Viaje al corazón de Extremadura

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36. SINGULARIDADES Un viaje por la historia y las leyendas de Extremadura... Son las minas y cuevas de la región, vestigios de un pasado lejano que cuentan más de lo que callan, que nos sugieren respuestas siempre anheladas. Nos hablan de seres humanos que hace 7.000 años practicaban el canibalismo cerca de Fuentes de León. De leones que campaban a sus anchas cerca de lo que hoy es Cáceres 350.000 años atrás. O de la presencia del mítico Hércules fundando Hornachos. Son las arterias de la tierra extremeña; unas diseñadas por el capricho armónico de la naturaleza, otras abiertas mucho tiempo atrás por la mano del ser humano. Y algunas más aún ocultas bajo tierra a la espera de, quizás algún día, alumbrar su propia historia. TEXTO: Javier Álvarez FOTOS: Jesús Gutiérrez Interior de la Cueva de Masero, en Fuentes de León.

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Un viaje por la historia y las leyendas de Extremadura... Son las minas y cuevas de la región, vestigios de un pasado lejano que cuentan más de lo que callan, que nos sugieren respuestas siempre anheladas. Nos hablan de seres humanos que hace 7.000 años practicaban el canibalismo cerca de Fuentes de León. De leones que campaban a sus anchas cerca de lo que hoy es Cáceres 350.000 años atrás. O de la presencia del mítico Hércules fundando Hornachos. Son las arterias de la tierra extremeña; unas diseñadas por el capricho armónico de la naturaleza, otras abiertas mucho tiempo atrás por la mano del ser humano.

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36. SINGULARIDADES

Un viaje por la historia y las leyendas de Extremadura... Son las minas y cuevas de la región, vestigios de un pasado lejano que cuentan más de lo que callan, que nos sugieren respuestas siempre anheladas. Nos hablan de seres humanos que hace 7.000 años practicaban el canibalismo cerca de Fuentes de León. De leones que campaban a sus anchas cerca de lo que hoy es Cáceres 350.000 años atrás. O de la presencia del mítico Hércules fundando Hornachos. Son las arterias de la tierra extremeña; unas diseñadas por el capricho armónico de la naturaleza, otras abiertas mucho tiempo atrás por la mano del ser humano. Y algunas más aún ocultas bajo tierra a la espera de, quizás algún día, alumbrar su propia historia.

TEXTO: Javier Álvarez FOTOS: Jesús Gutiérrez

Interior de la Cueva de Masero, en Fuentes de León.

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Todas ellas están en la esencia de la región y algunas, declara-das monumentos naturales, forman parte ya, por derecho propio, del patrimonio turístico de la Comunidad. En sus paredes está escrito nuestro pasado y en sus tierras reposan los restos de aquellos que llegaron en un tiempo que apenas alcanzamos a imaginar, y recorrer sus galerías supone iniciar un viaje al cora-zón de Extremadura.

Uno de los ejemplos más conocidos y emblemáticos de lo que aún oculta la tierra extremeña es, sin duda, la Cueva de Maltra-vieso, en Cáceres. Encontrada de manera fortuita en agosto de 1951, por una voladura durante los trabajos de explotación de una cantera de caliza, se ha convertido por derecho propio en un referente mundial. Primero fueron restos humanos. Luego un importante depósito zoológico. Posteriormente restos cerámicos. Hasta 1957 no se anunciaría el descubrimiento que ha dado fama internacional a este yacimiento: la presencia de decenas de mano dibujadas en ‘negativo’ en sus paredes hace miles de años. Más de 60 manos que convierten esta cueva cacereña en la segunda de todo el mundo con más pinturas de este tipo. Y

es que Maltravieso es un ente vivo, como una película que aún hoy en día sigue revelándonos sus secretos poco a poco. Unos secretos que son, al mismo tiempo, los nuestros. No en vano los hallazgos encontrados en esta cueva cacereña han permitido a los arqueólogos conocer cómo era lo que hoy llamamos Cáceres hace 350.000 años y cómo fueron sus primeros pobladores. Esa cueva nos ha contado -junto a sus ‘hermanas’ cercanas, las cuevas de Sana Ana y El Conejar- que allí vivieron seres humanos hace un millón de años; o que en ese lugar campaban a sus anchas rinocerontes, leones, hienas y osos antes de que la capital cacereña fuese siquiera un sueño.

