Timeline 2020 - IDHUS · podremos analizar la velocidad de implantación global a la que avanzará...
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Timeline 2020 Una visión global
Informe anual del instituto
IDHUS sobre las dinámicas
sociales, económicas,
medioambientales, humanas y
tecnológicas que moldearán el
futuro de la humanidad en los
próximos 12 meses
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Introducción Una visión de los cambios y avances que tenemos por delante
Dibujar las líneas maestras de la humanidad no es tarea fácil. Ahondar en el estudio
de las dinámicas que están en marcha en estos momentos para poder predecir y analizar
hacia donde se dirigen es un proceso que, lejos de estar sustentado por bolas de cristal o
análisis intuitivos, requieren de una altura de miras considerable para poder tomar la foto
genérica de cada una de las áreas que este informe incluye, como parte del esfuerzo y
trabajo del IDHUS por avanzarse a los resultados que esperamos surjan de los procesos
actualmente en marcha en el conjunto de nuestra sociedad.
Que se consigan plasmar y ver implantadas a gran escala las dinámicas que
analizamos y compartimos en estas páginas dependerá de la capacidad de los diferentes
actores políticos, económicos, sociales, educativos y tecnológicos por seguir la corriente
de lo que ahora mismo se percibe como inevitable para los próximos meses. Inevitable
en el sentido de que vamos a ver cómo se desarrollan una serie de tecnologías,
situaciones sociales, tendencias y posibilidades que vienen tomando velocidad desde
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algún tiempo atrás, consolidándose globalmente y repuntando localmente en algunos
aspectos que parecían haber quedado en el olvido.
Como ahondaremos en las siguientes secciones, veremos cómo se rescatan
tendencias del sistema económico que pongan a la sociedad con vistas a abrazar con
mayor fuerza la criptoeconomía y las nuevas monedas digitales. Veremos también como
se invierte y consolida el uso de la Inteligencia Artificial (IA) y sistemas robotizados en
espacios tan “comunes” como tiendas y supermercados, una tendencia que se inició este
último año por parte de algunas cadenas internacionales y empresas que buscan la
prestación de servicios a “pie de calle” sin supervisión humana directa. A medida que
cada vez una mayor parte de la población vaya acostumbrándose a interactuar con ellos,
podremos analizar la velocidad de implantación global a la que avanzará esta nueva
forma de ofrecer servicios al público en general.
Posiblemente asistiremos también a un cambio en los modelos de producción
basados en tecnologías como el blockchain que muchas empresas empiezan a adoptar
con timidez, pero con paso firme, de manera que tendremos mucha más información
sobre todo el proceso de producción, transporte y suministro de los mismos, permitiendo
al consumidor decidir con mayor claridad sobre aquello que compra, pero, sobre todo,
permitiendo a las empresas controlar mejor a todos los intermediarios de la cadena de
creación de valor desde que se recoge la materia prima hasta que el producto final se
encuentra disponible en almacenes y supermercados.
A nivel político y general, muchos pequeños conflictos se perciben en el horizonte
para este año 2020 en el que las dinámicas puestas en marcha durante este año anterior
aún no han conseguido calmar las turbulentas y revueltas aguas del descontento de la
sociedad con sus dirigentes y clases políticas. Los precios del petróleo y de otras materias
primas que presumiblemente veremos subir en el 2020 debido a las dificultades de países
productores de mantener el ritmo de extracción y los procesos de refinamiento del
mismo, unido a la dificultad cada vez mayor de extraer crudo de bolsas más y más
profundas, tendrán un fuerte impacto en la economía mundial y no ayudarán a apaciguar
precisamente los ánimos de una sociedad civil ya de por sí castigada por el alto coste de
la vida en muchos países y regiones de nuestro planeta.
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Mientras tanto, nuestro ecosistema sigue estando en proceso de saturarse por la
cantidad de residuos, desechos y toxinas que seguimos vertiendo a ríos, mares, lagos y
océanos, y aunque esperamos ver buenas noticias respecto a la sustitución de plásticos
por otros materiales menos contaminantes, debido principalmente también al aumento
del precio del petróleo que afectará a todos sus derivados, es probable que sigamos
teniendo que trabajar duro para que este año 2020 cumplamos un mínimo de los
compromisos en la lucha contra el cambio climático que muchos países firmaron en París
en 2015, pero que ninguno está cumpliendo porque los mercados, las empresas y los
sistemas económicos no desean bajar el ritmo de producción y generación de riqueza y
crecimiento, en este caso, insostenible para el ecosistema natural de la Tierra.
En todo caso, sigue estando en manos de cada persona individualmente tomar las
riendas del cambio en su entorno más inmediato para hacer sostenible su propia realidad
y su vida, mientras los gobiernos y el ecosistema empresarial a gran escala no tomen la
iniciativa para ello. Analicemos pues detenidamente las diferentes áreas de vida que
pueden verse afectadas por los cambios que están en marcha y obtengamos una idea
global de lo que se nos presenta por delante en estos próximos 12 meses, y que este
análisis nos sirva para reflexionar sobre el estado de nuestra civilización y el rumbo que
esta lleva.
David González
Director del IDHUS
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Índice de contenidos
Introducción ................................................................................................................................ 2
Una visión de los cambios y avances que tenemos por delante .......................................................................................................... 2
Desarrollo urbano y social: transformación de las ciudades, demografía y población .................... 6
Impacto social de las nuevas tecnologías: blockchain, 5G, inteligencia artificial y machine learning,
IoT ............................................................................................................................................. 12
Desarrollo humano- crecimiento de las personas, psicología del crecimiento social y
transformación personal ............................................................................................................ 33
Ecosistemas, impacto medioambiental de nuestra sociedad, desarrollo y recuperación de la
biosfera ..................................................................................................................................... 41
Transportes, movilidad y recursos compartidos en la sociedad del futuro ................................... 54
Genética, cambios biológicos en el ser humano, bioingeniería, biohacking ................................. 62
Robótica, asistentes virtuales, desarrollo de IA en las aplicaciones domóticas, viviendas y espacios
residenciales. La humanidad y la información, privacidad, uso adecuado de los datos que
compartimos ............................................................................................................................. 68
Criptomonedas y economía digital ............................................................................................. 77
Economía global, sistemas de regulación financiera y mercados ................................................. 85
Ecosistema empresarial, social business, transformación industrial y start-ups para el desarrollo
social y humano ......................................................................................................................... 98
Sistemas de gobernación y políticos, organización territorial, geopolítica internacional ............ 105
Medios de comunicación, sociedad de la información y del conocimiento ................................ 113
Ciencias de la mente, de la Tierra y divulgación científica ......................................................... 120
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Desarrollo urbano y social:
transformación de las ciudades,
demografía y población
El pasado mes de noviembre vio acoger en la ciudad de Barcelona una nueva
edición del Smart City Expo World Congress, bajo el lema “Cities made of dreams”,
ciudades hechas de sueños. A nadie le cabe duda de que nuestra geografía y demografía
a nivel global está transformando las ciudades en las que vivimos, pues en ellas se
concentra cada vez más una parte mayor de la población del planeta.
La transformación urbana que este tipo de desplazamientos de la población
requiere presenta serios desafíos a la mayoría de autoridades locales, gobiernos y
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representantes de la sociedad civil que han de gestionar el asentamiento de miles de
personas que llegan a la urbe, ya de por sí masificadas en muchas partes del planeta, y
que buscan oportunidades para mejorar sus vidas y sacar adelante a sus familias. Según
Naciones Unidas, para dentro de una década se calcula que 5.000 millones de personas
vivirán en ciudades, y, para el 2050, se prevé que lo hagan dos tercios de la humanidad o
más.
Y es que en los últimos años hemos visto flujos migratorios enormes debido a una
serie de conflictos bélicos principalmente en Oriente Medio, pero también hemos visto
intentos de miles de personas de entrar en Estados Unidos, así como de llegar a Europa
y establecerse en países avanzados y con sistemas sociales que pudieran dotar de un
mínimo nivel y calidad de vida a los que huyen de la pobreza o de conflictos en sus lugares
de origen. Seguimos viendo como semanalmente los barcos de ONG de socorro en
altamar y guardacostas de los países mediterráneos recogen a emigrantes que se lanzan
al mar arriesgando sus vidas en pateras que ofrecen poca o nula seguridad, gestionadas
por redes de tráfico de personas que se lucran con ello y que se preocupan poco o nada
(una vez han recibido el pago por el pasaje) por aquellos a los que han prometido hacer
llegar a las costas de países de acogida.
Estos flujos migratorios que se inician desde países del África Subsahariana, desde
Centroamérica, o desde países en desarrollo en el Sudeste Asiático, dependen de la
voluntad de terceras naciones para acogerles o asistirles, algo que, ya sabemos y
podemos constatar por las acciones del pasado, suele no suceder más que en contadas
ocasiones que propician algún tipo de publicidad mediática para el gobierno en algún
momento determinado del año.
Para este 2020, lo más probable es que sigamos viendo este flujo de emigrantes
incrementarse hacia Europa y Estados Unidos, con nuevos intentos de llegar hasta las
economías que se perciben desde el exterior como más estables y donde se encuentran
facilidades para sobrevivir, sin que aquellos que lo intentan tengan demasiado que
perder en el camino, más que lo que dejan atrás en pobreza, sufrimiento y falta de
recursos.
Luego, a medida que estos flujos controlados y legales, o incontrolados e ilegales,
se van abriendo paso hacia las ciudades, pues finalmente todo el mundo se establece en
ellas, sean las megapolis del planeta o sean pueblos más pequeños en sus extrarradios,
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se imponen los problemas de convivencia y adaptación que siguen fomentando la no
cohesión de la sociedad. A más personas llegan a un punto que no está preparado para
acogerlos, mayores dificultades de integración encuentran estas ciudades para lidiar con
el problema de un incremento demográfico para el que no encuentran recursos
suficientes, añadiendo el rechazo de la población local a destinar recursos que pueden
ser usados para paliar otros problemas ya existentes en sus comunidades, y apelando al
miedo para buscar maneras de expulsar o dejar de lado a aquellos que buscan
desesperadamente cómo encajar y formar parte de cualquier sitio que les pueda acoger
y dotar de un mínimo de protección y seguridad.
Nuestras ciudades, pues, encontrarán durante todo este 2020, así como las
regiones a las que pertenecen, y los países en los que se encuentran, duras luchas
internas entre colectivos que, especialmente en Europa y en América del Norte, deseen
bloquear por completo la entrada de un número mayor de individuos hacia sus
territorios, y se iniciará el juego político entre países para ver que cuotas de refugiados y
migrantes se queda cada uno como parte de una política de “buena imagen” que estos
países desean dar al mundo, pero de la que luego no quieren ni oír hablar de puertas
adentro.
El impacto en el ámbito social que tiene el flujo masivo de personas de un país a
otro, de un continente a otro, no puede solucionarse con cuotas o con campos de
refugiados en zonas insalubres y donde solo unas pocas ONG prestan servicios para paliar
la crisis humanitaria que estos seres humanos traen consigo. Se hace necesario la ayuda
en origen a escala masiva, pese a que no interese o que no haya ningún gobierno
dispuesto a tomar las riendas de esta tarea tan enorme que supone hacer crecer el nivel
de vida y solucionar los problemas que obligan a miles de personas a salir de su tierra de
origen y buscarse la vida en otros lugares, a donde no irían sí pudieran evitarlo, y donde
no se encuentran con las facilidades necesarias para arraigarse y empezar una nueva vida
sí esto les fuera posible.
De momento, no esperamos ver una reducción de la población emigrante, ni
esperamos ver que se encuentran soluciones claras para ayudar a estos grupos, más que
lo que la población local de acogida pueda llegar a otorgar de forma puntual y localizada
por el sentimiento de apoyo y hermandad que algunos puedan mostrar, pero no es algo
que vaya a generalizarse mundialmente, pues no existe ninguna tendencia en marcha
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para ello que llegue desde los años precedentes para cambiar el rumbo de lo que este
año 2020 podamos esperar ver sucediendo en el planeta a nivel demográfico y social.
Mientras tanto, es verdad que nuestras ciudades se van a ir transformando, y se
van a ir “futurizando”, pues el ecosistema económico y tecnológico presiona y trabaja
intensamente para que todo tipo de nuevas tecnologías puedan aplicarse a la estructura
de transportes, servicios, gobernanza y sostenibilidad de nuestras urbes. La
contaminación que estas presentan sigue siendo uno de los principales retos que tienen
las autoridades locales para que la salud de sus habitantes mejore, evitando las miles de
muertes prematuras anuales que se producen por la polución que llena nuestra
atmósfera, haciendo que muchas ciudades del planeta se hayan vuelto casi irrespirables,
y nos estemos acostumbrando todos a ver la imagen en la calle o por televisión, de
nuestros conciudadanos llevando máscaras antipolución hasta para salir a tirar la basura.
Por lo tanto, esperemos a ver sí estas nuevas tecnologías consiguen reducir el
impacto medioambiental del transporte por carretera, reducir la emisión de gases
contaminantes a la atmósfera, disminuir la contaminación acústica y lumínica y, en
general, mejorar la calidad de vida “en el ambiente”, a la par que cada ciudad busca
soluciones para la masificación de sus espacios, pues cada nuevo habitante que sale del
campo, de otro pueblo o de una zona en conflicto necesita un lugar donde vivir, dormir y
habitar, y una gran parte de las ciudades del planeta se están quedando sin espacio para
ello.
