Una facultad de conocimiento supra normal

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Imp. de J. Pueyo, Luna, 29 Teléfono 11)86 - MADRID

S PWPIEDAD

Montinoreucy, a 20 de julio de 1926.

mi querido amigo: Al pedirme que agregue algunos pensamientos—seguramente me-

nos inspirados por la lógica que el asombro—al sabio y firme trabajo analítico que ha tenido usted la amabilidad de consagrar a nuestras ex-periencias en el Instituto Metapsíquico Interna-cional, ha tenido usted una idea amistosa y con fiada que no me sorprende en usted, pero de la que quiero, ante todo, decirle que me halaga tanto como me honra.

• Apareciendo solo y sin eta carta mía, su aca-bado estudio hubiera satisfecho—de ello estoy plenamente convencido—, y por completo, la curiosidad del lector, que, al terminarlo, hubiera

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cerrado su libro con el conocimiento perfecto de los hechos por usted considerados y de las deducciones de ellos extraidas por usted con una lucidez a cuyo lado la niia no es sino un vago titubeo. Con ello declaro francamente que no tengo la pretensión de suplir ahora lo que

• hubiera podido olvidársele o hubiera apenas rozado en su texto, y que me guardaría muy bien de agregar ideas personales.

La sola razón que rae determina a responder a su amable ruego es de muy diferente natura- leza, y si tras haberla leído consiente usted en insertar esta página al lado de las suyas, será porque en su probidad de hombre de ciencia haya usted aceptado la creencia de que la diva- gación, por poco coherente que sea, de un poe- ta, con respecto a ciertas consideraciones, pue- de tener un valot modestamente complementa. rio cuando, relacionada con el mismo problema, se concilía con la firme e inexorable argurnenta. ción de un lógico. ¡La lógica!

Me doy cuenta de que ya por dos veces me he visto obligado en estas lineas a hablar de ella. Imperiosamente, y aun conociendo que no me es posible corroborarla por mis propios

• medios, sus exigencias se imponen a un espl- ritu.

Desde las primeras observaciones meragnó micas que juntos perseguimos; desde el día en que metódicamente fué emprendida esta serie

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 7

de sesiones públicas, de las que ahora da cuen- ta, experimento la necesidad—que en este caso lo es para todo hombre ya amoldado al arte de pensar—de explicar lógicamente cuanto he rea- ¡izado, de darme razones positivas y satisfacto- rias de esta proporción de verdad que en otro lugar usted señala, verdad seguramente mezcla- da con el error; mas para la cual, sin embargo, la opinión de 1.500 asistentes está de acuerdo para ver establecido claramente que no me he aprovechado solamente de probabilidades for- tuitas y felices coincidencias, y que en una apreciable medida he tenido en el curso de es- tas demostraciones el precioso privilegio—y sea esto dicho con toda humildad—de probar, des- pués de otros clarividentes, la realidad de uno de los más asombrosos fenóenos supranorma- les considerados por la metapsíquica.

Lo que me sería grato dar a conocer, ya que me concede usted por un instante el uso de la palabra, es lo que acaso mis predecesores en este género de ejercicio intelectual no han ten¡-

1' do todavía ocasión de anotar; lo que yo me atre- vo a calificar así: toda la «repercusión psicoló- gica> que resulta del funcionamiento de la fa- cultad en el inetágnomo, antes, después y aun durante las sesiones en las que se esmera en ponerlas en acción. Debo convenir que, aun sin estar obsesionado por ellas, este deseo de tami- zar con un cedazo de lógica los hechos impor-

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cerrado su libro con el conocimiento perfecto de los hechos por usted considerados y de las deducciones de ellos extraidas por usted con una lucidez a cuyo lado la niia no es sino un vago titubeo. Con ello declaro francamente que no tengo la pretensión de suplir ahora lo que

• hubiera podido olvidársele o hubiera apenas rozado en su texto, y que me guardaría muy bien de agregar ideas personales.

La sola razón que rae determina a responder a su amable ruego es de muy diferente natura- leza, y si tras haberla leído consiente usted en insertar esta página al lado de las suyas, será porque en su probidad de hombre de ciencia haya usted aceptado la creencia de que la diva- gación, por poco coherente que sea, de un poe- ta, con respecto a ciertas consideraciones, pue- de tener un valot modestamente complementa. rio cuando, relacionada con el mismo problema, se concilía con la firme e inexorable argurnenta. ción de un lógico. ¡La lógica!

Me doy cuenta de que ya por dos veces me he visto obligado en estas lineas a hablar de ella. Imperiosamente, y aun conociendo que no me es posible corroborarla por mis propios

• medios, sus exigencias se imponen a un espl- ritu.

Desde las primeras observaciones meragnó micas que juntos perseguimos; desde el día en que metódicamente fué emprendida esta serie

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de sesiones públicas, de las que ahora da cuen- ta, experimento la necesidad—que en este caso lo es para todo hombre ya amoldado al arte de pensar—de explicar lógicamente cuanto he rea- ¡izado, de darme razones positivas y satisfacto- rias de esta proporción de verdad que en otro lugar usted señala, verdad seguramente mezcla- da con el error; mas para la cual, sin embargo, la opinión de 1.500 asistentes está de acuerdo para ver establecido claramente que no me he aprovechado solamente de probabilidades for- tuitas y felices coincidencias, y que en una apreciable medida he tenido en el curso de es- tas demostraciones el precioso privilegio—y sea esto dicho con toda humildad—de probar, des- pués de otros clarividentes, la realidad de uno de los más asombrosos fenóenos supranorma- les considerados por la metapsíquica.

Lo que me sería grato dar a conocer, ya que me concede usted por un instante el uso de la palabra, es lo que acaso mis predecesores en este género de ejercicio intelectual no han ten¡-

1' do todavía ocasión de anotar; lo que yo me atre- vo a calificar así: toda la «repercusión psicoló- gica> que resulta del funcionamiento de la fa- cultad en el inetágnomo, antes, después y aun durante las sesiones en las que se esmera en ponerlas en acción. Debo convenir que, aun sin estar obsesionado por ellas, este deseo de tami- zar con un cedazo de lógica los hechos impor-

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'1

acceder a un automatismo mental cuyos oríge-nes y esfuerzos permanecían tan completamente inconcebibles.

Por suerte, al lado del «alguien que no co-nocía» estaba usted, mi querido amigo, y lo que me retuvo de dejarlo fué la tranquilidad y el tono juicioso con que usted me decía: «Conti-nuemos.»

Tomaba usted notas y me interrogaba. Hasta aseguraba que hacía comparaciones, deduccio-nes, y que le acontecía frecuentemente el sacar de una experiencia la impresión de haber sor-prendido en su juego, oculto siempre para mí, el engranaje en la desconcertante maquinaria psíquica. Tal afirmación me señalaba un deber: el ser discreto y sin nerviosidad, según su ejem-plo, y el de considerar como insignificantes cri-sis de mal humor y de amor propio, que debía con cuidado refrenar, mis intenciones de dedi-carme de nuevo a mis ocupaciones ordinarias y de quedar siendo en la familia metapsíquica tan sólo el puntual cronista de su revista bimensual. Por eso nunca he dejado a usted adivinar mi sentimiento de amarga decepción al considerar-me tan incapaz de explicar por qué a quema ropa anuncié a una señora: «Su marido la ha molido a palos', y a cierto concurrente: «Señor, usted es redactor de Le Matin de Amberes». Poco 'a poco, renunciando a descifrar el porqué y el cómo, he terminado por abandonar a otros

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8 n. EUGENE OSTY

tantes o menudos, interesantes o nulos, espec- táculo para mi auditorio, me acompañó en la vida desde el día en que pude convencerme de que era, en poco o en mucho, digno de estudio. Completamente cierto de la imposibilidad de acercarme, aun de lejos, a la intimidad del me- canismo metagnómico, hubiera querido y qui- siera descubrir en ella uno o dos principios, ra- zonar algo sobre ellos, tener la posibilidad de vislumbrar a distancia el gran Secreto, y adivinar a través de una niebla—jayl, era pedir aún de- masiado—el portillo por donde la Ciencia entra- rá algún día, con las llaves en la mano, en el pa- lacio de lo Desconocido. Cuanto más adelantá- bamos usted y yo en nuestras atrevidas tentati- vas, en mayor escala se adueñaba de mí esa im- paciencia de comprender, y en período alguno de mi carrera me he visto producir tanto sabien- do tan escasamente lo que estaba haciendo. No le disimulo, y se lo confieso hoy, que albergaba una sorda irritación, y que en varias ocasiones, sobre todo tras las mejores sesiones, me halla- ba dispuesto a advertirle que decididamente no me creía nacido bajo la estrella del ensueño—si es que existe—para consentir por niás tiempo servir de juguete en manos de alguien a quien. yo no conocía o bajo la influencia de algo que no definía y que pronto se me hizo intolerable, casi empequeñeciéndome ante los visitantes del «Instituto Metapsíquico», la perseverancia en

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acceder a un automatismo mental cuyos oríge-nes y esfuerzos permanecían tan completamente inconcebibles.

Por suerte, al lado del «alguien que no co-nocía» estaba usted, mi querido amigo, y lo que me retuvo de dejarlo fué la tranquilidad y el tono juicioso con que usted me decía: «Conti-nuemos.»

Tomaba usted notas y me interrogaba. Hasta aseguraba que hacía comparaciones, deduccio-nes, y que le acontecía frecuentemente el sacar de una experiencia la impresión de haber sor-prendido en su juego, oculto siempre para mí, el engranaje en la desconcertante maquinaria psíquica. Tal afirmación me señalaba un deber: el ser discreto y sin nerviosidad, según su ejem-plo, y el de considerar como insignificantes cri-sis de mal humor y de amor propio, que debía con cuidado refrenar, mis intenciones de dedi-carme de nuevo a mis ocupaciones ordinarias y de quedar siendo en la familia metapsíquica tan sólo el puntual cronista de su revista bimensual. Por eso nunca he dejado a usted adivinar mi sentimiento de amarga decepción al considerar-me tan incapaz de explicar por qué a quema ropa anuncié a una señora: «Su marido la ha molido a palos', y a cierto concurrente: «Señor, usted es redactor de Le Matin de Amberes». Poco 'a poco, renunciando a descifrar el porqué y el cómo, he terminado por abandonar a otros

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tantes o menudos, interesantes o nulos, espec- táculo para mi auditorio, me acompañó en la vida desde el día en que pude convencerme de que era, en poco o en mucho, digno de estudio. Completamente cierto de la imposibilidad de acercarme, aun de lejos, a la intimidad del me- canismo metagnómico, hubiera querido y qui- siera descubrir en ella uno o dos principios, ra- zonar algo sobre ellos, tener la posibilidad de vislumbrar a distancia el gran Secreto, y adivinar a través de una niebla—jayl, era pedir aún de- masiado—el portillo por donde la Ciencia entra- rá algún día, con las llaves en la mano, en el pa- lacio de lo Desconocido. Cuanto más adelantá- bamos usted y yo en nuestras atrevidas tentati- vas, en mayor escala se adueñaba de mí esa im- paciencia de comprender, y en período alguno de mi carrera me he visto producir tanto sabien- do tan escasamente lo que estaba haciendo. No le disimulo, y se lo confieso hoy, que albergaba una sorda irritación, y que en varias ocasiones, sobre todo tras las mejores sesiones, me halla- ba dispuesto a advertirle que decididamente no me creía nacido bajo la estrella del ensueño—si es que existe—para consentir por niás tiempo servir de juguete en manos de alguien a quien. yo no conocía o bajo la influencia de algo que no definía y que pronto se me hizo intolerable, casi empequeñeciéndome ante los visitantes del «Instituto Metapsíquico», la perseverancia en

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más hábiles que yo el cuidado de enseñarme un día por qué extraña manera he llegado a ser metagnomo y por qué motivo exacto logro el éxito en estos extraños juegos malabares del es-píritu. A partir de ese momento renuncié tempo-ralmente a la clara y tranquilizadora lógica, ha-

I. ,.....1 A. . .-...4.. ¿ ia ia .uaL uiiiia lillo paouo ÇIIVUCLW CUUC ti-

nieblas. Decidí distraerme y extrañarme, nada • más, de los resultados que, sin buscarlos, y alec-

cionado por su optimismo sonriente, conseguía con una facilidad mayor cada día. Según le digo al principio de esta carta, no hallará usted aquí más que pensamientos de extrañeza y ninguno del lógico.

Además, heme aquí singularmente recompen- sado de haber sabido deponer las armas en un

• combate demasiado desigual. Hubiese perdido mucho • tiempo obstinándome en usufructuar un dominio que, después de todo, no me pertenece. También hubiese sido muy ingrato si no me hubiese tornado dócilmente hacia ese Sueño que, aun en pugna con los rigores científicos, encanta a ciertos hombres, entre los que me cuento. He soñado, y aun desvariado, sobre lo extraño de mi caso y sobre lo que pudiera con-

• tener de paradójico. Y me he limitado a eso. • Sabía que, sin soñar, lógicamente usted iba

• construyendo. Acaba usted de enviarme, en for- ma de un lote de imprenta, todo el plano de la casa. Me he paseado en ella, de habitación en

u= UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 11

habitación, y no me impedirá usted que le diga hasta qué punto encuentro admirable la habili- dad con la que ha abierto usted ventanas por doquier, de suerte que la luz inunda la morada, y que, por mi parte, me hallo en ella como en la mía propia.

Lo que no discernía, me deja ver su forma, su color y su acento, tras haberle leído a usted. Su razonamiento alumbra hasta los más sombríos

• reductos, en los que el mío se aburría. Como lo hago con esta obra, me percato de la mía para el porvenir. Si por casualidad la cíacultad» no se retira de mí, me debo en lo futuro a sus in- vestigaciones. Lo que ha aclarado usted ya, exa- minando unas quince sesiones, me hace pensar que acaso tenga más tarde el honor de poner a su disposición nuevos y más expresivos ele- mentos de estudio que le procurarán mayores probabilidades de acercamiento para disponer las leyes esenciales de este problema metagnó- mico, del que se ha constituido usted desde

• • ha largo tiempo en infatigable y feliz explo- rador.

Toda fatuidad aparte, deseo vivamente que así ocurra para el progreso de la ciencia y para el profundo placer que lograría, siéndole en esto agradable y útil su muy afectísimo amigo

• PASCAL FORTHUNY,

__ -• • --____

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más hábiles que yo el cuidado de enseñarme un día por qué extraña manera he llegado a ser metagnomo y por qué motivo exacto logro el éxito en estos extraños juegos malabares del es-píritu. A partir de ese momento renuncié tempo-ralmente a la clara y tranquilizadora lógica, ha-

I. ,.....1 A. . .-...4.. ¿ ia ia .uaL uiiiia lillo paouo ÇIIVUCLW CUUC ti-

nieblas. Decidí distraerme y extrañarme, nada • más, de los resultados que, sin buscarlos, y alec-

cionado por su optimismo sonriente, conseguía con una facilidad mayor cada día. Según le digo al principio de esta carta, no hallará usted aquí más que pensamientos de extrañeza y ninguno del lógico.

Además, heme aquí singularmente recompen- sado de haber sabido deponer las armas en un

• combate demasiado desigual. Hubiese perdido mucho • tiempo obstinándome en usufructuar un dominio que, después de todo, no me pertenece. También hubiese sido muy ingrato si no me hubiese tornado dócilmente hacia ese Sueño que, aun en pugna con los rigores científicos, encanta a ciertos hombres, entre los que me cuento. He soñado, y aun desvariado, sobre lo extraño de mi caso y sobre lo que pudiera con-

• tener de paradójico. Y me he limitado a eso. • Sabía que, sin soñar, lógicamente usted iba

• construyendo. Acaba usted de enviarme, en for- ma de un lote de imprenta, todo el plano de la casa. Me he paseado en ella, de habitación en

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habitación, y no me impedirá usted que le diga hasta qué punto encuentro admirable la habili- dad con la que ha abierto usted ventanas por doquier, de suerte que la luz inunda la morada, y que, por mi parte, me hallo en ella como en la mía propia.

Lo que no discernía, me deja ver su forma, su color y su acento, tras haberle leído a usted. Su razonamiento alumbra hasta los más sombríos

• reductos, en los que el mío se aburría. Como lo hago con esta obra, me percato de la mía para el porvenir. Si por casualidad la cíacultad» no se retira de mí, me debo en lo futuro a sus in- vestigaciones. Lo que ha aclarado usted ya, exa- minando unas quince sesiones, me hace pensar que acaso tenga más tarde el honor de poner a su disposición nuevos y más expresivos ele- mentos de estudio que le procurarán mayores probabilidades de acercamiento para disponer las leyes esenciales de este problema metagnó- mico, del que se ha constituido usted desde

• • ha largo tiempo en infatigable y feliz explo- rador.

Toda fatuidad aparte, deseo vivamente que así ocurra para el progreso de la ciencia y para el profundo placer que lograría, siéndole en esto agradable y útil su muy afectísimo amigo

• PASCAL FORTHUNY,

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INTRODUCCIÓN

DESDE que la Psicología se convirtió en ciencia, és decir, desde que habiendo de-

ado de ser, como antaño, objeto de análisis in-trospectivo y de reflexión filosófica, se impuso la misión de buscar en la observación exacta y en la experiencia las leyes físicas y fisiológicas de la función humana de pensar, el trabajo de los que con sus descubrimientos la enriquecen, se ha situado, por decirlo así, sobre dos campos de exploración que hasta ahora parecían dife-rentes.

El más frecuentado de estos campos de traba-jo, y en consecuencia el más abundantemente roturado hasta hoy, es el que corresponde al

• estudio del pensamiento en sus manifestaciones

• comunes a todos los hombres. Los psicólogos, en sus laboratorios, se han esforzado, con ayuda de aquellos métodos que mantienen en lo posi-ble la investigación dentro de la objetividad, en descubrir los determinismos psicoflsiológicos

-'-

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de las sensaciones, y desde tal punto de partida adéntranse en el estudio de la elaboración de los sentimientos, de las voliciones, de las ideas y en el de los psicodinamismos misteriosos siempre, que son la atención y la memoria.

En esta investigación, que atañe generalmen-te al psiquismo del hombre en estado de salud, el hospital ha agregado la inmensa aportación de sus observaciones hechas en ocasión de cier-tas perturbaciones patológicas del pensamiento, de las intervenciones quirúrgicas sobre los cen-tros nerviosos y las glándulas endocrinas, de las comprobaciones comparativas de las autop sias. Este vasto trabajo de los laboratorios uni-versitarios y de la clínica ha venido a confir-mar por la experiencia la noción que Locke y Condillac, hace próximamente dos siglos, extra'

,jeron lógicamente del aspecto superficial de las cosas: «Nada existe en nuestro espíritu que nó lo hayan introducido en él los sentidos.'

Las comprobaciones de los hechos han coloca-do a otros investigadores, muy poco numerosos, sobre un segundo campo de trabajo, en el que la materia en la que tratan de profundizar no es ya el pensamiento elaborando su conocimiento sobre los antecedentes de los sentidos conoci-dos, sino llegando a la noción de lo real en con-diciones tales, que la razón habría de quedar totalmente ajena a ello.

Este conocimiento paranormal de la realidad

'fr

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 15

—supranormal pudiéramos decir, puesto que es en potencia superior a la normal—parece ser el

J producto de una inteligencia latente que coexis- tiera en los individuos con la ordinaria inteli- gencia, pero distinta de ella.

Que los psicólogos encerrados voluntariamen- te en el estudio de las manifestaciones del pen- samiento comunes a todos los hombres, tiendan a la negación de las probabilidades y aun de la existencia del conocimiento supranormal, propio de escaso número de hombres, nada tiene de

• extraño. No habiendo tratado de averiguar esta propiedad, no han podido comprobarla. Creyén- dola en oposición irreductible con lo que saben, la recusan en nombre de su sabiduría. El tiem- po y el trabajo eliminarán este prejuicio.

El actual estado de cosas es, por otra parte, el que hace menos corriente la propiedad del conocimiento supranormal. Si con buenas no- ciones de sus modalidades productivas y de los medios de revelarlas se tratara sistemáticamente de provocar sus manifestaciones, se extrañarían todos de encontrarla tan, a menudo. Porque está

• en potencia en todos los hombres. Subtiende al psiquismo de toda la especie humana, no espe- rando más que la aparición de las condiciones fisiológicas favorables para realizarse, frecuen- temente en fenómenos fortuitos y en ciertos ca- sos en facultades permanentes.

Sus manifestaciones espontáneas, brotes in-

• 1.:i,

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de las sensaciones, y desde tal punto de partida adéntranse en el estudio de la elaboración de los sentimientos, de las voliciones, de las ideas y en el de los psicodinamismos misteriosos siempre, que son la atención y la memoria.

En esta investigación, que atañe generalmen-te al psiquismo del hombre en estado de salud, el hospital ha agregado la inmensa aportación de sus observaciones hechas en ocasión de cier-tas perturbaciones patológicas del pensamiento, de las intervenciones quirúrgicas sobre los cen-tros nerviosos y las glándulas endocrinas, de las comprobaciones comparativas de las autop sias. Este vasto trabajo de los laboratorios uni-versitarios y de la clínica ha venido a confir-mar por la experiencia la noción que Locke y Condillac, hace próximamente dos siglos, extra'

,jeron lógicamente del aspecto superficial de las cosas: «Nada existe en nuestro espíritu que nó lo hayan introducido en él los sentidos.'

Las comprobaciones de los hechos han coloca-do a otros investigadores, muy poco numerosos, sobre un segundo campo de trabajo, en el que la materia en la que tratan de profundizar no es ya el pensamiento elaborando su conocimiento sobre los antecedentes de los sentidos conoci-dos, sino llegando a la noción de lo real en con-diciones tales, que la razón habría de quedar totalmente ajena a ello.

Este conocimiento paranormal de la realidad

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—supranormal pudiéramos decir, puesto que es en potencia superior a la normal—parece ser el

J producto de una inteligencia latente que coexis- tiera en los individuos con la ordinaria inteli- gencia, pero distinta de ella.

Que los psicólogos encerrados voluntariamen- te en el estudio de las manifestaciones del pen- samiento comunes a todos los hombres, tiendan a la negación de las probabilidades y aun de la existencia del conocimiento supranormal, propio de escaso número de hombres, nada tiene de

• extraño. No habiendo tratado de averiguar esta propiedad, no han podido comprobarla. Creyén- dola en oposición irreductible con lo que saben, la recusan en nombre de su sabiduría. El tiem- po y el trabajo eliminarán este prejuicio.

El actual estado de cosas es, por otra parte, el que hace menos corriente la propiedad del conocimiento supranormal. Si con buenas no- ciones de sus modalidades productivas y de los medios de revelarlas se tratara sistemáticamente de provocar sus manifestaciones, se extrañarían todos de encontrarla tan, a menudo. Porque está

• en potencia en todos los hombres. Subtiende al psiquismo de toda la especie humana, no espe- rando más que la aparición de las condiciones fisiológicas favorables para realizarse, frecuen- temente en fenómenos fortuitos y en ciertos ca- sos en facultades permanentes.

Sus manifestaciones espontáneas, brotes in-

• 1.:i,

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esperados en el campo de conciencia de infor-maciones llegadas desde otro plano del psiquis -mo, nacen sin cesar y por doquier, en forma de telepatías, presentimientos, sueños monitorios o premonitorios, aportando un perpetuo y rotundo mentís a los que niegan su existencia.

Sus realizaciones en facultades estables se efectúan según los individuos, sea por evolución mental espontánea, sea en ocasión del choque neurohumoral, de una enfermedad o de una fuerte emoción, por modo más sencillo, en res-puesta a ensayos para asegurarse de si even-tualmente se posee esta facultad. Una vez reve-lada su presencia, se desarrolla por medio del cultivo; en poco tiempo, el ejercicio la conduce en cada cual al máximo desarrollo posible y a su género particular.

Su género es, en efecto, diverso, según los individuos, entendiéndose que si en el conjunto es susceptible de informarse por sus medios pa-ranormales de todo cuanto en el espacio y el tiempo constituye el plano físico en el cual vi-ven nuestros cuerpos, comprobamos en la prác-tica que su potencia de conocimiento se frag. menta, haciendo de cada persona dotada de ella un revelador electivo de tales o cuales mo-dalidades de lo real. ¿Por qué esta fragmenta-ción individual de una capacidad cognoscitiva humana, inmensa en su totalidad?

Algún día se sabrán las causas físicopsicoló-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPANORMAL :17

gicas. Lo que se observa solamente en la actua-lidad es que el azar de las solicitaciones influye a menudo en ello. Quiero decir, que es eso lo que se le exige conocer a esta facultad, que pri-mero la orienta y luego a seguida la fija en una costumbre.

A todo lo largo de la historia, a través de los siglos, se la ven dos aspectos principales, por-que son dos los objetivos que principalmente tiene fijados. Se ha solicitado de ella tan a me-nudo el descubrimiento del agua en aquellos lugares en los que los sentidos ordinarios no lo pércibían, que de ello resultó el tan extendido sourcier (1). Se le ha pedido tanto que regis-tre en lo íntimo de la personalidad humana, que revele los acontecimientos de su vida, que con él se ha creado el 'adivino'. Sourcie,s y adivi-nos, buscadores de agua y reveladores de vidas individuales, han poblado los siglos. Pueblan también el nuestro. Dos fines utilitarios han creado estas especializaciones.

Nada diré de los restantes aspectos que dan a la propiedad de conocimiento supranornial los múltiples objetivos que la curiosidad o el estudió han sido llevados a proponerle.

(1) Zahorí que se dedica por procedimientos mate-riales, generalmente mediante el manejo de una horqui-lla de avellano, a determinar la dirección y profundidad de las corrientes de agua subterrneas.-- (N. de ¡ti T.)

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esperados en el campo de conciencia de infor-maciones llegadas desde otro plano del psiquis -mo, nacen sin cesar y por doquier, en forma de telepatías, presentimientos, sueños monitorios o premonitorios, aportando un perpetuo y rotundo mentís a los que niegan su existencia.

Sus realizaciones en facultades estables se efectúan según los individuos, sea por evolución mental espontánea, sea en ocasión del choque neurohumoral, de una enfermedad o de una fuerte emoción, por modo más sencillo, en res-puesta a ensayos para asegurarse de si even-tualmente se posee esta facultad. Una vez reve-lada su presencia, se desarrolla por medio del cultivo; en poco tiempo, el ejercicio la conduce en cada cual al máximo desarrollo posible y a su género particular.

Su género es, en efecto, diverso, según los individuos, entendiéndose que si en el conjunto es susceptible de informarse por sus medios pa-ranormales de todo cuanto en el espacio y el tiempo constituye el plano físico en el cual vi-ven nuestros cuerpos, comprobamos en la prác-tica que su potencia de conocimiento se frag. menta, haciendo de cada persona dotada de ella un revelador electivo de tales o cuales mo-dalidades de lo real. ¿Por qué esta fragmenta-ción individual de una capacidad cognoscitiva humana, inmensa en su totalidad?

Algún día se sabrán las causas físicopsicoló-

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gicas. Lo que se observa solamente en la actua-lidad es que el azar de las solicitaciones influye a menudo en ello. Quiero decir, que es eso lo que se le exige conocer a esta facultad, que pri-mero la orienta y luego a seguida la fija en una costumbre.

A todo lo largo de la historia, a través de los siglos, se la ven dos aspectos principales, por-que son dos los objetivos que principalmente tiene fijados. Se ha solicitado de ella tan a me-nudo el descubrimiento del agua en aquellos lugares en los que los sentidos ordinarios no lo pércibían, que de ello resultó el tan extendido sourcier (1). Se le ha pedido tanto que regis-tre en lo íntimo de la personalidad humana, que revele los acontecimientos de su vida, que con él se ha creado el 'adivino'. Sourcie,s y adivi-nos, buscadores de agua y reveladores de vidas individuales, han poblado los siglos. Pueblan también el nuestro. Dos fines utilitarios han creado estas especializaciones.

Nada diré de los restantes aspectos que dan a la propiedad de conocimiento supranornial los múltiples objetivos que la curiosidad o el estudió han sido llevados a proponerle.

(1) Zahorí que se dedica por procedimientos mate-riales, generalmente mediante el manejo de una horqui-lla de avellano, a determinar la dirección y profundidad de las corrientes de agua subterrneas.-- (N. de ¡ti T.)

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18 DR. EtJCENE OStY - UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 19

En todos los tiempos y casi en todos los pal- ÇárrolIado la propiedad de conocimiento supra- ses, el hombre hizo llamamiento, empíricamente, aormal en un literato parisiense que hasta la a la propiedad de conocimiento supranormal, edad de cuarenta y ocho años tuvo por impro poniendo a los escasos individuos que en mayor 4 bable, basándose en la fe de la ciencia enseña- grado la poseían en condiciones de hacerlas da, la existencia de esta cualidad y quedó ató- aprovechables para los demás. Las civilizacio- . nito al descubrirse dotado de ella (1). nes antiguas le concedieron gran espacio en su saber y le atribulan un papel social muy impor-

- (1) Para-facilidad en la exposición emplearé en este

tante. Nuestro actual escepticismo, procedente libro como equivalente de conocimiento supranormal, según mi costumbre, la voz metagnomia (del griego

de una ciencia plena de promesas, pero corta, nos más allá, y de vo'i, Conocimiento, es decir, más hace mirar como superstición lo que fué verosí- allá de las propiedades comunes cognoscitivas). Esta

milmente la -muy inteligente utilización de los palabra, creada por E. Boirac, tiene la ventaja de dar

recursos del plan transcendental del psiquismo conocimiento a metdznorno(el dotad:de

humano. refiere esta suerte de conocimiento). ¿Cuánto tiempo, publicaciones y ensayos pri-

vados y demostraciones, en fin, han sido nece- sarios para que la determinación paranormal del agua subterránea y de ciertos productos del subsuelo, cesara en nuestra época de ser objeto de mofa y se trocara en objeto de comunicacio- nes a las sociedades de sabios?

¿Qué tiempo se necesitará aún para que el conocimiento paranormal de la realidad hombre, cuyo estudio promete los descubrimientos más - interesantes para la humanidad, sea tomado en - consideración por el mundo científico y encuen- tre, en fin, el número y la calidad de los investi- gadores que merece?

En este libro me propongo exponer cómo ha nacido, cómo se ha orientado, cómo se ha des

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18 DR. EtJCENE OStY - UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 19

En todos los tiempos y casi en todos los pal- ÇárrolIado la propiedad de conocimiento supra- ses, el hombre hizo llamamiento, empíricamente, aormal en un literato parisiense que hasta la a la propiedad de conocimiento supranormal, edad de cuarenta y ocho años tuvo por impro poniendo a los escasos individuos que en mayor 4 bable, basándose en la fe de la ciencia enseña- grado la poseían en condiciones de hacerlas da, la existencia de esta cualidad y quedó ató- aprovechables para los demás. Las civilizacio- . nito al descubrirse dotado de ella (1). nes antiguas le concedieron gran espacio en su saber y le atribulan un papel social muy impor-

- (1) Para-facilidad en la exposición emplearé en este

tante. Nuestro actual escepticismo, procedente libro como equivalente de conocimiento supranormal, según mi costumbre, la voz metagnomia (del griego

de una ciencia plena de promesas, pero corta, nos más allá, y de vo'i, Conocimiento, es decir, más hace mirar como superstición lo que fué verosí- allá de las propiedades comunes cognoscitivas). Esta

milmente la -muy inteligente utilización de los palabra, creada por E. Boirac, tiene la ventaja de dar

recursos del plan transcendental del psiquismo conocimiento a metdznorno(el dotad:de

humano. refiere esta suerte de conocimiento). ¿Cuánto tiempo, publicaciones y ensayos pri-

vados y demostraciones, en fin, han sido nece- sarios para que la determinación paranormal del agua subterránea y de ciertos productos del subsuelo, cesara en nuestra época de ser objeto de mofa y se trocara en objeto de comunicacio- nes a las sociedades de sabios?

¿Qué tiempo se necesitará aún para que el conocimiento paranormal de la realidad hombre, cuyo estudio promete los descubrimientos más - interesantes para la humanidad, sea tomado en - consideración por el mundo científico y encuen- tre, en fin, el número y la calidad de los investi- gadores que merece?

En este libro me propongo exponer cómo ha nacido, cómo se ha orientado, cómo se ha des

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¿ (

CAPITULO PRIMERO

LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA DE PASCAL

FORTHUNY ANTES DE LA APARICIÓN DE SU FA-

CULTAD METAGNÓMICA

EL don metagnómico del Sr. Forthuny se re-J_, veló tarde en su vida: a los cuarenta y ocho años. Más adelante diré en qué trágicas y tam-bién curiosas circunstancias. Para extraer de ese caso psíquico todas las enseñanzas que con-tiene, conviene integrar la fase metagnómica tardía de P. F. al caudal psicológico general de su vida. M. Forthuny lo ha comprendido tan bien, que me ha permitido hacer público en lí-neas generales el movimiento evolutivo de su personalidad mental desde su niñez.

Al escrutar los antecedentes familiares de P. F. no se encuentra ningún don metapsíquico, ni siquiera alguna de esas manifestaciones es-pontáneas (presentimientos, telepatías, sueños monitorios o premonitorios) de las cuales pocas familias se hallan exentas.

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24 DR, EUGENE OSTY

Su madre, muerta en 1911, de una pulmonía consecuente a un enfriamiento, era una persona robusta, física y moralmente, llena de buen sen tido, práctica y preocupándose poco de visiones y visionarios. Tal es también su padre, arquitec-to parisiense en la actualidad, de noventa y cua-tro años de edad y aún bien conservado. La madre era nivernesa y el padre blaisois, ambos de origen aldeano: labradores, cultivadores, car-pinteros. Raza muy sana, viviendo en las reali-dades, ignorando las perturbaciones llamadas nerviosas. Buceando en la doble ascendencia,

• sólo se encuentra una figura con algún relieve sobre las virtudes prácticas de la honrada fami-lia: el bisabuelo materno, campesino lleno de imaginación, asombro del lugar por su alegría rabelesiana, sus improvisaciones de canciones (letra y música), los fuegos artificiales de su es-píritu, de tina actividad extraordinaria. De este antepasado hallamos algún sedimento en el bis-nieto.

Niño, P. F. era de un carácter atrayente y pin-toresco, pero intolerable. De una nerviosidad en-loquecedora, rompiéndolo todo, vivía más en él que In las cosas que le rodeaban.

Su universo era menos el espectáculo exte-rior que el que le proporcionaba sin descanso y mucho más vario una imaginación prodigiosa-mente vivaz. Era su pensamiento un desárrollo continuo de proyectos de viajes, de vida inde-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRA NORMAL 25

pendiente, de aventuras, de papeles numerosos y siempre magnos para representar entre los hombres. Un hervidero de imágenes.

Muy pronto le atrajeron las letras, la poesía sobre todo, la lírica principalmente. El joven alumno del colegio de Blois componía versos cuya efímera existencia finaba siempre en la estufa.

Apasionado por la música, renunciaba a los recreos, escapándose del patio para encerrarse en la capilla. Allí pedía a su imaginación ar-diente que le concediera mediante los sones del armonio los encantos que en otro tiempo le pro-porcionaría por modo tan abundante en aparien-cia visual.

Porque si le complacía oír las obras de los grandes músicos, tenía poco gusto para expre-sarlas de por si. También en este aspecto prefe-ría privarse de lo externo y dirigirse a su propio caudal.

Ello fué lo que comprendió su profesor de música en aquel tiempo, quien lo educó en el sentido de la improvisación.

De once a quince años, su vida se expresó a través de la poesía lírica o de la música. Era la suya un alma cantante. Durante las fiestas en la iglesia se interpretaban sus creaciones musica-les y en clase leíanse sus composiciones fran-cesas. En cuanto a las ciencias, las ignoraba todas. Efectuar una suma le hacía palidecer.

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24 DR, EUGENE OSTY

Su madre, muerta en 1911, de una pulmonía consecuente a un enfriamiento, era una persona robusta, física y moralmente, llena de buen sen tido, práctica y preocupándose poco de visiones y visionarios. Tal es también su padre, arquitec-to parisiense en la actualidad, de noventa y cua-tro años de edad y aún bien conservado. La madre era nivernesa y el padre blaisois, ambos de origen aldeano: labradores, cultivadores, car-pinteros. Raza muy sana, viviendo en las reali-dades, ignorando las perturbaciones llamadas nerviosas. Buceando en la doble ascendencia,

• sólo se encuentra una figura con algún relieve sobre las virtudes prácticas de la honrada fami-lia: el bisabuelo materno, campesino lleno de imaginación, asombro del lugar por su alegría rabelesiana, sus improvisaciones de canciones (letra y música), los fuegos artificiales de su es-píritu, de tina actividad extraordinaria. De este antepasado hallamos algún sedimento en el bis-nieto.

Niño, P. F. era de un carácter atrayente y pin-toresco, pero intolerable. De una nerviosidad en-loquecedora, rompiéndolo todo, vivía más en él que In las cosas que le rodeaban.

Su universo era menos el espectáculo exte-rior que el que le proporcionaba sin descanso y mucho más vario una imaginación prodigiosa-mente vivaz. Era su pensamiento un desárrollo continuo de proyectos de viajes, de vida inde-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRA NORMAL 25

pendiente, de aventuras, de papeles numerosos y siempre magnos para representar entre los hombres. Un hervidero de imágenes.

Muy pronto le atrajeron las letras, la poesía sobre todo, la lírica principalmente. El joven alumno del colegio de Blois componía versos cuya efímera existencia finaba siempre en la estufa.

Apasionado por la música, renunciaba a los recreos, escapándose del patio para encerrarse en la capilla. Allí pedía a su imaginación ar-diente que le concediera mediante los sones del armonio los encantos que en otro tiempo le pro-porcionaría por modo tan abundante en aparien-cia visual.

Porque si le complacía oír las obras de los grandes músicos, tenía poco gusto para expre-sarlas de por si. También en este aspecto prefe-ría privarse de lo externo y dirigirse a su propio caudal.

Ello fué lo que comprendió su profesor de música en aquel tiempo, quien lo educó en el sentido de la improvisación.

De once a quince años, su vida se expresó a través de la poesía lírica o de la música. Era la suya un alma cantante. Durante las fiestas en la iglesia se interpretaban sus creaciones musica-les y en clase leíanse sus composiciones fran-cesas. En cuanto a las ciencias, las ignoraba todas. Efectuar una suma le hacía palidecer.

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26 DR. RUGENE OSTY

Cuando hubo adquirido el título de bachiller en Letras, su padre, creyendo obrar bien, lo hizo entrar en la clase de Ciencias del Liceo Janson de Salily, en París, como preparación para la Escuela de Bellas Artes, sección de Arquitectu- ra. Quería hacerse un colaborador y transmitirle

• más tarde su estudio de arquitecto. El examen del bachillerato de ciencias fué,

como tenía que ser, un fracaso lamentable. Admitido, pese a su rara insuficiencia cientí-

fica, en la Escuela de Bellas Artes, P. F. fué durante tres meses un alumno de gran fantasía, más cuidadadoso de ser un ajustador de peri. samientos y de palabras que de piedras. De es- píritu esencialmente improvisador, por instinto, rehusaba el asimilarse la manera de los antiguos maestros. No tomó con gusto sus estudios, has- ta que Baudot lo inició en la arquitectura mo- derna, porque era lo nuevo, materia susceptible de imaginar y de crear. Sin embargo, sus me- jores momentos se pasaron en medio de la ju- ventud literaria, que gravitaba alrededor de Cá. tulo Mendes y de Mauricio Barrés, hacia los que él mismo se sentía atraído como el hierro

• por el imán. Burgués de tamilia y de hábitos, el movi-

miento monótono de su existencia comienza entonces a pesarle. Durante tres años consecu- tivos pide a Alemania que ella sea el ornato de sus románticos ensueños.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 27

En Munich da a su imaginación las titánicas sugestiones de la música de Wágner. Y entre los viejos castillos renanos, vaga agregando al pasado, poco complicado de las cosas, un mun-do de creaciones mentales.

Sus creencias religiosas se han perdido. Lec-turas, conversaciones, el propio aspecto de la vida, le han convencido de que la materia es la sola substancia del universo, y que seres y co-sas de ella se derivan, efímeros, por el juego de leyes mecánicas; el hombre debe su pensa-miento a una combinación más acertada que las demás. P. F. es un materialista con la esperan-za, sin embargo, de que algún día han de demostrarle que está en el error. Pero este ma-terialista está pletórico de ideal. Su pensamiento se halla en permanente intento de huida lelos de las cosas y por encima de ellas, en el ensue-ño de innumerables temas de lo más bello y lo más selecto que sus sentidos perciben. No en-contrando fuera de sí con qué satisfacerse, se lo pide a su espíritu. No hallando en su espíritu precisión alguna sobre lo mejor, que busca, lo formula en una no interrumpida sucesión de construcciones imaginarias. Dos novelas escri-tas hacia los treinta años, son los cráteres por los que se escapa algo de esta lava idealista ar-diente. En Las etapas inquietas, el autor des. arrolla la evolución espiritualista del hombre. En El rey regicida, expresión de idealismo político,

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26 DR. RUGENE OSTY

Cuando hubo adquirido el título de bachiller en Letras, su padre, creyendo obrar bien, lo hizo entrar en la clase de Ciencias del Liceo Janson de Salily, en París, como preparación para la Escuela de Bellas Artes, sección de Arquitectu- ra. Quería hacerse un colaborador y transmitirle

• más tarde su estudio de arquitecto. El examen del bachillerato de ciencias fué,

como tenía que ser, un fracaso lamentable. Admitido, pese a su rara insuficiencia cientí-

fica, en la Escuela de Bellas Artes, P. F. fué durante tres meses un alumno de gran fantasía, más cuidadadoso de ser un ajustador de peri. samientos y de palabras que de piedras. De es- píritu esencialmente improvisador, por instinto, rehusaba el asimilarse la manera de los antiguos maestros. No tomó con gusto sus estudios, has- ta que Baudot lo inició en la arquitectura mo- derna, porque era lo nuevo, materia susceptible de imaginar y de crear. Sin embargo, sus me- jores momentos se pasaron en medio de la ju- ventud literaria, que gravitaba alrededor de Cá. tulo Mendes y de Mauricio Barrés, hacia los que él mismo se sentía atraído como el hierro

• por el imán. Burgués de tamilia y de hábitos, el movi-

miento monótono de su existencia comienza entonces a pesarle. Durante tres años consecu- tivos pide a Alemania que ella sea el ornato de sus románticos ensueños.

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En Munich da a su imaginación las titánicas sugestiones de la música de Wágner. Y entre los viejos castillos renanos, vaga agregando al pasado, poco complicado de las cosas, un mun-do de creaciones mentales.

Sus creencias religiosas se han perdido. Lec-turas, conversaciones, el propio aspecto de la vida, le han convencido de que la materia es la sola substancia del universo, y que seres y co-sas de ella se derivan, efímeros, por el juego de leyes mecánicas; el hombre debe su pensa-miento a una combinación más acertada que las demás. P. F. es un materialista con la esperan-za, sin embargo, de que algún día han de demostrarle que está en el error. Pero este ma-terialista está pletórico de ideal. Su pensamiento se halla en permanente intento de huida lelos de las cosas y por encima de ellas, en el ensue-ño de innumerables temas de lo más bello y lo más selecto que sus sentidos perciben. No en-contrando fuera de sí con qué satisfacerse, se lo pide a su espíritu. No hallando en su espíritu precisión alguna sobre lo mejor, que busca, lo formula en una no interrumpida sucesión de construcciones imaginarias. Dos novelas escri-tas hacia los treinta años, son los cráteres por los que se escapa algo de esta lava idealista ar-diente. En Las etapas inquietas, el autor des. arrolla la evolución espiritualista del hombre. En El rey regicida, expresión de idealismo político,

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28 DR. EUGENE OSTY

conduce a un monarca a arrastrar sus Estados a la anarquía por amor a la humanidad.

Novelista y músico, P. F. se entrega también a la pintura en todos sus géneros, considerando lo externo tan sólo en la medida necesaria para imaginar lo posible. Ejecuta siempre lo más bello de Natura en estilos variados, sin falsearlo jamás; pero vanamente buscarianse por el mun-do los hermosos paisajes que pintó. En su ce-rebro únicamente pudieran hallarse. Aunque parezcan tan reales como la propia realidad, son paisajes de ensueño.

Músico, literato, pintor, P. F. estaba dotado de cuanto se precisa para ser crítico de arte, y lo fué por la fuerza de las circunstancias, pero no de un modo vulgar. Todo cuanto escribió sobre la producción artística es un a modo de marcha progresiva por sobre la materia, la téc-nica del pincel y el empleo de los colores. En una obra, es el aspecto psicológico del autor lo que le atrae; quiere descubrir los motivos ínti-mos de la creación, escudriñar en el «fondo del alma», y ello le valió el irritar a varios artistas.

Halló grato extender sus ideas y difundir el gusto artístico. Y durante algún tiempo dió en provincias conferencias sobre «el arte para todos».

Queriendo entrar en contacto con el pensa- miento de las colectividades humanas civiliza-das y, por decirlo así, bañar su espíritu en sus

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMÁL 29

obras, empezó a aprender los idiomas que de-bían serle útiles.

Lo hizo a su manera: leyendo los periódicos de los diversos países, principiando por las re-vistas infantiles, en las que las palabras se repi-ten y las frases son sencillas y claras; después, progresivamente, de periódico en periódico, hasta llegar a los destinados a gente de gran cultura. De esta guisa se familiarizó con el in-glés, el alemán, el español, el italiano, el por-tugués.

Así, saturado del pensar europeo por el co-nocimiento de los principales idiomas y de las obras de Europa, no tarda en resultar estrecho para él tal horizonte. Asia, a la que entrevé a tra-vés de su lectura; Asia, para él misteriosa, ejer-ce sobre su imaginación, siempre ávida de no-vedad, el atractivo de lo desconocido. El azar pone en sus manos una gramática china. Se ma-ravilla de la belleza plástica de los caracteres gráficos de este idioma. La juzga como pintor. Inmediatamente su espíritu cristaliza una gran quimera alrededor de este núcleo accidental. Es preciso que aprenda este idioma, que abandone Europa, que vaya a China, con su mujer y su hijo, a vivir otra vida. Y helo aquí, a cuarenta y un años, alumno del Colegio de idiomas orien-tales, trabajando como un forzado, sin parar mientes en sus intereses del momento. Tres años más tarde logra un diploma de idu chino,

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28 DR. EUGENE OSTY

conduce a un monarca a arrastrar sus Estados a la anarquía por amor a la humanidad.

Novelista y músico, P. F. se entrega también a la pintura en todos sus géneros, considerando lo externo tan sólo en la medida necesaria para imaginar lo posible. Ejecuta siempre lo más bello de Natura en estilos variados, sin falsearlo jamás; pero vanamente buscarianse por el mun-do los hermosos paisajes que pintó. En su ce-rebro únicamente pudieran hallarse. Aunque parezcan tan reales como la propia realidad, son paisajes de ensueño.

Músico, literato, pintor, P. F. estaba dotado de cuanto se precisa para ser crítico de arte, y lo fué por la fuerza de las circunstancias, pero no de un modo vulgar. Todo cuanto escribió sobre la producción artística es un a modo de marcha progresiva por sobre la materia, la téc-nica del pincel y el empleo de los colores. En una obra, es el aspecto psicológico del autor lo que le atrae; quiere descubrir los motivos ínti-mos de la creación, escudriñar en el «fondo del alma», y ello le valió el irritar a varios artistas.

Halló grato extender sus ideas y difundir el gusto artístico. Y durante algún tiempo dió en provincias conferencias sobre «el arte para todos».

Queriendo entrar en contacto con el pensa- miento de las colectividades humanas civiliza-das y, por decirlo así, bañar su espíritu en sus

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obras, empezó a aprender los idiomas que de-bían serle útiles.

Lo hizo a su manera: leyendo los periódicos de los diversos países, principiando por las re-vistas infantiles, en las que las palabras se repi-ten y las frases son sencillas y claras; después, progresivamente, de periódico en periódico, hasta llegar a los destinados a gente de gran cultura. De esta guisa se familiarizó con el in-glés, el alemán, el español, el italiano, el por-tugués.

Así, saturado del pensar europeo por el co-nocimiento de los principales idiomas y de las obras de Europa, no tarda en resultar estrecho para él tal horizonte. Asia, a la que entrevé a tra-vés de su lectura; Asia, para él misteriosa, ejer-ce sobre su imaginación, siempre ávida de no-vedad, el atractivo de lo desconocido. El azar pone en sus manos una gramática china. Se ma-ravilla de la belleza plástica de los caracteres gráficos de este idioma. La juzga como pintor. Inmediatamente su espíritu cristaliza una gran quimera alrededor de este núcleo accidental. Es preciso que aprenda este idioma, que abandone Europa, que vaya a China, con su mujer y su hijo, a vivir otra vida. Y helo aquí, a cuarenta y un años, alumno del Colegio de idiomas orien-tales, trabajando como un forzado, sin parar mientes en sus intereses del momento. Tres años más tarde logra un diploma de idu chino,

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30 DR. EUGENE OSTY

rebusca en la literatura de esta lengua y, burla burlando, traduce y publica algunas novelas. Se complace en el espectáculo que esas lecturas le procuran. Nada le parece más cautivante que las vidas silenciosas de esos hombres amarillos, obsesionados por los demonios, los genios y los espíritus protectores. Esta fantasmagoría le en- canta Se descubre a sí mismo enamorado de todo lo maravilloso.

Si en este preciso instante se le hubiera ha- blado del maravilloso metaps!quico, es decir, de las desconocidas potencias psico-dinámicas bu- manas, las hubiera considerado un alimento fa- vorable a los vuelos de sus ensueños, pero in- aceptables para la razón.

41 Mas un drama, al precipitarse sobre esta alma tan vibrante, había de producir el nacimiento de una facultad inesperada: tal una isla nueva que un seísmo submarino hiciera surgir del mar.

En junio de 1919, su hijo único, Federico Forthuny, muchacho de veinticuatro años, alma tan sensible como la suya, está en Rumania di- rigiendo el campo de aviación de Galatz. El día 25 llega un telegrama anunciando que los ale- manes se deciden a entrar en Francia para fir- mar el tratado de paz en Versalles. Desborda la alegría en la ciudad, que toma aspecto de día festivo, se empavesa. Pronto al entusiasmo, Fe- derico Forthuny quiere celebrar como aviador la buena nueva. Cose, unos con otros, paños de

UIA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 31

los colores nacionales, para hacer una inmensa bandera francesa, Y en el cielo, dorado por un sol ya bajo sobre el horizonte, se eleva llevando bajo su avión el enorme estandarte. La multitud aplaude la maestría del aviador y los colores de Francia. Súbitamente, una ráfaga de aire arroja la tela sobre la hélice. El aparato cae en barre-tia. Federico se destroza contra el suelo, en el cementerio mismo de Galatz. En el corazón del padre fué, como puede imaginarse, una explo-sión de dolor y una interminable desesperanza.

En el umbral de la fase de aparición de la facultad metagnómica de P. F., creo deber aña-dir a su retrato psicológico algunos toques su-plementarios que le darán más expresión.

Pascal F. es de constitución endeble, pero muy resistente. Un trabajador infatigable gus-tando de su obra, por no ejecutar más que aque-llo que le place. El inventario patológico de su vida es corto: una pleuresía sin consecuencia a cuatro años, una artritis monoarticular a quince, y nada más. Salvo en el doloroso acontecimien-to narrado antes, sus días se desgranaron siem-pre al amparo de un bello optimismo.

Todo cuanto expresa belleza, conmueve su alma. La música, el órgano sobre todo, le im-presiona hasta arrancarle lágrimas. Ante la gran-diosidad de la Naturaleza, se separa de sus compañeros para sintonizar su sensibilidad con

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rebusca en la literatura de esta lengua y, burla burlando, traduce y publica algunas novelas. Se complace en el espectáculo que esas lecturas le procuran. Nada le parece más cautivante que las vidas silenciosas de esos hombres amarillos, obsesionados por los demonios, los genios y los espíritus protectores. Esta fantasmagoría le en- canta Se descubre a sí mismo enamorado de todo lo maravilloso.

Si en este preciso instante se le hubiera ha- blado del maravilloso metaps!quico, es decir, de las desconocidas potencias psico-dinámicas bu- manas, las hubiera considerado un alimento fa- vorable a los vuelos de sus ensueños, pero in- aceptables para la razón.

41 Mas un drama, al precipitarse sobre esta alma tan vibrante, había de producir el nacimiento de una facultad inesperada: tal una isla nueva que un seísmo submarino hiciera surgir del mar.

En junio de 1919, su hijo único, Federico Forthuny, muchacho de veinticuatro años, alma tan sensible como la suya, está en Rumania di- rigiendo el campo de aviación de Galatz. El día 25 llega un telegrama anunciando que los ale- manes se deciden a entrar en Francia para fir- mar el tratado de paz en Versalles. Desborda la alegría en la ciudad, que toma aspecto de día festivo, se empavesa. Pronto al entusiasmo, Fe- derico Forthuny quiere celebrar como aviador la buena nueva. Cose, unos con otros, paños de

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los colores nacionales, para hacer una inmensa bandera francesa, Y en el cielo, dorado por un sol ya bajo sobre el horizonte, se eleva llevando bajo su avión el enorme estandarte. La multitud aplaude la maestría del aviador y los colores de Francia. Súbitamente, una ráfaga de aire arroja la tela sobre la hélice. El aparato cae en barre-tia. Federico se destroza contra el suelo, en el cementerio mismo de Galatz. En el corazón del padre fué, como puede imaginarse, una explo-sión de dolor y una interminable desesperanza.

En el umbral de la fase de aparición de la facultad metagnómica de P. F., creo deber aña-dir a su retrato psicológico algunos toques su-plementarios que le darán más expresión.

Pascal F. es de constitución endeble, pero muy resistente. Un trabajador infatigable gus-tando de su obra, por no ejecutar más que aque-llo que le place. El inventario patológico de su vida es corto: una pleuresía sin consecuencia a cuatro años, una artritis monoarticular a quince, y nada más. Salvo en el doloroso acontecimien-to narrado antes, sus días se desgranaron siem-pre al amparo de un bello optimismo.

Todo cuanto expresa belleza, conmueve su alma. La música, el órgano sobre todo, le im-presiona hasta arrancarle lágrimas. Ante la gran-diosidad de la Naturaleza, se separa de sus compañeros para sintonizar su sensibilidad con

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32 DR. EUCNE OSTY

la magnificencia de las cosas. En la soledad la emoción le arrodilla muchas veces.

1 - Su alma vibra intensamente al exterior. Al menor choque su imaginación deflagra. Un nada la hace volar en improvisaciones sin lími- tes, que exterioriza en las diversas expresiones del arte. De unas frases sorprendidas surgirá pronto una novela. Unas páginas de lectura le inspirarán un cuadro. Sobre un acorde al azar arrancado al piano, partirá - en una improvisa ción infinita.

Pascal F. no produce para los demás. Cultiva el arte como quien se pasea, por su solo placer.

En música ha producido mucho, sobre todo composiciones para canto, y ha publicado muy poco. Casi a diario una o dos veces, y sobre todo en la penumbra del atardecer, se sienta ante el piano, y, dando rienda suelta a su ima- ginación tan fértil, se escucha. Lo que improvi- sa es de una diversidad indefinida. No tiene un estilo, tiene todos los estilos. Frecuentemente es música bellísima. Es música para él, es músi- ca perdida.

Como pintor practica la acuarela, y aún más a menudo el óleo y la guache. Uno de sus cua- dros fué adquirido por el Estado., Pinta por pin- tar y cuando se le antoja. Su obra está com- puesta, en su mayoría, por paisajes jamás co- piados de la Naturaleza, imaginados siempre. Se le ocurren en momentos inesperados. Al es-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 33

cribir una carta, o algunas páginas de novela, una visión clara de color, luminosidad y forma, se adueña de él. Torna papel y pintura; dos he)- ras después queda fijada la visión. Lee; la des-cripción cuyos elementos acaba de imaginar si-cesivamente, se traduce en sintesis plástica como ante sus ojos; la dibuja para aumentarla de color más tarde, o bien la pinta. Aun en esto, si se quisiera caracterizar el estilo de Forthuny, no se podría conseguir. No puede tener mi es tilo. Su técnica varía constar ternente, La mayo-ría de sus cuadros son «estilo de.,, » En música se encanta; en pintura se divierte. Y se divierte también cuando escribe sus novelas. Las cons-truye en el mismo estado de ánimo con que cualquier mortal va al teatro. Su imaginación, sin esfuerzo, le muestra espectáculos, y él ¡os traduce al simbolismo de las palabras. Tres de sus novelas son narraciones de ensueños. Una mañana de 1904 se despieta febril, dicta ner-viosamente diez y seis páginas de notas cuyo desarrollo será la novela titulada El rey regici-da. Otra mañana de 1923 se dispone a levan-tarse, mira la hora y se vuelve a dormir. Des-pierto tres minutos después, queda estupeiacto al comprobar que acaba de ser espectador de un trozo de vida accidentada y derivando ha-cia la crítica social. Personajes, nombres de suC-jetos, de lugares, de funciones; acciones iridivi-duales e interacciones de gentes y de cos,

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32 DR. EUCNE OSTY

la magnificencia de las cosas. En la soledad la emoción le arrodilla muchas veces.

1 - Su alma vibra intensamente al exterior. Al menor choque su imaginación deflagra. Un nada la hace volar en improvisaciones sin lími- tes, que exterioriza en las diversas expresiones del arte. De unas frases sorprendidas surgirá pronto una novela. Unas páginas de lectura le inspirarán un cuadro. Sobre un acorde al azar arrancado al piano, partirá - en una improvisa ción infinita.

Pascal F. no produce para los demás. Cultiva el arte como quien se pasea, por su solo placer.

En música ha producido mucho, sobre todo composiciones para canto, y ha publicado muy poco. Casi a diario una o dos veces, y sobre todo en la penumbra del atardecer, se sienta ante el piano, y, dando rienda suelta a su ima- ginación tan fértil, se escucha. Lo que improvi- sa es de una diversidad indefinida. No tiene un estilo, tiene todos los estilos. Frecuentemente es música bellísima. Es música para él, es músi- ca perdida.

Como pintor practica la acuarela, y aún más a menudo el óleo y la guache. Uno de sus cua- dros fué adquirido por el Estado., Pinta por pin- tar y cuando se le antoja. Su obra está com- puesta, en su mayoría, por paisajes jamás co- piados de la Naturaleza, imaginados siempre. Se le ocurren en momentos inesperados. Al es-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 33

cribir una carta, o algunas páginas de novela, una visión clara de color, luminosidad y forma, se adueña de él. Torna papel y pintura; dos he)- ras después queda fijada la visión. Lee; la des-cripción cuyos elementos acaba de imaginar si-cesivamente, se traduce en sintesis plástica como ante sus ojos; la dibuja para aumentarla de color más tarde, o bien la pinta. Aun en esto, si se quisiera caracterizar el estilo de Forthuny, no se podría conseguir. No puede tener mi es tilo. Su técnica varía constar ternente, La mayo-ría de sus cuadros son «estilo de.,, » En música se encanta; en pintura se divierte. Y se divierte también cuando escribe sus novelas. Las cons-truye en el mismo estado de ánimo con que cualquier mortal va al teatro. Su imaginación, sin esfuerzo, le muestra espectáculos, y él ¡os traduce al simbolismo de las palabras. Tres de sus novelas son narraciones de ensueños. Una mañana de 1904 se despieta febril, dicta ner-viosamente diez y seis páginas de notas cuyo desarrollo será la novela titulada El rey regici-da. Otra mañana de 1923 se dispone a levan-tarse, mira la hora y se vuelve a dormir. Des-pierto tres minutos después, queda estupeiacto al comprobar que acaba de ser espectador de un trozo de vida accidentada y derivando ha-cia la crítica social. Personajes, nombres de suC-jetos, de lugares, de funciones; acciones iridivi-duales e interacciones de gentes y de cos,

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34 DR. FUGYNE OSTY,

todo estaba en su pensamiento, tan nítido como

en la vida real. A los ocho días está escrita ura

novela, El Expósito, que publica el periódico

L'Avenir. Al releerlo, Forthuny se extraña de que le haya bastado tan poco tiempo para ima- ginar y escribir cosas que parecen haber sido largamente pensadas.

Este aprovechamiento de sueños espontáneos le sugirió la idea de provocar utilitarianiente sus sueños. Trató de encadenarlos de noche a noche, tal unas cintas cinematográficas proyec- tadas en episodios. Inmediatamente lo consi- guió. Durante cinco noches consecutivas tuvo otros tantos sueños que desarrollaron una tilia- ción de acontecimientos tan bien soldados en sus fragmentos, que cada sueño reanudaba la acción en el punto preciso en que la había abandonado la anterior. Así fueron escritas oua-

1 f renta páginas de la novela Voyage au pays du

bizarre, construcción lógica a la que Forthony no tuvo nada que añadir. La historia ocurre en Inglaterra. El texto semeja una traducción de un

• humorista inglés. P. F., con gran sentimiento, tuvo que abandonar este modo de trabajar, por- que sentía dolores en la nuca que, con razón o sin ella, llegaron a alarmarte.

La personalidad psíquica de Forthuny está, pues, caracterizada por una gran sensibilidad y una fuerte imaginación inventiva. Sus mejDres producciones en música, en pintura y en nove-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 35

la, son improvisadas. Inventa para su satisfac-ción personal. Se divierte, y si, por añadidura, lo que produce divirtiéndose le es útil, se feli-cita de ello como de unasuerte venturosa. ¡Tie-ne alma de artista! (1).

El 12 de enero de 1911, tenía entonces trein-ta y nueve años, P. F., acompañadode un joven fotógrafo, estaba en la estación de Sedán, en

'cumplimiento, desde hacía ya algunos días, de una misión que le había confiado el diario Le Matin: hacer una información sobre las huelgas de Alsacia. Sus peregrinaciones por el Este fran-

(1) He aquí, a modo de enunciado cronólógico, la producción artística y literaria de M. Forthuny:

Esta sinopsis de trabajo es el documento psicológico complementario del breve análisis que precede.

P. Forthuny: Fundador de L'ceuvre d'Art, colaborador de las principales revistas de arte decorativo, en Fran-cia, desde 1892; encargado por el Gobierno de ciertas misiones (en Inglaterra, Alemania y Rumania, para el estudió de Artes decorativag); crítico de Arte en Le Ma-tln, L'Excelsjor et ¡'Avenir. Premiado en la Crítica de Arte (1913); miembro de honor del Salón de otoño, pro-loguista del Salón de otoño.

Pintor: Tres exposiciones (Una obra adquirida por el Estado).

Músico: Piezas para piano, coral del Viernes Santo, La última mirada de Cristo, etc.

Teatro: Manfredo, adaptación según Byron sobre la música deRoberto Schumann (Teatro de l'cEuvre, 1902); El renunciamiento de José, un acto en verso (Tea-to Mors, 1910); Te Club des Ganards Mandarins, en co-

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34 DR. FUGYNE OSTY,

todo estaba en su pensamiento, tan nítido como

en la vida real. A los ocho días está escrita ura

novela, El Expósito, que publica el periódico

L'Avenir. Al releerlo, Forthuny se extraña de que le haya bastado tan poco tiempo para ima- ginar y escribir cosas que parecen haber sido largamente pensadas.

Este aprovechamiento de sueños espontáneos le sugirió la idea de provocar utilitarianiente sus sueños. Trató de encadenarlos de noche a noche, tal unas cintas cinematográficas proyec- tadas en episodios. Inmediatamente lo consi- guió. Durante cinco noches consecutivas tuvo otros tantos sueños que desarrollaron una tilia- ción de acontecimientos tan bien soldados en sus fragmentos, que cada sueño reanudaba la acción en el punto preciso en que la había abandonado la anterior. Así fueron escritas oua-

1 f renta páginas de la novela Voyage au pays du

bizarre, construcción lógica a la que Forthony no tuvo nada que añadir. La historia ocurre en Inglaterra. El texto semeja una traducción de un

• humorista inglés. P. F., con gran sentimiento, tuvo que abandonar este modo de trabajar, por- que sentía dolores en la nuca que, con razón o sin ella, llegaron a alarmarte.

La personalidad psíquica de Forthuny está, pues, caracterizada por una gran sensibilidad y una fuerte imaginación inventiva. Sus mejDres producciones en música, en pintura y en nove-

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la, son improvisadas. Inventa para su satisfac-ción personal. Se divierte, y si, por añadidura, lo que produce divirtiéndose le es útil, se feli-cita de ello como de unasuerte venturosa. ¡Tie-ne alma de artista! (1).

El 12 de enero de 1911, tenía entonces trein-ta y nueve años, P. F., acompañadode un joven fotógrafo, estaba en la estación de Sedán, en

'cumplimiento, desde hacía ya algunos días, de una misión que le había confiado el diario Le Matin: hacer una información sobre las huelgas de Alsacia. Sus peregrinaciones por el Este fran-

(1) He aquí, a modo de enunciado cronólógico, la producción artística y literaria de M. Forthuny:

Esta sinopsis de trabajo es el documento psicológico complementario del breve análisis que precede.

P. Forthuny: Fundador de L'ceuvre d'Art, colaborador de las principales revistas de arte decorativo, en Fran-cia, desde 1892; encargado por el Gobierno de ciertas misiones (en Inglaterra, Alemania y Rumania, para el estudió de Artes decorativag); crítico de Arte en Le Ma-tln, L'Excelsjor et ¡'Avenir. Premiado en la Crítica de Arte (1913); miembro de honor del Salón de otoño, pro-loguista del Salón de otoño.

Pintor: Tres exposiciones (Una obra adquirida por el Estado).

Músico: Piezas para piano, coral del Viernes Santo, La última mirada de Cristo, etc.

Teatro: Manfredo, adaptación según Byron sobre la música deRoberto Schumann (Teatro de l'cEuvre, 1902); El renunciamiento de José, un acto en verso (Tea-to Mors, 1910); Te Club des Ganards Mandarins, en co-

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—Pero--insistió el fotógrafo—cómo van a recibirnos en Le Zfrlatin?

—Me da lo mismo. Yo regreso. Forthuny acababa de tener, según él mismo

había dicho, la visión de un ataúd colocado al lado del tablón, reforzado con listones de hie-rro, donde se colocan los equipajes. No estaba por ello conmovido ni la relacionaba con nin-gún acontecimiento. Sabía a todos los de su fa-milia en buen estado de salud. Sin embargo, sentíase impulsado a partir, y por un a modo de consentimiento absurdo de su razón, ajustó sus actos a esta sugestión. Al entrar en su casa sus primeras palabras fueron para informarse de la salud de todos los suyos.

La señora F. le dijo: —Tu padre me escribe que tu madre no se

encuentra bien: que se ha enfriado y que es cosa de cuidado.

Forthuny corre a Neuilly, a casa de sus pa-dres. Su madre tenía una pulmonía. Al día si-guiente, a las doce, durante la comida, Forthu-ny se separa súbitamente de su padre y su her-mano. Su madre se muere en el preciso momento en que se acerca a ella...

Pascal Forthuny, informado ahora tan a me-nudo de episodios de vida pasada o futura acae-cidos a personas desconocidas para él, no tuvo hasta 1923 más que esta aislada manifestación de conocimiento supranormal.

E 36 DR. LUGENE OSTY

cés y por Alsacia debían durar aún ocho días. En el momento de acercarse al despacho de bi-

¡ lletes con objeto de adquirir el suyo para Mul- house, vuélvese bruscamente hacia sq compa- ñero y le dice:

—Oiga, es preciso volver a París. —Volver a París? ¿Y Mulhouse y Colmar,

donde debemos ir? —Yo vuelvo—contesta Forthuny—. No se

ría de lo que voy a decirle. He visto allá, en el rincón aquel, al lado de los equipajes, un fére- tro recubierto de un paño negro y con unos ci- rios a cada lado. ¡Huyamos!

laboración con Enrique Duvernois, tres actos (Teatro Studio de los Campos Elíseos, 1923-24).

Novelas: La Custodia de oro (1895), Notas e impresio-

nes de viaje (1'898), Ruta ideal, Las etapas inquietas

(1899), Una crisis (1901), El rey regicida (1904), La Alte-

za (1905), Frieda, Amor de Alemania (1907), Correspon- dencia entre Béranger y de Dupont de l'Eure (1909), Las vírgenes solitarias (1909), Isabel o El puflal de plata (1911), En el umbral del alma china (1919), El vendedor

de aceite y Reina de belleza (1918), Icaro, L'As de cceur (1919), El milagro de los ciruelos en flor (1920), El tierno

viaje a París (1922), La romántica aventura del médium William Hope (1923), L'Enfant trouvé (1923).

En prensa: Don Juan des fleurs, Les harmonies quoti- diennes, La merveilleuse histoire de Cela va tres bien, Un vidente entre los invisibles.

Diplomado en lengua china en la Escuela de Lenguas orientales vivas (1915), colaborador de la Revista Me- tapslquica desde 1922.

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—Pero--insistió el fotógrafo—cómo van a recibirnos en Le Zfrlatin?

—Me da lo mismo. Yo regreso. Forthuny acababa de tener, según él mismo

había dicho, la visión de un ataúd colocado al lado del tablón, reforzado con listones de hie-rro, donde se colocan los equipajes. No estaba por ello conmovido ni la relacionaba con nin-gún acontecimiento. Sabía a todos los de su fa-milia en buen estado de salud. Sin embargo, sentíase impulsado a partir, y por un a modo de consentimiento absurdo de su razón, ajustó sus actos a esta sugestión. Al entrar en su casa sus primeras palabras fueron para informarse de la salud de todos los suyos.

La señora F. le dijo: —Tu padre me escribe que tu madre no se

encuentra bien: que se ha enfriado y que es cosa de cuidado.

Forthuny corre a Neuilly, a casa de sus pa-dres. Su madre tenía una pulmonía. Al día si-guiente, a las doce, durante la comida, Forthu-ny se separa súbitamente de su padre y su her-mano. Su madre se muere en el preciso momento en que se acerca a ella...

Pascal Forthuny, informado ahora tan a me-nudo de episodios de vida pasada o futura acae-cidos a personas desconocidas para él, no tuvo hasta 1923 más que esta aislada manifestación de conocimiento supranormal.

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cés y por Alsacia debían durar aún ocho días. En el momento de acercarse al despacho de bi-

¡ lletes con objeto de adquirir el suyo para Mul- house, vuélvese bruscamente hacia sq compa- ñero y le dice:

—Oiga, es preciso volver a París. —Volver a París? ¿Y Mulhouse y Colmar,

donde debemos ir? —Yo vuelvo—contesta Forthuny—. No se

ría de lo que voy a decirle. He visto allá, en el rincón aquel, al lado de los equipajes, un fére- tro recubierto de un paño negro y con unos ci- rios a cada lado. ¡Huyamos!

laboración con Enrique Duvernois, tres actos (Teatro Studio de los Campos Elíseos, 1923-24).

Novelas: La Custodia de oro (1895), Notas e impresio-

nes de viaje (1'898), Ruta ideal, Las etapas inquietas

(1899), Una crisis (1901), El rey regicida (1904), La Alte-

za (1905), Frieda, Amor de Alemania (1907), Correspon- dencia entre Béranger y de Dupont de l'Eure (1909), Las vírgenes solitarias (1909), Isabel o El puflal de plata (1911), En el umbral del alma china (1919), El vendedor

de aceite y Reina de belleza (1918), Icaro, L'As de cceur (1919), El milagro de los ciruelos en flor (1920), El tierno

viaje a París (1922), La romántica aventura del médium William Hope (1923), L'Enfant trouvé (1923).

En prensa: Don Juan des fleurs, Les harmonies quoti- diennes, La merveilleuse histoire de Cela va tres bien, Un vidente entre los invisibles.

Diplomado en lengua china en la Escuela de Lenguas orientales vivas (1915), colaborador de la Revista Me- tapslquica desde 1922.

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¿ A la hora en que su hijo, allá en Rumania,

caía del cielo, Forthuny ordenaba tranquila- mente sus documentos. Ninguna emoción rozó el umbral de su conciencia. Cinco días después recibió, en pleno goce de su vida, el mazazo de la horrible noticia. CAPITULO II

APARICIÓN Y DESARROLLO DE LA FACULTAD

METAGNÓMICA DE P. FORTHUNY

ONMOVIDO por la perturbación afectiva de P. F., uno de sus amigos, oficial de Ma-

rina, juzgando que el mejor consuelo que podía procurarle sería convencerle de que la muerte del cuerpo no es el fin de la vida individual, le prestó libros de espiritismo. F. los leyó. Y con- cluyÓ: hipótesis frágil.

Pero la idea de que la muerte no es quizás el • fin del hombre y de que existen seres, los me-

diums, a lo que se les supone dotados de la pro- piedad de comunicar con las almas desencarna- das, arraigó en él. Y en una imaginación cual la suya, tema que producir un resultado « al modo mediúrnnjco».

El 18 de abril de 1920, estando en su despa- cho escribiendo algunas páginas de una novela, su mano cesó bruscamente de obedecer a su

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¿ A la hora en que su hijo, allá en Rumania,

caía del cielo, Forthuny ordenaba tranquila- mente sus documentos. Ninguna emoción rozó el umbral de su conciencia. Cinco días después recibió, en pleno goce de su vida, el mazazo de la horrible noticia. CAPITULO II

APARICIÓN Y DESARROLLO DE LA FACULTAD

METAGNÓMICA DE P. FORTHUNY

ONMOVIDO por la perturbación afectiva de P. F., uno de sus amigos, oficial de Ma-

rina, juzgando que el mejor consuelo que podía procurarle sería convencerle de que la muerte del cuerpo no es el fin de la vida individual, le prestó libros de espiritismo. F. los leyó. Y con- cluyÓ: hipótesis frágil.

Pero la idea de que la muerte no es quizás el • fin del hombre y de que existen seres, los me-

diums, a lo que se les supone dotados de la pro- piedad de comunicar con las almas desencarna- das, arraigó en él. Y en una imaginación cual la suya, tema que producir un resultado « al modo mediúrnnjco».

El 18 de abril de 1920, estando en su despa- cho escribiendo algunas páginas de una novela, su mano cesó bruscamente de obedecer a su

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pensamiento y, como movida por una fuerza ex- :, espíritu que no querrá nunca dar su nombre y traña, se puso a trazar impulsivamente toda una se firmará «tu guía>, y luego, su hijo Federico serie de palotes», tal un chiquillo en su prime- Forthuny. ra lección de escritura. Estupefacto, Forthuny Este trato, por mediación de la esiitura ini- tomó una hoja de papel blanco, y sobre ella pulsiva, con estos supuestos entes, tuvo lugar dejó posarse su mano, que prosiguió trazando & durante varias horas diarias en el período de rasgos, luego toda suerte de curvas, pronto le- - . seis meses: desde el 18 de julio a1 25 de dicieni- tras y, por último, palabras sin lógico encade- , bre de 1920 exactamente. namiento. P. F. llamó a su señora y le dijo: . La escritura en las primeras semanas estuvo

—Vaya una historia divertida. Soy un mé- bien formada. P. F., que no se percataba de dium. - aquello que escribía hasta que terminaba, lo leía

Ante ella hizo otro ensayo. La mano volvió a entonces muy fácilmente. Eran letras de cierta su tarea. Esta primera sesión de escritura impul- dimeisión, Corno SOfl generalmente las de la es- siva duró alrededor de dos horas. critura llamada automática. No eran remedos de

Muy intrigado por esta aventura psicológica, escritura, de la de Federico F. por ejemplo, sino P. F. continuó en los días sucesivos colocándo- el graismo del propio Pascal F. se en condiciones de dejar a su mano escribir -: Un día, cuando su mano se disponía a co- fuera de su voluntad. La escritura se hace pro- men2ar la escritura, siiitióse arrastrada hacia el gresivamente mejor formada y cada día con '. margen derecho del papel y a toda velocidad, e mayor rapidez. En breve las palabras se coordi- . - - impulsivamente escribió de derecha a izquierda. nan en frases con un sentido propio, y éstas .. Páginas y más páginas fueron cubriéndose de después se encadenan en raudales de ideas. lineas. Terminada la sesión, P. F. quiso leer,

Unos días después de la aparición de la es- pero no pudo descifrar ni una sola palabra. Re- critura impulsiva, P. F. logra contestaciones es- cordando entonces que la escritura automática critas a sus preguntas. En lo sucesivo, los he- es susceptible de efectuarse al revés, puso sus chos ocurrirán como si él conversara con inteli- hojas ante un espejo y quedó maravillado al gençias invisibles que se sirvieran de sus meca- ' comprobar que hubiera podido ejecutar tal pro- nismos cerebrales para producirse. digio a la loca velocidad que acababa de reali-

Dos personalidades espirituales se ponen de zarlo. Para medir la dificultad de ello, trató de este modo en relación con él. Primeramente, un escribir de derecha a izquierda, invirtiendo las

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pensamiento y, como movida por una fuerza ex- :, espíritu que no querrá nunca dar su nombre y traña, se puso a trazar impulsivamente toda una se firmará «tu guía>, y luego, su hijo Federico serie de palotes», tal un chiquillo en su prime- Forthuny. ra lección de escritura. Estupefacto, Forthuny Este trato, por mediación de la esiitura ini- tomó una hoja de papel blanco, y sobre ella pulsiva, con estos supuestos entes, tuvo lugar dejó posarse su mano, que prosiguió trazando & durante varias horas diarias en el período de rasgos, luego toda suerte de curvas, pronto le- - . seis meses: desde el 18 de julio a1 25 de dicieni- tras y, por último, palabras sin lógico encade- , bre de 1920 exactamente. namiento. P. F. llamó a su señora y le dijo: . La escritura en las primeras semanas estuvo

—Vaya una historia divertida. Soy un mé- bien formada. P. F., que no se percataba de dium. - aquello que escribía hasta que terminaba, lo leía

Ante ella hizo otro ensayo. La mano volvió a entonces muy fácilmente. Eran letras de cierta su tarea. Esta primera sesión de escritura impul- dimeisión, Corno SOfl generalmente las de la es- siva duró alrededor de dos horas. critura llamada automática. No eran remedos de

Muy intrigado por esta aventura psicológica, escritura, de la de Federico F. por ejemplo, sino P. F. continuó en los días sucesivos colocándo- el graismo del propio Pascal F. se en condiciones de dejar a su mano escribir -: Un día, cuando su mano se disponía a co- fuera de su voluntad. La escritura se hace pro- men2ar la escritura, siiitióse arrastrada hacia el gresivamente mejor formada y cada día con '. margen derecho del papel y a toda velocidad, e mayor rapidez. En breve las palabras se coordi- . - - impulsivamente escribió de derecha a izquierda. nan en frases con un sentido propio, y éstas .. Páginas y más páginas fueron cubriéndose de después se encadenan en raudales de ideas. lineas. Terminada la sesión, P. F. quiso leer,

Unos días después de la aparición de la es- pero no pudo descifrar ni una sola palabra. Re- critura impulsiva, P. F. logra contestaciones es- cordando entonces que la escritura automática critas a sus preguntas. En lo sucesivo, los he- es susceptible de efectuarse al revés, puso sus chos ocurrirán como si él conversara con inteli- hojas ante un espejo y quedó maravillado al gençias invisibles que se sirvieran de sus meca- ' comprobar que hubiera podido ejecutar tal pro- nismos cerebrales para producirse. digio a la loca velocidad que acababa de reali-

Dos personalidades espirituales se ponen de zarlo. Para medir la dificultad de ello, trató de este modo en relación con él. Primeramente, un escribir de derecha a izquierda, invirtiendo las

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letras, procediendo con lentitud y gran aplica-ción, mas sin resultado. Entonces se acrecentó su convicción de que su mano, al trazar la escri-tura impulsiva, era el instrumento de una inteli-gencia ajena a la suya.

Después de ésta acrobacia gráfica, la escritu-ra tornada a su técnica normal aceleró más aún su compás, perdiendo fluidez y ejecutándose a sacudidas

Llegó un momento en que la mano, no pu-diendo escribir palabras y frases en su natural sucesión, se vió en la necesidad de escribir so-bre un punto. Las letras se trazaron unas sobre otras con rapidez mecánica. Entonces P. F. no puede ya pretender leer durante las detenciones porque es una mancha negra lo que halla ante sí. Mientras corre su mano vertiginosamente, concentra su atención, cerrando los ojos sobre las letras que va trazando, y a medida que va terminando las palabras se las dicta a su señora. A los pocos días el entrenamiento de su aten-ción consigue una representación mental de las palabras articuladas, un fragmento de segundo antes de su inscripción gráfica.

En diciembre los movimientos para escribir se truecan en verdaderos espasmos, bruscas sacu-didas que dañan su hombro. Es agotador.

Sus amigos se conmueven ante tal espectácu-lo y temen por su salud moral.

P. F. pregunta al ente posesor;

—Qué siguifica esto? Su mano escribe: —Esto terminará pronto. El día de Navidad de 1920 quiere conversar

con su hijo. Se coloca en posición de escritura impulsiva; su mano se mueve lentamente, sin sacudidas, como impulsada por una fuerza en su ocaso. Escribe: «Ad... » y cesa para siempre

Después, P. F. hace múltiples ensayos de es-critura impulsiva. Su mano queda inerte.

