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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES CARRERA DE CIENCIAS POLÍTICAS ESTADO CAPITALISTA Y SOCIEDAD PERIFÉRICA: ELEMENTOS CONCEPTUALES PARA UN ANÁLISIS DEL ESTADO EN LAS SOCIEDADES LATINOAMERICANAS Informe de investigación previa a la obtención del título de: Politólogo Santillán Egas Andrés Marcelo TUTOR: DR. Jorge Luis Acanda González Quito, Mayo 2016

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

CARRERA DE CIENCIAS POLÍTICAS

ESTADO CAPITALISTA Y SOCIEDAD PERIFÉRICA: ELEMENTOS

CONCEPTUALES PARA UN ANÁLISIS DEL ESTADO EN LAS SOCIEDADES

LATINOAMERICANAS

Informe de investigación previa a la obtención del título de:

Politólogo

Santillán Egas Andrés Marcelo

TUTOR: DR. Jorge Luis Acanda González

Quito, Mayo 2016

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DEDICATORIA

A aquellas inconmensurables desviaciones que nos quitan el peso de la servidumbre.

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DECLARATORIA DE ORIGINALIDAD

Quito, 10 de Mayo de 2016

Yo, Andrés Marcelo Santillán Egas, autor de la investigación con cédula de ciudadanía N°

1714813324, libre y voluntariamente DECLARO, que el trabajo de Grado titulado: “Estado

capitalista y sociedad periférica: elementos conceptuales para un análisis del Estado en las

sociedades latinoamericanas”, es de mi plena autoría original y no constituye plagio o copia alguna,

constituyéndose en un documento único, como mandan los principios de la investigación científica,

de ser comprobado lo contrario me someto a las disposiciones legales pertinentes.

Es todo cuanto puedo decir en honor a la verdad.

Atentamente,

Marcelo Santillán Egas

C.C. 1714813324

Telf. 2461809

Correo: [email protected]

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AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL

Yo, Andrés Marcelo Santillán Egas en calidad de autor de la investigación realizada sobre: “Estado

capitalista y sociedad periférica: elementos conceptuales para una análisis del Estado en las

sociedades latinoamericanas”, por medio de la presente autorizo a la Universidad Central Del

Ecuador, hacer uso de todos los contenidos que me pertenecen o de parte de los que contiene esta

obra, con fines estrictamente académicos o de investigación.

Lo derechos que como autor me corresponden, con excepción de la presente autorización, seguirán

vigentes a mi favor, de conformidad con lo establecido en los artículos 5, 6, 8; 19 y demás

pertinentes de la ley de Propiedad Intelectual y su Reglamento.

Quito, a 10 de mayo de 2016

FIRMA

Marcelo Santillán Egas

C.C. 1714813324

Telf. 2461809

Correo: [email protected]

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APROBACIÓN DEL TUTOR

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APROBACIÓN DEL TRIBUNAL DE GRADO

Los miembros del Tribunal de grado aprueban el trabajo de investigación titulado: ESTADO

CAPITALISTA Y SOCIEDAD PERIFÉRICA: ELEMENTOS CONCEPTUALES PARA UN

ANÁLISIS DEL ESTADO EN LAS SOCIEDADES LATINOAMERICANAS; de acuerdo con las

disposiciones reglamentarias emitidas por la Carrera de Sociología de la Facultad de Jurisprudencia,

Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Central del Ecuador para títulos de pregrado.

Junio del 2016

Para constancia Firman:

TRIBUNAL DE GRADO

…………………… ……………………

VOCAL VOCAL

……………………

PRESIDENTE

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

DEDICATORIA ................................................................................................................................. ii

DECLARATORIO DE ORIGINALIDAD .........................................................................................iii

AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL ................................................................... iv

APROBACIÓN DEL TUTOR ............................................................................................................ v

APROBACIÓN DEL TRIBUNAL DE GRADO ............................................................................... vi

ÍNDICE DE CONTENIDOS ............................................................................................................. vii

RESUMEN .......................................................................................................................................... ix

ABSTRACT .........................................................................................................................................x

INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................. 1

CAPÍTLUIO I ..................................................................................................................................... 4

1 EL ESTADO CAPITALISTA: Lugar y funciones en la sociedad capitalista. ............................ 4

1.1 Modo de producción capitalista. ......................................................................................... 4

1.2 El Estado popular de clase. ................................................................................................. 6

1.2.1 Ley del valor y autonomía relativa en el Estado capitalista ........................................ 8

1.2.2 Institucionalidad y materialidad del Estado capitalista. ............................................ 13

1.3 Estado capitalista y lucha de clases. .................................................................................. 16

1.3.1 Estado capitalista y lucha económica de clases. ........................................................ 17

1.3.2 Estado capitalista y lucha política de clases. ............................................................. 19

1.3.3 Estado capitalista, intereses económicos, intereses políticos y poder político de clase.

20

1.4 Estado capitalista y clases sociales. ................................................................................... 21

1.4.1 Hegemonía y bloque en el poder. .............................................................................. 22

1.4.2 Las clases dominadas. ............................................................................................... 25

1.5 Formas de Estado capitalista. ............................................................................................ 26

1.5.1 Formas de Estado, fases y estadios de una formación social. ................................... 27

1.5.2 Formas de Estado y el campo de la lucha de clases. ................................................. 28

1.5.3 La forma de Estado de excepción.............................................................................. 29

1.5.4 Estado capitalista, forma de régimen y formación social ......................................... 31

CAPÍTULO II ................................................................................................................................... 33

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2 Imperialismo y formación social periférica ............................................................................... 33

2.1 La cadena imperialista capitalista: la relación centro-periferia. ........................................ 33

2.1.1 Expansión y reproducción capitalista: el proceso de monopolización e

internacionalización imperialista. .............................................................................................. 34

2.1.2 Desarrollo desigual y dependencia imperialista. ....................................................... 41

2.2 La formación social periférica. .......................................................................................... 42

2.2.1 Heterogeneidad estructural. ....................................................................................... 43

2.2.2 La acumulación de contradicciones en las sociedades periféricas. ........................... 45

CAPÍTULO III .................................................................................................................................. 48

3 El Estado capitalista en las sociedades periféricas. ................................................................... 48

3.1.1 Estado capitalista de la periferia y reproducción ampliada imperialista. .................. 49

3.1.2 Estado capitalista de la periferia e internacionalización de las relaciones sociales

capitalistas. ................................................................................................................................ 50

3.1.3 Estado capitalista intervencionista de la periferia. .................................................... 52

3.1.4 Estado capitalista de la periferia y desarrollo desigual. ............................................ 53

3.2 El Estado capitalista periférico y la heterogeneidad estructural. ....................................... 54

3.2.1 El Estado capitalista periférico y acumulación de contradicciones. .......................... 57

3.3 Estado capitalista periférico y el campo de lucha de clases. ............................................. 59

3.3.1 Las clases dominantes. .............................................................................................. 60

3.3.2 Las clases dominadas. ............................................................................................... 63

3.4 Estado capitalista periférico y Estado de excepción.......................................................... 65

3.4.1 Estado capitalista periférico y la sobrecarga de tareas. ............................................. 66

3.4.2 Estado de Excepción y bloque en el poder. ............................................................... 68

3.4.3 Estado de excepción y clases dominadas. ................................................................. 70

3.4.4 Formas de Estado de Excepción. ............................................................................... 72

4 Conclusiones. ............................................................................................................................ 74

Bibliografía ....................................................................................................................................... 77

Linkografía ........................................................................................................................................ 79

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TEMA: “Estado capitalista y sociedad periférica: elementos conceptuales para un análisis del

Estado en las sociedades latinoamericanas”

AUTOR: Andrés Marcelo Santillán Egas

TUTOR: Jorge Luis Acanda González

RESUMEN

La presente investigación establece algunos elementos teóricos a través de los cuales se puede

comprender la contradictoria y conflictiva configuración del Estado capitalista en las sociedades

periféricas. Los elementos expuestos en la investigación nos permiten interrogarnos sobre el

proceso complejo y de permanentes contradicciones que configuran, de manera inestable la

reorganización del poder político institucionalizado en el Estado capitalista de las sociedades

periféricas. A partir de la complejidad de estos elementos analizados, que implican en la

materialidad institucional del Estado capitalista de las sociedades periféricas, podemos ubicar desde

una perspectiva materialista las relaciones contradictorias, heterogéneas y discontinuas que

condicionan una forma invariante en el carácter “natural” del Estado capitalista de la periferia. Por

ello, la (re)organización permanentemente contradictoria del Estado es su forma “normal” de

organizar y reproducir la dominación política capitalista en las sociedades periféricas del sistema

capitalista imperialista. El Estado capitalista “normal” de las sociedades periféricas, por el cúmulo

de contradicciones que en él se condensan y distribuyen, es la forma del Estado de excepción; la

materialidad contradictoria, hipertrofiada, el Estado fuerte y a la vez débil y las incongruencias

inherentes del Estado capitalista de las sociedades periféricas, constituyen la originalidad inaudita

presente en las diversas formas concretas en que se organiza el Estado capitalista de las sociedades

periféricas.

PALABRAS CLAVES: ESTADO CAPITALISTA/ ESTADO DE EXCEPCIÓN/ SOCIEDAD

PERIFÉRICA/ HETEROGENEIDAD ESTRUCTURAL/ IMPERIALISMO / LUCHA DE

CLASES

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THEME: “Estado capitalista y sociedad periférica: elementos conceptuales para un análisis del

Estado en las sociedades latinoamericanas”.

AUTHOR: Andrés Marcelo Santillán Egas

TUTOR: Jorge Luis Acanda González

ABSTRACT

This research work establishes some theoretical elements through which one can understand the

contradictory and conflictive configuration of the capitalist Estate in peripheral societies. The

elements exposed in this study make us question the complex process and permanent contradictions

that unstably configure the reorganization of institutionalized political power in the capitalist State

of peripheral societies. From the complexity of the analyzed elements that involve the institutional

materialism of the capitalist State in peripheral societies, we can find the materialistic perspective of

contradictory, heterogeneous and discontinued relation that condition an unvarying form in the

“natural” tone of the capitalist State of the periphery. Therefore, the permanently contradictory

organization of the Estate is its “normal” way of organizing and reproducing capitalist political

domain in peripheral societies of the imperialistic capitalist system. The “normal” capitalist State in

peripheral societies, because of the accumulation of contradictions that it condenses and distributes,

is the form of the State of exception; the contradictory and over-bloated materiality, the strong an at

the same time weak State, and the inherent incongruence of the capitalist State of peripheral

societies, constitute the current originality of the different concrete forms in which the capitalist

state of peripheral societies is organized.

KEYWORDS: CAPITALIST STATE/ STATE OF EXCEPTION/ PERIPHERAL SOCIETY/

STRUCTURAL HETEROGENEITY/ IMPERIALISM/ CLASS STRUGGLE.

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INTRODUCCIÓN

El presente proyecto de investigación se enmarca en la necesidad teórica de recoger de

manera sistemática algunos aportes conceptuales dentro de los análisis del Estado

capitalista periférico en América Latina. Elementos que permitan delinear un análisis

materialista del Estado, es decir, que permitan articular las diferentes relaciones que

condicionan al Estado capitalista en las sociedades periféricas, para poder determinar

algunas particularidades del Estado presentes en las sociedades latinoamericanas.

La relación del Estado capitalista en las sociedades periféricas, en particular las

sociedades latinoamericanas, ha sido muy significativa y contradictoria, realidad que ha

sido del interés de muchos autores latinoamericanos y extranjeros, lo cual ha dejado

muchos problemas planteados y análisis con aportes muy interesantes y originales.

Sin embargo, por el carácter contradictorio de dicha relación, entre el Estado

capitalista y las sociedades latinoamericanas, así como el apremio por dilucidar tales

características, dichas reflexiones no tienen como objetivo explicitar los supuestos que

definen sus investigaciones sobre el Estado, el Estado capitalista, y las sociedades

periféricas, así como desarrollar de manera general los elementos que articulan y

condicionan al Estado capitalista en las sociedades latinoamericanas. Si bien, estas

investigaciones nos indican estos elementos, quedan dados por supuesto, lo cual, abre la

posibilidad de recoger y profundizar estos supuestos, para sistematizar aquellos conceptos

que definen un análisis materialista sobre el Estado capitalista latinoamericano.

En el primer capítulo intentaremos establecer el lugar y las funciones que ocupa el

Estado capitalista dentro del Modo de producción capitalista. Para ello reflexionaremos

sobre los elementos determinantes en última instancia, de la sociedad capitalista y del

Estado capitalista en general. Luego revisaremos los elementos sobredeterminantes y

propios del Estado capitalista en relación a la lucha política de clases, la relación política

con las clases dominantes y clases dominadas; así como, las formas, generales, que asume

el Estado capitalista en sus diferentes momentos de desarrollo y crisis.

En el segundo capítulo, enfrentaremos el problema de las sociedades periféricas

capitalistas, esto es, reflexionar acerca de la relación constitutiva de nuestras sociedades en

el marco del sistema capitalista imperialista. En este capítulo buscamos determinar las

contradicciones que estructuran las sociedades periféricas, es decir el lugar y función que

ocupan dentro del sistema capitalista imperialista, la matriz primordial de estas sociedades.

El tercer capítulo está dedicado al estudio del Estado capitalista en las sociedades

periféricas latinoamericanas del sistema capitalista imperialista. En este capítulo trataremos

de articular el desarrollo de los capítulos anteriores para reflexionar sobre el lugar y las

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funciones del Estado capitalista periférico, sobretodo su incidencia en el campo de la lucha

política. Para ello partimos de la tesis expuesta por Agustín Cueva de que la regla, en las

formaciones sociales periféricas, que define al Estado capitalista es la excepción. Es decir

que, las raíces estructurales del Estado en nuestras sociedades tienen por fundamento el

autoritarismo. Entonces, trataremos de encontrar las relaciones que cruzan y sostienen este

problema del Estado capitalista en las sociedades periféricas, sin intentar dar una

perspectiva idealista del Estado, es decir, alejándonos de una perspectiva analítica que

moralice esta constitución excepcional del Estado capitalista.

Por lo tanto, nuestra perspectiva es relacional, y bajo esta perspectiva buscamos

identificar los elementos constitutivos tanto de la estructura y sus articulaciones del Estado

capitalista latinoamericano, como de las relaciones sociales políticas que las sostienen.

En este sentido, téngase presente que nos hemos señalado ciertos límites precisos,

que se enmarcan dentro un análisis político del Estado capitalista, y contempla el estudio de

los elementos que condicionan su autonomía relativa, sin prescindir de aquellos elementos

determinantes que lo articulan al todo social. Dicho de otro modo, la temática del presente

trabajo la constituye, principalmente, los elementos propios de la esfera política y del

Estado capitalista, en su situación relativa al todo social, es decir, tomando en cuenta que el

Estado capitalista no constituye una realidad aparte del conjunto de la sociedad. Pero si es

una estructura que cumple determinadas y especificas funciones políticas,

sobredeterminantes, dentro del modo de producción capitalista.

Otra limitación se desprende del carácter general y conceptual de nuestra búsqueda,

de los elementos conceptuales, que permite perfilar y contribuir a un análisis general del

Estado capitalista en las sociedades periféricas latinoamericanas. Por lo tanto, sólo se puede

explicar aquello que hay de común entre los Estados capitalistas de las sociedades

latinoamericanas. De esta manera, la investigación no sigue un orden real histórico

concreto, más bien, sigue un orden lógico conceptual abstracto, con el fin de aportar a una

reflexión sobre la naturaleza del Estado capitalista periférico latinoamericano. Es decir, no

nos referimos a un fenómeno político específico del Estado, ni al diseño de una teoría

general del Estado periférico latinoamericano. Nada más esperamos recoger y sistematizar

algunos elementos conceptuales que permitan delinear una perspectiva materialista para un

análisis del Estado capitalista latinoamericano.

En relación a las formaciones sociales periféricas, vamos a identificar su forma de

estructuración en relación al sistema capitalista imperialista. Esto implica que el análisis se

fundamentará en el lugar y las funciones generales que ocupan tales sociedades en el

conjunto del sistema capitalista. Cada formación social latinoamericana tiene formas

específicas de relacionarse con el sistema capitalista imperialista; sin embargo, existen

causas estructurales que comparten tales formaciones sociales en torno a la estructura

general del sistema capitalista imperialista. Estos aspectos serán los que tomemos en

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cuenta, dejando de lado toda forma particular de relación y desarrollo capitalista. Es decir,

procuraremos especificar la relación de las sociedades periféricas latinoamericanas dentro

del sistema capitalista imperialista, qué aspectos estructurales del sistema definen la

constitución de las formaciones sociales periféricas latinoamericanas y, viceversa , que

aspectos originales de las formaciones sociales periféricas se interrelacionan en el sistema

capitalista imperialista.

Finalmente, nos referimos al Estado capitalista en las sociedades latinoamericanas,

porque la experiencia y las reflexiones que nos sirven de materia prima provienen del

análisis de las sociedades de América Latina. Este límite geográfico, implica que el análisis

que se presente en la investigación, puede nada o poco que ver con sociedades periféricas

de otros continentes.

Dentro de estos límites seguiremos el método dialéctico marxista, dando por

supuesto la realidad concreta, para colocarnos en el campo teórico de la instancia política

del modo de producción, más específicamente en la teoría sobre el Estado capitalista

desarrollada por Nicos Poulantzas.

Ya que los análisis sobre el Estado en América latina son, en su gran mayoría,

coyunturales asignándoles un peso importante a la realidad empírica, bajo el método

dialéctico materialista nos proponemos seguir un análisis de los elementos conceptuales

que definen la relación estructural del Estado dentro del Modo de producción.

Distinguiendo los procesos lógico-formales, de los procesos reales y concretos, podremos

definir nuestro objeto de conocimiento a partir de las relaciones conceptuales, y no bajo un

tipo ideal del Estado capitalista.

Es decir, no partimos del supuesto moralista del deber ser del Estado capitalista

liberal democrático, partimos de los elementos que constituyen sus relaciones conceptuales.

Por lo tanto, tampoco partimos de su realidad empírica descriptiva que, en última instancia,

busca dar soluciones prácticas, ya sean de interés moral, religioso o político, al problema

del Estado capitalista en las sociedades periféricas latinoamericanas.

Por lo tanto, el método que seguimos no es un método pragmático positivista, que

busque soluciones empíricas. Buscamos organizar los conceptos sobre el Estado capitalista

y las sociedades periféricas, para articular las múltiples determinaciones y relaciones de

conocimiento, que sustenten un análisis materialista sobre el problema teórico del Estado

capitalista en nuestras sociedades.

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CAPÍTLUIO I

1 EL ESTADO CAPITALISTA: Lugar y funciones en la sociedad

capitalista.

Esbozar los elementos conceptuales de un análisis materialista del Estado capitalista, en

nuestras sociedades, implica hacer un esfuerzo muy importante de abstracción de la

realidad histórica y de su representación.

Este esfuerzo tiene esta característica, porque la realidad social e histórica de

nuestras sociedades, se ha construido bajo la presencia omnipotente del Estado, cuya forma

de dominación conserva rasgos de la sociedad colonial. No en el sentido institucional, que

ha recibido constantes cambios, si no en un sentido relacional entre la sociedad y el Estado.

En este sentido, tanto el Estado capitalista liberal moderno como el Estado colonial,

aparecen como instancias extra-sociales, cada una con sus propias características, que se

imponen a la sociedad enmarcando un determinado orden social.

Y, precisamente, para conocer el orden que instaura y condiciona el Estado a la

sociedad, y más particularmente, el Estado capitalista, tenemos que hacer ese esfuerzo de

abstracción. Procurando develar sus características, sus funciones y el papel que cumple

dentro de la sociedad. Es decir, vamos a estudiar el Estado, no como una estructura

omnipotente o un instrumento externo, ya sea de dominación o de “liberación”; sino como

una instancia social articulada al todo, a través de procesos de determinación del todo hacia

esta instancia, y de sobredeterminanción de la instancia del Estado hacia el todo social.

1.1 Modo de producción capitalista.

El modo de producción capitalista, está constituido, como todo modo de producción, por un

conjunto de relaciones complejas de predominio desigual y sobredeterminación, entre las

instancias económica, política e ideológica.

El modo de producción capitalista se basa, en última instancia, en que, tanto las

relaciones de propiedad como las relaciones de posesión de los medios de producción, son

despojadas del trabajador directo, para pasar a ser apropiadas por el no trabajador.

A diferencia de los modos de producción precapitalistas, donde estas relaciones son

de no homología, ya que el trabajador directo es propietario de los medios de producción,

pero no del producto del trabajo. La sociedad capitalista, establece una relación de

homología, en estos términos, ya que, el trabajador directo no posee ni los medios de

producción, ni el producto del trabajo.

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Así, la sociedad capitalista se basa en la propiedad privada de los medios de

producción y del producto y, en la liberalización del trabajador directo de los mismos,

constituyéndolo en la mercancía fuerza de trabajo, libre para la venta. De esta manera:

El trabajador directo ha sido separado de sus medios de producción. (…) De tal manera que,

el productor, quedó libre (pero libre de la tierra y de los medios de producción) para poder

vender su fuerza de trabajo como una mercancía a quien mejor se la compre y sólo así puede

disponer de los medios para la sobrevivencia propia y de su familia. El trabajador se

convierte en obrero asalariado. (…) el capitalista moderno surge del desarrollo de la

manufactura en las ciudades, lo que posibilita una extensión del comercio y un

enriquecimiento sistemático de los comerciantes. Con la acumulación de dinero no solo

compran materias primas y contratan jornaleros sin tierras para poner en marcha la

producción manufacturera, sino que, además, se dedican a la usura, mejorando sus ingresos.

La producción manufacturera desarrollo el cambio y con esto, el valor de cambio. El ser

humano se dedica a producir mercancías para el intercambio y la sociedad se convierte en un

arsenal de mercancías (ISP, 2006, pág. 38).

Más allá de los aspectos genealógicos de esta relación, propia de la sociedad capitalista,

queremos destacar el trastrocamiento del trabajador directo en elemento del capital, de la

fuerza de trabajo en mercancía, y no cualquier mercancía, sino la mercancía que produce

valor; y el carácter de la explotación capitalista, a través, de la producción de plusvalor, es

decir de la instalación de la ley del valor como principio y fin de la economía capitalista.

Estos elementos, como supuestos teóricos, nos permiten ubicar la coacción

económica capitalista del trabajador directo. En el sentido de que el trabajador libre

asalariado, al quedar libre de los medios de subsistencia no tiene otra salida que someterse

“libre” y “voluntariamente” a la compra y venta de su fuerza de trabajo. En sociedades

premodernas esta coacción es extraeconómica, ya que el trabajador directo, al poseer los

medios para su subsistencia, es obligado, ya sea por el Estado o por la iglesia, a trabajar

para el trabajador no directo.

Esta característica es fundamental para entender el carácter del Estado moderno

capitalista, ya que al no ser un elemento directo de la explotación capitalista, éste adquiere

elementos para su autonomía relativa de la estructura económica. Y desarrolla un sistema

jurídico-político, que ocupa un lugar y funciones específicas dentro del todo social, de

manera autónoma y sobredeterminante. Esta separación que indica, teóricamente, la

coacción económica del trabajador directo es el supuesto teórico previo que permite el

conocimiento conceptual del modo de producción capitalista, como bien indica Poulantzas:

La separación del productor directo y de los medios de producción en la combinación que

regula y distribuye los lugares específicos de lo económico y de lo político, y que señala los

límites de la intervención de una de las estructuras regionales en la otra, no tiene nada que

ver con la aparición real, en las relaciones de producción, de los agentes en cuanto

“individuos” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980,

págs. 155-156).

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Eso sí, cabe recalcar, que dicha autonomía es relativa a la estructura económica que lo

determina en última instancia, no de forma mecánica, sino en el sentido mismo de esta

autonomía. Es decir que, la autonomía relativa del Estado moderno capitalista es inmanente

a las condiciones de la explotación capitalista, liberalización de la fuerza de trabajo e

intercambio mercantil de la misma. Pero, a través del desarrollo propio de mecanismos de

reproducción, que sobredeterminan las condiciones de esta forma particular de explotación.

En este sentido, el Estado no explota, pero crea las condiciones más adecuadas y sutiles o

violentas, de dominación, para reproducir esta relación de explotación.

Sin embargo, este proceso es complejo, ya que la liberalización del trabajador

directo y su conversión en fuerza de trabajo, anula cualquier tipo de determinación jurídico-

política de los sujetos en las estructuras estatales, a partir del lugar que ocupan en la

estructura económica. A diferencia de las sociedades precapitalista, donde el orden político

representa el orden económico en las estructuras jurídico-políticas. Sobre estos puntos nos

encargaremos en los siguientes subcapítulos.

Finalmente, queremos dejar en claro que el modo de producción capitalista funciona

en relación al intercambio mercantil y la producción de plusvalor, cuya forma atraviesa por

todas las instancias, estructuras y relaciones, económicas, políticas e ideológicas.

Este predominio de la forma mercancía, aparece en el orden político como una

relación entre individuos, formalmente libres e iguales ante el Estado e instituciones

estatales, que, en tanto, voluntades individuales y libres pueden realizar un determinado

contrato. El Estado capitalista se organiza en base a los principios mercantiles de la libertad

e igualdad de los “individuos” o “sujetos políticos-ciudadanos”, esto condiciona el carácter

impersonal de la dominación política capitalista.

La instancia ideológica, de igual manera, está condicionada por la forma mercancía.

Las representaciones imaginarias de las relaciones con las condiciones de vida social,

aparecen como relaciones de intercambio de valores y de cosas. Las representaciones

ideológicas justifican y mistifican la forma mercancía, en base a los principios de la libertad

e igualdad mercantil. Las relaciones de los individuos se representan como relaciones entre

cosas, entre competidores individuales, cuyo fin es la ganancia. En la instancia ideológica,

del modo de producción capitalista, las relaciones de los seres humanos con la naturaleza,

de los seres humanos entre seres humanos y de los seres humanos con la sociedad, se

representan imaginariamente como si fueran relaciones entre cosas, como si la sociedad

fuera un gran mercado, donde todo se puede comprar y todo se puede vender, de manera

libre y voluntaria.

1.2 El Estado popular de clase.

La función general del Estado consiste en mantener la cohesión de la unidad del modo de

producción capitalista. Unidad de las distintas instancias o niveles del modo de producción

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y unidad de la formación social, es decir de los distintos modos de producción presentes en

una formación socio-económica, en función del predominio del modo de producción

capitalista.

Esta función general constituye al Estado en el factor de regulación del equilibrio

global de una determinada unidad social. Y, recae sobre el Estado, ya que éste se ubica en

el lugar de la instancia política que, en sociedades divididas en clases sociales, es el lugar

donde se condensan las contradicciones sociales.

