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Villette

Por

CharlotteBrontë

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LIBROPRIMERO

CapítuloI

Bretton

MimadrinavivíaenunahermosacasaenelantiguoycuidadopueblodeBretton. La familia de su marido residía allí desde hacía generaciones yllevaba, de hecho, el nombre de su lugar natal: los Bretton de Bretton;desconozcosiporcoincidenciaoporquealgúnremotoantepasadohabíasidounpersonajelobastantedestacadoparalegarelapellidoasucomunidad.

Cuando era pequeña, iba a Bretton un par de veces al año, y disfrutabamucho con aquellas visitas. La casa y sus moradores me agradabanespecialmente. Las habitaciones amplias y tranquilas, los muebles bienconservados,losgrandesventanales,elbalcónquedabaaunaviejacalle,muybonita,dondesiempreparecíaserdomingoodía festivo, tanapacibleerasuatmósfera,tanlimpiosupavimento;todasesascosasmeencantaban.

Una niña en una casa llena de adultos suele ser objeto de mimos yatenciones,yyolosrecibía,deunamanerareposada,delaseñoraBretton,quese había quedado viuda antes de que yo la conociera y tenía un hijo; sumarido,médico,habíamuertocuandoeratodavíaunamujerjovenyhermosa.

Noera joven, talcomoyo la recuerdo,peroseguíasiendohermosa,alta,bien proporcionada y, aunque muy morena para ser inglesa, sus mejillasestabansiemprefrescasylozanasysusbellosyalegresojosnegrosreflejabanuna gran vivacidad. A la gente le parecía una lástima que no hubieratransmitido aquella tez a su hijo, que tenía los ojos azules —aunque muypenetrantes, incluso en la niñez—y un color de pelo que los amigos no seatrevían a definir, excepto cuando le daba el sol y se volvía dorado. Habíaheredado, sin embargo, las facciones de su madre; así como sus bonitosdientes, su estatura (o la promesa de tal, pues aún no había terminado decrecer)y, loqueeramejor,susalud inquebrantableyesafortalezadeánimoqueresultamásvaliosaparaquienlaposeequeunafortuna.

EraotoñoymeencontrabaenBretton;mimadrinahabíaidoenpersonaabuscarme a casa de los parientes donde en aquella época tenía fijada miresidencia. Creo que ella veía con claridad los acontecimientos que seavecinaban,cuyasombraapenasadivinabayo;perounalevesospechabastabaparasumirmeenlatristeza,porloquemealegrédecambiardeescenarioydecompañía.

Eltiemposiemprediscurríaplácidamentealladodemimadrina;nodeun

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modoagitado,sinodespacio,comoelcursodeunríocaudalosoqueatraviesaunallanura.MisvisitassemejabaneldescansodeChristianyHopefuljuntoaun alegre arroyo con «árboles frondosos en sus orillas y praderas queembellecíanlosliriosdurantetodoelaño».

No tenían el encanto de la variedad, ni la emoción de los grandesacontecimientos; pero amímegustaba tanto la paz, y deseaba tanpoco losestímulos que, cuando llegaron, me parecieron casi molestos y deseé quehubieranseguidolejos.

Ciertodíallegóunacartacuyocontenidocausóevidentesorpresa,ademásdeinquietud,alaseñoraBretton.Alprincipiocreíqueerademisfamiliaresymeestremecí,esperandonoséquéterriblenoticia;sinembargo,nadiemedijonadaylanubepareciódisiparse.

Al día siguiente, a mi regreso de un largo paseo, encontré un cambioinesperado en mi dormitorio. Además de mi cama francesa en su oscurohueco,diviséenunrincónunpequeñolechoconsábanasblancas;y,ademásdemicómodadecaoba,undiminutoarcóndepalisandro.Mequedéinmóvil,mirándolos.

«¿Quésignificarátodoesto?»,pensé.

Larespuestaeraobvia.Ibaavenirotrainvitada:laseñoraBrettonesperabanuevasvisitas.

Cuandobajéacomer,me loexplicaron.Medijeronquepronto tendríaaunaniñapequeñacomocompañera:lahijadeunamigoyparientelejanodeldifuntodoctorBretton.Ytambiénqueaquellapequeñaacababadeperderasumadre,aunquelaseñoraBrettonseapresuróaañadirquenoeraunadesgraciatangrandecomoenunprincipiopodíaparecer.LaseñoraHome(Homeeraelapellido,segúndijeron)habíasidounamujermuyhermosa,peroatolondradaynegligente,quehabíadescuidadoasuhija,decepcionandoyentristeciendoasu marido. El matrimonio había sido tan infeliz que finalmente se habíanseparado, pero por consentimiento mutuo, sin mediar proceso legal alguno.Poco después, la dama se había acalorado demasiado durante un baile, sehabía resfriado,habíacogidounasfiebresyhabíamuerto trasunabrevísimaenfermedad.Elmarido,unhombredenaturalezamuysensible,habíasufridouna terrible conmoción al recibir súbitamente la noticia y parecía estarconvencidodequeunaseveridadexcesivaporsuparte—lafaltadepacienciae indulgencia—habíacontribuidoaprecipitarel finaldesuesposa.Aquellaidealehabíaobsesionadodetalmodoquesuánimosehabíavistogravementeafectado; los médicos insistían en que debía viajar para restablecerse y,mientrastanto,laseñoraBrettonsehabíaofrecidoaocuparsedelaniña.

—Y espero—añadiómimadrina para concluir— que la pequeña no se

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parezcaa sumadre: la jovenmásneciay frívolacon laquehombresensatotuvojamásladebilidaddecasarse.Porque—prosiguió—elseñorHomeesunhombre sensato a su manera, aunque carezca de sentido práctico: es muyaficionado a la ciencia y se pasa media vida en el laboratorio haciendoexperimentos,cosaquesuvolubleesposanopodíacomprendernisoportar;ylociertoesqueamítampocomehabríagustado—confesómimadrina.

En respuesta a una pregunta mía, me explicó, además, que su difuntomaridosolíadecirqueelseñorHomehabíaheredadolavenacientíficadeuntíomaterno, un sabio francés; pues por sus venas corría, al parecer, sangrefrancesa y escocesa, y tenía varios parientes vivos enFrancia, entre los quemásdeunoescribía«de»antesdelapellidoysehacíallamarnoble.

Aquellamismanoche,alasnueve,seenvióuncriadoarecibirladiligenciaen la que debía llegar nuestra pequeña visitante. La señora Bretton y yo laesperamossolasenelsalón,yaqueJohnGrahamBrettonestabapasandounosdíasencasadeuncompañerodecolegioquevivíaenelcampo.Mimadrinaleíaelperiódicodelatardemientrasaguardaba;yocosía.Eraunanochemuyhúmeda;lalluviaazotabaloscristalesdelasventanasyelvientosoplabaconfuria.

—¡Pobre pequeña!—exclamaba la señora Bretton de vez en cuando—.¡Menudotiempoparaviajar!¡Ojaláestuvieraaquíyasanaysalva!

Poco antes de las diez, la campanilla anunció el regreso deWarren. Encuanto se abrió la puerta, bajé corriendo al vestíbulo; había un baúl y unascuantassombrereras juntoauna jovenqueparecíaunaniñera,yalpiede laescalinataestabaWarrenconunbultoenlosbrazos,envueltoenunchal.

—¿Eslaniña?—pregunté.

—Sí,señorita.

Hubiera querido abrir el chal para verle la cara, pero la pequeña volviórápidamentesurostrohaciaelhombrodeWarren.

—Déjemeenelsuelo,porfavor—dijounavocecitacuandoWarrenabriólapuertadelsalón—,yquítemeestechal—añadió,al tiempoqueextraíaelalfilerconsumanodiminutay,conciertaprisaexigente, sequitaba la toscaenvoltura.Lacriaturaqueaparecióentoncesintentóhábilmentedoblarelchal,pero era demasiado grande y pesado para que semejantes manos y brazospudieran sostenerlo o manejarlo—. Déselo a Harriet, por favor —ordenóentonces—,yellaloguardará—dichoesto,sediolavueltayclavólavistaenlaseñoraBretton.

—Venaquí,pequeña—dijomimadrina—.Venydéjameversitienesfríoyestásmojada;venydejaquetecalientejuntoalfuego.

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La niña se acercó de inmediato. Despojada de su envoltura, parecíadiminuta,peroteníaunafiguraperfectamenteformada, ligera,esbeltaymuyerguida. Sentada sobre el amplio regazo de mi madrina, recordaba a unamuñeca; el cuello, delicado como la cera, y la cabeza de rizos sedososaumentabanelparecido,pensé.

La señora Bretton le dirigió palabras de cariño mientras le frotaba lasmanos, los brazos y los pies; al principio fue observada con una miradamelancólica,peroprontorecibióacambiounasonrisa.LaseñoraBrettonnoera,porlogeneral,unamujerdadaalascaricias;inclusoconsuqueridísimohijo,rarasvecesdemostrabasussentimientos,sinomásbienlocontrario,perocuandoaquellapequeñadesconocidalesonrió,mimadrinalediounbesoylepreguntó:

—¿Cómosellamamipequeñina?

—Missy.

—¿YademásdeMissy?

—PapálallamaPolly.

—¿EstarácontentaPollydevivirconmigo?

—Noparasiempre,sólohastaquepapávuelva.Papásehaido—señaló,moviendolacabezadeunmodomuyexpresivo.

—ÉlregresaráconPolly,oenviaráabuscarla.

—¿Deveras,señora?¿Estásegura?

—Claro.

—Pero Harriet no cree que lo haga; al menos en mucho tiempo. Estáenfermo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Apartó las manos de las de la señoraBretton e intentó abandonar su regazo; ella trató de impedírselo en unprincipio,perolaniñadijo:

—Porfavor,quisierabajar.Puedosentarmeenunescabel.

Selepermitiódeslizarsedelasrodillasalsuelo,y,cogiendounescabel,lollevóaun rincónsumidoensombras,dondesesentó.LaseñoraBrettoneraunamujerdecarácter,enlosasuntosgravesinclusoautoritaria,peroamenudosemostrabapasivaantelascuestionessinimportancia;dejóquelaniñaobraraasuantojo.

—Serámejorquenoleprestesdemasiadaatención—medijo.

Peroyodesatendísuconsejo:viquePollyapoyabaelpequeñocodoenla

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pequeña rodilla, y la cabeza en la mano; observé que sacaba un diminutopañuelo del bolsillo demuñeca de su falda demuñeca, y luego la oí llorar.Otros niños que están tristes o sufren algún dolor lloran a lágrima viva, sincontención ni vergüenza; pero sólo leves y ocasionales hipidos delataban elllantodeaquellacriatura.LaseñoraBrettonnolosoyó,loquefuepreferible.Alcabodeunrato,unavozsurgiódelrincónparapedir:

—¿PodríantocarlacampanillaparallamarHarriet?

Latoquéyo;laniñeranotardóenacudir.

—Harriet, es hora de acostarme —dijo su pequeña señora—. Debespreguntardóndeestámicama.

Harrietleindicóqueyalohabíahecho.

—Preguntasidormirásconmigo,Harriet.

—No, Missy. Compartirá la habitación con esta señorita —contestó laniñera,refiriéndoseamí.

Missynoselevantó,peroviquemebuscabaconlosojos.Despuésdeunosminutosdeescrutiniosilencioso,abandonósurincón.

—Le deseo buenas noches—dijo a la señora Bretton, pero pasó mudajuntoamí.

—Buenasnoches,Polly—exclaméyo.

—Noesnecesariodecirnosbuenasnoches,yaquedormimosenlamismahabitación—fue la respuesta con la que desapareció del salón. Oímos queHarriet leproponía llevarlaenbrazos—.Noesnecesario—repusodenuevo—. No es necesario, no es necesario—y oímos cómo sus pequeños pasossubíanconesfuerzoporlaescalera.

Al irme a la cama una horamás tarde, la encontré aún despierta.Habíacolocado lasalmohadasparaquesostuvieransumenudocuerposentado; lasmanos,unadentrode laotra, reposaban tranquilamentesobre lasábana,conuna anticuada parsimonia nada propia de una niña.Me abstuve de hablarleduranteunratopero,justoantesdeapagarlaluz,leaconsejéquesetumbara.

—Dentrodepoco—replicó.

—Perovasaenfriarte,Missy.

La niña cogió una prenda diminuta de la silla que había al lado de sucamita y se cubrió los hombros con ella. Dejé que hiciera lo que quisiera.Escuchando un rato en la oscuridad, me di cuenta de que todavía lloraba,conteniéndose,ensilencioyconcautela.

Al despertarme con la luz del día, oí correr un hilillo de agua. ¡Y allí

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estaba!,subidaauntaburetejuntoallavamanos,inclinandoelaguamanilcongranesfuerzo(nopodíalevantarlo)paravertersucontenidoenlajofaina.Fuecurioso observarla mientras se lavaba y vestía, tan pequeña, diligente ycallada.Eraostensiblequenoestabaacostumbradaaarreglarsesola;yafrontócon una perseverancia digna de encomio las dificultades que entrañabanbotones,cintas,corchetesyojales.Doblóelcamisón,alisócuidadosamentelassábanas de su camita y, ocultándose tras la cortina blanca, se quedó muyquieta. Me incorporé a medias y asomé la cabeza para ver qué hacía. Derodillas,conlafrenteentrelasmanos,comprendíqueestabarezando.

Suniñerallamóalapuerta.Lapequeñasepusoenpie.

—Ya estoy vestida,Harriet—dijo—.Me he vestido sola, pero no lo hehechomuybien.¡Ayúdame!

—¿Porquésehavestidosola,Missy?

—¡Calla!Hablabajito,Harriet,novayasadespertaralaniña—sereferíaamí,ahora tumbadaycon losojoscerrados—.Mehevestidosolaporqueasíaprendo,paracuandotútevayas.

—¿Acasoquierequemevaya?

—Cuando teenfadas,hequeridomuchasvecesque te fueras,peroahorano.Colócamebienellazodelvestido;yalísameelpelo,porfavor.

—Ellazoestáperfecto.¡Quéquisquillosa!

—Hayqueatarlootravez.Porfavor,átalo.

—Estábien.Cuandomevaya,tendráquepedirlealaseñoritaquelaayudeavestirse.

—Deningúnmodo.

—¿Por qué? Es una jovencita muy simpática. Espero que se comportecorrectamenteconella,missy,ynosedéaires.

—Nodejaréquemevista.

—¡Nosearidícula!

—Estáspeinándomemal,Harriet:larayaquedarátorcida.

—Puessíqueesdifícildecontentar,¿estábienasí?

—Perfectamente.¿Dóndedeboirahoraqueestoyvestida?

—Lallevaréalasalitadeldesayuno.

—Entoncesvamos.

Sedirigieronalapuerta.Laniñasedetuvo.

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—¡Oh,Harriet,ojaláestuvieraencasadepapá!Noconozcoaestagente.

—Seabuena,missy.

—Soybuena, peromeduele aquí—sepuso lamano sobre el corazónyrepitiólloriqueando—:¡Papá!,¡papá!

Abrí los ojos y me incorporé, dispuesta a poner fin a aquella escenamientrasaúnpodíaintervenir.

—Délosbuenosdíasalaseñorita—ordenóHarriet.

La niña dijo: «Buenos días», y luego salió de la habitación detrás de suniñera.Harrietsefuetemporalmenteaquelmismodía;ibaaalojarseconunosamigosquevivíanenlosalrededores.

Cuando bajé, encontré a Paulina (la niña se hacía llamar Polly, pero sunombrecompletoeraPaulinaMary)sentadaalamesadeldesayunoalladodela señoraBretton; tenía delante un tazónde lecheyuna rebanadadepan lellenabalamano,quereposabainmóvilsobreelmantel:nocomía.

—No sé cómo vamos a contentar a esta criatura —me dijo la señoraBretton—.Nocomenadayparecenohaberdormido.

Expresémiconfianzaenlosefectosdeltiempoydelaamabilidad.

—Sóloseadaptarácuandolecobreafectoaalguiendelacasa—respondiómimadrina.

CapítuloII

Paulina

Transcurrieronvariosdíasynoparecíaquelaniñafueraacobrarleafectoanadiedelacasa.Noesquefuerarebeldeuobstinada;noeradesobedienteenabsoluto,perodifícilmentepodíaexistirunapersonamenosdispuestaabuscarconsuelo, o al menos a serenarse. Estaba triste y cabizbaja: ningún adultohabríarepresentadomejorsualicaídopapel;ningúnrostrosurcadodearrugas,suspirandoporEuropaen las antípodas, habría expresado jamás lanostalgiaconmásclaridadqueaquel semblante infantil.Parecíacadavezmásviejayetérea. Yo, Lucy Snowe, me declaro inocente de esa maldición, unaimaginaciónencendidaydesbordante,perosiemprequeabríaunapuertaylaencontraba sola en un rincón, con la cabeza apoyada en sumano diminuta,teníalasensacióndequeaquelcuartonoestabahabitadosinoembrujadoporalgúnfantasma.

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Ycuando en las nochesde lunamedespertabay contemplaba su figura,destacando en medio de la oscuridad con su camisón blanco, arrodillada yerguidaenlacama,rezandocomounafervientecatólicaometodista—aligualque una fanática precoz o una santa prematura—, ni siquiera sé quépensamientos acudían a mi cabeza, pero corrían el riesgo de ser tan pocoracionalesysensatoscomolosdelaniña.

Raras veces lograbaoír sus oraciones, pues las pronunciaba envozmuybaja. De hecho, a veces ni siquiera las decía en susurros, sino que eranplegariasmudas.Lasescasasfrasesquellegabanamisoídosteníansiempreelmismoestribillo:«¡Papá,miqueridopapá!».Medicuentadequelasuyaerauna naturaleza de ideas fijas, que delataba esa tendenciamonomaníaca quesiempreheconsideradolamayordesgraciaquepuedeabatirsesobrehombreomujer.

Sólocabeconjeturarcómohabríaacabadosemejanteestadodeánimodehabercontinuadoasí;maséstesufrióuncambiorepentino.

Unatarde,laseñoraBrettonconsiguióqueabandonarasurincón,lasubióalasientodelaventanay,amododedistracción,lepidióqueobservaraalostranseúntes y contara cuántas damas pasaban por la calle en un momentodeterminado.AllíseguíaPaulina,todalánguida,sinmirarapenasysincontar,cuandoyo,queteníalosojospuestosenella,percibíensuirisyensupupilauna sorprendente transformación. Las naturalezas impulsivas, peligrosas—sensibleslasllaman—,ofrecenamenudouncuriosoespectáculoaquienesuntemperamento más frío impide participar en sus tortuosos caprichos. Lamirada fijayapagadavaciló,y luegoardióen llamaradas; lapequeña frentenublada se despejó; las facciones diminutas y abatidas se iluminaron; latristezade su rostro se esfumóy en su lugar aparecióuna repentina alegría,unaintensaexpectación.

—¡Ahíestá!—exclamó.

Salió de la habitación como un pájaro o una flecha, o cualquier cosaigualmenteveloz.Nosécómoconsiguióabrirlapuertadelacalle;esprobablequeestuvieraentornada,oWarrenal ladoyobedecierasupetición,sindudaimperiosa. Mirando tranquilamente desde la ventana, la vi, con su vestidonegroysudiminutodelantalbordado(odiabalosqueteníanpeto),corriendovelozporlacalle.EstabaapuntodedarmelavueltayanunciarconcalmaalaseñoraBrettonque laniñahabía salido comounaexhalaciónyhabíaque irinmediatamente tras ella, cuando vi que alguien la cogía en brazos,apartándola al mismo tiempo de mi fría observación y de la miradasorprendidade los transeúntes.Un caballero había hecho esta buenaobra y,trascubrirlaconsucapa,sedisponíaadevolverlaalacasadedondelahabíavistosalir.

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Deduje que la dejaría enmanos de algún criado y semarcharía, pero elcaballero entró en la casa y, tras entretenerse un momento en el vestíbulo,subiólaescalera.

Porcómofuerecibidosevioenseguidaquenoeraundesconocidoparamimadrina. Ella lo reconoció y le saludó; y, sin embargo, pareció agitada,perpleja, como si aquella llegada la cogiera desprevenida. Su mirada y susmanerasfueroninclusodereconvención;respondiendoaellas,másqueasuspalabras,elcaballerodijo:

—No he podido evitarlo, señora Bretton. No podía irme sin ver qué talestabaconmispropiosojos.

—Perovaustedaalterarla.

—Esperoqueno.Y¿cómoestálapequeñaPollydepapá?

Dirigió esta pregunta a la niña, al tiempo que se sentaba y la dejabasuavementeenelsuelo.

—¿Y cómo está el papá de Polly?—respondió ella, apoyándose en susrodillasparamirarlealacara.

Nofueunaescenaruidosanipródigaenpalabras,locualagradecí;perosíunaescenadesentimientosdemasiadointensos,tantomásopresivaporquelacopanohizo espumani se desbordó.Siempre que se producen expansionesviolentaseirrefrenables,ciertodesdénosentidodelridículovieneaaliviaralfatigado espectador; aunque siempreme ha parecido de lomás irritante esaclase de sensibilidad que se doblega por voluntad propia, como un esclavogigantedominadoporelsentidocomún.

ElseñorHomeeraunhombredefaccionesseveras,inclusoduras,deberíadecirtalvez:elceñofruncidoylospómulos,marcadosyprominentes.Teníaun rostro típicamente escocés, pero, en su agitado semblante, sus ojosreflejaban una profunda emoción. Su acento del norte armonizaba con sufisonomía.Eraunhombredeaspectoalavezorgullosoyhogareño.

ElseñorHomepusolamanosobrelacabezaquelaniñalevantabahaciaél.

—DaleunbesoaPolly—dijoella.

Él lacomplació.Yodeseabaque laniña rompieraa llorarhistéricamentepara sentirme cómoday aliviada.Aunque resulte asombroso, apenashizo elmenor ruido: parecía tener lo que quería, todo lo que quería, y hallarseextasiada.Nilaexpresiónni losrasgosdelacriaturaseparecíanalosdesupadre,y,sinembargo,eradesusangre:elespíritudelpadrehabíallenadoeldelaniña,comounajarrallenalacopa.

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Era indiscutible que el señor Home tenía un dominio de sí mismomuymasculino, fueran cuales fueran sus sentimientos íntimos con respecto aciertosasuntos.

—Polly—exclamó,mirandoalaniña—,bajaalvestíbulo;veráselabrigodepapásobreunasilla.Metelamanoenelbolsilloyencontrarásunpañuelo.Tráemelo.

Ellaobedeció;saliódelcuartoydesempeñósucometidoconhabilidadydiligencia.Supadreestabahablandocon la señoraBrettoncuandovolvió,yPaulina esperó con el pañuelo en la mano. En cierto modo era todo unespectáculocontemplar su figuradiminuta,pulcrayatildada,depie,delantedesupadre.Alverqueélseguíahablando,sinserconscientedesuregreso,lecogióunamano,abriósusdócilesdedos,colocóelpañueloentreellosy loscerró uno a uno. Aunque aparentemente él seguía sin verla ni percibir supresencia,notardóencolocarlasobresusrodillas.Paulinaseacurrucócontraély,aunqueni semiraronni sehablarondurante lahorasiguiente, supongoqueambosestabanfelices.

Durante el té, los movimientos y el comportamiento de la pequeñaatrajerontodaslasmiradas,comodecostumbre.Primero,dioinstruccionesaWarrencuandoéstecolocabalassillas.

—Ponga la de papá aquí, y al lado lamía, entre la señoraBretton y él;tengoqueservirleelté.

Paulinasesentóehizounaseñaasupadreconlamano.

—Siéntateamilado,papá;comosiestuviéramosencasa.

Ydespués,cuandointerceptóalpasarlatazadesupadre,ylaremovióypusoellamismalaleche,dijo:

—En casa siempre te lo preparaba yo, papá. Nadie lo hace mejor, nisiquieratúmismo.

Mientras estuvimos en la mesa, ella siguió con sus atenciones, bastanteabsurdas,dichoseadepaso.Laspinzasparaelazúcarerandemasiadograndesy tuvoqueusar lasdosmanosparamanejarlas;elpesode la jarritadeplataparalaleche,delasbandejasdelpanylamantequilla,einclusodelatazayelplatillo,pusieronapruebasufuerzaysuhabilidad,atodaslucesinsuficientes;pero, levantandoestoyofreciendoaquello, se lasarregló felizmenteparanorompernada.Parasersincera,amímeparecíaunpocometomentodo;perosupadre, ciego como todos los padres, estaba encantadodeque le sirviera; lasatencionesdesuhijaparecíantranquilizarlesobremanera.

—¡Ella esmi consuelo!—ledijo a la señoraBretton, sinpoder evitarlo.Dichadamatenía,yaunaescalamayor,supropio«consuelo»sinpar,ausente

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porelmomento;demodoquesemostrócomprensivaconsudebilidad.

Esesegundo«consuelo»aparecióenescenaeneltranscursodelavelada.Yo sabía que se esperaba su regreso aquel mismo día, y durante todas sushorashabíavistoexpectantealaseñoraBretton.Estábamossentadosjuntoalfuego, después de tomar el té, cuando Graham se unió a nuestro círculo;aunque más bien debería decir que lo rompió, pues, como es natural, sullegada ocasionó cierto alboroto, y, como venía hambriento, tuvieron queservirleunrefrigerio.ElseñorHomeyélsesaludaroncomoviejosconocidos;perotardóalgúntiempoenprestaratenciónalaniña.

Despuésdecomeryderesponderalasnumerosaspreguntasdesumadre,sevolvióhacialachimenea.Frenteaél,seencontrabaelseñorHome,yjuntoa éste, la niña. Cuando digo niña, utilizo un término inapropiado y nadadescriptivo,untérminoquesugiereunaimagenmuydistintadelacriaturadeaspecto grave, vestida con un traje negro y una blusa blanca que le habríanvalido a unamuñeca grande; sentada ahora en una silla alta al lado de unamesita, sobre la que descansaba un costurero de juguete de madera blancabarnizada; sujetando entre sus manos un trozo de pañuelo al que pretendíahacerundobladillotraspasándolotenazmenteconunaagujaqueensusmanosparecíacasiunespetón,pinchándoseacadamomento,dejandoenlabatistaunrastrodeminúsculospuntosrojos,ydandoavecesunrespingocuandoelarmaaviesa escapaba a su control y le infligía una puñaladamás profunda de lohabitual;perosiemprecallada,diligente,absorta,femenina.

En aquella época, Graham era un joven de dieciséis años, guapo y conaspectodenoserdefiar.Ynodigoestoporquefueramalvado,sinoporquelaexpresiónmepareceadecuadaparadescribirlahermosanaturalezacéltica(nosajona) de su físico: sus cabellos ondulados de color caoba claro, la finasimetríadesusrasgos,sufrecuentesonrisa,nodesprovistadefascinaciónnide sutileza (en el buen sentido). Era, por entonces, un joven mimado ycaprichoso.

—Madre—exclamó después de mirar un rato en silencio a la pequeñafiguraqueteníadelante,cuandolaausenciatemporaldelseñorHomeleliberóde la discreción, en parte burlona, que era en su caso cuanto conocía de latimidez—.Madre,veoaunajovendamaenestahabitaciónalaquenohesidopresentado.

—SupongoqueterefieresalahijadelseñorHome—dijosumadre.

—Creoquenosehaexpresadoustedconladebidaceremonia—replicóeljoven—. La señorita Home, habría dicho yo, al aventurarme a hablar de ladamaalaquealudo.

—Graham, no permitiré que te burles de la niña. No dejaré que la

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conviertasenelblancodetusbromas.

—SeñoritaHome—prosiguióGraham,sininmutarseporlareconvenciónde sumadre—,¿puedo tener el honordepresentarmeyo,yaquenadiemásparecedispuestoahacernoseseservicio?Suesclavo,JohnGrahamBretton.

La pequeña lomiró;Graham se levantó y se inclinó con gravedad. Elladejólentamenteaunladodedal,tijerasylabor,sebajóconprecaucióndesuasientoy,trashacerunareverenciaconindescriptibleseriedad,exclamó:

—¿Cómoestáusted?

—Tengoelhonordehallarmebiendesalud,tansólounpocofatigadotrasunviajedemasiadorápido.Espero,señora,queustedseencuentrebien.

—Razo… nable… mente bien —fue la ambiciosa respuesta de lamujercita; e intentó recobrar su anterior posición, pero al ver que no podíahacerlo sin trepar y un considerable esfuerzo—un sacrificio del decoro detodopuntoimpensable—,ycomonopodíapermitirsequenadielaayudaraenpresencia de un joven caballero desconocido, renunció a la silla alta enbeneficiodeunpequeñoescabel,alqueGrahamacercósusilla.

—Espero,señora,quesuactualresidencia,lacasademimadre,seadesuagrado.

—Noezpe…cial…mente;quierovolveramicasa.

—Un deseo natural y encomiable, señora; pero al que, no obstante, meopondrécontodasmisfuerzas.Creoquepodréextraerdeustedunpocodeesepreciadobienllamadodiversión,quemamáylaseñoritaSnowenoconsiguenproporcionarme.

—Tendréquevolvermuyprontoconpapá.Nomequedarémuchotiempoencasadesumadre.

—Sí,sí,sequedaráconmigo,estoyseguro.Tengounponienelquepodrámontar,yunsinfíndelibrosparaenseñarlelasilustraciones.

—¿Vaavivirustedaquí?

—Sí.¿Leparecebien?¿Legusto?

—No.

—¿Porqué?

—Loencuentroextraño.

—¿Pormirostro,señora?

—Porsurostroyportodolodemás.Tieneelpelolargoyrojo.

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—Color caoba, si no le importa. Mamá dice que es de color caoba odorado,ytambiéntodossusamigos.Pero,inclusoconel«pelolargoyrojo»—yagitósucabelleraconunaespeciedegestotriunfal;sabíaperfectamenteque era leonada, y estaba orgulloso de su color—, no soymás extraño queusted,señora.

—¿Estádiciendoquemeencuentraextraña?

—Desdeluego.

—Creoquemeiréalacama—exclamólaniña,trasunapausa.

—Una personita como usted debería haberse ido a la cama hace horas,peroprobablementesehabráquedadoporquequeríaconocerme.

—Deningúnmodo.

—Sindudadeseabadisfrutardelplacerdemicompañía.Sabíaquevolvíaacasayhaqueridoconocerme.

—Mehequedadoporquequeríaestarconpapá,noconusted.

—Muy bien, señorita Home.Me convertiré en su amigo predilecto; meatrevoadecirqueprontomepreferiráasupapá.

Paulina nos deseó buenas noches a la señora Bretton y a mí, y parecíadudar de siGraham tenía derecho a recibir lamisma atención cuando él lacogióconunamanoy,valiéndosedeella,lalevantóporencimadesucabeza.Lapequeñasevioasímismaaupadaenaltoenelespejoquehabíasobrelachimenea.Lo inesperadode aquella acción, la libertad que se había tomadoGrahamylafaltaderespetoquesuponía,fuerondemasiadoparaella.

—¡Quévergüenza, señorGraham!—protestó indignada—. ¡Bájeme!—ycuandoestuvodenuevoenelsuelo,agregó—:Megustaríasaberquépensaríausteddemísilotrataradeesaforma,ylolevantaraconunamano—alzóesapoderosaextremidad—comoWarrenlevantaalgatito.

Ydespuésdedecirestaspalabras,seretiró.

CapítuloIII

Loscompañerosdejuegos

ElseñorHomesequedódosdíasconnosotros.Durantesuestancia,nadiepudoconvencerleparaquesalieradelacasa;sepasabaeldíasentadojuntoala chimenea, unas veces en silencio, otras escuchando y respondiendo a laconversacióndelaseñoraBretton,queeralamásindicadaparaunhombreen

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su melancólico estado de ánimo: ni demasiado compasiva, ni demasiadoindiferente; juiciosa, e incluso con un toque maternal, que la diferencia deedadpermitía.

EncuantoaPaulina,laniñaestabaalavezalegreysilenciosa,ocupadaymuy atenta. Su padre la sentaba con frecuencia sobre sus rodillas; ella sequedabaallíhastaquepercibíaoimaginabasufatiga;entoncesledecía:

—Bájame,papá;pesomuchoyvasacansarte.

Yaquellaabrumadoracargasedeslizabahastalaalfombraysesentabaenellao enun escabel a lospiesde«papá»,y aparecía en escena el costureroblancoyelpañuelomoteadodeescarlata.Alparecer,aquelpañuelopretendíaser un recuerdo para «papá» y debía terminarse antes de su partida; enconsecuencia, exigía un riguroso esfuerzo por parte de la costurera (quetardabamediahoraendarunasveintepuntadas).

Graham regresaba todas las tardes al techomaterno (pasaba el día en elcolegio), y nuestras veladas se volvieron más animadas; algo a lo quecontribuían las escenas que invariablemente representaban él y la señoritaPaulina.

Unaactituddistanteyaltanerahabíasidolareaccióndelapequeñaantelaindignidadque lehabía sido infligida lanochede la llegadadeGraham.Larespuestahabitualdelaniña,cuandoélledirigíalapalabra,era:

—Nopuedoatenderle;tengootrascosasenquepensar.

Y cuando el joven le suplicaba que le dijera de qué se trataba, ella selimitabaacontestar:

—Asuntos.

Grahamseesforzabaentoncesporatraersuatenciónabriendoelescritorioparaexhibirsuvariopintocontenido:sellos,brillantescerillasycortaplumas,junto con unamiscelánea de grabados—algunos de vistoso colorido— quehabíaidocoleccionando.Aquellapoderosatentaciónnoresultabainfructuosa;furtivamente, Paulina levantaba la vista de la labor y lanzaba más de unaojeada al escritorio rebosante de imágenes esparcidas. En cierta ocasión, elaguafuertedeunniñoquejugabaconunspanielBlenheimvolócasualmentehastaelsuelo.

—¡Quéperritotanmono!—exclamóella,encantada.

Graham tuvo la prudencia de no hacerle caso. La pequeña no tardó enabandonarsurincónsilenciosamenteyenacercarsealtesoroparaexaminarlomejor. Los enormes ojos y las largas orejas del perro, y el sombrero y lasplumasdelniño,eranirresistibles.

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—¡Bonitodibujo!—fuesufavorablecrítica.

—Estábien…puedesquedártelo—dijoGraham.

Ella pareció vacilar. El deseo de ser su dueña era muy fuerte, peroaceptarlohabríacomprometidosudignidad.No.Lodejóenelsueloysediolavuelta.

—Entonces,¿noloquieres,Polly?

—Mejorno,gracias.

—¿Sabesloqueharéconeldibujosinoloaceptas?

Ellasevolvióamediasparaescucharsurespuesta.

—Locortaréentirasparaencenderlasvelas.

—¡No!

—Claroquesí.

—No,porfavor.

Grahamsemostróinexorablealoíreltonodesúplica;cogiólastijerasdelcosturerodesumadre.

—¡Así!—amenazó,blandiéndolasenelaire—.CortarélacabezadeFidoporlamitad,ylanarizdelpequeñoHarry.

—¡No!¡No!¡NO!

—Entonces,acércate.Vendeprisasinoquieresquelohaga.

Paulinadudó,lopensóunossegundos,peroacabóobedeciendo.

—Ybien,¿loquieres?—preguntóGrahamcuandoestuvoasulado.

—Porfavor.

—Perotendrásquepagármelo.

—¿Conqué?

—Conunbeso.

—Primeroponmeeldibujoenlamano.

Aldeciresto,tampocoPollyparecíamuydefiar.Grahamledioeldibujo.Ellahuyósinpagarsudeuda,corrióhaciasupadreyserefugióensusrodillas.Grahamselevantóparaperseguirlafingiendounagrancólera.PollyhundiósurostroenelchalecodelseñorHome.

—¡Papá,papá,dilequesevaya!

—Nomeiré—aseguróGraham.

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Conlacaratodavíaescondida,Pollyextendióelbrazoparaimpedirqueseacercara.

—Entonces,besaré tumano—dijoél;peroenesemomento, lamanoseconvirtió en un pequeño puño y le pagó con una moneda que no eraprecisamenteunbeso.

Graham, que a su modo era tan astuto como su pequeña compañera dejuegos,retrocediósimulandoungrandesconcierto;sedesplomóenunsofáy,apoyandolacabezaenelcojín,aparentóungrandolor.Aladvertirsusilencio,Polly se asomó para mirarlo. Graham se cubría los ojos y la cara con lasmanos.Pollysedio lavueltay, sinabandonar las rodillasdesupadre,miródetenidamenteasuenemigoconexpresiónpreocupada.Grahamgimió.

—Papá,¿quéleocurre?—susurróella.

—Serámejorqueselopreguntesaél,Polly.

—¿Estáherido?—inquirióalescucharunsegundogemido.

—Esoparece,porelruidoquehace—contestóelseñorHome.

—Madre —dijo Graham con voz débil—, debería mandar a buscar almédico.¡Ay,miojo!

De nuevo reinó el silencio, interrumpido tan sólo por los suspiros deGraham.

—¿Ysimequedociego?—exclamóeljoven.

Aquellas palabras resultaron insoportables para quien antes le habíaescarmentado.Laniñaacudióinmediatamenteasulado.

—Déjamevertuojo.Noqueríatocarlo,sólodeseabadarteenlaboca;ynocreíqueelgolpefueratanfuerte.

Grahamnorespondió.LasfaccionesdePollysedesencajaron.

—Losiento;¡losiento!

Incapazdecontenerlaslágrimas,lapequeñarompióallorar.

—Dejadeasustaralaniña,Graham—dijolaseñoraBretton.

—Sóloesunabroma,tesoro—exclamóelseñorHome.

Y Graham la levantó de nuevo por los aires y ella volvió a castigarlo,tirándoledelosrizosleoninosycubriéndolodeimproperios.

—Ereslapersonamásmalvada,groseraymentirosadelmundo.

La mañana en que partió el señor Home, él y su hija tuvieron unaconversaciónasolasenelasientodeunaventana;yoacertéaoírunaparte.

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—¿Nopodríametermiscosasenelbaúlymarcharmecontigo,papá?—susurróellaconfirmeza.

Élnegóconlacabeza.

—¿Seríaunamolestiaparati?

—Sí,Polly.

—¿Porquesoypequeña?

—Porque eres pequeña y delicada. Sólo pueden viajar las personasmayoresyfuertes.Peronotepongastriste,tesoromío,semeparteelcorazón.PapávolveráprontoconsuPolly.

—Noestoytriste,deveras.Sólounpoquito.

—Pollysentiríamuchoapenarapapá,¿no?

—Muchísimo.

—EntoncesPollyhade estar alegreyno llorar en la despedida, ni tenermiedodespués.Tienequepensarencuandovolvamosaestarjuntoseintentarserfelizmientrastanto.¿Serácapazdehacerlo?

—Lointentará.

—Estoysegurodequesí.Adiós,entonces.Eshoradepartir.

—¿Ahora?¿Ahoramismo?

—Ahoramismo.

Pollyhizounmohínconsuslabiostemblorosos.Supadresollozaba,peroviqueellareprimíaelllanto.Despuésdedejarasuhijaenelsuelo,elseñorHomeestrechólamanoalosdemásysemarchó.

Cuandolapuertaprincipalsecerró,Pollycayóderodillasconungrito:

—¡Papá!

Fue un grito largo y ronco, una especie de «¿Por qué me hasabandonado?».En losminutos siguientes,percibí su terrible sufrimiento.Enaquelbreve lapsodesuvida infantil,experimentóunasemocionesqueotrosno llegan a sentir jamás; era propio de su naturaleza y conocería otrosinstantesparecidossivivíamuchosaños.Nadiedijonada.LaseñoraBretton,que era madre, derramó algunas lágrimas. Graham, que estaba escribiendo,levantólavistaparamiraraPolly.Yo,LucySnowe,conservélacalma.

Lapequeñacriatura,noteniendoquienlaimportunara,hizoporsímismaloquenadiemáspodíahacer:enfrentarseaunsentimientoinsoportabley,enpocotiempo,dominarloenciertamedida.Aqueldíanoaceptóelconsuelode

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nadie,nitampocoaldíasiguiente;despuéssevolviómáspasiva.

Laterceratarde,estabasentadaenelsuelo,silenciosayextenuada,cuandoentróGrahamylacogiódulcementeenbrazossindecirunapalabra.Ellanoseresistió,sinoqueseacurrucóensusbrazoscomosiestuvieramuycansada.Cuando el joven se sentó, la pequeña apoyó en él su cabeza; no tardó enquedarsedormida,yGrahamsubió las escaleraspara llevarla a la cama.Nome sorprendió en absoluto que, a la mañana siguiente, lo primero quepreguntarafuese:

—¿DóndeestáelseñorGraham?

Casualmente,Grahamno iba adesayunar connosotros; teníaque acabarunosejerciciospara laclasede lamañanayhabíapedidoasumadreque lellevaran una taza de té al estudio. Polly se ofreció voluntaria para hacerlo;necesitabaestarocupada,cuidardealguien.Seleconfiólataza,pues,apesarde sunerviosismo, eraunaniñamuycuidadosa.Como lapuertadel estudioestabaenfrentedelanuestra,alotroladodelpasillo,seguíalapequeñaconlavista.

—¿Quéhaces?—quisosaberPolly,deteniéndoseenelumbraldelestudio.

—Estoyescribiendo—dijoGraham.

—¿Porquénovienesadesayunarcontumamá?

—Tengotrabajo.

—¿Quierestomaralgo?

—Porsupuesto.

—Puesaquílotienes.

YPollydepositó la tazaen laalfombra,al igualqueuncarcelerodejaalpresouna jarradeaguaalotro ladode lapuertadesucelda,yse retiró.Notardóenvolver.

—¿Quémásdeseasapartedelté?¿Algodecomer?

—Sí,algoqueestébueno.Tráemealgoespecialmenterico,¡quémujercitatanamable!

PollyregresójuntoalaseñoraBretton.

—Porfavor,señora,demealgobuenoparasuhijo.

—Eligetú,Polly;¿quélevasallevar?

Laniñaeligióunpedazodelomejorquehabíaenlamesa,ynotardóenvolver para pedir en un susurro un poco de mermelada, que no se habíaservido. Tras conseguirla (pues la señora Bretton no negaba nada a aquella

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pareja), en seguida oímos a Graham poniendo a la pequeña por las nubes,prometiéndoleque,cuandotuvieraunacasapropia,ellaseríasuamadellavesy quizá, si mostraba algún talento culinario, su cocinera. Como la niña novolvía,fuiabuscarla,yencontréalosdosdesayunandotête-à-tête;unoalladodel otro y compartiendo todo, excepto la mermelada, que ella se negóeducadamenteaprobar;supongoquepor temoraqueparecieraque lahabíapedido tanto para sí misma como para él. Polly manifestaba siempre unaexquisitasensibilidadyunagrandelicadeza.

Laalianzaasíselladanosedisolviófácilmente;muyalcontrario,parecíaque el tiempo y las circunstancias contribuían a cimentarla. A pesar de ladisparidaddeedad,sexo,intereses,etcétera,parecíantenermuchascosasquedecirse. En cuanto a Paulina, observé que nunca mostraba su verdaderocarácter,salvoconeljovenBretton.Unavezquesesintiócómodaenlacasayseacostumbróaella, fuemuydócilconlaseñoraBretton;perosepasabaeldía sentada en un taburete a los pies de ella, aprendiendo sus tareas, ocosiendo, o haciendo dibujos en una pizarra, sinmanifestar jamás elmenordestellodeoriginalidadnimostrarlaspeculiaridadesdesunaturaleza.Dejédeobservarla en tales circunstancias; no resultaba interesante. Sin embargo, encuantoGrahamllamabaalapuertaalanochecer,seproducíauncambio;Pollyacudía al instante a lo altode la escalera.Por logeneral, lo recibía conunareprimendaounaamenaza.

—Notehaslimpiadobienloszapatosenelfelpudo.Selodiréatumadre.

—¡Pequeñametomentodo!¿Estásahí?

—Sí,ynopodráscogerme.Estoymuchomásarribaquetú—exclamaba,asomándoseporentre losbarrotesdelabarandilla(noalcanzabaamirarporencimadeella).

—¡Polly!

—¡Miqueridomuchacho!—asísedirigíamuchasvecesaél,imitandoalaseñoraBretton.

—Estoy a punto de desmayarme de cansancio —declaraba Grahamapoyándoseenlapareddelpasillo,fingiendoagotamiento—.EldoctorDigby(eldirectordelcolegio)mehahechotrabajartanto…Bajayayúdameallevarellibro.

—¡Ah!¡Quéastutoeres!

—Enabsoluto,Polly;eslaverdad.Estoytandébilcomounjunco.Baja.

—Tusojossontranquiloscomolosdeungato,peroluegosaltarás.

—¿Saltar?Nadadeeso;vacontramicarácter.Venga,baja.

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—Quizá baje, sime prometes no tocarme, ni levantarme por los aires yhacermedarvueltas.

—¿Yo?¡Seríaincapaz!—decíaeljoven,desplomándoseenunasilla.

—Entoncesdejaloslibrosenelprimerescalónyaléjatetresyardas.

Hechoesto,PollydescendíaconcautelaysinapartarlosojosdelagotadoGraham. Por supuesto, al acercarse ella, Graham parecía revivir: carreras,saltosybrincosestabanasegurados.Unasveceslaniñaseenfadaba;otras,lodejabapasarsinmásy,cuandoconducíaaGrahamescalerasarriba,laoíamosdecir:

—Yahora,miqueridomuchacho,venatomarelté.Estoyseguradequetendráshambre.

Erabastantecómicoverlasentadaal ladodeGraham,mientrasélcomía.En su ausencia, era una criatura tranquila y silenciosa, pero con él era lapersonitamásactivayservicialdelmundo.Yodeseabaamenudoquenosepreocuparatantoysequedaraquieta,perono,siempreestabapendientedeél:nuncaleparecíasuficientementeatendido,ytodosloscuidadoseranpocos;asu juicio, Graham valíamás que el Gran Turco. Colocaba poco a poco losplatosdelantedeély,cuandounodabaporsupuestoqueelmuchachoteníaasu alcance cuanto podía desear, ella encontraba siempre algo más queofrecerle:

—Señora —susurraba a la señora Bretton—, tal vez su hijo quiera unpastelito… uno dulce, quiero decir. Están ahí —proseguía, señalando elaparador.

Por lo general, la señoraBretton no permitía que se comieran pastelitosdulcesconelté,peroPollyinsistía:

—Un trocito pequeño… sólo para él…Comova al colegio…Las niñascomoyoylaseñoritaSnowenonecesitamosgolosinas,peroseguroqueaéllegustaría.

AGraham, en efecto, le encantaba, y casi siempre tomaba uno. Para serjustos, habría compartido su premio con quien se lo había conseguido, peroellanuncaselopermitía;siinsistía,lateníacontrariadaelrestodelavelada.Estar de pie a su lado y monopolizar su charla y su atención era la únicarecompensaquedeseaba,nountrozodelpastel.

FuerealmentecuriosalarapidezconquePollyseadaptóalosasuntosqueaélleinteresaban.Eracomosilaniñanotuvieseniespíritunividapropias,yrespirara,semovierayexistieraporyparaotrapersona;ahoraquelefaltabasupadre, se apoyaba enGrahamyparecía sentir y existir a travésde él.Seaprendió en un periquete los nombres de todos sus compañeros de clase;

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conocíadememoriasuscaracteres,bastabaconqueGrahamselosdescribierauna vez. Nunca olvidaba ni confundía sus identidades; se pasaba la tardehablando con él de unas personas a las que jamás había visto, y parecíacomprenderplenamentesufísico,modalesytemperamento.Aprendióinclusoa imitar a algunos de ellos: un profesor adjunto, al que el joven Brettonaborrecía,teníaalparecerciertaspeculiaridades,queellacaptóenuninstantecuandoGraham lasdescribió,yque imitabaparadivertirlo.Sin embargo, laseñoraBrettonnoveíaestoconbuenosojosyseloteníaprohibido.

GrahamyPaulinanosepeleabancasinunca; seenfadaron, sinembargo,enunaocasiónenquelossentimientosdelaniñasufrieronundurogolpe.

CiertodíaGraham,conmotivodesucumpleaños,invitóaunosamigosdesumismaedadacenarencasa.Paulinase interesómuchopor la llegadadeestos compañeros, de los que había oído hablar amenudo; eran de los queGraham mencionaba con más frecuencia. Después de la cena, los jóvenescaballeros se quedaron solos en el comedor, donde pronto empezaron adivertirse y a armar bastante jaleo. Al pasar casualmente por el vestíbulo,encontréaPaulinasentadaenelpeldañomásbajodelaescaleraconlosojosfijosenlosrelucientespanelesdelapuertadelcomedor,dondesereflejabalaluz de la lámpara del vestíbulo; fruncía el pequeño entrecejo sumida eninquietasmeditaciones.

—¿Enquéestáspensando,Polly?

—Ennadaespecial;sóloque¡ojaláfueradecristalesapuertaypudieraveratravésdeella!Loschicosparecenmuyalegresymegustaríaestarconellos.MegustaríaestarconGrahamyverasusamigos.

—¿Yquételoimpide?

—Me da miedo. Pero ¿cree que puedo intentarlo? ¿Puedo llamar a lapuertaypedirquemedejenentrar?

Pensé que quizá a ellos no les importaría tenerla como compañera dejuegosy,poresemotivo,laaniméaseguiradelante.

Paulina llamóa lapuerta,demasiadosuavementealprincipioparaque laoyeran,peroésta seabriódespuésdeun segundo intento;Grahamasomó lacabeza;parecíademuybuenhumor,peromuyimpaciente.

—¿Quéquieres,monito?

—Estarcontigo.

—¿Ah, sí? ¡Ahora vas a venir tú a molestarme! Busca a mamá y a laseñoritaSnoweydilesqueteacuesten.

Lacabezarojizaylacaraencendidadesaparecieron;lapuertasecerróde

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golpe.Paulinasequedóatónita.

—¿Por qué me habla así? Nunca me había hablado de ese modo —exclamó,consternada—.¿Quélehehecho?

—Nada,Polly;peroGrahamestáocupadoconsusamigosdelcolegio.

—¡Ylosprefiereaellos!¡Amínomequiereporqueestánellos!

Pensé por un momento en consolarla, y aprovechar la ocasión parainculcarle algunas de las máximas filosóficas que yo atesoraba parasituacionescomoaquélla.Sinembargo,ellameloimpidió:setapólosoídosconlasmanosencuantoempecéahablaryluegosetumbóenlaesteraconlacara contra las losas del suelo; ni Warren ni la cocinera consiguieronarrancarla de esa posición, de modo que allí la dejamos hasta que decidiólevantarseporsísola.

Graham olvidó su irritación aquella misma noche, y se acercó a lapequeña,comodecostumbre,cuandosusamigossemarcharon;peroella sesoltódesumano,lofulminóconlamirada,noledeseóbuenasnoches,nilemiróalacara.Aldíasiguiente,éllatratóconindiferenciayellaseconvirtióenuntrozodemármol.Undíadespués,elmuchachoinsistióensaberquélepasaba; pero los labios de la niña continuaron sellados. Por supuesto, él noestaba enfadado: la disputa era demasiado desigual en todos los sentidos;Graham intentó mostrarse persuasivo y conciliador. «¿Por qué estabaenojada?». «¿Quéhabíahecho él?».Las lágrimasdePaulinano tardaron endarleunarespuesta;éllamimóunpocoyvolvieronaseramigos.Peroellanoera de las que olvidaban un incidente como aquél: observé que, después deaqueldesairedeGraham,novolvióabuscarloniaseguirlo,niasolicitarsuatenciónenmodoalguno.EnunaocasiónlepedíquellevaraunlibrooalgúnobjetoparecidoaGraham,queestabaencerradoensuestudio.

—Esperaré a que salga—dijo ella orgullosamente—. No quiero que semolesteenabrirlapuerta.

El jovenBretton teníaunponi favoritoconelquesolía saliramontar,yPollysiemprecontemplabasupartidaysuregresodesdelaventana.Ansiabaque ledieraunpaseoconél; peronadamás lejosde su intenciónquepedirsemejantefavor.Undíabajóalpatioparavercómoelmuchachodesmontaba;mientrasseapoyabaenlacancela,brillóensusojoseldeseodequeledieraunavuelta.

—Vamos, Polly, ¿quieres montar? —preguntó Graham con ciertaindiferencia.Demasiadaindiferencia,debiódepensarella.

—No,gracias—contestó,dándolelaespaldaconlamayorfrialdad.

—Puesdeberíasquerer—insistióél—.Tegustará,estoyseguro.

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—Meimportaunbledo—repusolaniña.

—No es cierto. Le dijiste a Lucy Snowe que estabas deseando dar unavuelta.

—LucySnoweesunachizmoza—laoídecir(suimperfectapronunciacióneralomenosprecozenella),antesdemeterseenlacasa.

Grahamentrópocodespuésycomentóasumadre:

—Mamá,¡quécriaturatanvoluble!Esunbichoraro,peromeaburriríasinella;esmuchomásdivertidaquetúoqueLucySnowe.

—Señorita Snowe —me dijo Paulina (había adquirido la costumbre decharlar a veces conmigo por las noches, cuando estábamos solas en eldormitorio)—,¿sabequédíadelasemanamegustamásGraham?

—¿Cómovoyasaberalgotanextraño?¿Hayalgúndíadelossieteenqueseadistinto?

—¡Pues claro! ¿Acaso no se ha dado cuenta? ¿No lo sabe? Para mí elmejoreseldomingo;pasa todoeldíaconnosotros,muy tranquilo,y,por latarde,estámuyamable.

Su observación no carecía de fundamento: después de ir a la iglesia ydemás, Graham se quedaba pacíficamente en casa, y dedicaba las tardes aalgún apacible, aunque más bien indolente, entretenimiento junto a lachimeneadelasala.TomabaposesióndelsofáyluegollamabaaPolly.

Grahamnoeraunchicocomolosdemás;nosólo legustaba laactividadfísica:eracapazdededicaralgunosratosalacontemplación;tambiénhallabaplacerenlalectura,ysueleccióndeloslibrosnocarecíadecriterio:reflejabano sólo ciertas preferencias sino también un gusto instintivo. Es cierto querarasveceshablabadeloqueleía,peroavecesloveíasentado,meditando.

Polly se colocaba a su lado, arrodillada en un pequeño cojín o en laalfombra, y los dos iniciaban una conversación en voz muy baja, pero noinaudible.Devezencuando llegabaamisoídosalgún retazo,yhededecirqueunainfluenciamejorymásdulcequeladelosdemásdíasdelasemanaparecíaapaciguaraGrahamenaquellosmomentosymejorarsuánimo.

—¿Hasaprendidoalgúnhimnoestasemana,Polly?

—Heaprendidounomuybonitodecuatroversos.¿Telodigo?

—Habladespacio,notengasprisa.

Una vez recitado el himno, o más bien salmodiado, con su vocecillacantarina,Grahamexpresabasusreparosyprocedíaadarlealgunosconsejos.Ellaaprendíadeprisay teníahabilidadpara imitarlo;además, sealegrabade

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complaceraGraham:eraunaalumnaaplicada.Alhimnoleseguíaunalectura,talvezalgúncapítulodelaBiblia;peroerararoqueéltuvieraquecorregirla,pueslaniñaleíamuybiencualquiernarraciónsencilla;ycuandoeltemaeracomprensibleparaellaycaptabasuinterés,suexpresividadysuénfasiseranrealmentenotables.Joséarrojadoalpozo,lallamadadeDiosaSamuel,Danielen el foso de los leones: ésos eran sus pasajes favoritos. Parecía entenderespecialmentebienelpatetismodelprimero.

—¡PobreJacob!—decíaavecesconlabiostemblorosos—.¡CuántoqueríaasuhijoJosé!Tanto,tanto,Graham—añadióenunaocasión—,comoyotequieroa ti.Si temurieras—y,aldeciresto,volvióaabrirel libro,buscóelversículoyloleyó—,«menegaríaelconsueloydescenderíallorandoalreinodelosmuertos».

Después de estas palabras, rodeó a Graham con sus pequeños brazos,acercando a ella la cabeza de larga cabellera. Recuerdo que este gesto mepareció extrañamente precipitado; como si hubiera visto a alguien acariciartemerariamente a un animal de peligrosa naturaleza y domesticado sólo amedias. No porque temiera que Graham le hiciera daño o la apartara conrudeza, sino porque pensé que corría el riesgo de ser rechazada condespreocupacióneimpaciencia, loqueparaellaseríapeorqueungolpe.Sinembargo, Graham solía recibir aquellas atenciones con pasividad: a veces,incluso,brillabaensusojosciertoasombroamableycomplacidoanteaquellasexageradasmuestrasdecariño.

—Mequieres casi tanto como si fuerasmi hermanapequeña,Polly—ledijoenunaocasión.

—¡Claroquetequiero!—respondióella—.Tequieromucho.

No me permitieron disfrutar mucho tiempo del estudio de su carácter.ApenasllevabaPaulinedosmesesenBrettoncuandollegóunacartadelseñorHome,enlaqueanunciabaquesehabíainstaladoconsusparientesmaternosen el Continente y que, como Inglaterra le resultaba ahora insoportable, nopensaba regresar,quizáenmuchosaños;yquedeseabaquesuhijaacudierainmediatamenteasulado.

—Nosécómosetomarálanoticia—exclamólaseñoraBrettondespuésdeleerlacarta.Tampocoyolosabíaydecidícomunicárseloenpersona.

Me dirigí al salón—estancia tranquila y bellamente decorada donde legustaba estar a solas, ydonde sepodía confiar en ella sin reservas, puesnotocabanada,omásbiennoensuciabanadadeloquetocaba—ylaencontrésentadaenunsofácomounapequeñaodalisca,medioocultaentrelasombrade loscortinajesdeunaventanacercana.Parecía feliz, rodeadade todas suslabores: el costurero demadera blanca, dos retales demuselina y un par de

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cintasquehabíarecogidoparahacerunsombreroasumuñeca.Éstayacíaensucuna,debidamentevestidaconungorrodenocheyuncamisón;Polly lamecíaparaquesedurmiera,comosiestuvieraconvencidadelacapacidaddesentirydedormirsedelamuñeca.Almismotiempo,contemplabaunlibrodeimágenesabiertosobresuregazo.

—Señorita Snowe —dijo en un susurro—, este libro es maravilloso.Candace —Graham había bautizado así a la muñeca, pues su tez oscurarecordabaaladeunaetíope—,Candaceestádormida,asíquepuedocontarlealgunascosasdeél;perotenemosquehablarbajitoparaquenosedespierte.Graham me dio este libro; describe países remotos… lejos, muy lejos deInglaterra,a losqueningúnviajeropuede llegar sinnavegarmilesdemillaspor el océano. En ellos viven hombres salvajes, señorita Snowe, que llevanropas muy distintas a las nuestras; lo cierto es que algunos casi no llevanropa…paraestarfrescos,¿sabe?,puestienenunclimamuycaluroso.Enestailustración se ve a muchos de ellos reunidos en un lugar desértico… unallanuracubiertadearena,alrededordeunhombrevestidodenegro,uninglésmuybueno,unmisionero,quepredicalapalabradeDiosbajounapalmera—meenseñóelpequeñograbadoencolor—.Yaquíhayunas ilustraciones—continuódiciendo—másextrañísimastodavía—avecesolvidabalagramática—.Está la fabulosaGranMurallaChina;yaquíhayuna señoradeesepaísconunospiesmáspequeñosquelosmíos.HayuncaballosalvajedeTartaria;yaquíestálomásrarodetodo,unatierradehieloynieve,sinverdespraderas,nibosques,nijardines.Enesatierra,seencuentranaveceshuesosdemamut;yanoquedanmamuts.Ustednosabeloqueeran,peroyopuedoexplicárseloporqueGrahamme locontó.Unaespeciededuendemuypoderoso, tanaltocomoestahabitaciónytanlargocomoelvestíbulo;peroGrahamnocreequefueranmuyferocesniquecomiesencarne.Piensaque,simeencontraraconunoenelbosque,nomemataría,amenosquemecruzarajustoensucamino;entoncesmepisotearíaentrelosarbustos,comoyopisaríaunsaltamontesenuncampodeheno,sindarmecuenta.

Ysiguiódivagandodeesemodo.

—Polly—leinterrumpí—,¿tegustaríaviajar?

—Todavíano—fuesuprudenterespuesta—,perotalvezdentrodeveinteaños,cuandoseaunamujertanaltacomolaseñoraBretton,mevayadeviajeconGraham.PensamosiraSuizaysubiralMountBlanck;yalgúndíairemosenbarcohastaSudaméricaycaminaremoshastalacimadelChim…Chim…borazo.

—Pero¿quétepareceríaviajarahora,encompañíadetupapá?

Surespuesta—trasunosinstantesdesilencio—pusodemanifiestounodeesosinesperadoscambiosdehumortancaracterísticosenella:

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—¿Paraquéhablardeesastonterías?—exclamó—.¿Porquémencionaapapá?¿Quéleimportamipapá?Ahoraqueempezabaaserfelizyanopensartantoenél;¡tendréqueempezardenuevo!

Letemblabanloslabios.Meapresuréadecirlequehabíallegadounacarta,yquesupadreescribíaenellaqueHarrietyPollydebían ir inmediatamenteconél.

—Yahora,¿noestáscontenta?—añadí.

No contestó. Soltó el libro y dejó demecer a sumuñeca; memiró congestograveysevero.

—¿Notegustaríavolverconpapá?

—Por supuesto —dijo al fin, con ese tono incisivo que solía emplearconmigo,yqueeramuydistintoalqueutilizabaconlaseñoraBrettonyconGraham.

Quiseaveriguarcuáleseransuspensamientos;perofueimposible:ellasenegóaseguirconversando.CorrióalladodelaseñoraBretton,lainterrogóyrecibiódeellalaconfirmacióndelanoticia.Bajoelpesoylaimportanciadeaquella nueva, estuvo terriblemente seria todo el día. Por la tarde, cuandooímosllegaraGraham,laencontrédeprontoamilado.Empezóaarreglarmelacintadelmedallónquellevabaalcuello,ymequitóymepusovariasveceslapeineta;mientrasseentreteníadeesemodo,entróGraham.

—Dígaselodentrodeunrato—mesusurróella—;dígalequemevoy.

A la hora del té, cumplí su petición. Dio la casualidad de que Grahamestabaaquellosdíasmuypreocupadoporunpremioescolaralqueaspiraba.Tuvequecomunicarledosveces lanoticiaparaatraersuatención,e inclusoentoncesselimitóahacerunbrevecomentario.

—¿Que Polly se va? ¡Qué lástima! Mi querida ratita, será una penaperderla.Tienequevolveravisitarnos,mamá.

Yapurandoeltérápidamente,cogióunavelayunapequeñamesaparaélysuslibros,ynotardóensumirseenelestudio.

«La ratita» se acercó a él sigilosamente y se tumbó a sus pies en laalfombra,bocaabajo;silenciosaeinmóvil,siguióenesaposturahastalahoradeacostarse.EnunmomentodadovicómoGraham—enabsolutoconscientedesuproximidad—laempujabaconsuinquietopie.Ellaretrocedióunpardepulgadas. Poco después, una manita salió de debajo del rostro que antesapretaba,yacariciósuavementeeldescuidadopie.Cuandosuniñeralallamó,se levantóyse fuemuyobediente trasdesearnosbuenasnochesa todosconvozapagada.

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Nodiréquetemíairmealacama,unahoramástarde;perolociertoesquemeencaminéalahabitaciónconelinquietantepresentimientodequenoibaaencontrar a la niña pacíficamente dormida.Aquella premonición se cumpliócuandolaencontré,muytristeydesvelada,posadacomounpájaroblancoenelbordelacama.Nosabíacómodirigirmeaella,pueseramuydiferentedecualquier otro niño; pero fue Polly quien se dirigió a mí. Cuando cerré lapuertaypuselavelaencimadeltocador,sevolvióhaciamíconestaspalabras:

—Nopuedo…nopuedodormir;ynopuedo…¡nopuedovivirasí!

Lepreguntéquéleocurría.

—¡Quéhorriblezu…frimiento!—exclamóconsulastimosoceceo.

—¿QuieresquellamealaseñoraBretton?

—Quétontería—respondióconimpaciencia;yyosabíamuybienque,sihubiera oído los pasos de la señora Bretton, se habría acurrucado bajo lassábanas y se habría quedado tan quieta como un ratón. Así como no lepreocupabamostrartodassusexcentricidadesdelantedemí—aquienapenasprofesaba algún cariño—, jamás dejaba vislumbrar su ser interior ante mimadrina;paraellanoeramásqueunamuchachitadócilyunpocoextraña.Laobservé; tenía lasmejillas de color carmesí, y los dilatadosojos, turbadosybrillantesalavez,dolorosamenteinquietos;eraobvioquenopodíadejarquecontinuaraeneseestadohastalamañanasiguiente.Adivinécuálpodíaserelremedio.

—¿Tegustaría volver a dar las buenas noches aGraham?—pregunté—.Aúnnosehaidoasuhabitación.

Ellaseapresuróaalargarlosbracitosparaquelacogiera.Laenvolvíenunchalylallevédenuevoalsalón.Grahamsalíaenaquelprecisoinstante.

—Nopuededormirsinverteyhablarcontigootravez—exclamé—.Nolegustalaideadedejarte.

—Lahemimadodemasiado—repusoéldebuenhumor,tomándolaensusbrazosparabesarlelacaritayloslabiosardientes—.Polly,ahoramequieresmásamíqueapapá…

—Yotequiero,perotúamíno—susurróella.

Grahamleasegurólocontrario,lavolvióabesar,meladevolvióyyomelallevéarriba;pero,desgraciadamente,nosehabíacalmado.

Cuandocreíquemeescucharía,ledije:

—Paulina, no deberías entristecerte porque Graham no te quiera tantocomotúloquieresaél.Hadeserasí.

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Ellaalzólavistaysusojosinquirieronelporqué.

—Porqueélesunmuchachoytúunaniña; tienedieciséisañosy túsóloseis;esfuerteyalegreytúmuydiferente.

—Perolequierotanto;éldeberíaquerermeunpoco.

—Ytequiere.Tetieneungrancariño.Eressufavorita.

—¿DeverassoylafavoritadeGraham?

—Sí,másquecualquierotraniñaqueyoconozca.

Estaafirmaciónlatranquilizó,ysonrióenmediodesuangustia.

—Pero—proseguí— no te preocupes ni esperes demasiado de él; de locontrariopensaráqueeresunengorroyseacabarátodo.

—¡Se acabará todo! —repitió ella en voz baja—. Entonces me portarébien.Intentaréserbuena,LucySnowe.

Lametíenlacama.

—¿Cree que me perdonará por esta vez? —preguntó, mientras yo medesvestía.

Leaseguréquesí;queélnohabíaperdidoenmodoalgunoelinterés;quesólodebíatenercuidadoenelfuturo.

—No hay futuro —dijo ella—. Me voy. ¿Volveré a verlo algún díacuando…cuandomevayadeInglaterra?

Lediunarespuestaquelaanimara.Despuésdeapagarlavela,transcurriómedia hora de silencio. Pensé que dormía, pero su pequeña figura blancavolvióaincorporarseenellechoysuvocecitapreguntó:

—¿LegustaGraham,señoritaSnowe?

—¿Quesimegusta?Sí,unpoco.

—¡Sólounpoco!¿Nolegustatantocomoamí?

—Creoqueno.No.Nocomoati.

—¿Legustamucho?

—Ya te he dicho que me gusta un poco. ¿Por qué habría de gustarmetanto?Estállenodedefectos.

—¿Deveras?

—Comotodosloschicos.

—¿Másquelaschicas?

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—Esmuyprobable.Laspersonas sensatasdicenqueesuna locura creerque alguien es perfecto; y por lo que se refiere a simpatías y antipatías,deberíamosseramablescontodoelmundoynoidolatraranadie.

—¿Ustedesunapersonasensata?

—Procuroserlo.Duérmete,anda.

—Nopuedodormir.¿Noledueleaquí—preguntó,poniéndosesumanitade elfo en el pecho—, cuando piensa que tendrá que separarse deGraham?Porqueéstanoessucasa,¿verdad?

—Claroqueno,Polly—dijeyo—;peronotendríaquedolertetanto,muyprontoestarásdenuevocon tupadre. ¿Acaso tehasolvidadodeél?¿Yanodeseassersupequeñacompañera?

Unsilenciosepulcralrespondióamipregunta.

—Vamos,pequeña,acuéstateyduerme—insistí.

—Micamaestámuyfría—replicó—.Noconsigocalentarla.

Viquelacriaturaestabatemblando.

—Venaquíconmigo—exclamé,conganasdequemeobedeciera,aunqueno lo esperaba, pues era una criatura de lo más extraña y caprichosa, y semostrabaespecialmentevolubleconmigo.

Vinoalinstante,sinembargo,comounpequeñofantasmaquesedeslizaraporlaalfombra.Lametíenmicama.Estabahelada;laabracéparadarlecalor.Temblaba de nerviosismo; hice cuanto pude por calmarla. Finalmente logréquesedurmiera,tranquilayabrigada.

«Unaniñaúnica»,pensé,contemplandosurostrodormidobajolavacilanteluzdelaluna;y,concautelaydulzura,enjuguésusbrillantespárpadosysusmejillas conmi pañuelo. «¿Cómo va a enfrentarse a la vida y a vencer lasdificultadesdeestemundo?¿Cómovaasoportarlascontrariedades,penasyhumillacionesque,segúnloslibrosymipropiojuicio,nosesperanatodoslosmortales?»

Paulinasemarchóaldíasiguiente;temblabacomounahojaaldespedirse,peroenningúnmomentoperdióeldominiodesímisma.

CapítuloIV

LaseñoritaMarchmont

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AlabandonarBretton,unassemanasdespuésdelapartidadePaulina—sinimaginarquenuncavolveríaavisitarlo,niapasearporsusviejasytranquilascalles—,medirigíacasatrasunaausenciadeseismeses.Cualquierasupondráque me alegraba de volver al seno familiar. Bueno… como esta amableconjeturanohacedañoanadie,talveznoseanecesariodesmentirla.Lociertoesque,lejosdenegarlo,permitiréqueellectormeimagine,durantelosochoañossiguientes,comounabarcadormitandoenmediodeunaidílicabonanza,en un puerto de aguas apacibles y cristalinas, con el timonel tendido en lapequeñacubierta,el rostrovueltohaciaelcieloy losojoscerrados: sumido,por así decirlo, en una larga plegaria. Se supone que un gran número demujeresyjovencitaspasanlavidadeesamanera,¿porquénoincluirmeamí?

Así,pues,imagínameociosa,regordetayfeliz,tendidasobreunacómodacubierta,alcalordeunsolconstante,mecidaporbrisasdesuaveindolencia.Sinembargo,nopuedoocultarque,deserasí,enalgúnmomentoyodebídecaerporlaborda,oelbotesehundió.Recuerdodemasiadobienunperíodo,un largo período, de frío, peligro y discordia. Y aún hoy, cuando tengopesadillas, siento el azote salobre de las olas en mi garganta y su heladapresiónenmispulmones.Séinclusoquehubounatormenta,quenoselimitóadurarundíaounahora.Pasarondíasynochesenlosquenosalieronnielsolni lasestrellas;arrojamosconnuestraspropiasmanos losaparejospor laborda; unaviolenta tempestad se abatió sobrenosotros; y toda esperanzadesalvación se desvaneció. Finalmente, el barco se hundió y la tripulaciónpereció.

Que yo recuerde, no me quejé a nadie de mis dificultades. Pues, enrealidad,¿aquiénpodíaquejarme?Hacíamuchotiempoquenosabíanadadela señora Bretton. Ciertos obstáculos, levantados por terceras personas, sehabíaninterpuestoennuestrarelación,cortándola.Además,elpasodeltiempotambiénhabíatraídocambiosparaella:segúndecían,loscuantiososbienesdelos que era depositaria en nombre de su hijo, y que se habían invertidoprincipalmente en acciones, se habían reducido hasta convertirse en unapequeñapartede lacuantía inicial.Oícasualmenteel rumordequeGrahamhabíaelegidounaprofesión,yhabíaabandonadoBrettonconsumadrepararesidirenLondres.Demodoquenoteníaanadieaquienacudirenbuscadeayuda; sólo podía contar conmigomisma. No creo quemi naturaleza fueraindependiente o activa, pero las circunstancias me empujaron a laindependenciaya la acción, como lesocurrea tantaspersonas;y cuando laseñorita Marchmont, una dama soltera de la vecindad, envió a buscarme,atendí su petición con la esperanza de queme ofreciera una trabajo que yopudieradesempeñar.

LaseñoritaMarchmonteraunamujeradineradaquevivíaenunahermosamansión,perohacíaveinteañosqueelreumatismolahabíaconvertidoenuna

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inválida,incapazdemovermanosypies.Siempreestabaenelpisodearriba:su salón era contiguo al dormitorio. Yo había oído hablar a menudo de laseñoritaMarchmontydesusrarezas(teníafamadesermuyexcéntrica),perono la había visto nunca.Me encontré con una anciana arrugada de cabellosgrises, a la que la soledadhabía vuelto adusta y un sufrimientoprolongado,severa,irritable,yquizáexigente.Alparecerladoncella,omásbienladamade compañía, que la había cuidado durante varios años estaba a punto decasarse;alenterarsedeloapuradodemisituación,habíaenviadoabuscarmeconlaideadequereemplazaraaesapersona.Melopropusodespuésdetomarelté,cuandoestábamoslasdossolas,sentadasjuntoalachimenea.

—Noseráunavidafácilparausted—medijocontodasinceridad—,puesrequiero mucha atención y tendrá que pasar mucho tiempo encerrada; sinembargo,talvezleparezcaunaexistenciatolerablecomparadaconlaquehallevadoúltimamente.

Reflexioné.Deberíaparecerme tolerable, pensé;pero,por algunaextrañafatalidad,supequenolosería.¡Vivirenaquellahabitacióncerrada,testigodesu sufrimiento y, quizá en ocasiones, de sus arrebatos de genio, durante elrestodemi juventud,cuandolosprimerosañosdeéstahabíansidotanpocodichosos! Por unos instantes, se me encogió el corazón, luego recobré elánimo;pues,aunquemeesforzabaporconsiderarlonegativo,erademasiadorealistaparaidealizarloy,enconsecuencia,paraexagerarlo.

—Nosésitendréfuerzassuficientes—señalé.

—Ésaesmiúnicaduda—dijoella—,noparecetenermuchasalud.

Era cierto. Me vi reflejada en el espejo con mi traje de luto, como unespectropálidoyojeroso.Peronomepreocupabaaquella lúgubrevisión.Elmal,creíayo,erasobretodoexterno;aúnsentíaelimpulsovitalenmiinterior.

—¿Quéotracosatieneenperspectiva?

—Nadaconcretotodavía;peroesposiblequeencuentrealgo.

—Esopiensa;talveztengarazón.Pruebeahacerlascosasasumodoy,sinotieneéxito,vuelvaaverme.Miofertaseguiráenpietresmeses.

Eramuygenerosoporsuparte.Selodijeyexpresémigratitud.Mientrashablaba, le acometió un paroxismo de dolor.Me apresuré a atenderla; hicetodolonecesario,siguiendosusinstruccionesy,cuandosesintióaliviada,yase había creado entre nosotras una especie de intimidad.Yo comprendí, porcómohabíaaguantadoelataque,queeraunamujerfirmeypaciente(pacientecon el dolor físico, aunque quizá irritable a veces por el largo sufrimientomental);yelladescubrió,porlabuenavoluntadconquelasocorrí,quepodíadespertar mi simpatía (si se la podía llamar así). Me mandó llamar al día

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siguiente;yreclamómicompañíacincooseisdíasseguidos.Unarelaciónmásestrecha,sibiendesvelótantodefectoscomoexcentricidades,mepermitióalmismotiempodescubriruncarácterqueerafácilrespetar.Aunqueavecessemostrabaseveray taciturna,podíaatenderlay sentarmeensucompañíaconesacalmaquesiemprenosenaltececuandopercibimosquenuestrosmodales,nuestrapresenciaynuestrocontactocomplacenytranquilizanalaspersonasalasqueatendemos.Inclusocuandomereñía—loquehacíadevezencuandocon gran aspereza—, sus palabras no resultaban humillantes ni ofensivas;parecíaunamadre irascible regañandoasuhija,nounaseñora intransigentesermoneandoaunacriada:desdeluegonosermoneaba,aunquealgunasvecesmontaba en cólera. Además, siempre había cierta racionalidad en susarrebatos: era lógica incluso cuando estaba furiosa. Al poco tiempo, unsentimientocrecientedeafectoempezóaarrojarunanuevaluzsobrela ideadesersucompañera;alcabodeotrasemana,aceptéquedarmeasulado.

Asífuecomodossofocanteshabitacionescontiguasseconvirtieronenmimundo;yunaviejainválidaenmiseñora,miamiga,mi…todo.Servirlaeramideber;sudolor,misufrimiento;sualivio,miesperanza;suira,micastigo;suestima,mirecompensa.Olvidéquehabíacampos,bosques,ríos,maresyuncieloquecambiabaalotroladodeloscristalesempañadosdesuhabitacióndeenferma; casi me alegraba de no recordarlo. En mi interior, todo seempequeñeció para amoldarse a mi suerte. Dócil y callada por costumbre,disciplinada por el destino, no reclamaba paseos al aire libre; y mi apetitoparecía conformarse con las minúsculas raciones que servían a la inválida.Además, podía estudiar la originalidad de su carácter: no sólo sus virtudesinalterables, sino también la intensidad de sus pasiones, que resultabanadmirables, y la sinceridadde sus sentimientos, en losque sepodía confiar.TodoesoteníalaseñoritaMarchant,yportodoesomeaferréaella.

Yhabría seguidoarrastrándomea su ladoveinte añosmás, si suvidadesufrimiento se hubiera prolongado ese período. Pero no estaba escrito quefueraasí.Eracomosieldestinoquisieraempujarmea laacción.Acosarme,espolearme, obligarme a ser enérgica por la fuerza. Mi pequeña ración deafectohumano,tanimportanteparamícomounasólidaperla,debíaderretirseen mi mano y deslizarse entre mis dedos como una piedra de granizo aldisolverse.Lapequeña responsabilidadadquiridahabíade serlearrebatadaami conciencia, que se contentaba fácilmente. Había querido llegar a unacuerdoconelDestino:escaparagrandes sufrimientos sometiéndomeaunavidadeprivaciónypequeñossacrificios.PeroelDestinonopodíaaplacarseasí; y tampoco iba a aprobar laProvidencia aquellapereza timorata, aquellacobardeindolencia.

Unanochedefebrero—lorecuerdobien—seoyóunavozcercadelacasadelaseñoritaMarchmont;laescucharontodossushabitantes,pero,quizá,sólo

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supo interpretarla una persona. Después de un tranquilo invierno, lastormentasseñalabanelcomienzodelaprimavera.HabíaacostadoalaseñoritaMarchmontycosíasentadajuntoalfuego.Elvientoazotabalasventanas:nohabía dejado de ulular en todo el día. Pero, al oscurecer, adquirió un tononuevo,unacentoagudoypenetrante,casiperceptibleparaeloído.Unaquejadesconsolada y lastimera, crispante para los nervios, vibraba en cada nuevaráfaga.

—¡Silencio!—musité con nerviosismo, dejando la labor e intentando envano quemis oídos no oyeran aquel gemido sutil y penetrante. Había oídoaquelmismo lamento con anterioridad, y una observación forzosame habíallevadoaelaboraruna teoríasobre loquepresagiaba.En tresocasionesa lolargo de mi vida, los acontecimientos me habían enseñado que aquellosextrañossonidosenmediodelatormenta,aquelgritoinquietoydesesperado,anunciabanlallegadadeunaatmósferamuypocopropiciaparalavida.Estabaconvencidadequeunvientodelestejadeante,lloroso,atormentado,lastimero,eraamenudoheraldodeenfermedadesepidémicas.Deahísurgía,deduje, laleyendadeBanshee.Creíahabernotado,asimismo(aunquenoeralobastanteavezada en filosofía para saber si existía alguna relación entre esascircunstancias), que amenudo teníamos noticia almismo tiempo de gravesactividades volcánicas en lejanos lugares, o de ríos que se desbordabanrepentinamente,odeextrañasmareasqueinundabanconfurialascostasbajas.«Nuestro planeta—me decía— parece desgarrarse y sumirse en el caos enesos períodos; los débiles desaparecen bajo el aliento abrasador de losvolcanesllameantes».

Yoescuchaba,temblando;laseñoritaMarchmontdormía.

Alrededordelamedianoche,latormentaamainó,ymediahoramástardereinabaunsilenciosepulcral.Elfuego,convertidoenrescoldos,seavivóconintensidad.Noté un cambió en el aire y agucé los sentidos.Alcé persiana ycortinaparamirarporlaventana,yvienlasestrellaselaceradobrillodeunaintensahelada.

Alvolverme,misojosseposaronenlaseñoritaMarchmont,quesehallabadespierta,tratandodelevantarlacabezaymirándomeconunagravedadpocohabitual.

—¿Hacebuenanoche?—preguntó.

Respondíafirmativamente.

—Eso me parecía —dijo ella—, me siento tan fuerte… tan bien…Ayúdeme a incorporarme. Me siento joven esta noche —añadió—, joven,feliz,debuenhumor.¿Ysimienfermedadcedierayyoestuviesedestinadaadisfrutaraúndeciertasalud?¡Seríaunmilagro!

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«Yéstanoesépocademilagros»,penséyo,extrañadadeoírlahablarasí.Ella dirigió la conversación hacia el pasado, cuyos incidentes, escenarios ypersonajesparecíarecordarconsingularviveza.

—Estanoche,¡cuánimportanteesparamílaMemoria!—exclamó—.Laconsideromimejoramiga.Enestosinstantesmeproporcionaungranplacer;ydevuelveamicorazón,deunmodohermosoyvívido,ciertasrealidades…nomerasideasvacías…sinoloqueenotrotiempofueronrealidades,yqueyohacíamuchotiempoquecreíamuertas,desvanecidas,mezcladasconelpolvode la sepultura. Revivo las horas, los pensamientos, las esperanzas de mijuventud. Siento renacer el amor demi vida,mi único amor, casimi únicoafecto, pues no soy una mujer especialmente bondadosa ni afable. Sinembargo, he experimentado sentimientos muy intensos, y esos sentimientosteníanundestinatario,aquienyoqueríatantocomolamayoríadeloshombresy las mujeres quieren a los seres innumerables en los que desperdician suamor.Mientrasaméyfuiamada,¡quéfelizfuemiexistencia!¡Conquévivezavuelveamíaquelañotanglorioso!¡Quéprimaveratanhermosa!¡Quéveranotan cálido y alegre! ¡Cuán suave era la luz de la luna, bañando de plata lasnochesotoñales! ¡Quéardienteera laesperanzabajo lasaguasheladasy loscamposcubiertosdeescarcha!Durantetodoaquelaño,micorazónvivióporyparaFrank.¡MinobleFrank,milealFrank,mibuenFrank!Muchomejorqueyo,¡cuánelevadoseransusideales!Esalgoquecomprendoyquedigoahora:sipocasmujereshansufridoloqueyoconsupérdida,pocasdisfrutaroncomoyoconsuamor.Eraunamorporencimadelocomún;nodudabadeélnideFrank. Era un amor que honraba, protegía y elevaba, además de llenar defelicidadalamujerquelorecibía.Megustaríacomprender…ahoraqueestoytan extrañamente lúcida, ¿por qué me fue arrebatado? ¿Por qué crimen fuicondenada, después de doce meses de dicha, a soportar treinta años deaflicción?

»No lo sé —prosiguió tras una pausa—. Soy incapaz de entender elmotivo; sin embargo, en este momento puedo decir con sinceridad lo quenunca me había atrevido a afirmar antes: ¡Inescrutable Señor, hágase Tuvoluntad!YestoyconvencidadequelamuertemedevolveráaFrank.Jamáslohabíacreídohastaahora.

—Entonces,¿élmurió?—preguntéenvozbaja.

—Mi querida niña—respondió ella—, una felizNochebuename vestí yarreglé con esmero, confiando en que mi amado, que muy pronto seconvertiría en mi marido, fuera a visitarme aquella noche. Me senté aesperarle.Aúnmepareceestarallí…yveoelnevadocrepúsculoatravésdelaventanaconlascortinasdescorridas,puesdeseoverllegaraFrankcabalgandoporelblancosendero;veoysiento lasuave luzde la lumbre,calentándomemientras juegaconmivestidodeseda, reflejandocaprichosamentemi joven

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figuraenunespejo.Veolalunadeunaapaciblenocheinvernal—llena,clarayfría—,flotandosobrelaoscuramasadearbustosyelcéspedplateadodemisjardines.Esperoconciertaimpacienciaenmipulso,ysobretodoenmipecho.Las llamas se habían apagado en la chimenea, pero las brasas continuabanvivas; la lunabrillabaen loalto,peroaún resultabavisibledesde lacelosía;eran casi las diez; no solía llegarmás tarde de esa hora, pero en un par deocasionessehabíademorado.

»¿Ibaafallarmeporprimeravez?No…nisiquieraunavez;yporfinseacercaba,cabalgandomuydeprisapararecuperareltiempoperdido.“¡Frank,jinete temerario!—pensé, oyendo alegre e inquieta cómo se aproximaba algalope—. Te reprenderé por esto. Te diré que es mi vida la que pones enpeligro;puestodolotuyoesmío,peromuchomásquerido.”Allíestaba:pudeverlo,perodebíadetenerlosojosllenosdelágrimas,puesmivisióneramuyborrosa. Divisé el caballo; lo oí piafar… y finalmente distinguí una masaoscura;entoncesresonóunclamor.¿Erauncaballouotracosaextrañamentelúgubreloqueavanzabaarastrasporelcésped?¿Cómodarnombrealoquela luna iluminabaantemisojos?¿Cómoexpresarelsentimientoqueaquellodespertabaenmí?

»Lo único que pude hacer fue salir corriendo. Un animal enorme, elcaballonegrodeFrank,temblaba,jadeabayresoplabadelantedelapuerta;unhombrelosujetaba:penséqueeraFrank.

»“¿Qué ocurre?”, pregunté. Thomas, mi criado, me respondió conbrusquedad:“Entreencasa, señorita”.Y luego llamóaotracriadaque llegócorriendode la cocinacomosiobedecieraaunpresentimiento: “Ruth, llevainmediatamenteacasaalaseñorita”.Peroyoestabaarrodilladaenlanieve,alladodealgoqueyacíaallí,yqueyohabíavistoarrastrarseporelsuelo…algoquesuspiróygimiócontramipechocuandololevantéyloatrajehaciamí.Noestaba muerto; no había perdido el conocimiento. Hice que lo llevaran alinteriordelacasa;meneguéarecibirórdenesyaalejarmedeél.Estabamuyserena, no sólo para ser dueña de mí misma, sino también de los demás.Habían intentado tratarme como a una niña, como se hace siempre con laspersonas a las que golpea la mano de Dios, pero no dejé que nadie se leacercaraexceptoelmédico,ycuandoéstehubohechocuantopudo,mequedéa solas conmi agonizanteFrank.Tuvo fuerzas suficientespara abrazarmeypronunciar mi nombre; me oyó rezar quedamente a su lado; sintió mipresenciacuandoleconsoléconternura.

»“María—exclamó—,muero en el Paraíso.” Con su último aliento,mededicópalabrasdeamor.CuandoamanecióeldíadeNavidad,miFrankestabaalladodelSeñor.

»Y eso —añadió— ocurrió hace treinta años. He sufrido mucho desde

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entonces. Creo que no he sabido sacar provecho de mis infortunios. Unanaturaleza dulce y amable se habría perfeccionado hasta la santidad; unespíritumalignoyfuertesehabríaconvertidoenundemonio;encuantoamí,sólohesidounamujeregoístayamargada.

—Hahechoustedmuchobien—dijeyo,pueslaseñoritaMarchmonteraconocidaporlagenerosidaddesuslimosnas.

—No he escatimado el dinero, quiere usted decir, cuando con él podíamitigarunaaflicción.¿Yqué?Nomecostabaesfuerzonidoloralguno.Perosé que, a partir de estemomento,mi estado de ánimomejorará, pues he deprepararmeparareunirmeconFrank.Comove,sigopensandomásenFrankqueenDios,yamenosqueamartanto,durantetantotiempoydeformatanexcluyente a otro ser humano, no resulte una blasfemia contra el Creador,pocassonmisesperanzasdesalvación.¿Quéopinadeestascosas,Lucy?Seamicapellánydígamelo.

Fuiincapazdecontestarasupregunta.Mefaltabanlaspalabras.Peroellapareciócreerquesílohabíahecho.

—Tienerazón,hijamía.DebemosreconocerqueDiosesmisericordioso,aunque no siempre comprendamos sus designios. Debemos aceptar nuestrasuerte,seacualsea,ytratardehacermásdichosaladelosdemás.¿Noestádeacuerdo? Pues bien, mañana empezaré con usted. Intentaré hacer algo paraayudarla, Lucy, algo que la beneficie cuando yomuera. Ahorame duele lacabezadetantohablar;peromesientofeliz.Acuéstese.Elrelojestádandolasdos.Qué tarde se acuesta usted; omejor dicho, hasta qué tarde la obligo aquedarse con mi egoísmo. Pero váyase ahora; deje de preocuparse por mí;tengolasensacióndequedescansarébien.

Pareció disponerse a dormir. Yo también me retiré a mi cama, en unapequeña alcoba contigua a su habitación. La noche transcurrió tranquila; lamuerte debió de sorprenderla en silencio, pacíficamente y sin dolor: a lamañana siguiente apareció sin vida, casi fría, pero con expresión serena yapacible. La excitación y el cambio de humor de la víspera habían sido elpreludio de su final; un ataque bastó para cortar el hilo de una existenciasumidatantotiempoenlaaflicción.

CapítuloV

Pasandopágina

Cuandomiseñoramurió,meencontrédenuevosolaytuvequebuscarotracolocación. En aquella época debía de tener los nervios un poco—sólo un

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poco— alterados. Reconozco que no tenía buen aspecto; por el contrario,estabamuydelgada,ojerosaydemacrada,comoquienpasalasnochesenvela,sehavistoobligadoatrabajarenexceso,oestáendeudadoysinempleo.Noteníadeudas, sin embargo;ni tampocoestabaen lamiseria,pues, aunque laseñorita Marchmont no había tenido tiempo de legarme nada (como habíadicho antes de morir que era su intención), después del funeral, su primosegundoyherederomepagóescrupulosamentemisalario.Eraunhombreconpintadeavaricioso,connarizalargaday frenteestrecha,que, segúnoídecirmucho después, acabó siendo realmente avaro: todo un contraste con sugenerosa pariente, y unamancha en su recuerdo, todavía venerado hoy porpobres y necesitados. Así, pues, con quince libras en el bolsillo y, aunqueagotada,conbuenasaludyparecidoánimo,lociertoesque,encomparaciónconotraspersonas,misituaciónpodíaconsiderarseenvidiable.Sinembargo,no dejaba de ser al mismo tiempo embarazosa, como comprendí con todacrudezaciertodía,unasemanaantesdetenerqueabandonaraquellacasasinhaberencontradounlugardondealojarme.

Enesedilema,sinnadiemásaquienrecurrir,decidípedirconsejoaunaantiguacriadadenuestrafamilia;enotrotiempominiñera,eraahoraamadellavesenunagranmansióncercanaaladelaseñoritaMarchmont.Paséunashorasconella;meofrecióconsuelo,perono supoquéaconsejarme.Sumidaaún en la oscuridad, me despedí de ella al llegar el crepúsculo; tenía pordelanteunpaseodedosmillas;lanocheeraclarayhacíamuchofrío.Apesardelasoledad,delapobrezaydelaconfusión,conelcorajeyelvigordeunajuventudqueaúnnohabíacumplidoveintitrésveranos,micorazónlatíaalegrey decidido. No flaqueaba, estoy segura, de lo contrario habría tembladoduranteaquelpaseosolitarioatravésdecampossilenciosossinaldeas,granjasnipequeñascasas;mehabríaaterrorizadolaausenciadeluna,puessólopodíaseguir el oscuro sendero con la ayudade las estrellas; ymehabría asustadoaúnmáslainsólitapresenciadealgoqueresplandecíaenelnorte,unmisterioen movimiento: la Aurora Boreal. Pero aquella solemne desconocida noaumentómistemores,sinoqueparecióinfundirmeunnuevovigor.Absorbílaenergíade labrisacortanteque soplabaen suestela.Unpensamientoaudazacudióamiimaginación;miespíritusehabíafortalecidoparaaceptarlo:

—Abandonaestadesolación,yvetelejos.

—¿Adónde?—fuemipregunta.

No tuvequebuscarmuy lejos: apartando lamirada de aquella parroquiaruralenlafértilllanuradelcentrodeInglaterra,viamialcanceloquenuncahabíacontempladoconmisojos;viLondres.

Aldíasiguienteregreséalamansiónypedídenuevoveralamadellavesparacomunicarlemiplan.

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LaseñoraBarrett eraunamujer seriay juiciosa, aunqueapenas sabíaunpocomásdelmundoqueyo;apesardesuseriedadysubuenjuicio,nomeacusó de haber perdido la razón. No hay duda de que mi aplomo me haprotegido siempre al igual que una capa con capucha de sencilla lana gris,pues gracias a él he podido coronar con impunidad, e incluso aprobación,ciertashazañasque,dehabersidointentadasconagitaciónynerviosismo,mehabríanconvertidoalosojosdemuchosenunasoñadorayenunafanática.

El ama de llaves desgranaba lentamente algunas dificultades, mientrascortaba cortezas de naranja para hacer mermelada, cuando un niño pasócorriendo junto a la ventana y entró saltando en la habitación. Era un niñoprecioso,ycuandoseacercóamíriendoybailando,puesnosconocíamosdevista(sumadre,unajovencasada,erahijadelosdueñosdelacasa),losentéenmisrodillas.Pesealodistintaqueeranuestraposiciónsocial,lamadredeaquelniñoyyohabíamossidocompañerasdecolegio,cuandoyoeraunaniñadediezañosyellaunaseñoritadedieciséis;larecordaba—guapa,perotorpe—enunaclaseinferioralamía.

Estaba admirando los preciosos ojos negros del niño cuando entró sumadre,lajovenseñoraLeigh.¡Quéhermosasehabíavueltolamuchachabellayafable,perodeescasointelecto!¡Ycuánbondadosaparecía!Elmatrimonioylamaternidaderanloscausantesdeaquelcambio,quemástardehevistoenotrasmujeresmenosprometedorasqueella.Amíparecíahabermeolvidado.Yotambiénhabíacambiado;aunquenoamejor,metemo.Nohiceelmenorintentopordespertarsurecuerdo,¿paraqué?Veníaabuscarasuhijoparaquelaacompañaraadarunpaseo,ydetrásdeellaentróunaniñeraconunbebé.Mencionoeste incidentesóloporque,aldirigirsea la joven, laseñoraLeighhabló en francés (un francés horrible, dicho sea de paso, y con un acentoincorregible que me recordó nuestros días escolares); descubrí así que laniñera era extranjera. El pequeño también parloteaba francés con soltura.Cuandosehubomarchadoelgrupo, la señoraBarrettcomentóquesu jovenama había traído a aquella niñera hacía dos años, después de un viaje alContinente;quelatratabancasitanbiencomoaunainstitutriz,yquenoteníamás obligaciones que pasear con el bebé y hablar francés con el señoritoCharles; y «dice que haymuchas inglesas tan bien colocadas como ella enfamiliasextranjeras»,concluyólaseñoraBarret.

Yomeguardéaquella informacióncasualconelmismocuidadoconquelasamasdecasaatesoranretalesinútilesenapariencia,paralosquesuespírituprevisor adivina un posible uso en el futuro.Antes de despedirme,mi viejaamigamedioladireccióndeunaantiguayrespetableposadadeLondresque,segúnafirmó,solíanfrecuentarantañomistíos.

Al marcharme a esta ciudad, corría menos riesgos y mostraba menosiniciativadelosqueellectorpuedasuponer.Dehecho,estabasóloacincuenta

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millasdedistancia.Teníadinerosuficienteparair,subsistirunoscuantosdías,einclusoregresarsinoencontrabanadaquemeindujeraaquedarme.Paramí,eran unas breves vacaciones otorgadas por una vez a mis extenuadasfacultades,másqueunaaventuraavidaomuerte.Nohaynadacomotomarseloqueunohaceconmoderación:aportaserenidadanuestrocuerpoyanuestroespíritu;mientrasquelasideasgrandilocuentestiendenasumiraambosenunestadofebril.

Cincuentamillassuponíanenaquellaépocaundíaenterodeviaje(pueshapasadomuchotiempodesdeentonces:miscabellos,queresistieronhastamuytardelaescarchadeltiempo,sonahorablancosbajomicofiablanca,comolanieve bajo la nieve). Llegué a Londres hacia las nueve de la noche de unlluviosodíadefebrero.

Sémuy bien quemi lector nome daría las gracias por una descripciónpoética y detallada demis primeras impresiones, y tantomejor así, pues notuve tiemponi humor para albergar tales sentimientos; lleguémuy tarde, enunanocheoscura, fríay lluviosa,aunaBabilonia laberíntica,cuyavastedadinexplorada puso a prueba, y en grado sumo, cualquier claridad depensamientooenterezaquelaNaturalezapudierahabermeconcedido,afaltadecualidadesmásbrillantes.

Cuando me apeé de la diligencia, el extraño acento de los cocheros ydemás personas que allí esperaban resonó en mis oídos como una lenguaextranjera. Jamás había oído el inglés destrozado de aquella manera. Sinembargo,conseguíentenderlosyhacermeentenderlosuficienteparaquemellevaran, junto conmi baúl, a la antigua posada cuya dirección tenía. ¡Quédifícil, opresiva y desconcertante me pareció entonces mi escapada! PorprimeravezenLondres,porprimeravezenunaposada,agotadatraselviaje,confusa por la oscuridad, paralizada de frío, sin la experiencia ni la ayudanecesariasparasabercómoactuar,y,sinembargo,obligadaahacerlo.

Dejé el asunto en manos del Sentido Común. Pero éste se hallaba tanaterido y desorientado comomis demás facultades, y sólo espoleado por lainexorable necesidad fue capaz de cumplir irregularmente su cometido.Hostigadoporlascircunstancias,pagóalmozo:dadalacrisis,nolerecriminédemasiadoquesehubieradejadoengañardeunmodo tandescarado.Luegopidióunahabitaciónalcamarero;llamótímidamentealacriada;y,loqueesmás, soportó sin dejarse intimidar del todo el comportamientoextremadamentedesdeñosodeesajovendamacuandosedignóaparecer.

Recuerdo que aquella camarera era el típico ejemplo de belleza yrefinamientociudadanos.Eratanesbeltosutalleytanelegantessucofiaysuvestido que me pregunté cómo los habrían fabricado. Su tono afectado yelocuente parecía darle autoridad para condenar elmío; su cuidado atuendo

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reflejabaunclarodesdénhaciamisencillavestimentaprovinciana.

«Bueno, no tiene remedio—pensé—, y además, tanto el lugar como lascircunstanciassonnuevosparamí;yamejoraré».

Sin perder el aplomo ante aquella arrogante camarera, y conduciéndomedelmismomodoanteelcamarerodechaquetanegra,cuelloblancoyaspectode clérigo, logré que me trataran con cortesía al cabo de poco tiempo.Supongo que al principio creyeron que era una sirvienta, pero no tardaronmucho en cambiar de opinión y adoptar un tono entre condescendiente yamable.

Conservélacalmahastaquetoméunpequeñorefrigerio,mecalentéjuntoal fuegoymeencerréenmihabitación;pero,cuandomesentéal ladode lacamayapoyélacabezaylosbrazossobrelaalmohada,meinvadióunagrancongoja.Misituaciónsealzódeprontoantemícomounfantasma:anómala,sombría,casidesesperada.¿Quéhacíayosolaenel inmensoLondres?¿Quéharíaalamañanasiguiente?¿Cuáleseranmisperspectivasenlavida?¿Quéamigosteníaenelmundo?¿Dedóndevenía?¿Adóndedebía ir?¿Quédebíahacer?

Mis lágrimas empaparon la almohada, mis brazos y mis cabellos. Unoscurointervalo,dominadoporlosmásamargospensamientos,siguióaaquelarrebato;peronomearrepentíadelpasoquehabíadado,niqueríadesandarlo.Lavagaconviccióndequeeramejorseguiradelantequeretroceder,ydequepodía seguir adelante… de que con el tiempo se abriría un camino, porangosto y difícil que fuera, prevaleció sobre cualquier otro sentimiento;graciasasuinfluencia,logréserenarmelosuficienteparadecirmisplegariasyacostarme.Acababa de apagar la vela y de tenderme en la cama cuando unsonido grave y poderoso retumbó enmedio de la noche.Al principio no loreconocí, pero se repitió doce veces, y al oír la colosal campanada y elvibrantetañidoporduodécimavez,pensé:«DuermoalabrigodelacatedraldeSaintPaul».

CapítuloVI

Londres

Al día siguiente era uno demarzo, y cuandome desperté,me levanté ydescorrílacortina,vielsolnacienteluchandoconlaniebla.Porencimademicabeza,sobrelostejadosdelascasas,casialaalturadelasnubes,diviséunamasa imponente y esférica de color azul oscuro: LACÚPULA.Mientras lacontemplaba,sentícómomeembargabalaemoción,ylasalasdemiespíritu,

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siempre encadenadas, parecieron desplegarse casi libres; me invadió unaextraña sensación, como si yo, que jamás había vivido de verdad, estuvierafinalmente a punto de saborear la vida; aquellamañana,mi alma creció tandeprisacomolaplantadericinodeJonás.

«He hecho bien en venir —pensé, antes de vestirme con prontitud yesmero—.Megusta la energíaque rodeaestagranciudad». ¿Quién sinouncobarde pasaría toda su vida en la aldea y abandonaría para siempre susfacultadesenlavorazherrumbredelaoscuridad?

Una vez vestida, bajé sin el desaliño y el cansancio del viaje, fresca yaseada. Cuando el camarerome trajo el desayuno, logré dirigirme a él conaplomoyserenidad,peroen tonoalegre;conversamosdurantediezminutos,enlosquellegamosatrabarunprovechosoconocimientomutuo.

Eraunhombremayordecabellosgrisesy,alparecer,llevabaveinteañostrabajandoallí.Alenterarme,tuvelacertezadequerecordaríaamisdostíos,CharlesyWilmot,quehabíanfrecuentadoaquellaposadaquinceañosantes.Mencionésusnombres;seacordabamuybiendeellos,yconrespeto.Despuésdeexplicarlenuestroparentesco,miposiciónquedóclaraparaél,ysobreunabuenabase.SeñalóquemeparecíamuchoamitíoCharles;supongoqueeracierto, porque la señora Barrett solía decir lomismo. Una cortesía atenta yservicialreemplazósuactitudanterior,desagradablementedubitativa;apartirdeentoncesnovolvióafaltarunarespuestaamableaunapreguntasensata.

La ventana de mi saloncito daba a una calle estrecha y muy tranquila,bastantelimpia;losescasostranseúnteseranigualesalosdecualquierciudadde provincias: no había nada que pudiera intimidarme; supe que podíaaventurarmeasalirsola.

Abandonélaposadadespuésdedesayunar.Mesentíaradiante:pasearsolaporLondres era toda una aventura.No tardé en encontrarme en PaternosterRow, uno de los lugaresmás típicos. Entré en la librería de un tal Jones ycompréunpequeñolibro,undespilfarroquenopodíapermitirme;peropenséque algún día podría regalárselo o enviárselo a la señora Barrett. El señorJones, un adusto comerciante, atendía tras elmostrador. Parecía uno de losseresmásextraordinariosdelmundo,yyounodelosmásfelices.

Aquellamañanavivíunsinfíndeexperienciasprodigiosas.Alencontrarmeante la catedral de St Paul, decidí entrar y subir a la cúpula. Desde allí viLondres con su río, sus puentes y sus iglesias; y contemplé el antiguoWestminster,ylosverdesjardinesdelTemplebañadosporlaluzdelsol.Unadébil neblina se interponía entre ellos y el resplandeciente cielo azul de losprimerosdíasdeprimavera.

Cuando descendí, continué deambulando al azar en un sereno éxtasis de

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alegríaylibertad,yllegué…todavíanosécómo,alcorazóndelaciudad.ViysentíLondresporfin:recorríelStrand;subíporCornhill;memezcléentreelbullicio;arrostré lospeligrosdecruzar lacalzada.Hacer todoeso,yhacerlosola,meproporcionóunplacer talvezirracional,peromuyauténtico.DesdeaquellosdíashevisitadoelWestEnd,losparques,laselegantesplazas,perolaCitymegustamuchomás.LaCityparecemuchomásreal:suactividad,susprisas,suestruendo,sondignosdeservistosyoídos.LaCityseganalavida,elWest End se limita a disfrutar de sus placeres. En elWest End podemosdivertirnos, pero es en la City donde con más fuerza palpitan nuestroscorazones.

Extenuada y hambrienta (hacía años que no tenía tanto apetito), regreséhacia las dos a mi vieja, oscura y tranquila posada. Comí dos platos: unsencillo asado y verduras; ambosme parecieron excelentes (muchomejoresque las escasas y delicadas raciones que la cocinera de la difunta señoritaMarchmont solía prepararnos a mi bondadosa señora y a mí, y que apenasdespertabannuestroapetito).Deliciosamentecansada,me tendía lo largodetressillasduranteunahora(nohabíaningúnsofáenlahabitación).Mequedédormiday,trasdespertarme,pasédoshorasmeditando.

Mi estado de ánimo, así como las circunstancias que me rodeaban,resultaban de lo más favorables para que adoptara una nueva pauta deconducta,decidida,temeraria, talvezdesesperada.Noteníanadaqueperder.Unaaversiónindescriptiblealatediosaexistenciaquehabíallevadoantesmeimpedía volverme atrás. Si fracasaba en los pasos que planeaba dar, ¿quiénsufriría aparte demí?Simoría lejos de…del hogar iba a decir, peroyonoteníahogar…,lejosdeInglaterra,¿quiénmelloraría?

Esposiblequesufriera;peroestabaacostumbradaalsufrimiento:lamuertemisma no me aterrorizaba tanto como a quienes han vivido de formaplacentera.Hasta entonces, había pensado en ella con serenidad. Preparada,pues,paracualquiereventualidad,concebíunplan.

Ese mismo día, obtuve información de mi amigo el camarero sobre losbarcos que zarpaban rumbo a un puerto del Continente: Boue-Marine.Descubrí que no tenía tiempo que perder, pues aquella misma noche debíaocuparmicamarote.Podríahaberesperadoa lamañanaparaembarcar,peronoqueríacorrerelriesgodellegardemasiadotarde.

—Será mejor que suba a bordo cuanto antes, señora —me aconsejó elcamarero.

Memostrédeacuerdoconély,traspagarlafactura,agradecílosserviciosdemiamigoconunapropinaqueahoraséprincipesca,yqueasusojosdebiódeparecerabsurda(dehecho,alembolsarseeldinero,esbozóunalevesonrisaque reflejó su opinión sobre el savoir-faire de la donante); el camarero

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procedióentoncesabuscarmeuncochedepunto.Tambiénmeencomendóalcuidadodelcochero,conminándoleallevarmehastaelmuelle,segúncreo,yanoabandonarmeenmanosdelosbarqueros;elhombreasíloprometió,peronocumpliósupalabra.Muyalcontrario,prefirió inmolarme,servirmecomoun jugoso asado, obligándome a descender en medio de una multitud debarqueros.

Me encontré en una situación muy desagradable. Era noche cerrada. Elcochero desapareció en cuanto cobró el importe del trayecto; los hombresempezaronapelearsepormibaúlypormí.Oíentoncessusjuramentos,quehicieronflaquearmienterezamásquelanoche,elaislamientooloextrañodela escena.Uno de ellos se apoderó demi baúl.Yo lo observé y aguardé ensilencio,perocuandootromepusolasmanosencima,alcélavoz,medesasí,salté a una barca y pedí con severidad que colocaran el baúl a mi lado—«Aquímismo»—,loquehicieronalinstante,pueseldueñodelboteelegidoseconvirtióenmialiado:sealejóremando.

Elríoeranegrocomountorrentedetinta:enélsereflejabanlaslucesdelos edificios que había en sus orillas, las embarcaciones se mecían en susaguas.Pasamosvariosbarcos;alaluzdelosfarolesleísusnombrespintadosen grandes letras blancas sobre fondo oscuro. El Ocean, el Phoenix, elConsort, el Dolphin quedaron atrás, pero el Vivid era mi barco y parecíahallarsemáslejos.

Nosdeslizamosporlacorrienteazabache;penséenlalagunaEstigiayenCaronte llevando en su barca a algún alma solitaria rumbo al Reino de lasSombras. En medio de aquella extraña escena, con un viento heladoazotándomeel rostroy lasnubesdemedianochederramandosu lluviasobremi cabeza, sin más compañía que aquellos dos rudos remeros, cuyosenloquecidos juramentos resonabanaúnenmisoídos,mepregunté si estabaafligida o aterrorizada.Ninguna de las dos cosas.A lo largo demi vida, hesentido con frecuencia mucho más temor o desolación en circunstanciasrelativamentemásseguras.«¿Cómoesposible?—medecía—.Estoyalegreyanimada,enlugardetristeyasustada».Noacertabaaadivinarporqué.

El Vivid apareció al fin, blanco y resplandeciente, en medio de laoscuridad.

—¡Ya hemos llegado! —exclamó el barquero, e inmediatamente exigióseischelines.

—Pideusteddemasiado—protesté.

ÉlalejólabarcadelVividyjuróquenomedejaríaembarcarhastaquenocobrara. Un joven—el sobrecargo, según supe después— nos contemplabadesdelaborda,sonriendoanteladisputaqueseavecinaba;paradefraudarle,

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paguéeldinerosolicitado.Aquellatardehabíadadotresvecescoronasenvezdechelines,peromeconsolépensandoqueeraelpreciodelaexperiencia.

—¡La han engañado!—exclamó el sobrecargo, exultante, cuando subí abordo.

Respondíflemáticaqueyalosabíaymedirigíalinteriordelbarco.

En el camarote de señoras había una mujer corpulenta, hermosa yllamativa. Le pedí que me indicase cuál era mi litera; ella me miró conseveridad,musitóque lospasajerosnosolíanembarcarseaaquellashoras,ypareció dispuesta a mostrarse de lo más descortés. ¡Qué rostro tenía! ¡Tanatractivo,egoístaeinsolentealavez!

—Ahoraqueyaestoyabordo,piensoquedarme—fuemirespuesta—.Leruegoquemeindiquecuálesmilitera.

Ella obedeció, pero con expresión hosca.Me quité el sombrero, coloquémis cosas y me acosté. Había vencido varias dificultades; en cierto modo,habíaobtenidounavictoria:miespíritusinhogar,sinanclaysinapoyohabíavueltoaganarunbrevereposo.HastaqueelVividllegaraapuerto,notendríaque actuar ni tomar decisiones, pero después… ¡Ay! No podía anticipar elfuturo.Exhausta,angustiada,mesumíenunaespeciedetrance.

Lacamarerapasólanochehablando;noconmigo,sinoconelsobrecargo,que, además de hijo suyo, era su vivo retrato. Éste entraba y salíacontinuamentedelcamarote:hastaqueamaneció,madreehijodiscutieron,sepelearon,volvieronadiscutirehicieronlaspacesmásdeveinteveces.Ellasejactó de estar escribiendo una carta a casa… a su marido, según dijo; y,creyéndome tal vez dormida, leyó algunos fragmentos en voz alta sinprestarme lamenoratención;éstosparecíanencerrarsecretos familiaresysereferíanespecialmenteaunatal«Charlotte»,unahermanamenor,que,poreltono de la misiva, estaba a punto de contraer un romántico e imprudentematrimonio; airadas eran las protestas de la madura señora contra aquelladesagradableunión.Elbuenhijoridiculizabalacorrespondenciadesumadre.Ella la defendía y despotricaba contra él. Formaban una extraña pareja. Lamujerdebíaderondarlostreintaynueveocuarentaaños,teníamuchobustoyestabafrescaylozanacomounajovendeveinte.Ruda,estridente,vanidosayvulgar,sucuerpoysuespírituparecían tandescaradoscomoimperecederos.Supongoquehabíavividoenlugarespúblicosdesdelainfancia,yesprobablequeensujuventudhubierasidomozadetaberna.

Antesdelalba,lacamareraderivólaconversaciónhaciaunnuevoasunto:«losWatson», una familia de pasajeros a los que se esperaba y que ella, alparecer,conocíayapreciabaporlasbuenaspropinasqueobteníaalservirlos.Dijoque«ganabaunapequeñafortunasiemprequeaquellafamiliacruzabael

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Canal».

Todalatripulaciónsepusoenmovimientoconlasprimeraslucesdeldía,ylos pasajeros embarcaron al salir el sol. La camarera dispensó una efusivabienvenida a «los Watson» y se armó un gran bullicio en su honor. Erancuatro,doshombresydosmujeres.Ademásdeellossólohabíaotrapasajera,unajovenquesubióacompañadadeunhombredeaspectodistinguidoaunquelánguido.Losdosgruposofrecíanunmarcadocontraste.LosWatsoneransindudagenteadinerada,puessuporteconfiadoeraunreflejodesuriqueza;lasmujeres—jóvenes ambas y una de ellas sumamente hermosa—vestían conostentación, en tonos alegres y, dadas las circunstancias, de un modo muyabsurdo.Sussombrerosadornadosconvistosasflores,suscapasdeterciopeloy susvestidosde seda resultabanmás apropiadosparaun jardínounpaseoque para la cubierta de un húmedo paquebote. Los hombres eran de bajaestatura, feos, gordos y vulgares; no tardé en comprender que elmás viejo,grasiento y rechoncho era el marido—reciente, supuse, pues ella era muyjoven— de la beldad. Grande fue mi asombro al descubrirlo, y mayor aúncuandoreparéenque,en lugardemostrarse terriblementedesdichadapor launión, la alegría de ella era desbordante. «Su risa debe de sermera histeriaprovocada por la desesperación», pensé.Y en elmomento en que esta ideacruzabapormicabeza,mientrasestabaapoyada, silenciosay solitaria, enelcostadodelbarco,aquellacompletadesconocidaseacercóamídandotraspiésconun tabureteplegableen lamanoy,sonriendoconunafrivolidadquemedesconcertó —aunque dejara ver unos dientes perfectos—, me ofreció elcómodo asiento. Lo rechacé, naturalmente con toda la cortesía de que fuicapaz;ella sealejóbailando,grácil e indiferente.Debíade teneruncarácterafable, pero ¿qué podía haberla inducido a contraer matrimonio con aquelindividuomásparecidoauntoneldeaceitequeaunhombre?

Laotrapasajera,laqueveníaacompañadadeuncaballero,eraunajovenrubia ymuy bonita; su sencillo vestido estampado, su sombrero de paja sinadornos y un gran chal que llevaba con gracia, resultaban casi tan sobrioscomolosdeunamujercuáquera:y,sinembargo,aellalesentabanbien.Antesdedespedirsedelajoven,elcaballeroinspeccionóconunamiradaatodoslosviajeros,comosiquisieraaveriguarenquécompañía ladejaba.Conenormedesagrado,apartólosojosdelasdamasdefloridossombrerosylosclavóenmí; luego habló con su hija, sobrina o lo que fuera; ellamemiró y frunciólevementesusfinosybonitoslabios.Talvezfuerayo,omivestidodeluto,loque suscitó aquellamueca de desprecio; probablemente las dos cosas. Sonóunacampana; supadre (después supeque se tratabade él) lediounbesóyregresóatierra.Elpaquebotezarpó.

Losextranjerosdicenquesóloalasjóvenesinglesasselespermiteviajarsolas y es grande su asombro ante la temeraria confianza de sus padres y

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tutores. En cuando a las jeunes Miss, mientras unos juzgan su intrepidezinconvenantymasculina,otroslasconsideranvíctimaspasivasdeunsistemaeducativoqueprescindesinningúnmiramientodeladebidasurveillance.Nosé si aquella señorita en particular era de las que se pueden dejartranquilamentesinvigilancia:o,mejordicho,nolosabíaentonces;peromuyprontosehizoevidentequeladignasoledadnoeradesugusto.Recorrióunpardeveceslacubiertadeunextremoaotro;miróconciertoaireavinagradode desdén la exhibición de sedas y terciopelos, y a los dos osos que losrondaban,yfinalmenteseacercóamí.

—¿Legustaaustedviajarpormar?—inquirió.

Leexpliquéqueeraalgoquedebíaponerseaúnaprueba,puesaquéllaeramiprimeratravesía.

—¡Oh,quéencantador!—exclamó—.Leenvidiolanovedad;lasprimerasimpresiones son tan agradables… Yo he hecho tantos viajes que casi heolvidadoelprimero.Estoyblaséedelmarytodoeso.

Sonreísinpodercontenerme.

—¿Por qué se ríe demí?—preguntó con una sincera irritación quemecomplaciómásqueelrestodesucharla.

—Porqueesusteddemasiadojovenparaestarblaséedealgo.

—Tengodiecisieteaños—contestó,heridaensuorgullo.

—Puesnoparecequetengamásdedieciséis.¿Legustaviajarsola?

—¡Bah! Me da igual. He cruzado diez veces el Canal, yo sola; peroprocuro no estar sin compañía mucho tiempo: siempre hago amistad conalguien.

—Nocreoqueencuentremuchosamigosenesteviaje—exclamémirandoal grupo de los Watson, que en ese momento reían y armaban bastantealborotoencubierta.

—Desde luegono seránésos tanodiosos.Esaclasedegente tendríaqueviajarenlabodega.¿Vaustedaalgúncolegio?

—No.

—¿Adóndeva?

—No tengo la menor idea… sólo sé que desembarcaré en el puerto deBoue-Marine.

Ellamemirófijamenteyluegosiguióhablandoconindiferencia.

—Yovoyauncolegio.¡Heidoatantoscolegiosextranjerosenmivida!Y,

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apesardeello,soyunacompletaignorante.Nosénada…nadadenada…selo aseguro; sólo toco el piano y bailo estupendamente; y, por supuesto, séhablar francésyalemán,aunqueno leoniescribobienestos idiomas.¿Sabeque el otro día me pidieron que tradujese al inglés una sencilla página dealemány fui incapaz de hacerlo?Papá se sintiómuy avergonzado; dijo queparecíacomosimonsieurdeBassompierre,mipadrino,queesquienpagamisgastos escolares, hubiera tirado el dinero. Y en lo que se refiere a otrasmaterias,historia,geografía,aritmética,etcétera,soycomounreciénnacido;yescribomuymalelinglés…conunaortografíayunasintaxisterribles,segúndicen. Además, parezco haber olvidado mi religión; me consideranprotestante,¿sabe?,perolociertoesquenoestoyseguradesilosoyono:norecuerdomuybienladiferenciaentrecatólicosyprotestantes.Sinembargo,nomeimportalomásmínimo.Enunaocasiónfui luteranaenBonn…¡queridoBonn!,¡encantadorBonn!¡Cuántosestudiantesapuestoshabíaallí!Todaslasmuchachasbonitasdenuestrocolegioteníanunadmirador;sabíanaquéhorasalíamosapasearycasisiempresecruzabanconnosotras.SchönesMädchen,lesoíamosdecir.¡FuisumamentefelizenBonn!

—¿Ydóndesedirigeahora?—pregunté.

—¡Oh!A…chose—respondió.

El caso es que la señorita Ginevra Fanshawe (que era el nombre de lajoven)sustituíaconlapalabrachosetodoslostérminosqueolvidaba.Eraunacostumbre: chose aparecía cada dos por tres en su conversación comooportunosustitutodecualquierpalabradecualquier lenguaquecasualmentehablara en ese momento. Las jóvenes francesas suelen hacer lo mismo; deellashabíaadquiridolacostumbre.Enesaocasióndescubrí,sinembargo,quechosesereferíaaVillette,lagrancapitaldelgranreinodeLabassecour.

—¿LegustaVillette?—inquirí.

—Bastante.Losnativos son terriblementeestúpidosyvulgares,perohayalgunasfamiliasinglesasmuyrespetables.

—¿Estáustedenuncolegio?

—Sí.

—¿Yesbueno?

—¡Oh,no!¡Eshorrible!Perosalgotodoslosdomingosynomeimportannadanilasmaîtresses,nilosprofesseurs,nilasélèves,ymandolasclasesaudiable.Unanoseatreveadeciresoeninglés,¿sabe?,peroenfrancéssuenamuybien.Asíquellevounavidadelomásagradable…¿Vuelveareírsedemí?

—No,sólomeríodemispropiospensamientos.

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—¿Cuáles son? —y sin esperar respuesta, añadió—: Y ahora dígamedóndevausted.

—DondemelleveelDestino.Pretendoganarmeelsustentodondepueda.

—¡Ganarse el sustento! —repitió, consternada—. Entonces ¿es ustedpobre?

—TanpobrecomoJob.

—¡Bah! ¡Qué fastidioso!—exclamó trasunapausa—.Peroyo sé loqueesosignifica;encasatodossonpobres:papá,mamáytodoslosdemás.Papáes el capitán Fanshawe, un oficial retirado; aunque es de buena familia, yalgunos de nuestros parientes son muy distinguidos, mi tío y padrino DeBassompierre,queviveenFrancia,eselúnicoquenosayuda:seencargadelaeducacióndelaschicasdelafamilia.Tengocincohermanasytreshermanos.Al final nos casaremos… supongo que con caballeros ya mayores y condinero.Papáymamáseocupandeeso.MihermanaAugustasehacasadoconunhombrequeparecemuchomásviejoquepapá.Augustaesmuyguapa,node mi estilo, sino morena; su marido, el señor Davies, contrajo la fiebreamarilla en la India y aún conserva el color de una guinea, pero es rico, yAugustatienesupropiocarruajeyunabuenaposición,ytodospensamosquehahechounabodainmejorable.Esoesmejorque«ganarseelsustento»,comousteddice.Porcierto,¿esustedinteligente?

—No…enabsoluto.

—¿Sabetocarelpiano,cantar,hablartresocuatrolenguas?

—Quéva…

—Aunasí creoque esusted inteligente—comentó, antesdedetenerse abostezar—.¿Semarea?

—¿Yusted?

—¡Muchísimo! En cuanto veo el mar. Lo cierto es que ya empiezo asentirme indispuesta. Bajaré al camarote y no pararé de dar órdenes a esacamarera gorda y odiosa. Heureusement je sais faire allermonmonde—y,diciendoestaspalabras,semarchó.

Al poco rato la siguieron los demás pasajeros; yo pasé la tarde sola encubierta.Cuandorecuerdolatranquilidadyladichadeaquellashoras,yevocoalmismotiempolasituaciónenquemehallaba,incierta…desesperada,diríanalgunos…,rememoroestosversos:

Stonewallsdonotaprisonmake,

Norironbars—acage.

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Y siento que los peligros, la soledad y un futuro incierto no son malesabrumadores mientras el cuerpo esté sano y las facultades en uso, y sobretodo,mientraslaLibertadnosprestesusalasylaEsperanzanosguíeconsuestrella.

No me mareé hasta mucho después de pasar Margate, y fue grande elplacer con que respiré la brisa marina, y divino el gozo que sentí con elbalanceodelasolasdelCanal,conlasavesmarinasensusarrecifes,conlasblancasvelasenlaoscuralejanía,conelcieloserenoynubladodominándolotodo.Enmiensoñación,creíverelcontinenteeuropeocomouna inmensaylejana tierra de promisión. Los rayos de sol caían sobre él, convirtiendo lalarga costa en una línea dorada; y, en aquel panorama que refulgía como elmetal, las líneas borrosas de los pueblos de casas apiñadas, de las torresblancascomolanieve,de losbosquesfrondosos,de lascumbresdesiguales,delossuavespastosydelosarroyosveteadosparecíangrabadasenrelieve.Alfondo, se desplegaba un cielo majestuoso de color azul oscuro; y, solemnecomosuimperialpromesa,mágicoensussuavestonalidades,seextendíaunarcoirisdenorteasur,inclinadoanteDios,aligualqueunarcodeesperanza.

Olvídalotodo,teloruego,lector,omásbiendéjaloestaryextraedeellounamoraleja,unaversiónaliteradaenletrasdemolde:

LasfantasíassonengañosdeSatanás.

Lleguéasentirmemuymareada,ybajéalcamaroteconpasovacilante.

Casualmente,laliteradelaseñoritaFanshaweestabaalladodelamía,ylamento decir que esa joven me atormentó con su despiadado egoísmomientras estuvimos indispuestas. Su agitación y su impaciencia erandifícilmentesuperables.LasWatson,quetambiénestabanmuymareadas,yalasquelacamareraatendíacondescaradaparcialidad,eranrealmenteestoicascomparadas con ella. Desde entonces, he observado a menudo en personascomoGinevraFanshawe,detemperamentofrívoloeindolenteybellezafrágily rubia,una total incapacidadparasoportarelsufrimiento:sonpersonasqueparecenagriarsecon laadversidadcomo lacervezabaratacuando truena; elhombrequetomaaunadeesasmujeresporesposadeberíaestardispuestoagarantizarle una existencia en la que sólo brille el sol. Su insoportablemalhumormehizoperderlapaciencia,ylepedíentonocortanteque«cerrarala boca».Mi rudeza le sentó bien, yme di cuenta de que nome guardabaningúnrencorporella.

Alcaerlanoche,elmarseencrespó:olascadavezmásgrandesazotabanconfuerzaelcostadodelbarco.Eraextrañopensarquesólonosrodeabanelaguaylaoscuridad,ysentirquelanaveavanzabasinperderelrumbo,apesardel ruido, el oleaje y el creciente temporal. Algunas piezas del mobiliarioempezaronacaerseyfuenecesariotrincarlasparaquenosemovierandesu

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sitio; los pasajeros estaban cada vez más mareados; la señorita Fanshawedeclaróentregemidosquesemoría.

—Todavíano,querida—dijolacamarera—.Acabamosdellegarapuerto.

En efecto, un cuarto de hora más tarde se hizo la calma; nuestro viajeconcluyóentornoalamedianoche.

Yololamentaba;sí,lolamentaba.Midescansohabíallegadoasufin;misproblemas—misacuciantesproblemas—volvíanacomenzar.Cuandosubíacubierta,elaireglacialyeloscuroceñodelanocheparecieronreprocharmelaosadíadehaberviajadohastaallí; las lucesdeaquelpuebloextranjerode lacosta,brillandoconluztrémulaalrededordelpuerto,merecibíanaligualquecientos de ojos amenazadores. Unos amigos subieron a bordo para dar labienvenidaalosWatson;unnumerosogrupodefamiliaresyamigosrodeóysellevóalaseñoritaFanshawe;amí…nisemeocurriócompararmisituaciónconladeellos.

Sin embargo, ¿dónde podía ir? Tenía que dirigirme a alguna parte. Lanecesidadno lepermiteaunoserexigente.Cuandopaguéa lacamarerasushonorarios(ypareciósorprendidadequealguiencomoyoledieraunapropinaquesuperabaloqueseguramenteesperabansusburdoscálculos),ledije:

—¿Tendría usted la amabilidad de indicarme una posada tranquila yrespetabledondepasarlanoche?

No sólome dio la dirección que pedía, sino que llamó a unmozo y leordenóquesehicieracargodemí…nodemibaúl,queestabaenlaaduana.

Seguíalhombreporunacalle toscamenteempedrada,bajo lacaprichosaluz de la luna; me condujo hasta la posada. Le ofrecí una moneda de seispeniques,queél rehusó; imaginandoquenoerasuficiente, lacambiéporunchelín,perotampocoquisoaceptarlo,hablandoconciertabrusquedadenunalengua que yo desconocía. Un criado que salió al callejón de la posadailuminadoporunafarola,merecordóenuninglésvacilantequemidineroeramonedaextranjerayallínoservía.Lediunsoberanoparaquemelocambiara.Arregladoestepequeñoasunto,pedíunahabitación;fuiincapazdecenar:aúnestabamareada y nerviosa, yme temblaba todo el cuerpo.Cómome alegrécuando por fin se cerró la puerta demi diminuto dormitorio yme quedé asolas conmiagotamiento.Unavezmáspodíadescansar, aunque lanubedeincertidumbreseríaigualdedensaaldíasiguiente;lanecesidaddeactuar,másapremiante; el peligro (o la miseria), más cercano; la lucha (por lasubsistencia),másencarnizada.

CapítuloVII

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Villette

Medespertéalamañanasiguienteconelcorajeyelespíriturenovados;ladebilidad física ya no hacía flaquear mi juicio; sentía la cabeza atenta ydespejada.

Acababadevestirmecuandollamaronalapuerta.

—Puedepasar—dije,esperandoveralasirvienta;perofueunhombredeaspectorudoquienentró.

—Demesusllaves,señorita—exclamó.

—¿Porqué?—quisesaber.

—¡Démelas!—repitió con impaciencia y, después de arrancármelas casidelamano,añadió—:¡Muybien!Enseguidatraigosubaúl.

Por fortuna todosalióbien:elhombreresultóserde laaduana.Nosabíadóndeibaadesayunar,peromedispuseabajar,nosinciertavacilación.

Observéentoncesloquenohabíavistolanocheanteriorporculpademiagotamiento,asaber,queaquellaposadaera,enrealidad,unhotelinmenso;ymientras bajaba lentamente por la escalinata, deteniéndome en cada escalón(pues no tenía ninguna prisa por llegar abajo), contemplé el elevado techoencimademí,lasparedespintadasamialrededor,losventanalesquetodoloiluminaban,elmármolveteadoquepisaba(porquelosescaloneserantodosdemármol,aunquenoestabandemasiadolimpiosnialfombrados)y,comparandotodo aquello con las dimensiones del pequeño dormitorio que me habíanasignadoylaextremamodestiadesumobiliario,medioporfilosofar.

Muchomemaravillabalasagacidaddemostradaporcriadosysirvientasalacomodaraloshuéspedes.¿Cómopodíanloscamarerosdebarcosyposadasadivinartrasunamiradaque,porejemplo,yoeraunapersonadenulaposiciónsocial y escasos recursos monetarios? Era evidente que lo sabían; me dabaperfecta cuenta de que todos ellos me adjudicaban un valor insignificantedespuésdeunrápidocálculo.Elhechomepareciócuriosoymuyrevelador;no quise ocultarme lo que indicaba, pero conseguí que, a pesar de ello,miánimonodecayera.

Cuando por fin llegué al enorme vestíbulo, inundado por la luz de laclaraboya, me encaminé hacia lo que resultó ser el comedor del hotel. Nopuedonegarque,alentrarallí,temblabaunpoco;mesentíainsegura,solitaria,muydesdichada;deseabadetodocorazónsabersiobrababienomaly,aunquecreíaqueera losegundo,nopodíaevitarlo.Conelespírituy lacalmadeunfatalista, me senté en una pequeña mesa, donde el camarero no tardó enservirmeeldesayuno;ylotoméconunestadodeánimomuypocofavorablea

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ladigestión.Habíamuchaspersonasdesayunandoenotrasmesas;mehabríaalegrado ver a alguna mujer entre ellas, pero no había ninguna, todos lospresentes eran hombres. Sin embargo, nadie pareció pensar que estuvierahaciendoalgoraro;unoodoscaballerosmemiraronocasionalmente,peroconsuma discreción: supongo que, si vieron alguna excentricidad en micomportamiento,lojustificaronconlapalabra«¡Inglesa!».

Terminado el desayuno, tenía que moverme de nuevo… pero ¿en quédirección?«VeaVillette»,medijounavozinterior,empujadasindudaporelrecuerdodeuna frasebanalque la señoritaFanshawehabíapronunciadosinpensaraldespedirsedemí:

—OjalápudieraveniralcolegiodemadameBeck.Podríaustedcuidardesusmarmots.Estábuscandounagouvernante inglesa,oalmenos labuscabahacedosmeses.

YonosabíaquiéneramadameBecknidóndevivía;lohabíapreguntado,peromispalabrasnohabíanobtenidorespuesta:apremiadaporsusamigos,laseñorita Fanshawe se había ido sin contestarme. Pensé queVillette sería suresidencia;yallídirigímispasos.Ladistanciaeradecuarentamillas.Sabíaquemeaferrabaaundébilhilodeesperanza,pero,hallándomeenelfondodelabismo,mehabríaagarradoaunclavoardiendo.TrasinquirirporelmododeviajarhastaVillettey reservarunasientoen ladiligence,partíguiadapor lafirmezadeaquelplan,deaquellasombradeproyecto.Antesdepronunciarsesobre la temeridaddemiproceder, ruego al lector quevuelva la vista atrás,haciaelpuntodelquehabíapartido;querecuerdeeldesiertoquehabíadejadoamisespaldasyrepareenelescasopeligroquecorría:setratabadeunjuegoenelquenoteníanadaqueperder,ypodíaganar.

Soyconscientedequemitemperamentonoesartístico,perodeboposeeralgodelafacultaddelartistaparagozaralmáximodecadamomento;esdecir,cuando es demi gusto. Disfruté de aquel día, aunque viajamos lentamente,hacíamuchofríoy llovía.Duranteel trayecto, recorrimosunpaisajepelado,llano y sin árboles; unos canales cenagosos se deslizaban, cual verdesserpientes aletargadas, junto a la carretera; e hileras de sauces desmochadosbordeabanloscampos,labradoscomohuertos.Elcieloeratambiéndeungrismonótono; la atmósfera, cargada y húmeda; y, a pesar de tan lúgubresinfluencias, mi imaginación volaba y en mi corazón brillaba el sol. Estossentimientos,sinembargo,seveíancontrarrestadosporlasecretaeincesanteinquietudqueacechabaconstantementemialegría,comoun tigreagazapadoenlajungla.Teníasiempreenmisoídoselalientodeeseanimaldepresa;sufierocorazónlatíajuntoalmío;jamássemovíadesuguarida,peroyosentíasu presencia: sabía que sólo aguardaba la puesta del sol para saltar convoracidadsobresuvíctima.

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Esperaba encontrarme en Villette antes del anochecer, y escapar así delprofundo desasosiego que las tinieblas parecen arrojar sobre el viajero quellega por primera vez a un lugar desconocido; pero debido a la lentitud denuestroavanceyalaslargasparadas,alaespesanieblayalaintensalluvia,unaoscuridadcasipalpablehabíaenvueltolaciudadcuandonosacercamosaella.

Recuerdoqueatravesamosunapuertadondehabíasoldadosapostados;lovi a la luz de las farolas. Luego, dejando atrás la enlodada chaussée,traqueteamossobreunempedradoextrañamenteduroydesigual.Al llegaranuestrodestino,ladiligenciasedetuvoylospasajerosseapearon.Miprimerapreocupación fue recuperar el baúl, asunto baladí, pero paramí de singularimportancia.Comprendíqueeramejornoimportunaralcocheronimostrarmedemasiadoimpaciente,sinoobservartranquilamentecómosacabanelrestodelequipajehastaverelmío,yentoncesreclamarloyponerloasalvo;mehiceaun lado, y mis ojos se posaron en el lugar donde había visto colocar mipequeñobaúl,sobreelqueahoraseamontonabantodaclasedebártulos.Unoauno,contemplécómolosbajabanydevolvíanasusdueños.Estabaseguradequemibaúldebíadeseryavisible…peronoaparecía.Habíaatadolaetiquetaconminombreconunacintaverde,afindereconocerlofácilmente,peronosevislumbrabanadadeesecolor.Dejaronenelsuelotodoslosbultos,cajasypaquetes;y,cuandolevantaronlacubiertadehule,comprobéquenoquedabaniunparaguas,niunacapa,bastónosombrerera.

Y mi baúl, con mis escasas pertenencias y la pequeña cartera dondeguardabaloquequedabadelasquincelibras,¿dóndepodíaestar?

Ahora puedo hacer esa pregunta, pero entonces no. Fui incapaz de decirnada,puesnosabíaunapalabradefrancés:yerafrancésysólofrancésloquetodo elmundo hablaba atropelladamente ami alrededor. ¿Qué debía hacer?Meacerquéalconductory,poniéndolelamanoenelbrazo,leseñaléunbaúlyluegoeltechodeladiligencia,intentandoexpresarconlamiradamipregunta.Élmeentendiómal,cogióelbaúlseñaladoysedispusoasubirloalvehículo.

—Deje eso, ¿quiere?—exclamó una voz en perfecto inglés; y, dándosecuentadesuerror,añadió—:Qu’est-cequevousfaîtesdonc?Cettemalleestàmoi.

Peroyohabíaoídomilenguamaterna,yelcorazónmebrincódentrodelpecho.Medilavuelta.

—Señor—dije, dirigiéndome al desconocido, y la angustia me impidiófijarmeensuaspecto—.Noséhablarfrancés.Lesuplicoquepregunteaestehombrequéhahechoconmibaúl.

Sin distinguir por el momento cómo era el rostro hacia el que había

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levantadolavista,leíensuexpresiónunamezcladesorpresapormisúplicaydevacilaciónsobrelaconvenienciadeintervenir.

—Pregúnteselo,seloruego—insistí—;yoharíalomismoporusted.

Nosésisonrió,perosedirigióamíenuntonomuyeducado,esdecir,niseveronitemible:

—¿Cómoessubaúl?

Seloexpliqué,sinolvidarlacintaverdeenmidescripción.Élseapresuróaincreparalconductor,yeneltorrentedefrasesenfrancésquesiguió,tuvelaimpresióndequelereprendíaduramente.Alpocorato,regresójuntoamí.

—El hombre dice que llevaba sobrecarga, y confiesa que sacó su baúldespués de que usted le viera colocarlo y lo dejó enBoueMarine con otrospaquetes. Sin embargo, ha prometido traérselo mañana; pasado mañana lotendráenestaoficina.

—Gracias—respondí,perosemeencogióelcorazón.

Mientras tanto, ¿qué iba a hacer? Es posible que aquel caballero inglésvieraenmirostrocómoflaqueabanmisfuerzas,porqueinquirióamablemente:

—¿Tieneustedamigosenlaciudad?

—No,ynosédóndeir.

Éltardóunosinstantesencontestar;y,cuandosevolvióhacialaluzdeunafarola,viquesetratabadeunhombrejoven,distinguidoymuyapuesto;amientender,podíaserunlord:lanaturalezalehabíadotadodelascualidadesdeunpríncipe,pensé.Surostroeramuyagradable;ysuaspectoelegante,peronoaltanero, varonil, pero no autoritario.Me di la vuelta, consciente de que noteníaningúnderechoasolicitarmásayudadealguiencomoél.

—¿Llevabatodosudineroenelbaúl?—preguntó,deteniéndome.

Quédichosamesentídepodercontestarlesinceramente:

—No.Llevolosuficienteenelbolso(puesteníacercadeveintefrancos)paraalojarmeenunasencillaposadahastapasadomañana;peroeslaprimeravezquevengoaVilletteynoconozcosuscallesnisusposadas.

—Puedodarleladireccióndeunlugarcomoelquebusca—señalóél—,ynoestámuylejos.Siguiendomisindicaciones,loencontraráfácilmente.

Arrancóunahojadesucuadernodenotas,escribióunaspalabrasymelaentregó.Penséqueerarealmenteamable;ydesconfiardeél,desuconsejoodesuconducta,habríasidocomodesconfiardelaBiblia.Habíabondadensurostroynoblezaensusbrillantesojos.

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—Elcaminomáscortoesseguirelbulevarycruzarelparque—continuó—,peroesdemasiadotardeyestádemasiadooscuroparaquevayasola;yolaacompañaréenesetramo.

Echóaandaryyofuitrasélenmediodelaoscuridadydelalloviznaquenosempapaba.Elbulevarestabadesiertoyembarrado,ylosárbolesgoteabansincesar;elparqueeratannegrocomolanoche.Laintensapenumbradelosárboles y de la niebla me impedía ver a mi guía; me limité a seguir suspisadas.No sentía elmenormiedo: creo que habría seguido aquellos lealespasoshastaelfindelmundo,enmediodeunanocheperpetua.

—Yahora—dijoél,despuésdecruzarelparque—continúeporestacalleanchahastallegaraunasescalerasiluminadaspordosfarolas;bajeporellas,yencontrará una calle más estrecha; sígala hasta el fondo y verá la posada.Hablaninglés,demodoquehanterminadosusdificultades.Buenasnoches.

—Buenas noches, señor —repliqué—. Acepte mi más sinceroagradecimiento.

Yasínosseparamos.

Elrecuerdodesusemblante,llenodebenevolenciaparaquienescarecíandeamigos,ysuvoz,quereflejabaunanaturalezacaballerosaconlosdébilesynecesitados,ademásdeconlasmujeresylosniños,fueronparamícomouncordial hasta mucho después de despedirnos. Se trataba de un auténticocaballeroinglés.

Seguí mi camino, andando presurosa por una calle y una plaza de granbelleza, rodeada de suntuosas mansiones, entre las que destacaban lasgigantescas sombras de algunos edificios imponentes y altivos… tal vez unpalacioounaiglesia,eraincapazdedistinguirlo.Alpasarbajounpórtico,doshombres con mostacho salieron súbitamente de detrás de las columnas;fumaban puros y sus atuendos pretendían ser de caballeros, pero ¡pobresnecios!,teníanalmadeplebeyos.Sedirigieronamíconinsolenciay,apesardequeapretéelpaso,mesiguieronduranteunbuen trecho.Finalmente,metropecéconunaespeciedepatrullaymistemiblesperseguidoresabandonaronla cacería, dejándome completamente trastornada. Cuando recobré laserenidad, ignoraba dónde estaba; supongo que había dejado atrás lasescaleras. Aturdida, jadeante y con el pulso acelerado por la agitación, nosabíahaciadóndeencaminarme.Meaterrabalaideadeencontrarmedenuevoconaquelloshombresbarbudosyvulgares,peroteníaquedesandarelcaminoybuscarlasescaleras.

Porfinlleguéaunosviejosydesgastadosescalones,ydandoporsupuestoqueserían los indicados,bajéporellos.Lacallea laquemecondujeroneraciertamenteestrecha,peronohabíaenellaningunaposada.Seguícaminando.

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Enotracallemuytranquilaycomparativamentelimpiaybienpavimentada,viunaluzquebrillabasobrelapuertadeunacasabastantegrande,unpisomásalta que las demás. Aquélla debía de ser la posada. Aceleré lamarcha;metemblabanlasrodillasyestabaagotada.

No era una posada. Una placa de latón adornaba la gran Portecochère.«Pensionnat de Demoiselles», rezaba la inscripción, y debajo había unnombre:«MadameBeck».

Meestremecí.Uncentenardepensamientoscruzaronpormiimaginaciónen un instante. Sin embargo, no planeé nada nimedetuve a reflexionar: noteníatiempo.LaProvidenciamedecía:«Detenteaquí;éstaestuposada».ElDestinomeaprisionóensusfuertesmanos,dominómivoluntad,dirigiómisacciones:toquélacampanilladelapuerta.

Mientrasesperaba,meneguéapensar.Clavélavistaenelempedradodelacallequeiluminabaelfaroldelapuertaycontélaslosasdepiedra,fijándomeen sus formas y en el reflejo del agua en sus ángulos. Volví a tocar lacampanilla. Por fin abrieron la puerta. Una criada con una elegante cofiaaparecióantemí.

—¿PodríaveramadameBeck?—pregunté.

Creoquesihubierahabladoenfrancés,nomehabríadejadopasar;pero,alverquemeexpresabaeninglés,dedujoqueeraunaprofesoraextranjeraquehabíadetrataralgúnasuntorelacionadoconelpensionnat,ymeinvitóaentrarapesardelahora,sinunapalabrarecriminatorianiuninstantededuda.

Poco despuésme encontré sentada en un frío y elegante salón, con unaestufadeporcelanaapagada,adornosdoradosyunsuelomuybrillante.Enlarepisadelachimenea,unrelojdepéndulodiolasnueve.

Transcurrió un cuarto de hora. ¡Con qué rapidez me latía el corazón!¡Cómopasabadelcaloralfríoydelfríoalcalor!Noapartabalosojosdelapuerta, una gran puerta plegable de color blanco con molduras doradas; laobservabaesperandoquesemovieraunadesushojasyseabriera.Todohabíapermanecido en silencio; no se había oído ni a un ratón; la puerta blancaseguíacerradaeinmóvil.

—¿Esustedinglesa?—preguntóunavozamilado.

Estuve a punto de dar un respingo ante lo inesperado de aquel sonido;habíaestadotanconvencidademisoledad…

Peronoeraunespectroninadafantasmagóricoloqueteníaal lado,sinoúnicamenteunamujermenudayregordeta,conairematernal,envueltaenungranchal,conunabatayunpulcroyelegantegorrodedormir.

Ledijequeera inglesae inmediatamente,sinmáspreámbulos, iniciamos

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unaconversaciónde lomássingular.MadameBeck(puesse tratabadeella;habíaentradoporunapequeñapuertaamisespaldasy,alircalzadaconunassilenciosaszapatillas,nolahabíaoídoacercarse)habíaagotadosudominiodela lengua insularalpreguntarmesiera inglesa,yprocedióaseguirhablandolocuazmente en su idioma.Yo le respondí en elmío.Ella comprendía algo,perocomoyonoentendíanada,aunqueentrelasdosarmamosunbuenjaleo(hasta entonces no había oído ni imaginado nada semejante al talento demadameparaexpresarse),lociertoesquenoconseguimosavanzardemasiado.MadameBecknotardóentocarlacampanillaparapedirayuda,quellegóenla persona de una maîtresse que había estudiado durante una época en unconvento irlandés y a la que se atribuía un perfecto dominio de la lenguainglesa.Aquellamaîtresseresultóserunapequeñaembaucadora,unanativadeLabassecourdelospiesalacabeza,¡ycómodestrozabaelidiomadeAlbión!Noobstante, le contémi historia con palabras sencillas que ella tradujo.Leexpliqué que había abandonado mi país con la intención de ampliar misconocimientos y de ganarme el pan; que estaba dispuesta a encargarme decualquier tarea, siempre que no fuera indigna o degradante; que podía serniñeraodoncella,yquenisiquieramenegaríaauntrabajodomésticoqueseadaptaraamis fuerzas.Madameoyóesto,yexaminandosu semblante, tuvecasilaseguridaddequemihistorialahabíaconvencido.

—Il n’y a que les anglaises pour ces sortes d’entreprises—exclamó—.Sont-ellesdoncintrépidescesfemmeslà!

Luegomepreguntóelnombreylaedad;sesentóymemiró,sinlástimaniinterés:niundestellodesimpatía,niunasombradecompasióncruzaronporsu rostrodurante laentrevista.Tuve la impresióndequenoeraunapersonaque se dejara arrastrar en lo más mínimo por sus sentimientos. Mecontemplabaconairegraveyconsiderado,confiandoensupropiocriterioyanalizandomihistoria.Sonóunacampanilla.

—Voilàpourlaprièredusoir!—exclamó,ysepusoenpie.

A travésde la intérprete,mepidióquemefueray regresaraa lamañanasiguiente;peroaquellonomeconvenía:nosoportabalaideaderegresaralospeligrosdelaoscuridadydelacalle.Entonoenérgico,peroconserenidadydominio de mí misma, le dije directamente a ella, prescindiendo de lamaîtresse:

—Le aseguro, madame, que, si acepta mis servicios ahora mismo, susintereses saldrán beneficiados; descubrirá que soy una persona deseosa deprestar un servicio plenamente equiparable a su salario. Y, si piensacontratarme, sería mejor que me quedara aquí esta noche; dado que noconozco Villette ni hablo la lengua del país, ¿cómo voy a conseguiralojamiento?

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—Tiene razón —dijo ella—. Pero, al menos, ¿podría darme algunareferencia?

—Ninguna.

Preguntópormiequipajeyleindiquécuándollegaría.Ellareflexionó.Enaquelmomentoseoyeronunospasosdehombreenelvestíbulo,dirigiéndoseapresuradamentehacialapuertaprincipal.(Proseguiréconestapartedelrelatocomo si hubiera comprendido lo que ocurrió, pues, aunque entonces meresultóininteligible,melotradujeronmásadelante).

—¿Quiénsaleaestashoras?—preguntómadameBeckaloírlaspisadas.

—MonsieurPaul—contestólaprofesora—.Havenidoestatardeparadarclasealasalumnasdeprimercurso.

—Precisamenteelhombrequemásdeseoverenestemomento.Llámele.

LaprofesoracorrióhacialapuertadelsalónyavisóamonsieurPaul.Ésteentró:unhombremenudo,delgadoymorenoconanteojos.

—Moncousin—empezódiciendomadame—.Quieropedirlesuopinión.Todossabemosdesuhabilidadparaconoceralaspersonasporsufisonomía;aplíquelaahora.Leaesterostro.

Elhombreclavóenmísusanteojos.Loslabiosapretadoscondecisiónyelentrecejo fruncido parecían indicar que pensaba traspasarme con la mirada,queningúnveloseríacapazdeocultarlenada.

—Yaloheleído—aseguró.

—Etqu’enditesvous?

—Mais,biendeschoses—fuesumisteriosarespuesta.

—¿Buenasomalas?

—Delasdosclases,sinduda—añadióeladivino.

—¿Sepuedeconfiarensupalabra?

—¿Estánustedestratandounasuntoimportante?

—Ellaquierequelacontratecomocriadaoinstitutriz;nosharelatadosuhistoriaconmuchafranqueza,peronotienereferencias.

—¿Esextranjera?

—Inglesa,comopuedever.

—¿Hablafrancés?

—Niunasolapalabra.

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—¿Loentiende?

—No.

—¿Podemosentonceshablarclaramenteensupresencia?

—Sinduda.

Volvióaclavarsusojosenmí.

—¿Necesitadesusservicios?

—Nomeiríanmal.YasabequeestoymuydisgustadaconmadameSvini.

Élcontinuóexaminándome.Cuandoporfinemitióunjuicio,éstefuetanenigmáticocomolaspalabrasquelohabíanprecedido.

—Contrátela. Si en su naturaleza predomina el bien, la acción se verárecompensada;encasocontrario…eh,bien!,macousine,ceseratoujoursunebonneoeuvre.

Ydespuésdeinclinarlacabezaydecirbonsoir,aquelambiguoárbitrodemidestinodesapareció.Ymadamemecontratóaquellamismanoche.Graciasa Dios no tuve necesidad de regresar a unas calles desiertas, lóbregas yhostiles.

CapítuloVIII

MadameBeck

Me quedé en manos de la profesora, que me condujo por un largo yestrechopasillohastaunacocinamuylimpia,perotambiénmuyextraña.Noparecíahaberenellamedioalgunoparacocinar,ni fogonesnichimenea;nocomprendíqueelgigantescohornonegroqueocupaba todoel rincónerauneficazsustitutodeambos.Nocreoqueelorgulloempezarayaasusurrarmealoído;sinembargo,sentíciertoaliviocuando,enlugardedejarmeenlacocina,comoyocasiesperaba,laatravesamosparaaccederaunapequeñahabitacióninteriorquellamabancabinet.Unacocineraconchaqueta,zuecosymandilmesirvió la cena: a saber, un poco de carne de naturaleza desconocidaacompañada de una salsa agria que jamás había probado, pero que resultódeliciosa;unaspatatascortadasysazonadasconnoséqué…vinagreyazúcar,segúncreo;unatartine,esdecir,unarebanadadepanconmantequilla;yunaperaasada.Estabahambrienta,asíquemelocomítodoymesentíagradecida.

Traslaprièredusoir,madameenpersonavinoavermedenuevo.Queríaque la siguieraalpisodearriba.Meguióa travésdeunaseriedepequeños

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dormitorios, sumamente peculiares —celdas de monjas, según me enterédespués,yaqueunapartedeledificioeramuyantigua—,ydeloratorio—unasaladetechobajo,largaysombría,conunpálidocrucifijoenlaparedydoscirios mortecinos siempre encendidos—, hasta llegar a una estancia dondedormíantresniñasentrescamasdiminutas.Unaestufacaldeabalahabitacióny volvía su ambiente opresivo; y, para mejorar las cosas, todo estabaimpregnadodeunfuerteolor:unperfumesorprendenteeinesperadodadaslascircunstancias, pues era una mezcla de humo con algún licor; en pocaspalabras,olíaawhisky.

Alladodeunamesaenlaqueseconsumíainútilmenteelcabodeunavela,derramandosuceraenlapalmatoria,visentadaaunamujerdeaspectovulgar,vestidaconunllamativotrajedesedacongrandesrayas,quecontrastabaconun delantal de paño; dormía profundamente. Para completar el cuadro ydespejarcualquierdudasobrelasituación,juntoalabelladurmientehabíaunabotellayunvasovacío.

