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5/20/2018 UII-01aRATZELElterritorio.pdf-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/uii-01a-ratzel-el-territoriopdf 1/9 El territorio, la sociedad y el estado 1  Friedrich Ratzel I. El territorio y la sociedad Como no es concebible el Estado sin territorio y sin fronteras, se ha constituido  bastante deprisa una geografía política, y, aunque en las ciencias políticas en general se ha perdido a menudo de vista la importancia del factor espacial, de la situación, etc., queda, sin embargo, descartado que el Estado pueda prescindir del territorio. Hacer abstracción de él en una teoría del Estado es una tentativa vana que nunca ha podido tener más éxito que pasajero. Por el contrario, ha habido muchas teorías de la sociedad que han permanecido completamente extrañas a cualquier tipo de consideración geográfica; éstas ocupan incluso tan poco lugar en la sociología moderna que es absolutamente excepcional encontrar una obra en la que desempeñen algún papel. La mayoría de los sociólogos estudian al hombre como si se hubiera formado en el aire, sin vínculos con la tierra. El error de esta concepción, bien es verdad, salta a la vista para todo lo que concierne a las formas inferiores de la sociedad, dado que su extrema simplicidad las asemeja a las formas más elementales del Estado. Y, en efecto, si los tipos más simples del Estado no son representables sin un territorio que les pertenezca, lo mismo tiene que ocurrir con los tipos más simples de la sociedad; la conclusión se impone. En ambos casos, la dependencia respecto del terreno es un efecto de las causas de todo tipo que unen al hombre con la Tierra. Sin duda, el papel del suelo aparece con más evidencia en la historia de los Estados que en la historia de las sociedades, aunque sólo sea por la mayor amplitud de espacio que el Estado requiere. Las leyes de la evolución geográfica son menos fáciles de percibir en el desarrollo de la familia y de la sociedad que en el desarrollo del Estado; pero es precisamente porque están más profundamente arraigadas en el suelo y cambian de él con menos facilidad. Constituye incluso uno de los hechos más considerables de la historia la fuerza con la que la sociedad permanece sujeta a la tierra, aun cuando el Estado se haya desarraigado. A la muerte del Estado romano, el pueblo romano le sobrevive bajo la forma de grupos sociales de todo tipo, y es precisamente por medio de estos grupos como se transmitieron a la posteridad multitud de propiedades que el pueblo había adquirido en el Estado y por el Estado. De esta forma, se considere al hombre aisladamente o en grupo (familia, tribu o Estado), por doquier donde se le observe se encuentra algún pedazo de tierra relacionado tanto con su persona como en el grupo del que forma parte. En lo que se refiere al Estado, la geografía política está desde hace tiempo habituada a tener en cuenta, junto al tamaño de la población, el tamaño del territorio. Incluso los grupos, como la tribu, la familia, la comuna, que no constituyen 1  Publicado por primera vez como RATZEL, Friedrich (1844-1904) “Le sol, la société et l'État ” en L'année sociologique  ,1898-1899, 1900, pp. 1-14.

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    El territorio, la sociedad y el estado1Friedrich Ratzel

    I. El territorio y la sociedad

    Como no es concebible el Estado sin territorio y sin fronteras, se ha constituidobastante deprisa una geografa poltica, y, aunque en las ciencias polticas engeneral se ha perdido a menudo de vista la importancia del factor espacial, dela situacin, etc., queda, sin embargo, descartado que el Estado puedaprescindir del territorio. Hacer abstraccin de l en una teora del Estado es unatentativa vana que nunca ha podido tener ms xito que pasajero. Por elcontrario, ha habido muchas teoras de la sociedad que han permanecidocompletamente extraas a cualquier tipo de consideracin geogrfica; stasocupan incluso tan poco lugar en la sociologa moderna que es absolutamente

    excepcional encontrar una obra en la que desempeen algn papel. La mayorade los socilogos estudian al hombre como si se hubiera formado en el aire, sinvnculos con la tierra. El error de esta concepcin, bien es verdad, salta a la vistapara todo lo que concierne a las formas inferiores de la sociedad, dado que suextrema simplicidad las asemeja a las formas ms elementales del Estado. Y, enefecto, si los tipos ms simples del Estado no son representables sin un territorioque les pertenezca, lo mismo tiene que ocurrir con los tipos ms simples de lasociedad; la conclusin se impone. En ambos casos, la dependencia respecto delterreno es un efecto de las causas de todo tipo que unen al hombre con la Tierra.

