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Javier Marías

Donde todo ha sucedidoAl salir del cine

Prólogo de Miguel Marías

Edición al cuidado deInés Blanca y Reyes Pinzás

Galaxia Gutenberg

Círculo de Lectores

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Índice

El arte de recordar, por Miguel Marías . . . . . . . . . . 13Nota sobre la edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

Donde todo ha sucedidoAl salir del cine

El novelista que se fue al cine

Todos los días llegan (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

Películas con música e insomnio incluidos

Si no han visto el río (1997) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37El Increíble Hombre Menguante (1993) . . . . . . . . . 40La imagen de la amistad (1995) . . . . . . . . . . . . . . . 42Un puñado de héroes (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45El fantasma y la señora Muir (1995) . . . . . . . . . . . . 49Campanadas y viento y fantasma y muertos (1995) 62Viento en las velas (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65Cuando nunca se olvidaba a nadie (1995) . . . . . . . 67De no haber nacido (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70Qué sería peor (2003) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73Música en la retina (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76Pobres cantantes (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79Insomnio de cine (2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82

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8 Donde todo ha sucedido

Dos maestros y dos parientes

El siglo de Ford (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87El pequeño Mr Welles (1999) . . . . . . . . . . . . . . . . . 90Jess el estupendo (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99El adelantado (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

Este don tan raro

El amo sobrenatural del mundo (1994) . . . . . . . . . . 107El hombre que parecía no querer nada (1996) . . . . 111Suspiros terrenales (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116La penumbra de Dean Martin (1997) . . . . . . . . . . . 119Todos los actores muertos (1997) . . . . . . . . . . . . . . 122Caballero engañado (2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125Los que sólo desaparecen (2001) . . . . . . . . . . . . . . 127Área púbica y humillación (2003) . . . . . . . . . . . . . . 131

El balón en la sala

El estilo y los nombres (1992) . . . . . . . . . . . . . . . . . 137Grupos salvajes (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140El estrabismo de los semidioses (2002) . . . . . . . . . . 143

De buena ley

Ficciones bastardas (1994) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149Y encima recochineo (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153La risa y la moral: una contrarréplica a

Muñoz Molina (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158No todos los artistas son mamarrachos (1998) . . . . 163Por qué detesto el teatro (2001) . . . . . . . . . . . . . . . 166Cruzado de brazos (2003) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169La enfermedad de la desdicha (2003) . . . . . . . . . . . 172Empalago (2004) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175

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Índice 9

La rueda del mundo

La foto (1994) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181Ficción y recuerdo (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 184El efecto Apley (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187Frívolamente (1997) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190El triunfo de la seriedad (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . 193Quisquillosas tribus (1999) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199Los que ya no podrán verse (2000) . . . . . . . . . . . . . 202Territorio de Oklahoma (2000) . . . . . . . . . . . . . . . 205Que salgan ya Tintín y Bond (2001) . . . . . . . . . . . . 208

La tentación de salirse

Caso crítico (1995) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213El novelista va al cine (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . 216El novelista se sale del cine (1996) . . . . . . . . . . . . . 220Los malditos detalles (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223El servilismo de la risa (1997) . . . . . . . . . . . . . . . . . 226La fiesta de los impostores (1998) . . . . . . . . . . . . . . 229Al servicio de la pasta (1998) . . . . . . . . . . . . . . . . . 232Ídolos de la aberración (1999) . . . . . . . . . . . . . . . . 235Amar al malo (2001) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238Ni mérito ni misterio (2001) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241¿Es usted el Santo Fantasma? (2001) . . . . . . . . . . . 244Por la felicidad de los lectores (2001) . . . . . . . . . . . 247Genios a merced de mindundis (2002) . . . . . . . . . . 250Ignorante e idiota y desequilibrado (2002) . . . . . . . 253La que tan bien había amado (2003) . . . . . . . . . . . 256Como un mafioso (2004) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259Entre la queja y la burla (2004) . . . . . . . . . . . . . . . 262

Procedencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 265Apéndice: Encuestas de Nickel Odeon . . . . . . . . . . 271

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Para Guillermo Cabrera Infante,en su alegre memoria de sombras

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El arte de recordar

Que tres miembros de una familia –el primero es nues-tro padre, Julián Marías– hayan escrito sobre cine concierta asiduidad puede hacer pensar que existe entrenuestros enfoques alguna semejanza o paralelismo, pesea que cada maestrillo tenga su librillo. En este caso, nocreo que haya parentesco: el único punto común seríaprecisamente la ausencia, en los tres, de tal «manual», ya cambio una compartida confianza en la utilidad de laobservación atenta y en el ejercicio –simultáneo y pos-terior– de una actividad que siempre creí inevitable yconstante, al menos despierto, hasta percatarme, concreciente inquietud, de lo poco que en general se practi-ca. Me refiero, simplemente, a pensar.

