Versiones y Usos de La Historia Desde El Estado Salvadoreño a Propósito Del Bicentenario 18112011

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    Revista de Historia N. 70 ISSN: 1012-9790

    Julio - Diciembre 2014 pp. 143-158

    Versiones y usos de la historia desde el estado

    salvadoreo: a propsito del bicentenario

    (1811-2011)

    Sajid Alfredo Herrera Mena*

    Resumen:Este ensayo examina la construccin de historiografas alternativas as como

    sus usos y crticas a las historiografas tradicionales durante la conmemoracin bicente-

    naria del denominado Primer Grito de Independencia, realizada en El Salvador por la

    Secretara de Cultura de la Presidencia-2011-. Se enfoca, particularmente, en el programa

    de investigacin Bicentenario, memoria y nacin, desarrollado para tal n.

    Palabras clave:historiografa,crtica, bicentenario, independencia, El Salvador.

    Abstract:This essay examines the construction of alternative historiographies as well as

    its uses and critiques to the traditional historiographies during the centenarian commemo-

    ration the so called First Shout of Independence, realized in El Salvador for the Secretar-

    iat of Culture of the Presidency -2011-. It focuses particularly in the program of research

    Bicentenary, memory and nation, developed for such a purpose.

    Keywords:historiography, critique, bicentenary, independence, El Salvador.

    En la etapa de posguerra salvadorea, ninguna conmemoracin gener

    tanta convergencia de sectores, inversin e inters como el bicentenariodel denominado Primer Grito de Independencia durante el ao 2011.

    El objetivo fue recordar lo ocurrido en la intendencia de San Salvador en no-

    viembre de 1811: un conjunto de sublevaciones criollas, indias y ladinas en

    contra de las autoridades locales, aprovechando la crisis de la Monarqua his-

    pnica. Instituciones como universidades, corporaciones de medios de comu-

    nicacin, la Academia Salvadorea de la Historia, la Alcalda de San Salvador,

    Fecha de recepcin: 07/03/14 Fecha de aprobacin: 26/06/14

    * Salvadoreo. Doctor en Historia de Amrica por la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla, Espaa. Ac-tualmente es el director del Programa de Posgrado en Filosofa Iberoamericana de la Universidad Centro-

    americana Jos Simen Caas y Director Nacional de investigaciones de la Secretara de Cultura de El

    Salvador. Correo electrnico: [email protected]

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    el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Asamblea Legislativa y la Presiden-

    cia misma fomentaron sus propias interpretaciones -acertadas o no, segn los

    crticos-a partir de actividades tales como exposiciones, programas radiales

    y televisivos, conferencias, publicaciones y presentaciones de libros, eventos

    ociales, creaciones de logos conmemorativos, realizacin de murales pictri-

    cos en la ciudad capital, etc.

    Las siguientes reexiones parten de la experiencia conmemorativa dentro

    del Estado salvadoreo, especcamente dentro de la Secretara de Cultura de

    la Presidencia. No obstante, ms que un recuento de las actividades llevadas a

    cabo, en el ensayo me interesa destacar las versiones historiogrcas elaboradas

    para tal ocasin, las crticas a las versiones historiogrcas tradicionales y los

    usos que, desde el Estado salvadoreo, se hizo de los nuevos relatos duranteaquellas conmemoraciones.

    Inters y profesionalizacin de los estudios histricos en el pas

    Desde la nalizacin de la guerra civil en El Salvador, a partir de 1992,

    se ha experimentado la creacin de una memoria pblica en donde rivalizan,

    por su hegemona, la memoriaocial y la memoriapopular.1Ambas han lo-

    grado forjar procesos de identidad, a travs de sus propios mitos, smbolos y

    rituales, aglutinando, incluso, lealtades polticas. Ambas han sido creaciones yrecreaciones a partir de sedimentos o recuerdos de pasados heroicos, para unos, y

    traumticos para otros, los cuales han proporcionado legitimidad tanto a sectores

    considerados en un sentido amplio de izquierda como a sectores conservadores.

    As, podemos mencionar los textos escritos por excombatientes de las Fuerzas

    Armadas y de la ex guerrilla. Asimismo, los trabajos realizados por instituciones

    no gubernamentales, como es el caso del Museo de la Palabra y la Imagen, evi-

    dencian la clara decisin de un sector de la sociedad civil por apostar en estudiar,

    recuperar y resguardar ciertos tesoros documentales de la historia reciente y no

    tan reciente del pas. Por su parte, y a un ritmo ms lento, el mundo acadmicosalvadoreo tambin ha comenzado a interesarse por la construccin de la(s)

    memoria(s) colectivas posteriores al conicto armado.2

    La etapa de posguerra tambin experiment un interesante suceso dentro

    del mundo acadmico, fundamentalmente para el avance de las ciencias sociales

    en el pas: el inicio de la Carrera de Historia en la Universidad de El Salvador en

    el ao 2001. No es que anteriormente se haya carecido de ciertas escrituras de

    1 Conceptos tomados de Eugenia Allier Montao, La (no) construccin de memorias sociales sobre el exi-

    lio poltico uruguayo, en:Memorias de la violencia en Uruguay y Argentina. Golpes, dictaduras, exilios(1973-2006), (ed.) Eduardo Rey Tristn (Santiago de Compostela, Espaa: Universidade de Santiago de

    Compostela - USC, 2007), 273-291.

    2 Vase laRevista Identidades(El Salvador) 4 (enero-junio 2012), dedicada a Memoria y conicto armado

    salvadoreo.

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    institucionales. La nueva direccin nacional busc, desde sus inicios, atender

    algunas problemticas poco o nada estudiadas dentro del campo de anlisis sobre

    la cultura salvadorea.

