TRADICIÓN Y CREATIVIDAD subidos... · tradición y creatividad supone también una puesta a prueba...

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XXXII SEMANA DE ESTUDIOS MONÁSTICOS 1 DE SEPTIEMBRE 2009 TRADICIÓN Y CREATIVIDAD Sor Mª Dolores Martin Trutet, osb “No apaguéis el Espíritu” 1 Tes 5,19 “Transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis discernir cual es la voluntad de Dios.” Rm 12,2 Introducción: una búsqueda de síntesis en apertura al Espíritu 1. Colloquium salutis Yo estoy contigo Contigo y como tú El Dios creador se ha hecho hombre creativo El hogar vivo de la Palabra Dejarse recrear Amaneceres y ocasos Márgenes, umbrales y caminos Transparentar al Dios “amigo de los hombres”. 2. Una historia de desinstalación fecunda La comunidad viva representa a su Señor Las ruinas y el desierto Turistas y estudiosos La “invención” y el asombro orante Conclusión

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XXXII SEMANA DE ESTUDIOS MONÁSTICOS

1 DE SEPTIEMBRE 2009

TRADICIÓN Y CREATIVIDAD

Sor Mª Dolores Martin Trutet, osb

“No apaguéis el Espíritu” 1 Tes 5,19

“Transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis discernir cual es la voluntad de

Dios.” Rm 12,2

Introducción: una búsqueda de síntesis en apertura al Espíritu

• 1. Colloquium salutis

• Yo estoy contigo

• Contigo y como tú

• El Dios creador se ha hecho hombre creativo

• El hogar vivo de la Palabra

• Dejarse recrear

• Amaneceres y ocasos

• Márgenes, umbrales y caminos

• Transparentar al Dios “amigo de los hombres”.

• 2. Una historia de desinstalación fecunda

• La comunidad viva representa a su Señor

• Las ruinas y el desierto

• Turistas y estudiosos

• La “invención” y el asombro orante

Conclusión

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TRADICIÓN Y CREATIVIDAD

Introducción: una búsqueda de síntesis en apertura al Espíritu

Cuando se me propuso esta ponencia, muy pronto caí en la cuenta que me era

imposible ocultarme bajo el ropaje de un estilo académico, descomprometido o con

pretensiones de objetividad aséptica; redactarla en esta fase de mi vida suponía tocar un

punto muy vital y conectaba con un momento crucial de discernimiento en que estaba

mucho en juego; me abría a la vulnerabilidad, a la experiencia, dolorosa y gozosa, de

preguntarme hasta el fondo cómo encarnar esta síntesis entre tradición y creatividad en

la propia vida, después de 25 años de profesión monástica, y dónde. Pero en aquella

búsqueda por el cómo y por el dónde, se me imponía la necesidad de adentrarme cada

vez más hondamente en el “desde dónde” y “desde quién” y también “para quienes”.

El reto planteado a nuestras comunidades de una articulación fecunda entre

tradición y creatividad supone también una puesta a prueba de nuestra capacidad de

discernimiento. En clave cristiana, en clave monástica, un discernimiento, una búsqueda

de síntesis interior sólo se puede vivir en tono orante, desde Cristo, en apertura al

Espíritu y con el deseo profundo que nuestras opciones y apuestas, errores y aciertos se

orienten hacia la voluntad del Padre y contribuyan a que su Reino se haga más presente

en nuestro mundo.

Quisiera hacer una breve puntualización previa: si algún@ de vosotr@s espera

de este momento de encuentro unas pistas o -todavía peor- unas “recetas precocinadas”

sobre “cómo ser creativo”: cómo hacer una liturgia más viva y actual, cómo encontrar

alternativas laborales, mejorando la organización y rentabilidad de nuestras actividades,

cómo hacer frente al envejecimiento de las comunidades y al tema vocacional, cómo

conectar con los jóvenes y situarse ante una sociedad que evoluciona tan rápidamente

etc. probablemente saldrá defraudad@.

Ni siquiera me pararé a hacer una panorámica de las grandes coordenadas de la

sociedad contemporánea en la cual estamos inmersos colectivamente: la globalización,

el pluralismo cultural, ético, religioso, la secularización, el cambio de rol social de las

mujeres. Este enmarque ha sido tratado de forma solvente por otros ponentes

¿Cuál será entonces el enfoque de esta ponencia? Cuando Dolores Aleixandre

se jubiló de la UPCO, en el discurso de homenaje que le dirigieron, aparecía una cita de

Saint Exupery, muy iluminadora, que ella recogió y glosó en su respuesta: “Si quieres

construir un barco, en vez de hablar a los que van a construirlo de maderas, clavos y

velas, háblales del mar”… Después ya vendrá la ingeniería naval pero lo primero es

despertar la pasión por el mar, el anhelo de navegar. Pues bien, dejemos que el Espíritu

vaya planeando sobre nuestras aguas y revolviéndolas, atrayéndonos hacia horizontes

desconocidos. No en vano, en el mismo prólogo de la RB se nos habla de “tener oídos

para oír”, de “abrir los ojos” y de “escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias”.

