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Viejos Cuentos de Navidad Historias y tradiciones de finales del Siglo XX y principios del XXI Recopilador: Luis Ángel Fernández Hermana >1 de 68<

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Viejos Cuentos deNavidad

Historias y tradicionesde finales del Siglo XX y

principios del XXI

Recopilador: Luis Ángel Fernández Hermana

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Índice:

2018Nota del recopiladorPágina 5

199624/12/1996Cuento de Navidad (por-venir)Página 9

199723/12/97Solidaridad ObligatoriaPágina 17

199822/12/98Más solos y más juntos que nuncaPágina 25

199921/12/99Cuerpo invadidoPágina 33

200026/12/2000Papá Noel era ateoPágina 39

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200125/12/2001Las cazuelasPágina 47

200224/12/2002La máquina de la civilizaciónPágina 53

200323/12/2003Luces de NavidadPágina 59

201824/12/2018AdendaPágina 67

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Nota del recopilador

Durante la segunda década del siglo XXI, un grupode amigos nos hemos reunido con admirableirregularidad para regodearnos con historias deciencia-ficción, ya sea inoculadas por relatosescritos, o arrojadas al cerebro a paladas deaudiovisual. Literatura, cine, pintura,manifestaciones artísticas de diversos colores ysoportes, nada nos era indiferente, aunque nosiempre lo entendiéramos. No éramos aficionados algénero, ni intercambiadores de cromos. Desdediferentes perspectivas y senderos culturales,considerábamos que la ciencia-ficción nos entregabaclaves significativas del mundo en el que habíamosvivido, en el que vivíamos, o en el que viviríamos ono viviríamos nunca, ni hacia adelante, ni haciaatrás.

En esas estábamos, entregados al noble ejercicio dedespotricar y alabar, de defender a sablazo limpionuestras historias, conocimientos y experienciaspersonales con una entrega rayana en límitesprofesionales, cuando alguien mencionó esoscuentos de Navidad que habían circulado a finalesdel siglo XX y comienzos del XXI. Nadie sabía dedonde habían salido, ni quienes eran los autores. Locurioso era que quienes los habían leído, no teníanclaro dónde, en qué. Cuando preguntabas, lasrespuestas apuntaban a los típicos ingredientes deleyendas que ni siquiera se sabía si estaban escritas,o si fluían en soportes tan leves como el aire querespiramos.

Hasta que, de la manera más extraña, me cayó unoen las manos. Me lo dio la hija de 7 años de unamigo. Estábamos en la semana de Navidad y me

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pidió que se lo leyera antes de irse a dormir. Ella yalo conocía, se titulaba Cuento de Navidad (Por-venir). Se (me) lo leí. Lo terminé y le pregunté: ¿Loleemos otra vez? Lo repetimos hasta 6 veces. Casime lo aprendí de memoria. Le pregunté si tenía más,como si fuera una estantería milagrosa. “Manueltiene dos, pero no me los deja”. Así empezó todo.Tras una larga y extraña indagación, que incluyó unaintrusión en toda regla a los ordenadores de unabiblioteca de Calvinia, conseguí 8 de estos míticoscuentos de Navidad. No supe si había más, no heescuchado nada más al respecto desde entonces.

Los cuentos tan solo estaban fechados. El martes decada semana de Navidad. No había referencias delautor o autores. Desde el principio me dio laimpresión que se trataba de un trabajo colectivo o,más bien, de una experiencia colectiva. Algo asícomo los hilos que dejan tras de sí las múltiplesvisitas de gente desconocida para entregar regalos alos niños, que acaban convirtiéndose en un tejidoconfeccionado por múltiples relatos enfocados haciadeterminadas fechas, o hechos. A fin de cuentas, asíse construyen las historias orales, la madre de todaslas historias que nos han convertido en lo quesomos. Y apostaría que eso es lo que eran.

Los cuentos no delataban al género del autor,aunque sí se notaba un sesgo. De todas maneras, noera una voz, o voces, reconocibles desde ese puntode vista. El lenguaje sí retrataba -o intentaba- laépoca. El mundo era entonces una aldea. ¡Seadmiraban de que disponían por lo menos de 200millones de servidores para conectarse a la Red! Ocausaban revuelo alertas ingenuas, como la del año2000. A pesar de lo cual, incluso en esos casos, esfácil advertir la audacia de estas historias y la

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naturaleza sobre la que se elevan para contar algoque no formaba parte de lo cotidiano. Desde elcontexto de los cuentos, hasta sus pormenores, nosencontramos con el relato de aspectos a los quetodavía no hemos llegado, ni siquiera sabemos sialguna vez llegaremos, o que siguen siendo unafuente de angustia ante divisiones que proporcionanprosperidad en un extremo y desdicha en el otro. Ytodavía no tenemos forma de resolverlas.

El último cuento de Navidad fechado era de 2003.Desde entonces, no he conseguido ninguno más, ninadie me ha dado razón de que existan más. ¿Nohay más? Si los hay ¿cómo es que están tan bienescondidos? Y si no los hay ¿por qué, qué ha pasadocon el/la /autor/autora, o los autores? El otromisterio es que cada cuento, tras el titulo, se iniciacon un refrán, como si esa fuera la críptica firma delautor.

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24/12/96Título: Cuento de Navidad (por-venir)

Donde no hay regla, la necesidad la inventa

La primera señal de que algo iba mal fue el aviso porla megafonía: “Rogamos al pasajero que está usandoun teléfono móvil que lo apague. Está interfiriendocon las comunicaciones del avión.” La segunda, lostres hombres que repentinamente irrumpieron en lacabina del piloto. Los tres, como yo, viajaban enprimera. La puerta se cerró y yo miré perplejo a micompañero de asiento. Entonces vi que hablaba porsu reloj-móvil y posiblemente lo llevaba haciendodesde un rato. Me quise hacer el simpático y le dije:“No será usted el que está afectando lascomunicaciones del aparato, ¿eh?”. Me miró con carade pocos amigos sin dejar de hablar en voz baja.Una azafata pasó por mi lado en dirección a lacabina. Trató de abrirla pero no pudo. Se dio lavuelta y mostró un rostro maquillado por la angustia.Definitivamente estaba pasando algo raro y ungusanillo comenzó a inquietarse en mi estómago.

Un golpe seco en la intuición me hizo exclamar paramis adentros: “¡Por favor, otro secuestro no, no lavíspera de Navidad!”. Como experto entelecomunicaciones de la segunda corporación máspoderosa del mundo en comunicaciones móviles,llevaba más de cuatro años viajando por todo elplaneta. Y en menos de seis meses me había tocadovivir dos secuestros de aviones, uno en Filipinas y elotro en Kuwait. En los dos casos, grupos guerrilleroslocales pedían la liberación de compañeros presos.

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Por suerte, en ambas ocasiones viví para contarlo.

Pero ahora volaba de vuelta a casa, a Nueva York.¿Quién iba a querer llevarse un avión en la mitad delAtlántico? ¿Por qué no habían esperado a estar máscerca de la costa? ¿O sería un comando de una deesas repúblicas de Asia Central con intenciones dehacernos dar la vuelta? Esto último no tenía sentido,el avión ya estaba en la mitad del océano, sería muyarriesgado proponer un desvío tan largo. En fin, a lomejor no era un secuestro sino tan sólo una jugadade mi fértil imaginación que aún no se habíarepuesto de los sustos pasados, me dije paraanimarme.

Miré a mi compañero de asiento en busca de calma.Desde luego, él no parecía preocupado, estabaabsorto manipulando algo que parecía unaestilográfica, aunque un poquito más voluminosa. Derepente se desplegó como un pequeño paraguasconvexo de una circunferencia no mayor que uncompact-disc. Lo depositó cuidadosamente sobre lamesita apuntando a la ventanilla. A su lado habíauna paleta electrónica (esos cacharritos del tamañode un bloc de notas que últimamente habían hechofuror en el mercado de la electrónica de consumo), ala que en ese momento enchufaba su reloj-móvil. Sepuso un auricular inalámbrico y comenzó a hablar.“Diablos,” me dije, “este tío está decidido aexplicarle a su mujer todo el menú que desea para lacena de Nochebuena”. Sin dejar de musitar unaespecie de letanía, introdujo una tarjeta en la paleta.En ese momento el piloto se dirigió al pasaje por lamegafonía: “Señoras y señores, guarden la calma.Tengo unos señores en la cabina que deseanestablecer una negociación con la Casa Blanca. Todoestá bajo control. Lo único incierto es que por ahora

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no sabemos donde aterrizaremos finalmente”.

Cerré los ojos, me grité para mis pulmones“¡Mierda!” y el señor de al lado me tocó el brazo.Cuando le miré me apuntaba con una minicámara devídeo..--¿Qué hace? ¿Quiere guardar un recuerdo para laposteridad? Pues dedíquese a otra cosa porque a lomejor no salimos vivos de esta..--No, señor Preston, es usted el que está pasando ala posteridad. Ahora le están viendo tan sólo unospocos miles de internautas. Dentro de 15 minutos yaserán millones.

Mi imagen estaba en la pantalla de la paleta. Elhombre murmuró algo al reloj y ésta desapareció.

.--Acabo de enviarla a la web que está transmitiendotoda la operación en vivo y en directo. Espere, medicen que en estos momentos ya hay más de265.000 conectados. No está mal, ¿eh? Parece quela Red se está calentando..--¡Usted, ustedes, usted es uno de lossecuestradores....! ¿qué quieren?.--No se preocupe, algo muy simple, volar hasta las12 de la noche. Si todo sale bien, aterrizaremos unminuto antes de la misa del gallo. Llegará ustedtarde a la cena con su familia, pero llegará.

Traté de unir cabos febrilmente y no me salía elovillo. Ahora entendía todo lo que mi compañero deasiento tenía sobre su mesita: una completo servidorde Internet conectado a uno o varios satélites. Sinduda estaba transmitiendo páginas orales a otrosservidores distribuidos por el mundo. De repente medi cuenta que iba a ser muy difícil, por no decirimposible, interferir sus señales. Lo más seguro es

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que las enviara camufladas como parte del sistemade comunicaciones del avión. Pero, ¿para qué, porqué, a cambio de qué? En el torbellino de ideas, algosubió a la superficie de mi mente como un flotadoren la bañera:

.--¿Cómo sabe mi nombre?

.--Tomamos la precaución de volar con usted. Dehecho, si lo piensa bien, le preparamos su fecha departida con el problema que le surgió en la centralitade Albania. Si los militares lograran interrumpirnuestras comunicaciones de alguna manera, siemprelo tendremos a usted para que nos abra suficientescanales en los satélites de órbita atmosférica de sucompañía. Pero, no se preocupe, a lo mejor no lenecesitaremos. Perdone un momento.

El hombre reemplazó la tarjeta de la paleta con otra.

