sometía el régimen carcelario. De hecho, si nos fi jamos con detenimiento en la ilustración, notamos que no se retrata fi elmente la torre de vigilancia sino pareciera como si se hubiera elaborado una copia caricaturesca de la Torre Eiffel e insertado ésta dentro del espacio carcelario como si fuera el polígono mismo. En la viñeta elabo-rada por Guadalupe Posada para el impreso de “La próxima inauguración de la penitenciaría en los llanos de San Lázaro” (1900) sucede algo parecido, pero entonces se intentaba resaltar la modernidad del polígono. En esta ocasión el uso de una torre hecha de huesos funciona como una suerte de alegoría sobre la muerte en sí del ideal francofílico de los hombres de Díaz.

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Figura 5. “Calavera de la Penitenciaría”.Posada’s Mexico, Edited by Ron Tyler, Library of Congress, Washington, 1979, p.124.

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El caballero (vestido de levita, sombrero de copa y bastón en la mano) que se encuentra parado debajo de la torre es, sin duda, una personifi cación de la élite regente. Por ello, el gesto que hace al levantar el brazo e invitarnos a contemplar la torre es una muestra de su ignorancia ante el hecho de que lo único que quedan son los restos de la dictadura. El polígono y, por exten-sión la Penitenciaría, se representa así como un cádaver hecho de cádaveres, un monumento funerario para el régimen que le vio nacer.

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“Corrido del fusilamiento de José de León Toral”, en Corridos de la capital Antonio Avitia.

“Corrido de la luz eléctrica”, en Corridos de la capital Antonio Avitia Hernán-dez (comp.), México, Conaculta, 2000.

“Corrido de la Penitenciaría”, en Corridos de la capital Antonio Avitia Her-nández (comp.), México, Conaculta, 2000.

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PORTALES

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El periodo de 1850-1872 fue de intensa inestabilidad política, severo des-orden económico y de guerras internas y con el exterior. Las disputas de cómo gobernar al país, entre las diferentes facciones políticas (liberales y conservadores), provocaron numerosos golpes de Estado, guerras intesti-nas, inseguridad y caos.2

Dicha inestabilidad política repercutió de manera negativa en el desa-rrollo de las fi nanzas públicas. Debido a que los recursos que se obtenían a través de la recaudación de impuestos se utilizaban para cubrir los gastos de la administración, mantener al ejército y cubrir las deudas que, previamente, se habían adquirido. Pero también destacan esos años por los numerosos intentos, por parte de los diferentes gobiernos, por impulsar el desarrollo económico del país. A partir de la creación de nuevas leyes e instituciones que permitieran alcanzar el bienestar de México.3

Es así que encontramos un tiempo de cambios y ajustes importantes, tanto políticos como económicos. Y dentro de este contexto destaca la par-

PÍO BERMEJILLO E IBARRA: UNA HISTORIA DE ÉXITO EMPRESARIAL EN MÉXICO, 1850-18721

Tayra González Orea*

* UNAM, Facultad de Filosofía y Letras; [email protected]

1 Una primera versión de este texto se presentó en el “Seminario permanente de historia e instituciones económicas”, en El Colegio de México (Centro de Estudios Históricos). Agradezco los comentarios de las doctoras Graciela Márquez, Aurora Gómez, Gabriela Recio y Leonor Ludlow. Así como de los asistentes del mismo.2 Recordemos que durante dicho periodo se registró una dictadura de corte monárquico bajo la dirección de Antonio López de Santa Anna (1853-1855), la revolución de Ayutla en protesta a dicho gobierno (1854), la creación de leyes liberales plasmadas en una nueva Constitución (1857), la guerra de tres años o guerra de reforma encabezada por el grupo conservador y manifestándose en contra del nuevo marco jurídico (1858-1860). Lo que provocó el establecimiento de dos gobiernos alternos mientras duró la guerra. Una nueva intervención extranjera, esta vez, la francesa, lo que provocó el establecimiento del segundo imperio bajo el mando de Maximiliano de Habsburgo (1864-1867) y finalmente el restablecimiento de la república con la presidencia de Benito Juárez, y posteriormente de Sebastián Lerdo de Tejada. Periodo que se la ha conocido como el de república restaurada (1867-1876). Guevara, “Nuevas directrices”, pp. 307-313. Cárdenas, Cuándo se originó, pp. 103-106.3 Idem.

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ticipación económica de un grupo de comerciantes nacionales y extranjeros que, al mismo tiempo, desarrollaron la labor de banqueros en la ciudad de México. Jan Bazant identifi ca a Pío Bermejillo (español), J.B. Jecker (suizo), Nathaniel Davidson (británico), Isidoro de la Torre (español), Juan Gori-bar (mexicano), Miguel y Leandro Mosso (mexicanos), Archibaldo Hope (británico), Francisco de Paula Portilla (mexicano),Gregorio Mier y Terán (español), Cayetano Rubio (mexicano), Eustaquio Barrón (hijo de espa-ñol), familia Martínez del Río, familia Béistegui y los hermanos Escandón (mexicanos).4

Dichos comerciantes-banqueros5 aprovecharon las oportunidades de in-versión que se les presentaron en ese momento por lo que, muchos de ellos, se convirtieron en nuevos empresarios que decidieron arriesgar su dinero y apostaron por el desarrollo capitalista de México.

Así, dentro de ese grupo encontramos al español Pío Bermejillo e Iba-rra. La historiografía señala que durante el periodo de estudio destacó como comerciante, banquero y hacendado. Fue dueño de una de las principales casas mercantiles de la ciudad de México.6

También es identifi cado como un hacendado y productor importante de azúcar. Durante la década de los cincuenta, del siglo XIX, adquirió las haciendas azucareras de Dolores, Chiconcuac y San Vicente, ubicadas en el hoy estado de Morelos.7 Asimismo, se sabe que gracias a su poder adquisi-tivo pudo comprar, en 1864, la fábrica de textiles La Magdalena Contreras. La cual alcanzó niveles importantes de producción durante el tiempo que estuvo bajo su administración.8

Pero, ¿quién era Pío Bermejillo?, ¿cuál fue su origen?, ¿cuáles son las

4 Bazant, Los bienes, pp. 92-94. Por su parte Carlos Marichal señala que en la ciudad de México existían 20 o 25 grandes casas comerciales que se dedicaban al negocio de las importaciones y exportaciones y realizaban diversas actividades de tipo financiero. Este grupo de comerciantes controlaba el mercado de dinero de la capital. Marichal, “Obstáculos para el desarrollo”, p. 504.5 Los comerciantes-banqueros eran comerciantes, industriales, transportistas, consignatarios, etcétera, que en un principio realizaban operaciones de banca como giros, negociaciones, préstamos a corto plazo, descuentos, para cubrir sus propias necesidades financieras. Con el paso del tiempo, se especializaron en su labor bancaria, por lo que sus casas mercantiles desarrollaron al mismo tiempo actividades mercantiles y financieras. Generalmente, estaban organizados en empresas individuales o familiares. García López, “El sistema bancario español”, pp. 105-133.6 Bazant, Los bienes, pp. 92-94. Maillefert, Directorio del comercio, pp. 248 y 260.7 Pittman, Hacendados, pp. 28-56; Falcón, Las rasgaduras, pp. 103-294.8 Trujillo, “La fábrica”, pp. 245-248.

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características de su labor como empresario?, y ¿por qué podemos hablar de una historia de éxito empresarial? Para la defi nición del empresario con-sidero los postulados de Werner Sombart quien señalaba que dicho sujeto, además de poseer el afán de lucro, se caracterizaba por un espíritu de em-presa, que era el conjunto de cualidades psíquicas necesarias para el desa-rrollo exitoso de un negocio. Dichas condiciones son: el ser conquistador, organizador y negociador.9

Así, el objetivo de este artículo es estudiar, brevemente, la labor econó-mica de Pío Bermejillo e Ibarra en México durante el periodo señalado. Para esto, se analiza su participación como comerciante-banquero y su incursión en otras actividades de la economía mexicana como la agricultura, la indus-tria y los servicios fi nancieros.

Comerciante-banquero: La fi rma mercantil Bermejillo y Compañía.

Pío Bermejillo e Ibarra nació en 1820 en la villa de Balmaseda,10 en las En-cartaciones de Vizcaya, España.11 Era hijo de Cosme Bermejillo y Machín, de Balmaseda, caballero hijodalgo vizcaíno y de María Bonifacia Ibarra y Gorrita, de la misma villa.12 No se sabe la fecha exacta de su llegada a nues-tro país, pero es a partir de 1850 cuando ya fi gura su apellido, pues destaca como uno de los principales comerciantes de la ciudad de México.

Pío, durante el periodo de estudio, estuvo al frente de la dirección y administración del negocio familiar, la casa comercial Bermejillo y Compa-ñía.13 Desafortunadamente no se tiene la fecha exacta en la que se constitu-yó ni el monto de capital con el cual inició el negocio.14

9 Werner Sombart, en su obra El Burgués estudia el funcionamiento del sistema capitalista de siglo XIX y principios del siglo XX. Identifica al empresario como el elemento indispensable para el desarrollo de dicho sistema y señala que el afán de lucro era la pasión que mostraban los hombres por el dinero. Sombart, El Burgués, capítulos 3 y 5.10 Balmaseda se caracterizó, durante el siglo XVIII y XIX, por ser una villa-mercado con un intenso tráfico de mercancías y personas. Gómez, Balmaseda. S. XVI-XIX, pp. 27-39.11 Carasa, Elites castellanas de la Restauración, t. I. pp. 154-155.12 Carasa, op.cit, pp. 154-155.13 A través de las actas notariales se ha descubierto que, por lo menos de 1850 a 1854, Pío Bermejillo trabajó en el negocio familiar junto a su hermano Eugenio. Al parecer, por problemas de salud, Eugenio regresó a España en 1854 quedando Pío al frente de la firma Bermejillo y de los negocios de su hermano. Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de México (en adelante AHNCM), Ramón de la Cueva, vol. 1020, ff. 111-112, 11 de febrero de 1854.14 González Orea, Redes empresariales, p. 24.

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Entre sus actividades comerciales encontramos la venta de productos de abarrotes (jamones, vino tinto, chiles, etc.) nacionales y extranjeros, así como la exportación de azúcar y la importación de azogue. Otro de los negocios que llamó su atención fue la compraventa de bienes inmuebles, sobre todo en la ciudad de México. Y como casa de banca se dedicó a otor-gar préstamos a particulares y al gobierno.15

Las casas bancarias de ese momento, generalmente actuaban bajo las mismas reglas del mercado, es decir, otorgaban créditos comerciales con una tasa de interés que oscilaba entre 6% y 24% anual. Las sumas prestadas a los particulares se garantizaban a través de la hipoteca de activos como ca-sas habitacionales, casas para uso comercial, haciendas, fábricas, acciones, valores o bienes producidos. Si el deudor no lograba pagar el monto total, capital más intereses, en el plazo de tiempo previamente determinado, el prestamista tenía todo el derecho de apropiarse del bien hipotecado.16

Los bienes obtenidos a partir de las hipotecas eran arrendados o vendi-dos por arriba de su valor de adquisición, lo que generaba ganancias. En el caso de los créditos otorgados al gobierno, éstos se registraban con una tasa de interés anual de 24% a través del uso de los instrumentos de la deuda pública.17

Otra de las operaciones que realizaban las fi rmas bancarias estaba ínti-mamente relacionada con la tarea que, a la par, efectuaban como casas co-merciales. Se trata del uso de documentos mercantiles: las letras de cambio y las libranzas. Éstos eran usados como medios de pago entre los mismos comerciantes. Es decir, en lugar de utilizar dinero en efectivo de una plaza fi nanciera a otra, por el riesgo que eso implicaba, se utilizaban las libranzas. En el papel se consignaba quién debía pagarlo, dónde, cuándo y en qué forma. Por lo general el pago se hacía en plata y en un tiempo determinado. Y podían pagarse o no intereses.18

El modo de operación de Pío Bermejillo fue muy similar al de otras casas comerciales de la ciudad de México, tanto de otros españoles, como de mexicanos. Por ejemplo, del grupo de comerciantes-banqueros arriba

15 El Universal, Distrito Federal, marzo y abril de 1854, Sección Mercantil. p. 4.16 Bazant, Los bienes, pp. 7 y 98; Beato, “La casa Martínez del Río”, p. 67.17 Idem.18 Ibarra Bellon, El comercio y el poder, pp. 274-275.

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citados, encontramos que Gregorio Mier y Terán, Isidoro de la Torre y Juan Antonio Béistegui concedieron créditos bajo las mismas condiciones señaladas anteriormente, a particulares y al gobierno. También utilizaron libranzas como medio de pago.19

Bermejillo, a través de su casa bancaria, otorgó numerosos préstamos a comerciantes, agricultores, industriales y mineros. Para los fi nes de este trabajo se presentan algunos ejemplos a fi n de ilustrar su labor de banquero. Así, encontramos que durante la década de los cincuenta concedió varios créditos a los particulares (ver cuadro 1).

CUADRO 1. PRÉSTAMOS OTORGADOS A PARTICULARES POR LA CASA BERMEJILLO Y COMPAÑÍA, 1851-1858

Año A quién se le prestó

Monto ($) Tipo de interés(anual)

Plazo(años) Garantía

1851

Cayetano Rubio, Francisco Rubio y Fernando Collado

600,000. 6%Un año y cuatro meses

Hipoteca de varias casas y de las existencias de una fábrica de textiles

1855Victoria Rul de Pé-rez Gálvez

200,000 6% Dos años

Hipoteca de la Hacienda de San Jacinto

1858 Santiago Belden 5, 424.54 6% Tres

años

Hipoteca de una casa en Mon-terey

Total 805,424.54Fuente: Elaboración propia con base en AHNM, Ramón de la Cueva, varios volúmenes.

19 Meyer, “Los Beistegui” pp. 109-139; Huerta, “Isidoro de la Torre”, pp. 162-178; Oyarzabal, “Gregorio Mier y Terán”, pp. 140-161.

El primer ejemplo que se presenta denota las operaciones fi nancieras que realizaban entre sí los mismos comerciantes-banqueros. El 31 de julio de

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1851 quedó consignado en un acta notarial que Cayetano Rubio, Francisco Rubio y Fernando Collado recibirían la cantidad de $600,000.00 por parte de la familia Bermejillo20 (ver cuadro 1).

Solicitaron dicho crédito para poder sostener sus empresas y los nego-cios que habían emprendido en la ciudad de México. Rubio explicó que necesitaba del préstamo debido a que en ese momento no tenía la liquidez sufi ciente para hacer frente a sus compromisos. Y agregaba que era posee-dor de importantes créditos a su favor que tenía en contra del gobierno y que, aunque no había podido cobrarlos, su pago era seguro.21

Las condiciones del préstamo eran las siguientes: una tasa de interés de 6% anual, con la hipoteca de varias casas ubicadas en la ciudad de México y en Querétaro y la hipoteca de las existencias de la fábrica de textiles Hércu-les. El plazo del préstamo era por un año y cuatro meses.22

Otra de las condiciones que impuso Bermejillo para llevar a cabo la ope-ración fue que, se encargaría de la venta de una cantidad importante de los productos realizados (mantas y alfombras) en la fábrica de textiles Hércules, propiedad de Cayetano Rubio.23 Durante el tiempo que duraba el crédito, podía venderlos en las plazas mercantiles que quisiera, excepto las de Que-rétaro y Guanajuato, a fi n de que Rubio pudiera sacar de esos mercados los recursos necesarios para pagar las rayas de sus trabajadores.24

Así, podemos observar que Bermejillo hizo un buen negocio, pues no sólo recibiría la cantidad prestada más los intereses acumulados; sino que, también, infi ero que obtuvo ganancias con la venta de los productos textiles.

Un factor que llama la atención es la íntima relación que existía entre los comerciantes-banqueros. Por ejemplo, se otorgaban préstamos para poder hacer frente a sus compromisos. En este caso la casa comercial de Cayetano Rubio estaba necesitada de dinero líquido porque no había recibido los pa-gos que el gobierno debía hacerle para cubrir varios créditos. Imperaba una

20 El acta señala que la operación la realizó Eugenio Bermejillo. AHNCM, Ramón de la Cueva, vol. 1015, ff. 732-735, 31 de julio de 1851.21 Idem.22 Idem.23 El acta notarial menciona que Bermejillo debía recibir cada semana mil quinientas piezas de un tipo de manta y doscientas cincuenta de otro. Y que se podía incrementar la cifra si así lo deseaba. Ibid.24 Idem.

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situación de défi cit fi scal debido a que el país padecía los altos costos de la invasión norteamericana, de los levantamientos internos y de la epidemia de cólera que se había registrado anteriormente.25

Un ejemplo más es la operación que realizó Bermejillo con la señora Victoria Rul de Pérez Gálvez.26 El 21 de enero de 1855 ésta aceptó de aquél una libranza por valor de $200,000.00 que debía pagarle seis meses después. Al parecer, en esta ocasión el pago estaba libre de intereses.27

Pasado el tiempo, la señora Rul de Pérez Gálvez no pudo cubrir su deu-da, por lo que decidió solicitar una prórroga. Bermejillo aceptó y dispuso las siguientes condiciones: el nuevo plazo del préstamo era por dos años, con una tasa de interés de 6% anual. El pago se realizaría en pesos plata y estaba garantizado con la hipoteca de la Hacienda de San Jacinto, ubicada en el departamento de Aguascalientes28 (ver cuadro 1).

En este caso, también llama la atención el motivo por el que la señora Rul de Pérez Gálvez no pudo cubrir el pago de la libranza en el tiempo se-ñalado. Se debió a la situación de guerra que estaba viviendo el país. En el acta notarial se menciona “que no siendo absolutamente posible a la Señora realizar el pago el día de su vencimiento, porque el recurso con que para ello contaba, que era la venta de su hacienda de San Jacinto, no lo puede hacer hoy efectivo a causa de la insurrección en que está el país, se ha visto en la necesidad de solicitar una prórroga de tiempo”.29

Los abusos de poder, el despilfarro económico y la dureza de la polí-tica fi scal que implementó el gobierno de Antonio López de Santa Anna, provocaron inestabilidad y descontento entre las distintas clases, políticas y económicas, del país. Por ello el 24 de febrero de 1854, en el departamento de Guerrero, el general Juan Álvarez se levantó en contra de la dictadura.30

Durante todo el año de 1854 y hasta la renuncia del presidente, el 12 de

25 Tenenbaum, México en la época, pp. 120-127.26 Victoria Rul de Pérez Gálvez formaba parte de una rica familia de empresarios mineros del centro de México. Su cuñada, Francisca Pérez Gálvez dirigió los negocios mineros y agrícolas de las familias Rul y Pérez Gálvez, de 1848 a 1868. Entre sus posesiones se encontraban diversas minas y haciendas. Sánchez, Empresa, pp. 23-41.27 AHNCM, Ramón de la Cueva, vol. 1023, ff. 540-543, 27 de junio de 1855.28 Idem.29 Idem.30 Sánchez Santiró, Las alcabalas mexicanas, pp. 264-265; Guevara, “Nuevas directrices”, pp. 309-310.

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agosto de 1855, Álvarez fue ganando adeptos y apoyo militar en las dife-rentes regiones del país. Esta situación de inestabilidad afectó a la señora Rul de Pérez Gálvez para poder vender su hacienda y así cubrir su adeudo con Bermejillo.

Encontramos otro caso que ilustra las operaciones mercantiles y fi nan-cieras que realizó Bermejillo con agentes de diferentes plazas del país.31 El 12 de mayo de 1858 quedó consignado en acta notarial que Santiago Belden, vecino de Monterrey, le debía a Pío Bermejillo la cantidad de $5, 424.54 debido a la compra de azúcares y otros efectos que le vendió. En di-cho monto ya estaban considerados los réditos de 6% anual. Y debía cubrir su adeudo a través del pago de cuatro libranzas con las siguientes caracterís-ticas: la primera, de $1, 462. 27 pagadera el 1 de mayo de 1859; la segunda, de $2, 391.51 pagadera el 1 de mayo de 1860; la tercera, de $1, 320.66 con fecha de 1 de mayo de 1861, y la última de $1,250 con fecha de 1 de mayo de 186232 (ver cuadro 1).

Asimismo, el pago de cada una de las libranzas se debía realizar en su fecha de vencimiento y en la ciudad de México. Y sería en pesos fuertes de plata, bajo hipoteca de una casa ubicada en Monterrey.33

Nuevamente, encontramos que la operación fi nanciera que realizó Ber-mejillo con el señor Belden fue en medio de un contexto armado. Pues recordemos que durante 1858-1860 el país vivió la guerra de los tres años o guerra de reforma. Debido a que el grupo conservador, encabezado por Félix Zuloaga, se levantó en contra del gobierno liberal de Ignacio Co-monfort, manifestando su desacuerdo por el nuevo marco jurídico de corte liberal consignado en la Constitución de 1857.34

Bermejillo realizó su labor de comerciante-banquero en medio de in-tensa inestabilidad política, desorden social, guerras internas y caos eco-nómico. Ante la ausencia de instituciones bancarias que pudieran otorgar recursos a los diferentes agentes de la economía, los demandantes de dinero recurrían a él.

31 Idem.32 AHNCM, Ramón de la Cueva, vol. 1028, 12 de mayo de 1858, foja 196.33 Idem.34 Guevara, op.cit., pp. 309-310.

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Sombart señala que el préstamo fue el punto de partida de la empresa capitalista y sirvió de impulso para el desarrollo del espíritu de empresa.35 En este caso, cada vez que Bermejillo otorgó un crédito a una empresa o persona, estaba impulsando el desarrollo de la misma y aplicando las cua-lidades del empresario, ya que tenía la visión del conquistador para darse cuenta si estaba o no ante un buen negocio; era organizador de sus recursos monetarios y negociador de las condiciones del préstamo que otorgaba.

En el caso de los créditos concedidos a los diferentes gobiernos en tur-no, la situación es muy semejante. En este sentido, cada gobierno, tanto liberal como conservador, recurrió a Bermejillo cuando más necesitaba de recursos para hacer frente a las situaciones coyunturales que se le presenta-ba. En el siguiente cuadro se muestran algunos de los préstamos que con-cedió entre 1854 y 1872.

CUADRO 2. CRÉDITOS CONCEDIDOS AL GOBIERNO ENTRE 1854 Y 1872

Año Administración Monto en pesos

Tipo de interés Garantía

1854-1855 Dictadura de Santa Anna 45,000.00 Se

desconoce Se desconoce

1858Gobierno conservador de Félix Zuloaga

64,000.00 Se desconoce

Una casa propiedad de la Iglesia

1872Gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada

65,000.00 1% mensual

Libranzas provenientes de Londres

1872Gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada

20,000.00

2% y plazo de 45 días para cubrir la deuda

Se desconoce

Total 194,000.00

Fuente: Elaboración propia con base en El siglo Diez y Nueve y Bazant, op cit.

35 Sombart, El Burgués, capítulo 4.

Por ejemplo, entre 1854 y 1855 el gobierno de Santa Anna solicitó un préstamo a los principales comerciantes-banqueros de la ciudad de Méxi-co debido a la necesidad de recursos para hacer frente al levantamiento

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de Juan Álvarez. Así, Bermejillo otorgó cuatro libranzas que alcanzaron la suma total de $45,000.00.36 También le prestaron al gobierno: Cayetano Rubio, $62,900.00, Jacker, Torre y Cía., $85,650.00, Gregorio Mier y Terán, $109,000.00, entre otros.37

Durante la guerra de los tres años o guerra de reforma, 1858-1860, exis-tieron dos gobiernos alternos, el de los conservadores ubicados en la ciudad de México y el de los liberales en Veracruz. Cada uno recaudaba fondos a través de préstamos (conservador) o bien de la recaudación de impuestos (liberal).

Una vez que Félix Zuloaga se instaló en la ciudad de México anuló la ley liberal de desamortización de 1856 y negoció con la Iglesia un préstamo. Éste sería por $1,500,000.00 a cambio de devolverle los bienes que le ha-bían sido quitados anteriormente por los liberales. Dicha medida respondió a la necesidad de recursos que tenía el gobierno conservador para hacer frente al gobierno liberal.38 Así, en 1858 Pío Bermejillo compró la hipoteca de una casa que pertenecía al convento de la Concepción, por $64,000.0039

(ver cuadro 2).Sin embargo, esta vez, Bermejillo no hizo un buen negocio, pues las

cosas no salieron a su favor. Cuando el gobierno liberal venció al grupo conservador y Benito Juárez restableció su gobierno en la ciudad de Méxi-co, tomó medidas que afectaron los intereses de Bermejillo. Y es que la ley del 5 de febrero de 1861 reglamentaba que las ventas realizadas por el clero, sin previa autorización del gobierno constitucional, serían anuladas. De esta manera, el empresario perdió tanto el dinero que había invertido en la compra de la hipoteca de una casa, perteneciente a la Iglesia, como la propiedad misma.40

A pesar de que Bermejillo, junto con otros comerciantes-banqueros (Isi-doro de la Torre, Antonio Escandón, Nathaniel Davidson y Barrón-Forbes y compañía), apeló ante el gobierno liberal de Juárez, no pudo resolver

36 El Siglo Diez y Nueve, Distrito Federal, 14 y 18 de noviembre de 1855, pp. 2-3.37 Tenenbaum, México en la época, p. 178.38 Bazant, Los bienes, pp. 156-170.39 Idem.40 La ley tenía el objetivo de consolidar la desamortización de 1856-57, ya que durante la guerra de los tres años, el gobierno conservador había devuelto los bienes desamortizados a la Iglesia. Ibid, pp. 194-214.

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nada. Y no le quedó más que devolver la casa que había adquirido durante la guerra de los tres años.41

Finalmente en 1872 Pío Bermejillo concedió, nuevamente, otro crédito al Estado mexicano. El gobierno interino de Sebastián Lerdo de Tejada solicitó varios préstamos a las principales casas mercantiles de la capital. El motivo se debía a la necesidad de recursos monetarios para hacer frente al levantamiento armado de Porfi rio Díaz, pues, con el Plan de la Noria, Díaz demandaba el sufragio efectivo y la no reelección.

Bermejillo concedió dos préstamos bajo las siguientes condiciones. El primero fue por la cantidad de $65,000.00 y al parecer lo otorgó junto con un señor de apellido Escalante; fue con 1% de interés mensual y debía pa-gárseles con libranzas provenientes de Londres. El segundo, se autorizó por un monto de $20,000.00, con un interés de 2% y un plazo de 45 días para cubrir dicha deuda42 (ver cuadro 2).

Así, durante el periodo de estudio, Bermejillo prestó cerca de $800,000.00 a diferentes particulares (ver cuadro 1). Y en el caso del gobierno le concedió alrededor de $194,000 (ver cuadro 2). Si bien no son todas las operaciones crediticias que realizó, los ejemplos arriba citados nos permiten conocer su modo de operación. Además de que nos señalan que, efectivamente, formó parte del grupo de comerciantes-banqueros de la ciudad de México.

Empresario: incursión en otros negocios

Pío Bermejillo, como muchos otros comerciantes-banqueros de su época, se convirtió en empresario. Durante el periodo de estudio encontramos que invirtió en otros negocios como fueron haciendas, una fábrica y dos compañías de seguros.

