Victor villasuso las ciudades que vivieron los ingleses

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1 JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LA RECOLETA “Las ciudades que vivieron los ingleses” Arq. Víctor M. Villasuso Simposio Internacional “Reconquista y Defensa de Buenos Aires, 1806-1807” Auditorio Manuel Belgrano Banco de la Ciudad Ciudad Autónoma de Buenos Aires – 3 al 6 de Julio de 2007 LAS CIUDADES QUE VIVIERON LOS INGLESES El paisaje urbano-ambiental es el verdadero reflejo de un modo de vida y de la actitud de los habitantes de una ciudad ante éste. Durante la primera década del Siglo XIX, las ciudades rioplatenses, en particular Buenos Aires y Montevideo, balbuceaban la idea de metrópolis que hoy detentan. Consolidado el Virreinato del Río de la Plata, sus autoridades trataban de darles a los letárgicos poblados de la región una imagen a semejanza de las principales urbes del planeta. Estas incipientes ciudades, en pleno momento de despegue edilicio fueron escenario de las acciones de irrupción, combate y reclusión de la fuerza británica. La llegada de los ejércitos insulares a un territorio desconocido creó en ellos nuevas visiones urbano – arquitectónicas. Acostumbrados a la incipiente ciudad industrial del Viejo Mundo hallaron en el Río de la Plata poblaciones realizadas con parámetros urbanísticos poco difundidos en el mundo sajón. En sus adversos momentos de lucha y conquista territorial encontraron una manera diferente de habitar, organizada ésta a partir de patrones ibéricos. Ella los acogió, marcándoles su vida social, costumbres y hechos cotidianos durante sus tiempos de guerra y cárcel. El presente trabajo nos muestra, como un escenario imaginario, cuales eran las condiciones físicas de las ciudades que fueron cobijo de los ingleses, durante su intromisión bélica, su reclusión y vida futura de aquellos que se radicaron definitivamente en el Río de la Plata. Analizar las características de las ciudades, sus obras y ejecutores, el sitio físico que las contiene, la concepción artística, los materiales del lugar permitirá encontrar la visión espacial que el hombre de armas inglés confrontó con sus expectativas bélicas.

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JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LA RECOLETA

“Las ciudades que vivieron los ingleses”

Arq. Víctor M. Villasuso

Simposio Internacional

“Reconquista y Defensa de Buenos Aires, 1806-1807”

Auditorio Manuel Belgrano Banco de la Ciudad

Ciudad Autónoma de Buenos Aires – 3 al 6 de Julio de 2007

LAS CIUDADES QUE VIVIERON LOS INGLESES

El paisaje urbano-ambiental es el verdadero reflejo de un modo de vida y de la actitud de los habitantes de una ciudad ante éste. Durante la primera década del Siglo XIX, las ciudades rioplatenses, en particular Buenos Aires y Montevideo, balbuceaban la idea de metrópolis que hoy detentan. Consolidado el Virreinato del Río de la Plata, sus autoridades trataban de darles a los letárgicos poblados de la región una imagen a semejanza de las principales urbes del planeta. Estas incipientes ciudades, en pleno momento de despegue edilicio fueron escenario de las acciones de irrupción, combate y reclusión de la fuerza británica.

La llegada de los ejércitos insulares a un territorio desconocido creó en ellos nuevas visiones urbano – arquitectónicas. Acostumbrados a la incipiente ciudad industrial del Viejo Mundo hallaron en el Río de la Plata poblaciones realizadas con parámetros urbanísticos poco difundidos en el mundo sajón. En sus adversos momentos de lucha y conquista territorial encontraron una manera diferente de habitar, organizada ésta a partir de patrones ibéricos. Ella los acogió, marcándoles su vida social, costumbres y hechos cotidianos durante sus tiempos de guerra y cárcel.

El presente trabajo nos muestra, como un escenario imaginario, cuales eran las condiciones físicas de las ciudades que fueron cobijo de los ingleses, durante su intromisión bélica, su reclusión y vida futura de aquellos que se radicaron definitivamente en el Río de la Plata. Analizar las características de las ciudades, sus obras y ejecutores, el sitio físico que las contiene, la concepción artística, los materiales del lugar permitirá encontrar la visión espacial que el hombre de armas inglés confrontó con sus expectativas bélicas.

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Para encontrar estas visiones rioplatenses que fueron huella en las mentes sajonas, dos son las principales urbes de habitación que se presentan. La ciudad de Buenos Aires, metrópolis virreinal, y la cercana Villa de Luxan (hoy Luján), segundo punto de importancia en territorio bonaerense. Ambas poblaciones acogieron tanto en la guerra, como en los momentos de paz, a contingentes de británicos, los que poco a poco fueron aceptando que un nuevo país se estaba formando.

LAS CIUDADES INGLESAS A PRINCIPIOS DE SIGLO XIX

Lo primero que cabe preguntarse, es ¿cuál era el concepto de ciudad que ese militar tenía en

mente al llegar a un territorio tan apartado de su centro político y habitacional? El militar inglés de entonces, asiduo viajero por su naturaleza imperialista en un momento de expansión de la Corona, tenía una imagen y un modo de vida ciudadana muy diferente a las costumbres coloniales hispánicas.

Inglaterra era la principal potencia económica de la Tierra al momento de enviar las tropas al Río de la Plata. Sus ciudades, presentaban un desarrollo industrial y humano que en nada se parecían a los incipientes asentamientos allende el Atlántico. Las islas venían generando desde fines del 1700 una Revolución Industrial que permitía que sus productos se expandieran por todo el mundo. Esto traía un efecto expansivo en las ciudades inglesas, las que se veían desbordadas de inmigrantes que desde la campiña se asentaban en ellas. La revolución permitió el crecimiento de las factorías industriales, muchas de las cuales se asentaron en Londres lo que permitió la prosperidad económica de la ciudad, cuyo principal rol era desarrollar nuevos mercados para los productos industriales británicos. Y las colonias sudamericanas no estaban ausentes en ese objetivo.

Fig. 1 Londres en 1804

Londres era la ciudad más importante y populosa del mundo, situación que mantuvo durante

todo el siglo XIX1. El largamente millón doscientas mil personas que la residían se asentaban sobre una estructura urbana que en nada se parecía al trazado español de Buenos Aires definido “á cordel

y regla”. El tejido urbano presentaba una organización cercana a lo medieval. Londres había

1 En 1801 la ciudad de Londres contaba con 128.269 habitantes, el Condado de Londres 959.310 y los suburbios 157.980, lo que daba para la conurbación un total de 1.245.559 habitantes. Fuente: Enciclopaedia Británica, Volume 14, p.267.