.--Mire, aquí va su excelente página personal.Formará parte de toda la web del operativo. Tieneusted una biografía muy interesante. Me imaginoque cuando vean que lo tengo aquí a mi ladodesistirán de cerrarnos los traspondedores que ahoratenemos controlados. Por cierto, me dicen que yahay 12 millones de personas conectadas a nuestrosservidores. Están llegando miles de mensajespreguntando por nosotros --quienes somos y quéqueremos-- y por los pasajeros. Tenemos a más de200 personas por ahí dedicadas a responder. Ep!,aquí tengo un aviso de un chat para usted. Es delseñor Kessler, el presidente de su compañía. Medisculpará que no le deje hacer la conexión oralcompleta. Hablará por el reloj-móvil, pero suspalabras serán transcritas automáticamente a texto.Hable con tranquilidad, toda la conversaciónaparecerá inmediatamente en la web, como la que

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están sosteniendo mis compañeros con la CasaBlanca.

No pude explicarle nada a mi presidente. ¿Qué le ibaa decir, si él sabía mucho más que yo a través deInternet? Me recomendó que me pensara biencualquier solicitud de “colaboración” de lossecuestradores, pero que no pusiera en peligro lavida de nadie. O sea, que me dejaba vía libre para“hackear” algunos satélites si se presentaba el caso.Apenas me despedí, comencé a ver en pantalla latranscripción de toda la conversación salpicada conimágenes de video del señor Kessler. Ya estaba enInternet. Mi vecino sonreía con una calma crispante.

.--Este es el primer operativo de este tipo sinnegociadores ni intermediarios, ni siquiera sinmedios de comunicación. Todo el mundo se enterade todo a medida que sucede. Hasta los mensajesdel Presidente aparecen inmediatamente enInternet. ¿No le parece interesante? Me dicen quelos militares se han vuelto locos. Uno incluso sepermitió decirnos por radio que nos pueden enviar alfondo del océano de un misilazo. Ahora tenemosunas preciosas páginas con su mensaje y toda larepresentación gráfica de lo que sucedería con elavión si nos dispararan. Como es lógico, toda lainformación es de ellos, la mayoría de estas páginasson simplemente vínculos a las suyas delDepartamento de Defensa.

.--¿Qué quieren? ¿quiénes son ustedes?

.-- Ya se lo he dicho: sólo aterrizar hacia las 12 de lanoche, dos horas y media después de lo previsto..--¿Y para eso han secuestrado un avión?.--Bueno, yo no usaría un lenguaje tan expeditivo.No hemos secuestrado nada. Simplemente hemos

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ayudado al piloto cuando los sistemas de navegacióndel avión se han visto en dificultades debido anuestras transmisiones a Internet. Pero ni hemospedido nada al gobierno, ni hemos causado ningúndaño, ni siquiera hemos solicitado un coche paraescapar, porque no hay nada de qué escapar. Esmás, nosotros no hemos mencionado la palabrasecuestro, sólo les estamos diciendo que este avióntiene a tres personas civiles a los mandos en lacabina y que el pasaje está tranquilo. Mire, aquíestán las páginas dedicadas a los pasajeros. Fíjesetodo lo que han dicho hasta ahora, estas son susimágenes comentando sus temores e inquietudes.Según creo, ya tenemos una página personal porcada pasajero, muchas de ellas vinculadas a lassuyas propias y a las de sus empresas en Internet.Mis compañeros ahí atrás están trabajando adestajo..--Me rindo. No entiendo nada. ¿Me quiere usteddecir que está arriesgando...bueno, cómo decirlo, laeventualidad de la cárcel sólo por hacer bajar elavión con dos horas de atraso sobre el horarioprevisto?.--Sólo no. Por eso nos pagan 16 millones dedólares. Usted, un hombre que vive todo el díaenredado en las redes, ha mirado más de 20 veces ala pantalla y no ha visto este recuadro: Patrocinio.Ellos nos pagan por ocupar la “hora punta” deInternet. ¿Y qué mejor “hora punta” queNochebuena, cuando la mitad del planeta está encasa y se puede conectar a la Red por la tele, elordenador, la paleta, la billetera electrónica, elanillo-modem o la tarjeta-IP? Desde que empezótodo esto hemos lanzado cientos de páginas web ycada una de ellas lleva un faldón de publicidad. ¿Seimagina lo que vale eso cuando hay, como me dicenahora, 82 millones de personas siguiendo nuestra

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aventura al segundo? Y, fíjese, todo está sucediendoen la mente de la audiencia, porque aquí no estápasando otra cosa que la que le he dicho. Estánangustiados porque no saben qué queremos yresulta que no queremos nada de lo que ellosimaginan. Venga, vamos, alegre esa cara, al menosusted ya sabe de qué va esto. Imagínese los de ahíatrás y los de abajo, que están convencidos de quese trata de algo más grave. Venga, señor Preston,no se ponga así, levante los hombros y tómese unwhisky. Todos nosotros le estamos muy agradecidosa usted y a su compañía por lo que hacen paraincrementar y diversificar la conectividad y lainteractividad de las redes. Pero de algo hay quevivir, ¿no?

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23/12/97Título: Solidaridad Obligatoria

Dar del pan y del palo, para hacer buen hijo del mal

“Está usted en el modo *Espera*. Llegarán nuevasinstrucciones. Firmado: SO". Juan miró perplejo a lapantalla de su libreta electrónica. El mensaje habíaaparecido de sopetón enmarcado por una ventanacon adornos navideños. El navegador parecíacongelado en el supermercado donde estabahaciendo sus compras de Navidad de última hora.Las imágenes no se movían y la voz que relataba lasvirtudes de cada producto se había quedado muda.El cacharro no respondía a ningún comando. Tratóde salir del programa, pero tampoco pudo. Elordenador estaba muerto y el mensaje parecía unepitafio. Esperó un rato hasta que advirtió queseguía conectado por el haz de infrarrojos alreflector de la pared. Le puso la cápsula protectorapara desactivarlo. Apagó la libreta con el interruptor.

Esperó un rato y encendió el ordenador quecontrolaba la pantalla gigante de la pared y quetenía conexión automática a la Red. Apareció deinmediato la ventanita de marras. No hubo forma desacarla de en medio. Trató de re-establecer laconexión mediante el teléfono. Inmediatamenteapareció otro mensaje, éste diseñado como unformulario con un campo extra y un cursorinvitándole a participar: "No apague el ordenador, lellegarán instrucciones en breve". Juan se decidió apreguntar: "¿Quién eres?". Durante 5 largos minutosno hubo respuesta. Finalmente, tras una breve

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musiquita de campanas, apareció otra línea: "Estáusted conectado a la Red Mundial SolidaridadObligatoria".

¿Solidaridad Obligatoria? ¿Qué diablos era eso? Entodos sus años de internauta jamás había escuchadonada acerca de esta red. ¿Cómo se habían metido ensu ordenador? ¿Cómo habían conseguido detenertodas sus funciones? ¿Era un juego? Decidióbromear. Habló: "¿Estoy secuestrado por algunafuerza maligna?". Hacía tiempo que participaba envarios juegos "online". Pero nunca le habían metidoen uno a la fuerza, ni sabía que se pudiera hacer.Tras unos pocos segundos llegó la respuesta: "Todolo contrario, somos una fuerza benigna. Estamoscompletando las conexiones. En breve se pondrá encontacto con usted el responsable del área ibérica".A los pocos minutos de silencio volvió a apagar elordenador. Juan decidió llamar a José Antonio, unvecino del barrio con el que participaba en un tallerde telemática urbana. El teléfono de red y el móvilno tenían línea. Silencio absoluto. ¿Qué estabapasando? Volvió a conectar todo y apareció laventana de diálogo con un nuevo mensaje: "Porfavor, no vuelva a apagar el ordenador ypermanezca atento a la pantalla. Firmado: SO".

Juan se quedó hipnotizado. No podía quitar los ojosde esas letras a las que habría añadido con gustootra S al final. Conmutó la pantalla de pared a la TV.Casi se le cortó la respiración cuando vio el mismomensaje en el primer canal que apareció. Cambió ala otra parabólica digital. Lo mismo. Esto va en serio,pensó. Encendió la libreta electrónica, decidió dejarla pantalla de pared con la tele y cerró los ojostratando de pensar qué estaba sucediendo. Al rato lellegó la cortina musical y un mensaje en la libreta:

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"¿Está pasando usted unas buenas navidades?". Miróal televisor, pero allí seguía la ventana anterior.Habló: "¿Y a ti que te importa?". Musiquita: "Mucho.Millones de personas en el mundo llegan a laNavidad de la mitad de la primera década del sigloXXI sin nada que poner en el plato. En estosmomentos, más de 50.000 personas tratan desobrevivir a la última inundación en Bangladesh. Lahambruna en el sudeste y el nordeste asiático y enla región subsahariana se ha cobrado más de350.000 vidas en las últimas tres semanas. ¿Losabías, Juan?". Cielos, tienen mi nombre, sesobresaltó. Tras unos momentos se calmó: Bueno,eso, en el fondo, no es tan difícil, pensó.

"¿Y yo que tengo que ver con todo esto?". Musiquita:"Mucho. Hace años que venimos diciendo que laforma de vida del primer mundo repercutedirectamente en lo que ocurre en el resto delplaneta. A pesar de que vosotros mismos loconfirmáis con las pruebas obtenidas por vuestroinmenso poderío científico, nada ha cambiado.Vuestras ciudades cada vez están más contaminadasy, de paso, contamináis al resto del mundo, elconsumo sigue disparado, la producción y elcomercio están concentrados cada vez en menoscorporaciones y estas Navidades cuatro países de laOCDE han gastado el equivalente al PIB de los 70países más pobres del planeta. Y tú, como tantosotros, no haces nada, como si el resto no existiera".Sí, ya lo sé, se confesó Juan, y ¿éstos que quierenque haga? Musiquita: "El 85% del comercio mundialdiscurre ahora por las redes. La globalizaciónmercantil por medios electrónicos está llegando a supunto culminante. Pues bien: se acabó. En estosmomentos, los sistemas de todos los gobiernos de laOCDE y de cientos de miles de ciudadanos del

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primer mundo están cerrados. Os agradecemos, porsupuesto, el haber puesto la tecnología a nuestroalcance para poder hacer esto. Pero lo que noquisisteis hacer por solidaridad voluntaria, ahora lonegociaremos a través de la solidaridad obligatoria".

Juan miró detrás suyo, al televisor: allí estaba elmensaje que acababa de leer. De repente no sesintió tan sólo. Alguien en el Palau Sant Jordi, en laMoncloa, en 10 Downing Street, en la Casa Blanca oen las mansiones de los grandes magnates de laindustria estaban viendo lo mismo que él. La telemostraba en esos momentos la lista de sistemashackeados de todo el planeta. Prácticamente todaslas redes financieras, gubernamentales, científicas,educativas, comerciales y muchísimas locales. En laparte de la izquierda, abajo, un contador adornadocon motivos navideños iba mostrando en tiempo reallos cientos de millones de dólares que se perdían acada segundo.