Esto lo logró gracias a las ganancias que obtuvo por su labor mercantil y fi nanciera. Esto le generó capital líquido para poder realizar operaciones de compra-venta. Además, le permitió no sólo tener acceso a la información relacionada a aquellos activos que pudieran ser una buena inversión; sino también, a adquirir bienes a través de deuda. Es decir, pudo comprar hipo-tecas, libranzas u otro tipo de documentos de diferentes propiedades.

41 Idem.42 El Siglo Diez y Nueve, Distrito Federal, 18 de octubre de 1872, pp. 1-2.

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Bermejillo invirtió en aquellos negocios que de alguna manera estaban relacionados con su labor de comerciante. En 1853 se interesó en la com-pra de haciendas productoras de azúcar. En el acta notarial, 1 de abril de 1853, se señala que compró a Anacleto Polidura, en representación de su esposa, la señora Josefi na Eguía, las haciendas de San Vicente, Dolores y Chiconcuac, ubicadas en Cuernavaca, hoy estado de Morelos. Las propie-dades constaban de edifi cios, trapiches, muebles, enseres, tierras de riego y temporal, pastos, derechos de aguas, apero y ganado de labranza. Además, la propietaria le cedía el molino o maquinaría que tenía en Veracruz para moler la caña de azúcar.43

El precio de venta fue de 340,359 pesos. De esa cantidad, como primer pago entregó $161,899. Del resto del monto, pagaría $203,460 por concep-to de deudas y gravámenes que tenía la hacienda. Y por último, cubriría la cantidad de $75,000.00 en un plazo de cuatro o cinco años, con una tasa de interés de 6% anual.44

De esta forma Bermejillo se convirtió en uno de los hacendados azu-careros más importantes de la región de Morelos y formó parte de una nueva generación de empresarios agrícolas que buscaron la reactivación del campo. Esto era a través de la implementación de medidas modernas como fueron: disminución de costos por medio de la concentración de la tierra, centralización de los ingenios azucareros, cambios en la forma de produc-ción, control de la mano de obra e introducción de tecnología.45

Otras familias de hacendados, empresarios y comerciantes que desta-caron en ese momento fueron: la de Amor y Escandón, propietarios de la Hacienda de San Gabriel, Icazbalceta, de la Hacienda de San Nicolás e Isidoro de la Torre, dueño de la Hacienda de San Carlos.46

Según la historiografía, en las décadas de los sesenta y setenta, las ha-ciendas azucareras de Pío Bermejillo junto con las de Isidoro de la Torre y la familia Icazbalceta fueron de las más productivas y se insertaron en una fuerte competencia por el mercado contra otros productores azucareros de Puebla, Veracruz y Michoacán.47

43 AHNCM, Ramón de la Cueva, vol. 1017, 01 de abril de 1853, ff. 329-338.44 Idem.45 Falcón, Las rasgaduras, pp. 103-294.46 Pittman, Hacendados, p. 52.47 Pittman, op cit, pp. 75-78.

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Así, Bermejillo ya no sólo era comerciante de azúcar, sino productor de la misma. Infi ero que esta doble actividad fue una buena decisión, ya que tal vez pudo disminuir costos e incrementar sus ganancias.

Otro ejemplo sobre la adquisición de haciendas lo encontramos en 1855. Recordemos que a principios de ese año, la señora Victoria Rul de Pérez Gálvez tenía una deuda con Bermejillo por $200,000. Como se señaló, la deudora no pudo cubrir su compromiso debido a las condiciones econó-micas y políticas en las que se encontraba el país en ese momento, por lo que decidió renegociar con su acreedor el plazo del mismo e hipotecar su hacienda como garantía.

Sin embargo, en esta ocasión, Pío Bermejillo mostró interés por la pro-piedad más que por la recuperación del capital otorgado. En octubre de ese mismo año decidió comprarle su Hacienda de San Jacinto a la señora Rul. Las condiciones de la compra fueron muy favorables para Bermejillo debido a que, prácticamente, pagó una ganga por la propiedad. Y es que la hacienda estaba valuada en $343,052 pesos, pero se rebajó su valor a $228,702 por la existencia de deudas, por la falta de semillas y las condiciones en las que se encontraba la propiedad. Así, sólo pagó $28,702 pesos, pues la señora Rul tenía una deuda con él por $200,000.00.48

Este, también, fue un buen negocio para Bermejillo ya que pudo hacerse de una importante propiedad. Se sabe que la hacienda estaba formada por varios ranchos y que poseía agua a través de un río y una laguna. Además, tenía tierras en arrendamiento, caballerías y ganado.49 Una vez más, la situa-ción de inestabilidad política y caos económico fue un área de oportunidad que supo aprovechar muy bien nuestro sujeto de estudio.

Bermejillo también dirigió sus inversiones al sector industrial, en parti-cular, a la rama textil. En 1864 compró al empresario vasco Tomás Carrera la fábrica La Magdalena Contreras, ubicada a lo largo del río Magdalena, en los pueblos de Contreras, San Jacinto, Puente Sierra y Tizapán, en el valle de México. Su producción principal eran los hilados y tejidos.50

48 AHNCM, Ramón de la Cueva, vol. 1023, 19 de octubre de 1855, ff. 848-85149 Idem.50 Sus orígenes datan desde el siglo XVI cuando se iniciaron las primeras tareas artesanales para la confección de telas. Trujillo, “La fábrica La Magdalena”, pp. 245-248.

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La manera en que adquirió la fábrica nos confi rma su modo de opera-ción, ya que, nuevamente, la obtuvo por debajo de su valor. Al momento de la venta la propiedad estaba valuada en $300,000.00, sin embargo, la compró por $266,000.00 y con muchas facilidades.51

En primer lugar, antes de realizar la compra, ya poseía $41,000.00 en letras de cambio (posiblemente obtenidas a través de su casa comercial) de viejos adeudos en contra de la fábrica. Y, en segundo lugar, los pagos que realizó fueron muy cómodos, ya que, de contado, sólo proporcionó $86,000 y los $139,000.00 restantes los pagó en tres plazos: $46,000.00 el 31 de diciembre de 1864, $27,000.00 en diciembre de 1866 y $46,000.00 en 1867 con 6% de réditos.52

Al igual que en los casos anteriores, estas facilidades se dieron porque sus antiguos propietarios se encontraban arruinados y la fábrica presentaba graves problemas fi nancieros que le impedían seguir trabajando.53 Nueva-mente Bermejillo aprovechó esta oportunidad de inversión y decidió con-vertirse en industrial.54

Otros comerciantes de la época también mostraron el mismo interés por invertir en este sector. Tenemos el caso de Juan Antonio Béistegui, quien tenía negocios en el comercio, la especulación, la minería y la industria tex-til. Era dueño de las fábricas de La Colmena y San Ildefonso.55

Finalmente, durante el periodo de estudio, encontramos que Pío Ber-mejillo se convirtió en uno de los pioneros de la constitución de compañías mexicanas de seguros contra incendios y sobre la vida. El 8 de enero de 1865, junto con Cayetano Rubio, Vicente Escandón, hermano de Manuel Escandón, Germán Landa, R. Rincón Gallardo y Rosendo Prada formaron La Previsora y la Bienhechora. La primera era una compañía de seguros contra incendios y la segunda de seguros de vida.56

En este caso Bermejillo decidió invertir parte de sus ganancias en dos nuevas sociedades. Infi ero que a través de su labor mercantil y fi nanciera

51 Ibid, p. 263.52 Idem.53 Idem.54 González Orea, Redes, pp. 44-46.55 Meyer, “Los Béistegui, especuladores y mineros…”, pp. 108-134. 56 La Sociedad, Distrito Federal, 12 de abril de 1865, p. 4; Maillefert, Directorio del comercio del Imperio Mexicano, p. 298.

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obtuvo la información necesaria para echar a andar este tipo de empresa. Además, con sus relaciones económicas, pudo juntar su capital con el de otros comerciantes-banqueros para poder emprender dicho negocio.

Refl exión fi nal

¿Podemos concluir que Pío Bermejillo desarrolló una labor exitosa en México durante el periodo señalado? Sí, considero que mostró las habi-lidades que Sombart señaló en cuanto al espíritu de empresa. Es decir, el de ser conquistador, organizador y negociador. Defi nitivamente conquistó nuevos mercados en nuestro país. En primer lugar podemos considerar su participación en el mercado de dinero de la ciudad de México. Como lo señala la historiografía y como se demostró a lo largo de este artículo, Ber-mejillo fue uno de los principales banqueros de la capital mexicana. Tanto los particulares como los diferentes gobiernos en turno, recurrían a él para solicitar créditos.

Fue organizador en el sentido que supo administrar su dinero y decidir a quién prestarle y en dónde invertir. Y fue negociador al momento de establecer las condiciones bajo las cuales otorgaba préstamos o realizaba operaciones mercantiles. Esta medida le ofreció importantes ganancias.

Pero Bermejillo también conoció el fracaso. Recordemos que perdió la propiedad que había adquirido, a través de la compra de una hipoteca, de una casa que formaba parte de los bienes de la Iglesia. Durante la guerra de los tres años le apostó al gobierno conservador sin saber que perdería su dinero y el bien inmueble.

Sin embargo, ese trago amargo no lo detuvo pues, siguió con sus ope-raciones mercantiles y fi nancieras en nuestro país. Considero que rompió con el estereotipo del agiotista y fue más allá, convirtiéndose en un verda-dero empresario, al aprovechar las oportunidades que la coyuntura política y económica de cada momento le presentó. Así, se hizo de varias haciendas y de una fábrica. Con esta medida, infi ero que disminuyó sus costos, pues se convirtió en productor de azúcar y textiles, productos que comercializaba a través de su fi rma mercantil Bermejillo y compañía.

Otro elemento que me parece importante rescatar es su iniciativa para la formación de nuevas empresas pues, como vimos, fue uno de los pioneros

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en la constitución de compañías de seguros contra incendios y sobre la vida. En este negocio juntó su capital con el de otros comerciantes-banqueros de la época, como fueron Cayetano Rubio o la familia Escandón.

Finalmente, el estudio sobre la labor económica de Pío Bermejillo e Iba-rra en nuestro país, no está agotado. Este trabajo es sólo una primera aproxi-mación, por lo que sigue abierta la puerta para futuras investigaciones.

Fuentes consultadas

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I. Una manera de escribir la historia: antes del mito

Teatrillos de utileríaDetrás de esos turbios cristales

Hay una sala sombría:Paraísos artifi ciales

Raúl González Tuñón, Eche veinte centavos en la ranura, 1926

Cuenta una vieja historia popular española que, corriendo el reinado de Carlos V, fue detenido en Sevilla un morisco delatado ante la Inquisición. El cargo del que se le acusaba era grave, practicar el islam clandestinamen-te. La condena mínima que se podía esperar eran veinte años de galeras. Llegada la hora del juicio, la prueba que se presentó para sostener el cargo de herejía fue su manta de cuero abandonada en el bosque. Aquella prenda llevaba las marcas requeridas por la justicia de entonces para identifi car a los moriscos: círculos de tela cosidos sobre sus ropas, similares a los que años atrás portaban sus hermanos de desgracia, los judíos. Ante la grave acusa-ción de abandonar la religión única y verdadera para retomar la fe sarracena, cuya prueba había sido abandonada con tal propósito en el bosque, el juez a cargo de impartir la ley dictaminó lo siguiente: que la manta en el bosque sólo indicaba que había sido abandonada, sin que ello probara las razones de por qué se encontraba allí. Asimismo, añadía que si practicar el islam clandestinamente en casa era algo común entre los moriscos, no probaba

FOTOGRAFÍAS DEL ZAPATISMO EN LA PRENSA DE LA CIUDAD DE MÉXICO ENTRE 1910 Y 1915*

Ariel Arnal**

* Con la autorización del autor, se reproducen aquí los primeros dos capítulos del libro, Atila de tinta y plata. Fotografías del zapatismo en la prensa de la ciudad de México entre 1910 y 1915 que será publicado próximamente por el Conaculta-INAH.

** Profesor-investigador, Universidad Autónoma de la Ciudad de México; [email protected]

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que así fuesen absolutamente todos los cristianos nuevos. En defi nitiva, el juez concluía que la manta sólo demostraba el descuido de su dueño, nada más. Por ello, el morisco acusado de herejía sólo fue condenado a pagar una leve multa por no portar sus señas obligadas.

A pesar de que el cuento del moro de Sevilla hace coincidir un par de acontecimientos en realidad diacrónicos para así poder narrar la historia, en el presente estudio sucede algo similar a la moraleja de la leyenda. En un principio, mi intención fue identifi car y analizar la percepción de la pobla-ción de la ciudad de México ante la fotografía publicada del movimiento zapatista. Por un buen tiempo no renuncié a buscar la metodología ade-cuada para lograrlo. ¿Cómo se puede obtener información sobre la percep-ción de un público mayoritariamente analfabeto, mestizo e indígena? Roger Chartier se aproxima a esto en el estudio de la Francia de los siglos XVI al XVIII, pero además de no contemplar –por razones obvias– las diferencias perceptivas entre indio, mestizo y criollo, encontró fuentes fundamentales para su investigación, como el fi chero de una biblioteca o el archivo de un censor, al tiempo que trabaja con algo que deja rastros por doquier, aparen-temente rastros intranscendentes.1 Robert Darnton llevó a cabo algo simi-lar, pero desde una historiografía que le precedía y le permitió identifi car con claridad las diferencias entre las diversas clases sociales que conforman su particular historia de la percepción, a partir de algo en apariencia tan inaprensible como el pensamiento.2

Pero es en la lectura de la obra de Peter Burke donde encontré un punto de partida que me obligó a cambiar de rumbo aun antes de dejar el puerto. Burke defi ne la percepción que sobre sí mismas tenían las élites de Ams-terdam y Venecia en el siglo XVIII.3 A partir de un simple esquema donde el autor compara la manera en que ambos grupos de poder se ven a sí mismos, surge entonces la solución teórica y metodológica del problema planteado en la fotografía mexicana de principios de siglo. El dilema se resolvió modi-

1 Ver sus numerosos trabajos sobre la historia de la lectura, especialmente los ensayos reunidos en El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación, así como El orden de los libros. Lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XVI y XVIII.2 Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, así como The Kiss of Lamourette. Reflection in Cultural History.3 Peter Burke, Amsterdam y Venecia. Estudios sobre las elites, siglo XVIII, pp. 56 y 57. Sirvió como indicio de lo que podía encontrar en Burke su libro Hablar y callar. Funciones sociales del lenguaje a través de la historia.

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fi cando la pregunta. Como la manta del moro de Sevilla, la fotografía sobre zapatismo en la prensa de la ciudad de México no nos habla de la percep-ción que sobre ella tenía la población de la capital. No podemos exigirle al objeto (la fuente, en este caso) que nos hable de lo que no sabe. En cambio, si bien la fotografía publicada por la prensa capitalina no es “la percepción” de la población de la ciudad de México, las imágenes de los diarios y revistas ilustradas nos brindan indicios de cómo veía la prensa –o las élites a quienes representaba– al zapatismo. Además, el discurso que se desprende tanto de la manera en que se forma el diario, como de las propias imágenes que se publican, permite vislumbrar, por una simple operación de espejo, cómo se veían a sí mismas esas élites que hacían pública su opinión a través de los medios de comunicación de que disponían.

Al hablar de “élites de la prensa”, me refi ero a quienes, en diversos momentos y circunstancias, conducían la línea editorial de los medios de comunicación escritos en la ciudad de México. Pero, ¿por qué escoger la prensa ilustrada de la ciudad de México? En primer lugar, recordemos que ésta se distinguió durante el período revolucionario por su conservaduris-mo, lo que produce una visión claramente opuesta a la presunta percepción gráfi ca que los zapatistas tenían de sí mismos. Con esto se evita, en la me-dida de lo posible, el acercamiento cómplice y autocomplaciente que hoy en día rodea al imaginario colectivo sobre el zapatismo. Las razones de esto último –la revalorización y sobrevaloración de la fotografía del zapatismo de principios de siglo– hallan su origen en un largo proceso de negociación simbólica que dura ya noventa años. La paz que se logró a partir de 1920 fue el inicio del traslado de las diferencias políticas a otros niveles que no son los militares. Ello requiere la refundación de los símbolos nacionales y por ende la negociación sobre cuáles son los que han de permanecer, en qué medida y en qué circunstancias.

El lugar conseguido por los símbolos zapatistas en esta refundación na-cional, otorga a la lectura que hoy hacemos de la fotografía del zapatismo de principios del siglo XX un aire de inocencia y honestidad paradigmática. Ese halo al que me refi ero se deposita en las imágenes no como información de punto de partida para la historia gráfi ca, sino como parte fundamental de la iconografía contemporánea sobre el México actual. Intento por ello des-prenderme de los prejuicios que sin duda existen sobre dichas imágenes. La

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historia personal de cada historiador determina la elección de su objeto de estudio y también determina la forma en que a él se aproxima. Por ende, no sólo se torna fundamental contextualizar el momento histórico escogido, sino también el propio, es decir, el lugar desde donde se hacen las pregun-tas. Era preciso entonces alejarme de una forma de percibir las fuentes que me resultaba cercana, familiar y simpática. Por eso mi elección parte de la prensa de la ciudad de México, prensa conservadora y crítica con el zapatis-mo, aun en los tiempos de la Convención.

Por otro lado, en los últimos años hemos sido testigos de la aparición de serios estudios monográfi cos sobre fotógrafos vinculados con el zapatismo, entre los que destaca la obra de Samuel Villela. Allí se encuentra el germen de lo que puede ser el desarrollo de una mirada “zapatista” particular de la Revolución. Sin embargo, esa mirada propiamente zapatista, esa opinión gráfi ca suriana no alcanza a cruzar las fronteras del territorio zapatista, y mucho menos tener una amplia difusión nacional. Es por eso que evaluar la producción fotográfi ca (el “acto fotográfi co”) con su publicación o no en la prensa resulta fundamental.

Al respecto se puede decir que durante la segunda década del siglo XX la prensa fundamental para el estudio tradicional de la Revolución mexicana es eminentemente escrita, acompañada, a modo de ilustración de algunas fotografías. Las imágenes publicadas en diarios como El Imparcial, El País, El Diario del Hogar, etc., corresponden a fotografías con escasa información gráfi ca. Además, por la premura de su publicación, y debido a los compro-misos de la misma, estas imágenes corresponden a actos formales de Esta-do o, en el mejor de los casos, a la vida social de la aristocracia capitalina. En ambos tipos de fotografía –la de acontecimientos de gobierno o la de “sociedad”– la composición es clásica, acartonada y no hace más que repe-tir gráfi camente lo que la nota escrita ya ha dicho.

En cambio, en los semanarios ilustrados, debido a su propia vocación y dinámica informativa, suelen aparecer importantes reportajes gráfi cos de actualidad política. El fotógrafo que vende su trabajo a la prensa semanal suele tener tiempo para preparar reportajes que a veces le toman dos o tres días. En un diario, ese tiempo invertido implica perder al menos dos o tres días de salario, lujo que un fotógrafo de prensa de principios de siglo no se puede permitir. Por otro lado, el propio formato de las revistas ilustradas,

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como su nombre lo indica, privilegian la imagen sobre la nota periodística, dejando el espacio del texto para artículos de opinión o de fondo. De esta manera, encontramos en los semanarios ilustrados una buena fuente de información gráfi ca, mucho más rica que la de los diarios.

De la elección de los semanarios ilustrados se deriva también, en parte, la elección del período estudiado: 1910 a 1915. En primer lugar, el proble-ma de las fuentes salta a la vista a la hora de acercarse a la hemeroteca. Si bien los semanarios no suelen estar completos (se encuentra especialmente escaso el año de 1914), éstos presentan un orden y cantidad considerable respecto al período que sigue al gobierno convencionista. Sucede que las revistas y semanarios que desde el porfi riato se publicaban regularmente, a partir del año en que la crisis económica golpea de manera especialmente dura a la ciudad de México (1914), buena parte de estos semanarios dejan de publicarse defi nitivamente. Sólo Revista de Revistas seguirá imprimiéndose, y de manera muy irregular. La prensa seguido durante estos primeros cinco años del período revolucionario, es sustituida entonces por una pléyade de periódicos que se publican penosa e irregularmente. Ello difi culta un segui-miento constante que permita obtener un mínimo de conclusiones genera-les para el período posterior a 1915.

Por otro lado, estos años coinciden con los mejores tiempos del movi-miento zapatista, y por ello la prensa capitalina lo considera siempre como una noticia. A pesar de que el frente del norte, el levantamiento de Orozco, o la invasión de Félix Díaz, ocupen en algunos momentos la primera plana, el zapatismo aparece constantemente, en mayor o menor medida. Cuando el constitucionalismo se instala defi nitivamente en la ciudad de México, la noticia la constituyen acontecimientos militares en el norte, así como las reformas que el nuevo gobierno procura implementar. El zapatismo es des-plazado al papel de nota roja, sin ninguna infl uencia en las decisiones del gobierno.

Lejos de realizar una nueva biografía del movimiento zapatista o del propio Emiliano Zapata, el presente estudio busca defi nir cuáles son los elementos que conforman la imagen gráfi ca del zapatismo en los diarios de la ciudad de México, así como examinar de qué manera estos elementos son utilizados por dicha prensa. De este modo se pretende analizar, a partir de la deconstrucción de sus partes, lo que he denominado el “tipo fotográfi co

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zapatista” en la prensa capitalina. ¿Cuál ha sido entonces el punto de partida para identifi car esos componentes gráfi cos? En primer lugar, es importante destacar que dichos elementos se refi eren más a conceptos que a términos básicos desde el punto de vista lingüístico. Estos conceptos son por defi -nición complejos (un “concepto” expresa una relación de “términos”) Por ello, cada uno es analizado por separado. Asimismo, es necesario señalar que si bien cada elemento es trabajado como concepto, éste se expresa gráfi camente en la fotografía. De otro modo la fotografía no habría cons-tituido el medio de aproximación al tema y el “tipo fotográfi co zapatista” no existiría.

Ahora bien, por cuestiones metodológicas cada uno de los conceptos –que en suma forman el “tipo fotográfi co zapatista”– es trabajado indivi-dualmente. Sin embargo, resulta fundamental precisar que eso no signifi ca que la lectura fi nal de una imagen no deba hacerse de manera integral. Con ello quiero decir que el “descuartizamiento” de los elementos que confor-man el modelo gráfi co del zapatismo es tan sólo una herramienta de aproxi-mación al sujeto de estudio. Para comprender en su totalidad qué es el “tipo fotográfi co zapatista” es necesario retornar a una lectura completa de la imagen, donde se relacionen sus partes en distintos niveles jerarqui-zados verticalmente, pero también en mutua determinación paralela. La fotografía, como cualquier discurso, ha de entenderse desde el conjunto. La fragmentación –seductora metodología del XXI– sólo ha de servirnos como vehículo de aproximación, nunca como fi n. Es por eso que a veces el análisis de la fotografía sobre el zapatismo, puede resultar en principio reductor del discurso y aun con aire de fuerte determinismo. Sin embargo, es necesario volver a la recomposición de los elementos analizados para llevar a cabo una lectura idónea de la fotografía del zapatismo en la prensa de la ciudad de México.

En suma, es necesario advertir que del mismo modo en que este traba-jo no pretende constituirse en una biografía del zapatismo o de su caudi-llo, tampoco será un recuento de la Revolución desde el campo zapatista. Así como John Womack y Samuel Brunk se han acercado al tema desde la biografía de Emiliano Zapata, también desde sus orígenes como movi-miento social, o desde su desarrollo como movimiento armado, existen ya excelentes análisis; me refi ero al estudio de Jesús Sotelo Inclán y a la cró-

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nica de Gildardo Magaña respectivamente. Por ello no se ha recurrido a la crónica-resumen de la Revolución mexicana ni del movimiento zapatista.4 El estudio de la imagen zapatista en este trabajo pretende ser dinámico en lo que al análisis de conceptos se refi ere, pero no así en lo que al recuento cronológico respecta. De ese modo no se encontrará aquí una crónica de la imagen zapatista entre los años 1910 y 1915.

Por otro lado, los términos que servirán para acercarse a una cosmo-visión de la mesa de redacción de los distintos diarios capitalinos, serán tratados desde dos perspectivas opuestas. Así, a una serie de términos y con-ceptos desvalorizadores del zapatismo, se opone otro tipo de términos que en la época están cargados de elementos positivos. Revolucionario, justicia, progreso, son conceptos que funcionan en un doble sentido: en primer lugar resultan ser adjetivos califi cativos positivos; pero además, son también el parámetro que permite construir objetividad y veracidad.5 Es por ello, por el papel de concepto-oposición que juegan frente a los adjetivos “descalifi cati-vos” asignados al zapatismo, que será necesario analizarlos e identifi carlos. Pero el trabajo de análisis e identifi cación no se dirigirá a la noticia escrita, sino a la imagen del diario. Es difícil encontrar en el diario imágenes opues-tas de manera evidente en un mismo reportaje; sin embargo, es plausible hacerlo a partir la diagramación del impreso. En la formación de la plana es donde se puede encontrar esa oposición de conceptos en voz de la imagen. Es precisamente hacia allí a donde se dirigirá el estudio de los términos y conceptos positivos.

Se analizarán estos términos a partir de lo que ya se ha escrito, es decir, la bibliografía existente sobre el movimiento zapatista servirá de punto de partida en dos sentidos. En primer lugar, se identifi cará cómo utilizan esos mismos términos quienes ya han escrito sobre el tema. En segundo lugar,

4 Esta manera de acercarse al sujeto de estudio no presenta, por otra parte, novedad alguna. Sirva de ejemplo el excelente trabajo de Le Roy Ladurie, El carnaval de Romans. De la Candelaria al miércoles de Ceniza. 1579-1580; publicado por primera vez en París por Gallimard, en 1979. A lo largo de su extenso análisis de los sucesos que culminaron en la matanza del carnaval en la villa francesa de Romans, el autor nunca “describe” qué sucede exactamente en el carnaval, y de qué manera se lleva a cabo la matanza. Por otro lado, respecto a la historia gráfica, este tipo de narración es común en la cinematografía, especialmente en el género policiaco.5 La objetividad para las corrientes historiográficas que beben de la Escuela de Frankfurt se construye desde la definición y contextualización espacial y temporal de adjetivos y oraciones. Una vez definido el marco de estudio a partir de los adjetivos escogidos, se puede construir una veracidad (como narración coherente), que no necesariamente ha de ser verdadera.

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examinando su marco teórico, se podrá descubrir cuál es la carga ideoló-gica o moral depositada por los autores en cada trabajo y desde dónde se posicionan frente al acontecimiento histórico: el movimiento zapatista y su vinculación con la Revolución mexicana. De este modo, se tomará lo que resulte pertinente para el tipo de análisis que se pretende llevar a cabo. Esto me permitirá entonces construir no sólo un punto de partida propio, sino también fi jar los límites en el análisis de la imagen gráfi ca.

