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VÍA CRUCIS CON MARÍA

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Editado por:Asociación Hijos de la Santa Cruz

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Número Depósito Legal.: MU 28-2018

Copyright-2018

Queda terminantemente prohibida la reproducción totalo parcial de ésta obra

Impreso en España por:Tipografía San Francisco- C/San Nicolás.31- Murcia

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Introducción al Santo Vía Crucis explicado porNuestra Madre del Cielo

Querido hijo, aquí te presento este libro llamado“Vía Crucis con María”. Es un camino a través delcual me acompañarás en cada escena de la Pasión;escenas muy dolorosas y reales, pero que te tienenque llevar al arrepentimiento sincero, después dever cómo mi Hijo no huyó del sufrimiento, dando lavida para la redención de tu alma.

No quiero que te quedes indiferente al leer éstaspáginas, porque están escritas para ti y para cadauno de los hombres. En ellas encontrarás esamirada de Misericordia del Señor ante tantacrueldad e injusticia, esa mirada que invita a cadaalma a cambiar de vida, esa mirada que sólodesprende Amor por cada criatura, esa mirada quehace de ti un hombre único e irrepetible.

Piensa, hijo mío, que a través de este libro tehabla Dios: se dirige a ti, te muestra todo lo quetuvo que pasar, paso por paso, hora tras hora, conesa agonía y esa soledad que sentía por todo aquelcamino que le llevaba a la Cruz. Y Él quiere que, através de todos esos momentos que vivirás junto a

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Él, aprendas lo que significa el amor, lacomprensión, el perdón, la misericordia, elabandono en Dios, la fe, la caridad, la esperanza.

Medita cada escena. Introdúcete en ella como sila hubieras vivido, y saca de cada una de ellas unpropósito concreto y sincero para avanzar en tu vidainterior.

¡Acompáñame en mi dolor! Y hazlo tambiéntuyo. ¡No me dejes sola, hijo mío, no me dejes sola!¡Es tanta la soledad que tuve que pasar en aquellashoras interminables. ¡Fue tan duro el sufrimiento!; yel que aún paso viendo a tantas personas, tantoshombres que se alejan de Él.

Cuando te encuentres allí, junto a mí, eso teacercará más a Él, y aprenderás a amarle comomerece. ¡Cógete de mi mano, yo te ayudaré! Y trasinteriorizar estas páginas, aprenderás a amar laCruz, que forma parte de tu vida. Es la Cruz que elSeñor te dio. No debes huir de ella, porque Él laquiere para tu santificación; Él te la ha dado paraeso.

¡Ámala! Y ya no serás tú quien viva, sino queCristo vivirá en ti. Ésa será tu gran transformación.

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I ESTACIÓN

JESÚS ES CONDENADO AMUERTE

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El Señor se encuentra ante el Tribunal. Allí estáPilatos, los soldados, los fariseos y el pueblo. Pilatosalberga en el fondo de su corazón la duda de si elSeñor es inocente; no ve en Él nada malo. Deseasalvarlo, pero los judíos lo amenazan con quejarse alemperador. Pilatos siente miedo, porque es muycobarde; y mediante un símbolo, limpia sus manos;las lava para limpiar su conciencia. Después, se situóen un lugar más elevado para pronunciar lasentencia.

Allí lo tenéis como “ECCE HOMO”, con su caparoja, la corona de espinas, sus manos atadas, sucuerpo cubierto de heridas, maniatado y con uncetro.

Entonces Pilatos dijo: “Ved aquí a vuestro Rey”; ylos judíos contestaron: “¡Crucifícale!”. “¿Queréisque crucifique a vuestro Rey?”. Y respondieron: “Notenemos más Rey que al Cesar”

Se pronunció entonces la sentencia: “Condeno aJesús de Nazaret a ser crucificado”.

La Santísima Virgen, al oír estas palabras, cae alsuelo sin conocimiento. Era la muerte más cruel.

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Juan y las santas mujeres la recogieron. Y ofreciósus lágrimas por todos aquellos lugares por dondeel Señor había sufrido.

Después fue entregado a los verdugos. Letrajeron sus vestidos y se los pusieron. Learrancaron la capa, que había quedado pegada porlas heridas. Tiraron de la corona de espinas, y todaslas heridas volvieron a sangrar. Todo esto fue hechocon la más extrema crueldad.

Allí se encontraban también los dos ladrones;uno maldecía, el otro permanecía callado. Caifás.. sefue al templo, y también los príncipes de lossacerdotes. Quedaron los verdugos con Jesús quesiguieron maltratándole por todo el odio quellevaban dentro de su corazón.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Hijos míos, ¡ahí lo tenéis! Indefenso, maniatado,sin fuerzas, su cuerpo lleno de heridas… Pero mássufría su alma viendo el odio de los hombres haciaÉl.

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Pero, ¿qué mal había hecho?. Allí por dondepasaba, Él solo derrochaba Amor hacia todasaquellas gentes que se encontraba por el camino.

Ahí lo tenéis, Él os mira. Os mira con ese Amor yMisericordia que solo puede albergar su Corazón. Sihubieseis estado entre aquella gente del pueblo,¿qué hubieseis hecho hijos míos? ¿Habríais salidoen su defensa? O ¿también le hubieseis crucificado?O, como sus apóstoles, ¿os habríais mantenidoescondidos por cobardía? En este caso solamentecabe una actitud: ponerse al lado del Señor o huir.

Vuestra vida debe ser ejemplo de esa unión conCristo Crucificado. Se encuentra malherido,menospreciado, odiado, despojado de todo. Él estádelante de vosotros, con su mirada de Misericordiay de Amor hacia cada uno de vosotros, y de formaúnica y particular os dice:

“Tened compasión de Mí! ¡Tened compasión deMí! Yo te doy mi Vida para redimir tus pecados. Telo doy todo, deseo tu felicidad, tu salvación ¿Quéme respondes hijo mío?”

Poneos delante de su mirada ¿Acaso no se osparte el corazón?. Dadle vuestro amor. Ofreceos aÉl; decidle que cuente con vosotros, que no le vais a

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abandonar, que no le vais a dejar solo y que, a partirde ahora, le seguiréis vaya donde vaya.

¡Ahí lo tenéis, hijos míos! Y Él espera vuestrarespuesta.

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II ESTACIÓN

JESÚS CARGA CON LA CRUZ

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Después de pronunciar la sentencia, Pilato saliódel tribunal con los soldados y con los fariseos.Fueron conduciendo a Jesús, hasta que llegaron auna plaza. Allí, en ese lugar, en el suelo, seencontraba la Cruz. El Señor se arrodilló frente aella, la abrazó y la besó. Después, los soldadoscogieron la Cruz y se la cargaron al Señor sobre suhombro derecho. El Señor en ese momento estabaagachado. Los soldados le levantaron con fuerza, yfue cuando sintió todo ese peso del madero.Comenzó la marcha hacia el Calvario.