El que piensa acerca de lo que ha contemplado lo re-cuerda, a menudo tan nítidamente que lo ve de nuevo,y no sólo una vez más, sino de otra manera. Con ma-yor libertad, porque al sustraerse al poder hipnóticodel flujo imparable de las imágenes en una pantalla, y al «suspense» intrínseco de toda narración, lo pue-de mirar –aunque sea mentalmente– a otro ritmo, conholgura para establecer conexiones y asociaciones,para comparar y no quedarse encerrado –como les su-cede cada vez más a muchos cineastas– dentro del pro-pio cine. La realidad y las demás artes, narraciones an-tiguas o posteriores, otros momentos, visiones previasrepartidas a lo largo de la propia biografía... arrojannueva luz, casi sin proponérselo e incluso si uno se re-siste a su asalto, sobre las películas, sean recientes (nue-

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vas, al menos, para nosotros) o viejas conocidas de lainfancia.

A la inquietud por personajes que tal vez nos im-porten o inspiren simpatía, por el desarrollo de la intri-ga, por la capacidad de los artífices de la película parasostener su ritmo y hacerla llegar a una conclusión sa-tisfactoria, sin desfallecer o armarse un lío en el trayec-to, se añade la que producen el reencuentro y la inspec-ción –forzosamente crítica, se quiera o no– desde otraedad y circunstancia, con más experiencia, sin esa inge-nuidad infantil o juvenil que tanto ayuda a activar lasiempre conveniente «suspensión de la incredulidad»que graciosa e interesadamente concedemos a quien sedispone a obsequiarnos con una narración.

Cuando volvemos a ver Todos los hermanos eran va-lientes, El talismán, Huida hacia el sol, Cita en Hondu-ras, Lilí, El prisionero de Zenda, Tierras lejanas, La casade los siete halcones, Tres tejanos, Los forasteros, Tam-bores lejanos, La casa grande de Jamaica, Mogambo,Scaramouche, El temible burlón, Rumbo a Java, Los gavilanes del Estrecho, Cuando ruge la marabunta, Sa-fari, Las cuatro plumas o El hidalgo de los mares –porejemplo– no sabemos si van a estar a la altura de nuestrorecuerdo, o si nosotros nos vamos a mantener a la suya.Quizá ya no podamos recuperar la infancia ni por horay media, es posible que hayamos sobrepasado una fron-tera de la que no cabe retroceso, a lo peor no somos lobastante crédulos o se nos han embotado la fantasía y lacapacidad de ensoñación, hemos dejado para siempreatrás el Mississippi o la tierra de Nunca Jamás. Si volve-mos a ver el Robinson Crusoe interpretado por DanO’Herlihy no podremos ignorar que la dirigió Luis Bu-ñuel ni la novela de Daniel Defoe, y Fort Apache no esya una película «de indios» o de John Wayne y HenryFonda sino, además y sobre todo, del gran John Ford.

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A veces da miedo, como volver a ver a una chica quenos gustó mucho hace cuarenta años, y que ha perdidoya –como nosotros, claro– la frescura y la ilusión, aun-que pueda conservar la belleza y hasta el humor y el en-tusiasmo que produce mirar sólo hacia delante y no lle-var carga alguna a las espaldas, pero que, evidentemente,no es la misma que recordamos, y corremos el riesgo deque su imagen presente se superponga definitivamente,borrándola, a la que justo antes permanecía aún viva ennuestra memoria. Sé de algunos que evitan tales ocasio-nes sistemáticamente, con cierto temor supersticioso yno sin un punto de excusable cobardía. No así mi her-mano Javier, que va poco a los cines desde hace añospero sigue viendo, en su casa, cada vez más asimiladas alos libros, más a mano y con sultables según el impulso oel deseo, muchas películas, y que parece empeñado envolver a ver cuantas de niños nos gustaron –estábamosentonces mucho más de acuerdo–, e incluso alguna quequizá sospeche que no llegó a apreciar en su justo valorprecisamente porque sabía demasiado poco de muchascosas para comprenderla cabalmente. Tal vez para verifi-car si su rostro hoy coincide con el que ayer imaginarapara un mañana entonces muy lejano, en ocasiones pu-ramente hipotético (pues nunca se sabe si uno lograrávolver a ver una película, y entonces mucho menos queen la actualidad: no había vídeos ni DVD, ni siquiera te-levisión, o apenas).