La solución, evidentemente, es crecer en vertical, y así se están transformando y
seguirán haciéndolo las megapolis de nuestro planeta, pero esto tiene como
consecuencia el uso masivo de recursos naturales, como el agua necesaria para abastecer
a la población o materiales de construcción que son necesarios continuamente. El
impacto, de nuevo, de este crecimiento que puede ser más o menos sostenible se notará
en este año 2020 en el aumento de precios de algunas materias primas, como la arena
para construcción, cada vez más escasa por la sobreexplotación de ríos y espacios donde
esta se acumula, no siendo la arena “normal” del desierto la adecuada para ello. Según
el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el auge mundial de
la construcción ha triplicado la demanda de arena en las últimas dos décadas, siendo
necesarias, por ejemplo, 216000 toneladas de arena, grava y arenilla para un solo
kilómetro de autopista. Si empiezan a escasear estas materias primas que son básicas
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para la expansión de nuestras ciudades, y sube el precio de los materiales necesarios para
la construcción de nuevas viviendas, incrementando así el precio final de estas, nos
encontraremos de nuevo con una oleada de personas que no podrán permitirse vivir en
las urbes, por lo que irán haciendo crecer comunidades en los extrarradios o pequeños
poblados más “pobres”, algo que ya sabemos que existe y que vamos a ver como
incrementan su tamaño en los próximos meses en una gran parte de las ciudades más
importantes del globo.
Este círculo vicioso vuelve a incrementar la sensación de inseguridad de las
comunidades locales, y vuelve a poner el foco de todos los problemas en aquellos que
llegaron para intentar tener una vida mejor, pero que se enfrentan a los que ya estaban
presentes por una parte de los servicios y recursos que la zona de acogida ofrece. Vuelven
a desestabilizarse los mecanismos sociales y dependiendo de cuanto se estire y se tense
la situación, volveremos a ver nuevos conflictos y revueltas sociales protestando por la
falta de recursos para sostener a una población asentada en zonas de bajo nivel
económico y precaria salubridad, y nuevos episodios de alteración en el mundo
propiciados por pequeñas chispas que vayan saltando en países como México y Estados
Unidos, Turquía y Siria, Grecia, Chipre y países cercanos a la zona del conflicto en Oriente
Medio (que son usados como vía de paso para llegar a Europa), algunos países del norte
de África donde se concentren los grupos de emigrantes hacia el viejo continente, y, en
general, todas las zonas económicas del hemisferio norte principalmente las cuales la
mayoría de la población con pocos o nulos recursos ve como el punto de destino para
poder tener una vida mejor y un mínimo de oportunidades para salir adelante.
A medida que estos conflictos a pequeña escala se mantengan activos, pueden
expandirse para llegar a influenciar las políticas nacionales de control de la emigración,
de refuerzo de las fronteras y del incremento de las barreras burocráticas para poder
acceder a estos países, forzando entonces a las mafias y organizaciones de tráfico de
personas a buscar nuevas rutas más peligrosas pero algo menos vigiladas, lo cual llevará
también al incremento de personas que fallecen en su intento de encontrar una vida
mejor. En el momento en el que salgan este tipo de situaciones en las noticias y se hagan
eco de las mismas diferentes sectores de la vida civil y con ello organizaciones de ayuda
humanitaria, habrá gobiernos que no tendrán más remedio que abrir parcialmente sus
puertas para evitar, no solo mayores tragedias humanitarias, sino la pérdida de imagen
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como “zona abierta de acogida” que han intentando mantener de cara a la opinión
pública internacional, sea o no cierto internamente.
Todo se retroalimenta, y así lo podemos constatar observando las dinámicas de los
dos años anteriores a nivel del flujo migratorio de personas en las rutas más conocidas y
usadas hasta ahora, tanto hacia Estados Unidos como hacia Europa.
La solución, o una de ellas, a nuestro entender, requiere de un enfoque
multidisciplinar en el que se permita la entrada humanitaria hacia zonas más despobladas
de los países de acogida pero con ciertas garantías de que aquellos que llegan a ellas
pueden encontrar un medio de salir adelante y ayudar a hacer de esas zonas un lugar
prospero con el tiempo, instaurando programas de asistencia en los países de origen para
evitar o disminuir el paso por organizaciones de tráfico de personas de aquellos que
necesitan urgentemente salir de las tierras en las que nacieron pero en las que ya no se
puede vivir. Sería necesario desviar parte de estos flujos hacia zonas donde el
envejecimiento de la población no puede ser compensado por la incorporación de nuevas
generaciones a la economía local, haciendo falta migrantes de otras regiones para suplir
lo que aquellos que se retiran por jubilación dejan atrás. La adaptación a la cultura local
necesita de recursos para formar a estos migrantes en el idioma y las costumbres, así
como la concienciación en las comunidades de acogida de la verdadera razón por la cual
siguen llegando a nuestras fronteras miles de personas desesperadas cada año, que no
vienen a quitarles nada de lo que ya poseen, sino a encontrar una manera de labrarse un
futuro que pueden compartir con los que ya están, asistiendo al crecimiento económico
de la zona sí los gobiernos locales consiguen encontrar la fórmula para el equilibrio entre
el miedo que algunos partidos políticos y organizaciones promueven y la necesidad de
mantener su sociedad cohesionada y funcional, integrando lo más rápidamente posible
a todos aquellos que van llegando sin perder el carácter cultural y social que caracteriza
cada urbe de nuestro planeta.
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Impacto social de las nuevas
tecnologías: blockchain, 5G,
inteligencia artificial y machine learning,
IoT
Decíamos en la introducción que es bastante probable que empecemos a ver
supermercados y tiendas sin personal humano que nos atienda cuando vayamos a hacer
nuestras compras. Todos nuestros datos bancarios y personales, registrados en las bases
de datos de las cadenas de supermercados o empresas de servicios que nos facilitan este
tipo de experiencia, están creciendo rápidamente en lugares como Estados Unidos o
China, Singapur o Japón. Empieza a ser normal ver cajeros automáticos de bitcoins
instalados por una gran parte de nuestras ciudades donde ya no se obtiene dinero físico
sino que se ejecutan transacciones con criptomonedas.
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Muchas empresas de servicios poseen en su web y en sus call-centers “bots”
automáticos que responden a las preguntas de los clientes que no entienden algo en su
factura, que tienen una queja sobre el servicio prestado o que necesitan información
sobre un nuevo producto. Estos chatbots te proporcionan toda la información necesaria
como sí con una persona estuvieras hablando, y aunque muchos podrían o no pasar el
Test de Turing para determinar sí estamos hablando con una máquina o con un ser
humano, al cumplir a la perfección (los más avanzados) su cometido, estamos
acostumbrándonos rápidamente a ellos.
Una parte de la población que ha nacido acostumbrada al uso y desarrollo a una
velocidad vertiginosa de las tecnologías ya no se plantea bajar a la tienda de la operadora
móvil o desplazarse a la oficina del banco para hacer un trámite. Esta generación
“tecnológica” exige poder hacer todos los trámites desde una app o desde un ordenador,
iniciar un chat con el servicio técnico, sea un bot o una persona, y solucionar su problema
lo más rápidamente posible sin perder tiempo. Cierto es que otra parte de la humanidad,
posiblemente la gran mayoría, aún está lejos de preferir este tipo de interacción y busca
la conexión humana para que alguien escuche sus quejas y sus reclamaciones, y que sea
una persona con un mínimo de empatía, esté presente o no físicamente o sea por
teléfono, quien le asista.
Pero mientras las “antiguas generaciones” aún sostienen el modelo de interacción
social entre personas para solicitar ayuda o solucionar problemas, es indudable que cada
nueva oleada de niños que va creciendo con la tecnología bajo el brazo mueve la balanza
hacia el lado automatizado y “en línea” un poco más.
Este progreso tecnológico no es negativo per se. Dentro de este año 2020 los
primeros modelos de teléfonos 5G y las primeras pruebas de redes 5G en las principales
capitales del mundo van a empezar a funcionar con fuerza, habiendo ya varios países que
han iniciado el despliegue de esta tecnología como “hubs” y laboratorios de pruebas para
el resto. A pesar del veto de Estados Unidos (y países afines) a la empresa tecnológica
Huawei, una de las principales proveedoras de sistemas 5G para todo el mundo, por su
relación con el gobierno chino, es probable que finalmente sea a través de Huawei o a
través de otras empresas competidoras, que terminemos el año 2020 con varias ciudades
completamente conectadas a través del 5G.
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Esta tecnología va a cambiar bastante la fisionomía “tecnológica” de nuestras
ciudades, por la sencilla razón de que las antenas 5G son mucho más pequeñas, al usar
un espectro electromagnético mayor, emiten a mucha más frecuencia, con lo que su
radio de alcance es menor, y se requiere mucha menos energía para alimentarlas. Pero,
en contrapartida, para poder cubrir toda la superficie de una ciudad con 5G, hacen falta
miles de antenas más de las que existen ahora para abarcar el mismo espacio con
tecnología 4G y sus redes predecesoras del 3G y 2G. Al hacer falta muchísimas más
antenas porque cada una cubre un radio mucho más pequeño, hay que buscar muchos
más puntos en todo el mobiliario urbano, en las casas y en los edificios para poder
instalarlas.
Al necesitar conexión por fibra óptica para poder transmitir la señal 5G a
velocidades muy superiores al 4G actual, habrá que llevar cableado de fibra hasta las
paradas de autobuses, las farolas o las marquesinas, es decir, en cualquier punto donde
se necesite instalar una antena para dar cobertura de móvil 5G, tendrá que haber un
punto de conexión de fibra óptica. Otro de los problemas del 5G es que su señal no
atraviesa muros y paredes por la longitud de onda que esta tecnología posee, con lo que
es posible que, dentro de una misma vivienda, hagan falta varias antenas cerca para dar
incluso cobertura a la terraza sí esta se encuentra en una parte de la casa alejada del
salón, por decir algo, donde la antena más cercana que tengamos en la calle y que nos dé
servicio no pueda penetrar hasta un lado de la vivienda donde la señal y el área de
cobertura no llega.
Aunque no será un problema para las operadoras instalar estas miles de antenas
por todo el territorio, representa una inversión enorme que no todos los países están
dispuestos a asumir en las primeras etapas de la implementación del 5G, teniendo en
cuenta que ya, países como China, han iniciado el desarrollo de la siguiente generación,
el 6G, con lo que la inversión millonaria que se tiene que hacer ahora, quizás dentro de
unos años tendrá que verse sí es compatible con los nuevos estándares y protocolos que
el ecosistema tecnológico genera a un ritmo que la mayoría de la población no puede
asumir.
Y es que, como es normal, la mayor parte de la humanidad aún se encuentra en
zonas del planeta donde usar las comunicaciones con tecnología 2G o 3G es más que
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suficiente. Vivimos en una burbuja tecnológica dentro de los países más avanzados donde
nos hemos acostumbrado a tener todo más rápido y a adoptar y querer implantar más y
más novedades tecnológicas, que es estupendo, pero estas novedades están solo a
disposición de unos pocos cientos de millones de personas en unas zonas muy
determinadas del globo, mientras que una gran parte del resto de la humanidad ve aún
muy lejos, por no decir que ni siquiera conoce, que existan este tipo de avances o
sistemas de comunicaciones.
A medida que la implementación del 5G deje obsoleto el trabajo en línea vía 4G
LTE, lo más “rápido” que tenemos ahora a nivel de consumidor-usuario, se producirá
también una renovación masiva en muchos países de terminales perfectamente
funcionales, pero que ya no están de “moda”, o ya no responden a los requisitos de las
generaciones y personas que adoptan con enorme rapidez todo lo “nuevo” que hay en el
mercado. Estos miles de terminales 3G y 4G que ahora son compatibles entre sí no lo
serán todos con las redes 5G, teniendo muchos usuarios que cambiarlo sí uno quiere usar
sus prestaciones. Esto va a producir una demanda enorme de extracción de los minerales
y materiales que son usados para construir desde las baterías del teléfono hasta sus
microchips, añadiendo más presión al ecosistema terrestre por acumulación de más
desechos (terminales móviles que acaban en países subdesarrollados en enormes
vertederos de tecnología “obsoleta”) así como incremento de la extracción de minerales
“raros” (los usados para la fabricación de móviles se denominan así por su escasez y casi
todos se encuentran en China) que hará subir el precio de los mismos.
Mientras que las grandes compañías de tecnología del planeta se afanan por sacar
al mercado estos productos, el consumidor se verá en la tesitura de tener que elegir sí
deshacerse de un terminal que aún puede durarle dos o tres años vs. comprar ya uno
nuevo que incluya la capacidad de conectarse a redes 5G. No esperamos que esta
adopción sea masiva ni tan rápida como las operadoras y compañías desean, pues, como
comentaremos en el apartado de este informe dedicado a la economía, se prevén
desaceleraciones a nivel global que afectarán al consumo y la capacidad de adquirir estos
nuevos productos con tanta agilidad como anteriormente adquirimos sus equivalentes
de las versiones anteriores. Así, la implementación del 5G que ha de empezar de forma
global este 2020 puede retrasarse al menos un año o dos hasta que sea un fenómeno lo
bastante amplio para que la dinámica social de uso termine imponiendo a la mayoría de
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personas el cambio de terminal y la inversión en más antenas por parte de las operadoras
para poder dar servicio, incrementando así la conexión por fibra óptica en todas las
ciudades y dotando de una infraestructura tecnológica superior a la mayoría de ellas para
su uso, luego, en otros servicios que puedan incorporarse como parte de la
transformación en Smart City que buscan muchas de nuestras urbes y que expandiremos
un poco más adelante en este informe.
