Viaje Nocturno Al Septimo Cielo

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V V i i a a j j e e N N o o c c t t u u r r n n o o A A l l S S e e p p t t i i m m o o C C i i e e l l o o Washington Irving Mahoma consiguió asilo en la casa de Mutim Ibn Aadi, uno de sus discípulos, y se atrevió a volver a La Meca. A la visita sobrenatural de los genios en el valle de Najla siguió pronto una visión o revelación mucho más extraordinaria y que desde entonces ha constituido un terma de comentario y conjeturas entre los mahometanos devotos. Nos referimos al famoso viaje nocturno a Jerusalén y de ahí al séptimo cielo. Los detalles del mismo nos han llegado como si los narrara el propio Mahoma, pero la verdad es que se trata de una tradición que no procede directamente del Profeta. No obstante, algunos citan textos del Corán como confirmación de la misma. No intentamos presentar aquí esta visión o revelación con toda su amplitud y exotismo. Nos limitaremos sólo a exponer algunos de sus rasgos más esenciales. La noche en que se produjo se describe como una de las más oscuras y silenciosas acaecidas hasta entonces. No se oía ni el canto del gallo, ni el ladrido de los perros, ni los alaridos de las bestias, ni el ulular de las lechuzas. Las mismas aguas dejaron de murmurar y los vientos de silbar; era como si toda la naturaleza se hubiera quedado inmóvil y muerta. A medianoche, Mahoma se despertó al oír una voz que le decía: "¡Despierta, deja de dormir!" Vio junto a él al ángel Gabriel. Su frente era limpia y serena, su cutis blanco como la nieve, el pelo le caía sobre los hombros; tenía alas de muchos y deslumbrantes colores, y sus ropas estaban cubiertas de perlas y bordados de oro. Presentó a Mahoma un corcel blanco de formas y características maravillosas; no se parecía a ningún ejemplar de los que había visto antes, y, a decir verdad, es distinto de todos los animales descritos hasta entonces. Tenía rostro humano, pero las mejillas eran las de un caballo: sus ojos eran como jacintos y brillantes como estrellas. Tenía alas de águila resplandecientes de rayos de luz; y todo su conjunto aparecía cuajado de gemas y piedras preciosas. Era una hembra y por su increíble esplendor y velocidad recibió el nombre de Al Buraq, o relámpago. Mahoma se dispuso a montar en este corcel sobrenatural; pero cuando alargó la mano hacia él el animal retrocedió y se encabritó. "¡Estáte quieto, oh Buraq! -dijo Gabriel-; respeta al profeta de Dios. Nunca te ha montado un hombre mortal más honrado por Alá. -¡Oh Gabriel! -replicó Al Buraq, que en quella ocasión recibió el don milagroso del habla-; ¿acaso no llevé en tiempos antiguos a Abrahán, el amigo de Dios, cuando visitó a su hijo Ismael? ¡Oh Gabriel! ¿no es él el mediador, el intercesor, el autor de la profesión de fe? -Sí, Buraq, pero éste es Mahoma Ibn Abdallah, de una de las tribus de Arabia Feliz y de la verdadera fe. Es el jefe de los hijos de Adán, el mayor de los legados divinos, el sello de los profetas. Todas las criaturas deben contar con su intercesión antes de entrar en el paraíso. El cielo está a su mano derecha, como recompensa para los que creen en él; a su izquierda está el fuego de la Gehena, donde serán arrojados quienes se opongan a sus doctrinas.

