“Una voz grita en el desierto: preparen el camino al Señor; nivelen sus senderos; todo barranco sea rellenado y toda montaña o colina será rebajada; los caminos torcidos se enderezarán y los desniveles se rectificarán. Y todos verán la salvación de Dios” Lc.3,1-6.

El “desierto” es el mejor lugar para abrirse a Dios e iniciar la conversión. Es en el desierto donde Dios habla al corazón.

Cuando la voz de Dios viene del “desierto” no nos llega distorsionada, Su voz es limpia, clara, nos habla de lo esencial.

¿Cómo escuchar hoy a este Dios del desierto en medio del ruido, la información, la agitación que nos rodea?

¿Hacemos silencio para escucharlo?

¿Reconozco Su voz como una invitación a la conversión, a aportar para la transformación del mundo?

¿Busco espacios de desierto: silencio, contemplación, escucha atenta, momentos de oración para escuchar SU voz?

Juan Bautista grita, quiere despertarnos. Su grito se concentra en una llamada, ¡preparen el camino al Señor! ¿Cómo abrirle caminos a Dios? ¿Cómo hacerle más espacio en nuestra vida?

Lo primero es buscar al Dios vivo que se nos descubre en Jesús. Podemos estar seguros de que Dios se deja encontrar por aquellos que lo buscan. Para abrir un camino a Dios es necesario descender al fondo de nuestro corazón, Dios está ahí. Quien no lo busca en su interior, es difícil que lo encuentre fuera.

¿Alimento mi vida interior?

El encuentro con Dios acontece cuando nos nace desde dentro esta oración: ¡ten compasión de mí que soy pecador! Reconocerme débil, pecador perdonado, es el mejor camino para recuperar la paz, la alegría interior.

Cada uno ha de hacer su propio recorrido, vivir su propia experiencia. Es necesario buscar personalmente el rostro de Dios, el corazón de Dios. Dios nos hace bien.

¿Cuál es mi historia de encuentro con Él?

¡Ven Señor Jesús!

¡quiero escucharte en el silencio del corazón!

Texto: Mariela Peña Kipper, rscj. Adaptado de Pagola, J.A. El camino abierto por Jesús.Lucas. Madrid:PPC, 2012