Tal ha sido la evolución grafológica considera-da sólo en su expresión motriz. Para simplificar, he desasociado este aspecto del fenómeno del aspecto principal: el texto de las comunicacio-nes. Este texto es un documento psicológico que requeriría un especial estudio. Mas como tengo prisa en llegar a la propiedad supranor. mal de P. F., voy, muy a mi pesar, a salvar rápi-damente el Forthuny médium-escribiente, limitán-dome a espigar en su producción gráfica algu-nas muestras significativas.

«El guía» se conduce con respecto a P. F. como maestro infatuado de su omnisciencia, susceptible, irritable, vengativo. Le señala la verdad con respecto a Dios, el alma, la creación, la relación entre el espíritu y la materia, la muer-te, la supervivencia del alma... etc. Lde aconse-jos sobre su conducta y perfeccionamiento mo-ral. No es un persuasivo y afable maestro, sino

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letras, procediendo con lentitud y gran aplica-ción, mas sin resultado. Entonces se acrecentó su convicción de que su mano, al trazar la escri-tura impulsiva, era el instrumento de una inteli-gencia ajena a la suya.

Después de ésta acrobacia gráfica, la escritu-ra tornada a su técnica normal aceleró más aún su compás, perdiendo fluidez y ejecutándose a sacudidas

Llegó un momento en que la mano, no pu-diendo escribir palabras y frases en su natural sucesión, se vió en la necesidad de escribir so-bre un punto. Las letras se trazaron unas sobre otras con rapidez mecánica. Entonces P. F. no puede ya pretender leer durante las detenciones porque es una mancha negra lo que halla ante sí. Mientras corre su mano vertiginosamente, concentra su atención, cerrando los ojos sobre las letras que va trazando, y a medida que va terminando las palabras se las dicta a su señora. A los pocos días el entrenamiento de su aten-ción consigue una representación mental de las palabras articuladas, un fragmento de segundo antes de su inscripción gráfica.

En diciembre los movimientos para escribir se truecan en verdaderos espasmos, bruscas sacu-didas que dañan su hombro. Es agotador.

Sus amigos se conmueven ante tal espectácu-lo y temen por su salud moral.

P. F. pregunta al ente posesor;

—Qué siguifica esto? Su mano escribe: —Esto terminará pronto. El día de Navidad de 1920 quiere conversar

con su hijo. Se coloca en posición de escritura impulsiva; su mano se mueve lentamente, sin sacudidas, como impulsada por una fuerza en su ocaso. Escribe: «Ad... » y cesa para siempre

Después, P. F. hace múltiples ensayos de es-critura impulsiva. Su mano queda inerte.

Tal ha sido la evolución grafológica considera-da sólo en su expresión motriz. Para simplificar, he desasociado este aspecto del fenómeno del aspecto principal: el texto de las comunicacio-nes. Este texto es un documento psicológico que requeriría un especial estudio. Mas como tengo prisa en llegar a la propiedad supranor. mal de P. F., voy, muy a mi pesar, a salvar rápi-damente el Forthuny médium-escribiente, limitán-dome a espigar en su producción gráfica algu-nas muestras significativas.

«El guía» se conduce con respecto a P. F. como maestro infatuado de su omnisciencia, susceptible, irritable, vengativo. Le señala la verdad con respecto a Dios, el alma, la creación, la relación entre el espíritu y la materia, la muer-te, la supervivencia del alma... etc. Lde aconse-jos sobre su conducta y perfeccionamiento mo-ral. No es un persuasivo y afable maestro, sino

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un pontífice rudo, que procede por afirmaciones perentorias no aceptando resistencia alguna.

A una serie de enseñanzas la titula: 'Conse-jos a aquellos que han menester de la certeza de la verdad de Dios.»

Sobre la grosera muela de la razón y de la ciencia vana, se ha molido la materia como un grano agotado hasta su último átomo. Ha llegado el momento de acep-tar la molturación de la materia balo una muela cuyo eje se llama espíritu. Esta tarea diferirá seguramente mucho de aquella cíe aplastar entre dos piedras frías una substancia inerte, pero pronto se verá en este nue-vo molino que la materia tiene un origen espiritual, al igual que el espíritu mismo, y que es otra forma de éste a la que la Providencia ha dado la maravillosa aparien-cia del mundo sensible. Entonces la materia, antaño or-gullosa en manos de sabios que no veían, abdicará re-habilitada, ante la luz del espíritu triunfante. Es preciso que la materia alcance la dignidad del espíritu en el mundo, puesto que ella también tiene alma. En el mismo grado que fué desconocida y envilecida, deberá ser admi-rada y celebrada como una emanación del alma universal.

Pretencioso de su sabiduría, el guía no se equivoca nunca cuando habla de lo inaccesible, de lo incontrastable; mas en cuanto afronta las cosas terrenas, toma apariencia de un gran si-mulador, porque las cosas no son como él las dice cuando Forthuny las ignora. Profetiza a P. F. futuros dones de clarividencia y poder cu-rativo, una gran misión entre los hombres, y he

aquí cómo lo prepara para curas milagrosas:

2 d agosto—Es usted uno de los designados por la di-vinidad para la categoría de portadores de las antorchas del astral. A partir de hoy, le está encomendada la mi- sión de imponerse la maravillosa preocupación de llevar a los pobres de espíritu este verbo que Cristo puso en conocimiento de sus discípulos. Tiene usted el don de hacer el bien ocupándose en curar las llagas de los que sufren de la vida de la carne y de la materia. Tiene us- ted el don de curar las enfermedades de los que son sus enfermos. Estoy encargado de decirle que la mediumni- dad con que ha sido dotado, es para remediar a la en-fermedad de los desgraciados que han perdido toda es-peranza y que se hallan en el último período de la tu-berculosis.

¿Puede usted ir a la Maternidad, y allí preguntar por la enferma llamada Madame Lemonier y que se halla en la sala de la Maternidad que tiene por nombre el de mi doctor antes de la muerte, el director de la Materni-dad en el año 1826, el doctor Vacquerie?

Le envío a usted allí para que con este enfermo haga usted la prueba y que descubra los métodos con que habrá usted de curar los enfermos que le citaré.

Forthuny.—,Hay que ir inmediatamente? El guía.—Le supuse mejor informado de la docilidad

de las almas con respecto a sus guías. ¿Quiere usted que los espíritus se molesten para instruirle, para pre-guntarle si tiene usted tiempo de obedecer? Le ordeno que vaya a la Maternidad en cuanto para algún asunto suyo se persone en París.

3 de agosto.—Vengo a proporcionarle el medio de que se ocupe de una pobre mujer que se muere lentamente y a la cual va usted a salvar dándole la vida. Le diré lo que tiene que hacer y le conduciré hasta el triunfo so-bre el mal y sobre los pícaros doctores qa' la están

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un pontífice rudo, que procede por afirmaciones perentorias no aceptando resistencia alguna.

A una serie de enseñanzas la titula: 'Conse-jos a aquellos que han menester de la certeza de la verdad de Dios.»

Sobre la grosera muela de la razón y de la ciencia vana, se ha molido la materia como un grano agotado hasta su último átomo. Ha llegado el momento de acep-tar la molturación de la materia balo una muela cuyo eje se llama espíritu. Esta tarea diferirá seguramente mucho de aquella cíe aplastar entre dos piedras frías una substancia inerte, pero pronto se verá en este nue-vo molino que la materia tiene un origen espiritual, al igual que el espíritu mismo, y que es otra forma de éste a la que la Providencia ha dado la maravillosa aparien-cia del mundo sensible. Entonces la materia, antaño or-gullosa en manos de sabios que no veían, abdicará re-habilitada, ante la luz del espíritu triunfante. Es preciso que la materia alcance la dignidad del espíritu en el mundo, puesto que ella también tiene alma. En el mismo grado que fué desconocida y envilecida, deberá ser admi-rada y celebrada como una emanación del alma universal.

Pretencioso de su sabiduría, el guía no se equivoca nunca cuando habla de lo inaccesible, de lo incontrastable; mas en cuanto afronta las cosas terrenas, toma apariencia de un gran si-mulador, porque las cosas no son como él las dice cuando Forthuny las ignora. Profetiza a P. F. futuros dones de clarividencia y poder cu-rativo, una gran misión entre los hombres, y he

aquí cómo lo prepara para curas milagrosas:

2 d agosto—Es usted uno de los designados por la di-vinidad para la categoría de portadores de las antorchas del astral. A partir de hoy, le está encomendada la mi- sión de imponerse la maravillosa preocupación de llevar a los pobres de espíritu este verbo que Cristo puso en conocimiento de sus discípulos. Tiene usted el don de hacer el bien ocupándose en curar las llagas de los que sufren de la vida de la carne y de la materia. Tiene us- ted el don de curar las enfermedades de los que son sus enfermos. Estoy encargado de decirle que la mediumni- dad con que ha sido dotado, es para remediar a la en-fermedad de los desgraciados que han perdido toda es-peranza y que se hallan en el último período de la tu-berculosis.

¿Puede usted ir a la Maternidad, y allí preguntar por la enferma llamada Madame Lemonier y que se halla en la sala de la Maternidad que tiene por nombre el de mi doctor antes de la muerte, el director de la Materni-dad en el año 1826, el doctor Vacquerie?

Le envío a usted allí para que con este enfermo haga usted la prueba y que descubra los métodos con que habrá usted de curar los enfermos que le citaré.

Forthuny.—,Hay que ir inmediatamente? El guía.—Le supuse mejor informado de la docilidad

de las almas con respecto a sus guías. ¿Quiere usted que los espíritus se molesten para instruirle, para pre-guntarle si tiene usted tiempo de obedecer? Le ordeno que vaya a la Maternidad en cuanto para algún asunto suyo se persone en París.

3 de agosto.—Vengo a proporcionarle el medio de que se ocupe de una pobre mujer que se muere lentamente y a la cual va usted a salvar dándole la vida. Le diré lo que tiene que hacer y le conduciré hasta el triunfo so-bre el mal y sobre los pícaros doctores qa' la están

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matando. Sepa que su enfermedad se llama la enferme-dad de Bright y que su mal está localizado en la región

de la médula espinal (1). Le invito a usted a decirle que su padecimiento es

curáble y que conoce usted a algunos médicos que le devolverían la salud si se decidiera a salir del hospital y a entrar en alguna clínica donde sería mejor atendida. La conduciría usted a la casa de Madatne Qrand'hotn-me, que le prodigaría gratuitamente sus cuidados. Le anunciaré la visita de usted. He aquí sus señas: calle de Vanves, núm. 86, en Vanves. Deberá decirle que le envía el espíritu de su guía y el suyo propio, que se conocen y se han concertado para unir su acción. Tiene el teléfono: Vanves 082.»

Al siguiente día, 4 de agosto, P. F. va a Vanves. En el país es desconocida la doctora Grand'homme. Utilizan-do la página en blanco de un libro que lleva consigo, interroga al espíritu, que escribe: «Vaya a los confines

de Vanves y de Clamart.» P. F. obedece y pregunta de nuevo para precisar. «,Me aproximo?» Respuesta: «Or-

deno que vaya a la Maternidad antes de ver a la señora Grand'hoinme.» P. F. expresa su extrañeza. Severa re-primenda. «Tiene usted la sangre muy ardiente. Yo le cal- maré. No haga usted tanto ruido.»

Por la tarde, P. F. va a aquello que el espíritu llama la Maternidad, es decir, al Hospital de la Caridad, calle Jacobo. No existe la sala Vacquerie, no hay enferma Lemonier. Hubo una Lemonier que murió hace varias semanas. Márchase P. F. extrañado y de mal humor por haberse visto obligado a tan inútiles gestiones. Influido por la lectura de libros espiritistas, «es posible que haya sido mixtificado por un espíritu maligno que toma las

(1) El mal de Bright es una afección crónica de las glándulas renales, sin ninguna relación con la médula espinal.

apariencias de otro de pureza y de bondad», piensa. Una hora después, solo, en una sala de redacción,

recibe por escritura impulsiva esta contestación: «Le he enviado a usted a la Maternidad para some-

terle a una prueba de paciencia y veo que ha fracasado. Tiene usted razón al creer que los malos espíritus le aconsejan. Pongo en su conocimiento que su acción es la única causa de su poco éxito. Le abandono, caro ami-go, y le saludo con el sentimiento de ver que no podrá usted llegar a ser lo que yo creía. Su cerebro ha sido la pérdida de su corazón y veo que tiene de la modestia una idea muy relativa. Calcule la inutilidad del viaje que he emprendido para venir hacia usted. Le saludo y me voy al lado de su hijo, que está aterrado ante su actitud. Me marcho y no volveré a importunarle.»

Algunas palabras de humildad de P. F. apa. ciguaron la irritación de su guía, que continuó proporcionando a su alumno una enseñanza filosófica y moral impregnada de una perfecta ortodoxia kardecjana.

Aprovechando un momento durante el cual el guía mostraba mucha amenidad, P. F. le pro-puso astutamente escribir un estudio en cola- boración. P. F. proporcionaría su mano dócil; su guía, todo lo demás. Lo que fué aceptado. Se comenzó un libro con este título: El verdadero carácter del Arte desde el punto de vista de su misión de servidor del espíritu.

Las dos primeras páginas se dieron en una sección. Quedaron sin continuación. He aquí el extracto:

Page 40: Una facultad de conocimiento supra normal

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matando. Sepa que su enfermedad se llama la enferme-dad de Bright y que su mal está localizado en la región

de la médula espinal (1). Le invito a usted a decirle que su padecimiento es

curáble y que conoce usted a algunos médicos que le devolverían la salud si se decidiera a salir del hospital y a entrar en alguna clínica donde sería mejor atendida. La conduciría usted a la casa de Madatne Qrand'hotn-me, que le prodigaría gratuitamente sus cuidados. Le anunciaré la visita de usted. He aquí sus señas: calle de Vanves, núm. 86, en Vanves. Deberá decirle que le envía el espíritu de su guía y el suyo propio, que se conocen y se han concertado para unir su acción. Tiene el teléfono: Vanves 082.»

Al siguiente día, 4 de agosto, P. F. va a Vanves. En el país es desconocida la doctora Grand'homme. Utilizan-do la página en blanco de un libro que lleva consigo, interroga al espíritu, que escribe: «Vaya a los confines

de Vanves y de Clamart.» P. F. obedece y pregunta de nuevo para precisar. «,Me aproximo?» Respuesta: «Or-

deno que vaya a la Maternidad antes de ver a la señora Grand'hoinme.» P. F. expresa su extrañeza. Severa re-primenda. «Tiene usted la sangre muy ardiente. Yo le cal- maré. No haga usted tanto ruido.»

Por la tarde, P. F. va a aquello que el espíritu llama la Maternidad, es decir, al Hospital de la Caridad, calle Jacobo. No existe la sala Vacquerie, no hay enferma Lemonier. Hubo una Lemonier que murió hace varias semanas. Márchase P. F. extrañado y de mal humor por haberse visto obligado a tan inútiles gestiones. Influido por la lectura de libros espiritistas, «es posible que haya sido mixtificado por un espíritu maligno que toma las

(1) El mal de Bright es una afección crónica de las glándulas renales, sin ninguna relación con la médula espinal.

apariencias de otro de pureza y de bondad», piensa. Una hora después, solo, en una sala de redacción,

recibe por escritura impulsiva esta contestación: «Le he enviado a usted a la Maternidad para some-

terle a una prueba de paciencia y veo que ha fracasado. Tiene usted razón al creer que los malos espíritus le aconsejan. Pongo en su conocimiento que su acción es la única causa de su poco éxito. Le abandono, caro ami-go, y le saludo con el sentimiento de ver que no podrá usted llegar a ser lo que yo creía. Su cerebro ha sido la pérdida de su corazón y veo que tiene de la modestia una idea muy relativa. Calcule la inutilidad del viaje que he emprendido para venir hacia usted. Le saludo y me voy al lado de su hijo, que está aterrado ante su actitud. Me marcho y no volveré a importunarle.»

Algunas palabras de humildad de P. F. apa. ciguaron la irritación de su guía, que continuó proporcionando a su alumno una enseñanza filosófica y moral impregnada de una perfecta ortodoxia kardecjana.

Aprovechando un momento durante el cual el guía mostraba mucha amenidad, P. F. le pro-puso astutamente escribir un estudio en cola- boración. P. F. proporcionaría su mano dócil; su guía, todo lo demás. Lo que fué aceptado. Se comenzó un libro con este título: El verdadero carácter del Arte desde el punto de vista de su misión de servidor del espíritu.

Las dos primeras páginas se dieron en una sección. Quedaron sin continuación. He aquí el extracto:

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«El actual procedimiento que el artistautiliza para co-municar con la naturaleza y corresponder con su modelo, le llevan a pedirle apreciaciones, como a una amiga; mas al final de la conversación, la naturaleza ha sido aca-parada por completo por el amigo a quien dió sus con- sejos, y esta amistad se convierte en odio, puesto que termina en traición. Este modo de representarla acomo da la belleza de la tierra a los ojos de los que la habitan y no de aquellos que la han abandonado. Esta forma de la naturaleza es la de la materia y, no la del espíritu. Co-rresponde a las costumbres de la criatura y no a las de aquellos que han cesado de mirar la materia con los ojos de la carne. Esta presentación de la naturaleza y de la materia es mostrada con complacencia y amor egoís-ta por el artista que adelanta como un ciego hacia la luz. Compone su obra como la paloma fabrica su nido: con las plumas de su vientre. No contiene su cerebro más que el deseo impaciente, casi animal, de traducir una peifección imaginaria a la que falta la certeza de poder caractrizar la verdadera expresión de la belleza y su perpetua lección. Porque la paloma no tarda en ver la tempestad desbaratar su nido, el artista ve muy pronto palidecer la obra de arte al beso del porvenir, la injuria del tiempo y la corrupción de la materia: es el cumplimiento fatal de la decadencia de todo aquello que ha sido modelado o tejido por mano del hombre. Y la presunta obra maestra es al igual que la moneda so-bre la que se grabó la efigie de un rey y a la que el tiem-po da apariencia de la materia más vulgar, la menos ar-tísticamente trabajada.»

Animado por estas conversaciones diarias con su guía, y creyendo haber captado su con-fianza, P. F. llevó su osadía hasta presentar, Sin

apartarse de la más perfecta corrección, ciertas

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 49

objeciones a algunas de sus opiniones. En mal hora lo hizo. Esto dió ocasión a una acalorada disputa, en la que Forthuny fué tratado con du reza, En el preciso momento en que el guía le vituperaba rnús enérgicamente, escribió su mano con un gran frenesí de gestos. He aquí algunas muestras:

Ha tenido usted la desgraciada idea cia rebelarse contra la palabra «vagancia», que le irrita y que vaga en su cerebro desde su iniciación al conocimiento de ¡a verdad astral. Ha tenido usted la desdichada idea de mofarse de esa palabra que le pareció un poco anticua-da, un poco arcaica (1). ¿Ha olvidado usted que esta pa-labra tiene un sentido definido y además la felicidad de corresponder a un extenso número de acepciones y de posibilidades? Dice usted que lo sabe, pero ha tenido la audacia de decir también que es palabra anticuada. Le he facilitado la enseñanza de la vida terrena y de la materia con que está usted hecho con su orgullo, y sus prejuicios de vanidoso gramático de pacotilla y de contrabando, con su imaginación enfermiza y a la vez inhábilmente inspirada de la vanidad de los hombres.»

Al siguiente día de aquel en que P. F., des-pechado, arrojó su pluma ante ciertas observa-ciones demasiado vivas, el guía le hizo escribí,:

«Le he enviado duras enseñanzas, porque las merecía Le he reprendido caballerosamente y advertido de que Ej

no deponía su arrogancia, le abandonaría a su triste sue.

(1) P. F. había expresado a su gula la imprudente opinión de que en sus mensajes se repetía con deiimasi - da persistencia la palabra «vagancia».

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«El actual procedimiento que el artistautiliza para co-municar con la naturaleza y corresponder con su modelo, le llevan a pedirle apreciaciones, como a una amiga; mas al final de la conversación, la naturaleza ha sido aca-parada por completo por el amigo a quien dió sus con- sejos, y esta amistad se convierte en odio, puesto que termina en traición. Este modo de representarla acomo da la belleza de la tierra a los ojos de los que la habitan y no de aquellos que la han abandonado. Esta forma de la naturaleza es la de la materia y, no la del espíritu. Co-rresponde a las costumbres de la criatura y no a las de aquellos que han cesado de mirar la materia con los ojos de la carne. Esta presentación de la naturaleza y de la materia es mostrada con complacencia y amor egoís-ta por el artista que adelanta como un ciego hacia la luz. Compone su obra como la paloma fabrica su nido: con las plumas de su vientre. No contiene su cerebro más que el deseo impaciente, casi animal, de traducir una peifección imaginaria a la que falta la certeza de poder caractrizar la verdadera expresión de la belleza y su perpetua lección. Porque la paloma no tarda en ver la tempestad desbaratar su nido, el artista ve muy pronto palidecer la obra de arte al beso del porvenir, la injuria del tiempo y la corrupción de la materia: es el cumplimiento fatal de la decadencia de todo aquello que ha sido modelado o tejido por mano del hombre. Y la presunta obra maestra es al igual que la moneda so-bre la que se grabó la efigie de un rey y a la que el tiem-po da apariencia de la materia más vulgar, la menos ar-tísticamente trabajada.»

Animado por estas conversaciones diarias con su guía, y creyendo haber captado su con-fianza, P. F. llevó su osadía hasta presentar, Sin

apartarse de la más perfecta corrección, ciertas

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objeciones a algunas de sus opiniones. En mal hora lo hizo. Esto dió ocasión a una acalorada disputa, en la que Forthuny fué tratado con du reza, En el preciso momento en que el guía le vituperaba rnús enérgicamente, escribió su mano con un gran frenesí de gestos. He aquí algunas muestras:

Ha tenido usted la desgraciada idea cia rebelarse contra la palabra «vagancia», que le irrita y que vaga en su cerebro desde su iniciación al conocimiento de ¡a verdad astral. Ha tenido usted la desdichada idea de mofarse de esa palabra que le pareció un poco anticua-da, un poco arcaica (1). ¿Ha olvidado usted que esta pa-labra tiene un sentido definido y además la felicidad de corresponder a un extenso número de acepciones y de posibilidades? Dice usted que lo sabe, pero ha tenido la audacia de decir también que es palabra anticuada. Le he facilitado la enseñanza de la vida terrena y de la materia con que está usted hecho con su orgullo, y sus prejuicios de vanidoso gramático de pacotilla y de contrabando, con su imaginación enfermiza y a la vez inhábilmente inspirada de la vanidad de los hombres.»

Al siguiente día de aquel en que P. F., des-pechado, arrojó su pluma ante ciertas observa-ciones demasiado vivas, el guía le hizo escribí,:

«Le he enviado duras enseñanzas, porque las merecía Le he reprendido caballerosamente y advertido de que Ej

no deponía su arrogancia, le abandonaría a su triste sue.

(1) P. F. había expresado a su gula la imprudente opinión de que en sus mensajes se repetía con deiimasi - da persistencia la palabra «vagancia».

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te. En ese momento, ¿recuerda?, tuvo el criminal pensa-miento de arrojarme su pluma a la cara. Le hice obser-var que era una insolencia tratarme así. Fué una falta abominable cruzarme la cara, la mayor cometida por us-ted desde que su vida terrestre comenzó. Le oigo pedir-me perdón, pero le prevengo que toda su vida no basta-rá para conseguirlo. Es la perdición de su alma. La re-dención de esta falta exige la sumisión más completa a mi voluntad.»

Muy distintas fueron las reMciones de P. F. con el ente Federico F. Como espíritu informa- do de 105 grandes misterios de la vida y de la muerte, habla el hijo a su padre, mas siempre en términos respetuosos. Los siguientes renglo-nes demuestran de qué modo:

«29 de junio de 1920.--Es muy difícil describir la feliz ceremonia en que las almas son liberadas de la carne y en que los últimos velos de la vida terrestre se rasgan

t

ante e,l más allá. Las verdades adorables de la región en la que se descubre la clave de los misterios de la crea-ció' están ahí, extendidas a la luz de la bóveda celeste y de los mundos astrales que son su adorno. Las he ad-mirado maravillado en el instante en que me encontré en medio de ellas, y declaro con certeza que los cere-bros más perfectos de la tierra no pueden concebir tan-ta belleza ni aun en sus deliciosos ensueños; las he ad-mirado arrebatado y en éxtasis. Mi educación se ha efectuado y lentamente he descubierto que la muerte es el desdoblamiento del despojo humano, y que la vida es la condena del alma a permanecer prisionera de la ma-teria. Fui testigo de las bellas matemáticas que admi-nistran el movimiento de las patrias celestes adonde las almas acuden cuando terminaron su penitencia SO-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SIJPKANORMAL 51

bre la tierra. Las formidables verdades de la creación de los mundos se me ptesentaron en su adorable esplen-dor, y fui advertido de la Verdad dé lo Infinito. Mi ante-rior orgullo abdicó ante esta verdad, convirtiéndome en el más humilde de los mercenarios al servicio de la Di-vinidad creadora de catedrales tan bellas en el cielo de los muertos. Las maravillas cuyos detalles me colma-ban de alegría se desarrollaban en un cuadro del verde más jugoso y los rasgos de la más atrayente belleza. En el centro de la bóveda celeste, en un cortejo de Espíri-tus blancos, el buen Juez que debía señalarme la direc-ción de mi ruta, me consideraba con simpatía y me pre-guntaba si deploraba los últimos acontecimientos que me había separado de la tierra. Yo le contesté que me guardaría muy mucho de darle ocasión de juzgarme in-grato por tanta felicidad como le debía desde mi llegada al Astral, pero que había dejado sobre la tierra seres cuyas lágrimas me impresionaban dolorosamente. Me dijo que sois de los que no pueden permanecer en el dolor sin la esperanza de la reunión definitiva.

Entonces partí y adoré al Creador, que me ha dado la convicción de la vida eterna y de la Gran Verdad de los Elegidos. Me he maldecido por haber dudado de Dios, y le he pedido perdón, rogándole también que me conceda la gracia de sacar de la ignorancia a los seres que ha afligido al arrancarme de su amor.

Mañana te diré la continuación de este maravilloso relato, y verás que es tan bello como el principio. Adiós, mi querido papá; ve a dar a mamá y a Colette el beso de su consejero y guía.—FRE.»

Bebiendo en el manantial de todos los cono- cimientos, el ente Federico F. hizo algunos pre-sagios. El primero no fué feliz:

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te. En ese momento, ¿recuerda?, tuvo el criminal pensa-miento de arrojarme su pluma a la cara. Le hice obser-var que era una insolencia tratarme así. Fué una falta abominable cruzarme la cara, la mayor cometida por us-ted desde que su vida terrestre comenzó. Le oigo pedir-me perdón, pero le prevengo que toda su vida no basta-rá para conseguirlo. Es la perdición de su alma. La re-dención de esta falta exige la sumisión más completa a mi voluntad.»

Muy distintas fueron las reMciones de P. F. con el ente Federico F. Como espíritu informa- do de 105 grandes misterios de la vida y de la muerte, habla el hijo a su padre, mas siempre en términos respetuosos. Los siguientes renglo-nes demuestran de qué modo:

«29 de junio de 1920.--Es muy difícil describir la feliz ceremonia en que las almas son liberadas de la carne y en que los últimos velos de la vida terrestre se rasgan

t

ante e,l más allá. Las verdades adorables de la región en la que se descubre la clave de los misterios de la crea-ció' están ahí, extendidas a la luz de la bóveda celeste y de los mundos astrales que son su adorno. Las he ad-mirado maravillado en el instante en que me encontré en medio de ellas, y declaro con certeza que los cere-bros más perfectos de la tierra no pueden concebir tan-ta belleza ni aun en sus deliciosos ensueños; las he ad-mirado arrebatado y en éxtasis. Mi educación se ha efectuado y lentamente he descubierto que la muerte es el desdoblamiento del despojo humano, y que la vida es la condena del alma a permanecer prisionera de la ma-teria. Fui testigo de las bellas matemáticas que admi-nistran el movimiento de las patrias celestes adonde las almas acuden cuando terminaron su penitencia SO-

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bre la tierra. Las formidables verdades de la creación de los mundos se me ptesentaron en su adorable esplen-dor, y fui advertido de la Verdad dé lo Infinito. Mi ante-rior orgullo abdicó ante esta verdad, convirtiéndome en el más humilde de los mercenarios al servicio de la Di-vinidad creadora de catedrales tan bellas en el cielo de los muertos. Las maravillas cuyos detalles me colma-ban de alegría se desarrollaban en un cuadro del verde más jugoso y los rasgos de la más atrayente belleza. En el centro de la bóveda celeste, en un cortejo de Espíri-tus blancos, el buen Juez que debía señalarme la direc-ción de mi ruta, me consideraba con simpatía y me pre-guntaba si deploraba los últimos acontecimientos que me había separado de la tierra. Yo le contesté que me guardaría muy mucho de darle ocasión de juzgarme in-grato por tanta felicidad como le debía desde mi llegada al Astral, pero que había dejado sobre la tierra seres cuyas lágrimas me impresionaban dolorosamente. Me dijo que sois de los que no pueden permanecer en el dolor sin la esperanza de la reunión definitiva.

Entonces partí y adoré al Creador, que me ha dado la convicción de la vida eterna y de la Gran Verdad de los Elegidos. Me he maldecido por haber dudado de Dios, y le he pedido perdón, rogándole también que me conceda la gracia de sacar de la ignorancia a los seres que ha afligido al arrancarme de su amor.

Mañana te diré la continuación de este maravilloso relato, y verás que es tan bello como el principio. Adiós, mi querido papá; ve a dar a mamá y a Colette el beso de su consejero y guía.—FRE.»

Bebiendo en el manantial de todos los cono- cimientos, el ente Federico F. hizo algunos pre-sagios. El primero no fué feliz:

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«Mi abuelo—dice, 18 y 20 de julio de 1920—morirá del corazón este mes, el día 27. Hay que llamar a la fa-milia de Andrés para que regrese del campo.»

Hace más de cinco años que fué hecha esta predicción. El abuelo, de ochenta y cuatro años, vive aún.

En Lo concerniente a la aparición del don de clarividencia y curación, el guía había hecho augurios que conviene apoyar con algunas citas:

«En breve tendrá usted el poder de adelantar su espí-ritu según le plazca en el Astral y en el plano del cono-cimiento del más completo avance hacia el mundo de la post-muerte y de la otra vida. El verdadero progreso de su espíritu se efectuará por medio de la clarividencia y de la claraudiencia, y esto tendrá lugar muy pronto.

Tendrá un cortejo de discípulos que vendrán a su al-rededor para conocer sus enseñanzas. Progresará usted lo suficiente para ser el guía de la sociedad contempo-ránea. Por eso ha sido la voluntad de Dios que su fiso-nomía tenga una cierta semejanza con la de Cristo. Quiero advertirle que esta semejanza es el signo del sentido de la Divinidad que se ha unido a su persona.

Pronto tendrá el don de hacer milagros y comenzará una verdadera peregrinación hacia todos aquellos que han menester de la verdad. Entonces irá en primer tér - mino a América del Norte. En este lugar de la tierra co-menzará usted a darse a conocer por el fervor de su fe y por el modo de extenderla. Después irá a la colonia de la famosa criolla que fué emperatriz de los franceses bajo Napoleón. Allí tendrá la felicidad de comprobar el permiso que le habrá sido concedido de poder progresar en la vía de la celebridad, en la que le será permitido hacer milagros. No lo olvide jamás. Con permiso de Dios

su reino verdadero será en la colonia de Cuba, en la que adquirirá la certeza de que Dios le prepara un verdade-ro trono espiritual. Esto despierta en usted el deseo de ver el país donde Cristo se hizo célebre consagrándose a su misión, y allí será usted, como quien dice, cruci-ficado.»

El ente Federico F. repitió a su padre en va-rios mensajes esos mismos augurios de una mi-Sión entre los hombres y de la llegada de un don de clarividencia cuando menos lo esperara.

«La mediumnidad de la videncia y de la audición le será concedida por la mañana del último día del año a modo de verdadero aguinaldo. Podrá hacer milagros y apostolado. Tendrá que sostener una lucha contra los doctores de la ley, contra los Sanedrines de la ciencia y de la filosofía. Eso le versará en el conocimiento del martirio. También le digo que adelantará en la vía de los conocimientos de la medicina y de la química, y que hablará a sus contemporáneos de esas dos ciencias en el sentido más avanzado hacia el Astral, hasta el punto de curar el cáncer de sus hermanos, que se lo agrade-cerán. Ya no está lejano el día.

La misión de papá debe tener lugar lo antes posi-ble; pronto ocurrirá que podrá yerme ante él, y predigo que esto acaecerá antes de fin de año...

Ejercerás el don muy pronto, en todas las clases de la sociedad; su consecuencia será la completa modifica-ción de vuestra existencia. Esta misión os trasladará a través del mundo.

Esta facultad, mi querido papá, comenzará pronto, cuando menos lo esperes. Empezarás a oirme hablar y a yerme del mismo modo que comenzaste a dejar co-rrer tu mano sobre una hoja de papel.

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«Mi abuelo—dice, 18 y 20 de julio de 1920—morirá del corazón este mes, el día 27. Hay que llamar a la fa-milia de Andrés para que regrese del campo.»

Hace más de cinco años que fué hecha esta predicción. El abuelo, de ochenta y cuatro años, vive aún.

En Lo concerniente a la aparición del don de clarividencia y curación, el guía había hecho augurios que conviene apoyar con algunas citas:

«En breve tendrá usted el poder de adelantar su espí-ritu según le plazca en el Astral y en el plano del cono-cimiento del más completo avance hacia el mundo de la post-muerte y de la otra vida. El verdadero progreso de su espíritu se efectuará por medio de la clarividencia y de la claraudiencia, y esto tendrá lugar muy pronto.

Tendrá un cortejo de discípulos que vendrán a su al-rededor para conocer sus enseñanzas. Progresará usted lo suficiente para ser el guía de la sociedad contempo-ránea. Por eso ha sido la voluntad de Dios que su fiso-nomía tenga una cierta semejanza con la de Cristo. Quiero advertirle que esta semejanza es el signo del sentido de la Divinidad que se ha unido a su persona.

Pronto tendrá el don de hacer milagros y comenzará una verdadera peregrinación hacia todos aquellos que han menester de la verdad. Entonces irá en primer tér - mino a América del Norte. En este lugar de la tierra co-menzará usted a darse a conocer por el fervor de su fe y por el modo de extenderla. Después irá a la colonia de la famosa criolla que fué emperatriz de los franceses bajo Napoleón. Allí tendrá la felicidad de comprobar el permiso que le habrá sido concedido de poder progresar en la vía de la celebridad, en la que le será permitido hacer milagros. No lo olvide jamás. Con permiso de Dios

su reino verdadero será en la colonia de Cuba, en la que adquirirá la certeza de que Dios le prepara un verdade-ro trono espiritual. Esto despierta en usted el deseo de ver el país donde Cristo se hizo célebre consagrándose a su misión, y allí será usted, como quien dice, cruci-ficado.»

El ente Federico F. repitió a su padre en va-rios mensajes esos mismos augurios de una mi-Sión entre los hombres y de la llegada de un don de clarividencia cuando menos lo esperara.

«La mediumnidad de la videncia y de la audición le será concedida por la mañana del último día del año a modo de verdadero aguinaldo. Podrá hacer milagros y apostolado. Tendrá que sostener una lucha contra los doctores de la ley, contra los Sanedrines de la ciencia y de la filosofía. Eso le versará en el conocimiento del martirio. También le digo que adelantará en la vía de los conocimientos de la medicina y de la química, y que hablará a sus contemporáneos de esas dos ciencias en el sentido más avanzado hacia el Astral, hasta el punto de curar el cáncer de sus hermanos, que se lo agrade-cerán. Ya no está lejano el día.

La misión de papá debe tener lugar lo antes posi-ble; pronto ocurrirá que podrá yerme ante él, y predigo que esto acaecerá antes de fin de año...

Ejercerás el don muy pronto, en todas las clases de la sociedad; su consecuencia será la completa modifica-ción de vuestra existencia. Esta misión os trasladará a través del mundo.

Esta facultad, mi querido papá, comenzará pronto, cuando menos lo esperes. Empezarás a oirme hablar y a yerme del mismo modo que comenzaste a dejar co-rrer tu mano sobre una hoja de papel.

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Tu mediumnidad actual, querido papá, tendrá otra forma y la conocerás pronto. Será una mediumnidad mucho más admirable que la que disfrutas hoy. Llamará la atención del mundo entero. Te proporcionará una completa comunicación con el pensamiento del mundo de la tierra y del espíritu. Tendrá una enorme resonan-cia, la de una fuerza traída del fondo del más allá.

Pronto la certeza de la mediumnidad de la visión y de la audición te ayudará a comprender la razón por la que no puedes escribir mejor ahora (1). Este estado molesto será el principio del fin del período de prepara-ción para tu nuevo estado. Pronto llegará el momento de poder comunicar con el más allá. Esto ocurrirá, como ya te he dicho, cuando menos te lo esperes, y conserva-rás toda tu vida esta facultad, que podrás aplicar en dia-logar continuamente con los muertos, y su consecuencia será la extrañeza de mucha gente y tu procedimiento para mostrarla a la multitud la obligará a admitir el mundo del espíritu. El 25 de diciembre te será concedi-da esta nueva mediumnidad.»

Así vivió Pasea¡ Forthuny durante el segundo semestre de 1920 en incesante comercio con dos «entes espirituales». De ellos recibió consejos morales conformes a los evangelios, enseñanzas filosóficas, reflejos de lecturas espiritistas de mo-niciones y premoniciones falsas y el anuncio de que un día sería clarividente y curandero.

¿P. F. poseía ya a esta época la facultad de conocimiento supranormal?

(1) Mensaje escrito el 12 de diciembre por violentas y dolorosas sacudidas del brazo. La escritura impulsiva debía cesar el 25.

Nada prueba que as¡ fuera, pero nada prueba tampoco lo contrario. Lo que se puede asegurar es que no fué verdaderamente solicitada. Entre gado a un a modo de laminado de su psiquis mo, sin verdadero fin nietagnómico, P. F. ex-presó por escritura impulsiva las elaboraciones subconscientes de su caudal mental como artis-ta y como neófito espiritista. Operó a la manera clásica con creación de personalidades. ¿Tuvo alguna vez la certeza de la existencia de esas personificaciones? P. F. era un artista con esca-so bagaje científico y sin tiempo ni gusto acaso para estudiar los trabajos psicológicos sobre & génesis subconsciente de sentimientos y de ideas. En cambio acababa de impregnarse de enseñanzas ka:decianas y de perder un hijo muy querido. Si su comunicación hubiera sido solamente con el guía, maestro irascible, preten - cioso y falible, P. F. hubiera dudado; ¡pero in-tervino su hijo! Para un gran sensitivo, para un poderoso imaginativo, el sentimiento debía triun-far sobre la lógica racional.

De esta fase psicológica tan pintoresca den - tro de su tristeza, el psicólogo propende a anotar que el psiquismo de P. F. tomó durante ella el hábito de la disociación funcional entre lo cons-ciente y lo subconsciente, tan favorable a las manifestaciones de los planes profundos de pen-samiento y que se vió a través de unas divaga-ciones místico-filosóficas abundantes la indica-

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Tu mediumnidad actual, querido papá, tendrá otra forma y la conocerás pronto. Será una mediumnidad mucho más admirable que la que disfrutas hoy. Llamará la atención del mundo entero. Te proporcionará una completa comunicación con el pensamiento del mundo de la tierra y del espíritu. Tendrá una enorme resonan-cia, la de una fuerza traída del fondo del más allá.

Pronto la certeza de la mediumnidad de la visión y de la audición te ayudará a comprender la razón por la que no puedes escribir mejor ahora (1). Este estado molesto será el principio del fin del período de prepara-ción para tu nuevo estado. Pronto llegará el momento de poder comunicar con el más allá. Esto ocurrirá, como ya te he dicho, cuando menos te lo esperes, y conserva-rás toda tu vida esta facultad, que podrás aplicar en dia-logar continuamente con los muertos, y su consecuencia será la extrañeza de mucha gente y tu procedimiento para mostrarla a la multitud la obligará a admitir el mundo del espíritu. El 25 de diciembre te será concedi-da esta nueva mediumnidad.»

Así vivió Pasea¡ Forthuny durante el segundo semestre de 1920 en incesante comercio con dos «entes espirituales». De ellos recibió consejos morales conformes a los evangelios, enseñanzas filosóficas, reflejos de lecturas espiritistas de mo-niciones y premoniciones falsas y el anuncio de que un día sería clarividente y curandero.

¿P. F. poseía ya a esta época la facultad de conocimiento supranormal?

(1) Mensaje escrito el 12 de diciembre por violentas y dolorosas sacudidas del brazo. La escritura impulsiva debía cesar el 25.

Nada prueba que as¡ fuera, pero nada prueba tampoco lo contrario. Lo que se puede asegurar es que no fué verdaderamente solicitada. Entre gado a un a modo de laminado de su psiquis mo, sin verdadero fin nietagnómico, P. F. ex-presó por escritura impulsiva las elaboraciones subconscientes de su caudal mental como artis-ta y como neófito espiritista. Operó a la manera clásica con creación de personalidades. ¿Tuvo alguna vez la certeza de la existencia de esas personificaciones? P. F. era un artista con esca-so bagaje científico y sin tiempo ni gusto acaso para estudiar los trabajos psicológicos sobre & génesis subconsciente de sentimientos y de ideas. En cambio acababa de impregnarse de enseñanzas ka:decianas y de perder un hijo muy querido. Si su comunicación hubiera sido solamente con el guía, maestro irascible, preten - cioso y falible, P. F. hubiera dudado; ¡pero in-tervino su hijo! Para un gran sensitivo, para un poderoso imaginativo, el sentimiento debía triun-far sobre la lógica racional.

De esta fase psicológica tan pintoresca den - tro de su tristeza, el psicólogo propende a anotar que el psiquismo de P. F. tomó durante ella el hábito de la disociación funcional entre lo cons-ciente y lo subconsciente, tan favorable a las manifestaciones de los planes profundos de pen-samiento y que se vió a través de unas divaga-ciones místico-filosóficas abundantes la indica-

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56 DR. EUCENI OSTY

UNA PACIJLTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 57

ción monitoria o premonitoria del don de cono-cimiento supranormales.

La primera ocasión que más tarde creó la bue - na condición de solicitarlo, le hizo aparecer inopinadamente, tal un agua subterránea a pre-sión que un taladro hiciera surgir bruscamente. Esta ocasión llegó un año aproximadamente después de haber perdido P. F. su propiedad de escritura impulsiva.

En el invierno de 1921, algunas personas se hallaban reunidas en un salón del Instituto Me-tapsíquico de París. Forthuny estaba presente, así como una clarividente, Mada rae de B. A un momento dado el doctor Geley tendió una car-ta doblada a esta señora rogándole expusiera lo que su contacto le sugiriera. P. F., de buen hu-mor, interceptó la carta: «No debe ser difícil-objetó—contar alguna cosa apiicable a cualquie-ra», y se puso a hablar a la manera de los clari-videntes, pero al azar de las ideas. La carta era del siniestro Landrú. Lo que de ella dijo Forthu. ny tuvo cierto sentido, pero se juzgó como una feliz coincidencia.

La señora Geley cogió un abanico que se ha-llaba sobre una mesa del salón y lo presentó a Forthuny diciéndole: «Vamos a ver si es cues-tión de suerte. ¿Qué siente usted al contacto de este objeto?»

Siempre bromista y no persiguiendo otro fin

que el de simular la manera de los videntes y también de medir hasta qué punto puede favo-recer la casualidad, P. F. palpó el abanico y ex-clamó: «Qué es esto? Siento una impresión de ahogo y oigo ami lado: ¡ElIsal»

Quedó estupefacta la señora Geley. Este aba-nico provenía de una señora de edad que murió siete años antes, de congestión pulmonar, y que durante esta enfermedad lo utilizó para echarse aire. La amiga que la cuidaba se llamaba Elisa.

Ante este relato P. F, comenzó a creer que más que burlador resultaba burlado. La señora Geley salió del salón y volvió unos minutos des-pués con un bastón. «He aquí--dijo a Forthu - ny—un objeto que tiene una historia muy espe-cial. No puede usted conocerla; si la dice usted, es que sin duda alguna es un clarividente.»

«Esta vez—pensó P. F.—me voy a hundir. La suerte no puede durar indefinidamente. Me he metido en un mal asunto Sigamos hasta el fin.»

Palpó el bastón, y gravemente, como un artis-ta, declamando, comenzó a describir paisajes, movimiento de tropas, a lo lejos, más allá del mar, por el lado de Oriente. Habla de un joven oficial dueño del bastón, de su regreso a Fran-cia por mar, del torpedeamiento de su barco..., etcétera.

—¡Todo eso es exacto!—exclamó la señora Geley—; este bastón ha pertenecido a un joven que hizo, como oficial, la campaña de Grecia. El

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ción monitoria o premonitoria del don de cono-cimiento supranormales.

La primera ocasión que más tarde creó la bue - na condición de solicitarlo, le hizo aparecer inopinadamente, tal un agua subterránea a pre-sión que un taladro hiciera surgir bruscamente. Esta ocasión llegó un año aproximadamente después de haber perdido P. F. su propiedad de escritura impulsiva.

En el invierno de 1921, algunas personas se hallaban reunidas en un salón del Instituto Me-tapsíquico de París. Forthuny estaba presente, así como una clarividente, Mada rae de B. A un momento dado el doctor Geley tendió una car-ta doblada a esta señora rogándole expusiera lo que su contacto le sugiriera. P. F., de buen hu-mor, interceptó la carta: «No debe ser difícil-objetó—contar alguna cosa apiicable a cualquie-ra», y se puso a hablar a la manera de los clari-videntes, pero al azar de las ideas. La carta era del siniestro Landrú. Lo que de ella dijo Forthu. ny tuvo cierto sentido, pero se juzgó como una feliz coincidencia.

La señora Geley cogió un abanico que se ha-llaba sobre una mesa del salón y lo presentó a Forthuny diciéndole: «Vamos a ver si es cues-tión de suerte. ¿Qué siente usted al contacto de este objeto?»

Siempre bromista y no persiguiendo otro fin

que el de simular la manera de los videntes y también de medir hasta qué punto puede favo-recer la casualidad, P. F. palpó el abanico y ex-clamó: «Qué es esto? Siento una impresión de ahogo y oigo ami lado: ¡ElIsal»

Quedó estupefacta la señora Geley. Este aba-nico provenía de una señora de edad que murió siete años antes, de congestión pulmonar, y que durante esta enfermedad lo utilizó para echarse aire. La amiga que la cuidaba se llamaba Elisa.

Ante este relato P. F, comenzó a creer que más que burlador resultaba burlado. La señora Geley salió del salón y volvió unos minutos des-pués con un bastón. «He aquí--dijo a Forthu - ny—un objeto que tiene una historia muy espe-cial. No puede usted conocerla; si la dice usted, es que sin duda alguna es un clarividente.»

«Esta vez—pensó P. F.—me voy a hundir. La suerte no puede durar indefinidamente. Me he metido en un mal asunto Sigamos hasta el fin.»

Palpó el bastón, y gravemente, como un artis-ta, declamando, comenzó a describir paisajes, movimiento de tropas, a lo lejos, más allá del mar, por el lado de Oriente. Habla de un joven oficial dueño del bastón, de su regreso a Fran-cia por mar, del torpedeamiento de su barco..., etcétera.

—¡Todo eso es exacto!—exclamó la señora Geley—; este bastón ha pertenecido a un joven que hizo, como oficial, la campaña de Grecia. El

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barco en que regresaba fué torpedeado. Salvado del naufragio,elJfermó y murió dos años después.

En ese momento experimentó P. F. una de las grandes emociones de su vida.

E1 azar--pensó—es un maestro admirable, o entonces tengo una facultad que no sospechaba.»

Prolongando la prueba, la señora Geiey fué a buscar una carta a otra habitación y la entrega a F. de modo que le era imposible leer una §ola palabra. F. la aprieta en la mano y exclama: «Oh!, ¡señora! Esta carta ha sido escrita en una linda población. Es Oriente. Hay un puerto, es admirable. ¡Magnífica vista! ¡Qué hermoso cielo!

La carta había sido escrita veinte años antes, en Constantinopla por el padre de la señora Geley.

Así se manifestó la facultad metagnómica de P. F. mientras se divertía parodiando a los clarividentes, es decir, cuando por primera vez se halló en condiciones favorables al trabajo metagnómico.

Este incidente se divulgó inmediatamente. Forthuny, clarividente, se convirtió en la gran atracción de reuniones de amigos. No asistió a té ni cena sin poner a prceba sus facultades, prestándose a ello de buen grado, pues le com-placía probar su nuevo don.

Con este ejercicio su clarividencia se afirmó, se precisó, se amplificó.

Se habituó a trabajar ante un número varia-

ble de personas sin sospechar las dificultades, insuperables para la mayor parte de los clarivi- dentes, que había de vencer.

El señor Juan Meyer, de quien Forthuny fué colaborador en la Revue Spirite, comprendió la potencia de demostración que representaba esta facultad de operar en público. Obtuvo de P. F. que diese cada semana una sesión en cL'Union Spirite», 8, calle Copernic. Allí, ante una asisten- cia de más de 100 personas, ejecutó el prodigio de circular entre ellas deteniéndose ante unas o ante otras, revelando uno o varios episodios, muy íntimos algunos, de sus vidas o de las de sus allegados La variedad, la precisión, la in- contestabilidad de los hechos que se produjeron así atrajeron sobre Forthuny curiosidades siempre renovadas. Numerosas personas fueron a bus- car respuesta a sus secretas inquietudes. Poco numerosas fueron las que por simple interés asistieron al espectáculo psicofiiosófico que les era ofrecido. Ningún psicólogo profesional se presentó para estudiar este caso tan repleto de enseñanzas

Muy interesado por los resultados del trabajo especial de P F, le supliqué que viniera a efec tuarlos al «Institut Metapsychique» para su es- tudio. Encantado de ser útil a la ciencia, aceptó, y a pesar del trabajo agotador que le acaparaba, nos dió dos sesiones mensuales. La primera fué el 12 de mayo de 1925.

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barco en que regresaba fué torpedeado. Salvado del naufragio,elJfermó y murió dos años después.

En ese momento experimentó P. F. una de las grandes emociones de su vida.

E1 azar--pensó—es un maestro admirable, o entonces tengo una facultad que no sospechaba.»

Prolongando la prueba, la señora Geiey fué a buscar una carta a otra habitación y la entrega a F. de modo que le era imposible leer una §ola palabra. F. la aprieta en la mano y exclama: «Oh!, ¡señora! Esta carta ha sido escrita en una linda población. Es Oriente. Hay un puerto, es admirable. ¡Magnífica vista! ¡Qué hermoso cielo!

La carta había sido escrita veinte años antes, en Constantinopla por el padre de la señora Geley.

Así se manifestó la facultad metagnómica de P. F. mientras se divertía parodiando a los clarividentes, es decir, cuando por primera vez se halló en condiciones favorables al trabajo metagnómico.

Este incidente se divulgó inmediatamente. Forthuny, clarividente, se convirtió en la gran atracción de reuniones de amigos. No asistió a té ni cena sin poner a prceba sus facultades, prestándose a ello de buen grado, pues le com-placía probar su nuevo don.

Con este ejercicio su clarividencia se afirmó, se precisó, se amplificó.

Se habituó a trabajar ante un número varia-

ble de personas sin sospechar las dificultades, insuperables para la mayor parte de los clarivi- dentes, que había de vencer.

El señor Juan Meyer, de quien Forthuny fué colaborador en la Revue Spirite, comprendió la potencia de demostración que representaba esta facultad de operar en público. Obtuvo de P. F. que diese cada semana una sesión en cL'Union Spirite», 8, calle Copernic. Allí, ante una asisten- cia de más de 100 personas, ejecutó el prodigio de circular entre ellas deteniéndose ante unas o ante otras, revelando uno o varios episodios, muy íntimos algunos, de sus vidas o de las de sus allegados La variedad, la precisión, la in- contestabilidad de los hechos que se produjeron así atrajeron sobre Forthuny curiosidades siempre renovadas. Numerosas personas fueron a bus- car respuesta a sus secretas inquietudes. Poco numerosas fueron las que por simple interés asistieron al espectáculo psicofiiosófico que les era ofrecido. Ningún psicólogo profesional se presentó para estudiar este caso tan repleto de enseñanzas

Muy interesado por los resultados del trabajo especial de P F, le supliqué que viniera a efec tuarlos al «Institut Metapsychique» para su es- tudio. Encantado de ser útil a la ciencia, aceptó, y a pesar del trabajo agotador que le acaparaba, nos dió dos sesiones mensuales. La primera fué el 12 de mayo de 1925.

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CAPITULO III

LAS SESIONES PÚBLICAS DE METAGNOMIA

DADAS POR M. P. FORTHUN\' EN EL!. M. 1., DE PARÍS

Condiciones generales de las sesiones.

A L público de estas sesiones es espontáneo. En la Revue Metapsyclzique anunciamos

las fechas, y los espectadores acuden, a su an-tojo, acompañados por miembros de su familia o amigos. Todo el mundo entra libremente en el 1. M. 1. sin previa formalidad, y ocupa su asiento en el gran salón, donde le place, sin con-tacto con nadie de la casa, de igual modo que cuando en un periódico se anuncia una confe-rencia a la que se puede asistir sin billete de entrada. En resumen, un público de puerta abierta.

En la sucesión de sesiones el público es casi permanente, y sigue con sostenido interés el espectáculo metapsiquico dado por Fortuny;

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CAPITULO III

LAS SESIONES PÚBLICAS DE METAGNOMIA

DADAS POR M. P. FORTHUN\' EN EL!. M. 1., DE PARÍS

Condiciones generales de las sesiones.

A L público de estas sesiones es espontáneo. En la Revue Metapsyclzique anunciamos

las fechas, y los espectadores acuden, a su an-tojo, acompañados por miembros de su familia o amigos. Todo el mundo entra libremente en el 1. M. 1. sin previa formalidad, y ocupa su asiento en el gran salón, donde le place, sin con-tacto con nadie de la casa, de igual modo que cuando en un periódico se anuncia una confe-rencia a la que se puede asistir sin billete de entrada. En resumen, un público de puerta abierta.

En la sucesión de sesiones el público es casi permanente, y sigue con sostenido interés el espectáculo metapsiquico dado por Fortuny;

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO, SUPRANORMAL 63

Para aprovechar del mejor modo esta colabo-ración psicológica compleja, he tratado en va-rias ocasiones de explicar al público que las se-siones que se le dan son, más bien que un es-pectáculo de demostración, un campo de estudio del cual aprovecha, y, por lo tanto, está obliga-do a ayudar a este trabajo haciendo, sea en alta voz durante la sesión, o en particular, después de ella, una exposición circunstancial de los acontecimientos revelados por P. F. Esta es la parte defectuosa de las sesiones públicas me-tagnómicas. El éxito del observador depende de la sinceridad de los testimonios.

Aislado en sesiones particulares, el aguijón de la sorpresa obliga a corresponder con la ver-dad a las informaciones metagnórnicas compro-badas. Ante un público, sobre todo si se está acompañado por parientes o amigos, instintiva-mente se niega la verdad, por poco que se trate de un asunto sobre el que se desee guar-dar secreto. Muchas indicaciones metagnómicas aportadas por Forthuny ven así su importancia disminuida en las actas taquigráficas de las se - siones al ser contestadas por un <es cierto», o anulada por un « no entiendo bien» o «no veo claro» precedidos de una expresión de extrañe-za y vacilación.

Muchas indicaciones reconocidas verdaderas, aunque sólo en parte, no pueden compararse más que a la confesión de una realidad desvir-

62 DR. ELJGENE OSTY

nunca rebasa el 50 por 100 los nuevos asistentes. Se ha podido observar que P. F. tiene predi-

lección por los no habituales. Esto en armonía con su gusto por la novedad. También le mue-ve el deseo de ponerse en condición de incon-testabilidad del hecho metagnórnico, que deslu-ciría la sospecha de una previa información.

El ambiente humano en que P. F. ha operado es tal, que personalmente estoy seguro que tra-baja sobre desconocido.

Por otra parte, los hechos más interesantes que ha producido se referían a extranjeros de paso por Paris, y que asistían por primera vez a las sesiones del 1. M. 1. Pascal F. ignoraba su existencia, y ellos mismos ignoraron hasta ese instante la de Forthuny.

El único fin que persigue P. F. con sus se-siones es el ser útil al progreso, como se le ha rogado.

Personalmente aprecio una condición de ob-servación de un estilo que desconocí hasta hoy, por las dificultades que ha de salvar el sujeto metagnómico al vencer los obstáculos del azo-ramiento inhibitorio de las influencias pertur-badoras de presencias exageradamente múl-tiples; en razón también de los incidentes psi-cológicos infinitamente variados que surgen en todo momento, proporcionando sin descanso enseñanzas sobre la colaboración intermental subconsciente.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO, SUPRANORMAL 63

Para aprovechar del mejor modo esta colabo-ración psicológica compleja, he tratado en va-rias ocasiones de explicar al público que las se-siones que se le dan son, más bien que un es-pectáculo de demostración, un campo de estudio del cual aprovecha, y, por lo tanto, está obliga-do a ayudar a este trabajo haciendo, sea en alta voz durante la sesión, o en particular, después de ella, una exposición circunstancial de los acontecimientos revelados por P. F. Esta es la parte defectuosa de las sesiones públicas me-tagnómicas. El éxito del observador depende de la sinceridad de los testimonios.

Aislado en sesiones particulares, el aguijón de la sorpresa obliga a corresponder con la ver-dad a las informaciones metagnórnicas compro-badas. Ante un público, sobre todo si se está acompañado por parientes o amigos, instintiva-mente se niega la verdad, por poco que se trate de un asunto sobre el que se desee guar-dar secreto. Muchas indicaciones metagnómicas aportadas por Forthuny ven así su importancia disminuida en las actas taquigráficas de las se - siones al ser contestadas por un <es cierto», o anulada por un « no entiendo bien» o «no veo claro» precedidos de una expresión de extrañe-za y vacilación.

Muchas indicaciones reconocidas verdaderas, aunque sólo en parte, no pueden compararse más que a la confesión de una realidad desvir-

62 DR. ELJGENE OSTY

nunca rebasa el 50 por 100 los nuevos asistentes. Se ha podido observar que P. F. tiene predi-

lección por los no habituales. Esto en armonía con su gusto por la novedad. También le mue-ve el deseo de ponerse en condición de incon-testabilidad del hecho metagnórnico, que deslu-ciría la sospecha de una previa información.

El ambiente humano en que P. F. ha operado es tal, que personalmente estoy seguro que tra-baja sobre desconocido.

Por otra parte, los hechos más interesantes que ha producido se referían a extranjeros de paso por Paris, y que asistían por primera vez a las sesiones del 1. M. 1. Pascal F. ignoraba su existencia, y ellos mismos ignoraron hasta ese instante la de Forthuny.

El único fin que persigue P. F. con sus se-siones es el ser útil al progreso, como se le ha rogado.

Personalmente aprecio una condición de ob-servación de un estilo que desconocí hasta hoy, por las dificultades que ha de salvar el sujeto metagnómico al vencer los obstáculos del azo-ramiento inhibitorio de las influencias pertur-badoras de presencias exageradamente múl-tiples; en razón también de los incidentes psi-cológicos infinitamente variados que surgen en todo momento, proporcionando sin descanso enseñanzas sobre la colaboración intermental subconsciente.

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tuada en parte. No puede ocurrir de otro modo. Si lo señalo no es más que para hacer compren-der que el rendimiento real de la facultad me-tagnómica de P. F. es mucho mayor de lo que aparenta, sobre todo por lo adecuadas a la rea-lidad que son sus indicaciones y también por su cantidad.

El número de asistentes a estas secciones ha oscilado entre 40 y 200 personas. P. F. no entra en el salón hasta las cuatro, para comenzar in-mediatamente su trabajo. Mientras la sala se llena, espera en el piso superior, aislado de todo el mundo.

Forthuny llega ante su público, lo recorre con una mirada circular. Pronto se detiene su vista sobre una persona. Se acerca a ella. Algunas veces solicita de un modo especial; lanza una inicial que no significa nada; un nombre, un apellido; cita un lugar... «Enrique... ¿Le deja in-diferente?», inquiere. —<Enrique es el nombre de mi hermano», responde alguien, mientras otros dicen: <Enrique es mi nombre», <Enrique es una persona que representa un papel impor-tante en ¡ni vida». «Voy a comenzar por el Enri-que de este señor—dice Forthuny—; después me ocuparé de los demás.—Y hablando del Enrique, hermano del primero que contestó, va revelando elementos tan precisos de un episodio vivido, que nadie piensa en la posibilidad de una coin-cidencia. Otras veces, sin preguntas, sino con

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUERANORMAL 65

afirmaciones inmediatas cortantes que no pre -cisan conformidad, se aproxima a alguno que, ante la exactitud de lo que oye, queda mudo de estupor. Durante una hora P. F. se entretiene así; esto le divierte entre el público, dhigiéndose sucesivamente a una docena de personas. En todas no se produce la sintonización, metagnó-mica. Prueba.. Efectúa algunos tanteos; si no hay rendimiento, cesa, pasando de unos a otros hasta que surge ¡a inspiración.

Este procedimiento de no entretenerse en en-sayos infructuosos no fué siempre suyo. Cuando acudió al 1. M. 1. tenía un hábito, debido, se-gún creía, a la inspiración de íos espíritus. Decía: <Me enseñan», <me dicen», inclinndose a atri-buir a una influencia sobrehumana los conoci-mientos que consideraba demasiado elevados para el psiquismo del hombre vivo. De acuerdo con esta idea, P. F. se conportaba como si el espíi ¡tu inspirador, conociendo todo lo que con-cierne a los vivos, no hubiera de tropezar con ninguna vida individual inaccesible a sus cono cimientos. Se irritaba al hallarse impotente ante tal o cual persona, y se aferraba con frenesí al deseo de hacer surgir la verdad. Con gran ex-trañeza suya, sólo conseguía contestaciones bal-bucientes e implacablemente falsas. Durante las dos primeras sesiones le miré, sin intervenir, cómo comprometía algunos hechos muy bellos de conocimientos supranormales por insistentes

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tuada en parte. No puede ocurrir de otro modo. Si lo señalo no es más que para hacer compren-der que el rendimiento real de la facultad me-tagnómica de P. F. es mucho mayor de lo que aparenta, sobre todo por lo adecuadas a la rea-lidad que son sus indicaciones y también por su cantidad.

El número de asistentes a estas secciones ha oscilado entre 40 y 200 personas. P. F. no entra en el salón hasta las cuatro, para comenzar in-mediatamente su trabajo. Mientras la sala se llena, espera en el piso superior, aislado de todo el mundo.

Forthuny llega ante su público, lo recorre con una mirada circular. Pronto se detiene su vista sobre una persona. Se acerca a ella. Algunas veces solicita de un modo especial; lanza una inicial que no significa nada; un nombre, un apellido; cita un lugar... «Enrique... ¿Le deja in-diferente?», inquiere. —<Enrique es el nombre de mi hermano», responde alguien, mientras otros dicen: <Enrique es mi nombre», <Enrique es una persona que representa un papel impor-tante en ¡ni vida». «Voy a comenzar por el Enri-que de este señor—dice Forthuny—; después me ocuparé de los demás.—Y hablando del Enrique, hermano del primero que contestó, va revelando elementos tan precisos de un episodio vivido, que nadie piensa en la posibilidad de una coin-cidencia. Otras veces, sin preguntas, sino con

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afirmaciones inmediatas cortantes que no pre -cisan conformidad, se aproxima a alguno que, ante la exactitud de lo que oye, queda mudo de estupor. Durante una hora P. F. se entretiene así; esto le divierte entre el público, dhigiéndose sucesivamente a una docena de personas. En todas no se produce la sintonización, metagnó-mica. Prueba.. Efectúa algunos tanteos; si no hay rendimiento, cesa, pasando de unos a otros hasta que surge ¡a inspiración.

Este procedimiento de no entretenerse en en-sayos infructuosos no fué siempre suyo. Cuando acudió al 1. M. 1. tenía un hábito, debido, se-gún creía, a la inspiración de íos espíritus. Decía: <Me enseñan», <me dicen», inclinndose a atri-buir a una influencia sobrehumana los conoci-mientos que consideraba demasiado elevados para el psiquismo del hombre vivo. De acuerdo con esta idea, P. F. se conportaba como si el espíi ¡tu inspirador, conociendo todo lo que con-cierne a los vivos, no hubiera de tropezar con ninguna vida individual inaccesible a sus cono cimientos. Se irritaba al hallarse impotente ante tal o cual persona, y se aferraba con frenesí al deseo de hacer surgir la verdad. Con gran ex-trañeza suya, sólo conseguía contestaciones bal-bucientes e implacablemente falsas. Durante las dos primeras sesiones le miré, sin intervenir, cómo comprometía algunos hechos muy bellos de conocimientos supranormales por insistentes

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pruebas estériles o erróneas. Después le hice comprender que en la metagnomia de objetivo humano, la fuente de inspiración se halla en el psiquismo del sujeto; que es una colaboración in-termental activa, que obedece a una física des-conocida aún, y que ocurre como si entre el detector y el detectado precisara el acorde vi-bratorid. Le indiqué, para conseguir mejor ren-dimiento de su facultad, que era preferible no persistir en los ensayos más que con aquellas personas con quienes el fenómeno metagnómico se manifiesta inínedialaniente.

Convencido de que mis observaciones con-cordaban perfectamente con las vicisitudes del ejercicio de su facultad, que hasta entonces le habían parecido incoherentes, P. F. tomó el par-tido, y pronto se congratuló de ello, de cesar toda tentativa en cuanto no resultara una infor-mación verdad, o si el sujeto favorece su trabajo, detenerse a partir del momento en que se su-ceden las indicaciones erróneas; señal que la colaboración interrnental se ha desengranado.

Desde la puesta en práctica de esta regla, el rendimiento de la facultad de P. F. no ha vuelto ya a verse viciado por falsos funcionamientos «en el vacío». Varía sus disposiciones psicGfisio lógicas del momento y la calidad influyente de las personas con quien trabaja.

Como P. F. cunple esta acrobacia psicoló-gica de hacer funcionar metagnómicam ente su

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 67

psiquismo bajo la influencia de otro psiquismo seleccionado entre unas doscientas otras in- fluencias psíquicas, el rendimiento es necesaria-mente reducido en calidad, y sobre todo en cantidad, teniendo en cuenta lo que pudiera ser dedicándose a cada una de esas mismas per-sonas, señaladas como objetivo, aisladas en se-siones privadas. Son preferentemente estados de alma, episodios de vida, lo que F. espiga en su paseo entre la asistencia. Pero esos frag-mentos de personalidad o de existencia están muchas veces tan claramente determinados, que constituyen hechos metagnómicos, de tanto va-lor demostrativo y pedagógico, como si fueran muy ampliamente continuados en todos sus de-talles.

Llegado a la exposición de los hechos, heme aquí en una casi perplejidad. Parece que lo me-jor sería dar ín extenso el acta (tomada taqui-gráficamente) de las sesiones. Pero ello es prác-ticamente imposible. Tengo en el momento ac-tual los documentos a la vista. Representan, hasta el presente, la materia de quince sesiones y un texto de 300 páginas. Necesariamente me he de limitar a recortar de entre ellos los hechos más instructivos de cada sesión, bien por sus cualidades intrínsecas o por las condiciones bajo las cuales se produjeron. En el capítulo de las enseñanzas un cuadro estadístico establecerá

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pruebas estériles o erróneas. Después le hice comprender que en la metagnomia de objetivo humano, la fuente de inspiración se halla en el psiquismo del sujeto; que es una colaboración in-termental activa, que obedece a una física des-conocida aún, y que ocurre como si entre el detector y el detectado precisara el acorde vi-bratorid. Le indiqué, para conseguir mejor ren-dimiento de su facultad, que era preferible no persistir en los ensayos más que con aquellas personas con quienes el fenómeno metagnómico se manifiesta inínedialaniente.

Convencido de que mis observaciones con-cordaban perfectamente con las vicisitudes del ejercicio de su facultad, que hasta entonces le habían parecido incoherentes, P. F. tomó el par-tido, y pronto se congratuló de ello, de cesar toda tentativa en cuanto no resultara una infor-mación verdad, o si el sujeto favorece su trabajo, detenerse a partir del momento en que se su-ceden las indicaciones erróneas; señal que la colaboración interrnental se ha desengranado.

Desde la puesta en práctica de esta regla, el rendimiento de la facultad de P. F. no ha vuelto ya a verse viciado por falsos funcionamientos «en el vacío». Varía sus disposiciones psicGfisio lógicas del momento y la calidad influyente de las personas con quien trabaja.

Como P. F. cunple esta acrobacia psicoló-gica de hacer funcionar metagnómicam ente su

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psiquismo bajo la influencia de otro psiquismo seleccionado entre unas doscientas otras in- fluencias psíquicas, el rendimiento es necesaria-mente reducido en calidad, y sobre todo en cantidad, teniendo en cuenta lo que pudiera ser dedicándose a cada una de esas mismas per-sonas, señaladas como objetivo, aisladas en se-siones privadas. Son preferentemente estados de alma, episodios de vida, lo que F. espiga en su paseo entre la asistencia. Pero esos frag-mentos de personalidad o de existencia están muchas veces tan claramente determinados, que constituyen hechos metagnómicos, de tanto va-lor demostrativo y pedagógico, como si fueran muy ampliamente continuados en todos sus de-talles.

Llegado a la exposición de los hechos, heme aquí en una casi perplejidad. Parece que lo me-jor sería dar ín extenso el acta (tomada taqui-gráficamente) de las sesiones. Pero ello es prác-ticamente imposible. Tengo en el momento ac-tual los documentos a la vista. Representan, hasta el presente, la materia de quince sesiones y un texto de 300 páginas. Necesariamente me he de limitar a recortar de entre ellos los hechos más instructivos de cada sesión, bien por sus cualidades intrínsecas o por las condiciones bajo las cuales se produjeron. En el capítulo de las enseñanzas un cuadro estadístico establecerá

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las relaciones de cantidad entre los hechos com- directamente a este país. ¿No ha estado usted en

probados, aquellos que estuvieron más cargados Grecia?

M. Petroff.—Efectivamente; he hecho un viaje a aque- de indicaciones erróneas y los que fueron cern- ' ha nación. pletos fracasos. Al. Forthuny.--Me dicen algo que no tiene mucha re-

lación con esto. Helo aquí: ¿no habrá usted pensado en cierta ceremonia familiar—ignoro si es rusa—, en la que

Sesión del 17 de junio de 1925 hay un pastel sobre la mesa, a cuyo alrededor ponen unas bujías? ¿Por acaso no tuvo usted una conversación sobre este extremo?

El señor Pascal Forthuny entra en el salón del 1. M. l., M. Petroff.—Tal vez porque este año no se hizo esa

da algunos pasos entre los concurrentes y se detiene , ceremonia; estaba yo enfermo.

ante un nuevo espectador: —.Pierre,Pet}...,Pter..?—djce. ,, M. Forthuny.—Y usted deploró no haberla llevado

Respuesta.—Me llamo Petroff. , ' a cabo?

P. F. da en seguida una serie de indicaciones sobre ,' M. Petroff.- Claro; me era, sin duda, desagradable no acontecimientos de la revolución rusa, ya sin valor por 1 haberla celebrado. Era en Pascua y se trata de una cos- la confidencia prematura de su nombre, que acaba de tumbre rusa. hacer el almirante Petrof. 1. P. Fotthuny, después de ciertas indicaciones coricer-

Le han hecho a usted—continúa P. F.—una pro- nientes a diversas personas, llega ante cierto individuo posición por conducto de un ruso o un casi ruso. No 1 que nunca había venido al 1. M. 1., y que hasta la ter- diré completamente ruso; vamos, un naturalizado ruso. minación de la reunión no chió su nombre. El doctor Po- Le ha dicho esto: «Si quiere usted volver allá tiene jarsky. usted todas estas ventajas; si no, ocasión como ésta no M. Forthuny.—A usted lo veo sobre el puente de un se le volverá a presentar.» Y usted ha rehusado en ab- navío. ¿Responde esto a alguna cosa? soluto. Doctor Pojarsky.—Sí que responde a alguna cosa.

M. Petroff.—En efecto; he rehusado volver a Rusia M. Forthuny.—Le veo al mismo tiempo—acaso esto en tanto haya allí bolcheviques. ' sin relación con lo anterior —en el porvenir o en el pa-

M.Forthuny.—Han venido a decirle: «Los bolcheviques sado, en una sala de conferencia; aunque no sea usted

le autorizan a volver para tal o cual asunto.» A lo que profesor habla usted como quien enseña ya alguna cosa;

usted ha respondido negativamente. El hombre que , tiene un auditorio que le escucha con respeto, y todo vino a buscarle no era ruso. Era un delegado. Ni siquie- ello ligado con el puente de un barco. Ya ve si está

ra es del Este europeo. Era un francés. ' confuso. ¿Podría usted explicar lo que tiene de funda-

M. Petroff.—Francés era, en efecto. ' mento cuanto acabo de decirle?

M. Forthuny.—Me hacen ver que usted ha cambiado M. Pojarsky.—En efecto, soy médico y lic dado con- de ruta yendo en el 'mar, pero no venía directamente ferencias a bordo, rumbo a Constantinopla, a la tripu- a Francia, y sin embargo, su firme intención era venir ' lación del navío que me conducía.

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68 DR. rUCENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 69

las relaciones de cantidad entre los hechos com- directamente a este país. ¿No ha estado usted en

probados, aquellos que estuvieron más cargados Grecia?

M. Petroff.—Efectivamente; he hecho un viaje a aque- de indicaciones erróneas y los que fueron cern- ' ha nación. pletos fracasos. Al. Forthuny.--Me dicen algo que no tiene mucha re-

lación con esto. Helo aquí: ¿no habrá usted pensado en cierta ceremonia familiar—ignoro si es rusa—, en la que

Sesión del 17 de junio de 1925 hay un pastel sobre la mesa, a cuyo alrededor ponen unas bujías? ¿Por acaso no tuvo usted una conversación sobre este extremo?

El señor Pascal Forthuny entra en el salón del 1. M. l., M. Petroff.—Tal vez porque este año no se hizo esa

da algunos pasos entre los concurrentes y se detiene , ceremonia; estaba yo enfermo.

ante un nuevo espectador: —.Pierre,Pet}...,Pter..?—djce. ,, M. Forthuny.—Y usted deploró no haberla llevado

Respuesta.—Me llamo Petroff. , ' a cabo?

P. F. da en seguida una serie de indicaciones sobre ,' M. Petroff.- Claro; me era, sin duda, desagradable no acontecimientos de la revolución rusa, ya sin valor por 1 haberla celebrado. Era en Pascua y se trata de una cos- la confidencia prematura de su nombre, que acaba de tumbre rusa. hacer el almirante Petrof. 1. P. Fotthuny, después de ciertas indicaciones coricer-

Le han hecho a usted—continúa P. F.—una pro- nientes a diversas personas, llega ante cierto individuo posición por conducto de un ruso o un casi ruso. No 1 que nunca había venido al 1. M. 1., y que hasta la ter- diré completamente ruso; vamos, un naturalizado ruso. minación de la reunión no chió su nombre. El doctor Po- Le ha dicho esto: «Si quiere usted volver allá tiene jarsky. usted todas estas ventajas; si no, ocasión como ésta no M. Forthuny.—A usted lo veo sobre el puente de un se le volverá a presentar.» Y usted ha rehusado en ab- navío. ¿Responde esto a alguna cosa? soluto. Doctor Pojarsky.—Sí que responde a alguna cosa.

M. Petroff.—En efecto; he rehusado volver a Rusia M. Forthuny.—Le veo al mismo tiempo—acaso esto en tanto haya allí bolcheviques. ' sin relación con lo anterior —en el porvenir o en el pa-

M.Forthuny.—Han venido a decirle: «Los bolcheviques sado, en una sala de conferencia; aunque no sea usted

le autorizan a volver para tal o cual asunto.» A lo que profesor habla usted como quien enseña ya alguna cosa;

usted ha respondido negativamente. El hombre que , tiene un auditorio que le escucha con respeto, y todo vino a buscarle no era ruso. Era un delegado. Ni siquie- ello ligado con el puente de un barco. Ya ve si está

ra es del Este europeo. Era un francés. ' confuso. ¿Podría usted explicar lo que tiene de funda-

M. Petroff.—Francés era, en efecto. ' mento cuanto acabo de decirle?

M. Forthuny.—Me hacen ver que usted ha cambiado M. Pojarsky.—En efecto, soy médico y lic dado con- de ruta yendo en el 'mar, pero no venía directamente ferencias a bordo, rumbo a Constantinopla, a la tripu- a Francia, y sin embargo, su firme intención era venir ' lación del navío que me conducía.

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70 DR. EUGENE oSry UNA FACULTAD D CONOC!MNTO SU}'RANORMAL 71

Señora L.,.—La familia es originaria de allí. M. Forthuny.—Me muestran la silueta de un oficial

vestido con uniforme extranjero. Juraría que es un in- glés. Este inglés llega junio a la familia Guani al siguien- te día de la guerra; trae noticias de otro Guanl.

Señora L...—No sé... M. Forthuny.—El tal inglés es una de las causas de

disensiones en la familia. Por otra parte, y esto como simple episodio, veo a la jovencita, a quien vagamente aludí hace poco, marcharse hacia un país del Suroeste francés, país que ya había habitado; vuelve, por decirlo así, a su familia.

Señora L...—Es verdad. Actualmente se han reuni- do ya.

M. Forthuny.•-La esperan dos mujeres que la han querido mucho, una de las cuales la ha criado. ¿Tiene madre? ¿No hay una mujer paralítica?

Señora L..—Si, pero ya ha muerto. M. Forthuny.—Veo un departamento que bien pudie-

ra ser el Dronie. Señora L...—Exacto. Están en Valence. M. Forthuny.—,Y no hay una tentativa de doble

suicidio? Señora L...—Es muy posible... Forthuny hace revelaciones a otras personas, vuelve

al rincón de la sala en el que estaba sentada la seño- ra L..., y dirigiéndose a otra señora dice:

—Laurent? ¿Quién es Laurent para usted? La señora.—Alguien de mi familia se llama así. M. Forthuny.—Lo ve usted con la cabeza molida,

apretada como si tuviera más de una contrariedad, una sucesión extremadamente grave de preocupaciones ya reales, complicadas con una afección cerebral. No es ni congestión ni neuralgia, sino algo más grave.

La señora,—Ha sufrido, efectivamente; pero no a tal extremo...

Sesión del 7 de julio de 1925.

P. F. entra en materia así:—Saludo a todos, y os rue-go me libertéis de algo que me tiraniza desde hace tres días. Tengo que decir una cosa a propósito del señor Guanl (1). ¿Alguno se llama aquí Guani o tiene a algún Guani entre los que le rodean?

Una señora—Yo conozco a uno que se llama GuanI La señora L... - -También yo tengo amigos que se lla-

man Guani. M. Forthuny, dirigiéndose a la señora L...—Trataré de

ver para ése al que se refiere usted. La orden categórica que debo dar de modo imperativo a ese Guani es que ha de renunciar a un proyecto que no ha traído nunca más que sinsabores y que arrastraría a la catástrofe si no se rompe inmediatamente. ¿Significa esto alguna cosa? ¿No hubo para el tal Guani un proyecto de unión des-graciada?

Señora L...—Cierto. - M. Forthuny.—Voy, pues, a trabajar con usted. Hubo

una huída de cierta persona. Señora L...—Si. M. Forthuny.—Existe la expresión de un sentimiento

de horror. No exagero al emplear la palabra «horror» Puede haber una especie de desafecto, de fatiga de las personas, todo es posible; pero aquí es horror, y un ho-rror que yo calificaría de trágico. ¿Representa todo esto algo en ese drama de familia?

Señora L...—Lo representa. M. Forthuny. —Baviera? ¿Qué representa Baviera en

todo esto?

(1) Por discreción se ha variado el nombre, así como el lugar geográfico que se leerá después.

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70 DR. EUGENE oSry UNA FACULTAD D CONOC!MNTO SU}'RANORMAL 71

Señora L.,.—La familia es originaria de allí. M. Forthuny.—Me muestran la silueta de un oficial

vestido con uniforme extranjero. Juraría que es un in- glés. Este inglés llega junio a la familia Guani al siguien- te día de la guerra; trae noticias de otro Guanl.

Señora L...—No sé... M. Forthuny.—El tal inglés es una de las causas de

disensiones en la familia. Por otra parte, y esto como simple episodio, veo a la jovencita, a quien vagamente aludí hace poco, marcharse hacia un país del Suroeste francés, país que ya había habitado; vuelve, por decirlo así, a su familia.

