Una Deuda Con Delia

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5/11/2018 UnaDeudaConDelia-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/una-deuda-con-delia 1/100 Barbara Metzger  UNA DEUDA CON DELIA  No se trata de una deuda, sino de una dedicatoria: para Edith, lady Layton, cuyo corazón es tan grande como su perro.  ÍNDICE Capítulo 1 4 Capítulo 2 9 Capítulo 3 15 Capítulo 4 20 Capítulo 5 25 Capítulo 6 30 Capítulo 7 35 Capítulo 8 40 Capítulo 9 46 Capítulo 10 52 Capítulo 11 58 Capítulo 12 64 Capítulo 13 70 Capítulo 14 75 Capítulo 15 80 Capítulo 16 85 Capítulo 17 90 Capítulo 18 96 Capítulo 19 102 Capítulo 20 108 Capítulo 21 114 Capítulo 22 120 Capítulo 23 126 Capítulo 24 132 Capítulo 25 138 Capítulo 26 144 Capítulo 27 150 Capítulo 28 155 Capítulo 29 160 RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 164  Capítulo 1 Era hombre muerto, o casi, lo cual no suponía diferencia alguna. Ya se había despren dido de su caballo, misericordiosamente liberado de su mala suerte con el último t iro de la pistola del mayor. Sin duda, el oficial hubiera podido encontrar más mun ición en algún lugar de este campo empapado con la sangre de sus camaradas caídos y baña do en la oscuridad, pero le temblaba demasiado el brazo derecho como para recarg ar la pistola. Aún le quedaba el sable, pero si retiraba la mano de la herida de e spada en su hombro izquierdo, probablemente moriría desangrado. No, un rápido vistaz o le dijo que eso ocurriría con toda seguridad. Ya era bastante malo no tener caballo, estar prácticamente desarmado y perder la v ida gota a gota sobre una franja de suelo extranjero que no le importaba a nadie más que a los nativos. Peor aún era el hecho de que su uniforme se mantenía limpio ex cepto por la mancha de sangre que iba extendiéndose, un reclamo escarlata para cua

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Barbara Metzger UNA DEUDA CON DELIA

 

No se trata de una deuda, sino de una dedicatoria:

para Edith, lady Layton,cuyo corazón es tan grande como su perro.

 ÍNDICECapítulo 1 4Capítulo 2 9Capítulo 3 15Capítulo 4 20Capítulo 5 25Capítulo 6 30

Capítulo 7 35Capítulo 8 40Capítulo 9 46Capítulo 10 52Capítulo 11 58Capítulo 12 64Capítulo 13 70Capítulo 14 75Capítulo 15 80Capítulo 16 85Capítulo 17 90Capítulo 18 96Capítulo 19 102

Capítulo 20 108Capítulo 21 114Capítulo 22 120Capítulo 23 126Capítulo 24 132Capítulo 25 138Capítulo 26 144Capítulo 27 150Capítulo 28 155Capítulo 29 160RESEÑA BIBLIOGRÁFICA 164

 

Capítulo 1Era hombre muerto, o casi, lo cual no suponía diferencia alguna. Ya se había desprendido de su caballo, misericordiosamente liberado de su mala suerte con el último tiro de la pistola del mayor. Sin duda, el oficial hubiera podido encontrar más munición en algún lugar de este campo empapado con la sangre de sus camaradas caídos y bañado en la oscuridad, pero le temblaba demasiado el brazo derecho como para recargar la pistola. Aún le quedaba el sable, pero si retiraba la mano de la herida de espada en su hombro izquierdo, probablemente moriría desangrado. No, un rápido vistazo le dijo que eso ocurriría con toda seguridad.Ya era bastante malo no tener caballo, estar prácticamente desarmado y perder la v

ida gota a gota sobre una franja de suelo extranjero que no le importaba a nadiemás que a los nativos. Peor aún era el hecho de que su uniforme se mantenía limpio excepto por la mancha de sangre que iba extendiéndose, un reclamo escarlata para cua

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lquier francés que acechara a través del polvo que se levantaba. Y lo peor, el mayorlord Tyverne (Ty para los amigos, de los cuales tenía muchos, y para sus familiares, de los cuales había pocos) había conseguido encontrarse atrapado y aislado trasla línea enemiga. Decidió recitar sus oraciones.Meciéndose sobre sus pies, primero Ty tenía que decidir por qué rezar: por una muerterápida, por el perdón de sus pecados o por la oportunidad de llevarse al Más Allá por lomenos a un maldito franchute como pago por esta sangrienta carnicería.

Entonces se preguntó si el Todopoderoso de alguna manera escuchaba las oraciones en ese día alumbrado por el infierno. Cuando miró a su alrededor, lo puso en duda. Percibió una gran nube de polvo que se movía a su izquierda y una más pequeña y más rápida au derecha. La caballería. Así que de eso se trataba. Ty intentó convencerse de que eraun hombre con suerte. Muchos soldados nunca llegaban a cumplir los veintinueveaños. La mitad de los valientes muchachos bajo su mando no eran más que unos jovencitos que acababan de empezar a afeitarse cuando los cañones franceses los alcanzaron.Ni siquiera por un instante consideró el mayor Tyverne yacer al lado de su caballocaído haciéndose pasar por muerto. ¿Para qué? Sin la ayuda de un médico ya moriría lo sufientemente pronto. ¿Rendirse? Nunca. Mejor caer luchando ahora que pudrirse poco apoco en un horrendo campo de prisioneros francés mientras esperaba un rescate que

su padre nunca pagaría.Juró para sí que era una ridiculez. No quería que sus últimos pensamientos antes de acercarse al Creador fueran para ese hombre ruin. En su lugar trató de imaginarse a subella madre antes de que falleciera, sus hermanos y hermana pequeña, verdes prados, flores, su primer poni.Lo que se acercaba por la derecha como un trueno no era un poni. Era un enorme caballo de batalla blanco, cubierto de sudor y echando espuma por la boca, con unsoldado que blandía una espada sobre su grupa un casaca roja pelirrojo británico.El hombre se detuvo mientras el caballo se elevaba sobre las patas traseras y desmontó de un salto a menos de medio metro de distancia de Ty.Una buena herida, ¿no? preguntó, al tiempo que evaluaba la herida del mayor y la otranube de polvo.Ty solo pudo hacer un gesto de asentimiento al jinete, un teniente, tal y como p

udo comprobar mientras el joven clavaba su sable en la tierra y rebuscaba en losbolsillos de su alforja en busca de una fina tira de piel. Apretó la correa alrededor de la parte superior del brazo de Ty.Esto debería detener la hemorragia hasta que los matasanos puedan coserla. Y ahora,vamos, en marcha. Con dificultad, el esbelto teniente arrastró a Ty hasta el caballo, que piafaba e intentaba apartarse sigilosamente del olor a sangre.Maldita sea, Diablo, no te me pongas pesado ahora ordenó el teniente mientras jurabay gruñía para elevar a Tyverne en la silla. Es un amigo, ¿me oyes? Ahora llévalo a casa,compañero. Puso las riendas alrededor de la mano derecha del mayor.Al darse cuenta de lo que pretendía el joven, Ty protestó.No, vos también tenéis que venir. Podemos montar los dos.El teniente hizo un gesto negativo con su pelirroja cabeza.

El viejo Diablo está demasiado cansado para llevarnos tan lejos a los dos. No soisun peso ligero, mayor. Ty era alto y ancho de espaldas, por lo menos doce kilos másque el menudo teniente. Nunca lo conseguiríamos.Pero, ¡no puedo llevarme vuestro caballo, soldado!Por supuesto que podéis, mayor. Tengo mi pistola, mi espada y mi ingenio. Tengo laintención de hacer pagar a los franchutes por su trabajo de hoy. Ahora id. Levantó lamano para golpear al caballo en la grupa.¡Esperad! ¡Ni siquiera sé vuestro nombre, o dónde llevar el caballo!El teniente se rió.Todos saben dónde llevar a Diablo, mayor, y yo le silbaré cuando regrese. Es un viejotruco de circo. Mientras tanto, soy Croft, el teniente George Croft, a su servicio. Le haría el saludo reglamentario, pero dudo que haya tiempo. Bajó la mano y empujó al caballo hacia adelante. A casa, Diablo, llévalo a casa.

Con las piernas colgando ya que el caballo no parecía necesitar instrucciones conlas riendas, Ty se dirigió a él.¡Juro por Dios que estoy en deuda con vos! ¡Os debo la vida!

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El joven volvió a reírse mostrando así una blanca dentadura con un agujero considerable entre las paletas.Entonces luchad. Luchad para transmitir el favor. Salvad la vida de alguien.

Y luchó.Ty luchó frente a los carniceros para poder salvar su brazo cuando quisieron cortárs

elo. Luego luchó contra la infección que siguió al cosido apresurado y chapucero de los cirujanos. Luchó para no tomar el láudano que lo hubiera mantenido esclavizado toda su vida y entonces tuvo que luchar contra los brotes de dolor y la ausencia dela droga. Se revolvió contra las fiebres que se extendieron en el campamento militar, incluso después de que hubiera sido trasladado a una granja apartada del hospital sumido en la enfermedad.También luchó contra la desesperación de pensar que su brazo nunca volvería a funcionarcon normalidad, que su carrera estaba acabada, que había perdido tantos buenos soldados y amigos.Pero entonces el mayor lord Tyverne tuvo que tragarse su propia pena cuando le trajeron las pertenencias del teniente Croft. Perdió esa batalla y lágrimas de culpa,angustia y remordimiento surcaron finalmente sus mejillas ahora ajadas, para hu

millación suya y para mortificación de los camaradas de Croft.Uno de ellos intentó aliviar la situación según colocaba un par de gastadas alforjas en la silla junto a la cama de Ty.El viejo George siempre decía que cualquiera que pudiera montar a Diablo cuando él yano estuviera se podía quedar con el animal. Ninguno de nosotros estamos ni siquiera dispuestos a intentarlo, así que suponemos que poseéis el caballo más terco del ejército del rey, así como sus aperos. El hombre, el teniente Harper, hizo un gesto hacia las bolsas de piel.Ty utilizó la manga de su camisa de dormir para retirar los signos de su debilidadmientras simulaba apartarse un rizo de pelo rubio que había caído sobre su frente.Se aclaró la garganta.¿Está está bien el caballo? Ya sabéis, me salvó la vida. Eso era lo que había hecho ely también el teniente Croft.

¿Bien? Parece que lo maltrataron antes de que George lo rescatara de un circo ambulante o algo así. Ahora es más mezquino que nunca y aterroriza a los que lo cuidan ya los otros caballos. Ese rompehuesos se habría convertido en guisado para la tropa de no haber sido por vos, pero lo tenemos en un establo solo para él, esperándoos.Los hombres evitaban mirar al débil mayor enfebrecido y a su brazo en cabestrilloy se preguntaban, como bien sabía Ty, si sería capaz de vérselas con un jamelgo y mucho menos con un impresentable pura sangre. El también se lo preguntaba pero agradeció sus esfuerzos a los amigos del teniente.No nos daréis las gracias ni a nosotros ni tampoco al viejo George cuando intentéis montarlo dijo Harper al salir. Nadie lo ha podido hacer, excepto George y vos. Losmozos os lo agradecerán cuando os llevéis a Diablo a casa con vos. Seguro que están rezando por vuestra pronta recuperación.

El oficial al mando del teniente también visitó al mayor en su lecho a petición de este. El capitán Nayland le informó de que había enviado la espada y el baúl de Croft a sufamilia en Hillsdale-at-Hythe, en Kent y, efectivamente, le escribiría la dirección.Creo que tiene una hermana dijo encogiéndose de hombros. Y también una pequeña propiedaQuizá fuera un baronet . Después de doce años en el ejército, Nayland había visto ir y vir a demasiados tenientes novatos como para conceder demasiada importancia a ninguno de ellos. Dormía mejor por la noche si no conocía los detalles personales de sus hombres y aconsejó al mayor Tyverne que hiciera lo mismo. Olvidaos de Croft. Soloera un soldado más que cumplía con su deber al igual que todos nosotros.Aun así, el mayor insistió.Pero ¿era un buen oficial?Nayland arrojó a un lado el puro que estaba fumando.¿Bueno? George Croft era temerario, descarado e imprudente, como todos esos héroes al

ocados que piensan que vivirán para siempre. Ni siquiera tenía que haber estado en vuestro sector ese día. No tenía formación, ni comprendía las tácticas militares, ni teníaedo.

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Cuando el otro hombre se hubo marchado, Ty se dijo que, en otras palabras, lo que ocurría era que George Croft era joven. Según Nayland, el teniente apenas tenía veinte años, casi una década más joven que Ty. Al ser un terrateniente, un caballero con título, habría tenido toda una vida por delante si no hubiera sacrificado ese futuroprometedor por Tyverne.El peso de ese sacrificio le sobrepasaba. Desde su madre, nadie le había dado nunca ni siquiera un pañuelo y, sin embargo, un perfecto extraño le había dado su vida. Ma

ldita sea, ¿cómo podría pagar semejante deuda a un hombre que estaba muerto? No, no estaba llorando de nuevo, no un veterano que llevaba en la guerra cuatro años, no unvaliente mando de soldados con recomendaciones del general que lo demostraban.No Arquímedes St. Ives, vizconde de Tyverne, el futuro conde de Stivern. El humo rancio del puro del capitán estaba haciendo que le lloraran los ojos, eso era todo.Durante dos días, las alforjas del teniente permanecieron sobre la silla cerca dela cama de Ty antes de que él pudiera mirar lo que había dentro. Durante dos días, esas cosas se permanecieron posadas allí como un buitre o como un juez dictando sentencia.Los propios amigos del mayor se acercaron cuando pudieron y le trajeron noticiasde las batallas, cotilleos del cuartel de los oficiales, bromas del campamento,una cesta de naranjas de Dios sabe dónde. Se sentaban en su cama y arrojaban las

peladuras al suelo y se reían cuando Andrew McDougall recordó un mensaje sobre el caballo de Tyverne.Tu nuevo caballo decía. La palomilla así era como llamaban a los caballos blancos, ese come botas para desayunar. El sargento que se encarga de los establos dice quese hará cargo del animal una semana más. Luego al matarife.De modo que Ty intentó recobrar sus fuerzas y su voluntad por una bestia maleducada. Pero antes tenía que repasar las pertenencias de George Croft.Un pequeño saquito de piel contenía unas pocas monedas portuguesas y británicas. Esasy otras muchas más irían a parar a los mozos y cuidadores para reemplazar y repararsus rasgados uniformes y sus sombreros hechos jirones. Al granjero en cuya camadormía Ty le gustó la gastada baraja de cartas y a su esposa le encantaron los pañuelos de lino. La pequeña pistola hizo que a Ty se le encogieran las entrañas (¿qué habría ocurrido si Croft hubiera tenido otro arma en su poder?), hasta que se dio cuenta d

e que estaba atascada y nunca dispararía de nuevo.Olisqueó los puros envueltos en papel y asintió. A pesar de la forma en la que despotricaba y de que jurase desinterés, estaba seguro de que el capitán Nayland había compartido su tabaco con sus subordinados. Ty se los envió de vuelta al capitán. Sacó de la bolsa unas tiras de piel, un guante desparejado, una espuela rota y apartó una petaca abollada y un cuchillo con mango de hueso mientras respiraba aliviado. Enel fondo de las bolsas no se atesoraban relojes, ni miniaturas de las personas amadas, ni sellos con un mechón de pelo o con el blasón familiar que hubieran de añadirse al peso de la culpa de Ty. Únicamente un paquete de cartas* * * Capítulo 2

¿Estaba mal leer la correspondencia de un muerto? Lord Tyverne se consideraba un hombre de principios. De hecho, había fundamentado su vida en torno a los preceptosdel honor y del deber. No se le ocurriría revolver entre las pertenencias de otrapersona de igual modo que no se le ocurría robar el caballo de otro hombre.Bueno, al parecer ahora el caballo y las posesiones le pertenecían. Además, un soldado ya tenía que saber lo suficiente como para que, en el supuesto de que ocurrieran eventualidades de este tipo, no apareciera nada que lo incriminara o avergonzara. No había nada en el propio equipaje de Ty, por ejemplo, de lo que su ordenanzano pudiera ocuparse mientras empacaba su baúl para el viaje a casa. Cierto era que, por lo que parecía, el teniente Croft no llevaba demasiado tiempo en el ejército,menos de seis meses, así que quizá no había pensado en quién leería su diario, si es quetenía uno, o sus cartas de amor si las recibía. Sin embargo, si Ty no leía las cartas,¿cómo podría decidir si alguien más tenía derecho a los arreos del teniente?

El primer trozo de papel era una deuda de juego garabateada con las iniciales deCroft y extendida a favor de uno de los jóvenes oficiales que había traído las alforjas. Harper había sido lo suficientemente decente como para no reclamar a Tyverne e

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l saquito de monedas o la pistola, por no hablar de la deuda. Pero Ty podía pagarla y lo haría con gusto. Para él era una cantidad mínima, pero para el teniente podría suponer una comida mejor o una botella de vino decente. Como mínimo, el joven podría perderla frente a otro amigo en una noche de apuestas. Los oficiales de menor rango tenían muy poco que los mantuviera ocupados entre las diferentes incursiones yjugar a las cartas los mantenía alejados de otros pasatiempos menos saludables delos que podía disponer un campamento militar.

Esa miseria no comenzaría siquiera a pagar la deuda que Ty sentía que debía, pero algoera algo. Dejó el pagaré a un lado.El siguiente trozo de papel era el recibo correspondiente a unas botas y a un sombrero nuevo. Al parecer, Diablo no hacía excepciones con el atuendo de su propiodueño. Ty también pagaría esa cantidad, haciendo así saber que cumpliría con cualquier reclamación legítima de los mercaderes locales o de algún proveedor del ejército. A GeorgeCroft no se le recordaría como un deudor con trapos sucios.Lo siguiente en el pequeño montón de correspondencia era una carta tan sucia y arrugada, tan a punto de romperse en mil pedazos que los diferentes recuadros mil veces plegados solo estaban unidos por salpicones de la cera de una vela. Para empezar, el texto era casi ilegible, pero las manchas de agua y las líneas tachadas yvueltas a tachar hacían del saludo y la despedida algo indescifrable. Ty puso esa

hoja sobre un montón diferente.Había algunos recortes de periódico doblados: anuncios de material agrícola, la críticade un libro sobre las enfermedades de las ovejas, una amarillenta columna de sociedad que mencionaba el vestido amarillo de la señora de Clarence Croft, los resultados de las carreras de los Downs.Esto no estaba bien. Ty se sentía como un fisgón, un intruso. Estuvo a punto de desistir y enviar todo a su hermana en Kent para que ella dispusiera lo que considerara oportuno. Sin embargo, la siguiente hoja atrajo su atención. Una carta de dimisión, escrita en la misma caligrafía que la deuda de juego y dirigida al oficial almando de Croft. Sin enviar y sin firmar, seguía resultando inquietante: ¿sería que Croft no consideraba la vida militar algo de su gusto? Lo que estaba claro era queel muchacho no era un cobarde. Pero ¿quizá había comenzado a darse cuenta de la monotonía y futilidad del ejército? ¿O solo añoraba su hogar?

Ty recordó sus primeros meses en la caballería. Mayor que Croft, ya había alcanzado lamayoría de edad y la importante herencia de su madre le había permitido comprar sugrado. Una semana después de su cumpleaños, colocó una corona de flores sobre su tumba, visitó a sus dos hermanos menores, escribió una carta a su hermana casada y se marchó. Lejos de echar en falta Inglaterra, se regocijó en la libertad y en encontrarselejos de la presión ejercida por su padre. Ningún general era tan autocrático, ninguna orden tan arbitraria y ningún desacuerdo tan desabrido como los del conde. El ejército, con su camaradería, su sentido del orden y el propósito moral de vencer a loscorsos y defender el Imperio le iba al vizconde Tyverne como anillo al dedo.Quizá Croft tenía algo más que echar en falta en su hogar de Kent.Eso parecía demostrar la carta de su hermana.

«Mi querido hermano:Espero que cuando recibas la presente estés bien. En realidad, lo que espero es que la recibas, ya que mis anteriores correos han debido de extraviarse, porque sino ya habrías contestado. No, ya habrías aparecido.»

Ty se recostó en las almohadas para leer el resto de la carta. La letra mostraba una caligrafía limpia y cuidada, pero de pequeño tamaño para ahorrar el gasto de tenerque enviar otra página. Por lo que parecía, la señorita Croft era de naturaleza ahorradora, pero tenía mucho que contar.

«Seguro que recibiste alguno de mis correos anteriores. Lamento decirte que la situación es más desesperada que lo que te transmití en un principio.»

Ty decidió que, a juzgar por su estilo, la señorita Croft tenía una vena dramática.

«Ahora me rechazan en el pueblo e incluso el primo Clarence y su querida (el énfasis

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hacía ver la mentira en las palabras escritas por la señorita Croft) esposa Gwen seniegan a traspasar nuestro umbral, ni siquiera por las tartas de frambuesa delcocinero y ya sabes como Clarence siempre comía más que lo que le correspondía en justicia y luego se llenaba los bolsillos cuando pensaba que nadie lo veía.Pero estoy divagando.»

Y lo hacía, ciertamente. Ty quería saber cuál era la naturaleza de esa dificultad que

la impulsaba a animar a un soldado a abandonar en el medio de una campaña, y no leimportaba la glotonería de su primo.

«Clarence, a través de comunicación escrita, se ha negado a dejarnos disponer de más fondos. ¿Cómo has podido dejar a ese zampabollos a cargo de nuestras finanzas?»

¿Un hombre que robaba tartas? Ty ahogó la risa. Ciertamente, ¿cómo?

«Así que no tenemos recursos para abandonar esta vecindad en la que las cosas son tan desagradables.»

¿Cómo? ¿La hermana de Croft se sentía desairada por las matriarcas locales debido a algu

na metedura de pata en sociedad y deseaba marcharse de casa? ¿Y por eso pensaba esa mujer que el teniente debería dejar su puesto y abandonar a sus hombres? Ty sacudió la cabeza al tiempo que la sonrisa se desvanecía.

«Lord Dallsworth ha hecho saber a través del vicario, el cual dirigió el sermón del pasado domingo directamente a nuestro banco, y tal y como te hago saber para mayor mortificación mía, que retira su oferta de matrimonio.»

Ty dejó de sonreír. Un caballero no rompía un compromiso sin una buena razón. Maldita sea, ¿en qué lío se habría visto envuelta esta mujer que necesitaba dinero y a su hermanopara arreglarlo o un cambio de escenario?

«Pensé en preguntar a la tía Rosalie si podíamos visitarla en Londres, pero se negó y dijo

que seríamos bienvenidos cuando esta pequeña situación tan desagradable se desvaneciera. Como si un recién nacido fuera cualquier cosa. O como si fuera a desaparecer,como una mancha.»

Por todos los diablos. Ty temió haber entendido demasiado bien la naturaleza del problema de la señorita Croft, aunque qué puñetas esperaba que hiciera el pobre Georgele suponía un misterio. Suponía que llevarla a una casita en Gales donde pudiera permanecer en el anonimato. Pero no, las siguientes líneas escritas por la mujer refutaban esta posibilidad.

«Me temo que viajar ha dejado de ser una opción. Parece ser que los cálculos eran erróneos y queda incluso menos tiempo del que pensábamos Belinda y yo.»

Belinda debía de ser su criada o algo así.

«No pretendía preocuparte, pero yo estoy terriblemente angustiada ante el eventual resultado.»

Y con razón lo estaba. No solo no era capaz de mantener las faldas en su sitio sino que tampoco sabía contar.

«¿Qué debo hacer, George?»

Y ¿qué iba a hacer George desde la Península? Ty pensó que era ridículo. Probablemente lajoven esperaba que George la casara con uno de sus amigos, o quizá que llamara al

padre a capítulo. Eso era justo lo que el pobre teniente necesitaba: ir a casa para batirse en un duelo por el honor de su hermana. Mejor había hecho en morir aquí ypor una buena causa.

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Ty apenas pudo acabar la carta y sintió repugnancia cuando la mujer trató de echar parte de la culpa a Croft por haberse alistado cuando tanto se le necesitaba en casa. Bueno, la Corona también necesitaba aquí hombres buenos para evitar que Bonaparte conquistara el mundo y eso es lo que Ty diría a la mujer. De hecho, había decidido decir a la quejica y llorosa señorita Croft que su carta había sumido a George ental estado de desesperación que había muerto por salvar a un oficial desconocido. Mujeres, bah. Ty siempre las había considerado la muerte del hombre. Ahora se demost

raba que tenía razón.«Tu querida y preocupada hermana.» ¡Y tanto! Más bien una verdugo ligera de faldas.Al parecer, George no compartía la rabia de Tyverne.La carta inacabada de Croft, la última del montón comenzaba con un: «Mi querida hermana». No había ni reproches ni recriminaciones. Ty supuso que quería a su hermana tantocomo cualquiera, pero si ella había ensuciado su expediente de forma tan flagrante, por lo menos esperaba encontrase con una o dos palabras de censura. O tres, como: ¿cómo has podido? El vizconde sacudió la cabeza. O mejor cinco: ¿cómo has podido, maldita sea?En su lugar, George pedía perdón a su hermana por no estar allí cuando lo necesitaba.O era un santo o Ty se incorporó con tanta rapidez que el resto de los papeles se desperdigaron y su brazo herido se resintió intensamente, de modo que volvió a tumbar

se sobre las almohadas hasta que el dolor remitió. Agarró la carta con fuerza y se quedó mirando el blanco techo sobre su cabeza. Dios mío, ¿y si la pobre chica había sidoforzada? Sabía que las ciudades pequeñas y las mentes estrechas no distinguían entre una buscona y una mujer violada. «Perdida» significaba «perdida» y ninguno de los que sehacían llamar «gente decente» acudiría en su ayuda. Claro que querría cambiar de lugar, hacerse pasar por viuda en algún sitio después de que su propia familia, los primos, la tía de Londres, le hubieran vuelto la espalda. Sin dinero y sin amigos, solo elcielo sabía lo que podía ocurrirle a la señorita Croft. Sin George No podía soportar pensar en ello. Su carta continuaba:

«Te juro que nunca hubiera dejado que soportaras esto tú sola si llego a saberlo a tiempo.»

Ty frunció el ceño mientras seguía leyendo.

«Y escribiré a Clarence hoy mismo para hacer que dispongas de los fondos que necesites, incluso si tiene que hipotecar Faircroft. Contrata a los mejores médicos o manda que traigan de Londres a uno de esos parteros si crees que eso será mejor. Hazlo que debas, Dilly»

¿Dilly? ¿Qué nombre era Dilly? Ty miró más arriba en la carta, pero la señorita Croft no hmencionado su nombre, solo «hermana».

« hasta que regrese a casa.»

El mayor Tyverne contrajo la mandíbula. Croft había tenido la intención de acudir en ayuda de su hermana, para cualquier cosa que pudiera necesitar.

«Pedí un permiso al capitán tan pronto como recibí tu última carta y la de Belinda, por supuesto, pero se negó, ya que se vislumbra una batalla importante. Te juro que me aseguraré de que me hieran superficialmente (nada serio, no te preocupes, para queno te agobies con respecto a mí cuando ya tienes bastante con lo que te toca), pero lo suficiente para que tengan que mandarme a casa.»

En este punto, a Ty le comían ya los nervios.

«Si no, dimitiré de mi puesto y soportaré la etiqueta de cobarde, ya que más has aguantado tú en casa.»

Ty podía muy bien imaginar los insultos que una doncella soltera y encinta podría escuchar y los susurros difamatorios que no. Las espaldas vueltas, la falta de res

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peto ¿Cómo podría una joven educada en la nobleza rural soportar eso ella sola? Y ahoraañadir el dolor ante el fallecimiento de George era algo más que cruel.Sabe Dios qué ocurriría con ella o con su hijo sin el apoyo de Croft. Ese primo, Clarence, parecía ser un tipo detestable que los echaría a la calle. Si la hermana de George renunciaba al bebé, de la misma manera en la que muchas mujeres en sus circunstancias se veían forzadas a hacer, seguiría sin ser bienvenida en la comunidad, nunca le darían referencias para un empleo, nunca tendría la oportunidad de casarse.

Ni siquiera ese cabeza hueca de George, que pensaba que podía orquestar la profundidad y el calibre de una herida de combate, creía que su hermana encontraría un esposo.

«Por lo que respecta a lord Dallsworth, no puedo lamentar la ruptura de su compromiso. De todas maneras, ya sabes que tú nunca quisiste aceptar a ese viejo palo seco. Me lo dijiste a menudo. Además, me niego a tener una hermana conocida como Dilly Daily.»

George finalizaba la carta suplicando a su hermana que fuera fuerte por todos ellos. Prometió acabar la carta después de la batalla, cuando pudiera calcular mejor su fecha de llegada.

El teniente nunca completó su carta, por supuesto, y nunca llegaría a Kent. Ni a tiempo para cuando naciera el bebé ni para rescatar a su hermana. Nunca.Lucha le había dicho a Ty. Lucha para traspasar el favor. Salva la vida de otra persona.El mayor lord Tyverne siempre pagaba sus deudas. Con una sola y notable excepción,siempre cumplía con sus obligaciones. Sabía lo que le tocaba hacer ahora.Tenía que montar el maldito caballo.* * * Capítulo 3Tener un brazo casi inútil ya era lo bastante malo. Las fiebres que continuaban haciendo que su debilitado cuerpo apestara eran peores. Pero lo peor de todo fue aterrizar sobre sus posaderas delante de la mitad del regimiento.

Los médicos habían declarado que, dado que estaba muy recuperado, lord Tyverne no semoriría por viajar a casa en el buque de transporte de la tropa. Ciertamente no habrían estado tan seguros si hubieran sabido que iba a montar a caballo y, aún peor,un caballo castrado medio salvaje que odiaba a la raza humana. Así que Ty no lesdijo nada.El caballo no parecía recordar que Croft había llamado a Tyverne amigo, a pesar de las repetidas declaraciones de este mientras esquivaba sus pezuñas voladoras y susafilados dientes. A Diablo no le gustaban las botas con borlas, ni las botas convueltas superiores de color blanco. No le gustaba que las prendas que iban al cuello tuvieran los extremos sueltos, los pañuelos que se agitaban al viento o losguantes. Detestaba las espuelas, fustas, cuerdas o cadenas. Le gustaban los sombreros. Un buen sombrero podía mantener al desgraciado entretenido durante horas, e

scapándose del airado dueño, machacándolo con las patas, reduciéndolo a jirones. Cuantomás cara fuera la prenda, más parecía divertirse Diablo.Lo que de verdad adoraba, sin embargo, eran los caramelos de ron. Aceptaba uno de menta si no le ofrecían nada mejor, de vez en cuando almendras azucaradas o unagalleta que acompañaba con un cubo de cerveza, pero lo que de verdad saboreaba elenorme caballo eran los caramelos de ron. Daba vueltas al dulce en la boca, conlos ojos cerrados y resoplando de satisfacción por los orificios de la nariz, blancos como de terciopelo. Entonces dejaba que Ty lo montara sin atacar los botoneso galones de su uniforme. Sin embargo, cuando se acababa el caramelo y el caballo notaba un peso mayor de lo normal sobre su grupaTodos dijeron que era un milagro que el alocado mayor no se hubiera abierto la cabeza, y un milagro aún mayor que no hubiera matado al loco caballo de un disparo.Pronto este se dio cuenta de que Ty no se rendiría y de que no se le acabarían los

caramelos de ron. El caballo y su nuevo dueño llegaron a entenderse, por suerte antes de que Ty se diera por vencido o de que volviera a abrirse la herida de su brazo. Todos los cocineros y aquellos del séquito del campamento que tenían un calder

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o hicieron una fortuna fabricando caramelos, y Ty hizo los preparativos para volver a casa, rezando por llegar a tiempo.

Delia Croft apenas tenía ya tiempo para sí misma, pero esa tarde robó unos valiosos minutos para ir andando desde Faircroft al camino principal. Necesitaba escapar del dolor y la desesperación que reinaba en la casa, donde la tía Eliza no dejaba de s

ollozar mientras Nanny rezaba y Belinda andaba perdida en su propio dolor. Deliatemía volverse loca, sin otra compañía que la profunda pena. Paseaba por el sendero del jardín en busca de capullos de narciso, campanillas, pájaros entonado canciones de cortejo, brotes en los árboles, cualquier cosa que le dijera que la primavera seacercaba, que este invierno interminable por fin acabaría, que la vida continuaba. En realidad, buscaba soluciones a preguntas sin respuesta.¿Qué iba a hacer? A Delia se le estaban agotando las posibilidades, el dinero y la esperanza. Nadie iba a venir ahora en su ayuda, porque incluso los parientes lejanos y los conocidos sabían de la desgracia de la familia y hacían oídos sordos a sus súplicas. Incluso las condolencias por el pobre George fueron, en el mejor de los casos, mecánicas y a regañadientes. Nadie quería compartir su carga.Delia tocó su feo vestido de un negro desigual y pensó en todos los rituales de duel

o por los que había tenido que pasar. Había tenido que teñir sus viejos vestidos en lugar de gastar el dinero en comprarse unos nuevos. La cantidad que ella tenía, suspropios fondos, que su primo Clarence no le podía negar, había ido a parar a los médicos y medicinas y al servicio adicional que necesitaban en la casa y que el agarrado de Clarence se negaba a financiar.Delia había calculado que podía mantenerse a sí misma de una forma modesta, pero nuncapodría mantener a los demás. Podía buscar un empleo, puesto que era fuerte y gozaba de buena salud, tenía veintiún años y una educación razonable. Delia pensaba que podría seruna señorita de compañía aceptable para una anciana si pudiera encontrar a alguien dispuesto a darle referencias. Sin ellas, ya podía ir en busca de la misericordia desu tía Rosalie en Londres y convertirse en su señorita de compañía sin sueldo, suponía. Seguramente podría incluso seguir aquí, cuando Clarence y Gwen se mudaran a Faircroft, trabajando gratis de ama de llaves. Pero los demás nunca. La esposa de Clarence

nunca permitiría que los demás vivieran en Faircroft.Eliza Linbury era la hermana solterona de la madre de Delia y no tenía ningún derecho sobre la rama Croft de la familia. Nanny había sido la niñera de las niñas Linbury yera demasiado anciana como para comenzar de nuevo con una nueva familia de jovencitos, especialmente la indisciplinada y revoltosa prole de Gwen. Y además, Gwenya disponía de una mujer para cuidar a su poco atractivo trío, gracias a Dios.En cuanto a Belinda, no era de ninguna manera pariente de los Croft y Clarence se negaba a aceptar cualquier tipo de responsabilidad con respecto a ella. Gwen rehusaba pronunciar su nombre en voz alta. Sin embargo, Delia no podía echar de lacasa a la señorita Gannon, de la misma manera que tampoco podía hacerlo con Nanny ola tía Eliza, por lo menos mientras dispusiera de la casa. Suponía que tenía que estaragradecida a Clarence y Gwen por dejarlas permanecer allí hasta que llegara el be

bé. Sin embargo, la suya era una caridad propia de un corazón de piedra que rechazaba poner un pie en ese nuevo terreno heredado mientras estuviese en desgracia.¿Y después del nacimiento? Delia no podía imaginarse qué sería de ellos. Sin George no lequedaban apenas opciones. No era más que una mujer, sin ingresos, sin una profesión.Por Dios, ya ni siquiera tenía hogar. El matrimonio era una minúscula posibilidad,puesto que aún poseía su dote (o más bien Clarence disponía de ella) si la tía Rosalie encontraba a un caballero dispuesto a casarse con una novia con la reputación empañaday con semejante carga. No, Delia pensaba que cualquier hombre que estuviera dispuesto no querría más que alguien que calentara su cama, una yegua para su carnada, una sierva que le saliera gratis. La señorita Croft decidió que preferiría que la pagaran por su trabajo y limpiaría chimeneas antes que ocuparse de un hombre así. Si se casaba, un sueño que se desvaneció rápidamente, lo haría por amor o no lo haría. ¿No habíaazado a lord Dallsworth en numerosas ocasiones? Podría haber tenido seguridad, un

hogar, un futuro asegurado al precio de compartir todo aquello con lord Dallsworth. Se estremeció, y no del frío que se filtraba por su capa. Ni por un minuto se arrepintió de haber rechazado al barón cuando George estaba vivo para mantenerla y para

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apoyar su decisión. Dallsworth no hubiera mantenido ahora a todos los que dependíande ella.Por enésima vez, Delia se preguntó cómo George pudo abandonarlos de esa manera, como seguirían sin él. Los narcisos florecerían, los árboles desplegarían nuevas hojas, un bebéegaría al mundo (el milagro supremo) y ella tendría otra boca que alimentar.Agotada por las preocupaciones y el trabajo, Delia se desplomó en el duro banco bajo las lilas de desnudas ramas, contenta por la soledad. Dentro de la casa, se e

ncontraba sola entre el resto de las mujeres, más sola que lo que lo había estado nunca, pero tenía que mantenerse fuerte por ellas. Ahora, ahí afuera, podía confesarse que echaba de menos a su madre, muerta hacía seis años, y a su padre, que los había dejado hacía dos. Siempre la habían protegido, la habían cuidado y servido de guía. Echabaen falta al querido George y su cabeza de chorlito, a pesar de todos sus fallos,de los cuales el peor, por supuesto, había sido morirse.Delia se llevó a los ojos la cofia que había comenzado a llevar puesta en un vano intento por parecer más respetable, como si una cofia pudiera confirmar su decenciade una manera cuando no lo habían hecho sus veinte años de virtud.Se reprendía a sí misma llamándose tonta, y más que tonta. Las lágrimas no la librarían deufrir las consecuencias. Volvió a ponerse la cofia sobre la larga trenza que estosdías llevaba por su simplicidad. Colocó unos pocos rizos sueltos bajo el borde del

tocado y se levantó del banco. Se dijo que ya bastaba de introversión y autocompasión.Tenía cosas que hacer, preparativos que realizar. El bebé necesitaría ropa nueva, tanto si tenía un padre como si no.Durante el camino de vuelta a casa, Delia se detuvo al escuchar el ruido de un caballo en el camino principal. Esperó hasta ver si el jinete pasaba de largo, aunque bien sabía Dios que no esperaba compañía. El caballo se acercó trotando a la verja que conducía a Faircroft, aminoró el paso y giró hacia el camino de entrada. Delia vio el enorme caballo, tan pálido que parecía níveo a la luz del sol, y el jinete vestido con una casaca escarlata.¡George volvía a casa después de todo! ¡Los del ejército se habían confundido, habían enteo al hombre equivocado!¡Mindle! gritó en dirección a la casa y a su mayordomo, que había sido ayuda de cámara dpadre. ¡Mindle! ¡Llama a la tía Lizzie y a los demás! ¡Venid a ver quién ha!

No era George, por supuesto.El jinete, que llevaba la cabeza descubierta, tenía el pelo rubio, tal y como Delia podía ver ahora, y no el pelo rojo fuego de George. Era más grande y más corpulentoque su estilizado hermano y tenía bastantes más ribetes y lazos dorados sobre la guerrera de su regimiento. Lo más revelador era que iba sentado como un saco sobre lasilla. George nunca se habría dejado caer de esa forma y tampoco habría mantenido aDiablo con las riendas flojas, no a ese caballo, si es que quería llegar a casa intacto.Caballo y jinete avanzaban de manera inestable por el sendero del jardín aplastando en su camino algunos capullos de prímula.Dios mío, ese hombre parecía confundido. Se alegró de haber llamado a Mindle, ya que todos habían escuchado historias terroríficas sobre soldados que regresaban y se volvía

n criminales. Dover, el chico nuevo que acababa de contratar, también acudió a su llamada con un cubo de agua en la mano. Sus aliados quizá fueran apenas siete y rozando los setenta años, pero era mejor que nada.

Ty sabía que era un milagro no haberse caído de la silla desde hacía tiempo. Si el caballo no pareciera conocer el camino, nunca habrían llegado. Tal y como estaban lascosas, cada paso de Diablo hacía saltar chispas en su cabeza. Le temblaban las manos, apenas veía el suelo que tenía ante él. Pero estaba cerca, e iba a saldar la deuda con George Croft aunque eso le costara la vida.Gracias a Dios no tenía que llamar a los de la casa, puesto que tenía los labios agrietados y la lengua seca y había apretado los dientes tan fuerte para calmar el dolor que dudaba mucho que pudiera abrir la boca. Sin embargo, había una mujer esperán

dolo. La mujer adecuada. A no ser que estuviera alucinando de nuevo, la hermanade George Croft estaba esperándolo, de una forma misteriosa en la que ya pensaría mástarde. Tenía que ser ella, de pie ante la puerta como un animal defendiendo su gua

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rida. Un rizo pelirrojo descendía por el hombro de su vestido de luto. Parecía tenerla misma constitución menuda de Croft. No, eso no podía ser cierto a no ser que hubiera llegado tarde. No podía haber llegado demasiado tarde. No llegaría demasiado tarde.¿Señorita Croft? dijo Ty con voz ronca según el caballo se detenía a unos metros de la mer.Ella asintió.

Él desmontó. Lo que en realidad hizo fue sacar los pies de los estribos, balancear una pierna y deslizarse sujetándose a la silla con su mano buena, rezando para quea Diablo no le diera ahora por volver a sus viejos trucos.Ninguno se movió. Incluso en el estado febril en el que se encontraba, el instintode soldado de Ty le decía que dos hombres se acercaban desde uno de los edificios, uno con una horca, mientras otros dos tomaban posiciones a ambos lados de la señorita Croft. ¡Por Zeus! Debían de pensar que era un bandolero.Intentó una reverencia con una mano todavía sobre la silla de Diablo para mantener el equilibrio.Ty. T-Tyverne balbuceó.No, esto no es una taberna afirmó la señorita Croft. Hay una posada en el pueblo. Ahora, vuelva a su caballo y déjenos.

El hombre de la horca la agitó, amenazante. Diablo comenzó a alejarse a saltitos, bufando con las orejas gachas.Al haber perdido el apoyo, Ty dio un paso vacilante hacia delante. Los subordinados de la señorita Croft cerraron filas en torno a ella. El sirviente de mayor edad blandía una tetera de plata y el trapo de lustrar. El chico levantaba un pesadocubo de madera.No quiero hacerles daño consiguió decir Ty. Una deuda con George Croft.La señorita Croft no relajó un solo músculo.Lo que quiera que existiera entre George y usted tendrá que quedarse así. Me niego aresponsabilizarme de las deudas de juego de George, encima de todo lo demás.No no se trata del juego. Es mi vida. Tyverne tuvo que contener un quejido al tambalearse para adelantarse un paso más. Levantó sus brazos para demostrar que venía en son de paz, lo que constituyó un error fatal debido a su precario equilibrio. Arrodi

llándose, justo antes de caer inconsciente, el vizconde transmitió finalmente su mensaje.Y he venido para casarme con usted.* * * Capítulo 4En cuanto a proposiciones, esta era ya el colmo, lo cual demostraba que cuando las cosas estaban muy negras, siempre eran susceptibles de empeorar.El viejo y anticuado lord Dallsworth le había hecho a Delia tres extrañas y embarazosas proposiciones de matrimonio, pero nunca la había hecho quedar en ridículo delante de la mitad de su plantilla. Y tampoco había necesitado el valor de una botellapara pedir su mano.

Este hombre, este absurdo y absoluto extraño, sin duda había perdido la cabeza. Vaya, lo cierto era que apestaba a alcohol. Y también su caballo. A propósito, el caballo, después de haber aterrorizado al jardinero y Jed, el mozo de cuadra, parecía estar a punto de matar a pisotones al bebido soldado mientras olisqueaba dentro de sus bolsillos al tiempo que Delia realizaba una imitación aceptable de la mujer deLot. Se las arregló para espabilarse de la parálisis causada por el horror lo suficiente como para apartar al caballo del borracho que yacía inmóvil, lo cual le costó lafea cofia y con ella unos cuantos largos pelos pelirrojos.Frotándose la cabeza Delia vio al caballo alejarse brincando con su botín. Se trataba de la montura de George, estaba claro, del mismísimo tocayo del demonio, el queles había costado siglos domar tras rescatarlo del circo. Lo único bueno de que George marchara a la guerra fue que se había llevado con él a la problemática montura. Ahora Diablo se encontraba de regreso con un hombre ebrio a su grupa.

Pues bien, ni el caballo ni el soldado de allende los mares se quedarían. Delia alcanzó el cubo que sostenía su sirviente más reciente. Si el balde de Dover contenía agua, bien. Si lo que tenía era pienso para los animales, lo sentía por el tipo grande y

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atractivo y por su limpio uniforme. Estaba a punto de arrojar el contenido sobre el oficial inconsciente cuando vio que le temblaba el brazo. También se fijó en elcolor intenso de sus mejillas y en la humedad del pelo que se pegaba a su frente.Con cautela estiró un dedo para acariciar la frente del extraño, pero rápidamente retiró la mano.¡Demonios! Este hombre está enfermo, no ebrio dijo a los subordinados que esperaban. Es

tá ardiendo de fiebre. Cuando hizo su proposición el hombre no estaba borracho, estaba delirando.El chico dio un paso atrás, pero a Mindle le crujieron las articulaciones al agacharse para poder verlo por sí mismo.Yo diría que está seriamente enfermo. ¿Qué hacemos con él, señorita Delia?Cielos, no tengo ni idea.Bueno, no puedes meterlo dentro, Dilly. La tía Eliza habló desde el umbral, donde estrujaba su pañuelo y se daba ligeros golpecitos en los ojos. Bien sabe el cielo que ya tenemos suficiente enfermedad y congoja. Y todos podríamos caer enfermos con cualquiera que sea la infección que acarrea. ¿Qué haríamos entonces?Pero no podemos dejarlo aquí sin más, tía. Estropea el paisaje, ¿no crees? bromeó mientrrataba de pensar. Supongo que podríamos subirlo a un carro y llevarlo al pueblo.

Dudo que aceptaran a alguien tan enfermo en la posada dijo Mindle. El viejo seguía agachado, buscando en los bolsillos del extraño su identificación. Levantó un pesado monedero. A pesar de sus posibles.No, y allí no cuidarían demasiado de él, en el supuesto de que Molly Whitaker se dignara a darle una cama asintió Delia.La tía Eliza arrugó la nariz.Molly Whitaker no daría sábanas limpias ni al obispo. Pero el vicario podría acogerlo,o el boticario.El soldado emitió un quejido y, sin pensarlo, Delia se arrodilló para sostenerle lacabeza con la mano a fin de protegerla del suelo mientras decidían qué hacer. Le pasósu pañuelo por la frente y mandó a Dover que llenara el cubo de agua limpia.¡Dilly! ¡No te acerques a él! chilló la tía Eliza.¡Está enfermo! Ella se cubrió la nariz y la boca con el pañuelo.

Del otro bolsillo, Mindle le entregó a Delia un paquete de papel marrón que contenía polvos medicinales con la palabra «Fiebre» en la etiqueta. Delia los olisqueó.Supongo que esto quiere decir que tiene algún tipo de enfermedad crónica, no contagiosa. Quizá Nanny sepa lo que es esto y cómo dárselo. O si no, lo sabrá Mags. Mags era la curandera local y además la comadrona que ya visitaba Faircroft diariamente.Entonces mándalo adonde Mags. Ella cuidará de él.¿En su casita de una habitación, llena de plantas secándose por todos los sitios?Eso no tiene importancia declaró la tía Eliza, que había vuelto a retorcer el pañuelo ene sus nerviosos dedos. ¡No puede quedarse aquí! Por lo que sabemos, podría ser un desertor, un bandido que nos asesinará a todos mientras dormimos.Mindle le entregó una tarjeta de visita dentro de un estuche de plata.No, tía dijo Delia después de leer la costosa tarjeta de pergamino, nuestro visitante p

arece ser un oficial. Un mayor, no un maleante. Y un caballero. No es que no pudiera además ser lo uno o lo otro, pero ciertamente pienso que nuestro invitado inesperado está demasiado enfermo como para suponer un gran peligro.¿Un caballero, dices? La tía Eliza se acercó e intentó ver algo por encima del hombro deliza. ¡Vaya! Es un tipo atractivo, ¿no?Bien podría haber sido el hombre más atractivo que Delia había conocido si no fuera por lo demacrado de sus mejillas y la barba de varios días en su mandíbula. La pequeña cicatriz sobre una ceja dorada le otorgaba un toque distinguido y la aristocráticanariz ligeramente aquilina aportaba carácter a un rostro de porte clásico. Apostaría aque tenía los ojos azules bajo esas pestañas largas y espesas que cualquier mujer envidiaría. Suspiró.Pero ni aun así puedes dejar que se quede aquí. Si no vas a pensar en el resto de nosotros, querida, piensa en tu reputación dijo la tía Eliza suspirando también.

Delia alejó esos pensamientos de su mente a la vez que apartaba el mechón que caía sobre la frente del mayor lord Tyverne. Su reputación se encontraba ya tan hundida que podría ponerse a bailar sobe la mesa de la taberna de Molly Whitaker y nadie se

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sorprendería.Sí que dijo que el señor George le salvó la vida aventuró Mindle.Y dicen que cuando salvas la vida de un tipo, se supone que debes cuidarlo siempre intervino Dover, que había regresado con el agua y una toalla limpia.Delia sonrió cuando vio que el chico se había acordado del trapo.Eres un chico listo, pero eso es solo un cuento de viejas. Y no era algo propio deGeorge el dejarle aun una carga más, en caso de que fuera verdad. Sumergió el trapo

en el agua e hizo que goteara un poco en los secos labios de su señoría. ¿Sabes?, un vizconde no es como un cachorrito que rescatas de una cuneta. Además, si mi hermanosalvó la vida de este hombre¿Vizconde? aulló la tía Eliza. No habías dicho que era vizconde. ¿Tyverne? ¿No es el hee St. Ives? ¡Cielos, niña, este hombre podría ser el próximo conde de Stivern! Bueno, ¿enqué estás pensando, Dilly? Este pobre chico podría morirse de frío aquí afuera sobre el suelo.Delia pensaba que no necesitaba otro problema más, pero su tía ya llamaba al jardinero y al mozo de cuadra para que ayudaran a llevar adentro al invitado.Jed, el mozo de cuadra, estaba dispuesto a ayudar al oficial. Diablo ya era otrocantar.Ya ayudo yo con el caballo, señorita Delia se ofreció el joven Dover, deseoso de hacer

algo por la adorada señora que lo había rescatado del taller del hospicio.¡No! gritaron Delia, Jed y el jardinero aun tiempo, no fuera a ser que vapuleara y pisoteara al chico como había hecho con la cofia de Delia.Abusaron de Diablo cuando era joven explicó Delia al alicaído joven que pensaba que lechillaban porque había hecho algo mal. Ahora no le gustan los hombres, y Dios sabelo que le haría a un chico.Pero ha dejado que el mayor lo montara, ¿no?Sí, y eso decía mucho a Delia sobre el enfermo, su fuerza, su habilidad y su absoluta cabezonería.Abre la puerta del establo y saca los cereales de Diablo, Jed. Y haz que el cocinero empiece a empapar terrones de azúcar en brandi, aunque tengamos que quedarnossin cenar dijo dirigiéndose al mozo de cuadra.Ordenó al resto de su pequeño grupo de empleados que bajaran del ático el armazón y el c

olchón de una cama y convirtieran la pequeña salita trasera que no usaban en una habitación de invitados. Las ventanas dejaban entrar el agua, pero de todas formas habría que dejar el fuego encendido. De esa manera no tendrían que arrastrar al fuertecaballero por las estrechas escaleras y a la vez, al mantenerlo separado de lashabitaciones de la familia y de Belinda, otorgarían un mínimo aspecto de respetabilidad a un asunto indeseable. Delia rezó para que simplemente se tratara de un arreglo temporal, muy temporal.Mientras Mindle y el mozo aposentaban a su señoría y Nanny se afanaba con su medicación, Delia escribió una carta a su primo Clarence (ahora sir Clarence, tal y como suesposa se encargaba de recordar a todo el mundo). Se enterarían esa misma noche por los chismes del servicio o por la mañana por el huevero. Mejor que se enterarande lo del mayor ahora y por ella misma. Además, si la vida de Tyverne había estado

al cuidado de George, Clarence la había heredado junto con el título de baronet y lapropiedad. Clarence y Gwen podían quedarse con el doliente y confundido caballero, con las bendiciones de Delia. Ciertamente, no tenía tiempo para un pretendientelunático.Naturalmente, no es que Delia mencionara la proposición de su señoría a sus primos. Nohabía nada en esa proposición como para malgastar tinta escribiendo. El hombre deliraba, era obvio, estaba fuera de sí. Por supuesto, cualquier hombre lo suficientemente loco como para montar a Diablo estando tan enfermo o como para hacer esa proposición tan descabellada no podía estar en sus cabales.Delia se permitió soñar despierta por un instante con una sonrisa en los labios. Después de todo, no era algo que ocurriera todos los días, que un apuesto caballero sepostrara a sus pies. ¿No era el sueño de todas las chicas ser rescatadas del peligropor un apuesto caballero sobre un corcel blanco? La llevaría a un reino mágico dond

e no estuvieran permitidos los problemas, donde vivirían felices para siempre en un mundo color de rosa y amándose eternamente.Eso ocurría en los cuentos.