Pero Maltravieso no es un caso aislado. En 1969, apenas unos años después de que una explosión mostrara esta cueva, otro

hecho fortuito permitió que saliera a la luz otra cueva singular, en este caso en Castañar de Ibor. En esta ocasión, como en tantas otras, hay dos versiones. La primera afirma que un agricultor observó asombrado cómo uno de sus animales hundía sus patas en las tierras de labor, lo que dejó al descubierto una cavidad impresionante. La segunda historia explica que un agricultor estaba labrando un olivar en la entrada de la cueva, de la que salían extraños vapores que hicieron que los vecinos hablasen de un curioso ‘volcán’… hasta que los estudios del Instituto Geológico y Minero avalaron que se trataba de una cueva. Eso sí, no se trataba de una cueva cualquiera, sino de una cavidad kárstica en la que se pueden presenciar paisajes singulares muy poco frecuentes en el mundo, con lagos subterráneos, columnas naturales, cristalizaciones de calcita y aragonito que parecen

Entrada a la Cueva de Masero.

Vista general de la Cueva de los Postes, en Fuentes de León.

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intentar convertirse en flores… Un auténtico monumento natural con rocas marinas que datan de hace aproximadamente 500 millones de años.

Otra cueva que, como la de Maltravieso, ha conservado nuestra propia herencia es la que se ubica en Fuentes de León. Las últi-mas investigaciones que se desarrollaron en ese yacimiento na-tural alumbraron unas sorprendentes conclusiones. En ese lugar vivieron seres humanos en una época situada entre los 5.000 y los 9.000 años antes de Cristo. Unos humanos del Neolítico y la Edad del Cobre, aseguran los investigadores, que practicaban el canibalismo en una zona en la que también hubo enormes lobos prehistóricos y osos, entre otros animales. Cuesta poco en ese paraje sentarse a contemplar el atardecer e imaginar que se está presenciando una escena prehistórica, una cacería de esas que apenas hemos vislumbrado en las películas.

También tiene importancia histórica, aunque es poco conocida, la Cueva de la Charneca, en Oliva de Mérida, donde se han encontrado unas pinturas rupestres de más de 5.000 años.

Pero más allá de la ciencia está la leyenda. Esas historias que pasan de abuelos a nietos, de padres a hijos, y que sobreviven a través de los años sin necesidad de buscar un hueco en libro alguno.

En este apartado destaca por encima del resto la Cueva de los Toros, en Hornachos. Un rincón que casi todos los vecinos de la zona conocen de oídas pero que pocos sabrían encon-trar. Cuenta la tradición que Hércules, al que se le atribuye la fundación entre otras ciudades españolas de Cádiz y Sevilla, fue protagonista de importantes conquistas en la Península Ibérica, dejando a su paso innumerables muestras de su valor. Cuenta la tradición que el transcurso de sus batallas lo llevó a la sierra

de Hornachos, donde se instaló en la gruta hoy conocida como Cueva de los Toros porque se cree que fue allí donde Hércules sacrificó a la diosa Fornacis los toros que tomó en su batalla contra Gerión. Una lucha en la que venció al construir más rápido que él una iglesia, un almacén de trigo, dos fuentes y dos monasterios. Aún hoy, en la entrada de esta cueva se adivina más que se lee una inscripción, “H. D. F. S.”, descifrada como “Hercules Divae Fornacis Sacrat”, por lo que se cree que en su día la gruta fue utilizada como un templo dedicado a Fornacia. Cuenta la tradición que allí creó Hércules un pueblo que en ho-nor a la diosa llamó Fornacis y que el tiempo convirtió en lo que hoy todos conocemos como Hornachos.

