TOROS Y CAÑAS. LOS JUEGOS ECUESTRES

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TOROS Y CAÑAS. LOS JUEGOS ECUESTRES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO* Raffaele Puddu** l hijo del Corsario Rojo, en Santo Domingo, bajo la falsa identidad de conde de Miranda, compite corriendo gallos por los bellos ojos de la marquesa de Montelimar. Un siglo después, los cowboys que Glenn Ford ha guiado más allá del Río Grande compiten con los vaqueros mexicanos en la misma prueba de destreza ecuestre. Naturalmente, ni Emilio Salgari ni Delmer Daves pueden haber extraído estos rasgos de color criollo de La quintaine, la course de bague et le jeu des têtes 1 , el libro de 1983 de Lucien Clare, que quiere que estos juegos, ya en boga en los reinos metropoli- tanos, se hayan trasplantado y difundido rápidamente en las Indias españolas y portuguesas. Para Clare hay dos parejas simétricas de juegos ecuestres: quintaine-bague (en español, estafermo y sortija; en italiano, quintana y anillo), toros-cañas. Las dos parejas de juegos están Revista de Estudios Taurinos N.º 24, Sevilla, 2008, págs. 13-49 E * Publicado originalmente en italiano, bajo el título de “Toros y cañas: i giochi equestri nella Spagna del Secolo d’Oro”, en Quaderni Storici, nº 117, III, 2004, págs. 807-830. Traducción de Carlos Martínez Shaw. ** Universidad de Cagliari. 1 Lucien Clare, La quintaine, la course de bague et le jeu des têtes - Étude historique et ethno-lingüistique d'une famille de jeux équestres, París, 1983.

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TOROS Y CAÑAS. LOS JUEGOS ECUESTRES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO DE ORO*

Raffaele Puddu**

l hijo del Corsario Rojo, en Santo Domingo, bajo lafalsa identidad de conde de Miranda, compitecorriendo gallos por los bellos ojos de la marquesade Montelimar. Un siglo después, los cowboys que

Glenn Ford ha guiado más allá del Río Grande compiten con losvaqueros mexicanos en la misma prueba de destreza ecuestre.Naturalmente, ni Emilio Salgari ni Delmer Daves pueden haberextraído estos rasgos de color criollo de La quintaine, la coursede bague et le jeu des têtes1, el libro de 1983 de Lucien Clare,que quiere que estos juegos, ya en boga en los reinos metropoli-tanos, se hayan trasplantado y difundido rápidamente en lasIndias españolas y portuguesas.

Para Clare hay dos parejas simétricas de juegos ecuestres:quintaine-bague (en español, estafermo y sortija; en italiano,quintana y anillo), toros-cañas. Las dos parejas de juegos están

Revista de Estudios TaurinosN.º 24, Sevilla, 2008, págs. 13-49

E

* Publicado originalmente en italiano, bajo el título de “Toros y cañas: igiochi equestri nella Spagna del Secolo d’Oro”, en Quaderni Storici, nº 117, III,2004, págs. 807-830. Traducción de Carlos Martínez Shaw.

** Universidad de Cagliari.1 Lucien Clare, La quintaine, la course de bague et le jeu des têtes - Étude

historique et ethno-lingüistique d'une famille de jeux équestres, París, 1983.

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vinculadas, respectivamente, a la monta a la brida o a la jineta2.En extrema síntesis: se monta a la brida en caballos de mayorenvergadura, con estribos largos, arzones más levantados, unfreno, y por tanto un bocado, más coercitivo, mientras que en lamonta a la jineta los caballos son más ágiles que potentes, elbocado más ligero, los estribos más cortos.

Sobre los campos de batalla de la primera EdadModerna, cargan a la brida los hombres de armas pesadas,caracolean los reiters tardocincuecentistas, galopan los caba-lleros seicentistas de Gustavo Adolfo y los ironsides deCromwell; entre los siglos XV y XVI combaten, en cambio, ala jineta precisamente los jinetes españoles, y quizás los stra-diotas balcánicos a sueldo de Venecia.

Por otra parte, sería descaminado que, fiándonos del sig-nificado del vocablo español jinete, que indica al que cumple laacción de cabalgar y deja el término caballero para definir surango social, identificásemos apresuradamente la brida con lacaballería pesada y la jineta con la caballería ligera.

Entre las representaciones de caballeros montados y arma-dos a la ligera, siempre más numerosas a medida que, a partir delsiglo XV, aquéllos empiezan a «ser incluidos entre los “lance-

2 Tapia y Salzedo, que sostiene la primacía de la jineta en la paz y en laguerra, incluye el “Torear con varillas“ entre los seis ejercicios de la brida, junto a“Sortija, Estafermo, Justa, Torneo, Golpes de Espada", mientras que para lidiartoros y lancear leones (actividad ciertamente más difundida entre los moros queentre los españoles) le parece más adecuada la silla de la Gineta. Señala, por otraparte, que «en Portugal corren la Sortija a la Gineta, con lanças de veinte y seispalmos, que requieren mas pulso que las de la Brida, por ser con floreos, y dife-rentes bueltas» (Gregorio de Tapia y Salzedo, Exercicios de la Gineta. Al Principenuestro Señor d. Baltasar Carlos por Don G. de T. y S. Cavallero de la Orden deSant-Iago, Procurador de Cortes de la Villa de Madrid, y Comissario de losReynos de Castilla, y Leon, por su Magestad en la Iunta de la Administracion delos Reales Servicios de Millones, Madrid, Diego Díaz, 1643; Prefacio).

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ros”», para desarrollar más tarde un papel militar autónomo ysuperar en mucho numéricamente a la caballería pesada supervi-viente, no es fácil encontrar ninguna traza de estos jinetes espa-ñoles en las crónicas de las guerras de Italia». Es verdad que elgentilhombre del Quinientos, que abandona el arnés completo enfavor de «armi espedite», o que, como el marqués de Pescara enlos días de Pavía o Carlos V en Mühlberg, pese a quedarse en lasilla está «armado como soldado de a pie (armato da fante apiedi)»3, no tiene nada en común con los jinetes de LaHigueruela, el gran fresco de la Sala de las Batallas de ElEscorial. Todos los moros aparecen allí montados a la jineta, conunos estribos tan cortos como para levantar las rodillas hasta casiel cuerno de la silla, un escudo oval como única arma defensivay una jabalina en alto sobre la cabeza, presta a ser arrojada; de lamisma manera cabalgan, están armados y combaten una parte delos cristianos, a cuyo flanco, por otro lado, unos hombres dearmas cubiertos de hierro, sólidamente plantados sobre largosestribos, irrumpen, lanza en ristre, en una lucha que parecendominar desde la altura de un rango social superior. Quien hojeeel rico catálogo de la muestra sevillana Mil años del caballo enel arte hispánico4 buscando una representación de la españolísi-ma silla jineta, tendrá que contentarse con dos detalles de la gran

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3 Paolo Giovio, Le vite del Gran Capitano e del Marchese di Pescara, vol-garizzate da Ludovico Domenichi, Bari, 1931, págs. 133, 427. Sobre la iconogra-fía del hombre de guerra del siglo XVI, a medio camino entre infante y caballero,de Gonzalo Fernández de Córdoba a Carlos V, cf. Raffaele Puddu, Il soldato gen-tiluomo, Bolonia, 1982, págs. 108-109.

4 Mil años del caballo en el arte hispánico. Catálogo de exposición (RealAlcázar de Sevilla, 5 de abril-17 de junio de 2001), Madrid, 2001. Los testimo-nios medievales resultan más numerosos, desde los caballeros moros miniados enel códice de las “Cantigas de Santa María" (págs. 40, 43) hasta “Santiago comoMiles Christi" (pág. 54).

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pintura escurialense5; por lo demás, Amadís y SantiagoMatamoros, condottieri y cortesanos, soberanos y privados levendrán todos al encuentro montados a la brida, en tributo a unsistema de representación, más que a una praxis, definido en eltiempo de los primeros bellatores y todavía vinculante para laiconografía aristocrática. Nutrida de tradiciones más que deinnovaciones, la España ecuestre parece por tanto rehuir la líneainterpretativa que Schiera propone para el resto de Europa, atri-buyendo a la hipología «un puesto propio entre los tres princi-pales procesos de modernización de la sociedad de los siglos XVal XVII: el tecnológico, el científico y el político-social»6.

Para volver de la guerra al juego: el estafermo es la carre-ra lanza en ristre contra un simulacro más o menos estilizado deadversario que, como el clásico Sarraceno de Arezzo, golpeadoen el escudo gira sobre sí mismo y alcanza con el otro brazo,armado o simplemente perpendicular al tronco, al caballeromenos hábil o demasiado lento; en la sortija, unos anillos sus-pendidos a una altura conveniente deben ser enfilados al galopecon la lanza o con el estoque. Su variante más baja, en un doblesentido, son las cabezas (o los gallos, o cualquier objeto, clava-do sobre el terreno), que se atraviesan con la espada o se atrapan

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5 Ibidem, pág. 21. Por otra parte, mientras el “detalle de los jinetes musul-manes" (fig. 7-B) muestra a los moros correctamente montados a la jineta, en el“detalle de los jinetes cristianos" aparece más bien una formación de caballeroscon arneses pesados que empuñan lanzas provistas de guardamanos y montaninequívocamente a la brida.

6 Pierangelo Schiera, “Socialità e disciplina: La metafora del cavallo neitrattati rinascimentali e barocchi di arte equestre", en Il potere delle immagini. Lametafora politica in prospettiva storica. Pubblicazioni dell'Istituto storico italo-germanico in Trento, Bolonia, 1993, pág. 143. Por otra parte, hay que señalar queSchiera no presta ninguna atención a la cultura ecuestre de España, mostrandocompartir con ciertos tratadistas del barroco alemán la opinión de que existieronsólo «tres escuelas de caballería en Europa: la italiana (...), la francesa y la alema-na» (Ibidem, pág. 168).

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inclinándose sobre la silla hasta rozar el suelo. La pareja esta-fermo-sortija emerge sólo esporádicamente de las fuentes debuena parte del Siglo de Oro, hasta tal punto que, no obstante ladiferente opinión de Clare, se puede dudar de su existencia en elámbito español, o al menos de su relevancia. Infinitamente másnutridas son las fuentes relativas a la pareja toros-cañas. Ademásde todas las referencias iconográficas y literarias, así como a laabundancia de testimonios, editados o inéditos, relativos a actospúblicos, festejos, entradas7, las fundamentales son: a) los sietetomos de las Relaciones poéticas sobre las fiestas de toros ycañas8; el trabajo decimonónico de Jenaro Alenda y Mira, quecataloga 1795 Relaciones de solemnidades y fiestas públicas9.(Clare localiza entre ellas 62 escritos sobre estafermos y sortijas,sólo una gota en la fluvial documentación de las fiestas de toros

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7 Algunas de ellas recogidas en las Relaciones Históricas de los siglos XVIy XVII, al cuidado de F. R. de Uhagón, Madrid (Sociedad de BibliófilosEspañoles), 1896. Clare (op. cit., pág. 118) atribuye gran peso documental a labague royale celebrada en Madrid el 31 de marzo de 1590, en la que participaronalgunos de los más celebrados nombres de la nobleza española y a la que asistie-ron «Su Majestad y Altezas en la primera ventana de la Armería, y en las demásventanas las damas» (Relaciones Históricas, págs. 221-232). Se tiene más bien laimpresión de que los afrancesados juegos de bague y brida pueden tener acogidaen el ámbito cerrado de la corte, especialmente en ocasión de cumbres matrimo-niales o diplomáticas entre las casas reales de ambas vertientes de los Pirineos,para ceder en cambio el campo a espectáculos ecuestres peculiarmente ibéricos enlas circunstancias en que el poder, político y social, se muestra a los ojos de todoslos súbditos. Se puede poner en parangón la escaramuza escenificada en Toledo en1561 bajo los ojos del rey y la reina entre cien caballeros montados a la jineta yuna infantería, armada con todo realismo de picas y arcabuces, equipada por losgremios de la ciudad (Ibidem, págs. 80 y ss.) con, en el extremo opuesto, las sofis-ticadas alegorías caballerescas aprestadas en Bayona en honor de la reina Isabel deValois por los Grandes de Francia y España (Ibidem, págs. 97 y ss).

