Virno, Paolo - Palabras con palabras. Poderes y límites del lenguaje [1995]

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    PALABRAS CON PALABRAS

    Poderes y lmites del lenguaje

    Paolo Virno

    Traduccin al espaol: Eduardo Sadier

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    P a o l o V i r n o P a l a b r a s c o n p a l a b r a s

    Introduccin

    El ejemplo de Feuerbach

    Son centrales las condiciones efectivas en las que se hallan los hombres concretos ycaducos en la sociedad de la comunicacin generalizada: el materialismo debeempearse a fondo en el terreno lgico-lingstico. La discusin entre denotacin ysignificado, autorreferencia y metalenguaje, nombre propio y afasia en general ladiscusin acerca de la potencia y la debilidad de nuestros discursos- pone a puntoaquellos conceptos que mejor se ajustan a las relaciones sociales y a los modos de seractuales. Tambin cuando el anlisis lgico de los enunciados se involucra contecnicismos apasionados, tambin entonces se puede vislumbrar a contraluz una ideadel mundo y hasta un modelo de buena vida.Este libro se limita a avanzar un paso en esta direccin. Un paso preliminar, peroinevitable, para indicar el cual nos permitimos por un momento la siguienteanaloga: del mismo modo en que Feuerbach identific en la teologa a la proyeccintransfigurada de la realidad mundana, debemos revisar el perfil de la existenciasensible y finita en las construcciones ms rarefactas de la filosofa del lenguaje.Tan aproximada como grandilocuente, esta analoga no es, sin embargo, arbitraria.Hegel habl difusamente de una naturaleza divina del lenguaje. Y el lenguaje hapermanecido divino tanto en el ascetismo tecnocrtico de la teora neopositivista

    como en la bondad convival de la hermenutica. A travs de los siglos, la crtica de lametafsica tradicional se ha jactado de leer Lenguaje donde se hubiera escritoDios, creyendo corroborar de este modo un juicioso humanismo. De otro modo,como le ocurre a toda secularizacin que se respete, no se habra ido mucho ms allde una mudanza de los mismos muebles de una habitacin a otra. Una vez que se lehan atribuido al lenguaje los atributos divinos, simplemente se ha ubicado de otromodo a la trascendencia que se quera refutar. Con el resultado paradjico que, noraramente, para comprender plenamente una tesis reciente sobre el funcionamientode nombres y aserciones, resulta conveniente interpelar directamente al prototipoteolgico.

    El punto de honor del pensamiento crtico reside en exhibir el carcter radicalmentefinito de la palabra humana. Esto significa, entre otras cosas, valorizar los aspectos nolingsticos de nuestra pertenencia al mundo, restituyendo autonoma y relevancia aaquello que permanece opaco a toda enunciacin. Digmoslo claramente: no se trata,por cierto, de acceder al culto grotesco del silencio y lo inefable, oficiando de quienbusca en las ramificaciones de la trama discursiva un refugio de la vulgaridad de lostiempos, una bocanada de autenticidad. Al contrario, slo cuando la mediacinlingstica est completamente desarrollada, infiltrante y sin pliegues, podemosadvertir el lmite. Slo entonces es posible plantear una sensualidad de segundo grado,privada totalmente de ingenuidad, no premisa sino punto de arribo, resultado

    potente antes que lamentable peticin de principio.

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    P a o l o V i r n o P a l a b r a s c o n p a l a b r a s

    La naturaleza divina de la palabra es sarcsticamente avalada por las relacionessociales vigentes. Desde que el proceso de produccin moderno incorpora al hacercomunicativo como un fermento irrenunciable, el lenguaje parece realmente un Ens

    perfectissimum. La expropiacin a la que est sujeto va a la par de su aparenteomnipotencia. La hermenutica y la filosofa analtica reflejan esta apariencia y la

    refuerzan. Presentando como un ideal de la razn a aquello que ya est realizado enforma de dominio, los partidarios de una comunidad ilimitada de la comunicacinse hallan a sus anchas en el orden social existente. Y viceversa, la curva lingsticadel materialismo produce una disonancia porque consiste, ante todo, en lareivindicacin de los lmites del lenguaje.

    El catlogo es ste

    El libro se ocupa de temas dispares. Para citar algunos: la importancia crucial

    atribuida por la metafsica a los nombres propios, es decir, a los trminos que debendesignar a un objeto individual, salvaguardando su singularidad; la pruebaontolgica de la existencia de Dios en cuanto modelo insigne de la presunta uninentre palabra y cosa; la paradoja del mentiroso en tanto encrucijada hacia la cualconvergen los problemas implcitos en toda denotacin y aquellos tpicos de laautorreferencia; el esplendor y la miseria de la subjetividad identificada con laautorreflexin pura; la analoga, y ms an, el estrecho parentesco, entre una formaespecfica de afasia y la modalidad de lo posible; el estatuto lgico de ese simultneopoder-ser y poder-no-ser que llamamos contingencia.Sin embargo, el libro no es una resea de cuestiones cannicas ni un vagabundeo de

    rabdomante. Lo anima una intencin sistemtica: la eleccin y la sucesin de losdiversos temas estn justificadas nicamente por la exposicin de un cierto nmerode tesis tericas encadenadas tras ellos. Tesis destinadas a su vez a radicalizar lacomprensin y la crtica de las concepciones denotativas del lenguaje, y a trazar laslneas portadoras de una posible alternativa. Los primeros tres captulos debernpreparar la escena y orientar la mirada, efectuando una especie de diagnstico; a losdos ltimos les corresponde una tarea constructiva, es decir el honor de proponeruna constelacin conceptual no descontada.

    Por una crtica de la razn denotativa

    La concepcin denotativa del lenguaje tiene un lado trivial y otro sublime. El primerocoincide con la idea de que hay una correspondencia transparente y exhaustiva entrenombre y objeto, afirmaciones y hechos, lenguaje y mundo. El segundo loconstituyen los gloriosos misterios de la autorreferencia, o sea de la imagen de unlenguaje infinitamentepresupuesto a s mismo, inalcanzable y trascendente, dotado deuna ndole sobrehumana.Los innumerables refutadores de la concepcin denotativa suelen limitarse engeneral a enarbolar el lado sublime contra el trivial, sin percatarse de la frrea

    complicidad que los une. Por el contrario, se deben aprehender flagrantemente lasconexiones entre ambos aspectos, reconociendo en cada uno el fundamento del otro.Las peripecias y los crculos viciosos a los que parece condenado el lenguaje cuando

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    debe dar cuenta de s mismo, tienen su origen en la relacin que, segn la tradicinmetafsica, mantiene con el mundo: estar para tomarlo y ser un reflejo cuidadoso. Elretorno al infinito de los metalenguajes es la nmesis, o el castigo correspondiente dela arrogancia denotativa. Inversamente, la pretensin del nombre propio deadherirse como una epidermis a su singular referente tiene por modelo a la relacin

    de la palabra con s misma. El concepto de una correspondencia biunvoca entrelenguaje y mundo se origina en la experiencia de la autorreferencia. Contraponer elaura espiritual que circunda al discurso sobre el discurso al eficientismo de lareflexin referencial es una bravuconada destinada a impedir la comprensin de unoy otro.En segundo lugar colocamos la cuestin de cual es el significado (incluso existencial)de las paradojas que derivan de la autorreferencia. En el libro se argumenta, acontinuacin, desde diferentes perspectivas, la siguiente tesis: en la imagenmetafsica de un lenguaje presupuesto al lenguaje se filtra indirectamente, con rasgosajenos, el carcter preliminar e insuperable de nuestra pertenencia a un contexto

    sensible, a un mundo no-lingstico. Justo cuando parece estar nicamente consigomismo, libre de relacin con entes y hechos, el lenguaje bosqueja al mundo en cuantombito pragmtico-vital al que le sobra toda enunciacin y nunca corresponde. Enel cuadro de la concepcin denotativa la heterogeneidad de lo sensible al discursopuede manifestarse solamente como anterioridad perenne de la palabra respecto de lapalabra; la prevalencia del contexto material, slo como interminable fuga hacia atrsde los metalenguajes.A partir de esta tesis, hacia la cual retrocede infructuosamente el lenguaje que hablade s mismo (y tambin, de un modo idntico, el Sujeto que se piensa), hallamos a lavida sensible. De esta ltima, por lo tanto, la metafsica ofrece una representacin

    perspicaz solamente cuando no se ocupa ms, dedicndose ms bien a laautorreflexin pura, o dilogo del alma con s misma. (Un nico ejemplo: en Kant,antes que en las lecciones de antropologa, conviene buscar la silhouette [silueta] de lavida sensible en los etreos paralogismos de la razn pura, all donde el Yoautorreflexivo procura en vano determinar su propio modo de ser, o, por as decirlo,de mirar su propia nuca). Por cierto, una vez que se ha expresado como espiralautorreferencial, la pertenencia al mundo no-lingstico no slo es disimulada, sinoque hasta es traspasada en sentido opuesto, resolvindose en la aparenteomnipotencia del lenguaje. Tambin fracasa una crtica que desconozca la efectivaparadoja de la existencia material a fin de evitar la transfiguracin metafsica. No hay

    nada lineal en el pensamiento de la condicin sensible. Al contrario: slo all seespesan los crculos perpetuos y las antinomias enigmticas. Es preciso revocar, porlo tanto, la analoga inicial con la empresa de Feuerbach: la acostumbrada actividadgimnstica-teatral del materialismo prestidigitador dar vuelta, poner de nuevosobre los pies, desenmascarar- est decididamente fuera de lugar.Sobre este fondo se recorta el principal empeo. Lo que realmente importa es sacar ala luz, en un gesto constructivo, una relacin del lenguaje con el mundo sensibleradicalmente alternativa a la postulada por la concepcin denotativa, y tambin, almismo tiempo, una relacin del lenguaje con s mismo, exenta del regreso al infinito.Ambos objetivos se hallan estrechamente correlacionados. Slo mostrando quenuestras enunciaciones, lejos de corresponder a algo, se inscriben en un contextomaterial muy superior, a su vez nunca enunciable, ser posible plantear una

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    autorreferencia no enftica, sumisa, pero capaz de ser cumplida. Las paradojas de lopresupuesto (lenguaje que se precede a s mismo) sern reformuladas como paradojasdel contexto (insercin del lenguaje en el mundo). A delinear estas ltimas se dispone,o por lo menos debera, la reflexin sobre la modalidad de lo posible, en la cualconvergen las diversas partes del libro.

