Vicar i Aro Baja California 1888

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    Nos, ITerculano Lpez, por la gracia de Dios y de laSanta Sede Obispo de Sonora y Vicario Apostlicode la Baja California. Al venerable Clero y pue-

    blo catlico de esta Dicesis y dH V icariato Apost-lico, salud y paz en Nuestro Seor Jesucristo."Amen dco vobis, quaecumque alligave-

    ritis super terram , erun t ligata et in eoelo:et quaecumque solveritis super terram, eruntsoluta et in eoelo."(Matth., cap. XVIII, v.18.) "E n verdad os digo, que todo lo queatareis sobre la tierra ser atado tambin enel cielo: y todo lo que desatareis sobre latierra, desatado ser tambin en el cielo "CEvang. de San Mateo, cap. XVIII , v. 18 )

    E N E R A B L E S H e r m a n o s y m u y a m a d o s h i j os e n J e -sucristo.

    En es te san to t i empo de cuaresma, consagrado por la. Iglesia Catlica para la expiacin de los pecados, par a

    la reforma de las costum bres, y para la reconcil iacin de los pe-r o r e s ; en es te san to t i empo en que la na tura leza toda , l evan-Undose del tr iste letargo en que la tena como postrada el invier-no, se reanim a, se rejuven ece, y convida al pecador sacudi r elpesa do sueno de la culpa ; en este santo t iempo de salud par a elHom bre, en que la inmac ulada Espo sa del Corder o se goza en laconver sin de mucho s que yacan en el abismo del pec ado- eneste mismo santo t iempo el infierno aguza sus dardos para h eriri inten to loco las creenc ias catlicas, y se esmera en re tr ae r losneies r e la mortif icacin de los sentidos, de la confesin sacra-menta l , y de todas aquellas prcticas piadosas que nuest ros pa-dres miraron con grande venerac in y profu ndo respe to . Lapren sa impa, hacindose el eco obligado del pr otesta ntismo y

    masonism o, blasfema de lo que ignora, imp gna la confesinsacra ment al , repite objeciones, mil veces p ropue stas y diez milveces contestadas victoriosamente por los escri tores catlicos estxuriosa, como el potro indmito que se desespera, porque nopue-ae Hacer tr izas el freno que le sujeta.

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    - 4 No es dfe extraarse, venerables hermanos y muy amados hijos:

    el infierno est de duelo : la im piedad, su agente obligado, sefexaspera porqu e ve que son impotentes todos sus esfuerzos pa raretraer de la confesin los que son verdaderos cristianos. Cun-tas vctimas, que tena ya asegur adas, pierde en estos santosdias Cuntos pecadores dejan el camino d la condenacin, yvuelven al de la salvacin Cu ntas honra s y haciend as son res-t i tuidas Cuntas amistades reconcil iadas Cuntos pecadores,en una palabra, que corran alegres por el se ndero del crimen,detienen su carre ra, y vuelven sobre sus pasos, llo rando susextravos, y clamando con David penitente: Peccavi/valde.... :

    sed precor, (D omine, ut transferas iniquitatem servi tui,quia stulte egi nimis: He pecado gravemente : masrugote, oh Seor, que perdones la iniquidad de tu sier-vo, porque he obrado m uy neciamente. (Lib . II de losReyes, cap. XXIY, v. 10.)

    Tenem os que habl ar hoy, venerables her mano s y muy amadoshijos, de la confesin sacramen tal, torpemente impugn ada y ri-diculizada por un peridico que se public a en Guym as, cuyalectura hemos prohibido nuestros diocesanos, bajo pena de ex-comunin mayor; y obramos as porque en aquellos momentos, ymientras podamos disponer de algn t iempo para escribir y pu-blicar esta instruccin, no nos quedaba otro recurso para oponerun antdoto al veneno pernicioso que la prensa impa no cesa devomitar contra las ereencias catlicas.

