TRÍADAS PUTUMAYENSES- RELACIONES PATRÓN-CLIENTE en la economía de la cocaína.pdf

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Revista Colombiana de Antropología ISSN: 0486-6525 [email protected] Instituto Colombiano de Antropología e Historia Colombia JANSSON, OSCAR TRÍADAS PUTUMAYENSES: RELACIONES PATRÓN-CLIENTE en la economía de la cocaína Revista Colombiana de Antropología, vol. 42, enero-diciembre, 2006, pp. 223-247 Instituto Colombiano de Antropología e Historia Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105015265008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    JANSSON, OSCARTRADAS PUTUMAYENSES: RELACIONES PATRN-CLIENTE en la economa de la cocana

    Revista Colombiana de Antropologa, vol. 42, enero-diciembre, 2006, pp. 223-247Instituto Colombiano de Antropologa e Historia

    Bogot, Colombia

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    Volumen 42, enero-diciembre 2006, pp. 223-247

    TRADAS PUTUMAYENSES: RELACIONES PATRN-CLIENTEen la economa de la cocana

    OSCAR JANSSONUNIVERSIDAD DE UPPSALA

    [email protected]

    Resumen

    E STE TEXTO ANALIZA LAS RELACIONES DE PRODUCCIN DE COCA EN EL BAJO PUTUMAYO(Colombia) como relaciones de patrn-cliente. El artculo sostiene queel intercambio de muestras tangibles de buena voluntad entre los inter-mediarios, por muestras intangibles de buena voluntad de los productoresde materia prima, enmascara la subordinacin del productor de materiaprima en relaciones verticales de dominacin y explotacin. Mientras el pro-ductor de materia prima est en el nivel ms bajo en esas relaciones, elintermediario representa slo un corredor en una estructura tridica cuyacabeza est representada por el productor de cocana. El anlisis demues-tra, sin embargo, que la forma particular de subordinacin de los produc-tores de materia prima, en cuanto a su sometimiento a la explotacin, laviolencia y la proyeccin de fuerza por grupos armados, descansa en granmedida en la capacidad que tenga el intermediario de negociar con elproductor de cocana.

    PALABRAS CLAVE: relaciones patrn-cliente, produccin de cocaina, Putumayo.

    Abstract

    T HIS PAPER ANALYZES COCAINES RELATIONS OF PRODUCTION IN SOUTHERN PUTUMAYOthrough the lens of patron-client relations. I argue that the exchange ofintangible for tangible signs of goodwill between primary producers andmiddlemen masks vertical relations of dominance and submission. Whilethe primary producer is situated at the lowest level in these relations, themiddleman is a mere broker in a triadic structure whose head is represen-ted by the cocaine producer. Nevertheless, as I demonstrate in the article,primary producers particular form of submission regarding their subjec-tion to the exploitation, violence, and power exercised by armed groups, isconditioned by the capacity of the intermediary to negotiate with the co-caine producer.

    KEY WORDS: Patron-client relations, cocaine production, Putumayo.

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    INTRODUCCIN

    E STE ARTCULO ANALIZA LAS RELACIONES DE PRODUCCIN DE COCANA ENel bajo Putumayo (Colombia) como relaciones patrn-cliente, yes uno de los resultados de tres periodos de trabajo de campoen la regin, realizadados entre 2002 y 2006. Parte de un proyec-to de investigacin sobre economa poltica e ideologa de laproduccin de cocana en el sur de Colombia, cuyo resultadofinal se publicar prximamente en mi tesis de doctorado*. Envista de la naturaleza delicada de la informacin, omito las fe-

    chas, los lugares de las entrevis-tas y los nombres verdaderos delas personas mencionadas, con elfin de resguardar la integridad demis informantes.

    Comparada con otras clases decoaliciones entre actores de gru-

    pos sociales superiores e inferiores, la relacin patrn-clienteen etnografa e historiografa en comunidades campesinas y den-tro de las elites polticas y econmicas, se caracteriza por uncontenido ms amplio que la simple transaccin econmica: esuna coalicin de entrelazamiento mltiple, si se utiliza este tr-mino metafrico de Wolf (1966a), equiparable con una cuerdaconsistente en muchas tiras de fibra entrelazadas (Ibid.: 81, 84).La simple transaccin econmica entre las partes constituyen-tes est acompaada por un lazo de amistad, que en ocasionesparece una relacin de parentesco y otras veces de vecindad,que a la vez fortalece y se ve fortalecida por la relacin econ-mica, de la misma forma en que diversas tiras entrelazadas seapoyan entre s. La relacin de amistad supone que las partesconstituyentes den muestras de buena voluntad. En el caso delpatrn, en su cualidad de actor superior en la coalicin, estasmuestras son tangibles y consisten en prstamos y crditos,mientras el cliente, en su posicin econmicamente inferior, seve obligado a proporcionar muestras intangibles, sobre tododeclaraciones continuas de lealtad y contribuir al mantenimien-to de la buena fama de su patrn (Ibid.: 87).

    La importancia de los conceptos de patrn y cliente para elanlisis de escenarios polticos y econmicos en las regionesrurales de Colombia ha sido sugerida repetidas veces. Schmidt

    * El trabajo de tesis y el artculo han sidoposibles gracias a financiacin otorgada porel Departamento de Cooperacin para Inves-tigacin de la Agencia Sueca de CooperacinInternacional para el Desarrollo (ASDI) y elForo Colombia de la Universidad de Uppsala.

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    (1974: 105f) vio en la relacin patrn-cliente una estructura ana-ltica capaz de enriquecer la pobreza conceptual del estudio dela Violencia en Colombia, por su comprensin del entrelaza-miento entre relaciones de dependencia y lealtad. Le Grand (1977:15), por su parte, observ cmo la reciprocidad personalizada yafectiva entre actores con recursos desiguales poda servir paraexponer la forma y el contenido de enlaces particulares entrembitos locales y nacionales en el pas. En cuanto a la produc-cin de cocana y su capacidad de enriquecer y sostener unavariedad de actores, y tambin de integrarlos socialmente, losconceptos de patrn y cliente parecen ms adecuados todava.

    Mientras cada eslabn en la cadena de produccin constituyeen s mismo un subsistema con dinmicas particulares, cuyos pro-tagonistas carecen muchas veces del conocimiento ntimo de lasactividades propias de los niveles superiores o inferiores, existeun oficio con una visin general relativa de las relaciones socialesde produccin: este oficio es el del intermediario, que consigue labase de los cultivadores para pasarla al productor de cocana, esdecir, al propietario del laboratorio donde se cristaliza la base, elllamado patrn duro. El intermediario, quien vive de la comisinque constituye la diferencia entre los precios en las transaccionescon sus campesinos y su patrn duro, puede ser un comisionista,es decir, un individuo que trabaja como comerciante de base, o laguerrilla. Empezar con el primero.

