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  • Victorias por marde los espaoles

    Agustn RamnRodrguezGonzlez

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  • EL AUTOR

    Agustn Ramn RodrguezGonzlez (Madrid, 1955) es doctoren Historia y profesor en laUniversidad San PabloCEU.

  • Reconocido especialista en laHistoria Naval Espaola, hapublicado hasta la fecha veitinlibros sobre esta apasionantecuestin, entre los que destacan:Poltica naval de la Restauracin1875-1898. Operaciones de la guerradel 98, una revisin crtica. Lacampaa del Pacfico. Espaa contraChile y Per 1862-1872. Lepanto, labatalla que salv a Europa y,Trafalgar y el conflicto naval angloespaol del siglo XVIII, as como lasbiografas de dos precursores del

  • submarino es Espaa: Isaac Peral,historia de una frustracin y CosmeGarca, un genio olvidado.

  • SINOPSIS

    Muchos historiadores, novelas

    de fondo histrico y el cine, han

  • descrito normalmente la HistoriaNaval espaola como una seriecontinua de derrotas, cuando no dedesastres. Esta es la muy interesada yparcial visin del mundo anglosajn,justamente nuestro tradicionalenemigo en los mares, queobviamente, tiende a divulgar suspropios logros y a oscurecer losajenos. Tan hondo ha calado esebombardeo, que muchos espaoleshan llegado a creerlo.

    Pero esta difundida visin

  • contrasta fuertemente con elrotundo hecho de que fueron losespaoles los que crearon el primerimperio ocenico de la Historia, elms grande conocido hasta entonces,y lo mantuvieron en su poderdurante cuatro largos siglos. Lodefinitivo es que, salvo en muycontadas excepciones, ese imperio seperdi no porque pasara a manos deotras potencias, como sucedi conotros, sino por los deseos deemancipacin de sus habitantes.

  • Indudablemente, los espaolesdebieron vencer en muchasocasiones en las luchas por mar paraque esto fuera as, aunque se hayaprcticamente olvidado. Nuestrapretensin es recordar algunas deestas victorias, las ms meritorias,significativas y las menos conocidas.

  • UPRLOGO n gran honor me depara elprofesor Agustn Ramn

    Rodrguez Gonzlez al pedirme queprologue el presente libro. Ladistincin que con su peticin mehace es por partida triple: supersonalidad y prestigio, pues es unreconocido especialista en la HistoriaNaval espaola con ms de veintelibros publicados, el tema del libro:

  • Victorias por mar de los espaoles,cuya glosa no puede ser ms grata, ydarse, adems, la circunstancia de lapeculiaridad de la gnesis ydesarrollo de esta obra, en el seno dela Revista General de Marina.

    En el cuaderno de junio de1999 de esta centenaria revista, conel trabajo titulado Una derrota navalde Nelson en 1796, se bot unanueva seccin bajo el ttulo Victoriaspor mar de los espaoles, quedespus de navegar a lo largo de tresaos, dejando una estela de victorias

  • espaolas por todos los mares delmundo, rindi su ltima singladuraen el cuaderno de agosto-septiembredel ao 2002, con el trabajo Unaderrota de Drake ante Lisboa.

    Desde la primera entrega losartculos del profesor AgustnRodrguez tuvieron una excelenteacogida, siendo por ellosgalardonado con el premioAlmirante Francisco Moreno de laRevista General de Marina del ao2000, que anualmente concede elEstado Mayor de la Armada.

  • Tal excepcional acogida hamovido al autor, ms porinstigaciones ajenas que porvoluntad propia, a reunidos en elpresente libro, eliminando as losinconvenientes de su dispersin endiferentes cuadernos de una revistacuyas pginas son ms fugaces yfacilitando la consulta por loslectores, muchos de ellos,presumimos, que lo convertirn enlibro de cabecera.

    Tambin con su recopilacin,toma ms vigor la cruzada en la

  • que est empeado el autor en prodel reconocimiento delextraordinario papel llevado a cabopor la Marina espaola a lo largo desu historia milenaria. Los datos,reflexiones y anlisis aportados porAgustn Rodrguez en su ya extensaobra, combaten con gran eficacia yrotundidad, la profusin de pelculasy de novelas ms o menos histricasque presentan nuestro pasado navalcomo una serie ininterrumpida dederrotas y desastres. Tambin lohacen obras de ms enjundia, como

  • la del capitn de navo Mahan, elllamado evangelista del podernaval, que desde el primer captulode su famoso libro: The influence ofsea power upon history 1660-1783,mantiene una admiracin porInglaterra y lanza su ofensiva sinpiedad contra Espaa, a cuyo pueblocalifica de negado para el desarrollode empresas martimas, pese a suprivilegiada situacin geogrfica.Toda su fobia antiespaola esexplicable, pues fue antes delDesastre del 98 cuando expuso sus

  • ideas para que la opinin pblica desu pas apoyara sus teorasexpansionistas, y para que EstadosUnidos consiguiera apoderarse delcontrol del Mar Caribe, era precisoechar a Espaa de Cuba y PuertoRico.

    De haber sido as la HistoriaNaval espaola, como se presenta enciertos ambientes anglosajones, no seconcibe que Espaa pudiera crear ymantener durante cuatro siglos elmayor imperio ocenico de laHistoria, y que tan vastos territorios

  • no pasaran casi nunca a manos deotras potencias, sino que seperdieron por los deseos deemancipacin de sus pobladores,impregnados de cultura espaola ydescendientes en buena medida delos mismos conquistadores.

    Para el autor resultasorprendente que fueran necesariastantas y tan infalibles victoriasdurante tres siglos, desde laInvencible a Trafalgar y con elcolofn del 98, para los que porentonces nuestros enemigos y hoy

  • aliados, obtuvieran la victoria final.Alguna vez ganaran los tandenostados espaoles, como expresael autor con cierto punto de irona,o tal vez las victorias no fueron tancontundentes y decisivas comomuchos han propagadointeresadamente y muchos espaoleshan credo.

    El empeo de AgustnRodrguez por exaltar nuestroglorioso pasado naval merecenuestro reconocimiento y profundoagradecimiento, pues la lectura de

  • este libro debe constituir un acicatepara conocer mejor nuestro pasadomartimo, valorndolo en sus justostrminos y sin dejarse llevar portpicos o prejuicios. Esta nuevavisin estimular nuestro mejorpatriotismo y el orgullo de sentirnosespaoles, pues pocos pueblospueden presentar una ejecutoriamartima y naval como la nuestra,por ms que muchas veces loolvidemos.

    Mariano Juan y Ferragut

  • Capitn de NavoDirector de la Revista General

    de Marina

  • CINTRODUCCIN

    I

    uenta un conocido personajeespaol del siglo XIX, cuyo

    nombre no viene ahora al caso, unadivertida ancdota: conoci en ciertaocasin a un historiador que estabacompletando un erudito trabajosobre la Reconquista. Segn su

  • relato, la ardua lucha de ocho siglosse reduca a una serie tan continuacomo infalible de victorias cristianassobre los musulmanes, extraadoante tan triunfal visin, nuestropersonaje se atrevi a preguntar alestudioso: Y no sucedi nunca queganaran los moros?,a lo que elhistoriador, impasible, contest sindudar: Mire usted, eso... que loaverigen ellos!.

    La ancdota parece a propsitopara reflejar lo que ha sucedido connuestra Historia Naval. Desde

  • pelculas y novelas ms o menoshistricas, pero de gran xitopopular incluso hoy, a sesudosestudios, parece general a impresinde que nuestra Historia Naval no hasido sino una serie ininterrumpidade derrotas, cuando no de desastres.

    Claro que muchos de estoslibros o pelculas reflejan la muyinteresada versin de los queentonces eran nuestros enemigos,pero nadie repara mucho en ello, ytal bombardeo, unido a un ciertocomplejo de inferioridad, cuando no

  • a la feroz autocrtica de la que somoscapaces los espaoles, ha llevado amuchos a admitirlo como una cosacierta.

    Ahora bien, siendo as, no seconcibe que Espaa pudiera crear ymantener durante cuatro siglos unenorme imperio ocenico,adelantndose adems a otros pases,al parecer mejor dotados. Y muchomenos si se recuerda que talesposesiones no pasaron casi nunca amanos de otras potencias, sino queen su inmensa mayora se perdieron

  • por los deseos de emancipacin desus pobladores.

    Alguna vez debieron de ganarlos moros! Y ya que nos ha tocado eltriste papel que les asignaba elconscientemente parcial historiadorde nuestra ancdota, tal vez sea elmomento de dedicarse a recordaralgunas de las muchas ocasiones enque resultamos vencedores. Y no porel vano prurito de pretender ser msque nadie recordando viejas glorias,ni por el empreo erudito de revisarpginas olvidadas de la Historia, sino

  • por algo mucho ms importante:por no perdernos el respeto anosotros mismos ignorando nuestropasado, y por darnos el gusto debrindar con los que ahora sonnuestros amigos y hasta aliados,recordando, en plan de igualdad,nuestro pasado comn.

    Con tal propsito nace estaseccin, en la confianza de disponerde material suficiente que ofrecer asus lectores como para hacerla durarmuchos aos.

  • AII

    s presentbamos en elcuaderno de junio de 1999 de

    la Revista General de Marina nuestranueva seccin, que ha durado largosaos y tal vez resucite en el futuro,germen del presente libro como ellector ya conoce.

    Para su publicacin en formade libro hemos ordenado losartculos por orden cronolgico,

  • para su mejor entendimiento yvaloracin, corrigiendo algunoserrores o gazapos, aportandoalguna informacin adicional, o enocasiones, y como observarn loslectores de la mencionada Revista,agrupndolos o refundindolos.

    Tambin, y en aras de ofreceruna visin ms completa, hemosaadido varios ms, algunos nuevosy otros aparecidos igualmente en laspginas de la Revista General deMarina, pero sin el antedichoepgrafe aunque con la misma o

  • parecida orientacin, para cubrirtodo el perodo que nos hemospropuesto: desde el siglo XVI al findel imperio en 1898, pues el sigloXX slo ofrece o combates demucho menor inters y entidad, odolorosas victorias de unos espaolessobre otros que queda muy lejos denuestra intencin celebrar.

    Por la misma razn, y tras seriameditacin, hemos obviado lasvictorias conseguidas por marinosespaoles como don ngel Labordeo don Jacinto Romarate en las

  • guerras de la EmancipacinAmericana, en esencia, guerrasciviles donde a menudo habaespaoles peninsulares entre losindependentistas y desde luego,muchos espaoles americanos entrelos realistas. Y eso pese a que consuma frecuencia, los enemigos deLaborde o de Romarate no eran sinoanglosajones al servicio de lasnacientes repblicas, como fueronlos casos notorios de Brown,Cochrane o Porter.

    Nuestro trabajo ha sido,

  • declaradamente, de ndoledivulgativa, aunque en no pocasocasiones hemos aadido unainvestigacin concreta y propia,como el lector podr comprobar enlas notas al pi o en la bibliografa yfuentes sealadas al final de cadaartculo. Pero, y en general,reconocemos nuestra deuda con laclsica y monumental obra de donCesreo Fernndez Duro: ArmadaEspaola desde la unin de los reinosde Castilla y Aragn, que ha sidonuestra referencia obligada y hasta

  • nica para muchos artculos, pero,permtasenos la licencia, que nohemos citado puntualmente con elpropsito de que el lector vaya abuscar en la gran obra la referenciaconcreta, y as sea tan leda yconocida una obra tan citada ybsica, pero con la cual pocos se hanatrevido de verdad.

