Violencia de género_Ana de Miguel_1

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7/25/2019 Violencia de género_Ana de Miguel_1 http://slidepdf.com/reader/full/violencia-de-generoana-de-miguel1 1/9 La violencia contra las mujeres. Tres momentos en la construcción del marco feminista de interpretación Violence against Women. Three moments in the construction of the feminist framework of interpretation A  NA DE  MIGUEL Universidad Rey Juan Carlos ESUMEN. Últimamente se han desarrollado nuevos y estimulantes enfoques teóricos so-  bre los movimientos sociales. Este artículo se  basa en las teorías que investigan el papel de los movimientos sociales como creadores de marcos de interpretación, de nuevos «marcos de injusticia» desde los que reinterpretar la realidad y subvertir los códigos culturales do- minantes. Estas teorías se aplican a la recons- trucción del actual proceso de deslegitima- ción de la violencia contra las mujeres. Es  posible objetivar tres momentos clave en la redefinición de un hecho tan arraigado y casi universal como la violencia contra las muje- res. Partimos de la interpretación patriarcal de la violencia contra las mujeres para después reconstruir los tres pasos seguidos en la cons- trucción de un nuevo marco interpretativo, el de la denominada  violencia de género.  Palabras clave:  violencia, violencia de géne- ro, violencia contra las mujeres, teoría femi- nista, movimiento feminista. ABSTRACT . New and stimulating theoretical approaches have recently been developed concerning social movements. This paper is  based on the specific theories that examine the role of social movements in creating  frames,  i.e. new «injustice frames» from which to interpret the reality and to subvert the dominant cultural codes. We apply these theories to the process of rejection of the jus- tification of violence against women. As a consequence, we present three different mo- ments in the redefinition of this old and nearly universal fact: the violence against women. Firstly, we outline the patriarchal in- terpretation of violence against women. Af- terwards, we explain the three steps followed for the construction of a new interpreting ap-  proach:  the gender violence  frame.  Key words:  violence, gender violence, vio- lence against women, feminist theory, femi- nist movement. ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política  N.º 38, enero-junio, 2008, 129-137 ISSN: 1130-2097 [Recibido: Sept. 07 / Aceptado: Dic. 07]  129 Es posible objetivar tres momentos clave en la construcción del nuevo marco de in- terpretación de la violencia contra las mujeres. El primero, enraizado en los fe- minismos del siglo  XIX  —sufragistas y socialistas— tiene como objetivo desarti- cular la ideología de la naturaleza dife- rente y complementaria de los sexos, luchar por los derechos básicos y denun- ciar y hacer visible las condiciones de coacción y violencia que rodean a la con- dición femenina. En segundo lugar el fe-

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La violencia contra las mujeres. Tres momentos

en la construcción del marco feministade interpretaciónViolence against Women. Three moments in the

construction of the feminist framework of interpretation

A NA DE MIGUELUniversidad Rey Juan Carlos

R ESUMEN. Últimamente se han desarrolladonuevos y estimulantes enfoques teóricos so-

 bre los movimientos sociales. Este artículo se basa en las teorías que investigan el papel delos movimientos sociales como creadores demarcos de interpretación, de nuevos «marcosde injusticia» desde los que reinterpretar larealidad y subvertir los códigos culturales do-

minantes. Estas teorías se aplican a la recons-trucción del actual proceso de deslegitima-ción de la violencia contra las mujeres. Es

 posible objetivar tres momentos clave en laredefinición de un hecho tan arraigado y casiuniversal como la violencia contra las muje-res. Partimos de la interpretación patriarcal dela violencia contra las mujeres para despuésreconstruir los tres pasos seguidos en la cons-trucción de un nuevo marco interpretativo, elde la denominada  violencia de género.

 Palabras clave:  violencia, violencia de géne-ro, violencia contra las mujeres, teoría femi-nista, movimiento feminista.

ABSTRACT. New and stimulating theoreticalapproaches have recently been developedconcerning social movements. This paper is

 based on the specific theories that examinethe role of social movements in creating

 frames,   i.e. new «injustice frames» fromwhich to interpret the reality and to subvertthe dominant cultural codes. We apply these

theories to the process of rejection of the jus-tification of violence against women. As aconsequence, we present three different mo-ments in the redefinition of this old andnearly universal fact: the violence againstwomen. Firstly, we outline the patriarchal in-terpretation of violence against women. Af-terwards, we explain the three steps followedfor the construction of a new interpreting ap-

 proach:   the gender violence frame.