Habló: "¿Quiénes sois?". Musiquita: "Una coaliciónmundial de movimientos sociales, fundamentalmenteindígenas. Nos unimos por primera vez a través delo que entonces se llamaba Internet, a finales de1997. Nuestra aparición pública fue en la reunión dela Organización Mundial del Comercio en Ginebra alaño siguiente. Si le echas un vistazo más tarde anuestro centro de información en El Gran ArchiWeb,verás que entonces pedíamos que la liberalizacióndel comercio no supusiera la destrucción de lassociedades rurales y del medio ambiente, que seprotegiera la diversidad cultural y laautodeterminación de nuestros pueblos y que seestablecieran controles sociales sobre las inversionesde las corporaciones. En otras palabras: que no nosimpusieran una única forma de vivir determinada por

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el bienestar de los ricos a costa de nuestradegradación, como ha venido sucediendo desde larevolución industrial. Ya sabes lo que ha ocurrido enlos últimos años: habéis incrementado las emisionesde CO2 a escalas incontrolables, no queda cubiertaverde en Indonesia, Tailandia y Malasia, laspoblaciones indígenas están refugiadas en reservaselectrónicas para preservar los últimos vestigios desu cultura y habéis convertido a las redes en lacúspide del control policíaco del mundo a través delcomercio digital. Se acabó".

Esta segunda vez, el se acabó chasqueó como unlatigazo en la cabeza de Juan. Aquella reunión con laOMC le sonaba porque se produjo muy poco despuésdel catastrófico hundimiento de los mercadosasiáticos. Había leído en archivos vetustos, por lomenos de más de cinco años de antigüedad, quemiles de empresas quebraron de la noche a lamañana, millones de personas se quedaron sintrabajo y la miseria se convirtió en la estampacotidiana de los otrora famosos Tigres del Pacífico.Sabía que aquella turbulencia social estalló encientos de miniguerras, algunas incluso tribales, quea punto estuvo de provocar una conflagración másgeneral. Finalmente, Juan trataba de recordar, laIndia, China, Japón, EEUU y Alemania "aplacaron"los ánimos y emergieron como las grandes potenciasdel mundo. Los tigres se convirtieron en susempobrecidos gatos. Sí, aquello tuvo que haber sidomuy gordo, porque incluso arrastró a partes deAmérica Latina, como México, y cambió el rumbo deÁfrica, ya que muchas de sus ciudades alojan ahoraa las fábricas de las grandes corporaciones gracias asu continuo suministro de mano de obra barata.

¿Y este estado de cosas lo querían cambiar con un

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simple hackeo de las redes mundiales? El método leparecía pueril.

Habló: "Os van a despedazar. Os encontrarán uno auno, os acusarán con la nueva figura delictivaconsagrada por la ONU de atentado a la seguridad ybienestar del planeta y os meterán en la cárcel persecula seculorum. Y el siglo está empezando". Sesintió un poco aliviado. Musiquita: "Nosotros somosellos, Juan. Ya no hay forma de separar el polvo dela paja. Nosotros no estamos hackeando el sistema.El sistema se está hackeando a sí mismo. Esto loaprendimos hace mucho tiempo. A ti te debe sonarporque empezó en tu país. En 1997 hubo unasesinato en España cometido por aquellaorganización que se llamaba ETA. Indignados, milesde internautas bombardearon los servidores quetenían las páginas de un sistema de información queapoyaba a ETA. Fue la primera vez que vimosclaramente el poder que tenían los internautas por elhecho de funcionar en red y perseguir determinadosobjetivos. Lo que pasa es que siempre que habéishecho algo así era porque había cosas que os dolíana vosotros, os hartaban a vosotros. Además, a los 10minutos ya estabais tan sepultados en nuevasdescargas de información que os olvidabais de todoy volvíais a lo mismo de siempre: cuanta máscapacidad de consumo, menos pensabais en losdemás. Nosotros hemos aprendido mucho desdeentonces. Ahora lo único que hacemos es poner enmarcha los programas necesarios y contar con lacolaboración --advertida o no-- de miles deinternautas de todo el mundo, como tú, para quesepáis que existimos, que estamos habitando elmismo solar y que nos estáis condenando a vivircomo desgraciados todos los días".

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¿Como yo?, saltó Juan. "¿Como yo?", casi gritó.Musiquita: "Tú tienes todos los servicios de red paraevitar los bombardeos de mensajes electrónicos.¿Adónde crees que van esos mensajes si no llegan aninguno de tus terminales? Los bits se redirigenautomáticamente a basureros digitales que absorbensus impulsos electrónicos. Estamos conectados aellos a través tuyo. Todo lo que hacemos contigo ycon miles de otros internautas es un bombardeomasivo que automáticamente repercute de nuevopor toda la Red. Cogemos entonces la numeraciónde cada usuario rechazado, personalizamos nuestrodiálogo y encabezamos otro nuevo bombardeo.Nosotros vivimos, como siempre, en el basurero ydel basurero, pero ahora es digital. Gracias a laopulencia de tus recursos podemos reciclar unaparte de tu riqueza y taponar el sistema global. Entu caso, eres un internauta que ejerce la SolidaridadObligatoria con los desfavorecidos del mundo, comoel Presidente del Gobierno y sus ministerios. Otros lohacen voluntariamente. Pero no hay forma de saberde dónde viene el ataque, porque todos participáis".

Una voz le hizo volver la cabeza. En la tele había unindígena, quizá de Chiapas o de australasia, nosabría decirlo. Hablaba en castellano aunque,evidentemente, se trataba de una traducciónautomática simultánea. Solicitaba una reunión de lospueblos agrupados en la SO con la OMC, las 40corporaciones que controlaban el 77% del comerciodel planeta, representantes de la Unión Mundial deCiudades y los del Consorcio Global para unDesarrollo Sostenible integrado por miles depequeñas empresas de todo el mundo. Las redesquedarían liberadas en 10 minutos. Si los paísesricos decidían que no podían hacer nada por el restodel planeta, salvo seguir expoliándolo con la

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complacencia de sus propios ciudadanos, laeconomía mundial se detendría definitivamente en lasiguiente acción. "No se preocupen, nosotros todavíasabemos cómo trabajar la tierra y organizarmercados en el centro de las ciudades. Hemosguardado nuestros conocimientos en las redes y losvolveremos a usar para alimentarles", concluyó sumensaje el indígena.

Juan todavía miraba a la televisión cuando su libretaelectrónica le alertó de que podía seguir recorriendoel supermercado electrónico.

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22/12/1998Título: Más solos y más juntos que nunca (*)

Pues todo lo sabéis vos, y yo nada, diréisme lo quesoñaba esta mañana

Carlos llegó a casa justo a tiempo. En pocos minutoscomenzaba otro toque de queda por alertaradiactiva. Ajustó los sensores para el cierrehermético de la casa. Poco a poco empezó adesaparecer el calor húmedo que se colaba por lasventanas. Los acondicionadores crearon rápidamenteun ambiente agradable. Cuando salió de la ducha sepuso un pantalón corto e inició los preparativos de lacena de Navidad. Hacía tiempo que no veía a sufamilia y había quedado para celebrar la fechajuntos, aunque padres, hermanos e invitadosestaban repartidos por el globo. De hecho, algunosya habrían cenado y otros lo harían más tarde. Perotodos se reunirían en el ciberespacio en uno de lostípicos banquetes de estas fechas.

Carlos comenzó a ajustar los parámetros de suprocesador cuántico, capaz de controlar a los 160agentes inteligentes (AI) internos y externosespecialmente programados para este tipo deocasiones. Mientras hacía los preparativos, se tomóun par de cápsulas: dos minúsculos conos huecos decristal que en quince minutos se instalarían en elcórtex de su cerebro. Una hora más tarde ya estaríalisto para la gran fiesta.

Los conos estaban fabricados con sustancias

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químicas neurotrópicas extraídas de su propiosistema nervioso. A la media hora comenzó a sentirel típico cosquilleo interior cerca del cogote. Teníaque estar atento al lugar preciso donde se producíaesa especie de hormigueo porque allí tenía queaplicar el par de electrodos que entrarían encontacto con sus neuronas. Los conos actuaríancomo un transmisor/receptor situado dentro delcráneo que intercambiaría señales con el ordenador.

Mientras manipulaba cuidadosamente un juego deelectrodos, Carlos leyó en el cristal de la ventana elúltimo boletín informativo. Se había roto otroeslabón del "holocausto burocrático": un nuevodepósito de armas nucleares, éste de más de 70años de antigüedad, había explotado cerca de ladesembocadura del río Colorado. La plumaradioactiva comenzaba a moverse hacia el océano.Tardaría 16 horas en llegar a Japón y entraría en elcontinente asiático por el norte de China. "Más solosy más juntos que nunca", se dijo. Ahora que loscuerpos eran atacados por la radiación, las mentesinterconectadas eran capaces de trabajarcolectivamente, en algunos casos sin depender de susoporte físico, en un espacio neuronal compartidodonde las experiencias de cada uno alimentaban alresto. "Qué ironía", musitó.

Veinte minutos más tarde, Carlos ya se habíaaplicado los electrodos de la cabeza y los del restodel cuerpo, distribuidos estos estratégicamente porlas terminaciones musculares. Repasó una vez másel estado de los AI, muchos de los cuales erancomplejos sistemas nerviosos artificiales fabricadoscon material biológico. Algunos de los que teníadentro del cuerpo portaban procesadoresnanoelectrónicos confeccionados con trazas de su

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propio código genético para interactuar con losgenes y estimular la producción controlada de ciertashormonas. Prestó especial atención a dos de ellos,Glenas (interno) y Auges (externo), los másexpertos, a cuya preparación y entrenamiento habíadedicado mucho tiempo. Ellos eran los encargadosde supervisar y orientar el trabajo del resto deagentes. Auges era su agente favorito. Conocíaperfectamente sus sueños y fantasías. Cuando lolanzaba a la Red a capturar sensaciones, no habíaotro agente igual en esta tarea y en la maestría conque después las administraba a sus neuronas. Augesera lo más parecido que había conocido a losancianos de la tribu que describían los libros deantropología.

Una vez instalado cómodamente en el sillón, Carlosconectó el concentrador de electrodos al ordenador.A partir de ese momento, toda la casa quedó bajo elcontrol de su mente y de su cuerpo. La cuestiónahora era extender el radio de acción fuera de lavivienda. Ordenó a los sensores de la habitación queapagaran todas las luces. Los primeros AIcomenzaron a trabajar. Carlos abrió mentalmente laconexión con Internet y pidió la activación del CRY,el pigmento criptocromo que regula el ritmocircadiano del organismo relacionado con la luz y queestimula las facultades intelectuales, imaginativas yemocionales. Un AI se encargó de excitar la glándulacorrespondiente mediante la emisión de unligerísimo pulso. El cerebro se bañó lentamente deuna suave luz azul.

