Tríptico
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TRIPTICO DE LA MISION CONTINENTAL
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TRIPTICO DE LA MISION CONTINENTAL
¿Qué es un tríptico?
Es una pintura hecha en una tabla dividida en tres hojas y que pueden doblarse unas sobre otras.
Veamos un ejemplo:
Tríptico de la Pasión
¿Qué es el “Tríptico de la
Misión Continental”?
Es un Tríptico evangelizador y devocional.
En él se contienen la espiritualidad y el programa pastoral característicos que propone el lema de la V Conferencia.
¿Cómo es el Tríptico de Aparecida?
En la V conferencia de los Obispos en Aparecida, Benedicto XVI ha dejado a los países de América Latina y el Caribe el regalo de su presencia, de su oración, de sus palabras vivificantes y valientes.
Junto a ello está también el don de este tríptico que representa el “Cristo del envío”.
El pueblo creyente lo irá recibiendo, no sólo como una ilustración de verdades.
Tal vez lo hará suyo y lo transformará, por la plegaria, en un icono de su devoción cálida y confiada, en una parábola pictórica en la cual se unen el Credo de la fe con la persona del Sucesor de Pedro.
Veamos un poco de su historia
El Papa Benedicto XVI regaló a los Obispos que participaron en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, un retablo de arte cuzqueño, pintado a mano por el artista peruano Eduardo Velásquez.
Se trata de una verdadera catequesis en imágenes.
En la primera evangelización, los misioneros se ayudaron de las imágenes para transmitir el mensaje del Evangelio.
Por eso es que encontramos en los Templos Coloniales una gran cantidad de cuadros y de retablos.
Un ejemplo
Otro ejemplo
Un último ejemplo
La iglesia de Latinoamérica y del Caribe considera como hito inicial de su evangelización un icono: la figura mestiza de María de Guadalupe, representada en la tilma de San Juan Diego.
Ahora Benedicto XVI ha retomado esta tradición, y ha entregado a los Obispos participantes del Encuentro en Aparecida, un tríptico evangelizador y devocional.
En él se contienen la espiritualidad y el programa pastoral característicos que propone el lema de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan vida. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)”.
En el santuario mariano de Aparecida, el Papa Benedicto XVI entregó al Episcopado de Latinoamérica y el Caribe este tríptico.
Por decisión de los obispos participantes de la V Conferencia General, ese conjunto de pinturas catequéticas, quedó allí para veneración del extenso y abigarrado pueblo que peregrina a encontrarse con María Madre.
Algunos datos sobre el origen del tríptico
Benedicto XVI quiso, en su primer viaje a América, entrar en comunicación con nuestras Iglesias. Como obispo de Roma él es un sacramental, es decir, un signo muy señalado, de la caridad del Buen Pastor.
En tal condición quiso entregar un vigoroso mensaje a la mitad de los católicos del mundo, que somos los que peregrinamos por la América mestiza.
.
En su valija de viaje venían sus homilías y discursos largamente preparados
Además, en varios instantes, se comunicó con el lenguaje del gesto espontáneo y de la sonrisa tímida de bávaro sucesor de Pedro.
Benedicto XVI buscó además otro lenguaje, el idioma “no verbal”: la imagen, la iconografía religiosa.
En los meses previos a su peregrinación a Brasil, el Santo Padre encargó un tríptico, a la usanza pictórica de las regiones andinas.
Escogió por cuna de la obra a la vieja capital del Virreinato del Perú, la mística Lima de San Toribio de Mogrovejo, de Santa Rosa, del mulato Martín de Porres..
A través de esta pintura de cinco superficies cromáticas, el mensaje papal a Latinoamérica puede pasar a esas personas que, más que leer, miran y contemplan.
Benedicto XVI entroncó así con los retablos de catedrales y parroquias y con la humilde pintura popular de los artistas anónimos.
Nuestra historia americana muestra que esas imágenes religiosas tienen una gran permanencia evangelizadora.