Señora L...—Es verdad. Actualmente se han reuni- do ya.

M. Forthuny.•-La esperan dos mujeres que la han querido mucho, una de las cuales la ha criado. ¿Tiene madre? ¿No hay una mujer paralítica?

Señora L..—Si, pero ya ha muerto. M. Forthuny.—Veo un departamento que bien pudie-

ra ser el Dronie. Señora L...—Exacto. Están en Valence. M. Forthuny.—,Y no hay una tentativa de doble

suicidio? Señora L...—Es muy posible... Forthuny hace revelaciones a otras personas, vuelve

al rincón de la sala en el que estaba sentada la seño- ra L..., y dirigiéndose a otra señora dice:

—Laurent? ¿Quién es Laurent para usted? La señora.—Alguien de mi familia se llama así. M. Forthuny.—Lo ve usted con la cabeza molida,

apretada como si tuviera más de una contrariedad, una sucesión extremadamente grave de preocupaciones ya reales, complicadas con una afección cerebral. No es ni congestión ni neuralgia, sino algo más grave.

La señora,—Ha sufrido, efectivamente; pero no a tal extremo...

Sesión del 7 de julio de 1925.

P. F. entra en materia así:—Saludo a todos, y os rue-go me libertéis de algo que me tiraniza desde hace tres días. Tengo que decir una cosa a propósito del señor Guanl (1). ¿Alguno se llama aquí Guani o tiene a algún Guani entre los que le rodean?

Una señora—Yo conozco a uno que se llama GuanI La señora L... - -También yo tengo amigos que se lla-

man Guani. M. Forthuny, dirigiéndose a la señora L...—Trataré de

ver para ése al que se refiere usted. La orden categórica que debo dar de modo imperativo a ese Guani es que ha de renunciar a un proyecto que no ha traído nunca más que sinsabores y que arrastraría a la catástrofe si no se rompe inmediatamente. ¿Significa esto alguna cosa? ¿No hubo para el tal Guani un proyecto de unión des-graciada?

Señora L...—Cierto. - M. Forthuny.—Voy, pues, a trabajar con usted. Hubo

una huída de cierta persona. Señora L...—Si. M. Forthuny.—Existe la expresión de un sentimiento

de horror. No exagero al emplear la palabra «horror» Puede haber una especie de desafecto, de fatiga de las personas, todo es posible; pero aquí es horror, y un ho-rror que yo calificaría de trágico. ¿Representa todo esto algo en ese drama de familia?

Señora L...—Lo representa. M. Forthuny. —Baviera? ¿Qué representa Baviera en

todo esto?

(1) Por discreción se ha variado el nombre, así como el lugar geográfico que se leerá después.

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M. Fortliuny.—DigO que tiene esa enfermedad en la apoderarse de ella la idea de decir: «¡Helo aquí!, ¡aquí cabeza, y además una inquietud que será la causa de está!» Es como el temor de los que llegan detrás de la una terrible exaltación cerebral. Por el momento acaso puerta. esto nada represente, pero sería muy interesante saber Señora X.—Exacto. si se confirma cuanto acabo de decirle. Señor Forthuny.—Es que temía cierta habladuría.

Señora L...—Lo que usted dice de ese Laurent, y que Señora X.—Ha sufrido mucho por tal causa. no parece corresponder al Laurent de esa señoja, ¡nC Señor Forthuny.—.Conocía usted a la charlatana? concierne personimente. Esta mañana he recibido la Señora X.—Sí. fotografía de mi padre, que se llama también así, y que Señor Forthuny.—Pérdida considerable de pso en h2 muerto de una congestión cerebral complicada con esta mujer. Consunción lenta. Como resultado, curación amargas preocupaciones. Precisamente ese señor Guani, inexistente... Residía en provincias.. Corsé especial... de quien acaba de hablar, es el que me ha enviado esa cintura. fotografía. Señora X.—Si.

El señor Forthuny se dirige a otra persona. 1

—¿María no es nombre que significa algo para us- ted?--le dice. Sesión del 18 de noviembre de 1925.

Señora X.—Conozco a varias que se llaman así. Señor Forthuny.—No diré que se parece a usted, pero El señor Forthuny se dirige en cuanto llega hacia una

usted me la recuerda. persona que asiste por vez primera a lá 1. M. 1., que Señora X.--Hay, en efecto, una que se me parece. acaba de llegar a Francia hace unos días, y que sólo yo Señor Forthuny. --Para definir su carácter diré que es conozco de entre los presentes, así de nombre como por

extremadamente dulce. - sus funciones. Puedo decir ahora mismo que se trata Señora X.—Justamente. del doctor Papp, redactor del Neun Wiener Joarnal, de Señor Forthuny.—Crueles amarguras sufridas con re- Viena.

signación, y casi diría con una resignación cristiana. . Señor Forthuny.—Me hablan un idioma meridional y Señora X•SÍ una lengua nórdica al mismo tiempo. ¿Usted habla el Señor Forthuny.—Estaba por decir un placer de mar- alemán?

tirio, la aceptación serena del sufrimiento sin ningún gé- Señor Papp.—Lo hablo. nero (le acrimo»ia, sea contra quien fuere... Señor F.—Sus trabajos son una mezcla de cultura ale-

Señora X.—Es eso, si. mana y de investigaciones meridionales. Señor Fortbuny. --Y Sili embargo, cerca de ella, una Señor P.—Es verdad. (Después de la sesión agregó:)

causa de irritación nerviosa, de impaciencia. Hablo el español, el francés, el italiano, y conozco la lite. Señora X.---Cierto. ratura de estos pueblos. Además soy, en cuanto a mis Señor Forthuny.—Esta causa, en los últimos tiempos, 1 estudios, lo que se dice un «romanista».

se ha traducido por un cierto miedo. Podría de pronto Señor F.—Su caso es en extremo interesante. Veo en

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72 DR. EUGENE OSTY . UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 73

M. Fortliuny.—DigO que tiene esa enfermedad en la apoderarse de ella la idea de decir: «¡Helo aquí!, ¡aquí cabeza, y además una inquietud que será la causa de está!» Es como el temor de los que llegan detrás de la una terrible exaltación cerebral. Por el momento acaso puerta. esto nada represente, pero sería muy interesante saber Señora X.—Exacto. si se confirma cuanto acabo de decirle. Señor Forthuny.—Es que temía cierta habladuría.

Señora L...—Lo que usted dice de ese Laurent, y que Señora X.—Ha sufrido mucho por tal causa. no parece corresponder al Laurent de esa señoja, ¡nC Señor Forthuny.—.Conocía usted a la charlatana? concierne personimente. Esta mañana he recibido la Señora X.—Sí. fotografía de mi padre, que se llama también así, y que Señor Forthuny.—Pérdida considerable de pso en h2 muerto de una congestión cerebral complicada con esta mujer. Consunción lenta. Como resultado, curación amargas preocupaciones. Precisamente ese señor Guani, inexistente... Residía en provincias.. Corsé especial... de quien acaba de hablar, es el que me ha enviado esa cintura. fotografía. Señora X.—Si.

El señor Forthuny se dirige a otra persona. 1

—¿María no es nombre que significa algo para us- ted?--le dice. Sesión del 18 de noviembre de 1925.

Señora X.—Conozco a varias que se llaman así. Señor Forthuny.—No diré que se parece a usted, pero El señor Forthuny se dirige en cuanto llega hacia una

usted me la recuerda. persona que asiste por vez primera a lá 1. M. 1., que Señora X.--Hay, en efecto, una que se me parece. acaba de llegar a Francia hace unos días, y que sólo yo Señor Forthuny. --Para definir su carácter diré que es conozco de entre los presentes, así de nombre como por

extremadamente dulce. - sus funciones. Puedo decir ahora mismo que se trata Señora X.—Justamente. del doctor Papp, redactor del Neun Wiener Joarnal, de Señor Forthuny.—Crueles amarguras sufridas con re- Viena.

signación, y casi diría con una resignación cristiana. . Señor Forthuny.—Me hablan un idioma meridional y Señora X•SÍ una lengua nórdica al mismo tiempo. ¿Usted habla el Señor Forthuny.—Estaba por decir un placer de mar- alemán?

tirio, la aceptación serena del sufrimiento sin ningún gé- Señor Papp.—Lo hablo. nero (le acrimo»ia, sea contra quien fuere... Señor F.—Sus trabajos son una mezcla de cultura ale-

Señora X.—Es eso, si. mana y de investigaciones meridionales. Señor Fortbuny. --Y Sili embargo, cerca de ella, una Señor P.—Es verdad. (Después de la sesión agregó:)

causa de irritación nerviosa, de impaciencia. Hablo el español, el francés, el italiano, y conozco la lite. Señora X.---Cierto. ratura de estos pueblos. Además soy, en cuanto a mis Señor Forthuny.—Esta causa, en los últimos tiempos, 1 estudios, lo que se dice un «romanista».

se ha traducido por un cierto miedo. Podría de pronto Señor F.—Su caso es en extremo interesante. Veo en

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74 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRÁNORMAL 75

usted un a modo de conjugación de la lógica, del espíri-tu crítico alemán, o. si usted prefiere, gérmánico, y nórdi-co, para hablar con propiedad y recoger una expresión que exige que se refiera usted no sólo a Alemania, sino al brillo de la luz, de la luz meridional además. No me ex-trañaría que escribiera usted obras. Tomaré dos ejem-plos definidos por unos apellidos: Lessing y Leopardi.

Señor P.—Lessing fué ¡ni t'sis de doctorado, que versaba sobre «La influencia de Voltaire sobre Les-sing».

Señor F.—Así pues, en su tesis había ya un ensayo de conciliación de la mentalidad alemana con una me-ridional, puesto que era francesa. Pero ahora va usted más 'lejos aún. Algo hay de italiano o de español que le obliga en su vida a un ensayo conjugativo del «ya» y del «sí».

Señor P.—En efecto. (Después de la sesión dijo:) Lo hice hace ya cinco años.

Señor. F.—Conoce usted a Heidelberg? ¿Y «Zum Ritter»?

Señor P.—Conozco «Zum Ritter» en Heidelberg. Señor F—,Allí ha conocido usted a un cierto Hugo? Señor P.—Sí, un amigo que se llamaba Hugo. Señor F.—Vera... es una joven rusa a la que ha co-

nocido... Señor P.—Conozco una rusa, pero no es Vera Señor F.—Quizás sea Era. Señor P.—Se flama Ara. Señor F.—Acaso me dan ese nombre para hacerle de-

cir a usted que existe esa rusa. Es una persona que se diría salida de una tumba, porque estaba enferma de muerte. Era una enfermedad conipletamerite mental, un gran hastío de todo, una desesperanza inmensa de la humanidad. Hoy se reconoce salvada por cierta obliga-ción de ser útil a una idea que ella desconocía y a la cual ahora está por entero consagrada.

Señor P.—La primera parte es cierta, la segunda lo es menos.

Señor F.—Quiere usted aceptar el pronóstico de que tal persona ha de hablar en público.

Señor P.—Es una actriz que debuta, Luego es posi-ble. (Después de la sesión agrega:) Esta joven tuvo hace tiempo una enfermedad muy grave y estuve atacada de grandes crisis de melancolía, que llegaron a preocupar. Acaso la idea de que habla el señor Forthuny se rela-ciona con su nueva profesión de artista, a la cual se en-trega con todo entusiasmo.

Señor F.—i.Ekhart? ¿Le recuerda algo este nombre? Señor P.—Es el de un antiguo amigo, actualmente

profesor de la Universidad. No he vuelto a pensar en él desde hace varios años.

Señor F.—La iglesia de Santa Margarita? ¿No ha tocado usted algún instrumento en esa iglesia? ¿No? Le dejo porque creo agotada mi facilidad con respecto a usted.

Forthuny da algunas vueltas por la sala y se dirige a una señora que venía allí por vez primera, introducida por una amiga.

—Déme su manguito, señora. ¿Qué es eso de Luis y Gabriel? ¿Personas de su familia?

La señora.—Conozco o un Luis, hijo de una de mis amigas.

Señor Forthuny.—No es eso. (Mirando el manguito que guarda entre sus manos.) Esto debiera darme una impresión de negro y, por el contrario, me la da de blan-co; lo que digo no tiene ciertamente sentido alguno, pero voy a tratar de encontrarle uno. Vea este objeto. Yo lo considero como si fuera un bloque de cristal y no como una piel. No veo muy bien adónde iré a parar, pero pro. sigo. ¿Su marido de usted padece opresiones?

La señora.—Sí.

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74 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRÁNORMAL 75

usted un a modo de conjugación de la lógica, del espíri-tu crítico alemán, o. si usted prefiere, gérmánico, y nórdi-co, para hablar con propiedad y recoger una expresión que exige que se refiera usted no sólo a Alemania, sino al brillo de la luz, de la luz meridional además. No me ex-trañaría que escribiera usted obras. Tomaré dos ejem-plos definidos por unos apellidos: Lessing y Leopardi.

Señor P.—Lessing fué ¡ni t'sis de doctorado, que versaba sobre «La influencia de Voltaire sobre Les-sing».

Señor F.—Así pues, en su tesis había ya un ensayo de conciliación de la mentalidad alemana con una me-ridional, puesto que era francesa. Pero ahora va usted más 'lejos aún. Algo hay de italiano o de español que le obliga en su vida a un ensayo conjugativo del «ya» y del «sí».

Señor P.—En efecto. (Después de la sesión dijo:) Lo hice hace ya cinco años.

Señor. F.—Conoce usted a Heidelberg? ¿Y «Zum Ritter»?

Señor P.—Conozco «Zum Ritter» en Heidelberg. Señor F—,Allí ha conocido usted a un cierto Hugo? Señor P.—Sí, un amigo que se llamaba Hugo. Señor F.—Vera... es una joven rusa a la que ha co-

nocido... Señor P.—Conozco una rusa, pero no es Vera Señor F.—Quizás sea Era. Señor P.—Se flama Ara. Señor F.—Acaso me dan ese nombre para hacerle de-

cir a usted que existe esa rusa. Es una persona que se diría salida de una tumba, porque estaba enferma de muerte. Era una enfermedad conipletamerite mental, un gran hastío de todo, una desesperanza inmensa de la humanidad. Hoy se reconoce salvada por cierta obliga-ción de ser útil a una idea que ella desconocía y a la cual ahora está por entero consagrada.

Señor P.—La primera parte es cierta, la segunda lo es menos.

Señor F.—Quiere usted aceptar el pronóstico de que tal persona ha de hablar en público.

Señor P.—Es una actriz que debuta, Luego es posi-ble. (Después de la sesión agrega:) Esta joven tuvo hace tiempo una enfermedad muy grave y estuve atacada de grandes crisis de melancolía, que llegaron a preocupar. Acaso la idea de que habla el señor Forthuny se rela-ciona con su nueva profesión de artista, a la cual se en-trega con todo entusiasmo.

Señor F.—i.Ekhart? ¿Le recuerda algo este nombre? Señor P.—Es el de un antiguo amigo, actualmente

profesor de la Universidad. No he vuelto a pensar en él desde hace varios años.

Señor F.—La iglesia de Santa Margarita? ¿No ha tocado usted algún instrumento en esa iglesia? ¿No? Le dejo porque creo agotada mi facilidad con respecto a usted.

Forthuny da algunas vueltas por la sala y se dirige a una señora que venía allí por vez primera, introducida por una amiga.

—Déme su manguito, señora. ¿Qué es eso de Luis y Gabriel? ¿Personas de su familia?

La señora.—Conozco o un Luis, hijo de una de mis amigas.

Señor Forthuny.—No es eso. (Mirando el manguito que guarda entre sus manos.) Esto debiera darme una impresión de negro y, por el contrario, me la da de blan-co; lo que digo no tiene ciertamente sentido alguno, pero voy a tratar de encontrarle uno. Vea este objeto. Yo lo considero como si fuera un bloque de cristal y no como una piel. No veo muy bien adónde iré a parar, pero pro. sigo. ¿Su marido de usted padece opresiones?

La señora.—Sí.

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76 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DR C0NOCIMI}NTO SUPRANORMAL 77

Señor F.—Estimo que hay que cuidarle esa opresión. ¿Es robusto?

La señora.—Bastante robusto. Señor F.—En cuanto a este objeto, se hace cada vez

más brillante, tanto en su radiación como en su lumino-sidad. Sigue preocupándome esta opresión, que me choca tanto, pero tengo que lograr algo con este objeto cada vez más luminoso, y existe la faceta salud, que me obsesiona al propio tiempo. Tenga en cuenta que no me consolaría si llegara a alaivarla. No es ése el caso. Es una sencilla advertencia para que tome precaucio-nes. ¿Sufre usted de dolores? ¿Tiene torsiones muscu-lares?

La señora.—Sí. Señor F.--Veo reducirse este objeto, reducirse y ta-

llarse; toma un aspecto geométrico que, por otra parte, me llamó la atención desde el principio; disminuye y adquiere ahora la forma de una piedra tallada, de un diamante. Si quisiera darle a usted un apodo la llamaría Señora Diamante... ¡Ganado!... me gritan... ¡ganado!... ¡fortunal... ¡diamante!...

La amiga de la señora en cuestión. -Todo lo que dice usted es completamente cierto: el marido de esta seño-ra vende diamantes en los grandes mercados, y en el momento en que usted iba a hablar, ella acababa de quejarse de un dolor agudo de muñeca, que le aqueja a menudo,

Señor F.—No estoy satisfecho. ¿Qué alcance tiene en su vida la palabra ganar?

La señora. - MelIamo Gagucrot. La señora Gagnerot escribió después de esto al se-

ñor F. para decirle que su marido estaba en tratos de venta de su casa a ciertos americanos, precisamente durante la sesión en que le hablaba él, y ue la casa fué vendida de un modo inesperado y ventajoso.

El señor F. dii ige una mirada hacia el fondo de la sala, y, señalando a un hombre de píe, exclama:

—Para el señor que está allí de pie no veo más que una imagen. Su persona se destaca sobre un inmenso cofre, que es una caja de caudales y nada más. Es ne-gra, muy fuerte, y le veo de nuevo delante de esta caja de caudales. ¿No tiene esto algún sentido?

El señor. Soy banquero. (Era el señor Leroy-Dupré, banquero en París. F. y él no se habían visto nunca.)

E. señor F. revela incidentes de su vida a algunos otros coricutreutes, y, volviendo al señor Papp, le dice:

---Tkne usted dos ocupaciones completamente dis-tintas.

El señor Papp.--Es cierto. El señor F. Le hablan a usted en esta forma: ¿por

qué te obstinas en querer hacer comp'ender a esa clase de franceses, completamente incapaces de lograrlo, lo que tú quieres hacerles entender? Me comunican el nombre de Cachin.

El señor Papp.—Soy periodista al par que escritor y he recibido hace dos días de mi redacción la orden de interviuvar al señor Cachin. ¡Esto es maravillosol

Sesión del 2 de diciembre de 1925.

El señor F., al comenzar la sesión, sin dirigirse espe-cialmente a nadie, dice:

—Oigo como el ruido de una gran imprenta. Me atur-de el retumbar de las máquinas en unos sótanos. Son las dos de la mañana y hay un fuerte olor a tinta de im-prenta. Hay un señor que sale ne su despacho, baja a los sótanos de la casa para ver lo que se llama las «for-mas» de un periódico. Trasládanme el pensamiento ha-

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Señor F.—Estimo que hay que cuidarle esa opresión. ¿Es robusto?

La señora.—Bastante robusto. Señor F.—En cuanto a este objeto, se hace cada vez

más brillante, tanto en su radiación como en su lumino-sidad. Sigue preocupándome esta opresión, que me choca tanto, pero tengo que lograr algo con este objeto cada vez más luminoso, y existe la faceta salud, que me obsesiona al propio tiempo. Tenga en cuenta que no me consolaría si llegara a alaivarla. No es ése el caso. Es una sencilla advertencia para que tome precaucio-nes. ¿Sufre usted de dolores? ¿Tiene torsiones muscu-lares?

La señora.—Sí. Señor F.--Veo reducirse este objeto, reducirse y ta-

llarse; toma un aspecto geométrico que, por otra parte, me llamó la atención desde el principio; disminuye y adquiere ahora la forma de una piedra tallada, de un diamante. Si quisiera darle a usted un apodo la llamaría Señora Diamante... ¡Ganado!... me gritan... ¡ganado!... ¡fortunal... ¡diamante!...

La amiga de la señora en cuestión. -Todo lo que dice usted es completamente cierto: el marido de esta seño-ra vende diamantes en los grandes mercados, y en el momento en que usted iba a hablar, ella acababa de quejarse de un dolor agudo de muñeca, que le aqueja a menudo,

Señor F.—No estoy satisfecho. ¿Qué alcance tiene en su vida la palabra ganar?

La señora. - MelIamo Gagucrot. La señora Gagnerot escribió después de esto al se-

ñor F. para decirle que su marido estaba en tratos de venta de su casa a ciertos americanos, precisamente durante la sesión en que le hablaba él, y ue la casa fué vendida de un modo inesperado y ventajoso.

El señor F. dii ige una mirada hacia el fondo de la sala, y, señalando a un hombre de píe, exclama:

—Para el señor que está allí de pie no veo más que una imagen. Su persona se destaca sobre un inmenso cofre, que es una caja de caudales y nada más. Es ne-gra, muy fuerte, y le veo de nuevo delante de esta caja de caudales. ¿No tiene esto algún sentido?

El señor. Soy banquero. (Era el señor Leroy-Dupré, banquero en París. F. y él no se habían visto nunca.)

E. señor F. revela incidentes de su vida a algunos otros coricutreutes, y, volviendo al señor Papp, le dice:

---Tkne usted dos ocupaciones completamente dis-tintas.

El señor Papp.--Es cierto. El señor F. Le hablan a usted en esta forma: ¿por

qué te obstinas en querer hacer comp'ender a esa clase de franceses, completamente incapaces de lograrlo, lo que tú quieres hacerles entender? Me comunican el nombre de Cachin.

El señor Papp.—Soy periodista al par que escritor y he recibido hace dos días de mi redacción la orden de interviuvar al señor Cachin. ¡Esto es maravillosol

Sesión del 2 de diciembre de 1925.

El señor F., al comenzar la sesión, sin dirigirse espe-cialmente a nadie, dice:

—Oigo como el ruido de una gran imprenta. Me atur-de el retumbar de las máquinas en unos sótanos. Son las dos de la mañana y hay un fuerte olor a tinta de im-prenta. Hay un señor que sale ne su despacho, baja a los sótanos de la casa para ver lo que se llama las «for-mas» de un periódico. Trasládanme el pensamiento ha-

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cia el diario Le Matin, del que, en tiempos, fui redactor. No creo que haya entre los presentes ningún redactor del Matin a juzgar por lo que me dicen del Matin. Sin embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante función cii un diario, al que debe bajar a las dos de la mañana para ver las «formas.

Se dirige a un señor desconocido de todo el mundo y llegado a la 1. M. 1. por vez primera. Le toma la mano:

—...Me dan una mayúscula L... Hay neblina, hay agua, hay barcos.., olor a géneros ultramarinos, agua amari-lla, gris. Baja usted a las dos de la mañana a ver las «formas», usted precisamente. ¿Es usted belga? ¿Quién es Lanoi? ¿Va usted embarcado? ¿Enciende usted ci-garros antillanos, o no sé el qué, con capitanes de bar-cos, en un club? ¿Encuentra usted capitanes mercantes en un club donde le dan un cigarro? ¿Herick? ¿Se llama así ese capitán? ¿Ha perdido usted una apuesta en un círculo? Veo un gran puerto lleno de humo y de mer-cancías, es Amberes. ¿Es usted redactor del Matin, de Amberes, señor mío?

El señor.—Sí, lo soy. El señor F.—¿Y Lanoi? El señor.—Falta una letra. El señor F.—Pues bien, colóquela. El señor.—Me llamo Landoy. El seáor Landoy es redactor en jefe del diario Le Ma-

tin, de Amberes. Hasta después de la sesión no recordó que a menudo le acontece encontrarse en el círculo francés de Amberes con un viejo armador, con el que acostunibra a jugar al billar. La puesta de la partida es siempre «un cigarro».

El señor F., después de haber hecho algunas revela-ciones a otras dos personas, se aproxima a un sujeto y le dice:

—En cuanto a usted señor es preciso rompa la se-

UNA FACULTAD DE CONOCUv1lETO SUPRANORMAL 79

guuda mitad de un trabajo cuya primera parte le ha pa-recido insuficiente; necesita usted volver a empezar la labor.

El señor.—Perfectamente. El señor F.—Como inificaciones generales debe usted

temer el verdadero peligro de progresar, a pesar de las adquisiciones casi positivas que le satisfarán más que las especulaciones del pasado; ir, digo, hacia la psico-logía de la máxima duda, que podría arrastrarle —es muy delicado—hacia la reforma de todos los sistemas sobre los que se basa usted y renunciar totalmente a tales especulaciones del espíritu.

El señor.—Está muy bien. He llegado, en efecto, a un atolladero cdtico. Lo que me ha dicho usted ahora se aplica al porvenir y es posible. Hice una primera parte que he destruido, y hago una segunda ahora que pro-bablemente destruiré también. Por otra parte, me he comprometido en investigaciones psicológicas sobre un terreno harto positivo, según usted me ha dicho, y he llegado a un vacío que me conduce a la duda. Ahora he franqueado la duda y he vuelto a caer en un terreno po-sitivo.

Señor F.—Es precisar demasiado el decirle que eran archivos religiosos? ¿Que se trata de exégesis? ¿Ha tra-bajado usted con San Agustíñ? ¿No ha subido usted al monte Casino? (1). ¿Ha frecuentado dominicos, gente de sotana? Entre usted y un doctor de la Iglesia, ¿no ha existido un pugilato espiritual en el que han llega-do a las manos?

El señor.—Es exacto. Hemos llegado a las manos. Señor F.—Había otro, barbudo. ¿Era San Pablo? Le

dijeron austed: Golpea sobre una campana rajada y la campana caerá a sus pies, y verá ante sí destacarse

(1) Célebre porque en él echó San Benito los ci-mientos de su monasterio.—(N. de la T.)

--

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cia el diario Le Matin, del que, en tiempos, fui redactor. No creo que haya entre los presentes ningún redactor del Matin a juzgar por lo que me dicen del Matin. Sin embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante función cii un diario, al que debe bajar a las dos de la mañana para ver las «formas.

Se dirige a un señor desconocido de todo el mundo y llegado a la 1. M. 1. por vez primera. Le toma la mano:

—...Me dan una mayúscula L... Hay neblina, hay agua, hay barcos.., olor a géneros ultramarinos, agua amari-lla, gris. Baja usted a las dos de la mañana a ver las «formas», usted precisamente. ¿Es usted belga? ¿Quién es Lanoi? ¿Va usted embarcado? ¿Enciende usted ci-garros antillanos, o no sé el qué, con capitanes de bar-cos, en un club? ¿Encuentra usted capitanes mercantes en un club donde le dan un cigarro? ¿Herick? ¿Se llama así ese capitán? ¿Ha perdido usted una apuesta en un círculo? Veo un gran puerto lleno de humo y de mer-cancías, es Amberes. ¿Es usted redactor del Matin, de Amberes, señor mío?

El señor.—Sí, lo soy. El señor F.—¿Y Lanoi? El señor.—Falta una letra. El señor F.—Pues bien, colóquela. El señor.—Me llamo Landoy. El seáor Landoy es redactor en jefe del diario Le Ma-

tin, de Amberes. Hasta después de la sesión no recordó que a menudo le acontece encontrarse en el círculo francés de Amberes con un viejo armador, con el que acostunibra a jugar al billar. La puesta de la partida es siempre «un cigarro».

El señor F., después de haber hecho algunas revela-ciones a otras dos personas, se aproxima a un sujeto y le dice:

—En cuanto a usted señor es preciso rompa la se-

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guuda mitad de un trabajo cuya primera parte le ha pa-recido insuficiente; necesita usted volver a empezar la labor.

El señor.—Perfectamente. El señor F.—Como inificaciones generales debe usted

temer el verdadero peligro de progresar, a pesar de las adquisiciones casi positivas que le satisfarán más que las especulaciones del pasado; ir, digo, hacia la psico-logía de la máxima duda, que podría arrastrarle —es muy delicado—hacia la reforma de todos los sistemas sobre los que se basa usted y renunciar totalmente a tales especulaciones del espíritu.

El señor.—Está muy bien. He llegado, en efecto, a un atolladero cdtico. Lo que me ha dicho usted ahora se aplica al porvenir y es posible. Hice una primera parte que he destruido, y hago una segunda ahora que pro-bablemente destruiré también. Por otra parte, me he comprometido en investigaciones psicológicas sobre un terreno harto positivo, según usted me ha dicho, y he llegado a un vacío que me conduce a la duda. Ahora he franqueado la duda y he vuelto a caer en un terreno po-sitivo.

Señor F.—Es precisar demasiado el decirle que eran archivos religiosos? ¿Que se trata de exégesis? ¿Ha tra-bajado usted con San Agustíñ? ¿No ha subido usted al monte Casino? (1). ¿Ha frecuentado dominicos, gente de sotana? Entre usted y un doctor de la Iglesia, ¿no ha existido un pugilato espiritual en el que han llega-do a las manos?

El señor.—Es exacto. Hemos llegado a las manos. Señor F.—Había otro, barbudo. ¿Era San Pablo? Le

dijeron austed: Golpea sobre una campana rajada y la campana caerá a sus pies, y verá ante sí destacarse

(1) Célebre porque en él echó San Benito los ci-mientos de su monasterio.—(N. de la T.)

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esa campana como si la hiciera sonar violentamente a la puerta de un monasterio, y por un gran milagro no lo matará a usted.»

El señor—Me han hablado algo que se relaciona con esto. Antes inc dijo usted que habíamos llegado a las manos; ese señor es católico Y yo soy espiritualista tolerante y no católico intransigente. Me dijo: «Si pre-tende usted resolver el problema con el espiritualismo amplio, fracasará usted. No tiene solución; por consi-guiente, trata de tocar una campana y ésta caerá sobre su cabeza con riesgo de matarle.» En cuanto a San Pa-blo, leo mucho, mas no retengo los nombres de los auto-res y es posible que haya plagiado algo de San Pablo.

El señor F.—He aquí lo que veo. ¿Cómo es que us-ted, tan alejado de la sala de laboratorio y de la clíni-ca, se halla cerca de gentes que van a ser operadas de enfermedades de la cabeza y que trabaje usted con los clínicos?

El señor.—Es muy curioso. Es una premonición a medias, pues me ocupo dé psicología, por lo que estoy en vísperas de ir a un hospital donde se ocupan de en-fermedades mentales.

El señor F.— Se ocupará usted de las circunvolucio-nes del cerebro y de todo aquello que se relacione bio-lógicamente con sus estudios.

El señor.—Eso es cosa hecha, pero he de continuar.

El señor Forthuny da algunos pasos por la sala, se detiene ante un grupo de personas y dice:

—Hay alguien aquí a quien ha sido practicada una punción bajo las coslillas para detener una pleuresía?

La señora C.—Soy yo. El señor F.—No ha hecho usted tina ascensión en

globo? ¿El mes de julio le interesa? La señora C.—Si, fué en julio cuando tuve la pleu-

resía.

UNA FACULTAD DE coNoc1MLEN'o SUPRANORMAL 81

El señor F.—Es puramente simbólico. La veo a usted un verano sobre una altura embriagada de vértigo; es decir, en una situación en que se halla usted a punto de perder el conocimiento, el valor y todo dominio de sí misma. Pierde su fe en la vida porque está colocada en una situación determinada por circunstancias tales que siente usted un formidable vértigo y se dice: «Es el término...'

La señora C.—Tuve esta sensación y pensaba que si el vértigo duraba un minuto más, moriría.

Sesión del 16 de diciembre de 1925.

El señor Forthuny, tras hacer unas indicacaciones a una señora sentada en un rincón del salón, se dirige a su vecino:

—En cuanto a usted, señor, ha tenido una ambición que semejaba un a modo de fe en cierto genio que exis-te ea usted.

El señor.—La he 'tenido, pero he perdido la fe El señor F.—,Es que sobre ese tema no le ha hecho

observaciones severas invitándole a la modestia un hombre que de cerca o de lejos tiene contacto con-el mundo elesiástico?

El señor.—Observaciones sí, pero no severas. En efecto, esa persona tiene contacto con el mundo ecle-siástico.

El señor F.—Os ha dicho: Tenga confianza en Dios, que puede ayudarle, pero no en la proporción que us-ted cree.»

El señor.—En efecto, eso es sobre poco más o menos. El señor F.—Le veo a usted escribiendo y anotando

cosas como axiomas, pensamientos, una armazón, en fin, para una obra de mayor envergadura. Le han quita-do todo eso y usted cree que se lo han destruido.

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esa campana como si la hiciera sonar violentamente a la puerta de un monasterio, y por un gran milagro no lo matará a usted.»

El señor—Me han hablado algo que se relaciona con esto. Antes inc dijo usted que habíamos llegado a las manos; ese señor es católico Y yo soy espiritualista tolerante y no católico intransigente. Me dijo: «Si pre-tende usted resolver el problema con el espiritualismo amplio, fracasará usted. No tiene solución; por consi-guiente, trata de tocar una campana y ésta caerá sobre su cabeza con riesgo de matarle.» En cuanto a San Pa-blo, leo mucho, mas no retengo los nombres de los auto-res y es posible que haya plagiado algo de San Pablo.

El señor F.—He aquí lo que veo. ¿Cómo es que us-ted, tan alejado de la sala de laboratorio y de la clíni-ca, se halla cerca de gentes que van a ser operadas de enfermedades de la cabeza y que trabaje usted con los clínicos?

El señor.—Es muy curioso. Es una premonición a medias, pues me ocupo dé psicología, por lo que estoy en vísperas de ir a un hospital donde se ocupan de en-fermedades mentales.

El señor F.— Se ocupará usted de las circunvolucio-nes del cerebro y de todo aquello que se relacione bio-lógicamente con sus estudios.

El señor.—Eso es cosa hecha, pero he de continuar.

El señor Forthuny da algunos pasos por la sala, se detiene ante un grupo de personas y dice:

—Hay alguien aquí a quien ha sido practicada una punción bajo las coslillas para detener una pleuresía?

La señora C.—Soy yo. El señor F.—No ha hecho usted tina ascensión en

globo? ¿El mes de julio le interesa? La señora C.—Si, fué en julio cuando tuve la pleu-

resía.

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El señor F.—Es puramente simbólico. La veo a usted un verano sobre una altura embriagada de vértigo; es decir, en una situación en que se halla usted a punto de perder el conocimiento, el valor y todo dominio de sí misma. Pierde su fe en la vida porque está colocada en una situación determinada por circunstancias tales que siente usted un formidable vértigo y se dice: «Es el término...'

La señora C.—Tuve esta sensación y pensaba que si el vértigo duraba un minuto más, moriría.

Sesión del 16 de diciembre de 1925.

El señor Forthuny, tras hacer unas indicacaciones a una señora sentada en un rincón del salón, se dirige a su vecino:

—En cuanto a usted, señor, ha tenido una ambición que semejaba un a modo de fe en cierto genio que exis-te ea usted.

El señor.—La he 'tenido, pero he perdido la fe El señor F.—,Es que sobre ese tema no le ha hecho

observaciones severas invitándole a la modestia un hombre que de cerca o de lejos tiene contacto con-el mundo elesiástico?

El señor.—Observaciones sí, pero no severas. En efecto, esa persona tiene contacto con el mundo ecle-siástico.

El señor F.—Os ha dicho: Tenga confianza en Dios, que puede ayudarle, pero no en la proporción que us-ted cree.»

El señor.—En efecto, eso es sobre poco más o menos. El señor F.—Le veo a usted escribiendo y anotando

cosas como axiomas, pensamientos, una armazón, en fin, para una obra de mayor envergadura. Le han quita-do todo eso y usted cree que se lo han destruido.

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El señor —En efecto, he tomado unas notas, pero las El señor F.—¿Quién es Arturo? tengo todavia El señor.—Arturo es mi hermano mayor.

El señor F.—Adriana...? El señor F.—Puedo decirle: «Era su hermano mayor.» El señor.—Es el nombre de una de mis hermanas Algo ha pasado ¿No se llevaban ustedes bien? El señor F.—Vea usted bien; veo— acaso sea simbó- El señor.—Ha abandonado a la familia y hace ya años

lico mas debe poderse interpretar fácilmente—a la tal que no ha dado noticias suyas Adriana cogiendo muy arriba unas cortinas negras es- - pesas, y, abriéndolas sobre una ventana, se vuelve ha- El 1, El señor Forthuny pasa a otro señor vecino del prime-

alguien que está en la cama enfermo y le dice: «¿Te ro y le recuerda un altercado sin importancia vivido por convences de que hay luz?» ¿Qué quiere decir esto? él hace poco tiempo en un café del barrio latino:

El señor. —Esto responde a algo, pero no simbólico. «La letra mayúscula D.» He estado gravemente enfermo de la gripe en el año El señor que asiste a la sesión por vez primera.—Es 191 3- fiié ini hermana la que me cuidó, y me creí morir la inicial de mi apellido. al extremo de tener la vista empañada y como ceguera El señor F.—También veo algo de música en relación transitoria. Es verdad que mi hermana me dijo al abrir con usted. las cortinas: «,Ves cómo hay luz?» No es, pues, simbó- El señor.—Soy músico. lico, sino real. Pero yo habla olvidado completamente El señor F.—Veo una cosa rara, incluso cómica: sube este asunto que usted me hace recordar ahora, usted por una escalera estrecha, hecha con tablas, y por

El señor F.—La idea de la luz no ha terminado. Pue- entre las tablas se ve lo de debajo. Está muy sucio de llevarnos bastante lejos en la intimidad de su 1 ami- aquello, empolvado, obscuro. Han apagado. Usted está ha. Parece como si sus dos hermanas hubieran tenido muy molesto porque han apagado. Después llega usted una especie de misión: la de aportar la claridad a la fa- sobre un descansillo y no me atrevo a decir que tropie- muja, ya que las veo a las dos—esto es esencialmente za usted con,algo. Conoce bien el sitio y la disposición simbólico—con la mano así, y entrando en la casa se de los objetos y, sin embargo tiene usted cierta apren- colocan delante de los demás, que no creían ya en la - sión. Algo hay cambiado ese día allí. Me enseñan un felicidad, y les dicen: «Habéis de amaros; hay que volver arco de violoncelo caído en el suelo. Me señalan tam- a creer en la vida.» ¿No ha existido un disentimiento fa- bién el violoncelo apoyado. Se le ocurre a usted la idea miliar entre los suyos en el cual quepa apreciar la utilidad de que pudiera estar roto. de una intervención para el restablecimiento del orden? El señor D.—La escalera, el sitio en alto, empolvado

El señor.—Exactamente. y obscuro, es un estrado en una capilla, en la que hago El señor F.—Sus hermanas agregan: «He aquí por . música. En efecto, aquello está muy obscuro, y se ex-

qué debe reinar la paz. » pone uno a romperse la cabeza. Hay graderías que con- El señor. -Acepto el augurio (1). ducen hacia la capilla y aquello es muy peligroso. Pue-

- Esta sesión tuvo lugar el 16-12-1925. El señor C. - ocasión de las fiestas de Navidad, sus hermanas han

apaciguado un disentimiento de familia acaba pasajero, pero

L.

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El señor —En efecto, he tomado unas notas, pero las El señor F.—¿Quién es Arturo? tengo todavia El señor.—Arturo es mi hermano mayor.

El señor F.—Adriana...? El señor F.—Puedo decirle: «Era su hermano mayor.» El señor.—Es el nombre de una de mis hermanas Algo ha pasado ¿No se llevaban ustedes bien? El señor F.—Vea usted bien; veo— acaso sea simbó- El señor.—Ha abandonado a la familia y hace ya años

lico mas debe poderse interpretar fácilmente—a la tal que no ha dado noticias suyas Adriana cogiendo muy arriba unas cortinas negras es- - pesas, y, abriéndolas sobre una ventana, se vuelve ha- El 1, El señor Forthuny pasa a otro señor vecino del prime-

alguien que está en la cama enfermo y le dice: «¿Te ro y le recuerda un altercado sin importancia vivido por convences de que hay luz?» ¿Qué quiere decir esto? él hace poco tiempo en un café del barrio latino:

El señor. —Esto responde a algo, pero no simbólico. «La letra mayúscula D.» He estado gravemente enfermo de la gripe en el año El señor que asiste a la sesión por vez primera.—Es 191 3- fiié ini hermana la que me cuidó, y me creí morir la inicial de mi apellido. al extremo de tener la vista empañada y como ceguera El señor F.—También veo algo de música en relación transitoria. Es verdad que mi hermana me dijo al abrir con usted. las cortinas: «,Ves cómo hay luz?» No es, pues, simbó- El señor.—Soy músico. lico, sino real. Pero yo habla olvidado completamente El señor F.—Veo una cosa rara, incluso cómica: sube este asunto que usted me hace recordar ahora, usted por una escalera estrecha, hecha con tablas, y por

El señor F.—La idea de la luz no ha terminado. Pue- entre las tablas se ve lo de debajo. Está muy sucio de llevarnos bastante lejos en la intimidad de su 1 ami- aquello, empolvado, obscuro. Han apagado. Usted está ha. Parece como si sus dos hermanas hubieran tenido muy molesto porque han apagado. Después llega usted una especie de misión: la de aportar la claridad a la fa- sobre un descansillo y no me atrevo a decir que tropie- muja, ya que las veo a las dos—esto es esencialmente za usted con,algo. Conoce bien el sitio y la disposición simbólico—con la mano así, y entrando en la casa se de los objetos y, sin embargo tiene usted cierta apren- colocan delante de los demás, que no creían ya en la - sión. Algo hay cambiado ese día allí. Me enseñan un felicidad, y les dicen: «Habéis de amaros; hay que volver arco de violoncelo caído en el suelo. Me señalan tam- a creer en la vida.» ¿No ha existido un disentimiento fa- bién el violoncelo apoyado. Se le ocurre a usted la idea miliar entre los suyos en el cual quepa apreciar la utilidad de que pudiera estar roto. de una intervención para el restablecimiento del orden? El señor D.—La escalera, el sitio en alto, empolvado

El señor.—Exactamente. y obscuro, es un estrado en una capilla, en la que hago El señor F.—Sus hermanas agregan: «He aquí por . música. En efecto, aquello está muy obscuro, y se ex-

qué debe reinar la paz. » pone uno a romperse la cabeza. Hay graderías que con- El señor. -Acepto el augurio (1). ducen hacia la capilla y aquello es muy peligroso. Pue-

- Esta sesión tuvo lugar el 16-12-1925. El señor C. - ocasión de las fiestas de Navidad, sus hermanas han

apaciguado un disentimiento de familia acaba pasajero, pero

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IJ

S4 DR. EUGENE OSTY

de uno tropezar contra los- pupitres y contra todo En cuanto al violoncelo, es simbólico el que usted lo vea como abandonado, porque precisamente ese día nos faltaba y personalmente yo estaba muy disgustado de que el violoncelo no hubiera estado allí.

El señor Forthuny se aparta del rincón en el que aca- baba de hablar el señor D..., pasea un rato entre los asistentes, y llegado hasta el otro extremo del salón se detiene ante una señora y la dice:

«Exhala usted un olor complejo. ¿No ha estado usted en las colonias? (Negativa de la señora.) ¿Se ha ocupa- do usted de asuntos referentes a las colonias? Huele a perfumes extraños. ¿No recibe usted cartas de las co- lonjas? Correspondencia que tiene usted que clasificar. Me señalan una serpiente... ¿A usted le gusta acaso ju- gar con serpientes?»

La señora.—Nada de eso se refiere a mí. El señor Forthuny.—Entonces la abandono. Es muy

ridículo equivocarse de este modo. (Después de la sesión.—Lady Clerk, de paso en Pa-

rís y presente en ella, sentada exactamente detrás del señor Forthuny mientras éste hablaba a la señora indi- cada anteriormente, vino a decirme: «Me doy cuenta de que he hecho mal no advirtiéndole al señor Forthuny que lo que atribuía a la señora aquella que estaba de- lante de él se refería a mí, que estaba detrás. He pasa- do, en efecto, gran parte de mi juventud en las colonias y tenía serpientes domesticadas, con las que me com- placía en jugar.»)

UIA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 85

derramar un frasco de Chipre. Hará de esto unos quince días.»

La señora X.—No. El señor Forthuny.—Mi punto de partida es una idea

de perfume y concluyo en una idea de apreciación del valor de una cosa, de su calidad. Y voy más lejos: lo que usted hace, señora, es comparar el olor moral de una persona. Como usted ve, me he alejado del frasco de Chipre. En este momento estudia usted un carácter. Es sensible que no podamos realizar ninguna inspec-ción sobre este asunto por ser tan íntimo. Está usted haciendo la experiencia de ver cómo se desnaturaliza un carácter del mismo modo que se desnaturaliza un perfume derramado y siente usted ansiedad por saber hasta qué punto va a perder su aroma. En este momen-to sigue usted la evolución de un individuo cuyo perf u-

.me se transforma en algo menos agradable. ¿No siente usted la angustia de ver transformarse a alguien en un sentido decadente hasta el punto de que el perfume se haga imposible? Es un trabajo de observación a su al-rededor que se aplica a una persona.

La señora X.—Me es difícil contestar. El señor Forthuny.—Está usted contemplando cómo

se desnaturaliza un alma en el sentido del mal. Diga usted sí o no.

La señora X.—Es muy difícil responder. El señor Forthuny.—Usted perdone; no continúo,

puesto que no puede usted responder. Particularmente iría más lejos.

El señor Forthuny, dirigiéndose a otra señora senta-da unas sillas más allá, le dijo: «Es un asunto olfatorio el que me tiene impresionado. Es como si hubiera us-ted vertido un perfume. No me refiero a un perfume que lleve usted ahora. Hablo de un hecho semejante al de

Sesión del 13 de enero de 1926.

El señor Forthuny se dirige inmediatamente a una joven que por primera vez viene a la 1. M. 1.

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de uno tropezar contra los- pupitres y contra todo En cuanto al violoncelo, es simbólico el que usted lo vea como abandonado, porque precisamente ese día nos faltaba y personalmente yo estaba muy disgustado de que el violoncelo no hubiera estado allí.

El señor Forthuny se aparta del rincón en el que aca- baba de hablar el señor D..., pasea un rato entre los asistentes, y llegado hasta el otro extremo del salón se detiene ante una señora y la dice:

«Exhala usted un olor complejo. ¿No ha estado usted en las colonias? (Negativa de la señora.) ¿Se ha ocupa- do usted de asuntos referentes a las colonias? Huele a perfumes extraños. ¿No recibe usted cartas de las co- lonjas? Correspondencia que tiene usted que clasificar. Me señalan una serpiente... ¿A usted le gusta acaso ju- gar con serpientes?»

La señora.—Nada de eso se refiere a mí. El señor Forthuny.—Entonces la abandono. Es muy

ridículo equivocarse de este modo. (Después de la sesión.—Lady Clerk, de paso en Pa-

rís y presente en ella, sentada exactamente detrás del señor Forthuny mientras éste hablaba a la señora indi- cada anteriormente, vino a decirme: «Me doy cuenta de que he hecho mal no advirtiéndole al señor Forthuny que lo que atribuía a la señora aquella que estaba de- lante de él se refería a mí, que estaba detrás. He pasa- do, en efecto, gran parte de mi juventud en las colonias y tenía serpientes domesticadas, con las que me com- placía en jugar.»)

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derramar un frasco de Chipre. Hará de esto unos quince días.»

La señora X.—No. El señor Forthuny.—Mi punto de partida es una idea

de perfume y concluyo en una idea de apreciación del valor de una cosa, de su calidad. Y voy más lejos: lo que usted hace, señora, es comparar el olor moral de una persona. Como usted ve, me he alejado del frasco de Chipre. En este momento estudia usted un carácter. Es sensible que no podamos realizar ninguna inspec-ción sobre este asunto por ser tan íntimo. Está usted haciendo la experiencia de ver cómo se desnaturaliza un carácter del mismo modo que se desnaturaliza un perfume derramado y siente usted ansiedad por saber hasta qué punto va a perder su aroma. En este momen-to sigue usted la evolución de un individuo cuyo perf u-

.me se transforma en algo menos agradable. ¿No siente usted la angustia de ver transformarse a alguien en un sentido decadente hasta el punto de que el perfume se haga imposible? Es un trabajo de observación a su al-rededor que se aplica a una persona.

La señora X.—Me es difícil contestar. El señor Forthuny.—Está usted contemplando cómo

se desnaturaliza un alma en el sentido del mal. Diga usted sí o no.

La señora X.—Es muy difícil responder. El señor Forthuny.—Usted perdone; no continúo,

puesto que no puede usted responder. Particularmente iría más lejos.

El señor Forthuny, dirigiéndose a otra señora senta-da unas sillas más allá, le dijo: «Es un asunto olfatorio el que me tiene impresionado. Es como si hubiera us-ted vertido un perfume. No me refiero a un perfume que lleve usted ahora. Hablo de un hecho semejante al de

Sesión del 13 de enero de 1926.

El señor Forthuny se dirige inmediatamente a una joven que por primera vez viene a la 1. M. 1.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 87

—Al pasar, me oigo decir «Butterfly'>. No sé por qué. Esta palabra, que en inglés significa mariposa, ¿tiene para usted alguna importancia en su vida? ¿No le han llamado a usted nunca butterfly»? ¿No hay en su vida ningún episodio en el cual esta palabra inglesa ha re-presentado cierto papel?

La señora.—No. El señor Forthuny.—Busque usted. Si lo halla, díga-

melo. ¿Inglaterra no representa nada para usted? La señora.—Sí..., acaso... El señor Forthuny.—En forma de imagen, en forma

pictórica, simbólica, veo venir de Inglaterra y hacia usted unas mariposas, como pensamientos amables. Es toda una historia. ¿Ha sostenido usted correspondencia con dicho país?

La señora.—En efecto. El señor Forthuny.—En ella veo un intercambio de

mariposas grises, tristes, melancólicas, a las que res- pondían, yendo de una costa a otra, mariposas más ale- gres y en cierto modo consoladoras. Interpreto esto como si se tratara de una correspondencia en la que usted o su comunicante hubiera de animar al otro víc- tima de una congoja moral, de una tristeza profunda. Tiene la citada correspondencia un carácter más bien ligero y amistoso y en nada reeducador, algo de mari-poseo que no quisiera aparecer como enderezador de tal estado de ánimo.

La señora.—Es cierto y, además, muy reciente. El señor Forthuny.—Esta imagen de las mariposas es

curiosa. Veo a esos insectos de tristeza partiendo de un alma, y otros más alegres saliendo de otra alma. Y esto se realiza de una manera tan encantadora que na-die diría que lo fuera por un moralista, sino, por el con-trario, por un amigo que pareciera decir: «Ya ve usted que todo es color de rosa.»

La señora,—Es verdad.

El señor Forthuny.—Aún puedo decirle algo más. Y no queriendo permitirme la libertad de ir más lejos en esta demostración pública—es un asunto muy íntimo—, le diré, pues, que la verdadera cura sentimental y men-tal no está completamente terminada. Queda un punto sin aclarar nada en este canje de quejas y de consue-los. El problema principal de este estado mental queda en suspenso y el porvenir será su juez.

La señora.---Es exacto. (A causa de la intimidad del hecho, la concordancia

entre las indicaciones precedentes y la realidad no puede ser publicada. Solamente estoy autorizado para decir que desde hacía ocho días había cambio de co-rrespondencia diaria entre esta señora y un hombre que habitaba en Inglaterra. Las cartas tristes salían de Francia. Las consoladoras venían de la Gran Bretaña.)

El señor Forthuny se acerca a un señor que le es completamente desconocido, y que asiste por vez pri-mera. Le toma la mano y le dice: «Es extraño, pero le veo a usted con barba.»

El señor.—La he usadó. (El señor así interpelado era don José Almira, hoy di-

rector de la revista Les Cahiers de la Fernrne. Este se-ñor, ahora completamente afeitado, ha llevado barba corrida desde 1917 a 1922, durante un período en el cual se sitúan los incidentes que el señor Forthuny iba a hacerle revivir.)

El señor F.—Usó usted tal barba a semejanza de al-guien a quien usted amaba mucho?

El señor A.—No. (Después de la sesión explicó: «Dejéme crecer la

barba a petición de mi mujer, que se complacía viendo las caras masculinas adornadas con su barba. Me la afeité por despecho después de una discusión con-yugal.»)

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—Al pasar, me oigo decir «Butterfly'>. No sé por qué. Esta palabra, que en inglés significa mariposa, ¿tiene para usted alguna importancia en su vida? ¿No le han llamado a usted nunca butterfly»? ¿No hay en su vida ningún episodio en el cual esta palabra inglesa ha re-presentado cierto papel?

La señora.—No. El señor Forthuny.—Busque usted. Si lo halla, díga-

melo. ¿Inglaterra no representa nada para usted? La señora.—Sí..., acaso... El señor Forthuny.—En forma de imagen, en forma

pictórica, simbólica, veo venir de Inglaterra y hacia usted unas mariposas, como pensamientos amables. Es toda una historia. ¿Ha sostenido usted correspondencia con dicho país?

La señora.—En efecto. El señor Forthuny.—En ella veo un intercambio de

mariposas grises, tristes, melancólicas, a las que res- pondían, yendo de una costa a otra, mariposas más ale- gres y en cierto modo consoladoras. Interpreto esto como si se tratara de una correspondencia en la que usted o su comunicante hubiera de animar al otro víc- tima de una congoja moral, de una tristeza profunda. Tiene la citada correspondencia un carácter más bien ligero y amistoso y en nada reeducador, algo de mari-poseo que no quisiera aparecer como enderezador de tal estado de ánimo.

La señora.—Es cierto y, además, muy reciente. El señor Forthuny.—Esta imagen de las mariposas es

curiosa. Veo a esos insectos de tristeza partiendo de un alma, y otros más alegres saliendo de otra alma. Y esto se realiza de una manera tan encantadora que na-die diría que lo fuera por un moralista, sino, por el con-trario, por un amigo que pareciera decir: «Ya ve usted que todo es color de rosa.»

La señora,—Es verdad.

El señor Forthuny.—Aún puedo decirle algo más. Y no queriendo permitirme la libertad de ir más lejos en esta demostración pública—es un asunto muy íntimo—, le diré, pues, que la verdadera cura sentimental y men-tal no está completamente terminada. Queda un punto sin aclarar nada en este canje de quejas y de consue-los. El problema principal de este estado mental queda en suspenso y el porvenir será su juez.

La señora.---Es exacto. (A causa de la intimidad del hecho, la concordancia

entre las indicaciones precedentes y la realidad no puede ser publicada. Solamente estoy autorizado para decir que desde hacía ocho días había cambio de co-rrespondencia diaria entre esta señora y un hombre que habitaba en Inglaterra. Las cartas tristes salían de Francia. Las consoladoras venían de la Gran Bretaña.)

El señor Forthuny se acerca a un señor que le es completamente desconocido, y que asiste por vez pri-mera. Le toma la mano y le dice: «Es extraño, pero le veo a usted con barba.»

El señor.—La he usadó. (El señor así interpelado era don José Almira, hoy di-

rector de la revista Les Cahiers de la Fernrne. Este se-ñor, ahora completamente afeitado, ha llevado barba corrida desde 1917 a 1922, durante un período en el cual se sitúan los incidentes que el señor Forthuny iba a hacerle revivir.)

El señor F.—Usó usted tal barba a semejanza de al-guien a quien usted amaba mucho?

El señor A.—No. (Después de la sesión explicó: «Dejéme crecer la

barba a petición de mi mujer, que se complacía viendo las caras masculinas adornadas con su barba. Me la afeité por despecho después de una discusión con-yugal.»)

Page 81: Una facultad de conocimiento supra normal

88 DR. EUGENE OSTY

El señor F.—.No le llamaba nadie HERMANO? (1).

El señor A.—Sí. (Después de la sesión agregó: «He tenido un anhigo'

con el que estuve íntimamente relacionado, un verda- dero hermano en espíritu, que de vez en cuando me ha- maba de esta suerte en español.»)

El señor F. —Parece un español. El señor A.—Exacto. El señor F.—Me comunican «el contrabandista de las

Ideas>. ¿No le trajo ideas nuevas de más allá d' los montes? ¿Esto carece de sentido, acaso?

El señor A.—No carece de él. (Después de la sesión completa: «Mi amigo era un

gran militante en los grupos de «aficionados» partida- rios de las corridas de toros de muerte. Me hizo tomar parte en la campaña contra el Municipio de Marsella, que se negaba a acceder a la ejecución de la suerte de matar. Acaso sea éste el sentido que quepa aceptar para la expresión del señor Forthuny.»)

El señor F.—Ahora me comunican «el anarquista» '1 ¿Tenía usted un amigo que ha fallecido y que tenía es-

tas ideas contrarias a todas las constituciones socia- les?... ¿Es cierto?

El señor A.—Lo es. (Terminada la sesión dijo: «Mi amigo, el mismo de

antes, profesaba ideas filosóficas anarquistas. Pero no • era anarquista de acción. ¿Ha muerto? Lo ignoraba.

• Estaba muy enfermo cuando lo perdí de vista.») El señor F.—Me hablan en español. ¿Conoció él a al-

gunos españoles? ¿Conoció a Ferrer? El señor A.—Sí que conoció a varios españoles, y

acaso a Ferrer. El señor F.—Todo esto se relaciona con la ciudad de

(1) Esta palabra en el original francés viene en cas- tellano.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 89

Barcelona, que me está obsesionando por culpa de Fe-rrer. Me comunican: «¡Qué brújula tan admirablemente

-. sensible es este hombre!» ¿Era su amigo el anarquista un valor positivo?

• El señor A.—Lo era. (Después de la sesión dijo: «El tal amigo era un gran

intuitivo que obraba a veces instintivamente, sin razón, con respecto a las personas y sin engañarse. Tenía una inteligencia muy profunda y ha dejado una gran fama de orador en todo el Mediodía. »)

El señor F.—Por qué me lo presentan como si estu-viera desgarrado, herido, en esta región? (Señalando sus

• costados.) Esperad, voy a enseñaros algo. Hacía así. (Forthuny hace el gesto de apretar una cintura.) ¿Acaso

• pueda ser la idea de imponerse grandes privaciones la que yo traduzco por este gesto vulgar de apretarse la cintura?

El señor A.—Segurarnente. El señor F.—Dije imponerse grandes privaciones, y

agrego en provecho de dos cosas: una idea y una perso-na, que después de todo era indigna de él, y que en su vida, aunque alejada de él, representaba un gran papel; es decir, ocupaba un puesto importante y acaso un tanto secreto. ¿Está usted enterado de ello?

El señor A.—No lo estoy. ('Después de la sesión: «Mi amigo era profesor. Aban-

donó la enseñanza para entregarse a un proselitismo intenso de emancipación proletaria. Era un arrebatador de multitudes. Sus padres se opusieron a este abando-no del profesorado. No vinieron en su socorro, y en su consecuencia arrastró durante largo tiempo una vida materialmente miserable. El poco dinero con que con-taba tenía que entregárselo a su mujer, divorciada.»)

El señor F.—Veo numerosos escritos clasificados por paquetitos y que corresponden a otros tantos asuntos tratados y puestos perfectamente al día. Se hallan

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88 DR. EUGENE OSTY

El señor F.—.No le llamaba nadie HERMANO? (1).

El señor A.—Sí. (Después de la sesión agregó: «He tenido un anhigo'

con el que estuve íntimamente relacionado, un verda- dero hermano en espíritu, que de vez en cuando me ha- maba de esta suerte en español.»)

El señor F. —Parece un español. El señor A.—Exacto. El señor F.—Me comunican «el contrabandista de las

Ideas>. ¿No le trajo ideas nuevas de más allá d' los montes? ¿Esto carece de sentido, acaso?

El señor A.—No carece de él. (Después de la sesión completa: «Mi amigo era un

gran militante en los grupos de «aficionados» partida- rios de las corridas de toros de muerte. Me hizo tomar parte en la campaña contra el Municipio de Marsella, que se negaba a acceder a la ejecución de la suerte de matar. Acaso sea éste el sentido que quepa aceptar para la expresión del señor Forthuny.»)

El señor F.—Ahora me comunican «el anarquista» '1 ¿Tenía usted un amigo que ha fallecido y que tenía es-

tas ideas contrarias a todas las constituciones socia- les?... ¿Es cierto?

El señor A.—Lo es. (Terminada la sesión dijo: «Mi amigo, el mismo de

antes, profesaba ideas filosóficas anarquistas. Pero no • era anarquista de acción. ¿Ha muerto? Lo ignoraba.

• Estaba muy enfermo cuando lo perdí de vista.») El señor F.—Me hablan en español. ¿Conoció él a al-

gunos españoles? ¿Conoció a Ferrer? El señor A.—Sí que conoció a varios españoles, y

acaso a Ferrer. El señor F.—Todo esto se relaciona con la ciudad de

(1) Esta palabra en el original francés viene en cas- tellano.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 89

Barcelona, que me está obsesionando por culpa de Fe-rrer. Me comunican: «¡Qué brújula tan admirablemente

-. sensible es este hombre!» ¿Era su amigo el anarquista un valor positivo?

• El señor A.—Lo era. (Después de la sesión dijo: «El tal amigo era un gran

intuitivo que obraba a veces instintivamente, sin razón, con respecto a las personas y sin engañarse. Tenía una inteligencia muy profunda y ha dejado una gran fama de orador en todo el Mediodía. »)

El señor F.—Por qué me lo presentan como si estu-viera desgarrado, herido, en esta región? (Señalando sus

• costados.) Esperad, voy a enseñaros algo. Hacía así. (Forthuny hace el gesto de apretar una cintura.) ¿Acaso

• pueda ser la idea de imponerse grandes privaciones la que yo traduzco por este gesto vulgar de apretarse la cintura?

El señor A.—Segurarnente. El señor F.—Dije imponerse grandes privaciones, y

agrego en provecho de dos cosas: una idea y una perso-na, que después de todo era indigna de él, y que en su vida, aunque alejada de él, representaba un gran papel; es decir, ocupaba un puesto importante y acaso un tanto secreto. ¿Está usted enterado de ello?

El señor A.—No lo estoy. ('Después de la sesión: «Mi amigo era profesor. Aban-

donó la enseñanza para entregarse a un proselitismo intenso de emancipación proletaria. Era un arrebatador de multitudes. Sus padres se opusieron a este abando-no del profesorado. No vinieron en su socorro, y en su consecuencia arrastró durante largo tiempo una vida materialmente miserable. El poco dinero con que con-taba tenía que entregárselo a su mujer, divorciada.»)

El señor F.—Veo numerosos escritos clasificados por paquetitos y que corresponden a otros tantos asuntos tratados y puestos perfectamente al día. Se hallan

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90 DR. RUCENE OSTY

exactamente entre usted y él. ¿No ha existido un a modo de colaboración, una ordenación de actas y de reuniones secretas?

El señor A.—Si, señor. (Después de la sesión explica: <Mi amigo y yo había-

mos establecido por correo proyectos de índole literaria y periodística. Los conservo. En 1919 tuvimos una co-munidad en la acción política y con tal motivo frecuen-tes reuniones verdaderamente secretas de las que se levantaron actas.) »

El señor F. —Me comunican Francisco y me colocan en Barcelona, en la calle San Francisco, lugar en donde precisamente habitan los anarquistas. Siento que me hacen algo extraño en el cuello. Lo veo nadar, alejarse hacia un lugar peligroso. Me vuelven a hacer otra vez algo raro en el cuello. ¡Dios mío, no quiero ni pensar que lo hayan ajusticiado!

El señor A. —Nolo creo. (Después de la sesión: «Mi amigo había ido á Barce-

lona; pero no creo que haya congeniado allí con los anarquistas. ¿Ha muerto? No lo sé; pero me enteraré.»)

El señor F.—Ha ido a Inglaterra? El señor A.—Sí. El señor F.—No cree usted que haya fallecido? Ha

muerto. El señor A.—No sé nada. El señor F.—Oigo que me dicen que se deplora el

profundo disentimiento tras el hondo acuerdo entre am-bos. ¿Han tenido ustedes una discordia radical?

El señor A.—Sí que la hemos tenido. (Después de la sesión agrega: «Discordia absoluta

con rotura de todos los lazos, incluso nuestra corres-pondencia.»)

El señor F.—Tenía una pronunciación muy rara?... El señor A.—La tenía. El señor F.—Ese dejo no casa con ningún idioma.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 91

El señor A.—Exactamente. (Después de la sesión dice: «Mi amigo tenía un acen-

to meridional extremadamente pronunciado, lo que le daba un habla muy musical, que entre las multitudes del Mediodía aumentaba su poder persuasivo de gran orador.')

El señor F.—Este hombre hablaba diversos dialectos, y hasta creo notar algunos términos de «argot'.

El señor A.—Exacto. (Después de la sesión agrega: «Mi amigo hablaba in-

glés, alemán, español, francés, italiano, y además el dia- lecto del Sureste de Francia (Altos Alpes), que no es el provenzal y no puede ser considerado como idioma.»)

El señor F.—Tiene usted unos documentos escritos de los que debe hacer un extracto reduciendo a una cada tres páginas; es decir, una síntesis, una conden- sación de todo ello. ¿En el conjunto de ese trabajo es- taba convenido que debía usted de hacer su historial?

El señor A.—Sí. El señor F.—,Lo ha sintetizado usted ya? ¿Ha redu-

cido a una cada tres páginas? El señor A.—Mucho menos. (Después de la sesión explica: «Teníamos proyectado

e publicar un historial de documentos políticos y litera- nos; también habíamos trasladado al papel las bases sintéticas de una acción; había que reducir en la pro- porción de quince a uno.»)

El señor F.—H... R.., ti... ti... H... R... ¿No le encuentra usted sentido a esto, Ricardo?

El señor A.—No. El señor F.—Boulevard del PÓrt-Royal. Ha ido usted

con él al Boulevard del Port-Royal. Allí envolvía pru- dentemente su doctrina como, en un papel. Le veo a us- ted en dicho sitio. Hay unos muros muy altos, es in- vierno y están ustedes allí los dos. Hay árboles sin ho- jas. Y él hace este movimiento (Forthuny hace grandes

Page 84: Una facultad de conocimiento supra normal

90 DR. RUCENE OSTY

exactamente entre usted y él. ¿No ha existido un a modo de colaboración, una ordenación de actas y de reuniones secretas?

El señor A.—Si, señor. (Después de la sesión explica: <Mi amigo y yo había-

mos establecido por correo proyectos de índole literaria y periodística. Los conservo. En 1919 tuvimos una co-munidad en la acción política y con tal motivo frecuen-tes reuniones verdaderamente secretas de las que se levantaron actas.) »

El señor F. —Me comunican Francisco y me colocan en Barcelona, en la calle San Francisco, lugar en donde precisamente habitan los anarquistas. Siento que me hacen algo extraño en el cuello. Lo veo nadar, alejarse hacia un lugar peligroso. Me vuelven a hacer otra vez algo raro en el cuello. ¡Dios mío, no quiero ni pensar que lo hayan ajusticiado!

El señor A. —Nolo creo. (Después de la sesión: «Mi amigo había ido á Barce-

lona; pero no creo que haya congeniado allí con los anarquistas. ¿Ha muerto? No lo sé; pero me enteraré.»)

El señor F.—Ha ido a Inglaterra? El señor A.—Sí. El señor F.—No cree usted que haya fallecido? Ha

muerto. El señor A.—No sé nada. El señor F.—Oigo que me dicen que se deplora el

profundo disentimiento tras el hondo acuerdo entre am-bos. ¿Han tenido ustedes una discordia radical?

El señor A.—Sí que la hemos tenido. (Después de la sesión agrega: «Discordia absoluta

con rotura de todos los lazos, incluso nuestra corres-pondencia.»)

El señor F.—Tenía una pronunciación muy rara?... El señor A.—La tenía. El señor F.—Ese dejo no casa con ningún idioma.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 91

El señor A.—Exactamente. (Después de la sesión dice: «Mi amigo tenía un acen-

to meridional extremadamente pronunciado, lo que le daba un habla muy musical, que entre las multitudes del Mediodía aumentaba su poder persuasivo de gran orador.')

El señor F.—Este hombre hablaba diversos dialectos, y hasta creo notar algunos términos de «argot'.

El señor A.—Exacto. (Después de la sesión agrega: «Mi amigo hablaba in-

glés, alemán, español, francés, italiano, y además el dia- lecto del Sureste de Francia (Altos Alpes), que no es el provenzal y no puede ser considerado como idioma.»)

El señor F.—Tiene usted unos documentos escritos de los que debe hacer un extracto reduciendo a una cada tres páginas; es decir, una síntesis, una conden- sación de todo ello. ¿En el conjunto de ese trabajo es- taba convenido que debía usted de hacer su historial?

El señor A.—Sí. El señor F.—,Lo ha sintetizado usted ya? ¿Ha redu-

cido a una cada tres páginas? El señor A.—Mucho menos. (Después de la sesión explica: «Teníamos proyectado

e publicar un historial de documentos políticos y litera- nos; también habíamos trasladado al papel las bases sintéticas de una acción; había que reducir en la pro- porción de quince a uno.»)

El señor F.—H... R.., ti... ti... H... R... ¿No le encuentra usted sentido a esto, Ricardo?

El señor A.—No. El señor F.—Boulevard del PÓrt-Royal. Ha ido usted

con él al Boulevard del Port-Royal. Allí envolvía pru- dentemente su doctrina como, en un papel. Le veo a us- ted en dicho sitio. Hay unos muros muy altos, es in- vierno y están ustedes allí los dos. Hay árboles sin ho- jas. Y él hace este movimiento (Forthuny hace grandes

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DR. EUGENE OSTY

gestos envolventes). Diríase que, batuta en mano, dirige graciosamente su pensamiento.

El señor A.—Entonces no se trata del mismo hombre. (Después de la sesión amplía: «El cambio de la per-

sonalidad señalada por el señor F. es muy curioso. Ha-blaba antes de un amigo que no he visto desde hace cinco años, y de pronto me traslada a una escena vivi-da hace uno. H... R... Ri... esto tiene un sentido. Se trata de Han Ryner, con quien, al salir de una conferencia que acababa él de dar, caminaba el año último, a fines de noviembre, por el Boulevard del Port Royal. H. R. me charlaba de sus doctrinas filosóficas haciendo gestos envolventes, como si tuviera una esfera entre sus manos.»)

Al alejarse del señor Almira, Forthuny señala con el dedo a un señor que está en pie en el fondo de la sala, y al que dice:

--No va usted a permanecer en París muchos años, sino algunos días; me enseñan un gran sobre. Traza us-ted la letra S de un modo singular y después escribe usted 19. ¿Qué significa? ¿Se marcha usted el 19?

E! señor.— Efectivamente. El señor F.—Ha dicho usted a un cierto señor S. que

permanecería usted en París hasta el 19, y le señalaba usted su residencia.

El señor.—Es exacto. El señor a quien se dirigía Forthuny era el señor

Monge!, industria! en Bayon. De paso en París, escribió la víspera a! señor S. para darle la dirección de su hotel y prevenirle que regresaría el 19.

liNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 93

Sesión del 27 de enero de 1926.

Asisten 60 personas aproximadamente. En esta sesión Forthuny hace seis ensayos metagnó-

micos con seis personas diferentes. Primer ensayo.—El señor F. se dirige a un señor que

ha acudido por vez primera: —Jacki y Jacques, ¿qué significado tienen para usted? —Conozco un Jacques, pero ningún Jacki. El,, señor F.—No ha hecho usted una travesía con

ese Jacques? ¿No ha seguido usted con una curiosa simpatía lo que pudiera ser en la vida de ese hombre lo equivalente a una travesía muy imprudente empren-dida por él? ¿Una aventura singular que le hizo a usted temer un poco por Jacques?

El señor.—E1 Jacques en quien pienso es un niño. El señor F.—Es otro Jacques, unido a la idea de In-

glaterra. A la idea de un cambio de orientación en la vida de dicho individuo, que tiene relación con el tea-tro o con la literatura. Algo relacionado con páginas es-critas. ¿No ve usted? Insisto un poco, porque creo no estar lejos del hilo que nos permita encontrar el ovillo.

El señor.—No veo nada. E! Jacques en quien pienso es un niño que no tiene relación alguna con el teatro, al menos por ahora.

Al lado de este señor había una dama, la señora O., para quien las palabras de Forthuny tenían sentido. No se atrevió a decir allí que se trataba de algo que la con-cernía. Después de la sesión vino a confiarme que su hija, actriz, estaba casada con un hombre llamado Jac-ques, que había viajado por Inglaterra, tratando de orientar su vida de otro modo.

No obteniendo confirmación de sus pala:S P. F

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DR. EUGENE OSTY

gestos envolventes). Diríase que, batuta en mano, dirige graciosamente su pensamiento.

El señor A.—Entonces no se trata del mismo hombre. (Después de la sesión amplía: «El cambio de la per-

sonalidad señalada por el señor F. es muy curioso. Ha-blaba antes de un amigo que no he visto desde hace cinco años, y de pronto me traslada a una escena vivi-da hace uno. H... R... Ri... esto tiene un sentido. Se trata de Han Ryner, con quien, al salir de una conferencia que acababa él de dar, caminaba el año último, a fines de noviembre, por el Boulevard del Port Royal. H. R. me charlaba de sus doctrinas filosóficas haciendo gestos envolventes, como si tuviera una esfera entre sus manos.»)

Al alejarse del señor Almira, Forthuny señala con el dedo a un señor que está en pie en el fondo de la sala, y al que dice:

--No va usted a permanecer en París muchos años, sino algunos días; me enseñan un gran sobre. Traza us-ted la letra S de un modo singular y después escribe usted 19. ¿Qué significa? ¿Se marcha usted el 19?

E! señor.— Efectivamente. El señor F.—Ha dicho usted a un cierto señor S. que

permanecería usted en París hasta el 19, y le señalaba usted su residencia.

El señor.—Es exacto. El señor a quien se dirigía Forthuny era el señor

Monge!, industria! en Bayon. De paso en París, escribió la víspera a! señor S. para darle la dirección de su hotel y prevenirle que regresaría el 19.

liNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 93

Sesión del 27 de enero de 1926.

Asisten 60 personas aproximadamente. En esta sesión Forthuny hace seis ensayos metagnó-

micos con seis personas diferentes. Primer ensayo.—El señor F. se dirige a un señor que

ha acudido por vez primera: —Jacki y Jacques, ¿qué significado tienen para usted? —Conozco un Jacques, pero ningún Jacki. El,, señor F.—No ha hecho usted una travesía con

ese Jacques? ¿No ha seguido usted con una curiosa simpatía lo que pudiera ser en la vida de ese hombre lo equivalente a una travesía muy imprudente empren-dida por él? ¿Una aventura singular que le hizo a usted temer un poco por Jacques?

El señor.—E1 Jacques en quien pienso es un niño. El señor F.—Es otro Jacques, unido a la idea de In-

glaterra. A la idea de un cambio de orientación en la vida de dicho individuo, que tiene relación con el tea-tro o con la literatura. Algo relacionado con páginas es-critas. ¿No ve usted? Insisto un poco, porque creo no estar lejos del hilo que nos permita encontrar el ovillo.

El señor.—No veo nada. E! Jacques en quien pienso es un niño que no tiene relación alguna con el teatro, al menos por ahora.

Al lado de este señor había una dama, la señora O., para quien las palabras de Forthuny tenían sentido. No se atrevió a decir allí que se trataba de algo que la con-cernía. Después de la sesión vino a confiarme que su hija, actriz, estaba casada con un hombre llamado Jac-ques, que había viajado por Inglaterra, tratando de orientar su vida de otro modo.

No obteniendo confirmación de sus pala:S P. F

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 95

El señor F.--Una claridad triste hasta en los días de sol? El señor.—Sí. El señor F.—Habla usted con este gesto; no es una

toga lo que viste usted. Me resisto a la idea de tribu-nal. Pero lleva usted algo que cae. Está usted vestido de un modo extraño y adorna su pensamiento de un modo tan alineado como le es posible. Quiero decir que viste usted su pensamiento como Mounet podía vestir su persona cuando representaba un papel de romano. No admite usted pliegues en su pensamiento. Lo pre-senta usted en forma estatuaria.

El señor.—En forma clara. El señor F.—Sí, tan arquitecturada como pudiera ser-

ló una hermosa estatua antigua. El señor.—Necesita usted contestaciones más pre-

cisas? El señor F. —No. Porque entonces me daría usted apo-

yos muy claros, y me fiaría de ellos para seguir. ¿Se fija su pensamiento? ¿Es estenografiado su pensa-miento?

El señor.—No. El señor F.—Me parece que alguien toma notas. El señor.—Puede suceder. El señor F.—Voy a tratar de proseguir. Me interesa

mucho. ¿Inicial G? ¿Quiere usted construit? Aquí ha-llamos todo un centro de construcción de equilibrio, de necesidad de hechos, de principios.

El señor.—Lo que dice usted es exacto, tiene rela-ción.

El señor F.—Quiere usted elevar un edificio en rela-ción a ciertas necesidades al respeto de antiguos prin-cipios por la conciliación con principios nuevos? ¿Es una obra social, una obra que concurre al equilibrio so-cial?

El señor. —No es lo que se llama una obra social.

94 DR. RUGENE OSTY

abandona el punto de partida, Jacques... teatro... Ingla- terra.. y dirigiéndose siempre al mismo señor, con- tinúa:

—Sin indiscreción, ¿tiene usted horror de todo lo que es vulgar?

El señor.—Sí, en general. El señor F.—Frecuenta preferentemente personas en

quienes la distinción llega hasta la altanería. El señor. —Evidentemente. Prefiero la gente fina. El señor F.- Esas personas son altaneras y ponen

barreras muy difíciles de franquear entre ellos y las per- sonas de ideas comunes.

j El señor.—Acaso... El señor F.—No le dé reparo de aceptar el papel que

creo debér atribuirle en tales centros. No se le mira como a un príncipe, pero se le guarda consideración. La franqueza es indispensable: trabajamos, estamos en el laboratorio. Es usted admitido allí como persona de alta mentalidad. ¿Es exacto?

El señor.—No lo creo. No supongo que se me consi- dere como una mentalidad.

El señor F.—En ciertas reuniones se pretende estu- diar cuestiones de orden muy elevado, y que se apoyan en textos que no tienen nada de religioso ni de filosófi- co. Me es sugerida la idea de Condorcet. ¿Es que se ha ocupado usted particularmente de Condorcet?

El señor. —Nunca. El señor F. —Es usted un caso difícil, mucho más di-

fícil que el de decirle a uno: «Usted se llama Francisco o Juan.» Veo ante usted una gran sala, no es un tribu- nal. Es una sala profunda. ¿Habla usted en una gran sala?

El señor.—Sí, una gran sala... El señor F.—B. Inicial. B, como Berta. Veo de nuevo

es El señor.—Sf.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 95

El señor F.--Una claridad triste hasta en los días de sol? El señor.—Sí. El señor F.—Habla usted con este gesto; no es una

toga lo que viste usted. Me resisto a la idea de tribu-nal. Pero lleva usted algo que cae. Está usted vestido de un modo extraño y adorna su pensamiento de un modo tan alineado como le es posible. Quiero decir que viste usted su pensamiento como Mounet podía vestir su persona cuando representaba un papel de romano. No admite usted pliegues en su pensamiento. Lo pre-senta usted en forma estatuaria.

El señor.—En forma clara. El señor F.—Sí, tan arquitecturada como pudiera ser-

ló una hermosa estatua antigua. El señor.—Necesita usted contestaciones más pre-

cisas? El señor F. —No. Porque entonces me daría usted apo-

yos muy claros, y me fiaría de ellos para seguir. ¿Se fija su pensamiento? ¿Es estenografiado su pensa-miento?

El señor.—No. El señor F.—Me parece que alguien toma notas. El señor.—Puede suceder. El señor F.—Voy a tratar de proseguir. Me interesa

mucho. ¿Inicial G? ¿Quiere usted construit? Aquí ha-llamos todo un centro de construcción de equilibrio, de necesidad de hechos, de principios.

El señor.—Lo que dice usted es exacto, tiene rela-ción.

El señor F.—Quiere usted elevar un edificio en rela-ción a ciertas necesidades al respeto de antiguos prin-cipios por la conciliación con principios nuevos? ¿Es una obra social, una obra que concurre al equilibrio so-cial?

El señor. —No es lo que se llama una obra social.

94 DR. RUGENE OSTY

abandona el punto de partida, Jacques... teatro... Ingla- terra.. y dirigiéndose siempre al mismo señor, con- tinúa:

—Sin indiscreción, ¿tiene usted horror de todo lo que es vulgar?

El señor.—Sí, en general. El señor F.—Frecuenta preferentemente personas en

quienes la distinción llega hasta la altanería. El señor. —Evidentemente. Prefiero la gente fina. El señor F.- Esas personas son altaneras y ponen

barreras muy difíciles de franquear entre ellos y las per- sonas de ideas comunes.

j El señor.—Acaso... El señor F.—No le dé reparo de aceptar el papel que

creo debér atribuirle en tales centros. No se le mira como a un príncipe, pero se le guarda consideración. La franqueza es indispensable: trabajamos, estamos en el laboratorio. Es usted admitido allí como persona de alta mentalidad. ¿Es exacto?

