unidad 4_filosofía como racionalidad práctica

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Unidad 4. La filosofía como racionalidad práctica Objetivos Comprender las características de la razón humana. Mostrar nuestra ineludible y liberadora razón moral Asimilar la necesaria constitución socio-política del hombre Comprender las principales características de la razón práctica contemporánea, encaminada a la justificación de una ética política. Antes de empezar Hemos visto hasta ahora como la razón teórica se ocupa del conocimiento y de todos los problemas derivados de su comprensión. Pero el ser humano es un ser esencialmente práctico, por lo que se hace necesario estudiar en qué consiste la “razón práctica”. Ésta es la tarea que nos proponemos en esta unidad. Los seres vivos nacen, se desarrollan y mueren, pero sólo el hombre es capaz de actuar, de realizar acciones destinadas a satisfacer determinados fines. Hablamos con nuestros semejantes, vamos de compras, practicamos un deporte, nos conectamos a Internet, jugamos con la consola, nos peinamos, intentamos cambiar el mundo,… todo esto son acciones humanas, que le están vedadas, ya veremos porqué, al resto de los animales. Lo que tienen todas estas conductas en común es que las hacemos para algo, perseguimos un fin que previamente nos hemos propuesto. Por eso una tarea importante del filósofo es preguntarse y comprender porqué los hombres actuamos como lo hacemos. El ámbito de la acción es, pues, un ámbito exclusivamente humano, a través del cual los hombres vamos “creando” nuestra vida actuando en un mundo, nuestro mundo, continuamente transformándose por la acción humana, y donde los otros constituyen un elemento indispensable para explicar nuestras acciones. Llamamos “filosofía práctica” a la parte de la filosofía que se ocupa del análisis de la acción humana y de sus manifestaciones: moral, política y estética. Cuestiones iniciales ¿Qué entiende por acción humana? ¿Qué cosas influyen en nuestra manera de actuar? ¿Cómo influyen los demás en nuestras acciones? ¿La filosofía puede ayudarnos a vivir mejor?, ¿por qué?

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Unidad 4. La filosofía como racionalidad práctica

Objetivos

Comprender las características de la razón humana. Mostrar nuestra ineludible y liberadora razón moral Asimilar la necesaria constitución socio-política del hombre Comprender las principales características de la razón práctica

contemporánea, encaminada a la justificación de una ética política.

Antes de empezar

Hemos visto hasta ahora

como la razón teórica se

ocupa del conocimiento y de

todos los problemas derivados

de su comprensión. Pero el ser

humano es un ser

esencialmente práctico, por

lo que se hace necesario

estudiar en qué consiste la

“razón práctica”. Ésta es la

tarea que nos proponemos en

esta unidad. Los seres vivos

nacen, se desarrollan y

mueren, pero sólo el hombre

es capaz de actuar, de

realizar acciones destinadas

a satisfacer determinados

fines. Hablamos con nuestros

semejantes, vamos de

compras, practicamos un

deporte, nos conectamos a

Internet, jugamos con la

consola, nos peinamos,

intentamos cambiar el

mundo,… todo esto son

acciones humanas, que le

están vedadas, ya veremos

porqué, al resto de los

animales.

Lo que tienen todas estas

conductas en común es

que las hacemos para

algo, perseguimos un fin

que previamente nos

hemos propuesto. Por eso

una tarea importante del

filósofo es preguntarse y

comprender porqué los

hombres actuamos como lo

hacemos.

El ámbito de la acción es,

pues, un ámbito

exclusivamente humano, a

través del cual los hombres

vamos “creando” nuestra

vida actuando en un

mundo, nuestro mundo,

continuamente

transformándose por la

acción humana, y donde

los otros constituyen un

elemento indispensable

para explicar nuestras

acciones. Llamamos

“filosofía práctica” a la

parte de la filosofía que se

ocupa del análisis de la

acción humana y de sus

manifestaciones: moral,

política y estética.

Cuestiones iniciales

¿Qué entiende por acción humana? ¿Qué cosas influyen en nuestra manera de actuar? ¿Cómo influyen los demás en nuestras acciones? ¿La filosofía puede ayudarnos a vivir mejor?, ¿por qué?