Esta perspectiva es central y fontal a la hora de abordar el tema que se me ha

propuesto: ciertamente es lógico que nos sintamos invitados a buscar una síntesis entre

tradición y creatividad, y quizás nos gustaría encontrar atajos fáciles y soluciones claras;

pero que no nos engañen los conceptos, como si se tratara de articular dos realidades

distintas o contrapuestas: nos quedaríamos con una visión dualista, distorsionada y

superficial. La tradición es “la historia del Espíritu en la historia de su iglesia”. Es la

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fuerza del acontecimiento pascual, de testimonio en testimonio, la que sustenta nuestra

experiencia creyente y nuestra experiencia monástica. Enraizada en ella, nuestra

tradición monástica encuentra su verdadera dimensión: encuentra en ella todo su valor,

a la vez que en ella encuentra la piedra de toque que confirmará o desautorizará las

múltiples plasmaciones históricas e institucionales a través de las cuales los monjes han

querido dar respuesta creyente a esta experiencia pascual, a esta experiencia del

Espíritu. En la tradición así comprendida y gracias a ella, la memoria se nos hace

presencia y Jesucristo nos sale al paso por la fuerza del Espíritu.

• El núcleo de la tradición eclesial, de nuestra tradición monástica es Cristo en

persona: un Cristo maestro en el arte de abrir caminos nuevos, de suscitar vida,

de proponer perspectivas de verdad insospechada.

• Tradición y creatividad tienen un mismo origen, un mismo nombre y un mismo

rostro: el de Cristo Jesús.

• Cualquier intento de creatividad desmemoriada, desagradecida y desconectada

de la escucha de la palabra dentro de la comunidad eclesial, pero también

cualquier apego a la letra y a la prescripción, a la observancia de lo que se ha

hecho siempre, a los esquemas cómodos y gratificantes que incapacitan para

correr el riesgo del Espíritu nos alejan del encuentro con el Cristo vivo que nos

quiere ofrecer vida en abundancia.

1. Colloquium salutis

Como lo afirma un teólogo italiano: “En la memoria se construye la

conciencia del presente; de la memoria nace la profecía. Por eso la memoria de

la fe es viva[…]el díalogo de la memoria de la Palabra no es nostalgia vacía o

triste repetición sino “colloquium salutis”, encuentro de vida plena y siempre

nueva, recuerdo peligroso (lo contrario de inocuo e intrascendente) y liberador, como

ningún otro en la historia de los hombres.”1

A lo largo de aquella etapa de búsqueda personal compleja en que, a la vez, me

tocaba redactar esta ponencia, en muchas ocasiones me senté a orar ante un

icono que se me hizo cada vez más familiar a la vez que me resultaba cada vez

más misterioso, que me llevaba cada vez más allá de mis propias preocupaciones

y desasosiegos y me invitaba a aquel “colloquium salutis”, a aquel encuentro

vivificante.

Por eso he pensado que el exponernos junt@s ante este icono, el fijar nuestra

mirada en él, quizás nos permita dar un esbozo de respuesta más orante, más

serena y más valiente a la pregunta personal y comunitaria sobre cómo articular

tradición y creatividad en nuestra vida monástica.

Es una llamada a vivir “fijos los ojos en el Señor” y a dejar que su espíritu

trabaje nuestro interior.

Yo estoy contigo

1 Forte, Bruno. La teología come compagnia, memoria e profezia. Ed. Paoline, Milano, 1987, p.167.

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• El Espíritu nos hará fijarnos en Cristo y a la vez es quien fijará en nosotros los

rasgos de Cristo.

• Esta ha sido la experiencia de los grandes testigos de la tradición monástica, la

de un “colloquium salutis”: un diálogo vivificante con la Palabra, una

obediencia a las sugerencias del Espíritu.

• Sobre un fondo de colinas y de cielo rojizo, al anochecer, dos hombres, ambos

con un nimbo, en la misma postura, están frente a nosotr@s. Como much@s de

vosotr@s sabéis, el icono representa a Cristo y a Abba Mena, superior del

monasterio de Bawit, en Egipto, en el siglo VII.2 El artista se ha esmerado en

pintarlos semejantes, hermanos y compañeros de camino.

• Sin embargo, también ha plasmado una diferencia: Cristo es aparentemente

igual, pero su tamaño es superior al de Mena. Se ha hecho uno más, pero es el

mismo Dios hecho hombre. Es más alto, y mucho más joven, sus ojos son más

grandes y más abierto que los de Mena.

Mena está canoso: es el hombre que va madurando en la fe. Cristo es eternamente

joven; portador de la novedad absoluta de Dios. Mirar al Cristo de este icono nos sitúa

en la perspectiva adecuada: no se trata de intentar compulsivamente captar a los

jóvenes; no se trata de dar la espalda de forma reactiva al mundo nuevo que se está

desarrollando sin nuestro permiso sino que se trata de reencontrar en nuestras entrañas

la juventud de Cristo, de dejarnos re-evangelizar por aquel que hace nuevas todas las

cosas. De re-aprender a mirar la realidad con él y desde él con ojos bien abiertos y

corazón profundo.

En aquel abad canoso podemos ver una imagen gráfica de nuestra secular tradición

monástica, con colores de ocaso a sus espaldas.

• Cristo no se sitúa por encima sino a su lado, en gesto profundamente cordial y

amistoso, acompañando a Mena en su camino.

• Del mismo modo que el Padre, Creador, después de comunicar vida al barro que

ha modelado y que se convierte en Adán vivo, gusta de pasearse por el jardín en

coloquio amistoso con su criatura, también en el gesto de Cristo hay una

comunicación de vida. En esta preciosa escena en que vemos cómo posa su

mano en el hombro de Mena,3 es la vitalidad misma de Jesús resucitado que se

2 El estudio más pormenorizado sobre esta obra, el único icono de la sección de antigüedades egipcias

del museo del Louvre, ha sido realizado por la conservadora de aquella sección: Rutschowscaya Marie-

Hélène. Le Christ et l'abbé Ména, Ed. Réunion des musées nationaux, collection París, 1998

3 el iconógrafo se ha valido de una representación que tenía raíces antiquísimas, precristianas, En

algunos bajorrelieves del Egipto faraónico, se representaba a Anubis protegiendo al faraón con este

gesto característico de posar la mano sobre el hombro.