    Ante s de entra r en materia, os dir aqu : no os es lcito reci-bir ni leer los peridicos que publica la propagan da prote stante ,porqu e son notoriamen te hertico s; y hasta hoy se conocen en nes-,tro pas los siguientes: El Abogado Cristiano, Hojas domini-cales, Hojas(Bereanas, (Ramo de Olivo, tCLa Luz

    El Evangelista Mexica no, El Clarn, El Sur,El Testigo, El'Faro, y por aadidura El J\ruevo In-

    dependiente.Los herejes han dicho y repe tido hasta el fastidio que la con-fesin sacram ental es de institucin humana , y que el Clero catlico

    la invent en el concilio cuarto de L etran, cele brado el ao 121.Los que tal dicen, son muy maliciosos y quieren engaar losigno rante s; ellos mismos ignoran el Evangelio y la historiaeclesistica ; desconocen la condicin de la naturaleza huma na,que repugna todo lo que la mortifica y humilla.

    Los Padres del concilio cuarto de Letran no inventaron la con-fesin sacram ental: sta exista ya el ao de 1215, y aquellos ^ loque hicieron fu fijar el tiempo en que los c ristianos debe ranconfesarse, so pena de incur rir en pecado mortal. La confesinsacramental es una de las parte s del Sacram ento de la Pen iten -

    5>cia instituido por Jesu cristo Nuestro Seor. Cundo? Aco stum-braba Nuestro Salvador anunciar los grandes acontecimientosque en l mismo y por l mismo se haban de realizar. A s anuncisu sagrad a pasin y su muerte un a vez que suba Jeru sale n:(Ev. segn San Lucas, cap. XVIII. vs. 31, 32 y 33): as tambinanunci la institucin del Augustsimo Sacramento de laEucarstia(Ev. segn San Jua n, cap. YT); y no mnos clarame nte prometi que haba de dar los Apstoles la potestad de perd onar rete ner los pecad os de los futuro s cristianos, con las palab ras conque damos principio esta carta: En verdad os digo, que todo lo queatareis sobre la tierra, ser atado tambin en el cielo:-y

    todo lo que desatareis sobre la tierra, desatado sertambin en el c ielo.Esta ltima promesa se cumpli, cuando Nuestr o Seor Jes u-

    cristo, despus de su gloriosa resurreccin, se apareci sus dis-cpulos; y soplando sobre ellos, les dijo: "Recib id el Espirita San-to: los queperdon areis lospecados, perdonado s les son:

    y los que los retuviereis, les son retenidos. (Ev. segnSan Juan, cap. XX vs. 22 y 23.)

    Solo Dios puede perdonar los hombres los pecados; pero estapotestad que Dio i tiene po r su naturaleza, pue de com unicarla los hombres, y de hecho la comuuic los discpulos, como cons-ta de las palabras que acabo de citar; y en persona de los disc-pulos la comunic todos los sucesores de stos hasta el fin delos siglos: porque debe existir mientras hay a pecados que per-donar.

    Que de estas palabras se infiera rectamente la institucin divi-.na de l Sacram ento de la P enitencia, y por consiguie nte de laconfesin, que es parte de l, se ver con toda claridad, sise con-sidera que unos pecados deben perdonarse y otros retenerse: m aspara que el Sacerdote sepa cules debe perdonar y cules retener,preeiso es que los conozca, y no puede conocerlos, si el penitenteno se los declara. Ms claro.. Jesucristo Nu estr o Seor in stitu-y la confesin sacramental como un juicio en que el reo puedeser atado desatado, absuelto cond enado : instituy jueces los Sacerd otes; pero un juez, en cualquiera causa que sea, parasentenciar rectamente, debe proceder con pleno conocimiento decausa, y ste no puede tenerse por el Sa cerdo te, si el reo no seacusa de todos sus peca dos pblicos y secretos, internos y ex-,temos

    Confrma se esta doctrina, si se considera qu e Jes ucrist o Ntro.Seor di lo s apstoles y sus sucesores la potestad de atar ydesatar, de perdonar y retener los pecados; v quin no ver enesta potestad de los Sacerdotes la obligacin en lo s cristianosde:confesar 3us pecados? Jesucristo Nuestro Se^or no hizo cosas