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En la realidad, probablemente el hombre estaba aquí para devolver a Diablo. Sí que mencionó a Clarence esa posibilidad, contenta ante la perspectiva de ver a su corpulento y blandengue primo montar el caballo de George.Una vez que hubo sellado la carta, comprobó el estado de su señoría, ahora más cómodo conuna camisa de dormir de George. Supuso que el dobladillo no le llegaría al mayor por las rodillas y las mangas no le tapaban las muñecas pero el hombre dormía profundamente. Nanny le aseguró que, una vez que la fiebre estuviera bajo control, ese es

pécimen de hombre británico en la flor de la vida estaría como una rosa en uno o dos días, excepto por la cicatriz del brazo. Nanny aventuró que esa herida quizá no curasenunca pero que rezaría por él. Delia dejó a Nanny con su Biblia junto a la cama del caballero y se aseguró de que la tía Eliza vigilara a Belinda.Luego llamó a Dover para que la acompañara, se puso su viejo sombrerito de paja quehabía teñido de negro de forma incluso más desafortunada que los vestidos y anunció a Mindle que iba andando al pueblo para entregar la carta. Delia dijo al viejo sirviente que tenía que asegurarse de que el mayor no había reservado habitación en la posada o de que su equipaje y ayuda de cámara no le estuvieran esperando en algún sitio.Un caballero no viajaba con una sola camisa limpia como la que habían encontradodentro de las alforjas una vez que consiguieron desensillar ese caballo imposible. Para terminar con cualquier posible especulación, añadió que quizá el mayor tenía una e

sposa que lo esperaba en el siguiente pueblo.Delia decidió luego llevarse a la pobre mascota de Belinda. Bien sabía Dios que la pequeña y gordita terrier necesitaba hacer ejercicio.Primero se detuvieron en la casa del suegro de Clarence a las afueras del pueblodonde residían su primo y su esposa con el viejo cascarrabias. Abrió la puerta un hosco lacayo que, al ver los harapos del chico, el pelo enredado del animalillo yel andrajoso sombrero de la señorita Croft, casi les da con ella en las narices.Una vez convenció al lacayo para que entregara su carta, Delia decidió que no había duda de por qué Clarence y Gwen estaban deseando mudarse a su propia propiedad. La casa era oscura, tétrica y fría, tan acogedora como el amargado sirviente de la carallena de manchas.Después de aquello, visitaron la posada de Whitaker, la vicaría, el almacén del gremioy la casa de la señora Hensell, la cual a veces alojaba a viajeros. Nadie sabía nad

a del oficial enfermo o de si alguien se había interesado por él. Ahora, sin embargo, todos sabían que la señorita Delia Croft de Faircroft estaba dando cobijo a un amigo herido de su hermano fallecido. No era lo que nadie querría, por supuesto, pero¿qué iba a hacer con un galante oficial de la campaña peninsular? Obviamente, no habíanada extraño en la situación, ya que la señorita Croft no estaba haciendo ningún esfuerzo por mantener el asunto en secreto.El plan de Delia funcionaba, excepto con las hermanas Farthingale que, para no contaminarse, pusieron pies en polvorosa cuando la vieron en el colmado del pueblo. Sin embargo, los tenderos fueron más amables de lo que lo habían sido en las últimas semanas al ver como la señorita Croft tenía la intención de incrementar sus pedidosdebido a la presencia del desafortunado huésped.El carnicero se mostró de acuerdo en que la mala comida no haría que la carne regres

ara a los huesos del hombre y lanzó un trozo al perrito de Belinda.Un caballo de raza como el de sir George necesitaba más grano y paja fresca que laque tenía la señorita Croft para su vieja yegua. Jack Browne cargaría un carro en elalmacén del gremio.Naturalmente, el boticario podría preparar más jarabe contra la fiebre. El señor Clayton regaló a Dover un palito de menta mientras llenaba una bolsa grande con caramelos de limón.Tés relajantes, los últimos libros de la biblioteca, los periódicos más recientes de Londres, un nuevo juego de afeitado, una botella dé oporto. Delia encargó todo lo que podía imaginar que necesitaría un caballero. Ah, y puso todas las facturas a nombre de su primo, ya que el vizconde era, por supuesto, huésped de sir Clarence.* * * 

Capítulo 5Quejidos. Lloros. Rezos.Estaba de vuelta en el hospital de campaña. Pero Ty no podía abrir los ojos, y escuc

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haba las oraciones al lado de su cama. Entonces debía de estar muerto, con monedassobre los ojos para que no se quedara con la vista fija en la eternidad. Qué extraño, sin embargo, que una monja española recitara la Biblia en inglés y podía oler, sí, una cataplasma de mostaza sobre su pecho.Se incorporó con un movimiento brusco y retiró el pesado trapo húmedo que le cubría losojos. Si estaba muerto habían preparado su velatorio en una salita, ya que veía un sofá, una mesa de juego y figuritas de porcelana sobre la chimenea.

¿Qué diablos?Nada de blasfemias en Faircroft, joven le dijo una anciana apuntándole con el dedo.Entonces no estaba muerto, sino en Kent. Se acordó de todo: la travesía a casa con el barco agitado por las tormentas, la apresurada parada en Londres, la alocada cabalgada hasta Kent, la carrera contra el tiempo y la naturaleza. No tenía ni la másremota idea de quién era esa mujer, ni de por qué dormía en una sala de estar vestidocon una camisa de dormir demasiado pequeña.Y usted esNanny, señor. Ayudé a criar al señor George y a la señorita Dilly, y antes de eso a su madre y a la señorita Lizzie. Si Dios lo quiere, ayudaré a envolver en pañales a la siguiente generación.¿El bebé?

Lo sabéis, ¿verdad, señor? Sí, si sois tan buen amigo del señor George, tendríais que sab.Ty no tenía energía suficiente para explicar que solo había estado con George Croft menos de cinco minutos.¿Ha nacido ya?Cuando el Señor decida que ha llegado el momento, Él nos lo dirá.Ty deseó poder hablar así con el Todopoderoso, porque todavía no tenía ni idea sobre sila señorita Croft ya había dado a luz a su hijo ilegítimo. Recordaba vagamente a una estilizada joven que estaba a la entrada de la casa cuando detuvo el caballo. Sehabía caído a sus pies antes de perder el sentido. Había algo más que su mente nebulosaintentaba recordar, algo que él o ella habían dicho. Él había dicho su nombre y entonces¡Por todos los diablos! ¡He propuesto matrimonio a la mujer equivocada!Nanny le hizo tomar unas gotas para dormir.

Delia regresó a Faircroft con mucho mejor ánimo que cuando salió. Simplemente el alejarse de la casa, tomar el aire, hacer algo de ejercicio y recibir el saludo de algunos de sus vecinos habían obrado maravillas. Ahora podía incluso enfrentarse con ecuanimidad a este nuevo embrollo generado por George y establecer cuándo estaría él listo para partir.Mindle le informó de que su señoría seguía durmiendo y de que lo haría aún durante algún to. Al parecer, Nanny había declarado que el sueño era lo que mejor le venía al oficialpara recuperarse, después de murmurar algo sobre los paganos, los herejes y los héroes. Delia se encogió de hombros, acostumbrada como estaba a los sermones de Nanny, y decidió robar unos pocos minutos más de libertad. Iría a comprobar cómo estaba el ca

ballo.Tras mandar a Dover dentro con la mayoría de los paquetes, Delia se quedó solamentecon la bolsa de dulces. No se dio cuenta de que la terrier de Belinda los había seguido a ella y a los caramelos desde la casa y tendió uno de ellos al caballo a través de los barrotes de la verja del establo. El dulce resbaló por su palma enguantada y cayó al suelo, donde el peludo terrier blanco lo persiguió, por debajo de la puerta, casi bajo las patas de Diablo.¡Oh, no! dijo Delia con un quejido lastimero. La perrita lo significaba todo para Belinda, que tenía tan poco. Delia comenzó a lanzar caramelos de limón para Diablo haciael otro extremo del establo, lejos del animal. El estúpido chucho también los perseguía mientras ladraba contento ante este nuevo juego en lugar de hacer caso a lasllamadas de la señorita Croft.Diablo comenzó a retorcer las orejas, lo cual no era una buena señal, como sabía Delia

por experiencia. En su mano tenía una barrita de menta.Ven aquí, hijo del demonio, ven. Cualquier otro caballo preferiría una zanahoria, o una manzana, pero tú no. Tú tienes que tener caramelos caros. Venga, toma.

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El enorme caballo estaba más interesado en el intruso. Bajó la cabeza, con esos enormes molares, en dirección la perra.Si haces daño a ese animal amenazó Delia, te llevaré al Hades a tirar de carros de estil. Acabarás hecho picadillo para comida para los cerdos y y tu pelo se usará para rellenar muebles. Muebles feos, como los de la casa del padre de Gwen.El perro y el caballo se olisquearon rozando los hocicos y Delia dejó escapar el aire que había contenido. A algunos caballos les gustaba tener un compañero en el est

ablo: un poni, un burro, un gato. ¿Por qué no una perrita? Porque Diablo era un mezquino hijo de percherón, por eso.Delia sabía que no podía ponerse a gritar ni a hacer señas con las manos. Seguro que Diablo pisaba al estúpido bicho por error. Hizo lo único que se le ocurrió para distraer al caballo mientras se deslizaba dentro del establo y recogía a la aventada bolade pelo: dio a Diablo su sombrerito de paja.Y espero que el tinte te ponga los dientes negros, jamelgo miserable y bastardo. Delia se encontró llorando con la cara oculta en el pelo de la perrita. ¿Cómo has podidovenir a casa sin George?

Quejidos. Lloros. Rezos no, gracias a Dios. O no.

Está vez Ty sabía que estaba vivo porque sentía demasiado dolor. Quizá los quejidos veníande su propia boca seca como la lija. Alguien tanteaba y palpaba la sensible carne alrededor de su brazo herido.¡No me toque! gritó alerta de repente al encontrar a otra mujer, una diferente, que seinclinaba sobre él. Esta iba vestida de forma sencilla, de color marrón, con una gruesa toquilla tejida a mano sobre los hombros. Tenía arrugas alrededor de la bocay olía a asafétida.Quita dijo la bruja, solo estoy comprobando la artesanía que se hace pasar por medicina hoy en día. Soy la vieja Mags, señor, la curandera local, y he visto cosidos mejores hechos por un niño de cinco años.Ty no miró. Juntó los extremos de su camisa de dormir con la mayor dignidad posible,considerando que estaba tirado boca arriba y débil como un pajarillo.Por lo menos me dejaron el brazo y puedo usarlo de alguna forma.

Sí, tenéis razón. Claro, tendréis esa horrible cicatriz el resto de vuestra vida. Yo lo habría hecho mejor. Abrió de nuevo el escote y extendió un ungüento apestoso sobre la herida. Esto quizá os haga algo, aunque ya sea tarde.Eso huele a algo que ponen a los caballos dijo Ty arrugando la nariz.Funciona, ¿no? Podría quitar algo de la rigidez, si empezáis a usarlo más. Se limpió lasos con un trocito de saco y metió el frasco en una cesta a sus pies. Claro, tendréislas fiebres el resto de vuestra vida, supongo. No puedo hacer mucho por eso, esuna pena. Pueden llegar en cualquier momento, especialmente si salís todo atolondrado y montáis campo a través cuando hace frío.Sí, ya me advirtieron los médicos. Ty no les había hecho caso y no tenía intención de esar a una vieja bruja pueblerina. Pero ahora que ya ha terminado de animar a su paciente, señora Mags, quizá pueda darme alguna información. Por ejemplo, ¿el estado de la

señorita Croft?Mags frunció el ceño.Es todo lo bueno que se puede esperar, considerando sus penalidades. Es una buenachica, nuestra Dilly. Que no se os olvide.Como la arpía le estaba tapando la nariz para que tragara un brebaje asqueroso, nolo olvidaría.¿Y el niño? consiguió preguntar después de beber el agua de cebada que ella le ofrecía plibrarse del otro gusto.Mags hizo un gesto negativo con la cabeza.Eso ya no está en mi mano.¿Por qué nadie le decía en qué manos estaba el niño? Ty sentía que le invadía la somnolencpero necesitaba saber más.¿Cuándo?¿Cuándo podréis levantaros y encontrar formas de destrozar vuestra salud que no han encontrado ni los franceses ni los médicos? Una semana o así, creo, antes de que recobréis suficiente fuerza como para sentaros en la silla.

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No, es demasiado. Tengo que volver. Lo prometí.Tenéis prisa por mataros, ¿no es así?A Ty se le cerraban los ojos, a pesar de sus esfuerzos por mantenerlos abiertos.Londres mi Nonny.Mags torció el morro.No me importa cuántos trozos de muselina os estén esperando en la ciudad. No les serviríais de mucho, sudando y temblando. Quizá pudierais regresar antes en un carruaje.

Veremos qué tal os va por la mañana.Ty ya roncaba suavemente cuando marchó Mags.Y cuanto antes salgáis de aquí y os pongáis en camino, mejor, creo dijo Mags al caballero durmiente mientras salía.

No estará por aquí mucho tiempo dijo Mags a Delia antes de marcharse.¿Quieres decir que va a morir? preguntó Delia tomando aire rápidamente. No podía soportapensar en otra muerte. No su señoría, ahora no. ¿Cómo puede morirse un hombre tan grandey tan fuerte? Es tan joven y y¿Masculino? resopló Mags. Eso es lo que es, un tipo de buena cosecha. No, no va a estirar la pata, por lo menos que yo lo vea. Pero no es de los que se quedan, así que n

o vaya a pensar que lo es, señorita.Por supuesto que no. Es un soldado y un caballero. Nunca pensaría en recuperarse aquí, en una pretenciosa sala trasera.No quería decir eso murmuró Mags, que no quería hablar de las damiselas de Londres, porlo menos no a una joven como la señorita Croft. Por supuesto, la señorita Dilly ya estaba conociendo el lado oscuro de la vida de forma más intensa de lo que una joven bien educada debiera. No parece muy presuntuoso, pero el hombre tiene negociosen la ciudad.Naturalmente. En cuanto esté lo suficientemente bien como para darnos su dirección, informaré a los suyos para que vengan a recogerlo. Se giró para cruzar la entrada en dirección a la sala de estar trasera, pero Mags le puso una mano sobre la manga.No, está durmiendo. No interrumpáis su descanso, señorita Dilly. De hecho, tendríais quemanteneros alejada de allí. Dejad que lo cuide Mindle.

Pero habías dicho que no era contagioso.Mags sabía que había cosas que se contagiaban más que la gripe.Solo manteneos alejada de él. Ese no es vuestro lugar.¿Qué pasa? ¿También ha echado juramentos delante de ti? Nanny me ha dado estrictas instrucciones para que me mantenga alejada de la habitación del enfermo y ha dicho que el lenguaje del mayor solo era apto para los barracones de la tropa y las cantinas. Supongo que eso tiene que ver con el hecho de que sea un soldado. Me atrevo adecir que he oído hablar así de mal a los mozos de los establos.No, de hecho, el oficial había dedicado una dulce sonrisa a Mags a pesar de su dolor y sufrimiento. Era esa sonrisa lo que le preocupaba más que las maldiciones o los contagios.Yo ejem estaba preocupada por vuestra reputación.

Delia no pudo evitar reírse.El hombre ya está en mi casa. ¿Cómo podría empañarse aún más mi reputación por hablar conr, y quién iba a decir nada? Mags jugueteaba con su cesta mientras un intenso colorsubía a sus mejillas arrugadas. Mira, Mags, creo de verdad que has oído comentariosy que temes, por mi virtud, que me fijé demasiado en el atractivo rostro del mayor. Se rió abiertamente. Como si creyera ni una sola palabra de la burrada de su declaración. Ese hombre había perdido la cabeza, y yo lo habría hecho también si hubiera creídoque un oficial, y lo que es más, un caballero con título, estaba interesado en mí. Extendió los brazos y enfatizó de esa manera su figura demasiado delgada, el triste vestido negro y los negros círculos bajo sus ojos. Bueno, tengo hasta pecas. No, hablaré de George con nuestro huésped y luego le invitaré a que se marche en cuanto esté bien. Y no te preocupes. Mindle y la tía Eliza han acordado turnarse para quedarse a su lado esta noche, mientras Nanny y yo vigilamos a Belinda. El humor abandonó su mi

rada. No creo que haya cambiado nada.Mags solo pudo negar con la cabeza.He probado todos los remedios que conozco, y algunos que no puedo más que adivinar.

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Nada parece servir.Entonces cuanto antes nos libremos del amigo de George, mejor.* * * Capítulo 6Lloros.Ty decidió que debía de haber muerto y haber ido al infierno después de todo, porque s

u noción del purgatorio consistía en una sala llena de mujeres llorando.De todas formas, ¿cuántas ancianas vivían en esta casa? Esta resoplaba sin ruido a sulado en un frívolo e inútil pañuelo de encaje, su labor olvidada sobre el regazo. Vestíauna cofia también de encaje que anudaba bajo la barbilla, pero Ty podía ver la larga trenza pelirroja sobre su hombro, visible incluso a la luz de la vela y el resplandor del fuego en la chimenea. La tía de George, si es que no se equivocaba.Se aclaró la garganta y la mujer rápidamente bajó el pañuelo e intentó dedicarle una sonrisa llorosa.Os habéis despertado.Definitivamente se trataba de alguien de la familia de George, ya que mientras que el teniente George Croft tenía un obvio espacio entre sus paletas, el hueco quetenía esta mujer era tan ancho como para que pudiera pasar un carruaje. Se pregun

tó si la hermana de George también tenía ese extraño defecto. Diablos, se preguntó si la hermana de George era también algo excéntrica.¿Señorita Croft?Oh, no. Soy la señorita Linbury, por parte de la madre de George, ya sabéis. No, no tenéis por qué saberlo, ¿verdad? Soy la señorita Eliza Linbury, pero podéis llamarme tía Ela. O tía Lizzie. Todo el mundo lo hace. No los sirvientes, por supuesto, puesto que sería una falta de respeto, pero vos no lo sois. Un sirviente, quiero decir, aunque estoy segura de que tampoco os mostraríais irrespetuoso. Por supuesto que no tengo forma de saberlo, ya que algunos jóvenes caballeros no muestran la suficienteconsideración con sus mayores, o ¿Dónde estábamos?Si fuera por Ty, cuidando de los pájaros que tenía en la cabeza. Por suerte, no esperaba una respuesta, o ciertamente se habría visto presionado para mostrar la consideración debida.

Oh, sí, ya recuerdo. Os estaba diciendo que me llamaseis tía Lizzie si vais a convertiros en parte de, es decir, si vais a Oh, cielos. Comenzó a lloriquear de nuevo y a retorcer el pañuelo entre sus manos.Por el momento, señora, valdrá con señorita Eliza, ¿no creéis? le dijo Ty rápidamente. Sntraba ya exhausto, y sin poción para dormir. Y yo soy Tyverne.Por supuesto, querido. No estaría tan nerviosa si no lo fuerais. Vaya, lo que quiero decir es que no estaría tan complacida si no recordarais vuestro nombre. Ya sabéisque a veces las fiebres hacen eso con el cuerpo. Volvió a sonreír brevemente y luegoagitó su pañuelo en dirección a un juego de té de porcelana situado sobre una mesita cercana. Estaba a punto de tomar una taza de té. ¿Os apetece?Ty asintió. Daría cualquier cosa por una taza de té, no agua de cebada o el caldo quele habían estado forzando a tomar a cucharadas. Lo que de verdad le apetecía era una

chuleta de buey, pero, por el momento, serviría con el pastel de semillas de amapola.¿Nata? ¿Azúcar?Las dos, por favor.Bien, así es como me gusta a mí el té.Añadió dos veces más de cada de lo que él hubiera deseado y entonces, para desesperación de Ty, le ajustó una servilleta bajo la barbilla. Se sintió aliviado al comprobar que, por lo menos, la señora Linbury no tenía intención de darle de comer, tal y como demostró cuando cogió su propia taza con su plato. Sin embargo, comenzó a hacer preguntasen cuanto hubo tomado un sorbo.Veamos, pero ¿se trata del vizconde Tyverne o del mayor Tyverne? Quiero decir, ¿tendríamos que dirigirnos a vos como mayor, ya que vestíais uniforme o como señoría, ya que ahora no lo lleváis? Por supuesto, erais vizconde antes de ser oficial, y lo seguiréi

s siendo, esperemos. Por otro lado, el vuestro es un título honorífico, mientras quevuestro rango en el ejércitoTy no estaba seguro de lo que le depararía el futuro. El Departamento de Defensa l

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o mantendría en Londres como administrativo o como contacto, pero el ejército al queél pertenecía era el del campo de batalla, con sus hombres. Ya no era apto para esetipo de vida. Ni siquiera sabía si era apto para la vida civil, pero lo que sí teníaeran responsabilidades con su familia. Y con esta familia.Todavía no estoy seguro sobre si debo renegar de mis títulos contestó cuando la señoritaroft estaba en medio de su parloteo. Pero creo que preferiría Tyverne, o Ty, antesque cualquier rango o título.

Entonces os llamaré Tyverne, hasta que os convirtáis es decir ¿estáis casado? dijo laLinbury dándose delicados toquecitos sobre los labios.Casi derramó el té sobre la pechera de la camisa de dormir.Oh, no.Ella le lanzó una sonrisa resplandeciente (Ty pensó que podía ver sus amígdalas por el hueco entre los dientes) y le alcanzó el platillo con las porciones de pastel.Ty casi se atragantó con un trozo de pastel de semillas de amapola cuando la tía soltera de George, una dama a la que nunca había visto antes de ese día, le preguntó por «la joven que tenía bajo su protección en Londres».Engulló el resto del té para aclarar la garganta. Entonces casi tuvo que morderse lalengua para evitar decir a esta tiíta desequilibrada que sus asuntos no eran de su incumbencia. Solo que no tenía ningún «asunto» y que era un huésped en esa casa.

Os aseguro, señora, que no mantengo a ninguna mujer, ni en Londres ni en ningún otrolugar.El tono de voz de Ty hubiera hecho que cualquier soldado a su mando se quedara helado. La señorita Linbury aplaudió.Ya sabía yo que Mags tenía que estar equivocada cuando mencionó a una chica llamada Nonny. Que un caballero elegante como vos venga y ofrezca es decir, George nunca lohubiera hecho. O si lo hizo, nunca lo supimos. Por supuesto, existieron rumoressobre Clarence yNonny es mi hermano pequeño, Agamenón. Quizá haya mencionado que tengo que regresar a Londres para ayudarlo con un asunto personal.Vuestro hermano, qué estupendo. Puso una segunda porción de pastel en su plato, luegouna tercera y siguió haciendo preguntas. Así que, ¿cuáles son vuestras intenciones con respecto a mi sobrina? Nanny, Mindle y yo sentimos que es mi responsabilidad pregu

ntárselo ahora que George no puede velar por los intereses de su hermana, y sir Clarence no lo hará tampoco continuó parloteando la señorita Linbury mientras Ty sacudía mámigas de su camisón. Necesitaría más somníferos, maldita sea, para poder dormir en estacama esa noche.¿La criada que leía la Biblia, el mayordomo y esta vieja querían saber sus intenciones? Ty habría retado a duelo a un caballero por poner en cuestión sus motivos. Pero, después de todo, se trataba de la tía de George. Además, quizá pudiera conseguir respuestas a sus propias preguntas.Mis intenciones dependen enteramente de la señorita Croft dijo. ¿Necesita un marido?¡Oh, sí!La vehemencia de la señorita Linbury lo pilló por sorpresa. No era más de lo que esperaba, pero ver cómo se cumplían sus peores temores

¿Y el niño? tuvo que preguntar.La tía Eliza comenzó a llorar una vez más.Ty perdió el apetito.No, no, no tenemos que hablar de ello si el tema es demasiado doloroso. Por favor, señora.La tía de George volvió a retorcer el pañuelo.Oh, ya hemos llegado a la conclusión de que Dilly no puede quedarse con el bebé. No tenéis que preocuparos por eso. Nadie os endilgaría quiero decir, no tenéis por quéBueno, eso suponía un alivio, según pensó Ty. No tendría que cargar con la hazaña de otrohombre como propia. Ahora su deuda con George no tendría que ir en contra de su obligación para con el nombre de St. Ives.Hablaré con la señorita Croft tan pronto como sea posible.La tía Eliza inclinó repetidamente la cabeza en señal de aprobación, metiendo la roja tr

enza en el plato del pastel.El tiempo vuela.Cierto. Prometí a mi hermano que volvería a Londres a lo largo de la semana.

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¿Prometisteis a George que cuidaríais de nosotros? dijo ella lloriqueando de nuevo.Horrorizado, Ty vio que una lágrima surcaba la mejilla llena de arrugas de la dama.No, me lo prometí a mí mismo.Oh, querido, querido.Ya era lo suficientemente malo que la anciana se lanzara a sus brazos. Peor aunque llorara sobre su pecho, sobre el único camisón que tenía. Y lo peor con mucho era

esa agua de cebada, el caldo y el té. Ty deseaba de verdad reponerse.

Delia se sirvió otra tostada.Supongo que tú también me dirás que me mantenga alejada de Tyverne preguntó a su tía mies Lizzie extendía mantequilla en el bollo.Oh, no, cariño.La tía de Delia parecía incluso contenta mientras hacía pedazos una loncha de tocino para dársela a la perrita de Belinda. La tía Eliza había pasado parte de la noche cuidando del oficial herido y Delia esperaba otra diatriba.¿No? ¿Quieres decir que no vas a decirme que Tyverne es un pagano o un caballero errante que solo espera desflorar doncellas inocentes?

¡Ja! ¡Como si yo utilizara semejante lenguaje! Quizá cuando hablo conmigo misma, lo cual me temo que soy propensa a hacer, pero nunca Es decir, no, Dilly. El querido Tyverne no es de esos.¿Querido? ¿Habría conseguido el mayor engatusar a uno de sus perros guardianes?Es amigo de George, ya lo sabes.Delia estaba segura de que muchos de los amigos de George eran lo que Mags y Nanny consideraban a Tyverne, e incluso peores.Entonces, ¿no estás preocupada por mi virtud o mi reputación? preguntó al tiempo que extdía mermelada de fresa sobre la tostada.La tía Eliza tomó un sorbo de té y suspiró satisfecha.No, por fin. Confío en el querido Ty.¿Ty?Sí, un chico tan encantador. Entiende lo que significa la familia. Está muy apegado a

su hermano, lo está. Deberías preguntarle sobre ello cuando hables con él, por supuesto. ¿Quizá cuando acabes tu desayuno? Cogió la última tostada de la bandeja y se la dio al animal. Casi habías acabado, ¿verdad?

Bendita calma.Mejor aún, cuando despertó no había nadie guardando vigilia al lado de la cama de Ty excepto un chico joven. Se encontraba débil y mareado y le dolía el hombro, pero Ty pensaba que lo peor ya había pasado. Miró al chico y la bandeja cubierta sobre la cercana mesa.Si son gachas, te advierto que te las tiraré por la cabeza si te acercas a mí con ellas.

No, jefe, es la mejor chuleta del cocinero y pastel de riñones, lo que pidió el señor Mindle especialmente para vos, porque se imaginó que estaríais muriéndoos de hambre. Elseñor Mindle, nuestro mayordomo.Y un hombre sabio. Tengo un hambre canina. Tráelo, chico.El chico sonrió y mostró la división entre sus dientes. Ty decidió que le faltaba un diente, y que no se trataba de un rasgo de familia. El chico del pelo oscuro lo miraba con fijeza, listo para alcanzarle el cuchillo, o una taza de café o la jarra de cerveza. Era obvio que cumplía órdenes de ocuparse de las necesidades del huésped. Ty bendijo al ausente Mindle, así como la ausencia de las mujeres de Faircroft.Y tú ¿quién eres, muchacho? preguntó al chico entre bocado y bocado de lo que debía de sa mejor comida desde que regresó a Inglaterra.Dover, jefe. Ty frunció el ceño. Mi señor añadió el joven.Es suficiente con que me llames señor. Pero ¿Dover, como el puerto?Eso es, me bautizaron Dover en el hospicio. El nombre completo es Dover Church, porque ahí fue donde me abandonó mi madre y justo se quedaron sin nombres. Es mejor que el de mi amigo Dusty. Lo dejaron en un cubo de basura.

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Ty podía entenderlo, ya que él tenía que cargar con «Arquímedes » por capricho de su propimadre.Y ¿los Croft te trajeron aquí?Dover resplandecía de orgullo.La señorita Dilly, ella es la que me contrató para ser un paje regular. Asín lo llama ella, hacer recados y llevar paquetes y ayudar al viejo Mindle. Hago cualquier cosa que haga falta. La sonrisa desapareció. Cuando no estoy en la escuela.

Todos tenemos nuestra propia carga, Dover. Algunas eran más pesadas que otras. Ty dejó el tenedor en el plato. ¿Dónde crees que está la señorita Dilly, es decir, la señoritaft, ahora?Oh, estará desayunando. Tengo que ayudaros con lo que necesitéis si os las podéis arreglar y luego llamar al viejo Mindle para que os afeite. Primero veré si encuentro sus gafas. Y luego, si no estáis demasiado hecho polvo, tengo que decírselo a la señorita Eliza, que pedirá a la señorita Dilly que se siente con vos mientras voy a la escuela. ¿De verdad vais a casaros con nuestra señorita Dilly?* * * Capítulo 7¿Iba a casarse con la señorita Croft?

Eso era lo que Ty se había propuesto hacer cuando leyó las cartas del teniente Croften esa granja de Portugal. Tenía una deuda, vio la necesidad, tomó la decisión. El problema era que esa granja estaba a mucha distancia y él estaba aquí, en Inglaterra.No, el problema era que él en realidad nunca había planeado casarse hasta que supo del dilema de la hermana de George Croft. Un soldado no podía, no debería y Ty no loharía, abandonar a personas que dependían de él, o dejar en casa con ellos la mitad desu cabeza. Por lo que se refería a la sucesión, el vizconde Tyverne tenía dos hermanos. Cualquiera de ellos sería un conde mejor que él mismo, según el propio conde de Stivern.No, Ty admitió que ese tampoco era el problema. La dificultad estribaba en que a élno le gustaban las mujeres, con sus cambios de humor y sus migrañas. No las entendía, con su fragilidad y sus manías. Diablos, la verdad era que le aterrorizaba el género completo.

Ty era un militar, no un joven casadero de la ciudad. Había pasado de ir a la universidad a ser soldado sin cortejar nunca a una mujer, sin ni siquiera intentar atraerlas. Había evitado a las esposas e hijas de los oficiales como si fueran más peligrosas que los franceses, y visitaba a las mujeres de conveniencia solo ante la insistencia de su cuerpo. El mayor no era un monje, pero se negaba a rendirseante los instintos más básicos del hombre, así que hasta esas visitas eran pocas.Tenía escrúpulos.Tenía principios.Le temblaban las rodillas.Mindle confundió el tembleque con los restos de la fiebre, así que el viejo mayordomo se negó a llevarle la ropa y Ty estaba demasiado nervioso como para discutir. Typensó que si ya estaba acostado en la cama, por lo menos no se caería a los pies de

la señorita Croft. Otra vez.Parecía que el venerable Mindle lo había entendido, ya que le llevó un poco de brandijunto con el agua caliente para el afeitado. Necesitaba el valor de los borrachos, ese que en Inglaterra se relacionaba con los holandeses. Ty también aceptaría elatribuido a los irlandeses o a los rusos, si tuviera güisqui o vodka en su lugar.Lavado, afeitado y peinado, Ty estaba tan preparado como podía estarlo. Había sido capaz de enfrentarse al conde, quien había montado en cólera cuando se enteró de que suheredero se alistaba en el ejército en lugar de dedicarse a la política, y había resistido frente a los franceses. Incluso se las había arreglado con las tres viejas de Faircroft. Seguro que podía sobrevivir a la señorita Croft y a una simple nopuestade pratrimonio. Oh, Dios.Sabe, Mindle, creo que estoy entrando en calor. Quizá después de todo tenga que tomarla medicina para dormir.

Demasiado tarde. El anciano sirviente estaba abriendo la puerta.La señorita Delia Croft anunció formalmente.Vaya, así que su nombre era Delia. Mientras la esbelta mujer entraba en la sala y

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la cruzaba hasta llegar a su cama, Ty percibió que, por lo menos, no se casaría conalguien cuyo nombre sonaba como un ingrediente de cocina. Y su primera impresión había sido la correcta: la señorita Croft estaba tan embarazada como él. Apostaría que los lloros que había oído no provenían de un recién nacido, pero la tía Eliza lo habría mencnado si el niño hubiera muerto. Se preocuparía por aquello más tarde. La señorita Croftno sonreía. También más tarde se preocuparía por la posición de sus dientes. Por el momento se concentraría en no tartamudear.

La señorita Croft hizo una graciosa reverencia y Ty inclinó la cabeza lo mejor que pudo, incorporado sobre las almohadas. Ella se interesó por su salud y él expresó brevemente su gratitud por su hospitalidad. Se sentó en una silla cercana y tomó su labor. Él se mordió la parte interna del labio hasta hacerse sangre.Delia pensó que, ciertamente, el mayor no tenía ni un ápice del encanto por el que eran famosos los oficiales de Wellesley. Tenía una mirada muy atractiva, ahora que elfebril sonrojo se había alejado de su piel y sus ojos eran del color azul de un perfecto día de verano. Sin embargo, la terrier de Belinda estaba mejor educada.El mayor Tyverne se aclaró la garganta y Delia levantó la vista expectante. Pensó quepor fin iba a explicar su presencia y su extraordinaria proposición. Sin embargo,el oficial volvió a carraspear.¿Queréis algo de beber? ¿Queréis que le diga a Mindle que os traiga un té?

No, a no ser que el viejo lo adornara con belladona. El brandi no funcionaría. Hizo un gesto negativo con la cabeza.No ¡Diablos! ¿Qué ocurriría si tenía que hacer lo que era necesario?. No gracias.Delia suspiró. El huésped tenía tanta conversación como sentido de la conveniencia. Teníaotros asuntos que atender esa mañana.Quizá podría contarme algo sobre George dijo.Ty pensó en lo que ocurriría si se ponía a llorar. Dirigió la mirada hacia el montón de paelos que el estimable Mindle había dejado al lado de su cama. No, no había suficiente tiempo como para hacer con ellos un lazo y colgarse. Pero esta era la hermanade George. Ella tenía derecho a saberlo, y no parecía de las que se desmayaban. Porlo menos aún no.Así que le contó a la señorita Croft todo sobre la batalla y la retirada, y que su valiente hermano había cabalgado en medio de una nube de polvo y desesperación para sal

varle la vida. Comenzar a contar la historia le soltó la lengua, aunque cuando seacordó de la sonrisa final del teniente, con su hueco entre los dientes, las palabras a punto estuvieron de atascarse en su garganta. Los ojos de la señorita Croft,unos bonitos ojos verdes, tal y como pudo darse cuenta, se llenaron de lágrimas,pero no se convirtieron en una regadera, gracias a Dios.Entonces le preguntó cómo había muerto su hermano. Se dijo una vez más que se trataba dela hermana de George, tenía derecho a saberlo. Así que mintió. Habló sobre valentía y pericia y sobre una muerte rápida y sin dolor.Así que ya veis la gran deuda que tengo con vuestro hermano dijo Ty cuando la señoritaCroft cogió uno de los pañuelos cuadrados y se sonó la nariz.No, no señor. Veréis, no lo veo. Era un soldado y estaba en una guerra. Ir en auxiliode un camarada caído debe de ser parte de los deberes de un oficial. Usted habría h

echo lo mismo por él, ¿no es así?Por supuesto. Pero nunca tuve ocasión. Vuestro hermano sí la tuvo, así que la deuda esmía. Es una cuestión de honor, ya veis. Estaba seguro de que no lo veía. Las mujeres rara vez entendían los códigos de comportamiento propios de caballeros o la ética de laguerra.Sin embargo, ella asintió, como si aceptara su interpretación.Así que ¿es por eso por lo que estáis aquí?Ty se sintió aliviado. Después de todo, la hermana de George era una mujer razonable.Sí.¿Para?¡Maldita sea! ¡Iba a hacer que lo dijera! Tragó saliva dos o tres veces.Estoy aquí para pediros vuestra mano en matrimonio, señorita Croft, si me hicierais e

l honor. Bien. Había conseguido que salieran todas las palabras sin saltarse una sola sílaba, tal y como llevaba practicando las dos últimas semanas. Debió de emitir unsuspiro de alivio, porque la mujer frunció el ceño.

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¿Por qué pensáis que iba a aceptar a un extraño como esposo? preguntó después de un momereflexión.Todas las veces que Croft había ensayado, la hermana de Croft le había agradecido suoferta y se había mostrado dispuesta a hacer de él el más feliz de los hombres. Ahoradesearía que lo tragara la tierra. Sintió un sofoco extenderse por sus mejillas y que nada tenía que ver con su fiebre y confesó haber leído la carta.Sentí que era necesario para asegurar el bienestar de los que el teniente Croft tenía

a su cargo.Delia pinchó la aguja en el tejido que estaba cosiendo.Y cuando leísteis que estábamos en un punto sin retorno, decidisteis cabalgar inmediatamente para presentaros como un cordero al sacrificio.Ejem eso no es exactamente como yo habría expresado la situación.¿No? ¿No galopasteis hacia aquí directamente desde vuestra cama de convaleciente?Me detuve en Canterbury para recoger un permiso especial interrumpió él.¿ para inmolaros en la pira del vínculo matrimonial? Delia tiró de la aguja con tanta frza que el hilo se cascó.Tenía que haber sabido que ella no lo entendería. ¿Qué mujer podría hacerlo?Lo veía como un asunto de honor, ya os lo he dicho, una deuda que saldar.Si sentíais que teníais una deuda que saldar con George, ¿por qué no nos ofrecisteis ayud

a económica? ¿Un préstamo o algo similar?Mi conocimiento sobre las habilidades sociales puede que sea deficiente, pero entiendo que un intercambio de dinero entre una dama soltera y un caballero equivale a una aceptación de la proposición, o bien a un resbalón.Ahora le tocaba a Delia sonrojarse.Cierto. No habría aceptado dinero, ni siquiera si hubierais admitido una deuda de juego para con George.Ty deseó haber pensado en eso, pero ninguna cantidad del vil metal podía restaurar la reputación de una mujer. La contempló mientras ella se afanaba con su costura. Estaba seguro de que bordaba un trajecito de bebé, así que todos los lloros y los rezosno habían sido por el niño perdido. Necesitaría tomar ciertas disposiciones: formalizar su tutela legal, establecer una pensión anual, encontrar una familia decente. De alguna manera, era como encontrar una buena familia para el poni favorito de a

lguien.El acto ordinario de volver a enhebrar la aguja hizo que Delia recobrara su compostura.Y, dígame, mi señor, ¿deseáis casaros? De alguna manera, el hecho de discutir la proposicondescendiente, pomposa y presuntuosa de Tyverne le hacía verlo más como vizcondeque como militar. Me parece que, de haberlo querido, habríais tenido un buen número de oportunidades.Tengo ciertas obligaciones familiares que hacen el hecho de tomar una esposa deseable en este momento improvisó. La sucesión y asuntos por el estilo.Sin embargo, os convertisteis en soldado sin preocuparos por continuar vuestro linaje. Se trataba más de una acusación que de una pregunta.Tenía dos hermanos.

¿Teníais?¡Maldita sea! ¿Qué era esto, un consejo de guerra o una proposición de matrimonio? Se aflojó el pañuelo que Mindle le había atado alrededor del cuello para que estuviera más presentable delante de las visitas femeninas.Todavía tengo dos hermanos, señorita Croft, pero ahora veo dónde recaen mis responsabilidades.¿Y vuestro matrimonio conmigo sería una de esas obligaciones?Él asintió.¿Cumplir con una de vuestras obligaciones y saldar vuestra deuda con George por vuestra vida al mismo tiempo?Vaya, sí que lo entendía.Exacto.Delia abandonó su labor antes de que destrozara el pequeño camisón de forma que no tuv

iera arreglo o de que clavara la aguja en el dedo gordo del pie de este estúpido que asomaba de forma tan tentadora bajo las sábanas. El cabeza hueca no parecía entender que una mujer pudiera sentirse insultada al verse considerada como una deuda

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o un deber. Sin embargo, por poder contemplar a su señoría luchar como una trucha en el sedal casi merecía la pena el agravio. No era que Delia fuera una mujer cruel, simplemente había llegado al límite. Necesitaba un milagro, no un atolondrado, unimbécil con ideas atravesadas que pensaba que le estaba haciendo un favor.Dado que sus motivaciones eran honorables, propias de un cabeza de chorlito, pero honorables, no salió de la habitación como una flecha.¿Por qué no me contáis algo sobre vuestros hermanos? preguntó en lugar de ello.

Ty suspiró. Esa mujer era peor que un gato con un ratón. Ahora que había dejado de coser, le dedicaba toda su atención. Esa fría mirada de sus ojos verdes podría dejar petrificado a un hombre dentro de sus botas, si las llevara puestas.Esto Éramos cuatro hermanos. Tres chicos y una chica. Yo soy el mayor.Arquímedes.Ty hizo una mueca y murmuró algo que no era apropiado ni para un establo, mucho menos en presencia de una dama.¿Cómo diablos? Ya, mis papeles.Tuvimos que leerlos cuando os caísteis para ver si teníais familia cerca.Ty volvió a morderse el labio.Supongo que los niños en la escuela os llamaban Archie dijo Delia después de un momento.

Solo una vez. Siempre fui grande y fuerte. Nací vizconde, Tyverne, y así es como me llaman. Luego viene Totty, de Aristóteles y luego Nonny, cuyo nombre real es Agamenón. Nuestra madre murió al dar a luz a mi hermana.¡Dios mío! ¿Alcestes? ¿Alcmena? ¿Ariadna?Ann. Madre era la que tenía la inclinación por los clásicos, no mi padre. Casualmente el conde estaba por allí para el nacimiento y la muerte de la condesa, así que él decidió el nombre de la recién nacida.Parecía que eso era todo lo que el vizconde tenía que decir sobre el asunto, aunquelo que no había dicho picó la curiosidad de Delia.¿No es extraño que el hijo mayor sea el que se aliste? preguntó ella después de otro silcio.Por si os interesa (supuso que sí, si es que iban a casarse. La señorita Croft se enteraría de la historia en cuanto fueran a Londres), mi padre y yo no nos llevamos bie

n.Y eso era como llamar a la guerra contra Napoleón una escaramuza.¿No?¡Diablos!* * * Capítulo 8Esa endiablada mujer quería más. Siempre ocurría eso. Solo gracias a su fuerza de voluntad se contuvo Ty y no se retorció en la cama como un recalcitrante niño de tres años. Ya era suficientemente malo que esa maldita mujer no hubiera aceptado sin más sueminentemente sensata propuesta que, en su opinión, había sido ejecutada sin faltaalguna. Era aun peor que ella lo estuviera haciendo pasar por la Inquisición español

a. Y lo peor, esa determinación obstinada a poner sus asuntos privados sobre la mesa no hacía presentir nada bueno para un matrimonio placentero. De ninguna manera.El vizconde Tyverne nunca hablaba de su padre, a nadie. Nunca.¿Vuestro padre?Él cerró los ojos.Mi padre deseaba que me casara con una joven de su elección, la hija de un duque sin herederos. Se solicitaría al rey que unificara los títulos y, por supuesto, las posesiones. Ella tenía quince años y yo diecinueve. Me negué.¡Bien hecho!Él abrió los ojos y la miró contrariado.Mi padre me dejó sin un solo chelín. Contra todas las expectativas, continué en la universidad gracias a un préstamo y a hacer de tutor de otros chicos. También tenía una pequeña suma de mi padrino apartada. La mujer del duque murió unos años más tarde y él se ca

so al cabo de tres meses, esperando tener un heredero varón dijo Ty frunciendo el ceño al recordarlo. Su hija se escapó con un mozo irlandés mientras él estaba de luna de miel.

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¡Bien hecho!¿Cómo puede estar bien vivir en el campo en una casita con el techo de paja y comiendo col y patatas?Si eso es lo que ella queríaLo que quería era evitar casarse conmigo si a mí me obligaban a hacerlo en el caso deque su nueva madrastra no pudiera concebir el hijo requerido.¿Y entonces?

Entonces el conde trató de convencerme para que me casara con otra mujer de su elección y me prometió devolverme mis ingresos. Ahora estaba decidido a que entrase en política y veía en su heredero por lo menos a un miembro del Gabinete. Un matrimonioadecuado haría avanzar las ambiciones de Stivern con respecto a mí, y el padre de esa joven era uno de los dirigentes del Parlamento. Casi acepté. La vida universitaria empezaba a cansarme, y también las penurias.Pero no lo hicisteis.No lo hice. El conde tenía planes para todos sus hijos. Totty, el segundo hijo, entraría en el ejército. Totty, sin embargo, es un alma sensible que solo está feliz entre los caballos. Vive y respira por ellos. Todo lo que siempre quiso hacer era criar caballos, no ver cómo morían en una carga de caballería. A Stivern no le importaba: Totty lucharía por su país. Yo pensé, sin embargo, que si yo me alistaba en su lugar

, padre nunca pondría en peligro al heredero restante. Compré mi grado el día que obtuve mi mayoría de edad. Saldé los préstamos, envié a la hija del duque y a su marido irlandés un cheque como regalo de bodas atrasado y le di dinero a Totty para que comprase una granja en las Colonias. Jura que nunca volverá a casa.Delia no pudo evitar sentirse impresionada por la generosidad de este hombre y por la fuerza de sus planteamientos. Al parecer, nada podía forzarle a tomar un camino que no fuera de su elección ni podía desviarle del que había escogido. Supuso queesas características debían de ser excelentes en un oficial, si no en un marido.¿Y vuestro hermano pequeño?Estaba previsto que Nonny hiciera carrera eclesial. Él es un granjero por naturaleza, pero Stivern decidió que ocuparse de las tierras estaba por debajo de la dignidad del hijo de un conde, así que lo mantuvo casi enclaustrado. Resultó que el chicose convirtió en un alborotador, por supuesto dijo levantando la mano. Y no digáis «bien

hecho». Cuando le mandaban a casa de la escuela constantemente, Nonny cogió costumbres perniciosas, con un grupo de tipos de Londres. Ahora está a punto de formalizaruna relación negativa. Es demasiado joven y no es capaz de encontrar su propio camino y, francamente, me resulta demasiado caro mantenerlo, a pesar de mi actualsituación desahogada. Nonny es una de las razones por las que me di prisa en regresar. El muy embaucador juró no hacer nada precipitadamente, como escaparse a Gretna Green , antes de que yo volviera.Así que ¿todos habéis escapado de la autoridad paterna? ¿Vos al ejército, un hermano a laColonias y el otro a una boda precipitada?No parece que seamos hijos obedientes, ¿verdad? Y tampoco hombres de voluntad inquebrantable.Ella no contestó.

¿Y vuestra hermana? continuó preguntando.Pude hacer menos por ella, ya que no tenía autoridad legal. El día de la puesta de largo de Ana, mi padre arregló su compromiso con el duque viudo, ese con cuya hija me iba a casar yo. Se casaron un mes más tarde.Delia se mostró horrorizada.¡El duque debe de ser un anciano!Lo suficientemente joven como para tener esperanzas de engendrar un heredero varóncon una joven de dieciocho años.¿Y vuestro padre la obligó?Él resopló.Por supuesto. Ninguna chica escogería por voluntad propia a un hombre que la doblaen edad.Ty pensaba en ese barón Dallsworth, el antiguo pretendiente de la señorita Croft. In

tentaba no pensar en el padre de la criatura, y en si merecería la pena matarlo. Sin embargo, él no era ningún fisgón, como su anfitriona. Se lo preguntaría a Mindle.Perdonadme estaba diciendo ella, pero no parece ser un hombre agradable, vuestro pa

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dre.El conde era agradable como una víbora.Oh, no tendríamos por qué verlo nunca, si eso es lo que teméis. Stivern lleva muchísimo tiempo sin salir de Warwickshire y yo tengo algunas propiedades a mi nombre.Delia ignoró la letanía con los nombres de las propiedades del vizconde así como de las casas que no se utilizaban y pensó que no le daría ningún miedo conocer al conde deStivern. De hecho, le encantaría decirle a ese torturador lo que pensaba exactamen

te por haber arruinado así las vidas de sus hijos. No, lo que de verdad temía era que este, que ya era un oficial al mando, se convirtiera en el mismo déspota doméstico. Era grande y fuerte y estaba acostumbrado a dar órdenes. Sería un marido horriblepara cualquier pobre mujer. Para cualquier otra pobre mujer, a Dios gracias.Decidme preguntó, ¿fue el de vuestros padres un matrimonio arreglado?¿Más preguntas personales? Esa mujer era incansable. A este paso, ¡estarían aquí hasta elmes de agosto mientras ella le preguntaba por su color favorito! Ty pensaba quehabía pocos rasgos en una esposa que deseaba menos que una curiosidad incesante, muy pocos. Una mujer de las que se desmayaban sería horrible, una con risita tontacasi igual de malo. No pensaba que podría tolerar a una figurín, una coqueta o a unacon una chirriante voz de soprano. La señorita Croft no era nada de eso, graciasa Dios.

Ty sabía poco sobre la moda femenina, pero sabía que el vestido negro tipo saco de la señorita Croft no se ajustaba a ninguna moda. Ni siquiera le quedaba bien a ella. Si exceptuábamos el vestido, era razonablemente bonita si a uno no le importabanel pelo pelirrojo y las pecas que se extendían por sus mejillas. Estaba demasiadopálida y delgada, pero supuso que esos defectos podrían mejorarse, mientras que unanaturaleza siempre dispuesta a la discusión, no. Sin embargo, tenía la voz suave yagradable cuando no hurgaba en asuntos que no eran de su incumbencia.¿Vuestros padres? repitió Delia.Oh, sí, el suyo fue un matrimonio concertado. En esos días así lo eran la mayoría, más quahora. Por lo que sé ambas familias lo consideraron una unión favorable.¿Y fueron felices, vuestro padre y vuestra madre?Ty vio que la señorita Croft los estaba conduciendo hacia terreno pantanoso. Simplemente lo negó con la cabeza.