 Key words:   violence, gender violence, vio-lence against women, feminist theory, femi-nist movement.

ISEGORÍA. Revista de Filosofía Moral y Política N.º 38, enero-junio, 2008, 129-137

ISSN: 1130-2097

[Recibido: Sept. 07 / Aceptado: Dic. 07]   129

Es posible objetivar tres momentos claveen la construcción del nuevo marco de in-terpretación de la violencia contra lasmujeres. El primero, enraizado en los fe-

minismos del siglo   XIX  —sufragistas ysocialistas— tiene como objetivo desarti-

cular la ideología de la naturaleza dife-rente y complementaria de los sexos,luchar por los derechos básicos y denun-ciar y hacer visible las condiciones de

coacción y violencia que rodean a la con-dición femenina. En segundo lugar el fe-

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minismo radical de los años sesenta consu giro epistemológico hacia el análisis

de la esfera de lo privado y su nuevo con-cepto de lo político como toda área de laacción humana atravesada por relacionesde poder desvelará la cara oculta de la fa-milia y las relaciones personales. En ter-cer y último lugar se sitúan todas las in-vestigaciones que desde los estudios fe-ministas y de género han tenido comoobjetivo consciente la consolidación deun nuevo marco interpretativo —«la vio-lencia de género» — desde el que contri-

 buir a una nueva autoconciencia de la es- pecie y a la erradicación de esta vergüen-za para la humanidad. Hemos asistido pues a un doble proceso, el de deslegiti-mación de la violencia contra las mujeresy el de elaboración de un nuevo marco deinterpretación de la misma. El feminis-mo, como teoría y como movimiento so-cial ha recorrido un largo camino repletode dificultades hasta llegar a redefinir laviolencia contra las mujeres como un ele-

mento estructural del poder patriarcal yun grave problema social y político. Y esque la visión tradicional, patriarcal, deeste tipo de violencia ha oscilado y oscilaentre su consideración como algo normaly predecible en el sentido de natural, an-clado en la naturaleza diferente de los se-xos y en sus relaciones personales, a suconsideración como problema patológicoen los casos más graves.

Una violencia legitimada

Comprender la vigencia del fenómeno dela violencia contra las mujeres en las so-ciedades formalmente igualitarias exigevolver la mirada hacia nuestra historia para estudiar y tomarse en serio el hechode que durante siglos nuestra cultura, tan-to popular como académica, ha legitima-do esta violencia. Una de las tareas deci-

sivas del feminismo ha consistido en des-cubrir y desarticular las múltiples y a

veces contrapuestas formas de legitima-ción ancladas en nuestra sociedad. Para

recorrer algunos hitos de este camino yde la construcción alternativa de una in-terpretación feminista de la violencia y suredefinición como   violencia de género,resulta clarificador diferenciar dos tiposde prácticas o políticas del feminismo,las políticas reivindicativas y las políticasde redefinición o elaboración de marcosteóricos de reinterpretación de la reali-dad  1.

En las dos últimas décadas se han de-

sarrollado nuevos y sugerentes enfoquesteóricos sobre los movimientos sociales.Estos enfoques han recuperado el con-cepto de   marco,  definido en su día por Goffman como el conjunto de las orienta-ciones mentales que permiten organizar la percepción y la interpretación  2. En laactualidad, la importancia de los mo-vimientos como creadores de nuevosmarcos de interpretación o referencia —«marcos de injusticia»—, que pugnan

con otros agentes sociales por hacer he-gemónica su definición de la situación,no ha dejado de enriquecer el panoramateórico  3.