II. La fotografía de prensa durante el porfi riato y la revolución

A fi nales del siglo XIX, la fotografía en México salió del estudio a la ca-lle para de este modo abrir paso a lo que posteriormente se denominaría fotografía documental. El desarrollo de la técnica fotográfi ca permite al fotógrafo moverse con más facilidad en el exterior del estudio. La aparición de placas de película sensible seca –ya sea en cristal o en soporte de nitro-celulosa fl exible– arrincona defi nitivamente al complicado dispositivo que exigía realizar la toma fotográfi ca con la película sensible aún húmeda.6 Al mismo tiempo, el cambio en el traslado de la copia directa desde el negativo al papel (es decir, sin ampliación óptica), por el del trabajo a partir de la caja de luz de la ampliadora, permitió reducir el tamaño del negativo, y por tanto de la máquina fotográfi ca. Ambas cosas –la utilización de negativo seco y la reducción considerable del tamaño de la cámara–, otorgan más libertad al fotógrafo para realizar su trabajo. La primera consecuencia es salir a la calle a buscar, in situ, los temas que se captan en el estudio delante de un tinglado que reproduce de modo convencional (que no convincentemente) cualquier paisaje o situación.

Desde el siglo XVIII, el desarrollo litográfi co de los “tipos sociales” en Europa corresponde a la necesidad de identifi car, catalogar, ordenar y je-rarquizar a los distintos grupos que conforman la sociedad. Esta necesidad es la consecuencia natural del espíritu ilustrado, donde el reconocimiento de la individualidad pasa por su correspondencia en el “catálogo general” de individualidades que signifi ca la colección de tipos sociales. Para el caso

6 Mary L. Ritzenthaler, et al., Archives and Manuscripts: Administration of Photographic Collections, p. 18.

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mexicano, a fi nales del siglo XVIII y a todo lo largo del siglo XIX, se plas-man en imágenes (acuarelas, litografías y aun óleos) los denominados “tipos populares mexicanos”. Es interesante advertir que el desarrollo de estos “tipos populares” se debe principalmente a la intervención de artistas via-jeros europeos. Linati, Rugendas, Waldeck, Nebel, Hegi entre otros son los pioneros en este sentido.

En Voyage pittoresque et arqueologique dans la province d’Yucatan, AGN.

F. Waldeck, Mayordomo, 1838,

Lo que tradicionalmente se denominó el descubrimiento de la riqueza po-pular mexicana por los extranjeros, no es más que lo que Xavier Moyssén denomina “el descubrimiento de la realidad mexicana”.7 A ello, añado que no es cualquier realidad mexicana, sino esencialmente la re-construcción visual y conceptual de una identidad –la de las élites–, a partir de una mar-cada diferencia de clase “visualmente reconocible”. Esto signifi ca que la aristocracia mexicana del siglo XIX construye su identidad nacional a partir, entre otras cosas, de la omisión.8 Con ello quiero decir que catalogar a la sociedad hasta en sus más pequeños elementos (en cantidad, pero también en calidad) defi ne al mismo tiempo lo que no es la aristocracia, esa clase

7 Xavier Moyssén, La pintura del México independiente en sus museos.8 Francisco-Xavier Guerra, México: del Antiguo Régimen a a la Revolución I, pp. 329-334.

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dirigente que se debate en su defi nición como nación. Es lo que Guy Le Gaufey denomina, a partir de un texto de Diderot sobre el teatro, “el espejo de dos caras”:

Un mundo nuevo está naciendo y Diderot quiere apresurar el advenimiento de la “tragedia doméstica burguesa”. Sus personajes serán entonces “el hombre de letras, el fi lósofo, el ciudadano, el magistrado, el fi nancista, el gran señor, el intendente, el padre de familia, el esposo, la hermana, los hermanos, etc.”. En resumen: se trata de producir un refl ejo de la sociedad en lo que ella tiene de más actual, privilegiando ahí el cuadro.9

Para a continuación comparar el acto teatral con la puesta en escena en el plano gráfi co –óleo para la época–, citando el propio texto de Diderot al respecto: “[... ] el dramaturgo moderno preferirá sin dudar el cuadro, que es “una disposición de sus personajes en la escena tan natural y tan verdadera que, reproducida fi elmente por un pintor [... ] gustaría en la tela”10

La fotografía, fi el heredera de la litografía del siglo XVIII y XIX y pocas veces innovadora, procura reproducir en el estudio los tipos sociales antes aludidos. Por eso, cuando la técnica le permite salir a la calle, el fotógrafo busca los modelos sociales en su contexto. Reproduce así a cada uno de los miembros más representativos de la escala social, pero siempre respetando la convención iconográfi ca defi nida desde las élites. Esa convención visual no sólo defi ne más allá de la mera plasmación gráfi ca lo que debe ser cada uno de los individuos retratados, sino que expresa de manera explícita los límites sociales de cada uno de ellos.

Pero el largo período de ensayo del retrato de estudio no desaparece del todo. Es más, se diversifi ca y perfecciona a partir de la experiencia de la calle, al tiempo que coexiste con la fotografía documental de los “tipos fotográfi cos” en el exterior del estudio.11 En México, durante la segunda mitad del siglo XIX, un ejemplo importante de ello lo constituyen los so-

9 Guy Le Gaufey, El lazo especular. Un estudio transversal de la unidad imaginaria, p. 210.10 Diderot, Paradoxe sur le comédien, citado en Le Gaufey, op.cit., p. 211.11 Deborah Dorotinsky ha estudiado en profundidad este tema, dedicándose particularmente –aunque no exclusivamente–, a la fotografía antropológica de la segunda mitad del siglo XX. Para el presente estudio, han sido iluminadoras dos obras suyas, a saber, “Los tipos sociales desde la austeridad del estudio”, en Alquimia, núm. 7:21, mayo-agosto de 2004, así como el

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cios Cruces y Campa.12 Sin embargo, si bien en la fotografía de los tipos sociales el fotógrafo suele dominar paulatinamente el dispositivo que rodea al modelo, no siempre sucede así. El retrato de políticos o familias acomo-dadas continúa siendo un dispositivo controlado en buena medida por el sujeto fotografi ado, al tiempo que busca resaltar todo lo que es negado en la fotografía de tipos sociales; la individualidad y univocidad del personaje plasmado en el papel sensible.

La conjunción de ambas formas de retratar la sociedad –los tipos foto-gráfi cos y el retrato de alta sociedad– introducirá los primeros años del aún muy experimental fotoperiodismo. Es aquí donde las características técni-cas y compositivas experimentadas por la fotografía documental permitirán acercarse a cierto tipo de eventos públicos de la alta sociedad. Es, entonces, en el fotoperiodismo de fi nales del siglo XIX donde se conjuga lo público y lo privado. Los actos privados de la alta sociedad –bodas, inauguración de actos ofi ciales, la moda, la benefi cencia y cierto tipo de diversiones–se tornan públicos en manos de la fotografía documental y de su publicación en los diarios.

El tipo fotográfi co

Como consecuencia del romanticismo de fi nales del siglo XVIII y hasta la segunda mitad del siglo XIX, tanto en Europa como en América, las élites gobernantes buscan formar la identidad nacional a partir de la recuperación de la supuesta autenticidad de las características de los pueblos.13 En la literatura, la pintura, el grabado y posteriormente en la fotografía, se busca acuñar, a modo de coleccionismo de características populares, la identidad común a una nación.

La recuperación o formación de esa manera de ser y parecer, común a todos los habitantes de la nación, se realiza por medio de una catalogación

manuscrito “El corazón de las tinieblas en la Selva Lacandona”, proyecto de investigación en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.12 Patricia Massé, Simulacro y elegancia en tarjetas de visita. Fotografía de Cruces y Campa.13 E. P. Thompson, Costumbres en común, capítulos primero y segundo en particular: “Costumbre y cultura”, así como “Patricios y plebeyos”. El surgimiento del folklorismo se debe, según Thompson, a la disociación de la cultura común a una nación o pueblo entre clases altas y populares; “patricios y plebeyos”.

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exhaustiva de las unidades fundamentales que posteriormente, por medio de la suma, formarán el conjunto denominado nación. El método para ello se aplica en dos sentidos. En primer lugar, se recolectan en el campo, en la ciudad, en los barrios bajos y en los espacios públicos, las imágenes repre-sentativas de los segmentos sociales –a modo de estamentos– que confor-man el variado conjunto nacional. Pero esa variedad tiene un límite; la sín-tesis de los caracteres nacionales obliga a la exclusión de la individualidad. La taxonomía social en ofi cios (entendiendo como tal la forma de ganarse la vida) conduce necesariamente a la exclusión de las características particu-lares de cada individuo –su personalidad– y obliga a llenar el espacio dejado por esa exclusión con atributos generales y siempre iguales que permitan la identifi cación del ofi cio. En segundo lugar, y en sentido inverso a la reco-lección de los tipos nacionales, se utilizará dicha catalogación a modo de ejemplo social. Es en ese vasto inventario social donde deben reconocerse los individuos, cercanos de alguna manera a algún ofi cio. Alejarse de ellos implica alejarse de los valores nacionales y por tanto de la conformación de la identidad nacional. Por ello, el fi n de la amplia catalogación social no es meramente acumulativo, sino esencialmente ejemplifi cante.

Se asume entonces que la nación está formada por la variedad de sus ofi cios y la particularidad de sus elementos identifi catorios. La forma de ganarse la vida (aun de la vagancia, el “lépero” para el siglo XIX mexicano) es la medida de todas las cosas. El trabajo y el esfuerzo, aun de los más humildes, es la base que permitirá el progreso de la nación. Es por ese me-dio –el trabajo– que se conforman los caracteres generadores de cualquier nación. Los pueblos ociosos carecen de identidad nacional, precisamente por su desapego al motor del progreso y la civilización. Sólo el camino recto hacia la civilización permite el desarrollo y consecución de una identidad nacional.

Si la suma de ofi cios conforma la identidad nacional, se precisa entonces documentar, archivar y clasifi car las distintas formas de ganarse la vida. El coleccionismo de “los caracteres nacionales” y su consecuente taxonomía conducirán a la vasta producción de obras de todo tipo. La literatura apor-tará un cuerpo importante de cómo es y cómo debe ser el ciudadano según sus particulares características de origen, pero también, en qué forma se constituye un miembro más de la nación. No sólo la novela, sino también el

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cuento, serán parte decisiva de la defi nición bien estructurada de la sociedad nacional.

A medida que el siglo XIX se acerca al XX, el concepto de tipo fotográfi co va sufriendo una evolución hacia una defi nición más compleja. Si el catálo-go original pretendía ser ejemplar a partir de retratar las virtudes nacionales, en la tercera mitad del siglo XIX se añade, a manera de símbolos duales, el contrario de esas virtudes. Entran entonces en juego los retratos sociales del bandido, el “lépero” (de forma más desarrollada que cuando constituía la excepción a los ofi cios a principios del siglo pasado), el borracho, etc. Para la fotografía en México, se añade también algo que los ilustradores extranjeros ya habían tomado en cuenta durante todo el siglo pasado: las diversas etnias indígenas de la república.

Para la exposición iberoamericana realizada en Madrid en 1892, se cla-sifi caron por primera vez las diversas etnias de la República Mexicana y las del territorio estadounidense fronterizo con México.14 Fue la primera vez en la fotografía mexicana sobre indígenas en que se particularizó su pertenencia étnica, más que su ofi cio. Si bien de alguna manera el indígena o mestizo ya había sido incluido en la taxonomía nacional de los tipos fo-tográfi cos, esta inclusión se había llevado a cabo a partir de los ofi cios que realizaba (generalmente en la ciudad de México), y no de su procedencia cultural. El cambio en la percepción del indígena por parte de los fotógra-fos no ampliaba las características del tipo fotográfi co, sólo cambiaba el objetivo de enfoque. Asumir ahora al sujeto fotografi ado como indígena y no –por ejemplo– como aguador indígena, respondía a la misma estructura antigua del concepto de tipo fotográfi co. La síntesis necesaria que conlleva el concepto de tipo fotográfi co no variaba aquí en lo absoluto. La personali-dad del sujeto fotografi ado que había sido sintetizada en su momento como ejemplar de un ofi cio, cambiaba ahora su vestido para convertirse, a modo de disfraz de carnaval, en otro personaje, igualmente sintetizado.

Sin embargo, la importancia de añadir el tipo “indígena” reside en la suma cuantitativa de tipos, no en el cambio del concepto. Si el ofi cio es por

14 Luis Gerardo Morales, Orígenes de la museología mexicana. Fuentes para el estudio histórico del Museo Nacional, 1780 - 1740, p. 158.

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su propia naturaleza una característica que se aprende, y por lo tanto se “hace”, la característica de indígena es algo con lo que se nace, uno no se “hace” in-dio, sino que “es” indio. Pero a pesar que desde fi nales del siglo XX esta diferencia sea socialmente clara, recordemos que para el antiguo régimen el ofi cio se hereda, no sólo desde el punto de vista estrictamente utilitario (aprender a utilizar correctamente las herramientas), sino que la inmovilidad social marca conceptualmente al individuo, es decir, se nace con el ofi cio del padre. Es por eso que la transposición del ofi cio a la etnia resulta fácil, sin mudanza de lo que signifi ca el concepto de tipo social. Para el caso que nos ocupa, el movimiento zapatista, la inclusión de este tipo fotográfi co en el catálogo formativo de la identidad nacional resultará defi nitivo.

El certifi cado de individualidad

Al momento de nacer la fotografía, la gente reconoce que la imagen que aparece en el papel sensible es un retazo de la realidad. De aquí se despren-den varios asuntos: la fotografía como testigo de la realidad –y por tanto prueba de la verdad–, y como un espejo de esa realidad. No es lo mismo un trozo de realidad que el espejo de la misma. Veamos en primer lugar, la fotografía como prueba tangible de lo que ha sucedido. Para asumir que

Cruces y Campa, c. 1870, Fondo Cruces y Campa, FINAH 453788.

Carbonero indígena

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la fotografía es testigo y prueba de la realidad primero es necesario admitir que ésta es cognoscible y además que ese conocimiento es objetivo en el sentido positivista del término, es decir, existe sólo una, y nada más que una realidad. En segundo lugar, la fotografía entendida como un espejo, es decir, ese abogado de la realidad, en virtud del cual se obtiene un certifi cado de veracidad. El certifi cado no es el testigo, sino la convención y acuerdo sobre la testifi cación. Pero, como ya se ha adelantado, la utilización de la imagen positiva del papel sensible puede obrar en dos sentidos aparente-mente inversos. Es precisamente a partir de este certifi cado de autenticidad que expide la imagen fotográfi ca que la fotografía se constituirá en elemen-to importante de diferenciación social. Así como la fotografía homogeneiza sectores de la población por medio de los tipos fotográfi cos, también re-salta la individualidad de ciertos personajes de la sociedad. La alta sociedad porfi riana recurrió a la fotografía para retratar no ya su pertenencia a algún tipo fotográfi co (la homogeneización es entonces exclusividad de las clases populares), sino para exclamar que son individuos excepcionales.

El valor testimonial de la imagen fotográfi ca permitía algo sumamente importante para establecer la diferencia: dar cuenta de quién y cómo era el individuo. La individualización por encima de la masa era ya posible gracias a la fotografía. Si bien la imagen que aparecía en el papel no era la persona, ésta podía recurrir a aquélla para afi rmarse en su identidad. Saber quién y en qué circunstancias se era, resultaba imprescindible en una sociedad que tendía a la generalización de la norma de comportamiento (por tanto, de la identidad) pero que a la vez requería la interiorización individualizada de di-cha norma. El “presentarse” por medio de una imagen no sólo era un grito de imposición de jerarquías, sino que desplazaba la identidad del individuo a un trozo de papel sensibilizado. La opinión y la personalidad no resultan ya “objetivas”, es necesario afi rmarse socialmente por medio de este certifi -cado de persona respetable que representaba la imagen fotográfi ca. Era en-tonces por medio del dominio de los elementos del dispositivo fotográfi co, del modo de producción de la fotografía, que los poderosos del porfi riato obtenían lo que deseaban. Fueron ellos los que dictaron los cánones de pose, conducta y ambientación en el retrato fotográfi co.

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El porfi riato y el fotoperiodismo

La fotografía publicada en revistas y periódicos durante el porfi riato, desde la perspectiva del fotógrafo, se divide básicamente en dos: los fotógrafos de estudio que por alguna razón venden copia de sus fotografías al diario, y los fotógrafos a sueldo de los propios diarios. Los primeros gozan de un reconocimiento social que casi los iguala con los retratistas del pincel.15 El archivo de negativos que este grupo de fotógrafos poseía, en virtud de su trabajo especializado en retratar a las clases altas, les permitía obtener ingre-sos extra ante la necesidad de los diarios de publicar imágenes de algún indi-viduo importante o de su familia. El crédito en el diario de estos fotógrafos estaba asegurado, ya que de no hacerlo, se corría el riesgo de perder una rica fuente de imágenes, como eran los archivos de los prestigiosos estudios de la calle entonces llamada de Plateros.16

Cruces y Campa, c. 1868, Fondo Cruces y Campa, FINAH 453710.

José Rincón Gallardo y Pedro Valle

15 La pugna entre retratistas de pincel y retratistas “mecánicos” no terminará sino hasta el primer tercio del siglo XX. Si bien la reputación de los fotógrafos de estudio era alta y éstos trataban permanentemente de igualarse a los pintores, buena parte de la sociedad (incluyendo, desde luego, a los estudiantes y profesores de la Academia de San Carlos) los consideraba sólo como técnicos especializados.16 Hoy Madero. Al respecto, se puede consultar el directorio que publica Rodríguez, “Plateros, la calle de la fotografía”, en Luna Córnea, núm. 8, 1995.

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En cambio, los fotógrafos que laboraban bajo sueldo para el diario re-cibían una paga y trato similar al de los tipógrafos.17 El crédito no existía salvo en muy contadas ocasiones y las limitaciones en la profesión eran múltiples. El material solía pertenecer al diario (placas, cámara, laboratorio), así como los negativos expuestos eran también propiedad del diario. Ambas cosas limitaban considerablemente el número de negativos que se podían exponer en una orden en concreto, por lo tanto, la experimentación foto-gráfi ca prácticamente no existía.18 La limitante en el material consistía en no exponer más de dos o tres placas por orden. Esto obligaba al fotógrafo a obtener imágenes que sin duda alguna serían publicadas, es decir, imágenes convencionales que estuvieran acorde con la política editorial. La conse-cuencia directa era un estilo acartonado y absolutamente neutro cuando se retrataba a personajes relevantes políticamente hablando.

Sin embargo, los fotoperiodistas de entonces gozaban de una ventaja que el fotógrafo de estudio no tenía: la posibilidad de fotografi ar temas distintos al retrato de estudio, al paisaje meditado o a los tipos fotográ-fi cos construidos. El mundo temático de los fotoperiodistas se extendía, paradójicamente, como una frase negativa: todo lo que no sea el estudio y el paisaje. La construcción del ferrocarril, el canal del desagüe de la ciudad de México, las fi estas de la alta sociedad, las manifestaciones religiosas, los mercados, la vida diaria. Todo ello estaba considerado por los fotógrafos de estudio tema de segunda calidad frente al retrato de políticos, industria-les y sus allegados. La “gente de sociedad” y los “tipos populares” respon-dían a una jerarquía del mismo modo que sus autores gráfi cos.19

De cualquier manera, la fotografía que fi nalmente era publicada en los diarios de la capital respondía a una visión optimista de la sociedad. La construcción del progreso de la nación y sus resultados inmediatos eran fotografi ados para documentar el crecimiento nacional. El espejo era preci-samente esa documentación; la intención era provocar la exclamación: “¡así somos!”. A la interpretación editorial de lo que era el progreso nacional, le

17 Se pagaba entonces por fotografía publicada.18 La “orden” es el objetivo a cubrir, es decir, la noticia. El promedio de órdenes cubiertas por un fotógrafo, era entonces (y sigue siendo) de cinco a ocho órdenes por día.19 Flora Lara Klarh, Jefes, héroes y caudillos, p. 101. Edición de una selección de fotografías del Fondo Casasola de la Fototeca del INAH, con texto de Lara Klarh.

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acompañaba el responsable de ello, la alta sociedad latifundista e industrial. Este tipo de fotografía que actualmente se considera “fotografía de socia-les”, era entonces lo que de alguna forma constituía la fotografía política. Si las imágenes de políticos inaugurando instituciones de salud mental, pro-yectos de ingeniería, así como fi estas patrióticas pueden actualmente ser consideradas como fotografía política; también puede serlo la vida privada de esos mismos políticos, hecha pública por intermediación del diario. Re-sultaba sumamente importante aparecer en la plana del diario al costado del Presidente de la República en la kermés del fi n de semana, y no al fi nal de una larga cola de besamanos. Para entonces, la imagen pública de aconteci-mientos privados era ya cuidada en virtud precisamente de su valor como mensaje político.

Como ya se ha dicho, en los años de auge del porfi riato, la fotografía política se produjo directamente desde el fotoperiodismo y jugó un papel fundamentalmente legitimador del poder frente a sus gobernados. Si bien la fotografía de Benito Juárez se distribuyó en cantidades inusitadas, sin duda fue con Porfi rio Díaz cuando la imagen fotográfi ca del hombre polí-tico pasó a formar parte –de manera totalmente consciente– del discurso político propagandístico del nuevo siglo.20 Fue aquí, en Porfi rio Díaz como

Agustín Víctor Casasola, Bosque de Chapultepec, c. 1910, Fondo Casasola, FINAH 19923.

José Yves Limantour visita las obras del Lago

20 La fotografía de Benito Juárez en la presidencia en formato “carta de visita”, llega a las veinte mil copias, según apunta Mraz, “Retrato de poder”, en Enfoque, pp. 10-14. A pesar de que el poseer la imagen de Juárez constituye de suyo una consciente definición política de su

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personaje, donde se conjugaron las virtudes técnicas del fotoperiodismo documental con la expresividad artística (según la época) de los fotógrafos de estudio. El tipo fotográfi co se unió al retrato íntimo para añadir un tipo fotográfi co único y superior, el tipo fotográfi co del propio Presidente de la República. En efecto, a partir de entonces, y hasta la subida de Francisco I. Madero al poder, la norma y las características fotográfi cas de cómo debía ser el primer mandatario, permanecieron en el gabinete virtual como el consejero de imagen ante la prensa capitalina.21

Tanto en la fotografía de la burguesía porfi riana y de los posteriores gobiernos del período revolucionario, como en la fotografía del pueblo, los personajes que allí aparecen toman su valor como individuos en función de lo que les rodea; y lo que les rodea no es sólo el lugar físico en que aparen-temente fue tomada la fotografía, sino la noticia en que la imagen se inserta: la diagramación editorial y desde luego el lugar social, económico y políti-co que la política editorial le otorga. La técnica editorial (desarrollada hoy en día de manera soberbia) de una publicación regular permite redefi nir y tergiversar cualquier tipo de información. La fotografía no está de ninguna manera libre de esto.

El desarrollo económico e industrial en México y en el mundo exigía ya su propaganda y su vocero visual; hasta donde conocemos, serían esencial-mente la empresa de los hermanos Agustín Víctor y Miguel Casasola, así como la fotografía por encargo de Guillermo Kahlo. Sobre la fotografía de Kahlo sólo se conserva lo que fue especialmente pagado por el gobierno como parte de la documentación del patrimonio industrial y arquitectónico nacional. Se desconoce lo que pudo haber constituido su personal estilo en otras áreas, ya que buena parte del archivo personal fue destruido. Por ello, desconocemos si su posición frente al régimen ofi cial fue de conformidad o cuestionadora.

El caso de los fotógrafos Casasola es bien distinto, además de represen-tativo de lo que era entonces un fotógrafo de prensa de vanguardia. El mé-

dueño, formalmente no deja de ser un retrato que en nada se diferencia de cualquier otro en la burguesía nacional. La tan vendida “carta de visita” con la efigie de Juárez, no constituye aún un modelo de tipo fotográfico presidencial.21 Francisco León de la Barra continuaría sin modificar el tipo fotográfico “del presidente” asentado por Porfirio Díaz, mientras que Francisco I. Madero sólo lo retocaría parcialmente.

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rito más importante de los hermanos Casasola es haber fundado en México en 1912 la primera agencia gráfi ca de prensa con características modernas de comercialización. La compraventa de imágenes era su principal fi nalidad. De ella surgirían las siguientes características: adquisición de negativos a fo-tógrafos ajenos a la agencia y estructuración de un archivo de cara a la venta de imágenes para la prensa nacional y extranjera. El primer caso se consti-tuía en algo bastante similar al plagio o el robo de los derechos de autor, ya que en no pocos negativos del archivo el nombre original del autor aparece borrado y sobrepuesto el de los Casasola. Hasta la fecha se han identifi cado (no todos con nombre propio) más de cuatrocientos ochenta fotógrafos ajenos a la agencia, o por lo menos al apellido Casasola.22 Es por esta razón que la mayor parte del material con imágenes del zapatismo se encuentran actualmente en el Fondo Casasola. Hugo Brehme es, junto con algunas imá-genes de Francisco-Xavier Guerra, quienes se dedican a seguir al ejército zapatista, sin embargo, estas imágenes aparecen catalogadas en el Fondo Casasola. Sólo para el caso de Xochimilco, la entrevista entre Madero y Emiliano Zapata en Cuernavaca, así como el gobierno convencionalista en la ciudad de México; la autoría corresponde, efectivamente a los hermanos Casasola, pero también a Abraham Lupercio, Garduño y Melhado entre los

Autor sin identificar, García A2, Barcelona, Unión Naval de Levante-Talleres Nuevo Vulcano, 1925, col. particular.

Submarinos: Montoriol A1 y C

22 Ignacio Gutiérrez Ruvalcaba, “A Fresh Look at the Casasola Archive”, en History of Photography, núm. 20:3, otoño de 1996, pp. 191-195.

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más importantes. La gran mayoría de las imágenes publicadas entonces bajo nombres ajenos a la agencia, se encuentran ahora en el Fondo Casasola de la Fototeca del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Pero, ¿cuál era la posición de los hermanos Casasola ante los aconteci-mientos políticos de principio de siglo? Desde que el colectivo se creó al fi nal del porfi riato (en 1905, todavía sin el sello comercial de “agencia”), se dedicó a documentar la línea de progreso y modernidad que el régimen preco-

Agustín Víctor Casasola, Hipódromo de Peralvillo, c. 1904, Fondo Casasola, FINAH 35383

Porfirio Díaz con la esposa del embajador alemán

nizaba. En todo momento la prioridad de los hermanos Casasola fue “estar bien con el régimen”, cualquiera que éste fuera. Sus imágenes más cono-cidas durante el porfi riato son precisamente las que documentan la cons-trucción e inauguración de obra pública (canal del desagüe de la ciudad de México, ferrocarriles, etc.), así como eventos sociales de la burguesía y los ministros de Estado. A partir del gobierno de Madero, y hasta el cardenis-mo, la agencia gráfi ca Casasola se constituyó defi nitivamente como la agen-cia de fotografía ofi cial; los retratos ofi ciales –certifi cados por el gobierno–, así como las imágenes de prensa benévolas con el régimen (cualquiera que éste fuera) surgían en su mayoría de la agencia Casasola.

La Revolución consolidó defi nitivamente el cambio de la fotografía do-cumental. Aun los fotógrafos de estudio más respetables se vieron seduci-dos por los acontecimientos. La Decena Trágica fue el momento de auge de este tipo de fotografía en la ciudad de México. La entrada de la Revolución

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como caballo desbocado puso a prueba la destreza de los fotógrafos. Ya fueran estos empleados de diario o fotógrafos de estudio, el tema a plasmar en imágenes era el mismo: la violencia de la guerra civil. Fue entonces cuan-do el pueblo taxonomizado desde el siglo XIX recuperó su particularidad como individuo diferenciado de su propio grupo.23 Si bien aún persistía en buena medida la tendencia a hacer posar al sujeto fotografi ado, éste ya “negociaba” cuál debía ser la pose; la realidad y la premura del acto fotográ-fi co obligaba al autor a disparar su cámara antes que estudiar la escena y su contenido. De allí surgieron una serie de imágenes (especialmente de los fo-tógrafos Guerra y Osuna) que entonces fueron desechadas. El desenfoque ante acontecimientos en movimiento, o la composición antiacademicista de los personajes, evidenciaban las defi cientes condiciones de la toma y por tanto se consideraban “malas” fotografías. El cambio de paradigma en el lenguaje fotográfi co en la década de los treinta revalorizó este material como fotografía moderna de guerra.