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crecido en población pero todavía presentaba una conformación física orgánica como en siglos anteriores. El gran incendio de 1666, que destruyó más de 13.000 casas y más de un centenar de instituciones (mayormente iglesias), obligó a una reconstrucción en mampostería y en altura de la ciudad, pero sobre la trama medievalesca.

El escenario urbano de Londres era muy rico y variado. Una porción del área central londinense en 1804 (Fig. 1) muestra una estructura urbana, opuesta a la rioplatense. La urbe británica de principios de 1800 era una “city” en continuo desarrollo arquitectónico, con áreas centrales salpicadas con bellos y ostentosos edificios y espacios públicos para la recreación y el deporte, generados por el sector de comerciantes y banqueros que hacían enormes fortunas. Era un territorio donde las grandes especulaciones inmobiliarias reinaban, Chester Terrace (Fig. 2) como área habitacional burguesa es un marcado ejemplo, Saint James y Green Park como relax espacial, complementaban el paisaje.

Fig. 2 Chester Terrace, Londres

Con el correr del tiempo, los poliédricos terrenos centrales fueron subdivididos para alojar

nuevos edificios, dejando en sus alrededores una pléyade de plazas y jardines para darles condiciones paisajísticas y de recreación que ayudaban a revalorizar las cada vez más estrechas mansiones. Por caso Berkley y Cavendish Squares.

Y entre las instituciones nuevas que florecían sobre el territorio central, no podemos dejar de mencionar una obra de uno de los más importantes arquitectos ingleses de la época, John Soane. Este intelectual, que desde el punto de vista estilístico adaptó y modificó los temas clásicos en su arquitectura, realizó durante un largo período el Banco de Inglaterra (Fig. 3). Comenzado a erigir en 1788, está organizado, como obra experimental para su época, a partir de una sinfonía de cúpulas, arcos, frontones y lunetas. En 1804 es inaugurado y dentro sus macizas bóvedas subterráneas, pocos años después contuvo a los caudales virreinales que un piquete se llevó desde la Villa de Luxán.

Fig. 3 Banco de Inglaterra, Londres

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Pero, al mismo tiempo y oscureciendo esa prosperidad económica, en sus alrededores la miseria de los barrios bajos era muy importante. Los trabajadores de las factorías, los docks portuarios y los depósitos y almacenes vivían hacinados en enfermizas casas, llamadas los “slums”, ubicadas principalmente en el East End. Los lúgubres volúmenes de las habitaciones ubicadas en Lansdown Terrace, en Cheltenham (Fig. 4), son parte de esa ciudad empobrecida que la opulencia monetaria no podía desvanecer.

Fig. 4 Lansdown Terrace, Cheltenham , Londres

ESCENARIO: BUENOS AYRES (BUENOS AIRES)

A comienzos del siglo XIX, en vísperas de las invasiones inglesas, La Trinidad y Puerto de

Buenos Aires, Capital del Virreinato creado en 1776, contaba con algo más de 42.000 habitantes. La población vivía en una ciudad de torres y cúpulas, como elementos urbanos significativos, como escenografía de la apacible vida colonial (Fig. 5). El incipiente poblado se organizaba cual pequeña mancha de aceite derramada sobre la llanura. Como tal, el sentido horizontal de su avance sobre el territorio se veía amojonado por una pléyade de paralelepípedos verticales de los pocos Altos habitacionales y de un grupo de cúpulas cargadas de religiosidad que se recortaban sobre el horizonte. Daban así un perfil único, macizado y consolidado a la Gran Aldea.

Fig. 5 Imagen ideal de Buenos Aires a finales del siglo XVII

Las torres de sus iglesias, únicas expresiones en vertical, bien les sirvieron a los invasores para

identificar los sitios donde acantonarse, saber distancias de tiro y planificar las operaciones militares de ingreso al Fuerte y su Plaza Mayor.

Macizaban el amanzanamiento en damero edificios públicos y viviendas particulares, en general de ladrillos y tejas. Completaban el escenario, una serie de instrumentos urbanos que ayudaron a reconocer la ciudad, como ente propio. Su trama cuadrangular, sus infraestructuras, los espacios públicos, instituciones y sus manzanas con viviendas, completaban una malla hipotética que pensada por Juan de Garay, recién tuvo a partir de la mensura de Ozores de 1608, un cierto orden

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físico. Estos instrumentos de la urbanidad fueron a su vez importantes hitos para plasmar las futuras invasiones. Y para el reposado cautiverio del derrotado inglés.

LA TRAMA URBANA

Según el plano de 1800 realizado por el ingeniero Félix de Azara (Fig. 6), la ciudad estaba

densificada en el área central, en torno de la Plaza Mayor. Esta se hallaba rodeada de viviendas de la burguesía comercial porteña, teniendo al Fuerte como custodia de los esporádicos invasores extramuros. La figura que se exhibe como implantación es la de un triángulo que se recuesta sobre el amarronado Mar Dulce, cuya base era una quincena de manzanas. Al oeste, unas diez manzanas avanzaban sobre la Pampa, perdiendo densidad edilicia paso a paso camino a un ejido de terrenos productivos.

Por el Sur y el Norte, difusas barrancas, abrazaban y ponían un límite virtual a un territorio central cortado por dos arroyuelos, zanjones o Terceros, el del Hospital o Granados y el de Catalinas o Matorras respectivamente. Y sobre la parte austral de la ciudad, a casi una media legua de distancia, un serpenteante Riachuelo de los Navíos, cesura física, que fue escenario de esta gesta militar.

Fig. 6 Plano de 1800 realizado por el ingeniero Azara

A lo lejos, en la planta del Ingeniero Azara se destaca como un incipiente núcleo habitacional, el

Convento e Iglesia de los Recoletos, al que se llegaba a través de la Calle Larga de la Recoleta, previo paso por un sector donde primaban quintas.

Las calles y los caminos a la periferia urbana eran las venas por donde corría el dinamismo porteño de la época. El comercio y las personas circulaban diariamente por ellas a las vastas comarcas del Virreinato. Y dominar esta estructura caminera era un objetivo mayor para quien quisiera inundar con sus productos el disgregado mercado colonial.

Se destacaba la Real o San Martín (actual Defensa) por donde el ejército británico entró a la ciudad en 1806. La misma cosía la ciudad de norte a sur y junto con la Calle de Las Torres (hoy Rivadavia) que unía el río al este, con la Pampa al oeste, se convertían en la práctica en los verdaderos “cardus” y “decumanus” de una ciudad que anhelaba tomar posesión del extenso territorio que tenía a sus espaldas.