Por lo tanto, sí en cuanto a comunicaciones móviles esta dinámica ya se encuentra
en marcha y a este ritmo, el resto de tecnologías que vienen despegando con fuerza
desde ya hace un par de años o más no se quedan atrás. Este año 2020 vamos a ver
muchos nuevos modelos de electrodomésticos listos para ser conectados al “Internet de
las Cosas”, IoT, una red de “cosas”, así se denomina, que tiene la capacidad de enviar
información sobre su estado y el estado de su entorno a través de las redes de
comunicaciones 5G e Internet para poder auto gestionarse en muchos aspectos.
Veremos aplicaciones en la domótica y las casas inteligentes a niveles superiores a
la implementación actual mediante apps que gestionan una gran parte de los sistemas
de nuestra vivienda, así como electrodomésticos que puedan tomar ciertas “decisiones”
respecto a su funcionamiento de manera autónoma, algo que para muchas personas ya
es normal sí tienen un robot aspirador y que con solo programarlo una vez ya hace ciertas
tareas rutinarias. Simplemente, imaginemos este tipo de electrodomésticos con mayor
autonomía, “inteligencia” y capacidad de aprender por sí solos ciertas funciones a partir
de la observación y recopilación de datos mediante los múltiples sensores que traen de
fábrica, y lo que puedan recibir de sus bases centrales a las que estarán
permanentemente conectados mediante el wifi o el 5G.
Este IoT, Internet de las Cosas, sí que nos parece que va a ir en auge a nivel mundial
con mucha más rapidez que la adopción de los móviles 5G, porque todo el mundo
necesita muchos más electrodomésticos en casa que un cambio de móvil que ya funciona
bien. Al ir incrementando las funcionalidades de estos aparatos conectados a la red y
hacer cada vez menos modelos que no la posean, en pocos años, empezando en este
2020, vamos a encontrarnos con que casi todo lo que adquiramos tendrá capacidad de
conexión a internet y programas de autoaprendizaje, “machine-learning” (en un inicio
muy básico, con una mínima inteligencia artificial incluida), para poder gestionar
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prácticamente todo lo que en nuestra casa pueda ser gestionado sin la intervención o
supervisión de sus habitantes.
En todo caso, el impacto psicológico que esto pueda tener en la sociedad no se va
a notar, pues la adopción es tan paulatina y lenta que simplemente nos iremos
acostumbrando a ello en los próximos años sin prácticamente darnos cuenta, haciendo
uso cada vez más de chatbots para solucionar nuestros problemas con nuestros
proveedores, dejando que la propia nevera nos avise y de la orden de comprar más leche
cuando falte o que sea un altavoz inteligente con IA quien gestione una parte de los
sistemas de la casa cuando estemos de vacaciones.
Finalmente, otra de las tecnologías emergentes que a pesar de llevar ya varios años
en desarrollo solo desde hace un par de ellos está “en boca de todos” es la tecnología
blockchain, un sistema descentralizado de registro de transacciones en la que todos los
nodos o servidores conectados a esa red tienen y guardan copia de todo lo que está
sucediendo en la misma red, de manera que, en cualquier momento, y desde cualquier
punto, puedes comprobar cualquier transacción o dato que se ha enviado sin posibilidad,
de momento, de manipulación o alteración de los mismos, ya que existen tantas copias
de los datos transmitidos como ordenadores conectados existan a esa red blockchain,
llamada así porque se forma una cadena de bloques con toda la información y
transacciones unidos unos con otros para poder asegurar la robustez, fiabilidad,
trazabilidad e integridad de la información.
Este tipo de tecnología permitirá a todas las empresas que se inicien en su uso
controlar todo el proceso de creación de cualquier producto, desde el origen donde se
produce la materia prima hasta que llega al consumidor, estando disponible para todos
los miembros de esa cadena toda la información, no pudiendo ser alterada ni manipulada
y asegurando así el control de cada paso o eslabón que es necesario para que ese
producto o servicio llegue perfectamente al consumidor final. Al quedar todo registrado,
de manera inalterable, blockchain asegura que ningún nexo central controla el flujo de
operaciones y transacciones, no pudiéndose manipular y no dependiendo de una
autoridad central, como un banco o una organización concreta, el validar o aprobar
aquello que se esté integrando en la cadena. Por otro lado, esto exige un cierto trabajo a
los nodos de la red que son los que han de validar estas transacciones por medio de
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programas que se denominan “mineros” y que son los encargados de ejecutar los
algoritmos matemáticos para poder dar el visto bueno a una transacción y añadirla a la
cadena de bloques. En el apartado de economía hablaremos de las criptomonedas y de
este tema con mayores detalles.
De momento, decir que el blockchain va a representar, sí no lo está haciendo ya,
una revolución idéntica a lo que supuso la invención del propio internet, pues es una de
las tecnologías más disruptivas emergiendo en estos momentos en nuestra sociedad, y
que va a ser usada para mucho más que para vender o comprar activos financieros
digitales, algo que queda como una ramificación de lo que se puede hacer con estos
sistemas descentralizados de gestión de la información. El blockchain permite, por
ejemplo, la creación de “Smart Contracts”, contratos inteligentes, en los que las partes
que acuerden algo y lo codifiquen en un Smart Contract por ejemplo bajo la blockchain
Ethereum, verán cómo se aplican los pasos y cláusulas y requerimientos del contrato de
forma automática, no pudiendo haber incumplimiento del mismo, fraude o
malinterpretación de los términos acordados, pues todo estará gestionado por una serie
de reglas que se tienen que ir cumpliendo por ambas partes para que se pueda dar por
finalizado el acuerdo al que se llegó, y estando esta tecnología en control de quien ejecuta
qué, cómo y cuándo lo hace y cuál es el siguiente paso o término del acuerdo que debe
implantarse para que se cumpla lo pactado.
Blockchain, así, posiblemente tendrá un crecimiento exponencial en este año 2020
y en los próximos, y su adopción por muchos de los ecosistemas empresariales y
financieros del globo será algo que veremos con bastante rapidez y en ámbitos de nuestra
vida que ahora aún se rigen por contratos o acuerdos en papel o bases de datos
centralizadas donde sí se pierde o se daña, se hace imposible la recuperación de los
mismos o la seguridad de estos.
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Smart-Cities, la tecnología del futuro aplicada a nuestras ciudades
del ahora
Habiendo analizado el impacto que las nuevas tecnologías están empezando a
tener en nuestra sociedad, sabemos que no es un tema nuevo de discusión, ni algo que
haya sido nada revelador a aquellos que llevamos tiempo monitorizando como todo el
desarrollo de elementos explicados en los párrafos precedentes: blockchain, las
tecnologías de comunicaciones 5G y los protocolos desarrollados para sostener las
llamadas criptomonedas y su impacto en la economía global nos van a forzar a todos,
como seres humanos y miembros de una sociedad que avanza a velocidades
tremendamente elevadas para lo que estamos acostumbrados en las últimas décadas, a
replantearnos la manera en la que vamos a vivir unos con otros y cómo van a ser nuestras
ciudades del futuro. Ya hemos visto la presión demográfica que nuestras ciudades sufren
y seguirán sufriendo, como hemos comentado en la sección anterior de este Timeline, y
es algo que va a necesitar de mucha planificación en el futuro.
Este futuro, por otro lado, se encuentra ya muy cerca, los nuevos modelos
socioeconómicos se mezclan con las alternativas digitales para que podamos hacer casi
de todo dentro del ámbito urbano en el que nos movemos. Ya podemos usar una app
para prácticamente cualquier cosa que necesitemos conseguir en nuestro día a día, y
podemos usar tecnologías de comunicación instantánea con los miembros de los
gobiernos y autoridades locales y regionales para enviarles solicitudes de información,
realizar trámites burocráticos o notificar problemas en los barrios donde vivimos. Todo
lo que antes se tenía que hacer mediante largas colas presenciales, o donde el papeleo
físico estaba involucrado, aunque este no haya desaparecido, ahora está a golpe de dedo
en un teléfono móvil o en nuestro ordenador.
¿Podrá toda la sociedad hacer esta transformación tan radical sin verse sumida en
el caos o la confusión? Las nuevas generaciones pueden hacerlo, están acostumbradas,
pues han nacido con la tecnología en brazos mientras iban creciendo, pero ¿y aquellos
que nacieron cuando no existían los móviles ni las tabletas? ¿Pueden adaptarse tan
rápido a temas como la economía digital, a que los servicios de su barrio se tengan que
solicitar vía email o vía app? ¿Qué pasará cuando consigamos implementar con éxito
20
modelos de transporte urbano basados en la no-presencia de conductores humanos?
Los early-adopters (aquellos que se lanzan a probar todo lo que sale “nuevo” sin
pensárselo mucho) serán los primeros que se subirán a ellos, pero ¿cuánto tardará un
adulto “medio” que aún ve con recelo los procesos que el progreso tecnológico le impone
en ni siquiera aceptar una prueba para ver si puede fiarse o no?
Los retos de las ciudades para este año y los que vienen son enormes para
incorporar los ciudadanos a las nuevas facilidades que las tecnologías traen a pasos y
ritmos agigantados, pues en una demografía en la que solo una pequeña parte de la
población está dispuesta a lanzarse a usar todo lo que la era digital trae consigo, el resto
la mira con preocupación, o al menos con indiferencia, pues es algo que no comprende.
¿Cómo conseguiremos involucrar a todos los ciudadanos para que se sientan parte del
proceso de transformación de nuestra sociedad basándonos en modelos de desarrollo
urbano donde se mezclan todo tipo de sistemas tecnológicos que la mayoría no
comprendemos?
El reto de las ciudades inteligentes y conectadas es doble en este aspecto, no solo
hay que modificar la infraestructura de todos los servicios de comunicaciones, Internet,
bases de datos, sistemas de computación basados en la nube y cadenas de bloques donde
la información se almacena para que esté a la vista de todo el mundo simultáneamente,
sino que hay que buscar la manera de vencer la resistencia de las personas que temen, o
pueden temer, que todos estos avances traigan más desigualdad a la sociedad en la que
viven, abriendo y profundizando en la brecha entre aquellos que usan y comprenden y
adoptan rápidamente las nuevas tecnologías, y modelos de uso de las mismas, y aquellos
que siguen sin comprenderlas, usarlas o adaptarse a estas por comodidad, por fiarse de
lo ya establecido, por falta de interés o simplemente por desconocimiento.
Está claro que en toda sociedad siempre hay elementos que van a la cabeza del
desarrollo impulsando proyectos y la puesta en marcha de sistemas de mejora, cambios
en la organización y planificación de la ciudad o región, y activando y “probando” todo lo
que la industria y las empresas tecnológicas van ofreciendo, desarrollando y
promocionando, sin embargo, la gran mayoría de personas, se encuentran en ese “long-
tail” , el vagón de cola, que va a un ritmo muy despacio de comprensión y adaptación a
lo nuevo. ¿Nos falta pues educación tecnológica que tendríamos que empezar a
21
desarrollar y ofrecer gratis a nuestros ciudadanos para que participen más activamente
en todos los nuevos proyectos que nuestra ciudad pueda implementar? ¿O nos faltan
formas de explicar y hacer entender fácilmente a la sociedad las ventajas (e
inconvenientes) que estos desarrollos y cambios tan rápidos puedan aportarles a sus
vidas?
Cuando una ciudad inicia su transformación en Smart City con un plan a largo
plazo, las instituciones y hubs tecnológicos, los ecosistemas de empresas y start-ups son
los primeros que se ponen en marcha para exigir normativa que les permita montar y
acelerar sus proyectos, investigaciones y desarrollos, pero, cuando la ciudad se va
transformando en Smart City, la resistencia de una parte de la población que no quiere
que nada cambie porque se ha habituado a una manera de hacer las cosas también está
presente. ¿Cómo combinar y compaginar el trabajo para ayudar a las personas a perder
el miedo ante el desarrollo tecnológico? ¿Cómo fomentar la creatividad e investigación
de nuestras empresas pero evitar que vayan tan rápido que nadie pueda seguir el ritmo
de los productos y sistemas tecnológicos que desarrollan y que no podemos
implementar? Estamos iniciando el despliegue de tecnologías 5G en todo el mundo pero
aún hay empresas, ecosistemas industriales y personas que siguen conectados a un 2G o
un 3G, y les va bien, es más que suficiente para lo que necesitan y no tienen especial
interés en cambiar de tecnología, a no ser que no haya más remedio porque la que usen
se estropee o deje de ser funcional.
¿Es necesario entonces esperar a que los “late-adopters” dejen de usar lo “viejo”
completamente para poder implementar lo “nuevo”? Sería más productivo insertar y
crear procesos de acompañamiento y transformación en la sociedad hacia los modelos
tecnológicos que se quieren y desean implementar, de manera que, sin dejar de usar
aquello que para una parte les funciona y les es suficiente, les permita iniciar un proceso
de adaptación a lo nuevo, a lo que se plantea como la revolución de la vida urbana, en
materia de comunicaciones, educación, sanidad, economía, transportes y todo el resto
de áreas de vida en las que estos cambios tecnológicos van a tener un fuerte impacto en
nosotros a lo largo de este año 2020 y siguientes.
