Todos (o casi todos) contra el glifosato

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Todos (o casi todos) contra el glifosato 1'600.000 hectáreas han sido asperjadas con glifosato según cifras oficiales. Foto: archivo Semana. Publicado el Lunes, 04 Mayo 2015 Verdad Abierta Aunque el Ministerio de Salud recomendó suspender el uso de este pesticida por considerarlo un posible cancerígeno, hay voces que siguen defendiendo su uso por razones de seguridad. ¿Qué impacto han tenido las fumigaciones en el conflicto? Desde que el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria, le envió al Consejo Nacional de Estupefacientes la recomendación de suspender el uso de glifosato por los posibles efectos nocivos en la salud, son varias las voces que se han levantado en pro y contra de la sugerencia. El ministro de defensa, Juan Carlos Pinzón, aseguró por ejemplo que la fumigación ha sido una herramienta exitosa en la lucha contra el narcotráfico. El procurador Alejandro Ordóñez ha dicho que por razones de seguridad en algunas regiones del país las aspersiones son la única herramienta contra los cultivos ilícitos y que su suspensión "conducirá a crear santuarios para el narcotráfico". Para el expresidente Álvaro Uribe es una concesión a las Farc que podría desencadenar en que Colombia “se inunde de droga”. Sin embargo, estudios académicos coinciden en que las fumigaciones con glifosato no han sido una herramienta eficiente contra la erradicación de la droga, pues no ha dado los resultados esperados para los billones de dólares invertidos y se enfocan en atacan a los pequeños cultivadores de coca, el eslabón más débil de la cadena.

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Todos (o casi todos) contra el glifosato

1'600.000 hectáreas han sido asperjadas con glifosato según cifras oficiales. Foto: archivo Semana.

Publicado el Lunes, 04 Mayo 2015 Verdad Abierta

Aunque el Ministerio de Salud recomendó suspender el uso de este

pesticida por considerarlo un posible cancerígeno, hay voces que siguen defendiendo su uso por razones de seguridad. ¿Qué impacto

han tenido las fumigaciones en el conflicto?

Desde que el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria, le envió al Consejo

Nacional de Estupefacientes la recomendación de suspender el uso de glifosato por los posibles efectos nocivos en la salud, son varias las

voces que se han levantado en pro y contra de la sugerencia. El ministro de defensa, Juan Carlos Pinzón, aseguró por ejemplo que la

fumigación ha sido una herramienta exitosa en la lucha contra el narcotráfico. El procurador Alejandro Ordóñez ha dicho que por

razones de seguridad en algunas regiones del país las aspersiones son la única herramienta contra los cultivos ilícitos y que su

suspensión "conducirá a crear santuarios para el narcotráfico". Para el expresidente Álvaro Uribe es una concesión a las Farc que podría

desencadenar en que Colombia “se inunde de droga”.

Sin embargo, estudios académicos coinciden en que las fumigaciones

con glifosato no han sido una herramienta eficiente contra la erradicación de la droga, pues no ha dado los resultados esperados

para los billones de dólares invertidos y se enfocan en atacan a los pequeños cultivadores de coca, el eslabón más débil de la cadena.

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Los habitantes de las zonas con mayores cultivos aseguran que desde 1996, cuando se dieron las primeras movilizaciones campesinas en

contra de las fumigaciones, han sido cada vez más estigmatizados en

medio de la guerra antisubversiva y el gobierno no ha cumplido con condiciones justas para la sustitución de cultivos.

Las fumigaciones y la guerra

El procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez; el expresidente y senador del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez; y

el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, se rechazaron que se suspendan las fumigaciones. Fotos: archivo Semana.

Las aspersiones aéreas con glifosato en Colombia llevan más de 30

años, pues el 22 de mayo de 1984 en un consejo de ministros del gobierno de Belisario Betancur se aprobó el uso de este pesticida en

aspersiones áreas para erradicar cultivos de coca, amapola y marihuana. Esto a pesar de las advertencias de varios organismos de

control que cuestionaban los efectos nocivos para la salud dichas fumigaciones.

Sin embargo no se trató de una fumigación a gran escala, pues,

según señalan estudios académicos, los cultivos de coca en el país

eran relativamente bajos comparados con países vecinos como Perú y Bolivia. Es a mediados de los 90 cuando Colombia pasó a ser el

principal productor de hoja de coca en la región Andina.