El señor.—No lo creo. No supongo que se me consi- dere como una mentalidad.

El señor F.—En ciertas reuniones se pretende estu- diar cuestiones de orden muy elevado, y que se apoyan en textos que no tienen nada de religioso ni de filosófi- co. Me es sugerida la idea de Condorcet. ¿Es que se ha ocupado usted particularmente de Condorcet?

El señor. —Nunca. El señor F. —Es usted un caso difícil, mucho más di-

fícil que el de decirle a uno: «Usted se llama Francisco o Juan.» Veo ante usted una gran sala, no es un tribu- nal. Es una sala profunda. ¿Habla usted en una gran sala?

El señor.—Sí, una gran sala... El señor F.—B. Inicial. B, como Berta. Veo de nuevo

es El señor.—Sf.

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u

96 DR. EUGENF OSTY

Precise usted lo que entiende por obra social y le daré explicaciones.

El señor F.—Quiere usted darme la mano? Persisto en la idea de que sus amigos, los que le siguen, ven en usted una fuerza. ¿Padece usted del corazón? ¿1-la te-nido usted una gran emoción estos días?

El señor.—No. El señor F.—Una fuerza sobre la que se puede con-

tar, por lo menos para ayudar a una persona que pose-yera dones de mando

El señor.—Sí, veo eso, comprendo. El señor F. - Voy a decirle a usted una cosa insignifi-

cante. De hecho, en verdad, hay un jefe superior a us-ted; pero usted es uno de los brazos de una persona que es como un Buda. ¿Buda, no tiene significado para usted?

El señor.—(Riéndose.) ¿Buda? No. (Interrogado aparte este señor por F., resulté ser el

doctor L., ayudante de madame Curie.)

Segunda prueba.--El señor F. va a otro lugar del sa-lón y se dirige a una señora:

—Aunque ha sufrido usted mucho físicamente, tiene usted gran confianza en su salud. No ha cruzado por su mente la idea de que pudiera estar gravemente enferma, porque en el caso de que contrajera alguna enfermedad, confía encontrar en sí misma los medios para reme-diarla.

La señora.—Es muy exacto. M. F.—Y es tan exacto, que posee usted un remedio

excelente para las necesidades de los demás. La señora. —Taabién es exacto. M. F.—Debe usted ejercer la profesión de curandera,

o por lo menos, tiene usted el deseo de convencerse de que cuando, desde el punto de vista orgánico, vienen algunos a pedirle ayuda, les hace señalados favores.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 97

La señora.—Es exacto. M. F. continúa hablando de otras cosas que no le

conducen a ningún resultado preciso.

Tercer ensayo.—M. F. va hacia un señor y le habla de un Cristo ulcerado, de un libro reedit:1do, etc.

El señor no ve en ello nada que le concierna. En caw-bio, una señora dice que esas palabras se referen a ella. P. F. la mira, la reconoce y se acuerda de que, bajo otra forma, hace algunos meses le dió ya la indicació del mismo acontecimiento Iiteraro relacionado con tui

miembro de su familia.

Cuarto ensayo.—P. F. anda por cutre los concurrentes y se detiene delante de un señor, a quien dice:

- Le veo a usted de pronto corno si se hallara en el centro de un gran fresco de aunto militar. Sin cmb argo, usted no ha estado en la guerra, es usted demasiado joven. ¡Qué poca edad representa usted!

Después de la sesión: 4<E1 señor R. Tocquet, profesor del colegio de Avallon, de paso por París, que acudía por primera vez a la 1. M. 1., dice que ha estado en la guerra como cadete y luego como teniente de Artillería.»

Señor F.—Le veo sobre una cresta cuyo contorno me recuerda el perfil, la línea del borde superior del som-brero de Napoleón. Está usted en la cumbre, como si dijéramos en el mismo eje del paisaje. Diríase que está abierto de brazos entre sus compañeros—le estoy re-cordando un incidente de guerra—; pero es usted un personaje central, ha reunido las energías de sus com-pañeros y agrupado a su alrededor todas las flaquezas en plena exposición a los fuegos enemigos; la veo recor-tado sobre el cielo en toda su longitud. ¿Pero qué hace usted sobre esa colina?

Señor T.—Lo que me cuenta usted me ha sucedido varias veces. -

Page 90: Una facultad de conocimiento supra normal

u

96 DR. EUGENF OSTY

Precise usted lo que entiende por obra social y le daré explicaciones.

El señor F.—Quiere usted darme la mano? Persisto en la idea de que sus amigos, los que le siguen, ven en usted una fuerza. ¿Padece usted del corazón? ¿1-la te-nido usted una gran emoción estos días?

El señor.—No. El señor F.—Una fuerza sobre la que se puede con-

tar, por lo menos para ayudar a una persona que pose-yera dones de mando

El señor.—Sí, veo eso, comprendo. El señor F. - Voy a decirle a usted una cosa insignifi-

cante. De hecho, en verdad, hay un jefe superior a us-ted; pero usted es uno de los brazos de una persona que es como un Buda. ¿Buda, no tiene significado para usted?

El señor.—(Riéndose.) ¿Buda? No. (Interrogado aparte este señor por F., resulté ser el

doctor L., ayudante de madame Curie.)

Segunda prueba.--El señor F. va a otro lugar del sa-lón y se dirige a una señora:

—Aunque ha sufrido usted mucho físicamente, tiene usted gran confianza en su salud. No ha cruzado por su mente la idea de que pudiera estar gravemente enferma, porque en el caso de que contrajera alguna enfermedad, confía encontrar en sí misma los medios para reme-diarla.

La señora.—Es muy exacto. M. F.—Y es tan exacto, que posee usted un remedio

excelente para las necesidades de los demás. La señora. —Taabién es exacto. M. F.—Debe usted ejercer la profesión de curandera,

o por lo menos, tiene usted el deseo de convencerse de que cuando, desde el punto de vista orgánico, vienen algunos a pedirle ayuda, les hace señalados favores.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 97

La señora.—Es exacto. M. F. continúa hablando de otras cosas que no le

conducen a ningún resultado preciso.

Tercer ensayo.—M. F. va hacia un señor y le habla de un Cristo ulcerado, de un libro reedit:1do, etc.

El señor no ve en ello nada que le concierna. En caw-bio, una señora dice que esas palabras se referen a ella. P. F. la mira, la reconoce y se acuerda de que, bajo otra forma, hace algunos meses le dió ya la indicació del mismo acontecimiento Iiteraro relacionado con tui

miembro de su familia.

Cuarto ensayo.—P. F. anda por cutre los concurrentes y se detiene delante de un señor, a quien dice:

- Le veo a usted de pronto corno si se hallara en el centro de un gran fresco de aunto militar. Sin cmb argo, usted no ha estado en la guerra, es usted demasiado joven. ¡Qué poca edad representa usted!

Después de la sesión: 4<E1 señor R. Tocquet, profesor del colegio de Avallon, de paso por París, que acudía por primera vez a la 1. M. 1., dice que ha estado en la guerra como cadete y luego como teniente de Artillería.»

Señor F.—Le veo sobre una cresta cuyo contorno me recuerda el perfil, la línea del borde superior del som-brero de Napoleón. Está usted en la cumbre, como si dijéramos en el mismo eje del paisaje. Diríase que está abierto de brazos entre sus compañeros—le estoy re-cordando un incidente de guerra—; pero es usted un personaje central, ha reunido las energías de sus com-pañeros y agrupado a su alrededor todas las flaquezas en plena exposición a los fuegos enemigos; la veo recor-tado sobre el cielo en toda su longitud. ¿Pero qué hace usted sobre esa colina?

Señor T.—Lo que me cuenta usted me ha sucedido varias veces. -

Page 91: Una facultad de conocimiento supra normal

98 05. EUCENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 99

Señor F.--Era usted un agente impulsor de virilidad. cuencia, por tratarse de dolores de orden sentimental, Aguarde. ¿Quién es Luis? ¿Vecino? ¿Relacionado tam- de orden afectivo; inc muestra este lado así, desgarrado. bién con este asunto del monte? Pero hay en ello un sentimiento muy positivo.

Señor T.—No. Señor T.—Sí. Señor F.--Necesito recordar nombres de compañeros ' Señor F.—Hay reciprocidad de sentimiento, y también

suyos; si le dijera uno o dos que fuesen impresionantes reparto; no es usted dueño de toda Magdalena. ¿Dónde ¿los recordaría usted? Es uno que no pereció por el voy?... Lcs mismos procedimientos por los que recia- fuego enemigo, pero que ha sido corno aplastado por ma;a usted en el Regimiento son los que emplea usted una pieza. con Magdalena. Es una contradicción. ¿Juan? ¿Qué re-

Señor T.—Sí, es exacto. lación tiene con todo esto? Después de la sesión: «Uno de mis compañeros fué, Señor T.— Sí, la tiene.

en efecto, aplastado por un cañón de 155 cuando iba- Señor F.—Veo un lago con un cisne que se desliza. mos a ponernos en batería en la selva de Viliers Cotte- Señor T.—Es muy interesante. rets (julio de 1918). Es un accidente poco corriente.» Señor F.—Se relaciona con lo que tratamos?

Señor F.—Alguien también, pero fallecido, de quien . Señor T.—Quizás no del todo, pero puede haber algo hubiera usted recibido al partir para retaguardia una análogo. carta para hacer llegar más rápidamente que por los Señor F.—Bert, Bertille, Berty... carteros militares ordinarios, pliego que usted perdió? Señor T.—Es un nombre alemán en relación con el

Señor T.—No. cisne. Yo me llamo Roberto. No creo que sea muy se- Señor F.—Se trata de algo de vinos, este hombre vi- mejante.

vía en el Mediodía. ¿Armando? Señor F.—Recogemos pequeños materiales. Probare- Señor T.—Es posible; son episodios tan lejanos...

mos con ello de hacer una casita. Me señalan un W que Señor F.—Recuerda usted esto? Un jefe le dijo: «Se- designa un lugar. ría usted el mejor de los soldados si no fuese tan ner- Señor T. Sí, es eso. vioso.» Existe también tina palabra del cuartel que pug-

Señor F.—Detrás hay unas colinas sobre las que veo • na por escapárseme; es: «Rouspéter» (1). perfilarse como una cúpula.

Señor T.—Es verdad. Señor T.—Si. Señor F.—Incluso le decía: «iPuede costarle caro!»

Señor F.—Es el centro de la población. ¡Ahí ¿Qué es Señor T.—Si. Señor F.— Clément, Clemeng, Avaray... ¿Qué es todo

todo esto? El cisne vuelve a pasar. Es en un teatro. Ya lo veo.

ello? ¿Magdalena no significa nada? Señor T. -Sí, es eso. Señor T.—Sí. Señor F.—Me señalan una M mayúscula. Señor F.—Hay una imagen que acude a mí con fre- Señor T.—Muy bien.

Señor F.—Es curiosa esta historia. La letra M está (1) Rouspéter. Palabra empleada en argot militar u el palco central. Es un hombre que distingo de este

para expresar «reclamación violenta».—(N. de la T.) (el señor R toma una actitud enérgica). ¡Oh! ¡Qué

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98 05. EUCENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 99

Señor F.--Era usted un agente impulsor de virilidad. cuencia, por tratarse de dolores de orden sentimental, Aguarde. ¿Quién es Luis? ¿Vecino? ¿Relacionado tam- de orden afectivo; inc muestra este lado así, desgarrado. bién con este asunto del monte? Pero hay en ello un sentimiento muy positivo.

Señor T.—No. Señor T.—Sí. Señor F.--Necesito recordar nombres de compañeros ' Señor F.—Hay reciprocidad de sentimiento, y también

suyos; si le dijera uno o dos que fuesen impresionantes reparto; no es usted dueño de toda Magdalena. ¿Dónde ¿los recordaría usted? Es uno que no pereció por el voy?... Lcs mismos procedimientos por los que recia- fuego enemigo, pero que ha sido corno aplastado por ma;a usted en el Regimiento son los que emplea usted una pieza. con Magdalena. Es una contradicción. ¿Juan? ¿Qué re-

Señor T.—Sí, es exacto. lación tiene con todo esto? Después de la sesión: «Uno de mis compañeros fué, Señor T.— Sí, la tiene.

en efecto, aplastado por un cañón de 155 cuando iba- Señor F.—Veo un lago con un cisne que se desliza. mos a ponernos en batería en la selva de Viliers Cotte- Señor T.—Es muy interesante. rets (julio de 1918). Es un accidente poco corriente.» Señor F.—Se relaciona con lo que tratamos?

Señor F.—Alguien también, pero fallecido, de quien . Señor T.—Quizás no del todo, pero puede haber algo hubiera usted recibido al partir para retaguardia una análogo. carta para hacer llegar más rápidamente que por los Señor F.—Bert, Bertille, Berty... carteros militares ordinarios, pliego que usted perdió? Señor T.—Es un nombre alemán en relación con el

Señor T.—No. cisne. Yo me llamo Roberto. No creo que sea muy se- Señor F.—Se trata de algo de vinos, este hombre vi- mejante.

vía en el Mediodía. ¿Armando? Señor F.—Recogemos pequeños materiales. Probare- Señor T.—Es posible; son episodios tan lejanos...

mos con ello de hacer una casita. Me señalan un W que Señor F.—Recuerda usted esto? Un jefe le dijo: «Se- designa un lugar. ría usted el mejor de los soldados si no fuese tan ner- Señor T. Sí, es eso. vioso.» Existe también tina palabra del cuartel que pug-

Señor F.—Detrás hay unas colinas sobre las que veo • na por escapárseme; es: «Rouspéter» (1). perfilarse como una cúpula.

Señor T.—Es verdad. Señor T.—Si. Señor F.—Incluso le decía: «iPuede costarle caro!»

Señor F.—Es el centro de la población. ¡Ahí ¿Qué es Señor T.—Si. Señor F.— Clément, Clemeng, Avaray... ¿Qué es todo

todo esto? El cisne vuelve a pasar. Es en un teatro. Ya lo veo.

ello? ¿Magdalena no significa nada? Señor T. -Sí, es eso. Señor T.—Sí. Señor F.—Me señalan una M mayúscula. Señor F.—Hay una imagen que acude a mí con fre- Señor T.—Muy bien.

Señor F.—Es curiosa esta historia. La letra M está (1) Rouspéter. Palabra empleada en argot militar u el palco central. Es un hombre que distingo de este

para expresar «reclamación violenta».—(N. de la T.) (el señor R toma una actitud enérgica). ¡Oh! ¡Qué

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100 DR. EUGENE OSTY

cabeza! Veo de nuevo la cúpula y sobre ella una K que determina el lugar de la cúpula.

Señor T.—Muy bien, muy bien. Señor F.--Ya está usted satisfecho. Son ustedes cua-

tro en un... ¿no es un paseo? ¿Han pagado ustedes? Les han dicho: «Vayan, es bastante.»

Señor T.—No me han dicho «es bastante», sino «va- yan, no cuesta nada».

Señor F.—,No se representa Lohengrin en el teatro de Wiesbaden?

Señor T.—Si, y la W es el palco de Wilhelm. Señor F.—(Volviendo a su actitud enérgica.) ¿No era

Mangin? Señor T.—Era Mangin. Después de la sesión: «El señor Tocqtiet me escribió:

He residido durante unos quince días formando parte de las tropas de ocupación en Wiesbaden en 1920, en compañía de una muchacha alemana que me llamaba familiarmente Roberto, pero que pronunciaba «Bert», absolutamente igual que como lo ha hecho el señor For- thuny. No habiendo comprendido inmediatamente el sentido de Bert, es por lo que probablemente el señor Forthuny, fiándose de mi expresión, ha divagado sobre Berty, Bertille...

«Un día dos camaradas, esta muchacha y yo fuimos a visitar el Kurhaus de Wiesbaden (significación de K), monumento rematado por una vasta cúpula (poseo fo- tografías relativas a este incidente) y que ocupa proba- blemente el centro de la población. Al Norte de Wies- baden se encuentra la cadena del Taunus.

«Recuerdo que un día, en un jardín público vecino del • Kurhaus, fué dada una audición musical por artistas

alemanes. La entrada era de pago para los paisanos y

libre para los militares. «Creo que di algunas monedas al revisor. De ahí el

sentido posible de las palabras de F.: es bus (ante.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 101

«Pocos días después, siempre e:i compañía de esta muchacha, fui a oír Lohengrin al teatro de Wiesbaden, teatro que está a unas decenas de metros del Kurhaus. El general Mangin ocupaba el palco imperial ornado de una gran W, inicial de Guillermo 11. Es la única ópera que he oído en Wiesbaden.

»Ya no recuerdo bien si un cisne cruzaba la escena. Es probable. De todos modos, pocos días después de esta representación, vi en los jardines del Kurhaus unos fuegos artificiales representando un cisne.

»Observe que existe una cierta trabazón lógica entre las diferentes imágenes vistas por el señor F.

»Mi permanencia en Alemania no es, en efecto, sino la prolongación de mi vida en el frente, puesto que inme-diatamente después del armisticio entré a formar parte de las tropas de ocupación.

«Por otra parte, cuando evoco mentalmente los epi-sodios de la guerra, los asocio fatalmente a los hechos relativos a esta temporada, que fué para mí muy fértil en acontecimientos de orden sentimental, que han que-dado profundamente grabados en mi memoria.

«En el momento que el señor F. describía el episodio del teatro, no tenía conciencia de los hechos recordados por él después, pero esos hechos u otros del mismo or-den debían, automática y necesariamente, aparecerse ante mi conciencia.»

Quinta prueba.—Después de unos minutos de descan-so, el señor F. recorre con la vista los vecinos del señor Trocquet, y dirigiéndose a uno de ellos le dice:

—,No ha evitado usted que un hombre se mate dán-dole consejos muy imperativos sobre ciertas reparacio-nes, trazándole líneas categóricas para que deje de en-sombrecer los hechos y se percate de que aún le queda un paso por el que puede, con el tiempo, entrar en la vida y el honor si así lo desea?

Page 94: Una facultad de conocimiento supra normal

100 DR. EUGENE OSTY

cabeza! Veo de nuevo la cúpula y sobre ella una K que determina el lugar de la cúpula.

Señor T.—Muy bien, muy bien. Señor F.--Ya está usted satisfecho. Son ustedes cua-

tro en un... ¿no es un paseo? ¿Han pagado ustedes? Les han dicho: «Vayan, es bastante.»

Señor T.—No me han dicho «es bastante», sino «va- yan, no cuesta nada».

Señor F.—,No se representa Lohengrin en el teatro de Wiesbaden?

Señor T.—Si, y la W es el palco de Wilhelm. Señor F.—(Volviendo a su actitud enérgica.) ¿No era

Mangin? Señor T.—Era Mangin. Después de la sesión: «El señor Tocqtiet me escribió:

He residido durante unos quince días formando parte de las tropas de ocupación en Wiesbaden en 1920, en compañía de una muchacha alemana que me llamaba familiarmente Roberto, pero que pronunciaba «Bert», absolutamente igual que como lo ha hecho el señor For- thuny. No habiendo comprendido inmediatamente el sentido de Bert, es por lo que probablemente el señor Forthuny, fiándose de mi expresión, ha divagado sobre Berty, Bertille...

«Un día dos camaradas, esta muchacha y yo fuimos a visitar el Kurhaus de Wiesbaden (significación de K), monumento rematado por una vasta cúpula (poseo fo- tografías relativas a este incidente) y que ocupa proba- blemente el centro de la población. Al Norte de Wies- baden se encuentra la cadena del Taunus.

«Recuerdo que un día, en un jardín público vecino del • Kurhaus, fué dada una audición musical por artistas

alemanes. La entrada era de pago para los paisanos y

libre para los militares. «Creo que di algunas monedas al revisor. De ahí el

sentido posible de las palabras de F.: es bus (ante.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 101

«Pocos días después, siempre e:i compañía de esta muchacha, fui a oír Lohengrin al teatro de Wiesbaden, teatro que está a unas decenas de metros del Kurhaus. El general Mangin ocupaba el palco imperial ornado de una gran W, inicial de Guillermo 11. Es la única ópera que he oído en Wiesbaden.

»Ya no recuerdo bien si un cisne cruzaba la escena. Es probable. De todos modos, pocos días después de esta representación, vi en los jardines del Kurhaus unos fuegos artificiales representando un cisne.

»Observe que existe una cierta trabazón lógica entre las diferentes imágenes vistas por el señor F.

»Mi permanencia en Alemania no es, en efecto, sino la prolongación de mi vida en el frente, puesto que inme-diatamente después del armisticio entré a formar parte de las tropas de ocupación.

«Por otra parte, cuando evoco mentalmente los epi-sodios de la guerra, los asocio fatalmente a los hechos relativos a esta temporada, que fué para mí muy fértil en acontecimientos de orden sentimental, que han que-dado profundamente grabados en mi memoria.

«En el momento que el señor F. describía el episodio del teatro, no tenía conciencia de los hechos recordados por él después, pero esos hechos u otros del mismo or-den debían, automática y necesariamente, aparecerse ante mi conciencia.»

Quinta prueba.—Después de unos minutos de descan-so, el señor F. recorre con la vista los vecinos del señor Trocquet, y dirigiéndose a uno de ellos le dice:

—,No ha evitado usted que un hombre se mate dán-dole consejos muy imperativos sobre ciertas reparacio-nes, trazándole líneas categóricas para que deje de en-sombrecer los hechos y se percate de que aún le queda un paso por el que puede, con el tiempo, entrar en la vida y el honor si así lo desea?

Page 95: Una facultad de conocimiento supra normal

102 DR. EIJGENE OSTY

El señor.—Tengo idea de algo parecido, pero no re- cuerdo con exactitud.

Señor F.—Veo el caso repetido muchas veces, pero con ciertas variantes. ¿No es usted confesor? ¿No tiene usted el deber de temoralización de ciertas gentes? ¿No ejerce usted una acción moral en ellas mediante un en- derezamiento de las reglas del espíritu?

El señor.—Frecuento a unos magnetizadores. • Inmediatamente cesa el trabajo metagnómico de P. E

Pasa a otra persona. «Poco tiempo después supe por el señor X..., situado

aquel día junto al señor a quien F. había dado las indi- caciones ya enumeradas que le concernían, con una precisión extraordinaria, porque se vió en una época de su vida en la necesidad de usar de toda su influencia y

de toda su afección sobre el espíritu de un hermano suyo que quería huir, por el suicidio, de un aconteci- miento difícilmente soportable. Sus consejos, que feliz- mente fueron oídos, tuvieron por resultado el hacer tor- nar a su hermano a la vida y el honor, porque verdade- rainente había abandonado la vida social y parecía (esto no era cierto) haber perdido el honor.»

JSexto ensayo. .—P. F. da algunos pasos por el salón y se

detiene ante una señora de rasgos muy «extremo- oriente». Su imaginación, engañada por las apariencias, se detiene a la idea de Asia, Indochina, Cochinchina... El trabajo construído sobre una base falsa produce al-gunas tentativas indecisas de ligar esta señora con aquel continente, mas se trataba de una francesa sin relación ninguna con él.

Séptima prueba—El señor F. se dirige aun señor que

* -- por primera vez ha acudido allí y le da algunas indica- ciones falsas.

Fatigado, pide que se suspenda la sesión.

UNA FACJLTÍ) or CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 103

Sesión del 10 de febrero de 1926.

Número de asistentes; 80 aproximadamente. Forthuny se ha señalado sucesivamente siete perso-

nas con fines metagnóinicos.

Primera prueba.—F. pasea su mirada sobre algunas personas, y deteniéndola sobre un señor y una señora sentados en primera fila, dice: ><Buenos Aires?»

El señor y la señora, a un tiempo.—; Si! (Estos señores eran: los señores C., de Buenos Aires,

de paso en París, y que asistían por vez primera a una sesión del señor Forthuny.)

El señor F.—Ra... Ramón. ¿Conocen ustedes un Ra-món vivo o muerto? ¿Un obrero? Aicado o Rito ha sido herido.

La señora—Sí, este obrero ha sido identificado. Fué herido.

El señor F.—Veo a ese hombre llorando mucho. ¿Ve usted al obrero? ¿Ve usted quién es? ¿No ha muerto? ¿No ha debido ir a Europa? ¿Calixto? Lo veo en dos cir-cunstancias. Una vez montado sobre una pequeña lo-comotora que sale de una fábrica, y aquí también sufrió un accidente. ¿No se cayó de esa locomotora? ¿Fué he-rido por el estribo de esa locomotora?

La señora.—No recuerdo este detalle. El señor F.—En otra circunstancia fué víctima del fue-

go, ¿no es cierto? ¿Ha estado herido como consecuen-. cia del fuego? Me muestran una gran cabeza sobre un periódico ilustrado. Un periódico de teatro. Es una mujer de teatro. Aguarde, vamos a ver dónde nos va a conducir todo esto; es morena, la conozco, la he visto hace mucho tiempo; pero ¿en dónde? ¿Qué relación puede tener con Ramón? No lo sé. Esto está tirado por los cabellos. Le ruego me perdone. Me señalan la letra M.

Page 96: Una facultad de conocimiento supra normal

102 DR. EIJGENE OSTY

El señor.—Tengo idea de algo parecido, pero no re- cuerdo con exactitud.

Señor F.—Veo el caso repetido muchas veces, pero con ciertas variantes. ¿No es usted confesor? ¿No tiene usted el deber de temoralización de ciertas gentes? ¿No ejerce usted una acción moral en ellas mediante un en- derezamiento de las reglas del espíritu?

El señor.—Frecuento a unos magnetizadores. • Inmediatamente cesa el trabajo metagnómico de P. E

Pasa a otra persona. «Poco tiempo después supe por el señor X..., situado

aquel día junto al señor a quien F. había dado las indi- caciones ya enumeradas que le concernían, con una precisión extraordinaria, porque se vió en una época de su vida en la necesidad de usar de toda su influencia y

de toda su afección sobre el espíritu de un hermano suyo que quería huir, por el suicidio, de un aconteci- miento difícilmente soportable. Sus consejos, que feliz- mente fueron oídos, tuvieron por resultado el hacer tor- nar a su hermano a la vida y el honor, porque verdade- rainente había abandonado la vida social y parecía (esto no era cierto) haber perdido el honor.»

JSexto ensayo. .—P. F. da algunos pasos por el salón y se

detiene ante una señora de rasgos muy «extremo- oriente». Su imaginación, engañada por las apariencias, se detiene a la idea de Asia, Indochina, Cochinchina... El trabajo construído sobre una base falsa produce al-gunas tentativas indecisas de ligar esta señora con aquel continente, mas se trataba de una francesa sin relación ninguna con él.

Séptima prueba—El señor F. se dirige aun señor que

* -- por primera vez ha acudido allí y le da algunas indica- ciones falsas.

Fatigado, pide que se suspenda la sesión.

UNA FACJLTÍ) or CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 103

Sesión del 10 de febrero de 1926.

Número de asistentes; 80 aproximadamente. Forthuny se ha señalado sucesivamente siete perso-

nas con fines metagnóinicos.

Primera prueba.—F. pasea su mirada sobre algunas personas, y deteniéndola sobre un señor y una señora sentados en primera fila, dice: ><Buenos Aires?»

El señor y la señora, a un tiempo.—; Si! (Estos señores eran: los señores C., de Buenos Aires,

de paso en París, y que asistían por vez primera a una sesión del señor Forthuny.)

El señor F.—Ra... Ramón. ¿Conocen ustedes un Ra-món vivo o muerto? ¿Un obrero? Aicado o Rito ha sido herido.

La señora—Sí, este obrero ha sido identificado. Fué herido.

El señor F.—Veo a ese hombre llorando mucho. ¿Ve usted al obrero? ¿Ve usted quién es? ¿No ha muerto? ¿No ha debido ir a Europa? ¿Calixto? Lo veo en dos cir-cunstancias. Una vez montado sobre una pequeña lo-comotora que sale de una fábrica, y aquí también sufrió un accidente. ¿No se cayó de esa locomotora? ¿Fué he-rido por el estribo de esa locomotora?

La señora.—No recuerdo este detalle. El señor F.—En otra circunstancia fué víctima del fue-

go, ¿no es cierto? ¿Ha estado herido como consecuen-. cia del fuego? Me muestran una gran cabeza sobre un periódico ilustrado. Un periódico de teatro. Es una mujer de teatro. Aguarde, vamos a ver dónde nos va a conducir todo esto; es morena, la conozco, la he visto hace mucho tiempo; pero ¿en dónde? ¿Qué relación puede tener con Ramón? No lo sé. Esto está tirado por los cabellos. Le ruego me perdone. Me señalan la letra M.

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90,1

104 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 105

Tengo mis razones para pensar que se trata de uiia trágica célebre que conocí en otros tiempos y con quien he almorzado. Estoy en su casa ahora en compañia de Méndez. ¿Es la señora Moreno? ¿Ramón Moreno? ¿Se llama así su obrero?

La señora.—El Ramón en cuestión se llama, en efec-to, Ramóo Moreno.

El señor F.—Estará usted segura? La señora.—Estoy cierta. El señor F.—,No era Ramón Moreno un poco místico

o político? La señora.—Político, si. El señor P.—Ha venido usted a París para ocuparse

de diversos asuntos, peio también de su salud; tiene usted una enfermedad nerviosa fuertemente acentuada.

La señora.—Es verdad.

Segunda prueba.—P. F. se dirige entonces a una mu-chacha. Le habla de Lamartine, lo que le conduce a de-cir que una Elvira tiene alguna relación con ella.

La muchacha confirma que ha tenido una amiga ita-liana que llevaba ese nombre.

P. F. da algunas indicaciones sobre su vida reconoci-das exactas. Pero pronto ha de interrumpirse por la im-posibilidad de verificar las indicaciones, porque la mu-chacha ha perdido de vista a su amiga.

Tercera prueba.—P. F. se dirige al señor D., a quien en una sesión precedente reveló incidentes de su vida

' con una gran exactitud. Le habla de sus relaciones con el pintor Modagliani. Nada verificable surge de este en-sayo, sino que el señor D. ha conocido y frecuentado a Moragliani.

Cuarta prueba.-El señor P. F. pasea su mirada sobre algunas filas de personas, y dirigiéndose a un mucha-cho que asiste por primera vez a las sesiones:

—.Cardenal? La palabra Cardenal va dirigida a dos de ustedes. Sin embargo, tiene un sentido Cardenal. Nadie en este grupo tiene un Cardenal... ¿Tienen uste-des algo que evoluciona en ustedes desde hace pocos meses en cuanto a la cuncepción del inundo se refiere?

Un señor.—Sj. El señor F.—Hay, no una revolución, porque en usted

nada es revolucionario, todo es evolucionista, todo es deducido; para usted, más que para la inmensa mayoría de los seres, la naturaleza no da saltos...; en efecto, esto debe resultar de un gusto científico, de una inclinación hacia la construcción del razonamiento. Me repiten «Cardenal»... Veamos, déme su sombrero. Son procedi-mientos de brujo; pero, en fin, no debía usted de usar sombrero de artista. No es usted artista hasta ese ex-tremo, es usted un sabio; este sombrero es una parado-ja, no le sienta a usted bien; yo podría usarlo porque no soy un sabio. ¿Cardenal? Es demasiado... ¿Es usted Cardenal, señor? Este sombrero no es de un Cardenal ¿Pero es usted Cardenal?

El señor.—No. El señor F.—Veo sobre usted unas ventanas grises,

polvorientas y sucias, ventanas largas. ¿Conoce usted esas ventanas? Es un lugar cerrado. ¡Qué olorUl Es bastante amplio. Tengo impresión de recuerdo.

Un señor junto al precedente.—Eso me atañe. El señor F.—Va usted de una mesa a otra. Veo tro-

zos de mampostería cuadrados, construcciones de la-drillos, sobre las que hay vidriería, mucha vidriería. No es usted comerciante de cristales, sin embargo. ¿Es quí-mica? ¿Son experiencias?

El señor.—Justamente. El señor F.—Son ustedes Cardenales los dos? ¿Qué

tiene usted que ver con la Iglesia? El señor F.—Nada absolutamente. El señor F.—¿Ha asistido usted a un entierro hace

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Tengo mis razones para pensar que se trata de uiia trágica célebre que conocí en otros tiempos y con quien he almorzado. Estoy en su casa ahora en compañia de Méndez. ¿Es la señora Moreno? ¿Ramón Moreno? ¿Se llama así su obrero?

La señora.—El Ramón en cuestión se llama, en efec-to, Ramóo Moreno.

El señor F.—Estará usted segura? La señora.—Estoy cierta. El señor F.—,No era Ramón Moreno un poco místico

o político? La señora.—Político, si. El señor P.—Ha venido usted a París para ocuparse

de diversos asuntos, peio también de su salud; tiene usted una enfermedad nerviosa fuertemente acentuada.

La señora.—Es verdad.

Segunda prueba.—P. F. se dirige entonces a una mu-chacha. Le habla de Lamartine, lo que le conduce a de-cir que una Elvira tiene alguna relación con ella.

La muchacha confirma que ha tenido una amiga ita-liana que llevaba ese nombre.

P. F. da algunas indicaciones sobre su vida reconoci-das exactas. Pero pronto ha de interrumpirse por la im-posibilidad de verificar las indicaciones, porque la mu-chacha ha perdido de vista a su amiga.

Tercera prueba.—P. F. se dirige al señor D., a quien en una sesión precedente reveló incidentes de su vida

' con una gran exactitud. Le habla de sus relaciones con el pintor Modagliani. Nada verificable surge de este en-sayo, sino que el señor D. ha conocido y frecuentado a Moragliani.

Cuarta prueba.-El señor P. F. pasea su mirada sobre algunas filas de personas, y dirigiéndose a un mucha-cho que asiste por primera vez a las sesiones:

—.Cardenal? La palabra Cardenal va dirigida a dos de ustedes. Sin embargo, tiene un sentido Cardenal. Nadie en este grupo tiene un Cardenal... ¿Tienen uste-des algo que evoluciona en ustedes desde hace pocos meses en cuanto a la cuncepción del inundo se refiere?

Un señor.—Sj. El señor F.—Hay, no una revolución, porque en usted

nada es revolucionario, todo es evolucionista, todo es deducido; para usted, más que para la inmensa mayoría de los seres, la naturaleza no da saltos...; en efecto, esto debe resultar de un gusto científico, de una inclinación hacia la construcción del razonamiento. Me repiten «Cardenal»... Veamos, déme su sombrero. Son procedi-mientos de brujo; pero, en fin, no debía usted de usar sombrero de artista. No es usted artista hasta ese ex-tremo, es usted un sabio; este sombrero es una parado-ja, no le sienta a usted bien; yo podría usarlo porque no soy un sabio. ¿Cardenal? Es demasiado... ¿Es usted Cardenal, señor? Este sombrero no es de un Cardenal ¿Pero es usted Cardenal?

El señor.—No. El señor F.—Veo sobre usted unas ventanas grises,

polvorientas y sucias, ventanas largas. ¿Conoce usted esas ventanas? Es un lugar cerrado. ¡Qué olorUl Es bastante amplio. Tengo impresión de recuerdo.

Un señor junto al precedente.—Eso me atañe. El señor F.—Va usted de una mesa a otra. Veo tro-

zos de mampostería cuadrados, construcciones de la-drillos, sobre las que hay vidriería, mucha vidriería. No es usted comerciante de cristales, sin embargo. ¿Es quí-mica? ¿Son experiencias?

El señor.—Justamente. El señor F.—Son ustedes Cardenales los dos? ¿Qué

tiene usted que ver con la Iglesia? El señor F.—Nada absolutamente. El señor F.—¿Ha asistido usted a un entierro hace

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106 DR. EUGENE OSTY

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 107

unos ocho días?... ¿Hacen ustedes los dos los mismos trabajos paralelamente en el mismo departamento de investigación? ¿No se ha conmovido usted al saber la muerte de alguien, de un muchacho víctima de una ex-plosión?

El señor—Un muchacho, sí; pero no víctima de una explosión.

El señor F.—¿No ha tenido usted la impresión de que alguien había sido quemado o víctima de una manipu-lación?

El señor.—Si. P. F.—Qué significado tiene para usted la letra L?

¡Oh! ¡Cuánto ha latido su corazón al pensar en esta muerte tan cruel! Siento en mí un frío enorme... Me pierdo probablemente... El birrete, me hacen buscar el birrete del Cardenal; veo pasar una silueta de un hom-bre muy bondadoso, un poco encorvado, barbudo, de barba mal cuidada. ¿No le ha visto usted? ¿No lo cono-ce usted? Siento como torsiones en las piernas. Una a modo d&defensade ese hombre.Tiene usted su retrato? ¿Qué significa todo esto? Lo abandono porque esto no tiene sentido. Sin embargo, veo cerca de ustedes dos una señora grave, amarga, severa, una mística; pero ¡qué mística tan linda! Hay un espíritu religioso. Cardenal siempre... Es raro.. Un espíritu religioso, extraño a las iglesias. Una religión como un panteísmo, de encontrar a Dios en todo lugar y entodas las cosas ytambién en el hueco de la mano. ¿Mira a Dios en la luzque sale de su mano?

El seflor.—No entiendo. El señor F.—No ve usted esta señora cerca de usted

dando vueltas a su alrededor? El señor.—Todo cuanto me dice usted es muy vago;

convendría precisar. El señor F.—No se ocupa usted de cueipos peque-

ños, muy pequeños?

El señor.—Sí. El señor F.—Esa señora, ¿no tiene en los ojos algo de

ese fuego de que le hablo, de los corpúsculos o, dicho de otro modo, espiritualmente? Es una substancia lu-minosa la que usted manipula. Una materia explosiva. Sin embargo, no es pólvora lo que, usted fabrica. ¿Qué significan todos esos hombres? ¿Hace usted una pólvo-ra terrible? ¡Cardenal! ¿Hace usted pólvora para hacer saltar a los Cardenales?... Cardenal de Curie (1).

El señor.—Quería usted hablarme de la señora Curie?

El señor F.—¿Es radio lo que usted manipula? El señor.—Sí, es el radio. (Los dos jóvenes a quien P. F. se había dirigido

eran alumnos de la señora Curie.)

Quinta prueba.— P. F. se dirige a otro señor, hace al-gunas tentativas con respecto a él. Las indicaciones que le da no tienen sentido para el interpelado. F. ter-mina por decir: «No llegamos a concordar», y se dirige a otra persona.

Sexta prueba.—Resultado negativo.

Séptima prueba.—P. F. se dirige a un muchacho, sen-tado junto a los dos con quienes hizo la cuarta prueba.

Señor F.—Usted, señor, debe abandonar su profesión y elegir otra. De lo contrario le costará la vida. Es un modo muy original de terminar una sesión. ¿No siente ningún deseo de cambiar de profesión y abandonar el trabajo a que se dedica para orientarse en otro sentido?

El señor.—Es exacto.

(1) Las Congregaciones cardenaliiias forman parte de la Curia Romana. Un Cardenal de Curia forma parte de la casa del Papa. Cardenal en el espíritu de F. pre-paraba Curie.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 107

unos ocho días?... ¿Hacen ustedes los dos los mismos trabajos paralelamente en el mismo departamento de investigación? ¿No se ha conmovido usted al saber la muerte de alguien, de un muchacho víctima de una ex-plosión?

El señor—Un muchacho, sí; pero no víctima de una explosión.

El señor F.—¿No ha tenido usted la impresión de que alguien había sido quemado o víctima de una manipu-lación?

El señor.—Si. P. F.—Qué significado tiene para usted la letra L?

¡Oh! ¡Cuánto ha latido su corazón al pensar en esta muerte tan cruel! Siento en mí un frío enorme... Me pierdo probablemente... El birrete, me hacen buscar el birrete del Cardenal; veo pasar una silueta de un hom-bre muy bondadoso, un poco encorvado, barbudo, de barba mal cuidada. ¿No le ha visto usted? ¿No lo cono-ce usted? Siento como torsiones en las piernas. Una a modo d&defensade ese hombre.Tiene usted su retrato? ¿Qué significa todo esto? Lo abandono porque esto no tiene sentido. Sin embargo, veo cerca de ustedes dos una señora grave, amarga, severa, una mística; pero ¡qué mística tan linda! Hay un espíritu religioso. Cardenal siempre... Es raro.. Un espíritu religioso, extraño a las iglesias. Una religión como un panteísmo, de encontrar a Dios en todo lugar y entodas las cosas ytambién en el hueco de la mano. ¿Mira a Dios en la luzque sale de su mano?

El seflor.—No entiendo. El señor F.—No ve usted esta señora cerca de usted

dando vueltas a su alrededor? El señor.—Todo cuanto me dice usted es muy vago;

convendría precisar. El señor F.—No se ocupa usted de cueipos peque-

ños, muy pequeños?

El señor.—Sí. El señor F.—Esa señora, ¿no tiene en los ojos algo de

ese fuego de que le hablo, de los corpúsculos o, dicho de otro modo, espiritualmente? Es una substancia lu-minosa la que usted manipula. Una materia explosiva. Sin embargo, no es pólvora lo que, usted fabrica. ¿Qué significan todos esos hombres? ¿Hace usted una pólvo-ra terrible? ¡Cardenal! ¿Hace usted pólvora para hacer saltar a los Cardenales?... Cardenal de Curie (1).

El señor.—Quería usted hablarme de la señora Curie?

El señor F.—¿Es radio lo que usted manipula? El señor.—Sí, es el radio. (Los dos jóvenes a quien P. F. se había dirigido

eran alumnos de la señora Curie.)

Quinta prueba.— P. F. se dirige a otro señor, hace al-gunas tentativas con respecto a él. Las indicaciones que le da no tienen sentido para el interpelado. F. ter-mina por decir: «No llegamos a concordar», y se dirige a otra persona.

Sexta prueba.—Resultado negativo.

Séptima prueba.—P. F. se dirige a un muchacho, sen-tado junto a los dos con quienes hizo la cuarta prueba.

Señor F.—Usted, señor, debe abandonar su profesión y elegir otra. De lo contrario le costará la vida. Es un modo muy original de terminar una sesión. ¿No siente ningún deseo de cambiar de profesión y abandonar el trabajo a que se dedica para orientarse en otro sentido?

El señor.—Es exacto.

(1) Las Congregaciones cardenaliiias forman parte de la Curia Romana. Un Cardenal de Curia forma parte de la casa del Papa. Cardenal en el espíritu de F. pre-paraba Curie.

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Sesión del 24 de febrero de 1926.

Número de concurrentes: unos 90. El señor P. F. está desde hace algunos días, y a con-

secuencia de un exceso de trabajo, muy deprimido. A pesar de mi petición de que suprima la sesión, y domi-nando su estado muy visible de cansancio, quiere pro-ducir por lo menos un hecho de metagnomia, para evi-tar una inútil molestia a los asistentes. Persuadido de que se expone a probables fracasos, previene de ello al público.

Pero ocurrirá - lo he observado muchas veces en los metágnomos—que el agotamiento de su cuerpo y la disminución de la actividad de su inteligencia conscien-te no serán obstáculos al trabajo metagnómico, sino al contrario, puesto que, como va a verse, esta sesión re-presenta una de las mejores en cuanto a su valor global, si no es la mejor que P. F. haya realizado hasta este día en el 1. M. 1. De 10 ensayos de percepción supra-normal con 10 personas diferentes, sólo dos resul-taron sin valor.

P,imer ensayo.—P. F. da algunos pasos por entre el público y en seguida se detiene ante una señora que asiste por primera vez,

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 109 108 DR. EUGENE OSTY

Señor F.—Usted iiie dirá que esto es puramente sen-timental y no tiene nada de científico. Pues decídase. Dos ocasiones se le han presentado ya. ¿Una en Amé-rica?

El señor.—Sí. Señor F.—La otra en ocasión de orden más senti-

mental. El seíior.—Sí. Señor P. F.—Con esto doy por terminado mi trabajo.

P. F.—Si no es indiscreción, ¿me será permitido pre-guntarle si apenas salida de la infancia, como cantan en la antigua ópera cómica, no ha tenido usted una gran exaltación de espíritu? Me explico mal. No suponga que me refiero a alguna enfermedad que haya podido tener, sino una suerte de brote de ideal pora servir a la Hu-manidad. Guardando las debidas proporciones, yo la compararía, si usted me lo permitiera, y me temo que

• no me lo permita, con Juana de Arco. ¿No se suponía usted corno con una misión? ¿No tenía usted como un delirio generoso para ayudar a ciertos individuos, y par-ticularmente a algunos que la rodeaban y entre los que se imponía usted una misión?

La señora.—Exactamente. (Terminada la sesión, la señora Z. me confía que, en

efecto, tuvo en su juventud un espíritu de sacrificio y de abnegación llevado hasta el exceso. Esta suerte de delirio generoso, como lo ha llamado el señor Forthuny, le había decidido a partir como hermana-misionera cer-ca de los niños salvajes, decisión de la que en último momento hubo de desistir por haber encontrado otro objeto de abnegación al que consagrarse.)

P. F.—Tal sentimiento de ofrenda de usted misma ¿ha sido acompañado de un sacrificio efectivo, de uno de los sacrificios más bellos que puede pedirse a un corazón femenino?

La señora.—Sí. P. F.—Y tal sentimiento de entrega de sí misma en

forma que se sostuvo en el transcurso del tiempo, ¿per-siste todavía?

La señora.—Moralmente, sí. P. F.—Bajo formas evolucionadas que el tiempo ha

modelado. Pero esta llama admirable y rara alumbrará su vida entera. ¿No tengo verdaderamente razón al con-siderar que cuando esta llama subió tan alto fué verda- deramente útil? Por una parte .iI W nos ,L't'lconti_

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Sesión del 24 de febrero de 1926.

Número de concurrentes: unos 90. El señor P. F. está desde hace algunos días, y a con-

secuencia de un exceso de trabajo, muy deprimido. A pesar de mi petición de que suprima la sesión, y domi-nando su estado muy visible de cansancio, quiere pro-ducir por lo menos un hecho de metagnomia, para evi-tar una inútil molestia a los asistentes. Persuadido de que se expone a probables fracasos, previene de ello al público.

Pero ocurrirá - lo he observado muchas veces en los metágnomos—que el agotamiento de su cuerpo y la disminución de la actividad de su inteligencia conscien-te no serán obstáculos al trabajo metagnómico, sino al contrario, puesto que, como va a verse, esta sesión re-presenta una de las mejores en cuanto a su valor global, si no es la mejor que P. F. haya realizado hasta este día en el 1. M. 1. De 10 ensayos de percepción supra-normal con 10 personas diferentes, sólo dos resul-taron sin valor.

P,imer ensayo.—P. F. da algunos pasos por entre el público y en seguida se detiene ante una señora que asiste por primera vez,

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 109 108 DR. EUGENE OSTY

Señor F.—Usted iiie dirá que esto es puramente sen-timental y no tiene nada de científico. Pues decídase. Dos ocasiones se le han presentado ya. ¿Una en Amé-rica?

El señor.—Sí. Señor F.—La otra en ocasión de orden más senti-

mental. El seíior.—Sí. Señor P. F.—Con esto doy por terminado mi trabajo.

P. F.—Si no es indiscreción, ¿me será permitido pre-guntarle si apenas salida de la infancia, como cantan en la antigua ópera cómica, no ha tenido usted una gran exaltación de espíritu? Me explico mal. No suponga que me refiero a alguna enfermedad que haya podido tener, sino una suerte de brote de ideal pora servir a la Hu-manidad. Guardando las debidas proporciones, yo la compararía, si usted me lo permitiera, y me temo que

• no me lo permita, con Juana de Arco. ¿No se suponía usted corno con una misión? ¿No tenía usted como un delirio generoso para ayudar a ciertos individuos, y par-ticularmente a algunos que la rodeaban y entre los que se imponía usted una misión?

La señora.—Exactamente. (Terminada la sesión, la señora Z. me confía que, en

efecto, tuvo en su juventud un espíritu de sacrificio y de abnegación llevado hasta el exceso. Esta suerte de delirio generoso, como lo ha llamado el señor Forthuny, le había decidido a partir como hermana-misionera cer-ca de los niños salvajes, decisión de la que en último momento hubo de desistir por haber encontrado otro objeto de abnegación al que consagrarse.)

P. F.—Tal sentimiento de ofrenda de usted misma ¿ha sido acompañado de un sacrificio efectivo, de uno de los sacrificios más bellos que puede pedirse a un corazón femenino?

La señora.—Sí. P. F.—Y tal sentimiento de entrega de sí misma en

forma que se sostuvo en el transcurso del tiempo, ¿per-siste todavía?

La señora.—Moralmente, sí. P. F.—Bajo formas evolucionadas que el tiempo ha

modelado. Pero esta llama admirable y rara alumbrará su vida entera. ¿No tengo verdaderamente razón al con-siderar que cuando esta llama subió tan alto fué verda- deramente útil? Por una parte .iI W nos ,L't'lconti_

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110 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE coNoc1M1ErTo SUPRANORMAL 1

nuar en nuestro lenguaje simbólico, ha destruido un mal que hubiera hecho estragos, y por otra, ha ilumina-do dos almas que sin usted no hubieran visto nunca claro. ¿No es cierto?

La señora.—Sí lo es. P. F.—Quién es Magdalena? La señora.—Magdalena está en conexión con este

idealismo, este espíritu de sacrificio que reside en mí. P. F.—Volviéndose hacia un señor sentado un poco

más lejos, dice: «Usted habla español, usted habla una lengua extranjera. ¿Es el portugués? ¿Es un habla me-diterránea?»

El señor.—No. P. F.—Pronto vamos a verlo. Volviendo a la señora Z... continúa: «La letra R para

usted, señora, como inicial de un nombre. La ayudaré Se trata de un muerto. Verá usted. No cae usted en ello, pero va a encontrarlo presto. Lo veo; no quisiera abusar de este símbolo, porque es una tabla sobre la que se puede siempre andar con cierta seguridad. Sin embargo, voy a decírselo rápidamente. ¿Conoce usted el final del Crepúsculo de los Dioses, en el que arde el cuerpo de Sigfredo? Pues bien, a ése es al que veo muer-to, y existe como un heroísmo desconocido de la vida de este ser.»

La señora.—Sí. P. F.—Y aun la idea de Sigfredo va acompañada de

la de «caballo». La señora.—Era un guerrero. P. F.—De modo que Sigf redo ha venido como primera

indicación para denunciarme al «guerrero». Por tanto mi símbolo corresponde a una realidad. Es singular ese, paralelismo entre Sigfredo y ese hombre. Veo a su alre-dedor en su vida infinidad de cosas muy wagnerianas, rivalidades de corazones femeninos para disputarse el suyo y una pureza a lo Parsifal entre las ninfas-flores.

La señora.—Exacto. P. F.—Un magnífico carácter. En él distingo el 'sin

miedo» de Sigfredo y el cristal de Parsifal. La seflora.--Todo ello corresponde en absoluto... Después de la sesión, la señora Z. me enseña el retra-

to de su hijo muerto durante la guerra, hermosísimo rostro de joven dios, y me dice: «Mi hijo fué durante la guerra un modesto oficial de Artillería del ejército ita-liano. Tenía el sentimiento del deber y del sacrificio en grado sumo. Caballeroso y de una gran nobleza de ca-rácter, su belleza física y su belleza moral han dejado en más de un corazón femenino un puro e ideal recuer-do. Hablando de él decía cierta jovencita: «Tenía algo de divinidad.» Otra lo comparaba a un joven dios roma-no. Otras le hallaban en su rostro un resplandor sobre. natural. Y él pasó intacto entre los homenajes feme-ninos.»

Segunda prueba.—El señor Forthuny, dejando a la se- ñora Z., se va al otro extremo de la sala, detiene su mi- rada sobre uno y le dice: «La letra B para usted, como inicial de un apellido muy cercano a usted.»

El señor.—No. El señor F.—Veamos. Me hablan de un corredor de

vinos del Mediodía. ¿Lo conoce usted? El señor.—Sí. P. F.—La B existe, por tanto? El señor.—Sí. P. F.—Bo, Bo..., no sé más. El señor.—Se llama Bonnefoy,

lereera prueba. —Mientras que el señor Forthuny daba a la señora Z. (primera prueba) las indicaciones ya rela-tadas, se había interrumpido un momento para interpelar a un joven sentado cinco filas más lejos: «Usted habla el español, una lengua extranjera. ¿Es el portugués o

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nuar en nuestro lenguaje simbólico, ha destruido un mal que hubiera hecho estragos, y por otra, ha ilumina-do dos almas que sin usted no hubieran visto nunca claro. ¿No es cierto?

La señora.—Sí lo es. P. F.—Quién es Magdalena? La señora.—Magdalena está en conexión con este

idealismo, este espíritu de sacrificio que reside en mí. P. F.—Volviéndose hacia un señor sentado un poco

más lejos, dice: «Usted habla español, usted habla una lengua extranjera. ¿Es el portugués? ¿Es un habla me-diterránea?»

El señor.—No. P. F.—Pronto vamos a verlo. Volviendo a la señora Z... continúa: «La letra R para

usted, señora, como inicial de un nombre. La ayudaré Se trata de un muerto. Verá usted. No cae usted en ello, pero va a encontrarlo presto. Lo veo; no quisiera abusar de este símbolo, porque es una tabla sobre la que se puede siempre andar con cierta seguridad. Sin embargo, voy a decírselo rápidamente. ¿Conoce usted el final del Crepúsculo de los Dioses, en el que arde el cuerpo de Sigfredo? Pues bien, a ése es al que veo muer-to, y existe como un heroísmo desconocido de la vida de este ser.»

La señora.—Sí. P. F.—Y aun la idea de Sigfredo va acompañada de

la de «caballo». La señora.—Era un guerrero. P. F.—De modo que Sigf redo ha venido como primera

indicación para denunciarme al «guerrero». Por tanto mi símbolo corresponde a una realidad. Es singular ese, paralelismo entre Sigfredo y ese hombre. Veo a su alre-dedor en su vida infinidad de cosas muy wagnerianas, rivalidades de corazones femeninos para disputarse el suyo y una pureza a lo Parsifal entre las ninfas-flores.

La señora.—Exacto. P. F.—Un magnífico carácter. En él distingo el 'sin

miedo» de Sigfredo y el cristal de Parsifal. La seflora.--Todo ello corresponde en absoluto... Después de la sesión, la señora Z. me enseña el retra-

to de su hijo muerto durante la guerra, hermosísimo rostro de joven dios, y me dice: «Mi hijo fué durante la guerra un modesto oficial de Artillería del ejército ita-liano. Tenía el sentimiento del deber y del sacrificio en grado sumo. Caballeroso y de una gran nobleza de ca-rácter, su belleza física y su belleza moral han dejado en más de un corazón femenino un puro e ideal recuer-do. Hablando de él decía cierta jovencita: «Tenía algo de divinidad.» Otra lo comparaba a un joven dios roma-no. Otras le hallaban en su rostro un resplandor sobre. natural. Y él pasó intacto entre los homenajes feme-ninos.»

Segunda prueba.—El señor Forthuny, dejando a la se- ñora Z., se va al otro extremo de la sala, detiene su mi- rada sobre uno y le dice: «La letra B para usted, como inicial de un apellido muy cercano a usted.»

El señor.—No. El señor F.—Veamos. Me hablan de un corredor de

vinos del Mediodía. ¿Lo conoce usted? El señor.—Sí. P. F.—La B existe, por tanto? El señor.—Sí. P. F.—Bo, Bo..., no sé más. El señor.—Se llama Bonnefoy,

lereera prueba. —Mientras que el señor Forthuny daba a la señora Z. (primera prueba) las indicaciones ya rela-tadas, se había interrumpido un momento para interpelar a un joven sentado cinco filas más lejos: «Usted habla el español, una lengua extranjera. ¿Es el portugués o

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un habla mediterránea? Es lo que había preguntado. El señor.—No. Después de este toque, aparentemente negativo, con-

tinuó la serie de revelaciones a la señora X, luego al «caso Bonnefoy, el comisionista de vinos del Medio-día», y volviendo hacia el joven a quien había hablado del idioma español y de la cuenca mediterránea, le dijo:

P. F.—Es chistoso cómo me preocupa el tratar con usted de la cuenca mediterránea, sin poder distinguir si habla usted inglés, griego u otro idioma. He de esco-ger entre España, Portugal e Italia para hablarle de asuntos que le interesan a ustedes (se dirige al mismo tiempo a otro señor cecino del primero). Son ustedes muy solitarios, pero debo decir a uno de los dos que se cree como atado a algo aquí en París, y ello es un error. Lo veo atenazado por una mano violenta que le lleva, que le obliga a viajar por todas partes, que no quiere dejarle en un sitio fijo, que le obliga a partir de nuevo. ¿Qué significa esta vida? ¿Qué puede ser una existen-cia semejante? ¿Tiene usted en París un modo de vida sedentario? Veo tanto al uno como al otro saliendo de pronto, tomando un tren, un barco...; van a firmar algo, toman un papel, y sin embargo no es una valija diplo-mática lo que llevan. Yo no sé lo que es.

El señor.—Es lo cierto para ambos.

Después de la sesión—El señor Poznanzky, artista pin-tor, me dice que su vecino y amigo el señor N... es ita-liano, y que ambos llevan una vida errante, según ha indicado el señor Forthuny, recorriendo el mundo en todos sentidos y teniendo, naturalmente, que firmar sus pasaportes muy a menudo.

Cuarta prueba.—El señor F. da algunos pasos por el salón, se detiene ante un señor y le dice:

—Nisard y Cousiri? ¿Le conciernen a usted estas pa-

labra? ¿No tiene usted ninguna relación con las obras de Cousin y de Nisard? ¿No tiene ningún pariente que se llame así? ¿De cerca o de lejos, no tienen esos nom-bres relación con alguna ocupación de su espíritu? Va-mos a aclarar este misterio. ¿No ha tenido usted un abuelo u otro pariente que se haya ocupado de historia o de filosofía? ¿Usted mismo no se ocupa de ello también?

El señor.—No. Señor F.—Me señalan, igualmente: Guizot. Es muy

difícil de entender. ¿Significa algo «Fernando»? Me in-teresa usted y no puedo sacar nada en claro. Voy a en-sayar de nuevo. ¿Saboya no significa nada tampoco?

El señor.—Tampoco. Señor F.—Veamos este extraño procedimiento de co-

gerle la mano. No me gusta jugar con el almanaque. ¿Andrés no significa nada?

El señor. —No. Señor F.—Estoy despistado con usted. (En este momento F. coge la mano del señor, queda

silencioso un minuto, y dice:) —No se ocupa usted de farmacia, de colores? El señor.—.Se aproxima algo. Señor F.—No son unos jarros que reduce usted de

altura? Esto es prácticamente imposible; sin embargo, le veo reduciendo jarros y alargándolos. ¿Qué hace us-ted? Es una cosa que físicamente no consigo expli-carme.

El señor.—Esto tiene mucha relación... Señor F.—No comprendo cómo consigue usted eso,

a menos que sean de goma. Este problema es dificil de resolver. ¿Es amarillo?

El señor.—Sí. Señor F.---Es amarillo, muy amarillo, extrañamente

dosificado. Hay números y escritura sobre sus jarros. El señor.—Sí. Señor F. --Es un problema curioso. Perdone usted que

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un habla mediterránea? Es lo que había preguntado. El señor.—No. Después de este toque, aparentemente negativo, con-

tinuó la serie de revelaciones a la señora X, luego al «caso Bonnefoy, el comisionista de vinos del Medio-día», y volviendo hacia el joven a quien había hablado del idioma español y de la cuenca mediterránea, le dijo:

P. F.—Es chistoso cómo me preocupa el tratar con usted de la cuenca mediterránea, sin poder distinguir si habla usted inglés, griego u otro idioma. He de esco-ger entre España, Portugal e Italia para hablarle de asuntos que le interesan a ustedes (se dirige al mismo tiempo a otro señor cecino del primero). Son ustedes muy solitarios, pero debo decir a uno de los dos que se cree como atado a algo aquí en París, y ello es un error. Lo veo atenazado por una mano violenta que le lleva, que le obliga a viajar por todas partes, que no quiere dejarle en un sitio fijo, que le obliga a partir de nuevo. ¿Qué significa esta vida? ¿Qué puede ser una existen-cia semejante? ¿Tiene usted en París un modo de vida sedentario? Veo tanto al uno como al otro saliendo de pronto, tomando un tren, un barco...; van a firmar algo, toman un papel, y sin embargo no es una valija diplo-mática lo que llevan. Yo no sé lo que es.

El señor.—Es lo cierto para ambos.

Después de la sesión—El señor Poznanzky, artista pin-tor, me dice que su vecino y amigo el señor N... es ita-liano, y que ambos llevan una vida errante, según ha indicado el señor Forthuny, recorriendo el mundo en todos sentidos y teniendo, naturalmente, que firmar sus pasaportes muy a menudo.

Cuarta prueba.—El señor F. da algunos pasos por el salón, se detiene ante un señor y le dice:

—Nisard y Cousiri? ¿Le conciernen a usted estas pa-

labra? ¿No tiene usted ninguna relación con las obras de Cousin y de Nisard? ¿No tiene ningún pariente que se llame así? ¿De cerca o de lejos, no tienen esos nom-bres relación con alguna ocupación de su espíritu? Va-mos a aclarar este misterio. ¿No ha tenido usted un abuelo u otro pariente que se haya ocupado de historia o de filosofía? ¿Usted mismo no se ocupa de ello también?

El señor.—No. Señor F.—Me señalan, igualmente: Guizot. Es muy

difícil de entender. ¿Significa algo «Fernando»? Me in-teresa usted y no puedo sacar nada en claro. Voy a en-sayar de nuevo. ¿Saboya no significa nada tampoco?

El señor.—Tampoco. Señor F.—Veamos este extraño procedimiento de co-

gerle la mano. No me gusta jugar con el almanaque. ¿Andrés no significa nada?

El señor. —No. Señor F.—Estoy despistado con usted. (En este momento F. coge la mano del señor, queda

silencioso un minuto, y dice:) —No se ocupa usted de farmacia, de colores? El señor.—.Se aproxima algo. Señor F.—No son unos jarros que reduce usted de

altura? Esto es prácticamente imposible; sin embargo, le veo reduciendo jarros y alargándolos. ¿Qué hace us-ted? Es una cosa que físicamente no consigo expli-carme.

El señor.—Esto tiene mucha relación... Señor F.—No comprendo cómo consigue usted eso,

a menos que sean de goma. Este problema es dificil de resolver. ¿Es amarillo?

El señor.—Sí. Señor F.---Es amarillo, muy amarillo, extrañamente

dosificado. Hay números y escritura sobre sus jarros. El señor.—Sí. Señor F. --Es un problema curioso. Perdone usted que

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114 o». EUGkNE 0S1Y UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRA-NORMAL 115

insista un poco, quisiera ver claro. Ea un trabajo muy cuidado el que se ejecuta. ¿Se pesan las jarros vacíos primero y llenos también?

El señor.—Sí. Señor F.—,Qué hacen, pues? El señor.—Se lo diré cuando usted quiera. Señor F.---De ningún modo. Cosa curiosa. ¿Me per-

mite decirle de paso unas palabras? Cuando le he co-gido la mano, ha observado usted más la mía, mi exci-tación nerviosa, mi temperatura, que yo su flúido. ¿Se ha fijado usted mucho en mi mano?

El señor.—Es exacto. Señor F.—Laplagne. ¿Qué significa? El señor.--- Lo conozco, pero no tiene relación ninguna

con este asunto. Señor F.—Me señalan por otra parte «El profesor».

¿No tiene esto relación con Laplagne? El señor.—Sí, por lo que me dijo antes. Trabajo en un

laboratorio de química; los jarros que se reducen de dimensiones son crisoles que al cocerse se reducen, cosa que he de tener en cuenta para los resultados. Son ainaçillos. Laplagne es un químico que ha trabajado conmigo en el laboratorio durante todo el año pasado.

Comprobado después de la sesión: Las indicaciones de E. se dirigían al señor D., físico (desconocido para él), inventor de un horno eléctrico para fundir metales, fundado en la alta frecuencia. Procediendo de un modo muy especial emplea crisoles de color amarillo, de los cuales ha de comprobar cuidadosamente los cambios de peso y de volumen. Trabajaba en ello durante los días que precedieron a la sesión.

Quinta prueba.—Alejándose Porthuny del señor D. y dirigiéndose a una señora sentada en primera fila, que no había asisddo nunca a la 1. M. 1., le dice:

—Le voy a decir a usted una cosa Es mejor que una

exhortación, puesto que ya pasó. Ha corrido usted un peligro, estaba obsesionada, y perseguida en condicio-nes tales que no sabía cómo deshacerse de esa amiga-ble desamistad, digámoslo así.

La señora.- -Es exacto. Señor F.—No es una exhortación, puesto que ya pasó.

Ahora se ve libre de ese peligro, contra el cual siempre fué dueña de defenderse, mas estaba nerviosa, irritada, y se decía: «Cómo podria impedir que esto continua-ra?» Merece que se le felicite por el modo de solucio-nar la cuestión. Ya no tiene nada qu, temer, pese a to-das las amenazas, y ha hecho perfectamente bien no dejándose intimidar por las amenazas del suicidio y del homicidio.

La señora.—Mi pensamiento no ha ido tan lejos. Señor F.—Le han amenazado con el suicidio para obli-

garle a no sé qué obediencia. La señora.--Me colocaron en una situación tan difícil

que no tenía salida, y me he zafado de ella con tiempo y paciencia.

Señor F. ---Le señalo a usted una A mayúscula. Me dicen «Abate».

La señora.—Por ahora no tiene relación. Señor F.--Por ahora puede usted seguir el camino

recto, pero tenga la certeza de que ese camino hará una curva brusca que le arrastrará lejos de París, sin detri-mento para usted ni su felicidad, tal como la entiende; le hará cambiar de marco, de pensamiento, de convic-ciones; será otra mujer, hasta en sus relaciones. No vol-verá a tratar personas que le son insoportables, y cam-biará de nombre. ¿No ve despuntar ciertas circunstan-cias que pudieran trasladarla muy lejos?-

La señora.—No veo nada, pero no es imposible. Señor F.—La veo como embarcada para América, lle-

vando una existencia completamente distinta. La señora.—Hasta en mis convicciones?

Page 108: Una facultad de conocimiento supra normal

114 o». EUGkNE 0S1Y UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRA-NORMAL 115

insista un poco, quisiera ver claro. Ea un trabajo muy cuidado el que se ejecuta. ¿Se pesan las jarros vacíos primero y llenos también?

El señor.—Sí. Señor F.—,Qué hacen, pues? El señor.—Se lo diré cuando usted quiera. Señor F.---De ningún modo. Cosa curiosa. ¿Me per-

mite decirle de paso unas palabras? Cuando le he co-gido la mano, ha observado usted más la mía, mi exci-tación nerviosa, mi temperatura, que yo su flúido. ¿Se ha fijado usted mucho en mi mano?

El señor.—Es exacto. Señor F.—Laplagne. ¿Qué significa? El señor.--- Lo conozco, pero no tiene relación ninguna

con este asunto. Señor F.—Me señalan por otra parte «El profesor».

¿No tiene esto relación con Laplagne? El señor.—Sí, por lo que me dijo antes. Trabajo en un

laboratorio de química; los jarros que se reducen de dimensiones son crisoles que al cocerse se reducen, cosa que he de tener en cuenta para los resultados. Son ainaçillos. Laplagne es un químico que ha trabajado conmigo en el laboratorio durante todo el año pasado.

Comprobado después de la sesión: Las indicaciones de E. se dirigían al señor D., físico (desconocido para él), inventor de un horno eléctrico para fundir metales, fundado en la alta frecuencia. Procediendo de un modo muy especial emplea crisoles de color amarillo, de los cuales ha de comprobar cuidadosamente los cambios de peso y de volumen. Trabajaba en ello durante los días que precedieron a la sesión.

Quinta prueba.—Alejándose Porthuny del señor D. y dirigiéndose a una señora sentada en primera fila, que no había asisddo nunca a la 1. M. 1., le dice:

—Le voy a decir a usted una cosa Es mejor que una

exhortación, puesto que ya pasó. Ha corrido usted un peligro, estaba obsesionada, y perseguida en condicio-nes tales que no sabía cómo deshacerse de esa amiga-ble desamistad, digámoslo así.

La señora.- -Es exacto. Señor F.—No es una exhortación, puesto que ya pasó.

Ahora se ve libre de ese peligro, contra el cual siempre fué dueña de defenderse, mas estaba nerviosa, irritada, y se decía: «Cómo podria impedir que esto continua-ra?» Merece que se le felicite por el modo de solucio-nar la cuestión. Ya no tiene nada qu, temer, pese a to-das las amenazas, y ha hecho perfectamente bien no dejándose intimidar por las amenazas del suicidio y del homicidio.

La señora.—Mi pensamiento no ha ido tan lejos. Señor F.—Le han amenazado con el suicidio para obli-

garle a no sé qué obediencia. La señora.--Me colocaron en una situación tan difícil

que no tenía salida, y me he zafado de ella con tiempo y paciencia.

Señor F. ---Le señalo a usted una A mayúscula. Me dicen «Abate».

La señora.—Por ahora no tiene relación. Señor F.--Por ahora puede usted seguir el camino

recto, pero tenga la certeza de que ese camino hará una curva brusca que le arrastrará lejos de París, sin detri-mento para usted ni su felicidad, tal como la entiende; le hará cambiar de marco, de pensamiento, de convic-ciones; será otra mujer, hasta en sus relaciones. No vol-verá a tratar personas que le son insoportables, y cam-biará de nombre. ¿No ve despuntar ciertas circunstan-cias que pudieran trasladarla muy lejos?-

La señora.—No veo nada, pero no es imposible. Señor F.—La veo como embarcada para América, lle-

vando una existencia completamente distinta. La señora.—Hasta en mis convicciones?

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116 DR. EUGRNE OSTY

UNA FACULTAD nE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 117

Señor F.—Sobre todo en sus convicciones. Comprobado después de la sesión: La señora X con-

fía esto: Tiene novio. Su casamiento no se efectuará hasta que el divorcio que está en trámites le devuelva la libertad. Frecuentando los dos una familia, a la que le unía una gran amistad, le sorprendió dolorosamente el ver a sus amigos pretendiendo alejar de ella a su no-vio para casarlo con una hija de ellos. Su táctica con-sistía en hacer delante de él ciertas insinuaciones mo-lestas, pero dichas tan amigablemente que no era posi-ble tomarlo a mal. En su ausencia, naturalmente, las murmuraciones tenían otro cariz, pero siempre envueltas en términos de profunda amistad.

Esta situación difícil le hizo sufrir mucho, hasta el día en que decidió en descubrir a su novio la maniobra, con lo cual se quitó un gran peso de encima.

La frase: «Le amenazaron con el suicidio para obli-garle a no sé qué obediencia» no tiene relación directa con estos hechos, pero se halla ligada a ellos, puesto que forma parte de este acontecimiento condicio-nándolo.

Mal casada la señora X, se desliga del matrimonio por el divorcio (en trámites). En esta circunstancia,

TI

no sólo no ha encontrado en su familia el apoyo moral que esperaba, sino que se le ha reprochado su decisión, conminándola a continuar su vida de casada. Esta fué la causa de su hastío de la vida. Lo expresó claramente a su madre, así como su intención de terminar recurrien-do al suicidio una existencia imposible, amenaza que le valió la protección maternal.

El novio de la señora X se llama Abel. Después de esta confidencia. reléase el texto de las

indicaciones hechas a la señora X por el señor F., y se podrá juzgar la calidad de su significación.

Sexta prueba.—El señor F. se dirige a un señor y le dice:

—Le veo en las calles de una gran población. Es un episodio de su pasado. Recorre usted los muelles. Es muy vago... ¿No comienza su nombre con la letra L o M? ¿No hace nada con Lyón?

El señor.—No. Señor F.--Le veía en Lyón por los muelles dirigién-

dose a una reunión de personas. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Conoce usted a un Franck, de un país cualquiera o próximo a usted?

El señor.—No caigo.

Séptima prueba.—El señor F. pasea entre los concu-rrentes, llega a la última fila y dice a una señora:

—No conoce usted a una persona muy distinguida y aristocrática que se halla en otro continente y ha sufri-do un accidente de caza en Europa? Ahora quizás cese la correspondencia, pero le han escrito cartas que le pa-recían a usted indicio de un carácter muy recto, y en las que había algún disimulo, resultado de la condición so-cial de esa persona. La veo alta, distinguida, una her-mosa figura de hombre, en fin, que quiere figurar, gran esgrimidor... R... ¿como inicial de un nombre?

La señora.—Sí, es una R. Señor F.—Voy a formularle una pregunta a la que me

contestará escuetamente sí o no. En esas cartas hay algo que no puede usted llamar embuste ni piedad, un di-simulo fatal, incluso forzado por la nobleza de carácter.

La señora.—Sí, he observado eso en las cartas. Señor F.—No se explica usted el por qué voy a de-

círselo. Hay algo extraordinario en el hecho que señalo. En esa psicología hay algo, acaso le asombre, que arras-tra este hombre a adoptar ante usted, aun desde el punto de vista social, una modestia que en realidad no es explicable. ¿Sabe usted si existe en él una modes-tia, umia timidez, un deseo de colocarse en un plano in-ferior a usted en nivel social? ¿No observa usted eso?

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UNA FACULTAD nE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 117

Señor F.—Sobre todo en sus convicciones. Comprobado después de la sesión: La señora X con-

fía esto: Tiene novio. Su casamiento no se efectuará hasta que el divorcio que está en trámites le devuelva la libertad. Frecuentando los dos una familia, a la que le unía una gran amistad, le sorprendió dolorosamente el ver a sus amigos pretendiendo alejar de ella a su no-vio para casarlo con una hija de ellos. Su táctica con-sistía en hacer delante de él ciertas insinuaciones mo-lestas, pero dichas tan amigablemente que no era posi-ble tomarlo a mal. En su ausencia, naturalmente, las murmuraciones tenían otro cariz, pero siempre envueltas en términos de profunda amistad.

Esta situación difícil le hizo sufrir mucho, hasta el día en que decidió en descubrir a su novio la maniobra, con lo cual se quitó un gran peso de encima.

La frase: «Le amenazaron con el suicidio para obli-garle a no sé qué obediencia» no tiene relación directa con estos hechos, pero se halla ligada a ellos, puesto que forma parte de este acontecimiento condicio-nándolo.

Mal casada la señora X, se desliga del matrimonio por el divorcio (en trámites). En esta circunstancia,

TI

no sólo no ha encontrado en su familia el apoyo moral que esperaba, sino que se le ha reprochado su decisión, conminándola a continuar su vida de casada. Esta fué la causa de su hastío de la vida. Lo expresó claramente a su madre, así como su intención de terminar recurrien-do al suicidio una existencia imposible, amenaza que le valió la protección maternal.

El novio de la señora X se llama Abel. Después de esta confidencia. reléase el texto de las

indicaciones hechas a la señora X por el señor F., y se podrá juzgar la calidad de su significación.

Sexta prueba.—El señor F. se dirige a un señor y le dice:

—Le veo en las calles de una gran población. Es un episodio de su pasado. Recorre usted los muelles. Es muy vago... ¿No comienza su nombre con la letra L o M? ¿No hace nada con Lyón?

El señor.—No. Señor F.--Le veía en Lyón por los muelles dirigién-

dose a una reunión de personas. ¿Qué sentido tiene esto? ¿Conoce usted a un Franck, de un país cualquiera o próximo a usted?

El señor.—No caigo.

Séptima prueba.—El señor F. pasea entre los concu-rrentes, llega a la última fila y dice a una señora:

—No conoce usted a una persona muy distinguida y aristocrática que se halla en otro continente y ha sufri-do un accidente de caza en Europa? Ahora quizás cese la correspondencia, pero le han escrito cartas que le pa-recían a usted indicio de un carácter muy recto, y en las que había algún disimulo, resultado de la condición so-cial de esa persona. La veo alta, distinguida, una her-mosa figura de hombre, en fin, que quiere figurar, gran esgrimidor... R... ¿como inicial de un nombre?

La señora.—Sí, es una R. Señor F.—Voy a formularle una pregunta a la que me

contestará escuetamente sí o no. En esas cartas hay algo que no puede usted llamar embuste ni piedad, un di-simulo fatal, incluso forzado por la nobleza de carácter.

La señora.—Sí, he observado eso en las cartas. Señor F.—No se explica usted el por qué voy a de-

círselo. Hay algo extraordinario en el hecho que señalo. En esa psicología hay algo, acaso le asombre, que arras-tra este hombre a adoptar ante usted, aun desde el punto de vista social, una modestia que en realidad no es explicable. ¿Sabe usted si existe en él una modes-tia, umia timidez, un deseo de colocarse en un plano in-ferior a usted en nivel social? ¿No observa usted eso?

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118 DR. EUGRNE OSTY

La seriora. ---No. Señor F.—Esta prueba es difícil. Realizo un trabajo

estilo Burget. ¿Tenía un hermano?... No puedo, es muy difícil; precisaría una sesión privada, es demasiado sutil para ejecutado en público.

(La señora objeto de esta prueba no dió ningún in-forme después de la sesión.)

• Oc/aya prueba.—P. F. se dirige a una señora y le pre-gunta si ha conocido un Braga y si ha estado en Portu-gal. Ante su negativa, se marcha.

Novena prueba.—P. F. da unos pasos y se dirige a una señora que acude por primera vez: «Manuel, ¿no representa nada Manuel en el pasado de su familia?»

La señora.—No. Otra señora dice.—Sí, para mí. P. F. continúa dirigiéndose a la señora que ha con-

testado negativamente: «Veo una persona de cierta edad, hace de esto unos cincuenta años. Esta persona entra en el castillo de Chantilly, me habla del conde de Charnbord.»

La señora. —Sí, puede tener relación. • El señor F.—Me ha dicho usted antes que no conocía

• usted a ningún Manuel. ¿Chantilly y conde de Cham- bord sí que tienen sentido para usted? ¿Pero algo real y no aproximado al solo objeto de complacerme?

La señora.—Es real. El señor F.—.No hizo usted llegar a manos de su

Manuel un documento, no directamente por el conde de Chambord, sino por alguien muy allegado a él? ¿Y no hizo además entregar ese documento a alguna persona- lidad? ¿Sabe usted si existe ese documento?

La señora.—No sé. Manuel era mi abuelo. El señor F.—Es curioso; ha sido este signo Fr. Fr. el

que me ha llevado a buscar Manuel por este lado.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPR\NORJ1L 119

La señora.—Se llamaba Manuel Wulfran. (Después de la sesión la señora nos dice que al prin-

cipio el nombre de Manuel no le recordó nada porque no corresponde a ninguna de las personas de su actual ambiente. Al oír hablar después del castillo de Chanti-lly y del conde de Chambord, ha comprendido que se trataba de su abuelo Manuel Wulfran, huésped del conde de Chambord, en Chantilly, y cuya mujer era her-mana de leche del conde de Chambord.)

Décima prueba.—Dirigiéndose a otra señora, Forthu-ny le dice: «Hay una cosa extraña. Es la primera nota emocional de la sesión. Veamos. No es una bailarina. Está en el teatro sin estar en el teatro ¿Va usted a esa casa? ¿Ve usted a esa persona? Tiene usted la ¡tu-presión de verla por última vez No es que su vida pe-ligre; pero hay disputas, querellas, divergencias de opiniones. Vamos a aproximarnos. Es alguien que no es profesional del teatro. Tiene en su vida algo más que de comediante; podía haber drama sin llegar a tragedia, y usted acude para recibir confidencias que esperan que usted apruebe, y usted comprende de antemano al en-trar en el salón que las va a desaprobar plenamente; ésta es la causa de la discordia. ¿Ve usted todo esto?

La señora.—Lo veo. El señor F. --Es muy pesado, me he permitido insis-

tir un poco. ¿No tiene usted una Avelina? ¿Esta perso-na no estaba físicamente enferma al surgir ese conflicto de opiniones, en el que ha representado usted un gran papel? ¿Ha representado comedia en los salones?

La señora.—No; se aproxima más bien a la literatura El señor F.—Es muy difícil. Estoy desafiando a las

dificultades. Después de esto, creo tener derecho a pe-dirle un poco de tiempo para reflexionar. Veo lo si-guiente: ¿No ha querido usted retirar de un secretaire un veneno o algo análogo?

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118 DR. EUGRNE OSTY

La seriora. ---No. Señor F.—Esta prueba es difícil. Realizo un trabajo

estilo Burget. ¿Tenía un hermano?... No puedo, es muy difícil; precisaría una sesión privada, es demasiado sutil para ejecutado en público.

(La señora objeto de esta prueba no dió ningún in-forme después de la sesión.)

• Oc/aya prueba.—P. F. se dirige a una señora y le pre-gunta si ha conocido un Braga y si ha estado en Portu-gal. Ante su negativa, se marcha.

Novena prueba.—P. F. da unos pasos y se dirige a una señora que acude por primera vez: «Manuel, ¿no representa nada Manuel en el pasado de su familia?»

