VIRUS DEL SENTIMENTALISMO

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    Virus

    del sentimentalismo

    Juan Arias Bermeo

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    Virus del sentimentlismo

    Juan Arias Bermeowww.lovochancho.com

    www.kantoborgy.com

    [email protected]

    Editorial Bpedos Depredadores

    Primera Edicin: Noviembre de 2010

    Prohibida la reproduccin parcial o total

    de esta obra sin el permiso por escrito del autor.

    Autor: Juan Arias Bermeo

    Cuadro de portada: Metamorfosis completa, Katy Vivar

    Diseo y Diagramacin: Margarita Silva Telf.: 3227-372

    Impresin: Artes Grcas SILVA 2551-236

    ISBN 978-9978-391-01-3

    Impreso en Ecuador

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    Amanecer alerta entre las ores,siendo el amo de lo que se explora.Solo ante el da en que se est despierto,

    naciendo irrepetible para regir en lo crudo.Pasible otra vez tras reparador viaje onrico,retoando con la eufona de los jilgueros.Vislumbrar a la golosa ardilla con su nuez,presentir al lobo gris trotando tras su presa ,imaginar al oso negro atiborrndose de miel,or el himno de los habitantes del bosque,

    danzar con los colores de la maana invicta,ascender con los rboles a tomar baos de sol,sentir al venero entrando tremulante al hogar,contemplar en el oleaje verdeazulado del vate.Las ventanas abiertas al silencio de la hojarascabeben del aire aromatizado por yerbas invisibles,

    se han quitado de la inuencia del prsperopara emerger del pozo de luz que enceguece.

    J.A.B.

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    ndice

    Placidville I ............................................................................. 9Domo de El Panecillo I.......................................................... 55Placidville II ............................................................................ 101Domo de El Panecillo II ........................................................ 111Placidville III .......................................................................... 119Domo de El Panecillo III ....................................................... 135

    Placidville IV .......................................................................... 143He aqu mi palabra, llvatela! ............................................ 159

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    Placidville I

    Estamos alertas, Saqueador, hermosa criatura el heraldo de laParca, sus trompetas dieron el aviso de la pronta retirada a ese nos dnde que promete a tu ser librrimo el retorno a la perennesoledad. Languidece la luna en este punto marmreo de la pra-dera septentrional estadounidense, nos disponemos a acariciar elhechizo del mar de pastizales contonendose en el horizonte. Oh

    cuna de ondulaciones oridas en el dilatado amanecer de Brechade Bfalo! El hombre viene apagndose sobre la tumba idealis-ta en el que se transform el otrora casero vital de Placidville.Fenece el sujeto abriendo sendas ventanas a los antpodas de supatrimonio aristocrtico; ventana a la quinta y jardn botnico,San Agustn: natural fbrica de perfumes venusianos, enclava-da en el corazn del valle andino subtropical seco de Malacatos.Ventana a la pradera de las cuatro estaciones nrdicas que nosvio nacer.

    Ya pudimos desdoblarnos, ser el que observa ingrvidoy el que fallece en la piel del sujeto an en tierra y, por inercia,hacer entrambos la secuencia nal del Saqueador (estupendosobrenombre, as nos motejaron para la posteridad los paisanosde la provincia de Loja, con implcita veneracin por su gesta:ser el nico hombre que se sirvi del tesoro mtico de Quinara,

    siendo que tom su tajada sin que ningn otro guaquero est encondiciones de imitarle). Estamos otando ingrvidos y a la vez

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    apoltronados en la mecedora mvil, frente al incendio boreal que

    anima el supremo acto, sufriendo con los ojos abiertos adentro yafuera. Venimos contemplando a nuestro albedro los escenariosde los adioses, con el doble par de ojos que dominan arriba y aba-

    jo, aqu y all; el pasado y el presente fundindose con el futuroen los instantes postreros del Saqueador.

    El espectculo de la bveda celeste empezando a pintarlo que ser un da elctrico, azul, se apagar en nosotros pararenacer en el resplandor del lobo dominante de la manada drui-

    da. Tenemos a nuestros ojos simultneamente sirvindose de losvvidos matices del amanecer en la constante primavera de SanAgustn y en la estacional primavera que recin visit a Brecha deBfalo. All, los ribereos saucedales que dejamos a buen recau-do de la explotacin a ultranza, an se preservan aguardando elarribo de Ana; aqu, se ha transgurando la desolacin del hieloen herboso horizonte, henchido de ores silvestres que retoa-ron con el viento tibio que mece los cabellos lacios de la pradera

    virgen.El polar inquilino se esfum con su furia petricante, dan-

    do paso al graznido de escuadrones de cisnes regresando al mag-ntico norte. Idos los violines mortecinos del general Invierno,se precipit a la pampa el mundo animado, salvaje, bullendo enrededor del sepulcral casero de Placidville. Nuestra pradera, lade los ojos de la infancia, niez y adolescencia, reverdeci devol-vindose al paisaje intacto del agua cristalina del arroyo Sage,

    serpenteando con la msica de fondo de jilgueros y el intermi-tente reclamo de la manada de lobos druidas. Cun gracioso sepinta Pincho, all, tendido a los pies del amo, en reposada vigilia,gruendo quedo, abriendo un ojo cada vez que los aullidos ma-aneros de sus indomables parientes lo llaman a encontrarse conlas tibias corrientes areas que acarician la renovacin biolgica.Esta crujiente inorescencia naciendo tras los ventanales hace ol-vidar rpido la noche despiadada que impuso el genio polar ala pradera. Merced al campo de fuerza magntica que cubre a la

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    aldea, nos sujetamos a invernar en esta cueva caliente y bien pro-

    vista de vituallas, sujetos a esperar la aparicin de la primavera ycon sta el advenimiento del heraldo de la Doa que nos manda mudar a nosotros tambin.

    Placidville amanece silenciosa como el cadver que esen su sarcfago ciberntico. Ana se dirige a la cocina, le dice bajoa Pincho que la acompae, ste responde con gracia estirndosey enseguida sacudiendo su cabeza lobuna, aleteando con de-leite sus grandes orejas. Ven a desayunar, animalito, tenemos

    una larga jornada por delante. A nosotros nos dio un beso delos buenos amaneceres susurrando, tus ojos todava despidenpoesa.