Cuando sólo muy pocos siguen citando los textos y homilías pretéritas, el pueblo creyente vuelve a encender cirios titilantes ante los iconos de su fe y su esperanza.
Texto y pintura: dos lenguajes de un Pontífice y de un mensaje con vigor de futuro.
Este tríptico será pues, una imagen que, acompañará la gran misión continental que toda la Iglesia llevará adelante en América.
Cada detalle del tríptico está lleno de belleza y simbolismo, siendo la tónica de todo el conjunto, fundamentalmente bíblica.
El programa iconográfico que nos presenta el Tríptico se despliega en varios cuadros
La hermosa obra –abierta– posee tres cuerpos:
En el centro, una gran imagen de Jesús resucitado y sobre ella una pequeña pintura del Padre y el Espíritu Santo.
La columna de la izquierda está encabezada por Santo Toribio de Mogrovejo; la escena de las bodas de Caná; el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos y el milagro de la multiplicación de los panes.
La columna derecha en su esquina superior presenta a Santa Rosa de Lima; el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús; la venida del Espíritu Santo a los apóstoles en Pentecostés y san Juan Diego evangelizando.
El retablo cerrado muestra a la izquierda el escudo papal y una dedicatoria que dice “Sean discípulos y misioneros de Jesucristo. Para que vuestros pueblos tengan vida en Él, Benedicto XVI, Aparecida 13 de mayo de 2007”. Y en su parte derecha, la imagen de nuestra Señora Aparecida. Todo él expresa el contenido teológico y programa pastoral de la V Conferencia.
Así el conjunto del tríptico desarrolla el lema del encuentro: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14,6)”.
Del Don a la Misión
El esquema general de esta catequesis se articula en tres núcleos fundamentales: la Fe recibida (Don); la Fe vivida (alimento y sustento) y la Fe anunciada (Misión).
Cada uno de estos núcleos se relaciona con el Encuentro con Jesucristo, el discipulado y la misión evangelizadora.
EXPLICACIÓN DE CADA UNA DE LAS PARTES DEL TRÍPTICO
En la parte superior del tríptico nos encontramos en primer lugar con la imagen del Padre Eterno y el Espíritu Santo.
Esta imagen de Dios Padre nos recuerda cuál es el origen, no solamente de la creación del universo, sino también el origen de la redención.
Al Padre se le muestra unido al Espíritu Santo y al Señor Resucitado.
Con este inicio, todo el tríptico quiere subrayar el carácter trinitario de todo cuanto existe, tal como era usual en los retablos de la primera evangelización.
De esta manera se indica cuál es la fuente y el destino de la historia humana.
El Dios Uno y Trino es propuesto como la suprema realidad de amor, en la que se sostienen e inspiran todas las formas de comunión y solidaridad que brotan del evangelio
El motivo central lo ocupa la figura de Cristo Resucitado, en la hora del envío misionero de los discípulos. La radiante figura de Jesús preside la totalidad del tríptico.
En los rostros de los enviados se manifiesta la plural riqueza del pueblo de Dios.
Hay hombres y mujeres. Son algunos de tez blanca. Otros rostros son de mulatos, de indígenas, o de mestizos.
Esta contemplación es acompañada por la experiencia de cercanía con el Señor, que los impulsa a la acción misionera.
Esta diversidad de personas que está a los pies de Jesús es la que Cristo envía para anunciar la Buena nueva de la Salvación. Cristo no hace acepción de personas, sino que nos llama a todos.
Hacia el fondo, se ve la escena del Calvario y dos personajes: María y Juan, tan presentes éstos en nuestra tradición de fe. En la leyenda se reproducen las palabras del envío discipular: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19) y “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
De esta manera se nos recuerda el encargo solemne de la Madre de Dios : “Hagan lo que Él les diga”. Esta imagen representa el lema de Aparecida: “Discípulos misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.
El hacer lo que Cristo nos dice nos lleva a vivir el envío misionero. No estaríamos haciendo lo que Cristo nos pide si nosotros no hiciéramos presente el Evangelio en todos aquellos lugares en donde no se le conoce todavía
Tabla izquierda del ícono de Aparecida
En la esquina superior del lado izquierdo se nos presenta la figura de Santo Toribio de Mogrovejo.