Al ser el factor de cohesión del todo social, el Estado organiza la sociedad, la dota

de un determinado orden social. En esta medida, el Estado, a través de sus instituciones,

tiene que conservar el todo social, evitar a toda costa su estallido, que es el estallido de la

lucha de clases.

Por otro lado, al interior de la instancia política, la estructura jurídico-política del

Estado, tiene la función de producir un determinado orden político que establece límites a

las relaciones sociales, propiamente, políticas. Es decir, enmarca, bajo un determinado

orden jurídico-político, la lucha de clases política; que es la lucha por conservar el todo

social o a su vez por transformarlo. El Estado es punto de cohesión y punto de ruptura, lo

que lo constituye en el objetivo, pero no el objeto, de la lucha y la práctica política de

clases.

De esta manera, el Estado capitalista organiza la reproducción de las condiciones de

existencia del modo de producción capitalista y, su predominio en una formación social

determinada. También garantiza un determinado orden político que haga posible la

conservación de la unidad social capitalista.

Esta función global y política del Estado capitalista se desarrolla en un campo

conflictivo marcado, no sólo por la lucha de clases, sino por las contradicciones propias de

este tipo de Estado. Contradicciones que se enmarcan dentro de los límites asignados por la

forma mercancía que predominan en las sociedades capitalistas y normalizan a los sujetos y

clases dominadas.

Este límite se fundamenta en la idea de que el orden político del Estado capitalista

está institucionalizado por lo principios formales de la libertad y la igualdad de los

“individuos-ciudadanos” considerados como sujetos políticos. En este sentido el Estado

configura a los agentes de la producción como sujetos económicos y jurídicos, como

individuos sujetos de derechos: “Esto quiere decir que los agentes de la producción no

aparecen de hecho en cuanto “individuos” más que en estas relaciones superestructurales

que son las relaciones jurídicas” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado

capitalista, 1980, pág. 156).

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Este rasgo distintivo del Estado capitalista, hace posible que se presente como el

Estado de todos, es decir, que se institucionalice un poder impersonal que representa al

pueblo y garantiza la unidad de la nación. Así, el Estado capitalista aparece como una

organización racional y artificial, constituida por un pacto político libre y voluntario entre

ciudadanos, libres e iguales, que renuncian a su soberanía individual delegándola a un

representante, que sea el mediador entre las voluntades individuales y garantice el bien

común.

Con estos elementos, que nos han permitido caracterizar, de manera general, la

forma particular en que se presenta el Estado moderno capitalista, y sus distintas funciones,

podemos referirnos en adelante a los puntos estructurales y relacionales que sostienen y

condicionan la existencia del Estado capitalista y su forma particular, liberal, de

dominación.

A continuación vamos a precisar y profundizar los elementos que hacen posible la

presencia del Estado capitalista como un Estado-popular-de-clase y, la relación que éste

mantiene con las clases sociales dominantes y dominadas que hace posible producir un

orden político de dominación en función de la reproducción de la sociedad capitalista.

1.2.1 Ley del valor y autonomía relativa en el Estado capitalista

Como ya hemos señalado, la estructura económica del modo de producción capitalista, se

define por una doble separación del trabajador directo y los medios de producción y, del

trabajador directo y el producto. Esta es la condición previa teórica, tanto para la extracción

de plusvalor, como para la constitución del sujeto “libre”.

Esta doble separación, en términos económicos, estructura una forma particular al

proceso de trabajo, esta forma es la forma valor. Aquí reside la determinación en última

instancia de lo económico sobre el modo de producción capitalista, asignando un lugar de

autonomía relativa sobre la instancia política y una función particular al Estado capitalista.

Esa autonomía específica de lo político y de lo económico del M.P.C –descriptivamente

opuesta por Marx a una pretendida “mezcla” de las instancias del modo de producción

feudal- se refiere finalmente a la separación del productor directo de sus medios de

producción; se refiere a la combinación propia de la relación de apropiación real y de la

relación de propiedad, donde reside, según Marx, el “secreto” de la constitución de las

superestructuras (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980,

pág. 155).

Esta ley del valor, se refiere, en primer lugar a la liberalización de la fuerza de trabajo de

sus medios de subsistencia, situación que, sobre la base del intercambio mercantil, genera

un proceso de explotación moderno, propio del modo de producción capitalista. Y, sobre

esta base, la ley del valor se refiere a los procesos de extracción y apropiación de plusvalía,

que dan lugar a la valorización del valor.

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En esta medida la ley del valor, organiza la estructura del proceso de trabajo, bajo el

régimen de la propiedad privada y la libre circulación de mercancías y su intercambio. La

ley del valor implica un sistema de intercambio entre propietarios privados, ya sea de los

medios de producción o de la fuerza de trabajo. En tanto propietarios privados, los agentes

de la producción aparecen y concurren al mercado en condiciones de igualdad, en tanto

intercambian equivalentes.

La ley del valor se sostiene sobre el intercambio de mercancías cuya regla establece

que se intercambien equivalentes. Entonces, al ser la fuerza de trabajo una mercancía más,

ésta se intercambia de manera equivalente, la fuerza de trabajo tiene un valor que se paga

para ser utilizada. Así, la ley del valor aparece como un intercambio equivalente entre

mercancías, entre propietarios privados que ofrecen y demandan un determinado tipo de

mercancía.

De esta manera, bajo la constitución de trabajador libre asalariado. El trabajador

directo aparece, en el mundo del intercambio mercantil de equivalentes, como propietario

privado de la mercancía fuerza de trabajo que se cambia por su equivalente en dinero.

Como indica Javier Pérez Royo:

En el intercambio entre mercancías que representan trabajo objetivado, pasado, se respeta

tanto formal como materialmente la regla del cambio de equivalentes. La valorización del

capital no puede proceder de este cambio. Sólo en el cambio ente el capital y el trabajo,

entre trabajo objetivado y trabajo vivo, se produce el intercambio entre magnitudes

formalmente equivalentes, pero materialmente no equivalentes (Pérez, 1982, pág. 138).

Sin embargo, una vez consumada la transacción, en el terreno de la producción, tal libertad

e igualdad desaparecen, pues en el proceso de trabajo el capitalista dispone a su antojo la

mercancía que ha adquirido. En el terreno de la producción se extrae plusvalía, la fuerza de

trabajo es explotada y sometida a la racionalidad del valor.

Ya que, en la apariencia del cambio el capitalista no obtiene la ganancia de su

inversión, ésta se extrae del proceso de trabajo a través de la apropiación del plusvalor, del

valor que crea el trabajo vivo y es propiedad del capitalista.

Esta estructura del proceso de trabajo, que se la ha visto en términos de separación

del trabajador directo de los elementos naturales del proceso de trabajo, convierte al

trabajador directo en elemento del capital, ya que esta separación constituye a la fuerza de

trabajo como mercancía. Esta conversión del trabajador directo en mercancía fuerza de

trabajo define la explotación capitalista como coacción económica, es decir, que el

trabajador directo al quedar libre de los medios de subsistencia conserva su fuerza de

trabajo como mercancía intercambiable y, por lo tanto, queda subsumido al capital y a la

explotación capitalista. La coacción económica rasgo distintivo del proceso de trabajo

capitalista tiende a su reproducción, como continúa Pérez:

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(…) el proceso de apropiación del capital tiene que ser simultáneamente un proceso de

expropiación, en el que la negación de la separación entre el trabajador y sus condiciones

objetivas de trabajo que se realiza en el proceso de trabajo, tiene que conducir al final del

mismo a la reposición de dicha separación (Pérez, 1982, pág. 144).

La liberalización de la fuerza de trabajo, implica un proceso de expropiación, acumulación

primitiva, que organiza las relaciones sociales económicas capitalistas en función de los

procesos de acumulación y reproducción de capital, a través del intercambio mercantil de

equivalentes. Esto implica la disolución de toda forma de propiedad colectiva o, de

propiedad en la que el trabajador directo aparece como propietario del instrumento de

trabajo, y de toda forma de propiedad privada en la que el trabajador aparece como

condición objetiva de trabajo, y la instauración definitiva de la propiedad privada

capitalista. Según Poulantzas:

Se trata aquí, propiamente hablando, de un modo de articulación objetiva de los procesos de

trabajo en el que la dependencia real de los productores introducida por la socialización del

trabajo –trabajo social-, está disimulada: en ciertos límites objetivos, esos trabajos son

ejecutados independientemente unos de otros –trabajos privados-, es decir, sin que los

productores tengan que organizar previamente su cooperación. Es entonces cuando

domina la ley del valor (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista,

1980, pág. 158).

Propiedad capitalista que pone en movimiento el proceso de valorización del capital, es un

tipo de propiedad dinámica que busca la acumulación y reproducción del capital, que

instaura la explotación de la fuerza de trabajo libre y, por lo tanto, entra en contradicción

con otras formas de propiedad y de propiedad privada no capitalista. O bien, a estas otras

formas de propiedad las imprime la fuerza de la valorización capitalista arrojándolas al

mercado y su frío cálculo egoísta.

Esta combinación particular del modo de producción capitalista, entre los elementos

del proceso de trabajo, genera, a su vez, la distribución de los agentes de la producción en

clases sociales antagónicas. Esto implica que en el campo de la producción, la instancia

económica del modo de producción capitalista, las relaciones sociales económicas sean una

relación entre clases sociales y, las prácticas de esta relación giren en torno a una lucha de

clases económica.

Bajo esta situación, la ley del valor, se sostiene en la contradicción de engendrar,

por un lado, las condiciones para una mayor concentración del capital y, por otro, las

condiciones para una mayor socialización del proceso de trabajo. Esta contradicción

insalvable, al tiempo que crea crisis en los procesos de acumulación de capital y mayores

niveles de explotación, crea contradicciones al interior de la clase de los propietarios

privados, ya que la concentración del capital implica la competencia entre los capitales

particulares.

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Si bien, este mismo principio, la concentración y beneficio capitalista, crea un

interés común general entre la clase capitalista y sus fracciones, el proceso de valorización

crea contradicciones entre los propietarios privados, ya que se acentúa los procesos de

expropiación y monopolización del capital. De tal manera que, la ley del valor, por un lado,

tiende a la elevación de los niveles de explotación y, por otro lado, tiende a la

monopolización del capital y, la consecuente expropiación dentro de las clases propietarias

de capital. Por lo tanto:

El modo de producción capitalista, una vez implantado, no sólo reproduce, pues,

constantemente la relación capital-trabajo asalariado y, por tanto, la desvinculación del

trabajador de los medios de producción y la expropiación del producto de su trabajo, sino

que en su proceso de acumulación produce a escala ampliada este proceso, extendiéndolo a

sectores de la población en los que se da esa vinculación de los individuos con los medios

de producción, bien en la forma de pequeña propiedad campesina o artesanal trabajada por

su propio propietario, e incluso en la forma de propiedad de medios de producción

empleados como capital (Pérez, 1982, pág. 148).

Ahora bien, esta estructura del proceso de trabajo, ley del valor, en términos de la estructura

social, hace posible la autonomía relativa de las instancias económica, política e ideológica,

en la medida en que, la coacción del trabajador directo al proceso de explotación capitalista

no depende directamente de la instancia política o ideológica; y, la clase de los propietarios

no aparece como un organismo estable, la ley del valor como ya se vio, también genera

contradicciones en la clase de los propietarios privados. Entonces, tanto la separación del

trabajador directo de los medios de producción, como la concentración capitalista,

determina la instauración de los agentes de la producción en “sujetos” jurídico-políticos.

Esta autonomía relativa de las instancias de la estructura social, determina una

eficacia específica del Estado capitalista sobre la instancia económica y sobre el todo

social. De esta manera, hay una especificidad en las estructuras propias del Estado

capitalista que actúan de manera sobredeterminante sobre la economía. Es decir, el Estado

capitalista no es el reflejo de la economía ni un instrumento extra-social independiente. El

Estado capitalista desarrolla sus propias instancias y relaciones en función de esta

autonomía relativa atravesada por la ley del valor:

El rasgo distintivo fundamental, a este respecto, parece en efecto consistir en que no hay

determinación de sujetos, fijos en ese Estado como “individuos”, “ciudadanos”, “personas

políticas”, en cuanto agentes de la producción, cosa que no ocurría en los otros tipos de

Estado. Este Estado de clase simultáneamente presenta de específico que el dominio político

de clase está ausente constantemente de sus instituciones. Este Estado se presenta como un

Estado-popular-de- clase. Sus instituciones están organizadas en torno de los principios de la

libertad e igualdad de los “individuos” o “personas políticas” (Poulantzas, Poder político y

clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 149).

La autonomía relativa del Estado capitalista lo constituye como si fuera una instancia

neutral y despersonalizada, como un ente abstracto universal garante del bien común. Que

cumple la función de constituir a los individuos en sujetos formalmente libres e iguales y,

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para ello, erige un conjunto de estructuras e instituciones propias, que, por un lado, le dota

de una identidad propia, y, por otro lado, generaliza esa identidad sobre la sociedad.

El fundamento, y consecuencia, de la identidad del Estado capitalista son los sujetos

libres e iguales, que no tienen una existencia, sino a partir del Estado capitalista. Como ya

vimos, en la instancia económica los agentes de la producción son distribuidos en clases

sociales, las relaciones sociales económicas se levantan sobre la base del trabajo social, y

bajo las relaciones sociales económicas capitalistas este trabajo social tiene mayor

dependencia. De ahí que la constitución de sujetos libres e iguales es una consecuencia de

las estructuras y relaciones políticas institucionalizadas en el Estado capitalista.

Por otro lado, la autonomía relativa del Estado capitalista es percibida como una

instancia desvinculada de la clase capitalista, por efecto de la concentración y

monopolización del capital:

La vinculación Estado-clase capitalista en su conjunto no puede darse, porque el Estado

tiene como misión específica garantizar el proceso de apropiación-expropiación del capital,

que supone la concentración y la tendencia de la monopolización del capital, y que exige

necesariamente la liquidación de parte de la clase burguesa (Pérez, 1982, pág. 149).

Por esta razón, el Estado capitalista aparece como una instancia formalmente objetiva y

despersonalizada. Además, esta objetividad del Estado capitalista lo reviste de una

racionalidad técnico-instrumental basada, no sólo, ni de manera inmediata, en el cálculo de

la valorización del valor, sino en la abstracción formal que requiere la igualdad de los

individuos ciudadanos, de los sujetos de derechos.

De esta manera, el Estado capitalista adquiere una identidad técnico-administrativa

abstracta que modela la sociedad en función de su normalización, es decir en función de

establecer un conjunto de normas generales, universales, que logran conmensurar lo

particular a partir de su abstracción y establecer la igualdad. Así, el Estado establece su

soberanía general al establecer un sistema jurídico-político basado en la equivalencia y, la

consecuente, homologación de los sujetos en razón de defender la sociedad sustituyendo

aquellos sujetos, iguales, que ponen en riesgo la lógica técnica unilineal o la desobedecen.

Con estos elementos podemos distinguir los rasgos fundamentales de la estructura

jurídico-política del Estado capitalista, acabamos de demostrar el núcleo básico de

constitución del Estado capitalista que hace posible su estudio desde su especificidad y

eficacia propia. Bajo estos elementos podemos pensar el Estado capitalista en su

articulación con el todo social y en su autonomía relativa, así como su relación con la lucha

de clases y las clases sociales. Pero antes, presentemos, en su particularidad, como se

presenta y justifica el Estado capitalista, es decir, como reviste la dominación política de

clase en el Estado capitalista.

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1.2.2 Institucionalidad y materialidad del Estado capitalista.

En la medida en que la ley del valor determina la autonomía relativa del Estado capitalista,

el fundamento de tal autonomía relativa consiste en la desposesión total del trabajador

directo y sus medios y objeto de trabajo, por lo tanto, el Estado capitalista aparece como

separado de la sociedad. Esta separación entre el Estado capitalista y la sociedad, y más

particularmente, entre el Estado y las relaciones de producción capitalistas, funciona como

principio organizador de la institucionalidad del Estado. Según Poulantzas:

El fundamento de esta separación, principio organizador de las instituciones propias del

Estado capitalista y de sus aparatos (justicia, ejército, administración, policía, etcétera), de su

centralismo, de su burocracia, de sus instituciones representativas (sufragio universal,

parlamento, etcétera), de su sistema jurídico, consiste en la especificidad de las relaciones de

producción capitalista y la división social del trabajo inducida por aquéllas: separación

radical entre el trabajador directo y sus medios y objeto de trabajo en la relación de posesión,

en el proceso mismo de trabajo (Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 1979, págs. 53-54).

A través de este principio organizador, el Estado capitalista, adquiere una materialidad

institucional, que organiza el proceso de dominación política del capital, es decir la

dominación política burguesa de la sociedad. Esta dominación se funda sobre la

constitución de los agentes de la producción en individuos-ciudadanos, sujetos políticos y

de derechos, formalmente libres e iguales, constitución que, a la vez justifica el Estado

capitalista y es su propia función.

Sobre la formalidad de la libertad y la igualdad, el Estado capitalista se justifica y

materializa en un conjunto de instituciones y aparatos de Estado, que organizan los límites

jurídicos y políticos de las relaciones sociales políticas.

De esta manera, el Estado capitalista y la dominación política de la burguesía,

establece un campo jurídico-político que, a través de la constitución del “pueblo” como

expresión de la soberanía del Estado, redistribuye a los agentes de la producción como

ciudadanos libres y con derechos políticos garantizados por el Estado.

En esta medida, el Estado capitalista expresa la voluntad general de la nación,

instituyendo, a través del sufragio universal, el sistema parlamentario, el sistema de justicia,

el sistema de administración; la voluntad general del pueblo como el interés general de la

sociedad:

La legitimidad de este Estado no se funda ya sobre la voluntad divina implícita en el

principio monárquico, sino sobre el conjunto de los individuos-ciudadanos formalmente

libres e iguales, sobre la soberanía popular y la responsabilidad laica del Estado ante el

pueblo. El “pueblo” es erigido en principio de determinación del Estado, no en cuanto está

compuesto de agentes de la producción distribuidos en clases sociales, sino como masa de

individuos-ciudadanos, cuyo modo de participación en una comunidad política nacional se

manifiesta en el sufragio universal, expresión de la “voluntad general” (Poulantzas, Estado,

poder y socialismo, 1979, pág. 149).

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Sobre estos principios el Estado capitalista, a través del sistema jurídico moderno, instituye

un carácter normativo-formal. La materialidad del Estado capitalista, que es la materialidad

de la dominación política burguesa, establece “un conjunto de leyes sistematizadas

partiendo de los principios de libertad e igualdad: es el reino de la “ley”” (Poulantzas,

Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 149). El sistema jurídico

y las instituciones políticas del Estado capitalista son un sistema coherente, con una

jerarquía normativa de reglas e instituciones propias, que tienen la particularidad, en tanto

complejo de normas abstractas y formales, de enunciar la voluntad general de un Estado de

derecho, basado en la soberanía del pueblo. Según el planteamiento de Poulantzas:

De aquí resulta, para el derecho y el Estado actuales, una sistematización fenoménica

coherente, muy estricta y compleja, según las reglas de la lógica normativa formal, basada en

la independencia reificada de las formas y de los conceptos con respecto al contenido y a los

datos materiales, o sea una axiomatización formal del derecho y de las instituciones estatales

(Poulantzas, La teoría marxista del Estado y del derecho y el problema de la "alternativa",

1975, págs. 28-29).

Esta materialidad, normativa y abstracta del Estado capitalista tiene como finalidad

asegurar, justificar y legitimar la libertad e igualdad entre los sujetos políticos. Es decir,

asegurar el campo jurídico político que sobredetermina, con su propia eficacia y validez, las

condiciones necesarias para la explotación capitalista y la acumulación de capital. En

última instancia, el conjunto axiológico-normativo que constituye al Estado capitalista en

su propia materialidad, se basa en los intereses del capital. En este sentido se puede

establecer un punto de vista interno y otro externo, sobre la materialidad del Estado

capitalista, como lo indica Poulantzas:

Desde un punto de vista interno, el Estado se presenta como el orden axiológico-normativo

de reglas y de las instituciones jurídicas tomadas en su conjunto (Estado organización).

Desde un punto de vista externo, el Estado se presenta como la fuerza de represión que, por

medio de las reglas y las instituciones jurídicas, apunta hacia la explotación de clase (Estado-

órgano o instrumento) (Poulantzas, La teoría marxista del Estado y del derecho y el problema

de la "alternativa", 1975, pág. 36).

Sin embargo, como ya se ha dicho, la especificidad del Estado capitalista reside en su

materialidad política, lo cual le permite relacionarse de manera dialéctica, en relación a la

determinación y sobredeterminación, con la instancia económica. Lo propio del Estado

capitalista es producir y reproducir un “cuerpo político” complejo, en el cual se condensan

y desplazan las contradicciones del todo social y, debido a su materialidad, las organiza y

distribuye en distintos campos con sus propias jerarquías con el fin de mantener el orden

del todo social.

La cristalización de este “cuerpo político” presenta al Estado capitalista como un

Estado-popular-de-clase y más específicamente, en relación a la lucha de clases y las clases

dominantes, que veremos más adelante, se presenta como un Estado-popular-con-dirección-

hegemónica-de-clase.

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Finalmente, queremos mencionar otra característica del Estado capitalista, que se

deriva de las condiciones que ya hemos señalado, la división social jerárquica del trabajo.

Esta división social capitalista del trabajo, presente en el despotismo de la fábrica, adquiere

una naturaleza propiamente política en relación al Estado capitalista.

En función de la división jerárquica del trabajo intelectual y manual, el Estado

capitalista concentra desde su propia armazón organizativa el trabajo intelectual. El Estado

capitalista al ser un sistema coherente lógico-formal monopoliza un determinado saber

inscrito, no sólo en su legitimidad, sino en los procesos de dominación y poder político:

En el conjunto de sus aparatos –es decir, no sólo en sus aparatos ideológicos sino también en

sus aparatos represivos o económicos-, el Estado encarna el trabajo intelectual en cuanto

separado del trabajo manual. (…) En el Estado capitalista es donde se realiza, de la manera

más completa, la relación orgánica entre trabajo intelectual y dominación política, entre saber

y poder (Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 1979, pág. 61).

El uso sistemático del saber por el poder, atraviesa todas las instituciones y aparatos del

Estado capitalista, incluso, el Estado dirige y pone límites al saber en función del poder.

Esto implica la exclusión de las masas populares de este saber y el predomino del Estado

como una institución abstracta y, por lo tanto, garante del bien común.

El Estado capitalista profundiza la división social jerárquica del trabajo, entre trabajo

intelectual y trabajo manual, este Estado se apodera del saber y de la técnica “científica” al

punto de constituirse en el lugar de emplazamiento de la tecnocracia. No simplemente en el

sentido de una ideología tecnocrática, sino en la materialidad institucional y relacional de

mecanismos técnicos de poder. Así el Estado capitalista monopoliza el saber técnico y

funciona a través del cálculo, la previsibilidad y la planificación. Este Estado especializa el

saber técnico y lo distribuye en su interior para aplicarlo, es decir para el ejercicio del

poder.

En fin, esa relación poder-saber se traduce en técnicas particulares de ejercicio del poder, en

dispositivos precisos, inscritos en la trama del Estado, de distanciación permanente de las

masas populares de los centros de decisión: en una serie de ritos, de formas de discurso, de

modos estructurales de tematización, de formulación y tratamiento de los problemas por los

aparatos del Estado, de modo tal (monopolización del saber) que las masas populares (en este

sentido, trabajo manual) se encuentran, de hecho, apartadas (Poulantzas, Estado, poder y

socialismo, 1979, pág. 63).

En relación a la materialidad del saber-poder del Estado capitalista, éste adquiere más

elementos para su autonomía relativa y su materialidad abstracta-popular, más allá de que

el pueblo sea excluido del Estado capitalista, esta exclusión es en razón del pueblo-nación y

la soberanía popular. La igualdad de los sujetos políticos-ciudadanos depende y está

organizada en relación a la materialidad lógico-formal y la monopolización jerárquica del

saber-poder del Estado capitalista.

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1.3 Estado capitalista y lucha de clases.

En la medida en que la materialidad institucional del Estado capitalista, se presenta como

un Estado popular de clase, el Estado capitalista se relaciona de una manera particular con

el campo de la lucha de clases.

El campo de la lucha de clases tiene que ver las relaciones y prácticas sociales que

sostienen las diferentes instancias y estructuras sociales. En un determinado momento

histórico estas relaciones y prácticas sociales son relaciones entre clases, es decir, se

configuran como relaciones sociales contradictorias.

La constitución de las clases sociales depende del lugar y función que cumplen los

agentes-soportes sociales en las diferentes estructuras e instancias de la sociedad. Estas

clases pueden subdividirse en subgrupos y fracciones.

Así, las clases sociales poseen intereses, aspiraciones, estrategias, que surgen de su

situación y tienen que ver con la conservación y reproducción del orden social dominante o

con su transformación.

Las clases sociales solo pueden ser concebidas como prácticas de clases; y como las

clases son grupos con intereses diferentes, estas prácticas de clase toman el carácter de

lucha. Esta lucha de clases se realiza dentro de los límites fijados por el todo social, es decir

por los límites fijados en la articulación de las instancias sociales: económica, política e

ideológica. De ahí que, el campo de la lucha de clases abarca una lucha económica, en la

estructura y prácticas sociales económicas; una lucha política, en la estructura y prácticas

sociales políticas; y una lucha ideológica, en la estructura y prácticas sociales ideológicas.

Las relaciones del campo de la lucha de clases son complejas y el predominio de

una clase sobre las otras depende de una coyuntura específica. Así mismo, la conservación

del todo social o su transformación, depende de este campo, es decir, las relaciones sociales

de clase, la lucha de clases, sostienen las estructuras sociales si cambian las relaciones, por

consiguiente, cambian las estructuras.

Ahora bien, la característica particular del Estado capitalista, es decir la autonomía

relativa respecto a las relaciones económicas de producción, condiciona de igual manera la

relación del Estado capitalista y el campo de la lucha de clases: “… la autonomía específica

del Estado capitalista y de las relaciones de producción en el M.P.C. se refleja, en el campo

de la lucha de clases, en una autonomía de la lucha económica y de la lucha política de

clases” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág.

166).

Esta autonomía en el campo de la lucha de clases, le asigna al Estado capitalista

funciones muy específicas tanto en la lucha económica como en la lucha política de clases;

no con el fin de unificar este campo, sino de mantener y reproducir la autonomía de este

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campo; funciones orientadas, eso sí a contener la sociedad capitalista y la dominación

política de clase.