    Por cima del fantasmagrico pueblo, que rindi pleitesaal ngel exterminador cobijndose en la salida dulce al conic-to de existir, receptamos las trompetas de la Parca que conrmnuestra voluntad en lo que toca a la suerte ltima, viviendo atope el instante corpreo en lo que es, hasta el suspiro postrero,

    Teodoro Morris. ste ha convivido bien con sus retrospeccionessubtropicales que lo visitaron desde que suspendi su instanciaaristocrtica en San Agustn. Aqu estamos anando percepcio-nes, las puertas estn del todo abiertas, ubicados en zona de pri-vilegio en el conjunto que hicieron nuestras pequeas felicidades.Vermi Hood no entendi que se puede ser moderadamente feliz,encarnado, coleccionando atardeceres en la vista de borricos en-simismados en su meloda, perdindose en sombreada senda de

    ciruelos entre sembrados de caa de azcar y tabaco.Nosotros, en este punto enlosado de la pradera, fuimos

    el solitario contradictor de la abominacin de Placidville: el vi-rus del sentimentalismo. Todo lo que logramos de quinta SanAgustn sirvi de estmulo para enfrentar la demente condicinhumana que desat Vermi Hood. Todava estamos masticandolas sensaciones de la molienda de Dioniso. La magnicencia quealcanz ese pedazo de tierra frtil fue el fruto del rbol que sem-

    bramos con el oro de Quinara; lo asentamos en las crnicas del

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    virus del sentimentalismo. Jvenes, el oro est dentro de sus cora-

    zones valientes, la guaca es uno mismo porque el metal corrompe si elque lo recibe no tiene condumio en la mollera. Ana sabr traspasarlos borradores al papel y/o al formato electrnico de la editorialCasa Azul; o si no que los deje tal como estn, sin ms adornosque salgan inditos, para eternas memorias, en el ciberespacio delos Bpedos Depredadores.

    Nuestro oro sirvi a las necesidades aristocrticas delhombre que cultivo la leyenda del Saqueador, a la gente vulgar

    no le entra en el caletre que apenas tom el justo pedazo que re-quera del tesoro inca para sus propsitos terrenales. Cmo sepuede dejar una montaa de material precioso sin minarla has-ta sus cimientos?, es la cuestin latente entre los explotadores amuerte, con su mxima de la produccin incesante, yo trabajo!,el polo opuesto de la sentencia del ocio incesante, yo vivo!.

    No regresamos por otra carga de oro porque hubisemospalmado de sobredosis, en caso de que la puerta a la aristocracia

    se abra dos veces al mismo beneciario. No volvimos a probarde ese tesoro que al cabo qued casi intacto, lo relevante fue quehaberlo hecho una sola vez fue suciente bendicin. De ese con-vencimiento de que lo fundamental era tener lo necesario paraexplotar la mina casa adentro de lo contrario el oro se trans-formara en una maldicin que destruira al que lo sac de sureposo, cremos prudente no guardar silencio sobre un sueomaterializado por obra de nuestra ambicin. El Saqueador acab

    donando a su gua y amigo, Bartolo Jimnez, el mapa del tesoro,con las seas que pudo rescatar de la ubicacin del mismo, acla-rando que el dibujo tena su carga subliminal, pues lo levantde un sueo porque as fue su estado eufrico desde que tuvola visin del oro sagrado hasta tomar lo que le corresponda deste. El mapa que hizo para llegar al sitio del tesoro todava seexhibe en el pueblito de Quinara, yace en la afamada hosteraLa Mscara de Quinara, la que se fund para atender la deman-da de guaqueros que provoc la noticia de que el oro es real y

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    aguarda a ser reclamado por otros diferentes a Teodoro Morris.

    Bartolo mont la venta, La Mscara de Quinara, con el chequepor liquidacin de servicios que le extendimos a fuerza de sergratos con un ex socio de excavaciones. Encontrando, ste, quesu verdadera mina fue El mapa del tesoro! y no el oro en s deQuinara, pues atrae a soadores y endemoniados provenientesde distintos puntos del orbe.

    El mapa del tesoro, es suyo; por lo dems, le toca a cadaquien saber si se le abren o no sus magnicentes puertas. Solicite

    una copia del mismo en recepcin, reza el cartel adjunto al ori-ginal del dibujo que levantamos y que se exhibe, bajo llave, den-tro de su nfora de cristal.

    Nuestro tesoro est reluciendo en los sembrados que ha-cen los productos de exportacin de quinta San Agustn, en lasnombradas marcas de origen: Reposado Aguardiente Agustino;y el tabaco de cachimba, y los cigarros artesanales, Toboso.Productos para pudientes, exclusivos, poco populares, y, por eso

    mismo, necesarios para mantener el ocio incesante de la crema delas letras del sur-sur, fbrica de dolores sublimes que fundamospara trascender en lo que nos corresponde, la posteridad.

    Levant la maana en nuestra mansin subtropical. Qulucidez a cuatro ojos!, en medio de las tinieblas libidinosas deVermi Hood; el muchacho se dio el gusto de irse apagando laluz de Placidville, hundindose en la nada con los otros descas-tados que sucumbieron a los hechizos del goce virtual. Tanto en

    los stanos de la muerte hedionda de los engendros de la leva deVermi, como en la muerte en la claridad entrante de la llanuragerminando, el dolor de abandonar (el saco de inmundicias en lasuerte de ellos, el saco de Dioniso en nuestro caso) ha sido imper-ceptible. Ellos perecieron esclavos en su carne lvida; abrazando,inertes, el paquete de fantasas que recibieron gratuitamente desu santicacin; nosotros nos vamos con el esclarecimiento dehaber vivido a semejanza de lo que somos: simiente de Dioniso.