Cuando el 8 de julio de 1805, - dos años antes de la invasión desde los Corrales de Miserere - se solicita al Cabildo el empedrado de las calles que corren de este a oeste, para agilizar el ingreso de

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las mercaderías; poca idea tenían los funcionarios porteños que ello aceleraría el paso de los invasores al centro. Recorreremos su nomenclatura antigua al tranco de las botas inglesas. Apunta Maxine Hanon, destacada historiadora de Recoleta y el Retiro, que “… la primera brigada de Crawford bajó en cuatro columnas por las calles del sur – México (San Bartolomé o del Hospital), Venezuela (del Rosario), Belgrano (Santo Domingo), Moreno (San Francisco) - hasta el Hospital de la Residencia; la segunda, con el grueso de las tropas al mando de Lumley, por el centro – Perón (La Merced), Sarmiento (Santa Lucía), Corrientes (San Nicolás) y Lavalle (Santa Teresa)- hacia la Plaza Mayor.”2 Como se ve era un pueblo con una alta religiosidad. Pero esta invocación a los santos quedó hecha trizas cuando la defensa exitosa de la ciudad obligó en 1808 al cambió de la nomenclatura en honor a los combatientes.

En contraposición a las jornadas bélicas, también estas arterias fueron escenarios de las displicentes horas del invasor cautivo. Hanon da cuenta de ello al indicar que “los ingleses…se paseaban por los caminos del Retiro rumbo a los corrales de Miserere”3

Fig. 7 Plano del ingeniero militar Giannini de 1805

LAS INFRAESTRUCTURAS

El plano del ingeniero militar Eustaquio Giannini de 1805 (Fig. 7) nos ilustra un amplio

territorio que nos permite ver como se ubicaban algunas infraestructuras claves previo al conflicto bélico.

En el arte de la guerra de esa época, la importancia estratégica de los muelles y los puentes, como infraestructura urbana era mayor. La rápida llegada a la ciudad, y por ende a su Fortaleza militar era la primera operación que los invasores debían lograr. Según Alexander Gillespie “… este sitio defensivo no estaba calculado para defender a Buenos Aires, ni para repeler invasión o ultraje marítimo, pues el agua dentro del alcance de sus cañones es demasiada escasa para que los barcos se aproximen.”4

Y Buenos Aires tenía desde el agua un solo sitio cercano a la Fortaleza, el muelle de pasajeros que estaba ubicado sobre las anegadizas orillas a la altura de la Alameda (hoy Leandro N. Alem) y Santa Lucía (actual Sarmiento). Supervisado por Martín Boneo se construye en 1802.

Atracar en el Riachuelo, en el “Puerto de los Tachos” era un apropiado lugar, por su mayor profundidad, pero también significaba una pronta defensa española. La dinámica actividad del lugar, sitio de fabricación de bergantines, zumacas, barcazas, canoas y demás elementos náuticos

2 HANON. “Buenos Ayres desde Las Quintas...” p.118. 3. Idem p.113. 4 GILLESPIE. “Buenos Aires y el interior…” p.70

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también atentaba contra un rápido desembarco. Al respecto, el Padre Furlong nos dice que “…el movimiento en los astilleros de Buenos Aires debió ser enorme, a fines del siglo XVIII, ya que en 1780 hallamos en la ciudad hasta 162 Carpinteros de Rivera, esto es, carpinteros consagrados a la construcción o arreglo de los barcos”5 . El mismo autor nos muestra que para los años de las invasiones el gremio de carpinteros se había incrementado con la llegada de portugueses y sajones.

Eran los puentes y los pasos los otros elementos de acceso a la ciudad. Estos últimos, donde el cruce del Riachuelo por medio de balsas o canoas fue imperativo hasta finales de la centuria del XVIII, eran los que más actividad tenían. Se destacaron durante esos tiempos los de Pedro Salazar, ubicado cerca de la desembocadura del curso de agua en el Camino de la Convalecencia, hoy calle Vieytes y el Paso de Burgos (actual Puente Uriburu), sobre el suroeste de la ciudad, sitio desde donde el mayor Lawson Gower ingresa a Buenos Aires en 1807. Otros pasos de la época eran los de Maciel o de Gamboa, de los Padres Betlehemitas, el Paso Chico, de La Matanza y de la Capilla de los Remedios.

En 1791, en la zona de las Barracas y por el sur, un vecino del lugar a su vez llamado Juan Gutiérrez Gálvez mandó construir un puente de madera dura. Se cobraba un derecho de pontazgo y era el primero de importancia desde ese punto cardinal. Su denominación, de Gálvez o Barracas, es usada indistintamente. Fue realizado por el ingeniero y brigadier portugués José Custodio de Sa y Faría, quien al ser derrotado por las tropas del virrey Pedro de Ceballos en el sur de Brasil, se exilió y ejerció su profesión en tierras del Plata. Su estado ruinoso en 1803 obliga al Cabildo a intimar a su dueño que contrate al Maestro Constructor Francisco Oliden para efectuar las necesarias reparaciones. Esta situación de pobre mantenimiento, a pesar de usar maderas de lapacho, urunday y viraró, continúa hasta mediados de 1805, cuando los arreglos se solucionan siendo expedita la entrada a la ciudad.

No fue fácil a las tropas inglesas acceder a Buenos Aires por allí. Elissalde en relación al lugar nos informa que en 1806 “…la retirada de las tropas (de Arce) concluyó en el puente de Gálvez, donde se encontraba Juan Florencio Terrada con su cuerpo de caballería. Luego de otro enfrentamiento y del incendio del puente para cortar el paso del Riachuelo, volvió a producirse un nuevo repliegue de las fuerzas porteñas”6 La destrucción por fuego truncó el acceso de carretas desde el hinterland sureño, por lo que para fines de 1806, gracias a la labor del Maestro Carpintero Ignacio Sartorain, el pontón retoma su función. En la misma orientación, en el barrio del Alto de San Pedro, desde 1804 existía un pequeño puente en el Zanjón de “Goyo Viera” (un brazo del Granados). Dicho zanjón volcaba sus aguas al Río de la Plata por la actual calle Chile.

Una de las principales entradas a la ciudad por el norte era el Puente del Retiro. El mismo fue destruido durante las acciones de la segunda invasión inglesa que se libraron en cercanías de la Plaza de Toros. En agosto de 1807, al poco tiempo de finalizar las maniobras bélicas, debió ser refaccionado por orden del Cabildo, siendo las obras dirigidas por el Alarife o Maestro Mayor Juan Bautista Segismundo.

LAS PLAZAS, PLAZUELAS Y HUECOS Según el Virrey Juan José de Vértiz, activo modernizador de la Buenos Aires colonial “los

paseos públicos son unos adornos que contribuyen tanto a la diversión y salud de los ciudadanos, como a la hermosura de la ciudad”7 . Aunque la realidad de la ciudad, superaba el feliz pensamiento del funcionario. Buenos Aires distaba de ser bella desde lo paisajístico. En nada se parecía a la ordenada y florida Londres de comienzos del siglo XIX. Una constelación de plazas, plazuelas-atrio y huecos perforaba desde una visión urbana a la ciudad. Pero estas en su mayoría eran simples vacíos, mas dedicados al comercio que al relax de los habitantes.