La señora.—No. Otra señora dice.—Sí, para mí. P. F. continúa dirigiéndose a la señora que ha con-

testado negativamente: «Veo una persona de cierta edad, hace de esto unos cincuenta años. Esta persona entra en el castillo de Chantilly, me habla del conde de Charnbord.»

La señora. —Sí, puede tener relación. • El señor F.—Me ha dicho usted antes que no conocía

• usted a ningún Manuel. ¿Chantilly y conde de Cham- bord sí que tienen sentido para usted? ¿Pero algo real y no aproximado al solo objeto de complacerme?

La señora.—Es real. El señor F.—.No hizo usted llegar a manos de su

Manuel un documento, no directamente por el conde de Chambord, sino por alguien muy allegado a él? ¿Y no hizo además entregar ese documento a alguna persona- lidad? ¿Sabe usted si existe ese documento?

La señora.—No sé. Manuel era mi abuelo. El señor F.—Es curioso; ha sido este signo Fr. Fr. el

que me ha llevado a buscar Manuel por este lado.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPR\NORJ1L 119

La señora.—Se llamaba Manuel Wulfran. (Después de la sesión la señora nos dice que al prin-

cipio el nombre de Manuel no le recordó nada porque no corresponde a ninguna de las personas de su actual ambiente. Al oír hablar después del castillo de Chanti-lly y del conde de Chambord, ha comprendido que se trataba de su abuelo Manuel Wulfran, huésped del conde de Chambord, en Chantilly, y cuya mujer era her-mana de leche del conde de Chambord.)

Décima prueba.—Dirigiéndose a otra señora, Forthu-ny le dice: «Hay una cosa extraña. Es la primera nota emocional de la sesión. Veamos. No es una bailarina. Está en el teatro sin estar en el teatro ¿Va usted a esa casa? ¿Ve usted a esa persona? Tiene usted la ¡tu-presión de verla por última vez No es que su vida pe-ligre; pero hay disputas, querellas, divergencias de opiniones. Vamos a aproximarnos. Es alguien que no es profesional del teatro. Tiene en su vida algo más que de comediante; podía haber drama sin llegar a tragedia, y usted acude para recibir confidencias que esperan que usted apruebe, y usted comprende de antemano al en-trar en el salón que las va a desaprobar plenamente; ésta es la causa de la discordia. ¿Ve usted todo esto?

La señora.—Lo veo. El señor F. --Es muy pesado, me he permitido insis-

tir un poco. ¿No tiene usted una Avelina? ¿Esta perso-na no estaba físicamente enferma al surgir ese conflicto de opiniones, en el que ha representado usted un gran papel? ¿Ha representado comedia en los salones?

La señora.—No; se aproxima más bien a la literatura El señor F.—Es muy difícil. Estoy desafiando a las

dificultades. Después de esto, creo tener derecho a pe-dirle un poco de tiempo para reflexionar. Veo lo si-guiente: ¿No ha querido usted retirar de un secretaire un veneno o algo análogo?

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-. ID 120 ). FUGENE OST\ UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRAN0MAL 121

La señora.—No, precisamente; pero sí algo peligroso i El señor F.—Esto es como una novela que me estor-

zara en desentrañar. ¿Estaba desmayada cuando usted Sesión del 10 de marzo de 1926. levantó su cabeza?

La señora.—Estaba muerta. En efecto, levanté su cabeza. Concurrentes: 130 personas aproximadamente.

El señor F.—Es muy complicado para terminar. Hay Pruebas rnetagnómicas con respecto a ocho personas.

como una cruz dibujada en el suelo, unos polvos o un liquido..., quisiera ir de prisa y hago mal. ¿Marieta no Primera prueba.—Entra en la sala el señor Forthuny, representa nada? da unos pasos y se detiene ante tina señora sentada en

La señora.—María, si; Marieta, no. Julieta es la hija la segunda fila y que asiste por primera vez a estas se- y María la madre. siones. La mira durante unos segundos, y dice:

El señor F.—Qué cosa tan extraña! Veo un hombre —Debo preguntarle, señora mía, si conserva usted

4 de larga barba negra. No en el presente, pero sí unido a con un cuidado particular una edición de El Lirio en este asunto. Una gran barba negra. ¿No habít en esta el Valle, de Balzac. ¿No le han hablado a usted de la habitación unas arpas suspendidas o cuerdas que pro- señora de Morsauf? ducían sonoridades? La señora.—Sí.

La sefiora.—No. El señor F. —Hace poco le han recordado «la señora El señor F.—Sin embargo, había un teclado. Tocaba 1 Morsaul» y El Lirio en el Valle, y no sé por qué este

usted con flores, cosa que no se hace. Hasta colocaba libro le ha producido una honda emoción con su lec- usted las flores sobre el teclado. tura.

La señora.—No. La señora. -Es verdad.

$ El señor F.—Me dan la letra O, siempre en relación El señor F.—Esto debe ser solamente un punto de con el drama. partida. Me dicen con toda la discreción que se puede

La señora.—No. exigir, y obligándome acaso a velar un poco mi discur-. El señor F.---No puedo más, so, que en la vida ha conocido usted a una señora de (Comprobado despues de la sesión. La señora A. nos Morsauf.

participa que quince días antes había muerto su mus La señora.—Sí. íntima amiga. Llamada urgentemente por una camarera, El señor F.—Ha notado usted entre la existencia de la encontró endida en el suelo, muerta por asfixia - esta persona y el personaje no exactamente idéntico,

t luntaria. La causa del drama, que se impuso a ella con que es la señora Morsauf, paralelismos muy curiosos, toda evidencia, le obligó a buscar en el secretaire de su - semejanzas de situación que no se aplicaban tan sólo a amiga para retirar una correspondencia que hubiera le- la señora Morsauf y a la señora de quien le hablo en nido funestas consecuencias morales para el niarido de este instante, sino a personajes secundarios en el libro la muerta.) y en la vida. La persona existe aún. Hay en usted, más

que esperanza, una confianza absoluta que la actual

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-. ID 120 ). FUGENE OST\ UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRAN0MAL 121

La señora.—No, precisamente; pero sí algo peligroso i El señor F.—Esto es como una novela que me estor-

zara en desentrañar. ¿Estaba desmayada cuando usted Sesión del 10 de marzo de 1926. levantó su cabeza?

La señora.—Estaba muerta. En efecto, levanté su cabeza. Concurrentes: 130 personas aproximadamente.

El señor F.—Es muy complicado para terminar. Hay Pruebas rnetagnómicas con respecto a ocho personas.

como una cruz dibujada en el suelo, unos polvos o un liquido..., quisiera ir de prisa y hago mal. ¿Marieta no Primera prueba.—Entra en la sala el señor Forthuny, representa nada? da unos pasos y se detiene ante tina señora sentada en

La señora.—María, si; Marieta, no. Julieta es la hija la segunda fila y que asiste por primera vez a estas se- y María la madre. siones. La mira durante unos segundos, y dice:

El señor F.—Qué cosa tan extraña! Veo un hombre —Debo preguntarle, señora mía, si conserva usted

4 de larga barba negra. No en el presente, pero sí unido a con un cuidado particular una edición de El Lirio en este asunto. Una gran barba negra. ¿No habít en esta el Valle, de Balzac. ¿No le han hablado a usted de la habitación unas arpas suspendidas o cuerdas que pro- señora de Morsauf? ducían sonoridades? La señora.—Sí.

La sefiora.—No. El señor F. —Hace poco le han recordado «la señora El señor F.—Sin embargo, había un teclado. Tocaba 1 Morsaul» y El Lirio en el Valle, y no sé por qué este

usted con flores, cosa que no se hace. Hasta colocaba libro le ha producido una honda emoción con su lec- usted las flores sobre el teclado. tura.

La señora.—No. La señora. -Es verdad.

$ El señor F.—Me dan la letra O, siempre en relación El señor F.—Esto debe ser solamente un punto de con el drama. partida. Me dicen con toda la discreción que se puede

La señora.—No. exigir, y obligándome acaso a velar un poco mi discur-. El señor F.---No puedo más, so, que en la vida ha conocido usted a una señora de (Comprobado despues de la sesión. La señora A. nos Morsauf.

participa que quince días antes había muerto su mus La señora.—Sí. íntima amiga. Llamada urgentemente por una camarera, El señor F.—Ha notado usted entre la existencia de la encontró endida en el suelo, muerta por asfixia - esta persona y el personaje no exactamente idéntico,

t luntaria. La causa del drama, que se impuso a ella con que es la señora Morsauf, paralelismos muy curiosos, toda evidencia, le obligó a buscar en el secretaire de su - semejanzas de situación que no se aplicaban tan sólo a amiga para retirar una correspondencia que hubiera le- la señora Morsauf y a la señora de quien le hablo en nido funestas consecuencias morales para el niarido de este instante, sino a personajes secundarios en el libro la muerta.) y en la vida. La persona existe aún. Hay en usted, más

que esperanza, una confianza absoluta que la actual

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122 DR. EUGENE OST\

señora de Morsauf desmentirá en el curso de los acon- tecimientos, la conclusión que Balzac ha sacado de su novela. Es decir, que si hay parecidos muy curiosos, yuxtapuestos unos a otros, de la ficción a la vida, hay diferencias notables a partir de la página 242 de la no- vela y de un cierto número de años de la vida de esta señora; diferencia muy apreciable entre la novela y la vida. ¿Es exacto?

La señora.—No puedo comprobar lo que se refiere al momento de desviación por su relación con la página.

El señor F.—Es un poco sutil. No merece quizás la pena de una comprobación, pero la señora de quien tratamos no terminará su vida como la señora de Mor- sauf terminó su aventura. Existe una diferencia muy honda, y si quisiera usted entretenerse en comprobar vería usted que, a partir de la página 242 de la edición, la novela termina de un modo muy curioso. Este infor- me es muy raro, muy sutil, muy fino, sin precedentes1 ¿Quiere usted hacerla, señora?

La señora.—Sí. Señor P. F.—Busque usted a partir de la página 242

de su libro y verá usted que desde ese momento la per- sona en cuestión no se parece ya a la señora Morsauf.

Comprobación después de la sesión.—Para darle a este hecho metagnómico su íntegro valor, creo deber preci-sar en sus más significativos detalles la correlación en-tre las indicaciones suministradas por Forthuny y la vida de la persona conocida de la señora X...

La señora X..., el día de la sesión, no poseía la edi-ción de lujo de El Lirio en el Valle. Tampoco había separado este libro en su biblioteca, según le dijo For-thuny, pero su lectura en otra ocasión la había impre-sionado hondamente. Era una de las obras que perdu-raban fuertemente en su memoria.

De vuelta a su casa, buscó el ejemplar que Labia te-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 123

ner. El que halló era de gran formato y le faltaba la pá-gina 242. Por último, las hojas no estaban sino parcial-mente cortadas, lo que hizo pensar a la señora X... que fué en otra edición de la novela en la que debió leerla en otra lejana ocasión.

Deseando de todos modos asegurarse de lo que re-present.ba la página 242 en una edición de lujo, fué a la ventura, a casa de su editor Conard, y allí compró el primer volumen que le ofrecieron como edición de lujo.

Era El Lirio en el Valle, edición revisada por Bouteron y Longnon e ilustrada por Ch. Huard.

En cuanto, de regreso a su casa, leyó la página 242, quedó estupefacta al hallar el cambio de existencia de la heroína de Balzac exactamente el mismo que en la actualidad vivía su amiga.

Todos saben cuál fué el drama electivo de la señora Morsauf. Esta mujer vivía tranquilamente en el valle del Indre con su marido y sus dos hijos. Era un alma tan recta y tan vigorosamente armada de principios mora-les, que no podía hacer, naturalmente, otra cosa sino conducirse debidamente. Era de constitución virtuosa: una azucena. Acaeció que un joven de veinte años, Fé-lix de Vaudenesse, llegó a ser asiduo de la familia. En-tre ambos nació y se desarrolló muy pronto e irresisti-blemente un amor profundo, pero que no salió del or-den sentimental. Vivieron cerca el uno del otro, sabien-do cuánto se amaban y ciertos de que no llegarían a unirse jamás. Su amor platónico duró siempre del mis-mo intenso modo. La señora Morsauf meditaba el pro- yecto de casar a este joven con su primogénita. Mas un día supo que otra mujer, la marquesa D,udley, acababa de abandonar a su marido y a sus dos hijos para irse a vivir con Félix de Vaudenesse. Y fué este el instante dramático y crítico de la existencia de la pobre señora. La página 242 de la edición Conard resume en las líneas que acabo de citar el trastorno de un alma conserva-

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122 DR. EUGENE OST\

señora de Morsauf desmentirá en el curso de los acon- tecimientos, la conclusión que Balzac ha sacado de su novela. Es decir, que si hay parecidos muy curiosos, yuxtapuestos unos a otros, de la ficción a la vida, hay diferencias notables a partir de la página 242 de la no- vela y de un cierto número de años de la vida de esta señora; diferencia muy apreciable entre la novela y la vida. ¿Es exacto?

La señora.—No puedo comprobar lo que se refiere al momento de desviación por su relación con la página.

El señor F.—Es un poco sutil. No merece quizás la pena de una comprobación, pero la señora de quien tratamos no terminará su vida como la señora de Mor- sauf terminó su aventura. Existe una diferencia muy honda, y si quisiera usted entretenerse en comprobar vería usted que, a partir de la página 242 de la edición, la novela termina de un modo muy curioso. Este infor- me es muy raro, muy sutil, muy fino, sin precedentes1 ¿Quiere usted hacerla, señora?

La señora.—Sí. Señor P. F.—Busque usted a partir de la página 242

de su libro y verá usted que desde ese momento la per- sona en cuestión no se parece ya a la señora Morsauf.

Comprobación después de la sesión.—Para darle a este hecho metagnómico su íntegro valor, creo deber preci-sar en sus más significativos detalles la correlación en-tre las indicaciones suministradas por Forthuny y la vida de la persona conocida de la señora X...

La señora X..., el día de la sesión, no poseía la edi-ción de lujo de El Lirio en el Valle. Tampoco había separado este libro en su biblioteca, según le dijo For-thuny, pero su lectura en otra ocasión la había impre-sionado hondamente. Era una de las obras que perdu-raban fuertemente en su memoria.

De vuelta a su casa, buscó el ejemplar que Labia te-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 123

ner. El que halló era de gran formato y le faltaba la pá-gina 242. Por último, las hojas no estaban sino parcial-mente cortadas, lo que hizo pensar a la señora X... que fué en otra edición de la novela en la que debió leerla en otra lejana ocasión.

Deseando de todos modos asegurarse de lo que re-present.ba la página 242 en una edición de lujo, fué a la ventura, a casa de su editor Conard, y allí compró el primer volumen que le ofrecieron como edición de lujo.

Era El Lirio en el Valle, edición revisada por Bouteron y Longnon e ilustrada por Ch. Huard.

En cuanto, de regreso a su casa, leyó la página 242, quedó estupefacta al hallar el cambio de existencia de la heroína de Balzac exactamente el mismo que en la actualidad vivía su amiga.

Todos saben cuál fué el drama electivo de la señora Morsauf. Esta mujer vivía tranquilamente en el valle del Indre con su marido y sus dos hijos. Era un alma tan recta y tan vigorosamente armada de principios mora-les, que no podía hacer, naturalmente, otra cosa sino conducirse debidamente. Era de constitución virtuosa: una azucena. Acaeció que un joven de veinte años, Fé-lix de Vaudenesse, llegó a ser asiduo de la familia. En-tre ambos nació y se desarrolló muy pronto e irresisti-blemente un amor profundo, pero que no salió del or-den sentimental. Vivieron cerca el uno del otro, sabien-do cuánto se amaban y ciertos de que no llegarían a unirse jamás. Su amor platónico duró siempre del mis-mo intenso modo. La señora Morsauf meditaba el pro- yecto de casar a este joven con su primogénita. Mas un día supo que otra mujer, la marquesa D,udley, acababa de abandonar a su marido y a sus dos hijos para irse a vivir con Félix de Vaudenesse. Y fué este el instante dramático y crítico de la existencia de la pobre señora. La página 242 de la edición Conard resume en las líneas que acabo de citar el trastorno de un alma conserva-

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da hasta aquel momento pura y segura de sí misma: A tales palabras, la señora Morsauf entró brus-

camente, y yo (el que habla es Félix de Vaudenesse) la encontré sobre el sofá acostada como si la hubiera ful-minado la voz que abatió a San Pablo.

—Qué le pasa?—le dije. —No sé ya ni lo que es la virtud, y no tengo concien-

cia de la mía. Nos quedamos petrificados los dos, escuchando el

sonido de estas palabras como si se tratara del de tina piedra arrojada a un precipicio.

—Si en mi vida inc equivoqué alguna vez, el/a, en cambio (la marquesa Dudley), ha tenido razón en lo que ha hecho—exclamó la señora Morsauf.

A partir del día aquel en que tal ciclón sentimental asoló su alma, se fué marchitando lentamente y al fin murió.

De igual modo que la señora Morsauf, la amiga de la señora X... ha vivido con su marido y sus dos hijos una vida apacible. Un día un joven entró en aquel hogar. Te-nía veinte años y se llamaba Félix, igual edad e idéntico nombre que el héroe de Balzac. Se amaron con un amor detenido en el umbral de lo sentimental. Esta amiga te-nía el mismo carácter que la señora de Morsauf. Tuvo el valor necesario para impulsar al joven al matrimonio. Lo casó. Y en el momento de celebrarse la «sesión For-thuny»,su estado de ánimo era semejante al de la seño-ra Morsauf en la página 242 de la edición Conard de la novela. Reflexionando sobre las consecuencias crueles de sus principios morales, empezaba a arrepentirse de haber sacrificado su amor a su deber. Pero la amiga de la señora X... está completamente resuelta a no dejarse dominar por la amargura de este pesar. Reacciona. Su voluntad está firmemente resuelta a continuar viviendo en la abnegación del deber familiar.

Comparando la amiga de la señora X_ con la señora

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 125

Morsauf, y sobre todo, deteniendo la analogía en la pá-gina expresada de la edición de lujo—que la señora X... no poseía, pero sobre la que fué a parar casualmente, en cuanto pretendió su adquisición—, el señor Forthuny ha realizado una obra maestra de expresión de conoci-miento paranormal. Este hecho es de una presentación tan elegante y señala tan perfectamente los recursos de la facultad metagnómica en acción, que he creído de utilidad poner en evidencia toda su calidad.

Segunda prueba—En cuanto acabó la primera, el se-ñor F. se queja de una a modo de angustia, de «una opresión mental», como él dice,y que atribuye a lapre-sencia en la sala de una persona cuyo solo propósito fuera dirigir su voluntad a entorpecer el funcionamiento de su facultad. Ruega que la persona que tenga tal ten-dencia lo diga. Nadie contesta. Cambiando de sitio, y situándose en medio de la concurrencia, P. F. se esfuer-za por hallar a la persona que le impide trabajar, pero en vano.

—Acaso se trata del total de las curiosidades y de los buenos deseos, que son los que me hagan sentir esta opresión mental que trato de vencer. Liberado de una cierta angustia que sentía, voy a tratar de trabajar.

Y paseando su mirada sobre una parte del público, se dirige pronto a una joven que no había asistido nunca a la 1. M. 1.

—Puedo preguntar a usted, señorita, si no existen cii su vida, hasta el momento actual, circunstancias personales muy dramáticas y para usted una especie de suerte que la ha mantenido entre los que sobreviven cuando debía ser usted de las borradas de entre los vi-vos? Por otra parte, un constante traqueteo en su exis-tencia y en la de los que la rodean, una enorme cantidad de dramas, de emociones, de circunstancias violentas en una proporción pasmosa para el reducido marco de

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da hasta aquel momento pura y segura de sí misma: A tales palabras, la señora Morsauf entró brus-

camente, y yo (el que habla es Félix de Vaudenesse) la encontré sobre el sofá acostada como si la hubiera ful-minado la voz que abatió a San Pablo.

—Qué le pasa?—le dije. —No sé ya ni lo que es la virtud, y no tengo concien-

cia de la mía. Nos quedamos petrificados los dos, escuchando el

sonido de estas palabras como si se tratara del de tina piedra arrojada a un precipicio.

—Si en mi vida inc equivoqué alguna vez, el/a, en cambio (la marquesa Dudley), ha tenido razón en lo que ha hecho—exclamó la señora Morsauf.

A partir del día aquel en que tal ciclón sentimental asoló su alma, se fué marchitando lentamente y al fin murió.

De igual modo que la señora Morsauf, la amiga de la señora X... ha vivido con su marido y sus dos hijos una vida apacible. Un día un joven entró en aquel hogar. Te-nía veinte años y se llamaba Félix, igual edad e idéntico nombre que el héroe de Balzac. Se amaron con un amor detenido en el umbral de lo sentimental. Esta amiga te-nía el mismo carácter que la señora de Morsauf. Tuvo el valor necesario para impulsar al joven al matrimonio. Lo casó. Y en el momento de celebrarse la «sesión For-thuny»,su estado de ánimo era semejante al de la seño-ra Morsauf en la página 242 de la edición Conard de la novela. Reflexionando sobre las consecuencias crueles de sus principios morales, empezaba a arrepentirse de haber sacrificado su amor a su deber. Pero la amiga de la señora X... está completamente resuelta a no dejarse dominar por la amargura de este pesar. Reacciona. Su voluntad está firmemente resuelta a continuar viviendo en la abnegación del deber familiar.

Comparando la amiga de la señora X_ con la señora

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Morsauf, y sobre todo, deteniendo la analogía en la pá-gina expresada de la edición de lujo—que la señora X... no poseía, pero sobre la que fué a parar casualmente, en cuanto pretendió su adquisición—, el señor Forthuny ha realizado una obra maestra de expresión de conoci-miento paranormal. Este hecho es de una presentación tan elegante y señala tan perfectamente los recursos de la facultad metagnómica en acción, que he creído de utilidad poner en evidencia toda su calidad.

Segunda prueba—En cuanto acabó la primera, el se-ñor F. se queja de una a modo de angustia, de «una opresión mental», como él dice,y que atribuye a lapre-sencia en la sala de una persona cuyo solo propósito fuera dirigir su voluntad a entorpecer el funcionamiento de su facultad. Ruega que la persona que tenga tal ten-dencia lo diga. Nadie contesta. Cambiando de sitio, y situándose en medio de la concurrencia, P. F. se esfuer-za por hallar a la persona que le impide trabajar, pero en vano.

—Acaso se trata del total de las curiosidades y de los buenos deseos, que son los que me hagan sentir esta opresión mental que trato de vencer. Liberado de una cierta angustia que sentía, voy a tratar de trabajar.

Y paseando su mirada sobre una parte del público, se dirige pronto a una joven que no había asistido nunca a la 1. M. 1.

—Puedo preguntar a usted, señorita, si no existen cii su vida, hasta el momento actual, circunstancias personales muy dramáticas y para usted una especie de suerte que la ha mantenido entre los que sobreviven cuando debía ser usted de las borradas de entre los vi-vos? Por otra parte, un constante traqueteo en su exis-tencia y en la de los que la rodean, una enorme cantidad de dramas, de emociones, de circunstancias violentas en una proporción pasmosa para el reducido marco de

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una sola familia. ¿Lo que acabo de decirle significa algo?

La señora.' En líneas generales, sí. P. F.—Se diría que la existencia de los suyos es un

drama continuo que se representa, acto por acto, entre personas diferentes, pero del que sufren ustedes todos al mismo tiempo. Esto es tanto más grave cuanto que no se trata solamente de sufrimientos materiales, pues éstos pasan a un plano secundario. Y de pronto se da Uno cuenta de que esta serie de calamidades trae como consecuencia el dificultar ese desarrollo del genio. ¿No tenía usted a alguno que desapareció y que tenía todas las características de un genio o los signos de una admi-rable organización cerebral?

Señora.--Si. P. F.—He dicho lo suficiente y nada habría que de-

ducir si yo no nne permitiera pedirle que, en la medida de lo posible, tuviera el valor necesario para decirnos lo que hay de relación entre la realidad y lo que acabo de decir.

La señora.—He tenido un hermano que se ha suici-dado a la edad de diez y seis años por amor por una joven. Para mi y los míos la revolución rusa lo ha tras-trocado todo. En cuanto a mi hermano, estaba dotado, en efecto, de cualidades intelectuales muy apreciables; era poeta y creyó deber abandonar la existencia antes de tiempo.

P. F.—Usted misma no debería estar ahora en el mundo. ¿Qué circunstancia debió borrarla de entre los humanos? ¿No ha estado en su juventud como muerta?

La señora.—Traté de suicidarme. P. F.—La veo a usted como recobrada por una suerte

inaudita. ¿Puedo rogarle me permita tomar su mano? Voy a hablarle tan francamente como siempre hablo. No crea que tantas desgracias la hayan abatido. ¿La B ma-yúscula le dice algo?

La señora—Es mi hijo. P. F.—Siento que me haya hablado de su hijo. Iba a

hablarle de un niño para decirle que tiene usted en si algo que hubiera querido representar por un símbolo, porque el tal símbolo me hubiera inspirado una imagen que le es cara. Guarda usted en sí una voluntad inau-dita, y mi símbolo es éste. Su voluntad está torcida en este momento como el metal de un cañón de fusil por efecto de una fuerza grande... ¿No guarda usted el re-cuerdo de alguna historia de cañón de fusil torcido por alguien? ¿De algún hombre llevando un arma?

La señora.—Un militar, si. Existe aún. P. F. ----,Y ello no le trae ningún recuerdo real? ¿No ve

usted en la vida de ese militar el acto material de rom-per una espada o de torcer un arma? ¿Es físicamente fuerte?

La señora.—Sí, pero no a tal punto... P. F.—Di.,. Di... Di... Dejemos esta imagen, que es

falsa. Sea como fuere, tiene usted una voluntad perso-nal—no pierdo completamente el hilo de lo que quiero decir a usted—muy grande. Logrará enderezar el cañón del fusil. ¿La ayudan a enderezarlo porque quiere usted servirse de esta arma? Para salir del símbolo, le diré simplificando actualmente en lo que pudiéramos decir la derrota de la confianza de su familia no hay más que usted que esté segura del desquite del porvenir. ¿Tra- baja usted por reconstruirlo y para ello cuenta desde ahora con colaboraciones? ¿1-lace usted un trabajo de reconstrucción acaso desconocido de los suyos? ¿Es cierto?

La señora.—SI, lo ensayo... P. F.—Trabaja usted personalmente para rehacer lo

que los demás no tuvieron la energía de hacer, y usted dice: «Yo lo salvaré todo.. Y en este momento tiene usted más confianza que nunca en un acontecimiento que se acerca.

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una sola familia. ¿Lo que acabo de decirle significa algo?

La señora.' En líneas generales, sí. P. F.—Se diría que la existencia de los suyos es un

drama continuo que se representa, acto por acto, entre personas diferentes, pero del que sufren ustedes todos al mismo tiempo. Esto es tanto más grave cuanto que no se trata solamente de sufrimientos materiales, pues éstos pasan a un plano secundario. Y de pronto se da Uno cuenta de que esta serie de calamidades trae como consecuencia el dificultar ese desarrollo del genio. ¿No tenía usted a alguno que desapareció y que tenía todas las características de un genio o los signos de una admi-rable organización cerebral?

Señora.--Si. P. F.—He dicho lo suficiente y nada habría que de-

ducir si yo no nne permitiera pedirle que, en la medida de lo posible, tuviera el valor necesario para decirnos lo que hay de relación entre la realidad y lo que acabo de decir.

La señora.—He tenido un hermano que se ha suici-dado a la edad de diez y seis años por amor por una joven. Para mi y los míos la revolución rusa lo ha tras-trocado todo. En cuanto a mi hermano, estaba dotado, en efecto, de cualidades intelectuales muy apreciables; era poeta y creyó deber abandonar la existencia antes de tiempo.

P. F.—Usted misma no debería estar ahora en el mundo. ¿Qué circunstancia debió borrarla de entre los humanos? ¿No ha estado en su juventud como muerta?

La señora.—Traté de suicidarme. P. F.—La veo a usted como recobrada por una suerte

inaudita. ¿Puedo rogarle me permita tomar su mano? Voy a hablarle tan francamente como siempre hablo. No crea que tantas desgracias la hayan abatido. ¿La B ma-yúscula le dice algo?

La señora—Es mi hijo. P. F.—Siento que me haya hablado de su hijo. Iba a

hablarle de un niño para decirle que tiene usted en si algo que hubiera querido representar por un símbolo, porque el tal símbolo me hubiera inspirado una imagen que le es cara. Guarda usted en sí una voluntad inau-dita, y mi símbolo es éste. Su voluntad está torcida en este momento como el metal de un cañón de fusil por efecto de una fuerza grande... ¿No guarda usted el re-cuerdo de alguna historia de cañón de fusil torcido por alguien? ¿De algún hombre llevando un arma?

La señora.—Un militar, si. Existe aún. P. F. ----,Y ello no le trae ningún recuerdo real? ¿No ve

usted en la vida de ese militar el acto material de rom-per una espada o de torcer un arma? ¿Es físicamente fuerte?

La señora.—Sí, pero no a tal punto... P. F.—Di.,. Di... Di... Dejemos esta imagen, que es

falsa. Sea como fuere, tiene usted una voluntad perso-nal—no pierdo completamente el hilo de lo que quiero decir a usted—muy grande. Logrará enderezar el cañón del fusil. ¿La ayudan a enderezarlo porque quiere usted servirse de esta arma? Para salir del símbolo, le diré simplificando actualmente en lo que pudiéramos decir la derrota de la confianza de su familia no hay más que usted que esté segura del desquite del porvenir. ¿Tra- baja usted por reconstruirlo y para ello cuenta desde ahora con colaboraciones? ¿1-lace usted un trabajo de reconstrucción acaso desconocido de los suyos? ¿Es cierto?

La señora.—SI, lo ensayo... P. F.—Trabaja usted personalmente para rehacer lo

que los demás no tuvieron la energía de hacer, y usted dice: «Yo lo salvaré todo.. Y en este momento tiene usted más confianza que nunca en un acontecimiento que se acerca.

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La señora.—Tengo, en efecto, confianza, porque al venir hacia aquí me decía que si usted lo adivinaba sal- dría bien. Sesión de¡ 24 de marzo de 1926.

• P. F.—No tengo para qué preguntarle cuáles son esos medios; pero si me puedo permitir hacer constar que, Al terminar la sesión del 10 de marzo, yo había anun- en efecto, ha asumido usted en su pensamiento el papel ciado una modificación para la vez próxima, en el modo director, el papel conductor para con los suyos y con de trabajar de P. Forthuny, en el sentido de imponerle colaboraciones exteriores, por sorteo, y exclusivamente entre los nuevos asisten-

La señora.—Todavía no. tes, las personas en quienes habla de ensayar su fa- P. F.—Yo le aseguro que las tendrá usted. cultad, en vez de dejarle en libertad de hacer él la selec-

ción intuitiva como hasta aquí. 1 ercer ensayo.—P. Forthuny se dirige a un joven. Lo Algunos instantes antes de la sesión del 21 de marzo

que le dice con posible comprobación inmediata, es de se convino otro modo de ensayo bastante audaz. Con- poca importancia. Las indicaciones que le ofrece se re- sistía en pedir a P. Forthuny que intentara obtener a lieren más bien a su hermana. Nada le recuerdan a él, distancia un conocimiento paranorinal de una persona que ofrece preguntar a su familia para ver si correspon- desconocida para él y con la cual, por consiguiente, no den o no a la realidad que él ignora. había ejercido nunca su poder inetagnómico.

De acuerdo con este proyecto, a las diez y seis horas Cuarta prueba.—El señor P. F. se acerca a un señor. inc personé en el primer piso del Instituto Metapsíqui -

• Le habla de un hombre político, de la instancia de cier- co, en cuya biblioteca estaban reunidas unas 200 persa- to joven cerca del señor Painlevé, de un miembro de su nas. Mientras yo explicaba a los concurrentes la expe- familia en país lejano, del cuerpo de un ser querido riencia que se iba a intentar en el piso superior, el se- abandonado en las colonias, de la situación de un ce- flor F., en el salón de mis habitaciones particulares, dic- inentenio. Las indicaciones no corresponden a nada pre- taba a la señorita estenográfica las informaciones que

• ciso. Prueba fracasada, acudían a su espíritu. • El señor Forthuny hace en seguida una quinta prue- A las diez y seis y diez aproximadamente, el señol F.

ba cuyas indicaciones no merecen ser señaladas por entró en el salón con la señorita y le rogó que leyera en ser imposible su comprobación, así como por su impre- alta voz cuanto le había ido dictando. He aqui lo que cisión y por relacionarse con el abuelo de un asistente leyó: (de setenta años), el cual ignoraba los detalles de la vida de dicho antepasado, muerto cuando él tenía dos Un señor ha recibido una herida sentimental; hacia años, él se dirige un ángel de bondad que desea animar su

vida con tanta dulzura como crueles fueron las horas de tormento.

¡Carlos! María junto a él o en su pasado. Se halla entre los concurrentes, no en el primer salón, sino cii el

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La señora.—Tengo, en efecto, confianza, porque al venir hacia aquí me decía que si usted lo adivinaba sal- dría bien. Sesión de¡ 24 de marzo de 1926.

• P. F.—No tengo para qué preguntarle cuáles son esos medios; pero si me puedo permitir hacer constar que, Al terminar la sesión del 10 de marzo, yo había anun- en efecto, ha asumido usted en su pensamiento el papel ciado una modificación para la vez próxima, en el modo director, el papel conductor para con los suyos y con de trabajar de P. Forthuny, en el sentido de imponerle colaboraciones exteriores, por sorteo, y exclusivamente entre los nuevos asisten-

La señora.—Todavía no. tes, las personas en quienes habla de ensayar su fa- P. F.—Yo le aseguro que las tendrá usted. cultad, en vez de dejarle en libertad de hacer él la selec-

ción intuitiva como hasta aquí. 1 ercer ensayo.—P. Forthuny se dirige a un joven. Lo Algunos instantes antes de la sesión del 21 de marzo

que le dice con posible comprobación inmediata, es de se convino otro modo de ensayo bastante audaz. Con- poca importancia. Las indicaciones que le ofrece se re- sistía en pedir a P. Forthuny que intentara obtener a lieren más bien a su hermana. Nada le recuerdan a él, distancia un conocimiento paranorinal de una persona que ofrece preguntar a su familia para ver si correspon- desconocida para él y con la cual, por consiguiente, no den o no a la realidad que él ignora. había ejercido nunca su poder inetagnómico.

De acuerdo con este proyecto, a las diez y seis horas Cuarta prueba.—El señor P. F. se acerca a un señor. inc personé en el primer piso del Instituto Metapsíqui -

• Le habla de un hombre político, de la instancia de cier- co, en cuya biblioteca estaban reunidas unas 200 persa- to joven cerca del señor Painlevé, de un miembro de su nas. Mientras yo explicaba a los concurrentes la expe- familia en país lejano, del cuerpo de un ser querido riencia que se iba a intentar en el piso superior, el se- abandonado en las colonias, de la situación de un ce- flor F., en el salón de mis habitaciones particulares, dic- inentenio. Las indicaciones no corresponden a nada pre- taba a la señorita estenográfica las informaciones que

• ciso. Prueba fracasada, acudían a su espíritu. • El señor Forthuny hace en seguida una quinta prue- A las diez y seis y diez aproximadamente, el señol F.

ba cuyas indicaciones no merecen ser señaladas por entró en el salón con la señorita y le rogó que leyera en ser imposible su comprobación, así como por su impre- alta voz cuanto le había ido dictando. He aqui lo que cisión y por relacionarse con el abuelo de un asistente leyó: (de setenta años), el cual ignoraba los detalles de la vida de dicho antepasado, muerto cuando él tenía dos Un señor ha recibido una herida sentimental; hacia años, él se dirige un ángel de bondad que desea animar su

vida con tanta dulzura como crueles fueron las horas de tormento.

¡Carlos! María junto a él o en su pasado. Se halla entre los concurrentes, no en el primer salón, sino cii el

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segundo, al pie de la biblioteca, junto a la chimenea, cerca de ella.

Cincuenta y tres años, cabello gris peinado hacia atrás, provincia de Anjou. ¿Es Saumurois?

Muy combatido por su familia con motivo de la elec-ción de profesión, vino a París.

Vuelve dichoso a una provincia querida. Se ocupa de las letras, de la literatura. Ha comentado con cierta amargura el último informe

de la Sociedad de Hombres de Letras. Se ha creado un deber de protección hacia una per-

sona que, a pesar de su debilidad, ha aceptado la carga de otro deber, de modo que resulta protector de los dos.

Frecuenta las redacciones y. casas editoriales. Tiene relación con el mundo de las Letras.

Tiene, sin embargo, otra ocupación que no puedo definir.

Incidentalmente ha tratado cuestiones de archivos e historia local.

¿Mauricio Dekobra? Le ha contrariado que Mauricio Dekobra haya tratado un asunto que a él se le ocurrió.

Ha debido, físicamente, modificar su régimen de vida, hace uno, tres o cuatro años.

Psíquicamente: Nació espiritualista. No exterioriza sus ideas, y en ciertos centros donde triunfa el espíritu de reacción, afecta compartir las opiniones de los incré-dulos. Personalm ente, en la intimidad de su pensamien-to, desea creer, y creerá.

Le gusta la música y la pintura de coloridos tenues. Vuelvo a repetir que se llama Carlos. Tiene los bronquios delicados; deben cuidarse esos

bronquios. Rasurado, salvo un pequeño bigote, desaparecido

acaso. Lentes. Al terminarse esta lectura, un señor que se hallaba

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANOEMAL 131

sentado cerca de la chimenea de la biblioteca se levan- tó y dijo: «Todo lo que acaba de leerse me concierne. Estoy a la disposición de ustedes para facilitarles todos los detalles necesarios para comprobación.»

Se suplicó a la señorita que volviese a leer para com- parar el texto con la realidad.

He aquí la reproducción de la comprobación compa- rativa:

La señorita.—Un señor ha recibido una herida senti- mental; hacia él se dirige un ángel de bondad, que de- sea animar su vida con tanta dulzura como crueles fue- ron las horas de tormento.

Señor F.—.Tiene algún significado esta frase? El señor.—Es exacto. La señorita.—Carlos...» El señor.—Soy yo. La señorita.—»María junto a él o en su pasado...» El señor.—María es una amiga con quien he vivido

durante varios años. La señorita.—«Se halla entre los concurrentes, no en

el primer salón, sino en el segundo, al pie de la biblio- teca, junto a la chimenea, cerca de ella...»

El señor F.—Es exacto, todos pueden verlo. La señorita.—< Cincuenta y tres años...» El señor.—Los he cumplido en el mes de enero. La señorita.— cCabello gris peinado hacia atrás.» El señor.—Gris! ¡Ay, si! Peinado hacia atrás, en

efecto. La señorita.— «La provincia de Anjou, es Saumurois ... » El señor.—Es la única cosa que no entiendo. Señor F.---Mal entonces lo de las provincias. La señorita.— «Muy combatido por su familia, con

motivo de la elección de profesión, vino a París.» El señor.—Es exacto. Mi familia se opuso a mi mar-

cha a Extremo Oriente, donde me fui a pesar de todos. Nunca me había separado de los míos y vivíamos muy

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»J,

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segundo, al pie de la biblioteca, junto a la chimenea, cerca de ella.

Cincuenta y tres años, cabello gris peinado hacia atrás, provincia de Anjou. ¿Es Saumurois?

Muy combatido por su familia con motivo de la elec-ción de profesión, vino a París.

Vuelve dichoso a una provincia querida. Se ocupa de las letras, de la literatura. Ha comentado con cierta amargura el último informe

de la Sociedad de Hombres de Letras. Se ha creado un deber de protección hacia una per-

sona que, a pesar de su debilidad, ha aceptado la carga de otro deber, de modo que resulta protector de los dos.

Frecuenta las redacciones y. casas editoriales. Tiene relación con el mundo de las Letras.

Tiene, sin embargo, otra ocupación que no puedo definir.

Incidentalmente ha tratado cuestiones de archivos e historia local.

¿Mauricio Dekobra? Le ha contrariado que Mauricio Dekobra haya tratado un asunto que a él se le ocurrió.

Ha debido, físicamente, modificar su régimen de vida, hace uno, tres o cuatro años.

Psíquicamente: Nació espiritualista. No exterioriza sus ideas, y en ciertos centros donde triunfa el espíritu de reacción, afecta compartir las opiniones de los incré-dulos. Personalm ente, en la intimidad de su pensamien-to, desea creer, y creerá.

Le gusta la música y la pintura de coloridos tenues. Vuelvo a repetir que se llama Carlos. Tiene los bronquios delicados; deben cuidarse esos

bronquios. Rasurado, salvo un pequeño bigote, desaparecido

acaso. Lentes. Al terminarse esta lectura, un señor que se hallaba

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANOEMAL 131

sentado cerca de la chimenea de la biblioteca se levan- tó y dijo: «Todo lo que acaba de leerse me concierne. Estoy a la disposición de ustedes para facilitarles todos los detalles necesarios para comprobación.»

Se suplicó a la señorita que volviese a leer para com- parar el texto con la realidad.

He aquí la reproducción de la comprobación compa- rativa:

La señorita.—Un señor ha recibido una herida senti- mental; hacia él se dirige un ángel de bondad, que de- sea animar su vida con tanta dulzura como crueles fue- ron las horas de tormento.

Señor F.—.Tiene algún significado esta frase? El señor.—Es exacto. La señorita.—Carlos...» El señor.—Soy yo. La señorita.—»María junto a él o en su pasado...» El señor.—María es una amiga con quien he vivido

durante varios años. La señorita.—«Se halla entre los concurrentes, no en

el primer salón, sino en el segundo, al pie de la biblio- teca, junto a la chimenea, cerca de ella...»

El señor F.—Es exacto, todos pueden verlo. La señorita.—< Cincuenta y tres años...» El señor.—Los he cumplido en el mes de enero. La señorita.— cCabello gris peinado hacia atrás.» El señor.—Gris! ¡Ay, si! Peinado hacia atrás, en

efecto. La señorita.— «La provincia de Anjou, es Saumurois ... » El señor.—Es la única cosa que no entiendo. Señor F.---Mal entonces lo de las provincias. La señorita.— «Muy combatido por su familia, con

motivo de la elección de profesión, vino a París.» El señor.—Es exacto. Mi familia se opuso a mi mar-

cha a Extremo Oriente, donde me fui a pesar de todos. Nunca me había separado de los míos y vivíamos muy

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unidos. Fué preciso que me impulsara una verdadera vocación para decidirme. Allí he ocupado durante vein-tisiete años una situación administrativa. En efecto, vine a París antes de emprender mi viaje.

La señorita.—'Vuelve dichoso a una provincia que-rida.»

El señor.—No caigo. Señor F.—No sirve, pues, esta observación para este

asunto. La señorita.—Se ocupa de las Letras.» El señor.—Soy novelista. La señorita.—Ha comentado con cierta amargura el

último informe de la Sociedad de Hombres de Letras... » Señor F.—¿Y lo que se refiere a su amargura y a la

Sociedad de hombres de Letras? El señor.—Recibo el boletín de la Sociedad de hom-

bres de Letras, pero no recuerdo haber sentido dis-gusto...

Señor F.—Entonces, equivocada la observación de amargor. Queda a mi favor el haber presentido que ha-bía leído el boletín de la Sociedad de hombres de Le-tras y que su lectura le había hecho meditar. Mi exage-ración ha consistido en considerarle a usted amargado.

La señorita.—'Se ha creado un deber de protección hacia una persona que, a pesar de su debilidad, ha aceptado la carga de otro deber, por lo que resulta pro-tector de los dos.»

Señor F.--.Voy a explicarle a usted esta frase con más claridad. Debe existir entre las personas de su In - timidaduna muy joven necesitada de protección, y esta protección, generosamente otorgada, lo es a cambio de beneficios recibidos por otra parte. ¿Tiene usted que ejercer alguna tutela?

El señor.—Se trata acaso de algún pariente? Señor F.—Voy a explicarme mejor. Tiene usted a su

alrededor una persona de quien depende, por parentes-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 133

co o cualquier otro título, una criatura sin medios para desenvolverse en la vida, criatura que usted protege y trata como un tío o un tutor. ¿Tiene esto ya algún sentido?

El señor.—Sí, ciertamente. Señor F.—Sería indiscreto pedirle algunas indicacio-

nes? ¿No es usted como un segundo padre? El señor.—Un compañero mío, a quien quise corno a

un hermano, murió en Indochina; su viuda necesitó de mis consejos para ciertos asuntos personales y liquida-ción de pensiones... Me puse a su disposición para aconsejarla y ocuparme de los trámites. Esto puede con-siderarse corno una protección activa, que continúa aún.

Señor F.—Esta persona no tiene otra misión acerca de otra más débil aún que depende de ella? ¿Qué signi-icado tiene esto?

El señor.—Esta persona es apoderada de mi hijo, que está interno en un Liceo de París.

La señorita.— «Frecuenta las redacciones, las casas editoriales...»

El señor.—Frecuento los periódicos porque soy pe-riodista, y acudo a las redacciones varias veces por se-mana; las casas editoriales las visito con menos fre-cuencia.

La señorita.— «Tiene relación con el mundo de las Letras...»

El señor.—Es exacto, puesto que soy novelista. La señorita.— 'Tiene, sin embargo, otras ocupaciones

que no puedo definir. Incidentalmente ha tratado cues-tiones de archivos e historia local...'

El señor.-.-En efecto, he hecho estudios de arqueolo-gía en la biblioteca nacional y me he ocupado de la his-toria local de la región de Anghor.

La señorita.-- «Mauricio Dekobra? Le ha contrariado que Mauricio Dekobra haya tratado de un asunto que a él se le ocurrió.»

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132 DR. EUGENE OTY

unidos. Fué preciso que me impulsara una verdadera vocación para decidirme. Allí he ocupado durante vein-tisiete años una situación administrativa. En efecto, vine a París antes de emprender mi viaje.

La señorita.—'Vuelve dichoso a una provincia que-rida.»

El señor.—No caigo. Señor F.—No sirve, pues, esta observación para este

asunto. La señorita.—Se ocupa de las Letras.» El señor.—Soy novelista. La señorita.—Ha comentado con cierta amargura el

último informe de la Sociedad de Hombres de Letras... » Señor F.—¿Y lo que se refiere a su amargura y a la

Sociedad de hombres de Letras? El señor.—Recibo el boletín de la Sociedad de hom-

bres de Letras, pero no recuerdo haber sentido dis-gusto...

Señor F.—Entonces, equivocada la observación de amargor. Queda a mi favor el haber presentido que ha-bía leído el boletín de la Sociedad de hombres de Le-tras y que su lectura le había hecho meditar. Mi exage-ración ha consistido en considerarle a usted amargado.

La señorita.—'Se ha creado un deber de protección hacia una persona que, a pesar de su debilidad, ha aceptado la carga de otro deber, por lo que resulta pro-tector de los dos.»

Señor F.--.Voy a explicarle a usted esta frase con más claridad. Debe existir entre las personas de su In - timidaduna muy joven necesitada de protección, y esta protección, generosamente otorgada, lo es a cambio de beneficios recibidos por otra parte. ¿Tiene usted que ejercer alguna tutela?

El señor.—Se trata acaso de algún pariente? Señor F.—Voy a explicarme mejor. Tiene usted a su

alrededor una persona de quien depende, por parentes-

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 133

co o cualquier otro título, una criatura sin medios para desenvolverse en la vida, criatura que usted protege y trata como un tío o un tutor. ¿Tiene esto ya algún sentido?

El señor.—Sí, ciertamente. Señor F.—Sería indiscreto pedirle algunas indicacio-

nes? ¿No es usted como un segundo padre? El señor.—Un compañero mío, a quien quise corno a

un hermano, murió en Indochina; su viuda necesitó de mis consejos para ciertos asuntos personales y liquida-ción de pensiones... Me puse a su disposición para aconsejarla y ocuparme de los trámites. Esto puede con-siderarse corno una protección activa, que continúa aún.

Señor F.—Esta persona no tiene otra misión acerca de otra más débil aún que depende de ella? ¿Qué signi-icado tiene esto?

El señor.—Esta persona es apoderada de mi hijo, que está interno en un Liceo de París.

La señorita.— «Frecuenta las redacciones, las casas editoriales...»

El señor.—Frecuento los periódicos porque soy pe-riodista, y acudo a las redacciones varias veces por se-mana; las casas editoriales las visito con menos fre-cuencia.

La señorita.— «Tiene relación con el mundo de las Letras...»

El señor.—Es exacto, puesto que soy novelista. La señorita.— 'Tiene, sin embargo, otras ocupaciones

que no puedo definir. Incidentalmente ha tratado cues-tiones de archivos e historia local...'

El señor.-.-En efecto, he hecho estudios de arqueolo-gía en la biblioteca nacional y me he ocupado de la his-toria local de la región de Anghor.

La señorita.-- «Mauricio Dekobra? Le ha contrariado que Mauricio Dekobra haya tratado de un asunto que a él se le ocurrió.»

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134 DR. EUCNE OSTY

El señor.—Esto no lo entiendo. La señorita. ---Ha debido físicamente modificar su

régimen de vida hace cuatro o cinco años.» Señor F.—Es exacto? El señor, —Muy exacto. Lo modifiqué tan radicalmen-

te, que saliendo de Indochina me vine a vivir a París. Hace cuatro años.., en mayo de 1922.

La señorita. — »Psíquicamente: Nació espiritualista. .» El señor.—Soy más poeta que realista, aspiro clara.

mente a un ideal muy por encima de las miserias bu- manas.

La señorita.—No exterioriza sus ideas, y en ciertos centros donde triunfa, el espíritu de reacción, afecta compartir las opiniones de los incrédulos.»

t Señor F.—,Comparte usted las opiniones de los in- crédulos?

El señor—Sí. La señorita.—Desea creer, y creerá.» El señor.—Envidio a los que creen, porque la fe con-

suela, y no consigo creer; el espíritu crítico me lleva a la discusión. Envidio la felicidad de los que creen.

-, Esta es exactamente la situación de mi espíritu. La señorita.—Le gusta la música, la pintura de colo-

rido tenue...» El señor.—La música, mucho. La pintura de coloridos

muertos es la única que sé apreciar. Observo que no me ha dicho usted nada de mis estudios místicos y filo- sóficos.

. Señor F.—Sí, esto explica mi frase: «Tiene, sin em- bargo, otra ocupación que no puedo definir.»

La señorita.-- (<Repito que se llama Carlos. Tiene los bronquios delicados. Deben cuidarse esos bronquios.»

El señor.—Tengo propensión a la bronquitis y a las afecciones de garganta.

La señorita.—Rasuraçjo, salvo un pequeño bigote, desaparecido acaso... Gafas...»

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 15

Señor F.—Todos pueden ver que es exacto. El señor.—Llevaba, en efecto, un bigotito; me lo quité

en el Japón.

Décima prueba.—Se distribuyen números entre cua-renta personas, que por primera vez asisten a la sesión y que se comprometen a facilitar la comprobación de las indicaciones que les sean hechas. Se entrega al doc-tor Juilhe una caja que contiene números iguales a los distribuidos. Después de bien movidos se ruega a una señora que coja uno al azar. La suerte señala a una se-ñora joven, totalmente desconocida de Forthuny, y que, según supimos después, era extranjera.

F. le toma las manos y durante treinta segundos per-manece en silencio. Luego dice:—Antoine... Antonio... Antonia...?

La señora.—Hay algo parecido a eso; es Anneta. Señor F.—Insistí con tenacidad; necesitaba que usted

me ayudase. Oigo en torno a un miembro de su familia, un señor, un rumor de multitud en un local cerrado. ¿Es un parlamento o una sociedad? Habla alguien emparen-tado con usted. Es escuchado y aplaudido.

La señora.-Es cierto, es mi marido. Tenía una ofici--na de prensa, como la agencia Hayas. El día en que se inauguró esta oficina habló y fué muy aplaudido.

Señor F.—Perdone que le dé este detalle. Es en esta región (se toca los riñones). Dolores muy fuertes... Gran proyecto completamente desbaratado, incluso un viaje por el extranjero, por causa de estos dolores.

La señora.—He tenido mucho disgusto, me he visto obligada a volver a Francia.

Señor F.—No es eso. Es puramente físico. ¿No han debido suspender el proyectado viaje por causa de esos dolores que necesitaban cuidos especiales?

La señora.—En efecto. Hace unos años. Por esa cau-sa se retrasó un mes nuestro viaje.

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134 DR. EUCNE OSTY

El señor.—Esto no lo entiendo. La señorita. ---Ha debido físicamente modificar su

régimen de vida hace cuatro o cinco años.» Señor F.—Es exacto? El señor, —Muy exacto. Lo modifiqué tan radicalmen-

te, que saliendo de Indochina me vine a vivir a París. Hace cuatro años.., en mayo de 1922.

La señorita. — »Psíquicamente: Nació espiritualista. .» El señor.—Soy más poeta que realista, aspiro clara.

mente a un ideal muy por encima de las miserias bu- manas.

La señorita.—No exterioriza sus ideas, y en ciertos centros donde triunfa, el espíritu de reacción, afecta compartir las opiniones de los incrédulos.»

t Señor F.—,Comparte usted las opiniones de los in- crédulos?

El señor—Sí. La señorita.—Desea creer, y creerá.» El señor.—Envidio a los que creen, porque la fe con-

suela, y no consigo creer; el espíritu crítico me lleva a la discusión. Envidio la felicidad de los que creen.

-, Esta es exactamente la situación de mi espíritu. La señorita.—Le gusta la música, la pintura de colo-

rido tenue...» El señor.—La música, mucho. La pintura de coloridos

muertos es la única que sé apreciar. Observo que no me ha dicho usted nada de mis estudios místicos y filo- sóficos.

. Señor F.—Sí, esto explica mi frase: «Tiene, sin em- bargo, otra ocupación que no puedo definir.»

La señorita.-- (<Repito que se llama Carlos. Tiene los bronquios delicados. Deben cuidarse esos bronquios.»

El señor.—Tengo propensión a la bronquitis y a las afecciones de garganta.

La señorita.—Rasuraçjo, salvo un pequeño bigote, desaparecido acaso... Gafas...»

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 15

Señor F.—Todos pueden ver que es exacto. El señor.—Llevaba, en efecto, un bigotito; me lo quité

en el Japón.

Décima prueba.—Se distribuyen números entre cua-renta personas, que por primera vez asisten a la sesión y que se comprometen a facilitar la comprobación de las indicaciones que les sean hechas. Se entrega al doc-tor Juilhe una caja que contiene números iguales a los distribuidos. Después de bien movidos se ruega a una señora que coja uno al azar. La suerte señala a una se-ñora joven, totalmente desconocida de Forthuny, y que, según supimos después, era extranjera.

F. le toma las manos y durante treinta segundos per-manece en silencio. Luego dice:—Antoine... Antonio... Antonia...?

La señora.—Hay algo parecido a eso; es Anneta. Señor F.—Insistí con tenacidad; necesitaba que usted

me ayudase. Oigo en torno a un miembro de su familia, un señor, un rumor de multitud en un local cerrado. ¿Es un parlamento o una sociedad? Habla alguien emparen-tado con usted. Es escuchado y aplaudido.

La señora.-Es cierto, es mi marido. Tenía una ofici--na de prensa, como la agencia Hayas. El día en que se inauguró esta oficina habló y fué muy aplaudido.

Señor F.—Perdone que le dé este detalle. Es en esta región (se toca los riñones). Dolores muy fuertes... Gran proyecto completamente desbaratado, incluso un viaje por el extranjero, por causa de estos dolores.

La señora.—He tenido mucho disgusto, me he visto obligada a volver a Francia.

Señor F.—No es eso. Es puramente físico. ¿No han debido suspender el proyectado viaje por causa de esos dolores que necesitaban cuidos especiales?

La señora.—En efecto. Hace unos años. Por esa cau-sa se retrasó un mes nuestro viaje.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 137

El señor F.—Perdóneme que le haya apenado. Esto tiene que ocurrir así. Todos ustedes se exponen a ello. Lo mismo puedo decirles cosas, agradables que dar vueltas por senderos nada gratos.

Cadenz... Cadenzo. ¿Qué será eso de Cadenzo? La señora.—Es el nombre de mi marido (1).

Sesión del 21 de abril de 1926.

Para progresar en la exploración de las facultades metagnómicas de P. Forthuny, tenia el proyecto de una prueba audaz, aunque a mi parecer no quimérica, que consistía en hacer trabajar a su facultad no ya en una persona cerca o lejos de él, escogida por él e impuesta por él, sino con la sala vacía «antes de la sesión» y con respecto a alguno de los que debieran sentarse <casual- mente» en una silla elegida «al azar».

A las catorce y media el señor Humbolt, senador, y la señora Camilo Flammarión (2), que estaban en la 1. M. 1., fueron puestos al corriente de la prueba proyectada y conducidos a la sala de sesiones, aún vacía, en la que se les rogó designaran a capricho una silla de entre los 150 asientos que había. El señor Humbolt, siguiendo el pasillo central, indica una con un gesto, eligiéndola se-gún su antojo. En ella pego un trozo de papel engomado para su identificación posterior.

Hecho esto, voy al encuentro del señor Forthuny, le indico la silla elegida y lo dejo en la sala con el es-tenógrafo y mi secretaria particular, dándole a ésta el encargo de prohibir la entrada a cualquier persona y observar cuanto ocurra. La señora Flammarión y el se-

(1) No pudiendo reproducir aquí el verdadero nom-bre, se substituye por otro equivalente y poco común.

(2),Sabido es que en Francia las señoras llevan el nombre y el apellido de sus maridos.--(N. de la T.)

136 t)k. EUGENE OSTY

Señor F.—Es curioso cómo vuelve a mi la idea de esta Anneta. B... Es incluso una letra doble. La veo como grabada sobre el papel y vuelta del revés. Dos B, lo que hace como un S. ¿Quién es Paulette B. y P.? Permítame, es un cuadro que no tiene nada de alegre. Usted misma, tan joven, ¿no tiene un fino pañuelo de seda, de una tela muy sutil, un poco rosa violeta, y no

¡ se halla usted al lado de alguien que padece un vértigo algo como una transpiración, que usted se obstina en quitar, algo que le cae por el rostro? Usted no quiere que esa cara esté tan húmeda. Es una joven. ¿No recuerda usted haber cuidado a alguna persona que tuviera esos ardores en la cabeza? Era un sudor helado.

La señora.—No recuerdo. Señor F.—Las islas Borromeas nada significan para

usted? La señora.—Sí; he estado en las islas Borromeas. Señor F.—No ha habido en todo esto un criado es-

pañol o italiano, un tal Felipe? La señora.—No; pero ini marido es de origen italiano. Señor F.—No ha tenido una disputa con ese Felipe?

Veo un desacuerdo, un rompimiento. No creo indiscreto decirla que tras esta disputa su marido, delante de us- ted, ha abierto un cofrecillo y de él sacó algunos obje-

' tos, recuerdos... Veo a su marido—perdone, es un cua- dro que acaso le sea .desagradable—que está así (P. F.

-2 - toma una actitud de cólera) con los puños cerrados, golpea con el pie cual si quisiera atravesar el suelo y dice en un acceso de furor casi sanguinario:<¡Mucho cuidado!»

La seíora.—Sí. El señor F.—iOh, Dios mío, se ha caído desmayada... La señora.—Sí. El señor F.—No ha hecho nada, ha dado un portazo y J se ha marchado. La sei'íora.—Sí.,. (Llorando.)

K]

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 137

El señor F.—Perdóneme que le haya apenado. Esto tiene que ocurrir así. Todos ustedes se exponen a ello. Lo mismo puedo decirles cosas, agradables que dar vueltas por senderos nada gratos.

Cadenz... Cadenzo. ¿Qué será eso de Cadenzo? La señora.—Es el nombre de mi marido (1).

Sesión del 21 de abril de 1926.

Para progresar en la exploración de las facultades metagnómicas de P. Forthuny, tenia el proyecto de una prueba audaz, aunque a mi parecer no quimérica, que consistía en hacer trabajar a su facultad no ya en una persona cerca o lejos de él, escogida por él e impuesta por él, sino con la sala vacía «antes de la sesión» y con respecto a alguno de los que debieran sentarse <casual- mente» en una silla elegida «al azar».

A las catorce y media el señor Humbolt, senador, y la señora Camilo Flammarión (2), que estaban en la 1. M. 1., fueron puestos al corriente de la prueba proyectada y conducidos a la sala de sesiones, aún vacía, en la que se les rogó designaran a capricho una silla de entre los 150 asientos que había. El señor Humbolt, siguiendo el pasillo central, indica una con un gesto, eligiéndola se-gún su antojo. En ella pego un trozo de papel engomado para su identificación posterior.

Hecho esto, voy al encuentro del señor Forthuny, le indico la silla elegida y lo dejo en la sala con el es-tenógrafo y mi secretaria particular, dándole a ésta el encargo de prohibir la entrada a cualquier persona y observar cuanto ocurra. La señora Flammarión y el se-

(1) No pudiendo reproducir aquí el verdadero nom-bre, se substituye por otro equivalente y poco común.

(2),Sabido es que en Francia las señoras llevan el nombre y el apellido de sus maridos.--(N. de la T.)

136 t)k. EUGENE OSTY

Señor F.—Es curioso cómo vuelve a mi la idea de esta Anneta. B... Es incluso una letra doble. La veo como grabada sobre el papel y vuelta del revés. Dos B, lo que hace como un S. ¿Quién es Paulette B. y P.? Permítame, es un cuadro que no tiene nada de alegre. Usted misma, tan joven, ¿no tiene un fino pañuelo de seda, de una tela muy sutil, un poco rosa violeta, y no

¡ se halla usted al lado de alguien que padece un vértigo algo como una transpiración, que usted se obstina en quitar, algo que le cae por el rostro? Usted no quiere que esa cara esté tan húmeda. Es una joven. ¿No recuerda usted haber cuidado a alguna persona que tuviera esos ardores en la cabeza? Era un sudor helado.

La señora.—No recuerdo. Señor F.—Las islas Borromeas nada significan para

usted? La señora.—Sí; he estado en las islas Borromeas. Señor F.—No ha habido en todo esto un criado es-

pañol o italiano, un tal Felipe? La señora.—No; pero ini marido es de origen italiano. Señor F.—No ha tenido una disputa con ese Felipe?

Veo un desacuerdo, un rompimiento. No creo indiscreto decirla que tras esta disputa su marido, delante de us- ted, ha abierto un cofrecillo y de él sacó algunos obje-

' tos, recuerdos... Veo a su marido—perdone, es un cua- dro que acaso le sea .desagradable—que está así (P. F.

-2 - toma una actitud de cólera) con los puños cerrados, golpea con el pie cual si quisiera atravesar el suelo y dice en un acceso de furor casi sanguinario:<¡Mucho cuidado!»

La seíora.—Sí. El señor F.—iOh, Dios mío, se ha caído desmayada... La señora.—Sí. El señor F.—No ha hecho nada, ha dado un portazo y J se ha marchado. La sei'íora.—Sí.,. (Llorando.)

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1 gf

138 DR. LUCENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 139

ñor Humbolt vienen conmigo al piso superior, a mis Las seis personas que habían tenido conocimiento de habitaciones privadas, la silla elegida permanecen hasta las diez y seis sin re-

lación alguna con las personas que vinieron a la sesión El señor Forthuny vuelve la silla de espalda a las ven- y que fueron sentándose sin orden según los asientos

tanas para que la luz no le moleste y se sienta en ella, vacíos que iban quedando. Cierra los ojos y palpa las sillas vecinas, salvo las que A las diez y seis, bajo con el señor Forthuny. Hay en

3; están detrás de él, porque ha decidido extender la prue- la sala unos 200 concurrentes. Los entero de la prueba ba a los que siente alrededor de la silla designada. Pa- intentada. Indico la silla que creo fué escogida por el

seando nerviosamente sus manos por encima de ellas señor Humbolt. La ocupante está algo azorada de sa- como si las interrogara, empieza a expresar detalles berse objeto del ensayo. Para la comprobación se hace concernientes al futuro ocupante de la señalada. Nunca constar que la silla guarda el papel pegado identifi-

ué mayor su rapidez de elocución. Tras trabajar sobre cador. cinco sillas vuelve a aquella en que está sentado. Traen en duplicado el ejemplar del texto dactilografía-

La prueba dura treinta minutos. Sintiendo que le que- do con las indicaciones metagnólnicas del señor For- da mucho por decir y que las representaciones mentales thuny.

- informativas acuden con mayor facilidad que en el tra- Yo guardo una ante mi vista mientras P. F., de pie, a ,. bajo público, P. F. se desespera ante la necesidad de la altura de la señora de la silla, da lectura, en voz alta

detenerse para dar tiempo a transformar lo taquigrafiado y en primer lugar, a lo concerniente a los ocupantes de - en dactilografía. Esta preocupación de no tener tiempo las sillas próximas, y finalmente a lo relacionado con la

• . suficiente ha dominado por entero la imaginación du- persona objeto principal de la prueba intentada. Para rante el transcurso de su trabajo metagnómico y lo ha dar su total valor a la parte fundamental de la experien-

' dificultado. cia, citaré tan sólo aquello que se refiere a la señora de Cuando a las quince y media P. F. abandona la sala la silla. El público, basándose sobre el asentimiento de

_____ • . acompañado de su taquígrafa y de mi secretaria, el pa- esta señora a cuanto lee el señor P. F., abandonó la sala sillo del primer piso de la 1. M., la escalera y el hall del con la impresión de haber asistido a un hecho neta- entresuelo contienen a un centenar de personas impa- mente positivo. Al volver a leer ahora las indicaciones cientes de ocupar sus sitios y que se precipitan en la metagnómicas confrontadas con los hechos que seña- sala de actos en cuanto abren la puerta, repartiéndose lan, se dará cuenta de que la significación que parecían como pueden. Desde las quince y media a las diez y tener las palabras expresadas por el nietagnomo adquie- seis, P. E, en el segundo piso, permanece con la se- re un alcance mucho mayor.

4 flora Flammarión y conmigo en el salón de mi casa, en Para evitar repeticiones daré el texto Forthuny en tanto que al lado, en mi gabinete de trabajo, la taquí- itálica, haciendo seguir cada indicación por la realidad grafa dicta su texto a mi secretaria, que lo dactilografía, correspondiente, y que confió cada interesada después

El señor Humbolt, a quien esperaban fuera, había sa- de la sesión. -» lido de la 1. M. 1. antes que P. F. subiera de la sala en La señora M., joven y muy inteligente, de espíritu

que operaba. positivo, que no acepta lo incierto, tuvo interés, por

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ñor Humbolt vienen conmigo al piso superior, a mis Las seis personas que habían tenido conocimiento de habitaciones privadas, la silla elegida permanecen hasta las diez y seis sin re-

lación alguna con las personas que vinieron a la sesión El señor Forthuny vuelve la silla de espalda a las ven- y que fueron sentándose sin orden según los asientos

tanas para que la luz no le moleste y se sienta en ella, vacíos que iban quedando. Cierra los ojos y palpa las sillas vecinas, salvo las que A las diez y seis, bajo con el señor Forthuny. Hay en

3; están detrás de él, porque ha decidido extender la prue- la sala unos 200 concurrentes. Los entero de la prueba ba a los que siente alrededor de la silla designada. Pa- intentada. Indico la silla que creo fué escogida por el

seando nerviosamente sus manos por encima de ellas señor Humbolt. La ocupante está algo azorada de sa- como si las interrogara, empieza a expresar detalles berse objeto del ensayo. Para la comprobación se hace concernientes al futuro ocupante de la señalada. Nunca constar que la silla guarda el papel pegado identifi-

ué mayor su rapidez de elocución. Tras trabajar sobre cador. cinco sillas vuelve a aquella en que está sentado. Traen en duplicado el ejemplar del texto dactilografía-

La prueba dura treinta minutos. Sintiendo que le que- do con las indicaciones metagnólnicas del señor For- da mucho por decir y que las representaciones mentales thuny.

- informativas acuden con mayor facilidad que en el tra- Yo guardo una ante mi vista mientras P. F., de pie, a ,. bajo público, P. F. se desespera ante la necesidad de la altura de la señora de la silla, da lectura, en voz alta

detenerse para dar tiempo a transformar lo taquigrafiado y en primer lugar, a lo concerniente a los ocupantes de - en dactilografía. Esta preocupación de no tener tiempo las sillas próximas, y finalmente a lo relacionado con la

• . suficiente ha dominado por entero la imaginación du- persona objeto principal de la prueba intentada. Para rante el transcurso de su trabajo metagnómico y lo ha dar su total valor a la parte fundamental de la experien-

' dificultado. cia, citaré tan sólo aquello que se refiere a la señora de Cuando a las quince y media P. F. abandona la sala la silla. El público, basándose sobre el asentimiento de

_____ • . acompañado de su taquígrafa y de mi secretaria, el pa- esta señora a cuanto lee el señor P. F., abandonó la sala sillo del primer piso de la 1. M., la escalera y el hall del con la impresión de haber asistido a un hecho neta- entresuelo contienen a un centenar de personas impa- mente positivo. Al volver a leer ahora las indicaciones cientes de ocupar sus sitios y que se precipitan en la metagnómicas confrontadas con los hechos que seña- sala de actos en cuanto abren la puerta, repartiéndose lan, se dará cuenta de que la significación que parecían como pueden. Desde las quince y media a las diez y tener las palabras expresadas por el nietagnomo adquie- seis, P. E, en el segundo piso, permanece con la se- re un alcance mucho mayor.

4 flora Flammarión y conmigo en el salón de mi casa, en Para evitar repeticiones daré el texto Forthuny en tanto que al lado, en mi gabinete de trabajo, la taquí- itálica, haciendo seguir cada indicación por la realidad grafa dicta su texto a mi secretaria, que lo dactilografía, correspondiente, y que confió cada interesada después

El señor Humbolt, a quien esperaban fuera, había sa- de la sesión. -» lido de la 1. M. 1. antes que P. F. subiera de la sala en La señora M., joven y muy inteligente, de espíritu

que operaba. positivo, que no acepta lo incierto, tuvo interés, por

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140 DR. EtJGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 141

creerlo de su deber, en permitirnos que diéramos a este' tar la tumba de ninguno. Su madre murió hace dos años hecho toda la deseable precisión (1). y sólo una vez, a los ocho días, fué al cementerio.

No es un motivo que por habérsele caldo todo por la León. Me lo dan...: el químico, y no sé por qué. tercera y cuarta vez lo deje ya en el suelo. Recoja lo que crea en trozos y continúe. El éxito está al final. Creyó muy La señora M. no encuentra ningún sentido a estas pa- sencillo forjar este alma y volverla a modelar; es muy di- labras. Es la sola indicación errónea de la sesión. fícil, pero ya lo conseguirá. Una enfermedad vendrá en su ayuda y en ese momento llegará usted a dominar lo Cuidese el hígado. que en parte se le escapa aún.

La señora M. está en tratamiento por padecer tras-

Lo dicho corresponde a ciertos esfuerzos especiales tornos hepáticos.

de la señora M., cuyos medios y objeto me ha confiado, No lleve esa cintura que ya le ha dañado con el roce. rogándome no haga pública más que su afirmación en exacta relación con la realidad, sin agregar más nada. La señora M. llevaba desde hacía algún tiempo y

también este día una cintura elástica que recientemente Su proyecto d e partir muy lejos, este verano, ha sido le había herido la piel.

desaprobado y lo será una vez más. No piense más en Levante. Durante batacazo! Moralmente ha sido usted arrojada a1 ¡Qué algún tiempo no hay que pensar en ello. .

J suelo La han pisoteado, la han arrastrado por el lodo. La señora M. hizo recientemente dos proyectos de Ha vencido usted por su propio esfuerzo. Está bien... La

r viaje: uno de peregrinación en automóvil y para quince . M mayúscula... si puede usted recuperar su sangre fría días, que fué abandonado, y otro a los Vosgos, adonde terminará su vida sin más emociones...

t la llaman unos amigos desde hace dos años, y cuyo pro. yecto ha sido igualmente renunciado. Esto se refiere a un reciente episodio dramático de la

• vida de la señora M. En cuanto se asoció comercial-

Antes que de nada, cuide de sus tumbas. mente con el señor R., la señora M. tuvo que sufrir el asalto violento y hostil, el empeño de perjudicar, de la

La señora M. es de la categoría de esas personas que mujer de su asociado, Marcela R., injustamente celosa.

nunca tuvieron el culto de sus muertos. Nunca fué a vis¡- Moralmente fué pisoteada y arrastrada por el lodo. Llegaron hasta amenazarla de muerte. Ella tomó sus

(1) El lector comprenderá el motivo de dejar a ésta disposiciones para alejarse con objeto de substraerse a como a otras señoras de las que fueron objeto de cono- la tortura moral que se le infligía. Finalmente reaccionó cimientos paranormales, en el anónimo. Sin embargo, la defendiéndose, haciendo comprender a sus enemigos y mayor parte de ellas están a la disposición de cuantos a los demás la injusticia de los juicios emitidos. Des- quieran verificar la exactitud de los hechos. pTde haber perdido su;sangre fría la recuperó, lo

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140 DR. EtJGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 141

creerlo de su deber, en permitirnos que diéramos a este' tar la tumba de ninguno. Su madre murió hace dos años hecho toda la deseable precisión (1). y sólo una vez, a los ocho días, fué al cementerio.

No es un motivo que por habérsele caldo todo por la León. Me lo dan...: el químico, y no sé por qué. tercera y cuarta vez lo deje ya en el suelo. Recoja lo que crea en trozos y continúe. El éxito está al final. Creyó muy La señora M. no encuentra ningún sentido a estas pa- sencillo forjar este alma y volverla a modelar; es muy di- labras. Es la sola indicación errónea de la sesión. fícil, pero ya lo conseguirá. Una enfermedad vendrá en su ayuda y en ese momento llegará usted a dominar lo Cuidese el hígado. que en parte se le escapa aún.

La señora M. está en tratamiento por padecer tras-

Lo dicho corresponde a ciertos esfuerzos especiales tornos hepáticos.

de la señora M., cuyos medios y objeto me ha confiado, No lleve esa cintura que ya le ha dañado con el roce. rogándome no haga pública más que su afirmación en exacta relación con la realidad, sin agregar más nada. La señora M. llevaba desde hacía algún tiempo y

también este día una cintura elástica que recientemente Su proyecto d e partir muy lejos, este verano, ha sido le había herido la piel.

desaprobado y lo será una vez más. No piense más en Levante. Durante batacazo! Moralmente ha sido usted arrojada a1 ¡Qué algún tiempo no hay que pensar en ello. .

J suelo La han pisoteado, la han arrastrado por el lodo. La señora M. hizo recientemente dos proyectos de Ha vencido usted por su propio esfuerzo. Está bien... La

r viaje: uno de peregrinación en automóvil y para quince . M mayúscula... si puede usted recuperar su sangre fría días, que fué abandonado, y otro a los Vosgos, adonde terminará su vida sin más emociones...

t la llaman unos amigos desde hace dos años, y cuyo pro. yecto ha sido igualmente renunciado. Esto se refiere a un reciente episodio dramático de la

• vida de la señora M. En cuanto se asoció comercial-

Antes que de nada, cuide de sus tumbas. mente con el señor R., la señora M. tuvo que sufrir el asalto violento y hostil, el empeño de perjudicar, de la

La señora M. es de la categoría de esas personas que mujer de su asociado, Marcela R., injustamente celosa.

nunca tuvieron el culto de sus muertos. Nunca fué a vis¡- Moralmente fué pisoteada y arrastrada por el lodo. Llegaron hasta amenazarla de muerte. Ella tomó sus

(1) El lector comprenderá el motivo de dejar a ésta disposiciones para alejarse con objeto de substraerse a como a otras señoras de las que fueron objeto de cono- la tortura moral que se le infligía. Finalmente reaccionó cimientos paranormales, en el anónimo. Sin embargo, la defendiéndose, haciendo comprender a sus enemigos y mayor parte de ellas están a la disposición de cuantos a los demás la injusticia de los juicios emitidos. Des- quieran verificar la exactitud de los hechos. pTde haber perdido su;sangre fría la recuperó, lo

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 143 142 DR. EUG!NE OSTY

esto corresponde en la señora M. a una preocupación que le permitió restablecer la calma a su alrededor de curiosidad momentánea. Varios clarividentes prole-

_____________ después de los días de violenta existencia. sionaies a quienes habla visitado recientemente le ha- bían dado como noticia secundaria la de que pertenecía

Cuidado, no vuelvan los dolores de oído, de garganta a familia ilustre. Intrigada por la repetición de esas in- y de nariz. De ahí provienen sus neuralgias... dicaciofleS, y sabiendo que su madre había sido aban

La señora M. sufre fuertes neuralgias cefálicas desde - . donada por sus padres, hacía pesquisas para comprobar

las palabras de los clarividentes. * hace poco tiempo. Había visitado días antes a un espe-

cialista de las afecciones de la nariz, de la garganta y Pasada el agua, lejos sobre los mares, más allá de los de los oídos, quien halló una desviación del tabique na- mares, olor a vainilla... Extrañada de ver volver a al-

-- sal, la inflamación de un cornete y de la pituitaria del guien del Brasil o de la Argentina.., de América del Sur... lado derecho, afirmando que la curación de esta región - ¿Está usted en relación con ése?... haría desaparecer las neuralgias. (La señora M., para

de la la venir a la 1. M. 1., dejó de acudir a una cita con ese Ocho días antes sesión, señora M. recibió la

doctor.) -, visita de un buen amigo de su familia que hacia cuatro años no vela y que llegaba del Brasil sin previo aviso.

Tanto peor para él, que está en la cárcel. Entiendo Se repetirá la amenaza de operación... una cárcel moral en la que se ha encerrado. Saldrá de por sí al tener conciencia del daño que hace a los demás.

Dos meses antes de esta sesión, el doctor Pauchet le r Entonces recobrarán ustedes todos la libertad. había dicho: «Será preciso operarla algún día...»

Como reacción a los ataques calumniosos hechos Efectuada esta confrontación entre las percepciones contra su mujer, el marido de la señora M. se replegó metagnómicas de F. y la realidad, pregunté a la seño- sobre si mismo. Cerró su pensamiento, expresando ra M. si quería precisar las condiciones de su venida a lo estrictamente necesario. Esta actitud de frialdad, de la 1. M. 1. y cómo eligió la silla en que se sentó. He aquí casi mutismo, de desafección, colocaron a la señora M. lo que me confió, de palabra y por escrito, habiéndome en un penoso estado de retraimiento moral. El temor de sido confirmada una parte por M. R., su Socio: juicios malévolos e injustos sobre sus actos cotidianos —Yo le era a usted completamente desconocida, así le restaba toda independencia de acción. Este penoso como al señor Forthuny. La lectura de un ejemplar re- estado de cosas comienza a mejorar. El señor M. com- ciente de la Revista Metapsíquica fué la que nos dió a prende lo que su actitud ha tenido de excesiva. Lenta- conocer a M. R., mi socio comercial, y a mí la existencia mente sale de su prisión moral y voluntaria. La señora de las sesiones de clarividencia dadas por Forthuny M. ve al mismo tiempo atenuarse su retraimiento. Hasta las doce y media del día de esta sesión no me -

pasó por la imaginación, no solamente ir, sino ni que No se lamente porque le hayan retirado ese título debiera efectuarse en ese día. M. R. me informé durante

Todo ello es solamente vanidad humana.

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 143 142 DR. EUG!NE OSTY

esto corresponde en la señora M. a una preocupación que le permitió restablecer la calma a su alrededor de curiosidad momentánea. Varios clarividentes prole-

_____________ después de los días de violenta existencia. sionaies a quienes habla visitado recientemente le ha- bían dado como noticia secundaria la de que pertenecía

Cuidado, no vuelvan los dolores de oído, de garganta a familia ilustre. Intrigada por la repetición de esas in- y de nariz. De ahí provienen sus neuralgias... dicaciofleS, y sabiendo que su madre había sido aban

La señora M. sufre fuertes neuralgias cefálicas desde - . donada por sus padres, hacía pesquisas para comprobar

las palabras de los clarividentes. * hace poco tiempo. Había visitado días antes a un espe-

cialista de las afecciones de la nariz, de la garganta y Pasada el agua, lejos sobre los mares, más allá de los de los oídos, quien halló una desviación del tabique na- mares, olor a vainilla... Extrañada de ver volver a al-

-- sal, la inflamación de un cornete y de la pituitaria del guien del Brasil o de la Argentina.., de América del Sur... lado derecho, afirmando que la curación de esta región - ¿Está usted en relación con ése?... haría desaparecer las neuralgias. (La señora M., para

de la la venir a la 1. M. 1., dejó de acudir a una cita con ese Ocho días antes sesión, señora M. recibió la

doctor.) -, visita de un buen amigo de su familia que hacia cuatro años no vela y que llegaba del Brasil sin previo aviso.

Tanto peor para él, que está en la cárcel. Entiendo Se repetirá la amenaza de operación... una cárcel moral en la que se ha encerrado. Saldrá de por sí al tener conciencia del daño que hace a los demás.

Dos meses antes de esta sesión, el doctor Pauchet le r Entonces recobrarán ustedes todos la libertad. había dicho: «Será preciso operarla algún día...»

