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ANIMACIÓN SALESIANA COMUNITARIA · Nº 289 PRIMAVERA 2010 · http://ventalldigital.blogspot.com PÁG. 1 EDITORIAL Pascua: una gozada La Pascua acerca de nuevo a nuestras vidas una gozosa noticia: “Jesús había amado a los suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo” (Jn13,1). A los suyos, entre los que nos encontramos, nos ama hasta la Resurrección. Con un amor que no cae en extremismos ni en fundamentalismos, porque el amor de Jesús pasa por el desprendimiento. Se desprende para acoger. Aquí radica el extremo. Y si nos ama hasta la Resurrección es porque nos amó mientras se desprendía de la vida. Lo dicho: ¡una gozada! Desde ese amor es posible tener esperanza: mirar con ojos esperanzados la realidad que nos afecta; iluminar con su llama las zonas oscuras de nuestra existencia; insuflar vida en esas zonas muertas y semimuertas que existen en nosotros y a nuestro alrededor. Acojamos la realidad de nuestras vidas, abracémosla con la fuerza que nos llega de la Pascua y dejemos actuar al Resucitado: él nos despierta, nos convoca y pone en marcha la misión. Que Ventall sea en esta Pascua para todos nosotros un auténtico “soplo” que resucite la llama de la Vida que todavía existe en el rescoldo de nuestra esperanza. ¡Feliz Pascua de Resurrección! Ángel ASURMENDI, sdb 289

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EDITORIAL

Pascua: una gozada La Pascua acerca de nuevo a nuestras vidas una gozosa noticia: “Jesús había amado a los suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo” (Jn13,1). A los suyos, entre los que nos encontramos, nos ama hasta la Resurrección. Con un amor que no cae en extremismos ni en fundamentalismos, porque el amor de Jesús pasa por el desprendimiento. Se desprende para acoger. Aquí radica el extremo. Y si nos ama hasta la Resurrección es porque nos amó mientras se desprendía de la vida. Lo dicho: ¡una gozada! Desde ese amor es posible tener esperanza: mirar con ojos esperanzados la realidad que nos afecta; iluminar con su llama las zonas oscuras de nuestra existencia; insuflar vida en esas zonas muertas y semimuertas que existen en nosotros y a nuestro alrededor. Acojamos la realidad de nuestras vidas, abracémosla con la fuerza que nos llega de la Pascua y dejemos actuar al Resucitado: él nos despierta, nos convoca y pone en marcha la misión. Que Ventall sea en esta Pascua para todos nosotros un auténtico “soplo” que resucite la llama de la Vida que todavía existe en el rescoldo de nuestra esperanza. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Ángel ASURMENDI, sdb

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LAS RELACIONES NOS HACEN… Rafel GASOL, sdb

Vivir con… la vergüenza En números anteriores de Ventall hemos hablado de la envidia (marzo de 2009), la tristeza (junio de 2009), la alegría (septiembre de 2009) y la rabia (diciembre de 2009). Hoy vamos a prestar atención a la vergüenza. ¿Por qué hablar de estos temas? Hace un año iniciábamos el artículo correspondiente a la envidia con estas palabras: “Para evitar distorsionar la realidad conviene activar un constante proceso de toma de conciencia de las propias emociones y las de los demás. Estas tomas de conciencia afectiva facilitan una vida más sana que neurótica”. Y añadíamos: “Con estos artículos, confiamos seguir aportando algunas pistas para comprender y manejar mejor algunas de nuestras emociones…”. 1. Descripción En los diccionarios tradicionales y en las enciclopedias virtuales, se nos dice que la vergüenza1 es una sensación humana, de conocimiento consciente de deshonor, desgracia o condenación. Es descrita como “la emoción que nos hace saber que somos finitos” y es presentada como la turbación del ánimo ocasionada por alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena, que suele encender el color del rostro. El abanico de la vergüenza surge de una amplia variedad de experiencias humanas en las que hay una conciencia de fallo en la satisfacción de estándares e ideales: quedar en evidencia como inadecuado o insuficiente; en estatus de inferioridad (imaginada o real); y desde la conciencia de que uno mismo es inadecuado, necesitado, vacío, dependiente, rabioso, decepcionante, tímido, miedoso social o inepto, propenso a la humillación. El espectro de las emociones relacionadas con la vergüenza incluye, además de la vergüenza misma, la sensación de embarazo, la humillación (experiencia de vergüenza causada deliberadamente por el otro), el replegamiento, la timidez y el miedo social; también incluye defensas contra la vergüenza o el pudor (que es lo opuesto a sinvergüenza): modestia, humildad y conceptos parecidos. Esta emoción va muy asociada a elementos culturales de los actos que se califican como vergonzosos y a aspectos educativos y comportamentales que a nivel social son calificados como apropiados o inapropiados. La vergüenza como emoción es una respuesta ante elementos que hemos introyectado dentro de lo que se configura como una ética personal y la censura que hacemos ante nuestros propios comportamientos, sentimientos o pensamientos.

1 También llamada pena en México y algunos países centroamericanos y caribeños.

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Nuestra propia experiencia nos habla de ella: Por vergüenza (asociada probablemente a timidez u orgullo) dejamos de pedir

ayuda en una necesidad porque nos parece ridículo o humillante.

Por vergüenza sentimos una extraña turbación cuando nos han pescado “in fraganti” cometiendo algo que nos parece una falta (lo sea o no).

Llamamos vergüenza a la sensación de miedo que sentimos al pensar que todos

nos están observando (lo hagan o no).

Decimos “tener vergüenza” a la valoración que una persona tiene de sí misma (autoestima) y la lleva a actuar de la forma que considera correcta; lo contrario lo aplicamos cuando uno no vive de acuerdo con su propia dignidad o pundonor: es lo que sucede en quienes a fuerza de hacer lo ilícito y de saberse impunes han perdido el sentido de la propia dignidad: esto es ser “sinvergüenza”2.

A acciones que causan indignación o rechazo (el maltrato a personas enfermas o

mayores, el comportamiento de ciertos grupos políticos...) afirmamos que “son una vergüenza”.

Lo aplicamos también a personas o cosas que deshonran a alguien o a un grupo:

“Es la vergüenza” de la Congregación, de la familia, de… La mayoría de nosotros poseemos alguna experiencia de vergüenza en nuestro pasado que no nos agrada ni solemos compartirla con los demás. Por ello, la vergüenza ha sido descrita como “la emoción secreta” o la “emoción escondida”: De hecho, cuando la gente siente vergüenza, generalmente también se siente avergonzada de sentir vergüenza, de modo que no está dispuesta a hablar al respecto, y esto recae directamente en su auto-estima. La vergüenza puede ser problemática no sólo por la frecuencia con la que se experimenta sino también porque los individuos que la padecen consideran esta experiencia y los comportamientos asociados a ella también muy vergonzosos. El sentir vergüenza de expresar sentimientos vergonzosos es muy común, sobre todo en las culturas occidentales, donde se tiende a desalentar el demostrar vulnerabilidad. Es posible que el daño de las relaciones personales no sea causado por el sentimiento de vergüenza en sí, sino por los intentos de ocultarla o negarla. En los casos en los cuales se tiende a sentir una vergüenza exagerada es frecuente encontrar en estas personas alteraciones asociadas a nivel de sus procesos de relación o del caràcter como es el caso de las personas que desarrollan fobias sociales o personalidades evitativas. En estos casos los factores de censura son exagerados y generan bloqueos importantes en la capacidad de expresión y de relación.

2 Leonardo BOFF comenta que “es la vergüenza la que reprime el impulso a violar las leyes y frena la voluntad de corrupción”. Y señala que “ya para ARISTÓTELES la vergüenza y el rubor eran indicios inequívocos de la presencia del sentimiento ético.”

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Cuando alguien afirma que siente vergüenza nos puede estar diciendo que vive una experiencia desagradable y dolorosa con una evaluación del yo global negativa y un deseo de desaparecer frente a un otro crítico. 2. Origen Ninguna experiencia de “sentir vergüenza” puede separarse del contexto. Se siente vergüenza por algo y en respuesta a algo o a alguien. La vergüenza se genera, según alguna teoría3, cuando alguien nos envía reiteradamente el mensaje de “eres malo”, “eres tonto”, “no puedes”, sin decirnos exactamente qué es lo que no le gustó y generalmente sin darnos una idea clara de qué podríamos hacer en lugar de ello, o cómo hacerlo. Todos estos mensajes que aceptamos suelen ser dados por alguien a quien conferimos “autoridad” como los padres, maestros, jefes, superiores, etc. La vergüenza sentida nos alerta que hemos ofendido a estas u otras personas “sin querer”, y que si queremos seguir siendo amigos de ellas, tal vez tengamos que cambiar nuestra conducta, ya que sus normas son más importantes que las propias, y así nos sentimos como personas indignas o incapaces. Todo se gesta en nuestros pensamientos de inseguridad acerca de nuestro proceder y de nuestra persona con un diálogo interno que constantemente nos está devaluando. En los casos de vergüenza severa es como si la persona tuviera sólo una norma para sí misma: “Yo debería agradar a los demás”. La vergüenza, pues, se origina a partir de la conciencia de la vulnerabilidad de uno en presencia de los otros. La ansiedad con relación a la vergüenza crea unos sistemas sociales que valoran la fuerza por encima de la vulnerabilidad, animando a adoptar un rígido ideal de independencia y de invulnerabilidad. Un autor4 afirma que “la vergüenza se instala como una densa niebla, oscureciendo cualquier otra cosa, imponiendo su impresión amorfa e insustancial. Se hace imposible establecer caminos u orientarse uno mismo hacia relaciones con un paisaje más amplio”. La compara como una mala hierba invasiva o como un virus en el ordenador. Así, la vergüenza tiende a insinuarse en nuestra vida entera, en nuestro total mundo experiencial y a estropearlo todo. Esta cualidad invasiva de la vergüenza sugiere sus orígenes en la infancia, donde el mundo de experiencias se fue organizando alrededor de un sentimiento de mí mismo como sin valor, bueno para nada y egoísta. Para poner algunos ejemplos: “No es que yo simplemente no conseguí hacer una comida que complaciera a todas las hermanas, sino que soy un completo fracaso”. “No es que yo bloqueara a mi alumno sin darme cuenta: yo soy un fracaso como maestro y, por tanto, como ser humano”. “No sólo me quejaba de mi dificultad en dormir por las noches de un tirón; yo simplemente soy una persona egoísta”.