5 FURLONG. “Artesanos argentinos…” p.245. 6 ELISSALDE. “Historias ignoradas…” p. 31-2. 7 Nota en LLANES. “Antiguas plazas…” p.7.

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Fig. 8 Plaza Mayor de Buenos Aires con su Recova comercial según E. E. Vidal

Como espacio público principal se destacaba la Plaza Mayor (Fig. 8). En ella se realizaban las

manifestaciones cívicas, los juegos populares como las cañas o las celebraciones de exequias reales. Contenida en sus laterales por una serie de edificios, el Fuerte, el Cabildo, la Catedral y algunos edificios de influyentes vecinos, ella también sucumbió a la mercantilización de la época, cuando en 1804 es dividida en dos por una Recova para alojar al principal centro de abastecimiento de La Trinidad. La misma fue diseñada por el Maestro Mayor de Obras Reales Agustín Conde, quien al mismo tiempo dirigía obras en la Catedral. Constaba en un principio de dos edificios bajos, los que fueron unidos al poco tiempo de su funcionamiento por un gran arco realizado por los alarifes Juan Bautista Segismundo y Juan Antonio Zelaya. Esto generó que ese gran espacio cuadrangular de dos manzanas se dividiera en dos, armando una plazoleta de índole militar y otra cívica-comercial. Dicho arco contaba con escudos de armas realizados por el maestro de cantería, don Antonio Bernardez.

Emeric Essex Vidal, viajero que nos dejó hermosas pinturas de Buenos Aires describe el sitio enunciando que “…al frente, es un edificio de ladrillos de cemento y en algunas partes con piedras… La fachada del sur es una hilera de tabernas y a su extremo este, está el mercado de carne, cercado de un muro y rodeado de carnicerías. Entre el mercado y el fuerte están los carros de pescado”8 .

La curvatura del arco central, de un marcado neoclasicismo, fue escenario de las luchas de 1806 y 1807. Bajó este cayó abatido el 12 de agosto de 1806 el capitán James Kennet, ayudante de campo de Beresford. Contrario a esta situación, en tiempos de reclusión la misma continuó con su función original, donde como Elissalde afirma “…los ingleses eran buenos clientes y los comercios y las bandolas de la Recova los surtían de mercaderías que pagaban en efectivo y sin pedir rebaja alguna”9

La Alameda, un proyecto del gobernador Francisco de Paula Bucarelli, recién se habilita en la gestión del virrey Vértiz como espacio público para el entretenimiento de los porteños. Se ubicaba paralela al río, enfrentando las dos primeras cuadras de edificios. Pero si los ingleses pensaban que encontrarían un Hyde Park donde recrearse a la usanza europea, sólo había una hilera de pocos árboles bajo los que se ubicaban unos poyos de mampostería. Era el escenario donde luego de la pelea buscaban el encanto de las hijas de muchos anglófilos porteños.

De menor importancia territorial, La Trinidad presentaba otras plazas y plazuelas como las de Monserrat en el barrio sur y al norte la del Retiro, bordeando el Circo de Toros, y completando la denominación de plaza, por su amplio terreno, el vacío que antecedía al Convento de la Recoleta.

Las plazuelas-atrio eran comunes en la época colonial. De escala menor que las anteriores, por lo general están precediendo los templos de la ciudad. Actuaban como atrio exterior o lugar de

8 VIDAL. “Buenos Aires y…” p.64 y 66. 9 ELISSALDE. Op. Cit. p.50.

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relación social entre los tiempos de rezo y varias de estas plazuelas contenían enterratorios, ya que era costumbre de la época colonial utilizar los terrenos contiguos a las iglesias como camposantos, para los gremios, cofradías y vecinos comunes. Actuaron como tal hasta 1822, cuando el gobierno de Rivadavia habilita el primer cementerio público en la Recoleta franciscana. Podemos mencionar entre ellas las plazuelas de carácter religioso de San Nicolás, La Concepción, La Merced y La Piedad. En cambio la Plazuela Nueva o de Amarita (por ser terrenos donados por don Pedro Ochoa Amarita) tenía naturaleza comercial, siendo parada de carretas que traían productos del interior.

No podemos dejar de mencionar en esta recorrida por el Buenos Aires decimonónico a la cantidad de huecos o potreros con que la ciudad contaba. Lugar de parada de carretas, agujeraban el tejido residencial sin importar la parroquia en donde se hallaban. Por el sudoeste encontramos los de “la Yegua”, “Cabañas”, al sur, cercanos al río, los de “La Residencia” (hoy Plaza Dorrego), “de los Sauces”, al norte de “Doña Engracia” (actual Plaza Libertad), “de Zamudio” y el “Curro Moreno” al oeste.

CUARTELES MILITARES

La vida militar en la colonia virreinal hasta la llegada de los ingleses se llevaba con relativa calma en la ciudad de Buenos Aires. La línea de fortines que la rodeaba y que ya llegaba al río Salado, cubría las necesidades defensivas de la ciudad, que se preocupaba más por la intromisión de fuerzas venidas del Brasil, que desde la lejana Europa o de los ataques de malones indígenas.

La Real Fortaleza de San Juan de Austria (Fig. 9), ubicada sobre una abrupta barranca enfrentando la Plaza Mayor en el corazón de la ciudad era sede del gobierno y cuartel de las tropas de la custodia virreinal. Mandada a construir en 1595 por el gobernador Fernando Ortiz de Zárate, sufrió varias expansiones y cambios físico-defensivos a lo largo de las primeras centurias. Al principio del siglo XIX, la misma se caracterizaba por altas murallas de ladrillo y piedra, que conformaban una planta trapezoidal con bastiones como obligaban las técnicas del ingeniero militar francés y Mariscal de Luis XIV Sebastián le Preste de Vauban. Un foso, la mayor de las veces seco y sucio la rodeaba por tres lados. Un puente levadizo daba paso a una estructura aporticada que hacía las veces de guardia y señorial llegada a la nueva Casa de Gobernadores que Diego Cardoso había proyectado en 1758. En su interior, amén de los aposentos para los pocos centenares de infantes que la habitaban, varios volúmenes de uso militar encerraban unos patios cuadrangulares, entre los que se destacaba el de la capilla, construida en 1784, la Real Audiencia y las Cajas Reales.

Fig. 9 Fortaleza militar de Buenos Aires durante las primeras décadas del siglo XIX.