    Nos viene natural esta salida del Saqueador. Pincho per-cibi el desdoblamiento ms con su olfato que con la vista,

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    batiendo la cola escudriaba en el aire al observador que ota en

    la amigable atmsfera que otorg la Doa. Ana sospecha nues-tro corriente monlogo; ella sabe que el posible dolor fsico delmoribundo est biolgicamente controlado, hallndonos bajo elinujo de la precisa dosis de cordura ofrendada por los batraciosde la alta amazona que, el gtico insobornable, Olegario Castro,nos remiti con palabras profticas: Para que salgas en juicio delcuerpo que te llev a la cumbre de la vida. Y vaya que estamosen juicio en la prmula del adis, y no consiste en otra cosa que

    hacer uso del derecho inalienable que tiene el sujeto a marchar-se en pleno usufructo de su ser por n desdoblado en integra-cin S, nos repetimos a cuatro ojos, de eso se trata los crculosde la existencia concreta en franco desdoblamiento, armarnoscon lo que ya sufrimos. Ana nos regala el olor de Cazaderos, elque el Saqueador dijo haber capturado siendo ella el smmumde la Acacia macracantha. Ana es caf y msica salvaje; Pincho esel celoso guardin de la villa, cuida que no se perturbe la salida

    natural que hace su jefe de manada. Con Ana ambulando reinanel olfato y los odos. Controlamos la situacin de la ltima reali-dad encarnados, no es que se ha desatado una sarta de imgenesa trochemoche a una velocidad de panptico, guiamos un veleroen alta mar a sabiendas de que tiene destino.

    Ya te enfocamos en gran angular mi peludo Lucio vie-nes a abrevarte? Qu lanudo sentimiento es este onagro que jubi-lamos para que asenderee al amparo de la sombra que proyectael cerro de La Mina, y se entretenga donde ms le place en los jar-dines moros que rodean la mansin blasonada de San Agustn, y

    beba del agua de vertiente en la pileta que volver a mineralizarel cuerpo prieto de Ana de Cazaderos.

    All, distancia, radica el gnesis de nuestra aristocracia.All, distancia, materializamos la idea que el Saqueador se hizode la Antigedad, su Antigedad montando la cofrada literariade Los Alverjeros. Amaneciendo viene la Casa Azul en el parque

    del pueblito de Malacatos que se cre para que tengamos este

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    corolario en Placidville. Aqu, la abominacin de Vermi Hood,

    reconcentrando su poder criptgamo en la burbuja de cristal que,en el lenguaje de aquel enterrador, fue la solucin idnea al pro-blema de existir huyendo de la soledad, y queriendo extirpar des el sentimiento de no vivir acompaado fue a dar en el sen-timentalismo a morir, inyectndose una sobredosis de fantsti-ca felicidad. Qu horripilante es el rostro cadavrico del Vermifantico de su extra-dulce muerte frente a la faz expresiva delpeludo asno. El buen Lucio transmiti su alcurnia manchega: su

    progenie hered esa bella parada, es la imagen viva del burroalegre la que pervive en sus lanudos descendientes. Vamos bien,ingrvidos por arriba; arrellanados en la ergonmica mecedoradel mudable amanecer, aqu abajo. Conscientes de la disolucindel cuerpo que nos brind tan buenos servicios, tanto al mecenasSaqueador como al stiro ojiazul asiduo de los placeres afrodi-tas de la casita blanca oh, Flor del Catamayo!. Sin esta fundaviscosa y pudrible no hubisemos coronado ese posible, probar

    del fruto esencial de la trrida depresin de Cazaderos, en unaprimavera que pareca arrebatarnos la jacin de poseer, tras ungemido pasmante, el todo femenino.

    Ana controla el desenlace de nuestro acto fundamen-tal, es la sobria sacerdotisa del ritual pactado a la hora de ce-rrar el concurso de Teodoro Morris en el sepulcral escenario dePlacidville. Ella es solidaria con el hombre que le deleg llevar acabo el programa exequial de su cascarn, cual concluir con la

    dispersin de sus cenizas en los jardines agustinos. Ms tarde,una vez ejecutada la cremacin, junto al guardin Pincho portaren una funda de mano los restos reducidos a la mnima expresindel Saqueador, abandonar la pradera Brecha de Bfalo, y saldrdel suelo estadounidense para retomar las riendas del patrimo-nio que de repente dejamos en Malacatos. Maana, el productomineral de nuestro cascarn, abonar el espacio del individuovegetal predestinado para recibirlo en la avenida de rboles de

    arupo, donde alguien cantar, renaceremos en los estambres rosadosfrente a los estambres blancos.

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    S, prosigamos echando revista a la galera de ecuatoria-

    les paisajes, caminemos. Ah est el Saqueador posando con sucarcacha-detecta-tesoros sin pegar una en las alturas de Cerro deArcos. All tropezamos embelesados con la orqudea zamorana;y, aqu mismo, oblicuamente a la polifuncional mecedora, nos vi-sita el oso de anteojos, Tremactus ornatus, husmeando goloso enlas oportunidades que le da para prolongarse el bosque nubladodel Podocarpus. Mira noms la baista que emerge de la tupi-da vegetacin subtropical de las riberas del ro Solanda, es la

    Flor del Catamayo en la plenitud de sus carnes afroditas. Flor fuemujer de fusionar su carnal tarea (intermediaria entre los apurosdel macho pudiente y la adquisicin de amores fciles proporcio-nndole chicas avisadas en los simulacros de amar) con la explo-tacin ecolgica del suelo de su quinta, Santa Cruz. La que fue lacasita blanca de los placeres inocuos de Los Alverjeros, ahora esel hogar asctico de la campesina Flor Hidropnica, como sellam a s misma en el ltimo correo electrnico que nos envi

    su saludo de primavera, solicitando noticias nuestras dentro delos mitigantes aires que traen las fanergamas septentrionales.No hemos dejado de contestar los mensajes electrnicos que pasla Flor; sin embargo, esta vez, nos abstuvimos de devolverle lagentileza, no bamos a informarle que la cscara del Saqueadorregresar transformada en guijarros dentro de la funda de franelaque Ana cargar en el avin como equipaje de bolsillo.

    Estamos en trnsito, querida Flor Hidropnica, jams te

    remit letras anodinas al cenit de Santa Cruz, participndote he-chos y antecedentes de la maldicin de Placidville. Ana te harllegar la pstuma crnica de la autoeliminacin de la humanidadde Placidville, el relato de la demencia bulmica/anorxica quecondujo a la leva de Vermi Hood al patbulo virtual.