3 Muy interesantes las aportaciones de Donna M. ORANGE en ¿Vergüenza de quién? Mundos de humillación y sistemas de restauración” Ponencia presentada en el Simposium Internacional sobre Vergüenza celebrado en Roma en febrero de 2005. Algunas de las definiciones presentan la vergüenza como una experiencia intersubjetiva: “una reacción a la ausencia de una reciprocidad aprobadora” o “reguladora del vínculo social: lo que uno es ante sí mismo y ante los otros; el estatus de uno mismo: el ser o no querible, sentirse aceptado o en inminente rechazo, ante el ojo del otro o ante el ojo autoevaluador del sí mismo”. En “Aperturas Psicoanalíticas”. Revista internacional de Psicoanálisis, número 20. 4 MORRISON, A.P.: Shame: The Underside of Narcissism. The Analytic Press Inc, USA, 1997.

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Dicho todo lo anterior, señalo dos aspectos a tener muy en cuenta “para que la vergüenza no se apodere de nosotros”: Psicológicamente es sano tener el máximo respeto a lo que se refiere a nuestra seguridad personal, al valor a dar a nuestros propios sentimientos, a nuestros propios criterios, considerando al mismo tiempo los de los demás. Además, más allá del esperar la reciprocidad y la aprobación de otros, conviene considerar la aceptación de nosotros mismos y también de nuestra propia vulnerabilidad. 3. Vergüenza y culpa La culpa y la vergüenza suelen ser difícilmente distinguibles la una de la otra. Tienen en común el hecho de ser inconscientes. La vergüenza es algo que le sucede preferentemente a uno con uno mismo y se expresa por sus retoños mortificantes como pueden ser el enojo, el silencio excesivo, la inhibición o retraimiento, hasta el enrojecimiento de la piel de la cara y en los casos severos, la furia narcisista. En la literatura psicoanalista se ha escrito mucho de la vergüenza como un algo pasivo y preedípico. Mientras se ha dejado para la culpa las categorías más activas y postedípicas. Se dice: que lo activo del que se siente en culpa lo lleva a confesar, a hablar del tema, a buscar solución; en cambio lo pasivo del vergonzoso lo lleva a callar y a aislarse, por lo cual, cuando el elemento predominante en una persona es la vergüenza, ésta suele pedir pocas veces ayuda para aliviar su malestar. 4. Grados de vengüenza Las personas que “sufren vergüenza” pueden clasificarse de tres maneras diferentes: más propensas que otras a sentir vergüenza en situaciones que normalmente la

producen; las que tienden a sentir, con frecuencia o continuamente, vergüenza global o

generalizada, algunas veces descrita como “vergüenza internalizada”5 .

personas que sufren vergüenza particularmente por algún aspecto de su comportamiento o características personales.

En general se cree erróneamente que los individuos que son propensos a

experimentar vergüenza lo hacen de manera exagerada, lo cual no es correcto, ya que no existen criterios para determinar la vergüenza inapropiada.

5. Manifestaciones externas de vengüenza El sentimiento de vergüenza va asociado a unos gestos típicos que se manifiestan en nuestra expresividad:

5 La vergüenza internalizada se describe como una “identidad basada en la vergüenza” o una personalidad “ligada a la vergüenza”. Según este concepto una persona que sufre de un grado importante de vergüenza internalizada no sólo experimenta vergüenza frecuentemente en respuesta a situaciones específicas sino que tiende a tener sentimientos de inferioridad y a desvalorizarse como consecuencia de haber vivido situaciones repetidas de vergüenza, sobre todo durante la niñez.

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A nivel general: ponerse rojo, manos sudadas, mareo y ' tierra trágame ' o vacío

ante los pies. Apartar la mirada: Es un comportamiento tendente a cortar la acción que ocasiona

vergüenza.

Bajar o girar la cabeza: Varias especies animales usan esta táctica para apaciguar la furia de sus pares. Esta acción hace que el cuerpo del avergonzado se vea más pequeño y expone áreas vulnerables (el cuello y la vena yugular, en el caso de los humanos), lo que implica mostrar humildad.

La sonrisa avergonzada: Cuando los primates se ven derrotados ante sus pares, intentan reconciliarse esbozando una sonrisa que muestra los dientes. En la mujer y el hombre, la sonrisa avergonzada incluye labios apretados, que es un signo de inhibición que solicita la empatía del otro.

Tocarse la cara: Es una forma de tranquilizarse a uno mismo cuando hemos

cometido un error (acariciarse repetidamente el cabello de la zona de la nuca), pero también funciona como una cortina en un escenario, cerrando una escena y abriendo el siguiente.

El filósofo moral británico Bernard WILLIAMS ha capturado una parte importante de la experiencia fenomenológica de vergüenza y la expresa así: “En la experiencia de vergüenza, el entero ser de uno mismo parece disminuido. En mi experiencia de la vergüenza, el otro ve todo lo mío y a través mío, incluso si la ocasión de vergüenza se da en mi superficie (por ejemplo en mi apariencia); y en la expresión de la vergüenza, en general, así como de la forma particular de vergüenza que constituye la sensación de embarazo, no hay sólo el deseo de esconder o de esconder mi cara, sino el deseo de desaparecer, de no estar ahí. No es sólo el deseo, como se suele decir, de que te trague la tierra, sino más bien el deseo de que el espacio ocupado por mí se quede instantáneamente vacío” 6. 6. Para qué sirve sentir vengüenza

1. Función conciliadora: Su efecto sería ayudar a reconstituir las relaciones cuando se

ha violado una norma. Ponerse como un tomate ante un despiste o un error es el reconocimiento de que se conocen las normas y que se quieren llevar a la pràctica y se comunica públicamente sin palabras. Es una demanda a los demás de comprensión y perdón.

2. Táctica: Las actitudes de timidez y vergüenza, usadas en su justa medida, son una

eficaz táctica de muestras de respeto al otro y provocan empatía. Suelen aparecer en todas las interacciones sociales.

3. Autoconocimiento: Las personas con más capacidad de autocrítica, menos proclives

a la violencia y con mejores herramientas para hacer las paces, son las que

6 Shame and Necessity. University of California Press, 1993.

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demuestran vergüenza con mayor facilidad en, o después de, su acto erróneo. Emociones como esta nos pueden ayudar en un momento determinado a ser conscientes de nuestros impulsos (aunque no se hayan actuado), a autorregularnos o a ser “apropiados” respectos a ciertas situaciones concretas en las cuales nos vemos involucrados. Nos pueden ayudar también a estar en nuestro lugar y sabernos ubicar en los diferentes contextos; pero también a darle un lugar a las actuaciones o actitudes de otros. Más allá de los juicios de valor que hacemos hacia nosotros mismos o hacia los demás, emociones como la vergüenza o el ponernos “rojos” pueden ayudarnos a ser mas concientes de nosotros mismos y de los esquemas de valores que tenemos respecto a los comportamientos de otros.

4. Equilibrio emocional: El sentirse avergonzado y el sonrojarse fácilmente, es signo

de una inteligencia emocional notable, de una capacidad de leer situaciones sociales y de saber ponerse en el lugar del otro. Cuando estamos centrados, serenos, equilibrados algunas emociones, como la vergüenza o el pudor, pueden ser una clave que nos ayude a autorregularnos o a replantear aquello que queremos expresar de una manera clara y respetuosa. También nos puede ayudar a reconducir aspectos impulsivos nuestros.

5. Bloqueo de la vida de relación: Experiencias emocionales en las que aparece un

sentimiento doloroso y vívido de vergüenza (por ejemplo: un fracaso en el desempeño de la función social que se me había encargado) pueden ser paralizantes por su intensidad y pueden repetirse con frecuencia y llevar a que la persona se vea a sí misma incapacitada por la vergüenza en muchos aspectos de la vida. De ahí que tantas veces se la haya definido como la “emoción social” ya que no solamente surge de la interacción social, sino que también la moldea. Cuando es exagerada o no es adaptativa nos causa bloqueos a nivel del carácter, generando conductas de evitación social, exagerada autocrítica, problemas con nuestra propia autoimagen o infravaloración excesiva.

6. Sometimiento: Se puede descifrar la vergüenza en términos de relaciones de poder,

en la que el individuo con propensión a sufrirla se halla en una situación de debilidad relativa con respecto al otro, ya que para sentir vergüenza no sólo existe una evaluación negativa de uno mismo, sino que también se encuentra influida por la visión que pueda tener un tercero.

7. Aceptación de clichés culturales que encasillan: un aspecto visible de la propia

identidad que genere estigmas. Por ejemplo: las sociedades occidentales construyen identidades negativas de aquellos que son menos competentes, menos productivos, desfigurados o de alguna manera considerados poco atractivos o inmorales.