Resguardaban la ciudad otros puestos defensivos. Junto al fuerte el Piquete de Caballería Por el

Sur, cruzando la boca del río, la Batería del Riachuelo. Sobre territorio de la ciudad la Casa o Almacén de la Pólvora y su Cuerpo de Guardia. En el área céntrica se localizaban: el “Regimiento Fijo de Infantería” en las calles del Presidio (Alsina) y del Correo o San José (Perú) por los fondos

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del Colegio de San Ignacio, los Cuarteles de “Dragones de Buenos Aires”, enfrentado al Convento de las Catalinas, en la entonces Santísima Trinidad (San Martín) entre Santa Rosa (Córdoba) y Las Catalinas (Viamonte) y cercanos a estos el asentamiento de las Milicias de Caballería Ligera.

El Cuartel de Dragones, que alojaba una dotación de unos 180 hombres, fue realizado en 1794 por el Ingeniero militar José García Martínez de Cáceres. Este profesional participó en la construcción de varias dependencias militares de la época, tal el caso de la reparación del baluarte sur del Fuerte porteño, el nuevo Presidio, la, Batería del Riachuelo, la reedificación del Palacio del Virrey, la sala de armas, el tren de artillería y los depósitos de pólvora del área central y los Altos de San Pedro10 Por el norte la ciudad era defendida por el Cuartel de Artillería, con su Batería de la Escuela Práctica del mismo cuerpo, orillando el Río de la Plata.

Los cuarteles del Retiro o de Artillería (Fig. 10) se ubicaban sobre la ribera norte de la ciudad en la barranca de la hoy Plaza San Martín y fueron construidos como tal hacia 1792. Para 1799, los mismos sufren cambios y reparaciones por parte del precitado Martínez de Cáceres. Al lugar también se lo denominaba por entonces “Campo de Marte”. En él se realizaron importantes acciones militares en 1806. El sitio tiene su origen durante la gobernación de Agustín de Robles (1691-1698), quien construye un vasto edificio sobre terrenos al filo de la barranca de la actual Plaza San Martín. La obra, una casa de campo (monumental para la época), constaba según Buschiazzo, de “…32 cuartos techados con teja, cuatro de los cuales eran capaces de contener más de 200 personas cada uno”11 .

Diferente y más detallada es la versión del historiador Raúl Molina quien la describe construida “en un solar entero, compuesta de treinta y nueve piezas o cuartos y entre ellos, tres salas con techos labrados de cedro, cincuenta y una puertas entre grandes y pequeñas, más doce escaleras con sus barandillas y balaustres torneados, con siete ventanas con rejas de hierro, dos alacenas grandes con puertas torneadas, dos armazones de tiendas, un sótano de dos cuartos, con cinco tinajas bodegueras y cinco barriles con arcos de hierro de tres cuartas de largo, etc…”12

Fig. 10 Cuarteles de Artillería en el Retiro

La propiedad denominada “El Retiro” pasa en 1703 al poder de don Miguel de Riblos y años

más tarde en 1718 los ingleses se hacen cargo de ella. La Compañía Inglesa del Mar del Sur lo compra para alojamiento de los negros esclavos que embarcaba en África y vendía en La Trinidad y Puerto de Buenos Ayres.

En este sector, junto a los Cuarteles de Artillería, se ubicaba a la altura de la actual Santa Fé entre San José (Florida) y San Pedro (Maipú) la “Plaza de Toros” (Fig. 11). Fue inaugurada en octubre de 1801 con motivo del cumpleaños del Príncipe de Asturias (futuro Fernando VII). El poligonal estadio de lidias, realizado por el Capitán de Navío Martín de Boneo era imponente para

10 FURLONG. “Arquitectos argentinos…” p.257. 11 BUSCHIAZZO.“Los cuarteles del Retiro”.p.111 12 MOLINA. “La casa de D. Miguel …” pp.181-182

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la época. Colaboraron con él el “Maestro Mayor de las Herrerías” Francisco Goitía y los “Maestros Mayores de Carpinterías” Manuel Díaz Luque, Pedro Robles, Isidoro José Olivera, Manuel Castro y Juan Domingo Banegas 13 Alojaba unos 8.000 espectadores y en el se atrincheraron grupos de porteños para resistir la segunda invasión. La acción bélica culminó en su deterioro, por lugares irrecuperable, ya que años más tarde fue demolido. Esta gesta militar, cambió además la nomenclatura del lugar, ya que el sitio pasó a llamarse “Campo de Gloria”.

Pero no sólo fueron los lugares previstos como cuarteles los sitios donde se alojaron los británicos. Además de los precitados acamparon las fuerzas en sitios tan diversos como el Colegio Carolino, un edificio que fue habilitado en 1783 donde se enseñaban estudios generales y que sus actividades se interrumpieron cuando los ingleses ocuparon la ciudad.

Fig. 11 Cuarteles de Artillería en el Retiro Fig. 12 Casa de la Virreina Vieja

Igual suerte corrieron algunas de las grandes casonas porteñas, por caso la denominada Casa de

la Virreina Vieja en el barrio sur (Fig. 12). Construida en la esquina de San José (Perú) y Santo Domingo (actual Belgrano) donde sus amplios cuartos y patios interiores permitieron el descanso del invasor.

LAS VIVIENDAS PORTEÑAS

Y hablando de las casas es necesario plantearnos cómo eran estas. La fisonomía edilicia que los invasores británicos observaron a su llegada al área central de Buenos Aires es producto de los cambios normativos que se produjeron en 1784. Hasta entonces, la edificación de las viviendas estaba librada a la libertad compositiva y constructiva de los propietarios, ingenieros militares, alarifes y maestros de obras. La transformación urbana de la ciudad, incipiente desde la llegada al poder del Virrey Vértiz en 1778, se ve potenciada en 1784 con la obligación de presentar planos para la aprobación municipal y la labor del ingeniero militar Joaquín Mosquera, quien hizo colocar veredas y empedró las calles.

La arquitectura residencial que encontraron los británicos en La Trinidad respondía a los patrones edilicios de finales del siglo XVIII. En palabras del viajero Juan Francisco Aguirre podemos sintetizar en que “… todo Buenos Aires está edificado de ladrillo, adobe y tierra pisada. La cal que se emplea tiene mala opinión; se saca de estas cercanías, donde hay caleras que son bancos de conchas. Ningún edificio hay que se merezca el nombre de magnífico; cierto que si el viajero de España viera la ciudad no encontraría en que poner la consideración acerca de las nobles artes; pero también me inclino que le gustaría y se diera por satisfecho de examinar la medianía general que se observa. No se ve lo magnífico, pero tampoco lo miserable; se entiende en el casco de la ciudad, pues a nada de la tierra es la mayor parte de ranchos. Las casas de Buenos Aires comprenden en lo general una superficie cuadrilátera; las principales dan por zaguán entrada a un patio (Figs. 13 y 14), al que caen las viviendas, que es circunstancia apreciable y muy ventajosa; miran las ventanas y puertas al N. Son buenas casas y capaces; la mayor no ocupará media cuadra. Las de segundo orden siguen el mismo estilo y también el de comunicar a las calles sin zaguán, sino inmediatamente por las salas y cuartos…(Fig. 15)” 14

13 FURLONG. “Artesanos argentinos…” p.116. 14 Nota en TAULLARD.“Los planos más…” p. 65.

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Fig. 13 Casa Señorial Porteña de fines de siglo XVIII Fig. 14 Casa Señorial Porteña con doble patio c. 1785

Fig. 15 Casas de alquiler con ingreso desde la calle

Las viviendas que constituían la mayoría del tejido urbano central eran de una sola planta.