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    6 - sintiles ni med ias: blasfe mia sera decirlo. Mas de qu hab raservido que hubies e d ado los Sacer dotes la potesta d de atary desatar, de perdonar y retener los pecados si no haban de tenerocasin de ejercerla? De que', si los cristiano s podian atars e odesatarse solos, retenerse remitirse solos los pecados? Ni quiensera tan simple para resolverse declara r sus c rmenes unhombr e, cuando esto no fuer a necesario para salvarse? Sin em-bargo, la historia nos convence de que hace diez y nueve siglos,desde el tiempo de los apstoles hasta hoy, toda ciase de hom -bres, doctos indoctos, sabios ignorantes , ricos y pobres , no-bles y plebeyos, se han resignado pasar por la Confesin sacra-ment al; y hasta el siglo diez y seis, en que un monj e apstata, na-tural de"lslebe, en Sajon ia, se rebel contra la I glesia y empez declamar contra la Confesin sacramental, todos los cristianos lafrecu entaba n y la miraba n como instituid a por .Nuestro SeorJesuc risito para la reconciliacin de los pecador es y pava alcan-zar la salvacin.

    Lutero y sus secuaces, en efecto, empezaron declamar contrael dogma de la Confesin sacramental, porque esta les estorbabapara consumar su iniquidad , su ap ostasa. Y hoy mismo losprotestantes, haciendo eco sus maestros, pretenden impugnar yponer en ridculo el mismo dogm a. Y los incrd ulos del sigloXI X, siguiendo los protestan tes, se enfurece n cuando ven queen el siglo de las luces todava hay fanticos que van po strars e los pies de un fraile y confesar sus pecado s. Y todos unavoz claman : Invencin de los clrigos catlicos La Confesin,dicen, solo sirve para especular: la Confesin, con la facilidad delperdn, solo sirvo para depravar las 'costum bres, es antisocial.Veamos qu valor tienen estos cargos que se hacen la Conf e-sin sacramental

    Ante todo, quines son los acusadores? Lute ro, M elancton,Carlostadio, Zuinglio, Calvino, c .&c. monje s Sacer dotesapstata s, que odiaron la Iglesia Catlica por que la Igle siaconden su apostasa . Adem s, los que en el lengua je moder no

    quieren llamarse filsofos y sabios, es decir, unos homb res que,sin f ni religin cierta, raciocinan al acaso sobre'lo verdadero ylo falso, sobre el bien y el mal, sobre D ios y sobre el homb re,sin principio s fijos, y sin estar de acuerdo unos con otros, niconsigo mismo s. Por ltimo, los que, aunque cristiano s denombre, nunca se confiesan, porque la Confesin es un freno quesujeta las pasiones, un dique que c ontiene los desrdenes, unaley que rep rueb a los vicios. ISo solo toda ley, el buen sentidomismo recusa semeja ntes acusadores. Sin embarg o, veamos quvalor tienen los cargos.

    Prim er cargo. La Confesin sacramental fu inventada porel Clero catlico en .el Concilio cuarto de Letr an, celebrado en

    v71215, bajo el Pontificad o del Papa Inocen cio II I. Este cargo esfalso. Millares de veces ha sido destr uido por los catlicos,produc iendo, en contrario, la Santa E scritu ra, la tradicin, lahistoria y la razn misma. Yeam os las pruebas .

    Al principio de esta Carta tenis ya, venera bles h erma nos hijos nuestros, la prueba toma da del Evange lio. All dijimosque Nuestro Seor Jesucristo, comun icando los discpulos y sus sucesores la potestad de perdonar y retener los pecados, im-puso los cristianos la obligacin de c onfes arlos: porque, deno ser as, debe ra decirse que el Santo por esencia se quisoburla r de nosotros, dndo nos una potestad entera mente intil,y esto sera una blasfemia horrible. Que hizo, pues, el Conci-lio cuarto de Letran? En los primero s siglos del cristianismo, elfervor de los que abrazab au la f de N uestro Seor Jesuc ristono les perm ita permanecer por muchos dias en p ecado mortal,y siempre que por la frag ilida d y miseria inherente s la huma-nidad, sentian gravada su conciencia, buscabau el re medio, re-curran la Confesin, persuadidos de que es el medicamento ni-co que el Mdico divino nos dej para c urar la enferme dad de laculpa. El fervor primitivo se fu resfr iando , y en proporcin seaumentaban los pecados, porque los crist ianos se apartab an .de.la Confesin . As las cosas, la Iglesia Catlica, tier na madre d elos cristianos, no podia ver con indiferen cia qu e sus hijos seperd iera n: por todas partes se exhort aba los cristianos laConfesin : pero no siendo bastantes las exhortacione s, los Pad readel Concilio cu arto d e Letran mandaron que todos los fielesse confesasen al menos una vez al ao, en cumplimiento del pre-cepto divino. He aqu el cnon vein tiuno de dicho Concilio:Todo fiel de uno y otro sexo, despues que hay a llegado