De esta manera, la atomización del campo de la lucha de clases es la mediación

entre el Estado y la lucha de clases, a través de ella el Estado incide sobre este campo y

viceversa. Así, “La relación del Estado capitalista y del campo de la lucha de clases es

doble: tiene lugar en la lucha política de clases por una parte, y en la lucha económica de

clases por otra” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980,

pág. 359).

Sin embargo, por estas razones, que veremos enseguida, el Estado capitalista

aparece autónomo del campo de la lucha de clases y, por lo tanto, se presenta como

representante y garante del interés general y de la unidad del pueblo-nación.

1.3.1 Estado capitalista y lucha económica de clases.

Las relaciones sociales económicas en el modo de producción capitalista presentan una

característica fundamental que consiste en revestir estas relaciones como si se dieran entre

sujetos-propietarios privados. La lucha económica de clases no es vivida como lucha de

clases, pues las relaciones económicas aparecen aisladas, como si los agentes de la

producción asistieran a un campo privado, donde tienen que actuar de manera individual.

Los agentes de la producción son colocados como sujetos económicos, es decir,

como sujetos-individuos determinados a realizar, de manera individual y aislada, las

relaciones sociales económicas. Estas relaciones se realizan por la voluntad individual del

sujeto económico, como si el individuo las preexistiera.

Así, la lucha económica de clases es vivida por los agentes de la producción bajo

un aislamiento que esconde el carácter social de estas relaciones. Sin embargo, tal

aislamiento no es un rasgo propio de las relaciones sociales económicas capitalistas, por el

contrario, la sociedad capitalista exige cada vez más la socialización de los procesos

productivos.

Por lo tanto, el Estado capitalista presenta las relaciones sociales económicas como si

se dieran entre sujetos económicos. El Estado capitalista actúa, de manera específica, sobre

la lucha económica de clases, redistribuyendo a los agentes de la producción en sujetos

jurídicos y económicos, es decir ocultando el carácter social de clase de la instancia

económica capitalista. Poulantzas precisa esta situación indicando:

(…) las relaciones sociales económicas del M.P.C., se comprueba una característica

fundamental y original que en adelante definiré como “efecto de aislamiento”. Consiste en lo

que las estructuras jurídicas e ideológicas –determinadas en última instancia por la estructura

del proceso de trabajo- instauran, en su nivel, a los agentes de la producción distribuidos en

las clases sociales en “sujetos” jurídicos y económicos, y tienen como efecto, sobre la lucha

económica de clases, ocultar, de manera particular, a los agentes sus relaciones como

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relaciones de clase (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980,

pág. 159).

De esta manera, la relación entre el Estado capitalista y la lucha económica de clases está

marcada por un efecto de aislamiento del Estado sobre las relaciones sociales económicas,

provocando que la lucha económica no se sea vivida como lucha de clases, sino como

relaciones entre individuos-sujetos económicos.

Este aislamiento abarca todo el conjunto de relaciones sociales económicas, es

decir, actúa sobre todas las clases sociales. Por lo tanto se manifiesta en toda una serie de

relaciones que va desde las relaciones entre obrero-capitalista, obrero-obrero, capitalista-

capitalista, obrero de una fábrica o de una rama de la industria a obrero de otra fábrica u

otra rama de la industria, etc. Por razón de este efecto de aislamiento, la sociedad aparece

como un sumatoria de voluntades individuales con intereses personales.

Este aislamiento se materializa en las instituciones jurídico-políticas del Estado

capitalista, bajo la constitución de los agentes sociales de la producción en sujetos-

individuos jurídicos, es decir, en personas políticas-sujetos de derecho. El Estado capitalista

se presenta como la unidad de la lucha económica de los individuos particulares y privados

de toda la sociedad.

Este aspecto de unidad social que recae sobre el Estado capitalista, en base al efecto

de aislamiento provocado por el propio Estado capitalista sobre las relaciones sociales

económicas, lo reviste de una autonomía específica respecto a la lucha económica de

clases, en la medida en que se presenta como representante de la unidad de una sociedad

fraccionada por intereses individuales-privados. De esta manera, el Estado capitalista

aparece como independiente de la lucha económica de clases, como garante del interés

general del pueblo nación.

Por lo tanto, esta relación entre el Estado capitalista y la lucha económica, provoca

una mediación de unidad política entre el Estado y la lucha económica. Partiendo del efecto

de aislamiento y su materialización en las instancias jurídico-políticas, el Estado capitalista

se presenta como la unidad propiamente política, ya que representa la unidad de un cuerpo

político compuesto por individuos-sujetos políticos.

El Estado capitalista cumple aquí una doble función:

1] Más particularmente bajo su aspecto de sistema jurídico normativo, de realidad jurídica,

instaurando a los agentes de la producción distribuidos en clases en sujetos-políticos, dicha

superestructura tiene como efecto el aislamiento en las relaciones sociales económicas.

2] En su relación con las relaciones sociales económicas, que manifiestan ese efecto de

aislamiento, tiene por función representar la unidad de relaciones aisladas instituidas en el

cuerpo político que es el pueblo-nación. Lo que quiere decir, en otras palabras, que el Estado

representa la unidad de un aislamiento que es en gran parte –pues lo ideológico desempeña

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en esto un gran papel- su propio efecto. Doble función –de aislar y representar la unidad- que

se refleja en contradicciones internas en las estructuras del Estado (Poulantzas, Poder político

y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 164).

1.3.2 Estado capitalista y lucha política de clases.

La relación del Estado capitalista y la lucha política de clases es particularmente

importante, en la medida en que éste representa la unidad de una formación social, es decir,

en la medida en que el Estado capitalista representa el cuerpo político y la cohesión de la

sociedad capitalista.

En este sentido, el Estado capitalista se atribuye la función de unificar a los agentes

sociales en un cuerpo “popular-nacional”. Por lo tanto, el Estado capitalista, por efecto de

su función propiamente política, es decir, en relación a la lucha política de clases, se

presenta como una institución autónoma en relación a las clases sociales, constituyendo la

ausencia dentro de sus mismas instituciones de una relación política de clases dominantes-

clases dominadas que salte a la vista. Así: “Todo ocurre, en esas instituciones, como si la

“lucha de clases” no existiese” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado

capitalista, 1980, pág. 238).

La presencia misma del Estado capitalista como la unidad del pueblo-nación

compuesto de sujetos-individuos políticos, en relación a la lucha de clases política, cumple

la función de impedir la organización política de las clases dominadas, que superaría su

aislamiento económico para constituirse como clase social autónoma: “Esa función es,

pues, desempeñada a la vez por medio de la ocultación a los ojos de las clases dominadas

de su carácter de clase y por medio de su exclusión específica de las instituciones del

Estado en cuanto clases dominadas” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el

estado capitalista, 1980, pág. 238).

Por el contrario, esta misma relación del Estado capitalista con respecto a la lucha

política de clases, cumple la función de constituir permanentemente la unidad y

organización política de las clases dominantes, anulando su aislamiento económico y

constituyéndola como la representante del interés general del pueblo nación.

En resumen, el Estado capitalista en su relación con la lucha política de clases: “…

tiene por función dicho Estado desorganizar políticamente a las clases dominadas,

organizando a la vez políticamente a las clases dominantes” (Poulantzas, Poder político y

clases sociales en el estado capitalista, 1980, págs. 239-240).

De esta manera, el Estado capitalista presenta una serie de contradicciones propias de

su institucionalización, que le permiten cumplir con su función propiamente política en el

campo de la lucha política de clases, es decir en la medida en que oculta las relaciones de

clases en sus propias instituciones. Como lo indica Poulantzas:

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La contradicción principal de ese Estado no consiste tanto en que se “diga” Estado de todo el

pueblo, cuando es un Estado de clase, sino, propiamente hablando, en que se presenta, en sus

instituciones mismas, como un Estado “de clase” (de las clases dominantes, que él contribuye

a organizar políticamente) de una sociedad institucionalmente fijada como no-dividida-en-

clases; en que se presenta como un Estado de la clase burguesa, subentendiendo que todo el

“pueblo” forma parte de esa clase (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado

capitalista, 1980, pág. 240).

La relación del Estado capitalista con la lucha política de clases configura la función

propiamente política del Estado capitalista, que le permite, dentro de sus contradicciones,

organizar el poder político de la clase dominante. Sin, por ello, reflejar de manera mecánica

tal dominación política, en este sentido, la dominación política de la clase capitalista en el

Estado capitalista se presenta de una manera particular y contradictoria, donde la autonomía

relativa del Estado capitalista con las clases dominantes hace posible su dominación.

1.3.3 Estado capitalista, intereses económicos, intereses políticos y poder político de clase.

La autonomía relativa del Estado capitalista con el campo de la lucha de clases, se expresa

en la relación del Estado con los intereses económicos y políticos. El Estado capitalista no

representa de manera directa los intereses económicos de las clases dominantes, ya que el

Estado capitalista en relación a la lucha política tiene por función organizar la lucha política

de éstas, representa, pues, sus intereses políticos. Estos intereses políticos de las clases

dominantes tienen como objetivo específico la conservación de ese Estado y, a través de él,

conservar las relaciones sociales existentes:

Así, esa práctica política de las clases dominantes deberá, no solamente constituir la unidad

de la clase o de las clases partiendo del aislamiento de su lucha económica, sino también por

todo un funcionamiento político-ideológico particular, constituir sus intereses propiamente

políticos como representantes del interés general del pueblo nación (Poulantzas, Poder

político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, págs. 168-169).

La noción del interés general está inscrita en la institucionalidad-materialidad del Estado

capitalista, parte del efecto de aislamiento y de la función del Estado de representar la

unidad del cuerpo político del pueblo-nación. En este sentido, el Estado capitalista permite

garantizar los intereses económicos de ciertas clases dominadas, en detrimento de los

intereses económicos a corto plazo de las clases dominantes, pero conforme a sus intereses

políticos, es decir, de acuerdo a su poder político de clase.

Esta garantía de los intereses económicos de ciertas clases dominadas depende de la

coyuntura específica y de la correlación de fuerzas que esté en medio, es decir, la

posibilidad de acceder, por medio del Estado, a estos intereses económicos depende de los

límites mismos que impone el Estado-popular-con-dirección-hegemónica-de-clase. Esa

garantía sirve de medio para la dominación política de las clases dominantes, ya que tiende

a la desorganización política de las clases dominadas. Así:

En el caso del Estado capitalista, la autonomía de lo político puede permitir la satisfacción de

intereses económicos de ciertas clases dominadas, limitando aún eventualmente el poder

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económico de las clases dominantes, frenando en caso necesario su capacidad de realizar sus

intereses económicos a corto plazo, pero con la única condición –posible en el caso del

Estado capitalista- de que su poder político y el aparato de Estado queden intactos

(Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 243).

Por lo tanto, la realización de los sacrificios económicos impuestos a las clases dominantes

por la lucha de las clases dominadas, no puede en ningún caso, amenazar las estructuras del

Estado capitalista. Estos sacrificios se realizan dentro de los límites que implica el poder

político de las clases dominantes institucionalizado en el Estado, en tanto éste ocupa el

lugar central del ejercicio del poder político de las clases dominantes; en otras palabras, el

ejercicio de dominación política en el Estado capitalista permite ciertos sacrificios

económicos de las clases dominantes.

Así, el campo del poder político de las clases dominantes en el Estado capitalista

conlleva características que lo alejan de un campo homogéneo y monolítico, más bien, es

un campo complejo y contradictorio:

El poder político parece, pues, fundarse en ese Estado, en un equilibrio inestable de

compromisos. Precisemos:

1] Compromisos, en la medida en que ese poder (…) puede tener en cuenta intereses

económicos de ciertas clases dominadas.

2] Equilibrio, en la medida en que esos “sacrificios” económico, aun siendo reales y creando

así un campo de equilibrio, no amenazan, en cuanto tales, el poder político, que fija

precisamente los límites de ese equilibrio;

3] Inestable, en la medida en que los límites del equilibrio los fija la coyuntura política

(Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 244).

Este equilibrio inestable de compromisos, que es el poder político de las clases dominantes

en el Estado capitalista, constituye la forma particular de dominación política burguesa, a

través de su ejercicio, en el Estado capitalista. El Estado capitalista, en tanto centro del

ejercicio del poder de las clases dominantes, presenta un juego interno de todas sus

instituciones y relaciones, que permiten que la dominación política se realice dentro de los

límites y materialidad de un Estado-popular-de-clase.

1.4 Estado capitalista y clases sociales.

Las clases sociales no son homogéneas, en ellas existen distintas fracciones, propias de un

campo contradictorio interno. Este fraccionamiento de las clases sociales obedece al lugar,

distinto, que ocupan los grupos sociales en el proceso productivo y, por otro lado, por el

efecto de aislamiento del Estado capitalista sobre la sociedad, que conlleva aspectos

ideológicos que consolidan y amplían tal fraccionamiento de la sociedad, que como ya se

vio es el fundamento y objetivo del poder político capitalista.

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Las clases sociales, como ya se indicó más arriba, no pueden ser concebidas sino

como lucha de clases, es decir, las clases sociales no preexisten a la lucha de clases, se

constituyen dentro de estas relaciones sociales. La relación del Estado capitalista y la lucha

de clases, nos indica que el Estado capitalista tiene una manera particular de relacionarse

con las clases sociales dominantes y, asimismo, con las clases dominadas.

Esta relación, ya sea con las clases dominantes o las clases dominadas, tiene que ver

con la lucha de clases, más específicamente, con las prácticas de clase que se configuran

respecto a la presencia del Estado y, simultáneamente, a la presencia del Estado que se

configura respecto a las prácticas de clase, ya sea de las clases dominantes o de las clases

dominadas.

Entonces, a continuación vamos a puntualizar la relación dialéctica entre el Estado

capitalista y las clases sociales, es decir entre el Estado y las prácticas de clase dominantes

y, entre el Estado y las prácticas de clase dominadas.

1.4.1 Hegemonía y bloque en el poder.

La relación del Estado capitalista con las clases dominantes es compleja, tanto por las

particularidades de la materialidad e institucionalidad del Estado, como por el

fraccionamiento de las clases dominantes, que son el fundamento de la unidad estatal, es

decir, de la función propiamente política del Estado.

La organización del poder político de las clases dominantes, que está a cargo del

Estado capitalista no es simple ni mecánica, este proceso, en relación a las clases

dominantes, tiene que enfrentarse a un contexto de clase intrínsecamente complejo.

Por un lado, la unidad política de las clases dominantes, cuyo factor de organización

reside sobre el Estado en tanto centro del poder político de las clases dominantes, implica la

coexistencia de varias clases y fracciones de clase dominantes. Esta relación da lugar a una

participación particular y contradictoria en la dominación política de estas clases y

fracciones. A este tipo de unidad se le da el nombre de bloque en el poder, este bloque se

refiere a las prácticas políticas de las clases dominantes y, como veremos enseguida, no

constituye una totalidad homogénea, sino el campo de una unidad compleja donde una de

esas clases y fracciones de clase se reserva un papel predominante. Al respecto Poulantzas

nos indica que:

Ese concepto de bloque en el poder (…) indica así la unidad contradictoria particular de

las clases o fracción de clase dominantes, en su relación con una forma particular del

Estado capitalista. (…) Comprende la configuración concreta de la unidad de esas clases o

fracciones en un estadio, caracterizados por un modo específico de articulación, y un ritmo

propio de división, del conjunto de las instancias. En ese sentido, el concepto de bloque en

el poder se refiere al nivel político, comprende el campo de las prácticas políticas, en la

medida en que ese campo concentra en sí y refleja la articulación del conjunto de las

instancias y de los niveles de lucha de clases en un estadio determinado (Poulantzas, Poder

político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, págs. 302-303).

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Por esta razón, las prácticas políticas de las clases dominantes, en su interior, no consisten

en un reparto del poder político institucionalizado; el bloque en el poder constituye un

campo de relaciones complejas, entre las clases y fracciones dominantes, que pone en juego

estrategias y prácticas políticas de alianzas y apoyos de clase, según la coyuntura concreta,

que hacen posible el establecimiento del predominio de una de esas fracciones.

Esta unidad compleja que se establece alrededor del bloque en el poder, hace

posible el predominio de una clase o fracción de clase, que dirige esa unidad contradictoria.

La unidad política del bloque en el poder depende, y hace posible, la emergencia de una

clase o fracción de clase hegemónica: “… el bloque en el poder constituye una unidad

contradictoria de clases y fracciones políticamente dominantes bajo la égida de la fracción

hegemónica” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980,

pág. 308).

La organización política de las clases dominantes, por otro lado, consiste, en el

mismo campo de las prácticas políticas de las clases dominantes y dentro del bloque en el

poder, en el establecimiento de la dirección hegemónica de clase del Estado capitalista:

(…) El concepto de hegemonía, que se aplicará únicamente a las prácticas políticas de las

clases dominantes –y no al Estado- de una formación capitalista, reviste dos sentidos.

1] Indica la constitución de los intereses políticos de estas clases en su relación con el

Estado capitalista, como representantes del “interés general” del cuerpo político que es el

“pueblo-nación” y que tiene como sustrato el efecto de aislamiento en lo económico.

2] (…) el Estado capitalista y las características especiales de la lucha de clases en una

formación capitalista hacen posible el funcionamiento de un “bloque en el poder”,

compuesto de varias clases o fracciones dominantes. Entre esas clases y fracciones

dominantes, una de ellas detenta un papel predominante particular, que puede ser

caracterizado como papel hegemónico. En este segundo sentido, el concepto de hegemonía

comprende el dominio particular de una de las clases o fracciones dominantes respecto de

las otras clases o fracciones dominantes de una formación social capitalista (Poulantzas,

Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, págs. 173-175).

Dentro del bloque en el poder un(as) clase(s) o fracción(es) de clase se constituye en el

elemento con predomino y, por lo tanto, le imprime a la unidad política dominante una

dirección específica, en la cual concentra para sí la función de representar el interés general

del pueblo-nación y detentar un dominio específico dentro del bloque en el poder. Este

elemento con predominio se constituye en el elemento hegemónico, en la(s) clase(s) o

fracción(es) de clase hegemónica.

La hegemonía constituye parte del proceso de las prácticas políticas de las clases

dominantes, es decir, es un proceso dinámico, irregular, que depende de la coyuntura

específica del bloque en el poder y sus estrategias de alianzas y apoyos de otras clases y

fracciones dominantes y dominadas. Por lo tanto, la hegemonía implica prácticas

contradictorias y de lucha atravesadas por una serie de relaciones complejas, de

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compromisos y sacrificios necesarios para la realización del interés político y del poder

político de clase.

Lo que aquí se comprueba es una incapacidad de organización política de las clases

dominantes y, de realizar su hegemonía por sus propios medios de organización, es decir,

las clases dominantes no pueden, por sí solas, transformar sus intereses específicos en

interés político, no pueden constituir la unidad de las clases y fracciones del bloque en el

poder.

Por lo tanto, la dirección hegemónica en el bloque en el poder y en el Estado

capitalista, depende de la relación específica que se establece entre el Estado capitalista y

las clases dominantes. De esta manera: “La hegemonía, en el interior de ese bloque, de una

clase o fracción, no se debe al azar: la hace posible, como se verá, la unidad propia del

poder institucionalizado del Estado capitalista” (Poulantzas, Poder político y clases sociales

en el estado capitalista, 1980, pág. 309).

En este contexto, se puede establecer la relación específica del Estado capitalista

respecto de las clases dominantes, es decir el papel institucional que juega el Estado, y la

forma que reviste ese papel, respecto de la burguesía. El Estado, como ya se vio más arriba,

representa la unidad política del pueblo nación, a través de un marco institucional que

funciona como una unidad propia del poder de Estado, realidad que funda una autonomía

relativa respecto de las clases dominantes.

Esa característica de unidad política, asimismo, se refiere a los intereses políticos de

las clases o fracciones dominantes en el campo de la lucha política de clases. Dentro de un

equilibrio inestable de compromisos, a través del cual, las clases dominantes logran

presentarse como representantes del interés general del pueblo nación. En este sentido,

puede decirse que el Estado capitalista realiza por su cuenta la función de hegemonía

política, que las clases dominantes no pueden realizarla por sí solas. Pero, para hacerlo, el

Estado capitalista se reviste de una autonomía relativa respecto de las clases o fracciones

hegemónicas, respecto a la burguesía. De esta manera:

(…) esa autonomía respecto de las clases dominantes, inscrita en el juego institucional del

Estado capitalista, no por eso autoriza de ningún modo una participación efectiva de las

clases dominadas en el poder político, o una cesión a esas clases de “parcelas” de poder

institucionalizado. (…) Su unidad política, en cuanto representante de la unidad del pueblo-

nación, no es, en último análisis, más que su unidad en cuanto poder político unívoco de las

clases dominantes. Su autonomía relativa, función de su característica unitaria en cuanto

Estado nacional-popular, no es, en último análisis, más que su autonomía necesaria para la

organización hegemónica de las clases dominantes, más que la autonomía relativa

indispensable para el poder unívoco de esas clases (Poulantzas, Poder político y clases

sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 377).

En este sentido, el Estado constituye, más específicamente, el factor de unidad política del

bloque en el poder, constituye el factor de organización hegemónica de la clase o fracción

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de clase predominante. El Estado hace posible por su autonomía relativa respecto a las

clases dominantes, organizar políticamente las clases dominantes, por medio de la unidad

conflictiva del bloque en el poder y del equilibrio inestable de compromisos entre los

elementos de este bloque, estableciendo la hegemonía y dirección de unas de esas clases o

fracciones dominantes:

El Estado puede cumplir este papel de organización y de unificación de la burguesía y del

bloque en el poder en la medida en que posee una autonomía relativa respecto a tal a cual

fracción y componente de ese bloque, respecto a tales o cuales intereses particulares

(Poulantzas, Estado, poder y socialismo, 1979, pág. 152).

Y esto es así, por un lado, por el papel propiamente político del Estado en tanto factor de

organización política de las clases dominantes y, por otro, por la incapacidad de las clases

dominantes de organizarse políticamente.

Por estas razones, el Estado se constituye en un campo y un proceso estratégicos

muy complejos, donde las relaciones de fuerza al interior del bloque en el poder, que

reclaman su organización de unidad política, se anudan en el Estado: “… es el juego de

estas contradicciones en la materialidad del Estado el que hace posible, por paradójico que

pueda parecer, el papel de organización del Estado” (Poulantzas, Estado, poder y

socialismo, 1979, pág. 160).

El Estado capitalista, en tanto factor de unidad política de la sociedad y de la clase o

fracción hegemónica, no es un bloque monolítico sino un campo relacional estratégico,

conflictivo.

1.4.2 Las clases dominadas.

Las relaciones conflictivas y divisiones internas del Estado no pueden ser reducidas,

exclusivamente al problema de las clases dominantes del bloque en el poder. El Estado en

tanto campo relacional estratégico: “dependen igualmente, e incluso sobre todo, del papel

del Estado con respecto a las clases dominadas” (Poulantzas, Estado, poder y socialismo,

1979, pág. 169).

El Estado capitalista organiza la hegemonía de las clases dominantes en el bloque en

el poder desorganizando permanentemente a las clases dominadas. Para esto, es igualmente

necesaria la autonomía relativa del Estado respecto a las clases dominadas, ya que hace

posible ciertos sacrificios económicos que resultan indispensables para la organización

hegemónica del bloque en el poder.

Por lo tanto, el Estado condensa, igualmente, las relaciones sociales con las clases

dominadas. En este sentido la materialidad del Estado capitalista está atravesada y, por lo

tanto, configurada por las luchas de las clases dominadas. Estas clases, a través de sus

luchas se inscriben en el Estado, pero de una manera particular en tanto clases dominadas.

Al respecto Poulantzas indica que:

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Así, la armazón material del Estado en su conexión con las relaciones de producción, su

organización jerárquico-burocrática, reproducen en su seno de la división social del trabajo,

traducen la presencia específica, en su estructura, de las clases dominadas y de su lucha. No

tienen como simple objetivo enfrentarse, en un cara acara, con las clases dominadas, sino

mantener y reproducir en el seno del Estado la relación dominación-subordinación: el

enemigo de clase está siempre en el seno del Estado (Poulantzas, Estado, poder y

socialismo, 1979, págs. 170-171).

De esta forma, el Estado-popular-con-dirección-hegemónica-de-clase, permite la presencia

de las clases dominadas en el seno de su armazón material, pero de una forma que hace

posible la reproducción de las relaciones de dominación: “admite la presencia de clases

dominadas en su seno pero justamente como tales clases dominadas” (Poulantzas, Estado,

poder y socialismo, 1979, pág. 172). O sea que, las instituciones estatales están

organizadas, en relación a las clases dominadas, en función de su desorganización política,

en función de su dominación.

Asimismo, la institucionalidad del Estado capitalista permite, de acuerdo a las

contradicciones en el bloque en el poder, la participación de ciertas clases dominadas,

mediante políticas e instituciones diversas, en tanto clases apoyos de unas fracciones del

bloque en su lucha por la hegemonía del mismo.

Así, el Estado inscribe en su materialidad la relación con las clases dominadas, no de

sus intereses políticos de clase, todo lo contrario, las inscribe y se modifica según la

configuración estratégica de su dominación política. En esta medida, el Estado capitalista

condensa en su materialidad esta relación con las clases dominadas, en tanto factor de

desorganización política de las clases dominadas.

1.5 Formas de Estado capitalista.

Si planteamos que el Estado capitalista es un campo estratégico-relacional, éste, asimismo,

guarda en su interior una serie de posibilidades de expresión –modificaciones- del

predominio y contradicciones que implican este campo. Por lo tanto, el Estado capitalista se

presenta, según una coyuntura específica dada, bajo ciertas formas de Estado que se

caracterizan por una modificación específica en sus relaciones e instituciones.

Como ya se planteó, el Estado capitalista guarda un núcleo estructural que lo vuelve

particular en relación con otros tipos de Estado. La característica propia del Estado

capitalista se diferencia por una autonomía relativa respecto de la instancia económica,

separación entre lo económico y lo político, así como por una relación de autonomía

relativa respecto a las clases sociales y la clase o fracciones de clase dominantes;

presentándose, por estas razones, como un Estado-popular-con-dirección-hegemónica-de-

clase, garante del interés general del pueblo-nación.

Entonces, las formas de Estado capitalista tienen que ver con una serie de

modificaciones y formas específicas que toma la relación de autonomía con respecto: por

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un lado, con la lucha económica de clases –separación relativa entre lo económico y lo

político y efecto de aislamiento en las relaciones sociales económicas- y, por otro, con la

lucha política de clases –autonomía relativa con las prácticas políticas de las clases

dominantes- es decir, con la constitución de una clase como hegemónica respecto del

“pueblo-nación” y respecto del bloque en el poder. Así, las formas de Estado capitalista

serán percibidas según las formas específicas de esa autonomía: “Las diferencias de esas

formas de Estado afecta precisamente a las formas específicas que toma la relación entre

una esfera económica y una esfera política relativamente autónomas: constituyen variables

de una invariante específica” (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado

capitalista, 1980, pág. 187).