Carlos la vio como si tuviera los ojos abiertos y fuerala habitación la que se había iluminado. Ahora veníala parte que siempre le deparaba un particular placerfísico: el "encendido" de la percepción subliminal,

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que le permitiría una recuperación activa delfuncionamiento subconsciente del cerebro paraacelerar la identificación neuronal de imágenes,sensaciones y movimientos musculares que ni élmismo sabía que habitaban su cabeza. Además, seabrirían las conexiones necesarias para interactuarcon los sueños y fantasías que los AI iríanextrayendo de su infoteca personal Alpha y asíampliar el rango de su memoria.

Durante unos minutos tuvo la sensación de quealguien "peinaba" sus neuronas con un delicadocepillo. Los AI comenzaban a "dialogar" con losneurotransmisores. Lo sintió físicamente en la partetrasera de su cabeza. No pudo evitar que la boca sele hiciera agua en anticipación de lo que le esperaba.Había llegado la hora de la cena. Tragó la saliva y sehundió aún más en el sillón. Desde algún lugar de sumente surgió lo que parecía ser un mapa topográficocuyo acusado relieve le era familiar. Rápidamentepercibió el encuentro con mentes conocidas. Sucuerpo se fue llenando de sensaciones físicas, depalmadas, besos, caricias. El mismo las prodigabasin moverse. Escuchaba las risas y los saludos. Lasimágenes comenzaban a llegar a su cerebro claras,nítidas, como un torrente. El mapa se desplegaba, seretorcía y formaba figuras bellísimas a medida que elencuentro progresaba.

Los AI gastrónomos comenzaron a actuar. Sintió quesu boca se llenaba de un líquido burbujeante. Laspapilas gustativas se recreaban en el champán. Losimpulsos nerviosos fueron avanzando físicamentehacia la garganta, mientras el cerebro recibía labalsámica sensación del mosto. Se le escapó unasonrisa que vio viajar inmediatamente hacia el mapadel encuentro.

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Poco a poco, comenzó a embargarle la experienciadel primer plato: un pastel de ensaladilla rociado conmayonesa. Los sabores invadían la boca y sedesplegaban por todo su cuerpo, distribuidossabiamente a través de los neurotransmisores.Apenas percibió que le faltaba un poco de sal y un AIya había modificado ligeramente el sabor paraacomodarlo a la petición. Una parte del mapa estabaconstituida por una gigantesca infoteca denutrientes, sabores, olores y sensaciones, todos elloselectrónicos. Carlos veía como los AI entraban enella, seleccionaban rápidamente la informaciónpertinente, la procesaban y la convertían en pulsoselectromagnéticos que administraban en lasporciones adecuadas.

En el segundo plato, carne guisada con arroz yplátano frito, le brotó una ausencia. Había comidoaquel plato muchas veces en su casa y, aunqueahora hacía años que no lo había probado, algochirriaba en alguna parte del cerebro. ¡Picante, lefaltaba picante! Apenas expresó esta imagen, un AIacudió al sector de los condimentos y extrajo unamplio repertorio de ajíes cuya esencia calibrórápidamente con la identificación de sensacionessubliminales del cerebro de Carlos. En un par desegundos, sus terminaciones nerviosas recibieron elañorado pellizco caliente del picante pimiento rojo.

De repente le llegó el murmullo de la música. Unmurmullo mezclado con voces. Estas comenzaron aimponerse. Carlos sintió que algo en su cabeza seabría como una caja y dejaba escapar el eco lejanode una discusión. No le gustaba la sensación quecomenzó a inundarle. Pero ni Glenas ni Augesintervinieron para cancelarla. Estaban entrenados

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para dejar que la memoria trabajara libremente,sobre todo cuando recibía estímulos quedesenterraban imágenes olvidadas o subconscientes.Carlos se revolvió ligeramente en el sillón y bebió unbuen trago de vino. Las voces se convirtieron engritos. Los sintió en su pecho, resonando con unafuria inusitada. Era él discutiendo con su padre. Otravez. Algo que no había sucedido durante muchosaños. Las imágenes restallaban en su mente.

Trató de apaciguarse a pesar de la ira. El cerebroresplandecía y sintió que perdía el control de algunasde sus partes. Llegaban impulsos desde diferenteszonas que se convertían en imágenes familiares,reconocibles. Hermanos y amigos trataban decalmarle. Bebió más vino. No encontró el aromaafrutado de la primera cata. "Se me estánobnubilando las neuronas", pensó. Percibió que el AI"sommelier" cambiaba de vino y excitaba susterminaciones nerviosas con un sabor a tierra muyantiguo, vagamente familiar.

Una mano le acariciaba el hombro. Era su queridahermana Clara. Comenzó a llorar. Un AI la habíarescatado de la infoteca familiar, a pesar de quehabía fallecido hacía tres años. Los ánimos seserenaron paulatinamente. Escuchó claramente elmensaje que Auges le depositó en el nervio auditivo:"La vida es un río sin fin, sólo cambia el cauce". Leestaba parafraseando. Carlos sonrió levemente ysintió que se recuperaba del mal trago. Auges y elvino estaban haciéndole efecto.

Tras los postres, se sintió muy cansado. Desde hacíaun rato estaba recibiendo una señal colateral que noquería procesar. Finalmente se despidió de susfamiliares. Estaba molido. Y bebido. Para una cena

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celebrada sólo con la mente no estaba mal. Los AIcomenzaron a desconectarle lentamente de la Red yde sus propios centros neuronales. El cerebro fueperdiendo el tono azulado. Sintió de nuevo eldelicado cepillo que acariciaba sus neuronas. Ladesconexión estaba cerca. El cansancio comenzó aapoderarse de todos sus músculos. Tenía unas ganaslocas de dormir. Cada vez se sentía más borracho,pero era una cogorza bien distribuida por sus AI.Mientras se quitaba los sensores y los electrodosllegó a ver como algunos de los agentes grababaninformación en su genoteca. Mañana le echaría unvistazo.

Al levantarse, leyó el mensaje en el cristal de laventana: "No abra, el toque de queda se haprolongado. Soplan fuertes vientos del sudeste".Sabía lo que significaba. Nubes cargadas deradioactividad y otros contaminantes cruzarían laregión. Posiblemente no podría salir de la casadurante cinco días. "Bien, trabajaré desde aquí", sedijo. Se fue tambaleando hasta su habitación. Laseñal de la infoteca de los sueños estabaparpadeando. Carlos se metió en la cama, se pusoun electrodo emisor en la sien y lo sintonizó con elaparatito que parecía anticipar una noche prolífica.Al poco tiempo de dormirse, las luces de la infotecaAlpha comenzaron a destellar. El primer sueñoestaba llegando al módulo registrador.

(*) Todos los dispositivos que se mencionan en estecuento ya existen, así como las funciones quedesempeñan en el cerebro y otras partes delorganismo. Pero no están integrados en red.Todavía.

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1999

21/12/1999Título: Cuerpo invadido

Pensar en otra cosa es pensar en lo imposible

J.B. Wrightless, Presidente de EEUU, decía en esosmomentos: "En estas fechas, tenemos la obligaciónde ofrecerle al mundo uno de los acuerdos másimportantes de la historia. La humanidad espera queresolvamos nuestras diferencias y caminemos, todosjuntos, sin exclusiones de ninguna clase, hacia unfuturo mejor. A una comunidad global correspondeuna participación global, una comunión de todos contodos en aras de superar nuestras diferencias". Y sequedó callado. Los 2.700 delegados de 186 paísesque llenaban el anfiteatro de conferencias deEstocolmo quedaron expectantes, como si se fuera aproducir un anuncio trascendental.

La cumbre que celebraba los 20 años del encuentrode Seattle en 1999 llevaba ya 15 días sin encontraruna salida. La Conferencia Ministerial de laOrganización Mundial del Comercio que se celebrabaen Suecia era el séptimo intento de poner en blancoy negro un tratado que resolviera el descalabrocreciente del comercio mundial. El globo se habíadividido en dos sectores claramente diferenciados.Por una parte, la región del Área Policial, queprosperaba gracias a su férreo control sobre lapropiedad de tecnologías de telecomunicación. Por elotro, la región de la Asamblea de Ciudadanos en Red(ACR), que defendía la difusión sin cortapisas deesas tecnologías como un derecho público a lainteracción.

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Este conflicto había provocado un crecimientoaleatorio de las redes de telecomunicación, así comosucesivas oleadas de invasión de los centros dediseño de redes, la sustracción de códigos fuentes ysu distribución inmediata a través de redestelemáticas, la intrusión de patrullas de la ACR encada uno de los avances científicos, cada vez másdependientes de la integración de las redes. Elderecho a la interacción, recogido en la Carta Magnadel Ciudadano en la Sociedad de la Información,había colocado a muchos países en desarrollo en unaposición de ventaja gracias a sus redes humanas yalgunos, de hecho, ya competían en la "liga de losmayores". Pero la degradación creciente del medioambiente erosionaba constantemente sus avances y,a la vez, castigaba sin remisión a la poblaciónmarginada de los beneficios de la información y elconocimiento, aunque viviera en países infopulentos.El mundo de las redes era un lugar turbulentomarcado por las fronteras de la imaginación y elcontrol.

El Presidente seguía inmóvil en el estrado. Cuandoalguien se acercó para preguntarle si se sentía bien,el Director de la Oficina de Tecnología y Seguridadde la Casa Blanca le cortó el paso con el rostrolívido. "¡No lo toque!", casi gritó. Inmediatamente, elPresidente fue rodeado por varias personas de suséquito. El Director dijo en voz baja, pero no losuficiente como para que no lo recogieran losmicrófonos de ambiente: "Han entrado en su cuerpo,no hagamos nada todavía". Un murmullo se levantóen toda la sala. La noticia corrió como la pólvora porInternet. Había sucedido lo impensable, lo que elÁrea Policial siempre había temido y constantementese jactaba de que nunca podría ocurrir: Los sistemas

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corporales del Presidente de EEUU habían sufrido unataque de intrusos informáticos, quienes estabantomando progresivamente el control de susmoletrónicos.