El proceso que este último lustro ha visto en ese aspecto en el desarrollo y
aparición de nuevos protocolos derivados del blockchain, derivados del trabajo con
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inteligencia artificial, con el machine learning, con la creación de asistentes virtuales y
chatbots que nos responden casi como si fueran humanos pero que pueden despertar un
completo rechazo a aquellos que aún prefieren hablar con una persona cuando tienen
un problema en cualquier servicio que hayan contratado o podido necesitar, se plantea
más como una necesidad de comprensión, empatía y formación, que como una
imposición de la industria hacia una transformación digital que no puede ir solo de la
mano de los que empujan hacia adelante por un desarrollo más veloz y ágil, sino que
tiene que estar acompañada por todo el conjunto de la población que no puede quedarse
atrás. Como un cometa, que siempre tira de su cola a la misma velocidad a la que avanza
su cabeza, sin dejar que ninguna de las partes que lo forman se rezague para dispersarse
o perderse en el camino por el que avanza, igualmente, la trasformación urbana de la
sociedad no puede dejar atrás a la inmensa mayoría mientras esta se produce, sino que
debe ir acompañando a las personas a entender los cambios que se van a dar a la vez que
su ecosistema tecnológico permite y facilita esos cambios. Solo así nuestra sociedad
dejará de “estirarse” como una goma elástica en la que hay cada vez más diferencia entre
los que van en la cabeza y los que se están quedando rezagados, pues, prácticamente, al
ritmo que estamos evolucionando, habremos conseguido en pocos años de progreso
tecnológico lo que toda la humanidad no ha avanzado en el conjunto de su historia como
civilización, y esto nos lleva al riesgo de que la parte que se queda muy retrasada llegue
a convertirse en “marginada” dentro de los procesos de transformación social y urbana
que estamos llevando a cabo.
Para evitar esto, se proponen alternativas viables que es posible implementar
desde este mismo momento, empezando por romper el miedo al cambio tecnológico con
todo tipo de eventos sociales y culturales para aquellos que no se acercarán jamás a una
conferencia sobre Internet, móviles o nuevas alternativas de transporte o
comunicaciones. Acercar el progreso se hace indispensable a los que ahora mismo se
encuentran buscando una manera de adaptarse a un ecosistema urbano que cambia
constantemente y que llega al gran público siempre con varios años de retraso respecto
al “último modelo” de aquello que la industria está investigando o lanzando en sus
laboratorios y departamentos de investigación.
Además, es necesaria la búsqueda de protocolos para reducir el impacto
psicológico que pueda tener en la sociedad la transformación digital de la misma, hacia
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un modelo donde todo esté computerizado, donde todo se haga por Internet o a través
de sistemas de interacción humano-máquina, donde vayas a pedir un café y te sirva un
sistema automatizado que está diseñado para preparártelo exactamente como tú lo
deseas, o que la lista de la compra que haces cada semana en el supermercado esté ya
grabada en alguna app de tu móvil y solo tengas que darle a un botón para que esta te
llegue a casa sin que medie ninguna otra interacción entre tú y aquellos que se han
encargado de preparártela y traértela. El miedo que puede suscitar la pérdida de
interacción entre personas, el toque “cálido” que puede desprenderse cuando alguien
tiene un problema y empáticamente otra persona te lo puede resolver desde cualquier
servicio de atención al cliente, posiblemente desaparecerá si todo lo que nos atiende en
10 o 20 años son chatbots e inteligencias artificiales que navegarán entre todas las
opciones de todos los menús de todos los sistemas y productos que tenemos contratados
para solucionarnos las preguntas, dudas o reclamaciones que podamos llegar a hacer, de
forma tan perfecta y objetiva, que será difícil descargar ningún tipo de frustración ante
este tipo de sistemas de ayuda o respuesta.
Cuando podamos irnos al parque y desde una app abrir la fuente de agua para
poder refrescarnos o informar de que un árbol se ha caído en medio de una calle por
fuerte viento directamente al servicio de bomberos (algo que ya se puede hacer en
muchas ciudades), o cuando se pueda solicitar una cita médica y atendernos por vídeo
consulta estemos donde estemos (algo que ya es posible también en ciertos lugares con
buena conectividad), la sociedad dejará de estar sujeta a espacios y ubicaciones físicas y
a límites operativos, pues los servicios para los ciudadanos se podrán proporcionar a
cientos de kilómetros de distancia de la residencia “física” de estos dentro del perímetro
“físico” que la misma urbe tenga.
Así, se expandirá la llamada “operatividad digital” al ciudadano que no necesita la
presencia física para formar parte de lo que su Smart City le permite hacer, se expande
el concepto de “residente” en una ciudad pues pudiendo controlar toda tu casa a miles
de kilómetros de distancia con sistemas domóticos y tecnológicos (que trataremos en
una sección posterior en detalle), es difícil diferenciar si uno vive en ella o si solo la
mantiene remotamente. En definitiva, se hace expansivo el concepto de ciudadanía al
mundo de la identidad digital donde un pasaporte o documento físico con una dirección
escrita en él no será del todo indicativo de la realidad de esa persona ni de su condición
24
de habitante de esa urbe de forma permanente. Por otro lado, el teletrabajo, y la
conexión remota a las empresas de la ciudad pueden convertirse en un reto que ya está
en proceso de amplia implementación en numerosos lugares, ciudades y países, y no
importa donde vivas para poder decir que trabajas en Barcelona o en Sao Paulo, pues tu
residencia no es indicativo de que no estés llevando a cabo tu profesión en una empresa
cuya sede se encuentre a miles de kilómetros de ti, contando como empleado y
registrado en esa localización, pero llevando tu vida en otro punto muy lejos de la misma.
Finalmente, la posibilidad de que las interacciones humanas cambien con los
desarrollos tecnológicos es ya un hecho que veremos cada vez más frecuentemente en
estos próximos años y, por lo tanto, una realidad implementada en muchos ámbitos de
nuestra sociedad moderna. Nos acostumbraremos a hablar con máquinas que tendrán
todas las respuestas que necesitemos y será de poca o nula ayuda llamar a algún
compañero de trabajo para verte con ellos porque tus compañeros de trabajo están
repartidos por cinco países distintos cada uno, pero todos dentro de una ubicación digital
única que pertenecerá a una empresa dentro de una ciudad conectada a la red y, desde
la cual, también podremos llevar a cabo cosas que ahora resultan poco menos que
ciencia-ficción.
Tendremos que ver como asistir a toda la población para que nadie se quede atrás,
para que consigamos romper las barreras psicológicas de rechazo al cambio,
encontrando formas y elementos integradores para acompañar ese cambio y que este se
haga de forma progresiva y paulatina, sin dejar de asistir y apoyar a los que van años por
delante en conocimiento, inventiva y desarrollo, para que lo que estos ecosistemas
tecnológicos, hubs de empresas y start-ups desarrollan, llegue lo más rápidamente y
cómodamente posible a todos los demás, y nos permita abrazar la asistencia que la
tecnología nos brinda sin perder el sentido de sociedad humana que nos une y nos hace
cohesionarnos entre todos para el bien mayor común de nuestra civilización.
25
Tecnologías para mantener el crecimiento económico vs el
envejecimiento de la población
Veamos ahora este tema por otro lado y desde otro enfoque, pues tenemos un
problema que resolver a largo plazo respecto al uso e implementación de estas
tecnologías más allá del simple uso doméstico a través de altavoces inteligentes o
electrodomésticos conectados a internet.
La sociedad en la que vivimos envejece cada vez a un ritmo mayor. Este fenómeno
se aprecia mucho más en países avanzados y desarrollados económicamente, y algo
menos en países en vías de alcanzar este desarrollo, pero está siendo una de las primeras
causas de preocupación, por ejemplo, en naciones como Japón, donde en pocas décadas
habrá prácticamente más personas por encima de los 65 años que personas en edad de
trabajar y jóvenes que vayan tomando las riendas de aquello que sus mayores, al
jubilarse, van dejando atrás.
Los últimos informes de Naciones Unidas sobre el envejecimiento de la población
en áreas principalmente desarrolladas muestran esta tendencia de las parejas jóvenes y
en edad de concebir a dejarlo para cada vez más tarde, sea por razones de carrera
profesional, por falta de recursos económicos o por querer disfrutar de la vida en
aspectos de libertad o de viajar o de dedicarse a uno mismo antes de emprender la
enorme tarea de dedicarse el resto de nuestra vida a cuidar de los demás, en este caso,
nuestros hijos por venir.
A pesar de que la diferencia entre nacimientos y fallecimientos sigue estando a
favor de los primeros, incorporando al mundo cada día unos 140.000 nuevos seres
humanos, esta tendencia está yendo a la baja y presumiblemente seguirá así. Esto no
significa que la humanidad vaya a reducir el número de integrantes que posee, al
contrario, seguirá incrementándose, pero este incremento se dibuja sobre una curva que
ya no sigue un trazado alcista tan marcado como hasta ahora y que, si esta situación se
mantiene en el tiempo, quizás en algún momento veamos equilibrarse la tasa de
nacimientos con la de fallecimientos y, por lo tanto, veamos a la sociedad incrementar su
media de edad y las dificultades de nuestro sistema económico para mantener la actual
estructura de apoyo y asistencia a aquellos que ya se han retirado de sus trabajos y han
dejado de formar parte de la fuerza activa laboral, habiéndose ganado su descanso y su
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derecho a vivir el resto de años de su vida en plena plenitud de facultades y con los
recursos económicos suficientes y necesarios para poder llevar a cabo todo aquello que
quizás, mientras trabajaban, no pudieron experimentar y disfrutar.
Por lo tanto, por un lado, todo en orden en cuanto al derecho de todo ser humano
a disfrutar de su retiro y jubilación, y todo en orden en cuanto a que los estados deben
facilitar que reciban aquello que entregaron en sus años de productividad al sistema para
que ahora puedan apartarse un poco del mismo y dedicarse a otras cosas.
Una de las posibles soluciones que están encima de la mesa para cuando esto
ocurra, y ya veremos si llega a ocurrir, es la introducción de sistemas robotizados que
puedan hacer el trabajo de aquellos humanos que ya no están dentro del proceso de
producción. Estamos hablando a muchas décadas vista, pues ahora mismo en estos
inicios del año 2020 hay todavía muchísima población que, necesitando un puesto de
trabajo, no lo tienen, por lo que esta proyección a futuro no es un tema para dentro de
cinco o diez años, sino a largo plazo, cuando la edad media de la mayoría de personas en
la mayoría de países industrializados se encuentren por encima o cerca de la edad de
jubilación, y no haya bastantes personas jóvenes o en edad laboral que puedan cubrir
aquellos puestos que estos dejan.
Además, hemos de contar con que los países, inicialmente, para paliar esta falta
de mano de obra, tenderán a abrir las puertas de sus mercados a la inmigración desde
otros países donde aún exista una enorme fuerza laboral que contrarreste la pérdida de
la misma allá donde son solicitados, y estos flujos de profesionales o personas buscando
un futuro mejor para ellos y sus familias posiblemente encontrarán una mejor acogida en
el futuro que la que encuentran ahora en muchas partes del mundo, porque el factor
“necesidad” en esos países será muy elevado, mientras que, ahora, en estos momentos
del siglo XXI, aún no hemos llegado al punto donde esa necesidad de personas para
trabajar en algunos sectores no pueda ser solventada con restructuración interna y
cambios laborales de la misma población nacional donde estos problemas empiezan a
dejarse ver.
Pero pongamos que nos proyectamos en el tiempo 100 años, y nos encontramos
en la situación en la que la mayoría de nosotros estamos ya cerca de jubilarnos, de que
en las últimas décadas han nacido muy pocos niños y que cada vez hay menos deseo de
formar una familia, porque la calidad de vida y las oportunidades de ocio y disfrute han
27
crecido mucho para un sector de la población que tiene una carrera profesional brillante
por delante y recursos para poder gastarlos en su placer y bienestar.
Así, en esa situación, es posible que veamos dos opciones plantearse seriamente
por parte de organismos internacionales, instituciones y gobiernos. La primera opción,
¿podemos “incentivar” a aquellos en la franja de edad adecuada a que tengan más hijos
para poder incorporarlos al sistema económico en unos pocos años? Si es así, y
posiblemente se intentará, veremos como se ofrecen muchos programas de ayuda a las
familias, cheques regalo para los nuevos recién nacidos que alivien la carga económica
para los padres, más vacaciones, permisos de maternidad y paternidad mejores
repartidos y retribuidos, y todo tipo de mejoras para facilitar que las parejas que deseen
tener hijos puedan tenerlos con muchas más ventajas que aquellos que les precedieron
décadas atrás.
Por otro lado, si una parte de la humanidad sigue prefiriendo retrasar el ser padres,
y dejarlo para lo más tarde posible una vez hayan cumplido sus sueños y deseos y aquello
que hayan querido hacer antes de establecerse y arraigarse para poder dar estabilidad a
ese nuevo hogar, la otra opción pasa indiscutiblemente por la robótica.
¿Por qué por la robótica? Porque entre aquellas personas que estén ya por
jubilarse o estén retiradas, entre aquellos que ya tienen una carrera profesional de cierto
nivel y aquellos que aún son demasiado jóvenes para incorporarse al mercado laboral,
queda solo un pequeño porcentaje de seres humanos en edad de trabajar (recordad que
estamos haciendo una simulación hipotética al menos 100 años en el futuro) que vayan
a poder sostener el sistema del bienestar y la economía mundial.
Puesto que consumidores no faltarán, porque todas las personas seguirán
necesitando productos y servicios, pero habrá muchos menos seres humanos disponibles
para poder ofrecerlos, nos encontramos con la disyuntiva de, o bien negar o cerrar una
parte de estos servicios, o bien incorporar sistemas robotizados y automatizados que se
encarguen de ellos, moviendo a las personas que antes los producían a otros niveles de
la estructura económica global donde puedan aportar otro tipo de valor añadido más allá
de las tareas repetitivas o rutinarias o de bajo valor que aportaban anteriormente.
