Trabajo Argentina. Por Vanesa Nardone y Marina Piaggio

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CONTEXTO HISTÓRICO La Guerra Civil argentina fue conflicto bélico que enfrentó a los unitarios y a los federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde 1828 hasta 1831. El gobernador de Buenos Aires desde 1827, Manuel Dorrego, era un federal que gozaba de la confianza de los caudillos del interior. Acusado de firmar una paz desventajosa con el Brasil, la oficialidad del Ejército desembarcado de regreso, encabezado por el general Juan Lavalle, se sublevó contra el gobernador. Lavalle, como representante de los jefes y la oficialidad del Ejército, tomó contacto con la logia, un grupo que trabajaba en la revolución desde la caída del gobierno de Bernardino Rivadavia, en julio de 1827; el cual le proponía el apresamiento de Dorrego, de Juan Manuel de Rosas y de los principales federales, para amedrentar a los caudillos del interior. Dorrego, advertido por Rosas, no creía en el golpe militar y permaneció en El Fuerte con sus ministros a la espera de apoyos al gobierno, mientras Lavalle marchaba desde el Retiro por las actuales calles de Florida, San Martín y Reconquista a ocupar la plaza de la Victoria. La revolución se produjo el 1 de diciembre de 1828. Dorrego escapó a Cañuelas en busca del apoyo de Rosas. Mientras tanto, fue depuesto y sustituido por Lavalle tanto en calidad de gobernador como de capitán general de Buenos Aires. Dorrego llegó al campamento de Lavalle, pero éste se negó a recibirlo y lo intimó diciéndole que en una hora sería fusilado. Todo ello, ocurrido el 13 de diciembre de 1828, acabó por desatar una guerra civil entre Buenos Aires y el interior (entre unitarios y federales), así como un torbellino de sangre, acompañado por la política del terror. Los unitarios justificaban el terror en la necesidad de mantenerse contra una población hostil; y los federales hacían lo propio apoyados en la de lograr recursos entre la población favorable. Rosas asumió la responsabilidad de resistir a los golpistas que habían derrocado a Dorrego.

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CONTEXTO HISTÓRICOLa Guerra Civil argentina fue conflicto bélico que enfrentó a los unitarios y a los federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde 1828 hasta 1831. El gobernador de Buenos Aires desde 1827, Manuel Dorrego, era un federal que gozaba de la confianza de los caudillos del interior. Acusado de firmar una paz desventajosa con el Brasil, la oficialidad del Ejército desembarcado de regreso, encabezado por el general Juan Lavalle, se sublevó contra el gobernador. Lavall

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CONTEXTO HISTÓRICO

La Guerra Civil argentina fue conflicto bélico que enfrentó a los unitarios y a los federales de las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde 1828 hasta 1831.

El gobernador de Buenos Aires desde 1827, Manuel Dorrego, era un federal que gozaba de la confianza de los caudillos del interior. Acusado de firmar una paz desventajosa con el Brasil, la oficialidad del Ejército desembarcado de regreso, encabezado por el general Juan Lavalle, se sublevó contra el gobernador. Lavalle, como representante de los jefes y la oficialidad del Ejército, tomó contacto con la logia, un grupo que trabajaba en la revolución desde la caída del gobierno de Bernardino Rivadavia, en julio de 1827; el cual le proponía el apresamiento de Dorrego, de Juan Manuel de Rosas y de los principales federales, para amedrentar a los caudillos del interior.

Dorrego, advertido por Rosas, no creía en el golpe militar y permaneció en El Fuerte con sus ministros a la espera de apoyos al gobierno, mientras Lavalle marchaba desde el Retiro por las actuales calles de Florida, San Martín y Reconquista a ocupar la plaza de la Victoria.

La revolución se produjo el 1 de diciembre de 1828. Dorrego escapó a Cañuelas en busca del apoyo de Rosas. Mientras tanto, fue depuesto y sustituido por Lavalle tanto en calidad de gobernador como de capitán general de Buenos Aires. Dorrego llegó al campamento de Lavalle, pero éste se negó a recibirlo y lo intimó diciéndole que en una hora sería fusilado. Todo ello, ocurrido el 13 de diciembre de 1828, acabó por desatar una guerra civil entre Buenos Aires y el interior (entre unitarios y federales), así como un torbellino de sangre, acompañado por la política del terror. Los unitarios justificaban el terror en la necesidad de mantenerse contra una población hostil; y los federales hacían lo propio apoyados en la de lograr recursos entre la población favorable. Rosas asumió la responsabilidad de resistir a los golpistas que habían derrocado a Dorrego. Después de algunas batallas y encuentros más o menos confusos, se acordó con Lavalle que Rosas sería gobernador de Buenos Aires, restituyéndose la legislatura que había gobernado con Dorrego y restableciendo la paz en esa provincia.

Mientras tanto, al interior fue enviado el general José María Paz, quien inmediatamente derrocó a Juan Bautista Bustos, erigiéndose gobernador de Córdoba, desde donde más adelante alzó una fuerte liga de gobiernos interiores, la denominada Liga Unitaria, que le confirió el supremo poder militar. Después de los cruentos combates de La Tablada y Oncativo, entre las fuerzas del general Paz y el caudillo federal Juan Facundo Quiroga, ocurridas en junio de 1829 y febrero de 1830, respectivamente, se continuó con el terror, infundiendo espanto en la población serrana, fuertemente federal. A partir de Oncativo, se repitieron los fusilamientos de prisioneros, convirtiéndose en una guerra sin tregua, en la cual a quien no se lo degollaba en el campo de batalla se lo fusilaba en el cuartel si se negaba a ‘pasarse’ de bando.

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El 26 de agosto de 1829, se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires Juan José Viamonte, quien intentó apaciguar los ánimos entre unitarios y federales; confirmó el último gabinete de Lavalle e inauguró el Senado consultivo intentando una conciliación. Mientras tanto, el prestigio de Rosas en el partido federal era creciente y se asentaba en el apoyo popular. Viamonte estableció una Junta y llamó a Rosas a Buenos Aires, al cual se le designó nuevo gobernador de esa provincia, otorgándole las “facultades extraordinarias que el nuevo gobernador considere indispensables”, fundadas en la necesidad de prevenir los ataques que pudieran intentar los más radicales y en afianzar el orden y la tranquilidad pública. Por ello era reconocido como el digno ‘restaurador de la leyes’. Como Paz había formado la Liga de gobiernos interiores, Rosas debía organizar una liga paralela de gobiernos federales que, en caso de impedirse una guerra con el general Paz, podría llegar a ser el fundamento de un Pacto de la Confederación Argentina, preliminar al Pacto Federal que se firmó finalmente el 4 de enero de 1831. Este Pacto consistió en una alianza ofensivo-defensiva que implicaba el compromiso de organizar el país bajo el sistema federal, al tiempo que significó la concentración de un poder militar que venció al ejército de Paz ese mismo año.

EN SÍNTESIS: la Confederación Argentina se gestó a partir del ascenso de Rosas al poder. En 1829, la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires designó gobernador a Juan Manuel de Rosas y le otorgó Facultades Extraordinarias. Sus objetivos inmediatos fueron la derrota del partido Unitario y la firma del Pacto Federal, para unificar a las provincias afines. Ambos se lograron en 1831. José María Paz (jefe unitario) fue derrotado, las provincias adhirieron al Pacto y conformaron la Confederación Argentina.-

Entre 1832 y 1835, los gobiernos que le sucedieron sufrieron serios conflictos. Rosas parecía la única figura capaz de restaurar el orden.-

En 1835, la Legislatura lo designó nuevamente gobernador y le otorgó la Suma del Poder Público. Un plebiscito avaló esta amplia concentración del poder. Las provincias delegaron en él el manejote las Relaciones Exteriores de la Confederación.-

Rosas se mantuvo en el cargo hasta 1852.-

LA OPOSICIÓN INTELECTUAL:

La oposición intelectual estuvo representada por la Generación del ´37. Entre otros, la integraron Mármol, Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Gutiérrez, Tejedor y Lamas, que recibieron la influencia de diversas corrientes del pensamiento europeo.-

Esta diversidad de fuentes inspiradoras generó entre ellos diferencias e incluso contradicciones. Sin embargo, tuvieron en común el intento de indagar los caracteres de nuestra realidad social.-

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Sarmiento abordó su análisis a partir de la fórmula civilización/ barbarie. La ciudad era considerada como sede la civilización, la cultura europea y el progreso; la campaña, de la barbarie, el atraso y el criollismo. A partir de esa misma dicotomía, Echeverría describió la vida del suburbio como antro de salvajismo y formas de vida primitivas. Del mismo modo, Alberdi interpretó el desierto como sinónimo de pobreza y atraso.-

Sus ideas políticas se apartaron de la rivalidad vigente: ni federales ni unitarios. Propiciaban la adhesión a los ideales de Mayo (libertad, progreso, democracia), la restricción del sufragio y el dictado de una Constitución para organizar institucionalmente al país. En 1837 formaron el Salón Literario y publicaron sus ideas en el periódico La Moda. La ruptura con Rosas fue posterior. En 1838, en coincidencia con el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires, emigraron a Montevideo y Santiago de Chile. En Montevideo formaron la asociación de Mayo que, en alianza con los unitarios, conspiró activamente contra la política rosista. Después de la renuncia de Rosas integraron el grupo de pensadores encargados de elaborar el modelo de organización nacional.-

LOS DIFUSORES DE LAS NUEVAS IDEAS:

La cosmovisión y las formas del romanticismo europeo penetraron en Hispanoamérica tempranamente y por distintas vías:

Los viajeros: algunos europeos llegaron a Hispanoamérica para recorrerla y describieron sus paisajes como lugares exóticos o hicieron un recuento de sus potenciales utilidades; otros llegaron para instalarse (abrir escuelas, talleres de arte, salones de lectura), atraídos por los gobiernos de las nuevas repúblicas, que favorecían también los viajes de formación y estudio de los criollos. Los principales centros culturales europeos (París y Londres, sobre todo) mostraban a los hispanoamericanos el progresivo triunfo del estado burgués moderno (unido al capitalismo, a la industrialización, al liberalismo político y económico) y de las nuevas formas artísticas y literarias que acompañaron estas transformaciones. En todos los casos, el “viajero” fue difusor (consciente o inconsciente) de la cosmovisión romántica.-

Los libros: las primeras novelas prerrománicas inglesas y francesas (Atala, de Chautebriand, los relatos históricos de Walter Scout, La nueva Eloísa, de Rousseau) los poemas de Young y Lord Byron, los textos de Herder, de Vico, los de Víctor Hugo, en la lengua original o en las tempranas traducciones, constituían el equipaje más valioso de los viajeros. Los intelectuales hispanoamericanos adecuaron sus vidas al modelo que estos textos difundían, antes de escribir de acuerdo con la poética romántica. Además estos libros formaron nuevos tipos de lectores y públicos. La misma función cumplieron revistas y diarios (locales y extranjeros) y el teatro de la época.-

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LA PRIMERA LITERATURA NACIONAL:

Para muchos autores y críticos, la literatura romántica se trata de la primera literatura genuinamente argentina, surgida precisamente en el momento en que, transcurridas algunas décadas desde la declaración de la independencia, el país comenzó a definirse como tal.-

El objetivo principal de estas obras fue plasmar el contexto en que vivían.-

Esteban Echeverría (1805- 1851) y Domingo Faustino Sarmiento (1811- 1888) son autores inaugurales de la literatura argentina. El escritor y crítico Ricardo Piglia en su libro La Argentina en pedazos, señala que la narrativa argentina comienza con Echeverría y Sarmiento, y con sus obras El matadero y Facundo, las cuales cuentan la misma historia de violencia y luchas de poder desde perspectivas diferentes.-

Ambos textos tratan el enfrentamiento entre “civilización y barbarie”, ambos denuncian con igual pasión la situación sociopolítica de la época y proponen los cambios necesarios para la concreción del país que sueñan. Plantean, en definitiva, la causa de los males de la argentina y así están definiendo el “ser nacional” en sus dos versiones antagónicas: los que ejercen el poder y los sojuzgados, los que persiguen sólo intereses personales y los que luchan por altos ideales sociales, los que oprimen y los que defienden su libertad.-

BUENOS AIRES VS. LAS PROVINCIAS:

Entre 1820 y 1830, la Argentina estaba independizada, pero disgregada y enfrentando estallidos de guerra civil.

Las provincias, lideradas por caudillos que buscaban una organización federal de la nación, se oponían a las pretensiones de Buenos Aires de ejercer un poder centralizado y hegemónico, basado en la supremacía económica y estratégica que le daba el puerto. Esta etapa se caracterizó por la sucesión de períodos en los que existía un gobierno nacional y otros en los que las provincias se declaraban autónomas. Federales y unitarios chocaban, en congresos y batallas, tratando de imponer sus ideas acerca de un gobierno nacional unificado. Entre los primeros, se destacaron Juan Manuel de Rosas, hacendado bonaerense, y Facundo Quiroga, caudillo riojano que llegó a tener un poder militar y político muy importante en el interior.-

En 1826, se promulgó una Constitución de marcado tinte unitario, que fue rechazada por parte de las provincias. El país vivía una situación crítica por imposibilidad

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de lograr la organización nacional y por los problemas económicos y de política exterior (la guerra con el Brasil por la Banda Oriental). El gobierno nacional no existía, y la capacidad para manejar las relaciones exteriores recayó en Buenos Aires, a cargo del federal Manuel Dorrego.-

LA GUERRA CIVIL:

La paz con el Brasil, firmada en 1828, originó un levantamiento unitario comandado por el general Juan Lavalle, quien asesinó a Borrego. Las provincias consideraron esta muerte una traición y decidieron enfrentarse al poder unitario. Así se inició la guerra civil. Lavalle se unió a José María Paz, quien luchaba contra los caudillos; mientras, en Buenos Aires, el poder de Rosas crecía y comenzaba el exilio de los unitarios.-

En 1829, la Junta de Representantes eligió a Rosas gobernador de la provincia y le dio facultades extraordinarias para enfrentar los conflictos internos. La escena política planteaba un cambio: Buenos Aires gobernada por un poderoso caudillo federal que contaba con el apoyo incondicional del campo; el interior bajo el dominio unitario logrado con la campaña exitosa de Paz, quien había vencido a Juan Bautista Bustos y a Facundo Quiroga.-

Generación del ´37:

Esteban Echeverría (1805- 1851) y Domingo Faustino Sarmiento (1811- 1888) son autores inaugurales de la literatura argentina. Ambos corresponden a la corriente del romanticismo social. La cual está sustentada en el pensamiento del liberalismo que nace con el enciclopedismo del S. XVIII y con las ideas de libertad y democracia. Es una generación en la cual el escritor está al servicio del “esclarecimiento” ideológico de corrientes liberales y de progreso ante el panorama desolador de una sociedad que enfrenta a grandes núcleos humanos, desposeídos de definiciones culturales, con los grupos minoritarios ilustrados.

Son poetas, novelistas y ensayistas que asumen las responsabilidades políticas de su tiempo y como escritores incorporan a las letras la visión polémica que definen al “ser nacional”.

En una época de enfrentamientos tan absolutos como los que van a encarnar unitarios y federales, rosas y los letrados, unos y otros se lanzan al acto de escribir la nación. Cada bando propone diferencias culturales e identificaciones de clase, raza, género; cada bando recurre a la escritura como un instrumento performativo. La escritura es un modo de transmisión (y de construcción) cultural y de la memoria social. Se podría decir que sin duda Sarmiento y Echeverría fueron más hábiles en la construcción de monumentos

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para la memoria, entendidos por tales a Matadero y Facundo (parte del curriculum escolar), mientras que Pedro de Angelis, federal (servidor intelectual de Rosas, que publicó entre 1836 y 1837, nada menos que siete volúmenes de la “Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata”), hoy no lo leen sino los especialistas.

Pocos ejemplos, hay tan claros en América Latina de la relación entre la realidad y la palabra, la escritura y la identidad, la palabra y el poder, como la literatura argentina. Sarmiento es el ejemplo mayor para explicar la función generadora y cómplice del letrado; no muy lejos se queda Esteban Echeverría, quien llegó a afirmar: “las teorías son todo; los hechos por sí solos poco importan”

En la formación de las culturas nacionales se encuentra un esquema de enfrentamiento. Para definir quién soy, construyo, delimito, defino al enemigo, al Otro. Esto deja más claro mi propio ser: “no soy eso”.

Si es válido resumir la historia de un país en el esquematismo de una figura, lo más sencillo sería hablar de Sarmiento – Rosas, el binomio representativo (de las oposiciones civilidad/ violencia, educción/ salvajismo, presidencia/ dictadura, elites/ pueblo) que aún pende sobre la cultura argentina de este fin de siglo. Es un enfrentamiento político entre grupos de poder con proyectos distintos (federales/ unitarios, conservadores/ liberales). El verbo se centra en el debate interno de los que tienen acceso al espacio público (llenándolos con sus versiones). Dejando afuera del orden de la palabra a la minoría: pobre, obreros, inmigrantes, gauchos, cautivas e indios. La palabra solo recrea fragmentos y silencia los otros (es claro, también, que lo excluido sigue estando allí, hasta en el acto de la exclusión misma).

Se trata entonces de una literatura escrita como polémica en contra de una identidad cultural contraria a…

Es una suerte de enfrentamiento supremo de voluntades entre bandos: a la literatura no solo parece importarle cuál proyecto se impondrá solo sobre el Otro, sino sobre la realidad entera.-

José Hernández y Lucio V. Mansilla: los redentores de los marginados

José Hernández fue el autor que marcó un quiebre en la visión que se tenía del gaucho por esa época; el gaucho se convierte en un fenómeno producto de las circunstancias que lo rodean.

En el caso de Mansilla, fue quien trató de mostrar todos los aspectos del indio, sin caer en la visión romántica que se tenía por esos años; que lo mostraba como salvaje, peligroso, asesino, despiadado, entre otras cualidades negativas.-

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Uno de los contextos del género gauchesco lo constituye una red, la de las legalidades: por una parte la llamada “delincuencia campesina” (el gaucho “vago”: no propietario y sin trabajo ni domicilio, la conocida ecuación desposeídos =delincuentes), y por la otra, la existencia de una doble sistema de justicia que diferencia ciudad y campo: la ley de vagos y su corolario, la de levas, rige sobre todo en la campaña. Esta dualidad se liga, a su vez, con la existencia de una ley estatal, que enfrenta en el campo al código consuetudinario, oral y tradicional: el ordenamiento jurídico de reglas y prescripciones que funda la comunidad campesina.

