Una reflexión sobre el escepticismo

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Una reflexión sobre el escepticismo (o breve adelanto de Escepticismo del escepticismo ) 16 de abril de 2013 Los problemas fenomenológicos y epistemologicos derivan en que de- mostrar una verdad —aun cuando es contingente a un contexto y está bien caracterizada/condicionada— de manera concluyente e innegable es, en la practica, una quimera; todo puede ponerse en tela de juicio, aunque sea aferrándose a matices puramente ontológicos o meta- físicos (cf. Lo que la Tortuga dijo a Aquiles, Carroll). Análogamente, refutar bajo las mismas exigencias una mentira es casi un imposible. Así, p.e., algunas ciencias 1 (como lo fue- ra la frenología, cf. La falsa medida del hom- bre) son en realidad pseudociencias, mien- tras que algunas pseudociencias, y aun con suerte (pues en principio no es eviden- 1 No debe confundirse ciencia con teoría cientí- fica a verificar (como lo fuera el flogisto) o al tra- bajo científico contemporáneo, a menudo basado en el anterior y subyugado en cierta medida a las ideas preconcebidas del momento histórico-social del asunto de la cuestión, del state of the art (ie, la parte provisional de la ciencia que sí puede consi- derarse un constructo social, una «objetividad en- tre paréntesis»), siendo vulnerable, pues, al fraude cientifico que el tiempo tiene por costumbre poner en su lugar (salvo en los casos inocuos de acierto por casualidad [cf. problema de Gettier y sesgos va- rios] o de no contradicción necesaria, en los que es fácil que simplemente pase desapercibido y no sea sometido a ningún stress testing posterior). te que la verdad sobre un asunto exista, sea cognoscible y, aun encima, expresable, co- mo se viene diciendo desde Gorgias), de- berán esperar lustros (o siglos) para ha- llar evidencias de su rigor, como ha su- cedido con el advenimiento de cada nue- vo cambio de paradigma (cf. Kuhn); 2 no sé si sobrados, pero la historia provee va- rios ejemplos más, de esta catastrofe, de este pesadillesco (para los racionalistas) paisaje. Algo parecido ocurre también con el conspiracionismo, las religiones y cual- quier movimiento sujeto a una defensa o retracción logocentrica. De todo ello se tiene que, con malicia o no, es sumamente fácil introducir «fal- sas verdades», 3 mientras que el nacimien- 2 Esto, junto con (1), debería llevarnos a cuestio- narnos el idealizado concepto de «científico» (y, por ende, de «pseudocientífico»), apostando por una postura más próxima a la de Laudan. 3 Enunciados a los que se les asigna un valor de verdad (p.e., 1 ó 0, verdadero o falso, en lógica bi- naria) socialmente (global o localmente) diferente al que se corresponde «en realidad», ie, al que dic- tamina no la sociedad sino una supuesta «realidad objetiva» cuya creencia queda legitimada en, hasta hoy, la coherencia y consistencia de la misma («sen- se una estructura expressable matemàticament, crec que no seria possible la vida.» Carles Simó, desarro- lla la idea en 5) y, al menos para el realismo episte- mológico fuertemente criticado legítimamente (cf.la asombrosa capacidad predictiva del Almagesto en 1

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Breve adelanto de "Escepticismo del escepticismo"

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Una reflexión sobre el escepticismo(o breve adelanto de Escepticismo del escepticismo)

16 de abril de 2013

Los problemas fenomenológicos yepistemologicos derivan en que de-mostrar una verdad —aun cuando escontingente a un contexto y está biencaracterizada/condicionada— de maneraconcluyente e innegable es, en la practica,una quimera; todo puede ponerse entela de juicio, aunque sea aferrándose amatices puramente ontológicos o meta-físicos (cf. Lo que la Tortuga dijo a Aquiles,Carroll). Análogamente, refutar bajo lasmismas exigencias una mentira es casi unimposible.