    Antes del arribo de Ana fuimos carne de can del stiroojiazul; as, inspirndonos en las correras de ste, por los camposde la sensualidad subtropical, lucubramos un pico literario de su

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    visin dionisiaca del mundo:Mis vicios masculinos . Desde ese pico

    de la carnalidad que costeaba el oro del Saqueador, vislumbra-mos el hechizo que al cabo penetr en el impasible corazn delojiazul: so con la desconocida del rido sur que termin hirin-dole de amor. La paradoja es que a esa gura femenina, a Ana, laempezamos a tejer en la casita blanca. Cun cmico se ve el stiroojiazul haciendo maromas sobre la cuerda oja del rapaz; all estequilibrando en las tablas de la casita blanca, empendose en di-

    bujar a la agraciada campesina que lo tumbe, que lo marque con

    el letrero de s fui capaz de encender la pasin de una doncellasuperalfa. All, en la dimensin opuesta al compromiso, dondelaboraban las chicas de los ardores fciles de quitar, presentimosel amor de Ana. El mismo stiro ojiazul tendi la tarabita entre elabismo que separaba el inocente placer que obtena con las mu-chachas de la ahora Flor Hidropnica, y el dolor avasallante quele propinara la cazadora surgiendo de la depresin surea.

    Nuestro Saqueador vio quebrantada su voluntad de mo-

    rir mecindose en la hamaca de los campos agustinos, abando-nando las delicias cotidianas de la explotacin de su patrimonio,en funcin de atender el llamado que Vermi le hizo para queasuma su responsabilidad histrica en Placidville; es decir,levantando testimonio sobre el nuevo orden que se gestaba desdela burbuja de cristal del alquimista. La imperiosa necesidad deobservar, por nosotros mismos, el paquete redentor que trans-ri Vermi a la menguada humanidad de Placidville, nos sac de

    la cordura subtropical llevndonos al escenario del experimentoque sepult al despojo sentimental de las grandes praderas.El stiro ojiazul, despus del orecimiento sexual de Ana,

    en quinta San Agustn, se olvid de ir a regar sus feromonas enlos predios de la casita blanca. Merced a su culto a las proporcio-nes venusinas de la mujer de Cazaderos, sus visitas ergenas adonde Flor se transformaron en reuniones de amigos que inter-cambiaban mutuamente cortesas. Bestial viraje dimos a nuestro

    velero carnal, nadie nos avis que exista una variante frtil de lamonogamia: Ana.

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    La Flor Hidropnica es el ensanchamiento de la vida con-

    trastando con el mago que en vez de atravesar el muro y per-cibir la realidad desnuda a campo traviesa, se empared en lastinieblas del goce crptico. Hubo un tiempo que ingenuamentecruzamos largas cartas con el amigo, de la niez y el trnsito ado-lescente en la pradera, Vermi Hood; no sabamos que remitin-dole nuestras aventuras se alimentaba el hombre que condena la putrefaccin a su aldea natal. En ese intervalo epistolar nosdiverta las higinicas pretensiones de ese joven eremita inamo-

    vible en este punto de Brecha de Bfalo; eran los sueos de unindividuo nacido para encajonarse en lo inmutable, aborreciendotodo lo que orece y da frutos en tierra salvaje. De esto que lea-mos sin resquemores sus ambiciones de un progreso geomtrico,atado a la cintica de los metros cuadrados de su burbuja de cris-tal. Fascinbamos con el contraste entre el inquieto Saqueador yel sujeto que atroaba a consciencia su capacidad locomotriz.Vermi, en aras de redimirse, usufructuando su innata aversin a

    moverse a traccin animal, exacerb hasta el paroxismo su pni-co a la intemperie, entregndose sin retorno a la contemplacinde lo etreo. Sin embargo, esas cartas prolcas, imbuidas con elespritu mudable que le inri el Saqueador, causaron escozor enel nimo reprimido de Vermi, ste tambin quera su paquete deaventuras pero uncidas a la perfeccin del no-dolor.

    Terminamos cediendo al prurito de estar presentes enel casero natal, siendo esta decisin nuestra mxima debilidad;

    slo vinimos a sufrir fantasmagrico progreso. De esto que nues-tra inobjetable determinacin de no atender la invitacin que noshizo Vermi (cuando su idea de la dicha terminal se estaba ponien-do en el asador del bulmico/anorxico), nunca sali del borra-dor del correo electrnico. Acabamos aceptando la invitacin dellder de esa sarta de pendejos, a los que no quiso llevarse consigoni la dispora de Placidville, viniendo a dar con su putrefactasanticacin. Al Saqueador le fall el sonoro jams! del vate Jos

    Mara Riofro; no remiti el jams! que lo hubiese retenido, otros

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    veinte aos o treinta aos, en la meloda de la molienda de San

    Agustn.el pueblo soberano de Placidville te reclama, Teodoro Morris,porque atendiendo a tu origen privilegiado debes unirte al denitivoprogreso del nuevo hombre ambientalista de Brecha de Bfalo...

    Esperamos que las almas de esos sacos pestilentes, elpueblo soberano, abandonen despavoridas el stano de la muer-te dulce, para echarnos a hacer la muerte digna con panorama a

    un amanecer de lobos druidas en la ventana de Brecha de Bfaloalternando con la ventana de Malacatos, donde ya clare del tododando empiezo a la jornada del trapiche exprimiendo las caasdel espritu que reposa en el aguardiente agustino. No sucumbi-mos ante la frgida belleza de los violines de invierno, y merced aeste casero devolvindose a la tierra languidecemos en el mismopaisaje que nos inculc la aventura desde que abrimos los ojos,con el aadido de la aurora pintando de prpura al bisonte al-

    mizclero. Contrasta esta armona silvestre con el silencio de losptridos casilleros donde yacen las cscaras de los creyentes dela felicidad por encargo, aquellos que aportaron con una lneams al prontuario de la estupidez humana, metindose dentro dela pgina de los renglones torcidos que se escriben en el incon-mensurable libro del tiempo. Vermi se nos extravi buscando lasolucin integral al dolor del existente, despojndose del ascetaquiso ser un mrtir de la sensualidad en pellejos, atragantndose

    de las dulzuras subterrneas que se fabric para s mismo.Mientras la nauseabunda praxis de la felicidad gratuita

    se agot en Placidville, nosotros estamos en la claridad que in-tuimos entre la letra y la sangre. Libres donde la indenible luzde la pradera rene a lobos y bisontes para hacer la estacin deregenerar, mezclndonos con aromas de ores que brotan inmu-nes al virus del sentimentalismo. La paradoja es que la leva deVermi pereci de inanicin ante la abundancia de carne fresca,las grandes manadas de bfalos que rodean la aldea orecieron