    los aos de la discrecin, confiese fielmente su pro=pi Sacerdote todos sus pecados, al menos una vez en elao, y procure con todo empeo cumplir la penitenciaque se le impusiere ... .de otro modo, en vida sea entre-

    . dicho de la entrada en la Iglesia, y cuando muera, no

    se le d sepultura eclesistica. Que hizo la Iglesia aldar esta ley? Reco rdar los cristianos la obligacin de confe-sarse, que tenan como olvidada, y fijar el tiempo en que debencumplir el precepto divino, hacindolo una vez cada ao.

    Ent re otras, dos razones nos convencen de esta verdad : primera,que cuando el Concilio Lateranensa di su cnon, nadie reclam,ni se quej de que la Iglesia le impusiese un yugo tan grave, unaobligacin tan difcil, como es la da decir otro hombre nuestrasfragili dades y miser ias. Ni la Iglesia Grie ga, mula de la L a-tina, en el siglo X I II m as que nunca, hizo la menor reclamac in.La segunda razn es: porque retrocediendo desde el siglo X II I ,

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    rar los pecados , dec ia : Estos aparentan una gran reve-rencia hacia el Seor: pero en realidad le hacen unagrande injuria, queriendo destruir lo que el mismoDios ha instituido: puesto que Nuestro Seor Jesucristodijo expresam ente-. (Recibid el espritu Santo: los pecadosque perdonareis, sern perdonados; y los que retuviereissern -retenidos ....La Iglesia puede hacer uso de unay otra potestad, y la hereja no puede hacerlo de ningu-na: porque este derecho fu concedido los Sacerdotes;y de consiguiente, con razn la Iglesia cree poseerlo,supuesto que solo ella tiene Sacerdotes verdadero s; mien-tras que la hereja no puede ser poseedora de aquellapotestad, porque no tiene verdadero s Sacerdotes^ (bib.de poenifc. cap . 3.) San A gustn , en el Serm n 30 ad fratres ineremo, dice: CPor qu temes confesar tus pecados.' pe=cador es, lo mismo que t, y acaso ms que tu, el queoye los pecados, es hombre que en nada se diferencia de

    t . . . . P or q u t e m e s , pues, oh hombre pecador, con-fesarte con otro hombre pecador ? Elige una de dos co-sas, confesndolos borras tus pecados; no confesn-dolos sers condenado. En el siglo III , San Cipr iano dates t imo nio de que " /os cristianos de f robusta y deverdadero temor de Dios, que no haban doblado la rodi-lla ante los dolos, pero s lo habian pensado, confesabancon dolor y sinceridad tal pensam iento a los Sacerdotesbuscando en la confesin saludable medicinapara m fal-ta porque escrito est: Dios no es burlado (De lapsis,cap . 12) . En e l s ig lo I I , Ter tu l iano dec a ; Mucho* rehu-

    san declarar sus pecados, porque cuidan mas de su hon-ra, que de su salvacin. En esto son semejantes a aque-llas que, teniendo una enferme dad secreta, o cultan almdico su mal y se dejan morir. 4Vale acaso ma* conde-nara por ocultar los pecados, que salvarse declarando-los r < . .. . . ,

    Hem os llegado, venerables herm anos y muy amad os lujos, aisiglo I, siglo que tuvo la dicha de ver con sus propios ojosla Luz increada, siglo que tuvo la felicidad de conversar con elprometido desde el origen del gnero humano, con el bgurado enlos Patr iarca s, con el prean unciad o por los Prof etas, con el de-seado de todos los pueblos. He mos llegado al siglo de los Apos-

