Totius (Obras Completas)

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EL EXILIO DE TOTI

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EL EXILIO DE TOTI

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I

I Parte - La misión

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Al principio creó Dios el Cielo y la Tierra. La Tierra estaba desierta y

sin nada. Las tinieblas cubrían los abismos y el espíritu de Dios aleteaba sobre la

superficie de las aguas mientras maquinaba la estructura de su futura creación.

Hizo la luz, separó el mar de la tierra, los frutos las estrellas, los animales. Y Dios vio

que todo era bueno. Luego Dios se dijo que debía crear algo que gobernara todo

esto. Creó Dios al hombre a su imagen y semejanza. Y vio Dios que el hombre era

bueno. Pero no quedó conforme:

— “Tengo que inventar algo que con el correr del tiempo perfeccione mi creación. Que descubra los mecanismos intrínsecos de lo que es la clave de todo lo que he creado: la vida.”

Entonces tomo Dios barro entre sus manos y moldeó su cuerpo y

con dos camiones más de tierra hizo su cabeza pues decía que ella debía contener el

cerebro más colosal para cumplir lo que Él le propusiera. Y creó Dios a Toti. Y vio

Dios que Toti, era bueno.

Y así fue. Dios le dio claras instrucciones:

— Toti: debes poner el caudal de conocimientos que te he dado al servicio de los hombres. Por eso os envío para que instruyas con tu sabiduría a los notables.

Y Toti comenzó a caminar hacia rumbos totalmente desconocidos.

Así fue transitando entre la arcaica muchedumbre derrochando su ingenio y

creatividad por cuanto punto pisare. Ohh! ¡Cruel destino le fuere asignado! ¡Tanta

responsabilidad, tanta disposición frente al prójimo! Fue así que la humanidad

conoció la rueda al caérsele un arito que se había fabricado y que le parecía tan

precioso. O bien, cuando jugando al tinenti con unas rocas como consecuencia de la

fricción que provocaba, los proveyó del fuego. En fin. Sería una injusticia si no

difundiéramos los secretos de esta historia que nos fueron ocultados a través de los

siglos. Por eso pasaremos a relatar algunos ejemplos más de los brillantes aportes

que hizo Totius, de sus idas y venidas al cielo, y demás detalles para que hoy

podamos saber porqué somos como somos, estamos como estamos y saber

verdaderamente a quien agradecérselo.

La sucesión de historias comienza en el año 500 a.C., en Grecia.

Toti estaba apreciando como se construían las primeras ruinas, cuando se le aparece

su gran amigo Pitágoras.

— ¿Qué hacés por acá? - inquirió Toti

— Nada - respondió Pitágoras - solo quería consultarte sobre un trueque que hice

con Mohamed. Le cambié dos pollos por un pavo. ¿Qué tal?

— Y... dos por uno negocio turco - le contestó Toti

— Oh! parece que se está nublando - acertó a comentar Pitágoras

— Y... dos por tres llueve - le respondió nuestro amigo

— Este tiempo me pone melancólico - deslizó el matemático

— La vida es un tango de dos por cuatro - comenta Toti - Andá a tu habitación de

cuatro por cuatro a guarecerte.

Y allí se fue Pitágoras, meditando las respuestas de su interlocutor.,

extrayendo sólo la parte numérica, que era lo que realmente le interesaba. En

sucesivas conversaciones con Toti, completó las restantes tablas.

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Toti falleció de una crisis nerviosa cuando intentó

resolver la “multiplicación de los panes” complicada

por cálculos renales.

Comenzó así su ascenso al cielo donde era esperado por un congreso celestial

convocado ad hoc para evaluar su actividad, llegando a la conclusión de que se

había invertido mucho barro en su creación y que lo hecho hasta el momento no

justificaba aún tamaña inversión, por lo que se decidió un nuevo descenso al mundo

de los mortales.

Esta vez lo ubicamos en el año 267 a.C. Toti va a la casa de un tal

Arquímedes, quien se sorprende al verlo, porque Toti en esa época no solía visitar

seguido a sus amigos.

— ¿Qué hacés Totius vos por acá?

— No, sabés lo que pasa, se me descompuso el calefón. ¿Me dejás usar tu

bañadera?

— Si, como no, Totius. Adelante

Totius prepara el agüita. Apoya levemente el antebrazo para

comprobar la temperatura.

Comienza a sumergir lentamente su cuerpo al que lava con sumo

cuidado. Sale, se seca un poco y decide lavarse la cabeza. En el preciso momento en

que la introduce en el líquido elemento, el agua que se desborda comienza a inundar

el baño. Arquímedes que entraba a buscar un peine, en vez de enojarse exclamó:

— ¡Eureka! - y se fue dando saltos mortales.

Toti sin entender nada, se secó la cabeza y se fue a su casa.

Toti fallece al poco tiempo al querer comprobar la

nueva teoría de Arquímedes. Sumerge la cabeza

en un tina, quedó meditando la fórmula y se olvidó

de sacarla

Atravesando las nubes con sus alitas desplegadas partió nuevamente hacia el

paraíso divino, sorprendiendo a los congresales por tan pronto regreso. Por eso

consideraron innecesario reunirse de nuevo en asamblea, pues las mismas razones

por la que lo despidieron la vez anterior, continuaban aún vigentes. Y así le dieron el

nuevo pase al destino terrenal.

Esta vez decidieron ubicarlo unos cuántos años más adelante.

Estaba cocinando unos huevos duros cuando se apersonó un

humilde genovés.

— ¡Cómo fae lei, Cristóforo!

— Aquí andamos, Totius. No puedo convencer a la reina de que me tire unos

mangos para empezar el viaje. Ya no tengo ni para comer: tengo un hambre que me

caigo.

— ¡Pero tomá! Comete un huevo, total tengo dos.

— No, gracias. No podría quitarte la comida. - Contestó Cristóbal.

— Pero dejate de hinchar y comete uno

Y de un golpe seco le presentó el huevo en la mesa, el que quedó

parado.

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Colón observó el ovalado producto y con una sonrisa de oreja a

oreja salió corriendo hacia el palacio real. Totius no entendió nada, Encogió sus

hombros y se comió los huevos.

Con posterioridad, Totius muere en un naufragio

producido por monstruos marinos cuando intentaba

llegar a las Indias por el polo norte.

De nuevo el repetido viaje hacia arriba. Allá los muchachos lo reciben como siempre

con cierto tinte de disconformidad, porque cada vez que venía, tenían que abandonar

los placeres que les brindaba la estancia en tan maravilloso lugar, para dedicarse a la

tarea de evaluar la actividad desplegada por el visitante en su paso por la Tierra y la

responsabilidad d e determinar su continuidad. Toti preguntaba si ya se podía poner

la batita blanca porque ya no soportaba la vida terrenal. “Es muy material” decía.

Pero la realidad mostraba otra cosa, Era constantemente observado, digamos

tristemente cargoseado por el enorme material que debía cargar sobre sus hombros.

Los angelitos, que leían la mente de Toti, de inmediato le reprocharon tal actitud,

diciéndole que formaba parte del plan de Dios el hecho de que su persona debía

soportar todo tipo de presiones y humillaciones porque debía demostrar humildad.

Por lo tanto, le decretaron el descenso, oportunidad que le fue brindada para que

corrigiera esos defectos y aprovechar la volada para dejar nuevos beneficios a los

hombres

Esta vez cayó en suerte sobre los Estados Unidos de Norteamérica.

Ya se había hecho muy amigo de Isaac Newton. Iban juntos caminando, cuando

Totius, el muy pillo, le dijo

— Vamo a afanar manzanas a La Ponderosa.

Isaac se prendió enseguida. Recorriendo entre los manzanos, Toti

fichó una manzana espléndida, soberbia, deliciosa. Fue a tomarla cuando siente un

fuerte tirón de la chaqueta e Isaac que le dice:

— Yo la vi primero

Toti, ni lerdo ni perezoso, le replicó

— ¡De acá! - comenzando un forcejeo

Por supuesto, Totius se apropia del fruto. Indignado Newton se

retira. Pero nuestro héroe, reprobando enérgicamente esta actitud, le arroja

violentamente la manzana, la que fue a dar en la cabeza del irritado Isaac, y dándose

vuelta le increpó:

— Esto es de suma gravedad

Y en honor a estas palabras le dio nombre a una ley que gestó

como consecuencia de lo que le ocurrió ese día, por una reacción poco habitual de

nuestro becado.

Toti perece al querer comprobar la fórmula recién

ideada por su amigo: al arrojarse de una torre, se

estrelló en el piso a una aceleración de 9,8

metros/seg2 exactos, según pudo corroborarse en

el cronómetro que apretaba su mano, único

elemento reconocible.

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Un poco maltrecho inicio la subida en busca de sus amigos, quienes al verlo

suspenden una partida de póker para atenderlo, visiblemente molestos. No había

pisado sigilosamente el recinto cuando lo mandaron de nuevo abajo. Por lo tanto

cayó nuevamente en Estados Unidos, unos años más tarde.

Se encontraba Toti remontando un barrilete cuando aparece el Sr.

Benjamín Franklin

— ¿Qué hacés, Toti?

— Aquí me ando - le contestó Totius, mientras largaba un poco de piola porque

coleaba,

— Tené cuidado porque viene una flor de tormenta - avisó Franklin

— Sí, parece que tenés razón.

Y enseguida empezó a recoger el hilo. Pero el fenómeno

meteorológico se desató con una rapidez inusitada.

Un relámpago le hizo mierda el barrilete. Una lágrima comenzó a

caer por la mejilla de Toti. Pero no así en Franklin, quien quedó atónito mirando al

cielo, pergeniando quién sabe qué idea, partiendo de inmediato hacia su casa.

Toti dejó de existir en su casa cuando fue

alcanzada por un rayo, por no contar en ese

momento con un pararrayos de reciente invención.

Otra vez para arriba. Pero llegado allá se encuentra con la puerta cerrada, se acerca

una persona de cejas tupidas y fuerte acento hispánico, que le dice

— Mire, yo soy el nuevo portero y los muchachos aquí están de inventario y no

quieren que los interrumpan. Y me dejaron un recado para Ud., porque usted es Toti,

¿No?. Ellos me dijeron como identificarlo y por lo que veo tenían razón. Por cierto,

hombre, ¡qué dimensiones!

— Deje de lado sus apreciaciones - contestó irritado Toti - y dígame que le dejaron

para mi.

— Me dijeron los chicos que los deje terminar sus asuntos y que se dé una vueltita

por allá abajo

Toti de nuevo en picada directa hacia el país de la libertad, ahora en

el año 1830.