La “delincuencia” del gaucho no es, pues, sino el defecto de discrepancia entre los dos ordenamientos jurídicos y entre las aplicaciones diferenciales de uno de ellos, y responde a la necesidad de mano de obra para los hacendados y de soldados para el ejército.-

La revolución y la guerra abren la práctica de desmarginalización del gaucho: puede establecerse, nítida, esta cadena de usos:

1.º. Utilización del “delincuente” gaucho por el ejercito patriota;2.º. Utilización de su registro oral (y su cultura) por la cultura

letrada: género gauchesco;

3.º. Utilización del género para integrarlo a la ley “civilizada” (liberal y estatal).-

La utilización del gaucho por el ejército (ley de levas) produce un nuevo signo social: el gaucho patriota que lucha en los ejércitos de la Revolución y da su voz al género en Hidalgo. Es el gran gesto de sublimación del delincuente (y las dos instituciones, ejército y poesía, se abrazan y complementan) y a la vez el primer gesto de división: el gaucho que deserta y recae en ilegalidad está excluido en Hidalgo pero aparece con diversos matices en Hernández y Ascasubi. Los dos sentidos de “gaucho” (el legal y el ilegal: el “bueno” y el “malo”) se superponen y se escinden y forman uno de los ejes que articulan el conjunto del género.-

La Revolución introduce un nuevo dato: el principio de libertad e igualdad ante la ley, que da sentido a la lucha; el escritor del género (el primero Hidalgo) proclama esos principios y su palabra patriótica se liga con la voz (la entonación, el registro) del gaucho patriota. Son los dos nuevos protagonistas, el ideólogo de la Revolución y el soldado de la guerra, los que unen sus palabras en el género. (La alianza de palabras y culturas –del que “habla” y el que escribe- aparece como la primera lógica de funcionamiento de la gauchesca.)

El principio de igualdad ante la ley y la integración del gaucho como ciudadano entran en contradicción con los códigos y órdenes jurídicos diferenciales. Se introduce en el género una figura, la del que sabe y educa, con funciones específicas. Y a partir de esa aparición el género despliega su otra lógica: la del debate. Los textos gauchescos discuten entre sí sobre el representante del saber.

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La red de legalidades, la cadena de usos y la alianza de palabras convergen en la escena didáctica del género.

La literatura gauchesca y sus precursores:

A fines del siglo XVIII y en los primeros años del siglo XIX, tiene lugar en la zona del Río de la Plata un hecho literario totalmente inusitado, de doble signo, que se desarrolla a través de esta última centuria, culmina en ella y aun trasciende a la siguiente con diversidad de formas. Por un lado, aparece como algo genuino y original; por otro, muchos de sus rasgos permitirán encuadrarlo dentro del más puro romanticismo hispanoamericano.-

La poesía gauchesca (de ella se trata) nace dotada de originalidad y de universalidad. Su nombre proviene de ser el gaucho protagonista por excelencia de esta manifestación literaria, tan característicamente rioplatense y, más aún, argentina. De ella y de sus precursores hablaremos.-

Un capítulo aparte en las letras argentinas:

Disociada en su origen de la literatura culta, fue considerada durante mucho tiempo en nuestro país como una forma bárbara, indigna de figurar en el mundo de las “bellas letras”. Los primeros en mirarla con simpatía fueron los escritores románticos, atraídos por el tema y, principalmente, por el carácter indómito de su héroe y por la vigencia de un paisaje nacional recién descubierto. En los últimos años del XIX y principios del XX, comienza a ser tenida en cuenta por la crítica erudita.-

Libre de toda imitación extranjera, hunde sus raíces en la tradición española y extrae, al mismo tiempo, de la propia tierra natal, la savia nutricia que da vida a los personajes, caracterizados por una manera peculiar de pensar, de sentir, de vestir y de hablar, los cuales enfocados en la óptica romántica, responden naturalmente los modelos propios de esa escuela, sin perder nada de su originalidad ni abdicar de sus lazos ancestrales.-

Es una auténtica literatura argentina, nacida primero espontáneamente en nuestros campos y fijada luego en obras de perdurable valor estético por hombres de cultura ciudadana, capaces de descubrir la materia excepcional que ofrecían sus principales componentes:

Un ámbito geográfico bien definido: la extensión pampeana.

Un personaje consustanciado con ese ámbito: el gaucho.

Unos atributos inseparables del personaje: el caballo, el mate, el cuchillo, el poncho y la guitarra.

Un móvil de su conducta: el genuino amor a la libertad.

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Una forma propia de expresión: el habla rural.

Una situación conflictiva permanente: la antinomia ciudad- campo, o su equivalencia civilización versus barbarie1.

Tras una primera etapa folclórica, surge la literatura gauchesca propiamente dicha a partir de la obra de Bartolomé Hidalgo. Se continúa con la de Hilario Ascasubi y culmina gloriosamente con la de José Hernández quien, con su poema Martín Fierro, confiere definitiva jerarquía literaria a este tipo de obras y otorga categoría lingüística al habla rural. Entre Ascasubi y Hernández interfiere Estanislao del Campo, con un matiz humorístico muy personal.-

El tema inspira también una poesía en lengua culta, tradicionalista, como la de Rafael Obligado. Asimismo, invade la dramaturgia y la narrativa con nuevas connotaciones; Martiniano Leguizamón, Eduardo Gutiérrez2, Florencio Sánchez3, Martín Coronado, Roberto J. Payró4, Benito Lynch5 y Ricardo Güiraldes6 son los últimos herederos de este rico patrimonio.-

1 “La poesía gauchesca es posterior en casi tres siglos a la poesía tradicional introducida por la conquista; recibe de la tradicional, en la herencia de la lengua, una porción considerable de las ideas y los sentimientos, pero tiene originalidad propia, fuertemente acentuada; se apodera de un nuevo escenario, que es el campo abierto, y de un nuevo tipo que es el gaucho (…) y alcanza en la inspiración de poetas individuales una expresión popular que puja por extenderse a todas partes como expresión naciente” Eleuterio F. Tiscornia

2 La abundante obra de Eduardo Gutiérrez incluye novelas gauchescas, novelas históricas, relatos

policiales y dos textos, Croquis y siluetas militares y Un viaje infernal, que deben ser considerados fuera de su producción folletinesca. Entre las primeras, además de Juan Moreira, figuran Juan Cuello, Juan sin Patria, Pastor Luna, Santos Vega, Una amistad hasta la muerte, El Tigre del Quequén, Los hermanos Barrientos y Hormiga Negra. Entre las segundas, Don Juan Manuel de Rosas, La Mazorca, Una tragedia de doce años, El puñal del tirano, El Chacho, Los montoneros, El rastreador, La muerte de un héroe y La muerte de Buenos Aires. También escribió relatos policiales.-

3 Entre sus obras hay sainetes costumbristas sobre los ambientes pobres suburbanos como los de 1902, Canillita, Moneda falsa, dramas acerca del conflicto entre la vida rural tradicional y el impacto de la inmigración europea M’hijo el dotor (1903), La gringa (1904), Barranca abajo (1905), tragedia que resulta su título más popular y que se estrenó ese mismo año. Además escribió comedias dramáticas con asunto morboso, como Los muertos, Los derechos de la salud, y estudios en torno a los conflictos morales y psicológicos de la clase media urbana: El pasado, Nuestros hijos, En familia.-

4 Fue el más importante narrador realista de novelas costumbristas criollas, como lo demuestra en El casamiento de Laucha (1906), Pago Chico (1908) y Las divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1910).

5 Desde niño vivió en una estancia, lo que le permitió un conocimiento cabal de la vida de los gauchos sedentarios, de las estancias y sus dueños, de la valoración concedida al gringo y el desprecio al nativo. Esta experiencia la aplicó a su obra El inglés de los güesos (1922), en la cual el campo juzga a la civilización urbana representada por el personaje Mr. James; Lynch toma partido por el mundo primitivo a través del personaje la Negra y sostiene que sólo los seres sencillos son capaces de amar verdaderamente, contrariamente a la civilización urbana que obstaculiza la felicidad.

Otra de las obras que hay que señalar es Los caranchos de la Florida (1916).-

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Hay que distinguir, dentro de la poesía gauchesca, la poesía payadoresca, de comunicación puramente oral; la gauchesca propiamente dicha, de transmisión escrita, que lleva el género a su culminación, y la poesía nativista, derivada de las anteriores en cuanto a tema y personajes, pero valiéndose instrumentalmente de la lengua culta.-

La poesía payadoresca:

La poesía payadoresca se inscribe en la poesía folclórica por ser oral, pero se diferencia de ésta por ser improvisada. Se la considera eslabón entre la poesía folclórica y la gauchesca propiamente dicha.-

Payar es improvisar. El payador canta o cuenta improvisando sobre temas relacionados con su propia vida o con la comunidad, la sociedad “Folk” a la que él pertenece. Cuando lo hacía uno solo la payada era individual. Pero, a veces, se reunían deliberadamente o por azar, dos payadores mentados y entonces tenía lugar la payada de contrapunto o payada dual. Ambos cantores, rodeados por sus respectivos admiradores, comenzaban a improvisar y, por turno y en verso, formulaban preguntas que debían ser contestadas en la misma forma por el rival. No había límite de tiempo; la payada podía durar indefinidamente (de hecho duraba varías horas), pues sólo cesaba cuando uno de los contendientes se declaraba vencido. La mejor imitación de payada dual la encontramos en el contrapunto del moreno con Martín Fierro, en el poema homónimo de José Hernández.-

Es lícito ver en la poesía payadoresca el origen de la gauchesca. Aunque no se pueda afirmar categóricamente, por falta de los materiales necesarios, cómo era esa poesía no escrita. Martín Fierro hunde sus raíces en el folclor poético del gaucho: Hernández comienza su poema con un verso que repite la clásica fórmula de iniciación de los payadores: “-Aquí me pongo a cantar…”. Se cumple así un proceso de folclorización, de proyección folclórica, que completa el ciclo iniciado por el pueblo.-

Con la misma voz del gaucho.-

La poesía gauchesca propiamente dicha es aquella escrita por autores conocidos o anónimos, casi siempre cultos y urbanos, con la misma voz del gaucho, asumiendo esa personalidad ajena, casi siempre con intenciones políticas antes que literarias, lo cual no impide que se logren frutos de indudable valor artístico.-

6 En 1926 dio a conocer su obra más notoria, Don Segundo Sombra, novela señera para su época, donde narra la iniciación de un joven bastardo a manos del último gaucho, todo ello mezclado con descripciones de la vida campesina, relatos tradicionales y descripciones de la naturaleza que la imbrican en el regionalismo americano.