    - I1toles; al siglo que oy con sorpresa que Nuestro Seor Jesucristoprometa comunicar aquellos un poder que solo Dios tiene pornaturaleza, el poder de perdonar los pecados: En verdad os digo,que todo lo que desatareis sobre la tierra,r desatadoser tamb in en el dlo; pw>me a qy- J ^ ^ / tnamente confirmada por estas forra dos palabras: Recibid el E s-pritu Santo Sern perdonados los pecados de aque-llos quienes los -perdonareis. ?P;22 y 23). Hem os llegado, por ltimo, al siglo de lus Apstoles yde sus inmediatos discpulos^ que sellaron con su sangre el testi-monio de la verdad que ensear on. ,

    En el siglo I, el autor del Libro de los Hechos dlos Apstales, e nel captulo XIX, verso 18, dice: "M uc ho s creyentes venan,confesando y anunciando sus actos- Muy torpe andu-vo el patriar ca tlel protestan tismo cuando, para eludir 1 conse-cuencia que resulta de este texto favor de la C onfesin Sacra-mental, dijo que los actos que anunciaban los creyentes eran losmilagros que hac an: porqu e quin no ve que los milagr os sonactos de Dios, y no del hobre de quien Dios se sirve para hacer-los? En la Epstola 1. p de San Jua n, c ap. I, v. 9, leemos tam-bin estas palabras: Si confesamos nuestrospecados,fiel es y justo para p erdonar nuestros pecados, y lim-piarnos de toda maldad. Fiel 7 es> eu efect Dl.08Nue stro Seo r, y ratificar en el cielo el perdn que sus minis-tros nos conceden, cuando con las disposiciones debidas confesa-mos nuestro s pecado s. Por ltimo, San Clemente, discpulo delPrn cipe de los Apstoles y su sucesor en el Pontificado,_ asegu-raba haber aprendido do su maestro que es necesario con-fesar los Sacerdotes an los pensamientos malos.

    Bien conside rado todo lo expuesto, nadi e se sorpre nder , vene-rables hermanos y rauv amados hijos, al ver que la Iglesia Cat-lica, asistida constantemen te por el Esp ritu de Dios, haya ful-minado anatema contra todo aquel que negare que la confe-cin sacramental fu istituida por derecho divino,y por l mismo derecho, es necesaria para la salva-cin; y contra el que diga que el modo de confesarsesecretamente con el Sacerdote, modo que la IglesiaCatlica ha observado desde el origen del cristianis-mo, y observa an, es extrao ala institucin y man-dato de Cristo, y una invencin humana.

    A qu queda reducida, despue s de la doctr ina que acabamo sde exponer, la asercin de los protestantes que dicen que la Con-fesin sacramental fu inventada por el Clero catlico? Este s esun invento, no humano, sino diablico, para embaucar los ton-

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    1 2 tos; pero invento tan torpe, que solo podr ser admitido por losque desconocen por completo la na turaleza human a, que sola-mente alum brada por la fe y movida por la gracia divina, puederesolverse una accin tan humill ante como es la de descu brirsus miserias, an las mas secretas, otros hombres.

    Mucho cuesta, en efecto, al orgullo humano, herencia triste denuest ros prime ros padres, tener que sujeta rse las condicionesde la Confesin sacram ental: porqu e esta nos exige que descu-bramo s otro hombre , pec ador como nosotros, no solamentenuestr os malos actos externos, pblicos ocultos, sino tambinnuest ros malos pensam ientos, y nuestros deseos depra vado s; y

    nos exige que se los descubra mos, no en general, sino en par ti-cular y especficamente; no con disfrz, para aparecer menos cul-pables, sino con toda claridad, para que el juez pueda comp ren-der la enormid ad de nuest ras culpas, y prescribirn os una peni-tencia salud able y propo rcionada al nmero y graved ad de ellas; ynos exige que declaremos nuestros c rmene s con dolor y aborr e-cimiento, y prote stando no volver cometerlos; y nos exige quereparemos, si no hemos reparado ya, losdaos y perjuiciosque h-yamos causado nuestros prjimos en su honra en su hacienda;y nos exige, por ltimo, que tengamos firme propsito y que pro-metamos, con sinceridad enmendar nuestra vida, cori'egir nues-tras costumb res, evitar las ocasiones prxim as del pecado y re-nunc iar para siempre todo aquello que m s nos en cantab a, sha de ser motivo de que volvamos la culpa. Cun tas humilla-ciones Cuntos sacrif icios Qu ema rlo que habamos adora-do, y adorar lo que habamos quemado Oh no: imposible quelos hombres pudieran obligarnos tanto: imposible que el Clerocatlico nos hubie ra hecho acepta r una cosa tan costosa paranuestra naturaleza corrompida.