    Por supuesto que nuestrarelacin de victorias por mar de losespaoles no pretende en modoalguno ser exhaustiva: hay otrasmuchas ms victorias no reseadas,

  • entre las que destaca la gran batallade Lepanto, a la que nos referiremosdespus. Nuestro criterio, porsupuesto discutible, ha sido el dedivulgar muchos combatesmerecedores de recuerdo por suimportancia real o por el mrito enconseguir el triunfo en todo el largoperodo estudiado. Tambin hemospreferido centrarnos en los combatespuramente navales, dejando de ladooperaciones de gran mrito pero casiexclusivamente de ndole terrestre,desde la defensa de Cartagena de

  • Indias en 1741 a la de Buenos Airesen 1807, por citar slo dos ejemplos,y aunque en ambas el papel de laArmada espaola fuera vital.

    Tambin hemos intentadorecordar que, a lo largo de su largaHistoria Naval, Espaa se haenfrentado con multitud deenemigos de toda ndole, no slo ycomo parece por ciertas visiones,con los de origen anglosajn. Otrahistoria muy distinta sera si nuestronico enemigo hubiera sido ste,pues, y con frecuencia, la situacin

  • fue trgica justamente por lamultiplicidad de enemigos y deescenarios en que tenamos queenfrentarlos. Desde luego, y paratodo el Levante espaol, incluso enel siglo XVIII y durante su mayorparte, el verdadero enemigo fueronlos corsarios argelinos y slosecundariamente los britnicos.

    Al parecer y sin embargo, paramuchos espaoles carecen de mritoalguno las victorias obtenidas sobreenemigos que no fueran lospresuntamente invencibles

  • britnicos, considerando al restocomo poco menos que irrelevantes.Segn esa retorcida lgica, mspropia de un secular complejo deinferioridad que de un anlisisdetenido de los hechos, las propiasvictorias britnicas careceran deimportancia, pues obviamentefueron obtenidas sobre enemigos nobritnicos.

    Si Inglaterra ha sido vencidareiteradamente en los mares porholandeses y franceses, por citar sloalgunos de sus enemigos, bien

  • creemos que debe tener algnmrito el que los espaolesconsiguieran a su vez victorias sobrebtavos y galos.

    Tampoco pretende nuestrotrabajo ser una historia de la Armadaespaola, labor harto ms compleja yque dudamos se pudiera realizar entan corto nmero de pginas.

    Pero s creemos que nuestraaportacin puede coadyuvar areplantearnos la cuestin, tantodesde el enfoque dado hasta ahora,que para nosotros es excesivamente

  • derrotista, como en la percepcin deque an queda mucho por saber denuestra Historia Naval, tanto enextensin, pues hay pocasprcticamente ignoradas por lainvestigacin, como en laprofundidad de las ya ms o menosconocidas. Y dada la amplitud ycomplejidad de nuestro pasadomartimo y naval, queda trabajo parageneraciones enteras dehistoriadores.

  • DIII

    e pasada ya hemosmencionado que este trabajo

    no se refiere a Lepanto, que es, sinembargo, la ms resonante ycompleta batalla naval ganada porlos espaoles. Los motivos para estaexclusin son varios:

    En primer lugar, la propiaimportancia y complejidad de lacampaa en que se desarroll la

  • famosa batalla se presta poco aresumirla en las cortas pginas que lepodramos dedicar en este trabajo, olo desequilibrara al tener queconceder a Lepanto la mitad almenos de las pginas del presentelibro.

    En segundo, el paciente lectorya conoce la opinin del autor sobrela cuestin, publicada hace poco enesta misma editorial con el ttulo deLepanto, la batalla que salv aEuropa, y al que nos remitimospara los interesados.

  • En tercero, creemos que labibliografa sobre Lepanto,recientemente aumentada con obrassignificativas en uno u otro orden, esla suficiente para que el lectorinteresado conozca mucho de lams alta ocasin que vieron lossiglos, y nuestro propsito ha sidoel de divulgar otros muchoscombates virtualmentedesconocidos, ofreciendo unapanormica general.

    Por todo ello, concluimosdespus de mucho pensarlo, en no

  • incluir la famosa y gran batalla ennuestra relacin.

    Sin embargo, y a tenor de lorecientemente publicado sobre ella,creemos que no est de ms hacerpor nuestra parte algunaspuntualizaciones:

    De un tiempo a esta parte, seha venido en afirmar que Lepantono fue propiamente una victoriaespaola, atribuyendo a Venecia lamayor parte del mrito.

    Como recordarn nuestros

  • lectores, es cierto que Veneciaaport la mitad de las galeras quelucharon en la batalla, pero no lo esmenos que llegaron tan malpertrechadas y aprovisionadas quedebieron hacerlo a costa de lasposesiones y suministros espaoles.Mas an, llegaron a Mesina tan bajasde dotaciones, elementofundamental en la guerra naval desiempre y ms en la de galeras, quesus guarniciones debieron sersustancialmente reforzadas por lostercios de Felipe II, y justamente la

  • difcil convivencia de unos y otrosen los buques dio lugar a un motnque a punto estuvo con echar apique la campaa, como recordar ellector, incidente que no tuvo peoresconsecuencias gracias a la actitud dedon Juan de Austria, siempre bienaconsejado por don lvaro deBazn. En suma, si las numerosasgaleras venecianas fueronoperacionales, se debi a la decisivaaportacin espaola, sin la cualhubieran carecido de la logstica ydotaciones necesarias para ser

  • capaces de conseguir la victoria.Otra reflexin se refiere al

    papel de las galeazas venecianas, enla vanguardia de la formacincristiana, rompiendo el fuego contrala lnea otomana, y estimando quefue decisivo. En primer lugar eransolamente seis embarcaciones contralas casi trescientas galeras y galeotasturcas, y de ellas, las dos galeazassituadas por delante del ala de Doria,no llegaron a hacer gran cosa por lamaniobra de su contraria, al mandode Uluch Al.

  • As que slo cuatro galeazaspudieron hacer sentir el peso de suscaones contra dos tercios de la flotaotomana, y por mucha que fuera suefectividad, parece muy exageradoatribuirlas todo o el principal mritode la victoria, especialmente dadaslas limitaciones en alcance, potenciay efectividad de la artillera de lapoca, entre las que destacamos lalenta y difcil recarga, por lo quetodas las relaciones de Lepantoinsisten en que las galeazas slopudieron hacer una descarga antes

  • de ser rebasadas por los otomanos.Pretender que una nica descarga demenos de doscientos caones,muchos de ellos de escaso calibre yalcance, decidi una batalla de lasdimensiones de Lepanto, nos parecerealmente poco serio.

    Poco o nada sin embargo sedice de los factores realmentedecisivos de la victoria: larevolucionaria medida de don Juande Austria de ordenar serrar losespolones de las galeras cristianas,principal y tradicional arma de las

  • galeras, para permitir que suscaones pudieran tirar ms bajo ybarrer de proa a popa las cubiertasenemigas; la formidable potencia delfuego a bocajarro de arcabuces ymosquetes, las defensas oempavesadas con que ibanprotegidas las dotaciones cristianas, oel formidable valor de los soldadosde los tercios en los abordajes,recordado por el propio Cervantes,que fue uno de ellos.

    No deja de tener su irona queahora se atribuya el mrito de

  • Lepanto a Venecia, cuando fue sta,pactando seguidamente y en secretouna paz con los turcos, la queimpidi que se sacaran todos losfrutos posibles de la gran victoria.

    Tambin se aduce que lamayora de los combatientes enLepanto no fueron espaoles, sinoitalianos. Pero entonces ms de lamitad de Italia perteneca desdehaca muchos aos a los reyes deEspaa, el nacionalismo an nohaba nacido, y, desde luego, unnapolitano se senta ms prximo en

  • casi todos los aspectos a Madrid,Barcelona o Valencia que a Venecia.Muchos hombres nacidos en tierrasitalianas siguieron pensando ysintiendo lo mismo incluso siglosdespus, formando con grandistincin en las filas de la Armadaespaola, desde don Juan JosNavarro a don Federico Gravina,por citar ejemplos del siglo XVIII.

    Claro que estos mismos finosanalistas no tienen el menorempacho en decir que Waterloo fueuna victoria britnica, aunque son

  • muy conscientes de que slo latercera parte de los soldados delejrcito de Wellington habannacido en las islas britnicas, y queincluso de entre ellos habra querestar hoy a los irlandeses. Adems yhasta en los regimientostericamente ingleses o escoceseshaba multitud de soldados de otrasprocedencias, por ejemplo, muchosespaoles, enrolados en ellos durantenuestra Guerra de la Independenciaello por no hablar de la decisivallegada de las tropas prusianas de

  • Blcher, cuestin normalmenteorillada como si las tropas deWellington por s solas hubieranobtenido el triunfo.

    As que hemos pasado de negarla importancia y trascendencia de labatalla de Lepanto, como hacaVoltaire en el XVIII, a, y ya queresulta imposible el ocultarlas, aatribursela a la veleidosa yoligrquica repblica veneciana o auna presunta nacin italiana que antardara casi tres siglos en nacer. Loque tengan que ver estas

  • afirmaciones con el ms mnimorigor histrico es algo que se nosescapa por completo.

    Con mayor razn se podradecir, por ejemplo, que las batallasde Tesino, Trebia, Trasimeno yCannas fueron triunfos espaolessobre los romanos, pues no sloAnbal haba pasado hasta entoncesla mayor parte de su existencia en laPennsula Ibrica, all se habaformado como persona, comoestadista y como militar y se habacasado con una espaola, sino que la

  • mayor y mejor parte de sus tropasera hispana, as como buena parte delos recursos de toda ndole queutiliz en su titnica guerra contraRoma.

    Pero por semejantes caminosno se llega a parte alguna, aunquemuchos, ltimamente, y con el afnde arrimar el ascua a su sardina, noduden en transitarlos, conconsecuencias que, a veces al menos,deberan preocuparnos, pues a laHistoria no se la retuerce en vano.

  • EIV

    n nuestro recorrido hemosincluido los siglos XVI y XVII

    con la intencin clara de recordarque la Historia Naval espaola noempieza con la fundacin de la RealArmada por Felipe V en los alboresdel siglo XVIII, cosa que a veces seolvida, como si antes no hubieranexistido mas que viajes deexploracin y colonizacin de un

  • lado, victorias menores sobreindgenas de otro, y, todo lo ms,episodios concretos como Lepanto ola Invencible.

    Y, sin embargo, durante lamayor parte de la poca de losAustrias, la potencia naval espaolaera la primera del mundo y susrealizaciones no se quedaron pordetrs de ninguna otra en cualquierpoca, mientras que en el XVIII,pese al renacimiento navalauspiciado por la nueva dinastaborbnica, Espaa estuvo a gran

  • distancia siempre de la yahegemnica "Royal Navy y se tuvoque conformar con un segundo otercer puesto en prctica paridad conla marina francesa, que se convirtias en un aliado vitalmente necesariopara enfrentar a un enemigo muchoms poderoso.

    Recordar por ltimo, queincluso en nuestro decadente sigloXIX, seguamos conservando ungran imperio, y que con elrenacimiento naval de Isabel II, laArmada pudo apuntarse todava

  • xitos sobre los enemigos que losavatares polticos le depararon. Y queincluso en el luctuoso 98, hubomarinos espaoles que supieronimponerse a sus enemigos, pese atener que luchar en condicionesdesesperadas.