    Alejndose, entonces, de un folklorismo supercial o de una concepcin

    de cultura centrada en el patrimonio material, la direccin en mencin se consti-

    tuy a partir de varios programas de trabajo -violencia, arte y literatura, religin,

    memoria e identidades, migraciones-coordinados por antroplogos, historiado-

    res y socilogos. Algunos de esos programas fueron efmeros, pues nicamente

    atendieron a coyunturas especcas, como la conmemoracin de los 20 aos de

    los Acuerdos de Paz -1992-2012-. Otros, en cambio, son programas permanen-

    tes cuyos resultados anuales se han materializado en coloquios, publicaciones y

    talleres de capacitacin.Ahora bien, el peso que ha cobrado en la conciencia de muchos sectores

    de la vida nacional el importante rol que pueden llegar a desempear los estudios

    histricos en la era de posguerra tambin se ve reejado en la composicin del

    equipo de investigadores de la DNI: en la actualidad, de diez investigadores, sie-

    te son historiadores. No es extrao, entonces, que algunas de las publicaciones

    de la DNI den cuenta de este creciente inters, como lo son los libros dedicados

    a las transformaciones socio-culturales suscitadas por el mundo evanglico sal-

    vadoreo desde el siglo XIX; a las formas de violencia simblica y fsica; a las

    resistencias, luchas y protagonismos de ciertas mujeres o de movimientos demujeres en el pas, o a los procesos poltico-culturales en una perspectiva de

    larga duracin.7

    No obstante, la DNI ha tenido que sufrir los problemas de presupuesto que

    ha sorteado la SEC desde sus inicios, lo cual incide en su trabajo y resultados. En

    materia cultural, las esperanzas puestas en el primer gobierno de izquierda que

    ha tenido el pas -perodo 2009-2014- fueron convirtindose en desilusiones

    por el poco inters que este tuvo hacia una institucin como la SEC. Lejos de

    convertirse en un eje transversal que ayudara a fortalecer las polticas pblicas

    encaminadas a combatir viejos y nuevos agelos como la violencia social o lapobreza, la SEC continu identicndose con las bellas artes y la diversin, al

    igual que lo hicieron los gobiernos de derecha; asimismo, el 70% de su presu-

    puesto anual se destina a cubrir los salarios de sus trabajadores, por lo que el

    monto restante no alcanza a satisfacer las mltiples demandas en materia de

    7 Luis Roberto Huezo (comp.),De las misiones de fe al neopentecostalismo. Gnesis y evolucin del pro-

    testantismo salvadoreo, desde el siglo XIX hasta el presente (San Salvador, El Salvador: Secretara de

    Cultura; Universidad Evanglica de El Salvador - UEES, 2013); Benjamn Moallic (comp.), Las fguras

    del enemigo. Alteridad y conictos en Centroamrica (San Salvador, El Salvador: Secretara de Cultu-

    ra; Universidad Evanglica de El Salvador - UEES 2012); Josefa Viegas Guillem (comp.), Historia demujeres, mujeres de historia en El Salvador (San Salvador, El Salvador: Secretara de Cultura; Grupo

    Parlamentario de Mujeres, 2013); Carlos Gregorio Lpez Bernal (comp.),Poder, actores sociales y con-

    ictividad. El Salvador (1786-1972) (San Salvador, El Salvador: Direccin Nacional de Investigaciones

    en Cultura y Arte de la Secretara de Cultura de la Presidencia, 2011).

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    preservacin y difusin de las distintas manifestaciones artsticas, patrimoniales

    y culturales.

    Desde ese contexto, la DNI enfrent ciertas dicultades como, por ejem-

    plo, la imposibilidad de contratar de manera permanente a investigadores jve-

    nes talentosos o con experiencia y el atraso, en el mejor de los casos y por di-

    versas razones aducidas, en la publicacin de sus investigaciones. En el peor de

    los casos, algunos de los trabajos producidos han tenido que engavetarse. Por

    supuesto que las dicultades tambin permitieron experimentar la otra cara de la

    moneda: la oportunidad de generar alianzas con instituciones acadmicas nacio-

    nales e internacionales para realizar investigaciones y publicaciones conjuntas.

    Ello, hasta cierto punto, no le ha permitido a la DNI convertirse en la reexin

    estatal de los temas culturales, y ha anulado otras perspectivas de anlisis proce-dentes de la comunidad acadmica.

    En el siguiente apartado me detendr en las versiones historiogrcas ela-

    boradas dentro de las conmemoraciones bicentenarias de la SEC, a partir de tres

    escalas de anlisis: el estudio de los movimientos insurgentes de 1811 y 1814,

    la construccin de la memoria histrica de aquellos movimientos durante las

    celebraciones del Primer Centenario -1911-y la reexin multidisciplinar de

    200 aos de historia de El Salvador -1811-2011-. Asimismo, expondr sus usos

    por medio de publicaciones y capacitaciones, y las crticas hechas a los relatos

    historiogrcos tradicionales.

    El proyecto conmemorativo del Bicentenario desde la SEC

    Como ocurri en otros pases que conmemoraron sus bicentenarios de

    independencia, el Estado salvadoreo asumi un papel destacado; se integr, a

    solicitud del primer mandatario del pas, una comisin nacional que l mismo

    presidi.8Le acompa el canciller de la Repblica y el secretario de cultura.

    Este ltimo nombr a un coordinador general y, a la vez, estuvo asesorado por

    un comit, integrado por la Academia Salvadorea de la Historia, la AcademiaSalvadorea de la Lengua, el Ateneo de El Salvador y algunas universidades. El

    coordinador del Bicentenario fue el encargado de establecer un puente interins-

    titucional para articular las iniciativas procedentes de la empresa privada, las

    organizaciones comunitarias, municipalidades, ministerios, medios de comuni-

    cacin social, etc.

    Desde la perspectiva acadmica, uno de los logros fue la creacin de

    la coleccin de textos sobre historia y memoria de El Salvador, denominada

    8 Vanse como ejemplo, el rol desempeado por el Estado en la construccin de la memoria colectiva en

    efemrides particulares: Ivn Molina Jimnez y David Daz Arias,La Campaa Nacional (1856-1857):

    historiografa, literatura y memoria (San Jos, Costa Rica: Editorial de la Universidad de Costa Rica -

    EUCR, 2008).