Frente a la Plaza algunas pocas de “altos” (Fig. 16), como la de la familia Escalada (Fig. 17) y de Urioste, los “Altos de Riglos”, edificada por el francés Pedro Duval en 1807. Las casas en este sector urbano eran mayoritariamente apareadas, formando un frente continuo hasta las esquinas sin ochava donde la presencia de un portal con cuarterones (Fig. 18)”, rompía las persistentes y níveas fachadas. Muchas de ellas se fueron subdividiendo, organizando la vida urbana a través de patios interiores y a su vez transformándose en objetos de lucro, de la incipiente burguesía comercial que se trasladaba a las suburbanas casas-quintas, como las del Retiro y la Recoleta.

El británico Alejandro Gillespie que participó de la invasión de 1806, escribió a su regreso a las islas que “en Buenos Aires las principales (casas) tenían recias puertas exteriores labradas con materiales fuertes y que además lucían rejas voladas, a las cuales se asomaban las damas en los atardeceres.”15 . Estas rejas, que tanto llamaron la atención al literato militar eran de hierro y traídas desde Vizcaya.

15 GILLESPIE. Op. Cit p.72

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Fig. 16 Casas de altos con ingreso desde la calle

Fig. 17 Casas de altos de la familia Escalada

Fueron varias las casas que tuvieron relación con la lucha armada y la vida de los ingleses en Buenos Aires. La de los Gómez y Farías, donde, frente a ella se detuvo el Regimiento 71, tuvieron el altercado Patrick Island y el negro Braulio. Heridos Island, Peter Campbell y Kamelis pasaron allí su convalecencia16.

Fig. 18 Esquinas porteñas sin ochava y portales con cuarterones Mientras que Beresford se alojó en la Casa de José Rubio de Velasco17 Y su colega, el

comandante John Whitelocke residió en una casa suburbana del barrio del Socorro durante su reclusión.

16 ELISSALDE. Op. Cit. p.40 17 Idem. p.51

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Para rememorar esta gesta patriótica se rescatan en la actualidad algunas viviendas de la época. La ubicada en Carlos Calvo al 200, de 1807 (Fig. 19). La llamada Casa de Liniers en Venezuela 469 que data de 1788, conserva en su exterior el aspecto típico de las construcciones coloniales, con sus anchos muros blancos y su cubierta de tejas españolas y que nos muestra un patio de la época. La Casa de Esteban de Luca de Carlos Calvo 383 y Defensa 992-1000, de fines de siglo XVIII. Y un ejemplo de Altos, los de Elorriaga, solar de 1807 sito en Defensa 183/99 esquina Alsina 405/23 en Monserrat, donde sobre la calle Defensa muestra la arquitectura de la colonia. Presenta muros de ladrillos asentados en barro, vigas y dinteles de madera, cubierta plana de tirantes, tirantillos, doble capa de ladrillos y baldosas superficiales.

Fig. 19 Casa en Carlos Calvo al 200, data de 1807

¿CAMBIO DE LA ESTRUCTURA URBANA? El cambio de la estructura urbana de Buenos Aires (Fig. 20) pudo haber sido uno de los

resultados posibles de haber sido satisfactorias las Invasiones Inglesas. El mismo llamado “Plan de la Capital de las Colonias Inglesas en el Río de la Plata” y publicado en Londres bien pudo ser parte de un objetivo oculto que necesita develarse (Fig. 21). Existen dudas sobre su fecha, publicado a principios del siglo XX por el arquitecto Raúl J. Álvarez, otros historiadores como Ramón Gutiérrez dudan de su origen. En el se observa un cambio de la estructura vial, de espacios verdes y organización de las manzanas, que bien podría haber sido la base de las futuras intervenciones urbanas del período independiente.

Un autor muy autorizado como el padre Furlong Cardiff nos muestra la presencia de un arquitecto inglés, Mateo Reid o Wright en el censo de extranjeros de 1809, quien ejercía y había formado una familia en Buenos Aires. La pregunta que cabe hacerse es ¿si este profesional no fue partícipe de las invasiones? ¿De ser así, era él quien se encargaría de la aplicación del plan urbanístico? Futuras investigaciones posiblemente resuelvan el dilema.

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Fig. 20 Plano de la cuadrícula de Buenos Aires Fig. 21 Proyecto inglés de modificación basado en el de Giannini de 1805 de la trama urbana

ESCENARIO: LUXAN (LUJAN) Luxan (actual Luján) un pequeño lugar creado posiblemente en 1630, era el paso obligado hacia

el interior, Alto Perú, Capitanía General de Chile y Lima, Capital del Virreinato de Perú. En 1663 se genera el Camino nuevo a Córdoba ó Camino Real, el cuál se torna en 1670 en vía exclusiva entre el Puerto de Buenos Aires y las provincias interiores. Se clausuraba el “camino viejo”, que seguía la actual traza de la ruta Nº 8. Luján crecía.

En 1755 este caserío se convierte en Villa de Luján. Su jurisdicción abarcaba unas 18 leguas, desde el río las Conchas (actual Tigre) hasta el de Areco. El piloto del navío San José, don Agustín De la Rea, trazó un plano (el primero de que se tiene conocimiento) con cual se solicita que se le conceda el título de Villa (Fig. 22). Su organización urbana estaba compuesta por un territorio rectangular de seis por nueve manzanas, y estaba contenida por mojones de deslinde, donde la guardia controlaba los accesos al poblado.

Para 1755 la Villa tenía construida unas 60 casas. La planta urbana utilizada era pequeña y las pocas casas que figuran estaban situadas circundando la Plaza Mayor, hoy plaza Belgrano, vacío urbano que databa de 1740. La manzana más edificada, donde el damero se consolidaba era la previa a la llegada a la Plaza Mayor por el ingreso del Camino Real, actuales San Martín, 9 de Julio, Mitre y Francia. Dicho camino fue la primera impresión que recibieron los ingleses que persiguieron la columna de Sobremonte con los caudales, ya que ingresaron por allí hasta la Plaza donde los incautaron.