8. Desarrollo de estrategias de simulación: Para evitar exponerse a situaciones

vergonzosas el individuo recurre a cierto repertorio lingüístico o del comportamiento, como por ejemplo sonrisas y risas forzadas, enfados, como también encubrimiento de lo que puede producir vergüenza o de los sentimientos de vergüenza y evitar ciertos temas de conversación o encuentros. La utilización de estos recursos no se encuentra al alcance de todos y según el papel que ocupe el individuo en la sociedad tendrá posibilidades de utilizar uno u otro recurso

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6. Para concluir el tema Lo dicho anteriormente nos hace apuntar que alguien que siente vergüenza, lo hace porque fue un aprendiz capaz y rápido en un ambiente donde se enseñaba la vergüenza, se devaluaba a la persona o se carecía de incentivos y motivaciones. Esa misma capacidad de aprender rápidamente, es útil para aprender a tener un sentido de sí mismo diferente, subiendo así la auto-estima. Para transformar la vergüenza es esencial reconocer la diferencia entre las normas de alguna otra persona y las nuestras y ser muy cuidadosos para decidir sobre normas útiles para nosotros mismos. Al hacer esto, estamos construyendo nuestra auto-estima o integridad. Así empezamos a existir como individuos. Antes, somos una imagen espejo de otras personas y dependientes de ellas para nuestro sentido de identidad. La vergüenza, como vivencia negativa, se acaba cuando se ha crecido en identidad7 y auto-estima. Es decir: La persona está segura de sus normas y las afirma como propias, aún

reconociendo que las de los demás puedan ser distintas,

La persona, aún reconociendo limitaciones en sí misma y en los demás, apuesta por respetar las opciones diferentes a las propias. Ello incluye la capacidad de pedir disculpas o de reparar el daño cuando, como todos los humanos, se comete algún error.

La persona aprovecha los errores como posibilidad de aprendizaje y corrección.

7 Llamamos identidad a la estima personal (lo contrario es la vergüenza), la confianza en uno mismo (lo contrario es la duda) y a la aceptación y cumplimiento de un sistema de valores (que se manifiesta en una vivencia intergrada de la propia vida y misión).

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Para seguir ampliando8: un relato corto La vengüenza Llevaba más de cuatro semanas vagando sin rumbo por la gran ciudad. Había elegido una zona en la que creía encontrarse seguro. Nadie le reconocería pues, el lamentable aspecto físico en el que ya se encontraba no era el más atractivo para la visión ajena. Aún así no podía volver a sus orígenes, no sólo por la vergüenza que pasaría, sino porque las cicatrices de sus actos pasados se encontraban aún tiernas. Sin embargo, lo estaba deseando. En su cartera únicamente quedaban sus documentos y una tarjeta de crédito, que sabía ya no podía usar dado que el banco había ya recibido la orden de bloquearla. Esa misma mañana había malgastado el último billete de cinco euros, que doblado y redoblado más de seis veces, había escondido en uno de los vértices de la ajada cartera. Como de costumbre, no fue para comida. Su estómago ya no la admitía a pesar de tener necesidad de ella. Estaba rendido y exhausto. Todo su cuerpo sentía una tiritera, esta vez, mucho mayor que las anteriores. Sin quererlo, a pesar de saber que lo necesitaba, sus pasos se encaminaron hacia una vieja puerta de color verde. Estaba entreabierta a menos de la mitad pero lo suficiente para observar como, en casi un perfecto círculo, un grupo de mujeres y hombres escuchaban atentamente a otro que, en ese momento, empezó a llorar. Su corazón sintió también un pequeño pinchazo de tristeza. Le quería ayudar pero sabía que le resultaría imposible. De repente, la puerta se abrió súbitamente. Frente a él, con una enorme sonrisa, un grandullón que debía pesar más de cien kilos le alargó la mano para saludarle. “Hola, soy Rafael. Te pido, por favor, que entres y te unas a nosotros”. Sin darse cuenta sus piernas temblorosas habían traspasado ya el umbral de la puerta. Según se acercaba al grupo su barbilla iba juntándose más con su pecho. Se sentó en uno de las dos sillas que todavía quedaban libres. Nada más hacerlo, y pidiendo perdón por la interrupción de quién en ese momento tenía la palabra, liberó toda su vergüenza diciéndoles a todos: “Hola, me llamo Andrés, y soy alcohólico”.

José Manuel BELTRAN

8 http://ventanademarbella.blogspot.com

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CENTRADOS EN LA PALABRA (Lectio divina) Jordi LATORRE, sdbJoan CODINA, sdb

Evangelizar es un servicio a la comunidad Plegaria

Padre de nuestro Señor Jesucristo, ilumina los ojos de mi mente para apreciar a qué esperanza me has llamado. (Ef 1,17-18)

1. Lectura

Curación de un hombre poseído de un espíritu maligno Después fueron a Cafarnaúm. Al llegar el sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. La gente se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba con autoridad y no como lo hacían los maestros de la Ley. Había entonces en aquella sinagoga un hombre poseído de un espíritu maligno, que se pudo a gritar: ¿Qué tienes tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. Entonces Jesús lo increpó diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu maligno lo agitó violentamente y, dando un fuerte grito, salió de él. Todos quedaron sorprendidos, tanto que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es todo esto? ¡Una doctrina nueva expuesta con autoridad!: manda a los espíritus malignos y le obedecen”. Bien pronto su fama se extendió por toda la región de Galilea. Curación de la suegra de Simón y de otros enfermos. Cuando salió de la sinagoga se fue, con Santiago y Juan, a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron a Jesús. Entonces él se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados. La ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos enfermos que sufrían de diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios, a quienes no les permitió hablar, pues le conocían. Jesús predica por toda Galilea De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su búsqueda; al encontrarle, le dicen: “Todos te buscan”. Él les contesta: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique, pues para eso he venido”· Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios. Curación de un leproso Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús, compadecido, extendió su mano, le tocó y le dijo: “Quiero: ¡queda limpio!”. Y, al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Entonces Jesús le despidió, ordenándole severamente: “Vete y no digas nada a nadie. Muéstrate al sacerdote y haz para tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio.” Pero él, tan pronto como se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes…

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2. Comentario bíblico El evangelista Marcos, en la sección 1, 21-39, reúne la jornada inaugural de la misión evangelizadora de Jesús. Antes, Jesús ha sido bautizado en el Jordán, ha sufrido la tentación en el desierto, se ha establecido en Cafarnaúm y ha escogido a los primeros discípulos entre los pescadores del pueblo. Jesús empieza su acción evangelizadora en la sinagoga de Cafarnaúm, un sábado cualquiera. Lo hace con la palabra y el gesto. Empieza a predicar en el transcurso de la liturgia de la palabra. Su discurso es interrumpido por un hombre endemoniado que le descubre como el Santo de Dios que quiere destruir la obra del demonio. Jesús increpa al espíritu maligno que, entre gritos y convulsiones, abandona al endemoniado. Su predicación ha resultado eficaz en cuanto ha liberado a la persona del enfermo. Esta acción de Jesús provoca una triple reacción de admiración por parte de los presentes: por su doctrina, por la autoridad con la que enseña, y por la obediencia que le profesan los espíritus malignos.

Los maestros de la Ley no solamente enseñaban en la sinagoga, sino también en su propia casa. Jesús continúa su acción liberadora en casa de Simón y de Andrés. La suegra de Simón es liberada de la fiebre y se incorpora cuando Jesús le da la mano. Inmediatamente se pone a servirles. Este servicio puede ser visto como una expresión del discipulado: también los Doce y otras mujeres servirán a Jesús cuando lo necesite. Concluido el reposo del sábado, llevan a los otros enfermos también a casa de Simón y de Andrés, donde Jesús cura a unos y expulsa los demonios a otros. La acción de Jesús no se circunscribe sólo al ámbito familiar, sino que abarca también la población entera.

La tercera escena acontece muy de mañana, cuando todavía no ha amanecido. Jesús se ha retirado a rezar a un lugar solitario. Simón y sus compañeros le buscan y, finalmente, le encuentran. Ante la tentación de quedarse en Cafarnaúm, donde Jesús tiene varios amigos y se ha ganado la admiración y el respeto de la población, decide irse a otros lugares, “que para esto he venido”, afirma. La plegaria nocturna ha transformado a Jesús: no es un predicador local, sino que se sabe portador de una misión más amplia y universal. Recorre la región de Galilea predicando en las sinagogas y echando fuera a los demonios. Es lo mismo que ya ha hecho en Cafarnaúm.

Finalmente, en un lugar indeterminado, se le acerca un leproso y le suplica poder quedar limpio de su enfermedad. Jesús le despide y le ordena que cumpla la Ley de Moisés en todo lo que se refiere a la curación de los leprosos. A pesar del silencio que le impone, el leproso, ya curado, se transforma en un propagandista de la acción. La fama de Jesús continúa creciendo hasta tal punto de que Jesús ya no puede entrar de manera anónima en ninguna ciudad de la región.

Todo empieza en la sinagoga y concluye en medio del campo. Jesús pasa de ser un predicador local a ser un famoso taumaturgo. Ha ganado en amigos y en discípulos, y también en propagandistas. La gente le admiraba por sus palabras, por su autoridad y por sus gestos, que otorgaban la curación y salvaban. Es de la misma entraña de su oración nocturna de donde notamos que Jesús extrae un programa de acción. Esta jornada inaugural concluye con éxito. La sección siguiente (2,1–3,6) introducirá el drama: del enfrentamiento con Jesús (cf. 2,7) y se pasará a la decisión de hacerle morir (cf. 3,6).