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    Coleccin Bicentenario, auspiciada por la SEC y la universidad pblica.9Des-

    graciadamente, al igual que colecciones anteriores -como la bien reconocida,

    incluso fuera de las fronteras nacionales, Biblioteca de Historia Salvadorea,

    que lleg a publicar 20 ttulos-, no ha tenido continuidad, perdindose la oportu-

    nidad de generar ms y nuevos materiales que incentiven el estudio y la reexin

    crtica sobre el pasado.

    Por su parte, la Asamblea Legislativa declar el Ao del Bicentenario

    mediante el decreto N 580, emitido el 6 de enero de 2011. Un mes despus,

    el presidente de la Repblica seal las disposiciones concernientes a la con-

    memoracin del Bicentenario a travs del Decreto Ejecutivo N 15. Con ante-

    rioridad, la SEC haba instado a los sectores de la vida civil a colaborar en las

    diversas comisiones creadas para apoyar los programas diseados a nivel localy departamental -casas de la cultura, Juventud Bicentenario, planes de las

    gobernaciones departamentales, etc.-, buscando generar con ello una amplia red

    de participacin ciudadana.10

    La SEC entendi la conmemoracin como una oportunidad para que todos

    los sectores de la vida nacional unieran esfuerzos a n de reexionar sobre el

    pas que se necesitaba construir, partiendo de las experiencias del pasado. Por

    tal razn, su discurso no fue de celebracin, porque se buscaba traer a la me-

    moria -conmemorar-un conjunto de procesos sociales, polticos y econmicos

    que haban condicionado al pas durante doscientos aos, realizando un balan-ce de los aciertos y desaciertos. Se quiso aprovechar el buen pretexto de un

    acontecimiento que la historiografa ocial haba construido cien aos atrs para

    buscar concertadamente propuestas de acuerdos que posibilitaran la constitucin

    de un nuevo pas, ms incluyente y democrtico. Dentro de la DNI se cre, en

    el ao 2010, un programa de investigacin denominado Bicentenario, memoria

    y nacin justamente para estudiar desde nuevos enfoques historiogrcos los

    eventos que el Estado quera conmemorar. El programa, al nal, no se limit a

    producir trabajos acadmicos orientados a la divulgacin, ni mucho menos se

    redujo al aporte de insumos tericos para la creacin de un discurso uniformepor parte de los funcionarios de la SEC, sino que tambin destin sus esfuerzos

    a actividades concretas como el desarrollo de talleres de capacitacin para los

    directores de la red de bibliotecas pblicas y de las casas de la cultura. Se logr,

    asimismo, realizar un coloquio mesoamericano sobre los movimientos insurgen-

    tes en el Reino de Guatemala suscitados entre los aos de 1811 a 1814.

    9 William Fowler (coord.), Ciudad Vieja. Excavaciones, arquitectura y paisaje cultural de la primera villa

    de San Salvador(San Salvador, El Salvador: Editorial Universitaria; Universidad de El Salvador - EUES,

    2011); Julio Leiva Masin,Los Izalcos. Testimonio de un indgena(San Salvador, El Salvador: Editorial dela Universidad de El Salvador - EUES, 2011); Jess Delgado Acevedo,Historia de la iglesia en El Salva-

    dor (San Salvador, El Salvador: Direccin Nacional de Publicaciones e Impresos, 2011).

    10 Secretara de Cultura de la Presidencia, 1811-2011: 200 aos de historia, 200 aos de bsqueda de liber-

    tad. Folleto informativo.

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    El programa de investigacin Bicentenario, memoria y nacin tuvo tres

    escalas temporales de anlisis. La primera, la aproximacin a los movimientos

    insurgentes de 1811-1814 desde nuevos marcos terico-metodolgicos. La se-

    gunda, el anlisis de la construccin de la memoria colectiva sobre dichos acon-

    tecimientos, durante las celebraciones del primer centenario -1911-, como parte

    del relato fundacional de la nacin. La tercera, una mirada amplia de doscientos

    aos de historia del pas. Sobre la primera escala de anlisis, se pusieron en cues-

    tin las interpretaciones liberales y conservadoras iniciadas en la dcada

    de 1830, con los trabajos de Manuel Montfar y Alejandro Marure en torno a

    los acontecimientos suscitados en la provincia de San Salvador, en noviembre

    de 1811, denominados comnmente insurreccin, levantamiento o revolu-

    cin.

    11

    Asimismo, los estudios dieron cuenta de que las interpretaciones deci-monnicas de los movimientos de 1811 -incluso, algunas elaboradas en el siglo

    XX-se movieron en base a duplas: bsqueda de la independencia con respecto a

    Espaa versus autonoma de la provincias; protagonismo de las elites criollo-pe-

    ninsulares versus protagonismo del pueblo; motivaciones econmicas que mo-

    vieron a los insurgentes versus motivaciones de carcter poltico; inuencia de la

    tradicin anglo-francesa en los insurgentes versus tradicin escolstica o liberal

    espaola. Se hizo evidente que las historiografas se inclinaron por un factor

    dentro de cada dupla en contraposicin al otro, dando como resultado visiones

    parciales de los sucesos.12

    La revisin de otro tipo de fuentes primarias e, incluso, la relectura de

    fuentes ya trabajadas anteriormente, como era el caso de los juicios contra los in-

    dentes a la Corona espaola, mostr facetas poco conocidas de los procesos en

    estudio, las cuales tradicionalmente haban pasado a un segundo plano por con-

    centrar la mayor atencin de los investigadores a las revueltas en s mismas. De

    esa manera, fue posible comprender que las formas de sociabilidad construidas

    tanto por los leales como por los indentes a la Monarqua hispnica -reuniones

    secretas, formacin de sociedades de discusin-, los espacios privilegiados de la

    retrica insubordinada o subordinada-

    el plpito, por ejemplo-

    o los mecanis-mos electorales instaurados por el liberalismo gaditano se constituyen para los

    investigadores contemporneos en los espacios idneos desde donde es posible

    entender las prcticas e imaginarios de aquellos actores.13

    11 Manuel Montfar y Coronado,Memorias para la historia de la revolucin en Centroamrica. Tomo I(San

    Salvador, El Salvador: Editorial Dutriz Hermanos, 1905), 7; Alejandro Marure, Bosquejo histrico de las

    revoluciones de Centroamrica desde 1811 hasta 1834. Tomo I(Guatemala: Tipografa El Progreso, 1877),

    13-14.

