Tomo 4 Constructores Del Reino

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Tema 1 El tesoro escondido. Estás ante la primera catequesis de este año. Ya llevamos tres años con este proyecto de inspiración catecumenal que arrancamos con “Salió el sembrador” y desarrollamos con “Habla, Señor” y “Ven y sígueme”, y a pesar de estos años de confiado trabajo en la obra del Señor, es probable que los jóvenes aún no hayan hecho una opción clara y explícita por Cristo y su mensaje. Puede que el Tesoro del que vamos a hablar en este tema les quede todavía un poco “grande”, un poco “oculto”. Partimos de una convicción: el tiempo de catequesis les ha de llevar a descubrir a Cristo y el Evangelio como el Tesoro de su vida, como algo que por lo que merece la pena poner toda la vida en juego, algo que transforme sus vidas y las introduzca en una dinámica de vértigo. Nuestro esfuerzo catequético se orienta a crear espacios de encuentro con el Señor para que sea su gracia, y no nuestras dinámicas, quien introduzca a los jóvenes en este Kairós fundante en el que la propuesta del Evangelio se convertirá en el nuevo eje de su existir. 1. Objetivos. Ahondar con sinceridad en los valores que rigen la vida y descubrir lo que nos aleja del Evangelio. Potenciar la personalización de la fe y el encuentro con Cristo, persona viva en quien confiar y a quien amar. Descubrir a Cristo y su Evangelio como el Tesoro personal por el que merece la pena arriesgarlo todo. 2. Experiencia de vida. Constructores del Reino Pág. 1

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Tema 1El tesoro escondido.

Estás ante la primera catequesis de este año. Ya llevamos tres años con este proyecto de inspiración catecumenal que arrancamos con “Salió el sembrador” y desarrollamos con “Habla, Señor” y “Ven y sígueme”, y a pesar de estos años de confiado trabajo en la obra del Señor, es probable que los jóvenes aún no hayan hecho una opción clara y explícita por Cristo y su mensaje. Puede que el Tesoro del que vamos a hablar en este tema les quede todavía un poco “grande”, un poco “oculto”.

Partimos de una convicción: el tiempo de catequesis les ha de llevar a descubrir a Cristo y el Evangelio como el Tesoro de su vida, como algo que por lo que merece la pena poner toda la vida en juego, algo que transforme sus vidas y las introduzca en una dinámica de vértigo. Nuestro esfuerzo catequético se orienta a crear espacios de encuentro con el Señor para que sea su gracia, y no nuestras dinámicas, quien introduzca a los jóvenes en este Kairós fundante en el que la propuesta del Evangelio se convertirá en el nuevo eje de su existir.

1. Objetivos.

Ahondar con sinceridad en los valores que rigen la vida y descubrir lo que nos aleja del Evangelio.

Potenciar la personalización de la fe y el encuentro con Cristo, persona viva en quien confiar y a quien amar.

Descubrir a Cristo y su Evangelio como el Tesoro personal por el que merece la pena arriesgarlo todo.

2. Experiencia de vida.

El año anterior lo centramos en la figura de Jesús, verdadero centro de nuestra fe, ya que no creemos en una ideología sino en una persona que da su vida por nosotros. Ahora bien, su persona fue portadora de un mensaje que aún hoy sigue suscitando seguidores y adhesiones inquebrantables, sigue siendo buena noticia para la humanidad: el anuncio de la buena noticia, el anuncio de que el Reino de Dios ya está actuando en medio de nosotros.

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En este primer momento queremos facilitar en nuestras vidas el encuentro con Jesús, percibirlo como un valor que puede llenar nuestras vidas de sentido y optar por él como nuestro mayor tesoro. Para ello, nos proponemos analizar con sinceridad dónde estamos poniendo nuestro corazón, cuáles son los proyectos que aglutinan nuestras ilusiones y despiertan nuestro entusiasmo, cuáles son los valores que rigen nuestra vida para confrontarlos con los que ofrece Jesús y lanzarnos, así, a una vida más coherente que transforme la humanidad.

2.1. Operación Triunfo. Documentos 1 y 2

En este apartado y con esta dinámica queremos presentar el proyecto de vida de Jesús de Nazaret empleando un fenómeno social del que casi nadie ha quedado al margen: el programa televisivo Operación Triunfo. Sin querer hacer una crítica a los valores de este revolucionario programa que ha recuperado un poco de fuste, bien nos puede valer para exponer otro proyecto de vida, que cuenta con una cierta tradición y que sigue siendo tan actual como en el tiempo de Jesús de Nazaret.

Si analizamos estos dos “proyectos” (llamémosles así) de vida, en un primer momento podemos correr el riesgo de compararlos enfrentándolos o, incluso, realizar algunas afirmaciones que desestiman a uno para salvar al otro sin más. Pero si nos adentramos seriamente en el estudio de estos dos fenómenos, descubrimos que ambos tienen muchos puntos en común y que aquello que los diferencia radicalmente puede que no se vea tan claro a simple vista.

Para abrir el diálogo e iniciar el estudio del Reino de Dios, planteamos directamente una pregunta: ¿en qué se diferencian cualitativamente estos dos modos de entender la vida? ¿Dónde están o cuáles son los elementos de estos proyectos que no casan, que les hacen, incluso, incompatibles?

Entregamos el Documento 1 (Operación Reino) y dejamos que, desde la lectura de las semejanzas, puedan ir anotando las diferencias. No se trata tanto de comparar como de subrayar el porqué el Proyecto del Reino se lleva a cabo en una onda muy diversa a la de los demás proyectos.

Tras un tiempo de diálogo en el que se van anotando las diferencias entre ambos proyectos, podemos entregarles el Documento 2 (OT versus Reino de Dios), que les pone delante de los ojos las discrepancias entre el Triunfo según el mundo y el Reino según Dios.

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3. Profundizamos. Documento 3

Nuestra vida se caracteriza por la “carencia”, nos faltan cosas, necesitamos llenar nuestros vacíos, sobre todo el “vacío de la vida”. Nada de lo que hacemos es neutral, siempre nos mueve el querer conseguir aquello que nos falta; si hacemos algo es para acercarnos más a nuestros objetivos, sean cuales sean: hacemos deporte para mantenernos en forma o para adelgazar, estudiamos para labrarnos un futuro o para ganar dinero… Somos seres necesitados y nos mueve esa necesidad.

La experiencia nos dice que no siempre vamos tras las cosas o valores que podrían satisfacer nuestra necesidad. Igual satisfacemos las superficiales, pero las profundas quedan relegadas. Andamos casi siempre enzarzados en bagatelas que nos alejan de las cuestiones realmente importantes y que casi siempre nos hacen sufrir. Sufrimos cuando no las logramos o cuando otro las ha logrado antes y con menos esfuerzo y mejores resultados que nosotros: sufrimos cuando no tenemos suficiente dinero y otro tiene más, sufrimos cuando no tenemos todos los caprichos y otro tiene más, sufrimos cuando no somos los mejores en todo y otro nos deja por mediocres…

Ya es hora de descubrir que el cristiano no es un ser necesitado de nada que no sea Cristo Jesús, que sólo él es importante y que sólo él nos plenifica íntegramente: que la felicidad no consiste en tener más o en poder más, sino en ser más por Jesús y para Jesús. Que Jesús y su mensaje de salvación es nuestro tesoro escondido y que nosotros vamos a hacer todo lo posible por desenterrarlo y quedárnoslo.

El programa de Operación Triunfo nos ha propuesto un modelo de felicidad y éxito en la vida, pero cuando se apagan las luces la realidad no es tan brillante. Supo leer la necesidad de los jóvenes de “algo más” en sus vidas, de algo que les diera pleno sentido. Nosotros lo tenemos, lo hemos descubierto y sabemos que está presente en nuestra vida: es Jesús de Nazaret y su evangelio, no perdamos más el tiempo desatendiendo el verdadero tesoro de nuestra vida.

El Documento 3 (El corazón de la vida) pretende hacer aterrizar a los jóvenes en situaciones, experiencias y actitudes concretas que “tengan sabor” a Reino, que “dejen gusto” al tesoro encontrado. No hay que olvidar que las convicciones, las actitudes de vida y los compromisos ante la realidad son consecuencia directa de aquello que nos “ha agarrado” el corazón, en nuestro caso, el encuentro con la persona de Jesús. Sin este encuentro, las parcelas de nuestro corazón quedarían desiertas.

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4. Iluminamos con la Palabra. Documento 4

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo…”, cuenta el evangelio de Mateo (Mt 13,44). El tesoro es Jesús y el Reino que anuncia; el hombre del relato puede ser cualquiera de nosotros. El mensaje sigue siendo fascinante: encontrar a Jesús es encontrar un tesoro y por ese tesoro merece la pena sacrificarlo todo.

Es ésta la lógica “paradójica” del Evangelio: llorar para reír, sufrir para ser feliz, dejar que te persigan para entrar en el Reino de los cielos, morir para vivir, vender todo para poseerlo todo... ¡Así es el Evangelio: una paradoja que conduce a la felicidad y a la vida eterna! San Pablo, que bien sabía de estas cosas, y no por oídas sino por experiencia personal, así lo expresa: “lo que tenía por ganancia, lo considero ahora por Cristo como pérdida, y aun todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo” (Fil 3, 7-8). Ésta es la ley cristiana del “perder todo para ganarlo todo”.“El que pierda su vida por mí, la encontrará”, dice el Señor.

Es esta lógica del Reino la que Cristo nos pide que asumamos, sin rebajas ni reducciones, con alegría y prontitud, conscientes de que no será un camino fácil, pero que su destino es la plenitud de vida en Dios y sus etapas, la felicidad que nada ni nadie nos podrá arrebatar. Nos afecta este Reino aceptado de tal forma que se nos trastocan todos los valores, actitudes e ideas que creíamos inamovibles… y por consiguiente, todos nuestros actos estarán impregnados de “olor y sabor” a Reino.

Aceptar a Cristo y su Reino es vivir expropiado, descentrado de uno mismo y centrado en Cristo de tal forma que, como diría san Pablo, “ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí”. Es Cristo quien ha tomado posesión de la propia vida, es el Reino lo que está brotando en nuestro interior, y no podemos menos de transmitirlo con la vida, los gestos y las palabras.

Con esta parte de la catequesis queremos que sea Cristo quien te esté hablando con el mismo amor a tu alma. No le cierres tus entrañas. Escúchalo. Déjalo entrar en tu corazón y dale una respuesta pronta y generosa. No tengas miedo. Él está contigo y te da las fuerzas necesarias para responder con amor a su llamada. ¿Qué es lo que tú tienes que vender? ¡Ve, pues, lleno de alegría, a vender todo lo que tienes –aquello que te impida acercarte a Cristo– y compra ese campo que esconde el maravilloso tesoro, que es Jesucristo mismo!

¡Atención, amigo catequista!, estás ante una parte delicada de la catequesis, aquí no valen teorías, sino vivencias y experiencias. Se supone que tú has hecho ese descubrimiento del tesoro escondido; en la puesta en común se trata sólo de relatar tu experiencia como “provocación” a la de los jóvenes.

Entregamos el Documento 4 (Se parece el Reino a…), que recoge distintos textos de los evangelios y dejamos tiempo para leerlo personalmente. Son textos densos que no deberían ser leídos de carrerilla, como si ya nos los

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supiéramos, como trámite para pasar a lo siguiente; si lo hacemos así, perderán todo su valor. No te preocupes si tienes que emplear toda una sesión en este apartado, habrá merecido la pena si lo asimilan y se dejan interrogar. Si te parece, sugiéreles que se busquen un lugar apartado y sereno para leerlo y reflexionarlo, que se detengan en la lectura para contemplar y orar, que anoten resonancias… Te sugerimos que en la puesta en común lo puedas trabajar según el guión siguiente:

5. Iluminación vicenciana. Documento 5

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Para la reflexión y el diálogo:

Jesús hablaba en parábolas, una forma de decir cosas sugiriéndolas más que explicitándolas, ¿qué te ha sugerido cada una de las parábolas que has leído?, ¿qué visión de conjunto se te ha formado del Reino de Dios?

El Reino de Dios vendría a ser como un nuevo orden de relaciones basado en el amor, la justicia, el perdón, la fraternidad, la humildad, el servicio… ¿qué resonancias tienen esas palabras en tu vida diaria?

El Reino de Dios no es espectacular, es algo que va creciendo poco a poco, pero con un dinamismo imparable, ¿lo notas creciendo en ti, fermentando tu corazón?, ¿en qué signos se concreta?, ¿qué dificultades encuentra?, ¿qué realidades lo potencia?

El Reino de Dios es un banquete en el que todos están invitados, pero al que sólo entrarán los que se pongan el traje de fiesta, ¿qué significa ese traje para ti? ¿Te sientes invitado al banquete de Dios?

Muchos son los llamados y pocos los escogidos, sólo aquellos que cumplen la voluntad del Padre; en eso consiste el Reino: en hacer carne la voluntad de amar que Dios tiene sobre nosotros, ¿cómo vives el mandamiento del amor en tu realidad diaria?, ¿es el amor el tesoro de tu vida?, ¿en qué signos concretos lo ves hecho realidad?, ¿qué te falta para vivirlo en profundidad?

El Reino de Dios es una red en la que caben toda clase de peces, ¿aceptas a todo el mundo por igual?, ¿haces diferencias entre “unos” y “otros”?, ¿cuáles son los criterios con los que divides a la gente?, ¿tienen esos criterios algo que ver con los valores del Reino?

El Reino de Dios tiene que crecer junto a la cizaña que siembra el enemigo y no hay que angustiarse por ello, pero, ¿en qué valores traduces tú esa cizaña?, ¿qué peso real tienen en tu vida esos valores?

El Reino de Dios es perdón entregado y recibido, ¿cómo vives tú el perdón?, ¿lo entregas con facilidad o dificultad, por qué?, ¿lo recibes con facilidad o dificultad, por qué? ¿Tienes clara la dimensión de misericordia en tu vida?, ¿en qué juicios de tu corazón aplicas misericordia y en cuáles no?

El Reino de Dios es algo que hay que esperar vigilantes, ¿estás dormido/a o despierto/a? El aceite hay que llevarlo preparado, ¿estás preparando tu corazón?, ¿está preparado tu corazón?

Vicente ha tardado en descubrir el tesoro escondido, y es que lo buscaba en realidades materiales que no le daban la plenitud a su vida: la riqueza y la comodidad de un buen cargo, la posición social y el prestigio… Pero los planes de Dios eran bien diferentes para este hijo suyo, sus experiencias de vida le van llevando a los pobres y en ellos descubre, escondido como un tesoro, el rostro de Cristo evangelizador. A partir de ese momento se entregará por completo a su causa y no se cansará de servirles, sabiendo muy bien que sirviéndoles a ellos está sirviendo y amando al mismo Jesucristo, pues los pobres son el verdadero rostro del Señor en la tierra.

Los pobres son el lote propio de los vicencianos, el tesoro que nos dejó Jesús, un tesoro escondido tras el rostro deformado y desagradable de la pobreza, pero un tesoro de incalculable valor: a ellos va principalmente dirigido el mensaje del Reino porque serán ellos los primeros en entrar, además serán los pobres los que formen el tribunal que juzgue la calidad de nuestro amor cuando el Padre de la vida nos la reclame.

Entregamos el Documento 5 (El Tesoro vicenciano) y lo trabajamos utilizando el siguiente guión:

6. Nos comprometemos. Documento 6

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Para la reflexión y el diálogo.

Destaca la idea de san Vicente que más te haya llamado la atención. Comenta el porqué.

San Vicente dijo muchas de esas cosas a los sacerdotes de la Misión, ¿cómo resuenan en tus oídos?, ¿participas en algo de esa espiritualidad?, ¿te sientes invitado a practicar sus enseñanzas?

San Vicente hizo el descubrimiento de su vida en la persona de los pobres, a quienes se entregó por completo; ¿has hecho tú descubrimientos parecidos?, ¿cuál es el centro de tu vida, aquello por lo que dejarlo todo?

Jesucristo dijo una vez que allí “donde está tu tesoro, allí está tu corazón”, una forma acertada y directa de plantearnos dónde ponemos nuestras ilusiones, esperanzas y alegrías, de preguntarnos por lo importante, esencial e irrenunciable de nuestra vida.

Todos andamos en búsqueda constante de lo que nos haga cada vez más felices, somos seres en búsqueda, seres carenciales, pero nuestra carencia no se satisface tan fácilmente, no todas las cosas tienen la virtud de ofrecernos en plenitud la felicidad, el sentido último y definitivo de nuestra existencia. Dios sí puede colmar todas nuestras aspiraciones, y hasta que no nos demos cuenta de ello, andaremos perdidos y sin rumbo. San Agustín lo resumió maravillosamente: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”.

Para realizar esta parte de la catequesis, colocamos un cofre cerrado (o una caja) en el centro del grupo. En el interior hemos colocado postales de Jesús o parecidas, o tarjetas con frases del evangelio, etc., según veas tú, amigo catequista. Antes de empezar, invita al grupo a dos cosas, la primera, que adivinen el contenido; la segunda, que digan de qué lo llenarían.

Luego entregamos el Documento 6 (La piedra preciosa) y lo trabajamos utilizando el siguiente guión:

7. Celebramos.

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Para la reflexión y el diálogo.

Lee la parábola reflexivamente, pero sin decirles, amigo catequista, la última frase. Comentar su intencionalidad y crear un final apropiado.

Leer y comentar el final del autor. Analizar los símbolos: “hombre-de-Dios”, “acampar bajo un árbol”,

“un habitante corriendo”, “el diamante”, “la auténtica piedra preciosa”, “no dormir tranquilo”. ¿Qué resonancias concretas tienen en tu vida?, ¿con qué los identificas?, ¿con qué te identificas?

Pregúntate: ¿qué diamantes quieres encontrar en tu vida?, ¿tras qué corres?, ¿quién te ofrece la verdadera riqueza?, ¿qué buscas en lo profundo de tu ser?, ¿has encontrado a Jesús?, ¿qué valor tiene en tu vida?, ¿qué camino estoy dispuesto a hacer para quedarme con el tesoro que Él me ofrece?

SEÑOR JESÚS:

Tú que dijiste que tu Reino no era de este mundo,

líbranos de ataduras para entender que tu Reino del más allá

se construye HOY Y AQUÍ.

Haz que nuestro esfuerzo sea servicio a la Verdad, aunque cueste.

QUEREMOS, SEÑOR:

Servir para tu Reino como sirven los necesitados,

los sencillos, los que practican la justicia.

Queremos, Señor:

Trabajar para construir un Reino de amor sobre el odio que nos

circunda.

DANOS:

espíritu de lucha para proclamar la Verdad de tu Evangelio;

espíritu inconformista para no pactar con cualquier reino

que halague nuestro vivir;

espíritu de conquista para recatar nuestra vida

de la monotonía del quehacer sin ilusión.

HAZNOS COMPRENDER TU REINO:

con la espontaneidad del reino que carece

de la farsa de los adultos;

con la libertad del pobre que no tiene nada que perder;

con la pureza de un virgen que sólo sabe de un precio: el amor.

VIVE EN NOSOTROS:

aún en los momentos ciegos de nuestra vida;

acepta nuestro deseo de trabajar por un mundo en el que estés Tú.

AMÉN.

Operación ReinoAlgunos aspectos aparentemente comunes:

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Documento 1

El punto de partida parece ser el mismo: todos somos invitados (convocados) a participar en algo grande: en Operación Triunfo a una operación triunfal, y en Jesús de Nazaret a hacer presente el Reino de Dios.

Todos los que podemos responder a esa convocatoria (llamada, vocación…), tenemos unos talentos personales, que podemos y debemos poner en juego si queremos conseguir nuestro objetivo. Nadie puede decir que no ha recibido ningún talento. Por lo tanto, también aquí se podría afirmar que los dos proyectos coinciden.

Ambos proyectos son propuestos por otro (Otro) que tiene mucho que ver en todo el desarrollo del proyecto: en el caso de Operación Triunfo el otro fue TVE, y ahora Telecinco, y su dinero (sus posibilidades económicas, su capacidad de llegar a millones de personas y modificar, en cierto sentido, aspectos de su vida, etc…), y en el caso de Jesús de Nazaret el Otro es Dios Padre y su pasión por el Reino.

Es importante, en los dos proyectos, la presencia incondicional de maestro/s que acompaña/n el itinerario del/os discípulo/s.

También hay que destacar que ambos proyectos se llevan a cabo en el contexto educativo de una escuela (Academia) y no individualmente. Se subraya la importancia del aprendizaje y de la superación personal: ser siempre mejor, ser siempre más, en un contexto de compañerismo (¿comunidad?).

Los dos proyectos tienen un objetivo que hay que alcanzar y por ese objetivo se hace lo que sea. En el caso de Operación Triunfo el objetivo es triunfar en la vida y en el caso de Jesús de Nazaret el objetivo es que la vida triunfe sobre todo lo que no es vida.

Ambos proyectos conllevan una fuerte implicación personal: se debe dejar todo por llevarlos adelante. Existe una fuerte renuncia a la vida normal, a lo rutinario.

Pero más importante que las semejanzas son sus diferencias, por eso, te pedimos que respondas con sinceridad: ¿en qué se diferencian cualitativamente estos dos modos de entender la vida? ¿dónde están o cuáles son los elementos de estos proyectos que no casan, que les hacen, incluso, incompatibles?

OT versus Reino de Dios1. La Convocatoria.

Si bien puede parecer que los dos proyectos coinciden en que todos somos invitados a participar y que cada uno pone en juego sus propios talentos, la verdad es que no es así. El que no canta, en este caso, ya está excluido del proyecto Operación Triunfo. El que canta un poco, también. Y el que canta mucho, pero mal, ni qué decir tiene. Por lo tanto, ya no es un

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Documento 2

proyecto para todos, porque el mero deseo o sueño de cantar bien o de querer cantar bien, no es suficiente. El Evangelio dice que “a cada cual se le dio los talentos según su capacidad” (Mt 25, 15), por lo que podemos deducir que cada cual tiene bastante y suficiente con lo que recibió. Podemos perfeccionar el talento recibido pero no inventárnoslo. El Proyecto de Jesús, el Proyecto del Reino, si que es para todos: “Convertíos porque el Reino de los Cielos ha llegado”(Mt 4, 17). Es así como Jesús inicia su predicación. Todos podemos cambiar, convertir algo de nuestra vida. Todos.

Puede caber una objeción: “Es cierto que todos no tenemos los mismos talentos, pero a todos se nos da la oportunidad de participar en el proyecto de Operación Triunfo”. Hasta aquí estamos de acuerdo, pero lo que distingue el Proyecto del Reino es que oferta siempre la oportunidad de participar en él: la convocatoria dura toda la vida y cada uno accede a ella en un determinado momento de su historia. El Evangelio nos muestra una gran lección al respecto en la parábola de los obreros de la viña: “Por mi parte quiero dar a este último lo mismo que a ti, ¿es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (Mt 20, 1-16).

2. El objetivo.

Otro punto decisivo en la confrontación de estos dos proyectos es el de las opciones: el Proyecto Operación Triunfo es una opción por alcanzar el triunfo, por triunfar. Toda la operación tiene como objetivo final el triunfo del participante. En el centro está él o ella y cuanto más en el centro y más arriba se sitúe, mejor. Los logros que se van haciendo son conquistas personales, que van abriendo un sinfín de nuevas posibilidades cuyo centro soy yo mismo y cuyo final soy también yo mismo. En definitiva, uno crece en dignidad personal porque logra convertirse en una estrella (seguramente manipulada por muchos hilos que desconoce).

Por su parte, el Proyecto de Jesús de Nazaret nos habla de restituir la dignidad a quien la ha perdido, de colocar a los demás (especialmente a los más desfavorecidos) en el centro de nuestra vida y atención; rescatar lo que a los ojos del mundo está perdido; sanar heridas que no se curan con medicamentos o con un buen médico; resucitar a vida nueva a quien vive en la espiral de la violencia, del odio y de la muerte (Cfr. Mt 5, 1-12). En definitiva, ser feliz dando vida, dando la propia vida. Porque una cosa está clara: el que asume el proyecto de vida del Reino no puede no ser feliz. El Proyecto del Reino exige a quien lo quiere construir desapropiación, minoridad, amor sin medida y actitud de servicio (Mt 8, 18-22; 10,37-39; 16, 24-28; 19,16-26) entre otras cosillas. Por tanto, podemos decir que en ambos proyectos existen condiciones que nos llevan a operar unas opciones concretas y no otras, y es en ellas donde uno se juega todo.

3. El tiempo.

En Operación Triunfo los resultados son asombrosos en el menor tiempo posible. Se crean las mejores condiciones (estudios e instalaciones de ensueño, se emplean las tecnologías más innovadoras, el ambiente académico

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y privado –como una burbuja-, el diseño en todo –hasta las mesas donde comen tienen forma psicodélicas-, etc…), y el tiempo y los procesos reales que percibimos a diario parecen no contar. En una semana se hacen verdaderos milagros y los resultados se muestran y demuestran cada siete días.

Es evidente que el Proyecto de Jesús no es algo que en cuatro meses se pueda llevar a cabo, y si no que se lo pregunten a la historia (o a sus mismos discípulos). En el Evangelio vemos constantemente cómo lo del Reino es comparado con la siembra, la cosecha, los frutos…(Mt 13, 3b-9.18-23.24-30.31-32) y cómo podemos controlar algunas variables pero no todas, porque el Reino, dentro de sí, obedece a la dinámica de la Gracia, de lo gratuito, de lo regalado, de lo que brota y crece “sin que sepamos cómo” (Cfr. Mc 4, 26-29): cada cosa necesita su tiempo (y, además, el Reino es de Dios, no nuestro).

El Evangelio habla de procesos lentos, donde la Palabra cae en la tierra, cala y hace que más tarde brote la vida. Jesús llama a los suyos al seguimiento (Mt 4, 19-22; 9, 9), no los matricula en una academia para que aprendan cómo vivir y luego vivan. Jesús, el maestro, guía, precede y acompaña el camino de sus discípulos. El proyecto de Jesús es para todos los días, es para siempre y da sentido a toda una vida si uno se adhiere a él con “todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente” (Cfr. Mt 22, 37).

4. Los medios.

Existen grandes diferencias en cuanto a los medios que hacen posible la consecución de los dos proyectos. Operación Triunfo lo tiene todo: el poder de la TV, grandes cantidades de dinero que va multiplicándose día a día, promociones, propagandas, clubes de fans, instituciones públicas que pagan lo que sea para que gane la joven promesa nacida en un determinado lugar, a la que se venera como si del “hijo predilecto del pueblo” se tratara, etc…; es decir, todo lo que se puede pedir para que algo salga bien.

El Proyecto de Jesús es diametralmente diferente. El que se enrola en la escuela del seguimiento de Jesús, debe dejarlo todo (Mt 19, 21), debe poner en juego su propia vida (Mt 5, 10-11), debe caminar, adherirse por entero a la persona de Jesús. Las condiciones suelen ser pésimas: hay que ir contracorriente, hay que quedarse solo, hay que revisar y convertir constantemente aquello que ya no es del proyecto, aunque podamos medio-engañarnos diciendo que si,…

El precio del Reino es el precio de la cruz, de la pasión hasta dar la vida, si fuera necesario, por el Reino. El que quiere vivir el Evangelio hasta sus últimas consecuencias, se encontrará también con el rechazo de los suyos…; desde luego que este Proyecto es algo diferente. Eso sí: invertir la propia vida tiene, en el Proyecto del Reino, el mejor final: la VIDA que no conoce fin (Mt 25, 31-46).

5. El Creador.

Por último, me gustaría subrayar que el Proyecto Operación Triunfo está creado por alguien y que quien participa de ese proyecto sólo tiene unos

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derechos. Los participantes se dejan guiar por ese alguien y hacen lo que ese alguien dice y cuando él lo dice. Es cierto que lo hacen libremente (porque es por su propio bien), y que el centro sigue siendo el éxito personal (aunque mañana nadie se acuerde ya de mi).

El Proyecto del Reino nos lleva al Padre, su soñador, su creador. Jesús habló del Proyecto de su Padre e hizo la voluntad de su Padre… en total gratuidad (Jn 14, 9b-12; 14, 6; 15, 8-10.15). Los discípulos, en su seguimiento de Jesús, anuncian el Reino del Padre para todos. El Reino no es posesión de ninguno de ellos sino tarea, responsabilidad y don recibido. El Reino es la razón última de su vida y por él acogen la norma de vida de las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) y las llevan a la práctica a cada paso, no sin dudas, no sin traiciones, no sin problemas, pero con la esperanza de que ahí, sólo ahí, esta la verdadera felicidad, la mejor respuesta al sentido de la vida.