    Entrar anticipadamente en sus mritos requiere decir, al mismo tiempo, muchos ymuy pocos. Nunca totalmente inteligibles, un elenco preliminar de propsitos y tesisapenas puede indicar el tono de voz y la tensin emotiva de lo que vendr.

    El autor silencioso

    En el texto se habla de numerosos filsofos, a propsito de ste o aquelproblema terico: Hegel y Russell, Platn y Anselmo, Kant y Quine, Cusano yLeibniz. Pero en ningn caso prevalece un inters historiogrfico o puramente

    hermenutico. La postura de un autor sobre determinado tema es mencionadacomo una parbola, o como un exemplum. Es lo que sucede en las conversacionescotidianas, cuando se cita un romance clebre para evocar de modo sucinto,pero con incomparable precisin, una situacin emotiva peculiar: Es un amor alo Jules e Jim, o bien, Su ambicin es digna de Il rosso e il nero. Entre lastantas formas posibles de evocar obras significativas, esta no es, en absoluto, lams fatua. Como sea, los filsofos que son considerados aqu no requieren de unconocimiento especial por parte del lector: de tanto en tanto ver expuestos suspensamientos, a los que se les habr asignado el valor de exemplum; slo eso,totalmente. Si fuese adecuado para interpretar a los diversos autores, el libro

    podra resultar un absoluto fracaso. Y viceversa, si tambin aquellasinterpretaciones debieran resonar estridentemente, el libro tambin debera serjuzgado.En cambio, un filsofo es silenciado en las pginas que siguen. Y es calladoporque es el nico con el cual la confrontacin es ininterrumpida y sustancial.Siempre presente en el horizonte, an cuando no aparece, l es raramentenombrado y nunca discutido abiertamente. El filsofo es Wittgenstein, es decir,el autor del Tractatus logico-philosophicus. Hoy, en el mejor de los casos, esta obraes defendida aplicndole la desgraciada distincin crociana (referido aBenedetto Croce, N. Del T.) entre poesa (cualquier aforismo especulativo

    sugestivo y muy citado) y no poesa (la rida estructura lgica). Por elcontrario, aqu se presenta al Tractatus, en su conjunto, como el libro de la

    preguntajusta.

    Palabras con palabras

    Tratar palabras con palabras es muy complicado, como

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    entrelazar los dedos y frotarlos; cuando se reconocesta limitacin queda de parte de quien efecta la accin

    saber qu dedos pican y cuales pueden aliviarlos.

    Agustn, De magistro 5.14

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    La naturaleza divina del lenguaje

    La dialctica hegeliana es la interpretacin del lenguaje que privilegia a los decticosen perjuicio de los nombres, reconocindole al indicar una supremaca espiritual ylgica respecto del significar. Menos sugestivo que una llamada a la revolucinfrancesa o que una sea a las parbolas de la metafsica occidental, este parecetodava el modo ms pertinente de exponer el ncleo de la cuestin. Como laencarnacin de Dios es el hecho histrico de la fe cristiana, as la potencia de laostentacin lingstica es el hecho emprico de la dialctica. No se trata, por otra parte,de una simple analoga, puesto que ambos hechos poseen idntica estructura ymantienen una relacin de reciprocidad: si en Cristo la divinidad se muestra comoeste hombre sensible, a su vez, el pronombre este revela la naturaleza divina del

    lenguaje, el infinito que se halla enquistado en nuestra facultad de hablar.Hegel moviliza los requisitos gramaticales de los decticos en funcin de una tareaterica. En virtud de sus caracteres peculiares, la indicacin verbal constituye el lugarestratgico en el que parece posible el rechazo del principio de no contradiccin.Aunque requiere una discusin minuciosa, el punto no carece de una evidenciaintuitiva. Pronunciando el sustantivo perro me refiero a la propiedad que define auna especie animal: propiedad que no puede ser afirmada y negada al mismo tiempoa propsito del mismo sujeto. Y viceversa, diciendo esto, resulta apropiado porigual a un perro o un nio, un trecho de mar o la hoja en la que ahora escribo. Exentode vnculos semnticos, el dectico es al mismo tiempo esto y no-esto, es para todoente y para ninguno: ejemplo inaparente de universalidad dialctica, precisamente.Pero cundo utilizo esto en lugar de perro? Cuando, indiferente a la especiecanina, deseo sealar a un perro particular en toda su inconfundible unicidad. Lasimple ostensin tiene el valor de nombre propio. De otro modo, el resultadocontradice al propsito: silabeado con espritu de humildad y por amor a lo concreto,el dectico revela sbitamente una indcil universalidad. Como vale para cada cosa, elesto muestra que la singularidad sensible, a la que pareca tender, no posee,efectivamente, ninguna realidad. El ser exterior es puesto en cuestin por la palabraaparentemente ms remisiva, aquella que se limita a indicarlo.

    Destinada a un jaque irremediable, la instancia tpica del nombre propio mantiene,sin embargo, en Hegel, una importancia crucial. La dialctica tiene su raz negativa enla tentativa de designar al esencialmente particular. Del peculiar fracaso de esatentativa deriva, como un contragolpe, tanto el escepticismo en las confrontacionescon lo sensible como la rendicin de cuentas con el significado no contradictorio delos nombres comunes; tanto la corrosin de la firme realidad de las cosas por partedel lenguaje, como la oposicin infralingstica entre indicar y significar.Es conocido que Hegel ilustra la virtud filosfica del este en el captulo inicial de laFenomenologa del espritu, dedicado a la figura ms rudimentaria de la subjetividad, laconciencia sensible. Ella no nomina, muestra. Por ello habla una lengua muy

    pobre, articulada tan solo por decticos: ms all de esto, el pronombre personalyo y los adverbios ahora y aqu. Sera una tergiversacin, sin embargo, creer

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    que el dectico sea la contrasea lingstica especfica de una vida espiritual nuncaoscura.Pese a aparecer primero, el lxico ostensivo no tiene nada de primitivo osubordinado. Por el contrario, segn Hegel, el indicar exhibe lo que el lenguaje poseede ms elevado, su ndole divina. La certeza sensible que todava no nomina, se

    halla profiriendo, ya sea por razones perversas y sin percatarse, trminosespiritualmente ms ricos que los vacos nombres. Todava, para ensayarplenamente la potencia especulativa del esto, es preciso dejar atrs la certezasensible adentrndose en el reino de los Nombres y de las Leyes cientficas. Slo enel captulo sobre Fuerza e Intelecto (ltimo de la seccin titulada Conciencia), cuandoya todas las partes del discurso estn completamente desarrolladas e interactuantes,el dectico da prueba incontrastable de la propia actitud dialctica. En campoadverso, donde parece predominar la afirmacin no contradictoria, l ejerce elmximo roce.La demostracin verbal asume un papel decisivo en toda la Fenomenologa, y tambin

    tras la escena inaugural en la que Hegel la discute explcitamente. No es de ningunamanera una escalera para ascender. Tornando la mirada hacia las peripeciasulteriores de la conciencia, queda claro que el indicar no es solamente lamanifestacin adecuada de la experiencia en el lenguaje, sino, realmente, el lugar enel que se hace la experiencia del lenguaje.

    Rebjate y sers elevado.

    Los decticos segn Hegel

    Ya que lo universal es lo verdadero de la certeza sensible, y el lenguaje expresa sloesto verdadero, queda excluida la posibilidad de poder decir del ser sensible quenosotros opinamos. 1 Estamos en el inicio de la Fenomenologa, all donde lasconvicciones del sentido comn (o conciencia natural) figuran como el nico puntode partida concedido al itinerario del saber. Para liquidar la pretensin de la certezasensible de poder aferrar aquello que es esencialmente particular en toda susvariedades y determinaciones, Hegel introduce un nico argumento: la irrefrenableuniversalidad del lenguaje ostensivo (esto, ahora, aqu) a la que se confa larealizacin de aquella pretensin. Quien cree expresar un ser particular, en vez de sercierto, resulta desmentido inmediatamente por las propias palabras que pronuncia.

    Este argumento crtico se basa en un presupuesto de mucho peso: que la certezasensible no posee un ncleo extralingstico, sino que coincide exactamente con suenunciacin. Segn Hegel, la aprehensin sensorial muda es irreal tambin para laopinin o saber aparente, cuyas ilusiones quiere develar. El ver, el or y el tocar, encuanto tales, no pasan a formar parte de la experiencia de la conciencia. Lasensibilidad es equiparada a la rendicin de cuentas verbal de las sensaciones. Dicharendicin de cuentas, semejante a primera vista a un protocolo neopositivista, es elmbito en cuyo interior se delinea la nica friccin realmente importante: aquellaentre lo que se quiere decir y lo que efectivamente se dice. Sin detenernos ahora en laproblemtica reduccin de la experiencia sensible a los enunciados que la

    1 G.W.F.Hegel, Fenomenologia dello spirito, trad. It. de E. De Negri, 2 vol., La Nuova Italia, Firenze, 1973

    (reimpresin anasttica de la edicin revisada en 1960), I, p. 84.

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    documentan, resulta necesario preguntarse en qu modo los protocolos hegelianos,antes que atestiguar, contradicen su propio contenido.Primeramente, Hegel toma en consideracin a la sucesin de muchos esto. Eldectico permanece igual a s mismo en cada una de las ostensiones, mientras el serindividual, sealado de tanto en tanto, no es retenido, sino que por el contrario,

    desaparece. El este-rbol es la negacin del anterior esta-casa, y viceversa: lo que seconserva y persiste es el esto como tal, indiferente hacia todo aquello juegacerca2. Si luego, desilusionada respecto de la esencialidad del objeto particular, lacerteza sensible quisiera aferrarse a la firmeza del Yo que ve y oye, las cosas nomejoraran. Cada yo proferido es expulsado y desautorizado por otro yoigualmente unvoco. De nuevo, la sucesin del indicar sanciona la universalidad delpronombre y la inconsistencia de las rendiciones de cuentas sensoriales asociadas a laocurrencia de los particulares.