    12 Sajid Alfredo Herrera Mena, 1811. Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de SanSalvador, en:Las independencias iberoamericanas, (coord.) Lourdes Martnez Ocampo (Mxico, D.F.:

    Instituto Nacional de Estudios Histricos de la Revoluciones de Mxico - INEHRM, 2010), 123-141.

    13 Sajid Alfredo Herrera Mena, Escenarios de lealtad e indencia durante el rgimen constitucional gadita-

    no: San Salvador (1811-1814),Revista Mesoamrica(El Salvador) 53 (2011): 200-210.

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    La segunda escala de anlisis emprendi el estudio de la construccin de

    la memoria colectiva a inicios del siglo XX, como un esplndido recurso para la

    invencin de la comunidad imaginada salvadorea, a partir de las celebracio-

    nes del primer centenario de 1811. El estudio dio cuenta sobre la participacin

    de destacados intelectuales -Francisco Gavidia, Salvador Morales, Vctor Jerez,

    Manuel Castro Ramrez, Hermgenes Alvarado, entre muchos otros-quienes se

    encargaron de congurar un conjunto de smbolos e idear varios monumentos

    nacionales, as como fueron los artces del nuevo canon historiogrco sal-

    vadoreo. Fue esta tradicin inventada la que asign el rol de ser cabeza del

    movimiento insurgente al cura Jos Matas Delgado, la que tradujo los alzamien-

    tos de 1811 como independentistas y la que situ la cuna de la independencia

    centroamericana en El Salvador.

    14

    Estudios como los de esta escala de anlisis han permitido comprender

    crticamente la proyeccin que tuvo el canon historiogrco creado desde 1911

    en las escuelas y universidades. Contamos con importantes pistas para compren-

    der la confeccin que los sectores conservadores hicieron de su galera de hroes

    desde los prceres de la independencia hasta el ex presidente Gerardo Barrios,

    tomando el fundamento dejado por los intelectuales de 1911. Se trat de una

    galera de hroes que nunca estuvo en la clandestinidad, sino ms bien, fue parte

    del enunciado ocial, materializado en los textos escolares, en las ceremonias

    cvico-religiosas o en los mensajes presidenciales.15

    El proceso de investigacin y redaccin de los estudios comprendidos

    dentro del programa Bicentenario, memoria y nacin fue acompaado con el

    desarrollo de capacitaciones a directores de la red de bibliotecas pblicas y de las

    casas de la cultura de todo el pas. Como era difcil atender de manera persona-

    lizada a las ms de 160 casas, la Direccin Nacional de Espacios de Desarrollo

    Cultural, de quien estas ltimas dependen, dise un programa de capacitaciones

    por regiones -zonas paracentral del pas, occidente, oriente y norte-as como

    una dirigida a los trabajadores de la SEC en las ocinas centrales ubicadas en la

    14 Carlos Gregorio Lpez, Mrmoles, clarines y bronces. Fiestas cvico-religiosas en El Salvador. Si-

    glos XIX y XX(San Salvador, El Salvador: Editorial Don Bosco y Secretara de Cultura de la Presi-

    dencia, 2011), 67-123.

    15 Incluso, dichos estudios nos permiten comparar el proceso inverso, el de la construccin del antihroe

    llevado a cabo por la izquierda durante los ltimos aos. En efecto, la izquierda tambin ha podido refor-

    zar pblicamente la monumentalizacin de sus mrtires, desde la matanza de 1932 hasta sus combatientes

    cados en la guerra civil de la dcada de 1980. Podra decirse que, compitiendo con el tradicional panten

    de la derecha, el panten de la izquierda ha venido a enriquecer la memoria pblica, pero no sin ma-

    yores problemas. En la actualidad se plantea la necesidad de construir nuevos mitos o nuevos referentes

    para aquella, probablemente con la misma fuerza como los que movieron a muchos hombres y mujeres a

    participar en el conicto armado en la dcada de 1980. Ver los siguientes ensayos: Jorge Jurez, Memo-ria e historia reciente en El Salvador. La necesidad de nuevos mitos en el presente salvadoreo y Ralph

    Sprenkels, La memoria militante. Historia y poltica en la posguerra salvadorea en: Conicto, memoria

    y pasados traumticos: El Salvador contemporneo, (coords.) Eduardo Rey Tristn y Pilar Cagiao (San-

    tiago de Compostela, Espaa: Universidade de Santiago de Compostela - USC, 2011), 275-285; 255-273.

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    ciudad de San Salvador y en la casa de la cultura de Santa Tecla, ciudad aledaa a

    la capital. Las capacitaciones se realizaron entre el 14 de marzo y el 6 de abril de

    2011. Con una metodologa participativa y crtica, y teniendo en cuenta que cada

    director de casa de la cultura sera un reproductor en su comunidad de los conte-

    nidos discutidos, se busc tomar como punto de partida el debate sobre el Pri-

    mer Grito de Independencia para reexionar en torno a temas puntuales de la

    historia socioeconmica y poltica del pas bajo una mirada regional y mundial.

