Trilogía III

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Trilogía de palabras. Esta trilogía de palabras, que suenan a primera vista muy similares, nos presentan los diferentes rostros que solemos ofrecer al momento de encarar una situación ajena. En la apatía, el individuo asume una posición pasiva e indiferente, con muy poca sensibilidad por las penas de otros. En tal persona hay una carencia afectiva cuando está al frente de lo que demanda su ayuda. Al tal, no le conmueven las lágrimas de su prójimo, ni mucho menos lo sensibiliza el llanto del que está más lejos. Sus palabras más comunes son: “no me importa”; “no me interesa”; o, “todo meda igual”. En la simpatía, la persona es movida por una comunidad de sentimientos, que es la traducción de esta palabra en griego. La simpatía es lo opuesto a la apatía. En ella el individuo deja que la misericordia y el amor por otros, fluyen en su interior de una manera libre. Es la cualidad que mueve a dar una palabra de aliento, a entregar alguna flor o alguna carta, y en algunos casos, hasta llegar a la casa del quebrantado trayendo gestos bondadosos. Sin embargo, la empatía deja a un lado a la apatía y se levanta más allá de una simple simpatía. En la empatía los sentimientos dejan de ser “suspiros y deseos” y se convierten en expresiones concretas, que más que ser oídas, son sentidas por el necesitado. La empatía llega a ser aquel conjunto de capacidades que nos permiten reconocer y entender las emociones de los demás, sus motivaciones y las razones que explican su comportamiento. Es como lo expresa un proverbio indio, "Camina un rato con mis zapatos".

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Trilogía III

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Trilogía de palabras.

Esta trilogía de palabras, que suenan a primera vista muy similares, nos presentan los diferentes rostros que solemos ofrecer al momento de encara r una s i t uac ión a jena.

En la apa t ía , e l ind iv iduo asume una pos ic ión pas iva e ind i fe ren te , con muy poca sens ib i l idad por las penas de o t ros . En ta l persona hay una c a r e n c i a a f e c t i v a c u a n d o e s t á a l f r e n t e d e l o q u e d e m a n d a s u a y u d a . A l t a l , n o l e conmueven las lágrimas de su prójimo, ni mucho menos lo sensibiliza el llanto del que está más lejos. Sus palabras más comunes son: “no me importa”; “no me interesa”; o, “todo meda igual”.

En la simpatía, la persona es movida por una comunidad de sentimientos, que es la traducción de esta palabra en griego. La simpatía es lo opuesto a la apa t ía . En e l la e l i nd iv iduo de ja que la m ise r i co rd ia y e l amor por o t ros , f l uyen en su in te r io r de una manera l ib re . Es la cua l idad que mueve a dar una pa labra de a l i en to , a e n t r e g a r a l g u n a f l o r o a l g u n a c a r t a , y e n a l g u n o s c a s o s , h a s t a l l e g a r a l a c a s a d e l quebrantado trayendo gestos bondadosos.

Sin embargo, la empatía deja a un lado a la apatía y se levanta más allá de una simple simpatía. En la empatía los sentimientos dejan de ser “suspiros y deseos” y se convierten en expresiones concretas, que más que ser oídas, son sentidas por el necesitado. L a e m p a t í a l l e g a a s e r a q u e l con junto de capac idades que nos permi ten reconocer y en tender las emoc iones de los demás, sus mot i vac iones y las razones que exp l i can su c o m p o r t a m i e n t o . E s c o m o l o e x p r e s a u n p r o v e r b i o i n d i o , " C a m i n a u n r a t o c o n m i s zapatos".

En un mundo donde nadie está para los demás; donde primero pienso en mi y después en mi; donde las penas ajenas no tienen por qué interferir mi espacio, los hombres y mujeres empáticos son tan necesarios para fortalecer el espíritu, como son los médicos para la salud del cuerpo. Pero en honor a la verdad, esa capacidad de “descender” para  ponerse en el “talón” del otro, pareciera reducirse a algunas “santas especies” que están a punto de extinción.

La parábola del “Buen Samaritano”, tan conocida en el mundo de la filantropía, nos describe la actuación de una persona empática. Hubo un hombre que fue asaltado por ladrones y dejado medio muerto en el camino. Mientras gemía en su dolor, descend ió un sacerdo te y un lev i ta —los más ind icados para socor re r le , deb ido a su  posición religiosa— pero al verle, pasaron de largo. Su apatía ni siquiera les hizo llegar a la simpatía. Sin embargo, por allí también descendió un samaritano —el menos apropiado— qu ien e l ver a l hombre echado fue mov ido a

miser i co rd ia . Se acercó a é l y vendó sus her idas con ace i te y v ino f resco . No con fo rme con es to , puso a l her ido en su p rop ia cabalgadura y lo llevó a un lugar de recuperación. Y estando allí, antes de seguir su camino, dejó instrucciones específicas, incluyendo dinero, para que lo atendieran de modo que nada le faltara mientras él iba y regresaba de su viaje.