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3. Meditación Como cada sábado, Jesús acude a la sinagoga. Hoy le encontramos en la de Cafarnaúm, población en donde se ha establecido después de enterarse de que Juan Bautista está encarcelado (cf. Mt 4,12). Cafarnaúm es una población fronteriza, al norte del lago de Genesaret.

Jesús, aprovechando la oportunidad que se le ofrece de dirigirse a la asamblea, se dispone a enseñar. Como dice Marcos, parece que los únicos lugares donde predicaba Jesús eran la sinagoga de los pueblos. Imaginemos estar sentados en un banco de aquella privilegiada sinagoga. Escuchémosle cómo lee el texto bíblico y cómo lo hace suyo. Notemos que lo hace con autoridad y no como los maestros de la Ley, que fundamentaban sus enseñanzas y argumentos en otros textos de la Escritura y en diversas interpretaciones antiguas. Jesús enseñaba con autoridad propia, no como “de prestado”, no apoyada en autores famosos ni en maestros anteriores. La gente se admira de su capacidad de enseñar; les parece una doctrina nueva, auténtica. Con aquellas palabras (“Les enseñaba con autoridad y no como lo hacían los maestros de la Ley”), el evangelista Marcos nos está diciendo que Jesús no se encuentra sólo en la sinagoga para comentar la Ley, ni para ayudar a encontrarle sentido a los libros de la Escritura, sino para mucho más: como dirá Mateo (5,17) “para cumplirla, llevarla a su plenitud”, a través de su persona.

Un hombre poseído por el espíritu maligno, un endemoniado, interrumpe a Jesús. Se trata de un miembro de aquella sinagoga. Todo el mundo le conocería y, seguramente, le tendrían como de casa, pero, sin duda, no sanado. La misma presencia y las palabras de Jesús hacen que se exalte y se ponga a gritar con gran fuerza, en medio de la asamblea. ¡Menudo susto, tensión y sorpresa se crearía entre los fieles de la sinagoga! El demonio que le domina, que le posee se dirige a Jesús con un semblante que expresa, en cierto modo, que Jesús ha invadido un espacio en el que él cree ser el dueño absoluto. El demonio no soporta la intromisión de Jesús, ya que prevé que tiene poder como exorcista. Gracias a la fuerza de su intervención, no tendrá más remedio que abandonar al poseído, pues sabe que Jesús viene de Dios y que su presencia es para destruir la obra del mal. Jesús, que hasta el momento solo ha estado enseñando, se dispone a actuar: increpa al mal, personificado en el demonio, haciéndole callar y mandándole que salga de aquel hombre, de aquel hijo de Dios. Jesús actúa con fuerza ante el mal que no descansa y destruye constantemente, porque tiene autoridad y no admite discusión. Cuando el endemoniado recupera su dignidad de hombre, se produce una reacción en la asamblea: “Todos quedaron muy sorprendidos”, asombrados. Aquella admiración del principio del relato ha subido de tono. Resulta que Jesús no enseña únicamente cosas nuevas, sino que su doctrina va acompañada de señales que confirman, en definitiva, que el mismo mal le está sometido y, en consecuencia, totalmente vencido.

¡Qué sábado más intenso! El mal no descansa, pero Jesús tampoco. Su acción es única: predicación y liberación. Predicación que es anuncio de aquella liberación que Dios ha prometido en abundancia (cf. Lc 4,18); predicación y liberación van juntas; la palabra no se puede separar de la acción. Los Evangelios tienen interés en evidenciar la reacción del pueblo, dando algunas veces unos pasos progresivos hacia el reconocimiento de quién es Jesús, mientras que en otras ocasiones muestra incomprensión, extrañeza, rechazo, etc. Entre este pueblo nos encontramos también nosotros.

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Jesús va a una casa particular; le encontramos en la intimidad de una familia. Allí se produce un hecho no muy impactante si lo comparamos con el de la sinagoga. No hay nada morboso. Simplemente, la suegra de Pedro tiene fiebre. Lucas añade: “una fiebre muy alta”, especificando que piden a Jesús que haga algo en su favor. Marcos solamente dice que se lo hacen saber a Jesús. Conviene fijarse en los tres verbos que describen la acción de Jesús: “se acercó y, tomándole de la mano, le hizo levantarse”. Jesús necesita estar muy cerca de la enferma hasta el contacto físico. Nos imaginamos la ternura de Jesús con aquella pobre viejecita agobiada por la fiebre que la retenía postrada en cama: una sencilla caricia, un suave apretón de manos, una mirada serena. Y, mientras eso sucede, Jesús transmite, desde su interior, como una fuerza hacia aquella mujer sin fuerzas, débil, extenuada. Quizá hubiera sido suficiente con una mirada a distancia, pero el estilo de Jesús es muy diferente. Ni magia, ni frialdad, ni un trato –diríamos– meramente “profesional.” Jesús busca el contacto físico con el cuerpo del enfermo. Este contacto, humano y sincero, contiene en sí la liberación. Dios quiere que la salvación pase por la palabra afectuosa y el gesto cálido de humanidad de Jesús. Una liberación que es, según Marcos, mucho más que la bajada de temperatura. Jesús hace levantar a la mujer y ella, inmediatamente, se pone a servirles, expresión que debe significar que, una vez incorporada, reemprende su tarea de discípula: servir, sin tener en cuenta que es sábado. El discípulo es quien sirve a la comunidad en la que Jesús está presente.

Llegamos al atardecer, cuando ya se pone el sol y, por tanto, ya ha terminado el descanso del sábado. Un día en el que Jesús no ha dejado de actuar en nombre de su Padre. Dios quiere el reposo del sábado, pero, por encima de todo, ama a las mujeres y a los hombres, a los hijos y a sus hijas. Les quiere libres de todo mal, aunque sólo tengan el malestar de una simple fiebre. En ese momento la población empieza a salir de sus casas. La noticia de que Jesús atiende y cura a los enfermos y a los endemoniados se extiende por doquier. Es en estos momentos cuando, delante de la puerta de la casa de Pedro, se agolpa mucha gente, rodeando a su vez a Jesús, sobre todo los más necesitados, los enfermos, es decir, aquellos que no se pueden mover por sí mismos, los que están obligados a guardar el descanso del sábado y cada día de la semana. Jesús ha impactado por su doctrina y por su manera de transmitir el mensaje; pero también ahora porque la gente se mueve por necesidad, cuando sabe que ha curado a un endemoniado en la sinagoga. No se entretiene en descubrir cuáles son las motivaciones de aquellas personas. Atiende a todos, sana a todos; actúa movido por la fuerza del amor para contrarrestar la fuerza, el ímpetu del mal, que atenaza a las personas y se opone al plan salvador de Dios. Esto es prioritario. Ahora bien, el Evangelio de Marcos insiste también en que no dejaba hablar a los demonios, pues hubieran tergiversado su identidad y su mensaje. Cuarto escenario: un lugar solitario. Ya desde muy por la mañana Jesús necesita estar en contacto íntimo con su Padre. Como de costumbre, Jesús ora solo. Podemos pensar que su oración está impregnada por la acción evangelizadora que lleva a término. ¡A cuántas personas ha tratado y sanado! Encomienda al Padre a las familias de Cafarnaúm, sobre todo a las más necesitadas. Ora por sus discípulos; tanto por aquellos que lo tienen más claro, como por los que todavía dudan. Tiene la convicción de que el Padre lo ha puesto todo en sus manos (cf. Lc 10,22), y, a su vez, él, en su misma oración, pone en manos del Padre su misión: que pueda ir viendo el camino que le espera.

Sus amigos no saben dónde se encuentra. Finalmente, le encuentran y le hacen saber, con una cierta exaltación triunfalista, que todo el pueblo le busca. Están animados por la admiración que ha suscitado y por las expectativas que ha levantado. Sólo hacía falta dejarse caer en

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manos del entusiasmo popular. Jesús enfría su nerviosismo y les sorprende con palabras que amplían la mirada: “no nos hemos de reducir sólo a Cafarnaúm; conviene ir más lejos, por toda Galilea, porque la misión del Padre es universal.”

Último escenario: en las afueras de los pueblos. Llega un momento en el que no podía entrar en los pueblos, debiendo permanecer en sus alrededores, ya que los pobres y los enfermos curados “hablaban demasiado”. Jesús vive intensamente la misión, se dedica totalmente a los más necesitados, pero quiere discreción, silencio, ir despacio. El Jesús de Marcos oculta habitualmente su verdadera identidad o el sentido de sus enseñanzas, excepto a los discípulos más cercanos (cf. 3,12; 4,10-12.33-34; 5,43). Está escarmentado, porque muchas personas –entre ellas, su propia familia– no interpretan debidamente sus palabras y sus gestos proféticos; unos piensan que está loco; otros, que es un poseído; sus discípulos, incluso, no le comprenden (cf. 3,19-30; 6,14-16; 8,11-33). Todo necesita su tiempo. Y sabemos que los entusiasmos duran bien poco, son muy efímeros. Jesús tuvo que mantenerse en el anonimato pero, pese a todo, la gente no dejaba de buscarle. 4. Contemplación Es el paso de la consideración de los valores descubiertos durante la meditación a la adoración de la persona de Jesús. El reúne todos los valores, los sintetiza, los expresa y los revela. El centro y la referencia de la contemplación es siempre la persona de Jesús, revelador del Padre y dador del Espíritu. Adoras y amas a la Trinidad, te ofreces, pides perdón, alabas la grandeza de Dios, intercedes por tu propia pobreza y por tu pecado, por el mundo, por tu gente, por las comunidades cristianas, por la Iglesia. La contemplación es, pues, un ejercicio en parte activo, adorador, amante y, en parte, pasivo, espacio entregado al Espíritu de Cristo para que, en nosotros se adore, alabe y glorifique al Padre.

