Una Generación Voluntariosamente Desarraigada
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La vida de Leopoldo María Panero Blanc (Madrid, 1948-2014), hijo del poeta Leopoldo
Panero (1909-1962) y Felicidad Blanc, hermano del también poeta Juan Luis Panero
(1942- 2013) y del poliédrico artista Michi Panero (1951-2004) está ligada desde la
infancia a la literatura. Su presentación como poeta tuvo lugar en la antología de José
María Castellet
Nueve novísimos poetas españoles. En dicha antología Castellet recogió las nuevas
tendencias de la poesía, aplicando el siguiente criterio clasificatorio: por un lado, los
seniors, donde se agrupaban los autores nacidos entre 1939-1942, como Manuel
Vázquez Montalbán (1939-2003), Antonio Martínez Sarrión (1939), José María Álvarez
(1942); por otro, los coqueluche, nacidos entre 1944-1948, representados por Félix de
Azúa (1944), Pere Gimferrer (1945), Vicente Molina-Foix (1946), Guillermo Carnero
(1947), Ana María Moix (1947), Leopoldo María Panero (1948). Todos ellos, sin embargo,
tenían algo fundamental en común: nacidos después de la guerra, no poseían
experiencia alguna directa del conflicto. Tal vez, por eso mismo la huella de una praxis
escritural
anclada, fundamentalmente, en lo social no está sino esbozada, casi ausente, en la
concepción poética de estos autores. El quehacer poético paneriano está marcado por
una vida transgresora, pasando por la homosexualidad, la drogadicción y el alcoholismo.
Asimismo su peregrinación por diferentes manicomios ha dejado una huella indeleble en
esta poesía que constituye no menos que un himno a la nada, un canto a la
autodestrucción vocacional.
Los Novísimos irrumpen en un panorama de la poesía española saturado por la poesía
de comunicación y la poesía de conocimiento, siendo éstas dos prolongaciones a su
manera de la llamada poesía social. Es innegable que dicha generación, marcada por la
crítica incluso desde la primera epónima antología preparada por José María Castellet,
como la poesía del futuro, debió su origen a unas postulaciones hechas desde un punto
de vista más bien publicitario. Si bien los poetas incluidos compartían un afán de
novedad y cierto rechazo de la tradición inmediata española, los poetas entre sí
muestran, como también ha sugerido Castellet en la misma antología, unas tensiones
internas, tensiones que seguirían hirviendo y llevarían a cada uno de los poetas por sus
propios senderos. Empero es necesario poner en entredicho dicha periodización que
parece corresponder más bien a criterios publicitarios que a los de la historiografía
literaria, entendida ésta no como una mera sucesión de nombres y escuelas sino como
una de las manifestaciones de la evolución ideológica de determinada época. La
subsiguiente canonización de los Novísimos dentro de poco en los anales de la historia
literaria permite comprobar hasta qué punto el canon en vías de constitución funda sus
raíces en un corpus ya expurgado, clasificado y casi definido a partir de criterios que
poco nada tienen que ver con la literatura, aunque sí y bastante, con el discurso
publicitario. Jenaro Telans, en su prólogo a la selección poética Agujero llamado
Nevermore, dilucida este carácter constituido de los canones que proliferan en la poesía
española de la postguerra:
“Las leyes que rigen el juego dejan de ser índole analítica para pasar al terreno del
intercambio simbólico donde la poesía ya no es un artefacto productor de sentido, sino
pura y simple mercancía.”