Para nuestro objetivo nos interesaresaltar que en estos enfoques las reivin-dicaciones objetivas y políticas de losmovimientos no se consideran como«algo dado», obvio y evidente en sí mis-mo. Al contrario, recordemos que incluso

una reivindicación tan aparentemente«natural o evidente» como el derecho alvoto femenino era rechazada como anti-natural por la mayor parte de la sociedad,mujeres incluidas, y algunas de ellas no-tables luchadoras por otros derechos delas mujeres. Por tanto, se considera que el proceso por el que un colectivo social lle-ga a definir como injusto y objeto decambio social una situación generalmen-te legitimada por la tradición cultural, la

costumbre —y como diría Burke la dura-ción— es una de las contribuciones más

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importantes de los movimientos al cam- bio social. Los enfoques culturales, sin

infravalorar la presencia combativa delos movimientos en la esfera pública, presentan una imagen de las redes de losmovimientos y de su acción interna y ex-terna cercana a  los laboratorios de inno-vación cultural de los que hablara Meluc-ci 4. En estos laboratorios, los  nudos delas redes feministas, fermenta lentamentela creación de nuevos marcos de referen-cia, de nuevos significados para interpre-tar los a menudo demasiado viejos he-

chos, como la violencia patriarcal. Tal ycomo ha escrito Gusfield, la sola existen-cia de un movimiento es ya un principio para situar acontecimientos en un marco, presenta un aspecto de la vida social queya está sometido a discusión pública,aunque anteriormente se hubiera acepta-do como la norma: «donde la elección yla disputa estaban ausentes, están ahora presentes las alternativas 5. Retomamosuna vez más las palabras de Celia Amo-

rós sobre la teoría feminista como teoríacrítica que irracionaliza la visión estable-cida de la realidad para subrayar el fin detoda teoría: posibilitar una nueva visión,una nueva interpretación de la realidad,su resignificación  6.

 La modernidad: justicia, ciudadanía y violencia contra las mujeres

Las sociedades premodernas se han ca-racterizado como sociedades en que lamuerte y la violencia eran un hecho coti-diano, con el que se convivía con resigna-ción y cierto fatalismo. Tanto si abrimoslas páginas del Antiguo Testamento,como los libros de historia (por ejemplode la civilizada Roma), como si acompa-ñamos a Foucault en su clásico recuerdodel espectáculo popular que suponían lasejecuciones en la plaza del pueblo encon-

tramos escenas de una violencia que aldía de hoy nos cuesta asociar con la reali-

dad. Parecen más bien escenas del reinode la ciencia ficción y las más graves psi-

copatías. En este contexto no es difícilimaginar que la violencia contra las mu- jeres formaba parte de un marco en que,salvo casos realmente graves, y general-mente así valorados o bien por el elevadoestatus de la víctima o bien por el bajo es-tatus del agresor, no es ya que fuera tole-rada, es que pasaba desapercibida. Asínos lo hace ver Vigarello en el relato conque comienza su documentada obra sobrela violación en la Francia del Antiguo

Régimen 7.La violencia contra las mujeres, aun

en medio de un universo de violencia, presentaba claves específicas. Es decir,formas específicas de legitimación, basa-das no en su condición de personas sinode mujeres. Esta legitimación procede dela conceptualización de las mujeres comoinferiores y como propiedades de los va-rones, a los que deben respeto y obedien-cia y encuentra un refuerzo crucial en losdiscursos religiosos que las presentancomo malas y peligrosas —y recordemosfenómenos de violencia colectiva comolas quemas de brujas— o como la «tenta-ción», la ocasión para pecar (los sujetos,los varones). Todos estos elementos sefusionan para que en las sociedades pre-modernas las agresiones se interpretencomo merecidos castigos e incluso, enterminología actual como castigos «pre-ventivos» 8.

Con la llegada de las sociedades mo-dernas factores de muy diversa índolecontribuyeron a la paulatina deslegitima-ción de la violencia como medio para re-solver conflictos, como forma de relaciónentre los individuos, los grupos sociales ylas naciones. A la aspiración kantiana deuna paz perpetua seguirá la constataciónde las ciencias sociales sobre las nuevasformas de cohesión social. Basadas en el

comercio, la interdependencia y la sociali-zación más que en la guerra, la violencia y