Esto se llama empatía. La vida llena de satisfacción es la que se ofrenda en servicio por los demás. En la búsqueda de l ser más empát i co , D ios encarna de una manera abso lu ta los más insondab les a t r ibu tos de amor por cada se r humano. Desde que e l hombre le fa l ló a l momento de ser creado, hasta haber entregado a su Hijo para salvarlo, encontramos las infinitas dimensiones de la auténtica empatía divina. El descenso de Dios, convirtiéndose como uno de nosotros, humillándose con esto hasta el grado sumo, y luego morir en una vergonzosa cruz —la muerte más temida y espantosa de su tiempo— nos habla de una asombrosa empat ía a l a l cance de todo hombre. D ios , a t ravés de su H i jo Un igén i to , descend ió has ta nues t ra p rop ia m ise r ia . A É l no podemos cu lpar lo de se r i nd i fe ren te e insensible frente al mal que nos aqueja. Al contrario, nos dice el escritor sagrado: "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza, fueseis enriquecidos" (2 Cor. 8:9) Dios no conoce la apatía. Pero tampoco posee sólo un sentimiento de simpatía, sino que existe para aplicar su empatía a todos por igual. Imitemos al Señor haciendo lo mismo a favor de otros

LA APATÍA

La apatía es la más absoluta indiferencia ante todo. Psíquicamente se define como un trastorno del tono emocional que se mantiene embotado, acompañándose de despego e indiferencia. Puede ser primario en sí y surgir de pronto o enlazarse con el aburrimiento y la rutina, entrando a formar parte de un círculo vicioso, que se autoalimenta y del que cada vez es más difícil salir. Cuanto más aburrido se está, menos ganas de hacer cosas se tiene, y cuanto más inactivo y apático se siente uno, más se aburre.

El que cae en la apatía se sume en una profunda inactividad, su ritmo vital desciende a mínimos y queda como abotagado, deja de actuar y, en los casos más serios, se limita a ver cómo van y vienen los acontecimientos, incluso los que le atañen directamente.

La apatía, la falta de impulso a la actividad es un claro síntoma depresivo. El deprimido no tiene ganas de hacer nada, nada lo entretiene ni lo divierte, le falta el impulso y en consecuencia no hace prácticamente nada, Hay además un embotamiento afectivo, la tristeza es tan grande que las alegrías o las desdichas del entorno no llegan a afectarlo. Dentro de los trastornos psiquiátricos, la apatía aparece también en algunos procesos esquizofrénicos en los que queda un estado residual o defectual con afectividad embotada, menor capacidad para lograr metas concretas y despreocupación y retraimiento del mundo exterior.

Pero sin entrar dentro de los trastornos psiquiátricos, la apatía puede afectar a cualquier persona en un momento dado y por muy diversas motivaciones:

— Una vida rutinaria y monótona, sin novedades ni incentivos, puede generar la pérdida de toda atracción e interés. Esto ocurre en cualquier ámbito: en el trabajo, en la vida de pareja, la amistad, las diversiones, la familia, etc.

— La muerte de un ser querido, la pérdida del puesto de trabajo, el abandono de la pareja, o cualquier otro contratiempo serio, pueden acarrear un bloqueo afectivo dentro de una reacción de tristeza que no llega a ser una depresión. La apatía es la respuesta a un acontecimiento vital y exige un cierto tiempo para salir de ella.

— El exceso de trabajo y actividad: un período de estrés, un esfuerzo excesivo puede generar un agotamiento físico y psicológico que impide responder a las exigencias habituales. La apatía deriva de una falta real de fuerzas para actuar.

— El polo opuesto a la situación anterior es la vuelta de un período de reposo y vacaciones. Algunos vuelven cargados de fuerza y energía, pero para otros la vuelta a la vida cotidiana supone una pesada carga que el sujeto se siente incapaz de afrontar.

— Hay personas apáticas o asténicas. De por sí no tienen ganas de hacer nada, en ellas hay una tendencia natural a la inactividad física y al distanciamiento afectivo. Es una forma de ser, un tipo de personalidad.