Como reacción a los ataques calumniosos hechos Efectuada esta confrontación entre las percepciones contra su mujer, el marido de la señora M. se replegó metagnómicas de F. y la realidad, pregunté a la seño- sobre si mismo. Cerró su pensamiento, expresando ra M. si quería precisar las condiciones de su venida a lo estrictamente necesario. Esta actitud de frialdad, de la 1. M. 1. y cómo eligió la silla en que se sentó. He aquí casi mutismo, de desafección, colocaron a la señora M. lo que me confió, de palabra y por escrito, habiéndome en un penoso estado de retraimiento moral. El temor de sido confirmada una parte por M. R., su Socio: juicios malévolos e injustos sobre sus actos cotidianos —Yo le era a usted completamente desconocida, así le restaba toda independencia de acción. Este penoso como al señor Forthuny. La lectura de un ejemplar re- estado de cosas comienza a mejorar. El señor M. com- ciente de la Revista Metapsíquica fué la que nos dió a prende lo que su actitud ha tenido de excesiva. Lenta- conocer a M. R., mi socio comercial, y a mí la existencia mente sale de su prisión moral y voluntaria. La señora de las sesiones de clarividencia dadas por Forthuny M. ve al mismo tiempo atenuarse su retraimiento. Hasta las doce y media del día de esta sesión no me -

pasó por la imaginación, no solamente ir, sino ni que No se lamente porque le hayan retirado ese título debiera efectuarse en ese día. M. R. me informé durante

Todo ello es solamente vanidad humana.

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la comida y decidí acudir a la I. M. 1., anulando para eso »En cuanto a mi sitio, me fué impuesto por los em- una cita que a la misma hora tenía con un médico es- pellones de la multitud. Si M. R. me hubiese acompaña- pecialista de nariz y garganta. Hecho este proyectos

1 do, como yo contaba, todo hubiera variado. Habiéramos

N hablamos de otra cosa y mi pensamiento, después, se - necesitado dos sillas. Hubiese sido detrás, en las filas orientó hacia otros asuntos.

»Serían las catorce y media, no puedo precisar más; libres, donde necesariamente nos hubiéramos aco-

sentí un malestar (disnea), fenómeno que no he sentido modado'.

nunca y que me preocupó. Se lo participé a M. R., que - me aconsejó el reposo.

»Hasta las quince, a pesar de mi ocupación; mi aten- Sesión del 19 de mayo de 1926. ción se vió constantemente atraída hacia las agujas del reloj. Sentía prisa de marcharme, mas como mi malestar El objeto de esta sesión era el de intentar dos pruebas: persistía pensé que lo mejor sería quedarme a descan- sar en mi oficina. Primera prueba.—Colocar al señor Forthuny unas ho-

-< »A pesar de todo, a las quince me dirigí hacia la Ave- ras antes de la sesión en la sala vacía y rogarle que ac-

nida Niel. La disnea cesó inmediatamente. tuara ante una silla libre, escogida al azar, como si el

»A las quince y veinte llegué al 1. M. 1. La multitud futuro ocupante estuviera ya en ella.

se agolpaba ya a la puerta de entrada, cerrada aún, de Esta prueba debía reproducir el éxito conseguido en

la sala de sesiones. Me puse en la cola, y a las quince la sesión del 21 de abril.

y media aproximadamente las puertas se abrieron para dejar paso a la concurrencia. Segunda prueba.—Rogar a F. que pusiera en juego

»Arrollada por el torbellino me detuve, después de su facultad unas horas antes de la sesión sobre una

algunas dificultades, ante una silla que encontré a mi persona cuya silla fuese señalada por sorteo efectuado

alcance, no sin haber tenido que sufrir varios empujo- en plena sesión, reunidos ya todol los concurrentes.

nes. En poco estuvo que no se sentara otro en mi lugar. Esta prueba tenía por objeto asegurarse de si la me-

'Reflexionando sobre este hecho, pienso en la multipli- tagnómica de Forthuny era capaz de vencer el doble

cidad de incidentes que hubiesen podido concurrir para obstáculo de adivinar la persona que había de ocupar

que se realizase mi deseo. la silla y el asiento que para ella señalaría la suerte.

E

evitar »Mi malestar estuvo a punto de detenerme en casa. A las once de la mañana, unos cartones numerados

Esperaba ese día la visita de importantes clientes extran- fueron atados a 150 asientos para el sorteo de las sillas

jeros que llegaron en cuanto me aisenté de la oficina. durante la sesión.

De haber acudido a tiempo me hubieran impedido salir. A las trece y media introduje en la sala de sesiones,

Por otra parte, la inesperada negativa de mi socio M. R que se hallaba vacía, al señor Carl Vett, de Copen-

que no quiso acompañarme a la Avenida Niel, estuvo a hague, de paso por París, y le rogué que señalara una

punto de detenerme por la repugnancia que me causa el silla a su capricho. Como todas estaban numeradas co-

salir sola. gió un número al azar en la cesta que contenía el se-

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la comida y decidí acudir a la I. M. 1., anulando para eso »En cuanto a mi sitio, me fué impuesto por los em- una cita que a la misma hora tenía con un médico es- pellones de la multitud. Si M. R. me hubiese acompaña- pecialista de nariz y garganta. Hecho este proyectos

1 do, como yo contaba, todo hubiera variado. Habiéramos

N hablamos de otra cosa y mi pensamiento, después, se - necesitado dos sillas. Hubiese sido detrás, en las filas orientó hacia otros asuntos.

»Serían las catorce y media, no puedo precisar más; libres, donde necesariamente nos hubiéramos aco-

sentí un malestar (disnea), fenómeno que no he sentido modado'.

nunca y que me preocupó. Se lo participé a M. R., que - me aconsejó el reposo.

»Hasta las quince, a pesar de mi ocupación; mi aten- Sesión del 19 de mayo de 1926. ción se vió constantemente atraída hacia las agujas del reloj. Sentía prisa de marcharme, mas como mi malestar El objeto de esta sesión era el de intentar dos pruebas: persistía pensé que lo mejor sería quedarme a descan- sar en mi oficina. Primera prueba.—Colocar al señor Forthuny unas ho-

-< »A pesar de todo, a las quince me dirigí hacia la Ave- ras antes de la sesión en la sala vacía y rogarle que ac-

nida Niel. La disnea cesó inmediatamente. tuara ante una silla libre, escogida al azar, como si el

»A las quince y veinte llegué al 1. M. 1. La multitud futuro ocupante estuviera ya en ella.

se agolpaba ya a la puerta de entrada, cerrada aún, de Esta prueba debía reproducir el éxito conseguido en

la sala de sesiones. Me puse en la cola, y a las quince la sesión del 21 de abril.

y media aproximadamente las puertas se abrieron para dejar paso a la concurrencia. Segunda prueba.—Rogar a F. que pusiera en juego

»Arrollada por el torbellino me detuve, después de su facultad unas horas antes de la sesión sobre una

algunas dificultades, ante una silla que encontré a mi persona cuya silla fuese señalada por sorteo efectuado

alcance, no sin haber tenido que sufrir varios empujo- en plena sesión, reunidos ya todol los concurrentes.

nes. En poco estuvo que no se sentara otro en mi lugar. Esta prueba tenía por objeto asegurarse de si la me-

'Reflexionando sobre este hecho, pienso en la multipli- tagnómica de Forthuny era capaz de vencer el doble

cidad de incidentes que hubiesen podido concurrir para obstáculo de adivinar la persona que había de ocupar

que se realizase mi deseo. la silla y el asiento que para ella señalaría la suerte.

E

evitar »Mi malestar estuvo a punto de detenerme en casa. A las once de la mañana, unos cartones numerados

Esperaba ese día la visita de importantes clientes extran- fueron atados a 150 asientos para el sorteo de las sillas

jeros que llegaron en cuanto me aisenté de la oficina. durante la sesión.

De haber acudido a tiempo me hubieran impedido salir. A las trece y media introduje en la sala de sesiones,

Por otra parte, la inesperada negativa de mi socio M. R que se hallaba vacía, al señor Carl Vett, de Copen-

que no quiso acompañarme a la Avenida Niel, estuvo a hague, de paso por París, y le rogué que señalara una

punto de detenerme por la repugnancia que me causa el silla a su capricho. Como todas estaban numeradas co-

salir sola. gió un número al azar en la cesta que contenía el se-

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1 UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRANORMAL 147

gundo juego de cartones. Así fué señalada la silla 52. No se le hizo ninguna señal. La señorita estenográfica apuntó el número en su cuaderno.

Forthuny, 8nterado del programa de las pruebas y ce-locado ante las sillas, quedó en la sala vacía con la se-ñorita y mi secretaria.

A las catorce y veinte F. salió de la sala de sesiones, habiendo terminado su trabajo.

La secretaria y la señorita se dirigieron a las oficinas del segundo piso para dactilografiar la taquigrafía. No se comunicaron con nadie hasta después de empezada la sesión.

Ni el señor Forthuny ni yo, desde las catorce veinte hasta las diez y seis, tuvimos contacto alguno con nin-gún concurrente.

A las diez y seis entramos en la sala de sesiones con el texto dactilografiado. Trescientas personas aproxi-madamente se hallaban reunidas. Las puse al corriente de las pruebas intentadas e hice la lectura del primer ensayo.

Hallé la silla 52, ocupada por una señora conocida mía. Los veinte primeros renglones de mi lectura fueron aogidos por ella con señales negativas. En ese mo-mento, un señor sentado en la tercera silla a su izquier-da dió ¡nuestras de una ansiedad tan grande, que temí un sincope y rogué que lo sacaran fuera. Se levantó di-ciendo que su turbación tenía por causa lo que acababa de oír, que le concernía de un modo indiscutible. Le pregunté si podía decir en público a qué realidades de su vida correspondían las indicaciones aportadas por Forthuny. Trató de complacerme con tal desorden de ideas, que creí hallarme en presencia de un desequili-brado. Esto me hizo apresurar la lectura de la continua-ción del texto, deteniéndome de cuando en cuando para preguntar a la asistencia si alguien podría atribuirse su significado. Nadie se dió por aludido, salvo el señor en cuestión, cada vez más emocionado, y que, dando repe-

tidas señales de aquiescencia, se esforzó por fin en ex-plicar por qué se consideraba objeto de esta prueba. Su turbación era tan grande que sus palabras produjeron a todos cuantos le oyeron la misma idea que me había asaltado a luí. Deseando terminar este incidente, que parecía burlesco, Forthuny y yo dimos por fracasada esta primera prueba.

Puse entonces en manos del doctor C. la cesta con-teniendo el segundo juego de números (de donde se ex-trajo el 52) y le rogué que sacara uno. Salió el 77.

La silla señalada con talnúmero estaba ocupada por una señora, junto a la cual estaba su marido. Esto lo su-pimos después. Forthuny leyó, frase por frase, el texto de sus indicaciones metagnómicas. Las contestaciones que obtuvo fueron indecisas, faltas. de precisión y ne-gativas en su mayoría. Esta segunda prueba, así como la prim*a, fué juzgada por él y por mí como un fracaso.

Para no dejar al público bajo la penosa impresión de una sesión completamente estéril, el señór Forthuny hizo, como otras veces, algunos ensayos al azar entre la asistencia. Dieron unos resultados que siento no poder repetir, porque la señorita taquígrafa, por causa del ruido de las conversaciones, no pudo consignar exacta-mente las palabras pronunciadas, y, además, porque ninguna de las personas a quienes F. se dirigió ha vuel-to después a aportar indicaciones comparativas preci-sas. Desmoralizado por estos fracasos y molesto ante un público demasiado numeroso, Forthuny se detuvo excusándose de haber dado por primera vez un espec-táculo de impotencia.

Todo el mundo salió con el convencimiento de que un fracaso completo había castigado la audacia de For-tiiuny, audacia que había provocado yo

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gundo juego de cartones. Así fué señalada la silla 52. No se le hizo ninguna señal. La señorita estenográfica apuntó el número en su cuaderno.

Forthuny, 8nterado del programa de las pruebas y ce-locado ante las sillas, quedó en la sala vacía con la se-ñorita y mi secretaria.

A las catorce y veinte F. salió de la sala de sesiones, habiendo terminado su trabajo.

La secretaria y la señorita se dirigieron a las oficinas del segundo piso para dactilografiar la taquigrafía. No se comunicaron con nadie hasta después de empezada la sesión.

Ni el señor Forthuny ni yo, desde las catorce veinte hasta las diez y seis, tuvimos contacto alguno con nin-gún concurrente.

A las diez y seis entramos en la sala de sesiones con el texto dactilografiado. Trescientas personas aproxi-madamente se hallaban reunidas. Las puse al corriente de las pruebas intentadas e hice la lectura del primer ensayo.

Hallé la silla 52, ocupada por una señora conocida mía. Los veinte primeros renglones de mi lectura fueron aogidos por ella con señales negativas. En ese mo-mento, un señor sentado en la tercera silla a su izquier-da dió ¡nuestras de una ansiedad tan grande, que temí un sincope y rogué que lo sacaran fuera. Se levantó di-ciendo que su turbación tenía por causa lo que acababa de oír, que le concernía de un modo indiscutible. Le pregunté si podía decir en público a qué realidades de su vida correspondían las indicaciones aportadas por Forthuny. Trató de complacerme con tal desorden de ideas, que creí hallarme en presencia de un desequili-brado. Esto me hizo apresurar la lectura de la continua-ción del texto, deteniéndome de cuando en cuando para preguntar a la asistencia si alguien podría atribuirse su significado. Nadie se dió por aludido, salvo el señor en cuestión, cada vez más emocionado, y que, dando repe-

tidas señales de aquiescencia, se esforzó por fin en ex-plicar por qué se consideraba objeto de esta prueba. Su turbación era tan grande que sus palabras produjeron a todos cuantos le oyeron la misma idea que me había asaltado a luí. Deseando terminar este incidente, que parecía burlesco, Forthuny y yo dimos por fracasada esta primera prueba.

Puse entonces en manos del doctor C. la cesta con-teniendo el segundo juego de números (de donde se ex-trajo el 52) y le rogué que sacara uno. Salió el 77.

La silla señalada con talnúmero estaba ocupada por una señora, junto a la cual estaba su marido. Esto lo su-pimos después. Forthuny leyó, frase por frase, el texto de sus indicaciones metagnómicas. Las contestaciones que obtuvo fueron indecisas, faltas. de precisión y ne-gativas en su mayoría. Esta segunda prueba, así como la prim*a, fué juzgada por él y por mí como un fracaso.

Para no dejar al público bajo la penosa impresión de una sesión completamente estéril, el señór Forthuny hizo, como otras veces, algunos ensayos al azar entre la asistencia. Dieron unos resultados que siento no poder repetir, porque la señorita taquígrafa, por causa del ruido de las conversaciones, no pudo consignar exacta-mente las palabras pronunciadas, y, además, porque ninguna de las personas a quienes F. se dirigió ha vuel-to después a aportar indicaciones comparativas preci-sas. Desmoralizado por estos fracasos y molesto ante un público demasiado numeroso, Forthuny se detuvo excusándose de haber dado por primera vez un espec-táculo de impotencia.

Todo el mundo salió con el convencimiento de que un fracaso completo había castigado la audacia de For-tiiuny, audacia que había provocado yo

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148 DR. FUCENE OSTY

Al siguiente día, el 20 de mayo, fecha señalada por mí para recibir, vi con irritación que entraba en mi ófi-cina el señor tan turbado la víspera, y cuando yo espe-raba oír palabras confusas y sin fundamento, vi extra-ñado que me hallaba ante un hombre que se expresaba pausada y claramente y persiguiendo rectamente la idea.

—Me excusará—dijo—por no haber tenido ayer la san-gre fría que requería una experiencia tan interesante y en presencia de tanta gente; pero cuando me di cuenta de que las revelaciones de Forthuny me concernían y hube comprendido que iba a hacer públicos terribles in-cidentes de mi vida, sentí un alocamiento indescripti-ble recordando acontecimientos dolorosos y pensando que debería, en conciencia, decir, ante todo, que era verdad y por qué lo era. Mi emoción fué tan grande que quise hacer comprender la sinceridad de las palabras de Forthuny y no pude coordinar mis ideas. He debido pare-cer un loco. No se podrá usted imaginar mi sentimiento cuando, sin tener en cuenta mis palabras y mis gestos, dicho señor y usted consideraron la experiencia como un fracaso. Fué, al contrario, un éxito señalado. He ve-nido para confiarle la verdad y hoy tengo el suficiente dominio sobre mí mismo para explicarme debidamente.

Propuse al señor X. la lectura, frase por frase, de la estenodactilografía de la sesión anterior que a él se re-feria (primera prueba) para que me confiara la relación de cada una con la realidad.

«—Me presto gustoso a ello—me respondió—, pues a eso he venido. Pero ganaríamos mucho tiempo si de an-temano le pusiera al corriente de lo que precisa usted saber sobre mi vida íntima, porque en ello está la clave de lo dicho por el señor Fortliuny.

»Estoy casado. Mi mujer y yo no podíamos entender-nos. No tuvimos hijos, y desde hace quince años apro-ximadamente la apariencia de una vida común oculta una realidad en la que nuestros respectivos sentimien.

UNA FACULTAD DI CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 149

tos nos separan. No encontrando en mi hogar la afec-ción que podía esperar, sucedió que la encontré en otra parte. Se trata de una joven prima mía. Hace más de cuatro años ésta puso en el mundo un niño, un hermoso chiquillo que en lo físico como en lo moral se desarrolló antes de lo corriente. He aquí su retrato (1). Con gran diplomacia en ocasión tan delicada, llegué de etapa en etapa a confesar a mi mujer, con quien vivía siem-pre y con quien sigo viviendo todavía, la maternidad de nuestra prima, mi deseo de que su hijo viniera a menudo a mi casa, y, por último, acabé por decirle que yo era el padre. Aquel niño, bello, tan afectuoso y notablemente inteligente, era mi vida entera. Hace nn mes murió y esto ha sido para mi un golpe espantoso. Lea las palabras del señor Forthuny; las comprenderá usted ahora, y yo le añadiré las explicaciones que ne- cesite. »

He aquí lo que fueron las indicaciones del señor For- thuny y su correspondencia con la realidad confiada (2).

Texto F.—Es triste confesar que se ha perdido mucho tiempo, demasiado tiempo, extraviado en un falso con-cepto de la enfermedad que padecía ese pobre enfermo. Hay un verdadero error de diagnóstico, causa de la agra-vación y responsable de inevitables cónsecuencías... Bas-taba con verlo respirar para comprender que su mal no era el que se suponía. Son éstas las crueles experiencias de las que tardíamente se reconoce el error.

El señor X.—Al comenzar marzo de 1926, atacó a mi hijo una enfermedad eruptiva para la que se me aconse-jó lo llevara a la consulta del hospital B. Se le diagnos-

(1) El retrato justificaba plenamente la aseveración del padre en cuanto al aspecto físico.

(2) Cuanto sigue en itálica es el texto que leí en pú-blico el 19 de mayo.

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148 DR. FUCENE OSTY

Al siguiente día, el 20 de mayo, fecha señalada por mí para recibir, vi con irritación que entraba en mi ófi-cina el señor tan turbado la víspera, y cuando yo espe-raba oír palabras confusas y sin fundamento, vi extra-ñado que me hallaba ante un hombre que se expresaba pausada y claramente y persiguiendo rectamente la idea.

—Me excusará—dijo—por no haber tenido ayer la san-gre fría que requería una experiencia tan interesante y en presencia de tanta gente; pero cuando me di cuenta de que las revelaciones de Forthuny me concernían y hube comprendido que iba a hacer públicos terribles in-cidentes de mi vida, sentí un alocamiento indescripti-ble recordando acontecimientos dolorosos y pensando que debería, en conciencia, decir, ante todo, que era verdad y por qué lo era. Mi emoción fué tan grande que quise hacer comprender la sinceridad de las palabras de Forthuny y no pude coordinar mis ideas. He debido pare-cer un loco. No se podrá usted imaginar mi sentimiento cuando, sin tener en cuenta mis palabras y mis gestos, dicho señor y usted consideraron la experiencia como un fracaso. Fué, al contrario, un éxito señalado. He ve-nido para confiarle la verdad y hoy tengo el suficiente dominio sobre mí mismo para explicarme debidamente.

Propuse al señor X. la lectura, frase por frase, de la estenodactilografía de la sesión anterior que a él se re-feria (primera prueba) para que me confiara la relación de cada una con la realidad.

«—Me presto gustoso a ello—me respondió—, pues a eso he venido. Pero ganaríamos mucho tiempo si de an-temano le pusiera al corriente de lo que precisa usted saber sobre mi vida íntima, porque en ello está la clave de lo dicho por el señor Fortliuny.

»Estoy casado. Mi mujer y yo no podíamos entender-nos. No tuvimos hijos, y desde hace quince años apro-ximadamente la apariencia de una vida común oculta una realidad en la que nuestros respectivos sentimien.

UNA FACULTAD DI CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 149

tos nos separan. No encontrando en mi hogar la afec-ción que podía esperar, sucedió que la encontré en otra parte. Se trata de una joven prima mía. Hace más de cuatro años ésta puso en el mundo un niño, un hermoso chiquillo que en lo físico como en lo moral se desarrolló antes de lo corriente. He aquí su retrato (1). Con gran diplomacia en ocasión tan delicada, llegué de etapa en etapa a confesar a mi mujer, con quien vivía siem-pre y con quien sigo viviendo todavía, la maternidad de nuestra prima, mi deseo de que su hijo viniera a menudo a mi casa, y, por último, acabé por decirle que yo era el padre. Aquel niño, bello, tan afectuoso y notablemente inteligente, era mi vida entera. Hace nn mes murió y esto ha sido para mi un golpe espantoso. Lea las palabras del señor Forthuny; las comprenderá usted ahora, y yo le añadiré las explicaciones que ne- cesite. »

He aquí lo que fueron las indicaciones del señor For- thuny y su correspondencia con la realidad confiada (2).

Texto F.—Es triste confesar que se ha perdido mucho tiempo, demasiado tiempo, extraviado en un falso con-cepto de la enfermedad que padecía ese pobre enfermo. Hay un verdadero error de diagnóstico, causa de la agra-vación y responsable de inevitables cónsecuencías... Bas-taba con verlo respirar para comprender que su mal no era el que se suponía. Son éstas las crueles experiencias de las que tardíamente se reconoce el error.

El señor X.—Al comenzar marzo de 1926, atacó a mi hijo una enfermedad eruptiva para la que se me aconse-jó lo llevara a la consulta del hospital B. Se le diagnos-

(1) El retrato justificaba plenamente la aseveración del padre en cuanto al aspecto físico.

(2) Cuanto sigue en itálica es el texto que leí en pú-blico el 19 de mayo.

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150 DR. EUGENEOSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUIRArORMAT. 151

ticó varicela, y me hicieron dejarlo allí. Cuando se res-tablecía de esta leve dolencia se vió atacado de alta fiebre y de disnea. Se le cambió de hospital. Durante cinco días no supieron qué diagnóstico hacerle. Aca-baron por hablar de sarampión y de escarlatina. Cesaba esta última enfermedad, y me disponía a llevármelo, cuando recayó bruscamente. Hablaron de mil cosas, opinaron sobre difteria y otras enfermedades, pero el niño ha muerto el 16 de abril, y según me dijeron des-pués de su fallecimiento, de congestión pulmonar.

Texto F.—Ma, m... a... como un principio de cierto nombre.

El señor X.—No sé a qué puede referirse (1).

Se recomienda a la persona que ocupa esta silla que abandone, si no es ya muy tarde para ello, la actitud sis-temáticamente fría que adopta con respecto a los demás y que comprenda que las cosas de la vida no pueden de ningún modo solucionarse con silencio y enojo, y que el resultado de un problema de paz deseable para unos y otros no puede conseguirse más que con una franca ex-plicación. Ya dura demasiado este estado de incompren-sión recíproca, y, dicho sea entre paréntesis, si se recor-dara al niño más frecuentemente, sí se afrontara recta-mente y con franqueza este asunto tan penoso, se vería con extrañeza cuantas atenuantes aportadas por el tiem-po Izan hecho reaccionar a la razón y cuantos arreglos podrían resolver esta dificultad pendiente entre dos o tres criaturas.

El señor X.—Yo únicamente puedo comprender la

(1) Más adelante se leerá que Ma es el principio de un nombre que será dado entero más adelante (Marga-rita) y que se relaciona con las indicaciones que siguen inmediatamente.

Inverosímil exactitud de esas palabras porque son el resumen de toda mi vida íntima actual. Comprendo que no podré poner al alcance de ustedes más que una par-te de su prodigiosa verdad. La falta de afecto entre mi mujer y yo, varios incidentes de rol vida, y, por último, la confesión de paternidad fuera del matrimonio, habían creado una atmósfera conyugal que puede usted ima-ginar. A los sentimientos, agresivos unas veces y Con-ciliadores otras, de ini mujer he opuesto la actitud siste-máticamente fría y distanciada que señala el señor For-thuny. He rehuido toda explicación. Pero sucede que desde la muerte del niño, mi mujer, enternecida sin duda por una angustia moral, parece transformarse. Es muy posible que si tuviera con ella una franca explicación sobre la situación nuestra, resultarla, como dice el se-ñor Forthuny, una solución para la dificultad pendiente entre dos o tres criaturas. Dos criaturas, mi mujer y yo. Tres criaturas, mi mujer, mi prima y yo. ¡Qué precisión! ¡Cuántas cosas en tan pocas palabras para mi pen-samiento!

Texto F.—No se preocupe por su pesadez de cabeza, que sin impedir su trabajo material ha sido lo suficiente para llegar a alarmarle un poco. En lo que se refiere a su salud, tanto desde el punto de vista cerebral como físico, no debe usted olvidar que hay en cito un accidente pura-mente fisiológico en el que la psiquis no interviene para nada y cuyo origen proviene de una mala circulación unido a los efectos de una antigua enfermedad de estó-mago, reflejo de un estado nervioso.

El señor X.—En 1918, durante la guerra, estuve en tratamiento durante mucho tiempo por una úlcera de estómago con espasmos del píloro. Una evacuación ur-gente de todo el hospital impidió que se me operara. La

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150 DR. EUGENEOSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUIRArORMAT. 151

ticó varicela, y me hicieron dejarlo allí. Cuando se res-tablecía de esta leve dolencia se vió atacado de alta fiebre y de disnea. Se le cambió de hospital. Durante cinco días no supieron qué diagnóstico hacerle. Aca-baron por hablar de sarampión y de escarlatina. Cesaba esta última enfermedad, y me disponía a llevármelo, cuando recayó bruscamente. Hablaron de mil cosas, opinaron sobre difteria y otras enfermedades, pero el niño ha muerto el 16 de abril, y según me dijeron des-pués de su fallecimiento, de congestión pulmonar.

Texto F.—Ma, m... a... como un principio de cierto nombre.

El señor X.—No sé a qué puede referirse (1).

Se recomienda a la persona que ocupa esta silla que abandone, si no es ya muy tarde para ello, la actitud sis-temáticamente fría que adopta con respecto a los demás y que comprenda que las cosas de la vida no pueden de ningún modo solucionarse con silencio y enojo, y que el resultado de un problema de paz deseable para unos y otros no puede conseguirse más que con una franca ex-plicación. Ya dura demasiado este estado de incompren-sión recíproca, y, dicho sea entre paréntesis, si se recor-dara al niño más frecuentemente, sí se afrontara recta-mente y con franqueza este asunto tan penoso, se vería con extrañeza cuantas atenuantes aportadas por el tiem-po Izan hecho reaccionar a la razón y cuantos arreglos podrían resolver esta dificultad pendiente entre dos o tres criaturas.

El señor X.—Yo únicamente puedo comprender la

(1) Más adelante se leerá que Ma es el principio de un nombre que será dado entero más adelante (Marga-rita) y que se relaciona con las indicaciones que siguen inmediatamente.

Inverosímil exactitud de esas palabras porque son el resumen de toda mi vida íntima actual. Comprendo que no podré poner al alcance de ustedes más que una par-te de su prodigiosa verdad. La falta de afecto entre mi mujer y yo, varios incidentes de rol vida, y, por último, la confesión de paternidad fuera del matrimonio, habían creado una atmósfera conyugal que puede usted ima-ginar. A los sentimientos, agresivos unas veces y Con-ciliadores otras, de ini mujer he opuesto la actitud siste-máticamente fría y distanciada que señala el señor For-thuny. He rehuido toda explicación. Pero sucede que desde la muerte del niño, mi mujer, enternecida sin duda por una angustia moral, parece transformarse. Es muy posible que si tuviera con ella una franca explicación sobre la situación nuestra, resultarla, como dice el se-ñor Forthuny, una solución para la dificultad pendiente entre dos o tres criaturas. Dos criaturas, mi mujer y yo. Tres criaturas, mi mujer, mi prima y yo. ¡Qué precisión! ¡Cuántas cosas en tan pocas palabras para mi pen-samiento!

Texto F.—No se preocupe por su pesadez de cabeza, que sin impedir su trabajo material ha sido lo suficiente para llegar a alarmarle un poco. En lo que se refiere a su salud, tanto desde el punto de vista cerebral como físico, no debe usted olvidar que hay en cito un accidente pura-mente fisiológico en el que la psiquis no interviene para nada y cuyo origen proviene de una mala circulación unido a los efectos de una antigua enfermedad de estó-mago, reflejo de un estado nervioso.

El señor X.—En 1918, durante la guerra, estuve en tratamiento durante mucho tiempo por una úlcera de estómago con espasmos del píloro. Una evacuación ur-gente de todo el hospital impidió que se me operara. La

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úlcera se curó al fin, pero mi estómago ha quedado bajo Este proyecto no se puede realizar sin la colabora-

> la acción de una nervosidad excesiva. ción financiera de las personas de mi familia que han Toda emoción repercute en él hasta el extremo de de vivir conmigo. La madre de mi prima no parecía en

causarme dolores. Quizás sea ése el motivo de mi tur- : un principio dispuesta a ello. Ahora acepta. YY ' bación durante la sesión de ayer. Siento a menudo pe-

debe usted des- sadez de cabeza. Después de la muerte del niño llegó a Texto F.—Como primera providencia alarmarme ese estado, que muchas veces me impedía echar la angustia permanente que ha hecho presa en trabajar. ' usted, después de una muerte cuyos efectos fueron cam-

biar el aspecto de las cosas y la mentalidad de las per- Texto F.—Pedro, y por asimilación la palabra pie. sonas; angustia que no le permite observar las intencio-

dra (1), que puede designar una persona, me parece tam- nes secretas de alguna en la que podría usted hallar, si bién poder designar un proyecto que pudiéramos llamar obrase con ella de un modo más resuelto y claro, prime- «monumental», comenzado a realizar y detenido brusca- ro, un apoyo; segundo, el modo de librarse de esta pre- mente en su construcción, como obra abandonada en un ocupación sorda y penosa... taller, que tiene usted intención de continuar, y que for- Margarita... zosamente habrá usted de proseguir si no quiere que se hundan todas las primeras construcciones sobre las que El señor X.—Cuánto sentido tiene esto para mí! Des- primitivamente pensó usted apoyarlo... Apresúrese. Apro- pués de la muerte del niño resolví divorciarme, pero veche una feliz y nueva disposición sentimental en los noto tal variación en el modo de ser de mi mujer, ahora que en tiempos pensó usted que fuesen sus colaboradores tranquila y bondadosa, que ya no sé qué resolver. Ella y que ahora, sin demostrarlo, parecen más inclinados que misma acaba de pedir una entrevista a mi prima, madre antes a servirle. del niño. Imagino que con buena intención. Pronto se

El. extraña señor X. —Es extrana esta presentación hecha por ¿Margarita? Es el nombre de mi mujer. Forthuny de un nuevo aspecto de cosas ligadas a todo Recuerde usted la sesión de ayer, en el momento en el resto. Vivo en París; hace algún tiempo tengo proyec- que leía usted esos párrafos, sin dar ninguna importan- tado la adquisición de un terreno y la edificación de una cia ni usted ni los concurrentes a mis afirmaciones casa en los alrededores para vivirla con mi prima, su inconscientes; recuerde usted, repito, que al tratar de

desarrollo, hermana, la hija de esta última y su madre. Mi inten- explicar cosas imposibles por su excesivo ción era separarme de mi mujer por el divorcio, me desplomé sobre mi silla. Es el nombre Margarita lo

La semana pasada he sostenido conversaciones para que me anonadó, porque precisaba tan concisamente tratar de la compra de una casa. Han sido interrumpi- mi vida sentimental que perdí la cabeza. das. No se ha decidido nada. Sólo conversaciones.

Texto F.—Lo que sorprende en usted es el sentimiento (I) Téngase en cuenta que piedra y Pedro son pala- de frialdad, de reserva, un modo organizado y natural

bras homónimas en francés.—(N. de la 7'.) de recogerse, no dejándose captar ni por las muestras de

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úlcera se curó al fin, pero mi estómago ha quedado bajo Este proyecto no se puede realizar sin la colabora-

> la acción de una nervosidad excesiva. ción financiera de las personas de mi familia que han Toda emoción repercute en él hasta el extremo de de vivir conmigo. La madre de mi prima no parecía en

causarme dolores. Quizás sea ése el motivo de mi tur- : un principio dispuesta a ello. Ahora acepta. YY ' bación durante la sesión de ayer. Siento a menudo pe-

debe usted des- sadez de cabeza. Después de la muerte del niño llegó a Texto F.—Como primera providencia alarmarme ese estado, que muchas veces me impedía echar la angustia permanente que ha hecho presa en trabajar. ' usted, después de una muerte cuyos efectos fueron cam-

biar el aspecto de las cosas y la mentalidad de las per- Texto F.—Pedro, y por asimilación la palabra pie. sonas; angustia que no le permite observar las intencio-

dra (1), que puede designar una persona, me parece tam- nes secretas de alguna en la que podría usted hallar, si bién poder designar un proyecto que pudiéramos llamar obrase con ella de un modo más resuelto y claro, prime- «monumental», comenzado a realizar y detenido brusca- ro, un apoyo; segundo, el modo de librarse de esta pre- mente en su construcción, como obra abandonada en un ocupación sorda y penosa... taller, que tiene usted intención de continuar, y que for- Margarita... zosamente habrá usted de proseguir si no quiere que se hundan todas las primeras construcciones sobre las que El señor X.—Cuánto sentido tiene esto para mí! Des- primitivamente pensó usted apoyarlo... Apresúrese. Apro- pués de la muerte del niño resolví divorciarme, pero veche una feliz y nueva disposición sentimental en los noto tal variación en el modo de ser de mi mujer, ahora que en tiempos pensó usted que fuesen sus colaboradores tranquila y bondadosa, que ya no sé qué resolver. Ella y que ahora, sin demostrarlo, parecen más inclinados que misma acaba de pedir una entrevista a mi prima, madre antes a servirle. del niño. Imagino que con buena intención. Pronto se

El. extraña señor X. —Es extrana esta presentación hecha por ¿Margarita? Es el nombre de mi mujer. Forthuny de un nuevo aspecto de cosas ligadas a todo Recuerde usted la sesión de ayer, en el momento en el resto. Vivo en París; hace algún tiempo tengo proyec- que leía usted esos párrafos, sin dar ninguna importan- tado la adquisición de un terreno y la edificación de una cia ni usted ni los concurrentes a mis afirmaciones casa en los alrededores para vivirla con mi prima, su inconscientes; recuerde usted, repito, que al tratar de

desarrollo, hermana, la hija de esta última y su madre. Mi inten- explicar cosas imposibles por su excesivo ción era separarme de mi mujer por el divorcio, me desplomé sobre mi silla. Es el nombre Margarita lo

La semana pasada he sostenido conversaciones para que me anonadó, porque precisaba tan concisamente tratar de la compra de una casa. Han sido interrumpi- mi vida sentimental que perdí la cabeza. das. No se ha decidido nada. Sólo conversaciones.

Texto F.—Lo que sorprende en usted es el sentimiento (I) Téngase en cuenta que piedra y Pedro son pala- de frialdad, de reserva, un modo organizado y natural

bras homónimas en francés.—(N. de la 7'.) de recogerse, no dejándose captar ni por las muestras de

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simpatía ni las de apasionamiento, dejas cuales des- ficiente para desear la muerte, o por lo menos la des- con/la usted siempre, ni por la emoción, sea cual sea. De gracia. este modo encontraría usted su verdadero temperamento v lo demuestra su deseo de saltar las vallas con que as- El señor X.—Esto se refiere a mi mujer. Odiaba al ted mismo se rodea para cedez a un impulso que esta vez niño. Durante su enfermedad gozó de esa desgracia y proviene de usted y cuyo objeto puede ser discietamente ¡ no se recataba de decirme: « Quisiera que se muriera; se- designado por la letra L... ría tu castigo.» ¿Pensará ella acaso en revisar ese sen-

timiento de odio contra la madre y contra mí? Su nueva El señor X.—Observando el reciente cambio de sentí- actitud, haciéndola mejor hacia mí, y la entrevista pe-

mientos de mi mujer, he transigido, y comprendo muy dida a mi prima me lo hacen esperar así. bien que una variación más señalada en su modo de ser me obligaría quizás a rogarle la organización de una vida familiar menos penosa. Texto F.—Es usted felicitado, y es un anciano el que

La letra L. es lo que no entiendo, ha debido recibir, aunque confusas, algunas confidencias suyas sobre este asunto, y se le felicita, repito, por su

Texto F.—Rechace usted la pena que ha sentido por vuelta a sentimientos mejor equilibrados. Primero, en lo que concierne al objeto de una pasión que está ahora muy una criaturita cuyo hombro estaba deformado: ya sabe

usted que le ha sucedido lo mejor que pudo ocurrirle. No lejos de usted. Segundo, en lo que se refiere a unq especie

ignora usted que por muchas razones la felicidad le esta- de corriente espiritual, que sin ser mística en el sentido religioso de la palabra, se orientaba hacia una credu- ba vedada en la tierra... ¿Luis... Luisa el Jura2 lidad que daba a la hipótesis del milagro una importan-

El señor X.—Mi hijo no tuvo nunca el hombro defor- cia mayor de la que la razón señala. Ha realizado usted con ello un trabajo de enderezamiento moral laudable

mado, por lo menos no me fijé; lo que sí tuvo cuando más pequeño fué un asomo de raquitismo, solamente del

que ha contribuido en el orden familiar a una modifica-

lado izquierdo. Cuando corría no lo hacía derecho ción de actitud no menos laudable.

como los demás niños; parecía cojear. En cuanto a la afirmación de Forthuny que la muer- El señor X.—¿A qué anciano he hecho confidencias?

te del niño era lo mejor que podía sucederle, porque en No recuerdo. De las tres indicaciones que contiene este

el mundo no había de gozar de ninguna felicidad, no la párrafo, una es falsa porque no he tenido ninguna pa. comprendo ni la creo. sión por nadie que esté lejos de mí. La segunda puede

Luis era su nombre. referirse a una corriente de pensamientos que me ha

¿Luisa y el Jura? Por ahora carecen de sentido, atraído después de la lectura de Allan Kardec, y me ima- gino que esa literatura, que sé leída por mi mujer en los

Texto F.—Importa revisar inmediatamente, y creo que libros que abandono sobre mi mesa, ha podido contri-

en ello se piensa, un sentimiento de odio que no es le- buir a modificar su actitud, lo cual darla cierto sentido a gitimo. Cierto que ha habido ofensa. Pero esto no es su- la tercera indicación,

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simpatía ni las de apasionamiento, dejas cuales des- ficiente para desear la muerte, o por lo menos la des- con/la usted siempre, ni por la emoción, sea cual sea. De gracia. este modo encontraría usted su verdadero temperamento v lo demuestra su deseo de saltar las vallas con que as- El señor X.—Esto se refiere a mi mujer. Odiaba al ted mismo se rodea para cedez a un impulso que esta vez niño. Durante su enfermedad gozó de esa desgracia y proviene de usted y cuyo objeto puede ser discietamente ¡ no se recataba de decirme: « Quisiera que se muriera; se- designado por la letra L... ría tu castigo.» ¿Pensará ella acaso en revisar ese sen-

timiento de odio contra la madre y contra mí? Su nueva El señor X.—Observando el reciente cambio de sentí- actitud, haciéndola mejor hacia mí, y la entrevista pe-

mientos de mi mujer, he transigido, y comprendo muy dida a mi prima me lo hacen esperar así. bien que una variación más señalada en su modo de ser me obligaría quizás a rogarle la organización de una vida familiar menos penosa. Texto F.—Es usted felicitado, y es un anciano el que

La letra L. es lo que no entiendo, ha debido recibir, aunque confusas, algunas confidencias suyas sobre este asunto, y se le felicita, repito, por su

Texto F.—Rechace usted la pena que ha sentido por vuelta a sentimientos mejor equilibrados. Primero, en lo que concierne al objeto de una pasión que está ahora muy una criaturita cuyo hombro estaba deformado: ya sabe

usted que le ha sucedido lo mejor que pudo ocurrirle. No lejos de usted. Segundo, en lo que se refiere a unq especie

ignora usted que por muchas razones la felicidad le esta- de corriente espiritual, que sin ser mística en el sentido religioso de la palabra, se orientaba hacia una credu- ba vedada en la tierra... ¿Luis... Luisa el Jura2 lidad que daba a la hipótesis del milagro una importan-

El señor X.—Mi hijo no tuvo nunca el hombro defor- cia mayor de la que la razón señala. Ha realizado usted con ello un trabajo de enderezamiento moral laudable

mado, por lo menos no me fijé; lo que sí tuvo cuando más pequeño fué un asomo de raquitismo, solamente del

que ha contribuido en el orden familiar a una modifica-

lado izquierdo. Cuando corría no lo hacía derecho ción de actitud no menos laudable.

como los demás niños; parecía cojear. En cuanto a la afirmación de Forthuny que la muer- El señor X.—¿A qué anciano he hecho confidencias?

te del niño era lo mejor que podía sucederle, porque en No recuerdo. De las tres indicaciones que contiene este

el mundo no había de gozar de ninguna felicidad, no la párrafo, una es falsa porque no he tenido ninguna pa. comprendo ni la creo. sión por nadie que esté lejos de mí. La segunda puede

Luis era su nombre. referirse a una corriente de pensamientos que me ha

¿Luisa y el Jura? Por ahora carecen de sentido, atraído después de la lectura de Allan Kardec, y me ima- gino que esa literatura, que sé leída por mi mujer en los

Texto F.—Importa revisar inmediatamente, y creo que libros que abandono sobre mi mesa, ha podido contri-

en ello se piensa, un sentimiento de odio que no es le- buir a modificar su actitud, lo cual darla cierto sentido a gitimo. Cierto que ha habido ofensa. Pero esto no es su- la tercera indicación,

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156 DR. RUCENE OSTY

Texto F.—No sé definir el trabajo que tiene usted em-pezado, trabajo in/errumpido reanudado; ¿es una repe-tición de la idea de construcción de que le hablé antes? Ello es que, pensando en la oportunidad de continuarlo, hágame la justicia de conocer que al hacerlo mañana mismo le dará usted un aspecto muy distinto del que en un principio había previsto.

El señor X.—El cambio de sentimientos en mi mu-jer, cosa que hoy me parece ya muy imposible, variaría necesariamente mis proyectos. Yo desistiría de aban-donarla, y para la casa también desistiría de la colabo-ración con los miembros de mi familia, de los que ya he hablado. Lo que de mis proyectos pueda resultar lo descubrirá el porvenir.

Texto F.—Este es el resultado de una gran evolución filosófica que a espaldas suyas se ha producido en su casa a consecuencia de acontecimientos decisivos de los cuales tuvo conocimiento.

El señor X.—Hay un hecho innegable, y es que desde hace algún tiempo la lectura de ciertos libros filosófi-cos, y particularmente obras de Allan Kardec, me han convertido en más generoso y más bondadoso para con mi mujer...

Texto F.—En el orden estrictamente material, le veo a usted en breve preocupado por un cambio de residencia; no me atrevo a decir de piso porque me figuro sea algo más decisivo, traslado de una ciudad a oft a, para entrar, ann que usted crea lo contrario, en el bullicio más que en la quietud. La experiencia se lo demostrará.

El señor X.—Estoy, en efecto, actualmente, según ya le he dicho, preocupado, no solamente con el cambio de domicilio, sino también del de residencia, puesto que

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 157

proyectoabandonar París por sus arrabales. Mi deseo es escoger un lugar silencioso, y si se me ocurriera ha- bitar en el bullicio, según dice F., me causaría gran extrañeza.

Texto F.—En cuanto a su estado Jlsico, en primer la-gar no observo más que esa impresión de calor en la cabeza, acompañada de vértigos breves, pero angustio-sos. En segundo lugar, esa contracción en la región del píloro, a la que debe usted dedicar un intérés par-ticular.

El señor X.—Esto es completamente exacto. En cuan-to al píloro, tengo mis motivos para dedicarle un interés particular. Es el lugar donde repercute cualquier emo-ción, y yo soy un emotivo.

Efectuada esta confrontación de la producción me-tagnómica con la realidad, preguntéle al señor X qué causa le había llevado a aquella sesión de la 1. M. 1., y a sentarse allí.

—Ignoraba —respondió—las sesiones dadas por el se-ñor Forthuny. No había entrado nunca en el Instituto Metapsíquico. Después de una reciente reunión en el Club del Faubourg, en la que se había hablado de fenó-menos metapsíquicos y de las experiencias hechas con el señor Forthuny,una señora con la que entablé conver-sación me dijo que ella asistiría a la próxima sesión, y me animó a que la acompañara para continuar nuestra charla. Hacia las catorce llegué a la 1. M. 1.; el portero me dijo que estaba prohibido penetrar en la sala de sesiones. En vista de ello me quedé fuera, hasta las ca-torce y cuarenta aproximadamente; en este momento, viendo que varias personas entraban y no volvían a sa-lir, me introduje con un grupo recién llegado. Primera-mente tuve intención de sentarme en medio de la sala, en una silla que no puedo señalir, pero qiit rí que

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Texto F.—No sé definir el trabajo que tiene usted em-pezado, trabajo in/errumpido reanudado; ¿es una repe-tición de la idea de construcción de que le hablé antes? Ello es que, pensando en la oportunidad de continuarlo, hágame la justicia de conocer que al hacerlo mañana mismo le dará usted un aspecto muy distinto del que en un principio había previsto.

El señor X.—El cambio de sentimientos en mi mu-jer, cosa que hoy me parece ya muy imposible, variaría necesariamente mis proyectos. Yo desistiría de aban-donarla, y para la casa también desistiría de la colabo-ración con los miembros de mi familia, de los que ya he hablado. Lo que de mis proyectos pueda resultar lo descubrirá el porvenir.

Texto F.—Este es el resultado de una gran evolución filosófica que a espaldas suyas se ha producido en su casa a consecuencia de acontecimientos decisivos de los cuales tuvo conocimiento.

El señor X.—Hay un hecho innegable, y es que desde hace algún tiempo la lectura de ciertos libros filosófi-cos, y particularmente obras de Allan Kardec, me han convertido en más generoso y más bondadoso para con mi mujer...

Texto F.—En el orden estrictamente material, le veo a usted en breve preocupado por un cambio de residencia; no me atrevo a decir de piso porque me figuro sea algo más decisivo, traslado de una ciudad a oft a, para entrar, ann que usted crea lo contrario, en el bullicio más que en la quietud. La experiencia se lo demostrará.

El señor X.—Estoy, en efecto, actualmente, según ya le he dicho, preocupado, no solamente con el cambio de domicilio, sino también del de residencia, puesto que

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proyectoabandonar París por sus arrabales. Mi deseo es escoger un lugar silencioso, y si se me ocurriera ha- bitar en el bullicio, según dice F., me causaría gran extrañeza.

Texto F.—En cuanto a su estado Jlsico, en primer la-gar no observo más que esa impresión de calor en la cabeza, acompañada de vértigos breves, pero angustio-sos. En segundo lugar, esa contracción en la región del píloro, a la que debe usted dedicar un intérés par-ticular.

El señor X.—Esto es completamente exacto. En cuan-to al píloro, tengo mis motivos para dedicarle un interés particular. Es el lugar donde repercute cualquier emo-ción, y yo soy un emotivo.

Efectuada esta confrontación de la producción me-tagnómica con la realidad, preguntéle al señor X qué causa le había llevado a aquella sesión de la 1. M. 1., y a sentarse allí.

—Ignoraba —respondió—las sesiones dadas por el se-ñor Forthuny. No había entrado nunca en el Instituto Metapsíquico. Después de una reciente reunión en el Club del Faubourg, en la que se había hablado de fenó-menos metapsíquicos y de las experiencias hechas con el señor Forthuny,una señora con la que entablé conver-sación me dijo que ella asistiría a la próxima sesión, y me animó a que la acompañara para continuar nuestra charla. Hacia las catorce llegué a la 1. M. 1.; el portero me dijo que estaba prohibido penetrar en la sala de sesiones. En vista de ello me quedé fuera, hasta las ca-torce y cuarenta aproximadamente; en este momento, viendo que varias personas entraban y no volvían a sa-lir, me introduje con un grupo recién llegado. Primera-mente tuve intención de sentarme en medio de la sala, en una silla que no puedo señalir, pero qiit rí que

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158 DR. LUCENE OSTY

ser muy cercana a la número :52. Finalmente me senté en una de las adosadas a la pared. Dos asientos me separaban de aquel que (según supe después) había servido para la experiencia de F. Uno de ellos lo reser-vé para la señora con quien estaba citado.

Era la primera vez que venía a la 1. M. 1. El señor F. y ye éramos totalmente desconocidos el uno para el otro.

En cuanto a la segunda prueba - metagnomia en sala vacía sobre una persona ulteriormente designada durante la sesión y por sorteo—, estimo inútil dar el texto completo de ella, porque no me es posible emitir ningún juicio sobre su valor.

La señora que ocupó la silla 77 sólo reconoció como aplicable a ella algunas indicaciones de las aportadas por F., precisamente las más abstractas.

Terminada la sesión, su marido, que ocupaba la silla 76, me rogó que le enviara el acta en lo concerniente a su mujer, agregando que alguna de las indicaciones para ella falsas le concernían a él.

He aquí, según su carta del 29 de mayo de 1926, la confrontación que hizo de una parte del texto del señor Forthuny con la realidad de su vida:

Texto F. —En la vida de la persona que ocupa esta silla existe la sensación de no poder progresar—es asun-to pretérito—. Por una parte, porque nota en si misma un obstáculo físico, obstáculo para el que no encuentro mejor comparación que la de suponerlo un enorme callo en la planta del pie que hiciera penosa la mar-cha... Esto es simbólico... Y por otra parte el temor de marchar en la sombra, hacia una especie de precipicio... Explicación del símbolo: una naturaleza muy poco deci-dida y audaz que se entrega más al destino que a si mis-ma, y, para colmo, muy desconfiada del destino por ha-ber sido herida más particularmente que otros...

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 159

Insistiendo sobre este punto, veo la muerte en plena juventud de cierta persona que le era tutelar, protectora, con la que creía poder contar. La muerte o la ruptura caprichosa de una promesa sentimental hecha durante su juventud por una persona... X..., y rota sin que aún hoy se conozcan las razones secretas...

La existencia de la persona que ocupa esta silla, no es sino un problema continuo, y a fe que no se puede decli que tiene suerte. Se puede afirmar, por el contrario, que es de aquellas para quien la suerte se muestra verdadera-mente esquiva, hasta en la animosidad que hacia ella muestra una persona cercana y que además no tiene para odiarla o contradecirla más razón que la de ser ella misma víctima de lo que pudiera llamarse una mala as-tralidad, una influencia deprimente que agría en ella sus mejores sentimientos, la convierten en una meloncólica irritable e injusta... Esta persona, nefasta al individuo que ocupa la silla, tiene la tez cetrina, aunque relativa-mente, como cambiante, sin que esto exprese por comple-to mi pensamiento...

Se habla un idioma extranjero que defino mal como lengua genuina porque acaso sea un patois intermedio entre dos lenguas completamente diferentes...

Cierta persona padece del hígado (no se trata de la persona que ocupara la silla, sino de otra que se rela-ciona con ella).

Carta del señor D.—'.Soy, en efecto, poco decidido, y a menudo carezco de audacia. Los incidentes de mi ju-ventud han tenido sobre mi carácter una tan enorme influencia que me han conducido a entregarme a menu-do al Destino, en el que tengo confianza, siempre que observe una conducta regular por todos conceptos, y me entregue al trabajo aplicando en definitiva este princi-pio: «Haz tu deber pase lo que pase». Esta confianza no es ilimitada y a la menor contrariedad experimento la

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158 DR. LUCENE OSTY

ser muy cercana a la número :52. Finalmente me senté en una de las adosadas a la pared. Dos asientos me separaban de aquel que (según supe después) había servido para la experiencia de F. Uno de ellos lo reser-vé para la señora con quien estaba citado.

Era la primera vez que venía a la 1. M. 1. El señor F. y ye éramos totalmente desconocidos el uno para el otro.

En cuanto a la segunda prueba - metagnomia en sala vacía sobre una persona ulteriormente designada durante la sesión y por sorteo—, estimo inútil dar el texto completo de ella, porque no me es posible emitir ningún juicio sobre su valor.

La señora que ocupó la silla 77 sólo reconoció como aplicable a ella algunas indicaciones de las aportadas por F., precisamente las más abstractas.

Terminada la sesión, su marido, que ocupaba la silla 76, me rogó que le enviara el acta en lo concerniente a su mujer, agregando que alguna de las indicaciones para ella falsas le concernían a él.

He aquí, según su carta del 29 de mayo de 1926, la confrontación que hizo de una parte del texto del señor Forthuny con la realidad de su vida:

Texto F. —En la vida de la persona que ocupa esta silla existe la sensación de no poder progresar—es asun-to pretérito—. Por una parte, porque nota en si misma un obstáculo físico, obstáculo para el que no encuentro mejor comparación que la de suponerlo un enorme callo en la planta del pie que hiciera penosa la mar-cha... Esto es simbólico... Y por otra parte el temor de marchar en la sombra, hacia una especie de precipicio... Explicación del símbolo: una naturaleza muy poco deci-dida y audaz que se entrega más al destino que a si mis-ma, y, para colmo, muy desconfiada del destino por ha-ber sido herida más particularmente que otros...

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Insistiendo sobre este punto, veo la muerte en plena juventud de cierta persona que le era tutelar, protectora, con la que creía poder contar. La muerte o la ruptura caprichosa de una promesa sentimental hecha durante su juventud por una persona... X..., y rota sin que aún hoy se conozcan las razones secretas...

La existencia de la persona que ocupa esta silla, no es sino un problema continuo, y a fe que no se puede decli que tiene suerte. Se puede afirmar, por el contrario, que es de aquellas para quien la suerte se muestra verdadera-mente esquiva, hasta en la animosidad que hacia ella muestra una persona cercana y que además no tiene para odiarla o contradecirla más razón que la de ser ella misma víctima de lo que pudiera llamarse una mala as-tralidad, una influencia deprimente que agría en ella sus mejores sentimientos, la convierten en una meloncólica irritable e injusta... Esta persona, nefasta al individuo que ocupa la silla, tiene la tez cetrina, aunque relativa-mente, como cambiante, sin que esto exprese por comple-to mi pensamiento...

Se habla un idioma extranjero que defino mal como lengua genuina porque acaso sea un patois intermedio entre dos lenguas completamente diferentes...

Cierta persona padece del hígado (no se trata de la persona que ocupara la silla, sino de otra que se rela-ciona con ella).

Carta del señor D.—'.Soy, en efecto, poco decidido, y a menudo carezco de audacia. Los incidentes de mi ju-ventud han tenido sobre mi carácter una tan enorme influencia que me han conducido a entregarme a menu-do al Destino, en el que tengo confianza, siempre que observe una conducta regular por todos conceptos, y me entregue al trabajo aplicando en definitiva este princi-pio: «Haz tu deber pase lo que pase». Esta confianza no es ilimitada y a la menor contrariedad experimento la

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160 DR. EUGENE OSTY UNA VACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 161

sensación de que todo me abandona, de un hundimien-to, como si cayera en un abismo.

'No solamente la dureza es para mí un símbolo de las dificultades en la marcha de mis negocios, sino también, y por desgracia, una realidad de la que he sufrido mu-cho. En muchas ocasiones ha sido para mí un obstácu-lo, que me impidió emprender asuntos que yo creía úti-les, y muy a menudo la idea de ejecutar algo fuera de mis costumbres se traducía al punto por una laxitud, y un gran sufrimiento en el pie izquierdo, que es donde tengo el callo.

»En cuanto a lo que fué mi juventud, helo aquí: Hijo de madre delicada, fui, a mi nacimiento, confiado a un ama. Por desgracia, cambié mucho de nodriza. Tales cambios me produjeron sufrimientos físicos. Mi madre murió cuando yo contaba cuatro años y hube entonces de sufrir los malos tratos de una madrastra hasta cumplir los siete años. A esa edad, por insistencia de un maestro de escuela, ingresé en un internado por cuenta de un solterón que se convirtió en mi protector y de quien podía esperarlo todo. Este protector murió siendo yo soldado. Llamado por su familia para la apertura del testamento, noté con sorpresa que no me nombraba en él. ¿A qué causa atribuir este olvido, mejor dicho, esta determinación con respecto a mí, sabiendo que me de-jaba en una, situación apurada y en distinto plano de vida que aquel a que me había habituado él mismo? No lo he sabido jamás. Agregaré que tampoco he trata-do de saberlo, entregándome una vez más a mi destino.

»Actualmente mi estrella me ha colocado en casa de otro solterón amigo mío que acaba de abandonar re-cientemente este mundo y que, no olvidándose de mí, me ha dejado también el encargo de arreglar su suce-sión, con un sujeto que me contradice a menudo y obra corrientemente en sentido opuesto al de su misión. Tie-nepor otra parte, un carácter no muy franco. Y se in-

dina a obrar siempre en oposición con las reglas y las costumbres. Su color es obscuro, hasta se puede decir que es cetrino, y además su esposa, inspiradora de la mayor parte de sus actos, habla el flamenco.

»La persona enferma del hígado soy yo. Acabo de cuidarme un principio de congestión hepática.»

Hagamos constar que las 32 líneas que expresan la indicación metagnórnica retenidas por el señor M. D. como refiriéndose a él, constituyen un párrafo continuo en el texto dactilogratiado de este segundo ensayo.

En cuanto a las 10 líneas que precedían ese párrafo y las 30 que le seguían, varias personas sentadas no lejos de la silla 77 han creído reconocer indicaciones que pu-dieran concernerles. Pero está muy diluido para que lo tengamos en cuenta.

Dada la gran importancia de las enseñanzas emana-das de esta clase de experiencias, nos proponemos en el año escolar próximo reproducirlas en el mayor nú-mero de veces posible y hacer de ellas el objeto de un especial estudio.

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160 DR. EUGENE OSTY UNA VACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 161

sensación de que todo me abandona, de un hundimien-to, como si cayera en un abismo.

'No solamente la dureza es para mí un símbolo de las dificultades en la marcha de mis negocios, sino también, y por desgracia, una realidad de la que he sufrido mu-cho. En muchas ocasiones ha sido para mí un obstácu-lo, que me impidió emprender asuntos que yo creía úti-les, y muy a menudo la idea de ejecutar algo fuera de mis costumbres se traducía al punto por una laxitud, y un gran sufrimiento en el pie izquierdo, que es donde tengo el callo.

»En cuanto a lo que fué mi juventud, helo aquí: Hijo de madre delicada, fui, a mi nacimiento, confiado a un ama. Por desgracia, cambié mucho de nodriza. Tales cambios me produjeron sufrimientos físicos. Mi madre murió cuando yo contaba cuatro años y hube entonces de sufrir los malos tratos de una madrastra hasta cumplir los siete años. A esa edad, por insistencia de un maestro de escuela, ingresé en un internado por cuenta de un solterón que se convirtió en mi protector y de quien podía esperarlo todo. Este protector murió siendo yo soldado. Llamado por su familia para la apertura del testamento, noté con sorpresa que no me nombraba en él. ¿A qué causa atribuir este olvido, mejor dicho, esta determinación con respecto a mí, sabiendo que me de-jaba en una, situación apurada y en distinto plano de vida que aquel a que me había habituado él mismo? No lo he sabido jamás. Agregaré que tampoco he trata-do de saberlo, entregándome una vez más a mi destino.

»Actualmente mi estrella me ha colocado en casa de otro solterón amigo mío que acaba de abandonar re-cientemente este mundo y que, no olvidándose de mí, me ha dejado también el encargo de arreglar su suce-sión, con un sujeto que me contradice a menudo y obra corrientemente en sentido opuesto al de su misión. Tie-nepor otra parte, un carácter no muy franco. Y se in-

dina a obrar siempre en oposición con las reglas y las costumbres. Su color es obscuro, hasta se puede decir que es cetrino, y además su esposa, inspiradora de la mayor parte de sus actos, habla el flamenco.

»La persona enferma del hígado soy yo. Acabo de cuidarme un principio de congestión hepática.»

Hagamos constar que las 32 líneas que expresan la indicación metagnórnica retenidas por el señor M. D. como refiriéndose a él, constituyen un párrafo continuo en el texto dactilogratiado de este segundo ensayo.

En cuanto a las 10 líneas que precedían ese párrafo y las 30 que le seguían, varias personas sentadas no lejos de la silla 77 han creído reconocer indicaciones que pu-dieran concernerles. Pero está muy diluido para que lo tengamos en cuenta.

Dada la gran importancia de las enseñanzas emana-das de esta clase de experiencias, nos proponemos en el año escolar próximo reproducirlas en el mayor nú-mero de veces posible y hacer de ellas el objeto de un especial estudio.

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CAPITULO IV

LAS ENSEÑANZAS EMANADAS DEL TRABAJO ME-

TAGNÓMICO EN PÚBLICO DEL SEÑOR FORTHUNY

ADA enseña, a quien ha estudiado en la práctica experimental otros numerosos

sujetos metagnomos, el trabajo del señor For-thuny ejecutado «ante público».

Sin embargo, la multiplicidad de incidentes psicológicos espontáneos durante las sesiones y su repetición incesante, realiza la confirma-ción, cada vez más acentuada, de algunas de las nociones adquiridas en otras ocasiones por obser-vaciones provocadas. Por otra parte, permite ex-plorar más rápidamente en algunas direcciones la extensión de la facultad de conocimiento su-pranormal y en modo más fuertemente demos-trativo que en la condición de metagnomia, con respecto a una sola persona. Así, pues, no ci-tando más que dos ejemplos recientes, diré que un instante bastó en la sesión del 24 de marzo

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164 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 165

de 1926 para asegurar que el psiquismo del se-ñor Forthuny es capaz, no solamente de poner-se en comunicación metagnómica a distancia con el psiquismo de una persona envuelta en el ambiente de doscientas más, sino de extraer de esta condición mejor producción que cuando se halla en presencia de una persona que emerge de entre los concurrentes. Asimismo, dos horas bastaron, el 21 de abril, para demostrar, con una experiencia sencilla y precisa, que el psiquismo humano es capaz de conocer el porvenir como lo hace del presente y del pasado.

Esta condición de trabajo metagnómico en público, a pesar de la minoración resultante, proporciona, siempre que se varíe y se oriente hacia fines explicativos y de exploración, mate-ria de estudio de mucho provecho. Voy a des-pejar del aparente caos en que se compenetran ciertas nociones de psicología metagnómicas que son fáciles de aclarar.

1. —De la calidad global de las sesiones.

Después de la lectura de las actas de las se-siones efectuadas en el 1. M. 1. por Forthuny, o mejor aún, después de haber asistido a las su-cesivas sesiones, se puede certificar que el valor

global de cada una de las efectuadas hasta hoy ha diferido mucho de las demás, y esto indepen-dientemente de la dificultad aparente de las ex-periencias propuestas

Aparte las múltiples causas conocidas, su-puestas o desconocidas que han determinado las oscilaciones cualitativas de las sesiones, se puede considerar que, en conjunto, la condi-ción de trabajo en público aminora la produc-ción metagnómica por dos motivos principales:

En primer lugar, las entradas y salidas, las di-versas manifestaciones de los concurrentes, im - presionando el oído y la vista de P. F., solicitan necesariamente su atención y hacen trabajar su inteligencia consciente al par que él se esfuerza en sujetarla a la subordinación pasiva necesa-ria al surgimiento informador que proviene de otro plano funcional del pensamiento. Esta dis-tracción perturbadora del trabajo ordinario de la inteligencia es aquí particularmente nefasta.

El segundo motivo de minoración del trabajo metagnómico consiste en la multiplicidad de concurrentes. A la emoción creada por el temor

• al fracaso, ante muchos espectadores, se añade el número de influencias psíquicas obrando al mismo tiempo sobre el psiquismo del señor For-thuny. Ignorando la psicofísica del pensamiento

• que subtiende la comunicación intermental, tan compleja, no podemos darnos una idea de lo que ocurre en las condiciones en que P F pone

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de 1926 para asegurar que el psiquismo del se-ñor Forthuny es capaz, no solamente de poner-se en comunicación metagnómica a distancia con el psiquismo de una persona envuelta en el ambiente de doscientas más, sino de extraer de esta condición mejor producción que cuando se halla en presencia de una persona que emerge de entre los concurrentes. Asimismo, dos horas bastaron, el 21 de abril, para demostrar, con una experiencia sencilla y precisa, que el psiquismo humano es capaz de conocer el porvenir como lo hace del presente y del pasado.

Esta condición de trabajo metagnómico en público, a pesar de la minoración resultante, proporciona, siempre que se varíe y se oriente hacia fines explicativos y de exploración, mate-ria de estudio de mucho provecho. Voy a des-pejar del aparente caos en que se compenetran ciertas nociones de psicología metagnómicas que son fáciles de aclarar.

1. —De la calidad global de las sesiones.

Después de la lectura de las actas de las se-siones efectuadas en el 1. M. 1. por Forthuny, o mejor aún, después de haber asistido a las su-cesivas sesiones, se puede certificar que el valor

global de cada una de las efectuadas hasta hoy ha diferido mucho de las demás, y esto indepen-dientemente de la dificultad aparente de las ex-periencias propuestas

Aparte las múltiples causas conocidas, su-puestas o desconocidas que han determinado las oscilaciones cualitativas de las sesiones, se puede considerar que, en conjunto, la condi-ción de trabajo en público aminora la produc-ción metagnómica por dos motivos principales:

En primer lugar, las entradas y salidas, las di-versas manifestaciones de los concurrentes, im - presionando el oído y la vista de P. F., solicitan necesariamente su atención y hacen trabajar su inteligencia consciente al par que él se esfuerza en sujetarla a la subordinación pasiva necesa-ria al surgimiento informador que proviene de otro plano funcional del pensamiento. Esta dis-tracción perturbadora del trabajo ordinario de la inteligencia es aquí particularmente nefasta.

El segundo motivo de minoración del trabajo metagnómico consiste en la multiplicidad de concurrentes. A la emoción creada por el temor

• al fracaso, ante muchos espectadores, se añade el número de influencias psíquicas obrando al mismo tiempo sobre el psiquismo del señor For-thuny. Ignorando la psicofísica del pensamiento

• que subtiende la comunicación intermental, tan compleja, no podemos darnos una idea de lo que ocurre en las condiciones en que P F pone

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166 DR. EUGENE OSTY

en juego su facultad. Consideremos que cada concurrente posea—los estudios metapsíquicos lo demuestran evidentemente—múltiples planos funcionales de pensamiento; hay uno consciente que desea o no-que F. revele alguna cosa que se relacione con él, o bien quiere que sea sobre tal o cual acontecimiento de su vida sobre el que se ejerza la metagnomia; hay un subcons-ciente constructor fecundo y rápido de nociones y rico en recuerdos revivificables; y hay tam-bién un plano transcendente por el que se difun-de el manantial de conocimientos de todas las realidades. Cada individualidad humana repre-senta un psicodinamismo apto para entrar en comunicación con el psiquismo de Forthuny. Han asistido de tales individualidades cincuen-ta, cien, doscientas y aún más. Lo intrincado de todas estas influencias nos asombraría si lográ-ramos un sentido que nos permitiera percibir su vida energética e impetuosa. En público está P. F. en las condicionesfjsicas de un aparato detector de ondas electromagnéticas, reaccio-nando ante las ondas de doscientos aparatos emisores de la misma familia vibratoria. Sólo un detector vivo es capaz de adaptarse electiva-mente de por si, a las emanaciones de un solo foco vibratorio entre numerosos focos- casi similares.

Los que han experimentado con metagnomos saben que algunas presencias humanas bastan

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 167

generalmente para esterilizar su facultad. P. F., por disposición personal probablemente y tam-bién por malo aunque feliz hábito, se ha adap-tado a esta condición aminorante, lo que le permite, gozando plenamente de sus facultades, arrancar a algunos individuos fragmentos indi-cadores de su personalidad y su vida.

A estas causas que reducen la producción metagnómica en público se añaden en cada se- sión otras causas secundarias, unas inherentes a las individualidades reunidas, las otras al estado físico-moral de Forthuny.

Más adelante verá el lector que la producción metagnómica de Forthuny, como la de todos los sujetos metagnomos, varía según la persona que es objeto de ella. Basta, pues, que haya entre los concurrentes algunas personas particular-mente favorecedoras y que el contacto inter - mental se efectúe con ella para que tal sesión sea fructífera, cosa que sin este requisito no ocurriría.

Si he tratado de que en cada sesión se reno-vase parte del público, es no solamente por-que P. F. tuviere más probabilidades de hallar psiquismos favorecedores, sino también para que encontrara psiquismos nuevos. P. F., según se ha comprobado, se siente atraído por los re-cién llegados. Se pudiera suponer que se dirige a ellos voluntariamente para que fuese incon-

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166 DR. EUGENE OSTY

en juego su facultad. Consideremos que cada concurrente posea—los estudios metapsíquicos lo demuestran evidentemente—múltiples planos funcionales de pensamiento; hay uno consciente que desea o no-que F. revele alguna cosa que se relacione con él, o bien quiere que sea sobre tal o cual acontecimiento de su vida sobre el que se ejerza la metagnomia; hay un subcons-ciente constructor fecundo y rápido de nociones y rico en recuerdos revivificables; y hay tam-bién un plano transcendente por el que se difun-de el manantial de conocimientos de todas las realidades. Cada individualidad humana repre-senta un psicodinamismo apto para entrar en comunicación con el psiquismo de Forthuny. Han asistido de tales individualidades cincuen-ta, cien, doscientas y aún más. Lo intrincado de todas estas influencias nos asombraría si lográ-ramos un sentido que nos permitiera percibir su vida energética e impetuosa. En público está P. F. en las condicionesfjsicas de un aparato detector de ondas electromagnéticas, reaccio-nando ante las ondas de doscientos aparatos emisores de la misma familia vibratoria. Sólo un detector vivo es capaz de adaptarse electiva-mente de por si, a las emanaciones de un solo foco vibratorio entre numerosos focos- casi similares.

Los que han experimentado con metagnomos saben que algunas presencias humanas bastan

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 167

generalmente para esterilizar su facultad. P. F., por disposición personal probablemente y tam-bién por malo aunque feliz hábito, se ha adap-tado a esta condición aminorante, lo que le permite, gozando plenamente de sus facultades, arrancar a algunos individuos fragmentos indi-cadores de su personalidad y su vida.

A estas causas que reducen la producción metagnómica en público se añaden en cada se- sión otras causas secundarias, unas inherentes a las individualidades reunidas, las otras al estado físico-moral de Forthuny.

Más adelante verá el lector que la producción metagnómica de Forthuny, como la de todos los sujetos metagnomos, varía según la persona que es objeto de ella. Basta, pues, que haya entre los concurrentes algunas personas particular-mente favorecedoras y que el contacto inter - mental se efectúe con ella para que tal sesión sea fructífera, cosa que sin este requisito no ocurriría.

Si he tratado de que en cada sesión se reno-vase parte del público, es no solamente por-que P. F. tuviere más probabilidades de hallar psiquismos favorecedores, sino también para que encontrara psiquismos nuevos. P. F., según se ha comprobado, se siente atraído por los re-cién llegados. Se pudiera suponer que se dirige a ellos voluntariamente para que fuese incon-

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168 DR. EUCENR OSTY

testable el hecho metagnómico. Esto es cierto, en parte nada más. Es arrastrado sobre todo por el determinismo psico-físico de la comunicación intermental.

Toda persona que durante algún tiempo haya observado metagnomos de objetivo humano, ha podido comprobar que la primera sesión es fre- cuentemente la más productiva de indicaciones en cantidad y calidad. De esta comprobación debemos deducir el hecho de que los metagno- mos se hallan en general mal informados con respecto a los miembros de su familia que habi- tan con ellos. Con respecto a las influencias psíquicas exteriores, obran de un modo análogo al de nuestros sentidos ordinarios, los cuales reaccionan fuertemente ante una nueva impre- sión y llegan con el tiempo y la repetición a reaccionar tan poco que lo efectúan inconscien- temente. Un perfume, un ruido, un espectáculo repetido, se imponen cada vez menos a nuestra percepción. He citado en otro lugar el caso del señor L. Kahn, quien con gran facilidad adivi- naba el pensamiento escrito de personas desco- nocidas y quejo efectuaba con mayor dificultad cada vez al reproducir su trabajo en el mismo grupo. Con su mujer le es imposible conseguir resultado alguno.

Además de esta causa origen de fluctuacio- nes de la producción metagnómica en P. F., existe otra sus disposiciones corporales y mo-

- UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 169

rales del momento. Como todos los metagno-mos, es más o menos clarividente según los días

w. y los instantes, lo que crea una relatividad osci- lante en la calidad de Javorizantes o de esteri-lizante en las individualidades que trata de detectar. En un momento de exaltación de su fa-cultad le sucede recibir algunas informaciones con respecto a personas hasta entonces inac- cesibles a su hiperconocimiento, pero no se trata entonces sino de un éxito relativo, mediocre en definitiva.

¿A qué causa obedecen esas fluctuaciones in-cesantes de las disposiciones personales de For-thuny? En este momento es tan difícil determi. nado, o aún más, que el poder decir a qué obe-decen las fluctuaciones de nuestra memoria, de nuestra atención, de nuestra voluntad y de nues-tra inteligencia. Debe ser causado por motivos orgánicos y motivos exteriores (temperatura, es-tado higrométrico y eléctrico de la atmósfera, influencias cósmicas, etc.).

Lo cierto es que de ordinario la causa no es la depresión general del organismo; he visto muchos metagiiomos, y, en particular, a F., go-zar del mismo valor hipercognitivo en estado de

• agotamiento que en plena sensación de vigor. Lo mismo digo de la fatiga cerebral. Después de tres o cuatro horas de trabajo es cuando ciertos sujetos dan los mejores resultados. Recuerdo que la sesión más provechosa que ha dado F. (el 25

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168 DR. EUCENR OSTY

testable el hecho metagnómico. Esto es cierto, en parte nada más. Es arrastrado sobre todo por el determinismo psico-físico de la comunicación intermental.

Toda persona que durante algún tiempo haya observado metagnomos de objetivo humano, ha podido comprobar que la primera sesión es fre- cuentemente la más productiva de indicaciones en cantidad y calidad. De esta comprobación debemos deducir el hecho de que los metagno- mos se hallan en general mal informados con respecto a los miembros de su familia que habi- tan con ellos. Con respecto a las influencias psíquicas exteriores, obran de un modo análogo al de nuestros sentidos ordinarios, los cuales reaccionan fuertemente ante una nueva impre- sión y llegan con el tiempo y la repetición a reaccionar tan poco que lo efectúan inconscien- temente. Un perfume, un ruido, un espectáculo repetido, se imponen cada vez menos a nuestra percepción. He citado en otro lugar el caso del señor L. Kahn, quien con gran facilidad adivi- naba el pensamiento escrito de personas desco- nocidas y quejo efectuaba con mayor dificultad cada vez al reproducir su trabajo en el mismo grupo. Con su mujer le es imposible conseguir resultado alguno.

Además de esta causa origen de fluctuacio- nes de la producción metagnómica en P. F., existe otra sus disposiciones corporales y mo-

- UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 169

rales del momento. Como todos los metagno-mos, es más o menos clarividente según los días

w. y los instantes, lo que crea una relatividad osci- lante en la calidad de Javorizantes o de esteri-lizante en las individualidades que trata de detectar. En un momento de exaltación de su fa-cultad le sucede recibir algunas informaciones con respecto a personas hasta entonces inac- cesibles a su hiperconocimiento, pero no se trata entonces sino de un éxito relativo, mediocre en definitiva.

¿A qué causa obedecen esas fluctuaciones in-cesantes de las disposiciones personales de For-thuny? En este momento es tan difícil determi. nado, o aún más, que el poder decir a qué obe-decen las fluctuaciones de nuestra memoria, de nuestra atención, de nuestra voluntad y de nues-tra inteligencia. Debe ser causado por motivos orgánicos y motivos exteriores (temperatura, es-tado higrométrico y eléctrico de la atmósfera, influencias cósmicas, etc.).

Lo cierto es que de ordinario la causa no es la depresión general del organismo; he visto muchos metagiiomos, y, en particular, a F., go-zar del mismo valor hipercognitivo en estado de

• agotamiento que en plena sensación de vigor. Lo mismo digo de la fatiga cerebral. Después de tres o cuatro horas de trabajo es cuando ciertos sujetos dan los mejores resultados. Recuerdo que la sesión más provechosa que ha dado F. (el 25

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170 DR. EtJGENE osr

de febrero de 1926), fué cuando se presentó en el 1. M. 1. completamente agotado, moral y física-mente, tan fatigado en apariencia, que le rogué no diera comienzo a la sesión. La idea que tenía de su estado tampoco produjo un resultado amino rante.

Ahora bien; si prescindimos de las oscilacio-nes metagnómicas de sesión a sesión y consi-deramos solamente la evolución general cualita-tiva del trabajo metagnómico de F., observamos dos cosas: Primero, por adaptación y ejercicio ha habido aumento en el rendimjent3 de su fa-cultad. Segundo, ha habido ampliación de ca-pacidad y aumento de hiperconocimiento a me-dida que hemos ido solicitando a esa facultad la solución de problemas cada vez más difíciles de resolver.

JA FACULTA" DE CONOCIMIENTO SUI'RANORMM YII

• mos. A ciertas personas las juzga favorecedoras

y a otras esterilizantes. Intuitivamente, F., pa-seándose entre el público, busca las favorecedo-

ras. Al pasar junto a una de ellas, o cuando su mirada, aun desde lejos, se detiene sobre algu-na, siente en seguida surgir en el plano funcio-nal de conciencia las informaciones metagnómi-

• cas. Se suceden numerosas, precisas, sin esfuer-zo, con sentimiento de euforia, sin impresión de fatiga.

Evita en general los esterilizantes. Si alguna vez se detiene ante uno de ellos y ya por amor propio se esfuerza en obtener alguna indicación concerniéndole, es para él un trabajo laborioso y perdido, agotador.

Sólo consigue errores y fatigas. 1-le dicho ya que en las dos primeras sesiones que dió en el 1. M. 1., F., aún mal adaptado y con metagnomia mucho menos desarrollada que hoy, se detenía

• con tenacidad ante los esterilizantes, no com- prendiendo por qué la inspiración le traicionaba con respecto a unos cuando tan fácilmente fluía para otros. En cuanto se convenció de la reali-dad, su producción metagnómica se desarrolló ampliamente, en cantidad y en calidad.

La lógica introducida en su trabajo, y sobre todo la selección intuitiva de los favorecedores entre el público, falsean la significación de una estadística por la que se pretende juzgar la pro-porción para F. de los favorecedores y de los

11.—La producción metanómica varia según la individualidad humana que es objeto de ella.

Mediocre observador sería aquel que no hu-biera notado en las sesiones dadas en el 1. M. 1. por F. que el rendimiento de su facultad varía en calidad y cantidad según las personas que son objeto de ella.

Le sucede a F. lo que a todos los metagno-

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de febrero de 1926), fué cuando se presentó en el 1. M. 1. completamente agotado, moral y física-mente, tan fatigado en apariencia, que le rogué no diera comienzo a la sesión. La idea que tenía de su estado tampoco produjo un resultado amino rante.

Ahora bien; si prescindimos de las oscilacio-nes metagnómicas de sesión a sesión y consi-deramos solamente la evolución general cualita-tiva del trabajo metagnómico de F., observamos dos cosas: Primero, por adaptación y ejercicio ha habido aumento en el rendimjent3 de su fa-cultad. Segundo, ha habido ampliación de ca-pacidad y aumento de hiperconocimiento a me-dida que hemos ido solicitando a esa facultad la solución de problemas cada vez más difíciles de resolver.

JA FACULTA" DE CONOCIMIENTO SUI'RANORMM YII

• mos. A ciertas personas las juzga favorecedoras

y a otras esterilizantes. Intuitivamente, F., pa-seándose entre el público, busca las favorecedo-

ras. Al pasar junto a una de ellas, o cuando su mirada, aun desde lejos, se detiene sobre algu-na, siente en seguida surgir en el plano funcio-nal de conciencia las informaciones metagnómi-

• cas. Se suceden numerosas, precisas, sin esfuer-zo, con sentimiento de euforia, sin impresión de fatiga.

