Una Odisea del Espacio

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Un culebrón sideral por entregas cuyo deleznable autor se dice que responde al nombre de... Mapatxe77 Foto: Sweetie187 (http://www.flickr.com/photos/58782395@N03/)

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Transcript of Una Odisea del Espacio

UNA ODISEA DEL ESPACIO(PERO DESPACIO, OIGAN)

Un culebrón sideral por entregas cuyo deleznable autor se dice que responde al nombre de...

Mapatxe77

Foto: Sw

eetie187 (http://ww

w.flickr.com

/photos/58782395@N

03/)

Sé que os estaréis preguntando: “¿de qué va todo

esto?”.

Allá en la Tierra yo era un hombre hecho y

derecho (aunque un tanto encorvado) con una vida

normal y corriente. Ya sabéis: trabajo, casa, mujer,

perro, hijo, hipoteca, principio de cirrosis... Hasta que

el día de mi trigésimo séptimo aniversario, mi mujer,

Máxima Ilusa, me dijo:

-Feliz cumpleaños, cariño. Me estoy follando a

tu jefe. ¿Me pasas la mermelada?

Acto seguido, Encefalograma Plano, mi hijo,

dijo:

-Oye, viejo, dile a tu jefe que se lo haga mirar,

creo que me ha contagiado algo... Ah, felicidades y

eso, ¿me das 80 pavos pá keta?

Entonces el perro apareció con una foto de

Bruce Springsteen en la boca, la dejó en el suelo, se

apoyó sobre las patas delanteras y levantó el trasero.

Suponto que estaréis de acuerdo conmigo en

que hay ocasiones en las que un hombre tiene que

hacer lo que tiene que hacer.

-Teléfono de la Esperanza, dígame...

-Holaquétal... Verá, me llamo Pitón Cobra

y voy a suicidarme viendo del tirón la peli esa que

hicieron en Tele5 de Felipe y Letizia.

-Joder, hay que ser sádico. ¿Porqué no se esnifa

usted unos cuantos gramillos de sosa cáustica? Sería

menos doloroso...

-Mi jefe se folla a mi mujer.

-No me diga.

-Y a mi hijo.

-Quéééé interesanteeeee...

-Y a mi perro.

-¿Ha pensado en convertir su casa en un burdel

familiar tipo “Gran Hermano”? Tendría la vejez asegu-

rada, fijo.

-No sé qué hacer.

-Le recuerdo que antes ha mencionado la pala-

bra “Suicidio”.

-Pero es que eso va contra mi religión.

-¿Y qué religión es esa?

-La de seguir vivo hasta que se imponga lo

contrario.

-Rajááááááooo... Rajaááaáááooo...

-Oiga, se supone que tendría usted que animar-

me.

-Ya, claro, y se supone que su jefe debería

limitarse a darle por culo a usted en la oficina, no a

su familia en pleno en la cocina. A veces las cosas no

salen como esperamos, ¿sabeusté?

-¿Y qué me recomienda que haga?

UNO

En ese momento, la sabia voz que resonaba

en mi cabeza a través de los sensores cerebrales dijo

unas palabras que, con el paso del tiempo, resultarían

determinantes en mi vida.

-Oiga, Sr. Cascabel...

-Sr. Cobra.

-Eso. ¿Ha pensado usted alguna vez en esas

horribles pezuñas que tienen las cabras?

Bueno, vale, determinantes, lo que se dice de-

terminantes, esas palabras... No lo fueron. Pá que nos

vamos a engañar. Pero es que siempre quise escribir

un párrafo que empezara por: “En ese momento, la

sabia voz que resonaba en mi cabeza a través de los

sensores cerebrales...”

Entonces comprendí que ningún Teléfono de

la Esperanza podría ayudarme, y corté la conexión

cuando la voz decía:

-¿Se ha fijado usted alguna vez en lo estúpido

del mecanismo del “Yo-Yo”? Y no me refiero al ego-

centrismo...