Madamecontemplóestaextraordinariaescenaconmuchacalma;nosonrióni fruncióelceño:niunasomode ira,disgustoosorpresapareció turbar sugrave semblante.Ni siquieradespertóa lamujer.Congran serenidad señalóunacuarta cama,dandoa entenderque sería lamía,y, tras apagar lavelaysustituirlaporunalamparilla,salióporunapuertainteriorquedejóentornada:eralaentradaasudormitorio,unaestanciaampliaybienamueblada,segúnviporlaabertura.

Mis plegarias de aquella noche fueron todas de agradecimiento: eraextraño el modo en que mis pasos habían sido guiados desde la mañana,proporcionándome un empleo de la manera más inesperada. Apenas podíacreer que hubieran transcurrido menos de cuarenta y ocho horas desde mipartida de Londres, sin más protección que la de un ave pasajera, sin másperspectivasquelabrumosaesteladelaesperanza.

Tenía el sueño ligero; me desperté de pronto en medio de la noche.Reinabaelsilencio,perounafigurasemovíaporlahabitación:madameconsu camisónblanco.Sinhacer ruido, se acercó a las tres camasde lasniñas;despuésvinohaciamí.Yofingídormirmientrasellameobservabaduranteunbuenrato.Luegopresenciéunapequeñapantomima,bastantesingular.Juraríaqueestuvouncuartodehorasentadaenelbordedemicama,contemplandomi rostro.Entonces se inclinó sobremí,me levantó suavemente el gorrodedormir y dobló el borde para dejar mis cabellos al descubierto; despuésexaminómimano,quereposabasobrelacolcha.Hechoesto,sevolvióhacialasilladondeestabamiropa,alospiesdelacama.Aloírquelatocabaylacogía,abrílosojosconcautela,puesconfiesoquesentíacuriosidadporsaberhasta dónde llegaría su afán investigador. Comprobé que muy lejos:inspeccionóhastaelúltimodetalle.Adivinéelmotivodesuproceder:conla

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ayudadedichasprendas,deseabaformarseunaopiniónsobremí,miposición,mediosdevida,higiene,etcétera.Elfinnoeramalo,perolosmediosnoerancorrectosnipodíanjustificarse.Mivestidoteníaunbolsillo;lediolavueltaycontóeldineroquellevabaenelmonedero;abriómicuadernodenotas,leyósininmutarsesucontenidoycogióunpequeñomechóndecabellosgrisesdela señorita Marchmont que encontró entre sus páginas. Prestó especialatenciónaunmanojodetresllavesquecorrespondíanamibaúl,miescritorioymi costurero; e incluso se lo llevóporunos instantes a sudormitorio.Meincorporé ligeramente en la cama y la seguí con la vista. No devolvió lasllaves,lector,hastahaberdejadosuhuellaimpresaencerasobreellavabodelahabitacióncontigua.Unavezfinalizadalacuidadosaymetódicainspección,mis pertenencias volvieron a su lugar de origen y mi ropa fue dobladanuevamente con esmero. ¿Qué conclusiones había sacado del escrutinio?¿Eran o no favorables? Vana pregunta. El rostro pétreo de madame (puesparecíadepiedraaquellanoche,aunqueenelsalón,comohedichoantes, lohubiera creído humano e incluso maternal) no dejaba entrever respuestaalguna.

Despuésdecumplirconsudeber(comprendíqueactuardeaquelmodoeraundeberparaella),selevantó,silenciosacomounasombraysedirigióasudormitorio;alllegaralapuerta,volviólosojosalaheroínadelabotella,queseguíadurmiendoyprofería sonoros ronquidos.El futurode la señoraSvini(supongo que se trataba de la señora Svini, que en inglés o irlandés seríaSweeny) se leía en la mirada demadame Beck, que reflejaba un propósitoinalterable;esposibleque las inspeccionesdemadameenbuscadedefectosfueran lentas, pero no hay duda de que eran seguras.Todo aquello eramuypocoinglés;realmentemeencontrabaenunpaísextranjero.

AlamañanasiguientetuveocasióndeconocermejoralaseñoraSweeny.Al parecer, se había presentado a madame Beck como una señora inglesavenida amenos, y había afirmado ser oriunda deMiddlesex y hablar ingléscon elmás puro acentometropolitano.Confiando en susmétodos infaliblespara descubrir la verdad con la ayuda del tiempo, madame mostraba unasingularintrepidezalcontratarlosserviciosdelprimeroquesepresentaba(talcomohabíaprobadoconcrecesenmipropiocaso).HabíaaceptadoalaseñoraSweeny como niñera e institutriz de sus tres hijos. No necesito explicar allectorqueaquellaseñoraerairlandesa;encuantoasuposiciónsocial,esalgoquenopretendodeterminar;ellaafirmabacondescaroque«habíaeducadoalhijoyalahijadeunmarqués».Piensoquetalvezhabíasidosirvienta,niñera,amadecríaolavanderadealgunafamiliadesupaís.Tratabadedisimularsufuerte acento irlandés, curiosamente salpicado de afectadas inflexionescockney. De un modo u otro, había adquirido y estaba en posesión de unguardarropa cuya suntuosidad era bastante sospechosa: costosos vestidos derígidasedaquenolesentabandemasiadobien,puesparecíanhechosparaun

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cuerpodeotrasproporciones;cofiasconpuntillasdeencaje;ylaprendamásimportantedesuvestuario,cuyavisiónhechizabaatodosloshabitantesdelacasa, acallando a profesoras y criadas —por lo demás desdeñosas— einfluyendo incluso en la propia madame, cuando los pliegues de tanmajestuosoropajeenvolvíansusanchoshombros:unauténticochalindio,«unvéritableCachemire»,comodecíamadameBeckconunamezcladeasombroyreverencia.EstoyseguradequelaseñoraSweenynohabríaconservadonidosdíassutrabajoenelinternadosineseCachemire.Graciasaél,únicamenteaél,lomantuvoduranteunmes.

PerocuandolaseñoraSweenyseenteródequeyoibaaocuparsupuesto,entoncessísedelató,entoncessíserevolviócontramadameBeckcontodassus fuerzas, antes de arrojar su ira sobremí.Madame aguantó tan bien susdesplantes,contantoestoicismo,queyomeviobligada,aunquesólofueraporpudor,aguardarlacompostura.MadameBeckseausentóunmomentodelahabitación; diez minutos después, apareció un agente de policía. La señoraSweeny tuvo que desalojar la casa con todas sus pertenencias. Madamecontemplólaescenaconrostroimpasible;suslabiosnodejaronescaparniunasolapalabraaltisonante.

Elpequeñoasuntodeldespidoseresolvióconrapidezantesdeldesayuno:se dio la orden de que abandonara el internado, se llamó a la policía, seexpulsóalaamotinada,sefumigóylimpiólachambred’enfants,seabrieronlasventanasdeparenpar,ycualquierhuelladelacompetenteseñoraSweenyquedó borrada de la rue Fossette, incluido el suave aroma y la fraganciaespirituosa, prueba fatídica y sutil de la verdadera cabeza y frente de sucrimen.Todoesto,comodigo,sehizoentreelmomentoenquemadameBecksalió de su habitación como la diosa Aurora y el instante en que se sentótranquilamenteparaservirsesuprimeratazadecafé.

Hacia elmediodía,madameme llamó para que la ayudara a vestirse (alparecer,mi trabajoseríaunhíbridoentregouvernanteydoncella).Hastaesahora,madame recorría la casa en bata, chal y silenciosas zapatillas. ¿Cómohabríapodidotoleraresacostumbreladirectoradeuncolegioinglés?

Nosupecómopeinarleelpelo,queeraabundante,decolorcastañorojizoysincanas,apesardesuscuarentaaños.Alvermeturbada,dijo:

—¿Nohasidofemmedechambreensupaís?

Y, quitándome el cepillo de las manos, me apartó sin brusquedad y sinfaltarme al respeto, para peinarse sola. En cuanto al resto de su arreglopersonal,me guié por sus indicaciones y su ayuda, sin que ellamostrara lamenor irritación o impaciencia. Dejaré constancia de que aquélla fue laprimera y última vez que solicitó mis servicios. A partir de entonces,recayeronenRosine,laportera.

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Una vez arreglada, madame Beck parecía una mujer más bien baja yrobusta, aunque no carecía de gracia a sumanera, es decir, la gracia que sederiva de estar bien proporcionada. Su tez era lozana y algo rubicunda; susojos, azules y serenos; su oscuro vestido de seda le sentaba como sólo unacosturera francesa puede hacer que siente un vestido; causaba buenaimpresión,aunquesuaspectoeraalgoaburguesado,yaqueburguesaera,enefecto.Habíaunnoséquéarmoniosoenella; sinembargo, su rostroestaballenodecontrastes,pueslasfaccionesnoeranlasquesuelenacompañarauncutis donde se combinan serenidad y lozanía: tenía un perfil severo y unafrente alta y estrecha, que expresaba inteligencia y cierta bondad, pero noamplituddemiras;ysusojostranquilos,aunquevigilantes,tampocoparecíanconocerelfuegoqueardeenloscorazones,niladulzuraqueemanadeellos.La boca era dura, de expresión adusta y labios finos. En cuanto a genio ysensibilidad,contodalatemeridadyternuraqueconllevan,teníalasensacióndequemadameBeckeraunaespeciedereyMinosconfaldas.

Conel tiempodescubríque tambiéneraotrascosas.Se llamabaModesteMaria Beck, de solteraKint; pero tendría que haberse llamado Ignacia. Erauna mujer caritativa, y hacía muchas buenas obras. No había ama másbenévola que ella. Me contaron que jamás había reñido a la insoportableseñora Sweeny, a pesar de sus borracheras, desorden y negligencia; sinembargo, la señoraSweeny tuvoquemarcharseencuantoaella leconvino.Medijerontambiénqueenaquel internadonuncasecriticabaaprofesoresymaestros, pero que tanto unos como otros eran sustituidos a menudo;desaparecíany otros ocupaban su lugar, sin quenadie pudiera explicarmuybiencómo.

Se trataba al mismo tiempo de un internado y un colegio. Las alumnasexternas eran más de cien; las internas, aproximadamente una veintena.Madamedebíadeposeergrandesdotesadministrativas:nosólodirigíaatodasesasniñas,sinotambiénacuatroprofesores,ochomaestros,seiscriadosytreshijas, ocupándose con toda diligencia de los padres y allegados de lasalumnas; y todo ello sin esfuerzo aparente, sin aspavientos, fatiga, fiebre nicualquierotrosíntomadeunaagitaciónexcesiva.Siempreestabaocupada…ajetreada,casinunca.Lociertoesquemadame tenía supropiosistemaparamanejar y organizar aquella enorme maquinaria, y este sistema era muybueno;el lectorhavistoyaunejemploenaquelpequeñoasuntodedarle lavueltaamisbolsillosyleermicuadernodenotas.«Vigilancia»y«espionaje»:ésaseransusconsignas.

Noobstante,madamesabía loqueera lahonradezy legustaba, siempreque no se interpusiera con sus ridículos escrúpulos en el camino de suvoluntade intereses.Respetaba l’Anglaterre,y encuanto a les anglaises, nocontrataba a mujeres de ningún otro país para cuidar a sus hijas si podía

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evitarlo.

Porlasnoches,despuésdehaberpasadoeldíaconspirando,desbaratandoconspiraciones,espiandoyrecibiendoinformesdesusespías,subíaamenudoami habitación—con indicios de verdadero cansancio en el rostro—, y sesentabaaescuchara lasniñasmientrasmedecíansusoracionesen inglés:aaquellas pequeñas católicas se les permitía recitar sobre mis rodillas elPadrenuestro y el himno que empieza con las palabras «Dulce Jesús». Ycuando las había acostado, madame me hablaba (no tardé en aprendersuficiente francésparaentenderla, e inclusoparacontestarla)de Inglaterraydelasmujeresinglesas,ydelasrazonesporlasquelecomplacíaadmitirqueeranmásinteligentesydeunaprobidadmásauténticayfiable.Confrecuenciademostraba mucho sentido común, y expresaba opiniones muy sensatas:parecía saber que mantener a las alumnas en un celoso encierro, en unaignoranciaciegaybajounavigilanciaquenolespermitíaunsoloinstantedeintimidad, no era el mejor modo de convertirlas en mujeres honradas ymodestas, pero aseguraba que las consecuencias serían desastrosas si seintentaba cualquier otrométodo con las jóvenes delContinente: estaban tanacostumbradas a la represiónqueuna educaciónmás relajada, por cautelosaque fuera, sería interpretada mal y conduciría a abusos funestos; estabacansada, afirmaba, de los medios de los que había de valerse, pero erannecesarios; y después de hablarme, amenudo condignidady delicadeza, semarchaba con sus souliers de silence y se deslizaba por la casa como unfantasma,observandoyespiandopor todaspartes,mirandoporelojode lascerraduras,escuchandodetrásdelaspuertas.

Despuésdetodo,elsistemademadamenoeramalo:esjustoreconocerlo.Sus disposiciones no podían ser mejores para el bienestar físico de lasalumnas. El ejercicio intelectual no era agotador, las clases estaban biendistribuidas y se hacían incomparablemente fáciles para las jóvenes; lasdiversiones y el ejerciciomantenían su buen estado de salud; la comida erabuenayabundante:enlarueFossettenoseveíancaraspálidasodemacradas.MadameBecknoescatimabajamásunafiesta;concedíatiemposobradoparadormir, vestirse, asearse y comer; en todas esas cuestiones, su método eradistendido,liberal,saludableyracional:amásdeunaausteradirectorainglesaleconvendríaimitarlo,ycreoquemuchasestaríanencantadasdehacerlosilosrigurosospadresinglesesselopermitieran.

Dado quemadame Beck lo dirigía todomediante el espionaje, disponíanaturalmente de un plantel de espías: conocía a la perfección la clase deherramientasqueempleaba,y,aunquenoteníaescrúpulosenutilizarlasmássuciascuandolaocasiónlorequería—deshaciéndoseluegodeellascomodela cáscara de una naranja después de haberla exprimido—, yo mismacomprobé lo exigente que era cuando las buscaba demetal puro para fines

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menosturbios;ycuandoencontrabaunaherramientasintacha,lacuidabaconmimo, guardándola entre algodones. Sin embargo, pobre del hombre o lamujer que depositara enmadameBeck una confianzamayor de la que ellacreyera necesaria para sus intereses. El interés era la llave maestra de sunaturaleza,suprincipalestímulo,elalfayomegadesuvida.Hevistocómoapelaban a sus sentimientos, y he sonreído ante quienes lo hacían, entrecompasiva y desdeñosa. Con ese proceder, nadie consiguió jamás que leescuchara o que desistiera de sus propósitos. Por el contrario, intentarconmover su corazón era el modo más seguro de despertar su antipatía yconvertirlaenunasecretaenemiga.ParamadameBeckeraunapruebadequenoteníauncorazóncapazdeconmoverse;lerecordabadóndeestabasupuntodébil, dónde era impotente.Ella ejemplificabamejorquenadie ladiferenciaentrecaridadymisericordia.Aunquedesprovistadecompasión,nocarecíadeciertabenevolenciaracional,quelepermitíamostrarsegenerosaconpersonasalasquenohabíavistonunca,sibienmáscomoclasequecomoindividuos.Pour les pauvres abría con liberalidad la bolsa; para un pobre, la teníageneralmentecerrada.Siempreestabadispuestaaparticiparconentusiasmoenproyectos filantrópicos que beneficiaran al conjunto de la sociedad; peroningunaaflicciónindividuallograbaafectarla:nohabíasufrimientolobastantegrande o intenso, concentrado en una sola alma, que tuviera poder paratraspasar la suya. Ni la agonía en Getsemaní, ni la muerte en el Calvario,habríanarrancadounasolalágrimaasusojos.

Lo repito, madame era una mujer extraordinaria y muy competente.Aquella escuela ofrecía un ámbito demasiado limitado a su talento; deberíahabergobernadounanaciónentera,ohaberpresididounaturbulentaasamblealegislativa. Nadie habría conseguido intimidarla, ni alterar sus nervios, niagotar su paciencia, ni superarla en astucia. Ella sola habría podidodesempeñar las funciones de unprimerministro y de un superintendente depolicía.Prudente,firme,desleal;reservada,astuta,desapasionada;vigilanteeinescrutable;perspicazeinsensata…yademáscompletamentedecorosa,¿quémáspodíadesearse?

El juicioso lector no supondrá que obtuve toda la información que hecondensadoaquíenunmesoenmedioaño.¡No!Loquepercibíalprincipiofue laprósperafachadadeuncentroescolargrandeyfloreciente.Teníaantemí unamansión llena de alegres jovencitas rebosantes de salud, todas bienvestidasy,muchasdeellas,hermosas,queadquiríanconocimientosgraciasaunmétodoincreíblementefácil,sinpenososesfuerzosniundespilfarroinútilde inteligencia; quizá sin progresar muy deprisa en nada; con calma, perosiempreactivas,ynuncaagobiadas.Teníaantemíuncuerpodeprofesoresymaestrossobrelosquerecaíatodoeltrabajodifícil,conelfindeahorrárseloalasalumnas,sibiensusdeberesestabantanbiendistribuidosqueserelevabanunos a otros siempre que sus tareas resultaban excesivas. Tenía antemí, en

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definitiva,uncolegioextranjerocuyavida,movimientoyvariedadofrecíanuntotalydeliciosocontrasteconmuchasinstitucionesinglesasdelmismotipo.

En la parte posterior de la casa había un amplio jardín, y en verano lasalumnas vivían prácticamente al aire libre entre los macizos de rosas y losárbolesfrutales.Bajoelgranberceaucubiertodeparras,sesentabamadameBecken las tardesestivalesyhacíavenir a lasdiferentes clases,por turnos,paraquesesentaranasualrededoraleerycoser.Mientrastanto,losmaestrosiban y venían para dar breves y animadas charlas, más que clases, y lasalumnas tomaban nota o no de sus enseñanzas, según su predisposición,convencidas de que, en caso de descuido, podrían copiar los apuntes de suscompañeras.Ademásdelos joursdesortieestablecidoscadames, lasfiestascatólicassesucedíanalolargodelaño;yaveces,enunamañanaradianteoenunatardeapacibledeverano,llevabanalasinternasadarunlargopaseoporelcampoylasagasajabancongaufresyvinblanc,olechefrescaypainbisopistolets au beurre (bollos de mantequilla) y café. Todo aquello era muyagradableymadameBeckparecíalabondadpersonificada;losprofesoresnoerantanmalos,puespodríanhabersidopeores;ylasalumnasquizáresultaranun poco ruidosas y maleducadas, pero eran el compendio de la salud y laalegría.

Asíseveíanlascosasatravésdelencantoquedaladistancia;perollegóelmomentoenqueaquelladistanciadesaparecióparamí,cuandomeobligaronabajardemiatalayadelcuartodelasniñas,desdedondehabíaobservadotodohastaentonces,paratrabarunconocimientomásíntimodelpequeñomundodelarueFossette.

Cierto día en que estaba en el piso de arriba, como de costumbre,preguntandolaleccióndeinglésalasniñasaltiempoquecosíaeldobladillodeunvestidodesedademadame,lavientrarlentamenteenlahabitación,conaquelaireabsortoypreocupadoqueavecesseleíaensurostroyquelahacíaparecer tan poco cordial. Dejándose caer en una silla frente a mí, guardósilencioduranteunosminutos.Désirée,lahijamayor,leíaunpequeñoensayode la señora Barbauld que yo le hacía traducir del inglés al francés paraasegurarmedequecomprendíaloqueestabaleyendo;madameescuchaba.

Alcabodeunrato,sinpreámbulos,exclamóenuntonoqueparecíacasideacusación:

—Señorita,enInglaterraeraustedinstitutriz.

—Seequivoca,madame—contestésonriendo.

—¿Eséstalaprimeravezqueintentaenseñar…aquí,conmishijas?

Ledijequesí.Unavezmásguardósilencio,pero,cuandolevantélavistaal coger un alfiler del acerico, descubrí que era objeto de su escrutinio:me

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observaba fijamente; parecía dar vueltas a algo…medir mi capacidad paraalgúnpropósito,sopesarmivalíaparaalgúnplan.Madamehabíaregistradoyatodasmispertenenciasyestoyseguradequecreíaconocermebien:perodesdeaquel día, y por espacio de una quincena, me sometió a nuevas pruebas.Escuchabadetrásdelcuartodelasniñascuandoestabaallíconsushijas;meseguíaaunadistanciaprudencialcuandosalíaapasearconellas,acercándosesigilosamenteparaoírnossiempreque losárbolesdelparqueo laavenida leservían de escondrijo. Tras haber observado fielmente este estricto procesopreliminar,hizounmovimientohaciadelante.

Unamañanameabordódeprontocomosi tuvieramuchaprisa,diciendoqueseencontrabaenundilema.ElseñorWilson,elprofesordeinglés,nosehabía presentado a su hora y temía que estuviera enfermo; las alumnasesperaban en el aula; no había nadie para dar la clase; ¿tendría yo algúninconveniente en hacerles un pequeño dictado, por una vez, para que lasalumnasnodijeranquesehabíanquedadosininglés?

—¿Enlaclase,señora?—pregunté.

—Sí,enlaclasedesegundocurso.

—Dondehaysesentaalumnas—exclamé;puesconocíaelnúmeroexactoy, conmi cobardía habitual, prefería refugiarme en la pereza, igual que uncaracol en su concha, y alegar incapacidad y falta de experiencia comopretexto para eludir la acción. De haber dependido de mí, sin duda habríadejadoescaparaquellaoportunidad.Carentedeaudaciaydelosimpulsosdelaambición,habríasidocapazdepasarmeveinteañosenseñandoelalfabetoalas niñas, arreglando vestidos de seda y haciendo delantales infantiles. Noquiero decir con esto que me sintiera verdaderamente satisfecha, lo quedignificaríamiresignación,yaqueeltrabajonomegustabanidespertabamiinterés, pero me parecía maravilloso verme libre de sinsabores ypreocupaciones;eludirelsufrimientoeralomáscercanoalafelicidadqueyoesperaba conocer. Además, tenía dos vidas muy diferentes: la de mispensamientos y la real; y mientras la primera estuviera suficientementealimentada por las mágicas y extrañas alegrías de la imaginación, losprivilegiosdelasegundapodíanseguirlimitadosalpandecadadía,altrabajorutinarioyauntechobajoelqueresguardarme.

—Vamos—dijomadame, cuandome inclinaba conmás afán que nuncasobreeldelantalinfantilqueestabacortando—,dejeeso.

—PeroFifinelonecesita,madame.

—EntoncesFifinetendráqueesperar,porqueyolanecesitoausted.

YcomomadameBeckmenecesitabarealmenteyestabadecididaacontarconmigo…comohacíamuchotiempoqueestabadescontentaconelprofesor

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de inglés, su falta de puntualidad y su descuidado método de enseñanza…como,porotraparte,nolefaltabanresoluciónnisentidopráctico,tantosiyocarecíadeelloscomosino,meobligósinmáspreámbulosadejarlaagujayeldedal,mecogiódelamanoymecondujoescalerasabajo.Cuandollegamosalcarré,unampliovestíbulocuadradoqueseparabalaviviendadelpensionnat,se detuvo, me soltó la mano, se volvió hacia mí y me examinó. Yo meruboricé, temblandodepiesacabeza;no loanunciéisenGat,perocreoquelloraba. De hecho, las dificultades que tenía ante mí estaban lejos de sercompletamenteimaginarias;algunaseranmuyreales,ylamásimportantedetodas era mi escaso dominio del medio en el que debía enseñar. Habíaestudiado francés con ahínco desde mi llegada a Villette, poniéndolo enpráctica durante el día y aprendiendo la teoría en los momentos libres queteníaporlanoche,hastalahoraenquelasnormasdelacasameobligabanaapagar la vela, pero aún estaba lejos de poder confiar enmi capacidadparaexpresarmecorrectamente.

—Dites donc —dijo madame con severidad—, vous sentez-vousréellementtropfaible?

Yopodríahabercontestadoquesíyhabervueltoalaoscuridaddelcuartodelasniñas,dondetalvezhabríalanguidecidoelrestodemivida;peroalcélosojoshaciamadameyvialgoensurostroquemehizorecapacitar.Enaquelinstante, no tenía el aspecto de unamujer, sino el de un hombre. Un vigorespecialiluminabasusfacciones,peroeraunvigormuydiferentedelmío:nodespertaba comprensión, simpatía o sumisión. No me tranquilizó, ni meconvenció,nimeabrumó.Eracomosiestuvieraplanteándoseundesafíoentrecualidadesopuestas,ydeprontocomprendílaindignidaddemiapocamiento,lacobardíademifaltadeambición.

—¿Seguirá adelanteo retrocederá?—inquiriómadame, señalandocon lamanoprimerolapequeñapuertaquecomunicabaconsuvivienda,yluegolagranpuertadoblequeconducíaalasaulas.

—Enavant—respondíyo.

—Pero¿podráconlasclasesoestádemasiadoexcitada?—prosiguióella,enfriándose al tiempo que yo me animaba, y sosteniendo aquella miradaseverayantipáticadelaqueyoextraíafuerzaydeterminación.

Al decir esto, sonrió con cierto desprecio; la excitación nerviosa no eramuydelgustodemadame.

—No estoy más excitada que esta piedra —aseguré, golpeandoligeramenteconelpielalosadelsuelo—,oqueusted—añadí,devolviéndolelamirada.

—Bon! Pero permítame decirle que aquí no se encontrará con las

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tranquilas y recatadas muchachas inglesas. Ce sont des Labassecouriennes,rondes,franches,brusques,ettantsoitpeurebelles.

—Lo sé—exclamé yo—, y también sé que, a pesar de haber estudiadofrancés con empeño desde mi llegada, no lo domino lo suficiente parainfundirlesrespeto.Cometeréerroresquemedejaránexpuestaaldesdéndelasalumnasmásignorantes.Peroinsistoendarleslaclase.

—Siempreseensañanconlosprofesorestímidos—dijoella.

—Eso también lo sé, madame. He oído contar cómo acosaron y serebelaron contra la señorita Turner —una pobre profesora de inglés, sinamigos, a la que madame había contratado y no tardó en despedir; sulamentablehistorianomeeraajena.

—C’est vrai—repuso ella con frialdad—.La señoritaTurner tenía tantaautoridadsobreellascomounmozodecocina.Eradébileindecisa;lefaltabatacto,inteligencia,determinación,dignidad.LaseñoritaTurnernoservíaparamanejaraestasjóvenes.

Sinresponder,avancéhacialapuertacerradaqueconducíaalasaulas.

—Noespereayudademínideningunaotrapersona—señalómadame—.Perderíatodacredibilidadcomoprofesora.

Abrí lapuerta, ladejépasarcortésmente,yfui trasella.Habíatresaulas,todasdegran tamaño.Ladel segundocurso, donde iba a trabajar yo, era lamás grande, y daba cabida a un grupo más numeroso, turbulento einfinitamentemás ingobernableque losotrosdos.Conposterioridad,cuandoyaconocíamejorelterreno,pensaría(sisemepermitelacomparación)queeltranquilo, educadoy sumisoprimer curso era al enérgico, rebelde y ruidososegundocurso,loquelaCámaradelosLoresalaCámaradelosComunes.

Trasunaprimeraojeada,comprobéquemuchasdelasalumnaseran,másque niñas,mujeres jóvenes; sabía que algunas pertenecían a familias nobles(de la aristocracia de Labassecour), y estaba convencida de que ninguna deellasdesconocíamiposiciónencasademadame.Cuandosubíalatarima(queapenas se elevaba un palmo del suelo), donde estaba lamesa y la silla delprofesor,me encontré ante una hilera de ojos y de rostros que amenazabantormenta:ojosen losquebrillabaeldescaroy rostros fríosyduroscomoelmármol. La «mujer» continental esmuy distinta a la «mujer» insular de sumisma edad y clase social; jamás había visto ojos y rostros semejantes enInglaterra.MadameBeckmepresentóconcuatropalabras,abandonóelaulaconpasomajestuosoymedejólagloriaparamísola.

Nuncaolvidaréaquellaprimeraclasenicuántomedesvelósobrelavidayla naturaleza humana. Fue entonces cuando empecé a ver con claridad el

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abismoqueexistíaentrelajeunefilleidealizadadenovelistasypoetas,yesamismajeunefillereal.

Alparecer,lastresaristocráticasbeldadessentadasenprimerafilahabíandecididoqueunabonned’enfantsnopodíadarlesclasedeinglés.Sabíanquehabían logradoexpulsar aprofesoresquedetestaban; sabíanquemadame sedesharíadelprofesseurolamaîtressequesehicieraimpopular;quejamásleayudaríaaconservarsupuestosieradébil;que,sinoteníafuerzasparalucharotactoparaabrirsecamino,acabaríacayendo.Cuandotuvierondelantea«laseñoritaSnowe»,seprometieronunavictoriafácil.

MesdemoisellesBlanche,Virginie yAngélique iniciaron la campaña conuna serie de cuchicheos y risitas disimuladas que pronto se convirtieron enmurmullosypequeñascarcajadas,yquelosbancosmásalejadosrecogieronyrepitieronmás ruidosamente.Al verme obligada a hablar un idioma que nodominaba en un ambiente tan hostil, aquella rebelión creciente de sesentacontraunanotardóenhacerseopresiva.

Dehaberpodidoexpresarmeenmipropialengua,estoyseguradequemehabríahechoescuchar;pues,enprimerlugar,aunquesabíaquemiaparienciaeraladeunserinsignificante—loquesindudaeraciertoenmuchosaspectos—, la naturaleza me había dado una voz que lograba hacerse oír si laexcitaciónlaelevabaolaemociónlavolvíamásprofunda.Ensegundolugar,aunque en circunstanciasnormalesnomeexpresaba con fluidez, sinodeunmodovacilante,conunestímulocomoeldeaquellaclaseamotinada,habríapodido soltar unas frases en inglés que estigmatizaran su comportamientocomomerecía; y luego, con cierto sarcasmo, salpicadode amargodespreciohacialascabecillasydeinocuasbromasasusmásdébilesynotanmalvadasseguidoras, tenía la impresióndequehabríapodidodominar a aquel rebañosalvaje, o domesticarlo almenos.Lo único que pude hacer fue acercarme aBlanche—mademoiselledeMelcy,unajovenbaronesaque,ademásdeserlamayor,eralamásalta,hermosayperversadetodas—,colocarmedelantedesupupitre,quitarledelasmanoselcuadernodeejercicios,volveralatarima,leerdespaciosuredacción,queencontrésumamenteestúpida,y,conlamismalentitud,romperlahojaemborronadaendosdelantedetodalaclase.

Esteactosirvióparaatraerlaatenciónyacallarlasvoces.Sólounadelasjóvenes, sentada en la parte de atrás, persistió en su rebelión con lamismaenergía. Lamiré atentamente. Tenía la tez pálida, el cabello negro como lanoche,espesascejas,faccionesenérgicasyojososcuros,rebeldesysiniestros.Reparéenqueestabasentada juntoaunapuertamuypequeña,queabríaunarmariodondeseguardabanloslibros.Estabadepieparadarriendasueltaasusprotestasconmayorenergía.Calculésuestaturaysufuerza.Parecíaaltaynervuda,pero,mientraslaluchafuerabreveyelataqueinesperado,penséquepodíavencerla.

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Medirigíal fondodelaulacon toda la frialdade indiferenciadeque fuicapazy,enpocaspalabras,ayantl’airderien,empujésuavementelapuertayla dejé entreabierta. En un instanteme volví con brusquedad hacia ella. Enotroinstante,lajovenestabadentrodelarmario,lapuertacerradaylallaveenmibolsillo.

Aquellaalumna,denombreDoloresydeorigencatalán,eracasualmenteunadeesaspersonastemidasyodiadasportodassuscompañeras;elactodejusticiasumariaqueacabodemencionarresultómuypopular:nohubonadieenelaulaque,enelfondo,nosealegrara.Porunmomento,sequedaronensilencio;luegounasonrisa,nounacarcajada,pasódepupitreenpupitre.Trasvolver a mi tarima con aire tranquilo y grave, pedí silencio cortésmente yempecé a dictar como si nada hubiera ocurrido. Las plumas se deslizaronpacíficamente sobre el papel y el resto de la clase transcurrió con orden yaplicación.

—C’estbien—dijomadameBeckcuandosalídelaclase,acaloradayunpocoexhausta—.Çaira.

Habíaestadoescuchandoyespiandoporlamirillatodoeltiempo.

A partir de aquel día, dejé de ser niñera-institutriz y me convertí enprofesoradeinglés.Madamemesubióelsueldo,perotrabajétresvecesmásqueelseñorWilsonporlamitaddesusalario.

CapítuloIX

Isidore

Misocupacionespasaronasermuchasymuyprovechosas.Entreenseñaralosdemásyestudiarconahínco,apenasmequedabaunmomento libre.Eramuyplacentero.Sentíaqueprogresaba;enlugardeserlapresaaletargadadelmohoylaherrumbre,estabapuliendomisfacultadesyaguzándolasgraciasalusoconstante.Antemíseabríannuevasexperiencias,ynoapequeñaescala.Villetteesunaciudadcosmopolita,yenaquelcolegioestudiabanjóvenesdecasitodaslasnacioneseuropeas,ydediferentesclasessociales.LaigualdadsepracticabaatodashorasenLabassecour;aunquenorepublicanaenlaforma,casi podía decirse que lo era en el fondo, y en los pupitres del centro demadameBeck,lajovencondesaylajovenburguesasesentabancodoacodo.Nosiempreerafácilsaber,porlaapariencia,cuáleranobleycuálplebeya;siexceptuamosquelasegundasolíatenerunosmodalesmásfrancosycorteses,mientrasquelaprimerasalíavictoriosaporsudifícilydelicadacombinacióndehipocresíaeinsolencia.Enlaprimerasemezclabaamenudolaimpulsiva

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sangrefrancesaconlaflemadelasmarismas:lamentodecirqueelefectodeaquel vivaz fluido se manifestaba principalmente en la verbosidadacarameladaconquelaadulaciónylamentiraasomabanasuslabios,yenunaconductamásfrívolayalegre,perocompletamentefalsaycruel.

Parahacerjusticiaatodos,lasverdaderasnativasdeLabassecourtambiéneran hipócritas; pero de un modo menos sutil, que a casi nadie engañaba.Siemprequelesresultabaventajosomentir,lohacíantranquilamente,sinqueselesalteraralarespiraciónnilesremordieralaconciencia.NohabíanadieencasademadameBeck,desdelafregonahastalamismísimadirectora,queseavergonzara de una mentira; les parecía algo sin importancia; no es queinventarfueraprecisamenteunavirtud,perosílamásvenialdelasfaltas.«J’aimenti plusieurs fois», repetíanmujeres y niñas en su confesiónmensual: elsacerdote las escuchaba sin sorprenderse y les daba de buen grado laabsolución. Muy diferente era no asistir a misa o leer un capítulo de unanovela:esospecadosnoselibrabandeunsermónodeunapenitencia.

Mientrasnofui realmenteconscientedeeseestadodecosase ignorésusconsecuencias,melasarreglémuybienenminuevoentorno.Despuésdelasdifíciles primeras clases, impartidas en medio del peligro y al borde de unvolcán moral que, rugiendo bajo mis pies, arrojaba chispas y ardienteshumaredasamisojos,elespírituindómitodelasalumnasparecióapaciguarse,almenosenloqueamíconcierne.Estabadecididaasalirvictoriosa:nopodíasoportarlaideadefracasarenmiprimerintentoporsaliradelanteporculpadesu exacerbada hostilidad y de su desenfrenada rebeldía. Pasaba despiertamuchas horas de la noche, ideando el mejor modo de dominar a aquellasamotinadas, y de ejercer una influencia permanente sobre aquella obstinadatribu. Lo primero que comprendí con claridad es que no podía esperar lamenorayudademadame: loúnicoque le importabaeraconservar intactasupopularidad entre las alumnas, incluso en detrimento de la justicia o delbienestardelosprofesores.Sialgunodeéstosbuscabasuapoyoenunacrisisde insubordinación, tenía asegurado el despido. En la relación con lasalumnas, madame sólo reclamaba para ella lo cordial, placentero y loable,exigiendo a sus lugartenientes capacidad para solucionar cualquier crisisenojosa en la que actuar con la debida prontitud equivaliera a hacerseimpopular.Asíqueteníaquearreglármelassola.

Enprimer lugar, estaba tanclarocomo la luzdeldíaqueaquella infamemultituddejovencitasnopodíagobernarseporlafuerza.Habíaqueseguirleslacorrienteyarmarsedepacienciaconellas:unosmodalescortesesyserenoslasimpresionaban;algunapequeñabromadevezencuandotambiéneradesuagrado. No podían, o no querían, que sus mentes trabajaran de un modoriguroso y continuado; y se negaban en rotundo a ejercitar la memoria, elraciocinio o la atención. Mientras que una joven inglesa de inteligencia y

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docilidad medianas redactaba calladamente un trabajo, esforzándose porcomprenderlo y dominarlo, una nativa de Labassecour se reía en tu cara yexclamabarechazándolo:

—Dieuquec’estdifficile!Jen’enveuxpas.Celam’ennuietrop.

Un profesor que conociera bien su trabajo se apresuraba a coger elejercicio,sinvacilar,protestarodiscutir,yhacíacuantoestabaensusmanosporreducirlasdificultadesdeltemayvolverlocomprensibleparalasjóvenes;despuésseloentregabadenuevoasímodificado,conalgunafrasesarcásticaycruel.Lasmuchachasnotabanelaguijonazo,esposiblequehicieranungestode dolor, pero no guardaban rencor a esta clase de ataques, siempre que elcomentario no fuera amargo sino gracioso, y lesmostrara con claridad y enletra negrita —para que pudieran leerlo de corrido— su incapacidad,ignorancia y pereza. Se amotinaban cuando un profesor añadía tres líneas auna lección, jamás cuando éste hería su dignidad: les habían enseñado aaplastar lopocoqueteníandeesacualidad,queparecíaverconbuenosojosquelapisotearan.

Poco a poco, a medida que yo iba adquiriendo fluidez y soltura en sulengua, ypodía emplear las expresionesmás enérgicas cuando laocasión lorequería,lasjovencitasmásmaduraseinteligentescomenzaronaapreciarme,asumanera.Comprendíquecuandoseexcitabaelamorpropiodeunaalumnaosedespertabaenellaunavergüenzasincera,erafácilganarsesuestima.Silograba,aunquesólofueraunavez,quelesardieranlasorejas(normalmentegrandes) bajo su espesa y brillante cabellera, todo marchaba relativamentebien.

Alpocotiempo,empezaronaaparecerramilletesdefloressobremimesapor las mañanas; y yo, para agradecer esa pequeña gentileza extranjera,paseabaenocasionesconunaspocaselegidasduranteelrecreo.Enelcursodenuestrasconversacionesintentédosotresveces,sinlamenorpremeditación,corregir alguno de sus singulares y distorsionados principios, y les expusesobretodomiopiniónsobreelmalylavilezadeunamentira.Enunmomentodedescuido,acertéadecirque,delosdospecados,meparecíamásgravelamentira que una falta ocasional a misa. Las pobres niñas habían sidoaleccionadas para repetir ante oídos católicos lo que dijera un profesorprotestante.Laconsecuencia fueedificante.Algo indefinidoe invisible,algodifícil de describir, se interpuso entre mis mejores alumnas y yo: seguíanregalándome ramilletes de flores, pero la conversación se volvió desdeentonces impracticable. Cuando paseaba por el jardín o me sentaba a lasombra del berceau, siempre que una alumna se colocaba ami derecha, unprofesoraparecíaamiizquierda,comoporartedemagia.Yporextrañoquepueda parecer, los zapatos de silencio de madame Beck se encontrabancontinuamente amis espaldas, tan sigilosos, rápidos e inesperados comoun

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céfiroerrante.

En cierta ocasión, la opinión de los católicos sobre mis perspectivasespiritualesmefuecomunicadaconbastanteingenuidad.Unaalumnainternaalaquehabíahechoalgúnpequeñofavorexclamóundíaqueestabasentadaamilado:

—Mademoiselle,¡quépenaqueseaprotestante!

—¿Porqué,Isabelle?

—Parce que quand vous serez morte, vous brûlerez tout de suite dansl’Enfer.

—Croyez-vous?

—Certainementquej’ycrois: tout lemondelesait;etd’ailleurs leprêtremel’adit.

Isabelleeraunajovencitasingularquenoteníapelosenlalengua.

—Pourassurervotresalutlà-haut,onferaitbiendevousbrûlertouteviveici-bas—añadió,sottovoce.

Mereí,yaqueeraimposiblehacerotracosa.

¿Ha olvidado el lector a la señorita Ginevra Fanshawe? En ese caso,permítemequevuelvaapresentarlacomounadelasflorecientesalumnasdemadameBeck,puesenefectoloera.AsullegadaalarueFossette,dosotresdías después de que yo me instalará allí súbitamente, apenas le causóextrañezatropezarseconmigo.Debíadecorrerlamejorsangreporsusvenas,pues jamás una duquesa se mostró tan perfecta, radical y sinceramentenonchalantecomoella;delasensacióndeasombro,apenaspodíadespertarseundébily fugazdestelloen su interior.Ycasi todas sus facultadesparecíanhallarseenunestadoigualmenteprecario:sussimpatíasyantipatías,suamorysuodio,eran tanendeblescomo loshilosdeuna telaraña;mashabíaalgofuerteyduraderoenella:suegoísmo.

No podía decirse que fuera orgullosa; a pesar de ser yo una bonned’enfants, me habría convertido en seguida en una especie de confidente oamiga.Meimportunabaconmilquejaspuerilessobrelaspeleasescolaresylaeconomíadoméstica:nolegustabalacocinadelpaís;despreciabaacuantoslarodeaban,profesoresyalumnas,porqueeranextranjeros.Yoaguantédurantealgún tiempo con paciencia sus improperios contra el pescado salado y loshuevosdurosdelosviernes,susinvectivascontralasopa,elpan,elcafé;perofinalmente, cansadade su insistencia,me enfadé con ella y le paré lospies,algoquedeberíahaberhechodesdeelprincipio,puesunabuenareprimendasiemprelesentababien.

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Meviobligadaasoportarmuchomás tiemposuspeticionesdeayudaenalgunastareas.Suguardarropa,enloqueserefiereaartículosdeusoexterno,estaba bien surtido y era muy elegante; pero no andaba sobrada de otrasprendas,ylasqueteníanecesitabancontinuamentearreglos.Elladetestabalaslaboresdeagujaymetraíamontonesdemediasyotraspiezasparaqueselasremendara. Después de contentarla varias semanas, aquello amenazó conconvertirse en una carga intolerable, así que le dije claramente que seremendara su propia ropa. Ginevra rompió a llorar, y me acusó de haberdejado de ser su amiga; pero no dimi brazo a torcer, y esperé a que se lepasaraelhisterismo.

Apesardeestasflaquezasydeotrasquenoesnecesariomencionar—peroquenoeranpropiasdeuncarácterexquisitooelevado—,¡quéhermosaera!¡Resultaba tan encantadora cuando bajaba en las soleadas mañanas dedomingo, elegantemente vestida y de buen humor, con un traje de seda decolor lila muy pálido, y los largos bucles rubios reposando en sus blancoshombros! Pasaba los domingos en casa de unos amigos que residían en laciudad;yenseguidamedioaentenderque,entreellos,habíaunoqueestaríaencantadodeseralgomás.Adivinéporsusinsinuaciones,sualegríayelbrillode su mirada que era objeto de una ardiente admiración, tal vez de unverdaderoamor.Ginevrallamaba«Isidore»asupretendiente,peromeexplicóque no era su verdadero nombre, sino el elegido por ella, ya que, segúninsinuó, el suyo no era «muy bonito». Cierta ocasión en que había estadopresumiendo de la vehemencia del amor de Isidore, le pregunté si ella lecorrespondía.

—Commecela—contestó—;esmuyapuestoymeamaconlocura,asíquemeresultadivertido.Çasuffit.

Alverqueaquellahistoriadurabamásdeloqueyohabíaprevisto,dadosucarácterveleidoso,decidípreguntarleseriamentesiesecaballerocontaríaconel beneplácito de sus padres, y especialmente de su tío, de quien ella, alparecer,dependía.Lajovenreconocióqueteníasusdudas,puesnocreíaque«Isidore»fuerarico.

—¿Ysigueustedalentándolo?—inquirí.

—Furieusement,aveces—repuso.

—¿Sintenerlacertezadequeledejaráncasarseconél?

—¡Oh,quéaburridaesusted!Noquierocasarme.Soydemasiadojoven.

—Pero si él la ama tanto como dice, y todo termina en nada, sufrirámucho.

—Por supuesto que se le romperá el corazón. Me sorprendería y me

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decepcionaríaquenofueraasí.

—MegustaríasabersieseseñorIsidoreestáloco—dije.

—Sí,estálocopormí;peroenotrascuestionesesmuysensato,àcequ’ondit.LaseñoritaCholmondeleyloconsideraextraordinariamenteinteligente,yestáconvencidadequeseabrirácaminograciasasu talento;sóloséquenohacemás que suspirar enmi presencia, y que puedomanejarlo con el dedomeñique.

Deseando tener una idea más precisa de su enamorado, aquel monsieurIsidore, cuya situación me parecía de lo más insegura, le rogué que me lodescribiera;mas ella fue incapaz: le faltaban las palabras y no sabía unirlasparaformarfrasesquetuvieransentido.Dabalaimpresióndequenosehabíafijadorealmenteenél:ningunodesusrasgos,nidesuscambiosdeexpresión,parecíahaberla conmovidoohabersegrabadoen sumemoria.Loúnicoquepodíaafirmaresqueera«beau,maisplutôtbelhomme,quejoligarçon».Denohabersidoporunacosa,miinteréshabríadecaídoymipacienciasehabríaagotadoconfrecuenciaalescucharla.Todosloscomentariosquehacía,todoslos detalles que daba, mostraban inconscientemente, en mi opinión, quemonsieurIsidoreleprofesabasuadmiraciónconenormedelicadezayrespeto.Ledijecontodasinceridadquemeparecíademasiadobuenoparaella,yañadícon idéntica franquezaque se comportabacomounacoqueta.Ella rompióareír,seapartólosrizosdelosojosysealejóbailandocomosilehubierahechouncumplido.

Los estudios de la señorita Ginevra eran pocomás que nominales; sólohabía tres cosas quepracticaba con seriedad, a saber,música, cantoybaile;también bordaba los delicados pañuelos de batista que no podía permitirsecomprar. En cuanto a nimiedades como los deberes de historia, geografía,gramática y aritmética, los dejaba sin hacer o conseguía que otros se loshicieran.Pasabamuchotiempovisitandoasusamistades.Madamesabíaquesu estancia en el colegio se limitaría a un período determinado que no seprolongaríahicieraonoprogresos,demodoque,enese sentido, lepermitíaunagranlibertad.LaseñoraCholmondeley,suchaperon,unadamaeleganteyjovial,requeríasupresenciasiemprequeteníainvitados,yaveceslallevabaconsigoa lasfiestasdesusconocidos.AGinevraleencantabaestemododeproceder; sólo veía en él un inconveniente: se veía obligada a vestir conelegancia y no tenía dinero para comprar tantas prendas. Este problemaparecía ocupar todos sus pensamientos; y ella se afanaba por encontrar elmejor modo de solucionarlo. Era asombroso presenciar la actividad de sucerebro,tanindolenteparaotrascosas,yvercómolanecesidadyeldeseodebrillarlaempujabanaexhibirunaudazatrevimiento.

TeníaeldescarodeaprovecharsedelaseñoraCholmondeley…eldescaro,

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hedicho.Enlugardeavergonzarse,lehablabaenestetono:

—Miquerida señoraC.,no tengonadaqueponermepara su fiestade lasemanaqueviene;tienequeprestarmeunvestidodemuselina,ytambiénunaceinturebleuceleste,porfavor…¡esustedunángel!¿Lohará?

La querida señora C. cedió al principio; pero, al descubrir que lasexigenciasdeGinevraaumentabanamedidaqueellalassatisfacía,notardóenverse obligada, como todos los amigos de la señorita Fanshawe, a ofrecerresistencia a tanto abuso. Pasado algún tiempo, dejé de oír hablar de losregalosdelaseñoraCholmondeley;perocontinuaronlasvisitasdeGinevra,ysiguieron apareciendo los vestidos necesarios, además de otros muchos,pequeñosycarosetcéteras:guantes,ramilletes,inclusobaratijas.Encontradesucostumbre,einclusodesunaturaleza(puesnoeranadareservada),ocultótodoaquellodurantealgúntiempo;perounanocheenqueibaaunagranfiestaparalaquedebíavestirseconespecialesmeroyelegancia,cedióalatentacióndeveniramicuartoyexhibirseentodosuesplendor.

Estabamuyhermosa:tanjoven,tanlozana,conesadelicadezaenlapielyesaelasticidadenlafiguraqueresultantaninglesasyquenoestánentrelosencantos de lamujer continental. Llevaba un vestido nuevo, caro, perfecto.Consóloecharleunvistazo,medicuentadequenolefaltabaningunodeesosdetallestancostososquedanalconjuntounairedeperfecciónyrefinamiento.

La miré de pies a cabeza. Se dio graciosamente la vuelta para que yopudiera contemplarla.Conscientede suatractivo, suhumorera inmejorable:susojosazules,bastantepequeños,brillabandealegría;cuandosedisponíaadarme un beso, unmodo infantil demostrar el placer que sentía, la detuvediciendo:

—¡Calma!Mantengamoslacalma,analicemoslasituaciónydescubramosel significado de tanta magnificencia—y la empujé a cierta distancia parasometerlaaunainspecciónmásreposada.

—¿Quedarébien?—preguntó.

—¿Bien?—exclamé—.Haymuchasmanerasdequedarbien,yleaseguroquenoentiendolasuya.

—Pero¿cómoestoy?

—Muybienvestida.

Aquel elogio no le pareció suficientemente caluroso, y procedió aenseñarmetodoslosadornosdesuvestimenta.

—Mireestaparure—dijo—.Elbroche,lospendientes,laspulseras:nadieenelcolegiotieneunconjuntosemejante…nisiquieramadame.

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—Yaloveo—contesté,haciendounapausa—.¿LeharegaladoestasjoyasmonsieurdeBassompierre?

—Mitíonosabenadadeellas.

—¿SonunobsequiodelaseñoraCholmondeley?

—Por supuesto que no. La señora Cholmondeley es un ser miserable ytacaño;yanomeregalanuncanada.

Preferínohacermáspreguntas,peromeapartéconbrusquedad.

—Vamos, viejaCascarrabias…viejoDiógenes (que eran los apodos quemedabacuandonoestábamosdeacuerdo),¿quépasaahora?

—Serámejorquesevaya.Nomeagradaverla,niaustedniasuparure.

Poruninstante,pareciósorprendida.

—¿Quéleocurre,MadreSabiduría?Nohecontraídoningunadeuda…merefieroalasjoyas,alosguantes,alramillete.Esciertoquemivestidonoestápagado,peromi tíodeBassompierreabonará lafactura:nuncasefijaen losdistintos artículos, sólo mira el total; y es tan rico que no es necesariopreocuparseporunascuantasguineasdemásodemenos.

—¿Quieresalir?Voyacerrarlapuerta…Ginevra,esposiblequelagenteledigaqueestámuyhermosaconesevestidodenoche,peroparamínuncaestarámás bonita que el día en que la conocí, con aquel traje de algodón acuadrosyaquelsencillosombrerodepaja.

—Notodoelmundotieneungustotanpuritanocomoelsuyo—respondióenojada—.Además,nocreoquetengaderechoasermonearme.

—¡Ya lo sé!Pero tampoco lo tieneustedpara entrar revoloteandoenmidormitorio… como un arrendajo con plumas prestadas. No siento elmenorrespetoporsusplumas,señoritaFanshawe;especialmenteporesosocelosdepavo real que usted llama parure: objetos muy hermosos si los hubieracomprado con su dinero, de haberlo tenido, pero sin ninguna belleza en lascircunstanciasactuales.

—¡On est là pour Mademoiselle Fanshawe! —anunció la portera, yGinevrasemarchócorriendo.

El pequeño misterio de la parure no se resolvió hasta dos o tres díasdespués,cuandolajovenvinoavermeparacontármelotodo.

—No tiene por qué estar enfadada conmigo —empezó a decir—,convencida de que estoy llenando de deudas a papá o a monsieur deBassompierre.Le aseguro que todo está pagado, excepto los pocos vestidosquehecompradoúltimamente.Lodemásestáenorden.

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«Ahíestáelmisterio—penséyo—, teniendoencuentaquenose losharegaladolaseñoraCholmondeley,yquesólodisponedeunospocoschelinesquegastaconsumocuidado».

—Écoutez! —prosiguió, acercándose a mí y adoptando su tono másconfidencialypersuasivo,yaquemi«enfado»noleconvenía:legustabaquehablaraconellaylaescuchase,aunquesólofueraparareprenderlaoburlarmedeella—.Écoutez,chèregrogneuse!Selocontarécontodaclasededetalles;y entonces no sólo verá que no hay nada incorrecto en este asunto, sinotambiénlahabilidadconquehesabidomanejarlo.Enprimerlugar,tengoquesalir.Mi propio padre expresó su deseo de que yo viera algo demundo, ycomentóalaseñoraCholmondeleyque,aunqueyoeraunacriaturamuydulce,tenía un aire de colegiala del que quería especialmente verme libre,presentándome aquí en sociedad, antes de hacer mi verdadero début enInglaterra. Pues bien, si debo salir, tengo que vestirme. La señoraCholmondeley se ha vueltomuy tacaña y no quiere darme nadamás; seríaabusar de mi tío obligarle a pagar todo lo que necesito: eso no puedenegarlo…esalgoqueestádeacuerdoconloqueustedpredica.Verá,elcasoesqueALGUIENmeoyó(porcasualidad,seloaseguro)quejarmealaseñoraCholmondeleydemisestrecheces,ydelosapurosquepasabaparaconseguirunaodosfruslerías:yesealguien,lejosdeescatimarunobsequio,semostróencantadoantelaideadepoderregalaralgunatontería.Deberíahabervistosucaradeblanc-beclaprimeravezquelomencionó:cómodudabayenrojecía,einclusotemblabatemiendoquemenegara.

—Bastaya,señoritaFanshawe.SupongoquedeboentenderquemonsieurIsidoreessubenefactor:queesdeéldequienhaaceptadoustedesacostosaparure;queesélquienleregalalosramilletesylosguantes.

—Seexpresausteddeunmodotandesagradable—dijoella—queapenassé qué contestar; lo que quiero decir es que, de vez en cuando, concedo aIsidoreelplaceryelhonordeobsequiarmealgunabagatela.

—Dalomismo…Ginevra,parasersincera,nosémuchodeestascosas,perocreoqueestáobrandomuymal…terriblementemal.Sinembargo,quizátenga lacertezadepodercasarseconmonsieur Isidore…¿haobtenidoyaelconsentimientodesuspadresydesutío?¿Leamaustedsinreservas?

—Mais pas du tout! (siempre recurría al francés para decir algoespecialmentecrueloperverso).Jesuissareine,maisiln’estpasmonroi.

—Perdone, pero creo que sus palabras no reflejan más que necedad ycoquetería. No hay nada admirable en usted; sin embargo, no duda enaprovecharsedelabondadydelbolsillodeunhombreporelquesienteunatotalindiferencia.MonsieurIsidorelegustamuchomásdeloquepiensa,odeloquedeseaadmitir.

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—No.Laotranochebailéconunjovenoficialquemegustamilvecesmásqueél.AmenudomepreguntoporquéIsidoremeinspiratantafrialdad,puestodoelmundodiceque esmuyguapo,yotrasdamas lo admiran;pero, poralgúnmotivo,meaburre:déjemepensarporqué…

Yparecióesforzarseporreflexionar.Yolaaniméahacerlo.

—¡Sí! —dije—. Intente aclarar el estado de sus pensamientos. Parecenmuyconfusos…tancaóticoscomouncajóndesastre.

—Esalgoasí—exclamópocodespués—:Isidoreesunhombredemasiadorománticoyleal,yesperamásdemídeloqueyoconsideroconveniente.Creeque soy perfecta; ve en mí maravillosas cualidades y sólidas virtudes, quenuncahetenidonipretendotener.Perounanopuedeevitar,ensupresencia,tratardejustificarsubuenaopinión;yestancansadosermodosayhablarconsensatez…porque él está convencido de que soy sensata.Me sientomuchomáscómodaconusted,miviejayqueridacascarrabias,queadivinalopeordemíysabequesoycoqueta,ignorante,presumida,caprichosa,necia,egoístaytodas lasdemás lindezasqueustedyyohemosacordadoqueconformanmicarácter.

—Todo eso estámuy bien—señalé, haciendo un esfuerzo sobrehumanoporconservarlagravedadylaseveridadquecorríanelriesgodeflaquearconsujuguetonafranqueza—,peronocambiaenabsolutoesedesdichadoasuntodelosregalos.Empaquételosdenuevo,Ginevra,comounamuchachabuenayhonrada,ydevuélvaselos.

—Meniegoahacerlo—contestóconfirmeza.

—Entonces está usted engañando a monsieur Isidore. Al aceptar susregalos le está dando a entender que algún día recibirá su equivalente encariño…

—Nadadeeso—leinterrumpió—:Elplacerdevercómolosluzcoessurecompensa…resultamásquesuficienteparaél:noesmásqueunburgués.

Estafrase,consuneciaarrogancia,mecuróporcompletodeladebilidadmomentánea queme había empujado a suavizarmi tono ymi actitud. Ellaseguíaparloteando:

—Loquedeseoahoraesdisfrutardelajuventud,ynoencadenarme,conpromesaso juramentos,aningúnhombre.Cuandoconocía Isidore,creíqueme ayudaría a pasarlo bien. Creí que se conformaría con que yo fuera unamuchacha bonita; y que nos encontraríamos y separaríamos revoloteandocomodosmariposas,yqueseríamosdichosos.Pero¡quién lo ibaadecir!,aveces es tan severo como un juez, y muy serio y profundo. ¡Bah! Lespenseurs, les hommes profonds et passionnés, ne sont pas à mon goût. El

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coronelAlfreddeHamalmeagradamuchomás.Vapourlesbeauxfatsetlesjolis fripons!Vive les joies et les plaisirs!Àbas les grandespassions et lessévèresvertus!

Esperóunarespuestaaestadiatriba.Noledininguna.

—J’aimemonbeaucolonel—prosiguió—:Jen’aimerai jamaissonrival!Jeneseraijamaisfemmedebourgeois,moi!

Le señalé que quería vermi habitación libre del honor de su presencia.Ginevrasemarchóriendo.

CapítuloX

EldoctorJohn

MadameBeckeraunamujerconsecuente; tolerantecontodoelmundoyafectuosaconnadie.Nisiquierasuspropiashijaslograbandesviarladelfirmetenor de su estoica calma. Semostraba solícita con su familia, atenta a susintereses y su bienestar físico; pero jamás parecía experimentar el deseo desentar a sus pequeñas sobre el regazo, de besar sus labios sonrosados, deabrazarlasconcariño,dellenarlasdesuavescariciasotiernaspalabras.

Aveceslaobservésentadaeneljardín,contemplandoalasniñasmientraspaseaban a lo lejos con Trinette, la bonne; su semblante reflejabapreocupaciónycautela:séqueamenudopensabaconinquietudenloqueellallamaba leur avenir; pero si lamáspequeña, unaniña enclenqueydelicada,aunqueencantadora,laveíaporcasualidad,soltabalamanodelaniñeray,conpasoinseguro,seacercabaaellariendoyjadeandoparaaferrarseasurodilla,madame se limitaba a extender con calma lamano,para impedir elmolestogolpeocasionadoporlaprecipitacióndelaniña.

—Prendsgarde,monenfant!—exclamabaimpasible.

Y,pacientemente,lepermitíaquedarseunosinstantesasuladoyluego,sinunasonrisaniunbeso,niunapalabracariñosa,selevantabayvolvíaallevarlaconTrinette.

Aunquedeunmododiferente, sucomportamientocon laniñamayoreraigualmente peculiar.Désirée era una criaturamuy difícil. «Quelle peste quecette Désirée! Quel poison que cet enfant là!» eran las expresiones que lededicaban,tantoenlacocinacomoenlasaulas.Entreotrascualidades,poseíaunadestrezaexquisitaenelartedelaprovocación,queavecesestabaapuntodeenloquecerasubonneyalosdemássirvientes.Entrabaaescondidasensusdormitorios del ático, abría sus baúles y cajones, rompía sin motivo sus

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mejores cofias y ensuciaba sus mejores chales; aprovechaba cualquieroportunidad para acercarse a la alacena de la salle à manger, donde hacíaañicoslosobjetosdeporcelanaodecristal,oalarmariodeladespensa,donderobaba las conservas, bebía el vino dulce, rompía tarros y botellas, y se lasingeniabaparaque las sospechas recayeran sobre lacocineray suayudante.Cuandomadameveíatodoesto,oerainformadadeello,suúnicocomentario,expresadoconincomparableserenidad,era:

—Désiréeabesoind’unesurveillancetouteparticulière.

Poresemotivo,aquellaprometedoraramadeolivopasabamuchotiempoasulado.Peronocreoqueellalehablaraniunasolavezconsinceridaddesusdefectos, ni que le explicase la maldad de semejantes hábitos, ni que lemostrara las consecuencias que acarreaban. La vigilancia debía ser la únicacura.Porsupuesto,fracasó.SemantuvoaDésiréealejadaenciertomododeloscriados,peroelladesvalijabayseburlabadesumadre.Robabayescondíacualquierobjetodelescritorioodeltocadordemadamesobreelquepudieraponerlasmanos.Sumadreloveía,perofingíanoenterarsedenada:sualmacarecíadelarectitudnecesariaparaenfrentarsealosviciosdelaniña.Cuandodesaparecía algo demasiado valioso para no ser restituido, madame Beckafirmaba que Désirée se lo había llevado en broma, y le pedía que lodevolviera.Lapequeñanosedejabaengañar:habíaaprendidoarecurriralamentiraparaampararelrobo,ynegabahabertocadoelbroche,elanilloolastijeras. Siguiendo con su falso método, la madre adoptaba un aire decredulidad, y después vigilaba y seguía a la niña hasta encontrar susescondrijos: un agujero en la tapia del jardín… una grieta o ranura en unabuhardillaoenunaedificaciónanexa.LuegoenviabaaDésiréeapasearconsubonne,yaprovechabalaausenciapararobaralaladrona.Désiréedemostróserhijadesuastutamadre,puesjamáspermitióquesurostroosusmodalesreflejaranlamenorhumillacióncuandodescubríalapérdida.

Decíanque la segundahija,Fifine, separecíamuchoa sudifuntopadre.Ciertamente, aunque había heredado de su madre la buena salud, los ojosazulesy lasmejillas sonrosadas, su formadesereramuydiferente.Eraunapequeña criatura alegre y sincera: un alma apasionada, tierna y bulliciosa,bastanteprocliveaexponerseapeligrosydificultades.Undíasecayódesdeloaltodeunaempinadaescaleradepiedra;y,cuandomadameoyóelestrépito(noseleescapabaelmenorruido),saliódelasalleàmanger,recogióalaniñaydijotranquilamente:

—Cetenfantaunosdecassé.

Al principio confiamos en que no fuera así. Pero tenía razón: un bracitoregordetecolgabainerte.

—Quelacojalaseñorita(refiriéndoseamí)—ordenómadame—;etqu’on

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ailletoutdesuitechercherunfiacre.

Y en el fiacre partió sin demora, con una frialdad y un dominio de símismaadmirables,enbuscadeunmédico.

Alparecer,elmédicodelafamilianoestabaencasa;peronosedesanimó:siguióbuscandohastaencontrarunsustitutodesuagrado,ylotrajoconella.Mientrastanto,cortélamangadelvestido,desnudéalaniñaylaacosté.

Supongo que ninguna de nosotras (al hablar de nosotrasme refiero a labonne,lacocinera,laporterayyomisma,reunidasenelpequeñoycalurosodormitorio)mirócondemasiadaatenciónalmédicocuandoentró.Almenosyo estaba intentando calmar a Fifine, cuyos gritos (tenía unos buenospulmones) eran terribles. Éstos redoblaron su intensidad cuando eldesconocidoseacercóalacama.

—¡Déjeme en paz! —exclamó con vehemencia la pequeña en suimperfecto inglés (las tresniñashablabanese idioma)cuandoél lacogióenbrazos—.Nolequieroausted:¡quieroaldoctorPillule!

—EldoctorPilluleesmuyamigomío—respondióelmédicoenperfectoinglés—;peroestáocupadoatresleguasdeaquí,yyovengoensulugar.Asíque,cuandonostranquilicemosunpoco,nospondremosmanosalaobra;yenseguidatendremosesepobrebracitovendadoyensusitio.

Entonces pidió un vaso de eau sucrée, le dio unas cucharaditas a Fifine(que era increíblemente golosa; cualquiera podía conquistar su corazón através del paladar), le prometió darle más cuando terminara la cura y,rápidamente, empezó su trabajo. Como necesitaba ayuda, se la pidió a lacocinera, unamujer corpulenta y de fuertes brazos, pero tanto ella como laporteraylaniñeraparecieronesfumarse.Yonosentíaelmenordeseodetocaraquel pequeño y descoyuntado miembro, pero, pensando que no habíaalternativa,extendíunamanoparahacerloquefuerapreciso.Alguiensemeadelantó:madameBeck había alargado lamano; la suya era firmemientrasquelamíatemblaba.

—Çavaudramieux—dijoelmédico,volviéndosehaciaella.

Sudecisiónfuedelomásacertada.Miestoicismohabríasidofingido,mifortalezafalsa.Losdeellanoeranfalsosnifingidos.

—Merci,madame:trèsbien,fortbien!—exclamóalterminar—.Voilàunsang-froidbienopportun,etquivautmilleélansdesensibilitédéplacée.

A él le complació su firmeza, a ella el cumplido. Es probable que elaspecto general delmédico, su voz, su semblante y susmodales también lecausaranbuena impresión.Lociertoesque,cuando trajeronuna lámpara—pues estaba anocheciendo y la oscuridad era creciente— y me fijé en él,

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comprendíque,siendomadameBeckunamujer,nopodíaserdeotromodo.Aquel joven doctor (era joven) tenía una presencia muy poco corriente.Parecía increíblemente alto en aquella pequeña habitación, y en medio deaquelgrupodemujeresdeconstituciónholandesa;superfilerasereno,finoyexpresivo:quizásusojossedirigíandeunrostroaotroconexcesivaviveza,con demasiada rapidez y demasiado a menudo, pero, al igual que su boca,resultaban muy agradables; su mentón era pronunciado, partido, griego yperfecto. En cuanto a su sonrisa, había que tomarse algún tiempo paraencontrar el epíteto descriptivo quemerecía; había algo encantador en ella,perotambiénalgoquesacabaalaluzlasflaquezasydebilidadesdeuno:todolo que podía ser motivo de burla. Sin embargo, a Fifine le gustó aquelladudosasonrisayencontrómuysimpáticoasudueño:apesardeldañoquelehabíahecho,letendióamistosamentelamanoparadespedirse.Éllediounascariñosas palmaditas y después bajó las escaleras en compañía demadame;ella hablando con suma animación y locuacidad; él escuchando con unaexpresión complacida, en la que no faltaba ese aire pícaro ymalicioso, sindudainconsciente,quetandifícilresultabadescribir.

Medicuentadeque,aunquehablababienelfrancés,sulenguamaternaeraelinglés;tenía,asimismo,unapiel,unosojosyunportetípicamenteingleses.Medicuentademáscosas.Cuandopasóamiladoantesabandonarelcuarto,y volvió su rostro haciamí—nopara dirigirme la palabra, sinopara hablarcon madame, aunque su mirada se prolongó tanto que estuve a punto delevantarlavista—,recordéalgoquehabíaestadoluchandoporaflorarenmimemoriadesdequehabíaoídosuvoz.SetratabadelmismocaballeroalquehabíapedidoayudalanochedemillegadaaVillette;elquehabíaarregladoelasunto de mi baúl; el que me había guiado a través del oscuro y húmedoparque. Al escucharle mientras recorría el enorme vestíbulo para salir a lacalle,reconocísuspasos:eranlasmismaspisadasfirmesyuniformesqueyohabíaseguidobajolosárbolesempapadosporlalluvia.

Cabía suponer que aquella primera visita del joven médico a la rueFossette sería la última. Puesto que se esperaba el regreso del respetabledoctorPillule aldía siguiente,nohabíaningúnmotivoparaque su sustitutotemporalvolvieraareemplazarlo;peroelDestinoquisolocontrario.

LosserviciosdeldoctorPillulehabíansidorequeridosporunviejoyricohipocondríaco en la antigua ciudad universitaria de Bouquin-Moisi y, alprescribirleuncambiodeaires,eltemerosopacientequisoqueleacompañaraen su viaje de varias semanas; de modo que el nuevo médico continuóviniendoalarueFossette.

Yoloveíaamenudocuandoaparecía,puesmadamesenegabaaconfiarlapequeñainválidaaTrinette,ymepedíaquepasaramuchotiempoenelcuartode las niñas.Creo que eramuy competente. Fifine se recuperó rápidamente

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consuscuidados,pero laconvalecenciade laniñanoprecipitó ladespedidadel médico. El Destino y madame Beck parecían confabulados, y los doshabían decidido que el joven se familiarizara con el vestíbulo, la escaleraprivadaylashabitacionessuperioresdelarueFossette.

TanprontocomoFifineestuvobien,Désiréesedeclaróenferma.Aquellaendemoniadaniñateníaverdaderotalentoparalasimulacióny,cautivadaporlosmimosyatencionesque sedispensabana los enfermos,decidióqueunaindisposición se ajustaría muy bien a sus gustos, y se metió en la cama.Representómuybien supapel, y sumadre aúnmejor; pues, aunque el casoestabatanclarocomolaluzdeldíaparamadameBeck,elairedegravedadylabuenafeconquelotratófueronasombrosos.

Lo que me sorprendió fue que el doctor John (el joven inglés habíaenseñado a Fifine a llamarlo así, y todos habíamos adquirido de ella esacostumbre,hastaconvertirloenunhábito;eraasícomo leconocíamosen larue Fossette) consintiera tácitamente en adoptar las tácticas de madame yaceptara sus manejos. Es cierto que su expresión traicionó un período decómicaduda,quelanzóunparderápidasmiradasalamadreyalahija,yquesetomóunosmomentosdereflexión,peroalfinalseresignódebuenhumorarepresentarsupapelenlafarsa.Désiréecomíacomounbuitre,pasabaeldíaylanochesaltandoybrincandoen lacama,fabricaba tiendasdecampañaconsábanasymantas,serepantingabacomounturcoentrealmohadasycabezales,sedivertíatirandoloszapatosalabonneyhaciendomuecasasushermanas;en pocas palabras, rebosaba salud y malas intenciones, y sólo languidecíacuandoelmédicoymamálehacíansuvisitadiurna.Costaraloquecostara,yosabíaquemadameBecksealegrabadeteneralaniñaenlacamaenlugardehaciendodiabluras; perome extrañabaque el doctor Johnno se cansara delasunto.

Todos los días se presentaba puntualmente con aquel vano pretexto;madamelorecibíasiempreconelmismoempressement,conlamismasonrisaluminosa,altiempoquefingíaadmirablementeelmismoairedepreocupaciónporsuhija.EldoctorJohnescribíainofensivasrecetasparalapaciente,ysussagaces ojos brillaban divertidos cuandomiraba a la madre.Madame Beckfingíanodarsecuenta; teníademasiadosentidocomúnparahacerlo.Apesarde lo acomodaticio que parecía el joven médico, era imposiblemenospreciarle;eraobvioquenosemostraba tancomplacienteparaganarseelfavordemadame:aunquelegustabairalpensionnatysedemorabamásdelo normal en la rue Fossette, su actitud era muy independiente, casidespreocupada;amenudo,sinembargo,leviinquietoypensativo.

Talveznofueraasuntomíoobservarsumisteriosaconducta,ni tratardedescubrirsuorigenosufinalidad;pero,dadamisituación,difícilmentepodíaevitarlo. Él se exponía ami observación, concediendo ami presencia en el

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cuarto el mismo grado de atención e importancia que suelen esperar laspersonasconmiaspecto:esdecir,elqueseconcedealosmueblesdiscretos,alasmodestassillasdecarpinteroya lasalfombrassencillas.Confrecuencia,mientras esperaba a madame, se quedaba pensativo, sonreía, miraba oescuchabacomosicreyeraestarasolas.Yomedevanabalossesos,entretanto,para descifrar la expresión de su semblante y sus movimientos, y mepreguntabaelsignificadodeaquelapegoeinteréstanpeculiares—mezcladoscon la duday la extrañeza, e inexplicablementedominadospor algún fuertehechizo—queloligabanaaquellaespeciedeconvento,aisladoenelcorazóndeunagran ciudad.Nocreoque él recordara jamásqueyo teníaojos en lacara;ymuchomenosuncerebrotrasellos.

Tampoco creo que lo hubiera descubierto, de no ser porque un día,mientrasestaba sentadoal solyyocontemplabael colorde suscabellos, subigoteysurostro—deesatonalidadqueunaluzvivarealzapeligrosamente(dehecho,recuerdoquecomparésuresplandecientecabezaconla«estatuadeoro» que erigió el rey Nabucodonosor)—, una idea nueva, repentina ysorprendente prendió enmí con una fuerza abrumadora. Ni siquiera hoy sécómo lemiré—la profunda sorpresa, y también la convicción,me hicieronolvidar los buenosmodales—, y sólo recobré la plena conciencia cuando vique yo también había atraído su atención; el doctor John había captadomimovimientoenunpequeñoespejoovalquehabíaenunladodelasientodelaventana,yquemadameutilizabaparaespiarsecretamentealaspersonasquepaseaban por el jardín.Aunque era de temperamento alegre y optimista, nocarecíadeciertasensibilidadnerviosaqueleimpedíasentirseagustobajounamirada directa, inquisitiva.Al sorprender lamía, se volvió yme dijo en untonoque, apesarde ser cortés, era tan secoquemanifestaba cierto fastidio,ademásdedarasuspalabrasunairedereprimenda:

—Mademoisellenodejademirarme:nosoytanvanidosoparapensarquesonmisméritoslosqueatraensuatención;debedeseralgúndefecto.Nosésiatrevermeapreguntar…cuál.

Mequedédesconcertada,comoel lectorpuedesuponer,perono tardéenrecuperarmede laconfusión,conscientedeque loquehabíamotivadoaquelreproche no era un sentimiento de imprudente admiración, ni un espíritu deinjustificablecuriosidadpormiparte.Podríahaberprobadomiinocenciaallímismo,peronoquise.Guardésilencio.Noteníalacostumbredehablarconél.Dejando, pues, que pensara lo que quisiera y que me acusara de lo que levinieseengana,reanudélalaborquehabíadejadoynolevantélavistadeellahastaqueeldoctorJohnsalióde lahabitación.Existeunmalsanoestadodeánimoque,envezdeirritarse,seapaciguaconlasinterpretacioneserróneas;yen los ámbitos enque jamáspueden llegar a conocernos bien, creoquenosagrada ser totalmente ignorados. ¿Que hombre respetable, al ser confundido

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conunladrón,nosesientemásdivertidoqueenojado?

CapítuloXI

Elcuartitodelaportera

Era verano y hacía mucho calor. Georgette, la hija menor de madameBeck, empezó a tener fiebre. Curada repentinamente de su enfermedad,DésiréefueenviadaconFifineacasadesubonnemamanenelcampo,comoprecauciónparaevitarelcontagio.Laayudamédicafueentoncesnecesariaymadame,haciendocasoomisodelregresodeldoctorPillule,quehabíavueltounasemanaantes,llamóasurivalinglésparaquecontinuarasusvisitas.Unao dos de las pensionnaires se quejaron de dolor de cabeza, y presentaronalgunodelossíntomasdeladolenciadeGeorgette.

«Por fin avisarán al doctor Pillule—pensé—, la directora es demasiadoprudenteparapermitirqueunhombretanjovenatiendaalasalumnas».

MadameBeck eramuycautelosa, pero tambiénpodía ser increíblementeaudaz.LociertoesquellevóaldoctorJohnalapartedeledificioqueservíadeinternadoylepidióqueexaminaraalaaltivayhermosaBlanchedeMelcyya lavanidosaycoquetaAngélique,suamiga.Tuve la impresióndequealdoctor John le complacíaestapruebadeconfianza;y, siuncomportamientodiscretohubierapodidojustificaresepaso,éllohabríajustificadoconcreces.Sinembargo,enaquelpaísdeconventosyconfesionarios,unapresenciacomolasuyaenunPensionnatdedemoisellesnopodíaquedarimpune.Elinternadosellenódemurmuraciones,lacocinadecuchicheos,laciudadsehizoecodelos rumores, los padres escribieron cartas e hicieron visitas de protesta. SimadameBeckhubierasidounamujerdébil,aquéllahabríasidosuperdición:una docena de colegios rivales estaban dispuestos a convertir aquel paso enfalso—siesque loera—ensu ruina;peromadameBecknoeraunamujerdébil y, aunque su comportamiento fuera un poco jesuítico, mi corazónaplaudióygritó«¡Bravo!»alsertestigodesuinteligencia,habilidad,templeyfirmeza.

Recibióalosasustadospadresconsumacortesíaybuenhumor,puesnadiepodíaigualarlaen,nosésidecirlaposesiónolaasuncióndeciertorondeuretfranchisedebonnefemme,queaveceslaayudabaalograrsusobjetivosconrapidez y rotundidad, allí donde una extrema gravedad y un seriorazonamientohubieranfracasado.

—CepauvredocteurJean!—exclamó,riendoyfrotándosejovialmentesuspequeñasmanosblancasyregordetas—.Cecherjeunehomme!Lameilleure

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créaturedumonde!

Ysiguióexplicandocómohabíatenidoquellamarloparaqueatendieraasus propias hijas, que se habían encariñado tanto con él que se llevarían unberrinchesólodepensarenotromédico;cómo,despuésdehaberleconfiadoasusniñas,creyónaturalconfiarlealasdemás,yaurestehabíasidounamedidatotalmentetransitoria:BlancheyAngéliqueteníanjaquecayeldoctorJohnleshabíarecetadounmedicamento;voilàtout!

Lospadrescerraronlaboca.BlancheyAngéliquecontribuyeronazanjarelasuntocantandoadúo lasalabanzasdesumédico; lasdemásalumnas lassecundaron,declarandounánimementeque,cuandoestuvieranenfermas,sóloquerríanaldoctorJohn;ymadameseechóareír,ylospadreslaimitaron.LoshabitantesdeLabassecourdebendetenerunamorfilialdesmedido:almenosllevandemasiadolejos la indulgenciaconsusvástagos;enlamayoríadeloshogares,lavoluntaddeloshijosseconvierteenley.Madameadquiriófamadehaberactuadoenaquellaocasiónconunespíritudematernalparcialidad:suprestigioseacrecentó;jamáshabíasidotanapreciadacomodirectora.

Aún hoy sigo sin comprender por qué arriesgó hasta ese punto susinteresesporeldoctorJohn.Loquemurmurabalagente,losémuybien:todoel internado—alumnas, profesores, criados incluidos—aseguraba que iba acasarse con él. Lo daban por hecho: la diferencia de edad no era ningúnobstáculoasusojos;elmatrimoniosecelebraría.

Debe admitirse que las apariencias no desmentían del todo aquella idea;madameparecíataninclinadaaconservarsusservicios,habíaolvidadodetalmodo a su anterior protégé, Pillule… Se preocupaba tanto, además, porrecibirlopersonalmente,y semostraba siempre tan jovial, alegreybenévolacon él… Por otra parte, en aquella época concedía especial atención a suvestimenta:abandonósudéshabillématinal,elgorrodedormiryelchal; lastempranasvisitasdeldoctorJohnlaencontrabanconsuscabelloscolorcaobahermosamente trenzados, con un elegante vestido de seda y unos preciososbrodequins en lugar de zapatillas: en pocas palabras, tan cuidadosamentearregladacomolamodelodeunartista,tanfrescaylozanacomounaflor.Nocreo, sinembargo,que tuviera la intenciónde irmásalládedemostraraunhombremuyapuestoqueellanoeraunamujervulgar:ynoloeraenabsoluto.Sintenerunasfaccioneshermosasniunafiguraelegante,resultabaatractiva.Sintenerjuventudnilasgraciasquelaadornan,irradiabaalegría.Unonosecansaba nunca de verla: jamás era monótona, ni insípida, ni anodina, niaburrida.Elcolorvivodesuscabellos,elbrillomoderadodesusojosazules,la saludable tonalidad afrutada de susmejillas… todo eso gustaba de formamesurada,peroconstante.

¿Se lepasaba realmentepor la imaginaciónadoptaraldoctor Johncomo

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marido?¿Pensabaintroducirloensuconfortablehogar,entregarlesusahorros,que, según decían, habían llegado a ser considerables, y ofrecerle una vidallenadecomodidadeshastaelfindesusdías?¿SospechabaeldoctorJohnqueellaacariciabasemejanteidea?Meloencontrévariasvecesdespuésdehaberestadoensupresencia,conunamediasonrisaen los labiosyunamiradadefrívolayexaltadavanidadmasculinaenlosojos.Apesardesubellezafísicaydesunaturalezabondadosa,noeraperfecto;perohabría tenidoquesermuydespreciableparaalentarunospropósitosqueélnoperseguía.Pero¿eraciertoque no los perseguía? La gente aseguraba que era pobre, que vivía delejerciciodesuprofesión.Aunquemadameteníaunoscatorceañosmásqueél,eraesaclasedemujerquenuncaenvejece,nisemarchita,niseestropea.Nohay duda de que se llevaban bien. Quizá él no estuviera enamorado; pero¿cuántaspersonas se enamorandeverdad,oalmenos secasanpor amorenestemundo?Todosesperábamoseldesenlace.

Noséloqueesperabaél,niloqueobservaba;perolapeculiaridaddesusmodales,lamiradaexpectante,cautelosa,absorta,vehemente,nodesaparecíannunca:másbienseintensificaban.Habíasiemprealgoenélqueescapabaamicomprensión,ycreoquecadavezsealejabamásdeella.

UndíaGeorgetteamanecióconmásfiebrey,poresemotivo,estabamuyirritable; lloraba sin cesar y no habíamanera de calmarla. Pensé que no lehabía sentadobienciertomedicamento,ydudéde laconvenienciade seguiradministrándoselo; aguardé con impaciencia la llegada del médico paraconsultarlo.

Sonó la campanilla de la puerta, y el doctor John entró; lo supe conseguridad, pues le oí hablar con la portera. Él tenía la costumbre de venirdirectamente al cuarto de las niñas, subiendo los escalones de tres en tres yapareciendo ante nosotras como una agradable sorpresa. Pasaron cincominutos… diez… y ni lo vi ni le oí. ¿Qué podía estar haciendo? Tal vezesperaba abajo, en el pasillo. La pequeña Georgette seguía quejándosedesconsolada:

—¡Minnie, Minnie, estoy muy malita! —decía, dándome el apelativocariñosoquelegustaba.

Me dio tanta pena que bajé a investigar por qué elmédico no subía. Elpasilloestabavacío.¿Dóndesehabíametido?¿Estaríaconmadameenlasalleà manger? Imposible: yo la había dejado poco antes vistiéndose en suhabitación. Escuché. Tres alumnas practicaban el piano en tres estanciascontiguas,elcomedorylassalasgrandeypequeña,sóloseparadasdelpasilloporelcuartitode laportera,quedabaa lossalonesyenunprincipioestabadestinado a tocador.Más allá, en el oratorio, junto a un cuarto instrumento,másdeunadocenadealumnasestabandandoclasedecanto,yenesepreciso

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momento entonabanunabarcarolle (creoque así se llamaba), de la que aúnrecuerdoestaspalabras: fraîchëbrisëyVenisë.En tales circunstancias, ¿quépodíaoír?Mucho,desdeluego;sihubieraservidodealgo.

Sí;oíunarisaagudayalocadaenelcuartitodelaportera,cercadecuyapuertameencontraba…ymedicuentadequeéstasehallabaentornada;unavoz de hombre, apagada, grave, implorante, pronunció unas palabras, de lasquesóloentendílasúplica:«¡PorelamordeDios!».Unosinstantesdespués,salióeldoctorJohnconlosojosbrillantes,peronodealegríanidetriunfo;suspálidasmejillasde inglésestabansonrojadas,y teníaunaexpresiónperpleja,atormentada,inquietay,sinembargo,muytierna.

La puerta abierta sirvió para ocultarme; pero, de haberse tropezadoconmigo, creo que habría seguido su camino sin verme. Parecía humillado,presa de un gran desconcierto; aunque, para describir fielmente misimpresionesdeentonces,seríamejordecirprofundamentedolorido,dominadoporunasensacióndeinjusticia.Nopenséquehubieranlastimadosuorgullo,sinoquehabíanheridosussentimientos…ydeunmodocruel.Pero¿quiénlohabía torturado así? ¿Qué ser, en aquella casa, tenía tanto poder sobre él?Estaba convencida de quemadame se hallaba en su habitación; el pequeñocuartodelqueélhabíasalidosóloloutilizabalaportera;yésta,RosineMatou,una bonita grisette francesa carente de escrúpulos, grácil, caprichosa,presumidaeinteresada,nopodíaserlaresponsabledelaterribleexperienciaqueélparecíahabervivido.

Pero,mientrasyocavilaba sobreesto, lavozdeRosine, claraaunqueunpocoestridente,entonóuna frívolacanción francesa, soltandosusgorgoritosporlapuertaaúnentreabierta:miréhaciaelinterior,dudandodemissentidos.Allí estaba, sentada en la mesa, con un elegante vestido de jaconas rose,arreglandounapequeñacofiadecolorclaro:nohabíaningúnotroservivienteen el cuarto, si exceptuamos algunos peces dorados en una pecera, algunasfloresenunjarrónyunluminosorayodesoldelmesdejulio.

Algoocurría;peroyoteníaquesubiraconsultarlelodelamedicina.

El doctor John estaba sentado en una silla a la cabecera deGeorgette, ymadame Beck se hallaba de pie ante él; la pequeña paciente había sidoexaminada y tranquilizada, y ahora yacía plácidamente en su cuna. Cuandoentré,madameBeckhablabadelasaluddelpropiomédico,comentandoalgúncambio realo imaginarioen suaspecto, acusándolede trabajardemasiadoyrecomendándole descanso y un cambio de aires. Él la escuchaba de buenhumor,peroconalegreindiferencia,ylerespondíaqueellaeratropbonneyqueseencontrabaperfectamente.Madamesolicitómiayuda;yeldoctorJohnsiguió sus movimientos con una lenta mirada de lánguida sorpresa ante elhechodequerecurrieraaalguientaninsignificante.

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—¿Qué piensa usted, señorita Lucie? —inquirió madame—. ¿No loencuentramáspálidoydelgado?

NoerafrecuentequeyodijeraalgomásquemonosílabosenpresenciadeldoctorJohn;eradeesetipodepersonasconlasquemecomportabacomoelserneutroypasivoque ellosveían enmí.En esaocasión, sin embargo,metomé la libertad de contestar con una frase: y una frase deliberadamentesignificativa.

—Ahora mismo parece enfermo; pero quizá se deba a una causaaccidental.Esposibleque alguienhaya enojadoopuestonervioso al doctorJohn.

No sé cómo le sentaron mis palabras, pues no miré su rostro paraaveriguarlo.Georgettemepreguntóensuimperfectoingléssipodíabeberunvasodeeausucrée.Lerespondíeninglés.SupongoqueeldoctorJohnsediocuentaporprimeravezdequeyohablabasuidioma;hastaentoncesmehabíatomadopor extranjera, dirigiéndose amí comomademoiselleydándomeenfrancés las instrucciones necesarias para el cuidado de las niñas. Pareció apuntodedeciralgo,perolopensómejoryguardósilencio.

Madamereanudósusconsejos;élmoviólacabezariéndose,selevantóysedespidiódeella,concortesía,perosinperderelaireindiferentedequienestácansadoderecibirunaatenciónnosolicitada.

Cuandohubopartido,madameocupó lasillaqueélhabíaabandonado,yapoyó la barbilla en sumano; cualquier sombra de animación o cordialidaddesapareció de su rostro: su expresión era fría y adusta, casi taciturna yofendida.Dejóescaparunsuspiro;unúnicosuspiro,peromuyprofundo.Unfuertecampanillazoseñalóelcomienzodelasclasesmatinales.MadameBecksepusoenpie;alpasarpordelantedeuntocador,mirósuimagenreflejadaenelespejo.Unaúnicacanasalpicabasuscabelloscolorcaoba;laarrancóconunestremecimiento. A la luz del sol estival, se veía con claridad que susemblante, a pesar de conservar el color, había perdido la tersura juvenil;entonces¿dóndeestaban los límitesde la juventud? ¡Ah,madame!Pormuyjuiciosaquefuera,tambiénconocíaladebilidad.Nuncahabíasentidolástimaporella,peromicorazónseconmovióalverlaapartartristementeelrostrodelespejo. Una desgracia se había abatido sobre ella. La infernal decepción lesaludaba con un truculento «¡Salve!» y su alma rechazaba aquellafamiliaridad.

¡PeroRosine!Mi sorpresa era indescriptible.Aquel día aproveché cincooportunidades para pasar por delante de su cuarto, a fin de contemplar susencantos y descubrir el secreto de su poder. Era joven, bonita, y vestía congusto.Todoesoestabamuybien,y supongoquebastabaparaexplicar, antecualquierespíritufilosófico,cualquiergradodeaflicciónydesconsueloenun

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hombrejovencomoeldoctorJohn.Sinembargo,nopudeevitarsentirciertodeseo de que el médico fuera mi hermano; o de que al menos tuviese unahermanaounamadrequelesermonearanconcariño.Hedichociertodeseo;loreprimí y lo arrojé lejos antes de que se adueñara de mí, descubriendo atiemposuintensalocura.

«Alguienpodría tambiénsermonearamadamesobresu jovenmédico—pensé—;aunque¿dequéserviría?».

Creoquemadamesesermoneóasímisma.Nosemostródébil,nicayóenabsoluto en el ridículo. Es cierto que no tenía que vencer una pasióndesbordante, ni se consumía de amor. También es cierto que tenía unaocupaciónimportante,unnegociorealquellenabatodosutiempo,distraíasuspensamientos y dividía sus intereses. Es especialmente cierto que poseía unsentidocomúnquenoseconcedeatodaslasmujeresniatodosloshombres;yconlaayudadeesamezcladecualidadessecomportóconsensatez,realmentebien.Unavezmás, ¡bravo,madameBeck!Se enfrentó a unApolíon; luchóconcorajey¡salióvencedora!

CapítuloXII

Elcofrecillo

Detrás de la casa de la rue Fossette había un jardín bastante grande,teniendo en cuenta que se hallaba en el corazón de la ciudad, y que yorecuerdomuy agradable: pero el tiempo, como la distancia, suaviza algunosescenarios; y donde todo es piedra, paredes desnudas y tórrido pavimento,¡quémaravillosopareceunarbusto,quéencantadorunarriatellenodeplantas!

Segúnlatradición,lacasademadameBeckhabíasidounconventoenelpasado. Antiguamente —no sé cuánto tiempo haría, pero creo que variossiglos: antes de que la ciudad se extendiera hasta allí, cuandonohabíamásque tierras de cultivo y avenidas, y la frondosa y honda soledad que deberodear una casa religiosa—, había ocurrido algo en aquel lugar que habíadesatado el miedo y el horror entre las gentes, dejando como legado unahistoriadefantasmas.Serumoreabaqueunamonjablancaynegravagabaaveces,algunanocheonochesdelaño,porelvecindario.Elespectrodebíadehaber sidoexpulsadodeallíhacía siglos,pues todos losalrededoresestabanllenos de casas; pero ciertos vestigios del convento, en forma de viejos yenormesárbolesfrutales,consagrabantodavíaaquellugar;y,alpiedeunodeellos —un peral tan viejo como Matusalén, casi sin vida, con unas pocasramasqueenprimavera seguían renovando fielmente sunieveperfumada,y

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enotoñosuscolgantesdulcescomolamiel—,podíaverse,alapartarlatierramusgosaentrelasraícesmediodesnudas,elbrillodeunalosa,suave,duraynegra.Decía la leyenda,nuncaconfirmadaniaceptada,peromuyextendida,quesetratabadelaentradadeunacripta,queocultabaenlasprofundidadesdeaquelterreno,dondecrecíanlasfloresylahierba,loshuesosdeunajovenalaqueuncónclavemonacalde laoscuraEdadMediahabíaenterradovivaporalgúnpecadocontra susvotos.Su recuerdohabíahecho temblardemiedoavarias generaciones, mucho después de que su pobre cuerpo se convirtieranuevamenteenpolvo;paralosojosasustadizos,eransuhábitonegroysuveloblanco los que imitaban las sombras y la luz de la luna al moverse con elvientonocturnoentrelosmatorrales.

Almargendeesastonteríasrománticas,aquelviejojardínteníasuencanto.Enverano,solía levantarme tempranoparadisfrutardesubellezaasolas;y,porlasnoches,mequedabamuchotiempoenél,sinningunacompañía,paraacudiramicitaconlalunanaciente,osaborearelbesodelabrisanocturna,oimaginarmásquesentirlafrescuradelrocío.Elcéspederaverde,lossenderosde grava muy blancos; las capuchinas, brillantes como el sol, proliferabanhermosasentrelasraícesdelosdecrépitosgigantesdelhuerto.Habíaungrancenador, sobreelque seextendía la sombradeunaacacia;yunaenramada,máspequeñay escondida, al abrigode lasparras, que trepabanpor elmuroalto y grisáceo enlazándose delicadamente a cuanto las rodeaba con suszarcillos,rebosantesderacimosenaquelexquisitolugardondelahiedrayeljazmínseencontrabanyfundían.

Sindudaeraalasdoce,alalcanzarlajornadasuvulgarmediodía,cuandoel internado de madame Beck parecía desbordarse, y todas las alumnas sedesperdigabanporeljardín,rivalizandoconlosalumnosdelcolegiovecinoenel poco recatado ejercicio de pulmones y extremidades; y aquel rincón seconvertíaentoncesenunlugarrealmenteconcurrido.Pero,alllegarelocasoola hora del salut, cuando las externas habían regresado a sus hogares y lasinternas estudiaban en silencio, era muy agradable recorrer sus tranquilossenderosyoíreldulceyexcelsorepicardelascampanasdeStJeanBaptiste.

Unanochecerenqueyopaseabasola,lacalmacreciente,elsuavefrescoryel fragante aroma con que las flores no respondían al sol sino al seductorrocío,meempujaronaquedarmeeneljardíndespuésdelcrepúsculo.Alaluzde la ventana del oratorio vi a los católicos reunidos para las oracionesnocturnas,unritodelqueyo,comoprotestante,meeximíadevezencuando.

«Unos instantes más —me susurraron la soledad y la luna estival—,quédateconnosotras.Reinalapaz;duranteelpróximocuartodehora,nadieteecharádemenos:elcaloryelajetreodeldíatehanfatigado;disfrutadeestemaravillosomomento».

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La parte posterior y sin ventanas de varias casas rodeaba el jardín y, enparticular,lapartedeatrásdeunalargahileradeedificios,dondesealojabanlosalumnosdelcolegiovecino,bordeabatodouncostado.Eraunmurolisodepiedra, si exceptuamos algunas troneras abiertas a la altura del ático, en lashabitaciones de las criadas, y una ventana en un piso inferior que, segúndecían, era el dormitorio o estudio de algún profesor. Aunque era un lugarseguro, las alumnas tenían prohibido adentrarse en el camino que discurríaparaleloalaltomurodeeseladodeljardín.Lociertoesquerecibíaelnombrede l’allée défendue, y cualquier jovencita que pusiera allí los pies se hacíamerecedora del castigomás severo que las blandas normasdel internadodemadame Beck permitieran imponer. Los profesores podían entrar allí conimpunidad; pero, como el sendero era estrecho y los descuidados arbustoscrecíanfrondosos,entretejiendountechoderamasyhojasquelosrayosdesolsóloatravesabancondificultad, raravezpasabaalguienporaquel rincón,nisiquieraduranteeldía,y,alanochecer,todoelmundoloevitaba.

Desde el principio, sentí la tentaciónde convertirme enuna excepción aesa regla: la soledady la penumbra del senderome atraían.Durantemuchotiempo,eltemoraparecerdiferentemeimpidióacercarme;pero,pocoapoco,amedida que la gente se acostumbró amí y amis hábitos, así como a laspeculiaridadesdemicarácter—nilobastantesingularesparainteresar,nitalvez lo bastante destacadas para ofender, pero nacidas conmigo en lo másprofundo demi ser y tan ligadas amí comomi propia identidad—, poco apoco, empecé a frecuentar aquella estrecha vereda. Me hice jardinera dealgunas pálidas flores que crecían entre la espesura; retiré los vestigios depasados otoños, que escondían al fondo un rústico asiento. Pedí prestado aGoton, la cuisinière, un cubo de agua y un cepillo, y limpié el asiento.Madameviocómotrabajabayesbozóunasonrisadeaprobación:nosésierasinceraono,peroloparecía.

—Voyez-vous! —exclamó—. Comme elle est propre cette demoiselleLucie!Vousaimezdonccetteallée,meess?

—Sí—respondí—,estranquiloysombreado.

—C’estjuste—dijoellaconsuairdebonté;ymeinvitóarecluirmeenélsiemprequequisiera,afirmandoque,alnoestarencargadadelavigilancia,noteníaporquépasear con las alumnas: sólodebíapermitir ir a sushijasparaquepracticaraninglésconmigo.

La noche en cuestión, me encontraba en aquel recóndito asiento,arrebatado a los hongos y al moho, escuchando lo que parecían lejanossonidosdelaciudad.Aunquelociertoesquenoerannadalejanos:elcolegioestabaenelcentrodelaciudad,acincominutosdelparque,yamenosdediezdelosedificiosdeesplendorpalaciego.Muycercahabíacallesanchasybien

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iluminadas,enaquellosinstantesllenasdevida:loscarruajeslasrecorríanendirecciónalosbailesylaópera.Alamismahoraenquesonabaeltoquedequedaennuestroconvento,enqueseapagabanlaslámparasysetendíanlascortinasquerodeabanlascamas,laalegreciudaderainvitadaadivertirse.Sinembargo, yo no pensaba en aquel contraste: mi carácter no era demasiadorisueño; jamás había estado en bailes ni óperas; y, aunque los había oídodescribir amenudo, e incluso había deseado verlos, no era el afán de quienesperacompartirunplacerencasodelograrlo,nidequiensesientellamadoabrillarenalgunaesferadistantey luminosaencasodealcanzarla;noeraunanheloquequisieraver colmado,niunapetitoquenecesitara saciar; sólo eltranquilodeseodeconoceralgonuevo.

Había salido la luna, no la luna llena sino una joven luna en cuartocreciente.Laveíaatravésdeunpequeñoclaroentrelasramas.Sólolalunaylas estrellas, visibles junto a ella,me resultaban familiares en aquel extrañoentorno: las había conocido en mi niñez. Hacía mucho tiempo, en la viejaInglaterra, al lado de un viejo espino en la cima de un viejo prado, habíacontemplado esa imagen resplandeciente con la curva de su oscuro globoapoyándose en el azul, de igualmodo que lo hacía ahora en unmajestuosochapiteldeaquellaciudaddelContinente.

¡Ah, mi niñez! Entonces sí que tenía sentimientos: a pesar de mi vidapasiva, de lo pocoquehablaba, demi aparente frialdad, cuandopensaba enaquelloslejanosdías,podíarealmentesentir.Encuantoalpresente,mejorserestoica;encuantoalfuturo…unfuturocomoelmío,mejorestarmuerta.Yenaquelestadocataléptico,enaqueltrancemortal,meesforzabaporreprimirelsoplovitaldeminaturaleza.

En aquella época, recuerdo muy bien lo que podía alterarme; ciertosfenómenosclimáticos,porejemplo,casimeasustaban,puesdespertabanalserque yo siempre tenía aletargado, y avivaban en mí un ansia que no podíasatisfacer.Unanocheestallóunatormenta;unaespeciedehuracánnossacudióen nuestras camas: los católicos se levantaron aterrorizados y se pusieron arezar a sus santos.La tempestad se apoderódeunmodo tiránicodemí:medesperté bruscamente, obligada a seguir viviendo. Me levanté, me vestí y,saliendoporlaventanaquehabíajuntoamilecho,mesentéenelalféizar,conlospieseneltejadodeunedificiocontiguodemenoraltura.Llovía,elvientosoplabaconfuerzayestabaoscurocomobocadelobo.Dentrodeldormitorio,profesorasyalumnassehabíanreunidoconsternadasentornoaunapequeñalámpara y rezaban en voz alta. Me sentí incapaz de entrar: era demasiadointensoelplacerdequedarmeenmediodeaquelcaos,de laoscuridadydelfragordela tormenta,recitandounaodaqueel lenguajehumanohabríasidoincapazdepronunciar; ydemasiadogloriosoy terrible el espectáculode lasnubes,desgarradasyatravesadasporblancosycegadoresrayos.

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Anhelé desesperadamente, en aquellos momentos y durante lasveinticuatrohoras siguientes,algoquemesacaradeaquellaexistenciaymeimpulsaraaavanzar.Peroteníaqueasestarungolpeenlacabezadeesedeseoydeotrossimilares;loquehacía,metafóricamente,aligualqueYaelaSísara,hincándoleun clavo en la sien.Pero, al contrarioqueSísara,misdeseosnomorían:parecíanaturdidosdurantealgúntiempoy,devezencuando,tirabandel clavo con rebeldía; entonces las sienes sangraban y todo el cerebro seestremecía.

Aquella noche nome sentía tan desafiante ni tan desdichada, mi Sísarayacía acostado en su tienda, dormido; y, si era presa del dolor en su sueño,algoparecidoaunángel—el Ideal—searrodillaba juntoaél,vertiendounbálsamo en sus aliviadas sienes, sujetando ante sus ojos cerrados un espejomágicocuyasdulcesysolemnesvisionesserepetíanensueños,yderramandoelbrillodesusvestidurasydesusalasiluminadasporlalunasobreelinmóvildurmiente, sobre el umbral, sobre el paisaje que les rodeaba.Yael, lamujerimplacable, se sentaba aparte, mostrando cierta condescendencia con sucautivo; esperando fielmente el regreso de Jéber a casa. Con estas palabrasquierodecirquelaserenacalmaylasuavehumedaddelanochemellenabande esperanza: no se trataba de nada muy concreto, sino de un sentimientogeneraldealientoyconsuelo.

Unestadodeánimotandulce,apacibleyextraño,¿nodeberíahabersidoun buen presagio? ¡Ay, pero nada bueno salió de él! La cruda Realidad seimpuso bruscamente… tan infame, abyecta y repelente como tantas vecessueleser.

En medio de la intensa quietud de la masa de piedra que dominaba elsendero, losárboles,elaltomuro,oíunruido;unaventanachirrió(enaquellugartodasseabríanpormediodebisagras).Antesdequetuvieratiempodelevantarlamiradayverdónde,enquépiso,oquiénlaabría,unárbolseagitóen loalto,comosi lehubieragolpeadounproyectil;algocayóbocaabajoamispies.

ElrelojdeStJeanBaptisteestabadandolasnueve;eldíallegabaasufin,peronoeranochecerrada:lalunaencuartocrecienteapenasservíadeayuda,peroelresplandordoradodelpuntodelcieloiluminadoporlosúltimosrayosde sol, y la claridad cristalina del inmenso espacio que lo rodeaba,conservaban la luz del crepúsculo estival; incluso en mi oscuro sendero,acercándomeaunhuecoentreel ramaje,habría sidocapazde leeruna letrapequeña.Asíquenomefuedifícilverqueelproyectileraunacaja,unacajadiminutademarfilblancoydecolores:latapaestabasueltayseabrióenmismanos;ensuinteriorhabíaunasvioletas,violetasqueocultabanuntrozodepapelrosacuidadosamentedoblado,unanotaenlaquealguienhabíaescrito:Pourlarobegrise.Lociertoesqueyollevabaunvestidogris.

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Bien. ¿Se trataba de un billet-doux? Era algo de lo que yo había oídohablar,peroquehastaentoncesnohabíatenidoelhonordeverotocar.¿Eraesa clasedeobjeto loque en aquellos instantes sujetaba entre el índicey elpulgar?

Porsupuestoqueno.Enningúnmomento locreíasí. Jamássemehabíaocurrido pensar en un pretendiente o en un admirador. Todas las profesorassoñaban con algún enamorado; incluso una de ellas (de naturaleza ingenua)imaginabaunfuturomarido.Todaslasalumnasdemásdecatorceañosteníannoviosenperspectiva;dosotresestabanyaprometidasporsuspadresdesdela infancia: pero mis especulaciones, y mucho menos mis conjeturas, nohabíanencontradonuncalamenorjustificaciónparaadentrarseenelreinodelossentimientosyesperanzasqueabrentalesposibilidades.Cuandolasdemásprofesoras iban a la ciudad, o paseaban por los bulevares, o simplementeasistíanamisa,teníanlacerteza(segúncontabanasuregreso)deencontrarsecon algún individuo del «sexo opuesto», cuya mirada de embeleso lesconfirmabasucapacidaddedeslumbraryatraer.Enloqueaestoserefiere,nopuedodecirquemiexperienciacoincidieraconlasuya.Ibaalaiglesiaysalíaa pasear, pero estoy convencida de que nadie se fijaba en mí. No habíajovencitanimujer en la rueFossettequenopudieradeclararynodeclararahaberrecibidoenalgunaocasiónunamiradadeadmiracióndelosojosazulesde nuestro joven doctor. Sin embargo, me veo obligada a excluirme, porhumillantequepuedaparecer:enloqueamíconcernía,aquellosojosazuleseran tan inocentesyserenoscomoelcielo,cuyocolorparecían igualar.Así,pues, oía hablar a las demás y me asombraba a menudo de su alegría,seguridadysuficiencia,peronisiquieraalzaba lavistaparamirarelcaminoqueellascreíanrecorrer.Demodoquenoeraunbillet-douxloqueteníaenlasmanos; firmemente convencida de lo contrario, la abrí sin inmutarme.Traduciréahoraloquedecía:

¡Ángel de mis sueños! Miles de gracias por no haber quebrantado tupromesa:apenasosabaesperarquelacumplieras.Pensabaquenohablabasenserio; y tú parecías creer que era una empresa tan peligrosa… por lointempestivode lahora,por loapartadodel sendero, frecuentadoamenudo,decías, por ese dragón, la profesora inglesa, une véritable bégueuleBritanniqueàcequevousdites;espècedemonstre,brusqueetrudecommeunvieux caporal de grenadiers, et revêche comme une religieuse (el lectorperdonará mi modestia al permitir que esta halagadora descripción de miamable persona conserve el fino velo de la lengua original). Ya sabes —proseguía la efusiva nota— que el pequeño Gustave, por culpa de suenfermedad,hasidotrasladadoalahabitacióndeunprofesor,habitacióncuyacelosíatieneelprivilegiodedaraljardíndetuprisión.Amí,elmejortíodelmundo, se me permite entrar allí para visitarlo. ¡Cuán tembloroso me heacercado a la ventana para contemplar tu Edén! ¡Un Edén paramí, aunque

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paratiseaundesierto!¡Cuántotemíquenohubieranadie,overaldragónqueacabodemencionar!Cuándichoso latiómi corazóncuando, a travésde lospequeños claros de las ramas envidiosas, percibí el centelleo de tu elegantesombrero de paja y el movimiento de tu vestido gris… ese vestido quereconocería entremil. Pero ¿por qué, ángelmío, no levantas la vista? ¡Quécrueldadnegarmeunrayodeesosojosadorables!¡Cómomehabríarevividouna sola mirada! Escribo precipitadamente esta misiva; mientras el médicoexamina a Gustave, aprovecho una oportunidad para guardarla en uncofrecillo,acompañadadeunramilletedeflores,lasmásdulcesqueexisten…aunquemenosdulcesquetú,miPeri,¡lamáspreciosa!

Siempretuyo,

Yasabesquién.

—Ojalálosupierayo—fuemicomentario.

Peroeldeseosereferíamásalapersonaaquienibadirigidalacartaqueasuremitente.Quizáfueradelprometidodealgunaalumna;y,enesecaso,eldañonoerademasiadogrande…sólosetratabadeunapequeñairregularidad.Variasdelasjóvenes,enrealidadlamayoría,teníanhermanosyprimosenelcolegio vecino. La robe grise, le chapeau de paille eran sin duda una pista,pero una pista muy confusa. Era frecuente protegerse la cabeza con unsombrerodepajay, apartedemí, loutilizabanunaveintenadepersonas.Eldato del vestido gris tampoco aclaraba nada.MadameBeck acostumbraba allevarunoenaquellaépoca;yotraprofesoraytresalumnasinternasloshabíancomprado del mismo tono y tejido que el mío: era una especie de traje dediarioque,casualmente,estabademoda.

Mientras daba vueltas a todo aquello, comprendí que debía volver alinterior.Elmovimientode las luceseneldormitorio indicabael finalde lasoraciones, y que las alumnas se disponían a dormir.Media hora después secerrarían todas las puertas, se apagarían todas las velas. El portal seguíaabierto,paraqueentraraelfrescordelanocheestivalenelcalurosoedificio;enelcercanocuartitodelaporterabrillabaunalámpara,iluminandoelampliovestíbuloconlaspuertasdedoshojasdelsalónaunlado,ylaenormepuertadelacallealfondo.

De pronto sonó la campanilla —vivamente, pero sin estridencia—, uncauteloso tintineo…una especie de susurrometálico de alerta. Rosine saliócomounaflechadesucuartoycorrióaabrir.Lapersonaquedejóentrarsequedó hablando con ella unos minutos: parecía existir algún impedimento,algunademora.Rosineseacercóalapuertadeljardínconunalámparaenlamano; sedetuvoen los escalones, levantó la luzymiródistraídamenteaunladoyotro.

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—Quelconte!—exclamó,sonriendoconcoquetería—.Personnen’yaété.

—Déjeme pasar —suplicó una voz familiar—. No pido más de cincominutos.

Yunasiluetafamiliar,altaymajestuosa(comolaconsiderábamostodosenlarueFossette),saliódelacasayavanzóagrandeszancadasentrearriatesysenderos. Era un sacrilegio, ¡la intrusión de un hombre en aquel lugar, aaquellas horas!; pero él sabía que gozaba de ciertos privilegios, y tal vezconfiabaenelamparodelanoche.Recorriólasveredas,mirandoaunoyotrolado, perdido entre los arbustos, pisoteando flores y rompiendo ramas en subúsqueda;entrófinalmenteenel«caminoprohibido».Allímetropecéconél,comounfantasma,supongo.

—¡DoctorJohn!Haaparecidoloquebusca.

Nopreguntóquiénlohabíaencontrado,puessusojosperspicacesvieronelcofrecilloenmismanos.

—Noladelate—dijo,mirándomecomosiyofuerarealmenteundragón.

—Aunqueestuvierapredispuestaalatraición,¿cómoibaadelatarloquenoconozco?—respondí—.Lealanota,sedarácuentadelopocoquerevela.

«Esposiblequeya lahaya leído»,pensé;y, sinembargo,nopodíacreerqueéllahubieraescrito:aquélnopodíasersuestilo;además,eralobastanteneciapara imaginarqueunhombrecomoélnopodíadedicarmesemejantesepítetos.Suexpresiónparecíavindicarlo;sesulfuróysepusorojomientraslaleía.

—Estoesdemasiado:escruel,eshumillante—escapódesuslabios.

Comprendí que era cruel cuando observé la emoción de su rostro.Independientementedequefueraonoculpable,supequeotrapersonaloeramuchomásqueél.

—¿Quéhará ahora?—quiso saber—.Le comunicará amadameBeck loquehadescubiertoyorganizaráunrevuelo…unescándalo.

Pensabaquedebíacontárselo,yasíselodije;añadiendoquenocreíaquese produjera ningún revuelo ni escándalo: madame era demasiado prudenteparaarmarjaleoporunasuntoasírelacionadoconsuestablecimiento.

Él siguió pensativo, con la vista clavada en el suelo. Era demasiadoorgulloso y demasiado honorable para pedirme silencio sobre algo que yotenía eldeberde revelar.Yodeseabahacer loquehabíaquehacer, peromeresistía a acentuar sudolor o herir sus sentimientos.En esemismo instante,Rosineseasomóalapuertadeljardín;nopodíavernos,peroyolaveíaaellacon nitidez entre los árboles: su vestido era gris, al igual que el mío. Esta

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circunstancia, unida a ciertas maniobras anteriores, me sugirió que tal vezaquellamentablecasonofuerademiincumbencia.Poresemotivo,dije:

—Si me asegura usted que ninguna alumna de madame Beck estáimplicadaenelasunto,mealegraráquedarmealmargen.Tomeelcofrecillo,elramilleteylanota;mesentirémuydichosadeolvidartodaestahistoria.

—¡Mire!—susurródeprontoél,cogiendoloqueyoleofrecíayseñalandoalgoentrelasramas.

Miré y vi a madame Beck, en chal, bata y zapatillas, bajandocautelosamente los escalones y deslizándose como un gato por el jardín: enunossegundoshabríacaídosobreeldoctorJohn.Perosiellaparecíaungato,élactuócomounleopardo:nadapodíasermásligeroquesuspasoscuandoselo proponía. Vigiló atentamente a madame y, cuando ella dobló un recodo,atravesó el jardín en dos zancadas silenciosas. Madame reapareció y él sehabíaesfumado.Rosineleayudóinterponiendoenseguidalapuertaentreélysuperseguidora.Yotambiénhabríapodidoescaparme;peropreferísalirasuencuentro.

Aunque todos conocíanmi costumbre de pasar el atardecer en el jardín,nuncamehabíaquedadohastatantarde.Estabaconvencidadequemadamesehabíadadocuenta,yhabíasalidoabuscarme,dispuestaacogera la rebeldedesprevenida.Esperabaunareprimenda.Perono.Madamefueundechadodebondad.Nisiquieramedirigióunreproche;nimostróelmenorasombro.Conese tacto consumado, que no creo que ningún otro ser vivo fuera capaz desuperar,llegóinclusoadecirquesólohabíasalidoparadisfrutardelabrisedusoir.

—Quelle belle nuit!—exclamó, mirando las estrellas. La luna se habíaocultadotraslaanchatorredeStJeanBaptiste—.Qu’ilfaitbon!Quel’airestfrais!

Y,envezdedecirmequevolvieraacasa,medetuvoparaquepasearaunpococonellaporelsenderoprincipal.Cuandofinalmenteentramosjuntas,seapoyócariñosamenteenmihombroparasubirlasescaleras;alsepararnos,meofreció sumejilla para que la besara, y «Bon soir,ma bonne amie; dormezbien!»,fuesuamabledespedidanocturna.

Me sorprendí amímisma sonriendo… sonriendo por culpa demadame,mientrasseguíadespiertaenlacama,dandovueltasaloocurrido.Launción,ladulzuradesuproceder,eranunapruebasegura,paraquieneslaconocían,deque su cerebro abrigaba alguna sospecha.Desde alguna rendija o puesto deobservación,atravésdeunhuecoentreramasodeunaventanaabierta,nohayduda de que había vislumbrado, a mayor o menor distancia, de maneraengañosaoinstructiva,lostejemanejesdeaquellanoche.Consutalentopara

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elartedelavigilancia,eracasiimposiblequealguienarrojarauncofrecilloensujardín,oqueunintrusoatravesarasussenderosparabuscarlo,sinqueella,al agitarse una rama, deslizarse una sombra, oírse una extraña pisada o untenuemurmullo(aunqueeldoctorJohnhabíahabladoconmigomuypocoyenvoz baja, tuve la impresión de que su voz masculina invadía el jardín delconvento),sinqueella,comodecía,sepercataradelascosasextraordinariasqueocurríanensuestablecimiento.Esposiblequenopudieravercuáleseranesascosas,oquefueraincapazdedescubrirlasenaquelmomento;pero¡quétentaciónparaelladesentrañaresepequeñoydeliciosoenredo!Yenmediodeél,rodeadadeinfinidaddetelarañas,¿acasonosehabíaaseguradodequelaseñoritaLuciesevieratorpementeinvolucradacomolaneciamoscaqueera?

CapítuloXIII

Unestornudoadestiempo

Tuve ocasión de sonreír… no, de reírme nuevamente de madame,veinticuatro horas después de la pequeña escena relatada en el capítuloanterior.

Villette tiene un clima tan variable, aunque no tan húmedo, como el decualquier ciudad inglesa.Una noche de fuerte viento sucedió a aquel suaveatardecer, y, durante todo el día siguiente, se abatió sobre nosotros unatormentaseca:oscura,cargadadenubes,perosinlluvia.Laarenayelpolvoensombrecíanlascalles,y llegabanformandoremolinosdesde losbulevares.Nosésiun tiempomejormehubieraanimadoapasar lahoravespertinadeestudioyesparcimientoenelmismolugarqueeldíaanterior.Misenderoy,enrealidad, todos loscaminosyarbustosdel jardínhabíanadquiridoun interésnuevo, aunque poco agradable; su aislamiento se había vuelto precario; sucalma, insegura. La ventana desde la que llovían cartas de amor habíadegradadoelantañoqueridorincónquedominaba;yenelrestodeljardín,losojos de las flores habían aprendido a ver, y los nudos de los troncosescuchaban como oídos secretos. El doctor John, en su búsqueda y en sualocada huida, había pisoteado algunas plantas que yo deseaba enderezar,cuidaryrevivir;habíadejadotambiénalgunashuellasenlosarriates:pero,apesardelfuerteviento,encontrémuyprontounmomentolibreparaborrarsupasoporeljardín,antesdequeotrosojoslodescubrieran.Conunaespeciedealegría contenida, me senté en mi pupitre a estudiar alemán, mientras lasalumnasaprendíanlasleccionesdelatardeylasdemásprofesorascogíansuslabores.

El escenario del Étude du soir era siempre el refectorio, una estancia

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muchomáspequeñaquecualquieradelastresaulas;puessóloseadmitíaallía las alumnas internas, y éstas no eranmás de una veintena. Dos lámparascolgabandel techo,sobre lasdosmesas;seencendíanalanochecer,ysuluzseñalabaelmomentoenquesecerrabanlos librosdetexto,seadoptabaunaconductamás grave, se reforzaba el silencio general, y empezaba la lecturepieuse.NotardéendescubrirqueaquellalecturepieusehabíasidoconcebidacomounasanamortificacióndelIntelecto,comounabeneficiosahumillacióndelaRazón;yendosissuficienteparaqueelSentidoComúnladigirieraasuconvenienciaysedesarrollaracomomejorpudiese.

Ellibroqueleían(yquesiempreeraelmismo,puesvolvíanaempezarlocuando terminaba) era un volumen venerable, tan antiguo como las colinas,tangriscomoelHôteldeVille.

Habría dado dos francos por la oportunidad de tener ese libro en mismanos,depasarlassagradasyamarillentashojas,deaveriguareltítulo,ydeexaminarconmispropiosojos las increíbles fantasíasqueyo,como indignahereje,sólopodíaabsorberatravésdemisdesconcertadosoídos.Aquellibrocontenía leyendasde los santos. ¡VálgameDios! (lodigo con todo respeto),¡menudasleyendas!Sifueronlosprimerosenvanagloriarsedetaleshazañasyen inventar semejantes milagros, ¡qué fanfarrones y granujas debieron seraquellos santos!Sushistorias, sin embargo,no eranmásque extravaganciasmonacales, de las que uno se reía en su fuero interno; había, además,cuestionessacerdotales,ysusartimañaseranmuchopeoresquelasmonacales.Meardíanlosoídosmientrasescuchaba,forzosamente,losrelatosdelmartiriomoral infligido porRoma; la terrible fatuidad de los confesores, que habíanabusado vilmente de su posición, empujando a la peor degradación a lasdamasdealtacuna,convirtiendoacondesasyprincesasen lasesclavasmásatormentadasbajoelsol.HistoriascomoladeConradeIsabeldeHungríaserepetían una y otra vez, con toda su espantosa ruindad, enfermiza tiranía ynegraimpiedad:leyendasqueeranpesadillasdeopresión,privaciónydolor.

Soportévariasnoches lomejorpude,ydelmodomássilencioso,aquellalecturepieuse;sóloenunaocasiónrompí lapuntademis tijerasalclavarlasinvoluntariamenteenlamaderacarcomidadelamesaqueteníadelante.Peroterminé acalorándome tanto, ymis sienes,mi corazón ymi pulso latían tandeprisa,ymecostabatantoconciliarelsueñoporlaexcitación,quenopudeseguir asistiendo.Laprudenciameaconsejóabandonar rápidamenteel lugaren cuanto sacaran el viejo libro culpable. Ninguna Mause Headrigg sintiójamás una necesidad mayor que la mía de prestar declaración contra elsargentoBothwellparadejarclaramiopiniónsobreesteasuntodelalecturepieusepapista.Sinembargo,conseguídominarmeyrefrenarmisimpulsos;y,aunqueyosalíadelaestanciaencuantoRosineveníaaencenderlaslámparas,lo hacía con muchísimo sigilo, aprovechando el pequeño alboroto que

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precedía al silencio sepulcral, y desaparecía mientras las alumnas internasguardabansuslibros.

Cuando me escabullía, era en medio de las tinieblas; no nos permitíanllevarvelas,yelúnicorefugioparalaprofesoraqueabandonabaelrefectorioera la penumbra del vestíbulo, de las aulas o del dormitorio. En inviernoprefería las aulas grandes, y andaba rápidamente de un lado a otro para nohelarme de frío; me sentía afortunada si brillaba la luna y, si sólo habíaestrellas, no tardaba en resignarme a su tenue centelleo, e incluso al eclipsetotal de su ausencia. En verano nunca estabamuy oscuro, y yo subía amirincón del enorme dormitorio, abría la ventana (cinco ventanas de bisagras,grandescomopuertas,dejabanentrarlaluzenaquelcuarto)y,asomándomeaella,contemplabalaciudadqueseextendíamásalládeljardín,yescuchabalabandademúsicaquetocabaenelparqueoenlaplazadelpalacio,absortaenmispensamientos,viviendomipropiavidaenuntranquilomundodesombras.

Aquella noche, después de huir como acostumbraba del Papa y de susobras, subí la escalera, me dirigí al dormitorio y abrí con sigilo la puerta,siemprecuidadosamentecerrada,que,comotodaslasdelarueFossette,girósinhacerruidosobresusbienengrasadosgoznes.Antesdever,sentíquehabíaalgovivoen laenormehabitación,normalmentevacía:noporquepercibieraalgúnmovimiento,respiraciónosusurro,sinoporqueelVacíonoexistíaylaSoledadsehallabaausente.Pudevertodaslascamasblancas—leslitsd’ange,queeraelpoéticonombrequerecibían—consóloecharunaojeada;estabandesocupadas:nadiedormíaenellas.Elruidodeuncajónabiertoconcautelallegóamisoídos;apartándomeaunlado,logréampliarmicampodevisión,sinquemeestorbaranlascortinas.Contempléentoncesmicamaymitocador,conloscajonescerradosconllaveyuncosturerotambiéncerradoencima.

Muybien.Unafiguramaternal,pequeñayregordeta,conundecorosochalyelgorrodedormirmáslimpioqueunopuedaimaginar,estabamuyatareadaanteel tocador,haciéndomeel favor,alparecer,de«ordenar»elmeuble.Latapadelcosturerosehallabaabierta,aligualqueelprimercajón;comoeradeesperar, los demás cajones fueron abiertos, uno tras otro, con todatranquilidad:ensuinterior,noquedóunsoloobjetosinsacarydesdoblar,niun solo papel sin examinar, ni una sola caja sin destapar; admirable era suhabilidad,ejemplarelcuidadoconquehacíalainspección.Madameefectuóelregistroconvirtuosismo,«sinprisa,perosinpausa».Nonegaréquesentíunsecretoregocijoalobservarla.Dehabersidouncaballero,creoquemadamemehabríacaídoengracia…eratancompetente,cuidadosayconcienzudaentodoloquehacía;losmovimientosdealgunaspersonascausanmalestarporsutorpeza,lossuyoscomplacíanporsuimpecableprecisión.Enpocaspalabras,meteníafascinada;perodebíaesforzarmeporromperaquelhechizo:teníaquebatirme en retirada. Madame podía volverse y descubrir mi presencia;

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entonces una escena sería inevitable, y ella y yo nos leeríamos de golpe elpensamiento: desaparecerían los convencionalismos, caerían los disfraces, ynuestras miradas se cruzarían; comprenderíamos la imposibilidad de seguirtrabajandojuntasytendríamosquesepararnosparasiempre.

¿Qué sentido tenía desencadenar semejante catástrofe? Yo no estabaenojada,niabrigabaelmenordeseodeabandonarla.Difícilmenteencontraríaaalguienquemeemplearaconunyugotansuaveyunacargatanligera;ylociertoesquemadamemegustabaporsusentidocomún,independientementede lo que pensara de sus principios: en cuanto a sus métodos, no meperjudicabanlomásmínimo;podíaaplicármeloscuantoquisiera:no lograríanadaconellos.Sinenamoradoniesperanzasdetenerlo,estabatanasalvodelosespíascomoelmendigodelosladronesporsufaltaderiqueza.Mevolvíentoncesyechéacorrer,bajandolasescalerasconelmismosigiloyrapidezqueunaarañaque,enaquellosmomentos,descendíaporelpasamanos.

¡Cuántome reí al llegar al aula!Ahora tenía la certeza de quemadamehabía visto al doctor John en el jardín; podía adivinar lo que pensaba. Elespectáculo de una naturaleza recelosa engañada hasta tal punto por suspropias elucubraciones me divertía enormemente. Pero cuando mi risa seagotó,sentícómomeembargabaprimerolarabiayluegolaamargura:eralaroca golpeada, de la que brotaron las aguas en Meribá. Jamás se habíadesencadenadoenmi interioruna lucha tanextrañaycontradictoriacomolade aquella noche: risa y aflicción, vehemencia y dolor, semezclaron enmicorazón.Derramélágrimasardientes;noporquemadamedesconfiarademí—lo queme resultaba indiferente— sino por otras razones. Los pensamientosmásretorcidoseinquietantesquebrantaronmireposo.Y,sinembargo,aquellaagitaciónremitió:aldíasiguientevolvíaaserLucySnowe.

Al inspeccionarmiscajones, los encontrécerradoscon llave;despuésdeun examenmásminucioso, no descubrí elmenor cambio o alteración en laposicióndeningúnobjeto.Misescasosvestidosestabandobladostalcomoyolos había dejado; un pequeño ramillete de violetas blancas que en ciertaocasiónmehabíaentregadosilenciosamenteundesconocido(undesconocidoparamí, puesnuncahabíamoshablado), yqueyohabía secadoyguardado,porsudulcefragancia,entrelosplieguesdemimejortraje,seguíaensulugarde siempre; mi pañuelo de seda negra, mis blusas y mis cuellos de encajeestabanintactos.Simadamehubieraarrugadounasolaprenda,reconozcoqueme habría costadomás perdonarla; pero, al hallarlo todo tan impecable,medije: «Lo pasado, pasado está. He salido indemne, ¿por qué habría deguardarlerencor?».

Habíaalgoquemeteníadesconcertaday,casiconelmismoafánconquemadameBeckhabíabuscadounaguíadeconocimientosútilesenloscajonesdemitocador,medevanélossesosparadescifrarelenigma.SieldoctorJohn

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no había tenido nada que ver con la caída de aquel cofrecillo en el jardín,¿cómo sabía que alguien lo había arrojado y por qué había aparecido enseguida para recogerlo? Deseaba tanto aclarar ese punto que empecé aacariciarunaideauntantoaudaz:«Sisepresentabalaoportunidad,¿porquénopedirlealdoctorJohnquemeexplicaraélmismoesacoincidencia?».

Ymientras el doctor John continuó alejado de la rue Fossette, creí quetendríavalorparaponerleapruebaconsemejantepregunta.

La pequeña Georgette estaba convaleciente; por ese motivo, su médicovenía a verlamuy de tarde en tarde: lo cierto es que, de no haber insistidomadame en que acudiera de vez en cuando hasta que la niña estuvieracompletamenterestablecida,élhabríainterrumpidosusvisitas.

Unanocheentróenelcuartodesushijas,justodespuésdequeGeorgettehubiera rezado su plegaria entrecortada y ceceante, y de que yo la hubieraacostado.Cogiendounamanodelapequeña,dijo:

—Cette enfant a toujours un peu de fièvre —y, lanzándome con sustranquilosojosunamiradamásvivazde lohabitual, seapresuróaañadir—:LedocteurJohnl’a-t-ilvuedernièrement?Non,n’est-cepas?

Porsupuesto,nadieenlacasaconocíamejorqueellalarespuesta.

—Está bien —prosiguió—, voy a salir pour faire quelques courses enfiacre.PasaréporeldomiciliodeldoctorJohnylepediréquevisitealaniña.Measegurarédequelaveaestamismatarde;susmejillasestánrojas,supulsoesrápido:ustedlorecibirá…yoestaréfueradecasa.

Laniñaseencontrababien,sóloteníacalorporqueeraelmesdejulio;eracasitaninnecesarioavisarauncuraparaqueledieralaextremauncióncomoavisar aunmédicoparaque le recetaraunmedicamento;porotraparte, eramuypocofrecuentequemadamehicierasuscourses,comolas llamabaella,por la tarde: es más, aquélla era la primera vez que se ausentabavoluntariamente durante una visita del doctor John. Todo aquel arregloindicabalaexistenciadeunplan;enseguidalocomprendí,perosinlamenorinquietud.«¡Ja, ja,madame!—rióelalegremendigo—,suastutoingeniovamalencaminado».

MadameBecksemarchó,elegantementeataviadaconuncostosochalysuchapeauverttendre,untonoarriesgadoparacualquiercutismenoslozanoqueelsuyo,peroqueaellalefavorecía.Mepreguntéquéintencionestendría:sirealmente enviaría al doctor John; o si él podría venir; tal vez tuviera otrocompromiso.

MadamemehabíaencargadoquenodejaradormiraGeorgettehastaqueeldoctor llegase; por ese motivo, estuve muy ocupada contándole cuentos

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infantilesyparloteandoconella.

Queríamucho aGeorgette; era una niña sensible y cariñosa: sentarla enmisrodillasollevarlaenbrazoseraunplacerparamí.Aquellanochemepidióqueapoyaralacabezaenlaalmohadadesucuna;inclusomerodeóelcuelloconsusbracitos.Elmodoenquemeabrazóyapretósumejillacontralamíaestuvoapuntodehacermellorardeternura.EnlarueFossettenoabundabanesaclasedesentimientos;aquellapequeñagotaerademasiadodulceypura:penetraba hasta lomás profundo, serenaba el corazón, y llenaba los ojos delágrimas.

Transcurrieronentretreintaminutosyunahora;Georgettesusurróconsusuavececeoqueteníamuchosueño.

«Y te quedarás dormida—pensé yo—,malgrémamanymédecin, comotardenmásdediezminutos».

En ese momento sonó la campanilla, y allí estaban aquellos pasos queasombrabanalaescaleraporlavelocidadconquedejabansuspeldañosatrás.RosineanuncióaldoctorJohny,conundesenfadoquenosóloerapropiodeella sino de todos los criados de Villette, se quedó para escuchar lo que elmédico decía. La presencia de madame la habría intimidado y enviado devueltaasureinodelvestíbuloylaportería;perolamía,oladecualquierotraprofesora o alumna, le traía sin cuidado. Esbelta, elegante, presumida,continuó con lasmanos en los bolsillos de su alegre delantal demodistilla,mirandoaldoctorJohnconnomástemorytimidezquesifueraunretratoenlugardeuncaballerodecarneyhueso.

—Lemarmotn’arienn’est-cepas?—exclamó,señalandoaGeorgetteconungestodebarbilla.

—Pas beaucoup —respondió el doctor, al tiempo que garabateabaapresuradamenteunarecetainofensiva.

—Eh bien! —prosiguió Rosine, colocándose a su lado mientras élguardaba el lápiz—. Y el cofrecillo, ¿consiguió encontrarlo? Monsieurdesapareció como un coup de vent la otra noche; no tuve tiempo depreguntárselo.

—Loconseguí,sí.

—Pero ¿quién lo arrojó?—continuóRosine, inquiriendo sin ambages loque yo tanto deseaba saber, pero no tenía ni la habilidad ni el valor deexpresar:¡quécaminotancortorecorrenalgunosparallegaraunpuntoqueaotroslespareceinalcanzable!

—Ésepuede sermi secreto—repusoeldoctor John lacónicamente,perosinningunaaltanería:parecíacomprendermuybienelcarácterdeRosine.

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—Mais en fin —dijo ella, con aire desenvuelto—, monsieur sabía quealguienlohabíatirado,puestoquesalióensubúsqueda.¿Cómoseenteró?

—Estabaatendiendoaunpequeñopacientedelcolegiovecino—dijoél—yvicómotirabanelcofrecillodesdelaventanadesuhabitación;poresovinearecogerlo.

¡Qué explicación tan simple! La carta hablaba de un médico que enaquellosmomentosexaminabaa«Gustave».

—Ah ça! —exclamó Rosine—. Il n’y a donc rien là-dessous: pas demystère,pasd’amourette,parexample?

—Pas plus que sur ma main —contestó el doctor John, mostrando lapalma.

—Quel dommage! —dijo la modistilla—; et moi, à qui tout celacommençaitàdonnerdesidées.

—Vraiment!Vousenêtespourvosfrais—repusofríamenteelmédico.

Ellahizounmohín.EldoctorJohnnopudoevitarsonreírantesumoue:cuandosereía,habíaalgoespecialmenteafableybondadosoensuexpresión.Viquesumanosedirigíaalbolsillo.

—¿Cuántasvecesmehaabiertolapuertaenelúltimomes?—inquirióél.

—Monsieurdeberíallevarlacuenta—seapresuróacontestarRosine.

—¡Comosinotuvieranadamejorquehacer!—exclamóelmédico;peroobservéqueledabaunamonedadeoro,queellanotuvoelmenorescrúpuloencoger,antesdesalirbailandoparaatenderalacampanilladelapuerta,quesonaba cada cincominutos, pues era lahora enque los criadosde las casasveníanarecogeralasalumnasmediopensionistas.

El lector no debe juzgar duramente a Rosine. En general, no era malapersona;ynocreíaquehubieranadadeshonrosoencogercuantoleofrecían,niquefueraunadesfachatezhablarcomounacotorraconelmejorcaballerodelaCristiandad.

Además,graciasalaescenaanterior,yohabíadescubiertoalgorelacionadoconelcofrecillodemarfil:asaber,quelaculpadequeeldoctorJohntuvierael corazóndestrozadono era de aquel vestido de jaconas, rosa o gris, ni deaquel delantal con bolsillos y volantes. Era ostensible que aquellas prendaseran tan inocentes como el pequeño blusón azul deGeorgette. Tantomejor.Peroentonces¿quiéneraculpable?¿Cuáleraelmotivo?¿Cuálelorigenylaverdaderaexplicacióndetodoelasunto?Algunospuntossehabíanaclarado,pero¡cuántosseguíansiendotanoscuroscomolanoche!

«Sinembargo—medije—,noesasuntotuyo».

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Y, apartando los ojos del rostro que había estado escudriñandoinvoluntariamente, miré por la ventana que daba al jardín. El doctor John,entretanto, de pie junto a la cama, se puso lentamente los guantesmientrascontemplaba a su pequeña paciente, que tenía los ojos cerrados y los labiossonrosadosentreabiertosporqueseestabaquedandodormida.Esperéaqueélsedespidieracomodecostumbre,conunapequeña reverenciayun«buenasnoches»apenasaudible.Justoenelmomentoenquecogíaelsombrero,misojos, pendientes de las altas casas que rodeaban el jardín, vieron cómo lacelosía, yamencionada antes, se abría con cautela; unamano y un pañueloblancoaparecieronporuna rendija; ambos seagitaron.Nosé si la señal fuecontestada desde algún lugar desconocido de nuestro propio edificio; peroinmediatamente después cayó revoloteando un objeto blanco y ligero: elsegundobillet,porsupuesto.

—¡Mire!—exclamésindarmecuenta.

—¿Dónde?—preguntó el doctor John convehemencia, acercándose a laventana—.¿Quéhavisto?

—Lo han vuelto a hacer —repliqué—. Han agitado un pañuelo y hanarrojadoalgo—yseñalé la celosía ahora cerrada,que,demanera engañosa,parecíaunlugardeshabitado.

—Recójaloenseguidaytráigamelo—dijoalinstante—.Nadiesefijaráenusted—añadió—;yollamaríalaatención.

Bajéinmediatamente.Notardéenencontrarunpapeldoblado,suspendidoenlaramamásbajadeunarbusto;locogíymeapresuréallevárseloaldoctorJohn.Enaquellaocasión,nocreoquenisiquieraRosinemeviese.

EldoctorJohnrompiólamisivaenmilpedazossinleerla.

—Recuerdequeellanotienelaculpa—dijo,mirándome.

—¿Quiénnotienelaculpa?—pregunté—.¿Aquiénserefiere?

—¿Todavíanolosabe?

—Enabsoluto.

—Y¿noloadivina?

—No.

—Silaconocieramejor,talvezcederíaalatentacióndeconfiarenusted;asíconseguiríaqueprotegieraaunserinocenteymaravilloso,peroconmuypocaexperiencia.

—¿Comounacarabina?—quisesaber.

—Sí —respondió pensativo—. ¡Hay tantas trampas a su alrededor! —

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añadió.

Yentonces,sindudaporprimeravez,examinómirostro,deseosodeveren él una expresión amable que le asegurara que podía encomendar a micuidadoeindulgenciaaunacriaturaetérea,contralaqueconspirabanoscurospoderes.Yono sentía especialvocaciónporvigilar a criaturas etéreas, pero,recordandomillegadaaVillette,penséquedebíaunfavoraldoctorJohn:sipodía ayudarle, lo haría, y nome tocaba amí decidir cómo. Con lamenorreticencia posible, le di a entender que «estaba dispuesta a hacer cuantopudieraporcualquierpersonaenlaqueélestuvierainteresado».

—Mi interés es el deunmero espectador—señaló él, conunamodestiaquemeparecióadmirablepresenciar—.Conozcocasualmenteelcaráctermásbiendespreciabledelindividuoque,desdelacasadeenfrente,hainvadidoendosocasionesestesantuario;tambiénheconocidoensociedadalapersonaaquien van destinadas tan vulgares tentativas. Su exquisita superioridad y surefinamiento innatodeberían rechazar cualquier impertinencia.Sin embargo,no es así; y, siendo tan inocente y confiada, me gustaría, de ser posible,protegerladetodomal.Peronopuedohacernadapersonalmente,nisiquieraacercarmeaella—concluyó.

—De acuerdo, estoy dispuesta a ayudarle —dije—, siempre que meexpliquecómo.

Y repasé mentalmente la lista de nuestras alumnas internas, buscandoaqueldechadodevirtudes,aquellavaliosaperla,aquellagemaperfecta.

«Tiene que ser madame —decidí—. Es la única de todas nosotras queposeeelartedeparecersuperior;aunqueeldoctorJohnnodeberíainquietarseporsuinocenciaysucandor.Peroéltieneesafantasíaynoseréyoquiénlecontradiga;leseguirélacorriente:suángelseráunángel».

—Sólodígameaquiéndeboproteger—continuécongravedad;riéndome,sin embargo, en mi fuero interno ante la perspectiva de convertirme en lacarabinademadameBeckodealgunadesusalumnas.

EldoctorJohneraunhombresensibleycomprendió,deformainstintiva,loqueunaimaginaciónmenossagazjamáshabríapercibido;asaber:quetodoaquellomehacíaciertagracia.Sesonrojó;conunamediasonrisa,sevolvióycogiósusombreroparamarcharse.Meremordiólaconciencia.

—Le ayudaré, le ayudaré —prometí impetuosa—. Haré lo que desea.Vigilaréasuángel.Lacuidaré;sólodígamesunombre.

—Pero tiene que saberlo—replicó él convehemencia, pero envozmuybaja—.¡Estanpura,tanbuena,tanincreíblementehermosa!Esimposiblequeexistandosmujerescomoellaenlamismacasa.Merefiero,porsupuesto,a…

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Enaquelinstante,elpestillodelahabitacióndemadameBeck(contiguaalcuartodelasniñas)diounlevechasquido,comosihubieratembladolamanoque lo sostenía; oímos el estallido de un estornudo incontenible. Estospequeños accidentes ocurren en las mejores familias. Madame, ¡excelentemujer!,estabadeguardia.Habíaregresadoacasasigilosamente,habíasubidolasescalerasdepuntillas;estabaensudormitorio.Denohaberestornudado,lohabríaoídotodo,yyotambién;peroaquelfunestoestornudoalertóaldoctorJohn,que, llenodeperplejidad, lavioentrar en lahabitación, alerta, serena,conelmejory,sinembargo,mástranquilodelosánimos:quiennoestuvierafamiliarizado con sus hábitos habría creído que acababa de volver, y habríadesechadolaideadequellevaraconeloídopegadoalojodelacerraduralosúltimosdiezminutoscomomínimo.Fingióestornudardenuevo,declaróqueestabaenrhuméeyempezóaexplicarnosconlocuacidadsuscoursesenfiacre.Sonólacampanillaquellamabaalaoración,yladejéasolasconelmédico.

CapítuloXIV

Lafête

TanprontocomoGeorgetteestuvorecuperada,madamelaenvióalcampo.Yololamenté;queríaalaniña,ysupérdidameentristecióaúnmás.Peronodeboquejarme.Vivíaenunacasallenadevida;podíahabertenidocompañíayelegílasoledad.Todaslasprofesorastrataronenalgúnmomentodeintimarconmigo; yo las puse a prueba. Una resultó ser una mujer honrada, peroestrecha de miras, egoísta y de sentimientos vulgares. La segunda era unaparisina, aparentemente refinada,perodecorazóncorrompido, sincreencias,principiosnisentimientos:bajolarespetablecortezadesunaturaleza,habíauncenagal.Sentíaverdaderapasiónporlosregalos;y,eneseaspecto,laterceraprofesora—una persona insignificante y sin carácter— se parecíamucho aella. Esta última tenía también otro rasgo distintivo: la avaricia. El amor aldineroporeldinero ladominaba.Ante lavisióndeunamonedadeoro, susojosdespedíanunfulgorverde,dignodeverse.Enunaocasión,comosifueraunenormeprivilegio,mellevóalpisodearribay,abriendouncajónsecreto,me enseñó el tesoro que tenía escondido: un montón de piezas, grandes ypesadas…unas quince guineas, enmonedas de cinco francos.Amaba aqueltesoro como un pájaro ama sus huevos. Eran sus ahorros. Se acercaba ahablarmedeellosconunadevocióntenazydelirante,insólitaenunapersonaqueaúnnohabíacumplidoveinticincoaños.

Laparisina, por otra parte, era derrochadoray libertina (no sé sus actos,perosuspalabrasasíloevidenciaban).Mostrabasuverdaderanaturalezacon

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muchacautela.Parecíaunaextrañaclasedereptil,aunquesólomeenseñóunavezsucabezadeserpiente,segúnpudever,escudriñándome;aquellodespertómi curiosidad: si ella lo hubiese hecho descaradamente, esmuyposible queyo,adoptandounaposturafilosófica,hubieracontempladoimpasiblesulargasilueta, desde la lenguabífidahasta la punta escamosade la cola; pero sólopareciódeslizarseentrelaspáginasdeunamalanovela;y,alencontrarseconun inoportuno arrebato de ira, retrocedió y desapareció, siseando. Me odiódesdeesedía.

Aquella parisina estaba siempre endeudada; gastaba su sueldo antes decobrarlo, no sólo en vestidos, sino en perfumes, cosméticos, golosinas ycondimentos.¡Quémujertansibarita,fríaeinsensible!Escomosilaestuvieraviendo.Delgadadefiguraysemblante,conlatezcetrina,faccionesregulares,dientesperfectos, labios finoscomounhilo,barbillagrandeyprominente,yojosgrandesperogélidos,conunaexpresiónávidaeingrataalmismotiempo.Odiaba mortalmente trabajar, y vivía fascinada por lo que ella considerabaplacer;quesóloeraunapérdidadetiempoinsulsa,cruelyestúpida.

MadameBeckconocíaalaperfecciónelcarácterdeaquellamujer.Enunaocasiónmehablódeella,conunaextrañamezcladeperspicacia,indiferenciayantipatía.Lepreguntéporquénolaechaba.Medijosinrodeosque«porquenoconveníaasusintereses»;yseñalóalgoqueyoyahabíaadvertido,asaber,quemademoiselleStPierrenoteníarivalalahorademantenerelordenentrelasfilasdesusindisciplinadasalumnas.Eracomosisupresenciaparalizaraalos demás: sin exaltación, ruido ni violencia, contenía a aquellas jovencitascomo el aire helado detiene un impetuoso arroyo. Apenas servía paratransmitir conocimientos, pero no tenía precio para vigilar e imponer unadisciplina.

—Je sais bien qu’elle n’a pas de principes, ni, peut-être, de moeurs—admitiómadameconfranqueza;peroañadióconfilosofía—:sonmaintienenclasse est toujours convenable et remplimême d’une certaine dignité: c’esttoutcequ’il faut.Ni lesélèves,ni lesparentsne regardentplus loin;ni,parconséquent,moinonplus.

¡Quépequeñomundotanextraño,alocadoybulliciosoeraaquelinternado!Sehacíangrandes esfuerzosporocultar las cadenas tras las flores; una sutilesenciadecatolicismoimpregnaba todassusdisposiciones:unaconsiderableindulgencia con los sentidos (por así decirlo) contrarrestaba las rígidasrestricciones espirituales. Las mentes crecían en la esclavitud; pero, paraimpedirquealguienmeditarasobreesto,seaprovechabaalmáximocualquierpretextoparaelesparcimientofísico.Allí,comoentodaspartes,laIGLESIAluchabaporeducarasushijosrobustosdecuerpoydébilesdealma,gordos,rubicundos, fuertes, alegres, ignorantes, irreflexivos, incondicionales.«¡Comed, bebedyvivid!—decía—.Ocupaosdevuestro cuerpo; dejadmea

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míelcuidadodevuestrasalmas.Yomeencargarédecurarlas…yguiarésuspasos: yo garantizo su destino final». Un acuerdo que todo católicoconvencido encuentra ventajoso. Lucifer ofrece exactamente lomismo: «Tedarétodoelpoderylagloriadeestosreinos;porquemeloshanentregadoamí,yyoselosdoyaquienquiero.Simeadoras,serántodostuyos».

Por aquella época—los díasmás esplendorosos del verano— la casa demadameBeckseconvirtióenelcolegiomásalegrequeunopuedaimaginar.Durantetodalajornada,lasgrandespuertasplegablesylasventanasdedoblehojaseabríandepardepar:el solparecía formarpartede laatmósfera; lasnubes sehallaban lejos,navegandohasta losconfinesdelmar,descansando,sinduda,alrededordeislascomoInglaterra—esaqueridatierradebrumas—,peroaunagrandistanciadelcontinente,siempremásseco.Pasábamosmuchomástiempoeneljardínquebajotecho:lasclasesseimpartíanylascomidassetomabanbajoelgrandberceau.Además,lacercaníadelasvacacionescasiconvertía la libertad en libertinaje. Sólo faltaban dos meses para las largasvacacionesdeotoño;peroantesdeeso,seesperabaungrandía:lacelebracióndeunaimportanteceremonia,lafêtedemadame.

LospreparativosdeestafiestarecaíanprincipalmenteenmademoiselleStPierre; se suponía que madame se hallaba al margen, despreocupada eignorante de cuanto pudiera organizarse en su honor. Lo que especialmenteparecíadesconocerosiquierasospechareraque todos losañosse recaudabadineroenelcolegioparacomprarleunbonitoregalo.Ladelicadezaexquisitadel lector hará caso omiso de una consulta muy breve y confidencial alrespectoeneldormitoriodemadame:

—¿Quélegustaríaesteaño?—quisosabersulugartenienteparisina.

—¡Oh,quémásda!Olvídelo.Nolesquitealaspobresniñassusfrancos—contestómadame,conexpresiónmodestaybenévola.

La señorita St Pierre sacó la barbilla; conocíamuy bien amadame; susairesdebonténoeranmásquedesgrimacesparaella.Jamásleinspirabanelmenorrespeto.

—Vîte! —exclamó fríamente—. Dígame lo qué desea. ¿Alguna joya oporcelana,algunaprendadevestiroplata?

—¡Estábien!Deuxoutroiscuillersetautantdefourchettesenargent.

Yelresultadofueunhermosoestuchequeconteníatrescientosfrancosencubiertosdeplata.

Elprogramadeldíadefiestaeraelsiguiente:entregadelregalo,refrigerioeneljardín,representacióndeunaobrateatral(enlaqueactuabanalumnasyprofesores),baileycena.Recuerdoquetodomeparecíamaravilloso.ZélieSt

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Pierresabíaloquehacíayloorganizabahábilmente.

La obra de teatro era lo más importante; de ahí que los preparativosempezaran con un mes de antelación. La elección de los actores exigíasabiduríaycautela;despuésveníanlasclasesdedicción,deinterpretación,y,por último, los fatigosos e innumerables ensayos. Mademoiselle St Pierre,como es lógico, no podía encargarse de todo: se necesitaba otra autoridad,otrosconocimientosque lossuyos.Yéstos losproporcionabamonsieurPaulEmanuel,elprofesordeliteratura.Nuncahabíatenidoocasióndeasistiraunade las histriónicas disertaciones de monsieur Paul, pero lo veía a menudocuando atravesaba el carré (un vestíbulo cuadrado entre la vivienda demadameyelinternado).Tambiénlooíaenlastardescalurosas,cuandodabaclase con la puerta abierta, y su nombre, y las anécdotas sobre él, semultiplicaban. Especialmente nuestra antigua conocida, la señorita GinevraFanshawe, elegida para interpretar un papel destacado en la obra, al pasarconmigogranpartedesutiempolibre,solíasalpicarsudiscursoconalusionesfrecuentes a lo que hacía y decía este profesor. Ella lo considerabaterriblemente descortés, y afirmaba sentirse aterrorizada, muy cercana a lahisteria,cuandooíasuspasososuvoz.Esciertoqueeraunhombremenudoymoreno;austeroymordaz.Inclusoamísemeantojabaunaapariciónsevera,con su cabeza de cabellos cortos y negros, su frente ancha y cetrina, susdelgadas mejillas, sus anchos y temblorosos orificios nasales, su miradaperspicazysusademanesapresurados.Seenojabaconfacilidad;eraostensiblecuandoapostrofabaconvehemenciaaltorpegrupoqueteníaasusórdenes.Aveces, aquellas actrices novatas e ignorantes agotaban su paciencia por lafalsedad de sus juicios, la frialdad de sus emociones, la debilidad de suinterpretación.

—Écoutez!—gritaba;yentoncessuvozresonabacomounatrompetaportodoeledificio.

Ycuando, imitándola, seoía lavocecitadeunaGinevra,unaMathildeounaBlanche,erafácilentenderporquéungruñidoahogadodedesprecioounviolentobufidoderabiacontestabanalecoinsustancial.

—Vousn’êtesdoncquedespoupées?—leoíarugir—.Vousn’avezpasdepassionsvousautres?Vousnesentezdoncrien?Votrechairestdeneige,votresangdeglace?Moi,jeveuxquetoutcelas’allume,qu’ilaitunevie,uneâme!

¡Vanadeterminación!Ycuandofinalmentedescubrió lo inútilesqueeransus esfuerzos, echó abajo el proyecto. Hasta ese momento había estadoenseñándoles una gran tragedia; pero la rompió en pedazos y llegó al díasiguienteconunapequeñaydivertidabagatela.Alasalumnaslesgustómás;y,apesardesutorpeza,élconsiguióquelaaprendieran.

MademoiselleStPierrepresidíasiemprelasclasesdemonsieurEmanuely,

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segúnmedijeron,susmodales refinados, suaparenteatención, su tactoysugracia, causabanmuybuena impresiónenesecaballero.Poseía, sinduda, elartedeagradardurantecierto tiempoaquienelladeseara;perose tratabadeun sentimiento efímero: al cabo de una hora se secaba como el rocío, sedesvanecíacomounatelaraña.