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Esquema de la Unidad

1. La acción humana 1.1. Concepto de acción 1.2. Componentes de la acción humana 1.3. Dimensiones de la acción humana

2. La acción productiva y técnica 2.1. La acción productiva. El trabajo 2.2. La actividad técnica 2.3. Filosofía de la técnica 2.4. Implicaciones del desarrollo tecnológico

Crítica al fatalismo tecnológico

Crítica al determinismo tecnológico

3. La acción moral 3.1. Los conceptos básicos de la acción moral

4. La acción social y política 4.1. La doble perspectiva de la acción social

Vivir no es una ciencia exacta, como las matemáticas, sino

un arte, como la música. De la música se pueden aprender

ciertas reglas y se puede escuchar lo que han creado grandes

compositores, pero si no tienes oído, ni ritmo, ni voz, de poco

va a servirte todo eso. Con el arte de vivir pasa lo mismo: lo

que puede enseñarse le viene muy bien a quien tiene

condiciones, pero al “sordo” de nacimiento son cosas que le

aburren… La buena vida no es algo general, fabricada en

serie, sino que solo existe a la medida. Cada cual debe ir

inventándosela de acuerdo con su individualidad, única,

irrepetible… y frágil. En lo de vivir bien, la sabiduría o el

ejemplo de los demás pueden ayudarnos pero no

sustituirnos… La vida no es como las medicinas, que todas

vienen con su prospecto en el que se explican las

contraindicaciones del producto y se detalla la dosis en que

debe ser consumido.

F. Savater: Ética para Amador, Ariel.

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Racionalidad teórica y racionalidad

práctica (de la unidad 2)

El ser humano, a diferencia de los animales, además de buscar explicaciones racionales sobre la realidad, también por medio de la razón busca saber cómo debe orientarse y conducirse en su vida. La razón, por tanto, no es monolítica y uniforme, sino que en función de la manera como la usemos podemos hablar de distintas racionalidades:

Racionalidad teórica. Aquélla que se orienta hacia el conocimiento de la realidad y que busca informaciones tanto concretas y particulares de la vida cotidiana, como otras de carácter más complejo y abstracto, como son las ideas, teorías y leyes de la naturaleza y de la sociedad. Esta racionalidad teórica busca un conocimiento de la realidad que nos sirva para explicarla y comprenderla.

Racionalidad práctica. Trata de orientar la acción del hombre, de saber cómo actuar. Abarca tanto conocimientos de cómo se construye o utiliza una herramienta o máquina, hasta cuáles son los valores y normas que deben orientar nuestra vida moral o política, tanto en el ámbito privado como social.

La filosofía como saber racional que es, utiliza esta distinción, de manera que podemos hablar de “filosofía como racionalidad teórica”, y de “filosofía como racionalidad práctica”. En la primera acepción, la filosofía reflexiona sobre problemas que se derivan de nuestro conocimiento de la realidad. La filosofía como racionalidad práctica reflexiona sobre cómo debemos orientar nuestra conducta, sobre cómo debe de ser la acción humana.

1. La acción humana

1.1. Concepto de acción

El ser humano es un ser eminentemente práctico, realizando múltiples conductas a lo largo de su vida cotidiana, muchas de ellas tendentes a satisfacer necesidades de todo tipo. Ahora bien, no todas las conductas que desarrollan los hombres son acciones, ya que hay muchas de ellas que las realizamos sin darnos cuenta, sin ser conscientes de ello. Los actos reflejos, las conductas instintivas no son acciones, pues carecen, entre otras cosas, de algo fundamental para definir una conducta de acción: la conciencia de lo que se va a hacer o se está haciendo. Para nosotros, los humanos, estar en el mundo no significa solo seguir los dictámenes de nuestra biología, como los animales, sino que “habitamos en él”, actuamos en él. Los animales responden a su mundo de acuerdo a su código genético. Los hombres no sólo respondemos al mundo que habitamos, sino que lo vamos inventando, creando por medio de la acción humana nuevos artefactos, tecnologías, formas de vida y de ocio, instituciones sociales,... Para determinar claramente en qué consiste la acción es necesario previamente realizar una distinción entre las distintas formas de conducta que realiza el ser humano:

Acciones involuntarias. Aquéllas que llevamos a cabo sin darnos plenamente cuenta. Son dos:

o Reflejas El reflejo es una pauta hereditaria de comportamiento común a toda una especie pero, a diferencia del instinto, es de carácter local (no compromete a todo el organismo sino a una pequeña parte de éste). Su puesta en marcha es automática, desencadenada por un estímulo particular en la zona respectiva, que debe sobrepasar cierto umbral, de lo que se

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reduce que no depende de la especificación de un objeto para producirse. Por ejemplo, al tocar sin ser conscientes algo caliente, retiramos la mano de forma inmediata.

o Instintivas. El instinto se define como una pauta hereditaria de comportamiento cuyas

características son: Es común a toda la especie. Posee finalidad adaptativa. Es de carácter complejo, es decir, consta de una serie de pasos para su

producción: percepción de la necesidad, búsqueda del objeto, percepción del objeto, utilización del objeto, satisfacción y cancelación del estado de necesidad.

Es global, compromete a todo el organismo vivo. Por ejemplo, el instinto de succión o el sexual.

o Forzosas. Acciones que realizamos a la fuerza y cuyo origen no está en nosotros. Por

ejemplo cuando nos caemos a causa de que alguien nos ha empujad. o Por ignorancia. Acciones que llevamos a cabo sin conocer las circunstancias, o sin

percatarnos. Por ejemplo, cuando pierdo inadvertidamente un objeto, o cojo las llaves sin darme cuenta.