Contempla al Padre. Únete a Jesús, que ora largamente al Padre, antes y después de su intensa actividad apostólica. Contempla al Padre, trabaja siempre (cf. Jn 5,17) mientras confía la Palabra a su Hijo, para que sea el Maestro de los discípulos apóstoles. Tú eres uno de ellos.

Contempla al Hijo. Jesús, que nunca descansa ante el mal, realiza, en sábado, un

trabajo propio de Dios. A este Jesús que muestra tanta autoridad, le diriges tu admiración: “¿Qué es todo esto? ¡Una nueva doctrina enseñada con autoridad! ¡Hasta das órdenes a los espíritus malignos y te obedecen! ¿Quién eres tú, que haces retroceder el mal?” O, como exclamarán los discípulos, temerosos de hundirse en las aguas: “¿quién es este a quien hasta el viento y el mar obedecen?” (Mc 4,41). Míralo cercano y afectuoso; y, al mismo tiempo, autoritario y severo con el mal. Jesús, que combina palabra y gesto sanador. Señal de que el Reino ha llegado con Él. Contempla cómo Jesús, con frecuencia, está rodeado de enfermos y de marginados. Se deja atrapar, “absorber” por los pobres, porque está cumpliendo el deseo del Padre: “El Señor reúne a los deportados, cura los corazones contritos y venda sus llagas” (Sal 147,2-3); en cambio, no se deja “absorber” por las gentes de Cafarnaúm, sino que mira mucho más lejos. Él cree que debe ir a otros pueblos. Lo puedes contemplar en la narración evangélica y en la acción que hoy realiza a través de tantas manos y de tantos labios que proclaman la Buena Noticia.

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Contempla al Espíritu del que está lleno Jesús y lo mueve para actuar por doquier (sinagoga, casa particular, calle, lugares despoblados), en su pueblo y en toda la comarca, también en aquellas ciudades y pueblos donde era un desconocido. Dale gracias porque el anuncio del Evangelio te ha llegado a ti y a tu comunidad: “Os anunciamos el Evangelio no sólo con palabras, sino también con poder y con la plenitud del Espíritu Santo” (1Te 1,5).

5. Mira a tu alrededor Cristo realiza igualmente esta proclamación a través de innumerables signos que, de hecho, provocan estupor entre las multitudes y que, al mismo tiempo, les empujan hacia él para verle, escucharle y dejarse transformar por él: enfermos ya curados, el agua cambiada en vino, el pan multiplicado, muertos que vuelven a la vida. Y, entre todos, el signo al que atribuye una gran importancia: los pequeños, los pobres son evangelizados, llegan a ser sus discípulos, se reúnen “en su nombre” en la gran comunidad de aquellos que creen en él. Porque el Jesús que declara “Debo anunciar la buena noticia del reino de Dios” (Lc 4,43) es el mismo Jesús, del que el evangelista Juan decía que había venido y debía morir “para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos” (Jn 11,52) (EN, 12).

Evangelizar no significa sólo enseñar una doctrina, sino anunciar al Señor Jesús con palabras y acciones, es decir, hacerse instrumento de su presencia y de su acción en el mundo (CG 26 23). Recuerda palabras, actitudes, gestos de personas cercanas que hagan comprender mejor este texto; palabras, actitudes y gestos que te han ayudado a sentirte más libre. 6. Para compartir Podéis compartir, con respeto, la acogida y la sencillez de todo aquello que habéis contemplado y aquellas invitaciones que la misma contemplación os ha suscitado.

¿Cuáles son las actitudes de Jesús en lo que dice, en lo que hace? Según el texto, ¿cómo reacciona en cuanto evangelizador?

¿Cómo reacciona la gente ante la persona de Jesús? ¿Con qué palabras anunciamos nosotros hoy el reino de Dios? ¿Cuáles son hoy los

milagros que muestran a nuestros destinatarios que el reino de Dios está cerca? ¿Hacemos experiencia del Cristo que cura, que libera del mal? ¿Acaso no es éste el

sentido del sacramento de la reconciliación? ¿Qué llamadas hemos oído?

7. Acción de gracias Dad cordialmente las gracias al Padre por los frutos que la Palabra produce en vosotros. Dios se ha fijado en vuestra pequeñez y os ha escogido para compartir con Jesús la misión evangelizadora. Él ha despertado en vosotros el deseo de vivir según su Espíritu.

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INCULTURACIÓN DE LA FE Y EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA Dos desafíos del camino cristiano

Miguel Ángel CALAVIA, sdb

¿Modernidad o Posmodernidad? Lo que cuenta es una fe personalizada 1. No hay cultura que mil años dure… La cultura, como actividad humana, es una realidad viva y en constante cambio. Y en la cultura actual estos cambios, en frase del Vaticano II, son “profundos y acelerados”. Creo que puede ser iluminador, en el tema que nos ocupa, presentar unos perfiles del cambio cultural que estamos viviendo, del que todos somos testigos en nuestra tarea educativa y evangelizadora. El cambio cultural actual se enmarca en lo que se conoce como paso de la Modernidad a la Postmodernidad. Algunos no están de acuerdo con este último término, pues no se trata de una sucesión cronológica, sino de una crisis o un juicio a la Modernidad; pero dejemos a los expertos que sigan discutiendo sobre ello. Nosotros lo asumimos porque nos puede ayudar a clarificar la situación cultural. Este análisis de la cultura y el tipo de sociedad que promueve lo hacemos en torno a tres ejes que configuran un determinado tipo de sociedad: el ámbito del pensamiento, la visión que se tiene de la historia y los acontecimientos, y los criterios éticos que rigen el comportamiento. 1.1. El ámbito del pensamiento El cambio cultural en el ámbito del pensamiento podría formularse así: de la razón ilustrada, como explicación de la realidad, hemos pasado al pensamiento “débil” y a la tecnología como nueva metafísica; pasando por el proceso a la razón instrumental. Como ya es sabido, a partir de la Ilustración (siglo XVIII) la razón se convierte en criterio único de interpretación de la realidad. Ello implica que la religión, hasta entonces el centro de la vida y de la cultura, pasa a ser un elemento cultural más, junto a otros. Por tanto ya no hay un sentido único de la vida y del mundo... sino un “mercado de ideologías” (WEBER) y una pluralidad de sentidos... Se trata de una razón “funcional” o “instrumental”, al servicio de la producción científico-tecno-lógica, del poder y la burocracia del Estado, y de la “santidad” del individuo, haciendo de éste una persona controlada, austera, trabajadora, lanzada a dominar el mundo. La segunda mitad de este siglo ha sido testigo de un proceso judicial a esta razón ilustrada. Con unas acusaciones concretas: la razón no es capaz de llegar al fondo de la realidad. Está manchada por el sistema económico dominante (MARX). El “yo” está atado en parte al

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subconsciente, que deforma nuestra mirada y relación con la realidad (FREUD). La razón en función del poder en sus múltiples manifestaciones. El lenguaje, principal expresión del pensamiento, se hace problemático: no tiene sentido por lo que se habla, sino por las relaciones que existen entre las personas. La cultura ha salido de este proceso, en la segunda mitad de este siglo, con unas manifestaciones de las que todos somos testigos: lo importante es vivir y disfrutar de lo vivido. La acción y el instinto han suplantado a la lógica y la razón. El pensamiento se ha vuelto “débil”, camina en un “vagabundeo incierto” (VATTIMO), y se presenta con perfiles difusos e indeterminados, lejos de las seguridades de otros tiempos. La ameba ha suplantado al mapa y el gorrión sobre el tejado ha quitado al protagonismo al buho de Minerva, como dicen los postmodernos. Y no hay que preocuparse por vivir en esta fluidez e indeterminación. En todo caso, si hay que apoyarse el algo, ahí está la tecnología, vivida en muchos ambientes como nueva metafísica, que unifica los criterios y formas de vida de las personas y los pueblos. 1.2. La visión de la Historia y los acontecimientos El cambio cultural también ha sido notable en la concepción que se tiene de la Historia y de la implicación en ella: de la Historia como tarea de todos y con la utopía por delante, hemos pasado a las pequeñas historias de cada día, en una sociedad compleja y plural, con la preocupación por los propios reductos o fragmentos, y a corto plazo; Pasando por el ocaso de las grandes ideologías y los grandes relatos, portadores de sentido a largo plazo. De la Ilustración surge un convencimiento: con la razón y el progreso científico, económico, cultural y político, se harían posible una sociedad más perfecta y feliz. En semejante caldo de cultivo surgen las grandes ideologías del s. XIX (capitalismo, socialismo, anarquismo, marxismo...), al servicio de esta utopía, y con sus reclamos constantes al trabajo, al esfuerzo e, incluso, al sacrificio. Los acontecimientos sociales, positivos o negativos, influían y convocaban a la gente a hacer realidad el sueño y la utopía. Tampoco esta visión de la Historia salió bien parada de la experiencia de los años. ¡Quién lo hubiera pensada! Somos testigos del ocaso o la crisis de las grandes ideologías y de la merma de la utopía que estas encerraban: ya hemos visto cómo ha acabado el marxismo. Y ahí están algunas consecuencias del neoliberalismo capitalista: paro, nuevas formas de pobreza y exclusión, brecha Norte-Sur, inflación... Y tampoco la vida personal se ha librado de “la quema”: enfermedades nerviosas, negocios de soledad (sexo, masajes, relax...). Ante este panorama: hoy se habla –también se vive– del fin de la construcción de la Historia como utopía y tarea de todos. Y es comprensible la reacción: refugiarse en el propio ambiente, personal o familiar, y preocuparse de lo que nos afecta personalmente. Ya no nos importa tanto la Historia y el futuro de la humanidad, sino nuestras pequeñas historias y su futuro. Los acontecimientos se atropellan... Y apenas tiene capacidad de impresionarnos. Hay saturación de información, un alud de noticias, que hacen difícil saber qué es lo importante o trivial. Basta ver los telediarios, en los que se pasa de una noticia a otra, sin posibilidad de que nos interroguen. Lo que importa son las imágenes, siempre nuevas... lo que favorece una sociedad de simulación y apariencia.