23 Un caso interesante por contradictorio es el de C.B. Waite. Este fotógrafo es considerado uno de los principales productores de “tipos fotográficos” previos a la Revolución. Sin embargo, durante la Decena Trágica, su cámara se enfocó a documentar esencialmente la arquitectura destruida por los combates, en lugar de retomar “sus” tipos fotográficos en situación excepcional. Véanse al respecto los fondos C.B. Waite y Revolución de la Fototeca del AGN.

Decena trágica

Agustín Víctor Casasola, México, D.F., febrero de 1913. Fondo Casasola, FINAH.

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Perfi les

EDMUNDO O´GORMAN, SENTIDOS DE LA INVENCIÓN

Miguel Ángel Quemain*

PARA CONTINUAR CON LA CONMEMORACIÓN DE LOS OCHENTA AÑOS DEL BOLETÍN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN PRESENTAMOS UNA PARTE SIGNIFICATIVA DEL DIÁLOGO QUE EN 1993 MIGUEL ÁNGEL QUEMAIN SOSTUVO CON EDMUNDO O´GORMAN, QUIEN TRABAJÓ A LO LARGO DE 14 AÑOS (1938-1952) EN EL AGN. O´GORMAN INGRESÓ A LOS 31 AÑOS EN ESTA INSTITUCIÓN PRIMERO COMO INVESTIGADOR Y A LA MUERTE DE LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN, COMO JEFE DE LA SECCIÓN DE HISTORIA DEL ARCHIVO NACIONAL (VER MÁS EN WWW.AGN.GOB.MX).

Edmundo O’Gorman (ciudad de México, 24 de noviembre de 1906/ 28 de septiembre de 1995) es uno de los precursores mexicanos de lo que podemos llamar un pensamiento complejo y de su afi liación a una objetividad que con-siste en reconocer la posición desde la que el investigador realiza su trabajo, un reconocimiento que alcanza al sentido mismo de la escritura como parte de la objetivación de la subjetividad que defi ne la tarea estética y ética del his-toriador. Entre otras, éstas son las líneas de indagación en este encuentro que le debo al escritor Carlos Fuentes: “¡Vaya y pregunte a O’Gorman sobre el sentido de la invención de América y se dará cuenta, en voz del historiador, no del narrador, cómo se construye la verdad histórica!”

Con una puntualidad inglesa Edmundo O’Gorman nos abre su puerta a las cuatro de la tarde a pesar de que media hora antes nos observaba por la ventana, repasando un cuestionario enorme de preguntas que podían alimentar una entrevista durante varios días.

Gabriela Bautista revisa la carga de su cámara y sonriendo seduce a O’Gorman tan proclive a las sonrisas femeninas. Le estorbo a la fotógrafa con comentarios que indagan en la cotidianidad del historiador: es una década que propone muchos cambios pero en la que se vislumbran muchos retrocesos, dice. Se acerca un fi n de siglo, pero su anuncio tiene que ver con

* Director de Publicaciones y Difusión del AGN; [email protected]

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Fotografía cortesía de Gabriela Bautista

dictados que sólo transcurren en el papel de aquéllos que tienen enorme apego por las efemérides y que ven en la historia ciclos como si fueran supersticiones que se cumplirán al modo de un dictado, de un presagio.

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Las nuevas tecnologías, los celulares, el desarrollo de internet sólo son medios donde circula la información por canales que transforman el sentido del tiempo, con esas formas en las que uno se enteraba de los acontecimientos. Hoy todo promete ser instantáneo. La circulación de la información es más rápida que nuestra capacidad de hacer algo con ella. Nos enteramos de las cosas de manera inmediata y actuamos sobre ellas como si estuviéramos a fi nes del siglo XIX.

Gran parte de la producción literaria, me dice, se rendirá a los rigores del mercado y suplementos, revistas y otras “publicaciones semejantes van a pasar de la especialización a su cumplimiento con eso que llaman nichos de mercado. Como todas esas revistas de derecho, contabilidad, turismo y no están exentas algunas literarias como sucede en Europa que son revistas boutique para promover a los autores de una casa editorial.

El próximo siglo será de cambios. Se le ha ofrecido tanto al sujeto individual que la vida en pareja, la vida en comunidad, será uno de los mayores desafíos. La vida en pareja enfrenta muchas mutaciones en México. México es un país que se está europeizando en el peor sentido, sin las bases económicas y de bienestar social. Cuando digo que se europeiza me refi ero al crecimiento de la indiferencia por los demás, a las jornadas extenuantes de trabajo libre (free lance) con retribuciones económicas y en materia de prestaciones muy poco favorables.

Le comento que los noventa parece ser la década de su consagración defi nitiva. En todas partes lo reconocen, por donde quiera hay homenajes y que justo hace unos meses sus propuestas sobre la Invención de América han tenido una enorme difusión, más que entusiasta, han representado toda una forma de concebir un continente.

Me dice: “hay en la ritualidad cultural mexicana la fi gura del homenaje, puede ser previa o posterior a la degustación de la pieza elegida para el carnaval. No creo mucho en los homenajes Como usted mismo me comentaba sobre el caso de Monsiváis, coincido con la visión que me comunica: siento que es demasiado pronto para hacerme un homenaje, pero también demasiado tarde.

“Hay personas que han sido devotos seguidores de mi obra y mi enseñanza, me sentiría muy injusto si digo nombres pero han mostrado un interés por hacer extensivas mis ideas que si bien son mías también

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podemos decir que son de un conjunto de historiadores que venimos desde hace tiempo tras las mismas cosas: han estado generosamente interesados por continuar una especie de línea de pensamiento, de interés que han seguido y por fortuna diversifi cado.”

Se refi ere a Patricia Galeana y Eugenia Meyer. Tras su muerte en 1995, Patricia Galeana rindió varios homenajes a O’Gorman, expresamente en el Boletín del Archivo General de la Nación donde publicó el autor durante 14 años y a través de refl exiones de colegas y amigos que hicieron un recuento de sus aportes en el AGN y una valiosa reunión de sus trabajos. Casi 20 años después de este comentario la historiadora Eugenia Meyer, publica un libro defi nitivo sobre la trayectoria del historiador, Imprevisibles historias, Fondo de Cultura Económica, México, 2009, donde justamente incluye uno de los textos fundacionales de la escuela de O’Gorman, considerado de una capitalidad fecundante, “Fantasmas en la narrativa historiográfi ca”.

Con todo, O’Gorman no estaba de moda. El reconocimiento de la Universidad Iberoamericana, como doctor honoris hausa en 1991, la reedición ampliamente difundida de La Invención de América y sus libros en el Fondo de Cultura Económica no habían colocado su fi gura en el orden mediático. Esta entrevista se realizó justo un año después de los festejos conmemorativos de los 500 años del “Encuentro de dos mundos”, para otros, del “Descubrimiento de América”. Las visiones predominantes y los festejos celebratorios tendieron a reducir la importancia y la necesidad de la refl exión. O’Gorman, a pesar de que los ánimos celebratorios se habían enfriado, echaba fuego por la boca.

Comenté esta entrevista con mi amigo Galo Gómez, encargado entonces de la política editorial del suplemento La Jornada Semanal que dirigía Roger Bartra y me dijo que “a Roger le interesaría ver la transcripción completa de la entrevista e igual podríamos publicar una parte en la revista”. Bartra, me comentó Galo, se había reunido con O’Gorman para conversar sobre El Salvaje en el espejo, que había aparecido un año antes (1992) y le había conmovido el interés de O’Gorman por ese libro. A tal grado se había prolongado la conversación con el historiador que Bartra reconocería después que las visiones de O’Gorman sobre Acosta y Las Casas serían nutricias en la elaboración de El Salvaje artifi cial (1997), que ya no vería publicado el autor de La invención de América.

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Traigo aquí esta anécdota porque diecisiete años después Roger Bartra consignaría en su blog en Letras Libres (5 de abril, 2010) este encuentro que me parece oportuno citar aquí por la hondura de su percepción hacia el pasado y hacia el futuro:

“O’Gorman veía las intenciones de meter a la historia en el saco de las ciencias sociales como una tendencia antihumanista. Yo en cambio creo que esta tendencia puede humanizar tanto a las ciencias sociales como a la historia. Con esta intención, como antropólogo, he invadido el territorio de los historiadores.” […] ”El hecho es que, con toda su aversión a que la labor historiográfi ca sea considerada como una parte de las ciencias sociales, O’Gorman ha contribuido de manera creativa a entender los complejos procesos culturales y sociales que se encuentran insertos en el nacimiento del Occidente moderno. Por suerte no lo hizo con la esotérica terminología con que frecuentemente los sociólogos y los antropólogos oscurecen, más que explican, los fenómenos que estudian.”

La literatura y su crítica

–Le agradezco el interés en mi trabajo, pero me da la impresión que usted ha venido a preguntarle a un historiador sobre sus intereses literarios…–En parte así es, sobre todo porque no encuentro una respuesta en la crítica literaria.–En la crítica literaria no va a encontrar respuestas de orden histórico, et-nológico, sociológico… por lo menos eso esperamos. Lo que uno quisiera encontrar en la crítica literaria es una huella de la literatura comentada y por supuesto crítica literaria. Pero eso es difícil. Yo perdí hace mucho la espe-ranza de encontrar en los comentaristas de literatura una guía de lectura, una recomendación, la confi anza para no ir por mi cuenta en caminos que exigen tanta dedicación y respeto por la tradición.

Usted se dará cuenta que son pocos los críticos porque no hemos desarrollado espacios para comentar la literatura de manera amplia, con un criterio capaz de recoger muchas posibilidades de lectura para un mismo tema. Lo que tenemos son clubes de amigos que se comentan entre ellos bajo condiciones dichas y no dichas: las dichas son cínicas, subrepticias, hipócritas. Muchos escritores son los agentes de difusión de otros escritores, comentan los libros de sus maestros, los reseñan, los entrevistan. Cuando se

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reseña un libro con rigor, el autor seguramente te retirará la palabra porque se siente atacado, porque te siente envidioso.

–Pero pasa también con los historiadores, en general con nuestros científi cos sociales…–Es un síntoma nacional. La famosa idea de la cubeta de cangrejos, que detesto, es actual, su vigencia es repugnante pero innegable, sobre todo en ciertos círculos. Hay que decir que no en todos porque también en esta so-ciedad las redes de solidaridad están ahí permanentes, invisibles pero exis-tentes. Basta un elemento que haga indispensable su aparición para que se haga pública esa dimensión que tanto asusta a los gobiernos autoritarios del color que sean, desde los azules de Chihuahua hasta los municipios más amarillos y los verdirrojos progresistas ni se diga. Los escritores de sensi-bilidad muy fi na han dado cuenta de todo esto desde Enrique Florescano y Bonfi l Batalla hasta Monsiváis y en su momento Fernando Benítez. No es el hilo negro. Unos dicen que se dan cuenta y otros tratan de que ese saber se mantenga en la sombra. Pero de que se sabe se sabe.

–La relación entre historia y literatura es un problema del interés de los historiadores o corresponde más al de los narradores…–No podemos generalizar. Le diré que en México es un tópico que le inte-resa más a los escritores que a los historiadores. Son muy pocos los historia-dores que acceden a la consideración de que la historia, como la literatura, tiene que ver no sólo con los hechos sino con un mundo de posibilida-des, hipotéticas, que perfi lan los rumbos posibles de una circunstancia. Por ejemplo, Juárez y su México de Roeder, comparado con la poética mayor de Del Paso. Ambos pertenecen a un orden de pensamiento superior por su complejidad, su orden discursivo. La edición de Roeder prescinde de un aparato documental importante, pero también Del Paso, ¿a quién hacerle caso si las fuentes no están consideradas?

Los novelistas indagan unos cuantos datos del personaje, de la situación y en muchos casos parece que deciden rápidamente que ya tienen la fuerza y la inteligencia para mostrarlo. Mientras que el historiador debe cerciorarse por varias fuentes, cada dato, cada minucia puede dar al traste con la credibilidad que es la única fortaleza del historiador.

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Invención y autobiografía

–¿Invención o autobiografía intelectual?, desde Cuatro historiadores de Indias hasta la Invención de América, un impulso creador, capaz de encontrar y de construir objetos nuevos, originales, en el horizonte de la historia y la fi losofía, en la fi losofía de la historia.–No puedo ocultar el gusto que me causa que diga que en este libro Cuatro historiadores de indias, una de las cosas que estoy buscando es hacerme de una autobiografía intelectual. Este trabajo lo inicié en 1939 y, sí, tiene usted ra-zón, traté de responderme en qué consistía escribir historia, traté a lo largo de esos años, que fueron de inicios de los cuarenta y hasta mediados de los sesenta, de entender en qué consistía ser un historiador tradicional y cómo los dispositivos narrativos y conceptuales que se adoptaban nos colocaban en el más terrible tradicionalismo, o en una heterodoxia que podía recibir toda clase de reproches por parte de los más doctos y respetados académi-cos. Ya en el trabajo sobre Pedro Mártir puntualizo una idea que me pare-ció de lo que tradicionalmente daba consistencia a la empresa de Colón en 1492. No me parecía una manera adecuada de entender ese hecho con todas las consecuencias que de él se derivaron. Usted debe conocer la severa y molesta respuesta de desacuerdo de Marcel Bataillon.

Puntualizo aspectos que luego desarrollé en mi obra y en los apuntitos y prologuitos que hice a algunas piezas documentales que presentaba en el Boletín del Archivo General de la Nación, como por ejemplo nociones, ideas muy tradicionales que son parte del formalismo clásico, de historiadores muy ingenuos que en nuestros días podemos emparentar con los cronistas de indias o incluso con los arcaísmos de Heródoto.

–No es extraño que dote a Pedro Mártir de algunas de las características que distingui-rán su trabajo de historiador, cuando señala justamente que ese historiador de indias da cuenta de uno de los principales momentos en el proceso histórico-fi losófi co americano… múltiples aspectos que son los grandes temas americanos iniciales como los de historia natural, antropológicos, religiosos y sociológicos…–Lo verdaderamente extraordinario es la capacidad de un historiador, aca-démico, escritor, en fi n, todo el que tiene que ver con la creación y la ima-ginación, para reelaborar sus certezas. Yo escribí con profunda admiración

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que con todo y la cautela, la prudencia y reticencias Pedro Mártir supo mantener abierto su espíritu y su intelecto a la admisión de una hipótesis que obligaba ya al abandono de una ilustre tradición canónica. Pedro Már-tir, supo ver el centro mismo del problema y luchó con sinceridad contra sus propias y anquilosadas convicciones.

A pesar de la grandeza que tuvo Colón él nunca supo entender la enorme pugna ideológica que desencadenaron sus hallazgos. Por eso cuando usted dice que esos trabajos, esos prologuitos, son una aspiración autobiográfi ca, lo acepto y lo suscribo. Yo también he luchado con sinceridad y dolor contra mis propias convicciones, contra certezas que me inculcaron maestros que respeté y quiero profundamente, pero de las que hoy descreo sin voluntad alguna de dañar a alguien pero sí con la convicción de renunciar a lo que sea necesario para defenderlas…

–Como en el 87 a la Academia Mexicana de la Historia–Efectivamente y no en nombre ni del escándalo ni del capricho. Se trató de un deslinde, como decía Alfonso Reyes.

–Parte de su genialidad modesta ha consistido en mostrarnos cómo muchos hallazgos, viejos hallazgos, lo único que hacen es cambiar de nombre, pasar de modo subterráneo por algunas épocas y volver a la superfi cie en otras…–Estoy de acuerdo. Hay viejas certezas que se hacen incompatibles con visiones que de pronto alcanzan gran popularidad y que para afi rmarse tie-nen que sepultar obviedades viejas. Pasan las modas, ésa es su esencia y las certidumbres retornan.

Mire, desde hace ya algún tiempo se habla del tema de la complejidad en las ciencias sociales. Con todo y su novedad conceptual a mí no me suena nada extraño porque eso es lo que he venido haciendo todos estos años y justo esta manera de meterse en problemas es lo que incomoda a muchos historiadores que ponen sus documentitos en un atril, lo describen, se lo apropian y dicen esto es historia. Claro, hay un esfuerzo y una inteligencia que consiste también en la exhaustividad, que tiene su chiste ¿verdad?, de ir a todos los archivos y pedir todos los legajos documentales sobre la materia que los ocupa. Son historiadores que tienen grandes obras que les llevaron muchos años, muchas horas nalga, ¿verdad?, y que les da derecho

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a reconocimientos innegables. Pero qué de la interpretación, qué de la invisibilidad y de las múltiples preguntas que desde tiempos diversos acosan al documento. Un documento es cuestionado por el presente, por el futuro y por supuesto por los tiempos que preceden el origen mismo del documento.

–En México el ejercicio de historiador ¿es un continuo, hay rupturas, qué signifi ca ser un historiador hoy en nuestro país?–Ser historiador en México signifi ca formar parte del río revuelto de postu-ras generadas por los grupos políticos que buscan justifi car sus visiones de México. Durante mucho tiempo se ha pensado la Independencia como una forma de recuperación de la libertad perdida con la conquista. Esta visión triunfalista, estúpidamente triunfalista tiene como consecuencia la negación de la complejidad y los aportes de la vida virreinal. O aceptamos nuestro pasado indio o nuestro pasado virreinal. No se percibe que no somos ni uno ni otro exclusivamente. Justo Sierra convocó a que asumiéramos estas fuertes contradicciones.

No fue muy distinta la controversia que generó la Revolución mexicana. Vimos aparecer indigenismos y nacionalismos de cartón piedra. A lo largo de este siglo nos preguntamos sobre el signifi cado de lo mexicano que suscitó extremismos y también visiones sugerentes y ricas, como El laberinto de la soledad o el Perfi l del hombre y la cultura en México. Búsquedas que posteriormente le dieron autoridad a algunos para sentirse historiadores o parecerlo, como fue el caso de Paz y Fernando Benítez, que por mucha imaginación que se tenga, discurrir sin los anclajes documentales conduce a la especulación que ha caracterizado a intelectuales, politólogos, sociólogos, periodistas, columnistas y diletantes de la política. Invención no es inventar que pasaron cosas de las que no se tienen pruebas.

Digo esto sin afán de molestar, bueno, le aclaro que no sólo esto que digo sino muchas cosas que he dicho han sido sin el afán de molestar a nadie. Mire, la historia como afi ción es una de las tentaciones intelectuales más difíciles de vencer. Pero se confunden las opiniones que sobre hechos del pasado han traído al presente aquéllos que han hecho el esfuerzo de cotejar en archivos privados, públicos, bibliotecas; versiones de nuestro pasado que no siempre son de lo más completas pero que inspiran a los opinadores a califi carlas o lo hacen los propios protagonistas de los entuertos.

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Son opinadores cuya grandeza artística, política o académica nos obliga a escucharlos aunque digan tonterías o abusos por su falta de sostén documental. La genialidad de Paz lo condujo muchas veces a creer que el artifi cio que le devolvía el espejo era su refl ejo, y no: era su caricatura, la deformación que produce el exceso de confi anza en una palabra que suele ser creadora. Este reproche Paz lo recibió de fi lósofos, historiadores, antropólogos.

Mire, querámoslo o no, somos resultado del avance de esa democracia que nos ha traído miles de alumnos abogados, sociólogos, economistas, historiadores… miles, sí, miles y desgraciadamente sólo unos cientos han conseguido empleo. Pero de esos cientos, muchos están en El Colegio de México, en el Fondo de Cultura Económica, en las grandes editoriales mexicanas, Grijalbo, Siglo XXI, incluidas pequeñas empresas familiares que han empleado a todos estos egresados que se han multiplicado. Qué vamos a hacer con toda la fuerza intelectual que están produciendo las universidades (incluidas las patito). Con todo, ese desarrollo era impensable décadas atrás.

Por qué le digo esto: porque antes éramos un puñadito de estudiosos. Ahora es necesario un equipo de personas para censar todo lo que se ha conseguido. Todos estos jóvenes intelectuales a los que me refi ero, vienen de escuelas públicas, de universidades autónomas, la UAM, la UNAM. Hasta hoy estamos viendo a los primeros egresados con alguna infl uencia intelectual y académica que vienen de escuelitas e institutos privados que están haciendo sus pininos en la producción de conocimiento. Vea usted una universidad como la Ibero, apenas empieza a descollar con grandes esfuerzos. Historia es uno de los pocos departamentos en la Ibero que podemos decir que ha producido conocimientos que respalden la labor de esa universidad. Lo que es innegable es que muchos de sus egresados regresan vía universidades extranjeras, fundamentalmente norteamericanas, que la mayoría de los egresados de las universidades públicas no pueden pagar. Ahí el único fi ltro es el dinero. Quien paga, estudia. El fi ltro de la admisión para extranjeros en esas universidades todavía me parece muy endeble.

Fíjese, desde la llegada de los exiliados españoles y de ahí todos los exiliados que nos han enriquecido, los guatemaltecos, los chilenos,

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los argentinos, uruguayos, brasileños, peruanos. Me refi ero a exilios y autoexilios. No sólo son parte de esto a los que echan de su país sino también todos aquellos que encontraron su patria irrespirable y se vinieron para acá. Coincidió con la llegada de los españoles un desarrollo creciente de las instituciones mexicanas, desde la UNAM hasta el INAH, junto con la Escuela de Antropología y la presencia de mexicanos que ya habían probado las delicias de ese banquete internacional de fi losofía, política y contracultura.

Glosando a Krauze, lo que es cada día más necesario es una historia sin adjetivos, libre de las modas, libre de esa especialización que ha dado como resultado unos doctores y doctorandos profundamente conocedores de la nada. Me cuesta mucho trabajo concebir un estudiante de doctorado preocupado exclusivamente por las espuelas de Villa y cosas por el estilo.

Enrique Florescano llevó al INAH a un grupo de jóvenes que dotaron de aire fresco al trabajo de indagación histórica: José Emilio Pacheco, José Joaquín Blanco, Carlos Monsiváis, Antonio Saborit, Aguilar Camín, quien ahora es tan cercano a Salinas que ha convertido a su grupo en un conjunto de cachorros consentidos del presidente.

–Tal vez le enoja que sean ellos y no otros los elegidos del régimen, cada sexenio ha tenido su historiador, su cineasta, su antropólogo o su arqueólogo… Finalmente poseen una obra que los pondrá a juicio de la historia, todos ellos se mueven en las aguas de las ciencias sociales, el periodismo y la literatura…–Tal vez a usted le enoja que hablé así de un grupo que le simpatiza mu-cho… Le voy a ser franco, no me enoja. Me entristece porque pienso que en todas esas actitudes que hoy se revelan como acomodaticias nunca hubo sinceridad ni honestidad intelectual, que el mérito principal consistió en armarse de paciencia y esperar para poder servirse con la cuchara grande. Desde principios de los setenta se pensó en dos vías: una la armada, que culminó en una triste guerrilla, que le advierto, retornará en algún momen-to. Y otra, la de aquellos que pensaron que había que entrar a las entrañas del monstro y vencerlo desde allí. Quienes optaron por vencer al enemigo desde sus entrañas no se han dado cuenta que están siendo digeridos y que al fi nal del proceso, del sexenio, para decirlo sin metáforas, mucho de lo que fueron será bagazo. Pero vamos a ver, usted tiene también razón, en ese

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grupo hay verdaderos muchachos cultos y auténticos escritores e investiga-dores. El tiempo nos dirá quiénes son, claro, siempre y cuando el espíritu antirreeleccionista siga vigente en México.

–No sólo en la historia, ¿cree que el periodismo se enriqueció también…?–Claro, aunque el panorama que vivimos hoy con un periodismo tan ar-tifi cial y tan hueco, difi culta creer que hubo un pasado rico y propositivo. Desde fi nales de la década pasada (O’Gorman, recordemos, se refi ere a los ochenta) se consolidan sólo algunos periodistas que en realidad son escritores que trabajan en periódicos. También son híbridos muy extraños y fascinantes como Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, Vicente Leñero que hacía de cada ejercicio periodístico un laboratorio personal de expe-rimentación literaria. Monsiváis se consolidó como gran cronista con sus trabajos sobre el terremoto.

Monsiváis no se dejó amedrentar por los sujetos a los que denunció a través de su trabajo periodístico: esos edifi cios se cayeron porque fueron construidos por manos asesinas, por un sistema putrefacto que no pensaba en la gente. Hay dos escritores que si bien están en las antípodas, ambos son de una grandeza innegable: Ibargüengoitia y Ricardo Garibay, pero vea usted, sigo del lado de los escritores. ¿Son escritores o periodistas? ¡Pues son escritores, hombre! Hay periodistas que hacen un gran trabajo pero convierten en lugares comunes los hallazgos de los escritores o se regodean en lugares comunes que consideran literarios para hacer periodismo.

Por ejemplo, vea: “y el entrevistado entró parsimoniosamente y se sentó con la cautela de un felino. Una vez reclinado en su silla tomó su taza de café y mojó sus labios. En la habitación se esparcía el humo de su fi no cigarro...” no me diga que eso es literatura, pamplinas es un regodeo en el lugar común. Todavía recuerdo vivamente los trabajos de Efraín Huerta, de José Revueltas, de Pepe Alvarado, de Renato Leduc. Otra clase de escritores, duros, vivos, cultos, sensibles. Hasta Spota hizo buen periodismo, qué decir de Ángel Fernández; si valía la pena ver esos partidos horrendos de futbol mexicano era por ese cronista que era capaz de ponerles los adjetivos más luminosos a los personajes más grises.

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–Todo lo que usted describe lo encontró de regreso del mundo de los abogados. –Abogados, ¿había otra manera de introducirse en el mundo de las hu-manidades? La llegada de los españoles transterrados defi nió un horizonte fi losófi co que nos llegaba gracias a la Revista de Occidente y el mundo de Or-tega y Gasset. Antonio Caso fue una fi gura defi nitoria en cuanto a lecturas, muchos intereses venían de sus comentarios docentes. Lo mismo pasó con Gaos. Su llegada introdujo muchas cosas inéditas entre nosotros. Si Croce fue importante, a su llegada cobraron sentido pensadores como Heidegger, Descartes, Locke, Hume. Ahí se incubaron muchas ideas que después tra-duciría en libros por venir. Viajé mucho en esos años, le estoy hablando de los cuarenta. Ya me fui hacia atrás, pero es necesario recobrar esa memoria para entender disputas, posturas y visiones que hoy dan como resultado gru-púsculos, luchas académicas que para los más jóvenes son inexplicables.