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En 1996, bajo el gobierno de Ernesto Samper, mientras aumentaban

las hectáreas de coca y se impulsaban aún más las fumigaciones con glifosato, tuvo lugar la movilización campesina más grande del sur

del país: la marcha cocalera en Putumayo, Guaviare y Caquetá. Entre

junio y agosto cerca de 200 mil campesinos cocaleros llegaron a los cascos urbanos para rechazar las aspersiones áreas.

“Los paros son percibidos como una puesta en escena que develó al

país la importancia de los cultivos de coca en esta región, frente a lo cual el gobierno respondió criminalizando al pequeño cultivador y

adoptando medidas represivas en el marco de la lucha contra las drogas, sin considerar las condiciones socioeconómicas que llevaron a

los campesinos del Putumayo a su aceptación”, asegura el informe ‘El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo’ del Centro

Nacional de Memoria Histórica (CNMH). La investigación agrega que la marcha, igual que paros que se habían presentado previamente,

contaba con el visto bueno de las Farc.

Ese mismo año, y luego en 1998, también se levantaron los

campesinos que sembraban coca en el Catatumbo. Llegaron desde Tibú, el Tarra, Convención y Teorama a Cúcuta pidiendo es el cese de

las fumigaciones, mayor inversión y presencia del Estado y programas de apoyo para la sustitución de plantaciones de hoja de

coca. Demandas que no distan de las exigidas en el reciente paro de 2013.

La investigación del CNMH asegura que las marchas de los

cultivadores de coca fueron las que alertaron a Carlos Castaño del poder alcanzado por las Farc en el suroccidente. En 1997 ordenó la

incursión de los primeros grupos paramilitares que se concretó en 1999 con algunas de las peores masacres perpetradas en Putumayo y

Meta.

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Alejandro Gaviria, ministro de Salud, alertó sobre los posibles efectos nocivos en la salud del glifosato. Foto: archivo Semana.

Los impulsores de las marchas en contra de la fumigación en Norte de Santander también fueron víctimas de los paramilitares. Según

denunció la Defensoría del Pueblo en mayo 1999, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia llegaron a Tibú, fueron asesinados

los líderes de la marcha cocalera, en su departamento son recordados como las primeras víctimas que fueron brutalmente descuartizadas

con motosierras.

Ese mismo año, en septiembre, el gobierno anunció el Plan Colombia como la nueva estrategia en la lucha contra las drogas que sería

financiada por el gobierno de Estados Unidos. Sus objetivos eran reducir la producción de drogas ilegales en un 50 por ciento en seis

años y mejorar las condiciones de seguridad en el país, atacando zonas donde hacían presencia grupos armados ilegales. El gobierno

norteamericano y el colombiano, de manera conjunta, gastaron 1.1

billones de dólares por años, entre el 2000 y el 2008 para fortalecer a las fuerza pública.

Para combatir la producción y tráfico de drogas la principal estrategia

fue la aspersión aérea de los cultivos de Coca. “La novedad del programa de fumigaciones del Plan Colombia era la intensidad de su

aplicación y la nueva mezcla utilizada. Ahora se trataba de eliminar en corto tiempo el mayor número de hectáreas posible, para lo cual

se aplicaría (de hecho, había comenzado a aplicarse ya) una nueva y más eficaz concentración de Roundup, la mezcla comercial sobre la

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base de glifosato patentada por la firma Monsanto”, asegura un

estudio del Transnational Insititute (TNI), una red internacional de investigación que ha estudiado detalladamente el tema de las

fumigaciones en Colombia.

Sin embargo, según el investigador del TNI Ricardo Vargas, fue en el

gobierno del expresidente Álvaro Uribe en el que se utilizaron con más fuerzas las fumigaciones como una estrategia dentro de la lucha

antisubversiva. El argumento fue que atacando los cultivos de coca se atacaban las fuentes de financiación de la guerrilla.

“Más que de la política de reducción de los cultivos, la erradicación

aérea hizo parte de una estrategia contrainsurgente que une al pequeño productor como parte de la cadena criminal y de apoyo a la

guerrilla. Sobre los pequeños productores recae el estigma de la criminalización”. Agrega que bajo ese estigma varios de los

productores se vieron obligados a unirse a programas como el que en 2003 creó la extinta Acción Social llamado ‘Familias Guardabosque’,

donde asegura, eran utilizados como informantes.