6. El jurado.

En el Proyecto del Reino no hay un jurado como en Operación triunfo, que valora los esfuerzos y los avances en la propia vida del protagonista para su beneficio (bueno, y para beneficio del público en última instancia). En el Evangelio se habla de juicio final (de la Gran fiesta), y en él sólo hay un aspecto que salva a los participantes: el amor. El amor que nada tiene que ver con la sensiblería, la lágrima fácil y los te queremos que a veces oímos en las galas. Además, el juez es Jesucristo (1 Jn 4, 16-17), el mayor signo del amor de Dios a los hombres y mujeres de todos los tiempos.

El

corazón de la vida

Muchas personas han descubierto que la felicidad consiste en tomar postura ante la vida, una postura auténtica y personal. En esa toma de postura tiene mucho que ver aquello que se lleva en el fondo del corazón; ya se sabe que de lo que abunda en el corazón termina hablando la boca, que todo lo que llevamos dentro pugna por salir. Cuando es a Cristo a quien nos encontramos,

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Documento 3

cuando es Cristo y su evangelio quien nos ha conquistado el corazón, eso se nota en los siguientes aspectos:

Otras muchas personas, por más que se proclaman cristianos con grandes voces, no demuestran en modo alguno que sus corazones han quedado expropiados por el encuentro con Jesús de Nazaret, y podemos decirlo así porque observamos lo siguiente en ellas:

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ACTITUDES CONVICCIONES

COMPROMISOSOTROS ASPECTOS

ACTITUDES CONVICCIONES

COMPROMISOSOTROS ASPECTOS

Se parece el Reino a… Una semilla que crecerá poco a poco:

También decía: “El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega”.

Mc 4, 26-29

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Documento 4

Un grano de mostaza o un poco de levadura, pequeñas realidades que producen algo grande:

Otra parábola les propuso: “El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas”. Les dijo otra parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”.

Mt 13, 31-33

Un banquete en el que todos están invitados:

Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: "La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda." Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?" El se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes."

Mt 22, 1-13 Un tesoro escondido o una perla de gran valor, por los que vale la pena

dejar todo lo demás:

El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.

Mt 13, 44-46

Un hombre que sembró buena semilla, pero el enemigo sembró cizaña en el mismo campo:

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Otra parábola les propuso, diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: “Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?”.El les contestó: “Algún enemigo ha hecho esto." Dícenle los siervos: "¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?”. Díceles: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero”.Entonces despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”.Él respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.

Mt 13, 24-30. 36-43

Una red que recoge toda clase de peces:

También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Mt 13, 47-50

Un rey que perdona lo que le deben:

Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré”. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes”. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado,

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yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”.Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.

Mt 18, 23-35

Un propietario que busca jornaleros:

En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo”. Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Dícenle: “Es que nadie nos ha contratado”. Díceles: “Id también vosotros a la viña”.Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: “Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros”. Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor”. Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.

Mt 20, 1-16

Unas doncellas que procuran que no se apague la lámpara:

Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: “¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!”.Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes replicaron: “No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.

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Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”.

Mt 25, 1-12

El Tesoro vicencianoLuís González Carvajal es un buen conocedor del carisma vicenciano. Él

sostiene, en la más genuina tradición vicenciana, que para san Vicente el lugar del encuentro privilegiado con Dios no fue la naturaleza, ni la historia, sino “la historia del sufrimiento y pasión de la humanidad: el mundo de los pobres”. Toda su vocación se la debe al encuentro con Dios en los pobres, y toda su obra no es más que respuesta a una simple pregunta: ¿qué me pide Dios en esta circunstancia?, ¿qué esperan estos pobres de mí? Dejémosle hablar:

Nuestra vocación es una continuación de la de Cristo:

“Así pues, padres y hermanos míos, nuestro lote son los pobres, los pobres: Pauperibus evangelizare misit me. ¡Qué dicha, padres, qué dicha! ¡Hacer aquello por lo que nuestro Señor vino del cielo a la tierra, y mediante lo cual nosotros iremos de la tierra al cielo! ¡Continuar la obra de Dios, que huía de las ciudades y se iba al campo en busca de los pobres! En eso es en lo que nos ocupan nuestras reglas: ayudar a los pobres, nuestros amos y señores. ¡Oh pobres pero benditas reglas de la Misión, que nos comprometen a servirles, excluyendo a las ciudades! Se trata de algo inaudito. Y serán

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Documento 5

bienaventurados los que las observen, ya que conformarán toda su vida y todas sus acciones con las del Hijo de Dios. ¡Dios mío, qué motivos tiene la compañía en esto para observar bien las reglas: hacer lo que el Hijo de Dios vino a hacer al mundo!: Que haya una compañía, y que ésta sea la de la Misión, compuesta de pobres gentes, hecha especialmente para eso, yendo de acá para allá por las aldeas y villorrios, dejando las ciudades, como nunca se había hecho, yendo a anunciar el evangelio solamente a los pobres! ¡Y eso es precisamente lo que nos mandan nuestras regla!”.

XI, 321-331. Sobre la observancia de las reglas.

Servir a los pobres es servir a Cristo (a las HC):

“¡Cuánta verdad es ésta! Servís a Jesucristo en la persona de los pobres. Una Hermana irá 10 veces cada día a ver a los enfermos, y diez veces cada día encontrará en ellos a Dios”.

IX, 240.

Servir a los pobres es causa de felicidad.

“Esto, padres y hermanos míos, nos hace ver cuánto aprecian Dios y la Iglesia, inspirada y guiada por el Espíritu Santo, la caridad que se practica con los pobres. Hermanos míos, ¡qué felicidad la nuestra de encontrarnos en una compañía que hace profesión de socorrer las necesidades del prójimo! Caridad: en la casa, caridad en el campo por medio de las misiones, caridad con los pobres, y puedo decir que, por la gracia de Dios, no se ha presentado hasta ahora ninguna ocasión de socorrer a los pobres en sus necesidades, que no la haya aprovechado la compañía”.

XI, 254-258. Repetición de oración. 11 de noviembre de 1656.

Evangelizar de palabra y obra es servir al pobre.

“¿No son los pobres los miembros afligidos de nuestro Señor? ¿No son hermanos nuestros? Y si los sacerdotes los abandonan, ¿quién queréis que les asista? De modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas. las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano Juez de vivos y de muertos: «Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis» (19). Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra”.

XI, 381-398. Sobre la finalidad de la CM.

El sentido de la vocación es asistir a los pobres.

«¿Qué es lo que has venido a hacer en la tierra?» «A asistir a los pobres» «¿A algo más»? «A asistir a los pobres», etc. En su compañía no tenía más que a pobres y se detenía poco en las ciudades, conversando casi siempre con los aldeanos, e instruyéndolos. ¿No nos sentiremos felices nosotros por estar en la Misión con el mismo fin que comprometió a Dios a hacerse hombre? Y si se le preguntase a un misionero, ¿no sería para él un gran honor decir como nuestro Señor: Misit me

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evangelizare pauperihus? Yo estoy aquí para catequizar, instruir, confesar, asistir a los pobres.

XI, 33-35. Sobre la perseverancia en la vocación.

Nuestro estilo de vida está condicionado por el servicio a los pobres.

“La primera razón que tenemos para estar agradecidos a Dios por el estado en que nos ha puesto, por su misericordia, es que es ése el estado en que puso a su Hijo, que dice de sí mismo: Evangelizare pauperibus misit me. ¡Qué gran consuelo encontrarnos en este estado! ¡Cuánto hemos de agradecérselo a Dios! ¡Evangelizar a los pobres como nuestro Señor y de la misma manera que él lo hacía, utilizando las mismas armas, combatiendo las pasiones y los deseos de tener riquezas, placeres y honores! Es verdad que nuestro Señor no tenía estos defectos ni estas pasiones, pero practicó de forma admirable y eminente las virtudes contrarias a estos defectos, deseos y pasiones, a saber, la pobreza, la castidad y la obediencia. ¡Dios mío! ¡Hasta donde llevó él la práctica de estas virtudes! ¡Nacer pobre, vivir pobre y morir pobre! La pureza y la castidad fueron admirables en él. En cuanto a la obediencia, murió por ella: Factus obediens usque ad mortem (4). ¡Dios mío! ¿No tenemos motivos para agradecer a Dios el vernos en este estado?”.

XI, 637-647. Sobre los votos.

La piedra preciosa

El hombre-de-Dios había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo:

- ¡La piedra, la piedra! ¡Dame la piedra preciosa!

- ¿Qué piedra? – preguntó el hombre-de-Dios.

- La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva –dijo el aldeano- y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un hombre-de-Dios que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.

El hombre-de-Dios rebuscó en su bolsa y extrajo un diamante.

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Documento 6

- Probablemente se refería a ésta. -Y le entregó el diamante al aldeano. – Lo encontré en el sendero del bosque hace unos días. puedes quedarte con él.

El hombre se quedó mirando el diamante con asombro. Y comentó:

- ¡Es un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues es tan grande como la mano de un hombre.

Tomó el diamante y se marchó.

Pasó la noche dando vueltas en la cama… Era incapaz de dormir…

Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al hombre-de-Dios, que dormía tranquilo, y le dijo:

- Dame “la riqueza” que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante.

Tema 2El Reino de Dios ha llegado

“Convertíos, el Reino de Dios está cerca”. Este es el grito del Bautista que anuncia la llegada de Jesús y responde a la esperanza que Israel había depositado en las promesas de Dios. La relajación espiritual era la tónica dominante en las relaciones entre el pueblo y Dios y había que volver a despertar la conciencia dormida. Jesús nos trae ese mensaje de conversión, mejor dicho, toda la persona de Jesús es el grito sonoro de un Dios que desea reorientar el corazón de los suyos para vivir en el amor, la justicia, la paz, la fraternidad, la paz…

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Jesús quiere construir este Reino de Dios. El Reino es una nueva realidad que irrumpe en nuestra tierra al hilo de la predicación de Jesús. No de una manera espectacular o fascinante, Jesús no era así, sino de manera progresiva, suave, al ritmo del esfuerzo de los hombres y las indicaciones del Espíritu.

Pero el Reino se identifica con Jesús mismo, ya que en él se da en su plenitud. La conversión al Reino se concreta por tanto en el seguimiento a Jesús, en comulgar con su vida, su causa y su destino.

1. Objetivos.

Descubrir que la conversión es un elemento central integrante de la vida cristiana. Necesitamos convertirnos porque fracasamos, porque pecamos, porque siempre estamos lejos del ideal, sin culpabilizaciones escrupulosas ni justificaciones psicológicas.

Descubrir la necesidad de expresar en obras externas y en signos eclesiales la conversión del corazón. La expresión eclesial más excelente de la conversión cristiana es el sacramento de la reconciliación. Necesitamos luchar por la reconciliación, vivir reconciliados, celebrar la reconciliación con Dios y los hermanos.

Ayudar a tomar conciencia de la centralidad que tiene en nuestra vida la conversión-reconciliación. No se puede ser cristiano sin vivir en tensión de conversión, sin estar dispuestos a ofrecer y recibir la reconciliación.

2. Experiencia de vida. Documento 1

En la Biblia, la palabra conversión significa “volver, corregir el rumbo”, o sea, cambiar sinceramente. No se trata de un cambio aparente, de un retoque interior, sino de un corte en la vida, de un llegar hasta el fondo mismo de nuestras intenciones, aún más secretas, para decidir allí una forma distinta de vivir.

No se trata de un día ni de un año: es más la tarea constante y permanente del hombre. Es una actitud constante de ir descubriendo el camino del Señor a través de las muchas circunstancias de la vida.

Hay que hacer una revolución si queremos establecer la nueva humanidad anunciada por Jesús. Todos estamos convencidos que nuestra sociedad y su estilo de vida deben ser suplantados por otra sociedad y otro estilo, pero ello pasa también por el cambio interior de quienes hacemos la sociedad.

En ese sentido, todos creemos estar convertidos a Dios, pero ¿es nuestra conversión verdadera o mediocre? ¿Nos hemos decidido radicalmente por Dios, el bien, la justicia…, o solo a medias?, ¿estamos dispuestos a seguir a Dios como Abrahán, a Cristo como los discípulos… o ponemos condiciones?, ¿se ha dado en nosotros la conversión primera?

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Entregamos el Documento 1 (Testimonios), lo leemos personalmente y lo trabajamos según el siguiente guión:

3. Profundizamos. Documento 2

No podemos cambiar si creemos que no tenemos nada que modificar. Por tanto, la primera condición para ese cambio o conversión es el reconocimiento de nuestros errores, de nuestros fracasos, de nuestro egoísmo. Cuando una persona es capaz de decir: “Yo estoy mal, mi vida no funciona, hay algo en mí que no camina”, y pone acento en ese “yo” que necesita el cambio, entonces sí que está en el camino del Señor. Para cambiar tengo que mirar la parte mía que debe ser modificada para que las cosas cambien.

Este desvío o “estar mal” la Biblia lo llama “pecado”, a pesar de que esta palabra, por haber sido mal interpretada (frecuentemente relacionada con prohibiciones y normas generalmente de carácter sexual), hoy a mucha gente no le dice nada y hasta le produce cierta repugnancia. Entre los hebreos, pecar significa literalmente “errar el blanco, perder el rumbo, desviarse”, y alude muy bien a esa situación por la que pasamos tantas veces en nuestra vida.

“No puedo cambiar” es lo que jamás puede decir un hombre, porque sí es cierto que el ser humano puede modificar sus propias situaciones. Aceptar el cambio que Dios nos propone significa recobrar la dignidad perdida, nacer de nuevo, ser persona, crecer en humanidad, la salvación de Dios llega a nosotros, el Reino de Dios se abre camino en nosotros.

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Para la reflexión y el dialogo.

Elige una definición de conversión y razona tu postura. ¿Con qué afirmaciones, expresiones, experiencias… te identificas más

en este momento de tu vida? ¿Cuáles son las razones por las que crees que has hecho o no una

conversión radical a Dios en tu vida? ¿Conoces a alguien que se ha convertido radicalmente a Dios?, ¿en qué

lo notas?

Entregamos el Documento 2 (Manos a la obra) y lo trabajamos según las indicaciones recogidas en el propio documento.

4. Iluminamos con la Palabra. Documento 3

La predicación de Jesús se resume en una llamada a la conversión: “Convertíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1, 15). La aceptación por la fe de la Buena Noticia exige la conversión, el cambio de mentalidad, la reorientación completa de la propia vida hacia Dios. La llamada a la conversión es parte esencial del anuncio del Reino, de la proclamación de la salvación.

Este anuncio es como la obertura de una gran sinfonía en la que Dios, por Jesucristo, nos invita a volver a Él, a cambiar de vida, a acercarnos a los otros, a buscar su Reino, a encontrar la paz y la alegría mediante la reconciliación.

Pone a los niños como ejemplo de la meta a que hay que llegar. Hay que “hacerse como niños” o “nacer de nuevo”, como dirá a Nicodemo (cfr. Jn 3, 4) La conversación con la mujer samaritana es un ejemplo práctico de cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo también lo llama a cambiar de vida, a convertirse. Lo mismo hará con otros muchos.

Sus parábolas sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Hasta en los últimos momentos de su vida, cuando le van a prender en el huerto, llama a Judas -amigo., ofreciéndole la oportunidad de la conversión.

Entregamos el Documento 3 (Parábolas de conversión) y lo trabajamos según el siguiente recuadro:

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Para sacarle mejor partido al documento, te adjuntamos también una guía de interpretación de cada parábola para que las trabajes mejor.

Guía de interpretación de las parábolas de conversión y perdón.

1. EL FARISEO Y EL PUBLICANO (Lucas 18, 10-14)Reconocer nuestro pecado.

  En esta parábola del fariseo y el publicano la parte ostentosa y “mala” la

hace un hombre que según la Ley era “bueno”, justo y cumplidor de la Ley. La

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Para la reflexión y el diálogo.

Ante la parábola del fariseo y el publicano: ¿Nos presentamos como los más justos, los virtuosos y más honorables que los demás? ¿Aceptamos que somos pecadores y que estamos en un camino de conversión? ¿Aceptamos en lo íntimo de nuestro ser que somos pecadores?, ¿reconocemos el pecado y actuamos para vencerlo?

Ante la parábola de los dos hijos: ¿Soy capaz de decirle al Señor “perdóname mi último pecado. Y perdóname también porque no será la última vez que deba pedirte perdón? Comenta la frase: “Afortunadamente para nosotros, Dios no cree demasiado en nuestros arrepentimientos”.

Ante la parábola de la higuera: Es importante para un creyente auténtico, que su relación personal con Dios esté fundada en el amor, no en el temor al castigo eterno, ¿en qué está basada principalmente tu relación con Dios? Y ten en cuenta una cosa: el temor al castigo no puede ser la causa del amor a Dios o de nuestra unión con Él. Dios no quiere nuestro mal, está de nuestro lado y lucha con nosotros.

Ante la parábola de los dos deudores: Relata situaciones de tu vida en la que te has portado (o sentido) como alguno de los dos personajes, el fariseo o la pecadora. ¿Cómo es tu mirada hacia los demás, como la del fariseo?, ¿cómo es tu comportamiento para con Dios, de amor y entrega total?

Ante la parábola del siervo sin corazón: Dios da su perdón a todos, por igual y sin excepción, ¿es esa tu misma forma de actuar?, ¿acudes a Dios a pedir perdón?, ¿tienes dos formas de mirar las cosas, una muy benévola contigo y otra muy intransigente con los demás?, ¿qué necesitarías convertir para estar a la altura de Dios?

Ante la parábola de la oveja descarriada: A veces pensamos que esta parábola no es para nosotros, pero fue dicha para todos, ¿en qué te sientes identificado con ella?, ¿qué tienes tú de oveja perdida?, ¿te dejas encontrar por el Buen Pastor, te dejas recoger por él para que te lleve al redil y haya fiesta en el cielo? ¿En qué imitas tú al Buen Pastor?

parte buena, regia, admirable, la hace un hombre que traficaba con su oficio, un recaudador de impuestos que se beneficiaba con las trampas y el chantaje.

Jesús presenta los hechos de tal manera que nos molesta el hombre justo puesto odiosamente de pie ante el altar y nos resulta en cambio agradable el hombre pecador que se golpea el pecho en el fondo del templo reconociendo su pecado.

En la parábola del hijo prodigo, ocurre algo semejante. El hijo menor, que abandona a su padre y malgasta sus bienes en una vida libertina, es el héroe de esta parábola. En cambio el hijo mayor que aparentemente es bueno, que es fiel a su padre, termina haciendo un papel mezquino.

En la parábola de la oveja descarriada es precisamente ésta el objeto de toda la fiesta. Las noventa y nueve no le dan al pastor tanta alegría.

En la parábola de los obreros de la viña, reciben una dura amonestación los que han trabajado todo el día. Los otros, los últimos, fueron pagados primero y con el mismo salario de los demás.

En la parábola del buen samaritano, el levita y el sacerdote, que llevan una investidura sagrada, se comportan sin corazón ante el herido. En cambio el papel de la perfecta caridad lo hace un pagano.   2. LOS DOS HIJOS (Mateo 21, 28-31)

Conversión y desconversión.  

Tiene un sentido histórico muy preciso: la clave la da la advertencia que dirige Cristo a los sacerdotes y ancianos del pueblo: os aseguro que los publicanos y las prostitutas llegarán antes que vosotros al reino de los cielos.

Los dos hijos representan dos tipos de personas: los fariseos, escribas y príncipes de los sacerdotes por un lado; y los pecadores y publicanos por otro. Estos, después de resistir a Dios, se convierten y se someten a Él. Los otros, diciéndose justos, no cumplen la voluntad divina. Esta es la razón de por qué los “pecadores” precederán a los “justos” en el reino de los cielos.  

Junto al sentido propiamente histórico, la parábola desborda otro sentido más universal e intemporal. Y es el sentido que nace, al margen del contexto, de la actitud en sí y por sí, asumida por los dos hijos que protagonizan el relato de Jesús. Los dos hijos tipifican, en efecto, una actitud alternada de conversión y desconversión que es variante eterna del hombre.

La mayoría de quienes se entregan a Dios no suelen hacerlo de modo definitivo y perdurable. Con frecuencia la vida es un tejido de conversiones y desconversiones. Evidentemente nuestro egoísmo y debilidad nos obligan a asumir la conversión como una tarea de toda la vida. Una tarea, humilde y valiente a la vez, en pos de Aquel que “no fue sí y no, sino solamente sí” (2 Corintios 1,19)

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Dentro de cada uno de nosotros hay un signo de contradicción: hay una lucha entre el amor y el desamor, entre la verdad y la mentira, entre la justicia y la ambición. Nadie puede elegir a Cristo sin que Cristo se le convierta automáticamente en signo de contradicción. Acordémonos: “No he venido a traer paz, sino espada”. Y siempre que le damos a Cristo un lugar en nuestra vida, está Él luchando con nosotros contra la negación de Cristo que hay en cada uno de nosotros.   3. LA HIGUERA ESTERIL (Lucas 13, 6-9)

Un Dios paciente y apremiante.  

Esta parábola expresa a la vez la urgencia de Dios en percibir frutos de conversión, y su tolerancia con la planta humana que se los debe dar. Pero en este caso el acento se carga no tanto en la paciencia de Dios cuanto en la exigencia de Dios.

Es al parecer la menos misericordiosa de las parábolas de misericordia. Pero es muy importante para darle dimensión y profundidad al misterio del amor y la misericordia de Dios. No podríamos formarnos una noción completa de estos, si no los pusiéramos en claroscuro con la santidad y la justicia de Dios. Si no mediara la posibilidad de un castigo, la bondad de Dios y su amorosa llamada al corazón del hombre carecerían de relieve, de dramatismo y hasta de seriedad.

La misericordia de Dios es un atributo esencial de Dios, pero no es un Dios débil, transigente, complaciente de todas las cosas. Como personas creemos en un Dios serio, fuerte, eficiente, que sabe corregir y amonestar, que pone medios para obtener sus resultados y exige del hombre una contribución real para conseguirlos. Esto es lo que pone de relieve esta parábola.   4. LOS DOS DEUDORES (Lucas 7, 36-50)

Amor con amor se paga 

La clave de esta parábola esta en la pregunta de Jesús: “¿Quién lo amará más?”. Jesús, que es el acreedor que tiene dos deudores, la pecadora y Simón, puntualiza el modo distinto de saldar su deuda el uno y el otro, oponiendo la actitud amorosa, ardiente de la pecadora a la remisa del fariseo, y deduce que, habiendo demostrado mayor amor la mujer, es de suponer que fuera como consecuencia de habérsele perdonado una deuda asimismo mayor. Poco ama, en cambio, aquel a quien poco se le perdona,

El mensaje de la parábola puede sintetizarse así: no se mide la situación real de un hombre frente a Dios, solamente por los pecados –muchos o pocos- que haya cometido. Hay mucha gente que no peca nunca o casi nunca, al menos espectacularmente, y que permanece toda su vida en la tibieza o en la pobreza del amor de Dios. Por el contrario, los amantes apasionados de Dios, se hallan con frecuencia entre los viejos pecadores.

Dos personajes:

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un fariseo de la burguesía, tiene la moral del hombre que vive bien, cumple la ley, etc. Representa un genero de creyente sin pasión ni vibración, es de aquellos de quienes la Biblia dice que Dios los “vomita” de su boca porque no son ni fríos ni calientes (Cfr. Ap 3)

Una mujer pecadora, una amante apasionada, que representa en cambio a quienes, de regreso de una vida desordenada, son capaces de amar plenamente al descubrir el valor de lo que aman.

5. EL SIERVO SIN CORAZÓN (Mateo 18, 23-35)Perdón con perdón se paga

  Esta parábola puede encuadrarse dentro de las enseñanzas del Padre

nuestro. Puede ser el comentario a una de las últimas peticiones: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Jesús destaca en esta parábola que la razón por la cual debemos perdonar, es porque nosotros también necesitamos perdón. Somos pecadores. Esto nos debe llevar a una actitud de humildad y de amor.  

La penitencia es una invitación a todos para que entremos en la dimensión del amor de Dios, de su misericordia, de su perdón a todos por igual. No hay acepción de personas. Las enseñanzas de Jesús nos llevan a considerar que en el ser humano la caridad debe contar mucho más que la justicia.  

Recordemos que en un primer tiempo era una Ley de represalia que ponía la venganza y la represalia como valores supremos: alguien se vengará “setenta veces siete” o aplicará la ley del Talión (ojo por ojo y diente por diente). El panorama cambia cuando Cristo impone la caridad y el perdón: no hay represalia y debe haber perdón. Escandaliza cuando dice: “Habéis oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente, pero yo os digo…”

6. LA OVEJA DASCARRIADA (Lucas. 15, 4-7)Una fiesta en el cielo y en la tierra

  La conclusión de la parábola es una fuente de esperanza para el

pecador arrepentido. Jesús nos quiere decir que la conversión de un solo hombre a Dios es algo muy grande y valioso. Podemos decir, en un lenguaje figurado, que esta conversión implica “una fiesta en el cielo”. Hay un regocijo espiritual por una conversión. Aunque es una frase antropomórfica, nos ilumina cómo la bondad y el amor de Dios se pueden manifestar al modo humano de alegría como fue la del padre del hijo prodigo.  

Hay una fiesta en la tierra desde el punto de vista de que nosotros también nos alegramos de que una persona recobre la paz espiritual y vuelva al buen camino.

A veces dudamos de los buenos propósitos de una persona que quiera iniciar su camino de retorno al Señor. Sin embargo, aunque nos cueste trabajo creerlo, deberíamos alegrarnos y sentir el regocijo de quienes recuperan un amigo, de añadir un puesto más en la mesa para compartir el pan. Es el

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momento de animar al hermano, de comprometerlo más, de apoyarlo y caminar con el.

5. Iluminación Vicenciana. Documento 4

Entendamos por conversión, primeramente, el descubrimiento vital de la dimensión religiosa de la existencia. La conversión es vivida por su protagonista como la irrupción avasalladora de Dios en lo más íntimo de la propia personalidad. Como consecuencia de la irrupción divina, se produce una ruptura con la existencia anterior y una renovación completa del modo de entender el mundo y la propia vida. La conversión provoca una llamada. Surge un nuevo y definitivo proyecto vital.

Que Vicente de Paúl experimenta un proceso de conversión tras su ordenación sacerdotal es hoy una opinión generalizada entre los biógrafos del santo. No fue nunca un malvado, ni a sus propios ojos ni a los de los demás, pero su vida estaba lejos de una vida profundamente religiosa. Por eso, su conversión a una vida de plena y absoluta entrega a la voluntad divina se produce desde una existencia trivial, de aspiraciones meramente terrenas, de escasa profundidad religiosa, de muy mediocres preocupaciones sobrenaturales. Eso significan sus pecadillos infantiles (la vergüenza de su padre cojo y mal vestido), su ligereza en cuestiones de dinero y su constante búsqueda de sustanciosos beneficios eclesiales.

Entregamos el Documento 4 (Años de conversión) y lo trabajamos utilizando el guión siguiente:

6. Nos comprometemos.

Jesucristo proclama la llegada del Reino de Dios como un don salvífico y llama a los pecadores a la conversión, revelando a Dios como Padre misericordioso. Desde entonces, este Reino, salvación y reconciliación de Dios, todo hombre puede recibirlo como gracia y misericordia; pero a la vez cada uno debe conquistarlo con esfuerzo y lucha personal y, ante todo, mediante un total cambio interior, una conversión radical de toda la persona, una transformación profunda de la mente y el corazón.

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Para la reflexión y el diálogo.

San Vicente supo leer los acontecimientos de su vida e interpretarlos a la luz de Dios, ¿te sientes identificado con esa forma de ver la realidad?, ¿qué te impide ver a Dios en los aconteceres de tu vida?, ¿en qué experiencias de vida sientes que Dios está presente?, ¿hacia dónde te quiere llevar Dios? ¿qué le estás respondiendo?

Dios se pone a la vista tras la “noche oscura”, un periodo de aridez, dudas, tibieza, miedos…, ¿en qué te sientes identificado con esa experiencia?

El hombre que se convierte abandona cuanto le tenía alejado de Dios, rompe con su autosuficiencia (sus idolatrías y pecado), renuncia a su actitud fundamental enfocada a la autoseguridad para dejarle todo el espacio a Dios en su vida como la realidad verdaderamente amable y valiosa, el único apoyo fiel y seguro, el criterio último y definitivo de nuestro obrar y el juicio inapelable de nuestras vidas.

El convertido deja todo por ese tesoro escondido que irrumpe en su vida y se vuelve a Dios abriéndole por completo toda su persona; el convertido se ve embarcado en una dinámica irresistible e imparable que opera en él un nuevo nacimiento. De esta manera la conversión, por la que se alcanza el Reino anunciado por Jesucristo, comporta la íntima y total transfiguración y renovación de todo el hombre.