  • I PARTE

    EL SIGLO XVI:DE LAS

    TERCERAS A LAGUERRA CONINGLATERRA

  • LAS TERCERASPese al insistente tpico, lo

    cierto es que el primer enemigo quetuvieron que afrontar las fuerzasnavales espaolas en su expansinocenica fue la monarqua francesa,y slo mucho despus, los corsariosarmados por los rebeldes holandeses,y casi paralelamente, pero en tercerlugar, los ingleses.

    En efecto, la rivalidad entreEspaa y Francia se remontaba ya a

  • fines del siglo XV, en tiempos de losReyes Catlicos, cuando ambosreinos compitieron primero por eldominio de Italia, luego de Europa ypor fin del mundo, engendrandouna serie casi continua de guerrasque se prolongaron durante todo elreinado de Carlos I y sloterminaron, por el momento, con ladoble y decisiva victoria de SanQuintn y Gravelinas en loscomienzos del reinado de Felipe II.

    Y, sin embargo, durante lamayor parte de esta poca, Espaa e

  • Inglaterra fueron aliadas,especialmente por la poltica dealianzas de los Reyes Catlicos, quecasaron a su hija Catalina conEnrique VIII, sucediendo al rey lahija de ambos, Mara Tudor, quecas con el mismo Felipe II, que fueas durante los aos que vivi sumujer, rey consorte de Inglaterra, yslo la posterior subida al trono deIsabel Tudor convertira a los dospases en enemigos.

    De hecho, la primera noticia debuques espaoles atacados por

  • corsarios cuando volvan deAmrica, se dio cuando fueronatacadas por franceses las carabelasen que Hernn Corts enviaba aEspaa parte del tesoro de losaztecas.

    Las guerras conFrancia

    Fue justamente contra elenemigo francs por lo que se

  • desarroll el sistema defensivoespaol en el Atlntico, desde lanecesidad de navegar en convoyeshasta la creacin de las famosasFlotas de Indias, desde la obligacinde que los buques montarannumerosa artillera para su defensa,al desarrollo de las nuevas tcticas,desde la experimentacin de nuevosmodelos de buques, entre ellosespecialmente los galeones, a lacreacin de escuadras que vigilasennuestras costas y escoltasen a lasFlotas que llegaban de Amrica.

  • Sin embargo, esa guerra navalde ms de medio siglo ha sido pocoestudiada, pese a su innegableinters, lo que es, sin duda, unanotable carencia. De lo que no cabeduda es que la victoria espaolaresult rotunda y completa, y que,pese a sus deseos, Francia se vioprcticamente excluida por elmomento del Nuevo Mundo, salvoen territorios marginales y queapenas interesaban a los espaoles,como en el caso de los asentamientosgalos en Canad.

  • De entre las no muy numerosasnoticias de aquellas guerras, destacapor su importancia el combatellamado de Muros o de Finisterre,sucedido en el verano de 1543.

    Sucedi que el emperadorCarlos I haba encargado a donlvaro de Bazn, padre delhomnimo y ms famoso marqusde Santa Cruz, la formacin de unaescuadra con los buques deGuipzcoa, Vizcaya y Cantabria, a laque deba unirse tropa reclutada enTierra de Campos, con la misin de

  • vigilar las costas norteas de unaposible agresin por mar de losfranceses.

    Sin completar los preparativosy cuando slo haba reclutado milhombres, don lvaro tuvo noticiasurgentes de que una escuadrafrancesa de 30 buques estabaatacando las costas espaolas,apresando entre otras dos naosvizcanas cargadas con lana paraFlandes. Bazn complet suspreparativos como pudo, y con elrefuerzo de 500 arcabuceros de la

  • frontera vasca con Francia, dio a lavela desde su base de Laredo en posde la francesa, al mando de un talmonsieur de Sana, que se dirigi alas costas gallegas, saqueandodiversos puntos y exigiendocontribuciones en otros. Corto dedotaciones, Bazn decidi dejar enpuerto las cinco embarcaciones mspequeas, reforzando con sushombres al resto, y pese a no tenersino la mitad que su enemigo, partien su busca.

    El 25 de julio de 1543,

  • tradicional da favorable para losespaoles, por ser el de Santiago, laescuadra de 16 buques de Bazndivis a la de unos 24 franceses. Lacapitana espaola (el buque insignia)atac a su homloga francesa,hundindola con su artillera y conun brutal encontronazo de proa,aunque perdi cerca de cienhombres, hecho lo cual abord aotra, rindindola al poco.

    A todo sto el combate se habageneralizado entre ambas escuadras,con el resultado de ser apresadas

  • nada menos que 23 buquesfranceses, escapando slo uno,aunque otras relaciones rebajan lacifra a 16, sin perder los espaolesun slo buque por su parte. Las bajasfrancesas fueron de ms de tres milmuertos y anlogo nmero deprisioneros, por 300 muertos y msde 500 heridos entre los espaoles,con la satisfaccin de hacerse con uncuantioso botn y la mayor an deliberar a los numerosos cautivos quehaban hecho los atacantes en suscorreras previas.

  • Este de Muros fue el principalcombate naval de aquellas guerras,pero la contienda fue mucho msdura y continuada, sobre todo por laaccin de los armadores particulares.Slo la provincia de Guipzcoareclam oficialmente en su JuntaGeneral el 15 de Octubre de 1555,con numerosos testigos y ante elescribano real, que haba armado350 buques de todas clases para laguerra, entre grandes y pequeos, yque haba apresado al enemigo unos1.400, cuatrocientos de ellos de gran

  • tamao y armados con 5.000 piezasde artillera en total, estimndose losprisioneros en ms de 15.000, conprdida para los marinosguipuzcoanos de mil muertos.

    Diversos capitanes y armadoresdeclararon sus hechos concretos, yas don Juan Cardel afirm que consu galen y seis ms, remont el roGironda, desembarcando en tierra ysaqueando diversos puntos, tras de locual apres siete buques francesescon rica carga. A la vuelta, y frente aSan Juan de Luz, atacaron a una

  • galera y dos naos francesas,apresando una. En otro crucero,slo con su galen, apres a otrofrancs tras duro combate, y porltimo, con otros seis buquesgrandes y pequeos, salvaron de caerapresada a una gran carraca espaoladel ataque de seis naos enemigas.

    Don Domingo de Albistur dijoque con su gran nao bati a dosgaleones franceses, echando a piquea uno y huyendo el otro, luegoapres once grandes pesqueros dealtura que volvan de Terranova,

  • incluyendo dos armados comoescolta de los otros, con otros doscapitanes apres un gran galenfrancs, conocido como laBretona, y con otros capitaneshasta 42 pesqueros ms deTerranova, haciendo huir a los seisde escolta.

    Es de destacar la duracompetencia entre pescadores debacalao espaoles y franceses por losricos bancos de Terranova, lo quehaca que las flotas pesquerasrespectivas fueran un claro objetivo

  • de guerra, y que por ello mismo,contaran con poderosas escoltas.

    Don Juan de Villaviciosadeclar haber hecho 60 presas con subuque, sumando en total 500 piezasde artillera. Don Domingo deGorocica que apres una gran naofrancesa armada de 50 piezas, que lecaus veinte muertos en la suya, quehaba saqueado las costas francesas enpuntos como Nantes y Burdeos, yas una larga relacin de capitanes yarmadores.

    Se podrn discutir las cifras

  • globales y estimarlas un tantoexageradas, pero an reducindolasdrsticamente, el total de 1.400embarcaciones apresadas, con15.000 prisioneros y 1.500 piezas deartillera indica el inmenso daocausado al enemigo slo por losarmadores particulares de una nicaprovincia, sin contar cuando eranmovilizados para las escuadras delrey, y lo formidable de los marinosvascos.

    En cualquier caso, y como

  • dijimos, los buques franceses dejaronde ser un peligro en lo sucesivo,limitndose en los aos siguientes aalgunas incursiones corsarias aisladasy a intentos de asentamientos decolonias de hugonotes (losprotestantes franceses) en tierrasamericanas, siempre fallados odestruidos por los espaoles. Sinembargo, y casi treinta aos despusde la paz de Chteau-Cambresis aFrancia se le present una nuevaoportunidad.

  • CLa sucesin dela Corona de

    Portugal

    omo es sabido, el rey dePortugal, don Sebastin I

    muri al frente de su ejrcito en unapoco meditada conquista deMarruecos, en la batalla deAlcazarquivir de 1578. El rey nodej herederos, por lo que la coronaportuguesa recay en el anciano

  • cardenal don Enrique, aplazandosimplemente la difcil cuestinsucesoria, pues no tena hijos y, dadasu edad, no podra durar mucho.

    A falta de otros herederos,Felipe II reclam para s la coronaportuguesa, pues era hijo de laprincesa doa Isabel, hija del reydon Manuel de Portugal, mujer quefue de Carlos I. Portugal viva porentonces una difcil situacin envarios rdenes, y gran parte de lanobleza y de la burguesa comercialconsideraron muy ventajosa la

  • unin con Castilla, aunquerespetando las leyes, instituciones ycostumbres del reino luso, cosa quejur Felipe II en las cortes reunidasen Thomar en 1581, con lo quetom oficialmente posesin de lacorona, y, uniendo las enormesposesiones de Castilla y Aragn a lasde Portugal, pudo decirse realmenteque en sus dominios no se pona elsol.

    Pero parte del puebloportugus y del bajo clero noestaban de acuerdo con aquella

  • solucin, y decidieron apoyar a otrocandidato, don Antonio Prior deCrato, que pretenda ser hijobastardo del duque de Beja y de unajuda. No es que fueran grandesttulos para pretender la corona, yms dada la mentalidad de lamayora del pueblo portugus de lapoca, que vea con recelo los hijosnaturales y ms de sangre nocristiana, pero todo pareca buenocon tal de oponerse a Felipe II.

    La escasa y mal organizadaresistencia fue fulgurantemente

  • vencida por los tercios del duque deAlba y por la escuadra de don lvarode Bazn, el hroe de Lepanto y yamarqus de Santa Cruz, que hizo undesembarco por sorpresa en Cascaes,dispersando a los enemigos encampo abierto y tomando Lisboa sinapenas lucha.

    La campaa delas Azores

  • P ero don Antonio de Crato, trasdiversas peripecias, logr

    abandonar el pas y navegar haciaInglaterra, donde pidi ayuda aIsabel Tudor, sabiendo que eraenemiga de Felipe II y contraria acualquier engrandecimiento de susdominios. La reina le di dinero y leprometi ayuda de sus corsarios,pero don Antonio encontr msfirmes apoyos en Francia.

    All el rey era el dbil EnriqueIII de Valois, pero quien tena

  • realmente las riendas del gobiernoera su formidable madre, Catalina deMdicis, quien consider la ocasinms que propicia para vengarpasadas ofensas y derrotas.

    Se trataba de reunir unapoderosa escuadra, en la queembarcara don Antonio, y con ellatomar las Azores o Terceras, dondetena numerosos partidarios. Desdeaquella privilegiada base se pondraseriamente en peligro las Flotas deloro espaolas, de paso que suconstante amenaza sobre las costas

  • portuguesas bien podra reavivar larebelin. Pero adems, Catalina sehizo prometer por don Antonio deCrato la posesin de Brasil paraFrancia, que, con tal de ceir lacorona portuguesa estaba dispuesto aceder lo que hiera. La amenaza erapues gravsima: una guerra civil enPortugal, la prdida de Brasil y lasvitales comunicaciones con Amricacortadas como primeros resultados.

