Un detective experto en la persecución de los...

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«=^sa«a««- , EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 1938. Un detective experto en la persecución de los tahúres Michael MacDougall relata cómo llegó a conocer los más complicados trucos trampas en los juegos de baraja, y su primer servicio detectivesco y POR John F. COGGSWELL "Si Ud. ve a un Individuo que coge las cartas, una vez que han sido cor- tadas, de esta manera" (véase la ilus- tración en esta página) me dice Mi- chael MacDougall, dándome una demostración objetiva, con sus há- biles dedos, del trabajo del tahúr, pasando la baraja de una mano a la otra, "no confie en él y si le es posible dele un buen golpe". El individuo que actúe en esa forma en una mesa de juego, de acuerdo con la experiencia almace- nada durante años por MacDougall, tiene que ser un fullero. Y agrega: "A pesar de que la baraja sea cortada dos veces, el jugador pro- fesional se las arregla para que ca- da una de las cartas vuelva al lu- gar que tenia antes, es decir, al que le conviene". El detective cortó varias veces las cartas para que yo me diera cuen- ta del truco, pero en realidad no pude ver en qué consistía hasta que me hizo varias demostraciones con gran lentitud. "Me doy cuenta que me puedas engañar cada vez que quieras —di- je— pero quisiera que me dijeras cómo has llegado a ser el Enemi- go número 1 de los fulleros y tahú- res". MacDougall me contestó: "Esa es una historia muy larga de contar. Trataré de hacerle un relato en síntesis". Historia interesante: "Siendo un muchacho —pequeño de estatura, aunque representaba más edad que la que en realidad tenia— dejé el colegio y fui a tra- bajar a un gran establecimiento co- mercial. En ese trabajo me di cuen- ta que podía desaparecer durante media hora sin que nadie se diera cuenta. Casi todos los djas me Iba a un teatro que se encontraba al otro lado de la calle. Un día per- di la noción del tiempo, hablan transcurrido más de dos horas cuando regresé al establecimiento. Creo que está de más decir que me despidieron". "La desgracia mía fué motivada por unos juegos de prest ¡digitación que eran realizados en el teatro. El hombre que los realizaba se lla- maba a si mismo llorace Goldin, el ilusionista de la realeza rusa. Al entrar la orquesta una puerta que comunicaba con la parte baja del escenario quedó abierta. De es- ta manera pude ver bien todos los secretos y trucos del mago. Tanto me interesó aquello que me quedé a presenciar la segunda función". "Después que me enteré que ha- bla perdido mi empleo en el esta- blecimiento comercial me dirigí de nuevo al teatro y fui a ver al mago Goldin. Le hice el cuento de la puerta abierta y le expliqué todos sus trucos. Terminé pidiéndole que me permitiera trabajar con él. El ilusionista de la realeza rusa me dijo que no le parecía mal la idea, pero que temía que la Sociedad Protectora de Niños le persiguiera si hacia tal cosa". Consiguió el trabajo: "Por fin Goldin me d'ló trabajo. Me explicó que necesitaba a un mu- chacho para hacer un número hin-i dú. Si no tenia miedo y me presta- ba a trepar por una cuerda, estaba el trato hecho. El se encargaba de hacerme desaparecer en el aire". "Durante dos anos estuve traba- jando con Goldin. Ya conocía casi todos los trucos de la baraja y pen- que podía dedicarme a trabajar por mi cuenta. Logré hacerlo asi y una vez que tuve el dinero' necesa- rio reunido me embarqué hacia la América del Sur. Pensaba trabajar en los teatros de allá". "En el barco viajaba un hom- bre que parecía un rico comercian- te o un banquero. Me vio realizan- do actos de prestidigitación en cu- bierta y se interesó mucho por mi". "Venga a mi cuarto, me dijo, pue- de ser que le ensene algunos secre- tos de la baraja". "Pensé que el hombre serla un aficionado de la baraja. Pera a los pocos momentos me di cuenta de que me encontraba ante un maes- tro. A petición suya tomé uno de mis paquetes de cartas. Lo barajé muy bien y lo corté. Las cogió él y las volvió a barajar, entregán- domelas para que las cortara de nuevo. Ante mis ojos asombrados aquel señor con tipo de comercian- te 0 de banquero se dio una a una cuatro ases