4 Vanni, Hugo. La plenitud en el Espíritu. Una propuesta de espiritualidad paulina. Ed, San Pablo,

Madrid, 2006, p.

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va trasvasando. Jesús hace el don de su cercanía, de su amistad, de su espíritu en

estado de resurrección.

Contigo y como tú

• El gesto que crea relación es absolutamente no violento, no esclaviza ni impone,

transmite amor; es una invitación humilde e irresistible. Entrar en esta relación,

asumir como propio el proyecto de Jesús suscita un sentido gozoso de vitalidad

nueva, una dilatación de libertad y de capacidad de ofrenda. El “yo estoy

contigo” de Cristo suscita en Mena el “contigo y como tú”.

• La capacidad creadora se gesta desde la relación, desde la confianza, la

comunicación y la inclusión. Y es también suscitadora de confianza, de

comunicación y de inclusión en un mundo marcado a menudo por la

desconfianza, la incomunicación y la exclusión. Jesús se presenta como creador

de vida de confianza y de comunicación. Mena está canoso y tiene colores de

ocaso a sus espaldas pero su porte es decidido y sereno, su mirada está alerta.

Ser cristiano, ser monje es entrar en un camino, en una compañía, en un diálogo

con Cristo.

• En esta compañía y confrontación, algo de Cristo “se le ha pegado” a Mena. Su

espíritu le ha ido configurando: un espíritu que a nosotros también nos puede

configurar, si respondemos a su iniciativa que nos precede, nos recrea y nos

vivifica. Esta relación de discípulos no es algo que nosotros construimos. Es el

Espíritu quien la construye “a condición que acojamos lo que desea hacer en

nosotros con inteligencia, docilidad, disponibilidad y confianza. El Espíritu no

tolera nada que suponga rigidez, estancamiento, mediocridad, inmovilismo

petrificado”. 4

Como lo dice D. Aleixandre “El deseo nos arrastra fuera de la estrechez de nuestros

límites, hace de nuestro “yo” una estructura abierta y opera el milagro de convertirnos

en buscadores capaces de abandonar la propia tierra, de alejarse de la cautiva

saciedad de Egipto o la resignada instalación en Babilonia y a emprender un éxodo

más allá de lo conocido. El deseo de Dios nos precede y nos desafía siempre a

ensanchar nuevos espacios internos para acogerle, nos provoca y nos convoca más allá

de esa frontera que no nos atreveríamos a atravesar”.

• Cuando San Benito indica que la vida del monje tendría que ser una cuaresma

perpetua, no indica otra cosa: catecumenado continuo, actualización del

bautismo, éxodo liberador de lo que nos esclaviza, espacio de renacimiento

espiritual. Es el horizonte que marca Pablo en la carta a los Romanos: “No os

acomodéis a este mundo, al contrario, transformaos y renovad vuestro interior

para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios”. En ello no estamos

solos. No se trata de un deber en clave moralizante sino de realizar hasta el

fondo nuestro propio ser y entrar hasta el fondo en una relación. Y tampoco lo

hacemos en solitario. En nuestro icono, Mena es la cabeza visible de una

comunidad monástica de discípulos que tiene como proyecto común transitar

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por este camino y entrar en esta relación. Entrar en la perspectiva de Jesús es

entrar en una dinámica personalizadora y comunitaria que nos invita a un modo

de estar ante Dios, un modo de estar con los otros y de vivir en el mundo.

El Dios creador se ha hecho hombre creativo

En el ámbito psicológico la pregunta sobre el pensamiento creativo empieza a abrirse paso a

finales del siglo XIX. El término “creativo” se encuentra ya en 1877, utilizado por Littré en su

“Diccionario de Lengua Francesa”, dándole el sentido de “quien tiene la virtud de crear”.

Pero es muy curioso ver cómo este término de “Creatividad” no va a prosperar: va a

quedar en la sombra durante casi cincuenta años. Y la principal razón que obstaculiza el

desarrollo de su uso es la religiosa. La Creación era considerada como un atributo de

Dios y parecía poco respetuoso emplear los términos “creador” y “creativo” para

referirse a las criaturas humanas. El paso del tiempo permitió que los términos

“Creativity” y “Creativeness” se adoptaran en el ámbito anglo-sajón.

El reconocimiento del término “Creatividad” en la literatura psicológica, así

como su empleo habitual, ocurrió medio siglo después, es decir, cuando ya existían más

de doscientas publicaciones sobre el tema.

Ahora bien, más allá de aquel “puritanismo lexical” había una intuición muy

interesante. La creatividad toca a lo divino. Pero es otro aspecto el que quiero destacar

y que me parece muy sugerente.

• Los psicólogos han caracterizado a la persona creativa con una serie de notas o

atributos: se ha llegado a identificar como unos 36 pero muchos de ellos son

reiterativos.

• Lo sorprendente es que, cuando los vamos desglosando, nos encontramos con

los rasgos mismos del Jesús que nos perfilan los evangelistas. Podemos decir

que en Jesús, el Dios Creador se ha hecho hombre creativo.

Agudeza en la percepción, apertura a la experiencia. Quien es creativo,

tiene capacidad de observación, de prestar atención hacia lo que acontece

alrededor suyo, es receptivo a la vida. Jesús se fija en las cosas, se fija en la

gente…especialmente en los que están en la cuneta o en los que no dejan

pasar para acercarse a él. No se le escapa un detalle. No anda por la vida con

el corazón miope y el cerebro embotado.

