Un acomodo vía comodín
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Un acomodo vía comodín
Félix Sánchez
Las entidades del gentío obtienen aquello que se adecúa a sus merecimientos,
lo cual, forma conjunto con todo aquello maldito que le sucede, y por lo que acaba
preguntándose: ¿qué he hecho yo para merecer esto? Casi todas las cosas buenas que
nos ocurren deberían haber surgido porque hemos cumplido con la misión de sus
virtudes asociadas, para ser dignos de ellas, para callar el irritante reproche de quien
asegure, desde la duda, nuestra falta de méritos. Unas virtudes se ofertan, y otras se
demandan, siendo la coincidencia de las análogas, el renuevo para hacerlo tuyo desde
el derecho a tal conquista. Aun siendo difícil conseguirlo a placer, el resultado se logra
muy poquito a poco. Al mismo momento, de no corta trayectoria, existiría un equilibrio
casi mecánico desde la estática de su reposo. Ahí, un espacio, un área potencial
convertida en el baúl de casi todas las cosas malas, acabando por encontrar perfiles
de idoneidad para articular el desastre.
Si nos cuestionáramos la incertidumbre de conocer los motivos por los que
vivimos situaciones merecidas, no menos merecidas, o desmerecidas por la carencia
de talentos, jugaríamos siempre con la baraja de cartas de dos colores, por muchos
palos con los que configuremos la totalidad de los naipes. Antes o después, acaba
saliendo la negra. Todos los comodines adquieren forma de poder, intercambio de
favores, tráfico de influencias, pactos tácitos donde sobreentendemos lo que más
interesa por muy atrevida ocultación de las virtudes necesarias y aseguradas de
algunas bondades. Los comodines a no todo el mundo le tocan jugarlos en su partida
vital. Hay a quien la suerte le condecora con la exclusión de los lamentos, pero en
cuanto haya una sola persona, un solo grupo, o una sola institución, que debido a la
trampa de sus comportamientos alcance el manejo de un comodín, la garantía de que
tú no lo tendrás es de Perogrullo. Al no ser que tus virtudes intelectuales no sean las
que rijan tus virtudes morales, pertenecerás con demasiado trapío a las formas de
poder, intercambio de favores, tráfico de influencias y pactos tácitos de intereses
sobreentendidos.
Los juegos donde existen comodines interfieren en la capacidad de encontrar la
manera legítima, costosa en sus procedimientos, de salir victorioso de la afrenta, de la
dificultad. Suponen un túnel de atajamientos de lo que nos merecemos, y mucho más
si aquellos son los mandaderos invictos del equilibrio mecánico casi estático entre las
cosas buenas y las cosas malas. Si no me merezco cosas buenas porque puedo
entender mi convalecencia, cómo entender que otros dejen para mí las cosas malas
que han evitado manejando un comodín.