Violencias Salvajes Violencias Modernas - Lipovetsky

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 c6mica al estar abandonadas al juego de la emulad6n por la emu lad6n: el humor deI Palace emana de un proceso hiperb611co vado y generalizado. Por ello, y arriesgandonos a contradedr promotor, el Palace no encuentra su modelo en a fiesta, ni siqul . ra en una fiesta posmoderna. Al contrario de cualquier transgreo sion, de toda violencia simboliea, el Palace fundona con una 6gica de la acumulacion y de 1 espectacular; 1 sagrado, el estar-juntOl, la reviviscencia del sol quedan definitivamente abolidos en prov . cho de un narcisismo colectivo. Primera bolte humorfstica _ P risina , se entiende- el Palace es la replica del centro Beaubour" primer gran museo humoristico , abierto y sin tabiques en el qUI todo circula sin cesar, individuos, grupos, escaleras, exposidonel, en que las obras y el mismo museo cobran una colorad6n t gadgets. As corno la moda del vest ir se ha relajado al imitar 1 1 uniformes de trabajo, asimismo Beaubourg se ha inspirado en 1 fabriea la refineria . Al democratizarse, el museo pierde su BUI teridad y, con sus tubos policromos, se convierte el mismo en uni curiosidad humoristica. Beaubourg, el Palace: en su trabajo ine. xorable, el proceso humoristico no ha perdonado ni los lugarel de la cultura ni los lugares de la noche. CAPITULO VI VIOLENCIAS SALVAJES, VIOLENCIAS MODERNAS La violenda apenas ha conseguido, casi, ganar los favores de la investigacion historica, al menos aquella que, por debajo de 1a espuma de los acontecimientos mas 0 menos contingentes, se esfuerza en teorizar los movimientos de gran amplitud, las grandes continuidades y discontinuidades que miden el devenir huma no. La cuestion con todo invita a conceptualizar basandose en los grandes periodos historieos: durante milenios, a traves de las formaciones sociales mas diversas, a vio1encia y a guerra siempre han sido v lores dominantes, a crueldad se ha mantenido con tal 1egitimidad que ha podido funcionar corno «ingrediente» en los p1aceres mas preciados. c ue nos ha cambiado hasta ese punto? ~ C m o las sociedades de sangre han podido dejar paso a sode dades suaves donde a vio1encia interindividual no es mas que un comportamiento anomalo y degradante, y a crueldad un estado pato16gico? Semejantes preguntas no tienen mucho prestigio hoy comparadas con las que suscita el poder desmultiplicado de los Estados modernos, por el equilibrio del terror y a carrera arma mentista: ocurre corno si despues deI momente todo-econ6mico y el momente todo-poder, a revolud6n de las relaciones de hom bre a hombre nacidas con la sociedad individualista quedase cornO un tema menor, privado de toda eficada propia, que no mereciese nuevos desarrollos. Es corno si, bajo el choque de las dos guerras mundiales, de los campos nazis y estalinistas, de la generalizaci6n de la tortura y en el momente actual el recrudecimiento de a criminalidad violenta 0 del terrorismo, nuestros contemporaneos l 172 173

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c6mica al estar abandonadas al juego de la emulad6n por la emu.

lad6n: el humor deI Palace emana de un proceso hiperb611co

vado y generalizado. Por ello, y arriesgandonos a contradedr • •u

promotor, el Palace no encuentra su modelo en 1a fiesta, ni siqul .

ra en una fiesta posmoderna. Al contrario de cualquier transgreo

sion, de toda violencia simboliea, el Palace fundona con una 16gica

de la acumulacion y de 10 espectacular; 10 sagrado, el estar-juntOl,la reviviscencia del sol quedan definitivamente abolidos en prov .

cho de un narcisismo colectivo. Primera bolte humorfstica _P"

risina , se entiende-, el Palace es la replica del centro Beaubour"

primer gran museo humoristico, abierto y sin tabiques en el qUI

todo circula sin cesar, individuos, grupos, escaleras, exposidonel,

en que las obras y el mismo museo cobran una colorad6n dt

gadgets. As! corno la moda del vestir se ha relajado al imitar 101

uniformes de trabajo, asimismo Beaubourg se ha inspirado en 1.

fabriea 0 la refineria . Al democratizarse, el museo pierde su BUI.

teridad y, con sus tubos policromos, se convierte el mismo en uni

curiosidad humoristica. Beaubourg, el Palace: en su trabajo ine.xorable, el proceso humoristico no ha perdonado ni los lugarelde la cultura ni los lugares de la noche.

CAPITULO VI

VIOLENCIAS SALVAJES, VIOLENCIAS MODERNAS

La violenda apenas ha conseguido, casi, ganar los favores de

la investigacion historica, al menos aquella que, por debajo de 1a

espuma de los acontecimientos mas 0 menos contingentes, se

esfuerza en teorizar los movimientos de gran amplitud, las grandescontinuidades y discontinuidades que miden el devenir huma

no. La cuestion con todo invita a conceptualizar basandose en

los grandes periodos historieos: durante milenios, a traves de las

formaciones sociales mas diversas, 1a vio1encia y 1a guerra siempre

han sido valores dominantes, 1a crueldad se ha mantenido con tal

1egitimidad que ha podido funcionar corno «ingrediente» en los

p1aceres mas preciados. cQue nos ha cambiado hasta ese punto?

~ C 6 m o las sociedades de sangre han podido dejar paso a sode

dades suaves donde 1a vio1encia interindividual no es mas que

un comportamiento anomalo y degradante, y 1a crueldad un estado

pato16gico? Semejantes preguntas no tienen mucho prestigio hoycomparadas con las que suscita el poder desmultiplicado de los

Estados modernos, por el equilibrio del terror y 1a carrera arma

mentista: ocurre corno si despues deI momente todo-econ6mico

y el momente todo-poder, 1a revolud6n de las relaciones de hom

bre a hombre nacidas con la sociedad individualista quedase cornO

un tema menor, privado de toda eficada propia, que no mereciese

nuevos desarrollos. Es corno si, bajo el choque de las dos guerras

mundiales, de los campos nazis y estalinistas, de la generalizaci6n

de la tortura y en el momente actual el recrudecimiento de 1a

criminalidad violenta 0 del terrorismo, nuestros contemporaneos

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se negaran a registrar esa mutaci6n multisecular y retrocedieran

ante la tarea de interpretar e1 irresistible movimiento de pacifi

caci6n de la sociedad; la hip6tesis de la pulsi6n de rouerte y de

1a lucha de clases contribuyeron a acreditar la imagen de unprindpio de conservad6n de Ia vio1encia y retrasar la interrogaclon sobre su destino.

No era esta la indedsi6n de los grandes espfritus de1 siglo XIX

que, corno Tocqueville 0 Nietzsche, para dtar dos pensamientos sinduda ajenos entre SI aunque igualmente fascinados por e1 auge

del fen6meno democratico, no dudaban en plantear la cuesti6n

con toda su brutal nitidez, insoportable para e1 pensamiento-spot

de nuestros dias . Mas cerca de nosotros, los trabajos de N. Eliasy luego de P. Clastres, a nive1es diferentes, han contribuido a

revitalizar la interrogaci6n. Ahora debemos proseguirla, prolongarla analizando la violencia y su evoluci6n en sus telaciones sis-

tematicas con los tres ejes mayores: e1 Estado, la economia y

la estructura soda!. Conceptuar la violenda : lejos de las lecturas

mecanicistas, ya sean polfticas, economicas 0 psicol6gicas , debemos establecer la violencia co mo un comportamiento dotado deun sentido articulado con e1 todo soda!. Violencia e historia:

mas alla deI escepticismo erudito y e1 alarmismo estadistico-pe

tiodlstico, debemos remontarnos algo mas atras en e1 tiempo,

poner al dia las 16gicas de la violenda, con e1 Hn de delimitar,dentro de 10 posible, nuestro presente, en e1 momente en que por

todas partes se proclama con mayor 0 menot pertinencia la entra

da de las sociedades occidentales en una eta radicalmente nueva.