Después de eso, bueno, seguí como si nada

hubiera pasado. Durante quince minutos. Pasado ese

breve lapso de tiempo me encerré en el lavabo con un

PLAYBOY, y estaba a punto de recibir mi dosis de

endorfinas cuando lo vi. Era un anuncio pequeño, es-

crito en sencilla letra de imprenta, en la parte inferior

izquierda de la página donde una neumática rubia me

guiñaba el ojo. Decía así:

DOS (AÑOS DESPUÉS...)

Todo está tranquilo aquí, en la Nave Espacial

Arkangel_77. Paso mucho tiempo leyendo, y aunque

sólo tengo un libro (bueno, unas Páginas Amarillas)

resulta reconfortante saber que ahí abajo hay gente

con nombres tan variopintos como Margarita Flores

del Campo, Evaristo Piernabierta Zas o María Delos-

ángeles Tuertos. De alguna manera hay que consolar-

se, vamos, digo yo.

Los de Houston han llamado esta mañana

a cobro revertido. Dicen que en la Tierra todo está

bien, señal inequívoca de que los de la NASA le están

dando otra vez a los canutos cosa fina. Parece ser que

la semana que viene nos llegan por fax los vales para

combustible, y ya era hora, porque tengo las manos

despellejadas de tener que fregar asteroides a cambio

de unas cuantas botellitas de diesel en cada estación

de servicio que nos encontramos.

En un ratito despertaré al resto de la tripu-

lación de su sueño criogénico. Genial. Después de

dos años, ya estoy harto de que el maldito Alien me

gane a las cartas. Si al menos pudiera demostrar que

hace trampas... Por cierto, el muy cabrito ha vuelto a

esconder la escoba y el recogedor. Si cree que así va

a librarse de limpiar el baño lo tiene claro. Creo que

se enfadó cuando le dije que al sacar esa triple mandí-

bula retráctil suya tiene un aire a la Duquesa de Alba.

Alienígenas, no tienen ningún sentido del humor.

Supongo que será por esa sangre ácida que, dicho sea

de paso, va de muerte para eliminar todo rastro de

manchas en las camisas espaciales.

En la sala de criogenización, donde permane-

ce hibernada el resto de la tripulación, hace un frío

carajil. Será porque tuve que empeñar las bombonas

de butano hace un par de semanas para comprarle

al maldito Alien la DS y así dejara de dar el coñazo.

Además, como estos están sobaos ni se enteran, aun-

que me pregunto si las estalactitas heladas que se des-

prenden de sus fosas nasales hasta llegar a los labios

morados es parte normal del proceso de hibernación.

Qui lo sá...

Cuando he abierto los cierres de su comparti-

mento, la Teniente Ripilente ha dicho:

-Mmmmmmhhhh... Cinco minutitos más, por

favooooor... -¿Cinco minutos? ¿Lleva dos años dur-

miendo y pide cinco minutos?

-¡Eh, tú, despierta, que tengo una espalda de

cordero en el horno!

-Ya vá, ya vááááá...

El Sargento Stalleno ha dado menos proble-

mas, pero al incorporarse hemos comprobado, con no

poca consternación por ambas partes, que le faltaba

una pierna.

-¿Y está usted absolutamente seguro de que

la llevaba puesta cuando se fue a dormir, hombre de

Dios?

-No me hagas mucho caso, pero yo diría que

sí...

-A ver si la dejó por ahí y ahora no se acuer-

da... -Acaba de venirme a la mente que de la mochila

Eastpak del Alien sobresalía hace un par de días una

bota espacial similar a la que ahora queda en el único

pie del Sargento.

Si ya se lo decía yo a los de la Nasa, que vale,

que a los gatos la falta de gravedad les sienta fatal,

pero que no veía yo claro lo de embarcar a un Alien

para deshacerse de las ratas de a bordo...

TRES

Después de perseguirlo por toda la nave, hemos

conseguido quitarle la zambomba al maldito Alien,

que no veas qué tres días nos ha dado el bichejo. La

Teniente Ripilente era del parecer de que no debería-

mos haberle privado de semejante artefacto diabólico,

porque de este modo canalizaría mediante la música

esa mala leche recalcitrante que le corroe por dentro

y le lleva a roer, asimismo, nuestra colada (por no ha-

blar de las miradas cargadas de intención que lanza de

vez en cuando, babeante, a la pierna sana del Sargento

Stalleno).