Los soldados iban a caballo cubiertos con armas.Una multitud de hombres, de mujeres y de niños secolocaron a ambos lados del camino por dondetenía que pasar el Señor; para ellos era un auténticoespectáculo. Detrás iban algunos fariseos.

El Señor llevaba los pies desnudos yensangrentados, temblando, cubierto de llagas yheridas. No había comido ni bebido nada; tampocohabía dormido, y se encontraba muy débil por lagran pérdida de sangre que había sufrido. Teníafiebre, sed y mucho dolor por todo el cuerpo.

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Con la mano derecha sostenía la Cruz, para evitarque se cayera. Con su vestido se iba tropezando acada paso; los soldados sin embargo le empujaban ytiraban de Él.

Toda su cara estaba también ensangrentada, y subarba y cabello manchados de sangre coagulada. Asu alrededor solamente se oían insultos, burlas…;pero Él les miraba perdonándolos. Detrás iban losdos ladrones.

Jesús fue llevado por una calle estrecha, y lagente se precipitaba para verle pasar. Había muchasuciedad y desorden, y le tiraban toda clase deinmundicias, e incluso algunos también piedras.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Hijos míos, después de contemplar estatremenda escena, el corazón se os tiene que llenarde amor y de dolor por Él. Vedle subiendolentamente por aquellas calles, recibiendo cada vezmás golpes y más odio. Tras contemplar esto, solopuede caber un sentimiento de verdaderacompasión y arrepentimiento por todo lo que lehacéis sufrir.

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Cuando, después de haber sido juzgado, leconducen a la plaza donde se encuentra la Cruz, Élla abraza y la besa. Él ama la Cruz, porque ama alhombre, y sabe que a través de ella podrá redimirlo.Esa Cruz que esperaba al Señor, os espera también avosotros; es esa Cruz sin crucificado, porque Éldesea que os acerquéis a ella, la abracéis, la beséis,la améis y le ayudéis en esa subida tan tremenda alCalvario.

La pendiente es costosa, como el sufrimiento queos toca pasar en la vida. El Señor, a su vez, esincomprendido, desechado, no entendido; porqueel hombre huye de él; estorba, no se entiende. Pero,esa subida junto al Señor purifica el alma, la llena deAmor; y se enciende como una luz que avisa a loshombres y les dice: “no existe felicidad en la tierrasin amar la Cruz”. Toda ella es un auténtico milagrodel Amor que Dios tiene a los hombres. Entonces,hijos míos, ¿por qué la rechazáis?

¡Uníos al Señor! Y decidle en lo más profundo devuestro corazón:

“Señor, aquí me tienes; soy poca cosa y nadavalgo, pero quiero acompañarte en tu dolor.

Mi vida es tuya; que se haga en ella únicamentetu Voluntad”.

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III ESTACIÓN

JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ

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El Señor sigue subiendo por aquellas callesempinadas de Jerusalén. Eran calles muy estrechas,y la subida, con aquella Cruz tan grande, era muycostosa. En el centro de una de las calles había unhoyo poco profundo. Los judíos colocaron allí unagran piedra para que nadie cayera al pasar.

La gente se iba agolpando a ambos lados de lacalle, de modo que el paso era cada vez mucho másdifícil.

Cuando Jesús llegó a aquel lugar, las fuerzas se leescaparon y casi no podía andar. Iba sujeto a unascuerdas y los soldados no paraban de tirar de ellas.Como veían que el Señor andaba cada vez másdespacio, no dejaban de insultarle y empujarlo;hasta que, ya extenuado, se desplomó sobre esapiedra y la Cruz le cayó encima. Los soldadosentonces se pararon, y comenzaron otra vez apegarle y a insultarle. Jesús no se podía levantar ypidió ayuda extendiendo su mano.

Nadie le ayudó, nadie le hacía caso. Los fariseosse pusieron nerviosos porque pensaban que allí

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mismo se iba a morir, y entonces no le iban a podercrucificar, que era lo que querían hacer.

Las mujeres y los niños lloraban. Entonces, lossoldados decidieron levantarlo y le cargaronnuevamente con la Cruz. El Señor sentía un grandolor, y lentamente, como pudo, continuó andando.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Hijos míos, el Señor cae por primera vez; el Hijode Dios en el suelo. Sucio, apaleado, maltratado,herido. Extendiendo sus manos, pidiendo ayudapara poder levantarse. Y nadie fue capaz de hacerlo.

¡Qué gran dolor hijos míos sentí entonces en miCorazón! Necesitaba verle pero, ¡no podía! La genteno me dejaba acercarme. Deseaba besar sus llagas,poder levantarle del suelo, que notara mi presencia.Pero fue imposible.

No podía ver tanta injusticia y tanto odio. Élextendía su mano, pedía ayuda, pedía misericordia.

Hijos míos, ¿dónde os encontrabais entonces?¿Qué hubierais hecho si hubierais estado allí?Pensadlo.

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Tended vuestra mano y ayudadle a levantarse.Olvidaos del que dirán, de vuestra comodidad yacudid a socorrerle. Tenéis que dar la cara por Él.Demostrar que forma parte de vuestra vida y queno os importa que os maltraten, os insulten, osdesprecien…, porque sois sus hijos, y vuestra vida yano tendrá nunca sentido sin Él.

Después de levantarse continuó andando; y consu mirada leía el interior y el corazón de todasaquellas personas, que eran duras y despiadadas.Pero, tanto Él como Yo, sentimos pena por ellos. YAmor, mucho Amor. Amor incondicional, porque nosabían lo que hacían. Rezamos por ellos para queDios, en su infinita misericordia, se apiadara deellos.

Cuando veáis que las personas que os rodean oshacen daño, pedid por ellas, intentad ayudarles.Aunque penséis que no responden y no entienden;aunque no os traten bien y os maltraten; aunque oshagan daño, ¡dadles amor! Si no, hijos míos, ¿quédemostráis? ¿Queréis ser como esos soldados,como esos fariseos? ¿Cómo esa gente que estabaallí agolpada, indiferente, fría, completamente fría?.Ayudadles a que vean en vosotros esa mirada deCristo que ama y que perdona.