Una herramienta ineficiente

Los objetivos del Plan Colombia fueron reducir la producción de drogas ilegales en un 50 por ciento en seis años y mejorar las

condiciones de seguridad en el país. Foto: archivo Semana.

A pesar de los billones de dólares invertidos y de que más de un

millón 600 hectáreas de cultivo de coca han sido fumigadas y otras

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400 mil erradicadas manualmente, las investigaciones del Centro de

Estudios sobre Seguridad y Drogas de la Universidad de los Andes (Cesed) han revelado que la producción potencial de cocaína entre el

2000 y el 2008 se mantuvo estable, pues los cultivadores se adaptan

con facilidad y diseñan mecanismos para ser más eficientes en la producción.

Estudios de la Universidad de California muestran además que por

cada hectárea asperjada, la reducción es de solo el 0,035 del cultivo, es decir, que para eliminar una hectárea de cultivo de coca, es

necesario que se fumiguen 30. A esto hay que sumar los altos costos de la aspersión, según la misma investigación, eliminar un sola

hectárea de hoja de coca cuesta alrededor de 72.000 dólares, mientras que la venta de esa hoja de coca sembrada en una hectárea

es de 400 dólares.

Daniel Mejía, director del Cesed, ha insistido en que parte de los pobres resultados de la política antidroga se debe a que se ha

enfocado en atacar al cultivador, que es el eslabón más bajo de la

cadena del narcotráfico y quien menos se lucra del negocio. De acuerdo con este centro de estudios los recientes resultados en la

reducción de la producción de coca son producto de un esfuerzo cada vez mayor en la incautación del producto y la destrucción de

laboratorios.

Los cultivadores en las mismas

A mediados de los 90 cuando Colombia pasó a ser el principal

productor de hoja de coca en la región Andina. Foto: archivo Semana.

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Han trascurrido más de 20 años desde que ocurrieron las principales

marchas cocaleras del país, donde el gobierno se comprometió a apoyar los proyectos de sustitución de cultivos y mejorar la situación

de los cultivadores. VerdadAbierta.com habló con algunos líderes en

los departamentos donde hay mayores cultivos de coca y corroboró que dos décadas después las demandas siguen siendo las mismas.

En 1996 para poner fin a la movilización campesina en Putumayo,

Guaviare y Caquetá, el gobierno se comprometió a no fumigar los pequeños cultivos, sino a mejorar los programas de sustitución de

cultivos que se habían creado un año atrás, construir nuevas carreteras, programas de electrificación, hospitales y puestos de

salud.

Aunque los putumayenses se muestran optimistas con la recomendación de suspender el uso del glifosato, también son

conscientes de que sin una adecuada infraestructura estatal no es posible erradicar los cultivos ilícitos. “Esperamos que con la

manifestación del Ministerio de Salud el gobierno cambie su política

de fumigación por una de siembra. Pero eso sí, de nada sirve que paren las aspersiones si no hay inversión en todo porque en

Putumayo no hay carreteras y la salud es mala. Así no habrá cambio total”, aseguró Marco Rivadeneira, líder de la Asociación Campesina

del Suroriente del Putumayo (Acsomayo), que está en el corredor Puerto Vega - Teteyé que lleva a Ecuador.

En Tumaco, municipio nariñense que en su zona rural está sembrado

con varias hectáreas de cultivos de coca y sufre las consecuencias de ser un corredor estratégico de tráfico de drogas, la mirada va en ese

mismo sentido. “Recibimos complacidos una noticia de esas pero no es suficiente con que no haya fumigación. El Gobierno también tiene

que anunciar apoyo al campesinado para que podamos tener una forma de vida. De cierta manera no queremos sembrar más coca”,

aseveró Martín Cabezas, presidente de la comunidad afro Asomiruma,

en Tumaco, Nariño.

Hay que agregar que el presidente Juan Manuel Santos ordenó que en Putumayo fuera el centro de una experiencia piloto de sustitución

integral de cultivos sin el uso de las fumigaciones. Sin embargo, los habitantes aseguran que las aspersiones no han cesado, “Las

fumigaciones paran un mes y vuelven nuevamente. Sólo paran cuando la gente empieza a manifestarse. La zona más afectada es el

corredor Puerto Vega – Teteyé (en Puerto Asís) que comunica con Ecuador. Allá, no cesan las fumigaciones”, dijo a VerdadAbierta.com

Hernán Tabares, concejal de Puerto Asís, Putumayo.