Para intentar que los jóvenes profundicen en esos aspectos de su vida que necesitan abrirse a una total transfiguración y renovación en Dios sugerimos sencillamente dialogar sobre estas dos preguntas:

7. Celebramos. Documento 5

Monición de entrada.

Nos sabemos necesitados de salvación. Nuestro pecado, lejos de alejarnos de Dios, nos acerca más a su corazón de Padre y en el perdón nos muestra su amor sin límites. Por eso queremos pedir perdón, reconocernos pecadores.

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¿Qué he de hacer para dejarme transformar por Dios y orientar mi vida desde el Evangelio de Jesucristo?

¿Qué aspectos de mi vida necesitan una conversión sincera y profunda?

Que el signo del perdón de Dios fructifique en signos de conversión y de reconciliación. Caminemos juntos, en una misma fe. Nuestro camino no es solitario, ni triste, si buscamos el encuentro y la amistad con Dios y los hermanos.

Canto: Oración del pobre. Yo confieso… Monición a la Palabra. (Jn 3, 1-10)

Es Jesús quien nos hace caer en la cuenta de que andamos obsesionados con un cambio moral, cuando lo que realmente necesitamos es un planteamiento evangélico más serio, de modo que dejemos penetrar en nosotros el Espíritu que todo lo transforma y nos hace vivir en la filiación y la fraternidad que nos exige el Padre.

Tiempo de silencio. Podemos compartir la oración. Salmo de conversión. Documento 5. Padrenuestro. Oración final:

Señor, Tú que no rechazas al que se convierte y perdonas el corazón arrepentido, llena nuestro corazón con la alegría de tu amor convertido en perdón. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Testimonios. La conversión es un don de Dios Convertirse es rechazar el pecado Convertirse es recuperar la opción bautismal Convertirse es volver a Dios Convertirse es volver a creer Convertirse es renovar la vida Convertirse es cambiar

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Documento 1

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: “Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él”. Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios”. Dícele Nicodemo: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?”. Respondió Jesús: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”. Respondió Nicodemo: “¿Cómo puede ser eso?”.Jesús le respondió: “Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?”.

Convertirse es comprometerse Convertirse es luchar por la justicia Convertirse es aceptar la comunidad Convertirse es mirar al futuro

Yo no tenía nada que decirte, Señor, cuando tú me decías: “¡despierta, tú que duermes! ¡levántate de entre los muertos! ¡Cristo va a iluminarte!”. Por todas partes me hacías ver la verdad de tus palabras; la verdad me seducía, pero no te respondía más que con palabras perezosas y somnolientas: “¡enseguida! Ahora mismo, dentro de un momento”. Pero el “enseguida” no terminaba nunca y el “en un momento” se alargaba. No contestaba plenamente que no, ni plenamente que sí…

En mi interior me repetía: “terminemos de una vez”, “¡Acaba ya!”. Mis palabras se dirigían hacia la decisión: trataba de actuar, pero no hacía nada… En una nueva tentativa, casi logré, casi llegué al final, casi lo conseguí, pero no fue así. Aún no estaba dispuesto, no llegaba, no lo lograba.

San Agustín, confesiones

Convertirse no es sólo “arrepentirse”, llorar sobre lo pasado, Jesús repetía en el Evangelio: “Levántate, ponte en camino”. La conversión es un proceso vital, histórico, como el crecimiento, como el desarrollo, un proceso vital y social. El pecado está en el mundo, está en cada uno de nosotros, en la desfachatez o agazapado, más o menos querido, pero está. Vivir, crecer, evolucionar, caminar en la historia personal y en la humana, ha de ser necesariamente irse convirtiendo, irlo convirtiendo todo.

No basta con rasgarse las vestiduras para convertirse, como no bastó nunca confesarse en la penumbra del confesionario; como no bastará ahora celebrar una bonita confesión comunitaria. No basta para convertirse renovar los Advientos y las Cuaresmas, ni organizar colectas socializadas o dar tantos por cientos tranquilizadores. Es preciso rasgar el corazón, circuncidar la raíz de las estructuras de pecado, “subvertir” el orden establecido en el propio espíritu –burgués-, en la propia familia –cerradita-, en la propia empresa, en la calle, en el país, en la Iglesia, en el mundo.

No valen las excusas de los que están de vuelta de todo, de que si una iglesia tal o una sociedad cual. Tú y yo somos Iglesia y somos la sociedad. No se trata de esperar a que las estructuras de la Iglesia o de la sociedad se transformen: es preciso urgirlas a la conversión desde el interior y desde la acción de cada uno de ellos.”

P. Casaldáliga, obispo

Manos a la obraJesucristo es la Buena Noticia para el mundo. Abriéndonos al misterio de su

persona, aceptando la nueva vida que Él nos ofrece, es posible, comenzando por nosotros mismos, transformar el mundo para que sea cada día más conforme al Reino de Dios. Cuando el hombre, por la fe y la conversión, se hace discípulo de Cristo comienza a ser libre de la esclavitud del pecado para impregnar de sentido moral la cultura y el trabajo humano (cf Lumen Gentium, 36), construyendo, junto a todos los hombres de buena voluntad, la civilización del amor.

1. El Reino de Dios es una tarea a realizar en el interior de cada uno.

¿Cuáles son los valores fundamentales a potenciar en tu vida?

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Documento 2

¿Qué cambios deben darse en tu persona para adecuarse al sueño de Jesús? Concreta los que consideres más urgentes.

2. El Reino de Dios es una tarea a realizar en nuestra sociedad.

Otro de los ámbitos de construcción del Reino es la transformación de aquellos espacios de nuestra sociedad que no se adecuan al evangelio y el impulso o potenciación de los valores evangélicos que en ella descubrimos. Tenemos en cuenta que los privilegiados de la utopía de Jesús son los pobres.

¿Conoces asociaciones, grupos, comunidades… de tu barrio o ciudad que están luchando por la transformación social?

¿Sientes la necesidad de transformar la sociedad en la que vives? ¿Por dónde empezarías?, ¿qué sería más urgente?

3. El Reino de Dios es una tarea a impulsar en la Iglesia.

El proyecto de Jesús nos empuja a construir una Iglesia que anuncia el evangelio a todos los hombres con palabras y obras. Una Iglesia donde se viven los valores del Reino que se anuncia, donde cada cristiano construye la fraternidad en su propia comunidad. Una Iglesia cuyos miembros son activos, donde todos son responsables de su misión.

¿Qué cambios ha de emprender tu comunidad parroquial?, ¿tu grupo de catequesis?

Desde tus cualidades, desde tus posibilidades y dones, desde tus inclinaciones y vocación específica, analiza las actividades pastorales de tu comunidad parroquial y respóndete: ¿en cuál de ellas te puedes incorporar de manera activa?

¿Notas carencias en el grupo, en la comunidad parroquial?, ¿qué podrías hacer para corregirlas?

Parábolas de conversión El fariseo y el publicano (Lc 18, 10-14)

Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”.Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

Los dos hijos (Mt 21, 28-31)

Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar en la viña”. Y él respondió: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: “Voy, Señor”, y no fue.

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Documento 3

¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? “El primero”, le dicen. Díceles Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios”.

La higuera estéril (Lc 13, 6-9)

Les dijo esta parábola: Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?”.Pero él le respondió: “Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas”.

Los dos deudores (Lc 7, 36-50)

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: “Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora”. Jesús le respondió: “Simón, tengo algo que decirte”. Él dijo: “Di, maestro”. “Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?”. Respondió Simón: “Supongo que aquel a quien perdonó más”. Él le dijo: “Has juzgado bien”, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra”. Y le dijo a ella: “Tus pecados quedan perdonados”.Los comensales empezaron a decirse para sí: “¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?”. Pero él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.

El siervo sin corazón (Mt 18, 23-35)

Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: “Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré”.Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: “Paga lo que debes”. Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: “Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía.

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Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?”. Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano. »

La oveja descarriada (Lc 15, 4-7)

¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido”. Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión.

Años de conversión

Durante la vida, además de desplazarnos geográficamente, hacemos también un recorrido espiritual. Tropezamos con personas que nos invitan a tomar decisiones comprometidas, íntimas y personales. En su itinerario espiritual, Vicente de Paúl se encontró con piedras miliares acertadamente distribuidas. Le marcaron el camino, en vez de guiarle hacia el pretendido “honroso retiro”, le llevaron al lado contrario, a donde estaban los pobres. Estas son las cosas que le sucedieron de 1610 a 1612 y supo leer como invitación a la conversión:

1. Acusación de robo.

Se establece en París, en pos de una posición desahogada, aunque la vida en la capital no le atrae nada; él es campesino y desea volver a su aldea, al menos así se lo escribe a su madre: “La estancia que aún me queda en esta ciudad para recuperar la ocasión de ascenso, que me han quitado mis desastres, me

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Documento 4

resulta penosa por impedirme marchar a rendirle los servicios que le debo”. Las cosas no sucedieron como él esperaba.

Hospedado en el barrio de Saint German, por sus escasos recursos ha de compartir habitación con Beltrán Dulou, juez de paz, y tan corto de dinero como Vicente, unos dineros que guardaba bajo llave en la mitad del armario que le correspondía. Cierto día, Vicente cae enfermo y ha de quedarse en cama, mandando que le traigan medicinas de la botica cercana. El empleado de la farmacia se las llevó y al buscar un vaso en el armario se percató de la bolsa del dinero, y sin que nadie le viera, robó todo el dinero. El juez, al volver, echó en falta el dinero y le pidió explicaciones. No supo Vicente qué decirle y el juez le acusó del robo. El santo sólo acertaba a responder humildemente: “Dios sabe la verdad”. Seis meses después, al ladronzuelo fue sorprendido en otro robo, y al ser interrogado, también confesó el anterior, precisamente ante el mismo juez Dulou, quien se apresuró a pedir perdón a su antiguo compañero de habitación.

2. La amistad con Pedro de Berulle y Andrés Duval.

Por aquel entonces entró en el círculo de uno de los maestros espirituales de Francia, Pedro de Berulle, y se convirtió en mucho más que en su protector, fue algo así como su maestro de noviciado. Después del robo, es el segundo acontecimiento que le va a llevar por el camino de “una vida verdaderamente eclesiástica”, como él mismo solía decir.

Sin embargo fue Andrés Duval, su confesor en temas de conciencia, quien más influiría en su desarrollo espiritual. Duval le puso en camino hacia el evangelio de los pobres, más al estilo de las bienaventuranzas, pues éste sostenía que los sencillos disputan la entrada del Reino con los sabios y se la ganan. Los pobres empiezan a ser la gran preocupación de Vicente.3. La noche oscura.

Sin poder precisar mucho, sí podemos decir que en estos años Vicente sufrió una terrible crisis espiritual.

En la comitiva de la ex reina Margarita, de quien Vicente era limosnero, había un famoso doctor en teología a quien su ociosidad le estaba pasando factura: crisis espiritual que secaba el alma. Tanto pidió san Vicente por aquel hombre que Dios le libró de la tentación, pero al mismo tiempo, se la clavó en su alma. El célebre doctor vivió en paz el resto de sus días y murió lleno de alegría y dulzura; a Vicente le inundaba la noche oscura del alma.

Sin embargo, nunca llegó a dudar de su fe. Se había escrito el credo en un trozo de papel que llevaba siempre sobre el pecho, cuando no podía rezar o sencillamente le entraban ganas de blasfemar, agarraba el papel con todas sus fuerzas y, enseguida, le inundaba la paz.

4. La luz de los pobres.

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Todo eran dudas, oscuridad, angustia. Viendo que la tentación arreciaba, un día que estaba más desolado que de costumbre, cayó de rodillas, agarró el crucifijo y, entre besos y lágrimas, prometió entregarse, por toda la vida, al servicio de Jesucristo en la persona de los pobres.

Todos los días visitaba a los enfermos del hospital. Pero a partir de aquel día lo hizo sin los sufrimientos de costumbre. La paz había vuelto a su alma. Le pareció ver las verdades de la fe en un fondo de luz y a Jesús en los pobres enfermos. La clave de su vida estaba ya al descubierto: los pobres serán, en adelante, el eje sobre el que girarán todas sus grandes obras.

5. Frutos de conversión.

El cambio radical se había producido. Un episodio, que sucedió en 1611, nos pone de manifiesto que hay otro Vicente muy distinto de aquel que andaba como loco buscando dinero y un honroso retiro: el 20 de octubre de ese mismo año, mediante acta notarial, Vicente hacía donación voluntaria y libre al Hospital de la Caridad de una suma de 15.000 libras que él había recibido el día anterior.

Además, acepta la parroquia rural de Cliché, a sugerencia de Berulle, en la que desarrolla una ingente labor pastoral y caritativa. Cuando recordaba su tiempo de párroco rural, Vicente escribía: “Yo he sido párroco de aldea. Tenía un pueblo tan bueno y tan obediente. Me sentía tan contento que me decía a mí mismo: ¡Dios mío, qué feliz soy por poder tener este pueblo que tiene un corazón tan bueno!”.

Salmo 50.Misericordia, Dios mío, por tu bondad,por tu inmensa compasión borra mi culpa;lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,tengo siempre presente mi pecado:contra Ti, contra Ti sólo pequé,cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,en el juicio resultarás inocente.Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría.Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,

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Documento 5

que se alegren los huesos quebrantados.Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con Espíritu firme;no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu Santo Espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso:enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a Ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío,y cantará mi lengua tu justicia.Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,reconstruye las murallas de Jerusalén:entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos,sobre tu altar se inmolarán novillos.

Tema 3Bienaventurados…

Jesús, sentado en el monte, rodeado de sus discípulos y de la muchedumbre, anunció en las Bienaventuranzas la llegada del Reino de Dios. No se limitó a hacer tan solo un anuncio sino que, primero Él, las vivió fielmente. Él es las Bienaventuranzas. Contemplándolo a Él con ojos de fe vemos lo que significa ser pobre en el espíritu, sufrido y misericordioso, tener hambre y sed de la justicia, ser limpios de corazón, trabajar por la paz o ser perseguido por el Reino. Sólo siguiendo a Jesús podemos alcanzar la felicidad que tanto deseamos.

1. Objetivos.

Descubrir las Bienaventuranzas como un anuncio de felicidad antes que una exigencia moral.

Ver las Bienaventuranzas como un programa de vida, contrastándolo con otros programas que ofrece nuestra sociedad.

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Revisar nuestra vida e ir convirtiéndola a los valores del Reino que nos señalan las Bienaventuranzas como camino para ser feliz.

2. Experiencia de vida.

Todos buscamos en nuestra vida el modo de ser felices, pero ¿sabemos cuál es el camino que nos lleva hacia la verdadera felicidad? ¿Te has preguntado alguna vez qué es para ti ser feliz y qué es ser feliz para tus amigos y conocidos? ¿Es posible hablar y creer en la felicidad cuando nos asaltan constantemente con noticias de violencia y guerra, catástrofes, hambre, miseria, paro, soledad, etc.?

Hoy la sociedad de consumo identifica la felicidad con la riqueza, la salud, la juventud, el éxito profesional, la posición social, la comodidad y tamaño de la vivienda, pero muchos después de perseguir estas cosas durante gran parte de la vida y obtenerlas, descubren que no son felices, que están vacíos. ¿Cuál es la razón de ello? ¿Te dejas llevar por las ofertas del mundo? ¿Has caído, quizás, en la trampa de pensar que podemos ser felices sin Dios, sin renuncia, sin sacrificio, sin entrega, sin exigencias, sin amor…?

Muchos buscan hoy con ansiedad la felicidad en el dinero, en el poder, en los honores, en el sexo, en la droga, etc. ¿Te parece que sólo con estas cosas se puede alcanzar la plena felicidad? ¿Piensas que son dichosos de verdad los orgullosos y violentos, lo que prosperan a cualquier precio, los faltos de escrúpulos, los despiadados, los deshonestos, los que trabajan por la guerra, los que persiguen a quienes encuentran en su camino?3. Profundizamos. Documento 1

Esta encuesta consta de ocho puntos y, dada su complejidad, resulta larga. Por ello se ha divido en tres bloques. Así que divide el grupo en tres partes y entrega a cada grupo uno de los bloques de la encuesta. Deja tiempo suficiente para que lo trabajen personalmente y concluye con una puesta en común.

Si tu grupo no es numeroso, no dudes en entregar a cada joven los tres bloques de la encuesta. No te preocupes del tiempo, es preferible profundizar que ser ágiles.

4. Iluminamos con la Palabra. Documento 2

La Iglesia designa con el nombre de Bienaventuranzas a la predicación que hizo Jesús sobre la verdadera felicidad. Las Bienaventuranzas ponen la felicidad donde, según los hombres, no hay motivos para sentirse feliz. Para el mundo, es feliz siempre el rico, el poderoso, el que no sufre. Jesús nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor.

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Por eso el mensaje de las Bienaventuranzas exige la conversión radical de la persona. No es un mensaje fácil de comprender por el hombre porque lo coloca ante opciones morales decisivas, lo invita a purificar el corazón de sus malas inclinaciones y a buscar el amor de Dios por encima de todo otro amor.

Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle. La Bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina y de la vida eterna. Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo y en el gozo de la vida trinitaria. Semejante bienaventuranza supera la inteligencia y las solas fuerzas humanas. Es fruto del don gratuito de Dios. Por eso la llamamos sobrenatural, así como también llamamos sobrenatural a la gracia que dispone el hombre a entrar en el gozo del Señor.

Las Bienaventuranzas son expresión de la buena noticia que Jesús vino a traer: “Expresan la vocación de los fieles asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cotidiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos” (CEC 1717).

Indican, asimismo, de qué modo ejerce Dios su poder sobre los hombres: actúa como rey asegurando la justicia a los débiles, pobres y oprimidos de todo lugar y época.

Entregamos el Documento 2 (Bienaventuranza) y lo trabajamos siguiendo las pautas que vienen marcadas en el mismo documento. Seguro que te suena, es el mismo que te servía de guía para comentar cada una de las Bienaventuranzas en el tema 6 del tomo titulado “Salió el sembrador…”.

En aquel momento de catequesis más antropológicas nos interesaba suscitar la pregunta sobre la felicidad (¿qué me hace feliz?) y apuntar al horizonte novedoso de la propuesta de Jesús. A estas alturas del proceso catequético, la propuesta de Jesús sobre la felicidad ya no aparece en el horizonte lejano, la tenemos bien a mano y se estudia, se comprende, se analiza, se medita… porque es lo que se está intentando vivir en el día a día.

5. Iluminación vicenciana. Documento 3

Como hijo espiritual de san Vicente, Federico Ozanam representa la mejor encarnación del espíritu de las bienaventuranzas en la sociedad que le tocó vivir. La mayoría de los jóvenes admiten sin dificultad las verdades de fe, pero no viven, por lo general, de acuerdo con esas verdades, o si lo hacen, siempre es de forma imperfecta. Ozanam, sin embargo, era portador de esa fe ardiente que no sólo le permitió creer sino también actuar conforme a la fe y

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realizar grandes cosas a pesar de ser un pobre estudiante provinciano, solo y sin recursos temporales.

Para Ozanam, el pobre fue el lugar donde se encontró con Jesús, la Buena Noticia que le condujo al Reino. Un Cristo encarnado para transformar al hombre, para liberarlo, universal y abierto a todos como gracia salvadora y donación gratuita. Aprendió este evangelio del pobre en su propia casa, con sus padres como maestros, y cuando cumplió veinte años plasmó su amor al pobre en una obra de asistencia sistemática: estamos ante el germen de las Conferencias de San Vicente de Paúl.

Solía decir en voz alta: “Pero, ¿qué podemos hacer para ser católicos de verdad, sino consagrarnos a aquello que más agrada a Dios? Socorramos, pues, al pobre como lo haría Jesucristo y pongamos nuestra fe bajo las alas protectoras de la caridad”. De esta forma demostró con el ejemplo de su vida que los seguidores de Jesús optan con Él por los más desheredados sencillamente porque el corazón desborda de amor.

Entregamos el Documento 3 (Textos con alma) y lo trabajamos utilizando el siguiente guión:

6. Nos comprometemos. Documento 4

La Bienaventuranza debe ser entendida como un mensaje, una promesa que se cumple para aquel que no la escucha impasiblemente, sino que la hace suya confiadamente. Para él, el futuro de Dios irrumpe ya en su vida, le da al momento el consuelo, la herencia, la felicidad.

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Para la reflexión y el diálogo.

Seguir a Jesús es aprender el arte de la Caridad, ¿en qué te pueden ayudar las bienaventuranzas?, ¿en qué grado de aprendizaje te encuentras?, ¿con qué dificultades te topas?

Las bienaventuranzas exigen compromisos concretos, Ozanam hizo el suyo. ¿A qué te vas a comprometer para encarnar mejor el evangelio en tu mundo?

Ozanam hizo de su vida una traducción perfecta de las Bienaventuranzas, un mensaje de predilección por los pobres, ¿qué te impresiona de su obra, de su pensamiento, de su vida?, ¿qué despierta en ti?

Pero vivirlas no es siempre fácil, la sociedad ha puesto en solfa los valores de las bienaventuranzas y los ha sustituidos por otros radicalmente distintos. Por eso más que nunca el mensaje de Jesús no sólo ha de ser un ideal al que aspirar pero al que nunca acercarnos, ha de ser algo que se practique día a día, en eso nos va la felicidad, y eso no es algo que nos ocurra con excesiva frecuencia. Con todo, detrás de cada bienaventuranza podemos encontrar, al mismo tiempo, una felicidad insospechada y un aliento para la transformación del mundo que nos ha tocado vivir.

Entregamos el Documento 4 (Día a día) y lo trabajamos desde estas dos cuestiones:

7. Celebramos.

Monición de entrada.

La apuesta forma parte de nuestra vida. En el deporte, en la política, en los concursos, en las votaciones… tenemos casi siempre un favorito y nos gusta apostar por él. Nuestro mundo, técnico y calculador, está lleno de apuestas.

Nosotros apostamos por los mejores, los fuertes, los poderosos. Dios también apuesta, pero ¡cosa extraña!, a favor de los pobres. Además, no apuesta una parte de sus bienes: lo apuesta todo, se apuesta a sí mismo. La cruz es la firma de Dios con la que selló su mejor contrato con el hombre: las bienaventuranzas. Nosotros, ¿por quién apostamos?

Salmo 111

El salmo 111 es uno de los salmos rituales usados por Israel para celebrar la renovación de la alianza. Viene a ser como la lista de las bendiciones que Dios promete a quienes han sellado su pacto con él. Al escuchar esta lista de bendiciones, prometidas al justo que teme al Señor y ama de corazón sus mandatos, los cristianos pensamos, casi espontánea y necesariamente, en Cristo, el Justo por excelencia. Pero este salmo puede

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Traducir cada una de las palabras del documento en actitudes concretas a lo largo del día, en el día a día de tu vida.

Descubrir en los comportamientos de la gente que te rodea los valores que están detrás; en el caso de que no se correspondan con las bienaventuranzas, ¿cómo adecuarlas?, ¿qué puedes hacer?

evocarnos también la felicidad de quienes, por nuestra comunión en Cristo, somos también herederos de las bendiciones de la nueva alianza. El bautismo, incorporándonos a Cristo, nos ha dado parte en las bendiciones divinas prometidas al justo: también nosotros somos luz del mundo; también nuestro corazón puede estar seguro, sin temor de malas noticias, porque hemos escuchado la Buena Noticia de Jesús; también nosotros esperamos alzar la frente con dignidad y ver derrotados a nuestros enemigos, la muerte y el pecado.

Dichoso quien teme al Señory ama de corazón sus mandatos.Su linaje será poderoso en la tierra,la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,su caridad es constante, sin falta.En las tinieblas brilla como una luzel que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,y administra rectamente sus asuntos.

El justo jamás vacilará,su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,su corazón está firme en el Señor.Su corazón está seguro, sin temor,hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta,y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,rechinará los dientes hasta consumirse.La ambición del malvado fracasará.

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Oración personal (puede ser compartida) Padrenuestro.

Encuesta sobre las Bienaventuranzas

Bloque I

1. Dichosos los que eligen ser pobres, porque esos tienen a Dios por Rey.

a) Habrás oído varias veces la frase “bienaventurados (o felices) los pobres de espíritu o de corazón. ¿Cómo te la han explicado? ¿Qué interpretaciones has oído?

b) ¿Cómo la interpretas tú?c) ¿Crees que tu interpretación debe llevarte a:

- vivir como un mendigo- ser austero- no sentirte siempre en posesión de la verdad- otras respuestas

d) ¿Te parece mejor la traducción “Dichosos los que eligen ser pobres”?, ¿por qué?

e) ¿Crees importante para un cristiano el vivir con sencillez y sin alardes, es decir, con austeridad?

f) ¿En qué cosas concretas puedes ser más austero?, ¿te lo has planteado alguna vez?

g) Se habla mucho de la sociedad de consumo. ¿Tienes que vivir en ella de una forma distinta a la de los no creyentes?

2. Dichosos los que sufren porque esos van a recibir consuelo.

a) ¿Qué sueles hacer cuando ves que alguien de tu entorno está sufriendo?, ¿has vivido cerca algún caso concreto?, ¿hiciste algo para aliviar ese sufrimiento?

b) Es fácil compadecerse de los sufrimientos de los familiares y amigos, pero, ¿eres sensible a los de los pobres, marginados, emigrantes, parados, habitantes de países subdesarrollados, etc.?

3. Dichosos los no violentos porque esos van a heredar la tierra.

a) ¿Crees que el que es pacífico, paciente y no violento, puede conseguir algo o va al fracaso? Pon algún ejemplo.

b) ¿Eres dominante y quieres controlar a los que te rodean?c) ¿Sabes controlar tus agresividades?d) ¿Sabes pedir perdón?

Bloque II

Documento 1

4. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque esos van a ser saciados.

a) ¿Qué diferencia encuentras entre tener hambre y sed de justicia y tener deseos de revanchismo o venganza?

b) ¿Ves injusticia en tu clase, tu familia, tu ciudad, tu país, el mundo?, ¿y en la comunidad parroquial?, ¿y en el grupo de jóvenes?

c) ¿Te has portado injustamente alguna vez?d) Se dice con frecuencia que las injusticias son lo que más le duele a uno;

¿te ha ocurrido?, ¿lo has sentido en tus propias carnes?e) Luchar por la justicia parece cosa de los gobernantes pero, ¿no crees

que tú también podrías aportar algún granito de arena con el fin de que haya más justicia?, ¿cómo?

5. Dichosos los que prestan ayuda, porque esos van a recibir ayuda.

a) ¿Tienes tendencia a ayudar a los demás o sueles hacerte el remolón?b) ¿Observas en tu ambiente tendencia a prestar ayuda? En tu casa, en

clase o en tu grupo de amigos, ¿os ayudáis mutuamente? ¿Hay alguien que se esté quedando aislado o se le haga el vacío o necesite cualquier tipo de ayuda?

c) ¿Cómo podríamos prestarnos ayuda unos a otros en nuestros ambientes, en nuestros grupos? Si alguien quiere pedir ayuda al grupo en algún sentido que lo exprese con sinceridad:

- para que le ayuden a abrirse- para que le ayuden a tener más fe- a fortalecer su voluntad- a tomarse en serio sus estudios- a ser más generoso- a ser más comunicativos con sus padres- a hacer más oración- a hablar en público- a vencer la timidez- a aclarar dudas- a quererse más- a ser capaz de expresar lo que uno siente- a no tener miedo

d) ¿Te has planteado prestar tu ayuda a determinadas entidades que trabajan en beneficio de los demás, como Cáritas Parroquial, voluntariado parroquial, Manos Unidas u otras ONGs, etc.?

Bloque III

6. Dichosos los limpios de corazón porque van a ver a Dios.

a) ¿Estás deseando siempre algo y si no lo obtienes andas desasosegado, te rebelas y te deprimes?

b) ¿Eres consciente de que la búsqueda de la felicidad exige como punto de partida imprescindible el saber controlar los deseos?

c) ¿Tienes limpio el corazón de resentimientos, envidias, celos, malos pensamientos, etc.?

d) ¿Eres noble con tus amistades o utilizas eso que se suele llamar “doble cara”?

7. Dichosos los que trabajan por la paz, serán llamados Hijos de Dios.

a) ¿Te muestras combativo, hosco u hostil con los demás en algunas situaciones, familia, amigos, instituto, etc.?

b) En caso afirmativo, ¿te has parado a analizar si esas reacciones tuyas son por rebeldía, nerviosismo, intolerancia, mal carácter… o por qué otra causa?

c) En los medios de comunicación salen de vez en cuando jóvenes que se manifiestan por la paz y el desarme, ¿qué comentarios oyes sobre ellos?, ¿qué piensas tú?

d) ¿Qué opinas sobre la carrera de armamentos, sobre el comercio ilegal o legal de armas, sobre la violencia creciente en el mundo juvenil, etc.?

8. Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ellos tienen a Dios por Rey.

a) ¿Te resulta difícil vivir tu fe cristiana?b) ¿Te ha ocurrido que alguien se haya burlado de tu vida de fe? En caso

afirmativo, ¿te ha afectado mucho?, ¿cuál ha sido tu actitud?c) ¿Eres consciente de que hay un intento de desprestigiar todo lo

relacionado con la vida de fe, tachándola de anticuada y oscurantista?d) ¿Crees que vives en un mundo tolerante?

BienaventuranzasDocumento 2

A. Dichosos los que eligen ser pobres, porque tienen Dios por Rey.

Siempre ha habido distintas traducciones, interpretaciones y forcejeos respecto al verdadero sentido que tiene en esta frase la palabra pobre.

Los más avanzados o progresistas la vienen interpretando generalmente en el sentido de la pobreza literal, pura y dura, del renunciar a todo o a casi todo para entregarse a transformar las estructuras o a compartir la vida de los marginados o los desposeídos; mientras que los más conservadores o acomodados suelen decir que significa no tener apego a lo que se posee, es decir, ser “pobres de corazón o de espíritu”, y que también constituye un llamamiento a sentirse pequeño y humilde y no considerarse en posesión de la verdad, sino necesitado de los demás, de abrirse a todos.

No nos dedicamos a terciar en discusiones teológicas o filosóficas, sino que preferimos aplicar a nuestra conducta diaria lo mejor que podamos extraer de cada postura o línea de pensamiento. Y en las dos anteriores hay aspectos aprovechables y dignos de imitación.

La actitud de renuncia heroica es elegida por muy pocos, y, en cambio, a nosotros nos puede parecer más a nuestro alcance al tener una cierta actitud de austeridad y un deseo de compartir, que sí deben ser actitudes esenciales de todo cristiano.

Independientemente de que los miembros del grupo pertenezcan a familias acomodadas o humildes, conviene hacerles reflexionar sobre la austeridad, palabra hoy casi ignorada y que no equivale a pobreza o tacañería, sino a tener un cierto sentido de la medida, una contención, un equilibrado control de nuestras apetencias y caprichos, para no despilfarrar ni querer siempre más y más. Hay que gastar solamente lo necesario, prescindiendo de lo superfluo; y dar a los más necesitados. Y ese dar no tiene por qué ser únicamente dinero y objetos, sino que puede ser también parte de nuestro tiempo libre, ayuda, compañía, enseñanza, orientación, asesoramiento…

Y también conviene invitar a los jóvenes a hacer actos de austeridad, renunciar a un capricho dando el importe a alguien que lo necesite, divertirse una tarde sin necesidad de gastar dinero, etc.

Y en lo relativo a conseguir una cierta “pobreza de espíritu”, hay que tener en cuenta que el apego al dinero, a nuestras posesiones, al mundo de lo simplemente material, y el sentirse en posesión de la verdad, manteniendo una postura autosuficiente, son los impedimentos más grandes que hay para la vida del creyente. Una actitud de pobreza interior es imprescindible para experimentar la necesidad de Dios. Sólo desde el reconocimiento de nuestra pequeñez, nuestra insignificancia, nuestra humildad, podremos llegar a sentir esa necesidad de Dios. “Nadie ha conocido de verdad a Dios sin conocerse a sí mismo como pobre y pecador. La única prueba de que habéis encontrado algo muy grande es que vosotros os habéis hecho muy pequeños”, dice Luís Evely en Una religión para nuestro tiempo.

B. Dichosos los que sufren, porque van a recibir el consuelo.

El cristiano sabe lo que son los sufrimientos, las pruebas, las aflicciones. No es un masoquista, y, por tanto, hace todo lo posible por remediarlos; pero ante lo irremediable sabe ver la mano de Dios en ello, aprender de esa situación y aprovecharla para madurar psicológicamente, dándose cuenta de lo que no es esencial en su vida para volverse hacia lo que sí lo es.

C. Dichosos los no violentos, porque heredarán la tierra.

No hay que ir por la vida de débil ni de tonto. La mansedumbre no significa eso ni mucho menos. Huir de todo lo que huela a violencia significa tener autodominio, no alterarse ante las contrariedades, y saber utilizar siempre el diálogo en lugar de los enfrentamientos violentos. Lo que no se debe hacer es querer controlar y mangonear a los demás. El manso no oprime a nadie, no explota, no se burla despiadadamente de los compañeros, no atormenta psicológicamente a nadie.

La violencia engendra violencia. Todos conocemos, por lo menos por las películas, las venganzas de los delincuentes organizados en bandas y mafias: acaban todos bañados de sangre.

Y ciñéndonos a nuestro ámbito normal, el mejor método para acabar con los enfados y con las ofensas es el perdón: nada hay que desarme tanto a una persona culpable de alguna ofensa como ver que su ofendido no le paga con la misma moneda sino que le tiende la mano.

D. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, serán saciados.

El cristiano debe comprometerse para que este mundo llegue a ser más justo, más igualitario: no puede dar la espalda a este problema fundamental. Es cierto que sólo unos pocos superpoderosos pueden hacer algo por remediar las grandes injusticias del mundo; pero nosotros, en nuestro modestísimo nivel, sí podemos estar sensibilizados al respecto a ellas, informarnos lo más objetivamente posible, y denunciarlas y condenarlas en nuestras conversaciones, para tratar de influir en nuestro pequeño círculo. Y también debemos estar muy atentos a las que puedan existir a nuestro alrededor, en el colegio, en el trabajo, en casa, pues respecto a ésas sí podremos hacer algo.

Conviene matizar la diferencia existente entre tener hambre y sed de justicia y tener deseos de revanchismo o venganza, diferencia que consiste en que el auténtico justiciero tiene ese deseo de justicia tanto si está arriba como si está abajo, y lucha por ello aunque le suponga sacrificios y renuncias, mientras que el revanchista sufre esa sed de justicia solamente si le perjudica a él directamente, y si lucha por corregir las injusticias y vence, se limita a ocupar el lugar del opresor.

E. Dichosos los que prestan ayuda, porque recibirán ayuda.

El cristiano debe estar siempre dispuesto a ayudar a quien pueda necesitarle. Primero en su círculo más íntimo, y luego con los más necesitados, esos "nuevos pobres" de nuestra sociedad moderna: ancianos. Solitarios, enfermos terminales, niños sin familia, madres abandonadas, delincuentes, drogadictos, alcohólicos… Lo necesitan especialmente las familias sin trabajo, desgraciadamente numerosas en nuestros tiempos.

F. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Se refiere a los que no andan siempre desasosegados con deseos insatisfechos. El cristiano debe controlar sus deseos, avivados siempre por todo lo que se le brinda a su alrededor, y que a menudo le resultará imposible conseguir. Cuanto menos desee, más feliz será. Y debe procurar asimismo que su corazón esté limpio de resentimientos, odios y envidias por el bien ajeno.

Tampoco puede actuar con doblez, con hipocresía, con esa doble cara que tanto inquieta y desazona a los demás.

G. Dichosos los que trabajan por la paz, serán hijos de Dios.

El cristiano debe ser un pacificador, primero en su entorno y luego en un ámbito más amplio. Debe buscar siempre la unidad, no la división.

Nunca debe juzgar ni condenar. Debe hallarse siempre dispuesto a perdonar, tratando de buscar el diálogo y la reconciliación.

H. Felices los que viven perseguidos por su fidelidad, tienen a Dios por Rey.

Hoy resulta difícil ser cristiano. El ambiente no va por ahí y se tiende a mirar al creyente como a alguien desfasado, anticuado. Si fuéramos de verdad cristianos auténticos, podríamos demostrar al mundo lo actual y revolucionario que es el Evangelio y lo diferente que podría ser este mundo si el programa de Jesús impregnara nuestras vidas.

Es algo difícil y que quizá no consigamos nunca, pero a ello debemos tender. No debemos desanimarnos diciendo que, teniendo en cuenta nuestras limitaciones, no podremos llegar nunca a conseguirlo: vayamos conquistando escalón por escalón y esos pequeños triunfos nos ayudarán a ir en pos de esa meta.

Textos con alma

“Estamos en el aprendizaje del arte de la caridad. Esperemos que un día seamos obreros laboriosos. Entonces, sobre los diferentes lugares en que la Providencia nos colocará, rivalizaremos sobre quién hará nacer más felicidad y más virtud alrededor nuestro, y de todos los puntos de Francia se elevará un armonioso concierto de fe y de amor para alabanza de Dios” (Cartas a Cournier, Tomo I, Pág. 197)).

El amor de que Ozanam estaba inundado le llevó a pensar en una asistencia y promoción muy por encima de los límites hasta el momento alcanzados. Escribió:

“Creemos en dos tipos de asistencia: una, la que humilla a los asistidos y, otra, la que les honra. Sí, la asistencia humilla cuando atiende al hombre en sus necesidades terrestres únicamente, cuando no se preocupa más que de los sufrimientos de la carne,

Para la reflexión y el diálogo.

¿Te sientes implicado en este mensaje?, ¿te resulta extraño, bonito, irreal? ¿Dónde crees que está la dificultad para que vivas este mensaje?

Quizá no sabes cómo aplicarlo y pides una receta para ponerlo en práctica, ¿por dónde puedes empezar?, ¿qué puedes hacer en la familia, los amigos, los estudios…? Comienza hoy mismo, con ilusión, la felicidad te está esperando

Documento 3

el grito del hambre y del frío, lo que da lástima, lo que se asiste hasta en los animales… como en la India, que los ingleses tienen hospitales para los perros y sus leyes no permiten maltratar a los caballos.

La asistencia humilla cuando no hay reciprocidad, si no le lleváis más que un trozo de pan, un vestido, un poco de paja…, si al alimentar a los que sufren no parecéis ocuparos nada más que de remediar los lamentos que entristecen la estancia de una gran ciudad.

Pero la asistencia honra cuando toma al hombre en su parte superior, se ocupa, en primer lugar, del alma, de su educación religiosa, moral y política, de todo lo que le libra de sus pasiones y de una parte de sus necesidades, de todo lo que le hace libre, lo que le puede hacer grande.

La asistencia honra cuando une al pan que alimenta, la visita que consuela, el consejo que ilumina, el estrechamiento de manos que levanta el ánimo abatido. Cuando trata al pobre con respeto, y no sólo como a un igual, sino como a un superior, como a un enviado de Dios para probar nuestra justicia y nuestra caridad.

Entonces la asistencia se hace honrosa, puesto que puede convertirse en algo mutuo, porque todo hombre que da una palabra, un parecer, un consuelo hoy, puede tener necesidad de eso mismo mañana” (Ozanam, Obras Completas, Tomo VIII, Pág. 256-259).

Ozanam oyó el clamor de los pobres y se lanzó a liberarlos desde todos los puntos de vista. Lo que hoy es de perogrullo (luchar por la justicia de todos los hombres) no fue bien aceptado en su época. No le importó. Su cercanía a los pobres nació impulsada por la fe, y su fe y coherencia hicieron que su esfuerzo no se mantuviera en lo abstracto ni cayera en el vacío.

Día a día

El cristiano, como Cristo, está llamado a ser:

Pobre: no aniquila a nadie ni destruye a nadie; se siente pequeño, insuficiente, no se estima autosuficiente, necesita de los demás. No se encierra dentro de sí ni en sí, sino que se abre a todos, recurre a todos.

Dulce: no es dominante, no se altera, no oprime a nadie, no violenta, no tortura, no explota, no desea triunfar sobre los demás.

Afligido: conoce los sufrimientos, las pruebas, las aflicciones; no es insensible a lo duro y penoso de este valle de lágrimas.

Documento 4

Hambriento y sediento por la justicia: se entusiasma aten toda causa justa, es sensible ante toda infracción de la justicia. No es un bonachón, un pasivo, que acepta lo que sea y se calla.

Misericordioso: no juzga, no condena; se halla siempre dispuesto a perdonar, al diálogo, a la reconciliación; no es vengativo.

Puro de corazón: diáfano en sus pensamientos y en sus hechos; no hay doblez en sus intenciones, nada de zorrería.

Hacedor de la paz: la busca, la construye, no a todo precio, pues sabe luchar por la justicia, pero con armas pacíficas. Fabrica la unidad, no la división.

Perseguido: el discípulo no es más que su maestro. Esta es la señal inequívoca del seguimiento perfecto de Cristo.

Tema 4Pero, ¡ay de vosotros…!

Con esta catequesis ponemos punto y final a las reflexiones que hemos venido haciendo sobre el tema principal de la predicación de Jesús: el Reino de Dios. Lo afirmó presente entre nosotros y creciendo como una semilla sencilla y discreta, pero constante. La semilla de su mensaje cayó unas veces en tierra buena y dio su fruto, y otras cayó en mala tierra y no pudo producir fruto alguno.

En este segundo grupo se sitúan los que, aún con buena intención, no se atrevieron a seguirle con todas sus consecuencias (recordemos al joven rico) y los que rechazaron abiertamente su

predicación porque su corazón se encontraba preso de otros valores. Con ellos Jesús fue duro y no ahorró calificativos. Con los unos, por no querer liberarse de sus opresiones y aspirar a los bienes más altos, los que Dios propone; con los otros, por no querer aceptar en sus vidas el amor que Dios derramaba sobre ellos a raudales.

1. Objetivos.

Tomar conciencia de la importancia que tienen en la vida real las propuestas del “mundo” y esforzarse por sustituirlas por las propuestas del Evangelio.

Aceptar la corrección de Jesús nos hace cuando como seguidores de su mensaje somos merecedores de ella.

Comprender que en los reproches de Jesús no se esconde una condena, sino una invitación a vivir desde los valores contrarios, los del Evangelio.

2. Experiencia de vida.

Seguir a Jesús es una opción de amor, no se puede seguir aquello que no se ama, que no se desea. Si no hay amor, no hay seguimiento, porque no sabemos a quien seguir. Pero el camino es duro y cansa, con su eterno horizonte que parece que no se acerca y sus laberintos que nos entretienen; unas veces vamos despistados y no percibimos las señales orientadoras, otras veces preferimos detenernos en ciudades de paso hasta convertirlas en definitivas. Preferimos la mediocridad a la santidad, la ambigüedad a la radicalidad evangélica… y cuando hacemos esas opciones, el Reino se detiene en nosotros, sus valores retroceden y ganan terreno las propuestas del mundo.

En esta primera parte de la catequesis queremos que los jóvenes tomen contacto con su parte menos evangélica, con aquella que les haría merecedores de las censuras de Jesús, de sus duros reproches. No es nuestro objetivo “hacer sangre” ni echarles en cara sus hipocresías, sólo nos mueve el saber en qué lugar estamos en nuestra vivencia del evangelio y el sentirnos zarandeados en nuestras comodidades y tibiezas para poder volver a orientar la vida en el camino de la bienaventuranza que Jesús propone como ideal de vida.

Entregamos el Documento 1 (Consejos para listos) y lo trabajamos con el siguiente guión:

3. Profundización. Documento 2

El mensaje cristiano es fundamentalmente un mensaje de salvación, una propuesta de felicidad plena. La propuesta no es sólo conocer ese mensaje sino también experimentarlo. Pero la experiencia nos dice que aunque estemos destinados a ser felices, no siempre el hombre lo consigue, y en su camino vital experimenta frecuentemente el fracaso y la frustración con más frecuencia de la deseada. La dureza del corazón, el egoísmo, el odio, la infidelidad… están presentes en la vida del ser humano hasta el punto de condicionar su forma de ver la realidad y de actuar ante ella.

Para liberar al hombre de estas esclavitudes, Jesucristo lanzó al mundo el mensaje de las Bienaventuranzas. Contrarrestando su fuerza liberadora el mundo lanzó sus proclamas, unas proclamas que se han colado sutilmente en el corazón de los hombres y están consiguiendo su objetivo: bajo capa de felicidad inmediata, momentánea y pasajera, están secuestrando la verdadera y auténtica felicidad.

Las Bienaventuranzas como propuesta de felicidad ya han sido estudiadas y reflexionadas en profundidad en la catequesis anterior, ahora se trata de estar en guardia, alertas ante las otras propuestas, las del mundo, para reaccionar ante ellas y afirmarse en el camino del seguimiento de Jesús, un seguimiento que hace del que lo vive un “hombre nuevo”, nacido de lo alto, del agua y del Espíritu.

Entregamos el Documento 2 (Bienaventuranzas del mundo) y lo trabajamos usando el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué sensaciones, sentimientos, te ha producido cada una de las frases?, ¿cuál es la que mejor expresaría tu actitud ante la vida?

¿Qué “valores”, propuestas, estilo de vida… se esconden detrás de cada uno de esos consejos?, ¿cuál es la que más daño hace a tu vida de fe?, ¿qué podrías hacer para erradicarlo?

Confecciona una lista nueva de consejos para cristianos.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué sensaciones, sentimientos, te ha producido cada una de las bienaventuranzas del mundo?, ¿cuál es la que mejor expresaría la forma que tienes de enfrentarte a la vida?

¿Cuál es el peso real que tienen en tu día a día cada uno de los “dioses” que aparecen en el documento?, ¿te reconoces viviendo “feliz y sin problemas” en cada una de esas bienaventuranzas del mundo?

¿Crees que el documento exagera las actitudes, se queda corto, o por el contrario, se ajusta a la realidad? ¿Es el mundo así?, ¿es el hombre así?, ¿eres tú así?

4. Iluminamos con la Palabra.

El evangelio está escrito para todos y las denuncias de Jesús, en muchas ocasiones, parecen ir personalizadas: los fariseos, los ricos, los orgullosos. Por eso es frecuente escuchar conclusiones en cristianos que personalizan en otros las llamadas a la conversión que Jesús les hace, sus duras denuncias, y decimos: “¡qué bien le viene esto que dice Jesús a Fulanito y a Menganito!”.

No es así, Jesús no las dice para individuos concretos, sino para actitudes que el hombre puede albergar en el corazón, y de llevar esos lastres nadie se libra. Nosotros también participamos de las denuncias de Jesús, somos sus destinatarios. ¿Quién de nosotros no participa de alguna manera y en alguna medida de cada una de las censuras de Jesús, del apego a la riqueza, de la búsqueda del prestigio, de la comodidad, de la hipocresía, de la doble moral (dura para los otros, relajada para nosotros), etc.?

No podemos escondernos, tenemos que oír con el corazón las palabras de Jesús, Él es nuestro Buen Pastor que ha venido a buscarnos para que volvamos al redil, a la casa del Padre. No hay mejor camino que el de descubrir lo que yace en el fondo del corazón, mostrarlo al “médico” de las almas y aceptar la cura de su misericordia.

Entregamos el Documento 3 (Ay de vosotros) y lo trabajamos utilizando el siguiente guión:

5. Iluminación vicenciana.

La vida es a menudo muy corta. El número de nuestros años parece a nuestros ojos como una brisa

Para la reflexión y el diálogo.

Cada una de las acusaciones de Jesús esconde una actitud ante la vida, descríbela con tus palabras. ¿Ves que hoy el mundo sigue apegado a esas actitudes que Jesús censura?

Y tú, ¿te identificas con ellas, forman parte de tu vida? ¿Cuál sería la censura que podría ir dirigida a ti directamente? ¿Qué te provoca el discurso de Jesús: aceptación, rechazo, indiferencia,

vergüenza…?, ¿por qué?

que pasa acariciando el sol de nuestros deseos. La de Juan Gabriel Perboyre tan sólo duró el tiempo de una primavera de mies. No obstante, es aquella primavera la que trae hoy frutos que recogemos a manos llenas para nutrir nuestras propias vidas en búsqueda de Dios.

“¡Mi vida ha sido hasta aquí tan vacía, pese a haber recorrido ya la mitad de una larga carrera!”. Cinco años antes de su condena a muerte parece describirnos una vida sin sentido. El reconocimiento por parta de la Iglesia de sus virtudes testimonia lo contrario. San Juan Gabriel Perboyre viene a ser así un testigo reconocido del Evangelio de Cristo y su vida, que puede parecerse en ciertos aspectos a la nuestra, demuestra que todo es posible al que se deja amar por Dios.

Entregamos el Documento 4 (Una vida plena) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

6. Nos comprometemos. Documento 5

Jesús censura comportamientos equivocados para con Dios y con los hermanos y lo que propone, globalmente, como alternativa a los valores de este mundo, es el compartir.

Frente al prestigio, la búsqueda de la imagen, el sepulcro blanqueado, propone la sencillez como un compartir lo que se es, sin fingimientos ni máscaras.

Frente al poder, frente a esas estrategias para doblegar a los otros bajo capa de bien o de “religión”, Jesús propone el servicio. El servicio es compartir lo que se conoce, lo que se sabe hacer y lo que se puede realizar. Ser servicial es poner a disposición del otro aquello que está a mi alcance obrar. Al contrario que el poder que hace girar los propios valores y facultades en torno a uno mismo, el servicio gira en torno al otro, al que puede ser útil lo que yo sé realizar. Esto supone educar la sensibilidad para captar las necesidades del otro al que puedo servir.

Entregamos el Documento 4 (Prestigio y poder) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

Comenta la vida de Perboyre: sentimientos, sensaciones,…, ¿en dónde radicaría la fuerza para soportar los tormentos?

Junto con él había más cristianos que renegaron de la fe, Perboyre no lo hizo y afrontó la muerte; ¿qué te parece?, ¿tú qué harías?

Fue traicionado por uno de los suyos, comenta la escena; ¿tú dónde estarías, en el traicionado o en el que traiciona?

Comenta la frase final de Perboyre, ¿qué repercusión tiene en tu vida?

7. Celebramos.

San Francisco de Asís, siglo XII, refleja en su vida el mensaje de las Bienaventuranzas y nos dice con su predicación que quien sigue a Jesús encuentra la verdadera felicidad.

Rezamos juntos la oración que desde su sensibilidad compuso:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:donde haya odio, ponga yo amor;donde haya ofensa, ponga yo perdón;donde haya discordia, ponga yo armonía;donde haya error, ponga yo verdad;donde haya duda, ponga yo fe;donde haya desesperación, ponga yo esperanza;donde haya tinieblas, ponga yo luz;donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Que no me empeñe tantoen ser consolado como en consolar;en ser comprendido como en comprender;

Para la reflexión y el diálogo.

1. Prestigio:

¿Qué consideras que es ser alguien en la vida? Señala, mediante cinco palabras, cinco cualidades que debe poseer quien desee triunfar en la vida.

Enumera tres tipos de persona con las cuales, de entrada, no cuentas, a las que rechazas, tus marginados personales. Alega las razones por las que adoptas tal comportamiento.

¿En qué crees que no eres suficientemente conocido? Di a cada uno de tus compañeros de grupo cómo les ves en el aspecto

del prestigio. ¿Cuáles son los dos principios básicos de tu ética ante la vida?

2. Poder:

¿Eres una persona servicial?, ¿prestas atención a las necesidades de los que te rodean en casa, en el grupo, en el instituto…?

Piensa en las personas que más conviven contigo. Apunta sus nombres en una columna y escribe al lado de cada una la palabra que creas que describe la mayor necesidad de cada una (comunicación, cariño, colaboración, etc.). A continuación, escribe otra palabra que indique tu actitud ante esa necesidad (indiferencia, dedicación, frialdad, ignorancia, etc.).

en ser amado como en amar;porque dando, se recibe;olvidando, se encuentra;perdonando, se es perdonado;muriendo, se resucita a la Vida.

Consejos para listos Tú a lo tuyo, y los demás, allá ellos.

No seas generoso, que te la jugarán.

Ayuda a los compañeros, pero no te pases.

La caridad bien entendida empieza por uno mismo.

No ayudes a los tímidos, porque la culpa es de ellos.

¿Acaso soy yo responsable de mi compañero?

Sé dialogante, pero salte con la tuya.

No te sacrifiques, que se reirán de ti.

Que trabajen los demás, y al final te sumas tú.

Procura no mentir, pero no digas la verdad.

Aprovecha cuando den otros; cuando te toque a ti, calcula.

Documento 1

No escuches a los tontos, sólo dicen tonterías.

No te compliques la vida, no merece la pena meterse en líos.

Te están comiendo el coco, esas reuniones no sirven para nada.

No seas iluso, todos hacen lo mismo, ¡aprovéchate!

Otros viven mejor que tú, que empiecen a compartir ellos.

Siempre ha sido así, no se puede hacer nada.

Bienaventuranzas del mundoDijo el Falso profeta:

“Felices los Ricos, porque ellos lo tienen todo y poseen la tierra...Y dijo el dios Tener: Si quieres venir tras de mí, ve... acumula todo lo que puedas, no lo compartas con nadie y sígueme. Nunca estarás solo, tendrás muchos amigos y nada te faltará. Quien más tiene más vale.

“Felices los Conformistas porque todo os va bien y nadie tiene que consolaros...”Y dijo el dios Comodidad: Si quieres seguirme, ve y prueba de todo un poco pero sin comprometerte con nada ni con nadie. No seas creativo, no te comas el coco, adáptate a lo que hay. Puedes hacer lo que quieras pero sin mojarte, incluso celebrar la Eucaristía..., no soy un dios celoso, eso sí y en esto soy muy exigente, que estar cómodo sea lo más importante de tu vida.

“Felices los poderosos, los trepas, ya que ellos hacen lo que les dé la gana sin que nadie les vacile”.Y dijo el dios Poder: Ve... pisa a quien puedas, haz la pelota, miente, machaca con tu crítica y créetelo... ¡eres el mejor! Pásaselo por delante de la cara a los demás. ¡Ah! Y de vez en cuando haz algo bueno. Perdona a alguien la vida, pero eso sí; díselo a todo el mundo que has sido tú, no vayan a pensar que pasas de los demás.

“Felices los Superficiales, los que viven de apariencias dando el pego, porque siempre estáis de moda”.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué sensaciones, sentimientos, te ha producido cada una de las frases?, ¿cuál es la que mejor expresaría tu actitud ante la vida?

¿Qué “valores”, propuestas, estilo de vida… se esconden detrás de cada uno de esos consejos?, ¿cuál es la que más daño hace a tu vida de fe?, ¿qué podrías hacer para erradicarlo?

Confecciona una lista nueva de consejos para cristianos.

Documento 2

Y dijo del dios Masa: Ve, disuélvete en el mogollón, ponte las marcas que te diga, da como puedas culto al cuerpo. No preguntes el porqué de las cosas, si todo el mundo lo hace no hay duda que está bien. ¡Ah! Y algo muy importante: señala con el dedo a quien no me siga. No te compliques en ser, yo seré por ti.

“Felices los fríos de corazón, porque nadie os la pega”.Y dijo el dios Yo: Ve, desconfía de todos, especialmente de los pobres, aprovéchate de ellos. No ames pues el amor roba tu intimidad. No dejes que entre nadie en tu vida. Tú mejor utiliza las personas y siempre serás libre. Date cuenta de lo mucho que te ofrezco... Mi precio, no te lo vas a creer, es la monotonía y la depresión. Pero eso sí, no se lo digas a nadie.

“Felices vosotros cuando os aplaudan y os admiren. Alegraos porque será grande vuestro prestigio y la fama estará siempre con vosotros. Bien os habéis ganado la recompensa. Benditos vosotros porque vuestro es el éxito en el reino de la tierra”.

AMÉN.

César Marcos, 28-1-96. Escrito para una Eucaristía con jóvenes.

Ay de vosotros...¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros!

¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!”. ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: “Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado”. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!

Documento 3

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: “Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!”. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?

Mt 23, 13-33

Una vida plena

Juan Gabriel Perboyre nació en Puech de Montgesty (Lot) el 5 de enero de1802. Es el mayor de ocho hijos del matrimonio formado por Pedro Perboyre y María Rigal. La familia vive del trabajo de la granja y este trabajo da sus frutos. Fue educado en una sólida fe católica.

Juan Gabriel tenía un tío, hermano de su padre, sacerdote de la Congregación de la Misión, Santiago Perboyre, Toda la familia estaba orgullosa de él. Santiago estaba destinado en el Seminario de Montauban, al cargo de los Padres Paúles, para la formación de los futuros sacerdotes. La influencia que Santiago ejerce en su familia es inmensa. Recibirá, en esa pequeña pensión de Montouban 18 de sus sobrinos y primos, de los que varios llegarán al sacerdocio.

Louis, el hermano más pequeño de Juan Gabriel fue enviado al Seminario a estudiar en 1816 y Juan Gabriel fue con él para acompañarle sólo durante los meses de invierno, a la vez que él también estudiaba. En la primavera, cuando Juan Gabriel ya debía regresar a su casa, en su discernimiento vocacional llegó a la decisión de que deseaba ser sacerdote.

El 15 de diciembre de 1818 Juan Gabriel fue recibido en la Congregación de la Misión en Montauban. El 23 de Septiembre de 1825 fue ordenado sacerdote por Monseñor William Dubourg, obispo de Montauban en la capilla de la rue du Bac en Paris.