No que yo recuerde. Ella murió joven.No, no lo hubiera supuesto por lo que decís de vuestro padre. Mis padres, sin embargo, se casaron para complacerse a sí mismos, sin preocuparse por las propiedades oel poder. Disfrutaron de prácticamente todos los momentos que pasaron juntos. Esees el tipo de matrimonio que deseo para mí.Ty lo sabía. Sabía que la mujer iba a empezar a cotorrear sobre el verdadero amor ylas pasiones extremas. Pensó que podría conseguir disfrutar de parte del tiempo quetuviera que pasar con la señorita Croft siempre y cuando mantuviera la boca cerrada.No siempre podemos tener lo que queremos respondió en un tono contenido, esperando así detener cualquier impulso romántico ulterior.No convino Delia, pero podemos evitar a veces eso que no queremos. No puedo pensar

en nada peor que estar atrapado en un matrimonio sin amor.El respeto es un vínculo valioso.Yo respeto al arzobispo, pero no tengo ningún deseo de casarme con él.¡Maldita mujer! Ty comenzó a morderse el labio de nuevo.El afecto puede surgir con el tiempo.Delia temía que ella, de hecho, pudiera desarrollar un interés por este atractivo héroe, justo antes de que partiera a otra batalla.¿Y qué ocurre si el afecto no sigue a los esponsales?Entonces mantendríamos residencias separadas. Bien sabe Dios que eso es lo que hicieron mis padres. Pasaron tan poco tiempo en compañía del otro que es un milagro quepudieran tener cuatro hijos. Nunca os forzaría a aceptar mi presencia, lo juro.¿Y qué ocurre con ese heredero que buscáis?Como ya he dicho, no siempre se puede tener todo lo que se desea.

Delia recogió su labor y se levantó para marcharse.No, señor, no se puede. Os deseo que tengáis un buen día y una recuperación rápida.¿Eso era todo? ¿Rechazaba su oferta sin ningún control porque Ty no le profesaba devoc

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ión eterna? Rayos y truenos.¡Alto! Quiero decir, esperad. Cuando ella se detuvo, una mano en la puerta, que se había quedado a medio cerrar por mor del sentido de la propiedad, él intentó una tácticadiferente. ¿Considerareis mi oferta por lo menos durante un día? Eso es lo que tardaréen enviar un mensaje al hombre que dejé en Canterbury con mi equipaje para que alquile un carruaje y venga a buscarme.Delia se detuvo donde estaba.

No cambiaré de opinión.¿Tenéis una opción mejor? Me marcharía más tranquilo si supiera que vuestro futuro está arado. ¿El barón Dallsworth?¿Cómo? Es decir, no creo que mi futuro sea algo que le concierna, señor.Maldita sea, su impresentable padre no era asunto de ella, pero la señorita Croftno había dudado en hurgar en la herida como un cirujano en busca de una bala. Cuando se casaran tendría que aprender que un hombre guardaba ciertos asuntos para sí. Pero no iban a casarse, ¿no era así?Ty se mostró seguro de que sí lo harían. Delia Croft era una persona razonable para ser mujer. Parecía ser una jovencita sujeta a arrebatos de la imaginación, pero seguroque estaba pasando por una época particularmente emotiva. Después de un día de reflexión, la hermana de George vería que la suya era la mejor oferta que sin duda recibiría

. Ty sabía que él era la mejor oportunidad que tendría la señorita Croft de ver a su hijo bien situado y al resto de las personas a su cargo, como la tía Eliza y Nanny, cómodamente asentadas. Dio gracias a la Providencia por sus pequeñas propiedades en las que podría alojar a un cierto número de molestos parientes y al servicio. Estabaseguro de que, con el tiempo, la hermana de George también vería los beneficios de su propuesta. Ese sería otro día perdido mientras la señorita Croft recobraba el juicio, y quién sabía con qué malicia podría salir Nanny mientras tanto, pero Ty presentía que no tenía otra opción.Por favor repitió, pensad en mi oferta. No puedo marcharme hasta que lo hagáis. Mi honor no me lo permitiría.Delia aún sostenía la manilla de la puerta y esperaba que el vizconde no pudiera versus nudillos blancos. ¡Que se fueran al diablo él y su oferta!Todo esto tiene que ver con el honor, ¿no es así?

Ya habían estado en este terreno anteriormente.Sin su honor un hombre no tiene nada.Entonces, ¿qué le queda a una mujer?La virtud de una mujer es su honor. Ella hace gala de su reputación como el hombrede su espada. Con la protección de mi blasón y mi título, se restaura vuestro buen nombre. Dejó que su mirada se posara en el costurero y la ropita de bebé que contenía.No acepto vuestros razonamientos, señor. Me importa muy poco mi reputación, pero mucho mi sentido de la justicia. Mis principios, mi propio entendimiento de lo que está bien y de lo que está mal no me permitirían cargar con mis penalidades a un hombreque no hizo otra cosa que sobrevivir en una batalla donde otros no lo hicieron.No es mi honor el que no me permitirá aceptar una oferta hecha por obligación.Ty podía percibir el sabor de la derrota. No, era la sangre que resultaba de morde

rse el labio.¿Y qué ocurre entonces con mi deuda para con George?Ah, vuestra deuda. Consideraría que se ha saldado con creces hasta la última gota sios dais prisa en recuperaros y retiráis vuestro maldito caballo de mi establo.¿Qué? ¿Se ha portado mal Diablo?¿Portarse mal? No, ¿qué os hace pensar eso? preguntó sonriendo. Solo me ha supuesto dosbreros, un mozo que se ha marchado, un parasol, una fortuna en dulces del boticario y los servicios del cocinero. Ninguna molestia, señor.Por fin ella había sonreído. No gracias a él, sino al maldito caballo pero Ty se sentíacomo si hubiera vencido a Napoleón con una sola mano. La sonrisa transformaba el rostro de la señorita Croft completamente y la hacía parecer más joven, más como la jovendespreocupada que debería de ser, un rayo de sol que calentase el corazón de un soldado. Y sí que tenía un diminuto hueco entre los dientes frontales, un hueco encanta

dor y provocador. Ty se preguntó cómo sería tocar ese hueco con su lengua.Pero ¿a qué venía ese pensamiento?* * *

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 Capítulo 9Al final, Delia accedió a considerar la oferta del vizconde Tyverne, a la luz de sus ojos azul claro. Además, de todos modos no iba a pensar en otra cosa más que en su absurda proposición.Delia no cambiaría de opinión. Sin importarle las ventajas que pudiera ver en ese matrimonio, no aceptaría un pretendiente con uniforme escarlata. Todavía estaba ocupándo

se de los restos del último soldado valiente de la vecindad.La tía Eliza estaba sollozando, por supuesto, dado que ya había imaginado los beneficios de tal unión sin tener en cuenta ninguna de las desventajas. Supo del rechazode su sobrina a la proposición de Tyverne tan pronto como el mismo Tyverne, lo cual era lógico dada la posición de Mindle junto a la puerta entreabierta. Incluso elmayordomo convertido en ayuda de cámara le lanzaba a Delia miradas de reprobación. Estaba claro. Su futuro con el vizconde sería mucho más rosa que el lecho de espinasque sir Clarence podía ofrecerles.Con el deseo de escapar de la desilusión de sus sirvientes, Delia se encaminó hacialos establos para visitar a Diablo. Pensó que existiría al menos alguna criatura quepudiera entender la afrenta que suponía para ella el ser traspasada de un hombrea otro como si fuera un caballo. Quizá Diablo no pudiera entender su consternación al

ser considerada como pago parcial de una deuda, simplemente un trocito del legado de George que debía ser administrado, pero el caballo no fruncía el ceño ni lloriqueaba. Estaba demasiado ocupado reduciendo a jirones el sombrerito que menos le gustaba, ese que le daba demasiado apuro donar a la iglesia para los necesitados.Lo había llevado consigo por si el caballo se aburría de los bombones ahora que teníaun mozo menos al que aterrorizar.Con las orejas moviéndose rápidamente al sentir los cambios de su voz, Diablo era unbuen oyente. Solo coceó la pared una vez, cuando Delia golpeó la verja con su puño, recordando la tranquila seguridad del vizconde al pensar que él era la respuesta alas oraciones de esta doncella.Estaba bien situado sin ser rico, y por lo que parecía, era generoso con su dinero. De una familia prominente, con una carrera notable, era atractivo, educado y honorable hasta el extremo. Seguramente, el hombre era un héroe reconocido, por Júpit

er, y Delia, sin embargo, seguía sin querer nada de él.Nunca había buscado ni el título ni la importancia, ni la riqueza ni el reconocimiento. Ciertamente nunca había aspirado a convertirse en vizcondesa, y mucho menos encondesa con innumerables casas y cómodas llenas de joyas. Delia no deseaba más quela tranquilidad y el cariño de una familia propia, algo que el vizconde Tyverne nunca podría ofrecerle, en el caso de que supiera que algo así podía existir. Quizá no losabía dada su educación. Pero Delia sí. Tenía veintiún años y aún le quedaban sueños. Georca se rindió. ¿Por qué iba a hacerlo ella?Intentó no pensar que también la tía Lizzie podía tener sus propios sueños. Incluso Mindlepodía tener aspiraciones de cara a su vejez. Sin embargo, el primo Clarence y suesposa nunca se quedarían con el viejo sirviente. Sus andares encorvados y sus gafas no serían apropiados para su recién adquirida vanidad. Tampoco se sentirían obligad

os a despedirlos a él y a Nanny con una pensión. George, ese cabeza hueca, pensaba que viviría siempre. Delia no podía encontrar un testamento que probara que había tomado disposiciones con respecto a ellos.Si ese mequetrefe no se hubiera marchado y hubiera hecho que lo mataran le dijo asu caballo, estaría tentada de asesinarlo yo misma.Bueno, tendría que pensar en algo cuando este otro lío estuviera resuelto. De acuerdo, todavía no se le había ocurrido una solución decente, pero lo haría, y no incluiría unmatrimonio de conveniencia que seguro que resultaba ser malditamente inconveniente.Una vez que tanto los dulces como el sombrero habían sido triturados, Delia supo que era hora de regresar a casa. Le apetecía mucho más salir a montar un rato, una cabalgada rápida, a horcajadas, con los viejos pantalones de montar de George tal ycomo solía hacer. Pero ahora era mayor y estaba de luto, y tenía importantes respons

abilidades con las que cargar. Nunca podría dejar de lado sus problemas, sin importar lo veloz del corcel. Asimismo, la habitación que había cedido al vizconde daba al patio del establo y Delia no quería que pensara que era una marimacho sin gracia

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alguna. Además, se le había terminado los azucarillos con brandi.Mientras regresaba sin ganas a la casa, Delia dio gracias a los hados por no haber sucumbido a la tentación ya que había un carruaje estacionado frente a la puerta.Lo reconoció con facilidad puesto que había pertenecido a Faircroft hasta hacía tresmeses. Todavía era así, por supuesto, pero el primo Clarence era ahora el dueño de tanto la casa como el carruaje. No merecía la pena pensar en la furia que se habría desatado si él y Gwen la hubieran visto vestida con los pantalones de montar. Tampoco

en la razón de su visita.Delia se dijo que no debería sorprenderse de ver a sus familiares ahora que había llegado a sus oídos la noticia de la llegada del vizconde. Seguro que un caballero con título en las cercanías, un caballero rico y respetable, los atraería como moscas ala miel o como buitres a un animal herido.Mindle los informó de que el vizconde estaba descansando y le ahorró así a Delia el mal rato de tener que presentar a dos de los sapos más grandes del estanque de Hyllsdale-at-Hythe. Se dijo que era un hombre afortunado. O sabio, si había seguido elconsejo del mayordomo.Pidió que les trajeran el té y esperó que el cocinero se las hubiera arreglado para preparar algo entre cocinar para la habitación del enfermo, para caballeros de proporciones heroicas y para sus caballos. Si no, Clarence se comería las alfombras. Cl

arence no se estaba volviendo demasiado gordo, eso ya lo había sobrepasado con creces hacía años. Gwen, que se pasaba la vida vigilando su peso (es decir, vigilando que incrementaba con cada dulce azucarado que se metía en la boca), estaba segura de que miraría con desdén cualquier cosa que saliera de las pueblerinas cocinas de Faircroft.Tal y como se dio cuenta Delia mientras esperaba a que trajeran el carrito con el té, se había equivocado. Sus parientes no habían sacrificado sus escrúpulos para adular al vizconde durante una tarde. Vinieron a quejarse por no poder trasladarse ala casa y adularlo durante todo el tiempo que él estuviera. Un vizconde, un héroe herido, tal y como declaró el primo Clarence ante la insistencia de su esposa, debía ser entretenido tal y como su posición lo merecía.No importaba que esa posición fuera la de estar acostado sobre una improvisada cama en la habitación de al lado, y Gwen quería dar una cena en su honor, aquí en Faircro

ft. Es lo que esperarían los vecinos.¿Cómo? preguntó Delia. ¿Celebrarías una fiesta en la casa de George cuando su cuerpo apstá frío en la tumba?Gwen vestía un vestido de viaje rosado debajo de las pieles con un lazo negro entrepasado por el encaje color crema del tirante escote. Clarence llevaba puesto unchaleco de rayas en tonos pardo rojizo y amarillo claro que no le ataba en la cintura, y un brazalete negro como única concesión al luto.Gwen cerró su estola de piel sobre su pecho, como un hurón sobre una balda.Al contrario que otros que podría nombrar, somos muy conscientes de lo que es propio y lo que no. No habría baile, por supuesto.Me temo que es imposible. Su señoría está demasiado enfermo. Delia cruzó los dedos trasespalda para asegurarse de que no echaba mal de ojo a la recuperación del vizcond

e. Y el servicio no puede vérselas con una reunión social en este momento, con personas convalecientes en la casa. La tía Eliza asintió mostrándose de acuerdo desde la silla recta que había escogido, tan lejos como fue posible, del sofá que compartían los usurpadores. Ellos, por su parte, ignoraban completamente a la tía de Delia. Por lo que se refiere a las habitaciones, estuvisteis de acuerdo con respecto a Belinda continuó Delia.Estuvimos de acuerdo con respecto a una visita temporal. Dijiste que harías algo con esa persona.La voz de Clarence estaba adquiriendo el mismo tono petulante que cuando era niñoy se acababan los dulces. Delia rezó para que Mindle se apresurara con el refrigerio.Sí, estoy haciendo planes para Belinda, pero está demasiado enferma para desplazarse.Ya lo explicaba en mi carta le dijo a su primo, aunque sabía perfectamente que sus

planes habían expirado junto con George. Si cruzara los dedos con más fuerza, no sería capaz de servir el té cuando por fin llegara.Estoy segura de que no está tan enferma como para no poder mudarse a la buhardilla d

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ijo Gwen arrugando la nariz. Yo di a luz a mis tres hijos sin molestar a nadie. Su sitio está en la buhardilla, si no en el establo. No en la suite del baronet dijoarrugando de nuevo la nariz y retorciendo el animalito muerto con ojos de perlaque llevaba sobre el pecho.Pero entonces Nanny, la tía Eliza, Mags y yo estaríamos de continuo subiendo esas estrechas escaleras. No, no servirá. Además, no sería necesario. Su señoría nos dejará probabmente por la mañana.

¿Cómo? ¿Antes de que podamos conocerlo? Gwen soltó un alarido al tiempo que se levantabae un salto y comenzaba a reorganizar las figuritas de la chimenea. No, si está tanenfermo como hemos oído, tiene que quedarse por lo menos una semana más. Y nosotrosdebemos estar aquí como anfitriones.Delia supuso que Gwen tenía ahora derecho a mover los muebles de un lado a otro, pero la colección de perros de porcelana sobre la chimenea había pertenecido a su madre, y de ningún modo era parte del legado. Así que contestó de forma quizá un poco más cáuica que lo que debiera, sabiendo lo sensible que era Gwen cuando se le recordaban sus raíces comerciales.¿Que Tyverne debe hacer qué? Y ¿quién eres tú para dar órdenes al hijo de un conde?Bobadas, disfrutará con los cuidados. Todos los hombres lo hacen.Tyverne no parecía ser del tipo de los que disfrutaban cuando se estaba muy pendie

nte de ellos, pero Delia se contuvo. Gwen no lo hizo.Y, de todas formas, ¿en qué estás pensando, chiquilla? Necesitas que estemos aquí para ayudarte a mantener la compostura. Considera tu reputación, por una vez, y cómo nos afecta.¿Qué reputación? preguntó Delia. Juraste que la mía estaba destruida cuando acogí a Belpués de que su padre la echara de casa.Pero entonces George estaba vivo y no teníamos nada que decir sobre el asunto.Habían dicho mucho, no obstante, y todo feo, injusto e inútil.Gwen se detuvo en su valoración de las chucherías para retomar su asiento junto a Clarence y junto al plato de galletas de jengibre con jerez que había traído Mindle. Delia esperaba que les gustaran. Al caballo no le habían hecho gracia.Gwen arrugó su larga nariz cuando vio las galletas, pero se dignó a probar una antesde que Clarence las devorara todas.

De todos modos, eso fue entonces y prometiste que sería algo temporal. Tu reputaciónpodría haberse restaurado. Pero ahora digamos quePellizcó a Clarence en el brazo de forma que soltó la segunda pasta.Bien. Ahora digamos que ¿qué?Que un caballero soltero en casa de una mujer soltera es algo alarmante.Clarence mordió otro trozo.Cierto. Dallsworth se me quejó cuando le llegó la noticia.Delia comenzaba a señalar a la tía Eliza como una carabina lo suficientemente válida cuando la asaltó otro pensamiento.¿Dallsworth? ¿Qué importa la opinión de ese viejo reprobo?Clarence resopló, probablemente para que le cupieran más galletas.Un buen caballero, ese Dallsworth. Muy respetado, ya sabes.

Delia sabía que pellizcaba a las criadas a la menor oportunidad. Se entretuvo preparando el té que por fin había traído Mindle. Pensó en pedirle a Gwen que lo sirviera, puesto que la esposa de Clarence era de hecho la anfitriona. Pero lo que estaba sobre la bandeja era la porcelana Wedgewood de la madre de Delia y Delia sentía quesu genio saltaría a la mínima. Sirvió ella misma.Gwen examinó las rebanadas de pan con mantequilla, miró inclinando su larga nariz ylas rehusó.Dallsworth es el caballero de mayor rango de la vecindad le recordó a Delia, como sia Delia se le hubiera permitido olvidarlo en algún momento. También tenía el alientomás rancio de toda la vecindad, incluyendo al cerdo ganador de concursos propiedadde Tom Burdock.Ha accedido a renovar su proposición se las arregló para decir Clarence con la boca ycon las dos manos llenas.

Delia casi escupió el té.¿Te ha vuelto a pedir mi mano?¡Ja! Clarence soltó una risotada mientras esparcía migas sobre su chaleco de vivas rayas

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y el sofá de damasco. Ya te dije que nuestra Dilly era un verdadero encanto. De todos modos, no parece lo correcto acoger en tu casa a otro hombre la amonestó señalándola con un trozo de tostada.Delia posó la taza de su madre antes de que se sintiera tentada a lanzársela a su primo en la cabeza.Como bien sabes, el vizconde está enfermo, así que no estoy entreteniendo a nadie. Además, no tomo en consideración en absoluto la proposición de Dallsworth. Ni ahora ni n

unca. Ya hemos hablado antes sobre esto, primo, con los mismos resultados.Pero eso fue cuando tenías otras posibilidades dijo Clarence mientras deliberaba entre escoger pan con mantequilla o galletas de jengibre. No te queda ninguna, Dilly. Por otro lado, te hemos concedido tiempo para superar tu dolor y esa tontería dehacer el bien. Ahora tienes que casarte. Debes entenderlo.No lo entiendo en absoluto. Lo que Delia sí entendía era que ni Clarence ni Gwen la querían en esa casa, pero eso no significaba que tuviera que casarse.Bien, ahora soy yo el que manda insistió Clarence, y digo que aceptarás a Dallsworth.Intentó tomarse buscarle una explicación a la orden de su primo. Después de todo su primo era su tutor legal, el depositario de sus fondos.Vaya, Clarence, ¿vas a arrastrarme hasta el altar pataleando y chillando? Es la únicaforma en la que lo conseguirías, y aun así, no pronunciaría mis votos. ¿Cuáles? ¿Honrar y

bedecer a un hombre que se hurga la dentadura en público? Clarence escupió de forma brusca y volvió a meterse la navaja en el bolsillo. Pero ¿por qué os interesa tanto a los dos la causa de Dallsworth se preguntó Delia en voz alta, especialmente cuando derepente hay otro caballero elegible entre nosotros?¡Bobadas, chiquilla! gritó Clarence. No eres tú la que tiene que hacer preguntas.¿Qué pasa? ¿Te ha prometido una posición de beneficio a cambio de mi dote? ¿Un apartamenten su casa de Londres? ¿Vas a beneficiarte de los acuerdos matrimoniales? Delia elevó la voz. ¿Qué es, Clarence, lo que vas a ganar con mi boda con ese memo?Clarence se puso de un tono púrpura muy poco atractivo, en especial junto al tonode su llamativo chaleco.Tonterías. Recuerda tu lugar, niña.No me corresponde ningún lugar, ¿recordáis? Pero no voy a ayudaros, cualesquiera que sean vuestros motivos egoístas. No voy a casarme con esePor supuesto que no vais a casaros con el señor Dallsworth, mi querida señorita Croft llegó una voz con tono firme desde la puerta. Vais a casaros conmigo.Dos tazas, junto con Gwen, golpearon la alfombra al mismo tiempo.* * * Capítulo 10Después de que la señorita Croft lo hubo dejado, Ty se recostó sobre las almohadas, exhausto. Veinte minutos en compañía de la mujer eran como un mes de fiebres. Debía de haberse quedado dormido, porque lo despertó de nuevo el sonido de quejidos y lloros. ¡Cielos! ¿Tan ofensiva era su propuesta? Pero no, recordó que ambos sonidos parecían ser perpetuos en esta casa. Habría ido a investigar si no hubiera sido por el hechode que la mayoría de los ruidos parecían venir de las habitaciones de la familia en

el piso de arriba, donde no tenía una posible excusa para salir a explorar. Entonces escuchó gritos mucho más cercanos. De hecho, si no se equivocaba, la discusión teníalugar en la habitación de al lado. Se entendía perfectamente y Ty no se considerabaun fisgón, sino más bien parte de una audiencia accidental hasta que oyó que se mencionaba su nombre.Alguien chillaba a su señorita Croft, porque así era como él la consideraba. También pensaba que aunque él pudiera desear imbuir algo de sentido común en la linda cabecitapelirroja de Delia, nadie más tenía derecho a molestar ni uno solo de sus brillantesrizos. Por lo que podía entender, Clarence, el primo al que mencionaban en las cartas de George, estaba alterando su tranquilidad mental.Ty saltó de la cama y consiguió ponerse derecho y mantener el equilibrio agarrándose auna mesita auxiliar. Todavía inestable, agarró sus pantalones de montar del respaldo de una silla y se los puso. Remetió la camisa de dormir de George por la cintura

lo mejor que pudo y se puso con dificultad la guerrera del uniforme. Le faltaban las botas, porque se las habían llevado Mindle y Dover para que el chico aprendiera cómo se sacaba brillo al calzado de un caballero. Echaba en falta su espada más

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que las botas mientras seguía el rastro de las enfadadas voces. ¡Maldita vida civil!Las palabras de sir Clarence iban subiendo de tono al tiempo que amenazaba a laseñorita Croft con Dallsworth. Ty comenzaba a despreciar en serio la mera mención del nombre de ese hombre y tampoco tenía una opinión demasiado buena del nuevo baronet. Incluso Ty sabía que pegarle un puñetazo en el salón de la dama no sería considerado como algo educado, así que solo había una cosa que podía hacer. Abrió de golpe la puertadel salón.

Por supuesto que no vais a casaros con el señor Dallsworth, mi querida señorita Croft anunció. Vais a casaros conmigo.Ty se felicitaba por la brillante táctica empleada: silenciar las armas del enemigo al mismo tiempo que reforzaba su propia posición. Se sentía orgulloso por haber recordado utilizar el« querida» para apelar a la vena romántica de la señorita Croft.Cuando vio el efecto de su afirmación pensó que quizá tendría que haber considerado su estrategia con un poco más de detenimiento. Diablos, tendría que haberle pegado un puñetazo suponiendo que esa bola de sebo que lo miraba con la boca abierta como lasvacas al tren fuera de hecho el primo de George, y acabar con todo de una vez por todas. De todos modos, la sangre habría pasado desapercibida, con ese chaleco.La señorita Croft no se mostró impresionada con el plan de batalla de Ty.¡No voy a casarme con nadie! gritó mientras se arrodillaba primero para recoger la vaj

illa y luego para encontrarse con Gwen oliendo las sales de su limosnera.Las vajillas delicadas y las mujeres que se desmayaban constituían dos de los terrores de Ty. Se mantuvo plantado junto a la puerta, tan horrorizado como el paleto de Clarence, aunque por diferentes motivos.Delia lanzó una mirada furibunda a ambos ya que tuvo que arrastrar ella sola hastael sofá a una Gwen a medio revivir. Después de poner una nueva taza de té en manos dela mujer en una taza también nueva y sin descascarillar y otra en las manos de latía Eliza, que lloraba quedamente en una esquina, seguro que de alegría, se lanzó contra Tyverne.Ahora mirad lo que habéis conseguido.¿Qué había hecho? ¿Salvarla de ser arrojada de cabeza a un matrimonio con un hombre al que despreciaba? ¿O, peor aún de una vida de vergüenza y de andar escatimando siempre? ¿Oincluso peor, tener que vivir con estas setas y sus retoños que sin duda no serían

más que esporas?He anunciado nuestro compromiso un poco prematuramente, eso es todo dijo encogiéndose de hombros.¡No estábamos comprometidos, zoquete!Yo le he oído decirlo, Dilly intervino Clarence abanicando a Gwen con su pañuelo hastaque esta lo apartó de un manotazo.¿Sabéis? No me gustan los diminutivos cariñosos. Supongo que es natural, teniendo un nombre como Arquímedes, pero me recuerdan a las mascotas y a los hermanos pequeños dijoel vizconde examinando sus dedos.La señorita Croft miró a Ty como si estuviera loco.Y eso ¿qué tiene que ver, por el amor de Dios?Pero Clarence lo entendió.

¿Por qué no nos presentáis, eh, Delia?Eso hizo y Gwen incluso se las arregló para lucir una afectada sonrisa, antes de que Delia les dijera impacientemente que ignoraran todo lo que había dicho Tyverne.Este hombre obviamente desvaría, está fuera de sí por culpa de la fiebre. Vaya, hasta se le han olvidado los zapatos.Ty bajó la vista hasta sus pies descalzos y movió los dedos sobre la alfombra.No, Mindle se ha llevado mis botas para sacarles brillo.Dudo que esa vieja reliquia sepa cómo se hace comenzó a decir Clarence. Ahora bien, miayuda de cámara tiene una fórmula secretaTy estudió el relleno atuendo del hombre. Por una vez deseó tener un monóculo, un gesto afectado típico de los dandis londinenses, a fin de poder elevarlo y hacer que se le bajaran los humos a este sapo pretencioso.Sí, ya veo que vuestro hombre tiene buena mano a la hora de vestir a un caballero di

jo.La señorita Croft emitió un sonido impropio de una dama, pero Gwen ya había revivido lo suficiente después de tomar el té como para pellizcar a su esposo en el brazo y su

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surrarle algo al oído.Ty deseaba que alguien le ofreciera un té o, mejor aún, un brandi. Comenzaba a dolerle de nuevo la cabeza y notaba que las piernas aún le flaqueaban.¿Qué? ¿Qué? Oh, sí, Dilly. Quiero decir Delia. Es decir, es imposible que estéis compromecon nuestra prima, Tyverne. Nunca os he dado permiso.Bueno, lo obtuve de su guarda legal. Metió la mano en el bolsillo para buscar un papel doblado que entregó a Delia. Aquí lo tengo, en la última carta del teniente Croft, u

na que nunca llegó a enviar. Tenía intención de habérosla entregado antes, querida, perose me olvidó mientras postrado en la cama.Traed, ya la cojo yo dijo Clarence levantándose del sofá con dificultad.¿Cómo? ¿Leeríais el correo personal de la señorita Croft, la última carta que tendrá de so hermano? preguntó Ty mientras se juraba a sí mismo que compraría un monóculo a la menoroportunidad. Yo creo que no.Clarence se echó hacia atrás, derrotado. Sus ojos se alegraron cuando vio la última rebanada de pan con mantequilla.Mientras tanto, Delia se había excusado y se había retirado unos pasos para leer lacarta. La estudiaría más tarde y probablemente lloraría cuando leyera las últimas palabras de George para ella, pero ahora la leyó por encima. Al mismo tiempo, Ty se sirvió una taza de té y requisó una tostada.

Cuando acabó de leer, Delia elevó la vista.Pero aquí no dice nada deEsperad. Ya lo sé le dijo Tyverne. Por eso me hice con un permiso especial de caminohacia aquí. Palpó otro bolsillo de la guerrera. Luego se volvió hacia Gwen, a lady Croft. Había pensado en una ceremonia sencilla, solo la familia y los amigos más cercanos, debido a nuestra reciente pérdida. Estoy seguro de que vos conoceréis mucho mejorqué es lo más adecuado en estos casos a la vez que cumplimos con los deseos de George.George nocomenzó Delia pero encontró que tenía la boca llena de tostada.Clarence meneaba la cabeza.George nunca tuvo ni una pizca de sentido común. Marcharse a la guerra apresuradamente cuando no había ninguna necesidad.Ty perdió el apetito de repente.

Había necesidad y mucha, de contar con todos y cada uno de estos valientes muchachos.Os doy por valiente, pero mi primo no era más que un atolondrado demonio.Mirad el jaleo en el que nos ha dejado asintió su esposa, con la cabeza de la pobrecriatura disecada muerta balanceándose sobre su pecho.Me dejó a mí vivo para que remediara la situación. Ty se levantó y mostró su considerabltura y formidable porte militar a pesar de su estado debilitado. El teniente Croft, vuestro primo, sir Croft, me salvó la vida. Y eso es suficiente.Clarence sacudió en el aire su mano carnosa.De acuerdo, de acuerdo. No hay necesidad de ponerse así, digo yo. No se debería hablar mal de los muertos de ninguna manera. Con todo, George nunca me dijo nada a mí de sus deseos, así que no podéis casaros con Dilly. Ejem, con Delia. He concedido su

mano a Dallsworth.Ty bajó la mirada hacia la mujer que se encontraba a su lado. Vio dos delicados apéndices que formaban dos prácticos puños.No parece que estas manos hayan sido tomadas dijo cogiendo las de la joven en lassuyas, mucho más grandes, antes de que la señorita Croft pudiera decidirse a utilizarlas. Y tampoco veo un anillo en ninguno de los dedos.Delia forcejeó para liberar sus manos, un intento de seguro fútil considerando el superior tamaño, fuerza y determinación del a la vez vizconde y mayor, mejor estrategaque Clarence. Ty notó que tenía el rostro encendido, pero no tanto como Clarence, al borde de la apoplejía, ni tampoco el tono del de su mujer, que llevaba un vestido rosado más apropiado para una chica joven y delgada.Mientras Delia seguía luchando por liberar sus manos, Ty decidió que ese color añadidohacía que la señorita Croft se mostrara endiabladamente atractiva. No tan bonita co

mo cuando sonreía, por supuesto, pero vibrante, viva y atractiva, sobre todo con el pelo rojo que se escapaba del rodete y formaba rizos sobre las mejillas. Además,comenzaba a admirar su carácter y determinación.

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Para evitar una escena mayor de la que ya había montado, Ty soltó una de las manos de la señorita Croft pero sostuvo la otra. Era agradable, justo del tamaño y suavidadideal. Disfrutaba tanto con la sensación de su piel suave y desnuda entre sus manos que se la llevó a los labios.Ella le pegó un pisotón en el pie. En el pie descalzo. Quizá algo menos de carácter seríamás admirable.Clarence seguía farfullando.

Y, de todas formas, no podríais tenerla, no sin mi permiso, porque todavía es menor de edad.Vaya, yo pensaba que un permiso especial servía precisamente para esas eventualidades.El permiso especial significaba que la edad, el permiso o leer las proclamas eran innecesarios, y Clarence lo sabía. Con ese documento en la mano, Delia podría desposar al mismísimo Diablo o a un vendedor de lencería.Pero yo no tengo que entregar su dote en el caso de que lo haga en contra de mi voluntad.Oh, ¿teníais dote, querida? preguntó Ty a Delia, como si tal pensamiento nunca se le hubiera ocurrido, lo cual, honradamente, era lo que había sucedido. El dinero no eralo importante, por lo menos no para él. Os aseguró que no la echaré en falta. Le apretó

mano cuando ella iba a hablar y luego se dirigió a su primo. Pero, decidme, sir Clarence, ¿tenéis intención de rechazar mi proposición? Es decir, en el caso de que decidapedíroslo a pesar de tener la aprobación del hermano de la dama.Por supuesto que la rechazaré. Ya le he dicho que sí a Dallsworth, os lo he dicho antes.Ty ignoró la mención a su posible rival.Ahora que lo pienso, la dote de la señorita Croft sería bienvenida para proveer paracualquiera de las hijas que pudieran sobrevenir de la unión. Los hijos, por supuesto, recibirían una dote abundante con las propiedades del título. Me pregunto cómo selo explicaríais a mis abogados, negándoos a ofrecer vuestras bendiciones, y los fondos de su propiedad a un matrimonio entre vuestra prima y un St. Ives. El heredero de St. Ives, de hecho. Supongo que no cuestionáis mi capacidad de mantener a laseñorita Croft de manera apropiada. Su mirada vagó por la sala, la cual, aún siendo más g

rande y elegante que cualquiera de los alojamientos del ejército en los que había estado hace poco, cabría en los vestíbulos de la mitad de las casas de su padre. Por lotanto, solo se puede deducir que encontráis algo negativo en mi persona. Dijo estoúltimo con suavidad, no tanto como una afirmación sino como un reto. Ty podría haberlanzado un vaso de vino a la colérica cara del baronet, si tuviera un vaso de vino, o haber abofeteado las rollizas mejillas de Clarence con un guante, si los llevara puestos. En su lugar, perforó al corpulento petimetre con su mirada azul. Creoque sería un error.La mujer de Croft lo estaba agarrando del brazo, arrugándole el tejido y probablemente salvando la vida de su esposo.No puedes hacerlo, Clarence. Su padre es conde. Tyverne será conde algún día. No puedesrechazar la oferta de un vizconde.

¡Vaya, yo sí que puedo! dijo Delia reclamando su mano y limpiándola intencionadamente enla falda con la esperanza de que le desapareciera el hormigueo. Sí que puedo y lovoy a hacer.La tía Eliza comenzó a llorar de nuevo. Ty supo entonces que era hora de sacar la artillería pesada. Se sentía agotado y cada vez más débil, y parecía que estaba perdiendo laguerra, aunque quizá había derrotado a Clarence en la batalla de ese día.Apuesto a que Dallsworth no está dispuesto a aceptar la criatura.Cinco bocas se abrieron mudas de asombro, incluida la de Mindle, que había regresado con las botas del mayor. Delia fue la primera en recobrar el uso de los sentidos.¿Y vos lo estáis?Ty lo había estado considerando. Razonó que ninguna mujer quería abandonar a su hijo,sin importar cómo hubiera sido concebido, así que la hermana de George podría mostrars

e más dispuesta a su proposición si esa propuesta incluía al niño. Llevar al recién nacidoa su casa generaría cotilleos, pero a él, ¿qué le importaba? Muchas familias conocidastenían entradas irregulares en su pedigrí y a Ty no le importaba si vivían fuera de Lo

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ndres, donde afloraban los aficionados a los rumores y a cocinar escándalos. Por otro lado, aceptar al niño no significaba que reconociera su paternidad, algo que,por otro lado, nadie creería puesto que Tyverne había estado fuera de Inglaterra durante el pasado año, y dudaba que la señorita Croft hubiera estado en la Península.No obstante, si declaraba el hijo como suyo, alguien tendría que llevarlo a juiciopara refutarlo. Totty o Nonny podrían hacerlo, si se trataba de un chico, para evitar ser eliminados de la sucesión por un intruso de baja cuna. Ty no podía imaginar

se a ninguno de sus hermanos concediendo importancia al hecho de quién se quedabacon el condado. Sin embargo, al conde si le importaría. Y de qué manera presentaría una alegación en contra. Ty podía muy bien imaginarse a su padre sufriendo un ataque ante el solo pensamiento de considerar a alguien extraño a la familia en la línea desucesión de su título. Podría incluso merecer la pena el agravante de ver al viejo morirse de vergüenza con un bastardo por nieto.Sí contestó, estoy dispuesto a aceptar al niño. Mi deuda con George Croft no demanda mes. No podría mirarme en el espejo si no lo hiciera.Clarence se quedó sin palabras y su esposa pensaba en desvanecerse de nuevo. Mindle movía la cabeza y las lágrimas de la tía Eliza cambiaron a hipidos. Delia miraba fijamente al vizconde como si acabaran de salirle antenas.El silencio fue roto por Dover, el cual entró por la puerta dando saltitos.

¿No son maravillosas esas botas, mayor? Vaya, ¡si hasta puede uno verse reflejado enellas!* * * Capítulo 11De todos los arrogantes, descarados Delia estaba tan enfadada que no encontraba palabras.¿Estúpidos? se aventuró Tyverne con una media sonrisa tranquilizadora a la vez que se preguntaba qué era lo que había hecho mal esta vez para soltar al zorro entre las gallinas.Eso también. Delia agarró la manga del vizconde para tirar de él hacia fuera de la habitación. Estoy segura de que nos excusaréis. Obviamente, lord Tyverne y yo tenemos asuntos que discutir en privado.

¿En privado? Vaya, vaya, eso no está del todo bien, ¿verdad, Gwen?Me aseguraré de que el cocinero te prepara el resto de las galletas de jengibre para que te las lleves dijo Delia a su primo.Bueno, supongo que entonces está bien. Se levantó del sofá de un salto, fuera del alcance de su mujer. ¡Ay! ¡Maldita sea, Gwen! Mañana voy a estar lleno de moratones. ¿Qué dicesAh, sí. Ahora soy el cabeza de familia, Dilly. No puedes tomar estas decisiones tú sola, ya sabes. Yo soy el que tiene que mirar por el bienestar de la familia, ¿vale?Si a vosotros dos dijo mirando fijamente a Clarence y luego a Tyverne, a cualquierade vosotros dos, os importara una pizca mi bienestar o mi felicidad, me consultaríais sobre mis deseos y no pasarías sobre ellos sin miramientos. No soy ni una niñani una ignorante que necesite vuestra supervisión.

Pero Dilly, chiquilla, no eres más que una mujer. ¿Cómo puedes saber lo que es mejor?Ty podía ser un rudo soldado pero por lo menos sabía que eso no se le decía a una mujer. No le sorprendería que Dilly, Delia, fuera la que arrojaría el guante a sir Clarence. De hecho, decidió sacarla de la habitación antes de que cogiera un arma arrojadiza. Estaba demasiado cerca del atizador de la chimenea y quién sabía sobre cuál de los dos lo utilizaría antes.Delia estaba tan furiosa que temía que si pasaba un solo minuto más acabaría expulsando a Clarence de su propia casa. Necesitaba quedarse en Faircroft durante algo másde tiempo, lo cual quería decir que necesitaba mantenerse lejos de la presencia deese imbécil. En lo que concernía al petardo que volvía a tener su mano en su enorme pezuña, bueno, lo invitaría a marcharse con cajas destempladas. Si por Delia fuera, suponiendo que el oficial estuviera demasiado enfermo como para montar a caballo,podía utilizar el carruaje de la familia junto con Clarence y Gwen y llegar hasta

la casa del padre de Gwen. De esa forma, nadie podría dañar su reputación y ella tendría una molestia menos de la que ocuparse. Lo empujó hacia la puerta.El problema era dónde llevar al metomentodo del mayor para decirle lo que pensaba.

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Ciertamente, no podían ir a su cercana habitación ni a cualquiera de las habitaciones de ese piso donde sus palabras serían sin duda escuchadas por sus primos aunquetuvieran que permanecer con las orejas pegadas a la pared. En el piso de abajolos miembros del servicio también constituirían una audiencia particularmente atenta. No podían ir afuera o a los establos, ya que el muy ganso se había olvidado las botas dentro. Eso les dejaba con la sala de estar de la habitación principal, la queDelia guardaba como un tesoro, así que la joven guió al vizconde hacia arriba por l

a estrecha escalera de caracol. Supuso que tendría que haberlo advertido del techobajo en el descansillo.Antes de que pudiera ordenar las furiosas palabras que pugnaban por salir como una estampida de su cabeza, su señoría comenzó a hablar, a pedirle perdón. Sus estiradaspalabras apenas penetraron su furia. Se mantuvo erguido en el centro de la habitación, una atractiva estatua de anchas espaldas, una que podía haber llevado el nombre de Heroísmo británico o El Ares del Imperio. Era tan fuerte, tan seguro de sí mismo, nunca dudaba de su propia autoridad o juicio, que Delia habría gritado para interrumpirlo si no hubiera visto que se balanceaba sobre sus pies.Lo siento, señorita Croft repitió, esta vez a sus espaldas ya que Delia se había acercado a la bandeja de las bebidas junto a la ventana. Me he sobrepasado.No, lo que hicisteis fue cabalgar hasta aquí con la intención de examinar los bienes,

hacer vuestra oferta, firmar unos pocos papeles y luego dedicaros a vuestro propio negocio como si estuvierais comprando un caballo en lugar de proponer matrimonio. Pensasteis que podíais meteros en asuntos que no son de vuestra incumbenciasimplemente porque estáis acostumbrado a estar al mando, maldita sea.El mayor tomó aire.Tenéis razón. No debería haber intentado obligaros a casaros conmigo de esa forma, perocierto que pensaba que actuaba conforme a lo mejor para vuestros intereses. Sigo pensando que nuestro matrimonio podría ser beneficioso para ambos, si me aceptarais.Delia prácticamente dejó caer de golpe una copa de jerez en la mano del mayor.Aquí tenéis, señor, y sentaos antes de que os caigáis. Preparó otra copa para ella. ¡Bieel cielo que necesitaba algo para calmar los nervios después de gritarle como unasardinera a ese desgraciado cabeza hueca!

El vizconde tomó el vaso como si fuera una cuerda lanzada a un hombre que se estaba ahogando y se rascó la cabeza mientras contemplaba la elegante habitación crema yoro con sus sillas doradas de torneadas patas. Delia pensó que era bastante sorprendente que él no pareciera demasiado fuera de lugar a pesar de tener desabrochadouno de los botones del uniforme. Le hizo un gesto señalándole un asiento sin respaldo.Eso no se derrumbará con vuestro peso.Naturalmente, él no podía sentarse hasta que lo hiciera ella.¡Menuda pesadez! murmuró Delia sentándose en un asiento con respaldo de mimbre.Tyverne tragó de una vez la mitad de la copa de vino del tamaño de un dedal.¿Es esa la única respuesta que puedo esperar recibir a mi última propuesta? Hubiera pensado que lo que se espera de una mujer es que diera las gracias al pobre tipo po

r su oferta.Delia se bebió su jerez casi igual de rápido.Vos, señor, sois un torpe.Él asintió. Aquí estaba, ¿no?Pero, a pesar de ello, no creo que se me consideraría tan mal partido en el mercadomatrimonial de Londres. No pudo ocultar el escalofrío que lo recorrió al pensar en ello. Delia se levantó y echó otro leño al fuego. Quiero decir que prosiguió el vizcondearte de unas pocas cicatrices y de esta molesta fiebre, tengo todos los dientesy el pelo. Se pasó los dedos por el pelo rubio y se pregunto si se habría acordado depeinarse. Y una cabeza dura añadió, por no decir nada de mis conexiones y suficientesingresos propios como para mantener un hogar, con la generosidad de mi padre o sin ella. Cuando él muera Bueno, eso será en el futuro. Mientras tanto, puedo ofrecera una mujer mi protección y mi respeto. No soy un tacaño, ni un borracho, nunca he l

evantado la mano a una mujer. Por supuesto, ninguna mujer lo había hecho sentirse tentado como esta, pero Ty no mencionó ese hecho. Nunca lo haría.Ahora Delia recorría la habitación de un lado a otro con pequeños pasos, demasiado dis

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gustada como para mantenerse quieta.Lo siguiente supongo que será que me diréis lo comprensivo que seréis como esposo, haciendo la vista gorda ante las discretas relaciones de vuestra esposa, siempre queseáis libre para conducir vuestros propios asuntos.El vizconde acabó el contenido de su copa. La mera posibilidad de una esposa infiel era suficiente para hacer de él un bebedor. Una esposa ya era algo suficientemente malo, pero ¿una esposa que le ponía los cuernos cada dos por tres? ¿Y una que se le

presentara con otro bastardo más que criar? Dejó la copa vacía antes de que el cristal se hiciera mil pedazos entre sus dedos.Vaya, no. Espero que mi esposa haga honor a sus votos, lo mismo que espero de mí mismo. No soy ni un libertino ni un mujeriego, señorita Croft.Bien, un marido fiel es muy deseable, aunque una rareza hoy en día, por lo que tengo entendido. Así que eso ya es algo, supongo.¿Algo pero no lo suficiente?Oh, ¡cómo deseaba Delia que lo fuera! El mayor lord Tyverne parecía ser de los decentes. Serio y reservado y un ejemplo excepcional de un hombre dominante, pero el asomo de una sonrisa que había acertado a ver antes demostraba que el hombre podía relajarse en algún momento. Y era endiabladamente guapo, ya sonriera o estuviera serio. Casarse con él solucionaría muchos de sus problemas y los de la tía Eliza, y las de

más personas a su cargo. Pero entonces ella, y con ella todos los demás, perteneceríana este hombre que comandaba ejércitos. Delia se convertiría en una pequeña porción de lo que las legiones romanas llamaban impedimenta, todo lo que se sumaba a su alrededor. O que abandonaban cuando las circunstancias o los vientos de guerra cambiaban. ¡Maldito fuera! Maldito el noble caballero y su aún más noble oferta, por tentarla a abandonar sus sueños. Negó con la cabeza, enfadada, ignorando el pelo que se había salido de la trenza. ¿Qué más le daba si parecía que había atravesado un seto a rastra¡Por todos los santos, así era como se sentía!No, lo siento, mi señor. No es suficiente. Ni con mucho.Ty se levantó y se sirvió otra copa de vino. Lo que quería hacer era engullir todo elcontenido del decantador, pero no lo habían educado en los barracones de la tropa,no del todo por lo menos. Rellenó también la copa de la señorita Croft según se le acercó mientras caminaba de un lado a otro de la habitación. Ella le necesitaba, ¡maldita

sea! ¿Por qué no lo veía? Podía vencer a cien enemigos, ganar una docena de batallas, blandir un arsenal de armas y, sin embargo, no podía hacer que una mujer menuda se plegara ante su razonamiento y su lógica.¡El diablo la lleve! maldijo olvidándose de que no estaba solo en su tienda. ¡No sé cómar con una mujer!¿Cómo decís? dijo Delia inclinando la cabeza hacia un lado.Al darse cuenta de su última explosión de furia, Ty se sonrojó y decidió que debería explicarse.Sabía que lo liaría todo dijo con un suspiro. Ya debéis de haber adivinado que no estoycostumbrado a tratar con el sexo débil. Simplemente no sé cuáles son las palabras quequeréis escuchar.¿Que las mujeres no le resultaban familiares a este Adonis de ojos azules? Delia s

e lo creería cuando viera a un burro volando. Vaya, cuando entrara en una habitaciónlas mujeres se echarían a sus pies. A sus pies descalzos. Apartó sus ojos de esos dedos desnudos, pero su mirada se hizo más vivaz en el nacimiento de su cuello, donde ni su guerrera ni su camisa de dormir estaban abotonadas. Podía ver piel bronceada y el comienzo del dorado vello de su pecho y regresó a la ventana, lejos del fuego y de su calor, para refrescar sus mejillas.¿Queréis saber qué deseo oír? preguntó y él asintió. Del hombre con el que me casaría,o oír son palabras de amor.Ty tenía miedo de eso. Negó con la cabeza.No las conozco.Por supuesto que no explicó ella como si fuera un niño. No las sentís.¿Cómo podría sentirlas? Es decir, no os conozco. Os encuentro atractiva y llena de valor.Gracias. Pero no me amáis.Ty deseó poderse soltar otro botón. Dios, no había tenido una conversación tan desagradable desde que la mujer del coronel se presentó en su tienda por error. Por lo meno

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s, el siempre pensó que fue un error.Yo esto os conocí ayer. Eso fue todo lo que pudo decir.¡Exactamente! Delia se sintió aliviada de poder hacer entrar en razón por fin a este imbil cabezota.¿Queréis decir que con el tiempo?Ella pegó una patada en el suelo, aunque no junto a los dedos de su señoría, por desgracia.

Quiero decir, de una vez por todas, que quiero casarme con un hombre que me ame.A mí, no a su sentido del honor. Quiero que mi marido me quiera por mí misma, no porque se siente obligado a casarse por el deber, para cumplir con sus deudas u obligaciones.Él comenzó a hablar, probablemente para reprocharle sus ideas infantiles, por creeren un «fueron felices y comieron perdices». Ella levantó la mano.No, dejadme acabar, señor. Vuestra proposición tenía buenas intenciones y estaba bien expuesta, y os doy las gracias por ello. Pero incluso si estuviera dispuesta a realizar un casamiento ventajoso sin afecto, que no lo estoy, no me desposaría con un soldado.Una raza ruda, es cierto, para una dama como vos, peroPero nada. El código de un soldado es Dios, rey, y patria. Bueno, deseo ser la prim

era para mi esposo, no tan abajo en la lista como para ser una idea del último momento. Dios, rey y Patria repitió haciendo que las palabras sonaran como una maldición.Pero ¿y la familia? Eso es lo que quiero saber. ¿Qué ocurre con esos que quieren queestéis aquí cuando os necesitan?La patria necesita que la defiendan.Por supuesto respondió con amargura. Eso es lo que dijo George, que se marchaba paraprotegerla. Siempre existirá ese conflicto entre el amor y el deber, y lo primeroes el deber, ¿no es así?¿Pediríais a un hombre que renunciara a su honor?Y yo os pregunto, ¿dónde está el honor en morir en algún país dejado de la mano de Dios?cís que no sois jugador, pero el soldado se juega la vida en cada batalla. La guerra es cosa de locos, locos valientes y orgullosos y de sus viudas. Nunca me casarécon un soldado.

Ty entendía ahora por qué los generales no aceptaban oficiales casados: porque sus esposas les escribían. Pensó en decir a la señorita Croft que probablemente se licenciaría del ejército, ahora que no podía servir en el campo de batalla, pero no quería mentir. Si país lo llamaba, acudiría, con un brazo medio inútil y sin él. Tan sencillo como eso.Nada era tan sencillo como eso.¿Qué me decís de vuestro hijo?¿De mi hijo? ¿Qué hijo?Ese sobre el que escribisteis a George, para el que cosíais las ropitas, por el queNanny no hace más que rezar y por el que la vieja Mags se preocupa.¿Creéis que es hijo mío? dijo mientras se sentaba tambaleándose. ¿Y por eso vinisteis?pusisteis matrimonio porque pensabais que yo esperaba

Un hijo fruto del amor terminó Ty, aunque dudaba de que fuera algo así. Apostaría a queel padre era soldado, dado el desprecio que demostraba la señorita Croft por la llamada a filas, un sinvergüenza que la embaucó y luego abandonó cuando terminó su permiso.¿Pensabais que era una ligera de cascos? Delia lo fulminó con la mirada. ¡Cómo os atrevego se le ocurrió algo nuevo. ¿Y me aceptaríais como esposa a pesar de ello? Estáis incluso más loco de lo que me había imaginado.Ty comenzaba a ver por sí mismo la magnitud de su idiotez. Deseó no haberle dado lacarta de su hermano para poder releerla. No había tiempo de pedirla prestada, puesla señorita Croft se había puesto de pie y lo estaba impulsando a levantarse y dirigirse hacia una puerta que comunicaba dos habitaciones.Bueno, después de todo quizá podamos quedar todos satisfechos, mayor dijo según llegabana la puerta. Estáis ansioso por casaros y tan ansioso por saldar la deuda con mi h

ermano a cualquier precio, y todos sabemos que la pobre Belinda necesita desesperadamente que la rescaten. Yo diría que es un arreglo perfecto. Podríais incluso decir que nos ha llovido del Cielo. Contuvo un sollozo y abrió la puerta de par en par.