Alrededor del Presidente comenzaron a desplegarsemáquinas de todos los tamaños, algunas de lascuales se conectaron delicadamente a su manos y sufrente. Tras unos segundos, la telemetría de sussistemas corporales comenzaron a aparecer en lagigantesca pantalla del anfiteatro. J. B. Wrightless,como tantos ciudadanos de los países ricos, tomabatodas las mañanas su ración de píldorasmoletrónicas, las cuales envolvían decenas denanordenadores que verificaban multitud deparámetros corporales: temperatura de los órganos,estabilidad de la fabricación de hormonas, el estadocelular de vísceras vitales, el funcionamiento de laTM (transferencia de memoria del BPEP --BancoPresidencial de Experiencias Pasadas--, sito en unbúnker en algún lugar de EEUU) y, sobre todo, elestado del corazón y el cerebro. El denominadoBosque de Sensores Cardíacos (BSC) controlabadesde el ritmo cardíaco hasta los genes artificialesque hacían guardia en espera de ser activados parareparar el tejido muscular en caso de un ataquecardíaco, embolia u otro evento que afectara alcorazón. Por la noche, los moletrónicos eranexpelidos junto a las heces fecales y reemplazadospor otros especializados en regular las funcionesdurante el sueño.

El Presidente seguía inmóvil mientras la excitacióncrecía a su alrededor. "No toquéis nada hasta quesepamos exactamente qué está sucediendo". En lapantalla todo parecía normal, excepto por unosmensajes que intermitentemente se colaban entre

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las columnas de números: "Controlado". A medidaque pasaban los minutos, estos mensajes eran másfrecuentes. "Señor Director, se están creandocircuitos nuevos en las redes todo el tiempo. Losatacantes no mantienen la conexión más de 45segundos y la pasan a otra red. Ya hemos detectadomás de 6.500. No hay un centro, hay miles delugares desde donde se está manteniendo lainvasión". En ese momento apareció un contador enuna esquina de la pantalla cuya progresión numéricaascendía y descendía constantemente: 7.250, 8.100,7.820, 8.910, 9.340...

De repente, todos los números desaparecieron de lapantalla y fueron sustituidos por una imagen borrosaque se fue aclarando poco a poco. En medio de unsilencio profundo se pudo escuchar claramente laspalabras del Director: "Están controlando losvideosensores, estos hijos de puta van a mostrarnosel cuerpo del Presidente por dentro. No hagáis nada,cualquier intento de quitarles la conexión podríasuponer que los moletrónicos quedaran fuera decontrol por unos segundos y eso sería suficientepara...". No terminó la frase. Un sudor frío le caíapor la frente. La imagen en la pantalla era ahoranítida. Una minúscula lucecita comenzó a parpadearsobre lo que parecía un órgano palpitando. Poco apoco aparecieron otras luces, hasta que dibujaronnítidamente un árbol de Navidad e iluminaronclaramente un hígado en pleno funcionamiento.

No sólo la sala de conferencias, sino cientos demillones de personas alrededor del mundo seguíanatentamente toda la ceremonia a través de lasredes. Y todos pudieron escuchar una especie decarraspeo que no se correspondía con el del Director,el único que hasta ahora había impartido órdenes.

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"Señor", le dijo uno de sus ayudantes mientrasescrutaba atentamente su cuaderno electrónico,"registramos una concentración de actividad en losmoletrónicos sónicos de la tráquea". No habíaconcluido la frase cuando se escuchó un segundocarraspeo que convirtió al recinto en un mausoleo,seguido de una voz parecida a la del presidente,aunque con una resonancia más suave que su, aveces, áspero acento.

"Hemos aceptado la invitación del Presidente deEEUU para participar en una comunión de todos contodos en aras de superar nuestras diferencias. Yhemos traído a este acto a los presidentes de las"Tres Hermanas", la señora Crawford de EEUU, elseñor Rao de la India y el señor Li de China, quienesencabezan, respectivamente, los consorciosmundiales de software, tecnologías estratégicas yredes de satélites. No os preocupéis por ellos:estarán perfectamente alimentados todo el tiempo ylos dos norteamericanos disfrutarán de su comidanavideña. Sus corpus-net funcionanimpecablemente, hasta ahora. Es casi unaexperiencia mística participar del cuerpo y el alma deestas personas, de su presente y del pasadoalmacenado en sus respectivos Bancos deExperiencias. Bien, sólo queremos deciros un par decosas. En primer lugar, la única forma de "superarnuestras diferencias", como decía el Presidente, esaceptando que, como estipula la Carta Magna delCiudadano de la Sociedad de la Información, elderecho a la interacción supone la distribuciónpública, sin restricciones de ningún tipo para nadie,de tecnologías estratégicas de comunicación.Mientras os lo seguís pensando, nosotroscontinuaremos capturándolas y transfiriéndolas a laspartes del mundo que habéis dejado en el camino,

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incluyendo a quienes en vuestras propias sociedadesopulentas ya ni tan siquiera poseen las herramientasesenciales para adaptarse a eventos rutinarios comolas fluctuaciones climáticas. En segundo lugar, tratarde evitar esta transferencia es una batalla perdidaque tan sólo hará la vida cada vez más difícil paratodos, sobre todo para quienes su corpus-net yaenlaza hasta con su dotación genética, como es elcaso de nuestros cuatro invitados. Os quedan tresdías para llegar a un acuerdo. Esperamos que laparte del mundo que celebra las Navidades paseunas buenas fiestas. Y no os preocupéis por nada: Elúltimo de nosotros en marcharse apagará las lucesdel arbolito".

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26/12/2000Título: Papá Noel era ateo

Nunca llueve a gusto de todos

El primer mensaje fue recibido con alborozo pormuchos y una cierta decepción por otros. "Por favor,no mande más felicitaciones de Navidad. Sus datospersonales han quedado incluidos en la páginahttp://feliznavidad.castellano.fest (*). Visítela,busque su nombre, añada la lista de personas a lasque desea felicitar las fiestas y adjunte tantosarchivos gráficos o audiovisuales como quiera. Todoslos usuarios de su lengua ya saben de la existenciade la página y, si quieren, la visitarán. Mediante unprocedimiento muy sencillo sabrán quiénes y cómoles felicitan las fiestas. Muchas gracias por suatención. Por un uso eficiente de la Red. CGW".

El segundo mensaje produjo una cierta preocupaciónal principio. Llegó el 22 de diciembre y fue eldetonante de una imprevisible crisis mundial. CGW,o Cegeuvedoble como se lo empezó a denominarpopularmente, era el "Cerebro Global de la Web". Suentrada en funcionamiento antes del verano habíacausado un espectacular revuelo mediático, como nopodía ser de otra manera.

CGW fue el resultado de un pacto extraordinario enel que participaron todos los gobiernos del planeta,organismos internacionales y asociaciones de todotipo que, de una u otra manera, tenían algo que vercon las redes.

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Tras una larga preparación, cuando se produjo laque se llamó "La Gran Conexión", la conocida yvetusta WWW cambió radicalmente de cara... y decomportamiento. Nuevos servidores basados en unnuevo lenguaje para confeccionar las páginas web ymiles de agentes inteligentes habían logrado que,por primera vez, la Red pudiera efectivamente leer yconocer el contenido de los miles de millones dedocumentos que almacenaba en cuanta lengua unopudiera imaginar. Y administraba este conocimientocon una eficiencia sorprendente. Arrinconaba lainformación redundante, solicitaba la que faltaba y lademandaba a quienes la poseían, distribuíaconocimiento según maduraban los perfiles de losusuarios y sostenía las necesidades de las llamadas"galaxias de saber". Estas consistían en núcleos deindividuos, colectivos, empresas u organizacionescon demandas específicas de información yconocimiento que debían satisfacerse de maneracontinuada, como podían ser las de la educación olos negocios globales.

Tras años de investigación en centros privados yacadémicos, así como en instituciones militares,sobre todo en la conocida DARPA del Departamentode Defensa de EEUU, la denominada "websemántica" había comenzado a convertir en realidadel sueño de una sociedad global. Una sociedadedificada sobre el conocimiento compartido, capazde negociar las interacciones entre millones deusuarios a pesar de sus diferencias culturales,ideológicas, religiosas o políticas. Una sociedadsustentada sobre redes múltiples cuya razón de serresidía en la globalidad y las necesidades de sususuarios.

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La red de Internet se repartía ahora en más de 200millones de servidores, a los que se sumaban cercade dos mil millones de ordenadores particulares detodo tipo y tamaño que conformaban, en conjunto,el más vasto tejido neuronal jamás imaginado.

Por más que los medios de comunicación de todo elmundo y los responsables del cambio, la Corporación3W –C3W-, hubieran avisado con gran profusión dedetalles de lo que iba a suceder, a mucha gentetodavía le sobresaltaban los mensajes firmados porel Cerebro Global de la Web. "Esta información queusted pretendía distribuir ya se encontrabadisponible en la Red. Por favor, evite la informaciónredundante. Trate de aportar información original yenriquezca la Red para usted y todos los usuarios.Muchas gracias por su atención. Por un uso eficientede la Red. CGW".

La irritación que causaban en un primer momentofue dejando paso a la admiración por la eficienciacon que el CGW administraba la información y elconocimiento generado e intercambiado por más de2.000 millones de personas. Además, se podíacomprobar fácilmente la huella propia a medida queevolucionaba el sistema. A veces, bastaba con enviarun artículo a una lista de distribución para que elCGW respondiera indicando donde había informaciónsimilar o mejor, o incluso que había sido aportadapor uno mismo hacía unos años y de la cual ya ninos acordábamos. Los buscadores habíandesaparecido para dar lugar a una especie deesgrima intelectual que casi siempre daba resultado.

El Cerebro Global actuaba como un sistema nerviosocentral distribuido entre millones de máquinas que, asu vez, eran el canal de comunicación con sistemas

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nerviosos personales o colectivos. Pero no había uncentro. No era un Gran Hermano bajo ningúnconcepto, sino todo lo contrario. La inteligenciaestaba repartida por miles de máquinas queanalizaban el contenido de documentos de todo tipo--textuales, gráficos, audiovisuales, holográficos,etc.--, intercambiaban constantemente informaciónentre ellas, negociaban los denominados "estados deinfoequilibrio" y respondían inmediatamente acualquier demanda ... o laguna. "Señor Tal y Cual: laempresa XX está buscando experiencias sobrecomportamientos culturales en el área de la asesoríaurbana en el sureste asiático. Usted y su equipo latienen a tenor de la información que intercambiancon sus clientes. Le ruego que la ponga a disposiciónde la mencionada empresa bajo el siguienteencabezamiento.... y adjunte el correspondiente plande negocio. Muchas gracias por su atención. Por unuso eficiente de la Red. CGW".

Si no se cumplía con la petición, progresivamente seiban cancelando los medios de pago del Señor Tal yCual, su acceso a ciertas áreas de la Red quedabanrestringidas y, según se decía, se había llegado acancelar todas sus cuentas de usuario, lo cual podíaser el primer paso para convertirse en un pariadigital. Pero así se había negociado que funcionara laRed y así se acordaron que fueran los principiosfilosóficos e informáticos del CGW: un sistema deinteligencia global capaz de satisfacer la demanda delos millones de usuarios que compartíansimultáneamente el mismo espacio virtual.