1.5.1 Formas de Estado, fases y estadios de una formación social.

Las formas específicas de autonomía relativa del Estado capitalista, vamos a referirlas aquí,

en primer lugar al problema de las fases y estadios de una formación social. Una formación

social capitalista, se caracteriza por el predominio del modo de producción capitalista. Este

modo de producción, lleva marcado en su interior la coexistencia de ciertas formas

diferenciales y específicas de desarrollo desigual, en las que se produce una articulación

específica de las instancias y contradicciones sociales que señalan una fase determinada del

modo de producción capitalista teóricamente puro.

Una fase del modo de producción capitalista, indica, pues, una articulación

específica de las instancias y relaciones sociales y, por lo tanto, un determinado tipo de

Estado capitalista. Así, por ejemplo, un tipo de Estado liberal se relaciona con la fase del

capitalismo privado o, a la fase del capitalismo monopolista le corresponde un tipo de

Estado monopolista.

Cada una de estas fases indica un desplazamiento en las contradicciones y

modifican las relaciones en el campo de la lucha de clases. Estas modificaciones

condicionan los diferentes estadios de una fase dada, ya en el campo de las formaciones

sociales. Es decir, estos desplazamientos marcan los procesos de transición y de

reproducción ampliada de una formación social, cuya variación afecta la forma de Estado

capitalista en la medida en que modifica la relación de autonomía relativa respecto al

aislamiento de las relaciones sociales económicas y, respecto a la relación del Estado con la

hegemonía de clase y el bloque en el poder.

La modificación de la autonomía relativa del Estado capitalista, referida a las fases

del modo de producción capitalista y a los estadios de una formación social capitalista,

indica formas de intervención o de no intervención del Estado en lo económico y en la

lucha política de clases; es decir que, las formas de Estado capitalista, indican una forma

particular de regular la autonomía relativa del Estado, por lo tanto: “Son las modificaciones

de sus relaciones, en el marco invariante de esa autonomía, las que regulan precisamente

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las modificaciones de sus intervenciones respectivas, produciendo sus límites” (Poulantzas,

Poder político y clases sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 190).

1.5.2 Formas de Estado y el campo de la lucha de clases.

Esas modificaciones que conciernen a las formas de Estado capitalista, se pueden

diferenciar, en la medida en que están condicionadas, en las relaciones del Estado con el

campo de la lucha de clases. Si las formas de Estado de una formación se caracterizan por

una modificación particular de la relación entre lo económico y lo político, es porque esta

relación tiene que ver con: a) la relación del Estado con el efecto de aislamiento de las

relaciones sociales económicas – lucha económica, y b) la relación del Estado con la

organización de la hegemonía de clase y el bloque en el poder.

Una forma de Estado tiene que ver con la manera particular en que se concreta el

aislamiento de la lucha económica, en relación a la extracción de plusvalía y la

socialización del trabajo y las fuerzas productivas. Y a la forma específica en que se

configura el bloque en el poder, es decir, la forma particular de las prácticas políticas de las

clases dominantes en su ejercicio del poder político. De esta manera:

En la relación del Estado y del aislamiento de la lucha económica de clases, a que se reduce

finalmente la relación del Estado y de las clases dominadas, tal como está presente en sus

mismas instituciones, esta distinción parece pertinente, por cuanto corresponde a

diferenciaciones de las formas de legitimidad del Estado capitalista: por lo tanto, a

diferenciaciones de los procesos ideológicos complejos por los cuales ese Estado se da por

representativo de la unidad del pueblo-nación, y por los cuales actúa como factor de

desorganización política de las clases dominadas (Poulantzas, Poder político y clases

sociales en el estado capitalista, 1980, pág. 406).

En este sentido, la articulación en las formas de Estado de intervención y de no

intervención, se presentan en el Estado por diferenciaciones de legitimidad, representadas

en el predominio del poder ejecutivo o del poder legislativo, según la coyuntura específica.

Por otro lado, la forma de Estado capitalista, tiene que ver con las modificaciones y

desplazamientos de la fracción hegemónica del bloque en el poder. En este caso el

predominio de tal o cual aparato de Estado o poderes de Estado, que caracteriza una

determinada forma de ese Estado, indica la forma específica, en una coyuntura particular,

de organización hegemónica de las clases dominantes:

El predominio de uno de estos poderes representa la instancia central de unidad del Estado,

ya que concentra en sí los dos principios unidad del Estado. Por una parte, refleja la

legitimidad política de una formación, y por otra parte, es el asiento de la organización de la

fracción hegemónica (Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista,

1980, pág. 415).

Finalmente, hay que indicar que la forma de Estado capitalista, puede constituirse en

condiciones en que la organización de la hegemonía hace posible un ejercicio del poder

político dentro de los límites de la democracia representativa burguesa. Este ejercicio del

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poder político, se realiza en periodos de “estabilidad” política, donde se dan las

condiciones, por un lado, para una política “social” de sacrificios económicos de las clases

dominantes en beneficio de las clases dominadas y; por otro lado, la organización de la

hegemonía permite la unidad del poder unívoco de las clases y fracciones dominantes.

En estas condiciones, las instituciones y la materialidad del Estado capitalista

funcionan en términos regulares, dentro de los límites democráticos de distribución y

funcionamiento de los “poderes” del Estado capitalista, que demanda el ejercicio del poder

político burgués-moderno. Así, los aparatos e instituciones estatales reproducen la unidad

de las clases dominantes, bajo la forma democrática de distribución de poderes y el

principio de representatividad. De la misma manera, la desorganización política de las

clases dominadas es regulada bajo los mismos principios democrático-representativos de

legalidad y legitimación del poder político burgués.

1.5.3 La forma de Estado de excepción.

La forma de Estado capitalista, dentro del conjunto de relaciones que se han indicado y,

específicamente, en relación al campo de la lucha política; indica la posibilidad de una

articulación del Estado con características propias, en un contexto de crisis política, donde

el proceso de hegemonía y unidad del bloque en el poder se ve amenazado. Este proceso de

descomposición del bloque en el poder, sucede cuando la incapacidad y/o transición de la

hegemonía de las clases y fracciones dominantes queda en evidencia y, por lo tanto, exige,

del Estado capitalista, la reorganización de las relaciones del bloque en el poder y la

hegemonía.

En estas condiciones, el propio Estado capitalista se ve amenazado ya que se pone

en riesgo, tanto el orden de la dominación política capitalista, como los procesos de

acumulación y reproducción de capital. Bajo esta situación de crisis social, el Estado que

tiene por objeto restablecer la organización hegemónica, presenta ciertas características que

suspenden y hasta contradicen los límites democráticos y de representatividad de sus

propias instituciones.

Sin embargo, la forma de Estado de excepción de un Estado capitalista pertenece al

tipo capitalista de Estado, tanto al poder político institucionalizado como a sus formas

institucionales. Por lo tanto, esta forma de Estado de excepción guarda los rasgos

distintivos del tipo capitalista de Estado. A saber, la separación relativa de la instancia

económica respecto de lo político y, la autonomía relativa del Estado respecto de las clases

y fracciones dominantes.

La forma de Estado de excepción corresponde a un periodo de crisis general del

sistema capitalista, en esta situación el Estado interviene de una manera peculiar sobre el

conjunto del campo de la lucha de clases y, sobre el conjunto de la institucionalidad misma

del Estado. Esta intervención provoca ciertas modificaciones en estos campos que implica

una reorganización del sistema estatal.

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30

En lo económico, el Estado de excepción interviene de manera característica “…

con el fin de adaptar y ajustar el sistema frente a la socialización de las fuerzas productivas”

(Poulantzas, La internacioanlización de las relaciones sociales capitalistas y el Estado-

nación, 1974, pág. 66). Y, por consiguiente, procura mantener e intensificar el efecto de

aislamiento sobre la lucha económica de clases.

En relación a la crisis política que corresponde a un desajuste de la unidad del

bloque en el poder, en relación a la cual el Estado de excepción asume la tarea de

reorganizar la hegemonía; la autonomía relativa respecto a las clases y fracciones

dominantes, es particularmente importante, debido, por un lado a una ruptura “del vínculo

directo de la clase o fracción hegemónica, tanto con sus representantes políticos como con

sus representantes ideológicos” (Poulantzas, Forma de Estado de Excepción y Estado

fascista: tipo de Estado, forma de Estado y forma de régimen, 1974, págs. 73-74) y, por

otro lado, al papel político importante de las clases-apoyos, particularmente la pequeña

burguesía, en tanto fuerzas sociales.

La reorganización de la hegemonía, proceso que indica este funcionamiento

particular del Estado de Excepción, lleva aparejada una reorganización del conjunto del

sistema e institucionalidad estatal, que pasa por la modificación y desplazamiento de la

relación de los aparatos ideológicos de Estado, y de su relación con el aparato de Estado,

que obedece a la crisis ideológica y de legitimidad de esta peculiar situación de crisis. Por

lo tanto:

Este funcionamiento particular del Estado de Excepción es así el medio necesario de una

reorganización de la hegemonía ideológica. Pero esto lleva consigo la restricción

característica, en diversos grados, a la vez de la autonomía relativa de los aparatos

ideológicos de Estado en relación con el aparato de Estado y de los aparatos ideológicos de

Estado entre ellos (Poulantzas, Forma de Estado de Excepción y Estado fascista: tipo de

Estado, forma de Estado y forma de régimen, 1974, pág. 74).

Esta limitación en la “distribución” del poder dentro de los aparatos ideológicos, tiene

como consecuencia, entre otras, el control estricto del conjunto del sistema estatal por una

rama o un aparato de Estado, dentro del proceso de reorganización del bloque en el poder y

el establecimiento de la hegemonía por una clase o fracción.

Así mismo, se presenta una modificación en el sistema jurídico, ya que el papel de

reorganización de la hegemonía implica una ausencia de reglamentación, por medio de la

cual, la arbitrariedad enfrenta, como factor estratégico, la inestabilidad hegemónica:

…la limitación característica de la previsibilidad, por parte de las clases o fracciones

mismas del bloque en el poder, constituye un factor estratégico importante de la autonomía

relativa acrecentada que debe revestir el Estado de excepción a fin de reorganizar la

hegemonía” (Poulantzas, Forma de Estado de Excepción y Estado fascista: tipo de Estado,

forma de Estado y forma de régimen, 1974, pág. 83).

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31

La restricción de la autonomía relativa del conjunto de los aparatos del sistema estatal, se

presenta bajo la forma de una “centralización” del poder, acompañada de un índice de

burocratización muy elevado; que da cuenta del papel de las clases-apoyos en este proceso

de reorganización política y, de una forma diferencial de expresión de la lucha de clases, en

tanto, la crisis hegemónica indica una crisis de representación y del principio del sufragio

universal. Esto se advierte en: “… un paralelismo característico de las redes de poder y

un recubrimiento constante de sus correas de trasmisión, es decir, de las ramas y de

los aparatos de Estado: sus relaciones permanecen, por lo demás, ocultas” (Poulantzas,

Forma de Estado de Excepción y Estado fascista: tipo de Estado, forma de Estado y forma

de régimen, 1974, pág. 96). Con el fin de maniobrar, por medio de correas paralelas y

superpuestas, las relaciones de fuerzas del bloque en el poder, y organizar así la hegemonía

de clase.

Mientras que, por el lado de las clases dominadas, el Estado de excepción indica un

recrudecimiento de las prácticas políticas de dominación acrecentando su papel represivo.

Toda la reorganización del sistema estatal implica una reorganización del sistema represivo,

tanto en su legalidad como en su justificación ideológica.

Estos elementos del Estado de excepción, la reorganización de la hegemonía y la

desorganización aguda de las clases dominantes, que condicionan las modificaciones en la

institucionalidad del Estado capitalista, se presentan de manera diferenciada y dependen de

la coyuntura específica de crisis del sistema capitalista en su conjunto. Esta coyuntura

particular y concreta condiciona la forma en que se presenta el Estado de excepción, y

puede ser bajo una dictadura, bajo características del fascismo o del bonapartismo.

1.5.4 Estado capitalista, forma de régimen y formación social

Finalmente, nos queda indicar, una vez expuestos los rasgos distintivos del Estado

capitalista y las variantes que se pueden encontrar dentro de estos rasgos de acuerdo al

problema de la lucha de clases, que el Estado capitalista dentro de una formación social se

presenta de manera compleja, ya que se constituye dentro de una combinación de tipos y

formas de Estado.

En primer lugar, dentro de una formación social con predominio del modo de

producción capitalista, el Estado capitalista se materializa dentro de una combinación

contradictoria y desigual, con otros tipos de Estado pertenecientes a otros modos de

producción y, por consiguiente, con las clases sociales dominantes de tales modos de

producción.

De la misma manera, se combinan de manera compleja, dentro del Estado

capitalista y en relación al problema de las clases sociales, distintas fases o estadios del

propio modo de producción capitalista que diversifican el problema en el bloque en poder y

el desplazamiento de la hegemonía.

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El propio problema de las formas del Estado capitalista, no se resuelve de una

manera lineal, sino de una manera compleja, ya que el Estado capitalista, en tanto campo

estratégico relacional, condensa el desarrollo contradictorio, desigual y con predominio de

estos elementos presentes en su propia institucionalidad.

Esto nos lleva a plantear el problema de los regímenes políticos, ya que estos

marcan el desenvolvimiento complejo de una coyuntura política específica, que a la vez

caracterizan las formas de Estado capitalista. Los regímenes políticos están condicionados

por las modalidades concretas de la lucha política de clases dentro de una coyuntura

determinada, por lo tanto, representan las distintas modalidades en que se justifica y

legitima el poder político de las clases dominantes, en su lucha contra las clases dominadas.

Las formas de régimen indican la instancia central del ejercicio de unidad del

Estado capitalista y, refleja por esta razón, la legitimidad política de una formación social,

por otro lado, indica el lugar de organización de la fracción hegemónica, es decir, la

relación de fuerzas al interior del boque en el poder. Por lo tanto, el régimen político indica

las modalidades concretas de la lucha política, y puede presentarse bajo la forma de

régimen partidista, forma de régimen bipartidista o forma de régimen multipartidista, en

una forma de Estado no amenazada por una crisis política.

Así mismo, pueden establecerse formas específicas de régimen político en la forma

de Estado de excepción, aquí las formas de régimen indican el desplazamiento de la

limitación y el control del sistema estatal por parte de un aparato central específico que

concentra el papel de reorganización hegemónica. Por lo tanto, las formas de régimen del

Estado de excepción representan las modalidades de las relaciones de fuerza en la

reorganización hegemónica y su relación con los aparatos de Estado. Por consiguiente, las

formas de régimen se corresponden a las formas de Estado de Excepción, es decir, a un

Estado de Excepción fascista le corresponde un régimen político fascista, por ejemplo.

Finalmente, la constitución de los regímenes políticos es igualmente compleja, y en

su interior se relaciona de manera contradictoria y desigual, distintas formas de régimen

con el predomino de las características de un régimen sobre el otro y, ese predominio indica

las relaciones concretas de la lucha política de clases.

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CAPÍTULO II

2 Imperialismo y formación social periférica

Si bien hemos planteado los rasgos particulares del Estado capitalista y la complejidad del

poder político de clase que se materializa en esta forma de dominación política moderna, no

son suficientes para comprender la complejidad del Estado capitalista y la dominación

política moderna en las sociedades periféricas. Los elementos que hemos expuesto en el

capítulo precedente son condiciones necesarias para el análisis materialista del Estado

capitalista, pero no son suficientes para entender su complejidad y desarrollo en una

sociedad capitalista periférica.

Las sociedades periféricas desarrollan características propias que, si bien conservan

los rasgos del Estado capitalista, estos rasgos se complejizan y algunos de ellos se acentúan.

De ahí que, el Estado capitalista en las sociedades periféricas presente características

propias, que se correlacionan con su especificidad en tanto sociedad periférica del sistema

capitalista imperialista.

Por lo tanto, para entender las características y las funciones del Estado capitalista

periférico es necesario precisar los elementos de la articulación y constitución de estas

sociedades como periféricas, y el lugar y función que cumplen dentro del sistema capitalista

imperialista. Esto implica comprender la articulación compleja de la cadena imperialista

capitalista, su extensión y reproducción ampliada mundial, a partir de ciertas características

que diferencian y polarizan el propio sistema capitalista imperialista.

Por otro lado, tendremos en cuenta las características propias de las sociedades

periféricas y cómo estas se subordinan, de manera desigual, a la reproducción ampliada del

sistema capitalista imperialista. Esto implica tener en cuenta, la complejidad en las

relaciones y lucha de clases al interior de las sociedades periféricas. Con estos elementos

podremos acercarnos a los rasgos particulares del Estado capitalista presentes en las

sociedades periféricas.

2.1 La cadena imperialista capitalista: la relación centro-periferia.

Las sociedades periféricas son el resultado de un conjunto de relaciones sociales

interdependientes, económicas, políticas e ideológicas, que componen un proceso

polarizante de mundialización capitalista; del cual, se configura un sistema complejo de

articulación o encadenamiento entre distintas formaciones sociales, que se organizan de

manera asimétrica, jerárquica y de carácter estructural.

La conformación del sistema capitalista imperialista, que organiza el

encadenamiento de eslabones de distinto espesor, está inscrita tanto en el propio proceso de

acumulación de capital, y sus relaciones sociales contradictorias, como en el plano de la

reproducción ampliada del modo de producción capitalista. Es decir que, la relación centro-

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periferia es una necesidad y consecuencia del desarrollo, ampliación y reproducción, del

modo de producción capitalista desde sus comienzos y, muy específicamente, en su etapa

imperialista:

El modo de producción capitalista (MPC) se caracteriza, en su reproducción ampliada, por

una doble tendencia: su reproducción en el seno de una formación social en la que "se

apoya" y establece su predominio, y su extensión al exterior de tal formación… En razón de

sus propios límites, el M.P.C. sólo puede existir ampliando sus relaciones de producción y

desplazando, de ese modo, tales límites. Si esta doble tendencia caracteriza al M.P.C desde

sus comienzos, en la etapa imperialista reviste una importancia particular. Esta etapa, que

acentúa la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, se caracteriza por la preeminencia, en

la extensión del M.P.C. al exterior, de la exportación de capitales sobre la simple

exportación de mercancías (Poulantzas, La internacioanlización de las relaciones sociales

capitalistas y el Estado-nación, 1974, pág. 13).

Al interior de este encadenamiento, existen relaciones desiguales caracterizadas por una

relación contradictoria e interdependiente de centralización y marginalidad, que genera una

relación centro-periferia que hace posible la reproducción ampliada del propio sistema

capitalista imperialista. Como lo señala Cueva:

En efecto, uno de los mayores espejismos que genera el sistema imperialista es el de una

articulación lineal y no estructural de sí mismo, según lo cual pareciera que la contextura de

sus puntos más “avanzados” poco o nada tienen que ver con la de sus lugares “atrasados”,

ni siquiera en el plano económico y menos aún en el político: como si el comportamiento

del gentleman que la burguesía exhibe en sus centros imperiales fuese completamente ajeno

a las tropelías que comete en la “periferia”, anverso y reverso de una única medalla (Cueva,

El fetichismo de la hegemonia y el imperialismo, 1984, pág. 9).

La conformación contradictoria y desigual del sistema capitalista imperialista no es

simplemente un hecho económico, esta cadena imperialista implica una articulación del

conjunto del sistema capitalista, tanto de sus aspectos y relaciones económicas como de las

relaciones políticas e ideológicas. Es más, la expansión-extensión capitalista-imperialista

está marcada por el desplazamiento del predominio de lo económico a lo político, la

exportación de capitales implica una forma política de intervención estatal que hace posible

su organización.

Entonces, si el Estado pasa a ocupar el papel predominante en la articulación y

reproducción del sistema capitalista imperialista, tanto en sus eslabones como en la cadena

imperialista, veamos en primer lugar en qué condiciones se establece esta articulación

imperialista.

2.1.1 Expansión y reproducción capitalista: el proceso de monopolización e

internacionalización imperialista.

2.1.1.1 Concentración y monopolización

El sistema capitalista imperialista se caracteriza, en términos económicos, en el paso de una

organización económica privada de competencia, a una organización económica privada de

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monopolización. La fase imperialista indica un trastrocamiento en el proceso de

apropiación y posesión privada de los medios de producción, y del producto del trabajo

social. Este trastrocamiento no indica un cambio en las relaciones sociales de producción

capitalistas, sino su agudización, ya que el paso de la libre competencia a la concentración

y monopolización de los procesos productivos, tiene como soporte la acumulación

capitalista.

Es decir que, la acumulación capitalista y la competencia, dos caras de la misma

moneda, llega a un momento de desarrollo tal que se trasfiguran los términos de

reproducción de estos procesos. Por un lado, los procesos productivos se concentran en

empresas grandes, donde la acumulación de capital permite extenderse a distintas ramas de

la producción. Esto conduce a la extensión social de la producción hasta llegar a su

socialización completa, para Lenin:

El capitalismo, en su fase imperialista, conduce de lleno a la socialización de la producción

en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a los capitalistas, en contra de su

voluntad y su conciencia, a cierto régimen social nuevo, de transición de la absoluta libertad

de competencia a la socialización completa (Lenin, 1981, pág. 698).

Por otro lado, la concentración y socialización completa de la producción capitalista se

cristaliza en la formación de una economía monopólica, donde el gran capital acumulado

ejerce y extiende su control arbitrario sobre la explotación y succión del excedente

económico. Por lo tanto:

La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada. Los medios

sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un número reducido de

individuos. Se conserva el marco general de la libre concurrencia formalmente reconocida,

y el yugo de unos cuantos monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces

más duro, más sensible, más insoportable (Lenin, 1981, pág. 698).

La formación de los monopolios se encuentra mediada, y hasta organizada, por los grandes

bancos que logran concentrar el capital monetario de los capitalistas particulares. A través

de las mediaciones y operaciones bancarias se hace posible el engarce de los distintos

capitales y, por lo tanto, de los distintos procesos productivos que se concentran en la

formación monopólica. Lenin nos indica que:

Los capitalistas dispersos vienen a formar un capitalista colectivo. Al llevar una cuenta

corriente para varios capitalistas, el banco realiza, al parecer, una operación puramente

técnica, únicamente auxiliar. Pero cuando esta operación crece hasta alcanzar proporciones

gigantescas, resulta que un puñado de monopolistas subordina las operaciones comerciales

e industriales de toda la sociedad capitalista, colocándose en condiciones -por medio de sus

relaciones bancarias, de las cuentas corrientes y otras operaciones financieras-, primero, de

conocer con exactitud la situación de los distintos capitalistas, y, después, de controlarlos,

de ejercer influencia sobre ellos mediante la ampliación o la restricción del crédito,

facilitándolo o dificultándolo y, finalmente, decidir enteramente su destino, determinar su

rentabilidad, privarles de capital o permitirles acrecentarlo rápidamente y en proporciones

inmensas, etc. (Lenin, 1981, pág. 707).

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Este nuevo papel de los bancos en el proceso de monopolización capitalista hace posible la

fusión o engarce entre el capital bancario y el capital productivo-industrial, dando lugar a la

formación del capital financiero, punta de lanza del capitalismo monopolista imperialista.

El surgimiento del capital financiero indica efectivamente la constitución de una economía

monopólica que abarca el control total sobre el mercado, la producción, la circulación, el

desarrollo tecnológico y la subordinación de la sociedad a este control efectivo. Asimismo,

indica la formación de una oligarquía financiera que dispone a la sociedad al antojo de sus

expectativas de ganancias y beneficio económico:

El capital financiero, concentrado en muy pocas manos y que goza del monopolio efectivo,

obtiene un beneficio enorme, que se acrecienta sin cesar con la constitución de sociedades,

la emisión de valores, los empréstitos de Estado, etc., consolidando la dominación de la

oligarquía financiera e imponiendo a toda la sociedad un tributo en provecho de los

monopolios (Lenin, 1981, pág. 723).

Bajo el dominio de la oligarquía financiera y el yugo monopólico, el capitalismo desarrolla

nuevas formas de explotación y extracción del excedente económico. El capital financiero

al disponer del control de la economía establece mecanismos de acumulación en base a la

especulación financiera parasitaria. Se implanta una serie de caminos “naturales” y

“sobrenaturales” para la extracción sistemática de ganancias que, así como aumenta la

monopolización y el yugo a la oligarquía financiera, aumentan las contradicciones sociales

que agravan el conjunto del sistema capitalista imperialista. Para Lenin:

La supresión de las crisis por los cárteles es una fábula de los economistas burgueses, los

cuales ponen todo su empeño en embellecer el capitalismo. Al contrario, el monopolio que

se crea en varias ramas de la industria aumenta y agrava el caos propio de todo el sistema

de la producción capitalista en su conjunto. (…) El aumento del riesgo va unido, al fin y al

cabo, al aumento gigantesco de capital, el cual, por decirlo así, rebosa y se vierte hacia el

extranjero, etc. Y junto a ello los progresos extremadamente rápidos de la técnica traen

aparejados cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de la

economía nacional, elementos de caos y de crisis. (…)Y las crisis -las crisis de toda clase,

sobre todo las crisis económicas, pero no sólo éstas– aumentan a su vez en proporciones

enormes la tendencia a la concentración y al monopolio (Lenin, 1981, págs. 701-702).

De esta manera, la concentración y monopolización capitalista, a través de la especulación

financiera parasitaria, eleva los beneficios monopólicos, al tiempo que eleva los niveles de

pauperización y crisis. La reproducción capitalista tiende al estancamiento y a la

descomposición, produce problemas de sobreacumulación de capital que demandan su

expansión intensiva sobre todos los territorios del mundo, que quedan bajo el yugo

monopólico de la oligarquía financiera imperialista.

2.1.1.2 La exportación de capitales y el reparto del mundo

La formación de los monopolios y el capital financiero produce problemas de

sobreacumulación de capital y trabajo, que obstaculiza la reproducción capitalista y el

incremento de las ganancias. El excedente económico que es succionado por la oligarquía

financiera para transformarlo en excedente de capital, tiene que crear condiciones para su

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valorización, caso contrario se devalúa y se incrementa la tendencia a la baja de la tasa de

ganancia capitalista.

Ya que el excedente de capital no puede ser colocado para el beneficio social, éste

busca una salida lucrativa a través de la exportación de capitales, que no es otra cosa que el

desplazamiento geográfico del capital monopólico sobre territorios que garantizan un

beneficio lucrativo para ese capital. Según Lenin:

La necesidad de la exportación de capitales obedece al hecho de que en algunos países el

capitalismo ha "madurado excesivamente" y al capital (atendiendo al desarrollo insuficiente

de la agricultura y la miseria de las masas) le falta campo para su colocación "lucrativa"

(Lenin, 1981, pág. 731).