La víspera de la fête de madame fue un día tan festivo como el de sucumpleaños.Lodedicamosaordenar,limpiar,arreglaryadornarlastresaulas.Enelinterior,reinabaunalegrebullicio;nohabíaningúnrincón,nisiquieraenelpisodearriba,dondeunapersonasolitariapudierahallardescansoparalasplantasdesuspies;poresemotivo,merefugiéenel jardín.Paséallí todalajornada,encontrandocalorbajoelsol,cobijoentrelosárboles,yunaespeciedecompañíaenmispropiospensamientos.Recuerdomuybienque,entodoeldía, sólo intercambiédos frasesconunserviviente:ynoesquemesintierasola;mealegrabadeestarensilencio.Paraunespectador,bastabaconpasarpor las habitaciones un par de veces, observar los cambios que se estabanrealizando, ver cómo se instalaba un camerino y un vestuario, cómo semontaba un pequeño escenario con su decorado, cómo monsieur PaulEmanuel,encolaboraciónconmademoiselleStPierre,lodirigíatodo,ycómoun ilusionado grupo de alumnas, entre las que estaba Ginevra Fanshawe,trabajabanalegrementeasusórdenes.

Llegó el gran día. Brillaba el sol, y el cielo estuvo despejado hasta elatardecer.Seabrierontodaslaspuertasyventanas,loqueproporcionabaunaagradablesensacióndelibertadveraniega;ylociertoesquelamáscompletalibertad parecía estar a la orden del día. Profesoras y alumnas bajaron adesayunar en bata y papillotes: disfrutando de antemano avec délices de latoilettedelatarde,parecíanrecrearseaquellamañanaenellujodeldesaliño,deigualmodoquelosregidoresayunanantesdeunbanquete.Hacialasnuevede la mañana, llegó un importante funcionario, el coiffeur. Cometiendo unsacrilegio,estableciósucuartelgeneraleneloratorio,yallí,enpresenciadebénitier, cirios y crucifijo, solemnizó losmisterios de su arte.No hubo unasolajovenquenopasaraporsusmanos;yemergíandeellasconlacabezatansuavecomounaconcha,cruzadaporprimorosaslíneasblancasyengalanadacon hermosas trenzas griegas que brillaban como si estuvieran lacadas.Mellegó el turno, como a las demás, y no daba crédito a mis ojos cuando, alterminar, me miré en el espejo en busca de información; la profusión decabelloscastañostrenzadoscomoguirnaldasmedejóboquiabierta…temíquenofuerantodosmíos,ytuvequedarmevariostironesparacerciorarmedelocontrario. Entonces reconocí en aquel coiffeur a un artista de primer orden,alguienquesacabaelmáximopartidodelmaterialmásmediocre.

Una vez cerrado el oratorio, el dormitorio se convirtió en escenario deabluciones, vestimentas y acicalamientos singularmente concienzudos. Para

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mí era y seguirá siendo un enigma entender cómo lograban emplear tantotiempo en hacer tan poco. La operación parecía minuciosa, compleja,prolongada:elresultadosimple.Unvestidodemuselinablanca,unlazoazul(loscoloresdelaVirgen),unosguantesdecabritillablancosodecolorpajizo:éseeraeluniformedegalaqueprofesorasyalumnastardabantresagotadorashoras en ponerse. Pero, a pesar de su simpleza, he de reconocer que era unatuendoperfecto…perfectoporsuelegancia,comodidadyfrescura;ycomotodas las cabezas ibanpeinadas con exquisita delicadeza—deunmodoquefavorecía el encanto redondeado y firme de las mujeres de Labassecour,aunque fuera demasiado rígido para un estilo de belleza más cimbreante yflexible—,elefectogeneralera,enconjunto,encomiable.

Alcontemplaraquellamasaníveaydiáfana,recuerdoquemesentícomounapequeñasombraenuncampode luz.Mefaltabavalorparaponermeunvestidoblanco:debía llevar algo ligero,hacíademasiadocalorpara soportartejidosgruesos,asíquehabíavisitadounadocenadetiendashastadarconunatela parecida al crepé de color gris rosáceo, el color, en suma, de la tristenieblaenunbrezalflorido.Mitailleusehabíaintentadohacerlolomásbonitoposible;yaque,comoseñalójuiciosamente,era«sitriste…sipeuvoyant»queresultaba imperativoseguir lamoda: fueunasuertequepensaraasí,puesyonoteníanifloresnijoyasparaanimarlo;y,loqueerapeor,tampocoteníaunatezsonrosada.

Olvidamos esas deficiencias enmedio de lamonótona rutina del trabajocotidiano, pero aparecen ante nosotros con toda su crudeza en las brillantesocasionesenquelabellezadeberíaresplandecer.

Sin embargo, con aquel sombrío vestido,me sentía cómoda y tranquila;una ventaja de la que no habría disfrutado con otro traje más alegre yllamativo.MadameBeckimpidió,asimismo,quemesintieraavergonzada;suatuendoeracasitandiscretocomoelmío,aunqueellalucíaunapulserayunenorme broche de oro y piedras finas. Nos encontramos casualmente en laescaleraymeobsequióconunasonrisadeaprobación.Nocreoquepensaraqueyoteníabuenaspecto—algoquedifícilmenteatraeríasuinterés—,perosíquevestíaconvenablement,décemment,y laConvenancey laDécenceeranlasdosserenasdeidadesquemadameveneraba. Inclusosedetuvo,apoyóenmi hombro unamano enguantada, en la que sostenía un pañuelo bordado yperfumado, y me dijo al oído unas palabras sarcásticas sobre las demásprofesoras(alasqueacababadefelicitarporsuindumentaria).

—Nohaynadatanabsurdo—exclamó—comodesfemmesmûresquesevistenigualquealosquinceaños.QuantàlaStPierre,elleal’aird’unevieillecoquettequifaitl’ingénue.

Terminédevestirmealmenosunpardehorasantesquelasdemás,yfue

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unplacerparamídirigirme,noaljardín,dondeloscriadosestabansujetandolargasmesas, colocandosillasyextendiendoapresuradamentemantelesparaelrefrigerio,sinoalasaulas,ahoravacías,silenciosas,frescasylimpias;conlasparedesreciénpintadas,ylossuelosdemaderareciénfregadosytodavíahúmedos;conlasfloresreciéncortadasadornandolosrincones,ylascortinasreciéncolgadasembelleciendolosventanales.

Memetíenlaprimeraclase,unaestanciamáspequeñayordenadaquelasotras, y cogiendo de la librería acristalada, cuya llave guardaba yo, unvolumen que parecía interesante, me senté a leer. La puerta de cristal deaquellaclasseoauladabaalgrancenador;lasramasdeacaciaacariciabanelvidrio y acababan enlazándose con un rosal que florecía junto al dintelopuesto:eneserosalzumbabanlasabejas,felicesyatareadas.Comencéaleer.Justoenelinstanteenqueeltranquilozumbido,lasombradelaenramada,lacálida y solitaria paz demi refugio empezaban a restar visión amis ojos ysentido a la página, y a llevarme por la senda de la imaginación hacia unaprofunda hondonada en el país de los sueños… justo entonces sonó lacampanilla de la puerta principal, con una intensidad desconocida,devolviéndomealarealidad.

Lacampanillallevabasonandotodalamañana,conlasidasyvenidasdetrabajadoresycriados,coiffeursytailleuses.Además,todoparecíaindicarquesonaríamuchasvecesalolargodelatarde,puesaúndebíanllegarunascienalumnas externas en carruajes o fiacres; y que tampoco descansaría alanochecer,cuandopadresyamigosacudieranentropelaverlaobradeteatro.En tales circunstancias, un campanillazo, incluso fuerte, era normal; y, sinembargo,aquelsonido tuvounacentopropioqueacabóconmisensueñosehizocaerellibrodemisrodillas.

Estabaagachándomepararecogerlocuando—firmes,veloces,directos—atravésdelvestíbulo…alolargodelpasillo…cruzandoelcarré,laclasedeprimero,laclasedesegundoylagrandesalle,seoyeronunospasosrápidos,regulares,decididos.Lapuertadelaprimeraclase,misantuario,noopusolamenorresistencia;seabriódegolpe,yunpaletotyunbonnetgrecllenaronelhueco;dosojosexaminaronvagamenteelinterioryluegoseclavaronenmí.

—C’est cela!—dijounavoz—. Je la connais: c’est l’Anglaise.Tantpis.TouteAnglaise,etparconséquent, toutbégueulequ’elle soit -elle feramonaffaire,oujesauraipourquoi.

Después, con cierta cortesía severa (supongo que creía que yo no habíacaptado el sentido de su desconsiderado comentario) y en la jerga másexecrablequejamáshabíaoído,exclamó:

—Señorita…tienequeactuar:nomemoverédeaquí.

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—¿Quépuedohacerporusted,monsieurPaulEmanuel?—pregunté,puessetratabadeél,yenunestadodenopocaagitación.

—Tienequeactuarenlaobra.Nolepermitiréecharseatrás,nifruncirelceño,nihacerse la remilgada.Leí sucráneo lanocheenque llegó;conozcosusmoyens:puedeactuar;tienequeactuar.

—Pero¿cómo,monsieurPaul?¿Quéquiereusteddecir?

—No tenemos tiempo que perder —prosiguió, hablando en francés—;nadadeobjeciones,excusas,minauderies.Tienequeinterpretarunpapel.

—¿Enelvodevil?

—Enelvodevil.Ustedlohadicho.

Lancéungrito,horrorizada.¿Quépretendíaaquelhombre?

—¡Escuche!—exclamó—.Leexpondréelcasoyluegomecontestarásíono;enfuncióndesurespuesta,conquistaráonomiaprecioparasiempre.

Lavehemenciaapenasreprimidadeuncarácter tanirritableencendíasusmejillas y convertía sus miradas en afilados dardos; un carácter al que loinsensato, losensiblero, lovacilante, lohuraño, loafectadoy, sobre todo, loinflexible, podía volver de pronto violento e implacable. El silencio y laatencióneranelmejorbálsamoquepodíaaplicar:leescuché.

—Todoestáapuntodeirsealtraste—empezó—.LouiseVanderkelkovseha puesto enferma… al menos eso afirma su ridícula madre; por mi parte,estoy segurodequepodría actuar si quisiera: loúnicoque le falta esbuenavoluntad.Interpretabaunrôle,comosabe,onosabe…daigual:sineserôle,laobranopuederepresentarse.Noquedanmásqueunashorasparaaprenderlo:niunasolaalumnaatenderíaarazonesoaceptaríahacerlo.Enverdadnoesunpapelinteresante,niagradable;suinfameamour-propre,esemezquinodefectoquetantoabundaenlasmujeres,seloimpediría.Lasmujeresinglesassonlasmejoresolaspeoresdesusexo.Dieusaitquejelesdétestecommelapeste,ordinairement—dijoentredientes—.Medirijoaunainglesaparaquevengaenmiauxilio.¿Cuálessurespuesta…síono?

Semeocurrieronmilobjeciones.Elidiomaextranjero,elescasotiempo,elhecho de exhibirme en público… La Disposición retrocedió, la Habilidadflaqueó, el Amor Propio, esemezquino defecto, tembló. «Non, non, non!»,repetíantodos;pero,almiraramonsieurPaulyadivinarensusojosirritados,ardientes e inquisitivos una suerte de súplica bajo su tono amenazador,mislabiosdejaronescaparlapalabra«oui».Porunosinstantes,surígidaexpresiónsedulcificóenunestremecimientodealegría:peroserecuperóenseguidayprosiguió:

—Viteàl’ouvrage!Tomeellibro;ésteessurôle:léalo.

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Yyololeí.Nomededicóelmenorelogio;enalgunospasajesfruncióelceñoydiounapatadaenelsuelo.Meenseñóelmejormododehacerloyyome esforcé por imitarlo. Era un papel desagradable, el de un hombre… unpetimetreconlacabezavacía.Eraimposibleponerelalmaoelcorazónenél:resultabaodioso.Laobra,unmerodivertimento,tratabaprincipalmentedelosesfuerzosdedosrivalesporconquistarlamanodeunabellacoqueta.Unodelos galanes se llamaba Ours, un hombre valiente y generoso, aunque pocorefinado,unaespeciedediamanteenbruto;elotroerauncalavera,charlatánytraidor:yyoteníaqueseresecalavera,charlatánytraidor.

Lohicelomejorposible…esdecir,mal,losé:enfurecíamonsieurPaul;parecía indignado. Esforzándome al máximo, traté de mejorar miinterpretación; supongo que reconoció mis buenas intenciones; afirmó estarsatisfechoconunapartedemitrabajo.

—Ça ira!—exclamó; y como empezaban a oírse voces en el jardín y averse vestidos blancos revoloteando entre los árboles, añadió—: Deberetirarse:tienequeestarsolaparaaprenderbienelpapel.Vengaconmigo.

Sin tener tiempo ni autoridad para pensarlo, me vi arrastrada por unaespeciedetorbellino,escalerasarriba,dostramos…no,enrealidadtres(puesaquel exaltado hombrecillo parecía conocer instintivamente todos losrincones);y,despuésdeconducirmehastaelsolitariodesván,meencerróenélydesapareció,llevándoselallavedelapuerta.

El desván no era un lugar nada agradable: estoy convencida de que, simonsieurPaulhubiera sabido lohorriblequeera, nomehabría abandonadoallícontanpocaceremonia.Alserundíadeverano,hacíatantocalorcomoenÁfrica;deigualmodoqueeninviernohacíaelmismofríoqueenGroenlandia.Estaba llenodecajasycachivaches;viejosvestidoscubríansusdescoloridasparedes y telarañas, su polvoriento techo. Sus inquilinos eran ratas,escarabajosnegrosycucarachas;ycirculabanrumoresdeque,enunaocasión,se había visto allí al fantasma de lamonja del jardín.Uno de sus extremosquedaba sumido en una oscuridad parcial; y, para aumentar el misterio deaquelrincón,unaviejacortinadecolorrojizotratabadeocultarunasombríafiladecapasinvernales,colgandocadaunadesugancho,comounmalhechordesuhorca.Decíanquelamonjasalíadeentretodasesascapasydedetrásdeesacortina.Yonolocreía,ynosentíaningúntemoralrespecto;perovicómouna rata enorme ymuy oscura, con una larga cola, salía reptando de aquelmísero hueco; y, además,mis ojos descubrieronmuchos escarabajos negrosdesperdigadosporelsuelo.Esposiblequetodoaquellomeperturbaramásdeloqueseríaprudente reconocer,al igualqueelpolvo, los trastosviejosyelcaloragobiante.Esteúltimoinconvenientesehabríavueltoinsoportable,denohaberhalladoelmododeabriryapuntalarlaclaraboya,dejandoentrarasíunpoco de frescor. Empujé un arcón vacío hasta colocarlo bajo la abertura y,

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despuésdeponerencimauncajónmáspequeñoydequitarleselpolvoalosdos,merecogíescrupulosamenteelvestido(comorecordaráellector,elmejorqueteníay,poresemotivo,dignodelmayorcuidado),subíaaquellaespeciede trono improvisado y, una vez sentada, inicié mi aprendizaje; mientrasestudiabamipapel,extremémivigilanciasobre losescarabajosnegrosy lascucarachas,quemeaterrorizabanaúnmásquelasratas.

Al principio tuve la impresión de haber emprendido algo imposible derealizar,ydecidíhacercuantoestuvieraenmismanosyresignarmealfracaso.No tardé en comprender, sin embargo, que un papel en una obra tan cortapodíamemorizarse en pocas horas.Lo repetí una y otra vez, primero en unsusurro, después en voz alta. Completamente a salvo de cualquier públicohumano, interpretémipapelante lasalimañasdeldesván.Adentrándomeensuvacuidad,hipocresíayfrivolidadconunespírituinspiradoporeldesprecioy la impaciencia,mevenguédeaquel fatconvirtiéndoloenelsermásnecioposible.

Transcurrieron así las primeras horas de la tarde: el día empezó a cederhaciaelocaso;yyo,quenohabíatomadonadadesdeeldesayuno,empecéamorirmedehambre.Recordéel refrigerioquesindudaenaquellos instantesestaríandevorandoabajo,eneljardín.Habíavistoenelvestíbulounacestadepâtésàlacrème,loquemásmegustabadelmundo.Enmisituación,unpâtéounpedazodepastelhubieranresultadodelomásàpropos;y,comocadavezteníamás ganas de comer esas exquisiteces, empezó a parecermemuydurotenerquepasareldíade fiestaayunandoenprisión.Apesarde lo lejosqueestabaeldesvándelapuertaprincipalydelvestíbulo,elsonidoconstantedela campanilla y el incesante traqueteo de las ruedas sobre el castigadopavimentollegabandébilmentehastamisoídos.Sabíaquelacasayeljardínestaban abarrotados de gente, y que abajo todo era alegría y buen humor.Empezabaaanochecer:losescarabajosdesaparecíandemivista;meestremecíantelaideadequepudieranacercarsesigilosamenteamí,subiramitronosinser vistos y trepar por mi falda libres de sospecha. Impaciente y temerosa,volví a ensayar mi papel para matar el tiempo. Cuando estaba a punto deacabar,oíelanheladoruidodelallaveenlacerradura…unsonidodelomásagradable.MonsieurPaul(pudedistinguirsufiguraenlapenumbra,puesaúnquedabasuficienteluzparaverlanegruraaterciopeladadesuscortoscabellosyelmarfilcetrinodesufrente)seasomóaldesván.

—¡Bravo!—exclamómuy serio, sujetando la puerta y quedándose en elumbral—.J’aitoutentendu.C’estassezbien.Encore!

Vaciléunmomento.

—Encore! —repitió con severidad—. Et point de grimaces! À bas latimidité!

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Reciténuevamentemipapel,peroni lamitaddebienquecuandoestabasola.

—Enfin,ellelesait—exclamó,nomuysatisfecho—,yunonopuedeserdemasiado quisquilloso ni exigente en las presentes circunstancias. Todavíatiene veinte minutos para prepararse, au revoir! —añadió, dispuesto amarcharse.

—Monsieur—grité,armándomedevalor.

—Ehbien.Qu’est-cequec’est,mademoiselle?

—J’aibienfaim.

—Comment,vousavezfaim!Etlacollation?

—Nosénada.Nisiquieralahevisto,estabaencerradaaquíarriba.

—Ah!C’estvrai!—dijoél.

En un instante renuncié a mi trono y desalojé el desván; el mismotorbellino queme había llevado hasta allí,me obligó a bajar…y bajar…ybajarhastalamismísimacocina.Penséqueacabaríaenelsótano.Lacocinerarecibiólaimperiosaordendetraercomida,yamísemeconminóigualmenteatomarelrefrigerio.Paramisatisfacción,sólomeofrecieroncaféyunpastel:habíatemidoquemedieranvinoydulces,quenomegustaban.NosécómoadivinómonsieurPaulcuántodeseabaunpetitpâtéàlacrème;perosalióymeconsiguióuno.Comíybebídemuybuenagana,guardandoelpetitpâtéparaelfinal,comounabonnebouche.MonsieurPaulsupervisóaquelbanquete,ycasimeforzóaengullirmásdeloquepodía.

—Àlabonneheure—exclamó,cuandoledijequenopodíacomermásylesupliqué,alzandolasmanos,quemeperdonaraelúltimobolloqueacababadeuntarconmantequilla—.PensaráustedquesoyunaespeciedetiranoydeBarbaAzulquedejamorirdehambrealasmujeresenundesván;peronosoynadadeeso.Yahora,mademoiselle,¿sesienteustedconfuerzasyvalorparaaparecerenescena?

Le respondí que así lo creía; aunque, en realidad, estabamuy confusa yapenaspodíadecircómomesentía:peroaquelhombrecilloeradeesetipodepersonasalasqueresultaimposiblellevarlacontraria,amenosqueunoposeasuficienteautoridadparaaplastarla.

—Entonces,venga—dijomonsieurPaul,ofreciéndomesumano.

Ledilamía,yélempezóaandarcontantarapidezquemeviobligadaacorrerasu ladoparanoquedarmeatrás.Sedetuvounmomentoenelcarré,iluminadocongrandeslámparas;laspuertasdelasclasesestabanabiertas,aligualquelaspuertasdeljardín,flanqueadasporenormesmacetasconnaranjos

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y tiestos con flores muy altas; algunos grupos de damas y caballeros,elegantementevestidos,charlabanypaseabanentre las flores.Enel interior,lasampliasaulasofrecíanelespectáculodeunamultitudapiñadayondulante,rumorosa,zigzagueante,todaenrosa,azulyunblancotranslúcido.Arañasdecristalbrillabanenloalto;yalfondohabíaunescenario,conunmajestuosotelónverdeyunascandilejas.

—N’est-cepasquec’estbeau?—inquiriómicompañero.

Deberíahaberdichoquesí,perosemeencogióelcorazón.MonsieurPaulsepercatódeello,memiróceñudoconelrabillodelojoymesacudióunpocoenpagoamisesfuerzos.

—Harécuantopueda,pero¡ojaláhubieraacabadotodo!—exclamé,antesdepreguntarle—:¿Tenemosqueatravesaresamuchedumbre?

—Deningúnmodo,séhacermejorlascosas:iremosporeljardín.

Unos instantes después estábamos fuera; el frescor y la serenidad de lanoche parecieron reanimarme. No había luna, pero el resplandor de lasnumerosas ventanas iluminaba el patio con intensidad, e incluso lossenderos…tenuemente.Elcieloestabadespejado;elparpadeodesusfuegosvivos le confería un aspecto grandioso. ¡Qué dulces son las noches delContinente! ¡Qué apacibles, templadas y seguras! Sin niebla; sin fríahumedad:clarascomoelmediodía,frescascomolamañana.

Despuésdecruzarelpatioyeljardín,llegamosalapuertaacristaladadelaprimeraclase.Estabaabierta,comotodaslasdemás;entramosyfuiconducidaaunpequeñogabinetequeseparabaesaauladelagrandesalle.Medeslumbróver tantas luces en su interior; me ensordeció el ruido de tantas voces; measfixióaquelambientesofocanteycargado.

—De l’ordre! Du silence! —gritó monsieur Paul—. ¿A qué viene estecaos?—preguntó.

Yreinóelsilencio.Conunadocenadepalabras,yotrostantosgestos,echóa la mitad de los presentes y obligó a los demás a ponerse en fila. Sóloquedaban jóvenes disfrazadas: eran las intérpretes de la obra y aquél era elcamerino.MonsieurPaulmepresentó.Todasdirigieronsusojoshaciamíyseoyeronalgunasrisitasdisimuladas.Fueunasorpresaparaellas:noesperabanque la inglesa actuara en un vaudeville. Ginevra Fanshawe, hermosamenteataviada para su papel, increíblemente bella, me miró con los ojos muyabiertos.Deexcelentehumor,indiferentealmiedooalatimidez,encantadadepoder brillar ante centenares de personas… mi llegada pareció llenarla deasombro,enmediodesualegría.Habríaprorrumpidoenexclamaciones,peromonsieurPaulimpidióquelasjóvenessedesmandaran.

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Despuésdeinspeccionarycriticaratodalatropa,sevolvióamí.

—Ustedtambiénhadevestirseparasupapel.

—Vestirse, sí… ¡vestirse de hombre! —exclamó Zélie St Pierre,adelantándose—;yolaayudaré—añadió,solícita.

No me atraía la idea de vestirme de hombre, y tampoco pensé que mefavoreciera. Había aceptado interpretar un papel masculino; en cuanto altraje… halte là! No. Llevaría mi propio vestido; pasara lo que pasara.MonsieurPaul podíaponersehechouna furia,montar en cólera: llevaríamipropiovestido.Lodijeconunavoztandecididaensupropósitocomobajaensutono,yquizátemblorosaensulocución.

Élnosepusohechounafurianimontóencólera,comoyohabíaesperado:guardósilencio.PeroZélievolvióaentrometerse.

—Será un estupendo petit-maître. Aquí está su vestimenta, toda… alcompleto:levendráalgogrande,peroyolaarreglaré.Venga,chèreamie,belleAnglaise!

Y sonrió desdeñosa, pues yo no era precisamente belle.Me cogió de lamano,empezóatirardemí.MonsieurPaulcontinuóimpasible,neutral.

—No debe resistirse—prosiguió Zélie St Pierre; pues realmente yo meresistía—. Lo estropeará todo, echará a perder la alegría de la obra y ladiversión de la compañía, sacrificará todo por su amour-propre. Seríademasiadohorrible…Monsieurjamáslopermitirá,¿verdad?

Buscósusojosyyolaimité.MonsieurPaullamiróaellayluegoamí.

—¡Basta! —dijo lentamente, deteniendo a mademoiselle St Pierre, queseguíaintentandoarrastrarmetrasella.

Todo el mundo aguardó su decisión. No estaba enfadado, ni irritado; alpercibirlo,meanimé.

—¿No le gustan esas prendas de vestir? —inquirió, señalando la ropamasculina.

—Meparecebienllevaralguna,peronotodas.

—¿Quéquieredecir?¿Cómopuedeaceptarelpapeldeunhombreysaliraescena vestida de mujer? Es cierto que es un asunto de aficionados… unvaudeville de pensionnat; podría tolerar ciertas modificaciones, pero tendráqueponersealgoqueanunciesupertenenciaalsexomásnoble.

—Y lo haré, monsieur; pero a mi manera: no quiero que nadie seentrometa,quenadiemeobligueanada.Dejenquemevistasola.

Sin decir nada más, monsieur Paul cogió el traje de manos de Zélie St

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Pierre,melodio,ymepermitiópasaralvestuario.Unavezallí,metranquilicéy,contodaserenidad,mepusemanosalaobra.Dejandomivestidodemujertalcomoestaba,melimitéaponermeencimaunpequeñochaleco,uncuello,uncorbatínyungabánbastantepequeño;elpropietariodetodoaquelloeraelhermanodeunade las alumnas.Despuésde soltarme las trenzas, peinémislargoscabelloshaciaatrásymehicelarayaaunlado;cogíelsombreroylosguantes,ysalí.MonsieurPaulmeesperaba,ytambiénlasdemás.Élmemiró.

—Paraunpensionnat,puedepasar—dictaminó,antesdeañadirconciertaamabilidad—:Courage,monami!Unpeude sang froid -unpeud’aplomb,monsieurLucien,ettoutirabien.

StPierresonriódenuevodespectivamente,consufrialdaddeserpiente.

Yoestabairritable,porculpadelaemoción,ynopudeevitarvolvermeydecirleque,denoserellaunadamayyouncaballero,laretaríaaunduelo.

—Después de la obra, después de la obra —señaló monsieur Paul—.Entonceslesprestarémisdospistolasyzanjaremosladisputacomoesdebido:sóloserálaviejapeleaentreFranciaeInglaterra.

Peroahoraseacercabaelmomentodeempezarlafunción.MonsieurPaulnoscolocófrenteaél,ynosarengóbrevemente,comoungeneraldirigiéndoseasussoldadosantesdecargarcontraelenemigo.Norecuerdobienloquedijo,sóloséquenosrecomendótenersiemprepresentenuestrapropiavalía.Diossabe que aquel consejo me pareció superfluo para algunas de nosotras.Tintineóuna campanilla.Me condujeron al escenario conotras dos actrices.La campanilla volvió a tintinear. Yo tenía que pronunciar las primeraspalabras.

—Nomirealpúblico,olvídesedeél—mesusurrómonsieurPaulaloído—.Imaginequeestáeneldesván,actuandoparalasratas.

Desapareció.Sealzóeltelón,quequedóenrolladoeneltecho;elbrillodelasluces, laamplituddelaestancia, laalegríadelamultitudsenosvinieronencima.Penséenlosescarabajosnegros,enlasviejascajas,enlosescritorioscomidosporlacarcoma.Dijemipartetorpemente;peroladije.Aquelprimerparlamentoeraelmásdifícil;ymedesvelóalgo:quenotemíatantoalpúblicocomo a mi voz. Aquella muchedumbre de extranjeros y desconocidos nosignificabanadaparamí.Nisiquierapensabaenellos.Cuandomi lenguaseliberó,ymivozrecuperósuverdaderotonoysuinflexiónnatural,centrétodamiatenciónenelpersonajequeinterpretaba…yenmonsieurPaul,queestabaescuchando,observando,ejerciendosutareadeapuntador.

Pocoapoco,adquiríconfianza(elmanantialnecesitabasaliraborbotonesy elevarse desde el interior) y me serené lo suficiente para fijarme en miscompañeras de reparto. Algunas de ellas actuabanmuy bien; especialmente

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Ginevra Fanshawe, que tenía que coquetear con los dos pretendientes y sedesenvolvía a lasmilmaravillas: de hecho, estaba en su elemento.Observéque en un par de ocasiones mostraba un gran cariño y una marcadapredilección pormí, el petimetre.Me trataba con tanto favoritismo, lanzabatalesmiradasalamultitudqueescuchabayaplaudía,que,conociéndolabien,comprendí que actuaba para alguien en particular; y seguí su mirada, susonrisa, sus gestos, y no tardé en descubrir que al menos había elegido unblancoapuestoydistinguidoparasusdardos;enlatrayectoriadeéstos—másaltoquelosdemásespectadoresy,poresemotivo,másseguroderecibirlos—estaba,enactitudtranquilayatenta,unafigurabienconocida…ladeldoctorJohn.

El espectáculo resultaba sugerente.Lamirada del doctor John expresabaalgo, aunque yo no sabía interpretarlo; eso me animó: extraje de ella unahistoria que entremezclé con el papel que representaba;me sirvió de ayudaparacortejaraGinevra.EnOurs,elfielenamorado,veíaaldoctorJohn.¿Lecompadecí al principio? No, mi corazón se endureció, rivalicé con él y lederroté. Sabía que yo no eramás que un petimetre, pero podía agradar allídondeélerarechazado.Séqueactuécomosidesearavenceryconquistar,yestuvieradecididaahacerlo.Ginevramesecundó;entrelasdoscambiamoslanaturalezadelrôle,adornándolodepiesacabeza.Enelintermedio,monsieurPaulquisosaberquénosocurría,yprotestóunpoco.

—C’estpeut-êtreplusbeauquevotremodèle—exclamó—,maiscen’estpasjuste.

Tampocoséquémeocurría;perosentíaelvivodeseodeeclipsaraOurs:esdecir,aldoctorJohn.Ginevraeratiernaycariñosa;¿cómonoibaaseryocaballeroso?Conservando la letra, alteré temerariamente el espíritu del rôle.Sincorazón,sininterés,eraincapazdeinterpretarlo.Perohabíaquehacerlo,asíquelosazonéamigustoparapoderdisfrutar.

Loquesentíehiceaquellanochefuetaninesperadocomovermeelevadaalséptimocielosumidaenunaespeciedetrance.Habíaaceptadoelpapelconfrialdad, renuencia y temor para complacer a otra persona: poco después,embargada por la emoción, con el ánimo encendido, lo representé paracomplacerme a mí misma. Sin embargo, al día siguiente, recordando losucedido,censuréporcompletoaquellasfuncionesdeaficionados;y,aunquemealegrabadehaberlehechounfavoramonsieurPaul,ydehabermepuestoa prueba por una vez, tomé la firme decisión de no volver a dejar quemearrastraranaalgosemejante.Unintensodeleiteen laexpresióndramáticasehabíareveladocomopartedeminaturaleza;mimaryejercitaraquellafacultadreciéndescubiertapodíaofrecermeunmundodealegríasyplaceres,peronoseríabeneficiosoparaunamera espectadorade lavida: la fuerzay el deseodebían dejarse a un lado; y así lo hice, con una determinación que ni el

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TiemponilaTentaciónhanpodidovencer.

En cuanto acabó la obra, y además con éxito, el colérico y arbitrariomonsieurPaulexperimentóunametamorfosis.Liberadodelaresponsabilidaddedirigirnos,abandonósuseveridadejemplar;enunos instantesseencontróentrenosotras, vivaz, amabley comunicativo,nos estrechó lamanoa todas,nosdiolasgraciasunaporuna,yanunciósudecisióndequetodasfuéramossuparejaenalgúnbaile.Cuandovinoenmibusca,ledijequenobailaba.

—Puesdebehacerloporunavez—replicó.

Y,denohabermeapartadoyhaberpuestodistanciafrenteaél,mehabríaobligadoaestasegundaactuación.Peroyahabíaactuadosuficientementeporunanoche;habíallegadoelmomentodevolveraserLucySnoweyregresaramividacotidiana.Mivestidodecolorpardoestababiendebajodeungabánenelescenario,peronoresultabaapropiadoparaunvalsounacontradanza.Meretiréauntranquilorincón,desdeelquepodíaobservarsinservista;yelbaile,suesplendorysusplaceresdesfilaronantemícomounespectáculo.

Ginevra Fanshawe fue una vez más la reina de la fiesta, la joven máshermosayalegredetodas;laeligieronparaabrirelbaile:estabaadorable,semovíacongraciaysonreíadichosa.Enescenariosasí,noteníarival;erahijadelplacery ladiversión.Anteel trabajooel sufrimiento semostrabadébil,pusilánime, temerosa y angustiada; pero la alegría extendía sus alas demariposa, iluminaba sus polvos de oro y sus brillantes motas, la hacíaresplandecer como una gema y encenderse como una flor. Hacía unmohínanteunadietacorrienteyunabebidavulgar;perosealimentabadecremasyheladoscomouncolibrídemiel:elvinodulceerasuelementoylospasteles,supandecadadía.Ginevrasóloera felizenunsalóndebaile;encualquierotrolugar,cedíaaldesánimo.

Nocreas,lector,quesóloflorecíaybrillabadeesemodoparacomplaceramonsieurPaul,supareja,niqueprodigaba todasaquellasgraciasparaservirdeejemploasuscompañeras,oalospadresyabuelosqueabarrotabanelcarréyelsalóndebaile.Encircunstanciastaninsulsasylimitadas,conmotivostanfríosybanales,Ginevranosehabríadignadobailarsiquieraunacontradanza,yelhastíoylairritabilidadhabríanreemplazadosuanimaciónybuenhumor,peroadvirtiólapresenciadeunalevadura—enla,porlodemás,pesadamasafestiva—que avivaba el conjunto; probó un condimento que le daba sabor;reconoció que había razones que justificaban el despliegue de sus másexquisitosatractivos.

Lociertoesqueenelsalóndebailenohabíaunsoloespectadormasculinoquenoestuvieracasadoni tuvierahijos, siexceptuamosamonsieurPaul,elúnico caballero, además, que podía sacar a bailar a una alumna; sidesempeñabaaquelpapelexcepcionaleraporquesetratabadeunacostumbre

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arraigada (pues era pariente de madame Beck, y gozaba de su confianza),porquelegustabasalirseconlasuyayhacerloqueleveníaengana,yporque,a pesar de su obstinación, vehemencia y parcialidad, era el honorpersonificado, y se le podía confiar todo un regimiento de hermosas einocentes jovencitas con la completa seguridad de que, bajo su tutela, nosufriríanelmenordaño.Muchasdelasalumnas,entreparéntesis,noerannadaingenuas, sino todo locontrario;perono seatrevíanamostrar sunaturalezavulgarenpresenciademonsieurPaul,niaherirsussentimientos,reírseensucaraduranteunafogosareprimenda,ohablarenvozaltacuandounataquedefuriacubríasusemblantehumanoconlamáscaradeuntigreinteligente.Así,pues,monsieurPaulpodíabailarconquienquisiera…y¡aydeaquéllaquelehicieraperderelpaso!

Otros hombres eran admitidos como espectadores, aunque (al parecer) aregañadientes, a base de ruegos e influencias, y con limitaciones, gracias aldifícil y delicado ejercicio de la bondad natural de madame Beck, que losvigilópersonalmentedurantetodalanoche,impidiéndolessalirdelrincónmásalejado,deprimente,fríoyoscurodelcarré;setratabadeunpequeñoytristegrupodejeunesgens,todosdelasmejoresfamilias,cuyasmadresestabanenlafiestaycuyashermanasestudiabanenlarueFossette.Madameestuvotodala velada de guardia junto a aquellos jeunes gens, atenta como una madre,severa como un dragón. Trazó una línea, y ellos insistieron hasta elagotamiento para que les permitiera traspasarla y revivir bailando con esabelleblonde,esajoliebruneocettefillemagnifiqueauxcheveuxnoirscomolejais.

—Taisez-vous!—contestabamadame,heroicaeinexorablemente—.Vousnepasserezpasàmoinsquecenesoitsurmoncadavre,etvousnedanserezqu’aveclanonnettedujardín(refiriéndosealaviejaleyenda).

Eibamajestuosamentedeunladoaotrodesudesconsoladaeimpacientefila,comounpequeñoBonapartevestidodesedagris.

Madame sabía algo del mundo; madame conocía bien la naturalezahumana.NocreoqueningunaotradirectoradeVillettesehubieraatrevidoaadmitiraunjeunehommeentrelosmurosdesucolegio;peromadamesabíaque,alpermitirlo,enunaocasiónasí,asestabaungolpeaudazyconseguíauntriunfo.

En primer lugar, los padres eran cómplices del hecho, pues sólo podíahacerseconsumediación.Ensegundolugar,laadmisióndeesasserpientesdecascabel, tan fascinantes y peligrosas, servía para que madame interpretaraprecisamentesumejorpapel:eldeunasurveillantedeprimeracategoría.Entercer lugar, su presencia proporcionabaun ingrediente de lomás picante alentretenimiento: las alumnas lo sabían, y lo veían, y la visión de aquellas

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manzanas doradas brillando en la lejanía las animaba como ninguna otracircunstancia.Elplacerdelashijassecontagiabaalospadres;vidayalegríacirculaban velozmente por el salón de baile; los jeunes gens, aunquerefrenados, se divertían: pues madame jamás les permitía aburrirse. De esemodo,lafêteanualdemadameBeckteníaaseguradounéxitodesconocidoenlasfêtesdecualquierotradirectoradelpaís.

ObservéquealprincipiodejabanpasearaldoctorJohnlibrementeporlasclases: tenía un aire responsable y varonil que lo redimía de su juventud, yexpiabaamediassuatractivo;pero,encuantoempezóelbaile,madamecorrióasuencuentro.

—Venga conmigo, Lobo —exclamó entre risas—. Lleva usted piel decordero,perodebeabandonarelredil.Vengaconmigo;allí,enelcarré,tengounabonitacoleccióndeveinteanimalessalvajes:déjemellevarleconellos.

—Peroantespermítamebailarunasolavezconlaalumnaqueyoelija.

—¿Cómotieneeldescarodepedírmelo?Esuna locura,una irreverencia.Sortez,sortez,etauplusvite.

Lo condujo por delante de ella hasta los otros jóvenes, y no tardó entenerlotraslalíneadivisoria.

Supongo que Ginevra se cansó de bailar, pues vino a buscarme a mirefugio.Sedesplomóenunbancoami lado,y(unamuestradecariñode laqueyohabríapodidoprescindir)rodeómicuelloconsusbrazos.

—¡Lucy Snowe! ¡Lucy Snowe!—exclamó con una voz entre llorosa ehistérica.

—Pero¿quéleocurre?—preguntésecamente.

—¿Cómomeencuentra…cómomeencuentraestanoche?—quisosaber.

—Comosiempre—respondí—;ridículamentevanidosa.

—¡Quécriaturatanmordaz!Jamásmededicaunapalabraamable;pero,apesar de usted, y de otros detractores envidiosos, sé que soy hermosa: losiento,loveo…pueshayungranespejoenelvestuario,dondepuedovermedepiesacabeza.¿Quierevenirahoramismoconmigoparaquenosmiremoslasdos?

—Sí,señoritaFanshawe:complacerétodossuscaprichos.

El vestuario estaba muy cerca, y entramos en él. Ginevra me cogió delbrazoymecondujoanteelespejo.Sin resistencia,protestasnicomentarios,mequedéallí,dejandoquesuvanidaddisfrutaradeltriunfo:teníacuriosidadpor ver si ésta tendría límite… si llegaría a saciarse… si un susurro deconsideración hacia los demás podría penetrar en su corazón y mitigar su

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alegríajactanciosa.

Enabsoluto.Meobligóadarunavueltayelladiootra;nosexaminóalasdos desde todos los ángulos; sonrió, agitó sus rizos, se ajustó el lazo de lacintura, se alisó el vestido y, finalmente, soltando mi brazo y simulandorespeto,mehizounareverenciayexclamó:

—Nomecambiaríaconustedpornadadelmundo.

El comentario era demasiado naïf para despertar mi ira; me limité aresponder:

—Muybien.

—Y¿quédaríaustedporseryo?—inquirió.

—Porextrañoqueparezca,niunamonedafalsadeseispeniques.Sóloesustedunapobrecriatura.

—Enelfondodesucorazónnocreeenesaspalabras.

—No;puesenelfondodemicorazónnotieneustedcabida:sólopasapormiimaginacióndevezencuando.

—¡Ya!Perofíjeseenladiferenciadenuestrasposiciones—dijoentonodeprotesta—,yvealofelizquesoyyoylodesgraciadaqueesusted.

—Continúe;laescucho.

—Enprimerlugar,soylahijadeuncaballerodebuenafamiliay,aunquemipadrenoesrico,heredarédeuntío.Además,tengosólodieciochoaños,lamejor edad posible. He tenido una educación continental y, aunque no séortografía,tengomuchascualidades.Soyhermosa;nolonegará;puedotenertodoslosadmiradoresquedesee.Estamismanocheherotoelcorazónadoscaballerosy,siestoydetanbuenhumor,esporlamiradasuplicantequeacabadelanzarmeunodeellos.Meencantaverlosenrojecerypalidecer,yfruncirelceño e intercambiarse miradas desafiantes cuando no me contemplanlánguidamente. Ésa soy yo… dichosa de mí; y ahora le toca a usted,¡pobrecilla!

»Supongo que es la hija de un don nadie, ya que cuidaba niños cuandollegóaVillette:notienefamilia;conveintitrésaños,nopuededecirsequeseajoven; no tiene ningún atractivo especial… ni es hermosa. En cuanto aadmiradores,apenassabeloqueson;nisiquierapuedehablardeeso:sequedamudacuandolasdemásprofesorascomentansusconquistas.Creoquejamáshaestadoenamorada,yquejamásloestará;noconoceesesentimiento:yesunasuerte,pues,aunquesucorazónpodríaromperse,ustednuncaromperáelcorazóndeotroserviviente.¿Acasonosonciertasmispalabras?

—Algunas de ellas son tan ciertas como el evangelio, además de muy

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sagaces.Debedehaberalgobuenoenusted,Ginevra,paraquepuedahablarcon tanta sinceridad; esa serpiente,ZélieStPierre, sería incapazdedecir loquehadichousted.Contodo,señoritaFanshawe,apesardelodesafortunadaque soy, según ha señalado usted, no daría ni seis peniques por comprar sucuerpoysualma.

—Sóloporquenosoyinteligente,loúnicoquepareceimportarle.Esustedlaúnicapersonaenelmundoquesepreocupaporlainteligencia.

—Alcontrario,laconsiderointeligente,asumanera…muyinteligente,adecir verdad. Pero hablaba usted de romper corazones, esa diversión tanedificante cuyos méritos no alcanzo a comprender; así que dígame, se loruego,empujadaporsuvanidad,¿aquiéncreehaberdestrozadoestanoche?

Ellaacercósuslabiosamioído.

—IsidoreyAlfreddeHamalestánlosdosaquí—susurró.

—¿Enserio?Megustaríaverlos.

—¡Queridamía!¡Porfinsehadespertadosucuriosidad!Vengaconmigoyselosseñalaré.

Encabezóorgullosamentelamarcha.

—Peronopodráverlosbiendesde lasaulas—dijo,dándose lavuelta—.Madameno lesdejaacercarse.Serámejorquecrucemosel jardín, entremosporelpasilloynosacerquemosaellospordetrás:nosreñiránsinosven,peroquémásda.

Porunavez,nomeimportaba.Cruzamoseljardín,nosmetimosenlacasapor una pequeña puerta privada y, acercándonos al carré protegidas por lasombradelpasillo,conseguimosverdecercaalgrupodejeunesgens.

Creo que habría reconocido al victorioso Alfred de Hamal sin ningunaayuda. Era un pequeño dandi de nariz recta y facciones correctas. Y digopequeño dandi, aunque era de estatura media, porque sus rasgos eranpequeños, al igual que sus manos y sus pies; y era guapo, e ibacuidadosamenteafeitadoytanperipuestocomounmuñeco:tanbienvestido,con los cabellos tan bien rizados, y calzado, enguantado y encorbatado contantoprimor…¡unverdaderoencanto!Asílomanifesté.

—¡Qué personaje tan cautivador!—exclamé, y elogié calurosamente elgustodeGinevra.

Le pregunté, asimismo, qué pensaba que haríaAlfred deHamal con lospreciosos fragmentosdeesecorazónqueellahabía roto…¿losguardaríaenunfrascodeperfumeylosconservaríaenesenciaderosas?Observétambién,con inmensa satisfacción, que las manos del coronel no eran mucho más

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grandesquelasdelaseñoritaFanshawe,yseñalé loventajosaquepodíaseresa circunstancia, pues de ese modo él podría usar sus guantes en casonecesario.De sus encantadores rizos, le dije queme parecían adorables; encuanto a su frente griega y a su exquisita cabeza clásica, confieso que noencontrabapalabrasparadescribirconjusticiatantaperfección.

—¿Y si estuviera enamorado de usted? —señaló jubilosa y cruelmenteGinevra.

—¡Santo cielo! ¡Qué felicidad! —repliqué—; pero no sea inhumana,señorita Fanshawe: meterme esa idea en la cabeza es como dejar que eldesdichadoymaldecidoCaínvislumbrealolejoselParaíso.

—Entonces,¿legusta?

—Del mismo modo que me gustan los dulces, las mermeladas, lasconfiturasylasfloresdeinvernadero.

Ginevra admiró mi gusto, pues adoraba todas esas cosas; así que no lecostócreerquemeocurrieralomismo.

—Ahora…Isidore—proseguí.

Reconozco que sentíamás curiosidad por verlo a él que a su rival; peroGinevracontinuabaabsortaendeHamal.

—Alfred ha sido admitido esta noche —explicó— gracias a su tía,madame la baronesa de Dordolot; y ahora, después de haberlo conocido,¿entiendeporquéheestadode tanbuenhumor,yheactuado tanbien,yhebailadocon tanta animación,yporqué soy tan feliz comouna reina?Dieu!Dieu!Hasido tandivertidomirarleprimeroaély luegoalotro,yvolverloslocosalosdos.

—Peroelotro…¿dóndeestá?EnséñemeaIsidore.

—Noquiero.

—¿Porqué?

—Meavergüenzodeél.

—¿Porquémotivo?

—Porque… porque —en un susurro— tiene unas patillas… naranjas…rojas…¡poreso!

—Elcrimenha salidoa la luz—añadí—.Da igual, señálemelode todosmodos;leprometoquenomedesmayaré.

Ginevramiróaunoyotro lado. Justoenesemomento,alguienhablóeninglésdetrásdenosotras.

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—Estánlasdosenunacorrientedeaire;serámejorquesevayandeestepasillo.

—Nohaycorriente,doctorJohn—dije,dándomelavuelta.

—Ellase resfríacon tanta facilidad…—prosiguióél,mirandoaGinevraconsumacortesía—.Esmuydelicada;tenemosquecuidarla:tráigaleunchal.

—Permítamequeseayoquienlodecida—exclamólaseñoritaFanshawe,conaltivez—.Noquieroningúnchal.

—Suvestidoesligero,haestadobailando,estáacalorada.

—Siempre con sus sermones —contestó ella—; siempre mimándome yreprendiéndome.

La respuesta que hubiera dado el doctor John no salió de su boca; laexpresióndesusojos,sombríos,apenados,afligidos,manifestabaquesesentíadolido; se dio la vuelta, pero conservó la calma. Yo sabía dónde habíamontonesdechalesmuycerca;fuicorriendoabuscaruno.

—Lollevarásitengofuerzasparaobligarla—dije,envolviendoconélsuvestidodemuselina,cubriendocuidadosamentesucuelloysusbrazos—.¿EsélIsidore?—preguntéaGinevra,conunsusurroalgoexaltado.

Ellahizounmohín,sonrióymoviólacabeza.

—¿EsélIsidore?—repetí,dándoleunapequeñasacudida:podríahaberledadounadocena.

—C’est lui même —contestó—. ¡Qué vulgar resulta comparado con elcondecoronel!Yencima,oh,ciel!,¡esaspatillas!

EldoctorJohnsealejó.

—¡El conde coronel! —repetí—. ¡El muñeco… el títere… elhombrecillo…esapobrecriaturainferior!UnmerolacayodeldoctorJohn:¡suayuda de cámara, su criado! ¿Es posible que ese distinguido y generosocaballero—apuesto como un Adonis— le ofrezca su respetablemano y sunoblecorazón,yprometaprotegersufrágilpersonaysuinsensatoespíritudelastormentasydificultadesdelavida…yustednoloacepte…lodesprecie,lehieray lo atormente? ¿Tienepoderparahacerlo? ¿Quién se lohadado?¿Ydónde reside? ¿En su belleza… en su cutis blanco y sonrosado y en suscabellos rubios? ¿Es eso lo que encadena el alma del doctor y le hacearrastrarse a sus pies y someterse a su yugo? ¿Es eso lo que conquista suafecto, su ternura, sus pensamientos, sus esperanzas, su interés, su amorsincero y profundo? ¿Y usted lo rechaza? ¿Lomenosprecia? Debe de estarfingiendo:nohablaenserio;ustedloama;lodesea;perojuegaconsucorazónparaasegurarsedequeesrealmentesuyo…

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—¡Bah!¡Hablademasiado!Noheentendidolamitaddesuspalabras.

Antesdeeso, lahabíaconducidoal jardín.Lehice sentarsey le aseguréque no la dejaríamoverse de allí hasta queme confesara a cuál de sus dospretendientespensabafinalmenteaceptar…alhombreoalmono.

—El que usted llama hombre —exclamó—, ¡es burgués, tiene el pelorojizoyrespondealnombredeJohn!Celasuffit:jen’enveuxpas.ElcoroneldeHamal es un caballero de excelente familia,modales distinguidos, dulceapariencia, semblantepálidoe interesante,yojosycabelloscomo losdeunitaliano.Además, es el compañeromásencantadordelmundo…muydemigusto; menos serio y juicioso que el otro, pero alguien con quien puedoconversardeigualaigual…quenomeacosa,nimeaburre,nimeimportunacon profundidades, y alturas, y pasiones, y conocimientos que no meinteresan.Yesoestodo.Nomesujetetanfuerte.

Aflojélapresióndemimano,yellaseescapócorriendo.Nomemolestéenseguirla.

Por algún motivo, no pude evitar regresar al pasillo para ver por uninstante al doctor John; perome tropecé con él en los escalones del jardín,bajo la luz de una ventana. Su figura bien proporcionada era inconfundible,puesdudoquehubieraotrohombreen la reuniónquepudieracomparársele.Llevabaelsombreroenlamano;sucabezadescubierta,surostroysufrenteresultabande lomás varoniles y atractivos. Sus rasgos no eran delicados nimenudoscomolosdeunamujer,nitampocofríos,superfluos,débiles;aunquebiendelineados,noerantanacusadosparaperderenenergíaoimportancialoqueganabanensimetría.Avecesreflejabanmuchasemociones;otrastantasseasomabansilenciosasasusojos.Almenosyoloveíaasí:eldoctorJohnmeparecía todoeso.Unasensación indescriptibledeasombroseapoderódemícuandomiréaaquelhombreypenséquealguienpodíarechazarlo.

Noteníaintencióndeacercarmeodirigirmeaéleneljardín,puesnuestrarelación no justificaba ese paso; únicamente quería contemplarlo entre lamultitud… sin ser vista: al encontrarlo solo, me alejé. Pero él estababuscándome;mejor dicho, buscaba a la joven queme acompañaba. Por esemotivo,bajólosescalonesymesiguióporelsendero.

—¿Conoce a la señoritaFanshawe?Hedeseadopreguntárselo amenudo—dijo.

—Sí,laconozco.

—¿Mucho?

—Todoloquequiero.

—¿Quéhahechoconellaahora?

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«¿Acasosoysuniñera?»,mesentíinclinadaapreguntar;peromelimitéaresponder:

—Lahezarandeado,ylahabríazarandeadomássinosehubieraescapadocorriendo.

—¿Quiere hacerme el favor de vigilarla esta noche —prosiguió—, eimpedir que cometa alguna imprudencia… como, por ejemplo, salir al airelibrenadamásbailar?

—Podría, quizá, cuidar un poco de ella, ya que usted lo desea; pero esdemasiadoindependienteyobstinadaparadejarsedominar.

—Estanjoven,tanincreíblementeingenua—exclamó.

—Paramíesunenigma—señalé.

—¿Deveras?—inquirió,llenodeinterés—.¿Porquélodice?

—Seríadifícilexplicarlo…sobretodoausted.

—Y¿porquésobretodoamí?

—Mesorprendequeaellanoleagrademásqueseaustedsuamigo.

—Pero ella no tiene lamenor ideadehasta quépunto soy su amigo.Esalgo que precisamente yo no puedo enseñarle. ¿Puedo preguntarle si le hahabladoalgunavezdemí?

—Lohahechoconfrecuencia,dándoleelnombrede«Isidore»;perodeboañadir quehace sólodiezminutos quehedescubierto queusted e «Isidore»sonelmismohombre.Enestebreve intervalo,doctorJohn,hecomprendidoqueGinevraFanshaweeslapersonadeesteestablecimientoporlaquellevausted tanto tiempo interesándose; que ella es el imán que lo atrae a la rueFossette;queporellaseaventuraenestejardínparabuscarloscofrecillosquelanzansusrivales.

—¿Losabetodo?

—Todoloqueacabodedecirle.

—Durante más de un año, me he acostumbrado a verla en sociedad.Conozco a la señora Cholmondeley, su amiga; así que la veo todos losdomingos. Pero ha señalado usted que, bajo el nombre de «Isidore», le hahablado a menudo de mí: no querría abusar de su confianza, pero ¿puedopreguntarleenquétonolohaceyquépiensausteddesuscomentarios?Tengomuchasganasdeconocersuopinión,puesmeatormentalaincertidumbredenosaberaquéatenermeconella.

—Oh,esunajovenvoluble:semueveycambiacomoelviento.

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—Aunasí,¿hadeducidoustedalgo?

«En efecto —pensé yo—, pero no puedo decírselo. Además, si lerespondieraqueGinevranoleama,ustednomecreería».

—Estámuycallada—continuóél—.Supongoquenotieneningunabuenanoticiaquedarme.Lomismoda.Sisólodespiertoenellaaversiónyfrialdad,esseñaldequenolamerezco.

—¿Acasodudadesímismo?¿SeconsiderainferioralcoroneldeHamal?

—AmoalaseñoritaFanshawemuchomásdeloqueAlfreddeHamalescapazdeamaracualquierserhumano,ylacuidaríayprotegeríamuchomejorqueél.EnloqueconcierneadeHamal,metemoqueellasehacedemasiadasilusiones;conozcoelcarácterdeesehombre,todossusantecedentes,todossusenredos.Noesdignodesujovenyhermosaamiga.

—Mi«jovenyhermosa amiga»debería ser consciente de eso, y saber oadvertirquiénesdignodeella—exclamé—.Sisubellezaosuinteligencianole sirven para verlo, le estará bien empleada la amarga lección de laexperiencia.

—¿Noesustedunpocosevera?

—Soy terriblemente severa… mucho más de lo que pienso mostrarle austed.Tendríaqueoír lascríticasquedirijoami«jovenyhermosaamiga»,aunque leescandalizaría sobremanerami faltade ternuraydeconsideraciónhaciasudelicadanaturaleza.

—Es tan encantadora que uno no puede evitar ser afectuoso. Usted…cualquiermujermayorqueella,debedesentirporunacriaturatansencillaeinocenteunaespeciedecariñomaternalodehermanamayor. ¡Esunángel!¿Acaso no se emociona cuando ella le hace sus confidencias, puras eingenuas?¡Esustedunserprivilegiado!—ysuspiró.

—Lo cierto es que, de vez en cuando, interrumpo esas confidencias conciertabrusquedad—afirmé—.Perodisculpe,doctorJohn,¿puedocambiardetema por un instante? ¡Ese deHamal tiene una belleza sobrehumana! ¡Quénariz… realmente perfecta! Si modeláramos una en arcilla, no lograríamoshacerlamejor,omásrecta,omáscuidada;y,además,esoslabiosyesementóntanclásicos…ysuporte…sublime.

—DeHamalesunpetimetreespantoso,yunhéroedelomáspusilánime.

—Usted,doctorJohn,ycualquierhombremenosrefinadoquedeHamal,hadesentirporélunaespeciedecariñosaadmiración,comolaqueprofesabanMarteylasdeidadesmássimplesporeljovenyeleganteApolo.

—¡Unpetimetrejugadorysinprincipios!—dijosecamenteeldoctorJohn

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—. Yo podría levantarlo cualquier día con una sola mano, y arrojarlo a laperrerasiquisiese.

—¿Aldulce serafín?—exclamé—. ¡Qué idea tancruel! ¿Noesustedunpocosevero,doctorJohn?

Ehiceunapausa.Por segundavezaquellanocheestabacomportándomedeunmodoinsólito…aventurándomefueradeloqueconsiderabamishábitosnaturales… hablando de forma impulsiva con una vehemencia queme dejóextrañamente sobrecogida cuando me paré a reflexionar. Al levantarmeaquellamañana,¿habíapresentidoqueantesdellegarlanocheinterpretaríaelpapeldealegreenamoradoenunvodevil,yqueunahoradespuésdiscutiríasin ambages con el doctor John el asunto de su desventurado cortejo,burlándome de sus ilusiones? Aquellas proezas me hubieran parecido tanverosímilescomosubirenglobooviajaralcabodeHornos.

Eldoctoryyo,despuésdebajarporelsendero,volvíamossobrenuestrospasos; el reflejo de la ventana iluminó de nuevo su rostro: sonreía, pero sumiradaeramelancólica.¡Cuántodeseéquedejaradesufrir!¡Cuántolamentéqueseconsumieradedolor,yporsemejantecausa!Yqueél,consuenormevalía, ¡amara en vano! Entonces no sabía lo placentero que resulta paraalgunosdarvueltas a susdesgracias; tampocomehabíadadocuentadequealgunashierbas,«aunquecarecendearomacuandoestánenteras,desprendensufraganciaalsertronchadas».

—No esté apesadumbrado ni afligido—exclamé—. Si hay una pequeñapartícula en Ginevra que merezca su afecto, ella sentirá… debe sentirdevociónporusted.Anímese,doctorJohn,nodesespere.¿Quiénpuedeteneresperanzassinoesusted?

Acambiodemispalabrasrecibí—loque,comoesnatural,merecía—unamiradadesorpresa:meparecióquenofaltabaenellaciertacensura.Eldoctory yo nos separamos, y entré en la casa aterida. El reloj y las campanasseñalaron la medianoche; la gente empezaba a marcharse: la fiesta habíaterminado;laslámparasseextinguían.Unahoramástarde,tantolacasacomoelpensionnat sehallabanoscurosy silenciosos.Yo tambiénestabaacostada,peronodormía.Noerafácilparamíconciliarelsueñodespuésdeundíatanagitado.

CapítuloXV

Laslargasvacaciones

DespuésdelafiestademadameBeck,conlastressemanasanterioresde

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holganza,lasescasasdocehorasdedisipaciónyalegría,yeldíasiguientedecompleta languidez, llegó un período de reacción; dos meses de aplicaciónextrema,deestudiofirmeyconcienzudo.Aquellosdosmeses,losúltimosdel’année scolaire, eran los únicos en que se trabajaba realmente. Se aplazabahasta ellos—y, tanto profesores como alumnas, concentraban en ellos— elesfuerzoprincipalparaprepararlosexámenesqueprecedíanaladistribuciónde premios. Las candidatas tenían que trabajar duramente; los profesoresteníanquearrimarelhombro,alentaralasmásrezagadas,yayudaryenseñardiligentemente a las más prometedoras. Debía efectuarse una espectaculardemostración—unabrillanteexhibición—anteelpúblico,ytodoslosmedioseranbuenosparaesefin.

Apenas me fijé en lo que hacían otros profesores; me bastaba conpreocuparme de lo mío: y era una tarea bastante onerosa, pues tenía queinculcar en unos noventa cerebros las oportunas nociones de lo que ellosconsiderabanunacienciasumamentecomplicadaydifícil:lalenguainglesa;yentrenarnoventalenguasenloqueparaellasconstituíaunapronunciacióncasiimposible:elceceoyelsiseopropiodelasislas.

Llegóeldíadelosexámenes.¡Terribledía!Preparadoconcelosocuidado,las alumnas se vistieron para él con silenciosa diligencia: nada vaporoso niondulante esta vez, nada de gasa blanca ni de cintas azul celeste; el arreglopersonalfuerápidoydisciplinado.Sentíaqueaqueldíaestabaespecialmentecondenadaal fracaso,era laprofesoraen laquerecaíaelpesoprincipaly lapruebamásdifícil.Lasdemásnoteníanqueexaminardelasasignaturasqueimpartían; se encargaba de ellomonsieur Paul, el profesor de literatura. Él,autócrata de aquel colegio, empuñaba todas las riendas con una solamano;rechazaba airado a cualquier otro colega; no aceptaba la menor ayuda. Lapropiamadame,quesindudadeseabaencargarsedelexamendegeografía—materiaqueenseñabamuybien,ademásdesersufavorita—,seveíaobligadaacederyasometersealaautoridaddesudespóticopariente.MonsieurPaulprescindíadetodoelprofesorado,hombresymujeres,ysubíasoloalestradodel examinador. Le irritaba tener que hacer una excepción a esa regla. Nodominabaelinglés:noteníamásremedioquedejaresaramadelaeducaciónenmanosdelaprofesoradeesaasignatura;algoquehacía,nosinundestellodecelosinfantiles.

Aquelhombrecillocapaz,aunqueexaltadoycodicioso, tenía lamaníadehacerunacampañaconstantecontraelamourpropredecualquierserhumano,excepto el suyo propio. Adoraba exhibirse en público, pero sentía unaprofundaaversiónaqueotrolohiciera.Secontenía,sedominabasiemprequepodía;y,cuandoeraincapaz,estallabacomounatormentaenelinteriordeunabotella.

Lavísperadelosexámenes,paseabayoporeljardínalatardecer,comolos

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demás profesores y las alumnas internas. Monsieur Emanuel vino a miencuentroenl’alléedéfendue;teníauncigarroenloslabios;supaletot—unaprenda muy característica, sin una forma concreta— colgaba oscuro yamenazador; la borla de su bonnet grec ensombrecía duramente su sienizquierda; susbigotesnegrosparecían erizarse como losdeungato furioso;algoapagabaelfulgordesusojosazules.

—Ainsi —empezó a decir bruscamente, deteniendo mi marcha—, vousallez trônercommeunereine;demain- trôneràmescôtés?Sansdoutevoussavourezd’avancelesdélicesdel’autorité.Jecroisvoirenvousjenesaisquoiderayonnante,petiteambitieuse!

Lociertoesqueestabacompletamenteequivocado.Yonoconcedía—nopodíahacerlo—elmismovalorqueélalaadmiraciónyalabuenaopinióndelosespectadoresdeldíasiguiente.Sihubiesetenidoentreaquelpúblicotantosamigospersonalesytantosconocidoscomoél,noséquéhabríapensado:melimito a exponer el caso como era. Para mí los triunfos escolares sólodespedíanunfríodestello.Mesorprendía,yseguíasorprendiéndome,queparaél parecieran brillar como el calor y el fuego del hogar. Quizá a él leimportaban demasiado y a mí, demasiado poco. Sin embargo, al igual quemonsieurPaul,yoteníamispropiasfantasías.Megustaba,porejemplo,verloceloso;aquelloencendíasunaturalezaydespertabasuespíritu;arrojabatodaclasedeextrañaslucesysombrasensuoscurosemblante,yensusojosentrecelesteyvioleta(solíadecirquesucabellonegroysusojosazuleseranunedeses beautés). Había cierto deleite en su ira; carecía de malicia, y eravehemente,muypocorazonable,perojamáshipócrita.Nodesmentíentonceslasatisfacciónqueélmeatribuía;melimitéapreguntarlecuándotendríalugarelexamendeinglés,alprincipiooalfinaldeldía.

—No sé si a primera hora —respondió—, antes de que llegue muchagente, a fin de que su carácter ambicioso no se vea recompensado con unpúbliconumeroso,oalfinaldelajornada,cuandotodoslosespectadoresesténcansadosyapenaslesquedenfuerzasparaprestarleatención.

—Quevousêtesdur,monsieur!—exclamé,fingiendoabatimiento.

—Hay que ser duro con usted. Es uno de esos seres a los que hay querefrenar.¡Laconozco!¡Laconozco!Otraspersonasdeestacasalavenpasar,ycreen que ha pasado una sombra gris.Yo examiné su rostro una vez, y fuesuficiente.

—¿Estásegurodeconocerme?

Sincontestardirectamente,élprosiguió:

—¿Nolecomplaciósuéxitoenaquelvaudeville?Yolaobservé,yviensufisonomía un ardiente entusiasmo por el triunfo. ¡Qué fuego había en su

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mirada!Noerasimpleluz,sinollama:jemetinspouraverti!

—Lo que sentí en esa ocasión, monsieur… y perdone si le digo queexageraustedterriblementesucalidadysucantidad…fuebastanteabstracto.Nomegustabaelvodevil.Odiabaelpapelquemehabíanasignado.Noteníalamenorafinidadconlosespectadores.Songentebondadosa,sinduda,pero¿acaso losconozco?¿Significanalgoparamí?¿Puede importarme tenerqueexhibirmemañana de nuevo ante ellos? ¿Será el examen algomás que unatareaparamí…unatareaqueojaláhubieraterminadoya?

—¿Deseaqueselaquitedelasmanos?

—Detodocorazón;sinotemeustedfracasar.

—Pero fracasaría. Sólo sé tres frases en inglés, y unas cuantas palabras:por ejemplo, de son, de mone, de stare… Est-ce bien dit? Sería mejorolvidarnosdetodoynohacerexamendeinglés,¿verdad?

—Simadameacepta,yotambién.

—¿Debuenagana?

—Demuybuenagana.

Siguiófumandosucigarroensilencio.Depronto,sevolvióydijo:

—Donnez-moilamain.

Ylaenvidiayelrencordesaparecierondesurostro,ylagenerosidadylabondadbrillaronensulugar.

—Vamos,noseremos rivales, seremosamigos—prosiguió—.Elexamensecelebrará,yyoelegiréunbuenmomento;yenvezdeenfadarmeycrearledificultades,comomesentíainclinadoahacerhacediezminutos(puestengomis momentos de mal genio: siempre los he tenido, desde la infancia), laayudarésinceramente.Despuésdetodo,estáustedsola,esextranjeraytienequeganarselavida;puedequeseaconvenientequesedéaconocer.Seremosamigos:¿deacuerdo?

—Con la mayor franqueza, monsieur. Me alegra tener un amigo. Loprefieroauntriunfo.

—Pauvrette!—exclamóély,dándosemediavuelta,abandonóelsendero.

Elexamensalióbien;monsieurPaulcumplió loprometidoehizocuantopudoporfacilitarmelatarea.Aldíasiguienteseefectuólaentregadepremios;esotambiénpasó;elcursoescolarterminó;lasalumnassefueronasuscasas,yempezaronlaslargasvacaciones.

¡Aquellasvacaciones!¿Podréolvidarlasalgúndía?Creoqueno.MadameBecksemarchóelprimerdíaparareunirseconsushijasalbordedelmar;las

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tresprofesorasteníanpadresoamigosquelasacogieron;todoslosprofesoresabandonaron la ciudad; unos se dirigieron a París, otros a Boue-Marine;monsieur Paul se fue de peregrinación a Roma; en la rue Fossette sóloquedamos yo, una criada y una pobre alumna, deforme y débilmental, unaespecie de crétine a la que su madrastra no permitía regresar a la lejanaprovinciadonderesidía.

Estuvoapuntodecaérsemeelalmaalospies;losdeseosmásenfermizostensaronsusfibras.¡Quélargoseranlosdíasdeseptiembre!¡Quésilenciososysinvida!¡Quéinmensoyvacíoparecíaeldesoladoedificio!¡Quélúgubreeljardín abandonado… tan gris ahora con el polvo de una ciudad desierta!Cuandomiraba hacia delante en el inicio de aquellas ocho semanas, apenassabíacómoibaasobrevivirhastaelfinal.Hacíamuchotiempoquemiánimodecaíapocoapoco;yalfaltarmeelrespaldodeltrabajo,pareciódesplomarse.Nisiquieramirandohaciadelanterecobrabalaesperanza:eltediosofuturonomeofrecíaconsuelo,nipromesaalguna,nielmenoralicienteparasoportareldolor de entonces con la confianza en un bien venidero. A menudo meembargaba una triste indiferencia a la vida… una penosa resignación a quepronto llegara el fin de todas las cosas terrenas. ¡Ay! Cuando disponía demucho tiempo libre para contemplar la vida como deben contemplarla laspersonasdemiespecie,teníalaimpresióndequenoeramásqueundesiertobaldío:arenascolorpardorojizo,sinpradosverdes,nipalmeras,niunpozoalavista.Noconocíaniosabaconocer lasesperanzaspropiasde la juventud,que tanto animan y alientan a seguir adelante. Si alguna vez llamaban a lapuerta de mi corazón, una barra inhóspita impedía su entrada. Cuando sealejaban,asírechazadas,lágrimasdetristezacorríanpormismejillas;peronopodíaevitarse:mefaltabavalorparadarcobijoasemejanteshuéspedes.¡Meinspirabauntemortandesmedidoelpecadoyladebilidaddelapresunción!

Lector religioso, largoseráelsermónquemededicaráspor loqueacabodeescribir,tambiéntú,moralista;ylomismoocurrirácontigo,severoerudito;tú, estoico, fruncirás el ceño; tú, cínico, me mirarás con desprecio; tú,epicúreo,tereirás.Bueno,hacedloquequeráis.Aceptoelsermón,elceño,eldesprecio y la risa; tal vez tengáis razón: y es posible que, en miscircunstancias,hubieraisestadotanequivocadoscomoyo.Lociertoesqueelprimermesnopudosermáslargo,tristeysombrío.

La crétine noparecía desgraciada.Yohacía cuanto estaba enmismanosparaquenopasarafríoyestuvierabienalimentada,yloúnicoqueellapedíaeracomidaysol,yunbuenfuegocuandoéstefaltaba.Asusdébilesfacultadeslesagradabalainactividad:sucerebro,susojos,susoídos,sucorazóndormíancontentos;nopodíandespertarseparatrabajar,demodoqueelletargoerasuParaíso.

Las tres primeras semanas de aquellas vacaciones fueron cálidas y

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soleadas, pero la cuarta y la quinta fueron tempestuosas y trajeron lluvia.Ignoro por qué aquel cambio en la atmósfera me causó una impresión tancruel,porquéelfurordelatormentaylaviolenciadelalluviamesumieronenunaparálisismayorquelaquehabíapadecidocuandoelaireestabasereno:peroasífue,ymisistemanerviosoparecióincapazdesoportarpormástiempoaquella angustia que le había atenazado día y noche en la gigantesca casavacía.¡CómorezabaalCieloenbuscadeayudayconsuelo!¡CuánfirmeeramiconviccióndequeelDestinoeramisempiternoenemigo,y jamáspodríareconciliarme con él! En el fondo de mi corazón, no culpaba de ello a lamisericordiaoalajusticiadeDios;lleguéalaconclusióndequeerapartedesugrandiosoplanparaquealgunossufrieranamargamenteenla tierra,ymeemocionabaaltenerlacertezadequeyoestabaentreellos.

Fueunalivioquelatíadelacrétine,unabondadosaanciana,vinieraundíaysellevaseamiextrañaydeformecompañera.Lainfortunadacriaturahabíasidoavecesunapesadacarga;nopodíasalirdeljardín,ynopodíadejarlaniunminuto sola; pues su pobre espíritu era tan imperfecto como su cuerpo:teníapredisposiciónalmal.Unavagainclinaciónahacerdaño,unaarbitrariahostilidad, hacían indispensable una vigilancia continua. Como apenashablaba,ysepasabalashorasmuertasconlamiradaperdida,gesticulandoyhaciendolasmuecasmáshorribles,yonoteníalasensacióndevivirconotroser humano sino de hallarme prisionera con un animal salvaje. Además,necesitaba de unos cuidados personales que requerían el coraje de unaenfermera; a veces se ponía hasta tal punto a pruebami determinación quesentíanáuseas.Esastareasnodeberíanhaberrecaídoenmí;unacriada,ahoraausente, las había desempeñado hasta entonces, pero, con las prisas de lasvacaciones, habían olvidado buscarle una sustituta. Aquella carga, aquellapruebafuerondelasmásdurasqueheconocidoenmivida.Y,sinembargo,por fastidiosas y degradantes que fueran, mi sufrimiento mental era muchomásdevastador.Elcuidadodelacrétinemeprivabaamenudodelafuerzaydel deseo de comer, y me empujaba a salir al aire libre, desfallecida, paraacercarmealpozooalafuentedelpatio;peroesedeberjamásmerompióelcorazón,nianegómisojosenllanto,niquemómismejillasconlágrimastanardientescomoelmetalfundido.

Cuandolacrétinesemarchó,recuperémilibertadparasalirdelacasa.AlprincipiomefaltóvalorparaaventurarmelejosdelarueFossette,peropocoapocolleguéalaspuertasdelaciudad,ylasfranqueé,yseguívagandoporlaschaussées,y a travésde los campos,másalláde los cementerios, católicoyprotestante,yde lasgranjas,hastaalcanzarbosquecillosysenderos,ynoséquéotros lugares.Sentíaquealgomeaguijoneaba,unaespeciedefiebremeimpedíadescansar;elanhelodecompañíadespertabaenmialmaunhambreacuciante. A menudo paseaba durante toda la jornada, desde el ardientemediodíahastalaáridatardeoelsombríoanochecer,yregresabacuandosalía

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laluna.

Mientrasvagabaensoledad,avecesimaginabaloqueestaríanhaciendoenaquellosmomentosmisconocidos.VeíaamadameBeckenunalegrelugardelacosta,consushijas,sumadreyungrupodeamigosquehabíanelegidoelmismo escenario para divertirse. Zélie St Pierre estaba en París con susfamiliares;lasdemásprofesoras,ensushogares.GinevraFanshawehabíaidoconunosparientesahacerunagradableviajeporelsur.Ginevrameparecíalamás feliz de todas. Recorría hermosos parajes; el sol de septiembreresplandecía para ella sobre fértiles llanuras, donde las cosechasmadurabanbajo sus suaves rayos. La luna dorada y cristalina se elevaba ante sus ojossobrehorizontesazulesqueseguíanondulanteslassiluetasdelasmontañas.

Pero todo eso no significaba nada; yo también sentía el sol del otoño ycontemplabasulunallena,ycasideseabavermecubiertadetierraydehierba,muylejosdesuinfluencia,puesnopodíavivirbajosuluz,niconvertirlosenmis compañeros, ni prodigarles afecto. Pero una especie de espírituacompañaba siempre a Ginevra, investido de poder para darle fuerzas yofrecerleconsuelo,paraalegrareldíayembalsamarlaoscuridad;elmejordelos genios buenos que protegen a la humanidad la amparaba con sus alas yformaba un dosel sobre su cabeza. El Amor Verdadero seguía a Ginevra:nuncaestaríasola.¿Eraellainsensibleasupresencia?Meparecíaimposible:nopodíacomprenderesaapatía.Laimaginabaagradecidaensecreto,amandoahora con reserva,perodecidida a enseñar algúndía el alcancede su amor:veíaa su fielhéroe,conscienteamediasde su tímidocariño,consoladoporesaidea;adivinabaunvínculoelectrizantedeafinidadentreellos,unacadenamuyfinadeentendimientomutuo,capazdeunirlosaunquelessepararancienleguas, llevando por montículos y hondonadas sus oraciones y sus deseos.Ginevra fue convirtiéndose poco a poco paramí en una especie de heroína.Ciertodía,aldarmecuentadeesacrecienteilusión,medije:«Creoquetengolosnerviosmuyalterados:mimentehasufridodemasiado;unaenfermedadseestá apoderando de ella. ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo voy a conservar lasalud?».

Lo cierto es que no había forma de conservar la salud en aquellascircunstancias. Finalmente, tras un día y una noche del más amargo de losabatimientos,sentíunprofundomalestarfísicoquemeobligóaguardarcama.Por aquel entonces terminó el veranillo de San Miguel y empezaron lastormentasdelequinoccio;durantenuevedíasoscurosy lluviosos,en losquelasHorastranscurrieronagranvelocidad,turbulentas,sordas,alborotadas—aturdidasporelfragordelhuracán—,yacísumidaenunextrañoestadofebrildelosnerviosydelasangre.Elsueñomeabandonó.Solíalevantarmeporlanoche,buscándolo,ylesuplicabadesesperadamentequevolviera.Tansólomerespondíauncrujidoenlaventana,elsilbidodeunaráfaga…¡elsueñonunca

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regresaba!

Me equivoco. Lo hizo una vez, pero lleno de furia. Cansado de miinsistenciatrajoconsigounsueñovengador.SegúnelrelojdeStJeanBaptiste,apenasduróquinceminutos;unbreveintervalodetiempo,perosuficientepararetorcertodomicuerpoconunaangustiadesconocida;yparabrindarmeunaexperiencia indescriptible con el aspecto, el semblante, el terror, el tonomismo de una aparición de la eternidad. Entre las doce y la una de aquellanoche,mislabiossevieronobligadosabeberdeunacopaenlaquebullíaunlíquidonegro,fuerte,extraño,quenosehabíallenadoenningúnpozosinoenun mar ilimitado e insondable. El sufrimiento conformado a una medidatemporalocalculable,ydestinadoaunoslabiosmortales,notieneelmismosaborqueaquelsufrimiento.Aldespertarme,penséquetodohabíaterminado:el final se acercó y pasó de largo. Temblando de miedo —a medida querecobrabalaconciencia—,dispuestaagritarpidiendoayudaaalgunodemissemejantes, aunque sabíaqueningunodeellos estaba lobastante cercaparaescuchar mi enloquecida llamada—Goton no podía oírme desde su lejanodesván—, me arrodillé en la cama. Pasé unas horas terribles: mi alma,desgarrada,atormentada,oprimida,soportóloindecible.Detodosloshorroresdeaquellanoche, creoqueaquél fue elpeor.Tenía la sensacióndequemisfamiliaresmuertos,que tantomehabíanqueridoenvida,memirabandesdeotrolugar,distanciadosdemí:unsentimientoindescriptiblededesesperaciónanteel futuroatenazabamiespíritu.No teníaningúnmotivoparacurarmeodesear vivir; y, sin embargo, ¡qué insoportable resultó ser la altiva ydespiadada voz con que la Muerte me desafió a entablar combate con susdesconocidos terrores! Cuando intenté rezar, sólo logré articular estaspalabras:

—Desdemijuventud,hesufridoTusterroresconverdaderacongoja.

Ynomentía.

Al traerme el té a lamañana siguiente,Gotonme rogóque avisara a unmédico.Noquise:penséqueningúnmédicopodríacurarme.

Una tarde—y no deliraba: estaba enmi sano juicio—me levanté ymevestí,débilytemblorosa.Eraincapazdesoportarpormástiempolasoledadyelsilenciodelgrandormitorio;lasespectralescamasblancassemeantojabanfantasmas, sus cabeceras parecían gigantescas calaveras descoloridas por elsol; sueños pasados de unmundomás antiguo y de una razamás poderosayacíaninmóvilesenlasenormescuencasdesusojos.AquellatardeseapoderóconmásfuerzaquenuncademialmalaconviccióndequeelDestinoeradepiedraylaEsperanza,unfalsoídolo,ciego,sinsangreenlasvenasyconuncorazón de granito. Sentí, asimismo, que la prueba que Dios me habíaimpuesto estaba acercándose a su clímax, y que era yo quien debía

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enfrentarme a ella con mis propias manos, por muy débiles, ardientes ytemblorosasquefueran.Seguíalloviendoyelvientosoplabaconfuerza;peroconmayorclemencia,pensé,queelrestodeldía.Empezóacaerlanoche,ysuinfluencia me pareció perniciosa; a través de la celosía, vi llegar las nubesnocturnas que se arrastraban a escasa altura como estandartes caídos. PenséqueenaquellosmomentoshabíatristezayamorenelCieloportodoeldolorquesepadecíaen la tierra;elpesodemi terriblesueñosealigeró—aquellainsoportable ideadenoserquerida,denoperteneceranadie,cedióunpocoante la esperanza de lo contrario—, tenía el convencimiento de que estaesperanza brillaría con más intensidad si abandonaba aquel techo, que meaplastaba como la lápida de una sepultura, y me dirigía a alguna apaciblecolina,muyalejadadelaciudad,enmediodelcampo.Envueltaenunacapa(no podía estar delirando, pues tuve el buen juicio de abrigarme), salí a lacalle.Lascampanasdeunaiglesiamedetuvieronalpasar;parecíanllamarmeal salut, y decidí entrar. En aquellos momentos, cualquier rito solemne,cualquier espectáculo de adoración sincera, cualquier oportunidad deacercarmeaDioserantanvitalesparamícomounmendrugodepanparaunhambriento.Mearrodillécon losdemássobreelempedrado.Erauna iglesiaviejaymajestuosa,sumidaenunapenumbraquelaluzdelasvidrierasvolvíapurpúreaynodorada.

Había muy pocos feligreses y, terminado el salut, la mitad de ellos semarcharon.Notardéendescubrirquelosdemássequedabanparaconfesarse.Nomemoví.Todaslaspuertasdelaiglesiasecerraronconcuidado;reinóunsagradosilencio,yunaimponenteoscuridadsecerniósobrenosotros.Despuésde rezar unos instantes conteniendo el aliento, una penitente se acercó alconfesionario.Laobservé.Susurrósuspecados:recibiólaabsolución;volvióreconfortada. La siguió otra persona, y luego otra. Una señora muy pálida,arrodilladaamilado,tuvolagentilezadedecirmeenvozbaja:

—Vayaustedahora;todavíanoestoypreparada.

Laobedecímecánicamente;mepuseenpieymedirigí al confesionario.Sabíaloquehacía;micabezasopesóaquelladeterminaciónconlavelocidaddelrayo.Daresepasonopodíahacermemásdesgraciadadeloqueyaera;talvezmealiviase.

El sacerdote del confesionario ni siquiera me miró; sólo acercósilenciosamente su oído a mis labios. Parecía un hombre bondadoso, peroaqueldebersehabíaconvertidoenunasuertederutina:seconsagrabaaélconlaflemadelacostumbre.Yovacilé;noconocíalafórmuladelaconfesión:asíque,envezdepronunciarelpreludiohabitual,dije:

—Monpère,jesuisprotestante.

Sevolvióal instante.Noeraunsacerdotedelpaís; la fisonomíadeéstos

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era, invariablemente, servil: comprendí por su perfil y su frente que erafrancés; aunque canoso y de edad avanzada, creo que no carecía desensibilidadnideinteligencia.Mepreguntó,entonoamable,porquéacudíaaélsiendoprotestante.

Le dije quememoría por recibir un consejo o una palabra de consuelo.Que vivía completamente sola desde hacía unas semanas; que había estadoenferma; quemi espíritu no podía seguir soportando el peso de una terribleaflicción.

—¿Setratadeunpecado,deuncrimen?—preguntó,alarmado.

Le tranquilicé sobre ese punto y, lo mejor que pude, le conté en pocaspalabrasmiexperiencia.

Élsequedópensativo,ypareciódesconcertado.

—Me coge usted desprevenido —exclamó—. Nunca se me habíapresentadouncasocomoelsuyo:porlogeneral,conocemosnuestrodeberyestamospreparados,peroestosuponeunagran rupturaenelcursoordinariodelaconfesión.Nosabríaquéconsejodarleensuscircunstancias.

Por supuesto, era la respuesta que esperaba; pero el mero hecho decomunicarmeconunosoídoshumanosysensibles,aunqueconsagrados…elmero hecho de verter una parte del dolor largo tiempo acumulado, y largotiemporeprimido,enunavasijadelaquenopodíavolveraescapar…habíasidomuybeneficiosoparamí.Mesentíreconfortada.

—¿Hedeirme,padre?—pregunté,alverlosilencioso.

—Hija mía—dijo amablemente (y estoy segura de que era un hombrebueno:teníaunamiradacompasiva)—,demomento,serámejorquesevaya;pero le aseguroque sus palabrasmehan impresionado.La confesión, comootras cosas, tiende a perder profundidad y trascendencia con la costumbre.Usted ha venido y me ha abierto su corazón; algo muy poco común. Meagradará meditar sobre su caso, y llevarlo conmigo al oratorio. Si ustedhubiera abrazado nuestra fe, sabría qué decirle; un espíritu tan agitado sólopuedehallarreposoenelretiroyenlaprácticaescrupulosadeladevoción.Esbiensabidoqueelmundonoprocurademasiadassatisfaccionesanaturalezascomo la suya. Algunos santos han pedido a penitentes como usted que seelevaranpormediodelapenitencia,elsacrificioylasbuenasobrasdifíciles.En esta vida se les dan lágrimas como alimento y bebida —el pan de laaflicción y las aguas de la aflicción—, la recompensa llega después. EstoyconvencidodequeesasimpresionesquepadeceustedsonmensajerosdeDiospara devolverla a la iglesia verdadera. Está usted hecha para nuestra fe: sindudaeslaúnicaquepodríacurarlayayudarla.Elprotestantismoesdemasiadoseco, frío y prosaico para usted. Cuanto más pienso en su caso, con más

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claridadveoquesesaledelohabitual.Bajoningúnconceptoquerríaperderladevista.Váyaseahora,hijamía;perovuelvaavisitarme.

Melevantéyledilasgracias.Estabaapuntodesalircuandomehizounaseñaparaqueregresaraasulado.

—No debe venir a esta iglesia —dijo—: Veo que está enferma y hacedemasiadofrío;debeveniramicasa:vivoen…(ymediosudirección).Laesperomañanaporlamañana,alasdiez.

Enrespuestaaestacita,melimitéainclinarlacabeza;mequitéelveloy,arrebujándomeenmicapa,salí.

¿Suponeel lectorque tuve laosadíadeponermedenuevoal alcancedeaqueldignosacerdote?Antesmehabríametidoenunhornobabilónico.Aquelsacerdoteteníaarmasquepodíaninfluirenmí;eraunhombrecompasivo,conuna bondad sentimental muy francesa, a cuya dulzura yo sabía que no eratotalmente inmune. Si exceptuamos cierto tipo de afectos, apenas habíaalguno, arraigado en la realidad, al que yo pudiera confiar en tener fuerzaspara resistirme. Si hubiera ido a visitarlo, el sacerdote me habría mostradocuánto hay de tierno, reconfortante y amable en la honrada supersticiónpapista.Luegohabríatratadodeencender,soplaryavivarenmíelceloporlasbuenas obras.No sé cómohabría acabado aquel asunto.Todos nos creemosfuertesenalgunascuestiones,todosnossabemosdébilesenotrasmuchas;lomásprobableesque,dehaberacudidoalaruedesMagesnúmerodiezeneldíayenlahoraseñalados,enestosinstantes,enlugardeescribiresteheréticorelato,estaríarezandoelrosarioenunconventodecarmelitasdelBoulevarddeCrécy enVillette.Había algo de Fénélon en aquel anciano y bondadososacerdote;yseancomoseanlamayoríadesushermanos,ypienseyoloquepiense de su Iglesia y de su credo (ninguno de los dos son demi agrado),siempreguardarédeélunrecuerdoagradecido.Fueamableconmigocuandoyonecesitabaamabilidad;mehizomuchobien.¡QueDioslebendiga!

Elcrepúsculohabíadadopasoalanochey,cuandosalídeaquellaiglesiasombría, las farolas de la calle estaban encendidas. Ahora me era posibleregresar a casa; el anhelodesesperadode respirar el vientodeoctubre en lapequeña colina, lejos de los muros de la ciudad, había dejado de ser unimpulsoirrefrenable,ynoeramásqueundeseoquelaRazónpodíadominar:así lohizo,yyomeencaminé,segúncreía,a la rueFossette.Peromehabíaadentrado en una zona de la ciudad que no conocía; era la parte antigua, yestaba llena de callejuelas y de casas viejas y pintorescas, a punto dedesmoronarse.Mesentíademasiadodébilparatenerdominiodemímisma,ydemasiado indiferente ami bienestar y seguridad para obrar con prudencia.Me sumí en el desconcierto; me vi atrapada en un laberinto de girosdesconocidos.Estabaperdida,ymefaltabadeterminaciónparapediraalgún

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transeúntequemeorientara.

La tormenta había amainado un poco al atardecer, pero quiso recuperarentonceseltiempoperdido.Elvientodelnoroestesoplabaconviolencia;traíaconsigopequeñoschaparrones,einclusoaveces,comosifuerandisparos,unfuertegranizo;elfríoylalluviamecalaronhastaloshuesos.Inclinélacabezapara hacer frente al temporal, pero éste siguió golpeándome. No medescorazoné en aquel trance; sólo deseaba elevarme hasta la tormenta, yextender y reposar mis alas en su vehemencia, seguir su curso veloz, ydeslizarmecon ella.Mientrasme invadía estedeseo,mi frío se convirtió enaterimientoymidebilidadenextenuación.Tratédellegaralporchedeungranedificiocercano,pero lamolede la fachaday suagujagigante sevolvieronnegrasydesaparecierondemivista.Enlugardecaersentadaenlosescalones,como pretendía, tuve la sensación de arrojarme de cabeza al abismo. Norecuerdonadamás.

****

LIBROSEGUNDO

CapítuloXVI

Losdíasdeantaño

Soyincapazdedecirdóndeestuvomiespírituduranteaqueldesmayo.Noséloquevioniadóndefueenaquellanochesingular;encualquiercaso,élloguardóensecreto,sinsusurrarjamásunapalabraalaMemoria,yengañandoala Imaginación con su silencio imperturbable. Puede que se elevara y vieraantesílamoradaeterna,esperandoquelepermitierandescansarenellayquesudolorosauniónconlamateriafueraalfindisuelta.Mientrasimaginabaesto,quizáunángelloexpulsaradelumbraldelparaísoy,conduciéndoledenuevoalatierra,anegadoenllanto,volvieraaatarlotodotemblorosoyencontradesuvoluntadaesepobrecuerpo,heladoyconsumido,decuyacompañíaestabatancansado.

Sé que regresó a su prisión muy afligido, sin el menor deseo, con ungemidoyunlargoestremecimiento.Loscompañerosseparados,elEspírituylaMateria,noeranfácilesdereconciliar:envezdesaludarseconunabrazo,seenzarzaron en una especie de lucha cruel. Recuperé el sentido de la vista,envueltoenrojos,comosinadaraensangre;ylacapacidaddeoír,quevolviódepronto,conel fragordeun trueno; laconciencia revivióatemorizada:meincorporépresadel terror, preguntándomeenqué región, entre qué extraños

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seres, despertaba.Al principio no reconocí nada de lo queme rodeaba: unapared no era una pared…ni una lámpara, una lámpara.Habría percibido loque denominamos un fantasma con la misma nitidez que las cosas máscorrientes; otro modo de insinuar que lo que veían mis ojos tenía un aireespectral. Pero los sentidos no tardaron en recuperar sus facultades; lamáquinadelavidaprontoreanudósutrabajoacostumbrado.

Aunasí,nosabíadóndeestaba;comprendíquemehabíantrasladadoaotrolugar:noyacíaenelescalóndeningúnpórtico;lanocheylatempestadhabíanquedadotraslosmuros,lasventanasyeltejado.Mehabíanllevadoaunacasa,pero¿quécasa?

SólosemeocurriópensarenelpensionnatdelarueFossette.Sumidaaúnenunaespeciedeletargo,intentédescubrirenquécuartomehabíandejado:sien el dormitorio grande o en una de las alcobas pequeñas. Me sentíadesconcertada,puesnopodíaasociarlosmueblesqueveíaconmirecuerdodeesas habitaciones. Faltaban las camas blancas y vacías, y la larga hilera deventanales.

«SeguroquenomehanllevadoaldormitoriodemadameBeck»,pensé.

Yentoncesmisojossetropezaronconunsillóndedamascoazul.Pocoapoco,caíenlacuentadequehabíaotrasbutacastapizadasenelmismotono;y, finalmente, capté la imagen completa de un bonito salón, con un alegrefuego en la chimenea, y una alfombra de brillantes arabescos azules, queanimaban con su colorido el suelo beige oscuro; una cenefa delgada perointerminable de nomeolvides azules, confusos y desorientados entre unamiríada de hojas doradas y de zarcillos, adornaba la parte superior de lasparedes.Unespejodemarcodoradollenabaelespacioentredosventanas,enlasquecolgabancortinajesdedamascoazul.Mevireflejadaeneseespejo,yno estaba en la cama sino en un sofá. Parecía un espectro; tenía los ojoshundidosydilatados,yelpelomásoscurodelohabitual,encontrasteconmirostro delgado y ceniciento. Era ostensible, no sólo por los muebles sinotambiénporlaposicióndelasventanas,delaspuertasydelachimenea,quesetratabadeunaestanciadesconocidaenunacasadesconocida.

Peronocreoquemicerebrosehubierarecuperadodeltodo;pues,almirardenuevoelsillónazul,ésteempezóaresultarmefamiliar;ylomismoocurriócon cierto canapé, y con lamesa redonda que había en el centro, y con sutapeteazul,enelquehabíanbordadounashojasotoñales;y,sobretodo,condospequeñosescabelesbellamentetapizados,yunasillitadeébano,encuyoasientoyrespaldohabía,asimismo,gruposdebrillantesfloresbordadassobreunfondooscuro.

Sorprendidaportodoaquello,seguíinvestigando.Porextrañoqueparezca,estaba rodeadadeviejosconocidos,y losdíasdeantañoparecían sonreírme

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desdetodosrincones.Habíadosminiaturasovaladasencimadelachimenea,yyo conocía dememoria las perlas que adornaban sus «cabezas» altaneras yempolvadas; los terciopelos que rodeaban sus pálidas gargantas; lasondulaciones de sus pañuelos de muselina; los volantes de encaje de susmangas.Sobrelarepisa,habíadosjarronesdeporcelanayalgunasreliquiasdeun diminuto servicio de té, tan suaves como el esmalte y tan finas como lacáscara de un huevo, y el clásico centro de alabastro, cubierto con unacampanadevidrio.Habríapodidodescribirlaspeculiaridades,imperfeccionesygrietasdeesosobjetoscomosifueraunaclairvoyante.Porencimadetodo,había dos pantallas de mano con unos dibujos tan minuciosos como siestuvieran grabados en metal; al verlos, me dio un vuelco el corazón,recordando las horas que había pasado haciéndolos, trazo a trazo, con untedioso, endebley ridículo lápiz escolar entre esosdedosqueahora tanto seasemejabanalosdeunesqueleto.

¿Dóndemeencontraba?Nosóloenquélugardelmundo,sino¿enquéañodel Señor? Pues todos esos objetos pertenecían al pasado, y a un paísmuylejano.Hacíadoslustrosqueyomehabíadespedidodeellos;nohabíavueltoaverlosdesdeloscatorceaños.

—¿Dóndeestoy?—dije,convozentrecortadaperoaudible.

Unafigurahastaentoncesinadvertidasemovióy,levantándose,seacercóamí;una figuraquenoestabaenarmoníaconel entorno,yque sólo sirvióparacomplicarmáselenigma.Eraunabonnedelaregión,conunacofiadecriada y un vestido estampado. No hablaba francés ni inglés, y no pudeobtenerlamenorinformacióndeella,alnoentendereldialectodelpaís.Perome refrescó las sienes y la frente con agua perfumada, y luegome subió elalmohadón en el que yo descansaba, me hizo señas para que no hablara yvolvióasupuestoalpiedelsofá.

Estaba muy atareada tejiendo; como apartó su mirada de mí, pudeobservarla sin interrupción. Yo no entendía cómo había llegado allí, y quéhacíaenelescenariodelosdíasdemi infancia.Todavíameasombrabamásqueeseescenarioyesosdíastuvieranalgoqueverconmigo.

Demasiado débil para investigar a fondo el misterio, traté de resolverlodiciéndomequeeraunerror,unsueño,undeliriofebril;y,sinembargo,sabíaquenomeequivocabayquenoestabadormida,ycreíaestarenmiscabales.¡Ojalá la estancia nohubiera estado tanbien iluminada!Así nohabría vistocon tanta claridad los pequeños retratos, los adornos, las pantallas, la sillabordada. Todos esos objetos, así como los muebles de damasco azul, eranexactamente losmismosqueyo recordaba, y había conocido tanbien, en elsalóndelacasademimadrinaenBretton.Alparecer,sólohabíacambiadolahabitación,puessusproporcionesysutamañoerandiferentes.

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PenséenHasánBedru-d-Din,conducidoensueñosdesdeelCairohastalaspuertasdeDamasco.¿Habíadetenidoungeniosusoscurasalasenmediodeaquella tempestad —a cuya violencia yo había sucumbido—, y me habíarecogidoenlosescalonesdelaiglesiapara,«remontandoelvuelo»,comodiceel cuento oriental, llevarme por encima de tierras y mares y depositarmedulcementejuntoaunachimeneadelaviejaInglaterra?Perono;sabíaqueelfuegodeaquelhogaryanoardíaantesuslares…hacíamuchotiempoquesehabíaapagado,ylosdiosesdelacasahabíansidotrasladadosaotrolugar.

Labonnesevolvióparamirarmey,alverenmisojosdesmesuradamenteabiertosunaexpresiónde inquietudyexcitación,dejóaun ladosus labores.Duranteunos instantes,pareciómuyajetreadaenunapequeña tarima;sirvióaguaenunvasoyleañadióunasgotasdeunfrasco:conelvasoenlamano,se acercó a mí. ¿Qué pócima oscura estaría ofreciéndome? ¿Qué elixir degenioobebedizodemago?

Era demasiado tarde para preguntar; lo había bebido de golpe, con lamayor pasividad. Una marea de pensamientos apacibles acariciódelicadamente mi cerebro; la corriente subía poco a poco, con levesondulacionesmássuavesqueunbálsamo.Eldoloryladebilidadabandonaronmis miembros, mis músculos se durmieron. No podía moverme; pero, alperderalmismotiempotododeseodeactividad,nomesentíprivadadenada.Aquellaamablebonnecolocóunapantallaentrelalámparayyo;vicómoselevantabaparahacerlo,peronorecuerdohabersidotestigodecómovolvíaasuasiento:entreesosdosactos,mequedédormida.

Cuando me desperté, ¡todo había cambiado de nuevo! La luz del díaenvolvía la estancia; no una luz cálida, estival, sino la triste penumbra delcrudoy tormentosootoño.Tuve lacertezadeencontrarmeenelpensionnat:por la lluviaquegolpeabaenlasventanas;porelrugidodelvientoentre losárboles, que indicaba la presencia de un jardín en el exterior; por el frío, lablancuraylasoledadquemerodeaban.Ydigoblancura,pueslascolgadurasde brocado de algodón que adornaban la cama francesa me impedían vercualquierotracosa.

Las levanté; miré fuera. Mis ojos, dispuestos a contemplar un enormedormitorioconlasparedesencaladas,parpadearonsorprendidosalencontrarelreducido espacio de un pequeño gabinete… un gabinete pintado de colorverdemar;y,enlugardecincoventanalesdesnudos,unacelosíadegranalturaconadornosdemuselina;y,envezdedosdocenasdepequeñossoportesdemaderapintada,cadaunoconsuaguamanilysupalangana,untocadorvestidocomounadamaparaunbaile—trajeblancosobrefaldarosa—,coronadoporun espejo grande y reluciente, y con un bonito alfiletero rodeadode encaje.Este tocador, junto con una pequeña butaca de chintz verde y blanco, y unlavamanosdemármol,conutensiliosdelozadecolorverdepálido,bastaban

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paraamueblarladiminutahabitación.

Lector, ¡me sentí aterrada! «¿Por qué?», te preguntarás. ¿Qué había enaquellasencillay,enciertomodo,hermosaalcobaparaasustaralamástímidadelascriaturas?Sencillamenteesto:queaquellosmuebles…sólidasbutacas,espejos, lavamanos… no podían ser reales, tenían que ser fantasmas delpasado;o,siserechazabaestahipótesispordescabellada—y,apesardemiconfusión,yo larechazaba—,sólosepodía llegara laconclusióndequemiestado mental era anómalo; en pocas palabras, que me encontraba muyenferma y deliraba: e incluso entonces, mis alucinaciones eran las másextrañasconqueeldeliriohahostigadojamásaunavíctima.

Reconocí—notuvemásremedio—elchintzverdey lapequeñasilla;elmarconegroybrillante,conhojastalladas,deaquelespejo;lassuavespiezasglaucasdeloza;yelpropiolavamanos,consuencimerademármolgrisylaesquinadescascarillada.Notuvemásremedidoquereconocerysaludaratodoaquellodelmismomodoque lanocheanteriorhabía tenidoquereconocerysaludar, forzosamente, a los muebles de palisandro, a los cortinajes y a lasporcelanasdelsalón.

¡Bretton!¡Bretton!Yloocurridodiezañosatrássereflejóenaquelespejo.Y¿porquémeperseguíandeesemodoBrettonymiscatorceaños?¿Porqué,si se empeñaban en regresar, no lo hacían por completo? ¿Por qué sóloaparecíanantemisperturbadosojoslosmuebles,mientrasquelashabitacionesy el lugar eranmuydiferentes?En cuanto al alfiletero de raso carmesí, concuentas doradas y volantes de encaje, cómo no iba a reconocerlo tan biencomo a las pequeñas pantallas ¡si lo había hecho yo! Levantándome de unsalto,cogíelalfileteroyloexaminé.Lasletras«L.L.B.»,cosidasconcuentasdoradas y rodeadas por una guirnalda oval bordada en hilo de seda blanco,eranlasinicialesdelnombredemimadrina:LouisaLucyBretton.

—¿EstaréenInglaterra?¿EstaréenBretton?—exclaméenvozbaja.

Y, subiendo a toda prisa las persianas que tapaban la celosía, miré alexterior para intentar descubrir dónde estaba, casi esperando contemplar losantiguos, tranquilosyhermososedificiosyel limpioempedradodeStAnn’sStreet,ydivisaralfondolastorresdelacatedral;o,denoserasí,lasvistasdeotra ciudad, una rue de Villette, o alguna calle de una agradable ciudadinglesa.

Lo que vi, por el contrario, a media altura y entre las hojas de unaenredadera,fueunaterrazadehierbayunosárbolesquecrecíanmásabajo;losárbolesmás altos que había visto enmucho tiempo. Parecían gemir bajo elvendaval de octubre, y entre sus troncos descubrí la línea de una avenidadonde las hojas amarillas se amontonaban o revoloteaban empujadas por elfuertevientodeloeste.Fueracualfueraelpaisajequehubiesemásallá,tenía

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queserllano,yaquellasgigantescashayasimpedíansuvisión.Meparecióunlugarmuyaislado,ycompletamentedesconocidoparamí:jamáshabíaestadoenél.

Meacostédenuevo.Lacamaestabaenunpequeñohueco;cuandovolvíelrostro hacia la pared, la habitación y su extraño contenido habíandesaparecido. ¿Desaparecido? ¡No! Pues, al cambiar de postura con estaesperanza, en el espacio verde que dejaban ver las colgaduras de la cama,divisé un retrato con un anchomarco dorado. Era una acuarela pintada conmaestría, aunque sólo se trataba de un boceto; una cabeza de muchacho,vigorosa, llena de vida, risueña y expresiva. Parecía un joven de dieciséisaños,de tez rubicundaymejillassonrosadas;conelcabello largoybastanteclaro,deunbrillantecolordorado;losojospenetrantes,ylasonrisaalegreymaliciosa.Enconjunto,unrostromuyagradabledecontemplar,especialmenteparalosquesecreyeranconderechoasuafecto…porejemplo,lospadresolas hermanas del joven. Cualquier pequeña y romántica colegiala podríahaberse enamorado de ese retrato. Aquellos ojos miraban como si,transcurridos unos años, fueran a responder con entusiasmo al amor: soyincapazdedecirsiguardaban,parauncasodenecesidad,elbrillodeunafeardiente e inquebrantable. Pues, cualquier sentimiento que le saliera alencuentro con demasiada facilidad, aquellos labios amenazaban, de maneraencantadoraperoinequívoca,conconvertirloenuncaprichoounafectomuyligero.

Esforzándome por aceptar cada nuevo descubrimiento con la mayorserenidad,susurréparamí:

—¡Ah!Eseretratoestabacolgadoenlasalitadeldesayuno,sobrelarepisade la chimenea: demasiado alto, pensaba yo. Recuerdo que me subía altaburete del piano para descolgarlo, sostenerlo en las manos y buscar quéescondían sus preciosos ojos, que parecían reír bajo unas pestañas coloravellana;¡megustabatantoobservarelcolordesusmejillasolaexpresióndesu boca! No creía que la imaginación pudiera embellecer la curva de esoslabiosodeesabarbilla;e,inclusoenmiignorancia,sabíaqueeranrealmentehermosos y me preguntaba, perpleja: «¿Cómo es posible que algo tanencantadorpuedacausaralmismotiempotantatristeza?».

Enunaocasión,cogíalapequeñaseñoritaHomeenbrazosylepedíquesefijaraenelcuadro.

—¿Tegusta,Polly?—lepregunté.

Nome respondió, pero se quedómirándolo un buen rato antes de decir:«¡Bájeme!»,mientrasunatemblorosasombrarecorríasusemocionadosojos.

Yoladepositéenelsuelo,convencidadequelaniñatambiénlopercibía.

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Todas esas cosas acudieron a mi imaginación, y pensé: «Tenía susdefectos, pero conozcomuy pocos caracteres tan nobles como el suyo; erageneroso,afable,sensible».

Y,sindarmecuenta,exclaméenvozalta:

—¡Graham!

—¿Graham? —repitió inesperadamente una voz junto a mi cama—.¿QuiereveraGraham?

Miré en su dirección. El misterio aumentaba; el asombro llegaba a suclímax.Sieraextrañoveraquelretratotanfamiliarenlapared,másextrañoaún eravolversey contemplar la figura igualmente familiar deunamujer…unaseñora,realynoilusoria,alta,bienvestida,conuntrajenegrodesedayunacofiaquesentabamuybienasurespetablepeinadodemadredefamilia.Su semblante también era atractivo; es posible que sus facciones fuerandemasiadoangulosaspararesultarbellas,peroreflejabansensatezycarácter.Nohabíacambiadomucho;algomásadusta,algomáscorpulenta…peroeramimadrina:laimageninconfundibledelaseñoraBretton.

Conservélacalma,aunquenopodíaestarmásalterada:mipulsotemblóylasangreabandonómismejillas,queparecieronhelarse.

—¿Dóndeestoy,madame?—quisesaber.

—Enunrefugioseguro;yenbuenasmanos:serámejorquedescansehastaqueserecupereunpoco;nopareceencontrarsemuybienestamañana.

—Estoytanconfundidaquenosésipuedoconfiarenmissentidos,oéstosmeengañan:peroustedhablainglés,¿verdad,madame?

—Enefecto,seríamuydifícilparamímantenerunalargaconversaciónenfrancés.

—¿EsusteddeInglaterra?

—Acabodellegardeesepaís.¿Hacemuchotiempoqueviveaquí?Parececonoceramihijo…

—¿Deveras,madame?Quizátengarazón.Suhijo…¿eseldelcuadro?

—Es un retrato de cuando era un muchacho. Mientras lo miraba, hapronunciadoustedsunombre.

—¿GrahamBretton?

Ellaasintióconlacabeza.

—¿EsustedlaseñoraBretton,quevivíaenBretton?

—Sí;yusted,segúntengoentendido,esprofesoradeinglésenuncolegio

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deVillette.Mihijolahareconocido.

—¿Cómomeencontraron,madame?¿Yquiénlohizo?

—Mihijoselocontarádentrodepoco—contestó—,peroahoraestáusteddemasiadodébilyaturdidaparahablar: intentedesayunarunpocoyduermaunrato.

A pesar de todo lo que había soportado —el agotamiento físico, eltrastornodelánimo,lasinclemenciasdeltiempo—,mesentíamejor:lafiebre,laenfermedadrealquehabíaagarrotadomicuerpo,estaba remitiendo;pues,mientras que en los últimos nueve días había sido incapaz de probar nadasólido y había sufrido una sed constante, aquella mañana, cuando meofrecieron el desayuno, sentí un deseo muy intenso de alimentarme: unadebilidad interior queme hizo beber con avidez el té que aquella damameofrecía,ycomerelbocadodepanquemepermitiótomardeacompañamiento.No fuemás que un bocado, perome bastó para conservar las fuerzas hastaque,dosotreshorasdespués,apareciólabonneconunapequeñatazadecaldoyunagalleta.

Empezó a oscurecer; el viento, gélido e incansable, seguía soplando confuriay,másque lloveracántaros,diluviaba.Empecéaestarcansada…muycansada de mi cama. La alcoba, aunque bonita, era pequeña: me sentíaencerrada;anhelabauncambio.Elfríoylapenumbra,cadavezmayores,medeprimían.Quería ver…sentir el calor de la lumbre.Además, nodejabadepensarenelhijodelarespetabledama:¿cuándolovería?Eraevidentequenoconseguiríahacerlohastasalirdeaquellahabitación.

Por fin vino la bonne a hacerme la cama para la noche. Se disponía aenvolvermeenunamantayasentarmeenlapequeñabutacadechintz,peroyorechacésuayudayempecéavestirme.Cuando,alterminar,mesentépararecobrarelaliento,volvióaaparecerlaseñoraBretton:

—¿Vestida? —exclamó, esbozando aquella sonrisa que yo conocía tanbien;unasonrisaagradable,aunquecarecieradedulzura—.Esosignificaqueestámuchomejor,¿verdad?¿Harecuperadoustedlasfuerzas?

Me habló en un tono tan parecido al de antaño que llegué a pensar queempezaba a reconocerme.Había en susmodales y en su voz elmismo aireprotector que empleaba conmigo cuando era niña, y que yo, además deaceptar, adoraba; no se fundaba en aspectos tan convencionales como unamayor riqueza o una mejor posición social (en este último nunca hubodesigualdad,pueslasdoséramosdelamismaclase),sinoenalgotannaturalcomolasuperioridadfísica:eraelrefugioquelosárbolesofrecenalahierba.Lehiceunapeticiónsinmáscumplidos.

—¿Mepermitebajar,madame?Tengotantofríoyestoytanaburrida…

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—Nada me gustaría más, si se siente lo bastante fuerte—respondió—.Vamos,demeelbrazo.

Yo acepté su ofrecimiento, y bajamos juntas un tramo de escalonesalfombradoshastallegaraunapuertadegranaltura,abiertadeparenpar,porlaqueseaccedíaalcuartotapizadodedamascoazul.¡Quéacogedorresultabacon aquel aire tan hogareño! ¡Qué cálido con su luz ambarina y su fuegobermellón!Paraquelaescenaacabasedeserperfecta,elténosesperabasobrela mesa: un té inglés, cuyo brillante servicio me miraba con familiaridad;desde el sólidoy antiguo recipiente deplata para calentar el té y la enormetetera del mismo metal, hasta las delicadas tazas de oscura porcelana condibujospurpúreosydorados.Reconocítambiénlatortadesemillasaromáticasde forma especial, preparada en unmolde especial, que nunca faltaba en lamesadelosBretton.AGrahamleencantaba;yallíestaba,comoenlosviejostiempos,delantedesuplato,juntoalcuchilloyaltenedordeplata.DemodoqueesperabanaGrahamparaelté:talvezestuvierayaenlacasa;enseguidapodríaverlo.

—Siéntese, siéntese —exclamó la señora Bretton, advirtiendo mi pasovacilantecuandopaséjuntoalachimenea.

Me ayudó a sentarme en el sofá, pero no tardé en colocarme tras él,afirmandoque el calor era sofocante; a su sombradescubrí otro asientoquemegustómás.LaseñoraBrettoneramuyrespetuosaconlosdemás;dejóquehicieramivoluntadsindecirmenada.Preparóel téycogióelperiódico.Yoobservabacomplacidatodaslasaccionesdemimadrina;susmovimientoseransumamente juveniles:debíade tenerunoscincuentaaños,pero laherrumbrede la vejez no parecía haber rozado ni su vigor ni su ánimo.A pesar de sucorpulencia, estaba siempre alerta y, a pesar de su serenidad, semostraba aveces impetuosa; la buena salud y el excelente carácter la conservaban tanfrescaylozanacomoensujuventud.

Medi cuenta de que,mientras leía, estabapendiente de la llegadade suhijo.Noeradeesasmujeresquemanifiestansuinquietud,peroeltiemponomejorabay, siGrahamcontinuabaa la intemperie, enmediodeaquel fuertevientoquerugíainsaciable,sabíaqueelcorazóndesumadreestaríaconél.

—Diezminutostarde—exclamó,mirandosureloj.

Unminutodespués,comprendíquehabíaoídoalgo,pueslevantólavistadelapáginaeinclinóligeramentelacabezaendirecciónalapuerta.Surostroseiluminó;yentoncesinclusomioído,menosejercitado,percibióelruidodelcierre de una verja, pasos en la grava y, finalmente, el campanillazo de lapuerta.HabíallegadoGraham.Sumadrellenólateterayacercóalalumbreelcómodosillónazul;elsillónquelecorrespondíaporderecho,aunqueyosabíade alguien que podía quitárselo con impunidad. Y ese alguien subió las

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escaleras—supongoquetrasdedicarunosminutosasuarreglopersonal,algonecesarioporculpadelvientoydelalluvia—yentróagrandeszancadasenlahabitación.

—¿Eres tú,Graham?—dijo bruscamente la señoraBretton, disimulandounasonrisa.

—¿Quiénmáspodríaser,mamá?—preguntóelImpuntual,apoderándoseirrespetuosamentedeltronoquesumadrehabíaabandonado.

—Tendríasquetomarteeltéfríoporllegartantarde…

—Puesnorecibirémimerecido,lateterasilbaalegremente.

—Venalamesa,holgazán:ningúnasientotegustatantocomoelmío;situvieraselmenorsentidodeldecoro,siempredejaríasesesillónalaAncianaDama.

—Meencantaríahacerlo,perolaAncianaDamainsisteendejármeloamí.¿Quétalseencuentratupaciente,mamá?

—¿Quiere ella venir aquí y contestar por símisma?—inquirió la señoraBretton,volviéndosehaciamirincón.

En respuesta a su invitación, me acerqué a ellos. Graham se levantócortésmenteparasaludarme.Alversufiguraerguidadelantedelachimenea,comprendíelorgullonodisimuladodesumadre.

—Asíquehabajado—exclamóél—;entoncesdebedeestarmejor,muchomejor. No esperaba encontrarla de estemodo, ni en este lugar. Ayer por lanocheme alarmé y, si no hubiera tenido que acudir presuroso a casa de unpaciente moribundo, me habría negado a abandonar su cabecera: pero mimadre parece un médico y Martha es una excelente enfermera. Vi que setratabadeundesmayo,noforzosamentegrave.Perohedeconocerlosdetallespara determinar la causa; mientras tanto, confío en que se sientaverdaderamentemejor.

—Mucho mejor —dije con calma—. Quisiera darle las gracias, doctorJohn.

Pues,lector,aqueljovenaltoquemehabíaacogidoensucasa…aquelhijoadorado…aquelGrahamBrettoneraeldoctorJohn:élyningúnotro;yhedeañadirqueaveriguarsuidentidadapenasmesorprendió.Y,aúnmás,cuandooílospasosdeGrahamenlaescalera,supequépersonaentraría,yparaquéimagendebíaprepararmisojos.Eldescubrimientoera anterior, algoqueyohabíapercibidohacíayamuchotiempo.Porsupuesto,yorecordabamuybienal joven Bretton; y, aunque en diez años (desde los dieciséis hasta losveintiséis)habíadejadodeserunmuchachoparaconvertirseenunhombre,elcambionoeratangrandeparaenturbiarmivistaoconfundirmimemoria.El

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doctorJohnGrahamBrettonconservabatodavíaungranparecidoconeljovendedieciséisaños: teníasusojos; teníaalgunodesus rasgos;asaber,aquellamitadinferiordelrostrotanbienmoldeada.Notardéenadivinarsuidentidad.Loreconocíporprimeravezenaquellaocasión,relatadaunoscapítulosatrás,en que le miré de unmodo tan inquisitivo que él me echó una especie dereprimenda. Una observación posterior confirmó, en todos los sentidos,aquella temprana conjetura. Encontré en los ademanes, en el porte y en loshábitosdelhombre,cuantoprometíademuchacho.Escuchéensutonodevoz,que ahora era grave, la inflexiónde antaño.Algunasde las expresionesqueempleabadeniño,seguíansiendopeculiaresenél;ylomismoocurríaconlosgestosdelosojosydeloslabios,conlasonrisayconelrepentinofulgordelaspupilasbajosusbiendibujadascejas.

Decirle algo al respecto, insinuarle mi descubrimiento, habría sidoimpropio demi formade ser o de pensar.Había preferido, por el contrario,guardarme el secretoparamí.Megustaba estar en supresencia envuelta enunanubequesumiradaeraincapazdetraspasar,mientrasélaparecíaantemíbajo una luz muy especial que resplandecía sobre su cabeza, temblabaalrededordesuspieseiluminabaúnicamentesufigura.

Sabíaqueaélleresultaríaindiferentequeyodieraunpasohaciadelanteyanunciara: «¡SoyLucySnowe!».Demodoquemeoculté trasmi puesto deprofesora;ycomonuncapreguntóminombre,nuncaselodije.Éloíaquemellamaban«señorita»y«señoritaLucy»; jamásescuchóel apellido«Snowe».Encuantoalaposibilidaddequemereconocieramotuproprio(apesardequeyohabíacambiadoaúnmenosqueél),silaideanoselehabíapasadonuncaporlacabeza,¿porquéibaasugerírselayo?

Durante el té, el doctor John fue muy amable, pues su naturaleza leimpedíaserdeotramanera;cuandoacabamosdecomeryretiraronlabandeja,arregló cuidadosamente los cojines en un extremo del sofá y me obligó arecostarmeenellos.Sumadreyélseacercarontambiénalfuegoy,antesdeque hubieran transcurrido diez minutos, vi los ojos de la señora Brettonclavados en mí. No hay duda de que las mujeres son más rápidas que loshombresenalgunascosas.

—¡Vaya!—exclamó—. ¡Rara vez he visto un parecido mayor! ¿Te hasdadocuenta,Graham?

—¿De qué? ¿Qué le sucede ahora a la Anciana Dama? ¡Qué mirada,mamá!Cualquieradiríaquesufresunraptodevidencia.

—Dime,Graham,¿aquiénterecuerdaestaseñorita?

—Mamá,estáshaciendoqueseruborice.Tehedichomuchasvecesquetumayordefectoeslabrusquedad;recuerdatambiénqueellaesextranjerayno

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conocetuscostumbres.

—Cuando mira al suelo; o al volverse de lado, ¿a quién se parece,Graham?

—Yaquehaspropuestolaadivinanza,creoquedeberíasresolverlatú.

—Ydicesquehacetiempoquelaconoces…desdequeempezasteavisitarelcolegiode la rueFossette;y, sinembargo, ¡nuncamehascomentadoesteextraordinarioparecido!

—¿Cómo iba a comentarte algo en lo que nunca había pensado, y quetodavíadesconozco?¿Quéquieresdecir?

—¡Quémuchachomásnecio!¡Mírala!

Grahamlaobedeció:peroaquelloresultabainsoportable;supecuálseríaeldesenlaceycreípreferibleanticiparme.

—EldoctorJohn—dije—haestadotanocupadodesdequemedespedídeélporúltimavezenStAnn’sStreetque,aunqueyodescubríhaceyaalgunosmesesque se tratabadeGrahamBretton, jamás semeocurriópensarqueélpudierareconoceraLucySnowe.

—¡LucySnowe!¡Esopensabayo!¡Losabía!—exclamólaseñoraBretton.

Ycorrióalotroladodelachimeneaparabesarme.Esposiblequealgunasseñorashubieranarmadoungranalborotoanteunhallazgosemejante,aunquenolesalegraraespecialmente;peroésenoeraelestilodemimadrina,aquiendisgustaban las demostraciones sentimentales demasiado efusivas. Demodoque ella y yo nos recuperamosde la sorpresa conunas pocas palabras y unúnico saludo; no obstante, me atrevo a decir que ella se alegró, y sépositivamentequelomismomeocurrióamí.Mientrasrenovábamosnuestraantigua relación, Graham, sentado enfrente, trataba de recuperarsesilenciosamentedesuasombro.

—Mimadremellamanecio,ycreoquetienerazón—dijofinalmente—;apesar dehaberlavisto con frecuencia, le prometoque jamás sospechéquiénera: sin embargo, ahora lo veo con claridad. ¡Lucy Snowe! ¡Claro! Larecuerdoperfectamente,yaquíestá;noexiste lamenorduda.Pero—añadió—, ¿no habrá estado todo este tiempo callada sabiendo que yo era un viejoamigo?

—Enefecto,asíhasido—respondí.

EldoctorJohnnohizoelmenorcomentario.Supongoquemisilencio leparecióexcéntrico,perofueindulgenteconmigoyseabstuvodecensurarme.Me atrevo a decir, asimismo, que habría juzgado impertinente interrogarmesobrelosmotivosdemireserva;y,aunqueesposiblequesintieraunpocode

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curiosidad, el caso no era tan importante para que la curiosidad se vieratentadaaviolarladiscreción.

Pormiparte,sólomeaventuréapreguntarlesirecordabaaquellaocasiónenqueyolehabíamiradofijamente;puesaúnmedolíaelligerofastidioqueélhabíaevidenciado.

—¡Claroquemeacuerdo!—repusoél—.Creoqueinclusomeenfadéconusted.

—¿Meconsiderótalvezdemasiadoatrevida?—inquirí.

—Enabsoluto.Sóloque,siendoustedtantímidayretraídaporlogeneral,mepreguntéquédeformidaddemi rostro resultaba tanmagnéticaparaunosojosnormalmenteesquivos.

—¿Entiendeahoraporquélohice?

—Perfectamente.

MadameBrettonnosinterrumpióenesemomentoparahacermeunsinfínde preguntas sobre el pasado; para complacerla, tuve que revivir viejaspenalidades,explicarlasrazonesdemiaparentedistanciamiento,hablardemiluchaensolitarioconlaVida,laMuerte,elDoloryelDestino.EldoctorJohnescuchaba, pero apenas intervenía. Madre e hijo me contaron entonces loscambiosquesehabíanoperadoensusvidas:tampocolascosasleshabíanidomuybien, y su prosperidadya no era ni remotamente la de antes. Pero unamadretanvalerosa,conelapoyodeunhijoasí,teníalascualidadesnecesariasparaentablarunbuencombateconelmundoysalirfinalmentevictoriosa.ElmismodoctorJohneraunadeesaspersonasantecuyonacimientosonríenlosastros más favorables. Aunque la adversidad le presentara su lado másamargo, él la aplastaría con sonrisas. Fuerte y alegre, firme y educado;valiente, pero no temerario; podía cortejar a la mismísima Fatalidad, yconseguirqueensusojosdepiedrabrillaseunamiradacercanaalamor.

En la profesión que había elegido, su éxito estaba prácticamenteasegurado. En los últimos tres meses, había alquilado aquella casa (unpequeñochâteau,segúnmeexplicaron,amedia leguadelaPortedeCrécy);habíaelegidounlugarenelcampopensandoenlasaluddesumadre,aquiennosentababienelairedelaciudad.HabíainvitadoalaseñoraBrettonavivirconély,alabandonarInglaterra,ellahabíatraídoconsigoalgunosmueblesdelamansióndeStAnn’sStreetquenohabía juzgadoconvenientevender.Deahí mi perplejidad ante los espectros de las sillas y los fantasmas de losespejos,lasteterasylastazasdeté.

Cuandoelrelojdiolasonce,eldoctorJohninterrumpióasumadre.

—La señorita Snowe debe retirarse ahora —dijo—; está empezando a

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ponersemuypálida.Mañanameatreveréahacerlealgunaspreguntassobrelascausasdesumalasalud.Hacambiadomuchodesdeelmesdejulio,cuandolavi interpretar con gran animación el papel de un caballero muy gracioso yrefinado.Encuantoalacatástrofedeayerporlanoche,estoysegurodequehayunahistoriadetrás,perodejaremoslasindagacionesparamañana.Buenasnoches,señoritaLucy.

Así,pues,meacompañóamablementehastalapuertay,cogiendounavela,iluminóelúnicotramodeescalerasquedebíasubir.

Después de rezar mis oraciones, cuando me desvestí y me acosté en lacama, sentí que aún tenía amigos. No unos amigos que me profesaran uncariño desbordante, ni queme ofrecieran el tierno consuelo de una relaciónestrechayllenadeafinidad;perosíunosamigosalosque,poresemotivo,sepodíapedirunpocodeafectosinesperardemasiado.Amigos,porotraparte,que conmovían de forma instintiva mi corazón y despertaban en él unaincómodagratitudquenotardéenpediralaRazónquereprimiese.

«No dejes que piense mucho en ellos, ni demasiado a menudo, ni conadoración—imploré—;dejaquemeconformeconunpequeñotragodeestacorrientedevida:nodejesquecorrasedientaymeacerque impetuosaasusacogedoras aguas; no dejes que imagine su sabor más dulce que el de losmanantiales que brotan de la tierra. ¡Oh! ¡Maldita sea! ¡Ojalá puedacontentarmeconunarelaciónesporádicaycordial!Pocofrecuente,transitoria,nadaabsorbenteytranquila,¡muytranquila!»

Repitiendosincesarestaspalabras,escondíel rostroen laalmohaday laempapédelágrimas.

CapítuloXVII

LaTerrasse

Esas luchasconmicarácter, con las fuertes inclinacionesdemicorazón,pueden parecer infructuosas o triviales, pero al final resultan beneficiosas;pues tienden a dar a las acciones, a la conducta, ese rumbo que la RazónapruebayalqueelSentimiento,quizá,seoponecondemasiadafrecuencia:sinduda influyenenel tenorgeneraldeunavida,ypermiten regularlamejor,yvolvermástranquilayestablesusuperficie;yessóloenlasuperficiedondeseposalamiradadelcomúndelosmortales.Encuantoaloquequedadebajo,serámejordejarloenmanosdeDios.Elhombre,tuigual,tandébilcomotú,eindigno de juzgarle, no debe entrar jamás allí: abre la puerta al Creador,muéstrale los secretosdelespírituqueÉl tedio,pregúntalecómosobrelleva

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laspenasqueÉlteenvía,arrodíllateenSupresencia,yrezaconfeparatenerluzenlaoscuridad,fuerzaenladebilidadypacienciaenlaextremanecesidad.Tenlaseguridaddequellegarálahora,aunquequizánoseatuhora,enquelasaguasseagitarán;ydealgunaforma,aunquenosealaquetúsoñabas,olaquetucorazónqueríayporlaquesangraba,descenderáelheraldodelasalud.Lostullidos,losciegos,losmudosylosendemoniadosseránbañadosenelagua.¡Heraldo, apresúrate a venir!Cientosde ellosyacen alrededorde la piscina,llorando de desesperación al ver sus aguas inmóviles durante tantos años.Largos son los «tiempos» delCielo: las órbitas de losmensajeros del ángelpareceninfinitasalosojosmortales;puedendurarvariossiglos,yelciclodeunadeesasidasyvueltaspuedeprolongarseinnumerablesgeneraciones;yelpolvo,trasdespertaraunabreveexistenciadedoloryconvertirseotravezenpolvo, puede entretanto desaparecer de la memoria, y volver a hacerlo denuevo.¡AcuántosmillonesdelisiadoseinfeliceselprimeryúnicoángelquelosvisitaráesaquelqueenOrientellamanAzrael!

Intentélevantarmealdíasiguiente,pero,mientrasmevestía,bebiendodevez en cuando agua fresca de la carafe para combatir aquella debilidad quetantomedificultabalatarea,apareciólaseñoraBretton.

—¡Estoesabsurdo!—fuesusaludomatinal—.Deningúnmodo—añadió,y,tratándomeconlafirmezaybrusquedadquelacaracterizaban(yqueantañotantomecomplacíaveraplicadasaGraham,que se resistía enérgicamenteaellas),endosminutosmedevolvióamicautiveriodelacamafrancesa—.Tequedarásahíhastaestatarde—dijo—,sonlasórdenesquehadejadomihijoantesdesalir;ypuedoasegurartequeeselamoyhayqueobedecerle.Ahoratomaráseldesayuno.

Y lo trajo ella con sus propias manos, siempre activas, sin dejarme alcuidadodeninguna criada.Se sentó en la camamientrasyo comía.Nohaymuchaspersonas,nisiquieraentrenuestrosamigosmásrespetadosyqueridos,que nos agrade tener cerca, vigilándonos y cuidándonos tan estrechamentecomounaenfermeraasupaciente.Nosiemprelamiradadeunamigoesunaluz,nisupresenciaunalivio:perolaseñoraBrettoneratodoesoparamí;ysiempre lo había sido. Nunca disfrutaba tanto de comer y de beber comocuandoellamelodaba.Norecuerdoningunaocasiónenquesuentradaenunaestancianoalegraraelambiente.Nuestroscaracteres,preferenciasyantipatíasteníanpoco en común.Haypersonas a las que tememos secretamente, a lasque tratamos de evitar, aunque la razón nos diga que son buenas: hay otrasllenasdedefectos,juntoalasquevivimosfelices,comosinossentarabienelairequerespiran.Losalegresojososcurosdemimadrina,sutezmorena,sumanocálidaydiligente,susmodalesdecididos,sucarácterresuelto,erantanbeneficiososparamícomo laatmósferadeunclimamuysaludable.Suhijosolíallamarla«laAncianaDama»;memaravillabaverenellalavivacidadyla

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energíadelosveinticincoaños.

—Traeríamislabores—exclamó,alretirarmitazadetévacía—ypasaríatodo el día contigo si ese despótico John Graham no lo hubiera prohibidoexpresamente.«Mamá»,medijoantesdepartir,«escúchamebien,noquieroque fatiguesa tuahijadaconchismorreos»;y luegoañadióquepreferíaquemequedaseenmishabitacionesyteprivarademimagníficacompañía.Creeque has tenido unas fiebres nerviosas, Lucy, a juzgar por tu aspecto. ¿Escierto?

Lerespondíquedesconocíacuálhabíasidomienfermedad,peroquehabíasufrido mucho, sobre todo anímicamente. No me pareció convenienteprofundizar más en ese asunto, pues los detalles de cuanto había padecidoconcernían a una parte de mi existencia que no esperaba que mi madrinacompartiera. ¡A qué regiones nuevas para su naturaleza juiciosa y serena lahabría conducido semejante confidencia! La diferencia entre ella y yo seasemejaba a la de un majestuoso barco que navega seguro por un marbonancible —con una buena tripulación y un capitán risueño, valiente,aventurero y prudente— y un solitario bote salvavidas, casi todo el año ensecoensuoscurogalpón,quesóloechanalaguacuandoestallalatempestadyelmar se enfurece, cuando las nubes se encuentran con las olas, cuando elpeligroylamuertesereparteneldominiodelasgrandesprofundidades.No,elLouisaBrettonjamásabandonabaelpuertoenunanocheasí,nienunaescenasemejante: su tripulación no podía siquiera imaginarlo; así que el marineromedio ahogado del bote salvavidas guarda silencio y se niega a inventarexcusas.

LaseñoraBrettonsedespidiódemíyyomequedéfelizenlacama:¡quéamablehabíasidoGrahamalacordarsedemíantesdesumarcha!

Mijornadafuesolitaria,perolaperspectivadelapróximaveladahizosushorasmás cortas y animadas. Además, me sentíamuy débil yme alegrabapoderdescansar.Cuando transcurrieron lashorasde lamañana—esashorasque producían, incluso a los desocupados, la sensación de tener muchosasuntosquedirimirymuchas tareasque realizar, lavaga impresiónde tenerqueatenderciertasobligaciones—,cuandopasaronesashorasdeagitaciónyel silencioso atardecer acalló los pasos de las criadas en habitaciones yescaleras,mesumíenunaespeciedeensueñomuyagradable.

Mipequeñoytranquilocuartoparecíaenciertomodounacuevaenmediodel mar. No había más colores en él que el blanco y el verde pálido, querecordaban la espuma y las profundidades marinas; la cornisa blanquecinaestaba decorada con ornamentos en forma de concha, y había moldurasblancas semejantes a delfines en las esquinas del techo. Incluso el toque decolorenelalfileteroderasorojoguardabaafinidadconelcoral;yeloscuroy

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brillante espejo podría haber reflejado la imagen de una sirena. Cuandocerrabalosojos,oíaelfuerteviento,quealfinparecíaamainar,estrellándosecontra la fachadade lacasacomoeloleajecontra las rocas.Sentíacómoseacercabaantesdevolveraretirarselejos,muylejos,comounamareaquesealejara de la costa en elmundo sobrenatural: unmundo tan elevado que elembatedelasenormesolas,laviolenciadelosrompientes,sóloresonabanenaquellacasasubmarinacomounosmurmullosounacancióndecuna.

Enmedio de aquellos sueños llegó el anochecer, y aparecióMartha conunaluz;mevestírápidamenteconsuayuday,sintiéndomemuchomásfuertequeporlamañana,bajésolaalsalónazul.

EldoctorJohn,alparecer,habíaterminadosurondadevisitasantesdelohabitual;susiluetafueloprimeroquevialentrarenlaestancia;sehallabaenelhuecodelaventanaquehabíafrentealapuerta,leyendodetenidamenteelperiódicobajolaluzagonizantedelcrepúsculo.Elfuegoardíaenlachimenea,perolalámparadelamesaseguíaapagadaytodavíanohabíantraídoelté.

En cuanto a la señora Bretton, mi diligente madrina —que, según meenterédespués,habíapasadotodoeldíaalairelibre—,estabaahorarecostadaensusillón,durmiendounapequeñasiesta.Cuandosuhijomevio,vinoamiencuentro. Reparé en lo cuidadosamente que andaba para no despertar a sumadre; también me habló susurrando: su voz siempre resultaba melodiosa,peromoduladaasíparecíadestinadaacalmarmásqueainterrumpirunsueño.

—Ésteesunpequeñoytranquilochâteau—dijo,despuésdepedirmequemesentarajuntoalaventana—.Nosésiensuspaseossehabráfijadoenél;aunque,enrealidad,nopuedeversedesdelachaussée.Unamilladespuésdela Porte de Crécy, se coge un camino que no tarda en convertirse en unaavenidaqueconduce,entrepradosysombras,hastalapuertadeestacasa.Noesunedificiomoderno,estáconstruidosegúnelviejoestilodelaBasseVille.Esmásunmanoirqueunchâteau;lollamanLaTerrasseporquesufachadasealzaenunterrenoelevadocubiertodehierba,desdeelquesebajaalaavenidapor unos escalones. ¡Mire allí! Está saliendo la luna: ¡qué hermosa pareceentrelostroncosdelosárboles!

¿Dónde no parece hermosa la luna? ¿Cuál es el escenario, grandioso olimitado,quesuesferanoglorifica?Deunrosaencendido,seelevabaahorapor encima de una ladera cercana. Mientras observábamos su ascensopurpúreo, se volvió dorada y, enmuy poco tiempo, flotó inmaculada en uncieloyatranquilo.Laluzdelaluna,¿alegrabaoentristecíaaldoctorBretton?¿Despertabasuromanticismo?Creoquesí;pues,aunquenoeradenaturalezamelancólica,se leescapóunsuspiro:unsuspiroapagado,casi inaudible.Noera difícil ver cuál era elmotivo o qué buscaba; yo sabía que la belleza lohabíahechobrotaryque su idealeraGinevra.Conscientedeeso, empecéa

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pensarqueera,enciertomodo,mideberdecirelnombrequeleobsesionaba.No hay duda de que él estaba preparado para oírlo: su rostro reflejaba unintensoanhelodevertercomentarios,hacerpreguntasymanifestarinterés,unanecesidad apremiante de expresar con palabras sus sentimientos; y sólo lecontenía la turbación de no saber cómo empezar. Evitar que pasara esemalrato era lomejor, por nodecir lo único, queyopodía hacer. Sólo tenía quepronunciarelnombredesuídolo,yfluiríalatiernaletaníadelamor.Acababadeencontrarunafraseadecuada:«¿SabeustedquelaseñoritaFanshaweestádeviajeconlosCholmondeley?»,ymedisponíaaabrirloslabiosparadecirla,cuandoéldesbaratómisplanessacandootrotema.

—Lo primero que he hecho esta mañana —exclamó, guardando sussentimientosenelbolsilloytomandoasientodespuésdevolverlaespaldaalaluna—hasidoiralarueFossetteycomunicaralacuisinièrequeseencuentraustedsanaysalva,yenbuenasmanos.¿Sabequeaúnnohabíadescubiertosuausencia?Creíaqueestabaustedeneldormitoriogrande.¡Concuántoesmerodebedehaberlacuidado!

—¡Oh!Todo eso esmuy comprensible—afirmé—.Loúnico queGotonpodía hacer era traerme una pequeña tisane y un trozo de pan, y los herechazadotanamenudodurantelaúltimasemanaquelabuenamujersecansódehacerviajesinútilesdelacocinadelacasaaldormitoriodelinternado;alfinal,sóloveníaalmediodíaparahacermelacama.Leaseguro,sinembargo,que es una criatura bondadosa, a la que habría encantado preparar unascôtelettesdemoutonsiyohubierapodidocomérmelas.

—¿QuépretendíamadameBeckaldejarlasola?

—MadameBecknopodíapreverqueyocaeríaenferma.

—Creoquesusistemanerviosohasufridomucho…

—Nosémuybienenquéconsistemisistemanervioso,peromehesentidoterriblementedesgraciada.

—Loquemeimpideayudarlaconpócimasopíldoras.Losmedicamentosno pueden animar a las personas. Mi arte se detiene en el umbral de laHipocondría: se limita a mirar en su interior y contemplar una cámara detortura;peronopuededecirnihacercasinada.Lesentaríabiendisfrutardeunacompañíaalegre,noestarcasinuncasola,hacermuchoejercicio.

Miconformidadyunlargosilenciosiguieronasuscomentarios.Penséquesonabanmuybien,yveníanrespaldadosporlacostumbreyelusohabitual.

—Señorita Snowe—prosiguió el doctor John (ahora quemi salud ymisistema nervioso se habían convertido, creo que por fortuna, en tema dediscusión)—,¿mepermitepreguntarlecuálessureligión?¿Esustedcatólica?

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Alcélacabezasorprendida.

—¿Católica?¡No!¿Porquéselehaocurridosemejanteidea?

—Elmodoenquemefueconfiadaayerporlanochemehizodudar.

—¿Me confiaron a usted? Pero, es cierto, lo había olvidado… Todavíadesconozcocómoacabéensusmanos.

—Puesenunascircunstanciasquemedejaronperplejo.Habíaestadotodoel día atendiendo un caso especialmente interesante y realmente crítico; laenfermedad era rara y su tratamiento, dudoso: había visto un caso similar ytodavíamásllamativoenunhospitaldeParís;pero¿quépuedeesoimportarlea usted? Cuando, finalmente, los síntomas más alarmantes del pacienteremitieron (eldoloragudoesunodeellos),pude regresaracasa.ElcaminomáscortoatravesabalaBasse-Villey,comolanocheeraterriblementeoscura,llovíaysoplabaun fuerteviento,decidí irporél.Alpasar juntoaunaviejaiglesia de la comunidad de lasBeguinas, vi, bajo la farola del porche o delprofundoarcodeentrada,aunsacerdotelevantandoalgoensusbrazos.Habíasuficienteluzparadistinguirsusfacciones,yyoloreconocí;esunhombrequeheencontradoamenudoalacabecerademispacientes,ricosypobres,sobretodo de estos últimos. Creo que es un buen anciano, mucho mejor que lamayoría de los de su clase en este país; superior en todos los sentidos:máscultoymásconsagradoasudeber.Nuestrosojosseencontraron,mepidióquemedetuviera;loquesosteníaeraunamujer,nosésidesvanecidaoagonizante.Mebajédelcarruaje.

»—Escompatriotasuya—medijo—;sálvelasitodavíasigueconvida.

»Micompatriota,talcomodescubríalexaminarla,resultóserlaprofesoradeinglésdelinternadodemadameBeck.Estabacompletamenteinconsciente,increíblementepálida,casifría.

»—¿Quéhapasado?—preguntéalsacerdote.

»Suexplicaciónfuemuyextraña:quehabíaestadoustedaquellatardeensuconfesionario;quesuaspectoextenuadoyafligido,unidoaalgunascosasqueustedlehabíadicho…

—¿Queyolehabíadicho?¡Megustaríasaberquécosas!

—Algoespantoso,sinduda;peronomelocontó:elsecretodeconfesiónsellósuslabiosycontuvomicuriosidad.Susconfidencias,sinembargo,nolehabían indispuesto con usted; parecía tan impresionado, y lamentaba tantoimaginarlasolaporlascallesenunanochesemejante,queconsiderósudebercristianovigilarlacuandosalieradelaiglesia,ynoperderladevistahastaquellegara a casa. Es posible que el buen sacerdote, medio inconscientemente,mezclaraconeseprocederunpocode lasutilezaquecaracterizaa losdesu

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clase:talvezquisierasaberdóndevivía…¿Selodijoustedalconfesarse?

—No:porelcontrario,evitécuidadosamentedarlelamenorindicación;encuandoalodeconfesarme,doctorJohn,supongoquepensaraqueestoylocaporhaberdadoesepaso,peronopudeevitarlo: imaginoquefueculpadeloque usted llama mi «sistema nervioso». Soy incapaz de expresarlo conpalabras, pero mis días y mis noches se habían vuelto insoportables; meembargaba un sentimiento terrible de desolación: pensaba que, si no loarrancabadecuajo,seguiríacreciendohastamatarme…Delmismomodo(yestolocomprenderáustedmuybien,doctorJohn)quelasangrequepasaporel corazón busca otra vía de escape cuando un aneurisma u otra causapatológica obstruyen sus cauces naturales. Necesitaba compañía, necesitabaamistad,necesitabaelconsejodealguien.Nopodíaencontrarlosenunaalcobanienundormitorio,asíquelosbusquéenunaiglesiayenunconfesionario.Encuantoaloquedijeallí,nofueningunaconfidencia,ningúnrelato.Nohehechonadamalo:mividahasidodemasiadomonótonaparaperpetraralgunaoscuraacción,realoimaginaria; todocuantoreveléfueunaquejasombríaydesesperada.

—Lucy,deberíapasarseismesesviajando;¡sunaturalezareposadaseestávolviendotanexcitable!¡MalditaseamadameBeck!¿Acasoesarollizaviudano tiene entrañas? ¿Cómo ha podido condenar a su mejor profesora asemejantereclusión?

—NoesculpademadameBeck—exclamé—,ningúnservivientetienelaculpa,noquieroqueacuseanadie.

—Entonces,¿quiénhaobradomal,Lucy?

—Yo,doctorJohn,yo;yunagranabstracciónsobrecuyosanchoshombrosmegusta lanzarmontañasdereproches,comosi loshubieranesculpidoparasoportarsucarga:yoyelDestino.

—Puesese«yo»debecuidarsemejor enel futuro—dijoeldoctor John,sonriendo—. Un cambio de aires, un cambio de escenario; eso es lo queprescribo—continuóeljovenyprácticodoctor—.Perovolvamosalonuestro,Lucy.PèreSilas,contodosutacto(dicenqueesjesuita),nolediounconsejodemasiado atinado; pues, en vez de regresar a la rue Fossette, sus febrilesvagabundeos…Debíadetenerunafiebremuyalta…

—No,doctorJohn, la fiebrehabía remitidoaquellanoche…nofinjaquedeliraba,séquenoescierto.

—¡Muybien! ¡No hay duda de que estaba usted tan serena comoyo enestosinstantes!Susvagabundeoslallevaronendirecciónopuestaalinternado.Cerca de la iglesia de las Beguinas, bajo una lluvia torrencial y un fuerteviento, perdida enmedio de la oscuridad, se desvaneció y cayó al suelo.El

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sacerdote se apresuró a socorrerla y elmédico, como ya sabemos, pasó porallí.EntrelosdosconseguimosuncochedepuntoylatrajimosaLaTerrasse.ApèreSilas,apesardesuedad, lehabríagustadosubirlapersonalmenteenbrazos y acostarla en ese sofá. Y se habría quedado con usted hasta querecobrara el conocimiento; yo también lo hubiera hecho, pero, en esemomento, llegó un mensajero de la casa del paciente moribundo que yoacababadedejar.Serequeríannuestrosúltimosservicios:laúltimavisitadelmédico y el último sacramento del sacerdote; la extremaunción no podíaaplazarse. Père Silas y yo nosmarchamos juntos y, comomimadre estabapasando la tarde fuera, la dejamos al cuidado de Martha, a quien di unasinstrucciones que, al parecer, siguió con éxito. Y ahora, dígame, ¿es ustedcatólica?

—Aún no—respondí, sonriendo—. Espero que père Silas no se enterenunca de dónde vivo o intentará convertirme; pero dele las gracias másefusivasysincerascuandolevea,y,sialgúndíasoyrica, lemandarédineroparasusobrasdecaridad.Mire,doctorJohn,sumadreestáabriendolosojos;deberíapedirelté.

Cosaquehizo;y,mientraslaseñoraBrettonseincorporaba,sorprendidaeindignadaconsigomismaporhabersepermitidoaquellujo,ydispuestaanegarenredondoquesehubieraquedadodormida,suhijoselanzóalegrementealataque:

—¡Chist,mamá!Notedespiertes.Ereslaimagendelainocenciacuandoduermes.

—¿Cuándo duermo, John Graham? ¿De qué estás hablando? Sabes quenuncaduermodedía:sóloechabaunapequeñacabezada.

—¡Exactamente!Undulcelapsodeserafín…unsueñodehada.Mamá,enesascircunstancias,siempremerecuerdasaTitania.

—PorquetúeresigualqueBottom.

—Señorita Snowe, ¿ha conocido usted a alguien tan ingenioso comomamá?Eslamujermássagazdesutallaydesusaños.

—Guárdateesoscumplidos,caballero,yvigilatupropiatalla:parecehaberaumentadomucho. Lucy, ¿no crees que empieza a tener el aire de un JohnBull? Estaba en los huesos, y ahora adivino en él las inclinaciones de undragón… cierta propensión a devorar carne. ¡Ten cuidado, Graham! Terepudiarésiengordas.

—¡Como si pudieras repudiarte a ti misma! Soy indispensable para lafelicidadde laAncianaDama,Lucy.Languideceríade tristeza sinopudieraregañaramisseispiesdeiniquidad.Esolaanimadetalmodo,leproporciona

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tantaenergía…

El uno estaba frente al otro, cada uno a un lado de la chimenea; suspalabras no parecían amables, pero sus miradas subsanaban cualquierdeficienciaverbal.ElmayortesorodelaseñoraBrettonestabaencerradoenelpecho de su hijo; su pulso más querido latía con fuerza en el corazón deGraham. En cuanto a él, otro amor, como es natural, compartía sussentimientosconelamorfilial;y,comolanuevapasióneralamásreciente,leasignóensusemocioneslaracióndeBenjamín.¡Ginevra!¡Ginevra!¿SabíayalaseñoraBrettonantequéjovenídolosehabíapostradosuhijo?¿Lepareceríabien a ella esa elección?Yo no podía decirlo; pero estaba segura de que sihubiera visto el comportamiento de la señorita Fanshawe con Graham, laalternanciaentrefrialdadyzalamería,rechazoyseducción;sihubierapodidosospecharhastaquépuntoleponíaapruebaylehacíasufrir;sihubierapodidover,aligualqueyo,suánimoapagadoymaltrecho,ycómoellapreferíaaunsermuyinferior,ylohumillabaanteél…entoncesalaseñoraBrettonGinevralehabríaparecidoestúpidao inmoral, o lasdos cosas.Bueno… lo cierto esqueyotambiénpensabaeso.

Aquellasegundaveladatranscurriótanagradablementecomolaprimera…no,másagradablemente,enrealidad:disfrutamosdeunagrataconversación,evitamos hablar de dificultades pasadas, fortalecimos nuestra amistad; mesentí más dichosa, más a gusto, más en casa. Aquella noche, en lugar dedormirmellorando,entréenelpaísdelossueñosporunsenderorodeadodepensamientosfelices.

CapítuloXVIII

Discutimos

DurantelosprimerosdíasdemiestanciaenLaTerrasse,Grahamnuncasesentóamiladoni,ensusfrecuentespaseosporlaestancia,seacercódondeyoestabaopareciómásserioypreocupadodelohabitual;peroyopensabaenlaseñorita Fanshawe y esperé que sus labios pronunciaran ese nombre. Micabeza y mis oídos estaban siempre preparados para tan delicado tema; mipaciencia recibió la orden de no bajar nunca la guardia, y mi comprensióndeseó llenar su cornucopiaparapoderderramarla en casodenecesidad.Porfin, cierto día, después de una breve lucha interior que percibí y respeté,Grahamsedecidióahablar.Empezóahacerloconmuchadiscreción,comosiapenasleimportara.

—Heoídodecirquesuamigapasalasvacacionesviajando,¿noesasí?

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«¡Miamiga!»,pensé;peronoquisecontradecirle.Teníaquedejarleobrarasumanera;teníaqueaceptartanneciaacusación;dejaríaquefueramiamiga.Sinembargo,amododeexperimento,nopudeevitarpreguntarleaquién serefería.

—Ginevra… la señorita Fanshawe, ¿no ha acompañado a losCholmondeleyenunrecorridoporelsurdeFrancia?

—Enefecto.

—¿Seescribenustedes?

—Le sorprenderá oír que nunca se me ha ocurrido solicitar semejanteprivilegio.

—¿Havistocartasescritasdesupuñoyletra?

—Sí,algunasdirigidasasutío.

—No creo que les falte ingenio ni naïveté; hay tanta gracia y tan pocahipocresíaensualma…

—Escribe con bastante claridad cuando se dirige a monsieur deBassompierre:paraquepuedaleersusmisivasdecorrido(dehecho,lascartasde Ginevra a su rico pariente eran normalmente documentos de negocios,inequívocaspeticionesdedinero).

—¿Ysuletra?Seguroqueesbonita,ligera,femenina.

Loera,yasíselodije.

—EstoyconvencidodequelaseñoritaFanshawelohacetodobien—dijoeldoctorJohn;y,comoyonoparecíamuyentusiasmadaconsucomentario,agregó—:Usted,quelaconoce,¿hayalgoenloquenoseaperfecta?

—Sabehacermuybienvariascosas.

(«Entreotras,coquetear»,añadíparamisadentros).

—¿Cuándocreequevolveráalaciudad?—seapresuróapreguntar.

—Disculpe, doctor John, será mejor que me explique. Me siento muyhonradadequemeatribuyaungradodeintimidadconlaseñoritaFanshaweque no tengo la dicha de disfrutar, pero nunca he sido la depositaria de susplanesnidesussecretos.Encontraráasusamigosíntimosenunaesferamuydiferentealamía:entrelosCholmondeley,porejemplo.

Enrealidad,Grahamcreyóqueyosentíalosmismoscelosqueél.

—Debeperdonarla,Lucy—dijo—,yjuzgarlaconindulgencia;elbrillodelaaltasociedadlahadeslumbrado,peronotardaráendescubrirlavacuidaddeesagente,yentoncesvolveráaustedconcariñoacrecentadoydepositaráen

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usted su confianza. Conozco un poco a los Cholmondeley; son personassuperficiales,extravagantes,egoístas:puedeestarseguradequeGinevra,enelfondo,laapreciamásaustedqueaveintedesuespecie.

—Esustedmuyamable—contesté,lacónicamente.

ArdíaendeseosdenegarlossentimientosqueGrahammeachacaba,perologré sofocar las llamas.Me sometí a ser considerada la triste, humillada yviejaconfidentedeladistinguidaseñoritaFanshawe:pero,lector,fueunadurasumisión.

—Sin embargo, ya ve—prosiguió el doctor John—, puedo consolarla austed,peronoamímismo;nopuedoesperarqueGinevramehagajusticia.DeHamalesunserdespreciable,perometemoqueaellalegusta:¡vanailusión!

Mi paciencia se agotó de pronto, sin previo aviso. Supongo que laenfermedadyelagotamientolahabíandesgastadoyvueltomuyquebradiza.