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    gracias al aislamiento que deriv de la consecucin del estado

    de reserva biolgica de no remocin. Placidville se empe hastala inmolacin de sus habitantes humanos en recuperar el hbitatprimigenio de Brecha de Bfalo, tras la prctica desaparicin del

    bisonte almizclero en sus praderas. Esta labor regenerativa fuelubricada por el cheque que le remita a Vermi Hood la multina-cional conservacionista WUSV, por sus siglas en ingls. Merceda la quietud extrema de los ltimos parroquianos de Placidville,se dej de intervenir en la naturaleza salvaje circundante, y nadie

    volvi a salir del permetro del bruido mrmol que encasill ala aldea, reviviendo as a su albedro el espritu del bfalo, re-producindose en los miles de ungulados que hoy pastan por lapradera como si nunca hubiesen sido exterminados.

    La criatura del alquimista Vermi, el bpedo de la santi-cacin en el progreso, acab siendo invisible dentro del rea ur-

    bana de Placidville. Los creyentes de la solucin nal vermilianafenecieron en hueso y pellejo; aunque, en el prembulo, se ha-

    brn estremecido de dicha estrenando sus paquetes de sensua-lidad ciberntica. El bfalo fue la sagrada riqueza de los indiosDakota, hoy es la divina presa de los lobos druidas, deca unade las leyendas que, por la coyuntura que llev a Placidville aser un paradigma del resurgimiento del bisonte americano, enviVermi al ciberespacio de la cofrada que l fund en psicolgicaoposicin a la que nosotros inauguramos en Malacatos. La mis-ma aldea que se entreg a la dicha ciberntica, sin proponrselo,

    se devolvi al paisaje herboso, al mito y la magia, de los primerosindgenas de estos lares.

    La villa romntica de los techados de pizarra, fundamen-t su supervivencia en el naturalismo cabal, ganndose la poste-ridad por su apuesta a un entorno salvaje fuera de su burbuja y aun espacio-tiempo de fantasa en su interior. As es como en estaalborada campea el despertar de los ungulados cuales, instintiva-mente, huyendo de la decadencia que trae la sobrepoblacin, enpro de mantener el orden darvinista en su llanura, provocaron a

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    su vez el renacimiento de su natural depredador, el lobo druida.

    Est escrito. Placidville, fotografa de casero bienaventurado, algunavez encarnaste la dorada hermosura de Gea... Hoy, aldea de postal solip-sista. Otrora fuiste llamada a prolongarte en un amanecer que proveapaz a al cuerpo y placer a las ventanas del alma. Venas traspasandocon solvencia frescas primaveras, veranos ardientes, otoos tristes einviernos criminales. Placidville cocinaba a fuego pausado un futuroque, si no inspiraba a la callejera mente de un parsito de metrpoli, smaterializaba la existencia retirada de un espritu dado a tomar baos

    de pastizal; s aupaba la gimnasia de un cuerpo volcado a vigorizadorasfaenas manuales.

    Tuvimos das benditos en esta pradera, ramos pastoresde quimeras. Vermi, amigo de infancia, fuiste parte de esta foto-grafa exquisita. Qu te aconteci, mi bizarro hermano siams?Perdiste toda la gracia de tu incipiente exploracin juvenil, impo-nindose en tu descaminar los vientos castrantes de la prolaxisa ultranza, trastocando la inercia saludable de una aldea pastoril

    con el efecto contrario al que buscabas desterrando la oscuridadde ti, pues, lo luminoso de tus visiones acab siendo una cuevaendemoniada, la tumba de la razn que no te sirvi para unaexistencia a plenitud sino para morir en la penumbra de tu nihi-lismo cristiano. Ido el acicate de nuestros campamentos juveni-les, jams volviste a poner tus botas fuera del crculo de seguri-dad de tu aldea ideal, tu existencia la dedicaste a la consecucinde la dicha geomtrica desde tu reducto alquimista. Ida la salvaje

    inuencia que ejercamos en el joven Vermi, ste exacerb su mie-do al mundo silvestre hasta dar con el silln ciberntico, su tnelde placeres virtuales que convid al puado de parroquianos queno se acogieron a la dispora de Placidville.

    El ttulo de Doctor en Arqueologa, conferido a nuestroSaqueador en cierne, nos provey el pasaje al mpetu por ha-cer mundo, y, necesariamente, esto condujo a que aos despusdesenterremos lo que nos corresponda. Reivindicamos el tesoro

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    en la tierra de los hombres que en s son un destino, aupando al

    ambicioso excavador que hizo su Harvard sacando el doctoradocon el sello de educacin garantizada que pone la atildada uni-versidad a donde fue a morir con honores el sabio lojano, RamnMara Zrate. Con ese antecedente, nuestro aspirante a Saqueador,trepado en la coyuntura acadmica del campus de Harvard, trabamistad con el inspirador de su legendaria campaa en Quinara,el venerable doctor R. M. Zrate; cual nos transri el estigmadel cazador de utopas, inoculndole al joven Morris sus fuertes

    sospechas en la autenticidad del oro enterrado por la aristocraciainca ante la desbandada que produjo la barbarie ibrica.Un tipazo el doctor Zrate! En ese cuadro de all es-

    tamos avocando conocimiento del fabuloso entierro, ese fue elmomento cumbre de nuestra amistad excavadora: la solemneentrega-recepcin de los mapas que ste nos pas de sus propiasincursiones en el laberinto espeleolgico donde hipotticamentese hallaban las puertas al oro sagrado del Inca. Puertas que al

    cabo no se le abrieron al cientco Zrate, pero a travs del here-dero de su trabajo s tuvo la precognicin de que estaba a puntode profanacin aquel tesoro. Ese hombre sabio fue el instrumentoque nos dispar a la aventura guaquera, llenando de ambicionesal entonces imberbe explorador, llevndole a recorrer ignotos te-rritorios, lejos de las anaranjadas pasturas de la niez.