Por tanto, una historia de la poesía de la generación que tuviese pretensión de
verosimilitud debería, por ello, partir del análisis del marco sociológico y cultural que
hizo posible su nacimiento, entendiéndolo no como una cadena temporal de antes a
después sino como una malla donde todas las piezas se articulan en un presente
contradictorio pero temporal. En el citado prólogo Talens procede a puntualizar que “En
el caso del período que nos ocupa- la era de la televisión o era neobarroca, como la ha
definido Omar Calabrese- ese marco ya no está articulado en torno al papel dominante
de lo que Althusser denominó el aparato ideológico “escuela” sino que se rige por los
principios epistemológicos del aparato que ha ocupado su lugar; los mass media, de
quien el primero acaba asumiendo las reglas y normas de funcionamiento. De entre esos
principios, el más importante es el de la publicidad; ese principio que Jean Pierre Voyer
(1975) definió como la capacidad de un discurso que habla de lo que no vende para
poder vender aquello de lo que no habla”. De ello se colige que la propuesta poética de
Leopoldo María Panero, cuyo horizonte ha sido poner en cuestión la noción misma de
arte, se sitúa así desde un principio, en un lugar discursivo diferente.
“Tu imperio que también ahora, larga e inútilmente recorro
Mirando a las ciudades como ruinas, observando febrilmente los indicios de la Nueva
Ciudad
Gustándome en esa ruina imaginaria que es el anuncio de la catástrofe de la realidad.
De la que la locura es la representación cabal.” (Panero en Talens, 48)
Aparece aquí uno de los leitmotifs de la poesía paneriana: la locura (o la esquizofrenia)
percibida como un paso a la lucidez:
Un loco tocado de la maldición del cielo
Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa. (Panero en Talens, 207)
Entonces cabría preguntarse, ¿es la obra de Leopoldo María Panero poesía? Si Panero
es poeta, ¿lo es por su esquizofrenia o a pesar de la misma? ¿Actúa la esquizofrenia a favor
o en contra de la poesía? Esquizofrénico y poeta no son sinónimos ni tienen una relación
causa-efecto unívoca ni constante. Se puede ser esquizofrénico y no ser artista y viceversa.
Pero ¿se puede ser ambas cosas a la vez?
Julia Kristeva, semióloga, poeta y psicoanalista, considera que la poesía surge de una
violenta lucha por sostener/disgregar el lenguaje, entre lo simbólico y lo semiótico.
¿Cuándo la vuelta al plano semiótico pone en riesgo al sujeto? Mientras el creador
arriesga su posición e inestabiliza el orden simbólico, el psicótico (se) disuelve (en) la
significación.
En su ensayo sobre Sade, Panero se refiere a la paranoia como algo desagradable, pero
encumbra la esquizofrenia como algo exquisito e inofensivo.
La esquizofrenia puede abrir las puertas de la creatividad poética en la medida en que la
percepción difiere de la percepción de una población normal. Si es que existe población
normal, percepción normal, percepción estándar. ¡Qué difícil definir! Y la escritura
poética puede estar favorecida por la pulsión semiótica de desestructuración del
lenguaje. En Panero junto a las drogas, el alcohol y los fármacos antidepresivos, la
esquizofrenia condiciona su visión/ liberación/ marginalidad. “Tal vez sean la causa de su
canto desigual, desvencijado, trabado en ocasiones, pero impar, personalísimo
impregnado de fuerza y provocación”
Condicionan la percepción del yo y un distanciamiento que le permiten reconocer la
falacia del mismo:
“No es que esté solo, es que no existo /es que no hay nadie en esta playa / y ya ni yo aun
me acompaño / son estos ojos cual dos cuevas / y en mi cabeza sopla el viento: / será la
muerte como un vino?” (La canción del indio crow). Un yo que se relaciona con la
realidad de forma vocacionalmente literaria:
“Vivo bajo la fantasía prosaica del fin del mundo y no sólo no quiero salir de ella sino que
pretendo que los demás entren en ella”. “Pero aventura no hay, lo sabes,/ más que por
alguien, para alguien, como un poema,/ como el riesgo de un vuelo en el aire sin
tránsito.” (Pavane pour un enfant défunt). “Ni grito ni silencio sino algún canto cierto / y
estar aquí los dos, al amparo del Verbo.”(Vaso).