en cinco cartas". Reproducción de cartas que se asa- ban en Europa durante loa irlo» xvn y xvm. Kacudo de arma* usado por la antigua Asociación de Fabricantes de Barajas de Londres. A la Izquierda: laa hábiles manos de Michael Mae Do 11 rail mostrándonos cómo empalma las cartas un Jugador profesional. Arriba: Escudo de armas de los fabricante* de barajas 4* Llon, Francia. Abajo: escudo de arma» de Caen (alglo XVIII). En la Ilus- tración del centro se ve cómo al establecer- se la República en Francia loa reyes eran substituidos en la baraja por loa sabio». Arriba: escudo de armas de los fabricantes de barajas de París. Abajo el escudo de los fabricante* de Le Mana. * 0 X y "Después que terminó su mará-1 De esta manera, pues, fué como villosa demostración, sorprendién- dome aún más. el hombre se vendó los ojos y repitió la hazaña. Aquel hombre por el tacto distinguía los reyes y los ases, como yo hoy tam- bién puedo distinguirlos". "Cuando no sabia «ni qué decir ante aquello, el hombre me dijo que si queria hacer una bonita for- tuna podía asociarme a él". Nueva aventura: "La idea, le dije, me parece ma- ravillosa. Usted como prestidigita- dor puede hacer una gran fortuna en cualquier teatro". "No, muchacho, me contestó. Eres muy joven aún y no te das cuenta que en Sur América se en- cuentran los mejores jugadores del mundo. Si te unes conmigo forma- remos una alianza formidable y ha- remos mucho dinero. En un año se- remos ricos". "Aquel hombre, como puede ver- se, no era un banquero o comer- ciante como yo me habla figurado en los primeros momentos,#ino un consumado y peligroso tahúr. Lo que quería era que trabajara "de sodo" suyo para sorprender a los incautos en las mesas de juego. Cuando me di cuenta de lo que se proponía en realidad rompí con él". "Mickey" MacDougall —el hombre que quizas conoce mejor en el mun- do a los fulleros— entró en contac- to con las figuras más siniestras de los garitos. Sabia el muchacho que nunca llegarla a ser un tahúr, pe- ro queria conocer a fondo cómo trabajaban los jugadores profesio- nales, cuál era la "mecánica". Comenzó a visitar todos los ga- ritos y casas de juego de alguna ca- tegoría. Su experiencia como pres- tidigitador le hizo .penetrar fácil- mente en los trucos de los fulleros más famosos. t Poco a poco se fué haciendo un gran "mecánico". Un gran estudio: Después de estudiar a fondo los movimientos más insignificantes y de entrenar la memoria para recor- darlos, realizaba prácticas cuando regresaba a la Intimidad de su ha- bitación. Durante varios años se gastaba lo que ganaba en los tea- tros asistiendo a los garitos. "Siempre perdía —dice—, nunca encontré una mesa donde se jugara honestamente". Asi fué como "Mickey" MacDou- gall se hizo también un maestro del tapete. Llegó un momento en que su experiencia igualaba a la de loa contrincantes, jugando con los cua- les ganaba y perdis. Asi llegó a te- ner un balance favorable a él. Al llegar a este punto de su ca- rrera, MacDougall comenzó a pre- guntarse por qué habla dedicado tanto tiempo y dinero a aprender todo aquello. Fué entonces cuando pensó que seguramente seria una aventura interesante el ponerse a desenmascarar a los tahúres y fu- lleros. La primera vez que trabajó como detective, persiguiendo a los juga- dores profesionales, fué en Nueva "York. "Mickey" fué contratado por un comerciante de la metrópoli pa- ra que descubriera si efectivamen- te habla un miembro de su club que lo estaba timando cuando ju- gaban. El joven detective pudo comprobar que no se trataba de un tahúr sino de un buen jugador. Es- te trabajo, según MacDuogalI, no le dio oportunidad para lucirse ya que carecía de importancia. La oportunidad: i Al fin llegó la gran oportuni- dad de "Mickey"! Dejemos que el detective nos diga cómo: "El propietario de uno de los clubs de "bridge" mayores de Nue- va York me dijo un día que un po- lítico importante de Boston necesi- taba de mis servicios. En el primer tren que pude tomar salí hacia esa ciudad". "El político bostoniano acababa de regresar de un viaje por Euro- pa. Durante la travesía, en el bar- co, conoció a tres personas simpá- ticas y agradables con las que pri- mero tomó" varias bebidas y des- pués jugó