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LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1799) La revolución que se desencadenó en Francia en el año 1789, considerada como un modelo de revolución política, supuso la conquista del poder por la burguesía y el desplazamiento de la aristocracia. Entre los orígenes de esta revolución se pueden señalar problemas económicos, concepciones políticas nuevas y mal funcionamiento de las instituciones. Sin duda, en Francia se abrió una nueva etapa de la historia de la humanidad. 2.1. Causas de la revolución Los filósofos ilustrados franceses aportaron el ideario y el aparato intelectual del proceso revolucionario. En efecto, la crítica de las instituciones realizada por Voltaire, la doctrina de la soberanía nacional de Rousseau y la separación de poderes postulada por Montesquieu inspiraron a los hombres de la revolución. Pero coincidieron también una multitud de factores que contribuirían de forma decisiva a desencadenar la revolución; se podrían resumir en: La causa de índole económica, motivada por la crítica situación de la Hacienda pública que obligó al rey Luis XVI y a sus ministros a aumentar los impuestos a fin de solucionar la difícil situación. La guerra de independencia americana había provocado una sangría en las finanzas estatales francesas. La pervivencia de una estructura tradicional arcaica y el auge de la burguesía que reclamaba para sí un poder político paralelo al poder económico del que disfrutaba. • Descontento del Tercer Estado o estado llano que estaba cada vez más presionado por los impuestos, ya que la nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos. A finales del siglo XVIII los campesinos se resistían a satisfacer los derechos señoriales a los nobles y los diezmos a la Iglesia. Se reclamaba un cambio político siguiendo las ideas reformistas de los pensadores ilustrados. En efecto, los filósofos ilustrados franceses aportarían el aparato intelectual al proceso revolucionario.

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Historia Contemporánea

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LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1799)

La revolución que se desencadenó en Francia en el año 1789, considerada como un modelo de revolución política, supuso la conquista del poder por la burguesía y el desplazamiento de la aristocracia. Entre los orígenes de esta revolución se pueden señalar problemas económicos, concepciones políticas nuevas y mal funcionamiento de las instituciones. Sin duda, en Francia se abrió una nueva etapa de la historia de la humanidad.

2.1. Causas de la revolución

Los filósofos ilustrados franceses aportaron el ideario y el aparato intelectual del proceso revolucionario. En efecto, la crítica de las instituciones realizada por Voltaire, la doctrina de la soberanía nacional de Rousseau y la separación de poderes postulada por Montesquieu inspiraron a los hombres de la revolución.

Pero coincidieron también una multitud de factores que contribuirían de forma decisiva a desencadenar la revolución; se podrían resumir en:

La causa de índole económica, motivada por la crítica situación de la Hacienda pública que obligó al rey Luis XVI y a sus ministros a aumentar los impuestos a fin de solucionar la difícil situación. La guerra de independencia americana había provocado una sangría en las finanzas estatales francesas.• La pervivencia de una estructura tradicional arcaica y el auge de la burguesía que reclamaba para sí un poder político paralelo al poder económico del que disfrutaba. • Descontento del Tercer Estado o estado llano que estaba cada vez más presionado por los impuestos, ya que la nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos. A finales del siglo XVIII los campesinos se resistían a satisfacer los derechos señoriales a los nobles y los diezmos a la Iglesia. • Se reclamaba un cambio político siguiendo las ideas reformistas de los pensadores ilustrados. En efecto, los filósofos ilustrados franceses aportarían el aparato intelectual al proceso revolucionario. • Las malas cosechas de los años 1788 y 1789 elevaron el precio del pan. El precio del trigo alcanzó el máximo del siglo y el hambre empujó a las masas a tomar posturas desesperadas.

La sociedad francesa de finales del siglo XVIII era una sociedad en ebullición. Deseaban un cambio la mayoría de los campesinos, las masas urbanas, la burguesía, todos los sectores que constituían el Tercer Estado. Algunos nobles con problemas económicos y el bajo clero se inclinaban también por llevar a cabo una serie de reformas en la sociedad y en la política francesa. El resto de la nobleza y el alto clero eran los únicos que se oponían a cualquier reforma que conllevara la pérdida de sus privilegios. La revolución pasó por diversas etapas o momentos en su evolución.

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2.2. Etapas de la revolución

Los Estados Generales La reunión de los Estados Generales, formados por los representantes de los tres estamentos: nobleza, clero y Tercer estado, se abrió en Versalles en mayo de 1789, presidida por el rey Luis XVI. Los seiscientos diputados del estado llano igualaban en número a los de la nobleza y el clero, de ahí que se inclinaran por la reunión en una única sala y la votación por individuos, mientras que los privilegiados deseaban la deliberación por separado y emitir un voto por cada estamento. Al no conseguir que el monarca aceptase sus peticiones, el Tercer Estado decidió separarse de los otros dos estamentos y constituirse en Asamblea Nacional. Cerrada la sala de reuniones por orden de Luis XVI, los miembros de la Asamblea se reunieron en el Pabellón del Juego de Pelota, con la voluntad de no separarse hasta haber dotado al pueblo de una Constitución. Los representantes de la nobleza y el clero decidieron aceptar la asamblea conjunta para elaborar una Constitución, lo que supuso proclamar la soberanía nacional frente al poder real.