Quien escribe sobre una película, aunque acabe deverla, se basa en un recuerdo, en lo que de ella reme-mora, en el rastro o la huella que dejó en uno. La mirano como algo presente, que está desfilando en la panta-lla, sino como algo ya ocurrido, pasado, fugitivo en supropio movimiento, tal vez distorsionado o difuminadopor nuestra percepción y lo que de ella hace la capri-chosa y contradictoria memoria, selectiva y autónoma

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(cuántas cosas que queremos olvidar recordamos, cuán-tas de las que querríamos acordarnos se nos borran,cuántos datos inútiles y sin interés nos acompañan depor vida o nos vendrán inopinadamente a la cabeza). Esdoblemente un fantasma, que nos habla de otros fan-tasmas, que lo son además al menos en dos sentidos: esya espectral su presencia entrevista y fugaz –que en se-guida se hace insegura, pues dudamos de nuestra vistay nuestro oído incluso antes de desconfiar de su surco–,consustancial al cine, y, a poco que haya pasado un cier-to tiempo, sus actores (y sus artífices, casi siempre invi-sibles) habrán muerto, aunque todavía se agiten en lapantalla y los veamos aparentemente vivos, angustiadoso felices y divertidos (hasta Katharine Hepburn y CaryGrant en La fiera de mi niña, que parecen disfrutar eter-namente, son hoy fantasmas de celuloide).

Cuando Javier Marías escribe sobre cine (y otrasimágenes) no es ni el novelista ni el ciudadano homóni-mo que publica «columnas» en prensa y comenta lo quesucede a su alrededor –lo que le indigna, molesta o preo-cupa, sólo a veces lo que le alegra, divierte o agrada–,sino un personaje intermedio, lo que de él permaneceinvariable desde que le conozco –y soy cuatro años ma-yor–, a pesar de otros cambios. Todo ello, claro, paraquien sinceramente crea que hay dos o más Javieres,cosa que, con perdón, me permito dudar. Lo mismo queno es uno el que escribe y otro el que habla, yo reconoz-co siempre su voz cuando leo sus novelas y sus artícu-los, e incluso a menudo la oigo cuando me hace partíci-pe de los pensamientos de sus narradores en primerapersona, con los que en cambio se le tiende a identificarabusivamente, pese a que suelen ser bastante diferentesde mi hermano, aunque tengan un modo de pensar muysemejante: no piensan lo mismo, ni comparten demasia-das opiniones, pero creo evidente que Javier les presta

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–entre otras cosas– su manera de pensar, de interrogar-se, de dudar, de hacer hipótesis, de tener ocurrencias, degastar bromas, de «leer» en las caras y en los gestos, de re-memorar y especular, de extrapolar, de tener presente loque no lo está ya o no se percibe todavía, sólo se intuye.Casi todo eso, por cierto, es algo que Javier, sospecho,ha aprendido no sólo por libre ni leyendo, sino también,en buena medida, viendo mucho cine.

De hecho, son actividades que eran habituales y casise daban por supuestas al ver una película, que, salvo ca-sos pesadamente explícitos, lo que hace es mostrarle auno rostros, gestos, posturas, acciones, que uno debe in-terpretar. Hay actores que inspiran confianza y otros querezuman malicia o doblez, y de cuyas promesas no nosfiamos. A veces, detectamos contradicciones entre lo quedicen y sus actos, lo que hemos visto o estamos a puntode ver que hacen. Escrutar un rostro, a veces en primertérmino, a veces al fondo del plano, es tarea usual del es-pectador cinematográfico, aunque hoy la desatiendanhasta los críticos. Saber a qué atenerse, según mi padre elobjetivo de la filosofía, es también a lo que aspira el queestá viendo una película, o, a fin de cuentas, el que vivedespierto. Así que no es extraño que esta labor de «tra-ducción» de gestos, posturas o miradas sea una de las ac-tividades principales de los personajes de las novelas deJavier, ni que sus narradores interpreten constantementelo que les rodea o les ha sucedido, que se planteen dudase hipótesis alternativas sobre lo que va ocurriendo. Nose olvide, por otra parte, que la condición, sólo aparen-temente pasiva, del espectador de cine es bastante seme-jante a la del novelista –que Javier ha asimilado con fre-cuencia a un fantasma, que no puede intervenir pero quese ve afectado y concernido por los hechos que presenciao presiente–, sobre todo si, como suele, va descubriendoa los personajes sobre la marcha, sin un plan preconcebi-

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do. Por eso es engañosamente visual su narrativa, hecha–como toda verdadera literatura– fundamentalmente depalabras, y por eso algunos creen, al hilo de la lectura, alvisualizarlas pese a lo escasamente descriptivo que sueleser Javier, que sus novelas son «muy cinematográficas».Incluso los hay que imaginan tarea fácil llevarlas a lapantalla; si no se han dado más batacazos (tras uno so-nado) es porque Javier, de momento, no lo ha consenti-do, sin dejarse seducir por el señuelo que para muchosrepresenta todavía el cine.