Estaba en su casa lavando la ropa cuando Samuel Morse golpea la

puerta

— ¿Quién es? . preguntó Totius

Samuel golpeó de nuevo

— Vamos, ¿quién está allí? - gritó Toti desconfiado

De nuevo golpea la puerta. Toti espía por la mirilla, y ve que es su

amigo y abre la puerta.

— ¿Porqué no contestabas?- inquirió nuestro protagonista.

Entonces Morse se señala la garganta haciéndole entender que

estaba afónico

— Uyyy! ¿hace mucho que estás así? preguntó afligido por el problema.

Pero como en esa época no se había inventado el asentimiento o la

negación con la cabeza. Entonces Totius le sugirió que cuando era “si” que golpeara

una vez la mesa y cuando fuera “no” que lo hiciera dos veces. Cuando fuera “más o

menos” que hiciera un golpe corto y otro largo.

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Pero la conversación atípica duró muy poco. Morse se marchó a su

casa sin dar muchas explicaciones, meditando algunas variaciones sobre lo que Toti

le había propuesto.

Más adelante Totius murió enganchado en un

cable de telégrafo de reciente invención, mientras

intentaba rescatar a un gatito subido a un poste.

Cuando su espíritu logró desengancharse de entre los cables inició como resorte su

ascenso. Cuando abre las puertas aprecia un gran baile. Absorto, se acerca al

presidente del congreso a preguntarle que sucede. Éste le contesta que organizaron

un festival bailable para recaudar fondos para poder construirle la areola que va

sobre su cabeza, pues hubo un recorte presupuestario debido al enorme gasto

producido en honorarios para profesionales, debido a que éstos en el cielo cada vez

escaseaban más, pues la mayoría paraba en el infierno. Los poquitos que quedaban

se habían cotizado más. Para poder alcanzar su estadía en el cielo, le sugirieron

continúe su brillante tarea en la Tierra. Con un muy poco disimulado disgusto, pero

asumiendo con grandeza su misión, se zambulló al mundo de los mortales, cayendo

en Francia, 1838.

Toti se propuso aprender a escribir. Era formidable su pasión por la

escritura. Papel que veía, papel que escribía. Pero ya sabemos lo poco hábil que es

para controlar su fuerza. Tal es así, que tomaba el lápiz con la izquierda, a mano

llena, y sacando la lengua hacia un costado. Escribía todo lo escribible, pero con una

presión tan brutal que marcaba todos los muebles donde se apoyaba.

Una noche mientras recibía la visita de Luis Braile, ocurrió un

apagón total. Braile le consultó donde había fósforos. A lo que Toti respondió

— Sobre la mesa.

Braile, al tanteo, porque no veía nada, comenzó a palpar la

superficie de la mesa, encontrándose con las irregularidades producidas por la

sofisticada manera de escribir de Toti. Mientras recorría, interpretaba las palabras allí

talladas, llegando a reconocer frases como “Ese oso se asoma”, “Mamá me ama” o

“el zumo de Zulema”.

Toti escucha que Braile grita “¡Genial!” y se un portazo se retira corriendo. Toti queda

en medio de la sala con una vela encendida en la mano preguntándose así mismo

qué habría pasado.

Toti murió en una manifestación de no videntes en

el Día Internacional de los Discapacitados, luego

de un feroz ataque de perros lazarillos.

El maltrecho espíritu llegó como pudo al Edén, y le quiso hacer entender a los

angelitos, que esto no iba más. Cada vez volvía peor y eso no podía ser. El

presidente le hizo entender que no era posible habitar en el cielo sin la

ornamentación correspondiente, ya que eso obra como credencial de traslado. Le dijo

que el dinero recaudado alcanzó para adquirir las vías de un ferrocarril y que habían

llegado a un acuerdo con las autoridades rusas para desarmar el recorrido del

Transiberiano. Pero todavía no dio el tiempo a los herreros para que le dieran forma,

y como eso no se hacía de un día para el otro, mejor que bajara de nuevo y sin

protestar, que Dios no se iba a bancar su malhumor y que la cosa podía terminar mal.

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Otra vez aterriza en Estados Unidos, lo que nos está haciendo

pensar que Totius tiene cierta predilección por este país. Estamos en los inicios del

siglo veinte y Totius decidió ir de visita al taller de Thomás Alva Edison. Éste estaba

concentradamente trabajando en un experimento con corriente eléctrica. Entonces le

dice

— Pasá cabezón, pero no me molestes. Sentate por allí, calladito la boca y sin tocar

nada.

Totius agarró un pedacito de alambre y se sentó en un rincón.

Empezó a juguetear con el alambresito y le iba haciendo rulitos cada vez más

pequeños. Como estaba oscureciendo y vio que no pasaba nada, decide irse y se

despide, arrojando el alambre enrulado sobre la mesa con tal fortuna, que cayó sobre

un par de cables electrificados con los que Thomás estaba trabajando. Ni bien se

produjo el contacto de los cables, la habitación entera se iluminó. Sin salir de su

asombro por lo que acababa de ocurrir, Edison se dirige a su visitante diciéndole

— Cómo, ¿no te estabas por ir?

Toti, cabizbajo, se retiraba a su hogar sin entender el porqué de la

alegría de Edison después de su terrible macana.

La muerte alcanzó a Toti al avalanzársele una

enorme araña cuando intentaba cambiar una

lamparita quemada.

Otra vez ese viaje rodeado de un paisaje tan conocido, pero esta vez con el

convencimiento firme de que ya estaría todo listo para su definitiva instalación en las

huestes celestiales. Pero grande fue su sorpresa, cuando al llegar observa un nutrido

grupo de ángeles en marcha con carteles de protesta. Se acerca al líder para

consultarle y este le contestó;

— Fetivamente, por el contrario, pertenecemo a una rama del movimiento obrero

organizado, má precisamente al gremio de los herreros en lucha por la reivindicación

y mejoras en su condición laboral. y que mientras los estamentos así lo dispongan,

mantendremo esta medida de fuerza hasta que el gremio así lo disponga.

Toti, de inmediato, se dirigió al presidente, a quien le pidió precisiones sobre lo que

estaba ocurriendo. El querubín le contestó que los ángeles herreros se quejan porque

en la fundición donde trabajan por el calor les daba la impresión de estar en el

infierno, en vez del merecido cielo que habían ganado. Así que mientras instalaban

un horno de moderno sistema de fundición en frío, iba a tener que volver a los pagos

terrestres

Con su moral por el piso hace su arribo a la Alemania de 1940,

Como todas las tardes saca a pasear a su perrito Terry, acompaño de su nuevo

amigo Albert Einstein. Como siempre discutiendo por banalidades. Albert le contaba

sus estudios sobre la materia como masa. Como Toti le entendía que comía masas

mientras estudiaba una materia, le decía que, si seguía así, no iba a durar mucho.

Einstein, indignado le decía que estaba absolutamente equivocado. Toti le

contestaba que lo que decía era relativo.

— Me podés repetir lo que dijiste, Totius - exclamaba Einstein

— Si, no me podés decir eso porque nada es absoluto, todo es relativo

— Te tengo que dejar, Totius

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Y se alejó dando saltos, dejando perplejo a nuestro amigo, mientras

alocadamente repetía:

— Nada es absoluto, todo es relativo. Nada es absoluto, todo es relativo. Nada es

absoluto, todo es relativo...

Con posteridad, Toti fallece al querer comprobar la

nueva teoría de su amigo. En una impresionante

carrera, alcanzó la velocidad de la luz y se convirtió

en energía.

En esta oportunidad, el alma no debió desprenderse

de su estuche cárneo, pues desintegrose

Y antes de dejarlo abrir la boca y sabiendo que la mejor defensa era un buen ataque,

el ángel presidente le dijo;

— Ya conseguimos la rotonda que servirá de molde para darle la forma a la areola.

Y sin mediar más palabras, tomolo de los fondillos y arrojolo de nuevo al planeta.

Mientras Toti caía masticaba su impotencia.

Cae en Francia en la Belle Epoc. Y allí pasaba sus días. Terminados

sus deberes pidió permiso para visitar a su amiga Marie Curie. Toti vio que trabajaba

con unas rocas extrañas con guantes y anteojos oscuros. Le pareció de lo más

embolante. Entonces se puso a escuchar un partido por la radio. Pero el relato

molestaba a madame, y más le molestaba si era fútbol. Le pidió bien que la apagara.

Pero Totius no cejaba en sus intentos de escucharla. Cambia el dial y se engancha

con un recital de Maurice Chevallier, cosa que lo recopaba. Pero a madame Curie le

reventaba y llena de cólera le grita.

— ¡Me tenés harta con tu actividad con la radio! ¡Me pudre tu radio actividad!

Dijo eso mientras descubría cierto tipo de radiaciones

Totius pasó a mejor vida cuando quiso cambiarle

las pilas de la radio y no se dio cuenta de que era

eléctrica.

El espíritu fue ascendiendo en forma electrizante, pero no por el accidente, sino

porque se había propuesto no volver a tenerlo que hacer nunca más.

Se estremecieron las nubes. Las ánimas del purgatorio dejaron de rezar. Asomaban

sus cabezas los habitantes del limbo. Retumbaba el firmamento a cada paso suyo.

Abre las puertas de una patada. Un hilito de saliva se desprendía de su boca. Las

venitas de sus ojos estaban pletóricas de sangre. Una mosca que descansaba en su

entrecejo murió aplastada por las arrugas fruncidas. Pero de pronto observa que el

que estaba sentado en el lugar del presidente no era el angelito de siempre, sino

Dios. Si, Jahavé o Jeová, o viejo, como él solía decirle. Toti arrugó. Las medias se les

deslizaron hasta los tobillos. Las gotas de sudor se deslizaban alrededor de sus cejas

a velocidad sorprendente hasta caer al piso. Tragó saliva, lo miró a los ojos y le dijo:

— Si querés bajo de nuevo

A lo que Dios le contestó:

— Solo falta el cromado de tu aureola, Yo mismo me hice cargo de todo. He observado tu conducta y pude apreciar que cumpliste al pie de la letra todo lo que te había encomendado. Gracias a ti, premiaron y tuvieron fama cientos de celebridades y ninguno tuvo la dignidad

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de decir quien fue el verdadero autor de sus descubrimiento. Por eso es que en esta oportunidad, Totius, te haré descender. para que tu nombre esté en boca de todos. Tus investigaciones tendrán trascendencia y llegarás a lo máximo a lo que puedas aspìrar: el premio Nóbel. Pero esta vez será distinto. Tendrás que estar en igualdad de condiciones que los demás hombres. Serás de carne y hueso. Tendrás por lo tanto que... NACER. Padecer las mismas pasiones que los humanos y gozar de sus mismas alegrías.

Al principio existía el Toti. El Toti estaba junto a Dios y el Toti era

como Dios. El Toti estaba en el principio junto a Dios y todo se hizo por él y sin él no

existe nada de lo que se ha hecho. Y el Toti se hizo carne y habitó entre nosotros.