Así, p.e., algunas ciencias1 (como lo fue-ra la frenología, cf. La falsa medida del hom-bre) son en realidad pseudociencias, mien-tras que algunas pseudociencias, y auncon suerte (pues en principio no es eviden-

1No debe confundirse ciencia con teoría cientí-fica a verificar (como lo fuera el flogisto) o al tra-bajo científico contemporáneo, a menudo basadoen el anterior y subyugado en cierta medida a lasideas preconcebidas del momento histórico-socialdel asunto de la cuestión, del state of the art (ie, laparte provisional de la ciencia que sí puede consi-derarse un constructo social, una «objetividad en-tre paréntesis»), siendo vulnerable, pues, al fraudecientifico que el tiempo tiene por costumbre poneren su lugar (salvo en los casos inocuos de aciertopor casualidad [cf. problema de Gettier y sesgos va-rios] o de no contradicción necesaria, en los que esfácil que simplemente pase desapercibido y no seasometido a ningún stress testing posterior).

te que la verdad sobre un asunto exista, seacognoscible y, aun encima, expresable, co-mo se viene diciendo desde Gorgias), de-berán esperar lustros (o siglos) para ha-llar evidencias de su rigor, como ha su-cedido con el advenimiento de cada nue-vo cambio de paradigma (cf. Kuhn);2 nosé si sobrados, pero la historia provee va-rios ejemplos más, de esta catastrofe, deeste pesadillesco (para los racionalistas)paisaje. Algo parecido ocurre también conel conspiracionismo, las religiones y cual-quier movimiento sujeto a una defensa oretracción logocentrica.

De todo ello se tiene que, con maliciao no, es sumamente fácil introducir «fal-sas verdades»,3 mientras que el nacimien-

2Esto, junto con (1), debería llevarnos a cuestio-narnos el idealizado concepto de «científico» (y, porende, de «pseudocientífico»), apostando por unapostura más próxima a la de Laudan.

3Enunciados a los que se les asigna un valor deverdad (p.e., 1 ó 0, verdadero o falso, en lógica bi-naria) socialmente (global o localmente) diferenteal que se corresponde «en realidad», ie, al que dic-tamina no la sociedad sino una supuesta «realidadobjetiva» cuya creencia queda legitimada en, hastahoy, la coherencia y consistencia de la misma («sen-se una estructura expressable matemàticament, crecque no seria possible la vida.» Carles Simó, desarro-lla la idea en 5) y, al menos para el realismo episte-mológico fuertemente criticado legítimamente (cf.laasombrosa capacidad predictiva del Almagesto en

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to de «autenticas verdades», de verdadesque puedan soportar cualquier «ataque demedida no nula» (como negaciones siste-máticas o dogmáticas),4 es lento y costoso.

Las citaciones apócrifas son un ejemploprolijo (que no relevante —como de he-cho ya he manifestado en otras ocasiones,restando importancia al concepto de autore identidad desde varias perspectivas—,aunque sí ilustrativo): demostrar que real-mente lo son suele requerir (salvo casostriviales; p.e., anacronismos) una búsque-da exhaustiva que ha de incluir no sóloobra sino también vida, y no sólo episto-lar o escrita, sino también oral, para cu-yo análisis nos tendremos que fiar de vie-jas biografías y testimonios de los cualesno podremos tener un contacto directo (cf.«velo de la percepción», Locke). Y aun-

comparación con sus hoy claramente débiles fun-damentos, como el geocentrismo) por Laudan, elaceptable funcionamiento de nuestra tecnología yteorías, posicionandonos en una suerte de positi-vismo o pragmatismo epistemológico algo receloso,con sanas reservas.

Mi posición quedara más clara con el siguienteejemplo. Cuando Newton fue acusado por los cien-tíficos del continente de metafísico al basar sus Prin-cipia en el concepto de gravedad (aún hoy sin ex-plicación completamente satisfactoria, a pesar de losavances que dio Einstein al respecto), de «una ac-ción a distancia», éste se defendió apelando a supracticidad en su Escolio General: «Hasta aquí he-mos explicado los fenómenos [...] por la fuerza gra-vitatoria, pero no hemos asignado aún causa a esafuerza [... que] hasta el presente no he logrado des-cubrir [...], y no finjo hipótesis. [...] Y es bastante quela gravedad exista realmente, y actúe con arreglo alas leyes que hemos expuesto, sirviendo para expli-car todos los movimientos de los cuerpos celestes yde nuestro mar.»