Acciones voluntarias. Acciones que llevamos a cabo siendo plenamente conscientes de ellas y de la finalidad que perseguimos. Un caso especial de estas acciones son las llamadas acciones mixtas, que son aquéllas que realizamos para evitar un mal mayor, pero que en sí mismas no las llevaríamos a cabo. El sujeto puede elegir hacerlas o no, pero no quisiera en absoluto tener que hacerlas. Por ejemplo, una persona decide extirparse un lunar, dado que si no lo hace puede tener consecuencias indeseables. La acción la dirigimos nosotros, las conductas involuntarias “nos pasan” a nosotros.

De acuerdo con todo lo dicho, llamamos acción a la capacidad humana de imaginar, organizar, planificar y llevar a cabo proyectos, deseos, o fines. Son acciones conscientes y voluntarias.

1.2. Componentes de la acción humana

Los elementos que forman parte de la estructura de la acción son:

Finalidad. Deseo u objetivo que nos proponemos llevar a cabo de un modo consciente y explícito. El fin primero se proyecta intelectualmente, y luego es perseguido en la práctica, pudiéndose alcanzar o no, y si esto último es lo que nos sucede nos sobreviene la frustración. Gran parte de las conductas humanas están gobernadas por fines, en este sentido decimos que la conducta del hombre es teleológica. Los animales también persiguen fines, pero con la diferencia de que éstos les vienen determinados por su código genético. El hombre puede, de forma voluntaria, modificar sus deseos, fines biológicos, hasta llegar a reprimirlos totalmente. A diferencia también de los animales, los hombres pueden perseguir fines culturales (jugar con la consola, comprarse unas zapatillas, estudiar filosofía, etc.), y éstos son prácticamente infinitos.

Perseguir un determinado fin requiere igualmente elegir los medios para alcanzarlo, constituyéndose en los instrumentos de todo tipo que debemos de emplear para alcanzar el éxito. Para evaluar una acción es preciso tener en cuenta tanto los medios como los fines propuestos.

Flexibilidad. En muchos casos una misma finalidad puede ser llevada a cabo utilizando distintos medios; en este sentido hablamos de que la acción humana es abierta en cuanto, a diferencia de la conducta animal, ni los fines ni los medios nos vienen determinados genéticamente, o al menos, no totalmente.

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Consecuencias. Nuestras acciones siempre tienen efectos y, por tanto, debemos de intentar preverlos, aunque esto no sea totalmente posible en muchos casos, y, en ocasiones las consecuencias puedan ser contrarias a lo que pretendíamos. En este sentido podemos hablar de dos tipos de consecuencias:

o Previsibles: son aquellos resultados que ya habíamos previsto al pensar y ejecutar la

acción. o Imprevisibles: son las consecuencias que no habíamos previsto, bien por ignorancia,

bien porque han surgido sin esperarlo.

Sentido. Es el elemento que nos permite comprender porqué se ha llevado a cabo la acción, y porqué se ha llevado a cabo de una manera y no de otra. El fin es uno de los elementos que componen el sentido, pero no es el único, ya que tienen también un papel muy determinante las creencias, símbolos, tradiciones, etc. que el sujeto tiene.

El acto voluntario implica deliberar mentalmente sobre lo anterior y decidirse a hacerlo, para, a renglón seguido llevarlo a cabo. Es claro que no es lo mismo decidirse a hacer algo que hacerlo, pues múltiples imponderables nos lo pueden impedir.

1.3. Dimensiones de la acción humana

Las acciones humanas son múltiples y la filosofía práctica se ocupa de analizarlas para ver sus peculiaridades, aspectos comunes y diferencias entre ellas. Las más importantes son.

Acción instrumental: tiene por objeto la producción de algo, por ejemplo, una casa. o Acción productiva: el trabajo o Acción técnica: técnica

Acción o praxis. Son las acciones que tienen lugar en las relaciones con los demás. Entre ellas están:

o Acción moral o Acción social y política

Las diferencias más notorias entre los dos tipos de acción son:

La praxis se lleva a cabo por el valor que tiene para nosotros hacerlo, por amor a la acción misma, por deber, o porque como miembros de una sociedad consideramos razonable cumplir ciertas normas. Por ejemplo, Ester ayuda a su compañero porque considera su deber hacerlo, no porque vaya a conseguir algo después o vaya a ser castigada si no lo hace, cuando votamos o pagamos impuestos. El fin de la acción técnica, por el contrario, es la producción de un objeto o la ejecución de algo de una manera adecuada, por ejemplo, hacer una tortilla, un trabajo de clase, comer con cubiertos, conducir correctamente.

La praxis implica necesariamente la interrelación con los otros, la acción instrumental, o técnica, no.