    EL DOBLE INTERCAMBIOENTRE EL COMISIONISTA Y EL CAMPESINO

    E N SU CUALIDAD DE NEXO SOCIAL Y ECONMICO, EL COMISIONISTArepresenta no slo un informante importante para el antrop-logo que busca entender las relaciones de produccin, sino,tambin, un punto de partida para la representacin del conjun-to de intercambios sociales y econmicos que al final se venmaterializados en la cocana refinada. El comisionista recibe alcampesino en su casa, que suele estar ubicada en las afueras delos cascos urbanos. Para determinar el precio de la mercancamide su peso y hace una prueba de su calidad, conocida entrelos campesinos y los comisionistas como el ensayo. Para el en-sayo se usa normalmente un gramo de la pasta, que mediante su

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    calefaccin en una cuchara sobre fuego y su disolucin, conuna gota de cido sulfrico disuelto en agua y tres de permanga-nato de potasio, debe producir un lquido claro y transparente.Si la mercanca ha sido mezclada con pastillas de aspirina moli-das o cera de velas rayada, el lquido sale embarrado y gris. Lasiguiente fase del ensayo, en la que el comisionista echa el lqui-do sobre su mueca, establece, segn los comisionistas, la pro-porcin de mugre en la mercanca desde la elaboracin de lashojas en la finca del cultivador. Al secar, la mercanca de buenacalidad permanece blanca, mientras una alta proporcin de mu-gre adquiere una textura pegajosa de color marrn, conocidacomo goma. Cuando se calcula y entrega el pago correspon-diente a la cantidad y la calidad de la mercanca, el campesinose va de la casa del comisionista, por lo general para hacer lascompras necesarias, y ahora posibles, antes de volver a su vere-da. Este intercambio econmico, simple en apariencia, est acom-paado por un intercambio de favores que slo muy pocas vecesocurre en conexin directa con la venta de la mercanca. Entiempos econmicamente difciles, el comisionista concede pa-gos adelantados por mercanca cuya materia prima todava que-da para cosechar, aun cuando con frecuencia ocurre tambinque otorga prstamos para gastos especficos de los campesi-nos, que surgen en el contexto de una boda, un bautizo o unainversin particular. Al respecto, Julin dice de su comisionista,A don Daniel uno va siempre cuando necesita plata, y recibeall de una. Es muy buena gente.

    Es raro encontrar un campesino que no muestre estima porsu comisionista. Las expresiones de aprecio por el intermedia-rio, de quien el cultivador recibe la mayor parte de los mediosque requiere para las inversiones necesarias para su produccincontinuada y para solucionar sus problemas personales y fami-liares, igual que su dependencia del mercado, tienden a mos-trarse mediante el nfasis en la generosidad del comisionista ysu cualidad de hombre muy humano. Nombres como donDaniel, don Esteban y don William suenan como autoridadprotectora, con fides, tal como ha sido definida por Benveniste(1969: 117) la confianza que los mortales ponen en los dioses y deesta manera se aseguran de una garanta de asistencia divina entiempos de angustia y pavor. Como seala Wolf (1966a: 81), estasrelaciones de lealtad y confianza implican las sanciones socia-les que las rigen, que suponen, a su vez, la existencia de smbolos

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    que fortalecen y representan las otras relaciones. Las expresio-nes continuas de estima hacia el comisionista preservan su cre-dibilidad y su buena fama como comprador fiable y benefactorde sus campesinos, lo que contribuye, obviamente, a reducirtensiones potenciales entre el vendedor y el comprador de ma-teria prima, obliga al campesino a aceptar los precios estableci-dos por el comisionista y subraya de manera implcita que todatentativa de diluir la mercanca equivale a un acto de ingratitud.

    Un smbolo que representa y fortalece a su vez la relacin desimple intercambio econmico entre el comisionista y el campe-sino es el cubo de base. Los comisionistas prefieren recibir lamercanca cortada en dados, prueba de que no ha sido diluida.Para los cultivadores, el hecho de presentar su producto en cubossignifica el aumento relativo de la ganancia, en vista de que loscubos contienen una porcin ms alta de lquido que la mercan-ca suelta y, por tanto, pesan ms que una misma cantidad enpolvo. De esta forma, la lealtad del campesino se manifiesta con-cretamente en un acto mediante el cual el comisionista obtienemercanca de alta calidad pero por un precio desproporcionada-mente alto, intercambio que es difcil calificar en otros trminosque como muestra tangible e intangible de la buena voluntad queacompaa la simple transaccin.

    Sin embargo, el endeudamiento moral del vendedor suponeuna lealtad ms all de lo simblico, e incluye la obligacin de nocambiar de intermediario en ninguna circunstancia. En vista de lacada del precio de la base de coca y de las ganancias relativas,que podran llevar al campesino a buscar mejores ofertas, estaobligacin tiene una funcin clave para el mantenimiento del flu-jo de dinero del que vive el comisionista. Los comisionistas com-piten entre s, pero la entidad compradora que ms amenaza susposibilidades de obtener la mercanca de sus clientes son las Farc(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), que ofrecen unprecio mucho mejor que ellos. Para mantener la lealtad de susclientes frente a este competidor, los comisionistas cuentan noslo con el endeudamiento moral de sus clientes; tambin, con elgran apoyo que les ofrecen los paramilitares de la regin, quie-nes, desde la entrada de las AUC (Autodefensas Unidas de Colom-bia) al bajo Putumayo, sancionan con la pena capital la venta demercanca a las Farc. Mientras ninguno de los cultivadores entre-vistados sabe explicar cmo es que las autodefensas se enteransiempre de la transaccin entre un campesino y los representantes

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    de la guerrilla todas las ocasiones en una zona bajo fuerte con-trol de esta existe consenso sobre el riesgo mortal que se corre:quien resida en una zona paramilitar y le venda a la guerrillapronto tendr su nombre en la infame lista negra de las AUC.Segn un cultivador de coca de una vereda en el Valle del Gua-muz: Se enteran siempre, porque se enteran de todo, y enton-ces le matan a uno, pero de una. Aqu han matado harta gente.