Después de una estancia como profesor de teología y director del colegio, es llamado a París para desempeñar la función de Director del Seminario Interno de la Congregación de la Misión. Pero Juan Gabriel desea ardientemente partir para la misión de China. Lo consiguió por fin y el 29 de agosto de 1885, llega a Macao, la misión de China. A pesar de los peligros y persecuciones, se dedica con abnegación a diversas actividades apostólicas en Ho-Nan.

El 15 de septiembre de 1839, misioneros y cristianos celebran en Chayuen los Dolores de la Virgen. De pronto ven acercarse ciento cincuenta soldados del Virrey de Utchang, teniendo que dispersarse por los bosques y montes vecinos. Los soldados

Documento 4

saquean, incendian y buscan. Juan Gabriel se refugia en un bosque vecino de bambúes y un catecúmeno pregunta al capitán: "¿Cuánto me dais si os lo descubro?" "Treinta taels" —le prometen—. Y con alma de judas, el catecúmeno los conduce al bosque y les señala a Juan Gabriel. Los cristianos quieren defenderle, pero él se lo estorba y se entrega.

Le cargan de cadenas, le despojan de los vestidos y, a empellones, le arrastran a los tribunales civiles y militares de Koangyintan, Kutchin, Siangyan y Utchang, con un total de sesenta leguas de recorrido y más de treinta interrogatorios, en los que se le urgía a apostatar, y, al negarse, se le sometía al tormento de los azotes en el rostro con cuarenta correazos, de palizas con cañas de bambú en todo el cuerpo, de la terrible máquina de Hangsté, de la que colgaba durante horas por los índices y cabellos, y de las cadenas de hierro y fragmentos de tejas y cristales sobre los que estaba de rodillas durante las sesiones y días enteros. Ni le ahorraron injurias, ni calumnias, ni tormentos del alma, como hacerle pasar sobre la cruz trazada en el suelo, o revestido de los ornamentos sagrados echarle en cara que quería hacerse proclamar rey por los cristianos y burlarse de tal realeza. Con un estilete candente grabaron en su frente los caracteres chinos de su crimen: Propagador de una religión abominable. Le dieron a beber la sangre de un perro para deshacer la virtud de un pretendido talismán que le hacía insensible al dolor.

Y así durante un año, hasta que el 11 de septiembre de 1840 llega de Pekín el decreto imperial confirmando la sentencia del virrey de morir estrangulado. Le sacaron de la prisión con siete criminales, le cargaron el instrumento del suplicio con la sentencia escrita en él y, corriendo, salió de la ciudad y subió a la cumbre de la montaña Roja, en donde, decapitados los criminales, le colgaron en la cruz, atados sus brazos hacia atrás y las piernas en el palo vertical. El verdugo apretó por tres veces la soga que traía al cuello y un soldado le dio un puntapié en el lado izquierdo. Era viernes, a las tres de la tarde.

Fue beatificado por León XIII, el 30 de mayo de 1889.

Su piedad profunda, el celo apostólico por la salvación de los hombres y el deseo sincero de asemejarse a Jesucristo le han valido el sobrenombre de “Otro Cristo”.  Decía el santo: “No podemos alcanzar la salvación más que conformándonos a Jesucristo. Cuando hayamos muerto, no se nos preguntará si hemos sido sabios, si hemos desempeñado cargos distinguidos, si hemos producido una buena impresión en el mundo; se nos preguntará si nos preocupamos de comprender a Jesucristo e imitarle”.

Prestigio y Poder

1. PRESTIGIO.

El modelo de referencia más dominante en la línea de los valores es la ética del triunfador, cuyos ejes axiológicos son el dinero, el poder y el prestigio. Para muchos jóvenes el prototipo de vida pasa por ser un triunfador en una de estas claves. Esto es aceptado plenamente en la sociedad y la glorificación de cada uno de estos aspectos, o de todos a la vez, es algo que se ve nada más mirar alrededor.

Lo peligroso está en que este modelo de vida sea visto como algo definitivo, que no se piense que las cosas puedan ser de otra manera; porque este proyecto de vida está en abierta contradicción con la moral del Evangelio, radical alternativa a la propuesta del dinero, del poder y del prestigio como máximos valores para las aspiraciones del hombre. Lo que está en juego es la posibilidad del encuentro con Dios.

Resulta curioso que Jesús nunca atacara a los “malos”, a los que la moral del momento, social o religiosa, tachaba de impuros, de indignos. Jesús atacó a los poderosos, a los ricos, a los seguros.

EL PRESTIGIO.

El prestigio da fuerza: la fuerza y la seguridad de lo famoso, de lo aceptado, de lo reconocido, de lo admirado. La mayoría de los hombres intentan adquirir un prestigio en su actividad laboral, entre sus amigos, en su familia... Los mismos psicólogos indican que todo hombre busca ser valorado por algo y por alguien. Pero el hombre no se conforma con ello. Quiere ampliar el ámbito del prestigio, porque el prestigio da fuerza.

Nos sentimos mal cuando alguien se lleva la gloria de un trabajo realizado por nosotros (nos han usurpado una fuerza), cuando se nos desprestigia en público o en privado, cuando sabemos que se murmura de nosotros, que se nos critica... Nos preocupa que alguien se entere de nuestros defectos, cuidamos la imagen, mentimos para ocultar nuestros fallos. Criticamos a los que están desprestigiados, a los que tienen mala fama. No nos gusta ser vistos en su compañía; perjudica nuestra fama, nuestra imagen.

Hablamos con naturalidad de “cambiar de imagen”, no de corazón, no de cambiar en profundidad, sino de cambiar de imagen, de disfraz, intentando una

Documento 5

mayor aceptación, un mayor prestigio. El ser considerado justo, honrado, trabajador, inteligente... ha pasado a ser más importante que serlo.

El prestigio en sí no es malo, es el justo reconocimiento de los méritos de las personas. Lo malo es la absolutización del prestigio, el ansia por ser el mejor, el primero en uno u otro campo, cueste lo que cueste, pese a quien pese.

Esta lucha por el prestigio es típica de nuestra sociedad competitiva. Ya desde niños se nos inculca la necesidad de destacar, de vencer, de competir, de ser superiores a los otros, de llegar a más, de ser “alguien” en la vida...

El buen nombre, el prestigio, supone una comparación, un juicio sobre otros, una sentencia, una condena. Porque el ser alguien en la vida supone que hay otros que son nadie; el tener buena fama supone que hay otros que no tienen fama o la tienen nula; el deseo de ser considerado intachable supone que hay otros muchos “tachables”, indignos, desprestigiados.

¿Es ese el mundo imaginado como Reino de Dios por Jesús? ¿Por qué Jesús estuvo, precisamente, al lado de los desprestigiados, de los de mala fama, de los considerados pecado, basura, en la sociedad de su tiempo?

Quien se mueve por el prestigio, rara vez se muestra como es, más bien lo hace como cree que debería ser para elevar el grado de aprecio y valoración por parte de los demás. Pero este aumento de aprecio por parte de los otros no le lleva a cambiar aquello que cree que no es apreciable, sino a escamotearlo, llevando así una especie de vida dicotomizada, de “doble vida”, que le supone ruptura, lucha y dedicación. A cambio, espera obtener “la fuerza del prestigio”, pero no suele obtener sino la frustración y el descontento, pues su existencia se basa en unas relaciones desde y con una persona inexistente. Su vida se convierte en una mentira.

FRENTE AL PRESTIGIO, SENCILLEZ

Jesús atacó duramente a los hombres de su tiempo que luchaban por esa imagen:

“Estad atentos a no hacer vuestra justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no tendréis recompensa ante vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 6,1).

“Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas que gustan de orar en pie en las sinagogas y en los ángulos de las plazas, para ser vistos de los hombres” (Mt 6, 5).

“Cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres” (Mt 6, 2).

“Cuando ayunéis, no aparezcáis tristes como los hipócritas que demudan su rostro para que los hombres vean que ayunan” (Mt 6,16).

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de oveja, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7, 15).

“Guardaos del fermento de los fariseos que es la hipocresía” (Lc 12, 1).

“Ay de vosotros, fariseos, que ansiáis los primeros asientos en la sinagoga y los saludos en las plazas” (Lc 11, 43).

Ante estas actitudes, tan arraigadas en el hombre, Jesús propone la sencillez de corazón, la modestia: “Decía a los invitados una parábola, observando cómo escogían para sí los primeros puestos: Cuando seas invitado a una boda, no te sientes en el primer puesto… ve y siéntate en el último lugar” (Cfr. Lc 14, 7-11).

La gran experiencia del creyente es la de sentirse radicalmente perdonado, aceptado y amado por Dios Padre. EI que intenta ganar un prestigio, una imagen ante los demás, demuestra que no ha conocido esa total aceptación ni ese amor sin condiciones, no sujeto a uno u otro modo de ser ni de comportarse. Y no sólo no lo ha conocido, sino que se niega a conocerlo y aceptarlo.

Y no debe olvidarse que la lucha por el prestigio, por la fama, por el buen nombre, supone un juicio sobre los demás. Y Jesús dice: “No juzguéis y no seréis juzgados” (Cfr. Mt 7, 1-5).

El que acepta el amor radical de Dios en su vida, “confiesa”, al mostrarse como es, su infinita misericordia: Soy así, pecador, limitado, pobre... Y así Dios me ha amado por su infinita bondad. Quien lucha por su buen nombre, niega esa bondad y esa misericordia de Dios, la oscurece, la oculta a los ojos de los otros y, además, se niega a beneficiarse de esa amnistía divina. El que lucha por el prestigio, se cierra a la acción de Dios en su vida, la rechaza e impide la experiencia y el encuentro personal con ÉI.

Cuando el hombre queda solo ante sí, ¿puede seguir manteniendo la “imagen” que tiene ante los demás? Sólo el que reconoce pública y privadamente su pecado, su insuficiencia, su limitación, su pobreza, puede convertirse en el pobre de espíritu que se abandona totalmente en manos de su Padre. Parábola del fariseo y el publicano, dirigida a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos y que despreciaban a los demás (Lc 18, 9-4).

Esta actitud de reconocimiento de la propia y limitada realidad personal, sin disimulos, sin doblez, sin hipocresía, es lo que llamamos sencillez o humildad y a ella alude Jesús en las bienaventuranzas, y que posibilita el ac-ceso a Dios.

(Carlos Rojas, Imágenes de la fe. Nº 243, 1990)

2. PODER.

Cuando se habla de poder, todos pensamos automáticamente en los poderes establecidos o en los medios de ejercer esos poderes: el poder político, el poder económico, el poder de los medios de comunicación, etc. También es fácil pensar, a una escala más pequeña, en aquellos poderes a los que nos sentimos sometidos: el poder de un empresario, de un jefe, de un superior... Pero hay un círculo de poder que ejercemos cada uno de nosotros sobre las personas que nos rodean; y ese poder nos gusta ejercerlo y procuramos ejercerlo.

Desde pequeños, de una forma más o menos consciente, ejercemos poder sobre los demás. Lo que ocurre es que, eso que en los primeros años de la vida se hace como mecanismo de defensa para sobrevivir, se va poco a poco convirtiendo en un modo de vida, en un caldo de cultivo en el que nos sentimos cómodos y seguros. Y nace la “sed de poder” que anida en todo corazón humano.

Así, los padres intentan ejercer poder sobre sus hijos (por su bien, dicen), en un intento de moldearlos según sus criterios; los hijos ejercen poder sobre los padres, una vez que han localizado aquello con lo que pueden preocuparles o “chantajearles”; los profesores lo ejercen sobre los alumnos, y éstos buscan el punto débil para dominar, ridiculizar o atacar a aquél... Y, a partir de ahí, toda la vida ejerciendo ese tira y afloja del dominador-dominado en la pareja, en los grupos, en la familia, en el trabajo, en las relaciones...

Jesús atacó a los poderosos. ¿Pretendía una anarquía en la que se cuestionara cualquier tipo de autoridad y poder? No. Desde luego que no.

FRENTE AL PODER, SERVICIO

“Se suscitó entre ellos una discusión sobre quién de ellos debía ser tenido por mayor. Él les dijo: los reyes de las naciones imperan sobre ellos y los que ejercen la autoridad sobre ellas son llamados bienhechores; pero no así entre vosotros, sino que el mayor entre vosotros será como el menor y el que manda como el que sirve” (Lc 22, 24-26). En la misma línea: Mt 20, 22ss; Mc 9, 33; Lc 9, 46-48; Mc 10, 42-45.

En la actitud frente al poder, Jesús resulta tremendamente explícito. Él mismo afirma en varias ocasiones (Lc 22, 27 por ejemplo) que ha venido a servir, y en el lavatorio de los pies antes de la Última Cena, da un signo transparente de ese servicio (Jn 13,1-15).

Tema 5El Bautismo.

En los orígenes de la Iglesia, antes del bautismo existía un tiempo de preparación llamado catecumenado. Durante ese tiempo, aquellos que aspiraban a ser bautizados en la fe de la Iglesia recibían de la Comunidad el mensaje del Evangelio y lo iban haciendo realidad en sus vidas de manera seria y coherente, lo que a veces suponía romper con estilos anteriores de vida. Una vez alcanzada la madurez de fe necesaria, y como culminación de ese proceso, tenía lugar la celebración del Bautismo y la Confirmación, es decir, la incorporación plena y definitiva a Jesucristo y a su Iglesia.

Con nosotros se obvió este proceso, recibimos el bautismo muy de pequeños, sin posibilidad de pronunciar nuestro “sí” personal al evangelio de Cristo. Así, en la mayoría de los casos el bautismo queda en cierta manera incompleto, porque quien lo recibe suele ser un bebé, y todo sacramento supone una intervención de tres partes: Dios (que nos da su gracia), la Iglesia (que nos acoge en su seno por el rito) y el propio sujeto (que acepta el don de Dios).

Bautizados en la fe, en muchas ocasiones se da por supuesta, cuando no lo está, ni mucho menos. Hay que crecer en ella, hay que irse formando en ella, hay que irla descubriendo, asimilando y practicando. La necesidad de la iniciación cristiana del bautizado ya no se puede cuestionar. Necesitamos nivelar lo que se ve por fuera (bautizado) con lo que se vive por dentro (la fe viva).

1. Objetivos.

Descubrir la riqueza y el significado del Bautismo cristiano, de manera que se suscite el deseo de la renovación de los compromisos bautismales.

Poner de manifiesto que el bautismo es un sacramento permanente, que se actualiza día a día, que está destinado a crecer y desarrollarse, sobre todo en los que lo recibieron de niños.

Motivar al joven para que viva su bautismo cristiano como hijo de Dios, criatura nueva llamado a la santidad, dejando atrás al “hombre viejo”.

2. Experiencia de vida.

Ya sabes que hasta hace apenas algunos años nadie discutía el bautismo de los niños, era algo que las familias hacían porque “siempre se había hecho así”, era una costumbre bien arraigada en la sociedad y en la misma Iglesia. Pero hoy no son pocas las personas que se preguntan: ¿hay que bautizar a los niños? ¿Por qué hacer a una persona cristiana sin contar con su libertad? ¿No sería mejor dejarlo para más tarde?

No es raro encontrar jóvenes que fueron bautizados de niños y que hoy protestan contra este bautismo porque, dicen, se les impuso sin contar con su voluntad, porque piensan que fue un atropello de su libertad y un cerrarles las puertas a otras opciones. Tal vez por ello algunos se sienten tentados de rechazar su bautismo y renuncian a su nombre de cristianos.

En este primer momento de la catequesis queremos lanzar una serie de cuestiones para que puedas reflexionarlas en el grupo, clarificando tu postura, suscitando tus preguntas, enriqueciendo tu fe:

3. Profundizamos Documento 1

Lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: el bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu Santo. De acuerdo con la revelación del Señor, la Iglesia lo llama sacramento de la regeneración. Por él, el hombre nace a una vida nueva: la vida divina.

Por el bautismo, el hombre es lavado interiormente: deja de ser esclavo del pecado original, de los pecados personales cometidos hasta entonces y de las fuerzas del mal. El bautizado es sanado en su raíz personal más profunda; nace a una vida nueva por la acción del Espíritu Santo. Dios Padre lo hace

Para la reflexión y el diálogo.

¿Estás tú de acuerdo con que te bautizaran de niño?, ¿por qué sí o por qué no?

Si en este momento no estuvieses bautizado, ¿te bautizarías? Razona tu respuesta.

El bautismo es don de Dios, rito de la Iglesia y respuesta de fe del sujeto; según esto, ¿le falto algo a tu propio bautismo?

¿Cómo crees que puedes y debes completarlo? Señala la diferencia entre un “simple bautizado”, porque hicieron con él

un rito, y un “bautizado creyente”.

suyo y pone en su corazón las primicias de su Reino que le hacen participar ya de la misma vida de Dios. Por el bautismo venimos a ser hijos de Dios (Jn 1, 12), miembros vivos de Jesucristo y templos del Espíritu Santo.

Lo que acontece en la persona en el momento del Bautismo es tan nuevo y radical que el evangelista san Juan lo compara a la realidad biológica de nacer. En el origen de este nuevo nacimiento está el poder de Dios creador, que actúa mediante la fuerza regeneradora del Espíritu (Jn 3, 1-14). Por eso, los “engendrados”, los “nacidos” por este poder creador de Dios son hijos de Dios (1 Jn 3,1). El bautizado se hace criatura nueva en el seno de la fuente bautismal.

Entregamos el Documento 1 (Nueva vida) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

4. Iluminamos con la Palabra. Documento 2

El bautismo no es un rito exclusivo de las iglesias cristianas, existe también en otras religiones y culturas. También existía en Israel en tiempos de Jesús, aunque reservado a aquellos que se incorporaban al pueblo de Dios sin ser judíos. Junto con la circuncisión, era un signo de pertenencia. De este tipo de bautismo queda en la práctica de la primera Iglesia el sentido de incorporación y pertenencia, el sentido de adhesión a Cristo Jesús.

El bautismo de Juan era diferente: marcado fuertemente por su carácter penitencial, era un signo de conversión. Y aunque los escritos del Nuevo Testamento establecen una clara distinción entre el bautismo de Juan y el cristiano, permanece en la concepción cristiana del bautismo un sentido de purificación y nueva vida (ya no se es esclavo del pecado sino que se ha nacido a la nueva

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué te dicen cada una de las cinco razones por las que el bautismo genera una vida nueva?, ¿cómo las vives en tu vida diaria?, ¿qué consecuencias prácticas tiene cada una de esas afirmaciones?

¿Qué podrías hacer para sintonizar tu vida con un bautismo así expresado?

¿Qué significa para ti que el bautismo es “sacramento de la fe”?

vida en Cristo, se vive revestido de Cristo como “hombres nuevos”, en contraposición al “hombre viejo”).

Dejemos que sean los textos, sin embargo, los que nos vayan introduciendo en la concepción cristiana del bautismo. Entregamos el Documento 2 (El bautismo cristiano) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

5. Nos comprometemos. Documento 3

La primera carta de Pedro es uno de los textos considerados de carácter bautismal que nos encontramos en el Nuevo Testamento. Algunos piensan que el cuerpo central de la carta es una catequesis bautismal o una homilía para la noche de Pascua. De hecho, se asemeja al modelo de catequesis bautismal utilizado en las comunidades de origen apostólico, con frecuentes alusiones a la tipología del Antiguo Testamento.

La carta presta especial atención a la iniciación cristiana de la que forma parte el bautismo. Recuerda a los recién bautizados que “han sido regenerados por medio de la Palabra de Dios” y los compara a los recién nacidos. Necesitan de la leche de la doctrina auténtica para crecer en la salvación (Cf. 1 P 1,23; 2,2).

El bautismo es el antitipo del diluvio. El agua bautismal es la que ahora salva por medio de Cristo. No se trata de “quitar una suciedad corporal” sino de conseguir “una buena conciencia” (Cf. 1 P 3,21).

Vamos a utilizar distintos textos de la carta para proponer lo que se ha venido a denominar “el código de santidad” cristiana. El bautismo tiene que desarrollarse y llegar a su plenitud al ser aceptado consciente y libremente por

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué te sugiere cada uno de los textos de la Sagrada Escritura que has leído?

¿Cómo se traducen en tu vida real expresiones tales como “nacer del agua y del espíritu”, “muertos al pecado”, “miembros de un solo cuerpo”, “recibir el Espíritu Santo”…?

¿Cómo has ido viviendo y desarrollando tu bautismo a la luz de la Palabra de Dios?

¿Es la comunidad parroquial, tu grupo, un lugar en el que desarrollar tu bautismo?, ¿en qué te podría ayudar?

Señala los elementos más importantes de tu bautismo a la luz de estos textos de la Escritura.

el joven. El bautismo ha de dar sus frutos y estos frutos no pueden ser sino de la santidad a la que está llamada la vida cristiana de todo bautizado.

Entregamos el Documento 3 (Código de Santidad) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

6. Celebramos.

SALMO 115

Caminar es crecer y superarse.Caminar en presencia del Señor es sentir su cercanía,dejarse guiar por sus deseos, dejarse envolver por su ternura.

Caminar hacia el país de la vida es luchar contra la muerte,defendiendo la justicia y sembrando la esperanza.

Pero ¿Dónde está, Señor, el país de la vida?¿Dónde se encuentra la montaña de la luz? ¿Dónde la tierra del amor?Porque muchas veces me repito: “¡Qué desgraciado soy!”.¡Cuántas cadenas me atan a esta vida miserable!¡Cuántas tristezas y desencantos!

Rompe, Señor, mis cadenas y líbrame de mis apegos.Dime cuál es el país de la vida y llévame Tú de la mano.Y me dejaré guiar, y cantaré tus alabanzas.

Bendito seas, Señor, que me llenas de vida.Tú eres la tierra de la dicha, el país de la libertad, el reino del amor.

Bendito seas, Señor, mi camino, mi vida y mi alegría.Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Te sientes llamado a vivir de acuerdo con ese código de santidad? ¿Cuál es la propuesta que más satisfacción te produce?, ¿cuál es la que

con más dificultad vives?, ¿por qué? ¿A qué te compromete el código de santidad del cristiano?

Nueva vida.El bautismo es un acontecimiento trascendental para la vida de una persona y

para la vida de la Iglesia entera. Significa para los creyentes el nacimiento de una vida nueva, por la gracia de Dios. ¿Qué quiere decir esto? ¿Por qué el bautismo nos da una vida nueva?

1. Porque nos hace hijos de Dios, que nos hace partícipes de su propia vida. por el bautismo esta participación se hace efectiva.

2. Porque nos incorpora a Cristo. Por el bautismo nos sumergimos en su muerte para morir a nuestro egoísmo, nuestra hipocresía, nuestro afán de poseer o dominar… nuestro pecado y participamos de su resurrección, comunicándonos su amor y su vida. el bautismo significa nuestra adhesión a Cristo y el compromiso con Él para transformar nuestra vida.

3. Porque nos comunica el don del Espíritu. Ser bautizado “en el agua y el Espíritu” quiere decir participar de la vida de Dios por la fuerza del Espíritu, que es la vida de Dios en nosotros.

4. Porque nos hace miembros de la Iglesia. Incorporarse a Cristo es pasar a ser miembro de su Cuerpo que es la Iglesia, que es la comunidad de creyentes bautizados por Cristo no sólo por una fe personal, sino también por la inserción en la comunidad de fe. Dios no sólo nos da su vida sino que nos arranca de la soledad y nos hace miembros de una familia: la Iglesia.

5. Porque nos libera del pecado. Ser bautizado supone la conversión, la renuncia a los egoísmos, a hacer el mal y la injusticia. Supone comenzar a vivir una vida nueva. Es una liberación que transforma al hombre sin anularlo.

Todo esto es la oferta que nos hace Dios en el bautismo. Pero, ¿se realiza todo esto de modo automático?, ¿es necesaria la respuesta libre del hombre?, ¿qué lugar ocupa la fe en todo esto?

El bautismo es el “sacramento de la fe”, pues sella la conversión primera, la opción radical por Cristo y su Evangelio como sentido último de la vida. ¿Dónde está esta opción en el bautismo de los niños?

Se dice que los niños se bautizan “en la fe de la Iglesia”, expresada por la comunidad concreta y especialmente por los padres, que se comprometen a educar a sus hijos en la fe. Pero es evidente que al bautismo de niños le falta la fe personal. Está pues, esperando su plenitud y realización total cuando sea asumido personalmente en la fe.

El problema fundamental es responsabilizarse de la fe de esos niños bautizados. El bautismo es el primer paso de un camino, el germen de una vida destinada a crecer.

El bautismo cristiano.

Documento 1

Documento 2

Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: “Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él”. Jesús le respondió: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios”. Dícele Nicodemo: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?” Respondió Jesús: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu”.

Jn 3, 1-6

Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Mt 28, 18-20

Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante.

Rm 6, 2-5

Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

1 Cor 12, 12-13

Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?”. Ellos contestaron: “Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo”. Él replicó: “¿Pues qué bautismo habéis recibido?”. – “El bautismo de Juan”, respondieron. Pablo añadió: “Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús”. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.

Hch 19, 1-5

Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados. Y hubo una gran alegría en aquella ciudad. En la ciudad había ya de tiempo atrás un hombre llamado Simón que practicaba la magia y tenía atónito al pueblo de Samaria y decía que él era algo grande. Y todos,

desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: “Este es la Potencia de Dios llamada la Grande”. Le prestaban atención porque les había tenido atónitos por mucho tiempo con sus artes mágicas. Pero cuando creyeron a Felipe que anunciaba la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, empezaron a bautizarse hombres y mujeres. Hasta el mismo Simón creyó y, una vez bautizado, no se apartaba de Felipe; y estaba atónito al ver las señales y grandes milagros que se realizaban. Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

Hch 8, 4-17

Código de Santidad.La carta propone a los bautizados el nuevo código de santidad:

Han de ser santos en toda su conducta, pues santo es el que los llamó:

Más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta. Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz. (1 P 1,15; 2,9)

Analizando estos textos, aparece claramente que el bautismo:

Es el signo de la fe. Sigue siempre al anuncio de Cristo muerto y resucitado. Expresa la fe como aceptación del misterio de Cristo y de su proposición de vida insertada en la vida de la comunidad cristiana.

Es denominado bautismo en el nombre del Señor Jesús. Se trata de un lavado cuyo significado es la adhesión a Cristo.

Comporta la efusión del Espíritu Santo. Es el signo sacramental de que en realidad sobre Jesús y sobre los que le aceptan se ha derramado el Espíritu prometido por los profetas.

Implica la remisión de los pecados, un nacer de lo alto, un cambio radical, una conversión sincera. La conversión a Cristo se efectúa mediante un cambio de vida que arranca de la liberación efectiva del pecado por medio del don del Espíritu Santo y se expresa de modo positivo como vida nueva.

Documento 3

Han de estar dispuestos para el servicio, como expresión del amor intenso que lleva al cariño verdadero:

Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo. Habéis purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón puro. (1 P 1,13.22)

Deben despojarse de toda maldad, doblez, envidia y maledicencia, pues han sido rescatados por la sangre de Cristo, cordero sin mancha ni defecto:

Sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo. Rechazad, por tanto, toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias. (1 P 1,19; 2,1)

Han de vivir en la esperanza hasta la plena manifestación de Jesucristo, a fin de que la calidad probada de su fe se convierta en motivo de alabanza y de gloria. Deben estar siempre dispuestos a soportar la prueba; pues también Cristo sufrió dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento. Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa; y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas. ( 1 P 1, 3-9; 2,21)

Tema 6La Penitencia.

Al sacramento de la penitencia se le ha llamado “bautismo laborioso”, “segunda tabla después del naufragio”. Hay una visión muy teológica, porque la penitencia sólo tiene sentido en el dinamismo de la vocación bautismal. Cuando uno se bautiza, pretende seguir a Jesucristo haciendo la voluntad del Padre que quiere la fraternidad entre todos los hombres; el bautismo nos hace hijos de Dios y hermanos de todos. Pero la celebración sacramental es punto de partida para una práctica diaria, y aquí viene la dificultad.

No es descubrir nada nuevo que celebrar la Reconciliación para los jóvenes de nuestros grupos es a menudo un serio problema. Lo cierto es que en las celebraciones y convivencias cada vez los jóvenes se confiesan menos. Hay muchos factores y problemas: vivencia individualista y subjetiva de la fe, falta de sentido de pecado, rechazo de la mediación eclesial..., pero a fin de cuentas el resultado es el mismo: una clara lejanía del sacramento.

Por eso proponemos este tema, porque advertimos serias lagunas en nuestros jóvenes con relación a la comprensión y vivencia de los aspectos fundamentales que subyacen a la celebración de la Reconciliación. Por tanto, no sólo trataremos estrictamente la celebración, sino otros muchos elementos que están a la base y que son necesarios para una comprensión integral del sacramento. Nos parece un buen servicio para que los jóvenes redescubran el valor de la Reconciliación en el desarrollo de su vida creyente.