—DoctorBretton—estallé—, ¡nohaymásvana ilusiónque la suya!Entodas las cuestiones es usted un hombre franco, sano, perspicaz y juicioso,menosenuna:enesaúnicacuestión,noesmásqueunesclavo.Encuantoserefiere a la señorita Fanshawe, no merece el menor respeto; y yo no se lotengo.

Melevantéysalídelsalónmuyagitada.

Esapequeñaescenatuvolugarporlamañana;teníaquevernuevamenteaGrahamalanochecer,yentoncescomprendíhastaquépuntolehabíaherido.Noeraunhombrehechode arcilla normal, ni dematerialesgroseros; si loscontornos de su naturaleza habían sido trazados con líneas gruesas yvigorosas, su interiormostraba en cambio una delicadeza casi femenina: unrefinamientomuchomayordelqueunopodíaesperar,delqueunopodíacreerinherente a él, inclusodespuésde conocerlemuchos años.Locierto esque,hasta que algún contacto demasiado brusco con sus nervios delataba unaprofunda sensibilidad, nadie adivinaba la complejidad de su carácter; sobretodo porque su temperamento no era especialmente comprensivo: percibir yentenderalvuelolossentimientosdelosdemássondoshabilidadesdiferentes;pocaspersonasatesoranlasdos,algunascarecendeambas.EneldoctorJohn,la primera de ellas alcanzaba una perfección exquisita; y, puesto que hereconocidoquenoposeíaenigualgradolasegunda,esperoqueellectortengala consideración de no exagerar y juzgarlo antipático e insensible: por elcontrario,eraunhombreafableygeneroso.Sialguienledabaaconocersusnecesidades,élabríalamano.Sialguienexpresabasudolor,élleescuchaba.Pero si alguien esperaba refinamiento en sus percepciones omilagros en suintuición, se llevaba un desengaño. Aquella noche, cuando el doctor Johnentró en la habitación y se acercó a la lámpara, comprendí con unamirada

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todoloqueocurríaensuinterior.

Quien le había llamado «esclavo» y le había manifestado su falta derespeto, debía de inspirarle sentimientos muy extraños. Es posible que elepíteto fuera justo y la falta de respeto, merecida; él no lo negaba: inclusoestuvodandovueltasaesadegradanteposibilidad.Buscóenesaacusaciónlacausa del infortunio que tanto turbaba su paz espiritual. En medio de laangustiadeun soliloquiocondenatorio, semostrógrave, talvez frío, con sumadre y conmigo. Y, sin embargo, no albergaba malos sentimientos, niguardaba rencor,nihabíamezquindaden su semblante,que, incluso sumidoenelabatimiento,seguíasiendoelmáshermosoquepuedatenerunhombre.Cuandoacerquésusillaalamesa,loquehiceenseguidaparaadelantarmealacriada,ylepaséeltécontemblorosocuidado,élmedijo:

—Gracias, Lucy—en el tono más amable que jamás había oído de sumelodiosavoz.

Yosólopodíahacerunacosa;debíaexpiarmiculpablevehemencia,oporlanochenoconciliaríaelsueño.Aquelloeraintolerable;nopodíasoportarlo:eraincapazdeenfrentarmeaél.Lasoledaddelcolegio,elsilencioconventual,lainactividad,cualquiercosameparecíapreferibleavivirenemistadaconeldoctor John. En cuanto a Ginevra, podía ponerse las alas plateadas de unapalomaodecualquierotraavevoladorayelevarsehastaelinfinito,entrelasestrellas más altas, donde la imaginación de su enamorado quisiera fijar laconstelación de sus encantos: yo jamás volvería a cuestionarlo. Estuvebastantetiempointentandoatraersumirada.Enmásdeunaocasión,susojosseencontraronconlosmíos;pero,alnotenernadaquedecir,seapartarondemí, dejándome muy frustrada. Después del té, Graham se sentó, triste ysilencioso,a leerun libro.Ojalámehubieraatrevidoasentarmecercadeél,pero tenía la sensación de que si osaba dar ese paso él no escondería suhostilidadeindignación.Estabadeseandohablarle,peronisiquierameatrevíaasusurrar.Sumadresaliódelaestancia;fueentoncescuando,empujadaporaquelinsoportablearrepentimiento,ledijeenvozmuybaja:

—DoctorBretton…

Levantólavistadellibro;susojosnoeranfríosnimalévolos,subocanoreflejabaelmenorcinismo;estabadispuestoaescucharloqueyotuvieraquedecirle: su espíritu era de una cosecha demasiado dulce y generosa paraagriarseconuntrueno.

—DoctorBretton,perdonemisimpulsivaspalabras,seloruego.

Aloírme,sonrió.

—Quizálasmerezca,Lucy.Siustednomerespeta,estoysegurodequeesporquenosoyrespetable.Metemoquesoyunnecio:debodeestarobrando

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conmuchatorpeza,pues,cuandodeseoagradar,noloconsigo.

—Vamos,nodigaeso;y,aunquefueraasí,¿seríaculpadesucarácterodelaperspicaciadeotrapersona?Pero,ahora,déjeme retirarcuantodijeenunmomento de enojo. Le respeto profundamente en todos los sentidos. Si notienemuybuenconceptodesímismo,yexageralavalíadelosdemás,¿quéesesosinounamuestradeexcelencia?

—¿AcasopuedeexagerarselavalíadeGinevra?

—Yocreoquesí;ustedcreelocontrario.Respetemosnuestrasdiferencias.Perdóneme,seloruego;esloúnicoquelepido.

—¿Piensaquepuedoguardarlerencorporunaspalabrasacaloradas?

—Veo que no lo hace, ni puede hacerlo; pero, dígame: «¡Lucy, laperdono!».Deesemodoaliviarámisufrimiento.

—Olvidesusufrimiento,aligualqueyoolvidoelmío:puesesciertoquemehirióunpoco,Lucy.Pero,ahoraquesehacalmadomidolor,nosólo laperdonosinoquemesientoagradecido;séquedesealomejorparamí.

—Tienerazón:deseolomejorparausted.

Yasíacabónuestradisputa.

Sialolargodeestaobra,lector,teparecequemiopinióndeldoctorJohnexperimenta algún cambio, espero que disculpes mi aparente falta decoherencia.Expresolossentimientosquemeasaltabanenaquellosmomentos;describosucaráctertalcomoibaapareciendoantemí.

Graham demostró la excelencia de su naturaleza tratándome a partir deentoncesconmásamabilidadqueantesdenuestromalentendido.Esmás,elmismoepisodioque, teóricamente,deberíahabernosalejadoelunodelotro,cambiódealgúnmodonuestrasrelaciones;peronoeneldolorososentidoqueyohabía previsto.Hasta entonces, siempre parecía haberse interpuesto entrelos dos algo invisible, pero frío,muy ligero y transparente, casi gélido: unaespeciedecortinadehielo.Aquellasbrevesyacaloradaspalabras,quesólolairamehabíaempujadoapronunciar,empañaronlafrágilcapadeescarchadenuestras reservas; y ahora ésta se había derretido por completo. Creo que,desde aquel día, ymientras duró nuestra amistad, jamás volvió amostrarseceremoniosoconmigo.Parecíasaberque,aunquesólohablaradesímismoydelascosasqueaélleinteresaban,misexpectativasseveíancolmadasymisdeseos, satisfechos. Por esemotivo, como es natural, seguí oyendo hablar atodashorasde«Ginevra».

¡Ginevra! A él le parecía tan hermosa y tan buena; hablaba con tantaternuradesuencanto,desudulzura,desuinocencia,queinclusoyo,apesardelobienqueconocíalarealidad,empecéaimaginarunaespeciedeaureola

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alrededordesufigura.Aunasí,lector,nadameimpideconfesarqueeldoctorJohndecíamuchastonterías;peroyomeesforcéporsersumamentepacientecon él. Había aprendido la lección: sabía lo doloroso que era para mícontrariarle,entristecerleodecepcionarle.Enunsentidonuevoymuyextraño,me volví terriblemente egoísta e incapaz de negarme la satisfacción decontentarsuánimoysometermeasuvoluntad.Seguíaencontrandodelomásabsurdoque él se empeñara endudar de su capacidadpara ganar al final elcorazóndelaseñoritaFanshawe,yquesedesesperaraporello.Meobstinéenla idea de que ella sólo coqueteaba con él paramortificarle y de que, en elfondo,codiciabatodasycadaunadesuspalabrasydesusmiradas.AvecesGrahammehostigaba,apesardemideterminacióndeescucharysoportar;y,enmediodelplacerindescriptibleyagridulcedeescucharysoportardeaquelmodo,élgolpeabahastatalpuntoenelpedernalquesosteníamifirmezaqueparecíansaltarchispas.Ciertodíaledije,conelfindeaplacarsuimpaciencia,que estaba convencida de que la señorita Fanshawe tenía intención deaceptarleenelfuturo.

—¿Convencida? Es fácil decirlo, pero ¿en qué se basa usted paraafirmarlo?

—Enalgodecisivo.

—Vamos,Lucy,¡dígameenqué!

—Losabeustedtanbiencomoyo;y,conociendolarespuesta,doctorJohn,mesorprendesobremaneraquenodeposite todasuconfianzaen lafidelidaddelaseñoritaFanshawe.Dudarenestascircunstanciasescasiuninsulto.

—Está empezando a hablar muy deprisa y a quedarse sin aliento; pero,antes de callarse, tiene que darme una explicación… una explicacióndetallada:seloexijo.

—Se la daré, doctor John. En algunos casos, es usted un hombreespléndido y generoso: un adorador siempre preparado con su ofrendaexpiatoria; si père Silas algún día le convierte al catolicismo, le daráabundanteslimosnasparasuspobres,llenarádecirioselaltar,yadornaráconesmerolacapilladesusantafavorita:Ginevra,doctorJohn…

—¡Chist!—exclamó—.Nosiga.

—Nopiensocallarme,ymepropongoseguir:hallenadoustedlasmanosdeGinevramásvecesdelasqueyopuedocontar.Habuscadoustedparaellalas floresmáscostosas; sehaestrujado lacabezapara idear los regalosmásdelicados: esos que sólo lasmujeres saben imaginar; y, además, la señoritaFanshaweposeeunaseriedeaderezosquemuestranquesugenerosidadrayaenlaextravagancia.

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El pudor que Ginevra nunca había manifestado en aquel asunto hizoenrojecerelrostrodesuadmirador.

—¡Quétontería!—exclamó,dandounviolentocorteconmistijerasaunamadeja de seda—. Se los regalé porque quería: ella me hizo un favor alaceptarlos.

—Lehizomásqueunfavor,doctorJohn:secomprometióadarlealgoacambio;y,sinopuedeofrecerlesucariño,deberíaentregarleunosrouleauxdemonedasdeoro,comosisetrataradeunnegocio.

—Pero usted no la comprende; es demasiado desinteresada parapreocuparsedemisregalos,ydemasiadoingenuaparaadivinarsuvalor.

Meechéa reír:habíaoídocomentar aGinevraelpreciodecada joya;ysabíabienque,apesardesujuventud,lasdificultadeseconómicas,elvalordeldinero,ylosplanesyesfuerzosparaconseguirlo,habíansidoduranteañossumayorestímuloyelcentrodesuspensamientos.

—Debería haberla visto —prosiguió él— cuando yo dejaba algunanimiedad en su regazo; tan fría, tan indiferente: no mostraba el menorentusiasmo,nimirabaelobsequiocomplacida.Sóloaregañadientes,paraquenomesintieradolido,mepermitíacolocarel ramillete juntoaellay talvezaccedía a llevárselo. Y, cuando lograba ponerle una pulsera en su brazo demarfil,pormuybonitaquefuera(yyosiempreelegíacuidadosamenteunaqueme gustara y que, por supuesto, no careciera de valor), los destellos nuncadeslumbrabansusbrillantesojos:apenasdirigíaunamiradaamiregalo.

—Entonces, naturalmente, como no sabía apreciarlo, ¿se lo quitaba paradevolvérselo?

—No; era demasiado buena para rechazarlo. Se dignaba olvidar micomportamiento, y se quedaba con el regalo con una indiferencia propia deuna dama. En esas circunstancias, ¿cómo puede un hombre considerar unindicio favorable la aceptación de sus regalos? Por mi parte, aunque leofrecieratodoloquetengoylaseñoritaFanshaweloaceptase,estangrandesu incapacidad de dejarse influir por consideraciones sórdidas que no meatreveríaapensarquetaloperaciónibaaacercarmeunsolopasoaella.

—DoctorJohn—empecéadecir—,elamoresciego…

Pero en ese instante reconocí en sus ojos azules un brillo de ironía;merecordólosviejostiempos,merecordósuretrato:mellevóapensarqueunaparte,almenos,desuconvencimientode lanaïvetéde laseñoritaFanshaweerafingido;ymehizosuponerquetalvez,apesardesupasiónporlabellezade Ginevra, su apreciación de las flaquezas de la joven fuera menosdesacertada,máslúcidadeloquesuspalabrasreflejaban.Despuésdetodo,es

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posible que sólo se tratara de una mirada casual o de una impresiónmomentánea. Fortuita o intencionada, real o imaginaria, puso fin a nuestraconversación.

CapítuloXIX

Cleopatra

Mi estancia en La Terrasse se prolongó quince días más cuando lasvacaciones llegaron a su término. La señora Bretton se las ingenió paraprocurarme ese descanso. Después de que su hijo dictaminara un día que«Lucynoestabaaúnlobastantefuerteparavolveralpensionnat»,mimadrinasedirigióalarueFossette,tuvounaentrevistaconladirectorayconsiguiósupermiso,conelpretextodequeelreposoyelcambioerannecesariosparamicompletorestablecimiento.Aestosiguió,sinembargo,unactodecortesíadelqueyohabríapodidogustosamenteprescindir; a saber: la visita demadameBeck.

Estadamallegóunhermosodíaalchâteauenuncochedepunto.Supongoque había decidido ver qué clase de lugar habitaba el doctor John. Segúnparece, el bonito emplazamiento y la elegante decoración interior superaronsusexpectativas;madameBeckelogió todo loquevio,declaróqueel salónazulera«unepiècemagnifique»,mefelicitóefusivamenteporlaadquisiciónde unos amigos «tellement dignes, aimables, et respectables», me dedicó,asimismo,algunoscumplidosy,cuandollegóeldoctorJohn,corrióasaludarloradiante,abriendoalmismotiempounfuegodeatropelladaspalabras,enlasquesemezclabanfelicitacionesycomentariossobresu«château»y«madamesamère,ladignechâtelaine»,ytambiénsobresubuenaspecto,alquesindudafavorecía la sonrisa bondadosa y divertida con la que siempre escuchaba elfrancésfluidoyexuberantedemadame.Enpocaspalabras,madamebrillóentodosuesplendoraqueldía,yentróysaliócomounaverdaderagiránduladecumplidos,alegríayafabilidad.Conelfindehacerleunaspreguntassobreelinternado, la seguí hasta el carruaje ymiré en su interior cuando ella tomóasientoy laportezuelaestuvocerrada.Enaquella fracciónde segundo, ¡quécambio había experimentado! Unos instantes antes todo eran risas yanimación; ahora semostrabamás severa que un juez ymás grave que unsabio.¡Quémujertanextraña!

RegreséalacasaymeburlédeldoctorJohnporladevociónqueinspirabaenmadame. ¡Se desternillaba de risa! ¡Cuánto alborozo reflejaban sus ojosmientras recordaba susmejores frases y las repetía, imitando su locuacidad!Teníaungransentidodelhumoryeralamejorcompañíadelmundo…cuando

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lograbaolvidaralaseñoritaFanshawe.

«Sentarsealdulceyapaciblesol»dicenqueesexcelenteparalaspersonasdébilesyenfermas;lesproporcionafuerzavital.CuandolapequeñaGeorgetteBecksehallabaconvaleciente,yosolíacogerlaenbrazosypasearconellaporeljardín;ymesentabaconellabajounaparraqueelsoldelmediodíahacíamadurar:ysusrayosacariciabanelpálidocuerpecitodelaniñaconlamismasabiduríaqueendulzabanyengordabanlosracimosdeuvas.

Hay temperamentos alegres, entusiastas, afables, cuya influencia resultatanbeneficiosapara los pobres de espíritu como la luzdel sol para losmásfrágiles.EntreesasnaturalezassuperioresestabansindudaeldoctorBrettonysu madre. A los dos les gustaba contagiar su felicidad, al igual que otrosdisfrutancausandosufrimiento;y lohacíandeformainstintiva,sinelmenoralboroto y, en apariencia, sin ser demasiado conscientes: complacían a losdemásespontáneamente.Mientrasestuveconellos,todoslosdíaspropusieronalgúnpequeñoplanqueresultódelomásplacentero.AunqueeldoctorJohnestabamuyocupado,selasarreglabaparaacompañarnosennuestraspequeñasexcursiones. No sé cómo atendía sus compromisos; eran muy numerosos,pero,graciasasubuenaorganización,conseguíatenerunashoraslibrestodoslosdías.Amenudolevitrabajarduramente,perosusesfuerzosraravezeransobrehumanos; y jamás estaba irritado, confundido o agobiado. Hacíacualquiercosaconlafacilidadylaeleganciadequienposeefuerzasuficienteparatodo;conelinmensoregocijodeunaenergíainagotable.

Dejándome guiar por ellos, conocí, durante aquella feliz quincena, máscosasdeVillette,desusalrededoresydesushabitantesqueenlosochomesesque llevaba en la ciudad. Graham me enseñó los lugares de interés, cuyosnombresnisiquierahabíaoídomencionar;yconinteligenciayentusiasmomeinformódecuantodebíasaber.Noparecíacostarlenadahablarconmigo,yyosiempredisfrutéescuchándolo.Notratabalostemasvagaofríamente;raravezgeneralizaba, jamás resultaba aburrido. Los detalles divertidos le gustabantantocomoamí;eramuyobservador,ynoparecíaescapárselenada.Poresosuconversaciónera taninteresante;yelhechodequesusopinionessalieranespontáneamentedeél,enlugardesacarlasorobarlasdeloslibros—verdadesasecas,comentariostrillados,apreciacionespocooriginales—,proporcionabauna frescura a sus palabras tan excepcional como grata. Ante mis ojos,asimismo,sucarácterparecíadesplegarunafacetadesconocida;trasladarseaundíamásradiante:levantarseenunnuevoynobleamanecer.

Su madre atesoraba una gran bondad, pero la de Graham era aún másexcepcional.AlacompañarlealaBasse-Ville—elbarriomáspobreypobladodelaciudad—,descubríquesusvisitaserantantolasdeunfilántropocomolas de un médico. No tardé en comprender todo el bien que hacía entreaquellosdesgraciados,sinperderlaalegría,deformahabitual,ysinatribuirse

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ningúnmérito por sus acciones. Las clases bajas lo adoraban; los pacientespobresdehospiciosyasiloslorecibíanconentusiasmo.

Pero¡unmomento!Nodebopermitirqueelfielnarradordegenereenunparcial panegirista. Sé muy bien que el doctor John no era perfecto, comotampoco lo soy yo. La falibilidad humana impregnaba todo su ser: cuandoestabaconél,nopasabaunahora,nisiquieraunmomento,sinquealgunodesus actos, palabras o miradas delatara algo que no era divino. Un dios nopodríatenerlacruelvanidaddeldoctorJohn,nisuocasionalligereza.Ningúnserinmortalsehabríaasemejadoaélensuolvido,esporádicoypasajero,detodoloquenofueraelpresente…ensupasiónfugazporesepresente;ynoesque lo dedicara, burdamente, a los placeres materiales, pero sí sacabaegoístamente de él cuanto pudiera robustecer su amor propiomasculino: legustabaalimentaresesentimientovoraz,sinpensarenelpreciodelforraje,niimportarleloquecostarasatisfacerlo.

EsperoqueallectornolepaseinadvertidalaaparentecontradicciónentrelasdosdescripcionesquehedadodeGrahamBretton,lapúblicaylaprivada,ladepuertasafuerayladepuertasadentro.Enlaprimeradeellas,laalejadade la intimidad, semuestra olvidadode símismo; tanmodesto a la horadedesplegarsusenergíascomoserioyconcienzudoensutrabajo.Enlasegunda,la hogareña, es perfectamente consciente de lo que tiene y de lo que es; lecomplacen los halagos, los busca con temeridad y los recibe con ciertoengreimiento.Ambosretratosrespondenalarealidad.

Era casi imposible hacer algo para el doctor John sin que se enterara.Cuando creías haber acabado en secreto alguna pequeña sorpresa para él,pensando que, como los demás hombres, haría uso de ella sin preguntar suprocedencia, te sorprendía con algún risueño comentario que indicaba quehabíaseguidoel trabajodeprincipioafin:quehabíaadivinadoelpropósito,observadosuprogresoycelebradosutérmino.Legustabaquelemimarandeese modo, y dejaba que el gozo brillase en su mirada y jugueteara en suslabios.

Todoesohabríaestadomuybiensinohubieraañadidoaesasbondadosasy discretas pruebas cierta obstinación en saldar lo que él llamaba deudas.Cuando su madre hacía algo para él, le pagaba derrochando vitalidad, conmuestras de afecto incluso mayores de lo que ya era su alegre, burlona ycariñosacostumbre.SidescubríaqueLucySnowehabíarealizadoalgunatareasimilar,organizaba,pararecompensarla,algúnamenopasatiempo.

ConfrecuenciamedejabaasombradasuperfectoconocimientodeVillette;un conocimiento que no se limitaba a sus calles, sino que se extendía agaleries, salles y cabinets: parecía tener el «¡Ábrete, Sésamo!» de todas laspuertas que encerraran algún objeto digno de contemplarse, de todos los

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museosylassalasconsagradosalarteoalaciencia.Nuncaestuvemuydotadaparalaciencia,perouninstintociego,profundoymuyprimariomeinclinabaalarte.Megustabavisitar laspinacotecas,ymeencantabaquedarmeasolasenellas.Encompañíadeotros,mipenosaidiosincrasiameimpedíavermuchoosentiralgo.Cuandoteníaquehablardeloqueveíaconpersonasqueapenasconocía,alamediahoramesentíaexhausta,nosóloporelagotamientofísicosino también por una completa incapacidad intelectual. En la terribleexperiencia de una visita colectiva a una exposición de cuadros, unemplazamiento o edificio histórico, o cualquier lugar de interés general,siempre había un niño bien educado o un adulto muy erudito que meavergonzabaconsusprofundosconocimientos.EldoctorBrettonmeparecíaun excelente cicerone; me llevaba temprano, antes de que las galerías ymuseos se llenaran, me dejaba allí dos o tres horas y volvía a recogermecuandoterminabasusvisitas.Entretanto,yoerafeliz;nosóloadmirandoloscuadros, sino también examinándolos, intentando descubrir sus entresijos yllegandoaconclusiones.Alprincipiodeesasvisitashuboalgúnmalentendidoy, por consiguiente, alguna lucha entre elQuerer y el Poder. La primera deestasfacultadesexigía laaprobaciónde todoloqueseconsiderabaortodoxoadmirar; lasegundase lamentabadesuprofunda incapacidadparapagaresetributo;ysehostigabayburlabadesímismapararefinarsusgustosyavivarsu entusiasmo. Cuanto más se reprendía, sin embargo, más le costabadeshacerseenelogios.Aldescubrir,pocoapoco,queunatremendasensacióndefatigaeraelúnicoresultadodeaquellosconcienzudosesfuerzos,empecéapensar en la posibilidad de abandonar tan ardua labor, y decidí que podíahacerlo;demodoquemesumíenunaplacenteracalmadelantedenoventaynuevedeciendeloscuadrosexpuestos.

Tenía la impresión de que una pintura buena y original era tan pocofrecuentecomounlibrobuenoyoriginal;yacabédiciéndomesinmiedoanteciertas chefs-d’oeuvre firmadaspor grandesmaestros: «No se parecenni unápice a la naturaleza. La luz del día nunca ha tenido ese color; y ni lastempestadesnilasnubeslahanvueltojamástanmortecinacomoaparecebajoese cielo índigo; y ese índigo no es el éter, y esa oscura maleza no sonárboles». Varias mujeres rollizas con aire satisfecho, muy bien dibujadas,estabanmuylejosdeparecersealasdiosasquecreíanrepresentar.Infinidaddepequeños cuadros flamencos, minuciosamente acabados, y de bosquejos,excelentes para las revistas demoda, en los que se veían trajes de lasmáshermosastelas,manifestabanunalaboriosidadmuyencomiablesingularmenteaplicada. Y, sin embargo, había aquí y allá fragmentos de verdad quesatisfacíanalaconciencia,yrayosdeluzquealegrabanlavista.Lafuerzadelanaturalezaserevelabaenunatormentadenieveenloaltodeunamontaña;y toda su gloria emergía en un día cálido y soleado.La expresión de ciertoretratoreflejabaconperspicaciasuverdaderocarácter;elrostrodeuncuadro

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histórico,consunotorioparecidofilial,nosrecordabaasombrosamentequeungeniolehabíadadovida.Yoamabaesasexcepciones:paramíseconvirtieronenalgomuyquerido.

Ciertodía,bastantetempranoporlamañana,meencontrécasisolaenunagalería,delantedeuncuadrodecolosalesdimensiones,muybieniluminadoyprotegidoporuncordón,frentealquehabíancolocadouncómodobancoparalosentendidosque,despuésdeadmirarlodepie,quisieranhacerlo sentados:aquellatelaparecíaconsiderarseasímismalareinadelacolección.

Representabaaunamujer,detamañoconsiderablementemayorqueelreal,pensé.Calculéqueaquelladama,enunabalanzadestinadaalarecepcióndegrandesmercancías,pesaríaindefectiblementeentrecatorceydieciséisstones.Lo cierto es que estaba muy bien alimentada: debía de haber consumidomuchacarne,ademásdepan,verdurasylíquidos,paraalcanzaraquellaalturay anchura, aquella masa de músculos, aquella abundancia de carnes. Yacíarecostada enun sofá, seríadifícil decir porqué.La luzdel díabrillaba a sualrededor;parecíagozardebuenasaludysersuficientementefuerteparahacerel trabajo de dos cocineras; no podía alegar lamenor dolencia en la espinadorsal;tendríaquehaberestadodepieo,porlomenos,sentadamuyerguida.Nada justificaba que pasara la mañana holgazaneando en un sofá. Tendría,asimismo,quehabersevestidodecentemente,yllevaruntrajequelacubriesecomoeradebido,algomuyalejadode la realidad:se las ingeniabaparaqueunagrancantidadderopajesytelas—yodiríaquemásdeveintisieteyardas—resultaran insuficientes para lograrlo. En cuanto al terrible desorden que larodeaba,parecíainexcusable:enprimerplano,habíavasijasycacharros(quizádeberíadecirjarronesycopas)tiradospordoquier;unagrancantidaddefloresmarchitas se entremezclaban con ellos, y una masa caótica y absurda decortinajes cubrían el sofá y se amontonaban en el suelo. Al consultar elcatálogo,descubríqueeltítulodeaquellanotableobraeraCleopatra.

Puesbien, estabayo sentadacontemplándolaconasombro (yaquehabíaunbanco,meparecióoportunoaprovecharlo),pensandoque,aunquealgunosdetalles—lasrosas,lascopasdeoro,lasjoyas,etc…—estabanpintadoscongracia,elconjuntoeraunadefesio;lasala,casivacíaamillegada,empezabaallenarse.Sindarmecuentadeeso(puescarecíade importanciaparamí),mequedéenmiasiento;másparadescansarqueparaexaminaraaquellaenormereina gitana de tez oscura, de la que pronto me aburrí. Dirigí entonces lamiradahaciaunospequeñosbodegones, realmenteexquisitos: floresyfrutossilvestres,ynidoscubiertosdemusgo,repletosdehuevoscomoperlasenunaguaverdemarycristalina;colgabanhumildementebajoaqueltoscoyridículolienzo.

Deprontosentíunaligerapalmadaenelhombro.Mevolvísobresaltadayviunrostroqueseinclinabahaciamí;unrostroceñudo,casiindignado.

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—Quefaites-vousici?—dijounavoz.

—Mais,monsieur,jem’amuse.

—Vousvousamusez!Etàquoi,s’ilvousplait?Maisd’abord,faites-moileplaisirdevouslever:prenezmonbras,etallonsdel’autrecôté.

Hiceloquemepedía.NoparecíaprobablequemonsieurPaulEmanuel(setratabadeél),asuregresodeRoma,yahoraunhombreviajado,estuvieramásdispuesto a tolerar una insubordinación que antes de que esa distinciónadornarasussienes.

—Permítamequelalleveconsugrupo—exclamó,mientrascruzábamoslasala.

—Notengogrupo.

—¿Noestarásola?

—Sí,monsieur.

—¿Havenidosinnadiequelaacompañe?

—No,monsieur.MetrajoeldoctorBretton.

—EldoctorBrettonysumadre,comoesnatural…

—No;sóloeldoctorBretton.

—Y¿ledijoquemiraraesecuadro?

—Deningúnmodo:lodescubríyosola.

MonsieurPaulteníaelpelotancortocomoelplumóndeuncuervo;delocontrarioestoyseguradequeselehabríaerizado.Aladivinarsuspropósitos,experimentéciertoplacerenconservarlacalmaysacarlodequicio.

—¡Elatrevimientoisleñoesrealmentepasmoso!—exclamóelprofesor—.SingulièresfemmesquecesAnglaises!

—¿Quéocurre,monsieur?

—¿Mepreguntaquéocurre?¿Cómoseatreveusted,tanjoven,asentarseycontemplardescaradamenteesecuadroconlaflemadeungarçon?

—Esunlienzohorrible,peronoentiendoporquénopuedomirarlo.

—Bon!Bon!Serámejorquecambiemosdetema.Peronotendríaqueestaraquísola.

—Y¿sino tengocompañía…nigrupo, comodiceusted?Además, ¿quéimportanciatienequeestésola?Nadiesemeteconmigo.

—Taisez-vous, et asseyez-vous là… là!—dijo colocandouna silla enun

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rincónespecialmentesombrío,delantedeunoscuadrossinelmenorinterés.

—Mais,monsieur…

—Mais,mademoiselle,asseyez-vous,etnebougezpas—entendez-vous?Jusqu’àcequ’onviennevouschercher,ouquejevousdonnelapermission.

—Queltristecoin!—exclamé—.Etquelslaidstableaux!

Ylociertoesqueeranespantosos;setratabadeunaseriedecuatroqueelcatálogodenominabaLavied’unefemme.Estabanpintadosenunestilomuypeculiar:monótono,sinvida,pálido,formal.EnelprimeroseveíaaunaJeuneFillesaliendodelaiglesia,conelmisalenlamano,unvestidomuyrecatado,los ojos bajos y los labios fruncidos: la imagen de la más joven, infame yprecoz hipócrita. En el segundo, una Mariée, con su largo velo blanco,arrodillada en un reclinatorio de su alcoba, con lasmanos juntas, dedo condedo, mostrando el blanco de los ojos del modo más exasperante. En eltercero, una JeuneMère, con la cabeza inclinada con desconsuelo sobre unbebé arcilloso e hinchado, con un desagradable rostro de luna llena. En elcuarto,unaVeuve,vestidadenegroyllevandoaunaniñatambiénenlutadadelamano, contemplandounmausoleo francés enun rincónde algúnPèreLaChaise.AquelloscuatroAngeserantorvosygrisescomoladrones,fríosysinvida como fantasmas. ¡Quémujeres! ¡Quién podría vivir con ellas! ¡Falsas,malhumoradas,necias,sinsangreenlasvenas!TanmalasasumaneracomoCleopatra,laenormeeindolentegitana.

Era imposible centrar la atención mucho tiempo en aquellas obrasmaestras,asíque,pocoapoco,desviélamiradayempecéaobservarelrestodelasala.

Unamultituddeespectadores seapiñabadelantedelgigantesco lienzoalquemehabíanprohibidoacercarme;casilamitaderanmujeres,peromonsieurPaul me explicó después que se trataba de dames, y que ellas podíancontemplar lo que ninguna demoiselle debía siquiera entrever. Le dijeclaramentequenoestabadeacuerdoconsuteoría,quenolacomprendía;yél,con su habitual despotismo, se limitó a pedirme que guardara silencio y acensurar mi impetuosidad e ignorancia. Jamás ha ocupado el puesto deprofesorunhombrecillomástiránicoquemonsieurPaul.Medicuenta,dichoseadepaso,dequeélmirabaelcuadroconlamayortranquilidadyduranteunbuenrato:nodejaba,sinembargo,defijarseenmídevezencuando,supongoque para asegurarse de que yo obedecía las órdenes y respetaba los límites.Pocodespués,volvióaacercarseamí.Queríasabersihabíaestadoenferma,puesesohabíaoído.

—Sí,peroyaestoymuyrecuperada.

—¿Dóndehapasadolasvacaciones?

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—Casi todo el tiempo en la rue Fossette; una pequeña parte en casa demadameBretton.

—TengoentendidoqueladejaronsolaenlarueFossette,¿esesocierto?

—No estaba completamente sola: Marie Broc (la crétine) se hallabaconmigo.

Seencogiódehombros;lasexpresionesmásvariadasycontradictoriassereflejaronensurostro.MonsieurPaulconocíabienaMarieBroc;jamásdabaclasealtercercurso(eldelasalumnasmenosadelantadas)sinquesedesataraenélunferozconflictodesentimientosantagónicos.Elfísicodelaniña,susmodales repulsivos, su temperamento casi siempre rebelde, le sacaban dequicioy le inspirabanunaprofundaaversión; sentimientoqueno tardabaenarraigar en él cuando se atentaba contra su buen gusto o se contrariaba suvoluntad. Por otra parte, la desgracia de aquella criatura pedía a gritos sutoleranciaycompasión…algoquesunaturalezaeraincapazdepasarporalto;de ahí que se libraran casi a diario en su interior aquellas batallas entre laimpacienciaylarepugnancia,porunlado,ylamisericordiayelsentidodelajusticia,porotro.Dichoseaensuhonor,raravezpredominabanlosprimerossentimientos,y,cuandoasíocurría,monsieurPaulmostrabaunafacetadesucarácter verdaderamente temible. Sus pasiones eran desbordantes, y susamores y sus odios igualmente intensos; a pesar de sus esfuerzos pordominarseeraincapazdedisimularsuvehemencia.Conesetemperamento,esfácil suponerquemonsieurPaul suscitaba temory antipatía en todaspartes;pero era un error temerle, pues nada le irritaba tanto como elmiedo de unespíritu receloso;y loquemás leapaciguabaeraunamezcladeconfianzaydulzura. Para llegar al fondo de esos sentimientos, sin embargo, había quecomprenderbiensunaturaleza;yéstaresultababastanteenigmática.

—¿Qué tal se las arregló conMarieBroc?—preguntó, después de unosminutosdesilencio.

—Hicecuantopude,monsieur;¡peroeraterribleestarasolasconella!

—Entonces, ¡su corazón es débil! Le falta a usted valor; y, tal vez,compasión.Noposeelascualidadesqueprecisaunahermanadelacaridad.

(Asumanera,eraunhombrereligioso:sualmareverenciabalaabnegaciónyelsacrificioquepredicabalareligióncatólica).

—Nolosé:lacuidélomejorquepude;pero,cuandosutíavinoabuscarla,mesentímuyaliviada.

—¡Ah!Esustedunaegoísta.Haymujeresquetrabajanenhospitalesllenosdedesgraciadoscomoella.¿Podríahaceralgoasí?

—¿Podríahacerlousted,monsieur?

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—Lasmujeresmerecedorasdeesenombredeberíansuperarconcrecesalos hombres, siempre torpes, débiles y demasiado indulgentes con nosotrosmismos,enelcumplimientodeesastareas.

—La lavaba, la vestía, procuraba que no se ensuciara, intentabaentretenerla;peroella,envezdehablar,mehacíatodaclasedemuecas.

—¿Creehaberhechograndescosas?

—No;perohicecuantoestabaenmismanos.

—Entonces sus fuerzas sonmuy limitadas, porque, por ocuparse de unaidiota,cayóenferma.

—No fue ésa la causa demi dolencia,monsieur; he tenido unas fiebresnerviosas:miespíritusehallabaenfermo.

—Vraiment!Vousvalezpeudechose.Notieneustedmaderadeheroína;suvalornoessuficienteparasostenerlaensoledad;sólo le infundebastanteatrevimientoparamirarconsangrefríaloscuadrosdeCleopatra.

Habría sido fácil enojarmepor el tonohostil yburlóndemonsieurPaul.Peronuncamehabíaenfadadoconél,ynodeseabaempezarahora.

—¡Cleopatra! —repetí, sin inmutarme—. También monsieur ha estadocontemplándola;¿quépiensadeella?

—Cela vaut rien —respondió—. Une femme superbe - une tailled’impératrice,desformesdeJunon,maisunepersonnedontjenevoudraisnipour femme, ni pour fille, ni pour soeur.Aussi vousne jeterezplus un seulcoupd’oeildesacôté.

—Pero si la he mirado repetidas veces mientras usted hablaba: la veoperfectamentedesdeesterincón.

—Vuélvasehacia laparedyestudieesoscuatrocuadrossobre lavidadeunamujer.

—Disculpe, monsieur Paul; son demasiado horribles: pero, si a usted legustan,permítamecederlemisitioparaquepuedaadmirarlos.

—Mademoiselle—dijo,esbozandounamediasonrisa,oloqueélentendíaportal,aunquenoeramásqueungestohoscoyapresurado—.Laspersonascomousted, criadasenelprotestantismo,medejanestupefacto.Ustedes, lasmujeres inglesas, son capaces de caminar sin vigilancia y con todatranquilidad entre las rejas de un arado al rojo vivo, y escapan de ellas sinsufrir daño. Creo que, si alguna de ustedes fuera arrojada al horno másardientedelreyNabucodonosor,saldríasindespedirsiquieraoloraquemado.

—Monsieur,¿tendríalaamabilidaddemoverseunpocohaciaunlado?

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—¿Cómo?¿Quéestámirandoahora?¿Notendráalgúnamigoentreaquelgrupodejóvenes?

—Esocreo…Sí,veoaunapersonaconocida.

De hecho, había vislumbrado una cabeza demasiado hermosa paraperteneceraalguienquenofueraeldistinguidocoroneldeHamal.¡Quétestataneleganteyrefinada!¡Quéfiguratanperipuestayacicalada!¡Quémanosypiestanfemeninos!¡Conquédelicadezasellevabaelmonóculoaunodesusojos! ¡Con cuánta admiración contemplaba a Cleopatra! Y luego ¡quéencantadorassusrisitasdisimuladasysuscuchicheosconelamigodeallado!¡Qué hombre tan juicioso! ¡Qué gusto tan exquisito y qué tacto el de aquelcaballero! Estuve observándolo casi diez minutos, y me di cuenta de queaquellaoscuraycorpulentaVenusdelNiloloteníahechizado.Yoestabataninteresada por lo que hacía, tan absorta intentando descubrir su carácter porsus ademanes y miradas, que me olvidé temporalmente de monsieur Paul;mientrastanto,ungruposeinterpusoentrelosdos;aunqueesposiblequelosescrúpulosdelprofesorhubieranrecibidootrogolpeaúnpeorporculpademiensimismamiento, y él hubiera preferido alejarse: en cualquier caso, cuandovolvíamirar,sehabíaido.

Alproseguir labúsqueda,misojosnose tropezaronconél sinoconotrasiluetamuydiferente,quedestacabaentrelamultitudtantoporsualturacomoporsuporte.ViacercarsealdoctorJohn,ysurostro,sufiguraysucoloridoerantandistintosdeloscuro,cáusticoymenudoprofesorcomoelfrutodelasHespérides de la endrina en elmatorral; o como el valeroso y dócil caballoárabe del tosco y obstinado poni de Shetland. Trataba de averiguar miparadero, pero todavía no había escudriñado el rincón dóndemonsieur Paulacababadedejarme.Mequedéquieta;queríaobservarlounpocomás.

Se acercó a Alfred de Hamal; se detuvo cerca de él; pensé que lecomplacía mirar por encima de su cabeza; el doctor Bretton contempló,asimismo, a Cleopatra. Dudo que fuera de su gusto: no sonrió tontamentecomoelpequeñoconde;suslabioshicieronungestodedesdén,laexpresiónde sus ojos fue de frialdad; se apartó discretamente a un lado, dejando sitioparaqueotrosseaproximaran.Comprendíquemeesperabay,poniéndomeenpie,fuiasuencuentro.

Dimosunavueltaporelmuseo;eramuyagradablevisitarloconGraham.Meencantabaoírsusopinionessobrecuadrosylibros,porque,sinpretenderser un entendido, expresaba supropioparecer, que siempre eraoriginal: suscomentarios eran con frecuencia justos y atinados. También era muy gratocontarlealgunascosasqueélnosabía…¡escuchabadeunmodotancortésyeducado!Noparecíatemerque,alinclinarsuhermosaybrillantecabezapararecibir las confusas y balbuceantes explicaciones de una mujer, pudiera

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peligrar sudignidadmasculina.Ycuando él puntualizaba algo, lohacía conunalúcidainteligenciaquedejabasuspalabrasgrabadasenlamemoria:jamásolvidéningunadesusobservaciones,ningunodesuscomentarios.

Cuandosalimosalacalle,lepreguntéquéopinabadelcuadrodeCleopatra(despuésdehacerlereírcontándolecómoelprofesorPaulEmanuelmehabíaenviado a un rincón, y demostrarle la dulce serie quemehabía aconsejadomirar).

—¡Bah! —exclamó él—. Mi madre es mucho más guapa. He oído aalgunospetimetresfrancesesreferirseaellacomoletypeduvoluptueux;siesasí, lo único que puedo decir es que le voluptueux no es de mi gusto.¡CompareaesamulataconGinevra!

CapítuloXX

Elconcierto

Unamañana,laseñoraBrettonentróprecipitadamenteenmicuartoymepidióqueabrieraloscajonesyleenseñaramisvestidos;laobedecíensilencio.

—Está bien —dijo ella, después de inspeccionarlos—. Necesitas unonuevo.

Saliódelacasayregresóenseguidaconunamodista.Leordenóquemetomaralasmedidas.

—Voyaelegirun trajedemigusto—exclamó—;obraréamiantojoenestepequeñoasunto.

DosdíasdespuésllegóaLaTerrasse…¡unvestidorosa!

—No es para mí—me apresuré a decir, sintiendo que sería casi comodisfrazarmededamachina.

—¿Qué no es para ti? —repuso mi madrina, añadiendo con su firmedeterminación—:Yaveráscómoteloponesestamismanoche.

Pensé que no lo haría; pensé que ninguna fuerza humana lograríaconvencerme. ¡Un vestido rosa! No lo reconocía como mío. Él no mereconocíacomodueña.Nisiquieramelohabíaprobado.

Mimadrina decretó que aquella noche iría con ella y conGraham a unconcierto:unimportanteacontecimiento,segúnmeexplicó,quesecelebraríaenlagransaladelaprincipalsociedadmusicaldelpaís.TocaríanlosmejoresalumnosdelConservatorio,eiríaseguidodeunarifaaubénéficedespauvres;

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para coronarlo todo, el rey, la reina y el príncipe de Labassecour estaríanpresentes. Graham, al enviar las entradas, había pedido que prestáramos ladebidaatenciónanuestrosatuendos,porrespetoalarealeza;nosrecomendó,asimismo,queestuviéramoslistasalassieteenpunto.

Cerca de las seis me condujeron al piso de arriba. Sin que nadie meobligara,meviguiadaeinfluidaporunavoluntadquenoeralamía,quenomeconsultabanimepersuadía,ya laqueobedecíacondocilidad.Enpocaspalabras, me pusieron el vestido rosa, atenuado por unas cintas de encajenegro. Me declararon en grande tenue, y me rogaron que me mirara en elespejo.Lohice temblandodemiedo;y, todavíamásasustada,aparté lavistadeél.Elrelojdiolassiete;eldoctorBrettonhabíallegado;mimadrinayyobajamos. Ella llevaba un vestido de terciopelo marrón; mientras la seguíaprotegida por su sombra, ¡cómo envidié los pliegues de su grave y oscuramajestuosidad!Grahamnosaguardabaenelumbraldelsalón.

«Espero que no crea que me he arreglado así para llamar la atención»,penséconinquietud.

—Tomeestasflores,Lucy—exclamó,dándomeunramillete.

Noprestómásatenciónamivestidoquelareflejadaenunaamablesonrisayenungestosatisfecho,loquecalmóalinstantemisentimientodevergüenzay mi miedo al ridículo. Por lo demás, el traje era sumamente sencillo, sinvolantesniplisados;loquemeintimidabaeralaligerezadesutelaysucolorencendido, pero, comoGrahamno vio nada absurdo en él,me resignémuyprontoallevarlo.

Supongoquelaspersonasquevantodaslasnochesaunlugardediversiónnopuedendisfrutardeunaóperaodeunconciertocon lamisma intensidadque quienes sólo asisten a ellos en raras ocasiones. No creo que esperasevibrar de placer en el concierto, pues sólo tenía una vaga noción de sunaturaleza, pero me gustó mucho el trayecto. La comodidad del carruajecerrado en aquella noche fría y despejada, la dicha de salir en tan alegre ycariñosa compañía, la visión de las estrellas centelleando entre los árbolesmientrasavanzábamospor laavenida;y,pocodespués, lagrandezadelcielonocturnocuandosalimosalachaussée,elpasoporlaspuertasdelaciudad,lasfogatas encendidas, los guardas allí apostados, la inspección que simularonhacernosyquetantonosdivirtió…todosesosdetallesteníanparamí,porsunovedad,unencantopeculiarydeslumbrante.Nosabríadecirhastaquépuntoemanaba de la atmósfera de amistad que nos envolvía: el doctor John y sumadre, de excelente humor, discutieron alegremente todo el camino y semostrarontanafectuososconmigocomosifueradelafamilia.

NuestrorecorridopasabaporalgunasdelasprincipalescallesdeVillette,intensamente iluminadas ymuchomás concurridas que almediodía. ¡Cómo

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brillabanlosescaparatesdelastiendas!¡Concuántaanimaciónfluíalamareadesbordante de vida por el ancho pavimento! Mientras contemplaba todoaquello,elrecuerdodelarueFossetteacudióamipensamiento:elcolegioyeljardín amurallado, las aulas enormes y oscuras por las que paseaba sola aaquellamismahora,mirandolasestrellasporlosventanalesaltosydesnudosyoyendoalolejoslavozdelalectoraque,enelrefectorio,repetíalalecturepieuse. Pronto volvería a oírla y a vagar por el internado; y la sombra delfuturosecernióconseveridadsobreelradiantepresente.

Mientrastanto,noshabíamossumergidoenunacorrientedecarruajesqueavanzabanenlamismadirección,ynotardóenresplandecerantenosotroslafachadailuminadadeungranedificio.Comoheinsinuadoantes,apenassabíaloqueibaaencontrarensuinterior,puesjamáshabíaestadoantesenunlugarpúblicodediversión.

Nosapeamosdelantedeungranpórticodondehabíaunenormebullicioymucha gente, pero no recuerdo más detalles con claridad, hasta que meencontré subiendo por una majestuosa escalinata, de gran anchura y fácilascenso, con una gruesa y suave alfombra carmesí, que conducía a unasgigantescas puertas solemnemente cerradas, cuyos paneles eran del mismocolorquelaalfombra.

Noséquéclasedemagiaconseguíaabriraquellaspuertas…eldoctorJohnseocupabadeesosasuntos;seabrieron,sinembargo,yaparecióantenosotrosunasala,degrantamaño,cuyasparedescircularesytechoenformadecúpulameparecierondeoro(porladestrezaconquehabíansidorealizados);teníanenrelievetodaclasedemoldurasyguirnaldas,brillantescomoeloropulidooníveas como el alabastro, y el color blanco y el color áureo se fundían enhermosascoronasdehojasdoradasy lirios inmaculados; tanto loscortinajescomolasalfombrasyloscojineserandeunvivocolorcarmesí.Colgandodelacúpula,refulgíaunamasaquemedeslumbró…yquemepareciódecristalde roca; una masa de planos centelleantes, estrellas luminosas y lágrimasondulantes,bellamenteteñidadegemasdispersascomoelrocío,ydetrémulosfragmentosdearcoiris.Noeramásqueunaarañadecristal,lector,peroamímepareció la obra de un genio oriental: y casi esperé ver lamano enorme,misteriosa y oscura del Esclavo de la Lámpara flotando en la brillante yperfumadaatmósferadelacúpulaycustodiandosumaravillosotesoro.

Seguimos avanzando, sin que yo fuera consciente hacia dónde, pero depronto,enalgúngiro,nosencontramosconungrupodepersonasqueveníandefrente.Todavíamepareceestarviéndolas:unahermosadamademedianaedad, vestida de terciopelo oscuro; un caballero que podía ser su hijo… elrostro y la figura más elegantes que yo había visto jamás; y una tercerapersona,ataviadaconunvestidorosayunmantodeencajenegro.

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Mefijéenlostresy,poruninstante,lostomépordesconocidos:recibíasíunaimpresiónobjetivadesuaspecto.Perolaimpresiónapenasduróynotuvotiempodegrabarseenmimemoria;sedisipóencuantocomprendíqueestabafrenteaungranespejoentredoscolumnas:¡aquelgrupoéramosnosotros!Demodoque, porprimerayquizáúltimavez en lavida, disfrutédel «don»devermetalcomomeveíanlosdemás.Noesnecesarioquemeextiendaenlasconsecuencias.Trajeron una nota discordante, una punzada de dolor; no fueunavisiónhalagüeñay,sinembargo,debíasentirmeagradecida:podríahabersidopeor.

Finalmente,nossentamosenunasbutacasdesdelasquesedivisabatodalasala,enormeyresplandeciente,caldeadayalegre.Yaestaballena,yelpúblicoerarealmentedistinguido.Nosési lasmujereseranmuyhermosas,perosusvestimentas resultaban perfectas; y las extranjeras, incluso las menosatractivas en la intimidad, parecen poseer el arte demostrarse elegantes enpúblico. Por muy bruscos y ruidosos que sean sus movimientos cuando sepaseanporsuhogarenpeignoirypapillotes,reservanpara losdíasdefiestaunaformadedeslizarse,deinclinarse,demoverlacabezaylosbrazos,ciertaexpresiónenlabocayenlosojos,quesiempreexhibenalengalanarse.

Se veían aquí y allá algunas figuras agraciadas, con un estilo de bellezamuysingular;unestilo,segúncreo,jamásvistoenInglaterra:unestilosólido,firmeyescultural.Susformasnosonangulosas:unacariátidedemármolescasi tan flexible; una diosa de Fidias no resulta más serena y majestuosa.Tenían los rasgos que los pintores holandeses eligen para susmadonas: lasfacciones típicas de las tierras llanas, armoniosas y redondeadas, ingenuas eimpasibles; por la profundidad de su calma inexpresiva, de su serenidaddesapasionada, sólopueden recordarnosa loscamposnevadosdelPolo.Lasmujeres así no necesitan adornos, y casi nunca los llevan; el pelo sedoso,cuidadosamentetrenzado,ofrecesobradocontrasteconlasmejillasylafrente,todavía más suaves que los cabellos. Nunca resultan, al vestir, demasiadosencillas; el brazo opulento y el cuello perfecto no precisan pulseras nicadenas.

Enunaocasión,había tenidoelprivilegiodeconocerbienaunadeesasbeldades: era asombroso ver la hondura y vehemencia del amor que seprofesaba a sí misma; sólo lo superaba su arrogante incapacidad de sentirafecto por cualquier otro ser humano.No corría una gota de sangre por susfríasvenas;unaplácidalinfallenabaycasiobstruíasusarterias.

UnaJunocomolaqueacabodedescribirestabasentadaenunsitiomuyvisible;unaespeciedeblancodetodaslasmiradas,perfectamenteconscientede su papel, pero invulnerable a la magnética influencia de cualquierobservador:tanfría,corpulenta,rubiayhermosacomolacolumnablancadecapiteldoradoqueseelevabajuntoaella.

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Al darme cuenta de que había llamado poderosamente la atención deldoctorJohn,lepedíenvozbajaque«porelamordeDios,protegierabiensucorazón».

—Nonecesita enamorarse de esa dama—susurré—, pues, se lo digo deantemano,podríamorirasuspiessinconseguirquelecorrespondiera.

—Muybien—respondió—,y¿cómosabeustedqueelespectáculodesuenorme insensibilidadnoconstituyeparamíelmayorestímulopara rendirlehomenaje? Creo que el aguijonazo de la desesperación es un maravillosoincentivo para mis emociones; pero—añadió, encogiéndose de hombros—¡qué sabrá usted de esas cosas! Le preguntaré amimadre.Mamá, estoy enpeligro…

—¡Comosiesopudieraimportarme!—exclamólaseñoraBretton.

—¡Ay!¡Quécruelesmidestino!—dijosuhijo—.Jamáshaexistidounamadremenossentimentalquelamía:esincapazdecreerquepuedacaersobreellaalgotancalamitosocomounanuera.

—Sinolohago,noseráporqueesacalamidadhayadejadodeacosarme:llevasdiezañosamenazándomeconella.«¡Mamá,mecasarémuypronto!»,gritabassiendounchiquillo.

—Pero,madre,loharéunodeestosdías.Enelmomentomásinesperado,cuandotecreasmássegura,memarcharécomoJacob,Esaúocualquierotropatriarca,yregresaréconunaesposa;quizáseaunadelashijasdeestatierra.

—¡Loharásportucuentayriesgo,JohnGraham!Notengonadamásquedecirte.

—Estamadremía pretendeque sea unviejo solterón. ¡Qué ancianamáscelosa!Perofijaosenesaespléndidacriaturaconelvestidodesaténazulclaroy el pelo castaño con reflets satinés como los de su traje. ¿No te sentiríasorgullosa,mamá,sialgúndíallevaraacasaaesadiosaytelapresentaracomolaseñoradeGrahamBretton?

—NollevarásningunadiosaaLaTerrasse:esepequeñochâteaunotendrádos dueñas; especialmente si la segunda es de la altura, el volumen y elperímetrodeesarobustamuñecademaderaycera,saténycabritilla.

—Mamá,¡llenaríadeunmodotanadmirabletusillónazul!

—¿Llenar mi sillón? ¡Como se atreva a hacerlo esa usurpadoraextranjera…!Sería un triste sillón para ella…Pero ¡silencio, JohnGraham!Cierralabocayutilizalosojos.

Durante esta escaramuza, la sala, que yo había creído llena al entrar,continuórecibiendogrupotrasgrupo,hastaque,enelsemicírculoquehabía

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frentealescenario,unadensamasadecabezasseelevódesdeelsuelohastaeltecho.Tambiénelescenario,omejordicholainmensaplataformaprovisional—muchomásgrandequecualquierescenario—,desiertamediahoraantes,sehallaba ahora desbordante de vida; alrededor de dos magníficos pianos,situados en el centro, se había congregado silenciosamente una blancabandada de muchachas, alumnas del Conservatorio. Observé su llegadamientrasGraham y sumadre discutían sobre la beldad del vestido de saténazul, y seguí con interés el proceso de su ordenamiento y colocación. Doscaballeros,alosquereconocí,dirigíanaquellavirginaltropa.Unodeellos,deaspecto bohemio, barbudoy con el pelo largo, era un conocidopianista, asícomoelmejorprofesordemúsicadeVillette;acudíadosvecesporsemanaalinternadodemadameBeck,ydabaclase a laspocas alumnas conpadres lobastante ricos para pagar ese privilegio; se llamaba Josef Emanuel y erahermanastrodemonsieurPaul,esepersonajearrollador,elsegundocaballeroquehabíavistoenelescenario.

Monsieur Paul me divertía y sonreí al observarlo; parecía estar en suelemento… en un lugar muy visible, delante de un numeroso publico,organizando, controlando, atemorizando a un centenar de señoritas. Semostraba, asimismo, tan serio, tan enérgico, tan decidido y, sobre todo, tanautoritario. Y, sin embargo, ¿qué pintaba allí? ¿Qué tenía que ver con lamúsicaoelConservatorio?Él,queapenasdistinguíaunanotadeotra.Sabíaqueerasuamoramandaryaexhibirseloquelehabíallevadoallí…unamortan ingenuo que no podía ser ofensivo. Pronto resultó ostensible que suhermano, monsieur Josef, estaba tan dominado por él como las jovencitas.¡Jamás ha existido un hombre más parecido al halcón que monsieur Paul!Pocodespués,algunoscantantesymúsicosfamosossubieronalescenario:alllegar las estrellas, el profesordesapareció.No soportaba a las celebridades:huíacuandoeraincapazdeeclipsaralosdemás.

Estaba todopreparado,perounpalcoseguíavacío…unpalcoforradodecolor carmesí, al igual que la escalinata y las puertas, con unos bancoscubiertos de cojines, a ambos lados de dos majestuosos sillones,solemnementecolocadosbajoundosel.

Se dio una señal, se abrieron las puertas, el público se puso en pie, laorquestaempezóatocary,conlabienvenidadeloscánticosdelcoro,entraronelrey,lareinaylacortedeLabassecour.

Eralaprimeravezqueyoveíaaunreyoaunareinadecarneyhueso;asíque es fácil imaginar hasta qué punto forcé la vista para no perder ningúndetalledeaquellosespecímenesdelarealezaeuropea.Cualquierpersonaquecontemple por primera vez a unmonarca, experimentará una vaga sorpresacercanaaladecepciónalnoverlopermanentementesentadoenuntrono,conunacoronaenlacabezayuncetroenlamano.Buscandounreyyunareina,y

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hallando sólo un soldado de mediana edad y una dama bastante joven, mesentímediodefraudada,mediosatisfecha.

Recuerdo muy bien a aquel rey: un hombre de cincuenta años, algoencorvado, algo canoso; no había ningún rostro entre el público que separeciera al suyo. Nunca había leído, ni me habían contado, nada de sucarácter y sus hábitos; y, en un principio, los profundos jeroglíficos queparecíanhaber grabado conun estilete en su frente, alrededor de sus ojos yjuntoasuboca,medejaronperpleja.Sinembargo,másqueconocer,prontoadivinéelsignificadodeaquellaslíneasqueningunamanohabíaescrito.Allíestaba sentado un hombre que sufría en silencio… un hombre nervioso ymelancólico.Susojoshabíanvistociertofantasma,yllevabanmuchotiempoesperandolasidasyvenidasdeeseextrañoespectro:laHipocondría.Talvezlaestuvieracontemplandoahora,enelescenario,enmediodeaquellabrillantemuchedumbre. La Hipocondría tiene esa costumbre, aparecer entre unaingentemultitud…oscuracomoelDestino,pálidacomolaEnfermedad,ycasitan fuerte como la Muerte. Su compañero y víctima cree ser feliz unosinstantes:«Deningúnmodo—lediceella—,ahoravengo».Yhielalasangredesucorazón,ynublalaluzdesusojos.

Es posible que algunos atribuyeran la culpa de tan terribles ycaracterísticossurcosalpesodeunacoronaextranjerasobresufrente;yqueotros lo achacaran a tempranas aflicciones. Podría haber algo de verdad enambas suposiciones; pero las dos se veían agravadas por el enemigo másoscurodelahumanidad:unaconstituciónmelancólica.Lareina,sumujer,losabía: tuvela impresióndequeelreflejodeldolordelmaridoproyectabasutenuesombrasobresubondadosorostro.Aquellaprincesaparecíaunamujerdulce, atenta, adorable; no era hermosa, no se asemejaba a las beldades desólidosencantosysentimientosdemármoldescritashaceescasaspáginas.Sufigura era algo más delgada; sus facciones, aunque bastante distinguidas,recordabandemasiadoalasdinastíasreinantesyalasestirpesrealesparaserperfectas. Su perfil era, de entrada, agradable; pero no podía evitarserelacionarlo con algunas efigies en lasqueunas líneas similaresofrecíanunaspectoinnoble,vacilante,astutoosensual,segúnelcaso.Losojosdelareina,sinembargo,sólolepertenecíanaella;ylapiedad,labenevolenciayladulcecomprensión brillaban en ellos con su luz más divina. No resultabamajestuosa, pero sí elegante, amable, cariñosa. Su hijo, el príncipe deLabassecour y joven duque de Dindonneau, la acompañaba: el pequeño seapoyabaenlasrodillasdesumadre;y,devezencuando,eneltranscursodeaquellavelada,laviobservaralmonarca,sentadoasulado,conscientedesusombrío ensimismamiento y deseosa de sacarle de él desviando su atenciónhaciaelniño.Amenudoinclinabalacabezaparaescucharloscomentariosdelpequeño, y luego se los repetía riendo a sumarido.El triste y taciturno reyparecía abandonar sus meditaciones, la escuchaba, sonreía, pero

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invariablementevolvíaaenfrascarseenellascuandosuángelbuenodejabadehablar. ¡Un espectáculo patético y muy significativo! Y no lo hacía menosdoloroso el hecho de que, tanto para la aristocracia como para la honradaburguesía de Labassecour, aquella peculiaridad resultara imperceptible: nodescubríentreelpúbliconingúnespírituimpresionadooconmovido.

Conelreyylareinaentraronlosmiembrosdelacorte,incluidosdosotresembajadores de otros países; y, con ellos, la élite de los extranjeros queresidíanenVillette.Éstos tomaronposesiónde losbancoscolorcarmesí; lasdamassesentaron;lamayoríadeloshombressequedaronenpie:lahileradesustrajesnegros,alfondodelpalco,contrastabaconelesplendordelapartedelantera… un esplendor que arrojaba las más variadas luces, sombras ytonalidades.Lapartecentralestaballenadematronasenvueltasenterciopelosy rasos, plumasypiedraspreciosas; losprimerosbancos, a laderechade lareina, parecían reservados exclusivamente para lasmuchachasmás jóvenes,las flores —quizá sería mejor decir los capullos— de la aristocracia deVillette.Allínohabíajoyas,nitocados,nilatexturadelterciopelo,nielbrillode la seda: la pureza, la sencillez y la gracilidad reinaban en aquel grupovirginal.Jóvenescabezasconloscabellostrenzados,yhermosasfiguras(medisponíaaescribirfigurasdesílfides,peronoseríacierto:algunasdeaquellasjeunes filles, que no tendrían más de dieciséis o diecisiete años, podíanpresumir de unos contornos tan sólidos y robustos como los de una inglesacorpulentadeveinticincoaños),hermosasfigurasvestidasdeblanco,derosapálido o de azul claro, como si quisieran evocar a los ángeles del cielo.Yoconocía, como mínimo, a dos de aquellos especímenes humanos rosas yblancos. Allí estaban dos antiguas alumnas del colegio de madame Beck,mesdemoiselles Mathilde y Angélique: dos alumnas que, en su último añoescolar,deberíanhaberestadoenlaclasesuperior,perocuyoscerebrosnuncales permitieron pasar del nivel intermedio. Las había tenido a mi cargo enclasedeinglés,ysabíacuándifícileraconseguirquetradujesenracionalmenteunapáginadeElvicariodeWakefield.Y,durantetresmeses,unadeellassesentófrenteamíenelcomedor,ylacantidaddepan,mantequillaycompotadefrutasqueengullíaenelseconddéjeunereraasombrosa;sólolosuperabaelhechodequeseguardaraenlosbolsilloslasrebanadasquenoteníatiempodecomer.Heaquíalgunasverdades…queresultanaleccionadoras.

Reconocí a otro de esos serafines, la joven más hermosa y con un airemenos recatado e hipócrita: estaba sentada junto a la hija de un lord inglés,unamuchachaejemplar,apesardesuaspectoaltanero;lasdoshabíanentradocon la comitiva de la embajada inglesa. Ella (mi conocida) tenía una figuradelgada y flexible, muy diferente a la de las damiselas del país. Tampocollevabaloscabellostrenzadosenformadeconchaodepequeñacofiaderaso;parecían realmente cabellos, y caían sobre sus hombros, largos, rizados yondulantes. Conversaba animadamente y daba la impresión de sentirsemuy

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satisfechadesímismaydesuposición.NomiréaldoctorBretton;perosabíaquetambiénélhabíavistoaGinevraFanshawe:estabasilencioso,contestabaconmonosílabosaloscomentariosdesumadre,einclusoahogabafrecuentessuspiros. Pero ¿por qué suspiraba? Había asegurado que le gustaban losamores difíciles, ¿no era justamente eso lo que quería? Su amada brillabasobreélenunaesferasuperioralasuya:nopodíaacercarseaella;nisiquieratenía la certeza de que la joven fuera a dedicarle una de sus miradas. Laobservéparaversileconcedíaesefavor.Nuestrosasientosnoestabanlejosdelos bancos color carmesí; era inevitable que unos ojos tan rápidos ypenetrantes como los de la señorita Fanshawe nos divisaran desde allí, y lociertoesquenotardóenclavarlavistaennosotros:porlomenos,enGrahamy en la señora Bretton. Yo me mantuve un poco en la sombra, medioescondida, deseando que no me reconociera en seguida: Ginevra mirófijamentealdoctor John,y luegoexaminóasumadrecon laayudadeunosimpertinentes;alcabodeunos instantes, susurróalgoasuvecina, riendo;alempezarelespectáculo,suatenciónsedesvióhacialaplataforma.

Nomedetendréenelconcierto;misimpresionescarecendeinterésparaellector:y,enrealidad,notendríasentidorecordarlas,pueseranlasimpresionesdeunacompletaignorante.LasjóvenesdelConservatorio,delomásnerviosasyasustadas,hicieronunatemblorosaexhibiciónenlosdosmagníficospianos.MonsieurJosefEmanuelestuvoasu ladomientras tocaban;perono teníaeltacto y la influencia de su hermano, que, en similares circunstancias, habríaobligado a las alumnas a comportarse con heroísmo y serenidad.MonsieurPaulhabríacolocadoalashistéricasdébutantesentredosfuegos:elpánicoalpúblicoyelpánicoalpropiomonsieurPaul,yleshabríainfundidoelvalordela desesperación, haciendo incomparablemente mayor el segundo que elprimero.PeromonsieurJosefnosabíahacerlo.

Despuésde laspianistasdemuselinablanca,aparecióunadamamadura,elegante,conairemelancólicoyunvestidoderasoblanco.Empezóacantar.Sentí lomismo al oírla que ante los trucos de un prestidigitador:me habríagustadosabercómoloharía,cómoconseguiríaquesuvozsubieraybajaradeaquel modo tan maravilloso; pero lo cierto es que una sencilla melodíaescocesa, entonada por un tosco músico callejero, a menudo me habíaemocionadomuchomásprofundamente.

Luegosalióuncaballeroque,haciendounareverenciaalreyyalareina,yllevándose continuamente una mano enguantada al corazón, prorrumpió enamargasquejascontraciertafausseIsabelle.Penséquebuscabasobretodolasimpatíadelareina;pero,amenosqueyoestémuyequivocada,SuMajestad,en lugar demostrar un interés sincero, le dispensó una atención tranquila ycortés.Elestadodeánimodeaquelcaballeroera terrible, asíquemealegrécuandoterminósuactuación.

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Algunos coros llenos de brío me parecieron lo mejor del espectáculo.Había representantes de las mejores sociedades musicales de provincias;auténticosnativosdeLabassecour,gordoscomotoneles.Aquellospersonajescantaban sin afectación: su entusiasta esfuerzo tenía al menos ese buenresultado…eloídoextraíadeallíunaplacenterasensacióndeenergía.

A lo largo de todo el espectáculo —tímidos duetos instrumentales,petulantessolosvocales,sonoroscorosdepulmonesdemetal—,miatenciónsólodedicóunojoyunoídoalescenario,losotrosestuvieronalserviciodeldoctorBretton: no podía olvidarme de él, ni dejar de preguntarme cómo sesentía,quépensaba,sisedivertíaono.Finalmente,rompióahablar.

—¿Qué le parece, Lucy? Está usted muy silenciosa —dijo, con suanimaciónhabitual.

—Estoytansilenciosa—respondí—porquemeinteresanosólolamúsicasinotodocuantomerodea.

Entonceshizoalgunoscomentariostanserenosyecuánimesqueempecéapensarquenohabíavistolomismoqueyo,ylesusurré:

—LaseñoritaFanshaweestáaquí,¿sehadadocuenta?

—¡Oh, sí! Y me he fijado en que usted también se ha percatado de supresencia.

—¿CreequehavenidoconlaseñoraCholmondeley?

—La señoraCholmondeley ha llegado con un grupomuy numeroso. Sí,Ginevraestabaensucomitiva;y laseñoraCholmondeley,en lacomitivadelady…, que estaba en la comitiva de la reina. Si ésta no fuera una de esaspequeñas cortes europeas, donde ceremoniosidad es casi sinónimo defamiliaridad,ydondelasfiestasdegalaparecenreunionescaserascontrajededomingo,todoesosonaríamuybien.

—TengolaimpresióndequeGinevralehavisto.

—Yotambién.Lahemiradovariasvecesdesdequeusteddejódehacerlo;y he tenido el honor de presenciar un pequeño espectáculo que usted se haahorrado.

No le pregunté cuál: esperé una información voluntaria; y no tardó endármela.

—La señorita Fanshawe—dijo— está en compañía de una joven de laaristocracia. Da la casualidad de que conozco a lady Sara de vista; sudistinguidamadreharequeridomisservicioscomomédico.Esunamuchachaorgullosa,peronadainsolente,ydudoqueGinevrasehayaganadosuaprecioconvirtiendoasusvecinosenelblancodesusbromas.

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—¿Quévecinos?

—Sencillamentemimadreyyo.Encuantoamí,esmuynatural:supongoque nadie puede resultarmás cómico que un jovenmédico de clasemedia;pero ¿mimadre? Jamás se habían burlado de ella. ¿Sabe que he tenido unasensación muy curiosa al ver su gesto desdeñoso y sus impertinentessarcásticamentedirigidoshacianosotros?

—Nopiensemáseneso,doctorJohn:nomerecelapena.CuandoGinevraactúadeunmodoirreflexivo,comoobviamenteocurreestanoche,escapazdereírse de cualquiera, incluso de esa dulce y pensativa reina o de esemelancólicorey.Nolohahechoconcrueldad,sóloporpuroatolondramiento.Paraunacolegialaconlacabezallenadepájarosnohaynadasagrado.

—PeroustedolvidaquenoestoyacostumbradoaconsideraralaseñoritaFanshawe una colegiala con la cabeza llena de pájaros. ¿Acaso no era midivinidad,elángeldemivida?

—Bueno,éseerasuerror.

—Adecirverdad,sinexageracionesniromanticismos,hubounmomentohaceseismesesenque lacreídivina.¿Recuerdanuestraconversaciónsobrelosregalos?Nofuicompletamentesinceroconustedalhablardeesetema:medivirtió suvehemencia.Para aprovechar almáximo subuen juicio,dejéqueme creyera más en la oscuridad de lo que realmente estaba. Gracias a esapruebadelosregalos,medicuentaporprimeravezdequeGinevraeraunsermortal.Peroseguíafascinándomesubelleza:hacetresdías…hacetreshoras,yo era su esclavo. Al verla esta noche, triunfal en su hermosura, missentimientoslehanrendidohomenaje;denohabersidoporundesafortunadogestodedesdén,seguiríasiendoelmáshumildedesussiervos.Podríahaberseburladodemíy,aunhiriéndome,nomehabríaperdido:habríanecesitadomásdediezañosparaconseguirconmigoloque,enunmomento,haconseguidoconmimadre.

Guardó unos instantes de silencio. Nunca había visto tanto fuego y tanpocosolenlosojosazulesdeldoctorJohn.

—Lucy—prosiguió—,mirebienamimadreydígameobjetivamente,sinmiedo,cómolaveestanoche.

—Igualquesiempre…unarespetableseñorainglesadeclasemedia;bienvestida, aunque con sobriedad, nada pretenciosa, de naturaleza alegre yapacible.

—Tambiénlaveoasí…¡Benditasea!Lagentedichosaseríeconmamá,sólo los débiles se ríen de ella. Nadie se burlará de ella, al menos con miconsentimiento;ysinmi…desprecio…miantipatía…mi…

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Sedetuvo:yeraelmomentodehacerlo,puesestabaacalorándosemásdeloquelaocasiónjustificaba.EntoncesyonosabíaqueteníadosmotivosparaestardisgustadoconlaseñoritaFanshawe.Surostroencendido,elmovimientodesusorificiosnasales,elgestodedesdéndesuhermoso labio inferior,memostraronaunnuevoysorprendenteGrahamBretton.Sinembargo,noresultaagradable contemplar un arrebato de ira en una persona de temperamentodulceyapacible; tampocomegustóeldeseodevenganzaqueestremeciósujovenyvigorosocuerpo.

—¿Laheasustado,Lucy?—preguntó.

—Noentiendoporquésehaenojadotanto.

—Por esta razón—medijo al oído—:Ginevrano es ni un ángel ni unamujervirtuosa.

—¡Quétontería!Exagerausted:nohayningunamaldadenella.

—Demasiadaparamí.Puedovercosasparalasqueustedestáciega.Peroserá mejor cambiar de tema. Me divertiré tomando el pelo a mamá: leaseguraréqueseestádurmiendo.¡Vamos,mamá,despierta,teloruego!

—John,seréyoquientedespierteatisinotecomportascomoesdebido.¿PodéiscallarosLucyytúydejarmeoírlamúsica?

Actuabaunestruendosocoro,loquenoshabíapermitidoentablarnuestrodiálogoanterior.

—¡Laestásoyendoperfectamente,mamá!Apuestomisgemelos,quesonauténticos,contratufalsobroche…

—¡Mi falso broche, Graham! ¡Muchacho blasfemo! Sabes que es unapiedradegranvalor.

—¡Oh!Ésaesunadetussupersticiones:teengañaronalcomprarlo.

—Meengañanmuchomenosdeloqueimaginas.¿Cómoesqueconocesalasjovencitasdelacorte,John?Heobservadoquedosdeellastehanprestadomuchaatencióndurantelaúltimamediahora.

—Preferiríaquenolasmirases.

—¿Por qué no? ¿Porque una de ellas dirigió burlonamente susimpertinenteshaciamí?Esunamuchachapreciosaymuynecia:¿acasotemesquesusrisitasmedesconcierten?

—¡Quésensatayadmirablees laAncianaDama!Mamá,eresmejorparamíquediezesposas.

—No seas tan efusivo, John, o me desmayaré, y tendrás que llevarmefuera;y,siesacargacayerasobreti,cambiaríastuúltimafraseyexclamarías:

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«¡Madre,diezesposasdifícilmentepodríanserpeoresparamíquetú!».

Cuandoterminóelconcierto,secelebróunarifaaubénéficedespauvres.Elintervaloentreambosfuedeesparcimientogeneral,ydeunmovimientoyunbulliciodelomásamenos.Lablancabandadaabandonóelescenario;unamultitud de ajetreados caballeros lo invadió, a fin de preparar el sorteo. Y,entre ellos —el más ajetreado de todos—, reapareció cierta figura bienconocida,menudapero activa, con la vitalidady la energía de tres hombresaltos. ¡Cómo trabajaba monsieur Paul! ¡Cómo daba órdenes y, al mismotiempo, arrimaba el hombro! Media docena de ayudantes estaban a sudisposiciónparaquitarlospianosyesaclasedetareas;perodabalomismo:élteníaque sumar su fuerza a la de ellos.Su celodesmesurado resultaba algoirritante,algoridículo:nopudesinovermaltodoaquelrevueloyreírmedeél.Pero, en medio de los prejuicios y de la irritación, percibí, mientras leobservaba, cierta encantadora naïveté en todas sus acciones y palabras;tampoco podía estar ciega a algunos vigorosos rasgos de su fisonomía, queahora llamaban la atención por su contraste con aquella aglomeración derostrossumisos:laprofundidadeintensaagudezadesusojos,laenergíadesufrentepálidaydespejada,laexpresividaddesuboca.Lefaltabalaserenidaddelafuerza,peronohaydudadequeposeíasudinamismoysufuego.

Mientras tanto, la sala entera bullía de agitación; casi todo elmundo sehabíalevantadoparacambiardepostura;algunospaseabandeunladoaotro,y todos hablaban y reían. El palco color carmesí ofrecía una escenaespecialmenteanimada.Lalarganubedecaballerosserompióparamezclarseconelarcoirisde lasdamas;doso treshombresconaspectodeoficialesseacercaron al rey y empezaron a conversar con él.La reina, abandonando suasiento,sedeslizóentrelahileradejovencitas,queselevantaronasupaso;ydedicóacadaunadeellasundetalleamable:unapalabragentil,unasonrisaouna mirada. Dirigió algunas frases a las dos bonitas inglesas, lady Sara yGinevraFanshawe;cuandosealejódeellas,lasdosmuchachas,especialmentela segunda, resplandecieron de gozo. Después fueron abordadas por variasdamas, y un pequeño círculo de caballeros se agrupó a su alrededor; entreellos,elmáscercanoaGinevraeraelcondedeHamal.

—¡Quécalor tanagobiantehaceen lasala!—exclamóeldoctorBretton,levantándose con súbita impaciencia—.Lucy…madre…¿noqueréis salir atomarunpocoelaire?

—Veconél,Lucy—dijolaseñoraBretton—.Prefieroguardarelsitio.

De buen grado me hubiera quedado con ella, pero el deseo de Grahamteníapreferenciasobreelmío;leacompañé.

Elaireeraglacial;almenos,esomepareció:nocreoqueeldoctorJohnfueraconsciente;perolanocheestabaencalma,ynohabíaunasolanubeenel

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cielo, sembradodeestrellas.Yo ibaenvueltaenunapiel.Paseamosunpocoporlaacera;alpasarbajounafarola,Grahamseencontróconmimirada.

—Parecepensativa,Lucy;¿espormiculpa?

—Mepreocupaquesesientaapenado.

—Enabsoluto,asíquelevanteeseánimo…comoyo.Estoyconvencidodeque la causa demimuerte no será una enfermedad cardíaca. Puede quemehieran, puede queme sienta abatido por algún tiempo, pero ningún dolor oenfermedad sentimental ha logrado destrozarme el alma. ¿No me ha vistosiemprecontentoencasa?

—Generalmente.

—Me alegro de que Ginevra se riera de mi madre. No cambiaría a laAnciana Dama por una docena de beldades. ¡Cuánto bien me ha hecho sugestodesdeñoso!¡Gracias,señoritaFanshawe!

Y, quitándose el sombrero que cubría sus rizos, hizo una ridículareverencia.

—Sí—continuódiciendo—,seloagradezcodeveras.Mehahechosentirquenuevedécimaspartesdemicorazónestabanenperfectascondiciones,yladécimasangrabaporunsimplepinchazo:unpequeñocortequecicatrizaráenunsantiamén.

—Ahoraestáirritado,furiosoyacalorado;mañanapensarádeotromodo.

—¡Furiosoyacalorado!Nomeconoce.Porelcontrario,todomiardorhadesaparecido: estoy tan frío como la noche… que, por cierto, quizá seademasiadofríaparausted.Valemásqueregresemos.

—DoctorJohn…¡quécambiotanrepentino!

—Nocrea;y,siesasí, tengomotivos…dosmotivos: lehecontadouno.Perovolvamosdentro.

No resultó fácil llegar hasta nuestros asientos; la rifa había empezado, yreinaban el alboroto y la confusión; lamultitud bloqueaba el pasillo, y nosvimosobligadosadetenernosunrato.Miréaunoyotrolado—meparecióoírminombre—ydivisémuycercaalomnipresenteeinevitablemonsieurPaul.Tenía la vista clavada en mí… mejor dicho, en mi vestido rosa; y uncomentario sarcástico brillaba en sus ojos. Era su costumbre criticar lasvestimentasdeprofesorasy alumnas en el internadodemadameBeck, algoque, por lo menos, las primeras consideraban una impertinencia. Hastaentonces, yo me había librado: mi oscuro atuendo diario no podía ser másdiscreto. No estaba de humor aquella noche para permitirle una nuevaintromisión;envezdesoportarsusbromas,ignoraríasupresencia.Así,pues,

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volví el rostrohacia lamangadeldoctor John; encontrandoen aquel abrigonegrounaperspectivamáscómodayplacentera,máscordialyamistosa,quelaqueofrecíaeldesagradable rostrodeloscuroymenudoprofesor.Grahampareciósecundarinconscientementemipreferencia,puesbajólacabezaydijoconvozamable:

—Noseseparedemí,Lucy:estasmultitudesnosonnadarespetuosasconlaspersonas.

Peronopudeevitar traicionarmeamímisma.Cediendoauna influenciamagnética o de otro tipo—inoportuna, desagradable, pero eficaz—, volví amirarparaver simonsieurPaul sehabía ido.No, seguíaenelmismo lugar,peroconotraexpresiónen losojos;habíaadivinadomispensamientosymideseo de esquivarlo. Su mirada burlona, pero no malhumorada, se habíaconvertidoenunoscuroceñoy,cuandomeinclinéparasaludarloconlaideade reconciliarme, loúnicoque conseguíde él fueunmovimientode cabezasumamenterígidoysevero.

—¿A quién ha hecho enfadar, Lucy? —susurró el doctor Bretton,sonriendo—.¿Quiéneseseamigosuyodeaspectotanferoz?

—Unode losprofesoresdemadameBeck:unhombrecilloconmuymalcarácter.

—Parece terriblemente enojado, ¿qué le ha hecho? ¿Qué ocurre? ¡Ah,Lucy,Lucy!Cuéntemequésignificatodoesto.

—Leaseguroquenohayningúnmisterio.MonsieurPaulesmuyexigeanty, como me he vuelto hacia su manga en vez de saludarle a él con unareverencia,piensaquelehefaltadoalrespeto.

—Elhombreci…—empezóadecireldoctorJohn.

No sé cómo hubiera terminado la frase, pues, en aquel momento,estuvieron a punto de tirarme al suelo entre los pies de la muchedumbre.MonsieurPaulhabíapasadobruscamenteamilado,yavanzabaaempujones,indiferentealaseguridadyalbienestardecuantoslerodeaban.

—Creo que incluso él mismo se llamaría méchant —señaló el doctorBretton.

Yoestuvedeacuerdo.

Pocoapocoycongrandificultad,conseguimosrecorrerelpasilloyllegaranuestrosasientos.Larifadurócasiunahora;fuemuyanimadaydivertida;comotodosteníamosboletos,compartimoslaesperanzayelmiedocadavezqueelbombogiraba.Dosniñasdecincoyseisañossacabanlosnúmeros;ylospremios se anunciabanenel escenario.Eranmuynumerosos, aunquedeescaso valor. Tanto el doctor John como yo ganamos uno: el mío fue una

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pitillera;elsuyountocadofemenino,unaespeciedeturbanteazulplateado,delomásetéreo, conunaplumaaun lado, comouna ligeranubedenieve.Semostró ansiosoporhacerun intercambio; perono logró convencermey aúnhoyconservomipitillera:cuandolamiro,recuerdolosviejos tiemposyunaveladamuyfeliz.

EldoctorJohn,porsuparte,extendióelbrazoysostuvoelturbanteconelíndiceyelpulgar,mientras locontemplabaconunamezcladeveneraciónydesconcierto de lo más cómica. Después de examinarlo, estuvo a punto dedepositar tranquilamente el delicado tejido en el suelo, entre sus pies; noparecíatenerniideadecómodebíaguardarse:simadameBrettonnohubieraacudido en su rescate, creo que lo habría aplastado bajo su brazo como unsombrerodecopaplegable;ellavolvióameterloensusombrerera.

Grahamestuvomuyanimadotodalavelada,ysualegríaparecíasincerayespontánea.Suconducta,laexpresióndesurostro,sondifícilesdedescribir;habíaenellasalgopeculiary,enciertomodo,original.Reflejabanundominiomuypococomúndelaspasiones,yuncaudaldeprofundayvigorosafortalezaque,sinnecesidaddeesfuerzosheroicos,vencíaalaDecepción,arrancándolede raíz sus colmillos. Su actitud traía a mi memoria las cualidades que yohabíapercibidoenélcuandoatendíaa lospobres,a losmalhechoresya losinfelices de la Basse-Ville: se mostraba al mismo tiempo paciente, amable,decidido.¿Acasosepodíaevitarcogerlecariño?Noparecíahaberenélesasdebilidades que hostigan todos nuestros sentimientos con consideracionessobre el mejor modo de apuntalar sus titubeos; jamás permitía que su iradestrozaralacalmaoapagaseelentusiasmo;desuslabiosnoescapabanesasfrases cáusticas que queman hasta los huesos; sus ojos no lanzaban esosdardosfríos,oxidados,venenosos,queatraviesanloscorazones:asuladoseencontrabadescansoyrefugio,asualrededorbrillabaelsol.

Y, sin embargo, no había olvidado ni perdonado a la señorita Fanshawe.Cuando se enojaba, no creo que fuera fácil congraciarse con él; cuando seenemistaba, solía ser para siempre.Miró aGinevra enmás de una ocasión;peronoahurtadillasnitímidamente,conelmayordescaro.DeHamaleraunaespecie de mueble al lado de la joven; la señora Cholmondeley se sentabacerca, y los tres parecían entregados en cuerpoy alma a la conversación, alregocijoyaunaexcitaciónqueconvertíalosbancoscarmesíesenunlugartanbulliciosocomocualquierrincónplebeyodelasala.Enelcursodeunacharlaaparentemente animada, Ginevra levantó una o dos veces el brazo; unahermosa pulsera resplandecía en sumuñeca.Observé cómo sus destellos sereflejabanenlosojosdeldoctorJohn…ycómonacíaenellosunachispadedesdénydeira;Grahamserió.

—Creoquedejaréel turbanteenmialtardelossacrificios—exclamó—;allí, por lomenos, estoy seguro de que será bien recibido: ninguna grisette

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aceptaobsequioscontantanaturalidadcomoella.Y¡esextraño!Despuésdetodo,esunajovendebuenafamilia.

—Peronoconoceustedsueducación,doctorJohn—dije—.Sehapasadolavidayendodeuncolegioaotro,ypuedealegarignoranciacomoatenuantedecasi todassus faltas.Además,segúndice,suspadres recibieron lamismaformaciónqueella.

—Siemprehesabidoquenoerarica;yhubounmomentoenqueesomealegró—afirmóGraham.

—Mehacontadoqueensucasasonpobres—añadí—;siemprehabladeesostemasconmuchaingenuidad:nuncamientecomolasjóvenesextranjeras.Suspadressonmiembrosdeunanumerosafamilia:gozandeposiciónsocialytienenuncírculodeamistadesqueexigeciertaostentación.Lasnecesidadesimpuestas por las circunstancias, combinadas con un temperamentoirreflexivo,hanengendradoenellaunainsensatafaltadeescrúpuloscuandosetratadeconseguiralgoparaguardarlasapariencias.Éseeselestadodecosas,elúnicoestadodecosas,queellahaconocidodesdelainfancia.

—Lo creo… y yo pensaba moldear su espíritu. Pero, Lucy, para sersincero,estanochehecomprendidoalgoalverlaconAlfreddeHamal:ylohecomprendidoantesdequeellasemostrarainsolenteconmimadre.Hevistolamirada que intercambiaban al entrar, y lo que delataba no ha sido de miagrado.

—¿Quéquieredecir?¿Acasonoconocesuscoqueteosdesdehacemuchotiempo?

—¿Suscoqueteos?Podríanserunainocente treta infantilparaatraerasuverdadero enamorado; pero no me refería a ningún coqueteo: su miradarevelaba un entendimiento mutuo y secreto… nada ingenuo ni inocente.AunquefueramáshermosaqueAfrodita,ningunamujercapazdedirigiroderecibirunamiradaasípodríaconvertirseenmiesposa:preferiríacasarmeconunapaysannedefaldacortaycofiaalta,ytenerlacertezadequeeshonesta.

Nopudeevitarsonreír.SabíaqueGrahamexageraba:estabaseguradequeGinevra,apesardesuatolondramiento,erabastantehonesta.Asíselodije.EldoctorJohnmoviólacabeza,yaseguróqueélnoleconfiaríasubuennombre.

—¡Lo único que se le puede confiar sin miedo! —exclamé—. Ginevradesvalijaría sin elmenor escrúpulo el bolsillo y los bienes de sumarido, ypondríaaprueba,temerariamente,supacienciaysucarácter;peronocreoqueempañaraodejasequeotrosempañaransubuennombre.

—Estáconvirtiéndoseen sudefensora—dijoél—.¿Quiereque recuperemisviejascadenas?

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—No;me alegro de verle libre, y confío en que continúe así pormuchotiempo.Perodebemosserjustos.

—Yo lo soy: tan justo como Radamante, Lucy. Cuando me aparto dealguien, no puedo evitar juzgarle con severidad. Pero ¡mire!, los reyes seponenenpie.Megustaestareina:tieneunrostromuydulce.Mamátambiénestámuycansada;jamásconseguiremosllevarlaacasasinosquedamosmástiempo.

—¿Cansada yo, John? —exclamó la señora Bretton, tan animada ydespierta comosuhijo—.Mecomprometoa aguantarmásque tú:podemosquedarnos aquí hasta mañana, ¡ya veremos quién está más exhausto alamanecer!

—Nomegustaríahacerelexperimento;pues,enverdad,ereselmásfuertedelosárbolesdehojaperenne,ylamásfrescaylozanadelasmatronas.Losnervios delicados y la frágil constitución de tu hijo servirán entonces depretextoparapedirtequenosmarchemosenseguida.

—¡Quéjoventanindolente!Nohaydudadequeteencantaríaestarenlacama; y supongo que hay que complacerte. También Lucy parece un pococansada. ¡Qué vergüenza, Lucy! A tu edad, una semana de festejos no mehabríahechopalidecerniunpoco.Marchaos losdos;ypodéis reíroscuantoqueráisdelaAncianaDama.Yo,pormiparte,meencargarédelasombrereraydelturbante.

Asílohizo.Leofrecímiayuda,perolarechazóconbondadosodesdén:mimadrinaopinabaqueyoteníabastanteconcuidardemímisma.Sinlamenorceremonia, enmedio del alegre caos que siguió a la salida de los reyes, laseñora Bretton nos precedió y nos abrió camino entre la multitud. Grahamseguíaapostrofandoasumadre, lagrisettemáshermosaquehabía tenido lasuertedevercargadaconunasombrerera; tambiénquisoquemefijaraenelafecto que mi madrina sentía por el turbante azul celeste, y anunció suconviccióndequealgúndíaselopondría.

Lanocheeraterriblementefríayoscura,peronotardamosenencontrarelcarruaje.Prontoestuvimosencajadosen su interior, tancalientesycómodoscomoalladodelachimenea;ycreoqueeltrayectodevueltafueinclusomásagradablequeeldeida.Agradableapesardelcochero,quehabíaestadocasitodoelconciertoen la tiendadelmarchanddevin,ynos llevóvariasmillaspor la negray solitaria calzadadespuésdehaberpasadode largo el caminoqueconducíaaLaTerrasse;nosotros,ocupadosenhablaryreír,noreparamosensuextravíohastaque, finalmente, laseñoraBrettoncomentóquesiemprehabíacreídoqueelchâteauestabaenunlugarapartado,peronoenelfindelmundo,comoparecíaserelcaso,puesllevábamoshoraymediaenelcarruajeytodavíanohabíamoscogidolaavenida.

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EntoncesGrahammiróporlaventanillay,aldivisarunoscamposextensosy oscuros, con hileras desconocidas de árboles desmochados y de tilos a lolargodesuscercashundidaseinvisibles,empezóahacerconjeturassobreloocurrido; y, ordenando al cochero que se detuviera, se subió al pescante ycogióélmismolasriendas.Graciasaél,llegamosacasasanosysalvos,conhoraymediaderetraso.

Martha no se había olvidado de nosotros; un alegre fuego ardía en lachimenea y una deliciosa cena esperaba en el comedor: las dos cosas nosllenaronde regocijo.Empezabaa amanecer cuandonos retiramosanuestrashabitaciones.Mequitéel traje rosayelmantodeencaje,ymesentímuchomás felizquealponérmelos.Quizáno todas las jóvenesquehabíanbrilladoporsuhermosuraenelconciertopodíandecirlomismo;puesnotodashabíandisfrutadodelaamistad…desuserenoconsueloydesumodestaesperanza.

CapítuloXXI

Reacción

Sólo faltaban tres días parami regreso al pensionnat.Casi contaba en elrelojlossegundosdeaquellosdías;debuenaganahabríaretrasadosuvuelo;pero ellospasaban silenciosamentemientrasyo losobservaba: cuandoya sehabíanido,seguíaaterrándomesumarcha.

—Lucynonosdejaráhoy—dijo,cariñosamente, la señoraBrettoneneldesayuno.

—No pediría un día más de vacaciones aunque supiera que iban aconcedérmelo —respondí—. ¡Ojalá me hubiera despedido ya y estuvierainstaladaenlarueFossette!Deboirmeestamañana…cuantoantes;mibaúlestálisto.

Resultó,sinembargo,quemimarchadependíadeGraham;habíaquedadoenacompañarme,peroaqueldíatuvotantasvisitasquenoregresóacasahastael atardecer.Esodio lugar a unapequeñadiscusión.La señoraBrettony suhijoinsistieronenquemequedaraunanochemás.Mehabríaechadoallorar,¡estaba tan impaciente por irme! Deseaba separarme de ellos con lamismaintensidadqueelcondenadoamuertedeseaquecaigaelhachaenelpatíbulo:es decir, anhelaba el fin demi sufrimiento. Ellos no podían entenderlo. Ensituacionesasí,desconocíanmiestadodeánimo.

Había oscurecido cuando el doctor John me ayudó a bajar del carruajedelante del internado de madame Beck. La farola de la entrada estabaencendida;caíaunalloviznadenoviembre,quenohabíacesadoentodoeldía:

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la luz se reflejaba sobre el pavimentomojado.En una nochemuy parecida,menos de un año antes,me había detenido por primera vez ante esemismoumbral; la escena no podía ser más similar. Me acordaba de las losas delempedradosobrelasquehabíafijadomimiradaextraviadamientrasesperaba,solitaria e implorante, con el corazón encogido, a que abrieran esa mismapuerta.Tambiénaquellanochehabíaestadounosinstantesconquienahorameacompañaba. ¿Le había hablado de aquel encuentro? No, nunca lo habíahecho, nime había sentido inclinada a hacerlo: era un bonito recuerdo quepervivíaenmimemoria;ypreferíaconservarloallí.

Grahamtocólacampanilla.Lapuertaseabrióalinstante,pueseralahoraenque lasmediopensionistasvolvían a sushogares; por esemotivo,Rosineestabamuypendientedelapuerta.

—Nohacefaltaquepase,doctorJohn—ledije;peroélentróunmomentoaliluminadovestíbulo.

Noqueríaquevieralaslágrimasasomandoamisojos,puessunaturalezaerademasiadobondadosaynoteníasentidoquelemostraramipena.Siempredeseaba curar… aliviar… cuando, a pesar de ser médico, no estaba en supodernilacuraciónnielalivio.

—Ánimo,Lucy.Pienseenmimadreyenmícomoenverdaderosamigos.Nolaolvidaremos.

—Tampocolesolvidaréyo,doctorJohn.

Metieronmibaúl.Nosestrechamos lamano;sevolviópara irse,peronoparecía satisfecho: necesitaba hacer o decir algo más para contentar susgenerososimpulsos.

—Lucy—exclamó, poniéndose detrás demí—, ¿se sentirámuy sola enestelugar?

—Alprincipio,sí.

—Mimadrevendráenseguidaavisitarla;y,entretanto,¿sabeloqueharé?Laescribiré…cualquiertonteríaquesemeocurra,¿leparecebien?

«¡Qué corazón tan bueno y tan noble!», pensé; pero moví la cabeza,sonriendo,ydije:

—Deningúnmodo:noquieroquesemoleste.¡Ustedescribirmeamí!Conloocupadoqueestá…

—¡Oh!Encontraréalgúnmomento.¡Adiós,Lucy!

Se había ido. La pesada puerta se cerró con estruendo: el hacha delverdugohabíacaído…eldolormeatenazaba.

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Sindarme tiempopara pensar o sentir, tragándome las lágrimas como sifueranvino,paséalsalóndemadameBeckparahacerlelavisitaineludibledecortesía y respeto.Me recibió con una cordialidadmuy bien ensayada, y semostró incluso efusiva al darme brevemente la bienvenida.Me dedicó diezminutos.De la salleàmangermedirigíal refectorio,dondesecongregabanalumnas y profesoras para el estudio de la tarde: su bienvenidame parecióbastantemenosfalsa.Unavezhechoesto,puderetirarmeamidormitorio.

«¿Me escribirá realmente Graham?», pensé, sentándome agotada en elbordedelacama.

LaRazónllegósigilosamentehastamíenmediodelapenumbradeaquellargoyoscurodormitorio,ymesusurróconcalma:

«Tal vez te escriba una vez. Su generosidad le empujará a hacer eseesfuerzo. Pero no será algo continuo… puede que no se repita. Sería unaauténtica locura confiar en esa promesa…sería de una ingenuidad deliranteconfundiruncharcopasajero,queformanunasgotasdeagua,conelmanantialperennequeserenuevaalolargodelasestaciones».

Inclinélacabeza,ycontinuéenfrascadaenmismeditacionesduranteunahora.LaRazónseguíahablándomeenvozbaja,apoyandoenmihombrosumano marchita y rozando mis oídos con sus labios fríos y amoratados deanciana.

«Ysi él te escribiera—susurraba—,¿qué?¿Te lasprometesmuy felicesporque le responderás? ¡Ah! ¡Estás loca! ¡Teprevengo!Que tu contestaciónseabreve.Noespereseldeleitedelcorazón…nilaindulgenciadelintelecto:refrenalossentimientos,aguzatusfacultades:nopierdaseltiempopensandoen una correspondencia amistosa, no albergues la esperanza de unentendimientoperfecto».

«PerohehabladoconGrahamynomehasreprendido»,decíayo.

«No —contestaba ella—, no necesitaba hacerlo. Hablar es una buenadisciplinaparati.Tuconversaciónesimperfecta.Mientrashablas,nopuedesolvidar tu inferioridad…ni alentar falsas ilusiones: eldolor, lasprivaciones,laspenuriascondicionantulenguaje…».

«Pero—insistía yo—, cuando la presencia corporal es débil y el habladespreciable,nopuedeserunerroremplearel lenguajeescritoparaexpresarloqueunoslabiostemblorososnolograndecir».

LaRazónselimitabaaresponder:

«Acariciaesaideaportucuentayriesgo,odejaquesuinfluenciaalientetuscartas».

«Pero,sisiento,¿nopuedoexpresarlo?»

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«¡Jamás!»,afirmabaella.

Yo gemía ante su amarga severidad. Jamás… jamás… ¡Qué palabra tandura!LaRazón,aquellaarpía,nomepermitíaalzar lamirada,ni sonreír,niabrigar esperanzas: no descansaba hasta verme hundida, descompuesta,acobardada.Segúnella,yosólohabíanacidoparaganarmeelpanconelsudordemifrente,esperarlamuerte,yvivirsiempresumidaenelabatimiento.EsposiblequelaRazónestuvieraenlocierto;peronoesextrañoqueavecesnosalegremosdedesafiarla,huyendodesumanodehierroydandounashorasdeholganza a la Imaginación… su suave y brillante enemiga, nuestro dulceAmparo, nuestra divina Esperanza. Podemos y debemos romper de vez encuandolasataduras,apesardelaterriblevenganzaquenosaguardaanuestroregreso.LaRazónestanvengativacomoundiablo:siemprefuetanvenenosaconmigocomounamadrastra.Silahubieraobedecido,habríasidopormiedo,noporamor.SinohubierasidoporesePoderqueguardamisecretoymejuralealtad,hacemucho tiempoquehabríamuertode lomalquemeha tratado:susprohibiciones,sufrialdad,sumesavacía,sulechohelado,susviolentoseincesantesgolpes.AmenudolaRazónmehaechadoalacalleenmediodelanoche, en pleno invierno, bajo una gélida nieve, arrojándome como únicoalimentoloshuesosroídosabandonadosporlosperros;hajuradoimplacablequeensudespensanoquedabanadaparamí,ymehanegadocruelmenteelderechoapediralgomejor…Entonces, levantando lamirada,hevistoenelcielo una cabeza rodeada de estrellas, y la que estaba en el centro, la quebrillabamás,meofrecíaun rayoatentoy llenodecomprensión.Unespíritumás suaveymejorqueelde laRazónHumanahadescendidoen silenciosovuelohastalatierrabaldía,trayendounairedeeternoverano,unperfumedefloresquejamáspodránmarchitarse,unafraganciadeárbolescuyofrutoeslavida,unabrisa límpidadeunmundocuyosdíasnonecesitanunsolque losilumine.Eseángelbuenosaciabamihambreconalimentosdulcesyextraños,queleentregabanlosángelestrasrecogersucosecha,cubiertadeblancorocío,en las primeras horas de un día celestial.Con ternura, enjugaba las penosaslágrimasquemearrebatabanlavida,ofreciendodescansoaunamortalfatiga,infundiendo esperanza y aliento a mi embotada desesperación. ¡Divina,compasiva, valiosa influencia!Cuandome arrodille ante alguien que no seaDios,seráantetusblancosyaladospies,hermososenlasmontañasyenlosllanos.SehanlevantadotemplosenhonordelSol,yerigidoaltaresenhonordelaLuna.¡Tugloriaesmayor!Lasmanosnoconstruyennadaparati,yloslabios no te bendicen; pero los corazones siguenvenerándote fielmente a lolargo de los siglos. Tu morada es demasiado amplia para tener muros,demasiadoelevadapara tenerbóveda;un templocuyosueloesel espacio…unosritoscuyosmisteriosrestablecenlaarmoníadelosmundos.

¡Soberanaabsoluta!Tienes,pararesistir,ungranejércitodemártires;paratriunfar, el grupo de los elegidos. Deidad absoluta, ¡tu esencia saldrá

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victoriosa!

Esa hija de los cielos se acordó demí aquella noche;mevio llorar y seacercóaconsolarme:

«Duerme—medijo—,duermedulcemente…yovelarétussueños».

Ycumpliósupalabra,ymevigilómientrasdormía;pero,alamanecer,laRazónlerelevódesuguardia.Medespertésobresaltada;lalluviagolpeabaloscristales, y el viento aullaba de vez en cuando, irritado; en el centro deldormitorio,lalamparillaseextinguíaensusoportenegroycircular:empezabaa despuntar el día. ¡Cómo compadecí a quienes el sufrimiento espiritualerosiona el ánimo en lugar de espolearlo! Aquella mañana, el dolor dedespertarmemesacóde la camacon lamismaviolenciaque lamanodeungigante. ¡Con cuánta rapidez me vestí en medio del frío de aquel crudoamanecer!¡Conquéansiabebíelaguaheladademivasija!Eraelcordialalquesiemprerecurríacuandomesentíadesgraciada.

Lacampanano tardóen tocar su réveil para todoel internado.Comoyaestabavestida,bajésolaal refectorio,dondehabíaunaestufaencendidayelaire estaba caldeado; el resto de la casa sufría los rigores del inviernocontinental: aunque sólo estábamos a principios de noviembre, el viento delnortehabíaextendidoporEuropasualientohelado.Recuerdolopocoquemegustaban las estufas negras cuando llegué a la rue Fossette; pero ahoraempezaba a relacionarlas con una sensación de bienestar, y las amaba tantocomoenInglaterraseamaelfuegodelhogar.

Sentada frente a aquella oscura fuente de calor, sostuve una profundadiscusiónconmigomismasobrelavidaysusoportunidades,sobreeldestinoysusdecretos.Miespíritu,más tranquiloyanimosoque lavíspera,estableciópara sí algunas normas muy severas, prohibiendo bajo pena de muertecualquiervagaevocacióndelafelicidadpasada,ordenandounpacienteviajepor lospáramosdelpresente, imponiendoconfianza en la fe…yuna atentaobservacióndelacolumnadenubeydelacolumnadefuego,quenossometeny atemorizan al tiempoque nos guían e iluminan…acallando, asimismo, elimpulsodecaerenlaidolatría,reprimiendoeldeseoacuciantedevislumbraruna lejana tierradepromisióncuyasorillas talvezsólo logrenalcanzarseenlossueñospostreros,ycuyosdulcespastossólopodráncontemplarsedesdeladesoladaysepulcralcimadeunmonteNebo.

Poco a poco, un sentimiento en el que se entremezclaban la fuerza y eldolor rodeócon fuerzamicorazón,protegiendo,oalmenosmoderando,suslatidos y dejándome en condiciones de hacer mi trabajo diario. Levanté lacabeza.

Comohedichoantes,estabasentadajuntoalaestufainstaladaenlapared

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que separabael refectoriodel carré, calentandoasí lasdosestancias.Enesamismapared,muycercadelaestufa,habíaunaventanaquetambiéndabaalcarré;cuandoalcélavista,ungorroconborla,unafrenteydosojosllenabanel hueco de cristal; lamirada fija de esos dos ojos se encontró con lamía:estaban observándome.Hasta entonces nome había dado cuenta de que laslágrimas corrían por mis mejillas, pero me percaté de ello en ese mismoinstante.

Eraunacasaextraña,dondeningúnrincónestabaasalvodelos intrusos,dondenosepodíaderramarunalágrimanicavilarsobrealgosinquehubieraunespíacercaquetomaranotaolodescubriera.Yesenuevoespíamasculino,llegado del exterior, ¿qué hacía en el internado a aquella hora tan insólita?¿Qué derecho tenía a importunarme de esemodo? Ningún otro profesor sehabríaatrevidoacruzarelcarréantesdequesonaralacampanaqueseñalabaeliniciodelasclases.PeromonsieurEmanuelnoteníaencuentalashorasnilasnormas: habíaun libroquedeseaba consultar en labibliotecadel primercurso,yhabíavenidoensubusca,pasando,decamino,porelrefectorio.Teníala costumbre demirar delante, detrás, a un lado y a otro:me había visto atravésdelapequeñaventana…yahorahabíaabiertolapuertadelrefectorioyallíestaba.

—Mademoiselle,vousêtestriste.

—Monsieur,j’enaibienledroit.

—Vous êtes malade de coeur et d’humour —prosiguió—. Está ustedfuriosayafligida.Veoensusmejillasdoslágrimasardientescomochispasysaladas como cristales marinos. Mientras le hablo me mira de un modoextraño.¿Quierequeledigaaquémerecuerda?

—Monsieur,prontoserálahoradelasoraciones;apenastengotiempoparahablaraestashoras…perdone…

—Soycapazdeperdonarcualquiercosa—meinterrumpió—.Mitalanteestanapaciblequeni losdesairesni, talvez, los insultospuedenalterarlo.Merecuerdaustedauna jovencriaturasalvaje, reciéncapturada, sindomar,queobserva con una mezcla de fuego y de miedo la entrada de quien va adomesticarla.

¡Aquellaspalabrasnoteníanjustificación!Dirigidasaunaalumna,habríansidoimprudentesygroseras;aunaprofesora,resultabaninadmisibles.Queríahacermeperderlosestribos;habíavistoconanterioridadcómohostigabaalaspersonas impulsivasparaquemontaranencólera.Yonosatisfaríasusmalasintenciones;mequedécallada.

—Usted tomaría una dosis de veneno dulce, y desdeñaría un saludablelicoramargoconrepugnancia—dijo.

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—Locierto es quenuncamehagustado el licor amargo; y tampocomeparecemuysaludable.Encuantoalodulce,seavenenooalimento,tendráquereconocerlealmenossudeliciosacualidad:ladulzura.Talvezseamejormorirrápidamente de una muerte agradable que seguir arrastrando una vida sinalicientes.

—Sinembargo,siyotuvierapoderparaadministrárselo,tomaríaustedunadosisdiariadelicoramargo;encuantoasuadoradoveneno,esmuyposiblequeyorompieralacopaquelocontiene.

Volví bruscamente la cabeza, en parte porque su presencia medesagradaba,yenparteporquequeríaeludirsuspreguntas:temíaque,enmiestadodeánimo,elesfuerzoderesponderlasmehicieraperdereldominiodemímisma.

—Vamos—exclamó, suavizando la voz—, dígame la verdad… le apenahaberseseparadodesusamigos,¿noesasí?

Ladulzurainsinuantenoeramásaceptablequelacuriosidadinquisitorial.Guardésilencio.MonsieurPaulentróenelrefectorio,sesentóenunbancoadosyardasdemí,ypasóbastante tiempo intentando,pacientemente,queyoentablaraconversación…algoinútil,puesyonopodíahablar.Finalmente,leroguéquemedejarasola.Alpedírseloconvozentrecortada,hundílacabezaentre los brazos y me apoyé en la mesa. Lloré amargamente, aunque ensilencio.Élsequedóunpocomás.Nolevantélamiradanidijenada,hastaqueelruidodelapuertaalcerrarseydeunospasosquesealejabanmehicieroncomprenderquesehabíamarchado.Aquellaslágrimasaliviaronmidolor.

Tuve tiempo de enjugarme los ojos antes del desayuno, y supongo queaparecí en el comedor tan serena como cualquiera; no tan dichosa, sinembargo,comola jovenquesesentófrenteamí,memiróconunosojosnodemasiado grandes que centelleaban de alegría, y extendió cordialmente sublancamanoporencimadelamesaparaqueyoselaestrechara.Losviajes,las diversiones y los coqueteos habían sentado muy bien a la señoritaFanshawe; había engordado un poco y sus mejillas eran redondas comomanzanas. La había visto por última vez elegantemente vestida para elconcierto.Nocreoqueestuvieramenosencantadoraahoraconsuatuendodecolegiala, una especie de peignoir azul marino, muy sencillo y de cuadrosnegros. Incluso pienso que aquella oscura envoltura resaltaba su atractivo,realzando lablancuradesu tez, la frescuradesu juventud, labellezadesuscabellosdorados.

—Me alegro de que haya vuelto, Timon—dijo (era uno de losmuchosnombres que me daba)—. No sabe cuánto la he echado de menos en estehorribleagujero.

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—¿Deveras?Aunque,sideseabaverme,seguroqueeraporqueteníaalgoquepedirme…¿talvezquezurcierasusmedias?—nuncadiniuncuartodepeniqueporelamordesinteresadodeGinevra.

—¡Tanrefunfuñonaymalhumoradacomosiempre!—exclamóella—.Noesperabamenos:dejaríadeserustedsinomereprendiera.Peroahora,queridaabuela,esperoquelesigagustandotantoelcaféytanpocolospistolets.¿Estádispuestaahacerelcambio?

—Comoquiera…

Lo que resultabamuy provechoso para ella. AGinevra no le gustaba latazadecafédelamañana;elbrebajeescolarnoerasuficientementefuertenidulce para su paladar; pero tenía un excelente apetito, como las demásalumnas que gozabande buena salud, y adoraba los panecillos y los bollos,que estaban recién hechos y eran deliciosos. Como sólo nos servían ciertonúmero,yésteerasuperioramisnecesidades, ledabalamitadaGinevra;ynuncalequitabaeseprivilegio,aunqueotrasmuchachascodiciabanloquemesobraba.Devezencuando,ellamedabaunpocodesucafé.Aquellamañanamealegrédelcambio;noteníahambreyestabamuertadesed.Noséporquéelegí a Ginevra y no a otra alumna para darle mis panecillos; ni por quémotivo cuando tenía que compartir un vaso, como ocurría a veces —porejemplo,cuandohacíamosunalargacaminataporelcampoynosdeteníamosa beber en una granja—, intentaba que ella fuera mi compañera, y no meimportabaquesebebieralamayorparte,yafueracervezarubia,vinodulceoleche recién ordeñada. Ella lo sabía; por ese motivo, a pesar de nuestrasdiscusionesdiarias,jamásnosenfadábamos.

Despuésdeldesayuno,teníalacostumbrederetirarmealaclasedelprimercurso, dondeme sentaba y leía o pensaba a solas (sobre todo esto último),hasta que a las nueve en punto se abrían las puertas y entraban en tropelexternas y mediopensionistas, iniciándose el bullicio y ajetreo que durabahastapasadaslascincodelatarde.

Acababadesentarmecuandoalguienllamóalapuerta.

—Pardon,mademoiselle—dijounapensionnaire,entrandodiscretamente.

Despuésdecogerellibroocuadernoquenecesitaba,seretiródepuntillas,murmurandoalpasar:

—Quemademoiselleestappliquée!

¡Realmente aplicada! Losmedios para aplicarme estaban delante demí,peroyonohacíanada;nohabíahechonada,niteníaintencióndehacernada.Así es como el mundo nos atribuye méritos que no merecemos. La propiamadame Beck me consideraba una bas-bleu, y solía aconsejarme

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solemnemente que no estudiara demasiado para que «la sangre no se mesubieraalacabeza».LociertoesquetodoelmundoenlarueFossettecreíaque«MeesLucie»eraunaerudita;conlanotableexcepcióndemonsieurPaulEmanuel, quien, valiéndose de sus propios medios, completamenteinescrutables para mí, había adivinado con bastante exactitud mi verdaderapreparación,yaprovechabacualquieroportunidadparareírsemaliciosamenteenmioídodemisescasosconocimientos.Pormiparte,jamásmepreocupédeaquella carencia.Megustaba tener ideaspropias;meproporcionabaungranplacerleeralgunoslibros,nomuchos,prefiriendosiempreaquelloscuyoestiloo sentimiento reflejara la verdadera naturaleza del autor, y desechandoindefectiblemente las obras sin carácter, por muy lúcidas y meritorias quefueran.En lo que respecta ami inteligencia, percibía con claridad queDioshabía limitadosupodery suacción…ymesentíaagradecidapor losdonesrecibidos,sinambicionarmejoresatributosniunaculturamásvasta.

Acababa de marcharse la educada alumna cuando una segunda intrusairrumpió en el refectorio, esta vez sin ceremonias y sin llamar a la puerta.Habría adivinado su identidad aunque hubiera estado ciega. Mi naturalezareservadahabíaejercidounainfluencia,muysaludableybeneficiosaparamí,en los modales de mis compañeras; rara vez se mostraban ahora rudas oindiscretas conmigo.Cuando llegué a la rueFossette, era frecuente que unatoscaalemanamedierapalmadasenelhombroymepidieraqueparticiparaenunacarrera;oqueunaruidosanativadeLabassecourmecogieradelbrazoymearrastraraalterrenodejuego.LasproposicionesinsistentesparadarunPasdeGéantounirmeaciertojuegodelesconditellamadoUn,deux,trois,erantambiéndelomáshabitualesalprincipio;perotodasesaspequeñasatencioneshabíancesadohacíayatiemposinqueyomehubieravistoenladesagradablenecesidad de cortar por lo sano. Ahora sólo debía temer o soportar lasfamiliaridades de una persona; y, como ésta era inglesa, podía aguantarlo.Algunasveces,cuandomeencontrabaatravesandoelcarré,GinevraFanshawenoteníaescrúpulosenobligarmeadarvueltascomosibailáramosunalocadovals,alegrándoseenormementedelaturbaciónfísicaymentalquemecausabasu proceder. Era Ginevra Fanshawe quien ahora interrumpía mi «ocioerudito».Llevabaunaenormepartiturabajoelbrazo.

—Vayaapracticar—meapresuréadecir—.¡Márchesealasalapequeña!

—Antes tengoquehablarconusted,chèreamie.Sédóndehapasadosusvacaciones,ycómohaempezadoa sacrificarsea losplaceresmundanosyadisfrutarde lavidacomocualquierotrabeldad.Lavienelconcierto laotranoche,vestida,realmente,comotodoelmundo.¿Quiénessutailleuse?

—¡Qué chismosa es! ¡Mi tailleuse! ¡Qué tontería! Vamos, Ginevra,márchese.Lociertoesquenodeseosucompañía.

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—Pero cuando yo deseo tanto la suya, ange farouche, ¿quémás da queustedsemuestreunpocorenuente?DieuMerci!Sabemoscómoarreglárnoslasconnuestrasagazcompatriota…lasabiaoursebritannique.Asíque,Ourson,¿conoceaIsidore?

—ConozcoaJohnBretton.

—¡Chist!—exclamó,tapándoselosoídos—.Vaarompermelostímpanosconsusrudosanglicismos.Pero¿cómoestánuestroqueridoJohn?Cuéntemecosas de él. El pobre debe de estar muy afligido. ¿Qué le pareció micomportamientodelaotranoche?¿Acasonofuecruel?

—¿Creequereparéensupresencia?

—Fueunaveladaencantadora.¡QuédivinoesAlfreddeHamal!Y¡haberpodidoveramiotroadmiradorenfurruñadoylanguideciendodeamor!Yalaanciana…¡mifuturasuegra!PerometemoqueladySarayyofuimosunpocodescortesesalburlarnosdeella.

—LadySaranuncaseburlódeella;encuantoa loqueustedhizo,nosepreocupe, la señora Bretton sobrevivirá a sus comentarios y a sus gestosdespectivos.

—Esposible… las ancianas sonmuy fuertes; pero ¡ese pobre hijo suyo!Cuéntemeloquedijo:viqueestabaterriblementedisgustado.

—Dijoqueparecíacomosi,enel fondo,ustedsesintierayamadamedeHamal.

—¿De veras? —exclamó, alborozada—. ¿Se dio cuenta de eso? ¡Quéencantador!Penséquesevolveríalocodecelos.

—Ginevra,¿quiereromperdeverdadconeldoctorBretton?¿Deseaqueélladeje?

—¡Oh!Yasabequeélesincapaz;pero¿sevolvióloco?

—Completamenteloco—asentí—;máslocoqueunacabra.

—Bueno,y¿cómolograronllevarloacasa?

—¡Noscostómuchísimo!¡Deberíaustedapiadarsedesupobremadreydemí! Imagínenos sujetándolodentrodel carruaje, y él despotricando entre lasdos, a punto de hacernos perder el juicio a todos. Hasta el cochero seequivocó,noséporqué,yacabamosperdidos.

—¿Lodiceenserio?Estáustedriéndosedemí.Vamos,LucySnowe…

—Leaseguroqueescierto…comotambiénloesqueeldoctorBrettonsenegó a quedarse en el interior del carruaje: escapó de nosotras y cogió lasriendas.

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—¿Ydespués?

—Después… cuando llegamos a casa… la escena supera cualquierdescripción.

—Vamos,descríbala…¡estandivertido!

—Divertido para usted, señorita Fanshawe; pero —afirmé con extremagravedad—yaconoceel refrán:«Dondeunoshallan lavida, tienenotros lamuerte».

—Continúe,queridaTimon.

—NopuedohacerlocomoDiosmandasinomeaseguraquetienecorazón.

—¡Claroquelotengo!¡Ybiengrande!

—¡Bien! En ese caso podrá imaginar al doctor Graham negándose acenar…dejando sinprobar el polloy lasmollejas.Y luego…perono tienesentidoextenderseenestosangustiososdetalles.Bastedecirquea sumadrenunca, ni siquiera en las peores pataletas de su infancia, le costó tantoarroparlecomoaquellanoche.

—¿Noqueríaestarsequieto?

—No quería estarse quieto: eso es. En cuanto se veía bajo las sábanas,luchabapordestaparse.

—Y¿quédecía?

—¿Quequédecía?¿PuedeimaginárselollamandodesesperadamenteasudivinaGinevra,maldiciendoaesedemoniodeAlfreddeHamal…hablandoen sus delirios de bucles dorados, ojos azules, brazos de gran blancura,pulserasbrillantes?

—¡Nopuedeser!¿Violapulsera?

—¿Quesilavio?Tanbiencomoyo;yquizáviotambiénporprimeravezla marca que había dejado en su brazo. Ginevra —añadí, levantándome ycambiandodetono—,seacabó.Váyaseapracticar.

Yabrílapuerta.

—Peroaúnnomelohacontadotodo.

—Serámejorquesalgadeaquíantesdequelohaga.Quizánoleagradeoírelfinaldemihistoria.¡Márchese!

—¡Quémalaes!—exclamóella,peromeobedeció.

Laclasedelprimercursoerami territorio,asíqueno teníamás remedioqueacatarmisórdenes.

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Parasersincera,nuncamehabíadivertidotantoconellacomoaqueldía.Era un placer pensar en el contraste entre la realidad y mi descripción…recordaraldoctorJohndisfrutandodeltrayectodevueltaacasa,cenandoconentusiasmoyretirándoseadormirconserenidadcristiana.Sólocuandoleveíamuyafligidomesentíarealmenteenojadaconlahermosaydelicadacausadesusufrimiento.

Transcurrieron quince días. Empezaba a acostumbrarme de nuevo a larutinadel internado,y eldolor lacerantedel cambioestabacediendoante lainerciacotidiana.Unatardeenqueatravesabaelcarréparadirigirmealprimercurso,dondemeesperabanparaayudarenclasedeliteratura,viaRosine,laportera,juntoaunodelosaltosventanales.Suactitud,comosiempre,eradetotaldespreocupación.Nuncadejabade sentirse«a sus anchas».Unade susmanos estaba en el bolsillo del delantal y la otra sujetaba una carta, cuyadirecciónleíadescaradamente,sindejardeexaminarelsello.

¡Una carta! La imagen de una carta así llevaba atormentándome losúltimos siete días. Había soñado con una carta la noche anterior. Y la queRosineteníaenlamanoejercíaunfuertemagnetismosobremí;sinembargo,nosésimehubieraatrevidoapedirlequemedejaraecharunvistazoaaquelsobreblancoconellacrerojoenelcentro.No,supongoquehabríapasadodelargotemiendosufrirunaDecepción;ymicorazónlatióconlamismafuerzaquesioyerasuspasosacercándose.¡Errornervioso!Eranlasrápidaspisadasdelprofesorde literatura avanzandopor elpasillo.Echéa correr.Si lograbasentarmeyrestablecerelordenenlaclaseantesdequeélllegara,esposiblequenisefijaraenmipresencia;pero,simesorprendíaenelcarré,seguroquemeechabaunabuenareprimenda.Tuvetiempodesentarme,imponersilencio,sacar mis labores y comenzarlas en medio de una tranquilidad conventual,antesdequemonsieurEmanuelentrarabruscamenteynossaludaraconunaprofundayexageradareverencia,quepresagiabasufuria.

Comoerahabitual,cayósobrenosotroscomoun trueno;pero,envezdedirigirsecomounrayodesdelapuertahastalatarima,sucarrerasedetuvoamediocamino,alaalturademimesa.Volviendosurostrohaciamíyhacialaventana, de espaldas a las alumnas y al aula, me lanzó una mirada… unamiradaporlaqueyohabríapodidopedirleexplicaciones…unamiradaceñudadedesconfianza.

—Voilà!Pourvous—dijo,sacandolamanodelchalecoydejandoenmipupitreuna carta… lamismacartaquehabíavisto enpoderdeRosine… lacartacuyorostropintadodeblancoycuyoojodeCíclopebermellónhabíanquedadograbadosenlaretinademissueños.

Lareconocí,supequeeralacartademisesperanzas,laculminacióndemisdeseos, el fin de mis dudas y de mis terrores. Monsieur Paul, con su

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acostumbrado e injustificable entrometimiento, se la había quitado aRosineparaentregármelapersonalmente.

Podría haberme enfadado, pero no me sobró un instante para esesentimiento.Sí, loque sostenía enmimanono erauna simplenota sinounsobre que guardaba en su interior, comomínimo, una hoja de papel; no eraalgo ligero, sino sólido, importante, satisfactorio.Y allí estaba la dirección:«SeñoritaLucySnowe»,escritaconletrafirme,clara,homogénea;yelsello,redondo,abundante, lacradohábilmenteconunamanoquenotemblaba,conlas iniciales «J.G.B.» grabadas con nitidez. Me invadió una sensación defelicidad… una emoción que desbordó mi corazón y corrió impetuosa portodasmisvenas.Porunavez,misesperanzasseconvertíanenrealidad.Teníaenmimanounpedazodealegríasólida,auténtica:nounsueño,niunaimagendel cerebro, ni una de esas oscuras posibilidades inventadas por laimaginación,delasquelahumanidadestáhambrientaperonopuedevivir;nounaracióndeesemanáquehacetiempoelogiécontristeza…quealprincipiosederriteenloslabiosconunadulzuraindescriptibleysobrenatural,peroque,al final, nuestra alma acaba aborreciendo, deseosa de alimentos naturales ynacidos de la tierra, rogando encarecidamente a las almas celestiales quereclamen su esencia y su rocío…un alimento divino, pero funesto para losmortales.Noeraunsuavegranizo,niunapequeñasemilladecilantro,niunahojadelgadadepanácimo,nilamielmásexquisita.Eralaraciónprimitivaysabrosadelcazador,carnesanaynutritiva,cazadaenelbosqueocriadaeneldesierto, fresca, saludable y vivificante. Era lo que el viejo patriarcamoribundopidióasuhijoEsaú,prometiendobendecirleantesdemorir.Eraunregalo del cielo; y le agradecí al Señor que me lo hubiera ofrecido.Exteriormente,melimitéadarlasgraciasalhombre,diciendo:

—¡Gracias,muchasgracias,monsieur!

Monsieurfruncióloslabios,melanzóunamiradamaliciosaysedirigióala tarima en dos zancadas. No podía decirse que monsieur Paul fuera unhombrebueno,aunqueteníaalgunascualidades.

¿Leímicartaenaquellaclaseyenaquelmomento?¿Consumílacarnedevenadoenseguidayatodaprisa,comosiEsaúdispararasusflechastodoslosdías?

Noeratannecia.Elsobreconladirecciónyelselloconlastresinicialeseransuficienterecompensaporelmomento.Salídelaulayconseguílallavedel gran dormitorio, cerrado durante el día. Me dirigí a mi escritorio, concierta premura, pues temía que madame subiera sigilosamente las escalerasparaespiarme,abríunode loscajones,cogíunpequeñocofreysaquédeélunacajita;despuésdemirarnuevamenteelsobrecomplacidaydeacercarelselloamislabiosconunamezclademiedo,vergüenzaysatisfacción,dobléel

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tesorosinverquéconteníayloenvolvíenunpapelplateado;luegologuardéenlacajita,cerréelcofreyelcajón,salídelcuartosinolvidarecharlallaveyregreséalaclase,conlasensacióndequeloscuentosdehadasexistíanylosregalosmágicosnoeranunsueño.¡Quéextrañaydulcelocura!Ytodavíanohabíaleídoaquellacarta,fuentedemialegría,niconocíaelnúmeroexactodesuslíneas.

Cuando volví a entrar en el aula, encontré a monsieur Paul hecho unbasilisco.Unaalumnanohabíahabladolobastantefuerteyclaroparasugustoyparasuoído,ytantoellacomoalgunadesuscompañerasestabanllorandomientrasél,desdesu tarima, lesgritabaenfurecido.Escuriosopero,cuandomevioaparecer,descargósuirasobremí.

¿Era yo la profesora de aquellas niñas? ¿Me preciaba de enseñarles aconducirsecomoseñoritas?Estabasegurodequeyolespermitíayanimabaaahogarlalenguamaternaensusgargantas,yadesmenuzarlaytriturarlaentredientes,comosituvieranalgúnmotivoignominiosoparaavergonzarsedelaspalabras que pronunciaban. ¿Era eso modestia? Él sabía que no. Era unsentimientofalsoyabyecto,hijooprecursordelamaldad.Antesquesoportaresas muecas, ese tono amanerado y esa forma de gesticular, ese modo dedestrozarunanoblelengua,esaafectacióngeneralyesaobstinaciónenfermizade las alumnas del primer curso, prefería dejarlas enmanosde ungrupodeinsupportables petites maîtresses y limitarse a enseñar el abecedario a lospárvulos.

¿Quépodíaresponderyoatodoeso?Realmentenada;yesperabaquemepermitieseguardarsilencio.Latormentavolvióadesatarse.

¿Me negaba entonces a contestar a sus preguntas? Parecía que en aquellugar… aquel presuntuoso boudoir del primer curso, con su pretenciosabiblioteca,suspupitrescubiertosdepañoverde,susestúpidosmaceteros,sushorriblescuadrosymapasenmarcados,ysusurveillanteextranjera…parecíaqueallíestabademodapensarqueelprofesorde literatura ¡nomerecíaunarespuesta!Aquéllaseranideasnuevas,importadasdirectamentedelaGrandeBretagne:rezumabaneldescaroylaarroganciadelaisla.

Reinóelsilencio.Lasalumnas,que jamáshabíanderramadouna lágrimapor las reprimendasdeotrosprofesores, sederretíanahoracomoestatuasdenieve ante el desaforado ardor demonsieur Paul Emanuel; yo, conservandoaúnunpocodecalma,toméasientoymeatrevíareanudarmislabores.

Algo,nosésimimutismooelmovimientodemismanos,dandopuntadas,pareció empujar amonsieur Paulmás allá de los límites de su paciencia; ysaltódelatarima.Laestufaestabacercademimesayéllaatacó;casisacódesusgozneslapequeñapuertadehierro,ylasbrasassalieronvolando.

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—Est-cequevousavezl’intentiondem’insulter?—medijofuriosoenvozbaja(comosisesintieragravementeofendido),fingiendoatizarelfuego.

Habíallegadoelmomentodetranquilizarlounpoco,sieraposible.

—Mais, monsieur —respondí—, no le insultaría por nada del mundo.Recuerdomuybienqueunavezmedijoqueseríamosamigos.

Noqueríaquemetemblaralavoz,peronopudeevitarlo;creoquemásporlaagitacióndelacartaqueportemoramonsieurPaul.Perohabíaalgoensuenojo—unaespeciedearrebatodeemoción—que invitabaespecialmenteadeshacerseenllanto.Nomesentíatriste,nidemasiadoasustada,peroempecéallorar.

—Allons, allons! —se apresuró a decir, mirando a uno y otro lado ycontemplando el diluvio universal—.Decididamente, soy unmonstruo y unrufián. Sólo tengo un pañuelo—agregó—, pero, si tuviera veinte, ofreceríaunoacadaunadeustedes.Suprofesoralesrepresentará.Tome,señoritaLucy.

Y, sacando de su bolsillo un pañuelo de sedamuy limpio,me lo tendió.AlguienquenoconocieraamonsieurPaul,yquenoestuvieraacostumbradoaél y a sus impulsos, se habría quedado perplejo ante su ofrecimiento y lohabría rechazado, etcétera. Pero yo comprendí con claridad que debíaaceptarlo:lamenorvacilaciónhabríasidofatalparanuestroincipientetratadode paz. Me levanté y extendí el brazo para coger el pañuelo a mitad decamino, lo recibí pudorosamente, me enjugué los ojos y, volviendo a miasiento, retuve la bandera blanca entre mi mano y mi regazo, poniendoespecialcuidadoennotocarniaguja,nidedal,nitijerasnimuselinaenloquequedaba de clase. Monsieur Paul lanzó más de una celosa ojeada a esosutensilios;losodiabamortalmente,puesconsiderabalacosturaunafuentededistracciónquenosimpedíaprestarlelaatencióndebida.Suexplicaciónfuedelo más elocuente, y se mostró simpático y amable hasta el fin de la clase.Antesdeterminar,lasnubessehabíandisipadoyelsolbrillaba…laslágrimasseconvirtieronensonrisas.

Alsalirdelaula,sedetuvootravezjuntoamimesa.

—¿Ysucarta?—mepreguntó,sinlamenorfiereza.

—Todavíanolaheleído,monsieur.

—¡Ah! Es demasiado maravillosa para leerla en seguida; ¿prefiereguardarladelmismomodoqueyo,cuandoeraniño,guardabalosmelocotonesmaduros?

Aquella suposición se aproximaba tanto a la realidadquenopude evitarquemirostroseencendieradeunmodomuyrevelador.

—Esperapasarunosmomentosmuyfelices leyendoesacarta—exclamó

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—; la abrirá cuando esté a solas, n’est-ce pas? ¡Ah!Su sonrisame sirve derespuesta.¡Vaya,vaya!Unonodebemostrarsedemasiadosevero;lajeunessen’aqu’untemps.

—¡Monsieur,monsieur!—protesté,omásbiensusurrécuandosedabalavuelta,dispuestoamarcharse—.Nosevayaconunaideaequivocada.Essólolacartadeunamigo.Nolaheleído,peropuedoasegurarlo.

—Je conçois, je conçois: on sait ce que c’est un ami. Bonjour,mademoiselle!

—Pero,monsieur,aquítienesupañuelo.

—Guárdelo, guárdelo hasta haber leído la carta; ya me lo devolverádespués.Leeréensusojoselespíritudelamisiva.

CuandomonsieurPaulsemarchóylasalumnassalieronalpatioyaljardínparadisfrutardelrecreoqueprecedíaalrefrigeriodelascinco,yomequedéunosinstantesmeditando,altiempoqueenroscabadistraídamenteelpañueloenmibrazo.Poralgúnmotivo—supongoquellenadealegríaporalgúnsúbitorecuerdodelbrillodoradodelainfancia,avivadoporunainsólitarenovacióndesuoptimismo,ysintiéndomemuyfelizporlalibertaddelasúltimashorasdelatardey,sobretodo,portenereltesoroenlacajita,elpequeñocofreyelcajóndelpisodearriba—,meencontréjugandoconelpañuelocomosifueraunapelota,lanzándoloalaireyrecogiéndoloalcaer.Unamanoquenoeralamíadetuvoeljuego…unamanoquesalíadelamangadeunpaletôtypasabaporencimademihombro;cogióelimprovisadojugueteyselollevóconestassombríaspalabras:

—Jevoisbienquevousvousmoquezdemoietdemeseffets.

Aquelhombrecilloera realmente terrible,unsimpleduendecaprichosoyubicuo:unonuncaadivinabasusexcentricidadesnisuparadero.

CapítuloXXII

Lacarta

Cuando reinó el silencio en la casa, terminó la cenay el ruidoso recreo,anocheció y encendieron la lámpara en el refectorio; cuando las externas semarcharonacasa,ycesólabarahúndadelapuertaylacampanilla,ymadameestuvoinstaladaenlasalleàmangerencompañíadesumadreydealgunosamigos, me escabullí a la cocina y pedí, como algo excepcional, que meprestaranunabougiedurantemediahora.MiamigaGotonaccedióenseguida:

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—Maiscertainement,chou-chou,vousenaurezdeux,sivousvoulez.Conlavelaenlamano,subísilenciosamentealdormitorio.

Sufrí una gran desilusión al encontrar allí a una alumna indispuesta,tendidaenlacama…peroéstafueaúnmayoralreconocer,entrelosbordesdemuselina del gorro de dormir, la figure chiffonée de la señorita GinevraFanshawe. Es cierto que en aquel instante estaba dormida, pero tenía elconvencimiento de que se despertaría y me abrumaría con su charla en elmomentomás inoportuno; y, mientras la observaba, un ligero parpadeomeadvirtióque su reposopodía ser fingido,unamera artimañapara espiar condisimulo losmovimientosdeTimon:nosepodíaconfiarenella. ¡Ydeseabatantoquedarmeasolasparaleermimaravillosacartacontranquilidad!

No tenía más remedio que dirigirme a las aulas. Después de buscar yencontrar mi trofeo, bajé las escaleras. Pero la mala suerte me perseguía.Estabanlimpiandolasclasesafondo,a la luzdelasvelas,comohacíanunavezalasemana:losbancosseapilabansobrelospupitres,elaireestaballenodepolvoylospososdecafé(quelascriadasdeLabassecourempleabanenvezdehojasdeté)oscurecíanelsuelo;laconfusióneraenorme.Anonadada,peronovencida,memarché,firmementedecididaaencontrarunpocodesoledadenalgúnlugar.

Trascogerunallavecuyoesconditeconocía,subí tres tramosdeescalerahasta llegar a un rellano oscuro, estrecho y silencioso, abrí una puertacarcomida yme adentré en el inmenso, frío y negro desván.Allí nadiemeseguiría…nadiemeinterrumpiría…nisiquieramadame.Cerrélapuerta;dejélavelasobreunacómodamohosaytambaleante;meenvolvíenunchal,puesel aire era gélido; cogí la carta, temblando de dulce impaciencia; rompí elsello.

«¿Serálarga?…¿serácorta?»,pensé,pasándomelamanoporlosojosparadisiparlapenumbraplateadadeunalloviznatraídaporelvientodelsur.

Eralarga.

«¿Seráfría?…¿seráamable?».

Eraamable.

A mi esperanza, obediente y resignada, le pareció muy amable; a mipensamiento, inquieto y voraz, le pareció, tal vez, más amable de lo querealmenteera.

¡Habíatenidotanpocasesperanzas,ymitemorhabíasidotangrande!Alvermisueñocumplido,sentíunagranfelicidad…unafelicidadquemuchosseres humanos quizá no lleguen a conocer nunca. La pobre profesora deinglés,enelheladodesván,leyendoalaluzmortecinayvacilantedeunavela,

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en medio del frío invernal, una carta simplemente amistosa —nada más,aunque la amistad me pareciera divina—, se sentía más dichosa que lamayoríadelasreinasensuspalacios.

Por supuesto, una felicidad con tan escaso fundamento sólo podía serbreve; pero, mientras duró, fue sincera y exquisita: una burbuja, pero unaburbujadulcecomolamiel.EldoctorJohnmehabíaescritofinalmente;ylohabía hecho gustoso, con el mejor humor, deteniéndose con inmensasatisfacción en escenas que habían ocurrido ante sus ojos y los míos, enlugares que habíamos visitado juntos, en conversaciones que habíamossostenido,entodoslospequeñosasuntos,enresumen,delasúltimaseidílicassemanas.Peroloquemásmecomplacíaeralaconviccióndequesulenguajerisueñoycordialnopretendíaúnicamentecontentarmeamí,sinosatisfacerseasímismo.Unasatisfacciónquequizáélnovolvieraadesearniabuscar…una hipótesis, desde cualquier punto de vista, muy verosímil; pero esoconcerníaalfuturo.Elpresentedesconocíaeldolor,laimpureza,laprivación;pletórico,impoluto,perfecto,mecolmabadebendiciones.Unserafínparecíahaberse detenido a mi lado, y apoyaba en mi corazón palpitante su alaprotectora, balsámicaypurificadora.Doctor John,más tardemehizo sufrir:peroquetodoeldañoleseaperdonado—librementeperdonado—poraquelfavortanqueridoyrecordado.

¿Existen entes malvados, no humanos, que envidian nuestra felicidad?¿Existen influenciasmalignas rondandopor el aire y envenenándolo para elhombre?¿Quémeaguardabaalavueltadelaesquina?

Seoyóunextrañoruidoenaquelinmensoysolitariodesván.Casicontotalseguridad,percibí loqueparecíaunpasofurtivo:algosalíadelnegrorincóndondeestabancolgadaslassiniestrascapas.Mevolví:laluzeramortecina,laestanciamuyprofunda…pero¡tanciertocomoqueestoyviva!,viunasiluetablanca y negra en el centro de aquel cuarto fantasmal; la falda era negra,estrecha,larga;unveloblancoocultabasucabeza.

Puedes decir lo que quieras, lector… señalar que yo estaba nerviosa ohabíaperdidoeljuicio;afirmarquelaexcitacióndelacartamehabíaalterado;declarar que soñaba; pero te juro que aquella noche vi en el desván… ¡lafiguradeunamonja!

Lancéungrito;mesentídesfallecer.Siaquellasiluetasehubieraacercadoamí,creoquehabríaperdidoelconocimiento.Perosealejó,yyocorríhacialapuerta.Nosécómobajélasescaleras.Instintivamente,eludíelrefectorioymedirigíalasalademadameBeck;entrésinllamar.

—Hay algo en el grenier —exclamé—; vengo de allí… he visto algo.¡Subantodosaverlo!

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Dije «todos» porque la estancia me pareció llena de gente, aunque, enrealidad,sólohabíacuatropersonas:madameBeck,sumadre,laseñoraKint,que teníaproblemasdesaludyestabadevisita, suhermano,el señorVictorKint, y otro caballero que, cuando entré en el cuarto, conversaba con laancianadeespaldasalapuerta.

El miedo cerval y la debilidad debían de haber vuelto mi palidezcadavérica. Tenía frío y temblaba. Todos se levantaron consternados; merodearon. Les pedí encarecidamente que me acompañaran al grenier; lapresenciadeloscaballerospareciótranquilizarmeeinfundirmeánimos,comosi tener un hombre cerca significara ayuda y esperanza. Me volví hacia lapuerta,rogándolesquemesiguieran.Quisierondetenerme,peroinsistíenquedebíanacompañarme:teníanqueverloqueyohabíavisto…algoextraño,depie enmedio del desván.Y entonces recordémi carta, abandonada sobre lacómoda, al lado de la vela. ¡Mi maravillosa carta! Desafiaría por ella acualquier espíritu o criatura de carne y hueso. Corrí escaleras arriba, velozcomo el viento, pues sabía que venían detrás: no tuvieronmás remedio queseguirme.

Ycuandolleguéalapuertadeldesván,todoestabaoscurocomobocadelobo:lavelasehabíaapagado.Afortunadamente,alguien—creoquemadameBeck, con su habitual serenidad— llevaba una lámpara; de modo que, encuanto entró, un rayo atravesó la opaca negrura. La vela seguía allí, pero¿dóndeestabalacarta?Yfueesoloquebusqué,noalamonja.

—¡Micarta!¡Micarta!—sollocé,casifuerademí.

Labusquéa tientasporel suelo,moviendodesesperadamente lasmanos.¡Cruel, cruel destino! ¡Arrancarme de aquelmodo sobrenaturalmi pequeñoconsueloantesdehabersaboreadosusvirtudes!

Noséquéhacíanlosdemás,nopodíamirarlos;mepreguntabancosasqueyonorespondía;registrabantodoslosrincones;hablabandemuchascosas,deldesordendelascapas,deunagrietaenlaclaraboya…nosé.

—Alguien o algo ha estado aquí —afirmó sabiamente uno de misacompañantes.

—¡Se han llevadomi carta!—grité yo, la monomaníaca, arrastrándomeporelsueloparaencontrarla.

—¿Quécarta,Lucy?¿Quécarta,querida?—preguntóunavozconocida,aescasadistancia.

¿Podíaconfiarenmisoídos?No,asíquelevantélavista.¿Podíaconfiarenmis ojos? ¿Había reconocido el tono? ¿Estaba contemplando el rostro delremitente de esa carta? ¿Acaso el caballero que estaba a mi lado en aquel

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oscurodesváneraJohnGraham…elmismísimodoctorBretton?

Enefecto.HabíanrequeridosupresenciaaquellatardeparaqueatendieraalaancianaseñoraKint;éleraelsegundocaballerodelasalleàmanger.

—¿Setratademicarta,Lucy?

—Sí…delacartaqueustedmeescribió.Habíavenidoaquíparaleerlasinquenadiememolestara.Noencontréningúnotrolugardondeestarasolas.Lahabíaguardadotodoeldía…paraabrirlaestanoche;ycasinolahabíaleído.Nopuedosoportarquedarmesinella.¡Oh,micarta!

—¡Chist!No llore ni se aflija de esemodo.Nomerece la pena. ¡Chist!Serámejorquesalgadeestecuartotanfrío.Ahoraavisaránalapolicíaparaquevengaa inspeccionarlo;noesnecesarioquecontinuemosaquí…vamos,Lucy,bajemos.

Cogiendo mis dedos helados con su cálida mano, me condujo a unaestanciaconlaestufaencendida.Nossentamosjuntoaella,yeldoctorJohnme tranquilizó con su infinita bondad, prometiendo escribirme veinte cartasparacompensarmeporlaquehabíaperdido.Sihaypalabrasyagravioscomocuchillos, cuyas profundas heridas nunca cicatrizan —ultrajes cortantes einsultos de dentado y venenoso filo—, hay también palabras de consuelodemasiado dulces para el oído receloso, y cuyo eco perdura en nuestramemoria: detalles que son como caricias…muy queridas, que quedan paratodalavidayserecuerdanconternurainmarcesible,yquesiemprerespondenanuestrallamada,resplandeciendoenmediodeesanegranubequepresagialapropiamuerte.MástardemedijeronqueeldoctorBrettonnoeratanperfectocomo yo pensaba, que su verdadero carácter carecía de la profundidad,rectitudyenterezaqueyocreía.Nolosé:fuetanbondadosoconmigocomolafuenteconelsedientocaminante…comoelsolconeltemblorosopresidiario.Lorecuerdoheroico.Yheroicoseguirásiendoparamí.

Mepreguntó, sonriendo,porquéme importaba tanto sucarta.Yopensé,aunquenoselodije,quesignificabamásparamíquelasangrequecorríapormisvenas.Melimitéaresponderlequecasinadiemeescribía.

—Estoysegurodequenolahaleído—dijo—;delocontrario,¡pensaríadeunmodomuydiferente!

—La he leído, pero sólo una vez. Deseaba hacerlo de nuevo. Sientohaberlaperdido—yvolvíadeshacermeenllanto.

—Lucy, Lucy, mi pobre hermana bautismal (si es que existe eseparentesco),aquí…aquíestásucarta.¡Lamentoquenoseamásdignadeesaslágrimasydeesafetantiernaydesmesurada!

¡Quémaniobratanextrañaycaracterística!Suojoperspicazhabíavistola

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carta en el suelo, dondeyo la buscaba; sumano, igualmenteveloz, la habíacogido.Despuéslahabíaguardadoenelbolsillodesuchaleco.Simidisgustohubierasidounpocomenosintensooreal,dudoquemelahubieradevuelto.UnaslágrimasmenosardientesquelasquederramésólohabríandivertidoaldoctorJohn.

Elplacerderecuperarlamisivamehizoolvidarquemerecíaunreprocheporburlarsedemisufrimiento;mialegríaerainmensa;nopodíadisimularlo:pero creo que se reflejómás enmi semblante que enmis palabras.Apenashablé.

—¿Estásatisfecha?—preguntóeldoctorJohn.

Lerespondíquesí…satisfechayfeliz.

—Y ¿cómo se siente físicamente? —prosiguió—. ¿Se encuentra mástranquila?Nomucho;siguetemblandocomounahoja.

Yoteníalaimpresión,sinembargo,dehabermecalmado;almenosyanomesentíaaterrorizada.Ledijequeestabaserena.

—Entonces,¿puedecontarmeloquehavisto?Suexplicaciónhasidomuyconfusa… Estaba blanca como el papel, y sólo ha hablado de «algo» sindefinirqué.¿Eraunhombre?¿Unanimal?¿Quéera?

—Nuncacontaréloquehevisto—contesté—,anoserqueloveatambiénotrapersona;entoncesconfirmarésutestimonio.Delocontrario,meseñalaránconeldedoymeacusarándevervisiones.

—Cuéntemelo—dijoeldoctorBretton—;loescucharécomomédico:meinteresausteddesdeelpuntodevistaprofesional,yesmuyposiblequelealoquequiereocultarme:ensusojos,extrañamentebrillanteseinquietos;ensusmejillas, que la sangre parece haber olvidado; en susmanos temblorosas…Vamos,Lucy,cuéntemelo.

—Sereirá…

—Sinolohace,norecibirámáscartas.

—Seestáriendodemí.

—Le volveré a quitar esa misiva: es mía, y creo que tengo derecho areclamarla.

Comprendíquebromeaba;mequedémuyseriaysilenciosa,perodoblélacartaylaapartédesuvista.

—Aunque laesconda,puedocogerlacuandoquiera.Noconoceustedmihabilidadcon los encantamientos: podría ejercerdemago si quisiera.Mamádicequetambiéntengolafacultaddearmonizarlosojosconlalengua;pero

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ustednuncalohavisto,¿verdad,Lucy?

—Sí…claroquesí…cuandonoeramásqueunniño;entonceseramuchomásevidente…puesahoraesustedfuerte,ylafuerzaprescindedelasutileza.Pero sigue teniendo lo que en este país llaman un air fin, que resultainconfundible.MadameBecksehadadocuentay…

—Ylehagustado—exclamóél, riendo—,porque tambiénella loposee.Pero,Lucy,demeesacarta…seguroquenotieneimportanciaparausted.

Nocontestéasusprovocadoraspalabras.CuandoGrahamteníaganasdebromear,noconveníaseguirledemasiadolacorriente.Yenaquellosinstantes,asomóasuslabiosunanuevasonrisa…muydulce,peroque,dealgúnmodo,meentristeció;yensusojosbrillóunanuevaclasedefulgor,quenoerahostil,pero tampoco reconfortaba.Me levantépara irmey ledi lasbuenasnoches,algoapesadumbrada.

Susensibilidad,esacualidadtancaracterísticaenél,quetodolopercibíaydesvelaba, comprendió en seguida mi queja muda, el reproche que habíaasaltado fugazmente mi pensamiento. Me preguntó en voz baja si estabaofendida.Lediaentenderqueno,moviendolacabeza.

—Entonces déjeme hablar un poco seriamente con usted antes demarcharse.Tienelosnerviosmuyalterados.Estoyconvencido,porsumiradaysuactitud,aunquesepacontrolarlas,dequemientrasestuvosolaenesefrío,lúgubre y sepulcral desván—ese calabozo bajo el emplomado, que huele amoho y humedad, invadido por la tisis y el catarro, un lugar donde nuncadebería entrar— vio o creyó ver una aparición especialmente nacida parainspirarespanto.Séquenotiene,nihatenidoenelpasado,terroresmateriales,miedo a los ladrones, etc., pero pienso que una aparición, de naturalezaespectral, sí podría trastornarla.Ahoradebe tranquilizarse.Todoes culpadelosnervios;perodescríbameloquehavisto.

—¿Noselocontaráanadie?

—Anadie…se loaseguro.Puedeconfiarenmídelmismomodoque lohizoenpèreSilas.Enrealidad,elmédicoeselconfesormásfiabledelosdos,aunquenotengaloscabellosgrises.

—¿Nosereirá?

—Esposiblequesí;peroparahacerlebienausted,nopara ridiculizarla.Lucy, soy amigo suyo, aunque su tímida naturaleza necesite tiempo parabrindarmesuconfianza.

Parecíaunverdaderoamigo:aquellasonrisaindescriptibleyelfulgordesumirada habían desaparecido; las acusadas curvas de sus labios, cejas yorificios nasales se habían suavizado; su actitud era de lomás reposada; la

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atención imprimía seriedad a su físico. Decidida a confiar en él, le contéexactamenteloquehabíavisto;Grahamconocíalaleyendadelacasa,puesyome había extendido en su relato cierta tarde de octubre, mientrascabalgábamosporelBoisl’Étang.

Tomóasientoysequedópensativo.Entretanto,oímosbajaralosdemás.

—¿Nos interrumpirán? —exclamó él, mirando la puerta con expresióndisgustada.

—No, no vendrán aquí—repliqué; pues estábamos en una salita dondemadame Beck jamás entraba por las noches, y donde sólo por casualidadseguíaencendidalaestufa.

Pasarondelargoantenuestrapuertaysedirigieronalasalleàmanger.

—Ahora hablarán de delincuentes, ladrones y esas cosas: será mejordejarlos. Usted procure no decir nada, Lucy, ymantenga su decisión de nocomentar lo de lamonja con nadie. Tal vez se le aparezca de nuevo; no seasuste.

—¿Acasocree—dijeconsecretohorror—queellasaliódemicerebro,yestáahoraensuinterior,ypuedevolverasalirfueradeélenelmomentomásinesperado?

—Creoqueesuncasodeilusiónespectral;metemoqueeselresultadodeunlargoconflictoenelinteriordesumente.

—¡Oh, doctor John! ¡Tiemblo al pensar que corro el riesgo de versemejante aparición! Parecía tan real. ¿No existe algún remedio? ¿No hayformadeprevenirlo?

—La felicidad es el remedio; un espíritu alegre, la forma de prevenirlo:cultivelasdoscosas.

No hay burla más sarcástica en este mundo que decirle a alguien quecultivelafelicidad.¿Quésignificaesteconsejo?Lafelicidadnoesunapatataquepuedaplantarse en la tierray abonarse con estiércol.La felicidad esunresplandorquebrillaenloaltodelCielo,muylejosdenosotros.Esunrocíodivinoqueelalma,enciertasmañanasestivales,sientecaersobresídesdeelamarantoenflorylosfrutosdoradosdelParaíso.

—¡Cultivar la felicidad! —exclamé lacónicamente—. ¿Usted cultiva lafelicidad?¿Cómoselasarregla?

—Soy un hombre jovial por naturaleza, y la mala suerte nunca me haperseguido. La adversidad nosmiró ceñuda y pasó a nuestro lado, peromimadre y yo la desafiamos o, más bien, nos reímos de ella, y continuó sucamino.

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—Esalgoimposibledecultivar.

—Nodejoquemeinvadalamelancolía.

—Sí,yohevistocómoledominabaesesentimiento.

—PorculpadeGinevraFanshawe,¿noesasí?

—¿Acasonolehahechosentirsedesgraciadoalgunasveces?

—¡Bah!¡Quétontería!Yavequeahoraestoymuchomejor.

Siunosojosrisueñosyllenosdevidayunrostroresplandecientedesaludy de energía podían atestiguar que estabamuchomejor, la cosa no admitíaduda.

—Laverdadesquenotienemalaspecto—reconocí.

