Trabajo de Las Pinturas
-
Upload
rodrigo-chavez-hernandez -
Category
Documents
-
view
219 -
download
3
description
Transcript of Trabajo de Las Pinturas
“LOS CABALLOS MOTEADOS.”
Los caballos moteados de las pinturas rupestres fueron reales
Un estudio demuestra que el arte rupestre era realista y no simbólico. Los
científicos señalan que los caballos pintados en las cuevas eran así. El arte
rupestre muestra una visión realista de la naturaleza, y no simbólica como se creía
ampliamente entre los paleontólogos. Así lo revela un estudio publicado en la
revista Proceedings of the National Academy of Sciences que señala que los
caballos moteados pintados durante el Paleolítico existieron realmente, y no
fueron una imaginación de los artistas cavernícolas.
Estos animales, retratados por los pintores prehistóricos en las paredes de las
cuevas, no son visiones expresivas o abstractas, sino que por el contrario reflejan
las especies presentes en la naturaleza en el momento de ser realizadas.
Los científicos se concentraron en las representaciones de una especie concreta
de caballo moteado, cuyas manchas responden a un fenotipo de caballo salvaje
ya desaparecido, que pueden verse en las famosas pinturas de Los caballos
moteados de Pech-Merle de Francia.
Las pinturas están estrechamente relacionadas con la apariencia real de los
animales.
"Nuestros resultados sugieren que en algunos casos las pinturas prehistóricas
están estrechamente relacionadas con la apariencia real de los animales
retratados y que cualquier connotación simbólica o trascendental no está señalada
por el color o el modelo de estas pinturas", afirma el estudio.
Todos los fenotipos de color en los animales que se ven en estas pinturas,
concluyen los investigadores, ha sido comprobado que existieron en poblaciones
de caballos prehistóricas ya desaparecidas.
“NUESTRA SEÑORA
DEL PERPETUO SOCORRO”
La Virgen del Perpetuo Socorro es una advocación mariana. La imagen original
es un icono procedente de Creta y venerado en Roma en la iglesia de los
Agustinos, a finales del siglo XV, y desde 1866 en la iglesia romana de San
Pedro. La datación del icono es difícil de precisar. Unos los sitúan entre siglos X y
XI, y otros a comienzos del siglo XV. Su festividad se celebra el 27 de junio.
El icono original está en el altar mayor de la iglesia de San Alfonso, muy cerca de
la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. El icono de la Virgen, pintado
sobre madera, de 21 por 17 pulgadas, muestra María con el Niño Jesús. El Niño
observa a dos ángeles que le muestran los instrumentos de su futura Pasión
mientras agarra fuertemente con las dos manos la de su Madre, quien lo sostiene
en sus brazos. El cuadro recuerda la maternidad divina de la Virgen y su cuidado
por Jesús desde su concepción hasta su muerte.
Según una tablilla colocada antiguamente al lado del icono con los orígenes de la
imagen, la cuna de este cuadro fue la isla de Creta, en el mar Egeo. Un mercader
sustrajo el icono de una iglesia, lo escondió entre su equipaje y se embarcó
rumbo a otras tierras. Durante la travesía sobrevino una gran tempestad y los
pasajeros se encomendaron a Dios y a la Virgen. La leyenda cuenta que el mar
recuperó su calma y el pasaje arribó a puerto seguro.
Poco después el merca de llegó a Roma con el cuadro y, tras algunas
resistencias de la familia, el icono pasa a ocupar un lugar preferente en la iglesia
de san Mateo, regentada por los agustinos. Era el año 1499, en tiempos del papa
Alejandro VI. La iglesia de san Mateo era un templo menor entre las grandes
basílicas de San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. Allí permaneció la
imagen del Perpetuo Socorro durante trescientos años. Los escritores de la
época narraron ampliamente los milagros atribuidos a la imagen. El siglo XVII
parece ser el más intenso en la devoción y culto a la Virgen del Perpetuo Socorro.