1. Objetivos.

Descubrir y dar sentido a la vida desde el sacramento de la reconciliación. La experiencia de la propia culpa y del perdón –tanto dado como recibido- son fundamentales en la formación de la personalidad y en el equilibrio personal necesario para el desarrollo de un proyecto de vida coherente.

Vivir los valores del Evangelio. La reconciliación y la vida deben estar unidas: quien la celebra bien, debe vivir mejor los valores del Evangelio.

Vivir la fe en comunidad. La reconciliación no es un acto de piedad individual, la comunidad es importante para celebrar este sacramento. El pecado personal tiene una dimensión social y eclesial clara que debe verse reflejada en el sacramento.

Comprometerse en la transformación evangélica de la realidad. La reconciliación debe ayudar al compromiso en la vida cotidiana. La reconciliación es una tarea que debe impregnar toda la vida del cristiano.

2. Experiencia de vida.

El primer momento de la catequesis es un trabajo grupal. Se trata de partir de la experiencia que cada uno de los jóvenes tiene sobre la reconciliación, aunque intentando no caer sólo en los aspectos más negativos. No buscamos más que los jóvenes logren una síntesis global de la problemática que suscita este sacramento y de la necesidad para la vida creyente.

Tras unas breves palabras de introducción (te pueden servir las que hemos puesto más arriba), el catequista lanza algunas preguntas sencillas que ayuden a romper el hielo y sentar las bases del futuro diálogo y estudio de la catequesis. Estas preguntas pueden ser:

¿Por qué me confieso? ¿Por qué no? ¿Cómo me siento cuando me confieso? ¿Por qué? ¿Qué es pecado para mí? ¿Qué me frena a la hora que confesarme? ¿Qué me ayuda?

Tras unos minutos de ‘cuchicheo’ se deja este momento y se pasa a la segunda parte de la presentación de modo ágil. Es bueno cambiar de talante y pedir atención a lo que se presentará a continuación.

2.1. Crisis del Sacramento. Documento 1

Se reparte el Documento 1 (Crisis del sacramento). El documento es una sencilla introducción que plantea justamente lo que se indica en su título. Antes de comenzar a leer el documento, amigo catequista, has de motivar el silencio y la seriedad. Así mismo, es bueno que insistas en que los jóvenes dejen de lado todas las ideas y prejuicios que tienen sobre el sacramento, para así poder descubrir todo lo nuevo que se nos va a ofrecer.

Se dejan unos momentos de silencio (puede haber música de fondo) en los que cada uno lee el documento y responde a las preguntas que se han propuesto anteriormente. Este trabajo se realiza personalmente y en silencio.

2.2. ¿Para qué confesarse? Documento 2

Parece que la crisis que viene padeciendo el sacramento de a Reconciliación en los últimos años en innegable. Los cristianos cada vez nos confesamos menos, y si hablamos de los jóvenes, el panorama se hace completamente desolador. Por lo tanto, nuestro título no es retórico, sino que se trata más bien de una pregunta que cada vez se hacen más cristianos, muy especialmente los jóvenes.

Vamos a tratar de analizar cuáles son las principales dificultades que dan lugar a esta pregunta y, en la medida de nuestras posibilidades, intentaremos esbozar algunas respuestas, que no pretenden, ni mucho menos, ser una solución definitiva al problema, pero que sí nos pueden servir de cierta ayuda. Para facilitar la reflexión trataremos los problemas de manera aislada. Ni que decir tiene que en la práctica suelen aparecer, si no todos, sí varios al mismo tiempo.

Entregamos el Documento 2 (Por qué confesarse) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

En tu diálogo con los jóvenes y para que les puedas ayudar a comprender cada una de las posibles causas de la desafección respecto al sacramento de la Reconciliación, te serán muy útiles las siguientes explicaciones sobre cada una de las siete causas:

1. La crisis de fe en Dios.

Sin duda se trata de la dificultad fundamental y de más difícil solución. Parece que vivimos en un cristianismo cada vez más cultural y menos basado en una auténtica experiencia personal de fe que nos salva. Así las cosas, ¿de qué? y, sobre todo, ¿ante quién tenemos que arrepentirnos? Esta situación deriva en una fe complaciente, que la persona “practica” siempre que no suponga un excesivo esfuerzo o compromiso por su parte. En este aspecto, por sus propias características, el Sacramento de la Reconciliación juega con desventaja.

La solución a esta situación cae por su propio peso. Habría que garantizar la experiencia personal y auténtica de la fe, antes de ponernos en la tesitura (o casi en la obligación) de celebrar el sacramento. De lo contrario, lo único que conseguiremos será “vacunar”, posiblemente de manera irremediable, a nuestros destinatarios contra este tipo de prácticas.

2. La pérdida del sentido simbólico.

Nuestra cultura occidental ha desarrollado de manera predominante el aspecto racional, pragmático, utilitarista de la vida. No debemos olvidar que nuestros sacramentos proceden de un tiempo en el que los signos o lo simbólico adquirían un papel fundamental a la hora de celebrar realidades no perceptibles a simple vista. Sin embargo, en la actualidad simplemente se valora lo que se ve o sirve para algo. En consecuencia, ¿qué importancia pretendemos que se dé no sólo a éste, sino a todo un conjunto de sacramentos en los que el signo es un elemento fundamental? Por no mencionar que la mayoría de nuestros signos son incomprensibles para la mayoría o simplemente pasan desapercibidos.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Me identifico con alguna de estas dificultades que se han presentado? ¿Qué pueda hacer para superar dichas dificultades? Proponer medios

concretos dentro de nuestro grupo y a nivel personal. ¿Cómo vivo eso de confesarme con un cura? ¿Entiendo realmente su

sentido? ¿Qué puedo hacer para vivir ese momento mejor?

Por tanto, habría que hacer una labor de catequesis y de formación en el sentido profundo de los símbolos que forman parte de cada uno de nuestros sacramentos, especialmente de la reconciliación. Por otro lado habría que educar a nuestros jóvenes para que tuvieran una mirada profunda, y no se quedasen meramente en lo externo o anecdótico.

3. Pérdida de la conciencia de pecado.

Es incuestionable que en nuestra sociedad se da un mayor reconocimiento y valor a la persona individual. Este individualismo provoca una reducción de la vivencia de la fe a aspectos meramente personales y "autogestionados", lo que provoca una visón claramente empobrecedora y reduccionista de una religión que, no lo olvidemos, es esencialmente comunitaria. Todo esto dificulta claramente para percibir la trascendencia de nuestro pecado en la comunidad y mucho más para aceptar la intercesión de ésta para su perdón.

Habría, en consecuencia que volver a potenciar el sentido comunitario. Hacer que nuestros jóvenes se sintieran parte de una auténtica comunidad. La comunidad te perdona (dado que el pecado no es únicamente una infidelidad hacia Dios, sino que hiere también a la comunidad eclesial, es necesario buscar la reconciliación a través de un ministro de la Iglesia. Y, de hecho, el sacerdote no sólo actúa en nombre de Cristo, sino también en nombre de la Iglesia.) y, al mismo tiempo, te ayuda a superar el pecado, orientándote, apoyándote e intercediendo por ti ante Dios.

4. La separación de la vida real.

La dificultad para conectar la vida cotidiana con los ritos de nuestra religión es otra de las dificultades más importantes. Y es que en ocasiones lo que celebramos tiene bastante poco que ver con lo que vivimos. Esto hace que en la práctica dichas celebraciones acaben careciendo de sentido y, en consecuencia, se prescinda de ellas con la mayor de las facilidades. Las razones de esta situación son múltiples, pero al menos hay una que me parece incuestionable: llevar a la vida diaria lo que celebramos conlleva una serie de compromisos que muchos no están dispuestos a asumir. Esto afecta particularmente al sacramento de la Reconciliación. Hay que estar dispuesto a cambiar, a convertirse, a dar a Dios un lugar importante en nuestra vida y (lo que constituye el problema fundamental) hay que hacerlo delante de otro que es testigo de nuestra conversión y nos perdona de parte de Dios.

La solución a esto es únicamente personal y está muy relacionada con el primero de los problemas que hemos tratado. Hemos de perder el miedo. Tenemos que ser capaces de sobreponernos una y otra vez a las dificultades y de comprometernos delante de Dios y la Iglesia a ser mejores y empeñarnos en la tarea de crecer cada día. No se puede vivir la fe si no es en un proceso liberador y purificador. No podemos quedarnos con los brazos cruzados esperando un mañana que nunca llegará.

5. La pérdida del carácter celebrativo.

Esta circunstancia ha hecho del sacramento de la reconciliación un acto triste y lúgubre en el que más que celebrar algo parece que se va a juzgar a condenar a alguien. La presencia de los tétricos (y ya casi inútiles) confesionarios en nuestras iglesias es el ejemplo más elocuente de esto que tratamos de expresar.

Muchos piensan que “podrían arreglar sus cosas” a solas con Dios, sin necesidad de recurrir al sacramento de la penitencia. Eso es olvidar una profunda exigencia antropológica: que en la vida de los hombres las cosas importantes, los acontecimientos decisivos, reciben la consagración de un rito; se celebran y se convierten en fiesta. La conversión y la reconciliación no son una excepción; también ellas deben celebrarse.

En consecuencia habría que reeducar en el sentido festivo y celebrativo del sacramento. Celebrarlo, valga la redundancia dentro de celebraciones que remarcaran el carácter festivo y, de paso, contribuyeran a hacer explícito el comunitario.

6. La incomprensión del rito: ¿por qué así?

Por último, parece que una de las principales dificultades que se aducen para no celebrar la reconciliación es la incomprensión de la liturgia concreta en la que la iglesia lo enmarca. Sin duda, el origen de esta dificultad está relacionado con los problemas que ya hemos planteado, pero también lo está con el desconocimiento del proceso histórico que ha dado lugar al rito tal y como hoy lo conocemos.

Así habría que recordar ya en el evangelio de Juan (Jn 20, 20), aparece e propio Jesús otorgando a los suyos el poder de perdonar los pecados con la ayuda del Espíritu santo, para que así puedan continuar su obra sirviéndose unos a otros, trabajando para construir el Reino de Dios, y también, perdonándose los pecados. Desde los inicios la Iglesia ha tenido conciencia de la enorme importancia de lo que estamos hablando y ha buscado la mejor manera de llevarlo a la práctica.

7. La dificultad de la confesión individual.

Es un hecho la gran dificultad que hoy experimentan muchos fieles para confesarse. Más aún, tal vez sea esta la razón por la cual algunos abandonan la celebración del sacramento. ¿Por qué confesar los pecados a un hombre como yo? ¿No basta acaso que me confiese pecador ante Dios o ante la comunidad en general? Aun reconociendo la espontánea aversión y lo dificultoso de la confesión oral, hemos de saber descubrir también en este acto las grandes ventajas que encierra:

Por la confesión manifestamos externamente la sinceridad de nuestra conversión, empleando el modo de expresión más normal de los hombres: la palabra.

La confesión manifiesta de un modo más claro el carácter personal de proceso penitencial. Todos pueden ayudarme a convertirme, pero nadie puede convertirse por mí.

Por la confesión, la Iglesia quiere garantizar al máximo este carácter personal de la conversión; quiere dirigirme a mi, personalmente, una palabra de consuelo; quiere acogerme en su comunión, significando la personal acogida de Dios.

Para que todo esto pueda darse, es preciso que el pecador manifieste y asuma la responsabilidad de su propio pecado. Cuando alguien ha pecado gravemente contra Dios y la Iglesia, no basta con que se reconozca pecador, es preciso que se reconozca “este” pecador concreto, para que, como tal, pueda ser reconciliado.

La confesión tiene también un valor psicológico en cuanto responde a la necesidad que el hombre siente de decir lo que es, para liberarse de lo que no debe ser.

3. Profundizamos.

El sentido del pecado es algo presente en casi todas las religiones. Siempre se refiere a una acción libre que aleja al hombre del camino del bien objetivo. Aunque no se manifieste de manera explícita es siempre un rechazo y alejamiento de Dios, de su ley y voluntad. Ha habido tiempos en la vida de la Iglesia en los que ha tendido a ver pecados por todas partes.

Hoy, en cambio, parece que para muchos cristianos hubiera desaparecido el pecado de la enseñanza de la Iglesia y de la propia vida personal. No obstante, el hombre sigue sintiéndose abrumado por el pecado de un tipo o de otro, lo que nos lleva a pensar que lo que ha cambiado realmente es la sensibilidad ante el pecado, el acento que se pone en uno u otro pecado. Junto a este cambio de sensibilidad, ha habido también un cambio en los criterios de valoración: antes se miraba más a los actos, hoy se mira más a las actitudes.

Entregamos el Documento 3 (Qué es el pecado) y lo trabajamos usando el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo:

¿Estamos de acuerdo con el concepto de pecado que se nos presenta? ¿en qué sí y en qué no?

¿Cómo nos situamos ante la realidad del pecado? ¿Creemos que existe? ¿Nos afecta del algún modo?

¿Nos sentimos ‘pecadores’ y necesitados de reconciliación? Pon ejemplos cotidianos...

Sería bueno que cada uno pudiera formular su propio concepto de pecado para aplicarlo a su vida cotidiana.

Para saber qué es realmente el pecado necesitamos manejar una serie de conceptos y tener unos sencillos conocimientos. Las líneas que a continuación te transcribimos pretenden ayudarte a la hora de aclarar ideas con los jóvenes para poder presentarles mejor el contenido de la catequesis.

La opción fundamental: La vida del hombre se comprende como un todo, no como una sucesión de actos aislados. Es una totalidad. Esta vida total del hombre está sostenida por un proyecto existencial, una opción fundamental por un ideal que constituye el móvil de nuestro comportamiento. Esta opción fundamental nos lleva a adoptar unas actitudes determinadas ante las situaciones. Nos lleva a obrar según valores o criterios que para nosotros son fundamentales.

La libertad: El pecado supone la libertad del hombre. Aunque es absurdo pensar que somos plenamente libres, ya que no podemos evitar estar influenciados y movidos a determinadas acciones y actitudes por la familia, el ambiente, la sociedad,... no podemos declararnos simplemente "víctimas" de unos condicionamientos. También somos conscientes de que contribuimos o aceptamos libremente el mal. Somos responsables.

El pecado del cristiano es una realidad que implica diversos aspectos. El pecado tiene pues tres dimensiones fundamentales:

1. Dimensión religiosa: rechazo de Dios La referencia que cualquier pecado del hombre tiene contra Dios sólo es comprensible desde la fe. Pero normalmente el pecador no tiene una voluntad expresa de separarse o rechazar a Dios. No pensamos en el rechazo de Dios, nos limitamos a prescindir de Él, lo ignoramos. El cristiano está llamado a mantener fielmente el "SI" que un día dio por el bautismo. Cuando pecamos vamos contra la voluntad de Dios.

2. Dimensión social-eclesial: rechazo de los demás El amor a Dios y el amor a los hermanos es algo inseparable. Todo pecado contra Dios es también un pecado contra los hombres que creen en Dios. Todo pecado contra el hombre es un pecado contra Dios que ama al hombre. Cuando decimos que nuestro pecado afecta a los demás nos estamos refiriendo a dos planos diferentes:

a) Plano social: mi actitud negativa influye en las relaciones con los demás. Con mi actitud de pecado colaboro a crear una situación de pecado.

b) Plano eclesial: El cristiano vive en comunidad con los demás creyentes.

Como miembro de esta comunidad tiene el deber de colaborar a su construcción en el mundo. Pecando el cristiano no da testimonio de su fe, no ayuda a los demás, "se convierte en un hijo que marcha lejos de la casa paterna".

3. Dimensión personal: rechazo de sí mismo. El pecado es la negativa que uno da a su propio proyecto de vida en Cristo. Es una falsa realización de sí mismo. Esta dimensión personal también contempla la decisión libre y consciente.

Hemos visto en qué consiste el pecado y cuales son sus dimensiones. Pero, ¿acaso tienen todos los pecados la misma gravedad? ¿No cabe una diversa intensidad de compromiso en el pecado del hombre? ¿No ha distinguido siempre la Iglesia un más y un menos en el pecado?

Desde siempre hemos conocido la distinción entre pecados veniales y pecados mortales. Sin embargo, muchos teólogos moralistas y pastores piensan hoy que es necesario revisar y completar esta distinción. No se trata de negar la distinción anterior, sino de profundizarla, a la luz de lo que la Teología y la Psicología entienden hoy como posibilidad de consentimiento perfecto y de advertencia plena. Por eso proponen una división triple, que quiere expresar mejor los distintos niveles o profundidad de compromiso de la persona humana.

Aunque la terminología que se emplea no es uniforme y la clara delimitación de fronteras es muy difícil, podemos hacer la siguiente distinción:

1. El pecado mortal: El pecado mortal es una opción libre y conscientemente hecha, que implica una ruptura radical y total con Dios y con los demás. Es un rechazo de Dios y del amor como principio máximo de nuestra vida. EI pecado mortal supone, por tanto:

- Un fallo en lo fundamental de la existencia cristiana.- Implica una opción fundamental del hombre en relación con Dios.

Aunque puede manifestarse en actos singulares y aislados, de ordinario se expresa en situaciones, en actitudes, o en un conjunto de actos. El pecado mortal es, pues, algo muy serio, que difícilmente sucede todos los días. El hombre no cambia de orientación en su vida por cualquier cosa. Cuando este pecado se da el cristiano ha de emprender un serio proceso de retorno a la comunión con Dios y con la Iglesia. Y esta le pide que manifieste su situación en la confesión.

2. El pecado de debilidad o de fragilidad: Es aquel pecado que. aún versando sobre una materia grave en si misma, no se realiza, por diversas circunstancias, con advertencia plena y consentimiento perfecto. Es más bien, fruto de la debilidad y fragilidad humanas. Y no supone un rechazo de Dios y de los demás como principio máximo de nuestra vida, ni un cambio de nuestra opción funda mental.

Esta situación de pecado se manifiesta, por ejemplo, en la inmediata reacción de la persona para repararlo, en los medios que pone para evitarlo posteriormente, en la tónica normal de su vida orientada en contra de esta situación, en el esfuerzo constante por superarla... Aunque estos pecados no nos priven de la gracia, son una seria inconsciencia contra la fe y el amor que profesamos. Aunque no cambien nuestra opción fundamental, pueden lesionarla seriamente. Aunque no nos separan de la comunión eucarística, si pueden comprometerla. Por eso exigen un pronto rechazo y una conversión sincera.

3. El pecado venial: Son las faltas o debilidades cotidianas, que disminuyen en nosotros la caridad, pero no rompen nuestras relaciones con Dios y con la Iglesia, ni las lesionan siquiera notablemente. Demuestran la imperfección y debilidad de nuestro amor a Dios y a los hermanos, contra las que hemos de luchar cada día. Esto s pecados no nos apartan de la comunión eucarística, y si vivimos en una actitud permanente de conversión, se nos perdonan por las diversas formas de penitencia cotidiana.

4. Iluminamos con la Palabra. Documento 4

El hecho de que a lo largo de estos 20 siglos de experiencia de Cristo resucitado tanto en el bautismo como en la penitencia hayan ocurrido tantas variantes y, en ocasiones, dificultades, no es ningún signo negativo. Ello significa que, al menos en parte, los que piden ambos sacramentos y los que los administran han sido numerosos y en muy diversas situaciones humanas.

La verdad es que atender a una persona sana cuesta poco. Pero atender y acoger adecuadamente a una persona que se encuentra “enferma de vida y de amor”, requiere condiciones muy especiales por parte de ambos.

Por parte de Dios, la misericordia sigue siendo incondicional y gratuita. Es por nuestra parte donde surgen los problemas y debemos saber mediar para que cada ser humano, proveniente de muy distinta “familiaridad” en la fe cristiana, se sienta re-vivido, salvado, feliz.

Dios Padre nunca se ha cansado de “mirar” a sus hijos, sean santos o sean pecadores; su mirada de bondad es inacabable; su sentido de acogida y abrazo sólo se entienden desde el amor; no hay lugar a ninguna otra actitud o duda, que a veces nos asalta. En expresión de san Agustín, los pecadores sólo pueden ser mirados en el amor de Dios Padre, pues Él nunca nos ha alejado ni abandonado.

El misterio del amor de Dios Padre escapa a todas nuestras reflexiones. Dios es amor, no para amarse Él, sino para amarnos sin límites. ¿Por qué los cristianos no meditamos más veces en el amor de Dios Padre para ser su sacramento entre nuestros hermanos?

Esta parte de la catequesis se articula en torno a la conocida parábola del “Hijo pródigo”, recogida en el evangelio de Lucas (Lc 15, 11-32). Es conveniente leerla en grupo antes de repartirles el documento de trabajo. Una

lectura pausada que permita a los jóvenes adentrarse en cada uno de los detalles del texto. A continuación entregamos el Documento 4 (El Buen Padre) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

5. Nos comprometemos.

No vale decir que sois unos chicos y chicas normales y corrientes que ni cometéis crímenes ni robáis bancos, y que, por tanto, no os hace falta el reconciliaros con Dios. A poco autocríticos que seáis, os bastará echar una mirada a vuestra vida para daros cuenta de vuestros fallos, unas veces menos graves y otras más, como nos ocurre a todos.

El reconocer nuestras faltas, nuestro pecado, y pedir ayuda a Dios para corregirlo, no es recrearse en sentimientos de culpabilidad ni ser un masoquista total, sino, simplemente, querer ser mejor con los demás y con nosotros mismos, con nuestra dignidad de bautizados.

La necesidad del sacramento de la Penitencia resulta evidente, dada nuestra fragilidad. Jesús nos conquistó el perdón y ha delegado en su Iglesia la potestad de perdonarnos todo. Únicamente nos dice, como a algunos personajes evangélicos: “Anda, levántate y no caigas más”.

Entregamos el Documento 5 (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

Pecado, angustia, conversión, encuentro y misericordia son las cinco etapas de la parábola. Coméntalas haciendo relación a tu vida.

¿En qué momentos has sido “hijo pródigo” y en qué momentos has sido “hermano mayor”?

Pero lo desconcertante es la actitud del Padre, ¿te sientes perdonado, acogido, esperado, deseado… por el Padre?, ¿su comportamiento de misericordia provoca la misma actitud en ti a la hora de relacionarte con los demás?

6. Celebramos.

LOS PERFUMES, AROMAS DE CARIDAD.

Monición de entrada.

Nunca es de nuestro agrado estar junto a algo que huele mal. Normalmente solemos expresar nuestro desagrado y optamos por desplazarnos a un sitio más agradable. Como ya sabemos qué es lo que huele mal y dónde suele darse tal circunstancia, nos organizamos de modo que andamos en ámbitos de buen olor y nos situamos con comodidad.

Pero hoy nos preguntaremos: ¿qué es lo que pero huele en la persona?, ¿es alguna realidad exterior a la persona o más bien su interior?

En medio del aroma que nos desprende el incienso, vamos a meditar cómo nuestro pecado es lo que pero huele en medio de la humanidad.

Canto.

Lectura: 2 Cor 2, 14-17.

¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento! Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto? Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.

Reflexión.

Para la reflexión y el diálogo.

“Es para vosotros, los jóvenes, sobre todo para vosotros, que acaba de alumbrar en su Concilio una luz, una luz que alumbrará el porvenir, vuestro porvenir”. ¿Eres tú, es tu grupo de fe, una luz en medio de los jóvenes?, ¿transmites esperanza, ganas de vivir?

“Que vuestras almas se puedan sumergir libremente en las bienhechoras claridades de la fe”. ¿Tu preparación a la confirmación o tu opción por Cristo se siente, se nota, en tu vida, en tu oración, en tus deseos de crecer en el conocimiento de Cristo?

“Os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías”. ¿Hacia dónde orientas todas tus fuerzas?, ¿qué lugar ocupan en tu vida los gritos de los hombres?

Resulta maravilloso contemplar y saborear los diversos perfumes que desprende la naturaleza en sus ciclos más importantes: la primavera es el perfume de la vida, el verano es el perfume del color y del sabor, el otoño regala el perfume generoso de la semilla y del fruto. Y así, año tras año, toda la naturaleza se reviste de perfume de vida; pero no para sí misma, sino para nosotros, para animarnos a ser el fruto más oloroso de la vida.

Todo lo podrido huele mal, todo lo que ha muerto huele mal. En las personas, lo que pero huele es el pecado, porque indica que hemos matado lo que el Creador había destinado para vivir siempre y con Él; porque indica que la flor que une el corazón de las personas ha sido cortado por egoísmo, soberbia, injusticia, soledad, violencia…

Si analizamos cómo vivimos nuestra unión con Dios Padre y con nuestros hermanos, es posible que el hecho del pecado nos denuncia por falta de amor (falta de aroma) y por exceso de mal (falta de vida). El pecado es una ruptura, y esta ruptura crea un olor desagradable en nuestras relaciones. Por eso el pecado nos hace distanciarnos, separarnos, encerrarnos en la soledad.

El pecado es una seria carencia de realidades fundamentales en nuestro vivir. Y si somos conscientes de esas carencias, necesitamos situarnos de nuevo cerca del buen olor que nos regala el Señor con la verdad, la humildad, el amor, la solidaridad…

Cristo Jesús es el perfume de la vida y la resurrección. Y todos los que buscamos vivir desde él sabemos cuál es el aroma de la santidad, de la fraternidad. Cristo Jesús se comprometió en curar el corazón con su muerte en la cruz y así nos ha “salvado”. Comprometámonos con él a sanar y sanear nuestro corazón, el de nuestras familias, el de nuestra parroquia, el de nuestro grupo, el del mundo entero.

Peticiones de perdón. Documento 6

Gesto. De un bote de perfume, nos ponemos en manos, cabeza, corazón… unas pocas gotas, simbolizando así el compromiso para ser buena aroma de Cristo en el mundo. Si la celebración es numerosa y el ambiente oportuno, estaría bien que los catequistas, al repartir gotas de buen perfume, animaran al resto de los jóvenes a ser el buen perfume de Cristo Jesús en la sociedad.

Padrenuestro.

La crisis del sacramento.Anselmo, aquel viejo guerrillero de la contienda civil española que aparece en

la novela Por quién doblan las campanas, lloraba cada vez que tenía que matar a alguien. “Si después de esto sigo viviendo –decía- trataré de actuar de tal manera, sin hacer daño a nadie, que se me pueda perdonar”. Y Robert Jordan, el norteamericano que peleaba a su lado, le preguntaba: “¿Por quién?”. “No lo sé -confiesa Anselmo. Desde que no tenemos Dios, ni su Hijo ni Espíritu Santo, ¿quién es el que perdona? No lo sé”.

Documento 1

Y, sin embargo, no cabe duda de que, entre “los que tenemos Dios”, el sacramento de la Penitencia no se cotiza demasiado. Cada vez se confiesa menos gente, sin que por ello disminuya el número de las comuniones (más bien al contrario). Además, tanto los fieles que se acercan a confesar como los sacerdotes que se dedican a ese ministerio experimentan cierta insatisfacción por la forma en que transcurre todo.

Al ponerse a reflexionar sobre lo que hicieron en el confesionario muchos descubrieron que lo que allí habían confesado como pecado tenía con frecuencia muy poco que ver con lo que realmente acontecía en su vida. Se llamaba “pecado” a lo que a uno no le atañía íntimamente para nada, ni le dolía ni le quitaba el sueño; pero lo confesaba a pesar de todo “por si acaso”, “por miedo” y “para más seguridad”. En cambio, lo verdaderamente importante parecía no serlo.

Pues bien, confío en que el sacramento del perdón de los pecados, correctamente entendido y despojado de las adherencias innecesarias, aparezca como respuesta a esa profunda necesidad de ser perdonado que experimenta todo hombre que -como Anselmo, el viejo guerrillero- se siente culpable. Digo “despojado de adherencias innecesarias” porque no pocos aspectos que a nosotros nos resultan tan familiares como para caracterizar el sacramento de la Penitencia, son en realidad accesorios y muy bien podrían ser de otra forma. No pensemos por ejemplo, que ya San José construyó en su taller de carpintero el primer confesionario: semejante mueble no apareció hasta el siglo XVI, después del Concilio de Trento. Tampoco existió durante siglos la confesión por devoción. Muchísimos santos (San Agustín, San Jerónimo, San Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo, etc.) no se confesaron ni una sola vez en su vida. Incluso hasta después del año 700 estuvo prohibido recibir más de una vez la absolución sacramental.

Por qué confesarse

El sacramento está en crisis, y grave. Hablar de crisis no tiene por qué significar necesariamente algo negativo. La crisis es, al mismo tiempo, “prueba” de una situación o realidad y “llamada” a su purificación y crecimiento. Pero mientras descubrimos el sentido de la crisis, no está de más plantearse sus orígenes y tratar de explicar sus causas:

La crisis de fe en Dios: “Yo no creo”. La pérdida del sentido simbólico: “Yo no entiendo”. Una acentuación subjetiva e intimista de la fe y, en consecuencia, la pérdida de

la conciencia del pecado: “Yo no tengo pecados”. La separación de la vida real; “vida y fe van por cada una por su lado”.