Año 1954. 29 de noviembre. La constelación de Sagitario tomaba su

ubicación en el cielo, mientras en la Tierra un estruendoso grito estremeció a los

mortales

— Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

— ¡Viene de cabeza señora Delia!

Ese parto fue un parto. Los forceps no lo podían abarcar. Con una

pinza de fardos para montacargas lograron extraerlo. Fue un caso en que ninguno de

los otros pacientes o allegados dijeron que se pareciera al padre o a la madre.

Su infancia fue un poco atípica. El primer escándalo ocurrió cuando

se acercaba el invierno. La madre decidió hacerle un pasamontañas. Concurrieron a

la licitación Disna y San Andrés. Fue la época en que el tremendo exterminio de

ovejas produjo el evento conocido como la Patagonia Rebelde en alusión a los ovinos

que no dieron el brazo a torcer. Sin nada nuevo que aprender formalizó su paso por

la primaria.

En la secundaria las cosas cambiaron. Él se rebelaba a lo que sus padres pretendían,

pues ya contaba con voluntad propia: deseaban fervientemente que fuera

investigador sin saber que su verdadero amor estaba por la música. El Rock nacional

era su fuerte.

Gracias al trabajo de historiadores, arqueólogos y antropólogos, se

halló una cinta que da testimonio de su brillante paso por esta actividad.

Dentro de este enorme bullicio compuesto por irreconocibles acordes e ignotas

armonías, gracias a modernas tecnologías pudo aislarse en un canal la música

producida por el instrumento que él ejecutaba y que tanto amaba: el bajo eléctrico.

Intentaremos describir el sonido que dicho instrumento producía

— Tum. Tum tum. Tum. Tum. Tum tum tum tum

Otras de sus pasiones quizás por muchos olvidada en el fútbol.

Aguerrido marcador de punta izquierda. Siguió siempre fiel a sus principios: la pelota

pasa pero vos, no. Formidable cabeceador, tema sobre el cual no hace falta

extenderse. Militó en varios equipos en el colegio, dejando en cada uno una estela

imborrable. Por suerte hoy podemos decir que contamos con otro testimonio de

incalculable valor. Es otro cassette, que contiene el relato de un gol que Toti

conquistó en un partido

— Cuarenta y cinco minutos del segundo tiempo. Va avanzando el equipo.

Toma la pelota Toti, pasan los jugadores, cae uno, caen dos, caen tres, caen

cuatro, cinco... Llega al área, va a tirar, tira tira tira

tira.................................................Gol, gol de Toti

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Envidiable habilidad la que poseía. No menos envidiable resulta

quizás la más desconocida faceta d su vida. Probablemente por tratarse de una de

las últimas que desarrolló. Revisando los cajones en la Cátedra realiza sus

investigaciones, observamos en los márgenes de las hojas donde anota todos sus

descubrimientos, manuscritos inéditos, versos de poesías, que bajo el influjo de

alguna musa inspiradora volcaba en el primer papel que tenía a mano. Así rezan

algunas estrofas aisladas

No pienso en mami

No pienso en nada

Yo sólo pienso

en la membrana

Qué redonda, que liviana

me parece la membrana

Casi invisible

como un fantasma

ella recubre

el citoplasma

Qué redonda, que liviana

me parece la membrana

Soberbia fusión de ciencia y poesía. En fin, lo último que sabemos

es de su próximo viaje a los Estados Unidos. Nos llamó la atención la causa de

determinó tan abrupta decisión. Según pudo saberse, tres médicos le robaron la

fórmula de una enzima que él descubrió trabajando con víboras cascabel y que

aparentemente cura el cáncer y que llamó, como es lógico, con su nombre: la

CROTOTITOXINA. Estos tres individuos hasta llegaron a modificar levemente esta

denominación. Allá piensa asesorarse sobre que pasos seguir ante tamaño despojo,

descubrimiento que lo hubiera llevado a conquistar el premio que Dios le auguró iba a

alcanzar. Veremos si tiene suerte.

Toti hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no habría lugar

en el mundo para tantos libros

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U.S.A. for Toti

(Western telúrico)

II Parte - El regreso

Capítulo I - El secreto

Silencio y atención

pido a mi amable entorno

porque esta noche les informo

si no me falla la memoria

la verdadera historia

de Toti y su retorno.

Este relato gira en torno

- y vayan tomando nota -

de un hecho que aún flota

en la mente de sus protagonistas;

comienza esta aventura imprevista

allá en Rochester Minessotta.

Una tarde como tantas otras

otra jornada va a acabar

luego de mucho investigar

y echando un vistazo a todo

se coloca Toti el sobretodo

para volver a su hogar.

A su Datsun pone a andar

en su mente todo repasa:

lo del calcio, membranas y proteasas

y ya en la oscuridad de la noche

aparca su viejo coche

en el garaje de su casa.

Algo extraño veo que pasa.

Le siento un feo olor

Toti mira a su alrededor

a ver si no hay nadie cerca

cuando por detrás de una puerta

aprieta un secreto botón.

Eso llamó mi atención

Me inquietó sobremanera

Quería ver lo que era

y casi me quedo mudo

¡Se fue desplazando el muro

que daba atrás de la cochera!

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¡Una covacha secreta!

y Toti por allí entraba.

Mientras la pared lo tragaba

me acerqué con premura

y a través de una ranura

pude espiar lo que pasaba.

Una lamparita alumbraba

una estrecha habitación.

Lo que más llamó mi atención

era un barril de madera

con una montura verdadera

de lustroso cuero marrón.

Se calzó unas botas con tacón

con muchas tachas y espuelas.

Una camisa de franela

con chaleco y gran sombrero

y a su cuello ató un pañuelo

de muy elegante manera.

¡Ay mi Dios si ustedes vieran

todo un cowboy del Oeste!

y aunque creer esto les cueste

mirándose en el espejo

decía: “qué rico pendejo”

pellizcándose el cachete.

Se trepó a su caballete

haciendo llamativas contorsiones

iba mostrando sus condiciones

y para aclimatarse mejor

encendió un ventilador

para dar sensación de viento.

Iba primero a paso lento

luego a un suave trote,

pasando a veloz galope

imaginando correr un bandido

en varios estados perseguido

y de varios pueblos azote.

Daba risa ver al grandote

que iba haciendo los disparos

apuntando con la mano

y haciendo ¡pum! con la boca

y acorralándolo entre las rocas

con una soga lo ha enlazado

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Cuando lo hubo atrapado

dio por terminada la diversión

Acomodó su habitación

Su traje puso de vuelta

y con la corbata medio suelta

a su casa se encaminó.

Su esposa lo recibió

y lo vio tan agitado

“¡Cuánto habrás trabajado!”

se lamenta preocupada

y con pícara mirada

Toti asiente resignado

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Capítulo II - La sorpresa

Y así los meses pasaron

con el secreto apartamento

e Inés con el convencimiento

de la sacrificada tarea

sin sospechar siquiera

del oculto divertimento.

Cuando una noche había vuelto

a su familia no halló

Por todos lados buscó

con lastimosa sorpresa

cuando arriba de una mesa

una nota se encontró.

Con muchos nervios la leyó

dijo: “¡Cómo puede ser esto!”

Se trataba de un secuestro

- según la carta decía -

que no llame a la policía

y por teléfono sabría el resto.

Tiró el papel en un cesto

y se sentó apesadumbrado

esperando ese llamado

que le aclarara la situación

y recostado en el sillón

las horas iban contando.

Cuando estaba bostezando

suena el timbre esperado

Levantó el tubo esperanzado

y gritó una mujer de voz fina

“¡Hola Susana, sos divina!”

y Toti dijo “Equivocado”

Cuando las doce hubieron dado

ya cansado y con hambre

habló alguien en tono grave

culminando la tensa vigilia:

“Si quieres ver viva a la familia

consigue diez mil de los grandes”.

El clima era desesperante

y en sucesivas comunicaciones

fue recibiendo indicaciones

de cómo seguir actuando

y así es que fue maquinando

quienes podían ser los raptores

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Iba haciendo deducciones

y sus dudas disipando

Este que lo estuvo llamando

no es otro que Joe Pistolas

un forajido que atesora

muertes, secuestros y asaltos.

Al fin como último dato

le indicaron el lugar

en donde debía entregar

el dinero solicitado

y Toti queda asombrado

adonde debía viajar.

Esta es mi oportunidad

dijo muy entusiasmado

“Western City” era el condado

donde debía llegar

para poder entregar

el rescate acordado

Como reliquia del pasado

ese pueblo aún conserva

costumbres, ropas y otras yerbas

del lejano oeste americano

¡Toti estaba fascinado!

y su pasión se exacerba.

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Capítulo III - Al rescate

Del pasaje tenía reserva

y con su viejo bolso marrón

fue camino a la estación

donde el tren lo esperaba.

Pronto suena la campana

y a Western City partió.

Un día y medio duró

esta larga travesía

cuando al fin con alegría

divisa acongojado

ese lugar tan soñado:

hoy sus sueños se cumplían

Esperando sobre la vía

saludando con el sombrero

se encontraba el pueblo entero

recibiendo a los llegados:

Toti miraba asombrado

¡Estaba lleno de vaqueros!

Eran cowboys verdaderos

los que estaban festejando

Absorto queda mirando

este mundo que lo copa,

y se fue cambiando la ropa

pa´ no bajar desentonando

Como un cowboy caminando

se dirigió hacia el saloón

para buscar una habitación

donde poder quedar dormido

sin olvidar sus seres queridos

viviendo esa cruel situación

Las puertas vaivén abrió

todos quedaron mirando

Sus pasos iban cortando

ese silencio matador

Dirigiéndose al mostrador

donde el mesero estaba parado.

Sin siquiera haber hablado

Toti lo mira fijamente

y el hombre inmediatamente

le sirve whisky en un vaso

y de un solo zarpazo

lo tragó rápidamente.

Page 18: Totius (Obras Completas)

18

Mira a la gente detenidamente

como pasando revista.

Todos bajaron la vista,

cada uno en su mesa

Con esta muestra de fiereza

quería conseguir una pista.

“Su habitación ya está lista”

el mesero intentó murmurar

a lo que Toti quiso agregar

para que esta noche sea más bella:

“mande dos chicas y una botella

que mis problemas quiero olvidar”

“Primero lo tengo que anotar”

dijo el mesero asustado

“tengo a todos registrados,

si no lo molesta al hombre”

“Kid Caraid es mi nombre”

contesta Toti agrandado.

Ya en su cuarto preocupado

ni un ojo pudo pegar

Sale al balcón a meditar

En una silla apoya el taco.

abrió la bolsa de tabaco

y un cigarro empieza a armar.