    TICA Y GNESIS DEL PATRONAZGOY EL CLIENTELISMO

    E N LA BSQUEDA DE LA GNESIS DE LA RELACIN PATRN-CLIENTE, LOSestudios histricos, al igual que las etnografas de sociedadescampesinas contemporneas, se concentran en el procesode socializacin entre partes asimtricas. Mientras exista unadinmica distinta en sociedades complejas en la que el surgi-miento de la relacin se conceptualiza mejor como un procesode estratificacin entre socios inicialmente simtricos (Wolf,1966b), los casos de cultivadores de coca que mediante grandesesfuerzos y ambiciones emprendedoras se establecen como co-misionistas, y en este papel logran utilizar una red de relacionesde amistad y parentesco ya existente para la formacin de sugrupo de clientes, representan una absoluta minora. Por eso, lagnesis de la relacin entre el campesino y el comisionista sedebe concebir en trminos de una coalicin asimtrica que pasadel entrelazamiento simple al mltiple, proceso que, segn Wolf(1966a: 83), se inicia con el intercambio informal de favores mu-tuos con el fin de suavizar la interaccin econmica, y terminaconvirtiendo la coalicin entre la parte superior y el grupo deinferiores en una serie de coaliciones didicas. Sin embargo, estafrmula se basa en el ejemplo de la transformacin sucesiva deuna relacin entre el capataz y los obreros en una plantacin, yno refleja, por tanto, la transformacin correspondiente de lacoalicin entre el campesino y el comisionista. Dado que la tran-saccin simple entre ellos constituye un riesgo para ambas par-tes y por eso es conveniente efectuarla en presencia de pocaspersonas, el patrn nunca se encuentra con sus clientes comogrupo, excepto en su contabilidad. Esto significa que la perso-nalizacin de la coalicin entre el comisionista y el campesino

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    cuenta con condiciones ms favorables incluso que la persona-lizacin de la coalicin entre los obreros y el capataz en el ejem-plo de Wolf, porque entre el comisionista y el campesino existe,desde la primera transaccin, una coalicin didica en la que elcampesino es reconocido como individuo y no slo como miem-bro de un colectivo.

    La personalizacin de la coalicin se facilita tambin por elintercambio de informacin personal que, al igual que las re-uniones individuales entre las partes, se genera por la naturale-za del negocio. Como el comisionista necesita saber las fechas ylas cantidades previstas para entregas futuras de la mercancaelaborada por el campesino, es conveniente que conozca tam-bin si hay cambios referentes a la variedad de coca que culti-va, si en la familia hay enfermedades o situaciones que complicanel trabajo agrcola, si faltan medios para comprar los insumosnecesarios para elaborar la base o existe algn problema con loscultivos, por ejemplo, prdida de cosechas por fumigacin a-rea. Mientras ni comisionistas ni campesinos suelen acordarsedel inicio de su intercambio de favores, es probable que lasmuestras tangibles de buena voluntad por parte del comisionis-ta aparezcan en el contexto de varios relatos de los campesinossobre sus necesidades personales y diversos asuntos ntimos.

    Si se considera que la asimetra es una condicin fundamen-tal de la relacin entre los cultivadores y los comisionistas, sesigue que su situacin de clase ubica fcilmente el estudio desus dems particularidades en un paradigma de economa pol-tica, no necesariamente en trminos de la supervivencia de re-laciones feudales aun cuando se ha observado la persistenciade categoras recprocas de matre y fidle (Major, 1992), sinotambin como una institucin cuyo surgimiento y mantenimien-to en diversos contextos se ve favorecida por la dependenciacapitalista (Rothstein, 1979: 32f). Sin embargo, existe consensoen que las muestras de buena voluntad intrnsecas a la relacin,y sus implicaciones para manifestaciones de honor y vergenza(Hobbs, 1997), representan su componente ms interesante. So-bre la gnesis de la tica del patronazgo y el clientelismo en elmundo mediterrneo antiguo, Saller (1982: 10-16) presenta la hi-ptesis de la lealtad obligada del cliente como consecuencia dela imposibilidad de la evaluacin precisa y el reembolso exactoen el contexto de favores diarios, que puso al cliente en unasituacin de endeudamiento prolongado con su benefactor, que

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    slo poda aliviar mediante su exposicin pblica. Observacio-nes de la prctica del dar y el recibir beneficios como constitu-yente del principal lazo integrante en la sociedad mediterrneaantigua cmo la de Sneca en De Benef han permitido sugerirtambin que los principios ticos del patronazgo y el clientelis-mo desempearon un papel clave para la integracin y la cohe-sin de la sociedad (Crossan, 1991: 65), y para el surgimiento de lagratitud y la ingratitud como virtudes y pecados sociales y polti-cos, respectivamente (Danker, 1982: 436). Eisenstadt y Roniger (1980:52) sugirieron conceptuar la relacin como un modelo para es-tructurar el intercambio social en el cual las muestras de buenavoluntad se podran interpretar como manifestaciones de reci-procidad generalizada necesaria para establecer lo que Durkheim(1997) denominaba elementos precontractuales de la vida social,y de esta forma crear una base de seguridad frente a los riesgos eincertidumbres implicados en el intercambio econmico.

    Esta interpretacin de la relacin parece coherente con la ob-servacin frecuente de su manifestacin en escenas fuera o almargen de la ley, en las que la proteccin jurdica de las partes esinexistente o muy dbil. No obstante, hay razones para cuestio-nar la veracidad de la suposicin del carcter intrnsecamentebeneficioso de la relacin para el cliente. Lo que parece una res-puesta funcional a la desigualdad y a la hostilidad puede conce-birse tambin como el enmascaramiento de la dominacin y lasubordinacin econmica como autoridad protectora e infantili-zacin. El anlisis en estos trminos se motiva no slo por elhecho de que la funcin mediadora que supuestamente cumplenlas muestras de buena voluntad por parte del patrn no conciernela relacin asimtrica como tal, sino ms bien sus efectos, y tam-bin porque las muestras de buena voluntad perpetan la asime-tra al limitar las posibilidades que tiene el cliente de desarrollarnuevas formas de adaptacin al mercado en que opera.

    La estructura tridica detrs la dada

    S I A LOS EFECTOS DESCRITOS DE LA RELACIN SE AADE EL HECHO DEque el patronazgo como tal requiere de la presencia continuade la presin econmica y existencial que el patrn pretendealiviar, se ve que la relacin nicamente se puede concebir como

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    didica si esa presin slo la ejerce el patrn, en cuyo caso, ycomo se ha sostenido en el pasado, la relacin se asemejara,sobre todo, a un simple ejemplo de extorsin (Slater, 1973).

    Mientras el comisionista contribuye, a su manera, a la insegu-ridad de sus clientes, los cultivadores de coca estn sometidos apresin por diversas entidades polticas. La coalicin se fortaleceen gran medida por la fumigacin area, que mediante la destruc-cin de cosechas hace crecer la dependencia que tienen los cam-pesinos de su comisionista, sin beneficiar econmicamente a estea corto plazo. Lo mismo puede decirse de la erradicacin manualde plantas de coca efectuada por unidades de la polica o el ejr-cito, y del control de la venta de gasolina y de otros insumosnecesarios para la elaboracin de la base. Tampoco se debe sub-estimar el papel que desempea para el mantenimiento de lascoaliciones entre los campesinos y sus comisionistas el terrorque causan los asesinatos cometidos por unidades paramilitaresde los campesinos que venden su mercanca a las Farc o que pare-cen apoyar a ese grupo de otra forma.