Sus escritos relacionados con el cine son esencialmen-te literarios, pero no se conforman con narrar de nuevoo desmenuzar los argumentos de las películas; Javier noes propiamente lo que hoy se considera un «crítico cine-matográfico» –que poco tiene que ver, por lo demás, conel ejercicio de la función crítica–, pero en cambio sabemuy bien que en el cine, como por lo demás en la litera-tura, no es tan importante lo que se cuenta –a la postre,hay pocas historias completamente originales y ya hansido relatadas, los posibles temas son muy elementales,vastos y difusos–, sino la manera de contarlo, de abor-darlo y desarrollarlo, en cada caso con los instrumentospropios del arte respectivo, en alguna parte comunes, enla mayor muy distintos; y sabe también, porque no me-nosprecia el cine –como tantos escritores, por muchoque proclamen su cinefilia–, que hay cosas que puedehacer que a la literatura le están vedadas, al menos conla misma soltura y economía, y viceversa, y que muchasgrandes historias cinematográficas parten de obritas li-terariamente muy menores, mientras que pocas veces elcine ha conseguido estar a la altura de las mejores nove-las que ha adaptado, casi siempre con inevitable (y hastadiría que justa y necesaria) infidelidad, a su letra por su-puesto y a veces al espíritu, y que ha seguido sus peripe-cias sólo en parte y de otro modo, transformándolas en

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algo diferente: haciéndolas cine. Como traductor, Javierno ignora las dificultades de trasladar un texto a otralengua; y a veces se preguntará, claro está, si hay necesi-dad de que exista también como película lo que ya es sa-tisfactorio y suficiente en forma de libro, hasta cuandoes posible hacer una versión de calidad comparable.

Aunque pocos se hayan percatado, el cine es un ele-mento formador esencial en las novelas de Javier. Nosólo porque, a través del casi omnipresente narrador enprimera persona –no siempre un personaje, pero nuncadescrito, e imaginable, por tanto, con entera libertad;quizá por eso, a falta de otro, muchos lectores tienden a ponerle el rostro de Javier–, nos recuerden las voces en off –subjetivas, en esa misma persona del singular, re-trospectivas y reflexivas– de muchas películas, sino por-que el perdido hábito de contar las películas vistas a losamigos, con acotaciones, dudas, añadidos, correcciones omatizaciones sobre la marcha, vueltas atrás que –estén o no en la película– pertenecen a su narración/descrip-ción, tiene mucho que ver, en mi opinión, con el peculiarestilo narrativo de Javier, tan proclive a la digresión y laelipsis, a las rimas interiores, a las variaciones y modula-ciones, a estirar el instante y a viajar por el tiempo sinotra máquina que la palabra. Por eso la mayoría de susnovelas, sobre todo las más maduras –las menos pródi-gas en referencias cinematográficas–, parecen «películascontadas», aunque no ya recordándolas, sino a medidaque transcurre su proyección, por alguien que sabe tanpoco como nosotros mismos cuál va a ser el desarrolloulterior, no digamos su conclusión: ni el mismo autorsabe lo que va a suceder en el último capítulo, en el últi-mo rollo de esa película que él mismo sueña.

De sus bastante numerosos escritos sobre cine o–más abundantes– en los que una película (o una ima-gen) desempeña algún papel importante, sea tácito o