    La diplomacia y el espionajeespaol descubrieron la trama enLondres y Pars, pero en ambas

  • capitales se dijo no saber nada deaquello, se reafirmaron en suspropsitos de mantener la paz conEspaa, e incluso Enrique III deValois lleg a decir a Felipe II que sialguno de sus sbditos se embarcabaen la aventura, fuera tratado comopirata, dadas las pacficas relacionesentre los dos pases.

    Lo cierto es que varios buques,franceses e ingleses, transportandohombres, armas y dinero, habanempezado a llegar a las islas,prometiendo la prxima llegada de

  • una gran escuadra y llamando a larebelin.

    En alguna de las islas, como enla de San Miguel, predominaban sinembargo los partidarios de Felipe II,y as se hizo saber a Lisboa pormedio de pequeos buques de aviso.

    Con rdenes de vigilar aquellasaguas y la recalada de las Flotas, seenvi a la pequea escuadra de donDiego Valds, con cuatro naos y dospataches, que realiz un pequeodesembarco en Angra, intentandoun golpe de mano que termin

  • fracasando con la prdida de 200hombres de los 350 desembarcados.Otra, de doce naos y al mando dedon Galcern de Fenollet, con2.000 soldados veteranos del grandon Lope de Figueroa, se preparabaentonces para reforzar a la deValds, pero, habida cuenta de sufracaso, se encomend a don lvarode Bazn la formacin de una granexpedicin anfibia que se retras pordiversos motivos hasta el aosiguiente, cuando los acopios de todandole estuvieran listos y en la

  • estacin idnea, pues se trataba dereunir casi un centenar de naosgrandes y pequeas, doce galeras ysobre 80 barcazas de desembarcopara los 10.000 soldados que debanasegurar la posesin de las islas.

    Pero entonces se supo que unaescuadra francesa haba zarpado conidntica misin, y sin terminar lospreparativos y con una fuerza muyinferior a la proyectada, se ordenen el verano de 1582 a don lvarode Bazn que saliera de Lisboa con lasuya, compuesta de dos galeones, 26

  • naos guipuzcoanas, portuguesas yurcas flamencas alquiladas, entreotras procedencias y cinco pataches.Ya en el mar se reunira con lasveinte naos de Juan Martnez deRecalde, especialmente andaluzas yvizcanas, y con las doce galeras deBenavides, constituyendo entre lastres agrupaciones una escuadra capazde enfrentarse con cualquiera que losfranceses hubieran dispuesto.

    Pero la proyectada reunin sevino abajo por el mal tiempo,desacostumbrado por estar en julio,

  • que hizo volver a las galeras a puertoy retras muchos das a Recalde.Incluso Bazn perdi a una de lasurcas, de Ragusa y con trescompaas de soldados, que servaadems de hospital y depsito demedicinas, que averiada por latempestad, se volvi a puerto.

    Qued as la escuadra de Baznreducida a 27 buques, bastante faltosde artillera muchos de ellos y con lamitad de los soldados proyectados,aparte de cinco pataches, pequeos yligeros buques de exploracin de los

  • que no se poda esperar gran cosa encombate abierto.

    Pese a ello, no se desanim ysigui adelante con su misin, dandovista a la isla de San Miguel el 21 dejulio, y comunicando seguidamentecon tierra, pues la fortaleza, segndijimos, segua por Felipe II. All suspataches le informaron de la llegadade la escuadra enemiga, que apresuno de los pataches espaoles.

    La escuadra francesa era muchoms fuerte que la de Bazn, almando de Philippe Strozzi contaba

  • con unas 64 naves, de las que dostercios eran de tamao grande omediano, siendo el resto pataches.Aparte de los marineros, llevaban abordo 6.500 soldados a las rdenesdel mariscal Charles conde deBrissac, hermano de Strozzi. Laexpedicin se haba montado comouna empresa corsaria, buscandotanto el beneficio econmico comoel poltico y estratgico, embarcandoen ella muchos seores principalesen busca del redondo negocio quepodra suponer atrapar una Flota o

  • entrar en Brasil. La francesa haba llegado poco

    antes que la espaola, el 15 de julio,haciendo un primer desembarcopara controlar la isla, pero, al tenernoticias de la aproximacin de la deBazn, se orden rpidamente elreembarco de los soldados y sedispuso para la lucha.

    Al fin, el 22 se divisaron ambasescuadras, resultando evidente que lafrancesa tena al menos el doble de

  • buques que la espaola. Bazn, queno esperaba semejante enemigo, nose amilan por ello, reuni junta degenerales y all se decidiunnimemente enfrentarse alenemigo y procurar derrotarlo.

    La escuadra espaola form enhilera, con severas rdenes derespetar el orden y no molestarseunos buques a otros, y se dirigisobre la francesa, sin formacinaparente y ms a barlovento,haciendo Bazn un tiro de cancomo reto y sonando tambores y

  • clarines. Pero el viento calm alatardecer, y unos y otroscontrincantes no llegaron a distanciade combate.

    Al da siguiente los francesesquisieron doblar la retaguardiaespaola, impidindolo Bazn conuna oportuna virada.

    A la maana siguiente siguieronlas cosas como estaban,reconocindose mutuamente losadversarios y no decidindose losfranceses, que tenan la ventaja delbarlovento, a atacar. Pero a la cada

  • de la tarde, aprovechando una viradade los espaoles, arribaron en trescolumnas sobre la retaguardia,mandada por don Miguel deOquendo, sobre la que rompieronfuego, siendo vivamentecontestados, por lo que los franceses,viendo adems como la vanguardiade Bazn acuda en socorro de lascinco ltimas naos espaolas, sevolvieron a separar no sin entablar acontinuacin un vivo caoneo adistancia entre las dos escuadras, queno fue decisivo, pero ocasion

  • cuantiosas bajas y averas en ambosbandos.

    Por la noche quiso Bazn ganarel barlovento al enemigo,prolongando su bordada y virandotodos los buques a la vez cuando sepusiera la luna, sin ms seales niavisos que delataran la maniobra alenemigo, consiguindoloplenamente, pues en la amanecidadel 25 apareci la escuadra espaolaa barlovento, y con la satisfaccin deobservar como uno de los buquesfranceses averiados en el combate del

  • da anterior se hunda a la vista de lasdos escuadras. Era el 25 de julio,fiesta de Santiago, y don lvarocrey por un momento que podrarepetir y en la misma fecha el triunfode su padre en Muros.

    Pero los espaoles tambinsufrieron un grave percance, aunqueaccidental, durante la noche, dos delas urcas flamencas, embarcacionespesadas y poco maniobreras,chocaron entre s, quedarondesmanteladas y se separaron de laescuadra, restndola as dos buques y

  • unos cuatrocientos soldados.No acabaron aqu los

    sinsabores, pues en esa mismamaana, a eso de las nueve, la naodel segundo jefe de la escuadra, donCristbal de Eraso, comunic quehaba partido su palo mayor y queprecisaba remolque. Cualquier otroalmirante, con una escuadra taninferior a la enemiga, y disminuidaadems por aquellos percancesaccidentales, hubiera desesperado alver como se frustraban sus mejoresmaniobras, pero don lvaro de

  • Bazn era uno de los mejoresmarinos de todos los tiempos y noperdi en absoluto la cabeza, dandoel remolque a la averiada con supropio buque insignia, el galenSan Martn, aunque de sobra sabaque eso le iba a suponer perder laventaja del barlovento tan hbilcomo recientemente lograda.

    Efectivamente, los francesespudieron ganar el barlovento amedioda, y la tarde se pas en uno yotro lado reparando las averas delcombate del da anterior y

  • preparndose para el definitivo, yaineludible al da siguiente.

    El combate deSan Miguel

    Con las sustracciones que yahemos anotado, la escuadra de Baznse compona solamente de 25buques grandes y medianos y cuatropataches, frente a los 60 o 62 buquesenemigos, por lo menos cuarenta de

  • ellos grandes o medianos.De entre los espaoles slo dos

    eran verdaderos galeones, es decir,buques del rey construidosespecialmente para la guerra: el granSan Martn, el buque ms grandede las dos escuadras, con 1.200toneladas y unas 40 piezas, y el SanMateo, de 600 y unas 32. El restoeran unas nueve naos guipuzcoanasde unas trescientas toneladas comomedia, seis ms pequeasportuguesas y castellanas, ocho urcasflamencas de entre cuatrocientas y

  • doscientas, y los 4 pataches, pocotiles para el combate.

    Aunque ningn buque francsigualaba al San Martn, varios delos mayores tenan tamao ypotencia artillera similares a los delSan Mateo, e incluso tenan unasensible ventaja en tropasembarcadas, de unos 6.500 contralos 4.000 de tropas espaolas,portuguesas y alemanas.

    Situado a sotavento, Baznarticul su escuadra en tresagrupaciones: la vanguardia,

  • compuesta por el gran San Martny seis de los mejores buques, elcentro, con las urcas y el SanMateo, donde iba el maestre decampo jefe de la infanteraembarcada, don Lope de Figueroa ysus temibles veteranos, y laretaguardia, con don Miguel deOquendo, formando todos losbuques en hilera, para no molestarseen la navegacin, no quitarse elviento y no impedirse mutuamenteel uso de la artillera.

    As las cosas, sali de la lnea el

  • San Mateo, dirigindose hacia elenemigo. Strozzi no pudo evitar latentacin de cortarlo de laformacin enemiga y apresarlo, yhacia l se dirigi con sus naves mspotentes, cinco bajo su mandodirecto, seis a babor con Brissac yotras cuatro an ms a babor, conSaint Souline, quedando las demsde su escuadra un tanto retrasadas.

    Rpidamente los franceses selanzaron al abordaje del SanMateo, abordndolo por babor elSaint Jean Baptiste de Strozzi y

  • por la otra banda el de Brissac,mientras otros tres ms se situaronpor los extremos de proa y popa delgalen, disparando su artillera.

    Curiosamente los francesesdisparaban a placer, mientras que losespaoles no respondan. Ello sedeba a la tctica impuesta por donLope de Figueroa, que ordenretener el fuego hasta que losenemigos estuvieran borda conborda, entonces, y cuando losefectos podan ser mayores, losarcabuceros y mosqueteros

  • dispararan una mortal rociada,apenas repuestos los franceses de laterrible descarga a bocajarro, sedisparara la andanada de la artillera,y rpidamente recargadas las armasporttiles, una nueva rociada.

    Aquella formidable y tripledescarga a bocajarro diezm lostrozos se abordaje franceses,sembrando sus cubiertas de cadveresy frenando en seco su empuje. Elacoso al San Mateo sigui, noobstante, pues otros buques francesestransbordaron tropas de refresco a

  • los que luchaban contra l,renovando el ataque, si bien conmuchas ms precauciones.

    Durante casi dos horas elvaleroso galen espaol luchaislado contra un nmero muchomayor de enemigos, disparndosemutuamente con todo lo que tenan,arrojndose frascos y vasijasincendiarios o primitivas granadas demano o utilizando por supuesto lasarmas blancas. Como seran lossoldados espaoles de entonces, quedon Lope de Figueroa tuvo que

  • prohibirles, bajo pena de muerte,saltar a los buques contrarios alabordaje, por el temor de quequedara el suyo sin suficienteshombres para resistir al enemigo.