Anticonvencionalismo. No se trata de un anticonformismo excéntrico. Es

lo contrario del “convencionalismo” que sería la rígida observancia de las

convenciones, es decir, de los modos de conducta convertidos en fórmulas

vacuas, y que está relacionado con la personalidad autoritaria. Jesús

subvierte las normas sociales, políticas, religiosas de su tiempo; las conoce,

las asume en parte, pero no es esclavo de ellas. El sábado está hecho para el

hombre y no el hombre para el sábado. Se sienta con publicanos y pecadores.

Rompe fronteras y normas-no porque es un transgresor nato- sino siempre al

servicio de la inclusión, de la misericordia, del amor samaritano.

Autoconfianza y autonomía. Actitud dinámica, capacidad de conducir la

propia vida. En Jesús se conjuga la propia personalidad con una referencia

constante al Padre y al Reino. Esta referencia es la que vertebra su

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personalidad. El peligro de la sociedad en la que nos movemos es de

promover una aparente autonomía muy distorsionada, donde no hay sujeto.

Entonces se vive en clave de un individualismo que, por otra parte, esconde

una gran masificación: la línea de nuestros gustos la marcan las

multinacionales. Y en el otro extremo existe el peligro de una cierta

subcultura monástica en que todavía se premia la heteronomía.

Capacidad de concentración, capacidad de recogimiento. Un saber

orientar la atención hacia lo importante, hacia lo esencial. Es también la

capacidad de reaccionar de forma rápida y congruente ante lo que acontece

en el mundo exterior. Es lo contrario de andar despistado, distraído, inerte,

amorfo, o aturdido por el activismo. Se relaciona con un término muy

querido por la tradición monástica: la vigilancia. Es la capacidad de conectar

con la realidad y con uno mismo. Es vivir desde lo profundo.

Capacidad de liderazgo. ¿De dónde le viene esta autoridad? La capacidad

de aglutinar, de crear comunidad, de entusiasmar. Aquella que muestra

Jesús y aquella que muestran los grandes testigos de nuestra tradición: un

Antonio, un Pacomio, un Agustín, una Sinclética, un Benito, una Radegunda

etc… Una breve puntualización. No todo liderazgo es sano o se corresponde

con los retos de una época. En la película “La ola” se muestra” cómo unos

adolescentes hambrientos de un liderazgo fuerte acaban formando un grupo

que tiene todos los ingredientes de un grupo fascista. La sensación de

pertenencia a un grupo les hace sentirse bien. Pero ¡Qué diferencia con la

comunidad de Jesús¡ En el otro extremo, hay un real peligro que en nuestras

comunidades se sospeche de la gente carismática y se opte por “lo seguro”,

por un liderazgo “gris”, de buenos gestores, de gente piadosa y maja pero sin

garra. Simonton llega a decir que la creatividad es un tipo particular de

liderazgo: “Yo opto por la creatividad como persuasión, como forma de

liderazgo. Una comunidad monástica viene a ofrecer un modo nuevo de

relaciones y de realizaciones. Ella misma debe permanecer en renovación

constante, la comunidad debe “poder” aportar lo que el Espíritu le sugiere al

servicio de todos. Harvey Cox. “el poder es la capacidad de efectuar

cambios”, Guardini” es la facultad de mover la realidad”. P. Tillich” es el

ser que se actualiza a sí mismo oponiéndose a la amenaza de no ser”. El

poder es energía que se hace humana o inhumana en virtud del agente, de

cada uno de los que hacemos uso de ello ¿Cómo se vive el poder en nuestras

comunidades monásticas?

Capacidad de producción divergente. Es la capacidad de idear varias

respuestas diferentes, sabiendo captar qué es una situación problemática

abierta, es decir aquella que no tiene una sola respuesta correcta. Lleva por

tanto a una solución no prevista. Requiere fluidez, flexibilidad y

originalidad. Jesús lo pone continuamente en ejercicio: ¿Dónde hay que dar

culto? ¿En Jerusalén o en el monte Garizim? ¿Hay que pagar el tributo al

César? ¿Hay que lapidar a la mujer adúltera?...En lenguaje popular eso se

llama “el arte de salirse por la tangente, pero la de Jesús no es cualquier

tangente: no es mezquina ni descomprometida ni diplomática sino que abre

posibilidades insospechadas de humanización, de liberación. Ante las

grandes preguntas o los pequeños interrogantes ¿nos contentaremos con

soluciones prefabricadas, dualistas o simplista?

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Capacidad de pensar en imágenes y de manejar símbolos. El símbolo da

de pensar, decía Ricoeur, alimenta nuestro corazón y nuestra mente. Abarca

lo consciente y lo inconsciente, lo racional y lo irracional, une contrarios.

Jesús es maestro en este arte y lo mejor de nuestra liturgia también. Los

padres de la Iglesia, y muchos de ellos fueron monjes, han sido maestros en

la catequesis simbólica, han sido grandes mistagogos.