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IV ESTACIÓN

JESÚS SE ENCUENTRA CON SUSANTÍSIMA MADRE

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Una vez que se dictó la sentencia de aquelinjusto tribunal, la Santísima Virgen salió de aquellugar acompañada de Juan y de las santas mujeres.Sintió dentro de su Corazón un deseo muy grandede ver a su Hijo, porque conocía su sufrimiento ysabía el largo camino que tenía aun que recorrerhasta llegar al Calvario.

Varias veces intentó verlo, pero como la multitudse lo impedía, pidió ayuda a Juan para que leayudara a llegar junto a Él. Fueron deprisa, lo másdeprisa que podían por aquellas calles empinadas,hasta que llegaron a un lugar donde había un arco;tuvo que sujetarse, sostenerse en la pared; seencontraba mal, no paraba de llorar.

Vio y oyó cómo se iba acercando la comitiva ycomenzó a rezar, porque pensó que tal dolor nopodría soportarlo. Su cuerpo temblaba y lossoldados al verla la insultaban. ¿ Porqué? ¿Qué leshabía hecho?. Fue entonces cuando vió a su Hijo. Lemiró, agarrándose a la pared para no caerse, y Él lamiró con gran Amor y compasión. Sabía elsufrimiento por el que estaba pasando. El Señor,

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entonces, tropezó y cayó al suelo sobre su rodilla ysus manos. Nuestra Madre salió corriendo y loabrazó. Se miraron nuevamente y ¡que gran gozosintió!, pero a su vez ¡ qué gran dolor!

Juan vino a levantarla. Uno de los soldados dijo:"Mujer, ¿qué vienes a hacer tú aquí?". Entonces lacogieron y la echaron hacia atrás empujándola. Juany las santas mujeres la rodearon y cayó comomuerta sobre sus rodillas. La llevaron dentro de unacasa para estar más tranquila.

Jesús seguía su camino, recibiendo golpes,injurias, insultos, salivazos...

Y muchas mujeres lloraban.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Hijos míos, ¡largo camino es esa subida alCalvario! Y largo es el camino que cada uno tenéisque recorrer en vuestra vida.

Esa subida hasta la Cruz estuvo inundada deAmor por vosotros; no tuvo ni un solo momento dedescanso, y muy pocas personas se compadecieronde Él. Pero, juntos estuvimos unidos en su dolor, yese dolor, como era por Amor y Misericordia,

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llenaba nuestro Corazón de una gran paz quetransmitíamos a los demás.

Éste es el camino que debéis de seguir. La vida noes fácil y hay que renunciar a muchas cosas que elmundo os ofrece. Y el dolor y el sufrimiento hay quepasarlo, en mayor o menor medida. Pero a estesufrimiento hay que darle un valor: si se sufreporque no queda otro remedio, eso no redime, nose une al sufrimiento del Señor, ni da paz niesperanza. Pero si se sufre, y ese dolor se une alamor, eso se convierte en algo grandioso, porqueayudáis a mi Hijo a llevar la Pasión, participáis con Ély amáis la Cruz.

Pedid este don con insistencia: el Amor a la Cruz.Porque todo ser humano huye del sufrimiento, nodándose cuenta que, con él, se une a Cristo y ayudaa la salvación de otras almas.

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V ESTACIÓN

SIMÓN DE CIRENE AYUDA ALLEVAR LA CRUZ AL SEÑOR

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Estando ya en el interior de la ciudad, subieronuna cuesta bastante alta, y después de esapendiente llegaron a una gran plaza, donde el sueloestaba cubierto con piedras bastante grandes. ElSeñor entonces venía tan cansado, que tropezó otravez con una de esas piedras, cayendo al suelo denuevo.

Se encontraba prácticamente sin fuerzas y no sepodía levantar. Alrededor de Él se empezó aacumular mucha gente, haciendo como un círculo; yle miraban, y algunos gritaban.

Los fariseos, que tenían prisa, dijeron a lossoldados que buscaran a alguien que ayudara alSeñor a llevar la Cruz, ya que Él no podía. Ellos sedieron cuenta, por eso se lo pidieron a los soldados.

Entre la gente vieron a un hombre muy pobre,que se encontraba con sus dos hijos. Los soldados,por su forma de vestir, se dieron cuenta de que erauna persona que no tenía recursos; por esoacudieron a él; no querían pedir a otra persona queayudara al Señor, sino a alguien sin importancia.

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Él se negó, porque sentía vergüenza del Señor; leveía en aquel estado: sucio, con los vestidos rotos,lleno de sangre y heridas… parecía un pobremoribundo. Los soldados le insistían, y el Señor lesmiraba con Ternura y Misericordia.

Simón, no sabía cómo reaccionar por el Amorque siente y la fuerza de esa Mirada. Al final, decideayudarle. Se acerca a Jesús, coge la Cruz y lossoldados le atan la mano al madero para que no secaiga. Va junto al Señor y al acercarse a Él vuelve aencontrarse con su Mirada.

Mientras tanto, la Santísima Virgen va detrás,sufriendo su dolor al contemplar toda estainjusticia.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, un hombre ayuda a llevar la Cruzdel Señor. Simón de Cirene se llamaba. Estabaalejado de Dios y el Señor, como con tantos otrospecadores, se cruzó en su camino y salió a suencuentro.

Él se negaba; pero, ante aquella Mirada de Amor,no pudo resistirse.

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Se acercó a aquella Cruz y la hizo suya. Formóparte de la Pasión; y eso hizo que su vida cambiaratotalmente, por completo. Se convirtió, y sus hijostambién, y se ganó el Cielo.

Ahora, quiero que contempléis la escena: ElSeñor os mira a cada uno de vosotros, al igual que aSimón. ¡Y os suplica!. Está sediento de vuestro amory os pide que le ayudéis en su Pasión.

¡Acercaros a la Cruz!. Ese madero contiene laSangre de mi Hijo, Sangre producida por tantosufrimiento; y todo ese sufrimiento ha sido porvosotros.

Ahora, que estáis contemplando ese dolor, ¿quédecís hijos míos? ¿Huis de la Cruz por cobardía?¿Por no aceptar el sufrimiento? ¿Por querer llevaruna vida más placentera? O, por el contrario, osacercáis a Él humildemente y le decís:

“Tú, Señor, me conoces, sabes que no valgonada, que me asusta la Cruz, pero deseo tener esecorazón misericordioso, abierto a tu Amor.

Me arrepiento de todo lo que ha producido esedolor en ti y a tu Santísima Madre. No quiero volvera ofenderte; y hoy hago un propósito: amar la Cruz.

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Aquí te ofrezco mi hombro. Poca cosa es, pero almenos, de esta manera quiero redimir mis pecados.