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la coacción. En estos momentos de consti-tución de un nuevo orden social es cuando

los pensadores modernos se encargarán deno expulsar una forma de violencia espe-cífica, la violencia contra las mujeres. En

 palabras de Luisa Posada «La violenciacontra las mujeres entra como referentenormativo en el discurso de la moderni-dad»  9. Así lo instituyeron de forma indi-recta algunos de los grandes filósofos con-tractualistas, estableciendo la inferioridadde las mujeres respecto a los varones, sueterna minoría de edad y la consecuente

obediencia y sumisión a las órdenes o de-seos de sus mentores. Esta filósofa ha ras-treado con agudeza este paradigma nor-mativo en dos filósofos opuestos, y nos

 presenta a Rousseau como el mejor legiti-mador de la violencia doméstica y a Sadecomo el ideólogo de la violencia comotransgresión. Hasta tal punto la filosofía ylas ciencias sociales quedaron en estetema enredadas en los prejuicios de laépoca, que hasta aquellos que se autoper-

cibían como los más transgresores de lostransgresores, de Sade a Bataille, pasando

 por Nietzsche, han coincidido con susoponentes «pequeñoburgueses» en la bon-dad o la necesidad de pegar a las mujeres.Baste recordar el final del capítulo de lasenseñanzas de Zaratustra, el gran transmu-tador de todos los valores, sobre las muje-res: «¿Vas con mujeres? ¡No olvides el lá-tigo! Así habló Zaratustra».

Entonces, si unimos el discurso tra-

dicional de la biblia y la iglesia, con eldiscurso costumbrista-popular de loscancioneros y refraneros, más las aporta-ciones de la literatura seria y didácticacomo la del Infante Don Juan Manuel,con el discurso radical de un Rousseau yel discurso transgresor de un Sade o un

 Nietzsche, observamos que desde todoslos lados del abanico ideológico ha esta-do y está justificada la violencia.

Entonces, ¿qué líneas del pensa-miento nos permiten unir los cambios en

la situación y la percepción social de lasmujeres con los diferentes grados de sen-

sibilidad e intolerancia ante la persisten-cia de la violencia? El ya citado Vigarellorelaciona este cambio con la evolucióndel Sujeto. Efectivamente, sólo un sujetoa quien se reconoce plena autonomía

 puede ser golpeado y violado «contra suvoluntad», contra su consentimiento. Co-menzamos pues nuestra reconstrucción

 por el momento en que las mujeres ini-cian su lucha colectiva por ser sujetos, losalbores de la Ilustración. La Ilustración

supone también el primer momento his-tórico en que al hilo del desarrollo de unateoría crítica, capaz de deslegitimar eldiscurso dominante sobre la condiciónfemenina, se forjó un movimiento acti-vista capaz de desencadenar la lógica delas vindicaciones en el espacio públi-co   10. Estas reivindicaciones giraron entorno a los derechos en el espacio públi-co: derecho a la educación, al trabajo asa-lariado, a la ciudadanía  11. Será en el si-

glo   XIX   cuando comiencen las primerasdenuncias del matrimonio como un espa-cio peligroso para las mujeres. En 1825aparece una obra titulada La demanda dela mitad de la raza humana, las mujeres,en la que se compara sistemáticamente lasituación de las mujeres con la de escla-vitud. Para sus autores, los cooperativis-tas William Thompson y Anna Wheeler,las esposas viven aisladas en lo que deno-minan «establecimientos aislados de crian-za» por lo que su estado es de absoluta in-defensión, en todo caso cuentan con lamisma protección legal que los esclavos:la defensa frente a los casos extremos deviolencia y abuso. En realidad, la situa-ción de las esposas es peor que la de lasesclavas, ya que éstas últimas no tienenque doblegar también su alma al amo.Las esposas por ley, educación y opinión

 pública están obligadas a someterse a la

voluntad del esposo hasta en los más ni-mios actos de la vida cotidiana si éste así

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lo desea. Están obligadas a humillar todavoz propia y todo gesto de autodetermi-

nación, a aparentar o alcanzar el grado dedebilidad e imbecilidad física y mentalque más halague la vanidad de su amo.En definitiva, trazan un cuadro del matri-monio en que la frustración, la locura y lamuerte rondan a las mujeres casadas. Ysu referente eran las mujeres inglesas declase media  12. Las sufragistas tambiéncentraron buena parte de sus esfuerzos enla lucha por sacar a las mujeres de las jau-las doradas del matrimonio. Hay que des-