Capacidad de poner orden en el caos y de integrar contradicciones. Esta

capacidad está relacionada con la falta de temor al desorden. Las personas

creativas se sienten capaces de organizar las situaciones caóticas, no les

importa enfrentarse a ellas. En el proceso creativo hay una dialéctica

incesante y una tensión esencial entre dos tendencias que parecen opuestas:

la tendencia hacia la estructuración y la integración y la tendencia hacia la

ruptura de la estructura. La visión creativa implica un acto de rechazo que

precede el acto de construcción. La estructura del mundo, como la mayoría

de la gente lo ve, tiene que romperse o trascender… Con su vida y con su

muerte en la cruz, Jesús hace pedazos lo que parecía claro, rompe esquemas

y a la vez clarifica, unifica. Y en la última cena, lo escenifica: deshace y

recrea a la vez la pascua judía, y se deja hacer pedazos para alumbrar

creativamente un gesto que es el más constructivo, el más vivificante el más

unificador que hombre haya hecho. .“Destruid ese templo, dice el Señor, y

en tres días lo reedificaré: Él hablaba del templo de su cuerpo.” Desde allí

Juan de la Cruz podrá hablar de la cena que re-crea y enamora.

Capacidad de integrar contradicciones: Las paradojas, las contradicciones

están inscritas en la misma estructura de la realidad: un sistema para poder

seguir vivo ha de exponerse al cambio y a la novedad, y si no lo hace

termina muriendo. Siempre se ha de articular un doble proceso de

conservación y variación. Y también están siempre presentes en nuestra vida

a pesar de que muchas veces preferiríamos negarlas o enmascararlas por

medio de discursos moralizantes o posturas extremadamente idealistas.

Cuando Jesús perfila las bienaventuranzas, que en el fondo son su

autorretrato, está recurriendo continuamente a aquel lenguaje paradójico.

Disponibilidad para asumir riesgos. De acuerdo con el diccionario de María

Moliner, riesgo es la “exposición, peligro o posibilidad de que ocurra una desgracia

o un contratiempo”. La asunción de riesgos, en sentido positivo, no se refiere a la

audacia o irresponsabilidad de “lanzarse sin paracaídas”, de hecho en el relato de

las tentaciones, Jesús se niega a hacerlo, sino a disponerse a actuar a conciencia

después de haber sopesado los pros y los contras de una situación. El optimismo de

Jesús no es un optimismo iluso. Sabe que los dos tercios de la semilla sembrada se

va a perder, sabe que sus discípulos le van a fallar…Decía Simone Weil: “Lo mío

es pensar en Dios; pensar en mi es asunto suyo”.

Sensibilidad a los problemas Tendencia a concebir como “problema”, es decir,

como una situación que puede ser mejorada o cambiada, lo que otras personas

tienden a considerar como algo dado, inevitable o inmodificable.

Emotividad, calidez, intuición

Con este trasfondo podemos afirmar que Jesús se presenta como el hombre

creativo por excelencia. El teólogo Bruno Forte lo ha expresado con nitidez

en una página muy bella: “El nazareno no busca el consenso fácil, no satisface las

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expectativas de los hombres sino que las subvierte. Lo vemos en su estilo de vida,

en su forma de relacionarse, de situarse respecto al mundo político, económico,

religioso de su tiempo. Nunca se deja marcar la pauta por guiones preestablecidos.

No se hace esclavo de ningún sectarismo o legalismo. Se muestra enteramente

libre de prejuicios. Su libertad de sí mismo, de las cosas y de los hombres hace de

él alguien extremadamente creativo. Es libre de sí: es humilde; es libre de las cosas:

es pobre.

Es libre de los otros: es puro de corazón, que se acerca a los otros no para

poseerlos o instrumentalizarlos sino para amarlos como son y para darse a ellos

desinteresadamente. El celibato de JESÚS no es nunca fuga o turbación sino una

extraordinaria capacidad de hacerse todo para todos, de ir siempre a la relación sin

prejuicios ni temores. Su pobreza no es desprecio del mundo o de los hombres: amó

tiernamente la gente, supo usar de las cosas y ver su belleza.

Pobre respecto al pasado, y por ello pronto al futuro; pobre respecto al presente, y

por ello capaz de cambiarlo con fantasía y creatividad, pero también con

extraordinaria sensatez, el profeta galileo es pobre frente al futuro, cuya oscuridad

y pesadez advierte, aunque también sabe ir a su encuentro venciendo la tentación

del miedo por medio de un completo abandono en manos de su padre.”5

• Podemos hacer un test:

Estos rasgos de Jesús, ¿Son los nuestros también? Si nos atrevemos a

preguntarnos hasta el fondo:

• Viviremos el reconocimiento agradecido por sus dones en nosotr@s y en

nuestras comunidades.

• Cuidaremos nuestro crecimiento personal y comunitario.

• Identificaremos las trabas que impiden que su vitalidad y su creatividad se

desplieguen en nuestra vida personal y comunitaria.

El hogar vivo de la Palabra

Lo único profusamente adornado en el icono es el evangeliario. El iconógrafo

nos quiere indicar que la perla preciosa, el tesoro escondido se halla bajo las

tapas del evangelio, en la mano de Cristo. Cristo no luce los atributos del poder

que da la riqueza sino que invita a centrar los ojos y el corazón en la Palabra,

entrando en la experiencia de todos los grandes buscadores de Dios que nos ha

precedido en el camino monástico.

La lectio divina es un acto de creación. El “Evangelio eterno” se hace vida aquí

y ahora: “El Espíritu toma una página del evangelio, la personaliza, le da vida

para que palpite dentro de nosotros, hasta el punto que florezca y se convierta

en opción personal, en novedad de vida”.6

5 Forte, Bruno. Jesús de Nazaret. Historia de Dios. Dios de la historia. Ed. Paulinas, Madrid, 1983, p. 229.

6 Vanni, Hugo. o.c. p. 99

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El P. Dumortier ha podido afirmar que: “la lectio divina es una lectura entre dos”

en el diálogo en que se establece la comunicación, más que mediante las

palabras, por medio de los signos del amor. En el fondo es lo que afirma San

Gregorio: “Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios”.