La exportación de capitales estimula la reproducción del capital monopólico, pone en

movimiento los procesos de valorización del capital concentrado y asegura la succión del

excedente económico mundial. La exportación de capitales lleva consigo los principios

monopolistas, las maquinaciones especulativas-financieras garantizan el control

monopólico sobre los mercados de trabajo, capital, materias primas y financieros. La

exportación de capitales asegura el sojuzgamiento y explotación monopólica mundial y,

con ello crea las condiciones de una red internacional de dependencias y de relaciones del

capital financiero.

Este proceso de mundialización monopólica implica la asociación monopolista

internacional, la misma que permite la constitución de capitales internacionales que se

reparten el control económico del mundo. Lenin continúa:

Las asociaciones monopolistas de los capitalistas –cárteles, consocios, trusts- se reparten

entre sí, en primer lugar, el mercado interior, apoderándose de un modo más o menos

completo de la producción del país. Pero en el capitalismo, el mercado interior está

inevitablemente enlazado con el exterior. Hace ya mucho que el capitalismo ha creado un

mercado mundial. Y a medida que ha ido aumentando la exportación de capitales y se han

ido ampliando en todas las formas las relaciones con el extranjero y con las colonias y las

“esferas de influencia” de las más grandes asociaciones monopolistas, la marcha “natural”

de las cosas ha llevado al acuerdo universal entre las mismas, a la constitución de cárteles

internacionales (Lenin, 1981, pág. 735).

La repartición del mundo entre las potencias monopólicas no es, precisamente, un acuerdo

pacífico, sino un acuerdo mediado por la lucha monopólica por el control de los mercados,

los territorios y las esferas de influencia o inversión más ventajosas. El reparto del mundo

se realiza a través de un ajuste económico y espacial de gravísimas consecuencias, que

conducen a la eliminación o sojuzgamiento de los monopolios y sus capitales en una mayor

concentración y monopolización de capital. Y, por otro lado, al despojo y sojuzgamiento de

poblaciones y territorios colonizados por la exportación de capitales monopolistas.

Entonces, el reparto del mundo establece una lucha encarnizada por el control del

territorio económico mundial, que garantice mayores beneficios para el capital monopólico.

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Por lo tanto, el reparto económico del mundo no es sino una parte en la lucha colonial

imperialista, ya que, este proceso se encuentra íntimamente relacionado con una política

colonial mundial imperialista, que hace posible la producción y reproducción de la

organización económica y política del sistema capitalista imperialista.

2.1.1.3 Capitalismo monopolista de Estado e internacionalización imperialista de las relaciones

sociales capitalistas.

La organización internacional del capital financiero que marca un cambio cualitativo en la

acumulación y monopolización del excedente económico, a través de la especulación

parasitaria financiera y la exportación de capitales, no constituye un fenómeno reductible al

solo proceso económico. El imperialismo registra cambios también de índole política e

ideológica, sin los cuales no es posible su organización y reproducción:

… el imperialismo, como estadio del sistema capitalista sobre el plano internacional, no

constituye un fenómeno reductible al solo proceso económico. Más todavía: sólo en la

medida en que se considera el imperialismo como un fenómeno que afecta a la vez lo

económico, lo político y la ideología, se puede fundar la internacionalización particular de

las relaciones en ese estadio (Poulantzas, Apropósito del capitaismo monopolista y la

cadena imperialista, 2005, pág. 13).

De esta manera, se puede entrever un nuevo papel del Estado capitalista en la fase

imperialista, papel que le vale el nombre de Estado intervencionista, ya que el índice de

eficacia de lo político que marca el capitalismo monopolista, al interior de cada formación

social, se traduce en una importancia específica de lo político que delimita las relaciones

internacionales de la política colonial en la etapa imperialista.

Por un lado, la exportación de capitales indica un proceso de sobreacumulación de

capital y de trabajo, por lo tanto funciona como válvula de escape de las contradicciones

económicas y políticas donde se concentra y centraliza el capital. La exportación de

capitales va acompañada por una política colonialista-imperialista de Estado, que sirve para

atenuar y desplazar las contradicciones sociales que la monopolización implica. Esto no

quiere decir que la política imperialista refleje de manera directa y dependiente la

exportación de capitales, lo que queremos demostrar es el nuevo índice de eficacia de lo

político en la etapa imperialista, pues, el desarrollo monopólico-imperialista del capitalismo

agudiza las contradicciones sociales que se condensan en lo político exigiendo una

intervención del Estado que contenga tales contradicciones.

En segundo lugar, la política colonial imperialista asegura el domino y control de

las fuentes de materias primas y de los mercados subsidiarios coloniales, que permiten una

posesión efectiva de territorios y poblaciones que asegura el éxito del monopolio. Si bien,

“…el capital financiero manifiesta la tendencia general a apoderarse de las mayores

extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier

medio, pensando en las fuentes posibles de materias primas que se puedan descubrir…”

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(Lenin, 1981, pág. 750); el Estado refuerza y garantiza esta tendencia a las conquistas

coloniales.

Por otro lado, la política imperialista que consiste en el reparto monopólico

económico y político del mundo, crea una serie de formas de dependencia estatal que

inauguran la política internacional imperialista, encargada de organizar y extender las redes

de la dependencia financiera y diplomática. Formando una cadena política internacional

que, como lo señala Lenin organiza un sistema social mundial:

Este género de relaciones entre algunos grandes y pequeños Estados ha existido siempre,

pero en la época del imperialismo capitalista se convierte en sistema general, entran a

formar parte del conjunto de relaciones que rigen el "reparto del mundo", pasan a ser

eslabones en la cadena de las operaciones del capital financiero mundial (Lenin, 1981, pág.

752).

De esta manera, el capitalismo monopolista fundamenta la formación de la cadena

imperialista en las relaciones internacionales, donde se constituye un tipo de relaciones

interdependientes de subordinación y dominación económica y política organizadas por el

Estado del capitalismo monopólico. “Así es principalmente como el papel decisivo del

Estado en el capitalismo monopolista, en el interior de cada formación nacional, aparece

como un elemento importante de la organización de la cadena” (Poulantzas, Apropósito del

capitaismo monopolista y la cadena imperialista, 2005, pág. 15).

Esto es así, porque la extensión y reproducción ampliada del conjunto de la

sociedad capitalista, ya articulada como sistema capitalista imperialista, es un proceso

contradictorio cargado de antagonismos que se multiplican, al tiempo que el capitalismo

pretende superar sus límites. De ahí se desprende el papel decisivo del Estado y de la

conformación del capitalismo monopolista de Estado, ya que este se encarga de regular y

distribuir las contradicciones del sistema capitalista imperialista en el seno de cada

formación social, atribuyéndose un lugar y una función particular en tanto eslabón de la

cadena imperialista.

La organización internacional de la cadena imperialista, la distribución de lugares y

funciones a cada eslabón de la cadena y el desplazamiento de contradicciones, a cargo del

Estado del capitalismo monopólico, lleva adelante un proceso de internacionalización

imperialista de las relaciones sociales capitalistas.

Habíamos indicado que la expansión capitalista registra cambios no solamente de

naturaleza económica sino también de índole política e ideológica, que dan forma a la

articulación del todo social. Estos cambios implican modificaciones tanto al nivel de las

estructuras sociales como en el campo de las relaciones sociales y la lucha de clases.

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Los cambios que registra la socialización total de la producción en la concentración

y monopolización capitalista componen una propiedad económica social de carácter

mundial que pone en movimiento…

“…efectivas unidades de producción complejas con procesos de trabajo estrechamente

articulados e integrados —producción integrada— cuyos diversos establecimientos se

distribuyen en varios países: producción integrada que no impide, al contrario, la

diversificación en productos finitos y que no se limita a una sola rama” (Poulantzas,

Apropósito del capitaismo monopolista y la cadena imperialista, 2005, pág. 33).

Sin embargo, estas unidades sociales e internacionales de producción, concentradas en el

capital monopólico, constituyen nuevas formas de reabsorción de la separación entre

propiedad económica y posesión; ya que, forman parte del poder económico monopolista

que no sólo divide o internacionaliza el proceso de trabajo, sino que viaja acompañado de

una internacionalización de las relaciones sociales capitalistas de explotación y apropiación

del excedente económico. Así:

Las nuevas formas de las relaciones de producción mundiales y de socialización

internacional del proceso del trabajo, que concurren en la explotación intensiva del trabajo

en el plano mundial, se concentra así en nuevas formas de la división social imperialista del

trabajo (Poulantzas, La internacioanlización de las relaciones sociales capitalistas y el

Estado-nación, 1974, pág. 40).

Esta división social imperialista del trabajo, que garantiza la internacionalización de la

producción de plusvalía, es un proceso que depende y va tomando forma según se presente

la correlación de fuerzas al interior del capital concentrado, pues, las contradicciones y la

competencia continúan entre los componentes de este capital. De ahí que, la organización

de esta división social del trabajo, que es un problema político, dependa del equilibrio

inestable de compromisos que se ejerce en las estructuras y prácticas políticas estatales.

Por lo tanto, el alza en las tasas de explotación, que configuran nuevas formas de

acumulación de capital y, afecta por igual a las relaciones centro-periferia, está

condicionada por la forma política que va adquiriendo este proceso. Según Mayorga:

La internacionalización del capital depende de las formas de articulación con la política

económica de los Estados nacionales, pero estas formas pueden a su vez ser diversas de

acuerdo a las variantes posibles de relación entre la centralización del capital y sus efectos

sobre el Estado nacional (Mayorga, 1979, pág. 15).

Por esta razón, la internacionalización y división imperialista del trabajo, al extender las

posibilidades de rentabilidad capitalista, distribuyen, a través del Estado, relaciones sociales

conflictivas y contradictorias en el conjunto del sistema capitalista imperialista, entre las

clases dominantes y las clases dominadas. La internacionalización imperialista de las

relaciones sociales capitalistas configuran un campo conflictivo contradictorio, en el cual,

el papel del Estado resulta fundamental para la articulación del sistema capitalista

imperialista.

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41

2.1.2 Desarrollo desigual y dependencia imperialista.

Como vemos, la articulación del sistema capitalista imperialista no es un proceso

homogéneo y lineal de desarrollo continuo y equitativo, esta articulación que constituye la

relación centro periferia del imperialismo es un proceso contradictorio y desigual, necesario

para la expansión y reproducción imperialista.

De esta manera, la reproducción y desarrollo imperialista indica la formación

jerárquica y discontinua del encadenamiento de los distintos eslabones, crea la distinción

estructural entre formaciones sociales imperialistas-centrales y formaciones sociales

periféricas. El desarrollo del sistema capitalista imperialista produce relaciones

económicas, políticas e ideológicas polarizantes, que establecen mecanismos de

desigualdad entre los elementos que conforman el sistema.

Esta cadena compuesta de eslabones de distinto espesor, marcada por el desarrollo

desigual, se refleja en la especificidad de cada formación social que indica formas distintas

y desiguales, bajo las cuales se reviste el predomino del modo de producción capitalista y la

forma de articulación en el sistema capitalista imperialista. Esta especificidad le asigna un

lugar y un papel determinado en el funcionamiento de la cadena imperialista y depende

tanto de la coyuntura imperialista como de la coyuntura particular de cada formación social.

En efecto, cuando hablamos de cadena conformada por eslabones de distinto

espesor, hablamos de una forma específica de articulación mundial del capitalismo

imperialista, que le identifica de otras formas capitalistas pre-imperialistas. Además

indicamos una articulación compleja del conjunto de las instancias económica, política e

ideológica del modo de producción capitalista mundial-imperialista, y no simplemente de

los procesos económicos.

Así, la articulación desigual del sistema capitalista imperialista crea una estructura

contradictoria en constante movimiento e inestabilidad que crea una marco de dependencia

general del sistema, pues, ya no se trata de la yuxtaposición económica de formaciones

sociales con relaciones relativamente externas:

El desarrollo desigual de la cadena imperialista significa entre otras cosas que, aparte del

eslabón más débil, los otros eslabones no tienen la misma solidez: son, ellos también,

relativamente más débiles y más fuertes. Propiamente hablando, la fuerza de los unos

depende en adelante directamente de la debilidad de los otros, y viceversa (Poulantzas,

Apropósito del capitaismo monopolista y la cadena imperialista, 2005, pág. 14).

Por lo tanto, la polarización y diferenciación entre formaciones sociales imperialistas y

formaciones sociales periféricas es constitutiva –estructural- y no excluyente. En otras

palabras, la exclusión permite la organización del sistema en tanto forma parte del mismo.

Entonces, el desarrollo desigual de la cadena imperialista marca un índice de dependencia

que garantiza la interrelación polarizante y la reproducción del sistema contradictorio

capitalista imperialista y de cada eslabón diferencial.

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En relación a esta estructura desigual y dependiente de encadenamiento, se pueden

identificar las distintas formas y grados de realización de la dominación y dependencia

imperialista. Cada eslabón reproduce en su interior el proceso de dominación y

dependencia, bajo formas muy específicas que tienen que ver con la coyuntura propia de

cada formación, que lo liga al centro imperialista.

El desarrollo desigual y dependiente imperialista que marca el ritmo de desarrollo

del capitalismo monopolista de Estado y del capital financiero, en términos económicos

acentúa la diferencia entre el ritmo de crecimiento de las distintas partes de la economía

mundial. Las mismas quedan sometidas al parasitismo especulativo-financiero, bajo las más

diversas formas de dominación y dependencia económica, cumpliendo un papel económico

cuya finalidad exclusiva es la de afianzar y acelerar la succión del excedente económico

hacia las formaciones imperialistas centrales.

Los términos de la dependencia y desarrollo desigual de la economía mundial, van

acompañados en el campo político, por un recrudecimiento de las prácticas políticas de

opresión, en razón de la distribución y desplazamiento de las contradicciones sociales hacia

las formaciones periféricas. Elemento que, en razón de la estructura dependiente, fortalece

las capacidades políticas de los centros y, al mismo tiempo, distribuye sobre los eslabones

periféricos niveles de violencia e inestabilidad política que permiten la dominación y

desarrollo desigual del conjunto del sistema capitalista imperialista.

Con estos elementos que nos indican la forma particular de articulación del sistema

capitalista imperialista, pasemos a revisar la constitución de las formaciones sociales

periféricas en el contexto del imperialismo. Veamos las particularidades en términos

generales de las características estructurales y de la lucha de clases de estas formaciones en

tanto eslabones periféricos de la cadena capitalista imperialista.

2.2 La formación social periférica.

La formación social periférica, que constituye un elemento del sistema capitalista

imperialista, se expresa de diversas formas según el proceso contradictorio, interno y

externo, de articulación tanto de la propia matriz de la formación social como del proceso

desigual de dependencia imperialista.

La formación social periférica da cuenta de un entramado de relaciones complejas,

que la configuran como un elemento dinámico con autonomía relativa respecto al sistema

capitalista imperialista y con un índice de eficacia propio, pero no independiente, que

condiciona y sobredetermina la reproducción ampliada del sistema:

Situación que nos coloca ante la complejidad de un proceso en el que lo interno y lo

externo, lo económico y lo político, van urdiendo una trama histórica hecha de múltiples y

recíprocas determinaciones, que se expresan y desarrollan a través de una concreta lucha de

clases (Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina, 1977, pág. 12).

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En este sentido, las formaciones sociales periféricas presentan un marco particular

estructural, distinto a las formaciones centrales, que marca el ritmo de incorporación al

sistema imperialista y la forma de penetración capitalista en la formación periférica;

penetración que, al mismo tiempo, condiciona la forma y el lugar de la formación periférica

en la cadena imperialista.

Esta red de múltiples y recíprocas determinaciones en la relación centro periferia,

dentro del plano del sistema capitalista imperialista, establece un campo de constitución y

articulación que permite la coexistencia y combinación contradictoria de procesos de

continuidad y ruptura, disolución y conservación; de los elementos de la matriz social

preexistente de la formación social periférica con los elementos de incorporación al sistema

capitalista imperialista. Esta forma de combinación abigarrada, aparece como la

deformación de las estructuras y relaciones económica, política e ideológica, sin embargo

constituyen un tipo de unidad contradictoria compleja propia, original y dinámica que

dependiendo del campo, igualmente complejo, de la lucha de clases establece las formas,

inéditas, de predominio de la estrangulación especulativa financiera y de dominación

política imperialista.

El resultado de esta articulación original es una formación social caracterizada por

su heterogeneidad estructural, que se expresa de maneras diferentes, de acuerdo a la

coyuntura concreta de cada formación periférica, y marca distintos procesos de

encadenamiento al sistema capitalista imperialista que la colocan en un determinado lugar

ocupando distintas funciones de subordinación y dependencia imperialista.

2.2.1 Heterogeneidad estructural.

Si bien, el propio concepto de formación socio-económica indica un modo de articulación

compleja de varios modos de producción, donde se establece el predominio de uno sobre

los demás, a través del cual, se instaura un equilibrio relativo del conjunto de la formación

social. El desarrollo del sistema capitalista imperialista al establecer la separación, de

sistema, entre formaciones sociales imperialistas que concentran y centralizan la

acumulación de capital y, formaciones sociales periféricas que posibilitan la expansión y

reproducción de los procesos de concentración y centralización capitalista; exige el

predominio estable, homogéneo, del modo de producción capitalista en las formaciones

sociales donde se apoya y asienta sus bases, al tiempo que exige la reproducción de

formaciones sociales heterogéneas que expresan relaciones asimétricas y de dominación

que las liga al centro imperialista, es decir, al predominio omnímodo del modo de

producción capitalista.

La incorporación de las formaciones sociales periféricas al sistema capitalista

imperialista, se realiza sobre la base de una matriz estructural propia, moldeada en estrecha

conexión con el capitalismo premonopolista y protoimperialista. Es decir, afectada desde el

principio por la succión constante del excedente económico hacia las áreas metropolitanas,

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situación que imposibilita el predominio “natural”, de base y relativamente homogéneo, del

modo de producción capitalista en las sociedades periféricas; mientras que, por otro lado,

hace posible su conversión en capital dentro de las sociedades centrales.

En este proceso las formas pre-capitalistas de producción y dominación política no

sólo no se eliminan, sino que se reproducen constantemente en correlación con elementos

sociales capitalistas premonopólicos e imperialistas, que conforman la heterogeneidad

estructural de las formaciones sociales periféricas:

La expresión “heterogeneidad estructural” justamente quiere poner de relieve que las

formas de organización no capitalista por su cantidad y calidad no constituyen cuantos

meramente residuales, sino que la expansión del modo de producción capitalista precisa

históricamente de estas “muletas” no capitalistas (Evers, 1989, pág. 32).

La configuración y reproducción de la heterogeneidad estructural, que da cuenta del

conjunto de interrelaciones e interdeterminaciones entre diversidades conjugadas, garantiza

el predominio capitalista imperialista, reproduciendo en el seno mismo de las formaciones

sociales periféricas -bajo formas específicas para cada una- los elementos y relaciones de

dominación, desarrollo desigual y dependencia, que la incorpora al sistema capitalista

imperialista.

De esta manera, “La coexistencia de componentes sociales capitalistas con otros no

capitalistas, que a primera vista parece anárquica, no está, sin embargo, falta de sistema…”

(Evers, 1989, pág. 27). Se inscribe en el contexto de la expansión capitalista imperialista,

sirviendo de base para la división social imperialista del trabajo, organizada de modo

jerárquico-marginal donde las formaciones periféricas cumplen funciones sociales que

aseguran la transferencia de ganancias, a través de una gama inédita de formas de

estrangulación y pauperización que se sirven de las estructuras no capitalistas.

En este proceso de penetración y dependencia capitalista, la reproducción

imperialista de las formas no capitalistas, la compenetración de elementos –productivos y

políticos- modernos con antiguos, constituyen elementos sociales imperfectos o deformados

en su forma, pero capitalistas en su función.

Si es la forma específica de penetración capitalista la que, en el proceso de su expansión por

el mercado mundial, produce y perpetúa estructuras no capitalistas, entonces estas

estructuras –en promedio, como tendencia y tomadas en su conjunto- tienen que tener una

funcionalidad histórica para esta forma de penetración capitalista (Evers, 1989, pág. 32).

Por lo tanto, las formaciones sociales heterogéneas son sociedades en transición perpetua,

con una dinámica social y reproductiva original, que constituye un obstáculo para la

generalización completa de las relaciones sociales capitalistas. Ya que, los procesos de

modernización capitalista, en estas áreas, dependen de las formas coyunturales de

expansión y desplazamiento de las actividades productivas del capital monopólico.

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Expansión que se realiza de manera selectiva, incompleta y dosificada, de acuerdo a las

estrategias de rentabilidad y acumulación de capital.

La heterogeneidad estructural de estas formaciones sociales es un obstáculo para la

expansión de las relaciones de producción capitalistas, pero, por otro lado, en las

circunstancias históricas prevalecientes, son su corolario indispensable. La transición al

capitalismo produce la tendencia a su obstaculización, la obstaculización es condición

necesaria de la transición (Evers, 1989, pág. 43).

Estas características en la conformación de las sociedades periféricas del sistema capitalista

imperialista, generan una serie de contradicciones que se apoyan en el campo de la lucha de

clases, igualmente compleja, con características heterogéneas que dificultan la organización

y unidad de las clases sociales presentes en estas sociedades. Tanto las clases dominantes

como las clases dominadas, se presentan de una forma abigarrada y dependiente, que

dificulta su acción orgánica y autónoma. Los efectos de la combinación heterogénea

generan una serie de fenómenos contradictorios de fraccionamiento de clases, de disolución

de clases, de fusión de clases, en suma de un sistema de diferenciaciones de clases que

complejizan el campo de la lucha de clases.

2.2.2 La acumulación de contradicciones en las sociedades periféricas.

Todo este proceso complejo de diferenciación entre sociedades centrales homogéneas y

sociedad periféricas heterogéneas, conduce a un proceso de desplazamiento y acumulación

de contradicciones. No olvidemos que la expansión capitalista imperialista establece una

serie de imposiciones de toda índole, a través de la exportación de capitales y la política

internacional imperialista, que organiza y distribuye, precisamente, el desarrollo,

desplazamiento y acumulación de contradicciones en cada eslabón de la cadena

imperialista. Distribución que depende y se agudiza con el desarrollo interno de las

contradicciones propias de cada sociedad.

El propio desarrollo desigual de la cadena imperialista, tanto de la instancia

económica como política e ideológica, determina una división internacional de

contradicciones que refuerza el predominio del capital monopólico y hace posible su

reproducción:

Gracias a dicho reforzamiento se crean "polos de desarrollo" en donde las contradicciones

del sistema tienden sin duda a atenuarse, permitiendo el "florecimiento" de la democracia

burguesa; pero a costa, como es natural, de la acumulación de contradicciones en la

"periferia", que no tardará en mostrarse como un "tercer mundo" o "mundo

subdesarrollado", en el que aquella democracia estará lejos de florecer (Cueva, El

fetichismo de la hegemonia y el imperialismo, 1984, pág. 8).

La acumulación de contradicciones en las sociedades periféricas del sistema capitalista

imperialista es un proceso necesario para la organización y reproducción imperialista,

propia del predominio deformado del modo de producción capitalista en estas sociedades

heterogéneas. Ya que el desarrollo capitalista en estas sociedades implica, necesariamente,

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la conservación-modernización de elementos precapitalistas subordinados, en última

instancia, a los intereses del capital monopólico. De esta manera, el desarrollo capitalista en

las sociedades periféricas indica, el desarrollo de contradicciones sociales, cada vez más

intensas y deformantes, ya que se combinan dentro de la heterogeneidad estructural que las

determina:

De todos modos no cabe olvidar que el desarrollo del capitalismo no es otra cosa que el

desarrollo de sus contradicciones específicas, es decir, de un conjunto de desigualdades

presentes en todos los niveles de la estructura social (Cueva, El desarrollo del capitalismo

en América Latina, 1977, pág. 99).

Por lo tanto, la heterogeneidad estructural y relacional de las sociedades periféricas del

imperialismo, debe ser entendida como un proceso muy particular de acumulación de

contradicciones que se derivan, por un lado de la reproducción social compleja de varios

modos de producción y, por otro lado de la transferencia de la crisis de los eslabones más

fuertes hacia los eslabones más débiles y vulnerables del sistema capitalista imperialista.

Acumulación de contradicciones que hace comprensible la configuración de las

sociedades periféricas, y los distintos procesos de dependencia y desarrollo desigual de

vinculación subordinada y predominio del modo de producción capitalista; así como la

originalidad inédita de procesos de explotación y dominación política y, su respectiva

expresión social en el campo de la luchad de clases.

De hecho, la acumulación de contradicciones que indica la especificidad

heterogénea de las sociedades periféricas, expresa la configuración de un campo de lucha

de clases, igualmente complejo. El campo de las relaciones conflictivas de clases, que

sostienen cualquier proceso estructural, reviste una complejidad, igualmente, singular y de

una tensión incapaz de configurar unidades clasistas homogéneas. Todo lo contrario, la

configuración clasista presenta una serie de fraccionamientos, rupturas, aislamientos y

unidades contradictorias, que entretejen una enmarañada red de conflictos y luchas sociales

en constante actividad y desplazamientos.

La heterogeneidad estructural y la acumulación de contradicciones sociales no

capitalistas, capitalistas no monopólicas, capitalistas protomopólicas y monopólicas que

logran asentarse, bajo condiciones singulares y combinadas; establece una serie de intereses

y oposiciones, que se cristaliza en una correlación de fuerzas que se expande y contrae

continuamente de acuerdo a la composición y descomposición de las clases sociales. Y es

que:

Una matriz de este tipo produce además complejos sistemas de diferenciaciones étnico-

culturales capaces de conferir a la estructura clasista una dimensión de “castas”, hecho que

a su turno repercute sobre la lucha de clases mediante la frecuente “deformación o

desplazamiento de los frentes de combates reales” (Cueva, El desarrollo del capitalismo en

América Latina, 1977, pág. 53).

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De esta manera, la lucha de clases expresa la acumulación de contradicciones, pero no de

una manera concentrada –homogénea-, sino como la expresión heterogénea de las mismas;

esto pone en movimiento un proceso de combinación desigual de las contradicciones

sociales, que permite una presencia y un desplazamiento permanente de las contradicciones

principales por las secundarias y viceversa. La acumulación de contradicciones y la lucha

de clases están siempre presentes, pero de una forma combinada, desplazada, donde las

contradicciones principales aparecen como secundarias y las contradicciones secundarias

aparecen como las principales.