    Con la marca de aventurero estampada en la frente por lamayor eminencia arqueolgica del campus de Harvard, regresa-

    mos a Placidville para decir adis a al terruo natal, y cargar enel macuto la indestructible alegra de los campamentos en la pra-dera regenerando al bfalo para que ste haga lo suyo con el lobodruida. All estamos dando el abrazo postrero a nuestros proge-nitores, y haciendo sentida despedida con el amigo Vermi Hood,cual nos susurra, s, al borde del lagrimn, cudate, hermano, nodejes de contarme tus aventuras. As lo hicimos, y hete aqu,Vermi Hood, podrido en las catacumbas de tu santicacin.

    Tenamos un proyecto para echar a mover el mundo, yhaba que pasar por la beca que obtuvimos para hacer el doc-

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    torado en arqueologa, (a excavar, a excavar!, aullbamos como

    posesos), y llegado el momento asestar el golpe para el cual nosprepar el maestro Ramn Mara Zrate: Conquistar el ocio ince-sante en tierras ignotas. Con Zrate imaginbamos el ocio que nosdara el tesoro de Quinara, lo compartamos en las caminatas al-rededor del campus de la educacin garantizada, mientras losaspirantes a explotar ortodoxamente su doctorado nos tenan porlocos visionarios. Y dimos el golpe que el profesor festej comosuyo en su lecho de muerte en Harvard. Igual perdimos de vista

    al esculido amigo Vermi Hood, aquel muchacho que, enfrentn-dose a su fobia a la intemperie, nos segua a hacer vivaque en laprofundidad del horizonte de pastizales.

    Pasando los das, Vermi, nos pintaba su nuevo mundocon restringidas misivas. Sembrado en su mansedumbre, se des-criba a s mismo venciendo innata timidez como el lder deun progreso impoluto y celeste en lo que ya era un casero espec-

    tral tras la dispora, apenas habitado por los incondicionales queen lo posterior llamamos la leva de Vermi, y ste se solazabaerigindose en el conductor de esa decadente humanidad. Tal fr-gido delirio nos diverta, imaginbamos nuestra mirada de gui-la real clavndose en l; si hubiese estado a tiro de los rayos queechaban nuestros ojos, le habramos espetado: Oye amigo, enqu clase de animalito feliz te ests convirtiendo? Cuestin quele hicimos cuando fue demasiado tarde por haber subestimado al

    joven pusilmine de los vivaques en la pradera.A la fecha que Vermi nos dio aviso de su afn prolctico

    en Placidville, la pradera Brecha de Bfalo ya haba sido nombra-da merced a la presin de la transnacional conservacionista,WUSV, Patrimonio Natural de la Humanidad, y en consecuen-cia declarado el parque como un hbitat de ecosistemas de noremocin. Este loable aislamiento de Brecha de Bfalo coincidicon la meta esterilizadora de Vermi Hood, la mentada fundacinaument el presupuesto para la preservacin de la biosfera que

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    tena su centro de control en Placidville, partida que manej has-

    ta el n de su corporalidad nuestro salvador. Tal jugoso chequeconservacionista privilegi la bulimia de los aldeanos por las co-sas que les brind la estupidez articial. La abundancia de tilesque se reparti al puado de hombres del ltimo progreso dePlacidville, abri la amplia avenida hacia la eliminacin de razdel dolor de estar encarnado en la cochina intemperie.

    El acomodamiento que hizo el gran gua de la subven-cin proporcionada por la WUSV, no interri en las decisiones

    del futuro aristcrata de quinta San Agustn, considerando que elideal vermiliano se quedara en simple enunciado, sin sospecharque a la sazn devinimos en testigos de la mansa aldea entre-gndose a sensual inanicin. El objetivo especco de liberarsedel dolor de sus crueles limitaciones corpreas, haba puesto algenio a dar los pasos justos hacia la santicacin en el progreso.Empez provocando la abundancia que ahond la soledad de susseguidores. Placidville no iba a crecer en habitantes sino en tiles

    para que sus hombres los amontonen dentro de sus cubiles, ypuertas adentro se harten de ellos, deshacindose as del pasadoexhibicionista que era parte de una vergonzante realidad

    Aqu est titilando una de las perlas del ngel extermi-nador, las que rescatamos en nuestras crnicas: No podemos seguirllamndonos racionales mientras nos exhibimos como animales ham-brientos. Existe algo ms indecente que el sujeto ganndose el pan enla ruda intemperie, cual bestia laboriosa sumndose a las sociedades de

    termita?

    Siendo que habamos alquilado una parcela en los cam-pos de Dioniso, la propuesta de Vermi de que nos unamos a sucruzada no nos perturbaba. Nosotros ramos los vencedores dela leyenda de Quinara, e instalados a miles de kilmetros de laaldea natal perdimos inters por ese fenmeno que maduraba es-condido en la pradera que reoreca virginal con cada primavera.

    Cuando Ana vino a moderar nuestros vicios masculinos, cursan-

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    do en la oracin constante de San Agustn, lleg esa misiva que

    pareca inocente y nuestro tiempo de molienda se trastoc en elmrmol de Placidville. Hete aqu, Saqueador, de lleno volcadoal punto nal del virus que aliment tu obra pstuma. Estamosconcluyendo la imprescindible crnica de un pueblo que nacipara colocar un hito seero en el ideal del bienestar de catacum-

    ba, paraso del gemetra, santo del patbulo ciberntico Y todolo dems que se le ocurra aadir a Ana.