2. La acción productiva y técnica

2.1. La acción productiva. El trabajo

El hombre tiene una serie de necesidades que precisa satisfacer para llevar una vida grata, e interesante. Las necesidades humanas son de dos tipos:

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biológicas, necesarias para la sobrevivencia y el mantenimiento de la especie. Son universales.

culturales, dependientes de la sociedad en la que se vive. La satisfacción de las necesidades biológicas en los albores de la humanidad era prácticamente idéntica a la de los animales: los primeros hombres recogían de su entorno lo que la naturaleza les ofrecía. El desarrollo de la inteligencia, la capacidad de invención, la especial configuración de las manos, etc. provocaron un cambio radical para el desarrollo de las sociedades humanas: la transformación de la naturaleza por medio de una acción exclusivamente humana, la acción técnica, el trabajo, en la caza, la pesca, la agricultura,...

El trabajo es la actividad productiva consistente en una manipulación y modificación intencionada y consciente de la naturaleza para obtener un producto de ella.

Las características que definen al trabajo son las siguientes:

Actividad específicamente humana.

Es una actividad a través de la cual el hombre se relaciona con la naturaleza y con los otros.

Actividad de apropiación, legítima o no, de productos.

Da valor a los productos fabricados.

Actividad dirigida a la satisfacción de necesidades.

Implica el uso de técnicas.

2.2. La actividad técnica

De todo lo dicho se deriva también que trabajo y técnica son las dos caras de una misma moneda. En el momento en que los primeros homo sapiens se humanizaban y progresaban inventando el trabajo, se inventaban las técnicas dirigidas a posibilitarlo. Por ejemplo, cuando el hombre aprende a cazar, al mismo tiempo inventa la lanza, la flecha, la trampa, etc. La técnica requiere tanto destrezas manuales como intelectuales, frecuentemente el uso de herramientas y siempre de saberes muy variados. La técnica no es privativa del hombre, sino que las especies animales también las tienen. En los animales las técnicas son características de cada especie. En el ser humano, la técnica surge de su necesidad de modificar el medio y se caracteriza por ser transmisible, aunque no siempre es consciente o reflexiva. Cada individuo generalmente la aprende de otros (a veces la inventa) y eventualmente la modifica.

Técnica: Capacidad para modificar el entorno en beneficio propio, que se concreta en la posesión de formas de proceder eficaces y en la posibilidad de idear, construir y utiliza

instrumentos que auxilien la acción.

El concepto de técnica procede de la palabra griega “techné” que significa arte, oficio, habilidad. La

actividad técnica es una actividad basada en un conjunto de conocimientos, normas y procedimientos que caracteriza un “hacer” concreto. Implica que se tiene una habilidad o método para hacer ciertas

cosas y no otras.

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Características:

Adapta al sujeto al medio. El hombre, como es sabido nace prematuramente y tiene una constitución biológica más débil que la mayoría de los animales. Difícilmente hubiera sobrevivido si se hubiera servido exclusivamente de su constitución biológica. Las técnicas inventadas por el hombre le han permitido no solo sobrevivir, sino mejorar sus condiciones de vida, sortear enfermedades y prolongar su esperanza de vida de manera extraordinaria.

Como hemos dicho antes, la creación de la técnica y de unos tipos de técnicas y no otras, se hizo posible gracias a una serie de características anatómicas humanas, como su posición erguida, la liberación de las manos y la oponibilidad del dedo pulgar a los otros cuatro. Capítulo aparte entre las técnicas lo constituye el mundo de los utensilios, los cuáles suplantan y sustituyen a las manos; sin embargo éstas son precisas para su manejo; en este sentido, la mano se la considera como “instrumento de instrumentos”.

Adaptación del medio al sujeto. La técnica modifica el entorno, lo transforma de muy diversas maneras gracias a las técnicas.

Actividad en continuo desarrollo. El hombre ha ido continuamente creando técnicas nuevas, aunque este hecho no lo podemos generalizar, ni su desarrollo ha sido el mismo ni al mismo ritmo; por el contrario, al mismo tiempo que existen ciertas culturas y ciertos sectores sociales supertecnificados, existen ciertos pueblos y culturas que viven de un modo absolutamente elemental y con un ínfimo desarrollo técnico.

2.2.1. Técnica y tecnología

Son términos casi sinónimos, aunque cada vez se les da distinto significado. La técnica sería el conjunto procedimientos, normas, instrumentos, que no precisan del conocimiento científico, por el contrario, la tecnología serían las técnicas industriales, vinculadas al conocimiento científico. Por eso, toda tecnología es una técnica, pero no toda técnica es una tecnología. A este respecto, Ortega y Gasset nos dice que la técnica humana ha pasado por tres fases:

1. técnica del azar: el invento de técnicas de forma casual; así tuvo que ser, por ejemplo, el invento del fuego.

2. técnica del artesano: técnica basada en la imaginación, ingenio y habilidad, que surge por una persona.