al "bridge", apostando pequeñas cantidades y siempre ga- nando. Las partidas se fueron ha- ciendo una obligación diaria y las apuestas aumentando. Un dia deci- dieron que era mejor jugar en la intimidad del camarote. La última noche el trio ganó $5,000, que fue- ron pagados religiosamente por el político". "Al darme cuenta del caso decla- que estaba convencido de. que fué la victima de un timo organiza- do por jugadores profesionales. Sa- bia hast* dónde se encontraban. Pero ¿qué podía hacer yo? La par- tida se jugó en alta mar y las auto- ridades Judiciales norteamericanas no podían hacer nada contra los tahúres. Aún en el caso de que hu- biera sido posible procesar a los tres individuos, el escándalo legal no era, en manera alguna, deseable por el político. El papel de victima no le agradaba". "No es la pérdida de dinero lo que me Irrita —declaró el hombre público de Boston al detective—, sino que me hayan cogido de ton- to". "Le expliqué mi plan para que se vengara —dice MacDougall—, yo jugarla con los fulleros, el político pagarla los gastos y una cuarta parte de las ganancias serian para él". El trato quedó hecho en esta base y el detective se puso a trabajar. Un serio problema: Según MacDougall el problema más serio que se le presentaba era hacer que los fulleros fuersn a Bos- ton. Oigamos su explicación: "¿Cómo lo haría?, Me pregunta- ba. Yo estaba en conexión con va- rios jefes Importantes del hsmpa de Boston. Hice investigaciones en el hotel donde paraba y en otros luga- res frecuentados por los tahúres. Pronto estaba trabajando, de acuer- do con ellos. Esto no me costó mu- cho trabajo ya que hablaba la len- gua de los garitos y conocía perfec- tamente bien lo que llama "me- cánica" profesional. Me asocié a tres fulleros llamados'Red, Henry y Lef- ty. Jugaba con ellos a la baraja, frecuentábamos los lugares más "callentes", en fin, éramos "socios". Todas las noches, no obstante, yo desa'parecia durante varias horas. Mis "compañeros" llegaron a intri- garse por mis raras y mlsteriosss sslidas. Comenzaron a hacerme pre- guntas; estaban llenos de curiosi- dsd". "Muchachos, les dije, creo que se me ha presentado una gran opor- tunidad. Inmediatamente quisieron conocer todos los detalles. Les dije que tenia la oportunidad de jugar con dos de los hombres más ricos de Boston, mencionando dos nom- bres prominentes en los circuios so- ciales y la vida pública. Mis "so- cios" se llensron de entusiasmo, pe- ro vieron alguna dificultad en la operación: la jugada—según ellos— era demasiado importante para mi. Ellos, por su psrte, no querlsn mez- clarse en el golpe. Yo sugerí que buscáramos a dos buenos tahúres de flfaeva York y mencioné uno de los nombres de los Individuos que buscaba al que llamaron Big Slim. Ellos conocían a los tres Individuos y estuvieron de acuerdo en mandar- los a buscar". "Cuando todo estuvo arreglado en Boston, Big Slim y sus dos com- pañeros llegaron a la ciudad. Juga- mos en dos ocasiones en las habi- taciones que teníamos en un hotel. Los dos ricachos de Boston que es- taban sentados en la mesa eran en realidad dos policías. Big Slim y sus "mecánicos" no tenían ni la más remota idea de lo que estaba pasando. El cuarto estaba Heno de dlctográfos y cada una de las pa- labras era registrada en un disco fonográfico. Me encargué de dirigir la conversación que, como prueba, ' era suficiente para enviar a los ta- húres 20 años a la cárcel". "En el momento que sobre la mesa de "pocker" hablan miles de dólares, se sbrió la puerta del cuar- to penetrando el político -de Boston que habla sido victima, en el bar- co, de aquellos hombres. Marchó hacia el centro de la habitación acompañado de dos guardaespaldas y dijo: "La partida ha terminado mu- chachos. En el barco perdí yo y ahora ustedes". "Por mi primer serVido cobré $1,200 y los gastos. Habla trabajado durante tres semanas. El negocie fué bueno, pero un año más tarde Red, Henry y Lefty me agarraron una noche de Navidad y me gol- pearon a su gusto. Cuando llego el médico me faltaban muchos dientes y no teñía la naris en su lugar. (Derechos literarios asegurado* es todas partes per el ünlted Feataxre Svndleate, Inc., Nueva York) *->-**fr>H<$t*s -4< 1' . m _ d.