 

La apatía en sí y por sus consecuencias es una situación negativa que hay que evitar y combatir. Es improductiva y frustrante. Cuando se combina con aburrimiento es como la pescadilla que se muerde la cola. Cuando aparece, hay que reconocerla como tal, evitando falsas justificaciones, como enfermedades imaginarias o todo tipo de estados de debilidad física. Descubrir el origen, abordarlo directamente y planear actividad gratificante, son las claves del éxito para vencerla. Los estados depresivos y las apatías residuales deben ser tratadas por el especialista. En las apatías «vitales» hay que reestructurar un nuevo plan de vida para vencer la situación de inactividad.

Y para finalizar hay que decir que, en no pocos casos, dejarnos un poco de mirar el ombligo y conocer el dolor en otras personas, acompañado de otro poco de consciencia y de generosidad, produce el impulso necesario para salir, por nuestros propios de los estados de apatía.

Juego educativo para enseñar a los niños y niñas a ponerse en el lugar de los otros y entender otros puntos de vista.

OBJETIVOS

Enseñar a los pequeños a ponerse en el lugar de otras personas Desarrollar la empatía Entender otros puntos de vista

o · Favorecer el desarrollo de las habilidades sociales.

PARTICIPANTES

Niños y niñas de 4 años en adelante. El juego permite trabajar con muchas edades, la complejidad de los personajes estará relacionada con la edad de los niños y niñas.

MATERIALES

Tarjetas con diferentes personajes (mamá, papá, abuelo, tendero, cartero, profesora, dentista, conductor, etc.), caja con material para disfrazarnos, tarjetas con diferentes situaciones (en la cola del súper, de compras, en el médico, llamada de teléfono, etc.)

EN QUE CONSISTE EL JUEGO

El juego consiste en ayudar a los niños y niñas a ponerse en el lugar de los otros. Los pequeños jugarán por un rato a ser otra persona, tendrán que vestirse, hablar, moverse y pensar como esa otra persona. De esta forma mediante una sencilla y divertida dinámica les enseñaremos a entender otros puntos de vista, desarrollando su empatía y favoreciendo sus habilidades sociales. Sin darse cuenta estarán poniéndose en el lugar de otros. Aprovechamos en esta dinámica, el valor del juego simbólico y su carácter lúdico para transmitir una valiosa habilidad como es la empatía.

INSTRUCIONES

Preparación: colocamos las tarjetas con diferentes personajes (papá, mamá, abuelo, profesora, tendero, conductor, hermano, conserje, etc.) boca abajo sobre una mesa y tendremos preparada antes una o varias cajas con material para disfrazarnos (trozos de tela, sombreros, lazos, gafas, pañuelos,  todo lo que se nos pueda ser útil), dejaremos cerca las tarjetas de situación para la segunda parte de la dinámica.

Explicación: Con todo el material preparado, empezamos a explicar a los niños y niñas: Vamos a jugar a un juego que consiste en ponernos en el lugar de otras personas. Repartiremos una tarjeta (boca abajo) a cada uno de los participantes.

Les explicaremos lo siguiente: Cada uno de vosotros tiene una tarjeta, tenéis que mirar la tarjeta y ver el personaje que os ha tocado, sin enseñárselo a los demás. Tenemos que transformarnos en ese personaje, vamos a jugar a ser esa persona que nos ha tocado. Tenéis que pensar muy bien como es esa persona, qué ropa lleva puesta, qué cosas hace, cómo habla, cómo se mueve, qué cosas le gusta hacer, etc. Cuando lo hayáis pensado iréis a la caja de los disfraces y escogeréis aquello que necesitéis para convertiros en esa persona, podéis usar todo lo que querías.

A continuación les dejaremos un tiempo para que se transformen en el personaje correspondiente, cuando todos los participantes se hayan transformado les pediremos que actúen como si fueran su personaje que hablen, que se muevan como él, y que intenten pensar como lo haría esa persona. Pero todavía deben mantener en secreto su identidad.

Comenzaremos ahora con la segunda parte de la dinámica, los niños y niñas ya se han disfrazado y han actuado como su personaje, ya han entrado en contacto con el mismo, ahora tendrán que meterse de lleno en su piel. Para esta parte de la dinámica haremos parejas aleatorias, (para ello por ejemplo podemos anotar números en papeles, cada número lo anotamos dos veces, doblamos todos los papeles y cada participante cogerá un número, las parejas se formarán por aquellos que tengan el mismo número).

Cada pareja tendrá que coger una tarjeta de situación, (en el médico, en la cola del súper, llamada de teléfono, preparando las vacaciones, recogiendo la habitación, de compras. etc.), y sin conocer la identidad del otro, deberán escenificar la situación comportándose como si fueran su personaje. Tenemos que dejarles esto muy claro, “hay que hacer y decir lo que haría la persona en la que nos hemos transformado y no lo que haríamos y diríamos nosotros”.