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Viaje Nocturno Al Septimo Cielo

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    Washington Irving Mahoma consigui asilo en la casa de Mutim Ibn Aadi, uno de sus discpulos, y se atrevi a volver a La Meca. A la visita sobrenatural de los genios en el valle de Najla sigui pronto una visin o revelacin mucho ms extraordinaria y que desde entonces ha constituido un terma de comentario y conjeturas entre los mahometanos devotos. Nos referimos al famoso viaje nocturno a Jerusaln y de ah al sptimo cielo. Los detalles del mismo nos han llegado como si los narrara el propio Mahoma, pero la verdad es que se trata de una tradicin que no procede directamente del Profeta. No obstante, algunos citan textos del Corn como confirmacin de la misma. No intentamos presentar aqu esta visin o revelacin con toda su amplitud y exotismo. Nos limitaremos slo a exponer algunos de sus rasgos ms esenciales. La noche en que se produjo se describe como una de las ms oscuras y silenciosas acaecidas hasta entonces. No se oa ni el canto del gallo, ni el ladrido de los perros, ni los alaridos de las bestias, ni el ulular de las lechuzas. Las mismas aguas dejaron de murmurar y los vientos de silbar; era como si toda la naturaleza se hubiera quedado inmvil y muerta. A medianoche, Mahoma se despert al or una voz que le deca: "Despierta, deja de dormir!" Vio junto a l al ngel Gabriel. Su frente era limpia y serena, su cutis blanco como la nieve, el pelo le caa sobre los hombros; tena alas de muchos y deslumbrantes colores, y sus ropas estaban cubiertas de perlas y bordados de oro. Present a Mahoma un corcel blanco de formas y caractersticas maravillosas; no se pareca a ningn ejemplar de los que haba visto antes, y, a decir verdad, es distinto de todos los animales descritos hasta entonces. Tena rostro humano, pero las mejillas eran las de un caballo: sus ojos eran como jacintos y brillantes como estrellas. Tena alas de guila resplandecientes de rayos de luz; y todo su conjunto apareca cuajado de gemas y piedras preciosas. Era una hembra y por su increble esplendor y velocidad recibi el nombre de Al Buraq, o relmpago. Mahoma se dispuso a montar en este corcel sobrenatural; pero cuando alarg la mano hacia l el animal retrocedi y se encabrit. "Estte quieto, oh Buraq! -dijo Gabriel-; respeta al profeta de Dios. Nunca te ha montado un hombre mortal ms honrado por Al. -Oh Gabriel! -replic Al Buraq, que en quella ocasin recibi el don milagroso del habla-; acaso no llev en tiempos antiguos a Abrahn, el amigo de Dios, cuando visit a su hijo Ismael? Oh Gabriel! no es l el mediador, el intercesor, el autor de la profesin de fe? -S, Buraq, pero ste es Mahoma Ibn Abdallah, de una de las tribus de Arabia Feliz y de la verdadera fe. Es el jefe de los hijos de Adn, el mayor de los legados divinos, el sello de los profetas. Todas las criaturas deben contar con su intercesin antes de entrar en el paraso. El cielo est a su mano derecha, como recompensa para los que creen en l; a su izquierda est el fuego de la Gehena, donde sern arrojados quienes se opongan a sus doctrinas.