    A todo sto el combate se ibageneralizando, conaproximadamente un tercio de losbuques franceses luchando bordacontra borda con los del centro deBazn, otro tercio caonendose adistancia con el resto de los buquesespaoles, y el restante, compuestopor los pataches, a la expectativa.

  • Pero el verdadero ncleo delcombate estaba en torno al SanMateo, y hacia l se dirigiOquendo con su retaguardia,lanzndose, con su nao contra lanave de Brissac, interponindoseentre ella y el San Mateo ycausndola tales averas con elencontronazo y la descarga atocapenoles que le hundi elcostado, secundado especialmentepor las naos Juana de Garagarza yMara de Juan de Villaviciosa, queatacaron respectivamente a las de

  • Strozzi y de Brissac.Casi al mismo tiempo vir la

    vanguardia de Bazn, soltando elremolque de la averiada, el granSan Martn, como ya sabemos unbuque armado con ms de cuarentapiezas, y el ms grande y potente detodos los que participaron en labatalla, seguido de los otros de suagrupacin, bastante ms modestos.Las piezas del San Martn con suscontinuas y certeras descargas degran calibre, pusieron en fuga amuchos de los buques franceses no

  • empeados an a fondo,especialmente Saint Souline y sugrupo, que se dieron a la fuga. Elbuque de Strozzi consigui zafarsedel "San Mateo, pero slo para caerentre el San Martn y la naoCatalina" de Labastida, que notardaron en rendirle, con elalmirante francs mortalmenteherido. En su cubierta y puentes sehaban batido 800 hombres de sudotacin y de los refuerzos enviadospor otros buques, sin embargo,cuando se rindi quedaban slo 380

  • vivos.En cuanto a Brissac segua en

    su duelo con Oquendo. Uncaonazo francs caus en la nave deste una peligrosa va de agua. Lolgico hubiera sido alertar a ladotacin y disponer las bombas,pero el gran marino guipuzcoanocalcul que la inundacin no serapeligrosa antes de terminar elcombate, y no dijo nada, temiendoque sus hombres desfalleciesen con lanoticia, abord al francs tomndolesu bandera y algunos prisioneros, y

  • se apart un tanto para remediarse,mientras el francs se hunda yBrissac buscaba la salvacintransbordando a otro buque.

    Con aquello qued sentenciadoel combate, y los buques francesesque an podan, se retiraronprecipitadamente. Haban perdidoun total de diez buques, casi todosequivalentes en poder y tamao alSan Mateo, especialmente los deStrozzi y Brissac. De ellas, dos seincendiaron, cuatro se hundieron yotras cuatro fueron apresados, pero

  • en tal estado, que despus de sersaqueados, se dejaron hundir porintiles. Las bajas rondaron los dosmil entre muertos y heridos, entreellos el propio Strozzi y el conde dede Vimioso, mano derecha de donAntonio de Grato.

    Los espaoles no perdieronningn buque, aunque el SanMateo qued destrozado tras haberrecibido cerca de quinientoscaonazos de todos los calibres y serincendiado hasta veinte veces por elenemigo. De su dotacin de 250

  • hombres, tuvo 40 muertos y 74heridos, incluido entre los primerossu capitn, don Jos de Talavera. Losespaoles no perdieron ningnbuque y lamentaron un total de 224muertos y 553 heridos.

    En cuanto a los prisionerosfranceses, se les juzg sumariamenteen consejo de guerra, acusndoselesde piratera por estar entonces encompleta paz Francia y Espaa.Todos fueron colgados, incluyendoochenta seores y caballeros y 313marineros y soldados, pero se

  • perdon a los menores de 18 aos.Tan severo castigo, propio de lasleyes de la poca, pretenda cortar deraz la plaga de corsarios de todas lasnacionalidades que pretendanenriquecerse a costa de las posesionesy buques espaoles, y desde luego, sequera dar un aviso a Francia de loque le caba esperar si persista en suhipcrita actitud. Por otra parte,incluso el mismo Enrique III deValois haba insistido que se lestratara como a piratas. Sin embargola medida pareci a muchos excesiva,

  • incluso para la poca, y desde luego,fue poco usual. El mismo Oquendo,en su parte del combate, inform deque haba perdonado a variosfranceses que se le rindieron.

    Pocos das despus del combatese incorpor la agrupacin deRecalde, con quince naos. Es famaque interpelado el gran marinovizcano por sus subordinados, sobrela conveniencia de acudir en socorrode Bazn con tan limitada fuerza,con el riesgo de toparse con unamuy superior y vencedora escuadra

  • francesa, contesto que l estabaseguro de que el marqus (porBazn) saldra victorioso, pero quede no ser as, habra dejado de talmodo a sus enemigos, que l, con supequea agrupacin, podrafcilmente vencerlo.

    Bazn reforz San Miguel consus tropas, pero no pudo continuarla ofensiva, pues el mal tiempo se loimpidi, obligndole a volver aLisboa.

    Al ao siguiente, y a la cabezade una gran expedicin, en la que

  • figuraba por cierto un joven soldadollamado Lope de Vega, yprobablemente uno veteranollamado Miguel de Cervantes, y trasuna modlica operacin anfibia,recuper por completo el control delas islas para Felipe II, y esta vez sininterferencia alguna de escuadrasfrancesas, que haban aprendido bienla leccin, aunque es cierto quealgunos buques llevaron voluntariosfranceses e ingleses a las islas, quecombatieron exclusivamente portierra.

  • Don Antonio de Crato pudoescapar, y siete aos despus leveremos de nuevo intentandorecuperar su ansiado reino, ahora dela mano de Drake, expedicin quetermin en una de los mayoresdesastres navales ingleses de todos lostiempos, y a la que dedicaremos otroartculo.

    Las tcticas

  • L o primero que llama la atencinal analizar el combate de SanMiguel de las Terceras, escomprobar la extrema prudencia dela escuadra francesa, pese a suenorme superioridad numrica, loque indica que conocanperfectamente y teman a suenemigo. Pese a tener la ventaja delbarlovento, slo tras varios das dereconocimientos, maniobras,tentativas y caoneo a largadistancia, se decidieron a atacar, y

  • eso, cuando creyeron que el aisladoSan Mateo era una presa propicia.Indudablemente el bravo galenactu como cebo.

    Lo segundo en llamar laatencin es que Bazn,reiteradamente, form a su escuadraen hilera. No se puede hablarrealmente de una lnea de combate ode fila como las habituales a partir de1650, porque en el siglo XVI losbuques que formaban las escuadraseran demasiado heterogneos entamao, potencia y cualidades

  • evolutivas, pero era un buenprincipio, y reflejaba claramente lasnecesidades impuestas por lapropulsin a vela: no quitarse elviento unos a otros, y con elarmamento artillero emplazadobsicamente en los costados, noestorbarse mutuamente el tiro. Sinembargo, y como hemos visto, laescuadra francesa maniobr sin unaformacin clara, en tropel o endeshilachadas columnas comomucho.

    Pero la formacin en hilera,

  • dividida en tres agrupaciones devanguardia, centro y retaguardia noera un invento de Bazn, por msque la utilizara magistralmente, sinoque fue preconizada desde muchosaos antes, en la primera mitad delsiglo, por tratadistas navales comoAlonso de Chaves, y no es, comopretende el tpico, un invento inglsu holands posterior.

    Como hemos visto, y sinembargo, los espaoles no cayeronen el error tan comn en el sigloXVIII de considerarla una

  • formacin rgida, que haba quemantener a toda costa, sino comouna defensiva, que poda y debaabandonarse en el transcurso delcombate, segn fueran lascircunstancias, propiciando lainiciativa y la decisin de cadaagrupacin e incluso de cada buque,para llegar a la mele y al combatecercano, rematado por el abordaje.

    En cuanto al combatepropiamente dicho, conviene aclararque los espaoles valoraban yamucho la artillera, en contra de

  • nuevo del manido tpico, que alcan hundieron uno de los grandesbuques franceses en los combatespreliminares, y que la utilizaron conprofusin y fortuna durante elcombate.

    La artillera naval de la poca sedivida en tres grandes familias,aunque con gran variedad dentro decada una de ellas en tamaos ycalibres: las culebrinas, los caonespropiamente dichos, y las piezasligeras, como pedreros y falconetes,tiles slo a cortas distancias y

  • nicamente contra el personal y losaparejos del enemigo.

    Las culebrinas eran grandespiezas, de larga nima, quedisparaban pequeos proyectiles, deentre cinco y nueve librasaproximadamente, a larga distancia.Los caones, igualmente pesados,pero ms cortos, podan dispararbalas de mucho mayor peso, superioren ocasiones a las 30 y 40 libras,pero a menor distancia.

    Con la experiencia que lesdieron los continuos combates

  • contra toda clase de enemigos, losespaoles haban llegado a laconclusin de que el fuego a largadistancia de las culebrinas era pocoeficaz, pues a muchos centenares demetros, y con la rudimentariaartillera de la poca, era difcil daren el blanco, e incluso deconseguirlo, las pequeas balasllevaban ya poca energa y causabanpocas averas y bajas. Por contra, lasgrandes balas de los caones,disparadas a corta distancia, eranmucho ms resolutivas en todos los

  • aspectos. As que los espaoles,aunque conservaron las culebrinaspara responder al enemigo a largadistancia, preferan los caones yretenan el fuego de su andanadahasta el final, cuando el enemigoestaba ya tocando el buque propio,con lo que los efectos erandemoledores.

    Otra cosa es que los caoneseran caros y difciles de hacer,especialmente las grandes piezas y lasnecesidades espaolas eran enormesy en todos los ocanos, con lo que a

  • menudo los buques llevaban menospiezas o de menor calibre de las quehubieran sido convenientes. Y lomismo pas en San Miguel, dondeOquendo se quej por escrito deaquellas limitaciones.

    El fuego de la artillera secomplementaba con el de arcabucesy mosquetes, los primeros eranarmas ligeras y de escaso alcance,pero de relativamente rpida recarga,mientras que los ms pesadosmosquetes, de mayor alcance y pesode proyectil, eran ms lentos de

  • recargar. Aparte haba tambinesmeriles o trabucos de borda,intermedios entre el mosquete y laspiezas de artillera ms ligeras.

    La tctica de los espaoles eradescargar, como sabemos, aquellamasa de fuego a bocajarro sobre elenemigo, bien en una sola descargamortfera, o ms comnmente, envarias muy seguidas, con lo que seevitaba que el enemigo se pusiera acubierto entre una y otra.

    Tras aquella rociada, el buqueenemigo y el espaol se enzarzaban

  • en un abordaje. Hasta que elenemigo no haba sidoconvenientemente "ablandado, eraliteralmente suicida abordarlo espadaen mano, como nos hanacostumbrado a ver las pelculas, asque ambos bandos seguandisparndose con todo lo que tenan.Pero los espaoles solan enviar acombatientes escogidos o a pequeosgrupos, a reforzar los arpeos quesujetaban al buque enemigo congruesos cabos y hasta con cadenas, oatacaban la popa del contrario,

  • buscando poner fuera de combate alos mandos y timoneles y apresar elpabelln enemigo, cosa que hundasu moral, o cortaban obenques yjarcia del contrario. Slo al final sedaba el verdadero asalto contra elcombs o cubierta principal.

    Por supuesto que a caones yarmas porttiles se unan toda clasede proyectiles arrojados a mano enlos abordajes, como hemos visto.

