Varas José Miguel El Mulato Pinto

José Miguel Varas: El mulato pinto Alguno dijo que la causa inmediata fue un acceso de locura alcohólica. Otros sostuvieron que estaba profundamente decepcionado de la Revolución, de todo. Cuando supe la noticia pensé en el efecto que puede producir, en determinadas circunstancias, un chicle de globito y me parecía escuchar en ese momento el pipipí pipi pipipí de Alberto. Yo no había percibido su lado romántico en los cortos días iniciales de nuestro conocimiento mutuo, durante la reunión de Buró de la organización Internacional de Periodistas en la capital de Angola, Luanda. Pero se produjo entre ambos una corriente de simpatía, a pesar del desdén que manifestaba cada vez que surgía el tema del golpe militar de Chile. -es un cubano atípico -me dijo Honza Novak, mi amigo checo del <I<STAFF< i>. -No estoy seguro -le respondí-. Cada vez que me ha tocado conocer a un cubano o a una cubana "típicos" he descubierto, al profundizar algo más, que son atípicos, más allá del folclor. Son tan absolutamente individuales como cualquier otro latino, como cualquier ser humano, aunque alguien pueda decir que "todos los chinos son iguales". En resumen, no hay cubanos típicos. Eso no es más que un prejuicio europeo. Novak movió la cabeza, poco convencido. Durante la gran recepción en el Palacio, Alberto se mostró tal como era. Una mujer norteamericana longuilínea, casi sueca de rubia, blanca translúcida, lo enloqueció de golpe. Tal vez sea el momento de decir que Alberto era un mulato al verse, de color castaño claro y ojos azules, con rasgos faciales fuertemente africanos y cabello mota… rubio. Cuando lo vi por primera vez, me produjo un efecto raro, de disfrazado o impostor, pensé que usaba una peluca. -A mí los genes me hicieron una mala jugada, chico. Me dejaron lo peor de los unos y los otros. Soy

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