    Sin embargo, es un hecho que el mundo a cept la Confesinsacram ental, y que todas las clases de la sociedad cristiana, desdeel tiempo de los Apstoles hasta nuestros dias, se han confesado.Por qu se han dejado impone r e ste pesad o yugo? Por quse han resignad o llevar esta carga molesta? P orqu e, si el yugode la Confesin es pesado, si la carga es molesta, conside radosuno y otra con los ojos de la carne, vistos con los de la f, y con-sidera das las venta jas que report a el cr istiano que se confiesabien, la paz y contento de que disfr uta la conciencia libre de pe-cado, las dulzuras de la gracia que produce el Sacram ento: todoesto hace parecer .suave el yugo y ligera la carga de la Confesin,como yugo y carga impu estos por Aquel q ue dijo: "Tr aed mi"y ug o sobre vosotros, y aprende d de m, que soy manso y hu -" mil de de corazn : y hallar eis reposo en vu estras alma s: por-g u e mi yugo es suave y mi carga l igera ." (San Mateo, cap.XI vs. 29 y 30.)

    1 3 Des truido el cargo que los protestan tes hacen la Confesin

    sacram ental, de que fu inventada por el Cle ro catlico, losotros no tienen ya razn de ser. Purq ue, si Jesuc risto Nuestr oSeor instituy la Confesin sacramental, vienen desde luego portierra todos los cargos que la hereja l-i impiedad pueden le-vantar contra ella. Todas las obras do Dios son perfectas, co-mo quiera que no puede erro- ni engaarse. Sin embarg o, pa-ra mayor abundamiento, diremos algo acerca de dichos cargo?.

    Segund o cargo. La Confesin sacramental es un medio de es-peculacin para el Clero. Hay mentiras que no merecen loshonores de una refutac in seria. Tal es la que envuelve este

    cargo. Quin no sabe, quin no v que la Confesin sacram en-tal es entera mente gratuita ? Quin puede probar que algnSacer dote exige dinero otra cosa estimable en dinero por oirlas confesiones de los fieles? Que se denu ncie al que cometaun crimen tan execrable, y al punto sera castigado como Simo-niaco, con todo el rigor de la ley eclesistica. Per o no po-dr sealrsenos uno solo. La Confesin es entera mente gratui-ta: nuest ros Sac erdote s se consagran este ministerio, el ma spenoso de todos los ministerios sacerdotales, con el mayor desin-ters , y sin espera nza de otra recompensa, que la que recib irnen el cielo de Aquel que prome ti no dejar sin premio ni un va-so de agua, dado por su amor nuestros semejantes.

    La calumn ia, el odio, las persecuciones, h aqu, venera blesherm anos y cooper adores nuestros en el santo ministerio, haqu las recom pensa s que tenemos que esperar del mun do: aspaga nuestras fat igas : mintras que vosotros sacrificis vuestroreposo, vuestra salud y todo por salvar las almas; m intras quevosotros os exponeis los ardores del sol, al cansancio y la fa-tiga, al fri y la lluvia; m ientras que os ponis en pe'igro deperec er en manos de los brbaros, el mundo impo os paga conla calumnia, con el odio y con la persecucin. No lo extraeis,no os desalentei-;: Jesucristo Nuestro Seor nos lo anunci cuan-do dijo: "Er itis odio mnibus propter nomen meum: Sereis aborre-cidos de todos por mi nombre." (Matth . cap. X, v. 22); pero tara-bien nos prometi la recompensa cuando dijo: "Bienaventuradossois, cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo malcontra vosotros mintiendo, por mi causa: gozaos y a legraos porquevuestro galardn muy grande est en los cielos: Beatiestis, cum male-dixerint vobis, et persecuti vo s fuerint, et dixerint om nemalum adver-sum vos, mentientes, propter me: gaudete et exultte, quoniam merces ve -stra copiosa est in coelis." (Matth. cap. Y, vs. 11 y 12.)