En febrero de 1798, con la invasión de Napoleón, sus tropas se apoderan de
Italia y destruyen en Roma más de treinta iglesias, entre ellas la de San Mateo.
Los religiosos agustinos salvan el icono y se lo llevan consigo a una pequeña
capilla, quedando allí sin culto popular y en el olvido.
En 1855 los Redentoristas compran unos terrenos al lado de la Via Merulana,
muy cerca de Santa María la Mayor. Se llamaba Villa Caserta y en su interior
algún día estuvo edificada la iglesia de San Mateo. A través del padre Miguel
Marchi se descubre en 1865 el paradero del icono. El 11 de diciembre de 1865,
los hijos de San Alfonso María de Ligorio, solicitan al Papa la concesión del
Perpetuo Socorro. El 19 de enero de 1866 la imagen regresa a la iglesia de San
Alfonso, en el mismo emplazamiento donde había estado tres siglos.
Restaurada la imagen, ocupa el centro del ábside de la iglesia de San Alfonso y
su devoción e influencia se extiende a los cinco continentes. El Papa Pío IX dijo,
en la audiencia al Superior General de los Redentoristas el 11 de diciembre de
1865: "Den a conocerla a todo el mundo". Juan Pablo II, en su autobiografía "Don
y misterio", al referirse a los orígenes de su vocación sacerdotal, afirma: "No
puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su
forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice.
Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del
Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases,
acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas
de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen".
Atemorizado por la visión de dos ángeles que le muestran los instrumentos de la
Pasión, el Niño Jesús ha corrido hacia su Madre, perdiendo casi una de sus
pequeñas sandalias en su precipitada huida. María lo sostiene en sus brazos de
manera protectora y amorosa. Pero presta atención a sus ojos. Su mirada esta
fija no en Jesús sino en nosotros. ¿No es este detalle un toque de genialidad?
¿Qué mejor manera de expresar el interés de Nuestra Señora en nuestras vidas y
crecimiento espiritual?
Las pequeñas manos de Jesús también están sujetas a las de María como una
forma de recordarnos a nosotros que, así como en la tierra él se puso
enteramente en su manos buscando protección, así ahora en el cielo él nos
confía a cada uno de nosotros en sus tiernos y amorosos cuidados.
Este es el mensaje principal del cuadro, un icono bizantino, que no obstante, está
repleto de otros símbolos. He aquí algunos de ellos:
1. Iniciales en griego para "Madre de Dios"
2. Corona. Fue añadida al cuadro original por orden de la Santa Sede en 1867.
Es un tributo a los muchos milagros obrados por Nuestra Señora bajo la
advocación del "Perpetuo Socorro".
3. Estrella en el velo de la Virgen. Ella es la Estrella del Mar… que trajo la luz
de la luz al mundo en tinieblas… la estrella que nos conduce al puerto seguro del
Cielo.
4. Inicial griega para "San Miguel, el arcángel". Sostiene la lanza y la esponja de
la Pasión de Cristo.
5. Inicial griega para "San Gabriel, el arcángel". Sostiene la cruz y los clavos.
6. La boca de María. Es pequeña para significar un recogimiento silencioso. Ella
habla poco.
7. Los ojos de María. Son grandes para todos nuestros problemas. Están vueltos
siempre hacia nosotros.
8. Túnica roja. Los colores que llevaban las vírgenes en los tiempos de Cristo.
9. Iniciales griegas para "Jesucristo".
10. Las manos de Cristo. Con las palmas boca abajo y dentro de las de su
madre, indican que las gracias de la redención están bajo su custodia.
11. Fondo amarillo. Es el símbolo del cielo, donde Jesús y María están ahora
entronizados. El amarillo también brilla a través de sus ropas, mostrando así la
felicidad celestial que puede traer a los cansados corazones humanos.
12. Manto azul oscuro. Es el color que usaban la madres en Palestina. María es
las dos cosas a la vez: virgen y Madre.