  • -Oh Gabriel -suplic Buraq- por la fe que existe entre t y l, haz que interceda por m en el da de la resurreccin. -Te aseguro oh Buraq! -exclam Mahoma-, que gracias a mi intercesin entrars en el paraso. Al or estas palabras, el animal se acerc y se inclin para que el Profeta subiera a sus espaldas. Luego se levant y se remont por encima de las montaas de La Meca. Mientras pasaban como el rayo entre el cielo y la tierra, Gabriel clam en voz alta: "Detente, oh Mahoma!, desciende a la tierra y haz la oracin con dos inflexiones del cuerpo." Bajaron a la tierra y despus de la oracin Mahoma dijo: "Oh amigo y querido de mi alma!, por qu me ordenas rezar en este lugar? -Porque ste es el monte Sina, en el que Dios se comunic con Moiss." Ascendiendo de nuevo por los aires, pasaron rpidamente entre el cielo y la tierra hasta que Gabriel volvi a decir por segunda vez: "Detente, oh Mahoma! Desciende y haz la oracin con dos inflexiones." Descendieron; Mahoma rez y volvi a preguntar: "Por qu me has ordenado rezar en este lugar? -Porque estamos en Beln, donde naci Jess, el hijo de Mara." Luego reanudaron su recorrido por los aires, hasta que se oy una voz a la derecha, que exclam: "Oh Mahoma! Detente un momento, que quiero hablarte; de todos los seres creados es a ti a quien tengo mayor amor." Pero Buraq segua avanzando y Mahoma no hizo nada por detenerlo, pues pens que no estaba en su mano fijar su marcha, sino en la de Dios, el todopoderoso y glorioso. Entonces se oy otra voz a la izquierda, pidiendo a Mahoma con palabras semejantes que se detuviera; pero Buraq segua avanzando y Mahoma no se detuvo. Entonces vio ante l a una dama de resplandeciente belleza, adornada con todos los lujos y riquezas de la tierra. Ella se dirigi hacia l con cautivadora sonrisa: "Detente un momento, oh Mahoma, que quiero hablar contigo. Te amo a ti ms que a todos los dems seres." Pero Buraq segua hacia adelante y Mahoma no haca nada por impedirlo, considerando que no era l quien deba marcar su camino sino Dios, el todopoderoso y glorioso. Sin embargo, dirigindose a Gabriel le pregunt: "Qu voces son las que he odo y quin es la dama que me ha saludado?" "La primera, oh Mahoma, era la voz de un judo; si le hubieras escuchado, todo tu pueblo se habra pasado al judasmo. "La segunda era la voz de un cristiano: si la hubieras escuchado, tu pueblo se habra inclinado al cristianismo. "La dama era el mundo con todas sus riquezas, vanidades y atractivos; si la hubieras escuchado, tu nacin habra elegido los placeres de esta vida en vez de la felicidad eterna, y todos habran quedado condenados a la perdicin." Siguiendo su marcha por los aires llegaron a la puerta del sagrado templo de Jerusaln. Mahoma baj de Al Buraq, lo at a los aros donde los profetas lo haban atado en tiempo anteriores. Luego entr al templo y encontr all a Abrahn, a Moiss, a Isa (Jess) y a muchos ms de los profetas. Despus de rezar en su compaa un rato, vio cmo bajaba del cielo una escalera de luz hasta que la parte inferior descans en la Sajra o piedra angular del templo, la piedra de Jacob. Ayudado por el ngel Gabriel, Mahoma subi por la escalera con la rapidez del relmpago. Cuando lleg al primer cielo, Gabriel llam a la puerta. "Quin es? -preguntaron desde dentro-. "Gabriel" -contest el ngel-. "Quin est contigo?" "Mahoma." "Ha recibido su misin?" "S." "Entonces le damos la bienvenida!" Y se abri la puerta.