¡Apiádate de mí! Dame esta oportunidad yenséñame a amar esa Cruz bendita, que deseotenerla sellada en mi corazón”.

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VI ESTACIÓN

LA VERÓNICA ENJUGA ELROSTRO DEL SEÑOR

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Según iban subiendo, llegaron a una calle muylarga, en la que se cruzaban varias calles; estabacortada por ellas. Se encontraban en la parte másalta de la ciudad. Es el lugar donde se encuentranlas casas de las personas más ricas y nobles, y senotaba por la forma que tenían de vestir. Al ver alSeñor estas personas tan poderosas, le miran conrepugnancia y con indiferencia. Molesta; molesta supresencia.

Caminaba despacio; era una subida bastanteempinada; le faltaba el aire, y la respiración cadavez se le hacía más pesada. Y Simón de Cirene era elque le ayudaba a cargar con la Cruz.

De una de aquellas casas apareció una mujer,alta, delgada, elegante, y llevaba cogida de la manoa una niña; se llamaba Serafia, conocida despuéscon el nombre de Verónica. Ella había preparado ensu casa un vino con hierbas, para dárselo a beber alSeñor, porque ya se imaginaba que vendría muycansado y tendría mucha sed. Se puso el velo, ycuando oyó el ruido de la gente que se acercaba,salió a la calle. La niña no se soltaba de su mano, y

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en la otra mano llevaba la jarra con el vino, tapadopor encima con un paño.

Se metieron entre la gente, intentando, comopodían, abrirse paso, pero les resultaba muy difícilporque había un gran gentío. Ellas querían ver alSeñor, acercarse a Él, pero no podían. Hubo unmomento en que se abrió un hueco y pudieronpasar a la parte delantera; en ese momento el Señorse encontraba en el suelo, se había caído de nuevo.Y Serafia llegó hasta Él como pudo, se arrodilló, ycon el paño que llevaba en la mano le limpió la cara.

El Señor cogió ese paño y se lo puso sobre suRostro ensangrentado, y después se lo devolvió. Laniña, que también se había dado cuenta de lanecesitad que tenía el Señor de descansar, de beberalgo, le ofreció la jarra de vino para que pudierabeber, pero los soldados le dieron un puntapié,derramando todo el vino por el suelo. No le dejaronque bebiera.

Los soldados estaban irritados porque estabanperdiendo mucho tiempo; le pegaron otra vezdándole latigazos en la espalda para que selevantara. Las mujeres que había por allí no dejabande llorar al ver semejante espectáculo. Y Serafiaentró en su casa junto con la niña.

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Colocaron el paño extendido encima de la mesa ycontemplaron el milagro: el Rostro del Señor habíaquedado allí impreso. No paraban de llorar al veraquello. Cayó de rodillas. Y guardó siempre aquelpaño hasta que murió; después pasó a manos denuestra Madre y de ahí a los apóstoles, y desde estemomento perteneció siempre a la Iglesia.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Hijos míos, al Señor le cuesta cada vez más andary vuelve a caer. ¡Es tanto el dolor! ¡Es tanto elsufrimiento! Un alma limpia, un alma enamoradasiente esa pena en lo profundo de su corazón al vertamaña injusticia.

Serafia, con todo su amor, le prepara ese vino, nole importa lo que piense la gente que la conocía; yse acerca para suavizar el dolor de sus heridas. Y elSeñor, al contemplar su amor, realiza el milagro:deja impreso su Rostro en aquel paño.

Pensad, hijos míos, ¡El Rostro del Señor! EseRostro plasmado en aquel paño, reflejando todo eldolor que lleva en su Corazón, pero también suAmor y su Misericordia; ese Rostro ha quedado

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guardado durante miles de años para el resto de loshombres, para que no se les olvide todo lo que tuvoque pasar mi Hijo por todos vosotros.

Esa Imagen debe de quedar impresa dentro devosotros. Pedidle al Señor esa gracia, que quede allísellado en el fondo de vuestro corazón. De estamanera todo lo veréis a través de sus ojos. Vuestravida será la misma, con los mismos problemas ycontrariedades, pero os aseguro que ya no seráigual.

Antes todo quedaba reflejado bajo el prisma devuestra mirada humana, pobre, pecadora; pero almirar vuestra vida a través de sus ojos, la Caridadimpregnará vuestros actos, la Humildad guiarávuestra vida, la Fe imperará sobre la razón, laEsperanza aliviará vuestro corazón dolorido, y laCruz guiará vuestro camino.

Hijos míos, guardad este Rostro, que hará quecambie vuestra vida; lo encontraréis en la oracióncuando os dirijáis con amor a Él; en la SantísimaEucaristía, donde se dona a cada uno de vosotros; yen vuestro Sagrario interior, donde habita en todomomento.

¡No olvidéis esto, hijos míos! Él desea ser vuestroDueño y Señor.

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VII ESTACIÓN

JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ

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El Señor, después de haber tenido ese encuentrocon la Verónica en aquella parte alta de la ciudad,sigue subiendo hacia el Calvario. Va lentamente, yllega a una de las puertas de salida de la ciudad. Esapuerta tenía un techo abovedado, y en uno de loslaterales, el suelo estaba cubierto con lodo. Lossoldados empujaban al Señor porque andaba muydespacio. Es tanto el cansancio y el dolor que siente,que le abandonan las fuerzas. ¡Ya no puede más,hijos míos! No puede más.

Los soldados querían que el Señor cayera en elsuelo, y allí se ensuciara; pero Simón de Cirene seda cuenta de esta maniobra, y entonces, comopuede, tuerce la Cruz al pasar por el lodo, para asíevitar que Jesús cayera al suelo, pero al final noconsigue su objetivo y El Señor cae encima delfango.

Su rostro, su cuerpo, sus vestidos se ensuciancompletamente, uniéndose también a la sangre quecubría todo su cuerpo. Entonces, sin levantarse,dice: “Cuanto te he amado Jerusalén, y he queridoproteger a tus hijos como la gallina protege a sus

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polluelos debajo de sus alas; y tú, lo que haces esecharme cruelmente de esta ciudad”. Al oír estaspalabras, los soldados comenzaron a insultarle denuevo, le pegaban y le arrastraron por el lodo.Simón de Cirene, al ver todo esto, al ver tamañacrueldad, se enfadó y dijo: “¡No voy a llevar estaCruz aunque me matéis!” Pero sin embargo,continuó llevándola.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, el Señor vuelve a caer otra vez.Aunque Simón intentaba evitarlo, no lo consigue.¡Pesa tanto la Cruz!. Y Jesús se encuentra agotado,ya no le quedan fuerzas. Allí, delante de todos,pronuncia unas palabras que salen del fondo de suCorazón. Éstas palabras son de Dolor y de Amorhacia sus hijos, que le echan cruelmente de laciudad.