Unos y otros coinciden en que hasta ahora los programas de sustitución de cultivos no han dado los resultados esperados. En la

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siembra de caucho, arazá y pimienta los productores se sienten

abandonados por el gobierno porque no les aseguraron un comercio en el interior del país, ni hay una continuidad en la producción.

Insisten en que la sustitución debe ser voluntaria y los productos a

cultivar no pueden ser impuestos por las instituciones, sino que debe ser un trabajo conjunto. “Muchos ya definieron qué van a sembrar en

la sustitución pero no siembra por las fumigaciones”, contó Rivadeneira.

Los campesinos también se preguntan quién va a responder por los

centenares de personas a quienes las fumigaciones les deterioraron la salud y la calidad de sus predios. Este es el caso de Rodolfo Guerrero,

un campesino de 60 años que trabajaba en la vereda Libertad en San Vicente del Caguán, Caquetá. El 16 de agosto de 2014 fumigaron un

pedazo de la finca de un vecino y cayó en sus linderos.

Solángel Gómez, esposa de Roldolfo, asegura nueve días después de la caída de glifosato su esposo quedó inmóvil y con su capacidad

mental disminuida. “Las plataneras y las yucas que sembramos, nos

las secaron. El paso se quemó y por eso me tocó sacar el ganado. He intentado vender la tierra pero nadie la compra porque es pequeña y

porque ya no hay pasto por las fumigaciones”.

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Aún si el glifosato no fuera cancerígeno, las fumigaciones

aéreas todavía serían una mala idea

Por Adam Isacson, Coordinador Principal del Programa de Políticas de

Seguridad Regional. 30 abr 2015

Un hallazgo alarmante

El mes pasado, la Agencia Internacional para la Investigación sobre el

Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la

Salud (OMS), revisó la literatura científica y determinó que el

glifosato, un herbicida de uso general, es "probablemente

cancerígeno para los seres humanos." Este informe envió ondas de

choque a través de Colombia, donde durante los últimos 20 años un

programa respaldado por Estados Unidos ha rociado unos 1,75

millones de hectáreas de territorio rural donde los pequeños

agricultores cultivan la coca, la planta usada para hacer cocaína.

Colombia es el único país que cultiva la coca que permite la

fumigación aérea con herbicidas. Ante la posibilidad de que esté

rociando un químico carcinógeno sobre sus propios ciudadanos, el

Ministerio de Salud de Colombia emitió un comunicado en la noche

del lunes 27 de abril que recomienda que se suspenda el programa

de fumigación aérea.

La decisión para suspender el proyecto está en las manos del

Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que aún tiene que

hacer o programar un anuncio. Mientras tanto, las agencias del

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gobierno colombiano que llevan a cabo el programa de fumigación no

demoraron en oponer una posible suspensión. "No podemos permitir

que se termine beneficiando a la delincuencia, la criminalidad y el

terrorismo", dijo el Ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien

supervisa la Policía Nacional de Colombia y su cuerpo antinarcóticos

que realiza la fumigación. "Vamos a seguir procurando todas las

herramientas que ayuden a que se mantenga la seguridad de los

colombianos".

Oficiales del gobierno de Estados Unidos dicen que mientras que

respetarán la decisión soberana de Colombia, insisten en que el

glifosato es seguro y que prefieren no ver el final del programa de

aspersión. La Oficina de Asuntos Narcóticos Internacionales y

Aplicación de la Ley (Bureau of International Narcotics and Law

Enforcement Affairs, INL) del Departamento de Estado ha gastado en

entre US $ 1 mil millones y de US $ 2 mil millones de dólares en las

herbicidas, los pilotos de los contratistas y las mecánicas, los

helicópteros de escolta policial, combustible, equipos de búsqueda y

rescate y los costos de fumigación relacionados desde que el

programa comenzó en 1994.

¿Qué cambiaría si el glifosato fuera totalmente seguro?

La posibilidad de que la mezcla de herbicidas sea cancerígena debe

preocuparnos a todos nosotros. A diferencia del uso agrícola normal,

los aerosoles del programa de fumigación en Colombia son rociados

en altas concentraciones sobre zonas residenciales a decenas o

cientos de pies de altura.