–Hoy para descalifi car a un escritor le dicen que es periodista, como sucede con Monsiváis y Poniatowska, así pasó con usted, para descalifi carlo como historiador le decían que era fi lósofo…–Jajaja… es cierto. A veces suelo olvidar esos capítulos tan cómicos. Mire, nadie puede negar que he trabajado con los materiales propios del historia-dor, los materiales documentales. Pero no me quedo, no me quedé, con las trascripciones de documentos y su descripción. Para muchos ahí termina su trabajo. Dicen me encontré con un documento rojo con letras negras, de lo cual podemos sacar en conclusión que en ese tiempo los documentos eran rojos y se empleaban letras negras. Es muy divertido leer esa clase de conclusiones. Muchos historiadores que no son “fi lósofos” como yo, se in-comodaban con búsquedas que pretendían profundizar en ciertos aspectos de la historia. Los entiendo. Estamos en los años noventa. Cuarenta años después seguimos en las mismas, describiendo el documento rojo para decir que en esa época había documentos rojos. Hay cosas que no cambian.

–Hay pensadores sin alumnos, sin escuela… ¿usted se considera legatario de una escuela, de un alumnado…?–Mire, he tenido alumnos, puedo presumir que en mis clases y en mis cla-ses/conversaciones he contado con escritores, historiadores de gran peso, jóvenes que rápidamente aprendieron a caminar a solas y construir su propia

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vida intelectual y profesional: recuerdo a Sergio Fernández, convertido en una potencia intelectual y escritural, a la exquisita e inteligentísima Josefi na Zoraida Vázquez, a Elisa Vargaslugo, a Rafael Segovia, Eduardo Blanquel, Jorge Alberto Manrique, son algunos nombres de profesionales eminentes, pero hay otros muchos que debería nombrar y que injustamente no hago el esfuerzo por recordar en este momento. Pero alumnos en el sentido de continuadores no tengo. Mi obra se ha construido en nombre de la curio-sidad y del deseo, si usted quiere llamar así a esa fuerza impostergable en la que uno invierte la vida, todo, para conseguir algo. Y así es difícil hacer una escuela. Es una heterodoxia que va dejando coincidencias, complicidades, amistades, quizá lecciones involuntarias. Nada más.

–¿Vuelve al Archivo General de la Nación como visitante?–El AGN es muy importante pero no debemos olvidar a los que están aban-donados por la ignorancia de los políticos y los gobernantes en el interior del país. Desde gobernadores hasta presidentes municipales es importante que recurran a sus archivos. Pero la mayoría, lo sabemos, son destructores del patrimonio y de la memoria. Lo que más les conviene es inventar el pasado, hacerlo a su modo porque así controlan a la gente. Recuerdo to-davía cómo venían esas pobres gentes campesinas a validar, a certifi car sus derechos a la tierra, su pasado volcado en situaciones limítrofes. Algún día los archivos se incorporarán a esta nueva dimensión tecnológica que permi-tirá el acceso vía modem a la documentación desde cualquier punto del planeta y eso será muy bueno para poner al alcance nuestro pasado tan parcelado y sometido a esas mentes latifúndicas que nos gobiernan.

El historiador imprevisible

O’Gorman: historiador imprevisible, titula Roger Bartra en su blog La jaula abierta (Letras Libres, 5 de abril, 2010) el comentario que hace al sólido li-bro de Eugenia Meyer, Imprevisibles historias, Fondo de Cultura Económica, México, 2009. Es un comentario que sitúa de frente y de perfi l los alcances y la contribución, la presencia de O’Gorman en la historiografía mexicana.

“O’Gorman fue muy moderno cuando impulsó su idea de la invención de América, una cristalización cultural que le daba sentido, dentro de la tradición

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occidental, al Nuevo Mundo. Su idea fue un precedente de interpretaciones que, como la de Eric Hobsbawm, entienden la tradición como un fruto de invenciones modernas. La antropología y la sociología han desarrollado ideas similares que explican las formas sociales como el producto de una construcción o una invención. Hoy, incluso, se exagera enormemente al interpretar todo, o casi todo, como una invención. O’Gorman aplicó la idea, hacia el fi nal de su vida, a lo que pudiéramos llamar la invención del guadalupanismo, en su libro Destierro de sombras de 1986.”

La virgen de Guadalupe: su última invención

La virgen de Guadalupe es mucho más que un mito. Más que una devoción católica novohispana. Guadalupe es un eje central de la historia de México desde la colonia. Desde el siglo XVIII, los jesuitas privilegian el culto, y hasta la fecha podemos valorar su importancia en la sociedad mexicana. Ser mexicano y guadalupano es lo mismo, independientemente de la religión que se profese.

Destierro de sombras y luz en el origen de la imagen y el culto de nuestra señora de Guadalupe del Tepeyac (UNAM, 1986): “es un libro que tiene su origen en el azar. No tengo la idea de escribir sobre temas determinados sobre los cuales hacerme un programa. Soy un historiador que ha dividido su vida entre lo serio y la frivolidad, por fortuna.

“Nunca pensé en escribir un libro sobre el culto guadalupano, lo hice a partir de mi acercamiento a la obra de Fray Servando Teresa de Mier, sobre quien escribí tres libros, que titulé El heterodoxo guadalupano. Es un personaje extraordinario. Para entenderlo tomé como tema eje su admiración y devoción al culto guadalupano en México.

“A Teresa de Mier, un guadalupano ferviente, le fue encomendado por el Ayuntamiento el encargo más extraordinario y honorífi co de toda la Nueva España: el sermón del 12 de diciembre para la patrona y reina de México, la virgen de Guadalupe. Es muy curioso el caso de Mier, porque un fi el guadalupano como era, fue transformando su punto de vista, cada vez más crítico, y pensando que realmente no había tal aparición. Eso me sedujo para escribir Destierro de sombras, una visión que no deja de tener algo de literaria.

“Destierro de sombras es un libro que despeja sombras en torno al mito,

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no es que yo pretenda hacer procedimientos en contra de Guadalupe, es un libro muy serio, muy respetuoso sobre la imagen y el culto. A lo largo de este siglo, ha sido una constante encontrar diatribas y libritos que dicen horrores de nuestra señora de Guadalupe. Eso me parece de un pésimo gusto.”

–Uno de los historiadores franceses de mayor prestigio, Jacques Lafaye, ha estudiado el tema y hace un análisis de las correspondencias entre Quetzalcoatl y Guadalupe…–¡Eso no es ninguna novedad. No estoy de acuerdo, me parece jalado de los pelos porque el culto guadalupano no es de origen indígena. El culto de Guadalupe tiene una secuencia: realmente empieza siendo una virgen de los españoles, de los criollos, aunque los indios tomaron una parte im-portante porque ahí estaba el culto de la diosa azteca Tonantzin. Seguían viniendo, como dice Sahagún, ‘de lenguas tierras’ a sus peregrinaciones. Pero el primer culto, es de los criollos. Esto tiene una razón complicada. La preocupación fundamental del criollo es ontológica, él dice: ¿soy español?, pues sí, pero, ¿soy español?, pues no. Es un problema en el centro del ser criollo, una ambigüedad. Los criollos para afi rmar su originalidad requerían del espaldarazo divino, y en eso consiste el origen y la importancia del culto guadalupano: la necesidad del criollo de tener su invocación celeste. Muchí-simos países tienen su santo, su devoción, y esto viene de la Edad Media, por supuesto. En Inglaterra es San Jorge; en España, Santiago. En cada país un santo hace su aparición. Pero aquí, sí que les taparon el monte porque no es santo, sino virgen María. Este problema profundo del alma criolla encontró solaz defi nición en el culto guadalupano.

–¿Cómo fue posible que la cultura mexicana se apropiara de un tema prestado de la cultura medieval europea?–Es un relato muy bonito y accesible, capaz de acabar con la angustia crio-lla por su identidad. Es un relato idílico de cómo aparecieron las rosas: el diálogo del indio Juan Diego con ella y todas esas cosas. Pues todo eso lo escribió este indio españolizado, y el relato de la aparición es muy europeo y viene de una tradición medieval. Hay muchas apariciones de vírgenes, sobre todo en España. Siempre es en un lugar desierto, entre rocas. Esto es un fenómeno peculiar de toda la vida cultural criolla: recoger a un santo con prestigio, encapsularlo en un relato de origen español y convertirlo en

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mexicano. La Guadalupe de aquí, toma el nombre de la de allá, pero nada más el nombre. Sucedió lo mismo en Perú, con Santa Rosa de Lima; que viendo bien su vida, era una santita que no hizo nada en especial. Pero en Perú también tenían la necesidad de un espaldarazo divino para calmar y resolver este problema interno de “qué soy”. El mito guadalupano lo da, y pronto se convierte en una preferencia de los indios o mestizos.

–¿Por qué decidió no llamar mito al culto guadalupano?–Puede decirse mito, pero la verdad es que la palabra mito tiene connota-ción de mentira. Aunque los mitos funcionan en la mente como verdades, me parece que es algo más… es una mentira-verdad en el sentido en que nosotros le damos existencia a los sucesos y a las cosas al nombrarlas y creer en ellas. El hombre es un animal muy extraordinario, dota de ser a las cosas. Y esta imagen, con el prestigio de un culto español, las transfi gura, dándole un nuevo ser que satisface las necesidades de identidad criollas, le da el sostén ontológico que lo saca de esta angustia, de esta duda. Ése es el origen del culto, después viene el esplendor, se abandona lo racional, hay muchos sermones extraordinarios.

Me acuerdo de uno que publicó Francisco de la Maza en su trabajo clásico titulado El guadalupanismo en México, donde un jesuita muy famoso les dice a sus fi eles durante un sermón: “piensen en el cerro del Tepeyac, es un cerro con rocas y estéril, el 12 de diciembre hacía un frío espantoso y nevaba…” Se decían barbaridades como ésta, en el cerro del Tepeyac nunca ha nevado. Pero eso no cuenta, es la elaboración de una necesidad muy profunda, muy auténtica. Ese modo de ver las cosas es muy frecuente entre los enamorados. El amor transfi gura y le da ser a una persona amada. El inmenso esplendor impidió toda refl exión, no se razonaba y así se convierte en Tonantzin, Guadalupe-Tonantzin, es y no es. Una ambigüedad, nada es seguro, se trata de una identidad inestable. En el amor también sucede este fenómeno síquico, anímico y profundo, de transfi gurar a una persona en algo especial, único; es la necesidad del hombre de construirse verdades que él necesita para apoyar su ser en algo.

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–Su fuerza en nuestra cultura llega a ser tal que ¿es posible pensar en el guadalupanismo como una religión paralela al cristianismo?–Efectivamente, aún hoy, muchas personas que mejor se encomiendan a la virgen que a Dios padre. La aparición no fue un dogma, pero se ha vivido como tal. Incluso es de tal grado importante esa tradición, esa gran aventura del ser del criollo, que aun los no católicos son guadalupanos, ya no importa eso, y por eso, se ha dicho que todos los mexicanos somos guadalupanos y la Iglesia misma apoya eso. Muy especialmente los jesuitas.

–¿La relación con Hidalgo, es el origen de su heroicidad, de su actitud liberal y ahora padre de la patria?–El mito guadalupano no tiene que ver con los motivos de la Independen-cia, su necesidad es separarse de España. Pero la historia en la que creo para explicar la relación Hidalgo-Guadalupe es ésta: pasaba por Atotonilco y ahí se le ocurrió, no en San Miguel, porque hubiera sacado la bandera desde el principio. Él era criollo auténtico, aunque de indio tenía muy poco, era muy español, de ojos azules, pero ahí se le ocurrió este golpe genial. Ahí estaba la imagen, la metió en un palo y salió con ella. Él tenía el sentimiento, pero no era muy guadalupano que digamos, y con la imagen de la virgen le da a su movimiento ya popular, indígena, mestizo, una dimensión que no tenía y que nuca tuvo, por ejemplo, con un hombre como Allende, que era un españolito rico.

–¿El culto guadalupano tiene usos políticos en el México de hoy?–Sí, con variantes. Muchos grupos se aproximan al mito desde su propia tradición, y la interpretan a conveniencia. Eso sucede desde 1550. Esto, cla-ro, llega desde los indios chamulas hasta los sacerdotes católicos, muchos de los cuales todavía creen en la aparición. Los indígenas aceptan el gua-dalupanismo de una forma que ya no es la original, sino una mezcla de sus creencias antiguas. Hay muchas cosas escritas en contra de la virgen, de la aparición, muchos dicen que es una mentira, pero por Dios si todo en la vida, en parte, es una mentira, no importa ya, que a mí no me salgan con eso.

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RESEÑAS

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Los círculos intelectuales y las publicaciones culturales durante los siglos XIX y XX han signifi cado para las sociedades que las ven nacer distintivos de innovación y revolución de las ideas, estandartes de justicia, incluso medios de difusión que incidieron en la formación de luchadores sociales.

Los acontecimientos que impactaron al mundo en las primeras dos décadas del siglo XX: la primera guerra mundial, las revoluciones rusa y mexicana, el movimiento reformista universitario argentino, la creciente hegemonía estadounidense, incentivaron en las esferas académicas de los países hispanoamericanos la necesidad de autodefi nirse por medio de diver-sos ideales identitarios.

Alexandra Pita muestra e interpreta a lo largo de los siete capítulos que conforman este libro el discurso de uno de los intelectual más representa-

LA UNIÓN LATINO AMERICANA Y EL BOLETÍN RENOVACIÓN. REDES INTELECTUALES Y REVISTAS CULTURALES

EN LA DÉCADA DE 1920

José Guillermo Tovar Jiménez

Alexandra Pita González, La Unión Latino Americana y el Boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de 1920, México, El Colegio de México/Universidad de Colima, 2009, 388pp.

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tivos del ámbito cultural latinoamericano: José Ingenieros, quien estuvo al frente de la Unión Latino Americana (ULA) y de su órgano de difusión, el boletín Renovación; destaca también su participación en los movimientos estudiantiles y su pensamiento antiimperialista, ideología que afi nca en la sociedad con su obra El hombre mediocre.

La infl uencia de Ingenieros como maestro se extiende a la organización de redes de intelectuales. Su discurso pronunciado en 1922 ante universi-tarios e intelectuales fue el lazo que consolidó el acercamiento de grupos, asociaciones e incluso publicaciones de índole cultural de la región latinoa-mericana. La traza historiográfi ca que plantea la autora en su investigación circunda también, en una relación sincrónica de acontecimientos, tal pro-ceso de interacción e integración. La consigna era la unión de los países hispanoamericanos frente al yugo imperialista norteamericano.

La continuidad de Renovación a pesar de la muerte de Ingenieros en 1925 estaba garantizada por su pensamiento, recogido por varios de los colabo-radores de la publicación que, en su segunda época, buscaba seguir en la formación “de una conciencia colectiva favorable hacia la unión regional”; en ese propósito intervinieron los reformistas universitarios: estudiantes y esferas de intelectuales y académicos.

Así, los objetivos de ese “Boletín Mensual de Ideas, Libros y Revistas de la América Latina,” fueron retomados por publicaciones como Inicial, Valoraciones, Sagitario, entre otras. La forma de Renovación y el trabajo edito-rial, destaca Pita González, debía también ser valorado en relación con el público al que se dirigía. Era una galería que mostraba, aunados a las ideas contenidas en los textos, a los intelectuales nacionales e internacionales des-tacados de la época, entre los que se encontraban algunos de los colabora-dores de la publicación.

La Unión Latino Americana era un referente ideológico local y foráneo que sobresalía entre otras organizaciones afi nes al pensamiento latinoame-ricanista. La ULA, fundada en marzo de 1925 y ante la temprana muerte de Ingenieros, quedó bajo la batuta de Alfredo Palacios, quien fue su titular hasta la época fi nal de Renovación (1926-1930).

“El nuevo proyecto estaba destinado a dotar a la ULA de herramientas que le permitieran ganarse un espacio importante dentro de la política uni-versitaria para proyectarse con mayor fuerza hacía el resto de los países de

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América Latina”, comenta la autora quien advierte también algunas de las crisis que vivió la organización con la perdida de su mentor. Sin embrago, la red de intelectuales fue benefi ciada por la relación y consideraciones que tenían diversos intelectuales con Ingenieros, aunque la presencia de éste fuera sólo simbólica.

Con la dirección de Palacios la ULA se relacionó con la Alianza Conti-nental y la Alianza Popular Revolucionaria de América (APRA), etapa de la disidencia de Arturo Orzábal Quintana, uno de los más asiduos colabo-radores de Renovación, y del peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, joven estudiante que militó en la reforma universitaria de su país.

Entre estas alianzas y disidencias surgieron varias asociaciones más que pretendían protagonizar y obtener el reconocimiento que consolidaban al movimiento unionista encabezado por la ULA. La constante de las organi-zaciones fue analizar el impacto imperialista norteamericano, revertirlo y dotar a los países de la región de una ideología identitaria que les permitiera aspirar a la democracia y al libre pensamiento, a dejar la política de partidos y apuntalar el pensamiento hispanoamericano.

El golpe de Estado argentino a fi nales de la década de 1930, los con-fl ictos internos en la ULA y los ocurridos en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aries, además de la ruptura del movimiento an-tiimperialista, en el plano internacional, marcaron el fi n del pensamiento ingenieriano.

La vida y obra de Ingenieros signó la vida intelectual hispanoamericana y sembró la semilla de las revistas culturales de la época. Parafraseando a la autora se podría decir que “los intelectuales de esa nueva época –al igual que sus antecesores de los años veinte– también se convirtieron en porta-voces de una corriente humanista y universal que se desplegaba más allá de las fronteras y de las nacionalidades”.

El libro incluye varios anexos donde se enlistan, por ejemplo, los cola-boradores y los referentes citados en Renovación, los miembros adherentes de la ULA y de sus fi liales, así como de libros, folletos y revistas de la época.

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El autor de El brigadier es abogado por la Universidad Autónoma de Coahuila. Desde que era pequeño escuchó hablar acerca de “El Libro”, denominación que sus familiares daban al legajo de documentos que los Zarzosa habían conservado por generaciones. Al crecer, su interés lo acercó a esos documentos cuyo contenido le dio la pauta para rescatar en forma narrativa la memoria de su antepasado: Pedro Joseph Zarzosa de Oviedo, quien después de más de una década de combatir por la causa realista, en 1821 fue un ofi cial destacado del Ejército Trigarante que consumó la Inde-pendencia de México.

Para armar una historia a partir de un manojo de hojas antiguas, el autor buscó las piezas a través de lecturas exhaustivas de los documentos del siglo XIX a su disposición y al recorrer los sitios donde transitaron sus ascen-dientes. La rama genealógica de la familia Zarzosa se remonta al siglo XVI

EL BRIGADIER

MI DESTINO: LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Susana Jasso

Jorge Andrés Zarzosa Garza, El brigadier. Mi destino: La independencia de México, Torreón, Numan-cia Ediciones, 2009, 294 pp.

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en Europa con el nacimiento de Diego Martínez de Zarzosa. En Logroño, provincia española perteneciente al señorío de Cameros, que fue sede del municipio de Zarzosa, están las raíces de quienes han llevados por siglos este apellido.

En 1729 llegó a la Nueva España Antonio Zarzosa, quien se estableció en San Luis Potosí acompañado por su esposa Teresa Josefa de Torres de Zarzosa y sus hijos, Pedro y Teresa. Antonio descendía en línea directa del caballero Antonio Maldonado Zapata, almirante y general de las armas de Filipinas.

Teresa Josefa llegó con la esperanza de resolver el confl icto que existía por la disputa de los bienes materiales entre sus hermanos: Nicolás Fer-nando de Torres y Juan Eusebio. Resuelta esta situación y transcurridos los años Nicolás Fernando intentó fundar un colegio católico de niñas y edifi car el convento del Carmen en San Luis Potosí, pero falleció antes de ver realizada esa hazaña. Sus bienes se dividieron entre sus hermanos, sus hijos adoptivos y su esposa.

A pesar de los obstáculos que debieron sortear para la conclusión del inmueble, los carmelitas descalzos –que arribaron a la Nueva España en 1585– tañeron las campanas de todos los templos para anunciar en 1764 el nuevo convento potosino. Cuatro años después nació en aquella provincia Pedro Joseph Zarzosa de Oviedo.

No se menciona mucho sobre la vida de este personaje sino hasta su ingreso al ejército realista en 1810 para batir a los insurgentes, época en la que mantuvo correspondencia con Mercedes quien, al parecer, lo conoció y pudo comprender la gran desilusión que invadía al joven al término de los combates pues sus esfuerzos favorecían a causas que le eran ajenas.

A Joseph se le describe como un hombre honrado e inteligente que puso al servicio de la empresa militar todos sus bienes aun cuando eso iba en contra de las tradiciones familiares. Iturbide lo dejó a cargo de dos batallas cruciales: Aculco y Puente de Calderón y lo nombró teniente coronel de ca-ballería, grado con el que se convirtió en el primer comandante del Ejército Trigarante que sitió la ciudad de México; también le concedió la petición de cambiar el nombre de su regimiento: Dragones imperiales de la Libertad por el de Escuadrón de Fieles de Potosí, además de otorgarle, el grado de brigadier.

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En el libro también se mencionan el valor y coraje demostrados por personajes como Leona Vicario, quien participó con recursos económicos para la revolución independentista, a sabiendas de que sus acciones le repre-sentaban un enorme riesgo. Cuando por ese motivo estuvo prisionera en el convento de Belén de las Mochas nunca denunció a los insurgentes.

Sobre Nicolás Bravo se recrea el momento en que, a pesar de que su padre fue aprendido y condenado a muerte, aquél y dos de sus hermanos se negaron a rendirse. Se recuerda que Mina al ser hecho prisionero fue sometido a extensos interrogatorios, pero sus captores nunca obtuvieron información alguna antes de fusilarlo.

La última parte del libro incluye anexos con documentos que dan testi-monio de la carrera militar de Joseph, se muestran los nombramientos que le fueron conferidos por tres virreyes: Francisco Javier Venegas, Félix María Calleja y Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito. También hay partes de guerra y reconocimientos a Pedro Zarzosa por sus hechos de armas expedi-dos, entre otros, por Agustín de Iturbide, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, el obispo de Puebla Antonio Joaquín Pérez Martínez, José Joaquín de He-rrera y Anastasio Bustamante.

Pocos hombres participantes en los dos frentes de la lucha independen-tista que duró casi 11 años tuvieron la fortuna de conservar la vida, como lo hizo el brigadier Zarzosa.

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DOCUMENTOS DELARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

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Declarando Independencias

CON EL PROPÓSITO DE DAR A CONOCER A NUESTROS LECTORES ALGUNAS IDEAS Y APUNTES SOBRE LOS TEMAS QUE SE ABORDARON TANTO EN EL COLOQUIO DECLARANDO INDEPENDENCIAS. TEXTOS FUNDAMENTALES COMO EN LA EXPOSICIÓN DECLARANDO INDEPENDENCIAS –ACTIVIDADES COORGANIZADAS POR EL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE EL COLEGIO DE MÉXICO Y EL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO EN SEPTIEMBRE (MES EN EL QUE YA CERRÓ LA EDICIÓN DE LEGAJOS. BOLETIN DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN)– PUBLICAMOS EN SEGUIDA UN TEXTO QUE TOMA COMO BASE LA INVESTIGACIÓN DESARROLLADA POR LA DIRECTORA DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS EN SKIDMORE COLLEGE, LA DOCTORA JORDANA DYM, QUIEN CONCIBIÓ CON EL AGN EL PROYECTO DE ABORDAR EN UN MISMO ESPECTRO ESPACIOTEMPORAL EL PROCESO INDEPENDENTISTA EN TIERRAS AMERICANAS.

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Introducción

Desde que el Congreso Continental estadounidense promulgó su Decla-ración de Independencia en el verano de 1776, las colonias se convirtie-ron en países independientes anunciando su cambio de estatus —o sea, su asunción de la soberanía— con una declaración escrita o con un discurso. Aunque se puede rastrear la infl uencia del documento norteamericano en los procesos de independencia o descolonización inclusive hasta el día de hoy, una mirada sobre las múltiples formas en que las colonias americanas proclamaron su independencia nos presenta un panorama más complica-do. Cabildos y juntas, generales, curas y abogados, congresos y príncipes gritaron, se manifestaron, proclamaron, y declararon la libertad, la eman-cipación, la autonomía, la separación o la independencia de ciudades, pro-vincias, pueblos, Estados y naciones, transformándolos en imperios —los menos— o en repúblicas independientes.

Entre 2008 y 2025 se celebran los bicentenarios de las independencias de las actuales repúblicas iberoamericanas. Esta exposición ofrece una se-lección de las actas que pusieron por escrito el nacimiento político de estos países durante un largo “ciclo independentista”. Rastrea la vida azarosa de estos documentos que cruzaron fronteras y océanos, que fueron aclamados, jurados o destruidos, que se consagraron como el “acta de nacimiento” de la nación o que fueron borrados de la memoria nacional. Se trata de docu-mentos que forjaron y difundieron un lenguaje de independencia, libertad y derechos que sigue siendo vigente el día de hoy.

Ésta no es sino una pequeña selección entre miles de actas que nos abren una ventana sobre una época turbulenta y de gran densidad histórica. Nos hablan del descontento de los colonos, nos muestran cómo justifi ca-ron su rebeldía, y nos presentan sus proyectos políticos. Son testimonio de los ideales, anhelos y ambiciones de quienes, en momentos distintos, pretendieron construir patrias nuevas.

I. El contexto atlántico, 1776-1808

A lo largo del siglo XVIII los imperios europeos en su afán por modernizar-se y afi anzar su poderío introdujeron reformas importantes en las relaciones

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entre metrópoli y colonias. No solamente aumentaron los impuestos, sino que restringieron los derechos políticos y las oportunidades económicas de los súbditos americanos. En respuesta, éstos protestaron, alentados por dos siglos de tratados fi losófi cos de autores como Samuel Pufendorf y Emme-rich Vattel, para defender sus “derechos naturales” en contra del gobierno “tiránico” de un rey “déspota”.

Las revoluciones del mundo atlántico empezaron en los Estados Uni-dos, país que proclamó su independencia en 1776, y continuaron en Fran-cia, donde se proclamó la Declaración de derechos del hombre y del ciudadano en 1789, para regresar a América en 1804, con la declaración de independencia de Saint Domingue que, al convertirse en Haití, abolió la esclavitud.

En un mundo iberoamericano conmocionado por estos sucesos, las nuevas políticas imperiales, al alterar la relación entre gobierno y sociedad, provocaron numerosas movilizaciones. Estos disturbios convencieron a las élites de la América española y portuguesa de que la estabilidad y la lealtad tenían sus ventajas.

Estados Unidos, 1776El debate sobre los derechos de los habitantes y la autoridad del parlamento en el Nuevo Mundo que agitaba a la América británi-ca desde 1764 se tornó violento en 1775, y culminó el 4 de julio de 1776, cuando el Congreso Continental de los Estados Uni-

dos declaró su independencia por medio de un documento escrito. El autor principal de la declaración de independencia, Thomas Jeffer-

son, se inspiró en la Declaración de Derechos de la colonia de Virginia, redactada por George Mason y proclamada por la asamblea colonial el 12 de junio de 1776. El texto, “hecho por los representantes del buen pueblo de Virginia”, identifi ca “los derechos que pertenecen a ellos mismos y a su posteridad, como base y fundamento del gobierno”. Insiste en que “el poder se deriva del pueblo” y que “todos los hombres son por naturaleza libres e independientes”. Afi rma además que ningún pacto político puede

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privar a los hombres del “goce de la vida y la libertad, y de los medios de adquirir y poseer la propiedad, y de perseguir y obtener la felicidad y la seguridad”.