Esta misma visión instrumentalista de la física (o,en general, de las ciencias) es también la que seadopta hoy día por parte de muchos en lo que con-cierne, p.e., a la cuántica (entre ellos Hawking), cf.Incompletitud y medida en física cuántica.

4«Dudar de todo o creerlo todo son dos opcio-nes igualmente cómodas, pues tanto una como otranos eximen de reflexionar». Henri Poincaré.

que pudiéramos (aunque, mejor dicho, es-tuvieran aún vivos, y los hechos fueran re-cientes, y un vaho de esperanza de cono-cimiento nos embriagara)... ¿acaso no me-diarían juicios (jurídicos) de discutible ydispar valor el dictamen de lo que no se-rían más que verdades sociales sobre unasunto actual? Sin embargo, su creación esrelativamente fácil.5

La estadística provee otro ejemplo in-teresante: cuando se estudian métodos decontraste de hipótesis, se distinguen dosclases de errores: el de primera especie(que corresponde a la probabilidad de re-chazar una hipótesis siendo cierta/valida)y el de segunda especie (correspondientea la probabilidad de aceptar una hipótesissiendo ésta falsa). Una posición cartesia-na que defiende que «tenemos un librealbedrío que nos permite abstenernos decreer lo que es dudoso y, de este modo,impide que erremos» (Los principios de lafilosofía, I.6) intentaría minimizar a todacosta el segundo (ie, asegurarse de que ennuestro conjunto de verdades aceptadasno haya «falsas verdades», a pesar de nocontener todas las «autenticas verdades»,siendo así nuestra tarea ampliar esteconjunto mediante nuevos experimentos),mientras que la mentalidad pragmáticay empresarial6 imperante prepondera la

5¿Un ejemplo? ¿Dijo realmente Unamuno —ydonde— «lo único que cura el miedo es el peligroauténtico. La reflexión aumenta el miedo. Los hom-bres que no piensan en la muerte no la temen. Pen-sar y no actuar es manantial de miedo. Ésta es lacausa del miedo de los intelectuales.»?

6Si se está testeando la calidad de los produc-tos de una cadena de montaje, la efectividad de unmedicamento, etc. al propietario o mecenas de losmismos le interesara no desechar la inversión ya he-cha y continuar adelante con el proyecto (ie, llevar-lo al mercado, venderlo) si hay esperanza plausiblerespecto a la utilidad del medicamento o si se con-sidera que el porcentaje probable de productos de-fectuosos es suficientemente bajo. En este sentido,

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minimización del primero (de modo que,si bien en nuestro conjunto de verdadesaceptadas estarán todas las «verdades au-tenticas», entre ellas también convivirán,mezcladas pero no revueltas, las falsas,de modo que nuestra tarea consistiráen depurar nuestro conjunto).7 En estesentido, suele decirse que la mayoría delos tests estadísticos son conservadores,pues ante la duda, mantienen el statu quo.

Nota. Las tesis previas y estos dos ejem-plos me bastan de momento para descar-tar el escepticismo logocéntrico que defen-dí en un primer momento —en aquel pri-merizo manifiesto— en pos de un pensa-miento crítico más flexible. Esto, no obs-tante, no hace desmerecer en nada la admi-rada figura de Hume, quien ¿ya cuestiona-ba? ese afán excesivo de racionalización lo-gocentrica (mucho antes, además, que losllamados «filósofos de la sospecha» o De-rrida).

la posición cartesiana se correspondería a la posi-ción del cliente/usuario final, que no quiere gastaren balde su dinero.

7Ambos paréntesis se corresponderían al casode que esta probabilidad se minimizara a cero, loque en general no es posible. Además, como es ha-bitual en matemáticas y en divulgación, hay otrasidealizaciones/sutilezas por el camino, si bien lo di-cho me basta para ilustrar el planteamiento generalque, por cierto, se remonta a la década de los 30-40por la triada de Fisher, Neyman y Pearson (en mu-chos sentidos, los padres de la estadística moderna).

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