Toda Puerta Es Infranqueable

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La esfinge en Egipto, Foto, Barry Iverson TODA PUERTA ES INFRANQUEABLE. Respiramos inconscientemente. Una parte recóndita del cerebro obliga a nuestros pulmones a hincharse y soltar el aire sin pensar. El acto es involuntario y sin embargo vital. Sin esa inconsciencia estaríamos destinados a expirar.

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Escrito del arquitecto Santiago de Molina, publicado en su blog Múltiples Estrategias de Arquitectura, en el que aborda el tema de las puertas y los umbrales.

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La esfinge en Egipto, Foto, Barry Iverson

TODA PUERTA ES INFRANQUEABLE.

Respiramos inconscientemente. Una parte recóndita del

cerebro obliga a nuestros pulmones a hincharse y soltar el

aire sin pensar. El acto es involuntario y sin embargo vital.

Sin esa inconsciencia estaríamos destinados a expirar.

Page 2: Toda Puerta Es Infranqueable

De modo semejante se percibe la arquitectura por la mayor

parte de sus habitantes, cada día y a cada momento. La

arquitectura permanece al fondo de la vida, salvo en

instantes en los que nos exige algo vigorosamente voluntario,

como la respiración antes de una zambullida. Esos son los

instantes en que traspasamos cada umbral infranqueable. Sin

la invisibilidad que lo cotidiano confiere a la arquitectura,

toda puerta permanecería sellada.

“Estoy en el quicio, dispuesto a entrar en mi habitación. Es

una empresa muy complicada. Ante todo, debo luchar contra la

atmósfera, que presiona cada centímetro cuadrado. Luego

deberé tomar tierra sobre un pavimento que viaja a la

velocidad de treinta kilómetros por cada segundo alrededor

del sol (...) verdaderamente es más fácil que un camello

pase por el ojo de una aguja, que no un físico por el quicio

de una puerta”(1).

Ante cada puerta debemos hacer el voluntario esfuerzo por

vencer el paralizante vértigo del umbral. Porque traspasar

una puerta exige tanto una firme voluntad como cierto

desconocimiento.

En un relato de Kafka, "Ante la ley", un campesino espera

ante un umbral custodiado por un guardián inaccesible. Allí

ve pasar su vida hasta que antes de expirar escucha la maldad

ciega de su guardián: “Nadie más podía entrar por aquí,

porque esta entrada estaba destinada a ti solamente. Ahora

cerraré”.

La resistencia de las puertas sería insoportable de vencer

si fuésemos conscientes de las dificultades que encierran.

Para traspasar una puerta basta respirar y dar un paso al

frente, antes de volver a la arquitectura invisible de cada

día.

(1) Tafuri, Manfredo, Massimo Cacciari, and Francesco Dal

Co. De la vanguardia a la metrópoli: critica radical a la

arquitectura. Barcelona: Gustavo Gili, 1972, pp. 114.