“No sé por donde empezar”

decía con bronca anodina.

y bajando de nuevo a la cantina,

y quizás allí preguntando

me puedan ir orientando

en esta aventura repentina.

A todos casi calcina

con esa presencia temeraria

“Si no quieren ir a la funeraria

mejor vayan cantando,

donde anda acampando

Joe Pistolas y sus parias”.

No halló la respuesta necesaria

Eran como bloques de cemento

Se paró en una mesa del centro,

dejando a todas perplejos

y grita: “Ahijuna, maulas, canejo”

sacando ese gaucho de adentro.

Page 19: Totius (Obras Completas)

19

Y así veloz como el viento

a un viejito tomó del cuello

“Si no hablás te degüello”

Y dice el pobre sin respirar:

“Ese que acaba de entrar

viene a ser uno de ellos”

Page 20: Totius (Obras Completas)

20

Capítulo IV - La persecución

Medio lila largó al viejo

y sin tiempo que perder

a su cuarto se fue a poner

su sombrero, su cartuchera

y sus botas con espuelas

al mejor estilo John Wayne.

No sabía bien que hacer

y se preguntaba afligido

en qué perseguir al bandido,

cuando allí abajo ve un caballo

y veloz como un rayo

se lanza sobre el equino.

Ágil como un felino

desde el balcón pudo saltar

Justo en el lomo llegó a parar

del animal desafortunado,

que ni entre varios parroquianos

pudieron desenterrar.

Era como volver a empezar

Se fue alejando el forajido

¿Por dónde se habrá ido?

Mira para todos lados

cuando en un poste ve atada

a un hermoso tordillo.

Ahora sí a seguir al pillo.

Tras sus huellas echa a andar.

Así empieza a galopar

a través de la llanura

Este tipo de aventuras

sí que lo hacían gozar.

¡Qué figura tan particular

con ese andar tan raudo!

Si parecía un centauro

esa conjunción tan fiel

entre el jinete y su corcel

bien merecía un lauro

Comienza a tomar recaudo

pues el rastro ha terminado

y en un rancho desolado

vio desmontar al delincuente

quien desesperadamente

entró por un costado.

Page 21: Totius (Obras Completas)

21

Toti con mucho cuidado

desensilla de su flete

Tenía un gran julepe

pero no le importaba nada.

Gary Cooper en “La hora señalada”

tenía flor de sorete.

Page 22: Totius (Obras Completas)

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Capítulo V - El desenlace

Entre las rocas se mete

Lentamente se va acercando

Ese maula estaba hablando:

“de aquí debemos marcharnos

un tal Kid Caraid quiere matarnos”

comentaba temblequeando

“Ya calla” dijo Joe cortando

“Jesse James era mi abuelo

y no me asusta ningún vaquero

por más bravo que éste sea

Mejor que huya pues cuando lo vea

con mi pistola lo agujereo”

Pero Toti en el entrevero

por una hendija ve

a Cecilia Santiago e Inés

atados de pies y manos,

además de amordazados

muy asustados los tres.

Su ira no pudo contener

Le parecía una pesadilla

Pero veloz como una ardilla

ataca con todas sus ganas

irrumpiendo por la ventana

desafiando a la pandilla.

Saltaron todos de sus sillas

y sus armas desenfundaron

y a mansalva dispararon

Tiro viene tiro va

Toti comienza a silbar

como haciendo el disimulado.

Por esto más se enfadaron

haciendo sonar más sus gatillos

Toti arma un cigarrillo

entre medio de las balas

Y frota sus botas texanas

hasta hacer resaltar el brillo.

Esto no era sencillo

estaba todo calculado

Era lo que había planeado

para enfrentar a los hampones

y así fue que estos ladrones

iban siendo ultimados

Page 23: Totius (Obras Completas)

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Toti sin un disparo

y sin derramar de sangre una gota

pudo derrotar a la patota

porque actuó con inteligencia:

los mató con la indiferencia

al no darles pelota

El cowboy gaucho de Minessotta

fue a la otra habitación

donde con toda emoción

se reencuentra con sus amados

y luego de haberlos desatado

los abrazó con devoción.

Page 24: Totius (Obras Completas)

24

Capítulo VI - Epílogo

Así es que a Inés convenció

luego de esta aventura repentina

para volver a la Argentina

así se olvidan de este tema:

“Allá habrá más problemas

pero estarás más tranquila”

Aquí la historia se termina

con feliz culminación.

Mucho nervio, mucha tensión

tuvo que vivir nuestro amigo

como para decir “Aquí no sigo”

yendo derecho al avión.

Es que Toti en esta ocasión

quiso hacerse perdiz

a tratar de ser feliz

en algún pago lejano,

pero la verdad paisano

le gusta el aire de aquí..

Page 25: Totius (Obras Completas)

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III Parte - De nuevo en Argentina

Page 26: Totius (Obras Completas)

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Capítulo I - Una nueva experiencia

l badajo sacudía con tres secos golpes el bronce acampanado en la parte

superior de la pequeña iglesia, cortando el silencio reinante de la fresca y

desolada madrugada del populoso barrio de Munro.

Todos sus habitantes se dedican al reposo luego de las arduas

obligaciones diarias, entregándose sumisos a un reparador sueño.

Todos, menos uno.

Con sus manos bajo la nuca y sus ojos abiertos perdiendo la mirada

en el oscuro cielorraso, Toti se mantenía en una vigilia desvelante: por su enorme

cerebro circulaba una acosante preocupación que lo aquejaba hacía ya mucho

tiempo.

La crisis del país se agudizaba cada día más y los gobernantes de

turno, para cortar el hilo por lo más delgado, buscan reducir los gastos en aquello que

menos los afectara: la salud y la educación. Así los recursos destinados a la

investigación se van reduciendo ostensible y progresivamente, hasta alcanzar niveles

que llevan a una inoperancia casi total.

Esta situación golpeaba duramente el corazón de nuestro amigo,

pues veía que así se alejaba cada vez más la posibilidad de poder cumplir con los

designios para los cuales había sido creado.

Así, durante las duras jornadas que le tocaba vivir, fue desviando la

atención hacia otro tipo de tareas que le permitieran poner en práctica el caudal de

conocimientos habidos, para que todo aquello realizado hasta ahora, no haya sido en

vano. Nada ajeno a su voluntad pondría límites a lo que se le había encomendado

realizar.

Su pensamiento se había concentrado en la idea de que todos lo

objetos que vemos, no son más que la simple proyección de un imagen que la luz

traslada indefinidamente a través del espacio y del tiempo. Si de alguna manera uno

pudiera viajar en la dirección opuesta a una velocidad superior a la del transporte de

la imagen generada, podría llegar sin dudas a presenciar hechos sucedidos en el

pasado donde se formaron esas imágenes. Como la velocidad de la luz es absoluta,

en sus estudios descubrió atajos temporales que acortaban el trayecto en busca de

esa fuente original de imágenes.

Trabajando denodadamente en temas como materia y anti - materia,

agujeros negros y cálculos infinitesimales, y a pesar de los pocos elementos con los

que contaba, su brillante mente dio con el mecanismo intrínseco que lograra

descomponer las moléculas biológicas sin dañarlas y acelerarlas en dimensiones

desconocidas para la mente humana actual, permitiendo así acceder al retroceso

temporal que tanto le interesaba.

Pero, ¿qué es lo que llevaba a este genio a transportarse a épocas

remotas?. Es fácil de deducir: viendo que el futuro de su profesión era

verdaderamente incierto, se dijo así mismo ¿porqué no volver al pasado y poder

evitar aquellos sucesos poco afortunados, que podrían haberse soslayado si hubiese

estado allí presente alguien que de antemano tuviera conocimientos sobre la

probable ocurrencia de los mismos?.

Con esa misión encarnada hasta lo más profundo de su ser,

deseaba que esa interminable noche concluyera, ya que se iniciaba el día que había

fijado para realizar su experiencia piloto.

La hora por fin llegó. Bebió unos mates casi en forma automática.

Enhebra los brazos en las mangas de su saco, amoldándolo a su cuerpo con leves

E

Page 27: Totius (Obras Completas)

27

movimientos de hombros. Ajustándose el nudo de la corbata se despide de una Inés

totalmente ignorante de sus proyectos, encaminándose hacia la Facultad como si

fuera un día como cualquier otro.

Apenas llegado a su lugar de tarea, no quiso perder más tiempo

para comenzar su trabajo. Tomó a uno de los monitos que tenía para experimentar, lo

puso cerca del reloj que había ideado para desarrollar su prueba y presionando un

botón, el pequeño mico fue transparentando su figura, como si sus células se fueran

evaporando.

La primera parte fue un éxito, tal como lo esperaba, pero lo más

importante era reintegrarlo al lugar donde había partido en las mismas condiciones en

las que había sido enviado. Bastaba para ello oprimir el botón rojo que sobresalía del

costado izquierdo del aparato por él creado. Cuando así lo hubo hecho, comenzó de

inmediato a materializarse sobre la mesa la antropomorfa figura del afortunado

animal, que quizás a partir de ese momento pasaría a la historia, trayendo en sus

manos una pequeña armadura donde rezaba una leyenda que decía “Recuerdo de

Constantinopla”.

¡Funcionó! ¡Funcionó! repetía alocadamente, dando saltos como

Silvio Soldán entregando un viaje a los estudiantes. Las cabezas de los colegas

ubicados en gabinetes lindantes al suyo, giraron al unísono, con rostros perplejos,

observando atónitos como la corpulenta humanidad de Totius brincaba de un lado al

otro detrás de un vidrio. Dándose cuenta de su inusual actitud, el pionero vencedor

del tiempo, les aclaraba que su reloj hacía una semana no funcionaba y había

logrado repararlo. Dicho esto, se miraron entre sí encogiendo sus hombros,

continuando con sus actividades.

Toti no podía contener su alegría. Todo el esfuerzo invertido no fue

en vano y estaba rindiendo sus frutos con creces.

Una vez repuesto de la emoción provocada por la magnífica

experiencia y con los hechos históricos relevantes repasados en su memoria,

programó su pequeña máquina para realizar en carne propia esta inédita travesía.

Elevando una plegaria al cielo, consideró estar en condiciones para

realizar esta expedición, e inicia una mental cuenta regresiva, como buscando un

justificativo que lo impulsara a presionar esa tecla mágica que lo llevaría a iniciar el

recorrido... Tres, dos uno, cero. Activa el mecanismo. Siente que su cuerpo va

perdiendo peso rápidamente; las estructuras que lo rodean van tomando una

velocidad vertiginosa. Ya se encontraba como en un túnel sin principio ni fin

divisables, por donde flotaba con sus brazos y piernas en extensión. El silencio era

absoluto, cuando al cabo, para él, de unos pocos segundos, empieza a sentir los

efectos de la atracción gravitacional, percibiendo lentamente su lenta corporización.