Dejando esto de lado por un momento, ¿Qué pasaría si el glifosato

fuera realmente seguro? Imagínese que usted pudiera beber un vaso

de "Round-Up", el nombre de marca Monsanto Inc. para el herbicida,

y sufrir ningún efecto negativo. ¿Sería la continuación de la

fumigación aérea una buena política?

El gobierno de EE.UU. cree que sí. "Se ha demostrado ser la forma

más eficaz de luchar contra los cultivos ilícitos", dijo el subsecretario

de Estado Antony Blinken al diario El Tiempo de Colombia durante

una visita a Bogotá esta semana.

Una mirada más cercana en el expediente, sin embargo, arroja serias

dudas sobre esa declaración. De hecho, la fumigación ha hecho muy

poco para disuadir a las personas que viven en los territorios sin

presencia del estado de no cultivar coca.

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La fumigación ha tenido éxito en la reducción del cultivo de coca en

zonas específicas por determinados períodos de tiempo. Se ha

obligado a los productores a dispersarse por todo el país, en lugar de

concentrar la cosecha en algunas regiones remotas. Pero la

fumigación no amerita mucho del crédito por las recientes

reducciones en el cultivo de coca en Colombia.

Echemos un vistazo a la historia

1. Fumigación comienza 1994-2000

Con la presión fuerte de Estados Unidos, Colombia permitió el

comienzo de la fumigación en el 1994, al mismo tiempo que los

cultivos de coca empezaron a aumentar en el país. (Antes de eso, los

carteles de droga de Medellín y Cali habían fabricado la mayor parte

de su cocaína de coca cultivada en el Perú y Bolivia. A mediados de la

década de 1990, estos cárteles acababan de ser disueltos, y fueron

reemplazados por organizaciones más pequeñas que prefieren

comprar su materias prima en Colombia.) La aspersión se inició en

una base de la policía en el departamento de Guaviare, en lo que

entonces era el epicentro de la coca colombiana, a poco más de 200

millas al sureste de Bogotá.

(Nota: Aquí el gráfico circular representa 1999-2000, los datos por

departamento no están disponibles antes de 1999)

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La fumigación no tuvo efecto en el cultivo de coca, que aumentó

rápidamente durante la segunda mitad de la década de 1990. Sin

otras oportunidades económicas legales en el centro-sur de Colombia,

una región sin carreteras ni gobierno, los cultivadores de coca se

establecieron más al sur, fuera del alcance de los aviones de

fumigación con sede en Guaviare.

Para el año 2000, la ONU midió unos increíbles 163.144 66.022

hectáreas de coca en el departamento de Putumayo, en la frontera

con Ecuador. Desde entonces, ningún departamento ha concentrado

tanta coca en un solo año.

2. Plan Colombia intensifica la aspersión 2001-2003

Como parte de una iniciativa llamada "El empuje en el sur de

Colombia", el paquete de ayuda del 2000 llamado "Plan Colombia" se

centró intensamente en el Putumayo. Aviones fumigaron 112.740

hectáreas de este departamento (el tamaño del estado de Maryland)

entre 2001 y 2003. Programas de desarrollo incompletos

suministraron la seguridad alimentaria y de desarrollo alternativo a

sólo una pequeña parte de los agricultores del Putumayo.

El resultado fue una fuerte caída el cultivo de coca en el Putumayo, y

como resultado en toda Colombia. El gobierno de Bush en

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Washington y el gobierno de Uribe en Bogotá saludaron el éxito de

los esfuerzos de aspersión aérea.

Pero ese éxito resultó ser muy efímero. El cultivo de coca se movió

rápidamente a otros lugares.

3. Fumigación deja de funcionar 2004-2007

Como los programas del Plan Colombia continuaron siendo

implementados, la fumigación alcanzó niveles récord. En 2002-2006,

los aviones estuvieron rociando más de 320.000 130.000 hectáreas

por año, y en 2006 rociaron un récord de 172.000 hectáreas.

Pero la fumigación dejó de funcionar. En 2007, el gobierno

estadounidense midió casi la misma cantidad de cultivos de coca en

Colombia que en 2001, el peor año de la historia. El 2005 hasta el

2007 fue un período de aumentos constantes en el cultivo de coca.