    Con la misma hermenutica de sospecha que permite pensar larelacin patrn-cliente como un enmascaramiento, es posible su-poner que la tica del clientelismo es una buena oportunidad parapensar el cumplimiento con la prohibicin paramilitar de aceptarlas ofertas ventajosas de las Farc como el mantenimiento volunta-rio de lealtad moralmente correcta hacia un benefactor, en vez deuna estrategia para manejar una amenaza constante contra la vida.Sin embargo, mediante la apropiacin del valor agregado de suproducto, al campesino se le mantiene sistemticamente en unasituacin de escasez de medios: as, en 2006, el precio que se leofreca por gramo de base equivala a menos de la mitad del de1998. En el precio constante de venta al por mayor en Estados Uni-dos, esta cada se refleja como el aumento sucesivo de la propor-cin de trabajo no pagado del productor de materia prima, parabeneficio de quienes se apropian del valor agregado de la cocanaque proviene de esta regin. En relacin con esas entidades e indi-viduos, el comisionista representa slo un canal para la extraccinde valor agregado, y su parte en la explotacin del campesino selimita a una comisin comparativamente modesta.

    Como el patrn se aprovecha de temores e inseguridades desu cliente, que no slo originan en l, Stein (1984) propuso clasi-ficar la relacin como una trada, cuya tercera parte es la mismajerarqua de poder cuyas implicaciones para el cliente pretende

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    mediar el patrn. Esta frmula se basa, sin embargo, en la ideakafkiana de una sola burocracia a la que el ciudadano se en-cuentra sometido incondicionalmente, sin posibilidad de parti-cipacin, y frente a la cual el patrn aparece como mediador enel espacio entre la muralla China y el emperador inaccesible (Ibid.:31). En vista del conjunto de condiciones frente a las que el cul-tivador de coca acepta y agradece la ayuda condicional de sucomisionista, la imagen tridica de la relacin patrn-cliente sevuelve til slo si limitamos el concepto de jerarqua de Steinpara comprender la estructura de poder apropiador en la cadenade produccin de cocana. En esta trada, obviamente, el comi-sionista no solo est al servicio de su cliente, sino tambin deintereses superiores, que por definicin estn en conflicto conlos del campesino.

    La doble identidad del comisionista

    E STA CONSISTE EN SER, A LA VEZ, SUPERIOR E INFERIOR, PATRN Y CLIEN-te, y quiz el aspecto moralmente ms contradictorio de sucara de Jano, como se ver ms adelante benefactor y traidor.Los comisionistas activos en el bajo Putumayo han trabajadopara diferentes dueos en distintos periodos, casi siempre sinsaber la identidad de su verdadero patrn. Entidades colectivascomo los carteles de Medelln, de Cali, del norte del Valle, lasAUC y, ltimamente, los llamados Rastrojos grupo paramilitarconstituido por ex miembros de las AUC que asumi sus funcio-nes en el negocio de la coca poco despus de la desmovilizacinformal de ese grupo en marzo 2006 figuran con frecuencia enlos cuentos de los compradores de materia prima; pero de losindividuos responsables dentro de aquellas formaciones slo seconocen los enlaces inmediatos con quienes los comisionistasentran en contacto personal. Estos enlaces incluyen al personalde la bodega lugar de trnsito en donde se almacena la mer-canca conseguida por el comisionista, antes de ser vendida ysometida a una nueva prueba de calidad, conocida ahora comola rectificacin, para determinar la comisin que le correspon-de y al patrn duro, dueo o administrador de la bodega igualque el Chongo, laboratorio donde la mercanca se oxida y crista-liza despus.

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    La relacin entre el comisionista y el patrn duro, bien seaeste un hombre de negocios independiente, el administradornombrado por un cartel o el comandante local de un grupo pa-ramilitar, es de entrelazamiento mltiple, parecido formalmentea los dobles lazos entre el comisionista y el campesino. En lamayora de los casos, el negocio supone que el comisionistareciba crditos de su patrn, ya que por lo general carece demedios para pagar al productor de materia prima. Estos pagosadelantados son intrnsecos al funcionamiento del negocio y,por tanto, no constituyen necesariamente una muestra de bue-na voluntad. Sin embargo, es normal que los comisionistas perci-ban los crditos como una muestra de confianza, lo que crea unsentimiento de obligacin y deuda moral frente a su patrn. As,se crea la lealtad necesaria que el manejo del dinero del patrnrequiere del comisionista. De cierto modo, la lealtad puede in-terpretarse como una estrategia de supervivencia, ya que el he-cho de volarse con el dinero se castiga siempre con la muerte,pero la lealtad supone el cumplimiento con normas ms all delsimple respeto por la propiedad del patrn, por lo que el comi-sionista puede cualificar para ayudas adicionales del patrn endiferentes casos de emergencia. Un comisionista apreciado quecae, es decir, a quien la polica detiene y pierde la mercanca yel dinero en su poder, puede contar con el apoyo de su patrnpara el proceso judicial. Si se determina que la responsabilidadpor el hecho de caer no es del comisionista, un juicio que segncomisionistas depende de la buena voluntad del patrn, tampo-co queda debiendo la mercanca o el dinero que pierda. Mien-tras cumpla con las normas del negocio, el comisionista vaacumulando tambin una especie de credibilidad, que puedeservir para salvarle de sanciones del patrn duro en caso de quealgn da rompa con las normas. Esto se refleja particularmenteen las diferentes sanciones que tiene la falta de cumplir con unade las normas ms fundamentales del negocio, la utilizacin deun sistema de clasificacin de la mercanca segn su calidad. Sesupone que el comisionista debe mantener separadas las dife-rentes clases de mercanca que obtiene de los campesinos, yque no intentar mezclarlas con el fin de hacer pasar por mer-canca de alta calidad una cantidad aumentada ilegalmente. Siel comisionista que entrega mercanca mezclada lleva tiempodemostrando lealtad puede escaparse con un plazo para entre-gar el dinero que debe, pero si ha habido problemas anteriores

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    de otro tipos el plazo estar acompaado de una amenaza a suvida. Para quien vuelva a entregar mercanca de mala calidad, elcastigo es, por lo general, la muerte.

    Dado que el papel de intermediacin que desempea el comi-sionista en la trada implica la mediacin entre una entidad quedesea sacar un mximo de valor agregado y otra que necesitaquedarse con la ms alta proporcin posible, y cobrar una comi-sin lo ms grande para s mismo, su funcin se describe de for-ma ms adecuada como la de un corredor. Boissevain (1974: 148)distingue un corredor de un patrn mediante la referencia al ac-ceso a recursos de primer orden tierra, puestos de trabajo, etc-tera y de segundo orden: contactos estratgicos. Mientras elpatrn dispensa el primero, el corredor dispensa el ltimo o, di-cho de otra forma, el corredor hace posible el acceso a patrones.En tanto el comisionista maneja capital econmico y proporcio-na medios para sus clientes, el capital en cuestin no es suyo sinode su patrn, lo cual quiere decir, como observ Wolf (1967: 231),que su poder no es original sino derivativo. Como corredor, elcomisionista est a merced de su patrn, una relacin que, comose ver, se vuelve muy visible cuando la autoridad a la que res-ponde est representada por grupos paramilitares. La consecuen-cia es que el comisionista difcilmente puede negociar con supatrn, y que, por tanto, debe actuar en favor de su patrn a supropia expensa si hay conflictos, para compensar luego solucio-nes desventajosas para s mismo a expensas del campesino. Poreso, cadas en la produccin como las causadas por la fumigacinarea no afectan el precio de venta del producto final, ya queesto reducira las ventajas comparativas del patrn y, por tanto,su cuota de mercado: se compensan siempre mediante la reduc-cin del precio que se ofrece al campesino por la materia prima.