La Cueva de Boquique, cerca de Plasencia, también tiene su propia historia, aunque esta con base histórica. En su interior aparecieron muestras de industria lítica y de una cerámica tan peculiar que incluso lleva su nombre: la cerámica de boquique. Aunque lo cierto es que aún los expertos no han logrado poner-se de acuerdo en su antigüedad, y hay quien habla de la Edad del Bronce y quien lo sitúa en el Neolítico. Pero en realidad ese nombre, la Cueva de Boquique, tiene poco que ver con ese tiem-po, puesto que se trata de Mariano Ceferino del Pozo, un militar que nació en Plasencia en el siglo XIX y que por circunstancias políticas acabó viviendo en esta cueva.

Descenso a la Cueva del Caballo, en Fuentes de León.

Descenso a la Cueva del Caballo.

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Y si la naturaleza ha creado sus propios museos con las cuevas, fue el hombre quien escarbó la tierra para arrancarle sus riquezas, vaciando el suelo y construyendo kilómetros de minas que a día de hoy nos permiten estar un poco más cerca del centro de la tierra. Y, al mismo tiempo, una parte importante de la historia de Extremadura y de su tradición minera.

La más conocida es la Mina La Jayona, en Fuente del Arco, y al parecer ya atrajo la atención de los romanos. Pero no fue hasta principios del siglo veinte cuando a través de los yaci-mientos “Ya te lo decía” y “El monstruo” comenzó a funcionar

de forma intensiva. Para hacerse una idea de la importan-cia de esta mina, hay que tener en cuenta que llegó a tener cerca de 600 trabajadores y un espectacular tranvía aéreo. Pero en 1921 dejó de funcionar, dejando en la tierra una tremenda ‘herida’ de 800 metros de longitud y 80 metros de profundidad media. Pero la naturaleza se ‘reinventa’ a sí misma, y en aquel paraje abandonado se puede disfrutar hoy de un paisaje diferente, con un microclima propio que ha dado lugar a una vegetación y una fauna propias.

Entrada a la Mina La Pastora.

Descenso al interior de la Mina La Pastora.

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construido un auditorio natural. En total se cuenta con una inversión de 4,8 millones de euros para unas localidades con una enorme tradición minera. Uno de los objetivos priori-tarios es “devolver a la naturaleza lo que un día nuestros antepasados le arrebataron”, lo que, a su vez, convierte estas minas en atractivos turísticos. Como lo es ya la Mina La Jayona, que fue declarada Monumento Natural al igual que las cuevas del Castañar y de Fuentes de León

más, con un Museo Minero que permite al visitante recorrer una vieja galería de más de 200 metros totalmente recuperada y sentirse como un minero del siglo pasado, aunque sea por unos instantes. Y rememorar, de la misma forma, aquellos tiempos de gran prosperidad económica para esta zona.

La Junta de Extremadura puso en marcha hace unos años un proyecto de recuperación ambiental de cuatro antiguas minas abando-nadas. Se trata de las ya citadas de Fuente del Arco, Azuaga y Aliseda, y de la cantera de Los Santos de Maimona, donde se ha

Otra mina que combina pasado y presente sin ningún problema es la de Aliseda, la llamada Mina Pastora. Allí donde los romanos excava-ron, donde en los años 50 se extraía hierro y azufre para los Altos Hornos de Bilbao, donde en 1958 el hombre decidió abandonar la mina y desmantelar todo lo que allí había… Allí, en ese lugar, hoy habitan cómodamente águilas imperiales, cigüeñas negras y buitres negros, por lo que se ha convertido en un lugar de visita obligada para los amantes de las aves.

Mención aparte merecen las minas de Azua-ga, ‘Las Musas y ‘Plasenzuela’. No en vano fueron los mayores centros de producción de plomo de todo el mundo a comienzos del siglo XX. Antes, a mediados del siglo XVI, ya se extraía plomo, plata y alcohol. Pero no sería hasta principio del siglo pasado cuando el plomo de Azuaga alcanzase un gran valor en todo el mundo por su alto contenido de plata. Se exportaba a Inglaterra, donde era transformado. Ahora es un atractivo turístico

Espectaculares vistas del interior de la Mina de la Jayona.