    Yo no soy universal, en general, como lo son ahora, aqu o esto. Ciertamente, pretendo

    decir un Yo particular, pero mientras poco puedo decir acerca de lo que entiendo porahora y aqu, igualmente poco puedo decir acerca de lo que entiendo por Yo. Diciendoesto aqu, esto ahora o un particular, digo cada esto, cada aqu, cada particular;similarmente, diciendo: Yo, este particular Yo, digo cada Yo en general: cada uno es loque digo: Yo, este particular Yo. 3

    Se dira que Hegel se contrapone a los mltiples esto y yo, pronunciadosconcretamente en actos de palabra particulares, al esto y el yo como elementospermanentes e institucionales de la lengua. La distincin introducida luego porFerdinando de Saussure 4 entre una enunciacin individual contingente (palabra) y laduradera vigencia del sistema fontico-lexical (lengua) se halla de hecho en vigenciaen el fragmento hegeliano en donde se compara crticamente la expresin viva de undectico con su trascripcin: Para examinar la verdad de esta certeza sensible resultasuficiente un experimento simple. Nosotros apuntamos por escrito esta verdad; unaverdad no pierde nada al ser escrita5. Ya que, contrariamente, la certeza sensiblepierde todo y se desvanece apenas su habla sea es examinada desde el punto de vistade la lengua, ella no posee verdad alguna. Mientras un nombre mantiene idnticosignificado tanto en el diccionario como en una enunciacin concreta, el esto fijadoen un papel entra en colisin con el esto-palabra. Liberado de un empleo actual, eldectico expresa cada esencialmente particular; pero de este modo niega el

    contenido semntico que parece competerle en el preciso momento en el que esdicho, o sea, la singularidad del esencialmente particular.Bien mirado, adems, el contraste entre el dectico en la lengua y el dectico en tanto

    palabra es slo la engaosa refraccin de una relacin negativa an ms profunda:aquella que opone a la palabra con el ser sensible. Slo si nos remontamos a esarelacin, aprehendiendo ese secreto marco, podremos comprender tambin porquella se manifiesta equvocamente como conflicto entre lengua y palabra.

    2Ibid3Ibd. p. 86.4 F. de Saussure, Corso di linguistica generale, ed. It. a cargo de T. De Mauro, Laterza, Bari 1970, pp. 28-30.5 Hegel,Fenomenologia cit., I, p. 83.

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    La conciencia natural, observa Hegel, tiene el derecho de ser juzgada en el mismoinstante en el que habla, sin cuidarse de la mvil sucesin de los enunciados y de loslocutores: Si a esta verdad la examinramos despus y estando alejados, ella notendra ningn significado; porque le habramos quitado la inmediatez, que le esesencial6. Resulta conveniente, por lo tanto, abandonar el terreno de los mltiples

    esto y concentrar la atencin sobre una particular palabra ostensiva pronunciadapor el Yo que sabe con certeza. Qu indica ahora? Y aqu?

    Se muestra el ahora, ste ahora. Ahora; mientras es mostrado, ya ha dejado de ser. Elahora que es, es distinto que aquel mostrado, y vemos que el ahora consiste justamenteen esto: en ya no ser ms mientras es; al ahora, al ser mostrado, es un ya sido; y sta essu verdad; l no posee la verdad del ser. Es por lo tanto cierto que ya ha sido. Pero,efectivamente, aquello que ya ha sido no es una esencia; ello no es, pero en cambio, setrata del ser. 7

    El aqu indicado, que tengo detenido, es igualmente un esto aqu que, en efecto, no es unesto aqu, sino un adelante y atrs, un arriba y abajo, un derecha e izquierda []. El

    aqu que debiera ser mostrado se disipa en otros aqu; y tambin stos, a su vez,desaparecen. 8

    El instante absolutamente simple, que se quiera mostrar diciendo ahora, es algoque no es. La palabra emitida disgrega a la propia referencia aparente exterior,descomponindola en una multiplicidad de instantes ya sidos, de no-ahora. Delmismo modo, la singularidad puntual que pareca corresponder al pronombre aquestalla en una pluralidad indefinida de no-aqu. La contradiccin entre uno y muchos,anunciada desde el principio en la relacin entre el esto de la lengua y la sucesinde estoresonante en los diversos actos de palabra, se presenta ahora en toda su

    radicalidad: como contradiccin entre el indicar inmediato y aquello que es indicado.El uno universal, a quien compete la verdad del ser, es la palabra viva esto,mientras los muchos, que se disipan y no son, son atinentes al sensible.Sin embargo, se podra creer que la discordancia entre el lenguaje y loesencialmente particular sea imputable a la insuficiente ductilidad del primero, asus limitaciones expresivas. Hay un lugar, en el captulo inicial de la Fenomenologa,donde parece animarse una hiptesis similar: este sensible, que viene opinado, esinalcanzable para el lenguaje, que pertenece a la conciencia, y a aquello que es en suniversal9 Para Hegel, esa inalcanzabilidad se eleva contra el objeto individual.En el contexto de la certeza sensible, la inefabilidad equivale a una condena

    ontolgica: aquello que es llamado inefable no es otra cosa que lo no-verdadero, lono-racional, lo que es meramente opinado10 Bien mirado, la singularidad sensibledeviene inalcanzable para el lenguaje por efecto de la accin abrasiva de la palabra,precisamente y tan solo porque el dectico revela el no ser, desintegrndola.

    6Ibd., p. 887Ibd.8Ibd., p. 89.9Ibd.,p. 91.10Ibd., p. 92.

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    En el intento real de pronunciar la cosa, ella se desintegra; aquellos que inician unadescripcin no pueden concluirla, sino que deben dejarla a otros, los cuales, a su vez,terminarn confesando que hablan de una cosa que no es.11

    Todava hay un mbito respecto del cual lo esencialmente particular mantiene unaapariencia de genuina inefabilidad, apareciendo como lo que se va de la red dellenguaje. Es el mbito de los nombres y de los significados no contradictorios. Enefecto, qu sucede? La descomposicin del ente sensible por parte del dectico semanifiesta indirectamente, en el plano infralingstico, como impedimento perennepara decir qu cosa es este ente singular. All donde opera la indicacin, eladvenimiento del nombre es diferido al infinito. El esto rechaza al cual:

    Cuando se le exige a la ciencia, casi como su piedra de toque parangn que por otraparte ella no puede sostener- que deduzca, construya, halle desde el inicio (o como sequiera decir) una cosa denominada esta cosa, o este ser humano, cuando es tambin justoque tal exigencia diga cual esta cosa, cual este Yo opine; pero dira que esto es

    imposible.12

    Antes que anticipar o coadyuvar al nombre, el dectico se interpone delante comouna barrera: imposible decir cual es este ser individual. De este modo, loesencialmente particular, que efectivamente es disuelto en el mismo momento enque es indicado, queda simplemente inalcanzablepara los nombres, conservadocomopresupuesto inefable o piedra de toque para una ciencia intelectualizada. Enel fragmento de Hegel recin citado resulta chocante la evocacin de cuestiones (elestatuto de la ciencia, el deducir y el hallar antes) por venir, que se alejan delestrecho horizonte en que permanece encerrada la certeza sensible. Pero elanacronismo lexical est justificado por la necesidad de sealar rpidamente lapuesta en juego: las prestaciones tpicas del dectico (aniquilacin del que es, dilacindel cual) ya delinean por entero la oposicin fundamental entre indicar ysignificar, destinada a alterar el propio concepto filosfico de la verdad. Aunque ladenominacin no est todava en escena, el esto ya tiene el estilo de un tratadominucioso contra nomen.Si la negacin de un nombre queda exterior a su significado (no hombre dejaintacta la definicin de hombre), la negacin del dectico es, en cambio, parteintegrante de aquello que l realmente expresa. Y es precisamente esta negatividad

    interior la que marca la acepcin hegeliana de universalidad como distinta de aquellatradicional que, enfocando a la especie o al gnero, se resuelve en la extrapolacinentre notas comunes y propiedades esenciales. El esto es universal porqueniega lo que parece indicar, oporque indica una multiplicidad de no-esto. Al final delprimer movimiento de la conciencia queda claro que la negacin es vector deuniversalidad en cuanto se presenta como una diferencia interna (as la llamarluego Hegel) de la significacin lingstica. Por otra parte, del mismo prlogo seaprende que la diferencia interna ms originaria, modelo de toda negacindialctica sucesiva, es aquella entre el dectico y su referente extralingstico.

    11Ibd.,p. 91.12Ibd., p. 86

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    Ahora debemos preguntarnos de qu modo el roce, al contrario del choque, entre eltrmino ostensivo y la singularidad sensible asume la forma de una diferenciainterna, o, si se prefiere, de un conflicto infralingstico. Recordemos: una respuestaadecuada a esta pregunta consiste en explicar tambin cmo nunca el contraste deldectico con el ente exterior puede parecer, en principio, una oposicin entre la

    esta-lengua y esta-palabra.

    Rebjate y sers elevado: la exhortacin evanglica se ajusta perfectamente con lasconsideraciones hegelianas sobre el lenguaje. Cuando la palabra se inclina sobre elpresunto ser particular, esforzndose en vano para decir esto aqu que es distinto deaquello all, se le reconoce una potencia sin precedentes. Pero cmo se cumple,efectivamente, esta transubstanciacin? Para comprenderlo es oportuno presentar alestatuto lingstico de los decticos, advirtiendo inmediatamente que Hegel lomodifica en una direccin metafsica peculiar.Segn los clsicos anlisis de Emile Benveniste 13, los pronombres personales yo ytu y los decticos, como tambin los adverbios de tiempo y de lugar relacionadoscon ellos, constituyen los actos discretos y cada vez nicos, mediante los cuales lalengua es actualizada en la palabra de un parlante14 El aqu y el ahora sloindican que aquy ahora son una enunciacin en curso; y por el contrario, que est encurso la enunciacin contingente e irrepetible de la que aqu y ahora formanparte.Los decticos sealan, por lo tanto, un evento esencialmente singular, instantneo ypuntual: pero se trata de un evento tan solo lingstico, ya que no sucede otra cosa msque la toma-de-palabra. Ya que su papel consiste nicamente en instituir una

    situacin de discurso, estos pronombres estn privados de referencia material15

    : noremiten a una clase de objetos, ni a un objeto individual, sino a la realidad lingstica,ella s nica, en la cual aparecen y que ellos mismos producen. Adems, segnBenveniste, los decticos no existen como signos virtuales de la lengua, sino slocuando se emplean en un efectivo acto de palabra. Apenas son considerados engeneral, en la medida de los elementos permanentes del lxico, cesan de ser lo queeran: el yo, el aquel, el maana de la descripcin gramatical no son ms quelos nombres metalingsticos del yo, aquel, maana producidos en la enunciacin16

    Si se confrontan las observaciones del lingista francs con el fructfero uso queHegel hace de los decticos en el principio de la Fenomenologa, se tiene una curiosa

    impresin: como estar ante dos retratos muy similares pero cuyo significado es, sinembargo, opuesto. Todos los detalles importantes de uno estn presentes en el otro,

    13 La referencia es, ante todo, a los ensayos La natura dei pronomi y La soggettivit nel linguaggio,

    comprendidos dentro de E. Benveniste,Problemi di linguistica generale I, trad. It. de M. Vittoria Giuliani, Il Saggiatore,Milano 1971; y el ensayo Lapparato formale dellenunciazione, comprendido en Problemi di linguistica generale II,

    ed. It. a cargo de F. Aspesi, Il Saggiatore, Milano 1985. Ha sido Giorgio Agamben en su Il linguaggio e la morte(Einaudi, Torino 1982) quien ha relacionado los anlisis de los decticos de Benveniste con la dialctica de la certeza

    sensible con la que se inicia la Fenomenologia dello spirito. Aqu, avanzando desde esta importante indicacin, sepretende oponer Benveniste a Hegel. O mejor an: se pretende mostrar cmo Hegel precipit al ser sensible en un

    abismo de negatividad, atribuyndolo a algunos de los caracteres que, segn Benveniste, le competen en cambio slo al

    estatuto lingstico de los decticos14 E. Benveniste,La natura dei pronomi, en Problemi di linguistica generale Icit., p. 301.15Ibd., p. 304.16 Id.,Lapparato formale dellenunciazione, enProblemi di linguistica generale IIcit., p. 101.