tacar el feminismo radical norteamerica-no que emprendió una lucha contra el al-cohol por su relación con la violenciadoméstica y el inglés contra la prostitu-ción a la que se calificó como «la esclavi-tud blanca»  13. Hasta tal punto ha estadolegitimada la violencia contra las mujeresque el filósofo feminista John Stuart Milldenunciaba cómo en la Inglaterra del XIX

un respetable caballero inglés podía ma-tar a su esposa sin temer ningún castigo

legal por ello. Desde luego, intentos nofaltaban. La ya citada coautora de  La de-manda  sufrió doce años de continuadosmalos tratos hasta que huyó a Francia consus hijas; su hermana, casada con un ce-lebre político irlandés acabó encerrada enun manicomio por su respetable esposo;su colega francesa Flora Tristán, una delas precursoras del feminismo socialista,sobrevivió al intento de asesinato por sumarido en plena calle. Flora Tristán en suobra   Unión Obrera  describió las condi-ciones de vida familiares en el proletaria-do francés, condiciones que ella conocíade primera mano. Para Tristán la desi-gualdad sexual siempre genera violenciaen el hogar: «Hay que haber visto de cer-ca estos hogares obreros (sobre todo los peores) para hacerse una idea de la des-gracia que sufre el marido, del sufrimien-to que padece la mujer. De los reproches,

de las injurias se pasa a los golpes, des- pués a los lloros, al desaliento y a la de-

sesperanza» 14. El propio Engels, a pesar de su idealizada visión de las relaciones

entre los sexos en el proletariado nos hadejado una frase reveladora. En un textoen que se explaya sobre cómo en el hogar obrero han desaparecido todas las basesde la supremacía masculina termina con-cluyendo «... excepto, quizás, cierta bru-talidad para con las mujeres, muy arrai-gada desde el establecimiento de la mo-nogamia»  15.

Sin embargo, la realidad es que estoselocuentes testimonios son escasos, es

más general y revelador el silencio. Lasfeministas del XIX están absortas en otrosgraves problemas y sus intereses se cen-traron en luchar contra las causas de ladegradada condición femenina. Cuandoaparece el tema de la violencia lo hacesobre todo como violencia en el ámbito público y aunque se reconoce implícita-mente la violencia doméstica no se tema-tiza como un problema separado y espe-cífico de reflexión, tal y como si se hicie-

ra con la prostitución. Las denunciascontra la «brutalidad masculina» en loshogares aparecen como adjetivos o lacompañía inseparable de una condiciónque se llegó a calificar de esclavitud.

 La elaboración de un marcoestructural sobre la violencia

 patriarcal 

Los sesenta fueron años de intensa agita-ción política y de cambios sociales y cul-turales, años en que bajo el eslogan «lo personal es político» cambió el propioconcepto de lo político. Los movimientossociales se erigieron en protagonistas dela lucha contra un Sistema (con mayúscu-las) que se legitimaba en la universalidadde sus principios y que era en realidadclasista, sexista, racista e imperialista. Yademás hipócrita y aburrido. El movi-

miento feminista, uno de los más comba-tivos, fue muy plural y desarrolló tan di-

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versas formas de acción como de plan-teamientos teóricos. Fue el feminismo

radical el que elaboró un marco estructu-ral desde el que explicar el sentido y el al-cance de la violencia contra las mujeres.

Desde el feminismo radical se elaboróel concepto de patriarcado, con el que sehacía explícita la existencia de un sistemade dominación basado en el sexo-género eindependiente de otros sistemas de domi-nación. Se consumaba así la autonomía deun movimiento subsumido entonces en lalucha de clases y calificado como una

«contradicción secundaria». El sistema patriarcal presenta formas de opresión ylegitimación propias y distintas, no sólorelacionadas con la desigualdad en la esfe-ra de lo público sino muy fundamental-mente con las prácticas que tienen lugar en la esfera de lo privado. Las feministasradicales ampliaron el concepto de lo polí-tico al extenderlo a todo tipo de relacionesestructuradas por el poder, como las quese dan entre varones y mujeres.