—Y ¿por qué, Lucy, no intenta sentirse como yo, optimista, animosa ycapazdedesafiaratodaslasmonjasyatodaslascoquetasdelacristiandad?Daríacualquiercosaporvercómoseburladeello.Vamos,inténtelo.

—¿YsiahoramismotrajeseanteustedalaseñoritaFanshawe?

—Le prometo que no me conmovería; o que sólo lo haría… si medeclarase su amor verdadero y apasionado. Le concedería el perdónúnicamenteaeseprecio.

—¿De veras? Hace tiempo, una de sus sonrisas le habría parecido unafortuna.

—¡Soyotrohombre,Lucy!¡Otrohombre!¿Recuerdaqueenunaocasiónmellamóesclavo?Puesahorasoylibre.

Sepusoenpie:ensucabeza,ensuporte,enlaexpresióndesumiradaydesu semblante, se reflejaba una libertad que ibamás allá del desenfado…unestadodeánimoquenoocultabaeldesdénporsuanteriorsometimiento.

—LaseñoritaFanshawe—continuó—despertóenmíunsentimientoqueyanoexiste;heentradoenotrafase,enlaqueestoydispuestoaexigiramorporamor…pasiónporpasión…y,además,engranmedida.

—¡Ay, doctor! ¡Doctor! Dijo que le gustaban los amores rodeados dedificultades…yquelefascinabalaorgullosainsensibilidad.

Seechóareírycontestó:

—Minaturalezaesvoluble:laspenasdehoytalvezsólomeinspirenburlamañana. Bueno, Lucy —exclamó, poniéndose los guantes—, ¿cree que laMonjaregresaráestanoche?

—Nocreoquelohaga.

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—Siaparece,delesaludosdemiparte…departedeldoctorJohn;ydígaleque tenga la bondad de esperarmi visita. Por cierto, Lucy, ¿era unamonjaguapa? ¿Teníaun rostrobonito?Aúnnome loha contado; y eso es lomásimportante.

—Tenía un velo blanco que le tapaba la cara—repuse—, pero sus ojosbrillaban.

—¡Malditos sean sus atavíos de fantasma!—afirmó, con irreverencia—.Peroalmenosteníabonitosojos…suavesybrillantes.

—Fríosysosteníanlamirada—fuemirespuesta.

—No,noqueremossabernadadeella;novolveráamolestarla,Lucy.Deleesteapretóndemanossiregresa.¿Creequeserácapazdesoportarlo?

Pensé que era demasiado amable y cordial para que un fantasma losoportara;aligualquelasonrisaqueloacompañóylas«buenasnoches»deldoctorJohn.

¿Habíahabidoalgoeneldesván?¿Quéhabíandescubierto?Supongoque,al inspeccionarlo detenidamente, no encontraron gran cosa. Hablaron alprincipiodelascapasdesordenadas;peromadameBeckmecontódespuésquenovionadararoenellas.Encuantoalcristalrotodelaclaraboya,aseguróqueera algo muy habitual; y, además, pocos días antes había caído una fuertetormenta de granizo.Madame quiso saber con todo detalle qué había visto,pero yo me limité a describirle una figura borrosa vestida de negro; puseespecial cuidado en no pronunciar la palabra «monja», a fin de que nomaduraseenellalaideadefantasíaeirrealidad.Meordenóquenodijeranadaalascriadas,alumnasoprofesores,yelogiómidiscreciónporhaberacudidoasusalleàmangerprivadaenvezdecontarmiterriblehistoriaenelrefectorio.

Yasí terminóel asunto.Peroyomepreguntaba tristemente, enmi fuerointerno,siaquellaextrañaaparicióneradeestemundoodelMásAllá;ysitansóloerahijadeunaenfermedad,quemehabíaconvertidoensupresa.

CapítuloXXIII

Vastí

¿He dicho que me preguntaba tristemente? No; una nueva influenciaempezóacambiarmivida,poniendofrenoalatristezadurantealgúntiempo.Imagina,lector,unaprofundahondonada,envueltaennieblasypenumbras,enelrincónmássecretodelbosque;suhierbaeshúmeda,ysuvegetaciónpálidayfría.Unatormentaounhachaabreunsurcodegrananchuraentrelosrobles;

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labrisapenetraenél;elsollocalientaconsusrayos;latristeyfríahondonadasetransformaenunacopaprofundaybrillante;elveranoderramasobreellaelesplendor azul y la luz dorada de su hermoso cielo, que la hambrientadepresióndelterrenonohavistojamás.

Abracéunnuevocredo…lafeenlafelicidad.

Habíanpasado tressemanasdesde laaventuradeldesván,yyoguardabaenlacajita,elpequeñocofreyelcajóndelpisosuperiorcuatrocompañerasdeesaprimeracarta,escritascon lamismapluma,selladasconelmismolacre,llenasdelmismoalientovital;oesomeparecíaentonces.Hevueltoaleerlasaños después; eran cartas risueñas y amables, pues las había escrito unapersona alegre; en las dos últimas, había tres o cuatro líneas de despedidamedio festivas, medio tiernas, «teñidas, pero no dominadas, por elsentimiento». El tiempo, querido lector, acabó convirtiéndolas en esa dulcebebida, pero cuando probé por primera vez su elixir, recién salido de unmanantialtanvenerado,meparecióelzumodeunacosechadivina:unnéctarqueHebepodríaservir,ylosmismosdiosesensalzar.

Recordando lo escrito algunas páginas atrás, ¿le interesa saber al lectorcómorespondíaesascartas:bajoelsecoeimplacablecontroldelaRazónuobedeciendoalvívidoygenerosoimpulsodelSentimiento?

A decir verdad, compaginé ambos; serví a dos amos: me postré en eltemplo de Rimón, y sentí cómo mi corazón se enardecía ante un altardiferente.Escribídosrespuestasaesascartas:unaparadesahogarme,otraparaqueGrahamlaleyera.

En primer lugar, el Sentimiento y yo expulsábamos a la Razón, ycerrábamos a cal y canto la puerta de mi corazón. Luego nos sentábamos,extendíamos el papel, mojábamos la impaciente pluma en el tintero y, conenormeplacer,dejábamosquemicorazónsesincerase.Cuandoterminábamosde hacerlo… cuando llenábamos dos hojas con palabras desbordantes decariñoygratitud(deunavezparasiempre,quisieranegarenesteparéntesis,con el mayor desdén, cualquier malévola sospecha de lo que llaman«sentimientosapasionados»:lasmujeresnoalberganesaclasedesentimientoscuando,desdeelcomienzo,yalolargodeunaamistad,hantenidosiempreelconvencimiento de que hacerlo sería cometer un terrible disparate; nadie searrojaenbrazosdelAmorhastaquehavisto,ohasoñadover,laestrelladelaEsperanzaelevándoseporencimadelasturbulentasaguasdelAmor),cuando,comoibadiciendo,habíaexpresadomiafectoincondicionalyprofundamenterespetuoso—unafectoquequeríaatraerparasíysoportarcuantohubieradedoloroso en el destino del ser querido, y que, de haber podido, habríaabsorbidoyalejado las tormentasy los rayosdeunaexistenciacontempladacon entrega y solicitud—, justo en ese instante, se abrían de par en par las

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puertas de mi corazón, e irrumpía la Razón, poderosa y vengativa, mearrebataba la carta, la leía, la miraba con desprecio, la rompía, volvía aredactarla, la doblaba, la sellaba, escribía el nombre y la dirección deldestinatario,yleenviabaunaescuetamisivadeunahoja.Hacíabien.

Yonovivíasolamentedecartas:recibíavisitas,sepreocupabandemí;unaveza lasemaname invitabanaLaTerrasse,dondesiempremerecibíanconcariño. El doctor Bretton no dejó de explicarme por qué se mostraba tanamable conmigo: «Para que lamonja siga lejos», afirmó.Estaba decidido adisputar con ella su presa. Segúnme dijo, le profesaba una feroz antipatía,sobretododebidoalveloblancoyasusfríosojosgrises.Encuantoseenteróde esos odiosos detalles, aseguró, una profunda aversión le empujó aenfrentarseaella;estabadecididoaaveriguarquiéneraelmáslistodelosdos,yloúnicoquedeseabaeraqueellavolvieraavisitarmeensupresencia.Perola monja nunca lo hizo. En pocas palabras, me observaba científicamente,comoaunpaciente,y,almismotiempoqueejercíasuprofesión,satisfacíasubondadnaturalconuntratamientoatentoycordial.

Un atardecer, el unode diciembre, paseaba a solas por el carré; eran lasseisenpunto;laspuertasdelaclasseestabancerradas,pero,ensuinterior,lasalumnas aprovechaban el desbarajuste del recreo para organizar un pequeñocaos.Elcarréestabasumidoenlapenumbra,siexceptuamoslaluzrojizaquerodeabalaestufa;lasenormespuertasdecristalylosaltosventanalesestabancubiertosdeescarcha;elcentelleodelasestrellasque,aquíyallá,salpicabandeluceselblancoveloinvernalyatravesabanconsusdestelloslapalidezdeaquelbordado,poníademanifiestoquelanocheeraclara,apesardenotenerluna. El hecho de que osara quedarme a solas, en medio de la oscuridad,evidenciabaqueminerviosismosehabíamitigado:meacordabadelamonja,peroapenasmeinspirabamiedo;aunquelaescaleraqueconducía,atravésdela negra y tenebrosa noche, desde el descansillo hasta el grenier embrujadoestabaamisespaldas.Sinembargo,reconozcoquemelatióelcorazónymetemblóelpulsocuandoderepenteoíunarespiraciónyunfrufrúy,dándomemedia vuelta, divisé en la penumbra de los escalones una sombra aúnmásoscura… una silueta que se movía y descendía por ellos. Se detuvo unosinstantes en la puerta de la classe, y luego se deslizó por delante de mí.Simultáneamente,seoyóelestruendodelalejanacampanilladeentrada.Lossonidos reales alejan las sensaciones irreales: aquella figura era demasiadorechonchaparasermidelgadayadustamonja;noeramásquemadameBeckhaciendosutrabajo.

—¡MademoiselleLucy!—gritóRosine,entrandobruscamente,lámparaenmano,desdeelpasillo—.Onestlàpourvousausalon.

Madamemevio,yoviamadame,Rosinenosvioalasdos;perotantoellacomo yo fingimos lo contrario. Fui directamente al salón. Confieso que

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encontréaquienesperaba…aldoctorBretton;perovestíadeetiqueta.

—Elcarruajeestáenlapuerta—exclamó—;mimadrelohaenviadoparaquemeacompañealteatro;pensabairella,peroselohaimpedidounavisita.Enseguidamehadicho:«LlevaaLucyenmilugar».¿Deseair?

—¿En este instante? No estoy arreglada —respondí, mirando condesesperaciónmioscurotrajedelana.

—Tienemediahoraparavestirse.Lahabríaavisadoantes,peronotoméladecisióndeirhastalascinco,cuandomeenterédequeibaaserunauténticorégallapresenciadeunagranactriz.

Ydijounnombrequemeemocionó…unnombrequeenaquellostiemposemocionabaaEuropa.Ahoranadiehabladeél:susecos,antesagitados,hanenmudecido;lamujerquelollevabadescansaparasiempre:hacemuchoquelanocheyelolvidocayeronsobreella;peroentoncessuestrella—laestrelladeSirius—brillabaardienteyluminosaenlomásaltodelcielo.

—Leacompañaré;estarélistaendiezminutos—prometí.

Y eché a correr, sin que se me ocurriera pensar lo que tal vez estéspensando,lector:queiracualquierlugarconGrahamysinlaseñoraBrettonpodíaresultarcensurable.Yohabríasidoincapazdeconcebir,ymuchomenosde transmitir a Graham esa idea… ese escrúpulo… sin correr el riesgo dedespreciarmesinpiedad;deencenderenmiinteriorunfuegodevergüenzatanabrasadorytanterriblequemuyprontohabríadestruidolavidaquecorríapormisvenas.Además,mimadrina,conociendoasuhijoyconociéndomeamí,habríaencontradotanabsurdohacerdecarabinaconunpardehermanoscomovigilarconinquietudnuestrasidasyvenidas.

Nomeparecióoportunoengalanarmedemasiado;mi trajedecrepécolorpardoseríasuficiente,ylobusquéenelgranarmarioderobledeldormitorio,donde colgaban al menos cuarenta vestidos. Pero había habido cambios yreformas,yalgunamanoinnovadorahabíahecholimpiezaenelguardarropaysehabíallevadodiversostrajesalgrenier…entreotros,elmíodecrepé.Teníaque ir a buscarlo. Cogí la llave y empecé a subir sin miedo, casimaquinalmente. Abrí la puerta y entré bruscamente. No sé si el lector mecreerá,peroeldesvánnoestabatanoscurocomodeberíahaberestado:enunrincón brillaba una luz esplendorosa, como una estrella de gran tamaño.Resplandecíadetalmodoqueiluminabaelprofundohuecodondecolgabaunapartedeladescoloridacortinaescarlata.Instantáneaysilenciosamente,laluzdesapareció,aligualqueelhuecoylacortina:todoaquelextremodeldesvánsevolviónegrocomolanoche.Nomeatrevíainvestigar;noteníatiemponiganasdehacerlo;agarrandomivestido,quecolgabaenlapared,porfortunacercadelapuerta,salídeprisaycorriendo,cerréatropelladamentelapuertay

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bajécomounaflechahastaeldormitorio.

Pero temblaba demasiado para vestirme; era incapaz de peinarme o deabrocharmeloscorchetes,asíquellaméaRosineyleofrecíunapropinasimeayudaba.ARosineleencantabanlospequeñossobornos,demodoquetrabajóconesmero;alisóytrenzómipelotanbiencomouncoiffeur,colocóelcuellodeencaje exactamente en su sitio, ató a laperfección la cintadel cuello: enresumen, cumplió con sus tareas como la hacendosa Phillis que podía sercuandoquería.Despuésdedarmeelpañueloy losguantes,cogióunavelaymeguióporlasescaleras.Comohabíaolvidadomichal,corrióabuscarlo;yyomequedéconeldoctorJohn,esperandoenelvestíbulo.

—¿Quéocurre,Lucy?—preguntóGraham,clavandosumiradaenmí—.Perciboelviejonerviosismo.¿Lamonjadenuevo?

Pero yo lo negué rotundamente: me molestaba ser sospechosa de unasegundaalucinación.Élsemostróescéptico.

—Havuelto,estoyseguro—prosiguió—;cuandoesafigurasecruzaconsusojos,Lucy,dejaenellosunbrillopeculiaryunaexpresióninconfundible.

—No,nohavuelto—insistí,pues lociertoesquenomentíaalnegarsuaparición.

—Los síntomas se repiten—afirmó—; una extraña palidez, y lo que enEscociallamanunairede«resucitada».

Era tan obstinado que preferí decirle lo que había visto en realidad. Porsupuesto,decidióqueeraotroefectodelamismacausa:todoeraunailusiónóptica, una enfermedad nerviosa… Yo no le creí; pero tampoco osécontradecirle:losmédicossontanpresuntuosos,ysusopiniones,sarcásticasymaterialistas,taninflexibles.

Rosinetrajomichalymemetieronaempujonesenelcarruaje.

El teatro estaba abarrotado… lleno hasta los topes; reyes y nobles seencontrabanallí;palaciosymansionessehallabandesiertos,ysushabitantesatestabanaquellasgradassilenciosas.Mesentíunserprivilegiadoportenerunasiento delante del escenario; estaba impaciente por ver a una mujer cuyoprestigio me había hecho albergar las más curiosas expectativas. Mepreguntabasijustificaríasufama:aguardéconextrañacuriosidad,conseveroyausterosentimiento,peroconenormeinterés.Jamáshabíavistounmodelodeesanaturaleza:unplanetanuevoygigantesco;pero¿cómosería?Esperéaquesaliera.

Salió aquella noche de diciembre, a las nueve: la vi aparecer en elhorizonte. Brillaba todavía con pálida grandiosidad; pero aquella estrellaestaba a las puertas del Día del Juicio. De cerca, era un caos: el rostro

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demacrado, los ojos hundidos; una órbita declinando o casi moribunda…mitadlava,mitadresplandor.

Habíaoídodecirqueeraunamujer«pocoagraciada»,yesperabaunfísicoesqueléticoyadusto:alguiengrande,defaccionesangulosasytezcetrina.LoquevifuelasombradelamajestuosaVastí:unareina,antañohermosacomoeldía,yahorapálidacomoelocasoyconsumidacomolacerabajolallama.

Duranteun rato—un largo rato—penséque sóloeraunamujer, aunqueunamujerúnica,quesemovíacongraciayautoridadanteaquellamultitud.Notardéenreconocermierror.Percibíalgoenellaquenoerapropiodeunhombrenideunamujer:encadaunodesusojoshabíaundemonio.Aquellasfuerzas maléficas la empujaban hacia la tragedia, y sostenían sus escasasenergías,puesnoeramásqueuna frágil criatura;y, amedidaque la acciónavanzaba y la agitación crecía, ¡con qué violencia se desataban en ella suspasiones infernales! Escribían INFIERNO en su frente despejada y altiva.Afinabansuvozconunanotaatormentada.Deformabansuregiorostrohastaconvertirloenunmáscarademoníaca.Yallíestaba laencarnacióndelOdio,delAsesinatoydelaLocura.

Eraunavisiónmaravillosa:unaformidablerevelación.

Eraunespectáculomezquino,horrible,inmoral.

Hombresatravesandoasusenemigosconlaespada,ymuriendoahogadosen su propia sangre en el campo de batalla; toros corneando caballosdestripados… un aderezo más suave para el paladar humano que sietedemonios despedazando a Vastí: demonios que gritaban furibundos ydestrozaban la casa en la que habitaban, pero que seguían negándose a serexorcizados.

El sufrimiento había golpeado a aquella emperatriz de la escena; yVastíaparecía ante su público sin ceder ante el dolor, ni soportarlo, ni, en ciertamedida,resentirsedeél:atrapadaenlalucha,rígidaenlaresistencia.Noibavestida,sinoenvueltaenunosplieguespálidosyvenerables,largosyregularescomo los de una escultura. El fondo, el entorno y el suelo, delmás oscurocolorcarmesí,hacían resaltar su figura,blancacomoel alabastro…como laplata:serámejordecircomolaMuerte.

¿DóndeestabaelpintordeCleopatra?Quevinieraysesentaraaestudiaresavisión tandiferente.Quebuscaseallí lapoderosamusculatura, la sangreabundante, las carnes rollizas que veneraba: que todos los materialistas seacercaranamirar.

Hedichoquenoseresentíadeldolor.No;esapalabraesdemasiadodébil,sería unamentira. Para ella, el sufrimiento tiene vida propia, y lo consideraalgoquesepuedeatacar,suprimir,despedazar.Ellaescasiinsubstancial,pero

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se aferra al conflicto con abstracciones. Ante la calamidad es una tigresa;desgarra sus infortunios, y los hace temblar de convulso horror. Lospadecimientos,ensuopinión,nollevanconsigoelbien;laslágrimasnorieganunacosechadesabiduría;ycontemplalaenfermedadylamuerteconojosderebelde.Quizáseaperversa,perotambiénfuerte;ysufuerzahaconquistadolaBelleza, se ha apoderado de la Gracia, y ha conseguido atarlas a su lado,cautivas de incomparable hermosura, tan dóciles como bellas. Incluso en elinstantedemayorfrenesí,cadamovimientodeménaderesultaregio,solemne,majestuoso.Suscabellos,ondeandoalvientoen ladiversiónoen laguerra,siguen siendo los de un ángel, esplendorosos bajo la aureola. Caída,insurgente,desterrada,Vastí recuerdaelcielocontraelquese rebeló.La luzdel paraíso, siguiendo su exilio, atraviesa todos los confines y revela sufunestalejanía.

Coloca ahora a Cleopatra, o a cualquier otra holgazana, delante de ellacomo si fuera un obstáculo, y verás cómo se abre camino entre la masacarnosa,aligualquehizolacimitarradeSaladinoatravésdelosalmohadonescaídos.QuePetrusPaulusRubensselevantedeentrelosmuertos,salgadesumortajaytraigaanteVastítodoelejércitodesusrollizasmujeres.LospoderesmágicosoeldondeprofecíadelavaradeMoiséspodrían,derepente,separary volver a unir unmar, aplastando al poderoso ejército con lasmurallas deagua.

Vastí no era buena, según me contaron; y ya he dicho que tampoco loparecía:eraunespíritu,perovenidodeTófet.Puesbien,sitantafuerzaimpuraconsigue elevarse desde las profundidades, ¿no puede un efluvio similar deesenciasagradadescenderundíadelasalturas?

¿QuépensabaeldoctorGrahamdeaquellacriatura?

Durante largos intervalos me olvidé de mirar su expresión, o depreguntarlequéleparecía.Elintensomagnetismodelgenioalejómicorazónde su órbita habitual; el girasol se volvió desde el sur hacia una luz másbrillante,quenoprocedíadel sol:una luz rojiza,decometa…quequemabalosojosylossentidos.Noeralaprimeravezqueasistíaaunarepresentación,perojamáshabíavistoactuarasí:deunmodoqueasombrabaalaEsperanzaysilenciabaalDeseo;quetomabaladelanteraalImpulsoyhacíapalideceralaConcepción;que,enlugardelimitarseairritarlaimaginaciónconlaideadelo que podía hacerse, crispando al mismo tiempo los nervios porque no sehacía, revelaba una fuerza semejante a la de un profundo y caudaloso ríoinvernalquellevaraelalma,comosifueraunahoja,porlaviolentayaceradacorrientedesusatronadorascataratas.

La señorita Fanshawe, con su acostumbrada madurez, afirmaba que eldoctor Bretton era un hombre serio y apasionado, demasiado severo y

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demasiado impresionable. Nunca me pareció así: no podía achacarle esosdefectos.Suactitudnaturalnoerareflexiva,nisutemperamentosentimental;era tansensiblecomoelaguaondulante,aunque,al igualqueelagua,podíaser tambiénmuy insensible: la brisa, el sol, le conmovían; ni elmetal ni elfuegodejabansuhuellaenél.

EldoctorJohnpodíapensar,y lohacíaconinteligencia,peroeramásunhombre de acción que un pensador; podía sentir, y, a su manera, sentíavívidamente,peroa sucorazón le faltaban los acordesdel entusiasmo: a lasinfluencias brillantes, suaves y dulces, sus ojos y sus labios les daban unabienvenidabrillante, suaveydulce, tanhermosapara la vista comoel colorrosa,plata,perlaypúrpuradelasnubesveraniegas;peroloquepertenecíaalatempestad, lo que era salvaje e intenso, peligroso, repentino, violento, no leinspirabalamenorsimpatía,nipodíacomulgarconél.Cuandoenunmomentode descanso decidímirarlo,me divirtió y ayudó a comprender ciertas cosasdescubrirquenoobservabaaaquellasiniestraysoberanaVastíconasombro,adoración o disgusto, sino simplemente con intensa curiosidad. Sudesesperaciónnoleapenaba,susviolentosgemidos—peoresqueunalarido—no le conmovían; su furia le inspiraba repulsión, pero no llegaba ahorrorizarle. ¡Frío y joven britano! Los blancos acantilados de su propiaInglaterranocontemplanlasmareasdelCanalconmáscalmaqueélalmirarlapíticainspiracióndeaquellanoche.

Examinando su rostro, deseé conocer con exactitud su opinión y acabéhaciéndoleunapreguntaparadescubrirla.Aloírmivoz,pareciódespertardeunsueño;pueshabíaestadoenfrascado,muyenfrascado,ensuspensamientos.

—¿LegustaVastí?—quisesaber.

—¡Um!—fuesuprimerayapenasarticulada,peroexpresivarespuesta.

Yuna sonrisaextraña sedibujóen sus labios…una sonrisacrítica, ¡casidespiadada! Supongo que esa clase de naturalezas no despertaban en él lamenorsimpatía.Enpocaspalabras,medijoloquepensabadeaquellaactriz;nolajuzgabacomoartistasinocomomujer:ysujuicioerainfamante.

Aquellanochequedómarcadaenellibrodemividaconunacruzquenoerablancasinodeunrojoencendido.Perotodavíanohabíallegadoasufin;yotros recuerdos estaban destinados a grabarse en mi memoria con tintaindeleble.

Hacialamedianoche,cuandolatragediallegabaasuclímaxconlaescenadelamuerte,ytodosconteníanelaliento,einclusoGrahamsemordíaellabioinferior,fruncíaelceñoysequedabaparalizadoensubutaca;cuandotodoelteatro guardaba silencio, y todas lasmiradas estaban pendientes de un solopunto, y todos los oídos delmismo lugar…yno se veía nadamásqueuna

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formablanca, hundida enun asiento, luchando temblorosa contra suúltimo,másodiadoyvictoriosoenemigo…ynoseoíanadamásquesuagonía,susestertores indómitos, sus jadeos aún desafiantes; cuando una voluntadinquebrantablesacudíauncuerpomoribundo,yleempujabaalucharcontraeldestinoylamuerte,apelearporcadapulgadadeterreno,avendercaracadagotadesangre,a resistirhastael finalelexpoliodecada facultad,deseandover,oír,respirar,vivir…másalládelinstanteenquelamuertediceanuestrossentidosyanuestroser:

—¡Aquíhaterminadotodo!

Justo en ese momento, se oyó un revuelo cargado de presagios entrebastidores…elsonidodeunospiesquecorrían,deunasvocesquehablaban.Todo el mundo se preguntó qué ocurría. Unas llamas y el olor a humosirvieronderespuesta.

—¡Fuego!—gritaronenlagalería.

—¡Fuego!—repitieronunayotravez.

Yentonces,enmenostiempodelquenecesitalaplumaparaescribirlo,sedesató el pánico, y empezaron las carreras, los empujones…un caos ciego,egoísta,cruel.

¿YeldoctorJohn?Todavíamepareceestarviéndolo,consuairetranquiloyanimoso.

—Lucysequedarásentada,losé—dijo,mirándomeconlamismaserenabondadytranquilafirmezaquelehabíavistocuandomesentabaasuladoenlacalmaseguradelacasadesumadre.

Sí,creoqueparaatendersuruegohabríaseguidoinmóvilbajounaludderocas; si bien es ciertoque, en aquellas circunstancias,mi instintomepedíaseguir sentada; y, aunquemehubiera costado la vida, nomehabríamovidopara estorbarle, contrariar suvoluntado atraer su atención.Estábamos en elpatio de butacas y, durante unos minutos, tuvimos que soportar los másterriblesyviolentosempujones.

—¡Quéaterrorizadasestánlasmujeres!—exclamó—.Pero,siloshombresno lo estuvieran también, se podría mantener el orden. Es un espectáculolamentable:enesteinstanteveoacincuentabestiasegoístasquetiraríaalsuelosiestuvieranamilado.Algunasmujeressonmuchomásvalientesquealgunoshombres.Hayunaallí…¡VálgameDios!

Mientras Graham decía esto, una joven que estaba silenciosamenteagarrada a un caballero, delante de nosotros, fue arrancada súbitamente delbrazodesuprotectorporuncorpulentoybrutaldesconocido,yarrojadaalospiesdelamultitud.Sudesapariciónnodurónidossegundos.Grahamcorrió

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haciaella;élyelcaballero,unhombrerobusto,aunquedepelogris,unieronsusfuerzasparaapartara lamuchedumbre; la jovenparecía inconsciente:sucabezaysulargacabelleracaíanhaciaatrás.

—Déjelaenmismanos;soymédico—dijoeldoctorJohn.

—Estábien,sinoleacompañaningunadama…—respondióelcaballero—.Cójalayyoabrirépaso;tenemosquesacarlaalairelibre.

—Hay una dama conmigo —señaló Graham—, pero no será ningúnestorbo.

Mellamóconlosojos,puesestábamosseparados.Decidida,noobstante,air conél,penetréen labarreraviviente,ymearrastrépordebajocuandonoencontrémejormaneradeavanzar.

—Agárreseamí,ynodejequenadielasepare—exclamóeldoctorJohn;yyoleobedecí.

Nuestroguíahizogaladefuerzayhabilidad;seabriópasocomounacuñaentre la densa muchedumbre; y, con paciencia y esfuerzo, logró atravesaraquella rocadecarneydesangre—tansólida,calienteysofocante—ynoscondujohastaelairefrescoylanochehelada.

—¡Esusted inglés!—dijoelcaballero,volviéndosebruscamentehaciaeldoctorBrettoncuandoestuvimosenlacalle.

—Sí, soy inglés. ¿Acaso estoy hablando con un compatriota?—replicóGraham.

—Enefecto.Tenga labondaddeesperardosminutosmientrasbuscomicarruaje.

—Papá,noestoyherida—musitóunavozinfantil—.¿Estoyconpapá?

—Estáustedconunamigo,ysupadreseencuentramuycerca.

—Dígalequenoestoyherida;únicamenteenelhombro.¡Ay,mihombro!Lohanpisado.

—Quizálotengadislocado—murmuróeldoctorJohn—.Esperemosquenotenganadapeor.Lucy,échemeunamano.

Yleayudéacolocarmejorelvestidoyacambiarlaposturadesudoloridacarga.Ellareprimióunquejido,ysiguióensusbrazos,silenciosaypaciente.

—Quépocopesa—dijoGraham—,¡igualqueunaniña!—¿Esunaniña,Lucy?—mepreguntóaloído—.¿Sehafijadoensuedad?

—No soy una niña. Tengo diecisiete años —protestó su paciente conmodestia y dignidad, antes de añadir—: Dígale a papá que venga; estoy

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preocupada.

Elcarruajesedetuvojuntoaellos;elcaballerorelevóaGraham;pero,alcambiardebrazos,lajovensehizodañoygimiódenuevo.

—¡Querida!—exclamóelpadreconternura;y,volviéndosehaciaGraham,agregó—:¿Hadichoustedqueeramédico?

—Sí,soyeldoctorBretton,deLaTerrasse.

—Bien.¿Quieresubiramicarruaje?

—Elmíoestámuycerca:iréabuscarloyleacompañaré.

—Leruego,entonces,quenossiga—ylediosudirección—:HôtelCrécy,enlarueCrécy.

Fuimostrasellos;elcarruajeavanzabamuydeprisa,yGrahamyyoapenashablamos.Aquelloparecíaunaaventura.

Como perdimos algún tiempo buscando nuestro équipage, llegamos alHôteldeCrécyunosdiezminutosmástardequeaquellosdesconocidos.Nosetratabadeunaposada,sinodeloquelosextranjerosllamanhotel:uneleganteedificio de gran altura con varias viviendas en su interior; tenía un arcogigantescoenlaentrada,queconducíaatravésdeuncaminoabovedadohastaunpatiocentral.

Nos apeamos del carruaje, subimos una hermosa escalinata y nosdetuvimosenelsegundopiso,anteelNúmero;segúnmeinformóGraham,laprimeraplantalaocupabanoséquéprinceruse.Altocarlacampanillaenunasegundapuerta,deconsiderabletamaño,nosinvitaronaentrarenunaseriedeestanciasbellamentedecoradas.Despuésdeseranunciadosporuncriadodelibrea, entramos en un salón en cuya chimenea ardía un fuego inglés y encuyas paredes resplandecían varios espejos extranjeros. Cerca de la lumbre,habíaunpequeñogrupo:unafiguramenudahundidaenunsillón,unaodosmujeres atendiéndola, y el caballero de pelo gris plomizo mirándolapreocupado.

—¿Dónde estáHarriet?Megustaría que vinieraHarriet—musitó la vozinfantil.

—¿DóndeestálaseñoraHurst?—preguntóelcaballeroconimpaciencia,dirigiéndoseconciertaseveridadalcriadoquenoshabíadejadoentrar.

—Lamento decirle que está fuera de la ciudad, señor; la señorita le diopermisoparaqueseausentarahastamañana.

—Sí…escierto…lohice.Haidoavisitarasuhermana;ledijequepodíair, ahora lo recuerdo—exclamó la joven—;pero lo sientomuchísimo, puesManonyLouisonnoentiendenunasolapalabradeloquedigoy,sinquerer,

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mehacendaño.

El doctor John y el caballero se saludaron; mientras conversaban unosminutos, me acerqué al sillón y, comprendiendo lo que la débil muchachadeseaba,meapresuréaayudarla.

Seguíaatendiendo sus indicacionescuandoGrahamseaproximó; era tanbuencirujanocomomédicoy,despuésdereconoceralapaciente,decidióquenoeranecesarioconsultarconnadiemáspara trataraquelcaso.Ordenóquellevaranalajovenasuhabitación,ymedijoaloído:

—Vaya con las mujeres, Lucy; parecen bastante inútiles; por lo menospuede dirigir susmovimientos y ahorrar un poco de sufrimiento a la joven.Hayquetratarlaconmuchadelicadeza.

El dormitorio era una estancia sombría, con cortinajes azul pálido devaporosa muselina; la cama me pareció de niebla y copos de nieve:inmaculada,suave,etérea.Impidiendoquelasmujeresseacercaran,desvestíala muchacha sin su bienintencionada pero torpe ayuda. Yo no estaba lobastanteserenaparaobservarcontododetallelasprendasquelequitaba,perotuveuna impresióngeneral de refinamientoydelicadeza; cuando lo recordémás tarde, me pareció un singular contraste con los atavíos de la señoritaGinevraFanshawe.

Lajoveneraunacriaturapequeñaydelicada,peroconunafiguraperfecta.Leechéhaciaatrássuabundantey finacabellera, tanbrillanteysedosa, tanexquisitamentecuidada,ytuveantemíunrostrojuvenil,pálido,cansado,perode gran nobleza. La frente era ancha y despejada; las cejas, suaves y biendibujadas,seconvertíanenunameralíneaalacercarsealassienes;losojos,un maravilloso regalo de la naturaleza —hermosos y expresivos, grandes,profundos—, parecían dominar los demás rasgos de la cara y ser capaces,probablemente, de reflejar mucho más en otros instantes y en otrascircunstancias, aunque ahoramirasen lánguidosy doloridos.Su tez eramuyblanca, las pequeñas venas de su cuello y de sus manos recordaban a lospétalos de una flor. El fino barniz de hielo del orgullo daba brillo a esedelicadoexterior,y sus labios exhibíanungestodesdeñoso;nohaydudadeque era innato e inconsciente, pero, de haberlo visto por primera vezacompañado de salud y de ostentación, me habría parecido injustificado, yhabría demostrado que la pequeña dama tenía una visión completamenteequivocadadelavidaydesupropiaimportancia.

Laactitudqueadoptóanteeldoctormehizo sonreír alprincipio:noerainfantil,másbienpodíaconsiderarsepacienteyfirme,perounpardevecessedirigió a él con brusquedad, diciendo que le hacía daño y que debía evitarcausarledolor;tambiénvisusgrandesojosclavadosenelrostrodeGraham,losojosseriosyasombradosdeunahermosaniña.Nosésiélsepercató:silo

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hizo, tuvo la cautela de disimularlo y de no devolverle lamirada.Creo quedesempeñósu trabajoconsumocuidadoydelicadeza, tratandodehacerleelmenor daño posible; y, cuando hubo terminado, ella lo reconoció con laspalabras:

—Gracias,doctor,ybuenasnoches—pronunciadasconenormegratitud.

Aldecirlas,sinembargo,volvióamirarleconaquellosojosseriosyllenosdefranqueza,quemesorprendieronporsumadurezeintensidad.

Las heridas, al parecer, no eran graves: una aseveración que el padrerecibióconunasonrisadelomásamistosa…¡sesentíatanfelizysatisfecho!Luego expresó a Graham su agradecimiento con el aire circunspecto de uninglésquesedirigeaalguienque lehaprestadoayuda,peroque todavíanoconoce;lepidió,asimismo,queregresaraaldíasiguiente.

—Papá —dijo una voz, desde el lecho rodeado de cortinajes—, deletambiénlasgraciasalaseñorita.¿Estáahí?

Abrílacortinaconunasonrisaylamiré.Yacíarelativamentetranquila.Apesardesupalidez,estabamuybonita;aunqueaprimeravistapudieraresultaraltivo,surostro,delicadamentedibujado,estaballenodedulzura.

—Ledoylasgraciasdetodocorazón,señorita—exclamóelcaballero—.Ha sido muy amable con mi hija. No creo que nos atrevamos a decir a laseñora Hurst quién la ha sustituido y ha hecho su trabajo; se sentiráavergonzadaycelosa.

Yasí,delmodomásamistoso,seintercambiaronlossaludosdedespedida;y, después de que nos ofrecieran hospitalariamente algo de beber, y de quenosotrosrehusáramosporsermuytarde,abandonamoselHôtelCrécy.

En el trayecto de vuelta, pasamos por el teatro. Todo era silencio yoscuridad: la muchedumbre que gritaba y corría había desaparecido; lasfarolas,aligualqueelincipientefuego,estabanapagadasyolvidadas.Aldíasiguiente,losperiódicosexplicaronqueapenashabíanardidounoscortinajes;unachispahabíainiciadoelfuego,queenunosinstantessehabíasofocado.

CapítuloXXIV

MonsieurdeBassompierre

Aquéllos que viven en lugares retirados, cuya existencia transcurre en lareclusión de un colegio o de otra vivienda rodeada de muros y sometida avigilancia, corren el riesgo de ser súbita y largamente olvidados por sus

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amigos, los habitantes de unmundomás libre. Demanera inexplicable, talvez, y después de una etapa de relaciones especialmente intensas, y de uncúmulo de pequeñas ymás bien excitantes circunstancias que deberían contoda lógica intensificar en lugar de interrumpir la comunicación, sobrevieneunapausadequietud,unsilenciosinpalabras,unlargoperíododeolvido.Esteespacioenblancosiempreesininterrumpido;tanabsolutocomoinexplicable.Las cartas ymensajes, antes frecuentes, dejan de llegar; las visitas, en otrotiempohabituales,cesan;loslibros,periódicosyotrasmuestrasdequealguiennosrecuerdabrillanporsuausencia.

Siempre hay excelentes razones para esos lapsos de tiempo, pero elermitaño las desconoce.Mientras él está inmóvil en su celda, sus amistadessiguengirandoeneltorbellinodelavida.Eseespacioenblancotranscurrecontantalentitudparaélcomositodoslosrelojessehubierandetenidoylashorassin alas avanzaran despaciosa y laboriosamente, al igual que fatigadosvagabundosqueseparanconfrecuenciaenlosmojonesdelcamino;esposibleque ese mismo intervalo, repleto de acontecimientos, pase veloz como elvientoparasusamigos.

Elermitaño,siessensato,harácasoomisodesuspensamientosyguardarábajollavesusemocionesduranteesassemanasdeinviernointerior.Sabráqueel Destino ha querido que imite, de vez en cuando, al lirón, y que debeaceptarlo:hacerseunabola,metersesigilosamenteenunagujerodelmurodela vida, y dejarse llevar por la corriente quemuypronto bloqueará su paso,conservándoloenhielotodalaestación.

Dejemosquediga:«Perfectamente.Deberíaserasí,puestoqueasíes».Yquizáalgúndíavuelvaaabrirsesusepulcrodenieve,regreseladulzuradelaprimavera,ylleguenhastaélelsolyelvientodelsur;ylossetosfloridos,losgorjeos de los pájaros, y los cánticos de los arroyos liberados anuncien suresurrección.Esposiblequeestoocurraono:laescarchapuedeadentrarseensu corazón y no deshelarse jamás; al llegar la primavera, un cuervo o unaurraca pueden picotear en el muro sus huesos de lirón. Pues bien, inclusoentonces, todoestarábien:esdesuponerqueélsabíadesdeelprincipioqueeramortalyquealgúndíaseconvertiríaenpolvo,«cuantoantes,mejor».

Después de aquella noche llena de incidentes, pasé siete semanas tantediosascomosietehojasdepapelenblanco:norecibíniunapalabraescrita,niunavisita,niunamuestradecariño.

Hacia lamitad de ese período, seme ocurrió pensar que algo les habíasucedidoamisamigosdeLaTerrasse.Elpuntomedioestásiemprecubiertodenubesparalossolitarios:susnerviossealteranporlatensióndeunalargaespera;lasdudashastaentoncesdesterradasseacumulanyformanunamasa,de gran magnitud, que les asalta con una fuerza que sabe a venganza. La

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noche, asimismo, se convierte en una hora despiadada, y el sueño y sunaturaleza sevuelven incompatibles: extraños temoresy rivalidades fustigansu lecho; siniestras pesadillas, dominadas por el horror al infortunio y alcompleto abandono, se alían con sus enemigos. ¡Pobre desgraciado! Hacecuantopuedeparasoportarlo,pero,apesardesusesfuerzos,noesmásqueunpobreypálidodesecho.

Hacia el final de esas interminables siete semanas, reconocí lo que mehabíanegadoaadmitirenlasseisanteriores:queaquellosespaciosenblancoeraninevitables,el resultadode lascircunstancias, lasórdenesarbitrariasdeldestino,unapartedeloquemehabíatocadoensuertevivir,y,porencimadetodo,unasuntosobrecuyoorigennodebíanhacersepreguntas,ysobrecuyodolorosofuturonodebíapronunciarseunapalabra.Porsupuesto,nomesentículpabledemisufrimiento:digraciasaDiosporhabermedadounsentidodelajusticiaquemeimpidieracometerlaestupidezdeacusarmeamímisma;encuantoareprocharaotrossusilencio,tantomiinteligenciacomomicorazónestaban convencidos de su inocencia: pero era muy duro recorrer aquelcamino,yyoansiabavivirtiemposmejores.

Utilicédiferentesrecursosparasosteneryllenarmiexistencia:empecéundifícil bordado, estudié alemán con ahínco, me propuse leer los libros másgruesosyáridosdelabiblioteca;entodosmisesfuerzos,fuilomásortodoxaquesupe.¿Meequivoquéenalgo?Esmuyprobable.Sóloséqueelresultadofuecomoroerunalimaparasatisfacerelhambreobebersalmueraparasaciarlased.

Mipeortormentoeralahoraenquellegabaelcorreo.Desgraciadamente,sabía bien cuándo lo hacía, y trataba inútilmente de olvidarlo, temiendo latorturadelaesperaylaangustiaenfermizadeladecepciónquetodoslosdíasprecedíaysucedíaalconocidocampanillazodelapuerta.

Supongoqueelanimalencerradoenunajaula,yatenazadoporelhambredebidoalaescasaalimentación,esperasucomidacomoyoesperabaunacarta.¡Oh!Si he de decir verdad, y abandonar ese tono de falsa tranquilidad que,despuésdemuchotiempo,agotalacapacidadderesistencia,enaquellassietesemanas padecí amargas penas y temores, extrañas ansiedades, miserablesdefeccionesdelaesperanza,intolerablesofensivasdeladesesperación.Aestaúltimaaveceslateníatancercaquesualientometraspasaba.Solíasentirlo,como un soplo o un suspiro sumamente lúgubre; penetraba hasta lo másprofundo de mi ser, y se detenía en mi corazón, o continuaba su caminocuandolaopresiónera insoportable.Lacarta, laadoradacarta,no llegaba;yeratodaladulzuraquepodíaesperardelavida.

Enlosmomentosdemayordesconsuelo,recurríaunayotravezalpequeñopaquete que guardaba en mi cajita… las cinco cartas. ¡Qué espléndido me

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parecía el mes cuyo cielo había contemplado la salida de aquellas cincoestrellas! Siempre había ido en su búsqueda por las noches, y, comonomeatrevía apedir diariamenteuna luz en la cocina,mecompréunavelayunacajadefósforosparaencenderla;yenlahoradeestudio,subíasigilosamentealdormitorioymedabaunfestínconmimendrugodepandelosBarmakíes.Peronomealimentaba:languidecíymequedéenloshuesos;porlodemás,noestabaenferma.

Unanocheenqueleíamiscartas,mástardedelohabitual,sintiendoquemiánimodecaía—pues,afuerzadeleerlas,estabanperdiendotodosusaborysignificado: el oro se derretía ante mis ojos, y yo sufría amargamente eldesencanto—,oídeprontounaspisadasrápidasyligerasquesubíanhaciaeldormitorio. Reconocí el paso de Ginevra Fanshawe: había cenado en laciudad;habíavuelto,yveníaaguardarelchalydemásprendasenelarmario.

Sí… entró vestida de brillante seda, envuelta en un chal, con susabundantes rizos, medio deshechos por la humedad de la noche, cayendodescuidadamente sobre los hombros. Apenas tuve tiempo de esconder mistesorosycerrarlosconllavecuandoseacercóamí:noparecíaestardelmejorhumor.

—¡Quéveladatanestúpida!¡Quégentemásnecia!—empezóadecir.

—¿Quién? ¿La señoraCholmondeley?Tenía entendido que le encantabasucasa.

—NoheestadoencasadelaseñoraCholmondeley.

—¿Deveras?¿Hahechonuevasamistades?

—HavenidomitíodeBassompierre.

—¿SutíodeBassompierre?¿Ynoestácontenta?Penséqueeraunodesusfamiliarespredilectos.

—Puesestabaequivocada:esunhombredetestable;leodio.

—¿Porqueesextranjerooporotrarazóndelmismopeso?

—No,noesextranjero.Estaningléscomoustedocomoyo;yllevabaunapellidoingléshastahacetresocuatroaños.Perosumadreeraextranjera,unadeBassompierre,yalguiendesufamilialedejóalmorirsuspropiedades,untítulonobiliarioyesteapellido:ahoraesunhombremuyimportante.

—¿Poresoleodia?

—¿Acasonoséloquemamádicedeél?Noesexactamentemitío,secasóconlahermanademimadre.Mamálodetesta;estáconvencidadequematóalatíaGinevraconsucrueldad:leaseguroquepareceunoso.¡Quéveladatandeprimente!—prosiguió—. No volveré a esa enormemansión. ¡Imagínese!

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Entré sola en una estancia, y entonces se acercó a mí un hombre muycorpulentodecincuentaañosy,despuésdeunosminutosdeconversación,sediolavueltaysalióbruscamentedelasala.¡Quémodalestanextraños!Nomesorprenderíaqueleremordieralaconciencia,puesencasatodosdicenquesoyelvivoretratodelatíaGinevra.Mamásueledecirqueelparecidoesincreíble.

—¿Eraustedlaúnicainvitada?

—¿Laúnicainvitada?

—Bueno, también estaba Missy, mi prima… ¡que niña tan mimada yconsentida!

—MonsieurdeBassompierre,¿tieneunahija?

—Sí,sí.Perodejedemartirizarmeconsuspreguntas.¡Estoytancansada!

Ginevra bostezó. Y, arrojándose en mi cama sin la menor ceremonia,añadió:

—Al parecer, estuvieron a punto de aplastar a mademoiselle en unabarahúndaquesearmóenelteatrohacealgunassemanas.

—¿Ah,sí?¿YvivenenunacasamuygrandeenlarueCrécy?

—Exactamente.¿Porquélosabe?

—Heestadoallí.

—¿De veras? Va usted a todas partes. Supongo que la llevó madameBretton.EllayEscolapiosonsiemprebienrecibidosenlaresidenciadelosdeBassompierre:alparecer«mihijoJohn»atendióalaseñoritaconmotivodesuaccidente…¿accidente? ¡Bah! ¡Menuda comedia!No creoque la aplastaranmásdeloquesemereceporsusairesdegrandeza.Yahorahayunaamistadíntima entre las dos familias. Me ha parecido oír algo sobre «los días deantaño»…¡Oh,quénecioserantodos!

—¿Todos?¿Nohadichoqueeraustedlaúnicainvitada?

—¿Esohedicho?Bueno,cualquieraseolvidadeunaancianaydesuhijo.

—¿El doctor y la señora Bretton se hallaban esta noche en casa demonsieurdeBassompierre?

—¡Sí,claroquesí!Ymiprimajugabaaserlaanfitriona.¡Quémuñecatanengreída!

Resentida, indiferente, la señorita Fanshawe empezaba a traicionar lascausas de su abatimiento. El incienso que dejaban ante su altar habíadisminuido,y era conscientedeldescensooquizáde la retirada total de loshomenajes y atenciones. La coquetería había fracasado y la vanidad había

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resultadovejada.YahoraGinevraestabafuriosa.

—¿EstáyacompletamentebienlaseñoritadeBassompierre?—inquirí.

—Tanbien comoustedy comoyo, sinduda;pero esunapersonitamuyfalsa,ysedaairesdeinválidaparaatraerlaatencióndelmédico.Yparaquelaviejamatronalaobliguearecostarseenunsofá,y«mihijoJohn»leprohíbaponersenerviosa…¡Bah!Eraunaescenanauseabunda.

—No lo habría sido si el centro de atención hubiese sido otro: si ustedhubieraocupadoellugardelaseñoritadeBassompierre.

—¡Tienerazón!¡Odioa«mihijoJohn»!

—¿«Mi hijo John»? ¿A quién se refiere con ese nombre? Lamadre deldoctorBrettonjamáslollamaasí.

—Puesdeberíahacerlo.Esunpatán…unserhuraño.

—Está usted faltando a la verdad; y, como se me está agotando lapaciencia,leruegoencarecidamentequeselevanteahoramismodeesacamaysalgadelcuarto.

—¡Quémujertanvehemente!Surostrotieneelcolordeuncoquelicot.Megustaríasaberporquésemuestrasiempretancascarrabiasàl’endroitdugrosJean.¡JohnAnderson,miJo,John!¡Oh,quénombremásdistinguido!

Conteniendo la indignación —permitir que se desatara habría sido unaauténtica locura, pues no tenía sentido enfrentarse a aquel plumajeinsustancial, a aquella polilla de pálidas alas—, apagué la vela, cerré miescritorio, y salí del dormitorio, ya que ella no quería irse. Para ser unacervezatanligera,sehabíaagriadodeunmodointolerable.

Aldíasiguienteerajuevesysólotrabajábamosmediajornada.Despuésdedesayunar, me había retirado a la clase de primero. Se acercaba la horaterrible,lahoraenquellegabaelcorreo,yyoesperabasullegada,delmismomodo que quien ve fantasmas aguarda a sus espectros. Eramenos probablequenuncaque recibieraunacarta;y, sinembargo,apesardemisesfuerzos,era incapaz de olvidar esa posibilidad. Amedida que pasaban los minutos,empecéasentirunaagitaciónyunmiedomayoresdelohabitual.Soplabaunvientoheladodeleste,yhacíaalgúntiempoqueyohabíaestablecidounatristeasociación con los vientos y sus cambios, tan poco conocidos, tanincomprensibles para las personas sanas. Los vientos del norte y del esteejercíanunainfluenciafunesta,acentuandolosdoloresylaspenas.Elvientodelsurpodíacalmaryeldeloesteaveces levantabaelánimo:amenosquetrajeran en sus alas el peso de los nubarrones, pues su masa y su calordestruíancualquierenergía.

Apesardelfríoydelaoscuridaddeaqueldíadeenero,recuerdoquesalí

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de la classe y corrí sin sombrero hasta el fondo del jardín, donde paseé unbuen ratoentre las ramasdesnudasde losárboles; con lavanaesperanzadequeelcarterollamaraalapuertamientrasnopudieseoírlo,ahorrándomeasíaquella crispación que algunos de mis nervios, roídos sin tregua por losdientesdeunaideafija,sehabíanvueltoincapacesdesoportar.Mequedéuntiempoprudencial,puesnoqueríacorrerelriesgodequealguienreparaseenmi ausencia. Escondí mi cara en el delantal, y me tapé los oídos para noescucharel terriblecampanillazoque,conseguridad,iríaseguidoparamídeunsilenciosepulcral,deuninmensovacío.Finalmente,meaventuréaregresara la primera clase, donde no entrarían alumnas hasta las nueve. Lo primeroquevi fueunobjetoblancosobremipupitrenegro,unobjetoblancoymuyplano.¡Elcorreohabíallegadosinqueyolooyera!Rosinehabíavisitadomicelday,aligualqueunángel,habíadejadotrasellaunbrillanterecuerdodesupresencia. Aquello que resplandecía encima de la mesa era una carta, unaverdaderacarta;estabaamenosdetresyardas,y,comosólohabíaunapersonaenelmundoquemeescribiera,teníaqueserelremitente.Todavíaseacordabademí.Loslatidosdegratitud,¡concuántaintensidadinsuflaronnuevavidaenmicorazón!

Acercándome, me agaché para mirar el sobre, temblorosa, aunque casiseguradereconocerlaescritura;peromisino,porelcontrario,habíadispuestoqueencontraraunaletradesconocida:unosgarabatospálidosyfemeninos,enlugar de unos trazos firmes y varoniles. Pensé entonces que el destino erademasiadoduroconmigoyexclamé,deformaaudible:

—¡Quécrueldad!

Pero también me sobrepuse a ese dolor. La vida sigue siendo vida, porgrandequeseaelsufrimiento:nosquedannuestrosojos,nuestrosoídosysuuso,aunquedesaparezcalavisióndeloquenosagradayseacalleelsonidodecuantonosconsuela.

Abrí lacarta:aesasalturas,sabíayaquese tratabadeunaescrituramuyfamiliar.EstabafechadaenLaTerrasse,ydecíalosiguiente:

QueridaLucy:

Teescriboparasaberquéhasidodetuvidaestosdosúltimosmeses.Ynoesquepiensequequizátecuesteenviarnosnoticiastuyas.NomesorprenderíaquehubierasestadotanajetreadaytanfelizcomonosotrosenLaTerrasse.Encuanto aGraham, sus contactos profesionales aumentan de día en día: tienetantotrabajo,yestátanocupado,queyoledigoqueacabarávolviéndoseunengreído. Como buena madre, hago todo lo posible para que no se crezcademasiado:yasabesquenolededicoelmenorelogio.Y,sinembargo,Lucy,esungranmuchacho;mebrincaelcorazóndentrodelpechocuandoloveo.Despuésdecorrerdeaquíparaalládurantetodoeldía,desoportarelsuplicio

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decincuentaestadosdeánimodiferentes,decombatirciencaprichos,ydesertestigo en ocasiones de los peores sufrimientos—quizá, de vez en cuando,comoyoledigo,infligiéndolosél—,regresaacasaporlasnochestanalegreyde tan buen humor que, realmente, me parece vivir en una especie deantípodasmorales,yenesasveladasdeeneromidíaempiezacuandolanochecaesobrelosdemás.

Aunasí,esnecesariollamarloalorden,corregirle,reprimirlo,yyolehagoesefavor;aunquees tanoptimistaqueresulta imposibledisgustarle.Cuandocreoqueheconseguidoirritarlo,sevuelvehaciamíyempiezaabromearparavengarse:peroya le conoces a ély todas sus iniquidades; ¡quénecia soyalconvertirloeneltemadeestacarta!

Encuantoamí,herecibidolavisitadelantiguoadministradordeBretton,yheestadohundidahastalascejasenasuntosfinancieros.QuisierarecuperarparaGrahamalmenosunapartedelosbienesquelelegósupadre.Élseburlademipreocupación,pidiéndomequeobserveelmodoenqueélsatisfacetodassusnecesidadesylasmías,ypreguntandoquépuededesearlaAncianaDamaque no tenga aún; soltando indirectas sobre turbantes color azul celeste; yacusándome de estar dominada por la ambición de llevar diamantes, tenercriadosdelibrea,vivirenunamansiónydictarlamodaentreelclaninglésdeVillette.

Hablando de turbantes color azul celeste, ¡ojalá hubieras estado connosotroslaotranoche!Grahamhabíaregresadoexhaustoy,despuésdequelesirvierael té,sedesplomóenmibutacaconsuhabitualpresunción.Paramigran alegría, se quedó dormido (ya sabes cuánto me toma el pelo con eseasunto;amí,que jamáscierro losojosduranteeldía).Mientrasdescansaba,penséqueeramuyapuesto,Lucy.Yaséqueesridículoestartanorgullosadeél, pero ¿quiénpuede evitarlo?Dime alguienquepueda equiparársele.Miredonde mire, no veo a nadie como él en Villette. Pues bien, se me ocurriógastarleunabroma;asíquesaquéelturbanteazulcelestey,consumocuidado,se lo puse de adorno en la cabeza. Te aseguro que no le sentaba nadamal;tenía un aire bastante oriental, si olvidamos el color de su tez. Nadie, sinembargo, puede acusarle ahora de ser pelirrojo: su cabello es castaño… uncastaño oscuro ymuy brillante.Y, cuando le envolví enmi enorme chal decachemira, parecía un joven bajá o pachá improvisado que te hubieraencantadover.

Fuemuydivertido;pero,alestarsincompañía,sólolodisfrutéamedias:teníasquehaberestadoconmigo.

A su debido tiempo, mi señor se despertó: el espejo que hay sobre lachimeneanotardóenmostrarlesuestado;comopodrásimaginar,ahoravivobajolaamenazayeltemordelavenganza.

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Peroserámejorquetecomuniqueelmotivodemicarta.SéqueeljuevessólotrabajáismediajornadaenlarueFossette:estatepreparadaalascincodela tarde, mandaré el carruaje para que te traiga a La Terrasse. No dejes devenir: tal vez encuentres a algúnviejo conocido.Hastapronto,mi sensatayqueridapequeñaahijada.

Sinceramentetuya,

LOUISABRETTON.

¡Unacartaasídevuelveelánimoacualquiera!Esposiblequesiguieraunpoco triste después de leerla, pero estaba mucho más tranquila; noexactamentealegre,quizá,perosíaliviada.Misamigos,porlomenos,estabansanos y felices: Graham no había sufrido ningún accidente; su madre nopadecía ninguna enfermedad: esas desgracias que habían ocupado tantotiempo mis sueños y mis pensamientos. Además, sus sentimientos por mícontinuabansiendolosmismos.Y,sinembargo,¡quéextrañoeracompararlassietesemanasdelaseñoraBrettonconlasmías!¡Quésensatassemuestranlaspersonasque,hallándoseenunasituaciónexcepcional,guardansilencioynodeclaran exaltadamente cuánto les molesta esa posición! El mundo puedecomprender muy bien que alguien muera por falta de alimentos; pero muypocas personas son capaces de entender que alguien enloquezca deaislamiento. Ven que el prisionero liberado tras un largo encierro se haconvertidoenun loco,enun idiota…quesussentidos lehanabandonado…quesusnervios,enunprincipiocrispados,sucumbena terriblesangustias,yluegosequedanparalizados…masesunasuntodemasiadocomplicadoparaanalizarlo,demasiadoabstractoparalacomprensiónpopular.¡Hablardeél!Escasicomoponerseenpieenmediodeunmercadoeuropeoypronunciarunasoscuras palabras en la misma lengua con que Nabucodonosor, elhipocondríaco imperial, se dirigió a sus desconcertados caldeos. Y durantemucho,muchísimotiemposeránescasosydifícilesdeencontrarlosespíritusque no consideren tales asuntos un enigma, y que sean comprensivos conellos.Durantemucho tiempo sepensaráque sólo lasprivaciones físicas sondignasdecompasión,yqueelrestoesunaquimera.Cuandoelmundoeramásjovenymás fuerteque ahora, el sufrimientomoral eraunmisterio aúnmásprofundo: es posible que en toda la tierra de Israel no existieramás que unSaúl…ytansólounDavidquepudieratranquilizarloycomprenderlo.

El intenso frío de la mañana fue seguido, horas después, por un fuerteviento de las estepas rusas: la zona fría silbaba sobre la zona templada,convirtiéndolarápidamenteenhielo.Unpesadofirmamento,grisycargadodenieve, navegó desde el norte y cubrió la expectante Europa. Por la tardeempezóanevar.Temíquenovinieraningúncarruaje…¡eratantalaviolenciacon que rugía la tormenta blanca! Pero confié en mi madrina. Después dehacerlainvitación,nosequedaríasinsuhuésped.Hacialasseismeayudaron

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asalirdelcarruajeyasubirlosescalonescubiertosdenievequeconducíanalaentradadelchâteau,ymedejaronenlapuertadeLaTerrasse.

Atravesécorriendoelvestíbuloymedirigí al salón,dondeencontré a laseñoraBretton,quemerecordóaundíadeverano.Aunquehubieratenidoeldoble de frío, su beso cariñoso y su cordial apretón de manos me habríandevuelto el calor.Despuésdepasar tanto tiempoenhabitacionesdepanelesdesnudos, oscuros bancos, pupitres y estufas, el salón azul me pareciómaravilloso. El resplandor carmesí del fuego navideño de su chimenea medeslumbró.

Mi madrina retuvo mi mano entre las suyas, charló conmigo y mereprendióporhaberadelgazadodesdenuestroúltimoencuentro;luegosediocuentadequeelvientoylanievemehabíandespeinadoymeenvióalpisodearribaparaacicalarmeyquitarmeelchal.

Meretiréamipequeñocuartodeparedescolorverdemar,dondetambiénencontréunalegre fuegoy lasvelasencendidas;habíaungrancandelabroacadaladodelespejo;y,entrelasluces,delantedelespejo,viaalguienquesevestía:unacriaturaetérea,parecidaaunhada…menuda,esbelta,muypálida:unespírituinvernal.

Reconozco que, por unos instantes, pensé en Graham y sus ilusionesespectrales. Con mirada desconfiada, observé los detalles de aquella nuevavisión. Su traje era blanco, salpicado de lágrimas escarlatas; el lazo de sucintura,rojo;llevabaunashojasbrillantesenelcabello,unapequeñaguirnaldadesiemprevivas.Espectralono,nadahabíaenelladeterrible;meacerqué.

Dándosemediavuelta,laintrusaclavóenmíunosojosenormesbajounaspestañastanlargascomooscuras,quesuavizabanlaexpresióndelosojosquecustodiaban.

—¡Ah! ¡Ha venido usted!—exclamó en voz baja, dulcemente,mientrassonreíaymemirabaconfijeza.

Entoncesmedi cuenta de quién era. Sólohabía visto enunaocasiónunrostro así, con unos rasgos tan finos y delicados, así que no pude sinoreconocerla.

—SeñoritadeBassompierre—dije.

—No—respondió—,nosoylaseñoritadeBassompierreparausted.

No le pregunté quién era, preferí esperar que me informaravoluntariamente.

—Estáustedcambiada,perosiguesiendolamisma—señaló,acercándose—.Larecuerdomuybien…susemblante,elcolordesupelo,elperfil…

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Me había acercado al fuego, y ella estaba enfrente de mí. Mientras mecontemplaba, su rostro reflejó cada vez con más claridad lo que sentía ypensaba,hastaquefinalmenteunanubeensombreciósubrillantemirada.

—Meentranganasdellorarcuandorecuerdoaquellostiempostanlejanos—dijo—;peronocreaqueestoytristeonostálgica;porelcontrario,mesientomuydichosa.

Interesada, pero sin comprender a qué se refería, no supe qué decir.Finalmente,balbucí:

—Creoquenuncalahabíavistoaustedhastaaquellanocheenqueresultóherida,haceunassemanas…

Ellasonrió.

—¿Haolvidadoentoncesquemehesentadoensusrodillas,e inclusohecompartido su almohada? ¿Acaso no recuerda la noche en queme acerquéllorandoasucama,comolachiquillamalcriadaqueera,yustedmeacostóasu lado? ¿No se acuerda de cómo su consuelo y protección calmaron miterribleangustia?VuelvaaBretton.AcuérdesedelseñorHome.

Porfinloentendítodo.

—¿EsustedlapequeñaPolly?

—SoyPaulinaMaryHomedeBassompierre.

¡Cuántopuedehacercambiarel tiempo!LapequeñaPollyofrecíaensuspálidas y menudas facciones, en su delicada simetría, en su expresióncambiante, cierta promesa de gracia e interés; pero Paulina Mary se habíavueltohermosa;noconesabellezaquedeslumbranuestramirada,comounarosa—esférica,perfecta, lozana—,niconlosatributosdesuprimaGinevra,rolliza, sonrosada, rubísima; pero sus diecisiete años le habían infundido unencantotiernoyrefinadoquenoresidía,creoyo,enelcolordesutez,queeramuyblanco;niensufigura,aunquesusrasgosestabanllenosdedulzuraysusbrazos y piernas, torneados a la perfección; sino más bien en el tenueresplandor que irradiaba su alma. No era un jarrón opaco de un valiosomaterial,sinounalámparaquebrillabacastamente,evitandoextinguirse,perosin escapar a la adoración, una llama vital y vestal. Al mencionar susatractivos,noquisieraexagerar;perolociertoesquemeparecíancautivadoresymuyreales.Apesardetenerlotodoenpequeñaescala,eraelperfumeloquedaba distinción a esa violeta blanca, y la hacía superior a la camelia másexuberante…aladaliamáshermosaquehayaflorecidojamás.

—¡Vaya!¿YpuedeacordarsedelosviejostiemposdeBretton?

—Quizámejorqueusted—contestó—.Losrecuerdocontododetalle:nosóloaquelperíodo,sinosusdíasysushoras.

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—Debedehaberolvidadoalgunascosas…

—Supongoquemuypocas.

—Entonceseraunapequeñacriaturamuysensible:seguroquehacemuchotiempoquehadejadoatráslasimpresionesquelaalegríayeldolor,elcariñoylaseparacióndelosseresqueridosgrabaronensuespírituhacediezaños.

—¿Acaso cree que he olvidado a los que quise, y de quémodo lo hice,cuandoeraniña?

—La intensidad del sentimiento tiene que haberse desvanecido… suviolencia,suagudeza…laprofundahuella tienequehaberseborradopocoapocohastadesaparecer.

—Meacuerdomuybiendeaquellosdías.

Y lo parecía. Sus ojos eran los de alguien que sabe recordar; de alguiencuya infancia no se desvanece como un sueño, y cuya juventud tampocodesaparececomounrayodesol.Noeraunapersonaquesetomaralavida,deformapocorigurosaeincoherente,poretapas,ydejasequeunaestaciónseleescaparaalcomenzarotra:conservabayañadía;con frecuencia rememorabacuantohabíavivido,deahíquecrecieraensolidezyarmoníaamedidaquelohacíaenaños.Sinembargo,mecostabacreerquetodaslasescenasqueahoraseagolpabanenmicerebrofuerantanvívidasparaella.Susgrandesafectos,lasbromasypeleasconsuqueridocompañerodejuegos,lasinceraypacientedevoción de su corazón infantil, sus miedos, sus delicadas reservas, suspequeñas tribulaciones, el lacerante dolor de la separación final… recordétodasesascosasymovílacabezaconincredulidad.Ellainsistió.

—Laniñadesieteañosviveenlajovendediecisiete—dijo.

—EstabaustedterriblementeencariñadaconlaseñoraBretton—exclamé,intentandoponerlaaprueba.

Seapresuróacorregirme.

—Terriblemente encariñada, no —respondió ella—; me gustaba, larespetaba,aligualqueahora:parecehabercambiadomuypoco.

—Apenashacambiado—asentí.

Nos quedamos unos minutos en silencio. Mirando a uno y otro lado,Paulinadijo:

—HaycosasenestahabitaciónqueestabanenBretton.Meacuerdodeeseacericoydeeseespejo.

Eraostensiblequeno seengañabaal juzgar sumemoria; almenosen loqueconcerníaasuestanciaencasademimadrina.

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—Entonces¿creequehabríareconocidoalaseñoraBretton?—proseguí.

—La recordaba perfectamente; sus facciones, su tez aceitunada, su pelonegro,sualtura,sumaneradecaminar,suvoz…

—Del doctor Bretton era imposible que se acordara, por supuesto —continuédiciendo—.Fui testigodesuprimerencuentroconél,ymeconstaqueleparecióundesconocido.

—Aquellaprimeranochemequedédesconcertada—repusolajoven.

—¿Cómosereconocieronélysupadre?

—Intercambiaronsustarjetas.LosnombresdeGrahamBrettonyHomedeBassompierresuscitarontodaclasedepreguntasyexplicaciones.Esoocurrióelsegundodía;peroantesempecéasospecharalgo.

—¿Quéquieredecirconsospecharalgo?

—¡Qué extraño es que a lamayoría de la gente le cueste tanto sentir laverdad!Ynomerefieroaconocerla,sinoasentirla.CuandoeldoctorBrettonme visitó varias veces, se sentó a mi lado y habló conmigo; y yo hubeobservado la expresiónde susojosyde suboca, la formade subarbilla, elmovimientodesucabeza,ytodoloquesolemosobservarenlaspersonasqueseacercananosotros,¿cómopodíanoasociartodoesoconGrahamBretton?Grahameramásdelgadoqueél,ynotanalto,yteníaunrostromássuave,yelpelomáslargoymásclaro,yhablaba…conunavozmenosprofunda…máscomounaniña;y,sinembargo,élsiguesiendoGraham,deigualmodoqueyosoylapequeñaPollyoustedesLucySnowe.

Yopensabalomismo,peromemaravillóverhastaquépuntoestábamosdeacuerdo: es tan difícil encontrar un alma gemela en ciertos asuntos que,cuandosucede,nospareceunmilagro.

—UstedyGrahamerancompañerosdejuegos.

—¿Seacuerdadeeso?—inquirió,asuvez.

—Seguroqueéltampocolohaolvidado—exclamé.

—No se lo he preguntado; pocas cosas me sorprenderían tanto comodescubrirque tieneusted razón.Supongoquesu temperamentosiguesiendoalegreydespreocupado,¿noesasí?

—¿Eraasíantes?¿Ledabaesaimpresión?¿Guardaeserecuerdodeél?

—Apenaslorecuerdodeotromodo.Unasveceseramuyestudioso;otras,muy divertido: pero estuviera enfrascado en sus libros o dispuesto a jugar,parecía pensar esencialmente en los libros o en el juego, y no prestardemasiadaatenciónaaquellosconlosqueleíaojugaba.

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—Peroteníadebilidadporusted.

—¿Debilidadpormí? ¡Oh,no!Teníaotros amigos…sus compañerosdecolegio; yo era insignificantepara él, excepto losdomingos: sí, semostrabamuy amable los domingos. Recuerdo que iba andando de sumano hasta laiglesiadeStMary,yqueélmeencontrabalasoracioneseneldevocionario;¡yerasiempretanpacíficoytanbuenolosdomingosporlatarde!¡Tancariñosopara ser unmuchacho arrogantey llenodevida, tanpaciente con todasmisequivocacionescuandoleía!Yeramaravillosopoderconfiarenél,puesjamáspasabaesas tardesfueradecasa.Meaterrabala ideadequeaceptasealgunainvitaciónynosabandonara;peronuncalohizo,nipareciódesearlo.Seguroqueesosehaterminadoparasiempre.Supongoqueahoracenafueratodoslosdomingos…

—¡Niñas! ¡Bajad de una vez! —gritó la señora Bretton desde el pisoinferior.

Paulina se hubiera quedado charlando un poco más, pero yo preferíobedeceramimadrina.Nosdirigimosalsalón.

CapítuloXXV

Lapequeñacondesa

Apesardeloalegrequeeraelcarácterdemimadrina,ydesusesfuerzospor entretenernos, nohuboverdaderadiversión aquella tarde enLaTerrassehasta que, enmedio del furioso ulular del viento nocturno, oímos el sonidoinconfundibledeunoscaballos.Concuántafrecuencia,mientraslasmujeresylas niñas se hallan sentadas junto a un agradable fuego, tanto sus corazonescomosuimaginaciónsevencondenadosaalejarsedelascomodidadesquelosrodean,obligadosavagarporoscuroscaminos,adesafiarlasinclemenciasdeltiempo,aenfrentarsealasráfagasdenieve,aesperarjuntoapuertasycercassolitariasenmediode las tormentasmás infernales,buscandocon losojosylosoídosparaveryoíralpadre,alhijo,almaridoqueregresanalhogar.

El padre y el hijo llegaron finalmente al château: pues el conde deBassompierre acompañaba aquella noche al doctor Bretton. No sé cuál denosotrasoyóantesloscaballos;lacrudeza,laviolenciadeltiempojustificaronque corriéramos al vestíbulo para recibir a los dos jinetes; pero ambos nosaconsejaronquenonosacercáramos:estabancompletamenteblancos…erandosmontañasdenieve;ylociertoesquelaseñoraBretton,alversuestado,lesordenóentrarinmediatamenteenlacocina;ylesprohibió,porsucuentayriesgo,pisarlaescaleraalfombradahastahabersequitadosudisfraznavideño.

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No pudimos evitar, sin embargo, seguirles a la cocina: era una vieja cocinaholandesa de gran tamaño, pintoresca y agradable. La blanca y menudacondesabailabaalrededordesupadre,igualmenteblanco,dandopalmadasygritando:

—Papá,papá,parecesungigantescoosopolar.

Elososesacudióyelpequeñoduendehuyólejosdeaquellalluviahelada.Pero Paulina regresó riendo, deseosa de ayudarle a despojarse del disfrazártico.Elconde,librándosefinalmentedesugruesogabándenieve,amenazóaplastarlaconéstecomosisetrataradeunalud.

—¡Vamos,vamos!—dijoPaulina,inclinándoseparaanimarleahacerlo;y,cuandolaavalanchaestabaapuntodecaersobresucabeza,sealejósaltandocomounadiminutagamuza.

Susmovimientos tenían la suave agilidad, la gracia aterciopelada de ungatito;surisaeramásclaraqueelsonidodelaplatayelcristal:cuandocogiólas fríasmanosde supadrey las frotó,y sepusodepuntillasparadarleunbesoenloslabios,unhalodeternurayalegríaparecióbrillarasualrededor.Elgraveyvenerablecaballerolamirócomoloshombresmiranaquieneslaniñadesusojos.

—SeñoraBretton—dijo—,¿quévoyahacerconestahijitamía?Nocreceniensabiduríanienestatura.¿Nolaencuentracasiigualquehacediezaños?

—No puede ser más infantil que este grandullón —replicó la señoraBretton,queestabapeleándoseconsuhijoparaquefueraacambiarsederopa.

Graham estaba apoyado en el aparador holandés, riéndose e impidiendoquesumadreseleacercara.

—Vamos, mamá —exclamó—, para llegar a un acuerdo y calentarnos,tantopordentrocomopor fuera, tomemosunponchenavideñoybrindemosaquí,juntoalachimenea,porlaviejaInglaterra.

Así,pues,mientrasel conde seacercabaal fuegoyPaulinaMary seguíabailandodeaquíparaallá—felizporlalibertadqueleproporcionabaaquellaenorme cocina—, la señora Bretton enseñó personalmente a Martha acondimentar y calentar el ponche; y, vertiendo la bebida en una jarra deBretton, la sirvieron en las copas, humeante, con la ayuda de un pequeñorecipientedeplata,quereconocícomoeldelbautismodeGraham.

—¡Por los viejos tiempos!—dijo el conde, levantando hacia un lado sucopa.Entonces,mirandoalaseñoraBrettonempezóarecitar:

Wetwaha’paidleti’theburn

Framorning-suntilldine

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,Butseasbetweenusbraidha’roared

Sin’auldlangsyne.

Andsurelyye’llbeyourpint-stoup,

AssurelyI’llbemine;

Andwe’lltasteacupo’kindnessyet;

Forauldlangsyne.

—¡Escocés!¡Escocés!—exclamóPaulina—.Papáestáhablandoescocés.Yesescocés,enparte.SomosHomeydeBassompierre,caledoniosygalos.

—Y ¿lo que estás bailando es una danza escocesa, hada de las TierrasAltas? —preguntó su padre—. Señora Bretton, no tardará en aparecer uncírculoverdeenmediodesucocina.Norespondodelasartimañasdemihija:esunacriaturitamuyextraña.

—DileaLucyquebaileconmigo,papá;éstaesLucySnowe.

ElseñorHome(habíaenéltantodelsencilloseñorHomecomodelaltivoconde de Bassompierre)me tendió lamano, diciendo amablemente quemerecordaba muy bien y que, aunque su memoria hubiera sido menos fiable,había oídomi nombre tantas veces en labios de su hija, y había escuchadotantashistoriassobremí,queyolehabríaparecidounaviejaconocida.

TodosnoshabíamostomadoelponcheexceptoPaulina,cuyopasdeféeoudefantaisienadiequisointerrumpirparaofrecerleuntragotanprofano;peroeraimposiblenocontarconella,ousurparlesusprivilegiosdemortal.

—Déjemeprobarlo—le dijo aGraham, cuando éste puso la copa en unanaqueldelaalacena,fueradesualcance.

LaseñoraBrettonyel señorHomeestabanconversando.Aldoctor Johnnolehabíapasadoinadvertidaladanzadelhada;lahabíaobservado,yhabíadisfrutado con ella. Dejando a un lado la dulzura y la belleza de susmovimientos, adorables para un amante de la gracia como él, a Graham leencantólanaturalidaddePaulinaencasadesumadre,pueslehacíasentirsecómodo:ellaleparecíadenuevounaniña…casisucompañeradejuegos.Mepreguntécómosedirigiríaalajoven;nolehabíavistoaúnhablarconella;susprimeraspalabraspusierondemanifiestoque losviejosdíasde la«pequeñaPolly»habíanvueltoasumemoriaconlaalegríainfantildelavelada.

—¿AcasoSuSeñoríadesealajarra?

—Creohaberlodichoya.Penséquehabíaquedadoclaro.

—Nopuedoconsentir semejantedespropósito.Losientomucho,peronopuedohacerlo.

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—¿Por qué? Estoy completamente recuperada: el ponche no puederompermelaclavículadenuevo,nidislocarmeelhombro.¿Esvino?

—No;nitampocorocío.

—Noquierorocío;nomegustaelrocío:pero¿quées?

—Cerveza… cerveza muy fuerte… una vieja cerveza de octubre;fabricada,talvez,elañodeminacimiento.

—Debierondehacerlaunasmanosexpertas;¿estábuena?

—Demasiadobuena.

Y bajó la jarra para servirse una segunda dosis de aquel potente elixir,expresóconunamiradamaliciosasuinmensasatisfacción,yvolvióacolocarsolemnementelacopaenelanaquel.

—Me gustaría tomar un poco —exclamó Paulina, alzando la vista—;jamáshebebidounaviejacervezadeoctubre.¿Esdulce?

—Peligrosamentedulce—contestóGraham.

Ylajovensiguiómirandohaciaarribaconelrostrodeunniñoquedeseaunagolosinaprohibida.Finalmente,eldoctorJohncedió,bajólajarray,congransatisfacción,dejóquePaulinaprobarasucontenido;losojosdeGraham,siempretanexpresivoscuandosesentíaalegre,fueronincapacesdedisimularelplacerqueestoleprocuraba;yprolongólasituacióncolocandolacopadetalmodoqueaquelloslabiossonrosadossólopudieranbeberlogotaagota.

—Un poco más… un poco más —protestaba ella, algo enfurruñada,tocando lamanodeél con sudedo índiceparaque,dócilmente, inclinara lacopaconmayorgenerosidad—.Hueleaespeciasyaazúcar,perosoyincapazdesaborearlo;sumuñecaestátanrígida,yesustedtantacaño…

Élaccediódenuevo,susurrando,sinembargo,congravedad:

—NoselocuenteniamimadreniaLucy;aellasnolespareceríabien.

—Tampocoamí—respondióPaulina,cambiandodetonoydeactitudencuanto logróprobar labebida,comosiéstahubieraactuadosobreellacomouna poción mágica que rompiera su encantamiento—.Me parece cualquiercosamenosdulce;estáamargaydemasiadocaliente,ymedejasinaliento.Suviejacervezadeoctubresóloeradeseablecuandoestabaprohibida.Gracias,noquieromás.

Yconunapequeñareverencia,hechaalaligeraperotangraciosacomosudanza,sealejódeélysefueconsupadre.

Piensoquenomehabíamentido:laniñadesieteañosvivíaenlajovendediecisiete.

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Graham la miró algo confuso y desconcertado; sus ojos no dejaron deobservarladurantecasitodalavelada,peroPaulinanopareciódarsecuenta.

Cuandosubimosalsalónpara tomarel té,cogióelbrazodesupadre: lonaturalparaellaeraestarsiempreasu lado; losojosy losoídosde la jovenestabandedicadosaél.ElcondedeBassompierreylaseñoraBrettondirigíanlaconversacióndenuestropequeñogrupo,yPaulinaeraquienlesescuchabaconmayoratención,noperdiéndoseunapalabradeloquedecían,rogándolesquerepitieranestedetalleoaquellaaventura.

—¿Dónde estabas por aquel entonces, papá? Y ¿qué dijiste luego?CuéntalealaseñoraBrettonloquepasóaqueldía.

Ydeesemodoleanimabaahablar.

No volvió a mostrar un júbilo exagerado; la chispa infantil no saltó denuevoaquellanoche: fuedulce,amable,dócil.Resultóencantadorvercómonosdaba lasbuenasnoches;sedirigióaldoctorJohnconciertasolemnidad:en su sonrisa apenas esbozada y en su silenciosa reverencia apareció lacondesa,yGrahamnopudosinoextremarsuseriedadydevolverleelsaludo.Comprendíqueélnosabíaarmonizarensuinteriorelhadadanzarinaconladelicadadama.

Aldíasiguiente,cuandonosreunimosalrededordelamesadeldesayuno,tiritando de frío tras el gélido aseomatutino, la señora Bretton decretó queninguno de nosotros, salvo en caso de extrema necesidad, abandonaría LaTerrasseaqueldía.

Lo cierto es que salir parecía casi imposible; la nieve amontonadaoscurecíaloscristalesinferioresdelasventanas,y,almiraralexterior,elcieloyelaireparecían irritadosysombríos,yelvientoy lanievecombatíanconferocidad. Había dejado de nevar, pero las ráfagas de viento, breves yviolentas, arrancaban de la tierra los copos caídos, que se arremolinaban yformabancientosdefigurasincreíbles.

LacondesasecundóalaseñoraBretton.

—Papá no saldrá—exclamó, colocando su silla junto a la butaca de suprogenitor—.Yomeocuparédeél.Noirásalaciudad,¿verdad,papá?

—Síyno—fuesurespuesta—.SilaseñoraBrettonytúsoismuybuenasconmigo,Polly…yasabes,atentasyamables;simetratasbienymemimasmucho,esposiblequedecidaesperarunahoraparaversiamainaestevientotan horrible. Pero veo que nome das el desayuno; nome ofreces nada:medejasmorirdehambre.

—¡Rápido!Porfavor,señoraBretton,sirvaustedelcafé—lerogóPaulina—,mientrasyomeocupodequealcondedeBassompierrenolefaltenada:

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desdequesehaconvertidoenunconde,necesitatantasatenciones…

Escogióunpanecilloyselopreparó.

—Aquítienestuspistoletscargados,papá—señaló—.Ytomaunpocodemermelada de naranja, lamismaque tomábamos enBretton; decías que eratanbuenacomosilahubieranhechoenEscocia.

—YqueSuSeñoríasolíapedirmeparamihijo…¿teacuerdas,Paulina?—interrumpiólaseñoraBretton—.¿Hasolvidadocómoteacercabasamíymetirabasdelamangasusurrando:«Porfavor,señora,algobuenoparaGraham…unpoquitodemermeladaodemiel»?

—No,mamá—exclamóeldoctorJohn,riéndoseal tiempoqueenrojecía—;seguroquenoeraasí:¡quépodíanimportarmeesascosas!

—¿Leimportabanono,Paulina?

—Legustaban—afirmólajoven.

—No se avergüence de ello, John —le animó el señor Home—. A mísiempremehangustado.YPollymostrabasubuenjuicioalpreocuparsedelacomodidad material de un amigo: fui yo quien le enseñé esas buenascostumbres…ynodejoquelasolvide.Polly,¿medasunalonchamuyfinadeesalengua?

—Toma,papá;perorecuerdaquesóloteatendemosasídebienparaquetequedestodoeldíaenLaTerrasse.

—SeñoraBretton—dijoelconde—,quisieralibrarmedemihija,enviarlaauncolegio.¿Conoceustedalgunoqueseabueno?

—EldeLucy…elinternadodemadameBeck.

—¿LaseñoritaSnoweestáenuncolegio?

—Soyprofesora—meapresuréa responder,ycasimealegréde tener laoportunidaddedecirlo.

Desde hacía un rato sentía que ocupaba una falsa posición. La señoraBrettonysuhijoconocíanmiscircunstancias;peroelcondeysuhijano.Esposible que quisieran cambiar su hasta entonces cordial actitud cuando seenterarandemisituaciónenlasociedad.Poresocontestéenseguida:perounenjambredesombríospensamientosquenohabíaprevistoniinvocadoalzóelvueloconmispalabrasymehizosuspirarinvoluntariamente.ElseñorHomenolevantólosojosdelplatoduranteunosminutos,ytampocohabló;quizánomehabíaoído…quizápensabaque,anteunaconfesióndeesanaturaleza,lomás educado era guardar silencio: los escoceses son proverbialmenteorgullosos;y,apesardelosencilloyhogareñoqueeraelseñorHome,delasimplicidadde suscostumbresyde susgustos,yomehabíadadocuentade

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quenolefaltabasucuotadeaqueldistintivonacional.¿Eraelsuyounfalsoorgullo?¿Setratabadeauténticadignidad?Dejolapreguntasincontestarensusentidomásamplio.Enloqueamírespecta, loúnicoquepuedodeciresqueentoncesysiemprehizogaladeunagransinceridad.

Sunaturalezaerasensibleyreflexiva;sobresusemocionesypensamientosseextendíaunvelodemelancolía,queseconvertíaenunanubeentiemposdedificultadesydedolor.NosabíademasiadosobreLucySnowe;loquesabía,no lo comprendía bien: lo cierto es que su interpretación errónea de micarácter a menudo me hacía sonreír; pero él veía que la senda por la quetranscurríamividasehallabaenelladosombríodelacolina,yrespetabamisesfuerzosporcaminarenlínearecta;dehaberpodido,mehabríaayudado:alno tener oportunidad de hacerlo,me deseaba suerte.Cuandomemiró aqueldía,susojosreflejaronbondad;cuandohabló,suvozfuebenevolente.

—Lasuyaesunaprofesiónmuyardua—dijo—.Ledeseosaludyfortalezaparatriunfarenella.

Suhermosahijano recibió lanoticiacon tanta tranquilidad:clavóenmídos ojos desmesuradamente abiertos por el asombro… casi por laconsternación.

—¿Es usted profesora? —exclamó; y, después de reflexionar sobre tandesagradable idea, añadió—: Bueno, nunca supe qué era usted, ni se meocurriópreguntarlo;paramí,siemprefueLucySnowe.

—Yahora¿quésoy?—nopudeevitardecir.

—Ustedmisma,desdeluego.Pero¿esciertoqueenseñaaquí,enVillette?

—Sí.

—¿Ylegusta?

—Nosiempre.

—¿Yporquésiguehaciéndolo?

Su padre la miró, y yo temí que le impidiera seguir hablando; pero selimitóadecir:

—Continúa, Polly, continúa con ese interrogatorio… demuéstranos locuriosa que eres. Si la señorita Snowe se hubiera ruborizado o parecieseturbada, te pediría que te callaras; y los dos seguiríamos comiendo algoavergonzados; pero ella sonríe, así que sigue insistiendo, multiplica tuspreguntas.Bien,señoritaSnowe,¿porquésiguehaciéndolo?

—Metemoque,sobretodo,poreldineroquegano.

—Entonces ¿no es pormotivos puramente filantrópicos? Polly y yo nos

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aferrábamosaesahipótesisparaexplicarnossuexcentricidad.

—No…no,señor.Silohagoesporquemepermiteteneruntechodondeguarecerme; y por la tranquilidad que me da pensar que, mientras puedatrabajarpormímisma,meahorroeldolordeserunacargaparalosdemás.

—Papá,digasloquedigas,sientolástimadeLucy.

—Puesserámejorqueolvidesesesentimiento,señoritadeBassompierre:cógelo con las dosmanos como si fuera una pequeña cría de ánsar que sehubieraescapadovolando;déjalodenuevoenelcálidonidodelcorazóndelque salió, y escucha mis palabras. Si mi Polly llegara a conocer porexperiencialaendeblenaturalezadelosbienesdeestemundo,megustaríaquese comportara como Lucy: que trabajase a fin de no ser una carga parafamiliaresyamigos.

—Sí, papá —respondió ella, triste y dócilmente—. Pero ¡pobre, Lucy!Penséqueeraunajovenricaqueteníaamigosricos.

—Puespensasteneciamente:yonuncalocreíasí.Cuandotuvetiempodeobservar losmodalesy el aspectodeLucy, algomuypoco frecuente,medicuentadequeeraalguienqueteníaqueproteger,noserprotegido;alguienqueteníaquehacerlascosas,noesperaraserservida.Ysupongoqueloquelehatocado en suerte vivir ha sido una experiencia por la que algún día, si suexistencia es suficientemente larga para comprender todas sus ventajas,bendeciráalaProvidencia.Peroesecolegio—prosiguió,cambiandosutonograveporotroalegre—,¿creeustedquemadameBeckadmitiríaamiPolly,señoritaLucy?

Respondíquelomejorseríapreguntárselo.Prontolosabríamos;amadamelegustabanlasalumnasinglesas.

—Sillevaa laseñoritadeBassompierreestamismatardeensucarruaje,señor,puedogarantizarlequeRosine,laportera,correráaabrirleslapuerta;yestoy segura de que madame les recibirá en el salón con su mejor par deguantes.

—En ese caso—contestó el señorHome—, no veo ningúnmotivo paraaplazarlo. La señoraHurst puede enviar al internado lo que ella llama «lascosas» de su señorita; Polly puede empezar a trabajar hoymismo; y usted,señoritaLucy,confíoenquesepresteaecharunaojeadaamipequeña,ymedigadevezencuandoquétal leva.Esperoquedésuaprobaciónanuestrosplanes,condesadeBassompierre.

Lacondesacarraspeó,vacilante.

—Penséquemieducaciónhabíaconcluido—dijo.

—Eso sólo prueba cuán equivocados pueden ser nuestros pensamientos:

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tengo una opiniónmuy diferente, como casi todos los que estamañana hansidotestigosdetuprofundoconocimientodelavida.¡Ay,mipequeña!¡Tienestanto que aprender aún! ¡Y papá debería haberte enseñado mucho más!Vamos, lomejorseráhablarconmadameBeck;el tiempoestámejorando,yheacabadodedesayunar.

—Pero,papá…

—¿Sí?

—Veounobstáculo.

—Puesyono.

—Unoenorme,papá,quesiempreseráinfranqueable;tangrandecomotúconelabrigocubiertodenieve.

—Yaligualquelanieve,¿puedederretirse?

—¡No! Es de una carne… de una carne excesivamente sólida: ¡eres tú,papá! Señorita Lucy, advierta a madame Beck de que no escuche susexigencias de que me admita en el colegio; al final resultaría que tambiéntendría que admitirle a él: como le gusta tanto hacerme rabiar, les contaréalgunas historias demi padre. SeñoraBretton y todos los demás, escuchen:hace aproximadamente cinco años, cuando yo tenía doce, se lemetió en lacabezaquemeestabamimandodemasiado,quenomeestabapreparandoparalavida,ynoséquécosasmás;yseempeñóenquefueraauninternado.Yolloré,etcétera,etcétera;peromonsieurdeBassompierreresultóserunhombredespiadadoycruel,yfuialinternado.Y¿quéocurriódespués?Delmodomásadmirable,papátambiénvinoalcolegio:ibaavermecadadosdías.MadameAigredouxrefunfuñaba,peronoservíadenada;hastaque,finalmente,papáyyo fuimos, en cierto modo, expulsados. Lucy puede contarle este detalle amadameBeck:meparecejustoinformarledeloqueleespera.

La señora Bretton preguntó al señor Home si tenía algo que decir alrespecto.Comoélnosedefendió,dictósentenciaensucontrayPaulinasalióvictoriosa.

Pero la joven no se limitaba a ser ingenua y traviesa. Después deldesayuno,cuandomadameBrettonyelcondeseretiraron—supongoqueparahablardeciertosasuntoseconómicosdemimadrina—,ylacondesa,eldoctorBretton y yo nos quedamos un rato a solas, la niña que había en Paulinadesapareció; connosotros,que teníamosunaedadmáscercanaa la suya, secomportó como una dama: hasta su rostro pareció cambiar; aquella miradainocenteyaquelgraciosogestoque,cuandohablabaconsupadre,redondeabasu cara y hacía aparecer dos hoyuelos en sus mejillas, dieron paso a unsemblantemáscircunspecto,aunaslíneasmásmarcadasymenosexpresivas.

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NohaydudadequeGrahamreparóenelcambiocontantaclaridadcomoyo.Sequedóunosminutosjuntoalaventana,contemplandolanieve;luegoseacercó a la chimenea y se sumó a la conversación, pero sin su desenfadohabitual:lostemasmásoportunosnoparecíanbrotardesuslabios;loselegíade forma minuciosa, vacilante y, por consiguiente, poco afortunada. Hablóvagamente deVillette: de sus habitantes, de sus lugares de interés y de susedificios.LaseñoritadeBassompierrelecontestódeunmodomuyfemenino;coninteligencia,ydemostrandoteneruncriteriobastantepersonal.Devezencuando, un tono, una mirada, un gesto, más animados y expresivos queceremoniosos y comedidos, recordaban aún a la pequeña Polly; y, sinembargo, había en ella una gracia tan elegante y refinada, tan apacible ycortés,dandobrilloyrespaldandoesassingularidades,queunhombremenossensiblequeGrahamnohabríaosadovalersedeellasparabuscarunamayorintimidad.

Noobstante,aunqueeldoctorBrettonnosabíabienquédeciryestabamásseriodelohabitual,seguíadeatentoobservador.Noseleescapabaningunodeaquellos impulsos irresistibles, ninguna de aquellas pausas naturales. No seperdíaniunodesusmovimientoscaracterísticos,niunadesusvacilacionesenla conversación, ni uno de sus ceceos al expresarse.Algunas veces, cuandohablaba deprisa, Paulina todavía ceceaba; pero siempre se ruborizaba alcometer ese fallo y, de un modo muy concienzudo, tan divertido como elpequeñoerror,repetíaconclaridadlapalabra.

Cuandoestopasaba,eldoctorBrettonsonreía.Pocoapoco,amedidaquecharlaban, empezaron a mostrarse menos distantes; supongo que, si laconversación hubiera continuado, habría sido en seguida de lomás cordial.Los labiosdePaulinavolvieronaesbozaresa sonrisaqueadornabacondoshoyuelossusmejillas;ceceóunavezyolvidócorregirse.YeldoctorJohn,nosécómocambió,perolohizo.Noparecíamásalegre—nogastababromasnihablabaconmásligereza—,peronohaydudadequesehallabamáscómodo,lo que se reflejaba enun lenguajemás vivo, en un tonodevozmás afable.Diez años antes, aquella pareja había tenido siempre muchas cosas quedecirse. La década transcurrida no había mermado su experiencia niempobrecido su inteligencia; además, existen ciertas naturalezas que seinfluyendetalmodoentresíque,cuantomássedicen,mástienenquedecirse.Paraellas,delaasociaciónsurgelaadhesión,ydelaadhesiónlaunión.

Graham,sinembargo,debíairse;teníaunaprofesiónconunasexigenciasque no podían incumplirse ni aplazarse. Salió de la estancia, pero volvió aentrar antes de abandonar la casa.Estoy convencidadequeno regresóparacogerunpapelouna tarjetadesuescritorio,comopretendióhacernoscreer,sinoparaasegurarse,conunanuevaojeada,dequelaPaulinaqueperdurabaen su memoria era real: de que, de algún modo, no había estado

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contemplándolabajounaluzparcialoartificial,ycometiendounvanoerror.¡No!Comprendióquesuimpresióneracerteray,enlugardeperder,parecióganarconsuregreso.YGrahamsellevóconélunamiradadedespedida—tímida, pero muy dulce— tan hermosa e inocente como la que lanzaríacualquiercervatilloguarecidobajounoshelechos,ocualquiercorderodesdesulechodehierba.

Cuandonosquedamossolas,Paulinayyoestuvimosunbuenratocalladas;lasdossacamosnuestraslabores,ytrabajamosafanosamenteenellassindecirunapalabra.Elcosturerodemaderablancade losviejos tiemposhabía sidoreemplazadoporotrodemarqueteríaconpreciosas incrustacionesyherrajesdorados;lospequeñosytemblorososdedosqueapenaspodíanguiarlaaguja,aunque continuaban siendo diminutos, se movían ahora con rapidez ydestreza; pero allí seguían los mismos gestos delicados, el mismo ceñofruncido, los mismos movimientos vivaces… ya fuera para arreglarse unmechóndelcabellooparasacudirsedelafaldadesedaunamotaimaginariadepolvoolahebradeunhilo.

Aquellamañanayoestabapredispuestaalsilencio:lafuriaseveradeldíainvernalparecíaintimidarme.Lacóleradeenero,tanblancaeincruenta,aúnnosehabíaapaciguado.Losrugidosdelatormentahabíanenronquecido,perono daban la impresión de estar más cerca del agotamiento. Si GinevraFanshawe hubiera estado conmigo en aquella estancia, nome habría dejadomeditarniescucharenpaz.Lapresenciaqueacababadeabandonarnoshabríasidosu temadeconversación;y¡cuántasvueltas lehabríadadoa lomismo!¡Cómomehabríaperseguidoy fastidiadocon suspreguntasy suposiciones!¡Cómome habría atosigado e importunado con comentarios y confidenciasqueyonoqueríaydeseabaevitar!

PaulinaMaryme dirigió un par demiradas silenciosas pero penetrantescon sus enormes ojos negros, y sus labios entreabiertos parecieron quererexpresar algo; pero percibió y respetó delicadamente mi inclinación alsilencio.

«Estonodurarámucho»,pensé,puesnoestabaacostumbradaaencontraren las mujeres y en las niñas el menor dominio de sí mismas, o el menorespíritudesacrificio.Porloquesabíadeellas,laoportunidaddechismorrearsobre sus secretos normalmente triviales, sobre sus sentimientos a menudoinsustancialesymezquinos,eraunplaceralquenorenunciabanfácilmente.

Lapequeñacondesaprometíaserunaexcepción:cuandosecansódesuslabores,cogióunlibro.

Como si fuera una decisión del azar, lo buscó en los estantes del doctorJohn;yresultóserunviejovolumendeBretton,unaobrailustradadehistorianatural. A menudo había visto a Graham con aquel libro apoyado en las

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rodillas,mientras Paulina, de pie a su lado, le leía algún párrafo; y, cuandoterminaba la clase, la niña le pedía que, como premio, le explicara lasilustraciones.Observédetenidamentea la joven:allíestaba lapruebadequeno había exagerado al hablar de su memoria; ¿serían ahora fieles susrecuerdos?

¿Fieles? No cabía la menor duda. Amedida que pasaba las páginas, surostrofueiluminándose;lamenosreveladoradesusexpresionesfueunclarosaludo al Pasado. Y entonces volvió a la primera página ymiró el nombreescrito con letra de colegial. Lo contempló un buen rato; pero esto no fuesuficienteparaella,ypasódelicadamentelayemadesusdedosporlasletras,acompañandoesegestodeunasonrisainconscienteperollenadedulzuraqueconvirtió en una caricia su ademán. Paulina amaba el pasado; pero lasingularidaddeaquellapequeñaescenafuequenodijonada:podíasentirsinvertersussentimientosenuntorrentedepalabras.

Estuvomuyentretenidacon labibliotecacercadeunahora,cogiendounvolumentrasotroyrenovandosuamistadcontodosellos.Despuéssesentóenun pequeño taburete, apoyó lamejilla en lamano y se quedó pensativa sinromperelsilencio.

El sonido de la puerta de entrada en el piso inferior, una ráfaga de aireheladoylavozdesupadrehablandoconlaseñoraBrettonenelvestíbulolasacaron de su ensimismamiento. Se levantó de un salto y en unos instantesestuvoabajo.

—¡Papá!¡Papá!Novasasalir,¿verdad?

—Deboiralaciudad,tesoro.

—Perohacedemasiado…demasiadofrío,papá.

Y entonces oí cómomonsieur de Bassompierre le enseñaba lo abrigadoqueiba;ylecontabaquedisponíadelcarruaje,dondeestaríaresguardadodelfrío;y,enpocaspalabras,ledemostrabaquenodebíatemerporsucomodidad.

—Peroprométemequevolverásestatarde,antesdequeoscurezca…túyel doctorBretton, los dos en el carruaje.Con este tiempo, es peligroso ir acaballo.

—Estábien,siveoaldoctor,lediréqueunadamahaordenadoquecuidedesupreciosasaludyregreseacasatempranoescoltadopormí.

—Sí, tienes que decir «una dama»; creerá que es su madre y seráobediente.Y,papá,procuravolverpronto…estarépendientedeturegreso.

Lapuerta se cerróy el carruaje sedeslizó suavemente sobre la nieve; lacondesaentródenuevoenlasala,inquietaypensativa.

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Yestuvopendientedesuregresoalacercarseelanochecer;perodelmodomás silencioso: andando por la estancia sin hacer ruido. De vez en cuandodetenía su aterciopeladamarcha; y aguzaba el oído para percibir el son delocaso,aunquemásbiendeberíadecirelsilenciodelocaso,yaque,finalmente,el viento había amainado. El cielo, liberado de su avalancha, se extendíapálidoydesnudo;atravésdelasramaspeladasdelaavenida,podíamosverloyadmirarelresplandorpolarde la lunadeañonuevo:unaesfera tanblancacomounmundodehielo.Tampocotardamosenverelregresodelcarruaje.

Paulina no bailó ninguna danza de bienvenida aquella noche. Con airecircunspecto, seapresuróa tomarposesióndesupadreencuantoéste llegó;convirtiéndolo en su propiedad, le condujo al asiento de su elección y,mientras le colmabade elogiosporhaber sido tanbuenoyhaber vuelto tanpronto,cualquierahabríapensadoqueeralafuerzadesuspequeñasmanoslaquelehabíasentadoenaquellabutacaylehabíaprocuradocomodidad;pueselcorpulentocaballeroparecíaencantadodesometerseasudominio…cuyopoderresidíaúnicamenteenelamor.

Grahamtardóunosminutosmásqueelcondeenaparecer.Paulinasediomedia vuelta al oír sus pasos: los dos jóvenes sólo se dirigieron una o dospalabras;susdedosseencontraronunosinstantes,perológicamenteapenasserozaron. Paulina continuó al lado de su padre; Graham se desplomó en unsillón,enelotroextremodelasala.

Afortunadamente,laseñoraBrettonyelseñorHometeníanmuchascosasque decirse… sus viejos recuerdos constituían una fuente inagotable deconversación;de locontrario,creoquenuestrogrupoapenashabríahabladoaquellanoche.

Después del té, la veloz aguja y el bonito dedal dorado de Paulinaempezaronamoverseafanosamentealaluzdelalámpara,perosuslabiosnosedespegaronysusojosparecieronreaciosalevantarlospárpadosdelargasysuaves pestañas. Graham debía de estar agotado tras su día de trabajo:escuchandorespetuosamenteasusmayores,apenashizocomentarios,ysiguióconlamiradaelreflejodeldedaldePaulina,comosifueraeldestellodelalade una polilla, o la cabeza dorada de alguna pequeña y vivaz serpienteamarilla.

CapítuloXXVI

Unentierro

Apartirdeesedía,amividanolefaltóvariedad;salíamucho,coneltotal

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consentimiento de madame Beck, que aprobaba el nivel social de misamistades. Aquella encomiable directora me había tratado siempre conrespeto,y,cuandodescubrióqueyoerainvitadaconfrecuenciaaunchâteauoaunamansión,elrespetoaumentóyseconvirtióendistinción.

Noesquesemostraraserviluobsequiosa:madame,unamujerdemundo,jamásmostrabadebilidad;habíaenellamedidaysensatezcuandoperseguíaconlamayorvehemenciasuspropiosintereses,calmayconsideracióncuandouna presa caía en sus garras; sin exponerse a mi desdén por oportunista yaduladora, me hizo saber conmucho tacto que le gustaba que las personasrelacionadas con su establecimiento frecuentaran esa clase de amistades queperfeccionan y elevan, y no aquéllas que perjudican y degradan.Nunca noselogiabaamíoamisamigos;sólolohizounavezenque,sentadaalsoleneljardín,conunatazadecaféalladoylaGazetteenlasmanos,conairedeestarenlagloria,yomeacerquéaellaparapedirlequemepermitierasalirporlatarde;mecontestóconenormegentileza:

—Oui,oui,mabonneamie:jevousdonnelapermissiondecoeuretdegré.Votre travail dansmamaison a toujours été admirable, rempli de zèle et dediscrétion:vousavezbienledroitdevousamuser.Sortezdonctantquevousvoudrez.Quantàvotrechoixdeconnaissances,j’ensuiscontente;c’estsage,digne,louable.

CerróloslabiosycontinuólalecturadelaGazette.

El lectornodebe juzgarcondemasiadaseveridadelhecho insignificantede que por aquellos días el triplemente escondido paquete de cinco cartasdesaparecieratemporalmentedemiescritorio.Comoesnatural,sentíunagranconsternaciónaldescubrirlo;peroenseguidarecobréelánimo.

«¡Paciencia! —susurré para mí—. Guarda silencio y esperatranquilamente;lascartasvolveránaaparecer».

Y así fue: se habían limitado a hacer una pequeña visita al cuarto demadame; y, tras superar con éxito su inspección, regresaron a su debidotiempo:aldíasiguienteestabanensusitio.

Megustaríasaberquépensabademicorrespondencia.¿Quéimpresiónlecausaban las cartas del doctor John Bretton? ¿Qué le parecían las ideas amenudo claras y concisas, las opiniones generalmente lógicas y a vecesoriginales, expuestas sin pretensiones con un estilo enérgico y fluido? ¿Legustabalavenamediohumorísticaquetantomecomplacía?¿Quépensabadeesas palabras amables que salpicaban aquí y allá las misivas? Nocopiosamente, como los diamantes en el valle deSimbad, sino con escasez,comoseencuentranesasgemasfueradelasfábulas.¡Oh,madameBeck!¿Quéefectolecausabantodasesascosas?

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Creo que, en ciertomodo, las cinco cartas gozaban de su favor.Un día,despuésdehaberlastomadoprestadas(alhablardeunamujertanrefinada,esnecesario cuidar el lenguaje), la sorprendí mirándome fijamente; madameBeckparecíaunpocodesconcertada,perosuexpresiónnoeramalévola.Fueduranteelpequeñodescansoentrelasclases,mientraslasalumnasdisfrutabandeuncuartodehoraderecreoeneljardín;ellayyonosquedamossolasenlaclasedeprimero:cuandonuestrosojosseencontraron,algunospensamientossalierondesuslabios.

—Il y a quelque chose de bien remarquable dans le caractère anglais—dijo.

—¿Quéhaydeextraordinario,madame?

Ellasoltóunapequeñacarcajada,repitiendolapalabra«qué».

—Jenesauraisvousdire«qué»;mais,enfin, lesAnglaisontdesidéesàeux, en amitié, en amour, en tout.Mais aumoins il n’est pas besoin de lessurveiller—añadió,poniéndoseenpieyalejándosealtrotecomoelpequeñoysólidoponialqueseasemejaba.

«Entonces —murmuré para mí— espero que, en el futuro, tenga ladeferenciadedejarmiscartasenpaz».

¡Ay!Algoseprecipitóenmisojos,empañandocompletamentesuvisión,nublandolasimágenesdelaclase,deljardín,delbrillantesolinvernal,cuandorecordéquenuncamás recibiríaunacarta comoaquéllasquemadameBeckhabía leído. Se habían acabado paramí. Elmaravilloso río en cuyas orillashabíamorado,decuyasaguashabíadejadocaerunasgotasvivificantesenmislabios, estaba desviando su curso: dejabamis campos ymi pequeña cabañasecos y abandonados para derramar muy lejos la riqueza de su caudal. Elcambioerajusto,oportuno,natural;nopodíadecirsenadaencontra:peroyoamabamiRin,miNilo;habíacasiidolatradomiGanges,ymedolíaqueunacorrientetansublimesealejaraydesaparecieracomounespejismo.Apesardemi estoicismo, no era nada estoica; las lágrimas corrían por mis mejillas,mojando mis manos y el pupitre: mi llanto fue desconsolado, breve ytorrencial.

Peroprontomedije:

«LaEsperanzaqueahoraveotruncadasufrióymehizosufrirmucho:sólomuriócuandollegósuhora.Trasunaagonía tan larga, lamuertedeberíaserbienvenida».

Ehicecuantopudeparaqueasífuera.Lociertoesqueunsufrimientotanprolongadohabíaconvertido lapacienciaenunhábito.Finalmente,cerré losojos demi cadáver, cubrí su rostro y coloqué sus brazos y sus piernas con

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calmaimperturbable.

Lascartas,sinembargo,debíanocultarse,alejarsedemivista.

La gente que ha sufrido la pérdida de un ser querido siempre reúne yguarda celosamente bajo llave los recuerdos: resulta insoportable serapuñaladoacadamomentoenelcorazónporelcontinuorenacerdeunapena.

Unatardeenquenoteníamosclase(erajueves),alcogermitesoroconelpropósito de decidir sobre su futuro, percibí —y esta vez con profundodesagrado—que había vuelto a sermanipulado: el paquete estaba allí, perohabíandesatadoyvueltoaatarlacinta;yotrosindiciosmeconfirmaronquemicajónhabíarecibidounavisita.

Aquello era demasiado. Madame Beck era la discreción personificada,ademásdetenerelcerebromáspoderosoyeljuiciomásecuánimequejamáshaya amueblado una cabeza humana; que ella conociera el contenido demicaja no resultaba agradable, pero podía soportarse. La pequeña y jesuíticainquisidora sabía ver las cosas como eran, y no lasmalinterpretaba; pero laideadequehubieraosadocomunicaraotros la informaciónasíobtenida;dequequizásehubieradivertidoleyendoacompañadaaquellascartas,sagradaspara mí, me dejó consternada. Pero sabía que mi temor no era infundado:incluso adiviné quién era su confidente.Monsieur Paul Emanuel, su primo,había pasado con ella la velada anterior: madame Beck solía consultarle ydebatir con él los asuntos que no confiaba a ninguna otra persona. Aquellamisma mañana, durante la clase, ese caballero me había honrado con unamiradaqueparecíahaberpedidoprestadaaVastí,laactriz;enaquelinstante,yo no había sabido interpretar el destello azul, aunque tétrico, de sus ojoscargadosdeira,peroahoracomprendíasusignificado.Estabaconvencidadequeélera incapazdeserecuánimeconmigoyde juzgarmecon toleranciayfranqueza;siempremehabíaparecidounhombreseveroysuspicaz:laideadequeaquellascartas,apesardeserúnicamenteamistosas,hubierancaídounavezypudieranvolveracaerensusmanosmedolíaenelalma.

¿Quépodíahacerparaimpedirlo?¿Enquérincóndeaquellaextrañacasaera posible hallar un escondite seguro? ¿Dónde sería garantía una llave obarrerauncandado?

¿En el grenier? No, no me gustaba el grenier. Además, casi todos suscajonesycajasestabancarcomidosynopodíancerrarseconllave.Lasratasseabríancaminoroyendolamaderapodrida,ylosratonesanidabanenmediodesucaóticocontenido.Misqueridascartas(todavíaadoradas,aunquellevabanelnombredeIcabodescritoensuprimerapágina)podríansercomidasporlasalimañas;ysindudalahumedadborraríamuyprontosutinta.No,elgreniernovalía…peroentonces¿dónde?

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Mientras cavilaba sobre este problema, me senté junto a la ventana delgrandormitorio.Erauna tardegélidayhermosa; el sol invernal, apuntodeocultarse,brillabamuypálidosobrelosarbustosdeljardínenl’alléedéfendue.Un viejo y enorme peral —el peral de la monja— erguía su esqueleto dedríade, gris, enjuto, desnudo. Me asaltó un pensamiento… uno de esospensamientosdescabelladosyextrañosqueavecesacudena la imaginacióndelagentesolitaria.Mepuseelsombrero,lacapaylasprendasdepiel,ymefuialaciudad.

Me encaminé hacia el viejo barrio histórico, cuyo vetusto y sombríorecinto siempre buscaba cuandome sentíamelancólica, y deambulé por suscalleshastaque,despuésdecruzarunaplazamediodesierta,meencontréantela tiendadeuna especiede chamarilero;un lugar antiguo repletodeobjetosantiguos.

Loquebuscabaeraunacajademetalquepudiera soldarse,oun tarroobotelladecristalmuygruesoquepudieracerrarseherméticamente.Entre losmontonesdeartículosdetodotipo,encontréycompréesteúltimo.

Luegohiceunpequeñorolloconlascartas,lasenvolvíensedaencerada,las até conun cordel y, despuésdeguardarlas en la botella, le pedí al viejochamarilerojudíoquelataparaylasellara.

Mientras obedecía mis instrucciones, me miraba de vez en cuando,receloso, por debajo de sus blancas pestañas. Creo que pensaba que yotramaba algo malo. Todo aquello me produjo una sensación extraña… noplacer… sino una satisfacción triste y solitaria. El impulso al que habíaobedecido, el estado de ánimo que me dominaba, eran muy semejantes alimpulso y al estado de ánimo queme habían empujado a confesarme. Conpasovivazlleguéalpensionnatjustocuandooscurecía,atiempoparalacena.

Alassieteenpunto,saliólaluna.Alassieteymedia,cuandoprofesorasyalumnasestudiabanenelrefectorioymadameBecksehallabaconsumadreysushijasen la salleàmanger, cuando lasmediopensionistas semarcharonasuscasas,Rosineabandonóelvestíbulo,ytodoestuvoencalma,meenvolvíenunchaly,cogiendolabotellasellada,salísigilosamentealberceaudesdelaclasedelprimercursoymedirigíal’alléedéfendue.

Matusalén,elperal,estabaalfinaldeesecamino,cercademiasiento:seelevaba,grisysombrío,porencimadelosarbustosquecrecíanasualrededor.Apesarde los años, el troncodeMatusalén seguía siendomuy sólido;perotenía un agujero, o más bien un profundo hueco, cerca de sus raíces. Yoconocíalaexistenciadeesehueco,escondidobajolahiedraylasenredaderas,yeraallídondepensabaocultarmitesoro.Peronosólopretendíaocultaruntesoro…queríatambiénenterrarunapena.Esapenaquetantomehabíahechollorarúltimamente,mientraslaenvolvíaensumortaja,debíaserenterrada.

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Puesbien, aparté lahiedrayencontré laoquedad;era lobastantegrandepara la botella, y la dejé en su interior. En un cobertizo al fondo del jardínhabía algunosmateriales de construcción abandonados por los albañiles querecientementehabíanreparadounapartedeledificio.Cogídeallíuntrozodepizarra y un poco de argamasa, coloqué la pizarra en el hueco, la fijé conargamasa, cubrí todo con tierra muy oscura y, finalmente, volví a poner lahiedra en su sitio. Una vez hecho esto, descansé apoyada en el tronco;quedándome, como cualquier otro doliente, junto a una sepultura reciéncubiertaporlahierba.

Elairedelanocheeramuysereno,peroflotabaenélunaextrañaneblinaque convertía los rayos de luna en una bruma luminosa. En aquel aire, enaquella niebla, había cierta cualidad —eléctrica quizá— que ejercía unacuriosainfluenciasobremí.SentílomismoquehabíasentidounañoantesenInglaterra, ciertanocheenque la auroraboreal iluminaba el cieloyyo, trasdemorarmeenunoscampossolitarios,medetuveacontemplaraquelejércitoconsusestandartes…aqueltemblordeapretadaslanzas…aquelvelozascensode los mensajeros desde más abajo de la estrella polar hasta el cenit de labóveda celeste. Estaba muy lejos de ser feliz, pero sentí mis energíasrenovadas.

Silavidaeraunalucha,parecíasermidestinolibrarlasinayudadenadie.Pensé en cómo levantar mi cuartel de invierno… cómo abandonar uncampamentodondeescaseaba lacomidayel forraje.Talvezpara lograresecambio debía ganarse otra batalla; de ser así, tenía ganas de enzarzarme enella:demasiadopobreparaperder,Diospodíadestinarmea lavictoria.Pero¿quécaminoseabríaantemí?¿Quéplanteníaamialcance?

Estabadandovueltasaesaspreguntascuandolaluna,tanmortecinahastaentonces,parecióbrillarconmás intensidad:undestelloblanco resplandeciójuntoamí,ypudeverconclaridadunasombra.Agucélavistaparadescubrirlacausadeaquelcontrastetanacentuadoqueaparecíadeprontoeneloscurosendero; el blanco y el negro, cada vez más intensos, se transformaronsúbitamente en una figura.Me encontraba a tres yardas de una mujer alta,vestidadenegroyconunveloblanco.

Pasaroncincominutos.Nosalícorriendonigrité.Ellaseguíaallí.

—¿Quiénesusted?¿Porquévieneamí?—exclamé.

Ella guardó silencio. No tenía rostro… ni facciones: un velo blancoocultabasurostro;peroteníaojos,yéstosmecontemplaban.

Me faltaba valor, pero estaba desesperada; y amenudo la desesperaciónbasta para suplir al coraje. Di un paso hacía delante. Extendí lamano paratocarla. Ella pareció retroceder. Me acerqué más: su retroceso, todavía

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silencioso,sehizomásrápido.Unamasadefrondososarbustos,entrelosquehabía laureles y tejos, se interpuso entremí y el objeto demi persecución.Habiendosalvadoeseobstáculo,miréynovinada.Esperéunpoco,yluegodije:

—Sitienealgúnrecadoparamí,regrese.

Nadacontestónivolvióaaparecer.

AquellaveznopodíarecurriraldoctorJohn;nohabíanadieaquienyomeatrevieraasusurrarlaspalabras:«Hevistodenuevoalamonja».

PaulinaMarymeinvitabaconfrecuenciaalarueCrécy.EnlosviejosdíasdeBretton,aunquenuncasehabíamostradoespecialmentecariñosaconmigo,mi compañía se había convertido para ella en una especie de necesidadinconsciente. Solía percatarme de que, siempre que me retiraba a midormitorio,veníacorriendodetrásdemíy,abriendo lapuerta,seasomabaydecíaensupequeñotonoimperioso:

—Baje,Lucy.¿Porquésesientaaquísola?Tienequeveniralsalón.

Conelmismoespíritumerogabaahora:

—DejelarueFossetteyvengaavivirconnosotros.PapálepagarámuchomásquemadameBeck.

El propio señor Home me ofreció una generosa suma, el triple de misalario,siaceptabaserlaseñoritadecompañíadesuhija.Decliné.Creoquehubierarehusadoaunquehubiesesidomáspobre,misrecursosmásescasosymis perspectivas de futuro más limitadas. No tenía esa vocación. Podíaenseñar; podía dar clases; pero convertirme en una institutriz o en unaacompañantanoseajustabaamicarácter.Antesqueserinstitutrizenunagranmansión, habría preferido ocupar el puesto de criada, comprarme un par deguantes resistentes, barrer dormitorios y escaleras, y limpiar estufas ycerraduras, en paz y con independencia. Antes que ser una señorita decompañía,habríapreferidoconfeccionarcamisasymorirmedehambre.

Yo no era la sombra de una dama brillante… no era la sombra de laseñorita de Bassompierre. Mi presencia solía pasar inadvertida; era unapersona bastante gris: pero ambas, la oscuridad y la depresión, debían servoluntarias…comolasquemeatabandócilmenteamimesaentrelasalumnasahorabienacostumbradasdelprimercurso;oamipropiacabecera,enelgrandormitorio;oalbancoyalsenderoquetodosllamabanmío,eneljardín:miscualidadesnoeranvolublesniadaptables.Nopodíanserelengastedeningunagema,elcomplementodeningunabeldad,elapéndicedeningunagrandezadelaCristiandad.MadameBeckyyo,siendomuydistintas,noscomprendíamosmuybien.Yonoera sudamadecompañía,ni la institutrizde sushijas;me

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dejabalibre:nomeatabaanada…nisiquieraaellaoasusintereses.Enciertaocasión tuvo que ausentarse de la rue Fossette quince días debido a laenfermedaddeunfamiliar;ycuandoregresó,llenadeinquietud,temiendoquealgo hubiera ido mal en su establecimiento, al comprobar que todo seguíaigualynohabíaelmenorindiciodenegligencia,hizounregaloacadaunadelasprofesorasparaagradecerlessuseriedad.Alasdocedelanoche,vinoamicabeceraymedijoquenoteníaningúnobsequioparamí.

—Debo hacer que la fidelidad resulte ventajosa para mademoiselle StPierre—exclamó—; pero, si sigo lamisma táctica con usted, propiciaré unmalentendidoentrenosotras…talvezunaseparación.Hayalgo,sinembargo,quesípuedohacerparacomplacerla:dejarlaasolasconsulibertad.C’estcequejeferai.

Cumpliósupalabra.Apartirdeentonces,retiróconmanosilenciosatodaslas pequeñas trabas que siempreme había puesto. Y, de esemodo, disfrutéobedeciendo voluntariamente sus reglas, dedicando mucho más tiempo yesforzándomeeldobleconlasalumnasqueteníaamicargo.

EncuantoaMarydeBassompierre,lavisitabaconenormeplacer,apesardenoquerervivirconella.Nuestrosencuentrosenseguidameenseñaronqueeramuypocoprobablequemicompañíaesporádicayvoluntaria fueraasermucho tiempo indispensable para ella. Monsieur de Bassompierre, por suparte, parecía insensible a esa conjetura, ciego a esa posibilidad; taninconscientecomounniñodelosindicios,delasprobabilidades,delcomienzointermitentedealgoque,sillegabaacuajar,podríanoaprobar.

Siloaceptaríaonodebuenagana,eraalgosobreloqueyosolíameditar.Eradifícildedecir.Susinteresescientíficosabsorbíancasitodosutiempo;eraunhombrelúcido,perspicazyamantedelapolémicaenloqueconcerníaasusaficiones favoritas, pero nada receloso ymuy confiado en los asuntos de lavida cotidiana. Según deduje, parecía creer que su «hijita» era todavía unaniña,y,probablemente,niselehabíapasadoporlacabezaqueotrospudieranverla de otromodo.Hablaba de lo que harían cuando «Polly» creciera y seconvirtiese en una mujer; y «Polly», sentada a su lado, sonreía y cogía lavenerablecabezaentresuspequeñasmanosparabesarlosmechonescanososdesuprogenitor.Otrasveces,hacíaunmohínyagitabasusrizos:peronuncadecía:«Papá,yasoyadulta».

Paulinano secomportaba igual con todoelmundo.Consupadre seguíasiendo una niña traviesa, alegre y cariñosa. Conmigo era muy seria, y tanfemeninacomosuspensamientosyemocionesselopermitían.ConlaseñoraBrettoneradócilyconfiada,peronocomunicativa.ConGrahameratímida…ahorasumamentetímida;enalgunosmomentosintentabamostrarsefríaydevezencuandotratabaderehuirlo.Aloírsuspasos,sesobresaltaba;lallegada

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deljovenlasumíaenelsilencio;cuandoélhablaba,susrespuestaseranalgoforzadas; cuando él semarchaba, se quedabaunpoco confusa y disgustada.Inclusoasupadreleextrañósuconducta.

—MipequeñaPolly—ledijoenunaocasión—,llevasunavidademasiadosolitaria; si no superas esa timidez antes de convertirte en una mujer, noestaráspreparadaparalasociedad.TratasaldoctorBrettoncomosifueracasiun desconocido, ¿por qué motivo? ¿No recuerdas que, cuando eras niña,estabasbastanteencariñadaconél?

—Bastante,papá—repitióellaentonoamableysencillo,aunqueunpocoseco.

—Yahora¿notegusta?¿Sepuedesaberquéhahecho?

—Nada. S… sí, me gusta un poco; pero nos hemos convertido en dosextraños.

—Entonces bórralo todo: los años transcurridos, la falta de confianza.Hablaconnaturalidadcuandoélestéaquí,y¡noletengasmiedo!

—Élnohablamucho.¿Creesquemetienemiedo,papá?

—¡Oh,seguro!¿Quéhombreno tendríamiedodeunapequeñadama tansilenciosa?

—Entoncesdilequenosepreocupepormisilencio.Dilequeesmiformadeser,yquenopretendoresultarpocoamistosa.

—¿Tu formade ser, jovencitaparlanchina?Lejosde ser tu formade ser,¡essólouncapricho!

—Estábien,papá;tratarédemejorar.

Y fue adorable la gracia con que, al día siguiente, intentó cumplir supalabra.VicómoseesforzabaporconversarafablementeconeldoctorJohnsobretemasdeinterésgeneral.Elrostrodesuhuéspedparecióiluminarsealverqueleprestabatantaatención;despuésdesaludarlaconcautela,respondióa sus preguntas en vozmuy baja, como si flotara en el aire una especie detelaraña de felicidad que él temiese romper si respiraba con fuerza.No haydudadequeensutímidoperoserioavanceamistosohabíaunencantodelomásexquisito.

Cuandoeldoctorsemarchó,Paulinaseacercóalabutacadesupadre.

—¿Hecumplidomipalabra,papá?¿Meheportadomejor?

—MiPolly se ha portado como una reina.Me sentirémuy orgulloso deellasisiguemejorandoasí.Dentrodepoco,laveremosrecibiramisinvitadosconlamayortranquilidadyceremonia.LaseñoritaLucyyyotendremosque

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cuidarnuestrosmodales,yperfeccionarnuestrosaberestarparanoquedarenlasombra.Pero,Polly,todavíaperciboenticiertaagitación,ciertatendenciaatartamudear de vez en cuando, e incluso a cecear como ceceabas a los seisaños.

—No,papá—leinterrumpióella,indignada—,noesverdad.

—PediréayudaalaseñoritaLucy.CuandoeldoctorBrettonlepreguntósihabíavisitado el palaciodel príncipedeBois l’Étang, ¿acasono le contestóquehabía«eztado»enélvariasveces?

—Papá, ¡cuánto te gustan las bromas! ¡Eresméchant! Puedo pronunciartodaslasletrasdelalfabetoconlamismaclaridadquetú.Perodimeunacosa:¿por qué ese empeño en que sea amable con el doctor Bretton? ¿Te gustamucho?

—Por supuesto que sí: me gusta por tratarse de un viejo conocido; yademásesunhijoexcelente,tienebuencorazón,yesmuycompetenteensuprofesión.Sí,laverdadesquenoesunmalcallant.

—¡Callant!¡Ah,siempretanescocés!NosésituacentoesdeEdimburgoodeAberdeen…

—De los dos sitios, tesoro, de los dos sitios; y también un poco deGlasgow:poresohablotanbienlalenguadeestepaís;unescocésqueconocebiensulenguasiempresedesenvuelvebienenfrancés.

—¡Quécosasdices,papá!¡Eresincorregible!Tútambiéntendríasqueiralcolegio.

—Bueno, Polly, tienes que convencer a la señorita Snowe de que seencargue de nuestra educación; tiene que convertirte en una joven seria yfemenina,yamíenunhombrerefinadoyejemplar.

Laluzbajolaque,evidentemente,monsieurdeBassompierrecontemplabaa la señorita Snoweme parecíamuy edificante. Según el ojo que nosmira,¡quécualidades tancontradictoriasnosatribuyenaveces!MadameBeckmeconsideraba una mujer instruida y amante del saber; la señorita Fanshawe,cáustica, cínica e irónica; el señor Home, una profesora modélica, lapersonificación de la sobriedad y la discreción: algo convencional quizá,demasiadoestricta,limitadayescrupulosa,pero,encualquiercaso,lamejorymásperfectadelasinstitutrices;yelprofesorPaulEmanuel,entretanto,jamásdesperdiciaba la oportunidad de decir que mi naturaleza era ardiente eimpetuosa…aventurera, rebelde, audaz.Yome reíade todos.Si alguienmeconocíadeverdaderalapequeñaPaulinaMary.

Comonoquería ser su señoritadecompañía,peromeencontrabamuyagustoconella,Paulinameconvenciódequeestudiáramosalgojuntas,loque

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nos ayudaría a tener una comunicación estable y regular. Me propuso queperfeccionáramoselalemán,unidiomaquea lasdosnosresultabadifícildedominar.AcordamosqueunaprofesoranosdieraclaseenlarueCrécy,yestonos hacía pasar juntas varias horas a la semana.Monsieur deBassompierreparecíaencantado:elhechodequelagravemadameMinervapasaraunapartedesutiempolibreconsuhermosayqueridahijamerecíasutotalbeneplácito.

Miotrojuezelegidoasímismo,elprofesordelarueFossette,descubriócon ayuda de ciertas tácticas subrepticias quemi vida no era tan sedentariacomohastaentonces,sinoquesalíaconregularidadadeterminadashorasendeterminados días, y, al darse cuenta, se encargó personalmente de mivigilancia.LagentedecíaquemonsieurPaulEmanuelsehabíaeducadoconlos jesuitas. Yo habría concedido mayor crédito a este rumor si él hubieradisimuladounpocomás susmaniobras.Dado sucomportamiento, teníamisdudas. Nunca ha existido un intrigante menos hipócrita, un intrigante másfranco, más indolente. Analizaba sus propias maquinaciones: elaborabacuidadosamente sus planes, e inmediatamente después se jactaba de suingenio.Nosésimedivirtiómásqueenojóunamañanaenqueseacercóamíy me susurró gravemente que «no me perdía de vista»: por lo menos élcumpliría con sus deberes de amigo y no me abandonaría a mi suerte. Miconducta leparecía en esosmomentosmuypocoestable;no la comprendía:estaba convencido de que su prima Beck tenía la culpa por tolerar aquellaespecie de revoloteo incoherente en una de las profesoras de suestablecimiento. ¿Qué tenía que ver una persona dedicada a algo tan noblecomolaenseñanzaconcondesycondesas,mansionesycastillos?Pensabaqueyoestabacompletamenteenl’air.Teníalaconviccióndequesalíaseisdíasdecadasiete.

Lerespondíamonsieurqueexageraba.Esciertoqueyohabíadisfrutadoúltimamentedelasventajasdeunpequeñocambio,peronoantesdequefueranecesario;ynoabusabaenabsolutodemiprivilegio.

«¿Necesario?¿Porquémotivoeranecesario?».Él suponíaqueyoestababien, ¿no? ¡Un cambio necesario! Me aconsejaba mirar a las religieusescatólicasyestudiarsusvidas.Ellasnopedíanelmenorcambio.

Nopuedojuzgarlaexpresiónquecruzómirostroaloírsuspalabras,peroéstaleirritó:mellamóinsensata,mundana,epicúrea;meacusódeambicionargrandezas y de estar febrilmente sedienta de las pompas y vanidades de lavida. Al parecer, no había ningún dévouement, ningún récueillement enmicarácter; ningún espíritu de sacrificio, ninguna compasión, fe o penitencia.Comprendiendolainutilidadderesponderasusacusaciones,seguícorrigiendoimpasibleunmontóndeejerciciosdeinglés.

MonsieurPauleraincapazdeverenmíalgocristiano:comomuchosotros

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protestantes,medeleitabaenelorgulloyenlaarbitrariedaddelpaganismo.

Mealejéunpocodeél,refugiándometodavíamásbajoelaladelsilencio.

Un sonido apagado resonó entre sus dientes; no podía ser un juron, erademasiado religioso para eso; pero estoy segura de que oí la palabra sacré.Aunqueseapenosodecirlo, lamismapalabra fue repetidacon la inequívocaadición de mille algo cuando pasé a su lado casi dos horas después, en elpasillo,aldirigirmeamiclasedealemánenlarueCrécy.Jamáshaexistido,enciertascosas,unhombrecillomejorquemonsieurPaul;jamáshaexistido,enotras,undéspotamásirascible.

Nuestraprofesoradealemán,FräuleinAnnaBraun,eraunamujeralegreyrespetabledeunoscuarentaycincoañosdeedad;talvezdeberíahabervividoenlosdíasdelareinaElisabeth,puessolíatomarcervezaycarnedevacaensus dos primeras comidas diarias. Su carácter germano, franco y decidido,parecíasentirsecruelmentereprimidoporloqueellallamabanuestrareservainglesa;aunquecreíamossermuyamablesconella,noledábamospalmadasen el hombro y, si consentíamos en besar su mejilla, lo hacíamosdiscretamente, sin grandes alharacas. Aquello le molestaba y deprimíaconsiderablemente; y, sin embargo, en general, nos llevábamos muy bien.Acostumbrada a enseñar a alumnas extranjeras que casi nunca pensaban oestudiaban por sí mismas, que no sabían enfrentarse a una dificultad ysuperarlaafuerzadereflexióny trabajo,nuestrosprogresos,queenrealidaderanlentos,parecíansorprenderla.Ensuopinión,éramosunpardeprodigiosglaciales,fríos,arrogantesyexcepcionales.

La joven condesa era un poco orgullosa y exigente: con su delicadezanatural y su hermosura, quizá tuviera derecho a serlo; pero creo que era unerrorgarrafalatribuirmeamítambiénesascualidades.Nuncaeludíelsaludode la mañana, que Paulina se ahorraba siempre que podía; ni contaba conciertadosisde fríodesdénentre las armasdemiarsenaldefensivo;Paulina,por el contrario, lo tenía siempre a mano, brillante y afilado, y cualquiercomentariozafiodelaalemanalaempujabaablandirsufulgoracerado.

LahonradaAnnaBraun,enciertamedida,eraconscientedeesadiferencia;y,mientrasmediotemía,medioadorabaaPaulina,comosifueraunaespeciededelicadaninfa—unaOndina—,buscaba refugioenmí,unsermortal,detemperamentomásapacible.

Un libro que nos encantaba leer y traducir eran las Baladas de Schiller;Paulina no tardó en leerlasmaravillosamente: nuestra Fräulein la escuchabaconunagransonrisadeplacerydecíaquesuvozsonabaamúsicacelestial.Tambiénlastraducíaconfluidezyauténticofervorpoético:mientraslohacía,susmejillasseencendían,suslabiossonreíantemblorosos,susbellosojosseiluminaban. Aprendió de memoria las mejores, y las recitaba a menudo

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cuando estábamos solas. Le gustabamuchoDesMädchens Klage; es decir,disfrutabarepitiendosuspalabras,hallabaensusonidounamelodíalastimera,pero criticaba su sentido. Un atardecer en que estábamos sentadas junto alfuego,recitóenvozbaja:

DuHeilige,rufedeinKindzurück,

IchhabegenossendasirdischeGlück,

Ichhabegelebtundgeliebet!

—¡Vivido y amado!—exclamó—. ¿Acaso es el amor el súmmum de lafelicidadterrenal,elfindelaexistencia?Nolocreo.Puedeserlamayordelasdesgracias, una terrible pérdida de tiempo, una tortura inútil de lossentimientos.SiSchillerhubieradichoseramado,sehabríaacercadomásalaverdad.¿Noleparecequeseramadoesalgomuydiferente,Lucy?

—Supongo que debe de serlo: pero ¿por qué pensar en eso? ¿Qué es elamorparausted?¿Quésabedeél?

Paulinaseruborizó,medioofendida,medioavergonzada.

—Vamos,Lucy—dijo—,notendréencuentasuspalabras.Estábienquepapá me considere una niña, casi prefiero que sea así, pero usted sabe ydeberíareconocerqueestoyapuntodecumplirdiecinueveaños.

—Diría lo mismo aunque tuviera veintinueve; no anticiparemos unossentimientos conversando y discutiendo sobre ellos: será mejor que nohablemosdelamor.

—Y¿porquéno?—seapresuróaexclamarella,todaacalorada—.Puedereprenderme y ordenar que guarde silencio, pero no es la primera vez quehablodeeseasunto,ytambiénheoídodecircosassobreél;ymuchas,sobretodoúltimamente,cosasdesagradablesyterriblesqueaustednolepareceríanbien.

Ylacriaturaenojada,triunfante,bellaytraviesaseechóareír.Nosupeaquién se refería,y tampocose lopregunté:mequedédesconcertada.Alver,sinembargo,lainocenciareflejadaensurostro,mezcladaconciertofastidioymaliciapasajeros,meaniméadecir:

—Y¿quiénlecuentaesascosastandesagradablesyterribles?Detodossusallegados,¿quiénosahacerlo?

—Lucy—replicó con más suavidad—, es una persona que a veces mehacesufrir;megustaríaquenoseacercaraamí…Noesdemiagrado.

—Pero¿quiénpuedeser,Paulina?Metieneintrigada.

—Es… Es mi prima Ginevra. Pasa por nuestra casa siempre que va a

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visitaralaseñoraCholmondeley,y,cuandomeencuentrasola,seempeñaenhablarmedesusadmiradores.¡Elamor!Tendríaqueoírsusteorías.

—¡Oh,lasconozco!—exclaméconbastantefrialdad—.Engeneral,talvezseamejorqueusted lashayaoído:nodebe lamentarlo,nopasanada.EstoyseguradequeGinevranopuedeinfluirenusted.Esmuysuperioraella,tantoeninteligenciacomoenbondad.

—Porsupuestoqueinfluyeenmí,ymucho.Poseeelartedeperturbarmifelicidadydealterarmisopiniones.Mehiereatravésdelossentimientosydelaspersonasquemásquiero.

—¿Qué le dice, Paulina?Deme una idea; quizá pueda repararse el dañohecho.

—Legusta burlarse de la gente quemás aprecio.No respeta a la señoraBretton,norespetaa…Graham.

—Loimagino:y¿cómorelacionaaesaspersonasconsussentimientosysu…amor?Supongoquelosrelaciona,¿no?

—Lucy, es muy insolente; y creo que miente. Usted conoce al doctorBretton. Las dos lo conocemos. Puede ser orgulloso y despreocupado; pero¿cuándo se ha mostrado mezquino o servil? Día tras día me lo describearrodilladoasuspies,persiguiéndolacomounasombra.Ella…rechazándolocon insultos, él suplicándole su amor. ¿Es eso cierto, Lucy? ¿Hay algo deverdadenello?

—Talvezseaciertoqueenelpasado laencontróhermosa.¿Acasosiguehablandodeélcomosifuerasupretendiente?

—Dice que podría casarse con él cuando quisiera: el doctor John sóloesperasuconsentimiento.

—Me gustaría saber si esas historias tienen la culpa de su reserva conGraham…esareservaquesupadreadvirtió.

—Ciertamente, me hicieron dudar de su carácter. Cuando Ginevra lascuenta,nosuenanmuyverídicas:creoqueexagera…esmuyposiblequelasinvente…perodesearíasaberhastaquépunto.

—Suponga que ponemos a prueba a la señorita Fanshawe. Dele laoportunidaddeejerceresepoderdelquetantopresume.

—Podríahacerlomañana.Papáha invitadoa algunos caballeros a cenar,todosmuyeruditos.Graham,alquepapáestáempezandoadescubrir (dicenquedominavariasramasdelaciencia),seencuentraentreellos.Puesbien,mesentiría muy desdichada sentándome a la mesa yo sola con semejantecompañía.NopodríahablarconMessieursA…Z,académicosparisinos:toda

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mireputacióndejoveneducadacorreríaelpeligrodedesmoronarse.Ustedyla señora Bretton vendrán para ayudarme; bastará una palabra para queGinevraselesuna.

—Sí; le llevaré una invitación suya, y ella tendrá ocasión demostrar laveracidaddesushistorias.

CapítuloXXVII

ElHôtelCrécy

El día siguiente resultó ser mucho más divertido y agitado de lo quenosotros,oalmenosyo,habíamosprevisto.Alparecer,eraelcumpleañosdeunodelosjóvenespríncipesdeLabassecour—elmayor,segúncreo,elduquedeDindonneaux—ytodosloscolegios,especialmenteelprincipalAthénéeoinstitutodelaciudad,celebrabanundíadefiestaensuhonor.Losalumnosdeese centro preparaban y leían un mensaje de lealtad; por ese motivo, secongregabaneneledificiopúblicodondesehacíanlosexámenesanualesylosmejores estudiantes recibían sus premios. Después de la ceremonia depresentación, uno de los profesores se encargaba de dirigir una alocución odiscours.

Seesperabaqueasistieranalactovarioseruditos,amigosdemonsieurdeBassompierre,másomenosvinculados alAthénée; ademásde la respetablemunicipalidad de Villette, el distinguido Monsieur le Chevalier Staas, elburgomaestre,ylospadresyfamiliaresdelosalumnosdelAthénée.MonsieurdeBassompierrehabíaquedadoenirconsusamigos;suhermosahija,comoesnatural,formaríapartedelgrupo,ynosescribióunapequeñanotaaGinevrayamí,pidiéndonosqueadelantáramosnuestrallegadaparaacompañarla.

MientraslaseñoritaFanshaweyyonosvestíamosenelgrandormitoriodelarueFossette,ella(laseñoritaF.)soltódeprontounacarcajada.

—¿Qué ocurre?—le pregunté; pues había interrumpido la operación deengalanarse,ymeestabamirando.

—Es tan extraño —respondió con su habitual falta de reserva, mediosincera,medioinsolente—queustedyyonosmovamosenelmismocírculosocial,ytengamoslasmismasamistades…

—Puessí, tienerazón—exclamé—;nomeinspirabandemasiadorespetolasamistadesquefrecuentabaustedhacemuypoco:laseñoraCholmondeleyylossuyosnuncahabríancongeniadoconmigo.

—¿Quiénesusted,señoritaSnowe?—preguntó,disimulandotanpocosu

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curiosidad que no pude evitar reírme—. Se llamaba a sí misma niñera-institutriz y, cuando llegó a la rue Fossette, estaba al cargo de las hijas demadameBeck.He visto cómo llevaba en brazos a la pequeñaGeorgette, aligualqueunabonne—muypocasinstitutricessehabríandignadohacerlo—,yahoramadameBeck semuestramás cortés con usted que con esa parisina,Zélie St Pierre; y mi prima, esa mocosa arrogante, ¡la ha convertido en sumejoramiga!

—¡Es asombroso!—admití, riéndome de su desconcierto—. ¿Quién soyyoenrealidad?Talvezunpersonajedisfrazado.Esunapenaquenointerpretemejorelpapel.

—Mesorprendequenosesientamáshalagadaportodoesto—prosiguió—:Se lo tomaconunaextraña serenidad.Si realmentees tan insignificantecomocreíaantes,debedeserunamujerdecarácter.

—¡Taninsignificantecomocreíaantes!—repetí,ysentíquemisemblanteenrojecía.

Peronoquiseenfadarme:¿quémásdabaqueunacolegialaemplearacontantacrudezalapalabra«insignificante»?AsíqueledijequemadameBeckysuprimasehabíanlimitadoatratarmeconeducación;ylepregunté«quéveíaenlacortesíaparaarrojaraquienesobjetodeellaaunmardeconfusiones».

—Unanopuedeevitarsorprendersedealgunascosas—insistió.

—Sorprenderse de lasmaravillas que inventa. ¿Ha terminado por fin dearreglarse,Ginevra?

—Sí;déjemecogerladelbrazo.

—Prefieroquenolohaga:iremosunaalladodelaotra.

Cuandomecogíadelbrazo,teníalacostumbredeapoyartodosupesoenmí;y,comoyonoeraniuncaballeronisuenamorado,lodetestaba.

—¡Vaya! —exclamó—. Sólo quería mostrarle que me parecían bien suvestidoysuaspectoengeneral:erauncumplidopormiparte.

—¿De veras? En pocas palabras, ¿deseaba expresar que no se sienteavergonzada de que la vean enmi compañía por la calle?Que si la señoraCholmondeleyestuvieraacariciandosuperritofalderojuntoaunaventana,oel coronel deHamal escarbándose los dientes en un balcón, y alcanzaran avernosfugazmente,¿ustednoseavergonzaríademí?

—Sí—contestóella,conaquellanaturalidadqueerasumejoratributo(yquedabaunairedefranquezainclusoasusmentiras);esdecir,lasal,elúnicoconservantedeuncarácterincapaz,porlodemás,depreservaralgo.

Deleguéenmirostro lamolestiadecomentaraquel«sí»;omásbien,mi

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labio inferior se anticipó voluntariamente a mi lengua: como es natural,veneración y solemnidad no fueron los sentimientos que expresé con lamirada.

—¡Quécriaturatansarcásticaydespectiva!—prosiguióGinevra,mientrascruzábamosunagranplazayentrábamosenelhermosoyapacibleparque,elcaminomásdirectoalarueCrécy—.¡Nadieenestemundohasidotancruelyseveroconmigocomousted!

—Ustedselobusca.Déjemeenpaz,Ginevra;tengalasensatezdecallarse:yoladejarétranquila.

—¡Comosisepudieradejarenpazaalguientanmisteriosoysingular!

—Puestoqueelmisterioylasingularidadnosonmásqueimaginacionesdesucerebro…simplesgusanos,tengalabondaddedejarlosfuera.

—Pero¿esustedalguien?—insistió, tratandodemeter sumanobajomibrazo en contra demi voluntad; y tuve que apretar con inhóspita fuerza elbrazocontraelcostadoparaimpedirelpasodelintruso.

—Sí —contesté—, soy una persona que prospera: antaño señorita decompañíadeunaancianadama,luegoniñera—institutriz,ahoraprofesora.

—Cuénteme quién es, se lo ruego. No se lo diré a nadie —exclamó,aferrándose con ridícula tenacidad a la brillante idea de que yo estaba deincógnito;ymeestrujóelbrazodelqueyahabíatomadoposesión,ytratódesonsacarmeuna respuesta, suplicándomeque le contara laverdad,hastaquemeviobligadaadetenermeenelparqueparasoltarunacarcajada.Alolargodenuestropaseo,diolasvueltasmásdescabelladasalasunto;mostrando,consuobstinadacredulidado incredulidad, su incapacidadpara comprenderqueunapersonasinel respaldodeunas riquezasoun linaje, sinel sosténdeunnombreodeunosfamiliares,pudierapersistirenunaactitudrazonablementeíntegra. En cuanto a mí, bastaba para mi tranquilidad espiritual que meconocierandonderealmenteimportaba;lodemásmeresultabaindiferente:ellinaje, la posición social y las dudosas adquisiciones intelectuales ocupabanmás omenos elmismo espacio y lugar entremis intereses y pensamientos.Eranmisinquilinosdeterceraclase,alosquesólopodíaasignarunasalitayelpequeño dormitorio trasero: aunque el comedor y los salones estuvieranvacíos,nuncaseloconfesaba,convencidadequeunalojamientomásmodestoera lo que convenía a sus circunstancias. No tardé en comprender que elmundohacíaunavaloraciónmuydiferente:ynodudodesu justeza,aunquetampococreoestarcompletamenteequivocada.

Haypersonasalasqueunaposiciónmáshumildeenvilecemoralmente,yque,alperdersusrelacionessociales,creenperdersudignidad;¿acasonoeslógicoqueden tanta importanciaa laposiciónya las relacionesque son su

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salvaguarda contra la degradación? Cuando un hombre piensa que semenospreciaría si saliera a la luz que sus antepasados eran siervos y noseñores,pobresynoricos,trabajadoresynocapitalistas,¿seríajustoecharlelaculpa de que oculte ese hecho fatídico, de que se sobresalte, tiemble y seestremezcaantelaamenazadequeaquellosedescubra?Cuantomásvivimos,más experiencia atesoramos; y menor es nuestra tendencia a juzgar laconductadenuestrosvecinos,yaponerendudalasabiduríadelmundo:allídondeencontramosunaacumulacióndepequeñasdefensas,yaseaalrededordelamojigatavirtudodelarespetabilidaddelhombredemundo,tenemoslaabsolutacertezadequesonnecesarias.

Llegamos alHôtel Crécy; Paulina estaba arreglada; la señoraBretton sehallaba en su compañía; y, escoltadas por ella y por monsieur deBassompierre, no tardaron en conducirnos al lugar de reunión, donde nossentamosenunbuen lugar,aescasadistanciade la tribuna.Los jóvenesdelAthénée estaban congregados delante de nosotros; los miembros de lacorporación municipal y su bourgmestre se encontraban en los asientos dehonor; los pequeños príncipes, con sus tutores, ocupaban una posiciónprivilegiada; y la aristocracia y los burguesesmás importantes de la ciudadabarrotabanelgruesodeledificio.

Encuantoalaidentidaddelprofesorquedebíapronunciareldiscours,eraalgoquenomehabíapreocupadodeaveriguar.Suponíaqueunodeaquelloseruditos se levantaría y pronunciaría un ceremonioso discurso, mitaddogmatismoparalosatenienses,mitadadulaciónparalospríncipes.

Latribunaestabavacíacuandoentramos,peroendiezminutossellenó;depronto,enuninstante,unacabeza,untorsoyunosbrazosseelevarontraselatrilcarmesí.Reconocíaquellacabeza:sucolorido,forma,porteyexpresiónresultabanfamiliaresparalaseñoritaFanshaweyparamí;sucráneonegroytupido, laamplitudypalidezdesu frente, lamiradaazulyapasionada,erandetallestanpresentesenmimemoriaytanligadosacaprichosasasociacionesquesurepentinaaparicióndespertómisganasdereír.Yconfiesoquediriendasuelta a mi hilaridad; pero incliné la cabeza, y sólo mi pañuelo y un velobajadofuerontestigosdemiregocijo.

Creo que me alegré de ver a monsieur Paul; supongo que fue másagradable que otra cosa contemplarlo allí, feroz y leal, oscuro y sincero,irritableyaudaz,comocuandoreinabaenelestradodelaclase.Lociertoesquesupresenciamesorprendió:nisemehabíapasadoporlaimaginaciónquefueraél lapersonaelegida, aunque sabíaque, enelAthénée, era elmáximoresponsable del departamento de Belles Lettres. Con él en aquella tribuna,tuve la certeza de que no escucharíamos formalismos ni halagos; peroreconozcoquenoestabapreparadapara loquevinoacontinuación,para laspalabrasquesevertierondeformasúbita,rápidayprolongadasobrenuestras

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cabezas.

MonsieurPaulsedirigióalospríncipes,nobles,magistradosyburguesescon el mismo desenfado, casi con la misma vehemencia colérica, con quearengaba a las tres clases de la rue Fossette. No habló a los alumnos delAthénéecomosifuerancolegiales,sinocomoafuturosciudadanosypatriotasenembrión.NadiehabíapredichoaúnlostiemposqueviviríaEuropa,ypenséque las palabras demonsieur Emanuel reflejaban un espíritu nuevo. ¿QuiénhubieraimaginadoquelasfértilesllanurasdeLabassecourpodíansucumbiralas convicciones políticas y a los sentimientos nacionales que ahora seexpresabancontantoardor?Noesnecesarioquedetalleaquílanaturalezadesusopiniones;aunqueañadiréquecuantodijoaquelhombrecillomeparecióserioyatinado:apesardesuexaltación,fuerigurosoyprudente;pisoteólasteoríasutópicas;rechazócondespreciolossueñosdescabellados;pero,cuandose enfrentó a la tiranía, ¡oh, entonces!, mereció la pena ver cómo sus ojoscentelleaban;y,cuandohablódeinjusticia,suvoznovaciló,sinoquetrajoami memoria la trompeta de una banda de música, sonando en el parque alponerseelsol.

Nocreoque losasistentes fueranengeneral susceptiblesdecompartir lapurezadesullama,peroalgunosjóvenesestudiantesseenardecieroncuandoél les explicó con elocuencia el caminoquedebían seguir por el biende supaís y de Europa. Cuando terminó su discurso, le dedicaron una larga,clamorosa y atronadora ovación: a pesar de su ferocidad, era su profesorfavorito.

Cuando nuestro grupo abandonó la sala,monsieur Paul se hallaba en laentrada;enseguidamereconoció,ysequitóelsombrero;alpasarasulado,metendiólamanodiciendo:

—Qu’endites-vous?

Una pregunta característica de él que me recordó, incluso en aquelmomento de triunfo, dos de sus defectos: esa inquisitiva impaciencia, y esafaltade loqueyoconsiderabaundeseabledominiodesímismo.Notendríaque haberle preocupado lo que yo o cualquier otra persona pensaba en esemomento; pero sí le preocupaba, y era demasiado sincero para ocultarlo,demasiadoimpulsivoparareprimirsudeseo.Puesbien,aunquenomeparecióbien su precipitación,me gustó su naïveté.Habría elogiado su discurso:micorazónnoteníasinoelogiosparaél;mas,¡ay!,ningunapalabraacudióamislabios.¿Quiéntienepalabrasenelmomentooportuno?Balbucíalgunasfrasesdesafortunadas; y me alegré sinceramente cuando otras personas,deshaciéndose en felicitaciones, disimularon mi deficiencia con suredundancia.

Uncaballero lepresentóamonsieurdeBassompierre;yelconde,alque

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también había complacido enormemente su intervención, le pidió que seuniera a sus amigos (en su mayoría, viejos conocidos de monsieur PaulEmanuel)ycenaraconellosenelHôtelCrécy.Éldeclinólainvitación,puessiempre respondía con timidez a los intentos de acercamiento de la genteadinerada: la fuerzadeuna firme independenciavibrabaen todas sus fibras,algonomuypalpable,perobastantegratodedescubriramedidaqueseleibaconociendo; prometió, sin embargo, presentarse con su amigo M.A., unacadémicofrancés,enelcursodelavelada.

