!Vamos, Carrito - Desconocido

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!Vamos, Carrito

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  • Vamos, Carrito!

    Zenna Henderson

    * * *

    No me gustan los nios, nunca megustaron. Son demasiado raros,misteriosos.

    Para empezar, sus ojos no tienen fondo.No han aprendido a bajar sus telonesmentales, como hacen los adultos. Y, porotra parte, es tanto lo que no saben! Yel no saber las cosas les hace sabermuchsimas otras que los adultos nopueden conocer.

    Todo esto parece confuso, y lo es. Pero

  • hay que verlo de este modo. Cada vezque le enseamos a un nio una ciertacosa, le estamos enseando tambin queun centenar de otras son imposibles,precisamente porque dicha cosa es comoes. Cuando nos hacemos mayores,nuestro mundo est tan acotado yvallado de imposibilidades que essorprendente que lleguemos jams aintentar nada nuevo.

    De todos modos, no me gustan los nios,as que supongo que no hay nada demalo en que me haya quedado soltero.

    Fijmonos ahora en Tadeo. Tadeo no mecae bien. Bueno s, es un chiquilloestupendo, ms despierto que la mayora

  • (Tadeo es mi sobrino) pero esdemasiado joven. Empezar a caermebien uno de estos das, cuando cumplalos diez u once aos. No, todava serdemasiado joven. Supongo que me caerfenomenal cuando empiece a cambiarlela voz y comience a echarse brillantina ofijador en el pelo. La adolescenciaacaba con ms cosas de las que inicia.

    La primera vez en que verdaderamenteme familiaric con Tadeo fue en laNavidad en que cumpli los tres aos.Era entonces un nio muy seriecito, queapenas si dej escapar una sonrisa entodo el da, a pesar de la avalancha detodo cuanto puede causar emocin a unchiquillo. Nada ms empezar el da de

  • Navidad, ya me hizo sentir desazn. Sequed all plantado, en medio del grupode mozalbetes chillones que se apiabanen torno al rbol, en la sala delantera dela casa de mis parientes.

    El chaval sostena con las dos manosuna gran pelota de goma con la miradapuesta en el rbol, los ojos como platos,admirado. Estaba yo sentado en labutaca, justo a su lado, y le dije:

    Qu, Tadeo, lo pasas bien?

    Volvi hacia m sus ojazos solemnes, ydurante largo tiempo, todo cuanto pudever fueron los reflejos profundos, muyprofundos, del resplandor y la gloria delrbol de Navidad, y un fulgor especial

  • que tena su origen muy atrs, all, lejos,dentro de sus propios ojos. Al fin,parpade lentamente y dijo congravedad:

    Estupendamente.

    Entonces, el enjambre de chiquillos learrastr al avanzar a paso de carga parareclamar el regalo del abuelo, colocadoal pie del rbol. Cuando, por fin, lamultitud se disolvi y dispers por todala casa, all qued Tadeo,tranquilamente sentado en el suelo conel vagoncito rojo, de esos de arrastrar,que le haba tocado. Lo escrut conatencin, centmetro a centmetro,aunque solamente con la mirada. All

  • estaba, en cuclillas, con las manosprensadas entre las rodillas y el pecho.

    Bueno, Tadeo. La voz de su madreera un poco forzada. Ve a jugar con tucarrito. Es que no te gusta?

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    Tadeo alz el rostro hacia ella en esaforma ciega, invidente, en que lo hacenlos nios pequeos.

    Claro dijo, y al levantarse hizogesto de coger su vagoncito en brazos.

    Por amor de Dios! dijo su madreentre risas. Los carritos no son parallevarlos en brazos, Tadeo. Y

  • haciendo un aparte para nosotros:

    A veces no s qu pensar. Creis quele faltar algn tornillo? No nos habrsalido medio lelo este chaval?