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    pero dispuestos en un nuevo orden y jugando un papel absolutamente distinto. Loque all estaba en primer plano, aqu se retira al fondo. La mxima energa sedesprende aqu, de las mismas lneas que, all, sugeran una cierta debilidad. Esconveniente examinar con ms detenimiento esta afinidad discordante.Efectuando el identikit lingstico, todo lleva a creer que la palabra del indicar se

    acomoda mal al rango de verdad universal de la experiencia sensible, al cual la elevaHegel (en cada experiencia sensible se experimenta slo [] el esto como algouniversal)17. Dos obstculos impiden dicha elevacin. Por un lado, los decticos nadadicen, ni de particular ni de universal, respecto del ser exterior: se trata,efectivamente, de trminos no referenciales. Por otro lado, en cuanto asumen unafuncin interna al lenguaje, los pronombres son los individuos lingsticos quemuestran la absoluta singularidad de la situacin del discurso al que dan lugar. Porqu va, entonces, la argumentacin hegeliana eleva a los decticos a un modelo deuniversalidad? Transformando a estos dos llamativos impedimentos en otros tantospuntos de fuerza.

    Hegel hace palanca sobre la no referencialidad de los trminos ostensivos,transfigurndola en una sistemtica negacin de la referencia determinada. La esenciade cualquier reenvo a un objeto por parte del esto es interpretada como la noverdad de cualquier objeto que se desee reenviar diciendo esto. La incompetenciade los pronombres para denotar algo se transmuta en la disolucin regular de algoopinado cada tanto. La no-relacin entre el dectico y la cosa sensible toma la forma deuna relacin negativa. Conviene todava preguntarse cual es la contraparte desmentidarpidamente de un trmino no referencial. En qu consiste el otro extremo de larelacin negativa? Qu es, finalmente, el ser sensible que, segn Hegel, rechaza elesto?

    La nica determinacin de lo sensible sealado es la singularidad. Mientras laconciencia natural se aferra, volvindose el punto de apoyo de la propia certeza, ellenguaje contradice tal singularidad y disgrega al ser sensible que slo es calificadopor ella. Excepto que esta nica determinacin del objeto exterior no concierne enabsolutoal objeto exterior, sino a la situacin discursiva instituida por el dectico.Puntual e irrepetible es la conversin del lenguaje en discurso, llevada a cabo unay otra vez por los decticos. No hay otro esencialmente singular ms que la puesta-en-palabra con la que se produce ex novo una enunciacin. Qu consecuencias trae laatribucin al ente mundano de la individualidad que, en cambio, pertenece slo a lainsercin del discurso en el mundo?18 La verdadera singularidad de la puesta-en-palabra es rechazada y eliminada cuando figura como una determinacin de la cosasensible. Recprocamente, lo sensible resulta una cosa que no es apenas se presentacon la semblanza tpica de un individuo lingstico. Este doble paso cruzado,

    17 Hegel,Fenomenologia cit., I, p. 90.18 Benveniste, Lapparato formale cit., p. 101. La expresin insercin del discurso en el mundo, con la que

    Benveniste seala el mismo hecho del que se habla, es decir, el evento del lenguaje, reaparecer muchas veces en estelibro, como un refrain, adquiriendo poco a poco significados ms complejos y empeados. Por ello resulta conveniente

    citar extensamente la parte en que Benveniste la introduce: De la enunciacin procede la instauracin de la categora

    del presente y de la categora del presente nace la categora del tiempo. El presente es propiamente la fuente del tiempo.Es slo el acto de enunciacin el que torna posible esta presencia en el mundo porque, si lo pensamos cuidadosamente,el hombre no dispone de ningn otro medio para vivir el ahora y para volverlo actual, que no sea realizndolo con la

    insercin del discurso en el mundo (Ibd., cursivas del autor)

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    ejecutado con indita radicalidad en las primeras pginas de la Fenomenologa, es unava recurrente de cada concepcin metafsica del lenguaje.Recapitulemos la torsin especulativa que Hegel le imprime al estatuto de losdecticos. Destinado como negacin del referente exterior, el trmino ostensivo, queen verdad no es referencial, se vuelve una disipable contraparte de un aspecto

    sobresaliente de su propia naturaleza lingstica: la individualidad. El esto secontrapone a s mismo, o mejor dicho, a la propia singularidad devenida lbilasignacin de lo sensible. Ya que finalmente lo indicado es un esto negativo19, ladiatriba entre el pronombre y el objeto se resuelve en una diferencia interna delprimero (la cual, repetimos, constituye el modelo de la negacin dialctica).Diferencia interna: pero entre qu lados o caracteres del indicar?En cuanto niega, junto con el ser sensible, o, al contrario, en l, su propia unicidad deevento infralingstico, la viva palabra esto adquiere oblicuamente aquelloscaracteres de permanencia y universalidad que, siendo tpicos de un elemento de lalengua, no le pertenecen de ningn modo. Parafraseando a Benveniste, se puede decir

    que los decticos de Hegel, por estar situados en enunciaciones concretas, seasemejan al `yo, al `aquel, al `maana de las descripciones gramaticales, es decir,no son ms que los nombresmetalingsticos de s mismos. La diferencia interna alsealar consiste, por lo tanto, en la relacin negativa entre un ente sensible que llevasobre s el estigma del esto-palabra y un trmino ostensivo que, si bien rinde cultoa la inmediatez de su pronunciamiento, se jacta de todas las prerrogativas de unsigno de la lengua. Esto es suficiente para aclarar porqu la accin corrosiva deldectico sobre el referente extralingstico se manifiesta inicialmente comocontradiccin entre lengua y palabra. El equvoco, pues de esto se trata, aparece ahora,por lo tanto, sintomtico y hasta ilustrativo.

    Una observacin al margen. El indicar atestigua la insercin del discurso en elmundo, da cuenta del mismo hecho del que se habla, anuncia sumisamente que eslenguaje. En la tradicin metafsica este testimonio inmediato ha sido articuladocomo autorreflexin pura, discurso sobre el discurso, pensamiento del pensamiento.Ha sido mrito de Hegel mostrar claramente las condiciones que presiden talarticulacin, acostumbrada a parecer obvia. El evento de la palabra, sealado en unacto discreto y cada vez nico por el dectico, funda el movimiento universal de laautoconciencia solamente porque se desdobla, presentndose: 1) como sensible

    esencialmente singular, que se evapora y no es; 2) como descripcin gramatical, onombre metalingstico, del esto realmente pronunciado. Negatividad del sersensible e irrupcin del metalenguaje (o, en general, de la autorreferencia): he aqu labifurcacin mediante la cual es representada, y tambin perdida en aquello que le esms propio, la experiencia de la puesta-en-palabra.Ahora podemos preguntarnos si tal experiencia no est inscripta en un horizontetotalmente distinto de aquel que tiene por estrella fija a la espiral autorreflexiva y alconsecuente reinado de la autoconciencia. Una anticipacin elptica del puntodirimente podra sonar as: la insercin del discurso en el mundo, lejos de serexpresada mediante un discurso sobre el discurso, se ve solamente en el modo con el

    19 Hegel,Fenomenologia cit., p. 89.

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    que discurrimos sobre aquel mundo en el cual ocurre la insercin. Pero esta es unamencin prematura de cuestiones que an no han llegado (ver los captulos IV y V)

    2. La conciencia que tiene aquel que dice.

    Sin duda, la certeza sensible se hace caso a s misma: es la nica estacin del viacrucis de la conciencia en la que Hegel, antes de denunciar (como sucederregularmente a continuacin) el carcter limitado y unilateral de la universalidadconseguida en ese momento, se ve obligado a replicar a aquellas opiniones quedeclaran que es una cosa absolutamente individual. Es esta situacin, totalmenteexcepcional, la que pone de relieve al lenguaje: l, en efecto, posee la naturalezadivina para invertir inmediatamente las opiniones, de transformarlas y de impedirlespronunciar palabra20. Qu es, sino, del gran refutador cuando se ha superado elestadio en que se dice lo contrario de lo que se opina?21