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EL MUNDO, SAN JUAN, P. R. — DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 1938.

Un detective experto en la persecución de los tahúres Michael MacDougall relata cómo llegó a conocer los más complicados trucos

trampas en los juegos de baraja, y su primer servicio detectivesco y

POR

John F. COGGSWELL

"Si Ud. ve a un Individuo que coge las cartas, una vez que han sido cor- tadas, de esta manera" (véase la ilus- tración en esta página) me dice Mi- chael MacDougall, dándome una demostración objetiva, con sus há- biles dedos, del trabajo del tahúr, pasando la baraja de una mano a la otra, "no confie en él y si le es posible dele un buen golpe".

El individuo que actúe en esa forma en una mesa de juego, de acuerdo con la experiencia almace- nada durante años por MacDougall, tiene que ser un fullero. Y agrega:

"A pesar de que la baraja sea cortada dos veces, el jugador pro- fesional se las arregla para que ca- da una de las cartas vuelva al lu- gar que tenia antes, es decir, al que le conviene".

El detective cortó varias veces las cartas para que yo me diera cuen- ta del truco, pero en realidad no pude ver en qué consistía hasta que me hizo varias demostraciones con gran lentitud.

"Me doy cuenta que me puedas engañar cada vez que quieras —di- je— pero quisiera que me dijeras cómo has llegado a ser el Enemi- go número 1 de los fulleros y tahú- res".

MacDougall me contestó: "Esa es una historia muy larga

de contar. Trataré de hacerle un relato en síntesis". Historia interesante:

"Siendo un muchacho —pequeño de estatura, aunque representaba más edad que la que en realidad tenia— dejé el colegio y fui a tra- bajar a un gran establecimiento co- mercial. En ese trabajo me di cuen- ta que podía desaparecer durante media hora sin que nadie se diera cuenta. Casi todos los djas me Iba a un teatro que se encontraba al otro lado de la calle. Un día per- di la noción del tiempo, hablan transcurrido más de dos horas cuando regresé al establecimiento. Creo que está de más decir que me despidieron".

"La desgracia mía fué motivada por unos juegos de prest ¡digitación que eran realizados en el teatro. El hombre que los realizaba se lla- maba a si mismo llorace Goldin, el ilusionista de la realeza rusa. Al entrar la orquesta una puerta que comunicaba con la parte baja del escenario quedó abierta. De es- ta manera pude ver bien todos los secretos y trucos del mago. Tanto me interesó aquello que me quedé a presenciar la segunda función".

"Después que me enteré que ha- bla perdido mi empleo en el esta- blecimiento comercial me dirigí de nuevo al teatro y fui a ver al mago Goldin. Le hice el cuento de la puerta abierta y le expliqué todos sus trucos. Terminé pidiéndole que me permitiera trabajar con él. El ilusionista de la realeza rusa me dijo que no le parecía mal la idea, pero que temía que la Sociedad Protectora de Niños le persiguiera si hacia tal cosa".

Consiguió el trabajo: "Por fin Goldin me d'ló trabajo.

Me explicó que necesitaba a un mu- chacho para hacer un número hin-i dú. Si no tenia miedo y me presta- ba a trepar por una cuerda, estaba el trato hecho. El se encargaba de hacerme desaparecer en el aire".

"Durante dos anos estuve traba- jando con Goldin. Ya conocía casi todos los trucos de la baraja y pen- sé que podía dedicarme a trabajar por mi cuenta. Logré hacerlo asi y una vez que tuve el dinero' necesa- rio reunido me embarqué hacia la América del Sur. Pensaba trabajar en los teatros de allá".

"En el barco viajaba un hom- bre que parecía un rico comercian- te o un banquero. Me vio realizan- do actos de prestidigitación en cu- bierta y se interesó mucho por mi".

"Venga a mi cuarto, me dijo, pue- de ser que le ensene algunos secre- tos de la baraja".

"Pensé que el hombre serla un aficionado de la baraja. Pera a los pocos momentos me di cuenta de que me encontraba ante un maes- tro. A petición suya tomé uno de mis paquetes de cartas. Lo barajé muy bien y lo corté. Las cogió él y las volvió a barajar, entregán- domelas para que las cortara de nuevo. Ante mis ojos asombrados aquel señor con tipo de comercian- te 0 de banquero se dio una a una cuatro ases en cinco cartas".

Reproducción de cartas que se asa- ban en Europa durante loa ■irlo»

xvn y xvm.