En sus últimos textos domina su orientación hacia inquietudes espirituales, místicas, teosóficas e hinduistas.-

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Desde la perspectiva del hombre de campo, dan la visión del hombre que lo rodea y aun del universo todo; más que imitar, recrean el habla rural en que se expresan los protagonistas. En general:

Es poesía autobiográfica: en parte del personaje y en parte del autor.-

Poesía dialogada: ya con un interlocutor directo, ya con un supuesto auditorio.-

Alternan los motivos locales con los grandes temas universales: amor, vida, muerte, amistad, Dios.-

En los primitivos predomina la forma épico- narrativa: posteriormente se intercalan amplios paisajes líricos.-

El protagonista, su génesis y su mundo.-

La genealogía del gaucho se debate entre dos teorías: una lo representa como pintoresco producto de un conflicto racial propio del mestizaje de América, con mayor tendencia hacia las formas caballerescas de la civilización europea que hacia la barbarie indígena; otra lo hace descender en línea directa de algunos españoles que, al margen de la organización ciudadana colonial, prefirieron la libertas que les ofrecía el desierto, donde estaban en permanente situación de disputa por un mismo terreno con el indio, su primitivo dueño y señor, sin posibilidad de convivencia pacifica entre ellas. Por el contrario, en esa zona de confusión y choque, sirvieron más de una vez de contención a la barbarie indígena, en defensa de la población blanca.-

Se trata, entonces, de un grupo social cuyo tipo encarna el gaucho; de una clase, no de una raza, cuyos elementos físicos están dados en la llanura despoblada y extensa y por el ganado vacuno y caballar, traído por los conquistadores y luego libremente multiplicado, que podía ser fácilmente recogido por quien quisiera. Esa tarea de buscar animales para marcarlos y llevarlos a las estancias, o para carnearlos y comerciar con sus cueros, fue realizada por los gauchos, hábiles jinetes acostumbrados a orientarse en el desierto, recios para soportar las inclemencias del campo abierto, que encontraron allí su estilo de vida y su modo de subsistir. Así fue surgiendo, marginalmente con respecto a los intereses de la ciudad, del modo europeo y urbano, este otro, el de la tierra adentro, regidas por leyes naturales, no escritas7.-

Desde la primera mitad del siglo XVII hasta la segunda del XIX, se produjo la formación de esta clase o proletariado rural, de discutido más que discutible origen, nacida en la campaña del litoral y poco a poco olvidada en los planes de las autoridades ciudadanas.-

7 “En cuanto al gaucho, (…) parece haber sido una evolución del mestizo indígena hacia formas “caballerescas” de civilización, o una involución del lo hombre europeo ensilvecido por el desierto, como parece más probable dadas su barba y su mentalidad. Lo cierto es que el gaucho señala por su originalidad, por su vigor y por su trascendencia histórica en las letras y en la política argentina, el evidente ensayo de una raza local.” Ricardo Rojas

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Entre los hombres de la ciudad, el gaucho era el “bárbaro”. La revolución de 1810 levantó aquella barrera, que parecía infranqueable, entre el recinto urbano y la campaña. En ese momento, los hombres “civilizados” van en busca de esos elementos que consideraban incultos, haciendo un llamado a su pasión por la libertad. Durante las guerras de independencia, se consigue la participación, en las primeras campañas libertadoras, de gauchos de la llanura bonaerense y de la Banda Oriental. En esa ocasión, se manifiestan como soldados valientes pero indisciplinados, sumamente eficaces en las tropas de caballería. Este contacto permite apreciar en ellos rasgos más simpáticos y pintorescos y hasta virtudes que hacen olvidar los primitivos defectos. Así se produce, en la convivencia militar y en la lucha librada en común, un primer acercamiento entre estas dos sociedades, hasta entonces mutuamente vueltas de espaldas.-

Superada la circunstancia histórica, retorna el gaucho a su refugio pampeano. A medida que pasa el tiempo, se va ahondando la tradicional división entre los hombres de una misma tierra pero de ambientes opuestos, por no reconocerse el gaucho en una sociedad que desvirtuaba cada vez más el modelo español originario, como consecuencia de la influencia extranjera llegada por el puerto.-

Ya empieza a ser aquí la clase desplazada o “desheredada”, según el testimonio de la naciente poesía gauchesca, que se hace eco de su queja dolorida por la ingratitud ciudadana. Así, en el primero de los tres Diálogos Patrióticos, escritos por Bartolomé Hidalgo entre 1820 y 1822, Jacinto Chano rememora, junto a su paisano Contreras, los buenos tiempos de la primera patria (la de 1810) y la de la segunda (la de 1816):

En diez años que llevamos de nuestra revolución,por sacudir las cadenasde Fernando el balandrón:¿Qué ventaja hemos sacado?le diré con su perdón:robarnos unos a otros;aumentar la desunión;y de faición en faición,andar sin saber que andamosresultando en conclusión,que hasta el nombre de paisano8

resulta de mal sabor.-

De 1830 a 1850, el gobierno de Rosas abre un paréntesis favorable para el gaucho. El Restaurador, aunque nacido en la culta Buenos Aires, tiene estancias en propiedad, conoce bien la campaña bonaerense y aprecia a los gauchos, que, a su vez, lo respetan y admiran.-

8 Paisano: usado aquí como sinónimo de gaucho, tiene el sentido de habitante del campo, opuesto al de la ciudad

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A partir de 1853, al cambiar totalmente el rumbo de la situación política, la suerte del gaucho sufre también un duro revés. El gobierno de Buenos Aires, progresista y europeizante, se siente trabado y retardado por el elemento rural. Por no someterse a sus exigencias ni adaptarse al ritmo febril que invade las esferas gubernamentales, el gaucho es desplazado primero y finalmente olvidado, hasta convertirse en lo que Hernández _en carta a Zoilo Miguens, de diciembre de 1872_ va a definir como “esa clase desheredada de nuestro país”9.-

El gaucho y la pampa en la literatura.-

El gaucho es inseparable de la pampa y viceversa. Esto no implica ninguna forma de determinismo geográfico, sino la elección, por parte de un grupo humano, de un terreno que satisface su deseo de moverse a sus anchas sin que nada ni nadie le imponga limitación alguna. Hay, no obstante, un proceso de adaptación visible en la vestimenta: chiripá, botas, sombrero; en la vivienda: rancho de adobe techado de paja; en las viriles tareas rurales y la particular lengua en que se expresa, mezcla de rusticismos y de casticismos que le confieren un sabor peculiar. Fusionados pampa y gaucho en la vida real, su aparición no es simultánea en el campo de la ficción literaria. Y, aunque de hecho, sea el ambiente el que engendra al personaje, éste se le anticipa y sólo tardíamente se produce la integración. La primera vez que un personaje gauchesco irrumpe en las letras argentinas lo hace desvinculado de su hábitat. Es el mencionado protagonista de los Diálogos de Hidalgo, que se arrima a la ciudad en la celebración del 25 de Mayo.-

El gaucho:

El gaucho hace su entrada en la literatura bajo la protección paternal de los escritores del género. Cierto es que, cuando se convierte en tipo literario, ya se ha producido su evolución en el proceso histórico. No más aquellos hombres “sin Dios, sin ley y sin rey” del siglo XVIII, que figuran en documentos de la época como individuos “errantes”, “haraganes”, “paseanderos” “desertores”, etc. Pero todavía en la nueva centuria (el S. XIX) los delitos que se les atribuían (robos de hacienda, pendencias, y juego en las pulperías, venta clandestina de cueros) y la presión de los hacendados sobre las autoridades determinaron, en el momento de su nacer literario, que en la vida real se decretara la

9 “Tres períodos comprende la historia del gaucho. En el primero que concluye en 1810, factores naturales y políticos van conformando los rasgos principales del personaje, arrinconado más allá de las últimas estancias de cristianos y más acá del límite con el enemigo indígena o portugués. Durante los años de la independencia y de la anarquía hasta 1852, el gaucho participa en la lucha, a veces decisivamente; pero sin resignar su libertad personal, actúa o se retrae, sujetándose apenas a normas. En el período de la organización nacional, la ciudad impone a la campaña una nueva estructura política: el gaucho en conflicto con autoridades e instituciones, resulta vencido en nombre de los superiores intereses de la nación” Julio Caillet_ Bois.-

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captura de esos “vagos y mal entretenidos”10 a los cuales alude Hernández cuando, para su justificación, dice Fierro:

…mas dijeron que era vagoy entraron a perseguirme (Martín Fierro. 1º parte. Canto VII, Versos 1.125 y 1.126)…y que es mal entretenidosi en un baile lo sorprienden (Martín Fierro. 1º parte. Canto VIII, Versos 1.345 y 1.346)

Con intención política unas veces, otras apuntando al logro estético, la figura del héroe se perfila con rasgos cada vez más nítidos. Sarmiento advierte la complejidad del tipo individual y lo desglosa en cuatro subtipos o otras tantas facetas del mismo modelo: cantor, rastreador, baquiano y gaucho malo. Hernández logra la conjunción de estas cuatro figuras en una sola, arquetípica. Lucio V. Mansilla lo define como “un tipo generoso que nuestros políticos han perseguido y estigmatizado”, producto de “el aire libre, el ejercicio varonil del caballo, los campos abiertos (…), las montañas empinadas (…), la lucha, el combate diario, la ignorancia, la privación de la dulce libertad, el respeto por la fuerza, la aspiración inconsciente de una suerte mejor, la contemplación del panorama físico y social de esta patria”11.-