Este gran apóstol del Perú. Nació en Valladolid en el 1538; estudió Derecho. Luego fue designado Inquisidor Mayor de Granada, a sus treinta años. A sus cuarenta, arzobispo de Lima. Entregó su alma de misionero a Dios, en 1606.
A los 40 años de edad fue escogido para Arzobispo de Lima, segundo pastor de aquella sede. Como San Carlos Borromeo, no vaciló en llevar a cabo la reforma trazada por el Concilio de Trento: celebración de sínodos, reforma del clero, organización misional; erección de parroquias, corrección de las costumbres.
A pesar de las distancias enormes de su arquidiócesis —distancias de centenares de leguas, junto con la dificultad de las ciudades colgadas de picos inaccesibles, aldeas perdidas en los repliegues de los Andes—, llegó a todas partes en dieciséis años de caminatas por valles y montañas, por ríos desconocidos y quebradas formidables.
No murió mártir, pero encontró la muerte en una de sus correrías evangélicas, El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a los indígenas. Estaba a 440 kilómetros de Lima.
Este Santo Obispo realizó una gigantesca obra evangelizadora desde su sede limeña. Viene a ser el modelo de los Pastores celosos y entregados que dan su vida por el anuncio del Evangelio.
Hemos de pedir al Señor que nos conceda pastores al estilo de Santo Toribio.
Cuadros del lado izquierdo del Tríptico
El primer cuadro nos presenta las bodas de Caná, en las que Jesús realizó el primer milagro, con el que se dio a conocer a sus discípulos
Al realizar el primer milagro, Jesús se está manifestando como el don de amor que el Padre concede a la humanidad. Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Único.
El signo que Jesús realiza al cambiar el agua en vino viene a ser como el programa de su misión evangelizadora. Viene cambiar radicalmente el sentido de nuestra vida
La alegría perdida al terminarse el vino y recobrada con el vino nuevo que Cristo nos da, nos lleva a descubrir la nueva y plena alegría que el Señor derrama en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos ofrece en Pentecostés.
A la luz del milagro de Caná se señala catequéticamente el imperativo pastoral de movilizar el amor de los fieles a María a una obediencia irrestricta al querer de Jesús -“hagan lo que él les diga”-.
En Caná de Galilea nos encontramos con diversos signos:
• Se celebraba una boda: esto nos recuerda que Dios quiere que toda la humanidad viva unida a Él. Cristo es el Esposo que se ha unido a nosotros en la Encarnación.
• La evangelización consiste ayudar a que esas Bodas del Cordero se hagan realidad.
El vino que se acaba representa la Antigua Alianza que no fue suficiente ni capaz de hacer hacer que la humanidad viviera su unión con Dios
El vino nuevo representa la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo que supera de una manera total toda la Antigua Alianza.
La intercesión especial de María nos recuerda su papel tan importante en la Historia de la Salvación.Su consejo nos invita a poner en práctica el mandato evangelizador de Cristo. Lo llevaremos a cabo haciendo lo que nos dice María: “Hagan lo que Él les diga”.
En la nueva evangelización María está presente en todo momento.
La figura de los esposos, destaca la grandeza del sacramento del matrimonio.
Las tinajas del vino expresan la alegría de los discípulos que, por la “manifestación de su gloria… creyeron en él”, adelantando la boda mesiánica en la casa del Padre.
El segundo cuadro del tríptico nos muestra como Cristo comienza la fundación de su Iglesia llamando a sus primeros discípulos.
Pedro y Andrés, Santiago y Juan son llamados personalmente por Jesús.
Se trata de un llamado muy simple y sencillo: “Ven y sígueme”.
Las palabras de elección de Jesús, tienen lugar después de una experiencia del poder de Cristo, después de la Pesca Milagrosa.
Después de una noche fatigosa, en la que no habían logrado pescar nada, los cuatro escogidos aceptan remar mar adentro y echar las redes sólo “en tu nombre”
El resultado es una abundancia milagrosa.