13. Mano izquierda de María. Sostiene de manera posesiva a Cristo. Ella es su
madre. Es una mano consoladora para todo el que acuda a ella.
14. Sandalia caída. ¿Ha casi perdido Jesús su sandalia corriendo hacia María en
busca de consuelo ante el pensamiento de su Pasión?
“LAS LANZAS O RENDICION DE BREDA”.
DIEGO VELÁZQUEZ
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, (Sevilla, hacia el 5 de junio de 1599 -
Madrid, 6 de agosto de 1660), conocido como Diego Velázquez, fue un pintor
barroco, considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y
maestro de la pintura universal. Pintor español. Además de ser la personalidad
artística más destacada de su tiempo, Diego Velázquez es también la figura
culminante del arte español.
Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de
iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24
años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro
años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los
pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. En su madurez, a
partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda.
“LAS LANZAS O LA RENDICIÓN DE BREDA”.
En este gran cuadro, Velázquez nos muestra un episodio histórico sucedido
en Breda (Holanda) en 1625, cuando los tercios españoles derrotaron a los
holandeses y tomaron la mencionada ciudad, acontecimiento incluido en la
guerra de los treinta años que finalmente acabaría con la derrota de España y
la independencia de los Países Bajos.
En la escena puedes observar cómo, en un paisaje donde todavía humean los
restos de la batalla, los españoles están a la derecha y los holandeses a la
izquierda. Ambos grupos llevan vestimentas diferentes y armamento desigual,
los españoles lanzas y los holandeses picas y fusiles. El protagonismo lo
ostentan, en el centro de la composición, dos personajes, el español
Ambrosio de Spínola a la derecha, recibiendo la llave de la ciudad de Breda,
que humildemente le entrega el gobernador, Justino de Nassau, en señal de
rendición y sometimiento.
La tranquilidad, el sosiego y el profundo respeto por los personajes, tan
típicos de las obras de Velázquez, aparecen también aquí. La dignidad del
vencido, que se inclina sumisamente ante el vencedor tiene su réplica en la
actitud cariñosa y tierna de éste, que le sonríe cortésmente y le da una
palmadita en la espalda. Velázquez huye de convencionalismos y el tema
bélico nos lo muestra con exquisita sensibilidad: sangre, muerte y destrucción
quedan sólo insinuadas por las humaredas del fondo y no hay generales
victoriosos soberbios y engreídos. Todo lo contrario, el general español hace
gala de una virtud excepcional: la clemencia y la compasión hacia el vencido,
huyendo de toda humillación. El objeto simbólico central del cuadro, la llave,
queda destacado por su situación central y, sobre todo, por el contraste entre
su color negro y el fondo de tonos claros que se sitúa inmediatamente detrás.
Las lanzas españolas realzan la perspectiva del paisaje posterior y varias
aparecen torcidas para dar mayor veracidad.
El realismo es total y puedes apreciar incluso las texturas diferentes de los
tejidos: lana, bordados, gasa, seda, ante, etc. Velázquez se recrea en la
representación de los personajes y los estudia sicológicamente, convirtiendo
esta obra en una galería de retratos. Si te fijas, verás a los españoles más
contentos que los holandeses, no en vano son los victoriosos y llevan
enormes patillas y gruesos bigotes. El paisaje del fondo es plano y brumoso
como corresponde a esa zona, aunque sabemos que Velázquez nunca estuvo
en Holanda.
La rendición de Breda o Las lanzas es un óleo sobre lienzo, estilo barroco.
Medidas 307cm x 367cm, pintado entre 1634 y 1635 por Diego Velázquez y que
se conserva en el Museo del Prado de Madrid, España, desde 1819.