Hijos míos, desde que fuisteis bautizados, elSeñor formó parte ya de vuestra vida; y pararedimiros tuvo que pasar por todo tipo de dolores,humillaciones, crueldades y de odio. Sois sus hijos,sois hijos de Dios. Él os ama y desea permanecer

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siempre con vosotros; pero, a veces, queréis hacerlas cosas a vuestra manera, sin tener en cuenta, sicon vuestras acciones o pensamientos estáisofendiendo al Señor. Entonces, como Adán y Eva,sois tentados y cedéis a esa tentación; y es cuandocometéis el pecado; y, como aquellos soldados, leecháis de la ciudad, le sacáis de vuestra vida,porque os estorba, porque queréis vivir a vuestromodo, pensando que así encontraréis la felicidad.

El pecado oscurece el alma, anula elentendimiento para las cosas de Dios, y el hombre,si no pone los medios para salir de esta situación, seacaba convirtiendo en un ser egoísta y soberbio,creyéndose el centro del mundo. Aquellas gentesecharon a Jesús de la ciudad; su corazón estabacegado por el odio, por el pecado, por la oscuridad.

¿Y vosotros? ¿Habríais hecho lo mismo sihubierais estado allí? ¿No os dais cuenta que cadavez que cometéis un pecado apartáis al Señor devuestra vida?

¡Luchad contra las tentaciones, hijos míos!¡Luchad para no hacer más daño al Señor!

Él os ama, ha dado su Vida por vosotros; yvosotros ¿qué es lo que hacéis por Él?

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Id a la oración y pedid luz al Espíritu Santo paraque os muestre en que cosas ofendéis a Dios. No osjustifiquéis, ni veáis los pecados del hermano,tapando vuestras faltas de amor.

Es muy importante que trabajéis vuestro interior,para que cada día estéis más cerca de Él. No leabandonéis, no le echéis de la ciudad, no le echéisde vuestra vida.

Él os tiende su mano y os dice: “Hijo, aquí metienes, ¿por qué te separas de mí? Yo te amo.¡Ámame! Y tu vida será otra, porque seré Yo quienhabite dentro de tu corazón”.

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VIII ESTACIÓN

JESÚS CONSUELA A LAS HIJASDE JERUSALÉN

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El Señor, después de aquella caída que habíatenido, se levanta y sigue andando hacia el Calvario.El camino cada vez se va haciendo más estrecho ypedregoso, por lo que sus pies se van encontrandocada vez más heridos.

Los soldados no se cansan de azotar al Señor, quea duras penas consigue andar.

En una parte del camino se encuentra un grupode mujeres, que no dejaban de llorar. Algunas deellas estaban acompañadas de sus hijos y eran muypobres. Cuando el Señor llega a ese lugar le fallanlas fuerzas y se desvanece.

No llega a caerse al suelo porque Simón deCirene, dejando la Cruz en el suelo, corrió aayudarle.

Cuando el Señor vuelve en sí, las mujeres ven suRostro desfigurado, lleno de sangre y heridas; casino se le reconoce. Uno de sus ojos está inflamadopor los golpes que ha recibido, y no lo puede abrir,lo mantiene cerrado. Y ellas, sin poderse contener,comienzan otra vez a llorar.

Le limpian como pueden el Rostro con sus velos;y entonces es cuando el Señor se dirige a ellas y les

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dice: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; lloradmás bien por vosotras y por vuestros hijos. Si con elleño verde hacéis esto, qué será con el seco?” ¡Estanta la bondad del Señor! que a pesar de susufrimiento, se para delante de estas mujeres parapoderlas así consolar.

Después, siguió andando por ese caminoempinado que le llevaría directamente al Calvario.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, el Señor ya salió de la ciudad. Lehabían echado como a un vulgar ladrón.

El camino de la Pasión es estrecho y costoso,como el camino de la Cruz que cada día tenéis querecorrer. La vida es eso, un día tras otro, con susalegrías y con sus penas; pero a través de estesufrimiento, llevado con amor, el Señor derramauna serie de gracias que hacen que el alma ya seaotra; porque ese dolor se convierte en amor, y esohace que todo cambie a vuestro alrededor, porqueos habéis dado por entero a la Santísima Voluntadde Dios.

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En el camino se encuentran esas buenasmujeres, que al verlo, se llena su corazón de tristezay de dolor. Pero el Señor no mira por sí mismo; apesar de cómo se encontraba, solo se interesa porellas y por su alma; por eso les dice que miren en suinterior, y lloren por sus pecados y por los de sushijos.

Él percibe el amor que ellas sienten por Él, y elSeñor, que no se deja ganar en generosidad, lesinsta a que ganen la vida eterna, que se arrepientande sus pecados, y de esta manera, ayuden en laRedención.

Hijos míos, contemplad la escena, uníos a estegrupo de mujeres y ved la gran Misericordia que hatenido el Señor con vosotros. ¡Tantas veces lehabéis fallado hijos!, y siempre os ha perdonado;siempre que habéis acudido con verdaderoarrepentimiento al sacramento de la Confesión.

Sois pecadores, y con vuestras deslealtadescooperáis en el sufrimiento de la Pasión; participáisde alguna manera en ese sufrimiento.

Pero Él, como con aquellas mujeres, se acerca avosotros y os dice: “Hijos míos, llorad por vosotros;llorad, hijos, por tantas faltas de amor, por tanto

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egoísmo y soberbia, por tantas faltas de caridad, defe y de esperanza, por tantas y tantas cosas”.

El Señor detesta el pecado, pero ama al pecadorarrepentido. ¡Él os espera! Id con Simón de Cirene yayudadle a llevar ese madero y llorad, llorad porvuestros pecados ganando así en humildad.

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IX ESTACIÓN

JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

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Volvieron a ponerse en marcha; el camino eramuy duro, y al Señor le costaba andar. Quedaba yapoco, muy poco, tan solo unos cuantos metros. Yase divisaba de lejos el Calvario, y los soldados, al verque ya quedaba poco tiempo, volvieron a empujarley le pegaron con más crueldad que otras veces.

Llegó a la roca del Calvario, y allí cayó al suelo,otra vez. El golpe fue mucho más fuerte, la caídamás dolorosa, porque se dio contra todas aquellaspiedras que se encontraban allí.

Simón de Cirene estaba indignado de ver tantainjusticia, pero en su corazón sentía una gran piedadpor el Señor. Su alma se había transformado. Quisoayudarle, pero los soldados se lo impidieron, leecharon de allí; y entonces se fue con losdiscípulos, que se encontraban a bastante distancia.