Kacudo de arma* usado por la antigua Asociación de Fabricantes de Barajas de Londres. A la Izquierda: laa hábiles manos de Michael Mae Do 11 rail mostrándonos cómo empalma las cartas un Jugador profesional.

Arriba: Escudo de armas de los fabricante* de barajas 4* Llon, Francia. Abajo: escudo de arma» de Caen (alglo XVIII). En la Ilus- tración del centro se ve cómo al establecer- se la República en Francia loa reyes eran

substituidos en la baraja por loa sabio».

Arriba: escudo de armas de los fabricantes de barajas de París. Abajo el escudo de los

fabricante* de Le Mana. •

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X y "Después que terminó su mará-1 De esta manera, pues, fué como

villosa demostración, sorprendién- dome aún más. el hombre se vendó los ojos y repitió la hazaña. Aquel hombre por el tacto distinguía los reyes y los ases, como yo hoy tam- bién puedo distinguirlos".

"Cuando no sabia «ni qué decir ante aquello, el hombre me dijo que si queria hacer una bonita for- tuna podía asociarme a él".

Nueva aventura: "La idea, le dije, me parece ma-

ravillosa. Usted como prestidigita- dor puede hacer una gran fortuna en cualquier teatro". •

"No, muchacho, me contestó. Eres muy joven aún y no te das cuenta que en Sur América se en- cuentran los mejores jugadores del mundo. Si te unes conmigo forma- remos una alianza formidable y ha- remos mucho dinero. En un año se- remos ricos".

"Aquel hombre, como puede ver- se, no era un banquero o comer- ciante como yo me habla figurado en los primeros momentos,#ino un consumado y peligroso tahúr. Lo que quería era que trabajara "de sodo" suyo para sorprender a los incautos en las mesas de juego. Cuando me di cuenta de lo que se proponía en realidad rompí con él".

"Mickey" MacDougall —el hombre que quizas conoce mejor en el mun- do a los fulleros— entró en contac- to con las figuras más siniestras de los garitos. Sabia el muchacho que nunca llegarla a ser un tahúr, pe- ro queria conocer a fondo cómo trabajaban los jugadores profesio- nales, cuál era la "mecánica".

Comenzó a visitar todos los ga- ritos y casas de juego de alguna ca- tegoría. Su experiencia como pres- tidigitador le hizo .penetrar fácil- mente en los trucos de los fulleros más famosos. t Poco a poco se fué haciendo un gran "mecánico".

Un gran estudio: Después de estudiar a fondo los

movimientos más insignificantes y de entrenar la memoria para recor- darlos, realizaba prácticas cuando regresaba a la Intimidad de su ha- bitación. Durante varios años se gastaba lo que ganaba en los tea- tros asistiendo a los garitos.

"Siempre perdía —dice—, nunca encontré una mesa donde se jugara honestamente".

Asi fué como "Mickey" MacDou- gall se hizo también un maestro del tapete. Llegó un momento en que su experiencia igualaba a la de loa

contrincantes, jugando con los cua- les ganaba y perdis. Asi llegó a te- ner un balance favorable a él.

Al llegar a este punto de su ca- rrera, MacDougall comenzó a pre- guntarse por qué habla dedicado tanto tiempo y dinero a aprender todo aquello. Fué entonces cuando pensó que seguramente seria una aventura interesante el ponerse a desenmascarar a los tahúres y fu- lleros.

La primera vez que trabajó como detective, persiguiendo a los juga- dores profesionales, fué en Nueva "York. "Mickey" fué contratado por un comerciante de la metrópoli pa- ra que descubriera si efectivamen- te habla un miembro de su club que lo estaba timando cuando ju- gaban. El joven detective pudo comprobar que no se trataba de un tahúr sino de un buen jugador. Es- te trabajo, según MacDuogalI, no le dio oportunidad para lucirse ya que carecía de importancia.

La oportunidad: i Al fin llegó la gran oportuni-

dad de "Mickey"! Dejemos que el detective nos diga cómo:

"El propietario de uno de los clubs de "bridge" mayores de Nue- va York me dijo un día que un po- lítico importante de Boston necesi-

taba de mis servicios. En el primer tren que pude tomar salí hacia esa ciudad".

"El político bostoniano acababa de regresar de un viaje por Euro- pa. Durante la travesía, en el bar- co, conoció a tres personas simpá- ticas y agradables con las que pri- mero tomó" varias bebidas y des- pués jugó al "bridge", apostando pequeñas cantidades y siempre ga- nando. Las partidas se fueron ha- ciendo una obligación diaria y las apuestas aumentando. Un dia deci- dieron que era mejor jugar en la intimidad del camarote. La última noche el trio ganó $5,000, que fue- ron pagados religiosamente por el político".