Honor y venganza: violencias salvajes

A 10 largo de los milenios en que las sociedades han fundona

do de un modo salvaje, la violencia de los hombtes, lejos de expli

carse a partir de consideraciones utilitarias, ideo16gicas 0 econ6micas, ha sido regulada esencialmente en fund6n de dos c6digosestrictamente corolarios, "e1 honor, la venganza, de los que cuesta

comprender el significado exacto, por haber sido eliminados de la

lOgica deI mundo moderno. Honor, venganza, dos imperativosinmemoriales, inseparables de las sodedades primitivas, socieda

des «holistas» aunque igualitarias en las que los agentes individua

les estan subotdinados al orden colectivo y en las que, simuItaneamente, «las reladones entre hombres son mas importantcs,

mas altamente valorizadas que las reladones entre hombres y

cosas».1 Cuando ni el individuo ni la esfera econ6mica tienen una

existencia aut6noma y estan sometidos a la 16gica dei estatuto

social, reina e1 c6digo del honor, e1 primado absoluto de1 prestigio

y de 1a estima sodal, corno e1 c6digo de 1a venganza que significala subordinad6n de1 interes personal al interes de grupo, 1a im-

posibilidad de romper 1a cadena de alianzas y de generaciones,

de los vivos y los muertos, la obligad6n de poner en juego la vida

en nombre del interes superior deI .clan 0 linaje. EI honor y Ja

venganza expresan directamente la prioridad del conjunto colec

tivo sobre el agente individual.Estructuras e1ementa1es de las sodedades salvajes, e1 honor y

la venganza son c6digos de sangre. AIH donde ptedomina e1 honor,

la vida {>oco vale compatada con la estima publica; e1 valor, eldesprecio de la muerte, e1 desaffo son virtudes muy valoradas,

la cobardia es despreciada en todas partes. EI c6digo del honorconmina a los hombres a afirmarse por la fuerza, a ganarse elreconodmiento de los demas antes de afianzar su seguridad, a

1uchar a muerte para imponer respeto. En el universo primitivo,

la honra es 10 que ordena 1a violenda, so pena de humillaci6n

nadie debe soportar una afrenta 0 un insulto; querellas, injurias, odios y celos, tienen un final sangriento, mucho mas que

en las sociedades modernas. Lejos de manifestar una impulsivi&d

descontrolada, la belicosidad primitiva es una 16gic'a social, un

modo de sodalizad6n consustandal al c6digo del honor.

La guerra primitiva no puede separarse del honor. En fund6n

de ese c6digo cada hombre adulto debe ser un guerrero, valientey decidido ante la muerte. Es mas, el c6digo del honor propordona el motor, el estimu1ante soda1 de las empresas guerreras; sin

ninguna finalidad econ6mica, la violenda primitiva es, en muchos

casos, guerra para el ptestigio, para adquirir gloria y fama, aso-

dadas a la captura de signos y botines, cabelleras, caballos, prisio

neros. EI primado de honor puede dar lug ar asi, como ha demostrado P. C1astres, a esas cofradlas de guerreros totalmente deJi

cados a las hazafias armadas, obligados a desafiar a 1a muerte

1. Louis Dumont, Homo aequalis, Gallimard, 1977, p. 13 .

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constantemente, a competir en valentia, competiei6n que los lanza

a expediciones cada vez mas audaces que les lleva ineluctablemente a la muerte. 1

Si la guerra primitiva esta estrechamente vinculada al honor,

10 esta de la misma manera al c6digo de la venganza : se es vio

lento po r prestigio 0 por venganza. Los conflictos armados se

desencadenan para vengar un ultraje, una muerte 0 induso unaccidente, una herida, una enfermedad atribuidas a las fuerzas

malignas de un brujo enemigo. Es la venganza Jo que exige que

se vierta sangre enemiga , que los prisioneros sean torturados, mu

tilados 0 devorados ritualmente, es ella la que deeide en ultima ins

taneia que un prisionero no debe intentar evadirse , corno si sus

padres 0 su grupo no fueran bastante valerosos para vengar su

muerte. Asimismo, el miedo a la venganza de los esplritus de los

enemigos sacrificados es el que impone los rituales de purificacion

deI verdugo y su grupo. Mas aun : la venganza no solo se ejerce

contra las tribus enemigas , exige tambien el sacrificio de mujeres

o niiios de Ja comunidad a modo de reparaci6n deI desequilibrio

ocasionado, por ejemplo, por la muerte de un adulto en plena

juventud. Debemos despsicologizar la venganza primitiva, que

no tiene nada que ver con la hostilidad reprimida : entre los Tupi

nambas un prisionero vivla aveces decenas de aiios en el grupo

que le habfa eapturado, gozaba de gran libertad, padia easarse y

era querido y euidado po r sus dueiios y mujeres corno uno del

pueblo; eso no impedfa que la ejecuei6n deI saerifieio fuera ine2

l uct abl e. La venganza es un imperativo soeial, independiente de

los sentimientos de 10$ individuos y los grupos, independiente

de las noeiones de culpabilidad 0 de responsabilidad individuales

y que fundamentalmente manifiesta la exigencia de orden y sime

trfa del pensamiento salvaje . La venganza es «el eontrapeso de laseosas, el restableeimiento de un equilibrio provisionalmente roto,

la garantfa de que el orden del mundo no va a sufrir cambios»,3

es deeir, la exigencia de que en ninguna parte se pueda estableeer

de forma duradera un exceso 0 una careneia . Si existe una edad

1. Pierre C1astres, «Malheur du guerrier sauvage», en Libre, 1977,n.O2.

2. Alfred Metraux, Religions et magies indiennes, Gallimard, 1967, pp.49-53 .

3. P . Clastres, Chronique des Indiens Guayaki, PIon, 1972, p. 164.

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de oro de la venganza la debemos buscar en los salvajes: consti

tutiva deI universo primitivo, la venganza impregna todas las

grandes aeciones individuales y eolectivas, es a la violencia 10

que los mitos y sistemas de dasificaei6n son al pensamiento «es

peculativo», realizando 1a misma funei6n de ordenaei6n del cos

mos y de 1a vida eo1eetiva, en favor de 1a negaci6n de la histo

ricidad.Es por eso que las recientes teorias de R. Girard sobre la vio

lencia1 nos parecen basadas en un contrasentido radieal ; en efee

to, decir que el sacrifieio es un instrumento de prevenei6n contra

el proeeso interminab1e de 1a venganza, un medio de protecei6n

al que recurre la comunidad entera ante el eido infinito de las

represalias y eontra-represalias, es omitir una realidad primera del

mundo primitive: a saber, que la venganza , lejos de ser 10 que hay

que frenar, es a 10 que deben ser obligados imperativamente los

hombres. Ni la venganza es una amenaza, un terror a eliminar,

ni el saerifieio es un medio de frenar la violeneia pretendidamente

disolvente de las venganzas intestinas graeias a un sustituto cual

quiera. A esa visi6n-panieo de la venganza, debe oponerse la Jelos salvajes, entre los cuales resulta un instrumento de sociali

zaei6n, un valor tan indiscutible corno la generosidad . Inculcar cl

e6digo de la venganza, devolver golpe po r golpe, esa es la regla

fundamental: en los Yanomami si un niiio tira al suelo a otro

por descuido, la madre de este Ultimo le intima a que pegue al

otro: <<jvengate, vamos, vengate!» .2 Lejos de ser, eomo para R. Gi

rard, una manifestaci6n no hist6riea, bioantropol6giea, la violen

eia vengativa es una instituci6n social; no es un proceso «apoca

lfptieo» sino una v i o l e ~ e i a limitada que mira de equilibrar el

mundo, de instituir una simetrfa entre los vivos y los muertos. No

debemos concebir las institueiones primitivas como maquinas pararechazar 0 desviar una violencia trans-hist6riea, sino como ma

quinas para produeir y normalizar la violeneia. En esas condido

nes, el sacrifieio es una manifestaei6n del c6digo de la venganza,

no 10 que impide su despliegue: ni substituei6n ni desplazamiento,

el sacrificio es el efecto directo del principio de venganza, una

1. Rene Girard, La Violence et le sacre, Grasset, 1972.2. Jacques Lizot, Le Cercle des feux, Ed . du Seuil, 1976, p. 102.

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exigencia de sangre sin disfraces, una violencia al servicio del equi.

librio, de la perennidad dei cosmos y de 10 social.