3. técnica del técnico: ésta es la tecnología y para ella se requiere conocimientos muy sofisticados y especializados y el uso de técnicas muy complejas. Éstas son, a decir de Ortega, las que predominan en nuestra época. En ella ve nuestro filósofo un peligro muy grave para nuestra libertad: nos esclaviza, nos hace totalmente dependientes de algo que no dominamos.

2.3. Filosofía de la técnica

Desde la filosofía se ha llevado a cabo en los últimos dos siglos una reflexión con diversos y a veces contrapuestos planteamientos e interpretaciones sobre el ser humano y su capacidad para producir técnica y tecnología y las consecuencias que ello tiene en la evolución y el cambio social. La ciencia, sus aplicaciones prácticas en tecnología, y la sociedad interactúan entre sí condicionando mutuamente su desarrollo. Una de las interpretaciones más importantes que se han dado sobre el papel e influencia de la técnica en la vida humana es aquélla que considera que la ciencia, tecnología y sociedad son tres esferas separadas, sin

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apenas conexión entre sí, teniendo cada una de ellas su propio desarrollo. Esta visión, si bien es una idea bastante difundida, está muy lejos de describir cómo son las cosas. La ciencia, sus aplicaciones prácticas en las tecnologías, y la sociedad interactúan entre sí condicionándose mutuamente. Los científicos y tecnólogos son personas que poseen sus propios valores e intereses que imprimen en el desarrollo de sus investigaciones, que a su vez, están dirigidas y limitadas por quien las financian económicamente, dado que las investigaciones actuales son extraordinariamente costosas y sólo pueden subvencionarlas los Estados o las grandes empresas y corporaciones. Las empresas, fundamentalmente desde principios de rentabilidad económica, y los Estados, de acuerdo con sus políticas de Investigación y Desarrollo (I+D), primarán unas investigaciones u otras de acuerdo a sus prioridades. Todo ello sucede además en el seno de una sociedad situada en una época y una cultura determinadas, donde la misma ciencia y tecnología tienen una determinada valoración social, que influye sobre su propio desarrollo. Es innegable el efecto de los cambios tecnológicos sobre los cambios sociales y los modos de vida del hombre. La técnica ha sido y sigue siendo una herramienta de incalculable valor para el progreso material del hombre y para un control cada vez más preciso de la Naturaleza. La técnica libera al hombre de la necesidad, es decir, le permite liberarse y evitar los peligros y problemas derivados de su débil constitución biológica y las inclemencias de la naturaleza. Igualmente, la técnica ha influido notablemente en la aparición de necesidades culturales. Tampoco debemos perder de vista que hay culturas donde el desarrollo es mínimo, porque han adoptado una forma de vida, donde el progreso, el cambio, no son para ellos valores importantes. Aunque la técnica ha permitido la mejora de la vida, sin embargo, su avance no se puede identificar sin más con el progreso social y moral de los hombres, y esto por al menos tres razones:

Porque hay artefactos, máquinas e instrumentos técnicos que pueden traer consecuencias negativas para el hombre, como, por ejemplo, la bomba nuclear. También porque hay técnicas intrínsecamente perversas, por ejemplo, las técnicas científicas de tortura.

Porque a veces puede hacerse un uso antisocial de la técnica, como por ejemplo, cuando se utiliza la televisión para ocultar la verdad, manipulando los mensajes, o para embrutecer a los espectadores.

Porque puede ser controlada y utilizada por sectores sociales poderosos para obtener beneficios, aún a costa de la explotación de las personas, como por ejemplo, los niños esclavos o los trabajadores de países como China, India, Polonia,…

En el siglo XX se produjeron dos posturas extremas sobre la tecnología.

La primera de ellas es el fanatismo tecnológico. Afirma que la tecnología sigue su propio curso al

margen de la intervención humana o social y se desarrolla, fundamentalmente, de forma incontrolada. Sus ideas se concretan de la forma siguiente, el desarrollo tecnológico:

Es un proceso autónomo, al margen de cualquier voluntad explícita, que está sujeto a leyes que certifican su carácter inexorable.

La lógica interna de su avance se identifica con la mejora en la eficiencia de los artefactos técnicos. Esta mejora hacia una mayor eficiencia se interpreta como un factor puramente técnico (o científico), objetivo, indiscutible y al margen de cualquier consideración social o valorativa, es decir, importa la eficiencia, no el posible beneficio o perjuicio social.

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Este fatalismo está en la base de dos posturas igualmente erróneas la tecnófila y la tecnófoba.

Actitudes tecnófilas. Ven el desarrollo tecnológico como un remedio para todos los males y lo equiparan casi automáticamente con el progreso social.

Actitudes tecnófobas. Ven en la tecnología y en su crecimiento descontrolado uno de los peligros más grandes para la civilización actual.

Critica al fatalismo tecnológico.