Al abrir los ojos se encuentra repentinamente en medio de un

mercado, con mucha gente vestida con largas túnicas y un bullicioso ruido de voces

que se entremezclaban.

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Capítulo II - Un asesor de lujo

u innata curiosidad lo lleva a observar los distintos puestos de venta. En uno de

ellos, el vendedor llevando sus manos a la boca en forma de bocina, anunciaba a

los transeúntes: “Aproveche el poder mágico de las pirámides, lleve a su casa la

réplica de la del faraón Kefren”. En otro se ofrecía a viva voz: “Visite las islas del

Delta y el maravilloso paisaje de otoño del Nilo; barcas de pasajeros con dos salidas

diarias”. No había más que decir: estaba en Egipto. Al avanzar por primera vez entre

los mercaderes, se decía a sí mismo “Éste para mí es un pequeño paso, pero es un

gran paso para la humanidad”.

En medio del desorden avista a unos jóvenes revisando cada rincón

de la feria. Intrigado, el recién llegado, y con intenciones de dar una mano, pregunta

a uno de ellos, qué andaban buscando.

— Buscamos a nuestro hermano José.

— Oia, que casualidad. Yo me llamo Ariel José - respondió Toti

— No me digas - le contestaba el otro - Muchachos dejen de buscar, vendamos a

éste que es más grandote y se llama igual.

Entre los diez lo agarran y entre forcejeos lo llevan frente a unos

soldados quienes luego de pelear un precio, entregan unas monedas a los poco

fraternales traficantes, los que se retiran satisfechos por la operación realizada.

Presionando su flanco con la punta de una lanza lo invitan poco

gentilmente a tomar una dirección determinada. Mientras transitaba el obligado

camino y muy asustado, se atrevió a preguntar adonde lo llevaban. Como respuesta

inmediata recibe un puntazo. Pero su esencia rebelde lo llevaba a insistir indignado:

— Tengo derecho a saber donde me llevan

Uno de los milicianos, empujando con su escudo la espalda del

extraño, en tono irónico le responde:

— Ahora sos esclavo del faraón y quedan suspendidas tus garantías

constitucionales.

Toti sin comprender su nueva categoría social, deja caer su

mandíbula como gesto de incredulidad. Pronto hacen su ingreso a un inmenso

palacio, donde el lujo y el buen gusto brotaban en cada rincón. Totalmente

asombrado cuestionaba en voz alta:

— ¿Cómo hicieron esto?- A lo que el soldado le contestó

— Aquí sólo hacemos obras faraónicas.

Luego recorren unos pasillos oscuros en n un lugar que nada que

ver con lo que había apreciado anteriormente y de un empujón es arrojado dentro de

una celda y con la cara contra el piso, escucha el ruido de la cerradura que trababa la

puerta que lo aislaba del resto.

— ¡Dios mío! - pensaba - Ahora que hago; esto no lo esperaba - rezongaba

entredientes

Al escuchar unos pasos, se asoma a la mirilla de la puerta y observa

a dos guardias en animoso diálogo. Uno, entre risas, le comentaba al otro, que el

faraón estaba desesperado porque había soñado con siete vacas gordas y luego con

siete vacas flacas y que ninguno de sus notables consultores podía descifrar el

mensaje de su sueño. Toti, visiblemente reconfortado se decía ¡Ésta es la mía!

— ¡Yo sé el significado de esto! - gritaba aplastando su rostro contra el agujerito.

S

Page 29: Totius (Obras Completas)

29

Uno de los guardias que lo escuchó se acerca y estupefacto por la

insolencia lo frenaba en sus ímpetus.

— ¿Qué decís?

Toti, loco de alegría le contesta:

— Yo le puedo decir que significan.

— Qué vas a saber vos si sos un simple y vulgar esclavo - increpaba el centinela.

— Bueno, que se joda, que se quede con la duda.- retrucaba el cautivo, mientras les

daba la espalda con los brazos cruzados y marcando con el pie un rítmico

movimiento de arriba a abajo.

Enseguida abrieron la puerta y tomándolo de los brazos entre los

dos, se lo llevaron. Luego de subir unas interminables escaleras, alza la vista y queda

notablemente impresionado ante la majestuosa presencia del joven emperador. Era

realmente imponente. Sus cancerberos lo presentan como José y el monarca le hace

gestos para que se acerque. Cuando lo tiene a su lado le dice:

— Espero que sepas interpretar lo que soñé, porque aunque cueste trabajo, te hago

cortar la cabeza.

— Es fácil - dice Toti con una seguridad que a nadie podría despertar la menor duda

de lo que se animaría a decir - Las siete vacas gordas - continúa - indican claramente

que van a haber siete años de prosperidad y grandeza en Egipto, pero que luego van

a tornarse en siete años de sequías y hambre, por lo que durante la época de

riquezas van a tener que hacer reservas de alimentos para poder sobrellevar sin

inconvenientes el ciclo adverso.

El faraón quedó maravillado ante la lógica deducción. la corte estalló

en aplausos y vítores. los guardias hacían sonar sus trompetas. Todos se

apretujaban frente al trono para ver el rostro de quien logró la imposible misión de

descifrar la onírica incógnita de su soberano. Toti estaba chocho y agradecía a Dios

haber estudiado en un colegio de curas.

De inmediato recibió de Ramses II el título de Asesor Faraonal Ad

Honorem. Con un atuendo más adecuado a la época y atendido como los dioses, el

nuevo ídolo iba anotando en su diario todo lo que le iba ocurriendo, hasta que fue

sorprendido por Ramsés quien intrigado le pregunta:

— ¿Qué es eso?

— Estoy escribiendo - contesta el viajero del tiempo, mas viendo la extraña mueca

que arrugaba el rostro del juvenil emperador se apresuró a aclarar que era una forma

de volcar en algún medio adecuado las ideas de uno para que así puedan ser

interpretadas por otros.

Ramsés nuevamente quedó impresionado frente a la nueva

exposición de su flamante asesor y mientras detenía su vista sobre la espantosa letra

de Toti, le decía:

— Esto es muy difícil de entender

Nuestro amigo, torciendo el cuello para descifrar lo que había

escrito, resignado le comenta:

— Y sí, parecen jeroglíficos -término que le surgió sin querer.

Sin solución de continuidad, Ramsés dio la orden de instruir a los

más capaces de sus súbditos, para que con el tiempo inscribieran con esos extraños

símbolos todo lo que acontecía durante los días de su reinado en cuanto templo,

pirámides y edificios públicos existieran.

La verdad es que Toti estaba bastante contento con lo que estaba

viviendo, pero en realidad, analizándolo profundamente, no había venido

precisamente para pasarla bien, por lo que decidió adelantarse unos cuantos años,

sin salir del lugar donde estaba, y llegado a esa nueva etapa se enfrenta a un

Ramsés ya bastante agrandadito, quien le dice:

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— José, para vos si que no pasan los años.

— Es que me cuido en las comidas - le responde Toti sin saber que otra cosa decir

Pero el faraón estaba muy preocupado porque los otros asesores lo

habían convencido de que el pueblo judío que habitaba hacía muchos años sus

dominios les estaba agotando las reservas de alimentos.

Toti haciéndole creer que estaba al tanto del asunto y con la

confianza ganada a su faraón, le confiesa que había estado hablando con el líder del

grupo de nombre Moisés y que éste había manifestado el interés de retirarse a otras

tierras, por lo que le aconsejó permitiera el retiro de los mismos para matar dos

pájaros de un tiro. A Ramsés le pareció muy lógica la idea y permitió la retirada, la

que se inició de inmediato.

Al poco tiempo se fueron dando cuenta que ya no contaban con

quienes le sirvieran de mano de obra barata y eso no les agradaba demasiado, por lo

que impartió de inmediato la orden de recapturarlos. Agrupó de inmediato a sus

tropas y encabezando él mismo la persecución solicitando a Totius su compañía.

Luego de varios días de agotador seguimiento el formidable asesor

le comenta:

— No se aflija don Ramsés, en cuanto lleguen al mar Rojo los agarramos.

Y así pasaron nuevas jornadas hasta que llegaron a ese lugar,

cuando azorados y consternados observan que las aguas del mar estaban corridas,

permitiendo el paso de del pueblo que huía de sus opresores

—Crucemos - dijo resuelto Toti

Ramsés, con la sabiduría que dan los años, coligió:

— Ni loco, cuando estamos cruzando se nos viene encima el agua.

— Está muy equivocado, mi señor - apuró en contestar el agrandado consejero.

Claro, él ya había realizado los cálculos pertinentes en cuanto

tiempo estuvo abierto el paso en el mar y sabía con precisión el momento en que las

aguas retornarían a su sitio.

— No pierda más tiempo don, tenemos exactamente una hora para atravesarlo sin

problemas. Apúrese y mande a las tropas.

Ante la seguridad de su discurso y los brillantes antecedente que

galardonaron el paso de nuestro protagonista por esos lares, el faraón ordenó el

cruce. Así comenzó a contemplar desde una alta elevación junto a su asesor, el paso

tembloroso de los soldados en medio de las dos murallas neoformadas, que

injustificadamente se mantenían elevadas a sus costados. Pero el orgullo con el que

observaba el andar de su formidable ejército, pronto se transformó en consternación

al ver que el grueso de sus valerosos soldados eran devorados con ferocidad por las

turbulentas aguas que se desplomaban sin piedad sobre las huestes faraónicas en

busca de su natural posición.

Toti, que con los ojos desorbitados contemplaba el desastre del cual

era único culpable, emprendió veloz corrida al ver a su faraón que, con la espada

desenfundada, se dirigía velozmente hacia su persona. Mientras huía, recordó que no

había tenido en cuenta la diferencia horaria entre Argentina y Egipto, lo que provocó

el desfasaje de sus cálculos.

Cuando percibió que era indefectiblemente alcanzado por la filosa

arma del iracundo soberano que había perdido el ejército que llevó lustros entrenar,

presionó instintivamente un botón de su reloj, comenzando su desintegración.

Mientras realizaba su sideral viaje, sonreía pensando en la cara que

habría puesto su ex gobernante al verlo desaparecer.

Al ir adquiriendo lentamente su fisonomía humana, ve que a su

alrededor van tomando forma un conjunto de frondosos árboles que daban un

aspecto de tranquilidad al paisaje de su nuevo destino.

Page 31: Totius (Obras Completas)

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Capítulo III - Colega de misión

acude el polvo acumulado en sus vestiduras por la revolcada producto de su

inexperiencia en esta modalidad de aterrizaje, se incorpora y se dirige hasta lo

que parecía una importante ciudad. Ya en las puertas de la misma, lee un cartel que

dice: “Shalom, bienvenidos a Jerusalén”.