Además, hay que indicar que este proceso se realiza en una intrincada cadena de

relaciones complejas y sobredeterminantes en la que los elementos externos se combinan

con los procesos internos de contradicción y lucha de clases. Esto indica una presencia

abigarrada, original e inédita, del campo de la lucha de clases que condiciona tanto a las

clases dominantes como a las clases dominadas, de cuya configuración y correlación

depende la organización y la historia de estas sociedades.

Con estos elementos podemos entrar al campo de los procesos de dominación política

y de conformación del Estado capitalista en las sociedades periféricas que, como hemos

visto, al presentar estructuras y relaciones sociales originales, necesariamente la

construcción del Estado capitalista y el campo estratégico relacional de poder que este

representa, constituye un campo original con características contradictorias y operativas

diversas; que erigen formas propias de institucionalidad que apuntan a la reproducción de

estas estructuras en condiciones sociales muy complejas.

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CAPÍTULO III

3 El Estado capitalista en las sociedades periféricas.

Hasta aquí tenemos los elementos disponibles para ubicar el núcleo común a las formas

particulares del Estado capitalista en las sociedades periféricas. Por un lado, tenemos al

Estado capitalista como forma peculiar de dominación inscrito dentro de una materialidad

impersonal de poder de clase que se desliga de tal poder, a través de su ejercicio o dirección

de clase; por otro lado, tenemos la conformación del sistema capitalista imperialista y las

formaciones sociales periféricas del imperialismo, conformación que interrelaciona a

manera de una cadena de eslabones de distinto espesor las distintas formaciones sociales,

que reproducen de manera desigual y dependiente el desarrollo capitalista imperialista y,

tenemos la forma primordial de las sociedades periféricas cuya matriz estructural es

heterogénea y contradictoria, hecho que la convierte en el lugar de la concentración de

contradicciones sociales del sistema.

Estos elementos se combinan de modos diferentes bajo el plano del desarrollo y

reproducción, contradictorio y desigual, del sistema capitalista imperialista. Esta

articulación compleja y contradictoria ejerce efectos en el seno de cada formación social y

la distribuye un lugar “histórico” en tanto que eslabón de la cadena imperialista. De esta

manera, las formaciones sociales periféricas cumplen funciones específicas que la articulan

al sistema imperialista, pero esta articulación es compleja y de carácter heterogéneo, donde

los atributos del sistema imperialista se interrelacionan a la forma primordial heterogénea

de las sociedades periféricas; de ahí que el lugar y las funciones que ocupan los eslabones

periféricos presentan las más variadas formas concretas de encadenamiento.

Sin embargo, este proceso nos permite establecer, de modo igualmente complejo,

algunos elementos y funciones invariantes que nos permiten reflexionar sobre el modo

común en que se presenta el Estado capitalista en las sociedades periféricas, bajo formas

concretas muy peculiares y distintas: “Se trata siempre de procesos en que diversos

elementos se combinan de manera compleja, produciendo ciertamente rupturas de orden

cualitativo sin las cuales sería imposible siquiera hablar de distintas formas de Estado, pero

abriendo al mismo tiempo un abanico de gradaciones y matices” (Cueva, Elementos y

niveles de conceptualización del fascismo, 2012: 136).

Pero, no hay que pasar por alto que estamos tratando sobre sociedades periféricas que

presentan la particularidad de ocupar los lugares marginales y subalternos, con procesos

locales sometidos a la deformación que provoca el predominio del parasitismo especulativo

financiero imperialista y; que ocupan una posición de transferencia especulativa del

excedente y de acumulación de las contradicciones de la constelación capitalista-

imperialista.

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En este sentido, tomando en cuenta las indicaciones de los capítulos precedentes,

veamos las características y los elementos fundamentales del Estado capitalista en las

sociedades periféricas del sistema capitalista imperialista, características que se concretan

de manera variada dependiendo la correlación de fuerzas específica de cada formación

social, en relación al desarrollo interno de cada formación y su lugar en el seno del sistema

capitalista imperialista.

3.1 Estado capitalista periférico y la cadena imperialista.

3.1.1 Estado capitalista de la periferia y reproducción ampliada imperialista.

El Estado capitalista en las sociedades periféricas se va configurando dentro de un contexto

reproductivo global, que indica el modo de articulación imperialista en el seno de cada

formación social o eslabón de la cadena imperialista capitalista. En este contexto, el Estado

capitalista de las sociedades periféricas, en tanto factor de cohesión global de estas

formaciones sociales, regula, de manera compleja y desigual, la articulación dependiente y

jerárquica del sistema capitalista imperialista.

Y es que lo que caracteriza en última instancia al Estado burgués no es su forma,

democrática o totalitaria, sino su necesidad de asegurar la reproducción ampliada del modo

de producción capitalista, en condiciones siempre históricamente determinadas y de

acuerdo con el lugar que cada formación económico-social ocupa en el seno de la cadena

capitalista imperialista (Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina y la

cuestión del Estado, 2013: 21).

Bajo una forma específica, el Estado capitalista de las sociedades periféricas organiza el

proceso contradictorio de expansión y penetración imperialista, así como el proceso

desigual de encadenamiento de los distintos eslabones del sistema imperialista, tanto al

interior de la formación social periférica como hacia el conjunto del sistema capitalista

imperialista. Esto resulta así, en la medida en que la organización del sistema capitalista

imperialista exige un desplazamiento del predominio de lo económico a lo político, la

función política del Estado en tanto factor de unidad del sistema (orden global) y factor de

organización política (orden político) es predominante en la formación jerárquica y

discontinua del encadenamiento imperialista.

Además, el imperialismo, con toda su complejidad –analizado en el capítulo

anterior- es un elemento constitutivo de las formaciones sociales periféricas y, por lo tanto,

del Estado capitalista de estas sociedades: “Si el universo socioeconómico del cual el

estado periférico recibe sus determinaciones sociales esenciales es un conjunto integrado al

mercado mundial, entonces el estado periférico “es” en cierto sentido el estado de ese

contexto reproductivo global” (Evers, 1989: 97). Por lo tanto, el Estado capitalista de la

periferia garantiza la inserción y reproducción interna y externa del imperialismo.

Si bien, este desplazamiento hacia lo político ocurre en el conjunto del sistema, es

decir, en el Estado capitalista tanto del centro como de la periferia, el Estado capitalista de

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la periferia presenta características distintas en relación al Estado del(los) centro(s) y

diversas en relación a las periferias. La autonomía relativa del Estado capitalista de la

periferia, en el contexto de la reproducción global imperialista, aparece bajo la forma

estructural de una incongruencia entre la instancia económica y política. Y es que el

desarrollo desigual que sostiene el encadenamiento imperialista, deforma los elementos

económicos y políticos de las sociedades periféricas sometidas a los vaivenes de la succión

especulativa financiera. El Estado capitalista de las formaciones sociales periféricas tiene

que mediar entre un contexto reproductivo mundial y un marco de unidad propia de la

formación social periférica, podríamos decir que en términos económicos el Estado

capitalista periférico incorpora la sociedad a la especulación financiera deformando el

aparato productivo autóctono, al tiempo que representa y configura la unidad de una

formación social estructuralmente heterogénea y dependiente.

Este contexto reproductivo que hace posible el encadenamiento y la incorporación

compleja de los elementos centrales y periféricos del imperialismo, resulta altamente

contradictorio e incongruente, pero no falto de sistema, es decir, un proceso necesario para

la regulación del equilibrio global del sistema capitalista imperialista desde las formaciones

sociales periféricas. Y por lo tanto es un proceso predominantemente político.

3.1.2 Estado capitalista de la periferia e internacionalización de las relaciones sociales

capitalistas.

La reproducción ampliada del sistema capitalista imperialista, en tanto sigue un desarrollo

desigual, sigue los intereses del capital monopólico, es decir, la reproducción ampliada

imperialista organiza las formas de especulación financiera y reparto del mundo. De esta

manera, a través de la política imperialista, que se reproduce bajo una forma original en el

Estado capitalista de la periferia, se impone los mecanismos capitalistas-financieros de

reproducción.

La imposición de las relaciones sociales capitalistas no es un acto único y

monolineal, sino un proceso complejo y contradictorio en cuyo transcurso los intereses del

capital monopólico se combinan de manera compleja continua y discontinuamente con las

realidades sociales de las formaciones sociales periféricas. Esta articulación compleja de los

intereses monopólicos y las realidades periféricas, la internacionalización de las relaciones

sociales capitalistas y la división imperialista del trabajo, necesita de una serie de

condiciones sociales que, por un lado garanticen los intereses monopólicos y; por otro lado,

garanticen el espacio económico-social local.

Así, el Estado capitalista de la periferia organiza la internacionalización de las

relaciones sociales imperialistas dentro de un contradictorio proceso de articulación

jerarquica-polarizante de orden global y, no recíproca en el plano local de la formación

social periférica, pues la garantía del desarrollo capitalista de la economía local implica la

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garantía de la inserción funcional –deformada- al espacio reproductivo del mercado

mundial y los intereses del capital monopólico:

La función del estado burgués de representar el capital nacional hacia fuera frente a otros

competidores en el mercado mundial se invierte entonces: la “garantía de la existencia y de

la expansión del capital nacional en el mercado mundial” pasa a ser: garantía de la

existencia y de la expansión de los intereses del capital extranjero en el espacio económico

periférico (Evers, 1989: 97).

Sin embargo, este proceso no es tan sencillo, ya que la garantía del capital monopólico

implica una cierta manera de adecuar la producción y política local a las exigencias de la

ley capitalista del valor en el plano internacional, o sea, no es que se internacionalice el

capital monopólico a secas, sino que se internacionalizan las relaciones sociales que

reproducen tal capital; por lo tanto el Estado capitalista de la periferia reorganiza las

estructuras sociales constantemente, las “moderniza”, en razón de una generalización de las

relaciones sociales capitalistas a travesadas por la ley del valor en el plano del sistema

capitalista imperialista.

En este sentido, se establece, de manera revestida pues los intereses monopólicos

exigen la modernización-generalización de las relaciones sociales periféricas, la

contradicción entre autonomía formal del Estado de la periferia y su subordinación real a un

contexto reproductivo integrado al sistema capitalista imperialista. Esta relación ambigua

del Estado de la periferia con el sistema capitalista imperialista es constitutiva a la

existencia y materialidad de este Estado. El Estado capitalista de la periferia ocupa una

posición mediadora –de articulación- entre las exigencias de organización y generalización

internacional de la ley del valor –bajo los intereses del capital monopólico- y las

condiciones políticas y de producción locales. Ocupar este lugar le asigna una autonomía

relativa frente a su ambiente socioeconómico y también frente a los intereses monopólicos,

necesaria –aunque contradictoria y ambigua- para el cumplimiento de su función como

factor de organización de la internacionalización de las relaciones sociales capitalistas

imperialistas.

El Estado capitalista de la periferia en tanto produce efectos de modernización sobre

el conjunto de las estructuras sociales periféricas, crea las condiciones políticas para la

reabsorción monopólica del excedente económico, mientras el Estado adecua la sociedad a

la internacionalización de la ley del valor, el parasitismo financiero se expande sobre la

sociedad en “desarrollo”: “Lo que parece un “adelanto” con respecto a la economía local,

en realidad es un “retraso” con respecto a la parte externa del contexto reproductivo

integrado al mercado mundial (Evers, 1989:144). Por lo tanto, la contradicción básica entre

condiciones socioeconómicas internacionales y locales se transforma en una lucha por el

control del Estado que diluye y desplaza las contradicciones sociales, ya que la reabsorción

monopólica del excedente se reviste bajo los efectos modernizadores del Estado, es decir,

bajo el carácter nacional de la soberanía que este representa.

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Esta unidad contradictoria que sostiene el Estado capitalista de la periferia, y que es

su fundamento, le atribuye una materialidad e institucionalidad incongruente pero orgánica,

ya que esta incongruencia lo coloca en el plano de la autonomía relativa necesario para

revestir las funciones de subordinación al sistema capitalista imperialista y representar la

unidad del pueblo-nación.

3.1.3 Estado capitalista intervencionista de la periferia.

Bajo estas condiciones, la reproducción e internacionalización de las relaciones capitalistas

dependen en gran medida de la intervención directa de las instancias estatales sobre la

sociedad. Intervención que, debido a su incongruencia orgánica, debe impulsar la

reproducción capitalista: “erigiéndose en una potencia suficientemente autoritaria como

para vencer toda resistencia que los grupos afectados pudiesen ofrecer” (Cueva, El

desarrollo del capitalismo en América Latina, 1977, pág. 134). Y es que, el Estado

capitalista de la periferia cumple su función básica de reproducción ampliada del sistema

capitalista imponiendo de manera activa y dinámica las leyes y relaciones sociales

capitalistas, su efecto modernizante es jerárquico y homogéneo, por lo tanto las relaciones

sociales capitalistas se imponen en todas las facetas de la actividad estatal y en su relación

con la sociedad.

Este proceso de intervención directa del Estado sobre la sociedad, más allá de

buscar la homogenización de la sociedad, termina siendo un proceso tan brutal y

contradictorio tanto por su origen autoritario como por las contradicciones e incongruencias

que este proceso produce, que la función del Estado de la periferia se concentra en la

gestión de la crisis y con ello el papel intervencionista se vuelve inherente al Estado de la

periferia. Entonces, la modernización impuesta por el Estado es la gestión de la crisis

provocada por el propio Estado, la doble función del Estado capitalista de aislar y

representar la unidad del pueblo nación, en estas condiciones, implica el recrudecimiento de

las prácticas de dominación impregnadas en la materialidad del Estado capitalista

periférico. Sin embargo, este proceso contradictorio, de gestión de la crisis permanente, se

convierte en la razón de ser del Estado y, en esta medida logra sostener la representación

del cuerpo social y político, este proceso de dominación abierta, permite ocultar su carácter

contradictorio y de clase.

Así, el estado capitalista de la periferia tiene por función crear ciertas condiciones

económicas y políticas que ajusten la sociedad a los procesos de desarrollo capitalista –

modernizantes- garantizando la disponibilidad general de fuerza de trabajo y de ciertas

condiciones objetivas de trabajo que permiten la integración al mercado mundial, es decir a

los elementos de desarrollo más avanzado, efecto modernizante, esta disponibilidad tiene

que constituirse en un atractivo substancial que permita, precisamente, la incorporación

efectiva de estos elementos modernizadores; sin embargo, este proceso se lleva a cado bajo

las condiciones de la dependencia y subordinación imperialista, efectos conservadores, que

el Estado capitalista de la periferia tiene que sostener y reproducir.

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Entonces, el Estado capitalista periférico interviene, tanto para modernizar la

sociedad como para conservar los elementos que limitan el desarrollo capitalista local. El

proceso de intervención del Estado permite llevar a cabo una modernización o

generalización capitalista incompleta, crea las condiciones para un desarrollo capitalista

subordinado a los intereses y la dinámica monopólica, se puede entender este proceso en

los términos de una “revolución pasiva”, que sostiene a la vez de manera incongruente pero

orgánica efectos modernizadores y efectos conservadores, y esta contradicción que se

instala en la materialidad estatal es la condición de su existencia. Este proceso

contradictorio en el que se inscribe el Estado de la periferia garantiza su reproducción en el

contexto del encadenamiento imperialista.

3.1.4 Estado capitalista de la periferia y desarrollo desigual.

Estas contradicciones funcionales del Estado capitalista de la periferia se inscriben dentro

de las relaciones de desarrollo desigual que impulsan el sistema capitalista imperialista:

…lo cual equivale a decir, en términos teóricos, que el propio desarrollo del capitalismo,

sobre todo en su fase imperialista, lejos de tender a la homogenización del vasto espacio por

él dominado, registra un movimiento más bien inverso, que al mismo tiempo que va

creando áreas de descongestionamiento – o sea, de atenuación de sus contradicciones- crea

también áreas, más amplias aún, de acumulación de las mismas, con todas las situaciones

intermedias que en el límite de estos dos campos pueda haber (Cueva, El Estado

latinoamericano y las raíces del autoritarismo, 1989, pág. 40).

Los tropiezos en la reproducción del orden político en la periferia se encuentran presentes

en la estructura misma de la cadena imperialista, que, en tanto sistema de desarrollo

desigual crea discontinuidades y deformaciones tanto en el orden de la producción

económica como en las instancias políticas locales de las formaciones sociales periféricas.

El Estado de los eslabones débiles se enraíza en este núcleo contradictorio que le

corresponde regular, en función de una constante redistribución internacional de las

contradicciones imperialistas que garantiza su reproducción y expansión global, necesaria

para imponer el predominio imperialista.

En razón de este movimiento y concentración de contradicciones se define el

carácter particular del Estado de las sociedades periféricas, este carácter no es un hecho

coyuntural ni (in)voluntario, es un proceso estructural de distribución marginal-jerárquica

de los lugares y tareas asignados a los elementos centrales y marginales del sistema

capitalista imperialista. En el caso de las sociedades periféricas esta distribución, que se

concentra en el predominio de lo político, por su función de organización global y política

configura unas estructuras e instancias estatales hipertrofiadas, ya que el desarrollo desigual

del sistema capitalista y el desplazamiento de las contradicciones, exacerba las funciones

políticas del Estado periférico, lo sobrecarga de tareas contradictorias con la finalidad de

garantizar la reproducción global y local de los elementos del sistema imperialista así como

su organización desigual y jerárquica.

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Tampoco es un hecho espontáneo falto de coherencia, si bien el proceso de

encadenamiento imperialista es un proceso complejo hipertrofiado para las sociedades

periféricas, en razón del desarrollo desigual, el Estado de la periferia se caracteriza por una

organicidad compleja y contradictoria, proceso que lo reviste de una autonomía específica

indispensable para mediar y organizar esta tarea contradictoria. De esta manera, la

generalización incompleta, la modernización reaccionaria que implica el proceso de

equilibrio y unidad política del Estado de la periferia, es el punto nodal de condensación de

contradicciones que permite crear las condiciones de reproducción de dominación política

en la periferia, la incongruencia orgánica de la materialidad del Estado de la periferia le

permite ubicarse en el lugar de la garantía del orden político social, esto, a pesar, del

carácter contradictorio –eslabones débiles- incrementa la capacidad gubernamental y las

condiciones para su reproducción.

3.2 El Estado capitalista periférico y la heterogeneidad estructural.

Si bien, el Estado de la periferia se configura de manera contradictoria en su relación con la

articulación al sistema capitalista imperialista, en relación a la heterogeneidad estructural,

como elemento primordial de las formaciones sociales periféricas, este aspecto

contradictorio adquiere mayores dimensiones complejas para la organización de los

procesos de dominación política.

En este sentido, la construcción del Estado capitalista periférico recorre sobre una

matriz abigarrada que se sostiene sobre las estructuras y relaciones pre-capitalistas que por

su complejidad heterogénea son incapaces de proporcionar las condiciones objetivas de

cualquier unidad nacional. Por lo tanto, el Estado cubre la tarea de representar y organizar

la unidad del pueblo-nación de una manera sinuosa y conflictiva, subordinando los

elementos de poder precapitalista –modernización- y aniquilando los elementos

democrático-burgueses de desarrollo capitalista –conservación-. Sobre estos elementos

estructurales conflictivos el Estado capitalista de la periferia se erige como factor de

cohesión y orden político, bajo el plano del sistema capitalista imperialista.

En efecto, el fraccionamiento estructural de estas sociedades heterogéneas, en el

contexto de la incorporación imperialista, empujan la construcción de un Estado que

garantice su propia coherencia social. Sin embargo las condiciones estructurales

imposibilitan esta organización sin dejar de contar, el estado, con una institucionalidad de

muy poca coherencia orgánica; es más la coherencia del Estado se traduce en una

incongruencia orgánica, porque la diversidad conjugada en el Estado no se traduce en un

proceso de unidad homogéneo que lo convierta en representante efectivo del interés

general. Esta condición, si bien, constituye al Estado en un Estado débil, esta debilidad es

fundamental para su reproducción. Ya que, el Estado se configura como elemento de

transición hacia un tipo de unidad moderno y homogéneo.

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De esta manera, si bien la incongruencia orgánica del Estado es contradictoria, sólo

así puede soportar la unidad de una sociedad estructuralmente fraccionada, la contradicción

se convierte en el fundamento del Estado de la periferia, esta contradicción le dota de la

autonomía relativa necesaria para ubicarse sobre la sociedad como garante del interés

general, aunque este proceso conlleve a su propia deformación. Debilidad que es el soporte

de su fortaleza.

Esta organización contradictoria del Estado de una sociedad heterogénea,

subordinada a los márgenes del imperialismo, le imprime la búsqueda de fines

contradictorios que deforman las estructuras políticas y llegan a configurar verdaderos

puntos de atrofia e hipertrofia, a través de los cuales se construyen los límites del campo de

la lucha política de clases y su propia reproducción. Y es que el Estado de la periferia, al

tiempo que organiza la unidad general de la formación social heterogénea, se apoya y

reproduce este conjunto heterogéneo pre-capitalista que es la matriz estructural sobre la que

se apoya, por lo que, en este proceso complejo de unidad el Estado tiene que garantizar y

representar ciertos intereses particulares. Y no sólo de los elementos precapitalistas, sino de

los elementos del capitalismo monopólico que se incorporan en esta matriz abigarrada.

El carácter contradictorio de su fundamento social se trasmite, pues, al estado en forma de

un encargo contradictorio: como expresión política de una sociedad en transición al

capitalismo debe fomentar la expansión de las relaciones mercantiles y favorecer así la

descomposición de estas estructuras no capitalistas. Por otro lado, como estado de una

sociedad existente, estructuralmente heterogénea y con una simbiosis indispensable e

indisoluble para el futuro previsible entre elementos capitalistas y no capitalistas,

justamente tiene que impedir la descomposición de estos últimos en la medida en que sean

inherentes a este tipo específico de acumulación capitalista (Evers, 1989, pág. 116).

Entonces, el Estado capitalista de la periferia se ubica en el centro de esta tensión

conflictiva que provoca, en estas condiciones, la obstaculización mutua entre la forma

política y la realidad social periférica: “Un estado constituido a la imagen de una

“generalidad” abstracta no puede ser el más apto para hacer justicia a la compleja

diversidad de una formación social heterogénea, ni puede ser ésta la atmosfera más idónea

para que se fortalezca la forma abstracta del Estado” (Evers; 1989: 94). Entonces, el Estado

de la periferia, al constituir la unidad general capitalista de la sociedad tiende a producir los

efectos contrarios de tal unidad, el camino hacia la transición capitalista produce la

tendencia a su obstaculización, no como un efecto externo del Estado sino como su función

inherente. La incongruencia orgánica del Estado capitalista es necesaria e inherente a su

materialidad y prácticas políticas. En relación a la unidad de la heterogeneidad estructural

el Estado capitalista de la periferia reproduce una transición permanente, en la medida en

que al mismo tiempo la obstaculiza.

Este núcleo contradictorio local concentra el predominio de lo político en las

sociedades periférica en transición obstaculizada al capitalismo mundial, el Estado, a pesar

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de su naturaleza contradictoria, sostiene el carácter de la generalización, incompleta y todo,

de la sociedad periférica. El Estado capitalista de la periferia garantiza el “equilibrio”

precario y conflictivo de los componentes heterogéneos de la sociedad, por ser ésta la

manera más expedita para garantizar la reproducción de la dominación capitalista, en el

contexto de la heterogeneidad estructural subordinada al contexto del sistema capitalista

imperialista.

Estas tareas necesarias de articulación entre los elementos heterogéneos de la

sociedad periférica requieren de una intervención permanente y activa estatal, la garantía de

un equilibrio contradictorio entre fomento y freno a la racionalidad capitalista sólo puede

lograrse a través de una constante intervención estatal: “Si la dependencia del mercado

mundial nos muestra un “Estado Débil” la heterogeneidad estructural nos muestra un

“estado fuerte”” (Lechner, La cuestión del Estado en el capitalismo dependiente, 1977, pág.

119).

Por las características contradictorias que hemos señalado, estas intervenciones

permanentes no pueden ser sino permanentemente contradictorias: “Frente a la

heterogeneidad de la sociedad que hay que regular cada medida tiene un efecto fracturado

difícil de predecir en detalle” (Evers, 1989, pág. 118). El aspecto general y abstracto –

regulador- del Estado capitalista en su cristalización y materialización se contradice en sus

efectos particulares y fragmentarios. Sin embargo, estos efectos contradictorios en lugar de

debilitar las estructuras políticas, las fortalecen, tanto por la condición de erigir un Estado

fuerte-autoritario, como por el principio formal general que lo reviste.

Como resultado, su función de mediador social entre diferentes componentes heterogéneos

de la sociedad condena al estado a la “incoherencia inherente” de un intervencionismo

permanente y contradictorio. Por el carácter ambivalente de la correspondiente sociedad en

situación de transición duramente obstaculizada, se reúnen en él las obligaciones

intervencionistas de la acumulación originaria con las del capitalismo monopolista (Evers,

1989, págs. 119-120).

La necesidad de perseguir continuamente fines contradictorios, ubica al Estado en la

urgencia de aplicar de manera conjunta o cíclica, pero profundamente estructural, medidas

contradictorias, con las cuales apoyar a veces a los sectores modernos en su impulso

expansivo, a veces a las necesidades de supervivencia de los sectores atrasados, ora los

intereses globales de la sociedad, ora intereses particulares de determinados sectores, hoy

finalidades de largo plazo y mañana urgencias del momento contrapuestas. El Estado

capitalista en su principio formal y general, se organiza de manera heterogénea

contradictoria y desigual, y es que el cúmulo de contradicciones que concentra terminan

deformando las instancias de poder, para poder reproducir y organizar los procesos de

dominación.

Sin embargo, esta condición contradictoria y autoritaria, logra contener la sociedad

abriendo un camino a la interpenetración mutua de la sociedad y el Estado, pese al

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contradictorio proceso de integración hipertrofiada, el Estado capitalista de la periferia

dentro de su materialidad ambigua y débil cristaliza su reproducción como condición

necesaria para la unidad del cuerpo político del pueblo-nación y el estado popular con

dirección de clase. La materialidad contradictoria del Estado de la periferia permite ocultar

el carácter de clase y los intereses particulares que el mismo sostiene.

3.2.1 El Estado capitalista periférico y acumulación de contradicciones.

Esta condición contradictoria del Estado, que lo empuja a una intervención permanente que,

en última instancia, permite la construcción de la formalidad necesaria para la dominación

política capitalista, crea una serie conflictos que se derivan de las incoherencias irresueltas

e irresolubles de una sociedad caracterizada por su heterogeneidad primordial y la

deformación fragmentaria de la misma que el Estado sobredetermina. En este contexto la

intervención permanente estatal se traduce en una crisis política permanente, en ella se

concentra el carácter ambiguo del Estado que, por un lado establece su autonomía relativa

formal atravesada por las tensiones de la heterogeneidad estructural y, por otro lado,

expresa la obstaculización de su transición al capitalismo. Pero, la presencia de estas crisis

políticas permanente se agudiza en relación a la presencia de nuevas formas de penetración

capitalista que se enfrenta con la resistencia de aquellas fuerzas sociales heterogéneas

desplazadas y subsumidas.