Documento 2

La pérdida del carácter celebrativo. La incomprensión del rito: “¿por qué así?”. La dificultad de la confesión individual: “¡Qué vergüenza!”.

¿Por qué confesar los pecados a un hombre como yo? ¿No basta acaso que me confiese pecador ante Dios o ante la comunidad en general? Aun reconociendo la espontánea aversión y lo dificultoso de la confesión oral, hemos de saber descubrir también en este acto las grandes ventajas que encierra:

Por la confesión manifestamos externamente la sinceridad de nuestra conversión, empleando el modo de expresión más normal de los hombres: la palabra.

La confesión manifiesta de un modo más claro el carácter personal de proceso penitencial. Todos pueden ayudarme a convertirme, pero nadie puede convertirse por mí.

Por la confesión, la Iglesia quiere garantizar al máximo este carácter personal de la conversión; quiere dirigirme a mi, personalmente, una palabra de consuelo; quiere acogerme en su comunión, significando la personal acogida de Dios.

Para que todo esto pueda darse, es preciso que el pecador manifieste y asuma la responsabilidad de su propio pecado. Cuando alguien ha pecado gravemente contra Dios y la Iglesia, no basta con que se reconozca pecador, es preciso que se reconozca ‘este’ pecador concreto, para que, como tal, pueda ser reconciliado.

La confesión tiene también un valor psicológico en cuanto responde a la necesidad que el hombre siente de decir lo que es, para liberarse de lo que no debe ser.

Estas razones, aunque no resuelvan la dificultad de la confesión oral, pueden ayudarnos a comprenderla. Sobre todo si tenemos en cuenta que la confesión que la Iglesia quiere no es la repetición mecánica y detallada de los pecados, sino la manifestación de aquello que nos constituye fundamentalmente como pecadores.

Qué es el pecado

El sentido del pecado es algo presente en casi todas las religiones. Siempre se refiere a una acción libre que aleja al hombre del camino del bien objetivo. Aunque no se manifieste de manera explícita es siempre un rechazo y alejamiento de Dios, de su ley y voluntad. Ha habido tiempos en la vida de la Iglesia en los que ha tendido a ver pecados por todas partes.

Hoy, en cambio, parece que para muchos cristianos hubiera desaparecido el pecado de la enseñanza de la Iglesia y de la propia vida personal. No obstante, el hombre sigue sintiéndose abrumado por el pecado de un tipo o de otro, lo que nos lleva a pensar que lo que ha cambiado realmente es la sensibilidad ante el pecado, el acento que se pone en uno u otro pecado. Junto a este cambio de sensibilidad, ha habido también un cambio en los criterios de valoración: antes se miraba más a los actos, hoy se mira más a las actitudes.

Necesitamos tener en cuenta dos aspectos fundamentales para saber qué es realmente el pecado:1. La opción fundamental.

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2. La libertad.

El pecado del cristiano es una realidad que implica diversos aspectos. El pecado tiene pues tres dimensiones fundamentales:

1. Dimensión religiosa: rechazo de Dios 2. Dimensión social-eclesial: rechazo de los demás.

a. Plano social: mi actitud negativa influye en las relaciones con los demás.b. Plano eclesial: El cristiano vive en comunidad con los demás creyentes.

3. Dimensión personal: rechazo de sí mismo

Hemos visto en qué consiste el pecado y cuales son sus dimensiones. Pero, ¿acaso tienen todos los pecados la misma gravedad? ¿No cabe una diversa intensidad de compromiso en el pecado del hombre? ¿No ha distinguido siempre la Iglesia un más y un menos en el pecado?

1. El pecado mortal: El pecado mortal es una opción libre y conscientemente hecha, que implica una ruptura radical y total con Dios y con los demás. 2. El pecado de debilidad o de fragilidad: Es aquel pecado que. aún versando sobre una materia grave en si misma, no se realiza, por diversas circunstancias, con advertencia plena y consentimiento perfecto. Es más bien, fruto de la debilidad y fragilidad humanas. 3. El pecado venial: Son las faltas o debilidades cotidianas, que disminuyen en nosotros la caridad, pero no rompen nuestras relaciones con Dios y con la Iglesia, ni las lesionan siquiera notablemente.

El buen Padre.

Esta parábola resume los diversos temas y mensajes de las anteriores parábolas de conversión y perdón que hemos visto anteriormente. Es una radiografía de todo el proceso de la conversión.   PRIMER TIEMPO: PECADO

1.  “Un hombre tenia dos hijos”: Paternidad divina y fraternidad humana. El mundo de la gracia esta construido sobre un esquema de familia: consiste en la paternidad de Dios y en la fraternidad de todos los hombres redimidos por Cristo. 2.   “El menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”: Ruptura con el padre y con los hermanos. Dentro del cuadro de familia cimentado sobre la gracia, el pecado supone una ruptura con el Padre y con los hermanos. 3.  “Y el padre les repartió sus bienes”. Respeto a la libertad. La conducta transigente del padre expresa de algún modo la lógica de libertad con que gobierna Dios a los hombres; no quiere esclavos sino hijos. 4.  “Se fue a un país lejano”. El pecado es alejamiento de Dios. El pecado se completa a través de un doble movimiento: dar las espaldas a Dios y volverse a

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las criaturas, entregándose al disfrute desordenado de las cosas de Dios en contra de Dios mismo. 5.  “Malgastó todos sus bienes”. El pecado es la ruina de todos los valores. El pecado reporta como triste consecuencia la quiebra y la perdida de los valores espirituales y humanos. El hombre retrocede a actitudes de animalidad.   SEGUNDO TIEMPO: ANGUSTIA   1.  “Comenzó a sufrir privaciones”: Experiencia de carencia y angustia producida por el pecado. El pecado provoca estados negativos de vacío y penuria que pueden causar reacciones saludables hacia la reconquista de los valores perdidos. 2.  “Entonces fue y se puso al servicio de uno de los habitantes”: Evasión y búsqueda de alternativas de Dios (alienaciones). El primer efecto del estado de angustia producido por el pecado puede ser embarcarse hacia nuevas lejanías y buscar sucedáneos del bien infinito que se ha perdido. 3.  “Lo envió a su campo para cuidar los cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas”. Esclavitud y abyección. El pecado termina en la esclavitud. “El que peca se hace esclavo del pecado” (Jn 8,34).4.  “Pero nadie se las daba”: El pecado aísla, vacío y soledad. Por mucho que se engañe con sus evasiones, no puede el hombre recibir de los sucedáneos de Dios lo que solo Dios puede darle. El alejamiento de Dios conduce a la nada y al hambre total. 5.  “Entonces volvió en sí”: De la angustia a la reflexión. A través de las experiencias negativas derivadas del pecado, el Padre ha ido preparando el retorno del hijo rebelde.  

TERCER TIEMPO: CONVERSIÓN   1.   “Yo estoy aquí muriéndome de hambre”. Ansia de Dios, comienzo de conversión. En el reconocimiento de la propia miseria hay una ansia oculta de Dios que puede llevar a la conversión. Esta no es aun perfecta. Es solo una disposición, que se llama atrición. El pecador está todavía metido en sí mismo. Pero al menos ha comenzado el proceso de conversión. 2.  “Me levantaré e iré a mi padre”: Hacia una mejor conversión. El proceso de conversión sigue su curso. Ya no solo se contempla la propia miseria, se produce el descubrimiento de Aquel que puede remediarla. 3.   “Le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti”: Es la conversión completa. El pecador rompe definitivamente el cerco del Yo y se abre a la otra persona: el Tú de Dios. Ya no mira cuanto de deshonroso y negativo ha producido el pecado dentro de él mismo, sino la ofensa hecha a Dios y la ruptura de una relación de amor con El. 4.  “No merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”: La satisfacción por el pecado. Cuando la conversión es verdadera, busca dar una satisfacción por el pecado cometido. No se quiere ya salvar los privilegios del hijo, sino reparar el daño producido. 5.  “Entonces partió y volvió a la casa de su padre”: Pone en ejecución su conversión. Todo se había desarrollado hasta ahora en el plano de la intención. Ahora se pone en obra la decisión tomada.

  CUARTO TIEMPO: ENCUENTRO   1.  “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente”. Dios nos amó primero. El corazón de Dios, que es siempre el primero en amar, no cambia frente al pecado del hombre, y permanece siempre abierto a la misericordia. 2.  “Y corriendo a su encuentro lo abrazó y lo besó”: El encuentro de Dios y el pecador. La conversión es un reencuentro vivo con una persona viva, es un gesto amoroso de Dios que busca al pecador, lo “abrasa y le da el beso de salvación” 3.   “El joven le dijo: padre, pequé”: la confesión del pecado. La conversión verdadera necesita el reconocimiento del pecado, la manifestación del mismo y el rechazo del pecado. El sacramento de la penitencia es el término de la conversión, y responde a la lógica y a la psicología de la conversión. 4.   “El padre dijo a sus servidores”: Podemos ver aquí la mediación de la Iglesia y en ella la de sus ministros, para que en una acogida fraterna, hagan sensible y tangible el perdón concedido. 5.  “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo”: La vestidura de la gracia. La alusión a la ropa puede representarnos la transformación obrada por la gracia de Dios en la conversión del pecador.   QUINTO TIEMPO: MISERICORDIA   1.   “El hermano mayor…se enojó y no quiso entrar”: Incapacidad humana para perdonar. Los hombres no disponemos de tanta capacidad para perdonar como Dios. El orgullo y el egoísmo nos cierran el corazón. 2.  “Su padre salió a rogarle”: Infinita capacidad de Dios para personar. Dios nos invita a superar nuestras actitudes egoístas y a asumir una conducta generosa para con aquellos que prevaricaron. 3.  “El le contestó: hace tantos años que te sirvo”: El fariseísmo de los justos. El egoísmo se asocia al orgullo y al recuento de los propios méritos. Jesús responde también a esto con la parábola del fariseo y el publicano. 4.  “Nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta”: Exigencias a Dios. Egoísmo y orgullo hacen “planteamientos” a Dios. Jesús responde también a esto, con otra parábola, la de los obreros en la viña. 5.  “Es justo que haya alegría y fiesta, porque tu hermano estaba muerto y ha resucitado”. Participar en la alegría de Dios. “Habrá mas alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve que no necesitan convertirse” (Lc 15,7).

Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes

Finalmente es a vosotros, jóvenes del mundo entero, a quienes el Concilio va a dirigir su último mensaje. Porque sois vosotros los que tenéis que recibir la antorcha de las manos de vuestros mayores y viviréis en el mundo en el momento de las mayores transformaciones de su historia. Sois vosotros los que, recogiendo lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de vuestros padres y maestros, vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella.

La Iglesia, durante cuatro años, ha trabajado para rejuvenecer su rostro, para responder mejor a los designios de su Fundador, el gran viviente, Cristo, eternamente joven. Al final de esa impresionante “revisión de vida” se vuelve a vosotros; es para vosotros, los jóvenes, sobre todo para vosotros, que acaba de alumbrar en su Concilio una luz, una luz que alumbrará el porvenir, vuestro porvenir.

La Iglesia está preocupada porque esa sociedad que vais a constituir respete la dignidad, la libertad, el derecho de las personas, y esas personas son las vuestras. Está preocupada, sobre todo, porque esa sociedad deje expandir sus tesoros antiguos y siempre nuevos, la fe, y que vuestras almas se puedan sumergir libremente en su

Documento 5

bienhechoras claridades. Tiene confianza en que encontraréis tal fuerza y tal gozo que no estaréis tentados, como algunos de vuestros mayores, a ceder a las filosofías del egoísmo o del placer, o a aquellas otras de la desesperanza y de la negación, y que frente al ateísmo, fenómeno de laxitud y de vejez, sabréis afirmar vuestra fe en la vida y en lo que da un sentido a la vida; la certidumbre de la existencia de un Dios justo y bueno.

En nombre de este Dios y de su Hijo Jesús, os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos y a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías. Jóvenes, luchad contra todo egoísmo, negaos a dar libre curso a vuestros instintos de violencia y de odio, que engendran las guerras y su cortejo de males. Sed generosos, puros, respetuosos, sinceros y edificad con entusiasmo un mundo mejor que el de vuestros mayores.

La Iglesia os mira con confianza y amor. Rica en un largo pasado, siempre vivo en ella, y marchando hacia la perfección humana en el tiempo y hacia los objetivos últimos de la historia y de la vida, es la verdadera juventud del mundo. Posee lo que es la fuerza y el encanto de la juventud; la facultad de reunirse a lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas. Miradla y veréis en ella el rostro de Cristo, el héroe verdadero, humilde y sabio, el Profeta de la verdad y del amor, el compañero y amigo de los jóvenes. Es en hombre de Cristo que os saludamos, que os exhortamos y os bendecimos.

Peticiones de Perdón.· Nos dice Jesús: "Vosotros sois la luz del mundo. Vosotros sois la sal de esta tierra" Padre, perdónanos. Estamos en la oscuridad. La tierra no tiene sabor.

· Nos dice Jesús: "Todo el que trate con ira a su hermano será condenado por el tribunal. El que lo insulte, será condenado por el Consejo".Padre, perdónanos. Nos hemos tratado muy mal.

· "Todo el que mira a una mujer casada excitando su deseo en ella, ya ha cometido adulterio en su corazón". Padre, perdónanos. No tenemos la mirada limpia.

· "Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persigan". Padre, perdónanos. Hemos buscado destruirlos.

· "Tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha". Padre, perdónanos. Buscamos llamar la atención.

· "Tú, cuando quieras orar, entra en tu habitación, ponle llave y ora a tu Padre que está en lo escondido”. Padre, perdónanos. Dialogamos muy poco contigo.

· "Si vosotros perdonáis sus culpas a los demás, también el Padre os perdonará a vosotros".Padre, perdónanos. Ayúdanos a perdonar.

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· "No amontonéis riquezas en la tierra, donde la polilla y el orín las echan a perder, donde los ladrones abren boquetes y roban. No se puede servir a Dios y al dinero". Padre, perdónanos. Las riquezas nos corrompen.

· "No andéis agobiados, pensando en qué comer, o qué beber, o con qué se ha a vestir. Ya sabe el Padre del cielo, que de todo eso tenéis necesidad. Padre, perdónanos. No tenemos confianza en ti.

· "No juzguéis y no seréis juzgados" Padre perdónanos. Hacemos muchos juicios. Tenemos muchos prejuicios.

· "Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá" Padre perdónanos. No pedimos. No buscamos. No llamamos.

· "No basta con decir: Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos. Hay que poner en obra la voluntad de mi Padre que está en el cielo". Padre, perdónanos. No ponemos en práctica nuestra fe.

Tema 7La Eucaristía.

La eucaristía es el centro de toda la vida cristiana pues en ella se celebra y actualiza el memorial del Amor de Dios: Jesucristo muerto y resucitado es el Señor. Cuando la Iglesia celebra la eucaristía realiza el acto más importante de su existencia pues en esta celebración se edifica y crece como pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo.

El Señor Jesús, la víspera de sufrir la Pasión por nosotros, nos dejó el más hermoso de los regalos: su Cuerpo y su Sangre como banquete de fiesta y comida que fortalece nuestra fe. Los bautizados que formamos la Iglesia no hemos dejado de reunirnos cada domingo para aceptar, agradecer y celebrar tan magnífico don.

En la celebración de la eucaristía escuchamos la Palabra de Dios que ilumina nuestra fe y marca caminos nuevos para nuestra existencia y damos gracias por todas las maravillas que Dios Padre ha realizado en nuestro mundo. Y como momento culminante, partimos el pan y bebemos del cáliz para expresar nuestra comunión de vida y amor con aquel que nos amó primero y dio su vida por nosotros.

Pero no todos lo entienden de la misma forma, de hecho, no es extraño comprobar como año tras año disminuye en España la práctica eucarística dominical, especialmente notable tal fenómeno en el mundo juvenil. Nuestra catequesis pretende redescubrir las fuentes de la eucaristía y volver a situar en el centro lo nuclear de la fe, la experiencia de encuentro con Cristo resucitado que llama a comunión de vida y amor con él.

1. Objetivos.

Descubrir el sentido de la Eucaristía como elemento fundamental de la vida de un cristiano. Ser cristiano no es sólo “ir a misa”, pero nadie puede considerarse cristiano si prescinde de ella con facilidad.

Descubrir y vivir la eucaristía como ocasión de encuentro privilegiado de los cristianos en comunidad y como espacio en el que Cristo nos propone su programa de vida.

Mostrar cómo y por qué la eucaristía es y debe ser una fiesta de la comunidad cristiana y suscitar una actitud de verdadera participación en la celebración: ni puede existir comunidad sin eucaristía ni puede haber eucaristía sin comunidad.

2. Experiencia de vida.

Es un hecho de todos constatado que los jóvenes asisten poco a la eucaristía dominical y que esta asistencia diminuye progresivamente. Mientras los jóvenes están dispuestos a participar en otras acciones de carácter social o político, de matiz solidario o festivo (macrobotellones y movidas parecidas)… parece que no lo están tanto a participar en la acción eclesial por excelencia: la eucaristía. ¿Por qué? Las causas son numerosas; el problema, complejo. No se trata de magnificarlo ni de olvidarlo, sino tomarlo en serio, porque “algo se juega” que afecta a un aspecto fundamental de la fe cristiana.

2.1. Nuestra vida y nuestro mundo. Documento 1

Una mirada rápida a los cristianos que asisten regularmente a misa nos dará una ligera idea de cuánto ha descendido la presencia joven en nuestros templos. Las comunidades parroquiales están cada vez más envejecidas, los jóvenes han desertado casi en masa.

Algo no se ha hecho bien en el proceso de transmisión de la fe. En términos generales, “el problema eucarístico” de los jóvenes no puede desligarse del problema de su fe y de la expresión de su fe, ni de su “problema eclesial”, ni de su “problema personal”. Las raíces de su posición ante la eucaristía dominical se encuentra fundamentalmente en su forma de entender lo que significa su fe en Dios, en su manera de sentir y vivir su pertenencia a la Iglesia, en la tensión que conlleva su situación de búsqueda de una identidad personal.

En este primer momento de la catequesis queremos plantearles a los jóvenes determinadas cuestiones sobre su vivencia de la eucaristía. No queremos teorizar ni dar lecciones magistrales sobre lo que significa la eucaristía en la vida de la Iglesia, queremos refrescar la experiencia concreta de cada uno de ellos, que manifiesten su situación: dificultades, logros, motivaciones, sinsabores, etc.

Entregamos el Documento 1 (Algunas preguntas) y dejamos un tiempo para la lectura personal. El mismo texto les va formulando las preguntas que nos abrirán un primer momento de diálogo con ellos. No te olvides, amigo catequista, que no interesa moralizar, interesa que expresen su puntos de vista ante el problema de la eucaristía.

2.2. Jóvenes y Eucaristía. Documento 2

Con frecuencia los jóvenes no saben expresar con exactitud lo que quieren, pero en lo tocante a cómo perciben ellos la eucaristía “normal” que se celebra en la mayoría de nuestras parroquias sí que parece claro que quieren “otra cosa”, algo distinto, porque ellos también se perciben como distintos.

En sus críticas al sacramento manifiestan una serie de alternativas a la celebración eucarística. No llegan a darle mucha forma y están motivadas por distintos sentimientos, aspiraciones y deseos. Esta segunda dinámica de la catequesis pretende poner delante de los jóvenes la verbalización de esas críticas al sacramento.

El Documento 2 (Jóvenes y eucaristía) resume algunos de esos puntos de vista juveniles. Lo repartimos y, tras su lectura, lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

¿Te identificas con alguna de esas posturas? Analiza la celebración eucarística de tu comunidad parroquial

utilizando esos argumentos. ¿Qué habría que mejorar, potenciar, corregir, abandonar…?

Naturalmente, nadie duda de que estas “alternativas” son razonables y justas, siempre que no se caiga en la extremización deformante de la misma identidad de la eucaristía. También es evidente que la propia estructura formal de la eucaristía, sus fórmulas y sus ritos, y sobre todo su celebración concreta, dejan no poco que desear. Pero…

¿podemos aceptar o no la Eucaristía por un simple “me va” o “no me va”, “me dice algo” o “no me dice nada”?

¿No es esto reducirla, relativizarla a una forma concreta de ser celebrada?

¿Acaso el significado y sentido de la eucaristía no está por encima de las deficiencias humanas en la celebración?

¿El ideal al que tendemos puede rechazarse por la imperfecta realización práctica que vivimos?

3. Profundización. Documento 3

Necesitamos la eucaristía; no se puede ser cristiano sin eucaristía. Las formas concretas, el cuándo y el cómo, lo concretará cada comunidad o grupo de fe, pero su celebración es imprescindible en la vida de cualquier cristiano, de cualquier grupo de creyentes:

Porque va unida a la intencionalidad de Jesús de que sus seguidores se reunieran para rememorar su última cena: “Haced esto en memoria mía”.

Porque es la celebración central de los creyentes, momento clave de nuestra fe, la síntesis de nuestro cristianismo, el sacramento de nuestra fe.

La fiesta es central en la vida de un creyente. En la eucaristía celebramos la liberación en marcha, la liberación que se realizará en su plenitud.

Es cierto que las celebraciones eucarísticas de nuestra parroquia dejan mucho que desear, que hay elementos fundamentales que no se dejan entrever y que, por tanto, hemos de renovarlas, revitalizarlas, para dejar aparecer el auténtico espíritu de la Cena del Señor.

Entregamos el Documento 3 (Qué es la eucaristía) y lo trabajamos de acuerdo con el siguiente guión:

4. Iluminamos con la Palabra.

El Señor Jesús, la víspera de sufrir la Pasión por nosotros, nos dejó el más hermoso de los regalos: su Cuerpo y su sangre como banquete de fiesta y comida que fortalece nuestra fe y como sacrificio único agradable al Padre.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Qué es para ti la eucaristía? ¿Cómo traduces en tu vida y en la vida de la comunidad parroquial que

la eucaristía es comida de fraternidad?, ¿qué signos descubres que así te lo indican?, ¿qué podrías hacer para alcanzar ese ideal?

¿Cómo se manifiesta en tu vida que la eucaristía es envío a construir fraternidad, fuente de amor y de unidad o de escuela de seguimiento?, ¿qué signos descubres que así te lo indican?, ¿qué podrías hacer para alcanzar ese ideal?

Analiza los rasgos de la comunidad parroquial según los cuatro puntos del Documento.

Nosotros, los bautizados que formamos su Iglesia, no hemos dejado de reunirnos cada domingo, el primer día de la semana, para aceptar, agradecer y celebrar tan magnífico don, como ya lo hicieron antaño los miembros de las primeras comunidades cristianas.

En la celebración de la Eucaristía escuchamos la Palabra de Dios que ilumina nuestra fe y marca caminos nuevos para nuestra existencia. Sin la escucha atenta de esta Palabra no hay encuentro con el Señor que vive en nosotros.

En la celebración de la Eucaristía damos gracias por todas las maravillas que Dios Padre, por medio de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu, ha realizado en la historia de salvación que ha culminado en la Pascua de Jesús.

También partimos el pan como Él nos mandó para acrecentar nuestro amor y nuestra unidad con todos los que participan de nuestra misma fe. Finalmente, comemos y bebemos la mesa del Señor. Jesús se nos dio como comida, anticipo del banquete final y feliz de la vida eterna.

Desde sus inicios, la Iglesia no ha dejado de celebrar la Eucaristía. Es san Pablo quien nos describe esta tradición cristiana, recogiendo una tradición que ya estaba en marcha en las comunidades primitivas y que se remontaba al mismo Señor. No hay duda, la institución de la Eucaristía está en la cena pascual celebrada por Jesucristo en la víspera de su Pasión. Al hacerlo así, Jesús nos dejó el sacramento de su presencia permanente, el sacrificio de la Nueva Alianza y el banquete fraterno de la vida verdadera.

Entregamos el Documento 4 (La Eucaristía es…) y lo trabajamos usando el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

¿Jesús es un compañero de mi vida o un entretenimiento de fin de semana? ¿Intento de verdad conocerle y seguirle a fondo?

¿Busco iluminar mi vida desde el Evangelio que Jesús me propone?, ¿la Palabra de Vida que me dirige, me afecta o me deja impertérrito?

El ofertorio en la Eucaristía es poner ante el Señor los dones que recibimos de su generosidad, ¿qué dones tienes?, ¿qué presentas en la eucaristía?, ¿eres consciente de las necesidades de los demás?, ¿te duele la situación de tu prójimo?

Comulgar es aceptar a Cristo en tu vida de manera total, ¿ocurre así contigo?, ¿es tu comunión sincera?, ¿tienes dificultades para comulgar plenamente?, ¿te consideras interrogado en este estilo de vida?

La bendición final nos lanza a la calle, pero como testigos, ¿te sientes testigo?, ¿termina la misa y termina tu fe hasta el domingo siguiente?, ¿te puedes quedar en paz cuando queda tanto por hacer?

5. Nos comprometemos.

La eucaristía no es una obra del hombre, aunque la celebre el hombre para el hombre; es más bien un don de Dios. Pero un don que se nos ofrece para ser acogido y correspondido. La respuesta del hombre no es sino su compromiso por la transformación del mundo en el Reino de Dios. En realidad, toda celebración eucarística lleva consigo la exigencia de una respuesta que compromete, si bien esto se manifiesta de un modo especial en algunos momentos:

El hecho de participar en la eucaristía supone ya un principio de respuesta a la convocación que Dios nos hace, lo cual nos llevará necesariamente a tomar conciencia de las exigencias como pueblo y como comunidad.

La proclamación, escucha y acogida e la Palabra supone igualmente un dejarse interpelar por Dios, un confrontar su voluntad con nuestra vida, una llamada a la conversión y a la fidelidad. Si de veras acogemos esta Palabra, no podemos no sentirnos comprometidos para la vida. Nuestro compromiso tiene que ser la respuesta.

La actualización del misterio que se expresa sobre todo en la Anáfora es otro de los momentos elegidos donde se nos urge el compromiso. La Eucaristía, memorial de la Pascua de liberación, es una llamada a continuar la liberación de Cristo en el mundo, a hacerse solidarios con la vida de Cristo en las tareas de la vida, o a entregarse con Cristo para la salvación de los hombres.

De la misma manera, la comunión eucarística, es un signo de nuestra unión con Cristo, con la Iglesia y con la Humanidad entera, que nos compromete de modo inevitable a crear la fraternidad cristiana, y a trabajar por la solidaridad humana.

Las exigencias éticas de la Eucaristía no son, pues, el apéndice de la celebración, sino la “constante” de la misma. Sin la voluntad permanente y sincera de respuesta a la llamada de Dios, la acogida a su don, no podría decirse que hay verdadera celebración eucarística, desde un punto de vista subjetivo. La verificación de esta voluntad la hacemos precisamente en la vida.

Entregamos el Documento 5 (Exigencias personales). Pedimos a los jóvenes que lo completen desde el corazón, sin fantasías ni radicalismos utópicos, con cosas concretas y factibles, evaluables y discernibles.

6. Celebramos.

No queremos proponer ningún esquema de celebración, sencillamente invitaros a participar activamente en la celebración parroquial.

Preparadla cuidadosamente, utilizando los símbolos adecuados como cauce para volcar y expresar en ellos todo lo reflexionado y compartido.

Proclamad la palabra con fuerza, escuchadla con atención. Compartir con amor fraternal y despediros con sincera cordialidad.

Algunas preguntas.

Los cristianos tenemos en la celebración de la eucaristía nuestra señal de identidad más visible. En ella nos alimentamos de la Palabra de Dios y el cuerpo y la sangre de Cristo, verdadero pan de vida. Sin embargo, hay muchos bautizados que apenas participan en ella, y si lo hacen es de un modo ocasional y esporádico. No es posible madurar en la fe cristiana sin una participación asidua en la eucaristía. ¿Eres tú también de los que dicen que se puede ser cristiano sin ir a misa? ¿Cómo se puede compaginar la no eucaristía con las palabras de Jesús cuando dice que si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre no tenemos vida en nosotros?

La sociedad del ocio y del entretenimiento en la que nos movemos actualmente, es una dificultad para que descubramos la importancia que tiene para nuestra vida cristiana participar cada domingo y fiestas de precepto en la eucaristía. ¿Te dejas llevar por el ambiente y la influencia de los que no participan en la santa misa? O ¿actúas con libertad y de acuerdo con tu fe sin depender de lo que hacen otros? ¿Has descubierto que te va en ello el crecimiento y la madurez de tu vida cristiana?