En aquella cena, tanto Ginevra como Paulina, cada una en su estilo,estabanbellísimas; laprimeradeellaspodía, talvez,vanagloriarsedeciertasupremacíaenloqueserefiereaencantosfísicos,perolasegundabrillabadeunmodoexcepcionalporunosatractivosmássutilesqueespirituales:por laluminosidad y elocuencia de sumirada, por la elegancia de su porte, por lairresistiblevariedadde su expresión.El vestidodeGinevra, deoscuro colorcarmesí,realzabalabellezadesusbuclesyarmonizabaconsutezderosa.Eltraje de Paulina —de un tejido blanco, bastante ceñido y primorosamenteconfeccionado— llenaba de admiración a quien la contemplaba, puesdestacaba la delicadeza de su cutis, la suave viveza de su rostro, la tiernahondura de su mirada y la sombra caoba de su abundante cabellera: másoscuraqueladesuprimasajona,aligualquesuscejas,pestañas,grandesirisyexpresivaspupilas.LanaturalezahabíatrazadotodosesosdetallesconciertodescuidoenelcasodelaseñoritaFanshawe;mientrasqueeneldelaseñoritadeBassompierre,loshabíaperfiladocondelicadezayesmero.

Paulina se sentía intimidada por aquellos invitados tan eruditos, pero noenmudeció:conversómodestaytímidamente;nosinesfuerzo,perocontantadulzura, con tan fina y penetrante sensatez, que, en más de una ocasión,monsieur de Bassompierre interrumpió su propia charla para escuchar laspalabrasdesuhijayobservarlaconorgullosodeleite.FuemonsieurM.Z.,unfrancésmuyeducado,ademásdeinstruidoybastantegalante,quienlaanimóahablar. Me pareció encantador el francés de la joven; era impecable: laestructura correcta, los modismos justos, el acento perfecto; Ginevra, quehabíapasadomediavidaenelContinente,estabalejosdedominarlocomosuprima:noesquealaseñoritaFanshawelefaltaranlaspalabras,perocarecíade precisión y de pureza, algo que jamás adquiriría. A monsieur deBassompierretambiénleagradóesto;pues,encuestionesdelenguaje,eramuycrítico.

Habíaotrapersonaescuchandoyobservando;alguienque,porexigenciasde su profesión, había llegado tarde a la cena. El doctor Bretton examinósilenciosamentealasdosjóvenesmientrassesentabaalamesa;yrepitiódevezencuandosucautelosainspección.SullegadaparecióanimaralaseñoritaFanshawe que, hasta entonces, se había mostrado indiferente: Ginevra se

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deshizo en sonrisas y semostróde lomás complaciente, aunque casi nuncadecía lo que debía decir y sus comentarios no estaban a la altura de lasituación.Esposiblequesuparloteo inconexohubieracontentadoaGrahamenotrotiempo;quizáaúnleagradaba:talvezsólofueranimaginacionesmías,pero tuve la impresión de que, aunque sus ojos estuviesen conformes y susoídos satisfechos, su gusto, su entusiasta disposición, su viva inteligencia,estabanlejosdesentirsecomplacidos.Esciertoque,porimperiosayexigenteque pareciera la demanda de atención, el doctor John se mostraba siemprecortés: nohabía ni resentimientoni frialdad en susmodales.Ginevra era suvecina demesa y, durante la cena, estuvo casi exclusivamente pendiente deella.Lajovenparecíaencantada,ypasóalsalóndemuybuenhumor.

Sinembargo,cuando llegamosaese lugarde refugio,volvióamostrarseapática e indiferente: desplomándose en un sofá, calificó de estúpidos eldiscoursylacena,ypreguntóasuprimacómopodíasoportaraaquelgrupodeprosaicosgrosbonnetsquesupadrehabíareunido.Cuandooímosqueloscaballerosseacercaban,cesaronsuscríticas:selevantódeunsalto,corrióalpiano y empezó a tocarlo con entusiasmo. El doctor Bretton, uno de losprimerosenentrar,secolocójuntoaella.Penséquenosequedaríaasuladomuchotiempo:habíaunasientocercadelachimeneaqueyoesperabaqueleresultaramás interesante;perose limitóaexaminarlo;y,mientrasélmiraba,otros lo ocuparon. La gracia y el espíritu de Paulina fascinaban a aquellosamablesfranceses:lescomplacíasubellezadelicada,lasuavecortesíadesusmodales,sutacto,todavíainmaduro,peroauténticoeinnato.Loscaballerossecongregaronasualrededor,noprecisamenteparahablardeciencia,algoquela hubiera hecho enmudecer, sino de otros asuntos relacionados con laliteratura, el artey lavida real, sobre losque la jovenparecíahaber leídoyreflexionado.Yoescuchaba.EstoyseguradequeGraham,aunquesehallabaaciertadistancia,tambiénestabapendientedesuspalabras:suoído,aligualquesu vista, era agudo, rápido, sagaz. Yo sabía que él estaba atento a laconversación; reparé en que ésta se ajustaba de forma exquisita a sunaturaleza,yleproporcionabaunplacercasidoloroso.

La fortaleza del carácter dePaulina, y la intensidad de sus sentimientos,eranmayoresde loquemuchagentepensaba—de loqueelpropioGrahamimaginaba—,mayoresdeloquejamásmostraríaaaquellosquenodeseabanpercibirlo. A decir verdad, lector, no hay belleza excelsa, ni encantosubyugante, ni refinamiento verdadero sin una fuerza excelsa, subyugante yverdadera.Estandifícilhallarhermosasfrutasyfloresenunárbolsinraícesnisavia,comoencantosenunanaturalezadébilyrelajada.Duranteunbreveespaciodetiempo,puedeflorecerunaaparienciaderadiantebellezaalrededorde la debilidad, pero es incapaz de resistir una ráfaga de aire: no tarda enajarse,inclusobajoelsolmássereno.Grahamsehabríasobresaltadosialgúnespíritu mordaz le hubiera susurrado al oído la fuerza y resistencia que

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escondíaaquelladelicadanaturaleza;peroyo,quelahabíaconocidodeniña,sabía, o adivinaba, cuán profundas y vigorosas eran las raíces que unían sugraciaalsuelofirmedelarealidad.

MientraseldoctorBrettonescuchaba,yesperabaqueseabrieraunhuecoen el círculomágico, sumirada inquieta, que recorría de vez en cuando laestancia, se tropezó conmigo; yo estaba sentada en un tranquilo rincón, nolejosdemimadrinaydemonsieurdeBassompierre,que,comoerahabitual,se hallaban enfrascados en lo que el señor Home denominaba «una charlamano a mano» y el conde habría considerado un tête-à-tête. Graham mesonrió,cruzóelsalón,quisosaberquétalmeencontraba,yopinóqueestabamuypálida.Tambiényosonreíalrecordarquehabíanpasadotresmesesdesdenuestraúltimaconversación,unlapsodetiempodelqueélnoeraconsciente.Tomóasientoysequedócallado.Sentíamásdeseosdeobservarquedehablar.Ginevra y Paulina estaban ahora enfrente de él: podía contemplarlas a sugusto:examinólasdosfiguras,estudiólosdossemblantes.

Algunosinvitadosnuevos,tantodamascomocaballeros,llegarondespuésde la cena, a findepasar laveladaconversando;y, entreestosúltimos,diréincidentalmentequevislumbréalolejosunperfilsevero,oscuroyprofesoral,dandovueltasporunsalóninterior.MonsieurPaulEmanuelconocíaamuchosde loscaballerospresentes,perosupongoqueacasiningunade lasmujeres,apartedemí.Almirarhacialachimenea,fueinevitablequemevieray,comoesnatural,hizounmovimientoparaacercarse;aldarsecuenta,sinembargo,de que estaba con el doctorBretton, cambió de parecer y se detuvo. Si esohubierasidotodo,notendríanadaquedecirensucontra;peronosatisfechoconfrenarsuavance,fruncióelceño,sacóellabioinferiorysepusotanfeoque me vi obligada a apartar los ojos de aquel desagradable espectáculo.Monsieur Joseph Emanuel había acudido con su hermano, y justo en esemomentorelevabaaGinevraenelpiano.¡Quéacordesdemaestrosucedieronal teclear de la alumna! ¡Con qué sonidos tan maravillosos y agradecidosreconocióelinstrumentolamanodelverdaderoartista!

—Lucy —empezó a decir el doctor Bretton, rompiendo el silencio ysonriendomientrasGinevrapasabadelantedeélylelanzabaunamirada—,laseñoritaFanshaweessindudamuybonita.

Porsupuesto,asentí.

—¿Hayalgunajovenenlasalatanhermosacomoella?

—Supongoquenohayningunatanguapa.

—Estoy de acuerdo con usted, Lucy: nuestras opiniones coinciden amenudo, y también nuestros gustos; o, almenos, juzgamos las cosas de unmodoparecido.

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—¿Deveras?—exclamé,sindemasiadaconvicción.

—Estoysegurodeque,sihubierasidounniño,Lucy,envezdeunaniña—el ahijado demimadre, en lugar de la ahijada—, habríamos sido buenosamigos:nuestrasopinionessehabríanfundidoenunasola.

El doctor John había adoptado un aire burlón: una luz —medioacariciadora,medioirónica—brillabaensusojos.¡Ah,Graham!Hededicadomás de un momento solitario a preguntarme qué pensaba usted de LucySnowe. ¿Era siempre justo y considerado? Si Lucy hubiera sidointrínsecamentelamisma,peroconlasventajasadicionalesdelariquezaylaposiciónsocial,¿habríasido igualsuactitudysuopinióndeella?Conestaspreguntas,sinembargo,nopretendocensurarleenabsoluto.No;talvezustedme entristeciera e inquietase algunas veces; pero entonces me deprimíafácilmenteycualquiercosameperturbaba:bastabaqueunanubeocultaraelsol.Quizá,antelosseverosojosdelaequidad,soymuchomásculpablequeusted.

Intentandoasícontenereldolorqueatenazabamicorazón,alcomprenderque, mientras Graham podía mostrar un interés sincero y profundo por lasdemásmujeres,sólopodíabromearconLucy,suamigadeantaño,lepreguntéconcalma:

—¿Enquécuestionesestamosdeacuerdo?

—Los dos somos muy observadores. Quizá no reconozca en mí esacualidad,perolatengo.

—Peroustedestabahablandodegustos:esposiblequeveamoslosmismosobjetosy,sinembargo,losjuzguemosdeunmododiferente.

—Hagamos la prueba. Como es natural, usted no puede sino rendirhomenajealosméritosdelaseñoritaFanshawe;veamosahoraquépiensadelasdemáspersonasqueestánaquí.Mimadre,porejemplo;oaquellasgrandesfiguras, los señoresA. y Z.; o, supongamos, esa joven pálida ymenuda, laseñoritadeBassompierre.

—Ya sabe lo que pienso de su madre. No he dedicado el menorpensamientoalosseñoresA.yZ…

—¿Ylaotrapersona?

—Creoque,comodiceusted,esunajovenpálidaymenuda…pálida,sinduda,enestosmomentos:tantaagitaciónparecehaberlafatigado.

—¿Larecuerdadeniña?

—Avecesmegustaríasabersilarecuerdausted.

—Lahabíaolvidado;peroestáclaroquealgunascircunstancias,personas,

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inclusopalabrasomiradasqueparecenhaberseborradodelamemoria,sisedan ciertas condiciones, pueden revivir determinados aspectos del propioespírituodeunoajeno.

—Esmuyposible.

—Sin embargo —prosiguió—, el recuerdo es imperfecto, necesitaconfirmación; su naturaleza es tan borrosa como un sueño, tan etérea comounafantasía,porloqueesprecisoqueeltestimoniodealguienlocorrobore.¿NoestabaustedenBrettonhacediezañoscuandoelseñorHomedejóasuhijita,alaquellamábamos«pequeñaPolly»,acargodemamá?

—Estabaallílanocheenquellegó,ytambiénlamañanadesumarcha.

—Eraunacriaturabastanteextraña,¿no?Megustaríasabercómolatraté.¿Meagradabanlosniñosenaquellaépoca?¿Habíaalgograciosooamableenmí,aquelenormeydescuidadocolegial?Peroseguroquenolorecuerda…

—Ha visto su retrato en La Terrasse. Se parece mucho a usted. Y sumaneradeserapenashacambiadodesdeentonces.

—Explíqueme eso, Lucy. Semejante oráculo despierta mi curiosidad.¿Cómosoyhoy?¿Cómoerahacediezaños?

—Muyamableconcuantoleagradaba;desagradableycruelconnada.

—Enesoseequivoca;creoquefuibastantebrutoconusted,porejemplo.

—¿Bruto? No, Graham: yo jamás habría soportado pacientemente labrutalidad.

—Eso,sinembargo,lorecuerdo:lasilenciosaLucySnowenodisfrutódemicortesía.

—Nitampocodesucrueldad.

—NielmismísimoNerónhabríapodidoatormentaraunsertaninofensivocomounasombra.

Sonreí;perotambiénahoguéungemido.¡Oh!Deseabaquemedejarasola,que no hablara demí. Rechacé aquellos epítetos, aquellos calificativos.Mevengué de «su silenciosaLucySnowe», de su «inofensiva sombra»; no condesdén,peroconsumohastío:lasuyaeralafrialdadylapesantezdelplomo;nodejaríaquemeaplastaraconsemejantepeso.Afortunadamente,notardóencambiardetema.

—¿Qué tal nos llevábamos la «pequeña Polly» y yo? Si nome falla lamemoria,éramosamigos…

—Habla ustedmuy vagamente. ¿Cree que la pequeña Polly lo recuerdaconmásclaridad?

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—¡Oh!Nohablamosdela«pequeñaPolly»ahora.LeruegoquelallameseñoritadeBassompierre;y,desde luego,unpersonaje tandistinguidonoseacuerdaenabsolutodeBretton.Miresusgrandesojos,Lucy;¿puedenleerunapalabraen laspáginasde lamemoria?¿Son losmismosqueyo solíadirigirhaciaunacartilla?Ellanosabeque,enciertomodo,yoleenseñéaleer.

—EnlaBiblia…¿losdomingosporlanoche?

—Ahora tiene un perfil sereno, delicado, casi perfecto: ¡antaño suexpresión era tan nerviosa y angustiada! Lo que son las preferencias de losniños… ¡una burbuja en el aire! ¿Querrá usted creerlo? ¡Esa dama estabaencariñadaconmigo!

—Sí, en cierta medida, estaba encariñada con usted —exclamé,prudentemente.

—Entonces,¿noseacuerda?Yolohabíaolvidado,peroahoralorecuerdo.DetodoslosqueestábamosenBretton,yoerasufavorito.

—Esopensabausted.

—Lo recuerdo perfectamente. ¡Cómo me gustaría contárselo a ella! Omejor aún, que alguien, usted por ejemplo, se le acercara por detrás y se lodijeraaloído;asíyo,sinmovermedeaquí,disfrutaríadelplacerdeobservarlamientrasustedledalanoticia.¿Creequepodríahacerlo,Lucy,yganarsemigratitudeterna?

—¿Que si creo quepodría ganarme sugratitud eterna?—dije—.No, nopodría.

Sentí que mis dedos se movían y mis manos se entrelazaban: sentí,asimismo, en mi interior un valor ardiente y vigoroso. En aquel asunto noestaba dispuesta a complacer al doctor John: en absoluto.Conmis energíasrenovadas, comprendí que él no sabía nada sobre mi carácter o naturaleza.Siemprequeríaasignarmeunrôlequenoeraelmío.Minaturalezayyonosenfrentamosaél.Perofueincapazdeadivinarmissentimientos:noleyómisojos, mi rostro, mis gestos; aunque estoy segura de que todo hablaba.Inclinándosehaciamí,persuasivamente,dijoenvozbaja:

—Complázcame,Lucy.

Y lo habría hecho, o, al menos, le habría explicado claramente que nodebía esperar que yo representara el papel de soubrette oficiosa en ningúndrama de amor; pero, justo después de aquel suave e impaciente susurro,mezclándose casi con aquel dulce y suplicante «¡Complázcame, Lucy!», unpenetrantesilbidoatravesómiotrooído.

—Petite chatte, doucerette, coquette!—siseó la boa constrictor—. Vousavezl’airbientriste,soumise,rêveuse,maisvousnel’êtespas;c’estmoiqui

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vousledit:Sauvage!Laflammeàl’âme,l’éclairauxyeux!

—Oui;j’ailaflammeàl’âme,etjedoisl’avoir!—contesté,volviéndomeairada;peroelprofesorEmanuelhabíasilbadosuinsultoysehabíamarchado.

Lopeordel asunto fueque el doctorBretton, que, comohedicho antes,teníaeloídomuyfino,captótodaslaspalabrasdeesteapóstrofe;sellevóelpañueloalacaraysedesternillóderisa.

—¡Bien hecho, Lucy! —exclamó—. ¡Fantástico! Petite chatte, petitecoquette! ¡Oh, tengo que contárselo amimadre! ¿Es cierto, Lucy, o sólo amedias?Creoque loes:sehapuesto tanrojacomoelvestidode laseñoritaFanshawe.Yahoraqueme fijo, es elmismohombrecilloque semostró tanirascibleconustedenel concierto;yahoraestá furiosoporquevecómomerío.¡Oh,debohacerlerabiar!

YGraham,cediendoasuaficiónporlasbromas,serióapiernasuelta,loridiculizóysiguiócuchicheandohastaquenopudesoportarlomásymisojossellenarondelágrimas.

Deprontosepusoserio:habíaquedadounlugarlibrecercadelaseñoritadeBassompierre;elcírculoquelarodeabaparecíaapuntodedisolverse.Estemovimiento fue captado en seguidapor el ojodel doctorBretton—siemprevigilante, incluso mientras se reía—; el joven se levantó y, armándose devalor,cruzólaestanciayaprovechólaoportunidadqueseleofrecía.EldoctorJohn,a lo largodesuvida, fuesiempreunhombredesuerte,unhombredeéxito.Y¿porquémotivo?Porquejamásdesperdiciabalasocasionesqueselepresentaban,estabasiemprelistoparalaacciónydesempeñabasutrabajoconmaestría. Y ninguna pasión tiránica lo esclavizaba; ningún entusiasmo,ninguna debilidad entorpecían su camino. ¡Qué apuesto estaba en aquelmomento! Cuando se acercó a Paulina y ella levantó la vista, encontró lamirada de Graham, ardiente pero humilde; el rostro del joven se encendiómientras hablaba con ella,mitad sonrojo,mitad resplandor. En presencia dePaulina, semostró tímidoy audaz: discreto y prudente, pero decidido en supropósito y ferviente en su devoción. Comprendí todo esto con una solaojeada. No prolongué mi observación; y, aunque hubiese querido, tampocohabría tenido tiempo: era muy tarde; Ginevra y yo tendríamos que haberestadoyaenlarueFossette.Mepuseenpie,ymedespedídemimadrinaydemonsieurdeBassompierre.

No sé si el profesorEmanuel reparó enmi disgusto ante las bromas deldoctor Bretton, o si se dio cuenta demi aflicción, y de que, en general, laveladanohabíasidounafuentededesbordanteplacerparalafrívolayvolublemademoiselleLucie; pero, cuando salía de la estancia, se acercó amí ymepreguntósiteníaquienmeacompañaraalarueFossette.Elprofesorsedirigióamíconsumacortesía,inclusocondeferencia,comosiestuvieraarrepentido

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yquisieradisculparse;peroyonopodíaolvidarsufaltadeconsideraciónconunaspocaspalabras,niaceptarsucontriciónconunburdoyprematuroolvido.Jamás hasta entonces me habían molestado sus brusqueries, ni habíaenmudecidoantesuviolencia;loquehabíadichoaquellanoche,sinembargo,meparecíainadmisible:teníaquemostrarle,aunquefueralevemente,mitotaldesaprobación.Melimitéaresponder:

—Estátodoorganizadoparamiregreso.

Loqueeracierto,pueshabíanprevistoqueGinevrayyovolviéramosalinternadoencarruaje;ylehicelapequeñareverenciaquesolíandedicarleenclasselasalumnascuandopasabanpordelantedesuestrade.

Después de cogermi chal, regresé al vestíbulo.Monsieur Paul Emanuelseguía allí, como si estuviera esperando. Comentó que la noche era muyhermosa.

—¿De veras? —exclamé, con un tono y unos ademanes cuyacircunspección y frialdad no pude sino aplaudir. Por mucho que quisieramostrarmeindiferenteoreservadacuandoalguienmehacíadaño,raravezloconseguía,porloquemesentícasiorgullosadeléxitodemisesfuerzos.Aquel«¿Deveras?»parecíahaberlopronunciadootrapersona.Yohabíaescuchadocientosdeaquellaspequeñasfrases,afectadas,secasycortantes,enloslabioscoralinos y fruncidos de una veintena de señoritas y mesdemoisellesautosuficientesysegurasdesímismas.SabíaquemonsieurPaulnosoportaríacontinuar con un diálogo de esa clase; pero sin dudamerecía unas palabrasásperas y agrias. Supongo que él también lo creyó así, pues aceptósilenciosamenteaquelladosis.Mirómichalypusoobjecionesasu ligereza.Lecontestécondecisiónqueeratodoloabrigadoqueyoquería.Alejándomedeél,meapoyéenlabarandilladelaescalera,meenvolvíenelchalyfijélavistaenunlúgubrecuadroreligiosoqueoscurecíalapared.

Ginevra tardaba en venir: era tedioso que se demorara tanto. MonsieurPaulseguíaallí,misoídosesperabanalgúnexabruptodesuslabios.Seacercóamí.

«¡Volveráasisear!»,pensé.

Sinohubierasidounadescortesía,mehabríatapadolosoídosparaevitaraquelsusto.Peronadasucedecomoesperamos:siestamospendientesdeunsusurro o de unmurmullo, oímos un grito de captura o de dolor. Si lo queaguardamos es un chillido penetrante o una furiosa amenaza, nos llega unsaludoamistosoounamablecuchicheo.MonsieurPaulmehablódulcemente:

—Losamigos—afirmó—nosepeleanporunaspalabras.Dígame,¿fuiyoo ce grand fat d’anglais (fue así como llamó irreverentemente al doctorBretton) quien llenó sus ojos de lágrimas e hizo que sus mejillas se

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encendierantantocomoahora?

—Nosoyconscientedequeusted,monsieur,niningunaotrapersonahayaexcitadoenmíesaemociónqueseñala—respondí,superándomeamímismaypergeñandounahábil,fríamentira.

—Pero ¿qué le dije? —prosiguió—. Cuéntemelo. Estaba enojado: norecuerdomispalabras;¿cuálesfueron?

—¡Serámejorolvidarlas!—exclamé,sininmutarme.

—Entonces ¿fueronmis palabras las que la hirieron? Olvide que las hedicho:permítameretractarme;concédameelperdón.

—Noestoyenfadada,monsieur.

—Entoncesesalgopeor—selamentó—.Perdóneme,señoritaLucy.

—MonsieurEmanuel,leperdono.

—Perodígaloconsuvozhabitual,noconesetonotanextraño:Monami,jevouspardonne.

Me hizo sonreír. ¿Cómo evitarlo al ver su tristeza, su ingenuidad, suinsistencia?

—Bon!—exclamó—.Voilàquelejourvapoindre!Dîtesdonc,monami.

—MonsieurPaul,jevouspardonne.

—Nada demonsieur: llámemedel otromodo o no la creeré sincera.Unnuevoesfuerzo…monamio,siloprefiere,ensuidioma…¡amigomío!

Puesbien,«amigomío»tieneunasconnotacionesdiferentesdelasdemonami;no resulta tan familiarni tan íntimo.Nopodíadecirle amonsieurPaul«mon ami»; pero sí podía llamarlo «amigo mío», y lo hice sin la menordificultad.Éldesconocíaesematiz,sinembargo,ysequedósatisfechoconlafrase. Sonrió. Tendrías que haberle visto sonreír, lector; habrías visto ladiferenciaentresuexpresióndeentoncesyladehacíamediahora.Nopuedodecir que hubiera visto antes una sonrisa de placer, alegría o bondad en loslabiosdemonsieurPaul,oensusojos.Habíacontempladocientosdeveceslaironía, el sarcasmo, el desdén, lapasiónexultante, en loque él llamabaunasonrisa; pero aquella resplandeciente exhibición de sentimientos dulces ycálidosmepareciócompletamentenueva.Eracomosi su semblantehubieradejado de ser una máscara para convertirse en un rostro: sus rasgos sesuavizaron;sutezparecióaclararseyrejuvenecer;aquellapielmorena,cetrinaymeridional quehablabade su sangre española adquirió una tonalidadmásluminosa.Nocreohabervisto jamásenunrostrohumanounametamorfosissimilar por una causa parecida. Me acompañó al carruaje; en ese mismomomento,saliómonsieurdeBassompierreconsusobrina.

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La señorita Fanshawe estaba de pésimo humor; la velada había sido unfracaso para ella: de lo más alterada, dio rienda suelta a su indignación encuanto nos sentamos y cerraron la portezuela. Había algo perverso en susinvectivas contra el doctor Bretton. Al haber sido incapaz de cautivarle oherirle, el odio era su único recurso; y lo expresaba con palabras tandesmesuradasyenunaproporcióntanmonstruosaque,despuésdeescucharlaun rato con fingido estoicismo, mi sentido de la justicia súbitamente seinflamó. Sobrevino una explosión, pues yo también podía ser apasionada;especialmente conGinevra, tan hermosa como llena de imperfecciones, quesiempredespertabalopeorquehabíaenmí.FueunasuertequelasruedasdelcarruajetraquetearanviolentamentesobreelempedradodeChoseville,yaquepuedo asegurar al lector que no hubo un silencio sepulcral ni una pacíficaconversaciónenelinteriordelcarruaje.Medioenserio,medioenbroma,meencarguédebajarleloshumosaGinevra.HabíasalidofuriosadelarueCrécy;tenía que apaciguarla antes de que llegáramos a la rue Fossette: paraconseguirlo,eraindispensablemostrarlesuvalíasinparysusextraordinariosméritos;yestodebíahacerseenunlenguajeenelquelafidelidadylarudezapudieran compararse con los cumplidos de un John Knox a una MaríaEstuardo.Éstaera lamejordisciplinaparaGinevra; laquemás leconvenía.Estoy seguradeque aquella noche se fue a la camamuchomás tranquila yserena, y de que durmió aúnmás dulcemente después de haber sufrido unaprofundaderrotamoral.

****

LIBROTERCERO

CapítuloXXVIII

Laleontina

Monsieur PaulEmanuel era especialmente sensible a que interrumpieransusclases,fueracualfueraelmotivo:entrarenunaulaentalescircunstanciassignificaba para las profesoras y alumnas del colegio, individual ocolectivamente,algoasícomoarriesgarlavida.

LapropiamadameBeck,siseveíaobligadaahacerlo,sedeslizabaporlaclase, recogiéndose la falda,y rodeabacautelosamenteel imponenteestrado,comounbarcotemerosodelosrompientes.EncuantoaRosine,laportera—sobre la que cadamedia hora recaía el espantoso deber de ir a buscar a lasalumnasquehabíaenlasdistintasaulasparaquefueranaclasedemúsicaen

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eloratorio,lassalasgrandeopequeña,ocualquierotrolugardondehubieraunpiano—, después de un segundo o tercer intento, su consternación era tangrandequeconfrecuencianolesalíanlaspalabras;unsentimientoinspiradoporlasindescriptiblesmiradasquelelanzabancualdardosatravésdeunpardegafas.

Ciertamañanaenqueestaba sentadaenel carré, terminandounbordadoqueunaalumnahabíadejadoamedias,mientrasmisdedos trabajabanenelbastidor,misoídossecomplacíanescuchando loscrescendosycadenciasdeunavozquearengabaalaclasevecinaenuntonocadavezmásinquietanteyagitado. Entre mí y la tormenta que se avecinaba había una buena pared,ademásdeunapuertadecristalporlaquehuirfácilmentealpatioencasodequeésta sedesencadenara;asíqueme temoqueaquellos síntomascadavezmásclarosmeproducíanmásregocijoquealarma.LapobreRosinenoestabatan a salvo: aquella bendita mañana había hecho cuatro veces el peligrosorecorrido; y ahora, por quinta vez, tenía el azaroso deber de llevarse a unaalumna,comosifueraunleñodelahoguera,enlasnaricesdemonsieurPaul.

—Mon Dieu! Mon Dieu! —repetía la portera—. Que vais-je devenir?Monsieurvametuer,jesuissure;carilestd’unecolère!

Empujadaporelvalorqueproporcionaladesesperación,abriólapuerta.

—MademoiselleLaMalleaupiano!—gritó.

Antes de que pudiera batirse en retirada o cerrar la puerta, se oyó en elinteriordelaula:

—Des cemoment, la classe est défendue. La première qui ouvrira cetteporte,oupasseraparcettedivision,serapendue…fut-ceMadameBeckellemême!

NohabíanpasadonidiezminutosdesdequesepromulgaraaqueldecretocuandovolvieronaoírseporelpasillolaspantouflesfrancesasdeRosine.

—Mademoiselle—dijo—, no entraría otra vez en esa clase aunque meofrecieran una moneda de cinco francos: las lunettes de monsieur sonrealmente terribles; pero han traído unmensaje para él del Athénée. Le hedichoamadameBeckquenomeatreveríaadárseloymeharespondidoqueseencargaríausteddehacerlo.

—¿Yo?¡Deningúnmodo!Noestáentremisobligaciones.¡Vamos,vamos,Rosine!Quecadaunoasumasusresponsabilidades.Seavaliente…¡vuelvaalacarga!

—¿Yo,mademoiselle?¡Imposible!Hoyleheinterrumpidoyacincoveces.Madame debería contratar a un gendarme para esta tarea. ¡Uf! Je n’en puisplus!

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—¡Bah!Noesmásqueunacobarde.¿Cuáleselmensaje?

—Precisamenteunodelosquemáslemolestan:unavisourgenteparaquevaya al Athénée, porque ha llegado un visitante oficial… un inspector… oalgoasí,ymonsieurtienequeverseconél;yyasabecómodetestacualquierorden.

Sí,losabíamuybien.Elinquietohombrecilloaborrecíaqueleespolearano refrenasen: con seguridad se rebelaría contra cualquier cosa urgente uobligatoria. Sin embargo, acepté la responsabilidad; no sin miedo, porsupuesto,peroéstesehallabamezcladoconotrossentimientos,lacuriosidadentre ellos. Abrí la puerta, entré. La cerré detrás de mí, tan rápida ysilenciosamente como unamano temblorosa podía hacerlo; pues ser lenta oruidosa, hacer chasquear un pestillo o dejar una puerta entreabierta erancircunstancias agravantes del delito, a menudo más catastróficas que estemismo.Allí estábamos,yodepieyél sentado;eraobvioqueestabademaltalante,quesuhumorerapésimo.Habíaestadoexplicandoaritmética—puesdabacualquiermateriaquecreyeraconveniente—,y,alserunaasignaturatanárida, no podía disfrutar con ella: no había alumna que no temblara cuandohablabadenúmeros.Estabainclinadosobrelamesa:alzarlavistaparamirarquién entraba, después de quebrantar descaradamente su voluntad y su ley,exigíaunesfuerzoquedemomentoera incapazdehacer.Tantomejor:ganéasí un poco de tiempo para recorrer la larga clase; y, dadami idiosincrasia,prefería ir al encuentro de su estallido de cólera que soportar de lejos suamenaza.

Me detuve delante de su estrado; por supuesto, no era digna de suinmediataatención:continuóconsusexplicaciones.Eldesdénnoibaaservirdenada:tendríaqueescucharyresponderamimensaje.

Comonoerasuficientementealtaparaquemicabezaquedaraporencimade lamesa, colocada sobre la tarima,y resultaba invisibledondeestaba,meaventuréadarlavuelta,conelúnicofindevermejorsurostro,que,alentrar,mehabíaparecidoguardarunaintensaypintorescasemejanzaconunoscuroycetrino tigre. Disfruté dos veces con impunidad de esta vista lateral,avanzando y retrocediendo sin que lo advirtiera; la tercera vez, cuandomisojosempezabanaasomarseporencimadelaoscuramesa,mispupilasfueronsorprendidas y traspasadaspor las lunettes.Rosine tenía razón; aquel objetoinfundía un terror profundo e inmutable, mucho más intenso que la irareflejadaenlosojosdesudueño.

Descubríahora lasventajasdeestarcerca:aquellas lunettesdemiopenoservían para la inspección de un delincuente en las narices demonsieur; demodo que se las quitó, y él y yo nos encontramos casi en igualdad decondiciones.

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Mealegrodenohaberle tenido realmentemiedo,denohabermesentidoaterrorizada en su presencia; pues, cuando reclamó la soga y la horca paraejecutar la sentencia que acababa de dictar, le ofrecí una hebra de hilo debordarcontantaeducaciónquenopudosinoaplacarunapartealmenosdelairritaciónquelesobraba.Porsupuesto,nohiceaquelalardedecortesíadelantede todoelmundo:me limité apasarle elhilopordetrásde la esquinade lamesa,yloatéconunnudocorredizoalrespaldodesusilla.

—Quemevoulez-vous?—dijo,conungruñidoquequedóconfinadoensugarganta y en su pecho, pues no dejaba de apretar los dientes, como si sehubiera prometido a sí mismo que nada en este mundo le arrancaría unasonrisa.

Mirespuestacomenzóinflexible:

—Monsieur—dije—.Jeveuxl’impossible,deschosesinouïes.

Ycreyendomejorirdirectamentealgrano,yecharleunjarrodeaguafríacon decisión, le di el mensaje del Athénée, exagerando floridamente suurgencia.

Por supuesto, no quiso saber nada. Aseguró que no iría; que no dejaríaaquellaclaseaunquefuerantodoslosfuncionariosdeVilletteabuscarlo.Noseapartaríaen lomásmínimodesucaminoaunquese lopidieranel rey,elcuerpodeministrosylasdosCámaras.

Yo sabía, sin embargo, que debía ir; que, por mucho que dijera, susobligacionese intereses leexigíansatisfacer literale inmediatamenteaquellaconvocatoria:mequedé,poresemotivo,esperandoensilencio,comosiaúnnomehubieracontestado.Mepreguntóquémásquería.

—Sólolarespuestademonsieurparatrasmitírselaalmensajero.

Lonegóimpacienteconlamano.

Me aventuré a extender el brazo hasta su severo bonnet-grec, quedescansaba en el alféizar de la ventana. Él siguió aquel osado gesto con lamirada, sin duda con una mezcla de compasión y asombro ante miatrevimiento.

—¡Ah!—refunfuñó.

Si llegaba a eso… si la señorita Lucy tocaba su bonnet-grec… podíaponérselo,convertirseenungarçony,amablemente,iralAthénéeensulugar.

Conenormerespeto,dejéelbonnetsobrelamesa,dondesuborlapareciódedicarmeunhorriblesaludo.

—Escribiré una nota para disculparme. Será suficiente, ¿no?—exclamó,inclinándosetodavíaporunarespuestaevasiva.

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Sabiendomuybienqueaquellonoseríasuficiente,empujésuavementeelbonnethacia sumano. Impulsadoasí, sedeslizópor la superficiebrillanteybarnizada de lamesa, se llevó por delante las lunettes de ligeramontura deaceroy,miedomedadecirlo,lastiróalestrado.Lashevistocaersinrompersemásdeveintevecesdesdeentonces;peroaquellavez,lamalasuertedeLucySnowe se salió con la suya, y los gruesos cristales se convirtieron en dosestrellasinformesyrotas.

Entonces sí que me sentí consternada… consternada y arrepentida.Conocía el valor de aquellas lunettes: la vista de monsieur Paul era muypeculiar,no resultaba fácilgraduarla,yconaquellasgafasestabaencantado.Había oído cómo las llamaba su tesoro.Cuando las recogí, hechas añicos einservibles,mimanotemblaba.Measustésobremaneraalcontemplareldañocausado,perocreoquemipenaeramayorquemimiedo.Porunosinstantes,nomeatrevíamirarelrostrodeldesconsoladoprofesor;fueélquienrompióelsilencio.

—Là! —exclamó—. Me voilà veuf de mes lunettes! Supongo quemademoiselleLucyestaráahoradeacuerdoenquesehaganadoampliamentela soga y la horca; tiembla previendo su destino. ¡Ah, traidora! ¡Traidora!¡Estádecididaatenermeensusmanosciegoeindefenso!

Levanté losojos: envezde contemplarmeairado, ceñudoy amenazador,monsieur Paul lucía la sonrisa y la tez sonrosada que habían iluminado susemblante aquella noche en el Hôtel Crécy. No estaba enojado, ni siquieradolido.Anteunverdaderoagravio,semostrabaclemente;anteunaverdaderaprovocación, paciente como un santo. Aquel incidente, que parecía tandesafortunado—yque supusehabría echadopor tierra cualquierposibilidaddeconvencerlo—,resultósermimejorayuda.Difícildemanejarmientrasnolecauséelmenordaño,elprofesorsevolvióamableyacomodaticioencuantoaparecíanteélcomounadelincuenteconscienteyarrepentida.

Todavíallamándomeenbromaunefortefemme…uneAnglaiseterrible…une petite casse-tout, declaró que no osaba desobedecer a quien habíaculminadotanpeligrosahazaña;eraexactamenteigualqueelgrandEmpereur,estrellandoeljarrónparasuscitarespanto.Demodoque,finalmente,despuésdecoronarseconsubonnet-grec,ydecogersuslunettesrotasdemimano,conungolpecitodebenévoloperdónydealiento,inclinólevementelacabezaysemarchóalAthénéeconelmejordelostalantes.

Despuésdetantaamabilidad,ellectorlamentarásaberquevolvíadiscutirconmonsieurPaulaquelmismodía;peroocurrió,yfuiincapazdeevitarlo.

De vez en cuando, tenía la costumbre —por lo demás, muy loable yaceptable— de llegar por la tarde, siempre à l’improviste, sin anunciarse,irrumpir en el silencioso refectorio a la hora del estudio, e imponer

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repentinamentetodosudespotismosobrenosotrasynuestrasocupaciones;nosobligaba a cerrar los libros y a guardar los costureros y, sacando un gruesovolumenounpequeño tratado,sustituía laadormecedora lecturepieuse,queleía alguna alumna soñolienta, por alguna tragedia, ensalzada por unadeclamación grandilocuente y rebosante de acciones temerarias, por algúndrama,cuyoméritointrínseco,pormiparte,raravezanalizaba;puesmonsieurEmanuelloconvertíaenunrecipientequeleservíadedesahogo,yquellenabacon su brío y su pasión innatas, al igual queuna copa conunbrebaje vital.Otrasveceshacía resplandecer ennuestrapenumbra conventual el fulgordeun mundo más brillante, dejándonos entrever la literatura de aquellos días,leyéndonospasajesdealgúnrelatofascinanteoelúltimoingeniosofeuilletonque había despertado la hilaridad en los salones deParís; poniendo siempreespecialcuidadoensuprimirconmanosevera,ya fueraen la tragedia,enelmelodramaoenel ensayo, cualquier fragmento, fraseopalabraquepudierajuzgarseinapropiadoparaunpúblicodejeunesfilles.Medicuentaenmásdeunaocasióndequeallídondeesosrecortesdebilitabanelsentidooelinterés,él improvisaba párrafos enteros, tan vigorosos como irreprochables: losdiálogos, las descripciones que él introducía eran con frecuencia muchomejoresquelosqueeliminaba.

Puesbien,aquella tarde,estábamossentadasensilenciocomomonjasenun retiro, las alumnas estudiando, las profesoras con sus labores de aguja.Recuerdolamía:eraunbordadodifícil,yyoestababastanteenfrascadaenél;tenía una finalidad; no lo hacía simplemente por matar el tiempo; una vezterminado,seríaunregalo;y,comoelmomentodeentregarloestabacerca,eranecesariodarseprisaymisdedostrabajabanconafán.

Sonóelcampanillazodelapuertaquetodasconocíamos;despuéselrápidopasotanfamiliarparanuestrosoídos: laspalabrasVoilàMonsieur!acababandesalirsimultáneamentedetodosloslabioscuandolasdoshojasdelapuertasesepararonbruscamente(comoocurríasiemprequemonsieurPaulentraba,un verbo tan suave como «abrir» resulta ineficaz para describir susmovimientos),yelprofesorentró.

Habíadosmesasdeestudio,ambasmuylargasyflanqueadasporbancos;sobreelcentrodecadaunadeellas,colgabaunalámpara;bajoesalámpara,aambosladosdelamesa,sesentabaunaprofesora;lasalumnassealineabanaderechaeizquierda;lasmayoresymásestudiosascercadelaluz,esdecirenlos trópicos; las más perezosas y pequeñas hacia los polos norte y sur.Monsieur tenía la costumbre de acercar cortésmente una silla a algunaprofesora,generalmenteaZélieStPierre,lamásantigua,paraocupardespuéssuasientovacío;disfrutabaasídelpuntomásluminosodeltrópicodeCáncerodeCapricornio,algoquenecesitabaporsercortodevista.

Comosiempre,Zélieseapresuróalevantarse,esbozandounasonrisaque

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dejóaldescubierto susdoshilerasdedientes; esaextraña sonrisaquevadeoreja a oreja, en una curva fina ymuymarcada, que no se extiende por elrostro,ni formahoyuelosen lasmejillas,ni ilumina lamirada.SupongoquemonsieurPaulnolavio,onotuvoganasdeadvertirsupresencia,pueseratancaprichosocomodicenqueson lasmujeres;además, sus lunettes (teníaotropardegafas)leservíandeexcusaparatodaclasededeficienciasydescuidos.Porelmotivoquefuera,pasójuntoaZélie,sedirigióalotroladodelamesay,antesdequeyopudieralevantarmeparadejarleelsitio,susurró:

—Nebougezpas.

Ysecolocóentre la señoritaFanshaweyyo;Ginevrasiemprequería sermivecina,ymeclavabaelcodoenelcostado,pormuchoqueyorepitiera:

—Ginevra,¡ojaláestuvierasenJericó!

Era fácildecirnebougezpas;pero¿cómoevitarlo?Teníaquedejarleunsitio, y tenía que pedir a las alumnas que se corrieran un poco para poderhacerloyo.EramuycómodoparaGinevrapegarseamípara«estarcalentita»,comoelladecía,lastardesdeinvierno,importunándomeconsusmovimientosycodazos,hastaobligarmeenocasionesacolocarmeunalfiler traidorenelcinturón para protegerme de su codo; pero supuse que monsieur Paul noestaríaexpuestoalmismotrato,asíqueapartémicostureroparaquepusieraellibro,ymecorríparadejarleunhueco;éstenomedía, sinembargo,másdeuna yarda, un espacio que cualquier persona razonable habría consideradoadecuadoyrespetuoso.PeromonsieurEmanueljamáserarazonable;comoelpedernalylayesca,¡unsimplegolpeysaltabanchispas!

—Vous ne voulez pas demoi pour voisin—gruñó—, vous vous donnezdesairsdecaste;vousmetraitezenparia—añadió,mirándomeconelceñofruncido—.Soit!Jevaisarrangerlachose!

Ysepusomanosalaobra.

—Levezvoustoutes,mesdemoiselles!—exclamó.

Lasalumnasselevantaron.MonsieurPaullesordenódirigirseenfilaalaotra mesa. Luego me colocó en un extremo del largo banco y, después detraerme con el mayor cuidado el costurero, la seda, las tijeras y todos misutensilios,sesentóenlaotrapunta.

Apesardeloabsurdaqueeraaquelladisposición,nadieseatrevióareírse;de haberlo hecho, seguro que se habría arrepentido. En cuanto amí,me lotoméconcompletafrialdad.Allíestabayo,aisladaysinpodercomunicarmecon nadie; me enfrasqué tranquilamente en mi trabajo, y no me sentí nadadesdichada.

—Est-ceassezdedistance?—preguntó.

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—Monsieurenestl’arbitre—fuemirespuesta.

—Vous savez bien que non. C’est vous qui avez créé ce vide immense:moi,jen’yaipasmislamain.

Y,conestaafirmación,empezóaleer.

Para su desgracia, había elegido una traducción francesa de lo que élllamaba «un drame deWilliams Shackspire; le faux dieu»; le faux dieu—agregó después— de ces sots païens, les Anglais. No es necesario queexplique cuán diferente habría sido su descripción del autor si no hubieraestadotanalterado.

Porsupuesto,latraducciónfrancesaeramuydeficiente;ytampocoyohiceel menor esfuerzo por ocultar el desprecio que algunos de sus lamentableserroresmeinspiraban.Noesquecreyeramideberdeciralgo;perodevezencuando se puede insinuar una opinión cuando está prohibido expresarla conpalabras.Comosuslunettesestabanalerta,monsieurPaulpercibiótodasmismiradasdedisconformidad;nocreoqueseperdierauna:enconsecuencia,susojos no tardaron en desembarazarse de los cristales para poder despedirllamaradasconmáslibertad;y,dadalatemperaturageneraldelaestancia,seacaloró mucho más en el polo norte —donde se había desterradovoluntariamente— de lo que habría sido razonable acalorarse bajo el rayoluminosodeltrópicodeCáncer.

Una vez concluida la lectura, no era fácil saber si se marcharía sinmanifestar suenfado,o ledaría rienda suelta.Contenersenoeraunode sushábitos; y, sin embargo, ¿qué le había hecho para que me regañaraabiertamente?Nohabíapronunciadoniunapalabra,ynocreoquemerecieraunareprimendaouncastigoporhaberpermitidomoverseconmayorlibertaddelahabituallosmúsculosquerodeabanmisojosymiboca.

Trajeronlamerienda,queconsistíaenpanylechediluidaenaguatibia.Enconsideración a la presencia del profesor, los panecillos y los vasos sepusieronsobrelamesaenlugarderepartirseinmediatamente.

—Tomen su merienda, señoritas —dijo monsieur Paul, fingiendo estarmuyocupadohaciendoanotacionesenelmargendesuWilliamsShackspire.

Profesorasyalumnasleobedecieron.Yotambiénaceptéunpanecilloyunvaso,pero,másenfrascadaquenuncaenmilabor,seguíenmirincónsolitarioycontinuétrabajandomientrasmordisqueabaelpanybebíalaleche,todoelloconenormesangfroid;conunaplomoquenosolíamostraryquemepareciómuy agradable. La presencia de una naturaleza tan inquieta, irritable yespinosacomolademonsieurPaulparecíaabsorbercomounimántodaslasinfluencias febriles y perturbadoras, y dejarme únicamente las plácidas yarmoniosas.

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Se puso en pie: ¿pensaba marcharse sin decir nada? Sí; se dirigió a lapuerta.

No:volvió sobre suspasos;pero,quizá, solamentepara coger el estuchequehabíaolvidadosobrelamesa.

Lo cogió, guardó el lápiz, lo sacó, rompió la punta contra lamadera, loafilódenuevo,selometióenelbolsilloy…seacercórápidamenteamí.

Profesorasyalumnas,reunidasalrededordelaotramesa,conversabancontotallibertad:siemprelohacíandurantelascomidas;yelconstantehábitodehablar alto y deprisa en tales ocasiones no les ayudaba ahora a atenuar susvoces.

Monsieur Paul vino y se quedó detrás de mí. Me preguntó en quétrabajaba;ledijequeestabahaciendounaleontina.

—¿Paraquién?—mepreguntó.

—Parauncaballero…unodemisamigos—respondí.

MonsieurPaulseagachóyprocedió—comodicenlosnovelistas,yenesaocasión fue literalmente cierto— a «sisear» en mi oreja algunas palabrasinjuriosas.

Dijoque, de todas lasmujeresque conocía, yo era laquepodía sermáshorriblemente desagradable: aquella con quien resultabamás difícil vivir enarmonía.Teníauncaractèreintraitableyeraincreíblementeobstinada.Cómomelasarreglaba,oquémellevabaaactuarasí,eraalgoqueél,porsuparte,desconocía; pero, pormuy pacíficas y amistosas que fueran las intencionescon que una persona se dirigía a mí, ¡crac!, yo convertía la concordia endiscordia, la buena voluntad en animadversión. Él, monsieur Paul, estabaseguro de desear para mí todo lo mejor; jamás me había hecho daño asabiendas; y podía, como mínimo, o eso creía, reclamar el derecho a serconsiderado un conocido neutral, libre de sentimientos hostiles: y, sinembargo, ¡qué mal me portaba con él! ¡Qué mordaces eran mis agudezas!¡Quéimpulsoderebeldía!¡Quéfouguedeinjusticia!

Al oír esto, no pude evitarmirarlo con los ojosmuy abiertos, e inclusodeslizaralgunasligerasexclamaciones:

—¿Agudezas?¿Impulso?¿Fougue?

—Chut!Àl’instant!¿Sedacuenta?Vivecommelapoudre!

Él lo sentía, lo sentía mucho: por mi propio bien, lamentaba tandesafortunada peculiaridad.Temía que aquel emportement, aquel chaleur—generoso,talvez,peroexcesivo—mehicieradaño.Eraunapena:enelfondodesucorazón,creíaqueyoteníaalgunasvirtudes;y,siatendieraarazones,y

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fuera más reposada, más sensata, menos en l’air, menos coquette, menosaficionada a exhibirse, menos propensa a fiarse de las apariencias… a dardemasiada importancia a las atenciones de las personas notables sobre todopor su elevada estatura, des couleurs de poupée, unnez plus oumoins bienfait,yunaimportantedosisdefatuidad,quizápudieraseraúnunamujerútil,inclusoejemplar.Pero,siendocomoera…Yaldeciresto,seleahogólavoz.

Yolehabríamirado,olehabríatendidolamano,olehabríadichoalgunapalabra tranquilizadora; pero teníamiedo de echarme a reír o a llorar simemovía;entodoaquello,habíaunamezclamuyextrañadeloconmovedorydeloabsurdo.

Penséquecasihabíaterminado:perono;tomóasientoparaproseguirconmayorcomodidad.

Yaqueél,monsieurPaul,habíaabordadoaquelasunto tandesagradable,estabadispuestoaafrontarmiirapormipropiobien,yseatrevíaahablardeciertos cambios que había percibido en mi vestimenta. Nada le impedíaconfesar que, al conocerme —o, mejor dicho, al vislumbrarme de vez encuando—,yolesatisfacíaenesepunto:lagravedad, laausterasencillez, tanobviasenesesentido,alimentabanlasmayoresesperanzasparamí.Quéfatalinfluenciamehabíaempujado,últimamente,aponerfloresbajoelalademisombrero,allevardescolsbrodés,einclusoaaparecerenunaocasiónconunvestido escarlata, era algo que, desde luego, podía conjeturar, pero que, demomento,preferíanodeclararabiertamente.

Volvíainterrumpirle,yestavezsindisimularmihorrorymiindignación.

—¿Escarlata, monsieur Paul? ¡No era escarlata! Era rosa, rosa pálido;además,elencajenegroatenuabasuintensidad.

Rosa o escarlata, amarillo o carmesí, verde guisante o azul celeste, ¡quémás daba!: todos eran colores frívolos, llamativos; en cuanto al encaje quemencionaba, no era más que un colifichet de plus. Y suspiró ante midegeneración.Siguiódiciendoquelamentabanohablarconmásprecisióndeese tema, pues desconocía los nombres exactos de aquellas babioles, yposiblementecaería enpequeñoserroresverbalesque ledejaríanexpuestoami sarcasmo, y excitaríanmi naturaleza brusca y apasionada. Se limitaría adecir,entérminosgenerales—yenesostérminosgeneralessabíaqueestabaen lo cierto—, que mis vestidos habían adoptado últimamente des façonsmondainesqueledolíacontemplar.

Reconozco que fui incapaz de adivinar qué façons mondaines habíadescubiertoenmivestido invernalde lanayenmisencillocuelloblanco;y,cuandose lopregunté,señalóquehabíansidoconfeccionadospara llamar laatención,yademás,¿acasonollevabaunlazoounacintaenelcuello?

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—Pues si condena un lazo en una dama,monsieur, no hay duda de quedesaprobará esto para un caballero —exclamé, enseñándole mi pequeña ybrillantecadenadesedayoro.

Suúnicarespuestafueungruñido,supongoquepormifrivolidad.

Despuésdequedarseunosminutosensilencio,observandoelprogresodela pequeña cadena, en la que yo trabajaba con más ahínco que nunca, mepreguntósiloqueacababadedecirtendríacomoresultadoqueyoleodiara.

Apenasrecuerdocuálfuemirespuesta,ocómosurgió;nocreoquedijeranada, pero sé que nos las arreglamos para despedirnos amistosamente: e,inclusoantesdellegaralapuerta,monsieurPaulregresóparaexplicarmeque,con sus palabras, no había querido condenar totalmente el vestido escarlata(¡Rosa, rosa!, insistí yo); y que no tenía intención de negarle el mérito deresultarbastantefavorecedor(lociertoesqueelgustodemonsieurEmanuelseinclinabaporloscoloresvivos);quesólodeseabaaconsejarmeque,siemprequelollevara,lohicieraconelmismoespírituquesisutejidofuerabure,ysucolorgrisdepoussière.

—Y ¿las flores de mi sombrero, monsieur? —inquirí—. Son muypequeñas…

—Consérvelaspequeñasentonces—replicó—.Quenocrezcandemasiado.

—Y¿ellazo,monsieur…eltrocitodecinta?

—Vapourleruban!—fuesurespuestafavorable.

Yasísolucionamosnuestrasdiferencias.

¡Bravo, Lucy Snowe! —exclamé en mi fuero interno—. Has venido alrefectorioparaoírunabonitalecture…ytehasllevadounrudesavon,y¡todoportuperversaaficiónalasvanidadesmundanas!¿Quiénlohubierapensado?¡Y tú que te considerabas una personamelancólica y reservada!La señoritaFanshawecreequeeresunsegundoDiógenes.MonsieurdeBassompierre,elotro día, cuando estaban hablando de la locura y el desenfreno de Vastí,cambió educadamente de conversación, pues, según dijo amablemente, «laseñorita Snowe parecía incómoda». El doctor Bretton te conoce como «lasilenciosaLucy»,«unacriatura inofensivacomounasombra»;y lehasoídodecir:«LosdefectosdeLucytienensuorigenenlaexcesivaseveridaddesusgustos y de sus modales, en la falta de colorido de su carácter y de susatuendos». Ésas son las impresiones tuyas y de tus amigos; y, ¡mira pordónde!, aparece un hombrecillo con una opinión diametralmente opuesta atodos, acusándote con rotundidad de ser demasiado alegre e insustancial,demasiado voluble y versátil, demasiado aficionada a las florituras y a losbrillantescolores.Eseseverohombrecillo,esecensorimplacable,recogetodos

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tuspobresydesperdigadospecadosdevanidad, tu infortunadochiffon rosa,los flecos de tu guirnalda, tu pequeño trozo de cinta, tu ridículo retazo deencaje, y te llamaparapedir cuentas de todosy cadaunode esos artículos.EstasacostumbradaaquepasenportuladocomosifuerasunasombraenelsoldelaVida:esunanovedadverquealguienlevantairritadolamanoparaprotegerselosojos,porquetúleatormentasconunrayocegador.

CapítuloXXIX

LafêtedeMonsieur

Alamañanasiguientemelevantéunahoraantesdelamanecer,yterminéla leontina arrodillada en el centro del gran dormitorio, con el fin deaprovecharlosúltimosdestellosmortecinosdelalámparanocturna.

Empleé todoelmaterial—todomisurtidodecuentasysedas—antesdequelacadenaalcanzaralalongitudylariquezaqueyodeseaba;lahabíahechodoble,puessabía—porserelpoloopuesto—que,parasatisfacerelgustodela persona que quería complacer, un aspecto sólido era imprescindible. Pararematarlapieza,necesitabaunpequeñobrochedeoro;afortunadamente,teníauno en el cierre de mi único collar; lo desprendí con cuidado, volví aprenderlo, y luego enrollé la leontina y la guardé en una cajita que habíacompradoporsutonoirisado,pueseradeunaconchatropicaldecolornacaratyteníaunapequeñaguirnaldadebrillantespiedrasazules.Enelinteriordelatapa,grabécuidadosamenteciertasinicialesconlapuntademistijeras.

EsposiblequeellectorrecuerdeladescripcióndelafêtedemadameBeck;tampocohabráolvidadoquetodoslosañosserecaudabadineroenelcolegioparacomprarleunbonitoregalo.LaobservanciadeesedíaeraunadistinciónquesóloseconcedíaamadameBecky,deunmododiferente,asuprimoyconsejero, monsieur Emanuel. En el último caso, se trataba de un honorconferidoespontáneamente,nopreparadonidispuestodeantemano,yofrecíauna prueba adicional, entremuchas otras, de la estima que—a pesar de suparcialidad,prejuicioseirritabilidad—sentíanlasalumnasporsuprofesordeliteratura.Noseleregalabaningúnobjetodevalor:éldejababienclaroquenoaceptaríaniplatanijoyas.Perolecomplacíarecibiralgúnpequeñoobsequio;elcoste,elvalormonetario,noleimpresionaba:unanillodediamantesounacajaderapédeoro,ofrecidoscongranpompa,habríansidomenosdesugustoqueunafloroundibujoentregadosconsencillezysentimientossinceros.Asíera su naturaleza. No era un hombre sabio para su generación, pero podíareclamarunasimpatíafilialconlaLuzquebrillabaenloalto.

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La fête demonsieurPaul era el unodemarzo, jueves.Amaneció undíahermoso y soleado y, como ese día de la semana asistíamos a misa por lamañanayteníamoslatardelibre,loquenospermitíapasear,irdecomprasovisitaranuestrosamigos,aquellamezcladeconsideracionesmotivóquetodoel mundo se vistiera con mayor frescura y elegancia. Los cuellos sencillosestabandemoda;lossombríosvestidosdelanadetodoslosdíassecambiaronporotrosmásligerosymásclaros.Aqueljueves,mademoiselleZélieStPierresepusoinclusounarobedesoie,unartículodepeligrosolujoyesplendorenlaahorrativaLabassecour;yesmás, según secomentó, envióabuscar auncoiffeur para que la peinara aquella mañana. Algunas alumnas fueron lobastanteperspicacesparadescubrirquehabíarociadoelpañueloysusmanosconunperfumenuevoymuyenboga.¡PobreZélie!Enaquellaépocateníalacostumbrededecirqueestabaterriblementecansadadeunavidadereclusiónytrabajo;quedeseabadisponerdemedioseconómicosydetiempolibreparadescansar; tener a alguienque trabajarapara ella:unmaridoquepagase susdeudas(estabaendeudadahastalascejas),llenarasuguardarropa,yladejaraen libertad, comoelladecía,paragoûterunpeu lesplaisirs.Durantemuchotiempo,corrióelrumordequeteníalosojospuestosenmonsieurEmanuel.YesciertoquemonsieurEmanuelposabaamenudolosojosenella.Sesentabay la observaba con perseverancia por espacio de varios minutos. He vistocómo la contemplaba durante un cuarto de hora, mientras las alumnasescribíanensilencioyélestabaensu trono,sobre la tarima,sinhacernada.Conscientesiempredeesamiradadebasilisco,mademoiselleZéliesemovíasinuosamente en su asiento, medio halagada, medio perpleja, y monsieurseguía con atención sus reacciones,mostrándose en ocasiones terriblementeperspicaz; pues, en algunos casos, su intuición era de lo más penetrante, ytraspasabaelúltimopensamientoocultoenelfondodelcorazón,ydistinguíabajo los floridos velos los rincones desnudos y estériles del alma: sí, y susperversasinclinaciones,ysusángulosmástraicioneros—todoloquehombresy mujeres no habrían sabido percibir—, la columna vertebral torcida, elmiembro deforme, ymucho peor, lamancha o la desfiguración que tal vezhabíancausadoellosmismos.NohabíaningunacalamidadquemonsieurPaulnocompadecieraoperdonasesierareconocidaconfranqueza;perocuandosumirada inquisitiva se topaba con una negativa que era falsa, cuando susobservaciones implacablesdesenmascarabanunamentira…¡Entonces síquepodía ser cruel y, en mi opinión, malvado! Podía arrancar con júbilo lamáscara de los pobres y acobardados infelices, empujarlos hasta un lugarelevado, y exhibirlos desnudos, en toda su falsedad —míseras mentirasvivientes—, el germen de esa horrible Verdad que no puede contemplarsedesvelada.Élcreíahacerjusticia;encuantoamí,dudoqueunhombretengaderecho a tratar así a sus semejantes: en más de una ocasión, durante susvisitas,me vi obligada a llorar por sus víctimas, y no escatimé la ira y los

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reprochescontraél.Lomerecía;peronoerafácilconseguirquesetambalearasufirmeconviccióndequeesalaborerajustaynecesaria.

Despuésdedesayunarydeasistiramisa,sonólacampanilladelcolegioysellenaronlasaulas:laclaseeratodounespectáculo.Alumnasyprofesorassehallabansentadas,muybienvestidas,enperfectoorden,expectantes,llevandocadaunaenlamanoelramilletedefelicitación…lasfloresmáshermosasdelaprimavera,reciéncogidas,llenandoelaireconsufragancia:yoeralaúnicaqueno tenía ramillete.Megustavercrecer las flores,perocuandosecortandejan de agradarme. Las considero entonces objetos desarraigados yperecederos; su semejanza con la vida me entristece. Jamás regalo flores aaquellosqueamo;jamásdeseorecibirlasdeunserquerido.MademoiselleStPierre señaló mis manos vacías, no podía creer que hubiera sido tandescuidada;susojosrecorrieronávidamentemipersona:seguroqueenalgúnlugar teníauna flor simbólicaysolitaria, algúnpequeñomanojodevioletas,algo con que ganar la aprobación y los elogios pormi ingeniosidad y buengusto.LaAnglaisesinimaginaciónnojustificólostemoresdelaParisienne:se sentó sin ningún obsequio, tan desnuda de flores y de hojas como losárboleseninvierno.Convencidadeesto,Zéliesonriósatisfecha.

—¡Cuánsabiamentehaobradoguardándosesudinero, señoritaLucy!—exclamó—. ¡Qué necia he sidomalgastando dos francos en un ramillete defloresdeinvernadero!

Ymemostróconorgullosumagníficoramo.

Pero ¡silencio!, unos pasos: los pasos. Se acercaban presurosos, comosiempre; aunque estábamos tan ufanas con nuestros regalos que aquellaprontitud nos pareció inspirada por unos sentimientos que trascendían laexcitabilidad de sus nervios y la vehemencia de sus propósitos. Tuvimos laimpresióndequeaquellamañanalaspisadasdenuestroprofesor(pordecirlodemaneraromántica)traíanunapromesadeamistad;yasífue.

Llegó de tan buen humor que pareció entrar un nuevo rayo de sol enaquella clase tan luminosa. La luz de lamañana, que jugaba entre nuestrasmacetas y reía alegre en nuestras paredes, brilló conmás intensidad tras elafectuososaludodemonsieurPaul.Comobuenfrancés(aunquenoséporquédigo esto, pues su ascendencia no era francesa ni deLabassecour), se habíavestido para la ocasión.Nooscurecía su figura el siniestro paletôt de vagospliegues, negro como el carbón, que le daba aquel aire de conspirador; alcontrario,monsieurPaul(talcomoera,noestoyvanagloriándomedesufísico)llevaba una elegante chaqueta y un chaleco de seda que daba gustocontemplar.Elpaganoydesafiantebonnet-grechabíadesaparecido:seacercóa nosotros con la cabeza descubierta, llevando en la mano enguantada unsombrero cristiano. El hombrecillo estaba pero quemuy favorecido; en sus

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ojos azules brillaba la amistad, y en su tez oscura los buenos sentimientos;todoesoreemplazabaa labelleza:daba igualquesunariz,aunqueestuvieralejos de ser pequeña, no tuviese ninguna forma especial, y que susmejillasfuerandelgadas,sufrenteanchaybienmarcada,suslabiospocosonrosados:se le aceptaba como era, y su presencia era la antítesis de la frialdad o lainsignificancia.

Sedirigióasumesa;dejóenellaelsombreroylosguantes.

—Bon jour, mes amies —exclamó, en un tono que nos hizo olvidar aalgunas de nosotrasmuchas palabrasmordaces y violentos gruñidos: no untonojocoso,debuenamigo,ymenosaúnempalagosoysacerdotal,sinounavozquesólopodíasersuya,yquesurgíadirectamentedelcorazón.Puesesecorazónhablabaaveces;aunqueeraunórganoirritable,nosehabíaosificado:ensuinterioralbergabaunaternuramuysuperioraladeotroshombres;unaternuraqueleacercabahumildementealosmáspequeños,yleuníaamujeresyniñas;conlasque,pormuchoqueserebelara,nopodíanegarsuafinidad,nielhechodeque,engeneral,sesentíamejorconellasqueconlosindividuosdesupropiosexo.

—Todasdeseamosundíamuydichosoamonsieur,ylefelicitamosporsusanto—dijomademoiselleZélie,nombrándoseasímismaportavozdelgrupo.

Y aproximándose a él, sin más afectación que la que necesitaba paramoverse,dejósucostosoramodelantedemonsieurPaul.Élinclinólacabezaenseñaldeagradecimiento.

Siguió una larga serie de ofrendas: todas las alumnas, avanzaronmajestuosamente, con el paso silencioso de las jóvenes del Continente, yentregaronsutributo.Lodepositaroncontantahabilidadsobrelamesaqueelúltimo ramillete se convirtió en el vértice de una pirámide de flores… unapirámide de flores tan elevada y exuberante que causó el eclipse del héroe.Una vez terminada esta ceremonia, volvieron a sus asientos, y guardamossilencio,esperandoundiscurso.

Supongoquehabríanpasadounoscincominutos,nadiedecíanada;diez…yelsilenciocontinuaba.

Muchasdelaspresentesempezaron,sinduda,apreguntarsequéesperabamonsieur; y con razón.Sordoy ciego,mudo e inmóvil, siguió en su puestodetrásdelmontóndeflores.

Finalmente, seoyóunavozbastanteprofunda,queparecía surgirdeunacaverna.

—Est-celàtout?

MademoiselleZéliemiróaunoyotrolado.

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—¿Habéisentregadotodasvuestrosramos?—preguntóalasalumnas.

Sí; todaslohabíanhecho,desdelamayorhastalamáspequeña,desdelamásaltahasta lamásdiminuta.Así loexpresó laprofesoraque llevabamástiempoenelcentro.

—Est-ce là tout?—repitió lavozque, sianteseraprofunda,ahorahabíabajadovariostonos.

—Monsieur—dijomademoiselleStPierre,poniéndoseenpieyhablandocon su dulce sonrisa—, tengo el honor de comunicarle que, con una solaexcepción,todoelmundolehaofrecidosuramilletedeflores.Encuantoalaseñorita Lucie, debe ser usted indulgente con ella; al ser extranjera,probablemente desconoce nuestras costumbres, o no comprende suimportancia. La señorita Lucie ha considerado esta ceremonia demasiadofrívolapararespetarla.

«¡Estupendo! —murmuré entre dientes—. No eres mala oradora, Zélie,cuandoempiezasahablar».

UnamanogesticulandodetrásdelapirámidefuelarespuestaquerecibiómademoiselleStPierredesdelatarima.Aquelmovimientoparecíadespreciarlaspalabras,imponerelsilencio.

Poco después, una figura siguió a la mano. Monsieur emergió de sueclipse;y,dirigiéndosealapartedelanteradesuestrado,altiempoquemirabafijamenteunenormemappemondequecubría lapareddeenfrente,preguntóporterceravez,yenuntonoverdaderamentetrágico:

—Est-celàtout?

Yohabríapodidosolucionartodo,dandounpasoadelanteyentregándolecon disimulo la cajita rosada de concha que, en aquellos instantes, agarrabafuertementeconlamano.Eraloquehabíaplaneadohacer;pero,alprincipio,elladocómicodelaconductademonsieurPaulmehabíainducidoaesperarun poco; y, ahora, la presuntuosa intromisión de mademoiselle St Pierresuscitabamirebeldía.Comoel lectornoha tenidohastaelmomentoningúnmotivoparaatribuiralcarácterde laseñoritaSnowe lamenorpretensióndeserperfecto,apenaslesorprenderásaberquesesintiódemasiadomalvadaparadefendersedecualquieracusaciónque laparisinaquisiera formular:además,monsieurPaulsehabíapuestotantrágico,ysehabíatomadotanenseriomideslealtad, que merecía que le hiciera rabiar. Así, pues, conservé tanto micajitacomolacalma,yseguísentada,insensiblecomounapiedra.

—¡Estábien!—dejaronfinalmenteescaparloslabiosdelprofesor.

Despuésdepronunciaresafrase,lasombradeunterribleparoxismo—unaoleadadeindignación,desprecio,determinación—atravesósufrente,frunció

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sus labios y llenó de surcos sus mejillas. Reprimiendo cualquier otrocomentario,iniciósudiscourshabitual.

Norecuerdonadadeloquedijo;noleescuché:elprocesodetragarsesuspalabras,elbruscorechazodesumortificaciónydesuira,despertaronenmíuna sensación que contrarrestaba en cierto modo el ridículo efecto delinsistente«Est-celàtout?».

Hacia el final del discurso ocurrió un incidente que volvió a llamar miatención.

Debido a algún pequeñomovimiento fortuito—creo que seme cayó eldedalalsueloy,alagacharmepararecogerlo,megolpeélacoronillacontralaafiladaesquinadelpupitre;eseaccidente(exasperanteparamí,y¡conrazón!)ocasionó, como es natural, cierto bullicio—, monsieur Paul se enojó y,abandonandosuforzadaecuanimidad,yarrojandoalvientoaquelladignidadyaquel dominio de sí mismo que nunca quiso que fueran una carga para él,eligióelcaminoquemáspodíatranquilizarle.

Nosécómo,enel transcursode sudiscours, se lashabía ingeniadoparacruzarelcanalydesembarcarentierrabritánica;peroallíloencontrécuandoempecéaescucharlo.

Recorriendo el aula con una rápida y cínica mirada —una miradapunzante,oesopretendía,altropezarseconmisojos—,cayóconfuriasobrelesAnglaises.

Jamás he oído tratar a lasmujeres inglesas como lo hizomonsieur Paulaquellamañana:no lesperdonónada—nisu inteligencia,nisuconducta,nisusmodales,nisufísico—.Recuerdoespecialmentelosimproperiosquelanzócontra su elevada estatura, sus largos cuellos, sus delgados brazos, susdesaliñados vestidos, su pedante educación, ¡su impío escepticismo!, suinsoportable orgullo y su pretenciosa virtud. Y, mientras decía todo eso, lerechinabanmalévolamentelosdientes,ydabalaimpresióndeque,dehaberseatrevido, habría dicho cosas realmente singulares. ¡Oh! Estuvo rencoroso,mordaz,virulento;y,comoconsecuencianatural,espantosamentefeo.

«¡Quéhombrecillotanmaloycargadodeveneno!—pensé—.¿Acasocreeque puede preocuparme el miedo a disgustarle o a herir sus sentimientos?Desde luego que no; será indiferente para mí, como el más mísero de losramilletesdefloresdesupirámide».

Lamento decir que fui incapaz de respetar esa determinación. Durantealgún tiempo, los ataques contra Inglaterra y los ingleses me dejaronimpasible:lossoportéestoicamenteporespaciodequinceminutos;peroaquelsiseantebasiliscoestabadecididoamorderme,yacabódiciendotalescosas—no sólo de nuestrasmujeres, sino también de nuestras grandes figuras y de

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nuestrosmejores hombres;mancillando el escudo deBritania, y arrastrandopor el lodo nuestra bandera— queme sentí herida en lo más profundo delalma.Condespiadadoplacer, sacóa relucir lasmás escandalosas falsedadeshistóricas que circulaban por el Continente; es imposible idear nada másofensivo.Zélieyel restode laclasesonreíanconvengativodeleite;puesescurioso descubrir cómo esos patanes de Labassecour odian en secreto aInglaterra.Finalmente, di un fuerte golpe en lamesa, abrí los labios y soltéestegrito:

—Vivel’Angleterre,l’HistoireetlesHéros!ÀbaslaFrance,laFictionetlesFaquins!

Toda la clase se quedó estupefacta. Supongo que creyeron que habíaperdidoel juicio.Elprofesor sacóelpañuelo,y sonriódiabólicamentea suspliegues. ¡Pequeño monstruo de maldad! Pensaba que había conquistado lavictoria,pueshabíaconseguidoenfurecerme.Enuninstante,recuperóelbuenhumor.Conenormefrialdad,siguióhablandodesusflores;serefiriópoéticaysimbólicamente a su dulzura, perfume, pureza, etcétera; hizo afrancesadascomparacionesentrelasjeunesfillesylosexquisitoscapullosquehabíaenlamesa; dedicó a mademoiselle St Pierre un hermoso cumplido por lasuperioridad de su ramo; y terminó anunciando que el primer díaverdaderamentetempladoyagradabledelaprimaverallevaríaatodalaclaseadesayunarenelcampo.

—Aaquellaspersonas,almenos—añadióconénfasis—,quepuedacontarentremisamistades.

—Doncjen’yseraipas—exclamé,involuntariamente.

—Soit!—fuesurespuesta.

Y,cogiendolasfloresensusbrazos,saliócomounrayodelaula;mientrasyo, después de guardarmi labor, las tijeras, el dedal y la cajita abandonadadentro del pupitre, subí a mi dormitorio. No sé si él estaba furioso ycontrariado,pero,desdeluego,yoloestaba.

Sinembargo,setratódeunenfadoextrañamentefugaz;nollevabaniunahora sentada en el borde de la cama, recordando una y otra vez su cara, suactitudysuspalabras,yyame reíade toda laescena.Medolióunpoconohaberleregaladolacajita.Habíadeseadocomplacerle.Eldestinonoloquiso.

En el transcurso de la tarde, consciente de que los pupitres de la rueFossettenoerannimuchomenosunesconditeseguro,ypensandoquedebíaponerabuenrecaudolacajita,debidoalasinicialesdelatapa,P.C.D.E.,porPaulCarl(oCarlos)DavidEmanuel—sunombrecompleto,esosextranjerosdebenllevarsiempreunaretahíladenombresdepila—,bajéalaclase.

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Parecíadormir el sosiegode las vacaciones.Las externas estaban en suscasas;lasinternas,depaseo;lasprofesoras,exceptolasurveillantedeaquellasemana,devisitaodecompras.Lasaulasestabanvacías;ytambiénlagrandesalle,consuenormeymajestuosoglobocolgandoenelcentro,susdosarañasdemúltiplesbrazos,ysugranpianodecola,silencioso,cerrado,disfrutandode aquel Sabbat en medio de la semana. Me extrañó un poco encontrarentreabiertalapuertadelaprimeraclasse;solíaestarcerradacuandonohabíanadie,ysólopodíamosaccederaellamadameBeckyyo,queteníaunacopiade la llave.Aúnme extrañómás, al acercarme, oír ciertosmovimientos: unpaso,elruidodeunasilla,elsonidodealguienabriendounpupitre.

«Tan sólo es madame Beck haciendo su inspección», decidí, trasreflexionarunpoco.

Lapuerta entornadamedio laoportunidadde asegurarme.Miré.Y¿quévi? No el atuendo de inspectora de madame Beck —su chal y su gorroimpecable— sino el abrigo, y la cabeza de cabellos cortos y oscuros de unhombre. Aquel individuo ocupaba mi silla; su mano aceitunada sujetaba latapa del pupitre, su nariz estaba escondida entremis papeles. Se hallaba deespaldasamí,perosu identidadnoeraningúnmisterio.Sehabíaquitadoeltrajedeceremonia,yvolvíaallevarsuqueridopaletôtconmanchasdetinta;el perverso bonnet-grec yacía en el suelo, como si acabara de caérsele deaquellamanotanculpablementeatareada.

Ahorateníalacerteza,yhacíamuchotiempoquelosabía,dequelamanodemonsieurEmanuel estabamuy familiarizada conmi pupitre; que subía ybajaba la tapa, revolvía y ordenaba su contenido casi con lamisma libertadqueyo.Noexistíandudasalrespecto,nimonsieurpretendíaquelashubiera:dejaba huellas palpables e inequívocas en cada visita; hasta entonces, sinembargo, jamás le había cogido con las manos en la masa: a pesar de mivigilancia, había sido incapazdedescubrir losmomentosy las horas de susvisitas.Parecía cosadeduendes:dejaba los ejercicios llenosde faltaspor lanoche, y los encontraba cuidadosamente corregidos al día siguiente; yo mebeneficiabade los caprichosde subuenavoluntad, y acogía con agrado suspréstamos. Entre un diccionario amarillento y una vieja gramática aparecíacomoporartedemagiaunaobranuevade lomás interesante,ounclásico,dulce y apacible en sumadurez.Demi costurero asomaba alegremente unanovela, bajo ella acechaba el pequeño tratado, la revista, de donde se habíasacado la lectura de la víspera.Era imposible dudar dequé fuentemanabanaquellostesoros:denohaberexistidootraevidencia,unahuellatraicionera—comúnatodos—zanjabalacuestión:olíanatabaco.Estoerahorrible,desdeluego:asílocreíaalprincipio,ysolíaabrirlaventanaconciertorevueloparaairear mi pupitre, y sostenía meticulosamente con el índice y el pulgar lospecaminososvolúmenesparaquelabrisalospurificara.Mecurésúbitamente

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de esa formalidad.Monsieur Paulme sorprendió in fraganti, comprendió elmotivo,liberóalmomentomimanodesucarga,y,seguidamente,sedispusoaarrojar ésta a la estufa. Dio la casualidad de que era un libro que estabaleyendocongraninterés;asíque,porunavez,memostrétanrápidaydecididacomo él, recuperé el botín y, después de salvar ese volumen, nunca volví aponerotroenpeligro.Contodo,habíasidoincapazdedescubriralextrañoyamistosofantasmaquetantoamabaloscigarros.

Pero,porfin,loteníaantemí:allíestaba,elmismísimoduende;y,saliendoen espirales de sus labios, el humo azul pálido de su querido tabaco indio:monsieurPaulfumabaenmipupitre,¡cómonoibaatraicionarse!Enojadaporesedetalley,sinembargo,contentadesorprenderlo—másquecontenta,conlossentimientosencontradosdeunamadecasaquedescubrefinalmenteasuextrañoydiminutoaliadohaciendomantecaenlalecheríaantesdetiempo—,me coloqué sigilosamente tras él, e incliné con precaución el cuerpo haciadelante.

Mi corazón se conmovió al ver que —después de la hostilidad de lamañana, después de mi aparente negligencia, después de haber herido sussentimientos y de haberle hecho perder los estribos— monsieur Paul,dispuesto a perdonar y olvidar, me había traído dos hermosos volúmenes,cuyos títulos y autores garantizaban su interés. Inclinado sobre mi pupitre,revolvía en su interior; pero conmano suavey cuidadosa: desordenando lascosas, pero sin estropear nada.Mi corazón se conmovió: cuandome inclinésobreél,sentadosinserconscientedemipresencia,haciéndometodoelbienque podía, supongo que sin estar enojado conmigo, mi indignación de lamañanadesapareció:nomedisgustabaelprofesorEmanuel.

Creo que me oyó respirar. Se volvió de repente: su temperamento eranervioso,perojamássesobresaltaba,yraravezsesonrojabaopalidecía;habíaciertafortalezaensupersona.

—Penséque sehabíamarchadoa laciudadcon lasdemásprofesoras—exclamó, intentando conservar un poco de serenidad a pesar de todo—.Daigual. ¿Acaso cree que me importa ser descubierto? En absoluto. Visito amenudosupupitre.

—Losé,monsieur.

—Devezencuandoencuentraunapequeñarevistaounlibro;pero,comohanpasadobajoestosefluvios—añadió,señalandosucigarro—,ustednoloslee,¿verdad?

—Esciertoquelohanhecho,ynocreoquemejorenconello,peroclaroquelosleo.

—¿Sindisfrutar?

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—Nodebocontradeciramonsieur.

—¿Legustantodos,oalgunodeellos?¿Leparecenapropiados?

—Monsieur me ha visto leerlos cientos de veces, y sabe que no tengotantasdistraccionescomoparasubestimarlasqueélmeofrece.

—Mis intenciones son buenas; y, si usted lo sabe y mis esfuerzos leproporcionanunpocodeentretenimiento,¿porquénopodemosseramigos?

—Unfatalistadiría…porquenopodemos.

—Estamañana—prosiguió—,mehedespertadodeunhumorexcelenteyheentradofelizenclasse;ustedmehaestropeadoeldía.

—No,monsieur,sólounahoraodos,einvoluntariamente.

—¿Involuntariamente? No. Era el día demi fête; todo el mundome hafelicitado excepto usted. Las pequeñas del tercer cursome han regalado unramilletedevioletascadauna,ynohahabidoningunaquenocecearaalgunapalabra de cortesía: y usted… nada. Ni un capullo, ni una hoja, ni unsusurro…niunamirada.¿Lepareceesoinvoluntario?

—Nopretendíahacerledaño.

—Entonces ¿de veras no conocía nuestra costumbre? ¿La cogió porsorpresa? De haber sabido lo que se esperaba, ¿habría gastado unos pocoscéntimosenunaflorparacomplacerme?Dígamelo;todocaeráenelolvido,ymidolorsecalmará.

—Sísabíaloqueseesperaba,monsieur:nomecogióporsorpresa;peronogasténiuncéntimoenflores.

—Está bien… mejor que sea sincera. Creo que la habría odiado si mehubiera contestado con halagos y mentiras. Prefiero que diga de una vez:«PaulCarlEmanuel,jetedéteste,mongarçon!»,aquesonríaconinterés,memire con afecto, y en el fondo de su corazón no haya más que frialdad ymentira.Nomepareceustedunapersona fríaymentirosa,perocreoquehacometidoungranerrorenlavida:piensoquesucriterionoesecuánime,quees usted indiferente cuando debería ser agradecida, y tal vez ardiente ycaprichosa cuando debería ser tan fría como su apellido. No suponga quedeseodespertarenustedunagranpasión,mademoiselle;Dieuvousengarde!¿Por qué se sobresalta? ¿Porque he dicho pasión? Pues vuelvo a decirlo.Existeesapalabra,ytambiénloqueexpresa…aunquenoentreestasparedes,¡gracias aDios!No es ustedunaniña a la quenodebamencionarse lo queexiste;perosólohepronunciadolapalabra…loqueexpresa,seloaseguro,esalgomuyajenoamividayamisplanes.Murióenelpasado…enelpresenteestáenterrado…susepulturaesprofunda,yhavistopasarmuchosinviernos:enelfuturohabráunaresurrección,talcomocreoparaconsuelodemialma;

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pero todo será diferente… la forma y el sentimiento: los seres mortalesganaránlainmortalidad…yseelevarán,nohacialatierrasinohaciaelcielo.Loúnicoqueledigo,señoritaLucySnowe,esquedeberíaseramableconelprofesorPaulEmanuel.

Nopodíacontradecirsemejantesentimiento,ynolohice.

—Dígamecuándoessufête—prosiguió—,ynoescatimaréunoscéntimosparahacerleunpequeñoregalo.

—Harálomismoqueyo:estomehacostadomásdeunoscéntimos,ynoheescatimadosuprecio.

Y,sacandolacajitadelpupitre,selapuseenlamano.

—La tenía preparada en mi regazo esta mañana —continué—; y, simonsieur hubiera sido algo más paciente, y mademoiselle St Pierre menosentrometida—tal vez debería decir también, si yo hubiera sido más fría ysensata—,selahabríaentregado.

MonsieurPaulmirólacajita:comprendíquesucolor,claroymuycálido,ylabrillanteguirnaldaazulerandesuagrado.Lepedíquelaabriera.

—¡Mis iniciales!—exclamó,señalando las letrasen la tapa—.¿Quién ledijoquemellamabaCarlDavid?

—Unpajarito,monsieur.

—¿Puede volar desde mí hasta usted? Entonces se le podría atar unmensajebajoelalasiemprequefueranecesario.

Sacólaleontina,cuyovalorerainsignificante,perosusedabrillabaysuscuentasresplandecían.Tambiénlegustó,ylaadmiróingenuamente,comounniño.

—¿Esparamí?

—Sí,parausted.

—¿Esloqueestabahaciendoayerporlanoche?

—Enefecto.

—¿Lohaterminadoestamañana?

—Asíes.

—¿Loempezóconelpropósitodequefueramío?

—Porsupuesto.

—¿Pararegalármeloeldíademifête?

—Sí.

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—¿Ysiguióteniendoesaintenciónmientraslohacía?

Asentídenuevo.

—Entonces¿noesnecesarioquelecorteuntrozo…diciendoqueesapartenomepertenece,puesfuetrenzadaparaquelalucieraotrapersona?

—Deningúnmodo.Noesnecesario,ytampocoseríajusto.

—¿Esteobjetoestodomío?

—Enteramentesuyo.

Monsieur Paul abrió en seguida su paletôt, y se colocó con gracia laleontinaenelpecho,allídonderesultabamásvisible:puesnosabíaocultarloqueadmirabayconsiderabadecorativo.Encuantoalacajita,declaróqueeraunamagníficabonbonnière—leencantabanlosdulces,dichoseadepaso—y,como siempre le gustaba compartir las cosas que le agradaban, repartía susdragées con la misma generosidad con que prestaba sus libros. Entre losobsequios que el bondadoso duende dejaba en mi pupitre, he olvidadomencionarlosbombonesdechocolate.Susgustosenesascuestioneseranmuymeridionales y, a nuestros ojos, infantiles. Su sencillo almuerzo consistía amenudo enunbriocheque, lamitadde las veces, compartía conunade laspequeñasdeltercercurso.

—Àprésentc’estunfaitaccompli—exclamó,poniéndosebienelpaletôt;yelasuntoquedózanjado.

Después de inspeccionar los dos libros que había traído, y de recortarvarias páginas con su navaja (generalmente los podaba antes de prestarlos,sobre todosierannovelas,yalgunasvecesmemolestaba laseveridaddesucensura, pues los cortes interrumpían el relato), se puso en pie, rozóeducadamente con la mano el bonnet-grec, y se despidió con la mayorcortesía.

«Ahorasomosamigos—pensé—,hastalapróximavezquediscutamos».

Podríamoshaberdiscutidoaquellamismatarde,pero¡porasombrosoqueresulte!,desperdiciamoslaoportunidad.

Contratodopronóstico,monsieurPaulregresóalahoradelestudio.Habíaestado tanto tiempo con nosotras por la mañana que nadie esperaba quevolviera a última hora. No acabábamos de sentarnos en el refectorio, sinembargo,yapareció.Reconozcoquemealegrédeverlo,hastatalpuntoquelorecibí con una sonrisa; y, cuando se dirigió al mismo lugar que habíapropiciado antes un gravemalentendido entre nosotros, tuve cuidado de nodejarledemasiadoespacio;éllanzóunamiradacelosa,desoslayo,paraversiyo le rehuía, pero no lo hice, aunque el banco no estabamuy lleno. EstabaperdiendomiantiguoimpulsodeesquivaramonsieurPaul.Acostumbradaal

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paletôt y al bonnet-grec, la cercanía de esas prendas había dejado deparecerme incómoda o temible.Ya nome sentía cohibida, asphyxiée (comodecíaél),asulado;memovíacuandoteníaganasdemoverme,tosíacuandoera necesario, incluso bostezaba cuando estaba cansada: hacía, en pocaspalabras, lo que deseaba, confiando ciegamente en su indulgencia. Mitemeridad tampoco encontró, almenos aquella noche, el castigoque tal vezmerecía; monsieur Paul se mostró bondadoso e indulgente; no salió unamirada iracunda de sus ojos, ni una palabra colérica de sus labios. No sedirigió amí hasta el final de la velada, pero yo sentía, de algúnmodo, querebosaba cordialidad.Haymuchas clases de silencio, y sus significados sonmuy diferentes; ninguna palabra podía inspirarme tanta alegría como lapresenciacalladademonsieurPaul.Cuando trajeron labandejayempezóelajetreo de la cena, se limitó a decirme, al retirarse, queme deseaba buenasnoches y unos sueños muy felices; y pasé una buena noche y mis sueñosfueronmuyfelices.

CapítuloXXX

MonsieurPaul

Noobstante,aconsejoallectorquenoseapresureasacarconclusiones,oasuponerconimpetuosagenerosidadque,apartirdeesedía,monsieurPaulseconvirtió en una persona diferente, con la que fuera fácil convivir, y quehubieradejadodesembrareltemorylainquietudasualrededor.

No;erapornaturalezaunhombrecillomuypocorazonable.Cuandoteníademasiado trabajo, lo que ocurría con frecuencia, se volvía sumamenteirritable;y,además,susvenasestabanoscurecidasconunatinturapúrpuradebelladona, laesenciade loscelos.Nome refierosóloa los tiernoscelosdelcorazón,sinoaesesentimientomásrígidoe intolerantequesealbergaen lacabeza.

Cuando observaba a monsieur Paul, con el ceño fruncido o sacando ellabio inferior, mientras corregía algún ejercicio mío donde no encontrabatantas faltas como él deseaba (pues le gustaba que yo me equivocara: unpuñado de errores le sabía tan dulce como un racimo de uvas), yo a vecespensabaqueteníaalgunospuntosencomúnconNapoleónBonaparte.

Ensucínicodespreciodelamagnanimidad,separecíaalgranEmperador.Monsieur Paul habría discutido con veinte mujeres instruidas, habríamantenido sin rubor un sistema de mezquinas discusiones y reproches contodo un capital de coteries, haciendo caso omiso de la pérdida o la falta de

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dignidad. Habría desterrado a cincuenta madames de Staël si le hubieranmolestado,ofendido,superado,osehubieranenfrentadoaél.

Recuerdo bien un acalorado incidente que protagonizaron él y ciertamadame Panache, una señora contratada temporalmente por madame Beckpara dar lecciones de historia. Era una mujer inteligente, es decir, sabíamucho; y, además, tenía el arte de sacar el máximo provecho de susconocimientos; su dominio de las palabras y su confianza en símisma eranilimitados.Nopodíadecirsequesufísicocarecieradeencantos;supongoqueamuchagentelehabríaparecido«hermosa»y,sinembargo,habíaalgoensussólidosyabundantesatractivos,asícomoensupresenciaalegreyefusiva,queel gusto caprichoso y refinado demonsieur Paul no podía soportar. Su voz,resonandoenelcarré,ejercíaunaextrañainfluenciasobreél;supasolargoydesenvuelto (casi una zancada) en el pasillo solía empujarle a recoger suspapelesyesfumarse.

Cierto día, monsieur Paul decidió entrar en su clase con muy malasintenciones; rápido como el viento, captó su método de enseñanza, que nopodíasermásdistintodelsuyo.Conmuypocaceremonia,ymenorcortesía,leseñalóloqueconsiderabasuserrores.Nosésiesperabasumisióneinterés;loqueencontrófueunaagriaoposición,acompañadadeunafuerte reprimendaporsuciertamentelamentableintromisión.

Enlugardemarcharsecondignidad,comopodríahaberhechoaún,arrojóel guante del desafío. Madame Panache, belicosa como una Pentesilea, lorecogióenseguida.Dejólamarcadesusdedosenelrostrodelentrometido,yvertiósobreéluntorrentedepalabras.MonsieurEmanueleraelocuente;peromadamePanacheeralocuaz.Deahísurgióunferozantagonismo.Enlugardereírsedesuhermosaenemiga,desuexageradoamourpropre,ydesufuertepresunción,monsieurPaulladetestóconinusitadaintensidad;lahonróconsufuria desenfrenada; la persiguió rencorosa e implacablemente, negándose adescansartranquiloensulecho,asacareldebidoprovechodesuscomidas,oincluso a disfrutar de su cigarro, hasta que ella fuera expulsada delestablecimiento.Elprofesorsesalióconlasuya,peronopuedodecirqueloslaurelesdelavictoriaensombrecierangraciosamentesussienes.Unavezmeaventuré a insinuárselo. Con gran sorpresa mía, reconoció que podía tenerrazón,peroaseguróque,cuandotratabaconhombresomujerestanvulgaresypagados de sí mismos comomadame Panache, era incapaz de dominar suspasiones;unodiodesenfrenadoloempujabaaunaguerradeexterminio.

Tres meses después, al enterarse de que su antigua enemiga pasabadificultades,yseencontrabaprácticamenteenlapenuriaporfaltadetrabajo,olvidósuaversióny,tandiligenteenelbiencomoenelmal,removióelcieloylatierrahastaencontrarleunempleo.CuandomadamePanachefueahacerlaspacesconél,yaagradecerlesuamabilidad,laviejavoz—algomásfuerte

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—, lavieja actitud—algomásdesenfadada—, ejercieron tal efecto sobre élquealosdiezminutossepusoenpieysefuedelcuartopresadelairritación.

Para establecer un audaz paralelismo, en su amor al poder, en suimpacienciaporalzarseconlasupremacía,monsieurPaulEmanuelseparecíaa Bonaparte. Uno no debía someterse siempre a él. A veces era necesariooponerresistencia;conveníaquedarsequieto,mirarlealosojosydecirlequesusexigenciaseranabsurdas,quesuabsolutismorayabaenlatiranía.

Los albores, las primeras señales de un talento peculiar, dentro de sucírculoybajosudominio,curiosamente leexcitaban, incluso lemolestaban.Contemplabaconelceñofruncidosuluchaporcobrarvida;apartabalamano,talvezdecía:«Adelantesitienesfuerzas»,peronoayudabaasunacimiento.

Cuandoel dolor y el peligrodel primerobstáculo terminaban, cuando elaliento de la vida triunfaba, cuando veía que los pulmones se contraían ydilataban,cuandooía los latidosdelcorazónydescubríael soplovital en lamirada,continuabaaúnsinofreceramparo.

—Demuestra tu nobleza y lealtad antes de obtener mi protección —decretaba.

Y¡eratanarduosuperaraquellaprueba!¡Cuántasespinasyzarzasesparcíaen el camino para unos pies no habituados a tan accidentado viaje! Élobservaba sin lágrimas las dificultades que exigía atravesar… sin miedo.Seguíalashuellasque,alacercarsealarroyo,eranavecessanguinolentas;ylas seguía inexorable, ejerciendo lamás severa vigilancia sobre el peregrinoatenazado por el dolor.Y cuando finalmente le permitía descansar, antes dequeelsueñocerrarasuspárpados,leabríalosojoscondedosimplacablesy,atravésdesuspupilasysuiris,lemirabaelfondodelcerebroydelcorazón,afin de averiguar si la Vanidad, el Orgullo o la Falsedad, en alguna de susformas más sutiles, anidaban en los lugares más recónditos de su alma.Cuandoporfindejabaqueelneófitodurmiera,tansóloeraporunosinstantes;le despertaba bruscamente para someterle a nuevas pruebas; le mandabafastidiosos recados cuando se caía de cansancio; ponía a prueba su temple,salud y buen juicio; y únicamente cuando se superaban aquellas terriblespruebas,yhabíaempleadoelaguafuertemáscorrosivosinlogrardeslustrarelvaliosomineral,monsieurPauladmitíasuautenticidady, todavíaconveladosilencio,estampabalaprofundahuelladesuaprobación.

Yhablodeestoconconocimientodecausa.

Hastaeldíaenqueconcluyeelcapítuloanterior,monsieurPaulnohabíasidoprofesormío,nomehabíaimpartidolecciones;pero,poraquellaépoca,yde manera fortuita, me oyó reconocer una ignorancia en cierta rama de laeducación (creo que era aritmética) que habría avergonzado incluso a un

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alumnodeunaescueladebeneficencia—comoobservóélcontodajusticia—,ydecidiótutelarme;primeromeexaminóy,alverlodeficientequeeraenlamateria,sobradecirlo,mediovarioslibrosymemandóalgunastareas.

Alprincipio lohizoconplacer, sindisimular su júbilo,dignándosedecirquemecreíabonneetpastropfaible(esdecir,biendispuestayconalgunascualidades),pero,debidoacircunstanciasadversas,segúnsuponía,continuabaaún«enunestadodedesarrollointelectualdelomásimperfecto».

Eliniciodecualquieresfuerzohaidosiempreacompañadoenmicasodeuna imbecilidad preternatural. Jamás he podido, ni siquiera al adquirir losconocimientosmáselementales, reivindicarodemostraruna rapideznormal.Unpasodifícilydeprimentehasidoelprefaciodecadanuevapáginaquehevueltoenlavida.

Mientrasduróesepaso,monsieurPaulfuemuyamable,muybondadoso,muy paciente; percibió el agudo dolor infligido, y sintió el peso de lahumillación impuestopormipropia incapacidad;ycasinohaypalabrasquehagan justicia a su ternura y gentileza. Sus ojos se humedecían cuando laslágrimasdevergüenzayesfuerzonublabanlosmíos;apesardeestarcargadodetrabajo,robabalamitaddesubrevetiempolibreparadármeloamí.

Pero¡extrañodolor!,cuandoaquellapesadaybrumosaauroraempezóporfin a dar paso al día; cuando mis facultades comenzaron a luchar por símismas, y me sentí fuerte y realizada; cuando voluntariamente doblé,tripliqué,cuadripliquélastareasqueélmeadjudicaba,convencidadequeasíle complacía, sugentileza se convirtió en severidad; en lugar deun rayodeluz, sus ojos despidieron chispas; y se irritó, se enfrentó amí,me obligó asometerme. Cuanto más hacía, cuanto más duramente trabajaba, menossatisfechosemostraba.Atormentómisoídosconunossarcasmoscuyadurezame llenó de asombro y perplejidad; y luego brotaron de sus labios lasmásamargas indirectascontra«elorgullodel intelecto».Meamenazóvagamenteconnosequéfatalidadsialgunaveztraspasabaloslímitesqueconveníanamisexoyconcebíaunapetitoclandestinoporlosconocimientospocofemeninos.¡Ay! Yo no tenía semejante apetito. Lo que me gustaba, no quería ahorraresfuerzos para dominarlo; pero la noble sed de ciencia en abstracto —elanhelodivinoquesiguealdescubrimiento—eraunsentimientodelquesóloconocíaalgunosbrevesdestellos.

Sin embargo, cuando oía las burlas de monsieur Paul, ansiaba que eseapetito me dominara; su injusticia despertaba en mí ambiciosos deseos:constituíaunpoderosoestímulo,dabaalasalaaspiración.

Alprincipio,antesdequecomprendieraelmotivo,susinexplicablesburlasmeapenabansobremanera,peroluegosólocalentabanlasangreenmisvenas,yacelerabanloslatidosdemicorazón.Fuerancualesfueranmiscapacidades

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—femeninasotodolocontrario—,melashabíadadoDios,yestabadecididaanoavergonzarmedeningunafacultadquemehubieraconferidoÉl.

El combate fue encarnizado durante algún tiempo. Yo parecía haberperdido el afectodemonsieurPaul;me tratabadeunmodoextraño.En susmomentos de mayor injusticia, insinuaba que yo le había engañadoaparentandoserloqueélllamabafaible—esdecir,incompetente—;decíaqueyohabíafingidounafalsaineptitud.Denuevo,sedababruscamentelavueltaymeacusabadelasimitacionesmásretorcidasydelosplagiosmásincreíbles,afirmandoqueyohabía extraído la esenciadeunos librosde los quenuncahabíaoídohablar,ycuyalecturamehabríahechocaerinexorablementeenunsueñotanprofundocomoeldeEutico.

En cierta ocasión, al oírle proferir esa acusación,me sublevé…me alcécontraél.Sacandosus librosdemipupitre, llenémidelantalconellosy losamontonéenelestrado,asuspies.

—Lléveselos,monsieurPaul—exclamé—,ynovuelvaadarmelecciones.Nunca le he pedido que me enseñara, y usted me hace sentir muyprofundamentequeelsabernoeslafelicidad.

Regresandoamimesa,apoyélacabezaenlosbrazos,yestuvedosdíassinhablarle.Élmedisgustabayentristecía.Suafectohabíasidomuydulceymuyquerido,unplacernuevoeincomparable:ahoraqueparecíahaberloretirado,susleccionesmedabanigual.

Loslibros,sinembargo,noselosllevó;fuerondevueltoscuidadosamenteasusitio,yélvolviócomodecostumbreadarmeclase.Nosécómohizolaspacesconmigo…talvezcondemasiada facilidad;deberíahaberme resistidomás,perocuandosemostrabaamableybondadoso,ymetendíalamanoconcordialidad, mimemoria se negaba a recordar con la debida intensidad susmomentosmásdespóticos.Y,además,¡lareconciliaciónsiempreestandulce!

Cierta mañana, recibí una invitación de mi madrina para asistir a unaimportante conferencia que iba a pronunciarse en elmismo edificio públicoantesdescrito.EldoctorJohn trajoenpersonaelmensaje,yse locomunicóverbalmente a Rosine, quien no vaciló en seguir los pasos de monsieurEmanuel, que en aquellos momentos se dirigía al primer curso, y, en supresencia, se colocó carrément delante de mi pupitre, con las manos en elbolsillodeldelantal,ymedioelrecado,condescaroyenvozalta;susúltimaspalabrasfueron:

—Qu’ilestvraimentbeau,mademoiselle,ce jeunedocteur!Quelsyeux-quelregard!Tenez!J’enailecoeurtoutému!

Cuandosemarchó,elprofesormepreguntóporquétolerabaquecettefilleeffrontée,cettecréaturesanspudeur,mehablaraenesetono.

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Nopodíadarleunarespuestaconciliadora.Erael tonoqueRosine—unajoven dama en cuya mollera no estaban muy desarrollados los órganos delrespetoylaprudencia—teníalacostumbredeemplear.Además,todoloquehabíadicho sobreel jovendoctoreraverdad.Grahameraguapo: teníaunoshermososojosyunamiradaelectrizante.Uncomentariosobreesoescapódemislabios:

—Elleneditquelavérité—dije.

—Ah!Voustrouvez?

—Mais,sansdoute.

Laleccióndeaqueldíaeratanáridaquetodasnosalegramoscuandollegóa su fin. Al terminar, las alumnas se apresuraron a marcharse, mediotemblorosas,medioexultantes.Yotambiénmedisponíaasalir.Unaordendequedarmeme detuvo.Murmuré que necesitaba un poco de aire fresco… laestufa estaba al rojo vivo, el ambiente de la clase era asfixiante. Una vozinexorablemeaconsejóqueguardarasilencio;yaquellasalamandra(alaqueningunahabitaciónparecíademasiadocalurosa),sentadaentremipupitreylaestufa (un lugar en el que debería haberse achicharrado, pero no lo hizo),procedióaenfrentarmecon…¡unacitaengriego!

AmonsieurPaullecarcomíalaterriblesospechadequeyosabíagriegoylatín. De igual modo que, según dicen, los monos poseen la capacidad dehablar, pero lo ocultan porque temen que eso les perjudique, a mí se meatribuíauncúmulodeconocimientosque,vergonzosayastutamente,escondía.El profesor insinuaba que yo había disfrutado de los privilegios de unaeducación «clásica», y me había deleitado con las flores del Himeto; undepósitodorado,almacenadoen lacolmenade lamemoria,sustentabaahorasilenciosamentemisesfuerzosyalimentabamiingenioenprivado.

MonsieurPaulempleótodaclasedeartimañasparadescubrirmisecreto:adularme, amenazarme, intentar sonsacarme.Algunasvecesdejaba libros enlatín y griego enmi camino, y luegomevigilaba, delmismomodoque losguardianesdeJuanadeArco la tentaronconel trajedeguerrero,y luegosequedaron al acecho. De nuevo aludía a no sé qué autores y fragmentos y,mientras recitaba sus dulces y sonoros versos (las notas clásicas salíanmelodiosamente de sus labios, pues tenía una hermosa voz, notable por suritmo, modulación y expresión incomparable), clavaba en mí una miradaescrutadora, penetrante y a menudo maliciosa. Era ostensible que a vecesesperaba grandes demostraciones por mi parte; sin embargo, nunca seproducían; al no comprender nada, sus palabras no podían cautivarme odisgustarme.

Sorprendido… casi enfadado, seguía aferrándose a su idea; mi

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susceptibilidad fue declarada de mármol, mi rostro una máscara. Parecíaincapazdeaceptarlacrudarealidad,ytomarmeporloqueera:loshombres,ylasmujerestambién,debentenerfalsasilusiones;sinolasencuentranamano,susinvencionesseránexageradas.

Enalgunosmomentoshabríadeseadoquesussospechasestuvieranmejorfundadas.Aveces,habríadadomimanoderechaporposeerlostesorosqueélme atribuía. Merecía ser castigado por sus irritantes estratagemas. Habríapodido regodearme haciendo realidad sus peores temores. Y habría podidodisfrutardestrozandosu imagen,haciendofrenteyderrotandoasus lunettes,una muestra de mis conocimientos. ¡Oh! ¿Por qué nadie se preocupó dehacerme más inteligente mientras era lo bastante joven para aprender? Asíhabría podido aplastar para siempre —con una grande, súbita e inhumanarevelación,conunavictoriafría,cruel,arrolladora—elespírituburlóndePaulCarlDavidEmanuel.

¡Ay! Semejante hazaña no estaba en mi poder. Aquel día, como erahabitual,suscitasresultaroninútiles:notardóencambiardeasunto.

«Lasmujeres intelectuales» fue su siguiente tema: en él se encontraba asus anchas. Una «mujer intelectual», al parecer, era una especie de lususnaturae, un accidente desafortunado, algo para lo que no existía lugar nicometido en la creación, y que nadie quería como esposa o empleada. Labellezalellevabaladelanteraenesaprimeraocupación.Estabaconvencidodeque la encantadora, apacible y pasiva mediocridad femenina era la únicaalmohada en la que el pensamiento y el buen juicio masculinos podíanencontrar descanso para sus sienes doloridas; en cuanto al trabajo, sólo unacabezavirilpodíahacerloconbuenosresultados,¿no?

Aquel «¿no?» pretendió arrancarme alguna réplica u objeción. Sinembargo,melimitéadecir:

—Cela ne me regarde pas: je ne m’en soucie pas—y añadí—: ¿Puedoirme, monsieur? Ha sonado la campanilla del segundo déjeuner (es decir,almuerzo).

—Yeso¿quéimporta?¿Acasotienehambre?

—Claroquesí—contesté—;nohecomidonadadesdeeldesayuno,alassiete,y,sinovoyahora,notomarénadahastalascinco.

Bueno,monsieurPaulestabaenlamismasituación,peropodíacompartirconélsurefrigerio.

Y partió el brioche, que constituía todo su almuerzo, yme dio lamitad.Verdaderamente,suladridoerapeorquesumordisco;peroelataquemásferoztodavía no se había producido. Mientras tomaba el bollo, no pude evitar

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contarlemideseosecretodeconocerrealmentetodoloqueélasegurabaqueconocía.

—¿De veras se considera una ignorante? —preguntó, en un tono mássuave.

Sihubierarespondidodócilmentequesí,supongoquemehabríatendidolamanoyhabríamoshecholaspacesallímismo,peroyorepliqué:

—No exactamente. Soy ignorante, monsieur, en los conocimientos queustedmeatribuye,peroalgunasveces,nosiempre,creosaberalgunascosas.

—¿Quéquieredecir?—inquirió,bruscamente.

Incapaz de contestarle con rapidez, cambié de tema para eludir supregunta. Él acababa de terminar sumedio brioche: convencida de que conaquella insignificante ración no podía haber saciado su apetito, pues yo nohabía aplacadoelmío, y aspirando la fraganciade lasmanzanas asadasquellegabadelrefectorio,meaventuréapreguntarlesinopercibíaaqueldeliciosoolor.Meconfesóquesí.Ledijequesimepermitíasaliraljardín,yatravesarel patio corriendo, le traería un plato; y añadí que pensaba que seríanexcelentes,puesGotonsabíaprepararmuybienlafruta,añadiéndolealgunasespecias,azúcaryunovasoodosdevinblanc…¿Podíair?

—Petitegourmande!—exclamó,sonriendo—.Recuerdocuántolegustóelpâte à la crème que le di en una ocasión, y sabe muy bien que, en estosmomentos, ir a buscar unas manzanas para mí significa coger alguna parausted.Vaya,pues,perovuelvaenseguida.

Y, por fin, me dejó en libertad condicional. Mi plan era ir y volverrápidamenteydebuenafe,dejarelplatoenlapuertaydesaparecercorriendo;yaarreglaríamástardelasconsecuenciasdemiacción.

Aquelprofundoysagazinstintosuyoparecióadivinarmisintenciones;elprofesorsalióamiencuentroenelumbral,memetióprecipitadamenteenelaulay,unosinstantesdespués,estabasentadaenlasilladeantes.Quitándomelafrutadelasmanos,repartióentrelosdoslaracióndestinadasóloparaél,yme ordenó que comiera mi parte. Accedí a regañadientes y él, irritado,supongo,pormirenuencia,abriófuegoconunatraicioneraypeligrosabatería.Cuantohabíadichoantes,podíaconsiderarlosimplealboroto,nosignificabanada:noocurríalomismoconelpresenteataque.

Consistíaenunapropuestanadarazonablequeyamehabíaformuladoconanterioridad: a saber, que en el próximo examen público, a pesar de serextranjera, me uniera a las alumnas del primer curso, e improvisara unaredacción en francés sobre cualquier tema que dictara un espectador, sin laayudadelexicónogramática.

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Yo sabía cuál sería el resultado de ese experimento. Yo, a quien lanaturaleza había negado la capacidad de improvisar; y que, en público, erainsignificante;cuyaactividadmental,nisiquieraasolas,sehallababajoelsoldelmediodía;quenecesitabaelfrescosilenciodelamañana,olapazsolitariadelatardecer,paraganardelImpulsoCreativountestimoniodesupresencia,unapruebadesufuerza.Yo,conquieneseImpulsoeraelmásobstinado,elmáscaprichoso,elmásexasperantedelosamos(exceptocuandoestabaantemí)… una deidad que, en ocasiones, en circunstancias aparentementepropicias, no respondía a las preguntas, ni oía las súplicas, ni dejaba que leencontrara;sinoquecontinuabafrío,insensible,granítico,unoscuroBaalconlabios esculpidos, globos oculares en blanco, y torso como una lápidasepulcral. Y, de pronto, algún movimiento, algún sonido, algún gemidotembloroso del viento, o el paso impetuoso de alguna corriente invisible deelectricidad,despertabaaqueldemonioirracional,quesaltabadesupedestal,comounDagonperturbado,exigiendoasusdevotosunsacrificio,acualquierhora…yasusvíctimasunpocodesangreodealiento,fuerancualesfueranlascircunstanciasolaescena…,despertandoasusacerdoteconprometedoresyengañososvaticinios, talvez llenandosu temploconunextrañomurmullodeoráculos,perosegurodeconcederlamitaddesurelevanciaalosfatídicosvientos, y escatimando al oyente desesperado incluso un resto miserable…cediéndolo sórdidamente, como si cada palabra fuera una gota de la sangreinmortaldesusoscurasvenas. ¡Yyodebíasometeraaquel tirano,yhacerleimprovisarun tema subida enun estrado, entreunaMathildeyunaCoralie,antelamiradademadameBeck,pararegocijoeinspiracióndeunburguésdeLabassecour!

Sobre este asunto,monsieurPaul y yo entablamosmás de una batalla…una dura batalla, en la que se oía el fragor de la exigencia y el rechazo, laexacciónylarepulsa.

Aqueldíaenespecial,meregañóseveramente.Laobstinacióndetodomisexo, al parecer, estaba concentrada enmí; tenía unorgueuil de diable. ¿Deveras temía fracasar? ¿Quémás daba si lo hacía? ¿Quién era para no poderfracasarcomootrosmejoresqueyo?Fracasar seríabuenoparamí.Deseabavermederrotada(séqueeracierto),ysedetuvounosinstantespararecobrarelaliento.

¿Queríahablarahoraymostrarmerazonable?

—Jamásmemostraré razonable en este asunto.Ni siquiera la leypodríaobligarme.Pagaríaunamulta,orenunciaríaamilibertad,antesqueescribirloqueotromeordenaseenpúblico,subidaenunestrado.

¿Podíaninfluirenmíotrosmotivosmássutiles?¿Cederíaennombredelaamistad?

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—Ni un ápice, absolutamente nada. No hay amistad bajo el sol conderecho a arrancar semejante promesa. Ninguna amistad verdadera mehostigaríadeestemodo.

Elprofesor supusoentonces (conaquella expresiónburlonaque tanbiendominaba: torciendoelgesto, abriendo losorificiosnasales, contrayendo lospárpados)queyosóloresponderíaaunaapelación,unaalaqueélnoestabadispuestoarecurrir.

—Si se lopidieranciertaspersonas,deciertapartede la ciudad, jevousvois d’ici —dijo—, aceptando con entusiasmo el sacrificio, preparándoseenardecidaparaelesfuerzo.

—Haciendo el ridículo, poniéndome en evidencia ante ciento cincuenta«papás»y«mamás»deVillette.

Y,aldeciresto,perdí lapacienciaygritéquemeliberase,quemedejarasaliralairelibre;miestadoeracasifebril.

—¡Bah!—respondiólavozinexorable.

Aquello era un simple pretexto para escaparme: él no estaba nadaacalorado, y tenía la estufa detrás; ¿cómo iba a estarlo yo si su personametapabaelfuego?

Yonocomprendíasuconstitución.Nosabíanadadelahistorianaturaldelas salamandras.Encuantoamí, erauna isleña flemática,y sentarmeenunhornonomesentababien;sipudieraalmenosacercarmealpozoybeberunvasodeagua…lasmanzanasdulceshabíandespertadomised.

Siesoeratodo,élseencargaríadetraérmelo.

MonsieurPaul se fue a buscar el agua. Por supuesto, como la puerta noestabacerradaconllave,aprovechémioportunidad.Antesdequeregresara,suinquietapresahabíaescapado.

CapítuloXXXI

Ladríade

Laprimaveraavanzaba,yeltiemposevolviósúbitamentecaluroso.Conelcambiode temperatura,mis fuerzas, y supongoque las demuchosotros, sevieron disminuidas. Cualquier esfuerzo me dejaba agotada; noches en velaibanseguidasdelánguidosdías.

Undomingoporlatarde,despuésdecaminarmedialeguaparaacudirala

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iglesiaprotestante,regresémaltrechayagotada;y,refugiándomeenlaclasedeprimero,misolitariosantuario,mealegrédepodersentarmeydeconvertirmimesaenunaalmohadaparalosbrazosylacabeza.

Duranteunrato,escuchéelarrullodelasabejaszumbandoenelberceau;ycontemplé,atravésdelapuertaacristaladaydeltiernoypocofrondosofollajeprimaveral,amadameBeckyunanimadogrupodeamigos—alosquehabíainvitadoaalmorzardespuésdemisa—,paseandoporelsenderocentral,bajolasramasdelosfrutalesenflor,deuncoloridotanblancoytanpurocomolanievedelasmontañasalamanecer.

Recuerdoqueloquemásmeinteresabadeaquelgrupoeraunafigura…lafiguradeunahermosajovencitaqueyahabíavistoencasademadameBeck,yque,segúnmehabíandichovagamente,eralafilleuleoahijadademonsieurEmanuel;entresumadre,sutíaoalgunaotramujerdelafamiliayelprofesorexistíadesdehacíamuchotiempounagranamistad.MonsieurPaulnoestabaese día entre los invitados, pero yo le había visto antes en compañía de lajoven,y,ajuzgarporloquehabíaobservadodesdelejos,ellaparecíatratarleconlanaturalidaddeunapupilaconuntutorindulgente.Lahabíavistocorrerasuencuentro, tomarledelbrazoycolgarsedeél.Unavezque lohizo,meinvadióuna extraña sensación…unadesagradable sensaciónpremonitoria…unaespeciedepresentimiento,supongo;peromeneguéaanalizarlooapensardemasiado en él. Mientras contemplaba a la muchacha, que se llamabamademoiselleSauveur,yseguíalosreflejosdesudeslumbrantetrajedeseda(siempre vestía con elegancia, pues, según decían, era muy rica) entre lasflores y las brillantes hojas verde esmeralda, mis ojos quedarondeslumbrados…ysecerraron;lalasitud,elcalor,elzumbidodelasabejasyelgorjeodelospájaros,todoparecíaarrullarme,yalfinalmequedédormida.

Pasarondoshorassinqueyomedieracuenta.Antesdedespertarme,elsolsehabíaocultadotraslosaltosedificios,yeljardínyelaulasehabíanvueltogrises, lasabejashabían regresadoasuscolmenas,y las floresempezabanacerrarse;elgrupodeinvitadostambiénhabíadesaparecido;todoslossenderosestabandesiertos.

Alabrirlosojos,mesentímuycómoda:noteníafrío,comohubierasidológicodespuésdecasidoshorasdeinmovilidad;mimejillaymisbrazosnoestabanentumecidospor ladurezade lamesa.Noeraextraño.Envezde lamadera desnuda donde los había apoyado, encontré un grueso chalcuidadosamentedoblado,yotrochal(habíancogidoambosdelpasillo,dondecolgábamosesaclasedeprendas)meenvolvíacálidamente.

¿Quién había hecho aquello? ¿Quién era amiga mía? ¿Cuál de lasprofesoras? ¿Cuál de las alumnas? Ninguna, excepto Zélie St Pierre, semostrabahostilconmigo;pero¿cuáldeellasteníaelarte,el juicio,elhábito

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de dispensar tanta ternura? ¿Cuál de ellas tenía el paso tan silencioso y lamanotandelicadaquenisiquieraadvertísupresenciacuandoseacercóamíparaarroparmemientrasdormitaba?

En cuanto aGinevra Fanshawe, aquella joven y brillante criatura no eranadadelicaday,sihubieraintervenido,estoyseguradequemehabríahechocaerdelasilla.

«HadebidodesermadameBeck—medije,finalmente—;haentradoenelaula,mehavistodormidayhapensadoquepodíaenfriarme.Paraellasoyunamáquinamuyútil,quedesempeñabienlafunciónparalaquefuecontratada;noquierequemedeterioreinnecesariamente.Yahoradaréunpaseo—pensé—;elaireesfresco,peronodemasiadofrío».

Demodoqueabrílapuertaacristaladaysalíalberceau.

Me dirigí a l’allée défendue: si hubiera estado oscuro o a punto deanochecer,nomehabríaaventuradoair,puesaúnnohabíaolvidadolacuriosailusiónóptica(siesquesetratabadeunailusión)experimentadaunosmesesantesenaquelmismolugar.Perounrayodelsolponientebañaba todavía lacúpula gris de St JeanBaptiste; y no todos los pájaros del jardín se habíanretiradoasusnidosentrelosfrondososarbustosylaespesahiedradelmuro.Paseéarribayabajo,dandovueltasalosmismospensamientosquemehabíanacosadolanocheenqueenterrémibotelladecristal:cómopodríaprogresarenlavida,darunnuevopasohaciaunaposiciónindependiente;puesesaclasede elucubraciones, aunque habían dejado de atormentarme, jamás habíandesaparecido por completo de mi cabeza; y siempre que ciertos ojos seapartabandemí,yqueciertorostroseoscurecíaempujadoporlacrueldadolainjusticia, volvían a desatarse enmí esas conjeturas; así pues, poco a poco,habíamaduradounpequeñoplan.

«La manutención y el alojamiento son baratos —pensaba yo— en unaciudadtanausteracomoVillette,dondelagenteesmássensata,alparecer,queen mi vieja y querida Inglaterra —infinitamente menos preocupada porguardar las apariencias, y con menos afán de figurar—, y donde nadie seavergüenza lo más mínimo de ser todo lo sencillo y ahorrativo que creeconveniente.Elalquilerdeunavivienda,enunlugarcuidadosamenteelegido,no tiene por qué ser muy elevado. Cuando tenga ahorrados mil francos,alquilaréunacasaconunahabitaciónespaciosa,ydoso tresmáspequeñas;amueblarélaprimeraconbancosypupitres,untableauyunestradoparamí;ysobreéstepondréunasillayunamesa,unborradoryalgunas tizasblancas;empezaré con alumnas externas, y asíme abriré camino. Los comienzos demadameBeck,amenudose loheoídodecir,nofueronmásfáciles;y ¡miradóndehallegado!Todoesteedificioyeljardínsonsuyos,compradosconsudinero; tiene un patrimonio que asegura su vejez, y dirige un floreciente

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establecimientoqueproporcionaráunabuenaeducaciónasushijas.

»¡Ánimo, Lucy Snowe! Si ahora te sacrificas y ahorras, y luego noescatimasesfuerzos, tendrásunobjetivoen lavida.Noosesquejartedequeese objetivo es demasiado egoísta, demasiado limitado y carente de interés;alégratede trabajarparaconseguir la independenciahastahaberdemostrado,alconseguiresetrofeo,tuderechoadesearalgomejor.Perodespués,¿nohaynadamásparamíenlavida—unverdaderohogar—,nadaquepuedaquerermás que a mí misma y que, por su exquisito valor, extraiga de mi interiorcosasmejores que las que quiero cultivar? ¿Nada a cuyos pies pueda dejargustosamentetodoelpesodelegoísmohumano,yaceptarconjúbilolanoblecargadetrabajaryvivirparaotros?Supongo,LucySnowe,quelaórbitadetuvidanoserátancompleta;parati,debebastarlafasecreciente.Muybien.Veoaunamasaenormedesereshumanoscuyascondicionesnosonmejores.Veoque un gran número de hombres, y más mujeres, pasan toda su vida entrerenuncias y privaciones. No encuentro ningún motivo para ser uno de lospocos privilegiados. Creo en cierta combinación de esperanza y luz quedulcificalospeoresdestinos.Creoqueestavidanoloestodo;nielprincipionielfin.Creomientrastiemblo;confíomientraslloro».

Así que no hablaré más de este asunto. Conviene hacer sin miedo lascuentasdenuestravidadevezencuando,ysaldarlashonradamente.Ynoesmásqueunpobreestafadorquiensemientealsumarorestar laspartidas,yponeenelapartadodelafelicidadloqueessufrimiento.Llamadalaangustia,angustia; y a la desesperación, desesperación; escribid las dos palabras conletra grande y trazo firme: pagaréis mejor vuestra deuda con el Destino.Falseadlaverdad;escribid«privilegio»dondedeberíaishaberpuesto«dolor»;yyaveréissivuestropoderosoacreedortoleraelengaño,oaceptalamonedaconquepretendéisembaucarle.Siofrecéisaguaalmásfuerte—aunqueseaelángelmásoscurodelashuestesdivinas—cuandooshapedidosangre,¿acasolabeberá?Nocambiaríaunmarenteroporunagotaescarlata.Dejéotracuentasaldada.

Deteniéndome ante Matusalén —el gigantesco patriarca del jardín— yapoyandomifrentecontrasunudosotronco,mipiedescansóenlapiedraquesellabaelpequeñosepulcroensusraíces;yrecordéelsentimientoquehabíaenterrado allí. Recordé al doctor John;mi tierno cariño por él,mi fe en suexcelencia;mideleiteantesugentileza.¿Quéhabíasidodeaquellacuriosaydesigualamistad,mitadmármol,mitadvida;paraunadesuspartessincera…paralaotra,talvez,burla?

¿Habíamuertoaquelsentimiento?Nolosé,peroestabaenterrado.Aveceslatumbaparecíaagitarse,ymeperseguíanextrañossueñosdetierraremovida,ydecabellos,doradosyaúnvivos,asomándoseporlasrendijasdelféretro.

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«¿Mehabréprecipitado?»,solíapreguntarme.

Y esas palabras me atormentaban especialmente después de algunaentrevistafortuitaconeldoctorJohn.Seguíasiendotanguapoytanamable;pronunciabaminombredeunmodotanencantador;nuncamegustabatanto«Lucy» como cuando él lo decía. Pero, con el tiempo, aprendí que aquellabenevolencia,aquellacordialidad,aquellamúsicanomepertenecíanenmodoalguno:eranunapartedesímismo, lamieldesucarácter,elbálsamodesuafablehumor; loofrecía comoel frutomaduropremia connéctar a la abejaque roba; lo esparcía a su alrededor como las plantas despiden su dulceperfume.¿Acasolanectarinaamalaabejaoelpájaroquealimenta?¿Estálaeglantinaenamoradadelaire?

«Buenasnoches,doctorJohn;esustedbueno,esustedatractivo;peronoesmío.¡Buenasnoches,yqueDioslebendiga!»

Terminéasímiscavilaciones.

—Buenasnoches—susurraronmislabios.

Meoídeciresaspalabras,yluegorespondióuneco…aescasadistancia.

—Buenasnoches,mademoiselle;o,másbien,buenas tardes,elsolacabadeponerse;esperoquehayadormidobien…

Mesobresalté,peromiagitacióndurósólounosinstantes;conocíatantolavozcomoasudueño.

—¿Dormido,monsieur?¿Cuándo?¿Dónde?

—Nomeextrañaquepreguntecuándoydónde.Parecequeconvierteustedeldíaennoche,yeligeunamesacomoalmohada;resultabastantedura,¿no?

—Alguien la ablandó para mí, monsieur, mientras dormía. Ese duendeinvisible que ronda mi pupitre y lo llena de regalos se acordó de mí; aldespertar,teníaunaalmohadadebajodelacabezayestabatapada.

—¿Notuvofríoconloschales?

—Notuveningúnfrío.¿Quierequeledélasgracias?

—No.Estabamuypálidamientrasdormía;¿echademenossuhogar?

—Paraecharlodemenos,esprecisotenerlo;yonolotengo.

—Entoncesnecesitamuchomásdeloscuidadosdeunamigo.Creoquenoconozcoanadie,señoritaLucy,quenecesiteunamigotantocomousted;susimperfecciones lo requieren, de forma imperiosa. Es preciso controlarla,guiarla,dominarla.

Aquella idea de «dominación» nunca abandonaba el pensamiento de

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monsieur Paul; aunque me hubiera mostrado sumamente dócil con él, nohabría logrado quitársela de la cabeza.Quémás da; ¿qué sentido tenía? Leescuchaba,peronomemolestabaenserdemasiadosumisa;siyonolehubieradejadoalgoque«dominar»,¿quéhabríahecho?

—Necesita que la vigilen, y que cuiden de usted —prosiguió—; tienesuertedequeyoseaconscientedeello,yhagacuantoestáenmismanospordesempeñar ambos cometidos. La vigilo a usted y a otras personasmuy decerca, constantemente… amenor distancia y conmás frecuencia de lo queustedoellasimaginan.¿Veaquellaventanailuminada?

Señalóunacelosíaeneledificiodondesealojabanlosalumnosdelcolegiovecino.

—Es un cuarto que he alquilado—dijo—, en teoría para estudiar, en laprácticacomopuestodeobservación.Allípasomuchashorasleyendo:esmiformadeser,megusta.Milibroeseste jardín;sucontenidoeslanaturalezahumana…lanaturaleza femenina.Lasconozcodememoriaa todasustedes.¡Ah!Lasconozcobien, austed…aStPierre, laparisina…aesamaîtresse-femme,miprimaBeck.

—Loquehacenoescorrecto,monsieur.

—Comment? ¿Que no es correcto? ¿En virtud de qué credo? ¿Acaso locondenaalgúndogmadeCalvinoodeLutero?¿Quésignificaesoparamí?Nosoyprotestante.Mipadre,unhombreadinerado(pues,aunqueheconocidolapobreza y durante un año pasé hambre en una buhardilla de Roma —unhambreterrible,amenudohacíaunacomidaaldía,yavecesnisiquieraeso—,nacíenelsenodeunafamiliarica),mipadre,repito,eraunbuencatólico;y quiso que mi tutor fuera un sacerdote jesuita. Todavía recuerdo susenseñanzas;y¡quédescubrimientoshehechograciasaellas,grandDieu!

—Sihasidomedianteelespionaje,meparecedeshonroso.

—¡Puritana! No lo dudo. Sin embargo, mi método jesuítico funciona.¿ConoceamademoiselleStPierre?

—Parcialmente.

Serió.

—Dicebien:parcialmente;yo,encambio,laconozcototalmente.Ésaesladiferencia. Conmigo se mostraba muy amable; me ofrecía una patte develours; me cubría de halagos, me adulaba. Y la verdad es que soy muysensiblealhalagofemenino…inclusoencontrademirazón.Aunquenuncafuehermosa,cuandolaconocí,erajoven…osabíaparecerlo.Comotodassuscompatriotas, poseía el arte de vestir bien; y cierta desenvoltura que meahorrabaelsufrimientodesentirmecohibido.

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—Monsieur,esodebíadeserinnecesario.Jamáslehevistocohibido.

—¡Qué pocome conoce,mademoiselle! Puedo ser tan tímido como unapequeñapensionnaire;haymuchopudoreinseguridadenminaturaleza.

—Nuncaloshevisto.

—Puesahíestán,mademoiselle.Tendríaquehabersedadocuenta.

—Le he observado en público, monsieur: en estrados, en tribunas, antetítulosnobiliariosytestascoronadas;yestabaustedtantranquilocomoenlaclasedetercero.

—Mademoiselle,nilostítulosnilastestascoronadasdespiertanmipudor;y en público me siento en mi elemento. Me gusta, y me encuentro a misanchas;pero…pero…enpocaspalabras,aquíestáelsentimientoenacción,enestemismoinstante;sinembargo,meniegoadejarmevencerporél.Siyo,mademoiselle,fueraunhombrecasadero(algoquenosoy;ypuedeahorrarsecualquiersonrisaburlonaantelaidea),ytuvieraquepreguntaraunadamasipodíapensarenmícomosufuturomarido,entoncesquedaríademostradoquesoyloquedigo:modesto.

Lecreíapiejuntillas;y,alhacerlo,lehonréconunapreciotansinceroquesemepartióelcorazón.

—EncuantoamademoiselleStPierre—continuó,sobreponiéndose,puessu voz se había alterado un poco—, hubo un tiempo en que pretendió sermadameEmanuel; y esmuyposibleque lohubiera conseguidodenohabersido por esa pequeña ventana iluminada. ¡Ah, mágica celosía! ¡En cuántosmilagrosos descubrimientosme has ayudado! Sí—prosiguió—, he visto surencor,suvanidad,suligereza…nosóloaquí,sinoenotroslugares:loquehepresenciado me protege de todas sus artimañas; estoy a salvo de la pobreZélie.

»Ymis alumnas—siguió diciendo poco después—, esas blondes jeunesfilles—tandulcesysumisas—,hevistoa lasmásreservadascorrerysaltarcomochicos,yalasmáscautasarrancaruvasdelmuroysacudirlasramasdelperal. Cuando llegó la profesora de inglés, la vi, yme fijé en su tempranapreferenciaporestesendero,reparéensuamoralasoledad,ylaobservémuybienmuchoantesdequeellayyonoshabláramos;¿seacuerdadeunavezqueme acerqué silenciosamente a usted y le ofrecí un ramillete de violetas?Todavíanonosconocíamos.

—Lorecuerdo.Sequélasvioletasylasguardé;todavíalastengo.

—Megustóquelascogieraenseguida,apaciblemente,sinmojigatería:esesentimientoquesiempretemosuscitaryque,cuandoapareceenlosojosoenlosgestos,aborrezco.Peronocambiemosdetema.Yonoeraelúnicoquela

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observaba; a menudo, especialmente cuando caía el manto de la oscuridad,otroángelguardiánlarondabaconmuchosigilo:nochetrasnoche,miprimaBeckseguíasuspasosysusmovimientossinqueustedsepercatara.

—Pero,monsieur,¿cómopodíaverdesdeesaventanaloqueocurríaporlanocheeneljardín?

—Alaluzdelaluna.Quizámehabríanbastadounosanteojos—dehecho,tengounos—,peroeljardínestáabiertoparamí.Enelcobertizodelfondohayunportilloquedaalcolegiovecino;tengounallavedeél,demodoquepuedoentrarysalirsiemprequelodeseo.Estatarde,alvenir,laencontrédormidaenlaclase;ahorahevueltoautilizarlamismaentrada.

Nopudeevitardecir:

—Siustedfueraunhombremalvadoeintrigante,¡todoesoseríaterrible!

Aquellavisióndelasuntoparecía incapazdeatraersuatención:encendiósu cigarro y,mientras lo fumaba, apoyado en un árbol ymirándome con laexpresión serena y divertida que solía adoptar cuando estaba de un humorapacible, pensé que debía continuar mi reprimenda: él a menudo mesermoneaba durante una hora; así que ¿por qué no iba a decirle lo quepensaba?Demodoqueledimiopiniónsobresusmétodosjesuíticos.

—El precio que paga por sus descubrimientos es demasiado elevado,monsieur;eliryvenircontantosigiloempañasudignidad.

—¿Mi dignidad? —exclamó, riendo—. Y ¿cuándo ha visto que midignidadmepreocupara?Esusted,señoritaLucy,laqueesdigne.Concuántafrecuencia,ensuilustrepresenciaisleña,hedisfrutadopisoteandoloqueustedllamamidignidad;destrozándola,dejandoqueelvientoesparcierasusrestos,en esos ataques de locura que usted contempla con altivez, y que sé queconsideramuy semejantes a los desvaríos de un actor londinense de tercerafila.

—Monsieur,sóloledigoquecadamiradaquelanzadesdeesaventanaesun insulto a lo mejor de su naturaleza. Estudiar de ese modo el corazónhumanoescelebrarunbanquete,secretoysacrílego,conlasmanzanasdeEva.¡Ojaláfueraustedprotestante!

Indiferenteamideseo,siguiófumando.Despuésdeunsilenciosonriente,aunquepensativo,dijodepronto:

—Hevistootrascosas.

—¿Quéotrascosas?

Quitándoseel cigarrode laboca, loarrojóentre losarbustos,donde,porunosinstantes,sequedóbrillandoenlaoscuridad.

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—Fíjese en esa colilla —señaló—: Es como un ojo que estuvieravigilándonos…

Diounavueltaporelsendero;regresóenseguidaycontinuódiciendo:

—Hevistocosasincreíbles,señoritaLucy,yhepasadoalgunasnochesenblancotratandodeencontrarlesexplicación;peroaúnnoloheconseguido.

Sutonoeramuypeculiar;meestremecí;monsieurPaulvioquetemblaba.

—¿Tienemiedo?¿Demispalabrasodeeseojoígneoycelosoqueapenasparpadeaya?

—Tengo frío; ha anochecido y la temperatura ha cambiado; es hora deentrar.

—Sonunpocomásdelasocho,prontoentrará.Sólolepidoquecontesteaestapregunta.

Hizounapausaantesdeformularla.Eljardínestabacadavezmásoscuro;la penumbra había llegado acompañada de nubes, y empezó a oírse eltamborileodelalluviaentrelosárboles.Esperéqueélrepararaenello,pero,porelmomento,parecíademasiadoabsortoparapercibirelcambio.

—Mademoiselle,ustedes,losprotestantes,¿creenenlosobrenatural?

—Sobre ese punto, existen diferentes teorías y creencias entre losprotestantes,comoocurreenotrassectasreligiosas—respondí—.¿Porquémehaceesapregunta,monsieur?

—¿Porquéseestremeceybajalavoz?¿Esustedsupersticiosa?

—Soy nerviosa por naturaleza. No me gusta hablar de esas cosas.Especialmenteporque…

—¿Creeenellas?

—No,peroheexperimentadociertasimpresiones…

—¿Desdequellegóaestelugar?

—Sí,haceescasosmeses.

—¿Aquí?¿Enestacasa?

—Sí.

—Bon!Mealegrodeoírlo.Losabía,dealgúnmodo,antesdequeustedme lo dijera. Era consciente de que algo nos unía. Usted es paciente, y yocolérico;ustedpálidaysilenciosa,yyomorenoyexaltado;ustedunaestrictaprotestante, y yo una especie de jesuita laico: pero somos iguales… existeciertaafinidadentrelosdos.¿Noloveusted,mademoiselle,cuandosemiraen

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el espejo? ¿No se da cuenta de que su frente tiene la misma forma que lamía…ysusojosestáncinceladoscomolosmíos?¿Nooyeensuvozuntonomuysemejantealmío?¿Nosabequesufísicoseparecealmío?Yopercibotodoeso,y creoqueustedyyonacimosbajo lamismaestrella. ¡Sí,bajo lamisma estrella! ¡Tiemble! Pues cuando esto sucede entre los mortales, loshilos que tejen su destino son difíciles de separar; se forman nudos, seenganchan… roturas inesperadas dañan el tejido. Pero esas «impresiones»,comolasllamaustedconsucautelainglesa,yotambiénlashetenido.

—Háblemedeellas,monsieur.

—No hay nada que desee más, y pensaba hacerlo. ¿Conoce usted laleyendadeestacasaysujardín?

—Laconozco.Sí.Dicenquehacevarios siglosunamonja fue enterradavivaalpiedeestemismoárbol,bajolatierraqueustedyyoestamospisando.

—Yqueantiguamenteelfantasmadeunamonjasolíapasearseporaquí.

—Y¿sisiguierahaciéndolo,monsieur?

—Algosepaseaporaquí:unasiluetafrecuentaestacasaporlasnoches,ynosepareceennadaa lasquesevenduranteeldía.Estoysegurodehabervistoalgoenmásdeunaocasión;ysusoscurosvelosconventualeshansidounaextrañavisión,muchomásreveladoraparamíqueparacualquierotroserhumano.¡Eraunamonja!

—Yotambiénlahevisto,monsieur.

—Eso imaginaba. Ya sea de carne y hueso, o de algo que permanececuando la sangre se seca y la carne se corrompe, esmuy probable que suspropósitosesténtanrelacionadosconustedcomoconmigo.Puesbien,piensodescubrirlo:hastaahoramehadesconcertado,peromepropongodesentrañarelmisterio.Mepropongo…

Envezdecontarmesusintenciones,levantósúbitamentelacabeza;yohiceel mismo movimiento en el mismo instante; los dos miramos en la mismadirección:elárbolgigantescoqueensombrecíaelgranberceau,yqueapoyabaalgunasdesusramaseneltejadodelaclasedeprimero.Deeserincónhabíasalidounruidoextrañoeinexplicable,comosilosbrazosdelárbolsehubieranbalanceadoporvoluntadpropia,yelfollajesehubieragolpeadobruscamentecontra el enorme tronco. Sí; apenas había brisa, y aquel pesado árbol seagitabamientras los ligeros arbustos continuaban inmóviles. Por espacio deunosminutos,siguieronlosencontronazosentrelamaderaylashojas.Apesardelaoscuridad,tuvelasensacióndequealgomássólidoquelasombradelanoche o la sombra del árbol teñía de negro el tronco. Finalmente, la luchacesó. Y ¿de qué sirvió aquel padecimiento? ¿Qué dríade nació después de

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tantaagonía?Losdosmiramosfijamente.Depronto,sonóunacampanillaenel interior de la casa: la campanilla que llamaba a la oración. Un instantedespuésdivisamosenelsenderounaaparición,completamentenegrayblanca.Con una especie de furiosa precipitación, rozándonos casi el rostro, pasóvelozmente¡laMONJA!Jamás lahabíavistocon tantaclaridad.Suestaturaera elevada y su expresión, fiera. Cuando desapareció, el viento silbó confuerza; empezó a llover a cántaros; la noche entera pareció advertir supresencia.

CapítuloXXXII

Laprimeracarta

Hallegado lahoradepreguntardóndeestabaPaulinaMary.¿Cómo ibanmisrelacionesconelsuntuosoHôtelCrécy?Sehabíaninterrumpidoporalgúntiempo debido a la ausencia de monsieur de Bassompierre y su hija, quehabíanestadoviajandovariassemanasporFranciaysucapital.Meenteréporcasualidaddesuregresopocodespuésdequetuvieralugar.

Unatardemuytempladaenqueestabapaseandoporuntranquilobulevar,mientrasdisfrutabadelbenignosoldeabrilydeunospensamientosbastanteagradables, vi delante demí a un grupo de jinetes que se detenían como siacabaran de encontrarse y se saludaban en medio de un camino ancho,uniformeybordeadodetilos.Porunlado,uncaballerodemedianaedadyunajoven dama; por otro, un hombre joven y atractivo. Los modales de lamuchachaeranencantadores, suatuendo impecable,y suaspectodelicadoyseñorial.Alfijarmeenellos,meparecieronfamiliaresy,acercándomeunpocomás, los reconocí: el conde Home de Bassompierre, su hija y el doctorGrahamBretton.

¡Cuánta animación había en el rostro de Graham! ¡Qué auténtica,desbordante y, al mismo tiempo, tímida parecía la alegría que expresaba!Aquellasituación,aquellacombinacióndecircunstanciaseradelasquemejorpodía atraer y encadenar, someter y excitar al doctor John. La perla queadmirabateníaungranvalorysupurezaeraextraordinaria,peroélnoeraunhombreque,aladmirarlagema,olvidarasuengaste.SihubieravistoaPaulinacon lamisma juventud, belleza y encanto, pero a pie, sola, sin vigilancia, yvestida con sencillez —una trabajadora, una demi-grisette—, la habríaconsiderado una hermosa criatura, y habría disfrutado contemplando susemblanteysusmovimientos;perosenecesitabaalgomásparaconquistarloyque se rindiera como ahora, para someterlo sin menoscabo de su honormasculino, sino todo lo contrario. Al doctor John le importaba mucho la

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opinión de los demás; no bastaba que él se sintiera satisfecho; la sociedaddebía dar su beneplácito: el mundo debía admirar lo que él hacía; de locontrario, consideraba sus actos equivocados y triviales. A su vencedora leexigía cuanto ahora era visible: la impronta de un gran refinamiento, laconsagracióndeunacuidadosayautoritariaprotección,ylosaditamentosquela Moda decreta, la Riqueza compra y el Gusto armoniza. Ésas eran lascondiciones que su espíritu estipulaba antes de rendirse: en el caso que nosocupasecumplíanconcreces;yahora,orgulloso,apasionado,y,sinembargo,temeroso,rendíahomenajeaPaulinacomosusoberana.Encuantoaella,unasonrisa sincera, más que de consciente poder, reposaba dulcemente en sumirada.

Sedespidieron.Élpasógalopandoamilado,sinsentirapenaselsueloquerozaba, ni ver nada a su alrededor. Estaba muy guapo; derrochaba valor ydeterminación.

—¡Papá,ahíestáLucy!—exclamóunavozmusicalyamistosa—.¡Lucy,queridaLucy,acérquese!

Meapresuréairjuntoaella.Paulinaretiróelvelodesurostroyseinclinódesdelasillaparabesarme.

—Me disponía a visitarla mañana —aseguró—; pero ahora será ustedquienvengaaverme.

Dijolahora,yyoprometícomplacerla.

Aldíasiguiente,laluzdelcrepúsculomeencontróconella,lasdossolasen su cuarto.No lahabíavistodesde aquella ocasión enque sus cualidadesfueron comparadas con las deGinevraFanshawe, y cosecharonuna rotundavictoria; teníamuchascosasquecontarmedesuviaje.Conversabacongrananimaciónennuestrostête-à-tête,ydescribíalascosasconenormeviveza;sinembargo,sudiccióneratanclaraysuvoztandulcequenuncaparecíahablarmuyrápidonidecirdemasiado.Creoquemiinteréshabríatardadoendecaer,pero,pocodespués,tuvelaimpresióndequeeraellaquiennecesitabacambiardetema;seapresuróaterminarenpocaspalabrassurelato.Peroelmotivodetanta concisión y laconismo tardó en manifestarse; siguió un silencio… unsilencioinquieto,enelquenofaltóciertoensimismamiento.Luegosevolvióhaciamíconvoztímida,mediosuplicante:

—Lucy…

—Aquíestoy.

—¿SiguemiprimaGinevraenelinternadodemadameBeck?

—Suprimasigueallí;debedetenermuchasganasdeverla.

—No…nodemasiadas.

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—¿Quiereinvitarlaapasarotravelada?

—No…Supongoquetodavíahabladecasarse,¿verdad?

—Noconalguienqueustedaprecie.

—Pero,porsupuesto,siguepensandoeneldoctorBretton,¿noesasí?Nopuedehabercambiadodeidea,hacedosmesesestabatandecidida…

—Y¡quémásda!Yaviocómoeransusrelaciones.

—Aquella noche hubo algún pequeño malentendido entre ellos, esindudable.¿LepareceGinevradesgraciada?

—Enabsoluto.Perocambiemosde tema.¿Ha tenidonoticiasdeGrahamdurantesuausencia?

—Papá recibió una o dos cartas de él, supongo que de negocios. Se haocupado de cierto asunto que exigía atención mientras estábamos fuera. EldoctorBrettonparecerespetarapapá,ydisfrutarprestándoleayuda.

—Sí:ayerseencontraronconélenelbulevar;comopudoustedjuzgarporsuapariencia,noesnecesarioquelosamigossepreocupenporsusalud.

—Papáparece haber pensado lomismo.Nopude evitar sonreír.Ya sabequenoesespecialmenteobservador,puessueleestarpensandoencosasmuydiferentes de las que ocurren delante de sus ojos; pero, cuando el doctorBrettonsealejócabalgando,leoídecir:«Dagustoverelánimoylaenergíadeese muchacho». Llamó muchacho al doctor John; creo que es así como leconsidera, de igual modo que piensa que yo soy una niña. Y no es que elcomentarioestuvieradirigidoamí,selimitóapensarenvozalta.Lucy…

Sutonovolvióasersuplicantey,altiempoquehablaba,dejólasillayvinoasentarseenunescabelamispies.

MegustabaPaulina.Noesalgoquehayadichoconfrecuenciaalolargodeestelibroalreferirmeamisconocidos;ellectortendráquesoportarloporuna vez. El trato íntimo, el examen minucioso, sólo revelaban en Paulinadelicadeza, inteligencia y sinceridad; por esemotivo la estimaba tanto.Unaadmiración más superficial habría podido ser más efusiva; la mía, sinembargo,erasilenciosa.

—¿Qué quiere preguntarle a Lucy? —dije—. Sea valiente y hable confranqueza.

Pero no había audacia en sus ojos; cuando éstos se encontraron con losmíos, bajó la vista. Tampoco había frialdad en sus mejillas… ni un ruborpasajero,sinounacrecienteagitacióninteriorqueencendíasucoloryelevabasutemperatura.

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—Lucy,me gustaría saber qué piensa del doctor Bretton.Dígame, se loruego,¿quéopinasinceramentedesucarácter,desumaneradeser?

—Todosconsideransucarácterintachable,ymerecidamente.

—Y ¿su manera de ser? Hábleme de ella—insistió—; usted le conocebien.

—Sí,bastantebien.

—Conoce su facetahogareña.Lehavistocon la señoraBretton;dígamequéleparececomohijo.

—Esmuyafectuoso;elconsueloylaesperanzadesumadre,suorgulloysualegría.

Paulinateníamimanoentrelassuyasy,cadavezqueyodecíaunapalabrafavorable,medabaungolpecitocariñoso.

—¿Quéotrasvirtudestiene,queridaLucy?

—El doctor Bretton es un hombre bondadoso… siempre compasivo conlosdesuespecie.Semostraríabenévoloconelpeordelossalvajesoelmásabyectodeloscriminales.

—Oídecir lomismoaunoscaballeros,amigosdepapá,quehablabandeél.Asegurabanquemuchospacientespobresde loshospitales,que tiemblanantealgunosmédicosdespiadadosyegoístas,lorecibenconalegría.

—Tienenrazón; lohevistoconmispropiosojos.Unavezmellevóaunhospital,ydescubrícuántolequerían:losamigosdesupadretienenrazón.

Lamásdulcegratitudiluminabasusojoscuandolevantóunosinstanteslamirada.Aún tenía cosas que decir, pero parecía dudar si aquél era elmejormomento y el mejor lugar. Empezaba a reinar la oscuridad; el fuego de susalitabrillabaconun resplandor rojizo;pero supusequedeseabaunamayorpenumbra,unahoramástardía.

—¡Quétranquilasysolitariasestamosaquí!—comentéparaanimarla.

—¿Deveras?Sí;esunatardemuyapacible,ynotendréquebajaratomarelté;papácenafuera.

Sinsoltarmelamano,jugódistraídamenteconmisdedos,colocándolessusanillos y enroscando sus hermosos rizos alrededor de ellos; luego dio unosgolpecitos con mi palma en su ardiente mejilla, y, finalmente, después deaclararlavoz—tantransparentecomoladeunaalondra—,dijo:

—Debe de parecerle extraño que hable tanto del doctor Bretton, que lehagatantaspreguntas,quemuestretantointerés,pero…

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—Enabsoluto;meparecemuynatural;austedlegusta.

—Si fueraasí—seapresuróadecirella—,¿tendríaesoque inducirmeahablar?Supongoquemeconsideradébil,comoamiprimaGinevra.

—Si me recordara lo más mínimo a madame Ginevra, no estaría aquísentada esperando sus confidencias. Me levantaría, pasearía tranquilamentepor la estancia, yme adelantaría a cuanto tuviera que decirme con un buensermón.Continúe,Paulina…

—Ésa es mi intención —contestó—, ¿qué otra cosa cree que pretendohacer?—yallíestabalapequeñaPollydeBretton,caprichosa,susceptible—.Si—dijoconénfasis—,siquisieratantoaldoctorJohnquenomeimportasemorirporél,nisiquieraesomeautorizaríaadejardesermuda…mudacomouna tumba…muda comousted,LucySnowe; usted lo sabe, y sabequemedespreciaríasiperdieraeldominiodemímisma,ymequejaralloriqueandodeunendeblesentimientoquevibraseúnicamenteenmí.

—Esciertoqueme inspiranmuypoco respeto esasmujereso jovencitasque muestran una gran locuacidad tanto para vanagloriarse de sus triunfoscomo para lamentarse de sus sufrimientos. Pero usted, Paulina, hable sinmiedo, pues deseo de todo corazón escucharla. Dígame cuanto le procuresatisfacciónolesirvadealivio;esloúnicoquepido.

—¿Sienteafectopormí,Lucy?

—Claroquesí,Paulina.

—Yo le tengo mucho cariño. Siempre me ha embargado una extrañaalegríaalestarconusted,inclusocuandoeraunniñapequeña,desobedienteydifícil; entonces me agradaba dedicarle travesuras y caprichos. Ahora megusta su compañía, hablar con usted y confiarlemis secretos.Demodoqueescúcheme,Lucy.

Ysesentócómodamente,apoyándoseenmibrazocondelicadeza,noconelpesoagobianteyegoístadelaseñoritaFanshawe.

—HaceunosminutosmepreguntósihabíamostenidonoticiasdeGrahamdurante nuestra ausencia, y le dije que papá había recibido dos cartas denegocios;eracierto,peronolecontétodo.

—¿Omitióalgo?

—Le respondí con evasivas. Pero ahora voy a contarle la verdad; estáanocheciendo;esunbuenmomentoparahablar.Papámedejaabriramenudolabolsadelascartasparaqueledésucontenido.Unamañana,haceunastressemanas,nosabecuántomesorprendióencontrar,entreunadocenadecartaspara monsieur de Bassompierre, una nota dirigida a la señorita deBassompierre. La vi en seguida, entre todas las demás; la letra no me era

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desconocida;ymeatrajoalinstante.Medisponíaadecir:«Papá,aquíhayotracartadeldoctorBretton»,pero lapalabra«señorita»mehizoenmudecer.Laverdad es que era la primera vez que recibía una carta de un caballero.¿Tendría que habérsela enseñado a papá, y dejar que la abriera y la leyeseantes?Habríasidoincapazdehacerlo,Lucy.Sémuybienlasideasquepapátienesobremí:olvidamiedad;piensaquesoyunasimplecolegiala;nosedacuentadeque losdemásvenqueyahedejadodeserunaniña;asíque,conunaextrañamezcladesentimientos,unosdereprocheyotrostanturbulentosytanintensosquesoyincapazdedescribirlos,lediapapásusdocecartas—elrebañoque lepertenecía—yoculté lamía—uncorderoreciénnacido—.Elsobredescansóenmiregazoduranteeldesayuno,clavandoenmíunamiradainexplicablemente cargada de sentido, como si yo fuera un ente con dosexistencias: una niña ante papá, y una mujer ante mí misma. Después dedesayunar, llevémi carta al piso de arriba y, tras cerrar la puerta con llave,empecé a examinar el exterior demi tesoro: pasaron unosminutos antes dequeterminaseconladirecciónyllegaraalsello;nosetomaunafortalezaasíal asalto, debemos sentarnos por algún tiempo ante ella, como dicen losasediadores.LaletradeGrahamsepareceaél,Lucy,ytambiénsusello:claro,firmey redondeado;nohaymanchasdecera, sinounagotaperfecta, sólida,uniforme. La escritura es nítida: nada de trazos afilados clavándose en elnervio óptico, sino una caligrafía limpia, regular, agradable, que llena desosiego a quien la lee. Es como su rostro… como el cincelado de susfacciones.¿Conocesufirma?

—Lahevisto:continúe.