Las crisis políticas llevan inscritas un aspecto incesante, ya que a través de las

mismas el Estado logra materializar su carácter normativo-formal que es el fundamento

institucional para la organización del cuerpo político que es el pueblo-nación. La

intervención permanentemente contradictoria del Estado, que exigen estas crisis en lugar de

anular la autonomía relativa del Estado y ejercer una dominación directa, ésta se amplia:

“En realidad ocurre lo contrario, de la imposibilidad de una política auténticamente

“general” resulta una ampliación potencial de la autonomía estatal” (Evers, 1989, pág.

127). Ya que la crisis y la intervención estatal son la condición para aislar y fraccionar -por

lo tanto reproducir la heterogeneidad estructural- y representar la unidad, la administración

contradictoria y permanente de la crisis concentrada en el Estado se especializa y, por lo

tanto, se separa de la sociedad y de la lucha de clases.

Esto no indica que el Estado resuelva la crisis y las contradicciones, sino por el

contrario logra llevar estas crisis a otros niveles, que si bien, amenazan la propia

reproducción del orden político periférico, este orden se encarga, por su propia naturaleza

contradictoria, de redistribuir la crisis, nunca para superarla, sino para reproducirla

permanentemente e incrementar su capacidad de gobierno y control político sobre la

misma. En estas contradicciones e incongruencias, el Estado capitalista de la periferia

encuentra su principio organizador y orgánico, en relación a la reproducción del orden

político periférico. Esto no excluye el uso abierto de la fuerza en una coyuntura

determinada, pero dentro de lo que podría ser la “normalidad” del Estado periférico, esta

contradicción es la condición objetiva para la construcción de un Estado hipertrofiado y

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orgánicamente incongruente: “Así, la materialización de las diversas exigencias funcionales

en el interior de la maquinaria del estado produce una tendencia hacia la hipertrofia y la

heterogeneidad del aparato estatal sin que aumente por ello su capacidad reguladora”

(Evers, 1989, pág. 170).

De esta manera, el principio formal del Estado capitalista se materializa en una

diversificación heterogénea de instancias estatales que integran las contradicciones sociales

y las hacen circular hasta encontrar los medios operativos, contradictorios, para someter

directamente el comportamiento social de los individuos al principio formal del Estado.

Este proceso implica el fraccionamiento de las instancias estatales, a través del cual, el

Estado aparece como el garante del interés general. La legitimidad formal del Estado

periférico, como cuerpo político del pueblo-nación, requiere de una legitimidad material

inorgánica, heterogénea, que sea aceptada por prácticamente todas las fuerzas sociales. La

tarea integradora de la dominación política capitalista se ve permanentemente afectada.

La salida a esta contradicción entre integración y fraccionamiento político, la mediación

entre la legitimidad formal y legitimidad material del Estado periférico, consiste en

fortalecer la instancia central de las decisiones:

Si los órganos separados del estado ya no son capaces de operar según un criterio funcional

común, entonces la cúpula del aparato tiene que poseer poderes tanto más omnímodos para

poder seguir imponiendo la necesaria coherencia en lo global. De ahí resulta una tendencia

contrapuesta hacia la centralización del poder en manos de un gobierno central absorbente

y por ende en la persona de un jefe de estado o de gobierno “fuerte” (Evers, 1989, pág.

170).

Esto no anula la materialidad heterogénea del Estado, la centralización del poder estatal,

sólo significa una administración abultada, y tiene por función debilitar aquellas instancias

funcionales para un desarrollo social relativamente equilibrado –integración-; es por el

contrario fortalecido en aquellas instancias que organizan la imposición de las formas de

penetración imperialista –fragmentación-, sean de orden económico o las de resguardo

político. La hipertrofia estatal de las sociedades periféricas termina sobredesarrollando, tras

un conflictivo proceso de articulación, la maquinaria estatal ya que es la única manera en

que el Estado puede realizar con fines de organización su papel de Estado de intervención

permanente.

En este contexto contradictorio, la materialidad del Estado capitalista en la

construcción y reproducción del orden político periférico no coincide de manera recíproca

con su principio formal general como Estado popular de clase, como Estado moderno con

un cuerpo político impoluto y absolutamente coherente. Para cristalizar este principio

formal capitalista, el Estado de la periferia tiene que asumir formas institucionales inéditas,

relativamente, no modernas. Sin embargo:

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…los cambios continuos de regímenes políticos, los golpes de estado, las constituciones

efímeras, la creación y disolución de órganos representativos, etc., no son expresión de

“inmadurez” sino la única manera en que el estado periférico puede estar a la altura de las

exigencias sociales heterogéneas por un tiempo prolongado. Esta “inestabilidad como forma

de supervivencia” no significa que el sistema de dominación social estuviera en peligro; al

contrario, constituye una forma de su afianzamiento (Evers, 1989: 195).

El recurso a formas institucionales híbridas: “…han colocado de una manera prioritaria la

exigencia de un estado fuerte capaz de imprimir una cierta coherencia social y política para

el desarrollo; pero, al mismo tiempo, se han constituido en la traba más grande para el logro

de ese objetivo” (Zermeño, 1981, págs. 72-73). Por lo tanto, esta amalgama de formas e

instituciones políticas que asume el Estado de la periferia, que rozan continuamente la

institucionalidad democrática burguesa sin lograr, estructural y necesariamente, insertarla

de manera completa, desemboca en una restructuración permanente y radical del aparato de

Estado; ya que: “Dado que la heterogeneidad estructural impide basar el orden en la praxis

social, se impone el orden coercitivamente, doblado (ideologizado) de mitos unitarios

(doctrina de Seguridad Nacional)” (Lechner, La crisis del Estado en América Latina, 1977,

pág. 69).

Este proceso complejo de acumulación de contradicciones condiciona la

construcción peculiar del Estado capitalista de la periferia, así como la diversidad de formas

predominantes en cada formación periférica, cuya originalidad depende además de estas

condiciones de la coyuntura específica de cada formación y la correlación de fuerzas

sociales que van, asimismo, condicionando y construyendo el Estado capitalista de la

periferia. Es decir, que van configurando los límites de la capacidad de administración de

la crisis y la difracción de la sociedad heterogénea, por esta razón el campo de la lucha de

clases de la sociedad heterogénea es otro elemento indispensable para el análisis del Estado

capitalista de la periferia.

3.3 Estado capitalista periférico y el campo de lucha de clases.

Esta materialidad contradictoria del Estado capitalista periférico, a travesada por los

principios formales del Estado moderno-burgués y la materialidad real ambigua de la

heterogeneidad estructural, que le permite combinar procesos de modernización y

conservación a la vez, bajo la premisa de un Estado popular de clase heterogéneo; se

interrelaciona de manera compleja y contradictoria con el campo igualmente complejo y

heterogéneo de la lucha de clases particular de las sociedades periféricas.

Este campo posee perfiles y ritmos propios que generan toda una serie de

discontinuidades y conflictos que se combinan y configuran, en el seno de una relación más

general, que es la de los procesos conflictivos de encadenamiento y subordinación al

sistema capitalista imperialista. Tanto el proceso de encadenamiento como la reproducción

contradictoria de la heterogeneidad estructural, abre una serie de modificaciones,

combinaciones y deformaciones en el campo de la lucha de clases que configura una

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presencia inaudita de las clases sociales y el conflictivo proceso de su organización y

desorganización.

Las relaciones de clases atraviesan todo el campo teórico que hemos analizado,

estas relaciones configuran los límites de las contradicciones del Estado, en tanto factor de

cohesión y articulación del todo social, por lo tanto el campo de la lucha de clases tiene que

ver tanto con las formas de incorporación imperialista como con las formas de la

heterogeneidad estructural. Si estos lugares son complejos y contradictorios, lo son en la

misma medida en que el campo de la lucha de clases es igual o más complejo y

contradictorio, no olvidemos que las sociedades periféricas ocupan este lugar por el nivel

contradictorio y concentrado de la lucha de clases, estos niveles de conflicto les da el

carácter de eslabones débiles, ya que en estos niveles la reproducción del sistema capitalista

imperialista es crítica y; sin embargo constituyen los pilares fundamentales para su

reproducción.

En esta medida, la relación del Estado capitalista periférico con el campo de la lucha

de clases es una relación compleja e, igualmente, ambigua, ya que por un lado, como

principio formal, tiene que conformar un campo de autonomía relativa con respecto a las

clases sociales, objetivo que es efectivo, por otro lado, a través de la intervención

permanentemente contradictoria de las instancias estatales sobre el campo de la lucha de

clases. Por lo tanto, el Estado, en su función particularmente política, pone límites a la

lucha de clases, es decir, representa la unidad del cuerpo político, de una sociedad

altamente contradictoria y conflictiva, heterogénea, al tiempo que tiene que reproducir tal

fraccionamiento.

Frente a este contexto, el Estado no puede operar de manera directa en función de

los intereses de una fracción de clase sino que, más bien, opera sobre la presiones de las

demás clases, fracciones y sectores sociales, inclusive en el campo de los dominados,

limitando su capacidad de organización y acción. El Estado accede a las presiones de los

sectores no hegemónicos para poder controlar y configurar las formas institucionales de su

organización, que en última instancia, es la forma de su desorganización y reproducción de

su heterogeneidad. En este sentido, el dominio de una clase o fracción de clase se hace más

complejo y contradictorio, lo que obliga a una continua reestructuración y reorganización

de las alianzas y compromisos en el poder, que condicionan las formas heterogéneas e

hipertrofiadas del Estado capitalista de las periferias.

3.3.1 Las clases dominantes.

La configuración de las clases dominantes de las sociedades periféricas recorre un sinuoso

camino en relación a la penetración de las clases dominantes imperialistas, al

fraccionamiento primordial de la heterogeneidad estructural y, en relación al Estado como

factor, siempre contradictorio, de organización de las clases dominantes. En primer lugar, la

estructura de las clases dominantes, en las condiciones del sistema capitalista imperialista,

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se articula, de manera desigual y dependiente, a las clases o fracciones dominantes –

hegemónicas- del capital monopólico que se asienta, de manera específica, en una

determinada sociedad periférica.

La subyugación de las clases dominantes locales a las clases o fracciones de clases

extranjeras hegemónicas, es un proceso complejo de múltiples y recíprocas

determinaciones, ya que el predominio efectivo de las clases dominantes monopólicas

extranjeras, depende del contexto local en que se configuran las clases dominantes locales;

del nivel de sus contradicciones y desarrollo local, que crean el campo de penetración

imperialista. Si este campo es ventajoso para la penetración imperialista, las clases

dominantes imperialistas se articulan a la estructura de las clases dominantes locales, a

través de un proceso sumamente contradictorio que fracciona el proceso de organización

económica y política de las clases dominantes locales y, por lo tanto, fracciona todo el

proceso de dominación política periférica.

Ante este fraccionamiento de las clases dominantes locales, las condiciones

materiales para la conformación de un interés común de estas clases, se atrofian al punto de

eliminar cualquier denominador común a los intereses de todas las fracciones de las clases

dominantes: “El desarrollo desigual del capitalismo impide a las clases dominantes, insertas

en la lógica externa del capital total, asumir la dirección del proceso social. No hay una

“capitalización” de la sociedad latinoamericana, que crea la base material para un “interés

general” (Lechner, Una retrospectiva introductoria: El Estado como problema, 1977, págs.

23-24). Este nivel de fraccionamiento es el campo más adecuado para la penetración

imperialista que, no hay que olvidar, también es conflictiva y discontinua, porque depende

de la coyuntura específica y conflictiva al interior de las clases y fracciones de clases

monopólicas-imperialistas. Por lo tanto, las clases dominantes constituyen un campo

dinámico y discontinuo que se configura en esta relación compleja con las formas de

penetración imperialista, abriendo un campo heterogéneo de alianzas y estrategias

profundamente contradictorias e inestables.

En el plano local este fraccionamiento múltiple va acompañado por una compleja

estratificación de las clases dominantes, cuyo punto nodal de hegemonía se va

configurando coyunturalmente, es decir a saltos, de manera discontinua, de acuerdo a los

compromisos siempre inestables de las distintas fracciones y estratos de clases entre sí, con

las fracciones del capital monopólico extranjero y, fundamentalmente con las fracciones y

sectores de las clases dominadas. En este sentido, el auge y ocaso de fracciones de las

clases dominantes no se debe al desarrollo de las fuerzas productivas dentro del propio país,

sino que son consecuencias tanto de las deformaciones en el aparato productivo que

provocan las nuevas formas de penetración imperialista, como de los compromisos

contradictorios con las clases dominadas.

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Por sus propios intereses o impulsadas por fracciones rivales, las partes dominantes de las

clases dominantes se ven obligadas a reconocer al menos parcialmente, los intereses de

otros sectores. Y en el caso contrario de llegar el estado a la expresión de intereses más

auténticamente generales, esa elevación por encima de lo particular sólo puede durar

mientras varias funciones tengan alguna tarea común que cumplir a través del estado (por

ejemplo desmovilizar a un movimiento obrero amenazador); una vez cumplida, sale otra

vez a la luz la diferencia de sus intereses en todo lo demás, comienza la pugna entre las

fracciones hasta hace poco aliadas por el control del estado y con ello su paulatina

reprivatización. (Evers, 1989: 123).

Bajo estas condiciones, las clases dominantes no logran constituir su unidad sino en

relación a su propio fraccionamiento, la imposibilidad de organización propia, en la

periferia, es más evidente y contradictoria, ya que la construcción de un interés general –

político- acentúa la conservación de sus intereses específicos; la pugna entre las clases

dominantes entra en tregua sólo y exclusivamente cuando las clases dominadas amenazan

con una organización autónoma e independiente.

De ahí que, la autonomía relativa del Estado capitalista periférico en relación a las

clases dominantes sea indispensable para la dominación y organización del poder político

capitalista de la periferia. La ampliación de la autonomía relativa, el Estado intervencionista

“fuerte”, coercitivo, se inscribe en este contexto complejo de fraccionamiento de las clases

dominantes, ya que esta incapacidad organizativa exige la conformación de una institución

lo suficientemente autónoma para intervenir en el direccionamiento efectivo de las clases

dominantes, no como un árbitro mediador por encima de las clases, sino como un brazo

político ejecutor de un orden político relativamente organizado, aunque, permanentemente

diluido, hipertrofiado.

Así pues, el poder se encuentra efectivamente diluido, pero no entre una ciudadanía

anónima en la que se distribuye y conserva en forma equilibrada, sino entre clases y grupos

específicos de poder entre los que se distribuye en forma asimétrica. El Estado, careciendo

de poder en sentido estricto, es el principio organizador de la dominación que caracteriza a

una sociedad y representa el objetivo fundamental de la lucha política por cuanto proyecta

las relaciones de fuerza existentes entre las diferentes clases y grupos sociales (Cinta, 1983,

pág. 43).

En la relación entre Estado periférico y clases dominantes de la periferia, la configuración

del Estado es paradójica y orgánicamente incongruente, ya que, dada la heterogeneidad

conflictiva de las clases dominantes, el Estado tiende a hipertrofiarse para integrar a todas

las fracciones dominantes en relación a una instancia central, en relación a una

organización coercitiva que suture su propia debilidad heterogénea y, sobre todo, que la

reproduzca, ya que este poder diluido es el principio de su coerción.

La burguesía no es una clase nacional. No lo es en doble sentido. Por una parte, no logra

unificar los distintos grupos sociales en forma de nación. No logra relacionar el mundo

urbano con el mundo rural, no logra enraigar los valores burgueses como sentido común de

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toda la población, no logra desarrollar instituciones políticas con amplia participación

política y, por ende, no logra establecer una identidad colectiva. Por otra parte, su

racionalidad no reside en el espacio nacional. Sus intereses están determinados

externamente por la evolución mundial del capitalismo. La burguesía latinoamericana no

tiene autonomía. (…) Su dependencia externa impide dirigir la integración social y la falta

de integración social exige el permanente recurso a la coerción directa (Lechner, La crisis

del Estado en América Latina, 1977, pág. 64)

La organización contradictoria del Estado periférico, entre un poder diluido y la vez central,

garantiza la unidad, aunque conflictiva, de las clases dominantes ya que, en tanto amplia su

autonomía y su nivel de coerción, permite que la lucha política se centre en la organización

y la institucionalidad estatal. Por lo tanto, esta debilidad refuerza y garantiza la

reproducción de un poder contradictorio y débil, cuyo único punto de organización recae

sobre su papel coercitivo e interventor.

3.3.2 Las clases dominadas.

El campo de las clases dominadas también resulta un campo muy complejo, conflictivo y

diverso, donde coexisten distintas formas de organización, distintos intereses e incluso

distintas comprensiones de su situación en tanto clases dominadas. A este campo, además

de la relación conflictiva con la penetración imperialista, la heterogeneidad estructural y el

Estado de la periferia, hay que tener en cuenta el proceso de dominación histórico-colonial

y pre-moderno al que han sido sometidas estas clases. Además de estas condiciones, existe

un campo cultural e ideológico de dominación que fracciona y configura de manera

contradictoria a las clases dominadas; sin embargo, de la misma manera, existe un campo

de experiencias y prácticas de lucha política por la liberación que enriquece los procesos de

resistencia, solidaridad y organización política autónoma de estas clases.

En tanto, la heterogeneidad estructural es la base objetiva y primordial de las

sociedades periféricas, las clases dominadas cubren un campo muy diverso que obstaculiza

su organización autónoma, atravesadas, además, por la primacía de la dimensión nacional

su capacidad de organización clasista se ve muy debilitada.

La primacía de la dimensión nacional sobre la dimensión clasista, la heterogeneidad

profunda de la clase obrera, el hecho de no sentirse portadora de un modelo de recambio y

de una capacidad dirigente de las masas populares una vez que el principio de orden llegue

a resquebrajarse, colocan al movimiento obrero ante serias dificultades de identidad, de

organización, de continuidad y de coherencia en general (Zermeño, 1981, pág. 83).

Sin embargo, esta misma situación heterogénea, en los momentos de unidad, ha sido la base

objetiva sobre la que se ha generado una serie de procesos y relaciones solidarias y de lucha

que han impulsado las luchas transformadoras y revolucionarias de estas clases. La

heterogeneidad de estas clases, si bien son un obstáculo para su organización, el trabajo

complejo de unidad sobre este obstáculo, abre un abanico infinito de posibilidades de

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organización que incrementan la capacidad autónoma de organización de la lucha política

de las clases dominadas.

De todas maneras, este camino no es fácil, pues los conflictos propios de las clases

dominantes, a través del Estado, se incrustan en el campo de la organización política de las

clases dominadas. Ya que, la incapacidad de organización política de las clases dominantes

requiere del apoyo de las clases dominadas para “equilibrar” y garantizarse una cuota de

poder estatal. De esta manera, las clases dominadas son arrastradas, aunque persiguiendo

objetivos distintos, a la lucha por el aparato estatal, que como veíamos es el factor de

organización del poder político de las clases dominantes, hecho que oculta y deforma la

capacidad organizativa de las clases dominadas.

De esta manera, las luchas de las clases dominadas, son canalizadas de las formas

más sutiles y, prioritariamente, más brutales, al sistema de integración institucional que es

la forma estatal de garantizar su desorganización política, a favor, tanto de la penetración

imperialista, como de la organización política de las clases dominantes. Sin embargo, esto

no quiere decir que se elimine la organización de las clases dominadas, esta organización es

institucionalizada, es decir ordenada desde los límites del marco institucional y jurídico del

Estado capitalista de la periferia y desde su capacidad coyuntural de proporcionar la

garantía de ciertos intereses económicos, con el fin de garantizar su desorganización y

compromisos inestables con las clases dominantes.

La materialidad heterogénea-hipertrofiada del Estado periférico, hace posible la

integración de las luchas populares al conjunto de los aparatos de Estado, sin por ello,

operar cambios sustanciales en los procesos de dominación, todo lo contrario, esta situación

permite extender el campo de dominación, ocultando los intereses políticos, de

organización, de las clases dominantes. De esta manera:

…la distribución concreta de funciones dentro del aparato estatal no está determinada por

un criterio técnico-neutral de eficiencia administrativa, sino por las cambiantes exigencias

del reconocimiento y de la concertación de encontrados intereses y estrategias de las clases

y fracciones dominantes y de sus márgenes de acción frente a las clases trabajadoras (Rojas,

1983, pág. 159).

Así, la condición hipertrofiada e incongruente del Estado capitalista de la periferia, depende

y se relaciona con la capacidad de organización de las clases dominadas y la capacidad

contradictoria del Estado de reorganizar esta capacidad en función de la organización

política de las clases dominantes. Sin embargo, estos límites pueden rebasar la capacidad

hipertrofiada del estado y poner a actuar las formas coercitivas y de represión política que

detienen de manera violenta un proceso de organización popular amenazador; sin por ello

dejar de funcionar el sistema de integración, ya sea para su exclusión, de las masas

populares, en la medida en que esta incorporación restringida garantiza la organización de

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las clases dominantes y la reproducción del Estado, a partir del fraccionamiento y

manipulación de las clases dominadas.

3.4 Estado capitalista periférico y Estado de excepción.

En estas condiciones, donde las relaciones entre los elementos que componen el Estado

capitalista de la periferia son sumamente complejas y conflictivas, cuya unidad no

representa una organización relativamente equilibrada y homogénea, es decir, que no puede

producir una base objetiva de interés general, es más la desorganización y contradicciones

internas son inmanentes a su organización, el Estado se va a configurar según las

modalidades concretas en que se desarrolle la correlación de fuerzas presentes en estos

contextos, bajo modificaciones y desplazamientos permanentes que exigen su intervención

irregular constante.

La inexistencia del “Estado nacional” es suplida por el aparato estatal. La debilidad del

capitalismo obliga al aparato estatal a hacerse cargo directamente del desarrollo del capital

y producir él mismo la legitimación del poder (Lechner, Una retrospectiva introductoria: El

Estado como problema, 1977, pág. 20).

Como hemos indicado, esta correlación de fuerzas es totalmente contradictoria, por lo que

de la especificidad que revista el Estado dependerá la conformación de su unidad

contradictoria específica. Esta especificidad es la forma en que revisten y se concentran las

contradicciones sociales de las formaciones periféricas en las instancias estatales, a través

de las cuales se reproducen y garantizan su unidad contradictoria. Sin embargo, dado el

nivel concentrado y acumulado de contradicciones, la forma de Estado que reviste el Estado

periférico no puede ser sino la forma del Estado de excepción. Y es que, la manera que la

sociedad periférica consigue regular las fisuras, desigualdades y desfasamientos internos y,

al mismo tiempo, reproducirlos permanentemente, en suma, acumular las contradicciones y

discontinuidades propias es a través de una formación político-estatal permanentemente

excepcional.

El Estado no logra expresar un interés común de la sociedad, ni siquiera encarnar una forma

de generalidad; no es más que un instrumento de dominación de intereses particulares. Por

su naturaleza particularista, el Estado se encuentra incapacitado de generar un proyecto

nacional y obligado a reprimir los diversos intereses particulares opuestos al respectivo

grupo particular en el poder. El Estado se presenta como Estado de Emergencia en

permanencia (Lechner, La cuestión del Estado en el capitalismo dependiente, 1977, pág.

120).

En la medida en que este campo contradictorio tiene que ser reproducido para sostener las

condiciones de existencia económicas y políticas de una sociedad dependiente, articulada

de manera desigual, necesariamente, al sistema capitalista imperialista, el Estado de la

sociedad periférica no puede construir un proceso de organización sino evitando a toda

costa la constitución de una dirección política local hegemónica. Por un lado, porque tiene

que garantizar las formas, siempre más desarrolladas, de penetración imperialista y, por

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otro lado, tiene que reproducir los fraccionamientos de la heterogeneidad estructural

general y de las clases dominantes locales para asegurar su unidad contradictoria, evitando

la organización autónoma de las clases dominadas.

Esta tensión que organiza la forma del Estado de la periferia, es decir la forma de

organización política y social, exige la intervención permanentemente contradictoria del

Estado ya que la incesante acumulación de contradicciones “…determina una correlativa

acumulación de tareas <<reguladoras>> para la instancia política, que en última instancia

sólo puede asegurar la reproducción ampliada del sistema recurriendo a una dosis

extremadamente grande de autoritarismo (Cueva, El desarrollo del capitalismo en América

Latina y la cuestión del Estado, 2013, pág. 30).

3.4.1 Estado capitalista periférico y la sobrecarga de tareas.

La sobrecarga de tareas como condición “natural” del Estado de excepción de la periferia,

dada la constante intervención contradictoria del mismo sobre todo el campo social, se debe

en la medida en que: “…a) tiene que asegurar la reproducción ampliada del capital en

condiciones de una gran heterogeneidad estructural, que comprende desde la presencia de

varios modos de producción y formas de producción hasta la propia malformación del

aparato productivo capitalista” (Cueva, El Estado latinoamericano y las raíces del

autoritarismo, 1989, pág. 41). En este sentido, el Estado periférico tiene que garantizar la

penetración imperialista, la internacionalización de las relaciones sociales imperialistas y la

división jerárquica del trabajo imperialista, en suma tiene que ajustar y reajustar

permanentemente, la sociedad periférica, a la socialización monopólica de las relaciones de

producción; reorganizando el fraccionamiento de la heterogeneidad estructural que este

proceso implica, es decir, reproduciendo la heterogeneidad bajo las condiciones impuestas

por el desarrollo desigual y polarizante del sistema capitalista imperialista.

De esta manera, el Estado de excepción de la periferia permite acelerar los procesos

de concentración y centralización del capital en la formación social local, para lo cual tiene

que reajustar violentamente la estructura productiva local e introducir cambios importantes

en los sectores económicos más dinámicos que garantizan cierta ventaja y beneficio al

capital monopólico extranjero, desplazando otros sectores y clases dominantes. En

consecuencia, el Estado tiene que regular estos reajustes interviniendo sobre las

deformaciones económicas y sobre la reorganización política de las clases dominantes: “b)

tiene que llevar adelante ese proceso de reproducción en medio de un constante drenaje de

excedente económico hacia el exterior, con todo lo que ello implica en términos de

acumulación, y de la consiguiente necesidad de establecer determinadas modalidades de

extracción de tal excedente” (Cueva, El Estado latinoamericano y las raíces del

autoritarismo, 1989, pág. 41).