    Sin duda, el papel del suelo aparece con ms evidencia en la historia de losEstados que en la historia de las sociedades, aunque slo sea por la mayoramplitud de espacio que el Estado requiere. Las leyes de la evolucin geogrficason menos fciles de percibir en el desarrollo de la familia y de la sociedad queen el desarrollo del Estado; pero es precisamente porque estn msprofundamente arraigadas en el suelo y cambian de l con menos facilidad.Constituye incluso uno de los hechos ms considerables de la historia la fuerzacon la que la sociedad permanece sujeta a la tierra, aun cuando el Estado sehaya desarraigado. A la muerte del Estado romano, el pueblo romano le

    sobrevive bajo la forma de grupos sociales de todo tipo, y es precisamente pormedio de estos grupos como se transmitieron a la posteridad multitud depropiedades que el pueblo haba adquirido en el Estado y por el Estado. De estaforma, se considere al hombre aisladamente o en grupo (familia, tribu oEstado), por doquier donde se le observe se encuentra algn pedazo de tierrarelacionado tanto con su persona como en el grupo del que forma parte. En loque se refiere al Estado, la geografa poltica est desde hace tiempo habituada atener en cuenta, junto al tamao de la poblacin, el tamao del territorio.Incluso los grupos, como la tribu, la familia, la comuna, que no constituyen

    1Publicado por primera vez como RATZEL, Friedrich (1844-1904) Le sol, la socit et l'tat en L'anne sociologique,1898-1899, 1900, pp. 1-14.

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    unidades polticas autnomas, slo son posibles sobre su territorio, y sudesarrollo no puede ser comprendido ms que con relacin a ese territorio; aligual que los progresos del Estado son ininteligibles si no se les relaciona conlos progresos del espacio poltico. En todos estos casos, estamos en presencia de

    organismos que entran en relacin ms o menos duradera con la tierra, .relacinen el curso de la cual se intercambian entre ellos y la tierra todo tipo de accionesy de reacciones. Y esto, en el supuesto de que, en un pueblo en crecimiento, laimportancia del suelo no sea tan evidente como la que se observa en elmomento de la decadencia o de la disolucin! En este caso, no se puedeentender lo que ocurre si no se considera el territorio. Un pueblo retrocedemientras pierde terreno. Puede tener menos ciudadanos, y mantener sinembargo slidamente el territorio en el que estn sus recursos de vida. Perocuando su territorio disminuye es, en general, el principio del fin.

    II. Vivienda y alimentacin

    Bajo diversas variaciones, la relacin de la sociedad con la tierra permanecesiempre condicionada por una doble necesidad: vivienda y alimentos. Lanecesidad de vivienda es tan simple que ha dado lugar a una relacin, entre elhombre y la tierra, que ha permanecido casi invariable en el tiempo. Lasviviendas modernas son, en su mayora, menos efmeras que las de los pueblosprimitivos; pero el habitante de las grandes ciudades se construye con piedrastalladas un refugio artificial que no siempre es tan espacioso como las cavernasde la edad de piedra; de la misma manera, muchas aldeas negras y. polinesiasse componen de chozas ms confortables que las de un pueblo europeo. Ennuestras capitales, los representantes de la ms alta civilizacin que haya jamsexistido, disponen, para su alojamiento, de menos espacio que los miserableshabitantes de un kraal hotentote. Las viviendas entre las que existe mayordiferencia son, por una parte, las de los pastores nmadas, con su extremamovilidad exigida por las continuas migraciones de la vida pastoril, y, por otra,los alojamientos amontonados en las monstruosas casas de nuestras grandesciudades. Y, sin embargo, hasta los mismos nmadas estn unidos a la tierra,aunque los vnculos que les unan sean ms laxos que los de la sociedad

    sedentaria. Tienen necesidad de ms espacio para moverse, pero vuelvenperidicamente a ocupar los mismos emplazamientos. No existe, pues, raznfundada para contraponer a los nmadas al conjunto de los pueblossedentarios, por el simple motivo de que despus de una estancia de algunosmeses en un lugar, el nmada levante su tienda y la traslade, a- lomo decamello, hacia otro lugar de pastos. Esta diferencia no tiene nada defundamental; ni siquiera tiene la importancia de aquella que se deriva de sugran movilidad, de su necesidad de espacio, consecuencia de la vida pastoril.Se ha descrito igualmente a los nmadas como completamente desprovistos de

    toda organizacin poltica en el sentido de la antigua mxima Sacae nmadessunt, civitatem non babent. Hasta se ha llegado a cuestionar si estn interesados