La perspectiva chisica de la venganza, tal corno se expresa en

la obra de M. R. Davie por ejemplo, no es mucho mas satisfac·

toria: los grupos primitivos «no poseen ni un sistema desarrollado

de legislaci6n, ni jueces ni tribunales para el castigo de los cd ·

menes y sin embargo sus miembros viven generalmente en paz y

seguridad. En este caso, (que es 10 que reemplaza el procedimien.

to judicial de los civilizados? Encontraremos la respuesta a esta

pregunta en la practica de la justicia personal 0 de la venganza

privada» .l (La venganza corno condici6n de la paz interior, y equi.

valente de la justicia? Concepci6n muy discutible ya que la yen·

ganza acostumbra a la violencia, Iegitima las represalias, arma a

los individuos, mientras que Ia instituci6n judicial tiene corno

objetivo prohibir el recurso a las violencias privadas. La venganza

es un dispositivo que socializa por Ia violencia; nadie puede dejar

impune Ia ofensa 0 el crimen, nadie tiene el monopolio de Ja

fuerza fiska, nadie puederenunciar aI imperativo de verter la

sangre enemiga, nadie se remite a otro para afianzar su seguridad.

(Que decir si no que la venganza primitiva esta en contra deI Es·

tado, que su acci6n apunta a impedir Ia constituci6n de sistemas de

dominio polltico? Al hacer de lavenganza un deber imprescripti.

ble, todos los hombres son iguales ante Ia violencia, nadie puede

monopolizar Ia fuerza 0 renunciar a ella, nadie es protegido por

una instancia especializada. De manera que no s610 es por la

guerra y su ob ra centrffuga de dispersi6n corno la sociedad primi·

tiva llega a conjurar el advenimiento deI dispositivo estataI; 2

tambien es desde dentro, por el c6digo de honor y de Ia vengan·

za, que contrarresta e! deseo de sumisi6n y de protecci6n, corno

se impide Ia emergencia de una instancia que acapare poder yderecho a matar. .

Simultaneamente el c6digo de Ia venganza sirve para impedir

el surgimiento deI individuo independiente, repiegado sobre su

propio interes . Aqul se Ileva a cabo Ia prioridad de! todo social

sobre las voluntades individuales, los vivos se encargan de afirmar

1. M. R. Davie, La Guerre dans les socihes primitives, Payot, 1931,p. 188. .

2. P . Clastres, «Archeologie de la violence», en Libre, 1977, n.O I,

p. 171.•

r

......

en la sangre su solidaridad con los muertos, de afirmar su perte·

nencia al grupo. La venganza de sangre es ta en contra de la divi·

si6n de los vivos y los muertos , contra el individuo separado, y

por ello es un instrumento de socializaci6n holista corno la regla

del don, que instituye no tanto el paso de la naturaleza a Ja

euhura corno el funcionamiento holista de las sociedades, Ia pree·

minencia de 10 colectivo sobre 10 individual por la obligaci6n dela generosidad, de! don de las hijas y hermanas y la prohibici6n

de Ia aeumulaci6n y el incesto.La comparaci6n puede proseguirse tal vez con otra institu·

d6n, esta de tipo violento, las ceremonias iniciaticas que marcan

e! paso de los j6venes a Ia edad adulta y que van acompaiiadas de

torturas rituales intensas. Hacer sufrir, to rturar, procede del orden

holista primitivo, ya que 10 que se trata de manifestar de manera

ostensiva, en el propio cuerpo es Ia subordinaci6n extrema de!

agente individual al conjunto colectivo, de todos los hombres sin

distinci6n a una ley superior intangible. EI dolor ritual, medio

Ultimo de significar que la ley no es humana, que se debe redbirla,y no diseutirla 0 cambiarla, es la manera de marcar la superiori-

dad onto16gica de un orden venido de fuera y como tal sustratdo

a las iniciativas humanas que miran de transformarlo. Po r el aplas-

tamiento de! iniciado bajo la prueba deI dolor, se trata de inscri-

bir en el cuerpo la heteronomta de las reglas sociales, su preemi-

nencia implacable y, en conseeuencia, impedir el nacimiento de

una instancia separada de! poder que se otorgase el derecho de

introducir un cambio hist6rico.1 La crueldad primitiva es como

la venganza, una instituci6n holista, contra el individo que sc

autodetermina, contra la divisi6n poHtica, contra la historia: ast

corno e! c6digo de venganza exige a los hombres que arriesguen suvida en nombre de la solidaridad y de! honor de! grupo, tambien

la iniciaci6n exige de los hombres una sumisi6n muda de su euer-

po a las reglas trascendentes de la comunidad .

Corno la iniciaci6n, la practica de los suplicios revela el sig-

nificado profundo de la crueldad primitiva. La guerra salvaje no

s6Io consisda en Ia organizaci6n de incursiones y masacres, se

trataba ademas de capturar enemigos a los que se infligta, tanto

1. Cf. Oastres, La Socihe contre l'Etat, Ed. du Minuit, 1974, pp . 152-

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por parte de los hombres corno por parte de los j6venes 0 las

mujeres, unos suplieios de una ferocidad inaudita que sin embar

go no inspiraban el menor horror 0 indignaei6n. Esa atrocidadde las costumbres ha sido desde siempre conoeida pero, a partir

de Nietzsche que las interpretaba corno una fiesta de las pulsiones

agresivas y luego de Bataille, que las consideraba un derroche im

productivo, la 16gka soeia1 y polftica de la vio1eneia ha sido ocultada mucho tiempo por las problematkas «energeticas». La erueldad primitiva nada tiene que ver con el «placer de hacer sufrir»,

no puede asimilarse a un equivalente pulsional de un dano sufri

do: «Hacer sufrir causaba un placer infinito, en compensaei6ndel dano sufrido proporeionaba a las partes danadas un contra

placer extraordinario».' Independientemente de los sentimientos

y emociones, el suplieio salvaje es una practica ritual exigida porel c6digo de la venganza, con el objeto de instaurar un equilibrio

entre vivos y muertos: la crueldad es una l6gica soeial, no una

l6gica del deseo. Tambien es eierto que Nietzsehe entrevi6 10

eseneial del problema al relaeionar la crueldad con la deuda, aun

que dotase a es ta de un significado moderno, materialista, basadoen el intercambio econ6mico.2 De hecho, la atroeidad de las tor

turas salvajes s610 tiene sentidosi se relaciona con esa deuda espe

dfka y extrema que une vivos y muertos: deuda extrema, primero

por el hecho de que los vivos no pueden prosperar sin conciliarsecon sus muertos dotados de un poder particular que representaba

una de las mayores amenazas posibles, luego por el hecho de

que esa deuda concieme a dos universos siempre amenazados de

disyunei6n radical, el visible y e1 invisible. De modo que se nece

sita un exceso para compensar el defieit de la muerte, se necesita

un exceso de dolor, de sangre 0 de came (en el festin antropofa

gico) para cumplir el c6digo de la venganza, es decir para transform ar la disyunei6n en conjunci6n, para restablecer la paz y la

alianza con los muertos. Venganza primitiva y sistemas de cruel

dad son inseparables corno medios de reproducci6n de un ordensoeial inmutable.

De ello se deduce que el exceso de los suplieios no es ajena

a la 16gica del intercambio, por 10 menos la que relaciona vivos

1. Nietzsehe, La Genealogfa de la moral; segunda disertacion, 6.2. Ibid., 4.

~   muertos. Hay que seguir sin duda los analisis de P. Clastres

que ha sabido demostrar que la guerra no era en absoluto un fra

caso aceidental dei intercambio sino una estructura basica, unafinalidad central del ser soeial primitive que determinaba la nece

sidad del intercambio y de la alianza; 1 sin embargo, una vez

«rehabilitada» la significaei6n poHtica de la violencia, debemos

cuidar de no transformar el intercambio en instrumento indife

rente de la guerra, en simple efecto tactico de la guerra. La in-

version de las prioridades no debe ocuItar 10 que la violenciadebe aun al intercambio y el intercambio a la violeneia . En la

soeiedad primitiva, guena eintercambio estan en consonaneia, la

guerra es inseparable de la regla dd don y esta es apropiada para

el estado de guerra permanente.En la medida en que la violeneia primitiva corre paralela con

la venganza, los lazos que la unen a la logica de la reeiprocidadson inmediatos. Asf corno hay una obligaei6n de ser generoso, de

dar bienes, mujeres, comida, asimismo existe la obligaci6n de ser

generoso con la propia vida, de donar la propia vida conforme

al imperativo de venganza; asf corno cualquier bien debe ser de-vueIto, asfla muerte debe ser correspondida, la sangre exige, como

los dones, una contrapartida. A la simetrfa de las transaceiones

corresponde la simetrfa de 1a venganza. La solidaridad de grupoque se manifiesta por 1a eircu1aei6n de las riquezas, se manifiesta

de la misma manera por 1a violeneia vengativa. De modo que la

violeneia no es antin6mica con el c6digo de interrambio, 1a ruptu

ra de 1a reeiprocidad se articu1a tambien en el marco del intercam

bio redproco entre vivos y entre vivos y muertos.Pero si la violeneia presenta un parentesco de estructura coo

el intercambio, este, por su parte, no puede asimilarse pura y sim-

plemente a una instituci6n de paz. Sin duda es por la regla deldon y la deuda consiguiente por 10 que los primitivos instituyenla alianza,2 pero eso no significa que el intercambio no tenga nada

que ver con la guerra. Mauss ha subrayado en paginas ya celebres

la violeneia constitutiva de la reciprocidad a traves de esa «guerra

de propiedad» que constituye el potlatch. Incluso cuando el desa

1. P. C1astres, «Archeo1ogie de 1a violence», pp. 162-167.2. Marshall Sahlins, Age de pierre, age d'abondance, Gallimard, 1976,

pp. 221-236.