No puedes ser y vivir como discípulo del Señor sin participar en la eucaristía, donde realizamos el memorial de su presencia salvadora tal como él nos lo mandó, ¿crees que tendrás fuerzas para ser testigo de Cristo entre tus compañeros y amigos si no te alimentas con el pan de la Vida?

¿CON QUÉ FRECUENCIAVAS A MISA?

JÓVENES 15-20 AÑOSVARONES MUJERES

Nunca 39% 26%Varias veces al año 26% 20%Algunas veces al mes 12% 14%Domingos y festivos 16% 32%

Documento 1

Varias veces a la semana 1% 1%No sabe – no contesta 6% 7%

¿Dónde te sitúas en esta estadística?

Y directamente, por si no ha quedado suficientemente claro, responde a estas dos preguntas:

¿Por qué vas a misa? ¿Por qué no vas a misa o lo haces con poca frecuencia?

Jóvenes y Eucaristía.En sus críticas a la Eucaristía, los jóvenes manifiestan una serie de

“alternativas” a la celebración eucarística que podríamos resumirlas en las siguientes frases:

Frente a la repetición mecánica de unas fórmulas y ritos, más o menos impuestos desde afuera, abogan por una creatividad y participación que arranque de su decisión personal.

Frente a las leyes, normas o preceptos que regulan la celebración, proponen la libertad y la espontaneidad que expresa la propia vida y sus sentimientos.

Frente a ritos que los jóvenes consideran como caducos porque vienen de un pasado lejano, les gustan los símbolos nuevos que se encarnan en la vida y son capaces de expresar, sin reprimir, su propia interioridad.

Frente al aburrimiento y la pesadez de una “representación” que resulta sin alicientes para ellos, prefieren la celebración festiva y gozosa, donde sea posible la expresión de las aspiraciones más hondas del hombre, donde se rompa el ritmo alienante de lo cotidiano y el espíritu se esponje.

Frente a la neutralidad de una celebración abstracta, que supone dejar las injusticias donde están, aspiran a una celebración comprometida, que impulse y mueva a transformar la realidad.

Frente a las asambleas masificadas, anónimas, despersonalizadas, se inclinan por las asambleas pequeñas o las Eucaristías en grupo, donde sea posible la comunicación, el mutuo conocimiento y ayuda.

Frente al “monopolio clericalista” de la Eucaristía, en la que siempre es el cura quien todo lo hace, defienden y quieren la participación responsable, el protagonismo en la misma celebración.

Documento 2

Qué es la EucaristíaSu sentido para nuestras vidas.

Comida de fraternidad.

Aquellos que se sienten hermanos por el mismo espíritu, por la vida que Jesús ha introducido en ellos, se reúnen para celebrar su fraternidad, para festejarla. El pan y el vino, que no es otra cosa que el mismo Jesucristo, que comparten, estrecha más fuertemente los lazos de fraternidad.

Envío a construir fraternidad.

El pequeño o gran grupo de seguidores de Jesús que se reúne para celebrar la “cena” es un grupo de enviados a la vida a los que Jesús reúne y cuida con mimo, como hacía a menudo con los Doce. Fortalecidos tras haber comido del mismo pan y bebido de la misma copa, salen a la vida a construir la fraternidad, la solidaridad que ellos han vivido en la eucaristía. Salen a construir el Reino.

Los primeros cristianos comprendieron, desde el primer momento, que esta comida no consistía en un rito aislado del resto de la vida, sino que llevaba consigo no sólo el hecho elemental de comer juntos, sino además la exigencia de poner cada uno a disposición de los demás lo que cada uno tenía.

Fuente de amor y de unidad.

Después que Jesús ha lavado los pies a sus discípulos para manifestar que han de vivir en el servicio y después de la alegoría de la vid y los sarmientos, promulga el mandamiento nuevo de la nueva alianza. Es como su testamento y despedida: “este es mi mandamiento, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).

El amor, que es entrega y donación, está en la eucaristía porque es don infinito que en ella se nos da. Jesús Eucaristía es sacramento del amor hasta el extremo que el Padre Dios nos tiene. Por eso, participar en la eucaristía comulgando es “comer” el amor.

Salir de la eucaristía es realizar el amor celebrado y comulgado en servicio desinteresado por todos: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). No dar la vida por los amigos es profanar la eucaristía. El fruto que la vid espera del sarmiento unido a ella es DAR LA VIDA.

Para la reflexión y el diálogo.

¿Te identificas con alguna de esas posturas? ¿Alguna de ellas están en el origen de tu desafección de la

eucaristía?, ¿o te motiva a participar en ella? ¿cuál?, ¿por qué? Analiza la celebración eucarística de tu comunidad parroquial

utilizando esos argumentos. ¿Qué habría que mejorar, potenciar, corregir, abandonar…?

Documento 3

En la preciosa alegoría de la vid y los sarmientos se nos presenta, también, el fruto que el discípulo ha de dar cuando celebre la eucaristía: LA UNIDAD. Esta unidad ha de entenderse con Cristo, verdaderamente presente e inmolado en el sacrificio eucarístico. Pero, también, como la unidad que logra la eucaristía entre todos los que participan en ella para ser testigos ante toda forma de división en la Iglesia y en el mundo: “como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vida, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí” (Jn 15, 4).

Para participar bien en la eucaristía “debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos” (Cf. Mt 25, 40). Partir el pan es compartir todo lo que hemos recibido de Dios, con quien necesita nuestra ayuda, nuestro consuelo y nuestra solidaridad.

Fuente de amistad con Jesús.

Siguiendo el discurso de la última cena según san Juan, Jesús, previendo con pena lo que va a ocurrir en las horas siguientes de su Pasión, llama a sus discípulos AMIGOS, y en la presencia eucarística se sella la amistad de Dios con nosotros: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15).

La amistad es algo profundamente valorado en nuestra sociedad, supone el encuentro, la confidencia y la fidelidad. Realidades todas que de una forma admirable se encuentran en la eucaristía.

Jesús, al sentarnos a su mesa, nos invita a permanecer en su amistad; se hace nuestro confidente, porque nos comunica “todo” lo que ha oído a su Padre, y espera de nosotros una respuesta de fidelidad, como la que Él ha tenido con nosotros quedándose hecho pan y vino para sellar con todo hombre una amistad verdadera.

Escuela de seguimiento.

El capítulo de la vid y los sarmientos termina con la invitación del Maestro a vivir en su seguimiento. Seguirle a Él, fuente de amor, de alegría y de amistad, es dar el fruto que espera de nosotros: “no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro dure” (Jn 15, 16).

La llamada de Jesús a sus discípulos para que vivan en su seguimiento es una constante en su anuncio del Evangelio: “Ven y sígueme”. En el contexto de la eucaristía, Jesús nos descubre que vivir en el seguimiento es gracia, don gratuito de su amor. Él siempre tiene la iniciativa y siempre espera nuestra respuesta generosa, porque la eucaristía necesita siempre quien, sintiéndose gozosamente llamado y enviado a sus hermanos, les entregue la Palabra del Señor, el cuerpo inmolado y la sangre derramada en la Cruz.

La eucaristía es siempre una llamada a la vocación al misterio sacerdotal. La mesa del Señor necesita ser presidida, servida y todos tenemos hambre del amor, de la alegría, de la amistad y de la unidad que Cristo nos da en su sacrificio. Sin el sacerdocio de los ministros ordenados, no hay eucaristía. Es necesario que en la celebración de la eucaristía siempre roguemos, según su misma recomendación: “Que mande trabajadores a su mies” (Mt 9, 38).

La Eucaristía es...

Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío”. Asimismo también la copa después de cenar diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío”. Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.

1 Cor 11, 23-26

1. La Eucaristía es la Presencia Permanente del Señor.

Antes de marcharse y de ascender a lo más alto de los cielos, que es el corazón del Padre, Jesús quiso quedarse con los suyos, entre los que caminamos, todavía como peregrinos, hacia la misma morada donde Él os ha precedido y que ha preparado para nosotros.

Así durante la celebración eucarística, y también después de ella, el Cristo glorioso e invisible se hace presente bajo los signos sacramentales del pan y del vino, con una presencia real y verdadera y, por tanto, fortificante y consoladora.

Como presencia fortificante, la Eucaristía da fuerzas para seguir el camino, por eso ha sido llamada viático (pan para el camino). Como presencia consoladora, la Eucaristía es bálsamo y consuelo para las dificultades y sufrimientos de la vida humana.

La Iglesia ha tenido siempre especial empeño en promover la auténtica adoración al Cuerpo y a la Sangre del Señor que permanece en el Sagrario, lugar de la reserva para que también puedan comulgar los enfermos e impedidos de participar en la asamblea dominical.

2. La Eucaristía es el sacrificio de la Nueva Alianza.

El Concilio Vaticano II lo ha expresado magníficamente en estos términos: “Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera” (SC 47).

¿Qué significa la afirmación de fe de que la Eucaristía es sacrificio? Significa, en primer lugar, que Jesús hizo de su vida una ofrenda agradable a su Padre. Desde la cruz, culminación de toda la existencia de Jesús, se ofreció como “víctima de suave olor” (Ef 5,2), dando cumplimiento y plenitud a todos los sacrificios ofrecidos en la Antigua Alianza.

Documento 4

Se trata así de algo radicalmente nuevo: la materia del verdadero sacrificio es la vida de Jesús. Este sacrificio fue realizado una vez por todas (Cf. Heb 10, 11-18) para la salvación del mundo en la cruz.

Por eso la Eucaristía (sacrificio) no “repite”, sino que actualiza el verdadero y único sacrificio: el de la cruz. En la Sangre vertida por Jesucristo hemos sido lavados de nuestros pecados y Dios ha sellado para siempre una Alianza nueva con la humanidad entera.

Significa, en segundo lugar, que este Sacerdote del nuevo sacrificio, ha querido asocial a su Iglesia a su misma ofrenda. Por eso, en la celebración eucarística, todos los bautizados están llamados a ofrecer su vida a Dios Padre, unidos al sacrificio del Hijo, por la fuerza del Espíritu Santo (Cf. Rom 12,1).

La Eucaristía, pues, es el sacrificio de Jesucristo y de la Iglesia. Al mandar a sus discípulos que lo celebraran en su memoria, Jesucristo puso su sacrificio en manos de la Iglesia, su Esposa, para que ella lo ofrezca al Padre, por él, con Él y en Él.

También la Iglesia, en el sacrificio eucarístico, en íntima unión con Jesucristo y en el Espíritu Santo, se ofrece a sí misma como ofrenda y oblación agradable a Dios Padre.

3. La Eucaristía es el Banquete Pascual.

En la Revelación bíblica Dios ha querido expresar la vida nueva e inmortal bajo la figura del banquete (cf. Is 25). Esta imagen llegó a su culminación en el AT cuando Dios mandó a su Pueblo celebrar la liberación de la esclavitud de Egipto con el rito de la Cena Pascual, celebrada todos los años, en conmemoración de tan importante acontecimiento salvador (cf. Ex 12, 1-14).

Es, pues, lógico que la verdadera liberación del pecado y de la muerte, realizada en la Pascua de Jesucristo, se celebra bajo la forma de banquete y comida. La Eucaristía es esa comida pascual de Jesucristo y los suyos para celebrar la más radical y auténtica liberación del hombre.

La Eucaristía es, también, anticipo del banquete del Reino futuro, anunciado ya por los profetas, donde todos los pueblos de la tierra se unirán en una fiesta eterna para dar gracias al Dios vivo y verdadero por la victoria final de su Hijo. La Eucaristía es prenda de la vida inmortal, un anticipo de la herencia prometida (cf. Jn 6, 54-58). En ella, la resurrección final se adelanta para la Iglesia, peregrina hacia la casa del Padre.

Exigencias personales.Documento 5

1. Asumir la propia responsabilidad.

La misa debe ser y aparecer por sus signos y sus palabras, por la actitud y sinceridad de los participantes, por la atención a los problemas reales de la vida, una celebración verdaderamente comprometida que, lejos de apartarnos de la vida, nos hace participar más activamente de ella.

- ¿Cuáles van a ser tus exigencias personales en este campo?

2. Continuar la Eucaristía en la vida.

Para unir la eucaristía con la vida, es preciso tener conciencia de la continuidad de la Eucaristía en la vida. Ningún sacramento termina en su celebración, y menos la eucaristía.

- ¿Cuáles van a ser tus exigencias personales en este campo?

Tema 8La Iglesia.

El desarrollo del ministerio presbiteral en una parroquia te permite conocer un

amplio abanico de personalidades y pensamientos: todavía me sorprendo cuando algún parroquiano me suelta, casi sin venir a cuento, “yo creo en Dios, pero me cuesta creer en la Iglesia, y menos en los curas”. Y si arriesgo mucho más en la cuestión, seguro que la recitación del artículo sobre la Iglesia en el Credo levanta ampollas en algunos sectores del cristianismo. Y es que debajo de esa frase se esconde, sin duda, una débil identificación con la Iglesia y un débil sentido de pertenencia, cuando no una pertenencia vergonzante, con la Iglesia en su conjunto.

Muchos salen echando pestes de la jerarquía, otros tienen dificultades en las normas morales, algunos más se quedan en los engranajes de poder político y económico… y todo junto suele provocar en los jóvenes como una natural y espontánea alergia a la Iglesia. A pesar de ello, que no se olvide que durante todos estos años se ha profundizado la fe en grupo y se ha compartido en comunidad parroquial, y que tanto uno como otro son una concreción de la Iglesia, una experiencia de Iglesia.

La fe cristiana se transmite y se vive en esas experiencias concretas de Iglesia. No educamos cristianos sino en y para la comunidad creyente. Al margen de la Iglesia, creer en Cristo es imposible. Con esta catequesis queremos ayudar a los jóvenes a crecer en dos dimensiones fundamentales de la vida cristiana: sentirse iglesia y vivir su fe cristiana desde y para su comunidad eclesial.

1. Objetivos.

Vivir el proyecto de grupo de fe como experiencia de Iglesia, donde se crece en fraternidad y en el compromiso de transformar la realidad.

Conocer la vida de la comunidad parroquial y de la comunidad cristiana local e implicarse en formas concretas de colaboración.

Participar activamente en las celebraciones comunitarias de la fe, especialmente en la Eucaristía y la Reconciliación.

2. Experiencia de vida. Documento 1

El día de nuestro bautismo fuimos hechos hijos de Dios y miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. Esta hermosa realidad muchos cristianos la viven con gozo, otros están desorientados por las críticas que se hacen a la Iglesia desde diversas instancias y que, a veces, admitimos sin ningún discernimiento.

Como cristianos debemos aclarar teórica y existencialmente nuestra propia identidad para insertarnos lúcidamente como iglesia en un mundo donde se favorece la increencia y se propaga el paganismo. Hemos de sentirnos Iglesia sin añoranzas ni polémicas, sin silenciamientos y saltos al vacío, sin miedos ni ambigüedades.

Debemos ser conscientes de que pertenecer a la Iglesia de Jesucristo lleva consigo ser perseguidos como lo fue el Maestro. Para abrir boca en este diálogo con los jóvenes, te proponemos lanzarles las cuestiones que encuentras en el recuadro más abajo. Abres un tiempo de diálogo que puedes

completarlo entregando el Documento 1 (Iglesia, qué dicen de ti), ya que en él encontrarás más preguntas y reflexiones que seguramente enriquecerán esta primera parte de la catequesis.

3. Profundizamos. Documento 2

Para nombrar a la Iglesia existe un rico repertorio de imágenes y nombres que nos describen la profundidad de su ser y la inmensidad de su misión. Así, la Iglesia es “redil” que tiene en Cristo su única puerta, “rebaño” que sabe seguir la voz del Buen Pastor, “campo” en el que arraiga la semilla de la Palabra, “edificio” que se construye sobre Roca firme, “esposa” que aguarda la venida del Esposo, “sacramento” que aspira a ser signo de salvación para todos los hombres…

De la Iglesia se ha dicho que es “Pueblo de Dios” en el que las relaciones se establecen mediante el vínculo de la comunión, “Cuerpo místico de Cristo” en el que todos los miembros tienen funciones diferentes bajo una misma cabeza (Cristo), y “Templo del Espíritu Santo” porque la Iglesia es morada del Espíritu en el mundo y desde ella se realiza la función de la santificación.

Se han dicho muchas cosas de la Iglesia, pero en este momento de la catequesis importa más conocer lo que la Iglesia ha dicho de sí misma a lo largo de su historia. Entregamos el Documento 2 (Iglesia, qué dices de ti) y lo trabajamos utilizando el siguiente guión:

Para la reflexión y el diálogo.

¿Has pensado alguna vez las consecuencias que se derivan para tu vida de pertenecer a la Iglesia católica?

¿Conoces la grandeza y dignidad que suponer “ser Iglesia” en un mundo dividido por odios y violencias?

¿Amas sinceramente a la Iglesia que te ha transmitido la salvación de Dios Padre por su hijo Jesucristo en el Espíritu Santo?, ¿en qué gestos expresas ese amor?

Para la reflexión y el diálogo.

Comentad el alcance de cada afirmación en la Iglesia actual y en la comunidad parroquial.

Descubrid los signos de la comunidad parroquial que reflejen las definiciones que la Iglesia da de sí misma.

4. Iluminamos con la Palabra. Documento 3

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta dos buenos resúmenes para describir de forma general cómo era la primera comunidad cristiana de Jerusalén. Partiendo de ellos, pretendemos acercarnos, desde la Palabra de Dios, a los elementos fundamentales de la comunidad cristiana y a sus concreciones esenciales en la comunidad.

Los textos sobre la comunidad de Jerusalén son los siguientes:

Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.

(Hch 2, 42-47)

La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa: “hijo de la exhortación”), levita y originario de Chipre, tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

(Hch 4, 32-35)

Los elementos fundamentales de la vida de una comunidad cristiana que se tenga por tal son cuatro, y aquí te los enumeramos en su expresión griega:

Martyría: la dimensión del testimonio, la coherencia personal, el ser sal y luz.

Diakonía: la dimensión del servicio, de la humildad, del ponerse a los pies del otro.

Liturgía: la dimensión interior, la vida espiritual, la oración y el culto.

Koinonía: la comunión interior, las relaciones personales, los vínculos con los hermanos de fe.

Pues teniendo como referencia los textos de la comunidad de Jerusalén y los cuatro elementos fundamentales que han de estar presentes en la vida de una comunidad cristiana, entregamos el Documento 3 (La vida de una comunidad) y lo trabajamos atendiendo a las indicaciones que en el propio documento se nos dan.

5. Nos comprometemos. Documento 4

Cada domingo, en la celebración de la Eucaristía, profesamos en el Credo nuestra fe en la Iglesia. Creer en la Iglesia es aceptar todo lo que ella es al mismo tiempo: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu. Creer en la Iglesia es reconocer con gratitud y asombro que este pueblo humilde es el espacio en el que acontece la salvación de Dios.

La Iglesia es objeto de nuestra fe en cuanto que proclamamos nuestra fe en la Santísima Trinidad, que manifiesta y ejerce su acción salvífica a través de la Iglesia. Nuestra fe se dirige a Dios, pero también a la Iglesia en cuanto que ésta es el Cuerpo del Señor, el sacramento universal de salvación, es decir, signo y garantía de que Dios se comunica a los hombres para hacerlos partícipes de su comunión de vida y de amor.

Creer es consecuencia del amar, amar es consecuencia del conocer. No se ama aquello que no se conoce, y cuando se ama de veras, se cree firmemente. Creer en la Iglesia exige, por tanto, una labor de conocimiento para que de ese conocimiento brote el amor, y el amor se convierta en confianza, en fe.

En esta parte final de la catequesis te proponemos, por si acaso todavía no lo has hecho, que te detengas a analizar la rica vida de fe de tu comunidad parroquial y a encontrar en ella el lugar que te corresponde. El Documento 4 (Esquema de análisis) puede servirte de ayuda a la hora de pasar revista a la vida de tu parroquia.

6. Celebramos.

No queremos proponer más que la lectura reposada y serena del siguiente salmo.

SALMO DE LA COMUNIDAD

¡Qué bueno, qué dulce, habitar los hermanos juntos!¡Qué bueno es vivir apiñados como un racimo todos!¡Qué dulce es sentirse acompañado de los hermanos!

¡Qué maravilloso, Señor Jesús, es vivir juntos en comunidad!Todos unidos en comunidad somos como una espiga madura.

Todos unidos en comunidad somos como colmena trabajadora.Todos unidos en comunidad somos piedras que sostienen la casa.

Todos unidos en comunidad somos como granos de arena que forma un desierto.Tú nos quieres, Señor Jesús, miembros de un mismo grupo.Nos quieres sentados alrededor de tu Palabra y de tu Pan.Tú nos has reunido con la fuerza de tu Espíritu de amor.

Tú eres el Centro y la fuerza de nuestras vidas.El amor, Señor Jesús, es como perfume precioso y cara;

el amor es como luz que abre camino en la noche;el amor es como la lluvia temprana sobre el prado;

el amor es como darse sin miedo al derroche.Tú llamaste a los Doce a juntarse como amigos a tu lado.

Y les diste como norma el servicio y el compartir.Les diste el reto de olvidarse cada cual de sí mismo.

Les desafiaste a ocupar el último lugar como norma en el vivir.El amor, Señor Jesús, es como la rosa nacida en primavera;el amor es como la mirada limpia y transparente de un niño;

el amor es como la pureza y claridad de las estrellas;el amor es como el canto en la mañana de un pajarillo.

Tú nos diste una ley para vivir en comunidad y ser hermanos;tu ley es para corazones que saben amar sin pedir nada a cambio;

Tú nos diste el mandamiento nuevo para corazones nuevos;Tú hiciste del amor la norma esencial de tu Reino.

El amor es, Señor Jesús, libre como gaviota al viento;el amor es fuerte como el fuego crepitante en la hoguera;

el amor es flexible como la arcilla en nuestras manos;el amor es fiel como la madre que no cesa de darse entera.

Tú hiciste comunidad, Señor Jesús, en la cruz alzada en alto;de tu pecho abierto en agua y sangre hemos nacido;

Tú nos amaste hasta el extremo de dar tu vida sin medida;Tú nos hiciste de nuevo, en la casa de Dios, hijos.

El amor es, Señor Jesús, bello como los ojos de una niña enamorada;el amor es suave como la espuma de la ola sobre la roca;

el amor es limpio como la nieve que cubre la cima de la montaña;el amor es sincero y está pronto y es constante cada hora.

Tú nos dijiste, Señor Jesús, que nadie tiene amor más fuerte,que aquel que de verdad da la vida por el amigo;

danos saber buscar fecundidad en nuestras relacionesy que muramos, como muere para ser fecundado, el grano de trigo.

¡Qué bueno, qué dulce, habitar los hermanos juntos!¡Qué bueno, Señor Jesús, tenerte a Ti como Centro de nuestra Comunidad!

Iglesia, qué dicen de ti.

Cuando hablas de la Iglesia, ¿la relacionas con algo propio, que tiene que ver con tu vida?

Con frecuencia opinamos sobre lo que ha realizado en su larga historia, lo que hace o deja de hacer ahora, cómo está organizada, si es o no fiel a su misión… Ante estas opiniones: ¿te sientes miembro de ella o la ves como una realidad ajena y lejana a ti?

Documento 1

Te sientes atraído por Jesucristo, por su palabra. Su vida te convence. Sin embargo, ¿te ocurre igual con la Iglesia? ¿Crees y aceptas que la Iglesia es mucho más de lo que vemos? ¿La reconoces como madre que te ha engendrado en la fe? ¿La aceptas como instrumento de redención por el que llega a cada uno de los hombres la salvación de Cristo?

La Iglesia nos sigue provocando con su presencia entre nosotros y no nos deja indiferentes. Unos dirán que es algo caduco, una realidad perteneciente al pasado sin incidencia en nuestra sociedad actual, que necesita un lenguaje más cercano, unos ritos más inteligibles o una moral menos exigente. En cambio, otros se encuentran a gusto en ella y participan en sus acciones misioneras, caritativas, litúrgicas, catequéticas. La iglesia es una realidad pluriforme. Suscita juicios y provoca reacciones de todas clases.

¿Compartes las ideas o tópicos que circulan sobre ella en tu ambiente? ¿Tratas de verificar por ti mismo la realidad de la Iglesia conociéndola mejor y queriéndola más? ¿Hablas de ella desde dentro? ¿Te sientes corresponsable de su misión para con los hombres y el mundo de hoy?

Deja de verla como extraña a ti y siéntete miembro vivo de ella. Verás como tu opinión y tu actitud cambian radicalmente. Sólo desde la fe y el amor entrarás en el verdadero corazón de la Iglesia y comprenderás lo que ella es realmente. Así proclamarás convencido y con sana alegría entre tus compañeros: “Creo en la Santa Iglesia Católica”.

Iglesia, qué dices de ti.“La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea, un signo e instrumento de la unión íntima con Dios, y de la unidad de todo el género humano”.

(Lumen Gentium, 1)

“La Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios: que tiene por cabeza a Cristo; cuya condición es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un Templo; que tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros; y tiene como misión el extender más y más el Reino de Dios, que ya Dios ha hecho presente en la tierra y que él mismo consumará cuando se manifieste Cristo”.

(Lumen Gentium, 9)

Documento 2

“Este Pueblo de Dios, aunque parezca con frecuencia un pequeño rebaño, es sin embargo una semilla de unidad para todo el género humano y una esperanza de salvación. Cristo lo instituyó para ser comunión de vida, de amor y de verdad, se sirve de él como de instrumento de redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra”.

(Lumen Gentium, 9)

“Los gozos, las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La Iglesia se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

(Gaudium et Spes, 1)

“La Iglesia tiene una misión salvadora. Está presente ya aquí en la tierra y tiene la vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor. De esta forma, la Iglesia, entidad social visible y comunidad espiritual, avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios”.

(Gaudium et Spes, 40)

La vida de una comunidad.1. Lee los datos y textos sobre las distintas comunidades.

- JERUSALÉN. Fue la primera comunidad, surgida de aquella predicación primera del día de Pentecostés. Estaba formada mayoritariamente por judíos, tanto de cultura hebrea como de cultura griega. Era una comunidad pequeña, pobre y sencilla, muy unida al recuerdo histórico de Jesús, ya que contaba con la presencia directa de los apóstoles de Jesús. Tenía el carisma de los orígenes y era lugar obligado de referencia cuando se planteaban cuestiones que abrían nuevos horizontes a la fe cristiana. Nacida en el seno del judaísmo, estaba todavía muy dependiente de él.

Textos: Hch 4, 1-4.23-31; 5, 12-21; 6, 1-7; 8, 1-8;

11, 27-30; 1 Cor 16, 1-4.

Documento 3

- ANTIOQUÍA. Era una populosa ciudad del imperio romano en Asia Menor, fuera de Palestina. Formada inicialmente por judíos de la diáspora, que no conocieron a Jesús, la comunidad era una auténtica célula cristiana en un ambiente hostil y pagano; ésa era la situación en todo el imperio. Su vida interna es entusiasta y creativa. Es aquí donde por primera vez se llama cristianos a los seguidores de Jesús. Destaca por su capacidad de testimonio y compromiso, destinando sus mejores hombres para el apostolado en países más lejanos.

Textos: Hch 11, 19-30; 13, 1-3.

- CORINTO. Ciudad portuaria y populosa, viva y variopinta, donde convivían diversas clases sociales y todo tipo de formas de vida y de ideologías. Era lo más parecido a una ciudad moderna. La comunidad cristiana que allí se forma es muy variopinta, con miembros de distintas clases sociales, muy entusiasta y animada hasta la temeridad. En sus dos cartas, Pablo les descubre sus grandes glorias y sus grandes miserias; sus inmensas posibilidades y carismas y, a veces, sus pocas ideas claras. Moderna, demasiado hija de su tiempo en algunos momentos, tendrá que ajustarse una y otra vez al Evangelio de Jesús.

Textos: 1 Cor 1, 1-13.26-31; 5-6; 8;

11, 17-22.33-34; 14, 26-33

2. Completa el siguiente cuadro.

JERUSALÉN ANTIOQUÍA CORINTO

MARTYRIA

LITURGIA

KOINONIA

DIAKONIA

Para la reflexión y el dialogo:

¿Con qué tipo de comunidad identificarías más tu comunidad parroquial?, ¿y la Iglesia en general?

¿En qué tipo de comunidad cristiana te sentirías más integrado? ¿Qué elementos de las primeras comunidades cristianas urge recuperar

en nuestra comunidad parroquial, en la Iglesia local, en la Iglesia Universal?

Esquema de análisisInstalaciones:Templo, locales, despachos, espacios libres…

Personas:Sacerdotes, acólitos, catequistas, responsables, animadores…

Organismos:Consejo Parroquial,

Documento 4

Consejo Económico, Cáritas…

Servicios:Catequesis, sacramentos, fiestas, atención a pobres, actividades educativas…

Movimientos eclesiales presentes