“EL BESO”
GUSTAV KLIMT
Gustav Klimt (Baumgarten, 14 de julio de 1862 – Alsergrund, 6 de febrero de
1918) fue un pintor simbolista austríaco, y uno de los más conspicuos
representantes del movimiento modernista de la secesión vienesa. Klimt pintó
lienzos y murales con un estilo personal muy ornamentado, que también manifestó
a través de objetos de artesanía.
Pintor austriaco. Fue la figura más representativa del modernismo pictórico
(Jugendstil) en el mundo de habla alemana. Se formó en la escuela de artes
aplicadas de su ciudad natal y triunfó como autor de grandes pinturas decorativas
en un estilo de corte academicista, del que constituyen un buen exponente las
pinturas de la escalera del Museo de Historia del Arte de Viena.
La etapa dorada de Klimt vino determinada por un progresivo acercamiento de la
crítica y un gran éxito comercial. Muchas de sus pinturas de este período
incorporan pan de oro a la pintura, aunque éste era un medio que Klimt. Las obras
más notables realizadas en esta etapa fueron sin embargo el Retrato de Adele
Bloch-Bauer I (1907) y El beso (1907-1908).
“EL BESO”
El caso de Gustav Klimt es un tanto excepcional ya que su peso e influencia en la
historia del arte no es tan destacada como la de otros artistas mencionados en la
lista; sin embargo El beso es una de pinturas más reconocibles, uno de los iconos
del movimiento Art Nouveau, una de las obras que más merchandising vende y la
principal causa de que muchas personas admitan que Klimt es uno de sus pintores
favoritos.
El beso (original en alemán: Der Kuss) es una obra del pintor austríaco Gustav
Klimt y probablemente su obra más conocida. Es un óleo sobre lienzo de 180 x
180 centímetros, realizado entre 1907-08.
Esta obra, que sigue los cánones del Simbolismo, es una tela con decoraciones y
mosaicos y fondo dorado. Está expuesta en la Österreichische Galerie Belvedere
de Viena.
El Beso fue su obra maestra. Con ella culminaba su investigación sobre el tema
del deseo humano a fines de la fase dorada. Esta obra era el símbolo de la
reconciliación y unión de los sexos.
La fase dorada era la etapa dominada por el decorativismo donde el uso del oro
en las pinturas era primordial. También se caracterizaba por las líneas sinuosas
que se adueñaban del conjunto y el tratamiento de la superficie pictórica a modo
de mosaico.
Esta pintura celebraba la belleza y el erotismo. Muestra dos amantes que se
fusionan en un frenesí de coloridas formas y joyas en un estilo contemporáneo.
Aquí vemos a una pareja abrazada encarnando la felicidad erótica imperturbable.
Miremos como sus cuerpos están encerrados en un mágico capullo de oro, del
que apenas escapan las cabezas y las manos.
Esta pintura era quizás una alegoría de la brevedad de la juventud, de lo efímero
de la estación más favorable al amor.
En este cuadro la perspectiva tradicional tiende a desaparecer ante el empleo de
la bidimensionalidad ornamental. Klimt anuló toda profundidad espacial.
Pareciera que estuvieramos viendo a través de un caleidoscopio.
Klimt dibujó una alfombra de flores con un fondo dorado porque le recordaba
mucho las decoraciones de mosaicos que él admiraba en el arte bizantino e
italiano. Klimt observó muchos mosaicos cuando visitó Ravenna, Italia en 1903.
La vestimenta del hombre estaba decorada con formas geométricas masculinas
en negro y blanco, pero dentro de ellas habían patrones de curvas que reflejaban
a aquellas dentro de la vestimenta de la mujer. Además de simbolizar la unión de
ella con él.
La vestimenta de la mujer consistía en coloridas flores que coordinaban con la
alfombra de flores en la que ella estaba arrodillada. Su vestido también contenía
elementos geométricos que simbolizaban su unión con el hombre.
Eran particularmente expresivas las manos tocándose y los gestos de los dedos.
Al artista le fascinaban las manos y ellas a menudo eran un elemento importante
en su trabajo.