  • El primer cielo era de plata pura, y en su bveda resplandeciente las estrellas estaban colgadas de cadenas de oro. En cada estrella hay un ngel colocado como centinela para evitar que los demonios asciendan a la sagrada mansin. Al entrar Mahoma, se le acerc un anciano y Gabriel dijo: "Este es tu padre Adn,rndele homenaje". As lo hizo Mahoma y Adn le abraz y le llam el mayor entre sus hijos y el primero de los profetas. En este cielo haba innumerables animales de todas las clases. Gabriel explic que eran ngeles que, con aquellas formas, intercedan ante Al por las distintas razas de animales existentes en la tierra. Entre ellos haba un gallo de inmaculada blancura y tan alto que su cresta tocaba el segundo cielo, a pesar de estar situado a ms de quinientos das de viaje por encima del primero. Aquella ave tan maravillosa regalaba el odo de Al todas las maanas con su canto melodioso. Todas las criaturas de la tierra, excepto el hombre, se despiertan con su voz, y todas las aves de su especie cantan aleluyas imitando su tono. Luego subieron al segundo cielo. Como antes, Gabriel llam a la puerta; se hicieron las mismas preguntas y respuestas; abrieron la puerta y entraron. Este cielo era todo l de acero pulido y de brillo resplandeciente. En l encontraron a No, que abraz a Mahoma y le proclam como el mayor de los profetas. Al llegar al tercer cielo, entraron con el mismo ceremonial. Estaba todo l cuajado de piedras preciosas, demasiado brillantes para los ojos humanos. Haba un ngel sentado, de inmensa altura, cuyos ojos estaban separados por una distancia equivalente al recorrido de un viaje de setenta mil das. Tena a sus rdenes cien mil batallones de hombres armados. Ante l haba un enorme libro abierto, en el que estaba continuamente escribiendo y borrando. "Este, oh Mahoma! -dijo Gabriel-, es Azrail, el ngel de la muerte, que goza de la confianza de Al. En el libro que tiene ante l escribe los nombres de los que van a nacer y borra los nombres de los que han vivido ya el tiempo que se les ha asignado y que, por lo tanto, muere en ese mismo instante." A continuacin ascendieron hasta el cuarto cielo, hecho de plata de la mejor calidad. Entre los ngeles que lo habitaban haba uno cuya altura equivala al recorrido de un viaje de quinientos das. Tena el rostro preocupado y le caan lgrimas de los ojos. "Este -dijo Gabriel- es el ngel de las lgrimas, destinado a llorar por los pecados de los hijos de los hombres y a predecir los males que les aguardan". El quinto cielo era de oro pursimo. En l Mahoma fue recibido por Aarn con abrazos y felicitaciones. En este cielo habita el ngel vengador, que domina sobre el fuego. De todos los ngeles vistos por Mahoma, ste era el ms espantoso y horrible. Su rostro pareca de cobre y estaba lleno de quistes y verrugas. De sus ojos sala un brillo como del relmpago y en su mano tena una lanza de fuego. Estaba sentado en un trono rodeado de llamas, y ante l haba un montn de cadenas al rojo vivo. Si descendiera a la tierra en su forma verdadera, las montaas se consumiran, los mares se secaran y todos sus habitantes moriran de terror. A l, y a los ngeles que le sirven, le est confiada la ejecucin de la venganza divina contra los infieles y pecadores. Abandonaron tan terrible morada y ascendieron al sexto cielo, hecho de piedra transparente, llamada Hasala, que significa carbnculo. Haba en l un gran ngel, mitad de nieve y mitad de fuego, pero ni la nieve se derreta ni se apagaba el fuego. En torno a l haba un coro de ngeles menores que no cesaba de exclamar: "Oh Al, que has unido la nieve y el fuego, une a todos tus fieles servidores en la obediencia a tu ley!" "Este -dijo Gabriel- es el ngel guardin del cielo y de la tierra. El es quien enva a los ngeles hasta las personas de tu pueblo para inclinarles en favor de tu misin y las llama al servicio de Dios; seguir hacindolo hasta el da de la resurreccin."