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    por el territorio que ocupan y, en consecuencia, si lo delimitan. Pero, en laactualidad, el hecho no ofrece dudas: el territorio de Mongolia est tandelimitado y dividido como el de Arabia. Montaas, riquezas, cursos de agua eincluso montones de piedras artificialmente edificadas representan las fronteras

    de las tribus, y hasta las ms pequeas divisiones estn delimitadas. En cuantoa la aptitud de estos mismos pueblos para crear Estados, se puede medir hastaqu punto es grande a travs de la historia de las sociedades sedentarias que seencuentran rodea-das de tribus nmadas; cuando los Estados de las primerascaen en ruinas, son precisamente los nmadas vecinos los que les incorporanuna vida nueva de la que resultan nuevos Estados. Por lo dems, no son lospastores nmadas los que mantienen una relacin mnima con el territorio;porque vuelven siempre a los mismos pastos. Es mucho ms dbil entre losagricultores del frica tropical o de Amrica que, cada dos aos

    aproximadamente, abandonan sus campos de mijo o de mandioca para novolver nunca ms. Y an es menor entre los que, por temor a pueblos queamenazan su existencia, no se atreven a vincularse con demasiada fuerza a latierra. Y, no obstante, una clasificacin superficial no incluye semejantessociedades entre las nmadas. Si se clasifica a los pueblos de acuerdo con lafuerza con la que se adhieren a la tierra, hay que situar en lo ms bajo de laescala a los pequeos pueblos cazadores del frica central y del Asia delsuroeste, as como a esos grupos que encontramos errantes en todo tipo desociedades, sin que les pertenezca un territorio determinado (por ejemplo, los

    bohemios de Europa o los fettahs del Japn). Los australianos, los habitantes dela Tierra de Fuego, los esquimales que, por sus caceras, sus cosechas de races,

    buscan siempre ciertas localidades, y delimitan sus territorios de caza, seencuentran a un nivel ms alto; despus, los pueblos pastores que, en diferentesregiones de Asia, se mantienen desde hace siglos sobre el mismo suelo. Y sloentonces vienen los agricultores sedentarios, establecidos en aldeas fijas, y lospueblos civilizados, igualmente sedentarios, cuyo smbolo es la ciudad.La alimentacin es la necesidad ms urgente, tanto para los particulares comopara la colectividad; por ello las necesidades que impone tanto a individuoscomo a grupos prevalecen sobre todas las dems. Ya obtenga el hombre su

    alimento de la caza, de la pesca, o de los frutos de la tierra, depende siempre dela naturaleza para su alimento, del lugar donde vive y de la extensin delterreno que produce los alimentos. La duracin de los asentamientos en unmismo lugar vara tambin segn que las fuentes alimenticias circulen de formaduradera o se vayan agotando con el tiempo. La caza emplea preferentementehombres, mientras que la cosecha de frutos es sobre todo tarea de mujeres y denios. Cuanto ms productivas son caza y pesca, ms mujeres y nios haydisponibles para el trabajo domstico; ms slidamente puede ser, enconsecuencia, construida la casa y convenientemente organizada. Por ltimo,

    cuanto ms capaz es la agricultura de cubrir de forma satisfactoria lasnecesidades alimenticias, ms posibilidad existe de asentarse sobre un hbitat

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    limitado. Hay, pues, una multitud de fenmenos sociales que encuentran sucausa en la necesidad, primitiva y apremiante, de la alimentacin. Y paraexplicar este hecho, no es necesario recurrir a la teora de la urgencia de laque habla Lacombe, de acuerdo con la cual las instituciones ms primitivas y

    ms fundamentales seran las que responden a las necesidades ms urgentes.Cuando slo se explota el terreno de forma pasajera, la sujecin tambin espasajera. Cuanto ms estrechamente unen las necesidades de vivienda yalimentacin la sociedad a la tierra, ms apremiante es la exigencia demantenerse en ella. De esta exigencia extrae el Estado sus mejores fuerzas. Latarea del Estado, en lo que concierne al suelo, es siempre la misma, en principio:el Estado protege al territorio contra los ataques exteriores que tratan dedisminuirlo; Al ms alto nivel de evolucin poltica, no es nicamente ladefensa de las fronteras la que persigue este objetivo: el comercio, el desarrollo