Las caras eran característicamente escondidas o impasibles.
A diferencia de otras obras donde Klimt muestra a las mujeres fatales, aquí esta
vez la mujer se entrega al hombre, que es un ser activo, es él que lleva la fuerza y
da el beso, mientras la mujer, afronta esto con pasividad.
Si observamos más detenidamente, los dedos de las manos de ella y sus pies
aparecen contraídos.
¿Rebeldía? Algunos críticos lo han interpretado como un rechazo ante la agresión
al que la somete el hombre, intentando evitar el dominio masculino sin un
resultado positivo.
Quizás el elemento más extraño era el precipicio, símbolo del peligro al que podría
dirigirse la relación, por lo que la mujer se aferra con sus pies a la pradera. Mira
como el prado se interrumpe bruscamente y el fondo dorado sugiere un abismo.
Todo sugiere que los amantes se encuentran en una situación inestable, precaria,
tal vez peligrosa.
Salvador Dalí
Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, marqués de Dalí de Púbol (Figueres,
11 de mayo de 1904 – ibídem, 23 de enero de 1989), fue un pintor, escultor,
grabador, escenógrafo y escritor español, considerado uno de los máximos
representantes del surrealismo.
Salvador Dalí es conocido por sus impactantes y oníricas imágenes surrealistas.
Sus habilidades pictóricas se suelen atribuir a la influencia y admiración por el arte
renacentista. También fue un experto dibujante. Los recursos plásticos dalinianos
también abordaron el cine, la escultura y la fotografía, lo cual le condujo a
numerosas colaboraciones con otros artistas audiovisuales. Tuvo la habilidad de
forjar un estilo marcadamente personal y reconocible, que en realidad era muy
ecléctico y que vampirizó innovaciones ajenas. Una de sus obras más célebres es
La persistencia de la memoria, el famoso cuadro de los relojes blandos, realizado
en 1931.
Como artista extremadamente imaginativo, manifestó una notable tendencia al
narcisismo y la megalomanía, cuyo objeto era atraer la atención pública. Esta
conducta irritaba a quienes apreciaban su arte y justificaba a sus críticos, que
rechazaban sus conductas excéntricas como un reclamo publicitario
ocasionalmente más llamativo que su producción artística. Dalí atribuía su amor
por todo lo que es dorado y resulta excesivo, su pasión por el lujo y su amor por la
moda oriental a un autoproclamado linaje arábigo, que remontaba sus raíces a los
tiempos de la dominación árabe de la península ibérica.
“LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO”.
La tentación de San Antonio realizado en 1946, está pintada al óleo sobre lienzo,
es surrealista y mide 90 x 119,5 cm
Descripción
En el cuadro se muestra a san Antonio Abad en un desierto, arrodillado y
sosteniendo una cruz hecha con dos varitas para protegerse de las tentaciones
que lo atacan, con el antiguo gesto del exorcismo. Estas son representadas por un
caballo y una fila de elefantes, todos estos con sus patas alargadas de forma
grotesca y cada uno cargando con una tentación. El cuadro describe literalmente
las tentaciones a las que el hombre normalmente cae: Triunfo, representado con el
caballo, el cual tiene sus pezuñas desgastadas y llenas de polvo. Este animal
recuerda a los jumentos esqueléticos de los primeros cuadros surrealistas del
autor. Sexo, representado por la mujer sobre el primer elefante. Oro y riquezas,
representados por los dos elefantes sobre los que hay una pirámide y una casa de
oro y dentro de esta última, un busto de mujer lo aguarda. Más atrás, otro elefante
carga un altísimo monolito sobre su espalda. Detrás de este y sobre las nubes,
hay un castillo. En el paisaje desértico, dos hombres discuten y al fondo, un
hombre lleva de la mano a su hijo. Este último par de personajes también es
representado en Vestigios atávicos después de la lluvia. Un ángel blanco vuela
sobre el desierto.
[]