    Terce r cargo. La Confesin sacramen tal, co i/l a f acilidad deperdonar los pecados, es antisocial, porque aumenta la inmorali-dad. Solo los que no se han confesado jams, se h an confe-sado mal, podr n ha cer sem ejante cargo la Confesin sacrame nta :.

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    1 6 crmene s, tienen naturalme ntehorror por ellos. Si hayalguna cosa que les consuele en este mundo, es poderreconciliarse con Dios y consigo mismo. (Car tas sobreOlim pia) . Y en otra parte: Los enemigos de la Iglesiaromana, que se han levantado contra una institucintan necesaria, ( l a Confe s in,) parecen haber quitado loshombres el mayor freno que se puede oponer sus cr-menes secretos. (Anales del Impe rio. ,)

    Aqu teneis, venerables hermano s, some ramen te indicada s lasautorid ades y razones de que debeis estar armad os, para defen-dei el dogma catlico de la Confesin sacramental contra los ata-ques de la hereja y la* burla s insensa tas de la im pieda d. Unay otra han invadido nuestra patri a: la primara con el fin solapa-do de privarnos de nuestra autonoma poltica, cosa que no leser difcil, si primeramente hace desaparecer nuestra unidad re-l igiosa: porque Nuestro Seor Jesu cristo dijo: Omne regnumin se ipsum divisum disolabiur: Todo reino divididoe.ontra s mismo, rer asolado. (San Leas, cap. XI , v. 17). Lasegunda, la impiedad, sirvindose de la prensa, trabaja sin cesarpor desacre ditarnos en el concepto de los fieles, y poner en rid -culo nuestro ministerio, con el fin satnico de perver tir ms y mslas costum bres y borrar por completo los sentim ientos religiososque aun conservan nuestros pueblos.

    Ms, qu debem os hacer, venerab les herma nos, pa ra imp edirque la hereja y la impiedad consigan sus fines pe rversos y anti-sociales? Lo que San Pablo deca Timoteo, captu lo IV," verso2: (Praedica verbum, insta oportune, importune: argerobserva, increpa in omni patientia et doctrina. P r e d i -ca la palabra de Dios, que se te ha confiado: insiste en ella en to-do tiempo, en todas ocasiones que se te presen ten, y si no se tepresentan, bscalas, v en pos ellas: reprende los vicios, combatelas malas doctrina s, los errores, sin dejar por eso de amar lohom bres ; ruega, suplica todos que practiquen la virtud, que no

    den odo l os que ensean la impiedad; reprende con toda pa-ciencia y doctrina no paru exasperar los nimos,, sino para ma n-tener eu la virtud los buenos, y para atraer los extravia dos-

    Predi cad, pues, venerables herma nos, predica d sin c esa r lospueblos que os estn enceme ndados, predica d no para que lo spueblo3 os tributen alabanzas, sino para que bendigan Dio s,al que nicamente se debe todo honor y toda gloria: predicad sindescanso, no sea que el Supremo Juez os reconvenga terriblemen-te , d ic iendo: '.'Parvu li petierunt panem et non erat quifrangeret eis." (Tlire nos, cap . IV , v. 4): los "prvulos, los igno-rantes, los que carecan de la instruccin religiosa, los pueblos

    1 7 encom endados vuestro cuidado, os pedan el pan del espritu,,el. pan de la pala bra, y vosotros por vuestra negligencia, por vues-tra flojedad, por temor de las crticas de los impos, no se los disrtribus teis y los dejaste is morir de ham bre : perecieron por faltade alime nto: por su iguor anci ase dejaron" envolver en las rede sdel error: "Sa ng ui ne m autem (jas de mana tua reqniram. (Ezech.cap. III, v. 18.)