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explícito, que siempre encuentro muy interesantes y ori-ginales, comparta o no sus valoraciones, yo prefiero, so-bre todo, algunos de los que ha dedicado –más largos– avarias de sus películas predilectas, que no son precisa-mente las vistas de niño, sino más tarde –como El fan-tasma y la señora Muir o The Life and Death of ColonelBlimp, Campanadas a medianoche o La vida privada deSherlock Holmes, a menudo elegíacas–, algunos pasajessobre varias de John Ford como El hombre que mató aLiberty Valance o El hombre tranquilo, y también, deotra manera, los artículos más divertidos y (a primeravista) arbitrarios, los centrados en actores o personajes,a menudo pintorescos o menores. O los que, sin tratarprimariamente de cine, revelan también lo aprendido enél por Javier: una manera de mirar las fotos, los bus-tos parlantes de la televisión y los «hombres públicos»en general, a los que Javier escudriña y enjuicia como si fuesen actores interpretando personajes de película,fiándose poco de sus promesas y sonrisas y huecas pala-bras y dando más crédito a su parecido con ciertos tiposcinematográficos: ese empresario al que Coppola con-trataría sólo como secundario de El padrino, ese nobleprócer que recuerda al hipócrita Claude Rains de Ca -ballero sin espada o al Charles Laughton de Tempestadsobre Washington –encima en versión cutre–, ese inte-lectual que hace los mismos gestos de Jack Elam o esepolítico achulado, frágil gallito como Dan Duryea...Quizá en la sociedad del espectáculo y la comunicaciónsea necesario valorar las «interpretaciones» y los perso-najes que tratan de representar, y eso los que han vistomucho buen cine están en mejores condiciones de hacer-lo y señalar el simulacro, el histrión y el impostor quelos que omitieron tan provechoso ejercicio.

Miguel Marías

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Nota sobre la edición

Los sesenta y tres artículos reunidos en esta antologíatienen como tema principal algún aspecto relacionadocon el cine; conviene aclarar, por tanto, que no se hanincluido otros textos del autor que, aunque contenganmenciones a un cineasta, a una película o a un actor,tratan de un asunto específico de diferente índole. A lahora de establecer la ordenación temática nos hemosdejado guiar por la lectura de las propias piezas. Así lle-gamos a distribuirlas en ocho apartados o bloques, conla intención de proponerle al lector un juego de secuen-cias argumentales que, de paso, muestren las querencias,aficiones y preocupaciones del escritor Javier Marías.De ahí que el artículo que abre el volumen, «Todos losdías llegan», tenga tratamiento especial y constituyapor sí mismo una sección (bajo el epígrafe «El novelis-ta que se fue al cine»), ya que en él el autor expone sucinefilia en relación con su narrativa. En el bloque «Pe-lículas con música e insomnio incluidos» están los ar-tículos dedicados a comentar películas (casi siempre laspreferidas por Marías, aunque también haya algunadenostada); en «Dos maestros y dos parientes», los ho-menajes a determinados directores; en «Este don tanraro», los textos que ensalzan el trabajo de actores yactrices; en «El balón en la sala», alguna muestra (hayotras) de la divertida y sorprendente vinculación en-tre fútbol y cine que Javier Marías establece juntandodos de sus aficiones; en «De buena ley», las piezas másreflexivas sobre el arte cinematográfico, la verosimili-

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tud y el uso de los distintos recursos; en «La rueda delmundo», los artículos más políticos en un sentido am-plio, los que más tienen que ver con hechos o figuras dela historia que las imágenes nos desvelan; y por último,en la sección «La tentación de salirse», se han agrupa-do los textos que tratan tanto la vertiente pública delcine (críticos, productores, premios), como algunos delos síntomas más inquietantes de nuestra sociedad queno escapan a la cámara ni a un espectador sagaz.

Como los artículos de este volumen no son inéditos(publicados inicialmente en revistas o libros, la gran ma-yoría ya han sido recogidos por Javier Marías en sus li-bros de recopilaciones), hemos creído oportuno dar lasprocedencias de todos ellos en el listado que se ofrece alfinal de la antología. La fecha que figura en el índicejunto a los artículos es la de su primera publicación, quegeneralmente coincide con la de su composición. Res-pecto al apéndice («Encuestas de Nickel Odeon»), es derigor señalar que la revista de cine Nickel Odeon, des-de 1995 hasta 2003, se dedicó con encomiable esfuerzoy entusiasmo a realizar encuestas entre cineastas y ciné-filos españoles para conocer sus preferencias. JavierMarías, además de colaborar con algún artículo, fueuno de los más asiduos encuestados.

Queremos dar las gracias a Miguel Marías por sumagnífico prólogo y por sus siempre atinadas sugeren-cias. Para acabar, decir que ha sido un verdadero placerpara nosotras irnos al cine con Javier Marías, placer quenos alegra compartir con usted, lector.

Las editoras

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Publicado por: Galaxia Gutenberg, S.L.

Av. Diagonal, 361, 1.º 1.ª A 08037-Barcelona

[email protected] www.galaxiagutenberg.com

Edición en formato digital: septiembre 2014

© Javier Marías, 2005

© de la selección: Inés Blanca Muñoz, 2005 © del prólogo: Miguel Marías, 2005

© Galaxia Gutenberg, S.L., 2014

Conversión a formato digital: Maria Garcia Depósito legal: B. 7805-2014

ISBN: 978-84-15472-41-4

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