Fue durante este período que un informe de la Oficina de Control y

Fiscalización del Gobierno de Estados Unidos (Government

Accountability Office, GAO) encontró que el Plan Colombia fue

convirtiendo en una estrategia exitosa de seguridad —la violencia

guerrillera estaba disminuyendo— pero no tenía tanto éxito como una

estrategia de lucha contra las drogas.

Resultó que, a pesar de lo que los funcionarios estadounidenses

siguen diciendo hoy, la fumigación dejó de ser un elemento de

disuasión a nivel nacional para el cultivo de coca. En un país donde

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más de la mitad del territorio nacional tiene poca o ninguna presencia

regular del estado, los productores encontraron varias formas de

adaptarse a la aspersión aérea.

1. Se comenzaron a cultivar en nuevas áreas. El cultivo de coca

ya no estaba concentrado en una parte del sur de Colombia. En

respuesta a la fumigación, la economía de la coca llegó, en menor

escala, en todo el país. El "empuje" de Plan Colombia en Putumayo

causó que la cosecha migrara hacia el oeste, hasta el departamento

de Nariño, en la costa del Pacífico, que ha sido desde entonces el

departamento número uno en términos de cultivos de coca en

Colombia.

2. Los productores comenzaron la siembra en parcelas más

pequeñas y más difíciles de detectar. La Oficina de Naciones Unidas

contra la Droga y el Delito (ONUDD) estima que el tamaño promedio

de cultivo de coca se redujo de 2,1 hectáreas en 2001 a 0,85

hectáreas en 2006. "Una posible explicación," señaló la ONUDD que

"podría ser que los agricultores redujeron el tamaño de sus campos

de coca para evitar la aspersión aérea".

3. Los productores adoptaron muchas otras estrategias para

reducir el impacto de la fumigación. Según informó ONUDD en 2013,

estos incluyen "cultivos intercalados o mezclado, la aplicación de

sustancias para aislar el área de la hoja de los efectos de glifosato, el

lavado de las hojas, el aumento de la cantidad de los rendimientos de

modo que no todos se ven afectados, rotar las parcelas dentro de un

productivo unidad y disminuir el tamaño de la producción, entre

otros. "También hemos escuchado del cultivo en la sombra, el uso de

variedades de mayor rendimiento y podar los cultivos

inmediatamente después de la aspersión.

Estas tácticas indican que la fumigación se mantuvo como un

inconveniente para los cocaleros; se les obligó a perder una cosecha

o dos, o incluso hacer las maletas y cultivar en otro lugar. Pero el

aumento en el cultivo de coca de 2004-2007 muestra que la

fumigación no desalentó un número significativo de agricultores

colombianos del cultivo de la coca. El programa no funcionó.

Esto no debería ser sorprendente, ya que la inmensa mayoría de los

que tenían sus cultivos rociados eran campesinos que vivían lejos de

los mercados agrícolas legales y de servicios estatales (incluida la

seguridad). Cuando hay una falta de presencia estatal, la coca es uno

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de los pocos cultivos que ofrece un fácil transporte, un ingreso por

encima de la línea de pobreza y un flujo constante de compradores

que ofrecen crédito.

4. Erradicación manual trae reducciones 2008-2013

Colombia comenzó a experimentar reducciones en los cultivos de

coca después de 2007. La razón no fue la fumigación —que había

disminuido de manera constante desde 2007— pero un mayor control

del territorio por parte del gobierno, lo que permitió a los

erradicadores manuales trabajar en el campo.

A partir de 2004, y de manera más intensa en 2006, Colombia, con el

apoyo de Estados Unidos, empezó a enviar equipos de erradicadores

de coca a zonas despejadas, al menos temporalmente, de los grupos

armados. Este es un trabajo peligroso: Entre 2009 y 2013 62

erradicadores, o sus escoltas militares y policiales, fueron asesinados

y 387 heridos por francotiradores, minas antipersonales y artefactos

explosivos improvisados.

Sin embargo, resultó más eficaz que la fumigación. Se mata a las

plantas por completo, en lugar de interrumpir una cosecha o dos.

También, requiere que el gobierno sea físicamente presente en el

suelo en las zonas de cultivo de coca, en lugar de volar de forma

anónima por encima. Mucho de la erradicación manual a finales de los

años 2000 se produjo en el contexto de los programas, como el "Plan

Nacional de Consolidación", específicamente diseñados para

establecer una presencia gubernamental más permanente.