En su obra Política sexual, Kate Mi-llett escribe: «No estamos acostumbradosa asociar el patriarcado con la fuerza. Susistema socializador es tan perfecto, laaceptación general de sus valores tan fir-me y su historia en la sociedad humanatan larga y universal, que apenas necesitael respaldo de la violencia». Y, sin embar-go, continúa Millett, «al igual que otrasideologías dominantes, tales como el ra-cismo y el colonialismo, la sociedad pa-

triarcal ejercería un control insuficiente,e incluso ineficaz, de no contar con elapoyo de la fuerza, que no sólo constitu-ye una medida de emergencia, sino tam- bién un instrumento de intimidaciónconstante» 16. También identifica el pro- blema de la invisibilidad de la violencia yde la indulgencia con que son tratadossus casos. Por un lado, remiten casi siem- pre al pasado y se observan como prácti-cas exóticas o primitivas; por otro, los ca-

sos presentes se interpretan como «extra-

víos individuales, patológicos o excep-cionales, que carecen de significado co-

lectivo».Desde el marco de interpretación propuesto por Millett, la violencia contralas mujeres deja de ser un suceso, un pro- blema personal entre agresor y víctima para definirse como violencia estructuralsobre el colectivo femenino. La violenciatiene una función de refuerzo y reproduc-ción del sistema de desigualdad sexual.Su amenaza doblega la voluntad de lasmujeres, cercena sus deseos de autono-

mía. Ahora bien, la formulación de estastesis, que hoy nos resultan ya familiares,requería en su momento una más que no-table «imaginación feminista». Como bien señalara Millett, el proceso de socia-lización era casi perfecto. Si la mayoríade las mujeres en los años sesenta no per-cibían que sus elecciones, casi siempreopuestas a las de los varones, fueran frutode la coacción, ni percibían como unaanomalía democrática su exclusión de los

centros de poder, menos aún podían creer que la violencia patriarcal fuera una ame-naza colectiva. Era algo que les sucedía aalgunas mujeres desdichadas, a las vícti-mas.

Otra de las obras clásicas de la épocadesarrollará la misma tesis de Millett deforma más concreta y explícita.   Contranuestra voluntad  de Susan Brownmiller tratará de demostrar cómo el miedo a laviolación condiciona el comportamientocotidiano de todas las mujeres, y cómo eneste sentido todas son víctimas de la vio-lación. Además nos interesa muy espe-cialmente el caso de Brownmiller porquerepresenta como nadie la autoconcienciadel giro interpretativo que estaba prota-gonizando el feminismo. «Escribí este li- bro porque soy una mujer que cambió deidea respecto a la violación». En el prólo-go explica la génesis de la su investiga-

ción, a la que se acercó inicialmente conlos prejuicios de la época. Periodista de

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 profesión había realizado en 1968 un re- portaje sobre un caso de violación inte-

rracial con ramificaciones políticas. Enese artículo había adoptado la perspectivade sospechar de la víctima. Realizó mu-chas entrevistas, pero nunca intentó ha- blar con la víctima, sencillamente no sen-tía afinidad alguna con ella ni debía pare-cerle necesario. Brownmiller explica queesta perspectiva era la normal en el am- biente en que se movía: el movimiento dederechos civiles, las hazañas de los abo-gados defensores, y, por supuesto «la

simpatía psicológica por los acusados».El giro copernicano tendría lugar en unade aquellas reuniones de mujeres femi-nistas. Leemos: «De modo que cuandoun grupo de amigas mías habló sobre laviolación una noche de otoño de 1970,estuve a punto de gritar. Yo sabía qué eray qué no era la violación. La violaciónera un crimen sexual, el producto de unamente enferma, trastornada. La violaciónno era un problema feminista, era... bue-

no, ¿qué era?»  17.Plantear este interrogante, la firme

voluntad de volver a pensar unos hechosque ya estaban catalogados por la cien-cia, la criminología y la opinión públicade la época es lo que constituye el co-mienzo de una visión alternativa, femi-nista de la realidad. Encontrar respuesta aeste interrogante es lo que conduce aBrownmiller a una investigación quecuenta con más de 400 páginas. En ellasanaliza exhaustivamente la violencia enlas guerras tanto en las dos guerras mun-diales como en conflictos contemporá-neos de Bangladesh y Vietnam. Tambiénla violación en grupo, el mito del viola-dor heroico y, por fin, el tema de las vícti-mas. Las conclusiones de su estudio re- presentan, como decíamos, el paso de lainterpretación patriarcal a la feminista.La violación forma parte del proceso de

intimidación masculina del que son vícti-mas todas las mujeres, no sólo las que

han sido violadas. No hace falta decir queno se mantiene que los varones sean vio-

ladores en potencia sino que la violaciónforma parte de un sistema del que no sólointeresa conocer la figura del violador sino otros aspectos del mismo como sonlas respuestas judiciales y de la opinión pública. Y las sentencias, supuestamentedictadas por personas «normales», tradi-cionalmente han culpabilizado a las vícti-mas 18. Y la opinión pública, compuestatambién por mujeres no hay que olvidar-lo, ha tendido a trivializar la agresión y

 plantear la duda sobre la falta real de con-sentimiento.