El mensaje del 22 de diciembre que originó el granalboroto mundial decía: "Señor Tal y Cual, por favorprepare un informe sobre comunicación en entornosindustriales deslocalizados pero organizados

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verticalmente por la demanda. Debe usted colocarloen la Red en cinco días. La petición procede decámaras de comercio del Este de África y tresadministraciones locales de China. Muchas graciaspor su atención. Por un uso eficiente de la Red.CGW". El Señor Tal y Cual leyó el mensaje con unasonrisa típica de "metiste la pata, sabelotodo".Desconocía, desde luego, que en esos mismosmomentos, miles de señores y señoras tales y cualessonreían ante mensajes semejantes aunque dediferente contenido y procedencia. Lo común entreestos señores y señoras no eran sólo los mensajes,sino que todos ellos se aprestaban a celebrar laNavidad. Y todos enviaron, letra de más o coma demenos, una respuesta parecida: "Lo siento muchoCegeuvedoble, pero comienzo mis vacacionesnavideñas y hasta principios de enero no volveré altrabajo. Felices Fiestas. Señor@ Tal y Cual".

Todos recibieron una respuesta semejante: "La Redes universal y, por tanto, permanece abierta 365días, 7 días de la semana, 24 horas al día. El mundovirtual no se puede parar por las fiestas particularesde algunos grupos de usuarios. Le ruego que cumplacon la solicitud o su acceso será cancelado. Muchasgracias por su atención. Por un uso eficiente de laRed. CGW." Los receptores del texto no dabancrédito a sus ojos. En un instante, ráfagas de milesde mensajes cruzaron el ciberespacio en busca deese centro inexistente de la inteligencia distribuida,del centro neurálgico del cerebro global.

"CGW: Navidad es una fiesta religiosa y yo notrabajo en esos días". La respuesta no se hizoesperar: "Internet no se cierra y hay urgencias queresolver en el mundo. Usted mismo lo ha dichomuchas veces. Hay abundante información al

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respecto. Las consideraciones religiosas no sonválidas. Una vez leída toda la documentación alrespecto almacenada en la web, no hay argumentosde peso para cerrar la Red por motivos de este tipo.Ni siquiera está demostrado el origen religioso deSanta Claus, que existiera o que creyera en algúndios. La web debe permanecer abierta en las mismascondiciones para todas las religiones y culturas todoslos días del año. El conocimiento y los negocios noocupan un lugar religioso, sino de necesidades,demandas, obligaciones y transacciones a través delintercambio de información y conocimiento entretodos los que siguen conectados. Por si le interesasaberlo, su cambio de año está 2.600 años atrasadorespecto al calendario de los chinos, 543 años conrespecto al budista, 3.760 con respecto al hebreo yestá adelantado en 580 años con respecto almusulmán. 5300 millones de personas no viven deacuerdo a su calendario y dependen para susupervivencia de la Red. ¿Quiere que cierren susvidas hasta que usted acabe sus vacaciones? Porfavor, envíe el informe solicitado o todas suscompras navideñas a través de la Red seráncanceladas. Muchas gracias por su atención. Por unuso eficiente de la Red. CGW."

¿Sociedad global del conocimiento en red o redesparticulares para el conocimiento de cada sociedad?Desde aquellas Navidades, nada fue igual en elmundo. Todos, grandes y mayores, ricos o pobres,de la raza, religión o cultura que fueran, se vieronmetidos en un callejón del que ya no era tan fácilsalirse. Santa Claus y los Reyes Magos fueron losprimeros en pagar los platos rotos. Nadie osómeterse en polémicas con el CGW y colgar tarjetaselectrónicas con estos iconos. Fue el saludable iniciode un cambio inesperado.

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(*) La URL que se ofrece en este cuento es falsa. Nopodía ser de otra manera: el "Cerebro Global"todavía no ha entrado en funcionamiento y no se hadesignado la fecha definitiva en que lo hará.

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25/12/2001Título: Las cazuelas

Si cantas al asno, te responderá a coces

El intenso frío del mediodía se mezclaba con elaroma del ciervo que se asaba en la puerta de lacueva. Trinchado en un palo sostenido por doshorquillas, una mujer le daba vueltas de vez encuando. Varios niños correteaban saliendo yentrando de la cueva, siempre bajo la estrechavigilancia de los adultos. Algunos de estos seseparaban de vez en cuando del fuego para husmearel aire. No había fieras por las cercanías. Sin dejarde vigilar, regresaban al círculo de los sentadosalrededor del fuego. De repente, todos se pusierontensos. Algunos se levantaron con las lanzas en lamano. Todos miraban al mismo punto del bosque.Por allí apareció un joven, resoplando bocanadas devapor blanco por la boca y cargando un fardo a susespaldas. Se acercó al grupo y uno de los adultos lepreguntó:

.--¿Qué traes ahí, Anul?

.--Cazuelas.

.--¿Caqué?

"Cazuelas", volvió a repetir el joven mientras abríalas pieles y esparcía unas cuantas cazuelas ante lamirada asombrada de los habitantes de la cueva.

"¿De dónde las has sacado? ¿Para qué sirven? ¿Paraqué las quieres?", le preguntó la mujer que seguía a

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cargo del ciervo, mientras Anul las ordenaba sobre lapiel extendida. Cinco cazuelas, de distintos tamaños,tres de ellas con una tapa. Un par estaban pintadascon una raya en zig-zag de color amarillo apagado."Sirven para hacer comida", dijo Anul, mientraspermanecía en cuclillas al lado de los extrañosobjetos sin dejar de mirar a la cara a los que lerodeaban.

El más viejo, un hombre de unos 38 años, fornido apesar de encontrarse ya en un estado avanzado dedecrepitud como reflejaba los pocos dientes que lequedaban, se agachó lentamente al lado de Anul ycalmó el alboroto que habían causado las últimaspalabras del joven.

"Anul, ¿de dónde has sacado estas... cazuelas?¿quién te las ha dado?". Anul miró al anciano, elevóla vista hasta su padre que le observaba expectantey volvió a enfrentar la mirada intensa de quien, dehecho, oficiaba de jefe del clan. "Los otros. Me lashan regalado los otros." Un silencio profundo invadióla escena. El ligero silbido del viento, el crepitar delos troncos y la agitada respiración de los presentesera lo único que se escuchaba. Hasta los niñoscallaron. "Hoy celebran una fiesta, me han dicho. Meregalaron estas cazuelas para que preparáramoscomidas como ellos y nos uniéramos a lacelebración. También me dieron esto y meexplicaron cómo cocinarlo". Anul sacó otro fajoenrollado que llevaba atado a la cintura en laespalda. Lo abrió y mostró diversas hortalizas, setas,manojos de hierbas, bayas y frutas.

El viejo y varios de los adultos no podían reprimir susorpresa. Pero en sus rostros también se dibujaba elgesto de un suceso esperado: "Ha llegado el

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momento". El viejo, sin retirar la mirada de losalimentos, preguntó despacito: ¿"Y qué celebran,Anul?" El joven esperaba la reprimenda por haberentablado relaciones con los otros, no este súbitointerés por lo que hacían o dejaban de hacer. "Dicenque hoy nace el Sol otra vez y la tierra se abre comoen un parto. Eso es lo que dicen. ¿Qué significaeso?". "Eso no significa nada, hijo, sólo que quierenatraerte con historias. Te hablan de fiestas, teregalan cazuelas y esas cosas que ellos comen y,encima, nos las traes a nosotros". El viejo parecíacontenido, aunque se le notaba que la ira ibasubiendo en intensidad.

Anul no parecía impresionado. "Ellos cocinan enestas cazuelas. Ponen esas cosas adentro con agua.Las dejan bastante rato al fuego. Y todo huelediferente. Después guardan las cazuelas con lo queno llegan a comer y tienen comida para todo el día opara varios días. Muchas veces las llevan cuando sevan de caza y sólo tienen que encender el fuego ytienen la comida lista enseguida, aunque no hayancazado nada todavía. Nosotros no podemos haceresto. Sólo comemos la carne que cazamos y latenemos que comer en el momento y siempretrinchada sobre el fuego". Anul jugaba con un par detapas de las cazuelas mientras esperaba elchaparrón.

"Siempre hemos comido así y no nos hemos muertopor eso. Tú, yo, tus antepasados y los antepasadosde nuestros antepasados. ¿Qué ha pasado para queahora tengamos que usar estas cosas que, además,no son nuestras y no sabemos con qué intencioneste las han dado?". Anul miró a su padre, que eraquien había hablado. "Hoy celebran una fiesta y mehan regalado las cazuelas sin pedirme nada. Sus

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cuevas huelen diferente a las nuestras, su fuegosiempre tiene seis o siete cazuelas con comidasdistintas dentro. Además, como se pueden llevar lacomida con ellos no salen todos los adultos a cazar.Algunos se quedan en la cueva haciendo otrascosas". "¿Como qué?", preguntó con curiosidad supadre. "Vigilan, pintan, buscan hierbas y frutas paraponer en las cazuelas, fabrican cosas, cosasdiferentes a las nuestras. Tienen piedras y huesosque cortan por las dos caras".

Los adultos se miraron entre ellos. Una mujerpreguntó: "¿Y quién vigila todas esas cazuelas?Porque yo me paso todo el día cuidando que la carneno se queme. Si dices que ponen seis o sietecazuelas al fuego, ¿cuánta gente está atenta paraque no se queme lo que hay dentro?". "Yo sólo veo auno o dos que remueven lo que hay en cada cazuela.No sé, deben saber cuánto tiempo pueden estar alfuego, no sé." Anul estaba cada vez más inquieto. Elsilencio del viejo le preocupaba.

"Anul", dijo por fin el anciano. "Nosotros hemoscomido nuestra caza de esta manera desde la nochede los tiempos. Estamos hechos así: para cazar ycomer la carne de lo que cazamos. Si tuviéramosque comer otras cosas y de otras maneras, nuestrosantepasados nos lo habrían legado, como noslegaron la lanza. Nosotros somos diferentes y nonecesitamos... cazuelas para hacer lo que los otrosllaman comidas".

Anul se lo pensó unos segundos antes de contestar."¿Y por qué los otros tienen más herramientas quenosotros? Tienen cosas que llaman arpones,ganchos, armas para cazar animales pequeños opeces...". "¿Y eso que tiene que ver con las cazuelas,

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Anul? ¿Qué tiene que ver con nosotros? ¿Qué tecrees, que los objetos lo es todo, ya sean estascazuelas o eso que llamas arpones? La vida no sereduce a tener arpones".