Evita en general los esterilizantes. Si alguna vez se detiene ante uno de ellos y ya por amor propio se esfuerza en obtener alguna indicación concerniéndole, es para él un trabajo laborioso y perdido, agotador.

Sólo consigue errores y fatigas. 1-le dicho ya que en las dos primeras sesiones que dió en el 1. M. 1., F., aún mal adaptado y con metagnomia mucho menos desarrollada que hoy, se detenía

• con tenacidad ante los esterilizantes, no com- prendiendo por qué la inspiración le traicionaba con respecto a unos cuando tan fácilmente fluía para otros. En cuanto se convenció de la reali-dad, su producción metagnómica se desarrolló ampliamente, en cantidad y en calidad.

La lógica introducida en su trabajo, y sobre todo la selección intuitiva de los favorecedores entre el público, falsean la significación de una estadística por la que se pretende juzgar la pro-porción para F. de los favorecedores y de los

11.—La producción metanómica varia según la individualidad humana que es objeto de ella.

Mediocre observador sería aquel que no hu-biera notado en las sesiones dadas en el 1. M. 1. por F. que el rendimiento de su facultad varía en calidad y cantidad según las personas que son objeto de ella.

Le sucede a F. lo que a todos los metagno-

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esterilizantes. Desde ese punto de vista, la es-tadística que sigue es muy optimista (1):

Número de ssiones del 12 de mayo de 1925 al 21 de abril de 1926.......... 15

Número global aproximado de personas que asistieron a esas sesiones ...... 1.500

Número de personas que fueron objeto de pruebas metagnómicas... ....... 136

Número de personas que consiguieron complejos indicativos completamente o casi completamente ciertos........ 46 (33,8

Número de personas habiendo consegui- do indicaciones en su mayor parte ciertas ................. . .......... 42 (30,9 0/a)

Número de fracasos con algunas indica- ciones justas...................... 30(22 0/a)

Número de fracasos completos........ 18 (13,2 0/a)

¿Qué transformación sufriría esta estadística si repitiendo el mismo número de pruebas me-tagnómicas, siempre que éstas fuesen del mis-mo estilo, se le impusieran a F. exclusivamente personas señaladas por sorteo? Tengo motivos para suponer que aumentaría el número de fra-casos completos y parciales.

Pero es inútil perder tiempo traduciendo en cifras la relatividad interpsíquica de la produc-ción metagnórnica.

(1) No hay que olvidar que muchas personas en pú-blico dan por falsas indicaciones que son ciertas y se refieren a algunos hechos de su vida íntima.

¿Por qué existen los esterilizantes y por qué los favorecedores? La física del pensamiento nos lo dirá algún día. A propósito del caso de F., quisiera destruir la opinión errónea de que es favorecedor todo aquel que, creyendo en el fe-nómeno, está dispuesto a dejar leer en él, y es-terilizante el que mentalmente se niega a ello o es escéptico. Realmente, la voluntad de ser pe-netrado o no serlo, la fe o el escepticismo no tienen ninguna influencia (1).

He visto muchos escépticos ser grandes favo. recedores, y en cambio algunos convencidos del fenómeno ser impenetrables a ciertos metagno-mos y aun a la mayoría de ellos. ¡Cuántas per-sonas que acudieron a las sesiones de F. como meras espectadoras con el deseo o la firme vo-luntad de no ser penetradas, vieron con disgus-to hacer públicos grandes períodos de su vida íntima! ¡Y cuántos escépticos, después de una prueba personal involuntaria, salieron conven-cidos de la existencia de conocimientos supra-normales, de la que ellos dudaban!

(1) Me refiero al escepticismo no expresado por pa-labras o actitudes ofensivas.

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esterilizantes. Desde ese punto de vista, la es-tadística que sigue es muy optimista (1):

Número de ssiones del 12 de mayo de 1925 al 21 de abril de 1926.......... 15

Número global aproximado de personas que asistieron a esas sesiones ...... 1.500

Número de personas que fueron objeto de pruebas metagnómicas... ....... 136

Número de personas que consiguieron complejos indicativos completamente o casi completamente ciertos........ 46 (33,8

Número de personas habiendo consegui- do indicaciones en su mayor parte ciertas ................. . .......... 42 (30,9 0/a)

Número de fracasos con algunas indica- ciones justas...................... 30(22 0/a)

Número de fracasos completos........ 18 (13,2 0/a)

¿Qué transformación sufriría esta estadística si repitiendo el mismo número de pruebas me-tagnómicas, siempre que éstas fuesen del mis-mo estilo, se le impusieran a F. exclusivamente personas señaladas por sorteo? Tengo motivos para suponer que aumentaría el número de fra-casos completos y parciales.

Pero es inútil perder tiempo traduciendo en cifras la relatividad interpsíquica de la produc-ción metagnórnica.

(1) No hay que olvidar que muchas personas en pú-blico dan por falsas indicaciones que son ciertas y se refieren a algunos hechos de su vida íntima.

¿Por qué existen los esterilizantes y por qué los favorecedores? La física del pensamiento nos lo dirá algún día. A propósito del caso de F., quisiera destruir la opinión errónea de que es favorecedor todo aquel que, creyendo en el fe-nómeno, está dispuesto a dejar leer en él, y es-terilizante el que mentalmente se niega a ello o es escéptico. Realmente, la voluntad de ser pe-netrado o no serlo, la fe o el escepticismo no tienen ninguna influencia (1).

He visto muchos escépticos ser grandes favo. recedores, y en cambio algunos convencidos del fenómeno ser impenetrables a ciertos metagno-mos y aun a la mayoría de ellos. ¡Cuántas per-sonas que acudieron a las sesiones de F. como meras espectadoras con el deseo o la firme vo-luntad de no ser penetradas, vieron con disgus-to hacer públicos grandes períodos de su vida íntima! ¡Y cuántos escépticos, después de una prueba personal involuntaria, salieron conven-cidos de la existencia de conocimientos supra-normales, de la que ellos dudaban!

(1) Me refiero al escepticismo no expresado por pa-labras o actitudes ofensivas.

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I1I.—E1 estado psicológico de Fortlzuny durante su trabajo.

Un problema cuya solución descubrirá mu-chas cosas, es el estado psicológico funcional en que se colocan los metagnomos cuando ce-sando momentáneamente de indagar el conoci-miento de la realidad en los datos proporciona-dos por sus sentidos, por su inteligencia, por su memoria, la dejan surgir en su espíritu sin ela-boración lógica y con desconocimiento absoluto de su origen.

Este estado psicológico se llama segundo es-tado o trance. ¿A qué corresponde fisiológica-mente? Aún no se tiene sobre ello ninguna idea. Se conoce por sus resultados. Sabemos que de-termina, por una parte, la capacidad de ser in-formado de la realidad por otras vías y otros medios que los que hasta hoy conocemos, y, por otra parte, subordina el ejercicio de aten-ción voluntaria, asesorada por el pensamiento (lo consciente), al trabajo misterioso de otro plano del psiquismo.

Ya se sabe cuán diverso es, según los meta-gnomos, el procedimiento para obtener el paso de lo psicofisiología normal a la que llamamos de trance. Algunos individuos lo obtienen casi

174 DR. EUGENE OSTY

UNA FACULIAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 175

Isin esfuerzo. Les basta suspender voluntaria-mente el movimiento del pensamiento conscien- te, y si se colocan en condiciones de relación con una individualidad humana, inmediatamen-te se suceden las representaciones mentales in-formativas. Tales sujetos, observados exterior-mente, parecen pensar los conocimientos supra-normales, como los conocimientos normalmente elaborados. Otros pasan con más dificultad de un estado a otro, provocándolo por artificios, cuyo

• efecto es, o bien la pasividad de lo consciente (conseguida mirando fijamente una bola de cris-tal, o alguna escritura, o unas manos, o cual-quier otra cosa) o su completa supresión (escri-tura automática, mesas parlantes, etc.).

Muchos metagnomos sólo consiguen el se-gundo estado en un grado más o menos pro-fundo de hipnosis al que pueden llegar por

-. ellos mismos o con ayuda de otra persona.

• . Trabajando en público, F. pasa del estado normal al paranormal sin artificips ni modifica-ciones de aspecto. Aquellos que le observan en el momento en que se detiene ante una persona

y y se pone en condiciones de operar sobre ella, pueden ver que su ritmo respiratorio se modifi-ca, pierde su regularidad, sucediéndose las pau-sas y las reanudaciones. Después de haberse.

• sintonizado con alguno, es cuando trata de pro-vocar el segundo estado. Entonces se esfuerza

Page 167: Una facultad de conocimiento supra normal

I1I.—E1 estado psicológico de Fortlzuny durante su trabajo.

Un problema cuya solución descubrirá mu-chas cosas, es el estado psicológico funcional en que se colocan los metagnomos cuando ce-sando momentáneamente de indagar el conoci-miento de la realidad en los datos proporciona-dos por sus sentidos, por su inteligencia, por su memoria, la dejan surgir en su espíritu sin ela-boración lógica y con desconocimiento absoluto de su origen.

Este estado psicológico se llama segundo es-tado o trance. ¿A qué corresponde fisiológica-mente? Aún no se tiene sobre ello ninguna idea. Se conoce por sus resultados. Sabemos que de-termina, por una parte, la capacidad de ser in-formado de la realidad por otras vías y otros medios que los que hasta hoy conocemos, y, por otra parte, subordina el ejercicio de aten-ción voluntaria, asesorada por el pensamiento (lo consciente), al trabajo misterioso de otro plano del psiquismo.

Ya se sabe cuán diverso es, según los meta-gnomos, el procedimiento para obtener el paso de lo psicofisiología normal a la que llamamos de trance. Algunos individuos lo obtienen casi

174 DR. EUGENE OSTY

UNA FACULIAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 175

Isin esfuerzo. Les basta suspender voluntaria-mente el movimiento del pensamiento conscien- te, y si se colocan en condiciones de relación con una individualidad humana, inmediatamen-te se suceden las representaciones mentales in-formativas. Tales sujetos, observados exterior-mente, parecen pensar los conocimientos supra-normales, como los conocimientos normalmente elaborados. Otros pasan con más dificultad de un estado a otro, provocándolo por artificios, cuyo

• efecto es, o bien la pasividad de lo consciente (conseguida mirando fijamente una bola de cris-tal, o alguna escritura, o unas manos, o cual-quier otra cosa) o su completa supresión (escri-tura automática, mesas parlantes, etc.).

Muchos metagnomos sólo consiguen el se-gundo estado en un grado más o menos pro-fundo de hipnosis al que pueden llegar por

-. ellos mismos o con ayuda de otra persona.

• . Trabajando en público, F. pasa del estado normal al paranormal sin artificips ni modifica-ciones de aspecto. Aquellos que le observan en el momento en que se detiene ante una persona

y y se pone en condiciones de operar sobre ella, pueden ver que su ritmo respiratorio se modifi-ca, pierde su regularidad, sucediéndose las pau-sas y las reanudaciones. Después de haberse.

• sintonizado con alguno, es cuando trata de pro-vocar el segundo estado. Entonces se esfuerza

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UNA FACULTAD DE CONOC1MIENO SUPRANORMAL 177 176 DR. EUGENE OSTY

en detener su pensamiento y al mismo tiempo fija su mirada en un punto cualquiera de la sala o en una persona y espera que surjan y se suce- dan las imágenes mentales informativas. Todas las informaciones que recibe y expresa acuden a él durante cortos momentos de ansiedad, en cortos trances.

Este segundo estado, indispensable, y que F., gracias al ejercicio, consigue cada día más fácil mente, es deslucido por él durante sus trabajos en publico En privado, F se abandona a la rea- lización natural del estado psicofisiológico pro- pido al funcionamiento metagnómico. Se aban. dona al entumecimiento de lo consciente, con- siguiendo así el grado máximo de libertad para el trabajo subconsciente. Tiene entonces la im - presión de vacío cerebral, de desmaterialización M pensamiento, se siente más ligero. Su cere- bro parece pensar sin esfuerzo, como movido por una fuerza extraña. Deja de conmoverle cuanto le rodea. Y llega a eclipsarse lo cons- ciente, hasta el extremo que no conserva ningún recuerdo de lo que en ese estado dice. Hasta ahora no se ha abandonado por completo a él más que ante personas cuyos juicios le eran in- diferentes. En presencia de personas de alguna importancia intelectual reacciona contra él.

En público es diferente. Lucha contra la ten- dencia natural a abandonarse al segundo esta - do, no queriendo parecer un medium, un sal-

timbanqui, como él mismo dice. En cuanto se siente demasiado entregado se rebela, querien- do conservar apariencias de conferenciante. A pesar de todo, se le ve de cuando en cuando ponerse una mano ante los ojos para ponerse en estado favorable; pero pronto recupera su actitud normal.

Resulta de esta coquetería moral que F. se esfuerza en hacer trabajar su facultad metagnó mica al mismo tiempo que se opone a la reali-zación de la condición psicofisiológica necesa-ria, con lo cual, además de fatigarse, consigue menor rendimiento.

Estas consideraciones harán comprender a los lectores y a los que asisten a las sesiones de F. por qué las experiencias más productivas fueron las que lógicamente debieron serlo me-nos. Obligándole a trabajar a distancia, solo con la siñorita estenógrafa, ocupándose de una persona colocada en el piso bajo, forzándole a actuar antes de la sesión, en la sala vacía, tra-tando del futuro ocupante de una silla, se creyó aumentar la dificultad y reducir así la produc-ción metagnómica. Y se produjo lo contrario. En compañía de una o de dos personas conoci-das se abandonó al estado psicológico útil y sin esfuerzos produjo una cantidad y calidad de informaciones como no se había conseguido nunca.

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UNA FACULTAD DE CONOC1MIENO SUPRANORMAL 177 176 DR. EUGENE OSTY

en detener su pensamiento y al mismo tiempo fija su mirada en un punto cualquiera de la sala o en una persona y espera que surjan y se suce- dan las imágenes mentales informativas. Todas las informaciones que recibe y expresa acuden a él durante cortos momentos de ansiedad, en cortos trances.

Este segundo estado, indispensable, y que F., gracias al ejercicio, consigue cada día más fácil mente, es deslucido por él durante sus trabajos en publico En privado, F se abandona a la rea- lización natural del estado psicofisiológico pro- pido al funcionamiento metagnómico. Se aban. dona al entumecimiento de lo consciente, con- siguiendo así el grado máximo de libertad para el trabajo subconsciente. Tiene entonces la im - presión de vacío cerebral, de desmaterialización M pensamiento, se siente más ligero. Su cere- bro parece pensar sin esfuerzo, como movido por una fuerza extraña. Deja de conmoverle cuanto le rodea. Y llega a eclipsarse lo cons- ciente, hasta el extremo que no conserva ningún recuerdo de lo que en ese estado dice. Hasta ahora no se ha abandonado por completo a él más que ante personas cuyos juicios le eran in- diferentes. En presencia de personas de alguna importancia intelectual reacciona contra él.

En público es diferente. Lucha contra la ten- dencia natural a abandonarse al segundo esta - do, no queriendo parecer un medium, un sal-

timbanqui, como él mismo dice. En cuanto se siente demasiado entregado se rebela, querien- do conservar apariencias de conferenciante. A pesar de todo, se le ve de cuando en cuando ponerse una mano ante los ojos para ponerse en estado favorable; pero pronto recupera su actitud normal.

Resulta de esta coquetería moral que F. se esfuerza en hacer trabajar su facultad metagnó mica al mismo tiempo que se opone a la reali-zación de la condición psicofisiológica necesa-ria, con lo cual, además de fatigarse, consigue menor rendimiento.

Estas consideraciones harán comprender a los lectores y a los que asisten a las sesiones de F. por qué las experiencias más productivas fueron las que lógicamente debieron serlo me-nos. Obligándole a trabajar a distancia, solo con la siñorita estenógrafa, ocupándose de una persona colocada en el piso bajo, forzándole a actuar antes de la sesión, en la sala vacía, tra-tando del futuro ocupante de una silla, se creyó aumentar la dificultad y reducir así la produc-ción metagnómica. Y se produjo lo contrario. En compañía de una o de dos personas conoci-das se abandonó al estado psicológico útil y sin esfuerzos produjo una cantidad y calidad de informaciones como no se había conseguido nunca.

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178 DR. EUGENE OSTY UNA FACULTAD DE cON0CtM1ENTO SUPRANORMAL 179

psiquis- trascendente de pensamiento en todo psiquis-

IV.—De qué modo el psiquismo de Fortlzuny se

obligándole de este modo a desembarazar- mo,

se del prejuicio: «que nada existe en nuestro es- introducido por nuestros

liga liga al psiquismo de los demás. que no haya sido

sentidos'. Con tal certeza en la práctica experimental,

El lector comprendería mal las comprobacio- se ha descubierto que la colaboración intermen- y otra persona, es tribu- tal entre el metagnomo nes que voy a relatar y no podría sacar de ellas

de una psicofísicas desconocida aún, pero tara sus verdaderas consecuencias si no le dijese o 1.0, la necesidad de un a le recordase lo que fué la conclusión de largas que se traduce por:

interpSíqUiCa 2°, la probabili- y diversas series de experiencias que he perse- modo de unión

de un acuerdo funcional entre los dos Psi- dad guido sirviéndome de numerosos metagnomos, con objeto de descubrir de dónde reciben las quiStuOs.

las vicisitudes del trabajo rnetagnómi- Todas informaciones paranormales. Esta conclusión será inevitablemente la de co de F. en público, han confirmado espontá-

toda persona que, consciente de que la explicas neamente estas nociones, según se verá más ade-

ción de la naturaleza no está en nosotros, qule- lante. j.1 ra ir pidiendo a la renovación de estas expe- Es interesante el distinguir dos casos de la

riencias la explicación de lo que de ellas debe - unión interpsiquiCa en las sesiones Forthuny un mos pensar. Esta conclusión consiste en que en la meta-

la unión espontánea y la provocada. la influencia intermen- Cierta vez se produjo

gnomia de objetivo humano las informaciones dadas el

tal antes de estar en presenci a del sujeto. For- por sujeto, cuando no son creaciones thuny comenzó de este modo la sesión:

ilusorias de su propio cerebro, tienen por origen Saludo a todos les ruego me libren diversos planos funcionales del psiquismo de

... de una cosa que me tiraniza desde hace

la persona que es objeto de la metagnomia. tres días. Tengo algo que decir sobre el señor Esto es lo que se impone al mero experimen- Guani. ¿Tiene alguien un Guani a su alrede-

tador, obligándole a inquirir nuevas nociones dor?' (1).

sobre la extensión e intensidad de la comunica- cióri intermental y la existencia de un plano (k) Ver sesión del 7 de julio de 1925.

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psiquis- trascendente de pensamiento en todo psiquis-

IV.—De qué modo el psiquismo de Fortlzuny se

obligándole de este modo a desembarazar- mo,

se del prejuicio: «que nada existe en nuestro es- introducido por nuestros

liga liga al psiquismo de los demás. que no haya sido

sentidos'. Con tal certeza en la práctica experimental,

El lector comprendería mal las comprobacio- se ha descubierto que la colaboración intermen- y otra persona, es tribu- tal entre el metagnomo nes que voy a relatar y no podría sacar de ellas

de una psicofísicas desconocida aún, pero tara sus verdaderas consecuencias si no le dijese o 1.0, la necesidad de un a le recordase lo que fué la conclusión de largas que se traduce por:

interpSíqUiCa 2°, la probabili- y diversas series de experiencias que he perse- modo de unión

de un acuerdo funcional entre los dos Psi- dad guido sirviéndome de numerosos metagnomos, con objeto de descubrir de dónde reciben las quiStuOs.

las vicisitudes del trabajo rnetagnómi- Todas informaciones paranormales. Esta conclusión será inevitablemente la de co de F. en público, han confirmado espontá-

toda persona que, consciente de que la explicas neamente estas nociones, según se verá más ade-

ción de la naturaleza no está en nosotros, qule- lante. j.1 ra ir pidiendo a la renovación de estas expe- Es interesante el distinguir dos casos de la

riencias la explicación de lo que de ellas debe - unión interpsiquiCa en las sesiones Forthuny un mos pensar. Esta conclusión consiste en que en la meta-

la unión espontánea y la provocada. la influencia intermen- Cierta vez se produjo

gnomia de objetivo humano las informaciones dadas el

tal antes de estar en presenci a del sujeto. For- por sujeto, cuando no son creaciones thuny comenzó de este modo la sesión:

ilusorias de su propio cerebro, tienen por origen Saludo a todos les ruego me libren diversos planos funcionales del psiquismo de

... de una cosa que me tiraniza desde hace

la persona que es objeto de la metagnomia. tres días. Tengo algo que decir sobre el señor Esto es lo que se impone al mero experimen- Guani. ¿Tiene alguien un Guani a su alrede-

tador, obligándole a inquirir nuevas nociones dor?' (1).

sobre la extensión e intensidad de la comunica- cióri intermental y la existencia de un plano (k) Ver sesión del 7 de julio de 1925.

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• 1 18 DR. EUCENr OSTY UNA VACULIAD DE COOC1MIENTO SUPRA1(OMM, 181

• En otra ocasión fué cuando Forthuny fran-queaba la puerta de la sala. Ante un centenar de Estas uniones Lnterpsiquicas, aparentemente

personas se efectué la influencia. Antes de Ile - espontáneas, de las que no cito sino estos ejem-

han sido siempre productoras de excelente gar al interesado, una influencia de imágenes mentales informadoras, de las que después ve-

1,bos, inetagflOmia, como si una influencia—de calidad

remos la naturaleza, le hizo exclamar sin relacio- mejor en tal momento—impusiera, por decirlo

narlo con persona determinada: así, su preponderancia.

Oigo como un ruido de imprenta. Me atur-de un ruido de Lo más frecuente es que la unión intermental

máquinas en un sótano. Hay aquí un hombre que desempeña un importante parezca provocada, ya sea por la persona objeto

papel en un periódico, al que debe acudir a las de metagnOmia O por F. mismo. Si bien es evidente que la voluntad de cada

dos de la mañana para ver las formas» (1). Sólo después de expresadas estas informacio- uno no tiene, en general, una acción determi-

dirigió intuitivamente al señor Landoy, re- nante—de lo que me han convencido los vanos

dactor en jefe de un periódico de Amberes esfuerzos mentales ensayados por muchas per-esfuerzos

:-: cogiéndole la mano, continué haciendo trabajar sonas—, es posible que la voluntad de algunos de in -

su facultad con respecto a dicho señor. tenga en determinado momento una virtud

• Son muy frecuentes durante las sesiones las fluencia que imponga una especie de selección,

uniones intermentales espontáneas. Mientras F.

de enganche. Lo que predispone a admitir esto hecho se produjo en la sesión del 16 es el que que proporciona a alguien una serie de mdi-

caciones, bruscamente surge algunas veces en de diciembre de 1925. Tres recién llegados del

su consciente una información que flQ no debe

grupo de estudio de telepatía experimental del señor Warcollier, habían decidido obrar sobre el concernir a esta persona. Volviéndose ha.

cia otra, dice: Se me ocurre algo para usted señor Forthuny, en cuanto éste apareciera en la

es lo siguiente...», etc. Y después de haber dado sala, COfl el fin de obligarle a trabajar sobre

algunas indicaciones—en tales casos de notable ellos. Estas personas estaban sentadas las tres

Precisión—, continúa el curso de su trabajo . juntas, en un rincón del salón, a la máxima de

bre la persona abandonada momentáneamente, distancia de Forthuny en el momento en que entrase. Y F. empezó la sesión así:

(1) Ver sesión del 2 de diciembre de 1925. Trato de ver quién voy a echarme a la cara y

son dos personas a un tiempo...»; dirigiéndose

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• 1 18 DR. EUCENr OSTY UNA VACULIAD DE COOC1MIENTO SUPRA1(OMM, 181

• En otra ocasión fué cuando Forthuny fran-queaba la puerta de la sala. Ante un centenar de Estas uniones Lnterpsiquicas, aparentemente

personas se efectué la influencia. Antes de Ile - espontáneas, de las que no cito sino estos ejem-

han sido siempre productoras de excelente gar al interesado, una influencia de imágenes mentales informadoras, de las que después ve-

1,bos, inetagflOmia, como si una influencia—de calidad

remos la naturaleza, le hizo exclamar sin relacio- mejor en tal momento—impusiera, por decirlo

narlo con persona determinada: así, su preponderancia.

Oigo como un ruido de imprenta. Me atur-de un ruido de Lo más frecuente es que la unión intermental

máquinas en un sótano. Hay aquí un hombre que desempeña un importante parezca provocada, ya sea por la persona objeto

papel en un periódico, al que debe acudir a las de metagnOmia O por F. mismo. Si bien es evidente que la voluntad de cada

dos de la mañana para ver las formas» (1). Sólo después de expresadas estas informacio- uno no tiene, en general, una acción determi-

dirigió intuitivamente al señor Landoy, re- nante—de lo que me han convencido los vanos

dactor en jefe de un periódico de Amberes esfuerzos mentales ensayados por muchas per-esfuerzos

:-: cogiéndole la mano, continué haciendo trabajar sonas—, es posible que la voluntad de algunos de in -

su facultad con respecto a dicho señor. tenga en determinado momento una virtud

• Son muy frecuentes durante las sesiones las fluencia que imponga una especie de selección,

uniones intermentales espontáneas. Mientras F.

de enganche. Lo que predispone a admitir esto hecho se produjo en la sesión del 16 es el que que proporciona a alguien una serie de mdi-

caciones, bruscamente surge algunas veces en de diciembre de 1925. Tres recién llegados del

su consciente una información que flQ no debe

grupo de estudio de telepatía experimental del señor Warcollier, habían decidido obrar sobre el concernir a esta persona. Volviéndose ha.

cia otra, dice: Se me ocurre algo para usted señor Forthuny, en cuanto éste apareciera en la

es lo siguiente...», etc. Y después de haber dado sala, COfl el fin de obligarle a trabajar sobre

algunas indicaciones—en tales casos de notable ellos. Estas personas estaban sentadas las tres

Precisión—, continúa el curso de su trabajo . juntas, en un rincón del salón, a la máxima de

bre la persona abandonada momentáneamente, distancia de Forthuny en el momento en que entrase. Y F. empezó la sesión así:

(1) Ver sesión del 2 de diciembre de 1925. Trato de ver quién voy a echarme a la cara y

son dos personas a un tiempo...»; dirigiéndose

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UNA VACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 183

Forthuny insiste, y a poco ya no es lo dubitati-

vo lo que expresa, sino toda una serie de infor- maciones que traducen, y a veces con una pro- digiosa precisión, realidades que conciernen a la persona o a su ambiente.

Un incidente muy frecuente en las sesiones

es el error de relación de las indicaciones me- tagnómiCaS con respecto a una persona. La inter- pelada rehusa el hecho; pero alguien, delante, al lado o detrás, reclama para sí la indicación.

Forthuny, en este caso, ha sentido la influen- cia obrando sobre él; pero se ha equivocado con respecto a la persona designada.

Este otro incidente, muy frecuentemente acon- tecido y que consiste en la mezcla de indicacio- nes concernientes a dos o tres personas próxi- mas, es también muy significativo. Lo que F. dice es exacto durante un cierto tiempo para una y luego falso para ella, pero exacto para otra.

Sería un observador harto mediocre aquel a quien la repetición de estos continuos inciden- tes no le sugiriese por modo imperativo la idea de que la influencia inspiratriz viene de las indi- vidualidades humanas presentes. La demostra- ción se hace de por si.

En su persecución de la influencia, P F hace vanas tentativas. Se detiene ante alguien, dice al- gunos nombres, el de un pueblo, cita un hecho. Es laborioso. No insiste. «No hay concordancia

182 DR. EUGENE OSTY

rectamente a las tres personas, se encaró prime- ramente con dos de ellas, y cada vez que para sa- tisfacción de otras curiosidades quiso aban do nanas, volvió diciendo: «Siempre es en el mis- mo rincón donde tengo algo que decir.» Cuan- do cesó de hablar a estos dos sujetos fué para dirigirse al tercero: 14 de las 22 páginas del acta estenografiada son consagradas a ellos¡ Agrego que P. F. no conocía a ninguno de ellos, y que no es en él habitual permanecer tanto tiempo en un solo lugar; teniendo, por el contrario, buen cuidado de diseminar por la sala sus sondeos metagnómicos.

Cuando no se impone la reunión intermental, Forthuny va a caza de sujeto entre los asisten- tes. Circula entre ellos, mirándoles el rostro,

- hasta el momento de surgir imágenes informati- vas. Entonces se detiene y habla. Cuanto dice es inmediatamante inteligible las más de las ve- ces. Quiero decir que traduce claramente la rea- ____________l. lidad. A menudo, la preparación de la colabora- ción intermeotal es laboriosa. Forthuny sólo re- cibe en un principio imágenes mentales poco sugestivas. Dice una letra, un nombre, un ape- llido, un lugar geográfico. «A... ¿no significa nada para usted? ¿Tiene usted un Luis en su al- rededor? Burdeos, ¿representa un papel impor- tante en su vida?», etc. Sea cual fuere la res- puesta a esta vaga preparación, la cerebración Ce la peisona interpelada se pone en actividad;

Page 175: Una facultad de conocimiento supra normal

UNA VACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 183

Forthuny insiste, y a poco ya no es lo dubitati-

vo lo que expresa, sino toda una serie de infor- maciones que traducen, y a veces con una pro- digiosa precisión, realidades que conciernen a la persona o a su ambiente.

Un incidente muy frecuente en las sesiones

es el error de relación de las indicaciones me- tagnómiCaS con respecto a una persona. La inter- pelada rehusa el hecho; pero alguien, delante, al lado o detrás, reclama para sí la indicación.

Forthuny, en este caso, ha sentido la influen- cia obrando sobre él; pero se ha equivocado con respecto a la persona designada.

Este otro incidente, muy frecuentemente acon- tecido y que consiste en la mezcla de indicacio- nes concernientes a dos o tres personas próxi- mas, es también muy significativo. Lo que F. dice es exacto durante un cierto tiempo para una y luego falso para ella, pero exacto para otra.

Sería un observador harto mediocre aquel a quien la repetición de estos continuos inciden- tes no le sugiriese por modo imperativo la idea de que la influencia inspiratriz viene de las indi- vidualidades humanas presentes. La demostra- ción se hace de por si.

En su persecución de la influencia, P F hace vanas tentativas. Se detiene ante alguien, dice al- gunos nombres, el de un pueblo, cita un hecho. Es laborioso. No insiste. «No hay concordancia

182 DR. EUGENE OSTY

rectamente a las tres personas, se encaró prime- ramente con dos de ellas, y cada vez que para sa- tisfacción de otras curiosidades quiso aban do nanas, volvió diciendo: «Siempre es en el mis- mo rincón donde tengo algo que decir.» Cuan- do cesó de hablar a estos dos sujetos fué para dirigirse al tercero: 14 de las 22 páginas del acta estenografiada son consagradas a ellos¡ Agrego que P. F. no conocía a ninguno de ellos, y que no es en él habitual permanecer tanto tiempo en un solo lugar; teniendo, por el contrario, buen cuidado de diseminar por la sala sus sondeos metagnómicos.

Cuando no se impone la reunión intermental, Forthuny va a caza de sujeto entre los asisten- tes. Circula entre ellos, mirándoles el rostro,

- hasta el momento de surgir imágenes informati- vas. Entonces se detiene y habla. Cuanto dice es inmediatamante inteligible las más de las ve- ces. Quiero decir que traduce claramente la rea- ____________l. lidad. A menudo, la preparación de la colabora- ción intermeotal es laboriosa. Forthuny sólo re- cibe en un principio imágenes mentales poco sugestivas. Dice una letra, un nombre, un ape- llido, un lugar geográfico. «A... ¿no significa nada para usted? ¿Tiene usted un Luis en su al- rededor? Burdeos, ¿representa un papel impor- tante en su vida?», etc. Sea cual fuere la res- puesta a esta vaga preparación, la cerebración Ce la peisona interpelada se pone en actividad;

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184 DR. EUCENE OSTY 1 UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 185

entre nosotros», dice, y continúa su busca, a me' nos que súbitamente no logre una unión inter-mental con otro individuo próximo.

Instintivamente, recurre a un procedimiento que, debiera emplear siempre. Es el que usan empíricamente gran número de metagnomos cuando trabajan ante muchas personas, y aun ante una sola. Sábese que algunos no se con-tentan con la proximidad de la persona que es objeto de la experiencia, y que la realizan mejor mediante el contacto directo (tacto de manos) o indirecto (tacto de objetos).

Recuerdo que fué cogiendo entre sus manos el manguito de una señora (sesión del 18 de no-viembre de 1925) como logró decirla su condi-ción de esposa de un corredor de diamantes y los dos tercios de su apellido. Y que después de coger la mano del señor Landoy (sesión del 2 de diciembre de 1925) fué cuando agregó nuevas indicaciones exactas a las ya dadas antes de este contacto. Y otro tanto ocurrió con el señor Almira (sesión del 13 de enero de 1926), tan favorecida.

Ocurrió a menudo que, irritado ante la suce-sión de errores dichos a un sujeto, le cogió la mano, y entonces afluyeron excelentes indicacio-nes metagnómicas. Cada vez que el señor For-thuny ha trabajado en el I. M. 1. cogiéndole la mano a alguien, pudo, por caer sobre esterilizan-tes, decir pocas cosas ciertas, e incluso muchas

eq ulvocadas; pero hasta el presente no ha ocu-rrido nunca que las indicaciones así proporcio-nadas conciernan a otra persona distinta de aquella cuya mano retenía. Subrayo esta demos-tración. Ella nos dice cuál es el manantial de

inspiraciones. Cuanto ocurre en lo cercano queda demos-

trado en la sesión del 24 de marzo de 1926 que

ForthUflY puede obtenerlo a distancia. Y lo que ocurre en el espacio se efectúa tam

bién, según lo prueba la sesión del 19 de mayo de 1925, en el tiempo. Ahora es el momento de decir que cuando Forthuny trabajó sobre la silla vacias las imágenes mentales informadoras sur-gieron inmediatamente, sucediéndose con des-envoltura, y en tanto un sentimiento de ciega confianza se apoderaba de él, dándole la certe-za de que conocía la verdad. Es también hora de recordar que durante el tiempo que Forthu-ny empleó en su trabajo metagnómicO sobre la persona que el destino debía sentar en la silla designada por la fantasía del señor Humblot, la señora M., en su casa comercial, experimentaba una angustia jamás sentida por ella y que se hermana con ciertos casos de telepatía espontá- nea, de forma ansiosa y sin información precisa. Estoy inclinado a suponer que en este caso la perturbación psíquico-fisiológica de la señora M. ha podido ser la emergencia emotiva en su conciencia del trabajo intermental que se efee-

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184 DR. EUCENE OSTY 1 UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 185

entre nosotros», dice, y continúa su busca, a me' nos que súbitamente no logre una unión inter-mental con otro individuo próximo.

Instintivamente, recurre a un procedimiento que, debiera emplear siempre. Es el que usan empíricamente gran número de metagnomos cuando trabajan ante muchas personas, y aun ante una sola. Sábese que algunos no se con-tentan con la proximidad de la persona que es objeto de la experiencia, y que la realizan mejor mediante el contacto directo (tacto de manos) o indirecto (tacto de objetos).

Recuerdo que fué cogiendo entre sus manos el manguito de una señora (sesión del 18 de no-viembre de 1925) como logró decirla su condi-ción de esposa de un corredor de diamantes y los dos tercios de su apellido. Y que después de coger la mano del señor Landoy (sesión del 2 de diciembre de 1925) fué cuando agregó nuevas indicaciones exactas a las ya dadas antes de este contacto. Y otro tanto ocurrió con el señor Almira (sesión del 13 de enero de 1926), tan favorecida.

Ocurrió a menudo que, irritado ante la suce-sión de errores dichos a un sujeto, le cogió la mano, y entonces afluyeron excelentes indicacio-nes metagnómicas. Cada vez que el señor For-thuny ha trabajado en el I. M. 1. cogiéndole la mano a alguien, pudo, por caer sobre esterilizan-tes, decir pocas cosas ciertas, e incluso muchas

eq ulvocadas; pero hasta el presente no ha ocu-rrido nunca que las indicaciones así proporcio-nadas conciernan a otra persona distinta de aquella cuya mano retenía. Subrayo esta demos-tración. Ella nos dice cuál es el manantial de

inspiraciones. Cuanto ocurre en lo cercano queda demos-

trado en la sesión del 24 de marzo de 1926 que

ForthUflY puede obtenerlo a distancia. Y lo que ocurre en el espacio se efectúa tam

bién, según lo prueba la sesión del 19 de mayo de 1925, en el tiempo. Ahora es el momento de decir que cuando Forthuny trabajó sobre la silla vacias las imágenes mentales informadoras sur-gieron inmediatamente, sucediéndose con des-envoltura, y en tanto un sentimiento de ciega confianza se apoderaba de él, dándole la certe-za de que conocía la verdad. Es también hora de recordar que durante el tiempo que Forthu-ny empleó en su trabajo metagnómicO sobre la persona que el destino debía sentar en la silla designada por la fantasía del señor Humblot, la señora M., en su casa comercial, experimentaba una angustia jamás sentida por ella y que se hermana con ciertos casos de telepatía espontá- nea, de forma ansiosa y sin información precisa. Estoy inclinado a suponer que en este caso la perturbación psíquico-fisiológica de la señora M. ha podido ser la emergencia emotiva en su conciencia del trabajo intermental que se efee-

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16 DR. EUCFNF OSTY

tuaba entre su psiquismo y el del señor For-thuny.

V.—La naturaleza de las indicaciones metagnó. micas proporcionadas por el se flor Fortlzuny.

La metagnomia, es decir, la propiedad de co- nocer la realidad en el espacio y en el tiempo por medios distintos de los sentidos Conocidos y de Ja razón, es potencial en todos los seres humanos, pero sólo se realiza en algunos, ya en manifestaciones raras y espontáneas (telepatías, presentimientos, sueños monitorios o premoni- torios, etc.), ya en facultad permanente solicita - ble a voluntad. En este último caso, se com- prueba;que cada metagnomo,l segun su consti- tución7 psic0fisiológica ytambién según el cono- cimiento que exige a SU facultad, tiene una marcada disposición para detectar tal o cual parte de la realidad ambiente.

Para mayor brevedad, en una consideración general de utilidad aquí, me limitaré adecir que la humanidad se ha dedicado sobre todo a soli- citar de la propiedad:metagnómjca indicaciones sobre el contenido del subsuelo (agua en parti- cular) y sobre el contenido de vidas individua- les (características intelectualesy morales de la

UNA VACULT.'D DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 187

personalidad, sucesos efectuados, en curso o por llegar, etc.). En algunos casos se le ha exigi-do otros fines; pero los anteriores, en razón a su utilidad inmediata, han sido los que más abun-dantemente se han propuesto. Hasta el presente, sobre la realidad hombre casi exclusivamente se ha dirigido la facultad del señor Forthuny. De lo que sea capaz de conocer, nos hallamos aún en la exploración. Las experiencias hasta aquí rea-lizadas en el 1. M. 1. no han revelado más que una parte. Queda por inquirir por nuevas expe-riencias cuál es la extensión del conocimiento en los demás modos de lo real.

Lo que hasta hoy nos ha enseñado el señor F. con su trabajo metagnómico en público, es que es susceptible de lograr finalmente conocí miento de cuanto de cerca o de lejos, y en poco o en mucho, interese al individuo humano.

En la cantidad de indicaciones metagnómicas así producidas, la mayor parte representa esta-dos de memoria fácilmente evocables en la per-sona que es el objetivo. Otra parte menos im-portante se refiere a lo olvidado. Solamente al-gunas indicaciones corresponden a lo no senso-riamente inscrito, y, por tanto, no contenido en la memoria clásicamente concebida (en la clási-ca concepción de la memoria)

Una serie de incidentes psicológicos ocurri-dos en la sesión del 12 de mayo de 1925, dará a

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tuaba entre su psiquismo y el del señor For-thuny.

V.—La naturaleza de las indicaciones metagnó. micas proporcionadas por el se flor Fortlzuny.

La metagnomia, es decir, la propiedad de co- nocer la realidad en el espacio y en el tiempo por medios distintos de los sentidos Conocidos y de Ja razón, es potencial en todos los seres humanos, pero sólo se realiza en algunos, ya en manifestaciones raras y espontáneas (telepatías, presentimientos, sueños monitorios o premoni- torios, etc.), ya en facultad permanente solicita - ble a voluntad. En este último caso, se com- prueba;que cada metagnomo,l segun su consti- tución7 psic0fisiológica ytambién según el cono- cimiento que exige a SU facultad, tiene una marcada disposición para detectar tal o cual parte de la realidad ambiente.

Para mayor brevedad, en una consideración general de utilidad aquí, me limitaré adecir que la humanidad se ha dedicado sobre todo a soli- citar de la propiedad:metagnómjca indicaciones sobre el contenido del subsuelo (agua en parti- cular) y sobre el contenido de vidas individua- les (características intelectualesy morales de la

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personalidad, sucesos efectuados, en curso o por llegar, etc.). En algunos casos se le ha exigi-do otros fines; pero los anteriores, en razón a su utilidad inmediata, han sido los que más abun-dantemente se han propuesto. Hasta el presente, sobre la realidad hombre casi exclusivamente se ha dirigido la facultad del señor Forthuny. De lo que sea capaz de conocer, nos hallamos aún en la exploración. Las experiencias hasta aquí rea-lizadas en el 1. M. 1. no han revelado más que una parte. Queda por inquirir por nuevas expe-riencias cuál es la extensión del conocimiento en los demás modos de lo real.

Lo que hasta hoy nos ha enseñado el señor F. con su trabajo metagnómico en público, es que es susceptible de lograr finalmente conocí miento de cuanto de cerca o de lejos, y en poco o en mucho, interese al individuo humano.

En la cantidad de indicaciones metagnómicas así producidas, la mayor parte representa esta-dos de memoria fácilmente evocables en la per-sona que es el objetivo. Otra parte menos im-portante se refiere a lo olvidado. Solamente al-gunas indicaciones corresponden a lo no senso-riamente inscrito, y, por tanto, no contenido en la memoria clásicamente concebida (en la clási-ca concepción de la memoria)

Una serie de incidentes psicológicos ocurri-dos en la sesión del 12 de mayo de 1925, dará a

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188 DR. EUGENE 05W

la vez una idea de las interiiifluencias psíquicas y de la fuerza de sugestión de las reviviscencias memoriales. Dirigiéndose al grupo que ocupaba

un rincón del salón, P. F. dice: «Me dan un En- rique que ha sido un personaje político. Ha estado paralítico de un lado. Ha tenido la voz apagada hacia el final de sus días. Ha muerto. ¿Nadie habla de este Enrique? Andrés; ¿qué sig- nifica Andrés?...'

Estas indicaciones se aplicaban a una señora amiga mía, sentada en aquella parte del salón. Cohibida por la orientación que el nombre de Andrés daba a las percepciones de Forthuny, nada respondió. Pero el pintor Andrés D., como nadie aceptaba el Enrique ni el Andrés, dijo: «Andrés; puede que me concierna.» P. Forthuny se acercó a él y le dió informes exactos y preci-

m

sos sobre su personalidad ínta. $ Y luego, volviéndose hacia la otra parte del

salón, exclamó: «Enrique, Enrique... Estoy obse- sionado por la idea de este ser fallecido. ¿Nadie lo ha conocido?» En este momento pasó ante el señor L. O., que en broma dijo que un Enrique había representado un gran papel en su vida, pero no había muerto. E inmediatamente For- thuny dió este Enrique describiéndole como un jinete, viajero en Africa durante su juventud, etc lo que era exacto.

Este ejemplo, prototipo de numerosos hechos análogos, hace comprender por qué el trabajo

UNA FACULTAD DE COtv)CIMIENrO SUPRANORMAL IS

metagnómico en público es necesariamente frag-mentario en su producción. La conducta de los asistentes y la multiplicidad de influencias psí- quicas detienen en todo momento la formación metagnómica orientada sobre un individuo. Son pequeños fragmentos de vida los que se revelan: a veces, de gran relieve; otras, de mínima im-portancia. No hay lógica en esta pesca metagnó- mica librada al determinismo caótico de inter-acciones, de interferencias, de inhibiciones, de detenciones, por rehuir la confesión, etc.

En este parcelamiento de la producción me-tagnómica hállase de todo: indicaciones sintéti- cas, detalles, nombres de personas, de ciudades —exactos o ligeramente deformados—, iniciales de apellidos relacionados con acontecimientos exactamente señalados, fechas, edades, trozos de conversaciones, etc.

Casi todas las indicaciones obtenidas hasta hoy en el 1. M. 1. han tenido relación con lo acaecido: pretérito, más o menos cercano, y presente. Forthuny se abstuvo voluntariamente de las profecías, porque quería trabajar solamen-te sobre lo instantáneamente comprobable.

¿Cuáles son los límites de su conocimiento paranormal de la realidad hombre en el espacio

y en el tiempo? ¿De qué es capaz orientado ha-cia la realidad cosas? Es lo que hay que investi-gar por ejercicios sobre fines nuevos y progresi-vamente, a medida que su facultad se amplíe.

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la vez una idea de las interiiifluencias psíquicas y de la fuerza de sugestión de las reviviscencias memoriales. Dirigiéndose al grupo que ocupaba

un rincón del salón, P. F. dice: «Me dan un En- rique que ha sido un personaje político. Ha estado paralítico de un lado. Ha tenido la voz apagada hacia el final de sus días. Ha muerto. ¿Nadie habla de este Enrique? Andrés; ¿qué sig- nifica Andrés?...'

Estas indicaciones se aplicaban a una señora amiga mía, sentada en aquella parte del salón. Cohibida por la orientación que el nombre de Andrés daba a las percepciones de Forthuny, nada respondió. Pero el pintor Andrés D., como nadie aceptaba el Enrique ni el Andrés, dijo: «Andrés; puede que me concierna.» P. Forthuny se acercó a él y le dió informes exactos y preci-

m

sos sobre su personalidad ínta. $ Y luego, volviéndose hacia la otra parte del

salón, exclamó: «Enrique, Enrique... Estoy obse- sionado por la idea de este ser fallecido. ¿Nadie lo ha conocido?» En este momento pasó ante el señor L. O., que en broma dijo que un Enrique había representado un gran papel en su vida, pero no había muerto. E inmediatamente For- thuny dió este Enrique describiéndole como un jinete, viajero en Africa durante su juventud, etc lo que era exacto.

Este ejemplo, prototipo de numerosos hechos análogos, hace comprender por qué el trabajo

UNA FACULTAD DE COtv)CIMIENrO SUPRANORMAL IS

metagnómico en público es necesariamente frag-mentario en su producción. La conducta de los asistentes y la multiplicidad de influencias psí- quicas detienen en todo momento la formación metagnómica orientada sobre un individuo. Son pequeños fragmentos de vida los que se revelan: a veces, de gran relieve; otras, de mínima im-portancia. No hay lógica en esta pesca metagnó- mica librada al determinismo caótico de inter-acciones, de interferencias, de inhibiciones, de detenciones, por rehuir la confesión, etc.

En este parcelamiento de la producción me-tagnómica hállase de todo: indicaciones sintéti- cas, detalles, nombres de personas, de ciudades —exactos o ligeramente deformados—, iniciales de apellidos relacionados con acontecimientos exactamente señalados, fechas, edades, trozos de conversaciones, etc.

Casi todas las indicaciones obtenidas hasta hoy en el 1. M. 1. han tenido relación con lo acaecido: pretérito, más o menos cercano, y presente. Forthuny se abstuvo voluntariamente de las profecías, porque quería trabajar solamen-te sobre lo instantáneamente comprobable.

¿Cuáles son los límites de su conocimiento paranormal de la realidad hombre en el espacio

y en el tiempo? ¿De qué es capaz orientado ha-cia la realidad cosas? Es lo que hay que investi-gar por ejercicios sobre fines nuevos y progresi-vamente, a medida que su facultad se amplíe.

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190 DR. EUGENE OSTY

IJMA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 191

Tan curioso como yo, por saber los recursos y las posibilidades de su facultad, Forthuny no se hurtará a buen seguro a ningún experimento.

VI.—Cómo adquiere el señor Forthuny conoci-miento de las informaciones metagnómicas.,

¿Bajo qué aspecto llegan a la conciencia del señor Forthuny las nociones procedentes de los conocimientos supranormales? O, en otros tér-minos: ¿cómo piensa P. F. las indicaciones me-tagnómicas que suministra? He aquí un campo psicológico en el cual, y en razón del interés y las enseñanzas que encierra, quiero describir ampliamente, para su mejor comprensión, el es-pectáculo que nos presenta. Hasta en las objeti-vidades de las actas de las sesiones hay materia de observación, y resultan del análisis introspec-tivo exigido a F. representaciones mentales que justifican sus palabras.

Primero, para más claridad con respecto a aquellos lectores que no estén al tanto del fun-cionamiento general de la facultad de conoci-mientos supranormales, voy a hacer un resumen del aspecto que toma en la práctica de los di-versos metagnomos.

Cuando uno de ellos se halla en condiciones de ejercer su facultad sobre una persona pre- sente—señalando el caso más sencillo—, se pue-de analíticamente descomponer el trabajo de su psiquismo en tres fases, que se suceden con tal velocidad que el tiempo de su sucesión es infi. mo en general.

En la primera fase se efectúa el contacto para-normal con la :realidad independientemente de lo consciente. (Lo que, en términos clásicos, se entiende por consciente.)

En la segunda fase, el conocimiento paranor-mal, ya elaborado, se transforma en el cerebro del metagnomo en las ordinarias modalidades representativas del pensamiento interior. (Imá-genes visuales, auditivas, táctiles, motrices, ver-bales, etc.)

En último caso interviene la función intelec-tual llamada conciencia, desentrañando el sen-tido de las imágenes mentales que se suceden, transponiéndolo en palabras, salvo en los casos de escritura y de palabra impulsiva, en los que las informaciones metagnómicasje expresan di-rectamente.

Para el metagnomo, el fenómeno se hace apa-rente en el momento en que las imágenes me-tagnómicas surgen por impulsión del trabajo subconsciente. Es decir, que en el momento que parece comenzar, es, en realidad, cuando está el trabajo terminado. El conocimiento supranOr-

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IJMA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 191

Tan curioso como yo, por saber los recursos y las posibilidades de su facultad, Forthuny no se hurtará a buen seguro a ningún experimento.

VI.—Cómo adquiere el señor Forthuny conoci-miento de las informaciones metagnómicas.,

¿Bajo qué aspecto llegan a la conciencia del señor Forthuny las nociones procedentes de los conocimientos supranormales? O, en otros tér-minos: ¿cómo piensa P. F. las indicaciones me-tagnómicas que suministra? He aquí un campo psicológico en el cual, y en razón del interés y las enseñanzas que encierra, quiero describir ampliamente, para su mejor comprensión, el es-pectáculo que nos presenta. Hasta en las objeti-vidades de las actas de las sesiones hay materia de observación, y resultan del análisis introspec-tivo exigido a F. representaciones mentales que justifican sus palabras.

Primero, para más claridad con respecto a aquellos lectores que no estén al tanto del fun-cionamiento general de la facultad de conoci-mientos supranormales, voy a hacer un resumen del aspecto que toma en la práctica de los di-versos metagnomos.

Cuando uno de ellos se halla en condiciones de ejercer su facultad sobre una persona pre- sente—señalando el caso más sencillo—, se pue-de analíticamente descomponer el trabajo de su psiquismo en tres fases, que se suceden con tal velocidad que el tiempo de su sucesión es infi. mo en general.

En la primera fase se efectúa el contacto para-normal con la :realidad independientemente de lo consciente. (Lo que, en términos clásicos, se entiende por consciente.)

En la segunda fase, el conocimiento paranor-mal, ya elaborado, se transforma en el cerebro del metagnomo en las ordinarias modalidades representativas del pensamiento interior. (Imá-genes visuales, auditivas, táctiles, motrices, ver-bales, etc.)

En último caso interviene la función intelec-tual llamada conciencia, desentrañando el sen-tido de las imágenes mentales que se suceden, transponiéndolo en palabras, salvo en los casos de escritura y de palabra impulsiva, en los que las informaciones metagnómicasje expresan di-rectamente.

Para el metagnomo, el fenómeno se hace apa-rente en el momento en que las imágenes me-tagnómicas surgen por impulsión del trabajo subconsciente. Es decir, que en el momento que parece comenzar, es, en realidad, cuando está el trabajo terminado. El conocimiento supranOr-

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192 ÍR. EUGENE OS1' 1 UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 193

mal se ha efectuado por entero en un plano del pensamiento cuya existencia ignoraríamos si la naturaleza especial de su producción no lo re-velase.

He aquí una serie de ejemplos que darán una idea de los procedimientos imaginativos por los cuales los planos profundos del psiquismo de F. se esfuerzan en convertir en consciente el cono cimiento paranormalmente adquirido (1):

Sesión del 18 de noviembre de 1925.

F., paseando por el salón, detiene su mirada en la se-ñora G. Ve sobre sus rodillas un manguito de piel ne-gra. De pronto, este manguito le parece luminoso; de-duce de ello que ha de serle útil, y lo coge diciendo:

Esto debía producirme una impresión de negro, y, por lo contrario, me produce Impresión de blanco. De todos modos, esto no tiene sentido; voy a tratar de buscarle uno...

Mientras pronuncia estas palabras, F. tiene la sensa-ción de que baja la temperatura del manguito. Lo mira atento, extrañado de verlo ahora como un bloque de cristal, lo que le hace exclamar:

(1) Para mayor comprensión de lo que se va á expo-ner, el lector puede repasar las actas de las sesiones.

Miro este objeto. Lo considero, más bien que como una piel, como un bloque de cristal. No veo dónde podrán conducirme estas conclusiones; pero voy a proseguir.

Le sorprende un espasmo respiratorio; sin embargo, itnpulsivamente, dice:

Su esposo tiene opresión...

La palabra impulsiva y el espasmo respiratorio han sido dos modalidades informativas sincrónicas.

Ve el manguito más brillante cada vez,' mientras se prolonga el espasmo respiratorio. De pronto siente vio-lentos dolores en la muñeca derecha, lo que le hace efectuar un gesto reflejo de defensa. Por lo que dice:

En cuanto a este objeto, es cada vez más brillante como radiación y luminosidad... Persiste esta extra ña opre-sión... mas he de proseguir con este objeto que veo cada vez más luminoso... Y existen detalles sobre la salud que me obsesionan al mismo tiempo. ¿Siente usted dolores?... ¿Torsiones musculares?... (Muestra su muñeca derecha.)

En seguida torna F. a la contemplación del manguito, que está entre sus manos. Ve el bloque luminoso dismi-nuir de volumen, y repentinamente, sobre el fondo obs-curecido del manguito, distingue en una atmósfera ve-lada un enorme diamante tallado; y después, un gran nú-mero de diamantes brilla ante su vista, y dice:

Veo este objeto reducirse y tallarse. Toma un aspecto geométrico. Tiene ahora la forma de una piedra tallada, de un diamante. Veo un montón de diamantes, una gran cantidad de diamantes...

Sobre estos datos, su consciente edifica:

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mal se ha efectuado por entero en un plano del pensamiento cuya existencia ignoraríamos si la naturaleza especial de su producción no lo re-velase.

He aquí una serie de ejemplos que darán una idea de los procedimientos imaginativos por los cuales los planos profundos del psiquismo de F. se esfuerzan en convertir en consciente el cono cimiento paranormalmente adquirido (1):

Sesión del 18 de noviembre de 1925.

F., paseando por el salón, detiene su mirada en la se-ñora G. Ve sobre sus rodillas un manguito de piel ne-gra. De pronto, este manguito le parece luminoso; de-duce de ello que ha de serle útil, y lo coge diciendo:

Esto debía producirme una impresión de negro, y, por lo contrario, me produce Impresión de blanco. De todos modos, esto no tiene sentido; voy a tratar de buscarle uno...

Mientras pronuncia estas palabras, F. tiene la sensa-ción de que baja la temperatura del manguito. Lo mira atento, extrañado de verlo ahora como un bloque de cristal, lo que le hace exclamar:

(1) Para mayor comprensión de lo que se va á expo-ner, el lector puede repasar las actas de las sesiones.

Miro este objeto. Lo considero, más bien que como una piel, como un bloque de cristal. No veo dónde podrán conducirme estas conclusiones; pero voy a proseguir.

Le sorprende un espasmo respiratorio; sin embargo, itnpulsivamente, dice:

Su esposo tiene opresión...

La palabra impulsiva y el espasmo respiratorio han sido dos modalidades informativas sincrónicas.

Ve el manguito más brillante cada vez,' mientras se prolonga el espasmo respiratorio. De pronto siente vio-lentos dolores en la muñeca derecha, lo que le hace efectuar un gesto reflejo de defensa. Por lo que dice:

En cuanto a este objeto, es cada vez más brillante como radiación y luminosidad... Persiste esta extra ña opre-sión... mas he de proseguir con este objeto que veo cada vez más luminoso... Y existen detalles sobre la salud que me obsesionan al mismo tiempo. ¿Siente usted dolores?... ¿Torsiones musculares?... (Muestra su muñeca derecha.)

En seguida torna F. a la contemplación del manguito, que está entre sus manos. Ve el bloque luminoso dismi-nuir de volumen, y repentinamente, sobre el fondo obs-curecido del manguito, distingue en una atmósfera ve-lada un enorme diamante tallado; y después, un gran nú-mero de diamantes brilla ante su vista, y dice:

Veo este objeto reducirse y tallarse. Toma un aspecto geométrico. Tiene ahora la forma de una piedra tallada, de un diamante. Veo un montón de diamantes, una gran cantidad de diamantes...

Sobre estos datos, su consciente edifica:

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J94 DR. EUCENR OSTV

«Si quisiera dar a usted un apodo la llamarla la seño-ra Diamante... »

En este momento, imperativamente, una voz interior eco de la suya, se deja oír por él, que repite:

« Ganar, ganar fortuna... diamantes... »

Sesión del 2 de diciembre de 1925.

Al franquear el umbral de la sala de sesiones, P. F. tiene la más fuerte visión que haya podido sentir hasta este momento. Ve un espectáculo que vió a menudo en tiempos. Se encuentra transportado a un sótano del pe-riódico Le Matin, de París, en el momento de ajustar las formas (1). El señor Enrique de Jeuvenel, redactor en efe, pasea por allí en traje de etiqueta, mientras sus compañero s de redacción, en 1907-1908, van y vienen oye el ruido de las máquinas de imprimir. Percibe el olor de la tinta. Por este motivo dice al entrar en la sala:

Oigo como el ruido de una gran imprenta. Es un con-tinuo retemblar de máquinas en el sótano. Son las dos de la mariana y hay un fuerte olor a tinta de imprenta. Veo a un señor que sale de su despacho, baja a los sótanos de la casa para ver lo que se llaman «las formas» de un periódico. lraslddame el pensamiento tracia el diario

(1) Tengo interés en decir que Forthuny ha sido re-dactor de otros diarios además de Le Mafia, y que como puede verse, esta elección tenía un fin.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 195

Le Matin, donde en tiempos fui redactor. No creo que en-tre los concurrentes haya ningún redactor de Le Matin, a juzgar por lo queme dicen de Le Matin. Sin embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante función en un diario, al que debe de bajar a las dos de la mañana para verlas «formas».

Yendo impulsivamente hacia el señor Landoy, le toma una mano, e inmediatamente tiene la visión de la letra mayúscula L, como dibujada en gran tamaño, 40 por 40 centímetros aproximadamente, sobre un cartón, y dice:

Me dan una mayúscula: la L.

Es la inicial del nombre que percibiera por completo a los pocos instantes.

En cuanto aparece la letra, se borra. Y surge otro es-pectáculo. Forthuny está en la orilla de un ancho río. En la opuesta se dibuja la silueta de una población que él no reconoce. Las nubes están bajas. Instantáneamente, helo trasladado a la margen opuesta, en la misma ciu-dad, sobre un ancho muelle del río. Hay un gran movi-miento de cosas que están desembarcando. Huele a al-quitrán y a especias. Y F. dice:

Hay neblina, hay agua... hay barcos... olor a géneros ultramarinos, agua amarilla, gris.

Surge en este momento el recuerdo de un viaje a Bél-gica y ello le hace decir:

Listed es belga...

Una voz tenue dice en él: Lanoi... De donde se deriva su pregunta:

¿ Qué es Lcznoi?

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J94 DR. EUCENR OSTV

«Si quisiera dar a usted un apodo la llamarla la seño-ra Diamante... »

En este momento, imperativamente, una voz interior eco de la suya, se deja oír por él, que repite:

« Ganar, ganar fortuna... diamantes... »

Sesión del 2 de diciembre de 1925.

Al franquear el umbral de la sala de sesiones, P. F. tiene la más fuerte visión que haya podido sentir hasta este momento. Ve un espectáculo que vió a menudo en tiempos. Se encuentra transportado a un sótano del pe-riódico Le Matin, de París, en el momento de ajustar las formas (1). El señor Enrique de Jeuvenel, redactor en efe, pasea por allí en traje de etiqueta, mientras sus compañero s de redacción, en 1907-1908, van y vienen oye el ruido de las máquinas de imprimir. Percibe el olor de la tinta. Por este motivo dice al entrar en la sala:

Oigo como el ruido de una gran imprenta. Es un con-tinuo retemblar de máquinas en el sótano. Son las dos de la mariana y hay un fuerte olor a tinta de imprenta. Veo a un señor que sale de su despacho, baja a los sótanos de la casa para ver lo que se llaman «las formas» de un periódico. lraslddame el pensamiento tracia el diario

(1) Tengo interés en decir que Forthuny ha sido re-dactor de otros diarios además de Le Mafia, y que como puede verse, esta elección tenía un fin.

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 195

Le Matin, donde en tiempos fui redactor. No creo que en-tre los concurrentes haya ningún redactor de Le Matin, a juzgar por lo queme dicen de Le Matin. Sin embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante función en un diario, al que debe de bajar a las dos de la mañana para verlas «formas».

Yendo impulsivamente hacia el señor Landoy, le toma una mano, e inmediatamente tiene la visión de la letra mayúscula L, como dibujada en gran tamaño, 40 por 40 centímetros aproximadamente, sobre un cartón, y dice:

Me dan una mayúscula: la L.

Es la inicial del nombre que percibiera por completo a los pocos instantes.

En cuanto aparece la letra, se borra. Y surge otro es-pectáculo. Forthuny está en la orilla de un ancho río. En la opuesta se dibuja la silueta de una población que él no reconoce. Las nubes están bajas. Instantáneamente, helo trasladado a la margen opuesta, en la misma ciu-dad, sobre un ancho muelle del río. Hay un gran movi-miento de cosas que están desembarcando. Huele a al-quitrán y a especias. Y F. dice:

Hay neblina, hay agua... hay barcos... olor a géneros ultramarinos, agua amarilla, gris.

Surge en este momento el recuerdo de un viaje a Bél-gica y ello le hace decir:

Listed es belga...

Una voz tenue dice en él: Lanoi... De donde se deriva su pregunta:

¿ Qué es Lcznoi?

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196 DR. FUGENE OSTY

Helo que de pronto vuelve a verse en Rouen en el tiem-po lejano en que cumplía su servicio militar. Sube a un buque mercante, ve al capitán noruego Bellé, que le había hecho conocer al señor Lugné Poe. Cada vez que dicho capitán venía a Rouen iba él a bordo a charlar fumando en su compañía excelentes cigarros. Esta evocación de un recuerdo de más de treinta años de fecha, jamás re-cordado desde entonces, le hace decir:

¿Va usted en unos barcos? ¿Enciende cigarros de las Antillas, o no sé qué; con capitanes de buques?

E ignorando por qué, con palabra impulsiva agrega:

¿En un Club?

Coordinando sus datos mentales, dice:

¿Encuentra usted a unos capitanes de buques en el Club y le dan a usted cigarros?

Y también impulsivamente agrega:

¿Ha perdido usted una apuesta en el Círculo?

En este momento se le aparece en su memoria, muy objetivada, la visión de una acuarela de Arnold Jong-kind, representando al puerto de Amberes, que pericial-mente había examinado veinticinco años antes. Y luego un cuadro de Boudin minuciosamente analizado en otro tiempo en una de sus críticas de arte. Es la ciu-dad de Amberes siluetada sobre un cielo norteño. Re-uniendo entonces todas las indicaciones representadas en su espíritu, concluye:

Veo un gran puerto, está lleno de humo y de géneros

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 197

ultramarinos. Es Amberes. Es usted redactor del diario Le Matin en Amberes, señor Lanoi (1).

Sesión del 13 de enero de 1926.

Paseando la mirada por sobre un grupo de concu-rrentes, P. F. nota sobre el rostro de una joven, como posada, una mariposa. Inmediatamente sus recuerdos de crítica de arte le asocian esta visión a ciertos gra-bados ingleses del tipo fceepsalce, y que representan jó-venes rubias con velos transparentes y mariposas sobre cielo azul. Lo que le hace exclamar:

Me dicen Butterfly. ¿Esta palabra, que en inglés signifi-ca mariposa, tiene para usted alguna importancia en su vida?

El recuerdo de una travesía de la Mancha surge en su pensamiento. Está sobre un navío, bajo un cielo gris. Y he aquí también que varias mariposas cruzan su vue-lo en el aire. Unas, grises, vienen de Francia; otras, azu-les, de la costa inglesa. Lo que P. F. traduce así:

Bajo una forma pictórica, simbólica, a modo de ima-gen, veo venir de Inglaterra a unas mariposas azules en dirección a usted como pensamientos amables. ¿Ha teni-

(1) En 1907, el señor don Enrique Jouvenel, personaje de primer plano en la visión revivida en recuerdo por P. F., era redactor jefe de Le Matin de París. El 2 de diciem-bre de 1925, día de la sesión, el señor Landoy lo era de Le Matin de Amberes,

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196 DR. FUGENE OSTY

Helo que de pronto vuelve a verse en Rouen en el tiem-po lejano en que cumplía su servicio militar. Sube a un buque mercante, ve al capitán noruego Bellé, que le había hecho conocer al señor Lugné Poe. Cada vez que dicho capitán venía a Rouen iba él a bordo a charlar fumando en su compañía excelentes cigarros. Esta evocación de un recuerdo de más de treinta años de fecha, jamás re-cordado desde entonces, le hace decir:

¿Va usted en unos barcos? ¿Enciende cigarros de las Antillas, o no sé qué; con capitanes de buques?

E ignorando por qué, con palabra impulsiva agrega:

¿En un Club?

Coordinando sus datos mentales, dice:

¿Encuentra usted a unos capitanes de buques en el Club y le dan a usted cigarros?

Y también impulsivamente agrega:

¿Ha perdido usted una apuesta en el Círculo?

En este momento se le aparece en su memoria, muy objetivada, la visión de una acuarela de Arnold Jong-kind, representando al puerto de Amberes, que pericial-mente había examinado veinticinco años antes. Y luego un cuadro de Boudin minuciosamente analizado en otro tiempo en una de sus críticas de arte. Es la ciu-dad de Amberes siluetada sobre un cielo norteño. Re-uniendo entonces todas las indicaciones representadas en su espíritu, concluye:

Veo un gran puerto, está lleno de humo y de géneros

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 197

ultramarinos. Es Amberes. Es usted redactor del diario Le Matin en Amberes, señor Lanoi (1).

Sesión del 13 de enero de 1926.

Paseando la mirada por sobre un grupo de concu-rrentes, P. F. nota sobre el rostro de una joven, como posada, una mariposa. Inmediatamente sus recuerdos de crítica de arte le asocian esta visión a ciertos gra-bados ingleses del tipo fceepsalce, y que representan jó-venes rubias con velos transparentes y mariposas sobre cielo azul. Lo que le hace exclamar:

Me dicen Butterfly. ¿Esta palabra, que en inglés signifi-ca mariposa, tiene para usted alguna importancia en su vida?

El recuerdo de una travesía de la Mancha surge en su pensamiento. Está sobre un navío, bajo un cielo gris. Y he aquí también que varias mariposas cruzan su vue-lo en el aire. Unas, grises, vienen de Francia; otras, azu-les, de la costa inglesa. Lo que P. F. traduce así:

Bajo una forma pictórica, simbólica, a modo de ima-gen, veo venir de Inglaterra a unas mariposas azules en dirección a usted como pensamientos amables. ¿Ha teni-

(1) En 1907, el señor don Enrique Jouvenel, personaje de primer plano en la visión revivida en recuerdo por P. F., era redactor jefe de Le Matin de París. El 2 de diciem-bre de 1925, día de la sesión, el señor Landoy lo era de Le Matin de Amberes,

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRANORMAL 199

198 DR. EUGENE OSTY

do usted correspondencia con dicho país? En ella veo un intercambio de mariposas grises, tristes, melancólicas, que se corresponden con otras más alegres y consola-doras...

Mirando el rostro de la joven lo ve cómo se transforma en una máscara melancólica. Lo que le da la noción de que es ella la consolada.

Las restantes indicaciones suministradas a esta señora lo fueron por la palabra impulsiva sin previo pensamiento exterior consciente.

Sesión del 10 de febrero de 1926.

De esta sesión no señalaré más que el artificio men-tal por el cual el subconsciente hizo conocer un nombre al consciente.

Al comienzo de la sesión P. F., trasladándose de un lado a otro, ante la primera fila, oye en sí mismo «Bue-nos Aires», en el momento en que su mirada pasaba so-bre uno del público. Se lo dice.

E inmediatamente se le dibuja una columna de nom-bres desenfocados, mientras que impresiones confusas de acento español alucinan sus oídos. Bruscamente en la lista de nombres aparece uno claramente: Ramón. Lo que le hace decir:

¿Conoce usted a Ramón, muerto o Vivo?

Después de una sucesión de otras visiones sugerido-ras de indicaciones diversas, una página de cierto día-

río ilustrado se le aparece. En él distingue una cabeza femenina de perfil muy claro sobre fondo negro. No la reconoce, y se pregunta sino será Rosa Caron. Lo que provoca en su consciente un movimiento de pensamien-to que así se expresa:

Me enseñan una gran cabeza en un grabado de Ufl pe-riódico ilustrado. Es un diario de teatro...

Una característica del retrato le separa de la identi-ficación de Rosa Caron.

Encuentra al rostro de su visión una nariz inda larga y una cabellera negra fundida en el negro que rodea al grabado. Tiene, sin embargo, la impresión de haber vis-to en otra ocasión esta cara viva. Dice:

Es morena; la conozco, la he visto hace mucho tiempo, pero ¿dónde? ¿Relación que ello pueda tener con su Ra-món? Lo ignoro.

Surge entonces ante sus ojos la mayúscula M en gris negro, sobre el fondo de la sala, como un cartel de un metro cuadrado. Y he aquí que súbitamente ocupa su lugar otro espectáculo. Se trata de Cátulo Mendes, hundido en una butaca, con el chaleco abierto, desabro-chada hebilla del cinturón, fumando su pipa. Sólo una vez ha visto Forthuny a Cátalo Mendes tan desaliñado. Recuerda la circunstancia: fué después de una comida en casa de la actriz Moreno. ¡Moreno! Esa es la cabeza de su Visión del periódico ilustrado. Un sentimiento de satisfacción le invade al ver confirmado que sabe lo que necesitaba saber.

He aquí la ilación de representaciones mentales por la que F. llegó en unos segundos a decir:

Ramón Moreno. ¿Es éste el nombre de su obrero?

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198 DR. EUGENE OSTY

do usted correspondencia con dicho país? En ella veo un intercambio de mariposas grises, tristes, melancólicas, que se corresponden con otras más alegres y consola-doras...

Mirando el rostro de la joven lo ve cómo se transforma en una máscara melancólica. Lo que le da la noción de que es ella la consolada.

Las restantes indicaciones suministradas a esta señora lo fueron por la palabra impulsiva sin previo pensamiento exterior consciente.

Sesión del 10 de febrero de 1926.

De esta sesión no señalaré más que el artificio men-tal por el cual el subconsciente hizo conocer un nombre al consciente.

Al comienzo de la sesión P. F., trasladándose de un lado a otro, ante la primera fila, oye en sí mismo «Bue-nos Aires», en el momento en que su mirada pasaba so-bre uno del público. Se lo dice.

E inmediatamente se le dibuja una columna de nom-bres desenfocados, mientras que impresiones confusas de acento español alucinan sus oídos. Bruscamente en la lista de nombres aparece uno claramente: Ramón. Lo que le hace decir:

¿Conoce usted a Ramón, muerto o Vivo?

Después de una sucesión de otras visiones sugerido-ras de indicaciones diversas, una página de cierto día-

río ilustrado se le aparece. En él distingue una cabeza femenina de perfil muy claro sobre fondo negro. No la reconoce, y se pregunta sino será Rosa Caron. Lo que provoca en su consciente un movimiento de pensamien-to que así se expresa:

Me enseñan una gran cabeza en un grabado de Ufl pe-riódico ilustrado. Es un diario de teatro...

Una característica del retrato le separa de la identi-ficación de Rosa Caron.

Encuentra al rostro de su visión una nariz inda larga y una cabellera negra fundida en el negro que rodea al grabado. Tiene, sin embargo, la impresión de haber vis-to en otra ocasión esta cara viva. Dice:

Es morena; la conozco, la he visto hace mucho tiempo, pero ¿dónde? ¿Relación que ello pueda tener con su Ra-món? Lo ignoro.

Surge entonces ante sus ojos la mayúscula M en gris negro, sobre el fondo de la sala, como un cartel de un metro cuadrado. Y he aquí que súbitamente ocupa su lugar otro espectáculo. Se trata de Cátulo Mendes, hundido en una butaca, con el chaleco abierto, desabro-chada hebilla del cinturón, fumando su pipa. Sólo una vez ha visto Forthuny a Cátalo Mendes tan desaliñado. Recuerda la circunstancia: fué después de una comida en casa de la actriz Moreno. ¡Moreno! Esa es la cabeza de su Visión del periódico ilustrado. Un sentimiento de satisfacción le invade al ver confirmado que sabe lo que necesitaba saber.

He aquí la ilación de representaciones mentales por la que F. llegó en unos segundos a decir:

Ramón Moreno. ¿Es éste el nombre de su obrero?

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200 DR. ELJENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 201

Veamos. Me hablan de un corredor de vinos en el Sur. ¿Lo conoce usted?

Sesión del 24 de febrero de 1926. Esta pregunta produjo el siguiente diálogo:

El señor ...—Sí. Al empezar la sesión F., paseándose entre el público

buscando el enganche intermental, ve la cara de una F.—La B existe, pues? señora que se transforma inopinadamente y expresa un El señor ...—Si. profundo sentimiento de misticismo, de pasión idealis- y F. ve de nuevo en el muro la B mayúscula y aña- ta. Se detiene ante ella y todo cuanto dice es por pala- dirsele luego una letra pequeña, o. Entonces espera, y bra impulsiva, salvo el nombre Magdalena», que oye no apareciendo nada más, dice: y repite.

Del mismo modo se realiza mentalmente el hecho de Bo... Bo... no sé más...

la quinta prueba. En el momento en que F. mira a la se- El señor ...--Se llama Bonnefoy... ñora X., ésta varía bruscamente de expresión, dando muestra de un antiguo dolor. Apodérase de él un senti- miento de compasión, mientras que sin pensamiento interior conscientemente percibido, sin saber aparente- mente lo que dice, expresa por palabra impulsiva una Sesión del 10 de marzo de 1926. serie de indicaciones referentes a la vida interior de esta persona.

Abandonando a esta señora, F. se dirige a otro extre- Al principio de esta sesión, al pasar F. ante una se- mo del salón, recorre con la mirada un cierto grupo, y ñora, evoca el recuerdo de una novela de Balzac releída de pronto, sobre la cabeza de una de las personas del por él seis años antes. Recuerda la imagen que él se público y en prolongación de ella, ve perfilarse sobre la ¶ forjó de la heroína, Madame de Morsauf. En un segun- pared una B mayúscula. do ve el espectáculo de un parque, el andar melan-

cólico de la castellana y adquiere la noción del drama La letra B para usted, señor—exclama, secreto entre los árboles, y piensa que puesto que re-

cuerda El Lirio en el valle, es que este libro interesa Y añade por puro razonamiento: en modo particular a dicha señora. Lo que le sugiere

las siguientes palabras: ¿Como inicial de un apellido? ¿Muy cerca de usted?

Debo preguntarle, señora, si no tiene usted en su casa Al negar el interpelado, F. lo mira, y recordando a guardado con particular esmero una edición de El Lirio

cierto corredor de vinos que conoció, dice: . n el valle, de Balzac...

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Veamos. Me hablan de un corredor de vinos en el Sur. ¿Lo conoce usted?

Sesión del 24 de febrero de 1926. Esta pregunta produjo el siguiente diálogo:

El señor ...—Sí. Al empezar la sesión F., paseándose entre el público

buscando el enganche intermental, ve la cara de una F.—La B existe, pues? señora que se transforma inopinadamente y expresa un El señor ...—Si. profundo sentimiento de misticismo, de pasión idealis- y F. ve de nuevo en el muro la B mayúscula y aña- ta. Se detiene ante ella y todo cuanto dice es por pala- dirsele luego una letra pequeña, o. Entonces espera, y bra impulsiva, salvo el nombre Magdalena», que oye no apareciendo nada más, dice: y repite.

Del mismo modo se realiza mentalmente el hecho de Bo... Bo... no sé más...

la quinta prueba. En el momento en que F. mira a la se- El señor ...--Se llama Bonnefoy... ñora X., ésta varía bruscamente de expresión, dando muestra de un antiguo dolor. Apodérase de él un senti- miento de compasión, mientras que sin pensamiento interior conscientemente percibido, sin saber aparente- mente lo que dice, expresa por palabra impulsiva una Sesión del 10 de marzo de 1926. serie de indicaciones referentes a la vida interior de esta persona.

Abandonando a esta señora, F. se dirige a otro extre- Al principio de esta sesión, al pasar F. ante una se- mo del salón, recorre con la mirada un cierto grupo, y ñora, evoca el recuerdo de una novela de Balzac releída de pronto, sobre la cabeza de una de las personas del por él seis años antes. Recuerda la imagen que él se público y en prolongación de ella, ve perfilarse sobre la ¶ forjó de la heroína, Madame de Morsauf. En un segun- pared una B mayúscula. do ve el espectáculo de un parque, el andar melan-

cólico de la castellana y adquiere la noción del drama La letra B para usted, señor—exclama, secreto entre los árboles, y piensa que puesto que re-

cuerda El Lirio en el valle, es que este libro interesa Y añade por puro razonamiento: en modo particular a dicha señora. Lo que le sugiere

las siguientes palabras: ¿Como inicial de un apellido? ¿Muy cerca de usted?

Debo preguntarle, señora, si no tiene usted en su casa Al negar el interpelado, F. lo mira, y recordando a guardado con particular esmero una edición de El Lirio

cierto corredor de vinos que conoció, dice: . n el valle, de Balzac...

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202 DR. EUGENE OSTY

Esta indicación, según se ha visto, fué falsa cii sí, pero es una etapa que le conduce a pensar que esta se-ñora tiene a su alrededor a alguien cuya existencia se asemeja mucho a la de la señora Morsauf. Apenas efec-tuado este razonamiento, se pone a decir por palabra impulsiva la continuación de indicaciones que se puede leer en el acta de la sesión.

Sesión del 24 de marzo de 1926.

Esta sesión fué en casi su totalidad consagrada al ensayo del trabajo metagnóniico a distancia. He aquí cómo se presentaron en el consciente de P. F. las infor-maciones procedentes de conocimiento paranormal.

Sentado en una esquina del salón del segundo piso, con la estenógrafa no lelos de él, P. F. detiene el ordi-nario curso de su pensamiento. Algunos segundos des-pués tiene la visión de una silueta masculina, alta, del-gada, cabellos negros echados hacia atrás, así como de su situación en la sala. Difiere el decir lo que ve. Los rasgos de este sujeto se precisan ahora. Ya percibe la expresión, que es de tristeza, como si un choque afecti-vo lo hubiese dañado. Una forma femenina se le aproxi-ma, pareciendo, por sus gestos y su actitud, querer con-solarlo y prodigarse en abnegación. Lo que traduce así:

Un señor que en el orden sentimental ha recibido una cruel herida y hacia el que se dirige un ángel de bondad, que ha hecho y hará todo cuanto pueda para animar su vida con tanta dulzura como crueles fueron las horas de tormento...

UNA FACULTAD DE CONOCIMIFNTO SUPRANORMAL 203

¡Carlos! ¡Maríal...

Esto, dicho por palabra impulsiva. Por lógica, añade

A su lado o en el pasado.

En este momento expresa la indicación de su primera visión:

Está colocado en la asistencia, y no en la primera sala, sino en la segunda, al pie de la biblioteca del lado de la chimenea y cerca de ella.

La cabeza del señor a quien se refiere se le presenta ahora con más claridad, A su vista estima que es la de un hombre como de unos cincuenta años. Impulsiva-mente precisa:

«... cincuenta y tres años.»

Y sobre la base de la anterior visión:

..,. encanecido un tanto, y con los cabellos peinados hacia atrás.»