Como señala Jenaro Talens, una de las peculiaridades más explícitas de la producción de
Panero es la de subrayar el carácter discursivo no sólo de la poesía sino del mundo al
que aquella parece remitir. La realidad a la que se alude es también literaria, no porque
no haya sido vivida, sino porque no puede ser “representada”, esto es, construida como
interlocutora, en términos de literatura. Una realidad literaria que finalmente también
es una farsa:
“Hoy las arañas me hacen cálidas señas desde / las esquinas de mi cuarto, y la luz
titubea, / y empiezo a dudar que sea cierta / la inmensa tragedia / de la
literatura.” (Mutis).
Una literatura tan imprescindible como destructora según reconoce en su poema
La poesía destruye al hombre... que a su vez nos remite a la lucidez del zenn con
imágenes tan características de éste como que los pensamientos son monos saltando de
rama en rama. “La poesía destruye al hombre / mientras los monos saltan de rama en
rama / buscándose en vano a sí mismos /en el sacrílego bosque de la vida / las palabras
destruyen al hombre / ¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre / de vida! /
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere / destruido por la poesía”.
Podría creerse que su poesía es impensada, independiente de otras poéticas, sin
embargo declaraciones suyas lo desdicen “Yo creo que en este momento sólo hay dos
rutas: una que parte del surrealismo y otra que nació en Mallarmé. La diferencia entre
las dos es la misma que existe entre algo que no quiere decir nada, y algo que quiere
decir nada. Lo primero puede ser inconsciente y no reflexivo; lo segundo necesita ser
reflexivo”. Panero se sitúa más allá de los que pretenden destruir el lenguaje, entre los
abanderados de la inefabilidad y los posibilistas de la poesía cercana; lo hace en un
limbo alternativo sin bandera alguna.
El poeta se vale de los materiales que causarán horror y repugnancia al lector. La
maldición no es un pretexto literario, ni un acompañamiento eficaz, sino el motor
esencial de la escritura :“gelatina, escamas, mano / que sobresale de la tumba / manos
que surgen de la tierra como tallos / surcos arados por la muerte,/ cabezas de ahorcados
que echan flor: / decapitados que dialogan / a la luz decreciente de las velas,/ ¡oh quién
nos traerá la rima la música, el sonido que rompa la campana / de la asfixia, y el cristal
borroso / de lo posible, la música del beso! / De ese beso, final, padre, en que
desaparezcan / de un soplo nuestras sombras, para / asidos de ese metro imposible y
feroz, quedarnos / a salvo de los hombres para siempre,/ solos yo y tú mi amada.”
(Glosa a un epitafio).
Lo fragmentario, lo incoherente y en general todo aquello que busca situarse en el
territorio del exceso (coprofilia, incesto, impotencia, homosexualidad, sadismo,
masoquismo, etc.) no entran en los poemas como provocación sino como síntoma,
porque si no son "la" verdad al menos forman también parte de una (otra) verdad .
Es una poesía de lo abyecto. La abyección según sostiene Julia Kristeva es lo que
perturba identidad, sistema y orden. Lo que no respeta bordes, posiciones, reglas el
asco y la repugnancia como modos de contradecir el ideal de belleza y espiritualidad de
la poesía del equilibrio y de la perfección.
Otras características de la poesía de Panero son sus temas recurrentes: Pensamientos
teológico-filosóficos en los que las figuras paterna, materna y fraterna y los crímenes no
son más que formas de expresar estados de ánimo a través de silogismos e invocaciones
llenas de tensión y malestar : “No quiero errar en la mitología / de ese nombre del padre
que a todos nos falta,/ porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo
imposible/ (...) / ¡ah los hermanos, los hermanos invisibles que florecen,/ en el Terror!
¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden / inútilmente de la luz del mundo con
las manos, / que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la sombra / de su
huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los
hermanos” (Glosa a un epitafio).Recurrencias temáticas sobre dioses, el diablo: “sin
ángeles ni mujeres / desnudo de todo /salvo de tu nombre / de tus besos en mi ano / y
tus caricias en mi cabeza calva / rociaremos con vino, orina y / sangre las iglesias / regalo
de los magos / y debajo del crucifijo /aullaremos.” (Himno a satán). Recurrencias
temáticas sobre la muerte y el suicidio. Sobre la desgracia de haber nacido: “con el
rostro perdido y el cabello demente / hambrientos, llenos de sed, de ganas / de aire, de
soplar globos como antes era, fue / la vida un día antes / de que allí en la alcoba de / los
padres perdiéramos la luz.”(El noi del sucre). Recurrencias sobre la falacia del tiempo:
“desde que no hay tiempo sino destino y trazo” (Pavane pour un enfant
défunt); “agarradas al tiempo como a oscura certeza” (Un asesino en las calles).
Panero defiende no diluir los significados de su poesía. Si el poema escandaliza, cumple
con su función ética. Pero renuncia a que la sociedad pueda asimilarlos y etiquetarlos
como resultado de una estética reconocible.
Cuestiona las instituciones, la religión: “Escribir en España no es llorar, es beber,/ es
beber la rabia del que no se resigna /a morir en las esquinas, es beber y mal / decir,
blasfemar contra España / contra este país sin dioses pero con / estatuas de dioses, es
/beber en la iglesia con música de órgano.”(La canción del croupier del Mississippi). Sólo
desea depurar sus negaciones, figurar al margen de cualquier interpretación: “Hablamos
para nada, con palabras que caen / y son viejas ya hoy, en la boca que sabe / que no hay
nada en los ojos sino algo que cae / flores que se deshacen y pudren en la tumba / y
canciones que avanzan por la sombra, tambaleantes / mejor que un borracho.”(Vaso).
La intertextualidad es también una constante en su obra, por eso cita tantas veces a
quienes le influyen (Mallarmé, Cavalcanti, De Quincey, Saint-John Perse). No le preocupa
que el lector identifique la fuente de sus propuestas, sino que pueda manipularlas para
etiquetarlas bajo un membrete grupal. Panero busca afirmar su personalidad negando a
través de un discurso radical y afirmando a quienes considera sus predecesores : “Pero
lo mío es como en "Dulce pájaro de juventud" un cazador de dotes hermoso y
alcohólico”; “no hay nada mejor que decirse / a sí mismo una proposición de
Wittgenstein mientras sube / la marea del vino en la sangre y el alma.”; “es caerse
borracho en los recitales y manchas de vino / tinto y sangre "Le livre des masques" de
Rémy de Gourmont.”(La canción del croupier del Mississippi).
En definitiva Panero cumple diversas condiciones del quehacer poético. Escritura
creativa que se adentra en lo indecible con un lenguaje original que provoca, que es
capaz de emocionar sin pretensión de ser comprendido ni de adscribirse a ningún grupo
o generación. Y si bien su libertad personal puede estar mermada por la enfermedad,
indudable goza de una libertad de expresión que otros no tienen debido a la rigidez, al
miedo a ser excluido de la normalidad y al ajuste a cánones imperantes, sean teóricos o
prácticos.
La esquizofrenia condiciona su obra poética, la favorece en algunos aspectos, la
perjudica en otros. Es posible que su obra sea irregular “se trata de una poesía que
siempre está en el borde: entre el hallazgo de una imagen intensa y la mera expresión
anodina y superficial” y que con el paso de los años se haya hecho más fragmentada,
pero se hace necesario rescatar la faceta de belleza y libertad, de lucidez y alejamiento.
Hay también muchos poetas que sin ser esquizofrénicos son irregulares. Otros han
utilizado la abyección de forma voluntaria.
Una generación voluntariosamente desarraigada
La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como
farsa.
-Karl Marx