Esto nos lleva a muchos problemas en esta hipotética situación futura. Primero, la
mayoría de personas que estén dispuestas a moverse a otro tipo de trabajo o entornos
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profesionales en los que tengan que reciclarse y aprender algo nuevo es relativamente
pequeña. Los seres humanos somos cómodos por naturaleza y hay cierta resistencia
interna al cambio cuando ese cambio es percibido como algo que está mucho más allá de
nuestra capacidad actual, pues no se trata de cambiar una persona de puesto dentro de
un mismo ambiente o sistema de trabajo, sino de literalmente moverlas a tareas y
responsabilidades donde, de momento, no se puedan automatizar los procesos que estas
llevan asociadas.
Por lo tanto, el “reskilling”, es decir, el dotar de capacidades nuevas a una parte de
la población es un tema que va a tener que tratarse con mucho tiempo y anticipación, y
algo que ya se está tratando en este año y que va a tener mucho impacto en todos los
departamentos de RRHH, para poder estar listos para el cambio cuando esta situación
llegue a materializarse, si, como suponemos, terminará haciéndose. Por otro lado, no
todo el mundo puede ser reubicado, no todo el mundo puede ser entrenado para otra
función y no todo el mundo desea hacerlo, con lo que los altercados sociales, revueltas y
protestas es posible que vengan de la mano con la introducción de sofisticados robots y
tecnologías de inteligencia artificial que puedan hacer la mayoría de tareas rutinarias que
ahora son el sustento de millones de personas en todo el mundo.
Así, volviendo a nuestra situación hipotética, nos encontraremos gobiernos e
instituciones que se verán en la disyuntiva de tener que lidiar a corto plazo con una
población envejecida, y tendrán que decidir sustituir la mano de obra que no poseen en
sus países con programas de inmigración controlada, como han implementado con más
o menos éxito gobiernos como el de Canadá o Australia para personal cualificado de
ciertos sectores, para permitir que allá donde existan personas que no encuentren
trabajo, estas puedan venir a naciones donde haya trabajos que no encuentren
personas. Tendrán que intentar fomentar la natalidad si desean ver como baja la curva
de envejecimiento de la población y con ello tendrán que buscar recursos económicos
para dotar a las familias de mayor tiempo y poder adquisitivo, a la vez que sostienen las
pensiones y el estado del bienestar con menos personas cotizando y pagando impuestos,
y tendrán que lidiar con las revueltas sociales que la sustitución de empleos rutinarios y
de bajo valor añadido, pero importantes para mantener la economía funcionando, van a
traer a la mínima que se pongan en marcha los primeros supermercados, bares o tiendas
donde todo lo que esté disponible para atenderte sean robots con IA y la capacidad para
solucionar todos tus problemas sin que medie intervención humana en ningún momento.
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Esta situación probablemente durará también unos años, quizás a lo sumo una
década, pues en general somos bastante rápidos habituándonos a situaciones en las que
no tenemos ya ni voz ni voto. No es que echen a un trabajador para sustituirlo por un
robot, que puede pasar, sino que al ir cerrando tiendas o negocios de personas que se
retiren y jubilen, y no tener a nadie joven que recoja el testigo, aquellos nuevos negocios
que las empresas o emprendedores vayan a poner desde cero, contarán desde el día de
su inauguración con personal robotizado y sistemas inteligentes, con lo que no será
posible “quejarse” a nadie de que un empresario ha echado a un trabajador, sino que,
simplemente, la nueva economía ya nace con este tipo de estructura que combina la IA
con la robótica y los sistemas conectados entre sí a través de la red y de la nube. Tiendas
como Amazon Go, o algunas cadenas de supermercados ya están en pruebas, y en algún
caso, funcionando, así desde hace relativamente poco tiempo.
Cuando esta situación se haya estabilizado, pongamos en 150 años, la parte de la
producción estará de nuevo asegurada, pues ahora tendremos un mercado enorme de
consumidores en activo representado por todos los seres humanos que ya no trabajan
pero siguen consumiendo, viajando, comprando y requiriendo servicios, por personas
con alto poder adquisitivo que no tienen obligaciones familiares y gastan una gran parte
de sus recursos en ocio, viajes, y atenciones personales, y un número de niños y personas
que, sin trabajar tampoco, también son consumidores potenciales de todo lo que el
sistema les puede ofrecer.
Con una mínima parte de la población, pongamos ya en 200 años, ocupándose de
las tareas que sistemas robotizados e IAs aún no puedan o no les dejemos hacer, la
estructura en principio del sistema de vida en la Tierra tendría que mantenerse en
equilibrio una larga temporada más, hasta que la curva de la natalidad descienda tanto,
si lo hace, que los fallecimientos superen a los nacimientos, la población se estabilice, y,
en 300 años, por ejemplo, se inicie una reducción paulatina del número de habitantes en
el planeta, que estarán “servidos” por robots y fuera de la cadena de producción, pues,
para entonces, es posible que casi todo lo que se pueda automatizar esté automatizado,
y quizás, pongamos, solo queden (estamos en un situación hipotética) unos 4000
millones de personas en la Tierra que podrán dedicarse al ocio permanente o a las tareas
de gestión más elevadas que requieran de seres humanos para ser llevadas a cabo.
Entonces será cuestión de ver como se retribuye a esas personas para que puedan seguir
consumiendo y manteniendo el funcionamiento económico en marcha, algo que ya
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empezamos a ver en pequeños experimentos a pequeña escala, por ejemplo en
Finlandia, que durante 2017 y 2018 escogió a un grupo de desempleados y les otorgó
unos 560 euros al mes de lo que se ha llamado una renta básica universal, en la que, su
idea, es que todo ser humano recibe, haga lo que haga, trabaje o no trabaje, unos
ingresos mínimos, para poder cubrir todas sus necesidades y seguir siendo parte del
proceso de sostenimiento de la sociedad.
Como podéis ver, esto nos lleva a una conclusión final sin demasiado sentido,
queremos seguir manteniendo la economía mundial funcionando, para ello hace falta
que la gente siga consumiendo, por lo tanto, tienen que tener recursos para consumir y
les damos el dinero que necesitan para ello a través de una renta universal. Como ya no
habrá demasiada población para producir, sustituimos a los productores por robots e
inteligencias artificiales, y así mantenemos el equilibrio y volveros a tener a muchos
millones de consumidores con dinero y a muchos millones de robots para darles los
servicios que necesitan.
Pero ¿no sería más lógico cambiar todo el modelo de crecimiento de la humanidad
en vez de mantener un modelo de productividad-consumismo que vaya sustituyendo las
piezas que no funcionan o que ya no están disponibles por otras?
En vez de jugar al mismo juego con diferentes fichas, lo lógico sería cambiar el
juego. Si los humanos queremos salir del modelo de crecimiento económico basado en
el consumismo voraz, del que hablaremos en las siguientes secciones, debemos
encontrar alternativas para que podamos mantener el nivel y calidad de vida sin ir
buscando parches que refuercen los andamios de algo que empieza a dar avisos de que
no se sostendrá mucho tiempo más. ¿Cuál sería ese otro modelo que permitiera a todos
los seres humanos vivir adecuadamente sin agotar los recursos del planeta y sin convertir
el sistema de vida en la Tierra en una carrera hacia adelante por ver como salimos de
esta?
Sería un modelo hacia la reducción de aquello que creemos que necesitamos para
estar bien y ser felices, es decir, disminuir paulatinamente el proceso de consumir por el
solo hecho de consumir lo que no nos hace falta, para que toda la estructura económica
bajara de ritmo y no se resintiera de golpe, sino que fuéramos desacelerando su
crecimiento hasta que llegara a estabilizarse en un nivel en el que las personas puedan
31
vivir con todo lo que necesitan pero sin ansiedades por “tener más”, ansiedades que, por
otro lado, son artificialmente inducidas en nuestra psique colectiva.
De esta manera, buscaríamos un modelo sostenible de poder tener lo que nos
hiciera falta sin agotar los recursos del planeta, sin la necesidad de tener lo que no nos
aporta nada en especial, pero que es imbuida en nosotros artificial y diariamente por
todos los medios de comunicación, marcas y empresas del globo. Buscaríamos un medio
de intercambio económico sostenible para cubrir todo el espectro de experiencias y
necesidades humanas pero sin tener que inducir a consumir aquello que luego termina
generando residuos, desechos y todo tipo de elementos tóxicos para nosotros y para la
Tierra. Buscaríamos un método de poder mantener el sistema del bienestar para la
población sin tener que forzar a que sigan consumiendo sin parar para ello, y sin la
necesidad de incorporar nuevos consumidores a la cadena productiva a una edad cada
vez más temprana, y, finalmente, buscaríamos la manera de que los seres humanos
mantuvieran un equilibrio entre sus vidas personales, familiares, carreras profesionales
y ocio, para que quien desee tener y formar una familia tenga las oportunidades para ello
sin preocuparse por los recursos que le harán falta, y quien desee dedicarse a sí mismo
tenga a su vez la manera de hacerlo sin preocuparse de que le estén obligando a trabajar
o consumir para que el sistema no se derrumbe.
Existen alternativas que aún la humanidad no ha explorado en ese sentido porque
los poderes que rigen la estructura económica de la sociedad no lo permiten, y todavía
estamos lejos de que se produzca un cambio en la mentalidad de nuestra sociedad para
llegar a darnos cuenta de esto en este 2020, pero estamos en el camino, y veremos si
alguno de estos escenarios hipotéticos que hemos delineado para las próximas décadas
empieza a coger fuerza y sentido, para que podamos intuir, al menos, el rumbo que
tomará nuestra civilización en los años que tenemos por delante.
En definitiva, y como resumen de este bloque tecnológico, vemos que la dinámica
de nuestra sociedad acelera el desarrollo de todos los sistemas de comunicaciones para
una parte de la población, mientras que una gran mayoría aún se queda lejos de poder
acceder a ella, entender su funcionamiento o tener interés en adoptar nuevos elementos
cuando lo que ya usan actualmente les funciona bien. Pero es indudable que mientras
existan una serie de grupos sociales y ecosistemas tecnológicos que llevan una velocidad
de crucero enorme en el desarrollo de estas tecnologías que hemos comentado, el resto
32
de la sociedad, aun yendo a la cola del mismo y a muchos años de distancia de su
adopción masiva, irá viendo como en su día a día empiezan a permear nuevos conceptos,
aparatos, sistemas de comunicaciones y elementos, incluso a nivel de barrio, donde ya
no haya ni dependientes en el lugar donde hagamos la compra o no haya forma de hablar
con un ser humano para gestionar una queja. Pero cuando esto sea masivo, y creemos
que aún faltan muchos años para ello, sí que es cierto que nuestra mentalidad habrá
cambiado lo suficiente para que lo percibamos como “normal” y no haya supuesto ningún
choque para la población ni problemas para ir adaptándonos a este nuevo modelo de
interacción social.
33
Desarrollo humano- crecimiento de las
personas, psicología del crecimiento
social y transformación personal
La sociedad está cambiando, hemos concluido en el bloque anterior. En realidad lo
hace cada año, cada mes y cada semana, por lo que no es algo nuevo que podamos decir
que vaya a ser una novedad en este 2020. Pero ¿hacia dónde está cambiando? ¿Qué
procesos se encuentran a la vista de ser más tangibles en esta línea temporal de los
próximos doce meses que tenemos por delante?
Si alguien nos pudiera ver desde muy alto, pero no ver lo que hacemos ni lo que
somos, lo que construimos o lo que ejecutamos, sino solo lo que pensamos como una
enorme masa de energía que fuera dando forma a lo que la humanidad va consiguiendo
34
cocrear, posiblemente se daría cuenta de que hay dinámicas sociales que van siempre en
varias direcciones, pero unidas por un hilo conductor que parece mover a nuestra
civilización en una dirección determinada.
Determinar esa dirección y luego poder analizar los elementos clave de la misma
es lo que nos daría la oportunidad de poder decir con cierta objetividad hacia donde se
encamina el crecimiento y desarrollo personal, social y colectivo de nuestra especie.
¿Estamos creciendo en consciencia social? ¿Somos más amables los unos con los otros?
¿Se ayudan y asisten los pueblos de la Tierra más entre ellos? ¿Podemos decir que nos
hemos convertido en una sociedad más humana o más fría, más distante o más artificial?
¿Podemos cambiar el rumbo de nuestro crecimiento sí supiéramos cómo?
Se plantean muchos interrogantes, como es normal, y las respuestas no siempre
son obvias o están al alcance del análisis individual que podamos hacer viendo los sucesos
políticos, económicos o sociales que podemos recopilar a través de los medios de
comunicación. Nos hace falta, pues, para poder cumplir con nuestra obligación de llenar
esta sección con aquello que prevemos que será importante para el desarrollo de la
humanidad en el año 2020, extrapolarnos a la dinámica social y cultural que viene desde
los años precedentes, y buscar datos que nos permitan comprobar sí realmente vamos a
seguir por la misma senda, o cambiar de rumbo en algún aspecto.
Ya hemos comentado en el apartado anterior que la tecnología está cambiando
mucho nuestra percepción de la realidad, de como se transforma nuestro estilo de vida
por la transformación de nuestro entorno urbano, y seguiremos hablando en los
siguientes apartados de cambios en la economía o en la geopolítica que, queramos o no,
tienen mucha influencia en cualquier análisis del desarrollo de la sociedad a nivel
psicológico, evolutivo, humano y colectivo.