    Por ejemplo, se discuti un tema que preocupaba mucho a los asisten-

    tes: el de las identidades o la identidad nacional. Para ello, se analizaron las

    invenciones del relato nacionalista, fundamentalmente desde 1911. Se puso en

    cuestin la creencia de la existencia de El Salvador desde la poca colonial. Se

    discuti que dicha interpretacin, la cual es compartida por muchas historiogra-fas en Amrica Latina, es una explicacin causalista y teleolgica de las iden-

    tidades americanas, elaboradas desde nes del perodo colonial, y entendidas

    como identidades nacionales. Se argument que el anacronismo estaba, citando

    a Jos Carlos Chiaramonte, en escuchar algo muy distinto a lo que los actores de

    la era independentista y de los comienzos de la repblica quisieron decir: que

    los hombres de la independencia hablencomo americanos y que nosotros los

    escuchemoscomo mexicanos, venezolanos, peruanos.16

    Por ello fue analizada la perspectiva localista de la historiografa nacional,

    porque legitima un Estado-Nacin desde su particularidad, su individualidad eidentidad exclusiva. Se ha olvidado que, en el caso centroamericano, entre 1808

    y 1821 esta regin era parte integrante de la Monarqua hispnica y que, por lo

    mismo, actuaron, como muy bien lo ha sealado Mnica Quijada, varias identi-

    dades, lealtades o sentimientos de pertenencia. No es que estas identidades hayan

    dado paso a otras en un proceso lineal o sucesivo -de la identidad espaola a

    la salvadorea, por ejemplo-. Ms bien puede decirse que convivieron mlti-

    ples sentimientos de pertenencia en una forma de crculos concntricos -Espaa,

    Amrica, Reino de Guatemala, San Salvador-, no necesariamente en contradic-

    cin unos con otros.17Los coordinadores de las capacitaciones argumentaron a los asistentes que

    adquirir conciencia de la pertenencia de estas provincias stmicas a un espacio

    ms global, como el de la Monarqua hispnica o el de la geopoltica de las po-

    tencias atlnticas decimonnicas, nos llevaba a otra perspectiva de anlisis. Una

    perspectiva en donde asistimos a un conjunto de procesos de muy variada ndole,

    que incidieron notablemente en la conguracin del Reino de Guatemala, en la

    16 Jos Carlos Chiaramonte, El mito de los orgenes en la historiografa latinoamericana,Boletn del Insti-tuto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani(Argentina) 2 (1993).

    17 Mnica Quijada, Qu nacin? Dinmicas y dicotomas de la nacin en el imaginario hispanoamericano

    del siglo XIX, en: Imaginar la Nacin, (coord.) Franois-Xavier Guerra y Mnica Quijada (Mnster,

    Alemania: Asociacin de Historiadores Latinoamericanos Europeos - AHILA, 1994), 28, 6.

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    Repblica Federal de Centroamrica y en los Estados separados desde la mitad

    del siglo XIX. Para la tradicin nacionalista este camino global seguramente no

    tiene sentido, pues de lo que se trata es de subrayar el origen de una comunidad

    inventada, de sus particularidades en su condicin singular.

    No obstante, se advirti que hoy ms que nunca dicha tradicin queda

    en entredicho en El Salvador por un fenmeno que ha venido reconstituyn-

    dolo en las ltimas dcadas. Se trata de las migraciones. Segn el informe

    del PNUD de 2005, las migraciones estn obligando a redenir algunos as-

    pectos esenciales de la nacin salvadorea; de hecho, algunos hablan de la

    necesidad de una refundacin nacional, pues estamos asistiendo a un pas

    transterritorial y el gran error sera continuar pensando y planicando un

    pas como el que existi en el siglo XIX o en una parte importante del XX, esdecir, un pas que ya no existe.18Este pas transterritorial y sumido en

    la globalizacin econmica, poltica y cultural, cuestiona, entonces, al relato

    nacionalista as como seala sus insuciencias.

    La tercera escala de anlisis del programa de investigacin dirigi su mi-

    rada a un largo proceso de doscientos aos. La intencin era producir un libro

    con formato de bolsillo, de fcil y accesible lectura, dirigido a un pblico muy

    amplio. El libro, denominado El Salvador: historia mnima,19fue dividido

    en varios captulos de corta extensin, en los cuales se busc una exposicin

    pedaggica de los importantes procesos polticos, econmicos, sociales y cul-turales de El Salvador desde 1811 hasta el ao 2011. Para facilitar la lectura y

    guiar las futuras profundizaciones de los interesados, los captulos estaban exen-

    tos de aparato crtico, dejando al nal una bibliografa actualizada. La elabora-

    cin de los captulos cont con la participacin de historiadores salvadoreos

    y salvadoreistas, as como de socilogos, lsofos, economistas y crticos li-

    terarios, quienes no dudaron en contribuir con el proyecto. Ellos fueron: Adol-

    fo Bonilla, Xiomara Avendao, Ricardo Roque, Hctor Lindo, Roberto Valds,

    Erik Ching, Carlos Prez, Carlos Gregorio Lpez, William Pleitez, Knut Walter,

    Philip Williams, Rafael Guido Vjar, Luis Alvarenga, Ricardo Argueta y SajidAlfredo Herrera. A grandes rasgos, las principales problemticas expuestas en

    el libro fueron: independencia y federacin centroamericana, reformas liberales

    decimonnicas, el levantamiento de 1932, los regmenes militares, la guerra con

    Honduras, la guerra civil de 1980 y el proceso de pacicacin. Con un tiraje de

    30 mil ejemplares, El Salvador: historia mnimase convirti en un texto muy

    18 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD,Informe de desarrollo humano 2005:

    una mirada al nuevo nosotros. El impacto de las migraciones(San Salvador, El Salvador: PNUD,2005), 9-10. Baste agregar que los migrantes representan ya el 20% de la poblacin del pas, quie-

    nes envan remesas al 22% de los hogares salvadoreos, constituyendo ms del 16% del PIB.

    19 Erick Rivera Orellana(ed.),El Salvador: historia mnima (1811-2011) (San Salvador, El Salvador:

    Editorial Universitaria; Universidad de El Salvador - EUES, 2011).

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    Versiones y usos de la historia desde el estado salvadoreo: a propsito del bicentenario (1811-2011)

    solicitado, incluso hasta ahora, difundindose entre una poblacin muy variopin-

    ta: escolares de educacin media, universitarios, extranjeros, amas de casa, etc.