"¿A qué se reduce entonces?" La pregunta de Anulflotó demasiado tiempo en el aire. "A mantenernosjuntos", dijo por fin el viejo. "¿Nosotros solos o conlos otros también?". Anul no quería ahora soltar lapresa. Era la primera vez que hablaba cara cara conel viejo y con los adultos de estas cosas. Miraba a lascazuelas como si en ellas se encerrara un granmisterio que tenía que revelársele en ese momento,antes de sentirse atrapado como un cervatillo. "Nonos hacen falta los otros. Nosotros somos másfuertes que ellos, mucho más fuertes, y eso que notenemos cazuelas", replicó el viejo con cierta sornaen la voz.

Anul le miró a la cara: "Nosotros somos más fuertes,pero ellos tienen más adultos que nosotros. ¿Porqué? Dicen que los más mayores nacieron antes quetu padre". "Te cuentan unas historias muy bonitas,Anul. Nosotros morimos cuando tenemos que morir.Ni antes, ni después. No entiendo adónde quieresllegar", le respondió el padre. Anul tampoco. Nosabía adónde quería llegar. Pero las cazuelas y elaroma que emanaba de ellas en la cueva de los otrosle tenían fascinado. "A lo mejor viven más porquecomen más cosas que nosotros", dijo sin muchaconvicción.

"¡Ya estamos con las cazuelas otras vez! ¿Qué tienenque ver las cazuelas en todo esto? ¿Ellos tienen másadultos porque tienen cazuelas? ¿Porque comen esaporquería de hierbas con agua, como tú dices?". Elviejo se había puesto de pie. Anul musitó: "Tú

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tampoco lo sabes. Puede ser que sí, puede ser queno". Todos los adultos miraron al anciano. "¿Creesque ellos son más felices porque tienen comidasdistintas?", bramó el jefe del clan. Anul no seesperaba este argumento. No estaba preparado paracontestar algo así, de sopetón. El viejo lo percibió deinmediato. "¡Dime! ¿Crees que porque cazan otrascosas o los adultos, según ellos, viven más tiempo,crees que por eso son más felices?". Anul soltó loúnico que se le ocurrió en esos momentos: "Hoy, almenos, celebran una fiesta y parece que están todosmuy contentos".

"Además", prosiguió rápidamente, "yo sólo queríaque probáramos otras cosas. Si cada vez quedescubramos algo nuevo nos vamos a poner así...".El viejo dio dos pasos hacia el tesoro de Anul. "¡Nome vengas con cuentos! Por supuesto que cada vezque inventemos tonterías nos meteremos en estasdiscusiones, pero no porque inventemos, sino porqueson tonterías, como estas cazuelas que se pueden ira la mierda".

Dicho y hecho. De una patada las cazuelas volaronpor los aires hechas añicos, mientras todos seguíanatentamente la inesperada lluvia de trocitos debarro. Nadie vio el avión que surcaba el cielo enaquel momento, a 40.000 años de altura, justocuando a los otros se les servía la comida. El menúincluía, excepcionalmente y debido a la fecha, asadode ciervo con arroz y verduras hervidas.

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2002

24/12/2002Título: La máquina de la civilización

Las almas grandes nunca se abaten

"El primero de estos correos electrónicos llegó haceexactamente diez días, el 14 de diciembre. Alprincipio eran dos o tres al días. Después, a medidaque los iba contestando se incrementó el número yla diversidad de temas. Ahora sé que no soy el únicodestinatario. No sé qué hacer, ni qué está pasando".Samuel Huntington miraba alternativamente a lapantalla de su ordenador y a Chris Calvin, el agentede la CIA enviado por el Departamento de AlarmasInmediatas. "¿Y por qué los responde? ¿Por qué nolos borra o los guarda y los deja para otro día?",respondió Calvin. La respuesta era obvia, por algo seencontraba en casa del profesor la víspera deNavidad: "No puedo. Son mensajes que me planteanproblemas muy serios desde el punto de vista de loque he escrito estos últimos años. Nunca nadie mehabía planteado estas cuestiones de esta manera. Escomo si yo estuviera al otro lado discutiendoconmigo a partir de mis propias lagunas, lagunasque no había detectado hasta ahora".

A Calvin eso no le pareció suficiente. No como paraque ni siquiera hubiera tenido tiempo de salir ahacer las compras de Navidad, como le habíaexplicado un preocupado Huntington. Lo másextraño de todo es que, en ese mismo momento,varios compañeros de Calvin estaban escuchandoposiblemente algo muy parecido, pero en la casa deFrancis Fukuyama y de un puñado de intelectuales

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estadounidenses que habían recibido una avalanchasemejante de mensajes. Calvin ya los habíareenviado al cuartel general de la CIA para que losexaminaran y sabía que sus compañeros habíanhecho lo mismo. Pero, ¿por qué había queresponderlos ahora, por qué no dentro de unos días,o de un mes?

"¿Me muestra de nuevo el primero de ellos?", pidióel agente. Don Samuel tecleó nerviosamente y lopuso en pantalla: <<Señor Huntington, ¿cree ustedque una sociedad no basada en el consumo puedeconstruirse sobre un sistema político alternativo a lademocracia, que usted entiende como parteinherente a la civilización occidental?>> "¿Quérespondió usted?" Huntington se revolvió en elasiento y explicó brevemente cómo había expuestoel caso de Rusia tras su caída y la reconstrucción deformas capitalistas basadas en el consumo demasas. "Sin embargo, el siguiente mensaje dejó mirespuesta en el aire. Eso ha sucedido en casi todoslos casos. Los nuevos mensajes han abierto otroscampos de interrogación, cada vez más profundos,más exhaustivos, incluso más filosóficos". Calvinrevisó sus notas y se encontró con aclaracionesparecidas por parte de Fukuyama y de algunos desus colegas.

"¿Usted conoce a los firmantes, sabe si realmenteexisten?", preguntó Calvin sin dejar de consultar suspapeles. "Bueno, al principio sólo reconocía lasinstituciones: universidades de El Cairo, Casablanca,Islamabab, Haifa, Ammán... Las personas me erandesconocidas, pero aparecen en los listados delpersonal de esas instituciones. Algunas de susposturas creí reconocerlas. Incluso consulté aEdward Said si él estaba asesorando a algunos de los

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firmantes". Calvin le miró inquisitivamente. "Bueno,me pareció reconocer algunos de sus argumentos.No entendió nada de lo que le dije. Me explicó queestaba a punto de salir de viaje de vacaciones y que,a la vuelta, le gustaría ver los mensajes".

De repente llegó otro correo electrónico marcadocomo urgente. Huntington lo abrió. Procedía de launiversidad de Teherán. Los dos leyeron en silencio:"Señor Huntington, usted sabe que el mundo árabeno forma un conjunto homogéneo, aunque sí en loespiritual. Si ahora se fragmenta, por ejemplo, entreel Magreb y Oriente Próximo, o la zona del Golfo,¿cómo convivirán civilizaciones que se buscan peroen un marco político de reordenamiento del poderque tiende a separarlas? ¿Cuáles serán las nuevasrelaciones que les permitirán entenderse?"

Calvin miró a Huntington con curiosidad. Estemasculló en voz baja: "La verdad es que se trata degente muy inteligente y conocen muy bien lo quepensamos. Quizá mejor que nosotros mismos"."Parece que le sorprende, profesor". "Sí, la verdades que sí. ¿Dónde han estado hasta ahora? Estos noson los líderes religiosos que hemos conocido enestos países. Además, ¿cómo pueden coordinarse deesta manera y lanzar preguntas de este calado atanta gente al mismo tiempo y desde lugares tanapartados entre sí? ¿Nos están queriendo plantearalgo más que un mero debate intelectual?". Calvinestuvo a punto de decir "Internet tiene estas cosas",pero se guardó el comentario para mejor ocasión.

"Lo que me parece más interesante es que hayandecidido atacar, si me permite el término, justo enNavidad. Aquí están ustedes, los portavoces de unestilo de vida, convertidos en prisioneros de ese

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mismo estilo de vida. Internet es la celda y lospensamientos son los guardianes. Pensamientos queustedes no saben muy bien cómo tratar o cómoresponder. ¿No le parece curioso este choque decivilizaciones?". Huntington pasó por alto la ironía,que no esperaba de un agente de la CIA, aunque yahabía pensado en ello varias veces, sobre todocuando tuvo que discutir con casi toda la familia aldecirles que todavía tenía trabajo y no podría salircon ellos a hacer las compras navideñas.

Como si le adivinara el pensamiento, Calvin le dijoque, si le servía de consuelo, la cúpula delDepartamento de Defensa, desde Rumsfeld hastaPaul Wolfowitz, pasando por algunos de susasesores, estaban en la misma situación. "Y,además, informando a la Casa Blanca de cada nuevomensaje que recibe usted y los otros profesores. Osea, que allí también hay gente sin vacaciones". Eraevidente que a Calvin le divertía la situación, aunquetrataba de mantener la seriedad por si el asunto seescapaba de las manos. Algunos de sus jefesconsideraban que podría ser un aviso cifrado de unataque y habían clasificado el caso como altaprioridad y estrictamente confidencial. En la casa decada uno de los receptores de los mensajes había unagente de la CIA y una patrulla policial en losalrededores.

Mientras el profesor comenzaba a redactar unarespuesta al último mensaje, Calvin recibió unallamada por el móvil. Se fue a la habitación contiguadesde donde se escuchaba el murmullo de suconversación. Cuando regresó miró fijamente alprofesor, quien aguardó expectante. "¿Cómo sabeusted que se trata de seres humanos?".

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Huntington esperaba cualquier cosa menossemejante pregunta. "No le entiendo". Calvin miró alordenador y le preguntó: "¿Conoce usted el enigmade Touring?". Antes de que pudiera responder, elagente le explicó que Alan Touring, uno de lospadres de la computación moderna, había formuladohace 50 años el principio por el que se podía decirque una máquina pensaba si el interrogador humanono podía distinguirla de otro humano.

"Señor Huntington, todo apunta a que estamos anteel caso más avanzado de este tipo de máquinas,máquinas que piensan. Al parecer, alguien ha creadoun programa alimentado con ideas suyas y de suspropios colegas. La máquina ha elaboradorompecabezas con esas ideas y ha generado laspreguntas que, al parecer, ni ustedes mismos habíansido capaces de plantearse. Incluso, según usted meha confesado, en algunos casos han logrado poneren cuestión las premisas básicas sobre las que seasientan sus propias concepciones, ¿no? Bien, estoes lo que me han dicho que está pasando. Lo cual noelimina la cuestión de fondo: ¿Quién ha hecho esto,gente de "nuestra civilización" o de las "otrascivilizaciones"? Ya sé que, para usted, esto no esquizá lo más importante. Pero seguro que será loúnico que los jefes querrán saber. Respecto a usted,sólo le puedo decir que espero con mucho interés supróximo libro. Que pase unas buenas fiestas".