    Pre dica d, ve nerables herm anos, predica d sin cesar, no. sea que la hora de la muerte tengis el remordimiento de habV ca||d"o,y tengis que exclamar: Vae mihi, quiu tacui. (Isaas,' cap. VI,v. 5): HV de m, porq ue ..call ay DP m, porque permanec NJJI-do por temor de la crt ica de los malo s 'y de m , porque, pormiedo no rep rend los pecados del pueblo, y d. je que"" ca.da.nnose precipitara por la pendiente dejo s vicios. Pero p^dicd nosolo con las palabras, sino tambin con el ejemplo de una bueijavida, para que nuestro ministerio no sea vituperado: ' ' U non vi'u-P erfih v. 3): edi-tando cua nto nos sea posible, dar ninguno opasin de escnda-lo, y principalm ente los perversos, que desacreditan la 'doctri-na que predicamos, atribuy endo aquella lqs vicios y defecto sque ven en nosotros . Ense ad, por ltimo., con el ejemph> deuna vida santa la smt ida d d la doctrin a que predic is, para" ha -cer que todos la, abracan , que todos la amen-, y para co nf un dir nuestr os adversar ios, cuando vean "que nada:malo tienen que de-cir de nosotras: "Ut is , qui ex adverso est, veratur, ni'hi habensin.dum dicen-, de nobis ." (Ep . ad Titum , cap. II , v. 8),.

    Y vosotros, muy amado s hijos en Jesu crist o,' cerrad vuestrosodos todas las malas doctrinas que diariamente publica la pren-sa impa, rgano del masonismo y de la impi edad : cerrad vues-tras puerta s todos los peridicos herticos, irreligiosos y blas-femos, que se publican as en la capital de la Repb lica, comooi las ciudades de provincia y en el extranje ro: no perm itis q ueen vuestras casas se introduzc a esta peste, este veneno que pue-de infestar vuestras familias, y causaros gran des pesares. Te-ned, al contra rio, siempr e abier ta la puerta los b uenos peri-

    dicos que se publica n en Mxico, los peridicos catlicos quese han impuesto la penosa, pero gloriosa tarea de defe nder losImfinos principios. Y sobre t< dos, os recome ndamo s, " La Vozde Mxico ." peri dic o qu, en diez y ocho diez y nuev e a osque lleva de publicarse, ha sabido defen der con gloria las verda-des catlicas, las preroga tivas de la Iglesia y los dere chos delpueblo. Susc ribios, si no lo estis ya, "L a Voz de Mxic o:"en este diario catlico encon trareis no solamente la bella litera-tura, sino tamb in, y princip alme nte los buenos princip ios reli-giosos, arma segura para hacer la guerra al error.

    Tiemp o es ya, vener ables herm anos, y muy amados hijos, de

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    concluir esta Carta que los desprop sitos, las here jas y blasfe-mias de la prensa impa nos han puesto en la necesidad de diri-giros. Por ella veis que hay un precepto divino de c onfesarse,precepto que viene de nuestro Seor Jesu crist o; y otro prece ptoeclesistico de confesar se en la cuaresma , el que data del Conci-lio cuarto de Letr a, celebrado en 1215. Nuestro Seor Jesu-cristo y la Iglesia, here dera de su espritu, no quieren que el pe-cador se pierda, sino que se convierta y tenga vida. Confor m-monos con el espritu de Jesu cristo y de su Iglesia: c3n virtmo-sos sincera mente Dios: confesemos nuestra s iniquida des al sa-cerdote, segur os de que, si lo hacemos con las disposicion es ne-cesarias, con dolor del alma, con sinceridad y humildad, con fir-

    me propsito de enmendar nuestra vida, Nuestro Seor Jesucris-to ratificar en el cielo el perdn que en la tierra nos concede suministro.

    Recibid vener d)'es herm anos y muy amados hijos, con estaCarta nuestr a bendicin Pasto ral, que os clamos eu el nomb re delPa dre y del Hijo y del Esp ritu Santo. Amn.

    Se dar lectura sta Car ta eu todas las Par roqu ias de nues-tra Dicesis y del Vicariato Apostlico de la Baja Califor nia, elprimer domingo despues de su recepciu, concluido el Evangeliode la misa mayor.

    Dad a en Herm osillo, los tre ce dias de Marzo de mil ocho-cientos ochenta y ocho.

    T &

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