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r Ho, la rivalidad no tienen esa amplitud, Mauss observa ese hecho

capital, insuficientemente sefialado, de que el intercambio «lleva

a querellas subitas cuando a menudo su objetivo era evitarlas».l "

EI intercambio produce pues una paz inestable, fragil, siempre al

borde de la ruptura. EI probierna, entonces, es entender por que

fracasa el intercambio cuando su objetivo es establecer relaciones

padficas. (Debemos volver a la interpretaeion de Levi-Strausssegtin la cual la guerra no es mas que un fracaso contingente , una

transaccion desgraciada, 0 debemos ver en la reciprocidad una

institueion que, por su misma forma , es propieia a la violencia?

Es esa segunda hipatesis la que nos parece acertada: solo hay

fracaso en apariencia , el don participa estructuralmente de la

logica de la guerra , en tante que instituye la alianza sobre una base

necesariamente precaria. La regla de reciprocidad, por funcionar

corno lucha simb6lica 0 prestigiosa y no corno medio de acumula

eion, provoca un cara a cara siempre al borde deI conflicto y del

enfrentamiento: en los intercambios economicos y matrimoniales

que presiden las alianzas de las comunidades ynomami, «los partieipantes se mantienen en el extremo llmite del punto de ruptura,

pero es precisamente ese juego arriesgado 10 que agrada, ese gusto

por el enfrentamiento» .2 Hace falta muy poco para que los ami-

gos se vuelvan enemigos, para que un pacto de alianza degenere

en guerra: el don es una estructura poteneialmente violen ta ya

que basta con negarse a entrar en el eiclo de las prestaciones para

que ello se entienda corno una ofensa, corno un acto de guerra.

En tanto que estructura fundada en el desaffo, el intercambio

prohfbe las amistades duraderas, la emergencia de lazos permanen

tes que soldarfan de manera indisoluble la comunidad con tal 0

cual de sus veeinos, perdiendo asf su autonomfa. Si hay una in-constanda en la vida internadonai de los salvajes , si las alianzas

se hacen y deshacen de manera tan sistematica, ello no se debe

tan solo al imperative de la guerra, sino igualmente a los tipos

de relaciones que mantienen mediante e1 intercambio. Al unie a

los grupos no por el interes sino por una logica simb6lica, la

redprocidad rompe las amistades con la misma facilidad que las

1. Marcel Mauss, «Essai sur le don», en Soeiologie et anthopologie,PUF, 1960, p. 173, nota 2.

2. J. Liwt, op. eit., p. 239.

crea, ninguna comunidad esta a salvo del desencadenamiento de:

hostilidades. Lejos de identificarse con una tactica de guerra, la

regla de la redprocidad es la condieion soeial de la guerra perma

nente primitiva.

Mas indirectamente, el intercambio partieipa atin de la violen

da primitiva en tante que adiestra a los hombres en el c6digo del

honor, prescribiendo el don y el deber de generosidad. Corno elimperativo de guerra, la regla de reciproeidad socializa a traves

del honor y por 10 tanto de la violeneia. Guerra e intereambio

son paralelos; efectivamente, corno deda P. Clastres, la sociedad

salvaje es «para la guerra» incluso las institueiones cuya fund6n

es crear la paz solo 10 consiguen instaurando simultaneamente una

belicosidad estructural.

Por Ultimo, (se han sefialado sufidentemente los lazos que

unen intercambio y brujerfa? Su coexistenda universalmente de-

mostrada en el mundo salvaje no es fruto del azar; de hecho son

dos institueiones estrictamente solidarias. En la sociedad primitiva ,

corno es sabido, los accidentes y desgradas de 1a vida, los infortunios de los hombres, lejos de ser aeonteeimientos fortuitos son

el resultado de 1a brujerfa, 0 sea de la malevolencia del projimo,

de la voluntad deliberada de hacer el mal. Que un escorpion pique

a un nifio, que 1a cosecha 0 1a caza sean malas, que una herida no

eicatrice, todos esos acontedmientos desafortunados son atribui

dos a la disposicion maligna de alguien . Sin duda debemos conside

rar la brujerfa corno una de las formas de esa «ciencia de 10

concreto» que es el pensamiento salvaje, un medio de poner orden

en el caos de las cosas y explicar los infortunios de los hombres,

pero no podemos dejar de observar todo 10 que esa «filosofia»

introduce de animosidad y vio1encia en la representaci6n de 1a re-1acion interhumana. La brujerfa es la continuaeion del imperati

vo de guerra por otros medios; asf corno eada comunidad loeal

tiene enemigos, cada individuo tiene enemigos personales respon

sables de sus males. Toda desgraeia proviene de una violeneia

magica, de una guerra perniciosa, de modo que aquf el otro s6lo

puede ser amigo 0 enemigo segtin un esquema pareeido al ins ti

tuido por la guerra y el intercambio. Con 1a regla de reeiprocidad,

o se intercambian presentes y se es aliado, 0 el eido de regalos

es interrumpido y se es enemigo. La soeiedad primitiva que, por

un lado, impide la aparici6n de la division poHtiea genera, por el

183"82

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nada de !Cli:1\,;lUllC:>

en 1a sociedad individualista:la per,cep<::t6n

y de

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1. M. Gauchet y G. La Je

p .391.

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rras permanentes, da cuenta de la violencia de las costumbres. SI

nos cefiimos a la Edad Media, el honor sigue siendo responsablo

de la frecuencia de la violencia interindividual, de su caracter

sangriento y eso no s610 entre los guerreros, sino en el conjunto

del pueblo: hasta en los claustros, entre abades, encontramos un.

violencia de sangre/ los crimenes entre siervos parece que fue·

ron cosa corriente/ los burgueses de las ciudades no dudaban en

desenfundar la navaja para resolver su discrepancias.3 Los regis.

tros judiciales de la baja Edad Media confirman el lugar rele

vante que ocupaban las violencias, peleas, heridas, crimenes, en

la vida cotidiana urbana.4 Con el advenimiento del principio je.

rarquico que distribuye a los hombres' en 6rdenes heterogeneos,

en especialistas de la guerra y productores, apareci6 una distin·

ci6n radical entre honor noble y honor plebeyo, cada uno con su

c6digo, pero ambos generadores de una belicosidad asesina.