Había mucha gente aglomerada alrededor ydispersada por aquel lugar: fariseos montados acaballo, soldados, los dos ladrones, y diferentespersonas que habían venido de diferentes lugarespara ver el espectáculo.

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Los soldados empujaron al suelo a Jesús.Después, para levantarlo, tiraron de Él y locolocaron encima de la Cruz para poder medir susmiembros. Estaba pálido, ensangrentado ydespedazado. Después, a empujones, le metieronen un hoyo parecido a una cisterna, cerraron laentrada y comenzaron a prepararlo todo.

Su Madre llegó a ese lugar y vio la Cruzmanchada de sangre; vio los clavos, las cuerdas, losmartillos… todo preparado. Los soldadosmofándose, insultando y riéndose.

Pero Ella no veía a su Hijo, no lo encontraba.¿Dónde lo habían metido? Esto aumentaba su dolor,el no poder verle.

Explicación del Sagrado Corazón de Jesús:

Queridos hijos, ya me encuentro muy cerca delCalvario y caigo otra vez, caigo de nuevo. El golpe esmás fuerte y doloroso y ¡nadie me ayuda! ¡nadie!.Los corazones de los hombres son tan duros quenadie se apiada de Mi. Solo Simón de Cirene, perono se lo permiten y se tiene que ir.

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En aquel lugar se encuentra mucha gente que, dealguna manera, representa al corazón humano.Fijaos en la escena:

Los fariseos, duros de corazón y fríos, solo lesimporta la Ley. Me odian porque represento todo locontrario a lo que ellos son. Es la frialdad del mundoante mi Amor.

Los soldados, que viven para lo que el mundo lesofrece, impuros de corazón, veleidosos y que nadales importa. Es la sociedad que hoy impera, solovive para sí misma, y para el poder y el placer.

Los dos ladrones, con una actitud contraria anteMi: uno aceptó la cruz y el otro la odia. Lo mismoque os puede pasar a vosotros: o aprender a amarlao rechazarla de pleno.

Y por último, distintas personas que vinieron aver el espectáculo. Su actitud era diferente entreellos: para algunos suponía una diversión; paraotros les resultaba indiferente; sin embargo, a otrosles tocaba el corazón de lleno, quedando en aquelmomento convertidos.

Es la actitud del hombre ante la Cruz. Yo mepresento delante de cada alma, y ahora, ospregunto:

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Hijo mío, ¿estás dispuesto a seguirme? ¿Que soypara ti? Te estoy dando mi Amor, y tú, ¿cómo mecorrespondes? ¿Lo aceptas o quieres seguir con tuvida? ¿No te das cuenta que así, en el fondo, noeres feliz? Párate. Reflexiona. Coge mis manos. Yo telas ofrezco, ¿las vas a rechazar?

Prueba, acércate a Mí, pide perdón por tuspecados, y ya verás qué paz y felicidad inundarán tualma arrepentida.

Nuestra Señora de la Paz :

¡Hijos míos! Si os habéis dado cuenta ha sido elSeñor, el Sagrado Corazón de Jesús, el que os hahablado hace un momento.

Después, cuando vi que al Señor lo habíanmetido en aquella cisterna, ¡qué dolor se sientecuando se le pierde! Por eso hijos, no os separéis desu lado, porque si lo echáis de vuestra vida todoquedará oscurecido al no tener la Luz del Señor.

Y ahora pensad: de todos esos hombres queestaban allí reunidos, ¿en qué situación osencontráis vosotros? Pensad hijos míos, pensad.

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X ESTACIÓN

JESUS ES DESPOJADO DE SUSVESTIDURAS

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Los soldados sacaron al Señor de aquella especiede cisterna, donde se encontraba encerrado, dándo-le golpes otra vez.

Le quitaron la capa, el vestido exterior que eracomo de lana blanca; y después la corona de espi-nas, arrancándosela de golpe. De nuevo, la sangrevolvió a correr por toda su cara y su cuerpo. Una vezrealizado esto le quitaron la túnica sin costura queNuestra Madre le había cosido con tanto amor. Ledejaron únicamente con un lienzo colocado alrede-dor de los riñones.

Comenzó otra vez a temblar. El cuerpo cubiertode llagas y completamente despedazado. Se sentósobre una piedra, y los soldados le volvieron a colo-car la corona de espinas sobre su cabeza.

Su Santísima Madre rezaba al ver a su Hijo enesta situación, casi desnudo, herido, humillado…Todo esto llenó de dolor su Corazón. Quería cubrirsu desnudez y darle su velo para cubrirle, pero vinoun hombre y le ofreció un lienzo, el cual cogió.

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Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, mi Hijo, todo un Dios, sin nadavino al mundo y sin nada se fue de él.

Nació en un humilde pesebre, en una cueva quese utilizaba para guardar el ganado, en la más extre-me pobreza. Durante treinta años vivió oculto enuna casa sencilla y pobre, viviendo con lo necesario.En sus tres años de vida pública se dedicó a ayudara los demás, sin pensar en sí mismo, y dando Amora todo el que se cruzaba en su camino. Llegó el mo-mento de la Pasión, y allí quedó despojado de todo;herido, humillado, solo, abandonado…, hasta de susvestiduras le despojaron.

Los judíos esperaban un Mesías glorioso, lleno depoder, y que actuaría con toda su fuerza, emplean-do incluso la violencia. Pero se encontraron con unhombre sencillo, humilde, que rebosaba Amor porel hombre. Él os dio ejemplo de su extrema humil-dad. Y vosotros, viéndole en ese estado, ¿nada te-néis que decir?

Cuando llegasteis al mundo nada podíais ofrecer;estabais indefensos. Pero poco a poco fuisteis cre-

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ciendo y el mundo os fue enseñando todo lo que noos daría la verdadera felicidad.

El hombre es débil, se deja atraer por todo loque ve a su alrededor y huye del sufrimiento, deldolor, de la humillación, de la soledad. Pero el tiem-po pasa, y llega el día en que la vida se acaba, y sinnada volvéis a encontraros, porque de este mundo,nada se lleva al verdadero mundo. Únicamente elamor que halláis puesto en cada obra; ese amor queestá al servicio de Dios para ayudar a las almas. Deeso es de lo que se os examinará, del Amor

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XI ESTACIÓN

JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ

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La Cruz estaba en el suelo, y los soldadoscogieron al Señor y lo colocaron encima de ella.Extendieron sus brazos, empezando por el derecho,que lo ataron al madero, le abrieron la mano,pusieron el clavo y con el martillo le clavaron en laCruz.