La lectio es el espacio de una nueva creación donde dejamos al Espíritu que

vaya aleteando sobre nuestras aguas, cubriéndonos con su sombra, para alumbrar

en nosotros el hombre nuevo a imagen de Cristo Jesús.

Dejarse recrear

No siempre nuestra imagen de Dios coincide con la de Jesús y puede tener más

rasgos de “ídolo” de lo que nos atrevemos a confesar. En cada un@ de nosotr@s

, coexisten el hombre viejo , que pacta de mil formas con lo que nos aleja del

Reino de Dios y el coraje de ser del hombre nuevo…

En cada una de nuestras comunidades coexisten también la acomodación

aletargada, la coexistencia superficial, la inconsciencia descomprometida con la

atracción que nos une en torno a Él y nos hace compartir juntos su proyecto.

Por eso necesitamos “pegarnos” al Evangelio constantemente y dejar que sea el

Espíritu quien nos haga reconocer a Aquel que Jesús llama “Abba, Padre”.

La lectio se transforma entonces en espacio para la transformación personal e

institucional, “situándolo todo desde al amor compasivo de Dios”… En ella

recibimos el don y la tarea de “no anteponer nada al amor de Cristo.”

La fidelidad creadora está marcada por la señal de la cruz

• Vivir en respuesta al Espíritu de Jesús, en fidelidad creativa al proyecto del

Padre supone también exponerse a la oscuridad de la búsqueda interior; a las

tensiones y conflictos de una búsqueda común; a la oposición y el rechazo de

los que no desean buscar.

Amaneceres y ocasos

• El ritmo de la liturgia de las Horas marca nuestros amaneceres y nuestros

ocasos… Ella nos enseña a situarnos creativamente en la creación. A lo largo

del día recorremos, en compañía del Dios-Amor, el camino que va desde el

Génesis hasta el Apocalipsis... pero la pista de aterrizaje siempre es el “aquí y

ahora”. “La liturgia está destinada a ser una realidad que causa estragos en la

vida cotidiana.” 7

LAUDES

7 Joan Chittister. Odres nuevos. Sal Terrae Santander, 2003, p.97.

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• En el principio: Génesis: la creación. Nos situamos como criaturas recién

estrenadas.

• En el principio: la mañana de la resurrección. Contemplamos al Resucitado que

todavía pasea por el jardín; aquel que también nos saldrá al paso sin que lo

reconozcamos de entrada, quizás, a lo largo del día que empieza...

• Desde aquel principio estamos llamados vivir el presente como presente, como

regalo, y a hacer de nuestro día un presente para los demás

• . El Creador nos invita a ser co-creadores. El Salvador nos invita a ser

portadores de su vida y de su resurrección, a “preparar su camino ”.

• Cada día la Iglesia nos ofrece rondar en torno a la tumba vacía al amanecer...y

poder acoger y expresar a lo largo de todo el día que “¡En verdad, ha resucitado

el Señor!”

VÍSPERAS

• “Todo está cumplido”: Contemplamos a Aquel en quien se cumplieron todas las

promesas, al Cristo glorificado a través y más allá de su humillación y su

muerte. Nos muestran la cruz como “misteriosa cuna de un mundo nuevo”. El

tono lo marcan los himnos cristológicos paulinos.

• Todo está cumplido, pero no del todo: la historia sigue abierta hasta que Él sea

todo en todos, pero ya no hay vuelta atrás. “Grandes y maravillosas son tus

obras, Señor”. La oración pascual se prolonga en oración escatológica: Son los

Cánticos del Apocalipsis.

• Nosotros hemos cumplido- que es otra forma de decir “hemos amado”- lo que

hemos podido; nos ha quedado mucho sin hacer y nos queda mucho por hacer. Y

la palabra nos anima: “Por aquí está el camino del evangelio, no os despistéis.”

(Lecturas breves).

• Por eso el tono de las Vísperas, del atardecer es el de la esperanza confiada. Y

esta esperanza no es tampoco evasión… Decía Ruiz de la Peña que: “No hay

nada más comprometedor que la esperanza”. Ella nos indica que “otro mundo

es posible”.

• La revitalización de nuestra vida litúrgica no pasa primordialmente a través de

una redefinición de sus formas, a través de parapetarnos detrás del antifonario o

de las rúbricas ni tampoco a través de echarle guitarra o música de relajación al

asunto. Pasa esencial y primordialmente a través de un adentrarnos cada vez más

hondamente en el misterio del Cristo que nos presenta la liturgia, en la

experiencia pascual, en la corriente de vida trinitaria en la que nos introduce…

Cuando salimos de Laudes y de Vísperas, ¿hemos encontrado más luz, más

gozo, desde el Señor, para sumergirnos en este mundo tal como es? Eso es lo

esencial.

Márgenes, umbrales y caminos

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• Como lo afirma Mercedes Navarro, “la metáfora de la frontera se puede

entender de manera estática, en este caso se visualizan los límites como

prohibiciones y los bordes como contención y control. La frontera también

puede ser entendida como un linde que marca no sólo la separación y la

delimitación de espacios (la clausura) sino también un sendero (por los caminos

del evangelio), lugar de paso, travesía. Especialmente “limen”: tierra de nadie

y de todos, lugar fecundo de cruce, lugar también de refugio y de libertad, zona

de prueba, de ensayo y de riesgo”. Cuando optamos por el ecumenismo o el

diálogo interreligioso, cuando las monjas reflexionan sobre su propia identidad

y se salen de sus roles, no nos estamos sacando de la manga novedades raras

sino que nos estamos reencontrando con nuestra propia tradición: la de encontrar

nuevas pistas y explorar nuevos territorios. Al fin y al cabo, los primeros monjes

vivieron en tierras de proscritos y de bandoleros y cultivaron la paradoja.