    de todos los recursos que contiene el territorio, en una palabra, todo lo quepuede acrecentar el poder del Estado, contribuye a ello. La defensa del pas es elfin ltimo que se persigue a travs de todos estos medios. Esta mismanecesidad de defensa es tambin el resorte del ms considerable desarrollo quepresenta la historia de las relaciones del Estado con el suelo; me refiero alcrecimiento territorial del Estado. El comercio pacfico puede preparar estaexpansin porque tiende en definitiva a fortalecer al Estado y a hacer retrocedera los Estados vecinos. Ya se considere una gran o una pequea sociedad, buscaante todo mantener ntegramente el suelo sobre el que vive y donde vive. Encuanto asuma especficamente esta tarea, se transforma automticamente enEstado.Es necesario observar las formas ms simples de sociedades para entenderdebidamente esta relacin. Si se examina, ms de cerca la relacin de lasociedad con el suelo y esta necesidad de proteger el suelo que es la razn deser del Estado, se observa que, de todas las formas sociales de agruparse, la quepresenta mayor cohesin es la casa cuyos miembros habitan juntos,comprimidos en el ms exiguo espacio, unidos en el mismo rincn de la tierra.Los habitantes del pueblo, de la ciudad, todava estn, por la misma Tazn,fuertemente vinculados unos a otros. Incluso cuando estos ltimos tipos de

    sociedades adquieren formas polticas, conservan an ciertos rasgos familiaresen la manera en que se constituyen y todava no vemos aparecer al Estadoporque se confunde con la familia. El carcter domstico de la asociacinencubre el carcter poltico. Slo cuando la familia se fragmenta, los arreglossociales, necesarios para la defensa, se separan de los otros; y vemos entoncesaparecer al Estado desde el momento en que fuerzas procedentes de esosdiversos grupos familiares se anan para la defensa del territorio. La idea deque la tierra tiene algo de sagrado porque los antepasados estn enterrados enella, contribuye a obtener ese resultado; porque el apego a la tierra que entraa

    crea entre las sociedades, distintas y separadas, una comunidad de inters queconstituye un camino para la formacin del Estado.

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    III. El territorio y la familia

    Tanto desde el punto de vista econmico como desde el punto de vista poltico,

    la relacin ms simple que una sociedad pueda sostener con el suelo es la quese observa en el caso de la familia monogmica; entiendo por ello el grupoformado por una pareja y sus descendientes que, a partir de una choza comn,se extienden sobre un espacio limitado que explotan para la caza o la pesca, afin de extraer su alimentacin. Si la familia aumenta por multiplicacin natural,aumenta entonces tambin el territorio que necesita para poder vivir. En el casoms sencillo, este aumento se hace sin solucin de continuidad, es decir, eldominio explotado se extiende alrededor de la casa familiar. Al aumentar, lafamilia monogmica puede convertirse en familia compuesta o en clan que,

    como en Amrica del Norte y en Oceana, contina habitando en su integridadbajo un mismo techo, en la casa del clan. Como es natural, esto slo puedeocurrir all donde el suelo es particularmente productivo, como ocurre cerca delos ros ricos en pesca de Amrica del Norte, o tambin en las regiones donde laagricultura ha alcanzado un alto nivel de desarrollo. Este tipo de familia o declan desempea entonces el papel del Estado. Pero cuando el grupo familiar sedivide a fin de asegurar a los recin llegados una parte determinada delterritorio, entonces aparecen nuevos habitantes y cada uno de ellos es la sede deuna nueva sociedad domstica. Es entonces cuando comienzan a advertirse losefectos del desigual valor de las tierras; estn ms o menos alejadas, no tienentoda la misma situacin, la misma fecundidad, y todas estas diferenciasinfluyen en el desarrollo de las familias. Los parientes no pueden formar gruposeconmicamente cerrados unos a otros; pero el vnculo que los une en virtud desu comunidad de origen se mantiene y aproxima entre s variosestablecimientos, varias aldeas, varias casas de clanes. De esta forma nace unEstado. Y en este caso es un hecho la separacin de las unidades polticas y delas unidades econmicas. Pero, a este nivel de desarrollo, el Estado coincidetodava con el clan. Ahora bien, por esencia,, tiene que hacerse con un territorioque sobrepase el que ocupa el grupo familiar. Este ltimo es y sigue siendo un

    organismo monocelular; el Estado, por el contrario, atrae dentro de su radio deaccin un nmero cada vez ms considerable de estos organismos elementalesy los desborda a todos. Existe as, entre estos dos tipos de agrupamientos, unadiferencia de magnitud que es profunda y esencial.