Contiguo un ejido, donde las propiedades arrancaban siempre de las riberas de los ríos o arroyos, tanto las dedicadas al cultivo como las destinadas al pastoreo de los ganados. Estas tierras, de pequeños frentes a las aguas y de largos fondos, eran como lo enuncia un oficio de 1806 “…comunes 7 cuadras de frente al oeste, con una Legua de fondo al Leste que se compro para

egido de la Villa, en donde se han fundamento barias Quintas, que se han dado por merced, cuios

terrenos no se han acavado de pagar a los dueños que los bendieron por falta de propios que

padece la Villa…”18

(18) .

18 MUSEO COLONIAL E HISTÓRICO. “Libro de Inventario…” Oficio del 20 de marzo de 1806. pp. 341-48.

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Fig. 22 Plano de la Villa de Luxan en 1755 Para finales del siglo XVIII, la importancia de la Villa en la campiña bonaerense había

aumentado. Viajeros como José Espinosa y Tello y Felipe Bauzá nos decían en 1794 lo siguiente: “…(Luján) está en buena situación y se ve la iglesia a más de tres leguas antes de llegar que es buena de curiosa arquitectura buena Torre y Media Naranja: casa presbiterial pegada a la Iglesia: una buena plaza: Buenas Casas: pero las calles no guardan reglas ni simetría y así que la Plaza están sin empedrar: La Casa Cabildo cuando concluida será buena y magnífica: Hai muchas Tiendas Pulperías en fin es el pequeño Buenos Ayres que se halla desde Mendoza hasta Buenos Ayres verdadero… Tiene 4.000 vecinos…Antes de llegar ahí un Puente de Madera sobre el riachuelo que ahí pasa encajonado…Hay registro de la Aduana..Hai buenas posadas en casa de cualesquiera de los vecinos…” 19.

LAS INFRAESTRUCTURAS

En 1754 se construye el primer puente en el actual territorio de la Provincia de Buenos Aires.

Fue hecho construir por Lezica y Torrezuri. Se levantó a la altura de la actual calle Muñiz. El Cabildo cobraba el derecho de pontazgo como lo obligaba el Rey por Cedula expedida en San Ildefonso el 19 de julio de 1764 20. Era todo de madera dura: se cerraba con cadena a la entrada del sol y se abría a la madrugada.

El puente, mantenimiento económico del principal hito urbano de la ciudad, la iglesia de Nuestra Señora de Luján era primordial, para el abastecimiento de ella. Las continuas crecidas previas al momento de la llegada de los prisioneros ingleses al lugar, como las de 1802 y 1804, obligaban al maestro puentista Domingo Ábalos a una recurrente edificación. En el último año, cuando las aguas del río llegaron a la Plaza y la iglesia, Abalos construyó el paso junto a un gran terraplén- tajamar a prueba de mareas para evitar que quedara cortado en ambos extremos.

LAS INSTITUCIONES DE LA VILLA

En 1758 se crea oficialmente el Cabildo de Luján por Real Cédula de Fernando VI. Contaba con

Sala Capitular y Cárcel Pública (Fig. 23).

19 GÓMEZ CRESPO. ”El Cabildo…” p. 129. 20 MUSEO COLONIAL E HISTÓRICO Op. Cit. Oficio del 20 de marzo de 1806. pp. 341-48.

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Fig. 23 Cabildo y Cárcel de Luján, 1771-1799 Sus funciones eran municipales y políticas y sus miembros individuos representativos de la

población. Su construcción comenzó hacia 1771, paralizándose pronto los trabajos por falta de recursos. A pesar de ello hasta 1787

y con la suspensión de sus funciones, la planta baja estaba concluida gracias a las tareas del vecino José Lino Gamboa. El Maestro de Reales Obras Pedro Preciado, hijo del Alarife Julián Preciado que inició los trabajos del Cabildo de Buenos Aires, reconoció lo hasta ese momento levantado y que nos muestra un plano encontrado en el Archivo General de Indias: dos cuartos a los que se ingresa desde la recova que dá a la Plaza Mayor, un zaguán de acceso al patio o corral, dos cuartos de prisión y otro del carcelero. Preciado proyectó un nuevo plano y presupuesto, prosiguiéndose lentamente las obras hasta darles fin en 1799, cuando se reconstruyen los calabozos (Figs. 24 y 25).

Colaboró en la construcción del Cabildo desde 1793 Fermín Navarro, un Maestro Carpintero que vivía en el Barrio de las Catalinas y su aprendiz, Martín Rolé. Navarro trabajó maderas de buena calidad, lapacho, jacarandá y cedro, y con ellas realizó las puertas, ventanas, escalera y balcón del Cabildo, y todo ello por 859 pesos 21

Fig. 24 Planta Baja Cabildo Fig. 25 Planta Alta y Fachada Original Plano Pedro Preciado 1787 Archivo General de Indias

21 FURLONG. “Artesanos argentinos…” p.157.

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Otro de los artesanos que ayudó en el Cabildo lujanense fue el herrero Faustino de la Bárcena quien realizó las barandas labradas en hierro22 .

El costo para los contribuyentes de la Villa, fue nulo porque se financió con el pontazgo o peaje del puente tendido décadas antes sobre el río Luján, ya que después de 1776, año en finalizaba el envío del derecho de pontazgo a las obras del Nuevo Santuario, los recursos debían utilizarse para la construcción del Cabildo. Tal lo informa un oficio de 1806 que dice: “ El cavdo. Justa. y Rex.to. de la Villa de Lujan cumpliendo con lo que V.ss.a. le ordena en Oficio de 15 de febrero del año corrte….: Expone que los proprios, unicos que gosa esta Villa no consisten en otros que los que produce el Puente cuio orign. fue una particular gra. que se digno hacer el Rey nuro. Sor. que Dios que. por su Rl Cedula expedida en Sn Ildefonso en 19 de julio de 1764, en que se sirve S.M. ordenar q. cumplidos que fuesen los 12 años porque estava concedido el importe del Pontasgo al Santo. de Nra. Sa. de Lujan, lo aplicava. para proprios de esta Villa. Todo consta de la citada Real Cedula que para en este Archivo, y es su origen, Arvitrios no hai algunos”23 .

Al mismo tiempo dicho oficio describe la arquitectura del Cabildo de la siguiente manera: “Los vienes de comunidad consisten en las Casas Capitulares que estan fundamentadas en 19 ½ vs. de terreno con sinco Arcos Altos y otros tantos bajos, a la similitud de los de Bs As bajo los quales se halla construida la Sala Capitular; y un quarto que sirve de

Audiencia donde se custodia el archivo, y caja de propios, la Sala Capitular tiene su balcón de hierro Bolado a la Plaza, y los sinco arcos cada uno con su baranda de lo mismo. En los Arcos Bajos se hallan situados dos quartos, uno que sirve de Espuela, y otro que havita el Alg.l mayor en medio de estos está el saguan que pasa a la Carcel y Calabozo…” 24(.