    En la continuacin de la seccin dedicada a la Conciencia, o sea en los captulos sobrela Percepcin y sobre el Intelecto, Hegel no vuelve a mencionar a la naturalezadivina de la palabra. Por qu motivo? A primera vista pareciera que la expresinverbal ha dejado de ser influyente, ya que la conciencia reconoce abiertamente eltratar con objetos universales. Se dira por lo tanto que el lenguaje le ha tocado unaparte importante de la comedia, pero circunscripta: escndalo mayutico para lacerteza del sentido comn, iniciacin pedaggica a la virtud de la contradiccin. Peroel tema es de otra manera. Si el lenguaje parece salirse del horizonte de la concienciaes slo porque la conciencia se vuelve integralmente lingstica: derribada la oposicinentre opiniones y enunciados, su saber coincide exactamente con las palabras que

    dice. Por una especie de trompe-loeil [ilusionismo, en francs en el original], pierdenitidez aquello que ha invadido todo el campo visual y parece fuera de foco lo que enrealidad domina la escena.Entonces: la compenetracin, completa como irreflexiva, de saber y lenguaje tienelugar solamente en el mbito de la percepcin y del intelecto, all donde prevaleceuna actitud terico-contemplativa. La conciencia que se limita a representar al objetono es otra, para Hegel, que una conciencia parlante. Por el contrario, cuando sedevana la trama de las relaciones ticas, y el Yo hace experiencia del miedo, delriesgo de morir, del deseo, del trabajo, disminuye la unidad inmediata entreconvencimientos y afirmaciones. Y es ahora, en efecto, que Hegel pasa a examinar

    especficamente el papel crucial que cumple el lenguaje 2220 Hegel,Fenomenologia cit., I, p. 92.21Ibd.,p. 91.22 En la primera seccin de laFenomenologa se seala solamente la funcin representativa del lenguaje; por el

    contrario, a continuacin prevalece la comunicativa. Ya no se est ante un parlante que dice esto sino con uno que,desde el interior del proceso de socializacin, es l mismo un esto. Por el slo hecho de tomar la palabra, l

    desaparece como esencialmente singular y converge en la comunidad universal de los locutores. En el plano tico-

    poltico se renueva, adems, el contraste entre indicar y significar, entre el dectico y el nombre vaco. A propsito,

    son muy ilustrativas las pginas hegelianas sobre el poder estatal medieval, sobre el consejo y la adulacin(Fenomenologia cit., II, pp. 60-73). Y tambin es importante el fragmento sobre El lenguaje de la persuasin (as lo

    ha subtitulado Georg Lasson), donde Hegel muestra el papel ticamente crucial que la comunicacin lingstica asume

    en el intercambio econmico, es decir, en la dinmica del mercado (Ibd., pp. 178-80). La funcin representativa y lacomunicativa se fundan, en fin, en la religin revelada (Ibd.,pp. 261-85), donde la indicacin de la persona histricade Cristo, de su aqu y ahora, coincide con la fundacin de la comunidad espiritual de los creyentes (y de los

    parlantes). Acerca de la religin revelada hablaremos en el cap. III, pargrafos 6-7.

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    Ahora, el breve interregno en el que se opina solamente de lo que se dice es el lugar msidneo para enfocar la relacin entre el indicar y las otras partes del discurso(especialmente el nominar y el afirmar). Es precisamente en esta etapa de la vida delespritu que el dectico hace valer la propia universalidad negativa, no ya respecto dealguna presunta realidad exterior, sino en la confrontacin con el resto de la lengua.

    Ms que nunca signo de la contradiccin, l opera sobre el plano sintctico-semntico,en contacto y en disidencia con las formas lingsticas que, en cambio, debengarantizar la vigencia del principio de no contradiccin. El contraste aqu, sinembargo, ya no es ms entre universal y particular, sino entre dos diversos gnerosde universalidad. Para aprehenderlo, se debe prestar atencin a las locuciones que,en el interior del saber intelectual, prolongan y dilatan las funciones de los decticos.

    En la percepcin, donde un Yo universal se adapta a un objeto igualmente universal,el saber calca paso a paso el movimiento del indicar. O mejor, cae en poder de l,puesto que, adhiriendo supinamente a cada uno de sus rasgos particulares, no

    reconoce nunca ms el significado del conjunto. Dado que el movimiento delindicar da relieve ahora a la unidad de las cosas, ahora a la multiplicidad de suspropiedades, revocando rpidamente el punto de vista recin afirmado, el saberperceptivo consiste en la continua alternacin entre dos locuciones que muestran,precisamente, la conjuncin y la disyuncin: tambin y en cuantono.Ambas expresiones desarrollan unilateralmente el campo de accin de los decticos.Al inicio, el objeto percibido es solamente un aqu, siempre fragmentado enmltiples aqu; o sea, es un medio o un permetro que recoge una pluralidad depropiedades yuxtapuestas, enlazadas una a la otra mediante un tambinindiferente.

    Tal medio universal abstracto, que puede denominarse la cosalidad en general o laesencia pura, no es otro ms que el aquy el ahora, como son mostrados, es decir, comoun conjunto simple de muchos; y tambin los muchos, en su determinacin, sonsimplemente universales. Esta sal es un aqu simple y al mismo tiempo mltiple; esblanca, y tambin salada, y tambin de forma cbica, y tambin de un peso determinado,etc.23

    Ms an, ya que las mltiples propiedades conjuntas del tambin son,efectivamente, propiedades determinadas, ellas no permanecen indiferentes, sino que

    se oponen a todo lo que les resulta distinto, y as aseguran al objeto al cualpertenecen una identidad unvoca. El tambin deviene un Uno, una unidadexclusiva; la cosalidad conectiva se transforma en la Cosa, igual a s misma y distintade cualquier otra. Pero el movimiento del indicar, con su vaivn pendular, notarda en descompaginar tambin la aparente solidez de la Cosa.Toda cosa es una unidad exclusiva: de modo que cada una, en tanto es un Uno, esigual a todas. La diferencia y la oposicin, que produce el Uno, son instituidassolamente por las mltiples propiedades. Estas ltimas, como ndice de lasdistinciones entre las cosas, ya no resultan ms comprimibles en el Uno de la cosasingular, sino que son ahora consideradas segn su autnoma universalidad. Dichode otro modo: toda propiedad debe ser mostrada en su disyuncin de las otras, como

    23 Hegel,Fenomenologia cit., I, p. 95.

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    material libre o fuerza. El movimiento del indicar, entonces, es retomado en lalocucin en cuantono: De la cosa se dice, por lo tanto, que es blanca y tambincbica, etc. Pero en cuanto ella es blanca, no es cbica, y en cuanto cbica y tambinblanca, no es salada, etc.24

    No ms emparentada con el tambin, la propiedad en dispora (materia libre,

    precisamente) excede a la superficie circunscripta del Uno, quebrando y luegoabrogando la independencia de la Cosa. Igual a s pero tambin diferente de s, almismo tiempo uno y muchos, contrada y sin embargo expandida, la cosa llega, alcontrario, al fondo.25 Intilmente la percepcin se ingenia para esquivar este xitomediante una capciosa distincin de las consideraciones, separando los ladoscontradictorios y repartindolos entre la conciencia y el objeto, o bien, entre objetosdiversos. Este intento fracasa: la Cosa no puede liberarse de la disgregantecopresencia de conjuncin y disyuncin, puesto que es sta misma copresencia la quela constituye como Cosa. Por ltimo, escribe Hegel, la distincin [] est solamenteen la palabra. 26 Pero ya que el saber perceptivo se identifica con las distinciones

    provisorias que surgen del movimiento del indicar, l se identifica con la palabraostensiva, en la cual solamente moran tales distinciones.La cosa percibida no posee nombre, siendo slo mostrada por el tambin y el encuantono, herederos de los decticos. Por otra parte, precisamente porque quedainnominada, aparece como una lbil concrecin, privada de independencia duradera.En su alternancia, la conjuncin y la disyuncin delinean un acceso a la Cosaradicalmente distinto de aquel ofrecido por las denominaciones: por un lado, lasealan como un resultado, antes que como punto de partida inmediato; por otro,toman la gnesis de modo de hacer relampaguear su sucesivo ir hasta el fondo. Laostensin no deja ningn lado de la cosalidad, sino que los envuelve a todos en una

    luz disolvente.En la refiguracin perceptiva del objeto hay un pasaje en el que parece emerger nadamenos que la silhouette del principio de no contradiccin. Precisamente all, donde lacosa es instalada como una unidad exclusiva, distinta del agregado de suspropiedades: El Uno es el momento de la negacin, en cuanto l se reporta a smismo en otro modo, simple y excluyente.27 Pero se trata de una ilusin ptica. Enefecto: por venir considerado idntico y no contradictorio, el Uno debe representar laesencia inalterable de la Cosa; aquella esencia que, para Aristteles, expresa elsignificado bien definido del nombre. Pero en la percepcin, como carece de nombre ysignificado, la demarcacin entre esencia y accidente es solamente un sofisma. 28 Alno ser voluble, la conciencia tiene por esencial un aspecto siempre distinto de la Cosa(a hora las mltiples propiedades, ahora el Uno), volviendo a expulsar al ladoprivilegiado anteriormente al limbo de lo inesencial. A falta de una autnticadiscriminacin, la situacin que ms aproximadamente evoca la vigencia delprincipio de no contradiccin (la Cosa como unidad exclusiva, precisamente) se

    24Ibd., p. 101.25Ibd., p. 104.26Ibd.27Ibd., p. 96.28

    El sofisma del percibir busca salvar estos momentos de sus contradicciones y mantenerlos fijos mediante ladistincin de relaciones, mediante el tambin y el en cuanto; as como busca, en fin, aprehender la verdad mediante ladistincin entre lo inesencialy una esencia que se le contrapone. Tales expedientes, adems de poner en jaque a la

    posible ilusin del asumir, se demuestran nulos en s mismos [] (Ibd., p. 106).

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    resuelve en un episodio transitorio y fantasmagrico en el interior del movimientodel indicar.

    3. Potencia del homnimo

    A diferencia de la Percepcin, el Intelecto parece el mbito donde la ostensin cedefinalmente el campo al nombre y la afirmacin no contradictoria. Tambin aqu laconciencia, en todo y por todo lingstica, opina precisamente y solamente esto quedice: salvo que aqu, su saber no encaja ms con el indicar, sino que se articulamediante significados definidos.La apariencia sensible, atravesada a lo largo y lo ancho por el mvil juego de lafuerza (es decir, por el incesante suceder de uno y muchos, cosa y material libre,expresin y compresin), se duplica en un mundo verdadero, en el cual valen lasidentidades estables y las diferencias slidas. Ms all de el de ac que se disipa, se

    perfila el de all que permanece: vale decir lo interno de la cosa, el trasfondoimperceptible de los fenmenos. Elegido en principio como verdad universal delintelecto, este bastidor ultrasensible de la realidad es el mundo de las leyescientficas.

    El mundo ultrasensible es, entonces, un quieto reino de leyes, al lado del mundopercibido,-ya que ste presenta las leyes slo mediante continuos cambios-, pero nomenospresente en l, y de l inmediata y calmada copia.29

    Las leyes en general, y aquellas fsico-matemticas en modo muy evidente, se

    apoyan, segn Hegel, sobre diferencias solamente exteriores. Las fuerzas naturales,consideradas como momentos independientes y aislados, son enlazadas por las leyessegn relaciones tan unvocas como carecientes de verdadera necesidad. La ley esuna relacin entre nombres: en efecto, slo el nombre, gracias a su significadopermanente, mantiene lo que es distinto como un firme siendo. La ley es nombre: del obtiene la actitud de superar la diferencia sin conservarla y de conservar laidentidad sin superarla. Movimiento, distancia, velocidad, electricidad, polo positivoy polo negativo: la denominacin legislante representa la imagen constante de lalbil apariencia. Y viceversa, el dectico, en cuanto sello del el de ac que sedisipa, parece excluido del interior de la cosa a la que ahora se dedica el intelecto.