    IV. El territorio y el EstadoPor encima del nivel del clan, toda expansin de la sociedad es, en realidad, unaexpansin del Estado. Si varios clanes contraen una alianza ofensiva odefensiva, la confederacin que forman a travs de su unin no constituye

    todava un Estado. El Estado se va desligando, pues, sucesivamente, del grupoeconmico, y ms tarde del grupo familiar, para dominarlos y contenerlos.

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    Hemos llegado as a la fase en la que el Estado es el nico grupo que puederecibir una extensin territorial continua. De esta forma se ha idoincrementando progresivamente hasta formar imperios que casi ocupabancontinentes, y el lmite extremo de este desarrollo no se ha alcanzado an.

    Por tanto, al igual que los grupos econmicos, compuestos por una viviendacon los territorios de caza, de pesca o de cultivo que de ellos dependen,representan formas primitivas del Estado, son ellos tambin los primeros enperder todo carcter de este tipo. Pero se desarrollan activamente en otrossentidos y, si el Estado al que pertenecen se disolviera, estaran dispuestos aretomar su antigua funcin en cuanto fuera necesario. Y esto porquecomprenden, al igual que el Estado, un territorio y unos hombres. En cambio elgrupo de parentesco no comprende ms que hombres, no tiene races en latierra, por lo que se le ve desaparecer entre la aldea y el Estado, en cuanto el

    Estado sobrepasa al clan deca que, fuera del medio, haba otra fuerza, capazsea de acelerar o sea de retardar el progreso: la densidad creciente de lapoblacin, la necesidad creciente de aumentos a que da lugar, la divisin detrabajo y la cooperacin que resultan de ello. Si Comte se hubiera elevado a unaconcepcin propiamente geogrfica, si hubiera comprendido que tanto esafuerza como ese medio tienen el territorio por fundamento y no pueden serseparados porque el espacio les es igualmente indispensable, habra a la vezprofundizado y simplificado todo el concepto que se hizo del medio.La sociedad es el intermediario a travs del cual el Estado se une al territorio.De ah que las relaciones de la sociedad con el territorio afecten a la naturalezadel Estado, sea cual sea la fase del desarrollo en la que se le considere. Cuandola actividad econmica se ha desarrollado poco, al mismo tiempo que elterritorio es extenso y, en consecuencia, fcilmente enajenable, se produce unafalta de consistencia y de estabilidad en la constitucin del Estado. Unapoblacin poco densa, que tiene necesidad de mucho espacio, incluso cuandoest encerrada dentro de fronteras muy claramente definidas, produce el Estadode los nmadas, cuyo rasgo caracterstico es una fuerte organizacin militar,imprescindible por la exigencia de defender amplias extensiones de tierra conun pequeo nmero de habitantes. Si, a travs de la prctica de la agricultura, la

    sociedad se une ms estrechamente al terreno, entonces imprime al Estado todoun conjunto de caracteres que dependen de la manera en que las tierras estndistribuidas entre las familias. En primer lugar, el Estado est ms slidamenteestablecido sobre un territorio muy poblado, por lo que puede disponer de msfuerzas humanas para su defensa y una mayor variedad de recursos de todotipo que si la poblacin fuera escasa. Motivo por el que no se debe medir lafuerza de un Estado tan slo por la ex-tensin de su territorio; se mide mejor enla relacin que la sociedad mantiene con su territorio. Pero hay ms; esta mismarelacin acta tambin sobre la constitucin interior del Estado. Cuando el

    suelo est distribuido igualitariamente, la sociedad es homognea y se inclinahacia la democracia; por el contrario, una distribucin desigual constituye un

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    obstculo a toda organizacin social que quisiera conceder preponderanciapoltica a los no propietarios y que fuera, por consiguiente, contraria a todo tipode oligocracia. Esta alcanza su mximo de desarrollo en las sociedades que sefundan sobre una poblacin de esclavos sin propiedad y casi sin derechos.