  • All estaba el profeta Musa (Moiss). A diferencia de los dems profetas que se haban alegrado al ver a Mahoma, Moiss derram lgrimas. "Por qu lloras?", pregunt Mahoma. Moises le respondi: "Porque estoy viendo a un sucesor que est llamado a enviar al paraso a muchos ms miembros de su pueblo de los que yo podr enviar de entre los recalcitrantes hijos de Israel." Desde alli ascendi al sptimo cielo, donde fue recibido por el patriarca Abrahn. Esta feliz morada est formada por luz divina, y su gloria es tan inmensa que la lengua humana no puede describirla. Para hacernos una idea del resto, bastar con describir a uno de sus habitantes celestiales. Sobrepasaba a toda la tierra en magnitud y tena setenta mil cabezas; cada una de ellas tena setenta mil bocas; cada boca setenta mil lenguas; cada lengua hablaba setenta mil idiomas distintos y en todos ellos se cantaban sin cesar las glorias del Altsimo. Mientras contemplaba a este maravilloso ser, Mahoma se vio transportado de repente hasta el loto conocido con el nombre de Sidra, que florece a la derecha del trono invisible de Al. Las ramas de este rbol cubren una distancia superior a la que existe entre la tierra y el sol. Bajo su sombra viven, felices, ngeles en nmero superior al de las arenas de las costas marinas o de las orillas de todos los ros y arroyos. Las hojas son como las orejas de un elefante; miles de pjaros inmortales pueblan sus ramas y desde ellas repiten los sublimes versos del Corn. Sus frutos son ms suaves que la leche y ms dulces que la miel. Si reuniramos a todos los seres creados por Dios, podramos alimentar a todos ellos con uno solo de estos frutos. Cada semilla contiene una hur, o virgen celestial, destinada a proporcionar la felicidad a los verdaderos creyentes. De este rbol manan cuatro ros: dos fluyen hacia el interior el paraso y otros dos salen ms all del mismo y se convierten en el Nilo y en el Eufrates. Mahoma y su gua celestial se dirigieron luego hacia Al Mamur, o Casa de Adoracin, formada por rubes o jacintos rojos y rodeada de innumerables lmparas, siempre encendidas. Cuando entr Mahoma, le ofrecieron tres recipientes: uno con vino, otro con leche y otro con miel. Cogi el recipiente lleno de leche y bebi de l. "Has obrado bien; tu eleccin ha sido correcta -exclam Gabriel-. Si hubieras bebido vino, tu pueblo se habra descarriado." La casa sagrada se parece, en la forma, a la Kaaba de La Meca, y est situada justo encima de ella, en el sptimo cielo. Todos los das la visitan setenta mil ngeles del rango ms elevado. En aquel preciso momento estaban realizando la sagrada procesin a su alrededor. Mahoma se incorpor a ellos y dio tambin siete vueltas. Gabriel no poda seguir ya adelante. Mahoma recorri entonces, ms rpido que el pensamiento, un espacio inmenso, atravesando dos regiones de luz deslumbrante y una de profunda oscuridad. Al salir de esta oscuridad total, qued sobrecogido de terror y miedo al encontrarse en presencia de Al y a slo dos tiros de flecha de su trono. El rostro de la divinidad estaba cubierto por veinte mil velos, pues la contemplacin de su gloria no poda ser resistida por el hombre. Extendi las manos y coloc una sobre el pecho y otra sobre el hombro de Mahoma, que not cmo un fro helador penetraba hasta su corazn y hasta la mdula de sus huesos. Luego experiment una sensacin de felicidad exttica, mientras Ie rodeaba una atmsfera dulce y fragante, que nadie puede entender, exceptuando los que han estado en la presencia divina. Mahoma recibi de Dios mismo muchas de las doctrinas contenidas en el Corn y la prescripcin de sealar las cincuenta oraciones que todo creyente de verdad deba realizar diariamente. Cuando descendi de la presencia divina y volvi a encontrarse con Moiss, ste pregunt qu le haba ordenado Al. "Que haga cincuenta oraciones todos los das.