Una violencia deslegitimada, laviolencia de género

El avance hacia sociedades más igualita-rias junto con la progresiva aceptación delos marcos de interpretación desarrolla-dos por el movimiento feminista expli-

can, en buena medida, la deslegitimaciónde la violencia contra las mujeres y su re-conceptualización como un grave proble-ma social y político. Sin embargo, este proceso no estaría completo sin concre-tarse en unas políticas reivindicativas para su erradicación. Políticas y leyesque en general se han centrado tanto enmedidas preventivas como punitivas. Lademanda de justicia penal ha necesitadotambién de la elaboración de un marco

 positivo de denuncia pública y criminali-zación de lo que tanto tiempo se conside-ró una conducta propia de la «esfera pri-vada». Este proceso, en lo que conllevade criminalización y condena pública delos agresores y visibilización, atención yapoyo a las víctimas se encuadra en un proceso más general de redefinición de laviolencia, la desviación y el papel socialdel derecho penal. Asímismo, se ha rede-finido la violencia contra las mujeres

como violencia de género. Esta redefini-ción no ha satisfecho por entero a casi na-

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die tal vez ahí estriba su capacidad de ge-nerar algo muy necesario en el grave

tema que nos ocupa: cierto consenso so-cial. Alicia Puleo al reflexionar sobre lasventajas e inconvenientes de esta resigni-ficación ha aportado dos razones convin-centes para la nueva denominación: ha- blar de violencia de género implica pen-sar ambos géneros de manera relacional ehistórica y lleva también implícita la po-sibilidad de cambios liberadores  19.

De la reconstrucción que hemos rea-lizado se desprende que los movimien-

tos sociales abren un espacio especial-mente idóneo para que se den las condi-ciones de la creación e innovación en elconocimiento. Las teorías pueden ser yde hecho son fruto de individualidades,las teóricas del movimiento — líderesepistemológicas —, pero desde la pers- pectiva cognitiva y cultural el conoci-miento aparece como el resultado finalde un intenso proceso colectivo de pues-

ta en común de experiencias, ideas, pasiones, luchas y solidaridad. El cono-

cimiento es el producto de continuas in-teracciones sociales, dentro de los movi-mientos, en general muy plurales y cam- biantes y en continua polémica interna yexterna, la que se genera dentro del mo-vimiento y la que mantiene con sus opo-nentes  20. La influencia de los movi-mientos en el cambio social también seha definido como la creación de «un sen-tido común alternativo». Así, el sentidocomún patriarcal caracterizado por la

norma de la inferioridad y subordina-ción de las mujeres y la aceptación im- plícita de la violencia está siendo susti-tuido por una nueva visión en que la vio-lencia patriarcal comienza a hacersevisible e intolerable para la mayor partede la sociedad. Como se ha escrito re-cientemente, hay salida para el laberintode la violencia patriarcal  21.

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NOTAS Y DISCUSIONES

 NOTAS

1 Ana de Miguel, «Hacia un nuevo contrato social.Políticas de redefinición y políticas reivindicativas en lalucha feminista» en J. M. Robles (ed.),  El reto de la par-ticipación. Movimientos y organizaciones: una panorá-mica comparativa, Madrid, Antonio Machado, 2002.