Transparentar al Dios “amigo de los hombres”.

• No es casualidad si este icono- imagen de la alteridad cordial - fue ejecutado

para ser venerado en el monasterio de Bawit. En sus orígenes, fue el Abad

Apolo quien desempeñó el servicio que ahora ocupaba Mena. Así actuaba y

hablaba Apolo, según testimoniaron unos monjes hospedados en su casa: “Nos

abrazó. Nos hizo entrar y, después de haber rezado con nosotros y de habernos

lavado los pies con sus propias manos, nos invitó a comer. Has visto a tu

hermano, dice la escritura, Has visto al Señor, tu Dios.”

• Mena muestra a Cristo a la vez que bendice: lo muestra con una bendición, que

refleja y transparenta al Señor. Con Él y como Él se siente llamado a caminar

con paciencia atenta y cordial, a escuchar sin falsas pretensiones de

superioridad, a ofrecer una palabra de vida que brota del silencio, a apoyar sin

imponer o suplantar. El icono nos muestra de forma nítida una alteridad que

sabe caminar dialogando. La alteridad supone consistencia personal y apertura al

otro (lo contrario de la inconsistencia y de la rigidez), es una alteridad en

camino, dinámica (lo contrario del inmovilismo o todavía peor de la involución),

es una alteridad en diálogo.

• El amor es creativo ¿Sabremos acompañar a nuestros hermanos en su búsqueda?

¿Sabremos dejarnos acompañar por ellos en la nuestra? El Concilio Vaticano II

en la Dei Verbum presenta la divina revelación como un diálogo mediante el

cual “en su gran amor Dios habla a los hombres como a amigos y conversa con

ellos”. El amor es siempre interpretativo y dialogal. Nuestra vocación cristiana

y monástica es vivirlo en nuestra lectura de la palabra y también – y desde ella –

encarnarlo en nuestra lectura de la realidad, de la historia, y del corazón de las

personas que se nos cruzan por el camino.

• En nuestras relaciones podemos ser profundamente creativos o

destructivos…Cristo descubre en cada hombre posibilidades insospechadas, sed

de vida auténtica. Él nos invita a suscitar esta calidad de confianza,

comunicación e inclusión en un mundo también en una iglesia, en unas

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comunidades) marcado a menudo por la desconfianza, la incomunicación, la

imposición y la exclusión. Esto es una responsabilidad personal, comunitaria y

eclesial.

• Detrás de la aparente autosuficiencia y superficialidad de muchos de nuestros

contemporáneos se esconden mucha sed de vida plena y muchos miedos, como

lo apunta Zygmund Bauman al perfilar las características de la “sociedad

líquida” y como lo expresa gráficamente un poema en prosa de Eduardo

Galeano: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.

Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.

Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.

Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser

atropellados. La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo

de decir. Es el tiempo del miedo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre y

miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a los ladrones, miedo a la

policía.

Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión.

Miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para

despertar. Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo

que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.”

2. Una historia de desinstalación fecunda

• Mirar este antiguo icono perteneciente a la tradición monástica copta ha sido un

cauce para abrirnos a ese doble don del espíritu que son el enraizarnos en nuestra

tradición y despertar nuestra capacidad de crear. Y también lo será hacer

memoria de su historia; una historia desconcertante y azarosa, pero también

sugerente y esperanzadora.

• Los hechos y las fechas en su desnudez (no hay nada mejor que una buena

cronología, dice a menudo Celia Amorós) nos pueden llevar a un

cuestionamiento de nuestros providencialismos tranquilizadores, pero también

pueden sacarnos de la intranquilidad estéril, reavivando nuestra confianza y

nuestra adhesión al Señor de la historia, el único que puede darnos horizonte y

perspectiva.

La comunidad viva representa a su Señor

• El iconógrafo anónimo, probablemente un monje, que representó a Cristo y a

Abba Mena, plasmó con sus pinceles y pigmentos la experiencia espiritual del

monasterio de Bawit, fundado hacia el año 385.

• Cuando el artista seleccionó y preparó la tabla de madera en la que iba a realizar

su obra maestra, el cenobio vivía una fase de vitalidad y esplendor. Los monjes

llevaban trescientos años plasmando un icono con su propia vida, mostrando

algo del rostro de Cristo para sus contemporáneos

• Cuáles eran las claves de la vitalidad y pujanza del monacato cenobítico copto

de cuño pacomiano? Podemos afirmar que se desplegó en cuatro dimensiones

importantes:

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• Una poderosa capacidad de testimonio

• Una encarnación y acogida de las mejores inquietudes espirituales de su

tiempo.

• Un signo positivo y alternativo

• Una fidelidad a la historia

• Hemos de identificar los valores perdidos y las principales necesidades de una

cultura, no siendo un simple reflejo sino un desafío para que “la cultura asuma

sus demonios, transmita sus dones y desarrolle su propia sabiduría”. Eso supone

también que personal y comunitariamente asumamos nuestros demonios,

transmitamos nuestros dones y desarrollemos nuestra sabiduría .

Las ruinas y el desierto

• Del monasterio de Bawit, que se elevaba en tiempos de Abba Mena, hoy sólo

quedan ruinas. En un proceso de degradación y abandono imparable las

dependencias del cenobio se fueron sepultando bajo la arena a partir del siglo

XII.

• Los momentos de grandes cambios culturales exigen respuesta. El paso de la

cultura moderna a la postmoderna, el paso de un régimen de cristiandad a una

era en parte “poscristiana” también la exigen hoy.