—¡Dios me libre! - gritó fascinado - Acá me tengo que quedar. Voy a conseguir una

habitación para pasar los días - decía - porque aquí seguro tengo mucho para ver.

Luego de recorrer alguna de sus calles sin terminar de maravillarse

por lo que estaba conociendo, detiene su caminar frente a una casucha medio

desvencijada, donde un cartel ofrecía una habitación en alquiler. Descorriendo la

cortina de entrada, ve a un hombre maltrecho quien luego de una flemosa

expectoración lo saluda

— Boinos días, que necesita.

Toti lo pone al tanto de sus necesidades a lo que el enfermizo

caballero le contesta

—Son dos meses de depósito, uno por adelantado más un 5% de comisión.

A Totius le pareció una barbaridad por lo desastroso del lugar, pero

accede al ver la necesidad del pobre y achacado personaje.

—¿Qué le anda pasando? - Le decía mientras apoyaba la palma de la mano en la

frente de su aquejado interlocutor para ver si tenía fiebre.

— Estoy jodido -decía el locador - ya no tengo arreglo.

— Pero, ¿podría hacer algo por usted?- insistía preocupado el recién llegado.

— No, querido, vos nada. El único que me puede salvar según dicen es un tal Jesús,

que ahora está hablando a la gente en la plaza del Templo. Si querés llamalo y decile

que me ayude.

Mamita, decía Toti, tenía la oportunidad de su vida de conocer

personalmente al enviado de Dios a la Tierra. Conmovido por la emoción, lo alienta al

viejo diciéndole:

— No se preocupe, ya mismo salgo a buscarlo.

Y salió disparado hacia la plaza.

Allí encuentra una gran aglomeración de gente. Comienza a abrirse

paso entre la muchedumbre, cuando de repente se encuentra en un claro, frente a

frente con esa imagen que tanto conocía. Claro, era más bajo de lo que imaginaba y

una cara de judío salido del Once que daba miedo. nada que ver con las estampitas.

Sin lograrse desprender de su perplejidad inconmensurable, casi insolentemente

corta la prédica del Salvador, diciéndole:

— ¡Rabí! - porque sabía muy bien que así había que dirigírsele - hay un hombre muy

enfermo y dice que sos el único que puede componerlo.

Jesús giró la cabeza para mirarlo y Toti al sentir penetrar en sus ojos

la incomparable y aguda mirada de Jesús, s ele cayeron las medias.

— Bueno, vamos a verlo - le dijo el barbado nazareno.

Toti se dice a sí mismo cómo va a llevar al Rey de la humanidad a

esa pocilga. Y con toda la humildad que lo caracterizó a través de los siglos le

contesta:

— Señor, yo no soy digno de vayas a mi casa pero una palabra tuya bastará para

curarlo.

En realidad le pareció una frase hecha, pero le salió del alma.

— Está bien - dijo Jesús - tu fe lo ha salvado.

S

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32

De inmediato Toti vuelve a la pocilga y al llegar encuentra al mórbido

mortal bailando en una pata. Al ver ingresar a su nuevo inquilino, lo abraza y le dice

con regocijo:

— No sabés que feliz soy. Nunca me sentí tan bien. Me siento como nuevo y no

gasté un centavo en médico. Todo gracias a vos. T para demostrarte mi

agradecimiento - agrega - he decido en este preciso momento y sin ningún trámite

previo, rebajarte la comisión al 3%, y ¡que Dios te bendiga, hijo!

En fin, decía Toti, algo es algo. Y con esos pesitos ahorrados

decidió ir a comprar algo para comer. En el trayecto observa la presencia de un

hombre visiblemente preocupado, empujando piedritas con una rama. Toti

sensibilizado por la triste figura acurrucada, y como no podía ser de otra manera, se

acerca solidario a preguntarle que le sucede. El entristecido varón, alzando la vista

para ver quien era la bondadosa alma que se apiadó de su situación, le contesta:

— Que va a pasar, los negocios no van bien que digamos y no tengo un centavo para

nada. Se ve que aquí no se puede ganar plata trabajando.

Toti tratando de buscar una respuesta que levante el ánimo de ese

ser desahuciado por la situación, atina a decirle:

Mirá, de donde yo vengo, pasa lo mismo; quizás peor. Allá la corrupción es

generalizada. Las prebendas y los negociados son cosa habitual. Tanto, que por

dinero son capaces de vender a la madre o al hermano. - Le decía eso para que viera

que no era el único en el mundo que padecía esa situación.

— Mirá vos - le contesta el infortunado hombre - Así que venderían a cualquiera por

unas monedas ¡Qué abajo se vino el mundo! - decía mientras tramaba algo en su

mente sobre lo que Toti le había comentado.

— Sí, es una desgracia - asentía nuestro amigo - pero bueno, me tengo que ir.

Espero que pronto soluciones tus problemas.

— Ya creo que sí - respondía el hombre bastante reanimado.

— Hasta la próxima - se despidió Totius. Y volvió sobre sus pasos preguntando cuál

era su nombre.

— Judas. Judas Iscariote, para servirle

Al visitante extemporáneo se le hizo un nudo en la garganta y

maldiciendo la idea de haberse detenido a conversar, dio rápida media vuelta y se

fue dando largos pasos.

Más tarde, vislumbrando la posibilidad de mantener una charla con

aquel que cambió la vida de los hombres y que perdurara a través de los siglos,

resuelto se decidió a ir a su encuentro. Cuando luego de indagar en varios lugares,

logró ubicarlo. se le acercó sigilosa y respetuosamente. Jesús, bastante abatido y con

un rostro que reflejaba tristeza además de cansancio, dirigiendo la vista al recién

llegado, como sabiendo de antemano su visita, saluda:

— Qué hacés Totius, nos vemos de nuevo.

Nuestro amigo quedó petrificado y casi balbuceando dice:

— Cómo, ¿Me conocés?

— ¡Cómo no te voy a conocer, si yo estaba al lado del viejo cuando te creó: vos te

encargarías de la parte material y yo de la espiritual - replicaba el Divino Maestro,

como si lo relatado le resultara de lo más natural.

— Pero, ¿entonces no es un sueño todo lo que viví? - preguntaba Toti, no sin un

dejo de orgullo.

Qué va a ser un sueño - contestaba con seguridad Jesús - el Plan de Dios es

perfecto, no dejó nada librado al azar. Vos con tu misión y yo con la mía.

Y así entre ambos fueron armando una animosa conversación, en el

cada uno relataba sendas anécdotas sobre su común actividad redentora. Dando por

concluida la charla, Jesús invita a su colega a cenar con él y sus discípulos:

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— ¿Venís a comer con nosotros que hoy festejamos la Pascua?

— No, gracias - dijo Toti - en realidad debo continuar con mi viaje

— No insisto - respondió el Cristo - vos sabés muy bien que es lo que tenés que

hacer. A propósito, necesito un lugar tranquilo donde no me puedan ver para

entregarme tranquilo a la oración, pues hoy tengo un día bravo.

Sin dudar y esbozando una enorme sonrisa por poder satisfacer la

inquietud del Maestro, le dice:

— Tengo un lugar repiola. es donde me materialicé. Allí si que no te van a joder y

queda aquí nomás en las puertas de la ciudad.

Bueno, gracias por el dato, y que puedas seguir cumpliendo con creces la preclara

encomienda de mi Padre. Hasta pronto.

Luego de un tierno, prolongado y fraternal abrazo, el crononauta se

encaminó lentamente al lugar que había recomendado para iniciar otro viaje. Cuando

se acerca a dicho lugar, lee sorprendido que ese páramo se llamaba “Huerto de

Getsemaní”, lo que sumado a lo que Jesús le había dicho sobre el festejo de Pascua,

rápidamente dedujo que el lugar recomendado era el menos indicado para que fuera.

La metida de pata ya estaba hecha.

— Mejor me rajo - dijo mientras presionaba la tecla trasmutadora.

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Capítulo IV - Todos los caminos conducen a Roma

ué livianito se sentía dentro del misterioso túnel! Qué sensación de bienestar

vivía, lástima que durara tan poco. Tan poco. que ya comenzaba a tomar forma

frente a una gran construcción donde se leía en el dintel de una de sus puertas “Circo

Romano”.

De pronto, vio en su mente los gratos momentos vividos de niño

cuando sus padres lo llevaban al Rhodas, al Tihanny, al de Moscú ¡Qué hermosa

época! decía para sí, mordiendo suavemente su labio inferior, mientras contemplaba

extasiado, con sus manos en la cintura, la enorme construcción del estadio.

Abriendo sus brazos y palmeando los costados de sus muslos,

vuelve a la realidad y nuevamente se ve en la necesidad de conseguir un lugar para

pernoctar. Mientras iba reconociendo el nuevo ámbito donde se autopredestinó, ve a

un joven que, corriendo como si huyera de algo, se introduce en una pequeña casa,

en un recóndito lugar.

Toti se apersona a dicha puerta, a la que golpea con tres cortos

golpes, tal como había hecho el muchacho que lo antecedió. Abren la mirilla y una

voz temblorosa le pregunta qué andaba buscando.

— Necesito una habitación para pasar la noche - respondía tímidamente -. Luego de

un corto silencio, la voz nuevamente le preguntaba:

— ¿Sos cristiano?

— ¡Por supuesto que soy cristiano! - contestaba sacando pecho y mostrando la

crucesita que le habían regalado para la Primera Comunión.

Se abre la puerta haciendo sonar unas desaceitadas bisagras.

Dentro encuentra un nutrido grupo de personas a las que observó muy asustadas y

con actitudes defensivas.

— ¿Qué les pasa a todos? - preguntaba intrigado.

— Somos perseguidos - contestaba el extenuado muchacho - hace meses que nos

escondemos aquí y estamos realmente abatidos y aburridos.

Toti, con el rostro encendido de bondad, los apaciguaba

— No se hagan problema. Dios está con nosotros. Hay que salir de este tedioso

lugar, no se puede vivir en este habitáculo de por vida. Recién llegué a un lugar que

me parece bárbaro. Salgamos confiados a despejarnos.

El embotamiento que abrumaba a los jóvenes no les permitía hilar

ideas y aceptaron en forma automática la invitación del recién llegado, saliendo

ordenaditos detrás de él. Cuando la llegada al circo era inminente, uno de ellos gritó

despavorido:

— ¡No!, allí están los leones

Toti infantilmente le decía:

— Pero sí, hombre, hay leones, pero también están los magos, los payasos, los

equilibristas - y en una fracción de segundo se vieron rodeados por una cohorte

fuertemente armada del ejército romano.