2 Ervin Goffman,   Frame Analysis,   Boston, Nort-heastern University Press, 1974.

3 Estos nuevos enfoques han tenido una buena re-cepción entre nosotras como prueba la continua edi-ción de publicaciones colectivas estos últimos años.Entre otras E. Laraña y J. Gusfield (eds.),  Los Nuevos Movimientos Sociales, Madrid, CIS, 1994; F. Quesada(ed.), Ideas Políticas y Movimientos sociales, Madrid,Trotta, 1997; P. Ibarra y B. Tejerina (eds.),  Los Movi-mientos Sociales, Madrid, Trotta, 1998; D. McAdam,J. McCarthy y M. N. Zald (eds.),  Movimientos socia-les: perspectivas comparadas, Madrid, Istmo, 1999; J.M. Robles Morales,   El reto de la participación,  Ma-drid, Libros Antonio Machado, 2002; M. J. Funes y R.Adelll (eds.),   Movimientos sociales: cambio social y participación,  Madrid, UNED, 2003.

4 Alberto Melucci, «¿Qué hay de nuevo en losnuevos movimientos sociales?», en E. Laraña y

J. Gusfield (eds.),   Los nuevos movimientos sociales,Madrid, CIS, 1994.

5 J. Gusfield, «La reflexividad de los movimientossociales», E. Laraña y J. Gusfield (eds.),   Los nuevos

movimientos sociales, Madrid, CIS, 1994.6 Celia Amorós, «Movimientos feministas y resig-

nificaciones lingüísticas», en  Quaderns de Filosofia i

Ciència,  n.os 30/31, 2002.7 G. Vigarello,   Historia de la violación. Siglos

 XVI-XX,  Madrid, Cátedra, 1999.8 Un dicho popular que da pie a uno de los cuentos

didácticos del Conde Lucanor venía a decir algo así:«golpea a tu mujer de vez en cuando, que aunque túno sepas por qué lo haces, ella sí lo sabe».

9 Luisa Posada, «“Las hijas deben ser siempre su-misas” (Rousseau). Discurso patriarcal y violenciacontra las mujeres: reflexiones desde la teoría feminis-ta», en A. Bernárdez (ed.) Violencia de género y so-ciedad: una cuestión de poder,  2001.

10 Celia Amorós,   Tiempo de feminismo,   Madrid,Cátedra, 1997.

11 La girondina Olympe de Gouges redactó en ple-na Revolución francesa la primera Declaración de losDerechos de la Mujer y de la Ciudadana. En el artícu-lo X afirma «La mujer tiene el derecho de subir al ca-

dalso; debe tener también el de subir a la Tribuna». DeGouges, que fue guillotinada, señala una verdad reve-

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ladora, las mujeres, que nunca fueron sujetos de dere-chos siempre lo fueron para el derecho penal. El únicoque tradicionalmente ha considerado a las mujeres

 personas, responsables de sus actos.12 William Thompson y Anna Wheeler, La deman-da de la mitad de la raza humana, las mujeres, Grana-da, Comares, 2000.

13 Cfr. entre otras, Richard J. Evans,  Las feminis-tas,  Madrid, Siglo XXI, 1980 y Sheila Robotham,  La

mujer ignorada por la historia, Madrid, 1980.14 Flora Tristán,  Feminismo y socialismo. Antolo-

 gía, Madrid, Los libros de la Catarata, pp. 120-1.15 Friedrich Engels,  El origen de la familia, de la

 propiedad privada y del estado, Madrid, Ayuso, 1976, p. 72.

16 Kate Millett,  Política Sexual,  México, Aguilar,1975, p. 58.

17 Susan Brownmiller,   Contra nuestra voluntad,

Barcelona, Planeta, 1981, p. 8.18 Raquel Osborne (coord.),   La violencia contra

las mujeres. Realidad social y políticas públicas,  Ma-drid, UNED Ediciones, 2001.

19 Alicia Puleo, «La violencia de género y el géne-ro de la violencia», en A. Puleo (ed.),   El reto de la

igualdad de género. Nuevas perspectivas en ética y fi-

losofía política, Biblioteca Nueva, Madrid, 2008.20 R. Eyerman y A. Jamison,  Social Movements. A

Cognitive Approach,   University Park, Pa., ThePennsylvania State University Press, 1991.

21 Esperanza Bosch, Victoria Ferrer y Aina Alza-dora,   El laberinto patriarcal. Reflexiones teóri-

co-prácticas sobre la violencia contra las mujeres,

Barcelona, Anthropos, 2006.

ISEGORÍA, N.º 38, enero-junio, 2008, 129-137, ISSN: 1130-2097   137

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