8 Relaciones poéticas sobre las fiestas de toros y cañas, al cuidado deAntonio Pérez y Gómez, 7 vols., Cieza, 1971-1973.

9 Jenaro Alenda y Mira (1903), Relaciones de solemnidades y fiestas públi-cas de España, Madrid, tomo I. Este volumen, el único que se publicó, fue pre-miado por la Biblioteca Nacional de Madrid en 1865.

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y cañas que, en cada ciudad de España, acompañaban las solem-nidades civiles y religiosas; c) los tratados sobre el arte ecuestre,sobre los toros, raros y tardíos10, y especialmente sobre lascañas: un corpus verosímilmente exhaustivo que junta entreveinte y treinta, de densidad y valor desiguales11. En su mayorparte atestiguan la boga y el prestigio de la jineta, mientras dosson dedicados a la brida: con el título de Reglas de la Cavalleriade la Brida se publicó en 1568 la traducción de Gli Ordini dicavalcare del napolitano Federico Grisone12, y precisamente enNápoles apareció en 1602, en edición bilingüe, el Discurso sobre

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10 Alonso Gallo Gutierrez, Advertencias para torear. Dedicadas alExcelentissimo Señor don Gaspar Alonso Perez de Guzman el Bueno, Duque dela Ciudad de Medina Sidonia, Marques y Conde, Gentil Hombre de la Camara desu Magestad, etc. 1653, Madrid; Gaspar de Bonifaz, Reglas de Torear. Al exmoSeñor Conde Duque Gran Canciller, 1887, unas pocas páginas tiradas en onceejemplares en Madrid a expensas y al cuidado del descubridor, Francisco deUhagón, que declara haberlas encontrado en una colección de manuscritos de laBiblioteca Nacional, después de haber hallado la noticia en Tapia y Salzedo;Diego de Contreras Pamo: Advertencias para Torear, al Excelentisimo SeñorDuque de Terranova, sin fecha ni lugar de edición. Palau las data en 1620 y seña-la una reproducción foto-litográfica de 1874.

11 Para un catálogo de la tratadística ecuestre en la España de los siglosXVI-XVIII, cf. la introducción de José Antonio de Balenchana al Libro de laJineta y descendencia de los Caballos Guzmanes de Luis Bañuelos de la Cerda,publicado por la Sociedad de Bibliófilos Españoles, junto a otro tratadito tituladoPintura de un Potro, Madrid, 1877, págs. XVII-LXX. Balenchana enumera y des-cribe treinta escritos españoles, entre los de Chacón, del siglo XVI, y MoraMelgarejo, del siglo XVIII, y cinco portugueses.

12 Federico Grisone, Reglas de la Cavalleria de la Brida, y para conoscerla complession y naturaleza de los Cavallos, y doctrinarlos para la Guerra, y ser-vicio de los Hombres: Con diversas suertes de Frenos. Compuestas por el S.Federico Grison Gentilhombre Napolitano: Y aora traduzidas por el S. AntonioFlorez de Benavides, Regidor de la Ciudad de Baeça. Dirigidas al ExcelentissimoDon Iuan de Austria, Baeza, 1568. Publicado en Nápoles en 1550, reimpreso unaveintena de veces y traducido a las principales lenguas europeas, Gli Ordini dicavalcare constituye el máximo fruto de la renombrada escuela partenopea deequitación fundada entre los siglos XV y XVI por G. B. Pignatelli, que formóalumnos de tanto relieve como De la Broue y Pluvinel.

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la Carrera de la lanza de Diego Silvestre13, para la instrucción delos caballeros que, con o sin arnés completo, querían participar enun torneo o correr la sortija. El único que trata conjuntamente labrida y la jineta es el mexicano Juan Suárez de Peralta, que insis-te en el papel del caballo no sólo, como es tópico, en los orígenesde la nobleza del Viejo Mundo, sino también en la conquista y ladefensa del Nuevo14. Junto a él, destacan por haber nacido en lasIndias o haber vivido allí largo tiempo Bernardo de VargasMachuca (que hace seguir a la notable Milicia de Indias otros dosescritos sobre el arte de cabalgar a la jineta15, en los cuales mues-

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13 Diego Silvestre, Discurso sobre la Carrera de la lanza armado y desar-mado, del Señor Don D. S. Cavallero Hijo Dalgo Montañes, y Soldado delPotentissimo, y Catholico Rey de España. En lengua toscana, y Castellana a inteli-gencia, y beneficio comun, y del servicio de su Magestad. Dirigido al Ilustrissimo yexcelentissimo Señor Don Francisco de Castro Cavallero de la Orden de Santiago,Comendador de Palomas, lugarteniente, y Capitan General por su Magestad en elReyno de Napoles, y del Consejo Real, Nápoles, 1602.

14 Juan Suárez de Peralta, Tractado del Cavalleria, de la Gineta y Brida; enel qual se contienen muchos primores, assi en las señales delos Cavallos, como enlas condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de a cavallo deambas sillas, y las posturas que ha de tener, y maneras para enfrenar, y los frenosque en cada silla son menester, para que un Cavallo ande bien enfrenado: y otrosavisos muy principales y primos, tocantes y urgentes à este exercicio. Compuestopor don I. S. de P., Vezino y natural de Mexico, en las Indias. Dirigido al muy exce-lente señor don Alonso Perez de Guzman el bueno, Duque de Medina Sidonia,Conde de Niebla, Marques de Caçaça, en Africa, Sevilla, 1580, fols. 3, 4.

15 Bernardo de Vargas Machuca, Milicia y Descripcion de las Indias, por elCapitan don B. de V. M., Cavallero Castellano, natural de la villa de Simancas,Dirigido al Licenciado Pavlo de Laguna Presidente del Consejo Real de las Indias,Madrid, 1599; Libro de Exercicios de la Gineta, compuesto por el Capitan Don B.de V. M., Indiano, natural de Simancas en Castilla la Vieja. Dirigido al CondeAlberto Fucar, Madrid, 1600; Teorica y exercicios de la Gineta, primores, secretosy aduertencias della, con las señales y enfrenamientos de los cauallos, su curaciony beneficio. Por el Gouernador Don B. de V. M. Dirigida a Don Luis Enriquez,Conde de Villaflor, del Habito de Alcantara, Comendador de Cabeça del Buey,Madrid, 1619. Sobre Vargas Machuca, cf. Raffaele Puddu, I nemici del re. Ilracconto della guerra nella Spagna di Filippo II, Roma, 2000, págs. 109 y ss.

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tra todavía su consideración de los juegos ecuestres como pales-tra militar y el combate a caballo como raíz de nobleza), FranciscoPérez de Navarrete (autor de un sucinto y poco significativo Artede Enfrenar16) y Simón de Villalobos. En 1605, su hermano,Diego de Villalobos y Benavides, no por casualidad capitán decaballos lanças (o sea, de una cada vez más obsoleta caballeríapesada) en Flandes y autor de unos Comentarios17 sobre dichaguerra, hace publicar su Modo de Pelear a la Gineta18. Ya elempleo del verbo «pelear» nos habla de una concepción, estéticay funcional, de la caballería más arcaizante en relación con la delos caballeros metropolitanos, dedicados a «jugar» o «correr»inofensivas cañas en vez de cabalgar en la batalla.

Contra los amerindios, Vargas Machuca y Nájera19 sontestigos, el caballo es todavía elemento disuasorio e instrumento

Raffaele Puddu20

16 Francisco Pérez de Navarrete, Arte de Enfrenar del Capitan Don F. P.de N., Corregidor y Iusticia mayor de los puertos de Santiago de Guayaquil yPuerto-Viejo en el Pirù. Al excelentissimo Señor Conde, Duque, Gran Canciller,etc., Madrid, 1626.

17 Diego de Villalobos y Benavides, Comentarios de las Cosas sucedidasen los Paises baxos de Flandes; desde el año de mil y quinientos y noventa y qua-tro, hasta el de mil y quinientos y noventa y ocho. Compuestos por Don D. de V.y B., Capitan de cavallos lanças Españolas, Madrid, 1612. Sobre la concepciónque Villalobos muestra de la caballería en plena guerra de Flandes, cf. de nuevo,Raffaele Puddu, I nemici del re, op. cit, págs. 98-99.

18 Simón de Villalobos, Modo de pelear a la Gineta. Compuesto por DonS. de V., y hecho imprimir por Don D. de Villalobos y Benavides su hermano.Dirigido a la muy Noble y muy leal Ciudad y Cavalleros de Xerez de la Frontera,Valladolid, 1605.

19 Alonso González de Nájera, Desengaño y reparo de la guerra del Reino deChile, donde se manifiestan las principales ventajas que en ella tienen los Españoles,y los engaños que de nuestra parte han sido causa de la dilacion de su conquista, conun medio que promete brevedad para acabarla. Dirigido a Don Pedro Fernandez deCastro, conde de Lemos, etc., por el Maestre de Campo A. G. de N., gobernador dePuerto-Hercules y alcaide de sus dos castillos por el Rey nuestro señor, Madrid, 1607-1614, CODOIN 48, Madrid, 1866. Sobre el papel del caballo en las guerras contra losaraucanos, cf. Raffaele Puddu, I nemici del re, op. cit, págs. 120-123.

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de guerra, cuando en los Paises Bajos son los tercios de infante-ría los que soportan el peso de los combates. Por otra parte, loscentros urbanos coloniales carecen de una nobleza cortesana quepueda alimentar el auge de las cañas, y los juegos ecuestres prac-ticados por los caballeros del Nuevo Mundo deben ciertamenteparecer poco elegantes y aburridos a los que llegan del Viejo.

Por lo regular, en los reinos metropolitanos los caballerosse enfrentan a los toros con la lanza, para desenvainar la espadauna vez que el fresno se ha quebrado contra la dura cerviz de lafiera. Al acentuarse la fisonomía profesional y deportiva de losjuegos ecuestres en detrimento de la aristocrática y caballeresca,y por tanto sólo en los últimos decenios del Siglo de Oro, seafianzará el uso del rejón, una especie de gran banderilla, comoen el toreo ecuestre todavía practicado en España y, sobre todo,en Portugal.

Ya sea en La vie quotidienne en Espagne au Siècle d’Orde Marcelin Defourneaux20, ya sea en las páginas que CarmenSanz Ayán consagra a fiestas y espectáculos en el volumencolectivo La vida cotidiana en la España de Velázquez21, sededican a las cañas menos espacio que a los toros, de los cualesaparecen aquéllas casi como un corolario.

