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Valeria de Lugoj Cuento viajero Marisa Bermúdez Malagón De

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Valeria de Lugoj

Cuento viajero

Marisa Bermúdez Malagón

De

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A modo de introducción

Existe, en Rumania, una ciudad llamada Lugoj y, a las afueras, un orfanato con unos 480 niños y niñas, de 0 a 16 años. Se llama “Scoala Speciala cu Camin Spital de Lugoj” y a ese lugar acudí con un grupo de 20 alumnos, un ayudante, dos chóferes y un autobús cargado con materiales diversos desde Dinamarca… No fuimos allí a hacer turismo sino a realizar un proyecto solidario y, por eso, creo necesaria esta introducción antes de que, lector o lectora, leas el texto “Valeria de Lugoj” que entonces escribí con mis impresiones y emociones sobre aquel lugar y sus gentes. En 1996, ejercía como profesora de lengua inglesa en un internado danés, “Roskilde Efterskole ”, en la ciudad de Roskilde, en la isla de Sjaelland. Concretamente, era el segundo curso y era profesora tutora del grupo de la “10. Klasse” . El principio de ese grupo de escuelas era preparar a los y a las alumnas para la prueba llamada “Afgangsprøver”, un equivalente del graduado de la ESO pero desde otro enfoque que ahora no viene a cuento. En el Centro donde trabajaba, además de las asignaturas obligatorias para la prueba, como era un internado, también ofrecía a los alumnos muchas actividades de ocio, como los deportes, la música, el teatro y dos viajes al año: uno para divertirse y conocer; otro para conocer y practicar la solidaridad a través de un proyecto humanitario. Hanne Krog, mi colega del grupo de la “9. Klasse”, con más experiencia que yo, propuso ir a Rumania donde ella había estado con otro grupo hacía dos años… De eso hace ya más de 14 años y se me ocurre que debo compartir lo que allí sentí y experimenté, pues cada vez que lo recuerdo, se me llenan los ojos con paisajes cuyos colores cálidos de otoño me traen paz y confianza en el futuro rumano que, desde el 2007, es miembro pleno de la CEE. Descubrí a una gente estupenda con quien además, por ser el rumano lengua latina y el francés la lengua extranjera más hablada, la comunicación resultó facilísima. La región de Lugoj es una de las más ricas de Rumania y la agricultura su principal ocupación. Por esa razón, acuden al área muchos temporeros, los cuales se marchan al finalizar la recolección o deciden quedarse. Esto ha tenido como consecuencia un mal ordenamiento del hábitat, construyéndose viviendas deprisa, a bajo coste y con su correspondiente falta de estética. Su agricultura produce cereales y fruta. La mecanización es casi inexistente. Aún se ven a los campesinos arar un campo con una yunta de mulas como lo hacían en el pasado nuestros abuelos. Eso no dejó de ser una novedad para mi grupo de daneses que sólo recordaban esa manera de labrar de los gravados del siglo pasado. Algunos de los pueblecitos que rodean Lugoj, cuyos agricultores aún trabajan en agrupaciones cooperativistas, se están modernizando e introduciendo la cría industrializada de gallináceos y bovinos. Visitamos una explotación a modo de ejemplo y es admirable cómo toda la aldea se veía unida para conseguir su meta común y salir adelante después de los muchos años de yugo ruso. Mas como en otros países del antiguo bloque, uno de los aspectos que destacaba aún en 1996, para mi mente de profesora, era la alta preparación académica de sus habitantes. No dejó de impresionarme visitar un instituto y observar cómo estudiantes de la misma edad que los míos dominan idiomas, matemáticas, deportes, música... Participé en una clase de lengua Inglesa donde los estudiantes, con tan sólo tres años de idioma, seguían perfectamente las conversaciones con mis

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alumnos. De igual manera para con la lengua francesa o alemana. ¡Sin haber salido jamás de las fronteras rumanas! Pude observar allí, como en la República Checa, Eslovaquia o Polonia, que si bien el comunismo les trajo toda la pobreza de la cual ahora intentan salir, también les trajo la posibilidad de recibir una educación sin distinción de clases ni de género. Pero a quien más conocí y con quien más conversé sobre temas diversos fue con la responsable de la Institución rumana a la cual vinimos a ayudar con el autobús lleno de pintura de pared, papel, material didáctico, cajas de Lego y lápices de colores. Se llama Valeria Gapşar.