    All est la momia de Vermi conminando, en el ciberes-

    pacio de Santicacin en el Progreso, haciendo uso de su derechoa poner coto al hombre locomovible, arremetiendo contra la in-felicidad. Ese miserable existente, el mismo que estira intilmente susmanos para alcanzar la imposible estabilidad entre su animalidad y elsujeto pragmtico, desaparecer de Brecha de Bfalo. Vaya que s lohizo! Nuestro feligrs se propuso eliminar el crnico estado deansiedad de su gente buena, haciendo de stos un experimentoaltruista, y con ello, por inercia, beneciar al mundo con su fr-

    mula para redimir a la humanidad del doliente vulgar, el sufri-dor de pacotilla. Y Vermi sigue proclamando, con la decapitacin delos temores atvicos, cesar el suplicio de estar atrapado en un amasijode tripas que viven intoxicndose. El mago reparti la buena nuevacon todo el placer de su propia liberacin, haba que inmovili-zar la inquietud innata, neutralizar cualquier exploracin afueracon las delicias del casco ciberntico, remitindose a la gura delHomo felice. Al individuo que sufre los dolores bajos y viles de

    su estatura zoolgica haba que darle el Homo felice , en vez deofrecerle eso que a reales cuentas es paja: ser alguien en un hor-miguero de especializaciones.

    Amigo Vermi Hood, si hubiese estado en nuestras manosfabricar crculos infernales, te habramos enviado a uno donde es-taras obligado a sintonizar los sonidos salvajes de la intemperie,eternamente! No nos tomamos el trabajo de gritarles el engaoen las grandes orejas de tus domsticos, entendimos que su sen-timentalismo era irreversible, bajaron a los respectivos stanos

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    exanges, anestesiados por la sobredosis de dicha articial que

    iban a recibir. Cuerpos reducidos a pellejos, corriendo la mismasuerte del genio que se neg a seguir sufriendo las consecuenciasde consumir el pan de cada da. Mentes que hasta el ltimo alien-to slo tuvieron ojos para la ventana sensual del casco cibernti-co, dejando a los diminutos carroeros de sus cuerpos la muecade amor hacia la obra del lder. La beatca sonrisa de mis vecinossellar el xito de nuestra santicacin, asent aqul sin regresar aver al naciente verdor de la pradera que se retirar as de nuestra

    existencia, nos vamos con la estampa de los bfalos jugando avida y muerte con la manada de lobos druidas, haciendo el epilo-go idneo del corazn valiente del Saqueador.

    Nuestra condicin bifronte celebra el inminente retornoal calorcito de la tierra agustina. Abonaremos el rbol de arupoque Ana escoja para confundirnos con su primera oracin, yverlo con los colores encendidos del amante que la rescat de lasequa de Cazaderos. La luz lateral de la Parca nos halaga como

    el aullido del jefe de la manada de lobos druidas que espera elmomento de invadir el pueblo marmreo. Oye, Vermi Hood, noprobaste lo que es el ocio incesante de quinta San Agustn, y loque lograste es la inaccin sostenida, as debe llamarse tu pros-cripcin de la locomocin natural. Millones de aos de ensayo yerror evolutivo para que nos refocilemos en la bipedacin, echa-dos al traste por tu aversin a caminar y ver.

    La campesina de Cazaderos fue la mujer que el stiroojiazul presinti en el apogeo de sus vicios masculinos en casa deFlor del Catamayo. Ana se mueve dentro del repertorio musicalque escogi para la jornada de los adioses en Placidville. En ellase plasm la carne prieta de los trpicos, dulce fruta que arranca-mos al rido paisaje de Cazaderos, esencia de Acacia macracantha,despertares de hamaca, tiernos muslos para hender caninos se-dientos de mujer volcnica.

    Dulce descenso, debe rezar el mensaje pstumo en ho-nor a Placidville, titilante en el ciberespacio de Santicacin en el

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    Progreso. Vermi quiso ser una tripa satisfecha llenndose de co-

    mida para astronautas vegetarianos, verbigracia: papas al vapor,queso fresco y salsa de man, complementando su ligera dieta conun agrio sorbete de apio, repeliendo la mezcla con edulcorantes.Empero, su maniesta enemistad con el carnvoro, no se sujetal hecho de negarse a masticar cortes de ungulado a la parrilla,si no que anim su irreversible prurito enmendador de la frivoli-dad del sujeto ordinario. El Seor sentir orgullo ntimo por mi obrapuricadora: extirp de m a la bestia que zahera el espritu de nuestros

    vecinos zoolgicos en Brecha de Bfalo, tragndoselos. Somos vegetaria-nos por el mandato de nuestra naturaleza superior. Sabias palabras sino fuera por tu pereza a mover un dedo para vivir, y convocandoa la divinidad de lo etreo luminoso acabaste negociando con laspotencias subterrneas, pues, las invencibles Furias confecciona-ron a tu medida la muerte dulce en el stano.

    De inicio, la prolaxis vermiliana, se entretuvo impor-tando prototipos provenientes de los dragones de oriente, co-

    sas como el porttil WC que nunca us nadie, cual deba servirpara hacer ambientalismo en la inmensidad que nos envuelvesin dejar huella de execracin alguna del caminante. El livianoexcusado no difumin los detritos del paseante en el lugar sil-vestre de su apuro. Magnco artilugio, salvo que los humanosde Placidville no andaban nunca fuera de su permetro esterili-zado ni para adquirir leche, sus despensas individuales todavaguardan raciones de alimentos, sin prescribir, para criptonautas.

    Cun tragicmico se present el progreso a los chivos aspirantesa la santidad en el subsuelo; primero desperdiciaron a granel porla abundancia que premi su aislamiento, hasta caer en el espan-toso hasto que trajo la necesaria aversin por las novedades dela modernidad, y de ello slo hubo que empujarlos con el dedomeique a que se refocilen en las tinieblas del silln ciberntico. YVermi Hood les habl hermoso: Donde el hominino permanece sobrela tierra, ste rumia su desgracia en dos patas por que la insatisfaccinle quema los pies, degenerndose al son de la carne que se arma en la

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    lucha de las especies. Nosotros, salvaguardando su divinidad, echamos

    a funcionar el engranaje de los elegidos para la comunicacin celestial;all, en nuestros paquetes de vida, todo ser goce infalible.