Este hecho llena de admiración a San Pedro y provoca en él una respuesta humilde: ¡Apártate de mi, Señor, que soy un
pecador!
Él se siente completamente indigno para seguir la vocación de apóstol. Sin embargo, las palabras de Jesús le animan: “No temas: desde ahora serás pescador de hombres”.
Ellos lo dejan todo y comienzan el camino del discipulado.
El tercer cuadro nos presenta la multiplicación de los panes.
Cristo se compadece de la multitud que le sigue anhelando encontrar en Él el sentido de su vida.
Jesús no se preocupa solamente del bienestar de sus almas.
No solamente les indica la manera de vivir como hijos de Dios, sino que se preocupa también por su bienestar material.
Ante la pregunta de sus discípulos: ¿Dónde conseguiremos pan para darles de comer? Jesús les dice: “Denles ustedes de comer”
Jesús les hace ver que hemos de poner en sus manos lo poco o lo mucho que nosotros tengamos, Él puede multiplicar nuestros recursos para alimentar a todo aquel que lo necesite.
El verde de la hierba recuerda que ocurrió en primavera. Cristo despliega el poder de su misericordia, haciendo abundante el escaso alimento inicial.
Pero no es él quien entrega el pan a la multitud “denles ustedes de comer”. Cristo actúa hoy a través de su Iglesia
Los discípulos tienen el mandato de atender a los pobres y necesitados. A la manera de Jesús, estamos llamados a ayudar a los más desamparados. Resuena aquí una urgencia obligatoria.
Es un imperativo de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe el atender a los pobres y excluidos, “ya sea en el socorro de sus necesidades más urgentes, como también en la defensa de sus derechos” (Homilía de Benedicto XVI a los obispos
brasileños, 11.05.07).
Cuadros de la tabla del lado derecho del Tríptico de Aparecida
Al inicio de la parte derecha del tríptico nos encontramos con la imagen de Santa Rosa de Lima.
Esta laica nacida de una familia de origen español representa la recepción del Evangelio por parte de los criollos americanos.
Santa Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació en la capital del Perú en 1586. Llegó a una alta cumbre de intimidad esponsal con Cristo y de heroica caridad con los pobres.
Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo.
En su casa, se dedicó a una vida de piedad y de virtud. Cuando su familia se vio en circunstancias económicas difíciles, Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia.
Cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían. Después de una larga y dolorosa enfermedad, Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad.
Hasta aquí hemos visto los diversos dones que hemos recibido del Padre por medio de su Hijo Jesucristo.
Ahora nos toca a nosotros comunicar estos dones a todos los que nos rodean.
Pero antes necesitamos alimentar esta Fe en Cristo y vivir de acuerdo a ella. Es en el encuentro con Cristo en donde debe comenzar nuestra conversión.
El cuarto cuadro nos presenta el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús.
Ellos lo encuentran en el camino, Él se les hace el encontradizo.
Esta escena muestra cómo Jesús mismo entra en el dinamismo peregrinante de la Iglesia.
Durante el camino, Jesús les explica las Escrituras.
Esto hace arder el corazón de los discípulos con el fuego del amor.
La conversión es obra de amor. No hay conversión si no hay amor
En la mesa de Emaús, el Resucitado parte y comparte el pan.
Pictóricamente, la atención se dirige a la centralidad complementaria de la Palabra y la Eucaristía.
El texto de la leyenda registra la intensidad del encuentro del discípulo con su Maestro. Es un ardor contemplativo que llevará a un nuevo trayecto misionero hacia Jerusalén.
El siguiente cuadro representa la venida del Espíritu Santo.
El día de Pentecostés, en Jerusalén los Apóstoles, y con ellos la primera comunidad de los discípulos de Cristo, reunidos en el Cenáculo en compañía de María, Madre del Señor, reciben el Espíritu Santo.
Se cumple así por ellos la promesa que Cristo les confió al partir de este mundo para volver al Padre.