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1.3. Los criterios éticos que rigen el comportamiento Finalmente, el cambio cultural se experimenta en el ámbito de la moral y de los criterios éticos: hemos pasado de los valores absolutos y permanentes al subjetivismo ético y la búsqueda de una “ética mínima” consensuada, pasando por la ética individualista del disfrute “aquí y ahora”, del “depende” (situación y estadística), de la apariencia y la seducción. El sueño y la utopía por hacer una humanidad mejor; estimulaban a la sociedad, a la familia, a la escuela a vivir y proponer unos valores absolutos y para siempre... Padres y maestros no tenían dificultad para presentar una determinada escala de valores, porque había un consenso social sobre su importancia en la construcción de la persona y de la sociedad. Esta ética, fundamentada en unos valores universales y para siempre, también ha entrado en crisis. La actual situación de complejidad y pluralismo cultural ha favorecido la merma de criterios objetivos sobre lo que es importante o no, ético o no, bueno o malo... Y el panorama ético actual presenta un rostro conocido y experimentado por todos: la ética del “depende”: alimentada por la “situación” y la estadística; el “contrato temporal” en las relaciones personales y sociales (trabajo, vida afectiva, sexo, familia, política...); y no vale la pena estar pre-ocupado, por lo que va a venir… Lo que importa es disfrutar aquí y ahora… ¡Carpe diem! Pero también es verdad que esta crisis de criterios y normativas universales ha favorecido el interés por las micro-políticas o las acciones en ámbitos reducidos (marginación, ONG, etc.), así como la necesidad de una “ética civil mínima” que garantice el desarrollo global de la persona, una sociedad más humana y un mundo más habitable. 2. Retos del cambio cultural para la experiencia de fe Esté cambio cultural afecta de pleno a nuestra vivencia cristiana y a nuestra vida personal y comunitaria. De todos es sabido que en nuestras comunidades hay hermanos y hermanas que participan de los criterios de la Modernidad; otros, los más jóvenes, han asumido la vida postmoderna; y otros están en medio en ese paso –siempre problemático– de una cultura a otra. Pero este cambio afecta, sobre todo, por los retos que este paso de la modernidad a la postmodernidad lanza a la manera de entender y vivir la fe-relación con Dios y el sentido de Iglesia. Conocer estos retos nos estimula a vivir una fe más personalizada, un cristianismo más “vocacionado”, y con ello a una vida personal y comunitaria más unida en cuanto a criterios y formas de vida más evangélicos. 2.1. La fe-relación con Dios en la Modernidad La cultura de la Modernidad, con las características anteriormente indicadas, nos presenta a los creyentes el reto de hacer visible y creíble una nueva relación con Dios. 1. La fe no debe ser algo periférico o un elemento más del imaginario cultural de la sociedad,

sino una experiencia que ilumina y reorienta todas las dimensiones de la persona. Solo así la

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experiencia de fe se puede mostrar culturalmente como alternativa a una visión unilateral de la persona humana (racionalista, tecnócrata, pragmática, consumista).

2. Frente a la imagen de un Dios conceptualizado y “controlado”, la fe cristiana tiene el reto de

presentar a Dios como una presencia personal y viva. Es distinta la actitud del que mira a Dios como un objeto de fe y del que lo ve como “persona en quien se cree”.

3. Frente al intento de ganarse la salvación (¡la “utilidad” de la modernidad!), la fe opta por una

concepción gratuita de la salvación, contra todo intento de manipulación.

4. La Modernidad nos invita también a presentar una fe reflexionada, con un lenguaje apropiado, en diálogo con otras ideologías, alejada de una concepción supersticiosa o mágica. Una fe que asume la autonomía del mundo y de la realidad respecto a Dios, evitando añoranzas de los tiempos de cristiandad; y valora las cualidades del hombre moderno (razón, libertad, igualdad...) como características de su corresponsabilidad en la Creación de Dios. Una fe que no queda relegada al ámbito de lo privado o subjetivo, y responde a Dios en y desde la realidad histórica. Una experiencia de fe que tiene en cuenta los criterios y valoraciones éticas que le ofrece la realidad y la vida del mundo, y dialoga con ellos.

5. Pero la Modernidad nos desafía también a pasar de una evangelización, basada simplemente

en el conocimiento de los contenidos de la fe cristiana, a una presencia testimonial; dando prioridad a una fe encarnada en la vida, por encima de una fe reducida a conceptos o ideología.

2.2. La fe-relación con Dios en un contexto de Posmodernidad También la cultura postmoderna, con sus criterios y actitudes ante la vida y la sociedad, lanza una serie de desafíos a nuestra manera de comprender y vivir la fe-relación con Dios. 1. En una cultura postmoderna donde priva la fragmentación de la vida y la despreocupación por

un sentido último de la vida, somos convocados –personal y comunitariamente– a hacer visible y creíble que el encuentro con Dios da unidad a nuestra vida y es fuente de vida plena y, a pesar de todo, de esperanza.

2. En una cultura donde se invita por doquier a preocuparse preferentemente por uno mismo y buscar refugio en los propios reductos, somos invitados, como creyentes, a vivir una relación con Dios que se traduce en un compromiso en la historia, superando la mera vivencia intimista y privada de la fe. Y un Dios contemplado y experimentando en medio de los pobres, el único ámbito donde no puede manipularse su imagen.

3. En una cultura de la postmodernidad donde el instinto se impone a la racionalidad, y donde la

emotividad y el “sentirse a gusto” aparecen como criterios casi exclusivos que justifican y dan validez a las relaciones humanas y ciertas expresiones de la fe cristiana, los creyentes somos invitados a testimoniar una relación con Dios, vivida no solo desde el sentimiento, sino también desde la racionalidad, “dando razón” de nuestra fe y de nuestra esperanza.

4. En una cultura de la postmodernidad donde la acción está por encima de la lógica, donde se

invita a “dejarse llevar” y actuar sin grandes planteamientos previos, o desde criterios éticos como la “estadística” o la “situación”, estamos llamados –personal y comunitariamente– a una

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forma de vida y de acción que tiene siempre como referencia los criterios del evangelio; y no reducir la fe a mero activismo o “ganas de hacer cosas”.

3. Retos del cambio cultural para la vida eclesial y comunitaria A nadie se le escapa que los nuevos contextos culturales influyen en la visión que se tiene de la Iglesia y en el sentido de pertenencia a una comunidad eclesial, también a la comunidad salesiana. El cambio cultural del que estamos hablando, leído desde la fe como “signo de los tiempos, nos invita a situarnos en la sociedad como:

1. Una comunidad de personas que hacen más visible en la Iglesia la comunión y la

propuesta de la vida y esperanza para todos; sin preocuparse tanto por la conservación de instituciones y estructuras con poca capacidad de convocatoria para la persona actual, sobre todo para los jóvenes.

2. Una comunidad que ofrece medios y cauces para potenciar la vivencia comunitaria de la

fe, superando el individualismo y la vivencia subjetiva de la fe; también la apropiación interesada o partidista del mensaje evangélico.

3. Una comunidad en la que todos pueden expresar sus preocupaciones y problemas reales,

comunicar sus preguntas e interrogantes y participar sin inhibiciones. Con estructuras acogedoras, que favorezcan la actualización y la personalización de la fe, y el compromiso gradual de los fieles para hacer visible y creíble la persona y el mensaje de Jesús.

4. Una comunidad que se sitúa correctamente en un mundo secularizado, desde la fidelidad al Evangelio y al hombre de hoy; respondiendo a los problemas reales del hombre, especialmente de los más necesitados; y proponiendo formas de vida alternativa en el propio ambiente socio-cultural.

5. Una comunidad que vive y trabaja a la luz de la Palabra de Dios, comunicándola con un lenguaje adecuado para que el Evangelio ilumine la vida concreta de las personas, especialmente de los jóvenes.

6. Una comunidad que vive y presenta el Reino de Dios como plenitud de vida y esperanza para la humanidad; que no hipoteca el presente por el futuro, sino que vive y trabaja convencida de que la Reino está ya presente, aunque no de forma definitiva, en la historia concreta de los hombres y de los pueblos; también en los jóvenes.

Finalmente, una comunidad que cree en la acción del Espíritu en la entraña del mundo y en la vida y misión de la Iglesia, lo que le hace superar la tentación de “atrincheramiento” ante las dificultades que ve a su alrededor, una actitud proclive a la descalificación y a la condena; ni “rendirse” a la cultura de turno, con la consiguiente merma de la fuerza profética del Evangelio.