La idea de que la tecnología se desarrolla siguiendo su propia lógica interna y autónoma es falsa por dos razones básicas:

La eficiencia, entendida como relación entre coste-beneficio, a veces es muy difícil de evaluar porque no siempre se puede determinar de manera precisa qué coste tiene una tecnología y qué beneficios proporciona.

No hay nada de "natural" en las trayectorias tecnológicas. Éstas pueden explicarse mejor por los intereses que acompañan su desarrollo y por la creencia que continuarán existiendo en el futuro. El desarrollo tecnológico no sigue una secuencia lineal simple. En lugar de un desarrollo lineal es un desarrollo arborescente que se parece a más a una red de caminos entrecruzados, de diferentes anchos, algunos de los cuales quedan súbitamente truncados para siempre mientras que otros se retoman al cabo de un tiempo o se fusionan con otros. Existe la posibilidad efectiva de intervenir sobre el desarrollo tecnológico.

Por lo tanto, toda tecnología es un reflejo del medio social y cultural en el que ha sido creada. Esto no quiere decir que sea fácilmente maleable o que el determinismo social haya de sustituir al tecnológico. Sostener que el desarrollo tecnológico es autónomo tiene consecuencias políticas y sociales: Si tuviera su propio curso de forma inexorable lo único que podríamos hacer es aceptar sus productos con resignación, sin poder intervenir en la determinación de las prioridades. Pero esto no es así, existe la posibilidad efectiva de intervenir sobre el desarrollo tecnológico para bien o para mal y esta posibilidad depende de decisiones humanas que proceden de ámbitos ajenos en principio al mundo de los ingenieros, al científico o al empresarial. Grupos de usuarios, organizaciones sociales de diverso tipo, sindicatos, grupos de afectados o movimientos políticos y ecológicos, han conseguido introducir cambios significativos en el diseño final de tecnologías que habían sido tildadas de irreversibles.

Le segunda postura exagerada es el determinismo tecnológico. Afirma que el desarrollo

tecnológico condiciona, como ningún otro elemento singular, el cambio en las estructuras sociales. La fuente más importante de los cambios sociales a lo largo de la historia son las innovaciones tecnológicas. De esta manera la relación entre tecnología y sociedad es unidireccional: la evolución de la sociedad es consecuencia del desarrollo tecnológico. Algunos han llegado a afirmar, incluso, que las diferentes tecnologías son el factor más importante a tener en cuenta para explicar las diferencias entre pueblos o sociedades humanas.

Crítica al determinismo tecnológico.

No existe un vínculo directo e inmediato entre la aparición de una tecnología y un cambio social. Las relaciones entre un fenómeno y otro son muy complejas y se extienden en un largo plazo de tiempo. Por ejemplo entre la máquina de vapor y la revolución industrial.

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La incidencia es relativa al contexto social. Una misma tecnología tiene efectos muy diferentes en configuraciones sociales y culturales distintas. Está mediatizada por factores no puramente tecnológicos. Por ejemplo la incidencia que tuvo la invención de la pólvora o la imprenta en China y en Europa.

Los factores sociales, culturales y políticos influyen de alguna manera en la innovación y el cambio tecnológico. Por lo tanto la relación entre la sociedad y la tecnología es bidireccional.

2.4. Implicaciones del desarrollo tecnológico.

Si tuviéramos que señalar cuál es el rasgo más característico de la sociedad globalizada actual, sin duda serían muchas las voces que señalarían a la tecnología como el factor más relevante. Efectivamente, las tecnologías actuales, fundamentadas en el extraordinario desarrollo científico, han cambiado de forma radical, no solo nuestro modo de vida, sino nuestra manera de ver el mundo, nuestras costumbres, nuestras relaciones sociales, nuestras formas de comunicación y lenguaje, nuestras formas de trabajo, de ocio,… Esta situación, aunque se remonta a la aparición de la ciencia moderna en el siglo XVII, sin embargo, es a partir del siglo XIX, cuando se va a producir un avance espectacular y esto, indudablemente, produce situaciones inéditas para el hombre. Es necesario tener muy en cuenta que toda actividad humana, la investigación científica y la creación de nuevas tecnologías debe de estar sujeta a limitaciones éticas. Hay una corriente de opinión bastante extendida que considera que el derecho y la ética se habrían de anteponer al ritmo frenético que marcan los mercados y las imposiciones de las grandes industrias. El desarrollo actual de la técnica plantea un conjunto de problemas a la sociedad que nosotros resumimos en tres:

Intereses implicados en cada investigación. Las investigaciones concretas se realizan por intereses particulares muy determinados. Por ejemplo, las instituciones políticas y las empresas pagan unas investigaciones y no otras, fomentan unos proyectos y eliminan otros. Descubrir los intereses por los cuales actúan de esta manera es esencial para comprender el sentido de las tecnologías y las metas de nuestra sociedad. La reflexión sobre estos intereses, tecnologías y metas es una de las tareas de la filosofía. Igualmente, reflexiona sobre cuáles debieran ser los fines que debieran primordialmente de perseguirse con el uso de las tecnologías para alcanzar una sociedad más justa y feliz. Esta tarea es la que propone la Escuela de Frankfurt desde su concepto de razón crítica.