    Venga, Jean, no te metas con el niodijo nuestro hermano Clyde,retrepndose en su silla. Anda, Tadeo,llvate afuera el carrito.

    Y entonces, Tadeo ech a andar hacia lapuerta, al tiempo que por encima delhombro deca dirigindose a lavagoneta:

    Vamos, Carrito.

    Clyde solt una carcajada.

  • No es tan fcil, enanito. En estemundo, para salir adelante hay que tirar.

    As que Jean ense a Tadeo cmo tenaque hacer y el nio sali arrastrando elcarrito en pos de s, mirando el asa conperplejidad, absorbiendo esta ltimaregla, para comportarse como un niomayor.

    Jean se senta incmoda, lo mismo quetodos los padres cuando sus hijos noactan de la forma habitual ante otraspersonas.

    En serio. Se pensara que no ha vistouna vagoneta en toda su vida.

    Y nunca la ha visto dije yo

  • perezosamente. Al menos, no comosuya propia.

    Y tuve la impresin de haber dicho algoprofundo, aunque no estaba del todoseguro de qu.

    Todo el asunto se me habra idocompletamente de la cabeza de no habersido por otro pequeo incidente ms.Estaba yo en la parte de fuera delestablo, esperando a mi padre. Mimadre le estaba haciendo cambiarse depantalones antes de que me enseara eltractor nuevo. Vi a Tadeo cargandopiedras en su vagoncito rojo. Pude verque ms all del montn de piedrashaba comenzado una casa de juguete o

  • un rancho o algo por el estilo, porqueestaba disponiendo las piedras parahacer cuartos o corrales o lo que fuese.Termin de cargar el carrito y cogi otrapiedra ms, tan grande que tuvo quealzarla con los dos brazos; despus bajla vista al carrito.

    Vamos, Carrito. Y ech a andar conel pedrusco hacia su lugar de juego. Y elcarrito fue tras l, dando tumbos por elterreno desigual, siguindole los talonescomo un perrillo.

    Gui los ojos e hice rpido inventariode cunta era la alegra navidea quehaba libado. Como explicacin,resultaba claramente insuficiente. Sent

  • reptar sobre m una especie de cosa fray sobrenatural.

    Entonces Tadeo descarg la vagoneta yambos volvieron a buscar ms piedras.Iba justo a repetir la jugada cuando unprimo grandote pas por all y se ri del.

    Eh, Tadeo! Cmo vas a tirar de lavagoneta si tienes las dos manosocupadas?

    Pues como no tires t, ella no va a irsola!

    Oh dijo Tadeo; y se qued mirandoal primo, que se diriga hacia el porchetrasero a por ms tarta.

  • As que Tadeo dej caer el pedrusco quellevaba en brazos y volvi la mirada alcarrito. Tras luchar con algn profundopensar, volvi a recoger la piedra yenganch con un dedito el asa de lavagoneta.

    Vamos, Carrito dijo, y echaronjuntos a andar a trompicones, con el asadel vagn todava inclinada hacia atrssobre la carga mientras Tadeo rezongabaa su lado con su pesada carga en brazos.

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    Me alegr de que pap llegase justo enaquel momento, mientras se enganchabael ltimo tirante de sus pantaloneslistados de faena. Nos dirigimos juntos

  • hacia el establo. Volv la mirada haciaTadeo. Al parecer, haba dictaminadoque en la siguiente carga iba a tenernecesidad de su dedito, por lo que seencontraba acuclillado junto al carro,absorto con un pedazo de endeble hilorojo de los regalos navideos. Se habaenrollado uno de los extremos en tomo ala mueca y se hallaba concentrado en latarea de atar el otro extremo al asa delvagn rojo.

    No fue en realidad que yo rehuyese aTadeo despus de aquello. En realidad,a los mayores no les resulta difcilevitar mezclarse con los chiquillos.Despus de todo, es absolutamentecierto que viven en dos mundos

  • diferentes. Sea como fuere, no tuvemucho que ver con Tadeo durantealgunos aos despus de aquellaNavidad. Estaba, por otra parte, lacuestin de un viaje no voluntario alPacfico Sur, donde incluso yo aprendque existen ciertas imposibilidades deadulto que no son siempre absolutas.