    Para el combate, los espaolesembarcaban soldados en sus buques,esperndose de la marinera que

  • atendiera principalmente a lanavegacin y echara una mano en elmanejo de los caones y en elcombate. Pese a los tpicos, todos lospases embarcaban soldados en losbuques, estuvieran ms o menosfamiliarizados con la guerra en elmar, siendo ste el origen de laInfantera de Marina. Y justamentela espaola es la ms antigua detodas, pues fue aqu donde primerose entendi la necesidad de que lossoldados embarcados fueranespecialistas en la guerra buque

  • contra buque y en las operaciones dedesembarco.

    Carece pues tambin de sentidoel tpico reproche de que losespaoles hacan mal en embarcarsoldados en sus buques, pues lomismo hacan los britnicos, a losque siempre se pone como ejemplo,en los mismsimos tiempos deNelson, no slo con los RoyalMarines, indispensables encualquier buque de la Royal Navyy donde servan adems comopolica naval para controlar a la

  • indmita marinera, sino conregimientos de Infantera y hasta deCaballera del Ejrcito cuando nohaba suficientes marines, que eralo habitual.

    En cualquier caso, la ventajaespaola en el siglo XVI y primeramitad del XVII era clara, puesaquellos soldados eran losformidables luchadores de lostercios. Pese al cine y las novelas, locierto es que muy pocos buquesespaoles se perdieron en aquellapoca por un abordaje enemigo,

  • como tendremos ocasin decomprobar en los artculossiguientes, debiendo recurrirnuestros enemigos a otras tcticas.

    As se explica la diferencia encastellano entre tripulacin oconjunto de hombres que atendan ala navegacin, y guarnicin, o losque se ocupaban principalmente delcombate, siendo el comn, el dedotacin, que engloba a las dos, yque es el genrico adecuado parareferirse a la de un buque de guerra.

    Por ltimo, recordar que en el

  • siglo XVI y buena parte del XVII,los buques que luchaban en loscombates navales eran generalmentemercantes o incluso pesquerosarmados, a los que en tiempo deguerra se reforzaba o dotaba deartillera, y se les daba unaguarnicin de soldados. Pocos delosbuques eran construidosespecficamente para la guerra y porencargo del rey, aunque lgicamenteeran ms fuertes y potentes que losmercantes armados, aunque nonecesariamente los ms grandes.

  • Estos buques del rey eranespecficamente los galeones,aunque pronto se extendi ladenominacin a cualquier granbuque bien armado, aunque setratara de un mercante movilizado.

    En cualquier caso, las tcticasespaolas haban mostrado yseguiran mostrando su francasuperioridad contra cualquier clasede enemigos.

    Lo curioso del caso es que losingleses, presentes en las Azores porentonces en varios buques corsarios

  • y en compaas de voluntarios entierra, aunque no participaron en elcombate de San Miguel, tomaronbuena nota de todo lo que all habapasado.

    La conclusin que sacaron eraevidente: no trabar nunca combatecercano con un galen espaol, nimenos intentar abordarlo, aunquepareciera tan aislado y desvalidocomo el San Mateo, pues aquelloera literalmente suicida contra talesenemigos.

    La nica respuesta que se les

  • ocurri en principio fue la dehostigarlos a larga distancia con lasculebrinas, esperando un tiro desuerte. Para ello formaban en largascolumnas en hilera y a barlovento,que descargaban su artillera porturno al llegar a un puntodeterminado, hecho lo cual viraban,y, si podan, repetan el ataque. Fueese hostigamiento a distancia y no lafamosa lnea de fila lo que adoptaronen la campaa de la Invencible,seis aos despus de la de las Azores.

    Por supuesto que este tiro a

  • larga distancia consuma enormescantidades de municin sin lograrapenas resultados, por lo quedebieron pasar posteriormente aadoptar otras tcticas, empezandopor acercarse un poco ms, y,fundamentalmente, la de arrojarbuques incendiarios contra lasformaciones espaolas, buscandoquemar algn galen, o al menos,romper su formacin, y slo as seapuntaron algn xito.

    Carece pues de sentido hablarde una supuesta superioridad artillera

  • inglesa sobre los espaoles, o questos subestimaban el uso de laartillera, como tantas veces se harepetido.

    Lo cierto es que los espaolesacertaban en que, con buques demadera y vela, y con caones deavancarga y nima lisa, la mejortctica era combatir lo ms cercaposible del enemigo, la mele conplena iniciativa de cada comandantey el abordaje artillero. Nosotros loolvidamos en el siglo XVIII, en queseguimos la tctica tradicional del

  • combate en lnea y a mediadistancia, mientras que los ingleses lorecuperaron en los tiempos deNelson, con las lgicas adaptacionesque imponan los tiempos.

    Pero no inventaron esa tctica,a la que si se refieren, tildan deanticuada en el siglo XVI, mientrasque califican de revolucionaria suadaptacin por ellos doscientos aosms tarde.

    Curiosamente, siempre quehablan de la campaa de laInvencible suelen considerarla la

  • primera batalla moderna entrebuques de vela armados concaones, olvidando precedentescomo el de San Miguel, que tansanas precauciones les sugiri.

    Conclusin

    Pero, y aparte de otrasconsideraciones, lo que qued claroen el pico combate que Bazn gancon 29 buques contra los 60 deStrozzi, es que el triple peligro de la

  • prdida de las Azores y de lacomunicacin con las Indias, el deuna sublevacin de Portugal y el dela entrega de Brasil a Francia, quedcompletamente conjurado. Por otraparte, Francia dej de ser un seriopeligro por mar para Espaa durantems de cincuenta aos, corsarios eincursiones aisladas aparte.

    As, no slo en el plano tctico,sino en el estratgico y en el poltico,la batalla de San Miguel o de lasTerceras, result ser una de lasgrandes batallas navales decisivas de

  • la historia de Espaa y de la delmundo.

    Y pese a ello, es virtualmentedesconocida, en nuestro pas y en elextranjero, tal vez nicamente porser quienes fueron los vencedores.

  • UDESEMBARCOSESPAOLES EN

    LAS ISLASBRITNICAS1579-1601

    no de los mitos ms extendidosincluso entre los aficionados a

    la Historia Naval es el de que lascostas britnicas, gracias a su

  • invencible Navy, se han visto porcompleto libres de ataques enemigos,desde al menos la invasinnormanda que triunf en la batallade Hastings de 1066.

    Tal afirmacin no se sostienecon alguna seriedad si se recuerdaque, algunos siglos despus, pero anen plena Edad Media, los almirantescastellanos Snchez Tovar y PeroNio, especialmente el primero,desembarcaron reiteradamente enInglaterra, tomando y arrasandociudades como Dover, Folkestone,

  • Porsmouth, Plymouth y Darmouthentre otras, o remontando elTmesis hasta Gravesend, a la vistadel mismo Londres, localidad quefue incendiada seguidamente, hechostodos que ocurrieron entre 1374 y1379.

    Pero no vamos a tratar ahorade aquellas operaciones, sino de otrasms cercanas en el tiempo ypertenecientes a la larga lucha queenfrent a Isabel I Tudor con FelipeII en primer lugar, y con su hijoFelipe III a la muerte de ste y hasta

  • la paz de 1604.Por un lado son campaas

    mucho mejor conocidas que lasmedievales, y por otro, su estudionos revelar no pocas enseanzassobre las operaciones anfibias y sobrela estrategia espaola de la poca.Por ltimo, ayudar a mostrar unaimagen de este conflicto hispano-ingls que tiene poco que ver con lostpicos que se han venido aceptandonormalmente desde entonces.

  • LSmerwick, 1579

    a creciente presin de Inglaterrasobre Irlanda provoc la natural

    respuesta de los irlandeses, deseososde salvaguardar su independencia ysu catolicismo frente a los invasores.Uno de aquellos rebeldes, JamesFitzmauri, viaj a Roma y obtuvobula del Papa desposeyendo a IsabelTudor de la corona y obteniendo suapoyo para preparar una expedicin

  • libertadora. sta se organizrpidamente con voluntariosirlandeses e italianos, (muchos de losltimos seguramente sbditos deFelipe II) zarpando de Civitavechiaen el verano de 1579.

    No deban de ir muypreparados los entusiastas cruzadospontificios, pues al costear Galicia lasembarcaciones naufragaron, aunquesalvndose la mayor parte de lasvidas.

    Su Santidad rog a Felipe IIque hiciera lo posible para que la

  • expedicin llegara a buen fin, y elrey, considerando la guerrairregular que vena sufriendo yadesde haca cosa de una dcada porlos corsarios ingleses, decidiprestarle su apoyo, aunque, siempreprudente, no ech toda la carne enel asador.

    Poco despus zarpaban denuevo los 1.500 hombres, con lainclusin de 400 voluntariosespaoles y con armas para otroscuatro mil rebeldes irlandeses, queesperaban se les uniran en cuanto

  • tocaran tierra. Fueron conducidospor Juan Martnez de Recalde abordo de ocho naos y cuatropataches, dando fondo sin mayorproblema en Smerwick, puerto deKerry, en la costa oeste de la isla.

    Sin embargo, all les esperabauna gran desilusin, pues pese atodas las promesas y las largasconspiraciones, la poblacin no lesofreci el apoyo en que confiaban,por lo que la misin se relevaba tanintil como peligrosa.Entendindolo as, Recalde

  • abandon aquellas aguas con buenaparte de los voluntarios, incluidosunos trescientos espaoles,quedando slo unos 700, de los queochenta eran espaoles.

    Decididos a todo, sefortificaron en el llamado Castillodel Oro, a la mirada del puerto deLymbrik, donde no tardaron en serasediados por mar y tierra porfuerzas muy superiores. Al fin,despus de muchos meses deresistencia, el jefe de los asediados,Sebastin de San Giuseppe, decidi

  • capitular en contra de la opinin dela tropa, efectundose la entrega el 9de noviembre de 1580.

    Nunca lo hubiera hecho, puesconfiados los prisioneros al luegofamoso Walter Raleigh, ste separ auna veintena de los principales paraobtener por ellos rescate y mat a losrestantes a horca y cuchillo,haciendo tabla rasa de lascapitulaciones y del mnimo sentidode humanidad.

    Pero, y pese a su trgico fin, laun tanto improvisada expedicin

  • haba mostrado que las costasenemigas eran alcanzables sinproblemas, y que incluso unaexpedicin mal organizada ymandada tena grandes posibilidadesde xito, pues slo unos centenaresde hombres haban resistido durantecasi un ao el contraataque ingls. Elhecho sent un precedente para elfuturo, como veremos.

    Cornualles,

  • S1595

    iguiendo un orden cronolgicodeberamos hablar aqu de la

    Armada de 1588, mal llamadaInvencible, pero creemos que ellector ya conoce la cuestin, que porotra parte se sale de los estrechoslmites de este trabajo. Slo recordarque el plan de Felipe II de enviaruna escuadra al Canal de la Manchacomo escolta del convoy que

  • trasladara desde Flandes al ejrcitode Farnesio, presentaba problemasestratgicos y logsticos de todandole que le hacan poco menosque impracticable con la realidadestratgica y los medios de la poca.Entre las muchas carencias cabedestacar la de una buena base navalen la zona en la que se pudieranreunir escuadra y convoy.

    Algo de eso se obtuvo aosdespus de forma inesperada. Alestallar la guerra civil en Franciaentre los diversos candidatos a la

  • corona, Felipe II, que apoyaba alaspirante catlico, pudo disponer delpuerto de Blavet, cerca de Brest. Allse apostaron fuerzas ligeras espaolaspara atacar el trfico ingls yholands por aquellas aguas,especialmente los filibotes y zainas almando de don Pedro Zubiaur y unaescuadrilla de galeras al de donDiego Brochero.