    El esto es ex lege, fuera de la ley.Todava, nada ms que en virtud del propio desarrollo universal, la ley destruye surgida univocidad: es progresivamente erosionada, vaciada de cualquier contenidodeterminado, reducida a afirmaciones tautolgicas. Este decurso intrnseco, del cualrpidamente dar seales, corresponde a la reactivacin de la funcin ostensiva en elinterior de aquel mundo ultrasensible, o al de all que permanece, del cualpareca haber estado acotada. Husped ingrato de la trama de los significados nocontradictorios, el indicar se vuelve la carcoma de las ecuaciones newtonianas.En un primer momento estn presentes indeterminadamente muchas leyes. Peroesta multiplicidad es sentida como un defecto del intelecto por el cual lo verdaderoes la unidad. Por lo tanto, las muchas leyes son poco a poco amalgamadas y

    29 Hegel,Fenomenologia cit., I, p. 123.

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    condensadas en una nica ley, la atraccin universal. Sin embargo, a lo que se llega noes a la efectiva unificacin de aquellas leyes determinadas, sino a una conexinsiempre ms superficial como ms pobre bajo el perfil cognoscitivo. Segn Hegel,el sistema newtoniano tiene eslabones muy grandes para poder retener los caracteressobresalientes de los diversos fenmenos naturales. En cuanto ley de leyes, la

    atraccin universal toma como objeto propio slo al concepto mismo de la ley,limitndose a la vaca afirmacin de que toda realidad es en s misma conforme a laley y posee una constante diferencia con las otras.

    [] la nica ley que unifica en s misma la ley de la cada de los pesos sobre la tierra esla del movimiento celeste, no expresando, efectivamente, a estas dos. La unificacin detodas las leyes en la atraccin universal no expresa ningn contenido ulterior, exceptoal mero concepto mismo de la ley que se ha puesto all como siendo. 30

    Desde que languidece y sacrifica todo contenido especfico, el concepto puro de ley

    se vuelve contra s mismo, va tambin ms all de la ley ut sic, cumple una especiede auto de fe. Las determinaciones particulares, rigidez de las denominacioneslegisladas, refluyen en una unidad simple, que Hegel denomina la fuerza engeneral. Esta ltima tiende siempre a escindirse en una pluralidad de aspectosdistintos, pero exhibindolos siempre como diferencias que no son tales. Eltraspaso indetenible del uno a los muchos e de los muchos al uno se desarrolla ahoracomo un crculo virtuoso cuyos momentos singulares ya no pueden ser separadoscomo entidades independientes.Si slo, o principalmente, se tratase de un prestigioso compendio de la filosofaromntica de la naturaleza, la parbola de las leyes cientficas a la fuerza en

    general no presentara un inters especial:pero es ahora cuando Hegel se est ocupandoefectivamente de la naturaleza divina del lenguaje. Cualquier duda sobre este propsitoes eliminada por el trmino que adoptar para designar con precisin a la fuerza ysu movimiento circular: homnimo.

    [] el homnimo, la fuerza, se descompone en una oposicin que primeramente aparececomo una diferencia independiente, pero que, efectivamente, demuestra que no lo es;en efecto, lo que se rechaza de s mismo es el homnimo, y lo que es rechazo tiene luegola capacidad de atraerse, pues l es el mismo; luego la diferencia instituida, no siendodiferencia, se quita otra vez.31

    Como es sabido, homnimo es un vocablo que, permaneciendo igual a s mismo porsonido y grafa, se presta a diversos significados: diciendo lira puede entendersetanto el instrumento musical como la moneda italiana. Esta peculiar simbiosis deidentidad y diferencia, esperable slo en la vida de la lengua, es el secreto de lafuerza en general. l es un sonido nico de mltiples significados, cada uno de loscuales niegan a los otros y es negado por los otros, de modo que ninguno perdura ytodos se diluyen de nuevo en el simple sonido que los acomuna. La importanciaatribuida por Hegel a la forma lgica de la homonimia confirma el carcterexquisitamente lingstico del saber intelectual y, por sobre todo, seala que tambin

    30Ibd.,p. 124.31Ibd.,p. 130.

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    en este saber prevalece finalmente el indicar, no obstante el sbito eclipse de la ley yde sus nombres.Cul es, en efecto, la palabra homnima en s misma? La palabra que no escondeuna ambivalencia enmendable, sino que ostenta siempre y de todos modos la propiaequivocidad incorregible? Con cada evidencia el trmino absolutamente homnimo

    es aquel que hace las veces de todos los nombres posibles y, entonces, es abierto atodos los significados posibles: el dectico. El homnimo par excellence es el esto.Pero en qu situaciones el esto amerita ser considerado especficamente como unhomnimo? Decimos: cuando no figura ms como una locucin aislada yrudimentaria, sino operando crticamente en un discurso completo y rico encontenidos semnticos, revela ser la verdad ltima del lenguaje. El dectico(demostrativo) asume la semblanza del homnimo cuando irrumpe en el quietoreino de las leyes y vuelve a anexar al presunto interior a la disipante aparienciasensible; cuando retoma en s cada diferencia dicha anteriormente, o, mejor dicho,nominada.

    Exponiendo el principio de no contradiccin en el cuarto libro de la Metafsica,Aristteles escribe: Y no ser posible que la misma cosa sea y no sea, excepto por purahomonimia32. Es decir, excepto por una imprecisin ocasional del lenguaje, la que noes difcil remediar. A fin de salvaguardar el discurso de la contradiccin bastarexigir que el significado del nombre corresponda solamente a la esencia inmutable dela cosa: de hecho, mientras las propiedades accidentales pueden corresponder amuchos objetos distintos (avalando as a la homonimia), la esencia que es fijada poruna definicin unvoca, pertenece siempre a un solo objeto. Conjurar la homonimia:esa es la tarea principal de la cauta teora del significado con la que Aristtelesintenta garantizar la evidencia del primer principio.Hegel podra refrendar, irnicamente, la afirmacin aritotlica citada. Esprecisamente la homonimia pura, no otra, la que cuestiona al principio de nocontradiccin: y no se trata de una perturbacin transitoria sino de un obstculoinsuperable; no es un velo, sino la verdad; no es una debilidad del lenguaje sino sumxima agudeza. La homonimia no es un defecto de la denominacin, sino el xitoque le corresponde cuando se ejecuta perfectamente. Se ha visto: la escrupulosadefinicin de los significados, sobre la que se apoya la no contradictoriedad de laley, antes que dar cuenta de las diferencias efectivas entre los fenmenos naturales,

    las degrada en un declarar que no declara nada, reducindose entonces a unmovimiento tautolgico33. Y que otra cosa es la tautologa ms que el equivalentede la homonimia en el plano de las aserciones? Ninguna teora del significadopodr corregir nunca aquella ambigedad en la que culmina necesariamente sumismo rigor.La homonimia es ineliminable puesto que concierne al verdadero entrelazamiento delas dos funciones fundamentales de nuestro lenguaje: ostensin y significacin. Noest en juego la copresencia de diversos valores semnticos en un nico nombre, sinola inscripcin de la denominacin en gnero en la deixis segn el modo de surevocable diferencia interna. El indicar es precisamente homnimo cuando incluye y

    32 Aristotele,Metafisica, IV, 1006 B 18-20 (cursivas del autor).33 Hegel,Fenomenologia cit., p. 128.

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    subordina en s a la trama del significar. As como una traduccin pobre remite al textooriginal, el contenido determinado de las aserciones se desvanece siemprenuevamente en la ostensin. Puesto que hace de la significacin una diferenciainterna del indicar, la homonimia representa el devenir desigual del idntico, y eldevenir idntico del desigual34. Le da voz, en fin, a la contradiccin dialctica:

    [] este concepto absoluto de la diferencia debe acogerse y representarse nicamentecomo diferencia interna, como el rechazarse a s mismo del homnimo comohomnimo, y como el ser idntico del desigual en cuanto desigual. Ahora debepensarse el puro cambio o la oposicin en s misma, esto es, la contradiccin.Efectivamente, en la diferencia que es interna, lo opuesto no es solamente Uno de Dos,-de otra manera eso sera un siendo y no un opuesto,- al contrario, es el opuesto de unopuesto, es decir, el Otro es inmediatamente l mismo presente en aquel opuesto35.

    El homnimo se refiere a s mismo como a otro (devenir desigual del idntico), y aotro como a s mismo (devenir idntico de los desiguales). l afirma, por ello, la

    vocacin autorreferencial del lenguaje. Adems: muestra que le lenguaje posee supropia verdad solamente en la autorreferencia, ya que cada discurso sobre el mundo,bruscamente negado y reabsorbido en la deixis, constituye nada ms que un efmeropunto de trnsito hacia el discurso sobre el discurso. La relacin que el lenguajeestrecha consigo mismo en la homonimia es, por otra parte, la matriz inmediata de laidea hegeliana de autoconciencia. El sujeto es concebido, antes que nada, como Yo, elhomnimo, confindose a la sabidura de la palabra.

    Yo, el homnimo, me rechazo a m mismo; pero este diferente, o sea cualquier cosaque es puesta diferentemente, mientras es distinto, ya no constituye para m unadiferencia. La conciencia de otro, de un objeto en general, es tambin ellanecesariamente autoconciencia, ser-reflejo en s mismo, conciencia de s misma en suser-otro36

    Ya Kant, investigando los crculos viciosos (o paralogismos) generados por lapretensin ilegtima de la razn, haba entrevisto la conexin entre homonimia yautoconciencia, aunque considerndola el sntoma de una limitacin. El observa, enefecto, que la unidad de la conciencia consigo misma no es si no una condicinformal de mi pensamiento: esta identidad lgica, que siempre consiento enasignarla al homnimo Yo37, no califica de ningn modo a la naturaleza del sujeto. Al

    ser el presupuesto de cualquier significacin, la autorreferencia en s carece designificado. La autoconciencia es una mera tautologa, el Yo del Yo pienso es slo unhomnimo. Para Hegel, en cambio, ya que la autorreferencia emana de la negacin yla superacin de los contenidos semnticos particulares, ya no se puede considerarla

    34Ibd., p. 130.35Ibd.,p. 134.36Ibd.,p. 138.37 I. Kant, Critica della ragion pura, trad. It. de G. Gentile y G. Lombardo-Radice, a cargo de V. Mathieu,

    Laterza, Bari 1977, p. 682. El fragmento en el cual Kant habla del homnimo Yo forma parte del captulo sobre

    Paralogismos de la razn pura de la primera edicin de la Critica (1781). Los pasajes de la primera edicin omitidoso modificados en la segunda (1786), en la traduccin italiana, son publicados en el apndice. El tema de la homonimiaes una de las tantas correspondencias que retienen a la certeza sensible en el verdadero lugar en que Hegel enfrenta, y

    resuelve de diversos modos, los problemas discutidos por Kant en su crtica de los paralogismos.