Los clavos eran largos y anchos (anchos en sucabezal y de forma cuadrada) y la punta salía pordetrás del madero. Al ir a clavar la mano izquierda,vieron que no le llegaba hasta donde estaba situadoel agujero; entonces, con una cuerda que le ataronal brazo, empleando toda su fuerza, tiraron de élhasta que la mano llegó al agujero; esto provocóuna dislocación. Después, procedieron a clavar lamano al igual que habían hecho con la derecha.

Nuestra Madre, oyendo los martillazos, ibasintiendo dentro de ella todo ese dolor, y además,tenía que sufrir los insultos y las burlas de lossoldados.

Para sujetar los pies extendieron sus rodillas, ylas ataron con cuerdas. Tampoco los pies llegaban alos agujeros de la Cruz, por lo que dislocaron sus

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piernas, hasta que consiguieron que los piesllegaran a su sitio. Pusieron el pie izquierdo encimadel derecho y los clavaron juntos. Entonces NuestraMadre se desmayó al ver tanto dolor. Fue entoncescuando elevaron la Cruz.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, en ningún momento mi Hijoopuso resistencia. Sabía lo que le esperaba; era unade las muertes más dolorosas. Pero Él iba gozoso aella.

¡Os ama tanto, hijos!, que no le importa ni elsufrimiento ni la humillación, ya que Él sabía quecon todo esto Él os iba a redimir.

Clavaron en aquel madero sus brazos extendidos.Al izar la Cruz, desde lo alto, Él veía a todas aquellaspersonas que allí se encontraban ajenas a su dolor;otros, sin embargo, lloraban desconsoladamentepor tanta injusticia.

Sus brazos se encontraban extendidos, paraalbergar a todo aquel que quisiera recibir su Amor.

Esos brazos siguen extendidos, hijos míos, y osllaman.

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¡Acercaos a ellos! ¡Arrodillaos y pedid perdón portantas cosas! ¡Tanto desamor!

Y Él, como Padre Misericordioso que es, osacoge, os abraza, os lleva a su Corazón para queentendáis el símbolo de la Cruz en vuestra vida.

Él nunca os abandona. Va a morir por vosotros,por cada uno de vosotros. No le abandonéis, no ledejéis solo. Ofrecedle todos vuestros sufrimientos.Él los llevará a ese santo madero y os ayudará allevarlos; ya no os pesarán tanto. Pero no huyáis, noescuchéis lo que el mundo quiere deciros. Ofrecedlevuestra vida, dádselo todo y veréis cómo cambiatodo, cómo cambia el sentido de vuestra vida, todasesas cosas que tanto os cuestan, hijos míos.

¡Abrazad la Cruz! ¡abrazadla con fuerza!¡abrazadle a Él! Besadle sus llagas, y acompañadmeen mi dolor.

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XII ESTACIÓN

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

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En el Calvario, donde iban a crucificar al Señor,habían preparado un hueco dentro de unasenormes piedras, y allí es donde encajaron la Cruzdel Señor.

Se hundió rápidamente por el gran peso quetenía, y esto provocó un fuerte golpe en el madero,sufriendo el Señor un gran dolor. Sus heridas seabrieron de nuevo y su Sangre corrióabundantemente. El espectáculo fue espantoso.¡Muy doloroso! Porque además, los soldadoscontinuaban insultando, y los fariseos y el pueblopermanecían indiferentes viendo todo aquello.

Nuestra Madre no dejaba de llorar y rezaba porsu Hijo y por todas aquellas personas insensibles atanto dolor. Lo mismo hacían Juan y las santasmujeres.

Cuando se hundió la Cruz en el hoyo, con aqueltremendo ruido, todo, después, quedó en silenciodurante unos minutos. Fue un momentoestremecedor. El cielo se fue oscureciendo. Y fuecuando el Señor pronuncio las siete palabras, entró

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en agonía y dirigiéndose al Padre gritó: “Padre, entus manos encomiendo mi Espíritu”. Y expiró.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, esta es la escena más tremendaque habéis podido contemplar: la Muerte de mi Hijoen aquella bendita Cruz. Los hombres sin fe ven enesta muerte un auténtico fracaso, porque su menteestá ciega y su corazón tan oscurecido, que noentienden la trascendencia de este acto de Amorque el Señor realizó por todos los hombres.

Esta Cruz es el Árbol de la Vida, Árbol vivo,vigoroso y fuerte, empapado de la Sangre de Cristo.Pero esa Sangre sana, redime, transforma a todaalma que se acerca a ella y se deja empapar porella; para lo cual os tenéis que unir a esesufrimiento con el vuestro: todos vuestrospadecimientos, dolores, incomprensiones, arideces,noches del espíritu, soledades…, todo lo que oscause dolor llevadlo, hijos míos, a la Cruz y abrazaosa Ella. Y que la Sangre del Señor inunde vuestraalma para que, al ver el sufrimiento que Él tuvo quepasar por cada uno de vosotros, el vuestro quede

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empequeñecido, pero compartido y unido con el delSeñor.

Es la ciencia de la Cruz. Esa donación de vuestroPadre que tan pocas veces sabéis apreciar. Pedidperdón ante el madero y decidle con el corazón enla mano:

“Padre mío, te encuentras Crucificado, has dadola Vida por nosotros y por mí, y yo solo respondoante tanto sufrimiento con desamor, deslealtad,indiferencia y frialdad. No mires mi corazón, porqueaún no aprendí a amarte.

Sé que me esperas y deseas abrazarme. Pero yohuyo, me escondo, y no te acompaño en tu dolor.

¡Perdóname, te lo suplico! ¡Ten compasión demí! Acudo a tu Misericordia y empiezo de nuevo.¡No me abandones!

Hoy hago un propósito: no huir más de Ti yabandonarme en tus manos. Deseo fervientementeamar la Cruz”.

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XIII ESTACIÓN

JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ YSE PONE EN MANOS DE SU

SANTÍSIMA MADRE

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José de Arimatea y Nicodemo, junto con suscriados, cogieron las cosas necesarias paraembalsamar el Cuerpo del Señor y bajarlo de laCruz.

El cielo se había oscurecido, y había muchasnubes. Allí también se encontraba su SantísimaMadre, Juan y las santas mujeres. La Virgen Maríaestaba sentada junto a María Magdalena, entre laCruz de mi Hijo y la de Dimas. Su sentimiento era dedolor y de amor. Y reinaba en aquel lugar unabsoluto silencio.