«Como el juego de cañas, la corrida de toros está asociadaa las manifestaciones más solemnes, y no es raro ver, en el cursode una misma jornada, una sucederse al otro»22. ParaDefourneaux, desde sus orígenes, y por largo tiempo, el rejoneoa caballo con toros no habría sido un deporte practicado por pro-fesionales de extracción social con frecuencia bastante modesta,

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20 Marcelin Defourneaux, La vie quotidienne en Espagne au Siècle d'Or,París, 1964, págs. 147-156.

21 La vida cotidiana en la España de Velázquez, al cuidado de José N.Alcalá-Zamora, Madrid, 1989, págs. 204-208.

22 Defourneaux, op. cit, pág. 153.

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sino un pasatiempo aristocrático, al que podía añadirse en algu-nos casos una parte reservada a los aficionados y matadores pro-fesionales plebeyos.

Realmente, las características y el papel social de los jue-gos ecuestres no se mantuvieron inmutables a lo largo del Siglode Oro: su trayectoria se acompaña de una inversión en la jerar-quía del prestigio entre toros y cañas, que podría situarse entorno a mediados del Seiscientos, junto con un creciente auge dela brida, atestiguada, de otra parte, por la retratística ecuestre, yverosímilmente favorecida por el creciente prestigio de losmodelos franceses. Al disminuir el rango social del que descien-de a la arena, los toros, de juego de dudosa calidad subordinadoa las cañas, se convierten en el punto focal de la fiesta.

Por el contrario, los tratadistas del siglo XVI abordan lamayoría de las veces el combate con los toros de un modo tanexpeditivo que suena a censura social. Sólo en el capítulo trecede los dieciséis en que se divide su Tractado de la cavalleriade la gineta23, publicado en 1551, y después de haber exami-nado todos los aspectos de la monta a la jineta, desde los arre-os del caballo al atuendo del caballero, de la carrera con lalanza a las cañas, Fernán Chacón se mide apresuradamente conel tema del toreo: en vez de dejarse seguir por la fiera paraplantarle «la lança en el rostro», como en el pasado, los caba-lleros de su tiempo se enfrentan con la fiera «rostro a rostro».Gracias a esta nueva técnica, similar en muchos aspecto a la delos modernos picadores, incluido el expediente de vendar alcaballo para evitar el pánico, recuerda haber visto a don Pero

Raffaele Puddu22

23 Fernán Chacón, Tractado de la cavalleria de la gineta, hecho por elcomendador F. C., comendador de Montanchuelos de la orden y cavalleria deCalatrava. Dirigido al muy magnifico señor Juan Vazquez de Molina, señor dePayo, y secretario de su magestad y de su consejo, Sevilla, Christóval Alvarez, 1551.

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Ponce de León «matar muchos toros en la corte» bajo los ojosdel emperador Carlos V.

Veinte años después, habremos de esperar al capítulo die-cisiete del Tractado de la Cavalleria de la Gineta para conocerel pensamiento de Pedro de Aguilar sobre el combate con lostoros. Parece tratar a su pesar un ejercicio que, lejos de consen-tir un aristocrático «desdén»24, exige «que el que lo oviere dehazer en publico, este muy exercitado en ello en particular». Portanto, «quando algun cavallero quisiere esperar algun Toro, enalgun regozijo o fiesta principal, para que se estime mas, yparezca mejor lo que hiziere, ha de procurar de no entrar luegoen la plaça con su lança, como muchos lo tienen de costumbre,antes lo ha de tener muy secreto y encubierto, poniendose aqueldia dissimuladamente a la ventana de una casa particular, quepara este effecto ha de tener prevenida (...) Aunque yo seria deparescer –abrevia– que nadie se pusiesse à experimentarlo, porlo mucho que se aventura si se hierra, y por lo poco que se ganaaunque se acierte»25.

Toros y cañas. Los juegos ecuestres en la España del siglo de Oro 23

24 «Eccovi che un uom che maneggi l'arme, se per lanzar un dardo, o vertenendo la spada in mano a altr'arma, si pon senza pensar scioltamente in una atti-tudine pronta, con tal facilità che paia che il corpo e tutte le membra stiano in que-lla disposizione naturalmente e senza fatica alcuna, ancora che non faccia altro, adognuno si demostra esser perfettissimo in quelo esercizio». (Baldesar Castiglione,Il Libro del Cortegiano, I, 28, Turín, 1960, pág. 59): ciertamente Castiglione no loimagina atropellado por la furia ciega de un toro.

25 Pedro de Aguilar, Tractado de la Cavalleria de la Gineta compuesto yordenado, por el Capitan P. de A. vecino de Malaga, natural de la ciudad deAntequera. Dirigido a la S.C.R.M. del Rey don Phiippe nuestro señor, segundodeste nombre. Acabose de componer porel mes de Março de 1570. Siendo el auc-tor, de edad de cinquenta y cinco años. Contiene diversos avisos y documentos yotras muchas reglas utiles y necessarias, assi para lo que toca a la doctrina yenfrenamiento de los cavallos, como para la perfection y destreza que en estafacultad conviene que tengan, en cosas de paz y de guerra los cavalleros, Sevilla,Hernando Díaz, calle de la Sierpe. A costa del auctor, 1572, fols. 44, 45.

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En las postrimerías del siglo, Pedro Fernández de Andradano prestará a los toros mayor atención. En el panteón equino queabre su melvilliana enciclopedia, al lado de los centauros, deBucéfalo y del Babieca del Cid, encuentra sitio un caballo anda-luz gracias a cuyo sacrificio el duque de Medina Sidonia, «imi-tando el valeroso espiritu determinado de sus passados»26, salvaa un hombre de los cuernos de un toro. Herido de muerte, elnoble animal dirige miradas dolientes primero a su propia heri-da y luego a su dueño siempre que éste entra en el establo. Y nose puede dudar de que el tratadista sevillano comparte la escasasimpatía por el desventurado corcel con la que siente por el artede enfrentarse con «toros a cavallo rostro a rostro», entre cuan-tas se practican en silla la «de mayor temeridad (...) y menosimportante para qualquiera necessidad que se ofrezca (...) por-que es acto, con el qual no se pueden exercitar para ningunministerio de guerra. Y aun estoy por afirmar, que en hazerlo noay ciencia, ni abilidad, sino un atrevimiento temerario»27. «Peroya que los hombres determinados, y bravos, huelgan de hazerlo.diremos, el como lo haran menos mal»28. Lo dirá en el capítuloveintiocho, y en no más de tres hojas.

Podemos preguntarnos en qué medida el escaso presti-gio del toreo, del que da amplio testimonio la tratadística del

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26 Pedro Fernández de Andrada, Libro de la Gineta de España Compuestopor P. F. de A.: en el qual trata el modo de hazer las Castas, y criar los Potros, ycomo se an de enfrenar, y castigar los Cavallos: y como los cavalleros moços sean de poner a cavallo guardando el orden antiguo de la Gineta de España.Dirigido a la Ciudad de Sevila, Sevilla, Alonso de la Barrera, 1599, fº 20.

27 Ibidem , fº 164.28 Ibidem , fº 165.

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siglo XVI29, puede ser atribuido al mucho mayor riesgo de lostoros respecto a las cañas, o a la obvia imposibilidad de vincularel rejoneo, incluso a nivel de representación histórica, con lafunción militar de la aristocracia, mientras las cañas, que los tra-tados nos muestran casi identificadas con la monta a la jineta30,constituyen siempre una estilización de la guerra, aunque sea deuna guerra remota y absolutamente pasada de moda, ya que enla segunda mitad del siglo XVI y en el siglo XVII, ya se comba-ta con la pistola, con la espada o, cada vez más raramente, conla lanza, se monta habitualmente a la brida.

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29 En 1600, constituye una excepción el Libro de Exercicios de la Ginetadel “Capitán Indiano” Vargas Machuca que, antes de afrontar en la “Quarta parte(...) entradas, y juegos de cañas”, trata difusamente en la “Tercera (...) como ha detorear un Cavallero con rejon, y de las posturas y reglas que ha de guardar en lassuertes que acometiere, y como ha de esperar para dar lançada al toro”. Así vienendefinidos los dos juegos: «El mas celebre, bizarro y estimado exercicio de la gine-ta es dar lançada a un toro, y con mucha razon si se da bien: y el Cavallero que sedetermina a darla se pone a un muy gran riesgo, y muy conocido peligro, respetode las muchas cosas que arriesga aquel dia, y a ganar ninguna, porque si la da biendada, se olvida luego, y no le queda premio della: y si mala, demas del riesgo desu persona y cavallo, queda condenado para siempre de mal hombre de a cavallo:y ya que no de esto, de poca destreza, y no ay picaro, ni zapatero de viejo que nochiste» y, más adelante, «El juego de cañas es el exercicio mas excelente de lagineta, y que mas combide a verse, y que mas adorna y regozija una Republica, ydonde mas se exercitan los hombres a cavallo para ser buenos: y assi en este exer-cicio el que es bueno se muestra y señala, y el que lo es malo tambien se descubremas que en otro alguno» (págs. 71, 82). No obstante la aparente equidistancia delautor entre los dos más ilustres ejercicios de la jineta, las ventajas y los riesgosciertamente no aparecen igualmente repartidos.

30 Aguilar decreta la superioridad de la jineta sobre la brida, en guerra ypaz, «como se vee muy a la clara en el juego de las cañas, con ser tan antiguo yfrequentado jamas trae fastidio, antes las fiestas que sin el se hazen, no dan ente-ra satisfacion a quien las mira. Y assi esta cavalleria siempre alegra y pone gustoa todos, dende las personas Reales hasta el mas infimo de los que presentes sehallan. Y ella fue el instrumento principal, con que los Godos mostraron su valor,y los Reyes de España amplificaron sus reynos, y repelieron los rebeldes y tyra-nos de sus tiempos» (op. cit, Prólogo).

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Hasta casi mediados del siglo XVII son, pues, las cañas,y de largo, «el principal regozijo de todos los que se hazen acaballo»31, el más ilustre, representativo, popular y aristocrá-tico al mismo tiempo, de los juegos ecuestres en la España delos Austrias.

En los balcones o en los palcos erigidos a lo largo de loslados de una plaza mayor, digamos la de Madrid, toman asiento elrey, la corte, los grandes; bajo los pórticos, y en cualquier casofrente a los edificios que delimitan un espacio ya concebido paraceremonias o representaciones públicas, se agolpan los espectado-res populares. Al son de trompetas, pífanos y tambores, cuando loshay32, las cuadrillas hacen su solemne entrada en la plaza y larecorren lentamente en majestuoso desfile33. Generalmente son

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31 Ibidem, fº 39.32 Aguilar considera imprescindible la presencia de «atabales y trompetas,

vestidos de la misma librea. Los quales han de yr tocando dende alli, assi en laentrada que se hiziere, como en todo el otro tiempo que durare el juego de cañas,y las demas carreras y escaramuças, que despues del oviere» (Ibidem).