El terreno.-

A partir del romanticismo, la pampa ha sido motivo de inspiración permanente en nuestra literatura. El primero en tratar el tema es Esteban Echeverría en su poema La Cautiva. Imbuido de las ideas que ha importado directamente de Francia, encuentra en ese suelo llano, en esa planicie sin alternativas, un motivo estético de suma originalidad, que le ofrece varios elementos de “color local”: inmensidad, vegetación peculiar, animales característicos de la región y, sobre todo, el habitante humano nativo (el indio), con su ferocidad y salvajismo, en perpetua oposición con el blanco.-

De motivo puramente estético en Echeverría, pasa a ser considerado como un factor social negativo por el autor de Facundo, que ve en ese desierto, en esa llanura despoblada y sin límites, “un malísimo conductor” para llevar y distribuir en las provincias los progresos de la civilización acumulados en Buenos Aires. Lamenta, además, que su única ventaja (los ríos navegables que la surcan en todas direcciones) sea despreciada por el gaucho, el cual prefiere recorrer a lo ancho y a lo largo el terreno a lomo de su caballo.-

10 “Al concepto de vago seguía el de mal entretenido como sigue la causa al efecto. Ser mal entretenido lleva implícita la sospecha o la certidumbre de vagancia, y era estar también en la proclive de todos los delitos comunes. No existía una clara línea divisoria entre uno y otro hecho a la que se recurriese para graduar el tratamiento legal. Astillas del mismo palo eran la vagancia y el mal entretenimiento. A tal punto que resultaba cómodo y de costumbre descartar que todo vago recreaba su ánimo al margen de la ley” Gastón Gori 11 Lucio V. Mansilla. Una excursión a los indios Ranqueles (Capítulo 29).

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Hilario Ascasubi es quien hace la primera referencia concreta al paisaje. En Santos Vega, anticipa la visión de conjunto con sus pinceladas de la laguna, el pajonal, la madrugada, suficientes para dar una presencia de pampa (ya no desierto):

“Flores de suave fraganciatoda la pampa brotabaal tiempo que coronabalos montes a la distanciaun resplandor que encantaba”

La pintura de Ascasubi se perfecciona y amplía en los pasajes líricos de Fausto, de del Campo, el amanecer y el anochecer.-

En el Santos Vega de Obligado, la referencia a la pampa es fundamental por la estrecha vinculación del payador con el medio.

Todas éstas son visiones pampeanas del siglo pasado. A principios del actual, la fisonomía del país y de su campo ha sufrido una gran transformación. Llegan los días del Centenario. Los poetas de entonces prestan su voz a la brillante conmemoración. Leopoldo Lugones compone las Odas seculares, entre las que sobresale la dedicada a los ganados y las mieses. De la extensísima composición destacamos el verso:

“Tiende el cerco/ su párrafo de alambre”

Suficiente para dar idea del gran cambio sufrido por el agro.-

En pocos años, la pampa pasa a ser motivo de la novela y del drama rural. Güiraldes la adorna con imágenes ultraístas en Don Segundo Sombra.-

José Hernández: Vida

No se tienen muchos datos sobre la infancia de Hernández, aunque parece ser que una enfermedad de la adolescencia le obligó a vivir en las pampas. Allí fue donde entró en contacto con el estilo de vida, la lengua y el código del honor de los gauchos.

Autodidacta, adquirió una sólida ideología política a través de sus numerosas lecturas. Su postura federal y reformista le llevó a enfrentarse con Sarmiento. Entre 1852 y 1872, durante una época de gran agitación política, defendió la idea de que las provincias no debían permanecer ligadas a las autoridades centrales, establecidas en Buenos Aires. Participó en la última rebelión gaucha, la del general Ricardo López Jordán, un desdichado movimiento que finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández a Brasil. Con la victoria de Nicolás Avellaneda, pudo regresar a Argentina en 1874. Vivió en

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Buenos Aires y continuó su lucha por otros medios: fundó el periódico Revista del Río de la Plata, en el que defendió posturas federalistas, y desempeñó los cargos de diputado y senador de la provincia de Buenos Aires.

Martín Fierro: La obra.

El Martín Fierro se publicó en dos partes. La primera (conocida como “La ida”) apareció en 1872, en forma de folleto barato, junto con otros escritos de carácter programático y político. En la carta –prólogo al editor Zoilo Miguens, Hernández expuso el objetivo de su obra:

“Me he esforzado […] en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos […] que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización va perdiéndose casi por completo…”

Primera parte: La ida

En la primera parte, Martín Fierro aparece como un símbolo de todos los gauchos:

“y ya con estas noticias mi relación acabé,por ser ciertas les conté todas las desgracias dichas, es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve (Canto XIII. Estrofa 394)

El contenido de “La ida” se desarrolla en trece cantos. Los nueve primeros contienen el relato autobiográfico de Fierro: la evocación de la vida feliz de los gauchos hasta que se produce el reclutamiento obligado; los sufrimientos en el fortín; la deserción y el regreso al hogar, convertido en tapera; su transformación en gaucho matrero; la pelea con el moreno y su asesinato; la huida y la persecución de la “partida”; el encuentro con Cruz.-

Cruz y el final de la primera parte

La aparición de Cruz se indica, simplemente, mediante la mención de su nombre al iniciar el canto. Esto le permite al lector darse cuenta de que se ha producido un cambio en el narrador.

En los tres cantos siguientes, Cruz cuenta su vida. Y en el último, Martín Fierro retoma el relato, rompe su guitarra, decide huir con Cruz de la civilización y refugiarse entre los indios, en el desierto.-

Martín Fierro, la voz de una identidad silenciada

En su poema, Hernández le da voz a una parte de la identidad argentina silenciada en el último tercio del siglo XIX. Lo hace como grito de denuncia en El gaucho Martín

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Fierro y como expresión de un programa social en la segunda parte, que se resume, precisamente, en la última sextina de La vuelta de Martín Fierro: procurar el bien de todos para una relación armónica entre campo y ciudad, gauchos y oligarquía terrateniente, que permita establecer una identidad orgánica, sin exclusiones.

Una de las más evidentes innovaciones que introduce Hernández con respecto a sus antecesores, quienes preferían la forma dialogada, es el uso de la voz del gaucho individual. Vuelve, con ello, a la antigua relación del gaucho cantor que cuenta su historia a un auditorio que se reconoce en ella, perpetuando la memoria de una forma de vida y echando los cimientos de una identidad colectiva. Utiliza además, en lugar de las tradicionales décimas o cuartetas, la sextina (estrofa de seis versos) y una más fiel imitación del arte del gaucho con su "falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica", sino "apenas una relación oculta y remota", según declara el mismo Hernández en el prólogo de 1872.

De acuerdo con el análisis de Josefina Ludmer, los cantos II y XIII de la primera parte constituyen "dos utopías inversas" que enmarcan el texto.

Por un lado, en el canto II, se recuerda, con tono elegíaco, el trabajo en el campo, definido como "junción", y la sociedad económica con el patrón, cuando las estancias eran territorios inmensos poblados por innumerables cabezas de ganado y "al campo la vista no vía sino hacienda y cielo". Se describen, en el ciclo del amanecer hasta la noche, las faenas que definen el trabajo del gaucho (la habilidad con los caballos, el arreo de la hacienda), así como su natural forma de socializar y divertirse -comer y conversar-. La doma y la yerra son las fiestas en la estancia que alteran, en cierta medida, esa rutina diaria, pero que, narradas en Pretérito Imperfecto, dan una idea de continuidad que contrasta con el presente, narrado en Presente, cuando "no hay salvación" y la identidad del gaucho ya no se define por su trabajo en la estancia, sino por su servicio en la frontera o en la batalla.

En el canto XIII, se ha cumplido el proceso por el cual ambos, Martín Fierro y Cruz, son ahora "gauchos malos". Se anticipa el futuro entre los indios que, por necesidad, debe ser el reverso del feliz trabajo en el campo: en la toldería, no habrá que trabajar. Enfrentado a la ley de la civilización, injusta y discriminatoria, Martín Fierro se refugia en la ley de la barbarie, según la cual - dice - "habrá siguridá". Así, con su historia, el personaje representa a todo su grupo con un pasado irrecuperable (canto II) y un incierto y ajeno: "si hemos de salvar o no / de esto naides nos responde". Por eso, al final de la primera parte, el cantor rompe el instrumento y le cede la palabra al autor, siguiendo un esquema tradicional de la gauchesca.

El canto VII es el único, en el poema de 1872, compuesto en cuartetas. Sirve de transición, pasaje de una vida feliz a la condición de "matrero" y "resertor", previo despojo y marginación en su condición de “vago". En este canto, se acentúa, además, una definición del gaucho a partir de la diferencia con el "otro" de su propio ambiente, representado hasta aquí en la figura del indio o en la del gringo. En el canto VII, el personaje no se enfrenta con la ley ni con la justicia que lo margina, sino con el "otro", tan subalterno como él, al que juzga a partir de su diferencia (el color) y en el desafío a la mujer - e l color y el sexo-.

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Con su muerte, el negro queda fuera de la comunidad de los gauchos por un proceso de discriminación en el que el matrero ejerce los mismos Principios de exclusión que la civilización le impone a él mismo, también condenado por su diferencia. Martín Fierro, en este momento de desmesura, ejerce sobre el negro la misma xenofobia que lo excluía de un nacionalismo identificado con la civilización y con el progreso. Los juegos de palabras con doble sentido que abundan en el canto vuelven mutuamente ininteligibles los discursos de las dos culturas enfrentadas. Del mismo modo, entre el discurso de la ley y el del gaucho, lo que es vagancia para uno significa despojo e injusticia para el otro; lo que la ley llama rebeldía y desacato no es – para el gaucho- sino defensa de la dignidad y de los valores vitales. Como representante de un pueblo en formación, Martín Fierro encarna los dos aspectos, positivo y negativo, de la identidad nacional: libertad, igualdad y fraternidad, pero también, racismo y discriminación.