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Valeria de Lugoj Nos recibes con los brazos abiertos, como a cualquier ayuda en estos tiempos difíciles para tu país. Salís de años de dictadura, denunciáis la situación de retraso y pobreza ante la opinión mundial. Llegáis a pocos oídos… a pocos gobiernos… a pocas asociaciones..."Rumania necesita ayuda. ¡Ayudadnos!". Ese es el grito que algunos os atrevéis a lanzar desde vuestra pequeña parcela de cordura esperanzada. Lo más urgente para ti, por tu trabajo, fueron los niños. ¡Centenares de niños eran internados cada año en orfanatos con el visto bueno de la dictadura! Ceausescu consentía que las familias que no podían alimentar a más hijos, los entregaran a orfanatos estatales como el que tú diriges. Otros, eran simplemente abandonados por nacer con lesiones o anomalías y también iban a parar a esas instituciones públicas. Muchos ya nacían con malformaciones por intentos de aborto fracasados de las madres, solteras o no. En vez de legalizar el aborto, de promover una reforma sanitaria en ayuda a las familias con hijos con minusvalías, otorgar unas ayudas económicas a la familia numerosa, las autoridades rumanas de entonces crearon esta aberración: ¡Las Escuelas Hospitales ! Miles de niños eran absorbidos por el sistema hospitalario y tratados con fármacos que los retrasaban aún más y los condenaban para toda su vida a ese estatus de "deficientes", sin tener en cuenta el problema específico de cada uno. Tanto si tenía retraso en el lenguaje o un defecto en la pierna, era tratado medicinalmente. Tú no soportabas ver a esas criaturas que desde su internamiento estaban atadas a la cuna, sin aprender a hablar ni a caminar… Ingresaste en la Universidad de Timişoara y terminaste la carrera de psicopedagoga en el 1973, pero desde el principio, un grupo de amigos y tú os sentisteis concernidos por la precariedad de esas instituciones. Poco a poco, casi clandestinamente, elaborasteis un proyecto factible para contrarrestar la situación. Algunos de vosotros tuvisteis la suerte de salir al extranjero a través de becas e investigar la acción que se realizaba en otros países. Tú misma realizaste la Tesis Doctoral sobre la reeducación de esos niños y su posible reinserción en un sistema escolar normal, en Suiza. Pero no pudiste dar a la luz a tu proyecto por las razones políticas obvias. Tuviste que esperar 1987, poco antes del golpe de estado. Teníais en contra al sector médico, principalmente. Por fin, en 1990, te encargaron esta institución como experiencia piloto. Conseguiste el mejor equipo de jóvenes psicólogos, logopedas, motricistas del país. Cada profesor de tu equipo ha sido elegido cuidadosamente por sus cualidades humanas y profesionales. Cada educador está aquí porque conoce y asume el proyecto; porque se vuelca enteramente a que sea un éxito. ¡En el éxito del proyecto reside el futuro de 470 niños y niñas! Un día antes de nuestra partida, me invitas a tu casa. Me sorprende tu cálido y sencillo hogar, en el cuarto piso de unas viviendas sociales, a cinco minutos de la Scoala. Tu familia sonríe, me preguntan, me cuentan vuestra historia. Cuando sale el tema de la ayuda humanitaria, me cuentas una experiencia que tuviste el verano pasado. “Sabes amiga mía, no todo el mundo entiende la ayuda humanitaria como vuestra organización… Por eso acepté recibiros por segunda vez. La mayoría de las veces, ocurren episodios desagradables, como el que viví este verano…