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¿SOMOS DE ESTA CULTURA? Alexandre DAMIANS, sdb

¿Por qué existe el ser y no la nada? Así se preguntaba LEIBNIZ (1646-1716) ya en el siglo XVII. Y, con esta pregunta, iremos profundizando en nuestro artículo. Las personas, dejando aparte lo que formalmente declaren ser, tienen momentos en la vida en los que les parece entrever, adivinar, que hay “alguna cosa”, y otros en cambio en los que sienten que no hay “nada”. Cada persona tiene en ella misma la voz que le habla de la racionalidad del cosmos y de la sensatez de la vida, y aquella otra opuesta que le habla de la nada y del absurdo hacia el cual, más o menos estúpidamente, todos caminamos. 1. ¿Qué es la naturaleza? A la “realidad fundamental” se la ha llamado ser La naturaleza es el fondo primordial del ser.

Latín: del verbo nacer (nascor, nasci), que lleva a una acción nunca terminada. El participio futuro es

Nascitura, que origina por abreviación natura y que significa que “tiene que nacer”.

Griego: el término por naturaleza es Physis, del que deriva “física” y que tiene la misma raíz pues significa: “generar, nacer, germinar, ir a más”. Es a partir de esta Natura-Physis, nacimiento y principio del ser, que se puede comprender legítimamente alguna cosa de nuestro ser.

LEOPARDI (1798-1837), poeta y filósofo italiano, afirmó: “Quien no conoce la naturaleza, no sabe nada y no puede razonar”. La naturaleza (Nascitura) es el Misterio del “nacimiento continuo” del ser. La física enseña un nuevo término para la “realidad fundamental”: energía. En los siglos pasados, para designar la “realidad fundamental”, el pensamiento hizo uso del término “ser”. Hoy la física moderna nos enseña que el término es “energía”.

Esta piedra... P.- “¿Qué es?” R.- “¡Materia inerte!” P.- “¿Seguro? ¿Muerta?” R.- “¡No! No está muerta”

Hoy sabemos que toda masa, todo cuerpo material que nosotros vemos allí, quieto, estático, impenetrable, duro, rocoso, compacto... en realidad no es, en sí mismo, nada de todo esto.

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No está quieto, no es estático, no es impenetrable, ni duro, ni rocoso, ni compacto... sencillamente consigue parecer así a nuestro nivel gracias a un vertiginoso movimiento, de una velocidad inimaginable; comparada con un coche de carreras, es infinitamente más lenta que un caracol. Se sabe que la nube de electrones (“e”) gira alrededor del núcleo a 100 millones de kilómetros por hora. El espacio está vacío; el átomo está vacío: si el grosor del protón (“p”) o del neutrón (“n”) tuviera 10 cm, el átomo tendría 10 km de diámetro (Ø). Mi mano, este papel, las cosas que se ven mirando por la ventana... todo, todo, es energía (“E”). Todo cuerpo de masa “m” proviene de “E” y retorna a “E”. 2. ¿Por qué existe energía y no quietud? ¿Por qué todo “se mueve” en lugar de estarse quieto? Porque, en realidad, todo es energía. Como dijo WHEELER, especialista en física de partículas (1911-2008): “Todo lo que conocemos procede de un océano infinito de energía que tiene la apariencia de la nada”. Quizá por esto el término apropiado para dar razón de este “movimiento continuo” es el de natura (naturaleza) y designar así la “realidad fundamental”... haciendo uso del participio futuro abreviado: “la que tiene que nacer” (Nascitura). Energía, en efecto, es un término griego que significa precisamente En Ergon, “en acción”, “al trabajo” (trabajo, de “nacimiento continuo”). Es curioso cómo la física moderna confirma estas intuiciones de griegos y latinos. Visto que la realidad fundamental es energía, y que la energía está definida en física como “la capacidad de producir un trabajo”, el concepto de “trabajo” emerge ahora como decisivo: el “movimiento”, lo contrario a la “quietud”. El universo, siempre en movimiento (a “por la labor”), va de cara “al trabajo”. Y dará la consciencia, presente ya (en potencia) en el polvo del Universo. El trabajo (En-ergon) es el respirar del universo... y de nosotros, en cuanto consciencia (ya en acto) del mismo.

Y tú, ser humano... P.- ¿Quién eres? R.- ¡Somos “Materia”! P.- Materia viene de mater... nada de substancia muerta.

la materia es la madre... lo suyo es “parir” vida. la vida es la madre… lo suyo es “parir” conciencia.

El trabajo siempre más ordenado de la energía, se convierte primero en “materia-mater” y, después, en “natura-naturans” es decir vida… ¡Sí! Primero es madre de la que, lógicamente, siempre fluye aquel “ir naciendo”. ¡Hay un “diseño siempre más inteligente”!… porque este “ir naciendo” no se para nunca hasta llegar a “parir” la mismísima “inteligencia”.

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ENERGÍA MATERIA VIDA CONSCIENCIA

“Energía de energías, “todo es energía”.

Esta es la dirección evolutiva del Universo, que se ajusta muy bien a la intuición de ARISTÓTELES: “El objetivo último del cosmos es pensarse a sí mismo”. No hay, como dicen algunos, ningún “diseño inteligente” que caiga de lo alto... Hay un “diseño”, que se va haciendo siempre más inteligente hasta producir la realidad de la “inteligencia”, que –costosamente– se ha ido formando desde abajo (como decíamos antes: “trabajo”, “nacimiento continuo”). GUITTON (1901-1999) ve lo profundo “desde abajo”: ¿Por qué hay alguna cosa en lugar de nada?

“El síntoma de la gran mutación es que se han puesto en tela de juicio los principios supremos sobre los cuales descansaba la humanidad (…) La muerte de Dios amenaza de muerte al hombre. En consecuencia, se impone a toda mente la elección entre “el ser y la nada”, entre “lo misterioso y lo absurdo”, elección que se cumplirá a plena luz. Y es posible que antes de un siglo” (o Misterio o Absurdo).

Los objetos más familiares pueden conducirnos hasta los enigmas más inquietantes. Esta llave de hierro que tengo en la mano... si pudiera reconstruir la historia de sus átomos, ¿hasta dónde tendría que remontarme? Hace cien años se escondía detrás del mineral bruto, en el corazón de una roca en la que se encontraba desde hacía unos miles de millones de años, presionera de la piedra ciega. El hierro es tan antiguo como la misma Tierra, cuya edad se estima en unos 4.500 millones de años. El núcleo del hierro es el elemento más estable del universo. Antes que la Tierra y el Sol el metal de la llave ya estaba allí, flotando en el espacio interestelar en forma de nube de materia naciente... admitamos, unos ocho o diez mil millones de años. Esta nube proviene de una estrella que existía antes que nuestro Sol y que explotó ahora hace unos diez o doce mil millones de años... Una simple llave nos lanza al fuego de las primeras estrellas... ¡Somos “polvo de estrellas”! 3. ¿Por qué existe el Espíritu y no la Nada? Las más recientes teorías relativas al origen del Universo se aferran, literalmente, a nociones de orden metafísico. Y hemos llegado al final del recorrido… todo es Espíritu:

A. Ser B. Energía (Movimiento, Trabajo) C. Espíritu

Materia y Espíritu no son sino una configuración diversa del único ser-existir: la Energía. De ahí que, entre ellos dos, se da una perfecta continuidad ontológica.

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Nuestro cuerpo es energía bajo la forma de materia (energía “ordenada”); por alma se entiende otro nivel de “ordenación” asumido por la Energía, un nivel muy superior y cada vez más complejo (alma vegetativa, sensitiva, racional… y ¡espiritual!). Nuestra “alma espiritual” es energía en estado libre. El Espíritu no se opone a la materia. El nivel más alto, más informado, más complejo de la energía se llama Espíritu. DE CHARDIN (1881-1955), viendo también lo profundo pero él “desde dentro”, hablará de la “potencia espiritual” de la materia.

“Porque yo amo al Universo, sus energías, sus secretos, sus esperanzas...” Muy esquemáticamente podemos decir que en el concepto heredado de la filosofía griega, “materia” y “espíritu”, eran realidades totalmente diferentes. Incluso se tenía un concepto un tanto despectivo de la materia. El trabajo manual, tratar con la materia, era propio de esclavos, el hombre libre estaba dedicado a pensar. Habremos oído más de una vez que hay que sacrificar el cuerpo, la materia, para poder salvar el alma, el espíritu. Teilhard tiene una visión muy distinta. Una de sus intuiciones más profundas hace referencia a cómo él concibe la materia. Nos habla de un “fuera” (dehors), el objeto del cual son las ciencias naturales, y de un “dentro” (dedans) que hace referencia a la consciencia. Por lo tanto, toda realidad, por muy elemental que sea, posee un “dentro” que ya tiene cierta relación con la consciencia. Consciencia que va creciendo a medida que se desarrolla el proceso evolutivo del mundo, hasta llegar al hombre, a nuestra “autoconsciencia”. Es decir, que tenía razón ARISTÓTELES cuando dijo aquello de que “El objetivo último del cosmos es pensarse a sí mismo”. Es la ¡Consciencia! De su apreciado Himno a la materia recordemos unas maravillosas líneas:

“Bendita seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad.

Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la substancia elegida.

Te saludo, medio divino, cargado de poder creador, océano agitado por el Espíritu, arcilla amasada y animada por el Verbo encarnado.

¡Arrebátanos, oh Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte; arrebátame allí donde al fin sea posible abrazar castamente el Universo”.