Ocurre 10 mismo con la venganza. Si la guerra y el Estado yano se ordenan en torno a la deuda con los muertos, eso no sig-

nifica que la sociedad haya renunciado a la practica de la venganza. Ciertamente, desde que el Estado comenz6 a afirmar su auto

ridad, se esforz6 en limitar la practica de la venganza privada

sustituyendola por el principio de una justicia publica, dictando

leyes propias para moderar los excesos de la venganza: ley deI ta

li6n, abandono noxal, tarifas legales de composici6n. Ya se ha

dicho, la venganza es, por definici6n, hostil al Estado, por 10 me-

nos en su plena expansi6n, es por eso que su nacimiento coin

cidi6 con el establecimiento de sistemas judiciales y penales, re

presentantes de la autoridad suprema, destinados concretamente

a temperar las venganzas intestinas en favor de la ley del sobe

rano. No obstante, a pesar del poder y de la ley, la venganza fa-miliar perdur6 considerablemente, por una parte en raz6n de la

debilidad de la fuerza publica y por otra en raz6n de la legitimi

dad inmemorial de que gozaba la venganza en las sociedades

1. Mare Bloch, La societe feodale, Albin Michel, co!. «Evolution de!'humanite», p. 416.

2. Ibid., p. 568.3. Norbert Elias, La Civilisatian des moeurs, Co!. «Pluriel», pp. 331

335.4. Bronislaw Geremek, Truands er miserables, Gallimard, co!. .Ax-

chives», 1980, pp. 16-22.

holistas. En la Edad Media y en especial dutante la edad feudal,

la «faide» sigue imponiendose corno una obllgaci6n moral sag ra-

da en toda la sociedad, ta.nto para l o ~ grandes linajes caballercs

cos corno para los campesmos; la ~ < f a l d e » ordena al grupo de pa-

rientes castigar con sangre el asesmato de ~ n o de los suyOs 0 laofensa suftida. Interminables vendettas, onginadas aveces por

querellas anodinas, poruan prolongarse durante decenios y sal-darse con varias decenas de muertos. La v ~ n g a n z a y el orden so-

dal holista son hasta tal punto consubstanClales que muehas veces

las propras leyes penales no hadan mas que teptoducir su farma:

ast el derecho gtiego 0 la ley de las Doce Tablas en Roma prohi

bian el principio de las vendettas y el derecho de tomarse lajusticia por su mano, pero las acdones por critnenes se dejaban

en manos del interesado mas pr6ximo; encontratnos el mismo dis

positivo legal en dertas regiones en el siglo XIII donde, en easo

de homiddio voluntario, el cuerpo de! culpable era atribuido a

los parientes de la vktima, confotme la ley deI talion. De este

modo, mientras las sociedades, con 0 sin EStado funcionaronsegu.n las normas ho1istas imponiendo la solidaridad' deI linaje, lavenganza continuo siendo mas 0 menos un deber; su legitirnidad

solo desaparecera con 1a entrada de las sociedades en el orden

individualista y su correlato,. el . ~ s t a d o moderno, que se define

predsamente por 1a monopohzaclOn de la fuerza fisiea legttima,

por la penetraci6n y la proteed6n constante y regular de la 50-

ciedad.EI honor y la venganza han p e r d u r a ~ o bajo el Estado, ~ I

igual que la crueldad de las costumbres. Sm duda la emergenCla

dei Estado y de su orden jerarquico ha transformado radical

mente la relaci6n con la crueldad que prevalecfa en 1a sociedadptimitiva. De ritual sagrado, la crueldad paSa a ser una praetica

barbara, una demostracion ostentosa de la fUerza, un regocijo

publico: reeordemos el gusto de l ~ s romanos Por los espectaeu

los sangtientos de combates de ammales y gladiadores, reeorde

mos la pasion guerrera de los caballeros, la masacre de los

prisioneros y heridos, el asesinato ~ e nifios, la legitimidad dei

pillaje 0 de la mutiladon de los vencldos. ~ C 6 r n o explicar la per

sistencia durante milenios, de la Antigüedad a la Edad Media,

de costumbres feroces que hoy no han desaparecido desde lucgo,

pero que, cuando se producen, levantan una i n d i ~ n a e i 6 n colcc-

186 187

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r

tiva? No podemos evitar constatar la correlacion perfecta entre

la crueldad de las costumbres y soeiedades holistas, mientras que

se da un antagonismo entre crueldad e individualismo. Todas las

sociedades que conceden la prioridad a la organizaeion de con

junto son de un modo u otro sistemas de crueldad. Y ello se debe

a que la preponderaneia del orden colectivo impide conceder a ]a

vida y al sufrimiento personales el valor que les concedemosactualmente. La crueldad barbara no procede de una auseneia de

rechazo 0 de represi6n soeial, es el efecto directo de una sociedad

en la que el elemento individual, subordinado a las normas colec

tivas, no tiene una existeneia autonoma reconocida.

Crueldad, holismo y sociedades guerreras corren a la par: la

crueldad s610 es posible corno un habito socialmente dominante

.allf donde reina la supremada de los valores guerreros, derecho

indiscutible de la fuerza y deI vencedor, despreeio haeia la muer

te, coraje y resisteneia, auseneia de compasion por el enemigo,

valores que tienen en comun suseitar la ostentaei6n y el exceso en

los signos de poteneia fIsica, desvalorizar las viveneias fntimasde uno mismo tanto como las del otro, considerar la vida indivi

dual poca cosa comparada con la gloria de la sangre, con el pres

tigio soeial conferido por los signos de la muerte. La crueldad

es un dispositivo historico que no puede apartarse de esas signi

ficaeiones sociales que erigen la guerra en actividad soberana: la

crueldad barbara, hija de Polemos, emblema enfatico de la gloria

del orden guerrero conquistador, instrumento sangriento de su

identidad, medio extremo de unificar en la came la 16gica holista

y la 16gica militar.

Un lazo indisociable une la guerra concebida como comporta

miento superior y el modelo tradieional de las sociedades . Lassoeiedades de antes dei individualismo solo pudieron reprodueirse

confiriendo a la guerra un estatuto supremo. Debemos descon

fiar de nuestro reflejo econ6mico moderno:. las guerras imperiales,

barbaras 0 feudales, si bien permitian la adquisici6n de riquezas,

esclavos 0 territorios, pocas veces se emprendlan con un objetivo

exclusivamente econ6mico. Al contrario la guerra y los valores

guerreros contribuyeron mas bien a contrarrestar el desarrollo

dei mercado y de los valores estrictamente econ6micos. Al desva

lorizar las actividades comereiales cuyo objetivo era el provecho,

al legitimar e1 pillaje y la adquisiei6n de riquezas por la fuerza, la

guerra conjuraha la generalizaeion del valor de cambio y la cons

titueion de una esfera separada de 10 econ6mico. Hacer de la

guerra un objetivo superlativamente valorizado no impide e1 co-

mercio pero eircunscribe el espaeio mercantil y los flujos de mo-

neda, hace secundaria la adquisicion por la via del intercambio.

Por Ultimo, al prohibir la autonomizaeion de la economia, la gue

rra impedla asimismo el naeimiento del individuo !ibre, que pre

cisamente es el correlato de una esfera economica independiente .

La guerra se manifesto pues como una pieza indispensable para

reproduceion del orden holista.

EI proceso de civilizacion

La llnea de la evolucion hist6rica es sabida: en pocos siglos,

las sociedades de sangre regidas por el honor, la venganza, la

crueldad han dejado paso progresivamente a sociedades profunda

mente controladas en que los actos de violencia interindividual

no cesan de disminuir, en que el uso de la fuerza desprestigia al

que 10 hace, en que la crueldad y las brutalidades suseitan indig

naeion y horror, en que el placer y la violencia se separan. Desde

cl siglo XVIII aproximadamente, Occidente es dirigido por un pro

ceso de civilizaeion 0 de suavizacion de las costumbres del que

nosotrossomos los herederos y continuadores: 10 corrohora, desde

ese siglo, la fuerte disminueion de crfmenes de sangre, homieidios,

riiias, golpes y heridas; 1 10 corrohora tambien la desaparieion

de la ptlictica del duelo y la decadencia del infanticidio que, toda

via en e1 siglo XVI, era muy frecuente; 10 corrohoran por Ultimo,

entre los siglos XVIII y XIX, la renuneia a la atroeidad de los supli

1. Basandonos en los crlmenes cometidos en Paris y sus :l1Tabales entre1755 y 1785, juzgados por el Chatelet, las violencias no representaban mssde 2,4 % de las condenas, los homicidios el 3,1 % mientras que los robosse elevaban a casi un 87 % deI total de los deli tos perseguidos. «La masivaimportancia de los crlmenes contra las cosas c1asifica decididamente el Padsde los aDOS 1750-1790 en un tipo de criminalidad propia de las grandesmetr6polis modernas» (P. Petrovitch, en Crime et criminalite en France aux

XVII" et XVIII" siedes, A. Colin, 1971 p. 1971 p. 208). Ese desplazamientode una aiminalidad de violencia a una criminalidad de fraude parece tambienprobado, en Normandia, por los trabajos dirigidos por P. Chaunu.

188 189

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p ,.

eios corporales y, desde prineipios del xx, la disminuci6n del nu-mero de penas de muerte y ejecueiones capitales.