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Aquí, señor, está el legado que mi valiente y honorable hermano George nos dejó cuandofue a jugar a los soldados. Aquí está la mujer con la que teníais intención de casaros yel niño que os habéis ofrecido a aceptar.* * * Capítulo 12La habitación estaba a oscuras y las ventanas cubiertas. Al principio, todo lo que

Ty pudo distinguir fue a la mujer mayor, a Nanny, leyendo la Biblia a la luz deuna vela. Luego vio un gato blanco sobre la ropa de cama amontonada. No, era unperro pequeño y desaliñado que gruñía ante la visión de los intrusos y el montón no eranra nada mantas y sábanas. Era una mujer claramente embarazada. Ahora pudo reconocer el quejido cuando ella emitió un lamento sin levantar la vista.Esta, señor, es Belinda Gannon, la prometida de mi hermano susurró Delia en la puerta.¡Demontres! Mala era una propuesta de matrimonio, el matrimonio en sí aún peor, pero ¿unalumbramiento? A pesar de todo su heroísmo en la batalla, se hubiera escapado corriendo de la habitación, pero la señorita Croft bloqueaba la salida.¿Está está de parto?Está en estado comatoso, o eso dicen los médicos. Algunas veces se despierta y nos reconoce. La mayoría de las veces, no. Los médicos se han rendido.

Delia se acercó más mientras acariciaba a la perrita para que se tranquilizara y encendió otra vela. Hizo un gesto a Ty para que se acercara a la cama. Con pies de plomo, se aproximó unos milímetros. Según pudo ver, Belinda había sido una belleza, con elrostro en forma de corazón y largos cabellos dorados. Decir que tenía una palidez cadavérica no sería exagerado. Ty había visto ese color cerúleo, casi sin sangre, demasiadas veces como para no reconocer lo tenue del hilo que conectaba a la señorita Gannon a esta vida. Al observar más atentamente vio que las manos que yacían a los lados estaban hinchadas y los dedos abotargados y azulados. Negó con la cabeza.Delia delicadamente retiraba un rizo de la mejilla de Belinda.Despierta, querida y mira quién ha venido a verte. Lord Tyverne es un amigo de George, del ejército.Quizá fue el sonido del nombre de su amado, pero Belinda abrió los ojos. Vio la guerrera escarlata y dejó escapar un grito de alegría.

¡George! ¡Has vuelto! Hizo un esfuerzo para levantar un brazo desde la colcha y extenderlo en su dirección.Ty tuvo que tomar su fría mano entre las suyas. Una vez lo hizo, no supo qué hacer con la carga helada y muerta. La acarició torpemente.No, lo siento. Soy Tyverne, pero pero George me ha enviado para para cuidar de vos.La joven movió su cabeza de un lado a otro. Ya no lo miraba, ni a él ni a nada del mundo real.No es George. No va a venir. Emitió una vez más los mismos quejidos en voz baja.Lo siento mucho, señorita Gannon. Con cuidado, volvió a colocar su fría mano en un costado, sobre la colcha. Muchísimo.Nanny se acercó al otro lado de la cama y sostuvo un vaso en los labios de Belinda. El líquido se escurría por la barbilla de la chica.

Dudo que pueda oírle, señor, o que quiera hacerlo. Como no sois el señor George y esoY eso. ¿Sabía Belinda que George había muerto por salvar la vida de Ty? ¡Dios! ¿Podría senrse más inútil, más como que nunca tendría que haber sobrevivido a costa del joven Croft? Ty miraba fijamente a la forma inmóvil sin saber qué hacer, consciente de que oiríaesos quejidos en sus pesadillas durante el resto de su vida.Venid dijo Delia tocándole el brazo.Esta vez, sirvió un brandi para ambos de otro decantador en la sala de estar.Ty miraba por la ventana, tratando de convencerse de que todavía era de día, aunquesentía que habían transcurrido horas desde que había dejado esta habitación. Sentía la piel húmeda bajo la ropa, pero tenía la boca y los ojos secos y llenos de polvo, como si hubiera estado cabalgando a través de una tormenta de arena. Paladeó el brandi conla lengua e ignoró el pinchazo cuando se mordió el labio.Tiene muy mala letra dijo finalmente.

Delia no se lo podía creer.La pobre está al borde de la muerte, y con ella el bebé. La han echado de su casa, yel hombre al que amaba está muerto y ¿vos encontráis defectos en su escritura?

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No, no es eso replicó Ty sin dejar de mirar por la ventana. No podía soportar ver la condena en otro par de ojos. Veréis, había otra carta en las alforjas de vuestro hermano. Una que no pude descifrar. Si hubiera podidoNunca habríais propuesto matrimonio a un antídoto como yo le ayudó a terminar Delia.¿A un antídoto? ¿No sabía la hermana de George que era más bella que veinte pastorcillas de porcelana china rubias y con ojos azules? Ahora que comprendía las dificultadesa las que se tenía que enfrentar, podía entender su aspecto cansado, preocupado y ce

niciento. La admiraba aún más por eso, por echarse semejante carga sobre las espaldas.No, nunca os habría importunado con mis imprevistas atenciones no deseadas. Nunca habría sospechado que vos, es decir, me habría dirigido a la señorita Gannon. Pensar quesi esa carta llega a ser legible, le hubiera hecho una propuesta a ellaAún no es demasiado tarde. Todavía podéis saldar vuestra deuda con George casándoos con su prometida y dando vuestro apellido a su bastardo. Delia utilizó a propósito los descarnados términos con la intención de no endulzar la verdad.Entonces, ¿está cercana la fecha del parto?Más cercana está la muerte, según los cálculos de Mags, a no ser que se produzca un milagro. Esa es la misión de Nanny. Como no me fiaba de las oraciones de Nanny, hice que vinieran médicos de Londres y también un caro partero. No nos dieron ninguna esper

anza. Uno dijo que Belinda había perdido las ganas de vivir cuando George se marchó.Otro me dijo que el niño estaba maldito debido al comportamiento inmoral de George y de Belinda, y eso la estaba envenenando. Un tercero afirmaba que el niño no estaba en la posición correcta y bloqueaba los humores vitales de Belinda.Ty se agarró a esto último.¿Se puede girar al niño? Algunas veces se puede hacer, cuando las yeguas y las vacastienen problemas.Lo intentó. Mags dijo que fue peor el remedio que la enfermedad. Confío en su buen juicio más que en el de los que se llaman hombres de estudios, porque ha ayudado a nacer a casi todos los niños en kilómetros a la redonda. Dice que, de todos modos, ahora Belinda está demasiado débil para soportar el parto, debido a que ni come ni bebe. Delia bebió un sorbo del brandi y miró al alto caballero que era tan noble como para realmente considerar su alocada sugerencia. No soportaríais la carga de una espo

sa no deseada durante mucho tiempo y, por lo tanto, no tendríais que reconocer alniño como vuestro. Pero Belinda no yacería en una tumba para pecadores.Contádmelo dijo Ty, contádmelo todo, contadme por qué nunca se casaron.Y eso hizo Delia. Habló durante largo rato o, al menos, eso le pareció a ella, aliviada por poder traspasar parte de su pena, su rabia y su confusión a las anchas espaldas del vizconde. Su galantería no le parecía ya tan quijotesca, mientras la escuchaba pacientemente contar una historia que podría rivalizar en tragedia y en estupidez infantil con Romeo y Julieta.Al parecer, Belinda Gannon y George Croft habían sido compañeros de juego en la niñezantes de enamorarse. Siempre habían tenido la intención de casarse. El padre de ella, el señor del lugar y segundo terrateniente más importante después de lord Dallsworth, sonreía con indulgencia a la joven pareja hasta que Belinda cumplió los diecisiete

. De repente, el patito del señor se había convertido en un cisne. Ya no era una chica torpe con granos: Belinda se había convertido en una belleza.Al tiempo que relataba la historia, Delia trataba de que sus propios celos no empañaran la narrativa. Siempre había querido a Belinda como a una hermana y esperabaque, de hecho, se convirtiera finalmente en una, pero nunca pudo evitar sentir celos ante la cercanía que manifestaban los más jóvenes. Entonces, la rellenita hija del caballero resultó ser un diamante. Delia, que desgraciadamente había llegado a lavida como una niña delgaducha de despeinado pelo rojo y pecas, se convirtió en una jovencita delgaducha con pecas que había aprendido a mantener su pelo domado gracias a las trenzas. Ninguno de los chicos del lugar se fijaba en Delia, por lo menos cuando Belinda estaba cerca. Afortunadamente para su amistad, Belinda solo teníaojos para George.El señor dejó de encontrar divertida la situación. Pensó que podía conseguir para su única

ija algo mejor que un baronet rural con modestos ingresos e incluso menores posesiones. Con su belleza y la ayuda de una prima lejana, Belinda podría tomar parteen la temporada de Londres el año próximo y trepar tan alto como deseara en la escal

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era matrimonial.Ignorando las súplicas de Belinda, el señor le decía que no tenía la suficiente experiencia como para saber lo que quería, que no debería decidirse por el primer chico quele regalara flores. Ignorando los ruegos de George, le dijo que era demasiado joven y que necesitaba correrse unas pocas juergas para asegurarse de que no sucumbiría más tarde a la tentación. No dio permiso a George para cortejar a Belinda ni para visitarla en la casa de su prima en Londres. Su pollita tenía que extender las a

las sin un gallito merodeando a su alrededor.Así que George decidió ponerse a prueba a sí mismo. Se alistaría mientras Belinda bailaba por ahí de fiesta en fiesta. Volvería como un héroe, sin duda hecho un hombre, y pediría la mano de su verdadero amor.Belinda tenía otra idea. Se le ocurrió que si se quedaba en estado, su padre tendría que dar marcha atrás. Naturalmente, George no tuvo dificultad en mostrarse de acuerdo con ella. A pesar de sus entusiastas esfuerzos, al parecer Belinda no concibió.La temporada de Londres y la fecha de la marcha de Belinda se acercaban y la impaciencia de su padre ante la presencia de George en el umbral incrementaba. Antes de liarse a puñetazos con su futuro suegro, el joven baronet compró su graduación ymarchó hacia la Península.No mucho tiempo después, por supuesto, Belinda se encontró en un estado interesante.

Su padre no lo encontró tan interesante cuando ella regresó a Kent antes de haber hecho sus reverencias ante la reina. Belinda felizmente asumió que su padre se mostraría dispuesto a enviarla para que se uniera a George y su regimiento, de forma que pudieran casarse antes de la llegada del bebé.¿Cómo? interrumpió Ty. De todas las ideas descabelladas ¿mandar a una chica, además enicado estado, a seguir al regimiento? El señor Gannon tendría que estar loco.Y lo estaba, pero de furia.Delia continuó contando la historia. El señor Gannon se enfadó tanto, de hecho, que borró el nombre de Belinda de la Biblia familiar y echó de casa a su única hija. Le arrojó su bolsa de viaje y su perrita, que George le había comprado. No le permitió llevarse nada más. Ni dinero para un carruaje, ni sus joyas, ni un recuerdo de su madrefallecida, ni un solo chelín, ni siquiera una barra de pan.El bastardo fue él murmuró Ty y luego hizo un gesto que quería decir que no interrumpirí

más.Belinda fue a Faircroft, por supuesto. Y, por supuesto, Delia la admitió en casa.Ocultaron su embarazo sin gran dificultad mientras hacían planes y decían a los vecinos que Belinda había ido a la casa para hacer compañía a la hermana de su prometido.Delia acompañaría a Belinda a la Península y se quedaría con ella hasta que naciera el niño o hasta que George pudiera llevarles a todos de vuelta a casa. Los nervios dela tía Eliza estaban demasiado alterados como para acompañarlas y Nanny era demasiado mayor.Aquí Delia tuvo que dejar de hablar para tomar un sorbo de brandi. El vizconde juraba en voz demasiado alta como para que pudiera continuar.¡Dos inocentes en un campamento militar, sin nadie más que un teniente novato que cuide de ellos! Eso es más que una locura, es es Ty no podía pensar en nada que pudiera ex

presar el horror que le suponía el solo pensar en lo que podía haberles ocurrido a ese par de jóvenes sin entendimiento.¿Qué se suponía que debía hacer? Supliqué al padre de Belinda que nos acompañara. Se negóogué que permitiera un matrimonio por poderes. Se negó y yo no pude conseguir nada por mí misma porque Belinda es menor de edad. Le imploré que nos enviara a una casitaen algún sitio para esperar a George o al bebé. Se negó. ¿Qué hubierais querido que hiciera?Pegarle un tiro. Vamos. Acabad la historia.Estaban a punto de partir cuando el embarazo de Belinda se volvió complicado. Estaba enferma todo el tiempo y se debilitaba más y más. Se volvió inquieta y ansiosa y luego le entró miedo. ¿Cómo iba a hacer Delia que se subiera a un carruaje y mucho menosa un barco? Volvió a escribir a George, incluso una vez más, pero el correo no eramuy seguro y el ejército estaba en movimiento.

Las cosas empeoraron, si eso era posible, y los vecinos se enteraron del estadode Belinda. Faircroft fue objeto de censura y presentado en la iglesia como morada del pecado. Los amigos dejaron de visitarlos, los comerciantes dejaron de abr

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ir cuentas a los Croft. En tiempos menos ilustrados, Belinda y con ella Delia, juzgada por el mismo rasero, habrían sido lapidadas desde las puertas de la ciudad.Ahora las rechazaban.Y Clarence estaba a cargo de las finanzas de la propiedad. Se sentía horrorizado de tener una perdida que plantaba su semilla en el árbol familiar y no quería tener nada que ver con Belinda. No permitía que Delia retirase más fondos. Ella utilizaba su asignación trimestral, además de cada moneda que podía conseguir del dinero destinad

o a los gastos de la casa y pasaba privaciones para poder permitirse contratar los caros servicios de los médicos.Delia suplicó ayuda a sus propios contactos, pero la tía Rosalie también era tía de Clarence e igualmente miserable. Les envió cinco libras, como si eso pudiera sacarlasdel apuro.Para entonces, era obvio que algo iba francamente mal y que Belinda no había contado los días correctamente.Entonces llegó la carta del Departamento de Guerra, y ya fue demasiado tarde.Clarence accedió a que Belinda permaneciera en la casa durante la fase de confinamiento, ya que sabía que, de una u otra manera, no duraría mucho. No tenía otra opción, dado que el ejército tardó en mandar a casa los efectos personales de George y quizá existiera un testamento entre sus papeles que dejara a Belinda algo que no estuvie

ra previsto. Además, Delia amenazó con extender el rumor de que el niño de Belinda erade Clarence si no la dejaba quedarse.Delia confesó que sabía que estaba haciendo mal, pero se trataba de que Belinda y elbebé de George se quedaran o en Faircroft o en el albergue para los pobres. De todos modos, nadie habría creído el rumor, pero Clarence vivía atemorizado por el escándalo, así que accedió.Belinda se rindió cuando murió George y ahora Delia se veía forzada a preocuparse más por la eternidad de Belinda que por su propio futuro. El vicario local predicaba que lo que habían hecho George y Belinda era un pecado y ella iría al infierno, sin escala en el camposanto consagrado. Clarence se negó a considerar enterrarla juntoa George en el cementerio de los Croft y el padre de ella se lavó las manos en todo lo que se refería a este asunto. No venía a animar a Belinda para que se recuperara, ni a decirle que comiera por el bien del niño. No la tranquilizaría con su perdón.

Delia concluyó que deseaba que los dos se pudrieran en el infierno.Pero si os casarais con ella le dijo a Tyverne, por lo menos podríais aseguraros de que Belinda tiene un sitio en el que descansar. Su mayor pecado fue amar a mi hermano, nada más. ¿Pagaréis la deuda que decís deber a George? ¿Desposareis a su prometida?* * * Capítulo 13Ty pensó que de Romeo y Julieta, nada. Esto era Hamlet. Ser o no ser, es decir, casarse. Mientras la señorita Croft le contaba la historia de Belinda, él escuchaba, sorbía su brandi y meditaba. Su primera conclusión fue que la vida en el ejército era mássencilla, con los generales dando órdenes y los oficiales de menor rango llevándolas a cabo. Estaba claro que había que escoger, tomar decisiones de vida o muerte, p

ero a menudo estaban guiadas por el instinto, eran instantáneas, o se decidían en base a información sólida. Aquí Ty se encontraba en arenas movedizas. Ni siquiera sabía siese matrimonio sería legal en el caso de que la novia no estuviera en posesión de sus facultades mentales. Probablemente no, pero ¿quién se opondría?Su propio padre en el caso de que Belinda sobreviviera. Que el hijo de un condese casara con la hermana de un baronet era algo malo, pero casarse con la hija de un terrateniente local era algo peor. Tomar como esposa a la hija de un terrateniente local de dudosa reputación era la peor opción, si se exceptuaba la prostituta con la que quería desposarse su hermano Nonny. Ty no podía sentirse optimista conrespecto al escándalo que cualquiera de las bodas atraería sobre el nombre de la familia.Por otro lado, si la señorita Gannon no sobrevivía al nacimiento del niño, una tristeposibilidad que parecía ser probable, Ty se encontraría con que tenía que volver a emp

ezar de nuevo, y encontrar una mujer que le diera herederos. Sin embargo, ganaríaun tiempo de respiro para tomar una decisión sobre su futuro en el ejército o fuerade él. Ni siquiera Stivern podría presionarlo cuando apelara a un tiempo de luto por

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respeto a la memoria de Belinda.De alguna manera, a Ty todo el asunto le parecía mal, poco limpio: casarse con unamujer que no podía decir que no, hacer planes sobre la muerte de Belinda cuando todavía respiraba en la habitación de al lado, desear que la que los necesitara, tanto a él como a su apellido, fuera la señorita Croft.La mujer a su lado era la mujer con la que el vizconde se habría casado sin dudarlo. Se había ido haciendo a la idea, acostumbrándose a la naturaleza inteligente y cu

riosa de la señorita Croft y a la forma en la que su pelo pelirrojo trenzado sobrela coronilla captaba la luz de la vela como un halo resplandeciente. De hecho,había comenzado a esperar con impaciencia el momento en el que podría conocer su forma de actuar, sus gustos y su sabor. Podrían discutir, y por Zeus que lo harían, pero la vida con la señorita Croft no sería aburrida.La mujer que yacía inmóvil en la otra habitación, sin embargo, era la que George había dejado atrás al marcharse. También era la mujer cuyo hijo había jurado aceptar como suyo.Y Delia nunca se convertiría en esposa de un soldado.Sí dijo Ty finalmente, me casaré con la señorita Gannon y honraré la memoria de George.Delia casi se mostró desilusionada, aunque no esperaba otra cosa. Ya sabía que lordTyverne era un hombre de honor y que tenía la cabeza dura como una piedra. Su sent

ido del deber era superior a cualquiera de las dudas que pudieran asaltarlo y sufuerza y determinación lo ayudarían a solventar cualquier dificultad. No se refería alos músculos y tendones del vizconde, que eran considerables, sino a su seguridadinterior. He aquí un hombre admirable sobre el que cualquier mujer podría recostarse hasta que él oyera una voz de más arriba.Delia sofocó la punzada de arrepentimiento que sentía. Esto era lo que quería, ¿no era así? Un hombre que hiciera de Belinda «una mujer honrada», que la cuidara, que tomara decisiones que Delia no podía tomar o, al menos, que no se podía permitir tomar. Entonces, ¿por qué se mostraba descorazonada ante su decisión? Se obligó a espabilarse.¿Pronto? ¿Será pronto la boda?Ty asintió. Ambos entendieron la necesidad de darse prisa sin necesidad de palabras.Mañana. Winsted, mi hombre, no ha podido salir de Canterbury todavía, así que si podéis e

ncontrar un mensajero rápido, debería recibir mi carta. Puede cambiar una licencia especial por otra, con los nombres correctos. El vizconde extrajo del bolsillo undocumento de aspecto oficial. De todas formas, el secretario del arzobispo no semostró complacido con respecto a este, ya que tuvo que dejar vuestro nombre a medias. No podía hacer que escribiera Dilly, no sabía qué otra cosa decirle.Nunca me importó que me llamaran Dilly, por lo menos no mucho dijo ella mientras buscaba la tinta, papel y pluma en la sala de estar.A mí sí. Especialmente después de conoceros. No sois tonta, ni frívola, como sugiere el nombre, sino más digna, más una mujer que una joven. Y ahora él no tenía derecho a seguirinsistiendo en usar uno u otro nombre.Delia no pudo determinar si se trataba de un cumplido o si la estaba etiquetandocomo una vieja y estirada solterona. Decidió que ya no importaba la opinión que tuv

iera de ella, si es que alguna vez lo había hecho.¿Estáis seguro de que el obispo accederá?¿Después de la donación que hice, por encima de lo estipulado? Creo que sí. Conoce la historia o lo que yo sabía. Mi padre y él también han tenido sus diferencias, así que lo hará, ya que sabe cuánto se opondrá el conde.¿No os preocupa molestar a vuestro padre?Nunca he hecho lo que complacía a mi padre, y no voy a comenzar a vivir mi vida para hacerlo ahora. Afiló el lapicero que le entregó ella y comenzó a escribir. Haré que Wited traiga con él a Stephen Anselm para llevar a cabo la ceremonia. Es vicario a las órdenes del arzobispo. Por lo que habéis dicho, encuentro que el vicario local está falto de caridad cristiana. No es del tipo que me gustaría en la boda.Pero ¿conocéis a este reverendo Anselm? ¿Vendrá?Fuimos juntos a la universidad y nos sacamos las castañas del fuego el uno al otro

innumerables veces. He encontrado puestos de trabajo para unos cuantos de los cachorros a los que quería proteger y he extendido cheques para sus pequeñas obras decaridad. Anselm me pedirá un nuevo tejado para alguna iglesia, pero vendrá si se lo

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pido.Delia cogió otra cuartilla y un lapicero para hacer una lista de todo lo que había que hacer si la ceremonia se celebraba al día siguiente.¿Habría que invitar al padre de Belinda? preguntó.¿Al hombre que dejaría que su hija tirara todo por la borda? No creo. Siguió escribiendosu carta para Winsted, su antiguo ordenanza.¿Y Clarence y Gwen? volvió a interrumpir Delia. ¿Les pido que acudan?

Es vuestra casa, señorita Croft, o la de los Croft, pero ellos son parientes vuestros, no míos o de la señorita Gannon, mi esto futura esposa. Ty casi comenzó a tartamudede nuevo ante la horrible frase, pero consiguió decirla. Debéis hacer lo que creáis másconveniente, pero dudo de que sir Clarence acepte.¿No ser testigo de los esponsales de un vizconde en su propia casa? Delia no podía imaginarse a Clarence renunciando a semejante gusto y mucho menos al desayuno tras la boda, aunque tuviera que ser algo apagado. Gwen nunca se lo permitiría. La boda en Faircroft solo podía reforzar su posición en la sociedad local y darle otra oportunidad para alardear de su buen gusto.Vendrá.No después de que le diga lo que opino sobre cómo trata a las mujeres a su cargo replicó Ty sin molestarse en levantar la vista.

Delia le dedicó una sonrisa. Después de todo, los militares importantes tenían su propia forma de hacer las cosas.Pero ¿a quién escogeréis para que permanezca con vos? ¿A vuestro ordenanza?Posiblemente, si es que se ha traído a Kent su uniforme de gala. No pensábamos detenernos aquí mucho tiempo: el sargento Winsted es más un ayuda de campo que un mayordomo. Hemos pasado mucho juntos, sin embargo, así que sería apropiado. Si no, Mindle podría ser mi acompañante, si no le importa. Me atrevería a decir que es más refinado quecualquiera de nosotros, los militares. Oh, y creo que tendría que estar presente un abogado. ¿Tenéis uno al que podáis llamar?Según creo, Clarence le ha consultado al señor Hedgewick, en Dover, sobre las propiedades de George.No, eso no vale. No es que no me fíe de Hedgewick, pero preferiría contar con alguiendiferente, alguien que no tenga relación con vuestro primo. Seguro que Anselm con

oce a algún tipo honrado al que pueda traer como testigo para asegurarnos de que cumplimos con las formalidades.Delia estaba contando el número de personas a las que tendrían que servir un refrigerio y quizá hasta alojamiento. ¿Llegarían a tiempo para el desayuno de mañana? ¿Se quedaría cenar? Tenía que estar preparada. Su propia lista crecía y apenas disponía de una tarde y de una noche para preparar todo.¿Se me olvida algo más? preguntó Tyverne antes de lacrar la carta y dársela al mensajeroue esperaba.¿El anillo? Tengo uno que podría servir para Belinda, pero Era una reliquia de familia.Por alguna razón, Delia pensaba que al vizconde no le gustaría casarse con la noviade George, en casa de George y con el anillo de la madre de George.No, gracias. Compré uno cuando estuve en Londres. No tenía idea de vuestra es decir de

la talla o del estilo que preferiríais, o más bien que preferiría la señorita Gannon. Eljuego de boda de los St. Ives está en la caja fuerte de Warwickshire. Donde lo guardaba su padre para protegerlo de nueras que no se lo merecían, como un dragón que protege un tesoro de piedras preciosas.Le enseñó un aro sencillo, sólido y respetable, como el mismo vizconde Tyverne. El oropulido resplandecía como el brillo de su pelo. Delia suspiró y volvió a concentrarseen sus listas.Tendríamos que poner flores.Flores repitió el. Todas las bodas tienen por lo menos unos pocos ramos, ¿no es así? Ensta época del año podría ser difícil conseguirlas, pero Winsted está acostumbrado a rebuscar. Belinda se merece flores el día de su boda, ¿no creéis?Delia comenzaba a creer que, si Belinda se recuperaba, el pobre pajarillo habría conseguido más de lo que cualquier joven merecía.

Ty se encontraba mejor cuando planificaba el acontecimiento que cuando pensaba e

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n él. Era igual que una campaña: diseñar la logística era fascinante, predecir las acciones del enemigo, prepararse para cualquier eventualidad, desde las emboscadas hasta el hecho de encontrarse con la munición mojada. El hecho de la lucha en sí era prácticamente algo mecánico, como un actor en un papel bien ensayado. Era en el espacio entre medias, cuando un hombre tenía tiempo para pensar, cuando afloraban las dudas y la desesperación. Como ahora.Ty se había ocupado esta tarde de tantos detalles como pudo, había dado instruccione

s a sus sirvientes, autorizado pagos y dado órdenes de las cuales la mitad sospechaba que la señorita Croft ignoraría o revocaría. Sabía que mañana, durante la ceremonia ensí, con Anselm y Winsted a su lado, se mantendría firme. Todavía nunca había dado la espalda a una batalla. Esta noche, sin embargo, solo en su habitación, el mayor lordTyvern temblaba. Una y otra vez se tocaba la frente por ver si tenía fiebre. No hubo suerte.Iba a casarse, con una mujer. Bueno, por supuesto que se casaba con una mujer, pero ¡por Júpiter!, se sentía atado con grilletes. A una mujer. Su mente sufría de paroxismo ante la mera noción.Entonces recordó que comenzaba a sentirse más relajado delante del sexo débil. No es que la señorita Croft fuera tan delicada, después de todo, le había dado un buen repasoa pesar de sus disculpas por creer al principio que se trataba de una frágil dami

sela. Ella tenía razón: Ty no debería haber sacado conclusiones. Entonces se mantuvo en sus trece sobre el hecho de que él no se trasladara a una posada al objeto de proteger lo que quedaba de su reputación. Ella no se echó atrás, ni siquiera cuando él utilizó su mejor tono de plaza de armas. Y una vez más ella tenía razón, maldita sea. Ty dudaba que pudiera haber podido montar a Diablo hasta la posada, sus piernas estaban demasiado débiles. De cualquier modo, parecía estar acostumbrándose a la compañía de laseñorita Croft. Ahora apenas se mordía el labio cuando conversaba con ella, y no había roto a sudar ni una sola vez mientras hacían planes. Incluso había hecho que volviera a sonreír cuando sugirió que Dover llevara los anillos.Si pudiera superar sus recelos sobre la señorita Croft, seguro que podría casarse con Belinda una joven enferma y embarazada que estaba tan enamorada de otro hombreque se estaba muriendo de amor por él.Vaya.

Lord Tyverne había aliviado la mitad de su ansiedad haciendo que sir Clarence se muriera de miedo. El baronet no asistiría a la boda. Tampoco mencionaría tomar posesiónde la casa hasta que Belinda, futura vizcondesa Tyverne, pudiera ser trasladadacon toda seguridad. Ty cortó de raíz las quejas del baronet y algo de su aliento antes de ofrecerse a rembolsar el montante correspondiente a las provisiones, lossalarios de los sirvientes, mantener al caballo en el establo y cualquier otra cosa que pudiera ocurrírsele a ese tarugo con ojos. Por lo que concernía a intimidara su prima para que aceptase a lord Dallsworth ahora que la señorita Croft no ibaa casarse con el vizconde, bueno, Clarence tampoco haría eso. No si quería mostrar su rostro en Londres, Kent o Warwickshire o en la mitad del resto de los condados, por no hablar de España y Portugal.Ty todavía tenía que pasar la noche. Intentó dormir, pero su mente seguía pensando en la

mañana, en esa boda que sería más extraña que cualquier otra que hubiera podido imaginar. Cuando ordenó a su cerebro que imaginara escenas que le alteraran menos, como si fuera una brigada contra incendios, solo vio a Delia, desnuda, con el pelo rojo suelto sobre los hombros. No, el mayor no iba a dormir mucho esa noche. Se puso las botas.La casa estaba en silencio, libre por una vez de los sonidos del dolor. Sabía queMindle y Dover estaban en las cocinas ayudando con la comida y la limpieza; la señorita Croft y el resto de las mujeres estaban arriba, haciendo lo que quiera quehicieran las mujeres para preparar una boda. Los hombres la preparaban saliendocon sus amigos, apostando, bebiendo y yendo de putas.Ty se dirigió a los establos para compartir una botella de cerveza con su caballo.* * * 

Capítulo 14La habitación de Belinda parecía un emparrado, con el sol colándose a través de las cortinas abiertas. Delia había traído tiestos con palmeras y helechos de toda la casa y

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había encontrado algo de hiedra que se había mantenido verde. El eficiente Winsted había conseguido violetas tempranas compradas a un vendedor de flores de Canterburyy rosas de alguna mansión. También habían arreglado el tocador de forma que parecieraun altar. Ahora la alcoba olía como un jardín en lugar de como la habitación de una enferma.Después de consultarlo con lord Tyverne, Delia había decidido no molestar a Belindahaciendo que se trasladara a la sala de estar anexa a la habitación o, Dios no lo

quisiera, a la sala de estar principal. Intentar luchar con ese bulto inerte quese dejaba hacer para bajarla por las estrechas escaleras habría sido peligroso para todos. En su lugar, habían vestido a la pobre Belinda con un bonito vestido rosa de Delia, al que habían añadido una pechera de encaje para que nadie se diera cuenta de que no le ataba. Delia y la tía Eliza habían añadido más encaje a los puños para cubrir las hinchadas manos y muñecas de la joven. La habían lavado y secado el pelo y lo habían extendido sobre la almohada, que aparecía así cubierta por un halo dorado. Encima de su cabeza habían colocado una guirnalda de rosas color rosado. Cubrieron las mantas con una gasa con adornos de encaje, casi como si fuera un velo de novia, y esparcieron unos pocos pétalos de rosa sobre ella. La perrita, al que también habían lavado, secado y peinado, lucía un lazo alrededor del cuello. Delia dio unas palmaditas a la pequeña terrier para evitar que ladrara a todos los extraños y luego

colocó una única rosa al costado de su amiga.Belinda bien podía haber sido la princesa durmiente de un cuento de hadas que esperaba a su príncipe azul si no fuera por su inmensa tripa. Esas beldades encantadasnunca estaban en estado de buena esperanza. Además, rara vez eran más blancas que las sábanas y las que pretendían ser novias no tenían los labios azulados ni la respiración agitada.Y aun así, tal y como pensaba Delia mientras se situaba en su lugar al lado de lacama, Belinda se casaba. Quizá Tyverne no fuera la primera persona que Belinda habría escogido como marido, ni tampoco era un príncipe ni de verdad ni de mentiras, nocon sus modales serios y bruscos y su potente voz, pero resultaba ser un novioatractivo, reluciente desde sus rubios rizos hasta sus dorados botones y sus negras botas de piel. Y lo que era más importante, era un hombre bueno, íntegro y coherente con aquello que pensaba era lo correcto. Al mirar al caballero uniformado a

l otro lado de la cama, Delia decidió que eso era mucho más relevante en un esposo que una lengua pronta o una sonrisa fácil. Aparte de su fuerza, Tyverne tenía sustancia, y la utilizaría a favor de Belinda.Sabría lo que tendría que hacer con respecto a Belinda, ya fueran mejores médicos o másmedicinas. Ella tendría los mejores cuidados del mundo, no solo los que podían proporcionarle un puñado de mujeres mayores y una jovencita soltera que no sabía nada sobre alumbramientos. El bebé, y aquí Delia elevó una plegaria la cielo, nunca estaría a falta de nada, especialmente de un apellido. Siempre existirían rumores y cotilleo;pero Delia recordó lo que había dicho Ty sobre los niños que le llamaban Archi. Él protegía lo que era suyo.Delia esperaba algún día, quizá, encontrar una pareja así para ella. No tenía por qué sern grande, ni tan atractivo ni con tan buena posición social, ni siquiera tan rico,

solo igual de amable y decente. Y amaría a Delia incondicionalmente, incluyendo las pecas, el pelo rojo y el huesudo pecho, con toda su alma y con el corazón, porque ese era su cuento de hadas.Ty estaba de pie en el lado opuesto de la cama al que se encontraba la señorita Croft, entre Mindle y Winsted y tenía tras él al nuevo abogado, Macurdle. Pensó que esoestaba bien, ya que podrían sostenerlo cuando se desmayara. Stephen Anselm se encontraba a los pies de la cama, sonriendo ante el desasosiego de su amigo a pesarde la solemnidad de la ocasión. Todos los demás, incluyendo a Winsted, asumieron queel color ceniciento y el temblor de manos de Ty se debían a las secuelas de la fiebre. Al diablo con los viejos amigos.Y con semejantes tonterías. La ceremonia tendría que haber concluido hacía mucho tiempo, si no fuera por los balbuceos de Stephen. Podrían haber firmado los papeles y élpodría estar ya de camino a Londres para ocuparse de las tonterías que su hermano No

nny estaba a punto de cometer. Si Anselm leía un solo versículo más de las Escrituras,Ty quizá tendría que esperar otro día para emprender el viaje, maldita sea.Las mujeres parecían disfrutar con el ritual. Nanny, la tía Eliza y Mags estaban sit

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uadas junto a la señorita Croft al otro lado de la cama de Belinda mientras el cocinero y dos criadas susurraban y se reían para llamar la atención de Stephen Anselma sus espaldas. Habían decorado la habitación para que pareciera un altar pagano y la pobre señorita Gannon parecía una virgen llevada al sacrificio. Si no fuera por lacriatura, por supuesto. Se situaban en fila frente a los hombres, como el campamento enemigo, armadas para la batalla con pétalos de rosa y Biblias. ¡Caray! ¿Pensaríanque se iba a retirar a estas alturas? Podría haberlo hecho, si no fuera porque te

nía al calvo Macurdle detrás, y al desdentado Dover entre él y la puerta, con el anillo sobre un pequeño cojín que el sirviente llevaba en las manos recién restregadas.Esto no era una guerra. Las mujeres no eran su enemigo. Belinda era simplementeuna inconsciente mujer que necesitaba su ayuda, una joven que quizá se hubiera encontrado en esa situación extrema incluso si George Croft estuviera vivo y volvieraa casa. Ty se dijo a sí mismo que, al final, el corazón de un hombre no dejaba de latir cuando pasaba a mejor vida. Eso habría anulado el propósito de todo esfuerzo.No iba a desmayarse y esperaba no echar hasta la primera papilla. Para reorientar sus pensamientos mientras Anselm seguía en su tono monótono el vizconde tendría unaspocas palabras con él después a propósito de su verborrea y con el murmullo de fondo delas oraciones de Nanny, Ty miró a la señorita Croft.Era agradable mirarla esta mañana, más de lo normal. Su rostro tenía un poco más de colo

r, aunque todavía parecía cansada, lo cual era normal, ya que había conseguido hacer tanto en tan poco tiempo. Delia llevaba para la ocasión un vestido color lavanda demedio luto, con un lazo negro entrepasado por el borde del escote y de las mangas cortas. Ty pensó que el color no la favorecía, por lo menos no iba con su pelo, pero era mejor que ese miserable negro que había lucido hasta el momento. Ella también debía de haber pensado que los colores no conjuntaban, porque se había puesto unacofia de encaje que cubría la mayoría de sus rizos pelirrojos. Si Ty fuera el responsable de vestirla o de desvestirla, Dios le perdonase por el pensamiento, la cofiasería lo primero que desaparecería. Decidió que estaría perfecta de verde, para hacer juego con sus ojos, o de ámbar, como las pintitas que danzaban en ellos cuando estaba enfadada o nerviosa, lo cual parecía ser la mayoría del tiempo que pasaba en su compañía. Hoy lo miraba con aprobación, quizá incluso con respeto, para variar. No, él no podía quedar en ridículo en este momento, no a la vista de su excepcional aprobación. I

ncluso sería capaz de decir los rotos ¡los votos! del matrimonio sin titubear.Pronto llegó el momento. Ty pensó que ahora, en lugar de ir como una tortuga, su viejo amigo Anselm estaba acelerando el proceso. Rayos y truenos, después de todo Tytendría que haber hecho que el vicario local celebrara la ceremonia.Cuando así se lo indicaron, el vizconde puso su anillo de oro sobre la palma helada de Belinda mientras intentaba sin éxito doblar sus hinchados dedos a su alrededor. Manteniéndolo sujeto con su propia mano, casi tan fría e inerte, comenzó a repetirlo que le marcaba Anselm.Yo, Arquímedes Hizo una pausa para lanzar una furibunda mirada a la criada que soltó una risita otra vez y a Anselm para que se acordara de unos cuantos ojos morados ynarices sangrantes. Con este anillo, yo Arquímedes Arthur Forrest St. IvesConsiguió acabar y solo dejó fuera uno de sus muchos nombres.

Delia habló por la novia.Belinda Helen Gannon.La tía Eliza lloró de forma un poco más audible al escuchar el nombre de Belinda y noel de su sobrina.Pero entonces el abogado que Ty tenía detrás comenzó a removerse y a aclarar la garganta. El hombre no se mostraba satisfecho con la situación. Entendía la necesidad, vaya, tenía hijas. Pero lo que le preocupaba eran los detalles. Después de todo era abogado.Nadie va a oponerse a la boda había insistido Ty.Cuando redacto un contrato había replicado Macurdle nadie se molesta ni siquiera en intentarlo. Es por eso por lo que os habéis decidido a contratar mis servicios, ¿no es así?El reverendo Anselm había encontrado el mejor abogado posible considerando que sería

propio del padre de Ty el rechazar un matrimonio que no había sido sancionado. Noimportaba que la Iglesia lo aprobara o los tribunales reconocieran su legalidad: el conde podía buscar una razón para anular esta unión. El viejo amigo de Ty se nega

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ba a considerar la posibilidad de que la señorita Gannon no sobreviviera, y estabapreocupado por los futuros hijos que pudieran nacer de esta pareja que ahora unía. Si fuera capaz de demostrar que había algo ilegal en la ceremonia, el conde conseguiría que el matrimonio se declarara nulo, lo que haría que todos los descendientes de Tyverne fueran ilegítimos, no solo aquel problemático primogénito. Ninguno de ellos podría entonces aspirar a la sucesión en el título. En efecto, después de todo Stivern podría desheredar a Tyverne por no doblegarse a su voluntad.

Macurdle se mostró de acuerdo con el hecho de que el permiso especial obviaba la necesidad de obtener el permiso de un progenitor o tutor. Pero le preocupaba el asunto de la voluntad.Si no fuera así, señor, cazadores de fortunas sin escrúpulos podrían secuestrar a herederas para que se casasen nolo-volo, lo quisieran o no, por medio de un permiso especial.Macurdle trató de discutirlo con la misma Belinda, para que pudiera jurar que tomaba parte en este contrato matrimonial vinculante por su propia voluntad. O bienno podía oírlo o no tenía fuerzas para contestar. O simplemente le daba igual. Belindahabía dejado de emitir esos horribles suspiros, los cuales según Delia y Ty querían pensar, no eran de dolor. Por desgracia, no emitía ningún tipo de sonido.Normalmente en este tipo de casos, un fideicomisario habla en nombre de la person

a que está incapacitada para conocer sus propios derechos. Ese testaferro debe asegurar que se considera apropiadamente el bienestar del sujeto incapacitado dijo Macurdle mientras miraba a su alrededor.Yo puedo hablar en nombre de Belinda dijo Delia. Vino a vivir conmigo cuando su padre la repudió, por lo que eso debería demostrar que confía en mí.Y lo de hoy es una prueba de la profundidad de vuestra dedicación, os lo aseguro respondió el señor Macurdle sin mirarla a los ojos. Pero me temo que solo sois una mujerjoven, incapaz a los ojos de la ley de tomar vuestras decisiones y mucho menoslas de otra mujer más joven que vos.Mientras Delia meditaba sobre la posibilidad de ser «solo algo», Ty sugirió que mandaran venir al magistrado local para actuar como el perro guardián de Belinda. No obstante, esa no era una posibilidad puesto que el padre de Belinda, el señor Gannon,era el magistrado. No podía considerarse que fuera imparcial o que no tuviera int

ereses en el futuro de la chica. Probablemente nombraría al borracho del pueblo sututor si llevaran el asunto ante su tribunal.Como testigo, el abogado no podía al mismo tiempo representar a una de las partes.Como novio, lord Tyverne no podía hablar por la novia.Por tanto, decidieron que Stephen Anselm, hombre de iglesia y adjunto del arzobispo, era la persona más apropiada para representar los intereses de Belinda y alguien cuyas decisiones probablemente no se verían desafiadas. El reverendo Anselm creía firmemente que este matrimonio era apropiado a los ojos de la Iglesia y ante las leyes terrenales. Y que el niño tenía que tener un padre. Así que continuaron con la ceremonia.Ahora, sin embargo, habían llegado a la parte del «sí quiero», y Belinda no respondía.Estoy extremadamente preocupado por la falta de respuesta de la señorita Gannon dijo

Macurdle carraspeando una vez más.A Anselm le preocupaba más la forma en la que se miraban el novio y la dama de honor.Belinda, ¿queréis por esposo a Arquímedes? dijo en voz más alta.No conoce a ningún Arquímedes interrumpió Delia impaciente. Dejad que lo intente yo. Sclinó sobre la cama y acarició las mejillas de Belinda. Cariño, Tyverne se encuentra denuevo aquí. ¿Te acuerdas de él? Estuvo aquí ayer. Quiere casarse contigo, para cuidar de ti y del bebé. Por favor, Belinda, por favor, dile que te gustaría. No obtuvo respuesta alguna, así que siguió hablando. Lo envió George, ¿te acuerdas?Igual que antes, el sonido del nombre de su amado era lo único que alcanzaba ese lugar donde Belinda esperaba.¿G-george?Ty se adelantó para que pudiera ver su uniforme. No podía mentir, pero no tenía por qué

decirle la verdad. Acarició su mano sin saber si Belinda podía sentirlo.Tienes que ser fuerte, querida, por mí y por el bebé. Dime, ¿quieres que nos casemos?Oh, yo sí quiero.

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Por lo menos diez personas suspiraron con alivio. El vicario concluyó rápidamente ydeclaró a Ty y a Belinda marido y mujer justo al tiempo que Belinda suspiraba.Es lo que siempre quise GeoPodéis besar a la novia dijo Anselm casi gritando.Ty ya había cubierto los labios de Belinda con sus dedos para evitar que pronunciara el nombre de George. Ahora se inclinó y rozó su frente con sus labios.¿Te quedarás?

Ty repitió el voto que acababa de hacer.Hasta que la muerte nos separe.* * * Capítulo 15Mindle tenía el champán preparado en la sala de estar aunque nadie era capaz de componer un brindis adecuado para la ocasión. No parecía apropiado decir «A la salud de los novios» o «Porque vuestra unión fructifique».Ty levantó su copa, sus manos habían dejado de temblar tan pronto como dijo las palabras malditas, y agradeció su presencia a los asistentes. Dio las gracias a los sirvientes, a la señorita Croft y a su tía Eliza por su esfuerzos. Agradeció sus asistencia a su amigo Anselm y al abogado y luego dio las gracias a todos por sus bueno

s deseos.«Por los buenos deseos» resonó entre una oleada de abrazos, palmadas en la espalda y vasos que chocaban. Y los felices gimoteos de la tía Eliza, por supuesto.Delia se acercó para felicitar al vizconde sin saber si debía ofrecer su mano o su mejilla para mostrar su admiración y su gratitud. Podía ser que el mayor lord Tyvernefuera un rígido soldado, pero había sido un buen amigo para con George y Belinda, yDelia y él habían trabajado bien en conjunto haciendo planes. Ella todavía sostenía unacopa en la mano, así que simplemente formuló las palabras apropiadas, sonrió y esperó.Y la compostura de Ty se fue al traste. Se sentía mucho más al mando ahora que todoestaba hecho. Belinda estaba en las hábiles manos de Mags así que él podía volver a respirar tranquilo y partir de viaje tan pronto como se hubieran firmado los papeles. Y ahora ahí estaba la señorita Croft, haciendo astillas su sangre fría, reduciendo amigajas su seguridad y a escoria su dignidad. Demonios, insultaba su condición ma

sculina. Por Zeus, esa sonrisa enredaba a los hombres sin remedio.Sin embargo, como la mujer que era, ahí estaba la señorita Croft creando una gran confusión y luego esperaba que él hiciera algo, como si un oficial del ejército supieralo más básico sobre cómo comportarse en un salón. ¿Tendría que besarla, tal y como había itido la tía Eliza o saludarla con una inclinación de cabeza? El vizconde sabía lo quequería hacer, peroPero la sala estaba llena de gente y, lo que era peor, la impredecible mujer podíaofenderse y abofetearlo. Incluso peor era que Belinda, su recién estrenada esposa, yacía en la habitación de al lado. Su esposa, por todos los santos. Ty tenía una esposa, y no era la señorita Croft. Ella.Maldita sea, solo una sonrisa y se convertía en un absoluto idiota y, además, un absoluto idiota con pensamientos impuros. Cuanto antes se pusiera en camino, mejor.

Hizo una seña a Mindle para que rellenara su copa.Papeles, eso es. Tengo papeles que firmar, ya saben dijo según escapaba.El hombre debía de ser el tipo más seco que Delia había conocido. Ella tomaba su vinoa pequeños sorbos mientras contemplaba cómo el vizconde su unía a Anselm y Macurdle ante los documentos extendidos sobre una mesa. No dijo ni una sola palabra amableni mucho menos se curvaron sus labios en una sonrisa. De hecho, parecía que se habíadesayunado con vinagre. Delia podría haberse golpeado a sí misma por su momentánea falta de sentido común al desear por un instante que las cosas fueran diferentes. Nihablar. Si las cosas hubieran sido diferentes, Belinda sería lady George Croft, el mayor lord Tyverne estaría con sus tropas en la Península y Delia seguiría siendo lahermana solterona sin un hogar propio.Estaba claro que esta no era la más feliz de las ocasiones, y no era una verdaderacelebración, pero Tyverne podría haberle concedido una agradable inclinación de cabez

a, no solo las gracias que había expresado hacia ella y hacia los sirvientes. Despuésde todo, tenía lo que quería, por lo que había venido. Su honor estaba satisfecho. Esperaba que su honor lo mantuviera caliente por las noches; seguro que la sangre

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fría que corría por su corazón helado no lo haría. Fue a invitar al señor Anselm a tomar un refrigerio en el comedor.El vicario era un caballero sociable y encantador, para nada como su amigo. Coqueteó con ella y luego con la tía Eliza, de la cual alabó su tocado de encaje. La tía deDelia empezó a mirar con más atención a ese tipo tan agradable y a calcular que estaríabien relacionado si era amigo del vizconde y bien posicionado para un posible ascenso en la Iglesia. Lo mejor de todo era que parecía ser capaz de agradar a una m

ujer remilgada, a juzgar por la risa de Delia y por el brillo de sus ojos. Entonces él mencionó su voto de celibato y la tía Eliza necesitó otro pañuelo.Cuando Ty llegó hasta donde se encontraba Macurdle, el abogado resplandecía y sosteníauna segunda copa de vino en la mano.Casi no lo conseguimos, señor, pero me complace estampar mi sello como testigo. Noes que me preocupe que un caballero de vuestra reputación tome parte en algo turbio, por supuesto, pero ahora me encuentro satisfecho. Cualquiera podía ver que el estado de la señorita Gannon no le permitía responder, bueno, su mismo estado debería de haber sido una respuesta suficiente a la pregunta. Pero la dama ha hablado.El sargento Winsted seguía murmurando que tendrían que haber contratado al abogado másbarato cuando estampó su firma en los documentos matrimoniales. Ya podrían estar eneste momento a medio camino de Londres.

Ty estaba demasiado ocupado para contestar y se estaba preguntando cómo en algún momento pudo haber considerado un tipo decente a Stephen Anselm. Al firmar, había omitido uno de sus nombres.En ese momento el señor Macurdle llamó a la señorita Croft para que añadiera su firma. Cuando acabó no miró a Tyverne ni una sola vez, pero invitó a todos los hombres a que se uniera a ella y su tía en el desayuno que habían preparado tras la boda.Ty no veía la manera de rechazar la invitación. Después de todo, se trataba de su boda. Pero no tenía tanta hambre como para tragarse el ver a su mejor amigo bromear yreírse con la señorita Croft, algo que él mismo nunca sería capaz de hacer, de eso estaba seguro. Era mejor ofenderla ahora al marcharse que sentarse a la mesa como sifuera mudo mientras veía cómo Anselm desplegaba sus encantos como si fueran mantequilla. Por Júpiter, ese hombre era vicario. Y Ty estaba casado.Estaba a punto de presentar sus excusas cuando la vieja Mags entró en la sala por

la puerta que daba a la habitación adyacente.Será mejor que entréis, señor dijo al vizconde. Y vos también, señorita Dilly. Y el vicEntraron en la habitación de Belinda y al instante pudieron percibir la diferencia. Todos pudieron oírlo, el ruido áspero de una respiración que ocurría a intervalos demasiado largos.El señor Anselm lo sabía. El vicario se acercó inmediatamente al lado de la cama y comenzó a rezar, la voz de Nanny en un suave contrapunto por detrás de él.Delia lo sabía. Acercó una silla hasta el otro lado de la cama y tomó la mano de Belinda.Por favor, Belinda suplicó. Por favor, querida, aguanta un poco más, por George y por el bebé. Pero esta vez no apareció ni un mínimo destello tras los párpados de venas azuladas, ni siquiera ante la mención de su adorado George.

Ty lo sabía. Había visto la muerte tantas veces, de tantas y tan miserables maneras,que reconocía su rostro. Pero no así. No en una mujer. No una bonita jovencita, todavía una adolescente, y con toda la vida por delante y un hijo que criar. No, estono estaba bien, no era una muerte honrada luchando por algo en lo que se creía. Era una atrocidad, algo abominable. ¿Qué había hecho esta pobre chica que fuera tan malo como para merecer este destino? ¿Había amado demasiado? Decenas de jóvenes amantes se habían amado demasiado temprano, a juzgar por el número de recién nacidos ochomesinos, y nunca habían pagado un precio tan terrible.Ty agitó la cabeza en un gesto negativo. No, era una injusticia demasiado terriblepara soportarla, y no se iba a quedar ahí parado, mirando, sin hacer nada. No podíahacerlo. Dejaría aquí a Winsted con carta blanca para hacer los preparativos que Delia considerara necesarios, pero ahora partiría, incluso si tenía que conducir el carruaje él mismo.Yo intentó explicarse. Londres.Delia elevó la mirada hacia él, todavía junto a la puerta. Las lágrimas comenzaban a surcar sus mejillas, pero intentó sonreírle.