33 «y aunque algunos dizen, que se entre de tres en tres, y de quatro enquatro, quando ay muchos de juego; y otros dizen de dos en dos; yo digo de unoen uno, como en Salamanca se ha hecho, y haze siempre, donde ay muy buenosGinetes, porque dura mas la entrada, que es lo mejor de la fiesta, y goza se mejorde los buenos hombres de caballo» (Juan Dávila Puertocarrero, Discurso de DonIuan Arias D. P., segundo Conde de Puñonrostro. Para estar a la Gineta con gra-cia y hermosura. Dirigido al Principe don Felipe nuestro señor, Madrid, PedroMadrigal, 1590, fº 54). El desfile de las cuadrillas, según Fernández de Andrada,requiere “ostentación”: «La Entrada se deve hazer conforme al uso de la tierra,donde se hiziere el juego: porque en unas entran passeando la plaça, como lohazen los Portugueses, y como Virgilio muestra, lo hizo Ascanio (...) En otras par-tes entran corriendo, como es ordinario en nuestra Andaluzia: y es la mejorEntrada de todas. En el reyno del Piru las hazen muy diferentes entrando por dospuertas hechas ambas en la una frente de la plaça; y van entrando los dos puestosjuntos cada uno por la suya yendo sobre la rienda, y mirando, y amenazando alvando contrario, hasta trocar los puestos, y quedar los unos contra los otros».(Fernández de Andrada, op. cit., fº 161).

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cuatro34: cuatro escuadras con vestidos moriscos35, lo más lujo-sos posible, todas ellas fuertemente caracterizadas en lo que tocaa atuendos, colores, tejidos, adornos, empresas, según la volun-tad del capitán-sponsor, habitualmente un grande. De dos en dos,las cuadrillas, cada una formada por una media de cinco caba-lleros36, se enfrentan, y para hacerlo evolucionan con una ele-

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34 Aguilar recomienda seis, lo más equilibradas posible, es decir entre-mezclando caballeros más y menos hábiles (op. cit., fol. 39).

35 El conde de Puñonrostro, magister elegantiarum, recomienda una imita-ción correcta de los moros hasta en los mínimos detalles: «la marlota no se ha deceñir; pues no se hallará Moro que la trayga ceñida, y la Gineta ha se de tratar imi-tando a los Moros; pues que dellos se traxo y se tomó esta silla, y assi la espada hade llevarse con taheli (...) El capellar (...) que venga a prenderse debaxo del braçoizquierdo no es estilo Morisco, ni es buena Gineta (...) La toca ha de ser grande quede hartas bueltas a la cabeça; la qual he yo traydo de veinte varas, y entre praticosno se sufre menos: y para ponerse bien a la Morisca, se ha de poner así".(Puertocarrero, op. cit, fº 59-60). Al modo de enrollar y llevar el turbante se dedi-can dos parágrafos enteros (Ibidem, fº 61-62). Para Aguilar «ha de llevar cada unade las dichas quadrillas, vestida su librea, la qual ha de ser de marlotas ó sayosmoriscos, y caperuças, y capellares. Poniendo sobre las caperuças, para que mejorparezcan y esten mas firmes, en la cabeça algunas bueltas bien puestas, de una tocamuy delgada. Los capellares han de yr bien metidos en los braços, y bien asidos yapuntados en el ombro izquierdo de cada uno. Porque no se han de quitar del braço,en todo el tiempo que durare el regozijo» (Aguilar, op. cit., fº 39). Fernández deAndrada recomienda que los miembros de las «quadrillas, sean muy buenos hom-bres de a cavallo: porque en esto consiste la bondad del juego, mas que en la costa,y curiosidad de las libreas», pero debe prestarse a la indumentaria la atención acos-tumbrada: «las libreas deven ser de las colores, que mas agradezen con la inven-cion que les pareciere ser mas curiosa: aunque lo ordinario es, yr a la Turquesca conmarlotas, y capellares y algunos bonetes Albaneses, o Turcos caidos atras, como esordinario: aunque el que en esto mas se estrañare, hara mejor por sacar invencionnueva» (Fernández de Andrada, op. cit., fº 161). Chacón se limita a recomendar quecada cuadrilla vista «de su color» (Chacón, op. cit., cap. XII). Sólo Tapia y Salzedoalude a un juego de cañas ciertamente más realista en el recuerdo del epos fronte-rizo, en el cual «se solia usar, que la mitad saliessen vestidos de Christianos, y laotra mitad de Moros» (Tapia y Salzedo, op. cit., pág. 36), para después extendersesobre los más insignificantes aspectos de Toca, Merlota y Capellar a la morisca.

36 Chacón, Ibidem.

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gancia que bien poco tiene de marcial, arrojándose cañas moja-das en yeso37 y protegiéndose con adargas de característicaforma bicúspide, parecidas a las usadas por los moros38.Habitualmente, al término de la batalla con las cañas, todas lascuadrillas se lanzan a una furiosa galopada que se reclama tam-bién de las «fantasías» de los jinetes magrebíes.

Es preciso observar que ningún texto del Siglo de Orodedica demasiadas palabras a explicar cómo se desarrolla eljuego de cañas39. No es sin embargo tan extraño: ¿qué escritorfutbolístico consideraría hoy necesario recordar a lectores noextraterrestres o futuribles la mecánica del juego? Juan DávilaPuertocarrero, conde de Puñonrostro, es bien claro: «mi propó-sito (...) es dezir lo que se ha de hazer para estar graciosamentea cavallo: y aunque he hablado del juego de cañas, si bien semira todo lo que he dicho va endereçado a que se tenga buenagracia, y assí no es necessario tratar demas orden de juego»40.

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37 Según Fernández de Andrada, estaban hechas «antiguamente (...) conastas de cerezo Campesino». Explica cómo se manejan y se lanzan (Fernández deAndrada, op. cit., fols. 163-164).

38 Puertocarrero describe la “Darga para jugar”, el modo correcto de arrojarlas cañas, cuya violación «parece mal, y aun se suelen causar enemistades» (op. cit.,fol. 59), y las posibles evoluciones de las cuadrillas en la plaza (Ibidem, fols. 62-63),así como también Fernández de Andrada (op. cit., fols. 161-163) y Aguilar (op. cit.,fols. 39 y ss), que ofrece importantes detalles sobre las cañas, sobre sus dos medidas(las más cortas, de seis palmos, son las más gruesas), sobre las correas que, con todaprobabilidad, permitían su recuperación, y sobre el modo de lanzarlas en contiendassingulares, por parejas o cuadrillas enfrentadas (Ibidem, fols. 43-44). Chacón dedi-ca a las cañas el capítulo XII, recordando haberse «hallado en muchos juegos decañas, en ordenarlos».

39 Una compilación tan exigua como indiferente a la filología en Luis ToroBuiza: Noticias de los juegos de cañas reales tomadas de nuestros Libros deGineta, Sevilla, 1944.

40 Puertocarrero, op. cit., fº 62.

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Los tratadistas no ahorran en cambio los detalles de ador-no y de conducta, considerados parte sustancial de la actuación,si no del entero espectáculo, pero sobre todo esencial para laautocelebración individual y colectiva ante el rey, cuando ocupasu palco, la nobleza cortesana, los espectadores populares. Enfin, al frecuentador de los tratados sobre la jineta, sobre los torosy, sobre todo, sobre las cañas, le queda la impresión, probable-mente compartida por los que asistían a estos juegos, de que suestética reviste mayor importancia que sus normas e incluso quesu desarrollo41.

Incluso en la elección del caballo, el jinete gentilhombredeberá gobernarse por las leyes de la armonía. Es preciso antesque nada evitar que en la disputa entre la voluntad del hombre yel instinto del bruto el primero se descomponga en la silla per-diendo la “gracia”; y en segundo lugar, el “talle” del caballo hade conformarse con el del caballero, «pues donde no ay corres-pondencia y proporción no puede aver armonía ni consonan-cia»42. «Quando se anduviere passeando, (se) ha de traer elcavallo muy quieto y sosegado, trayendo la renda algo más cogi-da que suelta, porque ande con más buen ayre y mejor posturade rostro»43.

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41 Tanto en la gran Monarquía Hispánica como en los estados urbanos oregionales de la Italia del siglo XVI, el de los gentilhombres de corte era, en efec-to, «un corps dont l'objectif est moins de vaincre que d'être admiré» (FrédériqueVerrier (1997): Les armes de Minerve. L'humanisme militaire dans l'Italie duXVIe siècle, París, pág. 174). Por otra parte, Fernández de Andrada consideraoportuno «advertir los quadrilleros, que los jugadores, que buscaren para sus qua-drillas, sean muy buenos hombres de a cavallo: porque en esto consiste la bondaddel juego, mas que en la costa, y curiosidad de las libreas» (op. cit., fº 161).

42 Puertocarrero, op. cit., fols. 9-11.43 Aguilar, op. cit., fº. 27. El puño debe ser firme, se debe evitar lo que se

llama «jugar la rienda»: las riendas deben estar tensas para dejar recogido al caba-llo, de modo que no dé sacudidas por aquí y por allá (Puertocarrero, op. cit., fº 27).

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Arzones más elevados44 y estribos más amplios, además dehacer «más hermoso el caballo», permiten un mejor asiento en lasilla del caballero, «siempre derecho y el rostro sereno y descui-dado», que «todo (...) ha de hazer (...) descuydada y disimulada-mente45. Tanto en el juego, al menos en el de las cañas, como enel paseo o la carrera, o sea en las evoluciones que lo preceden olo siguen, su primer cuidado será mostrar “facilidad y desenvol-tura”, huyendo de toda “affectacion”. El caballo deberá aparecer«desapassionado» y el caballero “descuydado”46, a fin de dar la

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44 Puertocarrero quiere que el cuerno de la silla esté más elevado que elarzón posterior, «porque si fuesse más baxa de delante causaría fealdad»(Puertocarrero, op. cit., fol. 11): más allá de la preocupación por la irrenunciablegracia del asiento en la silla, parece evidente un cambio total de las proporcionesrespecto a los arzones habituales desde siglos atrás para los hombres de armas:éstos golpeaban con la lanza en ristre, mientras sus herederos se inclinan hacia ade-lante para arrojar las cañas, a riesgo de terminar sobre el cuello del caballo. Es lamuerte, también técnica, de la caballería medieval.

45 Chacón, op. cit., caps. IV, VII, VIII, recomienda tener el brazo libre delas riendas relajado hacia abajo, para no parecerse «a los espantajos que ponen alos paxaros» (Suárez de Peralta, op. cit., fol. 30). Intolerable «fealdad» es descom-poner el orden abriendo las piernas al apretar al caballo con los talones o al espo-learlo (Puertocarrero, op. cit., fols. 9, 35).

46 Aguilar, op. cit., fols. 26, 27, 30. «Es tan conviniente y necessario, parapoder parescer bien, andandose passeando, ó haziendo mal á cavallo, huyr el affec-tacion que si no se tiene particular cuenta y cuydado en ello, todo lo que se hizie-re, y la buena postura que se truxere, dara fastidio y parescera mal. Porque lapropria affection, y desseo demasiado que se tiene de parescer bien, haze a loseffectos que de alli salen parar en los estremos, y dexar el medio que es el que dagracia y perfection á todas las cosas. Por tanto el cavallero que, quisiere andar bienpuesto y parescer bien, ha de procurar de andar de tal suerte y manera, que aunquetrayga desde los pies á la cabeça, todo el cuydado y quenta que se requiere, lo hagacon tanta llaneza, descuydo y facilidad, que no se le parezca ni entienda el artificioque trae, sino que todos los que lo vieren resciban, contentamiento y admiracion,de verlo andar tan bien puesto y concertado, y tan á lo llano y al natural» (Ibidem,fol. 27). Conceptos y términos análogos emplea Suárez de Peralta: «huyr de laaffectacion en lo que hiziere, porque con ella dara fastidio y no parecera bien nadade su desemboltura, ni es possible tenerla con la affection, y los effectos que dellasalen paran en los estremos, y dexan el medio, que es el que se ha de procurar, puesda a todas las cosas gracia y perfección» (Suárez de Peralta, op. cit., fol. 25).