    Sorprendentemente, y pese asus conocidas limitaciones paranavegar y combatir por aquellasduras aguas y contra tales enemigos,

  • las galeras obtuvieron continuosxitos, obligando a susdesconcertados contrarios aimprovisar buques parecidos con losque enfrentarlas.

    Pero si algo haban mostradolas galeras en siglos de lucha en elMediterrneo era que se trataba demagnficos buques anfibios, por suescaso calado, facilidad de maniobrae independencia del viento. Sinhacer uso apenas de lasembarcaciones auxiliares, a lo queestaban obligados por contra los

  • veleros, podan acercarse a una playay desembarcar su guarnicinrpidamente por la tamboreta yespoln, mientras que sus piezas deproa barran cualquier oposicincercana. Eran, en suma,embarcaciones ideales para dargolpes de mano anfibios.

    Tal y como se pens, se hizo:en julio de 1595 las cuatro galeras, almando de don Carlos Amzola,zarparon de Blavet, saquearonalgunos pueblos hugonotes cercanospara completar sus provisiones e

  • hicieron rumbo a las costas deCornualles.

    Sin encontrar enemigo algunoen la mar, fondearon y pusieron entierra 400 arcabuceros y algunospiqueros en Mouse Hole,saquendolo e incendindolo,pasando luego a hacer lo mismo enPenzans y Newlin, donde ocuparonun pequeo castillo, tomaron lapieza que lo artillaba y apresaron tresmercantes con rica carga. A todosto, la alarma haba cundido entrelos habitantes, reunindose una

  • milicia de unos 1.400 hombres queno se atrevi a enfrentarse a aquellosinvasores tan aguerridos. Losespaoles, en un gesto de desafo,celebraron una misa en el terrenoocupado, e hicieron saber a todosque volveran y edificaran all unaabada. Despus, y con todatranquilidad, reembarcaron yvolvieron a su base, no sin hundir enla travesa dos buques holandeses deun convoy de 46 naves con el que setoparon.

    La tan atrevida como exitosa

  • incursin tuvo al menos unacontinuacin, cuando poco despus,el capitn don Martn de Oleaga conslo dos pataches, volvi adesembarcar en la costa inglesa, connuevos incendios, saqueos y presasde mercantes.

    Cabe imaginar el impacto en lacorte britnica de aquellasincursiones, que mostraban tanto laindefensin de sus costas como laimpunidad con que se retiraron losincursores. Y nada aseguraba quetales hechos no se volvieran a repetir

  • y an ms dolorosamente.Ello explica que se decidiera

    apoyar decididamente a loshugonotes franceses en susdesesperados intentos por conquistarBlavet, empresa fracasada por laheroica resistencia de los espaoles almando de don Juan del Aguila entierra y de Zubiaur, Brochero,Bertendona y Villaviciosa por mar,lucha en la que, y entre otros, muriel almirante ingls Frobisher.

    Y lejos de mejorar, la situacinde los aliados empeor

  • sensiblemente cuando el 16 de abrilde 1596, las tropas espaolasocuparon el puerto y la ciudad deCalais, pues ahora la gran base parael ataque a las costas britnicas estabaya disponible.

    Lasexpediciones de

    1596 y1597

  • P ero los planes de invasinhaban ya madurado en otradireccin ms usual: en octubre deaquel mismo ao zarpaba la granflota de 100 buques al mando dedon Martn de Padilla, con unatropa de desembarco de 9.000espaoles y 3.000 portugueses,rumbo a las costas de Irlanda y conel fin de apoyar una nueva rebelin.Sin embargo la flota parti en malaestacin debido a los retrasosimpuestos por el rey y la burocracia,

  • siendo sorprendida el da 28 por untemporal frente a las costas gallegas,perdindose un total de 32embarcaciones (casi todas ligeras) ycerca de dos mil hombres.

    Al ao siguiente, la flota fuereforzada hasta las 136embarcaciones de todos tipos y 24carabelas, transportando ahora nomenos de 12.500 hombres, de losque 8.600 eran veteranos de lostercios viejos de Npoles yLombarda, invencibles porentonces.

  • Zarparon, tambin con retraso,el 19 de octubre y tras una corta yfeliz travesa de tres das, entraron encontacto con las galeras de Blavet yse dispusieron al desembarco de latropa, esta vez en la propiaInglaterra.

    Pero, y cuando ya divisabanFalmouth, se desencaden unterrible temporal que dispers laflota, hundiendo siete buques ypereciendo mil hombres ahogadoscuando ya tan cerca estaban delxito.

  • Sin embargo, siete de losbuques llegaron a su objetivo ypusieron en tierra unoscuatrocientos hombres, que seatrincheraron esperando la llegadadel resto. Tras dos das de espera, y alcomprobar que la flota se habadispersado irremediablemente y queno llegaban refuerzos, reembarcarony regresaron a Espaa sin el menorcontratiempo.

    Aquella fue, con mucho, lamejor ocasin de alcanzar el tandeseado xito, por ms que la

  • expedicin fuera de objetivoslimitados, dado que la fuerza dedesembarco, aunqueverdaderamente de lite, slo erasuficiente para conquistar algunospuntos y fortificarse en ellos a laespera bien de refuerzos, de unainsurreccin de los todavaabundantes catlicos ingleses o biende una negociacin diplomtica.

    Lo sorprendente es que unaflota an ms numerosa que laInvencible no fuera avistada einterceptada por las escuadras

  • britnicas. Lo cierto es que,creyendo suspendidos lospreparativos espaoles, la escuadrainglesa, con 120 buques y otros 25holandeses, al mando de Essex,Howard y Raleigh, haba zarpadohacia las Azores pensando eninterceptar la Flota de galeones que,rebosantes de oro y plata, tra deAmrica el almirante Garibay. Peroste supo burlar a sus perseguidores,que al volver frustrados a Inglaterra,se encontraron adems con que lahaban dejado indefensa ante un

  • temible peligro. No es extrao queabundaran las acusaciones detraicin y que se abriera juiciocontra alguno de los mandosacusndolo de estar a sueldo del reyde Espaa. Realmente no fue una delas campaas ms gloriosas de laNavy.

    As que, nuevamente y sinoposicin, soldados espaoleshollaron el suelo ingls, y slo porlos temporales la operacin sefrustr. Ello explicara que lamemoria histrica haya hecho

  • responsables a los elementos delfracaso de la Invencible, aunque,como es comn, confundiendo ysimplificando los hechos, reuniendoen una sola expedicin los hechos delos sucesivos intentos, en lafrustracin de las cuales, comohemos visto, slo fue parcialmenteresponsable la Navy en la primerade las ocasiones, brillando por suausencia en las otras dos.

    Una noticia consol a los yatemerosos britnicos: Felipe II firmen 1598, al ao siguiente, la paz con

  • Enrique IV de Borbn, al queaceptaba finalmente como rey deFrancia tras su conversin alcatolicismo. Y en virtud del tratado,les fueron devueltas a los franceseslas plazas de Blavet y Calais, quetanta importancia tenan en unaestrategia contra Inglaterra. Pocodespus, el agotado y enfermo reyprudente mora, legando a su hijoFelipe III el conflicto con Inglaterra.

    Irlanda, 1601-

  • D1602

    e nuevo se pens en que lamejor estrategia era atacar al

    enemigo en el dbil flanco irlands,y para dirigir la operacin se escogia don Juan del guila, el esforzado einvicto caudillo de Blavet y deBretaa, asegurndose el apoyo delos naturales gracias a la implicacinde los condes de Tyrone yO'Donnell.

  • El 3 de septiembre de 1601zarpaba de Lisboa una escuadra de23 buques, al mando de don DiegoBrochero, conduciendo a los 4.432espaoles de la tropa de desembarco.Ya cerca de su objetivo, de nuevo selevant un temporal, separando a losocho buques de Zubiaur que,conduciendo mil hombres y muchasmuniciones y provisiones, tuvo queregresar a Ferrol.

    Pero el resto de la expedicindesembarc con felicidad al sur deIrlanda, en el puerto de Kinsale el 2

  • de octubre, tomndolo sinresistencia. De nuevo se hicieronproclamas a la poblacin, llamandoa la insurreccin contra el dominioingls, y de nuevo la respuesta dejque desear, pues slo se les unieron900 hombres, mal armados yentrenados.

    El virrey ingls, Mountjoy,reuni 6.000 soldados de infanteray 500 de caballera, con los que pusocerco a Kinsale, apoyado por laescuadra al mando de sir RichardLevison. No tardaron en recuperar,

  • aunque no si gran resistencia yprdidas, dos de los baluartesexteriores: Rincurran y Castle Park.

    Mientras, y en el norte de laisla, O'Donnell y Tirconell habanlevantado a casi tres mil hombres,pero esperando reunirse con el jefesupremo de la rebelin, O'Neill, sedetuvieron en Tipperary, sin auxiliara los espaoles ni hacer nada porreunirse con ellos.

    Por su parte, Zubiaur, yareparado, zarp nuevamente deCorua el 6 de diciembre con diez

  • buques y mil hombres dedesembarco. Pero de nuevo lostemporales se cobraron su tributo,perdindose un buque y separndosetres ms, con lo que slo seis conunos 600 soldados llegaron aIrlanda, desembarcando enCastlehaven, por ser inaccesibleKinsale por el cerco y bloqueo naval.Con ellos y el apoyo de losirlandeses, Zubiaur se apoderadems de los puertos cercanos deBaltimore, Bantry y Berehaven,creando as una eficaz diversin que

  • aliviara la presin ejercida contra lafuerza principal en Kinsale.

    La escuadra de Levison nopoda permitir aquel decisivoensanchamiento de la cabeza deplaya espaola en Irlanda, y con susbuques atac a los muy inferiores ennmero y porte de Zubiaur enCastlehaven. Pero el duro marinovasco no dud: emplazando caonesen tierra para apoyar a su inferiorflotilla, rechaz por completo a laescuadra enemiga tras cinco horas decombate, habiendo recibido su

  • insignia, el Mara Francisca, msde 350 balazos, perdiendo al parecercada bando dos buques. Reparado ylibre del bloqueo, Zubiaur regrespoco despus con su flotilla aEspaa.

    Mientras tanto, don Juan delguila haba aprovechado paraefectuar una salida de Kinsale el 12de diciembre. La operacinconstituy todo un xito, pues lossitiadores perdieron ms de 700hombres entre muertos, heridos yprisioneros, as como veinte

  • caones, por slo un centenar debajas entre los espaoles. Pero lossitiadores reciban continuosrefuerzos desde la cercana Inglaterray de otros puntos de Irlanda,llegando a sumar unos 12.000hombres.

    La guarnicin de Kinsale nopoda liberarse por s misma desemejante fuerza, pero al fin, parecaque los irlandeses se decidan aentrar en combate. Sus lderesconsiguieron reunir unos 6.000hombres y contactaron con los

  • espaoles de Castlehaven, que slopudieron reforzarlos con 200 almando del capitn don AlonsoOcampo, pues ya sabemos que laguarnicin de aquellos puntos era demenos de 600 hombres.

    Urga liberar Kinsale, y pormedio de mensajeros secretos, seentr en contacto con la plaza paraorganizar un ataque simultneodesde dentro y fuera de ella,fijndose la operacin para el 4 deenero de 1602.