Segunda parte: “La vuelta”

La segunda parte se publicó en 1879, luego del éxito alcanzado por la primera y cuando Hernández se había reintegrado, como diputado, a la vida política del país. En el prólogo _ “Cuatro palabras a los lectores” _ añade, a los objetivos ya formulados, otros relacionados con el deseo de integrar al gaucho a la vida institucional de la nación. Compuesta por treinta y tres cantos, la obra narra el sufrimiento de Fierro y Cruz entre los indios; la muerte de Cruz; el encuentro de Fierro con la Cautiva y la lucha con el indio que la castigaba; su regreso al mundo civilizado; el encuentro con los hijos y los relatos que ellos hacen de sus vidas; el relato de Picardía (el hijo de Cruz); el encuentro de Fierro con el hermano del moreno asesinado y la payada que ambos sostienen; los consejos de Fierro a sus hijos y a Picardía; la separación definitiva de los cuatro personajes.-

Martín Fierro en la vuelta

El final del canto VII de la primera parte puede leerse en la “La vuelta de Martín Fierro”, precisamente, cuando se enfrentan Fierro y el Moreno. El relato ha dado una vuelta completa desde el canto VII, en el que Martín Fierro trata despectivamente al Moreno, al que mata, y lo llama "porrudo", "el de los tamangos", "el de hollín", "diablo". En esta parte del poema, Martín Fierro, en su madurez, se niega a aceptar el desafío de su contrincante para vengar la muerte de su hermano.

En La vuelta de Martín Fierro, existe un deseo explícito, por parte de Hernández, de "mejorar la condición social del gaucho". Para ello, alega en su carta a los editores que al gaucho deben dársele derechos, pero también señalársele sus deberes o, en palabras del último canto del poema, debe el gaucho tener casa, / escuela, iglesia y derechos". De allí la transformación la conducta de Martín Fierro, cuyos consejos a sus hijos (canto XXXIII) reflejan la intención moralizadora de La vuelta. Esa transformación queda también simbolizada en el cambio de nombre, o sea de identidad, tanto suya como de sus hijos.

Diferencias entre “La ida” y “La vuelta”

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Además de su mayor extensión, y del aumento en el número de personajes, de narradores y de situaciones dramáticas y costumbristas (aspectos que implican una elaboración más lenta y cuidada), la segunda parte muestra diferencias de intencionalidad con respecto a la primera. Los críticos han considerado “La ida” como una denuncia de las consecuencias que la puesta en práctica del proyecto civilizador de Sarmiento tuvo para el gaucho. En este aspecto, se ha dicho que Martín Fierro es un “anti- Facundo”. En “La vuelta”, a pesar de que estos temas no desaparecen, hay un propósito didáctico destinado a “educar” al gaucho para integrarlo a la vida social. Este nuevo enfoque se relaciona con los cambios políticos ocurridos en el país, y con la inserción de Hernández en el proyecto de nación que se pondría en marcha durante la década del ´80.-

La vuelta de Martín Fierro aparece como el gran texto didáctico de la literatura argentina: espacio de saberes y maestros diversos (“padres”, “tías”), y de instrucciones y consejos (desde cómo tratar a los indios, como cruzar el desierto, como hacer trampas en el juego, hasta cómo pasar la noche bajo las estrellas). Dios es, también, maestro.

En las sagradas alturasestá el maestro principalque enseña a cada animala procurarse el sustentoy le brinda el alimentoa todo ser racional

Pero a la vez es mi espacio de conversión y enmienda: todos los que hablan han estado en algún tipo de aparato disciplinario (cárcel, ejército), y todos narran su pasado con una promesa final de corrección. Consejos e instrucciones “buenos" y “malos", padres y tías buenos y malos. El texto busca autonomización, equilibrio y cierre.

La culminación del saber se encuentra en la pavada: el duelo a cuchillo se ha transformado en duelo verbal y constituye una verdadera prueba, condición de la escena final de los consejos a los hijos. El que gana queda legitimado en su saber y puede enseñar; Fierro vence al Moreno porque él no conoce las tareas del campo: no tiene un saber específico para los gauchos. Fierro, en cambio, es el héroe popular de “La Ida” y un personaje entrañable: viejo, sabe por experiencia, porque ha sufrido y, sobre todo, es padre de quienes educa.

El Moreno pierde la payada porque su maestro fue un fraile:

Cuanto sé lo he aprendidoPorque me lo enseñó un flaire

(Verso 4005)

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Los otros curas del texto se ligan, además, con datos negativos el que "cura" al Hijo segundo del amor por la viuda con su sermón dice al juez que lo eche del partido (v. 2890); la Bruja que roba en la frontera con Picardía estaba siempre leyendo y “aprendiendo /pa recebirse de fraire (V. 3755)

Pero el debate no se refiere solamente a la alternativa Fierro-Moreno (y sacerdote), sino que se despliega indefinidamente, y hasta en la voz del narrador final dirigida hacia arriba:

debe el gaucho tener casa,escuela, iglesia y derechos

(Versos 4827 y 4828)

La antítesis cabal de Fierro es Vizcacha, que da “la educación" (V. 2258) al Hijo segundo; es el gaucho viejo que sigue, degradado, el código tradicional. Su utilitarismo antisocial, la ausencia de moral en sus consejos (el empirismo ignora la moral), su adaptación a las leyes del poder, sus tretas de débil (la posición dominante del dominado) y sobre todo su cinismo, están marcados en el texto por una negatividad total.

Y las antítesis de Vizcacha y de Fierro y el Moreno (y el sacerdote) están separadas por el episodio del "güey corneta": el que interrumpe precisamente el relato del Hijo segundo sobre la enfermedad de Vizcacha y corrige sus palabras.

Tabernáculo… qué bruto;Un tubérculo, dirás

(Versos: 2455- 2456)

Cierra definitivamente la polémica alrededor del que educa: dos letrados (el sacerdote y el liberato – doctor, literato, liberal-) y tíos educadores populares (Vizcacha y Fierro).

La payada no solamente define el duelo que autoriza a Fierro como maestro sino que contiene, en boca de Moreno, la critica a la desigualdad en la aplicación de la ley:

la ley se hace para todos.mas solo al pobre le rige (Versos 4233- 4334)

Y:

La ley es como el cuchilloNo ofiende a quienes lo maneja (Versos: 4245- 4246)

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Y, finalmente:

Hay muchos que son dotores,y de su cencia no dudo;mas yo soy un negro rudo,y, aunque de esto poco entiendoestoy diariamente viendoque aplican la del embudo (Versos: 4253- 4258)

Los consejos de Fierro inculcan la ley: no robar, no matar, no emborracharse, trabajar, ser prudente y moderado. Fierro diferencia nítidamente el delito y establece la división definitiva entre gaucho legal e ilegal "bueno" y "malo").

La solución que el género propone para terminar con la "delincuencia" campesina y a la vez (y por lo tanto) con la desigualdad en la aplicación de la ley es la inculcación de la ley escrita, "civilizada" en los gauchos, es decir: el abandono de su código tradicional (que no prohíbe robar ni matar en duelo si es ofendido; en “La vuelta” los verdaderos criminales son, precisamente, criminales para los dos códigos; los indios y Vizcacha matan mujeres o niños). “La vuelta” sería el texto complementario de “La Ida”, con la cual formaría, otra vez, secuencia: a la denuncia de la injusticia en la aplicación de la ley de levas- vagos al gaucho (que produce deserción y abandono de la "civilización": la ley transforma en malos a los buenos) sigue “La vuelta”, el texto didáctico de enunciación de la ley para terminar con la desigualdad (si se abandona el código popular).

La voz del que educa no puede ser externa ni representar a lo otro (al doctor, al sacerdote aliado con el poder), sino que debe surgir del interior mismo del campo popular y, sobre todo, de un modo que es la forma en que el saber tradicional y la experiencia de la resistencia al poder se enuncian y transmiten los consejos y proverbios del anciano. Es decir: solo en la forma popular-oral, que es la forma de la sabiduría social y de la regulación de las relaciones con los otros hombres, los consejos, dichos y proverbios de Fierro son, pues, a la vez, tradicionales y nuevos, y realizan, como tales, la transmisión de la cultura y la ley letradas en el corazón del código popular. Instauran, en el cierre del género, lo que lo define la conjunción cultural y verbal y con ella la producción de nuevas formas culturales.

Si el viejo Vizcacha representaba el código oral donde el robo es dominante y, en el otro extremo, los de Fierro aparecían como los representantes de un saber positivo y "nuevo", "hacete amigo del juez (Vizcacha), se ligó con "los hermanos sean unidos (Fierro), y –“el que nace barrigón/ es al ñudo que lo fajen" (Vizcacha), con "debe trabajar el hombre/ para ganarse su pan" (Fierro), Aquí es donde se borra la voz del escritor y se oyen otras, las de los que leyeron y oyeron: la de la historia y la cultura que, en su cadena de usos y siguiendo el procedimiento de la alianza que establecieron los escritores del género, se apropió de lo que necesitaba, y en su forma misma.-

Género. Versificación.

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Entre los escritores argentinos hubo quienes, como Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, extendieron este poema como una epopeya que expresaba nuestra nacionalidad. Jorge Luís Borges, en cambio afirmó: “…descontado el accidente del verso, cabría definir a Martín Fierro como una novela”. Lo cierto es que el protagonista no posee los rasgos característicos de los héroes de la epopeya: es antimilitarista, expresa su miedo antes de entrar en combate, actúa movido por intereses individuales y no colectivos. El poema está compuesto principalmente por sextinas (estrofas de seis versos octosílabos que riman: A BB CC B) que, consideradas como una creación de Hernández, se denomina sextinas hernandianas.-

Los personajes

Uno de los aciertos del poema es mostrar un conjunto abigarrado de personajes, cada uno de los cuales representa a un sector del mundo del desierto: distintos tipos de gauchos, los indios, los morenos, los gringos, las mujeres, los cautivos, los militares…Entre ellos se destacan Cruz, Picardía, el viejo Vizcacha, la Cautiva. Aun los personajes de fondo adquieren relieve gracias a la caracterización que de ellos hace el poeta. El protagonista es presentado como un carácter complejo, capaz de sentimientos y actos contradictorios. También se muestra su evolución: de gaucho manso y trabajador a desertor y asesino, de paria del desierto a padre que aconseja la unidad y la solidaridad.-

Lucio V. Mansilla: Vida.