La tesis deN. Elias sobre la humanizaei6n de las conductases ya ceIebre: de sociedades en las que la belicosidad, la violencia

hacia el otro se desplegaban libremente, se ha pasado a sociedadesen que las impulsiones agresivas son rechazadas, refrenadas por ser

incompatibles, por una parte, con la «diferenciaci6n» cada vez masacentuada de las funciones sociales, y por otra, con la monopo

lizaci6n de la sujeci6n ffsica por e1 Estado moderno. Cuando noexiste ningtin monopolio militar y policia1 y cuando, en conse

cuencia, la inseguridad es constante, 1a violeneia individual, la

agresividad es una necesidad vital. En cambio, a medida que se

desarrolla la divisi6n de las funciones sociales y a medida que,

bajo 1a aecion de los organos eentrales que monopolizan 1a fuerza

ffsiea, se instituye una amplia seguridad cotidiana, el emp1eo de 1a

vio1encia individual resulta exeepcional, a1 no ser «ni neeesaria,ni util, ni tan solo posible». l La impulsividad ex trema y desen

frenada de los hombres , eorrelativa de las sociedades que prece

dieron al Abso1utismo, ha sido substituida por una regulacion delos comportamientos, un «autocontrol» del individuo, en una pa-

labra, por el proceso de civilizaci6n que acompaiia la pacificaei6n

del territorio realizada por el estado moderno.No cabe duda de que el fenomeno de 1a suavizaci6n de las

costumbres es inseparab1e de 1a centralizaci6n estatal; pero nopor ello se puede considerar este fenomeno como el efeeto direc

to y mecanieo de 1a pacifieaci6n politica. No es aeeptab1e decir

que los hombres «reprimen» sus pulsiones agresivas por el heeho

de que 1a paz eivil es ta asegurada y las redes de interdependeneia

no eesan de amplificarse, como si la violencia no fuese mas que

UD instrumento util para la eonservaei6n de 1a vida, un medio

vado de sentido, como si los hombres renunciasen «raeionalmen

te» al uso de 1a vio1encia desde el momento en que es instaurada

su seguridad. Eso seda olvidar que 1a vio1encia ha sido desdesiempre un imperativo producido por 1a organizacion holista de 1a

sociedad, un comportamiento de honor y desaffo, no de utilidad.Mientras las normas comunitarias tengan prioridad sobre las va

luntades particulares, mientras el honor y 1a venganza sigan pre

1. N. Elias, La Dynamiq.ue de l'Occident, Calmann-Levy, 1975, p. 195.

190

valeciendo, el desarrollo del aparato policial, el perfccriolllulIlrllhlde las tecnicas de vigilancia y ia intensificaci6n de In i l l ~ l h I..,aunque sensibks, s6lo tendran un efeeto limitado sobre hUI vllllrll cias privadas: 10 demuestra 1a cuestion del duelo, que WI1 111.

edictos reales de principios del sig10 XVIII, se convierte cn Iltl dC' ·lito punible oficialmente con perdida de los derechos y thuloR,

y con muerte deshonrosa. Pues bien, a principios del XVllf,11

Jlc"nrde una justicia mas rapida, mas vigilante, mas escrupulotll, cl

duelo no ha desaparecido en abso1uto, ineluso parece que huho

mas juicios por duelo que un sig10 antes. 1 EI desarrol1o rcprcsivodel aparato de Estado s610 pudo desempefiar su papel Je padficacion social en la medida en que, paralelamente , se instaurllba

una nueva economfa de la relacion interindividual y en consc

cuencia UD nuevo significado de la violeneia. EI proceso de civilizaci6n no puede entenderse ni corno un rechazo, ni corno unu

adaptacion rnecanica de las pulsiones al estado de paz civil : CSIl

vision objetivista, funcional y utilitarista, debe sustituirsc por una

problematica que reconoce, en el deelive de las violencias privadlls,el advenirniento de una nueva 16gica social, de encaramiento car-

gado de un sentido radicalrnente inedito en la historia .La explieaci6n econ6mica del fen6meno es igualrnente parcial,

pues resulta igualmente objetivista y meeanicista : deeir que bajo

el efeeto del aumento de las riquezas, de la disrninuci6n de lamiseria, del aumento del nive1 de vida, las eostumbres se sanean,

es omitir el heeho historieamente decisivo de que la prospcri

dad corno tal nunca fue un obstaeulo a la violencia, eoncretarnt:ntcen las elases superiores que pudieron eoneiliar sin problernas su

gusto por el fasto eon el de la guerra y de 1a erueldad. No quere

mos negar el papel de los faetores polftieos y economieos que, sc-guramente, eontribuyeron de manera decisiva al advenirnicnto

del proceso de civilizaeion: queremos deeir que su obra es inintc

ligib1e independientemente de los signifieados sociales historicos

que estab1ecieron. La monopolizaci6nde la violencia legitirna cn si

o el nivel de vida determinado cuantitativamente no pucdcn cx -

plicar direetamente el fen6meno plurisecular de la suavizaciön dc

los comportamientos. Sin embargo, el Estado mode rno y su Will

1. Cf. F. Billacois, «Le Parlement de Paris et les duels au XV,," . i ~ cre», en Crime et criminalite en France aux XVII< et XVIII" sit1clcs.

191

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plemento, er mercado, son los que, de manera corivergente e indi

soeiable, contribuyeron a la emergeneia de unanueva logica soeial,

de un nuevo significado de la relaeion interhumana, haeiendo ine

luctable a largo plazo el declive de la violeneia privada. En efecto,

fue la aceion conjugada del Estado moderno y del mercado 10

que permiti6 la gran fractura que desde entonces nos separa para

siempre de las soeiedades tradieionales, la aparieion de un tipo

de soeiedad en la que el hombre individual se toma por fin Ultimoy solo existe para SI mismo.

Por la centralizaeion efectiva y simbolica que ha operadC), el

Estado moderno, desde el absolutismo, ha jugado un papel deter

minante en la disolueion, en la desvalorizaeion de los lazos ante

riores de dependeneia personal y, de este modo, en el adveni

miento del individuo autonomo, libre, liberado de los lazos feu

dales de hombre a hombre y progresivamente de todas las cargas

tradicionales . Pero fue tambien la extension de la economla de

mercado, la generalizaeion del sistema del valor de cambio, 10

que permiti6 el naeimiento del individuo atomizado cuyo objetivo

es una busqueda cada vez mas definida de su interes privado. 1

A medida en que las tierras se compran y se venden, que los bienes

rakes se convierten en una realidad soeial ampliamente exten

dida, que se desarrollan los intercambios mercantiles, el salariado,

la industrializaeion y los desplazamientos de la poblaeion, se pro

duce un cambio en las relaeiones del hombre con la comunidad,

una mutacion que puede resumirse en una palabra, individualismo,

que corre paralela con una aspiraeion sin precedentes por el dine

ro, la intimidad, el bienestar, la propiedad, la seguridad que in

discutiblemente invierte la organizaei6n soeial tradieional . Con el

Estado centralizado y el mercado, aparece el individuo moderno,

que se considera aisladamente, que se absorbe en la dimensi6nprivada, que rechaza someterse areglas ancestrales exteriores a

su voluntad Intima, que s610 reconoce como ley fundamental su

superviveneia e inten!s personal.

Y es preeisamente la inversi6n de la relaei6n inmemorial dei

1. Sobre las correlaciones entre el Estado, mercado e individuo, veaseMarcel Gauchet y Gladys Swain, La Pratique de l'esprit humain, ap. eit.,

pp. 387-36, y M. Gauchet, «TocqueviIIe, l'Amerique et nouS», en Libre,1980, n.O 7, pp. 104-106. Asimismo Pierre Rosanvallon, Le Capitalisme uto-

pique, Ed. du Seuil, 1979, pp. 113-124.

hombre con la comunidad 10 que fundbnara c,.omo el agente por

exceleneia de paeificaci6n de los comportamientos. En cuanto

la prioridad del conjunto soeial se diluye en provecho de los in te-

reses y las voluntades de las partes individuales, los c6digos soeia

les que liga ban al hombre a las ~ o l i d a r i d a d e s de grupo ya no pue

den subsistir: cada vez mas independiente en relaei6n a las suje

ciones colectivas, el individuo ya no reconoce como deber sagradola venganza de sangre, que durante milenios ha permitido unh el

hombre a su linaje. No s6lo por la ley y el orden publico COI1

sigui6 el Estado eliminar el c6digo de la venganza, sino que de una

manera igualmente radical fue el proceso individualista el que,

poco a poco, socav6 la solidaridad vengativa. Mientras que en

los ailos 1875-1885, la tasa media de homieidio por cada den

mil habitantes en Franeia se estableda alrededor de uno, en

C6rcega era cuatro veces superior; la misma difereneia se pro

duda entre el Norte y Sur de Italia, donde se daba una tasa de

homieidios igualmente elevada: aill donde la familia mantiene su

antigua fuerza, la p r ~ k t i c a de la vendetta sigue siendo mortffera

a pes ar de la importaneia de los aparatos represivos deI Estado.