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Ya sé que la habríais llevado allí para que la vieran los mejores cirujanos y médicos, oque habríais enviado un carruaje para que vinieran ellos. Y lo hubieran hecho, mejor de lo que han respondido a mis mensajes. Pero es demasiado tarde, señor. No haynada que podamos hacer excepto rezar y despedirnos de ella.Delia extendió su otra mano en dirección a Ty como si le estuviera ofreciendo consuelo, cuando era ella la que se estaba despidiendo de su mejor amiga tan poco tiempo después de haber perdido a su hermano. Ty sabía que era ella la que iba a quedars

e sola en el mundo excepto por esa tía mayor a la que cuidar y ese pedazo de tocino de primo al que no le importaba nada excepto las apariencias. La señorita Croftperdía lo más parecido a una hermana, su hogar y su razón de ser, pero pensaba en Belinda y no en sí misma. Su percepción de su carácter, de la mujer en general, se elevó a la vista de tal generosidad. Ty no tenía elección: solo podía acercarse a ella, mantenerse al lado de la silla de Delia junto a la cama y apretarle los dedos.Incluso la perrita sabía y temblaba y gemía a los pies de la cama hasta que Ty comenzó a acariciarle la cabeza con la mano libre.La tía Eliza entró, sosteniendo entre sus manos el pañuelo empapado. Intentó decir algo,pero comenzó a besarse las puntas de los dedos para ponerlos luego sobre los labios de Belinda. Mindle entró para ayudarla a salir antes de que se desmayara.Ahora la respiración de Belinda era más entrecortada, con demasiada distancia entre

una inhalación y otra.El reverendo Anselm acabó de leer de su breviario e hizo un gesto a Delia con la cabeza. Ella se levantó y se inclinó hacia delante, llorando abiertamente.Desearía desearía que hubiéramos sido hermanas, Belinda, y desearía haber podido sosteneen mis brazos a mi sobrino o sobrina, pero sé que ahora serás más feliz porque estarás con George. Dile que lo echo de menos, y a nuestros padres. Dile dile que le quiero y que me alegro de que no esté solo. Adiós, querida Belinda. Descansa en paz.Delia tomó el pañuelo que le entregó Ty. Entonces lo miró con expectación. Stephen Anselmhizo un gesto a su amigo y luego señalo a la moribunda con la cabeza.Ty la miró, la esposa a la que nunca había conocido, la mujer por la que el tenienteCroft había muerto al tratar de regresar. Ty la había engañado para que diera su consentimiento para desposar a un extraño, luego le había prometido que se quedaría con ella hasta que la muerte los separara, aún a sabiendas de que se marcharía tan pronto

como pudiera. Se aclaró la garganta.Siento haber sido yo el que volvió a casa, señora, y no vuestro George. Y siento no haber podido ayudaros más. Lo siento muchísimo.No tenéis nada de lo que culparos le dijo Delia mientras se frotaba los ojos. Los acontecimientos habían llegado demasiado lejos, incluso antes de que vos os cruzaraiscon mi hermano.Ty hizo un gesto negativo con la cabeza. ¿Cómo podía no lamentar su parte en esta tragedia?Dad las gracias a George. Y decidle que lo intenté, por todos los demonios. Adiós, lady Tyverne dijo volviéndose hacia Belinda.El reverendo Anselm posó su mano sobre el frente de Belinda y la bendijo.Hija, Belinda Helen Gannon St. Ives, tu Padre te perdona todos tus pecados. Eres

su hija amada, hija mía. Ve con Dios.Delia giró la cabeza y la posó sobre el pecho del vizconde. Ahí estaba lord Tyverne, fuerte, real y oliendo a jabón y no a las flores que se traían para ocultar los olores de la habitación de una enferma. Podría pedir prestadas su fuerza y su valor, solodurante un tiempo. Era soldado, así que seguro que podía entender la necesidad de compartir el dolor con alguien que lo comprendiera. En este momento, no le preocupaba que el oficial apenas pudiera tolerar su presencia, siempre y cuando le permitiera refugiarse entre sus brazos.Aturdido, en lugar de reaccionar huyendo, como hubiera hecho habitualmente al ver sollozar a una mujer, solo pudo rodear a la señorita Croft, a Delia, con sus brazos. Le acarició la espalda, casi como había consolado a la perrita, pero sin ser lomismo. En los veintinueve años de su vida, nada le había hecho sentirse tan a gustocomo sostener en sus brazos a esta mujer mientras lloraba. No era que se sintie

ra feliz por su dolor, simplemente que se había vuelto hacia él. Diablos, no sabía loque sentía, no tenía palabras para describirlo. Era soldado, por Júpiter, no poeta.Ty se sentía lleno, eso era. Delia llenaba sus brazos perfectamente y encajaba per

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fectamente bajo su barbilla, mientras sus suaves curvas le rozaban el pecho. Tyse juró que no se trataba de un sentimiento físico. ¡Caray! ¿Qué tipo de rata sería si desra a una mujer mientras su amiga se moría? ¡Especialmente cuando esa amiga era su esposa! No, no se trataba de eso, aunque en otras circunstanciasLa Delia que normalmente se mostraba tan segura de sí misma confiaba en él lo suficiente como para mostrarle su lado más débil, como el animal que yacía boca arriba. Ellapensaba que era una roca en la que apoyarse, en lugar del cobarde sin sangre qu

e Ty sabía que era con las mujeres. Ella pensaba que él era fuerte. No tenía razón, y elvizconde sabía que tenía que marcharse antes de que lo averiguara. Descubriría sus defectos tan pronto como abriera la boca; pero, de todos modos, ¿qué más había que decir?Delia Croft nunca se casaría con un soldado. Quería un caballero, y no se merecía menos. Ty no se sentía libre para pedir nada, sin importar lo a gusto que ella se sintiera con su abrazo. La pobre Belinda aún no estaba en la tumba y él le debía, a ella ya George, más respeto del que suponía estar suspirando por otra mujer. Suspiró de todas formas. Cuanto antes se marchara, mejor para todos.Delia no había terminado de llorar y Ty aún no se había convencido de que tenía que retirar sus brazos. Podrían haberse quedado así eternamente, si no hubiera sido porque Mags los miró con el ceño fruncido.¿Y qué ocurre con el bebé?

* * * Capítulo 16¿Qué quieres decir, qué ocurre con el bebé? dijo Ty casi gritando y olvidando dónde estaEn realidad, ya había olvidado dónde se encontraba, pero, cielos, uno no se ponía a chillar junto al lecho de muerte. Soltó a la señorita Croft con tanta rapidez que ellase tambaleó y él hizo una mueca de dolor al mover el brazo herido tan repentinamente.Belinda todavía respiraba, aunque vagamente, y la vieja Mags había retirado las mantas para intentar escuchar el latido del corazón. Entonces acercó aún más el oído a esa masa distendida.El corazón de la criatura sigue latiendo regularmente. No durante mucho tiempo, ninguno de los dos, me temo, pero hay una posibilidad para el pequeño.

Pero dijiste que Belinda no estaba preparada para dar a luz. Delia se sonó la narizy vio cómo la partera palpaba el montículo que formaba el estómago de Belinda.Nunca estará preparada, ya no. Pero podemos hacer que el bebé salga. Los romanos lo hacían.Los romanos también dejaban a los niños que no deseaban fuera de las puertas de la ciudad para que se los comieran los lobos dijo Ty.Sí, pero sé de otros casos en los que se ha hecho replicó Mags. Leí sobre dos casos detipo en Edimburgo, donde enseñan a los médicos lo poco que saben esos carracas saben.Sí, pero ¿salieron bien? quiso saber Ty.La verdad es que para la madre no. Pero algunas veces el niño sobrevive. No creo que tengamos mucho que perder, señor.

Delia se puso pálida.¿Quieres decir abrir a Belinda mientras todavía está viva? Pero eso sería un asesinato, ¿es así?Ty miró a Anselm, el cual se encogió de hombros.No creo que la vida de lady Tyverne nos pertenezca ya, pero ¿la del niño? Eso sería elmilagro del nacimiento, y seguro que no un crimen.¡Macurdle! gritó Ty en su voz de oficial, lo suficientemente alto como para que se leoyera en el fragor de los cañones. De todos modos, Belinda ya no podía oír.Por lo que parecía, todos los de la casa aparecieron al instante. El abogado oyó loque Ty le preguntó, miró a la partera que sostenía el afilado cuchillo e inmediatamente se deslizó hasta el suelo en un repentino desmayo. Eso era todo con respecto a la opinión legal. Winsted, que sabía que no podía ignorar las órdenes del mayor, fueran ono dirigidas a él, arrastró al abogado fuera de la habitación. Mindle y la tía Eliza se

apoyaron el uno en el otro, los dos temblando y cenicientos.Sería mejor darse prisa y decidirse dijo Mags al vizconde. Un minuto más y no valdrá deada.

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Todos lo miraban. Por supuesto que lo hacían. Era el marido de esa mujer, su legítimo esposo, el autorizado por la Iglesia y la Corona para tomar decisiones de vidao muerte sobre ella y sobre el fruto de su vientre. Vaya, primero había sostenidoa la señorita Croft con sus torpes manos y ahora lo que tenía en sus manos era la vida de un niño. No estaba preparado para ninguna de las dos cosas.Probablemente, el bebé no sobreviva tampoco decía Mags. Y si lo hiciera, existen las mismas posibilidades de que sea una niña, sin amenaza para vuestro título y todas esas

bobadas a las que los hombres dan tanta importancia. Si es un chico, sabrá que esun bastardo sin importar lo que hagáis, pero por lo menos tendrá una oportunidad devivir.Delia lo miraba llena de esperanza por el hijo de su hermano.Anselm tenía los ojos puestos en Belinda y contenía la respiración entre los jadeos entrecortados de la joven.De prisa, Ty. Decide.Una posibilidad muy remota. Eso era lo que tenía el recién nacido. Una oportunidad.La misma posibilidad remota que George Croft había dado a un hombre mortalmente herido en medio de la batalla. «Vive para transmitir el favor». Eso era lo que había dicho el teniente mientras enviaba a Ty a la salvación a lomos de su caballo. «Salva lavida a otra persona». El mayor Tyverne no había salvado a la amada del teniente. Te

nía que intentarlo con el bebé.Hazlo asintió.Mags y Nanny comenzaron a retirar los cobertores de la cama de Belinda y las mantas y toallas que tenía junto a ella. Delia mandó a Mindle que trajera agua caliente, trapos y brandi. La tía Eliza se acurrucó en una esquina y utilizó a la perrita quetenía en los brazos como paño de lágrimas.¡Esperad! ordenó Ty. Este no es lugar para la señorita Croft y para su tía. Winsted y ymos visto más sangre y más carnicerías que todos ustedes juntos. Nosotros ayudaremos aMags. Los demás, salgan. Excepto tú, Anselm. Y usted, Nanny. Quedaos aquí y rezad. Rezad con toda vuestra alma, por todos nosotros.Delia no salió, por supuesto. Preparó una cesta limpia con las telas más suaves y la puso a calentar junto al fuego. Sin embargo, cuando Winsted se puso verde con elprimer corte del cuchillo, allí estaba ella junto a Ty siguiendo las instrucciones

de la comadrona.Hacía tanto calor en la habitación, como había ordenado Mags para el bebé, que el sudorsurcaba a chorros la frente de Ty. Se quitó la guerrera y la echó a un lado. Parecíanhaber pasado horas mientras escuchaban las órdenes de Mags, la respiración de Belinda y las oraciones de Anselm. Y entonces entonces ahí estaba el bebé.Es pequeño declaró Mags, pero respira.Colocó al recién nacido sobre las toallas preparadas para cortar y atar el cordón, y el niño emitió un ruido, más como un gatito que como un bebé, ¡pero estaba vivo!Es una niña, señor dijo Mags antes de entregar el bebé a Nanny para que lo lavara. Todossonrieron y comenzaron a felicitarse, hasta que se dieron a cuenta de que el vicario retiraba la guirnalda de flores del pelo de Belinda y extendía una sábana sobre su rostro.

Habrá mucho tiempo para eso más tarde dijo Mags cuando Delia se limpió las lágrimas de lojos. Ahora vete a ayudar a Nanny con el bebé. Se volvió hacia la madre y la preparó para la tumba.Los otros volvieron a la sala de estar, donde el abogado ya había revivido y estaba tomando una copa. Los hombres se le unieron mientras Delia y la tía Eliza miraban extasiadas a la recién nacida y Nanny la vestía buscando el calor de la chimenea.La recién nacida apenas se movía y no había emitido nada más que otro gemido de protestacuando la separaron de su cálido nido acuático, ni siquiera cuando Nanny la envolviófuertemente en suave franela. La vieja niñera no había envuelto a un bebé desde que nació George, pero se acordaba de cómo hacerlo y le enseñó a Delia. Luego hizo un gesto negativo con la cabeza al entregar el pequeño bulto a la tía de la recién nacida, tía porsangre si no por ley.Lo que creo, reverendo, es que mejor haríamos en bautizar a esta chiquitina dijo la

mujer desde el otro lado de la habitación al tiempo que se dirigía al dormitorio enbusca de la Biblia. Yo diría que cuanto antes, mejor.Ty se acercó a donde estaba Delia, que se encontraba junto al fuego acunando al be

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bé en sus brazos. Miró por encima de su hombro la nueva vida que ella arrullaba.La recién nacida era tan bonita como un querubín de Da Vinci, aunque su carita no fuera tan redonda ni sus mejillas tan rosadas. Tenía el pelo húmedo, pero parecía pálido ycomo de terciopelo, y a Ty le complació comprobar que no tenía traza de color pelirrojo. Recordó haber escuchado que el color podía cambiar, pero si existía alguna posibilidad de que la pequeña pasase por hija suya, lo tendría más fácil con el pelo de su madre y el suyo propio, ambos rubios. Ahora bien, Ty se sentiría más aliviado si no ll

egaba a tener un hueco entre los dientes.Pensaba que se suponía que los recién nacidos eran feos, rojos y arrugados y encogidos. Uno de mis hombres dijo que su nuevo hijo parecía una manzana arrugada.Delia sonrió, más al tesoro que sostenía en sus brazos que al vizconde. Ella tampoco había visto nunca un bebé tan bonito. Nunca había visto un recién nacido tan pequeño, ya que a las mujeres solteras normalmente se las excluía del proceso del nacimiento, pero estaba segura de que esta era la recién nacida más bonita de toda Inglaterra.Quizá sea que se hacen daño cuando nacen normalmente. Delia se ruborizó, ya que no era un tema del que hablar con un hombre. Su señoría pensaría que era la más barriobajera delas fulanas. ¿Queréis cogerla? preguntó.¡Menuda pregunta! Podría haber preguntado si quería que le cortaran el otro brazo. Tyse entretenía abotonando la guerrera que había recuperado Winsted, a una distancia p

rudencial por si acaso a la señorita Croft se le ocurría entregarle la recién nacida.Vuestra niñera cree que va a morir, ¿no es así? preguntó.Nanny cree que todos vamos a morir. Claro que es así, por supuesto, pero lo que quiero decir es que Nanny siempre ve el lado negro de las cosas. Si no fuera así, notendría por qué estar rezando todo el rato, ¿no creéis?¿Qué pensáis del bebé?No lo sé respondió Delia encogiéndose de hombros. Es tan pequeña y está tan quieta. Losanos meten mucho más ruido, como dice Nanny. Así fortalecen los pulmones. No todos empiezan a succionar según nacen, pero pronto. Si no lo hace, si es demasiado débil odemasiado joven Su voz se quebró. Ambos sabían lo que le pasaría a una criatura que nopodía tomar pecho.El reverendo Anselm había abierto su breviario por una página distinta. Los llamó paraque formaran un círculo cerca del fuego.

Ty, tienes que escoger padrinos para la niña, para que cuiden del bienestar espiritual de tu hija.¿Quién mejor que el propio vicario, el viejo amigo de George?¿Podrías ser tú, Stephen? No se me ocurre un hombre mejor para esa tarea.Me encantaría dijo Anselm con una inclinación de cabeza.Y la señorita Croft, por supuesto, si os parece.Ya que no puedo ser su tía, estaré encantada de ser su madrina. Gracias, señor, por elhonor.Y un nombre dijo Anselm elevando la vista del breviario.Ty tenía la mente en blanco.¿Un nombre?No podemos bautizarla en la Iglesia sin un nombre, viejo amigo. La pobre chiquiti

na querrá que ponga algo en su certificado de nacimiento, ¿sabes? Como era habitual,el vicario se negaba a considerar que ese nombre pudiera pronto inscribirse en una lápida. Y como mi primera tarea como padrino, te suplico que no escojas algo como Clytemnestra o Calpurnia. Es demasiado pequeña para semejante nombre que llena toda la boca de una vez y no me apetece que crezca defendiéndose para que no la llamen Clem o Cal.Ty miró a la recién nacida pero todo lo que veía era a la señorita Croft con esa expresióntransfigurada, como una madona, que las mujeres adoptaban cuando sostenían un bebé.Estaba seguro de que sería una buena madre algún día si encontraba un marido que la mereciera.¿Os gustaría que la llamara Georgina? preguntó. ¿O Georgette, por su padre?¿Cómo? ¿Y declarar al mundo entero lo que tanto nos ha costado ocultar? contestó Delia.ninguna manera.¿La llamo entonces como su madre, Belinda?La elección os corresponde a vos, señor. Es un nombre bonito.Y Belinda había sido una linda palomita que no sabía contar y tenía una letra horroros

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a. Ty prefería no inmortalizarla de esa manera.Mi madre se llamaba Melissa. ¿Qué tal Melinda? ¿O Adele, igual que su madrina? Nadie puede objetar a eso, ¿no?Así que Melinda Adele St. Ives fue bendecida y ungida con el frasco que Anselm acababa de taponar. Y protestó. Nanny alabó al Señor, pero Mags salió corriendo a buscar aHessie Wigmore, que había dado a luz hacía dos meses y tenía mucha leche.Pero Hester fue una de las que dieron la espalda a Belinda se apuró Delia. ¿Vendrá para

tender a su hija?Puede que sí, puede que no. Pero vendrá por el dinero de lord Tyverne. Con ese inútil de Fred Wigmore que tiene por marido y cinco hijos que alimentar, vendrá.Por si acaso, enviaron a Winsted al pueblo para averiguar quién podía vender una vaca lechera o una cabra que pudiera hacer de nodriza ya que Mags declaró que a algunos niños les iba mejor un tipo de leche que otro.Mientras Delia, su tía y la niñera hacían listas de lo que el bebé necesitaba y de lo que podrían encontrar en el desván, el señor Anselm había conseguido por fin servirse esacopa de brandi.Me lo merezco dijo a su amigo, el cual ya sostenía una en la mano. Una boda, una muerte y un nacimiento, todo en el mismo día. Ya había pasado de dar la extremaunción a celebrar una boda y una vez celebré una boda y un bautizo el mismo día. De hecho para

la misma pareja. Pero nunca había tenido que ejecutar los tres a un tiempo. Dudo que haya algo que pueda superar esto.Si al conde le llegan noticias de esto, podrías añadir un suicidio dijo el vizconde mientras bebía pequeños sorbos de su propia copa.No, conociendo a tu padre sería un homicidio. Stivern te despellejaría vivo por lo dehoy.He hecho lo que tenía que hacer replicó Ty bebiendo un trago mayor.¿Vas a decírselo?¿Qué? ¿Viajar a Warwickshire para decir a mi padre que tiene una nieta que es imposibleque haya engendrado yo? Es probable que el sinvergüenza utilice el matrimonio como prueba de mi locura e incompetencia, y de esa formar poder forzar más la situaciónpara retirarme de la sucesión. No, el conde podrá leer el anuncio en los periódicos,lo mismo que los demás.

Bueno, por lo menos es una chica.Ty asintió. Una esposa plebeya era algo malo. Peor un bastardo. Un hijo bastardo que llevara el apellido St. Ives habría sido la peor complicación de todas.Por mi hija. Ahora ya puedo marcharme dijo levantando la copa.* * * Capítulo 17¿Qué queréis decir con eso de que ahora os podéis marchar? Delia se había acercado paratar a los hombres a tomar parte en el desayuno que estaba servido en el comedor,lo que quiera que no se hubiera estropeado ya. El bebé se había dormido en su cestita una vez que habían desalojado a la perrita y colocado mantas limpias, y Delia se dio cuenta de que ella también tenía hambre. Había sido una mañana larga, plagada de a

venturas y de emociones. Los hombres, especialmente alguien tan corpulento comolord Tyverne, tenían que estar muertos de hambre. Sin embargo, por lo que parecía, insistía en marcharse.Ya os dije que tenía asuntos urgentes que resolver en Londres le recordó. Hace ya tiempo que tendría que haber vuelto. Si me marcho cuando regrese Winsted con la vaca, la cabra o lo que sea aún puedo completar la mayoría del trayecto antes de que se haga de noche.¿Ya habéis saldado vuestra deuda, como la cuenta de un hotel, y ahora os marcháis una vez habéis cumplido con vuestras obligaciones? Mags ya había dicho que el vizconde Tyverne no era de los que se quedaban, pero esto era absurdo. ¿Cómo podía pasar del tierno consuelo a ser un cretino insensible en cuestión de minutos? Supuso que el hechode que fuese un hombre ya era suficiente respuesta. Bueno, pues no era suficiente para ella. Delia cruzó los brazos, apretó la mandíbula y comenzó a tamborilear con el

pie.¿Vais a marcharos, así, sin más?Anselm se excusó con una inclinación de cabeza y salió de la habitación, el muy cobarde.

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Ty reconoció también el brillo marcial de los ojos verdes de la señorita Croft y pensócon envidia en la comida que sabía esperaba en el piso de abajo. Mejor sería una comida fría que esta gélida mirada. Se preguntó qué más podía esperar la mujer de él. ¿Qué? ¿ue cambiara los pañales del bebé? Había hecho todo lo que había podido, maldita sea, y así se lo haría saber.¿Así sin más, señorita Croft? Tenía intención de dejar a mi hombre aquí con un cheque en. Le he dicho que reserve una habitación en la posada del pueblo para que no sea u

na carga aquí para vos, pero poder estar a mano para poder ayudar.Y ¿qué ocurre con el bebé?Ty bajó la mirada hacía su pecho.No creo que estéis sugiriendo que yo estoy dotado para cuidar de ella.Delia bajó la vista hacia su propio busto pobremente dotado.No creo que vos sugiráis que yo soy más apropiada para esa tarea.Ty se ruborizó. Una vez más, había traspasado la línea, maldita fuera su grosería de cuartel.Perdonadme, no me refería a a lo que suministra la nodriza. Pero ella se ocupará con toda seguridad de los cuidados de la niña.Hessie Wigmore es la pobre esposa de un pobre granjero de cerdos, el cual además bebe. Viven en una casita con el suelo de tierra y, sin duda, con algunos de sus c

erdos. De hecho, Fred huele como uno de ellos. Sus hijos están sucios, son maleducados y van con los mocos colgando. No creo que queráis que Melly se quede ahí.Pensé que habíamos dispuesto que la niña se llamara Melinda. Y no hay nada que hablar sobre el hecho de que resida con los los Wigmore y su ganado.¿No? ¿Entonces la señora Wigmore tiene que mudarse aquí con toda su tropa? ¿O ir y venirmedio de la noche cuando Melly tenga hambre? Y por lo que a eso respecta, suponiendo que Melly acepte la leche animal y una tetina de cuero, ¿pensabais que la niñade Belinda sería bienvenida en Faircroft cuando Gwen y Clarence y sus propios cochinillos se muden?Yo esto pensaba que vosPensabais que me quedaría con vuestra hija.La niña, Melinda, parece gustaros.Por supuesto que me gusta Melly. Pero eso no quiere decir que pueda ser su madre.

Si resulta que no sale adelante, no tendría ni idea de qué hacer. Y si la diminuta muñequita seguía a su madre, Delia no tenía ni idea de cómo superaría otra pérdida más de aen tan valioso para ella. No podía coger cariño a ese pequeño pedacito de vida.¡Caray! ¿Pensáis que yo sabría qué hacer con un bebé enfermo?No, pero podríais contratar a especialistas. Aquí no hay nadie más que Mags. Y, de todos modos, dudo que me quede en Faircroft. Ya habéis conocido al primo Clarence y asu esposa.Ty asintió. No se quedaría en el mismo pueblo que esas setas, y menos en la misma casa.La tía Rosalie no me aceptará si llevo a un bebé a rastras. Quiere alguien a la que traer y llevar, no llenar su habitación con sonajeros y baberos.Ty frunció el ceño al recordarla carta que ella había escrito a George.

Yo pensaba que se suponía que vuestra tía en Londres os presentaría en sociedad, que seocuparía de ello.Hace mucho que pasé de la edad para una presentación en sociedad. Y la tía Rosalie podríahaberlo hecho en algún momento, pero nunca se presentó la oportunidad. Delia no podíaevitar pensar que podía haber surgido si su tía no fuera demasiado vaga como para convertirse en carabina, demasiado frívola para considerarse una mujer de mediana edad y demasiado tacaña como para organizar un baile en honor a Delia. Delia seguía enfadada con su tía por la ridiculez de las cinco libras. Ahora estoy de luto, por supuesto.Ty recordó que también él lo estaba. ¡Dios! ¿De verdad se había casado y quedado viudo enmismo día? Un soldado nunca tenía tiempo que dedicar a un duelo formal (¡por Zeus, sepasaría el tiempo atando lazos negros!), pero Ty suponía que debería llevar un brazalete negro por Belinda. Se ocuparía de ello tan pronto como llegara a Londres. A es

te paso, era posible que no llegara nunca.No es que sea asunto vuestro, señor, pero quizá no acepte la oferta de mi tía, de todosmodos. He pensado que quizá comience a trabajar y me convierta en dama de compañía a

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sueldo en lugar de ser la criada sin sueldo de mi tía. Dudo que tener un bebé sea degran ayuda a la hora de encontrar trabajo.La señorita Croft no podía convertirse en sirviente. Ty no lo consentiría. ¿Esta brillante joven reducida a una sombra gris y a una vida de servidumbre? Nunca.Yo os pagaría¿Cómo? ¿Me mantendríais? Eso hizo que Delia se enfadara aún más, el hecho de que ese majcabezota pensara que podía comprar la forma de escapar de sus obligaciones. Imagino

lo respetable que parecería entonces. ¿Una joven soltera con un bebé? Ninguna comunidad en Inglaterra nos acogería ni creería que Melly no es hija mía. ¿O pensabais que adoptaría la guisa de una viuda de guerra? De cualquier manera, mis oportunidades de encontrar un esposo serían escasas, de tener mis propios hijos en lugar del vuestroy de Belinda o de vivir sin deberos nada. No, señor, Melly es vuestra hija y es vuestra para que cuidéis de ella. Además, le salvasteis la vida. Eso hace que sea responsabilidad vuestra, sin importar cuánto pueda yo desear que las cosas fueran diferentes.Ty hizo un esfuerzo por relajar los músculos de la mandíbula y poder así abrir la boca.Yo esto No lo había pensado. Pensaba que la señorita Croft parecía estar tan satisfechn el bebé en los brazos que desearía quedarse con Melinda y no que la recién nacida pu

diera significar la ruina para su vida. Ahora podía ver que se había equivocado. Alparecer, la situación de una mujer soltera no era fácil, con pocas opciones y muchasrestricciones. No había duda de por qué existían tantas que eran ávidas cazamaridos. Lomás fácil sería que nos casáramos.Ty dio un grito ahogado. ¿De verdad había dicho eso en alto?Ahora deseaba haber tenido la boca sellada permanentemente. ¿Y qué si se hacía polvo los dientes?Delia también dio un grito ahogado. Claro que sería fácil para este patán tener una niñeraa punto, fácil para él.De todas las proposiciones insultantes comenzó a decir.Realmente no no se trataba de una proposición, señorita Croft se apresuró a responder TSolo estaba pensando en alto: vos necesitáis una casa, Melinda necesita una madrey yo necesito estar en Londres.

Nada de «te necesito a mi lado por toda la eternidad», ni siquiera «necesito una esposa». Lo que ese hombre necesitaba era que alguien le diera un buen puñetazo. Delia lohabría hecho, de no haber mediado la cuestión de que era una dama, sin importar loque pensara ese tarugo de chaqueta roja.Ese hombre no hacía más que volverla loca, de verdad que sí, con su cambiante humor. Aveces le mostraba su lado caballeroso, de una manera tan ejemplar que ella casideseaba que se enamorara de ella. Si ella le gustara a Tyverne siquiera un poco, quizá se arriesgaría a aceptar un matrimonio de conveniencia, ya que Delia podía predecir adonde la conduciría amar a semejante modelo de perfección. Conocía las ventajasde dicha unión, de la misma forma que sabía lo difícil que sería encontrar un partido mejor o incluso un hombre mejor. Temía medir a cualquier otro hombre que pudiera conocer considerando los admirables valores de Tyverne hasta que actuaba como un go

rila. Él necesitaba una niñera, ¿verdad? Y en último término un heredero. ¡Qué suerte habecontrado una mujer que pudiera cubrir ambos puestos! Casi lo mismo que encontrarun caballo que pudiera montarse y que llevara un carruaje al mismo tiempo.Ya os lo he dicho, señor. No me casaría por ganancias materiales.No estoy hablando solo de dinero, es decir, si estuviera hablando de matrimonio.Podríais quedaros con la niña. Dijisteis que os gustaba.También me gustan los jardines del barón Dallsworth, pero tampoco me casaré con él por eso.Supongo que no importa. Dudo que pudiera conseguir que el arzobispo emitiera un tercer permiso especial en cuestión de días.Por supuesto, no había necesidad de darse prisa. Podían esperar un mes para realizarlas proclamas. Seis meses serían más respetuosos con la memoria de Belinda. Un año calmaría a las fieras. Pero de todas maneras, se trataba de una hipótesis. La señorita C

roft no quería.Sea cual fuera la deuda que teníais con mi hermano, está saldada con creces estaba diciendo Delia. No necesitáis acceder a otro matrimonio de conveniencia por mi bien.

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Ty estaba a punto de decir lo conveniente que sería semejante unión o lo fácil que leresultaría mirar a los brillantes ojos y sonrosadas mejillas de la señorita Croft cuando estuvieran sentados a la mesa del desayuno. Entonces su estómago rugió ante lamera idea del desayuno.Delia seguramente no lo oyó, porque siguió hablando.Ahora tenéis una obligación para con vuestra hija.Ty pensó que eso sería si antes no se moría de hambre. Seguro que esa mujer vivía del ai

re, tan delgada como estaba. Sin embargo, asintió.Soy capaz de entender que tengo que tomar algunas disposiciones, pero vos también tenéis que comprender que no puedo coger a Melinda y su cestita, ponerlas en un carruaje y llevarlas a la ciudad. Tendré que ocuparme de buscar una familia decente que pueda acogerla y eso será mucho más fácil en Londres. Además, puedo pedir ayuda a mihermana. Conoce a mucha gente. Aunque nunca ha tenido hijos, seguro que Ana sabedónde localizar al menos una nodriza competente.Y una niñera.Ty miró la cesta, demasiado pequeña como para transportar una comida decente, pero tan grande como para producirle dolores de cabeza.Y cualquier otra cosa que la niña necesite. Pero entendéis que ahora no puedo llevármela conmigo, ¿verdad? Volveré a hablar con sir Clarence. Seguro que puede esperar una

o dos semanas para mudarse si me ofrezco a pintar la casa y a prepararla para él.Probablemente, lady Clarence la querrá al estilo egipcio que, por lo que sé, es la última moda en Londres. Puedo prometer que le encargaré un sofá de cocodrilo mientras estoy allí.Delia hizo una mueca al pensar en el hogar de su infancia convertido en la exposición de un museo, pero sabía que Gwen y Clarence se mostrarían entusiasmados. La únicamanera en la que serían más felices sería si Ty los llevara a Londres con él en lugar dellevar al bebé.Supongo que Melly puede quedarse con los Wigmore por la noche durante una semana,a no ser que tome biberón asintió Delia.Ty se encontraba tan aliviado ante el reconocimiento de Delia que no le pareció importante corregir el nombre de la niña.Y Winsted se quedará para ayudar.

Muy bien. Pero ¿y Belinda?¡Diablos! No esperareis que me la lleve a Londres también, ¿verdad?Delia comenzó de nuevo a tamborilear con el pie.El funeral.¿Qué ocurre con el funeral? Pronto estarían planeando el suyo si no comía algo. Anselmque hablaría con el tipo local y se aseguraría de que las cosas se hacían como era debido. Tendrá un lugar en el cementerio de la iglesia y, si queréis, haré que coloquenla mayor lápida que se pueda encontrar para que nadie pueda decir que murió en vergüenza.¿Y el ataúd?Ya le he dicho a Winsted que organice lo que haga falta. Bueno, no podía acusarlo deno afrontar sus responsabilidades.

¿Cómo? ¿A vuestro sargento? Y ¿cómo sabrá qué tipo de ataúd queréis o que color escogéisrior?Maldita sea, una simple caja de pino era suficiente para Ty y para sus amigos. Obviamente no era así para la señorita Croft.Le daré instrucciones.Y las flores.Ty miró a su alrededor. Las de la boda le parecieron apropiadas. Hasta podría comérselas.Winsted puede comprar más.¿Mandareis a vuestro hombre que asista también al servicio? Nadie más vendrá, ya lo sabéiVosNo se espera que las mujeres asistan al sepelio. Se supone que nos quedamos en casa y preparamos un refrigerio.

El estómago de Ty también reconoció la palabra.Seguro que también irán los vecinos dijo para tapar el ruido.Delia negó con la cabeza.

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No una vez que su padre la repudiara. Él es un hombre poderoso en esta zona y todoel mundo le teme. Enterraran a Belinda sin nadie que la llore o que ponga una flor sobre su tumba.Se sorbió la nariz una sola vez. Fue suficiente.Supongo que puedo esperar un día más para marcharme a la ciudad replicó Ty. Se maldijo así mismo y pensó que si una mujer muerta le causaba semejantes problemas, no podía imaginar el caos que supondría una viva. El maldito funeral se celebraría al día siguien

te, aunque tuviera que comprar un nuevo tejado para la condenada iglesia. Iré al pueblo inmediatamente y me ocuparé de los preparativos. Y comería algo en la posada.Bien. Y os daré una lista de lo que podéis comprar para Melly hasta que vayamos al desván y veamos qué es lo que se puede utilizar de lo que hay allí. Quizá vuestro hombre pueda ayudarme esta tarde mientras estáis en el pueblo. Mindle es demasiado viejo,ya sabéis, y vuestro brazoLa recién nacida emitió un sonido y Delia desapareció en dirección a la cesta. Él se quejóe que el sonido no había sido ni la mitad de audible que los rugidos de su estómago,pero ella no había tenido problemas para oírlo.* * * Capítulo 18

Vacas, ataúdes y cunas. Ty sabía tan poco de lo uno como de lo otro, pero al final del día sabía más de todo ello de lo que hubiera deseado.Salió hacia el pueblo a pie, ya que alguien había llevado a Diablo a un corral parapoder salvar lo que quedaba de las paredes del establo. Winsted ya estaba en eldesván, y Ty no estaba por la labor de ir a buscar el caballo, especialmente despuésde que Diablo llevara unos días en cautividad.Le acompañaba el chico, Dover, como si su señoría pudiera perderse por el camino entreFaircroft y el cercano pueblo, que no estaba a más de diez minutos carretera abajo. Quizás a la señorita Croft le daba miedo que tomara el desvío equivocado y apareciera en Londres por casualidad. De cualquier manera, el chico suponía una buena excusa para detenerse en la panadería, algo que no estaba para nada en la lista de Ty.El chico estaba esquelético y necesitaba engordar.Dover no necesitaba aumentar su vocabulario aunque eso es lo que consiguió, especi

almente cuando Ty se dio cuenta de que el ataúd, con forro rosa de seda, no estaríalisto hasta dentro de dos días. Tampoco lo estaría la parcela en el cementerio, puesto que los sepultureros no trabajaban en domingo. Si el vizconde hubiera tenidoel brazo en mejor estado hasta se le habría ocurrido cavar él mismo el maldito agujero. No sería la primera vez que enterraba a un camarada caído a un lado del camino.Por supuesto, Kent no era un lado del camino, y Belinda era su esposa. Quizá sería capaz de recordar ese sobresaliente dato si lo repetía a menudo. No se sentía casado.O viudo. Lo que se sentía era hambriento. Eso era, eso era lo que le preocupaba apesar de los dos pasteles de fresa, eso y no un par de ojos verdes.De camino a la posada Ty consideró la posibilidad de incinerar a la señorita Gannon alady Tyverne, maldita sea. De esa manera, podrían esparcir sus cenizas sobre la tumba de George, donde debían estar, sin que nadie pudiera decir nada.

Se corrigió y pensó que nadie excepto la señorita Croft, la cual quería que su poco respetada amiga tuviera un entierro respetable. Así sería. Ty no quería volver a ver esa expresión en el rostro de la señorita Croft, esa en la que se mezclaban la sorpresa yla desilusión, como si su perrita se hubiera aliviado sobre su pie.Ah, sí. La perra también estaba con ellos. Esa bola de pelo andante color blanco necesitaba hacer ejercicio, tal y como había dicho la señorita Croft. Dijo que estaba celosa del bebé. Echaba en falta a Belinda. Ty se aseguró de que el animalito no llevaba el lazo al cuello antes de salir por la puerta de Faircroft. Por lo menos lapresencia de la perra podía explicar la parada en la carnicería para comprar un pastel de carne. También el animal parecía estar esquelético.Ty pudo cumplir fácilmente con muchos de sus encargos en la posada. Los comerciantes y la gente del pueblo querían echar un vistazo al héroe de Belinda, así que rodearon su mesa y compartieron su comida y accedieron a enviar lo que quiera que neces

itara a la residencia de la señorita Croft. Por supuesto, ahora que tenían relación con un lord auténtico, sería una muestra de respeto acudir al funeral de su esposa. Llegaron a la conclusión de que el tipo no era para nada petulante, por la forma en

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la que compartía el pan y bebía cerveza con cualquiera que se le acercara.En muy poco tiempo el vizconde ya tenía lazos negros para el luto, lazos rosas para la cuna de Melinda y una cuenta nueva en el banco local. Encargó una lápida para inscribir el nombre de Belinda y, tal y como se aseguró, también su título y debajo lapalabra «Amada». Probó la leche de dos vacas sin notarla diferencia así que decidió comprar al granjero que parecía estar más necesitado. Se negó a probar la leche de cabra, pero obligó a Dover a que lo hiciera y luego simuló no darse cuenta cuando el chico di

o la taza a la perra. Los animales escogidos fueron conducidos a Faircroft mientras Ty acababa su estofado de cordero.Tetinas de cuero, pequeñas botellas de cristal, gorritos de punto, hilo de tejer de algodón, yardas de suave lino y una muñeca, que tampoco estaba en la lista pero que parecía ser algo que toda niña debería tener. Todo estaría en casa de la señorita Croftantes del anochecer. El saco que llevaba Dover, junto con un silbato y una peonza, estaba lleno de caramelos de menta y bolitas de ron: muchas bolitas de ron siesperaba atrapar al caballo. El silbato y la peonza parecían ser algunas de las cosas que un chico debería tener.La lista de cosas para Melinda seguía sin fin, a Ty le pareció que se trataba de demasiado equipaje para un ser tan pequeñito, para uno que tal vez ni siquiera sobreviviera a la primera noche. Dover sabía un montón de historias de recién nacidos huérfano

s en el orfanato que nunca llegaron a su primer cumpleaños. Ty obligó al chico a beber el resto de la leche de cabra para poner freno a las deprimentes historias.No había flores disponibles, a no ser que lord Tyverne quisiera pedírselas al barón Dallsworth y sus invernaderos. Pero no quería. Envió a uno de los chicos Whitaker de la posada a Dover, a la ciudad, con un carro para ver lo que vendían allí. Envió a otrohijo a Londres con un paquete de cartas que Ty había escrito antes de dejar la casa de la señorita Croft. Una era para su hermana pero la otra, mucho más difícil de redactar, era para el hombre que llevaba sus negocios en Londres. Esta era la notaque se enviaría a los periódicos apropiados. Ty había deliberado largo tiempo sobre sitendría que enviar un anuncio de compromiso, de nacimiento o de fallecimiento. Alfinal se decidió por el obituario, muy breve, en el cual anunciaba la muerte de Belinda Gannon St. Ives, vizcondesa Tyverne, que dejaba marido y una hija recién nacida. Ty pensaba que eso tendría que servir para situar al zorro entre las gallina

s y le entregó un monedero al chico Whitaker.Molly Whitaker le habría regalado, no solo prestado por una tarde, a sus hijos, tan atraída se sentía por el atractivo oficial. Vaya, había reservado las habitaciones del piso de arriba de su posada para sus amigos durante una semana y había pagado por adelantado un mes de alojamiento para su hombre. Y a la viuda Whitaker le gustaba ver a un tipo que disfrutara con su cocina.Lord Tyverne disfrutaba tanto con ella que pidió que enviaran más a casa de la señorita Delia para que en la cocina no se sintieran desbordados ante las bocas extra que alimentar. Stephen Anselm y el abogado se quedarían al funeral (Ty pagaba a unode ellos y se lo suplicaba al otro) y esperarían una comida tras el servicio, aligual que sus nuevos amigos del pueblo. Zeus y la cartera de Ty mediante, Belinda tendría un funeral digno de una vizcondesa.

Tarjetas con los bordes negros y pañuelos rematados de encaje negro completaban sus compras y una rebanada enorme del pastel de grosellas de la viuda Whitaker completó su comida. El vizconde estaba listo para regresar, para deleitarse con la aprobación de la señorita Croft al ver todo lo que había conseguido, y para echar una siesta. Diablos, estaba siendo un día interminable después de una noche sin dormir.Por desgracia, la visita al pueblo del vizconde había llegado a oídos de por lo menos otro de los habitantes del lugar. Un tipo de mediana edad fuerte, con papada,y con pálidas cejas se acercó a su mesa.Mi nombre es Durwood Gannon, señor, y tenemos algo en común.Nada de eso, no lo tenían. El hombre vestía un pomposo abrigo suelto color marrón conforro amarillo, gastadas botas de montar con espuelas y una anticuada peluca marrón avellana peinada con un recogido. Llevaba una fusta y una jarra de cerveza.Dover, lleva a la perra fuera ordenó Ty. El chucho tiene que andar después de todo lo q

ue le has estado pasando por debajo de la mesa.El vizconde hizo un gesto al caballero para que se sentara sin levantarse ni tenderle la mano, un signo de falta de respeto que Gannon no podía pasar por alto.

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¿Qué es eso que pensáis que tenemos en común, señor? le preguntó después de hacer un gesly para que trajera otra taza de café.Bueno, la chica, claro. Todos dicen cómo os casasteis con la moza antes de que echara el último suspiro. Es cierto, ¿no?Solo en parte. Sí que me casé con la señorita Gannon, pero ella no era nada vuestro. Por lo que yo entiendo, repudiasteis a la pobre chica justo cuando necesitaba vuestro apoyo.

Gannon se puso rojo y golpeó la mesa con la jarra, salpicando unas gotas de cerveza y haciendo que la fusta rebotara sobre la superficie de madera.La chica me desobedeció. Y me avergonzó. ¿Qué se suponía que tenía que hacer?Ty mantuvo un tono moderado en contraste con la bravuconería del campesino y con los violentos impulsos que sentía contra este canalla.Se suponía que teníais que hacer lo que cualquier padre amante hubiera hecho: cuidarla. Ya sabía que muchos no lo habrían hecho, incluido su propio padre. Ty no tenía dudade que si su hermana Ana hubiera escogido un partido inaceptable, el conde habríahecho que presionaran al tipo y habría encerrado a Ana en su habitación hasta que secasara con el hombre que él escogiera. Si se hubiera quedado en estado, lady Anase habría encontrado en un barco rumbo a las Colonias antes de que pudiera acarrear escándalo y desgracia al nombre de la familia. De hecho, nadie decía que Stivern f

uera un padre amantísimo.Ty se preguntó lo que él haría cuando Melinda estuviera en edad casadera. ¿Qué ocurriría squería casarse con alguien que estuviera por debajo de las aspiraciones de la hijade un vizconde, alguien como Dover, por ejemplo? El chico era agradable, inteligente y seguro que sería atractivo una vez que le salieran los dientes. Su nacimiento no fue más irregular que el de Belinda, excepto que él no conoció a sus padres. ¿Qué haría Ty si ella le jurara que su mundo dependía de un huérfano? Bueno, no la desheredaría, eso seguro. No después de haber luchado tanto para legitimar su nacimiento. Elvizconde decidió que lo primero que haría sería hacer que Dover tuviera la educación deun caballero, comenzando la próxima semana.Ty suspiró. Eso sería cuando llegara a Londres. Ahora Gannon se encontraba aquí. El hombre no era ni cariñoso ni sabio.Me parece que si hubierais permitido que Belinda se casara con su amor de la niñez,

nada de esto habría ocurrido. No habrían adelantado sus votos y George no se habría marchado a la guerra. Y Tyverne estaría muerto sobre un polvoriento campo, pero no podía pensar en eso ahora. Podríais estar balanceando a vuestra nieta en las rodillasy Belinda viviría en Faircroft en lugar de encontrarse allí esperando a que llegue el carro de la funeraria.Bueno, eso ya es agua pasada.No, no era agua. Era cerveza lo que estaba haciendo que la mesa estuviera pegajosa. La perrita no había dejado ni una gota de agua. Además, Ty estaba seguro de queDover había sacado al can justo a tiempo. Sorbió su café sin responder.Sí, bueno esto yo pensaba que podríamos llegar a un acuerdo, usted y yo.Ty se levantó para marcharse antes de que se le arruinaran la manga del abrigo y la digestión.

No os pediría de beber ni aunque me estuviera muriendo de sed, señor, y mucho menos llegaría a ningún tipo de acuerdo con vos.Pero pero está el asunto de las resoluciones. Aún no hemos tratado ese asunto.¿Las resoluciones? preguntó Ty incrédulo ante la impertinencia del hombre. ¿Los contratue establecen una pensión anual que pueda mantener a la esposa en el caso de que el marido fallezca antes que ella? Vuestra hija ya no necesita nada de eso.Gannon se ruborizó aún más.Sí, todo eso, pero a veces un caballero también ofrece a su suegro un pago. El ayudaa pagar las cuentas de todas las fruslerías y adornos que necesita una mujer. O deja que el padre de la chiquilla gestione los fondos a cambio de la chica y de sudote.¡Vaya! Así que me estabais ofreciendo la porción de Belinda. No pensaba que fuerais tangeneroso. Pero gracias, no. No necesito vuestro dinero.

Por la expresión desconcertada en el rostro de Gannon, no tenía ninguna intención de pagar la dote.La chica está muerta.

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Exactamente. Así que no tenemos nada de lo que hablar. Por otro lado, si deseáis reservar la suma para la hija de Belinda, mi hombre preparará los papeles. Ahora que lo pienso, la mayoría de las propiedades que se dejan en herencia están diseñadas parapasar a los descendientes de las mujeres, no para que vuelvan a su padre cuandoella muere. Entonces mi abogado os visitará mañana. Estoy seguro de que cooperareiscon él.Oh, el viejo Heddy Hedgewick ya ha redactado los papeles. No hay necesidad de mol

estarlo.Especialmente ya que Heddy no es mi abogado. Es el señor Macurdle. Un hombre muy íntegro. Estoy seguro de que encontrareis que es muy ducho en la materia. Hará todo loque esté en su mano para asegurar que la recién nacida esté bien protegida. Contra cualquier víbora.El rostro de Gannon perdió todo su color, hasta que por fin Ty pudo encontrar unasemejanza entre él y Belinda.Eso es otra cosa dijo sin querer abandonar a pesar de los pasos que había dado Ty para separarse de la mesa. Mi nieta.Si Melinda era la nieta de este indeseable, entonces Ty era su yerno. Maldita sea.No. Guardaos la dote. Si podasteis a vuestra hija del árbol familiar, no podéis recla

mar su fruto.Al sonreír Gannon mostró unos dientes manchados de tabaco.Nunca lo hice oficial, ¿sabéis? Tuve intención de volver a redactar el testamento, peronunca llegué a hacerlo, con la temporada de caza y la cosecha de otoño. De todas formas, usé un lapicero para escribir en la Biblia. Ya lo he borrado, al saber lo dela boda.¿Un anillo en el dedo hizo que volvierais a querer a vuestra hija? Recordaré eso cuando Melinda sea mayor de edad.Gannon no podía imaginarse lo que quería decir Ty con eso.Pero pero ¿para qué queréis una recién nacida? Particularmente una que no es vuestraSe detuvo cuando Ty levantó la mano y comenzó a hablar tranquilamente.Melinda es hija mía. ¿Está claro?Sí, y si no yo no estaría aquí. Pero un pez gordo como vos no puede querer tener un bebé

a su alrededor, tanto si volvéis al ejército como si os pavoneáis por Londres.¿Y vos queréis al bebé?Sí, echo de menos a mi chica, vaya que sí. Era la única compañía que tenía desde que murisposa. Tengo mucho sitio. Sirvientes. Una habitación completa para niños pintada derosa. Puedo localizar también a la vieja niñera de Bel.Por supuesto, todo eso mientras yo aseguro la educación de la niña, financio su educación y pago a esos sirvientes, gobernantas, profesores de música y las clases de francés. Por no hablar de permitiros recibir los beneficios de la parte que le corresponde a Belinda como mi esposa. ¿O quizá esperabais que volviera a la Península y me mataran allí dejando así a mi hija como heredera?Gannon también se había puesto de pie.De todos modos, vais a dejar que la cuiden extraños. Por lo menos, conmigo estaría co

n alguien de su sangre.Ty se preguntó de qué le habían servido a Belinda los parientes, o a Delia, por lo quea ella le concernía. O a él mismo. Este sinvergüenza había educado a una joven frívola. Peor aún era que la había repudiado de forma cruel. Pero lo peor de todo es que era lo suficientemente tonto como para pensar que Ty le entregaría otra persona inocente a la que destruir. Antes se encontrarían en el infiernoNos veremos dentro de dos días en el funeral de Belinda. Creo que ella lo habría querido. Era lo que le gustaría a Delia y así los del pueblo dejarían de cotillear si veían allí al padre de Belinda, como si así diera su bendición al matrimonio.¿Y el bebé?Está bien. Gracias por preguntar.* * * 

Capítulo 19Delia deseaba haber podido acercarse al pueblo con lord Tyverne, pero el caldo del escándalo ya desbordaba los cuencos de sopa de las viejas fieras. No hacía falta

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añadir especias a la mezcla. Observó desde la ventana de arriba cómo el vizconde marchaba a grandes zancadas por el sendero para ajustar luego sus pasos de forma queDover pudiera seguirlo. El chico le había suplicado permiso para poder acompañar a su nuevo héroe y hasta la perra de Belinda había lloriqueado queriendo seguirlos.Arriba en el desván tuvo que escuchar las alabanzas al mayor de boca del sargentoWinsted. El hombre admitió que no estaba demasiado acostumbrado a la vida civil, pero juró que seguiría a su oficial a cualquier lugar.