    Aunque en la elaboracin de los captulos deEl Salvador: historia mnima

    no hubo una participacin proporcional de acadmicos en trminos de gnero y

    aunque el texto no contiene mapas o grcas que ayuden a los lectores a su com-

    prensin, tiene el mrito de haber dimensionado positivamente la participacin

    de ciertos actores que hasta el momento haban sido marginados o simplemente

    eran invisibles por la historiografa ocial.

    La creacin de un panten de prceres y mrtires en los discursos esta-

    tales, tan normal en todo proceso de construccin nacional, excluy otros len-

    guajes, prcticas y, por supuesto, a otros actores -indgenas, ladinos, mujeres,

    municipalidades, campesinos, obreros, etc.-

    por el simple hecho de no haberencajado en los proyectos independentistas, republicanos, liberales, progresistas

    y militaristas. Al verse relegados a la marginalidad o, en el peor de los casos, a su

    ocultamiento, tom primaca la historia de caudillos, hroes y elites -la historia

    de bronce-, cayendo sobre los primeros el estigma de ser meros instrumentos

    annimos y sin criterio de las sublevaciones -las masas-. Dicha exclusin de

    la historia es lo que busc remediar el textoEl Salvador: historia mnima, dn-

    dole continuidad a algunos esfuerzos realizados anteriormente en el pas.20A

    continuacin discutir la doble versin de la historia manejada durante la conme-

    moracin bicentenaria por parte de la SEC.

    Discursos paralelos sobre el Bicentenario

    Si hiciramos un ejercicio de recopilar y analizar los discursos estatales

    sobre la independencia centroamericana, pronunciados en las ltimas dcadas,

    nos daramos cuenta de que ha desaparecido el reclamo a los vejmenes co-

    metidos por la Corona en contra de los americanos, tal como los encontramos

    insistentemente en la oratoria del siglo XIX. Actualmente, son otras las preocu-

    paciones de los Estados de la regin-

    fortalecimiento institucional, desarrollosustentable, productividad, participacin y seguridad ciudadana, etc.-, as como

    son otras las perspectivas de relacin bilateral con Espaa -cooperacin para el

    desarrollo econmico, social y cultural-las que estn en las agendas polticas

    y las que inciden en los discursos. Sin embargo, la coyuntura del Bicentenario

    en El Salvador puso en evidencia los discursos paralelos sobre la conmemora-

    cin, especcamente al interior de la SEC, en uno de los cuales, si bien no se

    recrimin a la Metrpoli por sus trescientos aos de expoliacin, se ocult la

    20 Me reero especcamente a los dos tomos de historia de El Salvador que public el Ministerio deEducacin a inicios de la dcada de 1990 para el bachillerato y que fueron conocidos popularmente

    como el libro azul y el libro rojo por los colores de sus respectivas portadas. En la elaboracin de

    sus contenidos participaron historiadores nacionales y extranjeros: Hctor Lindo-Fuentes, Knut

    Walter, Jos Antonio Fernndez, Patricia Alvarenga, Aldo Lauria.

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    incidencia del constitucionalismo hispano en la formacin de las nuevas repbli-

    cas. Y aunque ello no signic un reclamo al estilo decimonnico, el ocultamien-

    to u olvido de un aspecto relevante de las revoluciones hispnicas record el

    dualismo de Sarmiento sobre civilizacin y barbarie, es decir, sobre modernidad

    angloamericana y francesa frente al oscurantismo espaol.

    En los trminos anteriores pronunci el discurso ocial el secretario de

    cultura de la presidencia, Hctor Samour, durante los actos ociales realizados

    el 5 de noviembre de 2011 en la Explanada del Cuartel El Zapote, San Salvador.

    Si bien, el secretario de cultura hizo nfasis en aspectos que el programa de in-

    vestigacin Bicentenario, memoria y nacin haba recalcado en sus trabajos

    -visibilidad de otros actores sociales en los alzamientos, por ejemplo-, resalt,

    por otro lado, las inuencias angloamericanas y francesas en los movimientos in-surgentes, junto a la revolucin industrial, como los nicos motores ideolgicos,

    polticos y culturales de aquellos:

    Las acciones independentistas fueron parte importante, insustituible, inseparable,

    del derrumbe de una era colonial. Fueron parte de un movimiento social mundial

    que cambi el mundo, parte de una poca de revolucin que recorri el mundo y

    que derrib el muro del imperio espaol: la Revolucin norteamericana, la Revo-

    lucin francesa, la revolucin industrial, la transformacin de un mundo feudal, el

    de los reinos aislados sin progreso.21

    El anterior caso demuestra que no debemos describir, interpretar y juzgar

    el funcionamiento de los grupos e instituciones de manera uniforme, a pesar de

    existir en ellos ciertos agentes orgnicos encargados de elaborar los discursos,

    relatos o justicaciones de aquellos con la intencin de unicar los sentidos de

    la realidad.22En cuanto a ello, los discursos paralelos experimentados al interior

    de la SEC durante la conmemoracin de 2011 indican, por un lado, la plurali-

    dad de ideas que existe o debe existir en cualquier institucin. Por otro lado, la

    poca incidencia que tuvieron los anlisis de la DNI en el titular de la SEC y su

    equipo de asesores, revelando la cimentada admiracin que goza el impacto delas revoluciones americana y francesa en la regin por parte de funcionarios y

    acadmicos salvadoreos. Ahora bien, el problema estriba en que esa admiracin

    menosprecie o deje en un segundo plano a otros procesos de transformacin que

    tambin hicieron lo propio dentro de las revoluciones hispnicas. Por ejemplo,

    a quienes mantienen una admiracin as entendida, la cual est ligada a la na-

    rrativa de la dominacin global, ser irrelevante preguntarse cmo fue posible

    que una revolucin de independencia como la haitiana fuera exitosa realizndose

    21 Hctor Samour, Los salvadoreos nos hemos apropiado del Bicentenario. Discurso en ocasin de laconmemoracin del Bicentenario del Primer Grito de Independencia, 5 de noviembre de 2011, Revista

    Cultura (El Salvador) 108 (enero-marzo 2012): 217.