-Pero míralo, qué bonico, ¿habéis visto el

énfasis que ponía en el redoble de “Clavelitos”? -Ha

dicho la Teniente cuando hemos acorralado al maldito

Alien en el cuarto de los trastos viejos. El extraterres-

tre, dicho sea de paso, nos ha mirado al Sargento y a

mí con cara de buen chico (o con toda la cara de buen

chico que puede poner algo que tiene tres mandíbulas)

y ha acelerado el ritmo.

-Tum Tucutucutum tucutucutumtumtumtum...

-Mira, mira... ¡Si está interpretando “Du Hast”

de Rammstein en versión reggaeton! -Ha dicho enter-

necida la Teniente, pero el Sargento, lejos de sentirse

abducido por la destreza percusiva del bicharraco, le

ha soltado un collejón de órdago y arrebatado a conti-

nuación la zambomba.

-¡Caca! ¡Caca! ¿Me oyes, alienígena de pacoti-

lla? ¡Esto caca! Ni se mira ni se huele ni se toca...

-Uuuuuuuh, uuuuuuuuh, uuuuuuuuuh...

-Ni “uuuuuuuh” ni ostias, y anda a la cocina a

fregar los platos, que el lavavajillas ha vuelto a estro-

pearse.

Por cierto, menudo Fin de Año. Para empezar,

desapareció misteriosamente el ewok que estábamos

cocinando en el horno, y claro, ya podéis imaginar

sobre quién recayeron todas las sospechas. El maldito

Alien negaba desesperadamente con la cabeza, pero el

Sargento Stalleno (quien definitivamente ha tomado la

nave a su mando, amén de ocupar de modo ostensible

el mejor estante del cuarto de baño) le ha sometido a

un arduo interrogatorio para que confesase, y en cuan-

to le ha amenazado con hacerle ver la TV Movie de

“Felipe y Letizia” tres veces seguidas, así, del tirón, la

actitud del extraterrestre ha dado un giro de 180º.

-Uuuuuuuuuhh Uhhhhhhh...-Balbuceaba mien-

tras asentía y se señalaba a sí mismo incriminatoria-

mente.

-¿Lo véis? -Ha dicho el Sargento Stalleno,

orgulloso de su pericia como investigador.

-¿Y qué se supone que es esto? -Ha dicho la

Teniente Ripilente, apareciendo de repente con la ca-

beza del Ewok bajo el brazo-. Lo he encontrado bajo

su cama, Sargento.

-¿Y qué diablos hacía usted mirando bajo mi

cama?

-Puede usted llamarlo intuición femenina si

quiere... Aunque verle a usted por el circuito cerrado

de cámaras mientras lo escondía también ha ayudado

lo suyo.

Tras no poca resistencia por su parte, el Sar-

gento Stalleno ha presentado sus disculpas ante el

maldito Alien y ha accedido a que cenara con nosotros

en la mesa que tan primorosamente hemos preparado

la Teniente y yo.

-Debería darle vergüenza, tan mayor y picando

entre comidas... -Ha dicho la Teniente.

-Es que he tenido un antojo...

Entonces se nos ha planteado la cuestión inelu-

dible de qué cenar, habida cuenta de que el Sargento

no solo se había adueñado del puto oso, sino que tam-

bién había finiquitado 15 latas de fabada plutoniana, 2

kg. de carne picada de E.T. y el turrón de monolito “a

la Kubrick”. Por suerte, el maldito Alien ha aparecido

con el casco del motorista espacial que atropellamos

la semana pasada al esquivar un agujero negro, y que

resultó ser un repartidor de “Pizza-Universe”. En

el casco estaba escrito el número de la central más

cercana, apenas a dos hiper-saltos de nuestra posición,

y encima nos han hecho descuento por devolverles el

casco.