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    vaca. Y la homonimia, donde tal autorreferencia est improntada, no es un lmitesino un pice: es decir, es considerada una determinacin esencial de la subjetividad.

    4. El doble carcter de la enunciacin

    Resulta conveniente sealar la constelacin de cuestiones tericas en la que se ubicaesta lectura de la primera seccin de la Fenomenologa. Una seal lacnica, similar alas seales viales que se limitan a poner sobre aviso. Por otra parte, acaso no escierto que cada comprensin requiere de un fondo, y que este ltimo esefectivamente tal slo si desde un principio presenta una cierta opacidad?

    En cuanto delinea la gnesis de la autorreferencia de la apora y del quid pro quonsitos tanto en la referencia-a-algo (Certeza sensible) como en el significar-algo(Intelecto), Hegel no subvierte ciertamente la concepcin denotativa del lenguaje(como en cambio sostiene una opinin difusa y repetida), sino que desarrolla

    coherentemente el punto cardinal. Como se ver ms adelante (captulo II), cadavez que es perseguida con rigor, la correspondencia entre palabra y cosa sevuelve la relacin del lenguaje consigo mismo; el proyecto de reflejarelmundo atiza el discurso sobre el discurso y, por el contrario, posee en ello suxito peculiar. Las pginas hegelianas sobre la deixis y la homonimia ponen derelieve este nexo realmente tpico del paradigma denotativo, que en otro lugaremerge slo de hecho, como efecto derivado o contragolpe burln.

    El provocar la crisis crnica de la denotacin es el doble carcterque marca a laexperiencia del parlante. En cada enunciacin estn presentes dos aspectosinseparables pero distintos: esto-que-se-dice, o bien el contenido concreto de la

    locucin; el hecho-que-se-habla, es decir, la manifestacin de la mismaexistencia del lenguaje. Pues bien, la correspondencia entre palabra y cosa estdestinada al jaque, porque la insercin del discurso en el mundono deja nuncade hacerse valer en el interior de un discurso sobre el mundo. Si slo se tratasede la calamitosa yuxtaposicin de dos lados distintos, bastara alguna sagacidadpara distinguir en una proposicin esto que refleja un estado de cosas de estoque, al contrario, afirma el evento de la puesta-en-palabra. Pero la trampa esbastante ms ajustada: el hecho-que-se-habla incide profundamente sobre esto-que-se-dice, arruinando las condiciones de una posible correspondencia denotativa.

    Veamos de qu modo. El punto dirimente (que ser expuesto detalladamente en los

    captulos IV y V) ya se filtra en la expresin, muchas veces citada, con la queBenveniste designa a la puesta-en-palabra: insercin del discurso en el mundo. En elmodo en que se la emplea, significa: el hecho de que es lenguaje se explica con elretorno a un contexto, el mundo, que supera al lenguaje y lo incluye. Por supuesto, lacontextualidad del mundo sale a la luz solamente en virtud de la insercin deldiscurso: ms an, se trata siempre de la institucin, mediante la palabra, de unmbito que excede a la palabra, en el cual cae la palabra. Se podra tambin decir: elejercicio del lenguaje da acceso al mundo en cuanto contexto radicalmente nolingstico, material y sensible. Y justamente por esto, el hecho-que-se-habla, lejos deresolverse en una apartado vis--vis del lenguaje consigo mismo, interfiere

    constantemente con esto-que-se-dice. Como se ver (en el captulo V), la ubicacin delos enunciados en un inabarcable mbito extralingstico inhibe el reflejo

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    referencial. Este ltimo postula, en efecto, que las cosas y los eventos estn enfrentedel sujeto de la representacin, o sea que no implican correlaciones contextualesvinculantes.c- La tradicin metafsica ha reaccionado a la desgracia de la denotacinamortiguando o deformando aquel doble carcterde la enunciacin, que es el origen

    de aquella.Una orientacin recurrente, que se puede definir como cartesiana, consiste enseparar con firmeza mbitos y planos: mientras es confirmada la sumisin de esto-que-se-dice al canon referencial, el hecho-que-se-habla es extrapolado de laenunciacin inmediata y confiado al cuidado especializado del metalenguaje, o, engeneral, de la autorreflexin pura. Todava, el desconocido entrelazamiento entreambos fenmenos contina dando pruebas de s, reproduciendo sus efectos tanto enel reflejo del mundo, como en la regin espiritual del discurso sobre el discurso (o,cartesianamente, del Yo pienso). La relacin entre metalenguaje y lenguaje-objetono hace ms que duplicar aquella entre nombre y cosa. En la autorreferencia se

    prolonga la apora de la denotacin; a su vez, la denotacin revela una curvaturaautorreferencial (sobre todo esto veremos en los captulos II y IV).La posicin hegeliana es el exemplum ms radical de otra posible respuesta metafsicaa la antinomia del paradigma denotativo. Hegel articula el perturbador carcter dobledel discurso en forma de homonimia. Esto que el enfoque cartesiano escinde no essolamente recompuesto, sino hasta vuelto idntico: desde los pronunciamientoselementales e irreflexivos de la certeza sensible hasta las sofisticadas afirmacionesdel saber intelectual, los mltiples contenidos de la comunicacin, son, poco a poco,reabsorbidos en el hecho-que-se-habla. Recordemos aquello que hemos dicho hacepoco: la homonimia, en la especial acepcin de Hegel, es la relacin entre indicar ysignificar en la que el primer trmino figura como la identidad universal a la que elsegundo es siempre reconducido. Pero ya que el indicar manifiesta nicamente a lapuesta-en-palabra, se deber reformular el punto de la siguiente manera: homnimoes el ejercicio puro del lenguaje en cuanto retoma en s cualquier aserto determinado,reducido a su desvanecerte diferencia interna; homnimo es le hecho-que-se-hablaen cuanto nica verdad adscripta a esto-que-se-dice.Hegel resuelve el doble carcter del discurso con la fuerza de un solo extremo. Lainseparabilidad de los dos lados es preservada mediante la corrosin y la asimilacinde una por parte de la otra. Por cierto la homonimia excluye al desarrollo de un

    especfico nivel autorreferencial junto al denotativo: pero lo excluye precisamenteporque cada enunciacin, reenviando al hecho del lenguaje38, constituye ya, comotal, el episodio de una autorreferencia absoluta. El evento de la puesta-en-palabra poneal frente siempre y nicamente a s mismo, incluyendo a toda la experiencia delparlante en ste, su movimiento circular. Por lo tanto, l no muestra de hecho lainsercin del discurso en el mundo, sino celebra una especie de revelacinextramundana del lenguaje (en todo anloga a la reencarnacin de Cristo, tal comoveremos en el captulo III). Y es precisamente con dicha abrogacin sistemtica del

    38 Esta diccin condensa y parafrasea los diversos modos con los que Ludwig Wittgenstein indica al ejercicio

    puro de la palabra. Dos ejemplos. Tractatus logico-philosophicus 4.121: Esto, que se expresa en el lenguaje, nosotros

    no podramos expresarlo mediante el lenguaje (ed. It. a cargo de A. G. Conte, Einaudi, Torino 1989, p. 59). Conferenzasulletica (en L. Wittgenstein,Lezioni e conversacin, a cargo de M. Ranchetto, Adelphi, Milano 1967, p. 17): Estamosahora tentado de decir que la expresin exacta en la lengua para el milagro de la existencia del mundo, aunque no sea

    alguna proposicin en la lengua, es la existencia misma del lenguaje.

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    contexto mundano que la teora hegeliana de la homonimia lleva a cabo la instanciams profunda y tenaz del paradigma denotativo. Transfigurando los hechosordinarios, conduce estos ltimos a un cumplimiento radical.d- Ni bifurcado en referencia y metalenguaje, ni comprimido en la homonimia, eldoble carcter de la enunciacin es pensado como relacin no denotativa entre

    lenguaje y mundo. O mejor: como inscripcin del lenguaje en el mundo en cuantoexorbitante contexto sensible. Anticipando esto que en seguida (captulo V) ser eltema predominante, conviene agregar que el doble carcter es exhibido con lamxima nitidez e intensidad en aquella peculiar forma discursiva que es la modalidadde lo posible. El doble carcter, pero tambin las paradojas de la existencia materialy finita que l introduce.

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    II. Nombres propios y autorreferencia

    Segn la tradicin, el nominalismo es considerado como una especfica ontologa a lacual le pertenece un lugar circunscrito y bien definido en el casillero de la metafsica

    occidental. Su rasgo caracterstico consiste en admitir slo la realidad de los objetosindividuales. Su prestacin saliente, una crtica sistemtica del lenguaje.Efectivamente esto ltimo, repleto como est de trminos generales y abstractos,suscita siempre de nuevo la ilusin de que son innumerables entes ms all de losverdaderos, es decir, ms all de aquellos singulares.La crtica nominalista del lenguaje tiene el estilo de un reduccionismo metdico.Aunque se hable de todo, nos referimos efectivamente slo a individuos particulares;no obstante presumir de ms, nada ms logra el lenguaje. Palabras comohumanidad y belleza no indican ninguna cosa: es preciso reducirlas,precisamente, a uno o ms hombres determinados, a ste o aquel objeto bello. La

    existencia de los universales, equvocamente sugerida por la significacin verbal, esdesautorizada por la confrontacin con el mundo tal cual es. La reduccin, que girasobre una representacin de las cosas independiente del lenguaje, se realiza sobre elplano lingstico con el sentido especulativo acordado a los trminos particulares.