Lo quiera o no, el mayor se licenciará a causa de su brazo malo y de las fiebres.Seguro que existen puestos en los que un oficial no tiene que blandir una espaday una pistola al mismo tiempo.Sí, pero el mayor Tyverne no es de los que sirven para estar sentados en un despacho, ni para mantenerse en la retaguardia. Todavía no ha mandado nunca a sus hombresa luchar sin ponerse él mismo en cabeza de la columna.Luego Delia se sometió al panegírico de la tía Eliza sobre la perfección del caballero.Al parecer, lord Tyverne había aceptado el pedido de nuevos pañuelos que le había hecho su tía como si fuera un criado de a pie haciendo recados.Y tampoco quiso ni oír hablar de coger mi dinero para gastos extras para pagarlos,qué adorable, y dijo que más me debía él a mi por haber cuidado de Belinda. Solo pensar en la amabilidad del vizconde hacía que a la tía Eliza se le saltaran las lágrimas.

Hasta Nanny y Mags habían cambiado de parecer. La vieja niñera consideraba que lordTyverne era un caballero decente y temeroso de Dios. Su lengua necesitaría un estropajo, pero su alma parecía pura. ¿No estaba removiendo cielo y tierra para asegurarse de que se enterraba a esa desafortunada chica en suelo sagrado? Ahora Mags creía que se podía confiar en él igual que en cada nuevo amanecer, su palabra era tan fiable como el oro del anillo que había colocado en el dedo de la señorita Gannon y elque había puesto en sus manos por sus servicios.Podéis confiar en que un caballero de verdad como ese hará lo que sea correcto, señorita Dilly.Por supuesto, Delia no se sentía celosa ante el hecho de que Tyverne pareciese atraer la adulación de la misma manera en la que un buen actor atraía los aplausos. Teníaque admitir que siempre se mostraba como un hombre honorable. Y casi siempre amable. ¿Resultaba fácil tratar con él? A veces. ¿Se le podía convencer? ¡Ja! Pero no estaba

elosa ni siquiera ante el hecho de que incluso Mindle estuviera pensado en pedirle un puesto de trabajo después de que sir Clarence y su esposa se mudaran a Faircroft.Tampoco tenía envidia de los grandes pechos de Hester Wigmore. Bueno, quizá No, Deliase dijo a sí misma que se caería de bruces con semejante lastre.Ni tampoco se sentía resentida ante la habilidad que demostraba Hessie, con su aroma a cerdos, para calmar a la pequeña Melinda y hacer que volviera a dormirse.No, lo que hacía que la señorita Croft se pusiera casi verde de envidia era el hechode que Tyverne y Dover se las arreglaran para ir al pueblo mientras todas las mujeres se quedaban en el piso de arriba admirando a Melly y Mindle inspeccionabala despensa para preparar la cena del vizconde y ella tenía que entretener al primo Clarence.

Clarence y Gwen habían llegado, según dijeron, para asegurar a Delia que el hecho deque transcurriera más o menos otra semana antes de que ocuparan la casa no supondría ningún inconveniente para ellos. Después de recibir el mensaje del vizconde, no losería. Por sus satisfechas y afectadas sonrisas, Delia dedujo que el hombre bienpodía haber comprado una abadía con lo que pagaba de renta a estos dos.También fueron para llevar un regalo para el bebé, un mordedor de coral, el mismo que Delia estaba segura ella misma había regalado a su retoño más joven tres o cuatro añosantes. Así que preguntó si quería que mandara a buscar a Melinda St. Ives para que Gwen pudiera cogerla en brazos.Gwen ya tenía en las manos el jarrón de porcelana de Sèvres e intentaba leer la marcade la base sin derramar el agua y las flores.¿Cómo? ¿Con este vestido? Hoy Gwen llevaba puesto un vestido de seda azul cielo con unasobrefalda de blonda. Sí que llevaba guantes negros de encaje y un chal con el reb

orde de encaje negro en señal de luto. Clarence vestía a conjunto, con abrigo azul,pantalones de cosaco amarillos y una escarapela de seda en el ojal.Delia se había cambiado y se había vuelto a vestir de negro.

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No le sorprendió que Gwen no quisiera sostener a la recién nacida. Después de todo, lamujer de Clarence rara vez había sostenido a sus propios hijos. La crianza de losretoños de los Croft recaía en niñeras, gobernantas y tutores mientras Gwen echaba lasiesta, se probaba vestidos y se ponía mascarillas de puré de fresas. Delia esperaba que lord Tyverne pudiera hacerlo mejor con Melly. Su ahijada se merecía un hogarcon amor, con gente que de verdad se preocupara por ella. Sería demasiado fácil para el vizconde instalar a Melinda en una de sus casas de campo sin otra compañía que

la de los sirvientes, de la misma forma en la que él había sido educado. Entonces podría crecer igual que él, que sabía mucho sobre propiedades y nada sobre el afecto. Pobre pequeña.Y pobre Delia, que veía a Gwen abatirse sobre la sala de estar mientras tomaba notas mentales para redecorar la habitación. Es decir, era Gwen la que pensaba cuandono estaba desenganchando el chal de los florones del respaldo de la silla o delos tiradores de las cortinas. Se suponía que Delia tenía que tomar nota de las instrucciones para contratar a obreros, enviar a buscar muestras de tejidos, encargar los tapices y vivir en una completa confusión.Me temo que todo eso no va a ser posible, prima le dijo Delia. Ya sabes, el polvo de escayola y la pintura fresca son muy malos para los recién nacidos. Su señoría no quería poner en peligro a Melinda a la vez que decide sobre su futuro.

Seguro que la habitación de la niña está lo suficientemente separada. Obviamente, Gwen no tenía intención de redecorarla para su propia prole.Oh, pero la cuna de Melinda no estará nunca tan lejos. Y yo pasaré la mayoría del tiempo cuidándola, por supuesto. Además, estoy segura de que querrás supervisar las obras túmisma para asegurarte de que todo se cumple de acuerdo con tu buen gusto. Según elbuen gusto de Gwen, Faircroft parecería la tienda de un sultán pero Delia esperaba haberse marchado antes de que eso ocurriera. Seguro que era mejor ir a buscar lassales de la tía Rosalie y sus hilos de bordar que ver cómo Gwen destrozaba la casade su familia. Por supuesto, todavía tenía que ocuparse del futuro de Nanny y del dela tía Lizzie.Entonces surgió otra posibilidad.Lord Dallsworth anunció Mindle.Delia lanzó una mirada furibunda a Clarence, pero él encogió los carnosos hombros, lo

cual no ayudó a que le sentara bien el abrigo.No fui yo el que lo invitó, no después de que Tyverne lo haya tomado aversión. Aunque no puedo entender lo que le importa eso al vizconde ahora. Se casó con Belinda, ¿no?,no contigo. Tú podrías haber sido lady Tyverne, por Júpiter, si hubieras hecho algo con tu ropa y tu pelo. Y con tu lengua. La de Clarence rodeaba una naranja pelada,o una bola de popurrí, dependiendo de por dónde se mirara.A juzgar por sus gestos y su pavoneo la esposa de Clarence debía de haber sido laCroft que había invitado al inesperado visitante. Gwen extendió su mano para que sela besara, o más bien para que se la babeara, que era lo que Dallsworth solía hacer,y pidió a Mindle que trajera el té.Delia se preguntó que, si tanto le gustaba Dallsworth a Gwen, ¿por qué simplemente nose escapaba con él?

Por un lado, él era demasiado viejo para escapar corriendo, pero por otro, la meranoción de imaginarse a la remilgada Gwen como objeto de cotilleo era tan hilarante que Delia tuvo que ocultar una risita ahogada detrás de la mano, la cual recuperóde Dallsworth antes de que él pudiera acercarla a sus finos y húmedos labios.De todos modos, él volvió a pedir su mano. Esta vez en matrimonio.El barón era alto, pero andaba encorvado, y le fallaba la vista, así que parecía que siempre se estaba esforzando por ver a través de sus descuidadas cejas o que mirabalascivamente el escote de las damas. Tenía más pelo en las cejas que en la cabeza,pero cada mechón se mantenía cuidadosamente en su sitio con fijador para conseguir la máxima cobertura posible. Vestía ropas anticuadas que le sentaban mal y, a juzgarpor el hedor, debía de bañarse tan a menudo como los cerdos de Hessie. Su ardor también ofendía.La esposa de Dallsworth había fallecido tres años antes y lo había dejado sin heredero

, sin una compañera de cama gratuita e inmediatamente disponible y sin ama de llaves. No quería molestarse en ir hasta Londres en busca de una jovencita tonta que no supiera cómo llevar una casa o que suspirara por escaparse a fiestas y similares

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. Definitivamente, no quería una bonita pichoncita que volviera la cabeza ante elprimer machito atractivo que pasara por la vecindad.La señorita Delia Croft le venía como anillo al dedo. Era sensata, eficaz y no era ninguna belleza de la que un hombre pudiera encapricharse. De hecho, el barón admiraba más la dote de Delia que su pelo pelirrojo. Prefería que las mujeres con las queestaba fueran un poco más rellenitas, pero siempre estaban las fulanas del puertode Dover para cuando un hombre necesitaba un abrazo acogedor y no un huesudo ac

to carnal. Delia sería una madre respetable para su heredero, ahora que el desgraciado asunto de la puta de su hermano había concluido. Le sorprendía que hubiera conseguido que Tyverne se casara con la joven, lo cual decía mucho a favor del potencial de la señorita Croft como diplomática anfitriona. Sí, serviría satisfactoriamente como baronesa Dallsworth, y también le serviría al barón. Se relamió los labios y no precisamente al ver la bandeja con el té que traía el mayordomo.Quería a la chica de los Croft y su dote, y los quería ahora, antes de que ninguno de los dos envejeciera.Ahora que habéis sostenido un recién nacido en los brazos, querida le dijo cuando ellale entregó una taza de té, estoy seguro de que estaréis deseando tener uno propio.Lo que Delia estaba deseando era poder volver a coger a Melinda.Lo mismo que yo continuó Dallsworth. Podríamos compartir la recompensa de traer al mund

o una nueva vida.¿Un niño? ¿A imagen de este hombre? Seguro que a los dos se les caería la baba.No he podido insistir en mi proposición durante este lamentable intervalo de tiempo, no con una posición política que mantener, ya sabéis, pero una vez que el vizconde se lleve a, esto, a la niña, no habrá nada que se interponga en nuestro matrimonio deamor verdadero, ja, ja.A Delia se le ocurrían cientos de cosas, la mitad de las cuales vivían en su sucia ropa de cama.Lo siento, señor, peroAl ver que sus esperanzas de conseguir un nombramiento gubernamental se desvanecían, Clarence apartó el pastelito de semillas de amapola lo suficiente para poder hablar.Esta vez deberías considerar la oferta de su señoría mucho más seriamente, Dilly. Podría

r tu última oportunidad de probar los placeres de la maternidad, ya sabes, y de tener un hogar propio.Y de dejar de estar bajo el puño de Gwen, tal y como Delia tuvo que reconocer.El barón endulzó la oferta con una sonrisa de fétido aliento.Quizá estaría dispuesto a acoger a la criatura de St. Ives cuando él regrese al ejército.Delia no le dijo que casi preferiría que lord Tyverne se llevara a Melinda con él devuelta a la Península que dejar que Dallsworth tocara a la preciosa niña.Por lo que tengo entendido, está pensando en renunciar a supuesto dijo en su lugar.No importa. Entonces será un viudo en la ciudad, ja, ja, un objetivo para cualquierjovencita con la mente puesta en el matrimonio y para su madre. ¿Y qué dama querrá criar a la criatura de otra mujer? Porque eso es lo mínimo que exigirá Stivern esta ve

z. Sorbió su té: la perra de Belinda habría lamido el agua con más discreción. Y mucho ma una ja, ja,¿A una bastarda? preguntó Delia al tiempo que posaba la taza sobre la mesa. Me atrevo adecir que nadie afirmará nunca tal cosa de la señorita St. Ives. Cuando el conde deStivern fallezca, estoy segura de que Melly se convertirá en lady Melinda. Si tiene la mitad del atractivo de su madre y el encanto de su padre, será aclamada comouna belleza. Cuando su padre la dote de forma tan generosa como asumo que hará, hablarán de ella como una celebridad, capaz de volar tan alto como desee en busca de un marido. Vaya, su tía es duquesa. ¿De verdad pensáis que alguien iba a poner en duda su nacimiento?El barón pensaba que Delia Croft se mostraba incluso casi deseable cuando enseñaba que tenía algo de fuego en la sangre en lugar del agua helada que mostraba normalmente. Volvió a relamerse.No, claro que no. Será una buena compañera de juegos para nuestras propias chicas, ¿eh?Así que tendrás que llevarte a Nanny intervino Clarence, feliz por verse salvado de tener que enviar a su vieja niñera a la casa de beneficencia o dejarla marchar con u

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na pensión: casi se atragantó con un mordisco de pastel de limón solo de pensarlo.Y a tu tía Eliza añadió Gwen rápidamente, ansiosa por desprenderse de todas las extravagtes mujeres de la casa. Estoy segura de que el querido barón acogería a la señorita Linbury con los brazos abiertos.Delia estaba segura de que Dallsworth acogería a Melinda, Nanny y la tía Eliza al igual que lo haría con otra verruga que le saliera en la nariz, pero con toda probabilidad, la tía Rosalie de Londres no invitaría a nadie de la familia de Delia.

Yo diría que es una atractiva oferta dijo Clarence. No tendrás una mejor, ahora que hasechado a perder las esperanzas del vizconde. Engulló un pastelillo.Delia admitió que no había duda alguna de que no encontraría una solución más convenientepara sus problemas. Sin embargo, si no se casaría con un caballero eminentemente honorable para asegurar su futuro, ¿por qué iba a hacerlo con alguien cuyo mero apretónde manos, higiene y «ja, jas» le parecían repugnantes? Pensar en compartir lecho conDallsworth era ¿qué podía ser peor que repulsivo? ¿Nauseabundo? ¿Gusanos que reptaban entlos dedos de los pies? ¿Murciélagos chillones enredados en el cabello?Sacudió la cabeza para alejar las horrendas imágenes y en su lugar recordó a un caballero de rubios cabellos echado sobre una improvisada cama. Aun estando medio muerto debido a las fiebres, lord Tyverne constituía una visión más agradable que Dallsworth, sucio y babeante. De hecho, el vizconde era demasiado atractivo, y la idea d

e él sobre su cama, demasiado intrigante. Su imaginación dejó atrás la idea.Gwen estaba planeando los esponsales.Supongo que tendrá que ser una boda discreta dijo con pena mientras acariciaba el borde de su chal negro.Dallsworth asintió.Nada más la familia y los amigos más íntimos. Y unos pocos compinches del partido que podrían ser de utilidad para Clarence, ja, ja. Puedo hacer que el vicario realice las proclamas mañana, ¿qué tal eso? Y podemos celebrar la boda dentro de un mes. ¿Tú qué dis?Yo digo dijo lord Tyverne desde el umbral que la señorita Croft no estará disponible.* * * Capítulo 20

La última vez que el vizconde mayor Tyverne se había mostrado erguido en la sala deestar de los Croft como un general que pasa revista a las tropas y las encuentraespecialmente necesitadas, había anunciado su compromiso con Delia. Ella se juró así misma que si lo hacía de nuevo, si realizaba una declaración así de forma arbitrariay sin su consentimiento, quizá aceptara la proposición del barón, solo para demostrarle a lord Tyverne que él no poseía la capacidad de dar órdenes a su recluta. Por supuesto que se arrepentiría llorando en menos tiempo del que tarda un gato en lamerse la oreja (o del que tarda Clarence en lamerse las migas de la barbilla) porque notenía sentido destruir su vida por querer dejar clara su postura. Sin embargo, ese caballero de pacotilla no tenía capacidad de mando sobre la señorita Croft. No podíacomprar su cooperación y tampoco podía intimidarla. ÉlLa estaba invitando a ir a Londres.

Primero el señor Gannon, ahora sir Clarence y lord Dallsworth, todo en el mismo día.¿Qué había hecho él para tener tanta suerte? Ya echaba la culpa a Clarence de la mitadde sus problemas, y la visión de los platos vacíos sobre la bandeja del té no mejorabani una pizca su opinión sobre el baronet. A Dallsworth lo despreció según lo vio. Tyverne nunca había conocido a un hombre tan impresentable, estaba asquerosamente sucio, tenía por lo menos cincuenta años y sobaba a la señorita Croft con su mirada lasciva. Por el momento, la valiente mujer se mantenía en su sitio, con la barbilla alta y los ojos brillantes, pero las hienas acabarían minándola. Ty no podía marcharse aLondres después del maldito funeral dejar a la hermana de George con esta pandillade depredadores. No, si quería dormir bien por las noches, no podía hacerlo.El sueño, la noche y la señorita Croft eran una combinación que se le subía a la cabeza.Cuanto más pensaba en ello, más quería que la mujer fuera a Londres, donde podría cuidar de ella y ella se sentiría cómoda. Lo que se merecía era sentirse querida, y no host

igada y acosada por esta panda de despreciables. También tendría que estar a su lado. Muy cerca, donde dormir bien por la noche fuera lo último que considerar.Se mordió el labio. Un caballero podía controlar sus instintos más básicos y sus imágenes

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mentales y si no, tomaba baños fríos en cantidad. Obviamente, al contrario que Dallsworth, a Ty le gustaba el agua caliente y jabonosa y le gustaba asimismo tener una mente racional y un cuerpo disciplinado. No era un chico lujurioso y la señorita Croft era una dama. Sin embargo, había algo en esa mujer que lo sacudía de la cabeza a los pies.No obstante, esta vez Ty no se aceleró.He escrito a mi hermana dijo al grupo reunido y le he preguntado si puedo llevar a

la recién nacida a su casa una vez que la niña pueda viajar y hasta que se llegue aun arreglo mejor. Pensé que la señorita Croft podría venir y servir de ayuda.¿Cómo? ¿Que la prima Dilly viaje con vos a la ciudad? Gwen sacó el abanico y se refrescócara y el té. Vaya, eso no es para nada lo que se debe hacer.Ty había pensado en mandar un carruaje a buscarlas cuando él regresara a Londres y tan pronto como se resolviera el rifirrafe con su hermano. Ahora pensó que lo mejorsería que él cabalgara junto al carruaje.Con Nanny y la señorita Eliza Linbury como carabinas, creo que la reputación de vuestra prima estaría a salvo. La gran deuda que tengo para con su hermano asegurará queyo ponga todo el empeño en preservar su buen nombre.¿Y una vez que lleguen allí? preguntó Clarence por si se esperaba que él enviara un carrje a buscarles a todos ellos si tenían que regresar.

Bueno, entonces mi hermana necesitará ayuda con la niña. Muy a su pesar, ella no ha tenido niños. El hecho de que tampoco la señorita Croft los hubiera tenido no parecía ser de gran importancia. Dudo también que su casa esté equipada. Ana era duquesa. Podía pedir la luna y se la enviarían al instante, con suficientes criados que se encargaran de desembalarla. No se trataba de eso. Y la señorita Croft puede ayudarme a seleccionar un hogar más permanente para la recién nacida, puede entrevistar a las familias, ese tipo de cosas. Supongo que realizar la elección adecuada llevará aproximadamente un mes.Sí, pero ¿luego? insistió Clarence mientras se preguntaba si aún podría negociar un contcon el señor Dallsworth.Después de eso, si vuestra prima y mi hermana encuentran que congenian, quizá la señorita Croft considere quedarse. El duque viaja mucho y mi hermana pasa demasiado tiempo sola.

¿Nanny, la tía Eliza y Delia fuera de casa a la vez? Gwen pensó que era una idea maravillosa. Vaya, con su prima relacionada con una duquesa, ¿quién sabía con qué oportunidades e invitaciones se encontraría sir Clarence en el camino?Quizá deberíamos ir nosotros a la ciudad, para aportar nuestra experiencia. Especialmente ahora que vamos a hacer trabajos de renovación en Faircroft. Dilly nos recordólo poco saludable que eso puede resultar lanzó Gwen y esperó una invitación. Pues se leiba a quedar el té helado si esperaba recibir una.No, no. No me gusta la idea dijo lord Dallsworth. Que la señorita Croft viva de esa manera con vuestra hermana y con la niña. Seguro que chismorrean. La reputación de laseñorita Croft sufrirá. No procede, de ninguna manera.Ty lanzó una mirada hostil al viejo chivo.No veo en qué puede ser esto de vuestra incumbencia, verdaderamente. Se volvió hacia D

elia, temeroso de haber traspasado los límites una vez más, temeroso de que ella dijera que no, temeroso de que dijera que sí y estropeara el resto de su vida. ¿Qué decís sobre la idea, señorita Croft? ¿Servirá?Enfadada, Delia pensó que por lo menos a alguien se le había ocurrido pedir su opinión. Estaba cansada de que los otros se dedicaran a discutir su futuro como si ellano estuviera presente. Pero sí, una invitación a casa de su hermana le vendría muy bien. Al diablo con las deudas y obligaciones de lord Tyverne, esto no era un actode beneficencia. La duquesa no querría ocuparse de los cuidados de una recién nacida, así que apreciaría la presencia de Delia, Nanny y la tía Eliza. Después de eso ya veríaDelia qué hacer. Tenía sus dudas sobre el hecho de que la hermana del vizconde necesitara una señorita de compañía, pero quizá alguna de sus amigas sí, y su Alteza quizá diereferencias a Delia. Mientras tanto, a Delia le encantaría poder pasar más tiempo con la pequeña Melinda y asegurarse de que la nueva familia que Tyverne escogía para

ella fuera cariñosa. Quizá le permitieran visitar alguna vez a la niña, quien después detodo era su ahijada. Si tenía que mostrase honrada consigo misma, no le importaríapasar más tiempo con su señoría para ver si realmente se decidía a licenciarse del ejércit

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o. Y quizá, solo quizá, su respuesta le importaba a lord Tyverne a juzgar por la forma en la que se mordía el labio inferior.Sí, señor, podría servir. Estaré encantada de considerar la invitación de vuestra hermanaCuando esta llegue añadió, ya que se preguntaba si la hermana del mayor tenía noticiassiquiera de la propuesta.Ty tuvo que contentarse con esto. Por lo menos la señorita Croft no parecía mostraraversión hacia Londres, aunque no podía decir si el bebé era la zanahoria y Dallsworth

y los demás la vara o si él tenía algo que ver con su decisión.También tenía que trasladarse a la posada del pueblo. Por un lado, la pobre chica yahabía soportado suficientes sermones de sus parientes. Por otro, si se quedaba, tendría que invitar también a cenar a sus familiares invasores. Nadie se merecía eso.Así que Ty ensilló a Diablo. Alguien había llevado al gran caballo blanco de vuelta asu establo, lo habían cepillado y alimentado, pero Jed, el mozo de cuadra, se negó aensillarlo.La última vez que lo intenté me destrozó una camisa nueva. Podía haber sido el brazo, asíestaba el diablo de fresco.El brazo herido del vizconde estaba ya lo suficientemente recuperado como para arreglárselas con el saco de dulces mientras con el otro brazo sujetaba la silla yajustaba las cinchas. Después de un pequeño desacuerdo sobre quién estaba a cargo y qu

ién pagaba las exquisiteces, Ty cabalgó hasta las caballerizas del pueblo donde el mozo de cuadra se descubrió educadamente.Ty volvió a montar rumbo a casa de la señorita Croft.Debo disculparme dijo cuando ella abandonó el estudio de la nueva vaca para ver porqué había regresado al establo.Delia pensó que quizá iba a retirar la invitación y quería hacerlo sin que nadie más lo escuchara. O quizá el maldito caballo lo había tirado. Estudió cuidadosamente al vizconde en busca de heridas o manchas de hierba, pero parecía estar más atractivo que nunca con el pelo rubio despeinado por el paseo a caballo. Quizá quería pasar más tiempo en su compañía.Y tengo que suplicaros otro favor. ¿Podríais tener a Diablo aquí? Se niegan a tenerlo en las caballerizas. Alguien de los vuestros parece haber cogido el truco de cómo tratar a esta bestia, le hace hacer ejercicio y sabe cuidarlo.

Delia torció el gesto al ver el jamelgo, el cual lamía un cuenco con cerveza mientras Ty le quitaba la silla con dificultad y lo acariciaba para que se agachara. Como había tenido un hermano, sabía que no tenía que ofrecer su ayuda.Por supuesto. Nos las arreglaremos.De hecho, estaría dispuesto a contratar al muchacho si él quisiera y vos pudierais pasaros sin él. Miró a la vieja yegua de Delia, los espacios vacíos correspondientes a caballos de tiro que sir Clarence y su esposa habían confiscado y a la vaca y la cabra que ahora compartían establo. Era un desperdicio tener aquí a alguien que pudieravérselas con Diablo. Le pagaré el doble.Delia se contuvo de decir una palabra que había oído usar a George alguna vez.Se lo transmitiré dijo en su lugar.¿Estáis completamente segura de que el caballo me pertenece? preguntó Ty. Si no, no me

portaría dejarlo aquí de forma permanente. En realidad, vuestro hermano nunca me regaló su montura. ¿Sabéis? Más bien fue un préstamo.Delia sonrió.Y ya sé que vos desearíais que ambos se fueran al infierno. Pues sí, estoy segura de que George quiso que vos tuvierais el caballo. El hecho de que pudierais montarlohasta el pueblo y luego regresar es una prueba suficiente de que os pertenece.Ty regresó a pie a la posada. El camino se volvía aburrido después de recorrerlo cincoveces en el mismo día. Por otro lado, pensó que nunca se aburriría de ver la tenue luz que centelleaba entre los oscuros rizos rojizos que se escapaban del moño cubierto por la cofia de Delia. Definitivamente, nunca se agotaría de esperar una de esas sonrisas gloriosas que mostraban el intrigante hueco entre sus dientes delanteros.

Ty volvió andando a Faircroft al día siguiente para poder acompañar a las damas a la iglesia. Ni el mayor cotilla del pueblo podría haber encontrado algo malo en ello.

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Por supuesto, la mayor cotilla del pueblo era Gwen, que iba en el carruaje familiar de los Croft a pesar de vivir más cerca de St. Jerome. Podían estar de camino ala iglesia, pero los pensamientos de su señoría eran de todo menos santos. Para serun oficial de caballería, el mayor Tyverne estaba desfilando demasiado: tenía ampollas que lo demostraban. Aún peor fue que se dirigió al banco inadecuado. Los condes de Stivern ocupaban las primeras tres filas de bancos en por lo menos tres iglesias, dos capillas y una abadía restaurada, pero esta iglesia no era una de las que

estaban en su área de influencia. Aquí Dallsworth se sentó él solo en el primer banco, el único tapizado. La baronía de los Croft merecía el segundo, así que Ty se encontró hechoun bocadillo entre dos hombres que muy a gusto habría mandado al diablo en ese mismo día del Señor. Lo peor para el bienestar espiritual de Ty fue que lo sentaron entre la señorita Croft y su tía. No, sus pensamientos no tenían nada de sagrados. Ampollas, perros guardianes y seductoras sonrisas. ¡Por todos los santos! O no

Al día siguiente, el funeral de Belinda fue todo lo que se podía desear, a no ser, por supuesto, que uno deseara que no hubiera necesidad de celebrar un funeral. Hubo flores y monaguillos y un ataúd con bonitas asas. El cielo estaba cubierto y lloviznaba, lo cual no desentonaba con la solemnidad de la ocasión. Nadie dudaba de

que lord Tyverne también lo hubiera encargado. Stephen Anselm regresó para concelebrar con el vicario local y la mayoría de los hombres del pueblo salieron para asistir a la ceremonia. El padre de Belinda derramó copiosas lágrimas: no solo nunca más volvería a ver a su hija, tampoco volvería a ver su dote.Después los hombres se dirigieron a Faircroft junto a sus esposas. La comida del funeral en realidad se tenía que haber servido en casa del señor Gannon, no en la dela señorita Croft, pero Ty no lo habría aceptado en el supuesto de que el hombre sehubiera ofrecido. Todos los del pueblo conocían la relación existente, por lo que nohubo ni más ni menos chismorreo del habitual.La casa estaba tan llena de asistentes al sepelio que algunos tuvieron que beberla cerveza de Molly Whitaker afuera sobre el césped. Gwen revoloteaba por la salavestida con capas de gasa negra mientras que sir Clarence se posicionó en el comedor donde habían colocado las fuentes y las jarras con bebida.

Delia estaba particularmente guapa. Llevaba puesto su mejor vestido negro, un chal negro de encaje y el medallón de su madre. Parecía encontrarse más descansada que en las últimas semanas y un cierto sentimiento de anticipación añadía brillo a su mirada.Aceptó los falsos cumplidos junto con las falsas condolencias pero guardó en su corazón la silenciosa pero obvia admiración de Tyverne como si fuera una exótica orquídea.También tenía en brazos al bebé. Que esas viejas arpías del pueblo que creían poseer una moral superior vieran el bonito y valioso regalo que Belinda había concedido a su esposo, a lord Tyverne. Se acercó hacia donde este se encontraba con el señor Anselm,cerca de la chimenea.Aquí tenéis, señor. ¿Os gustaría tener en brazos a vuestra hija?Antes se lanzaría a la tumba con su esposa.No, ya sabéis, el brazo malo.

Tonterías. Recordad que os he visto montar a Diablo.Anselm sonreía. Delia sostenía el bulto envuelto de rosa. Ty sudaba.Vamos, chico bromeó su viejo amigo. Te has enfrentado a los franceses. ¿Hace falta mayor valentía para sostener en brazos a una recién nacida?Hacía falta más de la que tenía Ty. Negó con la cabeza.No, yoTomadla dijo Delia en un brusco susurro. Cogedla en brazos para que todos vean queno os avergonzáis de ella.Dejó que la desalmada señorita Croft colocara el bebé en sus brazos.Cuidado con la cabecita le dijo.¿Por qué? ¿Puede desprenderse? preguntó Ty horrorizado.Pero la cabeza del bebé se encontraba justo donde se suponía que tenía que estar y lamitad de las mujeres se secaron los ojos cuando contemplaron la tierna escena. L

a otra mitad sonrieron con suficiencia cuando Melinda hizo sobre el uniforme escarlata de su señoría lo que los recién nacidos hacen a menudo.Ty pensó que ahora sí que tendría que dimitir de su cargo.

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* * * Capítulo 21Por fin se encontraba de camino a Londres. Ty había dejado su caballo, su hombre ysu cartera. ¡Dios! No había gastado tanto dinero en los tres años que había pasado de soldado. Se sentía como si estuviera financiando la reconstrucción de la mitad de losedificios de Kent, desde la iglesia a la posada, pasando por la casa de sir Cla

rence Croft y la granja de Hessie Wigmore. A la larga lista de cosas que tenía quehacer en Londres añadió comprobar la marcha de sus inversiones.Ty también había dejado atrás a su nueva hija y temía que también parte de sus pensamientos. Había jurado regresar en menos de una semana con un carruaje más cómodo que el quehabía alquilado, un carro para los equipajes, otro para transportar la vaca o la cabra, o ambas si fuera necesario, la invitación de su hermana y más dinero. Pero seolvidaba de algo. El vizconde no sabía lo que era, pero había algún diminuto detalle,algún lapso que le inquietaba en algún recodo de su mente.Lo que había ganado tras su corta incursión en Kent (¡caray!, ¿había sido menos de una semana?), aparte de una hija, por supuesto, eran un brazalete negro, a Dover y unaperra.¿Qué queréis decir con eso de que el animal es mío? había preguntado a la señorita Croft

o ella le entregó un saquito que contenía el cepillo, el cuenco y la correa de cuerode la criatura.Delia estaba acariciando la blanca piel del perro.Bueno, era el animalito de vuestra esposa. Por supuesto que os pertenece, lo mismo que ocurriría con todas las propiedades y posesiones de Belinda en caso de que las tuviera. George le compró el cachorro a Belinda antes de marcharse así que no tendría sentido que el señor Gannon lo reclamara. Belinda la llamó Angelina para que fuera a tono con Diablo, así que es de recibo que vos os quedéis con ambos. Además, no creo que penséis que Clarence quiera quedársela, ¿verdad? Sus maleducados hijos atormentarían a la pobrecita si lo hiciera.Entonces quedáosla vos. Mindle a duras penas había conseguido que el uniforme del vizconde resultara presentable. Lo que menos necesitaba ahora Ty era que el malditouniforme se cubriera de pelos blancos. Eso es, os la cedo en recuerdo de vuestra

amiga. Una donación, por vuestra lealtad y vuestros cuidados. La señorita Gannon, esdecir, lady Tyverne, habría deseado que os quedarais con la perrita.Delia hizo un gesto negativo con la cabeza y acarició a la terrier por última vez.No, parece que os ha adoptado como su nuevo dueño. La cocinera jura que Ángel se muestra deprimida desde que os trasladasteis a la posada. Ha dejado de comer.La perrita no comía en la cocina debido a que Ty y Dover ya le habían dado de comeren la posada, la panadería y la carnicería. ¡Por Júpiter! Después del funeral había comidoque sir Clarence. Cogió el saquito, pero hizo que Dover llevara al animal.Al parecer, el chico era también parte de la herencia. Ty tenía intención de ocuparsede la educación de Dover, pero no de convertirse en su tutor legal. Aparentemente,sir Clarence tampoco iba a tener al huérfano rondando por ahí al objeto de no contaminar a sus propios hijos con la baja ascendencia de Dover.

Además le dijo la señorita Croft mientras se inclinaba para alisar la gorra del chicouna vez más, lo cogimos para hacer los encargos de Belinda, así que supongo que es tan vuestro como la perra.Así que Ty tuvo que alquilar el carruaje en lugar de montar su caballo y cabalgarcomo alma que lleva al diablo. Esa era la única velocidad que su montura parecía conocer y le habría venido al vizconde perfectamente dado que llevaba tanto retraso para poder estar con su hermano. En lugar de ello, tenían que parar cada más o menosveinte minutos para que el muchacho o la perra hicieran pis.Durante la segunda de esas paradas, Ty se bajó para estirar las piernas que notabarígidas por estar confinadas en el estrecho espacio del carruaje y se dio cuentade que la punzada de preocupación se hacía más evidente según se alejaban de Faircroft.Por su vida que Ty no podía acordarse de lo que se le había olvidado. Sin embargo, era un soldado demasiado bueno como para ignorar el cosquilleo que sentía entre los

omoplatos, la intuición de que algo iba mal.Mientras daba unos pasos, repasó el momento de su partida: las lágrimas de la tía Eliza no le dieron ningún reparo, tan endurecido como se sentía; las oraciones y los bue

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nos deseos de despedida de Nanny se habían evaporado, al igual que los intentos deWinsted por asegurarle que él sería el centinela de guardia hasta el regreso del mayor. Mindle había inclinado la cabeza con gran dignidad y había aceptado discretamente la moneda que Ty le había entregado. Y la señorita Croft no le había creído.Eso era. Delia no creía que Ty fuese a volver. Vaya, asumía que al final mandaría a recoger a la niña y antes aún a su caballo, pero no daba crédito a sus votos de un rápidoregreso y de una calurosa bienvenida para ella en Londres. Ty, que se sentía atado

a su palabra, no podía aceptar que nadie pusiera en duda su juramento, pero ahí estaba. Había visto la sombra de la duda empañar sus ojos verdes y atenuar su radiantebrillo. Había aceptado sus distantes y educados buenos deseos para el viaje, perohabía echado en falta su sonrisa: eso era lo que no había llevado consigo.El hermano de la señorita Delia Croft seguramente se despidió de la misma forma, entre lágrimas, oraciones y promesas de regresar que nunca cumplió.Por lo tanto, la señorita Croft no confiaba en los soldados. O quizá en los hombres.Entre sir Clarence, Dallsworth y el señor Gannon, no había encontrado un tipo cuyapalabra tuviera valor. Simplemente había que educarla de otra manera.Ordenó al cochero que diera la vuelta al carruaje.

Delia estaba en el establo hablando con Diablo. La conversación le había costado seis zanahorias y un guante, pero ahora quizá el jamelgo no se sintiera abandonado. Ojalá pudiera conseguirlo ella también con solo un puñado de verduras.El bebé estaba dormido y vigilado por al menos cuatro dispuestas mujeres, y Deliase encontraba sola con sus pensamientos, los cuales no eran buena compañía. Le preocupaba que quizá siempre se sintiera sola y que no pudiera volver a coger en brazosa Melly cuando su nueva familia se hiciera cargo de ella. No poder sostener enbrazos nunca a su propio recién nacido. No conocer nunca a un hombre. No conocer nunca el amor. Temía que su mejor oportunidad acabara de marcharse en un coche alquilado.Nunca volvería. Mandaría a buscar a Melinda, se aseguraría de que Delia y los que de ella dependían se acomodaran con su hermana pero eso era todo. Su sentido del honory de la obligación se sentiría satisfecho. Luego volvería al ejército con cualquier pue

sto o adoptaría la vida despreocupada de la sociedad londinense. Dentro de uno o dos meses, a lo sumo de un año, lord Tyverne se olvidaría de que la señorita Delia Croft existía. ¿Cuándo olvidaría ella la imagen de él sonriéndole o el compartir su sobrecogimnto ante el bebé que sostenía? Nunca.

Mindle le dijo que la señorita Croft estaba en el establo. ¡Por Zeus! Ty esperaba que no se encontrara cerca del impredecible Diablo, cuya mala idea y mezquindad eran demasiado predecibles. Se dirigió en esa dirección a grandes zancadas y esperó sercapaz de elegir antes de llegar las palabras correctas que tenía que decir. Él estaba de luto; ella estaba de luto. Él era como un tronco de madera con las mujeres; ella pensaba que todos los hombres eran meros gusanos. Sería difícil que Shakespeare

encontrara las palabras que necesitaba. Ty maldijo su torpe lengua por quedarsemudo y su débil entendimiento por ser escaso cuando más falta le hacía.Ahí estaba ella, entre las sombras del establo fuera de la cuadra de Diablo y conun traje de montar verde oscuro. Era la primera vez que Ty la veía sin el luto y le pareció que estaba resplandeciente. Su pelo rojo estaba peinado en una trenza que le caía sobre un hombro, no llevaba puesto sombrero y solo tenía un guante. Si hubiera encontrado las palabras para decirle que volvería y que no tenía que casarse con Dallsworth o escaparse con Melinda a las Antípodas mientras tanto, esas frases se habrían derretido en el calor de la acogedora sonrisa que ella le dedicó.Yo y o comenzó a hablar al tiempo que tomaba su mano desnuda. Yo ¡Oh, mierda! Atrajo y toda su persona hacia él e inclinó la cabeza hasta que sus labios se tocaron. Ella no se retiró o forcejeó, así que él la besó hasta que a ninguno de los dos les quedabaaire, hasta que ambos se habrían caído si no llega a ser por la puerta de la cuadra

que se encontraba tras ella, hasta que ella entendió lo que él nunca sería capaz de decir.Volveré.

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Llegó demasiado tarde. A pesar de sus prisas, el inútil de su hermano pequeño había idoy se había comprometido con una fulana. El compromiso del honorable Agamenón St. Ives y la señorita Thea Dunsley se anunciaba en el mismo periódico que el obituario deBelinda, lady Tyverne.¡Maldita sea, Nonny! dijo Ty en cuanto vio la noticia, lo cual ocurrió al de unos minu

tos de entrar en el hogar de los St. Ives en Mayfair gracias al rígido mayordomo almidonado que presidía la casa desde hacía décadas. Juraste no hacer nada alocado hastaque yo regresara.Y no lo he hecho. Nonny llevaba un monóculo de esos que gustaban a los machitos de la ciudad y miraba el abrigo lleno de pelusas de Ty de forma escrutadora. Ya erasuficientemente malo que Nonny se hubiera retractado de su palabra, pero peor aúnque los hubiera enredado a todos ellos en otro escándalo. Lo peor de todo era quese condenaba a sí mismo a una vida de miseria con una mujer poco respetable por esposa. Furioso, Ty dejó caer el periódico con un golpe sobre la mesa entre los dos. Siesta no es una unión alocada, entonces no sé qué lo será. Prometiste esperar.Nonny dejó que el monóculo se balanceara en su cordón.Te prometí que no me escaparía a Gretna Green con Thea antes de que volvieras. Y no l

o he hecho.Y un cuerno, hermano. Sabías que mi intención era convencerte de lo inadecuado de esta unión. Simplemente no puedes casarte con una mujer que está tan por debajo de ti.Nonny pegó golpecitos sobre el periódico.¿Te atreves a sermonearme? ¿Qué le dijo la sartén al cazo, hermano?Las situaciones no son para nada iguales.No, tú eres el heredero y yo solo soy el tercer hijo. Puedo llevar a Thea a vivir alas Américas cerca de Totty donde nadie conozca su pasado. Por otro lado, tú no puedes huir. Un día serás conde, a la vista de la buena sociedad. Sin embargo tú, noble Ty, has desposado a una joven campesina de cuya familia nadie ha oído nunca hablar;una mujer, además, que ha dado a luz al cachorro de otro hombre y al que has concedido el ilustre apellido de nuestra familia. Incluso si afirmaras que esa señorita como se llame viajaba con el ejército y llevaba vuestro niño, no me vengas tú a habl

ar de mujeres inadecuadas, Ty. Una hotentote no podría ser una vizcondesa menos apropiada. Y no me hables de escándalos. Mi compromiso podría causar un chaparrón, perotu matrimonio es una verdadera tormenta de rumores. El mío quizá sea los clavos delataúd, pero tu pequeña escapada con toda seguridad enviará a nuestro padre a una muerte prematura. El conde se enfadará tanto que la sangre le hervirá en las venas. Lo único que puede salvarlo de una apoplejía es que el bebé es una niña y que tu mujer no sobrevivió a la luna de miel.Ty enderezó el periódico frente a él. La pobre Belinda ni siquiera sobrevivió a la nochede bodas.Mi matrimonio fue diferente. Fue un asunto de honor.Nonny se puso rígido.También mi compromiso. El nombre de Thea iba de boca en boca hasta que sentí que tenía

que concederle la protección de mi apellido. La verdadera diferencia es que yo laamo. Tú ni siquiera conociste a la señorita lo que sea, ¿no es así?Se llama señorita Gannon, y si la conocí durante quince días o durante un siglo es irrelevante, ¡maldita sea! No estamos hablando de mi matrimonio, sino del tuyo, ¡por Zeus! Eres demasiado joven para casarte. No tienes carrera, y no tienes ingresos aparte de los que el conde o yo te proporcionamos. ¿Cómo vas a mantener las vistosas plumas de tu pichoncito?¡No hables así de Thea!Haciendo caso omiso, Ty prosiguió.Cuando estés dispuesto a tomar esposa, encontrarás una con una dote, con tierras y con un nombre respetable.¿Cómo la hija del duque con la que padre quiso que te casaras tú? preguntó Nonny con unaueca de desprecio. ¿O la hija del ministro del gabinete? No te lanzaste precisament

e de cabeza ante cualquiera de las oportunidades. ¿Qué es lo que ha aportado entonces la señorita Gannon a tu matrimonio, lord Tyverne, además de una bastarda?¡Maldita sea! ¡No hables así de Belinda! replicó Ty. ¡Ni de mi hija! Lo que me ha aport

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linda no se mide en libras ni en peniques, y yo no necesito ninguna de las dos cosas. No quiso mencionar a la perra, o a Dover, o el tesoro que suponía el beso dela señorita Croft. De una vez por todas, te digo que no estamos hablando de mi matrimonio, sino del tuyo. ¡Un caballero no se casa con su amante!Nonny golpeó la mesa.No sabes de lo que estás hablando. Al igual que padre, te has formado una opinión sindejar que me explique.

Ty también golpeó la mesa, enfurecido al verse comparado con el conde.¿Qué es lo que hay que explicar, maldita sea? Conociste a esa mujer en el burdel de Sukey Johnson, ¿no es así?Sí, peroY pagaste a Sukey por sus servicios, ¿verdad?Eso noY luego la instalaste en un nidito de amor en Kensington, ¿no es cierto?Pero¡Pero nada! Esa mujer es tu amante, maldita sea, y eso hace que no sea posible quese convierta en tu esposa.No es así si la amo.¡Por todos los diablos! Se puede amar a una mujer sin casarse con ella. Los hombres

lo hacen continuamente. De hecho, apostaría que existen más hombres que aman a susamantes que a sus esposas.No podría deshonrar de esa manera a la mujer que amo. Pensé que entenderías algo que tiene que ver con el honor, pero me equivoqué. Después de todo eres hijo de nuestro padre, sin importar que intentes borrar las huellas.¡No me fastidies! No me hables del conde. Él quiere poder y prestigio. Yo solo quieroque seas feliz. Toda esta charla sobre el honor y el amor es de idiotas. Todavíate acuestas con la chica, ¿no?Así que ahora Ty tenía un ojo que hacía juego con su brazalete.* * * Capítulo 22Su hermana no lo golpeó. Ana era una señora, la duquesa de Illington. En su lugar de

jó caer té hirviendo en su regazo.¿Cómo has podido hacerlo, estúpido? Esperaba algo mejor de ti, el heredero del condado,un héroe de guerra, un buen jefe para tus hombres. ¡Ja!Así que Ana también había leído el anuncio. Ty se secó los pantalones y deseó que Mindle oinsted estuvieran en la ciudad para ocuparse de su guardarropa, en lugar de eseviejo palo seco de la casa de los St. Ives.Estoy intentando disuadir a Nonny de su desastrosa alianza dijo después de intentarlimpiarse lo mejor que pudo.¿Cómo? ¿Con los puños? Ana hizo un gesto negativo con la cabeza. Típico de un hombre. Sargo, no estoy hablando del amor de becerrito de Nonny.Ella había leído ambos anuncios. Él suspiró.Mi matrimonio fue un asunto de honor. Me obligaba una deuda.

Nunca pensé otra cosa, besugo. ¡Vaya! ¡Tyvern el Honrado comportándose como un sinvergüen! Me lo creeré cuando las ranas críen pelo. Cualesquiera que sean las razones que hayas tenido para casarte con esa señorita Gannon, seguro que han sido buenas. Sin embargo, ¡no hay explicación suficientemente buena sobre la tierra para que no hayasinvitado a tu única hermana a la boda!No hubo ti¡Y lo he tenido que saber por el periódico! ¡Y me han interrogado todas las chismosas de la ciudad sin saber qué era lo que tú querías que dijera!Te escribí.Ella le sacudió la carta bajo la nariz.Después de que todo ocurriera y porque querías pedirme algo. Y eso es otra cosa, burro. ¿Cómo podías pensar que me iba a negar a tener en casa a mi propia sobrina? El merohecho de que dudes que tu hija será bienvenida en esta casa constituye un insulto

, chico, y ¡me alegro de que Nonny te haya puesto un ojo a la virulé!¿Lenguaje pugilístico, alteza? Quizá tendría que reconsiderar traer aquí a Melinda despuétodo. Sabía bien que no podría esquivar el cojín que le había lanzado.

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Y lo peor de todo Ana también tenía la nariz de los St. Ives, ¿cómo has podido dejar aiña, a una diminuta y frágil recién nacida con una cuidadora de cerdos? Si no llegas avenir hoy, la hubiera mandado a buscar yo misma con una enfermera, una criada yuna nodriza respetable.Entonces, entiendo que la niña y las personas que la atienden serán recibidas favorablemente. Estudió la mancha húmeda sobre sus pantalones. ¿Incluye eso a esto la señoritt?

¿La joven de la carta? Ana sabía exactamente a quién se refería, ya que había leído la mdiez veces, pero no podía resistir la idea de hacer que su estirado hermano mayorse pusiera nervioso. Le intrigó ver que el rubor le subía por las mejillas. Definitivamente, era la joven de la carta. No veo motivos para que pienses que de repentenecesito una señorita de compañía comenzó a decir solo por seguir metiéndose con él. Nomo si ya chocheara, ¿sabes? Sigo siendo varios años más joven que tú. Y ¿cuántos años tiena señorita Croft?Ahora el vizconde estaba examinando sus botas en busca de rozaduras.Esto la edad perfecta murmuró para el cuello de su camisa.Su hermana se mostró encantada de ver que todavía había esperanza para Tyverne.Bueno, supongo que podríamos ver si congeniamos.Lo haréis. Tenéis que hacerlo. Ella es

¿Perfecta?Ahora él sonrió, aliviado por tener la aprobación de Ana.Casi. Tiene ese pequeño hueco entre los dientesAhórrame la poesía, hermano. Ya he tenido suficiente con Nonny y su señorita Dunsley. Lesirvió otra taza de té y esta vez no erró ni una gota. Dime solo cuándo vendrán.En cuanto resuelva unos pocos asuntos aquí en la ciudad. Pero ¿no necesitas consultarlo con el duque antes de admitir a un séquito completo en su casa?A Illington no le importará. Dudo siquiera que se dé cuenta, tan poco como está por aquí.Yo esto lo siento.No, no lo sientas. Ambos lo preferimos así. Él va a fiestas de casa en casa con sus compinches y sus enamoradas aunque los médicos le advirtieron de que tanto alcoholy tanto puterío lo matarían. Yo estoy satisfecha de quedarme en Londres con el teatro y las bibliotecas, los bailes y mis trabajos de beneficencia.

A Ty todo eso le parecía muy deprimente, muy similar al matrimonio de sus padres,excepto por el hecho que lady Stivern se las había arreglado para regalar al condelas pruebas de cualquiera que fue el afecto que habían compartido por lo menos encuatro ocasiones.¿Hay más niños? preguntó el vizconde. Sé que siempre quisiste que la casa estuviera lleellos.La duquesa se entretuvo recolocando los azucarillos en su platito.La primera esposa de su alteza no volvió a concebir después de tener a su hija, y parece ser que tampoco lo ha hecho ninguna de sus amantes. Para alivio mío, él se rindiódespués de más o menos dos años de matrimonio. Así que ya ves por qué tengo tantas ganas de que tu hija se quede aquí. Rápidamente cambió de tema. ¿Qué vas a hacer con lo de NonnTy se apoyó relajadamente en los cojines.

Vaya, no puedo hacer mucho, a no ser que ate a ese inútil durante uno o dos años. Habíapensado que quizá podría intentar sobornar a la mujer. Necesitaré estar primero con mi abogado para averiguar lo que vale un tercer hijo para una cazafortunas.Pero ¿qué ocurre si no se trata de una aventurera? Y qué triste para Nonny si lo es, ysi él la ama de veras.Ty se irguió de nuevo. No se sentía cómodo hablando del amor verdadero.Y ¿cómo voy a saber eso? preguntó sin estar seguro de qué se cuestionaba.Ana no constituyó ayuda alguna.Y ¿cómo se supone que lo voy a saber yo? Me casaron con Illington casi según salí de la escuela.Sí, pero ¿y desde entonces? Sé que tienes una legión de admiradores. Ana era una mujerabladamente bella. Era alta al igual que los hombres de la familia St. Ives, pero en lugar de sus espaldas, gracias a Dios su figura se mostraba llena y lozana

y vestía a la última moda. ¡Diablos! Pensó que la duquesa de Illington debía ser la que creaba estilo. Sus ojos eran del mismo azul que los de sus hermanos y tenía el mismocabello dorado, que hoy llevaba peinado en un intrincado recogido en lo alto de

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la cabeza. Además de su belleza y su inteligencia, la duquesa emanaba un aire derealeza y una elegancia de esas que los hombres apreciaban tener a su lado. Porno hablar de sus generosos encantos en sus camas. Seguro que alguno de tus galanesAhora ella sí que le pegó.Hice mis votos de matrimonio al igual que tú, hermano. También las mujeres sabemos dehonor.