Lucio Victorio Mansilla (1831-1913) fue un escritor argentino, perteneciente a la generación del 80.

Nació en Buenos Aires, hijo del general Lucio Norberto Mansilla —jefe del ejército rosista— y de Agustina Ortiz de Rosas —hermana de Juan Manuel de Rosas—. Militar, periodista, político y diplomático. Su estilo literario es ameno y chispeante, no posee el rigor crítico de su generación. Sus escritos le sirvieron para relacionarse con el grupo elitista dominante de la política argentina.

Entre sus muchas obras merecen citarse: De Adén a Suez (1855), Mis memorias (1904), narración con valor documental sobre su infancia, adolescencia y familia), Rosas (1898), Máximas y pensamientos (1904), aunque su mejor producción literaria es Una excursión a los indios ranqueles, cartas (publicadas en La Tribuna a partir de 1870), en las que cuenta sus problemas personales con el Gobierno, sus opiniones sobre el problema del indio sin las distorsiones en que incurría la tradición del romanticismo.

Una excursión a los indios ranqueles:

Su alejamiento involuntario del cargo militar lo obliga a buscar un nuevo empleo para sostener a su familia. Entonces, escribe. La Tribuna de Buenos Aires le ofrece sus páginas para que cuente sus días entre los indios ranqueles. Así, esgrime su pluma ágil, desbordante, y multiplica su ingenio para mostrarnos, con un realismo un tanto novelesco a veces, y siempre chispeante, los paisajes, los tipos y el ambiente social de "tierra adentro".

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Hacía mucho tiempo que yo rumiaba el pensamiento de ir a Tierra Adentro.El trato con los indios que iban y venían al Río Cuarto, con motivo de las

negociaciones de paz entabladas, había despertado en mí una indecible curiosidad.(II)

La obra que hoy conocemos con el acertado título de Una excursión a los indios ranqueles, nace en forma de epístolas que Mansilla dirige, en primera persona, a su amigo Santiago Arcos y a un lector ficticio. El autor la define como "estas mal zurcidas cartas".

No sé dónde te hallas, ni dónde te encontrará esta carta y las que le seguirán, si Dios me da vida y salud.

(I)

Plan de la obra

El único plan que sigue para redactar su obra es el que le dictan los acontecimientos de cada día. De ahí que no quiera "alterar el método que me he propuesto seguir en el relato" (XXV). Al mismo tiempo, trata de ser mesurado en la relación de los hechos:

No es posible poner todo en la olla de una vez.(XXI)

"Yo no soy más que un simple cronista..."

Mansilla es el personaje central (narrador-conversador protagonista), por eso el "yo” impera en todas sus páginas y a él subordina acción, personajes y escenario.

Yo tengo cierta inclinación a lo pintoresco. ..(XXVI)

La reivindicación del indio

El mundo ranquel es el gran teatro en el que él hace gala de su erudición, de su valor, de su fuerza, de su astucia, de su imaginación soñadora, de su patriotismo, de su capacidad para observarlo todo y para decirlo -no pocas veces- con la audaz exactitud de la ironía.

El narrador quiere dar "una ligera idea" de la vida, usos y costumbres de los ir y, sobre todo, censurar la actitud del mundo de los blancos, de la civilización, que les proporciona a aquéllos los medios de acceso a la cultura y al goce de comodidad y los obliga a vivir en estrecha dependencia económica.

¿No hay quien sostiene que es mejor exterminarlos en vez de cristianizarlos, civilizarlos y utilizar sus brazos para la industria, el trabajo y la defensa común, ya que tanto se grita de que estamos amenazados por el exceso de inmigración espontánea?

(X)

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Elimina, pues, todo rasgo de subestimación de la vida moral o política de los naturales, y asume su defensa.

Ya sabes que los ranqueles son esas tribus de indios araucanos que, habiendo emigrado en distintas épocas de la falda occidental de la cordillera de los Andes a la oriental, y pasado los ríos Negro y Colorado, han venido a establecerse entre el río Quinto y el río Colorado, al naciente del río Chalileo.

Últimamente celebré un tratado de paz con ellos, que el presidente aprobó, con cargo de someterlo al Congreso.

(I)¿Les hemos enseñado algo nosotros que revela la disposición generosa,

humanitaria, cristiana de los gobiernos que rigen los destinos sociales? Nos roban, nos cautivan, nos incendian las poblaciones, es cierto. ¿Pero qué han de hacer, si no tienen hábitos de trabajo?

(XXV)

El contenido

Acción

Él, en persona, ha de hablar —tono conversacional— sobre "el tratado de paz" los caciques, entre ellos, Mariano Rosas, y ha de probarles:

"con un acto de que los cristianos somos más audaces que ellos, y más confiados, cuando empeñado nuestro honor"

(III). Es decir, Mansilla trata de demostrarles la superioridad moral de los cristianos, para

ganarse la confianza de los indios que los consideran traicioneros.

Mi viaje tenía por objeto orillar ciertas dificultades que surgían de la forma en que sido aceptado (el tratado).

(XXXVIII)Reconoce que la empresa es "arriesgada", pero sigue adelante; cuenta con el apoyo

de cuatro oficiales, once soldados y dos frailes franciscanos.

Yendo uno bien montado, se tiene todo [. . .]. Cuando yo me dispongo a una correría, sólo una cosa me preocupa grandemente: los caballos.

(III)Finalizados los preparativos, inician la marcha desde el fuerte Sarmiento:. . .tomé la dirección llevando el baquiano a mi izquierda, yendo él por una huella,

por otra yo.(IV)

Viajan de día y de noche; hacen paradas y acampan en torno de un fogón, donde “entre mate y mate" nacen los "cuentitos" —como los llama el narrador— que amenizan el descanso: el del cabo Gómez (V y VIII), el del arriero (XII)); la historia personal de

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Crisóstomo (XVIII); los relatos de su "comadre Carmen" acerca de los usos y costumbres ranquelinos (XLI).

El fogón es la delicia del pobre soldado después de la fatiga. Alrededor de sus resplandores desaparecen las jerarquías militares. [.. .] hasta los asistentes que cocinan el puchero y el asado, y los que ceban el mate, meten de vez en cuando su cucharada en la charla general…

(V)Con estas narraciones y con sus pensamientos (siempre encuentra un motivo para

reflexionar), advertencias, juicios y críticas —no falta la nota política—, el narrador va interrumpiendo el relato de la excursión, lo va alargando con el recelo manifiesto de que esos altos en el camino fastidien a su bien dispuesto lector:

Creerán algunos que, a medida que corre la pluma, voy fraguando cosas imaginarias, para llenar papel y aumentar el efecto artificial de estas mal zurcidas cartas.

Y, sin embargo, todo es cierto.(VI)

Tendrás paciencia hasta mañana, Santiago amigo, y el paciente lector contigo.(XX)

Por eso, cuando advierte que ha perdido el rumbo en lo que estaba contando, escribe:

Tomando el hilo de mi interrumpido relato...(XXI)

O bien: "Decididamente, hoy estoy fatal para las digresiones. Tomé el hilo más arriba y me

apercibo que lo he vuelto a dejar" (XXI).

Estas continuas intervenciones de Mansilla nos permiten afirmar que la digresión es característica sobresaliente de su estilo narrativo:

Los circunloquios me han demorado en el camino.(XXX)

Y nos dice la causa de ello:

Yo he aprendido más de mi tierra yendo a los indios ranqueles, que en diez años de despestañarme leyendo opúsculos, folletos, gacetillas, revistas y libros especiales. [.. .] Por eso me detengo más de lo necesario quizá en relatar ciertas anécdotas, que parecerán cuentos forjados para alargar estas páginas y entretener al lector.

(XXX)Cuando se apaga el fogón, todos se duermen. El narrador es perturbado, a veces, por

"sueños estrafalarios", "extravagantes": "Me creía un conquistador, un Napoleón chiquito".

(XIII); "emperador de los ranqueles [...] Lucius Victorius imperator"

(LX).

Escenario

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Llegado el nuevo día, prosigue la marcha: "Sigamos caminando. Mansilla ha estudiado pacientemente el terreno que ahora recorre y goza:

Tengo en borrador el croquis topográfico, levantado por mí, de ese territorio inmenso, desierto, que convida a la labor. . .

(I)…prefiero el aire libre del desierto, su cielo, su sublime y poética soledad, a estas

calles encajonadas, a este hormiguero de gente atareada, a estos horizontes circunscriptos que no permiten ver el firmamento cubierto de estrellas…

(XLII)En cada avance alude a la topografía, describe el paisaje con su flora y con su fauna.

Hasta hallamos una descripción netamente romántica:

El sol se hundía del todo en la raya lejana; una ancha faja cárdena, resplandeciente, radiosa, teñía el horizonte y con su lumbre purpúrea, cambiante, hermosa, doraba las apiñadas nubes de occidente, que como encumbradas montañas movedizas coronadas de eternas nieves, se alzaban hasta el cielo a la manera de inmensas espirales y de informes figuras de inconmensurable grandor.

(LV)Mansilla se siente "dotado de un ojo estético, que fácilmente percibe las bellezas del

colorido y de la forma".