• La vida monástica nace en el desierto: un desierto asumido, habitado,

interiorizado; pero también puede perecer insensiblemente y agostarse como las

regiones en vías de desertificación.

• Es importante discernir qué aspectos de nuestras instituciones y de nuestras

actitudes conducen al declive de nuestras comunidades y cuáles contienen

semillas de futuro. En Chile hay muchos terremotos. Los edificios antisísmicos

tienen que ser robustos, no demasiado altos en lo posible y flexibles, con

márgenes de oscilación. La gente que vive en ellos tiene que tener la capacidad y

entrenamiento para saber cuándo tienen que salir y el mejor sitio para aguantar

son los dinteles, los umbrales y el campo raso, porque en cuanto más grande y

pesado es un edificio, más peligro se corre si se cae encima de la gente.

Turistas y estudiosos

• Ocultas durante siete siglos, las ruinas de Bawit fueron descubiertas en 1902 por

los miembros del Instituto francés de Arqueología del Cairo que se llevaron los

vestigios más valiosos y sugerentes de la iglesia copta al museo del Louvre.

Durante años la “Sala Bawit” del museo sólo fue frecuentada por estudiosos de

la antigüedad cristiana y algún que otro turista despistado que se había alejado

del tropel de los que iban, cámara en ristre, a ver a la Gioconda. Actualmente,

después de una remodelación total del espacio museístico en el año 1997, la

presentación de las piezas coptas ha ganado mucho en atractivo y es más

frecuentada.

• Por nuestros claustros y nuestros archivos también van desfilando turistas y

estudiosos. Nuestra larga historia, el enraizamiento local de nuestras

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comunidades, nos ha hecho atesorar un pasado riquísimo pero si nos centramos

demasiado en ampliar y gestionar nuestros “graneros culturales y espirituales”

puede ser que nuestro glorioso pasado esté ocultando o siendo un lastre para

vivir bien nuestro presente. Corremos el peligro de dejar de ser buscadores sino

de dedicarnos tan solo a ser gestores. Corremos el peligro que nuestra función

suplante nuestra vocación.

La “invención” y el asombro orante

• Sin embargo el auténtico lugar de “renacimiento” y “visibilización” del icono no

ha sido el museo sino la comunidad monástica de Taizé. Asombrados por su

belleza, tocados interiormente por su mensaje, los monjes desde hace algunos

años instalaron una reproducción del icono en la iglesia de la reconciliación. Y

desde entonces no han parado de orar ante él jóvenes de toda procedencia y se

ha difundido su reproducción en muchos ámbitos cristianos.

• ¿Quién sacó al icono del museo? Se sacó él mismo. El icono sencillamente “se

escapó” del museo. Su valor intrínseco y fuerza expresiva hicieron el milagro.

Salió al encuentro de quien tenía ojos para ver. Y los que tuvieron ojos para ver

fueron precisamente los hombres que en la dinámica de lo provisional,

volviendo a las fuentes y abriéndose a lo desconocido, estaban reinventando la

vida monástica.

Conclusión

En el Oviedo de toda la vida, durante años, hubo unos almacenes en la calle Uría, que se

llamaban “Almacenes Pelayo” y en la fachada tenían un cartel grande que ponía “al tres

por uno”. Mi conclusión también va a ser “al tres por uno”:

En el congreso de abades benedictinos del año 2004, Bernardo Olivera finalizó

su comunicación diciendo: “En el purgatorio hay más monjes que pecaron por

fidelidad servil a la tradición que por creatividad osada por comunicar enriquecida

dicha tradición.”

En la ponencia de Dolores Aleixandre para el congreso sobre la vida religiosa en

Roma, que tituló “buscadores de pozos y caminos” ella afirmaba: ¿Cómo evitar que la

aventura que un día emprendimos, nacida de un apasionamiento por el Señor y su Reino,

derive hacia una tibia moderación y se convierta en un aburrido complimiento de normativas y

costumbres? ¿ No estamos gastando nuestras energías en conservar y retener una figura de

vida religiosa y unas formas históricas que nacieron criticables y provisionales? ¿ No estamos

ya en el momento de dejar de repetir lo que ya veníamos haciendo para abrirnos

definitivamente a lo que está delante de nosotros, a la novedad que el Espíritu está creando?

Concluiré diciendo:

• Como lo narra Ezequiel en su relato simbólico sobre la gloria del Templo, el

Cristo que nos acompaña, se alejará o se escapará de todo corazón demasiado

estrecho para contenerle, de toda institución demasiado segura de poseerle. Allí

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donde encuentre atracción apasionada, escucha, coherencia receptiva y

creadora, disposición a compartir y a caminar, instalará su morada.

• Cristo que ha llamado abba Mena a seguirle y lo ha acompañado en su misión,

en las dunas de los desiertos de Egipto, apoya y acompaña también hoy nuestra

vida monástica. En aquel abad canoso podemos ver reflejada nuestra secular

tradición monástica, con colores de ocaso a sus espaldas. Pero también podemos

ver, como en un espejo, la calidad de relación y las actitudes que pueden hacer

de este anochecer un tiempo de crecimiento y de este caminar un encuentro de

salvación.

• El Espíritu Santo es memoria y es novedad, es permanencia y es cambio. Por eso

es espíritu de vida y de amor. La ayuda del Espíritu no puede faltarnos, pero sólo

el valor de arriesgarse con él realiza la belleza de nuestra vocación, según el

despliegue que Dios desea para nosotr@s, proyectándonos como don, como

carisma para la Iglesia y para la familia humana.