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Estábamos esperando un camión cargado de ropa enviado por una ONG alemana... ¡A los alemanes les sobra de todo! Me llama mi conserje: "¡Valeria, venga pronto!". Era el mes de agosto, las tres de la tarde más o menos y hacía un calor espantoso. Cuando me adentré por el camino con el coche, vi la mole de camión alemán bloqueando el paso. Paro el coche, me acerco y… ¿Qué dirías? Veo a tres rubiales altos como un día sin pan y a mis casi quinientos chavales y chavalas formando un mogollón alrededor, peleándose, gritando: ¡Estaban tirándoles la ropa desde lo alto del camión, a destajo, esos hijos de puta! Mira, sólo mido un metro cincuenta y dos, pero me planté ante mis críos, pegué una voz y se callaron todas las voces. Ordené a los chavales que me enseñaran lo que habían pillado al revoleo. ¡Dios mío! Uno tenía un zapato, otro el otro par, un jersey tres veces su talla el otro... ¡Un desastre! Entonces me di cuenta de la cámara de vídeo. ¿Te puedes creer que había un cuarto tío filmando aquel jolgorio? No me lo pensé; me fui hacia los cuidadores, les mandé que recogieran todo lo que habían tirado los alemanes, me encaré al cámara y le arranqué la filmadora. Pregunté que si alguno de ellos entendía el francés, a lo que uno contestó que un poco y les grité: "Me llamo Valeria Gaşpar y soy la directora de la Scoala Speciala cu Camin Spital de Lugoj y les ordeno que en menos de cinco minutos recojan su asquerosa mercancía y desaparezcan de mi institución. Y le transmitan a la organización humanitaria que les envía que no la aceptamos; de no hacerlo, recurriré a las autoridades." ¡Contestaron malhumorados en su idioma y me alegré un montón de no saber alemán! ¡Mas nadie humilla a los niños de mi Scoala Speciala, aunque necesiten esa ropa más que el comer! Necesito explicarte todo eso porque sé que me entiendes. Cada vez que uno de tus alumnos daneses se encariña y mima a uno de mis críos, que posa para una foto que luego enseñará orgulloso y orgullosa a su familia, mis educadores se ahorran semanas de terapia con dicho huérfano y tal vez así, esos chicos y chicas rubios “hablando que no se les entiende”, volverán algún día a darles otro beso...” Te callas. Siento impotencia y rabia. Entonces te abrazo con toda la solidaridad, ternura y admiración que despiertas en mí desde que te estreché por primera vez la mano. Te doy las gracias por tu acogida, por la comida con la cual, generosamente, nos has obsequiado cada uno de los siete días que hemos permanecido. Tú nos agradeces las pequeñas tareas de reparación en algunos de los pabellones, el pintado de las ventanas, el cosido de las iniciales y distintivos individuales en las ropitas de los niños y niñas... El último día, organizamos una simpática fiesta para ellos con los caramelos y globos de colores que trajimos desde Roskilde... La llamamos la "Slikfest" (fiesta de las golosinas). Mis alumnos y alumnas se pintan las narices coloradas y se disfrazan de payasos y payasas con lo cual consiguen hacen reír a grandes y pequeños con sus cabriolas e improvisaciones acrobáticas. La lluvia de flashes no cesaba y fueron muchos los carretes de fotos que nos trajimos de vuelta. Y, como siempre que acabábamos un proyecto, preparamos una exposición para los padres de los alumnos, familiares y otros colegios de nuestra organización. También elaboramos un bello álbum de fotos que titulamos "Rumænsk efterår

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smiler” (Sonrisas rumanas en otoño) donde, entre paisajes ocres, rojos y anaranjados, huertos de manzanos y danesas y daneses amables, sonreían niños y niñas del orfanato jugando a la pelota o mordisqueando sabrosos caramelos de regaliz. © Marisa Bermúdez Malagón Roskilde, Dinamarca, Noviembre 1996 – El Montmell, Tarragona, Abril 2011