Personajes

Los personajes por excelencia de esta "excursión" son los indios ranqueles. Mansilla no distorsiona, como los románticos, al "salvaje" en su mundo y nos da su imagen real. Explica quiénes son y cómo son:

Los ranqueles derivan de los araucanos, con los que mantienen relaciones de parentesco y amistad.

Tienen la frente algo estrecha, los juanetes salientes, la nariz corta y achatada, la boca grande, los labios gruesos, los ojos sensiblemente deprimidos en el ángulo externo, los cabellos abundantes y cerdosos, la barba y el bigote ralos, los órganos del oído y de la vista más desarrollados que los nuestros, la tez cobriza, a veces blancoamarillenta, la talla mediana, las espaldas anchas, los miembros fornidos. [...] En una palabra, los ranqueles

son una raza sólida, sana, bien constituida ..(Epílogo)

Nos da sus nombres (Caniupán, Melideo, Relmo, Pancho, Nagüel, Islaí, etc.) y sus oficios:

"El cacique Ramón es [...] de oficio platero; siembra mucho todos los años,

haciendo grandes acopios para el invierno, y sus indios le imitan" ( XVI);

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Ubica y describe los toldos donde viven:

Un toldo es un galpón de madera y cuero.(XXXV)

Refiere sus costumbres (la orgía en el toldo de Mariano Rosas, la junta grande de los indios, su afición a la bebida, el respeto por el caballo, etcétera):

El indio no rehúsa jamás hospitalidad al pasajero. Sea rico o pobre, el que llame a su toldo es admitido.

(XLVII)Sus creencias son monoteístas y antropomórficas:

No se congregan jamás para adorar a Dios; le adoran a solas, ocultándose en los bosques,

(XLI)Ellos creen que el diablo, Gualicho, está en todas partes…

(II)Sus tres modos y formas de conversar: "la conversación familiar", "la conversación en parlamento" y "la conversación en

junta" (XXI).

Reproduce, además, algunas de las palabras araucanas (de la "lengua ranquelina") que usan: Potá-lauquen (pota, 'grande'; lauquen, laguna'); Coli-Mula (“mula colorada'); ¡winca! (cristiano); chao ('padre'); chachao ('Dios'); quiné ('uno).Y, a través de los diálogos, el español hablado por los indios:

—Ese soy Wenchenao, ese mi toldo, ese mi tierra.¿Con permiso de quién pasando?

(XXI)Mansilla tampoco olvida al gaucho, al que llama "ser desheredado", cuya raza

"puede ser modelada para el bien"; lo considera un producto de la tierra. Hace un paralelo entre el paisano gaucho y el gaucho neto (Capítulo LII).

….un tipo generoso que nuestros políticos han perseguido y estigmatizado, que nuestros bardos no han tenido el valor de cantar, sino para hacer su caricatura.

(XXIX)

Sus retratos se destacan por sus relevantes rasgos físicos y morales. Ejemplos acabados de ello son el de Miguelito, cristiano que vive entre los indios, porque huye de la justicia (Capítulo XXVII) y el de Mariano Rosas, "cacique general de las tribus ranquelinas":

…tendrá cuarenta y cinco años de edad.Pertenece a la categoría de los hombres de talla mediana. Es delgado, pero tiene

unos miembros de acero. Nadie bolea, ni piala, ni sujeta un potro del cabestro como él.Una negra cabellera larga y lacia, nevada ya, cae sobre sus hombros y hermosea

su frente despejada, surcada de arrugas horizontales. Unos grandes ojos rasgados [...] que

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se animan gradualmente, revelando entonces orgullo, energía y fiereza; [....] una boca de labios delgados que casi nunca muestran los dientes, marca de astucia y crueldad. . .

(XXXIII)También aparece la mujer india:

Las dos chinas estaban hermosísimas; su tez, brillante como bronce bruñido; sus largas trenzas negras como el ébano y adornadas de cintas pampas les caían graciosamente sobre las espaldas; sus dientes cortos, iguales y limpios por naturaleza, parecían de marfil...

(XIX)Y el negro, "una especie de Orfeo de la pampa", un bufón de Leubucó", "válido

predilecto y mimado" de Mariano Rosas (Capítulo XXXV).

Los propósitos del autor

En ese universo que describe con verdadera agudeza, Mansilla trata de hacer comprender a los ranqueles la buena voluntad del gobierno de la República, pero ellos advierten que los blancos necesitan "esa paz" por razones practicar y que sólo desean ganar tiempo con un tratado que no se cumplirá:

—Yo soy aquí —les dije— el representante del presidente de la República; yo les prometo a ustedes que los cristianos no faltarán a la palabra empeñada; que si ustedes cumplen, el Tratado de paz se cumplirá.

(LIV)Don Lucio insiste; quiere que sepan que, cerca o lejos, siempre tendrán en él un

amigo que hará todo lo posible por su bien.

Todos somos hijos de Dios, todos somos argentinos.(LIV)

Lamentablemente, las premoniciones de los indios se convierten en la triste realidad de su exterminio, pues, en 1879, la Argentina emprende la conquista del desierto.

Había andado doscientas cincuenta leguas; había visto un mundo desconocido y había soñado

(Epílogo)

El estilo es el hombre

El atractivo del estilo de Mansilla —"escritor fácil de obras difíciles"— reside, tal vez, en ese ver la realidad con los ojos de la imaginación sin distanciarse de ella. Sutil, perspicaz, gracioso, irónico, el autor se regocija con la palabra (escribe para entretenerse), alejado de todo purismo. El tono de familiar coloquio (escribe como habla) con que compone su crónica, explica el hallazgo de no pocos errores, sobre todo de índole sintáctica (solecismos), y de ese aparente desorden generado por las espontáneas digresiones engastadas en el texto.

Él define su estilo:

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Toda narración sencilla, natural, sin artificio ni afectación, halla ecos simpáticos en el corazón.

(XXVIII)Sencillez y naturalidad son, sin duda, los dos pilares de su escritura. Crea palabras

(neologismos) cuando lo considera necesario; usa galicismos (gerundios galicados):

…cinco indios en hilera se presentaron haciendo piruetas acancanadas.(LIX)

…la masa enorme de guanacos rompiendo la resistencia del aire pasó como un torbellino…

(XXII)Reproduce voces del decir gaucho y explica otras:

Guadal se llama un terreno blando y movedizo que no habiendo sido pisado con frecuencia, no ha podido solidificarse.

Es una palabra que no está en el diccionario de la lengua, aunque la hemos tomado de nuestros antepasados, que viene del árabe y significa agua o río.

(IV)Adereza su relato con expresiones de origen popular:Te hablo y te cuento estas cosas, porque vienen a pelo.

(X)Y con alguna comparación:

...me eché sobre la blanda hierba, y me quedé pensativo un rato, viendo a los indios desparramarse como moscas en todas direcciones y desaparecer veloces como la felicidad.

(LIV)Repite (palabras o proposiciones subordinadas) lo que quiere poner de relieve:

Recién vamos adquiriendo conciencia de nuestra personalidad; recién va encarnándose en las muchedumbres…

(XXXVIII)No faltan las acotaciones con las que confirma la veracidad de lo que cita:—. . ¿Por qué estando en paz con los indios, su tío Juan Manuel Rosas mandó

degollar ciento cincuenta indios en el cuartel del Retiro? (Cito casi textualmente sus palabras)

(LIV)A veces, abandona, casi sin advertirlo, el pretérito imperfecto y usa el presente

histórico para actualizar los hechos, para que el lector esté más cerca de esa realidad pero lo retoma inmediatamente:

El objetivo a que me dirigía era el Zorro Colgado.(IX)

Siempre que puede, aclara o corrobora sus reflexiones con citas eruditas que nos hablan de su formación intelectual:

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De día, de noche, brille espléndido el sol o llueva a cántaros, en el palenque hay pre enfrenado y atado de la rienda un caballo.

A horse! A horse! my kingdom for a horse! (palabras de Shakespeare)

Sin embargo, nunca deja a un lado el humor o la ironía, que pone de manifiesto en diálogos ágiles que remedan el ritmo de la conversación real, o en soliloquios.

En algunos momentos de la obra, sobre todo cuando traza ciertas descripciones, su estilo se encumbra, se torna más literario:

La nube de arena que había llamado mi atención antes de empezar el diálogo con Mora se movía y avanzaba sobre nosotros, se alejaba, giraba hacia el poniente, luego hacia el naciente, se achicaba, se agrandaba, volvía a achicarse y a agrandarse, se levantaba, descendía, volvía a levantarse y a descender; a veces tenía una forma a veces otra; ya era una masa esférica, ya una espiral [...] la nube se apartaba del camino como huyendo de nosotros, sin cesar sus variadas y caprichosas evoluciones…

(XXII)Las oraciones son, a veces, largas, debido a las enumeraciones o a las proposiciones

subordinadas; Mansilla suele usar predicados verbales compuestos:

Las chinas asearon el toldo, recogieron leña, hicieron fuego, carnearon una res y se pusieron a cocinar el almuerzo.

(XLVII)En síntesis, la estructura del libro ya representa un acierto, pues las "cartas" le dan

libertad para narrar sin las presiones de un método, sin un orden sistemático; para decir cuanto quiere, en el instante que él considera oportuno. Sin embargo, esa "anarquía" es sólo superficial, pues la obra oculta la coherencia de su pensamiento, la preocupación constante ("No soy impersonal cuando escribo.") por revelar la esencia de lo argentino, la realidad política del país, el significado y la misión auténticos de esa "civilización" a la que pertenece:

No basta que las constituciones proclamen que todo ciudadano está obligado a armarse en defensa de la patria. Es menester que la patria deje de ser un mito, una abstracción, para que todos la comprendan y la amen con el mismo acendrado amor.

(LII)