Entre los años 1918 y 1923, el arquitecto Martín Noél, uno de los pioneros del movimiento de restauración nacionalista remodela y restaura el Cabildo, construye las salas del Museo Colonial e Histórico Provincial y la Casa del Virrey (Figs. 26 a 29).

Fig. 26 Vista Patio acceso a Sala Capitular Fig 27 Planta restauración de Martín Noél 1918 -23

Fig. 28 Vista Patio, ingreso calabozos Fig. 29 Vista Lateral del Cabildo

22 Idem p.175. 23 MUSEO COLONIAL E HISTÓRICO Op. Cit. Oficio del 20 de marzo de 1806. pp. 341-48. 24 Ib

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En 1754 Juan Lezica y Torrezuri, natural de Viscaya coloca la piedra fundamental de lo que sería el futuro el Santuario de la Virgen de Luján. Fue en agradecimiento a la Virgen por haberse curado de una grave enfermedad y un año antes había recibido del Obispo de Buenos Aires Cayetano Marcellano y Agramont el titulo de “Fundador, Bienhechor y Síndico del Santuario de Nuestra Señora de Luján”. Participa del diseño el afamado “Maestro Arquitecto” Antonio Masella y en la construcción su colega Joaquín Marín (Fig. 30). La erección del templo contó también con la participación del propio Lezica y Torrezuri y del tallista José de Sosa Cavadas, uno de los más importantes escultores del interior del Virreinato. Tenía su taller en la Villa de Luján, pero sus obras se encuentran con una amplia dispersión geográfica, ya que se las detecta hasta en el Alto Perú. El mismo se inaugura en 1763, y era el centro religioso de la región y su mantenimiento se lograba, como lo apunta el precitado oficio de 1806 gracias a una“ Rl Cedula expedida en Sn Ildefonso en 19 de julio de 1764, en (la) que…estava concedido el importe del Pontasgo al Santo. de Nra. Sa. de Lujan” 25(25).

El templo donde los oficiales a pesar de profesar otro culto, podían invocar sus plegarias, estaba ubicado frente la Plaza Mayor y sobre el Camino Real. Tenía contiguo su camposanto, lugar donde los británicos, enterraron el 4 de diciembre de 1806 al capitán James Frederick Ogilvie 26.

Fig. 30 Iglesia Nuestra Señora de Luján

Antonio Masella 1754-63. Joaquín Marín constructor.

LAS VIVIENDAS LUJANENSES Dos son las casas lujanenses que se hicieron conocidas durante las invasiones, la del Estanco de

Tabaco y Naipes y la de Migoya. La primera, conocida actualmente como la “Casa del Virrey”, por haberse refugiado en ella Sobremonte en la primera invasión, está ubicada en la actual esquina de Lavalle y Lezica y Torrezuri (Fig. 31). Mandada a construir por el mariscal de campo don Manuel de Pinazo, se ubica contigua al Cabildo. Data de 1772 (siendo una de las edificaciones más antiguas del territorio bonaerense) y en ella habitaba su dueño, Don Antonio Pereyra Mariño junto a su familia. Este era el encargado del Estanco de Tabaco, una oficina para el control y pago de impuestos de tabaco y bebida que llevaba ese nombre. La renta de tabacos, junto a la del pontazgo era muy productiva para el fisco de la Villa. En la misma tuvo hospedaje el General William Carr Beresford y su oficialidad cuando estuvieron prisioneros en Luján. El Alcalde de la Villa, José Lino Gamboa, alojó a los británicos en las Casas Capitulares, pero la anglófila actitud de Pereyra Mariño

25 Ib. 26 ELISSALDE. Op. Cit. p.118-119

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se mostraba cuando todos los días les daba suculentos banquetes y permisivos paseos por la campiña.

Fig. 31 Estanco de Tabacos y Naipes (Casa del Virrey) Bien es conocido que al poco tiempo de cautiverio, el general Beresford conspiró contra el

gobierno de estas provincias, tratando de emanciparlas de España; pero descubierto su plan, en uno de esos paseos, los británicos fugan de la Villa a la costa oriental. Su arquitectura se sintetiza en ser una simpática casona de bajos, de rejas voladas, gruesa portada de <<cuarterones>> o tableros almohadillados y un altillo en balcón sobre la entrada, de marcado tono andaluz.

La casa de Andrés Migoya, conocida de nombre por las circunstancias históricas que la involucran, se asentó sobre la vereda opuesta a la anterior y pocos metros de la esquina del Camino Real. Cuatro viviendas, hoy demolidas armaban ese frente continuo. En la Primera Invasión al caer Buenos Aires en poder de los ingleses, el Virrey Sobremonte salió de la ciudad hacia Córdoba. para evitar ser aprehendido y salvar los caudales. Cuando llega a Luján y ante la proximidad de los invasores, los abandona. Migoya, comerciante español y miembro del Cabildo local, en arriesgada acción toma un puñado de monedas de oro, que le bastaron para construir, sobre la existente, una residencia que en nada envidiaba por su fastuosidad a las “casas señoriales “porteñas. El tamaño y calidad de la misma, que pocos años más tarde sirvió de prisión a patriotas como Saavedra y Belgrano, lo denota el hecho que luego se transformara en afamado hospedaje de la Villa.

Volviendo al entorno inmediato del Cabildo y a pasos de la Casa de Tabacos, los prisioneros en Luján observaron casi a diario, una de las típicas casas de siglo XVIII que conformaban el poblado, la de la Pepa Galarza o Galarce (Fig. 32). Dama de dudosa reputación, es posible que alguno de los oficiales ingleses visitara sus “cálidos” cuartos.

Fig. 32 Casa de Pepa Galarza o Galarce

La vivienda, un volumen cuadrangular compuesto de dos cuartos, muestra las características

constructivas de la época. Piso de ladrillo, techos de tejas, sostenidos por cañas y troncos de palmera caranday, unidos con tientos de cuero, o guasquillas. Esta técnica constructiva basada en los cueros de vaca y utilizada para la construcción de techos estaba difundida por la carencia de

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clavos para la sujeción de partes, siendo común en la zona de campo (Fig. 33). Como lo describe Mario López Osorno eran ataduras que se hacían con guasquilla húmeda que, al secarse y después de haberse ceñido tomando la forma de los materiales que sostenía, era imposible desatarla sin corte. Un detalle de la Casa de la Pepa que llama la atención es su veleta, realizada por un ignoto herrero y que nos indica la influencia germana en la estética de la arquitectura doméstica. Realizada con buen sentido artístico y humor nos muestra la figura de un alférez real, que marca el sentido de las brisas. Recientemente restaurada, conserva sus muebles y ambientación de principios del XIX, cuando su dueña despertaba suspiros y consolaba la soledad del militar inglés.

Fig. 33 Cubierta de la Casa de Pepa Galarza

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