Ese día la Iglesia que Jesús fue estableciendo a lo largo de su vida se revela al mundo.
La Iglesia se manifiesta ahora públicamente y comienza a realizar la misión que Cristo le encomendó.
La venida del Espíritu Santo, constituye la realización de la Nueva Alianza 'en la sangre de Cristo', da inicio al nuevo Pueblo de Dios
Este Pueblo está formado por la comunidad de aquellos que han sido 'santificados en Cristo Jesús' (1 Cor 1, 2); de aquellos de los que Cristo hizo 'un reino de sacerdotes para su Dios y padre' (Ap 1, 6; cfr. 5, 10; 1 Pe 2, 9).
Todo esto sucedió por obra del Espíritu Santo.
Los apóstoles se congregan en torno a María Madre. Pedro tiene las llaves, como símbolo de su encargo específico en el Colegio Apostólico. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”.
Aparecen las mujeres, de las que habla el libro de los Hechos.
Unidad en la comunión del Espíritu Santo. Variedad de carismas. Sólo por el vigor divino que el
Paráclito les concede, podrán asumir la ardua misión encomendada.
La última escena del tríptico es el anuncio del Evangelio de Jesús a nuestros pueblos.
El imperativo “ustedes serán mis testigos” se cumple con el ejemplo de San Juan Diego que con el auxilio de la Virgen de Guadalupe y la Biblia en la mano anuncia al Jesús de la vida.
Junto a él vemos a otros laicos y laicas que anuncian la buena nueva del Reino. Los discípulos de Jesús evangelizan. Lo mismo hemos de hacer ahora.
Los discípulos entran en la vida de “nuestros pueblos”. La evangelización ocurre en el diálogo cotidiano.
Los discípulos y misioneros del siglo XXI prolongan el amor y el compromiso de san Juan Diego de Guadalupe, con la Biblia en la mano.
En su tilma va, impresa por el cielo, la imagen de la Virgen María, discípula perfecta y sabia educadora de los elegidos por Jesús para la tarea de evangelizar.
La Iglesia existe para evangelizar - es su misión esencial.
Así que la presentación del mensaje del Evangelio no es una contribución opcional para cualquiera de nosotros - es nuestro deber no sólo vivirlo sino también proclamarlo.
La evangelización efectiva exige los dones de cada miembro de la Iglesia.
Necesita obispos y sacerdotes que estén deseosos de enseñar, pastorear y alentar a su pueblo.
Necesita comunidades de la iglesia donde se acoja a los evangelizados, donde serán alimentados, y crecerán en su fe a través de la buena catequesis y la formación.
Exige laicos que vivan su fe, deseosos de ser guiados y fortalecidos por el Espíritu Santo, con comprensión de las verdades de su fe, y una voluntad de llevar la Buena Noticia de Jesucristo a sus lugares de trabajo y diversión.
Nosotros no podemos ser auténticos evangelizadores sin el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas.
La evangelización sin el Espíritu sería agotadora e infructuosa.
Tenemos que ser testigos gozosos de lo que Dios ha hecho por nosotros.
Él Espíritu Santo es el agente principal de evangelización, y ninguna técnica, sistema o entusiasmo humano pueden reemplazar su suave acción.
"Es el Espíritu Santo quien hoy igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en los labios las palabras que por sí solo, no podría hallar, predisponiendo también el alma del que escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nueva y del reino anunciado". (EN 75)
El tríptico destaca que la vida de la Iglesia del nuevo continente, fiel al amor de Cristo resucitado, tiene hombres y mujeres (obispos, consagradas y laicos) que han vivido las virtudes en forma heroica, siendo testimonios de santidad.
De esta forma, santo Toribio, santa Rosa y san Juan Diego nos guían con sus ejemplos de vida a ser verdaderos discípulos misioneros en nuestro tiempo para que nuestros pueblos en Él tengan Vida.
El Tríptico de Aparecida nos recuerda a todos la vocación de discípulos y Misioneros que hemos recibido. Estamos llamados a evangelizar.