De la borrachera que nos hemos pillado los

cuatro con el puto cava que nos envió Galactus al

entregarle a aquél surfero calvo plateado, mejor os

hablo otro día. Sólo diré que el Alien y la Teniente han

terminado durmiendo juntos, monísimos ellos, en la

Sala de los Espejos Térmicos.

CUATRO

El Sargento y la Teniente han salido al exterior para

una inspección de rutina y así de paso quitar las luces

de navidad que adornaban la nave. Hemos sometido a

votación si dejábamos la estrella en el morro del fuse-

laje, junto a la matrícula, pero el maldito Alien se ha

comido su voto. O bien ha desarrollado un instintivo

odio hacia estas entrañables fechas, o bien no asimi-

la del todo el sublime mecanismo básico de nuestra

amada Democracia, pese a lo breve de su contacto con

tan excelsa tradición.

-Hala, por votación popular se dictamina que

la estrella se va al desván, con el resto. O unanimidad

o nada. Se levanta la sesión. -Ha dicho la Teniente

Ripilente al efectuar el recuento.

-Buuuuuuuuuurp...

-Y se recomienda Almax Gasus-Cosmicus

para el maldito Alien.

Y allá se han ido la Teniente y el Sargento;

valientes exploradores de las profundidades sin fondo

de este vasto y desolado paraje espacial que ningún

sonido ha osado cruzar jamás...

De repente, el Sargento se ha desplomado

sobre el felpudo de la compuerta de salida. PLOF.

-¡Cobra, capullo! -profiere la Teniente Ripilen-

te por el Skype que tiene conectado al casco espacial.

- ¡Te has vuelto a olvidar de cargar el oxígeno en el

traje del Sargento!

El maldito Alien, que estaba jugando a marcia-

nitos en la consola del control de mando, ha lanzado

una zapatilla para despertarme.

-Uuuuuuuuuuh, Uuuuuuuuuuuh...

-¡Por los clavos de James Cameron! Maldita

rata galáctica, cualquier día de estos... ¡Coño, y yo

que ya daba por perdida esta zapatilla! ¿No habrás

visto también mi bata de boatiné?

-Uuuuuuuuu, Uuuuuuuuh...

-Yavá, yavá, ahora mismo le chuto el oxíge-

no por mail... No te preocupes por el Sargento, es un

tipo duro. Era el piloto del helicóptero con el que se

estrellaron Rajoy y Aguirre. Si no hubiera sido por él,

el desastre habría sido inevitable. Creo que por eso lo

desterraron a esta misión.

-Oye, Cobra, ¿qué ostias le has cargado al Sar-

gento? No deja de mirarme con cara rara y meterme

mano en el traje espacial... -Dice la Teniente.

-Ven aquí, cordera, te vas a enterar de lo que

vale un peine para calvos...

El maldito Alien señala una de las múltiples

pantallas con su garra derecha.

-Uuuuuuuuuh, Uuuuuuuuuuh....

-Anda, qué error más tonto, mira que cargarle

Viagra en vez de oxígeno...

CINCO

Hartos de lo estricto de nuestra dieta a bordo (medio

huevo duro y patata y media hervida cada 18 horas)

hemos decidido por unanimidad que mañana nos acer-

caremos a por provisiones hasta la Galaxia de Mierda,

apenas distante a cuatro años luz de nuestra posición.

Veinte minutos si cogemos la GalaxioPista. Quince si

pagamos directamente en el peaje en vez de intentar

colarnos.

La Teniente, que trabajó en el Planeta Basura

hace siete años repartiendo periódicos, dice que si

nos lo permiten apetito (ya de natural rozando ava-

ricia y gula puras) y capital (215 pavos que sacamos

al empeñar el tobogán del maldito Alien), podremos

comer hamburguesas de chewie y dürums de carne de

Predator hasta que nuestros sistemas digestivos implo-

sionen. La idea nos ha parecido de lo más seductora

y razonable. Curioso, pero cuando se trata de alguna

causa de índole culinaria, el maldito Alien es el prime-

ro en depositar la papeleta en la urna (amén de seguir

devorando con la mirada la pierna sana del Sargento

Stalleno).

Pero por el momento seguimos aquí, a la de-

riva, apenas una microscópica hormiga que pasea, sin

rumbo, por el océano de la más absoluta...