    22 Al respecto, sigue teniendo mucha validez la interpretacin gramsciana: Hugues Portelli, Gramsci y el

    bloque histrico(Mxico, D.F.: Siglo XXI Editores, 1990), 99-101.

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    Versiones y usos de la historia desde el estado salvadoreo: a propsito del bicentenario (1811-2011)

    desde abajo, rompiendo con lo inesperado y dando una leccin de humani-

    dad y moralidad a la Francia de las Luces, segn nos lo comenta Hctor Prez

    Brignoli. Por tanto, esta es la piedra en el zapato que resulta difcil de aceptar,

    a menos que uno adopte una losofa de la historia como la de Benjamin, donde

    se obligue a leer la historia a contrapelo, es decir, buscando en los mrgenes, en

    los silencios, en los bordes.23

    La reexin crtica de Prez Brignoli sobre la radicalidad de una revolu-

    cin como la ocurrida en la antigua colonia francesa, as como la resistencia al

    reconocimiento de sus efectos a travs de un silencio historiogrco, es parte de

    un amplio cuestionamiento que se ha venido haciendo a la narrativa de la do-

    minacin global, la cual cre el ideologizado dualismo entre las revoluciones

    optimistas-

    el legado americano y francs, el liberalismo econmico, el repu-blicanismo-y las revoluciones pesimistas -la independencia de Hait o de la

    Amrica hispano-lusitana-.24

    El cuestionamiento condujo a la concepcin distinta de las revoluciones

    hispnicas. As, aos atrs, Franois-Xavier Guerra sostuvo que esta categora

    no era sinnimo de independencias, pues la ltima alude a las rupturas de las

    provincias americanas con respecto a la Corona espaola y a la guerra peninsular

    en contra del invasor napolenico, a partir de 1808. Las revoluciones hispnicas,

    en cambio, considera un perodo mucho ms amplio, un conjunto de procesos

    trasatlnticos encadenados entre Espaa y Amrica; procesos por los que se tran-sit paulatinamente a la poltica moderna en un perodo que comprendi desde

    la crisis monrquica hasta las independencias americanas.25

    La categora de anlisis de las revoluciones hispnicas nos conduce a un

    interesante laboratorio de prcticas e imaginarios en torno a la representacin

    poltica, la soberana, los derechos civiles y polticos, el sustento jurdico de las

    constituciones, la ruptura con la Corona, la construccin del republicanismo, los

    usos y abusos de la opinin pblica, el rgimen ciudadano, entre otros aspectos.

    Pero lo interesante del caso es que en dicho proceso revolucionario no solo hubo

    inuencias forneas que llegaron a condicionarlos; tambin, desde el mismointerior de la Monarqua hispnica, se desencadenaron dinmicas jurdico-po-

    lticas que hicieron lo propio, como fue el caso del constitucionalismo liberal

    23 Hctor Prez Brignoli, El insomnio de Bolvar. Denicin y tipologa de las independencias latinoameri-

    canas (1780-1903), en:Entre imperio y naciones. Iberoamrica y el Caribe en torno a 1810, (coord.) Pilar

    Cagiao y Jos Mara Portillo (Santiago de Compostela, Espaa: Universidade de Santiago de Compostela

    - USC, 2012), 252.

    24 Marcelo Carmagnani, Amrica entre Ilustracin y Liberalismo, en:A guerra da independencia e o pri-meiro liberalismo en Espaa e Amrica, (eds.) Jos Mara Portillo, Xos Ramn Veiga y Mara Jess Baz

    (Santiago de Compostela, Espaa: Universidade de Santiago de Compostela - USC, 2009), 157-166.

    25 Franois-Xavier Guerra,Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas(M-

    xico, D.F.: Fondo de Cultura Econmica - FCE, 2000).

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    doceaista. Tales dinmicas fueron, en palabras de Alberto Ramos Santana y

    Alberto Romero, la va hispnica a la salida de la crisis del Antiguo Rgimen.26

    No es mi intencin aqu realizar una labor arqueolgica minuciosa de

    las historiografas de los siglos XIX y XX que interpretaron el mundo hispano

    o colonial, con la pretensin de mostrar por qu ha estado tan arraigado en el

    mundo escolar, universitario y acadmico el dualismo discutido en los prrafos

    anteriores. Baste sealar que intelectuales y polticos como Rafael Reyes, Jos

    Antonio Cevallos, Jos Figeac, el grupo de pensadores que invent el relato

    sobre el Primer Grito de Independencia en 1911, entre muchsimos otros, ela-

    boraron un discurso, construyeron una tradicin que, lejos de ser efmera, ha

    tenido un peso decisivo en la versin salvadorea sobre los ltimos aos de vida

    colonial, la independencia y la invencin republicana en el istmo. A este discursohay que sumar el peso que ha tenido la narrativa de la dominacin global, a la

    que hace referencia Prez Brignoli, en el mundo acadmico salvadoreo.

    Por fortuna, desde hace algunos aos, ciertos historiadores se han visto

    motivados a revitalizar los enfoques, las metodologas y los marcos tericos. Sin

    lugar a dudas la coyuntura salvadorea de la posguerra -de 1992 en adelante-

    favoreci este giro que busc enfrentar la historia nica, como dira Gianni

    Vattimo.27Gracias a estos procesos recientes, la historia nica, es decir, el rela-

    to soberano de las elites o sobre estas -hombres, blancos, ilustrados, inuencias

    forneas, etc.-

    , ya no cuenta con el exclusivo protagonismo.Pero asimismo, gracias a la profesionalizacin del ocio del historiador,

    favorecido en parte por el proceso de posguerra, contamos con acadmicos que

    utilizan nuevas herramientas de anlisis as como con renovados espacios de dis-

    cusin, los cuales han permitido avanzar ms all de las versiones tradiciona-

    les y ociales del pasado. Entre ellas, la del binomio modernidad anglo-fran-

    cesa versus oscurantismo hispnico. Ojal que las conmemoraciones venideras,

    la independencia de Espaa, la anexin/oposicin al Imperio Mexicano, la inde-

    pendencia absoluta -1823-, el nacimiento de la Repblica Federal, entre otras,

    se conviertan en coyunturas idneas para una verdadera circulacin de ideas queimpacte ms all de los estrechos crculos de especialistas.