    Por ltimo, es importante destacar que el comisionista no essolo un corredor de flujos de capital, sino tambin de informa-cin. Es el Hermes de su patrn duro, por medio de quien elcampesino obtiene, sobre todo, falsas noticias y explicacionesde acontecimientos recientes y coyunturas actuales. Por ejem-plo, la reduccin de la compensacin por gramo para el campe-sino nunca se explica en trminos de la ambicin de acumularcapital de los comisionistas o de sus patrones, sino con una va-riedad de mentiras entre las cuales unas, como se ver ms ade-lante, se encuentran al borde de lo alucinante.

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    La trada bajo las autodefensas

    D ESDE SU ENTRADA EN LA REGIN EN 1998, LAS AUTODEFENSAS, Y POSTE-riormente los llamados Rastrojos, han estado aliados con loscomisionistas en el bajo Putumayo, alianza que desde la perspec-tiva de los ltimos puede entenderse ventajosamente como unaconcesin necesaria de libertades polticas que se intercambiapor la proteccin militar de sus intereses econmicos, muy simi-lar a la relacin identificada por Marx entre burgueses particula-res y el nuevo rgimen autoritario en El dieciocho Brumario deLuis Bonaparte (2003). Despus de casi dos dcadas de cobro deimpuestos a los comisionistas, a los patrones duros y a los trans-portadores de carga de los traficantes que compraban cocana delos patrones duros, a finales de la dcada de 1990 las Farc comen-zaron a sacar a los comisionistas del negocio para reemplazarlosellos mismos, regulacin forzosa que les permiti obtener mayo-res ganancias al completar su cobro de impuestos con el de comi-siones. Si las Farc en algn momento haban hecho favores a loscarteles o haban brindado alguna clase de apoyo para el funcio-namiento de la cadena de produccin de cocana, de ese momen-to en adelante se convirtieron en sus antagonistas. Frente a laamenaza directa de las Farc contra su negocio, los comisionistasencontraron un aliado importante en el frente Sur del Putumayodel bloque Central Bolvar de las AUC. Como es bien sabido hoy,las masacres de las autodefensas entre 1999 y 2000, al igual quesus asesinatos selectivos posteriores contra miembros de las mi-licias de la guerrilla y sus supuestos auxiliadores, resultaron ser,como en toda la historia del empleo de escuadrones de la muertecontra elementos subversivos, una estrategia eficaz para reducirla influencia de la guerrilla en la regin.

    Sin embargo, para mantener el poder social y econmico, lalibertad poltica de los comisionistas y de los burgueses parti-culares en el ejemplo de Marx deba reducirse considerable-mente (Ibid.: 93). La presencia de las autodefensas permiti alos comisionistas continuar explotando a sus clientes, pero conla condicin de que ellos mismos cayeran tambin bajo un con-trol muy fuerte. De esta forma, si seguimos aplicando el lengua-je de Marx, para los comisionistas el establecimiento del controlparamilitar en el bajo Putumayo significaba el disfrute de la pro-teccin de una espada de Damocles, que adems de protegerlos

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    colgaba sobre sus cabezas. Al principio, esta prdida de libertadse expres slo mediante el sometimiento a la autoridad tribu-taria de las autodefensas, que exigan de los comisionistas unimpuesto por cada kilo comprado. Mientras ese costo adicionalse poda compensar bajando el precio ofrecido a los campesi-nos, hubo comisionistas que sufrieron prdidas menos repara-bles, relacionadas con la proteccin paramilitar En 2003, donRamn, comisionista en La Hormiga, recibi la visita de miem-bros de la escuadra urbana en el pueblo, que le acusaron de nohaber pagado el impuesto correspondiente a los kilos que mo-va. Lo llevaron a una finca donde lo mantuvieron encerradodurante una semana antes de soltarlo, pero confiscndole lasveinte millones de pesos y quince kilos de mercanca que tenaen su poder a la hora del secuestro.

    Es posible discernir tambin otra alianza, equivalente a laalianza entre el frente Sur del Putumayo y los comisionistas enel terreno, entre las AUC y el cartel que controlaba la exporta-cin de la cocana producida en la regin a la hora de la entradaparamilitar, que los comisionistas en la regin sealaban comoel cartel del norte del Valle. Los impuestos que cobraban lasFarc constituan una presin predatoria sobre el narcotrficocomo empresa productiva, ya que aumentaban considerable-mente el costo de produccin de un producto cuyo mercado esdemasiado competitivo para permitir que semejantes incremen-tos se compensen mediante el incremento del precio del pro-ducto final. Si al costo de esta predacin de las Farc se aade elaumento que representaba su cobro de comisiones una vez es-tablecidos como intermediarios, la perspectiva del cartel queintentaba sacar un mximo de valor agregado del trfico de co-cana tiene que haber sido una desde la cual se reconociera lanecesidad de medidas inmediatas para bajar el costo de produc-cin, sobre todo en el contexto de la cada de la produccintotal prevista por las fumigaciones.

    Mientras que el establecimiento del control paramilitar enzonas claves para el narcotrfico, dominadas antes por las Farc,permiti al cartel ahorrar sumas considerables a partir de 1999,los acontecimientos posteriores sugieren, sin embargo, que lasautodefensas avanzaron en sus propios intereses sucesivamen-te, a expensas de los de cualquier cartel. De cobradores de im-puestos se convirtieron en productoras de hidroclridro decocana, comprando la base a los comisionistas y refinndola en

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    laboratorios bajo su control en el Valle del Guamuz. En un con-texto de escasez cada vez ms notable de materia prima debido ala fumigacin area, es probable que el cartel considerara esa com-petencia como muy hostil. El acontecimiento que marc el cambiodefinitivo de lealtades por parte de las autodefensas en el bajoPutumayo sucedi en diciembre 2004, cuando una unidad parami-litar intercept un carro que transportaba dinero del cartel, desti-nado a sus comisionistas, y rob su contenido. Ya que ese dineronunca lleg a los comisionistas, el precio cay rpidamente de 1.700pesos por gramo hasta 1.500, cada que segn muchos campesinosfue explicada por sus comisionistas como una consecuencia de laruptura en el flujo de dinero, causada a su vez por una pausa colec-tiva en el consumo de cocana entre los consumidores estadouni-denses. Sin duda, una mentira alucinante.