El principio de responsabilidad. Las consecuencias de las tecnologías afectan ya a toda la humanidad. Pero es más, el impacto medioambiental de las nuevas tecnologías y las industrias no sólo afecta a toda la población actual de la Tierra, sino que también afectará a las generaciones futuras. Las investigaciones del proyecto sobre el genoma humano o las técnicas de ingeniería genética también tendrán, qué duda cabe, repercusiones para la humanidad futura.

El desarrollo de nuevas formas de armamento sumamente sofisticado es una amenaza para el conjunto de nuestro planeta. Algunos filósofos contemporáneos como Hans Jonas denuncian la falsa idea de "progreso" sobre la que se está construyendo nuestra civilización. Se ha creído que el progreso consiste en explotar los recursos de la Tierra para satisfacer nuestro deseo de bienestar, y la estamos destruyendo, en utilizar tecnologías cada vez más sofisticadas Por eso, nos dice este filósofo, hemos de cambiar nuestra idea de progreso en el sentido siguiente:

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hemos de asumir responsablemente las consecuencias de la ciencia y la técnica, y dejar a las generaciones futuras el mundo como mínimo no peor de lo

que lo hemos encontrado.

Esto es lo que Jonas denomina principio de responsabilidad.

El sujeto de las decisiones. El problema más grave que nos encontramos, dado que las consecuencias afectan ya a toda la humanidad, es quien ha de decidir cuáles son los objetos a investigar, con qué objetivos y dónde comienzan los límites de la investigación.

Habitualmente son los políticos y las empresas importantes de los países ricos quienes toman la decisión, cosa que es radicalmente injusta puesto que todo el mundo resulta afectado. Somos los afectados los que habríamos de tomar las decisiones para ello habríamos de:

Informarnos sobre los avances que nos afectan.

Aprender a dialogar seriamente sobre estas cuestiones.

Intentar llegar a soluciones más justas para toda la humanidad presente y futura.

Exigir mecanismos de participación en las decisiones, no sólo para nosotros, sino para todos los afectados.

3. La acción moral

3.1. Conceptos básicos de la acción moral

Partamos del siguiente ejemplo:

"Irene y Alberto son dos adolescentes que han empezado a salir juntos hace poco. Comienzan a hablar de sus experiencias anteriores y ella le revela que ha salido y tenido relaciones sexuales con varios chicos. Él manifiesta su reprobación".

A este tipo de juicios los denominamos juicios morales. Los juicios morales ponen de manifiesto dos cosas:

Que existe un tipo de hechos que son susceptibles de ser juzgados moralmente, como buenos o como malos. Son estos hechos nuestro objeto de estudio y los denominamos hecho u acción moral. En el ejemplo: "La conducta sexual de Irene".

Que si el juicio no está hecho de forma arbitraria, estaremos utilizando un criterio desde el que el que poder realizar tal aprobación o reprobación. Este criterio es lo que denominamos norma moral. En el ejemplo de arriba podemos suponer que la norma o criterio que utiliza Alberto es el siguiente: "Una adolescente no ha de tener relaciones sexuales hasta que se case".

Dos son los planos en los que se basa nuestro comportamiento moral:

Plano social de la moral. El niño nace en un determinado contexto social, con unas determinadas costumbres y maneras de ver el mundo. El niño va asimilando las normas y hábitos de esa sociedad y esto indudablemente va influyendo en la formación de su personalidad. A través de su relación con sus padres, de lo que ven en televisión, de lo que observan en los lugares donde habitan, los niños van asimilando normas, costumbres, valores de esa sociedad y esta asimilación es en muchas ocasiones tan natural e incluso inconsciente, que llegamos a pensar ingenuamente que lo asumido por nosotros es lo natural, lo bueno, lo normal, sin darnos cuenta que es “natural”, “bueno” o

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“normal” para nosotros, pero no para otros individuos que viven y han asimilado culturas distintas a la nuestra.

Plano individual de la moral. El hecho de que nos sintamos influidos por la cultura y sociedad en la que vivimos no significa que actuemos como robots a quien se le han metido en su programa unas determinadas normas, la cultura recibida, sino que tenemos libertad para aceptarlas o no, lo que, como hemos dicho más arriba, esto conlleva “hacernos responsables” de lo que hemos hecho.