La Asamblea Constituyente (1789-1791) La Asamblea Nacional se declaró Constituyente y sus deliberaciones se prolongaron durante dos años. A esta revolución política hay que añadir la rebelión del pueblo de París con la toma de la prisión de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, que se convirtió en el símbolo de la capitulación del Antiguo Régimen. El propósito no era liberar a los prisioneros, sino apoderarse de la pólvora que había sido enviada allí hacía poco tiempo. Además, la fortaleza era odiada como un símbolo de pasadas tiranías.

A su vez este clima revolucionario se extendió también al campo, donde los campesinos se rebelaron contra el régimen señorial creando una situación delicada. Las noticias de París, llegadas a los pueblos y a las ciudades de mercado por vía oral y por las cartas de los diputados, habían dado un nuevo ímpetu a una serie de rebeliones menores en los municipios. Este tipo de revueltas se repetiría varias veces durante la revolución; por ejemplo, otra subida del pan en el mes de octubre provocó la marcha de las mujeres sobre Versalles.

La gran burguesía francesa participó en la Revolución con el objeto de destruir el Antiguo Régimen. Sus aspiraciones quedaron reflejadas en la Constitución de 1791 que la Asamblea elaboró y por la que Francia se convertiría en una monarquía constitucional en la que se establecía: • La separación de poderes• La Constitución Civil del Clero • Descentralización de la Administración• Categoría de ciudadanos activos

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La situación del rey Luis XVI era cada vez más difícil. Las monarquías extranjeras, inquietas por la suerte de la francesa, daban muestras de su intención de intervenir. El monarca, que sólo confiaba ya en la ayuda extranjera para poder restablecer la monarquía absoluta, intentó huir de Francia pero fue detenido en Varennes y conducido prisionero a París, que lo acogió con un silencio sepulcral. Esta huida fallida tuvo unas consecuencias decisivas, porque hizo más difícil la supervivencia de instituciones en las que el rey era una pieza fundamental y produjo una profunda división entre las fuerzas políticas.

La Asamblea Legislativa (1791-1792) Concluida la misión de elaborar la Constitución, se dio paso a la Asamblea Legislativa que debía formular las leyes para desarrollar los principios establecidos en la Constitución de 1791. La división de la clase burguesa hizo más difícil el funcionamiento de la Asamblea que apenas duró un año. A estas dificultades pronto se unió la tensión social, empeorada por la mala cosecha del año 1791 que encareció el precio del pan.

La guerra deseada por Luis XVI, convencido de que en la ayuda exterior estaba su única posibilidad de mantenerse en el poder, estalló. El rey de Prusia invitó al resto de los soberanos a unirse para restaurar el orden en Francia, y la Asamblea declaró la guerra a Austria. El avance de las tropas enemigas alertó a la población de París que respondió con la insurrección de los sans-culottes, que establecieron un gobierno revolucionario, la Comuna, que usurpó el poder de la Asamblea obligándola a tomar diversas medidas como la requisa de granos, la derogación de la Constitución de 1791 y la elección, por sufragio universal masculino, de una Convención Constitucional que gobernaría Francia y elaboraría una nueva constitución más democrática.

El 10 de agosto de 1792 las masas populares de París (sans-culottes) asaltaron el palacio de las Tullerías para apresar y destituir a Luis XVI, al que consideraban responsable máximo de maniobras contrarrevolucionarias. Desbordada por los acontecimientos se disolvió la Asamblea en el mes de septiembre, el mismo día que el ejército francés obtenía la victoria de Valmy. La Monarquía había caído.

Convención y República (1792-1795) Tras el destronamiento del rey se formó la Convención Nacional, que proclamó el Año Primero de la República Francesa. Esta nueva asamblea fue elegida por sufragio universal masculino; agrupaba a 749 diputados en tres partidos: girondinos, representantes de la alta burguesía y defensores de la legalidad constitucional, los jacobinos de la anterior legislatura, defensores de los principios revolucionarios y más cercanos a la burguesía media y a las clases populares; y la Llanura, una gran masa fluctuante entre girondinos y montañeses, integrada por republicanos y burgueses más moderados.

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El primer asunto al que tuvo que enfrentarse la Convención fue el procesamiento de Luis XVI; que fue juzgado por traición y declarado culpable por implicaciones contrarrevolucionarias con los enemigos de Francia; también fueron condenados a muerte otros miembros de la familia real. Luis XVI fue guillotinado y su muerte marcó el definitivo alejamiento entre girondinos y jacobinos, a la vez que supuso un abierto desafío a la Europa del Antiguo Régimen.