El centurión a cargo irónicamente le pregunta:

— ¿Quo vadis?

Y Totius sin dejarse intimidar por el hierro de las lanzas le contesta:

— Ah! también dan películas. En realidad llevaba a mis colegas cristianos a conocer

el circo ¿algún problema?

¡Q

Page 35: Totius (Obras Completas)

35

Los muchachos que lo seguían, apretaban fuertemente sus puños

hasta enterrarse las uñas en las palmas y mirando al cielo murmuraban quien sabe

qué tipo de insulto latino.

— ¡Ah, quieren conocer el circo! - decía el soldado con amplia sonrisa - pasemos

adentro

Y Totius , dando un golpesito en el aire con la cabeza en dirección a

la entrada invita a sus amigos a pasar diciéndoles:

— Vieron, conseguí entradas gratis.

Pero los rostros de nuestro hermanos antepasados no eran los que

nuestro amigo pensaba encontrar. Los pobres muchachos mientras iban maldiciendo

el momento en que conocieron a nuestro ilustre viajero, eran encerrados tras la rejas.

Entre tanto , Totius era tomado de un brazo por el centurión, y éste

burlonamente le decía

— ¿Así que querés conocer a los leones? - y de un brusco empujón lo lleva a la

arena.

Totius se levanta, prolijamente limpia su atuendo y comienza a mirar

las graderías repletas de gente, la que irrumpe en un estruendoso aplauso cuando el

curioso visitante hizo su involuntaria aparición. Mientras repasaba las tribunas para

encontrar un lugar libre para ver el espectáculo, sin saber todavía que él mismo iba a

ser el protagonista principal. Se levanta una reja, dando paso a un desnutrido felino,

que apuntó directamente hacia la figura de nuestro amigo. Toti, viendo que la bestia

se le venía encima y haciendo gala de inimaginables reflejos, toma una silla que

había a su lado y desatando el cinturón que sostenía sus vestiduras, comienza a

latigar el piso, y así como un diestro domador (aunque era zurdo) obliga a hacer al

salvaje animal todo tipo de piruetas, saltos y otras habilidades. Cuando se le ocurre

hacer la demostración de meter la cabeza dentro de la boca del ahora dócil gatito, al

ver éste el enorme elemento que quería introducir en sus fauces, emprendió veloz

huida, encerrándose por propia voluntad en la jaula de donde provenía.

El coliseo estallaba en aplausos. El emperador allí presente hizo

señas a un soldado para que trajera a su palco al improvisado domador.

Ya frente al sitial imperial, el soldado levantando la mano grita:

— ¡Ave César!

Totius, imitando los gestos de su acompañante vocifera:

— ¡Lechón Totius! su majestad

— No soy su majestad - retrucaba el gobernante - Me llamo Nerón y os invito a mis

aposentos a que me cuentes más de tus habilidades

A la pelotita decía Toti. El mismísimo Nerón lo invitaba a su palacio.

Por enésima vez no podía creer lo que estaba viviendo. Llegada la noche, se hizo

presente en el lugar, donde a cuerpo de rey era agasajado con una descomunal

cena. mientras, recostado en un sillón, arrancaba con los dientes una perlada uva de

un racimo que le ofrecía una hermosa esclava. Nerón se interesaba por saber qué

otra práctica podía ofrecerle su invitado para halagarlo. Toti, ufanamente le contesta:

— Preparo muy buenos mates, escribo poemas cibernéticos, hago estudios sobre los

efectos de los iones cálcicos sobre la membrana plasmática y hago incursiones

esporádicas en algún picadito de fútbol. - mas al ver la lira junto al emperador para

anotarse otro poroto con la música, agrega - también ejecuto el bajo eléctrico en un

conjunto del colegio - decía mientras miraba las puntas de sus uñas para verificar si

estaban limpias, como restándole importancia a lo que había acotado.

Nerón, por supuesto, no tenía la menor idea de lo que hablaba su

agasajado, pero quizás fuera eso lo que acrecentara su admiración a él. Mientras,

Toti, seguía mirando detenidamente todo ese maravilloso ambiente que lo rodeaba y

le parecía increíble que todo eso estuviera al servicio de una sola persona. Y cuando

Page 36: Totius (Obras Completas)

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detiene su recorrida en los restos de comida que galardonaban la enorme mesa, se le

enciende la lamparita y de inmediato le comenta:

— Ustedes comen realmente todo tipo de manjares, pero en realidad se están

perdiendo una de mis especialidades y que no por lo sencillo de su preparación, no

pueda compararse con ellos, y me estoy refiriendo al asado. Es más, no tendría

inconvenientes en este preciso instante de hacerle una demostración.

Nerón, interesadísimo por la propuesta, y apurando el trámite, dice:

— Res non verba (NdelA: “Hechos , no palabras”)

Totius creyendo entender latín le dice:

— Sí, las vacas no hablan pero nos dan la materia prima para prepararlo.

Siguiendo sin entender lo que su verborrágico invitado decía, el

histórico gobernante instruye a sus súbditos para que se pongan a disposición del

convidado. Éste, al ver la cantidad de alimento que normalmente ingieren, quiso

ponerse a la altura de ello con un espectacular asado, mayor aún que los que se

preparan en una campaña electoral., e hizo acomodar toneladas de leña en un patio

externo. Para encenderlas más fácilmente, arroja varios litros de aceite de lámpara y

acerca una antorcha y de inmediato una gigantesca hoguera comenzó a cobrar vida.

pero el fuerte viento reinante le juega una mala pasada, y el fuego comenzó a

distribuirse por todo el palacio, casa aledañas y en muy poco tiempo, la ciudad entera

se vio presa de las llamas, iluminando la noche de la hasta ese momento apacible

capital. Toti eleva la vista al balcón donde Nerón recostado en su diván, para apreciar

desde lo alto como se desintegraba su dominio, comenzaba a acariciar el arpa

entonando en triste tono

— Lo mato o lo asesino. Lo mato o lo asesino.

Totius reconociendo la enorme macana que había generado, y

viéndose rodeado por la guardia imperial, dio por concluido su paso por la histórica

Roma, accionando instintivamente el redentor mecanismo de su aparato,

transparentando sus contornos ante la atónita mirada de los guerreros, comenzando

a sentir nuevamente la agradable sensación de volar en lo infinito de esta intrincada

conformación temporal, y luego de un instante, comienza su lenta recomposición.

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Capítulo V - El inca-paz

la vera de un camino prolijamente empedrado que cortaba un espectacular

paisaje adornado de altas montañas y coloridos valles, observa una inscripción

que decía “Cuzco 21 km”, con una flecha que señalaba una elevada planicie.

Siguiendo con la mirada la dirección que marcaba el cartel, queda absorto al apreciar

lo que aparentaba ser una impresionante civilización. Sus vastos conocimientos le

hicieron deducir fácilmente que se encontraba a pasos del archiconocido imperio

incaico. Y hacia allí resuelto se encaminó.

Ni bien llegado a tan colosal cultura y gracias a su amena

conversación, entabló rápidamente una sana relación con los habitantes del lugar. Y

así los fue y lo fueron conociendo. Entre las cosas que se iban comentando, había

una que los tenía realmente preocupados.

Entre los cultivos más importantes de los predecesores de los

actuales hermanos peruanos, se encontraba el tomate, y ese año gracias a la

benevolencia del tiempo, la producción fue formidable. Y lo que tenía realmente

preocupados a los nativos era que toda esa producción almacenada se echara a

perder. Con la sabiduría que lo caracteriza, aleccionó a los desesperados agricultores

sobre una sencilla forma de conservación. Y así con su calidad docente, explicó con

las palabras adecuadas que, dándoles un pequeño hervor para quirtarle la pielsita

que recubría el purpurado fruto y vertiéndolo en pequeñas tinajas de barro, podrían,

tapándola y sellándola con sebo, preservarlas por un tiempo prolongado.

Esta novísima y pionera forma de industrialización de la hortaliza,

llegó a oídos del gran cacique Atahualpa, quien de inmediato lo hizo llamar para

agradecer el hecho de haber encontrado una sencilla solución a su complicado

problema. Ya frente a frente, se estrecharon en fuerte abrazo y Toti agrandado

comenta:

— Es más, se puede grabar en cada pote el nombre del imperio con su imagen de

perfil y poder así venderlo a otras tribus como los chibchas, diaguitas, guaraníes y

demás, incrementando así sus ingresos.

¡Para qué! Atahualpa estaba más que encantado con el ilustre

visitante que tan inesperadamente cayó en su pueblo, y con un gesto poco habitual,

quiso colocar su enorme corona dorada con forma de sol, sobre la cabeza del nuevo

héroe, pero al ver que no entraba, desistió de su intento. Totius igual agradeció la

intención, mientras miraba de reojo cómo los demás habitantes tapaban sus bocas

para que no se notaran las leves sonrisas que esa situación provocaba. El soberano

inca, ordenó declarar día festivo, comenzando de inmediato la celebración. Y entre

chicha y chicha fue transcurriendo la festiva jornada, hasta que todos quedaron

rendidos.

Mientras, las sombras de la noche cubrían con su espeso manto la

majestuosa ciudad. El silencio reinaba a lo largo y ancho del vasto imperio. Pero

cuando los idolatrados rayos del astro rey penetraba casi insolentemente los

párpados de los agotados pobladores, a medida que iban despertando se

encontraban con un escenario totalmente distinto al acostumbrado, ya que se

encontraban completamente rodeado por una multitud de hombres de piel clara,

montados con extrañísimo ropaje sobre desconocidos animales.

A

Page 38: Totius (Obras Completas)

38

Pero para nuestro amigo esto no era nada nuevo: se encontraba

frente a los sanguinarios conquistadores españoles, y presagiaba ya, una cruenta

matanza.

Quedó pálido. El Inca Atahualpa, muy hospitalario le solicitó que lo

acompañara a recibir a los visitantes. Toti enmudeció y obnubilado no enhebraba

palabras para impedirlo. Frente al que comandaba las tropas, comienzan las

presentaciones, y el ibérico expedicionario hace la suya:

— Mi nombre es Francisco Pizarro y atraído por las versiones que hablaban de la

grandeza de su gente, de las famosas construcciones del Machu Pichu, Cuzco, El

Dorado, hemos decidido entablar relaciones amistosas con vuestro pueblo y realizar

un sano intercambio de culturas.

Toti no lo podía creer. Entonces todo lo que había estudiado en el

cole sobre la exterminadora acción de Pizarro, era todo mentira, viles patrañas,

burdos engaños al pobre alumnado que resignado debe aprender todo lo que le

obligan a estudiar y que después de tanto sacrificio resultaban en falsedades.