Aquel “aliento de vida” del que habla el libro del Génesis y que fue infundido al hombre, estaba ya desde siempre contenido en el “polvo” de la materia. Si la vida ha nacido, es porque ha surgido desde abajo y desde dentro (dedans), desde la potencialidad orientada hacia la vida, inscrita desde siempre en el “polvo” del Universo. Teilhard de CHARDIN (1881-1955), nos habla del espíritu-materia:

“No se dan concretamente Materia “y” Espíritu, sino que existe solamente una Materia que se hace Espíritu. No se da en el mundo ni Espíritu ni Materia: el entramado del Universo es el Espíritu-Materia. Ninguna otra substancia podría producir la molécula humana” (escrito del año 1936); “No el Espíritu por evasión fuera de la Materia, ni el Espíritu yuxtapuesto incomprensiblemente a la Materia, sino el Espíritu emergente de la Materia” (carta del 13 de marzo de 1954, un año antes de su muerte). Y hablaba de “santidad de la materia”, de “potencia espiritual de la materia” y veía en ella el “manantial armonioso de las almas”.

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Albert EINSTEIN (1892-1955), premio Nobel de física en 1921, nos habla del espíritu:

“Cualquier persona que se halle sinceramente dedicada a la investigación del conocimiento acaba por convencerse de que un Espíritu preside las leyes del universo, un espíritu inmensamente superior al del hombre y ante el cual nosotros, con nuestros poderes limitados, tenemos que hacer profesión de humildad” (discurso del año 1939). «La ciencia sin la religión es coja y la religión sin la ciencia es ciega». Me basta con reflexionar sobre la maravillosa estructura del universo y tratar humildemente de

“penetrar”, ni que sea una parte infinitesimal de la Sabiduría que se manifiesta en la Naturaleza, para concluir que Dios no juega a los dados.

Fyodor DOSTOYEVSKY (1821-1881) nos habla de la vida espiritual. En el testamento espiritual del starets Zosima (en Los Hermanos Karamàzov), que en realidad es el testamento espiritual del mismo Dostoyevsky, da una perfecta explicitación de este sentimiento de la unidad con todas las cosas cual vértice de la vida espiritual:

“Amad toda la creación divina, en su conjunto y en cada granito de arena. ¡Amad cada hojita, cada rayo de sol! ¡Amad a los animales, amad las plantas, amad cada cosa! Si amáis todas las cosas, recogeréis en ellas el misterio de Dios. Y una vez recogido, empezaréis a conocerlo sin descanso cada día un poco más y más profundamente. Y acabaréis por amar a todo el mundo con un amor ya total y universal”.

Es en nosotros que se descubre el Espíritu, aquel Espíritu que desde siempre está en todo y lo anima todo, pero que en nosotros se manifiesta. Y así, podemos concluir nuestro artículo de la mano de uno de los más grandes místicos de la historia, San Juan de la CRUZ (Juan de Yepes, 1542-1591). Escuchémosle:

“Hay que recordar que el Señor mora substancialmente y está presente en cualquier alma, incluso en la del pecador más grande de la Tierra… El alma está siempre investida de la luz de Dios, o mejor, esta luz mora en ella por naturaleza”. O sea que no hay ningún éxodo que haya que vivir saliendo uno de sí mismo; al contrario, el camino de

la verdad consiste en entrar en sí mismo, porque la verdad habita en el hombre interior. Pero todavía hay más: si la verdad habita en el hombre interior, entonces es en el hombre interior que habita Dios, que habita el cielo e incluso la dimensión de la unión con Dios que se llama Paraíso.

«Al principio creó Dios el cielo y la tierra… Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas» (Gn 1, 1-3).

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DIOS: PADRE Y MADRE Loli RUIZ, fma

Consuelo y dulzura (Rut y Noemí) Revelación de Dios Rut es uno de los libros más pequeños de la Biblia: 4 capítulos, 85 versículos. Pero su calidad es grande, como el perfume que se conserva en un frasquito. La historia que narra es sencilla, atractiva, completa. Bajo la inmediatez de su superficie esconde un mundo complejo e intrincado. La historia narrada es breve, comprensible, con todos los ingredientes de un relato ideal: pocos personajes, bien definidos, que actúan con espontaneidad al ritmo de los acontecimientos; agradables unas veces, desagradables otras, como la vida misma. Es un verdadero drama: penurias, muerte inesperada de los varones de una familia, un país extranjero, abandono y soledad de unas viudas en un medio en que predominan los valores varoniles, con leyes y costumbres adversas, etc. Pero también la fortaleza y tenacidad menos esperadas en la debilidad (Noemí y Rut), la comprensión y la ternura en un mundo de fuertes (segadores y Boaz). Y ¿Dios? Al relato en sí corresponde otro mucho más profundo: la acción trascendente divina, que sostiene y acompaña ocultamente toda actividad humana, aun la más insignificante y vulgar. Los dos planos conservan su plena autonomía, se acoplan y complementan perfectamente; no se superponen ni se mezclan violentamente. Como en la vida misma, como en nuestra propia cotidianidad. Noemí (que significa delicia, dulzura), va a manifestarse en todo el libro como la encarnación de lo más noble y auténticamente femenino: la dulzura, ciertamente, pero al mismo tiempo la decisión, el desinterés, la entrega, la previsión, el aguante, la resistencia, la intuición, la delicadeza, el cariño. Todo en grado sobresaliente. Su marido tomó la iniciativa de emigrar; Dulzura (Noemí), el de volver al lugar de origen. Ahora toma el timón de su casa y demuestra de lo qué es capaz de hacer una mujer en un mundo desfavorable. A la Dulzura derrotada y desolada sucede una Dulzura decidida, valiente y emprendedora. Desde este momento la acción de Dulzura (Noemí) es determinante en el desarrollo del libro de Rut: casi todas las iniciativas parten de ella, aunque algunas veces se mantenga en segundo plano, entre bastidores. Rut, cuyo nombre significa consuelo o consolación, renuncia definitivamente a los ideales legítimos de cualquier joven: encontrar un marido y tener hijos. Pero los caminos del Señor son inescrutables ¿quién le iba a decir a Rut que por esta heroica decisión suya iba a encontrar la plenitud de su vida y un lugar relevante en la historia del pueblo de Israel, y por él en la historia humana? Se une a Noemí con un juramento (1,15-18). Desde este momento y por libre elección Rut, la moabita, se considera a sí misma parte integrante del pueblo de Israel y fiel adoradora de su Dios, que es el Dios de Noemí. La aceptación de la misma suerte, del mismo destino de su

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suegra es irrevocable. Noemí se da cuenta y no insistirá más, al contrario, las dos lucharán infatigablemente por seguir adelante y, de hecho lo conseguirán, aunque de modo insospechado. Va a demostrar su tenacidad, valentía y arrojo en la lucha por la subsistencia, sin dejar de ser humilde, modesta y femenina. Rut tomará decisiones con suavidad y firmeza. Noemí la aconseja cariñosa y prudentemente. Boaz será la imagen del protector providencial. Rut tiene en su contra que es joven, mujer, viuda y extranjera en una sociedad cerrada como es la rural. Sin embargo, demuestra que nada la acobarda; su confianza en el futuro es ilimitada. Vale más para Noemí que muchos hijos juntos, aunque sólo cuenta con sus manos, su voluntad tenaz y una sagacidad intelectual extraordinaria. Rut, la espigadora, llevará a cabo el plan de Noemí. La joven oye los consejos de la más anciana, pero de ninguna manera obedece automáticamente. Rut actuará en todo momento con pleno conocimiento de lo que hace, interpretando a su modo y de forma flexible y original las orientaciones de Noemí. Unidas por la fuerza del amor, la Providencia les depara un final feliz. Para Noemí Rut es más que una hija o un hijo: “para ti es mejor que siete hijos”. En una cultura en que casi sólo cuentan los varones y muy poco las mujeres, decir que una de ellas, que además es extranjera, vale más que siete hijos, es la más grande alabanza que se puede imaginar. El final del libro nos deja buen sabor de boca: David es el último nombre que resuena y su eco llega hasta nosotros. El Señor dirige la historia en general, y la de su pueblo en particular. Los patriarcas y la legislación más estricta de Israel pretendían mantener la pureza de la sangre, la no contaminación de los miembros del pueblo con los pueblos vecinos. Sin embargo, la genealogía final del libro de Rut revela que los planes de Dios no son como los de los hombres, pues la madre del primer miembro de la lista Fares, es cananea: Tamar (cf. Gén 38). Y la bisabuela del último, David, es moabita: Rut. Y en esta historia se inserta el mismo Dios a través de su Hijo Jesús, nacido de este árbol genealógico, que asume la condición humana totalmente y es a la vez el Hijo de una joven que también se confesó “la servidora” del Señor. Ella y Él, radicados en la vida y en la Escritura, también experimentaron la tragedia del dolor en el momento amargo de la cruz. El extremo de la fe tiene todavía un plus, un más, en el Nuevo Testamento, sólo el Dios escondido de Israel pudo lo imposible, cambiar el vacío y la tristeza de la muerte por el gozo y la alegría de la Resurrección. ¿Cómo no ver en ellos la dulzura y el consuelo definitivos de Dios? Y “el hijo de la consolación”, en este caso “la hija” es la Iglesia, llamada a ser en todos los tiempos el signo y la portadora de la dulzura y el consuelo a la humanidad angustiada. Hoy y aquí esta hija/o que promete y es esperanza de futuro abierto y final feliz somos cada una/o de nosotras/os.

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