Por el mismo proceso, el c6digo dei honor sufre una mutaci6n

crueial: cuando el ser individual se define cada vez mas por su

relaei6n con las cosas, cuando la busqueda de dinero, la pasi6n

por el bienestar y la propiedad son mas importantes que el estatuto

y el prestigio soeial, el concepto deI honor y la suceptibilidad

agresiva se debilitan, la vida se convierte en valor supremo, se

debilita la obligaeion de no perder la dignidad. Ya no es vergonzo

so no contestar una ofensa 0 una injuria: una moral del honor,

origen de duelos, de belicosidad permanente y sangrienta, ha sido

substituida por una moral de la utilidad propia, de la prudeneia

donde el encuentro del hombre con el hombre se realiza eseneialmente bajo el signo de la indiferencia. Si en la sociedad tradkional

el otro aparece de entrada como amigo 0 enemigo, en la soCiedad

moderna, se identifica generalmente con un extranjero an6nimo

que ni merece el riesgo de Ia violeneia. «Posesi6n de uno mismo:

evita los extremos; cuida de no tomar demasiado a pecho las

ofensas, pues nunca son 10 que paredan al prineipio», escribfa

Benjamin Franklin: el c6digo del honor ha dejado paso al c6digo

pacifico de la «respetabilidad», por primera vez en la historia, se

constituye una civilizaei6n en la que no esta prescrito mantener

192 193

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T

desaHos, en la que el juicio del otro importa menos que mi inte

res estrictamente personal, en la que el reconocimiento social sedisocia de la fuerza, de la sangre y de latnuerte, de la violencia

y del- d ~ ~ f l ö . Mas genwdmente el proceso individualista conlleva

una reducci6n de la dimension del desaflo interpersonal: la logicadel reto, inseparable de la primada holista y que durante mile

nios ha socializado a los individuos y a los grupos en un encara

miento antagonista, sucumbe poco a poco para convertirse en unarelaci6n antisocial. Provocar al otro, burlarse de el, aplastarlo

simb6licamente, este tipo de relaciones esta condenado a desaparecer cuando el c6digo del honor deja paso al culto del interes

individual y de la privacy. A medida que se eclipsa el c6digo deI

honor, la vida y su conservaci6n se afirman corno ideales prime

ros mientras que el riesgo de la muerte deja de ser un valor,

pelearse ya no es glorioso, el individuo atomizado se pelea cada

vez me nos y no porque este «autocontrolado», mas disciplinado

que sus antepasados, sino porque la violencia ya no tiene un sentido social , ya no es el medio de afirmaci6n y reconocimiento del

individuo en un tiempo en que estan sacralizadas la longevidad,el ahorro, el trabajo, la prudencia, la mesura. EI proceso de civi

lizaci6n no esel efecto mecanico del poder 0 de Ia econom1a, coin

cide con la emergencia de finalidades sociales ineditas, con la

desagregaci6n individualista del cuerpo social y el nuevo signi

ficado de la relaci6n interhumana a base de indiferencia.

Con el orden individualista, los codigos de sangre se aband0

nan, la violencia pierde toda dignidad 0 legitimidad sodal, loshombres renuncian masivamente al uso de la fuerza privada para

resolver su desacuerdos. AS1 se aclara la funci6n verdadera del

proceso de civilizaci6n: tal corno demostro Tocqueville, a medida

que los hombres se retiran en su esfera privada y no se preocupanmas que de S1 mismos, reclaman al Estado para que les asegure

una proteccion mas vigilante, mas constante de su existencia.

Esencialmente el proceso de civilizaci6n aumenta las prerrogativas

y el poder del Estado: el Estado policial no es solo el efecto de

una dinamica aut6noma del «monstruo fdo», es deseado por los

individuos aislados y padficos, aunque sea para denunciar regular

mente su naturaleza represiva y sus excesos. MuItiplicaci6n de las

leyes penales, aumentos de los efectivos y de los poderes de la

polida, vigilancia sistematica de las poblaciones, son los efectos

ineluctables de una sodedad en la que la violencia es desvaloriza

da y en la que simultaneamente aumenta la necesidad de seguridadpublica. EI Estado moderno ha creado a un individuo apartado

socialmente de sus semejantes, pero este a su vez genera por suaislamiento, su ausencia de belicosidad, y su miedo de la violencia, las condiciones constantes del aumento de la fuerza publica.

Cuanto mas los individuos se sienten libres de S1 mismos, mayor

es la demanda de una protecci6n regular, segura, por parte delos 6rganos estatales; cuanto mas se rechaza la brutalidad, mas

se requiere el incremento de las fuerzas de seguridad: la humaniza

ci6n de las costumbres puede pues interpretarse corno un procesoque busca desposeer al individuo de los principios refractarios a

la hegemorua del poder total, y al proyecto de poner a la sociedadbajo la tu tela del Estado.

Inseparable del individualismo moderno, el proceso de civilizaci6n no debe confundirse sin embargo con la revoluci6n demo

cratica concebida como disoluci6n del universo jerarquico e instau

raci6n del reino de la igualdad. Sabemos que en la problematica

tocquevillana, es la «igualdad de condiciones» la que, al reducirlas desemejanzas consideradas, naturales entre los hombres, al instituir una identidad antropol6gica universal, explica la suavizaci6nde las costumbres, la regresi6n de1 uso de la violencia interper

sonal. En los siglos de desigualdad, la idea de similitud humana

no existe, por ello la compasi6n, y la atenci6n para con los que

pertenecen a una casta reputada esencialmente heterogenea, diH-

cilmente pueden desarrollarse; por e1 contrario, la dinamica igua

litaria, al producir una identidad profunda entre todos los s ~ r e s , miembros iguales de una humanidad identica y homogenea, favo

rece la identificaci6n con e1 dolor y la desgracia ajenos y, de

este modo, obstaculiza los excesos de violencia y de crueldad.1

A esa interpretaci6n, que tiene el merito de analizar la violenciaen terminos de 16gicas y significaciones sodales hist6ricas, debe

objetarse que la crueldad y la volencia en los tiempos jerarquicosno se desplegaban unicamente entre individuos de 6rdenes dife

rentes: los «iguales» eran tambien vktimas de una violencia cruel.

1. A. de Tocqueville, De 1a democratie en Ameriq.ue, Gallimard. 1961.t. I, vol. II , pp. 171-175, Y cl comentario de M. Gauchet, art. citado mdsconcretamente pp. 95-96.

1 9 ~ 94

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Los odios de sangre ,no eran mas fuertes- cuanto mas cerca esta

ban los hombres, 'mas parecidos? Asf las denuncias por brujerfa

de los sig10s XVI Y XVII afectaban casi exchtsivamente a gente que

los acusadores conodan, vecinos e iguales; los due10s y vendettas

se producfan esencialmente entre s e m e j a n t e s ~ Sf 1a vio1encia y la

crueldad no disminufan, entre igua1es eso significa que no es

1a igualdad, concebida como estructura modema del apercibimien

to del otro en tanto que «igual» , 1a que hace inteligible 1a pacificaeion de los individuos. La civilizaeion de los comporta

mientos no llega con 'la igualdad, llega con 1a atomizacion soda1,

con 1a emergencia de nuevos valores que privilegian 1a relacion con

las cosas y el abandono concomitante de los cOdigos deI honor y lavenganza. No es el sentimiento de similitud entre los seres 10 que

explica e1 declive de las violencias privadas; 1a crueldad empieza

a producir horror, las peleas se convierten en signos de salvajismo

cuando el cuho por la vida privada sup1anta las prescripciones holistas, cuando el individuo se repliega en su criterio propio, cada

vez mas indiferente a1 juicio de los otros. En este sentido, 1a huma

nizaeion de la sociedad no es mas que una de las expresiones delproceso de desocializacion caracterfstica de los tiempos modemos.

con 1a promocion democratica de la identificaci6n entre los seres,Tocqueville ha sabido llegar al nuc1eo del problema. En un pueblo

democratico, cada cual siente espontaneamente la miseria del otro:

«Tanto da que se trate de extranjeros 0 enemigos: la imaginacion

le situa a uno en su lugar. Mezcla algo personal con su compasion

y le hace sufrir a uno mismo cuando se desgarra el cuerpo de su

semejante.» 1 Contrariamente a 10 que pensaba Rousseau, la «com

pasion» no es ta detras de nosotros, es ta delante, es obra, de 10

que segUn el la exc1uye, es decir la atomizacion individualista.