  • -Y piensas cumplir esta obligacin? Yo lo he probado antes que t. Lo intent con los hijos de Israel, pero en vano; vuelve, pues, y pide una misin menos difcil." Mahoma volvi y consigui una reduccin de diez oraciones; pero cuando cont a Moiss el xito de su intento, ste volvi a hacerle la misma objecin. Cuarenta oraciones eran demasiadas. Siguiendo su consejo, Mahoma regres otra vez y consigui que las redujeran a cinco. Moiss sigui formulando objeciones. "Crees que tu pueblo va a rezar diariamente cinco veces? Por Al! Yo lo intent con los hijos de Israel y todo fue en vano; vuelve, pues, y pide una nueva reduccin." "No -replic Mahoma-, he pedido tantas veces clemencia que me siento avergonzado." Con estas palabras salud a Moiss y se march. Por la escalera de luz descendi hasta el templo de Jerusaln, y encontr a Buraq en el sitio donde lo haba dejado. Mont en l y en un instante lleg al lugar de donde haba partido. Este relato de la visin, o viaje nocturno, responde sobre todo a las versiones de los historiadores Abulfeda, Al Bujari y Abu Huraira, y aparece con ms detalle en la Vida de Mahoma de Gagnier. El viaje ha suscitado infinitos comentarios y disputas entre los especialistas. Algunos dicen que no fue ms que un sueo o visin nocturna y basan su tesis en una tradicin procedente de Aixa, la esposa de Mahoma, que declar que, en la noche en que se produjo la visin, su cuerpo haba estado totalmente inmvil, y que el viaje nocturno haba sido de carcter espiritual. Pero al presentar esta tradicin no tuvieron en cuenta que, cuando se dice que ocurri el viaje, Aixa era todava una nia y, aunque desposada con l, no era todava la esposa de Mahoma. Otros afirman que hizo el viaje celestial corporalmente y que todo transcurri en un espacio de tiempo tan breve que, al volver, consigui evitar que cayera al suelo un vaso de agua que el ngel Gabriel haba empujado con el ala al marcharse. Otros dicen que Mahoma slo dijo que haba hecho el viaje nocturno al templo de Jerusaln y que la subida posterior al cielo era una visin. Segn Ahmed ben Joseh, la visita nocturna al templo aparece testificada en palabras del mismo patriarca de Jerusaln. "Por entonces -dice-, cuando Mahoma envi un mensajero al emperador Heraclio, en Constantinopla, invitndole a abrazar el islamismo, el patriarca estaba en presencia del emperador. El mensajero relat el viaje nocturno del profeta. El patriarca no sala de su asombro e inform al emperador de una circunstancia que coincida con el relato del mensajero. "Tengo costumbre -dijo l- de no retirarme a descansar por la noche hasta despus de cerrar todas las puertas del templo. La noche mencionada, las cerr todas segn mi costumbre, pero haba una que era imposible mover. Mand llamar a los carpinteros, que, despus de examinar la puerta, declararon que el dintel del prtico y el edificio mismo haban cedido de tal manera que era imposible cerrar la puerta. As pues, tuve que dejarla abierta. Por la maana temprano, al despuntar el da, volv de nuevo a la puerta y vi cmo la piedra situada en el ngulo del templo estaba perforada y haba vestigios del lugar donde haban sujetado a Al Buraq. Entonces dije a los presentes que aquella puerta no se habra quedado inmvil a no ser que algn profeta hubiera estado en oracin."" Las tradiciones siguen diciendo que cuando Mahoma relat su viaje nocturno a una gran asamblea convocada en La Meca, muchos se maravillaron y creyeron, otros se quedaron dudando, mientras que los coixes se rean con menosprecio. "Dices que has estado en el templo de Jerusaln -exclam Abu Chahl-; demuestra la verdad de tus palabras y descrbelo." Durante un momento, Mahoma no supo cmo reaccionar a aquella peticin, pues haba visitado el templo por la noche, cuando no era posible distinguir sus formas. Pero, de repente, el ngel

  • Gabriel se puso a su lado y coloc ante sus ojos una reproduccin exacta del edificio sagrado, y de esa manera pudo responder sin vacilar a las preguntas ms minuciosas. El relato resultaba demasiado fuerte incluso para algunos de sus discpulos. Pero Abu Bakr, vindoles vacilar en su fe y en peligro de apostatar, comprometi su palabra de que el relato era cierto. En recompensa de ello, Mahoma le dio el ttulo de Al Siddiq, o Testigo de la Fe, con que fue conocido en adelante. Como ya hemos observado, este viaje nocturno se basa casi por completo en la tradicin, aunque algunas de sus circunstancias aparecen vagamente aludidas en el Corn. Toda la historia pudo ser una creacin fantstica de musulmanes fanticos a propsito de una de las visiones o xtasis a que Mahoma era propenso y cuya descripcin hizo que los coraixes le tacharan de loco.