    En rigor, el lxico del nominalista debera limitarse a los nombres propios. De otromodo, en cuando constituyan el resultado final de una reduccin, de estos nombresno sera indagado ulteriormente el estatuto. La preeminencia reconocida in ultimaanalisi a ciertos trminos, en base a motivos extralingsticos, impide preguntarnos siellos se hallan realmente en situacin de absolver la tarea lingstica que le hanadscrito: denotar con precisin al objeto individual. Es decir, no nos preguntamos

    cmo un nombre propio pueda en verdad ser tal. En la acepcin corriente, comoquiere cualquier ontologa particular, el nominalismo no llega a plantearsatisfactoriamente ni siquiera su problema ms caracterstico.Ms que una concepcin filosfica autnoma y bien estructurada, el reduccionismonominalista es una mera reaccin a la crisis de otras filosofas. Predispone una especiede guardia de emergencia para la constelacin de ideas que, habiendo sido en unapoca fuertes, han venido debilitndose y estn por estallar. El nominalismo ofrecevestido y morada a cada ngel decadente; sustituye transitoriamente a uno u otroprotagonista vulnerado. Es, por lo tanto, ya el sntoma del sbito jaque a unainvestigacin terica o a una experiencia poltica, ya el gesto rebelde y exorcizadorante el nuevo orden en el entretiempo impuesto.

    Para recordar. Cuando libera sus ambiciones ms radicales tras una derrota, la crticade las relaciones sociales dominantes muestra una marcada predileccin por laactitud nominalista. La negacin de los universales constituye una especie de moral

    provisoria para los materialistas entristecidos, para el boat people (pueblo de los botes)que se aleja fatigosamente de las costas de los movimientos de liberacin del pasado,para los jovencitos cautos y escpticos de los recuerdos ajenos. Mal preparados paradescifrar el torbellino de nuevas abstracciones que conectan a la sociedad y delinean

    la filigrana del mundo de la vida, todos esos apelan por el momento a la supuestasingularidad de hechos y experiencias como a un bolsn de resistencia.

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    Con el corazn oprimido se elogia obstinadamente esto nico e irrepetible que hayen cada accin y pasin. Imaginando con actitud de conjurador que dicha unicidadelude y adems rechaza a la vigencia material de reglas y nexos universales.Erosionar el poder del trmino general, depsito de equivalencia y homologa;privilegiar cariosamente al nombre propio como ndice de verdad y seal de

    esperanza: he all los pasos de danza habituales. El status de realidad originariareclamado por los objetos individuales deber hasta hacer relampaguear la posiblesuperacin de la forma de mercanca con la que an hoy se manifiesta la actividadhumana. Los entes singulares son considerados, al mismo tiempo, los nicos reales ylos nicos buenos: lo verdadero que subyace a la impostura y lo justo con lo cualcontar para alentarse ante el apretn del dominio.A diferencia de aquella cartesiana, que recomienda la adhesin a las conviccionescorrientes hasta no tener esclarecidos los fundamentos del saber, la moral provisoria delos materialistas melanclicos se fija la tarea de garantizar, mientras persista unaevidente pobreza de medios tericos, la no aquiescencia a la opresin. Ms an, el

    desconocimiento del papel desarrollado por las abstracciones en el proceso laboral yen las comunicaciones sociales condena al nominalismo a la ms desesperantemarginalidad. La oposicin al presente estado de las cosas toma el aspecto de unametafsica rencorosa de la periferia. El cuidado particular, si no se ha alentado apensarlo en relacin a la potencia universal de las fuerzas productivas, se transmutade mal grado en negligencia hacia los particulares. La eleccin del nombre propiocomo principio de la esperanza provoca un repliegue dolorido, muy prximo a laresignacin que se pretenda evitar.

    De acuerdo con una peculiar afirmacin sobre lo que es, la posicin nominalistacarece de inters. Si luego, el reduccionismo que la distingue asume una aparienciatica (en tanto moral provisoria, precisamente), el resultado es desalentador: unaminiaturizacin de la crtica, un triunfo terico-comercial del small is beautiful (lo

    pequeo es hermoso), la insostenible delicadeza de una emancipacin imaginaria. Esnecesario, por ello, dar con un camino totalmente diferente.En sntesis: es posible advertir toda la importancia del nominalismo slo si sereconoce en l, antes que una opinin sobre los entes, el presupuesto sobre el queapoyamos mltiples y distintas opiniones sobre el funcionamiento de la palabra.Apenas es reconocida como punto de partida implcito de la interpretacin

    metafsica del lenguaje, la instancia nominalista muestra una extraordinariainvasividad: no unaprimera filosofa distinta, sino cuestiones recurrentes de cualquierfilosofa que se pretendeprimera.

    Nominalismo como experimentum crucis.

    Una vez liberado de su jactancia ontolgica y vinculado a una reflexin gramatical, elnominalismo consiste en la siguiente peticin de principio: como modelo de cadadesignacin se coloca la designacin de aquellos objetos individuales, o primeroselementos, que slo admiten ser nominados, no pretendiendo articular a partir deellos ninguna definicin. Wittgenstein ha subrayado cmo esta peticin de principio

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    no ha dejado de inspirar a la filosofa del lenguaje, desde el Teeteto platnico alpropio Tractatus.

    Pero qu asunto es ste de los nombres que designan precisamente a lo simple?

    Dice Scrates en el Teeteto: Si no me engao he sentido decir de alguno de los

    primeros elementos para expresarme as de los cuales nosotros y todas las otras cosasestamos compuestos, que no se dan definiciones; en efecto, todo aquello que existe ens y por s se puede designar solamente mediante nombres []. Estos primeroselementos eran tambin los individuales de Russell, y mis objetos (en el Tractatuslogico-philosophicus) 39.

    El recurso al indefinible objeto individual no sobreentiende un juicio previo sobre loque realmente es, sino que instituye una unidad de medida para la designacinlingstica. En lugar de una reduccin, se tiene ahora una fundacin. Existan o nolos universales, antes de cualquier decisin al respecto, la fuerza representativa dellenguaje halla su piedra angular en la perfecta correspondencia entre nombrespropios y primeros elementos. Vista bajo esta luz, la tesis de un monopolioontolgico ejercido desde los entes singulares parece apenas una proyeccin ingenua,casi animstica, del eminente papel desarrollado por los trminos singulares desde elinterior del discurso.La referencia unvoca a algo simple parece derivar de la experiencia lingsticaordinaria, de la cual es el fundamento. Cmo es denominado, en efecto, un primerelemento? Una vez descartada aquella forma de reduccionismo por la cual ellenguaje, a pesar suyo y como anlisis final, se dedica a discurrir slo de entessingulares, resulta an necesario mostrar cmo tambin de l, al menos en ciertos

    casos ejemplares, se puede hacer palabra adecuadamente. Para evitar laimprevisibilidad del propio tema, que parece ser continuamente contradicho por launiversalidad de los signos, el nominalismo se ha ingeniado en producir un metroinalterable de platino. Pero de este modo aparece un decisivo cambio de perspectiva:la designacin de un objeto individual no es ms un modelo implcito, o una unidadde medida ideal, sino que es puesta a prueba, abiertamente ensayada en cuanto a susposibilidades y a sus modos efectivos. La instancia nominalista deja de valer como

    presupuesto inapelable, buscando en cambio confirmaciones en una especie dereconocimiento sobre el campo.Antes que asignar potencia denotativa a la palabra valorando el grado en que ella se

    aproxima o traiciona la perfeccin de un nombre propio, nos interrogamos sobre lamanera con la cual este ltimo realmente aprehende a un algo puntual. Vienemesurada la propia unidad de medida. Hay, por lo tanto, un nominalismo activo oexperimental. La denotacin de un primer elemento parece ahora una tarea arealizar. Mejor an: es un experimento filosfico con el cual se asegura el xito. Conuna formulacin paradjica, la pregunta es: puede el lenguaje ser nominalista?Es posible aislar locuciones que satisfagan completamente a la tpica pretensin delnominalismo? Perdida la incuestionabilidad que corresponde a un presupuesto, lacorrespondencia denotativa unvoca debe dar prueba de s, aunque sea en un mbitodelimitado, pero cuidando la precisin: modestia y ambicin de un experimento,

    precisamente.

    39 L. Wittgenstein,Ricerche filosofiche,par. 46, ed. it. A cargo de M. Trinchero, Einaudi, Torino 1974, pp. 33-4.

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    En Filosofa de la Lgica, Sabine Haak escribe: existe una tendencia a concebir losnombres propios como el medio mediante el cual el lenguaje obtiene un controldirecto del mundo; y tal vez por esta razn es posible proveer con frecuencia unarepresentacin neta y pulida del modo en el cual funciona el acto de denominar40. Elintento de conseguir tal representacin neta y pulida, en suma, el nominalismo

    activo o experimental, recorre como un episodio preliminar e ineludible toda latradicin metafsica. Por otra parte, a diferencia de cuanto deja entender Haak, lainstancia de un control directo del mundo por parte del lenguaje no exigenecesariamente una solucin positiva al problema de denotar un quid simple ysingular. Sea que la encuesta acerca del nombre propio celebre su happy end (final

    feliz), sea que se componga un eplogo escptico (como, por ejemplo, sucede enHegel), en cada caso el experimento nominalista conserva un papel estratgico, esdecir hace defundamento del control lingstico del mundo.

    No ms ontologa autnoma, pero no menos presuposicin tcita en cuanto al

    funcionamiento de la palabra, el nominalismo constituye el experimentum crucis de lametafsica denotativa. El modo especfico mediante el cual dicho experimentumprioritario es conducido, y luego fracasa o sale bien, representa una especie de matterof fact (cuestin de hecho) intralingstica: por as decir, la base emprica ofrecida porel mismo lenguaje, de la cual mover cada refiguracin sucesiva de esto que es. Librede cualquier empeo sobre el terreno ontolgico, el experimentum crucis figura comoel momento constructivo presente en las diferentes ontologas.Como confirmacin de esto, basta considerar que los estatutos lingstico ymetafsico de la negacin son definidos ante todo en relacin a la designacin delalgo inmediato. Como se ver (parte 7 de este mismo captulo), al circunscribirdenotativamente a un particular sensible, se obra, de todos modos, unadiscriminacin. Discriminacin a partir del algo, poniendo en relieve esto que l noes; y tambin discriminacin del algo, en el caso en que se deduzca su propio sernada a partir del esfuerzo de denominarlo. El uso especulativamente afinado delno, del cual dependen los llenos y los vacos de la representacin, es determinadocon anticipacin a la manera en que es ejecutada o fallida la denotacin del objetosingular. La teora del nombre propio prescribe la forma de la negacin.

    Solamente dos palabras: los nombres propios segn Russell

    Tras haber examinado el tumulto de problemas lgicos suscitado por la referencialingstica a objetos individuales, Bertrand Russell concluye que existen slo dospalabras que, en rigor de los trminos, son nombres propios de particulares: yo yesto41. A primera vista parece proponerse de nuevo la ilusin tpica de la certezasensible, segn la cual el lenguaje refleja a lo esencialmente particular medianteuna simple indicacin verbal. Y parece, por lo tanto, que Russell se exponeinconscientemente a