EI encerrarse en sf mismo, la privatizacion de la vida, lejos de

suprimir 1a identificacion con el otro, la estimula. EI individuo mo-demo debe ser pensado junto con el proceso de identificacion, que

solo tiene un sentido verdadero alli donde 1a desocializacion ha

liberado al individuo de sus 1azos colectivos y rituales, allf dondeuno y otro pueden encontrarse como individuos autonomos en

un encaramiento independiente de los modelos sociales preestable

1. A. de Tocqueville, ibid., p. 174.

eidos. Por el contrario, por 1a preemineneia concedida al todo so·

eia1, la organizacion holista o b s t a c u l i z ~ . 1a identificacion intersub

jetiva. Mientras la relacion interpersonal no consigue emanciparse

de las representaciones colectivas, la identificacion no se opera

entre yo y otro sino entre yo y una imagen de grupo 0 modelo

tradicional. Nada de eso ocurre en 1a sociedad individualista quetiene corno consecuencia el hacer posible una identificacion estric

tamente psicologica, es decir que implica personas 0 imagenesprivadas, por el hecho de que ya nada dicta imperativamente desde

siempre 10 que debe hacerse, decirse, creerse. Paradojicamente, a

fuerza de tomarse en consideracion de forma aislada, de vivir por

uno mismo, el individuo se abre a las desgracias deI otro. Cuantomas se existe en tante que persona privada, mas se siente la aflic

cion 0 e1 dolor del otro; la sangre, las agresiones a la integridad

del cuerpo se vuelven espectaculos insoportab1es, el dolor aparece

como una aberracion caotica y escandalosa, la sensibilidad se ha

convertido en una caracterfstica permanente deI homo clausus. EIindividualismo produce pues dos efectos inversos y sin embargo

complementarios: la indiferencia al otro y la sensibilidad a1 dolor

del otro: «En los siglos democraticos, los hombres se sacrifican

rar amen te unos por otros, pero muestran una compasion general

para todos los miembros de la especie humana.» 1

(Se puede olvidar esa nueva logica social si se quiere com-

prender el proceso de la humanizacion de las condenas entre lossiglos XVIII y XIX? Indiscutiblemente debemos relacionar esa mu-

tacion penal con el advenimiento de un nuevo dispositivo deI po

der cuya vocaci6n ya no es, corno fue el caso desde el origen de

los Estados, afirmar en la vio1encia humana de los suplicios su

eminente superioridad, su poder soberano y desmesurado, sino,

a1 contrario, administrar y penetrar suavemente en la sociedad,

controlarla de forma continua, mesurada, homogenea, regular,hasta en sus rincones mas infimos." Pero la reforma penal no

hubiera sido posible sin el hundimiento de la relacion con el otro

suscitado por 1a revolucion individualista, correlato del Estado

moderno. En la segunda mitad deI siglo XVIII, surgen protestas

contra la atrocidad de los castigos corporales, estos empiezan a

1. A. de Tocqueville, ibid., p. 174 .2. Michel Foucault, Surveiller et punir, Gallimard 1975.

196 197

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ser socialmente ilegftimos, a asimilarse a la barbarie. Lo que,

desde siempre, se consideraba normal, se vuelve escandaloso: el

mundo individualista y la identificacion espedfica con el otro que

engendra, ha constituido el marco social adaptado a la eliminacion

de las pnkticas legales de la crueldad. Cuidado con el todo poHtico,

aunque distribuido en estrategias microscopicas: la humanizacion

de las penas no hubiese podido adquirir tallegitimidad, no hubiera

podido desarrollarse con tallogica por mucho tiempo si no hubieracoincidido en 10 mas profundo con la nueva relacion de hombre

a hombre instituida por el proceso individualista. Dejemos la cues

ti6n de las prioridades, es paralelamente como el Estado y la so-

ciedad han operado el despliegue del principio de la moderacion

de las penas.

LA escalada de la pacificaci6n

(Que ocurre con el proceso de dvilizaci6n en el momente en

que las sodedades occidentales estan regidas de forma preponde

rante por el proceso de personalizadon? No obstante la cantinela

actual sobre el aumento de la inseguridad y la violencia, esta daro

que la edad del consumo y de la comunicaci6n no hace sino conti

nuar por otros medios el trabajo inaugurado por 1a logica estatista

individualista precedente. La estarustica criminal, por imperfecta

que sea, apunta en ese sentido. A largo y medio plazo los indices

de homicidios permanecen relativ amen te estab1es: ind uso en los

USA donde el indice de homicidios es excepdonalmente elevado

-aunque mucho menos que en paises corno Colombia 0 ThaHan

dia- el indice de 9 vktimas por 100.000 habitantes alcanzado en

1930, en 1974 s610 habia aumentado en 0,3. En Franda, el in

dice de homiddios ofidal (sin tornar punto en consideracion la

«dfra negra») era de 0,7 en 1876-1880; de 0,8 en 1972. En

1900-1910 el indice de rnortalidad por homicidio en Paris era de

3,4 contra 1,1 en 1963-1966. La era deI consumo acentua la paci

ficaci6n de los comportamientos, en particular hace disminuir la

frecuenda de rinas y uso de golpes: en los departamentos del Sena

y del Norte, los indices de condenas por golpes y heridas en 1875

1885 se elevaban a 63 y 110 respectivamente por 100.000 habi

tantes; en 1975 se establedan alrededor de 38 y 56. En el siglo

198

cle la ' industrializacion y hasta una fecha reciente, tanto en Paris

corno en provincias, las rinas eran corrientes entre la clase obrera,

c1ase con un agudo sentido deI honor y fiel al culto de la fuerza.

Incluso las mujeres, a juzgar por ciertos sucesos recogidos por

L. Chevalier 1 asi como por los relatos de Valles y Zola, no duda

ban en recurrir a las injurias y a las manos en sus querellas. En

nuestros dias la vio1eneia desaparece masivamente del paisaje

urbano, se ha convertido al igual 0 mas que la muerte, en la mayorprohibicion de nuestras sociedades. Las propias clases populares

han renunciado a 1a tradiciona1 va10rizaci6n de 1a fuerza y adopta

do un estilo cool de comportamiento, ese es el verdadero sentido

del «aburguesamiento» de nuestra sociedad. Lo que ni la educa

eion disciplinaria ni 1a autonomia personal consiguieron realizar

verdaderamente, 1a logica de la personalizad6n 10 consigue al esti

mular la comunicaci6n y el consumo, al sacralizar el euerpo, el

equilibrio y la salud, al romper el culto al heroe, al desculpabilizar

el miedo, en resurnen, al instituir un nuevo estilo de vida, nuevos

valores, llevando a su punto culminante la individualizaci6n de

los seres, la retracei6n de la vida publica, el desinteres por el Otro.Cada vez mas absortos en preocupaciones privadas, los indivi

duos se pacifican no por etica sino por hiper-absord6n individualis

ta: en sociedades que impulsan el bienestar y la realizad6n perso

nal, los individuos estan mas deseosos de encontrarse consigo

mismo, de auscultarse, de relajarse en viajes, musica, deportes,

espectaculos antes que enfrentarse ffsicamente. La repulsi6n pro

funda, general, de nuestros contemporaneos por las conductas

violentas es fundon de esa diseminad6n hedonista e informacional

dei cuerpo social realizada por el reino del autom6vil, de los

mass media, dei ocio. La edad del consumo y de la informaci6n,

ademas, ha hecho declinar eierto tipo de alcoholismo, los ritualesdel cate, lugar de una nueva sociabilidad masculina en el siglo XIX

y hasta mediados del XX, corno observa con razon Aries, pero

tambien un lugar favorable para el desencadenamiento de la vio

lenda: a prindpios de nuestro siglo, uno de cada dos delitos, por

golpes 0 heridas, era debido al estado de ebriedad. Al dispersar

los individuos por la 16gica de los objetos y de los mass media, al

bacerlos desertar del cafe (pensamos aquf en el caso frances) en

1. Louis Chevalier, Montmartre du plaisir et du crime, Laffont, 1980.

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