Partiendo de la base de que el ser humano es un ser amigable, racional, colectivo
y emocional por naturaleza ¿qué perspectivas se están abriendo paso con marcado
acento y con alto grado de impacto en la forma en la que nos comportamos unos con
otros?
Indudablemente nos estamos volviendo mucho más introspectivos debido al uso
de la tecnología móvil, pues ya hace años que hablamos mucho menos con las personas
de nuestro entorno, e incluso con nuestra pareja, sí tenemos un móvil cerca con el cual
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consultar cualquier cosa de cualquier app en cualquier momento, estemos en casa o en
un restaurante cenando y celebrando nuestro aniversario. Ya no preguntamos por la
dirección de cómo se va a algún sitio a los locales de ese lugar porque Google Maps nos
lo indica sin problemas, y, en general ya no hace falta hablar con casi nadie para conseguir
casi nada porque podemos rellenar formularios, hacer pedidos por internet o enviar
correos electrónicos que suelen suplir el papel de la conversación directa para la inmensa
mayoría de cosas.
Como todo, no entramos a valorar sí esto es positivo para nosotros o no lo es, cada
uno usa y aplica la tecnología y las comodidades que esta nos brinda como cree oportuno,
pero es una constatación a vista de pájaro de que, en el ámbito social, cada vez más
somos personas recluidas cada uno en su universo particular sin mayor interés por el
universo particular de los demás que lo que sea estrictamente necesario para la
convivencia diaria, el trabajo o las obligaciones familiares. Del resto, el móvil se suele
encargar de ello.
De esta manera, la sociedad se vuelve más cerrada y menos dispuesta a abrazar
intercambios con otros miembros de la misma, lo cual repercute en todas las áreas y
mecanismos que la hacen funcionar y nos aboca a depender más de la tecnología que de
nuestra propia psicología para poder intuir o tratar con alguien sobre algo. Los
emoticonos del WhatApps, Telegram o Signal dicen mucho más de nuestro estado de
ánimo que lo que marcan nuestros rasgos faciales o como tenemos los ojos ese día que
nos hemos levantado algo apáticos o decaídos.
Por lo tanto, esta tendencia no disminuye, sino que se acrecienta con cada año que
pasa y con cada avance tecnológico. Es curioso que lo que está diseñado para hacernos
la vida más fácil también está creando que vivamos la vida más aisladamente, algo que
suele ir contranatura de cómo el ser humano ha funcionado a lo largo de su historia. No
es que dejemos de ser animales sociales que sabemos cooperar en grandes números y
de forma eficiente, es que simplemente a la mínima que podemos evadirnos de esa
relación con el resto de congéneres, buscamos oportunidades para ello.
Es posible que la responsabilidad de una gran parte de esta situación la tengan los
sistemas psicológicos del ser humano y los miedos a que estas interrelaciones con los
demás nos perjudiquen de alguna manera. A veces no es fácil lidiar con extraños, hacerles
comprender lo que queremos decir o necesitamos, no tenemos ganas de aguantar el
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estado de ánimo de los demás y mucho menos tener que estar detrás de ellos para
solucionar o terminar algo, así que es del todo comprensible que prefiramos hacer todo
más anónimamente, más tecnológicamente y con menos agobios que los que la
interacción humana a veces causa. Como todo, hay grados en los que una relación con
otros miembros de nuestra especie puede resultar incluso tóxica, psicológica y
energéticamente hablando, mientras que en otras ocasiones pueden ser un bálsamo de
alivio, ánimo, apoyo o asistencia.
Pero sí la tendencia es irnos hacia nuestro mundo personal con mayor asiduidad,
y esta tendencia empieza a gestarse desde los primeros años de vida pues cada vez cuesta
más hacer amigos en la infancia que duren hasta la vejez, también en el ámbito social hay
más reticencias a que los pueblos, las sociedades y los países entre sí mantengan ciertos
lazos de amistad o de hermandad más allá del simple título que nuestras ciudades
pueden intercambiar con otras ciudades con las que “nos llevamos bien” o “nos caemos
simpáticos”.
Actualmente muchos pueblos están enfrentados con otros pueblos de la
civilización humana, a veces por recursos naturales y materia prima, a veces por
ideologías, religiones o conflictos culturales, y estos no merman, ni tampoco se
desvanecen con el tiempo, sino que cíclicamente van surgiendo por aquí y por allá a lo
largo de nuestra geografía como sí una mano escondida fuera prendiendo mechas y
conflictos allá donde interesara para gestionar intereses que quizás la mayoría no
podamos comprender o no sepamos ni siquiera que están en juego.
Entonces, y volviendo a nuestras preguntas, ¿tenemos más consciencia ahora?
¿Estamos más desarrollados a nivel evolutivo que hace un año, tres o veinte? En general,
lo que se aprecia es que mantenemos el mismo nivel de comprensión de cómo funciona
el mundo, la realidad y el universo en el que vivimos, nos cuesta avanzar no solo en
conocimiento científico, sino sobre todo en conocimiento humano, psicológico, e incluso
espiritual, que no deja de ser una faceta del ser humano que aunque no se pueda medir
de ninguna manera, no deja de estar presente en la vida de todos nosotros.
Este apartado “moral”, además, incluido en todas las creencias y sistemas de todos
los países del globo, cobra importancia a la hora de decodificar como apreciamos al resto
de humanos por lo que son y por lo que hacen, más allá de lo que tengan o de la posición
social que posean. Pocas personas suelen encontrar la manera de ver a sus semejantes
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más profundamente que el título o clase social con la que se presentan al mundo, y
enseguida se crean miles de juicios completamente subjetivos sobre algo o alguien
simplemente por la apariencia, forma de mostrarse o imagen pública.
Hay, a veces, eones de distancia entre lo que alguien muestra y cómo alguien es
realmente, pues somos maestros del disfraz en el comportamiento público hacia el
exterior que nos permite acomodar la careta de nuestra personalidad que nos viene bien
en cada momento para lidiar con la situación a la que nos enfrentamos. Por lo tanto, se
hacen juicios y se critica, se opina y se habla sin tener en casi todos los casos datos y
conocimientos reales del porqué de algo, del cómo de algo o de alguien, y del qué de ese
algo o de ese alguien. Con esto, forjamos nuestras propias ideas y arquetipos mentales
respecto a la situación del mundo, de la vida del vecino o de la panadería del barrio,
mientras que, en realidad, ninguno de esos elementos son o se perciben a sí mismos
como el resto del entorno pueda estar imaginándoselos en su versión interior del mismo.
Así, la sociedad cada vez es más individualista encerrada en el mundo virtual que
la tecnología móvil nos brinda. Sí cada vez opinamos y analizamos al resto desde una
visión sesgada que nos da una idea parcial de los demás y cada vez nos encontramos con
que nos entendemos menos los unos a los otros, parece claro que la dinámica del 2020
va a incrementar esa realidad y convertirnos aún más en aquello que ya llevamos tiempo
creando: un mundo en el que falta ayuda y asistencia de unos hacia los otros, un mundo
en el que falta comprensión del prójimo y un mundo donde cada uno prefiere ir a lo suyo
antes que dedicar un poco de su existencia a asistir a los demás.
Por otro lado, también es cierto que cuando quien tuviera esta visión a vista de
pájaro de las líneas psicológicas y evolutivas de la humanidad indagara un poco más en
detalle, descendiendo a nivel de “calle” y tratando de encontrar ejemplos de esto que
acabamos de contar, se pondría a dudar sobre nuestras conclusiones, pues vería a
personas que ayudan a otras a cruzar la calle, vería a unos niños entregando unas
monedas a alguien que las necesita, vería a la gente darse los buenos días al pasar unos
al lado de otros y vería a alguien a coger amablemente un producto de la estantería
superior del supermercado donde otra persona que lo necesita no alcanza.
Y entonces, tras esta visión, se preguntaría, ¿qué falla a nivel macro que no falla en
lo individual? ¿Cómo es posible que en general haya muchas situaciones en las que
podemos constatar que el ser humano es bondadoso, amable, empático y con deseos de
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ayudar mientras que, luego, vemos que la sociedad está yendo por senderos que apuntan
a todo lo contrario?
Y es que individualmente, en general, todos cumplimos con nuestro papel de
buenas personas cuando tenemos la oportunidad para ello, no negamos ayuda a quien
nos la pide y solemos colaborar con los demás cuando hace falta. Pero siempre ponemos
un límite, y siempre lo hacemos sí a nosotros nos va bien hacerlo en ese momento
determinado y en esa situación precisa, y nada más. Solo cuando cuadra perfectamente
con el horario, la agenda del móvil, y no nos interrumpe ninguna otra acción que nos
mantiene dentro de nuestro universo particular, es cuando nos atrevemos, y solemos,
espontáneamente, hacer pequeñas acciones que sirvan para ayudar a otros.
Esto debería ser al revés, deberíamos vivir la vida de forma natural, social,
compartida y colaborativa, y nos meteríamos en nuestro mundo virtual de la pequeña
pantalla solo cuando no hubiera nada que hacer en esa primera forma de vivir, pero lo
hacemos al revés, levantamos la mano para darle un producto a alguien que no lo alcanza
o ayudamos a cruzar la calle a alguien solo sí no tenemos que mandar ningún mensaje,
no tenemos que leer algún artículo en el móvil o no tenemos que mirar el estado de
nuestras redes sociales. Ahí, entonces, ya no somos seres sociales, amables o
colaborativos, básicamente porque desaparecemos del mundo aislándonos en nuestro
universo particular y no vemos ni siquiera a quien necesita que se le eche una mano al
pasar por su lado, y, por esta razón, a nivel macro se percibe esta dinámica social y a nivel
micro a veces se puede constatar que a veces es así y a veces no. Es cuestión de cuanto
tiempo pasas observando el comportamiento humano a pequeña escala y cuanto tiempo
ves las corrientes y analizas las dinámicas en grado mayor.
Esta manera de vivir va a ser realmente difícil de cambiar, porque nos hemos vuelto
adictos a huir del mundo, pues realmente el mundo de “ahí fuera” tampoco nos ofrece
demasiado de aquello que necesitamos para sentirnos a gusto en él. Pero es una trampa
psicológica, porque el mundo de “fuera del móvil” puede ser como nosotros deseemos
que sea, y se nos olvida que tenemos el poder a través de la interacción personal con el
resto de seres humanos de alterar y modificar la realidad en la que vivimos sí no nos gusta
la pinta que tiene ahora. Las pantallas, las distracciones, las maratones de series en
Netflix, las largas horas pendientes de Facebook y en general todo lo que el mundo virtual
ahora nos ofrece, y no decimos que sea malo ni que sea bueno, es lo que causa la
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desconexión y la decadencia “evolutiva” de la humanidad, sin que, por otro lado, no
podemos negar que es algo positivo leer un libro que nos explique algo a través de
nuestra tableta o ver un documental que nos ayude a comprender mejor un tema a través
de la televisión. No es ese el problema, sino las prioridades y lo que va primero en la vida
de una persona, pues primero se ha consolidado el mundo virtual como referencia para
gestionar nuestra vida y luego, sí acaso, viene el mundo real para descansar un poco los
ojos y la mente hasta que podamos volver al mismo.
Es una situación que es muy probable que volvamos a ver repetida en el informe
que vayamos a publicar el año que viene por estas mismas fechas en este mismo
apartado de nuestro análisis de las dinámicas de la humanidad, pues, en principio, y si
nada cambia, es una corriente social y dinámica cultural y de comportamiento que va in
crescendo y que se afianzará cada vez más profundamente a edades cada vez más
tempranas.
Por esta misma razón, es importante que los padres que tomen un mínimo de
consciencia sobre estos temas saquen a sus hijos a vivir la vida “real”, y estamos de
acuerdo en que ya muchos adolescentes usan y necesitan móvil para poder formar parte
de la sociedad en la que les ha tocado vivir, pero sí es posible que podamos influir un
poco en el balance de ambos “mundos”, que pongamos el acento y la fuerza en el disfrute
de lo físico, las relaciones entre personas, salir a hacer actividades a donde sea, escapar
de la tecnología cuando se pueda y enseñarles a usarla como herramienta de apoyo para
las necesidades de sus vidas y no como un lugar de escape y recogimiento para todo el
resto de la misma.
Los padres, por nuestro lado, quizás tengamos que re-aprender a vivir como
hacíamos antes de que existieran los móviles y usarlos como se usan unas llaves. Cuando
lo necesitas lo coges, haces lo que tengas que hacer, y lo vuelves a dejar en su sitio sin
preocuparte sí a los dos minutos ha podido llegar algún nuevo mensaje o alguien ha
vuelto a actualizar su perfil social. Si eso lo conseguimos, objetivo realmente difícil,
estaremos en la senda de manifestar a nivel micro algo que, poco a poco, dependiendo
de cuanta gente se sume a esta forma de recuperar el control de su realidad y de la
interacción humana, se tiene que manifestar a nivel macro como un mejor
entendimiento entre pueblos, culturas y sociedades, sin caer en la ingenuidad de que
todo va a solucionarse de un plumazo y ningún conflicto bélico jamás volverá a
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producirse, porque no sería verdad, ya que otros muchos intereses están en juego en
estos escenarios. Aun así, sería un primer paso y un logro enorme que al menos una parte
del tiempo que pasamos metidos en nuestro mundo interior virtual lo trasladáramos al
mundo externo real. Al menos equilibremos la balanza, y luego ya veremos como
reorganizar el resto de la sociedad a partir de ello.