Sin embargo, la erradicación manual no es una panacea. Llevado a

cabo por su propia cuenta, sin la seguridad alimentaria u otro tipo de

asistencia a la población local, la erradicación manual forzosa puede

producir resultados desastrosos para la estabilidad y la

gobernabilidad, así como empujar las comunidades hacia la pobreza.

Es una mala política para establecer una relación de confrontación

con las familias campesinas en un territorio donde el control del

gobierno en el territorio ya es tenue.

El camino a seguir

Más recientemente, la erradicación manual y aérea ha disminuido. El

resultado, al menos hasta ahora, es que el cultivo de coca en

Colombia se mantiene en los niveles más bajos registrados desde la

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década de 1990. El Perú pudo haber superadoa Colombia como

primer productor mundial de coca.

¿Por qué ha regresado la coca en medio de una disminución en la

erradicación forzosa? Mientras que hay un largo camino por recorrer,

la razón más probable es que Colombia tiene más presencia del

estado en las zonas rurales de lo que solía. Lo clave es control

territorial permanente en vez de aspersiones aéreas rápidas.

La lección del programa de fumigación de Colombia es que no hay

sustituto para el desarrollo económico y la presencia del Estado en el

territorio nacional. Al contrario, volar por encima de forma anónima

y sin ninguna presencia en el terreno, hace que el comercio de la

coca migre y aliena a las poblaciones cuyo apoyo es necesario en

medio de un conflicto armado. Cuando no está coordinado con la

seguridad alimentaria y medias de vida alternativas, la fumigación da

a la guerrilla una herramienta de propaganda poderosa: las FARC y el

ELN han empleado el argumento de que la fumigación es una prueba

de que "la oligarquía" de Colombia no se preocupa por los

campesinos, o quiere despojarlos de sus tierras.

Así que incluso si el glifosato fuera realmente tan seguro como el

champú para bebés o agua de manantial, la aspersión aérea seguiría

siendo una política cruel e ineficaz. "Más allá de los riesgos

potenciales para la salud humana y el medio ambiente derivados de

la exposición a las sustancias químicas de herbicidas", WOLA señaló

en su informe de 2008 sobre la Estrategia Fallida, "existe una amplia

evidencia de que la fumigación pone en peligro los cultivos de

alimentos de las familias rurales e insta a los cocaleros a migrar y

cultivar el cultivo en nuevas áreas, difundiendo la destrucción del

medio ambiente que conlleva el cultivo de coca".

En cambio, Colombia debe prepararse para seguir el modelo

establecido en el acuerdo del año pasado entre el gobierno y las

FARC. Este documento compromete a los guerrilleros a ayudar a

erradicar la coca, y el gobierno a entrar en pactos de erradicación con

las comunidades que cultivan la coca, respaldados con la amenaza de

la erradicación manual. Esto, por supuesto, requiere que el gobierno

esté presente en su propio territorio, un paso que un acuerdo de paz

podría facilitar.

La fumigación, una reliquia de la “guerra contra las drogas”, no tiene

lugar en esta visión post-conflicto. No es un sustituto para la

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gobernanza a nivel territorial, y las crecientes preocupaciones sobre

su impacto en la salud aseguran que ahora es el tiempo para

suspenderla.

(Para obtener la estimación de 4.340.000 hectáreas, consulte los

Informes de Estrategia Internacional de Control de Narcóticos del

Departamento del Estado que se remonta a la década de 1990)

Datos del Departamento de Estado de los EE.UU. (en hectares)

1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003

Cultivacion de Coca

44,700 50,900 67,200 79,500 101,800 122,500 136,200 169,800 144,400 113,850

Cultivacion de Coca

4,910 8,750 5,600 19,000 31,123 43,246 47,371 84,251 130,364 132,817

Cultivacion de Coca

- - - - - - - - - -

2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014

Cultivacion de Coca

114,100 144,000 157,000 167,000 119,000 116,000 100,000 83,000 78,000 80,500

Cultivacion de Coca

136,551 138,775 172,025 153,134 133,496 104,772 101,940 103,302 100,549 47,053 55,532

Cultivacion de Coca

6,233 32,705 41,346 66,385 95,731 60,954 43,986 35,203 30,486 22,056 11,702

Foto de InSight Crime