—Elselloerademasiadobonitopararomperlo,asíquelorecortéconmistijeras.Cuandoporfinibaaleerlacarta,mevolvíatrásvoluntariamente;erademasiadoprontoparabeberaquelsorbo:subrilloenlacopaerademasiadohermoso;seguiríacontemplándolounrato.Entoncesrecordésúbitamentequeesa mañana no había rezado. Al oír que papá bajaba a desayunar mástempranodelohabitual,temíhacerleesperar,ymeapresuréareunirmeconélencuantoestuvevestida;penséquenohabíanadamaloendejarlasoracionespara después. Algunas personas dirían que tenía que haber servido a Diosantesquealhombre;peronocreoqueelCieloestécelosodenadadeloqueyohagaporpapá.Creoquesoysupersticiosa.Unavozparecíadecirmequeunsentimientomuydistintodelamorfilialestabaenjuego;ymeinstabaarezarantesdeatrevermealeerloquetantodeseaba,yasacrificarmeunpocomás,yanoolvidarprimeroungrandeber.He sentido esa clasede impulsosdesdequetengomemoria.Dejélacartaymusitémisplegarias,añadiendoalfinallasúplica de que, pasara lo que pasara, nada pudiese tentarme o empujarme ahacerdañoapapá,niyopudieranunca,alpreocuparmedeotros,abandonarleaél.Elmeropensamientodeesaposibilidadmeentristeciódetalmodoquemeechéallorar.Sinembargo,Lucy,sentíquellegaríaelmomentodecontarle

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laverdad,ydeconvencerloparaqueatendieraarazones.

»Leílacarta.Lucy,dicenqueenlavidanohaymásquedecepciones.Yonomesentídecepcionada.Antesdeleerlaymientraslaleía,micorazónhacíaalgo más que palpitar: temblaba a gran velocidad; cada temblor parecía eljadeo de un animal sediento que bebiera de un manantial; y el manantialresultó fecundo ymaravillosamente claro; brotaba impetuoso por su propioimpulso;viel sola travésdesuchorro,yniunamota,Lucy,niunpocodemusgo, ni un insecto, ni un átomo en aquella corriente dorada tres vecescristalina.

»Dicen que la vida—prosiguió— está llena de dolor para algunos. Heleído biografías donde el viajero parecía ir de sufrimiento en sufrimiento;donde la Esperanza volaba presurosa ante él, sin posarse nunca demasiadocerca, ni detenerse el tiempo suficiente para que tuviera la oportunidad deaferrarseaella.Heleídosobreaquéllosquesembraronconlágrimas,ycuyacosecha, lejos de recogerse con alegría, se echó a perder por una plagainoportuna, o quedó arrasada por un violento torbellino; y, ¡ay!, algunos deellosllegaronalinviernoconlosgranerosvacíos,ymurierondehambreenlosdíasmásfríosymásoscurosdelaño.

—¿Tuvieronelloslaculpa,Paulina,demorirasí?

—No siempre.Algunos erangentebuena, ymuy trabajadora.Yono soyningunade lasdoscosas,y,sinembargo,Dioshaqueridoquecrezcaalsol,conladebidahumedadyasalvodetodo,protegida,alimentada,educadapormiqueridopadre;yahora…ahora…apareceotrohombre.Grahammeama.

Habiendoalcanzadoelclímax,lasdosestuvimosunosinstantescalladas.

—¿Losabesupadre?—preguntéquedamente.

—Grahamserefirióapapáconprofundorespeto,peromedioaentenderqueaúnnoseatrevíaahablarconéldelasunto;primerotienequedemostrarlesuvalía.Agregóque,antesdeaventurarseadarunpasomás,necesitabasaberalgosobremissentimientos.

—Y¿cuálfuesurespuesta?

—Mi respuesta fue breve, pero no lo rechacé. Sin embargo, ¡tenía tantomiedo de quemis palabras sonaran demasiado afectuosas! Graham es muyexigente.Escribítresborradores,corrigiendoyperfeccionandosusfrases;sólocuandoredactéunosemejanteauntrozodehieloendulzadoconeltenuesabordealgunafruta,meatrevíacerraryenviarlamisiva.

—¡Excelente,Paulina!Suinstintoesmagnífico;ustedcomprendealdoctorBretton.

—Pero¿quédebohacerconpapá?Estoymuypreocupada.

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—Nohaganada.Espere.Perointerrumpalacorrespondenciahastaquesupadrelosepatodoylesdésubendición.

—¿Ladaráalgúndía?

—Eltiempolodirá.Espere.

—EldoctorBrettonmeenvióotracarta,profundamenteagradecidopormibreve y serena nota; pero yo me adelanté al consejo que acaba de darmediciendoque,mientrasmissentimientosfueranlosmismos,nopodíavolveraescribirlesinelconocimientodemipadre.

—Hizo lo que debía; el doctor Bretton lo entenderá: se sentirá másorgullosodeusted,laamarámás…encasodequeestoseaposible.Paulina,esadelicadaescarchaquerodeaunallamatanpurayperfectaesunprivilegioinestimabledelanaturaleza.

—YavequeconozcoeltemperamentodeGraham—exclamó—.Ningunadelicadezaesdemasiadoexquisitaalahoradetratarle.

—Esobvioqueusted lecomprende,Paulina;además, fueracual fueraeltemperamentodeldoctorBretton,aunquehubieraesperadounaacogidamáscálida,ustedsehabríacomportadotierna,lealyhonestamenteconsupadre.

—Lucy,confíoenactuar siempreasí. ¡Oh,quédoloroso serádespertar apapádesusueñoydecirlequeyanosoyunaniña!

—Notengaprisaporhacerlo,Paulina.DejeesarevelaciónalTiempoyasuamableDestino.Tambiénmehedadocuentadelomuchoqueéstelamima:nohaydudadequeelegiráunascircunstanciaspropicias,yelmomentomásoportuno.Sí;al igualqueusted,hemeditadosobresuvida;yhehechounascomparacionesmuysimilaresalasqueacabadeconfiarme.Desconocemoselfuturo,peroelpasadolehasidopropicio.

»Cuando era niña, temí por usted; jamás ha existido una naturalezamássensible que la de la pequeña Polly: si la hubieran tratado con dureza onegligencia,nisucuerponisualmasehabríanconvertidoenloqueahorason.Elsufrimiento,elmiedo,laluchahabríanalteradolaslíneasdesusfaccionesyhabríanrotosuregularidad;habríanhostigadosusnerviosconlafiebredeunairritación habitual: habría perdido salud y alegría, gracia y dulzura. LaProvidencia la ha protegido y cultivado, no sólo por su propio bien, enmiopinión, sino también por el deGraham. La estrella del doctorBretton era,asimismo,afortunada:paradesarrollarenteramentelomejordesunaturaleza,eraprecisoqueencontraraunacompañeracomousted;yaquíestá,dispuesta.Debenunirse.LosupeelprimerdíaquelosvijuntosenLaTerrasse.Cuandopienso en usted y en Graham, tengo la sensación de ver promesas, planes,armonía.Nocreoquelaalegrejuventuddeningunodelosdosseaprecursora

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de unamadurez tormentosa.Creo que se ha considerado bueno que ustedesdosvivanenpazyfelices…nocomoángeles,perocomomuypocosmortaleslo son.Algunas vidas son bendecidas así: es la voluntad deDios, la huellainequívoca y la prueba imperecedera del Edén. Otras vidas siguen desde elprincipiouncursodiferente.Otrosviajerosencuentranuntiempodesapacible,tempestuosoeinestable…ylosvientosmásadversosentorpecensuavanceylessorprendencuando,eninvierno,lanochecaeprematuramente.NadadeesopuedeocurrirsinelpermisodeDios;yyoséque,entreSusobrasinfinitas,enalgún lugar está guardado el secreto de la justicia final: sé que Sus tesoroscontienenestapruebacomopromesadesumisericordia.

CapítuloXXXIII

MonsieurPaulcumplesupromesa

Elunodemayo, todasnosotras—esdecir, lasveintealumnas internasylas cuatro profesoras— teníamos que levantarnos a las cinco de lamañana,estarvestidasypreparadasalasseis,yponernosbajolasórdenesdemonsieurleprofesseurEmanuel,quenosguiaríafueradeVillette,yaqueeraeldíaenque pensaba cumplir su promesa de llevarnos a desayunar en el campo. Lociertoesqueyo,comotalvezrecuerdeellector,nohabíatenidoelhonordeser invitada al planearse la excursión… más bien todo lo contrario; perocuandomereferíaesehechoparasaberaquéatenerme,medieronuntiróndeorejasquenoquisequeserepitieraporplantearmásdificultades.

—Je vous conseille de vous faire prier —dijo monsieur Emanuel,amenazandoimperiosamentemiotrooído.

Un cumplido napoleónico, sin embargo, era suficiente, así que decidíformarpartedelgrupo.

Amanecióunamañanatanapaciblecomoelverano;lospájaroscantabanen el jardín, y una ligera neblina de rocío prometía una jornada calurosa.Todas comentamos que haría buen tiempo, y disfrutamos doblando yguardandolasprendasdeabrigo,yponiéndonosunaropamásveraniega.Unvestidoestampadoyunligerosombrerodepaja,confeccionadosyadornadoscomosólosabenhacerlolasmodistasfrancesas,aunandolomássencilloconlo más favorecedor, constituía nuestro uniforme. Nadie lucía sedas ajadas;nadiellevabaunaprendaelegantedeteriorada.

Alasseissonóanimadamentelacampanilla,ycorrimosentropelescalerasabajo,a travésdelcarré,a lo largodelpasillo,hasta llegaralvestíbulo.Allínosesperabanuestroprofesor,queno ibaataviadoconsu ferozpaletôty su

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severobonnet-grec,sinoconunacamisadeaspectojuvenil,uncinturónyunalegresombrerodepaja.Nosdioatodaselmásamabledelosbuenosdías,ylamayoríaseloagradecimosconunasonrisa.Despuésdecolocarnosenfila,iniciamoslamarcha.

Lascallesestabanaúndesiertas,yelairedelosbulevareseratanfrescoyapacible como en el campo. Supongo que nos sentíamos muy dichosasmientraslosrecorríamos.Cuandoquería,nuestrojefeposeíaelsecretodedarcierto impulso a la felicidad; de igual modo que, cuando estaba de pésimohumor,hacíaquenosestremeciéramosdemiedo.

Nonosguiabaninosseguía,sinoquecaminabadeunladoaotrodelafila,hablando con todas, conversando largo y tendido con sus favoritas, sindesentendersesiquieradelasquenolegustaban.Yoteníamisrazonesparanoquerer llamar la atención, y, al estar emparejada con Ginevra Fanshawe yverme obligada a soportar la encantadora presión del brazo nada liviano deaquelángel(susaludseguíasiendoexcelente,ypuedoasegurarallectorquenoeraningunatonteríasostenerelpesodesubelleza;variasveces,enelcursodeaquellacalurosajornada,deseécontodaelalmaposeerunpocomenosdeaquellaadorablemercancía),al tenerlaami lado,comoibadiciendo, intentéque me resultara útil colocándola siempre entre monsieur Paul y yo,cambiándome de lado según le oyera acercarse por la izquierda o por laderecha.Elmotivosecretodeesamaniobrapodíadebersealacircunstanciadequemi traje estampado era nuevo y de color rosa: un hecho que, llevandoaquellaescolta,mehacíasentircomosi,vestidaderojo,necesitaracruzarunpradodondeestuvierapastandountoro.

Durante un rato, el sistema de cambiar de sitio, unido a ciertasmodificaciones en la colocación de una bufanda de seda negra, respondió amis propósitos; pero monsieur Paul no tardó en descubrir que, llegara pordonde llegara, laseñoritaFanshaweseguíaestandoasu lado.Lasrelacionesentre Ginevra y él nunca habían sido lo bastante armoniosas para que susnerviosnosecrisparanaloírelacentoinglésdelajoven:nopodíansermásopuestos;seexasperabanmutuamente;éllaconsiderabavacíayafectada;ellalojuzgabagrosero,entrometido,repelente.

Finalmente, después de cambiarse unas seis veces de sitio, obteniendosiempreelmismoresultadoadverso,adelantólacabeza,clavósusojosenmíypreguntóconimpaciencia:

—Qu’estcequec’est?Vousmejouezdestours?

Apenas habían salido estas palabras de sus labios, sin embargo, cuando,consuhabitualperspicacia,comprendióelporquédemiproceder: fue inútilquesacudieraloslargosflecosyextendieraelanchobordedemibufanda.

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—Ah!C’estlaroberose!—exclamó,causandolamismaimpresiónenmíqueelrepentinoyfuriosomugidodealgúnseñordelaspraderas.

—Sólo es algodón—me apresuré a decir—; y esmás barato, y se lavamejorquecualquierotrocolor.

—EtmademoiselleLucieestcoquettecommedixParisiennes—respondió—.A-t-onjamaisvuuneAnglaisepareille,regardezplutôtsonchapeau,etsesgants,etsesbrodequins!

Todasesasprendaseranexactamente igualesque lasdemiscompañeras;de ningúnmodomás elegantes: en todo casomás sencillas que lamayoría;peromonsieurestabaemocionadoconellasyyoempecéaindignarmeanteelsermón que se avecinaba. Todo pasó, sin embargo, tan suavemente como amenudo pasa un amago de tormenta en un día de verano. Sólome llegó eldestellodeunrelámpagoatravésdelasonrisajocosaquebrillóensusojos;yentoncesdijo:

—Courage! À vraie dire je ne suis pas fâché, peut-être même suis jecontentqu’ons’estfaitsibellepourmapetitefête.

—Maismaroben’estpasbelle,monsieur-ellen’estquepropre.

—J’aimelapropreté—exclamóél.

En pocas palabras, no pensaba enojarse; el sol del buen humor debíatriunfaraquellaprometedoramañana;devorabalasnubesquepasabanantesdequemancillaransuesfera.

Y ya estábamos en el campo, entre lo que ellos llamaban les bois et lespetitssentiers.Aquellosbosquesycaminosunmesmástardesóloofreceríanunasoledadpolvorientaeincierta:ahora,sinembargo,consuverdordemayoysusosiegomatinal,resultabanpreciosos.

Llegamosauna fuenteconuncírculoperfectode tilosa sualrededor,algustodeLabassecour:hicimosunalto;recibimoslaordendesentarnossobreelterrenoverdeyondulantequerodeabasusaguas,ymonsieursecolocóentrenosotras, dejando que nos agrupáramos en torno a él. Las que sentían másafectoquetemorpormonsieurPaulsepusieronmuycerca—eransobretodolas pequeñas—; las que sentían más temor que afecto guardaron ciertadistancia;aquéllasalasqueuncariñomásprofundohabíadejado,inclusoeneltemorquequedabaenellas,unsaboragradable,sequedaronmásalejadas.

El profesor empezó a contarnos una historia. Era un gran narrador:empleaba el lenguaje que los niños aman y los sabios emulan; una dicciónsimple en su fuerzay fuerte en su simplicidad.Aquelpequeño relato estaballeno de hermosas pinceladas; dulces destellos de sentimiento y maticesdescriptivosque,mientraslosescuchaba,seintrodujeronenmialmaparano

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abandonarlanunca.Describióuncrepúsculo—aúnperviveenmimemoria—:Jamáshasalidounaescenasemejantedellápizdeunartista.

Yahedichoqueyono tenía la facultadde improvisar;quizáporesomemaravillaba quien la poseía en grado sumo. Monsieur Emanuel no era unhombre destinado a escribir libros; pero le he oído prodigar, condespreocupadae inconscientegenerosidad, riquezasmentalesde lasquecasinunca se vanaglorian los libros; su inteligencia erami biblioteca y, siemprequeseabríaparamí,mesentíadichosa.Intelectualmenteimperfecta,nopodíaleermucho;habíamuypocosvolúmenesimpresosyencuadernadosquenomecansasen, cuya lectura no me fatigara y cegara, pero sus gruesos tomos depensamiento eran colirio para los ojos del espíritu; al leer su contenido, lavisióninteriorseaclarabayfortalecía.Solíapensarcuánplacenteroseríaparaalguienqueleamaramásdeloqueélseamaba,reuniryguardartodosesospuñados de oromolido, tan despreocupadamente arrojados a los impetuososvientosdelcielo.

Cuando terminó su relato, se acercó al pequeño montículo dondeestábamos Ginevra y yo, algo apartadas del resto del grupo. Con su formahabitualdepedirlaopinión(noteníalacauteladeesperaraqueseladieranvoluntariamente),preguntó:

—¿Lehainteresado?

Siguiendo mi costumbre de no ser demasiado efusiva, me limité acontestar:

—Sí.

—¿Eraunabuenahistoria?

—Muybuena.

—Sinembargo,seríaincapazdeescribirla—dijo.

—¿Porqué,monsieur?

—Odiolostrabajosmecánicos;odioestarsentadosinmoverme.Peroselodictaría con mucho gusto a un amanuense de mi agrado. ¿Lo escribiríamademoiselleLucyparamísiselopidiera?

—Monsieuriríademasiadorápido;memeteríaprisa,yseenfadaríacuandomiplumanosiguieraelritmodesuslabios.

—Loprobaremosundía;veremoselmonstruoenquemeconviertobajoesascircunstancias.Peroahoranoesmomentodedictados;pretendoquemeayudedeotromodo.¿Veaquellagranja?

—¿Rodeadadeárboles?Sí.

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—Allídesayunaremos;y,mientraslabuenafermièrepreparaelcaféaulaiten el caldero, usted y otras cinco jovencitas, que yo elegiré, extenderán lamantequillaenmediocentenardepanecillos.

Despuésdeponerenfilaasutropaunavezmás,nosllevódirectamentealagranja,donde,alvernuestrasuperioridad,serindieronsincondiciones.

Una vez provistos de cuchillos limpios y platos, además demantequillafresca, media docena de nosotras, escogidas por el profesor, empezamos atrabajarbajosudirección,afindeprepararparaeldesayunounaenormecestade panecillos, que el panadero había llevado a la granja antes de nuestrallegada.Elcaféyelchocolateestabancalientes;yhabíanañadidoalconvitenatayhuevosfrescos.MonsieurEmanuel,siempregeneroso,habríaencargadotambiénabundantejambonyconfitures,peroalgunasdenosotras,quetalvezabusábamos de nuestra influencia, insistimos en que sería un insensatodespilfarro de víveres. Se quejó amargamente y nos llamó des ménagèresavares;peroledejamoshablar,yorganizamosanuestramaneralaseconomíasdelrefrigerio.

¡Conquéexpresióntanagradablenosmirabadesdeelfuegodelacocina!Eraunhombrequedisfrutabaviendofelicesalosdemás;legustabatenerasualrededormovimiento,animación,abundanciaydicha.Lepreguntamosdóndequeríasentarse.Nosdijoquesabíamosmuybienqueéleranuestroesclavoynosotrassustiranas,yquenoseatrevíaaelegirunasillasinnuestropermiso;asíquecolocamoslabutacadelgranjeroenlacabeceradelalargamesa,yleobligamosaocuparla.

Cómonoíbamosaquererle,apesardesuspasionesyhuracanes,cuandoavecespodíasertandócilybenévolocomoahora.Enrealidad,enelpeordeloscasos,loúnicoirritableeransusnervios;sutemperamentonoeraradicalmentemalo. Si se le tranquilizaba, comprendía y consolaba, era manso como uncordero; no haría daño a unamosca. Sólo con losmuy necios, perversos ointolerantessevolvíaunpocopeligroso.

Sinolvidarjamássureligión,pidióalamáspequeñadelgrupoquerezarauna breve oración antes de empezar el desayuno, santiguándose tandevotamentecomounamujer.Eralaprimeravezqueleveíarezar,ohaceresegestopiadoso;lohizocontantasencillez,conunafetaninfantil,quenopudesinosonreír,complacida,alobservarlo;susojossecruzaronconmisonrisa;selimitóatendermesuamablemano,diciendo:

—Donnez-moilamain!VeoqueadoramosalmismoDios,conelmismoespíritu,aunquenuestrosritosseandiferentes.

Casi todos los colegas de monsieur Emanuel eran librepensadores,descreídos y ateos; y la vida de muchos de ellos no resistiría un examen

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minucioso: él se asemejaba más a los caballeros de antaño, religiosos a sumaneraydereputaciónintachable.Lainocenciadelaniñez, labellezadelajuventudestabanasalvoconél.Suspasioneseranintensas,sussentimientosprofundos,pero suhonor inmaculadoy supiedadcandorosa leconferíanunpoderosoencantoqueamansabaalasfieras.

Fueundesayunomuyalegre,ylaalegríaquereinónoselimitóasermeroalboroto:monsieurPaullasuscitó,dirigióeincrementó;sucaráctersociableyanimadosedivirtió sin sombrasni trabas; rodeadoúnicamentedemujeresyniñas,nadapodíacontrariarleodesbaratarsusplanes;hacíasuvoluntad,yéstaresultabadelomásagradable.

Despuésdelrefrigerio,lasalumnaspudieroncorreryjugarlibrementeporlosprados;unpequeñogruposequedóparaayudaralamujerdelgranjeroarecogerlaloza.MonsieurPaulmellamó—cuandoestabaconellas—paraquemesentaracercadeéldebajodeunárbol,desdedondepodíavigilaralatropaqueretozabaenlospastizales,yleleyeramientrasfumabasucigarro.Sesentóenunbancomuyrústicoyyoenlasraícesdelárbol.Mientrasleía(unclásicodebolsillo,unCorneillequeamínomegustaba,peroaélsí,puesdescubríacosashermosasdondeyoeraincapazdepercibirlas),monsieurPaulescuchabaconunadulceserenidad,realmenteadmirableenunapersonatanimpetuosa;ladichamásprofunda llenaba susojos azulesy suavizaba las arrugasde suanchafrente.Yotambiénmesentíafeliz:felizconaqueldíaluminoso,todavíamásfelizconsupresencia,lamásfelizdelmundoconsugentileza.

Pocodespuésmepreguntósinopreferiríacorrerconmiscompañerasqueestarallísentada.Ledijequeno;quemesentíacontentadeestarconél.Siyofuera su hermana, quiso saber, ¿me gustaría estar siempre con un hermanocomo él? Le contesté que eso creía; y mis palabras fueron sinceras. Si éltuviera que abandonar Villette y marcharse muy lejos, ¿lo sentiría yo?,inquirióacontinuación;yyodejécaerelCorneille,ynolerespondí.

—Petite soeur—exclamó—; ¿cuánto tiempome recordaría usted si nosseparáramos?

—Eso no puedo decírselo, monsieur; desconozco cuánto tiempo ha detranscurrirantesdequeyoolvidelascosasterrenas.

—Si tuvieraque iralotro ladodelocéanodos…tres…cincoaños,¿medaríalabienvenidaamiregreso?

—Pero,monsieur,¿cómopodríavivirmientrastanto?

—Pourtantj’aiétépourvousbiendur,bienexigeant.

Ocultémirostrotrasellibro,puesestabacubiertodelágrimas.Lepreguntéporquéhablabaasí;yéldijoquenovolveríaahacerlo,yconsiguióanimarme.

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Aunasí,ladelicadezaconquemetratóelrestodeldíamellegóalalma.Erademasiadotierno.Eraprofundamentetriste.Ojalásehubieramostradobrusco,caprichosoyairadocomodecostumbre.

Cuando llegó el ardiente mediodía —pues el tiempo, tal comoesperábamos,resultótanradiantecomoenjunio—,nuestropastorrecogiólasovejas de los pastizales y procedió a conducirnos lentamente de vuelta alhogar. Pero teníamos que andar una milla, pues la granja donde habíamosdesayunadoseencontrabaaesadistanciadeVillette;lasniñas,especialmente,estabanagotadasde tanto jugar; losánimosde lamayoríadecayeronante laperspectivade aquella caminata almediodíaporunas chausséespedregosas,cegadorasypolvorientas.Aquella situación sehabíaprevistoy solucionado.Nadamáscruzarloslindesdelagranjaencontramosdosespaciososvehículosqueveníanabuscarnos:laclasedetransportequesealquilaparallevargruposescolares;dirigidasporunamanoexperta,todasnosacomodamos,yunahoradespuésmonsieurPaulentregaba,enperfectoestado,sucargamentoenlarueFossette.Habíasidoundíamuyagradable:sinelhalodemelancolíaquehabíanubladoelsolunosinstantes,habríasidoperfecto.

Yesasombravolvióaapareceraquellamismatarde.

Alcaereldía,vicómomonsieurEmanuelsalíaal jardínencompañíademadame Beck. Pasearon casi una hora por el sendero central, hablandoseriamente: él, con aspecto grave pero inquieto; ella, con aire sorprendido,crítico,disuasorio.

Me pregunté qué estarían discutiendo; y, cuandomadameBeck volvió aentrarenlacasaaloscurecer,dejandoasuprimoPauleneljardín,pensé:

«Estamañanamehallamadopetitesoeur.Sirealmentefueramihermano,¡cuántome gustaría acercarme a él en estosmomentos y preguntarle qué lepreocupa!Miracómoseapoyaeneseárbol,conlosbrazoscruzadosyelceñofruncido. Necesita consuelo, lo sé: madame no ofrece consuelo; sólo poneobjeciones.Yahora…»

Pasandodelaquiescenciaalaacción,monsieurPaulbajómuyerguidoporel jardín, dando grandes zancadas. Las puertas del carré estaban todavíaabiertas:supusequeiríaaregarlostiestosdelosnaranjos,comohacíadevezencuando;alllegaralpatio,sinembargo,cambióbruscamentededirecciónyseacercóalberceauyalapuertaacristaladadelaclasedeprimero.Yoestabaen esa clase, había estado observándole desde allí; perome faltó valor paraesperar su llegada. Se había vuelto de un modo tan repentino, andaba tandeprisa, tenía un aspecto tan extraño…La cobardequehabía enmi interiorpalideció,retrocedióy,sinescucharlavozdelarazón,yoyendoelcrujidodelahierbayelsonidodelagravabajosuspies,huyóempujadaporlasalasdelpánico.

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Ynomedetuvehastarefugiarmeeneloratorio,ahoravacío.Escuchandodesdeallí,conelcorazónpalpitanteyunmiedoinexplicable,indefinido,leoírecorrertodaslasaulas,dandoimpacientesportazosasupaso;leoíirrumpirenelrefectoriodurantelalecturepieuse;leoípronunciarestaspalabras:

—OùestmademoiselleLucie?

Y en el instante en que, armándome de valor, me disponía a bajar parahacerloque,despuésdetodo,másdeseabahacerenelmundo,esdecir,irasuencuentro,lavozchillonadeZélieStPierrerespondióinsidiosamente:

—Elleestaulit.

YmonsieurPaulsalióalpasillosindisimularsuirritación.MadameBeckfue a su encuentro, le capturó, reprendió y escoltó hasta la entrada, yfinalmentesedespidiódeél.

Alcerrarselapuertadelacalle,recordéconasombromimalvadoprocederylosentíenelalma.Sabíadesdeelprincipioqueélmebuscaba,quequeríaestar conmigo, ¿acaso no lo deseaba yo también? Entonces ¿qué me habíaalejado?¿Quémehabíallevadolejosdesualcance?Teníaalgoquedecirme,iba a contármelo: mis oídos se aguzaban, y yo había hecho imposible suconfidencia. Anhelante de escuchar y consolar cuando creía que eran doscosas fuerademi alcance, alpresentarsedepronto laoportunidad, la eludíacomohubieraeludidomipropiamuerte.

Pues bien, mi enloquecida falta de coherencia recibió su merecido. Enlugar del bienestar, de la satisfacción que habría experimentado si hubieradominado el pánico y me hubiera mantenido firme dos minutos, sólo mequedabanelprofundovacío,ladudainquietanteylanegraincertidumbre.

Coloquémisgananciasbajolaalmohada,ypasélanochecontándolas.

CapítuloXXXIV

Malévola

Madame Beck me llamó el jueves por la tarde y me preguntó si teníaalgunaocupaciónquemeimpidierairalaciudadparahacerleunosrecados.

Comoestabalibre,mepuseasudisposición;yenseguidameentregóunalista con las lanas, sedas, hilos de bordar, etcétera, que necesitaba para laslabores de las alumnas. Después de equiparme como procedía para un díanubladoybochornosoqueamenazabatormenta,estabadescorriendoelcerrojode la puerta para salir cuando madame me pidió que volviera a la salle à

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manger.

—Pardon,meessLucie—exclamó,conloqueparecíalaurgenciadeunaidea repentina—,acabode recordarque tengootroencargoparausted, si estanamabledenoconsiderarloexcesivo.

Como es natural, insistí en todo lo contrario; ymadame corrió a la salapequeña y me trajo una hermosa cesta repleta de delicados frutos deinvernadero, sonrosados, perfectos y tentadores, sobre un lecho de hojasverdinegras, tanbrillantes como la cera, yde estrellasdoradasdeno séquéexóticaplanta.

—Tome—dijo—, apenas pesa y no deslucirá su cuidada indumentaria;nadiepensaráqueesustedunacriada.HágameelfavordedejarestacestitaenlacasademadameWalravens,conmifelicitaciónporsufête.Viveenlaparteantiguadelaciudad,enlaruedesMagesnúmero.Metemoqueelcaminoleparecerá un poco largo, pero tiene usted toda la tarde por delante, y no hayningunaprisa;sinohavueltoparalacena,ordenaréqueleguardenunplato,oGoton,quesientedebilidadporusted,leprepararáencantadaalgosencillo.Nonos olvidaremos de usted, ma bonne meess. Y, por favor —exclamó,llamándomedenuevo—,insistaenveramadameWalravens,yenentregarlela cesta personalmente para que no haya ningún error; es una personamuypuntillosa.Adieu!Aurevoir!

Yfinalmentememarché.Tardéalgún tiempoenhacer losrecadosde lastiendas, pues elegir y emparejar sedas y lanas es siempre una tarea tediosa,peroacabéllegandoalfinaldelalista.Escogílospatronesdelaspantuflas,loscordonesde lascampanillas, loscabas,y también lospasadoresy lasborlasparalosmonederos;enpocaspalabras,mequitédeencimaaqueltripotage;lafrutaylafelicitacióneranloúnicoquemefaltaba.

Meagradaba la perspectivadedar un largopaseohasta el corazónde laviejaysombríaBasse-Ville;ymiplacernofuemenoralvercómoelcielodelatardecer,unaoscuramasaazulmetálicadebordesllameantes,sevolvíapocoapocodelrojomásencendido.

Me asusta la violencia del viento, pues la tormenta requiere una energíaquesiempremecuestadesplegar;peroellóbregoocaso,lacopiosanevadaoeloscuro aguacero únicamente piden resignación, el abandono silencioso devestimentasypersonasantesdeempaparse.Acambio,purificanantenuestrosojosunacapital;abrenunsilenciosocaminoatravésdelasgrandesavenidas;petrificanunaciudadllenadevida,comosisetrataradeunhechizooriental;conviertenVillette en unaTadmor.Dejemos, pues, que caiga la lluvia y lasaguasnosinunden,peroanteshededeshacermedeestacestadefrutas.

Unrelojdesconocidodeunatorredesconocida(lavozdeStJeanBaptiste

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sehallabaahorademasiado lejospara resultaraudible)estabadando las seismenoscuartocuandolleguéalacalleyalacasacuyadirecciónmehabíadadomadameBeck.Noeraningunacalle,másbienformabapartedeunaplaza;eraun rincónmuy tranquilo: la hierba crecía entre las grandes losas grises, lascasaseranespaciosasyparecíanmuyantiguas;trasellasseelevabanalgunosárboles, que indicaban la presencia de jardines en la parte trasera. Laantigüedad revoloteaba por aquella zona, de la que los negocios estabandesterrados.Hombresadineradoshabíanhabitadoenotrotiempoaquelbarrio,y sus calles habían conocido el esplendor.Aquella iglesia, cuyos lúgubresyruinososcampanariosdominabanlaplaza,fueantañoelvenerableyopulentosantuariode losReyesMagos.Perohacíamucho tiempoque la riquezay lagrandiosidadhabíanextendidosusalasdoradasyhabíanhuidodeallí,dejandosus antiguosnidos, tal vezpara albergar a laPenuria, tal vezpara continuarfríos y solitarios, desmoronándose sin ocupantes mientras se sucedían losinviernos.

Mientras cruzaba aquella place desierta, cuyo empedrado oscurecíanlentamenteunasgotascasitangrandescomolasmonedasdecincofrancos,novientodasuextensiónningunaseñaldevida,siexceptuamoslafiguradeunancianoyendeblesacerdotequeavanzabaencorvadoconlaayudaunbastón:lavivaimagendelavejezyladecrepitud.

Habíasalidodelacasadondeyomedirigía;y,cuandomedetuveantelapuerta que acababa de cerrarse y toqué la campanilla, él se volvió paramirarme.Ytardóbastanteenapartarlavista;esposibleque,conmicestadefrutos veraniegos y sin la dignidad que confieren los años, yo le pareciesefueradelugarenaquelescenario.Séque,simehubieraabiertolapuertaunabonne jovenydemejillas sonrosadas, habríapensadoquenopegaba con lacasa;pero,cuandomeencontréfrenteaunamujermuyviejaconunantiguotraje de campesina, una cofia tan horrible comocostosa, grandes solapas deencaje de la región, enaguas, chaqueta de paño y zuecosmás semejantes apequeñosbarcosqueazapatos,nosentílamenorextrañeza.

Laexpresiónde su rostronoera tan tranquilizadora comoel cortede suatuendo; raravezhevistoaalguienmásarisco; apenas respondiócuando lepreguntépormadameWalravens;creoquemehabríaarrancadodelamanolacestadefrutasielviejosacerdote,cojeando,nolahubieradetenidoyhubieraescuchadopersonalmentemimensaje.

A causa de su sordera, le costó un poco entender que yo debía ver amadameWalravensyentregarlelafruta.Finalmente,sinembargo,comprendióque me habían dado esa orden y tenía que cumplirla al pie de la letra.Dirigiéndosealaancianabonne,noenfrancéssinoenlalenguaaborigendeLabassecour, el sacerdote logró convencerla de que me dejara cruzar elinhóspitoumbral, y, acompañándomeal pisode arriba,mehizopasar auna

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especiedesalón,dondemedejó.

La estancia era grande y tenía un hermoso techo, muy antiguo, y unosventanalesconvidrierasdecoloressemejantesalosdeunaiglesia;peroestabavacía y, con la tormenta que se avecinaba, parecía envuelta en una extrañapenumbra. Desde ella se accedía a un pequeño gabinete; pero éste teníacerradas las persianas de su única ventana; en medio de la oscuridad, sevislumbraban algunos detalles de su mobiliario. Me entretuve un ratointentandodistinguirlos;mesentíespecialmenteatraídaporelcontornodeuncuadroquecolgabaenlapared.

Peroéstenotardóendesvanecerse:paramiperplejidad,pareciómoverse,descenderyesfumarse;suausenciapusoaldescubiertounaaberturaenformadearcoqueconducíaaunpasadizoabovedadoconunamisteriosaescaleradecaracol;tantoelpasadizocomolaescaleraerandefríapiedra,sinalfombrarnipintar.Poraquellaescaleradetorreónbajaba…tap,tap,tap…elsonidodeunbastón; pronto cayó una sombra en los escalones y, después, percibí unapresencia.

Pero¿erarealaquellaapariciónqueseaproximaba?¿Aquelobstáculoqueennegrecíaparcialmenteelarco?

Se acercómás, y pudeverla.Empecé a comprender dónde estaba. ¡BienpodíallamarseaquelviejorincónlaplazadelosReyesMagos!¡Bienpodíanlas tres torres que la dominaban estar apadrinadas por los tres misteriosossabios de un arte caduco y oscuro! Allí prevalecían los encantamientos delpasado.Unhechizomehabíaabiertoelpaísdeloselfos:elcuartoparecidoauna celda, el cuadro desaparecido, el arco y el pasadizo, la escalera depiedra… todo formaba parte de un cuento de hadas. E incluso vi con másnitidezqueaquellospintorescosdetallesalafiguraprincipal:¡Cunegunda,labruja!¡Malévola,elhadamalvada!Y¿cómoera?

Debía de medir unos tres pies de altura, pero no tenía ninguna formadeterminada;susmanoshuesudas,unasobreotra,apretabanelpuñodoradodeunbastóndemarfilmuysemejanteaunavaritamágica.Surostroeraancho,ynoparecíaestarsobreloshombrossinodelantedelpecho;dabalaimpresióndeno tenercuello;yohabríaaseguradoquesus facciones rondaban loscienaños, y sus ojos incluso les aventajaban en edad: resultaban perversos yhostiles, con aquellas gruesas cejas encima y aquellos párpados grises ylívidosasualrededor. ¡Cuánseveramentemecontemplaronconunaespeciedesombríodesagrado!

Aquel ser llevaba un traje de brocado teñido de un azul muy brillante,como la florde lagenciana,ycubiertoconuna teladesaténconhojasmuygrandes;encimadelvestido,unmagníficochal,suntuosamenteribeteadoytangrandeparaellaquesusflecosmulticoloresrozabanelsuelo.Peroloquemás

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llamaba la atención eran sus joyas; llevaba unos pendientes claros y muylargos que brillaban con un fulgor que no podía ser falso o prestado; susmanosesqueléticas lucíanunosanilloscongruesosarosdeoroypiedrasdecolor purpúreo, verde y rojo sangre. Jorobada, casi enana, senil, ibaengalanadacomounareinabárbara.

—Quemevoulez-vous?—exclamóconunavozronca,máspropiadeunhombremayorquedeunaanciana;ylociertoesqueensubarbillacrecíaunabarbaplateada.

Entreguémicestaymimensaje.

—¿Nadamás?—inquirió.

—Nadamás—repuse.

—Sinceramente, no merecía la pena —señaló—. Regrese con madameBeck y dígale que puedo comprar fruta cuando quiero, et quant à sesfélicitations,jem’enmoque!

Yaquelladamatancortésmediolaespalda.

Enelinstanteenquesevolvía,retumbóuntruenoyunrelámpagoiluminóel salón y el boudoir. El cuento de hadas parecía continuar debidamenteacompañado por los elementos. El viajero, atraído con engaños al castilloencantado,oíaarreciarlatempestadquealgúnhechizohabíadesatado.

Despuésde lo sucedido, ¿quédebíapensardemadameBeck?Conocíaagentemuyextraña;ofrecíamensajesyregalosenunaltarmuyespecial,ylagroseracriaturaqueadorabaparecíaserleadversa.YaquellahurañaSidoniase marchó temblando y tambaleándose como la encarnación de la perlesía,golpeando el parquet de mosaicos con su bastón de marfil y refunfuñandomalévolamentemientrasdesaparecía.

Lalluviaseguíacayendo,elfirmamentoparecíadesmoronarse;losnegrosnubarrones, rojizos un poco antes, habían palidecido como si el miedo losatenazara. A pesar de haberme jactado de no temer un chaparrón, no eraagradable salir enmedio de aquel diluvio.Los relámpagos centelleaban conviolencia, y los truenos retumbaban muy cerca; la tormenta estaba justoencimadeVillette;parecíahabersedesatadoensucenit;seabatíaconfuerzasobrelaciudad;losrayos,consuslíneasangulosaseinclinadas,atravesabande ladoa lado los torrentesverticales; rojoszigzagsseentrelazabanconunacortinadeaguatanclaracomoelmetalblanco:ytodoesosurgíadeuncielooscurocomobocadelobo,desbordante,pletórico.

Saliendo del inhóspito salón de madameWalravens, me dirigí a la fríaescalera;habíaunasientoenelrellanoymesentéaesperar.Alguienseacercóporlagaleríadearriba;setratabadelancianosacerdote.

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—No se siente ahí, mademoiselle —dijo—. Nuestro benefactor sedisgustaríasisupieraqueenestacasatratamosasíalosdesconocidos.

Ymepidiótanencarecidamentequevolvieraalsalónquehabríasidounadescortesía por mi parte negarme. El gabinete contiguo estaba mejoramueblado y era más habitable; y allí me condujo. Levantó un poco laspersianas,dejandoverloqueseasemejabamásaunoratorioqueaunboudoir,unapequeñacámaramuysolemne,queparecíamásdedicadaalasreliquiasylosrecuerdosquealusocotidianoylacomodidad.

Elbuen sacerdote se sentó comosiquisierahacermecompañía;pero, envez de conversar, cogió un libro, fijó la mirada en una página y empezó asusurrar algo que sonaba a oración o letanía. Una luz amarillenta iluminódesde el cielo su calvicie; su figura continuó en la sombra, profunda ypurpúrea;inmóvilcomounaestatua,parecióolvidarsedemíconsusplegarias;sólo levantaba los ojos cuando un rayo más violento o un estruendo máscercano señalaban la proximidad del peligro; ni siquiera entonces alzaba lavistaconmiedo,sinoconreverencia.Yotambiénmesentíasobrecogida;pero,comonoerapresadelterror,mispensamientosyobservacioneseranlibres.

A decir verdad, empezaba a pensar que el viejo sacerdote se parecía aaquel père Silas ante el que yo me había arrodillado en la iglesia delBeguinaje.Lo recordabavagamente, pues sólo había visto ami confesor deperfilyenlapenumbra,perocreíaadvertirciertasemejanza:tambiénmediola impresiónde reconocer suvoz.Mientras le contemplaba, resultóevidenteque él percibía mi escrutinio; me volví para observar la estancia; tambiénhabíaalgomisteriosoenella.

Junto a una cruz curiosamente tallada en viejo marfil —que el tiempohabía vuelto amarillo—, y que descansaba sobre un prie-dieu granate,debidamenteacompañadadeunricomisalydeunrosariodeébano,colgabael cuadro cuyo oscuro contorno había llamado antesmi atención, el cuadroquesemovióydesaparecióconlapared,dejandoentraralosfantasmas.Maliluminado,mehabíaparecidounaMadona;ahoraqueentraba la luz, resultóser el retratodeunamujervestidademonja.El rostro, sin serhermoso, eraagradable;pálido,jovenyensombrecidoporeldolorolamalasalud.Repitoquenoerahermoso,nisiquierainteresante;suencantoresidíaenlafragilidadde su cuerpo, en la inactividad de sus pasiones, en la aquiescencia de sushábitos; y, sin embargo, estuve contemplándolo mucho tiempo, y no podíadejardemirarlo.

El viejo sacerdote, que al principio me había parecido tan sordo y tandecrépito,debíadeconservarsusfacultadesenbastantebuenestado;aunquedaba la impresiónde estar absorto en su libro, y jamás levantó la cabezanivolvió los ojos, que yo supiera, comprendió con claridad qué llamaba mi

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atencióny,convozlentayclara,vertióestoscuatrocomentarios:

—Fuemuyquerida.DedicósuvidaaDios.Muriómuyjoven.Todavíaesrecordada,todavíaesllorada.

—¿Por esa dama, madame Walravens? —pregunté, creyendo haberdescubiertoenelterriblemalhumordeaquellaancianaunapenainconsolableporlamuertedeunserquerido.

Elsacerdotelonegóconlacabeza,esbozandomediasonrisa.

—No,no—exclamó—;elcariñodeunagrand-dameporloshijosdesushijos puede ser considerable, y el dolor por su pérdidamuy profundo; perosólosuprometido,alqueelDestino,laFeylaMuertenegarontresvecesladicha de la unión, llora lo que ha perdido, como todavía se llora a JustineMarie.

Pensé que el sacerdote quería despertar mi curiosidad, de modo que lepreguntéquiénhabíaperdidoy lloraba todavíaaJustineMarie.Surespuestafueunpequeñorelatoromántico,quemecontó,nosinemoción,mientras latormenta remitía. He de decir que me habría impresionado mucho más sihubierasidomenos francés, sentimentalmente rousseaunianoypreciosista;yhubieraestadomenospreocupadoporproducirunfuerteefectoenmiánimo.PeroeraostensiblequeeldignosacerdotehabíanacidoysehabíaeducadoenFrancia(cadavezmeconvencíamásdesuparecidoconmiconfesor),yeraunverdadero hijo deRoma; cuando alzaba la vista,memiraba de soslayo conmuchamássagacidaddelaquecabríaesperarenunhombredesetentaaños.Noobstante,creoqueeraunancianobondadoso.

Elhéroedelahistoriaeraunantiguodiscípulosuyo,alqueahorallamabasubenefactor,yque,alparecer,habíaamadoaaquellapálidaMarieJustine,unaricaheredera,enunaépocaenquesusperspectivasenlavidajustificabanque aspirara a su mano. El padre de su discípulo, antaño un florecientebanquero, se había arruinado y murió dejando sólo deudas y miseria; yentoncesprohibieronal jovenquepensaraenMarie.EspecialmentemadameWalravens, aquella vieja bruja con aire de grand-dame que yo acababa deconocer, se opuso al enlace con toda la violencia de un carácter que ladeformidadvolvíaenocasionesdemoníaco.LadulceMarienoteníanimaliciaparamentir, ni fuerzapara seguir incondicionalmentea suamado;dejóa suprimer pretendiente, pero, negándose a aceptar a un segundo con el bolsillomáslleno,seretiróaunconvento,dondemurióensunoviciado.

Unaprolongadaangustia,alparecer,tomoposesióndelfielcorazónquelaadoraba, y laveracidadde aquel amoryde aquellapena sedemostródeunmodoqueinclusomeconmovióalescucharlo.

Unos años después de lamuerte de JustineMarie, la bancarrota alcanzó

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tambiénasufamilia;elpadre,queademásdeserjoyerojugabaalaBourse,sevio envuelto en una serie de transacciones financieras que supusieron elescándalo y la ruina.Murió de pena por la pérdida, y de vergüenza por lainfamia.Suviejamadrejorobadaysudesconsoladaviudasequedaronsinunpenique;yhabríanmuertodehambre,denohaber sidoporel lealyantañodesdeñadopretendientedesudifuntahija,que,alenterarsedelasituaciónqueatravesaban las dos damas, acudió en su auxilio con singular nobleza. Sevengó de su orgullo altanero con la más misericordiosa caridad: dándolesalojamiento, cuidándolas y ofreciéndoles su amistad, con mayor ternura yeficiencia de la que habríamostrado un hijo. Lamadre—en conjunto, unamujerbuena—murióbendiciéndolo;laextrañaabuela,impía,desnaturalizaday misántropa, seguía viviendo, y aquel hombre abnegado costeaba susnecesidades. Ella, que había sido la pesadilla de su vida truncando susesperanzasyprocurándole,envezdeamoryfelicidaddoméstica,unlargolutoyunatristesoledad,era tratadaconelrespetoqueunbuenhijoprofesaasubondadosamadre.

—Lallevóasucasa,y—prosiguióelsacerdoteconlágrimassincerasenlos ojos— aquí nos da cobijo a mí, su antiguo tutor, y a Agnes, una viejacriada de la familia de su padre. Sé que dedica tres cuartas partes de susingresosamantenernosyahacerotrasobrasdecaridad,yque,conelresto,secompraalgodepanysepagaelmásmodestodelosalojamientos.Todoestoha impedido que se vuelva a casar: se ha entregado a Dios y a su noviaangelicalcomosifueraunministrodelSeñor,aligualqueyo.

Elsacerdoteseenjugólaslágrimasantesdedecirestasúltimaspalabrasy,alpronunciarlas,alzólavistaunosinstantesparafijarseenmí.Reparéensumirada,apesardelofurtivaquefue;elbrillomomentáneodesusojosreflejóalgoquemeimpresionó.

Estos católicos son seres extraños. De pronto uno de ellos—al que noconocesmásquealúltimo incadelPerúoalprimeremperadordeChina—parecesaberlotododeti;ytienesusmotivosparadecirteestoylootrocuandotúcreesquesuspalabrassurgenespontáneamente,obedeciendoaunimpulso:suplanestablecequeirástaldía,atallugar,bajotalesytalescircunstancias,cuando, en tu torpe ingenuidad, todo te parece fruto de la casualidad o delcompromiso. El mensaje y el obsequio que madame Beck había recordadosúbitamente,miinocenteembajadaalaplacedelosReyesMagos,elancianosacerdote bajando, demanera fortuita, los escalones y cruzando la plaza, suintervención enmi defensa para que la bonne no me impidiera el paso, sureapariciónenlasescaleras,millegadaaaquelgabinete,elretrato,lahistorianarrada voluntariamente con tanta amabilidad… todos aquellos pequeñosincidentes, tomadosdeunoenuno,parecíannoguardar relaciónentresí,unpuñadodecuentassueltas;pero,ensartadosporlamiradaastutaypenetrante

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deunosojosjesuíticos,formabanunrosariotanlargocomoeldelprieu-dieu.¿Dóndeestabaelpuntodeenlace,elpequeñocierredeaquelcollarmonacal?Veíao sentía launión,peroera incapazdeencontrarel lugar,odescubrir elenganche.

Es posible que mi ensimismamiento resultara un tanto sospechoso; elsacerdotemeinterrumpiócondelicadeza.

—Mademoiselle—dijo—, confío en que no tenga que ir muy lejos poresascallesinundadas.

—Másdemedialegua.

—¿Viveusted…?

—EnlarueFossette.

—¿No… no será en el pensionnat de madame Beck? —inquirió conanimación.

—Enefecto.

—Donc —exclamó, juntando las manos—, donc, vous devez connaîtremonélève,monPaul?

—¿MonsieurPaulEmanuel,elprofesordeliteratura?

—Élyningúnotro.

Sehizo el silencio.El cierredel eslabón sevolvía súbitamentepalpable;sentíqueseabríaalpresionarlo.

—La persona de la que ha estado hablando, ¿era monsieur Paul? —pregunté en seguida—. ¿Es él su discípulo y el benefactor de madameWalravens?

—Sí,ydeAgnes,laviejacriada;yademás—señalóconciertoénfasis—erayeselenamoradofiel,constanteyeternodeesasantadelCielo…JustineMarie.

—Y¿quiénesusted,padre?—continué;y,aunquerecalquémispalabras,resultaroncasisuperfluas;yosabíadeantemanolarespuestaqueibaadarme.

—Yo,hijamía,soypèreSilas;eseindignohijodelaSantaIglesia,alqueen una ocasión usted honró con una noble y conmovedora confidencia,mostrándomeel fondodeuncorazónyelsantuario interiordeunalmaque,parasersincero,codiciédirigirporelbiendelaúnicafeverdadera.Nolaheperdido de vista ni un día, ni he dejado una hora de interesarmeprofundamenteporusted.SometidaaladisciplinadeRoma,moldeadaporsuselevadas enseñanzas, inoculadacon susbeneficiosasdoctrinas, inspiradaporel fervor que sólo ella proporciona…me doy cuenta de cuál podría ser su

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categoríaespiritual,suvalorpráctico;yenvidiosupresaalaHerejía.

Me pareció una situaciónmuy singular.Me imaginé, asimismo, en esascircunstancias: sometida a la disciplina, moldeada, educada, inoculada,etcétera.

«Esonunca»,pensé,perocontuvemidisgustoyseguísentadasinperderlacalma.

—Supongo que monsieur Paul no vive aquí, ¿verdad? —exclamé,continuando con un tema que consideré más a propósito que los sueñosdescabelladosdeunarenegada.

—No; sólo viene de vez en cuando para adorar a su querida santa,confesarse conmigo y presentar sus respetos a la que llama su madre. Sualojamientosólotienedoshabitaciones;notienecriado,peronopermitiríaquemadameWalravens vendiera esas espléndidas joyas con las que usted la havisto engalanada, y de las que ella se enorgullece puerilmente por ser losadornos de su juventud y las últimas reliquias de la fortuna de su hijo, eljoyero.

«Cuántasvecesmehaparecido—pensé—queesehombre,esemonsieurEmanuel,carecíademagnanimidadenlascosasnimias;y,sinembargo,¡quégrandeesenlascosasimportantes!».

Reconozcoquenoconsideréentrelaspruebasdesugrandezanielactodelaconfesiónnilaadoracióndelossantos.

—¿Hace cuánto tiempo que murió esa dama? —pregunté, mirando aJustineMarie.

—Veinte años. Era algo mayor que monsieur Emanuel; entonces él eramuyjoven,puesahoranotienemásdecuarentaaños.

—¿Aúnlallora?

—Sucorazónsiemprelallorará:laesenciadelcarácterdeEmanueles…lafidelidad.

Lodijocongranénfasis.

Ydeprontosalióelsol,pálidoyacuoso;lalluviaseguíacayendo,perolatormentahabía amainado; el ardiente firmamento,despuésdepartirse,habíaarrojado sus relámpagos. Sime retrasabamás, apenasme quedaría luz paravolveracasa,asíquemelevanté,yagradecíalsacerdotesuhospitalidadysurelato. Me respondió benévolamente con un pax vobiscum, que recibí conagrado,puesmeparecióreflejarunabondadsincera;peromegustómenoslamisteriosafrasequeloacompañó:

—Hijamía,¡ustedseráloqueserá!

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Unoráculoquemehizoencogerdehombrosencuantosalíalacalle.Escierto que muy pocos sabemos lo que va a ser de nosotros, pero, dada miexperiencia, esperaba vivir y morir como una sobria protestante: había unafalsedadenel interioryunaostentaciónalrededorde la«Santa Iglesia»queme tentaban, si bien moderadamente. Seguí mi camino meditando sobremuchascosas.Fueraloquefueraelcatolicismo,habíacatólicosbuenos:aquelhombre,Emanuel,parecíaserdelosmejores;supersticioso, influenciadoporlas malas artes de un sacerdote, y, sin embargo, asombroso por su feapasionada,sufervientedevoción,suespíritudesacrificio,sucaridadinfinita.Loúnicoque faltabaeravercómoRoma,a travésdesusagentes,manejabaesascualidades;silasmimabaporsupropiobienyeldelSeñor,opracticabalausuraconellasysequedabaconlosintereses.

Cuando llegué al internado, estaba anocheciendo. Goton había tenido laamabilidaddeguardarmeunpocodecena,algoqueenverdadnecesitaba.Mellamóparaquelatomaraenelpequeñogabinete,ymadameBecknotardóentraermeunvasodevino.

—Ybien—exclamó,riéndoseentredientes—,¿quéclasederecibimientoledispensómadameWalravens?Elleestdrôle,n’est-cepas?

Lecontélosucedido,transmitiéndolealpiedelaletrasumensaje.

—Oh la singulière petite bossue!—se rió—.Et figurez-vous qu’ellemedéteste,parcequ’ellemecroitamoureusedemoncousinPaul;cepetitdevotquin’osepasbouger,àmoinsquesonconfesseurneluidonnelapermission!Aureste—prosiguió—,aunqueélquisieracasarseconalguien,soitmoi,soitune autre, nopodríahacerlo; ya tieneuna familiademasiadonumerosa a sucargo:mèreWalravens,pèreSilas,dameAgnes,ytodaunatropadeindigentesanónimos. Nadie como él para imponerse cargas superiores a sus fuerzas,asumiendo voluntariamente responsabilidades innecesarias. Además, albergaunarománticaideasobreciertapálidaMarieJustine,personnageassezniaiseàcequejepense(ésefueelirrespetuosocomentariodemadame),quehasidounángeldelCielo,odecualquierotrolugar,durantelosúltimosveinteaños,yconlaquepiensareunirse,libredeatadurasterrenas,purecommeunlis,àcequ’ildit.¡SereiríaustedsiconocieralamitaddelasmaníasyexcentricidadesdemonsieurEmanuel!Peroestoy impidiendoquecoma,mabonnemeess,ydebenecesitarlo;tomesucena,bebasuvino,oubliezlesanges,lesbossues,etsurtout,lesprofesseurs-etbonsoir!

CapítuloXXXV

Fraternidad

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«Oubliez les professeurs». Eso había dicho madame Beck. Nuestradirectora era una mujer sabia, pero no debería haber pronunciado esaspalabras. Hacerlo fue un error. Aquella noche tendría que haberme dejadotranquila…noexcitada;indiferente,nointeresada;aisladaenmipropiaestimayladelosdemás…desvinculadaporcompletodeesasegundapersonaqueyodebíaolvidar.

¿Olvidar?¡Ah!TramaronunbuenplanparaqueolvidaraamonsieurPaul,¡losmuypresuntuosos!Memostraroncuánbondadosoera;convirtieronamiqueridohombrecilloenunhéroeintachable.Yluegohablarondesuformadeamar.¿Cómopodíahabersabidoyo,antesdeesedía,sieracapazdequererono?

Lohabíavistoceloso,suspicaz;habíapercibidoenélciertaternura,ciertavacilación…unadulzuraquellegabacomounabocanadadeairecálido,yunacompasiónquepasabacomoelrocíodelamañana,yquesecabaelardordesuirritabilidad:esoeracuantosabía.Yellos,pèreSilasyModesteMarieBeck(teníalaconviccióndequelosdossehabíanpuestodeacuerdo),abrieronelsagrariodelcorazóndemonsieurPaul,ymemostraronungranamor,hijodela juventud de su naturalezameridional, nacido tan profundo y tan perfectoquesehabíareídodelapropiaMuerte,despreciandosumezquinoexpoliodelamateria,aferrándosealespírituinmortalyvelandounatumbaduranteveinteaños,victoriosoyleal.

Ynolohabíahechoporsimplecapricho:noeraunameraconcesiónalossentimientos;habíademostradosufidelidadconsagrandosusmejoresenergíasa un generoso propósito, y lo había atestiguado con inmensos sacrificiospersonales:porlosseresqueellaamóenelpasado,habíadejadoaunladolavenganzayaceptadounacruz.

EncuantoaJustineMarie,teníalasensacióndeconocerlatanbiencomosilahubieravisto.Sabíaqueerasuficientementebuena;habíajóvenescomoellaenelcolegiodemadameBeck:flemáticas,pálidas,pocodespiertas,apáticas,perodebuencorazón,indiferentesalmal,insípidasparaelbien.

Si llevaba alas de ángel, yo sabía qué fantasía de poeta se las habíaproporcionado.Sisufrenteresplandecíaconelreflejodeunaaureola,yosabíaenelfuegodequéirishabíanacidoesecírculodellamassagradas.

¿Debía, entonces, tenermiedo a JustineMarie? ¿Acaso el retrato de unapálidamonjadifuntapodíalevantarunabarreraeterna?¿YquépasabaconlasobrasdecaridadqueabsorbíanlosbienesterrenosdemonsieurPaul?¿Yquépasabaconsucorazón,consagradoalavirginidad?

Madame Beck, père Silas, no deberían ustedes haberme sugerido esas

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preguntas.Eranauntiempoelenigmamásprofundo,elobstáculomásfirmeyelestímulomáspoderosoquejamáshabíaexperimentado.Durantesietedíasysiete nochesmedormí, soñé ymedesperté con ellas.En todo elmundonohabía respuesta, si exceptuamos allí donde un hombrecillomoreno vivía, sesentaba, paseaba e impartía lecciones, tocado con el bonnet-grec de unbandidoyenvueltoenuntristepaletôt,llenodetintaybastantepolvoriento.

DespuésdemivisitaalaruedesMages,ardíaendeseosdeveralprofesor.Teníalasensacióndeque,sabiendoloqueahorasabía,leeríaensurostrounapáginamás lúcida,más interesante que nunca; anhelaba descubrir en ella laimprontadesuprimitivadevoción,lashuellasdelespíritumitadcaballerescomitadsantoqueelrelatodelsacerdotelehabíaatribuido.Sehabíaconvertidoenmihéroecristiano,ycomotalqueríaverlo.

Notardéengozardeunaoportunidad:misnuevasimpresionessepusierona prueba al día siguiente. Sí: el destino me concedió un encuentro con mi«héroe cristiano», un encuentro no demasiado heroico, ni sentimental, nibíblico,pero,asumanera,bastanteanimado.

Hacialastresdelatarde,lapazdelaclasedelprimercurso—instauradasin esfuerzo, al parecer, por la serena autoridad de madame Beck, que, inpropria persona, estaba impartiendo una de sus metódicas y provechosaslecciones—, esa paz, como iba diciendo, sufrió una brusca sacudida por laentradaimpetuosadeunpaletôt.

Nadie en ese momento estaba más tranquilo que yo. Liberada de misresponsabilidadesgraciasalapresenciademadameBeck,sosegadaporsuvozuniforme,ydisfrutandoyaprendiendocon laclaraexplicacióndel temaquenosocupaba (pueseramuybuenaprofesora),me inclinaba sobremipupitredibujando, es decir, haciendo una copia de un minucioso grabado,esforzándomeparaqueseparecieraaloriginal,puesésaeramiideadelarte;y,porextrañoqueparezca,mecomplacíaenormementeesatarea,einclusosabíareproducir facsímiles chinos de una gran exquisitez, de planchas de acero opunta seca; no creo que fueran más valiosos que los trabajos de estambre,pero,poraquelentonces,yoteníamuybuenaopinióndeellos.

¿Qué ocurría? Mi dibujo, mis lápices, mi querida copia, recogidos conviolencia, desaparecieron de mi vista; yo misma me sentí zarandeada yarrancadademi silla, al igualqueunanuezmoscadamarchitay solitaria esextraídadeunacajadeespeciasporuncocineroexaltado.Aquellasillaymipupitre,levantadosporelenloquecidopaletôt,cadaunodebajodeunamanga,deprontoestuvieronlejos;enuninstante,yomismaseguíalosmuebles;dosminutos después, estaban en el centro de la grande salle—la enorme salacontigua, que sólo empleábamos normalmente para clases de baile y cantocoral—, colocados conun ímpetuqueparecía desvanecer toda esperanzade

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quemepermitieranalgúndíamovermedeallí.

Cuando logré recuperarme parcialmente del susto,me encontré ante doshombres—supongoquedeberíadecircaballeros—,unomoreno,elotrorubio;uno con aire estirado, medio marcial, con galones en el surtout; y el otrocompartiendo,porsuatuendoysusmodales,elaspectodescuidadodeartistasy estudiantes: los dos lucían en todo su esplendor mostachos, patillas ymoscas.MonsieurEmanuelestabaunpocoapartadodeellos;susemblanteysus ojos reflejaban una intensa cólera; extendió la mano con su gesto detribuno.

—Mademoiselle —dijo—, su misión consiste en demostrar a estoscaballeros que no soy un mentiroso. Responderá lo mejor que pueda a laspreguntas que ellos le formulen. Escribirá sobre el tema que ellos decidan.Paraestoscaballerossoyunimpostorsinescrúpulos.Escriboredacciones;y,condeliberadafalsedad,lasfirmoconlosnombresdemisalumnosyalardeodesutrabajo.Ustedrebatiráesaacusación.

Grand Ciel! La prueba-espectáculo, tanto tiempo eludida, caía sobre mícomoun trueno.Aquellosdospersonajeselegantes,altaneros,congalonesymostachosnoeranotrosquelosatildadosprofesoresdeuniversidad,monsieurBoissec y Rochemorte, un par de petimetres sin sentimientos, además depedantes,escépticosyburlones.Alparecer,monsieurPaulhabíacometidolaimprudencia de enseñar algo que yo había escrito… algo que jamás habíaelogiadoosiquieramencionadoenmipresencia,yqueyocreíaolvidado.Laredacciónnoeranadaexcepcional;sóloparecíaserloencomparaciónconlasque escribían la mayoría de las muchachas extranjeras; en un centro deenseñanza inglés habría pasado casi inadvertida. Messieurs Boissec yRochemorte habían creído oportuno investigar su autenticidad, e insinuabanqueeraunaestafa;yoteníaqueatestiguarlaverdad,ysometermealatorturadesuexamen.

Siguióunaescenamemorable.

Empezaron con los clásicos. Me quedé en blanco. Continuaron con lahistoria de Francia. Apenas distinguía a Meroveo de Faramundo. Mepreguntaronsobredistintasmaterias,yyosólomovíalacabezayrepetía:

—Jen’ensaisrien.

Despuésdeunsilenciomuyexpresivo,prosiguieroncontemasdeculturageneral,sacandounoodosasuntosqueyoconocíamuybien,ysobrelosquehabíareflexionadoconfrecuencia.MonsieurEmanuel,hastaentoncessombríocomoelsolsticiodeinvierno,parecióiluminarse;pensóquealmenospodríademostrarquenoeraidiota.

Comprendió su error. Aunque no tardaba en responder, pues mis

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pensamientosmanaban como una fuente, las ideas estaban allí, pero no laspalabras.Yonopodíaonoqueríahablar,nosécuáldelasdoscosas:enparteporqueteníalosnervioscrispados,enparteporqueestabaenfadada.

Oícómounode losexaminadores—elde losgalones—ledecíaenvozbajaasucolega:

—Est-elledoncidiote?

«Sí—pensé yo—, claro que es idiota, y siempre lo será, con hombrescomoustedes».

Peroyosufría,sufríacruelmente;veíaeldesánimoreflejadoenlafrentedemonsieur Paul, y leía en sus ojos un apasionado aunque triste reproche.Noqueríacreerenmifaltatotaldeingenio;pensabaqueyopodíasermuyvivazsiquería.

Finalmente,paraaliviarleaél,alosprofesoresyamímisma,balbucí:

—Caballeros,serámejorquemedejenmarchar;nosacaránnadabuenodemí;comodicenustedes,soyidiota.

Ojalá hubiera podido hablar con calma y dignidad, omi sentido comúnhubierabastadoparacontenermilengua;peroesalenguadeslealtartamudeó,titubeó.AlobservarcómolosjueceslanzabanamonsieurEmanuelunamiradapenetrante de triunfo, y oír el temblor incontenible de mi propia voz,prorrumpí en un llanto ahogado.Mi emoción eramuchomás de ira que dedolor;sihubierasidounhombre,yademásfuerte,habríadesafiadoaaquellaparejaallímismo.Peroeraemoción,yhabríapreferidoquemeazotaranantesquetraicionarla.

¡Losmuyinútiles!¿Acasonopudieronverenseguidalatorpemanodeunprincipiante en la redacción que consideraban falsa? El tema era clásico.CuandomonsieurPauldictóel asunto sobreelquedebíamosescribir, era laprimeravezquelooía;setratabadealgonuevoparamí,ymefaltabamaterialpara desarrollarlo. Pero conseguí libros, estudié los hechos, construí conesfuerzounesqueletoconloshuesossecosdelarealidad,ydespuéslovestíeintentéinfundirlevida;yesteúltimoprocesofuemuyplacentero.Misdíasnofueron fácilesni tranquiloshastaqueencontréesoshechos, losentresaquéylosseñaléoportunamente; tampocopudedejarde investigarydeesforzarmehastaquemesatisfizounacorrectaanatomía;mifuerterepugnanciaalaideadeimperfecciónofalsedadmeayudóenocasionesaeludirerroresgarrafales;perolosconocimientosnoestabanenmicabeza,preparadosymaduros;nosehabían sembrado en Primavera, ni habían crecido en Verano, ni se habíancosechadoenOtoño,nisehabíanguardadoduranteelInvierno.Todoloquedeseara,debíasaliryrecogerlofresco;llenarmiregazodehierbassilvestresy,después de cortarlas, echarlas en la olla muy verdes. Messieurs Boissec y

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Rochemortenosedieroncuentadeeso.Confundieronmitrabajoconlaobradeunmaduroerudito.

Peronomedejaronmarchar:tuvequesentarmeyescribirdelantedeellos.Cuandomojémiplumaenel tinteroconmano temblorosa,ycontempléunahoja en blanco con los ojos, medio ciegos, anegados en llanto, uno demisjueces, con actitud afectada, empezó a disculparse por el dolor que mecausaba.

—Nous agissons dans l’intérêt de la vérité. Nous ne voulons pas vousblesser—exclamó.

Eldespreciomeinfundiócoraje.Melimitéaresponder:

—Dícteme,monsieur.

Rochemorteeligióestetema:laJusticiaHumana.

¡La Justicia Humana! ¿Qué podía decir sobre ella? Pálida y fríaabstracción,incapazdesugerirmeunaideainspiradora;yallíestabamonsieurEmanuel, tan triste como Saúl y tan severo como Joab, viendo cómotriunfabansusacusadores.

Miré a estos últimos. Estaba armándome de valor para decir que nopensabadarleslasatisfaccióndeescribiropronunciarunapalabramás,quenisu tema me gustaba ni su presencia me inspiraba, y que, a pesar de eso,cualquiera que arrojara una sombra de duda sobre el honor de monsieurEmanuel ultrajaba esa verdad que ellos aseguraban defender:me disponía aafirmartodoeso,comoibadiciendo,cuandounaluzresplandeciósúbitamenteenmimemoria.

Aquellosdosrostrosqueseasomabanentreunamarañadecabelloslargos,mostachos y patillas… aquellos dos semblantes fríos pero insolentes,desconfiados pero presuntuosos, eran los mismos, exactamente los mismosque,alaluzdeunafarolaysaliendodedetrásdeunascolumnas,mehabíandadounsustodemuerte lanochedemi llegadaaVillette.Aquéllos, tuve lacertezamoral,eranlosmismoshéroesquehabíandejadoaunaextranjerasinamigosaturdidayextenuada,despuésdeperseguirlasindescansoportodounbarriodelaciudad.

«¡Respetablesmentores!—pensé—.¡Virtuososguíasdelajuventud!Sila“Justicia Humana” fuera como debe ser, no creo que ninguno de los dosocuparasucargoactual,nidisfrutaradelamismareputación».

En cuanto seme ocurrió la idea,me pusemanos a la obra.La «JusticiaHumana» apareció ante mí con un nuevo aspecto: una extraña belle-damevestida de rojo y con los brazos en jarras.La vi en su casa, una guarida deconfusión:loscriadoslepedíanunasórdenesquenodaba,ounaayudaqueno

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ofrecía; losmendigosesperabanensupuerta,muriéndosedehambresinquenadie lo advirtiera; un enjambre de niños alborotadores y enfermos searrastrabanasuspiesy lepedíanavozengritoquese fijaseenellos,y lescompadeciera,curaraysalvase.Alahonradamujerledabanigualtodasesascosas. Tenía un cómodo asiento junto al fuego, y se consolaba con unapequeñapipanegrayunabotelladel jarabebalsámicode laseñoraSweeny;fumaba, bebía y disfrutaba de su paraíso, y siempre que un lamento deaquellas almas infortunadas traspasaba sus oídos, mi alegre dame cogía elatizador o la escobilla de la chimenea: si el infractor era débil, enfermizo yhabíasidoinjustamentetratado,ledabaunalecciónparaqueescarmentara;siera fuerte, violento y bullicioso, se limitaba a amenazarlo, y luegometía sumano en una bolsa muy profunda y le arrojaba una abundante lluvia decaramelos.

Ésa fue la breve composición sobre la «JusticiaHumana» que garabateéapresuradamente en una hoja, y que entregué a messieurs Boissec yRochemorte.MonsieurEmanuelloleyóporencimademihombro.Sinesperarsuscomentarios,hiceunareverenciaalostresysalídelaestancia.

MonsieurPaulyyovolvimosavernosaqueldía,despuésdelasclases.Porsupuesto, la conversación no fue nada fluida al principio; yo tenía queajustarlelascuentas:aquelexamenobligatorionopodíaserdigeridocomositalcosa.Trasuntensodiálogomellamó«unepetitemoqueuseetsanscoeur»,ymonsieursemarchótemporalmente.

Yonodeseabaquesefuera,sóloqueríaquecomprendieraqueelarrebatoalquehabíacedidoaquellatardenopodíaquedarimpune,asíquemealegrédeverlo,pocodespués,trabajandoeneljardínjuntoalberceau.Seacercóalapuerta acristalada;yo seguí suejemplo.Hablamosde algunas floresque ahícrecían.Monsieurnotardóendejarsupala;despuésreanudólaconversación,abordóotrostemas,yporfintocóunpuntodeinterés.

Consciente de que su conducta de aquel día podía tacharse deespecialmente extravagante, monsieur Paul me pidió disculpas; pareciólamentar, asimismo, tener siempre un genio tan vivo, aunque me dio aentenderquehabíaqueserindulgenteconél.

—Peronoesperoqueustedlosea,señoritaLucy—dijo—;nomeconoce,niconocemisituaciónnimihistoria.

Suhistoria.Recogílapalabraenseguida;fuitraslaidea.

—No,monsieur—contesté—.Porsupuesto,comousteddice,noconozcosu historia, ni su situación, ni sus sacrificios, ni ninguna de sus penas,padecimientos,afectoso lealtades.¡Oh,no!Nosénadadeusted;paramíesuncompletodesconocido.

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—¿Cómo?—murmuró,arqueandolascejasconsorpresa.

—Yasabe,monsieur,quesóloloveoenclase:severo,dogmático,rápido,autoritario.Enlaciudad,loúnicoqueoigodecirdeustedesqueesunhombreactivoyobstinado,creativo,condondemando,perodifícildepersuadirycasiimposible de someter.Un hombre como usted, sin ataduras, no puede tenerapegoanadie;sincargasfamiliares,estálibrededeberes.Todosnosotros,laspersonas con que usted se relaciona, somosmáquinas, que usted empuja deaquíparaallá,sintenerencuentasussentimientos.Ustedbuscadivertirseenpúblico,alaluzdeunaarañanocturna:esteinternadoyaquelinstitutosonsustalleres,ellugardondefabricaesamercancíallamadaalumnos.Nosésiquieradóndevive;esnaturaldarporsentadoquenotienehogar,nilonecesita.

—Yahesidojuzgado—exclamó—.Suopinióndemíesjustolaquecreía.Parausted,nosoyniunhombreniuncristiano.Mevedesprovistodeafectosyde religión, sin lazos familiaresni amistosos, sinuna feounosprincipiosqueme guíen.Muy bien,mademoiselle, ésa es nuestra recompensa en estavida.

—Esustedunfilósofo,monsieur;unfilósofocínico(ymirésupaletôt,ylevi cepillar una de sus oscuras mangas con la mano), despreciando lasflaquezashumanas…porencimadeloslujos…alejadodelascomodidades.

—Etvous,mademoiselle;vousêtespropretteetdouillette,etaffreusementinsensible,par-dessuslemarché.

—Pero, enpocaspalabras,monsieur, ahoraque lopienso, usteddebedevivirenalgúnsitio,¿noesasí?Dígamedónde;yquécriadostiene.

Sacandodeunmodohorribleel labio inferior,enpruebadesuprofundodesdén,estalló:

—Je vis dans un trou! Habito en una madriguera, señorita… en unacaverna, donde usted no metería sus delicadas narices. En una ocasión,avergonzadodecontarle laverdad, lehablédemi«estudio»eneseedificio:sepaqueese«estudio»esmihogar;enélestánmisalónymidormitorio.Encuantoamis«criados»—exclamóimitandomivoz—,sondiez:lesvoilà!

Yextendiólúgubrementesusdiezdedos,delantedemisojos.

—Yomelimpiolasbotas—prosiguió,impetuoso—.Cepillomipaletôt.

—No,monsieur, esoseríacaerdemasiadobajo;ustednuncahaceeso—fuemiparéntesis.

—Jefaismonlitetmonménage;tomolascomidasenunrestaurante,ymicenanonecesitamuchoscuidados;pasounosdíasconmuchotrabajoynadadeamor,yunasnocheslargasysolitarias;soyferoz,ybarbudo,ymonacal;ynohayningúnservivoquemequiera,exceptoalgunosviejoscorazones tan

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gastadoscomoelmío,yunaspocascriaturas,arruinadas,doloridas,carentesdebienesmaterialesyespirituales,alasqueunavoluntadyuntestamentoquenadiepuedediscutirhanlegadoelreinodeloscielos.

—¡Yalosé,monsieur!

—¿Qué sabe usted, Lucy?Muchas cosas, estoy convencido; ¡pero nadasobremí!

—Sé que posee una casa muy antigua y agradable en una plaza muyantiguayagradabledelaBasse-Ville.¿Porquénoviveallí?

—¿Cómodice?—murmuródenuevo.

—Esmuybonita,monsieur;conlosescalonesqueconducenalaentrada,las losasgrisesdelante, losárbolesdetrás…auténticosárboles,nopequeñosarbustos… árboles altos, frondosos y centenarios. Y el boudoir-oratoire…Deberíaconvertiresegabineteensuestudio;¡estantranquiloyseñorial!

Memirócondetenimiento;sonrióunpocoyparecióenrojecer.

—¿Dedóndehasacadotodoeso?¿Quiénselohacontado?—preguntó.

—Nadiemelohacontado.¿Creequelohabrésoñado,monsieur?

—¿Acaso puedo adentrarme en sus visiones? Si no puedo adivinar lospensamientos de una mujer despierta, ¿cómo voy a conocer sus fantasíasmientrasduerme?

—Silohesoñado,enmisueñovisereshumanos,ademásdeunacasa.Viaun sacerdote, anciano, canoso y encorvado; y a una criada muy vieja ypintoresca;yaunadama,deslumbranteaunqueextraña;sucabezaapenasmellegaba al codo, su magnificencia podría rescatar a un duque. Llevaba unvestidotanbrillantecomoellapislázuli,yunchaldemásdemilfrancos:lucíalas joyasmáshermosasy resplandecientesqueunopueda imaginar;pero sufiguraparecíahaberserotoyestabatanarqueadaquedabalaimpresióndeserdoble;eracomosihubieravividomásañosqueel restode lahumanidad,yhubieraalcanzadounaedaddonde todosupusieradoloryesfuerzo.Sehabíavuelto huraña, casimalvada; pero alguien, al parecer, cuidaba de ella en suvejez, alguien perdonaba sus ofensas, esperando que de esemodo le fueranperdonadas las suyas. Aquellas tres personas vivían juntas: la señora, elcapellán, la criada. Los tres eran ancianos, débiles, y se habían refugiadojuntosbajounalagenerosa.

MonsieurPaulsecubriólapartesuperiordelrostroconlamano,peronoocultósuboca,enlaqueleíunaexpresiónquemegustó.

—Veoquesehaenteradodemissecretos—dijo—,pero¿cómohasido?

Se loconté todo:elencargodemadameBeck, la tormentaquemehabía

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detenido,labrusquedaddeladama,laamabilidaddelsacerdote.

—Ymientrasesperabaquedejasede llover,pèreSilasmeentretuvoconunahistoria—añadí.

—¿Unahistoria?¿Quéhistoria?PèreSilasnoesunliterato.

—Siquiereselacuento.

—Sí, empiece por el principio. Escuchemos el francés de la señoritaLucy…elmejoroelpeor,da lomismo:escuchemosunabuenapoignéedebarbarismos,yunaabundantedosisdeacentoisleño.

—No espere escuchar un relato demasiado ambicioso, monsieur, nidisfrutardelespectáculodeunnarradoratascadoenmediodelahistoria.Perolediréeltítulo:«Eldiscípulodelsacerdote».

—¡Bah!—exclamómonsieur Paul,mientras el rubor teñía de nuevo susoscurasmejillas—.Elviejoybondadosopadrenopudoelegiruntemapeor:essupuntoflaco.Pero¿quédijodel«discípulodelsacerdote»?

—¡Oh!Muchascosas.

—Estaríabienqueexplicaraquécosas.Pretendosaberlo.

—La juventud del discípulo, su madurez… su avaricia, ingratitud,crueldad, inconstancia. ¡Unalumnotanmalo,monsieur! ¡Tandesagradecido,insensible,implacableyfaltodecaballerosidad!

—Etpuis?—inquirió,sacandouncigarro.

—Et puis —proseguí—, atravesó una serie de calamidades que nadiecompadeció, las sobrellevó con un coraje que nadie admiró, soportó unasinjusticiasquenadiecomprendió;yalfinalsevengómuypococristianamentedesusenemigosdevolviéndolesbienpormal.

—Nomelohacontadotodo—dijo.

—Casi todo, según creo: le he señalado los encabezamientos de loscapítulosdepèreSilas.

—Haolvidadouno;elqueserefierealaincapacidaddesentirafectodeldiscípulo…asucorazónduro,fríoymonacal.

—Escierto;ahoralorecuerdo.PèreSilasdijoquesuvocacióneracasiladeunsacerdote;queconsiderabasuvidaconsagrada.

—¿Porquélazosodeberes?

—Porloslazosdelpasadoylasobrasdecaridaddelpresente.

—Entonces,¿estáaltantodelasituación?

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—Lehecontadoamonsieurtodoloquemedijeron.

Nosentregamosunosminutosalameditación.

—Ahora, mademoiselle Lucy, míreme y, con la franqueza que sé quenunca ha quebrantado a sabiendas, contésteme a una pregunta. Levante susojos;clávelosenlosmíos;novacile;notemaconfiarenmí…soyunhombreenquiensepuedeconfiar.

Levantélosojos.

—Ahora queme conoce de verdad… todosmis antecedentes, todasmisresponsabilidades… después de llevar familiarizada mucho tiempo con misdefectos,¿podemosustedyyoseguirsiendoamigos?

—Si monsieur quiere que sea su amiga, me alegraré de contar con suamistad.

—Perounaamistadentrañable,quierodecir.Íntimayverdadera, igualentodo, aunque con distinta sangre. ¿Querrá miss Lucy ser la hermana de unhombremuypobre,cautivoyabrumadoporlasresponsabilidades?

No pude responderle con palabras, pero supongo que asentí; cogió mimano, que halló consuelo cobijándose en la suya. Su amistad no era unofrecimiento inciertoyvacilante,unaesperanzafríay lejana,unsentimientotanfrágilquenopudierasoportarelpesodeunosdedos:enseguidasentí(ocreísentir)suapoyo,fuertecomounaroca.

—Cuandohablodeamistad,merefieroaunaamistadverdadera—insistió.

Yyoapenaspodíacreerqueunaspalabrastangraveshubieranbendecidomisoídos;apenaspodíacreerquesumiradainquietayamablefuerareal.Sideverasdeseabami confianzay estima,ydeverasmeentregaba las suyas,teníalasensacióndequelavidanopodíaofrecermenadamejor.Enesecaso,yo era fuerte y rica: en un instante, me convertí en una mujer feliz. Paraasegurarmedelhecho,fijarloysellarlo,pregunté:

—¿Hablaustedenserio,monsieur?¿Piensa realmentequemenecesitayquepuedesentirelmismointeréspormíqueporunahermana?

—Por supuesto, por supuesto—respondió—; un hombre solitario comoyo,sinningunahermana,nopuedesinoalegrarsedeencontraruncariñopuroyfraternalenelcorazóndeunamujer.

—Y¿meatreveréyoaconfiarenelrespetodemonsieur?¿Osarédirigirmeaélcuandomesientainclinadaahacerlo?

—Mi hermana pequeña debe hacer sus experimentos—dijo él—; no leprometonada.Tieneque importunaryponerapruebaa sudíscolohermanohasta inculcarle lo que desee. Después de todo, resulta bastante dúctil en

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algunasmanos.

Mientras hablaba, el tono de su voz, el brillo de sus ojos ahora tanafectuosos, me infundieron una alegría desconocida. No envidié a ningunajoven su enamorado, ni a ninguna novia su novio, ni a ninguna esposa sumarido; me sentía feliz con aquel amigo voluntario. Si podía fiarme de él,comoparecía,¿quéotracosapodíacodiciarquenofuerasuamistad?Pero¿ysitodosedesvanecíacomounsueño,aligualquehabíaocurridoantes?

—Qu’est-cedonc?¿Quéocurre?—preguntó, cuandoesepensamiento semeclavóenelcorazónyensombreciómirostro.

Se lo conté; después de unos instantes de silencio, y con una sonrisapensativa,meconfesóqueuntemormuysimilar—queyomecansaradeél,un hombre de temperamento tan difícil e inestable— le había atormentadomuchosdías,inclusomeses.

Sus palabras me dieron serenidad. Me atreví a decirle unas frasestranquilizadoras.Nosólolasaceptó;mepidióquelasrepitiera.Mesentímuydichosa, extrañamente dichosa, de procurarle paz, alegría y seguridad. Lavíspera, habría sido incapaz de creer que la tierra tuviese, o que la vidaofreciera,momentos como los que estaba viviendo. Innumerables vecesmehabía tocado en suerte contemplar cómo la tristeza se cernía oscuramentesobremí;perovercómounafelicidadinesperadatomabaforma,sehacíaunhueco, y se volvía más real a medida que transcurrían los segundos eraciertamenteunanuevaexperiencia.

—Lucy—dijomonsieurPaul,hablandoenvozbajaysosteniendotodavíamimano—, ¿se fijó usted en el cuadro que había en el boudoir de la viejacasa?

—Sí;unatabla.

—¿Elretratodeunamonja?

—Sí.

—¿Conocesuhistoria?

—Sí.

—¿Recuerdaloquevimosaquellanocheenelberceau?

—Nuncaloolvidaré.

—Nohaasociadoustedlasdosideas;seríaunalocura,¿verdad?

—Penséenlaapariciónencuantovielretrato—respondí,locualeraunaverdadcomountemplo.

—Supongoquenoselepasóporlacabeza…niselepasará—prosiguió—

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que una santa delCielo pueda inquietarse por sus rivales en la tierra…Losprotestantesraravezsonsupersticiosos;¿jamás leatormentanesasmorbosasfantasías?

—Noséquépensardeesteasunto;peroestoyconvencidadequealgúndíaencontraremosunasoluciónperfectamentenaturalaesteaparentemisterio.

—Sin duda, sin duda.Además, ningunamujer viva, ymuchomenos unespíritupuroy feliz, semolestaríaporuna amistad como lanuestra, n’est-ilpasvrai?

Antesdequepudieracontestar,irrumpióFifineBeck,sonrosadaybrusca,diciendoquemebuscaban.Sumadre semarchabaa la ciudadparavisitar auna familia inglesa que quería conocer detalles sobre el colegio: necesitabamis servicios de intérprete. La interrupción no fue inoportuna: el día tienemalesmásquesuficientes;elbiendeaquellahorabastaba.Sinembargo,mehabríagustadopreguntaramonsieurPaul si las«morbosas fantasías»contralasquemepreveníaanidabanensupropiocerebro.

CapítuloXXXVI

Lamanzanadeladiscordia

AdemásdelamadredeFifineBeck,otraautoridadteníaalgoquedecirnosa monsieur Paul y a mí antes de que ese tratado de amistad pudiera serratificado.Estábamosbajolasurveillancedeunojoquenuncadormía:Romavigilaba celosamente a su hijo a través de aquellamisteriosa celosía ante laqueyounavezmehabíaarrodillado,yalaquemonsieurEmanuelseacercabaunmestrasotro:elpanelcorredizodelconfesionario.

¿PorquémealegrabatantodeseramigademonsieurPaul?,sepreguntaráel lector. ¿Acasoélno llevabamucho tiemposiendoamigomío?¿Nohabíadadopruebasmásquesuficientesdeciertaparcialidadensussentimientos?

Sí,lohabíahecho;peromegustabaoírledecircontantaseriedadqueeramiamigoinseparable,verdadero;megustabansuspequeñasdudas,su tiernadeferencia, esa confianza que anhelaba descansar, y agradecía que leenseñaran cómo. Me había llamado «hermana». Estaba bien. Sí; podíallamarmeloquequisierasiemprequeconfiaseenmí.Estabadispuestaasersuhermana con la condición de que no me sugiriera guardar esa relación deparentescoconalgunafuturaesposa;aunque,alestartácitamenteconsagradoalcelibato,noeraprobablequeesedilemaseplanteara.

Pasé toda la noche que siguió a nuestra conversación reflexionando.

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Deseabacontodaelalmaqueamaneciera,yescucharporfinelsonidodelacampanilla;despuésdelevantarmeyvestirme,lasoracionesyeldesayunoseme hicieron eternos, así como las horas que me separaban de la clase deliteratura.Quería comprendermejor aquella alianza fraternal: observar si secomportabacomounhermanoalvermedenuevo;comprobarcuántohabíadehermanaenmispropiossentimientos;descubrirsiyopodíareunirelvalordeunahermana,yéllafranquezadeunhermano.

Monsieur Paul entró. La vida está organizada de tal modo que losacontecimientosnopueden,nologran,colmarlasexpectativas.Nosedirigióamíentodoeldía.Diosuclaseconmástranquilidadde lahabitual,conmáscortesíaytambiénmayorgravedad.Semostrómuypaternalconsusalumnas,peronadafraternalconmigo.Cuandoibaaabandonarlaclase,yoesperéunasonrisa,pornodecirunapalabra;nomededicónilounonilootro:selimitóasaludarmeconlacabeza,apresurada,tímidamente.

Este distanciamiento, argumenté, es accidental, involuntario; un poco depaciencia y desaparecerá. No desapareció; continuó durante días; aumentó.Oculté mi sorpresa, y reprimí cualquier otro sentimiento que empezara aaflorar.

Cuánta razón tuvealpreguntarlecuandomeofreciósuamistad fraternal:«¿Me atreveré a confiar en usted?». Y cuánta razón tuvo él —sin duda,conociéndose— al eludir cualquier promesa. Es cierto que me pidió quehiciera mis propios experimentos, que le importunara y pusiera a prueba.¡Vano requerimiento! ¡Privilegio teórico e imposible! Algunas mujerespodríanejercerlo,peronohabíanadaenmienergíaoenmisinstintosquemesituara entre ese valeroso grupo. Si me dejaban sola, era pasiva; si merechazaban,meretiraba;simeolvidaban…nimislabiossemoverían,nimisojos expresarían nada. Era como si hubiera cometido algún error en miscálculos,yesperabaaqueeltiempodisiparamisdudas.

Pero llegó el día en que, como de costumbre, monsieur Paul tenía quedarmeclase.Unatardedecadasiete,mededicabagenerosamentesutiempo:examinaba los trabajos que había realizado esa semana y me ayudaba apreparar los de la siguiente. En esas ocasiones,mi aula estaba en cualquierparte, allí donde se encontraran alumnas y profesoras, o muy cerca, confrecuencia en la espaciosa clase de segundo, donde era fácil encontrar unrincóntranquilocuandolasnumerosasexternassemarchabanasuscasasylaspocasinternasseapiñabanalrededordelestradodelasurveillante.

Latardedesiempre,aloírqueelrelojdabalahoraacostumbrada,recogílibrosypapeles,plumaytinta,ymedirigíalauladesegundo.

Nohabíanadieenlaclasse,envueltaenunafríayoscurapenumbra;peroatravésdesupuerta,queeradobleyestabaabierta,seveíaelcarréllenodeluz

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ydealumnas;yelrojoresplandordelcrepúsculoiluminabaelvestíbuloylasfigurasdelasjóvenes.Sufulgoreratanintensoyescarlataquelasparedesylos vestidos multicolores parecían fundidos en una misma llamarada. Lasmuchachas estaban sentadas, trabajando o estudiando; enmedio de ellas seencontrabamonsieurEmanuel, hablandomuy risueñoconunaprofesora.Suoscuropaletôt, supelonegro, seveían teñidospor los reflejoscarmesíes; surostroespañol,cuandolovolviómomentáneamente,respondióalbesodelsolconunaanimadasonrisa.Mesentéenunpupitre.

Losnaranjosy lasbrillantes floresdisfrutaban,asimismo,de laexultantegenerosidaddelsol;habíanpasadoeldíaconél,yahoraestabansedientas.AmonsieurEmanuellegustabalajardinería;disfrutabacuidandodelasplantas.Yoteníalaimpresióndequetrabajarentrelosarbustosconunaregaderayunapalacalmabasusnervios;eraunpasatiempoalquerecurríaconfrecuencia;yen aquellos momentos contemplaba los naranjos, los geranios, losmaravillosos cactos, y los reavivaba con el agua que tanto necesitaban. Suslabios,mientrastanto,sosteníansuqueridocigarro,paraélalgoindispensableyelprincipal lujode laexistencia;susespiralesazulesascendíancongraciaentrelasflores,alaluzdelatardecer.Nohablómásconlasalumnas,niconlas maestras, pero se dirigió cariñosamente a una pequeña spaniel que enteoría era de la casa, pero que le consideraba a él su amo, pues le queríamuchomásqueacualquierhabitantedelpensionnat.Eraunaperritaadorable,suaveydelicada,quetrotabaasuladoylemirabaconarrobo;ysiemprequeél lanzaba su bonnet-grec o su pañuelo, lo que hacía de vez en cuandojugando, se agachaba junto a ellos con el aire de un león enminiatura queguardaselabanderadeunreino.

Habíamuchasplantasy,comoel jardineroaficionadosacabaelaguadelpozodeljardínconsuspropiasmanos,siempreactivas,sutrabajoseprolongóbastante tiempo.Elenormerelojde laescuelahacía tictac.Diootrahora.Elcarréyelgrupodealumnasperdieronlamagiadelcrepúsculo.Eldíallegabaasu fin. Comprendí que mi lección sería muy corta; pero los naranjos, loscactos,lascameliashabíansidoatendidos.¿Habíallegadomiturno?

Lamentablemente, en el jardín habíamás plantas que cuidar: sus rosalesfavoritos, algunas flores exquisitas; el alegre ladrido y los gruñidos de lapequeña Sylvie siguieron el paletôt que se alejaba por los senderos. Dejéalgunosdemislibros;nolosnecesitaríatodos;mequedésentada,pensativa,yesperé,maldiciendosinquererlallegadasigilosadelocaso.

Sylvieapareciódenuevoantemivista,retozandomuyfeliz,anunciandoelregreso del paletôt; la regadera fue depositada al lado de la fuente; habíacumplido sumisión; ¡cuántomealegré!Monsieur se lavó lasmanos enunapequeñapiladepiedra.Erademasiadotardeparaunalección;lacampanilladelasoracionesnotardaríaensonar;perotodavíadebíamosencontrarnos;élme

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hablaría; tendría laoportunidadde leeren susojosel enigmade su timidez.Cuandoterminósusabluciones,searreglólentamentelospuñosycontemplóunalunajovenenformadeasta;flotabapálidaenelcieloopalinoybrillabadébilmente sobre las vidrieras de St Jean Baptiste. Sylvie observaba aquelánimocontemplativo;leirritabatantaquietud;gruñóysaltóparaperturbarla.MonsieurPaulbajólamirada.

—Petiteexigeante!—exclamó—.Segúnparece,nopuedoolvidarmedetiniuninstante.

Seagachó,lacogióenbrazos,ycruzóelpatioconairedespreocupado,amenos de una yarda de la hilera de ventanas; yo estaba tras una de ellas.Caminaba lentamente,acariciandoyestrechandoa lapequeñaspanielcontrasu pecho, hablándole con ternura.Al llegar a los escalones de la puerta, sevolvió; miró de nuevo la luna, la catedral cenicienta, y por encima de loschapitelesmáslejanosydelostejadosdelosedificiosdesvaneciéndoseenunmar azul de neblina nocturna; disfrutó del dulce aliento del crepúsculo, ypercibiólafrescuraylabellezaenvolventedelasflores;súbitamente,miróaunoyotrolado;recorrióconsusojospenetranteslafaçadeblancadelasclasesylalargahileradecroisees.Creoquehizounapequeñareverencia;silahizo,notuvetiempodedevolverleelsaludo.Enuninstante,sehabíaido.Elumbraliluminadoporlalunasequedópálidoysinsombrasantelapuertacerrada.

Recogiendotodoloqueteníaenlamesa,lollevé,sinutilizar,asulugarenlaclasedetercero.Sonólacampanilladelasoraciones;obedecíasullamada.

Aldíasiguiente,monsieurPaulnoaparecióenlarueFossette,pueseraeldíaquededicabaasuinstituto.Lleguéalfinaldemisclases;superélashorasintermedias; vi acercarse la tarde, yme preparé para sus tediosas horas.Nosabía si era peor quedarme con las demás internas o sentarme a solas;naturalmente,optéporestoúltimo;siexistíaalgunaesperanzadeconsuelo,nohabíaentodoelinternadounacabezaouncorazónquepudieraalentarla;sólopodía anidar en el interior demimesa, acurrucada entre las hojas de algúnlibro,dorandolapuntadeunlápizounapluma,otiñendoellíquidonegrodeaquel tintero. Con el corazón afligido, abrí la tapa del pupitre; con manocansada,rebusquéensucontenido.

Unoauno,saquéyvolvíaguardarsinesperanzasloslibrosconocidos,losvolúmenes de tapas familiares; no tenían el menor encanto; no ofrecíanconsuelo. Pero… aquel folleto lila, ¿era nuevo? No lo había visto antes, yhabíaordenadomipupitreaquelmismodía…aquellamismatarde;teníanquehaberlodejadoallíhacíamenosdeunahora,mientrascenábamos.

Loabrí.¿Quéera?¿Quémeenseñaría?

Noeraunrelatoniunpoema,tampocounensayoniunaobrahistórica;no

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versificaba, no narraba, no debatía. Era una obra de teología; predicaba yconvencía.

Leprestéoídosdebuengrado,pues,apesardesubrevedad,parecíamuyinteresante,yenseguidacaptómiatención.Predicabaelcatolicismo;animabaa la conversión. La voz de aquel astuto librito era dulce como lamiel; suspalabras,todobálsamoyunción.EnsuspáginasnoretumbabanlostruenosdeRoma,nisoplabanlasráfagasdesudescontento.Elprotestantedebíahacersepapista,más que por el temor al infierno de los herejes, por el consuelo, laindulgencia y la ternura que la Santa Iglesia ofrecía: nada más lejos de supensamiento que amenazar o coaccionar; su único deseo era guiar yconvencer.¿Perseguirella?¡Oh,no!¡Deningúnmodo!

Aquelhumildevolumennosedirigíaaloshombrescurtidosymundanos;noeraunplatodemasiado fuertepara los fuertes:era lechepara infantes;eldulceefluviodelamordeunamadrepor sushijosmás frágilesypequeños;destinadoúnicamenteaaquelloscuyacabezasealcanzaatravésdelcorazón.Noapelabaal intelecto;buscabaconvencera losafectuososconsuafecto,alos compasivos con su compasión: St Vincent de Paul, rodeado de sushuérfanos,jamáshabíahabladoconmásdulzura.

Recuerdoqueunodelosprincipalesargumentosparalaapostasíaeraqueun católico que había perdido a sus amigosmás queridos tenía el consueloindescriptibledepoder sacarlosdelpurgatoriocon susoraciones.El escritornomencionabalamayorserenidaddeaquelloscuyascreenciasprescindendeeselugardetormento;peromeditésobreelasuntoy,enconjunto,mepareciómuchomásreconfortanteestasegundadoctrina.

El librito me entretuvo, y no me desagradó plenamente. Era una obrasentimental,pocoprofunda,llenadealusiones,y,sinembargo,teníaalgoqueme animó y me hizo sonreír; me divirtió ver las cabriolas de aquel burdolobatodisfrazadodecordero,mientrasimitabasuinocentebalido.Algunosdesusfragmentosmerecordaronaciertos textosdelmetodismowesleyanoquehabíaleídocuandoeraniña;ambosestabanaderezadosconunoscondimentosquedespertabanel fanatismo.Elhombreque lohabíaescritonoeramaloy,aunque traicionaba invariablemente la hipocresía aprendida —las pezuñashendidasdesusistema—,lociertoesqueyolopensaríabienantesdeacusarlede falta de sinceridad. Su juicio, sin embargo, necesitaba de un buen pilardondeapoyarse;estabadesmoronándose.

Sonreí entonces ante aquella dosis de ternuramaternal que llegaba de laancianayrosadadamadelasSieteColinas;sonreí,asimismo,antemipropiaaversión, por no decir incapacidad para recibir aquellos regalos tanenternecedores.Mirandolaportada,vielnombredepèreSilas.Enlaprimerapáginaenblanco,una letrapequeña,aunqueclarayconocida,habíaescrito:

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«DeP.C.D.E.aLucy».Alveresto,mereí;peronoconelestadodeánimodeantes.Mesentírevivir.

Súbitamente, la profunda confusión que reinaba enmí se desvaneció; elenigmadelaesfingesehabíaesclarecido;launióndeaquellosdosnombres,pèreSilasymonsieurEmanuel,eralaclave.Elpenitentehabíaestadoconsudirectorespiritual;éstenopermitíaqueleocultaranada;nosoportabaqueunrecoveco de su corazón dejara de estar consagrado aDios y a símismo; lehabía sonsacado nuestra última conversación; monsieur Paul le habíaconfesado nuestro pacto de amistad y le había hablado de su hermanaadoptiva.¿CómopodíalaIglesiatolerarsemejantepacto,semejanteadopción?¡Comuniónfraternalconunahereje!MeparecíaoírapèreSilasanulandoelpecaminoso pacto; advirtiendo de sus peligros a su penitente; pidiéndole,imponiéndolecautela,másaún,ordenándole—conlaautoridaddesucargoyen nombre de todo lo que monsieur Emanuel consideraba más querido ysagrado—que respetaraaquelnuevo tratocuya frialdadmehabía llegadoalalma.

Talvezfueraunahipótesismuypocoagradable;pero,encomparación,ledi la bienvenida. La idea de un agitador espiritual en segundo plano no eranadaalladodeltemorauncambiorepentinoenelpropiomonsieurPaul.

Despuésdetantotiempo,noséhastaquépuntoesasconjeturassalierondemi interior o tuvieron su origen y confirmación en otra parte. Ayuda nofaltaba.

Aquel día no brillaba el sol del atardecer; el este y el oeste estabancubiertosdenubes;ningunaneblinanocturnadeverano,azul,aunque teñidadeescarlata, suavizaba ladistancia; lanieblahúmedaygrisde lospantanosenvolvíaVillette.Aquella noche la regadera descansaría en su nicho al ladodel pozo; había estado lloviznando toda la tarde, y el agua seguía cayendovelozy silenciosa.Noera tiempoparapasearpor los senderos encharcados,bajounosárbolesquegoteabansincesar;ymesorprendióoírenel jardínelladrido de Sylvie: su ladrido de bienvenida. Seguramente no estabaacompañada;perosóloladrabadeaquelmodo,rápidoyalegre,cuandollegabaciertapersona.

Atravésdelapuertaacristaladaydelberceau,yovislumbrabaelfondodel’allée défendue: Sylvie corrió hacia allí, brillando en la oscuridad comounarándanoflorido.Fuedeunladoaotro,gruñendo,saltando,molestandoalospequeños pájaros entre los arbustos. Estuve esperando cinco minutos; elpresagionosecumplió.Volvíamislibros:elladridoagudodeSylviecesóderepente.Levanté la vista de nuevo.La pequeña spaniel se hallaba a escasasyardasdemí,moviendoelraboblancoyligerotandeprisacomopodíansusmúsculos,yobservandoatentamente losmovimientosdeunapala,manejada

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con destreza por una mano incansable. Allí estaba monsieur Emanuel,inclinadosobrelatierra,cavandoenelhúmedomantilloentrela lluviaylosarbustosempapados,ytrabajandocomosituvieraqueganarsumíserojornalconelsudordesufrente.

Adivinéenélunhumorirritable.Cavaríaasíenmediodelagélidanieve,eneldíamásfríodelinvierno,sileempujaraaellounsentimientodedolor,debido a la excitación nerviosa, a unos pensamientos tristes o alremordimiento. Cavaría horas y horas con el ceño fruncido y los dientesapretados,sinlevantarunasolavezlacabeza,nidespegarloslabios.

Sylvie le miró hasta cansarse. Y empezó a retozar de aquí para allá,saltando, corriendo, olfateando todos los rincones; finalmente,me descubrióenlaclase.Alinstante,selanzóladrandocontraloscristales,comosiquisieraanimarmeacompartirsualegríaoeltrabajodesuamo;mehabíavistoenmásdeunaocasiónpasearporesecaminoconmonsieurPaul;sindudaconsideróquedebíairconél,aunquetodoestuvieramojado.

ArmótantobullicioquemonsieurPaulterminóalzandolavistay,comoesnatural, comprendió por qué y a quién ladraba. Silbó para que la pequeñaspaniel volviera a su lado, pero ésta se limitó a ladrar más fuerte. Parecíaempeñada en que abriera la puerta acristalada. Supongo que, cansado de suinsistencia,monsieurPaultirólapala,seacercóydejólapuertaentreabierta.Sylvieirrumpióenlaclase,impetuosa,saltóamiregazoy,conlaspatasenmicuello,ysupequeñohocicoysulenguadelomásatareadosconmicara,ojosy boca, agitó su rabo peludo sobre lamesa y esparció libros y papeles portodaspartes.

MonsieurPaulseaproximóparaacallarelclamoryenmendareldesastre.Después de recoger los libros, atrapó a Sylvie y la colocó bajo su paletôt,dondeellasequedóquietacomounratón,asomandounpocolacabeza.Eradiminutayteníalacaritamáslindaeinocente,lasorejasmáslargasysedosas,los ojos negrosmás bonitos del mundo. Nunca la veía, perome acordé dePaulinadeBassompierre:perdonalaasociación,lector,peroestascosaspasan.

Monsieur Paul la acarició y le dio palmadas; no era extraño que Sylvierecibiera tantasmuestrasdecariño: subellezay suvivacidaddespertabanelafecto.

Mientrasacariciabaa laperrita,monsieurPaulrecorrióconlamirada loslibrosypapelesqueacabadecolocarsobrelamesa;susojosseposaronenelpequeño tratado religioso.Movió los labios; pareció contener el impulso dehablar.¿Cómo?¿Acasohabíaprometidonovolveradirigirmelapalabra?Deser así, lomejorde sunaturaleza juzgó«que seríamásdecorosoquebrantaresapromesaqueobedecerla»,pueshaciendounsegundoesfuerzo,dijo:

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—Imaginoquenoha leído todavíaese librito,¿verdad?¿Noleparece lobastantesugerente?

Lecontestéquelohabíaleído.

Esperó, como si deseara que yo le diese una opinión sin preguntármela.Pero yo no estaba de humor para hacer o decir nada que no me hubiesenpedido. Si había que hacer algunas concesiones, si se solicitaban algunosavances,noeraasuntomíosinodelsumisodiscípulodepèreSilas.MonsieurPaul me miró con dulzura; había bondad en aquel fulgor azul… habíasolicitud… y una sombra de patetismo; sus ojos reflejaban sentimientosmúltiples y contrapuestos… el reproche transformándose en remordimiento.Es muy probable que en aquel instante se hubiese alegrado de ver algunaemoción en mí. No pude mostrarla. Sin embargo, no habría tardado entraicionar mi turbación si no hubiera decidido sacar algunas plumas de mipupitreyempezaraarreglarlasdiscretamente.

Sabía que esa acción le irritaría. No le gustaba que me ocupara de lasplumas;mipequeñanavajaestabasiempremalafilada,yamimanolefaltabadestreza;cortabaypartía.Enaquellaocasiónmecortéhastaundedo…medioa propósito.Quería quemonsieur Paul volviera a ser el de siempre, que sesintieraagusto,conseguirquemereprendiera.

—Maladroite!—exclamóalfin—.Seharápicadillolasmanos.

Dejó a Sylvie en el suelo, ordenándole que se quedara quieta junto a subonnet-grec,y,quitándomelasplumasylapequeñanavaja,procedióarebajar,afinarysacarpuntaconlaprecisiónyceleridaddeunamáquina.

¿Mehabíagustadoellibrito?,quisosaber.

Conteniendounbostezo,respondíquenolosabía.

¿Mehabíaconmovido?

Ledijequecreíaquemehabíadadosueño.

Guardóunosinstantesdesilencio.

Allons donc!No servía de nada que adoptara ese tono con él. Pormuymalaquefuera—ysentiríamuchotenerqueenumerartodosmisdefectosdecorrido—, Dios y la naturaleza me habían dado trop de sensibilité et desympathieparaquedarmeimpasibleanteunllamamientotanconmovedor.

Le repuse, acalorándome, que no me había emocionado nada… ni unapizca.

Y, en prueba de ello, saqué del bolsillo un pañuelo completamente seco,queseguíalimpioydoblado.

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En seguida me convertí en el blanco de una retahíla de críticas másmordaces que educadas. Escuché con entusiasmo. Después de dos días desilenciomuypoconatural,fuemaravillosooíramonsieurPaulregañándomecomoantes.Escuchéy,mientrastanto,meconsoléyconsoléaSylvieconelcontenidodeunabonbonnièrequemonsieurEmanuel,consus regalos, teníasiemprebien surtidadebombonesy caramelos.Legustabaque se apreciaradebidamentehastaelmásinsignificantedesusdetalles.Nosmiróalapequeñaspanielyamímientrascompartíamoselbotín;guardólanavaja.Rozandomimanoconelmanojodeplumasreciéncortadas,exclamó:

—Dites-donc,petitesoeur,háblemeconfranqueza,¿quéhapensadodemíestosdosúltimosdías?

Peronohicecasodesupregunta;porculpadeella,semellenaronlosojosdelágrimas.AcariciéefusivamenteaSylvie.MonsieurPaul,apoyándoseenelpupitre,seinclinósobrenosotras.

—Dije que me consideraba su hermano —señaló—; apenas sé lo quesoy…hermano…amigo…soyincapazdedecirlo.Séquepiensoenusted…deseo que tenga suerte… pero debo contenerme; he de tener cuidado conusted.Mismejores amigosme señalan el peligro, yme susurran que tengacautela.

—Hacebienenescucharasusamigos.Porfavor,nobajelaguardia.

—Se tratadesu religión: sucredoextraño, independientee invulnerable,cuya influenciaparececubrirlaconnoséquécoraza impía.Esustedbuena:père Silas lo reconoce, y la quiere; pero su terrible, orgulloso, fervienteprotestantismo…ahíestáelpeligro.Avecesse reflejaensumirada;yhaceaparecerenustedciertotonodevozyciertosgestosquemeaterrorizan.Noesusted comunicativa, y, sin embargo, hace un momento, cuando tenía elpequeñotratadoenlamano…¡Diosmío!PenséqueLucifersonreía.

—Esciertoquenorespetoeseescrito,¿yqué?

—¿Quenolorespeta?¡Perosieslaesenciamáspuradelafe,delamor,dela caridad! Creí que le conmovería: pensé que su dulzura no la dejaríaindiferente.Lodejéensumesaconunaplegaria.Debodeserungranpecador:elCielonoescuchalassúplicasmásardientesdemicorazón.Usteddespreciamipequeñoregalo.Oh,celamefaitmal!

—Monsieur,nolodesprecio…almenos,nocomoregalosuyo.Monsieur,siéntese; escúcheme. No soy una pagana, no soy una mujer despiadada…también soy cristiana; no soy peligrosa como le dicen sus amigos; noperturbarésufe;ustedcreeenDios,enCristoyenlaBiblia,yyotambién.

—Pero¿creeustedrealmenteenlaBiblia?¿AceptalaRevelación?¿Dónde

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estánloslímitesdeldescabelladoeimprudenteatrevimientodesupaísydesusecta?PèreSilasvertióoscurasinsinuaciones.

Afuerzadepersuasión,logréquemeexplicaraunpocoesasinsinuaciones;eran taimadas calumnias jesuíticas. Aquella noche monsieur Paul y yohablamosseriamenteyde formamuyamistosa.Élexpresabaydefendía susideas.Yoera incapazdeargumentar,venturosa incompetencia; senecesitabauna oposición lógica y triunfal para llevar a cabo todo lo que su directorespiritual deseaba; pero yo sabía hablar a mi manera —la manera quemonsieur Paul conocía— y él siguió mis divagaciones y rellenó misparéntesis, yperdonó el extraño tartamudeo, queyano le resultaba extraño.Me encontraba a gusto con él, y podía defendermi credo ymi fe como yoquería;enciertomodo,podíaatemperarsusprejuicios.Cuandosemarchó,noestaba satisfecho, apenas se había apaciguado; pero había comprendido quelos protestantes no eran necesariamente los paganos irreverentes que sudirector espiritual había insinuado; había aprendido algo sobre su forma dehonrarlaLuz,laVida,laPalabraDivina;yhabíapodidopercibirenparteque,aunquesuveneraciónporlascosasvenerablesnoeraexactamenteigualquelacultivada por su Iglesia, también era poderosa, y quizá más profunda, ypalpitabaenellauntemorreverencialtodavíamássolemne.

MedicuentadequepèreSilas(quien,deboinsistir,noeramalapersonaapesar de ser el abogado de una causa equivocada) había estigmatizadooscuramente a los protestantes en general, y a mí en consecuencia, conextrañosnombres,ynoshabíaatribuidolosmásinsólitos«ismos»;monsieurEmanuel me contó todo esto sin tapujos, con su habitual franqueza,mirándomemientrashablabaconuntemorgraveyafable,casitemblandoantela ideadequeaquellasacusaciones fueranciertas.PèreSilas,alparecer,mehabía vigilado estrechamente y había descubierto que yo visitabaindistintamente las tres iglesias protestantes de Villette —la francesa, laalemanaylainglesa—,idest,lapresbiteriana,laluteranaylaepiscopaliana.Aquella liberalidad, según el sacerdote, era una muestra de mi profundaindiferencia:quientoleratodo,razonaba,nopuedeserfielanada.Elhechoesque yo había reflexionado a menudo, secretamente, sobre lo minúsculas einsignificantesqueeranlasdiferenciasentreesastressectas,ysobrelaunidade identidad de sus doctrinas fundamentales: no veía nada que les impidieraunirsealgúndíaenunagranSantaAlianza,yyorespetabaalastres,aunqueencontrabaenellasdefectosde forma,obstáculosy trivialidades.LecontéamonsieurEmanuelexactamente loquepensaba,y leexpliquéquemiúltimainvocación,miverdaderoguíayelúnicomaestroquereconocíaeralapropiaBiblia,antesquecualquiersecta,conindependenciadesunombreodesupaísdeprocedencia.

Se fuemás tranquilo,aunque llenode inquietud,musitandoeldeseo, tan

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fuertecomounaoración,deque,siestabaequivocada,elCielomemostraraelbuencamino.Enelumbral,leoídirigirseconfervoraMarie,ReineduCiel,ydecirleentresusurroscuántoanhelabaquesuesperanzapudieraconvertirseenlamía.

¡Qué extraño! Yo no tenía ese deseo febril de apartarle de la fe de suspadres. Pensaba que el catolicismo estaba equivocado, me parecía unagigantesca estatua de oro y de barro; pero aquel católico defendía losprincipiosmáspurosdesucredoconunainocenciaqueDiosdebíaamar.

Laconversaciónanteriortuvolugarentrelasochoylasnuevedelanoche,enunauladelaapaciblerueFossettequedabaaunjardínsolitario.Esmuyposibleque,aldíasiguientea lamismahoraounpocomás tarde,susecos,recogidosconsantaobediencia,fueranvertidosliteralmenteenunoídoatento,juntoalpaneldeunconfesionario,enlavetustaiglesiadelosReyesMagos.Acontinuación, père Silas visitó a madame Beck y, movido no sé por quémezcladerazones,laconvencióparaqueledejaraasumirporalgúntiempoladirecciónespiritualdelaherejeinglesa.

Entoncesempezóaprestarmelibros…alosqueyosóloechabaunvistazo;en mi opinión, eran demasiado insignificantes para ser leídos, señalados,memorizados,odigeridos.Además,yoteníaunlibroenelpisodearriba,bajola almohada, cuyos capítulos satisfacían todas mis necesidades de saberespiritual,ofreciéndomeunospreceptosyunosejemplosque,enelfondodemicorazón,estabaconvencidadequenopodíanmejorarse.

LuegopèreSilasmemostrólacaraamabledeRoma,susbuenasobras,ymepidióquejuzgaraelárbolporsusfrutos.

LerespondíquesentíaycreíaqueesasobrasnoeranlosfrutosdeRoma;sólosuexuberantefloración,lahermosapromesaquemostrabaalmundo.Esafloración,cuandodabafrutos,noteníasaboracaridad;elmanzanomaduroeraignorancia, humillación, fanatismo.Forjaba los remaches de su servidumbrecon las desgracias y los sentimientos de los hombres. Alimentaba, vestía yprotegía a los pobres para que contrajeran una obligación con «la Iglesia»;criaba y educaba a los huérfanos para que crecieran dentro del redil de «laIglesia»; cuidaba a los enfermos para que murieran según los preceptos yordenanzas de «la Iglesia»; y exaltaba a los hombres, y sacrificabaterriblementealasmujeres,ydejabaaunladounmundoqueDioshizobuenopor el bien de sus criaturas —llevando una cruz monstruosa por lomortificante de su peso—, para servir a Roma, demostrar su santidad,confirmarsupoderyextenderelreinadodesutiránica«Iglesia».

Poco se hacía por el bien del hombre; menos por la gloria de Dios. Seabríanmilcaminosconelsufrimiento,elsudorylasangre,eldespilfarrodelavida; lasmontañasse resquebrajabany las rocas seagrietaban;y todo¿para

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qué? Para que los sacerdotes pudieran seguir hacia delante y alcanzar unaelevada posición, y desde las alturas extender el cetro de su «Iglesia» deMoloc.

Pero no sería así. Dios no estaba con Roma; y, si Su Hijo tuviera quesobrellevaraúnlasdesgraciashumanas,¡lloraríasucrueldadysuambicióndelmismomodoqueantañollorólosdelitosylastribulacionesdeunaJerusaléncondenada!

¡Oh, amantes del poder! ¡Oh, aspirantes mitrados a los reinos de estemundo!Algún día vuestros corazones—deteniéndose exhaustos después decadalatidoentrecortado—sealegrarándequeexistaunaMisericordiamayorque lacompasiónhumana;unAmormás fuerteque lapoderosamuertea laque incluso vosotros tendréis que enfrentaros antes de que os derrote; unaCaridadmásvigorosaquecualquierpecado, inclusovuestro;unaPiedadqueredimemundos…másaún,absuelveSacerdotes.

MiterceratentaciónllegóconelesplendordeRoma,lagloriadesureino.Mellevaronalaiglesiaenlosdíasmássolemnesyfestivos;memostraronelritualyelceremonialpontificio.Yoloobservé.

Amuchaspersonas—hombresymujeres—,sindudamuysuperioresamíen innumerables aspectos, les ha impresionado ese espectáculo, y hanexplicado que, aunque su Razón protestaba, su Imaginación se hallabasubyugada. No puedo decir lo mismo. Ni las procesiones, ni las misasmayores, ni el enjambre de cirios, ni el balanceo de los incensarios, ni loslujosos ropajes eclesiásticos, ni las joyas celestiales despertaron mi interés.Cuanto vi me pareció ostentoso, no majestuoso; groseramente material, nopoéticamenteespiritual.

NoselocontéapèreSilas;eraanciano,parecíavulnerable,y,apesardelos experimentos frustrados y de las constantes decepciones, seguíamostrándoseamableconmigo,ymedolíaherir sus sentimientos.Perociertatardeenque,desdelaterrazadeunagranmansión,mehicieronpresenciarungrandesfile enelque semezclaban la iglesiayel ejército—sacerdotesconreliquias, soldados con armas, un arzobispo viejo y obeso con un hábito debatistayencaje,extrañamenteparecidoaungrajoconelplumajedeunavedel paraíso, y un grupo de muchachas maravillosamente ataviadas yengalanadas—,abrímicorazónamonsieurPaul.

—No me ha gustado—le dije—; soy incapaz de respetar esa clase deceremonias;nodeseopresenciarlasmás.

Y, después de tranquilizar mi conciencia con esta declaración, logréproseguir y, con mayor fluidez de la habitual, le conté que me proponíaconservarmireligiónreformada;yque,cuantomásveíadelpapismo,másme

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aferrabaalprotestantismo.Sindudahabíaerroresen todas las Iglesias,peroahoracomprendíacuánpurayausteraeralamía,encomparaciónconaquéllacuyo rostro pintado y llamativo habían destapado para conquistar miadmiración. Le expliqué cómo nosotros guardábamos menos formulismosentre nosotros y Dios; conservando únicamente, quizá, la esencia de suhumanidadenlamisa,necesariaparaladebidaobservancia.Ledijequeyonopodíamirar las floresy el oropel, los ciriosy losbordados, enmomentosycircunstancias que debían estar dedicados a levantar la vista secreta haciaAquélcuyohogareselInfinitoysuser,laEternidad.Que,cuandopensabaenelpecadoyeldolor,enlacorrupciónterrena,enladepravaciónmortal,enlasabrumadoras penas temporales… no podía atender a los sacerdotes quecantaban o a los oficiantes que murmuraban; que, cuando los males de laexistenciaylostemoresdeladisoluciónmeatormentaban,cuandolapoderosaesperanza y la duda infinita del futuro aparecían ante mi vista, entonces,incluso el discurso científico, o la oración en una lengua culta y muerta,hostigabanauncorazónquesólodeseaballorar.

—¡Oh,Dios,tenmisericordiadeunapecadoracomoyo!

Cuandohubedeclaradoasímife,yhubeabiertounaseparacióntangrandeentre nosotros… entonces, finalmente, nació un tono armonioso, un ecosensible,unadulcearmoníaentredosespíritusenconflicto.

—Diganloquediganlossacerdotesy losamantesde lapolémica—dijoenvozbajamonsieurEmanuel—,Diosesbuenoyamaa todas laspersonassinceras. Crea, pues, lo que pueda; créalo como pueda; una oración, por lomenos, tenemos en común; yo también grito: «Oh,Dieu, sois apaisé enversmoiquisuispécheur!».

Seapoyóenelrespaldodemisilla.Despuésdeunosinstantesdesilencio,prosiguió:

—¿QuépuedensignificarnuestrasdiferenciasparaeseDiosquecreó losfirmamentos, y del que surgió la vida que hay en este mundo o en esasestrellas que brillan a lo lejos? De igual modo que Dios no repara en elTiemponienelEspacio,tampocoexistenparaéllaMedidaolaComparación.Noshumillamosennuestrapequeñez,yhacemosbien;peroesposiblequelaconstanciadeuncorazón,laverdadylafedeunespíritusegúnlaluzqueÉlhafijado,leimportentantocomoelmovimientodelossatélitesalrededordesusplanetas,delosplanetasalrededordesussoles,ydelossolesalrededordeesecentroinvisible,incomprensible,inalcanzable,quesóloseadivinaconunextrañoesfuerzodelaimaginación.

»¡QueDiosnosguíeatodos!¡QueDioslabendiga,Lucy!

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CapítuloXXXVII

Brillaelsol

PaulinaobrómuybienalnegarseamantenercorrespondenciaconGrahamhastaquesupadreaprobaralarelación,pero,viviendoamenosdeunaleguadelHôtelCrécy,eldoctorBrettonselasarreglabaparavisitarconfrecuenciaasusamigos.Estoyconvencidadequelosdosenamoradosteníanalprincipiolaintención de guardar las distancias; y, aunque cumplieron su propósito noexteriorizandosucariño,lociertoesquesuscorazonessesentíancadadíamáspróximos.

TodolomejordeGrahambuscabaaPaulina;cuantohabíaenéldenobleparecía despertar y crecer en su presencia. Supongo que el intelecto apenastuvoqueverconsupasadaadmiraciónporGinevraFanshawe,peroahoranosólo el intelecto sino también sus gustos más elevados entraban en juego.Éstos, comoel restode sus facultades, eran activos,necesitabanalimento,yeransensiblesalarecompensacuandoéstallegaba.

NopuedodecirquePaulina, intencionadamente, le empujara ahablardelibros,osepropusieraformalmenteenalgúnmomentolatareadeganarloparalameditación,oplaneaseelperfeccionamientodesuespíritu,oimaginaraqueél pudiesemejorar en algún sentido. Lo consideraba perfecto; fue el propioGrahamquien,alprincipio,pormeracasualidad,mencionóunlibroquehabíaestadoleyendoy,comoenlarespuestadelajovenpercibióunagranafinidadensusgustos,yestoleresultómuyplacentero,siguióhablandomásymejor,quizá, de lo que nunca había hablado sobre esos temas. Ella le escuchabacomplacida,ylecontestabaconanimación.Encadanuevarespuesta,Grahamoía una música más y más melodiosa para sus oídos; y un tono evocador,persuasivoymágicoqueabríauntesoroapenasconocidoensuinterior,yledescubríaunpoder insospechadoensuespírituy, loqueeraaúnmejor,unabondad latente en su corazón. Los dos amaban el modo en que el otro seexpresaba; lavoz, ladicción, la expresión les satisfacían; ambos saboreabanconentusiasmoelingenioqueelotrodesplegaba;adivinabanelsentidodesuspalabrasconextrañarapidez,ysuspensamientosamenudocoincidíancomodosperlascuidadosamenteelegidas.Grahamrebosabaalegríapornaturaleza;Paulina no poseía ese caudal de vitalidad —si nadie la alentaba, tendía amostrarseseriaypensativa—,peroahoraestabaradiante;enpresenciadesuafableenamorado,brillabaconunaluzsuaveyrisueña.Noesfácildescribirsu hermosura cuando se sentía feliz, peromemaravillaba contemplarla. Encuantoaaquellacapadehielo,aquellareservaquemanifestaba,¿dóndeestabaahora?¡Ah!Grahamnolahubierasoportadomuchotiempo;traíaconsigouninflujo generoso que no tardaba en deshacer la timidez y las restriccionesvoluntarias.

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HablarondelosdíasdeBretton;quizásinilaciónalprincipio,sonrientesyconciertaturbación,peroluegocontotalfranquezayunaconfianzacadavezmayor. Graham había encontrado una oportunidadmuchomejor que la quehabía deseado que yo le brindara; ya no necesitaba la ayuda que ladesagradableLucylehabíanegado;todossusrecuerdosdela«pequeñaPolly»brotabandulcementedesushermososlabios;¡cuántomejorquesiloshubierasugeridoyo!

Enmásdeunaocasión,cuandoestábamosasolas,PaulinamecontabaloextrañoymaravillosoqueeradescubrirlariquezayexactituddelamemoriadeGrahamenaquelasunto.Ycómo,alcontemplaralajoven,losrecuerdosseagolpabanensucerebro.EldoctorBrettonseacordabadeunavezenquelaniñalehabíaabrazadoy,acariciandosuscabellosleoninos,habíaexclamado:«¡Graham,tequieromucho!».Leexplicabacómoellacolocabaunescabelasu ladoy,conayudadelmuchacho, trepabahastasus rodillas.Decíaquenohabía olvidado la sensación de sus manitas acariciándole las mejillas ohundiéndose en su espesa melena. Recordaba el tacto de su pequeño dedoíndiceapoyado,conunamezclademiedoydecuriosidad,enlahendiduradesubarbilla…yelceceo,elaireconquehablabadesu«lindohoyuelo»,ylaformaenquebuscabasusojosylepreguntabaporquéerantanpenetrantes,altiempoquedecíaquesurostroerahermosoyextraño;muchomáshermoso,muchomásextrañoqueeldelaseñoraBrettonoLucySnowe.

—Mesorprendeque,siendotanpequeña,fueratanatrevida—comentabaPaulina—. Graham me parece hoy algo tan sagrado… Sus rizos soninaccesibles, y, Lucy, me invade una especie de temor cuando observo subarbilla firme y marmórea, y sus perfectas facciones griegas. Califican debellas a lasmujeres, Lucy; él no es unamujer, así que supongo que no eshermoso, pero entonces ¿qué es?Me gustaría saber si los demás lo ven delmismomodoqueyo.¿Lepareceapuesto,Lucy?

—Lecontarécuálesmiproceder,Paulina—repuseenunaocasiónasusnumerosaspreguntas—.NuncaveoaGraham.Lemirédosotresveceshaceaproximadamenteunaño,antesdequemereconociera,yluegocerrélosojos;y, aunque se cruzara conmigo doce veces al día, de no ser por lamemoria,apenassabríadescribirsufigura.

—¿Quésignificansuspalabras,Lucy?—musitóella.

—Significan que concedo un gran valor a la vista, y me da miedoquedarmeciega.

Era mejor darle una respuesta firme y callar para siempre las tiernas yapasionadasconfidenciasquebrotabandesus labios,dulcescomolamiel,yenocasionesllegabanamisoídos,comoplomofundido.Novolvióacomentarconmigolabellezadesuenamorado.

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Pero siguió hablándome de él; algunas veces tímidamente, con frasesbrevesyapacibles;otras,conunacadenciatiernayunamúsicaexquisitaque,sin embargo,me irritaban y llenabande tristeza; sé que entonces le lanzabamiradasypalabrasmuyseveras;pero,apesardesulucidez,tantafelicidadlahabíadeslumbrado,yellasóloconsiderabaaLucy…caprichosa.

—¡Muchacha espartana! ¡Orgullosa Lucy! —decía, sonriéndome—.Graham asegura que es usted la mujercita más caprichosa y peculiar queconoce;peroesustedexcelente;losdoslopensamos.

—Notienenniidea—exclamabayo—.Lesruegoquehablenypiensenlomenosposibleenmí.Tengounavidaapartedeladeustedesdos.

—Pero la nuestra, Lucy, es una vida hermosa, o lo será; y usted debecompartirlaconnosotros.

—No compartiré la vida de ningún hombre o mujer en este mundo, talcomoentiendeusted ese concepto.Creoque tengoun amigo, perono estoysegura;yhastaqueloesté,vivirésola.

—Perolasoledadestristeza.

—Sí, es tristeza. La vida, sin embargo, tiene desgracias peores. Eldesengañoespeorquelamelancolía.

—Mepregunto,Lucy,sialguienllegaráacomprenderlaporcompleto.

Existeenlosenamoradosciertapasiónirracionalporelegotismo;quierenteneruntestigodesufelicidad,sinimportarleselprecioqueesetestigodebapagar por ello. Paulina había prohibido las cartas, pero el doctor Brettonescribía; ella estaba decidida a no contestarle, pero lo hacía, aunque fueseúnicamente para reprenderlo. Me mostró esas misivas; con algo de laobstinación de niña mimada, y de la altivez de rica heredera, me obligó aleerlas.Alver laspalabrasdeGraham,apenasmeextrañédesuexacción,ycomprendísuorgullo:erancartasmagníficas,varonilesycariñosas,modestasy galantes. Las de Paulina debieron de parecerle a él maravillosas. No lashabía escrito para mostrar su talento; y menos aún, en mi opinión, paraexpresar su amor.Al contrario, parecía haberse impuesto la tarea de ocultarese sentimiento, y refrenar el ardor de su enamorado. Pero ¿cómo ibansemejantesmisivasaservirparasemejantepropósito?QueríaaGrahamcomoa su propia vida; el joven la atraía comoun poderoso imán.Todo lo que éldecía, escribía, pensaba o miraba ejercía sobre ella una influenciaindescriptible.Esa confesión inconfesada resplandecía en sus cartas; parecíaencenderlasdesdeelencabezamientohastaladespedida.

—Me gustaría que papá lo supiera; ¡ojalá lo supiera! —repetía entredientes,inquieta—.Lodeseoy,sinembargo,lotemo.Mecuestaimpedirque

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Grahamselodiga.Nohaynadaquedeseemásquearreglaresteasunto…yhablarconfranqueza;peromeaterrorizalacrisis.Séconcertezaquepapáseenfadará al principio; tengo miedo de que casi me odie; le parecerá algoindigno; será una sorpresa, un golpe; apenas puedo prever el efecto quecausaráenél.

Lociertoesquesupadreempezabaadespertardeunlargoensueño:unaluzinoportunaempezabaadisiparsulargaceguera.

Aellanoledijonada;pero,cuandolajovennolemirabaotalvezpensabaenél,reparéencómolaobservabaymeditaba.

Un atardecer en que Paulina estaba en su vestidor, supongo queescribiendoaGraham,ymehabíadejadoleyendoenlabiblioteca,vientraramonsieurdeBassompierre;sesentó:cuandomedisponíaaretirarme,mepidióquemequedara…amablemente,aunquedeunmodoquereflejabaeldeseodeserobedecido.Sehabíasentadocercadelaventana,aciertadistanciademí;abrióunescritorio;sacódeélloqueparecíaunmemorándum;estudióvariosminutosalgunasdesusanotaciones.

—SeñoritaSnowe—exclamó,dejandoelcuadernoaunlado—,¿sabequéedadtienemihija?

—Unosdieciochoaños,¿noesasí,señor?

—Esoparece.Estaviejalibretamedicequenacióelcincodemayodemilochocientos…,hacedieciochoaños.Esextraño;habíaperdidolacuentadesuedad.Laveíacomounaniñadedoce…catorceaños…unafechaindefinida;peromeparecíaunachiquilla.

—Tienecasidieciochoaños—repetí—.Esadulta;nocrecerámás.

—¡Mi pequeña joya!—dijo monsieur de Bassompierre, en un tono tanconmovedorcomoalgunaspalabrasdesuhija.

Sequedómuypensativo.

—No debe entristecerse, señor —exclamé; pues adivinaba sussentimientos,aunquenolosexpresara.

—Ella es mi única perla —respondió—; y ahora otros descubrirán supurezaysuvalor,ylacodiciarán.

Nocontesté.GrahamBrettonhabíacenadoconnosotrosesedía;yhabíabrillado tanto por su conversación comopor su encanto: no sé qué clase deentusiasmoaumentabasuatractivoydulcificabasutrato.Bajoelestímulodeunaardienteesperanza,habíaalgoensuactitudquellamabapoderosamentelaatención.Creo que había planeado comunicar aquella tarde el origen de susanhelosyelobjetivodesusambiciones.MonsieurdeBassompierresehabía

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vistoobligado,enciertomodo,apercibirlasituaciónyacaptarlanaturalezade sus atenciones. Por muy lento que fuera a la hora de observar, susrazonamientosestabanllenosdelógica;y,cuandohubocogidoelhilo,ésteleguióalolargodeuninterminablelaberinto.

—¿DóndeestáPaulina?—quisosaber.

—Enelpisodearriba.

—¿Quéhace?

—Estáescribiendo.

—¿Deveras?Entonces¿recibecartas?

—Ninguna que no pueda enseñarme. Y… señor… ella… ellos… llevanmuchotiempoqueriendodecírselo.

—¡Bah!Niseacuerdandemí…¡elancianopadre!Soyunestorbo.

—Ah,monsieurdeBassompierre…nodigaeso…¡deningúnmodo!Peroes Paulina quien debe hablar con usted; y el doctor Bretton quien debedefenderseasímismo.

—Unpocotarde.Parecequeelasuntohallegadolejos.

—Señor,noharánnadasinsuaprobación…Únicamentesequieren.

—¡Únicamente!—repitió.

Obligadaporeldestinoajugarelpapeldeconfidenteymediadora,notuvemásremedioquecontinuar:

—EldoctorBrettonhaestadoapuntodepedírselocientosdeveces,señor;pero,apesardesuvalor,ustedleinspiramuchomiedo.

—Yhacebien…hacebienentemerme.Sehaacercadoalomáspreciosoquetengo.Sihubieradejadoenpazamihija,habríaseguidosiendounaniñatodavíaunosaños.Y¿estányaprometidos?

—¿Cómoibanaestarlosinsupermiso?

—Me parece muy bien, señorita Snowe, que piense y hable con lapropiedadquelacaracteriza;peroesteasuntoesmuydolorosoparamí;Pollyeraloúnicoqueposeía;notengootrashijas,niunhijo;Brettonpodríahaberbuscadoenotraparte;estoysegurodequehayunaveintenademujeresricasyhermosasa lasqueél lesgustaría;esatractivo,sabecomportarseyestábienrelacionado.¿AcasomiPollyeslaúnicaquelesatisface?

—SinuncahubieraconocidoaPolly,lehabríangustadootrasmujeres;susobrinaGinevra,porejemplo.

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—¡Ah! Le habría dado a Ginevra con todo el corazón; ¡pero Polly! Nopuedopermitirqueseasuya.No…nopuedo.Élnoestáasualtura—afirmóconbastantebrusquedad—.¿Enquépuedecompararseconella? ¡Hablandedinero!Nosoyunhombreavariciosoniinteresado,peroelmundopiensaenesascosas…yPollytendráunafortuna.

—Sí, nadie lo ignora —repliqué—: Todo Villette sabe que es una ricaheredera.

—¿Esoesloquedicendemihija?

—Enefecto,señor.

Mianfitriónsequedópensativo.Meaventuréadecir:

—¿Cree usted, señor, que hay alguien a la altura de Paulina? ¿Preferiríaotros al doctorBretton? ¿Piensa que una posición socialmás elevada o unamayorriquezacambiaríansussentimientoshaciaunfuturoyerno?

—Poneustedeldedoenlallaga—exclamó.

—MirealosaristócratasdeVillette,¿acasolegustaríaalguno,señor?

—No…ningúnduc,baronovicomtequeyoconozca.

—Sé que muchos de esos caballeros piensan en ella, señor—proseguí,armándomedevaloralverquedespertabasuatenciónynosurepulsa—.Asíque vendrán otros pretendientes si rechaza al doctor Bretton. Supongo que,dondequiera que vaya, no le faltarán aspirantes. Además de ser una ricaheredera,tengolaimpresióndequePaulinacautivaacasitodoelmundoquelaconoce.

—¿Deveras?¿Cómo?Mipequeñanoesconsideradaningunabelleza.

—LaseñoritadeBassompierreesmuyhermosa,señor.

—¡Qué tontería! Discúlpeme, señorita Snowe, pero no es usted nadaobjetiva.MegustaPolly:megusta su formade ser y su físico, pero soy supadre; y ni siquiera a mí se me ha ocurrido pensar que fuera guapa. Esgraciosa, parece un elfo, resulta interesante; pero creo que se equivoca aljuzgarlahermosa.

—Es muy atractiva, señor; y seguiría siéndolo sin las ventajas de sufortunaydesuposición.

—¡Mi fortuna y mi posición! ¿Acaso son un cebo para Graham? Si locreyeraasí…

—El doctorBretton conoce perfectamente esos detalles, como bien sabeusted,monsieurdeBassompierre, y losvalora comoharíauncaballero—aligualquehabríahechoustedensuscircunstancias—,peronosonningúncebo

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paraél.Amaprofundamenteasuhija;percibesusmaravillosascualidades,yéstasejercenunainfluenciamuybeneficiosasobreél.

—¿Cómo?¿Mipequeñotesoroposee«maravillosascualidades»?

—¡Ah,señor!¿NoobservóaPaulinaaquellanocheenquetantoshombresimportantesyeruditoscenaronensucasa?

—Es cierto que aquel día me sorprendió y me impresionó su forma decomportarse;sufeminidadmehizosonreír.

—¿Ynoviocómolarodeabanaquellosrefinadosfrancesesenelsalón?

—Sí;peropenséqueeraparadistraerseunpoco…delmismomodoqueunosedivierteconunpreciosoniño.

—Ellasecondujocondistinción;yoídeciraloscaballerosfrancesesquesuhijaestaba«pétried’espritetdegraces».EldoctorBrettonpensólomismo.

—Esunamuchachabuenayadorable,desdeluego;yestoyconvencidodequetienecarácter.Mevienealamemoriaunaocasiónenquecaíenfermo,yPolly me cuidó; creyeron que moriría; recuerdo cómo, a medida queempeorabamisalud,aumentabansufortalezaysuternura.Y,cuandoempecéa recuperarme, ¡parecía un rayo de sol en mi habitación! Sí; jugaba a mialrededor tan alegre y silenciosa como la luz.Y ¡ahora quieren casarse conella!Nodeseosepararmedemipequeña—exclamó,compungido.

—HacemuchotiempoqueconocealdoctorBretton—señalé—,serámásfácilentregárselaaélqueaotrapersona.

Reflexionótristemente.

—Tiene razón. Hace muchos años que conozco a Louisa Bretton —murmuró—. Ella y yo somos viejos amigos: ¡era una joven tan dulce yencantadora! Habla usted de belleza, señorita Snowe. Ella era realmentehermosa:alta,erguida,radiante;nolaniñaoelelfoquemeparecemiPolly:alosdieciochoaños,Louisateníaelporteylaestaturadeunaprincesa.Ahoraesunamujerbondadosaymuyagradable.Suhijoseleparece;siemprelohepensado,yporesolehetratadoconafectoylehedeseadolomejor.Y¡élmepaga robándomeaPaulina!Mipequeño tesoro adoraba a supadre.Todohaterminado…nosoymásqueunestorbo.

Seabriólapuerta…yentrósu«pequeñotesoro».Ibavestida,pordecirlodealgúnmodo,conlabellezadelatardecer;esaanimaciónqueavecesllegacon el crepúsculo encendía sus mejillas y su mirada; un tinte carmesíiluminabasutez;losbucles,largosyabundantes,lecaíanensucuellodelirio;suvestidoblancoeraelidealparaelcalordejunio.Creyéndomesola,llevabaen lamano lacartaqueacababadeescribir,doblada,peroaúnsinsellar.Yotenía que leerla. Cuando vio a su padre, vaciló un poco y se detuvo unos

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instantes:elcolordesusmejillasseextendióportodosusemblante.

—Polly —dijo monsieur de Bassompierre en voz baja, con una gravesonrisa—,¿teruborizasalverapapá?Esoesalgonuevo.

—Nomeruborizo…nuncameruborizo—replicó,poniéndoserojacomolagrana—.Perocreíaqueestabasenelcomedor,yveníaenbuscadeLucy.

—Supongoque creíasque estaba conGrahamBretton, ¿no?Pero le hanllamado; no tardará en volver, Polly. Él puede echar tu carta al correo; leahorraráaMatthieuunacourse,comoéldice.

—Noenvíocartasporcorreo—respondiólajoven,algoenojada.

—Entonces ¿qué haces con ellas? Será mejor que vengas y me loexpliques.

Tantosupensamientocomosusademanesparecierondudarunosinstantes,ypreguntarse«¿deboir?»,peroPaulinaseacercóasupadre.

—¿Cuánto tiempo llevas escribiendo cartas, Polly? Parece que fue ayercuandohacíastusprimerosgarabatossujetandolaplumaconlasdosmanos.

—Papá,nosoncartasqueenvíeporcorreo;sonsólonotasqueentregodevezencuandopersonalmenteasudestinatario.

—¿Asudestinatario?SupongoqueterefieresalaseñoritaSnowe,¿no?

—No,papá…noesLucy.

—Entonces¿quiénes?¿TalvezlaseñoraBretton?

—No,papá,noeslaseñoraBretton.

—¿Aquiénterefieres,pequeña?Cuéntalelaverdadapapá.

—¡Oh,papá!—exclamócon fervor—.Loharé… te contaré laverdad…toda la verdad. Me alegro de contártela… me alegro mucho, aunque estétemblando.

Ylociertoesque temblaba:unaexcitaciónyunvalorcrecientes,yunossentimientosdesbordantessacudíantodosuser.

—Detestoocultartemisacciones,papá.Tetemoytequieroporencimadetodaslascosas,siexceptuamosaDios.Leelacarta;miraladirección.

Ladejóensusrodillas.Éllacogióylaleyó,conmanostemblorosasyojosbrillantes.

Volvióadoblarlaycontemplóasuhijaconunextrañoasombro,llenodeternurayprofundamentetriste.

—¿Puedeescribirasí…lapequeñacriaturaquetansóloayersesentabaen

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misrodillas?

—Papá,¿estámal?¿Teentristece?

—Nohaynadamaloenella,mipequeñaeinocentePolly;sinembargo,meentristece.

—Pero¡escucha,papá!Nodebesentristecertepormiculpa.Yolodejaríatodo… casi —rectificó—, preferiría morir a hacerte desgraciado; ¡seríademasiadohorrible!

Paulinaseestremeció.

—¿Te desagrada la carta? ¿Quieres que no la entregue? ¿Quieres que larompa?Loharéportisimeloordenas.

—Noteordenonada.

—Puesordénamealgo,papá;expresa tusdeseos;peronohagasdaño,noaflijas aGraham.Yo no podría, no podría soportarlo. Te quiero, papá; perotambiénquieroaGraham,porque…porque…meesimposibleevitarlo.

—EsemaravillosoGrahamesungranuja,Polly;enestosmomentos,ésaesmi opinión de él: te sorprenderá oír que, por mi parte, no le aprecio enabsoluto. ¡Ah!Hace años vi algo en lamirada de esemuchacho que nuncallegué a comprender, algo que su madre no tenía: una profundidad queaconsejaba a los demás no adentrarse demasiado en sus aguas; y ahora,súbitamente,meencuentrosumergidoenellas.

—No,papá…notearrastralacorriente;estásasalvoenlaorilla;puedeshacer lo que desees; tu poder es despótico; si decides ser cruel, puedesencerrarmeenunconventoydestrozarelcorazóndeGrahammañanamismo.Oraautócrata,orazar,¿seráscapazdehacerlo?

—QuesemarcheaSiberia,consuspatillaspelirrojasytodo;tedigoquenomegusta,Polly,ymesorprendequeatisí.

—Papá—dijoella—,eresmuymalo…Jamástehevistotandesagradable,tan injusto, tan vengativo casi. Tu rostro tiene una expresión que parece deotrapersona.

—¡Que se vaya! —insistió el señor Home, que, en efecto, daba laimpresión de estar profundamente molesto e irritado, incluso un pocoamargado—. Aunque supongo que, si se fuera, Polly cogería el hatillo ycorreríatrasél;lehanrobadoelcorazón…ylahanalejadodesuviejopadre.

—Papá, no es bueno, estámuymal que hables de esemodo.Nome healejadodeti,ningúnserhumano,ningunainfluenciamortalpuedealejarmedeti.

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—¡Cásate,Polly!¡Contraematrimonioconesaspatillaspelirrojas!Dejadeserunahija;¡conviérteteenunaesposa!

—¡Patillaspelirrojas!Megustaría saberquéquieresdecir con eso, papá.Deberíastenercuidadoconlosprejuicios.Mehasexplicadoavecesquetodoslos escoceses, tus compatriotas, son víctimas de sus prejuicios. Creo queacabas dedemostrarlo, al nohacer ningunadistinción entre el pelirrojoy elcolorcaoba.

—Olvidaaesteviejoescocésllenodeprejuicios;vete.

La joven leobservóunos instantes.Queríamostrar firmeza, superioridadante sus sarcasmos; conociendo el carácter de su padre y adivinando suspequeñasflaquezas,habíaesperadoqueseprodujeraunaescenaparecida;nolacogióporsorpresa,ydeseabasobrellevarlacondignidad,puessureacciónera muy importante. Pero su dignidad no le resultó demasiado útil. Laslágrimasasomaronsúbitamenteasusojos;seabrazóalcuellodesupadre.

—No te abandonaré, papá; nunca te abandonaré.No seré la causa de tudolor;¡jamásserélacausadetudolor!—sollozó.

—¡Miamor!¡Tesoromío!—susurróelafectuoso,aunquerudo,caballero.

No dijo nadamás; había pronunciado aquellas palabras con una voz tanronca…

La estancia empezaba a estar envuelta en la penumbra. Oí fuera unmovimiento,unospasos.Convencidadequeseríauncriadoconlasvelas,abrícuidadosamentelapuertaparaevitarcualquierintromisión.Enlaantesalanohabíaningúncriado;uncaballeromuyaltodejabasusombreroenlamesaysequitabalentamentelosguantes…esperando,sinprisa,segúnmepareció.Nome llamó con un gesto o una palabra; pero su mirada decía: «Acérquese,Lucy».Yyoleobedecí.

Esbozó una sonrisa mientras me contemplaba desde las alturas: ningúncarácter, salvo el suyo, habría expresado con una sonrisa la agitación quebullíaensuinterior.

—Monsieur deBassompierre está ahí, ¿verdad?—inquirió, señalando labiblioteca.

—Sí.

—¿Reparóenmídurantelacomida?¿Entendiómispalabras?

—Sí,Graham.

—Entoncesvaadictarsemisentencia…yPaulina,¿seencuentraconél?

—ElseñorHome(avecesseguíamosllamándoleasí)estáhablandoconsu

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hija.

—¡Vaya!¡Quémomentostanduros,Lucy!

Sehallabadelomásinquieto;sumanojuveniltemblaba;unatensiónvital(iba a escribirmortal, pero ese calificativono se ajustaba aunapersona tanllenadevida)conteníaoacelerabasurespiración:apesardelasdificultades,susonrisanoseapagó.

—¿EstámonsieurdeBassompierremuyenojado,Lucy?

—Ellaesmuyleal,Graham.

—¿Quéharánconmigo?

—Sudestinoseráafortunado,Graham.

—¿Deveras?¡Amableprofetisa!Consuspalabrasdealiento,tendríaqueser muy débil para temblar. Creo que todas las mujeres son leales, Lucy.Tendríaqueapreciarlas,ylohago.Mimadreesbuena,esdivina;encuandoasufidelidad,Lucy,séqueesinquebrantable,¿noescierto?

—Sí,Graham.

—Entoncesdemesumano,mipequeñahermanadebautismo;unamanoquenuncahadejadodeseramiga.Hallegadolahoradelaverdad.¡QueDiosapoyealmásjusto!¡Diga«Amén»,Lucy!

Se dio la vuelta y esperó a que dijera «¡Amén!», lo que hice paracomplacerle:aloírme,volvióaexhibirtodosuviejoencanto.Ledeseééxito,yestabaconvencidadequelotendría.Habíanacidoparatriunfar,deigualmodoqueotrosnacenparaserderrotados.

—¡Sígame!—exclamó.

Y yo le seguí hasta encontrarnos en presencia de monsieur deBassompierre.

—Señor—preguntó—,¿cuálesmisentencia?

Elpadrelemiró;lahijaocultósurostro.

—Pues bien, Bretton —respondió el señor Home—, ha pagado mihospitalidad delmodomás habitual.Le he recibido enmi casa; usted se hallevadomibienmáspreciado.Siempremealegrabadeverle;ustedsealegrabadeverloúnicovaliosoqueposeo.Sedirigíaamíconcortesía;y,entretanto,no diré que me robaba, pero sí que me despojaba, y lo que yo pierdo, alparecer,ustedlogana.

—Señor,nopuedoarrepentirme.

—¿Arrepentirse? ¡No, usted no! Usted triunfa, sin duda: John Graham,

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desciendeenpartedeunjefedelasTierrasAltas,ylahuelladesusangreceltaperduratantoensufísicocomoensuspensamientosyensuspalabras.Tienesuastuciaysuencanto.Elcabellopelirrojo(estábien,Polly,rubio),lalenguaengañosa,elcerebrosagaz,sonunaherenciadesusantepasados.

—Señor,creoqueheobradoconhonestidad—replicóGraham;yunrubormuyingléscubriósurostroyatestiguófervientementesusinceridad—.Y,sinembargo —añadió—, no negaré que, en cierto sentido, tiene razón alacusarme.En su presencia, he tenido siempre una idea que nome atrevía acomunicarle.Lociertoesqueleconsiderabaeldueñodelacosamásvaliosaqueelmundoposeeparamí.Yoladeseaba;intentabaconseguirla.Ahoraselapido,señor.

—Pideustedmucho,John.

—Muchísimo,señor.Debebrindármelasugenerosidad,comounregalo;ysujusticia,comounarecompensa.Jamáspodréganarla.

—¡EscuchenlalenguadelasTierrasAltas!—exclamóelseñorHome—.¡Levanta lamirada, Polly! Contesta a este valeroso admirador; ¡dile que sevaya!

Ella alzó la vista. Echó una tímida ojeada a su fogoso y apuestopretendiente.Miróconternuraasuceñudopadre.

—Papá,osquieroalosdos—contestó—;puedocuidarosalosdos.NoesnecesarioqueledigaaGrahamquesevaya,puedeviviraquí;noseráningunamolestia—afirmó con esa ingenuidad que a veces hacía sonreír tanto a supadrecomoaGraham.

Ambossonrieron.

—Seráunamolestiatremendaparamí—insistióelseñorHome—.Nolequiero,Polly;esdemasiadoalto;meestorba.Dilequesemarche.

—Teacostumbrarásaél,papá.Amímeparecíaaltísimoalprincipio…eracomounatorrecuandolevantabalacabezaparamirarlo;pero,enconjunto,nomegustaríaquefueradeotromodo.

—Me opongo totalmente a él, Polly; puedo arreglármelas sin un yerno.Jamáshabríapedidoalmejorhombredelatierraqueestablecieraesaclasedeparentescoconmigo.Despideaestecaballero.

—Pero¡hacetantotiempoqueleconocesytenéistantoencomún!

—¡Tanto en común! Sí, ha fingido que mis opiniones y mis gustoscoincidían con los suyos. Tenía un buenmotivo para seguirme la corriente.Serámejorquetúyyoledigamosadiós,Polly.

—Sólohastamañana.DalelamanoaGraham,papá.

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—No; prefiero no hacerlo: no soy su amigo. No lograréis engatusarmeentrelosdos.

—Porsupuesto,porsupuestoquesoisamigos.Graham,extiendetumanoderecha.Papá,acercalatuya.Yahora,estrechároslas.Papá,noseastanrígido,cierra los dedos; sé un poco más dócil… ¡así! Pero eso no es un apretóncordial… Papá, tus dedos parecen tenazas. Estás aplastando la mano deGraham;¡lehacesdaño!

Y debió de ser cierto, pues llevaba una enorme sortija con brillantesalrededor,cuyasaristascortaronlapieldeGrahamylehicieronsangre:peroel dolor sólo empujó al doctor John a reír, de igualmodo que la inquietudhabíahechoasomarsusonrisa.

—Vengaconmigoamiestudio—dijo,finalmente,elseñorHomealdoctorBretton.