    Sin embargo, el espionaje o la

  • traicin hicieron saber a Mountjoylo que se preparaba, y dejandovigilada la plaza, se revolvi contra elenemigo ms dbil: las improvisadasmilicias irlandesas. A la primeracarga de la caballera inglesa losnovatos y mal armados irlandeses sedesbandaron, quedando slo a piefirme los 500 de OSullivan y los200 espaoles. Tras dos horas delucha y cuando ya slo quedabanvivos 2 oficiales y 37 soldadosespaoles, la heroica fuerza tuvo querendirse. Ms de mil irlandeses

  • murieron aquel da.En cuanto a la salida de la

    plaza, hecha ya a destiempo y con elenemigo crecido por su fcil victoria,no tuvo la menor posibilidad dexito. Recordemos, adems, que entotal y entre las dos fuerzas, eranpoco ms de espaoles y el doble deirlandeses contra 12.000 britnicos.

    Todo ello convenci a donJuan del guila que su resistencia enKinsale careca de sentido, sinrefuerzos desde Espaa y sin unclaro y eficaz apoyo irlands. A

  • muchos de sus hombres les parecaque era muy prematuro renunciar,pero al ya veterano jefe, victoriosoen Blavet y Bretaa en otra larga ydura campaa con escasos apoyos, lefalt probablemente la constanciaque antes haba derrochado.

    El 12 de enero de 1602 sefirm la capitulacin, hecha contodos los honores saliendo conbanderas desplegadas los espaoles,armas artillera, municiones, bagajes,vituallas y tesoro, hacindoseextensiva a los dems puertos. Signo

  • de lo que haban cambiado lostiempos es que los enemigos setrataron con toda cortesa y hastacordialidad, cumplindose lacapitulacin y siendo repatriados losespaoles en buques ingleses. Unosseiscientos, vctimas ms de lasenfermedades que del enemigo,quedaron all para siempre.

    Cabe imaginar el alivio con quese acogi la noticia en Inglaterra:una fuerza de menos de cuatro milespaoles, que nunca lleg a estarreunida, con muy poco apoyo eficaz

  • de los rebeldes, se haba hecho conno menos de cinco puertos del surde Irlanda y haba tenido en jaque asu ejrcito durante cuatro meses,pese a no recibir ningn refuerzoimportante, para al final capitularcon todos los honores y cuando bienpodan haber prolongado suresistencia.

    O'Sullivan no se di porvencido, y con su propia escasa gentey 50 espaoles dispersos que se leunieron, defendi su propio castillode Dunboy en la baha de Bantry

  • hasta su inevitable rendicin el 3 dejulio de aquel ao. De haberse hecholo mismo en Kinsale, prolongar laresistencia, para lo que haba muchosms hombres y elementos, y pese atoda la lentitud de la administracinespaola, hubiera dado tiempo a quellegaran refuerzos de todas clases yseguir dando jaque al enemigo.

    De hecho, don Juan del guilafue sumamente criticado a su regresoa Espaa, en abril de aquel ao.Cado en desgracia, se retir a pasarsus ltimos aos en su pueblo natal

  • de Barraco, en la provincia de vila.En el nimo de la ya anciana

    Isabel Tudor tuvo que pesar denuevo la comprobacin de que suscostas no eran en modo algunointangibles, y que en la primeraocasin en que los espaoles sehaban presentado con algunafuerza, haba costado mucho evitar eldesastre. Sus ministros lerecordaran, adems, que mantenerlos 20.000 soldados del ejrcito deocupacin en Irlanda le costaba nomenos de 300.000 libras anuales de

  • Rentonces, y ello aparte de que lapropia Inglaterra necesitabaproteccin.

    La ltimaamenaza

    ecordar el lector los buenosresultados de las galeras que

    operaron en el Canal de la Mancha,pues bien, un joven capitn, don

  • Federico de Spnola, hermano deldon Ambrosio inmortalizado porVelzquez en su cuadro Larendicin de Breda, haba decididocontinuar aquellas operaciones,ahora desde bases en el Flandesespaol. Como primera medidallev all sus galeras, todava almando de Amzola, y que sehallaban en Santander, a las queuni otras, sembrando al pocotiempo el pnico en la navegacinmercantil de ingleses y holandeses.

    Pero su plan ltimo era el

  • desembarco en Inglaterra, ocupandouno o dos de sus puertos,simultneamente a la expedicinirlandesa. Y as acudi a Flandes enel verano de 1600 su hermanoAmbrosio con un ejrcito de 9.000hombres, con rdenes expresas delrey de no perder una hora. Sinembargo, las necesidades del teatrode guerra de los Pases Bajos seimpusieron, y la tropa tuvo quequedarse all. No era la primera nisera la ltima vez que la resistenciaholandesa pona a salvo de grandes

  • peligros a Inglaterra.Los planes, sin embargo, no se

    abandonaron, y a fines de 1602 losreclutados eran ya nada menos que20.000 hombres y 2.000 caballos,pero de nuevo la fortuna favoreci aAlbin, al morir heroicamente donFederico Spnola de un balazo decan en el pecho cuando con susgaleras atacaba a un escuadraholandesa el 25 de mayo de 1603.Con su muerte, el proyecto perdisu mejor valedor.

    A poco muri Isabel Tudor, y

  • los amplios deseos de paz por ambasparles no tardaron en concretarse, ypocos meses despus sta se firmabaen Londres con clusulas muyventajosas para Espaa queanalizaremos ms adelante.

    Drake, Hawkins y Frobisher,entre otros, haban muerto en lalarga guerra, y Raleigh no tardaraen ser ajusticiado por sucompatriotas al intentar proseguir suvieja forma de vida corsaria. Nuncallevaron los galeones ms oro y platade Amrica a Espaa que entre 1588

  • Cy 1604. sta es la realidad de loshechos.

    Conclusin

    omo habr podido comprobarel lector, en alguna ms de las

    cinco ocasiones mencionadas, tropasespaolas desembarcaron en las islasbritnicas. Es ms, en las tresocasiones en que lo hicieron en

  • Inglaterra, no sufrieron dao algunoy los causaron de algunaimportancia. En la nica en que lohicieron en fuerza en Irlandaprovocaron una grave crisis en elsistema defensivo ingls, que dehaber contado con mayores apoyos yalgo ms de tenacidad, hubierapodido ser decisiva.

    Del relato de los hechos, ydejando aparte la campaa de lallamada Invencible, se habrobservado que en dos ocasiones, almenos, los intentos de invasin

  • fueron abortados por los temporales,no por las escuadras enemigas, y que,en la generalidad de los casos, si nose lleg a un xito decisivo, fue mspor los errores de planteamiento,concepcin o ejecucin de los planesespaoles (incluida la propiaInvencible) que por las medidasdefensivas de los ingleses.

    Resulta obligado hablar de unacontumaz buena suerte de Albin,pero que esa situacin no podaprolongarse indefinidamente y queel mutuo desgaste de ambos

  • contendientes era mejor soportadopor Espaa, pese a lucharsimultneamente contra variosenemigos, que lo que podasoportarla mucho ms dbilInglaterra de entonces, fue algo quesupieron valorar muyadecuadamente los gobernantesingleses de aquella poca frustradaslas doradas expectativas abiertas porDrake y otros, tras aos le unadursima guerra, comprendieron quepoco tenan que ganar y mucho queperder con su continuacin.

  • La constante amenaza espaolasobre las costas britnicas, pese atodos sus errores e insuficiencias, fueuno de los factores de peso en esaresolucin.

  • MLA INVENCIBLEINGLESA DE 1589

    ucho se ha hablado y escritosobre la desdichada y mal

    llamada Invencible espaola de1588, sin embargo apenas se hadivulgado que al ao siguiente losingleses acometieron al contraataqueuna expedicin semejante, quetermin igualmente en desastre.

  • Apenas alejado el peligro de lascostas inglesas tras el fracaso de laflota de Medina Sidonia, nuestrosenemigos empezaron a planear unaadecuada explotacin del xito,ahora que los mejores buquesespaoles se hallaban en puertoscantbricos en reparacin y las costasibricas estaban, por tanto, casiindefensas. El potencial del reino deInglaterra no daba para una invasinde Espaa, pero se contaba con quedon Antonio de Crato, el tenazpretendiente a la corona portuguesa,

  • como sabemos recientementeaadida a las que cea Felipe II,poda ser una baza de gran valor, alsembrar la rebelin entre losportugueses.

    Sobre tales perspectivas seelabor un ambicioso plan para unaflota que debera atacar la Pennsulaen la primavera de 1589. Su misinera tan compleja comoprometedora: atacar en primer lugarlos puertos cantbricos,especialmente Santander, y destruiren ellos los galeones que all

  • reparaban, desembarcar luego anteLisboa con don Antonio, provocarla sublevacin de sus leales, tomar lacapital e importantsimos puerto ybase naval y comercial, y asegurar laindependencia de Portugal, que seconvertira en un firme aliado ysocio comercial de los ingleses, paray por ltimo, asegurar la posesin dealguna de las Azores, que podra serdecisiva para colapsar el trficoespaol con Amrica.

    Tal vez eran expectativasdesmesuradas, pero en el grado de

  • indefensin y de baja moral en quepareca hallarse la monarqua deFelipe II tras el desastre precedente,todo aquello pareca posible. En elpeor de los casos, se confiaba enreducir drsticamente las fuerzasnavales espaolas, crear un serioproblema insurreccional en Portugaly tal vez conseguir alguna de lasAzores, sin descontar la posibilidadde hacerse con un buen botn.

    Una defectuosa

  • Rorganizacin

    ealmente, toda la operacin seorganiz bsicamente como

    una operacin comercial,financindola a partes la propiaIsabel Tudor, los principales jefes dela flota y ejrcito de desembarco ylos navieros, esperando cada uno noya recuperar lo invertido, sinoobtener grandes beneficios. Talprctica, aunque comn en la

  • Inglaterra de entonces y afortunadaen empresas menos ambiciosas y mspuramente corsarias, resultcontradictoria con los grandesobjetivos estratgicos que seperseguan y fue, tal vez, causa de sufrustracin.

    El mando de la escuadracorrespondi a sir Francis Drakeque, si bien haba recibido acerbascrticas de muchos de suscompaeros por su conductadurante la campaa de laInvencible, tuvo la habilidad de

  • atribuirse personalmente la mayorparte del xito, como todava hoyinjustamente creen muchos enInglaterra y Espaa. Y aquellaarriesgada y ambiciosa misinpareca requerir un jefe de suscualidades, segn pareca confirmarsu historial anterior.

    Pero lo cierto es que el grannavegante y afortunado corsario noera el hombre adecuado paramandar una gran expedicin naval,como los hechos no tardaran endemostrar.

  • Como jefe de la fuerza dedesembarco se escogi a sir JohnNorris o Norreys, cuyo criterio notard en chocar con el del marino,poniendo de relieve losinconvenientes de un mando dual,especialmente si ambos jefes tienentemperamentos, formacin e ideasmuy distintos.

    Los datos sobre la fuerzareunida son poco claros ycontradictorios, fruto del deseo delgobierno ingls de entonces deencubrir en lo posible el desastre y

  • del de la historiografa britnicaposterior en no empaar el tandorado como discutible cuadro queha pintado de la Marina de IsabelTudor.

    Al menos en los hombresparece haber concordancia, pueseran 23.375 los embarcados, de losque unos 5.000 eran marineros,siendo el resto