-Oye, Cobra, ¿y si te dejas de sudokus desos y

nos haces la cena? -Dice el Sargento desde el Panel de

Control, donde consulta unas cartas de navegación al

revés. Las cartas, no el Sargento.

-La cena está en el microondas. Quien quiera,

que se levante y le dé al botoncito rojo, questoy en mi

tiempo libre. Y es haiku, Sargento, hai-ku, que se lo

tengo dicho más de mil veces...

-Carámbanos, cómo está el servicio... -musita

el Sargento. Se levanta, y arrastrando su única zapati-

lla como alma en pena, pasa por delante del depósito

de residuos radioactivos, gira a la izquierda y entra

en la cocina-. ¿Será posible? ¿Pero cómo ha podido

fundirse otra vez la luz de la nevera?

La Teniente y yo intercambiamos una mirada

fugaz y pasamos a la acción de inmediato: mientras

el Sargento estaba ocupado cambiando la bombilla,

nosotros le hemos pegado el cambiazo, sustituyendo

las cartas de navegación por un mapa de carreteras de

Alcobendas. Año 1.982, para más señas, con el jodido

Naranjito en la cubierta y todo.

-15 pavos a que no s´entera... -Digo, y suelto

mis tres billetes.

-Los veo, y subo quince a que no se pispa

antes de media hora, tirando por lo bajini... -Dice la

Teniente Ripilente, y pone la pasta en la mesita del

puzzle de veinte piezas, el más difícil que hemos he-

cho hasta el momento. Creo que con dos semanas más

de trabajo intensivo lograremos terminarlo.

-Uuuuuuuuh, Uuuuuuuuuuh... -dice el maldito

Alien desde el columpio, donde remienda calcetines y

canturrea algo de Lady Gaga. Creo que ya sé quien ha

estado jugando con mi iPod. Lanza un fajo de billetes

a la Teniente y sigue con sus zurcidos-. Uuuuuuuuh,

Uuuuuuuuuh...

-Coño con el Alien, 100 pavos a que pasa una

hora y el Sargento ni p´atrás... -Dice la Teniente, que

guarda la pasta en sus calcetines verdes de ositos.

-Le advertí que no jugara con él al Póquer, mi

Teni, ¿sí o no?...

-Era una escalera de color taaaaan bonita...

¿Cómo iba a imaginar que este gremlin extra-comuni-

tario, de civil, era tahúr?

-Jijijijijiji... Uuuuuuuuuuh, Uuuuuuuuuh...

-Míralo cómo se ríe, el cabronazo...

-Agua, agua, que vienen los malos, retirada a

discreción...

Cuando el Sargento ha vuelto con su ración

no ha parecido percatarse de que en la confusión por

volver a nuestras respectivas posiciones sin levantar

sospechas, yo he terminado zurciendo los calcetines,

la Teniente Ripilente se las veía con mis haikus, y el

maldito Alien daba de comer, babeando, a Cleo, el pez

de la Teniente.

-Y los de la TDT sin aparecer... Estoy de las

reposiciones de «Los Serrano» hasta el píloro... -ha

dicho el Sargento, y acto y seguido ha procedido a

ingerir, de un golpe de nuez, patata y media y huevo

duro-. Qué cruz, señor, qué cruz...

¿LLEGARÁN NUESTROS VALEROSOS -ejem- HÉROES -ejem ejem-

AL PLANETA BASURA?

¿CONSEGUIRÁN COBRA Y LA TENIENTE RECUPERAR PARTE DE LA PASTA GANSA QUE, HASTA EL MOMENTO, EL MALDITO

ALIEN LES HA ESQUILMADO?

¿PUEDEN REALMENTE CORTAR LATAS ESOS CUCHILLOS QUE VENDEN DE MADRUGADA

EN LA TELETIENDA?

TODO ESTO Y MUCHO MÁS...

PRÓSIMAMENETE!!!

DISEÑO Y MAQUETACIÓN DE ESTAR POR CASA :JAUME ESTRUCH (www.jaumeestruch.com)