    Vino despus una temporada en elhospital, donde hube de esperar a quemis piernas volvieran a estar en una solapieza. Tuve ms suerte que la mayorparte de mis camaradas. La familia meescriba con frecuencia y regularidad yme mantena al tanto de toda la chcharade mi casa. Nada espectacular, nadaespecial, pura y simplemente los temas

  • de siempre, que son los que hacen de tucasa, tu hogar, y de la familia, tu familia.

    No haba pensado en Tadeo desde hacatiempo. No era mucho el que yo habaestado entre chicos, y a menos que unotrate con ellos, los olvida pronto. Peros me acord mucho de l cuando recibla carta de pap contndome lo de larecin nacida de Jean. El beb lleg condos semanas de retraso, y cuando por finse decidi, Bert, el marido de Jean, seencontraba fuera de la granja,estudiando con pap un negocio detierras que haba estado planeando. Elbeb vino tan rpido que Jean no tuvotiempo de llegar siquiera al hospital ycuando mam llam a Bert, pap y l

  • salieron hacia la ciudad disparados.

    Condenado me vea si no tuve quesujetarme el pelo en su sitio escribipap.

    Me parece que no tocamos el suelo msde dos veces en todo el camino hasta laciudad. Estuvimos a punto de romper lavalla cuando por fin echamos a subircolina arriba para ir a su casa. Tadeoestaba fuera, jugando frente a la casa ycasi le pasamos por encima. Le hicimosastillas el triciclo. Vi el manillarsobresalir de debajo de la ruedadelantera cuando segu a Bert paraentrar en la casa. Entonces me puse apensar que iba a tener un pinchazo con

  • el coche subido en todo aquel metal, porlo que fui a moverlo. Fue suerte que lohiciera. Bert debi olvidarse de echar elfreno.

    Condenado sea si el coche no se dirigadirectamente a Tadeo. El chico ibacaminando justamente delante del coche.Incluso tena la mano apoyada en elparachoques, y el condenado chismerodando tras l. Le grit y sal corriendohacia el coche. Pero, cuando llegu all,el coche estaba parado y Tadeo, sentadoen cuclillas junto a los restos de sutriciclo. Qu supones que dijo el nio?"El viejo coche ha roto mi triciclo.

    Le hice apartarse."

  • Qu te parece, eh? A los chicos se lesocurren las ideas ms condenadas.Aunque fue una suerte que no hubieramucha pendiente. De seguro que habraresultado herido.

    Permanec echado con la carta sobre elpecho y sent fro. Pap haba olvidadoque subieron colina arriba y que elcoche tena que haber rodado cuestaarriba para apartarse del triciclo deTadeo.

    Aquella noche despert a toda la saladel hospital, gritando:

    Vamos, Carrito!

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  • No volv a ver a Tadeo hasta variosmeses despus. l y otra media docenade sobrinas, y la pertinaz sobrinilla,estaban que se moran de prisa para ir ano s qu otro sitio y casi nosarrastraron consigo a pap y a mcuando salieron a todo vapor de la casacon las manos y las bocas llenas depastas y golosinas. Todos se detuvieronlo suficiente para echarme un vistazo ydispararme una rfaga de ametralladoracon mis muletas, y enseguidadesaparecieron cuesta abajo en susbicis, bajas las cabezas, altas las popas,cada uno de ellos un bombarderogritando a pleno pulmn.

    Apenas tuve tiempo de observar que

  • Tadeo haba dado un estirn y que era unchico ms mientras me sonreacautivadoramente luciendo los doshuecos de los incisivos.

    Nunca has encontrado nada raro enTadeo? dije, mientras sacaba lapetaca y el papel de fumar.