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Ecosistemas, impacto medioambiental
de nuestra sociedad, desarrollo y
recuperación de la biosfera
La cumbre mundial contra el clima COP25 que se ha celebrado este pasado mes de
Diciembre 2019 en Madrid, ha estado caracterizada por todo un movimiento social que
ha tomado forma a lo largo del año 2019 para concienciar a la población sobre los
diferentes aspectos del cambio climático que estamos viendo en nuestro planeta.
Mientras que por un lado escépticos, comunicad científica “negacionista” y
poderes públicos y políticos rechazan la posibilidad de que el ser humano esté cambiando
y alterando el ecosistema natural, otros muchos grupos, activistas, organizaciones y
países buscan fórmulas para combatirlo.
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Cada uno de estos grupos enseña sus propias estadísticas y tiene sus propios
argumentos, que cada una de las comunidades científicas se afana por desmontar o
desmentir de la comunidad enfrentada. En cierta manera, ambas pueden tener razón en
varios puntos y estar equivocadas en otros, porque hay suficiente evidencia, mediciones
y análisis para poder sustentar ambas versiones y teorías aparentemente contrarias.
Por un lado, no hay demasiado enfrentamiento a la hora de aceptar que nuestra
atmósfera está cada vez más contaminada por la polución, los gases y humos de los
coches y de las fábricas. Se puede percibir, respirar y analizar en cualquier parte del
planeta y lleva a miles de muertes prematuras cada año por inhalación de partículas
tóxicas y metales pesados que flotan en el aire que respiramos. Por otro lado, tampoco
se puede negar, y no lo hacen ninguna de las dos partes, que estamos contaminando
mucho más nuestros mares y ríos, lagos y océanos, y que tenemos una enorme balsa de
plásticos flotando a la deriva en el océano Pacífico producto de los desechos que tiramos
desde muchos lugares del planeta. Tampoco se niega, por las evidencias fotográficas y la
evolución y monitorización vía satélite, que se están destruyendo a un ritmo más
acelerado los pocos reductos de bosques y selvas que quedan vírgenes en la Tierra,
mientras usamos más y más áreas para cultivo y agricultura y desterramos al reino animal
de sus hábitats naturales. Por lo tanto, en general, se acepta que el planeta está en fase
“terminal” en muchos aspectos y que todos ellos dependen de la mano del hombre y está
en la humanidad el poder cambiar las cosas y revertir este proceso.
¿Cuál es entonces el principal problema que enfrenta a negacionistas del cambio
climático y a defensores del mismo? Se trata del incremento de temperatura que la Tierra
está sufriendo y que ha ido paulatinamente en aumento desde hace décadas, siendo algo
más marcado en estos últimos años. Se han realizado miles de informes y miles de
mediciones, y se han llegado a miles de conclusiones distintas para encontrar la razón de
este incremento, pues lo que se pone en duda es la evidencia de que nuestro planeta se
esté calentando por la acción del hombre con la emisión de gases de efecto invernadero
como el metano y el aumento del CO2 en la atmósfera.
Así, ¿es esta la única razón para este calentamiento que si que podemos afirmar
que se está produciendo? Desde diferentes comunidades científicas se hace hincapié en
que el planeta, como ente “vivo” que es, con una biosfera y unos ciclos y mecanismos de
autorregulación internos, también posee sus propios procesos de limpieza y de
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regulación térmica. Al igual que el cuerpo del ser humano puede incrementar su
temperatura sí tiene fiebre o sí existe alguna disfunción interna que altera los procesos
biológicos y químicos que regulan el organismo, produciendo que nuestra temperatura
interior sube o baje unas décimas, al planeta le sucede lo mismo. Para una bacteria en el
interior de nuestro sistema, estas décimas pueden suponerle todo un cataclismo
climático, mientras que para el conjunto de nuestro cuerpo es solo un incremento
temporal debido a un desajuste interno.
De esta manera, es la Tierra misma la que también está contribuyendo al
calentamiento generando mucho calor interno que está saliendo a la superficie, debido
a la cantidad de desajustes que se han producido en los ciclos vitales de la naturaleza,
debido, precisamente, a la acción del ser humano contra sus ecosistemas. Todo lo
comentado anteriormente, la polución y contaminación, los vertidos tóxicos, la tala de
árboles, los desechos plásticos, la contaminación de mares y ríos, etc., han llevado a
desequilibrios tan enormes que la Tierra tiene “fiebre”, y no solo debido a nuestros gases
de efecto invernadero, que están en el origen del problema, sino debido al desajuste
global de los ciclos de la naturaleza, responsable de alteraciones del clima donde no
debería haberlas, tormentas y ciclones cuando no toca, sequías donde debería llover o
inundaciones sin precedentes donde nunca las ha habido. Al tener “fiebre” el conjunto
de la biosfera, está aumentando su temperatura, levemente al principio del proceso, y
más intensamente a medida que seguimos causando desajustes en ella.
A aquellos miembros de la comunidad científica que esgrimen que la emisión de
CO2 no puede ser la única responsable de este aumento de temperatura, y que marcan
que, en teoría, el planeta tendría que estar en proceso de arrancar un ciclo que dentro
de unos siglos tendría que llevar a una mini era glacial, porque, según estadísticas, es lo
que le toca a la Tierra, se les pasa por alto que estos ciclos naturales serían correctos y
sus conclusiones acertadas de no intervenir el ser humano para alterarlos. Por otro lado,
a aquella parte de la comunidad científica y política que ve un negocio y un nicho de
mercado en el cambio climático, y para sembrar alarma mundial, habría que decirles y
hacerles notar que sus datos sobre la influencia del hombre no bastan para producir el
impacto que esos informen pretenden demostrar.
El punto intermedio es, como en muchos temas, el correcto. Estamos interfiriendo
en los procesos naturales del planeta y destruyendo el ecosistema, y el planeta está
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respondiendo “calentándose” como lo haría cualquier sistema biológico que trata de
luchar contra desequilibrios internos. Pero una vez estos desequilibrios sean corregidos,
y tarde o temprano lo serán porque la resiliencia de la naturaleza está por encima de toda
duda, el planeta dejará de calentarse para volver a su temperatura “natural” regulada
por los propios sistemas medioambientales que mantienen el ecosistema de la Tierra en
equilibrio, haga lo que haga la humanidad que no tiene tanto impacto como los mercados
y poderes públicos nos intentan hacer creer. Es posible, pues, que en un par de décadas
la propia Tierra haya regulado su temperatura, y esta empiece a descender de forma
natural (pues es el ciclo que toca), con lo que podremos ver que no se trata de que haya
que limitar las emisiones de CO2, que hay que hacerlo y si fuera posible, cancelarlas del
todo, sino que hay que tener en cuenta que el propio planeta es quien regula su
temperatura según el “daño” y el impacto que nosotros provocamos en su mecanismos
internos.
Por lo tanto, la labor de la sociedad pasa por adquirir consciencia no solo de que
debemos de dejar de contaminar y destruir bosques y selvas, sino que nuestro propio
planeta es un organismo vivo que tiene sus propios mecanismos de defensa. Deberíamos
exigir a los países y multinacionales que dejen de hacer un negocio del tema del cambio
climático, que dejen de comprarse y venderse cuotas de emisión y de polución, pues
aquellos que quieren seguir emitiendo gases tóxicos simplemente compran la cuota de
aquellos que no emiten y con eso todo el mercado internacional se mantiene tranquilo y
simplemente podemos dar la cara en cumbres internacionales y decir que hemos
cumplido con los compromisos contra el cambio climático. En general, suele ser todo una
farsa frente a la opinión pública, como la mayoría de estos acuerdos terminan siéndolo,
ya que no pueden implantarse, porque una vez se acaban las cumbres y los mandatarios
y representantes vuelven a casa, no tienen poder, recursos ni leyes para poder hacerlos
cumplir, pues, en general, son las empresas más poderosas del planeta las que dictan que
se implanta o no en materia medioambiental según les convenga a sus intereses o a sus
accionistas.
Así pues, ¿qué veremos en este año 2020 en temas medioambientales acontecer
en nuestra sociedad? Principalmente veremos como se ponen en marcha muchas nuevas
leyes e iniciativas en Europa, pues la nueva Comisión Europea que entró en funciones a
finales del 2019 tiene como una de sus prioridades una “Europa verde” y muchas
propuestas en la agenda para ello. Pero estas propuestas encontrarán difícil
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implementación a nivel real, por la falta de capacidad de los estados miembros de
llevarlas a cabo y la negativa de parte del sector económico de destinar recursos para
ello.
Veremos también como los cuatro países que más contaminan del mundo, Estados
Unidos, China, India y Rusia, siguen en la senda de no frenar ni activar ningún protocolo
que les obligue, a sus empresas y ecosistemas industriales, a frenar su desarrollo con
medidas que pudieran tener impacto negativo en el mismo, y sí estos cuatro países no
actúan o no dan ejemplo, el resto de la comunidad internacional a pesar de promover
leyes o proyectos a favor del medioambiente, tampoco los llevarán a la práctica. Esta
dinámica no es algo que sea nuevo, sino que es la continuación de los procesos que se
han venido dando desde este año pasado, y que tienen tendencia continuista por la
fuerza con la que arrastran los mercados financieros y las economías del planeta a la
mínima que se producen cambios en ellos.
Al estar entrando en una época económica de desaceleración, algo que veremos
en próximos apartados de este informe, pocos actores internacionales se atreven a poner
en marcha cambios sustanciales en sus sistemas de producción o desarrollo económico,
por miedo a que, de hacerlo, a pesar del posible impacto negativo para el ecosistema, se
produzcan demasiadas pérdidas económicas que luego causen vaivenes financieros en
sus economías domésticas, locales o nacionales. Mientras que los propios gobiernos no
tomen acción decidida con normas de obligatorio cumplimiento y multas millonarias para
quien lo haga, no habrá grandes cambios a nivel global en el tema medioambiental, más
allá de lo que la propia concienciación ciudadana lleve a la práctica por ir mucho más
avanzada en este aspecto que las grandes industrias y multinacionales del globo.
Así, a nivel particular, y de pequeñas y medianas empresas, esperamos ver avances
enormes en cuanto al número de estas que se suman a buscar alternativas sostenibles
con el medioambiente, consiguiendo que localmente, y a nivel “humano”, se produzcan
grandes avances en la reutilización de materias primas, se reduzcan los desechos que las
familias generan, se recicle mucho más parte de todo lo que ahora se sigue tirando a los
vertederos y se lleven a cabo iniciativas pequeñas, pero importantes, que vayan a
consolidar la fuerza de la población y del individuo para luchar contra los cambios y el
impacto negativo que nuestra sociedad tiene en la naturaleza.
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Estas pequeñas acciones, sostenidas en el tiempo, sí que llevarán a una mejora de
algunos sistemas sociales en cuanto a calidad medioambiental, no quizás en las grandes
urbes donde se hace difícil notar este impacto a nivel macro, pero sí en pueblos y
ciudades más pequeñas que consigan convertirse en casi 100 % ecosostenibles. El propio
planeta, a nivel “fisiológico”, es capaz de reequilibrar una parte de sus ciclos y sistemas
vitales sí se le permite hacerlo, pues se nos ha demostrado una y mil veces que cuando a
la naturaleza se la deja hacer, encuentra formas de regenerarse por completo allá donde
era impensable que lo hiciese. De alguna forma, quizás el caso más mediático ha sido la
ciudad de Chernóbyl, epicentro de uno de los mayores desastres nucleares de la
humanidad, y que hoy en día exhibe una naturaleza desbordante con vida animal a pesar
de que para los humanos nos está prohibido volver a habitarlo por la alta radiación
presente aún en la atmósfera.
En este aspecto, quizás sea China el país que ve con una mayor claridad la
necesidad de reforestar todo su territorio, pues la mentalidad de pensar a muy largo
plazo, a diferencia de la mentalidad occidental de hacerlo, en general, a pocos meses
vista, les ha dado buenos resultados en el pasado para el desarrollo del país. Mientras
que en China ya están plantando millones de árboles para cubrir todo lo posible el
territorio preparándolo para las siguientes generaciones, habiendo recuperado desde
principios de siglo una media anual de casi 50000 kilómetros cuadrados de cubierta
forestal, otros actores políticos del planeta en zonas de Sudamérica siguen permitiendo
con más o menos impunidad la tala de bosques y selvas tropicales con fines económicos,
o se siguen incendiando zonas enteras en diferentes zonas de nuestra geografía con tal
de tener más tierras para la agricultura, construir más viviendas o especular con el
terreno.
Realmente es casi imposible de creer que la humanidad sea tan corta de vista, tan
cerrada y tan obtusa a las consecuencias que estas acciones tienen para nuestra vida en
este planeta, pero así es y así se demuestra en el día a día con las acciones que se ponen
en marcha para explotar aún más el medioambiente en vez de cuidarlo o regenerarlo.
Como decíamos, el propio ecosistema siempre ha demostrado tener fuerza para
salir adelante y resurgir aun en las condiciones más adversas, y eso implica que aunque
la propia humanidad termine desapareciendo o autodestruyéndose porque el aire estará
tan contaminado que no podremos respirarlo en unas décadas, o el agua estará tan tóxica
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que no podremos beberla, la biosfera seguirá creciendo y saliendo adelante y el planeta
sobrevivirá a todo lo que podamos llegar a hacer en él, estemos aquí ya para verlo o no.