"Al darme cuenta del caso decla- ró que estaba convencido de. que fué la victima de un timo organiza- do por jugadores profesionales. Sa- bia hast* dónde se encontraban. Pero ¿qué podía hacer yo? La par- tida se jugó en alta mar y las auto- ridades Judiciales norteamericanas no podían hacer nada contra los tahúres. Aún en el caso de que hu- biera sido posible procesar a los tres individuos, el escándalo legal no era, en manera alguna, deseable por el político. El papel de victima no le agradaba".

"No es la pérdida de dinero lo

que me Irrita —declaró el hombre público de Boston al detective—, sino que me hayan cogido de ton- to".

"Le expliqué mi plan para que se vengara —dice MacDougall—, yo jugarla con los fulleros, el político pagarla los gastos y una cuarta parte de las ganancias serian para él".

El trato quedó hecho en esta base y el detective se puso a trabajar.

Un serio problema: Según MacDougall el problema

más serio que se le presentaba era hacer que los fulleros fuersn a Bos- ton. Oigamos su explicación:

"¿Cómo lo haría?, Me pregunta- ba. Yo estaba en conexión con va- rios jefes Importantes del hsmpa de Boston. Hice investigaciones en el hotel donde paraba y en otros luga- res frecuentados por los tahúres. Pronto estaba trabajando, de acuer- do con ellos. Esto no me costó mu- cho trabajo ya que hablaba la len- gua de los garitos y conocía perfec- tamente bien lo que sé llama "me- cánica" profesional. Me asocié a tres fulleros llamados'Red, Henry y Lef- ty. Jugaba con ellos a la baraja, frecuentábamos los lugares más "callentes", en fin, éramos "socios". Todas las noches, no obstante, yo

desa'parecia durante varias horas. Mis "compañeros" llegaron a intri- garse por mis raras y mlsteriosss sslidas. Comenzaron a hacerme pre- guntas; estaban llenos de curiosi- dsd".

"Muchachos, les dije, creo que se me ha presentado una gran opor- tunidad. Inmediatamente quisieron conocer todos los detalles. Les dije que tenia la oportunidad de jugar con dos de los hombres más ricos de Boston, mencionando dos nom- bres prominentes en los circuios so- ciales y la vida pública. Mis "so- cios" se llensron de entusiasmo, pe- ro vieron alguna dificultad en la operación: la jugada—según ellos— era demasiado importante para mi. Ellos, por su psrte, no querlsn mez- clarse en el golpe. Yo sugerí que buscáramos a dos buenos tahúres de flfaeva York y mencioné uno de los nombres de los Individuos que buscaba al que llamaron Big Slim. Ellos conocían a los tres Individuos y estuvieron de acuerdo en mandar- los a buscar".

"Cuando todo estuvo arreglado en Boston, Big Slim y sus dos com- pañeros llegaron a la ciudad. Juga- mos en dos ocasiones en las habi- taciones que teníamos en un hotel. Los dos ricachos de Boston que es- taban sentados en la mesa eran en realidad dos policías. Big Slim y sus "mecánicos" no tenían ni la más remota idea de lo que estaba pasando. El cuarto estaba Heno de dlctográfos y cada una de las pa- labras era registrada en un disco fonográfico. Me encargué de dirigir la conversación que, como prueba, ' era suficiente para enviar a los ta- húres 20 años a la cárcel".

"En el momento que sobre la mesa de "pocker" hablan miles de dólares, se sbrió la puerta del cuar- to penetrando el político -de Boston que habla sido victima, en el bar- co, de aquellos hombres. Marchó hacia el centro de la habitación acompañado de dos guardaespaldas y dijo:

"La partida ha terminado mu- chachos. En el barco perdí yo y ahora ustedes".

"Por mi primer serVido cobré $1,200 y los gastos. Habla trabajado durante tres semanas. El negocie fué bueno, pero un año más tarde Red, Henry y Lefty me agarraron una noche de Navidad y me gol- pearon a su gusto. Cuando llego el médico me faltaban muchos dientes y no teñía la naris en su lugar.

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(Derechos literarios asegurado* es todas partes per el ünlted Feataxre

Svndleate, Inc., Nueva York)

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