    En Tadeo? Pap alz la miradahacia m, despus de encender sufatigada pipa de arcilla. Nada enparticular. Por qu?

    Ah, no es nada. Pas la lengua porel papelillo y termin de pegar elcigarrillo. Sencillamente, es quesiempre me ha parecido como diferente.

  • Bueno, s que ha sido algo tardn paraalgunas cosas. No es que sea bobo. Encuanto coge el tranquillo, es tan listocomo cualquiera, pero sin duda ha hechoalgunas cosas curiosas.

    Dame un ejemplo dije,preguntndome si an se acordara delasunto del triciclo.

    Vers, hace un par de aos estbamosasando salchichas vienesas y l andabaa vueltas por ah con una cosa envueltaen una servilleta de papel. Jean le viometrsela en el bolsillo y pens queseguramente sera una rana muerta o unescarabajo o algo por el estilo, as quese lo hizo sacar. Ella despleg la

  • servilleta, y condenado me vea si nohaba una gran brasa de carbn dentro.La condenada cosa se le incendi justoen la mano. Tadeo berreaba como unternero. Dijo que quera llevrselo acasa porque era bonito. Cmo se lasapa para llevarlo por ah sinprenderse fuego es lo que todava noentiendo.

    Ese es Tadeo, no cabe duda dije yo. Un chico raro.

    S pap estaba encendiendo su pipapor ensima vez. Lanz al suelo lacerilla quemada, que fue a reunirse conla docena o as ya dispersas junto a labaranda del porche. Supongo que

  • podramos decir que es un chicosingular. Pero se le pasar al crecer. Hapasado mucho tiempo sin hacer ningunaotra por el estilo.

    S, se le pasar al crecer dije yo.Gracias a Dios. Y me parece que fueuna verdadera oracin. A mi no megustan los chicos. Y, por cierto,dnde est Clyde?

    All en Pasto Este, arando. Oye, esetractor que me compr las ltimasnavidades que pasaste en casa esrobusto como un oso. Me ha durado todoeste tiempo sin tener que tocarlo paranada. Clyde est trabajando con lahora.

  • Cuando se tiene un buen tractor, setiene un buen tractor dije yo. Meparece que voy a bajar a ver a ese viejohijo de un can, a Clyde, quiero decir.Hace un siglo que no le veo. Echmano de mis muletas.

    Pap se puso en pie.

    Ms vale que me dejes bajarte en lacamioneta. De todos modos, he de ir aver a Jesperson.

    Vale respond. No tardar muchoen poder librarme de estos chismes. As que nos montamos en el camin ynos dirigimos a Pasto Este.

    Los chicos nos tendieron una emboscada

  • junto al rincn de la bomba y fuimosmuertos de diversas formas por avionesP38, bombas atmicas, artilleraantiarea y 4

    el seis tiros del Llanero Solitario.Despus bajamos las manos, quehabamos tenido en alto todo el tiempo.Pap alarg el brazo y cogi por elcuello de la camisa al sobrino mscercano.

    Ven con nosotros, Enano Saltarn. Esacondenada vaca frisona ha vuelto aescaparse. Scala de la alfalfa y mira deaveriguar por dnde se ha colado estavez.

    Voy volando! El chico, que

  • evidentemente era Tadeo, se encaram ala caja de la camioneta. Condenadavaca!

    Arrancamos con brusquedad y yo mevolv a medias en mi asiento para mirara Tadeo, que estaba detrs.

    Te acuerdas de la vagoneta roja? le grit para que me oyera por encimadel traqueteo.

    La vagoneta roja? pregunt Tadeotambin a gritos. Se le ilumin el rostro.

    La vagoneta roja?

    Me di cuenta de que haba recordado y,

  • entonces, con tanta claridad como si lohubieran maquillado, los ojos se letomaron sombros y grit:

    Si, bastante. Y se volvi para agitarviolentamente la mano en saludo a loschicos que acabbamos de dejar atrs yque no estaban prestando atencin.