El Inca Atahualpa, no del todo recuperado de la elevada

alcoholemia le dio la bienvenida y aceptando de corazón la interesante propuesta, de

inmediato dio órdenes para continuar con el banquete iniciado en la víspera, con

comida a rolete y bebida a destajo. Nuestro eternauta continuaba sorprendido por la

amable camaradería generada entre anfitriones e invitados. Todo era alegría,

diversión, bromas, abrazos. Algunos españoles, se arriman a las indiesitas, luego de

un agotador viaje sin ver mujeres y ellas se ofrecían de corazón, poniendo fin a tan

prolongado ayuno. la cordialidad desbordaba en cada grupo armado. Viendo que

cada uno contaba alegres anécdotas que eran ruidosamente festejadas, Toti no tuvo

mejor ocurrencia que contar un chiste de moda:

— ¿Saben para que están los mostradores?... Para separar a los gallegos de la

gente. Je, je, je

Para qué abrió su enorme bocota. La indignación de Pizarro se hizo

más que evidente. había tocado su más preciado tesoro que era su entrañable amor

ala Madre Patria, su intachable nacionalidad. Su malestar era enorme y contagiaba a

sus súbditos, quienes visiblemente irritados comienzan a desenvainar sus espadas

contra todos esos irrespetuosos que se reían sin parar ante la inoportuna ocurrencia

de nuestro amigo.. Los incas no estaban muy preparados que digamos, sobretodo si

sumamos los dos días de desmesurada ingestión de sólidos y líquidos, y ofrecían un

blanco muy fácil para el ofuscado resentimiento patriótico de los hispano

conquistadores.

Y así comenzó una sangrienta lucha, que prontamente se

transformó en masacre.

Totius, viéndosela venir bastante fea, se había refugiado hábilmente

bajo la cama de Atahualpa. Pero en un descuido fue atrapado por dos guardias del

comandante español. Éste con irascible y desmedida conducta, ordena el inmediato

descuartizamiento por lo que es rápidamente atado de sus extremidades a las

monturas de cuatro caballos. Así le resultaba imposible acceder al mecanismo

mesiánico de su reloj. A la orden del descontrolado exterminador, comenzaron a

castigar a los fornidos cuadrúpedos, quienes comenzaron a tensar las ataduras. Con

tanta vehemencia que los cuatro quedaron con todos sus músculos desgarrados.

Ya más libre, entendió que era hora de partir y presionando el

colorido botón, y luego de un irrespetuoso corte de manga, comenzó a hacer gestos

de despedida, abriendo y cerrando los dedos de su mano, a los desencajados

soldados que se lanzaban encolerizados sobre su cuerpo, cuando sorprendidos se

encontraron abrazando el polvo de la madre tierra.

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Y comenzó a nadar en la nada que invadía esa dimensión

inconmensurable y fantástica, hasta ahora transitada solamente por este genio, quien

ya bastante contrariado por no poder habido actuar como hubiese gustado, no veía el

momento de culminar su derrotero por tan pretéritos eventos. Ni bien siente que la

totalidad de sus más de 100 kg, completaban su integración, percibe la sensación de

hallarse en un lugar tranquilo y ordenado.

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Capítulo VI - Adiós germano cruel

ra, se ve, una importante ciudad, más cercana a lo contemporáneo, con prolijas

construcciones que, por su armoniosa arquitectura, conformaban un cuadro muy

agradable de contemplar.

Pasando frente a un restaurante, un cartel anunciaba “Hoy gran

chucrut”, a su lado “Chopería de Fritz y Franz”. Más adelante “El Belgrano de

Munich”. Qué duda podía caberle: estaba en Alemania, cuna de Einstein, Von Braun

y otros renombrados científicos. Le resultaba muy grato caminar por sus limpias

calles, cuando en una esquina un muchachito echando maldiciones llamó su

atención. Y por supuesto, como era de esperar, se acerca a preguntar el porqué de

su malestar.

El jovencito meneando la cabeza como gesto de reprobación por

alguna actitud asumida, le contesta sin levantar los ojos del piso

— Estaba jugando con mi escarabajo y sin querer le arranqué las patitas y ahora el

pobrecito no puede caminar. Terminó de decir esto y una lágrima recorrió su mejilla.

— Bueno, no te preocupes - dice Toti en paternal actitud -todo tiene solución.

Y sacando un autito de juguete de su hijo que por casualidad

guardaba en un bolsillo, destraba los ejes de las rueditas y los pega debajo del

cuerpo del discapacitado cascarudo.

— Ves, así por lo menos lo podés deslizar.

— ¡Gracias! - decía el chico con una alegría que lo desbordaba. Es usted muy bueno,

señor, es usted muy bueno - balbuceaba mientras lo abrazaba fuertemente.

— Está bien, está bien, a cualquiera se le hubiera ocurrido - decía Totius mientras

trataba infructuosamente de desprenderse del pequeño.

Como agradecimiento y en reconocimiento al noble gesto el pibito le

ofreció:

— Cualquier problema que tenga con su auto, mi papá es mecánico y ya mismo le

voy a mostrar mi mascota para que vea lo que hizo por mi.

— Bueno, no es para tanto - decía el buen samaritano - pero, por si acaso ¿Cómo se

llama el taller de tu viejo?

— En la puerta está el cartel con su nombre. Se llama Volkswagen - dijo el pendex

con todo orgullo.

A Toti le sonó muy conocido y agradeciendo el ofrecimiento, se

despide del mocito para proseguir su caminata.

Mientras, seguía su andar al son de una polca entonada por un

grupo de germanos alborotados que saboreaban cerveza en enormes jarros. Toti

disfrutaba del relax que le proporcionaba el hecho de haber caído en un lugar tan

diferente a los que había visitado hasta entonces. Pero esa fascinación se iba

empañando lentamente a medida que pensaba que era hora de emprender el retorno

a nuestros días, ya que lo que había hecho hasta ese momento no era realmente lo

que se había propuesto. Más bien hizo todo lo contrario. Y viendo donde se hallaba,

no encontraba razones que justificaran su estancia e infirió que era el momento ideal

para regresar. Pero de pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por el

desgarrador llanto de un niño. Veloz como un rayo, da vuelta la esquina y tomándolo

de los hombros y entre sacudones para hacerlo reaccionar del desconsolador sollozo,

le pregunta qué es lo que le pasa. Entre medio de congojos y con voz entrecortada le

contesta:

— ¡Me robaron mi osito de peluche! - echándose a llorar de nuevo.

E

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Toti abrazando consoladoramente la cabeza del niño contra su

pecho le decía:

— Llorando no vas a conseguir nada. Decime quien fue que voy a tratar de

recuperarlo.

— No sé - respondía el apenado infante - fue un chico que se metió en el local de

allá.

Decía esto mientras señalaba a la mitad de la cuadra de la mano de

enfrente y acomodaba un pequeño flequillo que caía sobre un costado de su frente.

— Bien, ahora voy para allá y vamos a ver que pasó con tu osito - le proponía esta

suerte de nuevo superhéroe infantil.

Al cabo de unos minutos, vuelve Totius y parándose frente al

chiquitín con las dos manos atrás le dice:

— Se acabó el problema, acá está de nuevo tu muñequito y me dijo que no te lo

robó, sino que lo encontró tirado en el piso y se lo llevó.

— ¡Mentira! - cortó abruptamente el chico - me lo robó. Es una basura. Me lo robó,

me lo robó, me lo robó...

— No te pongas caprichoso - atenuaba Totius - son gente trabajadora y parecen

buenas personas. Tienen una fábrica de jabón y me dio su tarjeta. Se llama Samuel

Aarón Zylberstein.

— Es un degenerado - insistía me voy a vengar. Lo voy a matar a él y a toda su

familia y a todos sus amigos. Los voy a reventar...

— Pará, pará que no es para tanto - trataba de atemperar Toti.

— No cuando sea grande los voy a hacer pelota a todos, van a ver.

Pero Toti no quería insistir, son cosas de chicos que con el tiempo

van a pasar. Cuando lee el nombre del chiquillo en una pulsera que llevaba y le dice:

— ¿Te llamás Adolfo?

— Si - dijo el pibe - Adolfo Hit...

Y Totius de inmediato le tapa la boca. se enterró la palma de la

mano en la frente y un terrorífico sudor frío corrió por sus sienes brotando a

borbotones de cada uno de sus poros. Parecía una fuente en fecha patria. Soltó al

niño a quien le dejó la impresión de sus dedos en los labios y salió corriendo.

— Esto no va más - decía - ya tengo suficiente.

Y sin dudarlo, presiona la tecla de su maquinita y de nuevo la

sensación que más de una vez le recordaba aquellas ocasiones en que era llevado al

cielo. Y al fin, inicia su integración en el mismo lugar donde había iniciado este

histórico periplo.

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Epílogo

ira la hora y el día y lo sorprende el hecho que, mientras él incursionaba en

tantas etapas de la historia, en su época sólo habían transcurrido una sola

jornada de trabajo.

Ya los otros profesionales comenzaban a retirarse a sus hogares. Lo

primero que hizo fue sacarse el reloj, lo apoyó suavemente sobre la mesa y con un

microscopio, que era lo que tenía más a mano, comenzó a destrozarlo a mazazos. se

colocó el saco y salió.

Mientras viajaba sentado en el incómodo asiento del obsoleto

ferrocarril Belgrano, pensaba qué distinto que era el viaje por intermedio de su

aparato en comparación con este vetusto tren. ¡Se le hacía una eternidad!

Al fin llegó a la estación y mientras caminaba las pocas cuadras que

lo separaban de su hogar iba repasando por su mente todo lo que había vivido. Y aún

así, le parecía mentira.

Abre la puerta de calle, se dirige a la cocina donde está Inés con un

lápiz en la mano, quien al verlo le brinda como siempre, un caluroso recibimiento,

mientras le decía:

— ¿Me ayudás a terminar este crucigrama?. Acá dice: “8 horizontal, 5 letras,

emperador romano, famoso por haber incendiado Roma”

Totius se puso colorado como una brasa y ante la ávida mirada de

su esposa, le contesta:

— No sé, estoy cansado. Porqué no agarrás los libros que no muerden.

M

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I PARTE - LA MISIÓN 2

II PARTE - EL REGRESO 12

Capítulo I - El secreto 12

Capítulo II - La sorpresa 15

Capítulo III - Al rescate 17

Capítulo IV - La persecusión 20

Capítulo V - El desenlace 22

Capítulo VI - Epílogo 24

III PARTE - DE NUEVO EN ARGENTINA 25

Capítulo I - Una nueva experiencia 26

Capítulo II - Un asesor de lujo 28

Capítulo III - Colega de misión 31

Capítulo IV - Todos los caminos conducen a Roma 34

Capítulo V - El inca-paz 37

Capítulo VI - Adiós germano cruel 40

Epílogo 42