    Ms adelante, en 2005, cuando las autodefensas se haban es-tablecido como los nicos patrones duros que refinaban base ysacaban cocana de la zona bajo su control, la espada de Damo-cles cay con todo su peso sobre los comisionistas que operabanen cercanas al mando central paramilitar en El Placer. All, lasautodefensas decidieron, en un esfuerzo por maximizar la ex-traccin de valor agregado durante el poco tiempo que les queda-ba para la desmovilizacin prevista en 2006, sacar a loscomisionistas del negocio. As, no slo se ahorr la comisin has-ta entonces cobrada por los ltimos: se crearon tambin condi-ciones ventajosas para sacar un mximo del valor agregadoproducido por el campesino. Refinando al mismo tiempo quecomprando directamente materia prima, el frente Sur del Putu-mayo ofreca, entre noviembre 2005 y su desmovilizacin en marzo2006, la menor compensacin por gramo de base conocida en lahistoria del cultivo comercial de coca en la regin: 900 pesos.Mientras tanto, la guerrilla ofreca 1.900. Dice Emilia, de una ve-reda cerca de El Placer, Sabamos que la guerrilla pagaba ms deldoble, pero como los paracos mataban a quien no les vendiera aellos nos toc vender muy barato. La ganancia casi no era nada.

    Por muy eficiente que fuera el patronazgo que ejercan direc-tamente las autodefensas sobre los campesinos, en su esenciasimilar a una relacin extorsiva, fue muy limitado, tanto en eltiempo como en el espacio. La forma ms pronunciada del pa-tronazgo de las autodefensas, y por eso la pauta caractersticaen las zonas bajo control paramilitar durante el periodo entre laentrada y la desmovilizacin, consista en el tratamiento de los

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    comisionistas como clientes y corredores, para explotar y con-trolar indirectamente a los productores de materia prima. Enesta trada, la relacin patrn-cliente entre las autodefensas ylos comisionistas corresponda formalmente al entrelazamientomltiple tpico de la coalicin, incluyendo el intercambiode favores tangibles de las autodefensas por favores intangibles delos comisionistas, al lado del simple intercambio econmico.Mientras es obvio que el intercambio econmico entre los co-misionistas y las autodefensas regulaba el precio de compra delcomisionista y constitua el fundamento de su capacidad paraotorgar ayudas econmicas a sus clientes, la verdad es que lasrelaciones sociales paralelas a lo econmico contienen la solu-cin de un misterio an ms delicado. Este misterio concierne ala capacidad impresionante de las autodefensas, igual que desus sucesores paramilitares los llamados Rastrojos de detectarla violacin de la prohibicin de venta de mercanca a la guerri-lla por parte de campesinos individuales. La solucin del miste-rio ilumina el ltimo componente de la doble identidad delcomisionista, su papel de traidor. La lealtad obligada del corre-dor frente a su patrn supone que el comisionista revele infor-macin acerca de sus clientes. Cuando un campesino no apareceen la casa de su comisionista con su mercanca el da previsto,el comisionista debe informar a su patrn duro paramilitarsea este las autodefensas o de los Rastrojos para que el nom-bre del campesino en cuestin se aada a la infame lista negra.Mientras la lista usada por las AUC en el Putumayo se borr conla desmovilizacin a comienzos de marzo 2006, la posicin depatrn de los comisionistas en la regin no qued libre por mu-cho tiempo. Como ya he sealado, la funcin que cumplan lasautodefensas la asumen ahora los llamados Rastrojos, una granparte de cuyo pie de fuerza est constituido por combatientesdesmovilizados de las autodefensas procedentes de otras regio-nes. Para concluir este artculo prestar atencin a la coalicinrecin formada entre este grupo y los comisionistas, ya que re-vela la continuidad en el negocio de coca en la regin. Sin em-bargo, primero expondr el caso de las Farc en su papel decorredor entre campesinos y patrones duros.

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    Las Farc, entre patrones durosy campesinos

    L OS CAMPESINOS QUE RESIDEN EN LAS ZONAS CONTROLADAS POR LASFarc estn obligados a vender su mercanca a la guerrilla.Mientras que los precios ofrecidos por esta son mejores que lospagados por los comisionistas en las zonas bajo control parami-litar, y las Farc disfrutan, por tanto, del apoyo de la mano invisi-ble del mercado en su aspiracin a apropiarse del valor agregadoque segn ellos les corresponde del producto, existe no obstan-te un mecanismo de control poltico del comercio. En vista deque las Farc a veces carecen de medios para pagar al cultivadoren el momento, mientras este casi siempre requiere compensa-cin inmediata para hacer las inversiones necesarias para suprxima cosecha, se presenta un dilema que se suele tratar me-diante la combinacin de dos soluciones: una es que el campe-sino recibe el pago correspondiente a la mitad de la mercancala primera vez que vende a la guerrilla, mientras la otra mitad sevende fiada para ser pagada en la segunda transaccin. De estaforma, la guerrilla queda siempre debiendo la compensacincorrespondiente a media cosecha del campesino. La otra solu-cin, que se utiliza en periodos de escasez de medios en el fren-te 48 de las Farc, es obligar al campesino a guardar su mercancaen su finca, en una caleta, hasta cuando la guerrilla tenga losmedios para comprarla. Debido a la ausencia de dinero para re-cibir el pago, durante la espera el campesino se vuelve, en lamedida que no pueda conseguir ayuda externa, dependiente dela guerrilla para obtener los insumos necesarios para el cultivocontinuo de coca y para la elaboracin de base, tratndose en lamayora de los casos de la adquisicin de gasolina o de pagosparciales. Mientras se podra suponer que el retraso en los pagoses daino para la coalicin entre el comprador y el vendedor,parece, por el contrario, que la venta de mercanca fiada y eldisfrute de ayudas directas de la guerrilla genera la misma impo-sibilidad de evaluacin precisa y reembolso exacto de la cual nacela lealtad obligada del cliente. Esta afirmacin podra parecer con-tradictoria, ya que la guerrilla le debe al campesino y las ayudasrecibidas por este responden, en realidad, a necesidades genera-das por el retraso de pagos anteriores. Sin embargo, la duracininfinita de las transacciones en el sentido de que una slo sepuede cumplir mediante el acuerdo de una nueva y, por tanto,

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    mediante la reproduccin del lazo de endeudamiento crea la-zos entre las partes sobre los que un intercambio de favorestangibles por intangibles puede construirse con el tiempo.

    Sin embargo, la autoridad protectora correspondiente a lafuncin de un patrn frente a su cliente, que genera la lealtadobligada del campesino frente al guerrilla, se basa en la capaci-dad que tienen las Farc de mediar con el patrn duro y, de estaforma, establecer precios comparativamente favorables para losproductores de materia prima.