    El Saqueador sola decir que si fuera el caso, de no habertenido a Ana junto a l en la molienda de Dioniso, habra idoa buscarla en la depresin de Cazaderos del ms al fondo. Anano fue un estadio platnico, sus terrenas fragancias nos llevarona escalar los picos descollantes de Afrodita Campesina, al estilo

    espontneo del andinista lsofo. A poco de revelrsele al stiroojiazul, la condenamos a habitar en nuestro corazn; ella no fuede preguntarle si deseaba estar en la ventana donde se exhibenlos arcos de buganvillas haciendo las puertas de San Agustn, laatrapamos con el ocio del cazador de tesoros. Supimos entreveren la chiquilla salvaje el porte de la mujer de quilates que se fueexpandiendo aromtica, como la hoja de achira concentrando lamiel de sus pechos virginales. No hubo necesidad de proponerle

    si quera compartir con nosotros la vista que domina los sembra-dos que proveen los dones de una quinta-jardn. Ella dijo s a lavida apenas traspas los arcos prpuras de buganvillas.

    La fuerza de Vermi para resistir a la irracionalidad delo ergeno, se desin en el acto apenas percibiendo los perfu-mes de Acacia macracantha que porta Ana. El nico encuentro decuerpo presente que protagonizaron Vermi y Ana, en Placidville,

    bast para que el mago de la burbuja esterilizada despierte a sus

    feromonas reprimidas tras lustros de castidad vegetariana, fuederribado por un golpe de vista de la mujer de su mortaja. Vermi,obsesionado por esa encarnacin de Venus Tropical, se encarg as mismo crear el duplicado virtual de la mujer que lo enamorsin remedio, exigindose mxima calidad para la construccin deun diseo virgen a imagen del diseo original. Ah, en levantar asu propia Ana virtual, desat toda su sabidura alquimista, y stavino a ser la cumbre de su poder, aunque sea un amor que noso-tros le servimos en bandeja. Vermi Hood, como si fuese nuestro

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    bizarro siams, alcanz a la mujer de su vida en el casco cibern-

    tico, invent la Ana que l quiso, no a la que nosotros amamos.Ser porque fuimos hermanos a muerte, en una suerte de anti-nomia indivisible. De hecho, la concreta Ana de Cazaderos, le

    brind la oportunidad de tomar un brillante desquite contra elstiro ojiazul, le trajo la revancha psicosiolgica de saborear esajacin que tena de alguna vez vencernos en una lid de amor,sin importarle si lo haca en un campo virtual. Crear a su albedrouna Ana insobornable, el a l hasta la inanicin en el subsuelo,

    fue ms que un desagravio una recompensa a su corazn partidodesde la pubescencia llanera, cuando deambulaba despedazadopor sus amores fallidos, esos amores que nosotros nos servamossin contemplaciones con el placer que produce masticar un cua-dril medio sangrante. Tras el mazazo a los sentidos que le inria Vermi la feminidad de Ana de Cazaderos, ste recuper instin-tos que haba desterrado de la burbuja de cristal. Era demasiadosentimental para pretender fungir de racionalista hasta las lti-

    mas consecuencias; su atribulado corazn se rebel exigiendo sed va a sus anhelos terrenales, es decir, a los sucedneos de amorcarnal que consumaron su paradoja.

    Ah radica el meollo del virus del sentimentalismo quelo consumi a Vermi. Ahora de que fue un mago portentoso, slo fue; y su gran tarea santicadora devino en conseguir unpaquete de vida-muerte que satisfaga sus ambiciones ergenasreprimidas, y gozar de la mujer perfecta: su versin de Venus

    Tropical.Vermi, as como un diletante uflogo aloja en el cuerpo

    de una joven histrica a un aliengena, cual, en su opinin, ma-nipula a discrecin esa frgil mente arrojndola a la estulticia sinretorno, introdujo un parsito letal a los restos de buena gentede Placidville llevndola a una invisible oscuridad. Justo cuandola aldea, por extensin al apogeo material de sus residentes, ha-

    ba conseguido restituir su antiguo rostro a la pradera, reventel virus que transform a la humanidad de Brecha de Bfalo en

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    nido de mariposas de muerto. Nuestros restos mortales s tienen

    destino, fuimos precavidos, reparamos en el rbol que nos acoge-r en el bosque, gozamos desde ya sus estambres rosados, retor-cidos, en la avenida de arupos. Estamos con la maana frondosa,desayunando con golosinas de mazapn y roscones de viento;nos mecemos en el apacible oleaje del mar de caa de azcar cho-cando en las rojizas lomas del cerro donde prosperan los onagrosdescendientes de Lucio. La otra opcin, la que descartamos conAna, era la de volcar nuestros restos minerales en el ecosistema

    lacustre de El Compadre, en las alturas del nudo de Sabanilla nosmezclaramos con los sudores de la cordillera nutriendo el hbi-tat del oso de anteojos.

    La dispora dej una poblacin simblica de hombres enPlacidville, cuales se dieron de lleno a la bulimia/anorexia queprodujo su santa defuncin. Nunca arribaron nuevos infantes aengrosar el engranaje vermiliano, la reproduccin del homnidose detuvo cuando la repoblacin de bfalos empez a sentirse

    en la pradera, abriendo para esos ungulados una esperanzado-ra brecha. El grueso de habitantes de Placidville se fue tras elsueo estadounidense, atrados por el fulgor de las multitudesconsumiendo su poca del desperdicio allende los pastizales.Vermi Hood no tuvo entre sus prioridades el esparcir sus esper-matozoides para formar una familia a fuerza de la costumbre,su idealismo ni siquiera prob lo que es el acto copulativo conuna pizca de amor; desde su desilusin con la chiquilla Lady,

    abandon la idea de ser l mismo acompaado de una mujerconcreta. Adolescente tuvo relaciones carnales con la mesalinaque lleg al pueblo para librarlo de su virginidad, la cual se fuecontenta de haberle hecho tal favor, sin imaginar siquiera que lehaba dado una sobredosis de idealismo a ese espritu de por sansioso de pureza. El joven Vermi Hood, aunque consinti endesorar su carne erctil con aquella mujer que se perenniz enl como un scubo, como el modo abyecto de su latente energa

    testicular, permaneci dentro de s virgen para el surgimiento desu amor virtual.