    Reexiones fnales

    En su afn por construir un panten de hroes y un proyecto inde-

    pendentista, la historiografa salvadorea elaborada desde el siglo XIX

    neg, encubri o matiz, por un lado, el espacio Atlntico hispano. Por

    26 Ver Presentacin en Alberto Ramos Santana y Alberto Romero (eds.),Liberty, Libert, libertad.El mundo

    hispnico en la era de las revoluciones(Cdiz, Espaa: Universidad de Cdiz - UCA, 2010).

    27 Gianni Vattimo, Posmodernidad: una sociedad transparente?, en:En torno a la posmodernidad, (ed.)

    Gianni Vattimo (Barcelona, Espaa: Editorial Antrophos, 2003), 10 y ss.

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    Versiones y usos de la historia desde el estado salvadoreo: a propsito del bicentenario (1811-2011)

    otro, su perspectiva nacionalista se limit a considerar nada ms una es-

    cala local de anlisis -la Provincia de San Salvador o El Salvador-o, a

    lo sumo, regional-

    el Reino de Guatemala-

    , pues crey que estos nivelesde anlisis bastaban para inventar el mito del origen nacional. El resul-

    tado fue una narrativa de hroes, inuenciados por las ideas modernas e

    ilustradas procedentes de Estados Unidos y Francia; hroes, compuestos

    preponderantemente por hombres y blancos, quienes liberaron a un pas

    que ya exista previo a la independencia.

    Durante las celebraciones y conmemoraciones bicentenarias del

    denominado Primer Grito de Independencia la vigencia de dicho dis-

    curso continu siendo muy fuerte en ciertos sectores acadmicos, no es-capndose completamente de l, el discurso estatal. Por supuesto que el

    contexto poltico que vive el pas con la llegada por primera vez de un

    partido de izquierda al poder, en las intervenciones de algunos funcio-

    narios durante las conmemoraciones se busc hacer un balance de los

    alzamientos suscitados en el mes de noviembre de 1811 en trminos ms

    incluyentes y menos vinculados con las versiones nacionalistas tradi-

    cionales. No obstante, la herencia franco-angloamericana fue un lugar

    comn en dichos anlisis.

    Ciertamente no es una tarea fcil lograr un giro interpretativo en un

    pas en donde la historiografa acadmica apenas tiene un poco ms de

    una dcada. Sin embargo, por primera vez, y aunque no se haya logrado

    del todo, se busc desde el Estado una reexin cada vez ms distante

    de la versin nacionalista tradicional. Y all, me parece, se encuentra el

    saldo positivo de este doble discurso con su doble conmemoracin/cele-

    bracin. Gracias a la presin de nuevas generaciones de historiadores y al

    programa de estudios histricos de la Universidad de El Salvador, pudo

    asomar, a la par del relato nacionalista y procerista, un relato ms crtico

    e interpretativo. Probablemente este ltimo no tuvo mayores espacios en

    los medios de comunicacin masiva; no obstante, una cosa fue cierta: el

    relato nacionalista no goz de una soberana absoluta como cuando se

    realizaron las celebraciones del primer centenario.

    Frente a unos mitos muy incrustados en el imaginario popular, de-

    bern, entonces, cooperar los historiadores con el Estado para formular

    una nueva perspectiva de anlisis sobre las conmemoraciones bicentenar-

    ias? Es deseable, con cierta cautela, porque de lo que menos se trata es deformular un relato con miras a ser deformado con el tiempo para servir

    de propaganda partidaria o, en el peor de los casos, a legitimar poderes

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    Sajid Alfredo Herrera Mena

    de corte arbitrario. Es ms, los historiadores debern tener en cuenta que

    ya no es deseable un proyecto intelectual creado e impuesto desde arriba,

    como lo ha sido tradicionalmente en el pas, en donde el Estado cre unacultura ocial. Es deseable ms bien una democratizacin de las polti-

    cas culturales, es decir, al Estado le corresponde disear estrategias que

    coadyuven la participacin ciudadana, para crear las polticas culturales

    en base al dilogo, con una visin incluyente y desocializada.28En ese

    contexto participativo de trazar agendas de cultura nacional, y tomando

    distanciamiento crtico, es como deberan los historiadores, como cual-

    quier otro acadmico, artista e intelectual, colaborar con las instancias

    gubernamentales a travs de sus investigaciones y anlisis.Jacques Le Goff lleg a sostener que el pasado es una construccin

    y reinterpretacin constante; no en vano, dena la disciplina histrica

    como ciencia de un pasado reconstruido que se pone en cuestin contin-

    uamente.29En ese sentido, los historiadores pueden contribuir al anlisis

    de las memorias entregadas de una generacin a otra, como especies uni-

    versales, atemporales y acrticas, para esclarecer su formacin, autora,

    presupuestos tericos, motivaciones, recursos, contextos, etc. Pero ello

    no solo es vlido para defender el estatus epistmico de la historia como

    ciencia. Eric Hobsbawm armaba que ante el nacionalismo, entendido

    como un conjunto de mitos disfrazados de historia, lo que le queda a los

    historiadores es defender el fundamento de su disciplina: la supremaca

    de los datos. Pues la deconstruccin de mitos polticos o sociales dis-

    frazados de historia forma parte, desde hace tiempo, de las obligaciones

    profesionales del historiador, con independencia de sus simpatas: esta

    es, en ltima instancia, su responsabilidad pblica.30

    28 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD,Informe sobre desarrollo humano El Salva-

    dor (2003). Desafos y opciones en tiempos de globalizacin(San Salvador, El Salvador: PNUD, 2003),252 y ss.

    29 Jacques Le Goff,Pensar la historia. Modernidad, presente y progreso(Barcelona, Espaa: Editorial Pai-

    ds, 1991), 28-29.

    30 Eric Hobsbawm, Sobre la historia(Barcelona, Espaa: Crtica Editorial, 1998), 271-273.