Thomas Jefferson preparó el borrador de la Declaración de Indepen-dencia estadounidense entre el 11 y el 28 de junio de 1776, inspirándose también en la fi losofía política de John Locke y de los fi lósofos ilustrados franceses. Sintetizó su fi losofía en verdades “evidentes”, enumeró los abu-sos cometidos por el rey y denunció la sordera de sus “hermanos británi-cos”. Justifi caba así ante el mundo la disolución de los lazos que unían a las colonias con la madre patria. El comité de redacción de la Declaración incluía a John Adams (Massachusetts), Roger Sherman (Connecticut), Ben-jamin Franklin (Pennsylvania) y Robert R. Livingston (New York).

Muchos piensan que la declaración de independencia se fi rmó el 4 de julio de 1776, pero eso no ocurrió sino hasta que fue aprobada por la Con-vención de Nueva York, último estado en dar su visto bueno a esta trascen-dente decisión, el 9 de julio. El 19 de julio, el Congreso Continental mandó hacer una copia manuscrita con el título de “la declaración unánime de los trece Estados Unidos de América”. Los primeros delegados la fi rmaron el 2 de agosto y aunque el congreso ordenó fi rmar a todos los representantes, algunos nunca lo hicieron, como John Dickinson de Pennsylvania, que es-peraba una reconciliación con la metrópoli.

Revolución francesa, 1789Poco más de veinte años después, al otro lado del Atlántico, la monarquía francesa, prácticamente en bancarrota, se vio obligada a convocar a la re-presentación del reino, los “Estados Generales”, cuerpo que reunía a los componentes del reino: el clero, la nobleza y el “Tercer Estado”. El 20 de junio de 1789, este último, declarándose representante de la nación, resol-vió, mediante el “juramento del juego de pelota”, no permitir su disolución por orden real. Esta asamblea, como portavoz de la soberanía, limitó la autoridad del rey, puso fi n a los privilegios del clero y la nobleza, y redactó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Este texto circuló por todo el mundo atlántico, y sus sonoros principios de “libertad, igualdad, fraternidad” hallaron eco en las declaraciones y proclamas de las revolucio-nes iberoamericanas.

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La independencia de Haití, 1804A las revoluciones de los Estados Unidos y de Francia siguió una tercera, la revolución haitiana, que durante diez años trastornó una de las colonias azucareras más ricas del hemisferio. La libertad, igualdad y fraterni-dad invocadas por los franceses en 1789 no se hicieron extensivas a los esclavos africanos que trabajaban en las fi ncas caribeñas del imperio, y éstos se lanzaron a luchar por ellas. En 1801, el jefe de la rebelión esclava, Toussaint L’Ouverture, buscó asegurar la autonomía de Saint Domingue dentro del imperio francés y la li-beración de los esclavos, pero esta solución fue recha-

zada por Napoleón, que envió a 10,000 soldados a reprimir la insurrección de la isla caribeña. Durante más de diez años, los haitianos lucharon no sólo en contra del imperio francés, sino también contra los británicos y los espa-ñoles. El general Jean-Jacques Dessalines declaró la independencia el 1 de enero de 1804. La revolución haitiana no solamente independizó a un país sino que, literalmente, emancipó a un pueblo, constituyendo un ejemplo de libertad política que complicaría los futuros movimientos independentistas en las demás sociedades esclavistas americanas.

El tono amargo y desafi ante de esta segunda acta de independencia ame-ricana refl eja una lucha devastadora, brutal, y muy larga. Fueron los mili-tares, y no un congreso de políticos, los que informaron a “las potencias extranjeras la resolución de hacer al país independiente, y de gozar una libertad consagrada por la sangre del pueblo de la isla”, eligiendo el nombre de Haití. El acta no recoge los contenidos del texto estadounidense ni de la declaración de derechos francesa. No establece un gobierno representativo, sino que nombra a Dessalines “gobernador de por vida”.

II. Resistencia hispana y pronunciamientos iberoamericanos, 1808-1810

En 1808, Napoleón Bonaparte tenía a la península ibérica a sus pies. La familia real portuguesa se refugió, con toda su corte, en Brasil, con el apo-yo de la armada británica. En España, Carlos IV y su hijo Fernando VII

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abdicaron el trono en manos de José I, hermano de Napoleón, y algunos políticos españoles dieron la bienvenida a una monarquía constitucional (Constitución de Bayona, 1808), con representación tanto de la península como de los reinos de ultramar.

Sin embargo, una parte importante de la población de la península re-chazó con escándalo las abdicaciones de Bayona. Se inició entonces una guerra de independencia que intentaron dirigir las juntas provinciales que se formaron para resguardar los derechos del rey secuestrado. Después de seis años de lucha, los españoles vencieron al “tirano francés”. En América, la ausencia del monarca, autoridad unifi cadora, descompuso el gobierno. Muchos americanos se rehusaron a reconocer como legítimas a las autori-dades peninsulares y formaron sus propias juntas. Se arguyó, basándose en viejos textos como las Siete Partidas de Alfonso XIII y los tratados políticos de Francisco Suárez y Juan de Mariana, que la soberanía había vuelto a los pueblos —a las ciudades, provincias, reinos y otras entidades— mientras se restablecía el orden legítimo.

En estas circunstancias confusas, el propósito de los autores de los pri-meros documentos americanos, considerados hoy como “actas de indepen-dencia”, era más bien el de recomponer al Estado colonial de manera en que se aseguraran los derechos de los reinos y posesiones americanas. Pero frente al desarrollo desastroso de la guerra en España, y la pretensión de las autoridades españolas por centralizar la autoridad, las juntas americanas proclamaron su autonomía y representatividad, empezando en Quito en 1809, para seguir con otras capitales como Caracas y Buenos Aires en 1810. En la Nueva España, donde los esfuerzos por formar una junta fueron sofocados por el golpe de Estado que dieron los grupos más comprometi-dos con mantener inalterado el orden colonial, el “grito” que lanza Miguel Hidalgo en el Bajío, convocando a los novohispanos a luchar en defensa de la religión y en contra de la tiranía francesa y de la opresión “gachupina”, es considerado el primer episodio del proceso que transformaría a la Nueva España en México.

Independencia españolaEn esta primera invocación de la independencia española, La Junta Supre-ma se dirige a “la nación española” diciendo que la providencia no ha que-

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rido “dar un paso hacia la independencia sin darlo también hacia la libertad.”Por eso convoca a la representación de la nación en un cuerpo parlamentario, las “Cortes”. Su-giere que España se está emancipando no solamente del “despotismo francés” sino de trescientos años de una “tiranía inepta ya y decrépita”, que se afi anza con la diso-lución de las Cortes tradicionales, en 1520, quedando los españoles privados de repre-sentación política. Las autoridades america-nas recibirían este texto a partir de 1810, y, en menos de un año, adoptarían el espíritu

de esta declaración para fi nes muy distintos.La abdicación del “deseado” príncipe Fernando VII movilizó a las po-

blaciones americanas, que enviaron dinero a la península, organizaron mi-licias para la defensa de la patria y formaron “juntas” para salvaguardar los derechos del rey ausente. Estas juntas protestaron su lealtad al rey legítimo. Pero en las actas de erección se expresa también la intención de recobrar los derechos y la soberanía cedidos a la monarquía española, y se reclama el derecho de elegir autoridades locales. La referencia a un pacto original y a la transferencia de la soberanía a “los pueblos” en ausencia del rey —el pacto translationis— marcaría una importante diferencia en la lógica que articula los primeros movimientos autonomistas iberoamericanos, a diferencia del caso norteamericano

Acta de cabildo, Quito, 10 de agosto de 1809Se considera la primera “Acta de Independencia” hispanoamericana. En el texto se jura lealtad y obediencia a Fernando VII pero se declara “haber cesado en sus funciones a los magistrados” de Quito, asumiendo el cabildo, con tratamiento de “Majestad”, la autoridad sobre las “provincias sujetas” de Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá. Así, los miembros del cabildo, “diputados del pueblo”, introducen un refrán que se repetiría en el seno de otras juntas, desde México hasta Buenos Aires: la proclamación de lealtad a un rey cautivo pero la devolución de la soberanía a los pueblos

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americanos mientras Fernando VII fuera suplantado por un rey ilegitimo, como José Bonaparte, o por una autoridad efímera y parcial, como las jun-tas provinciales, la Junta Suprema Central o la regencia. También proyecta un territorio de gobierno constituido por pueblos que pertenecían a juris-dicciones coloniales distintas.

Esta acta es la primera de muchos documentos. Habrá docenas de actas de formación de juntas y declaraciones de independencia entre 1809 y 1822, no sólo en las capitales sino también en los pueblos, villas, parroquias, y después, en los estados que surgirían a partir de los territorios de las audien-cias de Quito (Ecuador), Caracas (Venezuela) y Santa Fe (Colombia), que, tras lograr su independencia, se unirán para formar la Gran Colombia.

Acta de cabildo, Caracas, 19 de abril de 1810 El cabildo caraqueño se presentó como un huérfano no solamente por el cautiverio del rey sino porque se oponía directamente a la regencia (“otra forma de gobierno”). Ésta no podía ejercer jurisdicción “sobre estos países porque ni ha sido constituido por el voto de estos fi eles habitantes cuando han sido ya declarados no colonos […]” ni podía “atender la seguridad y prosperidad de estos territorios.” Reclama un gobierno efi caz en el que participen los “diputados” del pueblo, incluyendo, por ejemplo, al repre-sentante del gremio de pardos.

25 de mayo de 1810, Buenos AiresAl enterarse de la caída de la junta de Sevilla, los residentes de Buenos Aires buscaron crear una junta gubernativa propia durante la “sema-na de Mayo” (18-25 mayo), argumentando que la soberanía había revertido al pueblo. Los ha-bitantes de la capital se opusieron a una primera junta presidida por el virrey, y el 25 de mayo el cabildo erigió una junta con el militar revolucio-nario Cornelio de Saavedra al frente, que incluía a notables como Cornelio de Saavedra, Juan José Castelli, y Manuel Belgrano como miem-bros. Después de la “ratifi cación por aclama-

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ción” de esta decisión los miembros de la junta, como “despositarios de la autoridad superior del virreinato.” juraron “conservar la integridad de esta parte de los dominios de América a nuestro amado soberano”, Fernando VII, El acta insiste en la separación de poderes, y manda a los demás cabil-dos rioplatenses convocar a “la parte principal y más sana del vecindario” para formar un Congreso que decida la forma del futuro gobierno.

Grito de Dolores, México, 16 septiembre 1810 Por tratarse de una expresión oral, no hay un documento que contenga las palabras exactas del padre Hidalgo. Sin embargo, el testimonio en la causa de infi dencia de Ignacio Allende, uno de los “conspiradores” de la insurrec-ción sugiere que también se trata de un movimiento autonomista. Sin em-bargo, Hidalgo convoca a sectores más populares que los actores institucio-nales de las capitales provinciales de Quito, Bogotá, Buenos Aires y Caracas.

III. Los procesos de independencia y su legitimación documental

La guerra de independencia española duró hasta la derrota de Napoleón en 1814 y el regreso de Fernando VII al trono. Entre tanto, muchos movi-mientos autonomistas americanos se convirtieron en guerras de indepen-dencia. Caracas, Santa Fe de Bogotá, Buenos Aires y Montevideo empiezan a declarar su separación o emancipación permanente de España a partir de 1811. En México, la insurrección de Hidalgo y Morelos deviene en un mo-vimiento independentista. En este período, se pasa de las actas de cabildos o de juntas, a las actas, decretos y declaraciones de congresos que reúnen a los representantes de jurisdicciones diversas que, como en el caso norte-americano, arguyen tener derecho a la independencia absoluta y postulan la legitimidad de erigir estados libres, soberanos e independientes del viejo mundo. Sin embargo, aunque hay frases que hacen eco a la declaración del vecino al norte, hay sentimientos—de la nación en el caso mexicano— que son particularmente iberoamericanos: se subrayará la importancia de la re-ligión y el peso de 300 años de historia. Dejando a un lado las alusiones al despotismo de una corona española que disolvió las Cortes en 1520, los españoles de América resaltan los abusos de un gobierno que se apropió sin derecho de las Américas y las gobernó sin ternura.

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Es interesante destacar que las declaraciones de independencia absoluta se emiten en dos momentos bien distintos. Cuando se proclama la indepen-dencia en Caracas en 1811 y en Chilpancingo en 1813, sigue la guerra contra Napoleón. Pero al reunirse el Congreso de Tucumán en 1816 y al procla-marse la independencia chilena en 1818, Fernando VII ha vuelto al trono, y derogado la Constitución de 1812, que aseguraba la representación, aunque limitada, de los territorios de ultramar. Es decir, que en aquellos casos, la lógica del depósito de la soberanía, o el pacto traslationis, justifi ca la ruptura, mientras que en éstos, hay ya un rey legitimo ocupando el trono, como era el caso de Jorge III cuando las colonias norteamericanos se separaron de Gran Bretaña. Los argumentos a favor de la independencia, ¿refl ejan estas circunstancias distintas?

Acta de independencia, Caracas, 5 de julio de 1811En su “Acta Solemne” de independencia, los diputados del Congreso de la Confederación Americana de Venezuela redactan un texto que debe mucho a la declaración norteamericana, pero que se estructura como un documento de gobierno tradicional y articula conceptos políti-cos hispanos. Los representantes dicen tener “la plena y absoluta posesión” de sus derechos por las abdicaciones de Bayona y el acta del 19 de abril del 1810. También arguyen la legitimidad

de esta restitución al “trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta a la nación Española”.

Uruguay, 5 de abril de 1813José Gervasio Artigas reúne el Congreso de Tres Cruces para formar las instrucciones de los representantes de la Banda Oriental quienes debían asistir al congreso convocado por Buenos Aires en 1812. Aunque no de-clara la independencia explícitamente, el texto se considera el acta de in-dependencia uruguaya. En el acta del 5 de abril, los diputados del Pueblo del Bando Oriental presentan las condiciones para reconocer la asamblea

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constituyente rioplatense, que refl ejan tanto la situación bélica como la im-portancia de la autonomía regional. Se nota la infl uencia tanto del acta de independencia estadounidense como de Rousseau. La Asamblea en Bue-nos Aires no reconoció ni a los representantes, ni sus instrucciones por no emanar de la Asamblea General que se había reunido en enero en la Banda Oriental, según las reglas de la convocatoria original.

Acta de Independencia, Chilpancingo, 6 de noviembre de 1813 El congreso de Anáhuac, convocado por los insurgentes que habían lucha-do desde el otoño de 1810 para constituir un gobierno revolucionario se reúne en la ciudad de Chilpancingo el 6 de noviembre de 1813. Aprueban y anuncian su independencia declarando “que por las presentes circunstan-cias de la Europa, ha recobrado [la América Septentrional] el ejercicio de su soberanía usurpado; que en tal concepto queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono Español”. No hay quejas específi cas en contra el gobierno español, sólo se argumenta que la confusión en la madre patria ha devuelto la soberanía a la América, quien decide hacer permanente el rompimiento.

Si el texto norteamericano crea un nuevo Estado a partir de la con-federación de las antiguas colonias, el novohispano alude a una entidad territorial vagamente defi nida: la América Septentrional. La importancia de la religión católica, que se pone de manifi esto en la inclusión del “derecho” a “celebrar concordatos con el Papa” apunta a otra diferencia entre los procesos de la América española y la británica. Se advierte que la guerra continuará hasta que la independencia “sea reconocida por las naciones extranjeras”. La independencia política dependía entonces no solamente de su declaración, sino de las posibilidades que tenía la nueva nación para con-vencer a otros países de su legitimidad. En el caso mexicano, los esfuerzos insurgentes iban a fracasar ante el avance militar de los realistas.

Acta de independencia, Buenos Aires, 9 de julio de 1816 (Congreso de Tucumán)En mayo de 1810 el cabildo de Buenos Aires proclamó los derechos del Río de la Plata. Seis años después, el Congreso de las Provincias Unidas, reunido en la montañosa ciudad de Tucumán, declaró su “emancipación solemne”

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del “poder despótico de los reyes de España”. Varios elementos recuerdan al modelo norteamericano —la alusión a la rectitud de sus intenciones, a la necesidad de romper vínculos “violentos”— pero no presentan quejas específi cas, y dicen representar “pueblos” que recuperan “los derechos de que fueron despojados”. Un juramento oral precede al texto escrito, como sucede también con el texto haitiano, remitiendo al ritual monárquico de jurar lealtad al rey que asume el trono.

Acta de independencia, Santiago de Chile, 1 de enero de 1818El acta de independencia de Chile no precede a la indepen-dencia de hecho, sino que la confi rma. Tras la victoria de Chacabucco, la Junta Guber-nativa chilena decretó la pro-clamación de un acta de inde-

pendencia —había adoptado ya una bandera y un escudo— diciendo, “sin un acta de independencia, no ocuparemos el rango debido en el cuadro de las naciones, no obtendremos de ellas la protección a que es acreedora la justicia de nuestra causa”. Este documento hace explícito un principio subyacente en las demás actas iberoamericanas: la declaración o el acta es una fuente jurídica sobre la cual se fi nca la transformación de las colonias en naciones soberanas e independientes.

IV. El Septentrión y Centroamérica, 1821-1825

En 1820, el levantamiento de las tropas destinadas a combatir los movi-mientos independentistas de América del Sur que se negaban a embarcar desató una crisis en la monarquía católica. Fernando VII se vio obligado a aceptar una monarquía constitucional, jurando la Constitución de 1812. En varios de los territorios americanos que se mantenían leales a la Co-rona —las Antillas Españolas, la Nueva España, Guatemala— se juró de nuevo la constitución gaditana y se eligieron de nuevo autoridades cons-

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titucionales. Sin embargo, la debilidad del gobierno de la península obligó a las sociedades que se hallaban divididas ante la opción independentista a defi nirse. Con esta nueva ruptura se impuso el proyecto de emancipación —a veces con el apoyo más bien tibio de la élite local— en toda la América Septentrional y Meridional.

México, 1821En febrero de 1821 el ofi cial realista Agustín de Iturbide, que con tanta saña

había combatido a las huestes de Hidalgo, lan-zó el Plan de Iguala, en el cual promueve la independencia de la América Septentrional. Al abrazar políticamente al jefe insurgente Vicente Guerrero, los gobiernos locales se adhirieron al plan. Éste anunciaba la eman-cipación de una nación madura de “la tutela de la nación más católica, y piadosa, heroica y magnánima”, y ofrecía a Fernando VII, o a otro príncipe Borbón, el trono del imperio mexicano. La independencia fue reconocida por Juan de O’Donojú, el recién llegado virrey

de Nueva España, en los Tratados de Córdoba, fi rmados por él e Iturbide el 24 de agosto. El 28 de septiembre, un acta de la junta interina de gobierno, conformada por los principales jefes del movimiento trigarante proclama-ba, con un tono ya distinto al del Plan de Iguala, el fi n de trescientos años en los que la nación mexicana había existido “sin voluntad propia ni libre uso de su voz”, proclamando su “salida de la opresión”.

Formación del imperio mexicano, 1822 La independencia de la América Septentrional empujó a la Capitanía Gene-ral de Guatemala, que previamente no había participado en las agitaciones independentistas, a emanciparse también. Dada la ausencia de un ejército realista en la región, las provincias centroamericanas no tuvieron que po-nerse de acuerdo sobre una defensa común, ni en sus posturas políticas. La región entre Chiapas y Costa Rica se convirtió en un escenario en el que docenas de actas fueron redactadas y proclamadas por ciudades y provin-

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cias. Éstas no solamente no lograron ponerse de acuerdo en cuanto a la se-paración de España, sino que tampoco concordaron sobre si debían unirse al nuevo imperio mexicano u optar por la soberanía absoluta. Al recibir no-ticias del Plan de Iguala, distintas autoridades centroamericanas entablaron correspondencia con el nuevo Imperio, por lo que hay copias de muchas de sus actas más importantes en el Archivo General de la Nación.

Iturbide envió tropas con el general Vicente Filisola al frente para ga-rantizar la unión del Septentrión, y la mayoría de las provincias centroame-ricanas aceptaron formar parte del imperio mexicano el 5 de enero de 1822. Sólo San Salvador luchó por su independencia hasta 1823, cuando México se convirtió en república y Centroamérica se separó de ella para formar su propia federación. El congreso mexicano reconoció esta independencia —exceptuando a la provincia de Chiapas, que se integró a la nueva repú-blica— en 1824.

Acta de Independencia de Centroamérica, Guatemala, 1821Este acuerdo es notable porque en lugar de destituir a los ofi ciales reales, la élite guatemal-teca —reunida en una junta compuesta por los miembros de la diputación provincial, del ayuntamiento constitucional, de la audiencia, de la Iglesia, del colegio de abogados— invitó al capitán general a participar en su junta ex-traordinaria, y luego lo confi rmó en su puesto. Igualmente, el acta justifi caba la independen-cia como una respuesta a las noticias del jura-

mento de independencia de los ayuntamientos constitucionales de Chiapas, para respetar “la voluntad general del pueblo de Guatemala para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.” Se trata entonces de un acta defensiva y ambigua, que no se queja del gobierno español, y deja en manos del congreso que debe reunirse la facultad de resolver “el punto de independencia general y absoluta, y fi jar, en caso de acordarla, la forma de gobierno y ley fundamen-tal que deba regir”.

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En ese momento no todas las provincias de la capitanía aceptaron esta acta, pero hoy en día todos los países centroamericanos festejan el 15 de septiembre como día nacional de independencia.

Acta de El Salvador, 1821El 21 de septiembre San Salvador fue la primera capital provincial de la capitanía general en responder al acta del 15 de septiembre en Guatemala, con regocijo general. No sería sino hasta que, en el otoño del mismo año, Guatemala decidiera recurrir a los demás pueblos, pidiendo su voto para anexarse a México que San Salvador se opuso al liderazgo de la capital, prefi riendo la independencia absoluta.

Nicaragua, 1821La diputación provincial y el obispo de Nicaragua se reunieron el 28 de septiembre. Después de deliberar sobre “los sucesos que han tenido lugar en Guatemala”, acodaron su absoluta y total independencia de Guatemala “que parece se ha erigido en soberana.” La independencia del gobierno español sólo era temporal “hasta tanto que se aclaren los nublados del día y pueda obrar esta provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños reli-giosos y verdaderos intereses”. Como en las demás provincias centroame-ricanas, permanecen en su lugar las autoridades reales. Aunque los miem-bros de la diputación provincial habían sido electos por los nicaragüenses, algunos pueblos rechazaron la representatividad de la diputación provin-cial. Cuando cayó el imperio mexicano, Nicaragua decidió participar en la República de Centroamérica entre 1824 y 1838, erigiéndose en república independiente en 1839.

Honduras, 1821En Tegucigalpa—actual capital de la República de Honduras, pero en 1821 capital de un distrito de la intendencia del mismo nombre— el ayunta-miento leyó la noticia de “haber jurado la independencia en Guatemala,” y acordó que “se publique, circule inmediatamente [y] que se le dé el debido obedecimiento.” Para el juramento, convocó a los religiosos y a otras au-toridades y a “algunos vecinos” de la villa, quienes en acta continua “ma-nifestaron todos unánimemente su alegría…y estar prontos a jurar la in-

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dependencia.” El cura, José Francisco Pineda fue el primero a fi rmar el acta, seguido por el guardián del convento de San Francisco, y los vecinos principales, incluyendo a Diego Vigil y Dionisio Herrera.

Separaciones, 1823 Centroamérica pasó rápidamente de sus prime-ras actas locales a la de un congreso de diputados que optó por la independencia absoluta. Al se-pararse de hecho del imperio mexicano en 1823, una junta preparatoria elaboró los documentos

que la primera Asamblea Nacional Constituyente centroamericana adoptó como los decretos que formalizaron la independencia absoluta de España del antiguo Reino de Guatemala. En este momento, como lo habían he-cho los demás países americanos, presentó un listado de quejas contra el imperio para justifi car su separación e independencia, y los representantes adoptaron el texto por unanimidad. Por no haber llegado los diputados nicaragüenses y costarricenses, aprobar el acta otra vez en octubre.

República Dominicana, 1821 En diciembre de 1821 Santo Domingo, bajo el impacto de la independen-cia de la Gran Colombia, propuso separarse de España para unirse con la Gran Colombia. El texto recuerda en su forma y contenido a otros tex-tos hispanoamericanos, condenando “una sujeción ignominia de 328 años que es sin duda un tiempo sufi ciente y muy caro para comprar lección”, y proclama “¡Viva la Patria, viva la Independencia, y viva la Unión de Co-lombia!”. Ocho semanas después, una invasión de fuerzas haitianas pondrá fi n al movimiento independentista. Bolívar no contemplaba oponerse al gobierno haitiano, cuyo apoyo consideraba clave en la lucha por la inde-pendencia sudamericana. Santo Domingo se independizó de Haití en 1844, y de nuevo se afi lió con España. Sólo se separó de la madre patria de modo permanente en 1861, en el aniversario de la independencia dominicana de Haití en 1844.

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SudaméricaEntre 1821 y 1825 las guerras de independencia en América del Sur cul-minaron con la victoria de las fuerzas americanas. Los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín lograron separar a todas las antiguas provin-cias hispanoamericanas de la metrópoli, aunque a veces tuvieron que llevar tropas a las ciudades capitales, como fue el caso de Lima en Perú. Los habitantes de los territorios que habían sufrido de primera mano las insurrecciones in-dígenas de Tupac Amaru y Tupac Catari en la década de 1780 temían que establecer repúbli-cas y federaciones con una población mayorita-riamente indígena sería problemático, y sólo se independizaron bajo la presión de sus vecinos. Muchas de las actas de independencia de este período están permeadas de un tono conserva-dor y cauteloso, y dudan en tachar a la monarquía española de tiránica.

Brasil recorrió un camino distinto. La política de Lisboa, que pretendía restringir la autonomía de las posesiones portuguesas en América puso a Dom Pedro, hijo del rey de Portugal, ante la disyuntiva de perder a Brasil o gobernar un país independiente. Entonces, al borde del río Ipiranga, el príncipe gritó, en septiembre de 1822, “Independencia o Muerte,” cum-pliendo con la idea expresada en su manifi esto del 7 de agosto de que era preferible la independencia absoluta que la sujeción a las Cortes de Lisboa.

Alto Perú (Bolivia), 6 agosto 1825 El 6 de agosto de 1825 los diputados que fi rmaron el acta de Independen-cia del Alto Perú se reunieron en una asamblea que proclamaba que los abusos de España hacia México, Colombia y Buenos Aires no habían sido “superiores a los del Alto Perú”. Asegurada la independencia de los otros países, la asamblea decidió declarar la suya, y erigirse en “estado Soberano e independiente de todas las naciones”.