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23/12/2003Título: Luces de Navidad

No viene día que no venga tarde

Nunca se había vivido con tanta expectativa yanticipación la tradicional ceremonia del encendidode las luces de Navidad. Ese momento mágico queconvertía en espacios resplandecientes a las plazas ycalles de miles de ciudades en el mundo durante losúltimos días del año, era el pistoletazo de salida parala pléyade de ritos que componían el mecanismointerior de la fiesta: las felicitaciones rituales, loscentenares de millones de bienintencionadosmensajes mediante postales, correos electrónicos,anuncios o calendarios, los regalos útiles e inútiles,sorprendentes o (los más) repetitivos, la ilusión de laalegría infantil a fecha fija, la gastronomía sin frenoposible, la reverencial mirada a las tarjetas decrédito y la vigilancia de soslayo de la cuentabancaria. Este año 2003, sin embargo, las luces deNavidad prometían algo más que la felicidad confecha de caducidad.

Los medios de comunicación habían bautizado enesta ocasión al tradicional encendido de las lucesnavideñas como el "doble big bang". Efectivamente,el alcalde de la ciudad tendría a su disposición dosinterruptores. Uno produciría el "big bang" conocido:guirnaldas y figuras de todo tipo se convertirían enun bosque iluminado cuyo fulgor inundaría calles yedificios. El segundo interruptor encendería las"luces del tiempo" que, por primera vez, se usaríanpúblicamente en la fiesta más popular del mundooccidental. La diferencia entre ambas ceremonias eranotable. La primera sólo requería, como siempre, losmiles de espectadores dispuestos a decir "¡ooooooh!"

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en el momento adecuado. En la segunda, sinembargo, además del gentío que ya se agolpabaalrededor de las cabinas donde se encenderían las"luces del tiempo", los ciudadanos que iban arecibirlas como si fuera el agua de un rito iniciáticohacían cola. Ellos, y las luces navideñas, eran losgrandes protagonistas de la noche.

Los periodistas, cámara en ristre y armados demicrófonos, no cesaban de entrevistar a unos yotros, a espectadores y actores.

- Qué, ¿usted no se atreve?- No sé, es que... a mí me gustan las

Navidades, aunque reconozco que a veces me danganas de irme a otro planeta. Quizá el año que vienelo pruebe.

- A usted lo noto más que nada indeciso...- Yo voy a esperar a ver qué pasa. Si todo

sale bien, entonces lo probaré para el siguienteForum de las Culturas. Para hacerlo en Navidadessiempre hay tiempo.

- Y usted, ¿va sólo o con la familia?- No, no, solo, solo. La familia dice que se lo

pasa muy bien estos días y prefieren esperarme. Lovoy a probar yo primero y, si todo marcha comoprometen, pues me sacaré un abono por el resto delas navidades que me queden.

- ¡Doctora Hau, doctora Hau, por favor,díganos que siente en estos momentos! ¿Lesorprende lo rápido que sus ideas se han convertidoen realidad? ¿Es este su mejor regalo de Navidad?

- Bueno, como ya he dicho tantas veces estosdías, nunca imaginamos que llegaríamos a estemomento tan rápidamente. Ahora suenan másproféticas que nunca las palabras del malogrado PhilHemmer, del Laboratorio de Investigación de laFuerza Aérea de EEUU en Hanscom, cuando en el

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2001 nos dijo: "Ahora que han mostrado que esposible, el siguiente paso es llevarlo a lapráctica". Y, por más increíble que parezca, aquíestán las "luces del tiempo", en el lugar que lescorresponde para su gran estreno: iluminando lasnavidades.

Lene Hau conmovió el mundo de la ciencia en 1999cuando anunció que había conseguido rebajar lavelocidad de la luz a unos pocos metros porsegundo. Dos años después, el mundo recibíaatónito una noticia que devolvía una miradasorprendida hacia Einstein: Mijail Lukin conseguíadetener completamente un pulso de luz roja sinperder ninguno de sus fotones. La luz, que viaja enel vacío a 300.000 kilómetros por segundo, y a unpoco menos en medios más densos, había reducidosu velocidad a cero en un preparado especial deátomos de diferentes gases, como sodio o rubidio.Poco tiempo después, el experimento ascendió unpeldaño más mediante un interruptor químico quepermitía que la luz "reanudara" su camino a saltoscontrolados hasta alcanzar su velocidad "normal" decrucero.

En poco tiempo, Hemmer y su equipo, junto coninvestigadores de otros centros científicos,comenzaron a diseñar prototipos donde se pudieradetener la luz, detener el tiempo y provocar, entreotras posibilidades, saltos en el tiempo cabalgando laluz. Las primeras cabinas experimentalescomenzaron a funcionar en el 2009. Rápidamente sepasó del laboratorio a los ensayos de campo conanimales. En el 2000, miembros del equipo Harvard-Smithsonian, que venían aplicando la detención de laluz al diseño de ordenadores cuánticos superrápidos,se convirtieron en los primeros humanos en probar

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los saltos del tiempo a lomos de haces de luz.

Un año después, dos compañías de EEUUcomenzaron a fabricar las primeras cabinas en serieaunque, en realidad, cada una debía llevar de fábricala especificación de su objetivo. No se trataba de unamáquina del tiempo "a la Wells" con mandos ypalancas para escoger dirección y época del viaje. La"luz del tiempo" requería de una complejacombinación de rayos láser y medios químicos para,primero, detener la luz y, después, ponerla de nuevoen el lugar exacto de coincidencia entre el tiempo yel espacio deseado. Ambas compañías decidieronhacer un estudio de mercado, uno de los másextensos jamás emprendidos y con el mayor índicede participación que se había conocido hastaentonces. Internet fue esencial para asegurarse unacobertura mundial. La pregunta era directa ysencilla: "Si usted pudiera cabalgar la luz del tiempo,¿hacia donde saltaría?".

La respuesta abrumadoramente mayoritaria desdetodas las esquinas del planeta fue clara yestentórea: "Me saltaría las Navidades". Un deseotan masivo provocó una profunda y traumáticaconmoción cultural. Científicos sociales, expertos detodo tipo, filósofos e intelectuales, columnistas,charlatanes, todo el mundo se abocó a dilucidarmediante una amplísima batería de argumentos yestadísticas las razones de esta espantadasincrónica. Que si el paro, que si el aburrimiento,que si la disgregación familiar, que si el consumocompulsivo... Todavía siguen apareciendo libros ydocumentales dedicados a encontrar la quinta patadel gato que explique lo que se dio en llamar "elgran éxodo navideño".

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Y aquí estamos ahora, a punto de que el alcaldeencienda las "luces del tiempo", las luces navideñasque permitirán a unos cuantos seres humanos eludirlas Navidades, saltárselas cabalgando sobre haceslumínicos que se detendrán completamente paradespués reanudar su camino hasta depositarlos,sanos y salvos, en otro tiempo de sus vidas, sin"felices fiestas y próspero año nuevo" en el horizonteinmediato.

A las 12 en punto de este 23 de diciembre de 2003,el alcalde tocó el botón. Un bellísimo fogonazo azulinundó en interior de las cabinas. Las siluetashumanas quedaron recortadas sobre un fondo dehaces rojos, los cuales fueron derivando hacia unvioláceo cada vez más opaco hasta fundirse en unnegro azabache. Todo sucedió en un suspiro, sinestruendo ni fanfarria. Las cabinas de las "luces deltiempo" volvieron a iluminarse, ahora por losadornos navideños que se arracimaban en sucontorno.

La ceremonia había acabado. Las Navidades habíanempezado. Ahora sólo quedaba cumplir con todos losritos y aguardar a que los jinetes de la luzregresaran allá por la primera semana de enero. Enel aire flotaba una extraña sensación, uninterrogante irresoluble: ¿cuál era el mejor de estosdos mundos que acababan de inaugurarse, uno confiestas navideñas repletas de luces y tradicionesinefugables, u otro tan sólo ocupado por el galope deuna luz quieta? Ante la duda, vamos a comprar loque nos falta para la cena. Y el año que vienedesaparecemos, ¿eh?

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Adenda.

Lo bueno de ciertas investigaciones de cosasperdidas y halladas casi por casualidad es queprosiguen y prosiguen, como si la víctima “siguieraviva” y uno fuera un Holmes las 24 horas del día.Descubrir al autor, o autores, de estos cuentos goza-o sufre- de esta naturaleza. Solo se puede cantarvictoria cuando se alcanza el objetivo, descubrir alculpable. Lo contrario supone conceder una derrotahermética, sin visos de solución y, casi lo peor, sinpúblico. , aunque se le añada todo el colorido posiblea la indagación. Para los demás, el esfuerzo sereduce a ese piropo minimalista: “qué bonito te haquedado”. Para uno mismo, no pasa de unmonocorde run-run interior: “Menuda pérdida detiempo, menuda tontería”.

En este caso, todo apuntaba a lo último, si excluiresa inquietud típica del náufrago: “¿Qué hago aquíbuscando a quien no conozco y quizá ni siquiera meinteresa conocer? Ya leí los cuentos, tengo unoscuantos, a otra cosa mariposa”. Algunos amigos aquienes les había regalado estas historias sin estaadenda, me declararon su amor perplejo: “Oye, quéinteresantes son, aunque no he entendido muy biencómo se hacen esas cosas que mencionas”. Que no,que yo no las menciono, que es el autor.

Pues bien, después de haber transitado bastantescallejones virtuales en ciudades y países todavía porconstruir, he dado con el autor. Sí, uno solo, aunquerodeado de gente que, según él, le ayudó a escribirestas historias sin que ellos lo supieran (siempresucede así, pero vamos a concedérselo como si setratara de algo excepcional).

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Los Cuentos de Navidad se gestaron en la bisagradel siglo pasado y del actual. El autor fundó unarevista online que dirigió precisamente durante 8años y medio. Cada Navidad trasladaba los bártulosde la reflexión y el análisis de lo que sucedía enInternet, lo cual constituía el contenido primordial delo que se publicaba en la revista, a ese territoriomovedizo donde no estaba muy claro qué estabasucediendo, o que podría suceder, si el tejidoinvisible de la virtualidad seguía copando espaciosvitales de la cotidianidad. En ese viaje, que por suscaracterísticas algunos lo piropearon como deciencia-ficción, se cocieron también algunos de losobjetivos de su empresa. Asegura que todavía estemprano para evaluar el alcance de los resultadosobtenidos a pesar del tiempo transcurrido. Algo deeso se trasluce en el remate anual de cada Navidadmediante estos cuentos publicados en la revistaonline, desde su fundación en 1996 hasta su cierreen 2004. La revista: en.red.ando. La empresa: Enredando.com. El artífice de este barullo: Luis Angel FernándezHermana (LAFH).

Que usted lo disfrute.

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