Cambio de espectáculo. Aún la misma silueta, pero el señor es ahora joven. Lo distingue en un medio manual como una industria maderera, luchando con su padre, que quisiera hacerle trabajar allí. Otro cuadro: el joven franquea a pie una de las puertas de París. Lo que se expresa en estas palabras:

<>1-la sido combatido por los suyos a causa de la elec-ción de una vocación. Ha venido a París...»

Y al volver a ver la cabeza encanecida que vió pOÇO

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202 DR. EUGENE OSTY

Esta indicación, según se ha visto, fué falsa cii sí, pero es una etapa que le conduce a pensar que esta se-ñora tiene a su alrededor a alguien cuya existencia se asemeja mucho a la de la señora Morsauf. Apenas efec-tuado este razonamiento, se pone a decir por palabra impulsiva la continuación de indicaciones que se puede leer en el acta de la sesión.

Sesión del 24 de marzo de 1926.

Esta sesión fué en casi su totalidad consagrada al ensayo del trabajo metagnóniico a distancia. He aquí cómo se presentaron en el consciente de P. F. las infor-maciones procedentes de conocimiento paranormal.

Sentado en una esquina del salón del segundo piso, con la estenógrafa no lelos de él, P. F. detiene el ordi-nario curso de su pensamiento. Algunos segundos des-pués tiene la visión de una silueta masculina, alta, del-gada, cabellos negros echados hacia atrás, así como de su situación en la sala. Difiere el decir lo que ve. Los rasgos de este sujeto se precisan ahora. Ya percibe la expresión, que es de tristeza, como si un choque afecti-vo lo hubiese dañado. Una forma femenina se le aproxi-ma, pareciendo, por sus gestos y su actitud, querer con-solarlo y prodigarse en abnegación. Lo que traduce así:

Un señor que en el orden sentimental ha recibido una cruel herida y hacia el que se dirige un ángel de bondad, que ha hecho y hará todo cuanto pueda para animar su vida con tanta dulzura como crueles fueron las horas de tormento...

UNA FACULTAD DE CONOCIMIFNTO SUPRANORMAL 203

¡Carlos! ¡Maríal...

Esto, dicho por palabra impulsiva. Por lógica, añade

A su lado o en el pasado.

En este momento expresa la indicación de su primera visión:

Está colocado en la asistencia, y no en la primera sala, sino en la segunda, al pie de la biblioteca del lado de la chimenea y cerca de ella.

La cabeza del señor a quien se refiere se le presenta ahora con más claridad, A su vista estima que es la de un hombre como de unos cincuenta años. Impulsiva-mente precisa:

«... cincuenta y tres años.»

Y sobre la base de la anterior visión:

..,. encanecido un tanto, y con los cabellos peinados hacia atrás.»

Cambio de espectáculo. Aún la misma silueta, pero el señor es ahora joven. Lo distingue en un medio manual como una industria maderera, luchando con su padre, que quisiera hacerle trabajar allí. Otro cuadro: el joven franquea a pie una de las puertas de París. Lo que se expresa en estas palabras:

<>1-la sido combatido por los suyos a causa de la elec-ción de una vocación. Ha venido a París...»

Y al volver a ver la cabeza encanecida que vió pOÇO

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 205 204 DR. EUGENE OSTY

antes, encuentra en su expresión finura, intelectualidad; sin ningún otro motivo aparente, se ve obligado a decir:

a... Se dedica a las let,as, a la literatura»

Surge otra visión. La misma silueta de hombre mani-fiesta cierta cólera ante el acta de la Sociedad de «Gens de Lettres», act? que P. F. recibe y reconoce en el sitio correspondiente a las rúbricas del presupuesto, lo que le hace decir:

«... Ha comentado con un cierto dejo de amargura la más reciente acta de la Sociedad de «Gens de Lettres»,.., etcétera.»

Las demás indicaciones facilitadas por P. F. a Car-los X., básanse en datos visuales análogos. La mímica del rostro y de la silueta fué el procedimiento sugeridor principalmente empleado.

Subrayo que cuando P. F. hizo una particular des-cripción exacta y detallada de la persona, en el caso explicado, su Visión no le permitió reconocerla. En pre-sencia del Señor don Carlos X., y durante la lectura del texto del acta, fué cuando P. F. se dió cuenta de que si la filiación era exacta no era ésta la cabeza que él vió Aquí, como por regla general, P. F. no había sido es-pectador de la realidad, sino de una sucesión de repre- sentaciones mentales destinadas a darle la noción de una realidad.

Sesión del 21 de abril de 1926.

Para dar una idea algo más completa del paso del pensamiento metagnóniico desde el plano profundo del psiquismo al plano funcional de conciencia quiero ha-

cer conocer las representaciones mentales sobre las que P. F. llegó con gran facilidad a proporcionar indica-ciones precisas sobre una persona que había de sentar-se más tarde en una silla elegida al azar.

Sentado, según se ha visto, en una silla a la que el destino había de conducir a la señora M., P. F., en cuan-to detiene el curso normal de su pensamiento, ve ante sus ojos (como se ve en sueños) a una mujer joven, de pie, mirando con azoramiento por el suelo objetos rotos en pedazos. Al par que ve esto dice impulsivamente y sin otra causa:

No es un motivo que por habérsele lodo caldo por la tercera o cuarta vez lo deje ya en el suelo. Recoja lo que usted cree en trozos y continúe. El éxito está al final.

Aparece otra visión. La joven moldea entre sus ma-nos un bloque de arcilla. Se fatiga al esfuerzo. En cuan-to ve esto P. F., por palabra impulsiva dice:

Creyó muy sencillo forjar este alma y volverla a mode-lar; es difícil, pero ya lo conseguirá. Una enfermedad vendrá en su ayuda y en ese momento llegará usted a do-minar lo que en parte se le escapa aún.

Otra visión. Es una estación de ferrocarril en un pai-saje de verdura. Sin más representación mental, F. dice:

Su proyecto de partir lejos este verano ha sido des-aprobado y lo será una vez más.

Y ahora es la visión de Nancy la que se le presenta y que reconoce, y luego la línea azul de los Vosgos. Sin-crónicamente, la palabra impulsiva prosigue:

No piense más en el Este. Durante algún tiempo no hay que pensar en eso...

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UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 205 204 DR. EUGENE OSTY

antes, encuentra en su expresión finura, intelectualidad; sin ningún otro motivo aparente, se ve obligado a decir:

a... Se dedica a las let,as, a la literatura»

Surge otra visión. La misma silueta de hombre mani-fiesta cierta cólera ante el acta de la Sociedad de «Gens de Lettres», act? que P. F. recibe y reconoce en el sitio correspondiente a las rúbricas del presupuesto, lo que le hace decir:

«... Ha comentado con un cierto dejo de amargura la más reciente acta de la Sociedad de «Gens de Lettres»,.., etcétera.»

Las demás indicaciones facilitadas por P. F. a Car-los X., básanse en datos visuales análogos. La mímica del rostro y de la silueta fué el procedimiento sugeridor principalmente empleado.

Subrayo que cuando P. F. hizo una particular des-cripción exacta y detallada de la persona, en el caso explicado, su Visión no le permitió reconocerla. En pre-sencia del Señor don Carlos X., y durante la lectura del texto del acta, fué cuando P. F. se dió cuenta de que si la filiación era exacta no era ésta la cabeza que él vió Aquí, como por regla general, P. F. no había sido es-pectador de la realidad, sino de una sucesión de repre- sentaciones mentales destinadas a darle la noción de una realidad.

Sesión del 21 de abril de 1926.

Para dar una idea algo más completa del paso del pensamiento metagnóniico desde el plano profundo del psiquismo al plano funcional de conciencia quiero ha-

cer conocer las representaciones mentales sobre las que P. F. llegó con gran facilidad a proporcionar indica-ciones precisas sobre una persona que había de sentar-se más tarde en una silla elegida al azar.

Sentado, según se ha visto, en una silla a la que el destino había de conducir a la señora M., P. F., en cuan-to detiene el curso normal de su pensamiento, ve ante sus ojos (como se ve en sueños) a una mujer joven, de pie, mirando con azoramiento por el suelo objetos rotos en pedazos. Al par que ve esto dice impulsivamente y sin otra causa:

No es un motivo que por habérsele lodo caldo por la tercera o cuarta vez lo deje ya en el suelo. Recoja lo que usted cree en trozos y continúe. El éxito está al final.

Aparece otra visión. La joven moldea entre sus ma-nos un bloque de arcilla. Se fatiga al esfuerzo. En cuan-to ve esto P. F., por palabra impulsiva dice:

Creyó muy sencillo forjar este alma y volverla a mode-lar; es difícil, pero ya lo conseguirá. Una enfermedad vendrá en su ayuda y en ese momento llegará usted a do-minar lo que en parte se le escapa aún.

Otra visión. Es una estación de ferrocarril en un pai-saje de verdura. Sin más representación mental, F. dice:

Su proyecto de partir lejos este verano ha sido des-aprobado y lo será una vez más.

Y ahora es la visión de Nancy la que se le presenta y que reconoce, y luego la línea azul de los Vosgos. Sin-crónicamente, la palabra impulsiva prosigue:

No piense más en el Este. Durante algún tiempo no hay que pensar en eso...

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06 DR. EUGENE OSTY

UNA FACULTAD DF. CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 207 P. F. tiene de pronto una sensación análoga a la que

le produciría un dedo apoyado en la región hepática. Es la prisión de Blois, ante la que pasaba a menudo en Y dice: su infancia, cuando se hallaba en el colegio de dicha

población. Ve la entrada de esta prisión. El espectáculo «Culdese usted el hígado...» I cambia de pronto. He aquí un prisionero en su celda,

un hombre de pie; luego, otro cuadro. En la misma cel- E inmediatamente se presenta la visión de una mujer da, el hombre está ahora sentado, con la frente apoyada

llevando una cintura de Color y que tiene una erosión en la mano, como si en ésta quisiera encerrar sus pen- en la piel. samientos. Con la rapidez de los sueños se suceden sus

visiones. P. F.. por palabra impulsiva, dice: No lleve esa cintura, que le hace daño con el roce...

Otro espectáculo. Una mujer es arrojada por una mano violenta sobre un Está

peor para él, que está en la cárcel. Me refiero a una cárcel moral en la que se ha encerrado. Saldrá de

canapé. casi en el suelo, por si al tener conciencia del daño que hace a los demás. pero no se mueve, como si esperara lo que aún ha de Entonces recobrarán ustedes todos la libertad... » ocurrir. Cambio de decoración: está tendida, asustada; pero ahora, apoyando sus manos sobre el tapiz gastado que cubre el suelo, se levanta lentamente. Esta visión Y luego acude la visión de un blasón pintado en gris.

vese eclipsada por la aparición de un gran cartón gris Un trazo anulador lo atraviesa, lo que hace decir

que lleva una M mayúscula. la joven aparece de pie, la a P F.:

mirada ya apacible y en postura tranquila. Ante ello, P. F. ha traducido así: No se lamente porque le hayan retirado ese titulo. Todo

ello es solamente vanidad humana...

«¡Qué calda!; casi la han arrojado a usted al suelo. Moralmente la han pisoteado, la han arrastrado por el Olor a vainilla. Y P. F. se encuentra ante un horizon- lodo. Ha vencido usted por, su propio esfuerzo. Está te líquido, tranquilo, centelleante. Está sobre un buque bien... La M mayúscula... Si puede usted recupetar su y su mirada se dirige hacia América del Sur, en la di- sangre fría, terminará su vida sin más emociones...» rección del Brasil, como si estuviera situado sobre un

enorme mapa geográfico. Bruscamente se trata de un Un doloroso malestar invade súbitamente sus oídos piso en París. Un hombre entra en él familiarmente; es

su nariz y su garganta. Impulsivamente dice: moreno, de piel grasienta y carácter alegre. P. F. trasla- da todo ello en esta forma:

«Cuidado, no vuelvan los dolores de oído, de garganta y de nariz; de ahí provienen sus neuralgias...» « Pasada el agua, lejos sobre los mares, más allá de

los mares, olor a vainilla.., extrañada de ver volver a al- Un gran edificio se le aparece entonces. Lo reconoce. guien del Brasil o de la Argentina.., de América del Sur.

F,çtá usted en relación con él.»

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06 DR. EUGENE OSTY

UNA FACULTAD DF. CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 207 P. F. tiene de pronto una sensación análoga a la que

le produciría un dedo apoyado en la región hepática. Es la prisión de Blois, ante la que pasaba a menudo en Y dice: su infancia, cuando se hallaba en el colegio de dicha

población. Ve la entrada de esta prisión. El espectáculo «Culdese usted el hígado...» I cambia de pronto. He aquí un prisionero en su celda,

un hombre de pie; luego, otro cuadro. En la misma cel- E inmediatamente se presenta la visión de una mujer da, el hombre está ahora sentado, con la frente apoyada

llevando una cintura de Color y que tiene una erosión en la mano, como si en ésta quisiera encerrar sus pen- en la piel. samientos. Con la rapidez de los sueños se suceden sus

visiones. P. F.. por palabra impulsiva, dice: No lleve esa cintura, que le hace daño con el roce...

Otro espectáculo. Una mujer es arrojada por una mano violenta sobre un Está

peor para él, que está en la cárcel. Me refiero a una cárcel moral en la que se ha encerrado. Saldrá de

canapé. casi en el suelo, por si al tener conciencia del daño que hace a los demás. pero no se mueve, como si esperara lo que aún ha de Entonces recobrarán ustedes todos la libertad... » ocurrir. Cambio de decoración: está tendida, asustada; pero ahora, apoyando sus manos sobre el tapiz gastado que cubre el suelo, se levanta lentamente. Esta visión Y luego acude la visión de un blasón pintado en gris.

vese eclipsada por la aparición de un gran cartón gris Un trazo anulador lo atraviesa, lo que hace decir

que lleva una M mayúscula. la joven aparece de pie, la a P F.:

mirada ya apacible y en postura tranquila. Ante ello, P. F. ha traducido así: No se lamente porque le hayan retirado ese titulo. Todo

ello es solamente vanidad humana...

«¡Qué calda!; casi la han arrojado a usted al suelo. Moralmente la han pisoteado, la han arrastrado por el Olor a vainilla. Y P. F. se encuentra ante un horizon- lodo. Ha vencido usted por, su propio esfuerzo. Está te líquido, tranquilo, centelleante. Está sobre un buque bien... La M mayúscula... Si puede usted recupetar su y su mirada se dirige hacia América del Sur, en la di- sangre fría, terminará su vida sin más emociones...» rección del Brasil, como si estuviera situado sobre un

enorme mapa geográfico. Bruscamente se trata de un Un doloroso malestar invade súbitamente sus oídos piso en París. Un hombre entra en él familiarmente; es

su nariz y su garganta. Impulsivamente dice: moreno, de piel grasienta y carácter alegre. P. F. trasla- da todo ello en esta forma:

«Cuidado, no vuelvan los dolores de oído, de garganta y de nariz; de ahí provienen sus neuralgias...» « Pasada el agua, lejos sobre los mares, más allá de

los mares, olor a vainilla.., extrañada de ver volver a al- Un gran edificio se le aparece entonces. Lo reconoce. guien del Brasil o de la Argentina.., de América del Sur.

F,çtá usted en relación con él.»

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UNA PACULT\D DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAI 209

percibe dos realidades: el ambiente verdadero, sala, público, etc., a la que cierra cuanto puede sus sentidos, y dentro de este ambiente la pro yección más o merlos intensa de la evolución imaginativa (10 su pensamiento interior, del que creo necesario dar a conocer algo mejor sus ca-

racteres.

La objetividad de las imágenes vivale, no

tiene jamás fuerza verdaderamente ahicinato-ria. P. F. permanece en todo momentO plena-mente consciente de que no se h1la ante espec-táculos reales, shio ante representacioiles moen-tales más fuertes que en la normalidad y a las que pudiéramos llamar iotermediarias entre el pensamiento interior normal y la alucinación. Tras la máscara figurativa que coloca sobcc el rostro de un sujeto, él ve su verdadera cala Tras la visión de un lugar, de una escena, él dls.,

tingue el panel, el espejo, la ventana del salón que le sirve de fondo. Cuanto ve no tiene nunca la exactitud o la nitidez de forma, de color o de relieve de lo real. Todo ello se le aparece como en una atmósfera de un gris lechoso, o para to mar sus popias palabras, en una neblina fantas-mal. Lo percibe con los ojos abiertos Cuando está demasiado desenfocado y que el fendo real le cohibe, cierra los ojos, con lo que a menudo precisa las imágenes. Estas escenas fan-tasmagóricas se sitúan frente a él, en el espacio,

14

208 DR. ELJGENE OSTY

Necesitábamos dar a conocer por medio de los ejemplos anteriores el proceso de la repre-sentación mental de la facultad metagnómica en actividad del señor Forthuny, pues sus pro-cedimientos contienen enseñanzas que he de señalar en el último párrafo de este capitulo.

El psiquismo del señor Forthuny, como el lector se habrá dado cuenta, se sirve de la in-mensa mayoría de modalidades sensorias repre-sentativas del pensamiento interno. Para hacer conscientes las informaciones paranormales lo-gradas, entran en juego casi todas las categorías del psicodinamismo imaginativo, sucediéndose, superponiéndose o entremezclándose.

Lo que caracteriza a la actividad imaginativa en el trabajo de transposición del pensamiento metagnómico en estados de conciencia, es el re-lieve, por llamarle así, del conjunto de sus imá-genes mentales. El pensamiento interior tiende a la «objetivación>, es decir, que trata de tomar poder de sensación». En realidad, en él no lo lo-

gra por entero. No está, si hablamos con propie-dad, alucinado, y se da perfecta cuenta de que cuanto ve, oye y siente, no es un reflejo de lo externo, sino una amplificación de lo interno. La atmósfera imaginativa de sus percepciones no es comparable ni aun a la del hombre que sueña dormido. El soñador no presencia más que un espectáculo, aquel ante el que su imagi-nación le coloca. Forthny, por el contrario,

i

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UNA PACULT\D DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAI 209

percibe dos realidades: el ambiente verdadero, sala, público, etc., a la que cierra cuanto puede sus sentidos, y dentro de este ambiente la pro yección más o merlos intensa de la evolución imaginativa (10 su pensamiento interior, del que creo necesario dar a conocer algo mejor sus ca-

racteres.

La objetividad de las imágenes vivale, no

tiene jamás fuerza verdaderamente ahicinato-ria. P. F. permanece en todo momentO plena-mente consciente de que no se h1la ante espec-táculos reales, shio ante representacioiles moen-tales más fuertes que en la normalidad y a las que pudiéramos llamar iotermediarias entre el pensamiento interior normal y la alucinación. Tras la máscara figurativa que coloca sobcc el rostro de un sujeto, él ve su verdadera cala Tras la visión de un lugar, de una escena, él dls.,

tingue el panel, el espejo, la ventana del salón que le sirve de fondo. Cuanto ve no tiene nunca la exactitud o la nitidez de forma, de color o de relieve de lo real. Todo ello se le aparece como en una atmósfera de un gris lechoso, o para to mar sus popias palabras, en una neblina fantas-mal. Lo percibe con los ojos abiertos Cuando está demasiado desenfocado y que el fendo real le cohibe, cierra los ojos, con lo que a menudo precisa las imágenes. Estas escenas fan-tasmagóricas se sitúan frente a él, en el espacio,

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208 DR. ELJGENE OSTY

Necesitábamos dar a conocer por medio de los ejemplos anteriores el proceso de la repre-sentación mental de la facultad metagnómica en actividad del señor Forthuny, pues sus pro-cedimientos contienen enseñanzas que he de señalar en el último párrafo de este capitulo.

El psiquismo del señor Forthuny, como el lector se habrá dado cuenta, se sirve de la in-mensa mayoría de modalidades sensorias repre-sentativas del pensamiento interno. Para hacer conscientes las informaciones paranormales lo-gradas, entran en juego casi todas las categorías del psicodinamismo imaginativo, sucediéndose, superponiéndose o entremezclándose.

Lo que caracteriza a la actividad imaginativa en el trabajo de transposición del pensamiento metagnómico en estados de conciencia, es el re-lieve, por llamarle así, del conjunto de sus imá-genes mentales. El pensamiento interior tiende a la «objetivación>, es decir, que trata de tomar poder de sensación». En realidad, en él no lo lo-

gra por entero. No está, si hablamos con propie-dad, alucinado, y se da perfecta cuenta de que cuanto ve, oye y siente, no es un reflejo de lo externo, sino una amplificación de lo interno. La atmósfera imaginativa de sus percepciones no es comparable ni aun a la del hombre que sueña dormido. El soñador no presencia más que un espectáculo, aquel ante el que su imagi-nación le coloca. Forthny, por el contrario,

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210 DR. EUGENE OSTY UNA LAcuLrAD DE CONOCIMIENTO SUPEANORMAL 211

.en el campo libre que queda sobre la cabeza de la persona a quien se refieren o sobre su misma cara o en cualquier otra parte donde P. F. diri-ge su mirada. A veces la visión se desplaza con ésta; otras, si vuelve la cabeza, desaparece y para tornar a verla ha de mirar al sitio en que la vió primitivamente proyectada.

La duración de las visiones es muy variable. Algunas persisten durante pocos segundos, lo que le permite una descripción de sus elemen-tos discernibles. Otras desaparecen apenas per-cibidas. Parece como si cada una no hubiera de permanecer sino el tiempo preciso de suminis-trar la noción útil.

Las hay que evolucionan al modo de una pro-yección de cinta cinematográfica; otras son como cuadros de contenido inmóvil; en ciertos momentos nada falta al espectáculo; tiene las formas, el movimiento y el color de la vida; en otros se construye con la combinación única del blanco y del negro.

En su conjunto, las visiones de F. pueden di-vidirse, en cuanto a su relación con la realidad que representan, en dos categorías: en la prime-ra, aquellas claramente figurativas; en la segun-da, las que, como difuminadas, son la percep-ción con la vista de lo real.

La primera categoría es mucho más abundan-te que la otra. Casi todas las visiones de For-thuny son alegóricas o simbólicas.

Todo cuanto puede tener cierta virtud suge-ridora es aprovechado por él: así recuerdos per-sonales, construcciones imaginativas, cartas, pa-labras escritas o que puedan inscribirse en grue-sos caracteres, etc.

En cuanto a las visiones que pudieran aseme-jarse a ¡a percepción visual de la realidad, nada es más fácil en cuanto se le pide una descrip-cien y se la compara con lo real, que compro-bar que, si son verídicas en cuanto a las indica-ciones que sugieren, son falsas en cuanto se re-fieren a la reproducción de lo real.

P. F. no ve la realidad, tiene conciencia de ella por imágenes visuales, falsas en sí, pero ciertas tan sólo por lo que obligan a decir. Este testimonio no debe extrañar si se considera que la modalidad visual de la adquisición consciente de la información metagnórnica no es estricta-mente indispensable. P. F. obtiene resultados análogos empleando otias formas sensorias de la imaginación y mejor aún por medio de la pala-bra impulsiva. Por lo demás,lo visual en la se-sión de su trabajo imaginativo no es sino cues-tión de un momento, y sólo de por si no sumi-nistra gran número de elementos indicativos. El tema metagnómico reposa más bien sobre visio-nes, audiciones y emociones.

La representación mental auditiva tiene tam-bién un importante papel. P. F. oye ruidos, soni-

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.en el campo libre que queda sobre la cabeza de la persona a quien se refieren o sobre su misma cara o en cualquier otra parte donde P. F. diri-ge su mirada. A veces la visión se desplaza con ésta; otras, si vuelve la cabeza, desaparece y para tornar a verla ha de mirar al sitio en que la vió primitivamente proyectada.

La duración de las visiones es muy variable. Algunas persisten durante pocos segundos, lo que le permite una descripción de sus elemen-tos discernibles. Otras desaparecen apenas per-cibidas. Parece como si cada una no hubiera de permanecer sino el tiempo preciso de suminis-trar la noción útil.

Las hay que evolucionan al modo de una pro-yección de cinta cinematográfica; otras son como cuadros de contenido inmóvil; en ciertos momentos nada falta al espectáculo; tiene las formas, el movimiento y el color de la vida; en otros se construye con la combinación única del blanco y del negro.

En su conjunto, las visiones de F. pueden di-vidirse, en cuanto a su relación con la realidad que representan, en dos categorías: en la prime-ra, aquellas claramente figurativas; en la segun-da, las que, como difuminadas, son la percep-ción con la vista de lo real.

La primera categoría es mucho más abundan-te que la otra. Casi todas las visiones de For-thuny son alegóricas o simbólicas.

Todo cuanto puede tener cierta virtud suge-ridora es aprovechado por él: así recuerdos per-sonales, construcciones imaginativas, cartas, pa-labras escritas o que puedan inscribirse en grue-sos caracteres, etc.

En cuanto a las visiones que pudieran aseme-jarse a ¡a percepción visual de la realidad, nada es más fácil en cuanto se le pide una descrip-cien y se la compara con lo real, que compro-bar que, si son verídicas en cuanto a las indica-ciones que sugieren, son falsas en cuanto se re-fieren a la reproducción de lo real.

P. F. no ve la realidad, tiene conciencia de ella por imágenes visuales, falsas en sí, pero ciertas tan sólo por lo que obligan a decir. Este testimonio no debe extrañar si se considera que la modalidad visual de la adquisición consciente de la información metagnórnica no es estricta-mente indispensable. P. F. obtiene resultados análogos empleando otias formas sensorias de la imaginación y mejor aún por medio de la pala-bra impulsiva. Por lo demás,lo visual en la se-sión de su trabajo imaginativo no es sino cues-tión de un momento, y sólo de por si no sumi-nistra gran número de elementos indicativos. El tema metagnómico reposa más bien sobre visio-nes, audiciones y emociones.

La representación mental auditiva tiene tam-bién un importante papel. P. F. oye ruidos, soni-

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212 FUGENt 1 UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 213

dos, frases, palabras, no como si lo externo hicie-ra vibrar su membrana auditiva, sino como si estas sonoridades resonaran en algún punto de su ce rebro. La voz que él oye, cuando es voz perci-bida y de la que repite las palabras, no tiene timbre determinado. Es más bien cual si oyera la suya que viniera de lejos, o como si oyera con los oídos tapados. Esta voz resuena tenuemente en su cabeza, mas con acento más o menos auto-ritario. Lenta o débil, no le da seguridad alguna sobra la verdad que le sugiere. Por Ci contrario, si es imperativa, con la seguridad de que dice lo cierto, repite las palabras que oye. El reconocí-miento de las palabras así percibidas, no es sieni pre perfecto. P. F. llega a deformarla como el que repite mal lo que oyó. A veces la claridad de la palabra oída es peifecta.

La localización de ella es muy variable. Unas veces la sitúa en la cabeza y globalmente. Otras la sensación es unilateral. Esto explica el motivo que obliga a P. F. a volver la vista en dirección correspondiente; otra modalidad representativa (también auditiva, o bien además visual), le de-signa a menudo la persona a quien se refiere la información metagnómica. Es lo que ocurre cuando en plena sesión, P. F., interrumpiendo bruscamente su trabajo con alguien, se vuelve hacia otra persona exclamando: «Para usted, se-ñor, me dicen», etc.

Hay casos en que la modalidad auditiva de la

representación mental se emplea abundante-mente. En la primera prueba de-la sesión del 19 de mayo de 1926, fué el único procedimiento imaginativo puesto en juego. P. F., sentado en la sala vacía en la silla designada, oyó en cuan-to detuvo el curso de sus pensamientos que una voz reposada, tranquila y dulce, de timbre inde-termiiado, hablaba en él sin darle la sensación de ser oído por sus oídos y sin localizáción po-sible. Y así, sin esfuerzo, sin detención, su mi-sión se redujo a dictar a su taquígrafa lo que claramente le decía esta voz, proporcionando así una serie de indicaciones de notable capacidad sintética

Sobre la modalidad táctil empleada para la representación mental, me limito a decir que P. F. siente en sí cual si experimentara las erno ciones y los sentimientos que trata de traducir y que son sensaciones muy matizadas de espasmo, de malestar o de dolor las que le permiten co-nocer, en cierta medida, la naturaleza y el sitio de las enfermedades.

Debo recordar que también el gusto y el olfa-to participan al objeto informador. Existe, en fin, un modo de representación mental del que el psiquismo de P. F. se sirve muchas veces. Me refiero a la palabra impulsiva. Las imágenes mentales motrices de articulación son en él las que más frecuentemente se objetivan. Su apara-

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dos, frases, palabras, no como si lo externo hicie-ra vibrar su membrana auditiva, sino como si estas sonoridades resonaran en algún punto de su ce rebro. La voz que él oye, cuando es voz perci-bida y de la que repite las palabras, no tiene timbre determinado. Es más bien cual si oyera la suya que viniera de lejos, o como si oyera con los oídos tapados. Esta voz resuena tenuemente en su cabeza, mas con acento más o menos auto-ritario. Lenta o débil, no le da seguridad alguna sobra la verdad que le sugiere. Por Ci contrario, si es imperativa, con la seguridad de que dice lo cierto, repite las palabras que oye. El reconocí-miento de las palabras así percibidas, no es sieni pre perfecto. P. F. llega a deformarla como el que repite mal lo que oyó. A veces la claridad de la palabra oída es peifecta.

La localización de ella es muy variable. Unas veces la sitúa en la cabeza y globalmente. Otras la sensación es unilateral. Esto explica el motivo que obliga a P. F. a volver la vista en dirección correspondiente; otra modalidad representativa (también auditiva, o bien además visual), le de-signa a menudo la persona a quien se refiere la información metagnómica. Es lo que ocurre cuando en plena sesión, P. F., interrumpiendo bruscamente su trabajo con alguien, se vuelve hacia otra persona exclamando: «Para usted, se-ñor, me dicen», etc.

Hay casos en que la modalidad auditiva de la

representación mental se emplea abundante-mente. En la primera prueba de-la sesión del 19 de mayo de 1926, fué el único procedimiento imaginativo puesto en juego. P. F., sentado en la sala vacía en la silla designada, oyó en cuan-to detuvo el curso de sus pensamientos que una voz reposada, tranquila y dulce, de timbre inde-termiiado, hablaba en él sin darle la sensación de ser oído por sus oídos y sin localizáción po-sible. Y así, sin esfuerzo, sin detención, su mi-sión se redujo a dictar a su taquígrafa lo que claramente le decía esta voz, proporcionando así una serie de indicaciones de notable capacidad sintética

Sobre la modalidad táctil empleada para la representación mental, me limito a decir que P. F. siente en sí cual si experimentara las erno ciones y los sentimientos que trata de traducir y que son sensaciones muy matizadas de espasmo, de malestar o de dolor las que le permiten co-nocer, en cierta medida, la naturaleza y el sitio de las enfermedades.

Debo recordar que también el gusto y el olfa-to participan al objeto informador. Existe, en fin, un modo de representación mental del que el psiquismo de P. F. se sirve muchas veces. Me refiero a la palabra impulsiva. Las imágenes mentales motrices de articulación son en él las que más frecuentemente se objetivan. Su apara-

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214 DR. RUCENE OSTY UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 215

to fonético verbal funciona sin que él tenga la menor impresión de su intervención voluntaria. Habla sin saber lo que dice y no tiene concien-cia de ello sino al par que los que le escuchan. De esta manera, sin p2nsamiento interior per-ceptible, es como él expresa las mejores nocio-nes metagnómicas, las más bellamente presenta-das, las más repletas de significación. En estos casos el pensamiento metagnómico emplea la vía más directa, la más segura, la que puede evitar todo error de interpretación. Que no se llame «palabra automática» a este prodigioso fenómeno de dinamismo verbal de articulación. No hay automatismo, sino utilización de los cen-tros del idioma hablado por una inteligencia distinta de la que conocemos por consciente y perfectamente enterada (le su finalidad y de sus medios.

Volvamos nuevamente sobre los comienzos de P. F. en el metanornial psicológico, y recorde-mos lo que fué la evolución de su fase de ,es-critura impulsiva». Durante algunas semanas, P. F. no pudo saber sino por la lectura posterior qué era lo que escribía. Pero, a partir de cierto momento, el gesto gráfico se aceleró, acompa-ñándose en breve del lenguaje interior hablado. La escritura impulsiva acabó por ser lo acceso-rio: un gesto cada vez más brusco, impreciso, in-coherente, que trazaba en el mismo sitio letras

enredadas, superpuestas, ilegibles. La palabra impulsiva interior la substituyó hasta que un día P. F., en la imposibilidad de escribir impulsiva-mente, creyó agotada su mediumnidad y cesó de solicitarla. Cuando, más tarde, una ocasión favo-rable llegó a provocarle manifestaciones verda-deras, la palabra impulsiva se presentó más im-periosa, puesto que exteriorizábase directamente en las palabras habladas, sin descanso interior consciente, y se aumentó con las demás moda-lidades de la representación mental.

Por los ejemplos citados sabe el lector cuán preponderante es en Forthuny el papel de la pa-labra impulsiva. Hállasela tras la mayor parte de las representaciones sensorias, acentuando y desarrollando su significación (1).

(1) No carece de interés para la psicología metagnó- mica la comparación de la evolución de la representa-ción mental de Forthuny y la de Ludwig Kahn, metagno- mo del pensamiento escrito. Este, a los diez y ocho años, se enteraba de los papeles escritos exclusivamen-te con caracteres impulsivos. Por el ejercicio logró poco a poco agregar la visión interior de frases, dibujos, etc. En un momento dado, la visión logró una nitidez tan grande, que la escritura se hizo superflua y que Kahn la abandonó. De su primitivo procedimiento ha conserva-do la costumbre de poner en acción su cualidad agitan-do la mano sobre un papel. En él no traza sino unos ga-rrapatos ilegibles; pero la excitación de la función gráfi-ca libra a la representación mental visual, en otro tiem-po consecutiva.

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to fonético verbal funciona sin que él tenga la menor impresión de su intervención voluntaria. Habla sin saber lo que dice y no tiene concien-cia de ello sino al par que los que le escuchan. De esta manera, sin p2nsamiento interior per-ceptible, es como él expresa las mejores nocio-nes metagnómicas, las más bellamente presenta-das, las más repletas de significación. En estos casos el pensamiento metagnómico emplea la vía más directa, la más segura, la que puede evitar todo error de interpretación. Que no se llame «palabra automática» a este prodigioso fenómeno de dinamismo verbal de articulación. No hay automatismo, sino utilización de los cen-tros del idioma hablado por una inteligencia distinta de la que conocemos por consciente y perfectamente enterada (le su finalidad y de sus medios.

Volvamos nuevamente sobre los comienzos de P. F. en el metanornial psicológico, y recorde-mos lo que fué la evolución de su fase de ,es-critura impulsiva». Durante algunas semanas, P. F. no pudo saber sino por la lectura posterior qué era lo que escribía. Pero, a partir de cierto momento, el gesto gráfico se aceleró, acompa-ñándose en breve del lenguaje interior hablado. La escritura impulsiva acabó por ser lo acceso-rio: un gesto cada vez más brusco, impreciso, in-coherente, que trazaba en el mismo sitio letras

enredadas, superpuestas, ilegibles. La palabra impulsiva interior la substituyó hasta que un día P. F., en la imposibilidad de escribir impulsiva-mente, creyó agotada su mediumnidad y cesó de solicitarla. Cuando, más tarde, una ocasión favo-rable llegó a provocarle manifestaciones verda-deras, la palabra impulsiva se presentó más im-periosa, puesto que exteriorizábase directamente en las palabras habladas, sin descanso interior consciente, y se aumentó con las demás moda-lidades de la representación mental.

Por los ejemplos citados sabe el lector cuán preponderante es en Forthuny el papel de la pa-labra impulsiva. Hállasela tras la mayor parte de las representaciones sensorias, acentuando y desarrollando su significación (1).

(1) No carece de interés para la psicología metagnó- mica la comparación de la evolución de la representa-ción mental de Forthuny y la de Ludwig Kahn, metagno- mo del pensamiento escrito. Este, a los diez y ocho años, se enteraba de los papeles escritos exclusivamen-te con caracteres impulsivos. Por el ejercicio logró poco a poco agregar la visión interior de frases, dibujos, etc. En un momento dado, la visión logró una nitidez tan grande, que la escritura se hizo superflua y que Kahn la abandonó. De su primitivo procedimiento ha conserva-do la costumbre de poner en acción su cualidad agitan-do la mano sobre un papel. En él no traza sino unos ga-rrapatos ilegibles; pero la excitación de la función gráfi-ca libra a la representación mental visual, en otro tiem-po consecutiva.

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u

216 DR. £uCNr OSTY

VII.—.Enseñanza de conjunto.

1 .

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 217

tanto, dispuesto, si no ha comprobado su exis- tencia a considerarla improbable. -,

Cuando los metapsíquicos hayan incluido en la ciencia psicológica este fenómeno—y esto no puede tardar mucho tiempo—, habrá de resultar no solamente un ensanchamiento prodigioso del campo de la investigación sobre el pensamiento humano y el pensamiento en general, sino tam-bién la necesidad de transformar ciertas nocio-nes y de cambiar ciertas palabras. Al plano psi-quico en funcionamiento dentro de la atención y de la comprobación, en el juego mecanístico del cerebro, produciendo ideas y sentimientos en su casi automatismo, habremos de agregar otro plano funcional tributario de propiedades de percepciones desconocidas--y aun inconce- - bibles --, extrayendo sus informaciones en un modo de lo real, en el que el conocimiento sobre-vive a las realidades materiales extintas y prece-de a las Juturas.

En consecuencia, las palabras <consciente» y «subconsciente» tomarán aspecto de etiquetas suprimibles, porque los conceptos que designan hoy se habrán fundido en un nuevo aspecto de las cosas.

La proposición de Condillac, «no hay nada en nuestro espíritu que no haya llegado a él por nuestros sentidos», traduce la psicología clásica. Esta proposición no ha perdido nada, en efecto, de su verdad, siempre que se limite el estudio

Tales son, detalladamente, las enseñanzas particulares desprendidas del trabajo metagnó-mico de P. F. en público.

Importa ahora agrupar sus significaciones analíticas en algunas enseñanzas de síntesis (1)

El caso de. P. Forthuny no es sino una nueva ocasión de comprobar que las adquisiciones ac-tualmente clásicas de la psicología son tan res-trhgidas en cuanto a calidad y sobre todo en cuanto a extensión, que el sabio, provisto soia-meni de este bagaje científico, está en la impo-sibiiid&d de conseguir la menor explicación d& fenómeno, su conocimiento supranormal y, por

(1) Estas enseñanzas podrán parecer incempleta-mente justificadas a muchos lectores por los hechos re-latados en este libro. Si su curiosidad por la propiedad de los conocimientos supranormales les incita a exten-der su conocimiento y a apoyarlo sobre sólida base de juicio, le aconsejo la lectura del libro El conocimiento supranormal, que les pondrá en condiciones de apreciar Ja lcgitimiclacl de las COflCiUSOflUS qu' van a ieere.

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216 DR. £uCNr OSTY

VII.—.Enseñanza de conjunto.

1 .

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 217

tanto, dispuesto, si no ha comprobado su exis- tencia a considerarla improbable. -,

Cuando los metapsíquicos hayan incluido en la ciencia psicológica este fenómeno—y esto no puede tardar mucho tiempo—, habrá de resultar no solamente un ensanchamiento prodigioso del campo de la investigación sobre el pensamiento humano y el pensamiento en general, sino tam-bién la necesidad de transformar ciertas nocio-nes y de cambiar ciertas palabras. Al plano psi-quico en funcionamiento dentro de la atención y de la comprobación, en el juego mecanístico del cerebro, produciendo ideas y sentimientos en su casi automatismo, habremos de agregar otro plano funcional tributario de propiedades de percepciones desconocidas--y aun inconce- - bibles --, extrayendo sus informaciones en un modo de lo real, en el que el conocimiento sobre-vive a las realidades materiales extintas y prece-de a las Juturas.

En consecuencia, las palabras <consciente» y «subconsciente» tomarán aspecto de etiquetas suprimibles, porque los conceptos que designan hoy se habrán fundido en un nuevo aspecto de las cosas.

La proposición de Condillac, «no hay nada en nuestro espíritu que no haya llegado a él por nuestros sentidos», traduce la psicología clásica. Esta proposición no ha perdido nada, en efecto, de su verdad, siempre que se limite el estudio

Tales son, detalladamente, las enseñanzas particulares desprendidas del trabajo metagnó-mico de P. F. en público.

Importa ahora agrupar sus significaciones analíticas en algunas enseñanzas de síntesis (1)

El caso de. P. Forthuny no es sino una nueva ocasión de comprobar que las adquisiciones ac-tualmente clásicas de la psicología son tan res-trhgidas en cuanto a calidad y sobre todo en cuanto a extensión, que el sabio, provisto soia-meni de este bagaje científico, está en la impo-sibiiid&d de conseguir la menor explicación d& fenómeno, su conocimiento supranormal y, por

(1) Estas enseñanzas podrán parecer incempleta-mente justificadas a muchos lectores por los hechos re-latados en este libro. Si su curiosidad por la propiedad de los conocimientos supranormales les incita a exten-der su conocimiento y a apoyarlo sobre sólida base de juicio, le aconsejo la lectura del libro El conocimiento supranormal, que les pondrá en condiciones de apreciar Ja lcgitimiclacl de las COflCiUSOflUS qu' van a ieere.

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218 DR. RUCENE OSTY

UNA FACULTAt DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 219

al ejercicio normal del pensamiento sobre los datos de los sentidos y a sus perturbaciones. Pero ante el hecho metagnómico, quiebra Por que mientras el psicólogo clásico, cuando aban dona el local funcional del pensamiento llamado consciente para introducirse en la mecánica de los repliegues mentales inferiores, va de lo me-jor a lo menor, el rnetapsiquista, arrastrado al otro lado de estos dos planos de la ideogénesis cerebro- sensoria, se encuentra bien pronto fren- te a una inteligencia que toma su conocimiento fuera de los obstáculos ordinarios de espacio y tiempo, en una modalidad de lo real que ya no es la que impresiona nuestros sentidos.

Nada más divertido de observar que las fases de adaptación intelectual de los sabios imbuidos en la doctrina psicológica clásica actual al hecho metagnómico.

La primera fase es verificar «que existe»; muy pocos de ellos se deciden a emprenderlo. Si al- gunos aceptan la posibilidad del fenómeno, la mayoría, en nombre de su sabiduría o por crite-rio cerrado, lo niega en absoluto. Prácticamente, los sabios no se toman la molestia de compro-bar en qué consiste la manifestación culminante del pensamiento, de la vida.

A los escasos curiosos que afrontaron esta prueba se les abre la fase de la «explicación». La abordan con el leve bagaje de la psicología clásica y una ignorancia, generalmente muy com-

pleta, del haber metapsíquico. Es entonces, y durante un espacio de tiempo variable según la finura de espíritu y la mayor o menor facilidad de asimilación de nuevos conocimientos, un en-sayo, tranquilo al principio y cada vez más in-quieto después, el que se ejecuta para dar al hecho metagnómico una explicación dentro de las nociones clásicas. Corno está admitido que, salvo en lo consciente, no hay sino juego espe-cífico de mecanismos cerebrales y de hábitos psicofisiológicos, la representación mental del pensamiento metagnómico les parece un resulta-do de automatismo psio'dógico: otro sentido dis-tinto de los conocidos percibiría la realidad por su impresionabilidad con respecto a radiaciones insensibles para los otros cinco; y sobre estas sensaciones inconscientes, el cerebro, según sus hábitos ideogenéticos, elaboraría un conoci-miento que, finalmente, se impondría a la aten-ción consciente bajo la apariencia de imágenes sensorias corrientes del pensamiento interior.

Este esfuerzo de acoplamiento del haber psi-cológico clásico (nacido de la observación del funcionamiento normal del pensamiento), con su funcionamiento sobrenormal, acaba un día por cesar si el sabio prosigue instruyéndose por la lectura y, sobre todo, por la experiencia. Irre-mediablemente, llega el momento en que ya no puede aceptar la semejanza entre la inteligencia normal constructoa de juicios sobre los datos

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al ejercicio normal del pensamiento sobre los datos de los sentidos y a sus perturbaciones. Pero ante el hecho metagnómico, quiebra Por que mientras el psicólogo clásico, cuando aban dona el local funcional del pensamiento llamado consciente para introducirse en la mecánica de los repliegues mentales inferiores, va de lo me-jor a lo menor, el rnetapsiquista, arrastrado al otro lado de estos dos planos de la ideogénesis cerebro- sensoria, se encuentra bien pronto fren- te a una inteligencia que toma su conocimiento fuera de los obstáculos ordinarios de espacio y tiempo, en una modalidad de lo real que ya no es la que impresiona nuestros sentidos.

Nada más divertido de observar que las fases de adaptación intelectual de los sabios imbuidos en la doctrina psicológica clásica actual al hecho metagnómico.

La primera fase es verificar «que existe»; muy pocos de ellos se deciden a emprenderlo. Si al- gunos aceptan la posibilidad del fenómeno, la mayoría, en nombre de su sabiduría o por crite-rio cerrado, lo niega en absoluto. Prácticamente, los sabios no se toman la molestia de compro-bar en qué consiste la manifestación culminante del pensamiento, de la vida.

A los escasos curiosos que afrontaron esta prueba se les abre la fase de la «explicación». La abordan con el leve bagaje de la psicología clásica y una ignorancia, generalmente muy com-

pleta, del haber metapsíquico. Es entonces, y durante un espacio de tiempo variable según la finura de espíritu y la mayor o menor facilidad de asimilación de nuevos conocimientos, un en-sayo, tranquilo al principio y cada vez más in-quieto después, el que se ejecuta para dar al hecho metagnómico una explicación dentro de las nociones clásicas. Corno está admitido que, salvo en lo consciente, no hay sino juego espe-cífico de mecanismos cerebrales y de hábitos psicofisiológicos, la representación mental del pensamiento metagnómico les parece un resulta-do de automatismo psio'dógico: otro sentido dis-tinto de los conocidos percibiría la realidad por su impresionabilidad con respecto a radiaciones insensibles para los otros cinco; y sobre estas sensaciones inconscientes, el cerebro, según sus hábitos ideogenéticos, elaboraría un conoci-miento que, finalmente, se impondría a la aten-ción consciente bajo la apariencia de imágenes sensorias corrientes del pensamiento interior.

Este esfuerzo de acoplamiento del haber psi-cológico clásico (nacido de la observación del funcionamiento normal del pensamiento), con su funcionamiento sobrenormal, acaba un día por cesar si el sabio prosigue instruyéndose por la lectura y, sobre todo, por la experiencia. Irre-mediablemente, llega el momento en que ya no puede aceptar la semejanza entre la inteligencia normal constructoa de juicios sobre los datos

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1 220 »g. EuGgNF. OSTY

de los sentidos «impresionados» por las «vibra-ciones del momento» y la inteligencia sobrenor-mal capaz de conocer los hechos antiguos «que han cesado de vibrar», y sobre todo, aconteci-mientos futuros que «no han vibrado todavía». Dándose cuenta de que es sin fundamento y casi absurdo el crear la hipótesis de que el pa-sado y el futuro agiten por vibraciones el siste-ma nervioso humano, mientras el detector de T. S. H. es insensible a las ondas emitidas una hora antes, o a las que se emitirán después, concluye con esta noción, nueva para é, que el psiquismo humano más allá de su ejercicio ce-rebro-sensorio posee otra inteligencia difundida «en conocimiento», en el espacio y en el tiem-po, por medios desconocidos que no parecen referirse al determinismo físico-psicológico de esos que la inteligencia emplea y que la psico-logia actual llama conscientes.

Observando, en efecto, el trabajo intelectual de P. Forthuny —como el de cualquier otro me-tagnomo—, fácilmente se da uno cuenta de que su psiquismo funciona, por decirlo así, en tres planos. Se halla uno ante el espectáculo pernia nente de una inteligencia transcendente que em-pleara los recursos de la cerebración subconscien-te (sentido clásico), para hacer comprender su

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 221

conocimiento a la llamada inteligencia cons-ciente.

Para lograrlo, la inteligencia transcendente necesita poner en juego las modalidades sensi-bles del lenguaje exterior. Lo hace, ya lo hemos visto, usando de todas las categorías sensorias, poniendo en acción cuanto es susceptible de su-gerir aquello que se quiere hacer conocer. Re-cuerdos, creaciones, akgorías, simbolismos, et-cétera; todo le conviene con tal de que tenga un sentido inteligible. Y si se pretende dar a cono-cer las nociones demasiado sutiles y matizadas o de contenido demasiado sintético para poder-la traducir en visiones, recurre al simbolismo eminentemente expresivo de la palabra escu-chada o, más a menudo aún, de la palabra ini-pulsiva.

Sus esfuerzos para lograr tales fines son ad-mirables. Tiende a ellos realizando un a modo de programa conduciendo la imagen mental de lo aproximado a lo preciso. Visiones, audiciones, palabras impulsivas, sentimientos, etc., se entre-mezclan, se suceden, marcando cada uno una etapa en la marcha hacia el estado de concien-cia. La acompaña en sus esfuerzos sugeridores un sentimiento de molestia, en tanto que no logra hacerse comprender; en cuanto lo consigue la reemplaza por una impresión de tranquila satis-facción.

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de los sentidos «impresionados» por las «vibra-ciones del momento» y la inteligencia sobrenor-mal capaz de conocer los hechos antiguos «que han cesado de vibrar», y sobre todo, aconteci-mientos futuros que «no han vibrado todavía». Dándose cuenta de que es sin fundamento y casi absurdo el crear la hipótesis de que el pa-sado y el futuro agiten por vibraciones el siste-ma nervioso humano, mientras el detector de T. S. H. es insensible a las ondas emitidas una hora antes, o a las que se emitirán después, concluye con esta noción, nueva para é, que el psiquismo humano más allá de su ejercicio ce-rebro-sensorio posee otra inteligencia difundida «en conocimiento», en el espacio y en el tiem-po, por medios desconocidos que no parecen referirse al determinismo físico-psicológico de esos que la inteligencia emplea y que la psico-logia actual llama conscientes.

Observando, en efecto, el trabajo intelectual de P. Forthuny —como el de cualquier otro me-tagnomo—, fácilmente se da uno cuenta de que su psiquismo funciona, por decirlo así, en tres planos. Se halla uno ante el espectáculo pernia nente de una inteligencia transcendente que em-pleara los recursos de la cerebración subconscien-te (sentido clásico), para hacer comprender su

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conocimiento a la llamada inteligencia cons-ciente.

Para lograrlo, la inteligencia transcendente necesita poner en juego las modalidades sensi-bles del lenguaje exterior. Lo hace, ya lo hemos visto, usando de todas las categorías sensorias, poniendo en acción cuanto es susceptible de su-gerir aquello que se quiere hacer conocer. Re-cuerdos, creaciones, akgorías, simbolismos, et-cétera; todo le conviene con tal de que tenga un sentido inteligible. Y si se pretende dar a cono-cer las nociones demasiado sutiles y matizadas o de contenido demasiado sintético para poder-la traducir en visiones, recurre al simbolismo eminentemente expresivo de la palabra escu-chada o, más a menudo aún, de la palabra ini-pulsiva.

Sus esfuerzos para lograr tales fines son ad-mirables. Tiende a ellos realizando un a modo de programa conduciendo la imagen mental de lo aproximado a lo preciso. Visiones, audiciones, palabras impulsivas, sentimientos, etc., se entre-mezclan, se suceden, marcando cada uno una etapa en la marcha hacia el estado de concien-cia. La acompaña en sus esfuerzos sugeridores un sentimiento de molestia, en tanto que no logra hacerse comprender; en cuanto lo consigue la reemplaza por una impresión de tranquila satis-facción.

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Cuando nos detenemos a observar la calidad M conocimiento que la inteligencia transcen-dente coloca en el plano de ejercicio sensorio llamado consciente, nos damos cuenta de que se halla en presencia de procedimientos ccgriosci-tivos completamente distintos de los de la inte-ligencia ordinaria. Esta, con ayuda de los datos proporcionados por los sentidos, construye jui-cios, razonamientos, ideas, yendo del detalle al conjunto del análisis, a la síntesis. Aquélla le presenta lo sintético al consciente, como si, co nociendo todas las circunstancias preparatorias y determinantes de un acontecimiento, propor-cionase el resumen. En unos segundos de pro-ximidad o de contacto entre un ¡netagnorno y otra persona se elabora, se transforma en imá-genes mentales y se expresa una suma de cono-cimientos que a menudo son un resumen genial de todo un aspecto de vida particular vivida en mucho tiempo y entre muchos acontecimientos. De los varios'ejcmplos que ha proporcionado Forthany, la alegoría de la señora Morsauf es significativa en su género.

Si desde este punto de vista se repasan las actas de las sesiones, se admirará la habilidad y el tacto, exquisito a veces, con que la inteli-gencia transcendente formula sus informaciones.

Tiene el prurito de revelar sobre todo la inti-midad de la vida para convencer mejor, y como opera en público evita corrientemente el enun-

UNA FACULTAD UE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 223

ciado directo de las cosas y efectúa una presen-tación tan finamente alusiva que presenta aspec. to de detalle para la asistencia cuando tiene una claridad y una potencia reveladora que dejan al interesado atónito. En tales casos recurre gene-ralmente a la palabra impulsiva o a la palabra oída, como si, utilizando ella misma los simbo-lismos precisos de las palabras, se diera así la mayor exactitud de expresión y evitara las in-comprensiones, errores y faltas de tacto de la inteligencia superficial.

El psicólogo que observa detenidamente en los diversos metagnornos el trabajo del plano transcendente de pensamiento, no puede ya aco-modarse con las palabras y concepciones de consciente y subconsciente. Además de la inteli-gencia llamada consciente, y además del trabajo automático y asociativo del subconsciente clá-sico, encuentra en el psiquismo humano, y pone en condiciones de manifestarse mientras así lo quiere, otra inteligencia infinitamente mejor do-tada en la propiedad de saber, conociendo cla-ramente sus medios y sus fines, y como inmer-gida en un mundo en el cual el conocimiento de las realidades materiales es inmanente e in-mediato.

La función de la inteligencia que pudiéramos l!am'ar superficial, o mejor aún, de ejercicio sen-

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Cuando nos detenemos a observar la calidad M conocimiento que la inteligencia transcen-dente coloca en el plano de ejercicio sensorio llamado consciente, nos damos cuenta de que se halla en presencia de procedimientos ccgriosci-tivos completamente distintos de los de la inte-ligencia ordinaria. Esta, con ayuda de los datos proporcionados por los sentidos, construye jui-cios, razonamientos, ideas, yendo del detalle al conjunto del análisis, a la síntesis. Aquélla le presenta lo sintético al consciente, como si, co nociendo todas las circunstancias preparatorias y determinantes de un acontecimiento, propor-cionase el resumen. En unos segundos de pro-ximidad o de contacto entre un ¡netagnorno y otra persona se elabora, se transforma en imá-genes mentales y se expresa una suma de cono-cimientos que a menudo son un resumen genial de todo un aspecto de vida particular vivida en mucho tiempo y entre muchos acontecimientos. De los varios'ejcmplos que ha proporcionado Forthany, la alegoría de la señora Morsauf es significativa en su género.

Si desde este punto de vista se repasan las actas de las sesiones, se admirará la habilidad y el tacto, exquisito a veces, con que la inteli-gencia transcendente formula sus informaciones.

Tiene el prurito de revelar sobre todo la inti-midad de la vida para convencer mejor, y como opera en público evita corrientemente el enun-

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ciado directo de las cosas y efectúa una presen-tación tan finamente alusiva que presenta aspec. to de detalle para la asistencia cuando tiene una claridad y una potencia reveladora que dejan al interesado atónito. En tales casos recurre gene-ralmente a la palabra impulsiva o a la palabra oída, como si, utilizando ella misma los simbo-lismos precisos de las palabras, se diera así la mayor exactitud de expresión y evitara las in-comprensiones, errores y faltas de tacto de la inteligencia superficial.

El psicólogo que observa detenidamente en los diversos metagnornos el trabajo del plano transcendente de pensamiento, no puede ya aco-modarse con las palabras y concepciones de consciente y subconsciente. Además de la inteli-gencia llamada consciente, y además del trabajo automático y asociativo del subconsciente clá-sico, encuentra en el psiquismo humano, y pone en condiciones de manifestarse mientras así lo quiere, otra inteligencia infinitamente mejor do-tada en la propiedad de saber, conociendo cla-ramente sus medios y sus fines, y como inmer-gida en un mundo en el cual el conocimiento de las realidades materiales es inmanente e in-mediato.

La función de la inteligencia que pudiéramos l!am'ar superficial, o mejor aún, de ejercicio sen-

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sorio, elaborando el conocimiento sobre los da- juegos imaginativos Ninguno de ellos compren- tos proporcionados por los sentidos conocidos deria el sentido exacto de las alegorías y los (el consciente clásico), está claramente estabe símbolos de los demás. Aún más: las imágenes cida en la obra metagnómica por la observación de la representación mental sólo tienen valor y es fácil de establecerse debidamente. Es evi- para la inteligencia superficial del metagnomo dente que su intervención no es necesaria, pues- en estado naciente. La mayor parte de las veces to que en gran parte (la mayoría de las veces serian mal comprendidas si se difiriera la inter- se procede por palabra impulsiva) queda 5U)Ti- pretación. Con frecuencia se extraña ulterior- mida. Cuando ioterviene es para repetir la pala- mente el metagnomo de haber dado tal sentido bra oída o pata interpretar la su'esión de repte a tal imagen, y si se le permitiera su razón trans- sentaciones mentales. En ello tropieza sin cesar formarla la versión primitiva, creando así ideas con muchas dificultades, deformando a merudo falsas. Es que tras la sucesión de formas sensi- las palabras, consiguiendo laboriosamente la traS bles de la representación mental está la inteli-

ducción en nociones exactas de los juegos re- gencia transcendente, que anima, por decirlo así,

presentativos de la imaginación. a la que llamamos consciente, tendiendo intuiti- Sin embargo, no debe suponerse que las dos vamente su movimiento hacia la verdad, cosa inteligencias, la superficial y la latente (me atre- que, como he dicho más arriba, se revela en for- vería a decir la sensoria y la transcendente) ma de malestar en tanto no se ha conseguido el extrañas una a otra y emplean por turno los objeto que se persigue y en satisfacción ea - mecanismos cerebrales del metagnomo. El cuanto se logra. quismo humano, sea cual fuere su constitución

fundamental, aún desconocida, es un conducto Si ahora consideramos la función de la in- solidario. Las dos conciencias trabajan en per- teligencia consciente, no ya en el metagno- fecto acuerdo empleando los mejores medios. mo, sino en la persona objeto de metagnomia Se puede decir que la conciencia transcendente ¿que observamos? Que es casi nula, que no se adapta a la sensoria, no presentándole para existe. interpretar sino aquello que es capaz de com- Querer o no querer que el fenómeno se reali- prender. De ahí que haya tantas representacio- ce, desearlo o temerlo, anhelar que se efectúe nes mentales del pensamiento metagnómico sobre cierto motivo esperado..., etc., no tiene, en Como metagnomos existen. Cada uno tiene sus general, acción alguna.

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sorio, elaborando el conocimiento sobre los da- juegos imaginativos Ninguno de ellos compren- tos proporcionados por los sentidos conocidos deria el sentido exacto de las alegorías y los (el consciente clásico), está claramente estabe símbolos de los demás. Aún más: las imágenes cida en la obra metagnómica por la observación de la representación mental sólo tienen valor y es fácil de establecerse debidamente. Es evi- para la inteligencia superficial del metagnomo dente que su intervención no es necesaria, pues- en estado naciente. La mayor parte de las veces to que en gran parte (la mayoría de las veces serian mal comprendidas si se difiriera la inter- se procede por palabra impulsiva) queda 5U)Ti- pretación. Con frecuencia se extraña ulterior- mida. Cuando ioterviene es para repetir la pala- mente el metagnomo de haber dado tal sentido bra oída o pata interpretar la su'esión de repte a tal imagen, y si se le permitiera su razón trans- sentaciones mentales. En ello tropieza sin cesar formarla la versión primitiva, creando así ideas con muchas dificultades, deformando a merudo falsas. Es que tras la sucesión de formas sensi- las palabras, consiguiendo laboriosamente la traS bles de la representación mental está la inteli-

ducción en nociones exactas de los juegos re- gencia transcendente, que anima, por decirlo así,

presentativos de la imaginación. a la que llamamos consciente, tendiendo intuiti- Sin embargo, no debe suponerse que las dos vamente su movimiento hacia la verdad, cosa inteligencias, la superficial y la latente (me atre- que, como he dicho más arriba, se revela en for- vería a decir la sensoria y la transcendente) ma de malestar en tanto no se ha conseguido el extrañas una a otra y emplean por turno los objeto que se persigue y en satisfacción ea - mecanismos cerebrales del metagnomo. El cuanto se logra. quismo humano, sea cual fuere su constitución

fundamental, aún desconocida, es un conducto Si ahora consideramos la función de la in- solidario. Las dos conciencias trabajan en per- teligencia consciente, no ya en el metagno- fecto acuerdo empleando los mejores medios. mo, sino en la persona objeto de metagnomia Se puede decir que la conciencia transcendente ¿que observamos? Que es casi nula, que no se adapta a la sensoria, no presentándole para existe. interpretar sino aquello que es capaz de com- Querer o no querer que el fenómeno se reali- prender. De ahí que haya tantas representacio- ce, desearlo o temerlo, anhelar que se efectúe nes mentales del pensamiento metagnómico sobre cierto motivo esperado..., etc., no tiene, en Como metagnomos existen. Cada uno tiene sus general, acción alguna.

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porciona indicaciones desconocidas de todas las demás.

Sin detenerse, las vicisitudes de la producción metagnómica en estas condiciones de múltiples influencias, sugieren:

1.0 Que Forthuny no percibe sensoriamente las realidades que revela, pero que logra cierta noción de ella.

2.° Que esta noción es el producto de una colaboración interpsiquica condicionada por una psicofísica. desconocida aún en su natura-leza y en sus leyes.

Y ello entonces, tan claramente expresado en espontáneo, está conforme con lo que he ido aprendiendo en la serie de experiencias provo-cadas con objeto de poner en evidencia la fuen-te informadora de los metagnornos cuando su facultad funciona sobre la realidad hombre vivo.

No se me pida más ni otra cosa que lo que digo. Tengo muchos deseos de que los teóricos que gravitan alrededor de la ciencia metapsí- quica acaben de comprender que si el determi-nismo psicológico general de la metágnomia dirigido a la realidad de «hombre vivo» es así, ello no significa que un sujeto metagnómico extraiga todo su conocimiento del psiquismo de los demás y que <todo es telepatía».

Es evidente que cuando se trata de «realida-ds cosas» en el espacio corno en el tiempo, y

ME

226 DR. LUGENE OSTY

No aparece nada en lo consciente de la per- sona que pueda darle idea de que su psiquismo

• está en juego. En las sesiones públicas se ha creído observar, sin embargo, que Forthuny ha- bía sorprendido en ciertos casos un recuerdo evocado en la memoria de. la persona sometida .a prueba. Pero al analizar he visto que el recuer- do había sido consecutivo casi siempre a una vaga evocación de Forthuny.

Recordemos también que mientras P. F. tra bajaba con ella, la señora M., muy distante (se- sióndel 21-4-1926), sintió invadido su conscien- te por un fuerte y preciso sentimiento de mal- estar. Para el ser objetivo todo ocurre, en gene- ral, ignorándolo su inteligencia consciente, que permanece pasiva.

Por ello, bajo la sugestión de los prejuicios clásicos, limitadores de la capacidad cognosci- tiva del psiquismo, tiende uno a imaginar que en la inetagnomia de objetivo humano la fuente inspiradora es extrahumana.

Mas si en lugar de imaginar impulsado por los prejuicios se observa con imparcialidad lo que ocurre cuando Forthuny hace trabajar su iacultad en público, es imposible dejar de obser- var que extrae sus indicaciones de la persona próxima o alejada con respecto a la cual pro-

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porciona indicaciones desconocidas de todas las demás.

Sin detenerse, las vicisitudes de la producción metagnómica en estas condiciones de múltiples influencias, sugieren:

1.0 Que Forthuny no percibe sensoriamente las realidades que revela, pero que logra cierta noción de ella.

2.° Que esta noción es el producto de una colaboración interpsiquica condicionada por una psicofísica. desconocida aún en su natura-leza y en sus leyes.

Y ello entonces, tan claramente expresado en espontáneo, está conforme con lo que he ido aprendiendo en la serie de experiencias provo-cadas con objeto de poner en evidencia la fuen-te informadora de los metagnornos cuando su facultad funciona sobre la realidad hombre vivo.

No se me pida más ni otra cosa que lo que digo. Tengo muchos deseos de que los teóricos que gravitan alrededor de la ciencia metapsí- quica acaben de comprender que si el determi-nismo psicológico general de la metágnomia dirigido a la realidad de «hombre vivo» es así, ello no significa que un sujeto metagnómico extraiga todo su conocimiento del psiquismo de los demás y que <todo es telepatía».

Es evidente que cuando se trata de «realida-ds cosas» en el espacio corno en el tiempo, y

ME

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No aparece nada en lo consciente de la per- sona que pueda darle idea de que su psiquismo

• está en juego. En las sesiones públicas se ha creído observar, sin embargo, que Forthuny ha- bía sorprendido en ciertos casos un recuerdo evocado en la memoria de. la persona sometida .a prueba. Pero al analizar he visto que el recuer- do había sido consecutivo casi siempre a una vaga evocación de Forthuny.

Recordemos también que mientras P. F. tra bajaba con ella, la señora M., muy distante (se- sióndel 21-4-1926), sintió invadido su conscien- te por un fuerte y preciso sentimiento de mal- estar. Para el ser objetivo todo ocurre, en gene- ral, ignorándolo su inteligencia consciente, que permanece pasiva.

Por ello, bajo la sugestión de los prejuicios clásicos, limitadores de la capacidad cognosci- tiva del psiquismo, tiende uno a imaginar que en la inetagnomia de objetivo humano la fuente inspiradora es extrahumana.

Mas si en lugar de imaginar impulsado por los prejuicios se observa con imparcialidad lo que ocurre cuando Forthuny hace trabajar su iacultad en público, es imposible dejar de obser- var que extrae sus indicaciones de la persona próxima o alejada con respecto a la cual pro-

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228 DR. EUGFNR OSTY

sin relación con la vida humana, puede el me-tagnomo hallar su conocimiento en el psiquis-mo de sus congéneres lo mismo que en el suyo. El mismo razonamiento sirve para la realidad «hombre muerto» cuando pertenece a lo desco-nocido para todo hombre vivo. ¿Cuál es enton-ces la fuente informadora de los metagnomos? Hay que buscarlo en la experiencia, y puedo decir prácticamente que no es con el rápido y sencillo estudio que algunos imaginan.

Pero sea cual fuere la explicación que el por-venir aporte a estos misterios, que se adjudique a la metagnomia múltiples fuentes informadoras o que se asegure que sólo posee una, no será me-nos cierto que cuando se traia de la realidad hom-bre vivo, el metagnomo recibe del psiquismo de dicha realidad todo cuanto a concierne. Y es tan verdad, que este sujeto, en presencia de un es-terilizante, se muestra tan imposibilitado de ha-blarle de sus muertos, de su ambiente, seres y cosas como de su propia personalidad.

** *

Debiera mantener.rne en las enseñanzas inme-diatas de los hechos, que es terreno sólido que no me gusta abondonar. Sin embargo, hoy me voy a permitir una hipótesis sugerida por la di-versidad de aspecto del fenómeno de conoci-mientos Supranormales y el comportamiento

UNA FACULTAD DE CORQCI1NTO SUPItANORMAL 22

psicológico de los metagnomos. ¿Acaso surgirá de ello una vaga claridad capaz de dar al lector la ilusión de percibir alguna cosa en el opaco misterio del mundo psíquico?

Supongamos—como muchos filósofos lo han pensado y escrito—que el universosea una in-teligencia que realiza su pensamiento y su y.-untad en lo infinito del espacio y del tiempo en todas las modalidades posibles y aceptables para ella y que, en su consecuencia, el ser huma- no sea una individualización de esta psiquis in- finita en un plano de materia. Si así fuera, cada hombre tendría su función determinada, ininte- ligible en sí, aveces de apariencia absurda, y cada hombre poseería, en realidad, dos psiquis-mos: uno transcendente, dependiendo de la ja- teligencia universal, conociendo el programa de vida de la individualidad a que está atado; otro cerebral, que toma en la sucesión y la relativi-dad de las sensaciones un conocimiento progre-sivo del ambiente físico para el que ha sido creado. Consideremos, además, que el sujeto metagn orno parece distinguirse del común de los hombres por una doble propiedad psicofisie- lógica. 1. Poder cesar momentáneamente el trabajo específico de su cerebro sobre su propio caudal. 2. En estas condiciones abandonarlo a la influencia ideógena, ya de su propio plano tanscendente de pensamiento o ya de los psiquis iuos de los demás.

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sin relación con la vida humana, puede el me-tagnomo hallar su conocimiento en el psiquis-mo de sus congéneres lo mismo que en el suyo. El mismo razonamiento sirve para la realidad «hombre muerto» cuando pertenece a lo desco-nocido para todo hombre vivo. ¿Cuál es enton-ces la fuente informadora de los metagnomos? Hay que buscarlo en la experiencia, y puedo decir prácticamente que no es con el rápido y sencillo estudio que algunos imaginan.

Pero sea cual fuere la explicación que el por-venir aporte a estos misterios, que se adjudique a la metagnomia múltiples fuentes informadoras o que se asegure que sólo posee una, no será me-nos cierto que cuando se traia de la realidad hom-bre vivo, el metagnomo recibe del psiquismo de dicha realidad todo cuanto a concierne. Y es tan verdad, que este sujeto, en presencia de un es-terilizante, se muestra tan imposibilitado de ha-blarle de sus muertos, de su ambiente, seres y cosas como de su propia personalidad.

** *

Debiera mantener.rne en las enseñanzas inme-diatas de los hechos, que es terreno sólido que no me gusta abondonar. Sin embargo, hoy me voy a permitir una hipótesis sugerida por la di-versidad de aspecto del fenómeno de conoci-mientos Supranormales y el comportamiento

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psicológico de los metagnomos. ¿Acaso surgirá de ello una vaga claridad capaz de dar al lector la ilusión de percibir alguna cosa en el opaco misterio del mundo psíquico?

Supongamos—como muchos filósofos lo han pensado y escrito—que el universosea una in-teligencia que realiza su pensamiento y su y.-untad en lo infinito del espacio y del tiempo en todas las modalidades posibles y aceptables para ella y que, en su consecuencia, el ser huma- no sea una individualización de esta psiquis in- finita en un plano de materia. Si así fuera, cada hombre tendría su función determinada, ininte- ligible en sí, aveces de apariencia absurda, y cada hombre poseería, en realidad, dos psiquis-mos: uno transcendente, dependiendo de la ja- teligencia universal, conociendo el programa de vida de la individualidad a que está atado; otro cerebral, que toma en la sucesión y la relativi-dad de las sensaciones un conocimiento progre-sivo del ambiente físico para el que ha sido creado. Consideremos, además, que el sujeto metagn orno parece distinguirse del común de los hombres por una doble propiedad psicofisie- lógica. 1. Poder cesar momentáneamente el trabajo específico de su cerebro sobre su propio caudal. 2. En estas condiciones abandonarlo a la influencia ideógena, ya de su propio plano tanscendente de pensamiento o ya de los psiquis iuos de los demás.

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Con esta suposición y esta consideración (consideración que es verdaderamente una conr probación), la diversidad de manifestaciones del conocimiento supranormal toma lógicos as-pectos

Es admisible que la mayor parte de las vidas de los hombres se desarrollan sin que su psi-quismo cerebro-sensorio se percate de la co-existencia del psiquismo transcendente.

Así se comprende que en algunas personas esa separación entre los dos psiquismos de un mismo individuo pueda ser anulada y que, for-uitamente, un fragmento del conocimiento de

lo transcendente pase a lo cerebral, dando lugar a esos estados de conciencia, más o menos cla-ros o confusos, denominados telepatías, presen-timientos, visiones monitorias o premonitorias, ensueños, etc.

Si se reflexiona acerca del trabajo psicológico del metagnomo se inclina uno a imaginar que su cerebro, en el estado llamado de trance, ce-sando de trabajar sobre su propio caudal, se con-vierta en instrumento hábil para percatarse de los conocimientos acudidos de su propio psi-quismo transcendente o del de los demás, y en este último caso lo mismo del cerebral que del transcendente.

Siendo así, se efectuaría por plano transcen-dente de pensamiento la toma por el rnetagno-mo de conocimiento supranormal de todas las

realidades que no fuesen la del hombre vivo Pero la experiencia obliga a convenir que, me-diante una colaboración intermental con el hombre vivo, logra las indicaciones que concier-nen a la personalidad y a la vida de seres hu-manos vivos, presentados para ejercicio de su. facultad.

De modo que la persona que pide a un me-tagnomo la revelación de sus características in-dividuales y los acontecimientos de su existen-cia, se conduce sin saberlo como si le dijesen: (tengo en mí dos psiquismos: uno conoce mi vida pasada tal y como la han percibido mis sentido; el otro conoce mi pasado según ha-sido en realidad, mi presente tal como es y tam-bién mi porvenir. Puede usted poner sus meca-nismos cerebrales a la disposición de esos dos. psiquismos. Esfuércese por penetrar hasta el transcendente y pregúntele la verdad de tal acontecimiento actualmente en curso y que me interesa o de acontecimientos que me aguardan, en k por venir». A esta conminación no expre-sada, pero no por eso menos cierta, el metagno-mo se esfuerza para sorprender lo que puede en el psiquismo de esta persona. Lo que recoge es variable en abundancia y calidad según el valor de su facultad y las condiciones psico-físicas intermentales. Este trabajo de detección tropieza con muchas dificultades. No siempre se informa. el metagnomo en el plano transcendente del

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Con esta suposición y esta consideración (consideración que es verdaderamente una conr probación), la diversidad de manifestaciones del conocimiento supranormal toma lógicos as-pectos

Es admisible que la mayor parte de las vidas de los hombres se desarrollan sin que su psi-quismo cerebro-sensorio se percate de la co-existencia del psiquismo transcendente.

Así se comprende que en algunas personas esa separación entre los dos psiquismos de un mismo individuo pueda ser anulada y que, for-uitamente, un fragmento del conocimiento de

lo transcendente pase a lo cerebral, dando lugar a esos estados de conciencia, más o menos cla-ros o confusos, denominados telepatías, presen-timientos, visiones monitorias o premonitorias, ensueños, etc.

Si se reflexiona acerca del trabajo psicológico del metagnomo se inclina uno a imaginar que su cerebro, en el estado llamado de trance, ce-sando de trabajar sobre su propio caudal, se con-vierta en instrumento hábil para percatarse de los conocimientos acudidos de su propio psi-quismo transcendente o del de los demás, y en este último caso lo mismo del cerebral que del transcendente.

Siendo así, se efectuaría por plano transcen-dente de pensamiento la toma por el rnetagno-mo de conocimiento supranormal de todas las

realidades que no fuesen la del hombre vivo Pero la experiencia obliga a convenir que, me-diante una colaboración intermental con el hombre vivo, logra las indicaciones que concier-nen a la personalidad y a la vida de seres hu-manos vivos, presentados para ejercicio de su. facultad.

De modo que la persona que pide a un me-tagnomo la revelación de sus características in-dividuales y los acontecimientos de su existen-cia, se conduce sin saberlo como si le dijesen: (tengo en mí dos psiquismos: uno conoce mi vida pasada tal y como la han percibido mis sentido; el otro conoce mi pasado según ha-sido en realidad, mi presente tal como es y tam-bién mi porvenir. Puede usted poner sus meca-nismos cerebrales a la disposición de esos dos. psiquismos. Esfuércese por penetrar hasta el transcendente y pregúntele la verdad de tal acontecimiento actualmente en curso y que me interesa o de acontecimientos que me aguardan, en k por venir». A esta conminación no expre-sada, pero no por eso menos cierta, el metagno-mo se esfuerza para sorprender lo que puede en el psiquismo de esta persona. Lo que recoge es variable en abundancia y calidad según el valor de su facultad y las condiciones psico-físicas intermentales. Este trabajo de detección tropieza con muchas dificultades. No siempre se informa. el metagnomo en el plano transcendente del

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232 DR. EUGENE OSTY

pensamiento de los demás. En ciertas personas penetra fácilmente y recoge verdades que sería imposible conocer cerebralmente. En otras no logra nada. En la mayor parte obtiene su cono- cimiento unas veces en el psiquismo transcen- dente y en el cerebro-sensorio otras, descu- briendo en este último caso los proyectos, los deseos, los temores, las suputaciones del porve- nir, casi siempre erróneas, que el subconsciente (clásico) tiene ya en memoria o que construye en el momento con la rapidez de un sueño.

En sus sesiones públicas, P. F. se ha mostra- do, sobre todo, revelador del plano cerebro sen- sorio de los demás, acaso porque las condicio- nes del trabajo sometido a múltiples influencias no permite sorprender más que este plano del pensamiento, el más fácil de detectar. Desde cierto punto de vista fué ventajoso, ya que las indicaciones metagnómicas pudieron compro- barse inmediatamente.

De todos modos los ensayos felices de me- tagnomia sobre sillas vacías nos introducen en un plano de pensamiento para el cual el espacio y el tiempo no tienen el valor que el psiquismo

7 cerebro-sensorio les concede. Qué suerte correrá la hipótesis que acabo de

bosquejar tras la investigación científica? Lo ig- noro, pero puedo decir que cuanto más he ade- lantado en el estudio siempre práctico del fenó- meno metagnómico, con mayor fuerza se me ha

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 233

impuesto. Nada de cuanto hasta hoy he compro. bado ha podido en ningún punto comprome-terla. Esto no asegura su valor fundamental, pero la recomienda como resultado de un trabajo.

FIN

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232 DR. EUGENE OSTY

pensamiento de los demás. En ciertas personas penetra fácilmente y recoge verdades que sería imposible conocer cerebralmente. En otras no logra nada. En la mayor parte obtiene su cono- cimiento unas veces en el psiquismo transcen- dente y en el cerebro-sensorio otras, descu- briendo en este último caso los proyectos, los deseos, los temores, las suputaciones del porve- nir, casi siempre erróneas, que el subconsciente (clásico) tiene ya en memoria o que construye en el momento con la rapidez de un sueño.

En sus sesiones públicas, P. F. se ha mostra- do, sobre todo, revelador del plano cerebro sen- sorio de los demás, acaso porque las condicio- nes del trabajo sometido a múltiples influencias no permite sorprender más que este plano del pensamiento, el más fácil de detectar. Desde cierto punto de vista fué ventajoso, ya que las indicaciones metagnómicas pudieron compro- barse inmediatamente.

De todos modos los ensayos felices de me- tagnomia sobre sillas vacías nos introducen en un plano de pensamiento para el cual el espacio y el tiempo no tienen el valor que el psiquismo

7 cerebro-sensorio les concede. Qué suerte correrá la hipótesis que acabo de

bosquejar tras la investigación científica? Lo ig- noro, pero puedo decir que cuanto más he ade- lantado en el estudio siempre práctico del fenó- meno metagnómico, con mayor fuerza se me ha

UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 233

impuesto. Nada de cuanto hasta hoy he compro. bado ha podido en ningún punto comprome-terla. Esto no asegura su valor fundamental, pero la recomienda como resultado de un trabajo.

FIN

Page 226: Una facultad de conocimiento supra normal

INDICE

Páginas. -

PREFACIO DE PASAL FORTHUNY AL DOCTOR EUGE. NIO OSTY, DIRECTOR DEL INSTI1UTO META- PSÍQUICO INTERNACIONAL ...... .. ... ..... 5

INTRODUCCIÓN ............................ 13 CAPITULO PRIMERO—La personalidad psicológica

de Pascal Forthuny antes de la aparición de su facultad metagnórnica ............. 23

CAP. 11.—Aparición y desarrollo de la facultad metagnóniica de P. Fortliuny. ............. 39

CAP. 111.—Las sesiones públicas de metagnomia dadas por M. P. Forthuny en el 1. M. 1., de pa................................... 61

CAP. V— Las enseñanzas gmanadas del trabajo nietagilótoico en público del señor For- Ilinny ................... ................ 163

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PREFACIO DE PASAL FORTHUNY AL DOCTOR EUGE. NIO OSTY, DIRECTOR DEL INSTI1UTO META- PSÍQUICO INTERNACIONAL ...... .. ... ..... 5

INTRODUCCIÓN ............................ 13 CAPITULO PRIMERO—La personalidad psicológica

de Pascal Forthuny antes de la aparición de su facultad metagnórnica ............. 23

CAP. 11.—Aparición y desarrollo de la facultad metagnóniica de P. Fortliuny. ............. 39

CAP. 111.—Las sesiones públicas de metagnomia dadas por M. P. Forthuny en el 1. M. 1., de pa................................... 61

CAP. V— Las enseñanzas gmanadas del trabajo nietagilótoico en público del señor For- Ilinny ................... ................ 163