Losdossemarcharon.Suentrevistanofuemuylarga,perosupongoquefue decisiva. El pretendiente tuvo que someterse a un interrogatorio y a unseveroexamensobremuchascuestiones.AunqueavecesdieralaimpresióndequelaspalabrasylasmiradasdeldoctorBrettonreflejabanciertapicardía,lociertoesqueeraunhombredesólidosprincipios.Susrespuestas,segúnsupedespués,denotarontantosabiduríacomointegridad.Habíamanejadobiensusasuntosfinancieros.Habíaluchadocontratodaclasedeenredosydificultades;estabarecuperandolafortunafamiliar;demostróqueestabaencondicionesdecasarse.

El padre y el enamorado regresaron a la biblioteca. Monsieur deBassompierrecerrólapuerta;señalóasuhija.

—Tómela—exclamó—.Tómela,JohnBretton;y¡queDiosledispenseelmismotratoqueustedledispenseaella!

Pocotiempodespués,talvezquincedías,viatrespersonas—monsieurdeBassompierre,suhijayeldoctorGrahamBretton—,sentadasalasombradeunárboldelargasramas,enlosjardinesdelpalaciodelBoisl’Etang.Habíanidoadisfrutardeunanochecerdeverano:alotroladodelasmajestuosasrejasles esperaba el carruaje para llevarlos a casa; el césped se extendía a sualrededor,oscuroysilencioso;elpalaciosealzabaenlalejanía,blancocomoun riscodelPentélico; laestrelladel atardecerbrillabaporencimadeél;unbosquedearbustosfloridosperfumabaelaire;todoeraquietudydulzura;noseveíaniunalma,aexcepcióndeaquelgrupo.

Paulinaseencontrabaentre losdoscaballeros;mientrasconversaban,suspequeñas manos parecían ocupadas en algo; al principio pensé que estaríaatandounramilletedeflores.No;conunastijerasdiminutasquebrillabanensuregazo,habíacortadounrizodelasdoscabezasvaronilesyseafanabaen

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trenzarelmechóngrisyelbucledorado.Cuandohubo terminado,comonoteníaamanohilodesedaparaatarlo,losujetóconsuspropioscabellos;hizouna especie de nudo, y lo metió en un guardapelo que se colocó sobre elcorazón.

—Y,ahora—dijo—,tengoenmipoderunamuletoqueosobligaráasersiempreamigos.Nopodréispelearosmientrasyololleveencima.

Y lo cierto esqueel amuletoestabaallí, unhechizoque impedíaque seenemistaran.Lajovenseconvirtióenunvínculoentrelosdos,influyendoenambos y haciendo que reinase la armonía. Extraía su felicidad de ellos y,cuantotomabaprestado,lodevolvíaconcreces.

«¿Existe de veras semejante dicha en la tierra?», pensé, mientrascontemplaba al padre, a la hija y al futuro marido, los tres juntos…bienaventuradosyfelices.

Claroqueexiste.Sincaerenelromanticismonidejarquenuestrafantasíavueledemasiado,podemosdecirqueexiste.Algunasvidas—duranteciertosdíasoaños—anticipanlafelicidaddelCielo;ytengolaconviccióndeque,silas personas buenas (pues nunca les ocurre a las malas) experimentan esafelicidad tan perfecta, su dulce efecto jamás se pierde por completo. Seancualesseanlastribulacionesquelesesperen,lasenfermedadesolassombrasde lamuerte, la gloria anterior continúa brillando, reconfortando su terribleangustiaeimpregnandolasnubesmássombrías.

Irémáslejos.Estoyconvencidodequeexistenalgunossereshumanosquenacen,crecenysonguiadosdesdeunatiernacunahastaunaapacibleylejanatumba, sin que ningún sufrimiento excesivo aflija su destino y ningunaoscuridad tempestuosa ensombrezca su viaje. Y casi nunca son personasmimadas y egoístas, pues laNaturaleza las escoge armoniosas y benévolas;hombresymujeresdulcificadosporlacaridad,bondadososrepresentantesdelosatributosdivinos.

Noguardarépormástiempolafelizverdad.GrahamBrettonyPaulinadeBassompierrecontrajeronmatrimonio,yeldoctorBrettonresultóserunodeesos elegidos.No degeneró con el tiempo; sus defectos disminuyeron y susvirtudesmaduraron;surefinamientointelectualaumentó,yobtuvogananciasmorales:losposossefiltraronyelvinoresplandecióclaroysereno.Tambiénbrillóeldestinodesudulceesposa.Conservóelamordesumarido,leayudóaprogresar:fuelapiedraangulardesudicha.

Aquella pareja se vio ciertamente bendecida, pues los años les trajerongrandesbondadesyprosperidad;ylasrepartierongenerosamente,aunqueconprudencia.Nohaydudadequellevaronsucruz,yconocieronlasdecepcionesy las dificultades; pero las soportaron con entereza. Enmás de una ocasión

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tuvieron,asimismo,quemiraraAquélcuyorostrolosmortalesapenaspuedencontemplaryseguirviviendo:debenpagarsutributoalReydelosHorrores.Enlaplenituddesusfacultades,muriómonsieurdeBassompierre;y,aedadmuy avanzada, dejó este mundo Louisa Bretton. Incluso en una ocasión seelevóen sumoradael gritodeRaquel llorandopor sushijos; peronacieronotroshermososysanosqueocuparonellugardelperdido:eldoctorBrettonsevioperpetuadoenunhijoqueheredósufísicoysucarácter;y tambiéntuvounosmagníficashijas,muyparecidasaél.Loseducóconmanosuave,perofirme;crecierondeacuerdoconsuherenciayformación.

En pocas palabras, sólo digo la verdad cuando escribo que las vidas deGrahamyPaulinasevieronbendecidascomolasdelhijopredilectodeJacob,con«bendicionesdelCieloybendicionesdelabismoqueseextiendeabajo».YfueasíporqueDiosloconsideróbueno.

CapítuloXXXVIII

Nubes

Peronoocurrelomismocontodoelmundo.¿Yqué?HágaseSuvoluntad,comoseguramentesehará, lo tomemosonoconresignación.El impulsodecreación lo promueve; la fuerza de los poderes, visibles e invisibles, seencargadesucumplimiento.Tienenqueofrecersepruebasdeunavidafutura.Si es necesario, deben escribirse con sangre y con fuego.Con sangre y confuegoseguimossushuellasatravésdelanaturaleza.Consangreyconfuegoatraviesannuestrapropiaexperiencia.Doliente,nodesmayesbajoelterrordeesa incendiaria prueba. Fatigado viajero, prepárate para la lucha, mira alfrente, continúa hacia delante. Peregrinos y hermanos en el desconsuelo,caminad juntos en amistosa compañía.Oscuro es el caminoque se extiendeante lamayoríadenosotrospor el desiertode lavida: quenuestropaso seafirmeyregular,quenuestracruznossirvadeestandarte.PorbáculotenemosSu promesa, «cuya palabra es acrisolada, cuyo camino es perfecto»; poresperanzaSuprovidencia,«quenosdaelescudodelasalvación,cuyabondadennoblece»; por hogar Su seno, que «mora en las alturas del Cielo»; porrecompensaunagloria,desbordanteyeterna.Corramos,pues,paraobtenerloque nos depare el destino; suframos las penalidades como buenos soldados;terminemosnuestrorecorrido,yconservemoslafe,confiandoeneléxitofinalmás que los conquistadores: «¿Acaso no eres tú desde antiguomiDios,miSanto?¡NOMORIREMOS!».

Unjuevesporlamañanaestábamosreunidasenelaula,esperandolaclasedeliteratura.Llególahora;aguardábamosalprofesor.

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Las alumnas de primero estaban muy silenciosas; las redacciones quehabíanescritodesdelaúltimaclasesehallabansobre lospupitres,pasadasalimpioycuidadosamenteatadasconunacinta,esperandoquelasrecogieralamanodelprofesorensurápidarondaporlasmesas.Eraelmesdejulio,hacíauna hermosa mañana, la puerta acristalada se hallaba entreabierta y dejabaentrar una fresca brisa, y las plantas que crecían en el dintel semecían, seinclinaban,mirabanalinterior,yparecíansusurrarnoticiasnuevas.

Monsieur Emanuel no siempre era puntual; apenas nos extrañó que seretrasaraunpoco,pero,cuandoporfinseabriólapuerta,nossorprendióverque, en lugar del profesor, con su paso veloz y su vehemencia, entrabasilenciosamentelaprudentemadameBeck.

SeacercóalamesademonsieurPaul;sepusodelantedeella;sequitóelligero chal que cubría sus hombros; y, en voz baja, aunque firme, y con lamiradafija,empezóadecir:

—Estamañananohabráclasedeliteratura.

Después de unos instantes de silencio, pronunció la segunda parte de sumensaje.

—Esposibleque las lecciones se suspendanpor espaciodeuna semana.Necesito ese tiempo, como mínimo, para encontrar un buen sustituto demonsieurEmanuel.Mientrastanto,aprovecharemosdelmejormodolashorasquequedanlibres.

»El profesor, señoritas —prosiguió—, tiene intención de despedirsedebidamente de ustedes, si es posible; pero en estemomento nodispone detiempoparahacerlo.Sepreparaparaunlargoviaje.Obedeciendoalallamadadeldeber,partirá,súbitayurgentemente,muylejos.HadecididodejarEuropapor un tiempo indefinido. Quizá él les cuente más cosas. Y esta mañana,señoritas, en lugarde suclasehabitualconmonsieurEmanuel, leerán inglésconmademoiselleLucy.

Inclinócortésmentelacabeza,seenvolvióenelchalyabandonólaclase.

Reinó el silencio; poco después, unmurmullo recorrió el aula: creo quealgunasalumnaslloraban.

Pasó algún tiempo. El ruido, los cuchicheos, los sollozos ocasionalesaumentaron.Medicuentadeque ladisciplinasehabía relajadoycundíaenciertomodoeldesorden,comosilasalumnastuvieranlaimpresióndequesehabía bajado la guardia y nadie las vigilaba. La costumbre y el sentido deldeber me permitieron sobreponerme en seguida, levantarme como siempre,hablar en mi tono habitual, ordenar que se callaran y finalmente imponersilencio.Nuestra lectura fue larga yminuciosa.Nos ocupó toda lamañana.

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Recuerdomiimpacienciaconlasalumnasquelloraban.Suemociónnoteníademasiadovalor;sóloeraunareacciónhistérica.Asíselodije.Lasridiculicéunpoco.Memostrésevera.Lociertoesquememolestabansus lágrimas,oaquellossollozos;nopodíasoportarlos.Unajovenbastantetorpeypusilánimesiguió llorando cuando las demás se callaron; una necesidad acuciante meempujóyayudóadirigirmeaelladetalmodoquenoseatrevióacontinuar,ynotuvomásremedioquedominarsusconvulsiones.

Aquella muchacha habría estado en su derecho de odiarme si, cuandoterminó el colegio y sus compañeras semarchaban, no le hubiera ordenadoquedarse; cuando las demás se fueron, hice lo que nunca había hecho conninguna de mis alumnas: la estreché contra mi pecho y besé su mejilla.Después de ceder a este impulso, la saqué rápidamente del aula, pues miabrazolehizolloraraúnmásamargamentequeantes.

Mecuidémuymuchodetenerocupadostodoslosminutosdeaqueldía,yhabríapasadolanochesindormirsihubierapodidodejarunavelaencendida;lanoche,sinembargo,fueespantosa,ydemoledoressusefectos,puesmedejósinfuerzasparaenfrentarmealosinsoportablescotilleosdeldíasiguiente.Porsupuesto, todo el mundo comentó la noticia. La sorpresa inicial había idoacompañadadecierta reserva:no tardóendesaparecer; seabrieron todas lasbocas; se movieron todas las lenguas; profesoras, alumnas, los mismísimoscriados,pronunciaronelnombrede«Emanuel».Él,quehabíaestadosiemprevinculadoalcolegio,¿semarchabadepronto?Atodoslesparecióextraño.

Dijeron tantas cosas, con tanta frecuencia, que, de las innumerablespalabrasyrumores,sedeslizóalfinalgunainformación.HaciaeltercerdíaoídecirquemonsieurPaulzarparíaenunasemana;mástarde…quesudestinoeranlasIndiasOccidentales.MiréelrostrodemadameBeck,clavémisojosen los suyos, para ver si confirmaban o desmentían esa noticia; la observéatentamente,peronadaennuestradirectorarevelóalgoqueyonosupiera.

Aquella separación erauna terriblepérdidapara ella, afirmaba.No sabíacómo llenar el vacío dejado por el profesor. Estaba tan acostumbrada a suprimo,sehabíaconvertidoensumanoderecha;¿cómoibaaarreglárselassinél?Ella se había opuesto a que diera ese paso, peromonsieurPaul la habíaconvencidodequeerasudeber.

Decía todas esas cosas en público, en classe, en la mesa del comedor,hablandoconZélieStPierrelobastantefuerteparaquepudiéramosoírla.

«¿Porquéerasudeber?»,mehabríagustadopreguntarle.Ytuveganasdeaferrarmeaellacuando,enelaula,pasótranquilamenteamilado;deextendermimanoycoger lasuya,diciendo:«Deténgase.Cuéntenoslo todo.¿Porquédebe marchar al destierro?». Pero madame siempre se dirigía a las demásprofesoras,yjamásmemiraba,jamásparecíapensarqueaquelasuntopudiera

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interesarme.

Seguían pasando los días. No sabíamos si monsieur Emanuel vendría adespedirsedenosotros;nadieparecíapreocupadoporeso;nadiepreguntabasiloharíaono;nadiemanifestabasumiedodequesemarcharasindeciradiós;todos hablaban sin cesar, pero, en sus conversaciones, nunca tocaban esepunto vital. En cuanto a madame Beck, ella podía verlo, por supuesto, ydecirlecuantodeseaba.¿QuépodíaimportarleaellaquevinieraonoalarueFossette?

Transcurriólasemana.Noscomunicaronquesemarchabataldía,yquesudestinoeraBasseterre,enGuadalupe.Elasuntoqueleconducíaalextranjeroestabarelacionadoconlosinteresesdeunamigo,noconlossuyos:eraloquehabíaimaginado.

Basseterre, en Guadalupe. Me costaba conciliar el sueño aquellos días,pero, siempre que me quedaba dormida, me despertaba indefectiblementesobresaltada, mientras las palabras «Basseterre» y «Guadalupe» resonabanencima de mi almohada, o se movían de un lado a otro, en medio de laoscuridad,escritasenzigzagueantesletrascolorvioletayescarlata.

Nada podía aliviar lo que yo sentía, y ¿cómo podía evitar sentirme así?Monsieur Emanuel había sido muy bondadoso conmigo en los últimostiempos; cada vez se portaba mejor y era más amable. Hacía un mes quehabíamos dirimido nuestras diferencias teológicas, y no habíamos vuelto adiscutir. Tampoco nuestra paz era la fría consecuencia del divorcio; no noshabíamos alejado;monsieur Paul había venido conmás frecuencia a la rueFossette, había hablado conmigomuchomás que antes; había pasado horasconmigo, con ánimo sereno, expresión alegre y modales apacibles yhogareños.Habíansurgidoentrenosotrosagradables temasdeconversación;me había preguntado qué planes tenía en la vida, y yo le había hablado deellos; el proyecto de abrir un colegio le gustó; me pidió que se lo contaravariasveces,aunquefuerahacercastillosenelaire.Lasdesavenenciashabíanterminado;reinabaentrelosdosunentendimientomutuo;lossentimientosdeunión y esperanza habían anidado en nuestros corazones; el cariño, laprofundaestimaylaconfianzacrecientehabíanestrechadosuslazos.

¡Qué lecciones tan apacibles disfruté aquellos días! ¡No más sarcasmossobremi«intelecto»,nomásamenazasdeangustiosasexhibicionespúblicas!Conquédulzuralarecelosaburlaylamásrecelosayapasionadaalabanzasevieron sustituidas por una ayudamuda e indulgente, un consejo cariñoso, yunadelicadapacienciaqueperdonabaperonoprodigabaelogios.Habíavecesen que se sentaba un rato conmigo y no despegaba los labios; y, cuando elcrepúsculooeldebernosseparaban,sedespedíaconpalabrascomoéstas:

—Ilestdoux,lerepos!Ilestprécieux,lecalmebonheur!

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Un atardecer, unos diez días antes, monsieur Paul apareció mientraspaseaba por l’allée défendue.Me cogió lamano.Miré su rostro; pensé quedeseabacaptarmiatención.

—Bonnepetiteamie!—exclamóconternura—.Douceconsolatrice!

Al sentir su tacto y escuchar sus palabras, una emoción nueva, una ideaextraña se abrieronpaso enmi interior. ¿Estaría convirtiéndose en algomásqueunamigoounhermano?¿Acasohabíaensuexpresiónunasolicitudquerebasabaloslímitesdelafraternidadolaamistad?

Suelocuentemiradateníaalgomásquedecir,sumanomeacercóaél,suslabios semovieron.No.No era elmomento.En aquel sendero, a la luz delcrepúsculo, dos figuras inquietantes nos interrumpieron: una mujer y unsacerdote,madameBeckypèreSilas.

Jamásolvidaréelaspectodeesteúltimo.Enunprimermomento,expresóunasensibilidadpropiadeJean-Jacques,suscitadaporlasmuestrasdeafectoqueacababadesorprender;luego,inmediatamente,éstaseviooscurecidaporel resentimiento de unos celos eclesiásticos. Se dirigió amí con afectación.Miró a su discípulo con severidad. En cuanto a madame Beck, ella, porsupuesto, no vio nada… nada; aunque su primo retenía en su presencia lamano de una hereje extranjera, sin permitir que la retirara, asiéndola confuerza.

Despuésdeaquelepisodio,elanunciorepentinodesumarchamepareció,alprincipio,increíble.Sólolaconstanterepetición,yelconvencimientodelasciento cincuenta personas que me rodeaban, me obligaron a aceptarlo. Encuantoaaquellasemanadeincertidumbre,consusdíasvacíosperoardientes,sinqueélmedieralamenorexplicación…losrecuerdo,perosoyincapazdedescribircómotranscurrieron.

Llegó el último día. Él nos visitaría. Él vendría a decirnos adiós, odesapareceríaensilencio,yjamásvolveríamosaverlo.

Esaalternativanoparecióinquietaraningúnservivientedeaquelcolegio.Todos se levantaron a la hora acostumbrada; todos desayunaron comosiempre; todos, al parecer, sin referirse ni pensar en su antiguo profesor, sedirigieronconflemaasusquehacerescotidianos.

Tanolvidadizoeraelpensionnat,tanacomodaticio,tandisciplinadoensusactos, tan poco inquieto… que apenas sabía cómo respirar en aquellaatmósferadensayasfixiante.¿Nadiemeprestaríaunavoz?¿Nadieexpresaríaundeseo,unapalabra,unaoraciónalaqueyopudieraresponder«amén»?

Había visto a alumnas y profesoras pedir de manera unánime cualquierinsignificancia: un festín, un día libre, la anulación de una clase; pero no

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podían,noqueríanunirseahoraparaasediaramadameBeckyreclamarunaúltimaentrevistaconunprofesormuyquerido,almenosporalgunas(queridocomoellassabíanquerer);pero¿quéeselamordelamultitud?

Sabíadóndevivía:sabíadóndepodíaoírleohablarconél;apenasestabaauntirodepiedra;sihubieraestadoenlaestanciacontigua,¿dequémehabríavalido saberlo si él nome llamaba? Seguir, buscar, recordar, llamar…Paraesascosasyonoteníaelmenortalento.

Monsieur Emanuel habría podido pasar al alcance de mi mano: si lohubierahechoen silencioy sin llamar la atención, lehabríadejadomarcharsilenciosaeinmóvil.

La mañana llegó a su fin. Dio paso a la tarde, y pensé que todo habíaterminado.Micorazónpalpitaba.Lasangrenoparecíacorrerpormisvenas.Mesentíamuymal,apenaspodíaseguirenmipuestoyhacermitrabajo.Sinembargo, el pequeñomundo queme rodeaba seguía girando como si nada;todos parecían alegres, sin preocupaciones, temores o pensamientos. Lasmismasalumnasque, sietedíasantes,habían lloradohistéricamentealoír lasorprendentenoticia,parecíanhaberolvidadoelincidente,suimportancia,ylaemociónqueleshabíaembargado.

Pocoantesdelascinco,horaenquefinalizabanlasclases,madameBeckmepidióquefueraasushabitacionesparaleerytraducirunacartainglesaquelehabíanenviado,yescribirunarespuesta.Antesdeentregarmeaesa tarea,observé que cerraba suavemente las dos puertas de la sala; cerró incluso laventana, aunque era un día caluroso y ella, por lo general, considerabaindispensablequeelairecirculara.¿Porquétantaprecaución?Unatremendasospecha, una desconfianza casi irracional suscitaron la pregunta. ¿Queríaimpedirqueentraraunsonido?¿Quésonido?

Escuché como jamás había escuchado; escuché como un lobo en unanochecerdeinvierno,olfateandolanieve,oliendosupresa,yescuchandoenla lejanía lospasosdelviajero.Aúnasí, podía escuchary escribir almismotiempo.Hacialamitaddelacarta,oíunaspisadasenelvestíbuloymiplumase detuvo en seco. No había sonado la campanilla; Rosine, sin dudaobedeciendo órdenes, se había adelantado a ella. Madame Beck me viodetenerme. Tosió, armó un poco de ruido, habló más fuerte. Los pasossiguieronendirecciónalasclases.

—Continúe—dijomadame.

Pero mis manos estaban esposadas; mis oídos, encadenados; mispensamientos,muylejosycautivos.

Lasaulasconstituíanotroedificio;elvestíbulolasseparabadelavivienda:apesardeladistanciaydeladivisión,oíelsúbitorevuelodeuncursoentero

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poniéndoseenpie.

—Estánguardandolibrosycuadernos—señalómadame.

Locierto esqueera lahoradehacerlo,pero ¿porqué reinabadeprontoaquelsilencio?¿Porquéhabíacesadoeltumulto?

—Espere,madame…iréaverquépasa.

Dejélaplumaysalídelaestancia.¿Sola?No,madamenolopermitió:alno poder detenerme, se levantó y me siguió de cerca, como si fuera misombra.Mevolvíenelúltimoescalón:

—¿Meacompaña?—pregunté.

—Sí—dijo,conunmiradaextraña:velada,perodecidida.

Reanudamoslamarcha,nojuntas,peroellameseguíaadospasos.

Élhabíavenido.Levialentrarenlaclasedeprimero.Allí,unavezmás,seencontrabalafiguramásfamiliar.Sindudahabíantratadodeimpedirqueregresara,peroélhabíavenido.

Las alumnas formabanun semicírculo; él ibadeuna enuna, diciéndolesadiós, estrechando sus manos, besando sus dos mejillas. Esta últimaceremonia,unacostumbreextranjera,sólosepermitíaenunadespedidacomoaquélla,tansolemneyprolongadaeneltiempo.

MepareciómuycruelquemadameBeckmepersiguieradeesemodo,sinquitarmelosojosdeencima;micuelloymishombrosseestremecíanfebrilesbajosualiento;mesentíaterriblementehostigada.

Élseacercaba;habíarecorridocasi todoelsemicírculo; llegóa laúltimaalumna; se dio media vuelta. Pero madame estaba delante de mí; se habíacolocadoallídepronto;parecíahaberaumentadodetamañoyextendidosusropajes; me eclipsó; quedé oculta. Ella conocía mis flaquezas y misdeficiencias; podía calcular mi grado de parálisis moral, la incapacidad dehacer valer mis razones… en los momentos de crisis. Se aproximórápidamenteasuprimo,lehablóconlocuacidad,acaparósuatención,yselollevó a toda prisa hacia la puerta… la puerta acristalada que daba al jardín.Creoqueélmiróaunoyotro lado;sinuestrosojossehubieranencontrado,supongoqueelvalorhabríacorridoenayudademissentimientos,ysehabríaproducido una ofensiva y, tal vez, un rescate; pero en la clase todo eraconfusión,elsemicírculosehabíadeshechoenpequeñosgrupos,mifiguraseperdía entre otras treinta más llamativas. Madame se salió con la suya; sí,consiguióllevárselosinqueélmeviera;pensóqueestabaausente.Dieronlascinco, sonóconestruendo lacampanillaque señalabael finde lasclases, elaulasevació.

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Aúnperduranenmimemorialosmomentosdeoscuridadydesesperaciónque pasé cuandome quedé a solas: un dolor indescriptible por una pérdidairreparable. ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía hacer cuando arrancaban de uncorazónescarnecidoydestrozadolaesperanzademivida?

Lo que debería haber hecho es algo que no sé, pues una niña, la máspequeña del colegio, irrumpió con su simplicidad y su inconsciencia en elviolento,aunquesilencioso,núcleodeaquelconflictointerior.

—Mademoiselle—ceceóunavozaguda—,tengoquedarleesto.MonsieurPaulmedijoquelabuscaraportodalacasa,desdeelgrenierhastaelsótano,yque,cuandolaencontrara,ledieraesto.

Lachiquillameentregóunanota; lapequeñapalomadejócaerunaramadeolivosobremisrodillas.Nollevabanombrenidirección,únicamenteestaspalabras:

Noteníaintencióndedespedirmedeustedcuandodijeadiósalasdemás,peroesperabaverlaenclase.Mesentímuydecepcionado.Nuestraentrevistase aplaza. Esté preparada. Antes de zarpar, he de encontrar el momento deverla y hablar con usted largo y tendido. Esté alerta; mis segundos estáncontados y, en estos instantes, monopolizados; además, tengo un asuntoconfidencial entre manos que no quiero compartir ni revelar a nadie… nisiquieraausted.

PAUL.

¿Queestuvieraalerta?Entonces teníaqueseraquella tarde;¿acasonosemarchabapor lamañana?Sí,deesoestabasegura.Habíavistoanunciada lafecha en que zarpaba su barco. ¡Oh! Estaría preparada, pero ¿llegaríarealmente a celebrarse aquel encuentro tan ansiado? ¡Quedaba tan pocotiempo! ¡Parecían vigilarle tan estrecha, activa y hostilmente! El camino deacceso se abría angosto como un desfiladero, profundo como un abismo:Apolíon lo recorríadeun ladoaotro, arrojando llamaspor laboca. ¿Podríatriunfarmigenerosoamigo?¿Podríamiguíallegarhastamí?

¿Quién podía decirlo? Y, sin embargo, empecé a sentir que mi ánimorenacía, que nome embargaba el desconsuelo; tenía la sensación de que sucorazónlatíadentrodelmío.

Esperéamipaladín.Apolíon llegóarrastrandosuInfierno trasél.PiensoquesilaEternidadnosdeparaseverostormentos,ningunoserátanferoznitanenloquecedor.Creoqueciertodía,unodeesosdíasenlosquenuncaamaneciónisepusoelsol,unángelentróenelHades:resplandeció,sonrió,formulóunaprofecíadeperdóncondicionado,alentóunaesperanzainciertadefelicidad—que reinaría no en aquel instante sino en un día y una hora inesperada—,yreveló con su propia gloria y esplendor la grandeza y el alcance de su

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promesa; dijo esas palabras y, elevándose, se convirtió en una estrella ydesaparecióensupropioCielo.Sulegadofuelaincertidumbre…unadádivapeorqueladesesperación.

Esperétodalatarde,confiandoenlaramadeolivoquemehabíatraídolapequeñapaloma,y,apesardemiconfianza,estabaterriblementeasustada.Elmiedomeatenazaba.Fríoyextraño,sabíaqueibaunidoaunpresentimientocasinuncaengañoso.Lasprimerashorasmeparecieron lentasy largas;peromiespírituseaferróacadasegundodelasúltimas.Pasarontanvelocescomounanubeempujadaporelviento…comounamasadecirroscruzandoelcieloantesdelatormenta.

Pasaron.El largoycálidoatardecerestival seconsumiócomoelenormeleño que arde en las chimeneas navideñas; murió la luz carmesí de sucrepúsculo; y me dejó inclinada entre las frías sombras azules, sobre losreflejospálidosycenicientosdelanoche.

Terminaron las oraciones; era hora de acostarse; mis compañeras deinternadosehabíanretirado.Yocontinuabaaúnenlalóbregaclasedeprimero,quebrantando,oalmenosignorandolasnormasquenuncahabíaquebrantadoniignorado.

No sé cuánto tiempo estuve paseando de un lado a otro de la clase;supongoquevariashoras;deformamaquinal,apartébancosypupitres,yabríuncaminoquellegabahastaelfondodelaula.Anduveporallí,yallí,cuandotuve la certeza de que todos estaban en la cama, y demasiado lejos paraoírme…allí,porfin,rompíallorar.ConfiandoenlaNocheyenlaSoledad,noahoguépormástiempomislágrimas,niimpedíquebrotaranmissollozos;desgarraban mi corazón; se abrieron paso con furia. En aquella casa, ¿quédolorpodíasersagrado?

Pocodespués de las once, unahoramuy avanzada en la rueFossette, lapuertaseabrió,silenciosaperonofurtivamente;elresplandordeunalámparainvadiólaluzdelaluna;madameBeckentróconlamismaserenidadquesisetrataradeunaocasiónnormalydeunahorade lomás sensata.En lugardehablarme en seguida, se dirigió a sumesa, cogió las llaves y simuló buscaralgo; se entretuvo mucho tiempo, demasiado, en aquella falsa búsqueda.Parecía muy tranquila, demasiado tranquila; yo no estaba de humor paraaguantaraquellacomedia; rebasadoel límitedemisfuerzas,hacíadoshorasque había dejado a un lado las consideraciones y los miedos habituales.Guiadaporungestoygobernadaporunapalabraencircunstanciasnormales,en aquellos momentos no podía soportar ningún yugo, ni tolerar el menorimpedimento.

—Tendría que haberse acostado ya —dijo madame—; ha infringidodemasiadotiempolasnormasdelinternado.

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MadameBecknoobtuvolamenorrespuesta:seguíandando;cuandoellaseinterpusoenmicamino,laaparté.

—Déjemequelatranquilice,meess;laacompañaréasucuarto—exclamó,intentandohablarcondulzura.

—¡No! —contesté—. Ni usted ni nadie me tranquilizará ni meacompañará.

—Ordenaréquecalientensucama.Gotonaúnestálevantada.Leayudaráasentirsemejor:leprepararáunsedante.

—Madame—estallé—,esustedunahedonista.Bajotodasuserenidad,supazysudecoro,esustedunaauténticahedonista.Ordenequecalienten,quehaganmásmullidasucama;tomecuantossedantesycarnes,bebidasdulcesycondimentadasdesee.Si tieneusted algunapenaodesengaño, como tal vezocurra…sí,séquelostiene…busquelospaliativosquemásleplazcan.Perodéjemeenpaz.¡Déjemeenpaz!

—Enviaréaotrapersonaparaquelacuide,meess;enviaréaGoton.

—Se lo prohíbo. Déjeme sola. ¡Quíteme lasmanos de encima!Y no seentrometaenmivida,nienmisproblemas.¡Oh,madame!Ensusmanoshayfríoyveneno.Ustedcontaminayparaliza.

—¿Qué he hecho yo, meess? No debe casarse con Paul. Él no puedecontraermatrimonio.

—¡Elperrodel hortelano!—exclamé; pues sabía que ella quería casarseconélensecreto,ysiemprelohabíadeseado.

Decía que monsieur Paul era insoportable; le recriminaba que fuera tandévot;noleamaba,peroqueríacasarseconélparavincularleasusintereses.Yohabíaadivinadoalgunosdelossecretosdemadame,nosécómo;porunaintuición o una inspiración, llegadas no sé de dónde. A lo largo de nuestraconvivencia,yohabíaaprendidolentamenteque,conella,sólopodíassersuinferiorosurival.Eramirival,encuerpoyalma,aunquesecretamente,bajolosmodalesmásafablesysinquenadielosupieraexceptoellayyo.

Miréamadameporespaciodeunosminutos,sintiendoquelateníaenmipoder, pues en ciertos momentos —como el que vivíamos—, en ciertosestadosdepercepciónexacerbada—comoelquenosdominaba—,sudisfrazdesiempre,sumáscaraysudominóeranparamíunasimpleredconagujeros;yveíabajoellaaunsercruel, innobleeindulgenteconsigomismo.Sealejósilenciosamentedemí;dócilyserena,aunquemuypreocupada,ydijoque«sinolograbaconvencermedequemefueraadormir,tendríaquedejarmemuyasupesar».Seapresuróahacerlo,yesposiblequeestuvieramáscontentaellademarcharsequeyodeverladesaparecer.

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AquéllafuelaúnicarencontreentremadameBeckyyoenquelaverdadsaliópor fuerzaa la luz; aquellabreveescenanocturna jamás se repitió.Nocambióunápicesucomportamientoconmigo.Nomeconstaquesevengarademispalabras.Nocreoquemeodiaramáspormicrueldadymifranqueza.Pienso que se escudaba en la secreta filosofía de la fortaleza de su espíritu,decidida a olvidar lo que le molestaba recordar. Sé que hasta el final denuestras vidas ni se repitió, ni se hizo la menor alusión a aquel violentoepisodio.

Pasó la noche: todas las noches —incluso la noche sin estrellas queprecedea ladisolución—debenconsumirse.Hacia lasseisde lamañana, lahoraenquetodosselevantaban,salíalpatioymelavélacaraconelaguafríayfrescadelpozo.Alentrarporelcarré,unespejocolocadosobreunmueblederoblereflejómiimagen.Decíaquehabíacambiado;teníalasmejillasyloslabios pálidos y mortecinos, los ojos vidriosos, y los párpados lívidos ehinchados.

Alreunirmeconmiscompañeras,fuiconscientedequetodasmemiraban,y sentí que podían leer mi corazón; pensaba que yo misma me habíatraicionado. Estaba convencida de que hasta la alumna más pequeña delcolegiohabíaadivinadoporquéyporquiénmehallabatandesesperada.

Isabelle, una niña que yo había cuidado mientras estuvo enferma, seacercó.¿Tambiénellaseburlaríademí?

—Que vous êtes pâle! Vous êtes donc bien malade, mademoiselle! —exclamó,llevándoseundedoaloslabiosymirándomefijaytristemente,conuna simpleza que en aquel momento me pareció más hermosa que lainteligenciamáspenetrante.

Isabelle no fue la única que mostró su ignorancia; antes de queanocheciera, tuve motivos de sobra para agradecer la ceguera de todos loshabitantes de la casa. La multitud tiene otras cosas que hacer que leercorazones e interpretar frases oscuras. Quien lo desee puede guardar susecreto,serelúnicosoberanodesuintimidad.Enelcursodeaqueldía,tuveunapruebatrasotradequenosólonadieadivinabalacausademipena,sinodequemividainteriordelosúltimosseismesescontinuabasiendosólomía.Nadie sabía… nadie se había dado cuenta de que yo concedía un valorespecialaunavidaentretodaslasdemás.Loschismorreoshabíanpasadodelargo; la curiosidadmehabía ignorado: esas dos sutiles influencias, siemprerevoloteando a mi alrededor, jamás me habían prodigado atención. Unorganismo determinado puede vivir en un hospital de infecciosos y nocontagiarse del tifus.MonsieurEmanuel había venido y se habíamarchado;había sidomimaestro y había buscadomi compañía;me había llamado encualquiermomento,fueraoportunoono,yyolehabíaobedecido:«Monsieur

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Paul…»,decíanunayotravez;ynadiehacíacomentarios,ymuchomenoslocondenaba. Nadie hacía insinuaciones, nadie se burlaba. Madame Beckdescifróelenigma;nadiemáslodesveló.Loqueyosufríarecibióelnombredeenfermedad:undolordecabeza;aceptéelbautismo.

Pero¿quédolenciafísicapodíacompararseconaquelsufrimiento?Conlacertezadequeélsehabíaidosindespedirse;conlacruelconviccióndequeeldestinoylasfuriasquemeperseguían—loscelosdeunamujeryelfanatismodeunsacerdote—nomedejaríanverlenuncamás.¿Aquiénpuedeasombrarquelasegundatardemeencontraracomolaprimera: indómita,atormentada,recorriendo una estancia desierta en un indecible frenesí de silenciosadesolación?

MadameBecknomepidiópersonalmentequemeacostaraaquellanoche,nisiquieraseacercóamí;envióaGinevraFanshawe:nopodíahaberenviadounaintermediariamáseficaz.

—¿Leduelemucholacabezaestanoche?—fueronsusprimeraspalabras(puesGinevra,comolasdemás,pensabaqueestaba tanpálidaymidesazóneratangrandeporquemedolíalacabezadeunmodoinsoportable).

Yesasprimeraspalabrasdespertaronenmíeldeseodehuiraalgunaparte,fuera del alcance de los demás. Y lo que vino a continuación—las quejassobresusdoloresdecabeza—terminódeconvencerme.

Subíalpisodearriba.Enseguidaestuveenlacama—ellechodeldolor—, rodeada de veloces escorpiones que me perseguían. No llevaba cincominutosacostadacuandollegóotraemisaria:Gotonmetraíaalgodebeber.Yoestabasedienta,bebíconavidez;eraunlíquidodulce,peromesupoadroga.

—Madame dice que la ayudará a dormir bien—dijo Goton, cuando ledevolvílacopavacía.

¡Ay!Elsedanteestabaadministrado.Enrealidad,mehabíandadounfuerteopiáceo.Habíaquetenermetranquilaporunanoche.

Todo el mundo se acostó, encendieron la lámpara nocturna y el grandormitorio se hundió en el silencio. Pronto imperó el sueño: sobre aquellasalmohadas,obtuvounafácilsupremacía;reinósatisfechosobreloscorazonesy las cabezas que no sufrían… pero pasó de largo por los espíritusatormentados.

La droga empezó a actuar. No sé si la dosis demadame era excesiva oinsuficiente; pero no causó el efecto esperado. En lugar de sumirme en unletargo, me sentí muy excitada. Me asaltaron pensamientos nuevos,ensoñacionesdecoloresmuysingulares.Unallamadaalertóamisfacultades,sonaron los clarines, las trompetas retumbaron a una hora intempestiva. La

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Imaginaciónsepusoenpieydiounpasoalfrente,audazeimpetuosa.MirócondesprecioalaMateria,sucompañera.

—¡Arriba!—exclamó—.¡Indolente!Estanocheharémivoluntad;nomesometeréalatuya.

»¡Contemplaelcielonocturno!—fuesugrito.

Y, cuando levanté con esfuerzo la persiana más próxima, con un gestomajestuoso, me mostró una luna soberana en medio de un firmamentoprofundoyesplendoroso.

Hizoqueeltrémulobrillodelaoscuridad,losestrechoslímitesyelcalorsofocante del dormitorio resultaran insoportables para mis asombradossentidos.Me convenciódeque abandonase aquellamadriguera y la siguieraentreelrocío,elfrescorylagloria.

MeproporcionóunaextrañavisióndeVilletteamedianoche.Memostrósobre todoelparque,elparquedeverano,consus largospaseossilenciosos,solitariosyseguros;entreelloshabíaunenormeestanquedepiedra—queyoconocía bien, pues había pasadomuchos ratos en su orilla—, hundido entrefrondososárboles,rebosantedeaguafresca,clara,yconunlechoverdosodehojas y de juncos. Pero ¿cómo llegar allí? Las puertas del parque estabancerradas,uncentinelalasvigilaba;eraimposibleentrar.

¿Era imposible? Merecía la pena reflexionar sobre aquello; y, mientrasdabavueltasalasunto,mevestímaquinalmente.Incapazdedormirodeseguiracostada,presadeintensaagitación,¿quéotracosapodíahacer?

Lasverjasestabancerradas,lossoldadossehallabanjuntoaellas;¿acasonoexistíaotromododeentrarenelparque?

Unosdías antes,mientraspaseaba, habíavisto—sinprestarle demasiadaatención—unhuecoenlavalla,unaestacarota;yaquelrecuerdovolvíaahoraamimemoria,contotalnitidez:laestrechaeirregularabertura,visibleentrelas ramas de los tilos, plantados ordenadamente como una columnata. Unhombre no lograría pasar por ella, ni una mujer corpulenta; no creo quemadame Beck fuera capaz, pero quizá yo lo consiguiese: pensé que megustaríaintentarloy,unavezdentro,aaquellahora,todoelparqueseríamío:¡elparquedelamedianoche,alaluzdelaluna!

¡Cuán profundamente dormía el gran dormitorio! ¡Qué sueños taninsondables!¡Quérespiracionestantranquilas!¡Cuánsilenciosasehallabalagigantesca casa! ¿Qué hora sería?Me entraron ganas de saberlo. Había unrelojenlaclasse,escalerasabajo;¿quémeimpedíaaventurarmeaconsultarlo?Con aquella luna, su enorme rostro blanco y sus números negros como elazabacheseveríanconclaridad.

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Encuantoalosobstáculosqueencontraría,notendríaquesalvarsiquierael chirridodeungozneo el chasquidodeunpestillo.En aquellas calurosasnochesdejulio,latemperaturaerasofocante,ylapuertadelgrandormitoriosedejabaabiertadeparenpar.Lastablasdelsuelo,¿sostendránmispasossindelatarme?Sí.Sédóndeestánunpocosueltas,yevitarépisarlas.Laescaleraderoblecrujecuandodesciendoporella,peronodeunmodoexagerado:hellegadoalcarré.

Las puertas del aula grande están cerradas; tienen echado el cerrojo. Elaccesoalpasillo,porelcontrario,seencuentraabierto.Lasclasesmeparecenenormes y lúgubres cárceles, enterradas lejos del bullicio, y sólo traen amimemoriarecuerdosterriblesyespectrales,queyacendesconsoladosentresuslechos de paja y sus grilletes. El corredor ofrece un panorama risueño, yconducealvestíbuloprincipalquesaledirectamentealacalle.

¡Chist!El relojda lahora.Apesardelsilenciofantasmalquereinaenelconvento,sonsólolasonce.Mientrasoigoenmudecerelúltimotoque,perciboenlalejaníaelsonidodecampanasydeunabandademúsica:unsonidoenelquesemezclanladulzura,lavictoriayelduelo.¡Cómomegustaríaacercarmeaesamúsicayescucharlaasolasdesde laorilladelestanque!Dejadmeir…dejadmeir.¿Quémeloimpide?¿Quéseoponeamilibertad?

Allí,enelpasillo,cuelgamidelantaldejardín,misombrero,michal.Nohay cerradura en la inmensay pesada porte-cochère; no es necesario buscarningunallave:secierraconunaespeciedepasadorquenopuedeabrirsedesdefuera,peroque,desdeelinterior,sedescorresinhacerruido.¿Loconseguiré?Cedealapresióndemimano,cedeconfacilidad.Memaravillaqueelportalparezca abrirse espontáneamente; me maravilla cruzar el umbral y pisar lacalle empedrada;memaravilla la extraña simplicidadconquemiprisiónhasidoforzada.Escomosiunamanoinvisiblemehubieraabiertocamino,comosialgunafuerzadisolventemehubieraprecedido;encuantoamí,apenashehechoelmenoresfuerzo.

¡Apacible rue Fossette! Encuentro en su pavimento esa noche estival,erranteyseductora,queimaginaba;veolalunaencimademí;sientoelrelenteen el aire. Pero no puedo quedarme; estoy demasiado cerca de mi viejaguarida;tanpróximaalcalabozoqueoigolosgemidosdelosprisioneros.Estapaz solemnenoes loquebusco,no es algoquepueda soportar; paramí, elrostro de ese cielo se asemeja a lamuerte de unmundo.El parque tambiénestarátranquilo…séquereinaentodaspartesunaserenidadmortal…Buscaréelparque.

Cogí una calle muy conocida, y subí hacia la majestuosa y palaciegaHaute-Ville;deallí venía lamúsicaquehabíaoído, susnotas flotabanenelaire; en aquel momento se habían callado, pero podían volver a despertar.

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Seguí andando; ni la banda ni las campanas me dieron la bienvenida; otrosonidolassustituyó,unaespeciedemareaviva,unacorrientemuyfuertequese intensificó a medida que yo avanzaba. Las luces me deslumbraron, elmovimientoaumentó,lascampanasrepicaron:¿dóndeestaba?AlentrarenlaGrandePlace,mevisumergida,comoporartedemagia,enunamuchedumbrejubilosayllenadevida.

Villetteesunallamarada,unenormeresplandor;elrestodelmundoparecemuy lejano; la luz de la luna y el cielo se desvanecen: la ciudad, con susantorchas, contempla su propio esplendor: alegres vestidos, magníficoscarruajes,hermososcaballoseintrépidosjinetesabarrotansusbrillantescalles.Veomuchísimasmáscaras.Esunaescenaextraña,másextrañaquelossueños.Pero ¿dónde está el parque? Tengo que hallarme cerca. Enmedio de aquelfulgor,elparqueestaráoscuroytranquilo:supongoqueallí,porlomenos,nohabráantorchas,farolasnimultitudes.

Estaba pensando en aquello cuando se cruzó conmigo un carruajedescubierto lleno de caras conocidas. Pasó lentamente entre el gentío; losfogosos caballos relincharon impacientes al ver su ardor refrenado. Divisémuybienalosocupantesdelvehículo;amínopudieronvermeo,almenos,reconocerme,pues ibaenvueltaenungranchalyocultabael rostrobajounsombrero de paja (en aquella densa multitud ninguna vestimenta parecíaextraña). Vi al conde de Bassompierre; vi a mi madrina, ataviada conrefinamiento,hermosaymuyfeliz;vi,asimismo,aPaulinaMary,coneltriplehalodesubelleza,dichayjuventud.Alcontemplarsurostrollenodejúbilo,ylaexpresiónalborozadadesusojos,apenasmefijéenlaeleganciafestivadesuatuendo;sóloséquelosropajesqueflotabanasualrededoreranblancos,ligerosynupciales.SentadofrenteaellaviaGrahamBretton;comprendíque,almirarlo,Paulinaresplandecía: la luzquese reflejabaensusojos llameabaantesenlosojosdeél.

Me procuró un extraño placer seguir a esos amigos sin que ellosadvirtieranmipresencia,ylosseguí,comoeramiintención,hastaelparque.Observécómoseapeaban(loscarruajesteníanprohibidoelpaso)entrenuevoseinesperadosesplendores.Sobrelapuertadehierro,entrelasdoscolumnasdepiedra,seextendíaunarcobrillantedeinnumerablesestrellas;y,siguiéndolesfurtivamente bajo aquel arco, ¿dónde se encontraban ellos y dónde meencontrabayo?

Enunpaís encantado, enelmáshermosode los jardines, enuna llanurasalpicadademeteorosirisados,enunbosquededestelloscolorpúrpura,rubíydorado, semejantes apiedraspreciosas entre el follaje; enuna región,nodeárboles y sombras, sino de la más sorprendente riqueza arquitectónica: dealtares y de templos, de pirámides, obeliscos y esfinges; por increíble queparezca, las maravillas y los símbolos de Egipto inundaban el parque de

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Villette.

Carece de importancia que a los cinco minutos desvelara el secreto:descifradalaclavedelmisterio,desvanecidasuilusión,carecedeimportanciaquereconocieraenseguidalosmaterialesdeaquellossolemnesfragmentos:lamadera,lapintura,elcartón;esosdescubrimientosinevitablesnodestruyeronel encanto ni mermaron la fascinación de aquella noche. Carece deimportancia que encontrara una explicación a la gran fête, una fêtedesconocida para la conventual rue Fossette, aunque había empezado alamaneceryseguíallenadepujanzacercadelamedianoche.

En el pasado, dice la historia, había sobrevenido una terrible crisis en eldestino de Labassecour, lo que había supuesto no sé qué peligro para losderechos y libertades de sus nobles ciudadanos. Había habido rumores deguerra, si no auténticas guerras; luchas en las calles, tumultos, desórdenes,barricadas, amotinamientos de los ciudadanos, intervención de las tropas,muchas pedradas e incluso algunos tiros. La tradición sostenía que habíancaído algunos patriotas: en la vieja Basse-Ville se visitaba un recinto,magníficamenteempotradoenunmuro,dondeseconservaban,segúndecían,loshuesos sagradosde losmártires.Fueracomo fuera, ciertodíadel año seseguíacelebrandounafiestaenhonordeesospatriotasymártiresdememoriaun tantoapócrifa:por lamañana, solemneTeDeumen la iglesiadeSt JeanBaptiste;por lanoche,espectáculosy todaclasededecoradosy lucescomolosqueenaquellosmomentospresenciaba.

Mientrascontemplabalaimagendeunibisblancosujetoenunacolumna,mientras analizaba la perspectiva de una larga avenida iluminada porantorchasconunaesfingetendidaalfondo,perdídevistaalgrupodepersonasque había seguido desde el centro de la gran plaza, omejor dicho, éstas sedesvanecieroncomounaaparición.Todaaquellaescena tenía la improntadeun sueño: las siluetas se balanceaban, los movimientos flotaban, las vocesparecíanecos…mediovacilantes,medioburlones.DespuésdequePaulinaysusamigosdesaparecieran,nisiquierapodíaestarseguradehaberlosvisto;noeché demenos queme guiaran enmedio del caos, ymuchomenos quemeprotegieranenlaoscuridad.

Aquella noche de fiesta, incluso un niño habría estado a salvo. Habíanacudidomuchoscampesinosde losalrededoresdeVillette,y los ciudadanosmás respetables iban de un lado a otro, vestidos con susmejores galas.Misombrerodepajasemovíaentregorrasychaquetas,faldasylargosmantosdealgodón,sinatraer,quizá,niunamirada;sólotomélaprecaucióndebajarmesus anchas alas, al igual que una gitana, con una cinta suplementaria; yentoncesmesentítanseguracomosillevaraunamáscara.

Deesemodo,paseéporlasavenidasymemezcléconlamuchedumbreallí

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dondeeramásnumerosa.Eraincapazdequedarmequietaodeobservarconserenidad. La escena me inundó de gozo; bebí el alegre aire nocturno, laoleada de sonidos, la inconstante luz, tan pronto resplandeciente comomortecina.EncuantoalaFelicidadoalaEsperanza,ellasyyonoshabíamosestrechado la mano, y justo en aquel momento… despreciaba a laDesesperación.

Perseguíaelvagoobjetivodeencontrarelestanquedepiedraconsuclaraprofundidadysulechoverdoso:pensabaensufrescurayensuverdorconlasedacuciantedeunafiebredelaquenoeraconsciente.Entreelbrillodelasluces,lasprisas,lamultitudyelruido,loquemásdeseabaaún,secretamente,erallegaraaquelespejoredondodecristal,ysorprenderalalunareflejandoallísufrentenacarada.

Conocíael camino,peroalgome impedía seguirlodirectamente:oraunaimagen, ora un sonido,me apartabande él, atrayéndomepor tal sendao talpaseo.Había divisado ya los gigantescos árboles que rodeaban el trémulo yondulantecristalcuando,enunclaroaladerecha,seelevaronlasvocesdeuncoro: un sonido como el que podría oírse, pensé, si el Cielo abriera suspuertas… un sonido, tal vez, como el que oyeron en la llanura deBelén lanochedelabuenanueva.

El cántico, la dulce música, se alzaba a lo lejos, pero, empujadovelozmente por las alas del viento, se abrió paso entre las sombras con talvorágine de armonías que, de no haber tenido un tronco donde apoyarme,supongo que me habría desplomado. Las voces eran muy numerosas; losinstrumentos,variadoseincontables:reconocíentreelloselclarín,latrompayla trompeta. Producía elmismo efecto que si elmar rompiera a cantar contodassusolas.

La ondulantemarea continuó su camino, luego se replegó y yo seguí suretirada.Mecondujoaunedificiobizantino,unaespeciedetempletecasienelcentro del parque. Lo rodeaban cientos de personas, reunidas allí paraescucharelmaravillosoconciertoalaire libre.Loquehabíaoídoera, segúncreo,uncorodecazadores;lanoche,ellugar,laescenaymiestadodeánimointensificaronlossonidosehicieronmásprofundasuimpresiónenmí.

Allí se congregaban las damas, sumamente hermosas con aquella luz;algunos de sus vestidos eran de gasa, y otros tenían el brillo del satén; lasflores y las puntillas temblaban, y los velos se agitaban alrededor de susrecargados sombreros, mientras aquel coro—numeroso como un ejército—rompía el aire con sus formidables sonidos. La mayoría de las damasocupabanlaspequeñasyligerassillasdelparque;detrásyalladodeellasseerguíanloscaballerosquelasescoltaban.Lasfilasmásalejadaslasformabanciudadanos,plebeyosypolicías.

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Me situé entre ellos. Prefería ser la vecina silenciosa, desconocida—y,consecuentemente,alaquenadiesedirigía—,delafaldacortayloszuecos;ysólo la lejana observadora del traje de seda, el manto de terciopelo y elchapeauconunpenachodeplumas.

Además,entretantavidaytantoalborozo,loquemásmeapetecíaeraestarsola,completamentesola.Sineldeseonilaenergíaparaabrirmepasoatravésdeunamasatancompacta,mequedéenellugarmásalejado,dondelociertoesquepodíaoír,peronoveíacasinada.

—Mademoisellenoestábiencolocada—exclamóunavozamilado.

¿Quién osaba importunarme, estando yo de un humor tan pococomunicativo?

Me volví, más para ahuyentar que para responder. Vi a un hombre, unburgués, que al principio me pareció un extraño, pero que no tardé enreconocer: era el comerciante que suministraba los libros y los artículos deescritorioa la rueFossette;unhombre famosoennuestropensionnatpor sutemperamentocoléricoysubrusquedad,inclusoconnosotros,susprincipalesclientes; pero que, en mi fuero interno, nunca me había disgustado, puesconmigo solíamostrarse cortés, incluso amable; y en una ocasiónme habíahechoun favor,ayudándomea realizarunpequeñoycomplicadocambiodemoneda extranjera. Era un hombre inteligente; bajo su aspereza, tenía buencorazón; varias veces se me había ocurrido pensar que una parte de sunaturaleza guardaba cierta afinidad con monsieur Emanuel (al que conocíabien,yalqueyohabíavistoamenudosobreelmostradordeMiret,hojeandolas publicaciones delmes); y en esa afinidad encontré la explicaciónde esesentimientoconciliatorioconqueyoinstintivamentelemiraba.

Porextrañoqueparezca,aquelhombremereconocióbajomisombrerodepajaymichal;y,aunquerechacésuoferta, insistióenabrirmepasoentreelgentíoyencontrarmeunsitiomejor.Llevótodavíamáslejossudesinteresadacortesía y, alejándose un poco, me consiguió una silla. Con frecuencia hedescubierto que los hombres más irascibles no son, ni mucho menos, lospeores; ni los de posición más humilde cobijan los sentimientos menosdelicados. Aquel hombre, con su amabilidad, no pareció sorprendido deencontrarmeallísola;únicamenteunarazónparaofrecerme,enlamedidadesusposibilidades, una ayudadiscreta pero eficaz.Después de facilitarmeunlugaryunasiento,seretirósinhacerunapregunta,niverteruncomentario,niañadir una palabra superflua.No es de extrañar que al profesorEmanuel legustarafumarsesucigarroyleersufeuilletonenlalibreríadeMiret;losdosteníanquehabercongeniado.

Nollevabanicincominutossentadacuandoreparéenquelasuerteymirespetableamigoburguéshabíanvueltoaacercarmeaungrupomuyfamiliar.

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JustodelantedemísesentabanlosBrettonylosdeBassompierre.Alalcancedemimano—sihubieradecididoextenderla—,sehallabaunafiguraqueseasemejabaalareinadelashadas,ycuyovestidoparecíainspiradoenlosliriosy sus hojas: lo que no era de un blanco inmaculado era tan verde como elbosque. Mi madrina, asimismo, se encontraba tan cerca que, de habermeinclinadohaciadelante,mi alientohabría agitado las cintas de su sombrero.No estaban a suficiente distancia; después de que prácticamente undesconocido me reconociera, me preocupaba la proximidad de aquellosamigostaníntimos.

DiunrespingocuandolaseñoraBretton,volviéndosehaciaelseñorHome,dijoempujadaporunbondadosoimpulsodelamemoria:

—Megustaría saber qué diríami pequeña y juiciosaLucy de todo esto.Ojalálahubiéramostraídoconnosotros,habríadisfrutadomucho.

—Esciertoquehabríadisfrutado,asumaneragraveysensata;esunapenaque no la hayamos invitado—replicó el amable caballero; y añadió—:Megustaversualegríaserena;elhechodeque,llevandounavidatanapacible,sesientacontenta.

Losdoseranmuyqueridosparamí;ylohanseguidosiendohastaestedíaen que recuerdo su benevolencia. Qué poco sabían del dolor lacerante quehabíahechocaeraLucyenunestadocasifebrily lahabíaempujadoasalirimprudentementedelinternado,sinnadiequelaguiara,drogadayalbordedelalocura.Tuveganasdeinclinarmesobresushombrosyagradecersubondadconmimirada.MonsieurdeBassompierrenomeconocíabien,peroyoaélsí,y respetaba y admiraba su carácter sincero, afectuoso y, sin que él fueraconsciente,entusiasta.Esmuyposiblequeyohubierahablado,peroGrahamse volvió, y lo hizo con uno de susmovimientos firmes ymajestuosos, tandiferentesalosdeunhombrepequeñoydegeniovivo;detrásdeélhabíaunamultitud,centenaresdefilas;teníamilesdepersonasenquienposarlamirada,¿por qué, entonces, se fijó en mí, oprimiéndome con toda la fuerza de suspenetrantesojosazules?¿Porqué,sipensabamirarme,nolebastóhacerlounavez?¿Porquésevolvióenlasilla,apoyósucodoenelrespaldoymeexaminódetenidamente? No podía ver mi rostro, lo tenía hundido en el pecho; eraimposiblequemereconociera;meagaché,mevolví,noqueríaqueadvirtierami presencia. Él se levantó y, del modo que sea, se las arregló paraacercarse…sólo tardaríaunos instantesendesvelarmisecreto;mi identidadestaría en susmanos, siempre poderosas aunque nunca tiránicas. Sólo habíaunamaneradeevitarloydeteneraGraham.Lediaentender,conungestodesúplica,quequeríaestarsola;despuésdeaquello,sihubierainsistido,talvezhabría asistido al espectáculo de unaLucy indignada: cuanto había en él debueno,elevadooamable(yLucyloconocíabien)nohabríabastadoparaqueellasemostrarasumisa,otaninofensivacomounasombra.Grahammemiró,

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perodesistiódesupropósito.Moviósuhermosacabeza,peronodespególoslabios. Se sentó de nuevo, y no volvió a perturbarme con su mirada, siexceptuamosunasolavezenquemetropecéconsusojos,mássolícitosquecuriosos;ysuexpresiónapaciguómiespíritucomo«elvientodelsurapaciguala tierra». Cuando Graham pensaba en mí, no era con helada indiferencia,despuésdetodo.Creoqueenlamagníficamoradadesucorazónreservabaunpequeño rincón, bajo un tragaluz, donde Lucy encontraría distracción sidecidíallamarasupuerta.Noeratanbonitocomolasestanciasdondealojabaa sus amigos, ni como el vestíbulo donde albergaba su filantropía o labiblioteca donde atesoraba su ciencia, y se parecía aún menos al pabellóndondecelebraba la fiestadesubodacongranesplendor;pero,pocoapoco,consusólidayconstantegenerosidad,medemostróqueguardabaparamíunpequeño gabinete, tras una puerta en la que se leía «Cuarto de Lucy». Yotambiénreservabaunlugarparaél,unlugaralquenuncatomélasmedidas,niconuna reglani conuncompás: creoqueeracomo la tiendadePeri-Banu.Todamividalollevédobladoenelhuecodelamano:silohubieraliberadodeesa opresión, supongo que su capacidad innata de extenderse lo habríaconvertidoenuntabernáculocapazdealojaraunnutridoejército.

AunqueGraham extremara su discreción aquella noche, no podía seguirtancercademisamigos;teníaqueabandonaraquelrincónyaquelasientotanpeligrosos;esperéunaoportunidad,melevantéymeescabullí.Esposiblequepensara, o incluso creyera, queLucy estaba envuelta en aquel chal y ocultabajoaquelsombrero;jamáspodríatenerlacerteza,puesnomeviolacara.

¿Acasomiespírituinquietonosehabíaserenadoparaentonces?¿Nohabíatenido ya suficientes emociones? ¿No había empezado a flaquear,estremecersey anhelar la seguridadqueproporcionaun techo?En absoluto.SeguíaodiandomicamadelarueFossetteconmásintensidaddelaquepuedeexpresarseconpalabras;meaferrabaacualquiercosaquepudieradistraerme.Tambiénsentía,dealgúnmodo,queeldramadelanocheacababadeempezar,que apenas se había leído el prólogo: en aquel teatro boscoso y cubierto decéspedreinabaunasombrademisterio;losactoresylossucesosinesperadosaguardabanentrebambalinas.Estabaconvencida:lopresentía.

Deambulandoporelparque,obedeciendoalosempujonesdelamultitud,llegué a un paraje donde los árboles, plantados en pequeños grupos oelevándosesolitarios,deshacíanunpocolamareahumana,yledabanunairemás tranquilo. Aquel rincón se hallaba lejos de lamúsica, e incluso de lasluces,perolossonidosquellegabanerantranquilizadoresy,conaquellalunallena, apenas se necesitaban farolas.Allí se habían instalado principalmentegruposfamiliares,matrimoniosdelaburguesía;algunosdeellos,apesardelotarde que era, estaban rodeados de sus hijos, con los que no habría sidoprudenteadentrarseenlamuchedumbre.

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Tres árboles gigantescos crecían juntos, entremezclando sus ramas, yformabanunanchodoselqueensombrecíaunmontículodecéspedcoronadopor un banco; un banco donde cabían varias personas, pero que, al parecer,sólo utilizaba una, pues los demás miembros del afortunado grupo queocupaba aquel emplazamiento se hallaban, diligentes, a su alrededor; entreaquelcírculotanreverentehabíaunadamaconunaniñadelamano.

Cuando divisé a la pequeña, estaba dando vueltas sobre sus talones,saltandodelamanodesuguardiana,brincandocaprichosamentedeunladoaotromientrashacía losgirosmás increíbles.Aquellos extrañosmovimientosatrajeronmiatención,ymeresultaronterriblementefamiliares.Alobservarlosconmásdetenimiento,meocurrió lomismocon lavestimentade laniña;eldelantal de seda lila, la pequeña boa de plumón, el sombrero blanco… enpocas palabras, el atuendo de fiesta de ese querubín tan conocido, de eserenacuajodeDésiréeBeck;yDésiréeBeckera,enefecto…ellaoundiablillomuyparecido.

Aqueldescubrimiento tendríaquehaber caído sobremí comoun trueno,perosemejantehipérbolehabríasidoprematura;latemperaturasubiríavariosgradosmásantesdealcanzarsuclímax.

¿EnquémanospodíabalancearselaafableDésiréecontantoegoísmo,quéguantepodíaarrancarcontantatemeridad,dequébrazopodíatirarcontantaimpunidad, los bordes de qué vestido podía pisotear con tanta insolencia?Tenían que ser lamano, el guante, el brazo y el vestido de sumadre.Y enaquellugar,consuchalindioyunsombrerodecrepéverdepálido,enaquellugar—frescaylozana,corpulentayrisueña—,seencontrabamadameBeck.

¡Quéextraño!HabríaimaginadoamadameensucamayaDésiréeensucunaenaquelprecisoinstante,durmiendolasdoselsueñodelosjustos,entrelossagradosmurosyelprofundoaislamientodelarueFossette.TampococreoqueellasimaginaranameessLuciehaciendootracosa;y¡allíestábamoslastres,divirtiéndonosamedianoche,enunparquequeardíaenfiestas!

El hecho es que madame Beck sólo actuaba según su muy justificablecostumbre. Recuerdo que había oído decir entre las profesoras —aunqueentonces hice caso omiso de sus chismorreos— que, a menudo, cuandocreíamosquemadameestabadurmiendo en suhabitación, en realidadhabíasalido, elegantemente ataviada, a disfrutar de alguna ópera, obra de teatro obaile.Anuestradirectorano legustaba lavidamonástica,ysecuidabamuymucho,aunquesinfaltaraladiscreción,deaderezarsuexistenciaconunpocodesabormundano.

Media docena de caballeros, amigos suyos, la rodeaban. Entre ellos, notardé en reconocer a dos o tres. Estaba su hermano, monsieur Victor Kint;habíaotrapersonaconmostachoypelolargo,unhombretranquiloytaciturno,

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cuyos rasgos llevabanun sello y guardabanuna semejanza que nopudierondejarme indiferente. A pesar de la reserva y la flema, a pesar del contrasteentre sus semblantes y caracteres, había algo en él que me recordaba a unrostro—expresivo, apasionado, sensible—; un rostromudable—unas vecesapesadumbrado, otras radiante—; un rostro quemehabían arrebatado y quemisojosnopodíanver,peroconelquehabíapasadomismejoreshorasentresombrasyluces;unrostroenelquehabíavistoconfrecuenciaaparecersignosde genialidad, y en el que, incomprensiblemente, nunca brillaron la llamainequívoca,laesencia,elespírituyelsecreto.Sí,aquelJosefEmanuel,aquelhombredepaz,merecordabaasuimpetuosohermano.

AdemásdemonsieurVictorymonsieurJosef,conocíaaalguienmás.Esatercerapersonasehallabaenlasombra,algoapartadadelosdemás,yteníalaespalda encorvada, pero su atuendo y su cabeza, calva y muy blanca, leconvertíanenlafiguramásllamativadelgrupo.Erauneclesiástico:erapèreSilas.Noimagines,lector,quehabíaalgunaincoherenciaenelhechodequeasistiera a la fiesta. No era ninguna Feria de las Vanidades, sino laconmemoracióndeunsacrificioporlapatria.LaIglesialorespaldaba,inclusoconostentación.Aquellanochehabíaunejércitodesacerdotesenelparque.

Père Silas se inclinó sobre el asiento con un único ocupante, el rústicobancoyloquesesentabaenél:unamasainformey,sinembargo,magnífica.Lo cierto es que se vislumbraban las líneas de su rostro, pero sus faccioneserantancadavéricas,yestabantanextrañamentedispuestas,queunoteníalasensacióndeestaranteunacabezaseparadadeltroncoyarrojadaalazarentreunmontóndericasmercancías.Laluzdelaslejanasfarolassereflejabaensusbrillantes colgantes y en sus gruesas sortijas; ni la castidadde la luna, ni ladistancia de las antorchas podían atenuar los maravillosos colores de susropajes.¡Salve,madameWalravens!Creoqueseparecíaustedmásquenuncaaunabruja.Ylabuenamujerdemostróenseguidaquenoerauncadáverniunfantasma, sino una anciana severa e implacable; pues, al hacerse aún másmolestas las ruidosaspeticionesdeDésiréeBeck,quequería ir alquioscoycomer golosinas, la jorobada asestó a la pequeña un sonoro golpe con subastóndepuñodorado.

Allíestaban,pues,madameWalravens,madameBeckypèreSilas,lostresconspiradores,lajuntasecreta.Mesentóbienverlosreunidos.Nopuedodecirquemesintieradébil anteellos,oavergonzada,oabatida.Eran,ennúmero,másqueyo,mehabíanderrotado,teníasuspiessobremicuello;peroaúnnoestabamuerta.

CapítuloXXXIX

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Viejosynuevosconocidos

Tan fascinada como si hubiera visto un basilisco de tres cabezas, fuiincapazdedejaraaquellacamarilla;elsueloparecíaaferrarseamispies.Eldoselqueformabanlasramasentrelazadasmesumíaenlassombras,lanochesusurraba promesas de amparo, y una servicial farola, antes de extinguirse,arrojóunrayodeluzymemostróunasientoseguroenlaoscuridad.Déjame,lector, que te cuente ahora en pocas palabras los rumores que en las dossemanasanterioreshabíarecogidosilenciosamentesobreelorigenyelobjetodelviajedemonsieurEmanuel.Lahistoriaesbreveynadanueva:sualfaeselDineroysuomega,elInterés.

SimadameWalravenseratanhorriblecomounídolohindú,parecíatener,también, la misma importancia que éste para sus devotos. El hecho es quehabía sido rica, muy rica; y, aunque en aquel momento no dispusiera dedinero, era muy probable que volviera a nadar en la abundancia. EnBasseterre,Guadalupe,poseíaunaenormeplantaciónquehabíarecibidocomodote al contraermatrimonio, sesenta años antes, y que le habían embargadotraslabancarrotadesumarido;ahorasesuponíalibredereclamacionesy,siun administrador íntegro y competente se ocupaba debidamente de ella, enpocotiempopodríasermuyproductiva.

A père Silas le preocupaban aquellas posiblesmejoras por el bien de lareligión y de la iglesia, de las que Magloire Walravens era hija devota.Madame Beck, parienta lejana de la jorobada, consciente de que no teníaherederos, no dejaba de dar vueltas a aquella contingencia con su calculadaprevisión maternal, y, a pesar de la desconsideración con que la tratabamadame Walravens, jamás cesaba de hacerle la corte para ver si sacabapartido. Madame Beck y el sacerdote estaban, así, sincera e igualmenteinteresados,porrazonesdedinero,enquesecuidaralapropiedaddelasIndiasOccidentales.

Peroladistanciaeragrandeyelclima,peligroso.Eladministradorrectoycompetentequenecesitabandebíaserunapersonadevota.Hacíaveinteañosque madame Walravens tenía un hombre así a su servicio, destrozandoprimerosuvida,yviviendodespuésacostadeélcomounviejohongo;pèreSilassehabíaencargadodesueducación,ylohabíaatadoaélconloslazosdelagratitud,delacostumbreydelafe;madameBeckloconocíabien,ypodía,enciertomodo,ejercersuinfluencia.«SimidiscípulocontinúaenEuropa—decíapèreSilas—,correelriesgodecaerenlaapostasía,puessesientemuyunido a una hereje». Madame Beck hizo también algunos comentarios enprivado, pero prefirió guardar en secreto el motivo que la empujaba aambicionar su expatriación. Lo que ella no podía obtener, no deseaba quenadieloganara;anteslodestruiría.EncuantoamadameWalravens,queríasu

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dineroysustierras;ysabíaque,siaccedía,Paulseríaelmejorymáslealdelos administradores. De modo que aquellos tres espíritus egoístas hicieroncausacomúnyacorralaronalgeneroso.Argumentaron,rogaron,suplicaron;seabandonaron a sumerced, le confiaron sus intereses. Sólo le pidieron dos otresañosdededicación;después,podríadedicarsealoquequisiera:esposiblequeunodelostresanhelaraque,enaquelínterin,élfalleciera.

Nadie que pusiera su fortuna a los pies de monsieur Emanuel, o ladepositara en susmanos, vería jamás rechazada supeticiónodefraudada suconfianza.Cuál podía ser su dolor o su renuencia a abandonar Europa, quéplanes tenía para su futuro… nadie lo preguntaba, ni lo sabía, ni lomanifestaba. Todo aquello era un misterio para mí. Podía adivinar lasconversaciones con su confesor; podía hacer conjeturas sobre el papel quedesempeñaban el deber y la religión en los argumentos empleados parapersuadirle.Monsieur Paul se habíamarchado, sin decir nada. Era lo únicoquesabía.

Conlacabezainclinadaylafrenteapoyadaenlasmanos,seguíescondidaentrelasramasylaespesura.Silodeseaba,podíaoíramisvecinos;estabalobastante cerca; pero, durante un rato, apenas existió motivo para prestaratención a sus palabras. Charlaban sobre los vestidos, la música, lailuminación, labellezade lanoche.Yoescuchabaparaver sidecían:«Hacebuen tiempo para su viaje; el Antigua (su barco) navegará con vientofavorable».Peronoseescaparonesoscomentarios:nielAntigua,nisurumbo,nisupasajerofueronmencionados.

EsposiblequemadameWalravensestuvieratanpocointeresadacomoyoenaquellaconversacióntansuperficial;parecíainquieta,yvolvíalacabezaaun ladoy otro,mirando entre los árboles y lamultitud, como si esperara lallegadadealguienyestuvieraimpacienteporsuretraso.

—Oùsont-ils?Pourquoineviennent-ils?—leoírefunfuñarvariasveces.

Y, finalmente, decidida a obtener una respuesta a sus preguntas —quehasta entonces habían dejado indiferentes a los demás—, pronunció en vozaltaunafrase…unafrasemuybreve,muysencilla,peroqueprodujoenmíelefectodeunmazazo.

—Messieursetmesdames—dijo—,¿oùdoncestJustineMarie?

¡Justine Marie! ¿Por qué ese nombre? Justine Marie, la monja difunta,¿dónde estaba? En su tumba, madameWalravens, ¿qué pretende hacer conella?Ustediráasuencuentro,peroellanovendrá.

Ésashabríansidomispalabras,sihubieraestadoenmipodercontestarle,pero nadie parecía estar de acuerdo conmigo; nadie parecía sorprendido,perplejo o asustado. La respuesta más convencional salió al encuentro de

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aquellapregunta,dirigidaa lapitonisadeEndorparaperturbar lapazde losmuertos.

—Justine Marie —exclamó alguien— vendrá en seguida; está en elquiosco;notardaráenllegar.

Aqueldiálogopropicióuncambioenlaconversación,quecontinuósiendosuperficial: una charla fácil, desordenada, familiar. Indirectas, alusiones,comentarios recorrieron el círculo, pero eran muy confusos, y hacíanreferencia a personas no nombradas o a circunstancias poco definidas, demodoque,pormuyatentamentequeescuchara—yenesemomentolohacíaconenormeinterés—,loúnicoquesaquéenclarofuequehabíanpergeñadounplanrelacionadoconaquellafantasmagóricaJustineMarie,vivaomuerta.Noséporqué,aquelconciliábulofamiliarparecíaenciertomodoaferrarseaella.Hablabandeunmatrimonio,deuna fortuna,peronosupedequién; talvezsereferíanaVictorKint,oaJosefEmanuel,losdoseransolteros.Unavezcreíqueelobjetodelasinsinuacionesylasbromaseraunjovenextranjerodepelorubio,alquellamabanHeinrichMühler.Enmediodeladiversión,seoíadevezencuandolavozroncayobstinadademadameWalravens;sóloparecíaolvidar su impaciencia ejerciendo una implacable vigilancia sobre Désirée,quenopodíamoversesinquelaancianalaamenazaraconsubastón.

—Là voilà!—exclamó de pronto uno de los caballeros—.Voilà JustineMariequiarrive!

Fue unmomento sumamente extraño paramí.Me vino a lamemoria lamonja del retrato; recordaba la triste historia de amor; acudió a mipensamiento la visión del desván, la aparición en el sendero, la inquietantesombra del berceau: tuve el presentimiento de que iba a descubrir algo, lapoderosa convicción de una inminente revelación. ¡Ay! Cuando nuestraimaginación se desboca, ¿cómo podemos detenerla? La Fantasía, una nubepasajerayundesafianterayodeluna,¿acasonorevestirándeespiritualidadyconvertiránenunfantasmaacualquierárbolinvernaldesnudoysinramas…acualquierhumildeanimalmordisqueandoelsetoalbordedelcamino?

La esperanza de desentrañar el misterio me oprimió el corazón conpoderosaenergía:hastaentoncessólohabíavistoelespectroenmediode laoscuridad,a travésdeuncristal;ahorapodríacontemplarloadospasos.Meinclinéhaciadelante:miré.

—¡Yallega!—gritóJosefEmanuel.

Elcírculoseabrióparaadmitirydarlabienvenidaaunnuevomiembro.Enaquelinstante,casualmente,pasóalguienconunaantorcha;suresplandorayudóalapálidalunaahacerjusticiaalacrisis,iluminandoalaperfeccióneldénouement que se avecinaba. Estoy segura de que los más cercanos a mí

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sintieron algo de la angustia queme atenazaba. Elmás tranquilo del grupodebióde ¡contener la respiraciónporalgún tiempo!Encuantoamí,dejódelatirmeelcorazón.

Seacabó.Elmomentoylamonjahanllegado.Lacrisisylarevelaciónhantenidolugar.

El flambeau sigue brillando a menos de una yarda, en manos de unguardián del parque; su larga e impaciente lengua de fuego está a punto delamer la figura de laDeseada…allí está…delante demis ojos. ¿Cómo es?¿Quéropalleva?¿Cuálessuaspecto?¿Dequiénsetrata?

Haymuchasmáscarasenelparqueestanochey,amedidaqueavanzanlashoras, empieza a extenderse una extraña sensación de júbilo y misterio;supongo, lector,quemecreerássidigoqueseasemejaa lamonjadelático,que viste de negro y se cubre la cabeza con un velo blanco, que parece laresurreccióndelacarne,yesunfantasmavueltoalavida.

¡Todo mentiras! ¡Todo imaginaciones! No seguiremos ese derrotero.Seamoshonradosycortemos,comohastaahora,elburdotejidodelaverdad.

El adjetivo burdo, sin embargo, no está bien elegido. Lo que veo no esprecisamenteburdo.SetratadeunajovendeVillette,unajovenreciénsalidadel pensionnat. Es muy bonita, con la belleza propia del país; parece bienalimentada, y es rubia ymetida en carnes. Susmejillas son redondas y susojos,bondadosos;tieneunaabundantecabellera.Visteconelegancia.Noestásola; le acompañan tres personas, dos de ellas ya ancianas; se dirige a ellascomomononcleymatante.Seríe,conversa:alegre,rolliza,radiante,lajovenes,entodoslossentidos,latípicabourgeoisebelle.

HemoscontempladoalabeldaddeVillette;hemosechadounaojeadaalosancianosyrespetablestíos.¿Nosquedaalgunamiradaparaeltercermiembrodel grupo? ¿Podemos dedicarle unmomento de atención?Deberíamos teneresadeferenciaconél,lector;estáensuderechoaexigírnosla;noeslaprimeravez que lo vemos. Junté lasmanos con fuerza y respiré hondo; contuve ungrito,reprimíunaexclamación,dominéelasombro,habléymemovícomosifueraunapiedra;perosabíaloquemiraba;atravésdelveloquehabíandejadoen mis ojos las lágrimas de muchas noches, lo reconocí. Dijeron queembarcaríaenelAntigua.MadameBeckloconfirmó.Mintióonoscontóalgoquehabíasidocierto,peroquenuncacontradijocuandodejódeserverdad.ElAntiguahabíazarpado,yallíestabaPaulEmanuel.

¿Mealegraba?Sentícomosimehubieranquitadounpesoinsoportabledeencima. Pero ¿acaso aquello garantizaba mi felicidad? No lo sé. Primerotendríaquepreguntarcuáleseran lascircunstanciasde la tregua.¿Hastaquépunto me concernía aquel retraso? ¿No había otras personas a quienes

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afectaríamuchomás?

Después de todo, ¿quién podía ser aquella muchacha, aquella JustineMarie? No era una desconocida, lector; la conocía de vista; venía a la rueFossette; solía estar entre los amigos que visitaban los domingos amadameBeck.EstabaemparentadaconlosBeckylosWalravens;llevabaelnombredela santa monja que hubiera sido su tía de no haber muerto; se apellidabaSauveur; era una rica heredera, huérfana, ymonsieur Emanuel era su tutor;segúnalgunos,supadrino.Elconsejodefamiliadeseabaqueaquellaherederase casara con uno de susmiembros. ¿Con quién?Ésa era la pregunta vital:¿conquién?

Enaquellosmomentosmealegrédequeladrogaadministradaeneldulcebrebajemehubieraempujadoahuirdellechoydeldormitorio.Alolargodemivida, siempremehagustadobuscar laverdad;meagradaacercarmea ladiosa en su templo, quitarle el velo y desafiar su espantosa mirada. ¡Oh,titánica diosa! El perfil oculto de tu rostro nos asquea a menudo por suincertidumbre,perodefineunodetusrasgos,muéstranosunadetusfacciones,ilumínanoscontupavorosasinceridad;quizágritemosdeterror,peroconesegritobeberemoselalientodetudivinidad;nuestrocorazónseestremecerá,ysus corrientes se agitarán como ríos sacudidos por un terremoto, perohabremos redoblado nuestras fuerzas. Ver y conocer lo peor es quitarle alMiedosuprincipalventaja.

El grupo de los Walravens, más numeroso, estaba muy animado. Loscaballeros fueron a buscar bebidas al quiosco, y todos se sentaron en elcésped,bajolosárboles;brindaronporlasaludylafelicidaddeunosyotros;rieron,bromearon.MonsieurPaulEmanuelsoportóalgunaschanzas—mediodivertidas,mediomaliciosas,enmiopinión—,sobre tododemadameBeck.No tardéenenterarmedequehabía retrasado temporalmentesuviaje, sinelpermiso, incluso en contrade la opiniónde sus amigos; dejóque zarpara elAntiguaysacóunpasajeenelPauletVirginie,quelevaríaanclasdossemanasmástarde.Eralacausadesudecisiónloquequeríandeterminarconaquellasbromas, y él se limitaba a responder con vaguedad que «debía arreglar unpequeño asunto con el que estaba muy ilusionado». ¿Qué asunto era ése?Nadielosabía.Sí,habíaunapersonaqueparecíaconocerenparte,almenos,susecreto;élyJustineMariecruzaronunamiradamuysignificativa.

—Lapetitevam’aider-n’est-cepas?—dijo.

¡BiensabeDiosquelarespuestallegóconprontitud!

—Maisoui, jevousaideraidetoutmoncoeur.Vousferezdemoi toutcequevousvoudrez,monparrain.

Yelqueridoparrainlecogiólamanoyselallevóasusagradecidoslabios.

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Anteaquellamuestradecariño,vialjoventeutóndetezrubicunda,HeinrichMühler, muy agitado, como si aquel gesto no fuera de su agrado. Inclusorefunfuñóunpoco,loquehizosonreíramonsieurEmanuelensucara;conelairedespiadadoyvictoriosodelconquistador,elprofesorseacercóaúnmásasupupila.

Estabamuycontentoaquellanoche.Noparecíainquietarleenabsolutoelinminentecambiodeescenarioydeactividad.Eraelcentrodelgrupo;talvezunpocodespótico,decididoamandartantoeneltrabajocomoenladiversión,pero demostrando en todo momento su derecho indiscutible a ser el jefe.Suyas eran las frases más ingeniosas, las anécdotas mejores, las carcajadasmássinceras. Incansable,comodecostumbre,semultiplicabaparaatenderatodos;pero,pordesgracia, comprendíquiénera su favorita.Via lospiesdequiénsetumbabaenelcésped,aquiénabrigabacuidadosamentecontraelairenocturno,aquiéncuidaba,contemplabaymimabacomoalaniñadesusojos.

Lasbromasylas indirectasaumentaron,yyomeenterédeque,mientrasmonsieurPaul estuviera ausente, trabajandoparaotros, esosotros, llenosdeagradecimiento,guardaríaneltesoroquedejabaenEuropa.QueéllestrajeraunafortunadelasIndiasOccidentales;acambioledaríanunajovennoviayuna rica herencia. En cuanto a la piadosa consagración, a la promesa defidelidad, eso había caído en el olvido: el Presente, radiante y encantador,prevalecíasobreelPasado;yporfinlamonjayacíaensusepultura.

Así debía ser.La revelación sehabíaproducido.El presentimientono sehabíaequivocado;hayunaclasedepresentimientoquenuncaseequivoca;erayo la que, por unmomento, había errado enmis cálculos; al no calibrar elalcancedeloráculo,habíapensadoquesusurrabavisionescuando,enrealidad,predecíaverdades.

Podría haber observado todo con más detenimiento; podría haberreflexionadoantesdesacarconclusiones.Talvezalgunoshabríanconsideradolas premisas dudosas, las pruebas insuficientes; algunos escépticos, antes deaceptarlo, habrían contemplado con incredulidad el proyecto dematrimonioentre un hombre pobre y generoso de cuarenta años y su rica pupila dedieciocho. Pero estaban muy lejos de mí esos recursos y paliativos; esaevasión temporal de la realidad; esa cobarde huida del veloz, poderoso yaterradorHecho;esa temerosavacilaciónasometersealúnicosoberano;esaambiguayvacilanteresistenciaalPoder,cuyamisiónesavanzarvictoriosoyderrotaralenemigo;esaominosatraiciónalaVERDAD.

No.Meapresuréaaceptartodoaquelplan.Extendílamanoymeaferréaél.Locogíconunaespeciedefurorapresurado,ymeenvolvíenél,deigualmodoqueelsoldadocaídoenlabatallaseenvuelveensubandera.InvoquéalaConvicciónparaqueclavaraenmílacerteza—queestrechéconodioentre

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misbrazos—,ylafijaraconlosgolpesmásfuertesquesuspoderososbrazospudieran asestar; y, cuando el hierro se adentró en lo más profundo de mialma,mepuseenpie,creyéndomerenovada.

Enmienajenación,exclamé:

—¡Oh,Verdad, eresbuenacon tus fieles servidores!Mientras laMentirame oprimía, ¡cuánto sufrí! Incluso cuando la Falsedad seguía siendo dulce,halagadoraparalafantasíaycálidaparalossentimientos,yomeconsumíaconsu tormentoperpetuo.Elconvencimientodequehabíaganadounafecto ibaunidoaltemordeperderlo.LaVerdadmedespojódelaFalsedad,delHalago,delaEsperanza,yhemeaquí…¡libre!

Lo único que podía hacer era llevar mi libertad al gran dormitorio,acostarla enmi camaypensar quéharía con ella.La representación aúnnohabía acabado; habría podido esperar y seguir contemplando la escena deamorbajolosárboles,aquelrústicocortejo.Sinohubieraexistidoamorenesaobra, mi Imaginación, tan desbordante y creativa en aquellos momentos,habríamodeladounoconlosrasgosmássobresalientes,yhabríaconferidoasupasiónlavidamásprofundayelcoloridomáshermoso.Peromeneguéamirar. Mi decisión era firme, pero no atormentaría a mi naturaleza. Yentonces… sentí que algo me desgarraba cruelmente la piel, que algo seclavabaenmicostado:unbuitredepicoygarrasmuyfuertesalqueteníaqueenfrentarmesola.Creoquenuncahabíatenidoceloshastaentonces.AquellonoeracomosoportarlasmuestrasdecariñoentreeldoctorJohnyPaulina,enlasque—mientrascerrabalosojosylosoídos,mientrasmerefugiabaenmispensamientos—misentidodelaarmoníaseguíareconociendociertoencanto.Aquelloeraunultraje.Elamornacidodelabellezanoeramío;noteníamosnadaencomún:nopodíatenerlaosadíademezclarmeconél;peroeneseotroamorqueseatrevíatímidamenteacobrarvidadespuésdeunalargarelaciónno exenta de dolor, marcado por la constancia, consolidado por la aleaciónpurayduraderadelcariño,puestoapruebapor la inteligencia,y finalmentecincelado,porsupropioproceso,hastavolverseperfecto;eneseAmorquesereíadelaPasión,desurápidofrenesí,desuardorosayvelozextinción;eneseAmor yo había invertido demasiado; y no podía contemplar impasible nadaquetendieraacultivarloodestruirlo.

Me alejé del grupo de árboles y de la alegre compañía congregada a susombra. Hacía mucho tiempo que la medianoche había quedado atrás; elconcierto había terminado, la muchedumbre era cada vez menor. Seguí lamarea de gente. Dejé el radiante parque y la bien iluminada Haute-Ville(todavíallenadeluces,pues,alparecer,aquéllaibaaserunanuitblancheenVillette),ymedirigíalapartemásbajayoscuradelaciudad.

Nodeberíadeciroscura,pueslabellezadelaluna—olvidadaenelparque

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—volvíaaserperceptible.Flotabaenloaltodelcielo,ybrillabaserenaysinmácula.Lamúsicaylaalegríadelafête,lashoguerasyelresplandordelasluces la habían eclipsado unas horas, pero ahora su gloria y su silenciotriunfabandenuevo.Laslucesrivalesagonizaban:ellaseguíasucursocomouna blanca diosa. Tambores, trompetas y clarines habían sonado conestruendo,ysehabíandesvanecidoenelolvido:conellápizdesusrayos,ellaescribíaenelcieloyenlatierraunaspalabrasqueeltiemponoborraría.Ellaylasestrellasmeparecieronlossímbolosylostestigosdelaverdadsoberana.El cielo nocturno iluminaba su reino: su victoria avanzaba con la mismalentitudconqueellaseguíasuórbita,esemovimientohaciadelantequedurarátodalaeternidad.

Esas calles iluminadas por farolas son muy tranquilas: me gustan susencillezysuquietud.Algunoshabitantesdelaciudadpasanamilado,rumboasushogares;perovanapie,apenashacenruidoyprontodesaparecen.MeencantaelaspectodeVilletteaesashoras,nodeseovolveraencontrarmebajoun techo, pero he de acabar con éxito mi extraña aventura, y llegarsigilosamenteamicamaenelgrandormitorioantesdel regresodemadameBeck.

SólomeseparaunacalledelarueFossette;alentrarenella,elruidodeuncarruaje rompe por primera vez el profundo silencio del barrio. Se acerca amí…muydeprisa.¡Quéviolentoessutraqueteosobreelempedrado!Lacalleesestrechayyomequedoprudentementeenlaacera.Elvehículomeadelantacon estruendo, pero ¿qué veo, o imagino ver, cuando pasa velozmente amilado?Estoyseguradequealgoblancoharevoloteadoenlaventanilla,dequeunamanohaagitadounpañuelo.¿Ibadirigidoamíesegesto?¿Sabíanqueerayo? ¿Quién ha podido reconocerme? No es el carruaje de monsieur deBassompierre, ni el de la señoraBretton; y, además, ni elHôtelCrécyni elchâteaudeLaTerrasseestánenesadirección.Peronotengotiempoparahacerconjeturas:debocorreracasa.

Cogí la rueFossettey,al llegaralpensionnat, reinaba lacalma;nohabíallegadoelcochedepuntoconmadameyDésirée.Yohabíadejadolaenormepuertaentreabierta,¿laencontraríaasí?Esposiblequeelvientooalgúnotroaccidente la hubieran empujado hasta cerrar el pasador. En ese caso, meresultaría imposible entrar; mi aventura terminaría en catástrofe. Empujésuavementeelportón:¿cedería?

Sí.Tansilencioso,tandócil,comosiungeniobuenohubieraesperadoenel vestíbulo el «¡Ábrete, Sésamo!». Entré conteniendo la respiración, corrídescalzaescalerasarriba,busquéelgrandormitorioylleguéamicama.

¡Sí! Llegué a ella, y volví a respirar con libertad. Un instante después,estuveapuntodegritar…estuveapunto,pero¡graciasaDios!,nolohice.

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En todo el dormitorio, en toda la casa, reinaba a esas horas un silenciosepulcral.Sushabitantesdormíany,enmediodetantaquietud,nadieparecíasoñar.Tendidascuanlargaseranen lasdiecinuevecamas,yacían, inmóviles,diecinueve figuras. Mi lecho, el número veinte, tendría que haber estadodesocupado: lo había dejado vacío, y vacío debía encontrarlo. ¿Qué veía,entonces,entrelascortinasmediodescorridas?

¿Quéextraña,oscuraylargafigurasehaapropiadodeélydescansabocaarriba? ¿Esun ladrónque ha encontrado el portón abierto y está al acecho?Parecemuy negro, no creo que su apariencia… sea humana. ¿Puede ser unperro callejero que, tras entrar sigilosamente en el pensionnat, se haacurrucadoenmicama?¿Pegaráunsaltosimeacerco?Debohacerlo.¡Valor!¡Unpasomás!

Todo empezó a darme vueltas, pues, a la luz mortecina de la lámparanocturna,viacostadoenmicama…,¡elviejofantasmadelaMONJA!

Un grito en esos momentos habría sido mi ruina. Fuera cual fuera elespectáculo, no podía permitirme la consternación, ni el chillido, ni eldesmayo. Además, era dueña de la situación. Templados por los últimosincidentes,mis nervios despreciaban la histeria.Animada por las luces y lamúsica,asícomopor la ingentemultitud,y fustigadaporunnuevo latigazo,desafiabaalosespectros.Enunosinstantes,sinproferirningunaexclamación,meabalancésobreel lechoembrujado;nadasaltóenél,niseagitó;elúnicomovimientofueelmío,aligualquelavida,larealidad,lasustancia,lafuerza;miinstintolocomprendió.¡Levantéalaaparicióndiabólica!¡Sostuveenaltoal espíritumaligno! ¡Zarandeé almisterio!Y cayó al suelo, ami alrededor,deshechoenpedazos…yyolopisoteé.

Y volví a ver el árbol desnudo, el Rocinante sin caballeriza; la capa denubes,elbrillodelaluna.Lamonjadeelevadaestaturaresultóserunalargaalmohadacubiertaconunhábitonegroyenvueltaingeniosamenteenunveloblanco. Lo cierto es que aquellas ropas, por extraño que parezca, eranauténticas prendas de monja, y una mano las había colocado para queprodujeran ese efecto. ¿De dónde salía aquella vestimenta? ¿Quién habíaurdido aquel engaño?No encontraba respuesta a esas preguntas. En el velohabían prendido un papel, donde se leían estas burlonas palabras escritas alápiz:

La monja del ático lega su guardarropa a Lucy Snowe. No volverá aaparecerporlarueFossette.

¿Quéoquiénsemehabíaaparecido?Lahabíavistotresveces.Noconocíaaningunamujertanaltacomoaquelfantasma.Noteníaunaestaturafemenina.Tampocopodíaatribuiraunhombre,niporuninstante,aquellaintriga.

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Todavía llena de perplejidad, pero liberada súbitamente del temor a loespectralyultraterreno;negándomeahostigarmicerebroconunmisteriotantrivial e insoluble,hiceun fardoconelhábito, elveloy lasvendas, lometídebajodemialmohada,meacosté,yesperéaoíreltraqueteodelcarruajedemadameBeck;luegomedilavueltay,agotadadespuésdemuchasnochesenvela, vencida quizá, asimismo, por el narcótico que al finme hacía efecto,dormíprofundamente.

CapítuloXL

Laparejafeliz

El día que siguió a aquella memorable noche de verano, fue bastantesingular.Noquierodecirqueaparecieransignosenelcielo,niquesucedierancosas prodigiosas en la tierra; tampoco me refiero a fenómenosmeteorológicos, a tormentas, inundaciones o torbellinos. Por el contrario: elsolamanecióalegre,conunrostrodejulio.Lamañanaadornósubellezaconrubíes, y colocó tantas rosas en su regazoque éstas cayeroncomo la lluvia,llenandosucaminodeunresplandorrojizo: lasHorassedespertaronfrescascomo ninfas y, vaciando en las madrugadoras colinas sus copas de rocío,avanzaronconbrío:sinsombras,azulesygloriosas,guiaronaloscorcelesdelsolenunacarreraardienteysinnubes.

En pocas palabras, amaneció el día más hermoso del que un magníficoverano pueda vanagloriarse: pero creo que fui la única habitante de la rueFossette que se interesó o se acordó de reparar en ese hecho tan agradable.Otrospensamientosocupaban lasdemáscabezas;unospensamientosqueyotambién compartía, pero que, al no ser completamente nuevos para mí, nidemasiado inesperados, ni encerrar un secreto tan inescrutable comopara lamayoría de profesoras y alumnas, me permitieron observar otras cosas yrecibirotrasimpresiones.

No obstante, mientras paseaba por el jardín, disfrutando del sol yadmirando las flores y las plantas, reflexioné sobre el asunto que todo elpensionnatdiscutía.

¿Quéasunto?

Simplemente éste: cuando llegó la hora de la oraciónmatinal, había unsitio vacío en la primera fila de las internas. Cuando se sirvió el desayuno,sobróunatazadecafé.Cuandolacriadahizolascamas,encontróenunadeellas una almohada tendida a lo largo, vestida con un gorro de noche y uncamisón; y, cuando la profesora de música de Ginevra Fanshawe llegó,

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tempranocomosiempre,aimpartirsulección,aquellavirtuosayprometedorajoven,sualumna,parecióhaberseesfumado.

Se buscó a la señorita Fanshawe por todas partes; se registró hasta elúltimorincóndelacasa;envano;niunrastro,niunindicio,nisiquieraunabrevenotarecompensaronlabúsqueda;laninfahabíadesaparecidoenmediodelanoche,comounaestrellafugaztragadaporlaoscuridad.

Laconsternacióndelasprofesorasencargadasdelavigilanciafueterrible,y peor aún la de la directora, responsable del descuido. Jamás había visto amadameBecktanpálidayafligida.Lehabíanasestadoungolpedondemásledolía, en su punto débil; aquello perjudicaba sus intereses. ¿Cómo habíaacaecidoalgotanfunesto?¿Pordóndehabíalevantadoelvuelolafugitiva?Nose encontró ninguna ventana abierta, ningún cristal roto; todas las puertasparecíancerradasconllave.MadameBeckjamáslogróesclarecereseenigma;nadielohizo,siexceptuamosunapersona,LucySnowe,quenopodíaolvidarcómo,para facilitar cierta empresa, cierta puerta sehabía abiertoy luego sehabíavueltoacerrar,perosinecharelcerrojo.Ytambiénacudióasumemoriaelestruendodelcarruajequehabíaencontradoenlacalle,yelextrañosaludo,lamanoagitandounpañuelo.

De esas premisas, y un par de detalles inaccesibles para los demás, sólopodíasacarunaconclusión:Ginevrahabíahuidoconsuamante.Moralmenteconvencidadeeso,yviendoelprofundodesasosiegodemadameBeck,acabécomunicándole mi convicción. Cuando aludí al galanteo de monsieur deHamal,descubríquemadameBeck,comoeradeesperar,estabaperfectamenteau fait de ese asunto. Hacía tiempo que lo había discutido con la señoraCholmondeley,yhabíadejadotodalaresponsabilidadenloshombrosdeesadama.AhorarecurrióaellayamonsieurdeBassompierre.

Descubrimos que el Hôtel Crécy conocía ya lo ocurrido. Ginevra habíaescritoasuprimaPaulina,explicándolevagamentesusintencionesdecontraermatrimonio;habíanrecibido,asimismo,unmensajedelafamiliadeAlfreddeHamal;monsieurdeBassompierreseguíalapistaalosfugitivos;losencontródemasiadotarde.

Enelcursodelasemana,recibíunacarta.Serámejorquelacopie;aclarabastantescosas:

MiviejayqueridaTim(diminutivodeTimon):

Como ve, me he marchado… rápida como una flecha. Alfred y yoteníamoslaintencióndecasarnosasícasidesdeelprincipio;nuncaquisimosquenuestrabodafueratanaburridacomolaquecelebranlosdemás;Alfredesdemasiadooriginalparaeso,yyotambién,Dieumerci!¿SabequeAlfred,quese refería a usted como«el dragón», la ha visto tantas veces en los últimos

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mesesqueempiezaaencariñarseconusted?Esperaquenoleechedemenosahoraque seha ido; deseapedirledisculpaspor cualquier pequeñamolestiaquehayapodidocausarle.Temehaberlaimportunadobastanteenunaocasiónen que se tropezó con usted en el grenier, justo cuando leía una carta queparecíamuy interesante;peronopudoresistir la tentacióndedarleunsusto,¡estaba usted tan absorta! En revanche, dice que en una ocasión fue ustedquienleasustóaél,cuandoentróabuscarunvestido,unchaluotrochiffonenel instante en que había encendido un fósforo y se disponía a fumartranquilamentesucigarromientrasmeesperaba.

¿EmpiezaacomprenderyaquemonsieurlecomtedeHamaleralamonjadeláticoqueveníaavisitaraéstasuhumildeservidora?Lecontarécómoselasingeniabaparahacerlo.Comosabe,podíaentrarlibrementeenelAthénée,donde estudian dos o tres de sus sobrinos, los hijos de su hermanamayor,madamedeMelcy.ElpatiodelAthénéeestáalotroladodelmuroquebordeasucamino,l’alléedéfendue.Alfredsabetreparconlamismadestrezaconquebaila o practica la esgrima; le divertía escalar hasta nuestro pensionnat:primerosubíaalmuro,ydespués,conlaayudadeesegigantescoárbolquedasombraalgrandberceau,yqueapoyaalgunasdesusramaseneltejadodelapartebajadeledificio,selasarreglabaparaentrarenlaclasedeprimeroyenlagrandesalle.Unanochesecayódelárbol,dichoseadepaso,rompióunasramasy estuvoapuntode romperse el pescuezo;mientrashuía, se llevóunsustoterrible,puesfaltómuypocoparaquelecogierandospersonas,madameBeck y monsieur Emanuel —según cree—, que paseaban por el sendero.Desdelagrandesallenoesdifícilelascensohastalapartemásaltadeltejado,queterminaeneldesván.Laclaraboya,comosabe,estásiempremedioabiertapara ventilar el grenier; por allí entraba. Hace casi un año le conté porcasualidad la leyenda de la monja, y se le ocurrió la romántica idea dedisfrazarsedeespectro;estarádeacuerdoconmigoenquellevóacabosuplanconmuchainteligencia.

Denohabersidoporelhábitonegroyelveloblanco,tantoustedcomoesetigre jesuita,monsieurPaul, lehabríandescubiertovariasveces.DiceAlfredque losdos estánespecialmentedotadosparaver fantasmas,yque sonmuyvalientes. A mí me maravilla más su reserva que su coraje. ¿Cómo pudosoportar,unayotravez,lasaparicionesdeaquelespectrodeelevadaestaturasin gritar, sin contárselo a nadie, y sin despertar a todo el pensionnat y alvecindario?

¡Ah!Y¿qué lepareció lamonjacomocompañeradecama?Yo lavestí.¿Acasono lohicebien? ¿Chillóusted al verla?Yohabríaperdido el juicio;pero¡tieneustedunosnerviosdeacero!Estoyseguradequenosientenada.No tiene lamisma sensibilidad que una persona demi constitución. Pareceusted insensible al dolor, al miedo y al sufrimiento. ¡Es usted un auténtico

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Diógenes!

Pues bien, querida abuela, ¿no está usted terriblemente enfadada pormihuidaalaluzdelalunaparacontraermatrimonio?Leaseguroquefuedelomásdivertido,ylohiceenparteparafastidiaraladescaradadePaulinayalosodeldoctorJohn;paraenseñarlesque,apesardesusairesdesuperioridad,yopodíacasarmeigualqueellos.MonsieurdeBassompierrealprincipio,porextrañoqueparezca,estabafuriosoconAlfred;amenazócondenunciarlopordétournement demineur, y no sé quémás; lo decía tan en serio queme viobligadaahacerunpocodemelodrama:arrodillarme,sollozar,llorar,empapartres pañuelos. Como es natural, mon oncle cedió en seguida; ¿qué sentidoteníaorganizarunescándalo?Soyunamujer casada,y sanseacabó.Él siguediciendoquenuestrabodanoes legal,porquesoymenordeedad. ¡Comosieso tuviera alguna importancia!Estoy tan casada como si tuviera cien años.Sinembargo,volveremosacontraermatrimonio,ytendréunajuar,ylaseñoraCholmondeleyseencargarádesupervisarlotodo.ConfiamosenquemonsieurdeBassompierremeconcedaunadoteaceptable;seríamuyconvenienteparanosotros,puesmiqueridoAlfrednoposeenadaexceptosunobleza,innatayhereditaria,ysupaga.Sólodeseoquemi tíohaga lascosassin imponersuscondiciones,conlagenerosidaddeuncaballero;estandesagradablequeseríacapazdesupeditarladoteaunapromesaescritadeAlfreddenovolveratocarlosnaipesylosdadosdesdeeldíaenquenosentregueeldinero.Acusanamiángeldeseraficionadoaljuego:nosénadadeeso,sóloséqueesunacriaturaadorable.

Nunca alabaré lo suficiente la genialidad con que Alfred de Hamalorganizónuestrahuida.Cuántainteligenciademostróalelegir lanochedelafête, cuando madame Beck (pues él conoce sus costumbres), como señaló,estaría indefectiblemente ausente en el concierto del parque. Supongo queusteddebiódeacompañarla.Vicómoselevantabaysalíadeldormitoriohacialas once.Por qué regresó sola y a pie, es algo sobre lo quenopuedohacerconjeturas. Estoy segura de que era usted la mujer que encontramos en laangosta y vieja rue St Jean. ¿Me vio agitar el pañuelo por la ventanilla delcarruaje?

¡Adiós!Alégresedemibuenasuerte:demelaenhorabuenapormisupremafelicidad,ycréamesuya,queridacínicaymisántropa,rebosantedesaludydealegría,

GINEVRALAURADEHAMAL

nacidaFANSHAWE.

P.S. Recuerde que ahora soy una condesa. Papá,mamá ymis hermanasestarán encantados de oírlo. «¡Mi hija, la condesa!» «¡Mi hermana, lacondesa!» ¡Bravo! Suena mucho mejor que la señora de John Bretton,

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¿verdad?

AlconcluirlacartadelaseñoritaFanshawe,ellectorquerrásabersiacabóexpiando amargamente sus locuras de juventud. Desde luego, el futuro lereservabaunagrancantidaddesufrimientos.

Bastaránunaspalabrasparaexpresarcuantosupedeellaconposterioridad.

Lavicasialfinaldesulunademiel.VinoavisitaramadameBeckymemandóllamaralsalón.Searrojóriendoenmisbrazos.Estabaradianteymuyhermosa:susrizoseranmáslargosysusmejillasmássonrosadasquenunca;elsombreroblancoyelvelodeFlandes, las floresdeazaharyelvestidodenovialefavorecíansobremanera.

—¡Yatengomidote!—seapresuróaexclamar(aGinevralegustabairalgrano;siemprepenséque,pormuchoquedespreciaraa labourgeoisie, teníaaptitudes para el comercio)—.Ymi tío deBassompierre se ha reconciliadoconnosotros.Meda igualque llame«fantoche»aAlfred,noesmásquesurudaeducaciónescocesa;ycreoquePaulinameenvidia,yqueeldoctorJohnestá locodecelos…apuntodevolarse la tapade lossesos…¡Yyosoytanfeliz! Casi nome queda nada por desear, si exceptuamos un carruaje, y unpalacete,y…¡Oh!,debopresentarleamonmari.Alfred,¡venaquí!

YAlfredabandonóel salón interior,dondeestabahablandoconmadameBeck,recibiendounamezcladefelicitacionesydereprimendasdeesadama.Ginevramepresentócontodosmisnombres:eldragón,DiógenesyTimon.Eljovencoronelfuemuycortés.Mepidiógraciosamentedisculpasporlasvisitasdelfantasma,yacabódiciendoque«lamejorexcusadetodassusiniquidades¡estabaallí!»,altiempoqueseñalabaasumujer.

Y entonces la novia volvió a enviarlo conmadame Beck, y se quedó asolas conmigo, y siguió asfixiándome literalmente con su animacióndesbordante,suschiquilladas,sualocamiento.Memostrósuanilloexultante;se llamómadamelacomtessedeHamal,ymepreguntóveintevecesquétalsonaba.Yoapenashablé.Melimitéadarleunmendrugodeminaturaleza.Daigual:eratodoloqueesperabademí;meconocíademasiadobienparabuscaralgúncumplido.Disfrutabaconmismordacesburlas,ycuantomásprosaicaeimpasibleeramiexpresión,másalegrementesereía.

Poco después de su boda, convencieron a monsieur de Hamal de queabandonara el ejército, elmejormodode asegurar que se alejaría de ciertoshábitos y compañías escasamente recomendables; le consiguieron un puestodeattaché,ypartióconsujovenesposaalextranjero.Yopensabaqueellameolvidaría, pero no lo hizo. Durante muchos años, mantuvo conmigo unaespeciedecorrespondenciairregularycaprichosa.Losdosprimerosaños,sólomehablabadeAlfredydeella;después,elcondepasóaunsegundoplano;

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Ginevra y un recién llegado prevalecieron: un tal Alfred Fanshawe deBassompierredeHamalempezóa reinarenel tronode supadre.Sedijerongrandescosasdeesepersonaje,todaclasededisparatadasexageracionessobresumilagrosaprecocidad,mezcladasconlosreprochesmásvehementesporlaflemática incredulidad con que yo las recibía. Yo no sabía «lo que era sermadre»:paraalguientanfríocomoyo,«elcorazóndeunamadreeraalgotandesconocido como el Griego o el Hebreo», etcétera, etcétera. A su debidotiempo,aquel jovencaballerose licencióendentición,sarampión, tosferina:fue una épocamuydura paramí.Las cartas de lamadre se convirtieron enauténticosgritosdeaflicción:ningunamujerhabíasufridotantascalamidades,ningúnserhumanohabíanecesitadotantocariñoycomprensión.Alprincipiomeasustaba,y le respondíacondramatismo;perono tardéendescubrirquehabíamuchoruidoypocasnuecesenaquelasunto,yvolvíacaerenlacruelinsensibilidadquemecaracterizaba.Encuantoaljovenpaciente,capeótodoslostemporalescomounhéroe.Cincovecesestuvoinarticulomortis,ycincoveces,milagrosamente,serecuperó.

En el transcurso de los años, empezaron a circular alarmantes rumoressobre el primer Alfred; monsieur de Bassompierre tuvo que acudir en suayuda,sesaldarondeudas,algunasdeellasdeesaclasesórdidayfunestaquellaman «deudas de honor»; las dificultades y las quejas más innobles sevolvieronfrecuentes.Cadavezqueveíaunanubesobreella,delanaturalezaque fuera, Ginevra, como en los viejos tiempos, pedía desesperadamentecomprensiónyayuda.Nosabíaenfrentarsesolaalasadversidadesdelavida.Enciertaforma,deunmodouotro,estabaseguradesalirseconlasuya;ydeese modo seguía adelante, librando por poderes la batalla de la vida ysufriendo menos, en general, que cualquier otro ser humano que yo hayaconocido.

CapítuloXLI

FaubourgClotilde

¿Tengo que dar cuenta, antes de terminar, de la Libertad y de laRenovaciónqueconquistéenlanochedelafête?¿Tengoqueexplicarcómoyo y las dos fieles compañeras que llevé a casa desde el parque iluminadoaguantamoslaexperienciadeunarelacióníntima?

Laspuseapruebaaldíasiguiente.Sehabíanjactadoavozengritodesufuerza cuando me reclamaron ante el amor y sus lazos, pero, al exigirleshechos,nopalabras,algunamuestradeconsuelo,algúnsentimientodealivio,laLibertadseexcusó,diciendoque,enaquelmomento,erademasiadopobrey

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endebleparaayudarme;laRenovaciónjamásdespególoslabios;habíamuertosúbitamenteaquellanoche.

Para soportar aquellas horas opresivas teñidas por el recuerdodistorsionadodeloscelos,sólomequedabaconfiarsecretamenteenquemisconjeturas hubieran ido demasiado rápido, demasiado lejos.Después de unalucha tan breve como inútil, el viejo tormento de la incertidumbre volvió aconvertirmeensuprisionera,ymepusonuevamentesusgrilletes.

¿Veré a monsieur antes de su marcha? ¿Se acordará de mí? ¿Tendráintencióndevenir?¿Apareceráhoy?¿Loharáquizádentrodeunahora?¿Ohedeseguirsufriendoeldolor lacerantede laespera, laangustiacruelde laruptura final, el dolor mudo y terrible que, al arrancar de raíz dudas yesperanzas,sacudentodomiser;mientraslamanoquedesatalaviolencianopuedeacariciarseparainspirarlástima,pueslaausenciainterponesubarrera?

EraeldíadelaAsunción;nohabíaclase.Internasyprofesoras,despuésdeasistiramisaporlamañana,fueronadarunlargopaseoporelcampo,afindetomar su goûter o merienda en alguna granja. No fui con ellas, pues sólofaltaban dos días para que el Paul etVirginie se hiciera a la vela, y yomeaferrabaamiúltimaoportunidad,aligualqueunnáufragoseaferraalaúltimabalsaoalúltimocabo.

Debían realizarse unos trabajos de carpintería en la clase de primero,algunos bancos o pupitres que reparar; los días de fiesta se aprovechaban amenudoparaesosmenesteres,quenopodíanhacersecon lasaulas llenasdegente.Yoestabasentadaallí,solitaria—pensandoensaliraljardínydejarelcampolibre,perodemasiadoapáticaparahacerlo—,cuandooíacercarsealostrabajadores.

Los artesanos y los criados extranjeros hacen todo por parejas: supongoque se necesitarían dos carpinteros de Labassecour para poner un clavo.Alatarmeelsombrero,quehastaentonceshabíacolgadodemiociosamanoconayudadesuscintas,mesorprendióoírúnicamentelospasosdeunouvrier.Medicuenta,asimismo—deigualmodoqueunprisioneroensucalabozomataeltiempo escuchando cualquier nimiedad—, de que aquel hombre llevabazapatos y no sabots. Imaginé que sería el maestro carpintero, que venía ainspeccionarlosmueblesantesdeenviarasustrabajadores.Meenvolvíenmichal.Laspisadasseacercaron;lapuertaseabrió;yoestabadeespaldas;sentíun escalofrío… una sensación muy peculiar, demasiado fugaz para seranalizada.Medilavuelta,esperandoencontraralmaestroartesano:almirarelhuecodelapuerta,loviocupadoporunafigura,ymisojosdibujaronenmicerebrolaimagendemonsieurPaul.

Muchas de las oraciones con que abrumamos al Cielo jamás sonescuchadas.Unavezenlavida,casualmente,elregalodoradocaeennuestro

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regazo:unabendiciónluminosayperfectadelasriquezasdelDestino.

Monsieur Emanuel llevaba la ropa con la que probablemente pensabaviajar: un surtout con ribetes de terciopelo; tuve la impresión de que estabapreparado para partir al instante, y, sin embargo, tenía entendido que aúnfaltabadosdíasparaquesubarcozarpase.Teníabuenaspecto,parecíafeliz.Su rostro reflejaba amabilidad, benevolencia: entró impetuoso; un segundodespués se encontraba ami lado, todocordialidad.Esposibleque la alegríaqueleinspirabasunoviazgoiluminaradeesemodosucara.Fueracualfuerala causa, no podía recibir con nubes sus rayos de sol. Si aquéllos eranmisúltimos momentos con él, no los desperdiciaría mostrando una frialdadforzadaypoconatural.Yolequería,lequeríademasiadoparanoexpulsardemicaminoinclusoaloscelos,siéstoshubieranimpedidouncariñosoadiós.Una palabra afectuosa de sus labios y unamirada amable de sus ojos seríacomounbálsamoparamíelrestodemivida;meprodigaríaconsuelocuandoestuvierasola,albordedeladesesperación;laaceptaría…probaríaelelixir,ymiorgullonoderramaríalacopa.

La entrevista sería breve, por supuesto: élme diría lomismo que habíadichoacadaunadelasalumnascongregadasenelaula;mecogeríalamanoylaretendríaporunosinstantes;rozaríamimejillaconsuslabiosporprimera,última, quizá única vez… y luego… nada más. Después, el adiós final, yentonceslaseparación,elenormeabismoquenopodríacruzarparareunirmeconél…y,alotroladodelcual,élnisiquieramerecordaría.

MonsieurPaulmecogió lamanoconunade las suyas,ycon laotramequitóelsombrero;memiróalacara,ysumaravillosasonrisasedesvaneció,suslabiosexpresaronalgomuyparecidoallenguajemudodeunamadreque,inesperadamente,encuentraasuhijomuycambiado,presadeunaenfermedadoextenuadoporlamiseria.Algoledetuvo.

—¡Paul! ¡Paul!—gritó atropelladamente una voz femenina—. Venga alsalón,Paul;todavíatengoquedecirlemuchascosas…conversaciónparatodoel día… Y Victor también; y Josef está aquí. Venga, Paul, venga con susamigos.

Madame Beck, atraída por la vigilancia o por un instinto inescrutable,entrótanviolentamenteenelaulaqueestuvoapuntodechocarconmonsieurPaulyconmigo.

—¡Vamos, Paul! —repitió, clavando en mí una mirada tan dura ypenetrantecomounapúadeacero.

MadameBeck empujó a su primo.Creo que él retrocedió; pensé que semarcharía.Heridaenelalma,obligadaasentir loquehabíaintentadoatodacostarefrenar,grité:

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—¡Semeromperáelcorazón!

Ypenséqueserompería,literalmente;perounnuevomanantialbrotóantelaviolenciadelacorriente:

—¡Confíeenmí!—susurrómonsieurPaul.

Ysuspalabrasmequitaronunpesoinsoportabledeencima,meayudaronavislumbraruna salida.Entreprofundos sollozos, terriblesescalofríos, fuertestembloresy,apesardetodo,conciertoalivio,rompíallorar:

—Yomequedaréconella;esunacrisis;ledaréabeberuncordialyselepasará—dijolaimperturbablemadameBeck.

Dejarme en manos de su cordial, equivalía a dejarme en manos de unaenvenenadora y su copa. Monsieur Paul le respondió profunda, breve,duramente:

—Laissez-moi!

Aquel lúgubre sonido llegó a mis oídos como una extraña música,poderosayvivificante.

—Laissez-moi!—repitió,altiempoqueseabríansusorificiosnasalesyletemblabanlosmúsculosdelacara.

—Peroestonopuedeser—exclamómadameBeckconseveridad.

—Sortezd’ici!—replicósuprimo,todavíamásduramentequeella.

—LlamaréapèreSilas; le llamaréahoramismo—amenazómadameconobstinación.

—Femme!—gritó el profesor, pero no con su voz profunda sino en untonoagudoyexcitado—.Femme!Sortezàl’instant!

Estabafueradesí,yyoleaméensuiraconunapasiónquejamáshabíasentidoantes.

—Loquehaceestámal—dijomadame—;estípicodeunhombreconsutemperamento imaginativo e inestable; un paso impulsivo, insensato,disparatado;unprocederhumillante,despreciableparalaspersonasdecaráctermásfirmeydecidido.

—Nosabeloquehaydefirmeydecididoenmí—repusomonsieurPaul—, pero pronto lo verá; los hechos se lo demostrarán.Modeste—prosiguiócon menos fiereza—, sea amable, sea compasiva, sea una mujer; mire estepobrerostro,ymuestreunpocodeternura.Sabequesoysuamigo,yelamigodesusamigos;apesardesusinsultos,sabebienquesoyunhombreenquiensepuedeconfiar.Notengoinconvenienteensacrificarmeyo,perosemeparteel corazón al ver lo que tengo ante mí; debo recibir y ofrecer consuelo.

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¡Déjeme!

Aquellavez,el«¡déjeme!»sonótanamargoeimperiosoquemeasombróque incluso la propia madame Beck tardara en obedecer; pero se mantuvofirme;lecontemplóimpasible;nodesviósumiradaalencontrarseconlosojosdurosyamenazadoresdelprofesor.Ibaadespegarloslabiosparacontestar;vicómoel rostrodemonsieurPaulseencendíaydespedía llamas:soy incapazde decir cómo hizo elmovimiento; no pareció violento, guardó las formas;levantó la mano; apenas rozó a madame Beck, según creí ver; ella echó acorrer,saliódelaestanciacomounaexhalación;enunsegundo,sehabíaidoylapuertaestabacerrada.

Aquelarrebatodecólerapasóenseguida.MonsieurPaulsonrió,diciendoquemeenjugaralaslágrimas;esperóensilenciohastaquemehubeserenado,diciendodevezencuandoalgunapalabradeconsuelo.Pocodespuésestabaasu lado, recuperada… sin que me invadiera la desesperación, ni elabatimiento;yanomesentíasinamigos,sinesperanzas,nicansadadelavidaydeseandolamuerte.

—¿Leentristecíamuchoperderasuamigo?—inquirióél.

—Me duele profundamente sentirme olvidada, monsieur —dije—. Entodos estos insoportables días no he oído ni una palabra de usted, y memortificaba la posibilidad, casi la certeza, de que se marchara sin decirmeadiós.

—¿HededecirlelomismoqueaModesteBeck,quenomeconoce?¿Hede mostrarle y enseñarle cómo soy? ¿Quiere pruebas de que puedo ser unamigofiel?Sinesaspruebasinequívocas,¿nodescansaráesamanoenlamía,ni confiará en mi hombro como un lugar seguro? Bien. Las pruebas estánlistas.Hevenidoadarleexplicaciones.

—Dígame lo que sea, enséñeme lo que sea, muéstreme lo que sea,monsieur:ahorapuedoescucharle.

—Entonces, en primer lugar, debe salir conmigo y acompañarme a unlugarbastantealejadodelaciudad.Hevenidoapropósitoabuscarla.

Sin preguntarle su intención, ni sondear su plan, ni esgrimir la menorobjeción,meatéelsombrerodenuevo:estabapreparada.

Cogióelcaminodelosbulevares:meobligóasentarmevariasvecesenlosbancoscolocadosalasombralostilos;nomepreguntósiestabacansada,peromemirabaysacabasuspropiasconclusiones.

—En todos esosdías insoportables—exclamó, repitiendomispalabras eimitandocongraciaydulzuramivozymiacentoextranjero,unabromaqueno era nueva en sus labios y que jamás me hería, ni siquiera cuando iba

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acompañada,comosucedíaamenudo,delaafirmacióndequepormuybienque escribiera su lengua, la hablaba y siempre la hablaría de un modoincorrecto y vacilante—. «En todos esos días insoportables», no me heolvidado ni un solo instante de usted. Las mujeres fieles se equivocan alpensarqueson lasúnicascriaturasdeDiosqueatesoranesavirtud.Parasersincero, hasta hace muy poco, tampoco yo podía decirlo; pero… míremeahora.

Levantémisojos llenosde felicidad: estaban radiantes; denohaber sidoasí,nohabríansidolosintérpretesdemicorazón.

—Bien—dijo él, despuésde examinarmeunos instantes—, es innegablequellevaesafirma:laConstancialaestampó;suplumaesdeacero.¿Fuemuydoloroso?

—Terriblemente doloroso —repuse sin mentir—. Dígale que retire sumano,monsieur;nopuedosoportarmássupresión.

—Elleesttoutepâle—musitó—;cettefigurelàmefaitmal.

—¡Ay!Noesagradablemirarme,¿verdad?

Nopudeevitardecirestaspalabras;parecieronescapardemis labios:norecuerdounsolomomentodemividaenquenomeatormentaraelmiedoamifaltadebellezaexterior;esetemormeacosóconespecialintensidadenaquelinstante.

Suexpresiónreflejóunagrandulzura;susojoscolorvioletabrillaronbajosuslargaspestañasespañolas.

—Serámejorquecontinuemos—dijo,empezandoaandar.

—¿Le resultomuydesagradable?—meatreví apreguntar: eraunasuntodevitalimportanciaparamí.

Élsedetuvo,ymediounarespuestabreveyenérgica,unarespuestaqueinvitaba al silencio, subyugaba y, sin embargo,me complació sobremanera.Desdeesemomento,supeloqueyosignificabaparaél;ydejódeimportarmeloquepensaraelrestodelmundo.¿Eraunamuestradedebilidadpreocuparmetanto por lo que pudieran opinar sobre mi apariencia?Me temo que podíaserlo…me temoque loera;peroenestecasodeboreconocerque lo fueengranmedida. Confieso que tengomuchomiedo de no gustar… y un fuertedeseodegustarmoderadamenteamonsieurPaul.

Apenasmeacuerdodelarutaqueseguimos.Dimosunlargopaseo,perosemehizomuycorto;elcaminoeraagradable,eldíamuyhermoso.MonsieurEmanuelmehablódesuviaje:seproponíaestartresañosfuera.AlregresardeGuadalupe,severíalibrederesponsabilidadesypodríahacerloquequisiera;y¿aquépensabadedicarmeyodurantesuausencia?,inquirió.Merecordóque

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enunaocasiónlehabíahabladodemiintencióndeserindependienteyabrirunpequeñocolegio:¿habíaabandonadoaquellaidea?

Porsupuestoqueno:estabaahorrandocuantopodíaparaponerenprácticamiplan.

NoleagradabadejarmeenlarueFossette;temíaqueleecharademasiadodemenos,quemesintieraabandonada,quemepusieratriste…

Todoesoeracierto;peroleprometíhacercuantoestuvieraenmismanosparasoportarlo.

—Aúnexisteotraobjeciónasuactualresidencia—señalóenvozbaja—.Desearíaescribirledevezencuando:megustaríaestarsegurodequelelleganlascartas;yenlarueFossette,enpocaspalabras,nuestradisciplinacatólicaenciertos asuntos, aunque justificable y conveniente, en determinadascircunstanciaspuedesermalaplicada…eincurrirtalvezenelabuso.

—Perosimeescribe—dije—,tengoquerecibirsuscartas;ylasrecibiré:diezdirectores,veintedirectorasnopodránimpedírmelo.Soyprotestante:notoleraréesaclasededisciplina:nopiensohacerlo,monsieur.

—Doucement - doucement —replicó—; trazaremos un plan; tenemosmuchosrecursos:soyeztranquille.

Y,diciendoestaspalabras,elprofesorsedetuvo.

Volvíamos del largo paseo. Habíamos llegado al centro de un cuidadofaubourg,dondelascasaseranpequeñas,peroencantadoras.MonsieurPaulsehabíaparadoanteelumbraldeunadeesasprimorosasviviendas.

—Yaestamos—exclamó.

Nollamóalapuerta:sacóunallavedelbolsillo,laabrióyseprecipitóenel interior.Me hizo pasar y cerró la puerta detrás de nosotros.No aparecióningún criado. El vestíbulo era pequeño, como la casa, pero acababan depintarlo conmuchogusto; al fondohabíaunaventana francesa en laque seveía una parra: sus zarcillos y sus hojas verdes besaban los cristales. Elsilencioreinabaenaquellamorada.

Abriendounapuertainterior,monsieurPaulmeenseñóunsalóndiminuto,peromuy acogedor. Sus delicadas paredes parecían teñidas por el rubor; elsueloestabaencerado;unapreciosaalfombracuadradacubría el centro;unamesitaredondabrillabatantocomoelespejodeencimadelachimenea;habíaunpequeñosofá,yunpequeñochiffonnier,cuyapuertaentreabierta,desedacarmesí, dejaba ver algunas porcelanas en los anaqueles; había un relojfrancés, y una lámpara, y unas figuritas de biscuit; en el hueco del únicoventanalhabíaunapeanaverdecon treshermosasmacetasde flores;enunaesquina se veía un guéridon con una encimera demármol y, sobre ésta, un

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costurero y una copa con violetas. La celosía de aquella estancia estabaabierta;serespirabaelairefrescodelexteriorylafraganciadelasvioletas.

—¡Quélugartanbonito!—exclamé.

MonsieurPaulsonrióalvermetancomplacida.

—¿Debemossentarnosyesperar?—preguntéenvozbaja,algointimidadaporaquelsilenciotanprofundo.

—Antesecharemosunvistazoadosotresrinconesdeestacáscaradenuez—replicó.

—¿Setomalalibertadderecorrerlacasa?—dije.

—Desdeluego—contestótranquilamente.

Abrió lamarcha.Meenseñóunapequeñacocinaconunpequeñohorno,unos pocos utensilios de latón muy brillantes, dos sillas y una mesa. Unapequeñaalacenaconteníaunavajilladelozaminúscula,peromuyútil.

—En el salón, hay un juego de café de porcelana—dijomonsieur Paul,mientrasyoexaminaba los seisplatosverdesyblancos, así como las cuatrofuentes,lastazasylasjarrasquehacíanjuego.

Después de subir por una estrecha, aunque reluciente, escalera,me dejóasomarmeadosbonitosdormitorios;finalmente,volvióaconducirmealpisode abajo, donde nos detuvimos con cierta solemnidad ante una puerta másgrandequelasanteriores.

Sacandounasegundallave,monsieurEmanuellaintrodujoenlacerradura.Abrió,ymehizopasarpordelante.

—Voici!—exclamó.

Me encontré en una estancia muy amplia, escrupulosamente limpia,aunque con pocos muebles, comparada con las que habíamos visto hastaentonces. Las tablas del suelo, fregadas a conciencia, carecían de alfombra;teníadoshilerasdebancosypupitresverdes,conunpasilloenelcentroqueterminabaenunestrado,dondeseveíaunamesayunasilladeprofesor;detrásdeéstas,habíaun tableau.En laparedcolgabandosmapas; en lasventanasflorecíanalgunasplantasbastante resistentes;ensuma,aquéllaeraunaclaseenminiatura:completa,ordenada,agradable.

—Entonces, ¡es un colegio!—exclamé—.Y ¿quién lo dirige?No sabíaquehubierauncentrodeenseñanzaenestefaubourg.

—¿Tendría la bondad de repartir algunos prospectos para ayudar a unaamiga mía?—preguntó monsieur Paul, sacando un montón de papeles delbolsillo del surtout y poniéndolos en mi mano. Miré, y… leí impreso en

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hermosasletras:

Externatdedemoiselles

Numéro,FaubourgClotilde

Directrice,mademoiselleLucySnowe

Y¿quéledijeyoamonsieurEmanuel?

Ciertascircunstanciasdenuestravidasiempreserándifícilesderecordar.Ciertosmomentos,ciertasdificultades,ciertossentimientos,alegrías,penasysorpresas, al ser revividos, parecen golpearnos y desconcertarnos, borrososcomounaruedaquegiraagranvelocidad.

Soy tan incapaz de acordarme de las palabras y los pensamientos de losdiez minutos que siguieron a aquella revelación como de volver sobre lasvivenciasdemisprimerosañosdevida:y,sinembargo,loprimeroqueacudea mi memoria con claridad es la conciencia de que estaba hablando muyrápido,yrepetíaunayotravez:

—¿Todoestoesobrasuya,monsieurPaul?¿Estamosensucasa?¿Lahaamueblado usted? ¿Encargó que hicieran esos prospectos? ¿Se refiere amí?¿Acasosoyladirectora?¿ExisteotraLucySnowe?Hábleme:dígamealgo.

Peroélseguíacallado.Susilenciojubiloso,sumiradarisueña,suactitud,esalgoquetodavíapuedoverconclaridad.

—¿Porquélohahecho?Tengoquesaberlotodo…todo—exclamé.

El montón de papeles cayó al suelo. Monsieur Paul había extendido sumano,yyomehabíaapresuradoacogerla,olvidandotodolodemás.

—¡Ah! Decía que no me había acordado de usted en todos esos díasinsoportables—exclamó—.¡PobreyviejoEmanuel!¿Esésa lagratitudquemerecedespuésdepasartressemanasespantosasyendodelpintoraltapicero,y del ebanista a la limpiadora? Lucy y la casita de Lucy, ¡los únicospensamientosquelerondabanporlacabeza!

Apenassabíaquéhacer.Primeroacariciéelsuaveterciopelodesupuño,yluego acaricié la mano que éste rodeaba. Era su previsión, su bondad, susilenciosa, fuerte y efectiva bondad, lo que me abrumaba con su tangiblerealidad.Era lacertezadequesu interéspormínohabíadecaídoloquemeiluminabacomounaluzdelcielo;era(meatreveréadecirlo)sumiradatiernaycariñosaloquemeconmovíadeunmodoindescriptible.Enmediodetodoaquello,meobliguéapensarenlascuestionesprácticas.

—¡Cuántas molestias! —exclamé—. Y ¡lo que habrá costado! ¿Teníadinero,monsieurPaul?

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—¡Muchísimo dinero! —se apresuró a responder—. Después de tantosaños dedicado a la enseñanza, dispongode una bonita suma: conuna parte,decidí darme elmayor gusto de todamivida.Quería esto.Últimamente, hepensado día y noche en este instante. No quería acercarme a usted para noanticiparme.Ladiscreciónnoesmivirtudnimivicio.Siyohubieraestadoasualcance,yustedhubieseempezadoapreguntarconsusojosysus labios:¿de dónde viene, monsieur Paul? ¿Qué ha estado haciendo? ¿Cuál es sumisterio? Mi primer y último secreto solitario se habría desvelado en suregazo. Ahora—prosiguió—, usted vivirá aquí y tendrá un colegio; estarámuy ocupada mientras yo esté ausente; algunas veces pensará en mí; secuidarámuchoeintentaráserfeliz;y,cuandovuelva…

Alllegaraquí,sedetuvo.

Leprometíhacer loqueélquisiera.Leprometí trabajarduramenteyconentusiasmo.

—Serésufieladministradora—dije—;confíoenque,cuandoregrese,elbalanceserásatisfactorio.¡Monsieur,monsieur,esusteddemasiadobueno!

Con aquel lenguaje tan inadecuado, mis sentimientos luchaban porexpresarse:noloconseguían;laspalabras,rebeldesyquebradizas,fríascomoel hielo, se disolvían o deformaban en el esfuerzo. Monsieur Paul meobservaba en silencio: levantó dulcemente la mano para acariciarme elcabello;rozómislabiosalpasar;yéstos,impulsivamente,pagaronsutributo.Él erami soberano; espléndida había sido su generosidad conmigo; rendirlehomenajeeratantounaalegríacomoundeberparamí.

La tarde llegó a su fin, y el silencioso anochecer envolvió el tranquilofaubourgenlassombras.MonsieurPaulmepidióquelebrindarahospitalidad;muyocupadoydepiedesdelamañana,necesitabatomaralgo;dijoquedebíaofrecerlechocolateenmibonitojuegodeporcelanadoradayblanca.Saliódelacasayencargócuantoprecisábamosenun restaurante; colocóelpequeñoguéridon y las dos sillas en la terraza que había tras la ventana francesa,debajo de las protectoras parras. ¡Con qué felicidad acepté el papel deanfitriona,preparélabandejayservíamihuéspedybenefactor!

La terraza estaba en laparte traserade la casa, los jardinesdel faubourgnosrodeabanyloscamposseextendíanalolejos.Elaireerafresco,suaveytranquilo.Porencimadelosálamos,laureles,cipresesyrosasseveíaunalunatanhermosayapaciblequeelcorazóntemblababajosusonrisa;unaestrella,bajosudominio,brillabaallado,despidiendoelrayodelamormáspuro.Enunjardínmuygrande,cercadenosotros,unsurtidorbrotabadeunafuente,yunapálidaestatuaseinclinabasobrelasbulliciosasaguas.

Monsieur Paul me hablaba. Su voz era tan melodiosa que se fundía

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armoniosamente con el susurro plateado, el chorro de agua y el musicalsuspiroconquelasuavebrisa,lafuenteyelfollajeentonabansuarrulladoraoracióndevísperas.

Horafeliz…¡detenteuninstante!¡Bajalasplumas,cierralasalas!¡Inclinasobre mí esa frente celestial! ¡Ángel blanco! Deja que tu luz perdure y serefleje en las nubes; lega su alegría a esos tiempos que necesitan un rayoevocadordelpasado.

Nuestrameriendafuemuysencilla:elchocolate, lospanecillosyelplatode fruta estival recién cogida, cerezas y fresas, sobre un hermoso lecho dehojasverdes;pero losdos lo apreciamosmuchomásqueunbanquete, yyosentíungozoindescriptiblealatenderle.Lepreguntésisusamigos,pèreSilasymadameBeckestabanalcorrientedeloquehabíahecho,sihabíanvistolacasa.

—Mon amie —dijo él—, nadie sabe nada excepto usted y yo: éstafelicidadestáconsagradaanosotrosdos,nadielacompartirániprofanará.Adecir verdad, este asunto me ha procurado un placer tan exquisito que noquería estropearlo contándoselo a otros. Además —añadió, sonriendo—,necesitaba demostrar a la señorita Lucy que podía guardar un secreto.¡Cuántas veces se ha burlado demí pormi falta de decorosa reserva y porcarecerdeladebidaprudencia!¡CuántasvecesmehainsinuadocondescaroquetodosmisasuntossoncomolossecretosdePolichinela!

Aquelloeracierto:nomehabíamordido la lenguaenesacuestión,nienningunaotraquemeparecieracriticable.¡Quémaravillosaeratualmayquégrandetucorazón,miqueridohombrecillollenodeimperfecciones!Merecíasfranqueza,ysiemprelaobtuvistedemí.

Continuéconmispreguntas,yquisesaberquiéneraelpropietario,quiéneramicasero,acuántoascendíaelalquiler.Seapresuróadarmeesosdetallesporescrito;habíaprevistotodoyloteníapreparado.

MonsieurPaul no era el dueño de la casa, comoyo había adivinado; notenía espíritu de propietario; me constaba que, lamentablemente, no era unhombrecapazdeahorrar;sabíaganar,peronoguardar;necesitabauntesorero.La vivienda pertenecía a un ciudadano de la Basse-Ville, un hombreacaudalado,segúnmonsieurPaul;ymesobresaltécuandoañadió:

—Un amigo suyo, señorita Lucy; una persona que tiene muy buenaopinióndeusted.

Y,paramisorpresa,meenteréconagradodequeelpropietarionoeraotroquemonsieurMiret,el irascibleygeneroso libreroquecontantaamabilidadmehabía encontradoasiento lanochememorablequepasé en el parque.Alparecer, monsieur Miret, entre las gentes de su condición social, era un

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hombrericoyrespetado,yposeíavariascasasenaquelfaubourg;elalquilereramoderado, apenas lamitadde lo quehabría costadouna casa semejantemáscercadelcentrodeVillette.

—Además—señalómonsieurPaul—,sinolefavorecelasuerte,cosaquedudo, me alegra pensar que la dejo en buenas manos; monsieur Miret noabusará: para el primer año, tiene usted suficiente con sus ahorros; paradespués,laseñoritaLucydebeconfiarenDiosyensímisma.Pero¿quéharáparaconseguiralumnas?

—Tengoquerepartirlosprospectos.

—¡Muybien!Paranoperdereltiempo,ayerlediunoalseñorMiret.¿Lemolestaríaempezarcontrespequeñasburguesas,lasdemoisellesMiret?Estánasudisposición.

—Monsieur,noolvidanada;esustedmaravilloso.¿Molestarme?¡Cómosiestuviera en condiciones de exigir! Supongo que, al empezar, no tendréalumnasde la aristocracia enmipequeño colegio;meda igual si novienennunca.EstaréorgullosadeacogeralastreshijasdemonsieurMiret.

—Ademásdeellas—continuódiciendoél—,hayotraalumnaquevendráadiariopararecibirclasesdeinglés;y,comoesunajovenadinerada,pagarábien.Merefieroamiahijadaypupila,JustineMarieSauveur.

¿Qué había en ese nombre? ¿Qué pasaba con esas tres palabras? Hastaentonceslehabíaescuchadoconalegríadesbordante,lehabíarespondidoconjubilosarapidez;esenombremeparalizó;esastrespalabrasmedejaronmuda.

—¿Quéocurre?—inquiriómonsieurPaul.

—Nada.

—¿Nada?Suexpresióncambia,su tezpalideceysusojosseapagan…y¿noocurrenada?Debedesentirseindispuesta;algoleaflige;dígamequé.

Noteníanadaquedecirle.

Acercó su silla. No se enfadó, aunque seguí fría y silenciosa. Intentóarrancarme alguna palabra: me suplicó con perseverancia, esperó conpaciencia.

—JustineMarieesunabuenamuchacha—afirmó—,dócilyafable;noesmuyinteligente,perolegustará.

—Creoqueno.Creoquenodebevenir—fuemirespuesta.

—¿Pretende usted dejarme intrigado? ¿Acaso la conoce? Vamos, estoysegurodequelepasaalgo…Vuelveaestartanpálidacomoaquellaestatua.ConfíeenPaulCarlos:cuénteleelmotivodesuabatimiento.

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Su silla rozaba la mía; acercó silenciosamente su mano y me obligó amirarle.

—¿ConoceaJustineMarie?—repitió.

Ese nombre, pronunciado nuevamente por sus labios, me llenóinexplicablemente de congoja. No me hundió… no, inflamó la sangre quecorríapormisvenas,ymetrajoelrecuerdodeunashorasdedolorlaceranteyde muchos días y noches de desconsuelo. Ahora quemonsieur Paul estabajunto a mí, después de haber entrelazado fuertemente su vida con la mía,después de haber conseguido que nuestros espíritus se acercaran y nuestrocariño se estrechara, la mera insinuación de una interferencia, de unaseparación,desatabaenmíunadesbordanteagitación,unaimpetuosaagonía,unadesdeñosadeterminación,una ira, unaoposición cuyo fuegoningúnojohumano ni ninguna mejilla podría ocultar, y cuyo grito ninguna lenguaacostumbradaadecirlaverdadpodríaacallar.

—Quierocontarlealgo—dije—;quierocontárselotodo.

—Hable,Lucy;acérqueseamí;hable.¿Acasohayalguienquelaapreciemásqueyo?¿NoesEmanuelsumejoramigo?¡Vamos,hable!

Yasí lohice.Todobrotódemis labios.Nome faltaron laspalabras;mirelato surgió veloz; narré mi historia con fluidez; parecía manar sola.Retrocedíalanochedelparque;mencionéelbrebajemedicado:porquémelodieron, su efecto estimulante, cómo me impidió descansar, me sacó de milecho,ymeempujóalacalleconelacicatedeunafantasíavívidaysolemne:una noche estival de soledad bajo los árboles, cerca de un estanque frío yprofundo.Lecontélaescenareal: lamuchedumbre, lasmáscaras, lamúsica,lasluces,elesplendor,laslejanassalvas,lascampanastañendoenloalto.Leexpliquécon tododetalle loquehabíaencontrado, reconocido,vistoyoído;cómolehabíamiradoyvigilado;cómoescuché,cuántooí,quéconjeturé;ensuma,todalahistoriaquesuconfianzaexigíasaliódemislabiosveraz,literal,ardienteyamarga.

Y, mientras yo la relataba, en lugar de detenerme, él me animaba aproseguir;mealentabaconungesto,unasonrisa,mediapalabra.Antesdequellegara a lamitad,me cogió lasmanos y consultómis ojos con unamiradasumamentepenetrante:habíaalgoensurostroquenimetranquilizabanimeempujaba a callar; y él olvidó su propia doctrina, renunció a sumétodo derepresióncuandoyomásledesafiabaapracticarlo.Creoqueyomerecíaunafuerte reprimenda; pero ¿cuándo recibimos nuestromerecido? Era digna deseveridad,élmeofrecióindulgencia.Meparecíaimperiosaeirrazonableamímisma, pues prohibía a Justine Marie mi puerta y mi techo; él sonreía,traicionandosuplacer.Apasionada,celosayaltiva,nodescubríhastaentoncesesos rasgos de mi naturaleza; él me acercó a su corazón. Estaba llena de

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defectos; y él los aceptó. Para elmomento demayor agitación reservaba elprofundohechizodelapaz.Estaspalabrasacariciaronmisoídos:

—Lucy,aceptemiamor.Compartamividaalgúndía.Seaparamílamásquerida,laprimeraenlatierra.

RegresamosalarueFossettealaluzdelaluna:unalunacomolaquecayósobreelEdén,brillandoatravésdelassombrasdelGranJardíneiluminandoporazarungloriososendero,paraunpasodivino,unaPresenciasinnombre.Una vez en la vida, algunos hombres ymujeres vuelven a esos primeros einocentesdíasdenuestroSeñorySuMadre:saboreanelrocíodelaespléndidamañanaysebañanensuamanecer.

Duranteeltrayecto,monsieurPaulmecontóquesiemprehabíaqueridoaJustineMarie Sauveur como a una hija; y que, con su consentimiento, éstallevabamesesprometidaaHeinrichMühler,unjovenyadineradocomerciantealemán, con el que se casaría transcurrido un año. Es cierto que a algunosparientes y amigos de monsieur Emanuel les habría gustado que contrajeramatrimonioconella,afindeasegurarquesufortunanosalieradelafamilia;peroaéllerepugnabaelplan,ylaidealeparecíacompletamenteinadmisible.

LlegamosalapuertadelpensionnatdemadameBeck.ElrelojdelaiglesiadeStJeanBaptistedio lasnueve.Aaquellahora,enaquellacasa,dieciochomesesantes, aquelmismohombrequeestabaami lado sehabíaacercadoamí, había examinado mi rostro y mis ojos, y había sido el árbitro de midestino. Hoy había vuelto a acercarse, a contemplarme y a decidir. ¡Quémiradatandistinta!¡Quédestinotandiferente!

Creía que yo había nacido bajo su estrella: parecía haber derramado susrayos sobre mí como un estandarte. Antaño, sin conocerle ni quererle, lejuzgué severo y extraño; y su baja estatura, su físico enjuto y nervudo, susfacciones angulosas, su tez oscura y sus modales me desagradaron. Ahora,dominadaporsuinfluencia,viviendograciasasucariño,conociendoelvalorde su intelecto y la bondad de su corazón… le prefería al resto de lahumanidad.

Nosseparamos:mehizounapromesa,yluegosedespidió.Nosseparamos:aldíasiguiente,subarcolevóanclas.

CapítuloXLII

Finis

Elhombrenopuedehacerprofecías.Elamornoesunoráculo.Elmiedoa

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veces maquina vanos proyectos. ¡Aquellos años de ausencia! ¡Cuánto mehabíaatormentadoimaginarlos!Eldolorquetraeríanparecíatansegurocomola muerte. Conocía la naturaleza de su curso: jamás había dudado de laangustia que acompañaría su espera. Juggernaut llevaba en su carro unalúgubrecarga.Alvercómoseacercaba,hundiendolasgigantescasruedasenlatierra,yo,lapostradaadoradora,sentíadeantemanosupesoaniquilador.

Porextrañoqueparezca—extraño,perocierto,yconmuchosparalelismosenlavida—,aquellaopresiónvislumbradaresultósertoda…sí…casitodalatortura. El gran Juggernaut, en su enorme carro, continuó sumarcha altivo,enérgicoyhuraño.Pasósilenciosamente,comounasombrabarriendoelcielodelmediodía.Novinisentímásqueunafríaoscuridad.Levantélavista.Elcarroyeldemonioqueloconducíadesaparecieron;laadoradoraseguíaviva.

Monsieur Emanuel estuvo ausente tres años. Fueron los tres años másfelicesdemivida,lector.¿Tepareceabsurdalaparadoja?Escucha.

Puseenmarchamicolegio; trabajé…trabajéduramente.Meconsiderabalaadministradorade susbienes,yestabadecidida,Diosmediante,aobtenerbeneficios.Acudieronalumnas,alprincipiodelaburguesía,pocodespuésdeclasemáselevada.Hacialamitaddelsegundoaño,unsucesoinesperadopusoenmismanosunacantidadadicionaldecienlibras:ciertodíarecibíesasumadeInglaterra.ProcedíadelprimoyherederodemidifuntayqueridaseñoritaMarchmont. Acababa de recuperarse de una grave enfermedad; el dinerobuscabalapazdesuconciencia,quelereprochabahaberignoradonoséquédocumentos aparecidos tras la muerte de la anciana, en los que éstamencionabaoleencomendabaaLucySnowe.LaseñoraBarretlehabíadadomidirección.Hastaquépuntohabíapecadosuconciencia,esalgoquejamásquisesaber.Nohicepreguntas,perocogíeldineroylesaquéprovecho.

Con aquellas cien libras, me aventuré a alquilar la casa contigua. Noabandonaría la elegida por monsieur Paul, en la que me había dejado yesperaba encontrarme de nuevo.Mi externat se convirtió en un pensionnat;éstetambiénprosperó.

Elsecretodemiéxitonoradicabaenmí,nienningunacualidadopoderque yo tuviera, sino en un nuevo estado de circunstancias, en una vidamaravillosamente cambiada, en un corazón liberado. La fuente de mientusiasmoestabamuylejos,alotroladodelocéano,enunaisladelasIndiasOccidentales. Al partir, me había dejado un legado; con un pensamientosemejanteparaelpresente,unaesperanzasemejanteparaelfuturo,unmotivosemejante para perseverar en un camino laborioso, emprendedor, paciente yaudaz,nopodíadesfallecer.Pocascosasmehacíantemblarahora;pocascosaseran lo bastante importantes para enojarme, intimidarme o deprimirme: casitodomeagradaba;cualquierinsignificanciaestaballenadeencanto.

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Que nadie piense que esa alegre llama se mantenía sola o vivíaenteramente de una esperanza o de una promesa formulada al partir. Unproveedorgenerososeencargabadequenofaltaraelcombustible.Meevitabael frío y la escasez; no dejaba que temiera a la penuria; impedía que laincertidumbre me invadiera. Todos los barcos traían una carta suya; y élescribía del mismo modo que daba o amaba, a manos llenas, con todo elcorazón. Escribía porque le gustaba escribir; no abreviaba porque no legustaba abreviar.Se sentabay cogíapapel yplumaporque amaba aLucyytenía muchas cosas que contarle; porque era noble y atento, porque erasensibleyleal.Nohabíafarsaniengaño,nohabíanadaquenofuerasinceroen él. La excusa jamás vertió su resbaladizo aceite en sus labios; jamásexpresó, conayudade supluma,mentiras cobardesnimezquinasnulidades.Suscartaserancomo losalimentosyel agua:meprocurabansustentoymerefrescaban.

¿Acasoyomesentíaagradecida?¡BienlosabeDios!Nocreoqueningúnservivientetanrecordado,tanprotegido,tratadocontantanobleza,constanciay dignidad, pueda mostrar otra cosa que no sea agradecimiento hasta lamuerte.

Fiel a su propia religión (no estaba hecho del mismo material que unvulgar apóstata), me dejó en libertad para profesar mi fe. No se burló niintentóconvencerme.Selimitóadecir:

—Sigue siendo protestante. Mi pequeña inglesa puritana, amo elprotestantismoenti.Reconozcosuencantosevero.Hayalgoensuritualqueyonopuedoaceptar,peroeselúnicocredoparaLucy.

Ni toda Roma podría hacerle caer en el fanatismo, ni la Propagandalograría convertirle en un verdadero jesuita. Había nacido honrado, nohipócrita;ingenuo,nomalicioso;unhombrelibre,nounesclavo.Suternuralehabíavueltodúctilenmanosdeunsacerdote,sucapacidaddeamar,sufervor,su sincero y piadoso entusiasmo cegaban algunas veces sus ojos y leempujaban a renunciar a la justicia para emplear ardides y servir a finesegoístas;peroesosdefectossontandifícilesdeencontrar,ytanpenososparasudueño,queapenassabemossialgúndíallegaránaconsiderarsevirtudes.

Ya han pasado los tres años: se ha fijado una fecha para el regreso demonsieurEmanuel. Es otoño; volveremos a vernos antes de que lleguen lasbrumasdenoviembre.Micolegioprospera,micasaestálistapararecibirlo:lehepreparadounapequeñabiblioteca,yhellenadolosestantesconloslibrosquedejóamicuidado;hecultivadoporamoraél(miaficiónalajardineríanoera innata) sus plantas preferidas, y algunas de ellas siguen en flor. Creíaamarlecuandosemarchó;ahoraleamodeotromodo,esmásmío.

Elsolpasaelequinoccio;losdíasseacortan,lashojassesecan;pero…él

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estáencamino.

Empieza a helar por las noches; noviembre ha enviado sus brumas conantelación;elvientolanzasuaullidootoñal;pero…élestáencamino.

Elcieloestánegroymuycargado;unamasadecirrosllegadeloeste;lasnubes adoptan extrañas formas: arcos y enormes radiaciones; amanecenmañanasresplandecientes:gloriosas,realesypurpúreas,comounmonarcaensu trono.Loscielosestánen llamas, tan furiososqueemulanel fragorde labatalla; tan sanguinarios que convierten cualquier victoria en una infamia.Conozcoalgunossignosdelcielo;mehefijadoenellosdesdeminiñez.¡Diosmío,cuidaesebarco!¡Oh,protégelo!

Elvientorolaaloeste.¡Paz,paz,Banshee,queentonastulamentofúnebrebajo las ventanas! Soplará con fuerza… levantará grandes olas… gemiráinquietodurantemuchotiempo:pormásvueltasquedoyporlacasa,nopuedocalmarsufuria.Conelpasodelashoras,parecearreciar:amedianoche,todoslosqueestánenvelaoyenytemenunaviolentatempestaddelsudoeste.

Aquella tempestad rugió enloquecida por espacio de siete días. No cesóhastaqueelAtlánticoestuvollenodebarcoshundidos;noamainóhastaquelasprofundidadesdevorarontodosusustento.Mientraselángeldestructordela tempestadnohuboterminadosutrabajoa laperfección,nocerróaquellasalascuyovueloengendraba truenos…ycuyasplumas,al temblar,desatabantormentas.

Paz,¡noturbeslacalma!¡Oh!Cientosdehombresymujeressollozantes,elevandosusplegariasdesesperadasen laorilla,esperaronescucharesavoz;peronosealzó…hastaque,alllegarelsilencio,algunosnopudierongozardeél:hastaque,alreaparecerelsol,¡suluzfuenocheparaalgunos!

Alllegaraquímedetengo:medetengobruscamente.Hedichodemasiado.No te inquietes, amable corazón; deja que la alegre fantasía albergueesperanzas. Deja que imagine el júbilo que sucede al terror atenazante, eléxtasis del rescate tras el peligro, el maravilloso destierro del miedo, lafelicidaddelregreso.Dejaqueimaginelauniónyunfuturodichoso.

MadameBeckprosperó todos los días de suvida; lomismoocurrió conpèreSilas;madameWalravenscumpliónoventaañosantesdemorir.Y,adiós,ahoramedespido.

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