El estado de la periferia tiene que garantizar ciertas condiciones y ventajas que

aceleren la implantación de las formas especulativas y financieras de reabsorción e

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internacionalización de la producción de plusvalía, en medio de la formalidad política e

institucional de representar el interés general del pueblo nación. Es decir: “c) tiene que

imponer cierta coherencia a un desarrollo económico-social inserto en la lógica general de

funcionamiento del sistema capitalista-imperialista, cuando a veces ni siquiera está

concluida la tarea de integración de un espacio económico nacional y de nación misma”

(Cueva, El Estado latinoamericano y las raíces del autoritarismo, 1989, pág. 41).

Esta sobrecarga de tareas contradictorias que recaen sobre el Estado de Excepción

periférico, tiene que asentarse sobre una base cada vez mayor de autonomía relativa con

respectos a las clases y fracciones de las clases tanto dominantes, como dominadas. En

razón de que estas tareas perpetúan el fraccionamiento social, e imposibilitan la

construcción de una dirección local autónoma; por lo tanto, el Estado se encarga no sólo de

reajustar permanente las relaciones económicas, sino, fundamentalmente, las relaciones

políticas de la sociedad periférica. Y es que los desplazamientos y reajustes económicos

implican reajustes y desplazamientos en las instancias estatales, de suerte que, el Estado

mismo tiene que permanente reorganizarse, en función de la reproducción del

fraccionamiento social que indica desplazamientos y modificaciones en el campo de la

lucha de clases.

La intervención del Estado de excepción periférico no hace sino acentuar las

contradicciones sociales en todo el campo de la lucha de clases, tanto en el bloque en el

poder como en relación a las clases dominadas. La sobrecarga de tareas acentúa la

acumulación de contradicciones creando un campo extenso y exasperado de crisis social

permanente, donde las situaciones de ruptura y las posibilidades de una contrarevolución

sumamente conservadora están a la orden del día. En este sentido, la configuración del

Estado de excepción no es más que la permanente regulación del desarrollo desigual de las

contradicciones del sistema capitalista imperialista en el contexto de una formación social

periférica. Entonces la transición obstaculizada hacia un “Estado nacional” es suplida por el

Estado de excepción periférico, con sus propias características hipertrofiadas y la constante

reproducción de su propia descomposición. En este sentido la crisis política es la tarea

política, fundamental, del propio Estado de la periferia, ya que el Estado de Excepción es la

forma de dominación más expedita para la reproducción de las sociedades periféricas. A

través de esta forma de Estado, se puede garantizar la incongruencia orgánica del Estado de

la periferia y sus formas incongruentes de organicidad e intervención contradictoria.

Esto indica una forma particular de relación entre el Estado de excepción y la

configuración inestable del bloque en el poder, y una forma particular de relación con las

clases dominadas en la que son integradas y excluidas a esta forma de Estado. A través, de

estas relaciones contradictorias, que le atribuyen al Estado una contextura ambigua, que

provocan la configuración de una debilidad y fortaleza inherente, arrastran a la sociedad y

al Estado a una crisis permanente como garantía de su reproducción excepcional.

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3.4.2 Estado de Excepción y bloque en el poder.

En efecto, lo propio del Estado de excepción es la administración permanente de una crisis

social particularmente concentrada en el bloque en el poder, es decir de una crisis de la

hegemonía política. El Estado de excepción interviene en el campo de las clases

dominantes, a través de la reorganización del bloque en el poder, revestido de una

autonomía relativa acentuada, ya que las discontinuidades permanentes del bloque en el

poder –la crisis de hegemonía-, los desplazamientos y las prácticas políticas de las

fracciones dominantes en su estrategia por configurar la hegemonía y dirección del bloque;

llevan a un proceso de descomposición y desorganización profunda que pone en riesgo la

propia dominación capitalista en la periferia y del sistema capitalista imperialista en su

conjunto.

Esta situación pone en evidencia la incapacidad de organización política autónoma

de las clases dominantes y las contradicciones internas de las mismas, así como la

necesidad de reproducir las instancias estatales en función de reorganizar la unidad

contradictoria de la hegemonía política de dominación. Esta incapacidad límite impone la

tarea política de reorganización permanente del bloque en el poder y de reproducción de la

crisis de hegemonía, que posibilita los constantes reajustes de las relaciones contradictorias

del bloque en poder y de la hegemonía de una clase o fracciones de clases. Y es que, tanto

las condiciones primordiales de la heterogeneidad estructural en las clases dominantes,

como las irregularidades impuestas por la penetración imperialista, generan el campo

propicio para el desplazamiento discontinuo y a saltos de las fracciones hegemónicas,

provocando la intervención estatal –en este campo político- para sentar las bases desde

arriba de una hegemonía irregular, continuamente en descomposición.

En este sentido, la racionalidad –incongruente- del aparato y la materialidad del

Estado es evitar la constitución de una dirección política hegemónica sólida, es decir

reproducir la crisis de hegemonía en tanto, la reorganización del bloque en el poder y de la

hegemonía es permanente porque las contradicciones de las clases dominantes que por su

misma naturaleza son secundarias son tan regulares como la inestabilidad política y la crisis

política de hegemonía. En esta medida, el Estado de excepción resulta necesario en el

reajuste y desplazamiento de las clases dominantes, así como en la subordinación de las

contradicciones principales por las contradicciones secundarias.

Por lo tanto, los reajustes del bloque en el poder no configuran un proceso

organizativo orgánico de las clases dominantes y su respectiva hegemonía, no acaba, sino

reproduce las contradicciones internas del bloque:

La mencionada recomposición del bloque dominante no acaba desde luego con las

contradicciones intraburguesas. Estas se aplacan, como es lógico, en el momento

ascendente del fascismo, o sea cuando la burguesía como un todo emprende su cruzada

contra las masas trabajadoras; pero una vez que la fase de asentamiento del fascismo

adviene, luego del triunfo militar de la contrarrevolución, las contradicciones resurgen en

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diversos planos: burguesía monopólica versus burguesía no monopólica; sectores nativos

monopólicos contra sectores monopólicos no nativos; fracciones que producen para el

mercado interior frente a fracciones que producen sobre todo para el exterior, etc. Son

contradicciones por su misma naturaleza secundarias, que no implican un real antagonismo,

pero que sin embargo existen (Cueva, La "remodelación" fascista de la sociedad, 2013, pág.

57).

Estas contradicciones se aceleran en la medida en que el bloque en el poder se va

constituyendo como bloque monopólico, ya que la penetración e internacionalización de las

relaciones sociales imperialistas, incide de manera sobredeterminante en los constantes

procesos de reajustes y restructuraciones de las clases dominantes y, consecuentemente, del

bloque en el poder. Este elemento, del capital monopólico extranjero, acelera los procesos

de descomposición y reajuste del bloque en el poder y de las clases dominantes locales, ya

que agudiza los procesos de dependencia y fraccionamiento de las clases dominantes

locales, incrementado su incapacidad de organización, así como los compromisos inestables

e irregulares de dominación. Además, “…la conformación de un bloque monopólico

extranjero-local (“transnacional” en el fondo) que, junto con las alturas de la burocracia

militar y civil vinculadas no solo política sino incluso económicamente a él, constituye el

eje social de una dominación eventualmente fascista, es decir, presta a fascistizarse cuando

las circunstancias históricas lo requieran (Cueva, Elementos y niveles de conceptualización

del fascismo, 2012, pág. 132). Entonces, la conformación del bloque monopólico, no

elimina la reproducción de la crisis de hegemonía, es más acentúa la necesidad de las

formas de Estado de excepción, tanto por la política colonial imperialista del capital

extranjero, como por su propia descomposición es decir por los procesos de concentración

y monopolización que eliminan y subyugan a las distintas fracciones monopólicas.

Sin embargo, la formación del bloque monopólico indica cambios cualitativos en la

forma de dominación política y del Estado de excepción de la periferia, es decir en la crisis

de hegemonía de las clases dominantes de la periferia. La conformación del bloque

monopólico transnacionalizado conlleva un nuevo proceso de acumulación de

contradicciones, donde las fisuras ocasionadas en el seno de las clases dominantes locales y

sus resoluciones temporales pasan a segundo plano, dando lugar a nuevas formas –

modernizantes/progresistas- de reajustes y reproducción de las crisis de hegemonía.

Esto indica una serie de desplazamientos y reajustes en todo el sistema político del

Estado de la periferia que, sin embargo, incrementan su tendencia a hipertrofiarse y a

intervenir contradictoriamente, ahora con elementos sobretodo tecnoburocráticos que

incrementa desmedidamente la autonomía relativa del Estado con la sociedad en general y

particularmente con las clases dominantes transnacionales y locales: “De hecho, el aparato

burocrático es la expresión del predominio de la fracción monopólica transnacional, uno de

cuyos componentes es el sector monopólico nativo” (Cueva, El desarrollo del capitalismo

en América Latina y la cuestión del Estado, 2013, pág. 24). La tecnoburocracia, que se

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incorpora al Estado excepcional de la periferia en igual medida en que se configura el

bloque monopólico, genera mayores niveles de autonomía relativa creando un campo,

discontinuo, políticamente seguro y económicamente atractivo para el desplazamiento

masivo del capital monopólico, garantizando la reproducción de la vía reaccionaria –de

excepción- de reproducción del capital financiero imperialista-transnacional.

Así, el bloque monopólico garantiza la reproducción del Estado de excepción

periférico y la acumulación de contradicciones supeditadas a una correlación de fuerzas

más general. La tecnoburocracia y las formas de Estado de excepción aceleran los reajustes

del bloque en el poder, en la medida en que garantizan permanentes reajustes,

modificaciones y desplazamientos en el conjunto del sistema estatal bajo el control estricto

del mismo.

3.4.3 Estado de excepción y clases dominadas.

Desde el momento en que el Estado de excepción bajo la égida del bloque monopólico

entra en proceso a través de un momento complejo de lucha de clases, busca la garantía

política para asegurar la implantación de acumulación de capital basada en la reproducción

de las condiciones de una mano de obra abaratada, muy por debajo de su valor real

histórico.

…el fascismo en América Latina acelera y profundiza hasta el límite máximo una fase

(prefiero llamarla así antes que hablar de “modelo”) de acumulación de capital basada en la

remuneración de la fuerza de trabajo muy por debajo de su valor histórico; o sea un proceso

en el que la acumulación pasa a gravitar sobre la pauperización absoluta de las masas

trabajadoras (Cueva, La "remodelación" fascista de la sociedad, 2013, pág. 54).

El proceso de reajuste social que conlleva el Estado de excepción permanente acelera las

formas de penetración capitalista e integración subordinada al sistema capitalista

imperialista, así como los niveles de acumulación de contradicciones y desigualdades sobre

las clases dominadas que de manera violenta son arrastradas a la succión especulativa-

financiera del capital imperialista-transnacional.

Sobre las bases señaladas el flujo del capital extranjero se da en magnitudes diversas y,

cuando afluye significativamente, es un hecho que acelera el desarrollo del capitalismo en

el área, a costa, claro está, de la miseria de las masas populares y, en general, de la

acentuación de las desigualdades en todos los niveles de la formación social <<anfitriona>>

(Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina y la cuestión del Estado, 2013,

pág. 27).

Esto indica un proceso de reabsorción de la división internacional del trabajo, en el cual, el

Estado de excepción tiene que reajustar la sociedad frente a la socialización total de la

producción y la internacionalización tanto de la producción de plusvalía como de las

relaciones sociales capitalistas. Por lo tanto, el Estado de excepción tiene que ocultar el

carácter imperialista del proceso de pauperización, así como el carácter social del mismo;

en este sentido, el Estado asegura los procesos de acumulación originaria, es decir,

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moderniza la sociedad, implementa elementos “progresistas”, siempre en condiciones

precarias, es decir conservadoras y reaccionarias.

El Estado de excepción se encarga de reorganizar el mercado interior, redefiniendo

los patrones de consumo de la sociedad entera en relación a la renta tecnológica y

especulativa del capital financiero monopólico y, en relación a la pauperización de las

clases dominadas es decir regulando de manera precaria el mercado laboral y las

condiciones de existencia de las clases populares. Bajo la finalidad de abatir el precio local

de la fuerza de trabajo creando una ventaja comparativa real para la atracción y

penetración del capital monopólico.

Este proceso, si bien indica una garantía para la penetración imperialista, indica un

proceso de su garantía política, en tanto recorre una lucha tenaz contra el movimiento y las

formas de organización política de las clases dominadas. Para esto, el Estado de excepción,

a través de los reajustes del aparato de Estado y los reajustes de legitimación legal e

ideológica –tecnoburocracia- de la represión popular, emprende una lucha política contra

las masas populares cuyo objetivo es su desmantelamiento político: “El objetivo central de

estas políticas es desmantelar las capacidades de resistencia que podrían representar los

Estados, de forma tal de hacer imposible la constitución de fuerzas sociales populares

eficaces” (Samir, 2001, págs. 22-23).

Si bien, la represión contra las clases dominadas, que se regulariza y tecnifica, se

encuentra a la orden del día, el control político “progresistas y modernizado” no se reduce a

la represión abierta, simplemente, sino que se especializa en la manipulación y amenaza

constante del uso de la fuerza implementando formas “democráticas” que restringen e

imposibilitan la organización de las clases dominadas. Regulando así su desorganización a

través de la cooptación institucional de las luchas populares, teniendo siempre presente,

cuando la coyuntura amerite, el uso desenfrenado de la fuerza como elemento amenazador.

Las organizaciones populares pueden desarrollarse en la medida en que aceptan la

institucionalización del conflicto o que sirvan de ejército a un caudillo que arbitra el

conflicto. Esta estrategia de cooptación distancia los dirigentes y las organizaciones

populares de su base social y dificulta la formación de un interés de clase. Las

organizaciones populares son más representantes del “pueblo” que organismo de clase. (…)

El carácter difuso del conflicto social impulsa a sindicatos y partidos a tomar el Estado por

lo que aparenta ser… La esfera de mediación social es reducida a su “encarnación” en el

poder negociador del aparato estatal; el aparato estatal hace de instancia intermediaria que

relaciona a las diversas sub-unidades sociales entre sí. (…) La lucha por la emancipación

social se encuentra así recortada a una “conquista del poder” (Lechner, La crisis del Estado

en América Latina, 1977, págs. 66-67).

Bajo esta estrategia y práctica de manipulación de las masas populares, el Estado de

excepción consigue integrar a las clases dominantes en la reproducción de la dominación

excepcional de la periferia. Consolidando, a través de la cooptación y el paralelismo

organizativo de las clases dominadas, la reproducción de una noción y práctica técnica de

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las prácticas políticas y de la resistencia popular, es decir, instalando una noción y una

institucionalidad-siempre hipertrofiada- que cosifica las relaciones de resistencia al poder

político de las clases dominantes bajo la égida del bloque monopólico. Por lo tanto, es

“contra ellas, que se dirige la estrategia de “unificación” y “pacificación” del aparato

estatal. Se trata de impedir una resolución de la crisis de hegemonía que desemboque en la

transformación del orden vigente. Consecuencia de ello es la perpetuación de la crisis del

Estado” (Lechner, La crisis del Estado en América Latina, 1977, pág. 69).

3.4.4 Formas de Estado de Excepción.

Dado el carácter irregular y permanente del Estado de excepción este va adquiriendo

distintas formas de expresión que van marcando su especificidad, que es la especificidad

de la coyuntura concreta en que se desarrolla este intrincado y abigarrado proceso de

dominación capitalista periférico: “…la especificidad que revista el Estado de excepción

(su modificación concreta) dependerá de cómo logre articular la lógica de la represión (la

contrarrevolución) con la lógica del desarrollo del capitalismo (su unidad de clase)” (Riz,

Formas de Estado y deasdarrollo del capitalismo en América Latina, 1977, pág. 438). Por

un lado dependerá de las modificaciones, tanto en el bloque en el poder como en el

conjunto del sistema estatal en relación a su hipertrofia institucional y su capacidad

administrativa central, es decir en relación a las formas y legitimación de la centralización

del poder y de los niveles de burocratización y represión, en este elemento es

sobredeterminante la forma en que se articulan las distintas clases-apoyos y la cooptación

de las clases dominadas. Por otro lado, dependerá de las formas de penetración imperialista

y las contradicciones que esta acentúe en el bloque dominante, así como la

internacionalización de las relaciones imperialistas que estas acentúen y los procesos de

división imperialista del trabajo.

Estos elementos tienen que ver directamente con un contexto específico de

correlación de fuerzas que van configurando las alternativas en que se implanta el Estado

de Excepción dentro del marco general de expansión y dominación imperialista. En este

sentido el Estado de excepción, que es la forma “normal” del Estado capitalista en la

periferia, es la forma en que se presenta la sociedad periférica del capitalismo imperialista,

es la salida a la dominación política capitalista de una sociedad abigarrada:

El nuevo autoritarismo surge como reacción a dos momentos: internamente, la agudización

de la lucha de clases, que desestabiliza la estructura de dominación, sin poder crear un

nuevo orden. Externamente, la internacionalización del capital, que transforma el proceso

de acumulación e impulsa un reordenamiento de las economías locales (Lechner, La crisis

del Estado en América Latina, 1977, pág. 32).

En este sentido, el Estado de excepción, contradictorio, resume y sintetiza la sociedad bajo

una organicidad contradictoria, el Estado se configura como un monstruo de mil cabezas

con los pies de barro. Y, precisamente, este proceso contradictorio sintetiza bajo la forma

excepcional del Estado distintos modos de expresión del mismo. En razón de la profunda

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acumulación de contradicciones el Estado acumula las distintas modalidades de excepción,

articulándolas en el sistema estatal de manera desigual y con el predominio de una. Así, las

formas inauditas y originales de la dominación política imperialista periférica son el

resultado de una amalgama excepcional de dominación: dictadura, fascismo, populismo,

bonapartismo, caudillismo, hiperpresidencialismo, etc., constituyen las cabezas de este

monstruo, cuyo punto más visible constituye el lugar, débil, de unidad por donde se

centraliza la reorganización y reproducción de la crisis de hegemonía.

Sin embargo, estas contradicciones no visibilizan los puntos débiles de la dominación,

es más son sus armaduras, a través de las mismas el Estado se constituye como el

representante del interés general, ya sea mostrando permanentemente su lado inverso Es

decir provocando su descomposición, el Estado reproduce y conserva la dominación

política y económica de las sociedades periféricas del imperialismo.

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4 Conclusiones.

1. El concepto Estado capitalista indica un tipo de dominación política particular,

moderno, que configura y es parte de un campo conflictivo contradictorio, en el cual se

redistribuyen los agentes de la producción como sujetos políticos-económicos de derecho

bajo un sistema normativo axiológico conforme a los principios formales de libertad e

igualdad. Este cuerpo político de materialidad formal, dotado de autonomía relativa,

configura al pueblo como principio de dominación política, el Estado capitalista es un

Estado-popular, a través de su materialidad formal representa el interés general del pueblo-

nación. Por ello, el concepto Estado capitalista reflexiona sobre un campo estratégico, a

través del cual, de manera compleja y contradictoria, se garantiza la organización política

de las clases dominantes y la desorganización de las clases dominadas. El Estado capitalista

en tanto Estado-popular-con-dirección-hegemónica-de-clase garantiza la participación de

las clases dominadas en sus propias instituciones, ya sea en tanto clases dominadas, ya sea

como clases-apoyos, ya sea en beneficio de determinados intereses económicos, con el fin

de garantizar la organización y dirección hegemónica de una clase o fracción de clase

dominante. Bajo esta unidad conflictiva-estratégica, el concepto Estado capitalista hace

aprehensible las distintas formas –variantes- de dominación política capitalista, las distintas

formas en que se presenta este campo estratégico, que se define según la coyuntura

concreta de la lucha de clases.

2. En tanto el concepto Estado capitalista nos permite reflexionar sobre un campo

estratégico de unidad conflictiva y contradictoria, nos indica la posibilidad de reflexionar el

Estado y la lucha política en relación a la correlación de fuerzas sociales y las

contradicciones del ejercicio de la dominación política en una sociedad capitalista. La

sociedad capitalista no es una totalidad continua homogénea que tendencialmente produzca

mayores niveles de igualdad, todo lo contrario, la sociedad capitalista es una sociedad

jerárquica que para reproducirse tiende al desarrollo desigual tanto de sus estructuras y

relaciones sociales como de los elementos o eslabones que la conforman. El desarrollo

desigual y jerárquico de la sociedad capitalista establece una relación de encadenamiento de

las distintas formaciones sociales bajo el plano dominante del sistema capitalista

imperialista, este encadenamiento desigual y dependiente se da en el marco de una relación

de múltiples y recíprocas determinaciones entre las sociedades periféricas y las sociedades

centrales. Cada eslabón de la cadena imperialista ocupa un lugar “histórico” dentro del

desarrollo desigual y contradictorio del sistema capitalista imperialista, desarrollo que

coloca al Estado capitalista, tanto de las periferias como de los centros, en una función

fundamental para la reproducción social de este desarrollo capitalista-imperialista. Por lo

tanto, la problemática sobre el sistema capitalista imperialista es un elemento constitutivo

para el estudio del Estado capitalista en las sociedades periféricas latinoamericanas, el

desarrollo imperialista, que es el desarrollo de sus contradicciones, condiciona el desarrollo

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y la configuración del Estado capitalista en las sociedades periféricas así como sus propias

contradicciones y lucha de clases.

3. Las sociedades periféricas, y el Estado capitalista de las mismas, no pueden ser

entendidas simplemente bajo la subordinación al sistema capitalista imperialista, no

solamente ocupan un lugar “histórico” en relación al desarrollo desigual imperialista. Las

sociedades periféricas contienen una matriz estructural primordial compleja, que asimismo

condiciona su propio desarrollo y la forma en que se articulan estas sociedades al sistema

imperialista en tanto eslabones del mismo. Esta matriz primordial se caracteriza por el

desenvolvimiento complejo de una heterogeneidad estructural, donde la coexistencia de

diversos elementos sociales económicos, políticos e ideológicos dan cuenta de una sociedad

abigarrada. La complejidad primordial de las sociedades periféricas se expresa en el campo

de la lucha de clases, a través de un permanente desplazamiento de las contradicciones

sociales, tanto al interior de las clases dominantes como al interior de las clases dominadas,

que dan cuenta de niveles de conflictos y contradicciones igualmente heterogéneos. La

complejidad primordial de estas sociedades se reproduce con las formas de penetración e

internacionalización imperialista, estableciéndose una red de múltiples y recíprocas –

interdependientes- determinaciones que dan lugar a un encadenamiento que permite la

coexistencia y combinación contradictoria en el desarrollo de los elementos de la matriz

primordial con los elementos de incorporación al sistema capitalista imperialista. Esta

combinación abigarrada constituye una unidad original y con su propia dinámica, que

dependiendo la configuración de la lucha de clases concreta y las formas de acumulación de

contradicciones se establecen las formas inéditas de dominación política.

4. El análisis del Estado capitalista de las sociedades periféricas indica una relación

específica con la cadena imperialista, en tanto éste regula la articulación dependiente y

jerárquica del sistema capitalista imperialista. El Estado capitalista de las sociedades

periféricas organiza la forma específica de encadenamiento y subordinación imperialista,

reproduce la dominación imperialista en el interior de la sociedad periférica, en tanto las

relaciones imperialistas son elementos constitutivos del papel reproductivo global de este

Estado. De esta manera, el Estado capitalista de la periferia regula, de manera desigual, el

“equilibrio” global del sistema capitalista, ocupando un lugar subalterno, periférico y

dependiente. Así mismo, el Estado capitalista de la periferia regula la unidad específica de

la heterogeneidad estructural que es su matriz primordial, unidad contradictoria ya que de

ésta depende la reproducción y el fraccionamiento cada vez mayor de la heterogeneidad

estructural. Además, el Estado capitalista de la periferia regula la interrelación y

combinación desigual de los elementos del capitalismo internacional y los elementos de la

matriz primordial, generaliza las relaciones sociales capitalistas-imperialistas

reproduciendo las condiciones para su incorporación dependiente, es decir garantiza la

generalización capitalista reproduciendo las condiciones sociales de su precarización,

impulsa el desarrollo capitalista al tiempo que lo obstaculiza.

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5. Bajo estas condiciones, el Estado capitalista de la periferia presenta una

materialidad incongruente pero no falta de sentido. En la medida en que regula estas

tensiones, la institucionalidad estatal de las sociedades periféricas se organiza de modo

contradictorio, al punto de hipertrofiarse en el sentido de que la reproducción de su

organización contradictoria garantiza su institucionalidad. A través de su materialidad

cargada de tensiones que debilita al propio Estado, se erige un Estado autoritario que es

empujado a intervenir de manera permanente sobre el conjunto de la sociedad periférica,

produciendo efectos contradictorios sobre los que se apoya su propia reproducción. Esta

situación condiciona la deformación de las instancias estatales, así como su originalidad, la

necesidad de perseguir permanentemente fines contradictorios configura la incongruencia

orgánica del Estado capitalista de las sociedades periféricas. Sin embargo, esta materialidad

incrementa la autonomía relativa del Estado respecto a la sociedad y las clases dominantes,

es este incremento de la autonomía relativa lo que permite la intervención

permanentemente contradictoria del Estado sobre la sociedad y la lucha de clases, sólo así

el Estado puede organizar la unidad de la formación social periférica e instaurar un orden

político, aunque lleve la reproducción permanente de la crisis política.

6. La materialización de las diversas y contradictorias exigencias estructurales y de

correlación de fuerzas sociales heterogéneas en el interior del Estado capitalista de la

periferia produce una tendencia “regular” –invariante- hacia la hipertrofia y la

heterogeneidad de la institucionalidad estatal, sin que esto lleve hacia una regulación

homogénea de la sociedad. Estos elementos constituyen la regularidad excepcional del

Estado capitalista de la periferia, pues este Estado, bajo estas condiciones, tiene que

permanentemente reorganizar la unidad en el bloque en el poder, manipulando, es decir

interviniendo permanente sobre la organización y desorganización política de las clases

dominadas, cooptando las luchas políticas populares con el fin de sostener la dinámica y las

irregularidades de la hegemonía capitalista de la periferia. En este sentido, el Estado tiene

que reproducir permanentemente la crisis de hegemonía, porque de ello depende la

posibilidad de reorganizar el bloque en el poder en función de regular el “equilibrio” tanto

del encadenamiento y penetración imperialista como la unidad contradictoria de la

heterogeneidad estructural primordial y los permanentes conflictos de clases que atraviesan

estos procesos contradictorios. Así, el Estado capitalista de la periferia reviste la forma del

Estado capitalista de Excepción, como un estado en permanente transición y conflicto, a

través del Estado de Excepción se logra reproducir la sociedad periférica; es la forma

“natural” y original de constitución del campo estratégico de dominación política moderno,

bajo esta forma de Estado se institucionaliza el poder político de clase a través del cual se

reproducen las condiciones contradictorias del poder político capitalista en la periferia.

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