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impresión de un perfecto control del hombre sobre el animal, delintelecto racional sobre la ciega pasión. «Que aquel que estuvie-se enfrenado con el freno de el Señor, sería santo»47: del profetaZacarías, Fernández de Andrada extrae una metáfora que en susmúltiples acepciones, religiosa, filosófica y, sobre todo, política,enaltece la equitación hasta las gradas del trono.

Con “buen ayre y gracia”, dados por la naturaleza y refi-nados por el arte48, el gentilhombre cabalga en la plaza bajo losojos de un público que, al contrario de los atletas de nuestro tiem-po, verosímilmente no percibe en su abigarrada, magmática com-posición social, sino más bien como una especie de ceñudotribunal aristocrático49. No le convienen por tanto ni el desenfre-no ni los igualmente vulgares floreos50, ni tampoco «dar boz nidezir cosa que parezca ni suene mal. Aunque en la entrada puedeentrar diziendo, aparta, aparta, y afuera, afuera, y en el juegoSanctiago Sanctiago y a ellos a ellos»51.

Deberá mostrarse lo más “sosegado” posible: el “sosiego”,la misma sprezzatura que Castiglione recomienda a su cortesano,

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47 Fernández de Andrada, op. cit., fol. 75.48 Puertocarrero, op. cit., fols. 7-8.49 No por causalidad Chacón (op. cit., cap. XII) recomienda «no salir solo,

si no fuere muy buen cavallero, y tuviere muy señalado cavallo: porque si lo hazemal, es tan mirado, y da que reyr a la gente que lo mira».

50 Declara expresamente Aguilar: (Aguilar, op. cit., fol. 35): «No tractode los floreos que se pueden hazer con lança y adarga, por no alargarme encosas de poca calidad & importancia (...) a ningun cavallero le estara bienhazerlo publicamente. Porque la lança y el adarga, se han de traer siempre quese hiziere mal a cavallo, con la orden y concierto y decencia que requiere, a lapersona que lo hiziere». En la «carrera de la lança», el mexicano Suárez dePeralta (Suárez de Peralta, op. cit., fol. 36), de gustos menos aristocráticos,autoriza en cambio «muchas desembolturas y galanterias, quantas quisiere quetodo se haze bien con desemboltura que el cavallero tiene».

51 Aguilar, op. cit., fol. 40. Y de nuevo Aguilar: «Porque a ningun hombrede suerte y principal, le estaria bien correrla publicamente, en cavallo que tuvierenecessidad para allegarlo al cabo, de otra mayor ayuda que los pies. Porque en nin-

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dejará su impronta en la postura en la silla, la expresión del rostro,la manera de envolverse en la capa y en todos los gestos, el pri-mero de todos el de quitarse la gorra para saludar al príncipe, a losgrandes, a las damas, siempre asociado al justo grado de respeto.

Puesto que, en efecto, como especialmente en verano, pormás que se haya tenido cuidado de regar el terreno, a causa delpolvo levantado por el galope de decenas de cascos «ni los cava-lleros pueden ver lo que hazen, ni menos pueden ser vistos»,adquieren particular importancia los momentos en que los gen-tilhombres a caballo «daran una buelta todos juntos passo apasso a mirar las damas y cavalleros que estan en las venta-nas»52, pero sobre todo «a la parte que estuviere el Principe oseñor, o persona que lo merezca, y quitarle su gorra muy cortes-mente, y yrse destocado algunos passos, no muchos, y cubrirseapretandose la gorra en la cabeça muy bien53». Para el elegante

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guna manera se sufre en aquel tiempo y lugar, dar ninguna voz corriendo, ni golpeen las riendas, ni hazer otro ningun movimiento con el cuerpo para aguijar el cava-llo. Sino fuera solamente yrle dando con los pies, llevando todas las otras partespuestas en su assiento y lugar, porque de otra manera mas paresciera hazer officiode corredor que de cavallero» (Aguilar, op. cit., fol. 30); «assi se ha de andar entodos ellos sin mudar otra postura, y sin tirar cuchillada a ninguna parte. Porquede otra forma, seria muy notado el cavallero, que corriendo ó escaramuçandoanduviesse con la espada tirando cuchilladas al ayre» (Ibidem, fol. 32). Deudorevidente de Aguilar, también Fernández de Andrada (Fernández de Andrada, op.cit., fol. 162) recomienda que «mientras entraren y jugaren, no den vozes, ni digancosas que parezca mal».

52 Chacón, op. cit., cap. XII.53 Suárez de Peralta, op. cit., fol. 29. En la carrera con la lanza, «si quisie-

re quitarse el bonete no tome la lança hasta que haya passado delante del señor»,y si estuviese presente «persona tal que se le deva hazer cortesia, harala» (Ibidem,fols. 31, 32). Para Puertocarrero, «si huviere algun señor a quien se deva respetarbuelva hazia el, y vaya al principio de la carrera sin hazer reparo lo mas de espa-cio que pudiere, y buelva hazia el señor lo mas sosegado que pueda».(Puertocarrero, op. cit., fol. 33).

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y aristocrático Fernández de Andrada uno no se descubre frente«a nadie, sino fuere algun Principe, o Grande»54.

Al contrario de la mayor parte de los tratadistas contem-poráneos, el conde de Puñonrostro separa el objetivo de la gine-ta del del arte militar: simplemente, «de la Gineta sera el fincavalgar tan bien y gracioso, que contente a quien lo entendie-re»55. El juego de cañas no tiene nada que ver con la vieja caba-llería pesada feudal, y ni siquiera con la caballería ligerarenacentista, ya que son sólo los árabes, dentro de la tradiciónfronteriza y de la costumbre magrebí, los que lanzan jabalinasdesde la silla de sus ágiles corceles, mientras que tanto las cañascomo la monta a la jineta, de la que son la expresión primaria,quedan aferradas a la tradición morisca y al legado histórico-cul-tural de la Reconquista. Si, en efecto, a Europa entera le gustaasistir a batallas simuladas entre extravagantes ejércitos quemezclan indios, tártaros, turcos, persas, africanos y salvajes devariado color56, de Aragón a Levante numerosas mascaradas, nosólo carnavalescas, culminan en menos fantasiosos combatesentre moros y cristianos, en los que toman parte todos los habi-tantes de un pueblo57. En el otro extremo de la escala social, lapráctica del torneo a la francesa, que florece en la peninsula ibé-rica como en el resto del continente y que dura hasta el tiempodel caballero borgoñón Carlos de Gante, es suplantada después,en el siglo de la hegemonía española, por las mucho más espa-ñolas cañas58.

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54 Fernández de Andrada, op. cit., fol. 147.55 Puertocarrero, op. cit., fol. 7.56 Frédérique Verrier (op. cit., pág. 247) indica las raíces históricas de este

mundo fantástico en las empresas de los conquistadores y en las expediciones deCarlos V a Túnez y Argel.

57 Defourneaux, op. cit., pág. 151.58 C. A. Marsden, “Entrées et fêtes espagnoles au XVIe siècle”, en Les

Fêtes de la Renaissance, 3 vols., París, C.N.R.S., 1975, vol II, págs. 391 y ss.

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Fue gracias a la jineta, según Chacón, cómo los ReyesCatólicos «ganaron y sojuzgaron estos reynos de España» y elGran Capitán «gano dos vezes toda Italia»59.

«El uso que se olvida indignamente/ De la noble gineta belicosa,/Con quien la illustre Hespaña victoriosa/ De Moros quebranto laaltiva frente,/ Con un buelo suave y excelente,/ Lo levanta en suobra ingeniosa,/ Un Aguila con pluma caudalosa,/ A honor y glo-ria de Española gente,/ Sera de nuestra España celebrada,/ Delauctor generoso la memoria,/ Que de lança y de pluma, dio talprueva,/ Y la Affrica estara atemorizada,/ Pues la antigua destre-za se renueva,/ Que della nos dio siempre gran victoria»60.Estos versos de Gonzalo de Molina cierran la Cavalleria

de la Gineta de Aguilar. No parece pues una casualidad que tan-tos tratadistas, desde Aguilar, justamente, a Chacón, de Suárezde Peralta a Fernández de Andrada, sean andaluces o que susescritos se publiquen en Sevilla. Para dar prueba de su familiari-dad con los clásicos, además de para realzar el prestigio de lascañas, Fernández de Andrada hace derivar de la Eneida sus raí-ces más profundas61, para situar sin embargo en su Andalucía,frontera entre la Cristiandad ibérica y el Islam norteafricano, losorígenes históricos no sólo del juego62, sino de todo el arte de

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59 Chacón, op. cit., Dedicatoria.60 Aguilar, op. cit., Sea en la dedicatoria, sea en el prólogo, también Aguilar

había enunciado la tópica relación entre guerra y “cavalleria de la gineta”, median-te la cual los antepasados del rey Felipe «con el favor de Dios consiguieronmuchas victorias, y augmentaron sus estados», «aviendo consistido en ella, des-pues de la voluntad divina, el principal effecto de la restauracion y recuperacion deEspaña del poder y subjection de los paganos».

61 Fernández de Andrada, op. cit., fols. 160-161.62 Ibidem , fol. 160: el juego de cañas es «exercicio que no se puede hazer,

ni se haze sino a la Gineta: y que es el mas necessario para esta Andaluzia, de todoslos que se pueden cursar: por ser como es frontera de Africa, donde tanta destrezaay en el exercicio de la Gineta».

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cabalgar a la jineta, incluso su propio nombre. Alguno lo hacederivar de un «verbo griego, que significa cosa de ligera», otrode «un pequeño animalejo: que se dize Gineta, que es pocomayor que las comadrejas (...). Otros dixeron, se tomo deGinocchio, que significa rodilla: porque con ellas se afirman enlas sillas Ginetas. Otra opinion, y la mas verdadera es: Que estenombre de Gineta sea Arabigo, y que significa cosa ligera».Finalmente, «el general uso della exercitaron los Moros antes, ydespues de venidos a España: de creer es, que la primera inven-cion seria suya: y que fueron los primeros, que la exercitaron conestribos, y los demas adereços necessarios, que usamos para sufirmeza, de que se les deve la gloria de tan ingeniosaCaballería»63. Desde entonces la vasta área geográfica e históri-ca a caballo de Gibraltar está unida por una misma cultura ecues-tre: Sevilla, Córdoba, Jerez de la Frontera, Úbeda, Baeza, Écija,Jaén, Marchena y Antequera rivalizan en la cría de caballos enlos cuales se mezcla la sangre árabe con la de las antiguas razasibéricas renombradas desde la edad clásica64.

Utilizada por los árabes a lo largo de siete siglos de paz yde guerra, la jineta ha terminado por constituir una respuesta cas-tellana a la histórica superioridad de la caballería pesada france-sa, obligando al orgulloso adversario de las guerras de Italia areconocer «la ventaja que en campaña rasa haze a la Brida»65.

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63 Ibidem, fol. 43. Cf. también la dedicatoria a la ciudad de Sevilla.64 Ibidem, fols. 45-46. Vargas Machuca extiende hasta la América españo-

la la cadena de transmisión de la jineta: «pues aunque es verdad que Berberia dio aEspaña principio della, y España a las Indias, en esta parte se ha perficionado masque en otra» (Vargas Machuca, Libro de Exercicios de la Gineta, op. cit., fol. 2).