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V. Ajustes territoriales e independencias tardías, 1830-1903

Declarar la independencia de la metrópoli es un paso hacia la indepen-dencia. En la década de 1830, en algunas regiones —notablemente en el istmo centroamericano y en los Andes— los Estados que conformaron las primeras repúblicas optaron por una independencia y soberanía absolutas. Congresos y presidentes pusieron fi n a estas federaciones y promulgaron decretos y actas para lograr este fi n. Por no ser actas de independencia “absoluta” de una potencia colonizadora, los decretos o constituciones que confi rmaban la soberanía de las nuevas repúblicas o declaraban el fi n de una federación raramente se conmemoran como días de independencia, y los textos no se consideran fundamentales, sino que aparecen en las recopi-laciones de leyes por su importancia jurídica. En los 1830, las federaciones de Centroamérica y Gran Colombia se dividieron, respectivamente, en 5 y 3 países; en 1903, Panamá se separó de Colombia. En el caso mexicano, en 1836 la República de Texas logró los sueños enunciados por algunos de sus municipios en un acta de 1826. Se trataba de una independencia efímera, pues Texas se anexó a los Estados Unidos en 1845. En el Caribe, la Repú-blica Dominicana (hasta 1861) y Cuba (1898/1902) y Puerto Rico (1898) fueron las últimas colonias que se independizaron de España, aunque este último se convirtió en un territorio (o colonia, según el punto de vista) de los Estados Unidos de América.

Como veremos, estas actas de independencia narran/imaginan la trans-formación de diversas unidades coloniales en entidades políticas indepen-dientes. Cuentan historias de ruptura, de asunción de la soberanía y de refundación. Echan mano de un acuerdo, de un grito o de un acta para legitimar un proceso político.

La independencia de Texas, 1835Adoptando el proceso usado por muchas provincias iberoamericanas en 1808, en noviembre de 1835 una convención de representantes de los mu-nicipios tejanos resolvió separarse de la República Mexicana por su desor-ganización, enfrascándose en una guerra contra un gobierno militar que no reconocía como legítimo.

Seis meses después de la “Declaración del Pueblo de Tejas”, los delegados

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de los distritos tejanos se reunieron en una Convención General mientras que el ejérci-to del general mexicano Antonio López de Santa Anna sitiaba el Álamo en San Antonio. La provincia de Texas decidió establecer una “república independiente, libre y soberana”. El acta condenaba al gobierno mexicano por no cumplir con las responsabilidades y fun-ciones de un gobierno estable protegiendo “la libertad, vidas y propiedades de la gente”. El congreso subrayó que “la Constitución Republicana Federal de su país”, que habían jurado sostener no tenía ya “existencia real”.

Cuba y PanamáEl ciclo de independencias iberoamericano no se cierra en el siglo XIX, aun-que la transición de imperio a república de Brasil coincide con la otra gran emancipación del siglo: la abolición de la esclavitud. No fue sino hasta los albores del nuevo siglo que las últimas colonias españolas rompieron con la madre patria. Cuba, la “siempre fi el”, enfras-cada en un largo confl icto armado (1868-78 y 1895-1898) publicó un manifi esto escrito por José Martí y Máximo Gómez en 1895, pero su independencia no se hizo efectiva sino hasta el tratado de paz fi rmado por España y Estados Unidos en 1898 que establece la “asesoría” del último al terminar su “ocupación”. Estados Unidos fi jó, por otra parte, un “protectorado” sobre Puerto Rico. El último proceso indepen-dentista de la América hispana se llevó a cabo el 2 de noviembre de 1903, cuando la provincia de Panamá se separó de Colombia, un sueño acariciado por la élite panameña en la década de 1850 y hecho realidad cuando la independencia de este territorio facilitó la construcción de un canal interoceánico.

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Panamá, 1821La primera Acta de independencia fue promulgada en nombre del Istmo de Panamá por una Junta General compuesta de las corporaciones civi-les, militares y eclesiásticas de la provincia el 28 de noviembre de 1821. El documento declara que Panamá es “libre e independiente del Gobierno Español” y que “provincias del Istmo pertenecen al Estado Republicano de Colombia”.

El segundo documento, fi rmado el 4 de noviembre de 1903 por el con-sejo municipal panameño, dice ser el resultado de más de 80 años de injus-ticias perpetradas por Colombia. El acta alude a la decepción de las espe-ranzas panameñas, que parecen ser más económicas que políticas: La unión con Colombia no había producido los ”bienes que [...] se aguardaron” y ésta ponía “obstáculos insuperables al progreso”. ¿Sería esta novedosa “respon-sabilidad” del Estado la que empujó a este trozo del istmo centroamericano a construir un canal interoceánico, que pronto introduciría un tipo distinto de imperialismo?

Tratados de reconocimiento El erigirse en Estado soberano no era siempre sufi ciente. Para que la inde-pendencia se hiciera realidad, tenía que ser reconocida por los otros miem-bros de la sociedad internacional. Por eso los nuevos países buscaron el reconocimiento tanto de la antigua metrópoli, como de otras potencias, y de los países “hermanos” con quienes compartían el continente. Los países iberoamericanos reconocieron a sus vecinos casi de inmediato, con los tra-tados de paz y comercio fi rmados entre México y Colombia (antes Nueva Granada) en 1823, por ejemplo. Portugal reconoció la independencia de Brasil a mediados de la década de 1820 y Francia, al recibir una indemniza-ción enorme de Haití, reconoció su independencia en 1825. Más renuente a asumir la pérdida de su imperio, España fi rmó tratados de amistad con las repúblicas americanas entre 1836 (México) y 1881 (Colombia), mientras que las potencias rivales —Estados Unidos, Francia, Inglaterra— empeza-ron a negociar sus tratados cuando los gritos apenas habían sido acallados y seguían sobre la mesa las plumas con las que se fi rmaron las actas de independencia.

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Conclusión

Las actas de independencia son testimonio de una gran variedad de anhelos y propuestas políticas. Sin embargo, dieron origen a un fenómeno singular: los países del hemisferio quisieron conmemorar su independencia en el día de la adopción o proclamación de al menos una de estas actas. En muchos países iberoamericanos, ya desde los primeros años de vida independiente, se celebraba una fi esta nacional en la fecha del acta. Argentina escogió el 9 de julio como el aniversario de la independencia en 1817, un año después de que el congreso de Tucumán emitiera su decreto. Tampoco faltan anomalías e ironías. En Centroamérica, Guatemala adoptó el 15 de septiembre como aniversario de la independencia en 1834, y hoy en día cada uno los cinco países que formaron parte de la República de Centroamérica (1823-1838) —Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica— celebra el 15 de septiembre como el día de la independencia, aunque muchas ciu-dades y regiones rechazaron, en ese momento, el acta guatemalteca. En otros países, no basta un día para conmemorar procesos largos y complejos — Perú, desde 1822, consagró varias fechas como fi estas cívicas, para con-memorar batallas, juramentos y los cumpleaños o aniversarios luctuosos de los héroes de la época. En algunos casos, las actas (o alguna parte de ellas, como las fi rmas de sus autores) forman parte la cultura visual del país, como vemos en la publicación de documentos conmemorativos de las actas mexicana y estadounidense.

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DOCUMENTOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

A continuación presentamos tres expedientes extraídos del acervo docu-mental que resguarda el Archivo General de la Nación; dos hacen referencia a la escasez de alimentos y sus efectos durante los movimientos de Inde-pendencia y Revolución; el otro es una petición para representar comedias durante las festividades navideñas.

Colocamos primero el ofi cio que Juan Mirón, comisionado de la pólvo-ra, le dirigió a Guadalupe Victoria el 29 de octubre de 1816 desde Actopan, para informarle del paro de actividades en la fábrica del salitre debido a la falta de maíz para alimentar a los empleados; sin el salitre, señala el remiten-te, pronto parará también la fabrica de pólvora.

En seguida tenemos el documento fechado el 26 de junio de 1915 escri-to por los vecinos de la colonia Santa Julia en el Distrito Federal, dirigido a los delegados de la Soberana Convención Revolucionaria para exponerles que por la escasez de alimentos y la negativa de los comerciantes a vender sus mercancías, las mujeres de la localidad se vieron forzadas a ingresar en las tiendas y depósitos de semillas con el fi n de tomar los víveres necesarios para el sustento familiar; fueron salvajemente reprimidas por un grupo de soldados de la guarnición de Tacuba, al parecer villistas, quienes les ocasio-naron severas lesiones y en algunos casos la muerte; por ello solicitaron que la convención interviniera para saber quiénes fueron los responsables tanto de dar la orden como de ejecutar el ataque en contra de las mujeres; esperan que se haga justicia para que no se repitan crímenes como el denunciado que “deshonra y mengua la gloriosa Revolución Mexicana”.

El último documento es la solicitud escrita en 1807 por el ciudadano Pe-dro Ygnacio (sic) Guerra, vecino de Querétaro para que se le conceda licen-cia de representar seis comedias durante los días de la pascua de navidad; su justifi cación fue que “por un estipendio moderado, el público disfrutará de una diversión honesta de que carece, y yo socorreré mis necesidades sin perjuicio de nadie”.

En el caso de los documentos con paleografía se actualizó la acentua-ción, pero se respetó la ordenación de cada línea, la separación silábica y el uso de mayúsculas y minúsculas. Idalia González.

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POR ESCASEZ DE MAÍZ PARA LABORES LA FÁBRICA DE SALITRE

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f. 116

Excelentísimo señor

Por el motivo de no tener los fabricantesDe pólvora y salitre salario alguno hasta laPresente, hemos estado sostenidos de la manutenci-ón que nos ha franqueado el señor encargado de jus-ticia Don Josef María González, y el Gobernadorde este pueblo. Y habiendo faltado el maíz que serequiere para los empleados en la fábrica delsalitre se a varado todo, porque el día 25 delcorriente fue el último que se trabajó, y es vis-to que faltando este material pare también la fa-brica de pólvora, la que parará a fin de esta se-mana si la salitrera no se fomenta.

El teniente coronel Señor Don Miguel Ferreiranuestro Director se fue desde el día 20 a traer a su familia, me dejó dicho que venía el día 25pero hasta ahora no aparece, nos dejó entendidosen que Don José Maria nos daría algún socorro en re-ales para lo muy preciso como jabón, cigarros, etcétera pe-ro no se ha verificado, antes lejos de eso ha habido díaque hemos pasado con sola tortilla una vez al día.

El gobernador ha hecho cuanto a podido y

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f. 116v

me ha prometido que si una tortilla tiene la parti-rá con nosotros, pero que a los del salitre no le al-canzan las fuerzas.

El Señor Don José María el descarte que da es que es-tá vuestra excelencia entendido en que él es colector de lascontribuciones, y por eso somete vuestra excelencia a él estosgastos pero que no es así, que no administra hacien-da nacional ninguna y así que no tiene de que sos-tenernos.

Me ha parecido muy conveniente el partici-parle a vuestra excelencia todo esto, para que mande proveer con tiempo esta falta, y no sea yo el culpante de la falta que pueda resultar de la pólvora.

Atopan y octubre 29 de 1816Besa los pies de vuestra excelencia su más humilde yafectísimo servidor.

Juan MirónComisionado de la pólvora

[Al margen izquierdo de la fecha]

Señor Teniente general Don GuadalupeVictoria

AGN, Operaciones de Guerra, vol. 931, exp. 78

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SOLICITUD DE LICENCIA PARA REPRESENTAR COMEDIAS EN LAS PASCUAS NAVIDEÑAS

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f. 1

[Fecha a la izquierda del texto] México agosto22 de 1807Ocurra al corre-gidor interinoDe Querétaro

Pedro Ignacio Guerra, vecino de laciudad de Santiago de Querétaro, ante vuestra excelenciacon el mayor respeto y veneración Digo:que mi edad algo avanzada ya, y mis enf-ermedades habituales me han reducido a unestado tanto más miserable cuanto no parasólo en mi la desgracia, mi inocente familiaes víctima también de la indigencia, sin quebasten mis arbitrios a remediar nuestracomún desdicha.

En este supuesto, y con el conoci-miento de la paternal piedad de vuestra excelenciaocurro a su superioridad suplicándole re-ndidamente, se sirva concederme la licencia

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oportuna, para representar en aquellaciudad seis comedias en los días de lapascua de natividad pues por un es-tipendio moderado, el público disfrutaráde una diversión honesta de que carece,y yo socorreré mis necesidades sinperjuicio de nadie, mayormente previni-éndose por vuestra excelencia a los jueces de aquellaciudad, cuiden del arreglo y decorode la diversión. Por tanto.

A vuestra excelencia suplico así lo mandeQue en ello recibiré gracia y merced.

Excelentísimo señor

Pedro Ygnacio Guerra.

AGN, Indiferente Virreinal, caja 2833, exp. 025

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VECINOS DE LA COLONIA SANTA JULIA SE QUEJAN ANTE LA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

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AGN, Convención Revolucionaria, caja 7, exp. 9

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Noticias del AGN

RECONOCIMIENTO AL INSTITUTO NACIONAL DE MIGRACIÓN

La directora general del Archivo Ge-neral de la Nación, doctora Aurora Gómez Galvarriato felicitó al Instituto Nacional de Migración (INM) por el li-bro 200 mexicanos que nos heredó el mundo, la inauguración de la exposición “Ex-tranjeros célebres en México” y por el rescate y organización que desde 2002 realizan en su archivo.

El 13 de septiembre en la cúpula del AGN, donde se montó la exposición citada, la titular de esta institución señaló que tanto en la muestra como en el libro, el INM refl eja el enorme legado que México recibió de sus inmigrantes en diversos ámbitos como las ciencias, la artes los deportes.

La comisionada del INM, Cecilia Romero Castillo, dijo que el libro 200 mexicanos que nos heredó el mundo “da cuenta de 200 personalidades que se destacaron por sus notables contribuciones a México: todas ellas nacieron en el exterior y fi nalmente se arraigaron en el país por diversas razones y en diferentes condiciones migratorias; muchas incluso, se naturalizaron como ciudadanos mexicanos”.

ARCHIVOS, MEMORIA Y SOCIEDAD CIVIL

Al moderar la conferencia dictada por el doctor James Allen, “Archivos, memoria y sociedad civil”, que se realizó el 31 de agosto, la doctora Aurora Gómez Galvarriato, directora general del AGN, dijo que la labor que realiza el Archivo busca preservar, rescatar y organizar la memoria histórica a tra-vés del acercamiento con el público.

El doctor Allen Smith, vicepresidente y director de Investigación y Edu-cación en el Centro de Archivos Rockefeller, destacó la importancia de preservar los archivos históricos de las organizaciones civiles y sus apor-

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taciones en la rendición de cuentas en las sociedades democráticas; Dijo que la fi lantropía en muchas oca-siones es una aspiración que debe “ser visionaria para prever los futuros confl ictos sociales”.

Para la directora de Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas (Adabi) de México, Stella González Cicero, las fundaciones representan “el deposito de la memoria colectiva y correctiva, porque gracias a los archivos se modifi can los he-chos”. Consideró que los documentos “son más de lo que pueden ser, pues resguardan lo que hemos olvidado”.

La conferencia ofrecida en la cúpula del AGN fue organizada por esta institución y el Centro Mexicano para la Filantropía A.C. (Cemefi ).

LA VIDA COTIDIANA EN LA CASA DE MONEDA DE MÉXICO

Trabajar en la Casa de Moneda repre-sentaba el ideal de masculinidad debi-do a que para ello se requería de un gran esfuerzo físico derivado de las ar-duas labores y los cambios constantes de temperatura a los estaban expuestos los trabajadores, dijo el doctor Felipe Castro el 18 de agosto cuando partici-

pó en el ciclo Conversando con nuestros investigadores realizado en el auditorio Fernando de Alva Ixtlilxóchtl del Archivo General de la Nación.

La directora general del AGN, Aurora Gómez Galvarriato, destacó la importancia de las fuentes utilizadas por el ponente a quien agradeció su participación en el ciclo; previamente, la directora de Investigación y Nor-matividad Archivística de la institución, Yolia Tortolero presentó al invita-do y destacó su investigación minuciosa sobre los trabajadores de la Real Casa de Moneda.

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La mayoría de los trabajadores eran españoles de las llamadas clases o grupos bajos que no tenían ningún tipo de título nobiliario, seguidos por indígenas, mestizos y algunas castas; por el contrario, era muy reducido el número de negros y mulatos a los que raramente se les daba empleo, ya que se les consideraba como personas en las que no se podía confi ar.

CONCLUYÓ CON ÉXITO EL CURSO DE VERANO “NEGRO SOBRE BLANCO”“Los niños son nuestra razón de ser, por llenar de vida, alegría, color y en-tusiasmo a la institución”, dijo la directora general del Archivo General de Nación, doctora Aurora Gómez Galvarriato, el 4 de agosto al entregar un reconocimiento a los niños, voluntarios y demás colaboradores que parti-ciparon en el curso de verano “Negro sobre Blanco”, que se llevó cabo del 19 al 30 de julio en el repositorio.

Los 38 niños y niñas de entre cuatro y doce años que participaron en el curso aprendieron la importancia de los documentos mediante talleres y diversas actividades relacionadas con la historia de la escritura, la con-servación y restauración de documentos, la fabricación de papel reciclado, técnicas de marmoteado y algodón en papel, elaboración de libretas y las partes de un libro.

Las niñas y niños recibieron un paquete con el material elaborado por ellos mismos durante el curso como hojas de papel reciclado, un retrato colorido sobre papel amate; y una antología con los relatos.

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LA LIBRERÍA EDMUNDO O’GORMAN DEL FCE ABRIÓ SUS PUERTAS EN EL AGN

Como resultado del convenio entre el Archivo General de la Nación (AGN) y el Fondo de Cultura Económica (FCE), fi rmado el 10 de agosto de 2010, la librería Edmundo O’Gorman abrió sus puertas dentro de las instalaciones del Palacio de Lecumberri para ofrecer a los lectores de la

zona nororiente de la ciudad de México un catálogo de más de 20 fondos editoriales y cerca de 120 mil títulos de libros de una gran variedad de gé-neros y temas.

El fondo editorial del AGN, por ejemplo, se especializa en archivística e historia de México a partir del sigl XVI a la fecha; las publicaciones están sustentadas a partir de investigaciones que toman como fuente primaria el acervo documental que resguarda la institución; destacan títulos como: En defensa de la patria, La defi nición del Estado mexicano, La consumación de la Independencia, México en el siglo XX, Edmundo O’Gorman, México un siglo en imágenes, Encuentro con el Acta de Independencia, Encuentro con los Sentimientos de la Nación, Encuentro con la Constitución de 1917 entre otros; además, están los números de Legajos, Boletín del Archivo General de la Nación, que en septiem-bre de este año cumplió 80 años de existencia.

La oferta editorial del FCE incluye más de cien colecciones como Antro-pología, Arte Universal, Breviarios, Historia de México, La Ciencia para Todos, Letras Mexicanas, Política y Derecho, Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis, Río de Luz, Vida y Pensamiento de México. Con la librería Edmundo O’Gorman el FCE suma la número 21 en territorio mexicano, además de las fi liales en España, Estados Unidos y varios países latino-americanos.

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ÍndicesVERSIONES PÚBLICAS DISPONIBLES PARA CONSULTA EN EL AGN

En cumplimiento del acuerdo por el que se disponen diversas medidas para la procuración de justicia por delitos cometidos contra personas vinculadas con movimientos sociales y políticos del pasado, del 19 al 21 de febrero de 2002, fueron transferidas a la Galería 1 del Archivo General de la Nación (AGN), 4,207 cajas que contenían los archivos de las desaparecidas: Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (conocida como IPS) y Dirección Fe-deral de Seguridad (DFS), pertenecientes a la Secretaria de Gobernación. Como antecedente, de ambas direcciones se creó en 1986 la Dirección de Investigación y Seguridad Nacional (Disen), la cual daría paso en 1989 al actual Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). De forma paralela se creó la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp).

Con la publicación de este acuerdo, el titular del Ejecutivo federal avan-zó en la protección de los derechos fundamentales, promoviendo acciones encaminadas a conocer y sancionar a los responsables de hechos proba-blemente constitutivos de delitos, apoyando el espíritu de justicia y forta-leciendo una cultura democrática, amén de garantizar la posibilidad de que cualquier ciudadano pueda conocer los documentos y expedientes genera-dos por los órganos de inteligencia del Estado entre 1947 y 1985; mismos que se mantuvieron bajo custodia y reserva por más de 50 años y que se relacionan con movimientos sociales que enmarcaron hechos hoy históri-cos, como la denominada guerra sucia, el movimiento ferrocarrilero que se desarrolló entre 1958-1959; la movilización de los médicos que sacudió a la ciudad de México entre 1964 y 1965; el movimiento estudiantil de 1968 que concluyó con la matanza del 2 de octubre; el jueves de corpus del 10 de junio de 1971, conocido también como “El Halconazo”, por mencionar algunos de los más relevantes.

Dentro del aproximadamente 1 kilómetro lineal que forman los docu-mentos aludidos, existen expedientes sobre organizaciones sociales y gru-pos guerrilleros que han marcado la existencia de este país. Entre ellos el Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP) que nació a principios de los setenta del siglo pasado a partir del antiguo

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grupo armado Partido Revolucionario Unión del Pueblo, cuyo fundador fue Héctor Heladio Hernández, muerto en 1978.

Asimismo, se pude consultar el expediente sobre el Movimiento de Ac-ción Revolucionaria (MAR), grupo armado de fi liación comunista, que se desarrolló en México durante las décadas de 1960 y 1970; según lo refi eren los documentos, algunos de sus integrantes viajaron a la República Demo-crática de Corea entre 1968 y 1969 para capacitarse en técnicas de guerrilla; adicionalmente, se cuenta con información relevante sobre la Liga Comu-nista 23 de Septiembre que surgió durante los setenta y estuvo integrada por algunos de los sobrevivientes del MAR y otros grupos.

También se pueden localizar expedientes de personajes que destacaron como líderes de movimientos y organizaciones armadas, sindicales y poli-ciacas como Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, Valentín Campa, Joaquín Hernández Galicia “La Quina“, Demetrio Vallejo, Fidel Velázquez, Arturo Durazo Moreno (a) El Negro Durazo, por citar algunos.

Es importante precisar que si bien la Femospp tuvo acceso irrestricto a los documentos, éstos contienen información confi dencial tutelada por la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Guberna-mental (LFTAIPG).

Debido a la atipicidad en la incorporación documental que nos ocupa, al no presentar tales papeles una valoración histórica previa; el acceso a esta documentación por parte de los ciudadanos se atiene tanto a las disposi-ciones relativas a la protección de información confi dencial y la protección de datos personales que establece la ley en la materia, como a la legislación que se aplica de forma supletoria y a las resoluciones del Pleno de Instituto Federal de Acceso a al Información y Protección de Datos Personales.

En este sentido el Archivo General de la Nación –consciente del espíritu de la LFTAIPG y verifi cando, como es su deber hacerlo, su cumplimiento en lo relativo a la protección de datos confi denciales– ha establecido la elabo-ración de versiones públicas de los documentos resguardados en la Galería 1 que lo requieran. Así, de 2003 al 31 de agosto de 2010 se hicieron 555 versiones públicas cuyo listado completo se presenta en seguida.

Saúl Pérez SalasMarco Antonio Joao Bárcenas Paredes

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Núm. Nombre Legajos Fojas

1 Abal Medina, Juan Manuel 2 40

2 Acosta Chaparro Escapite, Mario Arturo 1 92

3 Adalid Mier, Gonzalo Miguel 2 64 Agencia Central de Inteligencia (CIA) 1 3145 Aguilar Camín, Héctor Manuel de Jesús 1 616 Aguilar Garza, José Carlos 1 607 Aguilar Monteverde, Alonso 3 8308 Aguilar Vargas, Cándido, general 2 4739 Aguirre Palancares, Norberto 6 143910 Alamillo Flores, Luis, general 1 18311 Alarcón Chargoy, Gabriel 2 9312 Aldana Ibarra, Jorge Miguel 2 4713 Alemán Valdez, Miguel 2 53214 Alemán Velásquez, Carlos 1 4015 Almeida Bosque, Juan 1 1716 Altamirano Manlio, Fabio 2 3717 Alonso Aguerrebere, Manuel 1 2118 Alvarado Ugarte, Gilberto 1 1219 Álvarez Ponce de León, Griselda 6 153220 Allende Gossens, Laura Sofía 2 4921 Allende Gossens, Salvador 1 11222 Amaro, Joaquín, general 1 1223 Anda Páez, José Alfredo 1 324 Ardavín Migoni, Bernardo 1 925 Arguedas Mendieta, Antonio 1 9126 Arredondo, Inés 1 1327 Arreola, Juan José 1 7

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28 Arteaga García, Carlos 1 1

29 Asociación Cívica Guerrerense en el Estado de Guerrero 7 666

30 Aub Mohrenwitz, Max 1 3931 Avilés Favila, René 1 5232 Azcárraga Milmo, Emilio 2 23933 Azcárraga Tamayo, Gastón 2 5234 Azpeitiac, Edgardo, capitán 1 135 Bailleres, Raúl 1 336 Baldovinos Nario, Heriberto 1 137 Baños Urquijo, Fernando 1 4738 Barba Hernández, Alfredo 2 2439 Barbosa Heldt, Antonio 2 175

40 Barragán Rodríguez, Juan Pablo, general 2 523

41 Barrera Ponce, Humberto, capitán 2 3442 Barrón Caldera, José 1 11043 Barquín Alonso, Francisco Javier 1 1644 Basagoiti Noriega, José María 2 25245 Bayo Acosta, Alberto 1 746 Bayo Cosgaya, Alberto 1 4347 Bayo Giroud, Alberto 1 8648 Becerra Acosta, Manuel 1 5449 Becerra Gaytán, Antonio 5 124850 Belmont, Ricardo 1 251 Beltrones Rivera, Manlio Fabio 2 14952 Benítez Nápoles, Reynaldo 1 553 Bernal Tenorio, Antonio 4 75454 Beteta, Mario Ramón (padre) 1 57

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175Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

55 Bidegain Orcas, Raúl 1 1856 Blanco Ornelas, Jesús 2 6057 Bobadilla Peña, Julio 2 37958 Bonasso Vicario, Miguel Luis 1 3259 Bosh Ávila, Orlando 1 3360 Bravo Malpica, Manuel 1 5261 Brigada Campesina de Ajusticiamiento 7 67862 Buendía Téllez, Manuel 3 15363 Bussi de Allende, Hortensia 3 42764 Caballero Pedraza, Virgilio Dante 1 3265 Caballeros de Colón 1 11266 Cabañas Barrientos, Lucio 12 287867 Cabañas Barrientos, Lucio 3 18068 Cabañas Perojo, José Miguel 1 169 Cabañas Tavares, Lucio 1 1570 Cabrera, Emma 2 471 Cabrera Morales, Alfonso 1 172 Calderón Vega, Luis (especial) 1 37173 Calvillo G., Manuel 1 574 Camarillo Ochoa, Eleazar 3 12775 Campa Salazar, Valentín 13 4932

76Campamento Tierra y Libertad, Ejido Los Otates, Municipio de Oquismo, San Luis Potosí

1 263

77 Cámpora Acevedo, Héctor Pedro 1 2278 Cámpora, Héctor José 2 21579 Campos Lemus, Sócrates Amado 4 88780 Canseco Ruiz, Constantino Alejandro 1 55

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176 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

81 Canseco Ruiz, Enrique 1 13582 Canseco Ruiz, Felipe Edgardo 1 3783 Canseco Ruiz, Florencia Elodia 1 10684 Carabeta, Carlos Alberto 1 285 Carbajal Bernal, Ángel 2 2786 Cárdenas del Río, Lázaro 5 144087 Cárdenas Solórzano, Cuauhtémoc 8 224888 Carnelli de Puiggros, Delia 1 4289 Carriedo Mingo, Miguel 1 290 Carreño Burciaga, Jesús Héctor 2 64491 Carrillo Azpeitia, Rafael 2 6492 Carrillo Olea, Jorge, coronel 2 28893 Caruso, María Teresa 1 994 Casarrubio Sánchez, Jerónimo 1 795 Casas, Francisco 1 1596 Castañeda Gutman, Jorge 1 17897 Castañeda O’Connor, Salvador 2 63298 Castañeda y Álvarez de la Rosa, Jorge 3 85499 Castillo Peraza, Carlos 2 337100 Castrejón, Adrían, general 1 38