    Tal parece pens, que al crecer loest superando. Y entonces me pas elresto del corto viaje pensando qu eraexactamente lo que estaba superando.

    Pap baj a Tadeo en el campo dealfalfa y prosigui. Cruz el canal y medej junto a la cancela de los pastos.

    Volver dentro de una hora. Te lo digo

  • por si quieres esperar. Es lo mejor quepuedes hacer.

    Posiblemente me vuelva andando dije yo. Me ir bien estirar laspiernas otra vez.

    Echar un vistazo cuando vuelva. Yse alej traqueteando, rodeado por lasempiterna nube de polvo.

    Me cost bastante abrir la cancela. Erauno de esos artilugios de alambre que seabren sacando un bucle de lo alto de unposte y alzndolo para sacar la partebaja de otro bucle similar. ste estabaapretado y resultaba difcil de manejar.Acababa apenas de soltarlo cuandoClyde dio media vuelta en la esquina

  • ms alejada del campo y se puso enmarcha dirigindose hacia m, mientrasel arado que arrastraba el tractor ibarizando en pos de s cintas rojas ypardas. Era la ltima vuelta paraterminar el campo.

    Grit:

    Hola! e hice seal de saludo conuna muleta.

    l me devolvi el saludo con otro grito.Lo que aconteci despus fue demasiadorpido y estaba demasiado lejos de mpara poder estar seguro de loverdaderamente sucedido. Todo lo querecuerdo fue un resoplar y un rugido y eltractor cabece y medio volc. Se oy

  • un breve grito de dolor de Clyde y elchirrido de los alambres al serarrancados de los postes de la cerca,seguido por un silencio asfixiante.

    No s qu ocurri entonces. Lo siguienteque s es que me encontraba jadeando amedio camino del tractor, con lasmuletas hundindose exasperantementeen la tierra blanda, recin arada. Alcabo de lo que pareca una pesadillalarga como un ao me encontrarrodillado junto al tractor atascado,gritando:

    Eh, Clyde!

    Clyde alz los ojos hacia m, con mediasonrisa, media mueca de dolor en su

  • rostro manchado de tierra.

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    Hola. Qutame de encima este trasto,quieres? Me hace falta esa pierna. Y

    entonces puso los ojos en blanco y sedesmay.

    El tractor le haba lanzado del silln y lehaba pasado por encima. Despus sehaba desviado hacia la vala y se habadetenido en ella por fin, con una de susenormes ruedas enterrando a medias lapierna de Clyde en la tierra blanda,dejndole atrapado contra uno de lospostes de la valla. La enorme mole de lamquina se hallaba en equilibrio sobre

  • el puro borde de la nada, y parecacomo si un suspiro fuese a hacerla caer;y entonces, que Dios se apiadara deClyde. No fue de gran ayuda observarque la tierra rojo pardusca se ibatornando cada vez ms roja en torno a lapierna aprisionada.

    Me arrodill all, paralizado por elpnico. No haba nada que pudierahacer. No me atreva arrancar el tractor;si lo tocaba poda muy bien volcar deltodo. Pap estara fuera una hora. Y apie, yo no podra llegar a tiempo a lacasa.

    Entonces, de repente, o un Ah va!de sorpresa y all estaba Tadeo con los

  • ojos salindose de las rbitas en laorilla de la acequia.

    Algo hizo explosin con un relmpagode luz dentro de mi cabeza y murmurpara mis adentros:

    Con calma. No asustes al chico, no lesobresaltes.

    Ah va! repiti Tadeo. Qu haocurrido?

    Inspir profundamente:

    El viejo tractor le ha pasado porencima al to Clyde. Qutalo de ah.

    Tadeo no pareca orme. Estaba

  • concentrado en hacerse cargo de toda lasituacin.