65 Fernández de Andrada, op. cit., fol. 44.

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Vincular la jineta e incluso el juego de cañas a la guerra,función constitutiva de la aristocracia, como hacen Aguilar66,Fernández de Andrada67 y, sobre todo, Villalobos68, significa

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66 No sólo, como habíamos visto, admite el empleo en la plaza del grito deguerra de «¡Santiago y a ellos!» que los soldados españoles hacían resonar sobrelos campos de batalla, sino también las tretas «desleales», y por tanto más guerre-ras que cortesanas, «de herir el cavallo del otro en el rostro, ó de cortar le las rien-das ó las cabeçadas, ó de sacar se las fuera de la cabeça si le viniere á mano.Porque qualquiera destas cosas importaria mucho, para desbaratar y vencer al ene-migo» (Aguilar, op. cit.,, fol. 36).

67 El Prefacio de su Libro de la Gineta de España trata principalmente deltema de la guerra, «medio tan conforme al fin natural, que tenemos, como es la paz»,para desear, en el siglo del triunfo de la infantería y de las armas de fuego, «cien milhombres de a cavallo divididos en cavallos ligeros con armadura leve, como losAlbaneses, y Italianos: y en hombres de armas, como los del Reyno de Navarra: y enarcabuzeros de a cavallo con arcabuz portatil, o de cañon largo: y en ligeros Ginetescon su antigua, y loable lança, y adarga: Que junto esto con nuestra infanteriaEspañola fueramos poderosos, a sujetar en pocos años la mayor parte del orbe».(Fernández de Andrada, op. cit., Al Lector). El cap. II está enteramente dedicado a«Como el Cavallo fue producido para la guerra»: caballos ilustres y anónimos, anti-guos y modernos, «con desseo de ganar gloria, de que ellos son codiciosos, peleancon valerosa determinacion, hasta alcançarla, o perder la vida por ella» (Ibidem, fol.8). Se deja arrastrar del amor por el noble animal hasta el punto de atribuir a la caba-llería no sólo el mérito de la victoria española de San Quintín, sino incluso el de lostriunfos de Roma, que «casi todas las batallas que vencieron fue por medio della», y«el mejor medio, con que los Romanos adquirieron el Imperio (...) fueron los caba-llos». Más adelante, muestra no haber perdido completamente el sentido de la histo-ria: «Pues que la nobleza, y Cavalleria aya en alguna manera procedido de los muchosservicios, y ayudas, que los cavallos hizieron a los hombres en el principio de suinvencion: Quando la Infanteria no era de tanto provecho como agora, por no saber-se formar los esquadrones, ni estar la disciplina militar en la perfeccion, y punto queoy esta». Conservan sin embargo su utilidad para la guerra todos los ejercicios ecues-tres en los que se galope con lanza y adarga, sobre los cuales reconoce la autoridadde Aguilar «por ser muy diestro (...) por bivir en la Costa, donde cada dia se exercitaen este genero de contienda» (Ibidem, fols. 12, 24, 13, 142).

68 Diego de Villalobos y Benavides dedica el Modo de Pelear a la Ginetade su hermano Simón a Jerez de la Frontera y a sus caballeros, en cuanto «exerci-tados, defendiendo de los Cosarios nuestras playas, y no solo agora lo hazen, mas

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afirmar su utilidad política y realzar al mismo tiempo su pres-tigio social.

En efecto, no son los tratadistas indianos los únicos enconsiderar al caballo como fundamento de nobleza. ComoVillalobos y Vargas Machuca69 piensan Mançanas70 y Aguilar71,Puertocarrero72 y, naturalmente, Fernández de Andrada73.

Si el conde de Puñonrostro proclama la equitación indis-pensable para todo joven aristócrata que quiera confirmar la vir-tud de la propia estirpe y justificar su prestigio sirviendo alpríncipe en la guerra74, si Aguilar habla de un «arte de la gineta»practicada desde sus lejanos orígenes «no solo del vulgo de loshombres, pero de muchos Principes y Reyes» y convertida des-pués en «necessaria y conveniente para la policia, gala y genti-leza de los cavalleros cortesanos y gente noble destosReynos»75, si de la banal constatación que «del cavallo nasce elnombre y valor de los caballeros» Suárez de Peralta deduce que«los Nobles tienen obligacion mas que los otros, à seguir estavirtud, y assi no solo los Nobles, mas los viles hombres y baxos,con la fuerça y valor deste animal, se hazen cada dia grandes ymuy illustres»76, Fernández de Andrada, persuadido de que

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de tiempo immemorial lo hizieron, ganando el renombre de la Frontera comoamparo de nuestras Costas»; en el prólogo declara el propósito de servir a Dios«desseando aprovechar a alguno en los desafios con los Moros» (Villalobos, op.cit., fols. 4-5, 6). Simón no lo desmiente: trata de escaramuzas y de acero, más quede carreras y cañas.

69 Vargas Machuca, Exercicios de la Gineta, op. cit., Dedicatoria.70 Eugenio Mançanas, Libro de enfrenamientos de la gineta. Por E. M.,

ensayador de la casa de la Moneda de Toledo por su Magestad, Toledo, Franciscode Guzmán, 1570, fol. 6.

71 Aguilar, op. cit., Prólogo.72 Puertocarrero, op. cit., Dedicatoria, fols. 2 y ss.73 Fernández de Andrada, op. cit., Dedicatoria, fols. 2 y ss, 6 y ss.74 Puertocarrero, op. cit., fols. 2-4.75 Aguilar, op. cit., Dedicatoria al rey, Prólogo.76 Suárez de Peralta, op. cit., fol 4.

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aquel «animal tan hidalgo» ha sido «ocasion y principio» de todaestirpe noble, basa en la relación entre hombre y caballo unaconcepción todavía más amplia del anoblissement: «porque elcavallo de su natural es superbissimo, y no haze ecepcion de per-sonas, ni respecta al grande, por ser Principe: ni estima alCavallero, por ser noble: ni obedece al Rico hombre, por tenermucho dinero: solo conoce, teme, y tembla del hombre animoso,que en el sube»77.

Como en toda Europa, en los reinos metropolitanos de losAustrias se produce, entre los siglos XVI y XVII, una progresi-va transformación funcional y social de los juegos ecuestres, encuya raíz se encuentra el cambio de la relación de la nobleza conla guerra: ejercicios nacidos, al menos en teoría, para preparar alos caballeros para el combate con la lanza, palestra de adiestra-miento militar en los tiempos del torneo, después de haber atra-vesado la fase más ritualizada de aquella contienda en campocerrado que le resultó fatal a Enrique de Valois, adquieren lasemántica de las representaciones simbólicas del origen militarde la nobleza, vaciadas de todo valor técnico residual78.

En el espacio de un siglo, mientras el público continúasiendo absolutamente interclasista79, pueden encontrarse sensi-

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77 Fernández de Andrada, op. cit., fols. 13, 12, 65.78 «À l'aristocrate qui refuserait de souscrire au nouveau système de

valeurs et de signes, il ne reste qu'à quitter les champs de bataille pour la cour oùil pourra se produire et se mesurer à ses pairs dans l'espace clos et preservé du stec-cato» (Verrier, op. cit., pág. 174).

79 Especialmente al comienzo, la Relacion de las grandiosas fiestas que enla ciudad de Segovia hizieron al mudar a su casa y Iglesia a la SacratissimaVirgen de la Fuenciscla, hallandose en ellas las Magestades Reales. En este añode mil seiscientos y treze, desde treze de Setiembre hasta veintidos del dicho mes.Compuestas por Francisco Sanchez natural de la misma Ciudad, Valladolid (encasa de Francisco Abarca), 1613, fols. 1-3 (la numeracion de los folios es mía)muestra la participación de las clases populares, no sólo como público, en ciertasfases de las fiestas, y en particular en el encierro de los toros. En Relaciones poé-ticas, op. cit., tomo IV.

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bles variaciones en la calidad social de los que bajan a la plaza acorrer cañas, pero sobre todo a lidiar toros. En la cúspide de laaristocracia se mezclan o, mejor, entran, gentilhombres de todorango, reunidos en las cuadrillas que dirigen en el campo gran-des y títulos80, limitándose tal vez a asumir la función de capita-nes no jugadores, como se les definiría en el moderno lenguajedel tenis. Especialmente cuando se trata de enfrentarse con toros,pueden elegir, sin embargo, pasar de la arena al palco real, con-virtiéndose de protagonistas directos en mecenas de un entrete-nimiento de connotaciones sociales más articuladas, cuyoesplendor reverbera sólo indirectamente sobre sus blasones81.

En la España de los Austrias, la “tratadística hipológica”queda bien lejos de estar «distribuida en dos territorios distintosy sólo aparentemente divergentes: el del juego y la diversiónsocial y el del arte militar y los instrumentos de guerra»; antesbien, corresponde preferentemente, si no exlusivamente. a laesfera lúdico-cortesana, dejando a los tratadistas militares, por lo

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80 Cuadrillas formadas por lo más florido de la nobleza de España, sinexceptuar a Felipe IV y Olivares, corren cañas de incomparable prestigio social enhonor del príncipe de Gales: sus nombres se suceden en un texto que, como escaracterístico del género, tiene más de crónica mundana que deportiva. Relacionde las Admirables, y portentosas Fiestas que el Quarto Filipo, Rey de entrambosmundos, y de las Españas, hizo por su Real persona, siendo las mejores que hastaoy se han visto, ni oydo dezir eternamente, por festejar los felicissimos y dichososdesposorios del serenissimo Principe de Gales, y la serenissima Infanta doñaMaria. Por Don Miguel Venegas de Granada, rebisnieto legitimo por paterno ymaterno del Rey Zagal, ultimo de Granada, y Gentilhombre de la casa de Sumagestad. Dedicada al Excelentissimo Conde de Olivares, Sumiller de Corps, yCavallerizo mayor de su Magestad, y de su Consejo de Estado, Alcayde perpetuode los alcaçares de Sevilla, y gran Chanciller de las Indias, Madrid, Bernardinode Guzmán, 1623, en Relaciones Poéticas, op. cit., tomo III.

81 Es el caso del conde de Chinchón, al cual en efecto está dedicado el Ecodel Aplauso que Don Francisco Miñano, Cavallero de la Orden de Calatrava,Regidor, y Procurador de Cortes, de la Ciudad de Segovia, tuvo en el toreo de lasfiestas de S. Ana en la Villa de Madrid, Año 1661, en Relaciones Poéticas, op. cit.,tomo III.

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común oficiales de los tercios de orígenes nobiliarios dudosos omodestos, la tarea de expresar una concepción de la hidalguíaque, precisamente en polémica con el mundo de la corte, ofreceuna respuesta al «problema de la progresiva relegitimación de laaristocracia: de su tradicional base feudal-nobiliaria a una nuevabase meritocrática»82.