    A diferencia de los comisionistas, la guerrilla posee no slo po-der derivativo sino tambin un poder original, basado en su fuerzamilitar. Mediante una diplomacia basada en la proyeccin de aquellafuerza, las Farc se vuelven capaces de redistribuir el valor agrega-do. Igual que los comisionistas, la guerrilla compra la base de losproductores de materia prima y la vende a patrones duros, que enel negocio con las Farc se encuentran obligados a pagar no slo unacomisin equivalente a ms del doble de la que ofrece al comisio-nista regular, sino tambin un impuesto que determina el corredorarmado. En consecuencia, el precio de la materia prima obtenidode las Farc durante el periodo en que se hizo la investigacin supe-ra, en ms de un milln de pesos por kilo, al del mismo tipo demercanca obtenido de un comisionista regular. Para la guerrilla,los ingresos provenientes de la comisin y del impuesto crean unmargen para ofrecer al campesino un precio de compra muchomejor que el ofrecido por los comisionistas regulares. Obviamente,este sistema de redistribucin beneficia no slo al campesino, sino,ante todo, a la guerrilla. Sin embargo, es fcil identificarla en elpapel de protectora de los intereses de los cultivadores de cocafrente al poder de los patrones duros, en vista de que su mediacincomo corredor armado puede interpretarse, de hecho, como unamuestra tangible de buena voluntad hacia el campesino que su-pera considerablemente las muestras de buena voluntad ofrecidaspor los comisionistas que el campesino a su vez debe compensar-se con esfuerzos intangibles.

    Mientras las Farc ofrecen mejores precios y por eso disfrutandel apoyo de la mano invisible del mercado para mantener lalealtad de sus clientes, este apoyo debe combinarse con proyec-ciones de fuerza cuando falla. Por eso, con cierta regularidadpequeas unidades de la guerrilla piden a los residentes mostrarsus caletas. Las sanciones contra quienes no tengan la mercan-ca guardada en sus caletas, igual que los que de otra manera se

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    identifican como violadores de la regulacin del comercio esta-blecida por la guerrilla, son, en teora, la muerte y, en la prcti-ca, el desplazamiento forzado. Despus de repetidas muestrasde falta de cumplimiento con las regulaciones, el campesino re-cibe una amenaza, acompaada por la orden de irse de la vere-da, y la guerrilla manda a otra persona a trabajar a su finca. Sinembargo, se debe destacar que entre los cultivadores de coca enla regin existe consenso en que los desplazamientos forzadospor la guerrilla como sanciones contra violadores de la regula-cin comercial son escasos en comparacin con el nmero deasesinatos contra campesinos cometidos por unidades paramili-tares en la zona, lo que, sin duda, se debe al precio comparati-vamente alto ofrecido por la guerrilla.

    En la trada en la cual se sitan las Farc como corredor, estegrupo opera entonces como un parsito sobre el eslabn supe-rior, que a su vez tiene que compensar su prdida a expensas delsuperior suyo, es decir, del traficante que compra la cocana cris-talizada al propietario del laboratorio amenazado por la guerrilla.Mientras el aumento del precio del producto no amenace conreducir la ganancia del traficante de forma tal que slo se puedacompensar mediante el aumento de su precio de venta que re-duzca su cuota de mercado, la cadena se encuentra en equilibrioy puede seguir funcionando con relativa seguridad. Cuando elparasitismo de las Farc aumenta el costo de produccin de mane-ra que resulta econmicamente insostenible para el traficante,este se enfrenta a la necesidad de reducir el control territorial delas Farc que les permite regular el comercio de base en las zonasde cultivo. La reduccin de este control territorial es ms fcilmediante el despliegue de unidades paramilitares.

    La trada bajo las autodefensasdespus de la desmovilizacin

    L A ENTRADA DE LAS AUC EN EL PUTUMAYO SE CONOCE SOBRE TODOCOMO una parte del proceso de expansin nacional de las AUCbajo el mando de Carlos Castao. Sin embargo, la relacin entreeste ltimo y la organizacin de traficantes controlada por loshermanos Montoya Henao, parte del cartel del norte del Valle,ya era conocida en 1997 (United States Department of Justice,

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    1997: 3). En vista de que el empleo de unidades paramilitares porparte de traficantes de drogas ilcitas a fin de proteger el nego-cio y asegurar la extraccin de la mayor porcin posible delvalor agregado creado por los productores de materia primatiene una historia en el Putumayo (Ramrez, 2001: 73) al igualque en otras regiones del pas donde se cultiva la coca (Guti-rrez, 2005), es probable que un aumento inaceptable en los cos-tos para los traficantes, generado por el parasitismo de las Farc,haya motivado el despliegue de autodefensas en el Putumayo.Independientemente de probables conflictos posteriores entreel frente Sur del Putumayo, es decir, el bloque Central Bolvardel que era parte, y los traficantes que compraban la cocanaputumayense a la hora de la entrada de las autodefensas en laregin, surge entonces una pregunta respecto a la desmoviliza-cin de las ltimas: cuando los aproximadamente quinientosintegrantes de este frente paramilitar entregaron sus armas en lavereda de La Esperanza cerca de Puerto Ass el 1 de marzo 2006,y el alto comisionado para la paz declar su desmovilizacincomo un paso significativo para consolidar la paz de la regin,qu pas entonces con la trada que haban encabezado portanto tiempo, con xito? Al parecer, la respuesta se encuentradetrs del nombre, curiosamente metafrico, de los Rastrojos.

    Cuando los rboles maderables se tumban crece el rastrojo, yquince das despus de la desmovilizacin del frente Sur delPutumayo su nuevo patrn, con el mismo nombre, llam a loscomisionistas de Puerto Ass, para informarles que seguirancomprando base de sus clientes, bajo la autoridad de este nuevogrupo. Los Rastrojos financiaran su negocio comprando, por unprecio reducido, la base que consiguieran los comisionistas; noobstante, mediante la reduccin del precio ofrecido al campesi-no, los comisionistas todava podran tener margen para ganaruna comisin suficiente. En cambio, exigieron la lealtad absolu-ta de sus clientes. Los Rastrojos haban copiado la estructuraorgnica de las escuadras urbanas de las autodefensas, igual quesu modus operandi en el patronazgo de comisionistas y en elproyecto continuado de asesinar a los supuestos auxiliadoresde las Farc. Obviamente, tal reemplazo de las autodefensas nohubiera sido posible sin enlaces entre el patrn que dimita y susucesor. Antes de comenzar el proceso de reclutamiento local,principalmente entre integrantes desmovilizados del frente Surdel Putumayo, el pie de fuerza de las unidades de los Rastrojos