José de Arimatea y Nicodemo pusieron unaescalera detrás de la Cruz, y con una sábana, alllegar a lo alto de la escalera, ataron el Cuerpo delSeñor detrás de los brazos y de las rodillas. Despuéssacaron los clavos golpeándolos por detrás uno auno. Abenabar, mientras tanto, quitaba el clavo delos pies. Casio Longinos recogió los clavos y se losdio a la Virgen María poniéndoselos a sus pies. Pocoa poco fueron bajando el Cuerpo del Señor.

Los que allí se encontraban lloraban de dolor,tratando al Señor con un profundo respeto. Se oían

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pocas palabras. El corazón lo tenían partido desufrimiento al oír de nuevo los golpes de losmartillos, para poder así quitar los clavos.

Cuando el Cuerpo del Señor llegó al suelo, loenvolvieron con una sábana desde las rodillas hastala cintura, y lo pusieron en los brazos de suSantísima Madre. Ella lo cogió, sintiendo gran dolory amor por Él. Colocó la cabeza encima de susrodillas, y su Cuerpo semitendido sobre una sábana.Era la última vez que lo tenía en sus brazos,contemplaba sus heridas y las cubría de besos,mientras María Magdalena no dejaba en ningúnmomento de besarle los pies.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, el Señor había muerto. Su Cuerpobendito estaba allí, clavado en lo alto de la Cruz,frío, sin vida.

En el momento de su muerte, la naturaleza serebeló. Hubo un temblor de tierra, y el cielo seoscureció totalmente con un fuerte viento. Habíaque bajarlo de la Cruz y con sumo cuidado yrespeto; y así fue como se hizo. Por fin llegó a mis

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brazos, su cabeza sobre mis rodillas y semitumbado,intenté limpiarle toda aquella sangre acumulada ysu Rostro lo llené de besos.

Ahora que lo tengo en mis brazos, ¡miradle hijosmíos! ¡Aquí lo tenéis! Yo os lo ofrezco para que,junto a mí, le beséis con amor.

En este momento os lo muestro, ¡lo tenéis tancerca! ¿Qué es lo que siente vuestro corazón, hijosmíos, al verle de esta manera y sabiendo todo loque ha hecho pro vosotros? ¿No os duele el alma?Es el momento del arrepentimiento; es el momentoen que vuestro corazón ha de quedar traspasadopor el dolor después de haberle ofendido tanto.Pensad: en vuestra vida, ¿en qué lugar se encuentrael Señor? Todos vosotros ¿vais encaminados a darleese amor? Todas vuestras obras ¿llevan esafinalidad?

Yo, en estos últimos momentos, abrazo a mi Hijo,le doy mi ternura de Madre y le cubro de besos.Ahora, hijos míos, pensad: también soy vuestraMadre y me ocupo todos los días de vuestras cosas.Siempre estoy a vuestro lado; y en los peoresmomentos, os recojo como a mi Hijo y os abrazo, osdoy mi amor y os cubro con mi manto.

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“Venid a mi todos los que estáis cansados yagobiados que Yo os aliviaré.” Eso dijo el Señor y oslo dice también ahora en estos momentos. ¡Dádselotodo! Él os aliviará y Yo como Madre también. Tenedla seguridad que esas lágrimas derramadas contanto dolor, si las ofrecéis por mi Hijo, subirándirectas al Cielo, y vuestro dolor quedarátransformado en Amor.

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XIV ESTACIÓN

JESÚS ES SEPULTADO EN ELSEPULCRO

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Después de recogerle de los brazos de su Madre,pusieron al Señor sobre un trozo de piel que estabasujeto a unos palos; de esta manera lo llevaban ahombros como si fuera una camilla.

José de Arimatea, Nicodemo, Abenabar y Juaneran los que le trasladaban. Siguiéndolos iba suSantísima Madre, María Magdalena, las santasmujeres, Casio Longinos, y algunos soldados.

Anduvieron un rato, y llegaron al jardín donde seencontraba el sepulcro que le había regalado Joséde Arimatea. Lo abrieron. Levantaron el santoCuerpo del Señor y lo colocaron sobre una piedraque estaba cubierta por un paño; después, llenaronde aromas el sepulcro, extendieron una sábana ycolocaron allí el Cuerpo del Señor. Comenzaron otravez a llorar, y salieron después de la gruta.

Cuando estuvo el sepulcro vacío entró suSantísima Madre y se colocó al lado de la cabeza delSeñor, llenándole de besos. Entró también MaríaMagdalena, que llevaba un pequeño ramo de floresentre sus manos, y los echó encima del Cuerpo delSeñor; se colocó a sus pies y no dejó de besarlos.

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Después, doblaron las puntas de la sabana sobre elpecho y pusieron la tapa. Entonces fue cuandocerraron la puerta. La piedra era muy pesada y solocon palancas pudieron cerrarla.

La Santísima Virgen seguía llorandodesconsolada, porque en aquel momento sintió ensu Corazón una gran soledad.

Explicación de Nuestra Madre, María Reina de laPaz:

Queridos hijos, llegó el momento de enterrar ami Hijo. Le desprendieron de mis brazos y se lollevaron al sepulcro. Entré allí, volví a besarle, yaunque mi Corazón sentía la angustia del dolor, sinembargo, me envolvía una gran paz. Esa paz quesiente el alma cuando está junto al Señor, cuandono se separa de Él y le acompaña.

Besadle, hijos míos, al igual que lo hice Yo.Arrodillaos delante de Él y abrid de par en parvuestro corazón arrepentido.

Al cerrarse la puerta del sepulcro sentí una gransoledad. Vosotros podéis llegar a sentirla siempreque perdéis al Señor. Cuando el alma está enpecado siente ese vacío, esa soledad, porque ha

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abandonado al Señor y se buscan otrascompensaciones, otro camino para cubrir esaexistencia sin sentido. La vida sin Dios se encaminaa perderse en el abismo. Yo sentí la soledad y eldolor, pero mi alma estaba inundada de paz, de pazinterior, porque Él habitaba allí.

Después vino el gran día: su Resurrección.Porque ha querido, desde siempre, quedarse convosotros, dentro de cada uno, y en todos losSagrarios del mundo. Allí os espera para que leacompañéis, para que le deis vuestro amor. ¡No ledejéis tan solo, hijos míos! ¡Dadle vuestro tiempo!En la Pasión estuvo solo; lo mismo en el Calvario.Sufrió todo aquel dolor, y todo por vosotros. ¿Ahoratampoco le vais a acompañar? ¡Id a Él! ¡Abridle elcorazón de par en par! Y Él lo inundará con sugracia, y hará de vuestra vida una verdaderatransformación.

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