Esa noche Ty se acercó al club. No a Brookss o a Watiers, en los que sabía que sería elplato principal de la cena, el comodín en la sala de juegos y la nota a pie de página en la sala de lectura. No. Fue a Gilsons, un lugar pequeño donde los militares sereunían para hablar de la guerra, no de mujeres, ni de bodas, ni de quién se tirabaa la esposa de quién. Allí nadie lo felicitó ni le dio el pésame. Gracias a Dios, nadiemencionó a su hermano, a su hija recién nacida o su ojo morado. En lugar de eso sededicaron a asuntos más serios, a asuntos de soldados, mientras marcaban el cursode la campaña en la Península en un gráfico sobre la pared con alfileres, banderas y trozos de papel.Los otros hombres, en su mayoría oficiales retirados pero algunos en activo de per

miso en casa por enfermedad o en una misión del ejército, querían saber qué noticias traíael mayor Tyverne.Si fuera por él, la guerra podía haberse desplazado a Mongolia. Como si a él le importara esta noche. De repente, los cimientos mismos de su vida se habían convertido en arenas movedizas y él no sabía cómo encontrar tierra firme. Se aposentó en un cómodo sillón de piel en una esquina con una botella de coñac y una copa y dejó que la charla sobre la guerra resbalara sobre él mientras contemplaba la vida, la muerte y un parde ojos verdes.Si consideraba que los filósofos y los poetas llevaban siglos meditando sobre lasmismas cuestiones (excepto los ojos verdes, por supuesto), a Ty no le sorprendió no haber llegado a ninguna conclusión después de tres horas y de que la mitad de la botella se hubiera evaporado. El vizconde pensó que después de la otra mitad quizá ya no le importara hundirse en un mar de confusión.

Nunca llegó a averiguarlo, ya que llegaba alguien con noticias, no de una nueva ofensiva contra los franceses, sino de un duelo en el exterior de un garito de juego. Los viejos que habían participado en la campaña los consideraron unos civiles estúpidos que malgastaban sus vidas en asuntos triviales cuando lo que estaba en tela de juicio era el futuro del Imperio. Esos alocados de sangre caliente harían mejor en unirse al ejército y disparar contra los franceses en lugar de entre ellos.Ty se mostró de acuerdo de todo corazón, especialmente cuando se enteró de que uno deesos alocados, uno de los duelistas con la cabeza hueca, era su propio hermano pequeño. Al parecer, el inútil de él las había tomado con un tal Finster Dunsley, el cualseguro que era un bala perdida. El capitán les informó de que ambos hombres se encontraban heridos, aunque St. Ives esperaba recuperarse.Matar a la futura familia política de uno, aunque se lo mereciera, no era forma de

embarcarse en la vida matrimonial. A esa conclusión llegó Ty mientras se apresurabaa irse a casa. Peor aun era el hecho de que retarse a duelo era ilegal. Si Dunsley moría, Nonny tendría que huir del país o lo colgarían. En la ebria opinión de lord Tyverne, lo peor de todo era que Nonny podría expirar antes de que él mismo pudiera estrangularlo.Mirándolo por el lado positivo, quizá así Nonny pudiera ver el tipo de familia con laque se estaba relacionando, el tipo de futuro que tendría con la señorita Dunsley. Si tenía que defender su honor en cada esquina, no llegaría ni a los veinticinco.Para cuando regresó a la casa de los St. Ives, Ty ya estaba prácticamente sobrio y el médico había llegado y se había marchado. El mayordomo con peluca tenía el rostro totalmente desencajado. Ty no se detuvo a escuchar las quejas de Gilbert, sino que subió las escaleras de tres en tres hasta la habitación de su hermano.A Ty le satisfizo escuchar de boca del ayuda de cámara de Nonny, el cual dimitió según

regresó lord Tyverne, que la bala había traspasado limpiamente la pierna del joven.Según se marchaba, el hombre anunció que no se le había contratado para limpiar sangre. Y tampoco iba a seguir a su señor a Botany Bay .

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Al tocarla, Ty sintió que la mejilla de Nonny estaba caliente, pero este se despertó de su estado adormilado para sonreír a su hermano.Sabía que vendrías. Tyverne el Honrado, como siempre te llamábamos.Duérmete, parlanchín. Te sacaremos de este embrollo.Aunque Ty echaba en falta a Winsted más de lo que creía posible, envió a un criado para que se enterara, si podía, del estado de Dunsley, y otro a las caballerizas paraque prepararan un carruaje y un equipo. Tal y como él lo veía, tenía que sacar a Nonn

y de Londres antes del amanecer, cuando los magistrados enviaran a sus hombres allamar a su puerta. Si Dunsley moría, Ty podría enviar a Nonny en un barco a casa de su hermano en las Américas, incluso si tenía que recorrer medio mundo para eludirlos bloqueos. Si ese impresentable sobrevivía, el percance se olvidaría con el tiempo y no habría ocurrido nada, excepto las nuevas canas que seguro que le saldrían alvizconde Tyverne durante la noche.Mientras tanto, mientras esperaban para ver lo que el destino deparaba a su oponente, Nonny necesitaba cuidados. Los asustados criados no servirían de ninguna ayuda, y tampoco Gilbert, el cual se mostraba en desacuerdo con su comportamiento.Sin embargo, Winsted sabía más de disparos que cien cirujanos juntos y la vieja Magsdisponía de todo un arsenal contra las fiebres. Ty podía llevarlo a Kent. A casa deDelia. Esta misma noche.

Ocurrió que Nonny se despertó mientras Ty intentaba envolverlo con su abrigo antes de bajarlo al carruaje. A pesar de su brazo herido, el vizconde no iba a confiarsu hermano a esos criados a los que les temblaban las rodillas.El joven St. Ives se negaba a marcharse.No sin Thea.Imposible dijo Ty mientras le abrochaba el abrigo. No puedo llevar a una mujer de esa calaña a casa de la señorita Croft.Thea no es lo que piensas. Tienes que escucharme.Te escucharé en el carruaje.No, si es así nunca mandarás a buscarla. Te conozco. Eres exactamente igual que nuestro padre. Ya has tomado una decisión, y harás las cosas a tu modo y dirás que tú lo sabes mejor que nadie. Bueno, esta vez no. Esta vez no será así si ni siquiera quieres escucharme. Apartó el brazo de Ty. Si no vas a buscar a Thea, déjame aquí.

No digas bobadas. Quizá hasta tengas que abandonar el país.Voy con ella o no voy. Venga, deja que me muera aquí. De todos modos, no desearía vivir sin ella, pero nunca podrás entender eso, ¿verdad?Ty podía llevar a su hermano escaleras abajo, ya que Nonny estaba demasiado débil como para soportar una pelea, o podía darle una dosis mayor de láudano y esperar a quevolviera a dormirse. O podía escucharle.Así que escuchó cómo la señorita Dunsley había sido educada como una joven de buena familia, hija de un maestro y de una profesora de música de Norwich. Al morir sus padresrecientemente, la habían entregado al cuidado de un canalla tío suyo, el típico listillo. Dunsley intentó hacer que ella repartiera las cartas en sus partidas, partidas que él amañaría para ganar con su ayuda. Thea se negó, de la misma forma en que se negóa aceptar las avanzadillas de los compinches de Dunsley para beneficio de este.

Así que él la drogó y la vendió a Sukey Johnson, una madame conocida por atraer a las jóvenes novatas que bajaban de los carruajes del correo ofreciéndoles trabajo. A la clientela de Sukey eso no le importaba: una virgen era una virgen, tanto si consentía como si no.Por casualidad, Nonny y sus amigos pararon en el local de Sukey esa noche y él vioa Thea, maquillada, acicalada y medio dormida.La escogí porque era tan guapa, y parecía tan triste. Pensé pensé que podría facilitarlecosas, si yo era su primer cliente. Pero entonces empezó a llorar.Ty suspiró.Te tenías que haber marchado entonces. ¡Qué diablos! Ni siquiera tenías que haber estadoallí.No podía marcharme. Thea no quería convertirse en prostituta. Es una buena chica, telo juro. Así que le di a la madame lo que había pagado a Finster Dunsley por Thea y

algo más y me la llevé. No podía traerla aquí. Ya has visto a Gilbert la Gárgola. Y no podllevarla a casa de padre en Warwickshire.¡Cielos, no!

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Así que St. Ives pidió prestado a un amigo su apartamento en Kensington y la instaló allí. Hablaron, compartieron alguna comida y se enamoraron. Pero estaban hablando demasiado, más de lo que Nonny podía tolerar, sobre la mujer que amaba. No podía permitirse un permiso especial y le había prometido a Ty que no se escaparía con ella a Gretna, así que hizo lo que le pareció menos malo: anunciar su compromiso.Entonces Dunsley decidió que tenía que pagarle por su sobrina. Si no, iría al conde conel cuento. ¿Qué podía hacer sino retarlo a duelo?

Podías haber disparado a ese bastardo a sangre fría. El mundo sería un lugar mejor.* * * Capítulo 23Ty envió un mensaje a los establos de los St. Ives para que sacaran el carruaje deviaje grande en lugar del más ligero y más rápido que había pensado llevarse. Ahora necesitaba un cochero y un mozo. Al parecer, ya tenía un valiente, ya que Dover se negaba a quedarse atrás. El chico no se quedaría en Londres con el avinagrado Gilbertni aunque tuviera que viajar en el techo del carruaje. Un sonriente Dover le dijo a su ídolo que la escuela podía esperar, cuanto más mejor. La señorita Dilly necesitaba ayuda extra. La perra podría viajar en el lugar reservado para los equipajes.Por supuesto, Ty se aseguró de que ambos tuvieran sitio dentro del carruaje. Hasta

que tuvo que hacer sitio para su hermana, su tocador y lo que parecían ser la mitad de sus propiedades, ya que su alteza también se negaba a quedarse atrás.Y ¿qué ocurre con tu reputación? protestó Ty cuando se encontró a la duquesa en el umbrarespuesta a la nota que le había enviado. No voy a permitir que el nombre de mi hermana se arrastre por el barro junto con el de la señorita Dunsley.Paparruchas. Es precisamente mi reputación la que nos va a hacer salir de todo esto. Si Nonny de verdad tiene intenciones de casarse con esa chica, entonces necesitará mi aprobación. ¿Quién se va a negar a reconocer a la cuñada de la duquesa de Illington? Con toda seguridad, nadie que quiera ser invitado a mis fiestas.Sí, pero solo tenemos la palabra de Nonny para demostrar que la chica es respetable, que no es lo que parece.Ana se alisó la capa de piel.¿Desde cuándo la palabra de uno de mis hermanos no es suficiente para mí?

Así que fueron en la enorme y traqueteante carroza del duque: los seguía el carruajede los St. Ives y otro más con el equipaje. De cualquier manera, el carruaje más pesado era mejor para Nonny porque, aunque añadiera horas al viaje, de esa forma nose sentiría tan apretado durante el trayecto. Ty lamentaba no poder librarse de suhermano y estar con Delia con presteza. La duquesa lamentaba no haber tenido tiempo de encontrar una nodriza respetable. Nonny lamentaba estar demasiado vapuleado como para presentarse ante la puerta de la señorita Dunsley y explicárselo todo.Esa tarea recayó en Ty. Lo lamentaba más que cualquier otra cosa.La señorita Dunsley era una chica de pelo oscuro que llevaba puesto un sencillo ymodesto vestido que obviamente había sido confeccionado en casa. Tenía un rostro dulce en forma de corazón, era de formas redondeadas y sus modales eran educados, así como su acento. A Ty le complació comprobar que, a pesar de su entorno deprimido, s

e mostraba como una señora. Por desgracia, también tenía la sensibilidad de una señora.Al ver al hermano de su amado, presintió lo peor. Su querido Agamenón estaba muerto.Lo habían matado de un disparo por defenderla. Se desmayó.Ty la sostuvo antes de que diera con la cabeza en el suelo y se retorció el brazoherido. ¿Y ahora qué? ¡Maldita sea! Delia nunca se desmayaría cuando alguien tenía que salir de viaje. La señorita Croft era un soldado de a pie. La señorita Dunsley era comoun dolor en el hombro cuando Ty se la colgó del cuello y casi la lanzó dentro del carruaje donde se encontraban sus hermanos.¡Maldito seas, Tyverne! ¿Qué le has hecho? le preguntó Nonny mientras Ana intentaba alcaar su vinajera.Siempre supiste como tratar a las mujeres, hermano.Después de enviar a la doncella de Ana para que recogiera las pocas pertenencias de la señorita Dunsley, Ty decidió que viajaría junto al cochero.

Ahora su cabalgata estaba completa. Además de Dover y la perra, el vizconde llevaba a la cola a la señorita Dunsley, a la duquesa y al zoquete de su hermano. Una columna completa desfilando se habría hecho notar menos al abandonar la ciudad. Ense

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guida tendría un destacamento de la oficina del alguacil por detrás. Pero iba en ladirección correcta: de vuelta a Delia.

Después de lo que le parecieron cien paradas ya que la señorita Dunsley se mareaba además de sufrir una crisis nerviosa, Ty alquiló un caballo en una de las casas de postas y se adelantó cabalgando cuando la luz del amanecer comenzó a iluminar el cielo

. Necesitaba llegar el primero a Faircroft para preparar a la señorita Croft antela arremetida de los forasteros. Podía quedarse en la posada, pero no quería que suhermano estuviera en un lugar público como ese por si el tío de la señorita Dunsley estiraba la pata. Nonny creía que el disparo le había acertado en la cabeza, pero lasheridas de la cabeza sangraban mucho y no había forma de valorar el estado del bellaco.Ty tendría que regresar a Londres él mismo para averiguarlo cuanto antes, porque nopodía confiar en ese palo seco de mayordomo para que actuara como espía. También tenía que transferir fondos y comprobar los ingresos de la propiedad que tenía en Yorkshire. La propiedad que estaba fuera de la herencia podría servir para Nonny y la tontaina de su prometida en caso de que el tío de ella sobreviviera y no tuvieran queemigrar. Entonces también, si ese sinvergüenza sobrevivía, Ty tenía la intención de hacer

que se arrepintiera por lo ocurrido. Nadie, ni siquiera el primer ministro o alguien que viviera en la luna, podía herir al hermano de Tyverne y conseguía escaparsin un rasguño. Nonny era su familia y Ty cuidaba de los suyos.Deseó tener su propio caballo en ese momento. Diablo lo hubiera llevado hasta el umbral de la puerta de Delia en un tiempo record. Esta vieja y cansada montura apenas podía sacar ventaja a la caravana de carruajes, y mucho menos saltar las vallas y muros que se levantaban en la ruta campo a través en el caso de que Ty abandonara el camino. ¡Menudo fastidio! Ty presionó al animal para que se esforzara un poco más. No era a Diablo al que echaba en falta. Era a Delia.

Delia ya había montado bastante por ese día. Salió pronto, cuando levantaba el día, cuando los pájaros comenzaban a cantar, cuando no había nadie que pudiera percatarse de

que llevaba pantalones de montar debajo de su traje de amazona. Adoraba la sensación de estar a lomos de un caballo fuerte y volar al viento. Llevaba demasiado tiempo intentando recorrer con dificultad el laberinto de sus dilemas y había tenidolos pies demasiado firmes sobre la tierra. Ahora Delia se sentía más ligera, más libre. Ahora podía remontar de nuevo. La pequeña Melinda florecía y todos se marcharían juntos a Londres.Clarence y Gwen la advirtieron para que no pusiera el listón de sus esperanzas demasiado alto. Un caballero hacía promesas muy fácilmente, pero las olvidaba de formaaún más fácil. Eso era lo que decían. Le dijeron que todavía estaba a tiempo de aceptar aDallsworth, ya que tener ese pájaro en mano suponía un anillo en el dedo. La ofertade Tyverne consistía en una visita, en una posible posición con su hermana, en convertirse en una criada con pretensiones para la niña.

Pero ellos no sabían nada del beso. Un hombre de honor como el vizconde no hacía falsas promesas y no se retractaba de la palabra dada. Y lo que era más importante, no repartía besos por ahí como si fueran monedas. Delia sabía todo eso dentro de su corazón, donde alentaba los recuerdos y mantenía sus esperanzas para el futuro. Volveríadentro de una semana o menos. Eso había dicho y así lo confirmaba su beso.Salió del establo a la luz del día y vio que se acercaba un caballo. Le costó unos momentos que sus ojos se adecuaran a la luz pero luego reconoció el cabello dorado ylas anchas espaldas del uniformado jinete. Casi como si Delia lo hubiera conjurado en sus sueños, lord Tyverne detuvo el caballo y desmontó.Consciente de que Jed, el mozo del establo se acercaba para llevarse el caballo,Delia solo sonrió y le dio la bienvenida. Parecía cansado y como si lo hubieran golpeado. Su sonrisa desapareció.¿La niña? fue lo primero que preguntó al tomar la mano que ella le ofrecía.

Delia pensó que estrecharía su mano, o la besaría en los dedos. El se la retuvo mientras daban la vuelta al establo para dirigirse a la puerta principal de la casa.Va bien. ¿Y vos, señor? ¿Os fueron bien vuestros asuntos?

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Igual de bien que le irían a un perro con tres patas que quiere cazar conejos.Delia quería retirarle el pelo de la frente o acariciar el moratón alrededor del ojo, pero ahora se encontraban a la vista de todos los de la casa y él todavía la tenía cogida de la mano.¿Podéis contarme que ocurrió?Me temo que tengo que hacer algo más que contároslo: tengo que pediros un favor. ¡Maldita sea! Cada vez que parece que he saldado una deuda con vuestra familia encuent

ro que tengo otra.Los amigos no se fijan en los tanteos, ya lo sabéis. No apuntan los favores en lascolumnas del haber o del debe para que puedan ser devueltos.Él le apretó la mano y se detuvo.Somos amigos, ¿no es así?Eso quisiera pensar, señor.Y yo quisiera que mis amigos me llamaran Ty.Delia asintió.Mis amigos me llaman Dilly.Delia es más bonito. Pero supongo que he pospuesto mi petición demasiado tiempo. Se puso de nuevo en movimiento y luego aminoró el paso para ajustarse al de ella. Veréis,mi hermano disparó contra un hombre ayer por la noche. ¡Vaya! ¿Fue ayer por la noche?

Parece que fue hace un mes.Delia no pudo evitar que se le escapara un grito ahogado.No, Nonny no es un asesino a sangre fría. El sinvergüenza al que disparó se lo merecía, yfue durante un duelo con testigos y con padrinos, pero su oponente podría morir.Nonny está herido y necesito esconderlo hasta que averigüemos si se han presentado cargos contra él o si tengo que enviarlo como sea fuera del país.¿Y deseáis esconderlo aquí en Faircroft?Sé que entre Mags, Mindle, Winsted y vos, por supuesto, gozará de los mejores cuidados sin llamar la atención como lo haría en la posada. Nadie pensará nada extraño porque yo venga a Kent a hacer gestiones para la niña o a visitarla.Muy bien. Aunque los otros sirvientes tendrán que saberlo: la cocinera si tiene quepreparar comida para el enfermo y las criadas que cambiarán las sábanas. Son buenaschicas. No hablarán de vuestro hermano si yo se lo pido.

¿Entendéis que podrían considerarlo un criminal?El hombre al que disparó era un villano, ¿no?El hombre al que disparó vendió a su propia sobrina a un prostíbulo.Vuestro hermano será bienvenido.Ahora Ty sí que se acercó su mano a los labios y la besó.No importa lo que digáis, estoy en deuda con vos. El carruaje está de camino, pero hay algo peor. Como siempre. Tuve que traer a la novia de Nonny. No se marcharía deLondres sin ella y mucho menos del país.¿Una relación con la mujer que pensabais resultaría tan desafortunada?Él asintió.La señorita Thea Dunsley, antiguamente del burdel de Sukey Johnson. Parece un pajarillo agradable sin culpa alguna en la destrucción de su reputación. Eso a la gente n

o le importará. Os acusarán de dar cobijo a una perdida.Os olvidáis de que acogí a Belinda. Y a un soldado herido. ¿Puede mi reputación volverseaún más oscura con un asesino y su amante?Sabía que no me fallaríais dijo con una de sus raras sonrisas. Pero hay algo más, lo pe. También mi hermana está de camino.¿La duquesa? chilló Delia dispuesta a entrar corriendo en la casa para cambiarse, quitar el polvo a los muebles y ayudar a la cocinera a hornear un pastel.Su alteza en persona. Es una mujer dominante y meticona que estará pendiente de loque hacéis constantemente. Ya sabéis, quiere al bebé.¿A mi bebé? Esto ¿a vuestro bebé? ¿a Melly?A Melinda, sí. Mi hermana no tiene hijos propios y no es probable que esta situacióncambie. Creo que sería una buena madre.¿A pesar de ser dominante y meticona?Por eso. No relegaría a la recién nacida con los sirvientes a un cuarto de los niños olvidado. Melinda tendría lo mejor de lo mejor.Y un duque como padre.

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No exactamente, pero casi mejor que sea así con este duque.Delia retiró su mano.Ya entiendo. Y por supuesto que lo entendía. No había sitio para ella. Bueno, supongo que también su alteza tendrá que ser bienvenida para que pueda acostumbrarse a Melly.Gracias. Eso es lo que había pensado, pero aún no he tomado ninguna decisión. Nonny y la señorita Dunsley mencionaron que no les importaría comenzar su vida de casados conuna hija. Thea dice que adora los niños. Al parecer, sus vecinos tenían muchos hijo

s y ella ayudó a cuidar de los más pequeños. Si mi hermano y ella emigran a las Américaso incluso si se instalan en Yorkshire, nunca existirían habladurías sobre el nacimiento de Melinda. Ni siquiera tendría que cambiar de nombre y yo me aseguraría de queno le faltara de nada.Tan lejos dijo Delia expresando sus pensamientos en voz alta.Y también lejos de ser etiquetada como una bastarda. Sin embargo, no hay prisa pordecidir, por lo menos no hasta que resolvamos esta nueva metedura de pata de Nonny.¿Tenéis entonces intención de permitir que Nonny y la señorita Dunsley se casen? Pensé questabais en desacuerdo con un matrimonio tan desigual.No me corresponde a mí realizar la elección, tal y como me recordaron tanto mi hermano como mi hermana. Confieso que espero que si Nonny y su dama tienen oportunidad

de verse más aquí mientras él se recupera, quizá se lo piensen. Mi hermano nunca fue unbuen paciente.Pero, por lo que veo, sí un buen boxeador.Ty se tocó la sensible piel alrededor del ojo.Le enseñé bien.Estaban casi en la puerta principal y Delia tenía millones de cosas que hacer y que preparar para sus invitados, pero sentía curiosidad.¿Qué haréis si vuestro hermano y la señorita Dunsley no cambian de opinión?Supongo que tendré que comprar otro permiso especial para él cuando se recupere o acompañarlos a Gretna. Ambos son menores de edad y mi padre nunca dará su consentimiento. El tutor de la señorita Dunsley no estará en condiciones de hacerlo.Así que ¿dejareis que continúen con esa relación amorosa inapropiada a pesar de todas lasdesventajas y del hecho de que no creéis en ella?

Yo no soy mi padre.No entiendo dijo Delia.Yo tampoco, pero estoy intentando aprender.* * * Capítulo 24Era bueno aprender. Delia aprendió que los castillos en el aire no siempre se desmoronaban de repente. Algunas veces se encogían y ajaban hasta que solo quedaba labonita sombra del sueño de un arco iris. Lord Tyverne mencionó de nuevo la deuda quetenía con ella, le apretó la mano y se dirigió a caballo al encuentro del resto del grupo. Eso fue lo último que hablaron en privado durante días. El nunca buscaba su compañía, nunca la apartaba a un lado, nunca la invitaba para que fuera con él cuando ib

a a Canterbury o a Dover. Delia suponía que ahora que su hermana estaba aquí, probablemente podía recordar cómo se comportaba una verdadera dama. Con un hermano metidoen una relación poco apropiada, él como heredero no querría verse envuelto en una relación con otra don nadie. Otro ladrillo de aire se desprendió y cayó a la tierra.Delia se dijo que estaba demasiado atareada como para tener jaquecas producidaspor un militar confuso. Lo primero que hizo después de mandar a Dover a buscar a la vieja Mags y aposentar al nuevo inválido bajo los cuidados de Mindle fue presentar a las damas invitadas a Melinda.El bebé crecía minuto a minuto. Casi podía verse cómo se le rellenaban las mejillas y como su tripita se hacía mayor con cada toma. Comenzaba a aceptar algo de la leche de cabra sin llegar a tener cólicos, lo cual Magas dijo que era una buena señal y quepronto podrían prescindir de Hester Wigmore. Al bebé no parecía importarle quién la tuviera en brazos, como si supiera que, al carecer de una madre propia, tendría que g

anarse el afecto de todos. Melinda giraba su carita de la nodriza a Delia, a Thea y a la duquesa, las cuales se encontraban igualmente emocionadas y discutían sobre a quién le tocaba darle el biberón de leche templada. Estaban tan pendientes de e

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lla que nadie se molestaba ya en ahuyentar al perro de la cuna.Delia decidió que cualquiera de sus dos huéspedes resultaría ser una buena madre paraMelly, aunque, por supuesto, la duquesa podía ofrecer mayores comodidades. Su alteza era una joven encantadora, de edad similar a la de Delia, de aspecto impresionante con su belleza, sus diamantes y sus trajes, pero no tan pagada de sí misma como Delia había temido que fuera. Se ofreció para devanar los hilos de tejer de la tíaEliza y se hizo querer a Nanny debido a su admiración por la recién nacida. Ya dura

nte la primera tarde, Delia y ella se habían convertido en buenas amigas.Así que por favor dejad ya todas esas tonterías de «su alteza» dijo Ana. Si se os hacel llamaros por mi nombre, entonces llamadme «duquesita», como Nonny. Ty lo odia, porsupuesto.Por supuesto: es degradante dijo riéndose mientras las dos novatas trataban de cambiar el pañal de Melinda, lo cual estaba muy por debajo de la dignidad de la duquesa.Podéis llamarme Dilly. Todos lo hacen y lord Ty también lo odia.Mucho mejor dijo Ana con una risita muy poco propia de una duquesa. Vaya, sabía que me gustaríais.También Delia y la señorita Dunsley comenzaron enseguida a llamarse por su nombre depila. Thea era tan agradable y tan inocente que Delia no podía entender cómo un hombre podía pensar en ella como una ramera. Era tan dulce que Delia entendía por qué cua

lquier hombre desearía protegerla y resguardarla de los peligros del mundo y amarla.Era obvio que el señor St. Ives la amaba. Una vez que estuvo fuera de peligro debido a la fiebre y que se libró del dolor y del láudano, nunca se encontraba satisfecho a no ser que Thea estuviera a la vista. Así que también dejaron que él sostuviera albebé.Nonny, tal y como insistía en ser llamado el honorable Agamenón, era casi tan atractivo como su hermano. No era tan grande ni tan musculoso, pero tenía la sonrisa pronta y una forma de comportarse tan natural que resultaba ajena a la naturaleza de Ty. Se reía cuando Melinda agarraba su dedo entre los suyos diminutos y la acunaba dormida en sus brazos mientras las mujeres se sentaban junto a su cama con sus labores. Melinda tendría gorritos, faldones y mantas como para cinco niños.Thea y Nonny podrían tener los cuatro restantes. Ana nunca lo haría. ¿Quién debería entonc

es quedarse con el bebé? Delia se lo preguntaba a la vez que, muy sabiamente, ignoraba el nudo que se le formaba en el corazón al ver que ella no podía optar al sorteo. Con Nonny y Thea, la niña comenzaría de nuevo y tendría un padre que la amaba.Mira eso decía Nonny mientras la niña hacía un puchero y se quejaba de que su comida noestaba lista. Una verdadera St. Ives. Te pareces al conde con esa expresión amargada, pichoncita. Nadie te tomaría por otra cosa.Cuando Nonny se sintió mejor, se juntaban en la sala a última hora de la tarde y allíThea tocaba el pianoforte, mucho mejor que Delia, y los otros escuchaban o cantaban o, para mayor placer de la tía Eliza, jugaban a la canasta. Lord Tyverne se les unía, pero se quedaba con el grupo y nunca le pedía a Delia que se mantuvieran aparte. Delia no se sentía tan encantada.

Lo primero que hizo Ty después de que Nonny estuviera instalado con Winsted y queMags discutiera sobre su medicación fue ir a ver qué ocurría con su caballo. No el caballo bayo que acababa de montar, sino Diablo, su propio caballo. Parecía que de hecho ese demonio era el único que tenía tiempo para él. Delia había desaparecido con un frufrú de enaguas y su hermana apenas abandonaba el cuarto de la niña. Estaba contenta de poder contemplar a la niña durante horas, aunque Ty no veía que Melinda tuvieraun repertorio muy amplio de habilidades. La señorita Dunsley tenía incluso menos que decir.La chica le tenía miedo. Probablemente sabía que podía enviarla de vuelta a Londres oembarcarla en un buque hacia la India si quisiera. Ty pensaba que era probable que solo con su tamaño se sintiera la aterrorizada, además de con sus modales bruscos. ¡Maldita fuera su antigua condición de guerrero! Ty no tenía forma de que se sintier

a más confiada excepto mantenerse alejado de ella.También tenía que mantenerse a distancia de Delia. No era que ella hubiera mostradoen algún momento el mínimo temor hacia él o hacia sus gritos, pero el brillo en los oj

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os de su hermana no hacía presentir nada bueno para sus posibles planes. Sería muy típico de Ana meter su larga nariz cuando menos se la necesitaba. Si se llevaba aparte a Delia, Ana era muy capaz de decir que había comprometido con la señorita Crofty exigirle que se casara con ella. No quería que le forzaran a entregar su mano y, ¡por Zeus!, tampoco quería que Delia se viera abocada a un matrimonio de conveniencia que aborrecería.De todos modos, quizá había querido ver más en aquel tierno beso que lo que ella había p

retendido. Delia era una mujer generosa y cariñosa: no había más que ver la manera enla que había aceptado a su familia. ¿Qué ocurriría si lo había tratado a él como lo haríacualquier otra criatura necesitada y herida? Quizá no estuviera para nada interesada en él. ¡Horror! ¿Qué ocurriría si la presionaba con atenciones que ella no deseaba? Vaya manera más horrible de devolver su amabilidad.Ty no podía hacer nada más que mantenerse alejado de ella hasta que se resolviera elasunto de su hermano, su hermana regresara a Londres y sus propios impulsos estuvieran bajo control. Cuando se encontraba junto a Delia sus buenos modales y sus buenas intenciones desaparecían volando. Sabía que era igual de capaz de abrazarlaque de pasarle la sal durante la cena, de echársela al hombro en lugar de lanzarun descarte jugando a la canasta, de destrenzar su salvaje cabello y peinarlo con sus dedos en lugar de cantar un estribillo.

Tomar con ella el té era una tortura. Un paseo habría sido incluso peor. ¿Y sentarse asu lado en un carruaje rozando sus muslos? Eso habría sido lo más complicado de todo. Y hablando de eso, estaba harto de esos malditos baños helados.Así que montó su caballo, algo que siempre constituía un reto que evitaba el soñar despierto. O te mantenías alerta cuando estabas alrededor de Diablo o acababas sobre tus posaderas. El caballo no estaba tan descansado como esperaba, por lo que el mozo de Faircroft seguía haciendo un buen trabajo, quienquiera que fuese. Ty supusoque al final le pasarían la factura de los sombreros y las botas, si no de los puntos de sutura.Realizó la primera parada para visitar a Gwen en casa del padre de lady Croft, donde ella y sir Clarence vivían con sus tres diablillos de hijos. Hacía frío en la casa,pero más frío aun era el mayordomo. Competía con Gilbert el Adusto por ver quién tenía peor humor, pero condujo al mayor Tyverne a la biblioteca, donde el primo de Delia

sesteaba con un periódico sobre la cabeza, a no ser que se estuviera escondiendode su esposa, sus hijos o su arisco suegro.Ty lo invitó a llevar a toda a su familia a Londres y a que se quedaran en la residencia de los St. Ives si asilo deseaba. Explicó que su hermana y una amiga habían llegado para visitar a la recién nacida y por ello Ty necesitaba suplicarle que ledejaran utilizar la herencia de los Croft durante algo más de tiempo. Por supuesto, él y su hombre se alojaban en la posada, por lo cual no había ni rastro de algo que pudiera parecer impropio, tal y como le aseguró a ese petimetre mojigato con suchaleco rojizo y su pelo engominado. Tampoco hubo ni rastro de la presencia de su hermano en la explicación del vizconde.Ty quería que el baronet y su prole salieran del pueblo. No quería que estuvieran por medio, con una duquesa en su propio umbral y que descubrieran y luego proclama

ran por todos los rincones de Kent que tenían a dos de los hijos de un conde de visita. Tampoco quería que marearan a Delia con respecto a Dallsworth. Así que hizo que la oferta de la casa de su familia sonase irresistible a oídos de la avariciosapareja y dejó caer que podían utilizar el palco de los St. Ives y sus cuentas en losmejores ebanistas y tapiceros de Londres.Gwen podría ir de compras, la presencia de Nonny se mantendría oculta y Gilbert el mayordomo ya se las arreglaría. No se merecía menos por mostrar de forma tan flagrante su desaprobación sobre el comportamiento de sus empleadores. Estaba claro que Stivern pagaba su sueldo, pero el avinagrado mayordomo lo había tenido fácil todos estos años, ya que el conde apenas visitaba la ciudad. Si ahora Gilbert se marchaba en lugar de servir a este puñado de setas, bienvenido fuera. Ty tenía intención de ofrecer el puesto a Mindle cuando Delia fuera a la ciudad. ¿Quién si no jugaría al backgammon y al piquet con la tía Eliza? El antiguo ayuda de cámara y la vulnerable soltero

na eran viejos amigos, si no algo más.Esa semana se reunieron otro par de viejos amigos. Cuando Ty se llegó hasta Canterbury para ver si podía conseguir otro permiso especial, Stephen Anselm insistió en r

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egresar con él para visitar a la duquesa. El vicario dijo que recordaba con cariño ala antigua lady Ana desde las vacaciones escolares que había pasado con Ty y deseaba presentarle sus respetos.Si dicha reunión le pareció un poco más cariñosa y algo menos respetuosa que lo que Ty hubiera esperado, se encogió de hombros y lo dejó pasar. Anselm era un conquistador empedernido, eso era todo. El muy sinvergüenza hizo reír a Delia y ruborizarse a Thea. Que el diablo le llevase si hasta la recién nacida no lo miraba fijamente, fasci

nada por la dorada montura de sus anteojos. Antes que ver cómo su viejo amigo pasaba a adular a Ana, Ty fue a dar otro paseo a caballo.Esta vez visitó al padre de Belinda, el señor Gannon. Por lo menos sus tierras se veían prósperas y bien atendidas. El viejo estúpido podía ser un padre horroroso, pero eraun agricultor decente. Quedaba por ver si era un magistrado consciente de sus deberes.¿Que os conceda la guardia y custodia de una chica descarriada? No digáis bobadas. Las chicas tienen tutores que las protegen de los de vuestra clase dijo Gannon golpeándose el muslo y riéndose después de preguntar por el estado del bebé.A Ty le agradó ver que por lo menos el hombre tenía algún escrúpulo, aunque tuvo que mantener el genio a raya ante la mera mención de su integridad.La joven se encuentra actualmente aquí en vuestro territorio bajo la protección de mi

hermana, la duquesa de Illington. Solo quiero su guardia y custodia legal.La moza tiene ¿cuántos años? ¿diecisiete frente a los veintinueve vuestros? ¿Y no existparentesco? Ni lo soñéis.Muy bien entonces. Vos os convertís en el tutor de la señorita Dunsley hasta que se case con mi hermano. Ty no vio motivo alguno para mencionar que su hermano también se encontraba en Kent pero los vio todos para no hacerlo en el caso de que Gannonfuera un celoso guardián de la legalidad.¿Por qué iba a querer hacer algo tan absurdo como eso? Las jóvenes son las criadas deldiablo. Y, encima, salen rematadamente caras.No tendríais gasto alguno, os lo juro, y tendríais muy poco trato con la chica. Ni siquiera necesitáis conocerla si no queréis. Sin embargo, la señorita Dunsley sí que necesita un tutor legal. El actual, su tío, intentó venderla para la prostitución.¡Por todos los diablos!

No los suficientes para ese sinvergüenza.Pero ese tipo sigue siendo su tío.Y puede volver y reclamarla en cualquier momento. Hasta que Ty lo matara de un disparo, si es que Finster Dunsley no estaba ya muerto. Pero veamos: perdisteis a vuestra hija por vuestra codicia y vuestra estupidez. ¿No habéis aprendido nada de vuestros errores?Vamos a ver: mi chica no tiene nada que ver con esto. Gannon sacó un gran pañuelo de lino y se secó los ojos. ¡Que me aspen si no echo de menos a la moza cada día que pasa!No, Belinda no tiene nada que ver con Dunsley, excepto que ahora podéis rescatar aotra pobre inocente de un destino desesperado.Una expresión astuta pasó por los ojos repentinamente secos de Gannon.Sí, pero ¿por qué iba a haceros yo ningún favor, señor?

Algunos hombres conceden mucha importancia a sus nietos. Vos expresasteis vuestrodeseo de ver a Melinda, ¿no es así?Lo que quiero es traerla aquí, al lugar al que ella pertenece, pero sí, me gustaría vera la mocita. Ver si hay algo de mi chica en la pequeñina.Es guapa, como su madre. Y la señorita Dunsley está ayudando a cuidarla. Podéis visitara ambas al mismo tiempo una vez que hayáis sellado los papeles que Macurdle, mi abogado, está preparando. ¿Queréis que envíe a buscaros cuando lleguen?Gannon se tomó su tiempo antes de responder.Supongo que sí.Ty se incorporó para marcharse. Con el brazo hizo un gesto que abarcaba las granjas y los campos, la casa y los graneros.Ya sabéis, no tenéis a nadie más a quién legar todo esto, algo por lo que habéis trabajadtan duro toda la vida. Vos dejáis la propiedad en fideicomiso para Melinda y sus h

ijos y yo corresponderé con su valor en la misma cuenta. No podréis tocarlo, pero vuestros descendientes aún trabajarán esta tierra cuando ya no estéis. Algo es.Ty dejó al hombre secándose de nuevo los ojos y pensando en esos biznietos a los que

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probablemente nunca conocería. Ty pensaba en sus propias tierras, en su propio patrimonio, en sus propios hijos. Espoleó a Diablo para que acelerara.* * * Capítulo 25Lo haría. Ya bastaba de agonizar, de demoras, de preocuparse por el luto, por lasemociones de la señorita Croft o por las maquinaciones de su hermana. Delia le había

devuelto el beso, eso él lo sabía, de la misma forma que sabía que ella había tenido que darse cuenta del gozoso coro que cantaba en su alma. Por Dios que no besaba aotros hombres de esa manera, o estarían haciendo cola jadeantes a sus puertas. Ningún hombre con una sola gota de sangre en las venas se alejaría de una mujer que lobesaba así.En cuanto a Ana, Anselm se había llevado a la duquesa a Canterbury para visitar lacatedral. Ella había dejado a su doncella para que hiciera de carabina con Thea yNonny, pero había contestado riéndose al ver la ceja enarcada de Ty. Era una mujercasada, eso había dicho su alteza, y Anselm era su consejero espiritual. Además, setrataba de un carruaje descubierto y estarían de regreso antes de la noche.Por lo que se refería a dejar a su hermano y a su prometida bajo supervisión tan poco adecuada, Ana volvió a reírse y citó a la tía Eliza, Nanny, la pequeña Melinda y a Delia

que entraban y salían continuamente de la habitación del convaleciente. La duquesaañadió que si la pareja estaban considerando el matrimonio, mejor que se conocieranantes. Ty tuvo que mostrarse de acuerdo.Él también tenía que continuar su propio cortejo. El vizconde pensaba que en ese momento ya conocía a la señorita Croft lo bastante como para hacer las cosas bien esta vez. Ensayó diferentes formas de decirlo mientras contemplaba las orejas de Diablo en busca de una reacción. Le sorprendió pensar en lo que le había costado escoger las frases adecuadas las veces anteriores, cuando el resultado no era lo importante.Temía que ahora fuera un asunto de vida o muerte.¿Dedicación?¿Devoción?¿Deseo?Las orejas del caballo se elevaron hacia adelante al oír la última palabra, pero eso

pudo haber sido por el sonido de alguna criatura en el seto que bordeaba el camino. No, el deseo no serviría. La señorita Croft era una mujer educada de forma elegante. Un hombre no mencionaba los ardientes y lujuriosos anhelos que sentía por una mujer a no ser que quería que se escapara corriendo a gritos o, lo que es peor,llorando. ¡Por Zeus, incluso era posible que se desmayara!Ty decidió que devoción era una palabra adecuada y deseó tener un lapicero para poderanotarla. ¡Menudo fastidio! También deseaba tener un anillo que poder regalar a Delia. El que había colocado junto a la mano de Belinda era de oro, una alianza matrimonial. Esta vez Ty quería un anillo de compromiso, algo que brillara y que recordara a Delia cada vez que lo viera que la esperaría el tiempo que fuera necesario, hasta que transcurriera un período de luto respetable, o hasta que él vendiera su comisión si ella insistía. Consideró que debería tener rubíes para que hicieran juego con su

pelo o esmeraldas que combinaran con sus ojos. Seguro que había algún joyero en Dover o en Canterbury, donde seguro que se celebraban millones de bodas. O podía esperar hasta regresar a Londres y comprarle algo especial.No, Ty no pospondría la proposición. ¿Quién sabía cuándo podría reunir el valor necesariouevo? Diablo resopló. Esta vez no había ningún conejo en el seto.Bueno, si no tenía anillo y solo unas pocas malditas palabras, debería tener por lomenos flores. Delia parecía darles una gran importancia y había llenado la casa de ellas para la boda de Belinda y luego para su funeral. Ty sabía que estaba pasandopor la verja que rodeaba la propiedad de Dallsworth y supuso que podía mendigar unramillete de los invernaderos del barón. Antes se helaría el infierno y el diablo se patinaría sobre el hielo. Detuvo el caballo para echar un vistazo a los hierbajos del borde del camino. Estaban casi en primavera: seguro que habría algo en flor.Por fin la paciencia de Ty se vio recompensada con un montoncito de flores color

púrpura (sabía que no se trataba de violetas) que sobresalían de entre las hojas verde oscuro. Desmontó y recogió un puñado y luego las dos o tres que quedaban una vez queDiablo se hubo comido el ramo. Un soldado machacado, un miserable ramito, y nin

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gún anillo: buena oferta le hacía a su futura esposa.El plan se deterioró. La persona que se encargaba de Diablo no estaba por allí, taly como le dijo el mozo de cuadra mientras se echaba hacia atrás para evitar los dientes, pezuñas y cualquier otra parte en movimiento de Diablo. Para cuando el vizconde acabó de ocuparse de su caballo, las plantas se habían quedado mustias en su mano y él mismo apestaba a sudor y a caballo. Después de todo, tendría que esperar.Pero ahí estaba Delia, paseando a la perrita en el césped frente a la casa. Ese chuc

ho gritón era suyo, maldita sea, y esa era otra de las razones para casarse, parapoder decir que ese chucho pequeño y peludo era de su esposa, a pesar de tener queadmitir su propiedad. Su esposa. Ty pensó que ya tenía una buena palabra a pesar desu antipatía previa por el nocivo nombre.¿Mi esposa? murmuró mientras se acercaba a Delia y al perro.Delia levantó la vista y sonrió.Se encontró perdido. Le entregó las flores, hincó la rodilla delante de ella (así era como se hacía, ¿no?), y dijo:¿Mi esposa?Ella se echó a reír.Delia había visto al vizconde cuando se acercaba a caballo a los establos, así que condujo a Angelina en esa dirección. Si volvía sobre sus pasos en dirección a la posada

sin pasar por la casa, si solo le dirigía una educada inclinación de cabeza antes de pasar por delante de ella para ir a visitar a su hermano, entonces ella ya losabría de una vez por todas y podría dejar de esperar.Se dirigió directamente hacia ella a grandes zancadas. Delia sintió que el corazón sele disparaba y sonrió. Él sostenía un ramillete de ¿hierbas muertas? Entonces el corazónDelia despegó y ella sonrió abiertamente. Con una expresión de sufrimiento en el rostro, como si hubiera comido algo rancio, Ty escupió lo que seguro era la propuesta de matrimonio más breve de la historia y aunque su corazón volaba alto, ella emitió unarisita tonta. Bajó la mirada para recobrar la compostura y, a pesar de sus mejores intenciones, se rió abiertamente. Su apuesto pretendiente, su caballero cubiertode pelos de caballo blanco, se había arrodillado sobre la razón por la que estaba paseando a Angelina.Sin otro sonido que los agudos ladridos de la perra y la risa ahogada de la señori

ta Croft, Ty se incorporó, puso cara de circunstancias, de hecho color escarlata,y desfiló camino a la posada.

La tía Rosalie llegó antes de que Delia pudiera ir andando hasta el pueblo para disculparse.¡Semejantes historias, hija mía! dijo la viuda lady Presmacott en cuanto su criado bajólos escalones del carruaje. Clarence siempre fue por ahí contando cuentos, pero losperiódicos y las páginas de escándalos están llenos de los acontecimientos que ocurrenpor aquí, así que he venido para verlo por mí misma. Duelos y muertos de dudosa reputación, bodas apresuradas y, ¿quién sabe qué más? Además, con Clarence y Gwen en la ciudad,nsé que era mejor marcharme en lugar de tener que admitir que eran parientes míos. E

sa insustancial de Gwen pensaba que yo invertiría mi tiempo en mostrarle las mejores tiendas. Y Clarence se está poniendo como una bola. Y dime, ¿qué es eso de ese heredero de Stivern que te cortejaba, y luego a esa boba de Belinda, y luego a ti otra vez? La verborrea de Clarence no tenía ni pies ni cabeza. Y deja de sonreír tontamente, señorita. Con esas pecas y ese pelo, hace que parezcas un payaso en el anfiteatro de Astley. ¿Y qué es ese saco que llevas puesto? Te juro que no me extraña queel hombre se marchara si eso es lo mejor que puedes hacer. Además, Clarence dice que has dejado escapar una fortuna aquí en Hillsdale. Tanta idiotez tiene que venirte de la parte de los Linbury, además de ese pelo horroroso y ¿todavía está aquí esa regara de tía Linbury abusando de tu generosidad? ¿Y por qué no me has ofrecido todavía el téni me has enseñado a la recién nacida? Si se parece a George, estamos perdidos. ¿Por qué no llevas sombrero, Dilly? Si tienes la intención de quedarte para vestir santos,deberías llevar toca. ¿Y dónde está mi doncella? Necesito una siesta.

Lo que Delia necesitaba era un paseo en dirección a la posada de los Whitaker. Ahora tenía la excusa de ocuparse de las habitaciones para lady Presmacott cuando sedespertara y para su doncella y los cocheros. Los lloros del bebé habían hecho que l

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a tía Rosalie se mostrara convencida de trasladarse allí más tarde, algo que todos losargumentos de Delia sobre el hecho de que ya había demasiada gente en Faircroft no habían conseguido. Delia no sabía si sería mejor para su tía enfrentarse al vizconde en la posada o a su hermano, el cual todavía no había sido descubierto, aquí y ahora. Escogió su propia tranquilidad mental y dejó que Belinda llorara durante un minuto.¡Cielos! Los aullidos de ese cachorrillo son peores que Clarence. No se puede tenerun momento de descanso aquí, suponiendo en primer lugar que los colchones no estu

vieran llenos de bultos se quejó la tía Rosalie antes de hacer que la doncella le pusiera un paño empapado en lavanda sobre los ojos. Al cabo de unos segundos estaba dormida y roncaba.Delia salió poco después. Sin embargo, antes de llegar al camino principal, otro carruaje se detuvo en la entrada a Faircroft, otro carruaje grande y con escudo. Esta vez, cuando el mozo bajó los escalones, un caballero de pelo gris con una altura y una nariz impresionantes descendió del mismo haciendo una mueca con los labiosal contemplar el plebeyo entorno. No habló, solo sacó su monóculo para inspeccionar ala mujer vestida de negro que se cruzaba en su camino.Di a quienquiera que esté a cargo aquí que tiene visita, chica.Soy yo la que está a cargo, señor.La miró de nuevo de la cabeza a los pies, y luego de los pies a la cabeza.

Y ¿quién se supone que eres, chica? se dirigió a ella como si Delia fuera una de las sirvientas de mayor rango.Soy Delia Croft, lord Stivern dijo Delia hacienda una reverencia. No tenía duda sobre la identidad de este caballero autocrático, aunque él no le había concedido la delicadeza de presentarse. El escudo del carruaje era el mismo que el del sello de lord Tyverne, y el brusco aire de autoridad del caballero concordaba con las dotesde mando de su hijo. Ella cruzó los brazos sobre el pecho y elevó la barbilla. Y esta es mi casa. A la cual no pensaba a invitar a ese mezquino déspota que había hecho imposibles las vidas de su progenie, y no le importaba parecer una maleducada. Pensaba que si el conde hubiera sido un padre más compasivo, Ty habría llevado a su hermano herido a la casa familiar, y no a donde unos extraños.¿La hermana de George Croft?Ella tuvo que bajar algo la barbilla para asentir.

Algo he oído. Mi más sentido pésame.Por la forma en la que se curvaba el labio del conde, ella no podía decir si expresaba compasión por su pérdida o, antes que nada, por haber tenido a un simplón como George por hermano.Gracias, señor. Sin embargo, me temo que habéis venido demasiado lejos. Vuestro hijose aloja en la posada del pueblo. Puede que os hayáis cruzado con él por el camino.¿Tyverne? No. Ya lo he comprobado en la posada. Ha alquilado una calesa y ha partido para Londres. No he coincidido con él por una hora. El tonto del cochero nos hatenido perdidos por un camino secundario.La forma en la que miró al cochero no auguraba nada bueno con respecto al futuro del empleo del hombre.¡Oh, cielos! dijo Delia mientras lanzaba al hombre una mirada de conmiseración.

Ahora tendría que esperar hasta que Ty volviera con noticias del tío de Thea antes de poder disculparse. Y ahora tenía que enfrentarse a este duque grande e imperiosode picuda nariz aguileña ella sola. Ciertamente, ¡oh, cielos!Si regresáis en dirección a la ciudad inmediatamente, quizá lo alcancéis por el camino sirió.¿Cómo? ¿Volver a la ciudad y ver como ese grupo de setas echan raíces en mi casa? No.Creo que son parientes míos, señor.Mi más sentido pésame repitió él. De todos modos, no he venido a este lugar olvidado des para ver a Tyverne.¡Oh! Entonces, ¿a quién buscáis? No iba a servir en bandeja al pobre Nonny a este monstr. Sin duda, Thea se desmayaría y la recuperación de Nonny se retrasaría durante semanas. Solo el cielo sabía lo que haría lord Stivern con respecto a su matrimonio. Ya que ambas partes eran menores de edad, supuso que quizá ella podría hacer algo por evi

tarlo. ¡Ah! Ya sé, seguro que habéis venido a conocer a vuestra nueva nieta.¿Mi nueva nieta decís? ¿Os han dicho alguna vez que sois una impertinente, señorita?Creo que vuestro hijo os lo ha mencionado.

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¡Uf! Ya discutiré esa inclusión repentina en nuestra familia en otro momento. Ahora mismo deseo verÉl no está aquí dijo abruptamente Delia mientras cruzaba los dedos.¡Ah! Así que ese tarambana está aquí. Me preguntaba dónde habría aterrizado. Habéis estadocupada con mis asuntos de familia, ¿no es así, señorita Croft?Delia ignoró el ataque personal.¿Vuestro hijo pequeño se vio envuelto en un duelo hace unos días y vos os lo preguntaba

is? ¿No habéis venido a saber de su estado por vos mismo?El conde metió la mano en el bolsillo y sacó una elegante cajita de rapé. Se llevó una pizca a la nariz.¿Está vivo St. Ives, por lo que veo?Delia asintió.Sí. Alguien me lo habría notificado si llega a ser de otra manera. El conde se dio unos golpecitos en la nariz con un pañuelo de lino con los bordes de encaje. Pero no he visto ningún motivo para molestarme en venir por una pelea de colegiales, no cuando sabía que Tyverne tenía el asunto en sus manos. Sin embargo, sí que he venido a buscar a mi hija. Por lo menos ella ha dejado recado con los suyos sobre dónde se encontraría.Delia no podía negar al conde la presencia de la duquesa. ¡Vaya por Dios! Estaba mov

iéndose en arenas movedizas en este momento. Por suerte no tuvo que mentir esta vez.Su alteza está visitando la catedral de Canterbury con el señor Stephen Anselm, uno de los vicarios.¿Ha dicho con Anselm? El conde la miró fijamente, como si estuviera intentando decidirpor dónde comenzar a trinchar el pollo. Me pregunto cómo una mujer tan menuda ha podido abarcar tanto a la vez.No lo entiendo, señor.No, me atrevo a decir que nunca supisteis nada del cachorro de dogo alemán que le regaló a mi hija cuando se presentó en sociedad.¡Vaya! Eso lo explicaba todo y Delia no iba a discutirlo con el padre de la dama.No, pensé que eran buenos amigos y nada más.Entonces sois idiota, señorita Croft, que es lo único que pensaba que no erais.