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    en Puerto Ass, Orito y La Hormiga se constituy, sobre todo,por desmovilizados de los grupos que antes estaban activos enel Valle del Cauca, lo que permite diversas hiptesis acerca de lacontinuidad en el negocio de coca bajo su autoridad. Queda porinvestigar si el proceso de transicin entre el dominio de lasautodefensas y el de los Rastrojos que sita la desmovilizacinen un modesto parntesis entre un patrn y su sucesor fue pla-nificado en colaboracin entre las autodefensas y los narcotra-ficantes antes de la desmovilizacin. Por ahora me limito adescribir los efectos de la transicin vividos por los cultivado-res y los comisionistas. Cuando los comisionistas reciben su fi-nanciacin de los Rastrojos, quienes a su vez estn financiadospor un traficante residente en Medelln, el precio que ofrecen alcampesino es, obviamente, menor que el ofrecido durante lacoalicin precedente entre los comisionistas y las autodefen-sas, excepto en la cercana inmediata de El Placer, donde el pre-cio en la trada bajo los Rastrojos es, de hecho, superior encomparacin con el precio bajo la explotacin radicalizada du-rante los ltimos meses de dominio de las autodefensas en elrea. Los comisionistas siguen exigiendo la misma lealtad de loscampesinos, y mientras la lista negra de las AUC se borr con ladesmovilizacin, los Rastrojos establecieron una nueva.

    El principal cambio experimentado por los comisionistas des-pus de la desmovilizacin y la transicin consiste en un mayornfasis en la importancia de cumplir con una norma tradicionalen el negocio. En el contexto de las ganancias obtenidas duran-te la refinacin y la transformacin de la base en hidrocloridro,cuando la prdida de oportunidades de obtener materia primasignifica la prdida de ganancias potenciales para el patrn duro,la mayora de los comisionistas siempre han escuchado que elrepresentante del ltimo les dice que nunca (deben) devolverdinero y siempre (deben) entregar coca. Durante mucho tiem-po, esa instruccin representaba, simplemente, una norma, cuyocumplimiento permitira al comisionista mantener una buenaimagen ante su patrn pero cuya insatisfaccin no generara san-ciones: quien devolviera el dinero y, as, hiciera perder a su pa-trn una ganancia potencial slo perdera su comisin. Sinembargo, con la regulacin del negocio por parte de los Rastro-jos esta norma preferida dej de ser negociable, ya que se volvila continuacin de otra ms fundamental: nunca abandonar lacoalicin con su patrn para entrar en negocios con otro. El

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    parasitismo de las Farc les permite, dado el precio reducido debase establecido por los Rastrojos, ofrecer por materia prima unoque adems de ser mucho ms alto que el de compra de los comi-sionistas, en la actualidad es superior tambin al precio de ventaen la coalicin entre estos y los Rastrojos. En vista del incentivoque para los comisionistas significa vender a las Farc, y dado quecada kilo vendido a estas representa una prdida de dinero paralos patrones y, a la vez, el fortalecimiento de su antagonista,devolver dinero en lugar de mercanca se ha vuelto ahora sinni-mo del uso ilegal del capital proporcionado por el patrn paracomprar materia prima que posteriormente se vende a las Farc.Tal adhesin a principios de economa de mercado se interpretacomo enriquecimiento personal a expensas del patrn, por lo que,en la actualidad, el hecho de devolver dinero se castiga con lamuerte. El caso ms reciente se produjo en abril 2006 en PuertoAss, cuando integrantes de los llamados Rastrojos mataron a dis-paros a un comisionista por no entregar mercanca.

    COMENTARIOS FINALES

    L AS COALICIONES ENTRE ACTORES SUPERIORES E INFERIORES EN LA CADE-na de produccin de la cocana, conceptualizadas como rela-ciones de entrelazamiento mltiple, es decir, transaccionessimples acompaadas por un intercambio continuo de muestrasde buena voluntad, permiten interpretar las relaciones de pro-duccin desde las dos perspectivas de economa moral y econo-ma poltica. Por un lado, es posible sugerir que la persistenciaen la coalicin entre los campesinos y los comisionistas durantelas cadas de precios, al igual que la de las coaliciones entre loscampesinos y la guerrilla mientras se demoran los pagos, no slose debe a las sanciones de los paramilitares o de la guerrilla,sino tambin a los lazos de endeudamiento moral, percibidoscomo obligaciones ticas. Por otro, ambas relaciones son sus-ceptibles de las crticas hechas antes contra la suposicin delcarcter intrnsecamente beneficioso de este tipo de coalicinpara el cliente; y es imposible negar que la forma de aparicinde ambas coaliciones representa el enmascaramiento de rela-ciones de dominacin y subordinacin como autoridad protec-tora e infantilizacin.

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    Sin embargo, el intermediario representa, simplemente, uncanal para la subordinacin de los productores de materia pri-ma, mediante el cual el patrn duro extrae valor agregado. Mien-tras el intermediario puede sancionar el uso de la violenciacontra su cliente, el verdadero poder econmico sobre el cam-pesino est en manos del patrn duro y del traficante que com-pra la cocana refinada por este. Esto quiere decir que lasrelaciones patrn-cliente entre campesinos e intermediarios nose pueden entender bien sin tomar en cuenta tambin la rela-cin entre los intermediarios y sus superiores en la cadena deproduccin, es decir, las relaciones entre los comisionistas y lasautodefensas, reemplazados luego por los llamados Rastrojos, yentre la guerrilla y los llamados patrones duros. En ambas rela-ciones, los patrones de los campesinos se encuentran en unaposicin de clientes frente a otros patrones, y, por tanto, comocorredores entre dos tradas separadas.

    La distribucin del valor agregado creado por los productores demateria prima en las dos tradas difiere radicalmente en virtudde la capacidad de la guerrilla de practicar su corretaje medianteproyecciones de fuerza hacia arriba. Los comisionistas carecen deesta posibilidad, y no podran por tanto, aun cuando quisieran ha-cerlo, mediar a favor del campesino y de s mismos con la mismaeficiencia que la guerrilla. La consecuencia, como se ha visto, esque el patrn puede usar fcilmente al comisionista como un canaly tambin como un instrumento para una explotacin ms intensadel productor de materia prima. Adems, el comisionista se en-cuentra como corredor incapaz de negociar con su patrn me-diante la proyeccin de fuerza sometido a la autoridad castigadorade su patrn, de la misma forma que el campesino se encuentra amerced de l. Obviamente, los corredores en ambas tradas sancio-nan, en su papel de patrones, el uso de la violencia contra susclientes en casos de violaciones de las regulaciones de comercio.Sin embargo, la necesidad de recurrir al uso de la violencia directapara mantener la coalicin depende del funcionamiento de la ticade clientelismo de los campesinos. Aquella tica, cuya expresines el mantenimiento de lealtad hacia un benefactor, depende a suvez de la capacidad que tenga el corredor de ofrecer muestras tan-gibles de buena voluntad, es decir, de su capacidad de negociarcon su patrn para obtener de este los medios necesarios para ofre-cer precios favorables, crditos o prstamos con potencial de en-deudar moralmente al cliente.

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    Recibido: 2 de octubre de 2006.Aprobado: 12 de noviembre de 2006.