Cada hecho moral plantea un problema moral que hemos de intentar solucionar a través de un juicio moral. En el ejemplo del principio del capítulo, es claro que el juicio moral es reprobatorio. Esto quiere decir que podemos tener varias conductas alternativas donde elegir y varias normas posibles con las que juzgar: según actuemos estaremos definiéndonos como personas ante nuestros semejantes y definiendo cómo queremos vivir -en el fondo definiendo un modelo de vida comunitario -. Es aquí donde se revela más genuinamente la dimensión práctica de la moral. Al igual que nosotros juzgamos la conducta moral de los demás, nosotros somos juzgados por los demás al elegir y no siempre positivamente ya que muchas veces nuestra moral no coincide con la moral predominante. Esta interrelación muchas veces conflictiva entre lo que yo hago y lo que los demás quieren que haga revela la dimensión social de toda conducta moral.

4. La acción social y política

Como ya hemos dicho en el capítulo anterior los valores y normas morales no existen fuera de la sociedad y toda sociedad implica la existencia de estos valores y normas. El hombre necesita vivir en sociedad, su prematuridad y debilidad biológica imposibilitan que el hombre pueda vivir fuero del ámbito social. Sólo existe vida humana en sociedad. Prueba de esto la tenemos en los llamados “niños lobos”, niños que de pequeños fueron abandonados y que lograron sobrevivir en soledad, cuando algunos de estos individuos fueron encontrados su comportamiento no difería del de los animales y el intento de integrarlos en sociedad y que aprendieran el lenguaje, normas, etc. resultaba prácticamente imposible. Esta necesidad de la sociedad para desarrollarse como seres racionales es lo que llevó a los filósofos griegos a definir al hombre como un “animal político”, entendiéndose el adjetivo de “político” como la necesidad que tiene el hombre de vivir en sociedad. Hablar del carácter social del hombre no significa que sólo él sea social. Existen especies animales que viven en sociedades, tales como los insectos sociales (abeja, hormiga,…), primates y otras muchas especies. La diferencia radical con la socialidad humana radica en que el carácter social de los animales les viene dado genéticamente, y por tanto, su comportamiento es el mismo en todos los individuos de la especie, sin apenas diferencias en el espacio y el tiempo.

4.1. La doble perspectiva de la acción social

La acción social está estructurada de acuerdo a normas compartidas y aceptadas por los miembros de una colectividad.

La acción social presenta una doble perspectiva complementaria:

subjetiva o interna

objetiva o externa.

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La perspectiva subjetiva o interna fue analizada por el filósofo social Max Weber, que define la filosofía social como "ciencia de la acción social" y afirma que "la acción humana es social siempre que los sujetos de la acción incorporen en ella un sentido subjetivo", esto es, que el individuo asuma el entramado social como suyo, aceptando como buenas un conjunto de normas, costumbres, leyes, etc. de la sociedad en la que vive.

Por su parte el filósofo social francés Émile Durkheim hace hincapié en que el carácter social de la acción humana es eminentemente objetivo, ya que obedece a las "maneras colectivas de obrar, pensar y sentir externas al individuo", que ejercen un poder coercitivo sobre su conducta del individuo, de manera que éste sabe que si no sigue las pautas sociales puede ser castigado o marginado.

Este doble carácter de la acción social hace que ésta sea predecible, ya que, si hacemos hincapié en el aspecto subjetivo, la interiorización de las normas por el sujeto le conduce a actuar de acuerdo a la norma, y si tenemos especialmente en cuenta el carácter coercitivo de la norma, el miedo al castigo, al qué dirán, a la marginación, impulsan al sujeto a actuar según lo previsto.

La acción humana así percibida aparece como algo condicionado permanentemente por el entorno social y, por tanto, la iniciativa individual queda menoscabada. En términos generales podemos decir que aún las categorías más internas de nuestro pensamiento se derivan y proceden de la experiencia social y solo en sociedad podemos llegar a concebirlas. También, finalmente, la misma consideración que tenemos de nosotros mismos y nuestras aspiraciones, tienen un fuerte carácter social.

Weber distingue cuatro tipos de acción social:

Acción racional con arreglo a fines. Es la forma más racional posible de la acción, en ella se valoran los medios para alcanzar un fin valorando racionalmente las probables consecuencias de los actos y comparando la efectividad relativa de los diversos medios. Por ejemplo, la actividad laboral.

Acción racional con arreglo a valores. A diferencia de la anterior, ésta implica la orientación de la acción hacia la consecución de un ideal que constituye que constituye el fin de la acción. La persona actúa movida por la creencia en un valor que es visto como fundamental, como es el caso de las convicciones religiosas o políticas, y sin consideración alguna de las consecuencias de su acción.

Acción afectiva. Se desarrolla bajo el influjo de un estado emotivo y su sentido no se establece en la instrumentación de medios para conseguir un fin, sino en realizar un acto „porque sí‟. Por ejemplo, las relaciones amistosas, la solidaridad, …

Acción tradicional. El motivo del acto viene dado por el influjo de la costumbre y el hábito y procede de un conjunto de ideales o símbolos que no poseen una forma coherente y precisa.

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