    De donde procede una gran diferencia entre dos tipos de Estado: en uno, lasociedad vive exclusivamente del territorio que habita (indiferentemente quesea a travs de la agricultura o de la ganadera) y el dominio de cada tribu, decada comuna, de cada familia tiende a formar un Estado en el Estado; en losotros, los hombres se ven obligados a recorrer tierras diferentes y a veces muyalejadas de aquellas en las que estn establecidos. All donde la densidad esms elevada, slo una pequea parte de la poblacin vive nicamente de latierra; la mayora van a buscar la alimentacin y la vestimenta necesarios paravivir a un territorio extranjero.

    En los distritos industriales ms poblados, una buena parte de los trabajadoreshabitan lejos del lugar donde trabajan; es una poblacin flotante que va de unsitio a otro segn las ofertas de trabajo que reciba. Pero los que no viven de latierra que ocupan tienen naturalmente necesidad de entrar en relacin con otrastierras. Para eso sirve el comercio. Tan slo el cuidado de situar esas relacionesal amparo de posibles problemas es una relacin que incumba al Estado; de estaforma, ste ltimo extiende su campo de accin por medio de colonias, deconfederaciones aduaneras, de contratos de comercio, movimiento de extensinque ha tenido siempre, por lo menos en algn grado, un carcter poltico.Encontramos, pues, incluso en los estadios ms elevados de la evolucin social,la misma divisin de trabajo entre la sociedad que utiliza el territorio parahabitarlo y vivir de l, y el Estado que lo protege con las fuerzas concentradasen sus manos.Se nos puede objetar que esta concepcin menosprecia el valor del pueblo ysobre todo del hombre y de sus facultades intelectuales, porque exige que setenga en cuenta el territorio sin el que un pueblo no puede existir. Pero laverdad no puede dejar de ser la verdad. No se puede conocer exactamente elpapel desempeado por el elemento humano en la poltica s se ignoran lascondiciones a las que la accin poltica del hombre est sometida. La

    organizacin 'de una sociedad depende estrictamente de la naturaleza, de susuelo, de su situacin; el conocimiento de la naturaleza fsica del pas, de susventajas e inconvenientes, pertenece, pues, a la historia poltica. La historia nosmuestra, de una manera mucho ms penetrante que el historiador, hasta qupunto el suelo es la base real de la poltica. Una poltica verdaderamenteprctica tiene siempre un punto de partida en la geografa. Tanto en polticacomo en historia, toda teora que prescinda del territorio est tomando lossntomas por las causas. Cmo no comprender lo estril que es una lucha en laque slo el poder poltico est en juego y-en la que la victoria, recaiga sobre

    quien recaiga, dejara no obstante las cosas aproximadamente en el mismoestado en que se encontraban al principio? Tratados que no tengan por efecto

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    distribuir este poder de acuerdo con la situacin respectiva de los Estados, noson ms que expedientes diplomticos abocados a no durar. Por el contrario, laadquisicin de un territorio nuevo, al obligar a los pueblos a emprender nuevostrabajos, al extender su horizonte mora!, ejerce sobre ellos una accin

    verdaderamente liberadora. Es eso lo que determina el renacimiento de pueblosque, tras, una guerra feliz, se enriquecen con nuevos pases, premios de suvictoria. De ah viene tambin ese efecto de renovacin y de rejuvenecimientoque profundos historiadores como Mommsen atribuyen a toda expansinpoltica. Rusia ha desarrollado su poder en el curso de las mismas luchas queEuropa occidental ha sostenido durante las cruzadas. Pero estalla, aqu, la grandiferencia entre la historia que se muere sobre su tierra natal y la que se disipaen expediciones lejanas haca pases extranjeros. Es en Rusia donde se hafundado ese gran imperio cristiano del Este que las cruzadas trataron en vano