    Tadeo dije. quita de ah eltractor.

    Tadeo me mir con aquella miradaciega, invidente. que sola tener. Or ensilencio. Que no sea ya demasiadoviejo. Oh Dios, que no sea demasiadoviejo! Y

    Tadeo salt sobre la acequia. Trepgilmente por la cerca del alambre deespino y se sent en cuclillas junto altractor, con las manos sujetas entre elpecho y las rodillas.

    Inclin la cabeza hacia adelante y yo me

  • qued mirando con urgencia el suave yvulnerable nacimiento del cuello. Alcabo, volvi de nuevo hacia m aquellosojos ciegos suyos.

    El tractor no quiere.

    Sent que un alarido se me suba por lagarganta, pero lo atrap a tiempo. Noasustes al nio, pens. No le asustes.

    Haz que Tractor se vaya como sea dije con voz todo lo neutra que fui capaz.

    Le est haciendo dao al to Clyde.

    Tadeo se volvi y mir a Clyde.

  • No grita.

    No puede. Est inconsciente. Tenalas manos resbaladizas por el sudor.

    Oh. Tadeo examin con curiosidadel rostro tranquilo del to Clyde.Nunca haba visto inconsciente a nadie.

    Tadeo mi voz se haba vueltotajante. HazqueTractorseaparte.

    Tal vez habl demasiado alto. Tal vezutilic palabras indebidas; el caso esque Tadeo volvi la mirada hacia m yvi cerrarse las contraventanas all en elfondo de sus ojos. Sus ojos se alzaronhacia m, azules, someros y brillantes.

  • Quieres decir que arranque eltractor? Habl con voz viva mientrasse pona en pie. Ah va! El abuelonos dijo a los nios que dejsemos eltractor en paz. Es peligroso para losnios. Yo no s si sabr...

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    No, no era eso lo que quera decir le solt, aguda la voz, al borde de ladesesperacin. Haz que se quite deencima del to Clyde. Se est muriendo.

    Pero no puedo! No se puede hacerque el tractor haga nada l solo. Hay queguiarlo. Se le estaba contrayendo elrostro, a punto de brotar las lgrimas.

  • Podras t si quisieras le discut,sabiendo cun intil era. El to Clydese morir si no lo haces.

    Pero si no puedo! No s cmo sehace! Te juro que no! Tadeo serestreg un pie descalzo en la tierraarada, sorbindose tristemente laslgrimas.

    Me arrodill al lado de Clyde y deslicmi mano por dentro de su camisa suciade sudor y polvo. Saqu la mano y mefrot la palma manchada contra lapernera del pantaln.

    No te preocupes dije sin la menordelicadeza, ahora ya no importa. Hamuerto.

  • Tadeo empez a llorar a gritos, pero node dolor sino de desconcierto. Saba queyo estaba enfadado con l, y no sabapor qu. Encorv el brazo sobre los ojosy se apoyo contra uno de los postes de lacerca, sollozando ruidosamente. Medesplac a lo largo del surco hasta quemi sombra protegi el rostro tranquilode Clyde del ardiente sol de primerahora de la tarde. Cerr las manos palmacontra palma entre las rodillas y espera que llegara pap.

    Me di perfectamente cuenta de que enotro tiempo Tadeo podra haber resueltola situacin. Por qu no pudo entonces,cuando tan urgente era la necesidad?Bueno, es posible que su singularidad se

  • hubiera desvanecido al crecer. Podraser tambin que en realidad no pudierahacer nada debido, sencillamente, a queClyde y yo ramos adultos. De habersido otro chico, quiz...

    A veces me entra miedo tratando deaveriguarlo. Especialmente cuandotengo por respuesta que los chicos y losadultos viven en mundos tan ajenos ydiferentes que es imposible saltar elabismo que los separa, ni siquiera parasalvar una vida. Sea cual sea larespuesta, siguen sin gustarme los nios.

    FIN

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    FIN

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