Solamente una década separa el magnífico Libro de laGineta de España (1599) de Fernández de Andrada, último delos grandes tratadistas de las artes ecuestres del Quinientos, delinconsistente Tratado de la Gineta de Francisco de Céspedes yVelazco (1609), menos de veinte páginas dedicadas a unOlivares todavía no promovido a la privanza, precedidas de undesproporcionado aparato de versos laudatorios83. Medio siglodespués, Gregorio de Tapia y Salzedo dedica sus Exercicios dela Gineta al principito Baltasar Carlos retratado por Velázquezsobre el amplio arzón de un gordo caballo andaluz, con las pier-necitas infantiles estiradas para enfilar en los estribos las puntasde las botas a imitación del real progenitor y del conde duque,

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82 Schiera: op. cit., pág. 144. Ya sea tal proceso de “relegitimación”, ya seala educación de los jóvenes gentilhombres, son mejor atendidas en España por lascamaradas de infantería que no por la caballería cortesana, tan distante de las con-cepciones pedagógicas de François de La Noue (Ibidem, págs. 155-157). El con-dottiero y teórico hugonote es pródigo, por el contrario, en alabanzas a la sociedadmilitar de la catoliquísima España. Cf. Raffaele Puddu: I nemici del re, op. cit.,págs. 81-82.

83 Nada menos que seis composiciones de cuatro autores diferentes ofre-cen variaciones sobre las artes de Marte y Apolo, sobre la gloria de las letras y lasarmas, en honor del autor de este delgadísimo Tratado de la Gineta Provechoso ybreve. Compuesto por el Capitan Francisco de Cespedes y Velazco, Vecino y natu-ral de la Villa de Moguer. Dirigido al Señor Don Gaspar de Guzman, Conde deOlivares, y Alcayde delos Alcaceres y Ataraçanas reales de Sevilla: YComendador del abito de Calatrava, etc., Lisboa (Luys Estupiñán), 1609. En rea-lidad, salvo una alusión a la herencia de los moros contenida en el prefacio, estánausentes las temáticas de la guerra y de la consiguiente nobleza.

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también ellos corveteando sobre poderosos corceles de largosestribos a la brida.

El empleo del caballo vinculado a la función militar de laaristocracia no es más que un eco lejano para «cavalleros ocio-sos, que detenidos en la gala y regalo de los coches, se privan demejorar su natural Nobleza»84, pero sólo porque «siendo la caçaviva imagen de la guerra, sin duda el modo de exercitarla segui-ra la naturaleza y aplausos de su origen»85. Si es verdad, en efec-to, que «en estas Campañas de Cataluña y Cantabria se hanconocido bien las ventajas que hazian los Ginetes de la Costa álos demas Cavallos, llamandolos por terror y assombro, los ene-migos Gambacurtas, que en nuestro vulgar suena, Piernas cor-tas»86, su status social no parece superior al de cualquier otrocuerpo de caballería profesional involucrado en la guerra de losTreinta Años.

Ni siquiera la jerarquía de los ejercicios a la jineta es ya lade los tiempos de Aguilar y Fernández de Andrada87: en primerpuesto se sitúa «el lidiar los Toros (...) demostracion del valor de

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84 Tapia y Salzedo, op. cit., Censura de Don Lope de Valenzuela Peralta,Caballerizo de la Reina.

85 Sin contar, prosigue Tapia y Salzedo, que «en España siempre se sale alcampo à la Gineta», puesto que su «postura mas recogida» resulta más conve-niente para proteger de la fronda, el agua y el fango (Ibidem, Prefacio).

86 «Aviendo dexado las compañias de Lanças y Coraças, para las qualeseran precisas muy prolixas y pesadas armas» (Ibidem). En efecto, «un cavallero ála Gineta está tan dispuesto, y defendido, que no rehusará ningun rencuentro niescaramuça, siendo diestro, aunque sea con un Cavallo ligero» (Ibidem, pág. 45).

87 En su “Indice de los Autores que han escrito de la Gineta” Tapia ySalzedo les reserva los dos primeros puestos. Siguen Puertocarrero, Villalobos,Vargas Machuca, Céspedes y Velasco (que trata sin embargo de ambas sillas),Bonifaz, Luis de Trejo, Juan de Valencia (estos tres últimos sobre las “Reglas deTorear”), Navarrete, Mançanas, Carrillo Laso, Ramírez de Haro (también sobre labrida, además de sobre la jineta).

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los Españoles, como inimitable de las Naciones Estrañas, puesestan negadas de tan insignes fiestas»88, siguiendo con «la galade unas Cañas, donde se fingen Militares rencuentros con talcabal armonia y corage, califican mucho el uso noble de laGineta, y los Alardes de carreras publicas, y alboroços deMascaras de noche»89. Tras un conciso catálogo, que va desdelas poco aristocráticas acrobacias ecuestres todavía hoy practi-cadas por los caballeros sardos en todas sus «carreras públicas»,como el galope en pareja o pies arriba90, al toreo, con lanza,rejón, espada, varilla, e incluso tras dedicar a las artes plebeyaso «criollas» de capturar un toro a lazo o de desjarretarlo con unamedia luna los capítulos del séptimo al decimotercero (falta elnoveno), en los capítulos del decimocuarto al decimoséptimo setrata de las cañas y, hasta el vigesimooctavo y último, de la prác-tica de las más variadas clases de caza, incluidos, una vez más,los leones y sin excluir a los avestruces.

En otros términos, prescindiendo del rango social de loscaballeros, la peculiar virtud española del valor emerge conmayor evidencia ante los mortales cuernos de un toro que bajo ellanzamiento de frágiles cañas. No es que le falte a Tapia ySalzedo el deseo de complacer el gusto de la nobleza de corte,pero parece, sin embargo, inclinarse cada vez más hacia la prác-tica de la caza o los espectáculos ofrecidos por los campeones deltoreo91 que hacia las cañas, ciertamente menos emocionantes.

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88 Su tradición es por otra parte muy ilustre: como otros aristocráticostoreadores, Carlos V «mató a un Toro de una lançada en la plaça de Valladolid, enlas fiestas del nacimiento del Señor Rey don Felipe Segundo su hijo» (Ibidem,pág. 59); y «el Rey D. Sebastian, dizen, lo (el toreo con rejón) exercitó con muchaciencia» (Ibidem, pág. 65).

89 Ibidem, Prefacio.90 Ibidem, págs. 49, 53.91 También de El Espejo del Cavallero en ambas sillas. Propuesto por A. L.

R. de B., Moço Fidalgo de la Casa Real de Portugal. Ofrecido al ExcelentissimoSeñor Duque de Pastrana, e Infantado, Mayordomo Mayor de Su Magestad, Madrid,

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Las notas de los Romances resuenan más marciales cuan-do, terminada la «galana guerra», los jinetes «quedáronse man-teniendo / La campaña contra Fieras, / En Marte yatransformados / Los que antes Adonis eran», y la gracia incruen-ta se tiñe finalmente de sangre: «Don Fernando Tamariz / YAguilar, las suertes entra / Reportado, y animoso / Y con talmesura cierra // Con los Toros, que lo embisten, / Que a no dar-les tan sangrientas / Heridas, creyeran muchos / Que Cañas conellos juega»92. Exhibiendo sobre el pecho las cruces de las Órde-nes, «Cinco Hercules Nobles Andaluces» perpetúan en la«Plaça, o Circo» glorias y memorias de la Reconquista contra«Diez y ocho iracundos brutos fuertes» criados por otros noblescuyos colores portan en la arena93. Se celebran en versos las

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1671, de Antonio Luis Ribero de Barros, emerge el definitivo triunfo del espectácu-lo, si no de la práctica, del toreo: «Y para Torear, que es fuerça que los Monarcas deEspaña lo vean cada año dos, ó tres vezes (...) Y saber tomar el rejon, y entrar á lasuerte, y hazerla, y saber sacar el Cavallo, por la parte, y en la forma que devia, escosa que pocos lo avierten, aunque muchos lo miran, y otros lo hazen; y por eso refie-ren a quien escrive, que dezia su Magestad (que está en el cielo) al Duque dePastrana, padre del que oy es, Mayordomo Mayor de la Serenissima Reina: Duque,dizen que avrá buenos Toros esta tarde, pero no veo Toreador de importancia, buenosera que entrarais; y el Duque lo hazia por dar gusto á su Magestad, que lo entendiasoberanamente» (págs. 15-16).

92 Descripcion de las Fiestas de Toros, y Cañas, que se corrieron en laCiudad de Ezija, al Nacimiento de Iuan Fernandez Galindo, Hijo Primogenito de losNobilissimos Señores Don Baltasar Galindo Guzman Lasso de la Vega, y DoñaMaria de Cardenas y Heredia, Ecija, 1667, págs. 6, 7, en Relaciones Poéticas, op.cit., tomo III.

93 Poema Heroyco, Y Descripcion Hystorica y Poetica de las grandes Fiestasde Toros que la Nobilissima Ciudad de Cordoba, celebro en Nueve de Septiembre deMil y Seiscientos y Sesenta y Nueve. Y le dedica al Muy Ilustre Señor Don Martin deAngulo y Contreras, Cavallero de Abito de Calatraba, Veintiquatro de Cordoba yDiputado desta Fiesta el Doctor Don Enrique Vaca de Alfaro, Con licenciaImpresso en Cordoba, este año de 1669, fols. 4, 5 (la numeración de las páginases mía), en Relaciones Poéticas, op. cit., tomo III.

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hazañas de cada uno de los campeones94 y, bajo los ojos del rey,los aristocráticos lidiadores reverdecen contra los toros las glo-rias de su estirpe95.

El pequeño, retrasado Carlos II se sienta por algunos añosen el trono de España, y Ribero de Barros se pregunta «en quesilla convendrá poner á su Magestad primero á cavallo, si en laBrida, ó en la Gineta»96: dos sillas, pero también dos naturalezasmorales, dos actitudes políticas diferentes. «A la Gineta seruega; a la Brida se manda»97, recita en efecto el proverbio fami-liar a todo jinete, y El Espejo del Cavallero en ambas sillas esdedicado a aquel duque de Pastrana que, a juzgar por el inovi-dable retrato que nos ha dejado Carreño de Miranda, debía sercapaz, mucho más que su soberano, de imponerse tanto sobre loshombres como sobre los caballos. Para el último fruto de la exte-nuada sangre de los Austrias parece, en cambio, obligada laelección «que mas conviene á la Monarquia, pues en la sillaGineta, no solo se conservará mejor la salud de su Monarca; pero

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94 Pompa Festival, Alegre, Merecida Aclamacion; laureda queEntretegieron Eruditas Plumas, y consagraron devidas confianças. A las FloridasSienes de D. Iuan Lison de Texada, Aviendo Toreado en el Theatro Ilustre de laIlustre, y siempre grande Ciudad de Valladolid. Año de 1654. En la Oficina deAntonio Suarez Solis, en Relaciones Poéticas, op. cit., tomo II.

95 Descripcion de los Toros, que se corrieron en la Plaça de Madrid á 7.de Febrero de 1680 en aplauso de las Bodas de el Rey N. S. Carlos Segundo, conla Reyna N. S. D. Maria Luysa de Borbon. Dedicada al Excelentissimo SeñorConde de Niebla. Scrivela una Pluma Forastera, y no Peregrina, en RelacionesPoéticas, op. cit., tomo II.

96 El Espejo, op. cit., pág. 1. O, más prolijamente, «EL PRIMERO / En quesilla convendrá poner primero á su Magestad (que Dios guarde) para con los exer-cicios de ella conservar mejor la salud, como circunstancia tan importante? / ELSEGUNDO / La que conviene mas á su Monarquia, y á las preheminencias deella? / EL TERCERO / Como saldrá mayor hombre de á cavallo en ambas sillas,si empeçando por la de Brida, ó por la Gineta» (Ibidem, pág. 3).