    de crear en otro lugar, pero prescindiendo de toda base territorial. All se vecrecer sin interrupcin un Estado que saca sus fuerzas de un suelo recinadquirido; aqu se asiste a un rpido malogro debido a que se estaba lejos de lasfuentes mismas de la vida nacional. La guerra de Crimea, el tratado de Pars de1856 y su ruptura en 1871 son otros tantos ejemplos de un mismo fenmeno: lascondiciones geogrficas han desempeado el mismo papel.En esta poderosa accin de la tierra, que se manifiesta a travs de las fases de lahistoria al igual que en todas las esferas de la vida actual, hay algo misteriosoque no puede dejar de producir cierta angustia espiritual; porque la aparentelibertad del hombre parece aniquilada. Vemos, en efecto, en la tierra el origende toda servidumbre. El territorio, siempre el mismo y siempre situado en elmismo lugar del espacio, sirve de soporte rgido a los humores, a las volublesaspiraciones de los hombres, y cuando se les ocurre olvidar este sustrato leshace sentir sil autoridad y les recuerda, mediante serias advertencias, que todala vida del Estado tiene sus races en la tierra. Regula los destinos de los puebloscon ciega brutalidad. Un pueblo tiene que vivir sobre el territorio que le hatocado en suerte, tiene que morir en l, tiene que soportar su ley. Por ltimo, elegosmo poltico que hace del suelo el objetivo principal de la vida pblica tieneque alimentarse del suelo; egosmo que consiste, en efecto, en conservar

    siempre y a pesar de todo el territorio nacional, en hacer todo lo posible parapermanecer como su nico beneficiario, incluso cuando los vnculos de sangre,las afinidades tnicas inclinan a los corazones hacia gentes y cosas situadas msall de las fronteras.

    V. El territorio y el progreso

    Es natural que la filosofa de la historia haya mostrado siempre una especie depredileccin por buscar la base geogrfica de los acontecimientos histricos. Enefecto, en su calidad de ciencia ms elevada, que se distingue nicamente de las

    dems disciplinas histricas por su tendencia a desentraar preferentemente lascausas generales y permanentes, encontraba en el territorio, que siempre es

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    idntico a s mismo, un fundamento inmutable de los acontecimientoscambiantes de la historia. De la misma forma, la biologa que, en definitiva, es lahistoria de los seres vivos sobre la tierra, tiene que volver siempre a laconsideracin del territorio sobre el que esos seres han nacido, se mueven y

    luchan. La filosofa de la historia es superior a la sociologa, en tanto en cuantoha procedido por comparaciones histricas y que, por este motivo, ha sidoabocada por s misma a comprender la importancia del suelo. El territorio, porel hecho mismo de que ofrece un punto de referencia fijo en medio de losincesantes cambios de las manifestaciones vitales, tiene ya, en s y por s, algode general. Este es el motivo por el cual los filsofos han reconocido antes,mejor que los historiadores propiamente dichos, la funcin del territorio en lahistoria. Montesquieu y Herder no se proponan resolver problemassociolgicos o geogrficos cuando se preocuparon de estudiar las relaciones de

    los pueblos y de los Estados con sus respectivos territorios; pero, paracomprender el papel del hombre y su destino, sentan la necesidad derepresentrselo sobre ese suelo que sirve de teatro a su actividad y que, deacuerdo con Herder y Riter, ha sido creado para l, a fin de permitirledesarrollarse en l en conformidad con los planes del Creador.Lo que sorprende es que, en las consideraciones relativas al progreso histrico,se haya tenido tan poco en cuenta al territorio. Cun oscuras son esas teoras enlas que se nos presenta el desarrollo humano bajo la forma de una ascensin enlnea recta, o de una especie de flujo y de reflujo, o de un movimiento en espiral,etc. Apartemos estas fantasas y atengmonos a la realidad, obligndonos asentir siempre bajo nuestros pies l slido suelo. Vemos, entonces, la evolucinsocial y poltica reproducirse bajo nuestros ojos, en el seno de espacios cada vezms extensos. Es evidente que, por lo mismo, la evolucin, ella tambin, seeleva siempre ms alto. A medida que el territorio de los Estados se hacemayor, no es slo el nmero de kilmetros cuadrados lo que crece, sino tambinsu tuerza colectiva, su riqueza, su poder y, finalmente, su duracin. Al igualque el espritu humano se enriquece cada vez ms a medida que los caminosrecorridos por la evolucin humana sobre esta tierra se alargan, el progresopuede ser representado, con aproximacin suficiente, por una espiral

    ascendente cuyo radio va aumentando ms y ms. Pero la imagen est tan lejosde la realidad que carece de utilidad. Por ello, baste mostrar, en la extensinprogresiva del territorio de los Estados, un carcter esencial y, al mismo tiempo,un poderoso motor de progreso histrico.