101Castro Arteaga, Inocencio (a) “Gorgonio”, (a) “Rufi no”, (a) “Alvarado”

1 202

102 Castro Lozano, Juan de Dios 3 308103 Castro Ruz de Lomelí, Emma 1 24104 Castro Ruz, Fidel Alejandro 2 622105 Castro Ruz, Raúl 1 60106 Castro y Castro, Fernando 2 18

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177Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

107 Cebreros Manjarrez, José Rosario 2 229

108 Cervantes Tavera, Blanca Estela (a) “Luisa” 1 141

109 Cervantes Tavera, José Bonfi lio 1 238110 Chao López, Rafael 1 46111 Chirstleb Ibarrola, Adolfo 5 1310112 Cienfuegos Gorriarán, Osmany 1 19113 Cienfuegos, Camilo 1 1114 Cirigo Vázquez, Blanca Esthela 1 6115 Cirigo Vázquez, Óscar Nahum 1 57116 Cirigo, Víctor Hugo 1 4117 Clouthier del Rincón, Manuel J. 4 962118 Coello Macías, Luis Felipe 1 112119 Coello Trejo, Javier 2 197120 Colosio Murrieta, Luis Donaldo 2 438

121 Comandos del Frente Estudiantil Revolucionario 2 217

122 Comité político pro Salvador Nava Martínez, San Luis Potosí 1 211

123 Cortés Gutiérrez, Alicia 1 6124 Cortés Gutiérrez, Ángel 1 23125 Cortés Gutiérrez, Arturo 2 642126 Cortés Gutiérrez, Benita 1 2127 Cortés Gutiérrez, Cecilia Irene 1 137128 Cortés Gutiérrez, David 1 160129 Cortés Gutiérrez, Felipe de Jesús 1 195130 Cortés Gutiérrez, Fernando 1 6131 Cortés Gutiérrez, Flor de María 1 245132 Cortés Gutiérrez, José Guadalupe 1 198

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178 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

133 Cortés Gutiérrez, José Luis 1 258134 Cortés Gutiérrez, Octavio 1 1135 Cortés Gutiérrez, Pedro Ignacio 1 172136 Cortés Gutiérrez, Rolando Enrique 1 13137 Cortés Gutiérrez, Salvador 2 419138 Cortés Gutiérrez, Silvia 1 23139 Corral García, Luis Miguel 2 292140 Corral García, Salvador 1 125141 Correa Delgado, Luis Manuel 1 1142 Correa Mena, Jorge 1 6143 Correa Rancho, Víctor Manuel 2 609144 Croatto, Armando 1 8145 Cruz Palma, Antonio 1 1146 Cruz Sánchez, Alberto Francisco 1 23147 Cruz Sánchez, Casto Eugenio 1 73148 Cruz Sánchez, Gabriel 1 253149 Cruz Sánchez, Nieves 1 6150 Cruz Sánchez, Tiburcio 1 349151 Cuenca Díaz, Hermenegildo 4 1168152 Cuevas, José Luis 1 37153 Dalton García, Roque 1 29154 De Gortari, Eli 4 835155 De Iturbe Preciat, Aníbal 1 37156 De la Cabada Vera, Juan 1 244157 De la Vega García, Netzahualcóyotl 3 470158 De los Ríos Merino, Alicia 1 108159 Dehesa, Teodoro 1 2

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179Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

160 Del Ángel Fuentes, César Augusto 11 2426161 Del Toro Rosales, Salvador 2 157162 Del Val Blanco, Enrique 1 49163 Denegri Pacheco, Carlos 1 40164 Devia Silva, Luis Edgar 1 3165 Díaz de León, Jesús 1 73166 Díaz Escobar Figueroa, Manuel 2 47167 Díaz Figueroa, Febronio 1 149168 Díaz González, Pablo 1 1169 Díaz González, Julio 1 1170 Díaz Lombardo, Antonio 1 59171 Díaz Muñoz, Vidal 1 257172 Díaz Ordaz, Gustavo 7 1889173 Díaz Ramírez, Manuel 1 5174 Díaz Redondo, Regino 1 53175 Diez Cañedo, Joaquín 1 2

176 Domecq de Rodríguez, Brianda (secuestro) 1 345

177 Durazo Moreno, Arturo 3 794178 Ealy Ortiz, Juan Francisco 2 47179 Echeverría Ruiz, Rodolfo 4 790180 Elecciones en el estado de Coahuila 1 185181 Embajada americana 1 221182 Embajada de EUA 8 2357183 Embajada de Cuba 1 220184 Encinas Rodríguez, Alejandro 2 86185 Encinas Rodríguez, Dionicio 1 291186 Escuela Libre de Derecho 1 7

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180 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

187 Esparragoza Moreno, Juan José (a) “El Azul” 1 4

188 Espino Barrientos, Manuel 1 4189 Espinoza Campos, Casimiro 2 17190 Espinoza Iglesias, Manuel 1 93191 Estrada Villa, Rafael 4 1090192 Farell Cubillas, Arsenio 7 2334

193 Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México 31 10242

194 Federación de Estudiantes, Universidad de Colima 1 222

195 Federación de Estudiantes Técnicos (FNET) 1 392

196 Felguerez Barra, Manuel 1 20197 Fernández, José Ramón 1 25198 Fernández de Cevallos, Diego 2 359199 Fernández, Justo 2 32200 Fernández, Mabel Teresa 1 3201 Fernando, Daniel Diego 1 2202 Ferrer Márquez, Eduardo Mario 1 2203 Figueroa Figueroa, Rubén 4 1216204 Figueroa Figueroa, Rubén (secuestro) 1 375205 Figueroa Figueroa, Ruffo 1 131206 Figueroa Sandoval, Carlos 1 3207 Firmenich, Mario Eduardo 1 97208 Fleming, María Josefa 1 3209 Flores Alavez, Gilberto 2 196210 Flores Gervacio, Jorge 1 1211 Fox Quezada, José 1 2212 Fox Quezada, Vicente 1 7

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181Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

213 Frente Estudiantil Revolucionario 2 518214 Fuentes Mercado, Carlos 1 186

215 Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (Frap) 3 706

216 Fuerzas Armadas de Liberación 1 223217 Funes Patinlich, Augusto Manuel 1 14218 Galindo Ochoa, Francisco 1 220219 Galván López, Félix 5 1003220 Galván, Ursulo 2 6

221 Gallangos Cruz, Avelino Francisco (a) “Fernando” 2 123

222 Gallangos Cruz, Roberto Antonio (a) “Simón” 2 231

223 Gamboa Pascoe, Joaquín 10 2775224 García Ávalos, Eusebio 1 33225 García Barragán, Marcelino 5 659226 García Loera, Roberto 1 1227 García Márquez, Gabriel 3 274228 García Martínez, Calixto 1 5229 García Paniagua, Francisco Javier 3 636230 García Ponce, Juan 1 26231 García Soto, José Ramón 1 137

232 García Suárez, José Antonio(asilado español) 1 10

233 García Terrés, Jaime 1 37234 Garro, Elena de Paz 1 44235 Garza Sada, Eugenio 1 79236 Garza Sada, Bernardo 1 50237 Gasca Villaseñor, Celestino 6 1233238 Gelman, Juan 1 5

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182 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

239 Godínez Bravo, Miguel Ángel, general 2 355240 Gómez Espejel, Luis Enrique 1 18241 Gómez Sicre, José 1 3242 González Calderoni, Guillermo 1 2243 González de la Vega, Rene 2 24244 González Guevara, Rodolfo 3 806245 González Hinojosa, Manuel 5 1470246 González, Manuel W., general 1 21247 González, María Antonieta 1 31248 González Morales, Cándido 1 1249 Gordillo Morales, Elba Esther 1 243

250 Gorostiola Toriz, Francisco (a) “Fernando” (a) “El Clásico” 2 21

251 Granados Chapa, Miguel Ángel 3 475252 Guerra Cárdenas, Juan N. 1 12253 Guerra Tejada, Ricardo 1 314254 Guerra Velazco, Jesús Roberto 1 63

255 Guevara Alfredo, campesino mexicano 1 2

256 Guevara Alfredo (homónimo), cubano 1 2

257 Guevara de la Serna, Ernesto (a) “Che Guevara” 1 118

258 Guinea Rivero, Enrique 1 1259 Gutiérrez Barrios, Fernando 2 365260 Gutiérrez Hernández, Teresa 1 31261 Gutman de Castañeda, Neoma 1 14

262 Guzmán Cruz, Abdayán (fi chas personales) 1 29

263 Guzmán Cruz, Alexander(fi chas personales) 1 4

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183Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

264 Guzmán Cruz, Amafer 1 70265 Guzmán Cruz, Armando 1 35266 Guzmán Cruz, Solón Adenaver 1 27267 Guzmán Cruz, Venustiano 1 17268 Guzmán Franco, Martín Luis 1 189269 Guzmán Jiménez, José de Jesús 1 27270 Guzmán Orozco, Renaldo 4 991271 Guzman Pérez Pelaez, Fernando 1 43272 Haig, Alexander M. 2 243273 Hank González, Carlos 8 2130274 Hernández Casanova, Héctor 1 188

275 Hernández Galicia, Joaquín (a) “La Quina” 7 1840

276 Hernández Rodríguez, Melba 1 17277 Hernández Zamora, Federico 1 95278 Herrera y Lasso, Manuel 1 13279 Hirachi Coutiño, Rogelio 1 3280 Hirschler, Andrés Ernesto 1 3281 Huerta, Efraín 1 95282 Ibarra Herrera, Manuel 3 656283 Iglesia la Luz del Mundo 1 2284 Izquierdo Ebrad, Arturo 1 11285 Jara Corona, Heriberto 2 446286 Jaramillo Menez, Rubén 1 316287 Jardon Arzate, Edmundo Pedro 2 605288 Jiménez de Lara, Arturo 1 11

289 Jiménez de Lara Ochoa, Arturo Rolando 1 53

290 Jiménez Fragoso, David 1 205

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184 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

291 Kennedy, John F. 1 279292 Kahlo, Frida 1 6293 Kasatev Boris, Aleksandrovich 1 95294 Kissinger, Henry 3 435295 Krauze, Enrique 1 2296 Laborde, Hernán 1 71297 Landero, Hipólito 1 1298 Larrazola Rubio, José Luis 1 3299 Leñero Otero, Vicente 1 64300 León, Eucario 1 69301 León Rosado, José Guadalupe 1 100302 Leonov Nikolia, Seergeevich 1 20303 Letelier, Orlando 1 20304 Liga Comunista 23 de septiembre 13 5063305 Limón Maurer, Ignacio 2 383306 Logia Masónica 1 45307 Logia Masónica estado de Coahuila 1 2308 Logia Masónica en Sinaloa 1 1309 Lombardo Toledano, Vicente 10 3243310 López Díaz, Julián 1 64311 López Dóriga, Joaquín 1 102312 López Herrera, Alberto 1 17313 López, Manuel 1 4314 Lopez Mateos, Adolfo 2 443315 López Narváez, Froylán Mario 3 342316 López Parra, Emilio 1 3317 López Portillo, José 19 6069

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185Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

318 López Rodríguez, José Fernando 1 14319 López Torres, Juan 1 1320 Loyo González, Gilberto 1 151321 Lozano Cantú, Pedro 1 21322 Lozano Herrera, Agricol 1 213323 Luján Gutiérrez, Jesús 3 933324 Maciel, Luis Fernando 1 6325 Maciel, Marcial 1 2326 Madero Garza, Beatriz Guadalupe 1 324327 Madero González, Raúl, general 2 247328 Madrazo Becerra, Carlos Alberto 12 3632329 Madrazo Pintado, Roberto 1 256330 Maislin Leal, Moisés, coronel 2 71331 Maldonado Sosa y Silva, Martha 1 243332 Malo Zozaya, Miguel 1 6333 Marín Bosch, Miguel 2 44334 Marín Espinosa, Carlos 2 41335 Márquez, Juan Manuel 1 1336 Martínez Arreola, Fidel 1 2337 Martínez Domínguez, Alfonso 19 5960338 Martínez Manatou, Emilio 4 1403339 Martínez Martínez, Maribel 1 63340 Martínez Soriano, Felipe 7 1673341 Martínez Verdugo, Arnoldo 17 5106342 Marulanda Vélez, Manuel 1 25343 Mascarúa Alonso, Enrique 1 52344 Massieu Helguera, Guillermo 3 529

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186 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

345 Mayagoitia Domínguez, Héctor Uriel 6 1579346 Meade Ocaranza, Jorge 1 92347 Mena Peniche, Sara 1 34348 Menduet Félix Díaz, Carlos 1 48349 Méndez Arceo, Sergio 11 3710350 Menéndez Rodríguez, Mario Renato 6 1037351 Mendiolea Cerecero, Raúl 1 282352 Mesino Lesma, Ernesto 1 1353 Meza Enríquez, Saúl 1 12354 Michel, Concepción 1 22355 Mijares López, Graciela María 1 88356 Miret Prieto, Pedro 1 24357 Miterrand, Danielle 1 3358 Miyazahua Álvarez, Jesús 2 80359 Molina Martínez, Rodolfo 1 41360 Mondragón Kalb, Manuel 1 82361 Monsiváis Aceves, Carlos 2 305362 Montané Oropeza, Jesús 1 2363 Montiel López, Agustín 1 31364 Montoto, Mario Guillermo 1 23365 Montoya de la Cruz, Juan Francisco 1 23366 Moreira, Carlos 1 2367 Moreira Valdez, Humberto 1 2368 Moreno Chauvet, Jorge 1 6369 Morera, José Gumersindo 1 24370 Morones, Luis N. 1 150

371 Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) 15 4820

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187Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

372 Muggenburg, Federico 1 9373 Muñoz Ledo, Porfi rio 6 1423374 Muñoz, Rafael 1 14375 Murillo Soberanis, Manlio Fabio 1 15

376 Muro (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) 2 577

377 Nava Martínez, Salvador 5 668378 Netchiporenko Oleg, Maksimovich 1 34379 Noriega Pizano, Arturo 3 635380 Novo, Salvador 1 124381 Núñez Acosta, Misael 3 757382 Obregón Cano, Ricardo Armando 1 103383 O´Farril Jr., Rómulo 1 121384 Olarte Venegas, Guillermo 1 9385 Olivares Santa, Enrique 8 1703386 Ordoqui, Joaquín 1 1387 Orfi la Reynal, Arnaldo Armando 1 66388 Organización Terrorista Vasca “ETA” 2 617389 Ornelas Kuchle, Óscar 5 1536390 Ortega Juárez, Joel 7 1564391 Ortega Martínez, Lauro 7 2020392 Ortiz Mena, Antonio 2 478393 Ortíz Vides, José María Ignacio 1 225394 Padilla Segura, José Antonio 2 300395 Pagliai, Bruno 1 24396 Palacios Sánchez, Raúl 1 39397 Partido Nacionalista Mexicano 9 1050

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188 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

398Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup) 1ª parte

18 5068

399Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo(Procup) 2ª parte

6 1211

400Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (Procup) 3ª parte, Oaxaca

3 180

401 Parra Hernández, Enrique 1 19402 Parra Prado, Manuel Germán 4 1178403 Pascual López, Jorge Eduardo 3 496404 Pasquel, Jorge 1 2405 Patiño Maffer, Ruperto 1 13406 Paz Garro, Elena 1 65407 Paz Lozano, Octavio 2 116408 Peña González, Lázaro 1 61409 Perdía, Roberto 1 1410 Pérez Hernández, Faustino 1 9411 Periódico Excélsior 5 924412 Periódico Madera 3 1269413 Petit, Jaqueline 2 3414 Pliego Fuentes, Alberto 1 5415 Pinal Hidalgo, Silvia 1 12416 Pino Gutiérrez, María Orquídea 1 15417 Pinochet Ugarte, Augusto 2 68

418 Piñeyro López, Alfredo(a) “Fernando” 2 265

419 Ponce, Bernardo 1 14420 Poniatowska, Elena 1 183421 Posadas Carriles, Luis 1 3

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189Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

422 Prats Pérez, Carlos Antonio 1 3423 Problema estudiantil 44 14473424 Puentes Vargas, Andrés, general 2 34425 Puiggros Gaviria, Rodolfo José 4 880426 Quiroz Hermosillo, Francisco 2 48427 Rabasa Mishkin, Emilio Óscar 2 420428 Radilla Pacheco, Rosendo 1 42

429 Investigación sobre el asesinato de Carlos Ramírez Ladewig 1 301

430 Homicidio del Lic. Carlos Ramírez Ladewig 1 112

431 Ramírez López, Eladio 2 483432 Ramos Hernández, Félix 1 27433 Ramos Praslow, Ignacio 2 296434 Ramos Ruiz, Guillermo 2 11435 Rangel Medina, Salvador 1 306436 Redondo García Ciro 1 6437 Reséndiz Bartulozi, Carlos 1 1438 Reta Martinez, Carlos 2 157439 Reuter, Walter 1 2440 Revueltas Sánchez, José 9 2516441 Reyes García, Jesús Gerardo 1 20442 Reyes Heroles, Jesús 20 5562443 Rico Galán, Víctor 8 1367444 Rincón Gallardo, Gilberto 6 1955445 Ríos Galeana, Alfredo 2 144446 Ríos Ramírez, Alvaro 3 786447 Ríos Zertuche Cuéllar, Antonio 1 221448 Rivera, Diego 1 158

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190 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

449 Rivera Yarahuán, Aureliano 1 1450 Robledo Madrid, Wilfrido 1 40451 Robles Dibella, Rodolfo, Mayor 1 2452 Rodriguez Ruiz, Isidoro 2 584453 Rojas Díaz, Jorge Alfonso 1 218454 Rojina Villegas, Rafael 2 82455 Rojo Gómez, Javier 6 1500456 Rojo Lugo, Jorge 6 1537457 Rojo, Vicente 1 14458 Romero Deschamps, Carlos 2 256459 Roquet, Salvador 1 9460 Ruiz Cortinez, Adolfo 3 690461 Ruiz Dueñas, Jorge 1 122462 Ruiz Galindo, Antonio 1 46463 Ruiz Galindo, Antonio Jr. 1 67464 Ruiz García, Samuel 3 267465 Ruiz Gómez, Martín 1 78466 Sahagún Baca, Francisco, coronel 2 54467 Salas Ramos, Ramiro 1 14468 Saldaña Zamarrón, Miguel Ángel 1 80469 Salgado Guillén Máximo 1 15470 Salinas de Gortari, Carlos 5 1118471 Salinas Leal, Bonifacio, general 2 267472 Salinas Lozano, Raúl 3 313473 Sánchez Álvarez, Universo 1 6474 Sánchez Celis, Leopoldo 3 644475 Sánchez Gaytán, Juventino 2 62

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191Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

476 Sánchez Navarro, Juan 2 246477 Sánchez Steinpreis, Víctor Manuel 2 117478 Sánchez Vite, Manuel 4 573479 Santa María Ceballos, Francisco Javier 1 4480 Santa María Gallegos, Javier 1 4481 Scherer García, Julio 3 398482 Segovia, Tomás 1 3483 Segura Garrido, Ayax 1 146484 Senderos, Manuel 2 13485 Sentíes Gómez, Octavio 7 1849486 Serdán Nájera, Félix 1 61487 Serrano, Carlos I., coronel 1 98488 Serrano Castro, Julio 1 382489 Serrano Pérez, Humberto 20 4845490 Septién García, Carlos 1 3491 Sierra Villarreal, José Luis 2 138492 Sigüenza Velasco, Francisco Eli 2 217493 Soberanes Romero, Eduardo 1 18494 Solís Morán, Rafael 1 16495 Solís Soto, Rodolfo 1 143496 Solana Morales, Luis Javier 1 80497 Soto Silva, Luis 1 14498 Tanús, José Salomón 1 13

499 Tapia Chávez, María Mercedes Graciela 1 38

500 Tecos, Asociación Fraterna de Jalisco 1 96501 Tena Ramírez, Felipe 2 26502 Testigos de Jehová 1 41

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192 Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

503 Torres Origel, José Manuel 1 34

504 Torres Saavedra, Santiago (a) “El Johny” 3 630

505 Toussaint Ribot, Juan Mauricio 2 27506 Townley, Michel 1 16507 Treviño González, Jacinto B. 1 376508 Troxler, Federico Guillermo 1 14509 Trouyet, Carlos 1 81510 Turati Álvarez, Eduardo 1 50

511 Unión de Productores de Copra del estado de Guerrero 4 602

512 Unión del Pueblo en Jalisco 1 62513 Universidad Autónoma de Colima 1 137514 Universidad de Sonora 7 1413515 Urgelles Rivas, Raúl 1 8516 Urquidi Bicham, Víctor Luis 1 153517 Vaca Narvaja, Fernando 1 10518 Valadez Ríos, Diego 1 76519 Valdez Menéndez, Ramiro 1 18520 Valdovinos Rodríguez, José 1 260521 Valenzuela Edgar, Tulio 1 12522 Vallejos, Alma 1 7523 Vallejo Martínez, Demetrio 22 6736

524 Vargas Pérez, Carmen (a) “Sofía”, (a) “La Morena” 2 99

525 Vázquez Baltazar, Margarito 1 21526 Vázquez Raña, Olegario 1 25527 Vázquez Rojas, Genaro 9 2617528 Vazquez Vela, Gonzalo 1 12

Núm. Nombre Legajos Fojas

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193Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

529 Vega Vega, José Raúl 1 5530 Véjar Cervantes, Sergio 1 56531 Véjar Vázquez, Octavio, general 1 95532 Velasco Arzac, Guillermo 1 27533 Velasco Muñoz, Miguel Ángel 3 788534 Velasco, Raúl 2 28535 Velásquez Cadena, Dionicio 1 1

536 Velázquez Martínez Fidelino (a) “Arturo” 1 14

537 Velázquez Sánchez, Fidel 5642538 Vélez Pelayo, Guillermo 1 56539 Venegas Arroyo, Arsacio 1 17540 Verdugo Beltrán, Ángel 5 915541 Ventura Gutiérrez, Florentino 2 39542 Vila Adelaida, Miguel 1 13543 Vilas Carlos, Antonio 1 4544 Vilte Valdiviesco, Ernesto Jesús 1 11545 Vives Chapa, Carlos Arturo 1 270546 Walsh, Juan Rodolfo 1 1547 Yánez Delgadillo Agustín 1 265548 Yáñez Muñoz, César Germán 1 287549 Yapur Rucus Carlos 1 7550 Organización Nacional “El Yunque” 3 181551 Yofre Pizarro, Eduardo Ricardo 1 26552 Zorrilla Pérez, José Antonio 2 670553 Zabludovsky, Jacobo 2 190

554 Zambrano Grijalva, José Jesús (a) “Eduardo” (a) “El Güero” 1 101

555 Zárate Aquino, Manuel 6 1851

Núm. Nombre Legajos Fojas

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Visite también en el AGN

Noviembre-diciembre Aurelio Escobar. Fotógrafo profesionalSala David Alfaro Siqueiros

Noviembre-diciembre El otro frente: Las mujeres en la RevoluciónSala de Banderas

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DELEGACIÓN VENUSTIANO CARRANZA

Octubre Personajes de la Independencia de 1810.

Noviembre Venustiano Carranza. Del ejército constitucionalista a la presidencia

Diciembre Fragmentos de la Revolución

ESCUELA NACIONAL PREPARATORIA

Octubre Movimiento estudiantil de 1968. Doce ecos vivientesPlantel 2 “Erasmo Castellanos Quinto”

Noviembre Lecumberri de palacio negro a palacio de la memoriaPlantel 3 “Justo Sierra”

Diciembre La revolución de México 1910Plantel 6 “Antonio Caso”

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197Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

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NORMAS PARA LA ENTREGA DE ORIGINALES

1. Sólo se recibirán materiales inéditos

2. El envío de colaboraciones deberá hacerse cumpliendo debidamente cada uno de los siguientes puntos:

a. Los trabajos deberán presentarse a doble espacio, con fuente ARIAL de 12 puntos, en versión word para windows, sin sobrepasar las 30 cuartillas incluyendo notas, cuadros, gráfi cos, mapas, apéndices y bi-bliografía.

b. Sólo se aceptarán trabajos escritos en español.c. Las ilustraciones, gráfi cas, cuadros y tablas se numerarán de modo

consecutivo. Se indicará su lugar de ubicación en el texto. Deberán incluirse en archivo por separado en formato “imagen” (tiff o jpg a 300 dpi).

d. El manuscrito irá precedido de una página con los datos del autor(es), fi liación académica, dirección profesional, teléfono de contacto y di-rección de correo electrónico.

e. Deberá incluirse un resumen no mayor a 150 palabras.f. Deberá enviarse en forma electrónica a la dirección: [email protected]

3. Notas al pie de página

a. Las referencias aparecerán de manera resumida.b. Para libros deberá seguirse el siguiente modelo: Apellidos seguidos por una coma, título resumido en itálica seguido

por una coma, p. o pp. seguido por el número(s) de página(s). Ejemplo: Sierra, Evolución política, p. 34.c. Para artículos o capítulos de libros deberá seguirse el siguiente mo-

delo: Apellidos seguidos por una coma, título resumido entre comi-

llas seguido por una coma, p. o pp. seguido por el número(s) de página(s).

Ejemplo: John Tutino, “Soberanía quebrada”, p. 34.d. Las referencias de diferentes autores se separarán con un punto y

coma.

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199Legajos, número 6, octubre-diciembre 2010

4. Siglas y bibliografía

a. Se incluirán sólo los libros o artículos citados en el texto, así como las siglas a los archivos a los que se hace referencia.

b. Las referencias bibliográfi cas se presentarán después de las siglas, en orden alfabético.

c. Deberá seguirse el siguiente modelo:

Libros Apellidos, nombre(s), título en itálica, lugar de edición, editorial, año

de edición. Capítulo en libro Apellidos, “título”, en autor(es) compilación o edición nombre y

apellido, título resumido en itálica, páginas del capítulo. Artículo Apellido, nombre(s), “título artículo”, en nombre de revista en itáli-

ca, vol., número, año, páginas.

5. Citas

Las transcripciones de más de seis líneas de texto se incluirán en párrafo aparte, con un margen igual al de la sangría izquierda, sin comillas, a es-pacio sencillo.

6. No se aceptarán contribuciones que no cumplan con los requisitos.

7. En un plazo no mayor de 15 días Legajos confi rmará la recepción de la colaboración. Todos los artículos serán sometidos a una evaluación de dos dictaminadores anónimos y la aprobación del Comité Editorial, quien además se reserva el derecho de solicitar modifi caciones o de re-chazar las contribuciones. En un plazo no mayor a seis meses se notifi -cará a los autores la decisión de publicación.

8. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no re fl ejan en modo alguno el punto de vista de Legajos o del Archivo General de la Nación.

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Legajos Boletín del Archivo General de la Nación, 7a época, núm. 6,se terminó de imprimir en octubre de 2010

en Letra Impresa, S.A. de C.V.Se tiraron 1000 ejemplares.