97 Ibidem, pág. 4.

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en ella se aprende, y se perficiona un Discipulo con saber obrarcasi rogando»98.

Las opiniones del caballero portugués suenan irremedia-blemente demodées. En el siglo del Rey Sol el absolutismo triun-fa tanto sobre la silla como sobre el trono, y «la metáforarecurrente es siempre la de las riendas, importantes tanto para laeducación individual como para la estatal: ellas son el símbolodel disciplinamiento»99. Veinte años antes de la toma del poderpor Luis XIV, también Saavedra Fajardo había juzgado necesa-rio «enseñar al príncipe desde su juventud á domar y enfrenar elpotro del poder»100, pero en la Idea de un príncipe político-christiano la «metáfora ecuestre»101, empleada en función ético-

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98 Ibidem, pág. 6.99 Schiera, op. cit., pág. 153. Sobre la metáfora picadero-gobierno, cf. tam-

bién las pág. 146 y ss. Una serie de representaciones ecuestres de Luis XIV que,según las enseñanzas de Menestrier, empuña firmemente las riendas del Estado, enPeter Burke: La fabbrica del Re Sole, Milán, 1993.

100 «Tambien conviene enseñar al príncipe desde su juventud á domar yenfrenar el potro del poder, porque si quisiere llevalle con el filete de la voluntad,dará con él en grandes precipicios. Menester es el freno de la razon, las riendas dela politica, la vara de la justicia y la espuela del valor, fijo siempre el príncipesobre los estribos de la prudencia. No ha de ejecutar todo lo que se le antoja, sinolo que conviene, y no ofende á la piedad, á la estimacion, á la vergüenza y a lasbuenas costumbres. Ni ha de creer el príncipe que es absoluto su poder, sino suje-to al bien público y a los intereses de su estado: ni que es inmenso, sino limitadoy expuesto á ligeros accidentes. Un soplo de viento desbarató los aparatos maríti-mos del rey Filipe II contra Ingalaterra.» (Diego de Saavedra Fajardo, Idea de unpríncipe político-christiano representada en cien empresas, Empresa XX, enObras de Don D. de S. F., BAE, XXV, Madrid, 1947, pág. 55).

101 Mientras que para la educación social de la juventud noble no hay aquísustanciales divergencias, en cambio sí las hay sobre la aplicación de la metáforaecuestre al estado y a su organización. Desde este punto de vista, más bien sepodría aventurar la hipótesis de que la aplicación –siempre, por otra parte, másbien tenue en las fuentes que he examinado– de la metáfora al Estado crece en pro-porción con la importancia que este último viene asumiendo en los distintos paí-ses (Schiera, op. cit., pág. 181). Según Schiera, ignorada en Italia, aquélla

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pedagógica más que político-estatal, asume un significadoantiabsolutista que ciertamente no le hubiera gustado a Versalles.

Usada en los campos de batalla europeos desde el tiempoen que los pequeños hidalgos que servían en los tercios deFlandes reprochaban a una nobleza cortesana, más dedicada a lascañas que no a las picas y a los arcabuces, la traición a su funciónmilitar, la brida conoce un nuevo auge también en la corte duran-te la decadencia setecentista, mientras los modelos y actitudes dela aristocracia española, sin exceptuar los modos de cabalgar, vanperdiendo prestigio ante la presencia de los franceses.

Tras El Espejo, Ribero de Barros dará a la imprenta LaJornada de Madrid, texto fatuo y barrocamente compuesto, en elcual, entre anécdotas, sonetos, vidas de santos y cortesanías,encontrará el modo de hacer remontar los orígenes de la silla gine-ta a Santiago y a las victorias obtenidas sobre los moros gracias ala intervención de «hombres de acavallo, venidos del Cielo», y dellamarla «aun oy (...) universal, en la mayor parte de el Mundo;pues es la que se halla en toda el Africa: Indias Orientales, yNuevo Mundo, y toda España (donde solo se introduxo la debrida, despues del Señor Carlos V ser su Rey)»102. Pero la brida,dominadora del Viejo Mundo, ha hecho ya irrupción también enla decadente patria de la jineta: cada vez con mayor frecuencia secorren estafermo y sortija103 según los dictados de los viejos

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encuentra un terreno más fértil allí donde la autoridad del Estado lucha por afir-marse o por resistir, como en Alemania o en Inglaterra, pero sobre todo allí dondela Corona sale triunfante de la confrontación con todos los otros poderes, y portanto en la Francia del Rey Sol. Puesto que en las fuentes que he examinado laaplicación de la metáfora al Estado está por completo ausente, se puede sostenerla hipótesis de que su fallido arraigo más allá de los Pirineos refleja la crisis de laMonarquía Hispánica.

102 A. L. Ribero de Barros: La Jornada de Madrid. Compendio referidopor A. L. R. de B., Moço Fidalgo en la Casa Real de Portugal: Ofrecido alExcelentissimo Señor Don Juan Gaspar Enriquez de Cabrera, Almirante deCastilla, Duque de Medina de Rioseco, Madrid, 1672, fol. 10.

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maestros italianos cuya gloria reverdece Versalles, y Ribero deBarros encuentra oportuno subrayar cómo incluso el Almirante deCastilla había elegido hacerse retratar «montado a la Brida»104.

La recurrente expresión «Caballería Política» empleadapor Dávila y Heredia en la Palestra Particular de losExercicios del Cavallo, aparece ya desprovista de cualquierrelación con la triste realidad de la Monarquía Hispánica, aligual que grotescamente desproporcionadas respecto a la«Política, gala y gentileza de los Cavalleros Cortesanos»105

son expresiones tales como «engañar la colera de sus Armas»,«que fundais la honra de vuestras conquistas», «poner gloriaen competencia» o «Nosotros los Cavalleros aventureros,conocidos en la tierra, y en la mar, hijos de los bravos con-quistadores, honor y terror del mundo», empleadas o pronun-ciadas en ocasión de pruebas como «Estafermo, faquin, ysortija, tres lançadas a cada cosa; y luego en una misma carre-ra, variada por diferentes lados, sin cortarse en ninguno,

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103 Si damos fe a Ribero de Barros, que sin embargo le dedica no pocaatención, “está tan olvidada en Madrid correr la sortija” (Ibidem, fol. 28).Aceptando la invitación de Clare de estudiar los juegos ecuestres también par-tiendo de los que han llegado hasta nosotros (Clare, op. cit., págs. 51 y ss.), danganas de preguntarse en qué medida esta “sartilla” que en los días de carnaval apa-siona a la gente de Oristano y de tantos otros lugares de Cerdeña revela una cier-ta influencia de la península italiana, donde todavía hoy está viva la tradición dela “quintana”, o, más bien, la situación periférica de la Cerdeña de los siglos XVIy XVII respecto a la metrópoli ibérica, a su tradición “morisca” y, sobre todo, a lacorte y al mundo de los sportsmen aristocráticos.

104 Ribero de Barros, La Jornada, op. cit., fol. 29.105 Andrés Dávila y Heredia, Palestra Particular de los Exercicios del

Cavallo; sus propiedades, y estilo de Torear, y jugar las Cañas; con otras dife-rentes demonstraciones de la Cavalleria Politica. Por Don A. D. y H., Señor de laGarena, Capitan de Cavallos, Ingeniero Militar por su Magestad. Dedicado alSeñor D. Pedro Fernandez del Campo, Cavallero del Orden de Santiago, delConsejo de Su Magestad, y de su Camara de Indias, y Secretario del UniversalDespacho, Valencia, Benito Macé, 1674, Al Lector.

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cinco acciones de gallarda agilidad»106.Los años de Rocroi marcan el ocaso de los temidos tercios

de infantería y al mismo tiempo de la «silla gineta», desde lo altode la cual tantos hidalgos habían contemplado orgullosamente losdos mundos. «Hijo fatal de tres furias (...) coronado de dos muer-tes»107, el toro, mientras tanto, está desplazando al caballo deltrono de animal símbolo del valor español, asumiendo el papel deprotagonista de los Romances deportivos producidos entre el rei-nado de Felipe IV y la subida al trono de la casa de Borbón.

Se canta su encierro bajo los ojos de la Aurora, su impe-tuoso irrumpir en la arena, su desesperada defensa contra unamiríada de asaltantes, hasta «quando un Clarin, pronostico leadvierte, /los ultimos presagios de su muerte». «El Vulgo albo-rotado», «si vivo lo temió, muerto lo espanta»108. Cuenca sevanagloria de la raza de los «toros tan bravos desta sierra»109

excavada por el curso del Huécar: en un vuelco de los roles

Raffaele Puddu48

106 Ibidem, fols. 14, 15. 18, 20. Por otra parte, en el parágrafo sobre«Combatir a cavallo con espada, capa», que define como «accion de muchogarbo», sugiere expedientes anticaballerescos (Ibidem, fol 75), copiados palabrapor palabra, como es su costumbre, por Aguilar (Cf. Aguilar, op. cit., fol 36).

107 La Fiesta Real y Votiva de Toros, que a Honor de San Iuan Bautista,celebró Madrid. A 6. de Iulio de 1648. Descrivia D. Gabriel Bocangel VinçuetaContador de Resultas de Su Magestad, y su Coronista. Dedicada a los QuatroExcelentissimos Señores, que lidiaron aquella tarde las Fieras, Madrid, VicenteAlvarez de Mariz, 1648, fol. 6, en Relaciones Poéticas, op. cit., vol. III.

108 Discursos a las Reales Fiestas, que la Muy Noble, y muy leal Ciudadde MURCIA hizo en onze y doze de Setiembre, de mil y seyscientos y veynte ocho.Dirigidos a Don Francisco Thomas Galtero Palazol, regidor, y Procurador gene-ral della. Por Diego Beltran Hidalgo, vezino de la misma Ciudad. Murcia, LuisVerós, 1628, en Relaciones Poéticas, op. cit., tomo I, págs. 20, 21 (El volumen noestá paginado: la numeración de las páginas es mía).

109 Relacion verdadera, en la qual se da cuenta de la manera que en el riode Huecar, de la ciudad de la Estrella, por otro nombre llamada CUENCA secorren los toros fuertes de la sierra, y las desgracias que en ellos muchas vezessuceden. Compuesta por Iuan Bautista Iustiniano Clerigo Presbytero natural dela misma Ciudad, Cuenca, 1625, fol. 11 (la numeración de los folios es mía), enRelaciones Poéticas, op. cit., tomo V.

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sociales que anuncia el futuro de la fiesta nacional, y con ello elfinal del noble teatro de la gineta», el pueblo menudo se enfren-ta al toro para diversión de un público aristocrático.

«Tambien por las ventanas, y balcones/ Adornados con muchostafetanes / Tocadas con curiosas invenciones / Entre gentileshombres y galanes, / Se ven damas llevando mil blasones, /Atendiendo a que estan hechos truanes, /Diziendoles mil gra-cias, y requiebros /Con regalada voz y dulces quiebros, //...//Fuera desto se ven muchos tablados / Entapizados con paños decolores, / Con damascos preciosos, y brocados, / Que ocupancaballeros, y señores, / Puestos en sus asientos sublimados /Mirando como alli los corredores / Silvan para que salga elbravo toro / Con los cuernos de plata, y la piel de oro»110.

Toros y cañas. Los juegos ecuestres en la España del siglo de Oro 49

110 Ibidem , fº 6.