Supongo que tengo que daros las gracias. De cualquier modo, tendréis que esperar asu alteza un buen rato. Si deseáis descansar en la posada, puedo decirle que habéisvenido o darle el recado. No le dijo que podía entrar a la sala de estar de la casa.Durante un momento, el conde se sintió inseguro. No, Delia decidió que debía de ser unefecto de la luz.He venido a decirle que su esposo se ha ido dijo cogiendo otra pizca de rapé con unasola mano.¿A alguna fiesta? ¿A alguna de sus propiedades en Irlanda? Delia lo sabía ya todo sobreIllington y sus amantes.¡A mejor vida, por todos los santos! Te hace pensar ver que tus amigos comienzan acaer como moscas. ¡Por Dios, el duque era más joven que yo!

El duque era un viejo sátiro que había hecho que su joven esposa se sintiera muy infeliz. Este viejo ogro casi había conseguido destruir las vidas de sus cuatro hijoscon sus órdenes y sus decretos. Casi había llegado a perder a Ty completamente. ¿Y ahora se suponía que Delia se tenía que compadecer de él porque había perdido a un amigo?Mi más sentido pésame fue todo lo que dijo.* * * Capítulo 26Delia pensaba que si el mayor lord Tyverne era capaz de lanzarse a la batalla, ella sería lo suficientemente valiente como para enfrentarse a su padre mientras tomaban el té. Si eso no demostraba que ella era lo suficientemente valiente como para ser la esposa de un soldado, suponiendo que eso fuera lo que Ty quería, entonces nada lo haría. Así que invitó a su casa al conde de Stivern, probablemente el hombre

más seguro de sí mismo de todos los que conocía ahora que se había dado cuenta de que Ty tenía los pies de barro. ¿Cómo podía no extender su hospitalidad cuando esperaba a Anacon semejantes noticias?

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Después de mandar a Dover que se adelantara con el aviso, condujo al conde escaleras arriba por la estrecha escalinata. Nonny se encontraba en una de las habitaciones de la suite principal y Melinda en la otra y de esta manera Nanny y los demásse ahorraban tener que seguir subiendo escaleras hasta el ático.El señor St. Ives se encontraba sentado incorporado sobre las almohadas y llevabapuesta una vieja bata de George. Thea estaba de pie junto a su cama, con la manode ella entre las suyas. Delia pudo ver los nudillos blancos de la mano de Nonn

y y el temblor de la de Thea, pero menos mal que la chica no se desmayó. Desde susitio de carabina junto a la ventana, la tía Eliza se deslizó fuera de la habitación después de una breve presentación.Ya sabes cómo odio las confrontaciones esto las conversaciones familiares susurró a Dea según pasaba a su lado.El conde sacó su monóculo y examinó con detalle a la pareja que tenía delante. Notó el color saludable de su hijo y su mirada directa.Sobrevivirás dijo mientras le saludaba con un movimiento de su cabeza plateada. Entonces concentró el escrutinio de sus azules ojos en la señorita Dunsley. La tez de Thea se tornó cenicienta, como si fuera ella la enferma, y su reverencia resultó un poco tambaleante, pero se mantuvo erguida, lo cual hizo que Delia se sintiera aliviada.

La señorita Dunsley, ¿no es así? Cuando Thea asintió, el conde continuó hablando. Si oera una suma de dinero por liberar a mi hijo de cualquier alocado compromiso quepueda haber contraído, el cual además legalmente no se puede acometer ya que él es menor de edad, ¿lo tomarías y os marcharíais?Delia y Nonny emitieron un grito ahogado al ver la audacia del hombre. Thea simplemente hizo otra reverencia, esta vez más estable.No, señor. No me marcharía a no ser que Non que el señor St. Ives así lo deseara.¿Sin preguntar primero la suma que estaría dispuesto a entregaros?No dijo Thea negando con la cabeza.Entonces sois tan idiota como mi hijo y os merecéis el uno al otro.Tengo intención de retenerla, padre dijo Nonny sonriendo.El conde volvió a colocar el monóculo en su sitio.Después de arrastrar el nombre de la familia por dondequiera que Tyverne no lo hubi

era hecho ya, no me esperaba menos. Y nada de bobadas tampoco sobre Gretna, ¿me oyes? Ya han hablado por ahí lo suficiente.No, señor. Ty lo está arreglando todo para conseguir un permiso especial y utilizarloen cuanto pueda caminar hasta el altar.Bien. Y entonces traerás a tu esposa a Stivern Keep en Warwickshire. Ya sabes, ya no soy ningún joven. Ya es hora de que uno de mis hijos aprenda algo sobre las tierras de la familia. Te formarás para actuar como administrador de la finca para esedesastre de hermano que tienes.¿Qué haré qué? No había nada que Nonny desease más que eso, aparte de casarse con Thea.e lo haré, señor! Gracias.Bien. Y asegúrate de que no me presentas más nietos prematuros, ¿entendido?Thea y Nonny se ruborizaron, pero asintieron.

De acuerdo. Supongo que ahora me obligaréis a ver a la recién nacida dijo el conde volviéndose hacia Delia.Delia tuvo que sonreír. Nadie podía obligar a este hombre a hacer algo que no quisiera. Le condujo a la salita entre ambas habitaciones y cogió a Melinda. Sin preguntar, puso a la niña dormida en sus brazos. Ahora ese viejo farsante al que le fallaba la vista no tuvo que utilizar su monóculo para apreciar los rasgos perfectos del bebé.Es adorable dijo el conde. Que yo recuerde, los míos tenían la cara roja y eran troleshillones. Siempre me sorprende pensar que se hayan vuelto tan apuestos.La vuestras es, sin duda, una familia atractiva, a juzgar por los tres miembros que conozco admitió Delia mientras se acercaba para recoger al bebé.No, está tan plácidamente dormida que sería una pena molestarla. ¿Decís que se llama Melia? Bonito nombre. Bonita niña. Me gustaría sostener a mi primera nieta durante unos

minutos más. Se sentó en el cómodo sillón, obviamente preparándose para estar sentado algmás que unos minutos, o bien para lanzar maldiciones contra cualquiera que osara quitarle a la niña. También son decentes.

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¿Cómo decís, señor?Mis hijos y mi hija. Han resultado bien.Delia quiso responder que lo habían hecho sin su ayuda, pero no lo hizo.Muy bien. Deberíais estar orgulloso dijo a cambio, aunque no pudo evitar el tono maleducado que salió de sus labios.Entiendo que no aprobáis mi comportamiento, señorita Croft.Estoy segura de que yo nunca sería tan presuntuosa, señor.

Presuntuosa. Creo que no hay nada de lo que no podáis presumir, al menos no después de ver cómo habéis hecho salir adelante a esta pequeña damita. En serio, vos no aprobáiscómo eduqué a mis hijos, ¿verdad, señorita Croft?¿En serio? No. Desearía que el padre de Melinda fuera amable y cariñoso, que compartiera el día a día con ella, y no que fuera una figura distante como un dios que da órdenes desde su lejano trono. Desearía que su padre escuchara sus deseos y la ayudara atomar decisiones acertadas.Yo me he preocupado por mis hijos. Hice lo que pensaba que sería mejor para ellos.¿Sí? ¿Y por eso obligó a Ty a que se alistara en el ejército?¿Obligarlo? Nadie puede obligar a ese chico a hacer nada. Ha sido soldado desde queaprendió a andar. La primera palabra que dijo fue caballito. Se habría escapado para alistarse en la caballería cuando cumplió dieciséis años. Yo traté de reorientarlo en ot

ras direcciones, mostrarle que había otras formas de servir al país, encadenarlo depies y manos para que no pudiera escaparse. ¡Bah! Tendría que haberme ahorrado el esfuerzo.¿Y vuestro segundo hijo, Aristóteles?¿Totty? Ese tonto se habría contentado con encargarse de mis sementales irlandeses ymantenerse a la sombra de Tyverne toda su vida. Ahora tiene una granja próspera enVirginia. Es un terrateniente rico que podría convertirse en gobernador allí. Mi única pena es que tiene hijos a los que quizá yo nunca llegue a conocer. Arropó mejor a Melinda. Y Ana nunca los tuvo.La casasteis con un hombre casi de vuestra edad.Un hombre rico que la adoraba. Francamente, pensé que la palmaría hace ya años y que dejaría una viuda rica. ¿Qué más podía hacer? ¿Dejar que se casara con el joven Stephen Anse, un clérigo sin relaciones y sin ninguna esperanza de progresar socialmente?

Ha llegado lejos. Ahora es parte de la plantilla del propio arzobispo.Con la ayuda de mi hijo. Pero entonces Anselm era un reputado conquistador y todas las chicas suspiraban por él. Le habría roto el corazón. Entonces se habría convertidoen una presa para el siguiente cazador de fortunas guapo y con una sonrisa agradable.Sigue siendo encantador, pero nunca se ha casado.Y ahora ella está viuda.Ambos se quedaron en silencio mientras contemplaban las posibilidades.Y ¿qué ocurre con Nonny, es decir el señor St. Ives? Tengo entendido que habríais queridoque se convirtiera en clérigo.Lo que habría querido es que ese granuja aprendiera a controlar sus impulsos y susemociones. Mirad solo el jaleo que ha montado para encontrar novia. No, no quería

que fuera un simple granjero sin educación y sin haber visto antes algo de mundo de forma que luego no lo echara en falta.Sin embrago, casi lo perdisteis.Y también a Tyverne suspiró el conde. Ahora que siento que la muerte me ronda, desearíaaber hecho las cosas de manera distinta. Un hombre no quiere estar a malas con los suyos. Esta vez Ana tomará su propia decisión. Es lo suficientemente lista como para saber cuándo un hombre va detrás de su dinero y tiene suficiente dinero como para permanecer soltera si así lo desea. Agamenón será feliz de poder ocupar su lugar encasa y traer niños y alegría a esta vieja pila de huesos. Bajó la vista. Este ángel seránvenido para que crezca con sus primos.Thea y el señor S. Ives ya le han preguntado a Tyverne si la podrán tener como suya.También Ana desea adoptarla.Tyverne hará lo que sea correcto. Siempre lo hace.

Delia asintió.Aunque no sea más que eso, le enseñasteis todo lo que hay que saber sobre el deber ylas obligaciones. No obstante, no había entusiasmo en su voz. En la vida había algo más

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que decisiones morales.Y sobre el honor. También le enseñé eso dijo orgulloso el conde.Sí, ¡ojalá le hubierais enseñado algo sobre el amor!El conde las miró a ella y a la recién nacida dormida.¿Cómo iba a poder enseñar a alguien algo que yo no conocía? Sin embargo, una mujer que leamase sí que podía enseñarle. Rezo para que así sea.Y también Delia.

Cuando Ana regresó a casa de Delia con el señor Anselm, no se mostró visiblemente afectada por la noticia del fallecimiento de su esposo.Los médicos ya le habían dicho que sus hábitos disolutos lo matarían. Y eso es lo que haocurrido. Tendré que regresar a la mansión de Illington en Mansfield para el funeral, por supuesto. Ana también conocía sus obligaciones.Su padre se mostró de acuerdo. El cuerpo del duque ya estaba siendo transportado allí, cubierto de hielo.Ana se marcharía a la mañana siguiente.No podré llevarme a Melinda conmigo, ¿verdad? preguntó, pero ella misma se respondió. Nlaro. No en un viaje tan largo, ella tan pequeñita y sin una nodriza que viaje con

ella. Una lágrima comenzó a resbalar por su mejilla. Y ¿quién sabe cuánto tiempo tendréermanecer allí? Una casa de luto no es un lugar para una recién nacida.Nadie de los que estaban reunidos en esa sala de estar mencionó el hecho de que ese también era un hogar que estaba de luto, atestado como estaba de tías y un tío siempre dispuestos a acunar al bebé, por no hablar del abuelo.Me temo que no puedo acompañarte, Ana dijo el conde tras aclararse la garganta. Antesde salir de Londres escuché rumores de que el tío de la señorita Dunsley había dejado la ciudad y había jurado que haría que ella regresara y que se vengaría de St. Ives. Espero que Tyverne vuelva tan pronto como conozca esos mismos rumores, si no lo hace antes, pero estando Agamenón incapacitado, no puedo dejar a las mujeres y a laniña desprotegidas.Thea se abrazó a Nonny y Delia tomó nota para decirle a Mindle que cargara su viejomosquete.

Por supuesto que no, padre dijo Ana. Aquí os necesitan. Haré que me acompañen mi doncely la escolta.Sin embargo consideró el conde, no me gusta dejarte marchar sin la protección de un hombre, y no solo por el viaje. ¿Quién sabe lo locos que resultarán estar los parientes de Illington? Necesitas el apoyo de un hombre, un hombre de confianza que vele por tus intereses hasta que yo mismo pueda llegar. Me pregunto quién añadió guiñando un oja Delia.Las lágrimas de Ana se secaron por arte de magia cuando puso su mano sobre la delreverendo Anselm.Yo también me lo pregunto, padre dijo besando el rostro surcado de arrugas del conde.Gracias.Entonces la tía Rosalie se despertó.

¿Qué diablos es lo que tienes aquí, Dilly? ¿Una casa de huéspedes? Gente que entra y quele, bebés que chillan y perros que aúllan. ¡Vaya! Apenas he pegado ojo, lo juro, y yasabes que necesito mi siesta de la tarde. No quiere esto decir que estaría mejor en la posada, te lo advierto, pero si invitas a extraños a que se queden en lugar de a los de tu propia sangre, yo Entonces vio al conde. ¿Sócrates? ¿Sócrates St. Ives? Sgo que debería decir Stivern, aunque aún no habíais heredado el título cuando nos conocimos.El conde dio un paso adelante y saludó con una inclinación de cabeza.¡Rosalie Croft! Ese era vuestro nombre cuando nos conocimos. Me preguntaba si seríaisla misma persona, pero no he tenido tiempo de hacer averiguaciones. Pero os casasteis con ese Presmacott, por supuesto.Murió la pasada década. ¿Y vuestra esposa, Albertine? preguntó la tía Rosalie moviendo sjoyada mano en el aire.También falleció.¿De veras? Quiero decir, es muy triste estar solo en la senilidad, ¿no es así?Forzado por las circunstancias, el conde tomó los dedos que lady Presmacott le ofr

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ecía y se los llevó a los labios.¿Vos senil, Rosalie? Vaya, seguís siendo tan bella como cuando bailábamos a la luz de la luna. ¿Os acordáis?La tía Rosalie tomó al conde por el brazo y lo condujo escaleras abajo. Entonces él sevolvió para lanzar una mirada fulminante ante las risitas que lo siguieron.

Ty estaba de vuelta en Kent y su instinto de militar le decía que se diera prisa.Quedarse por la noche con su hombre, Winsted, en una posada de los barrios sórdidos de Londres le había reportado dos beneficios: no tener que vérselas con sir Clarence, con su esposa y con Gilbert el Adusto y conseguir información sobre Finster Dunsley. Se enteraron de que el tío de Thea se había recuperado y, en consecuencia, había huido de la ciudad junto con el que le hacía los negocios sucios, Punzón Porter.A Dunsley le seguían el rastro sus acreedores y Sukey Johnson, y todos le exigían dinero o querían saber dónde se escondía. Uno de sus compañeros de apuestas había descubierto una baraja de cartas marcada en su casa cuando lo trasladaron allí inconscientetras el duelo así que probablemente los agentes de la ley también estaban tras el truhán, así como algunas de sus víctimas de apuestas. Lo único que le quedaba al hombre era su sobrina.

Thea no estaba segura.Peor aun, Delia no estaba segura.Lo peor de todo, tal y como comprendió Ty cuando se escurrió en las cocinas de los St. Ives para saquear la caja fuerte, el conde de Stivern también se dirigía hacia allí.Ty urgió a su compañero a darse prisa.* * * Capítulo 27Ty dejó a Winsted en el pueblo con instrucciones de acercarse a casa del señor Gannon. El vizconde quería que la cuestión de la guardia legal de la prometida de su hermano quedara zanjado ese mismo día. En el mismo momento en el que giraba su calesaalquilada por el camino de entrada a Faircroft supo que llegaba demasiado tarde.

De un rápido vistazo vio a Diablo en el cercado junto a un viejo carro y dos caballos amarrados en las cercanías. Más cerca de la casa, un hombre sostenía a una mujerque gritaba y a la que Ty reconoció como la nodriza, Hester Wigmore. Incluso desdela distancia Ty pudo ver el reflejo del sol sobre la hoja mortal que alguien sostenía junto a su garganta. Tenía que ser Punzón Porter, el matón a sueldo.Otro hombre apuntaba con su pistola a un caballero alto de pelo gris vestido conun abrigo capa. Ty soltó un juramento mientras detenía la calesa bajo unos árboles ydescendía de un salto. El hombre de la pistola que apuntaba al pecho del padre deTy tenía puesto un sombrero de castor de ala ancha sobre el vendaje blanco de la cabeza, como si fuera el sombrero de un muñeco de nieve. Ese tenía que ser Finster Dunsley, y pronto sería hombre muerto. Mientras Ty se acercaba sigilosamente resguardándose en cualquier lugar posible en ese camino, vio a Delia con su vestido negro

salir y dirigirse derecha al peligro.¡Diablos!Ty estaba demasiado lejos como para arriesgarse a disparar y acertar. Se agachó yse aproximó mientras intentaba pasar desapercibido detrás de estrechos árboles y bajitos arbustos vestido nada menos que con su uniforme escarlata. Por suerte ningunode los hombres miraba en su dirección, ya que los troncos de los árboles y los arbustos ornamentales apenas ocultaban a un hombre de su tamaño.Corrió hasta un grupo de arbustos más tupidos que se encontraban casi al alcance delos disparos. Eso fue todo lo que vio antes de que un objeto sólido golpeara su nuca y la oscuridad lo invadiera. Nadie le había dicho nada de Ladrillo, el hermanode Punzón Porter.

Delia se encontraba en el piso de arriba con el conde cuando oyeron el escándalo.Acababan de despedir a la duquesa y a su vicario, por supuesto junto a la doncella para guardar las formas. El conde deseaba ver a Melinda una vez más antes de di

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rigirse a la posada a desayunar con lady Presmacott, en la que era la primera vez, que Delia recordase, que su tía se levantaba antes del mediodía.Antes de que Delia pudiera acercarse a la ventana para ver qué era lo que causabatanto ruido en el patio Mindle subió las escaleras resoplando con el abrigo y losanteojos completamente torcidos y sosteniendo el viejo mosquete con sus temblorosas manos.Han cogido a la señora Wigmore, señorita Dilly. Tengo miedo de disparar y herirla. Tuv

o que sentarse y secarse la frente.Thea se desmayó y la tía Eliza comenzó a aullar, pero Delia no tuvo tiempo para ninguna de las dos cosas. Envió a Dover a comprobar si la puerta trasera estaba segura.Si lo estaba, saldría por esa puerta y correría a buscar a Jed en el establo o ayudaen el pueblo. Entonces fue corriendo a la biblioteca, donde se guardaba la pistola de George, la que el ejército le había enviado. Estaba descargada, por supuesto,y no tenía municiones. Sin embrago, los intrusos no tenían por qué saberlo.Para cuando Delia alcanzó la puerta, el conde había salido como quien va a dar un paseo por Hyde Park y se encontró de bruces con otra pistola mucho más grande. Delia no tuvo duda alguna de que esa sí estaba cargada.Hessie Wigmore seguía chillando en los brazos de un hombre de cara delgada con losojos muy juntos y con un cuchillo largo y mortal en su garganta. El conde se ma

ntenía frío e indiferente, la mano enguantada en el bolsillo del abrigo. Delia sabía que si fuera una de esas novelas baratas tendría una pistola escondida. En realidadtemía que a su señoría se le ocurriera sacar el monóculo. El hombre que apuntaba al conde con su arma no parecía ser de los que apreciaban semejante afectación. Ni tampocouna pizca de rapé, en caso de que el conde estuviera a punto de ofrecérsela.De estatura media, el hombre armado tenía una oscura barba de tres días sobre la mandíbula y un grueso vendaje sobre la frente bajo un sombrero ancho de ala curva. Unextremo del vendaje estaba suelto y flotaba sobre sus hombros impulsado por laligera brisa.Baje esa pistola o disparo amenazó Delia en su tono de voz más fuerte mientras elevabala pistola que tenía en las manos.El hombre inclinó la cabeza vendada hacia un costado como si se preguntara si estamujer delgada vestida de negro tendría las agallas de apretar el gatillo sobre un

ser vivo.Pero no puede dispararnos a los dos dijo, no con esa pistola.Ella no podía disparar a ninguno de los dos con un arma descargada, pero no bajó lapistola.Así que o el noble o la mujer morirán también dijo escupiendo a los pies del conde. Ahoquiero a mi sobrina Thea continuó Dunsley en un tono aún más alto por si acaso alguientenía dudas sobre su identidad o por si alguien en la casa no le había oído ya. Haga que salga aquí ahora mismo y este bárbaro y la chillona están libres.Me temo que no conozco a nadie con ese nombre, señor dijo Delia deteniéndose, pero bajando la pistola ya que su farol no había tenido éxito y se le estaba cansando tantoel brazo que podía dejarla caer. Soy la única mujer aquí aparte de las sirvientas. Estáisperdiendo el tiempo y quebrantando la ley, seguro. Ya hemos mandado a buscar al

magistrado.Más motivos para darse prisa gritó el hombre del cuchillo.Está aquí, seguro gritó Dunsley a su vez. Nos lo ha dicho esta vieja vaca.Lo siento, señorita Dilly dijo Hessie Wigmore llorando. Nunca nos dijisteis que no teníamos que mencionar a la joven, solo al caballero.Así que el bastardo que me robó la chica también está aquí, ¿no? Pensé que podría estarlome llegó la onda de dónde fue ese hermano suyo. Dunsley sonrió y al hacerlo atrajo la atención a la blanca cicatriz que cruzaba su labio. Mejor que mejor. Que salga también. Así me divertiré mientras recojo a la moza.Quizá prefirierais una suma de dinero intervino el conde al tiempo que rebuscaba conla mano en el bolsillo como si tuviera ahí la cartera.¡Oh! Nunca rechazaría un montón de guita, ¿verdad, Punzón? preguntó Dunsley a su cómplica risa ronca. Pero sigo queriendo a la chica y a ese perro guardián que me la robó y

me hizo esto dijo, señalándose la cabeza donde se le estaba desenrollando el vendaje.No, lo siento dijo Delia antes de que el conde pudiera protestar o antes de que lomataran por desafiarlos de forma impulsiva, especialmente si pensaba que ella l

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o cubriría con su pistola vacía. Mindle y su mosquete tampoco servirían de nada tal ycomo temblaba la mano del viejo mayordomo. Se han marchado a a Gretna Green. Quizá hayan visto pasar un carruaje grande.Cierto, Fin, sí que lo vimos gritó el rufián de la navaja, el cual se estaba poniendo nervioso con la demora.Y miré dentro. Nadie más que un tipo pijo con gafas y una mujer con pieles y una doncella que hacía como si no estuviesen el uno sobre el otro. Ahora déjese de paparruch

as, jefa, y haga que salga mi sobrina. Tengo un cliente de pago esperándola.Eso es reprensible. No puede usted mandar a la niña aEs familia mía y puedo hacer lo que quiera. Ahora haga que salga o disparo a este tipo tan elegante aquí y ahora.Con la cara pálida, Thea comenzó a salir al lado de Mindle en dirección a donde se encontraba Delia.Iré contigo, tío. Retira la pistola y di a tu hombre que suelte a la señora Wigmore. Noha hecho nada para merecerse que la trates mal.¡No! gritó Delia mientras la empujaba hacia atrás y la empujaba a los brazos de Mindle.u sacrificio no salvará a Nonny y probablemente tampoco al conde. Dunsley tiene que evitar que lo persigan.Dunsley rió de nuevo, con un sonido escalofriante que puso a Delia la carne de gal

lina.Es usted una mujer muy agradable, jefa, eso sí que sí. Qué pena que no podamos llevarlacon nosotros. Una mujer de carácter se cotizaría mejor. A algunos hombres les gustan las mujeres dispuestas a luchar. Y con ese pelo rojoDelia sintió náuseas mientras escuchaba cómo Nonny intentaba arreglárselas para bajar las escaleras sobre una sola pierna.Voy a contar hasta diez. Y luego voy a destruir el bonito abrigo del caballero atravesándolo de un balazo le dijo a Delia. Intentaré no dar a la cartera que me habéis ofrecido, señoría. Uno añadió dirigiéndose al conde.La ayuda no llegaría a tiempo.Dos.En lo profundo del corazón Delia sabía que Dunsley mataría al hermano de Ty y a su padre si el conde se interponía en su camino.

Tres.Miró de reojo al otro hombre. Parecía a punto de apuñalar a Hessie Wigmore aunque solofuera para detener sus aullidos.Cuatro.A Delia solo le quedaba una opción: silbar.

Cuando Ty recuperó la consciencia sintió un dolor agónico en el cráneo y una pesada botasobre el pecho. Levantó la vista y vio a un hombre incluso más grande que él que le sonreía con una boca a la que le faltaban dientes. El gigante sostenía un ladrillo con la enorme mano y así evitaba que Ty osara hacer movimiento alguno. No lo hizo yesperó a tener una mejor ocasión para lo que sabía sería un intento fútil. Los enemigos lo

superaban en número, él tenía un brazo malo y un dolor de cabeza de mil demonios. Y yacía sobre su pistola.Podía oír la conversación delante de la casa y se desesperó al ver que les había fallado atodos ellos. Nada bueno podía desprenderse de todo esto y él no había servido de ayuda de ninguna manera. Peor aún, había atraído a Nonny y Thea a una trampa y el peligrohasta el mismo umbral de la señorita Croft. Lo peor de todo era que ahí estaba el conde y podía ver la ineptitud de su hijo, y posiblemente morir por su culpa. Nuncadeseó suceder al viejo cascarrabias, menos aún de esta forma.Entonces escuchó un sonido sorprendente. Delia había se había llevado los dedos en loslabios y había dejado escapar un silbido increíble y penetrante a través del gloriosohueco entre sus dientes.Pero ¿qué? se preguntó el gigante que blandía el ladrillo, al igual que Ty y todos loscuando vieron una perrita blanca que se acercaba a ellos y emitía agudos ladridos.

Entonces escucharon el tronar de pezuñas y sintieron que la tierra temblaba bajoellos. Ty recordó las palabras de George sobre conseguir que el caballo regresara:«Oh, solo tengo que silbarle». Eso era lo que había dicho el teniente, por Júpiter, y a

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lgo sobre un circo.Diablo saltó la valla del cercado como si fuera un cañón enemigo. Entonces cruzó el céspedal galope en dirección a donde se encontraba Delia.¡A por el sombrero, hijo de Satanás! ¡Vete a por el sombrero! gritó.Diablo cargó. Angelina comenzó a pegar saltos. El caballo se dirigió al sombrero de ala ancha y al trapo blanco que revoloteaba por debajo. El perro corrió hacia su nuevo dueño, ese que siempre tenía algo rico en el bolsillo. Mordió a Ladrillo en el tobi

llo. Ty agarró el otro tobillo del hombre mientras el patán se encontraba distraído ylo tiró al suelo, luego se dio la vuelta rodando y alcanzó su pistola. Golpeó a Ladrillo en la cabeza. Entonces, antes de echar a correr en dirección a la casa, pegó unavez más al viejo toro para asegurarse de que no se levantaría.Punzón vio acercarse a la perra y al soldado y separó a Hessie Wigmore de un empujón,listo para lanzar el cuchillo. El disparo del conde le paralizó el brazo antes deque pudiera soltar el arma.Mientras tanto, Dunsley estaba demasiado ocupado corriendo como para pensar en disparar a nadie. Perdió su sombrero por culpa de esos enormes dientes amarillos yese aliento cálido. Luego perdió el vendaje, que se soltaba a su alrededor como si fuera una mortaja. También perdió parte del cuero cabelludo antes de llegar a un árbol.Puede que nunca hubiera subido a un árbol antes, pero Finster Dunsley trepó hasta l

a copa de ese como una ardilla.Habría disparado al caballo blanco, pero el tronco del árbol se balanceaba y el caballo se alejó brincando mientras sostenía la venda entre los dientes como el ondeanteestandarte de su triunfo.Delante de Dunsley, bajo el árbol y fuera del alcance de la pistola había un semicírculo de hombres armados: el oficial y su pistola, el conde que tranquilo pero conseguridad recargaba su Manton, el viejo mayordomo con un arma igualmente vieja yel j oven St. Ives con lo que parecía ser una escopeta de caza que podría o no acertar en el blanco a semejante distancia. Cuatro dedos temblaban sobre cuatro gatillos: tres de ellos muriéndose por mandar a esa lombriz al infierno, su sitio, y los de Mindle porque era viejo.Más lejos, un mozo hacía guardia con el rastrillo en la mano y la Croft sostenía a unchico junto a ella y le volvía la cabeza hacia su falda para que no pudiera ver.

Punzón yacía en el suelo y sostenía con una mano el brazo destrozado.Dunsley no podía ganar, pero podría llevarse con él a uno de ellos, a cualquiera que se encontrase en su ángulo de tiro.Así que ¿quién de vosotros, valientes, va a acercarse y disparar?Fue el señor Gannon, que venía por detrás con su rifle.¡Ahí estamos! dijo el padre de Belinda cuando se disipó el humo. Quizá ahora pueda dormor la noche.* * * Capítulo 28A los hermanos Porter los deportarían y tirarían por ahí el cuerpo de Dunsley. Nadie los echaría en falta.

Nonny había vuelto a su cama con la herida cubierta por una venda nueva. Thea, latía Eliza y Mindle descansaban gracias a las gotas de láudano y a media botella de brandi que este último había desenterrado. Hessie Wigmore se había marchado a casa y con toda seguridad se le había cortado la leche.Delia se encontraba en el piso de arriba y permitía que el señor Gannon ofreciera asu nieta las joyas de Belinda y un biberón de leche de cabra, por supuesto una vezque se hubo lavado las manos.Lord Tyverne y su padre se encontraban en el salón, donde compartían el resto del brandi y los suspiros de alivio.¡Maldita sea, señor! Siento haberos metido en este lío comenzó a decir Ty.¡Qué diablos! Lo que yo siento es no haber disparado contra ese sinvergüenza cuando lovi. Ese tipo con cara de ratón podía haber echado a correr, pero ¿cómo iba a saberlo?¿Con alguien que es carne de horca como ese? No hay forma de saberlo.

Ambos bebieron a pequeños sorbos y pensaron en lo diferente que habría sido todo sino llega a ser por Delia.Tu señorita Croft es una mujer increíble, Tyverne.

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Sorprendente, ¿verdad? asintió el vizconde, probablemente la primera vez en su memoriareciente que su padre y él se ponían de acuerdo en algo. Tengo intención de contraer matrimonio con ella, ya sabéis.Serías tonto si no lo hicieras.Sé que deseabais que encontrara una mujer de alta alcurnia para que llegara a ser condesa y que fuera alguien con una buena dote o propiedades o bien relacionada.¿Qué padre no desearía una novia rica para su hijo? De todos modos, dudo que pudiera en

contrar una esposa mejor para ti si tuviera que escoger por mí mismo. Ambos ignoraron el hecho de que el conde llevaba intentando hacer eso mismo casi desde que nació su heredero.Bueno, para bien o para mal, tengo intención de que volváis a sentiros desilusionado.En el caso de que ella me acepte.Vaya. Apuesto a que esa mujer es demasiado astuta como para rechazar a un vizconde, y da igual el desastre que hayas montado para intentar cortejarla. El conde había pasado unos instantes con el estimable y bien informado Mindle, además de lo quehabía podido recoger de lady Presmacott, y la evidencia de lo que veían sus ojos, aunque su visión no fuera muy buena. Además, no ha sido a mis brazos a los que se ha lanzado la chica cuando ese bocazas ya había muerto. Pero ¿qué quieres decir con eso devolver a desilusionarme?

Bueno, hoy no he sido de gran ayuda. Pero lo que quiero decir es con mi carrera.Un hijo que es consciente de sus obligaciones se habría metido en política, que eralo que deseabais.¿Consciente de sus obligaciones? ¡Ja! Si llego a decirte que fueras soldado, te habríasconvertido en herrero. Sin embargo, has hecho que me sienta orgulloso de ti, Tyverne. ¿Creías que no me iba a enterar de todas tus comisiones y tus ascensos, que no iba a presumir de ello con mis amigos?Podíais haberme escrito dijo Ty elevando una ceja.¿Cómo? ¿Y hacer que te lo tuvieras creído? Ya tenías a los generales para decirte lo bienue lo estabas haciendo.Ty pensó que, con la edad, quizá el conde se estaba volviendo más blando y más fácil de tratar al ver que sus compatriotas caían uno tras otro. No se había convertido en alguien más paternal. Ty hizo girar el brandi en la copa mientras pensaba que eso ya n

o tenía importancia. Él sería mejor padre.Ella sería una esposa estupenda para un oficial dijo el conde después de otra pausa para rellenar las copas.Blando o no, parecía que el conde seguía queriendo ver casado a su hijo.No se casará con un soldado.¿No? A mí me pareció que te seguiría hasta el fin del mundo, pero ¿qué sé yo de mujeres?No le pediría que siguiera al regimiento. No es vida para una señora. De todos modos,mi brazo nunca volverá a estar perfectamente, así que tengo intención de salir del ejército. Ty no pudo evitar la amargura en su voz. Su vida, su carrera. ¿Qué haría? ¿Ser hijode su padre? ¿Un hombre ocioso que se pasea por la ciudad y espera convertirse enalguien aun más rico? También podría convertirse en un terrateniente, excepto que nosabía nada sobre agricultura y no tenía ninguna gana de aprender. Supongo que puedo t

rabajar para el Ministerio de la Guerra. Sentarse en un escritorio le parecía lo menos atractivo de todo, pero un hombre tenía que hacer algo.Tenía que haberse imaginado el gruñido de satisfacción del conde.Dime: ¿cómo crees que se lucha la guerra?De manera adecuada cuando los políticos dejan que los generales tomen las decisiones en el campo de batalla. ¿Por qué?¿Y los suministros? Municiones, uniformes, ese tipo de cosas.¡Ja! Son completamente inadecuados, suponiendo que lleguen. Y eso por no hablar delas pagas que se deben a los hombres que están luchando para evitar que los franceses se apoderen del mundo, y con él de Inglaterra.Y ¿cómo se trata a los soldados heridos cuando se los envía a casa? ¿Qué pensiones se lesagan? ¿Ya sus viudas?¿Qué pensiones? ¿Qué significa todo esto?Nunca has tenido ni un gramo de paciencia dijo el conde levantando su copa. Aguantaun poco más. ¿Qué piensas de la situación desesperada de las jóvenes como la señorita Duney?

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¿De qué las vendan para la prostitución? ¿Qué hombre que se considere un caballero podríasar en eso como algo menos que una abominación?¿Y de que niños más jóvenes que ese Dover trabajen todo el día en las fábricas y en las men lugar de ir a la escuela?Eso es un pecado vergonzoso para el país.¿Y de los niños que trabajan como deshollinadores? ¿De ser deportado por robar un bollo? ¿De que te cuelguen por el más trivial de los delitos? De todo eso, Tyverne. En es

te mundo las injusticias siguen y siguen. Ahora dime: ¿dónde crees que un hombre tendría la mejor oportunidad de realizar cambios, de hacer algo diferente?En el gobierno, por supuesto tuvo que admitir a la vez que por fin veía a dónde quería llegar su padre.Por supuesto. El conde terminó su brandi y se dispuso a marcharse. Ya que se había perdido el desayuno con la encantadora Rosalie, estaba determinado a comer con ella.Y la señorita Croft sería una excelente esposa para un ministro del gabinete o un subsecretario.Tal y como lo consideró Ty cuando su padre marchó, la señorita Croft sería una excelenteesposa para un príncipe y para un pastelero. Solo tenía que decir que sí.

Después de que marchó el señor Gannon, Delia oyó que Ty subía por las escaleras. Nadie entoda la casa se movía de forma tan atlética. Nadie maldecía con semejante vigor cuandose daba con la cabeza en la viga demasiado baja de la estrecha escalera. Comenzóa sonreír hasta que se dio cuenta de que al vizconde ya le habían golpeado hoy una vez en el cráneo. Corrió hacia la puerta y lo encontró ahí de pie frotándose la cabeza.Ty miró a su alrededor y al ver que no había nadie presente, ni Nanny ni ninguna delas criadas, y que la puerta de la habitación de Nonny estaba cerrada, se habría dado la vuelta. No tenía derecho a arruinar la reputación de Delia, además de todas las desgracias que le había acarreado.Las ideas de Delia eran otras. Lo empujó hacia el interior de la habitación y lo rodeó con sus brazos. Él la abrazó, al diablo su brazo débil y su aún más débiles principios.mantuvieron abrazados con alivio al ver que todo el asunto de Dunsley había terminado, con la alegría de ver que todos estaban vivos y con la felicidad de ser libre

s para compartir semejante cercanía, pecho contra pecho, muslo contra muslo y labios contra labios.Algún tiempo después, Delia recordó lo aterrorizada que se había sentido. Se estiró para retirar un rizo rubio de la frente de Ty.¡Pensé que estabas muerto cuando te vi tendido!Tengo la cabeza demasiado dura para eso dijo él acariciándole la espalda y la nuca bajo la corona de trenzas pelirrojas. Pero cuando te he visto salir para enfrentartea ese loco, pensé que se me paraba el corazón.Yo pensaba que mataría a tu padre dijo Delia estremeciéndose, y que luego vendría a porhea y a por tu hermano.Lo habría hecho si no llega a ser por ti. ¡Por todos los cielos! Les has salvado la vida, mi chica valiente, brillante y preciosa. Y eso después de salvar la mía cuando

las fiebres y evitar que Melinda muriera cuando lo hizo su madre. Y aceptar a mihermano, ayudar a que mi hermana se vuelva a reunir con Anselm, traer aquí a mi padre para que vea que sus hijos son personas y no peones de ajedrez.Pero yo no he tenido nada que ver en todo eso, tonto dijo Delia desde la seguridadque le aportaba el pecho de Ty, desde donde podía oír los latidos de su corazón si escuchaba con atención.Nada de esto habría ocurrido sin ti insistió Ty. Tengo contigo tal deuda de gratitud que necesitaré toda una vida para saldarla. ¿Me dejarás que lo intente, querida Delia? ¿Tecasarás conmigo?No importaba cuan atentamente escuchase, porque Delia no oiría las palabras que necesitaba que dijera. Se echó hacia atrás y se apartó de sus brazos, dando así lo que seríaquizá el paso más largo de su vida.No, señor. No me casaré con vos mientras sigáis hablando de deudas. Os lo dije una vez

y vuelvo a decíroslo: no quiero a un hombre que necesite cumplir con sus obligaciones y con su sentido del honor. Le dio la espalda para que no pudiera ver las lágrimas en sus ojos. Y ahora iros, a no ser que queráis ayudarme a cambiar a Melinda.

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Ty regresó a la posada. No se emborrachó, no le tiró la jarra de agua a Winsted cuandoel hombre le preguntó qué tal iban las cosas en Faircroft y no hizo ningún comentariocuando su padre anunció que lady Presmacott había accedido a acompañarlo al norte para el funeral del marido de Ana. No, lo que hizo fue andar. Caminó la mitad del trayecto hasta Canterbury, luego dio la vuelta y anduvo lo que pareció la mitad del t

rayecto hasta Dover.¿Cómo podía esa mujer pensar que quería casarse con ella debido a su sentido del deber? ¿No había sentido el deseo en su beso? ¡Diablos! ¿No había sentido cómo se excitaba? Y teníaue saber cómo la admiraba y la respetaba. Le había dicho que era valiente y brillante, y no había mejores elogios en boca de un soldado. Estaba dispuesto a abandonarsu carrera y a criar a la hija de su hermano como si fuera suya en lugar de entregarla a uno de sus hermanos. ¿No demostraba eso su devoción? ¡Por todos los cielos! ¿Quémás podía querer esa mujer?Tenía que haber llevado con él a Dover o a la valiente perrita. Cualquiera de los dos habría tenido mejores respuestas a las preguntas de Ty.De lo que estaba absolutamente convencido era de que la señorita Delia Croft estaba destinada a ser su esposa, y él su marido.

Delia tenía al bebé en brazos, el bebé de Ty, su bebé. Aunque ninguno de los dos había dado a luz en realidad a Melinda, le habían dado la vida. Había intentado con todas susfuerzas no coger demasiado cariño a la niña, pero sin resultado alguno. Podía haber intentando igualmente que el sol no se pusiera y habría sido más fácil. Tan dulce y pequeña, tan indefensa y tan suave Delia pensó que se le rompería el corazón si también teníe desprenderse de Melly.¿Podía un corazón romperse dos veces? El suyo ya estaba prácticamente roto en mil pedazos que le dolían cada vez que tomaba aire, con cada pensamiento, con cada recuerdo.Delia volvió a colocar a la recién nacida en el capazo y se secó los ojos. ¿Cómo iba a vivir sin Ty?¿Y por qué diablos iba a tener que hacerlo?

* * * Capítulo 29Volvería. Delia sabía que lo haría. Aquí estaban su hermano, su hija, su caballo. Incondicional e inquebrantable, Ty no era de los que daban la espalda al deber. Tampoco se volvería un cobarde y enviaría un mensaje, no este intrépido paradigma del valor.Había regresado después de que ella se riera de su proposición, ¿no era así? Volvería. Teque hacerlo.Delia vigilaba desde la ventana e hizo que Dover estuviera atento mientras ellase dedicaba a sus tareas. Por fin espiaron al vizconde subiendo por el camino principal, quizá con algo menos de vigor del habitual, pero llegaría pronto y eso eralo que importaba.

Delia salió por la puerta de atrás después de balbucear a Mindle el recado de que se dirigía a los establos para ocuparse de algún problema que tenía que ver con el caballo. Podía haber un número determinado de equinos en los establos de los Croft en ese momento, pero cuando alguien se refería al caballo y a problemas de un tirón, todos sabían de qué caballo se trataba. Normalmente se escondían tras las puertas cerradas. Ty dio la vuelta a la casa a todo correr a pesar de las millas que ya había andado.Como era habitual, no se veía a Jed, el mozo de cuadras, por ningún sitio y tampocoal otro tipo al que Ty no había llegado a conocer. Sin embargo, se oían sonidos provenientes del extremo del establo envuelto por las sombras y se dirigió hacia allí, hacia la cuadra de Diablo. Entonces oyó los gritos.¡Maldita sea!Delia estaba en la cuadra y el enorme caballo la retenía contra la pared. Ty sintióque se le revolvía el estómago. Un movimiento rápido de esas pezuñas herradas, una arrem

etida, el rechinar de los poderosos dientes¡Dios, no!Mientras corría, comprobó el contenido de sus bolsillos. No había caramelos de ron, ni

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bombones, ni siquiera un azucarillo. Sí que tenía su pistola si llegara la ocasión. Esperaba que no. Ese caballo le había salvado la vida en la Península, y quizá había hecho lo mismo con la de su padre hoy mismo. Pero DeliaComenzó a hablar, a llorar y a rezar en voz alta mientras le decía al caballo que seapartara y a Delia que se le acercara despacio pegándose a los bordes de la cuadra. No podía gritar como hubiera querido, porque quién sabía lo que haría esa bestia si se le provocaba y si entraba en la cuadra quizá el caballo se encabritara y golpear

a a Delia contra las paredes.Ella estaba pálida y parecía paralizada por el miedo. Había visto a soldados inmovilizados de esa manera, incapaces de protegerse o de echar a correr. ¡Maldición! Iba a tener que sacarla de ahí. Abrió la puerta de la cuadra y se retiró. Esperaba que Diablose lanzara hacia la libertad. No hubo suerte. El caballo solo se mostraba interesado en Delia.Ty se deslizó dentro de la cuadra por un costado, tan lejos como pudo de las pezuñastraseras del caballo.Ven, Dilly, ven hacia mí. Ven despacio, querida, pero hazlo ahora llamó mientras mantenía la mano extendida y le suplicaba que moviera los pies.Ella lo miró con los ojos verdes muy abiertos y emitió un gemido. ¡Caray! No podía dejarque le ocurriera nada. Mantuvo la espalda contra la pared y se acercó aún más, susurrán

dole a ella, al caballo y a cualquiera que pudiera escuchar.Ya voy, bonito, ya voy. Esta vez haré que no te ocurra nada, te lo juro. Y ella noestá aquí para hacerte daño, mi diablo, nadie va a hacerlo. Te buscaré un sombrero o unabotella de cerveza, palabra de St. Ives, pero no le hagas daño. Ahora ven hacia aquí.Por fin alcanzó la mano de Delia y tiró de ella de repente para colocarla tras él y fuera del alcance de esos dientes traicioneros.Todavía no estás segura, amor mío, pero falta poco susurró. Diablo no parecía estar encaado, pero con ese caballo infernal nunca se podía estar seguro. Ty no podía transportar a Delia y protegerla de la bestia a un tiempo, pero tenían que salir de la cuadra. O tenía que hacerlo Diablo.Ty arremetió. Levantó sus brazos y cargó gritando como si estuviera en una batalla.¡Sal de aquí, peste inútil! ¡Atrás! ¡Atrás, es una orden!

El caballo blanco dio unos pasos hacia atrás y salió de la cuadra y Ty agarró la puerta tras él de forma que ellos quedaron encerrados dentro y el caballo fuera. Que labestia fuera y robara la ropa que cualquiera tuviera colgada a secar tal y comohizo en España, o que pisoteara los parterres como hizo en Londres. Diablos, quese llevara un pedazo de ese mozo inútil que nunca estaba por ahí cuando se le necesitaba.¡Me da igual si no vuelves nunca! le gritó Ty antes de darse la vuelta y tomar a Deliaen sus brazos y le juraba que nunca volvería a dejarla marchar.Delia tuvo que tirarle del cuello antes de dejar que se le rompieran las costillas.¡Dios! dijo él aflojando la presión como un cuarto de pulgada. En mi vida he pasado tanmiedo, Dilly. Deja que te abrace, por favor.

Y ella le dejó. Y disfrutó con la sensación de sus fuertes brazos a su alrededor y consu olor, mezcla de jabón, caballo y hombre.Me has salvado la vida dijo después de un minuto al tiempo que levantaba la cabeza.Ty estaba demasiado ocupado saboreando la sensación de tenerla entre sus brazos yno podía pensar. Ella estaba viva, y eso era lo que importaba.Supongo que sí. Tu hermano me dijo que salvara la vida de alguien.Eso quiere decir que estamos en paz. Nada de deudas.¿Nada de ? dijo sonriendo. Tienes razón. La caja ya cuadra. No más sumas y restas dijnrió más abiertamente. Si te salvé la vida, ¿significa eso que he conseguido quedarme contigo? Para cuidarte para siempre, como dice Dover.Si todavía lo quieres¡Cielos! No hay nada que desee más. Pero dijiste que nunca te casarías con un soldado,así que primeroPuedes ser soldado toda la vida, querido, siempre y cuando yo pueda acompañarte. Seguiría al ejército contigo antes que pedirte que dejaras de ser lo que eres.No, yo no soy soldado. Eso es solo lo que he hecho. Puedo seguir sirviendo a mi p

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aís con honor, solo que de otras maneras. Así que ¿te quieres casar conmigo, Delia Croft? No voy a volver a ponerme de rodillas, y menos dentro de la cuadra de un caballo.Dilo. Primero dilo dijo Delia devolviendo la sonrisa.¿Decirlo?Las palabras, chico. Di las palabras. Te juro que no se te caerá la lengua y que nose nos caerá el tejado encima.

¿Quieres decir que diga que te amo? ¿Es eso lo que estabas esperando? Pero creo que te he amado desde el mismo instante en el que me caí a tus pies. Te he tenido en mis sueños y en mis pensamientos desde entonces, incluso durante mi boda con Belinda. ¿Cómo has podido ignorarlo?¡Oh, Ty! Te amo desde hace tanto tiempo Solo esperaba a que conocieras tu propio corazón.Supongo que más bien a que supiera que tenía corazón. Colocó una mano entre los dos, enca del corazón. Todavía no tengo, querida Dilly. Te pertenece a ti.¿Cómo que Dilly? ¿Ya no piensas que soy Delia?Vaya, ella es demasiado elegante y refinada para un viejo y curtido soldado. Retiróuna brizna de paja de su pelo. Y nunca me besaría en un establo.Y besarle fue lo que ella hizo, con todo su amor, sus sueños, sus esperanzas y su

felicidad.¿Entiendo que eso es un sí? preguntó Ty unos instantes después.Sí, señor. Me siento honrada por casarme contigo, por compartir tu nombre y tu hija ytu futuro, dondequiera que nos lleve.De verdad que me has hecho el más feliz de los mortales, cariño. Ya es un milagro queme ames. Mejor aún es que nunca tendré que pasar por el trago de otra desdichada propuesta de matrimonio. Y lo mejor de todo es que te tendré a mi lado el resto de mi vida.Y eso, por supuesto, demandaba otro beso que sellara su compromiso.El caballo se cansó de esperar su recompensa. Metió la cabeza por encima de la puerta de la cuadra y bufó.Ty miró a esos grandes ojos castaños y luego a los verdes ojos de Delia.No me lo has dicho, amor mío. ¿Qué te impulsó a meterte en la cuadra de Diablo?

Bueno, que así podrías salvarme, por supuesto.¡Pero te podía haber matado, loca! Todo el mundo sabe que odia a los hombres.Delia se estiró para acariciar el aterciopelado hocico del caballo.Pero adora a las mujeres, especialmente a la que lo rescató de ese circo ambulante.* * * RESEÑA BIBLIOGRÁFICABARBARA METZGERBarbara Metzger es autora de más de tres docenas de novelas románticas ambientadas en la Regencia, así como orgullosa receptora del premio Romantic Times a toda una carrera para autores de este género. Cuando no está escribiendo novelas o leyéndolas, pinta, se dedica a la jardinería, trabaja como voluntaria en la biblioteca local y

pasea por la playa en Long Island con su perrito Hero.UNA DEUDA CON DELIAEn el fragor de una batalla durante la guerra contra Napoleón, el mayor lord Tyverne resulta herido y atrapado tras la línea enemiga. Entonces un camarada casaca roja llega en su ayuda y le insiste para que escape hacia un lugar seguro. Más adelante y horrorizado al conocer la muerte de su salvador, Ty jura vivir para podercumplir con el reto que le lanzó el joven soldado al despedirse: salvar la vida deotra persona.Para pagar la deuda de honor, Ty ofrece su mano en matrimonio a la hermana del muerto. Ciertamente, Delia Croft está necesitada de ayuda, ya que la suma que percibe de su primo apenas es suficiente para suministrar vestido y comida para ellay las personas a su cargo. Pero Delia anhela una unión basada en el amor, no en la

obligación, una unión en la que puede que el atractivo oficial ni siquiera crea.* * *Título original: A Debt to Delia

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© Barbara Metzger, 2002Published by arrangement with Lennart Sane Agency ABIlustración de portada: © Franco AccorneroDiseño de colección: Alonso Esteban y Dinamic DuoTraducción de Mª del Pilar Díez Martínez© 2009, La Factoría de IdeasPrimera edición

© Pandora Romántica es un sello de La Factoría de IdeasISBN: 978-84-9800-453-3Depósito Legal: B-3655-2009Impreso por Litografía Roses S. A.Printed in Spain - Impreso en España