Pero ante la ejecución de Luis XVI, y para frenar la política expansionista de Francia, Inglaterra organizó una coalición antifrancesa. El reclutamiento forzoso de 300.000 hombres para hacer frente al contraataque de las potencias europeas coaligadas provocó un conflicto civil, produciéndose levantamientos locales, especialmente fuertes en algunas regiones, como fue el caso de la Vendée, que se habían declarado en rebeldía contra la Convención.

A comienzos del año 1793 Francia se encontraba en estado de guerra dentro y fuera de su territorio, y ante la poca eficacia que demostraba en su actuación el gobierno girondino, los sans-culottes, que reclamaban medidas extraordinarias para salvar a la Revolución de sus enemigos, asaltaron la Convención otorgando el poder a los jacobinos (republicanos radicales). Éstos gobernaron a través de Robespierre, que ejerció la autoridad mediante el Terror, decretando medidas de excepción, la supresión de todas las libertades y un intervencionismo estatal que abarcaba todos los aspectos de la vida pública.

La obra política del gobierno jacobino se plasmó en la elaboración de una nueva constitución, más radical que la anterior. La Constitución de 1793 sustituía el sufragio censitario por el sufragio universal, reconocía el derecho al trabajo, la enseñanza gratuita para todos y la asistencia social. La radicalización revolucionaria afectó también en el aspecto religioso; el culto católico fue sustituido por el culto a la Razón y se cerraron las iglesias, se instauró un nuevo calendario con nombres basados en la climatología y en la agricultura. En política exterior, la reorganización llevada a cabo en el ejército y sus mandos, dio como resultado una serie de victorias contra la Coalición que salvaron a Francia de la invasión exterior.

La reacción termidoriana (1794-1795) La actuación de Robespierre se ganó tal número de enemigos, que el día 10 de Termidor (28 de julio de 1794) Robespierre y veintiuno de sus amigos fueron guillotinados. Se inauguró un período de apaciguamiento y se abandonó el Terror. En el terreno religioso se instauró un régimen de libertad de cultos y la separación de la Iglesia y el Estado. En el aspecto social se negoció la pacificación de los campesinos rebeldes del oeste de Francia, y en el terreno económico se restauró la libertad económica. Se

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vaciaron las cárceles, se produjo la vuelta de los emigrados y los ejércitos franceses obtuvieron nuevas victorias en Alemania, España y Holanda.

El nuevo gobierno moderado, proveniente de la Llanura, resultó muy débil al estar continuamente amenazado por conspiraciones de derecha (monárquicos) e izquierda (jacobinos). Para evitar una nueva dictadura, la Convención termidoriana elaboró la Constitución de 1795 que se hizo en función de los intereses de la burguesía, reconocía el derecho a la propiedad y la igualdad civil. La Constitución fue aprobada mediante plebiscito y se disolvió la Convención dando paso a un nuevo régimen: el Directorio.

El directorio (1795-1799) El Directorio logró prolongar durante cuatro años el compromiso termidoriano, gracias al apoyo del ejército que fue considerado como un instrumento del poder. Todavía estaba pendiente la guerra con Europa, aunque algunos países pertenecientes a la Coalición habían firmado la paz con Francia. Sin embargo Inglaterra y Austria continuaban la lucha. El Directorio tuvo algunas derrotas contra Alemania y Austria mientras que el general Napoleón Bonaparte, consiguió una serie de victorias difíciles y marchó hacia Viena forzando un tratado de paz. Después continuó la campaña de Egipto, en un intento de bloquear el comercio inglés con la India, tomó Alejandría y El Cairo, tras vencer en la batalla de las Pirámides. Pero la política expansionista del Directorio propició la gestación de una Segunda Coalición antifrancesa entre las principales potencias europeas, y la guerra se reanudó en todos los frentes.

Con la campaña de Italia el Directorio reemprendió con mucha mayor amplitud la política de expansión y se fue forjando la aureola militar de Napoleón que era un organizador nato, preciso, calculador, un genio para ganar batallas y atraerse fidelidades así como profundas enemistades. Nacido en Córcega, en el seno de una familia noble sin fortuna, tomó conciencia de su destino y aprendió el arte de ganar batallas. Desde muy joven se formó en la Escuela Militar de París.

En París el Directorio se encontraba cada vez más debilitado, tanto por los intentos de los monárquicos como de los revolucionarios. Las continuas derrotas del ejército francés y las vacilaciones del gobierno propiciaron el golpe de Estado del 18 de Brumario. En efecto, para reforzar el poder ejecutivo y acabar con esa crónica inestabilidad, un director, el ex clérigo Sieyès, organizó en torno suyo a un grupo de personalidades, que dentro de la moderación buscaba una revisión constitucional. El brazo ejecutor de este grupo lo encontraron en Napoleón Bonaparte, que acababa de desembarcar en Francia dejando su ejército en Egipto. El 18 de Brumario (3 de noviembre de 1799) Sieyès y Napoleón tomaron el poder por las armas e inauguraron una nueva etapa en la historia de Francia.