Ecosistema industrial vs ecosistema medioambiental: una guerra de
marketing y promociones publicitarias
Enfoquemos ahora esta sección del informe sobre el ecosistema y el cambio
climático desde el punto de vista del sector empresarial, que como hemos dicho, tiene la
mayor parte de la responsabilidad en cuanto a la emisión de contaminación, vertidos y
deforestación global.
La enorme presión mediática que el último trimestre del 2019 ha puesto sobre
todo lo relacionado con el medioambiente y el cambio climático, del que ya hemos
hablado, están obligando a muchas empresas a reinventarse. Al menos a nivel de
marketing, pues las campañas de cara a la opinión pública para aparecer como empresas
verdes y sostenibles se han incrementado exponencialmente a medida que la población
exige a gobiernos y organizaciones cambios en la estructura empresarial para cumplir los
objetivos del acuerdo de París, que limita a 2º el incremento de temperatura del planeta
para el año 2100, y todos los que puedan venir siguiendo las mismas líneas de actuación
y “buenas ideas” de la comunidad internacional.
Que decir cabe que toda esta presión no pasa de esos departamentos de
marketing, publicidad y relaciones públicas de la mayoría de industrias que más
contaminan en todo el planeta. Pocas macro empresas están realmente cambiando su
modelo productivo para no contaminar y hacer más sostenibles sus modelos de negocio,
ya que el coste que esto tiene para las principales empresas e industrias del planeta es
tan elevado, que es mucho más sencillo dar una imagen determinada mientras se sigue
haciendo lo mismo que se ha hecho siempre, que realmente cambiar toda la
infrastructura productiva que les llevaría, de verdad, a ser empresas “verdes” y
ecosostenibles.
Lo que sí que es cierto es que a lo largo de los últimos años ha habido un intento
por parte de pequeños sectores del ecosistema empresarial de renovar todos los
procesos industriales que han venido generando la mayor parte de residuos, vertidos y
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desechos en el planeta. El modelo a seguir, los propios sistemas de reciclaje de la
naturaleza, se ha intentado aplicar a algunas industrias a pequeña escala con muy buenos
resultados, consiguiendo algunas de estas empresas reducir enormemente su impacto
medio ambiental y su huella ecológica, cancelando o prácticamente eliminando las
emisiones de gases contaminantes a la atmósfera, o siendo capaces de reciclar todos o
casi todos los productos de desecho que su cadena de producción generaba.
Estos éxitos a pequeña escala no han podido ser reproducidos (o no se han querido
reproducir), sin embargo, en la mayoría de grandes empresas, corporaciones y
multinacionales cuyos sistemas productivos están repartidos entre múltiples
localizaciones, fábricas o espacios de trabajo, ya que la gestión de residuos o reciclado de
toda la materia prima sobrante en cada uno de esos procesos no puede ser tratada con
tanta facilidad como en empresas más pequeñas, o donde todos los procesos están más
centralizados y geográficamente ubicados en un mismo lugar.
Además, en general, para una gran parte de la industria actual, es más rentable
quitarse de encima todo aquello que no necesitan que buscar métodos y formas de
reciclarlo para introducirlo de nuevo en su cadena de producción, así como les sigue
siendo más caro invertir en cambios que les lleven a ser más respetuosos con el medio
ambiente y el ecosistema natural del planeta que seguir trabajando como siempre han
hecho a pesar del daño que eso pudiera conllevar para la biosfera.
A pesar de todo, la buena noticia es que a pequeña escala sí que se aprecian
cambios en la conciencia empresarial para transformar una parte del ecosistema
productivo a estructuras más acordes con la sostenibilidad de una industria que no puede
funcionar sin materias primas, y que depende de la naturaleza para conseguirlas y de los
recursos que el planeta nos brinda, y que se dan cuenta de que si estos recursos se
malgastan, se mal utilizan o se contaminan, su propio futuro económico, personal y
profesional también está siendo puesto en peligro. Mientras que se mantenga esta
consciencia, y creemos que así será a lo largo de este año 2020, aunque sea solo con fines
económicos o para asegurar la sostenibilidad de los modelos de negocio y de la
prosperidad de estas industrias a medio o largo plazo, es bienvenido que estemos
cambiando, al menos una parte, la manera en la que enfocamos la forma de contaminar
menos y reciclar mucho más todo lo que resulta de los procesos de manufacturación y
creación de productos de consumo para la sociedad.
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Así como muchas pequeñas y medianas empresas han estudiado a la propia
naturaleza para descubrir formas de convertir un producto tóxico o un producto de
desecho en algo que se pueda reutilizar en otra parte de la cadena de producción, aunque
sea de algún otro producto, aún nos queda mucho por aprender sobre cómo los
ecosistemas naturales reutilizan todo lo que para una parte ya quizás no sirve, pero que
puede ser usado como el motor de crecimiento de otra. La denominada “economía azul”,
título del libro de Günter Pauli que hace referencia a este tipo de “clonado” de métodos
naturales para no desperdiciar nada de aquello que se produce, es la clave para hacer de
nuestra sociedad del consumo una sociedad sostenible a largo plazo, y en la que se
respeten los ciclos de crecimiento de todos los ecosistemas de los que luego extraemos
aquellas materias que usamos para su transformación en aquellos productos que
demandamos.
¿Cómo podríamos hacer para que toda la red industrial estuviera basada y
“copiando” los modelos de los ecosistemas naturales? ¿Cómo transformar la industria
pesada y contaminante en industrias que no producen gases tóxicos ni vierten productos
químicos de desecho a los ríos y mares? ¿Cómo encontrar el equilibrio entre la
productividad y beneficio empresarial y la sostenibilidad a largo plazo de nuestra
sociedad basándonos en la disponibilidad de los recursos presentes en el planeta?
Al igual que llegará un día en el que se nos acabará el petróleo, porque las bolsas
de crudo estarán tan profundas que no tendremos capacidad de extraerlas, y no será
rentable invertir en crear tecnología que pueda perforar tantos cientos de kilómetros en
el interior de la Tierra, igualmente habrá un día en el que se nos acabarán los árboles si
seguimos talándolos al ritmo al que lo estamos haciendo o se nos acabará el agua limpia
si seguimos contaminando con químicos todos los ríos y acuíferos del planeta. No tiene
por qué suceder mañana, y por eso una gran parte de la industria se está aprovechando
de este proceso que no sucede de un día para otro, sino que tiene unas consecuencias
lentas pero inexorables a medio plazo de las cuales no quieren tomar consciencia, pues
supone actuar en el “ahora”, donde aún no tienen ese problema encima y donde, si
actuaran para remediarlo, perderían una gran parte de los beneficios económicos que los
sistemas de producción actuales les reportan.
Como tal, estas grandes corporaciones e industrias responsables de la mayor parte
de la contaminación de la atmósfera, de fuentes de agua y de tala de árboles, prefieren
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apurar plazos hasta que realmente ya no puedan producir una sola unidad más de lo que
produzcan, y, mientras tanto, mantener los métodos de producción y extracción de
recursos insostenibles y completamente inadecuados con tal de no perder
competitividad con otras empresas, o no descolgarse de la dinámica de beneficios que
hayan podido estar teniendo y cuyos accionistas, en general, no desean tampoco que se
interrumpa el flujo económico que el estado actual de operaciones les comporta.
Y es que por eso decíamos que son las pequeñas o medianas empresas las que
realmente están liderando los cambios en los métodos de producción para que la
economía “azul” y circular vaya tomando forma y afianzándose, porque este tipo de
industria y ecosistema empresarial no posee las presiones, hasta cierto punto, que
poseen las grandes corporaciones y multinacionales, que al fin y al cabo son las que
controlan la economía mundial, y están presentes en todos los países importantes para
asegurar este control. Estas pequeñas empresas, al no tener que lidiar con una red tan
vasta de interlocutores, intermediarios y conexiones por todo el globo, tienen más fácil
encontrar la manera de adecuarse y cambiar sus procesos y estructuras internas y
conseguir ser más sostenibles en menos tiempo y con menos inversión y problemas en la
reconversión que el resto.
¿Bastará pues que todo el ecosistema industrial de pequeño y mediano tamaño se
reconvierta hacia un modelo más sostenible y respetuoso con el medioambiente para
poder “salvarlo” y evitar la destrucción de todo nuestro ecosistema natural? No, no
bastará a menos que la propia población y sociedad también se dé cuenta de que los
grandes contaminantes mundiales no están haciendo nada para dejar de serlo, y solo
crean una y otra vez campañas de mercadotecnia para hacernos creer que están
liderando la lucha contra el cambio climático. Si se consigue desmontar esta farsa, a la
cual destinan miles de millones de euros cada año las empresas más grandes del planeta
a nivel industrial, entonces no tendrán más remedio que acometer cambios reales, pero,
para ello, se depende de que las personas empecemos a comercializar y adquirir
productos que vengan de empresas que realmente se hayan comprometido, y hayan
demostrado, que están haciendo cambios sustanciales en sus procesos de producción
para poder ofrecer los productos que demandamos sin impacto en el medioambiente.
Únicamente con que todo consumidor supiera que huella ecológica deja cada
empresa que le sirve un producto o un servicio, y cuánto contamina esa empresa para
51
poder prestárselo, tendríamos una manera de decidir por nosotros mismos si deseamos
contribuir a que esa compañía siga haciéndolo o irnos a adquirir un producto de alguna
otra empresa. Esta quizás sea más pequeña o quizás tenga algo menos de recursos o
quizás haga un producto algo diferente al que buscamos pero que ya cumple o cubre las
necesidades que tenemos, lo que empezaría a desviar el flujo de la economía desde las
grandes corporaciones hasta las empresas ecosostenibles y responsables con la biosfera.
Para conseguir esto, obviamente, nos hace falta ciertos cambios en la legislación
que introduzcan algún tipo de etiqueta en todos los productos y servicios que
consumimos que nos ayuden a valorar qué impacto en el medioambiente ha tenido el
proceso de creación de ese producto, con lo que posiblemente tendrán que involucrarse
gobiernos y organismos reguladores para introducir las leyes y normas en el sector
industrial que obligue, de algún modo que todavía no podemos estimar, cómo se va a
llevar a cabo esa medición del impacto total que ha tenido crear un producto u otro.
Puesto que muchas empresas que tienen muchos intereses a nivel político y global
estarán en contra de este tipo de legislación, va a ser difícil que, en una gran parte de los
países desarrollados del mundo, veamos que algo así se pueda llegar a plantear a lo largo
de los próximos meses, pero no es del todo imposible si se demanda por parte de la
sociedad conocer, al menos de forma general, los impactos medioambientales que cada
una de las corporaciones y multinacionales del planeta está teniendo para cada uno de
los productos que nos están vendiendo.
La idea es simple en ese aspecto, que sea el propio consumidor quien decida de
dónde o de quién desea adquirir aquello que necesita, si de quienes están haciendo el
esfuerzo por cambiar y adaptar todos sus modelos productivos para no contaminar, no
dañar y no contribuir más a la destrucción del ecosistema natural, o de aquellos que a
pesar de intentar hacernos creer lo contrario, siguen actuando como si el planeta tuviera
unos recursos infinitos y que el día en el que estos se puedan terminar no va a llegar
nunca.
De esta manera, una vez los propios consumidores vayan eligiendo y vayan
tomando consciencia del poder que tienen para decidir a donde derivan el flujo
económico que otorga el poder de comprar algo o no, son las propias empresas que se
ven perjudicadas porque otros competidores están jugando en el marco de la “economía
circular”, en el marco de la sostenibilidad natural y en el marco del respeto por el
52
medioambiente, las que se verán abocadas a una carrera por transformarse para no
perder el “tren” que la sociedad haya puesto en marcha para cuidar los recursos que
quedan en este planeta, antes de que pueda volverse completamente inhabitable en
algún momento indeterminado del tiempo de seguir por este mismo camino y senda de
polución atmosférica, destrucción de selvas y bosques, y contaminación de ríos, lagos y
mares a escala global.
En el momento en el que las principales empresas causantes de la mayor parte de
la contaminación planetaria inicien procesos de reconversión, el resto del mundo seguirá
sus pasos, pues, como hemos mencionado, al controlar prácticamente toda la economía
global, sus decisiones y cambios de rumbo arrastran inexorablemente al resto del
ecosistema empresarial e industrial hacia nuevas prácticas, métodos o técnicas
productivas que, a la larga, pueden terminar siendo positivas para todos, porque pueden
permitir la regeneración de todo aquello que ahora estamos destruyendo, y pueden
ayudar a la propia Tierra a recuperar lo que ahora se está perdiendo.
Y es que siempre se ha sabido y se ha tenido en cuenta por aquellos que han tenido
mayor contacto con el mundo natural, el campo y el ecosistema natural, que si a la
naturaleza se la deja trabajar, encuentra siempre formas de recuperarse y regenerarse,
por lo tanto, si empezamos a trabajar en un modelo sostenible de colaboración con el
medioambiente, y permitimos esta regeneración no vertiendo más tóxicos ni químicos,
no contaminando más el aire y no talando más árboles, podremos recuperar el planeta
en el que vivimos y hacerlo más habitable para todos nosotros.
Los modelos empresariales van a tener que cambiar mucho para que esto se
convierta en una realidad a varias generaciones vista, pero es un camino posible pues
hemos visto demostrado en los propios ecosistemas naturales como todo se puede
reciclar, aprovechar y transformar para beneficio de toda la vida vegetal y animal.
Hagamos pues lo mismo nosotros para beneficio de la vida humana y aprovechemos las
enseñanzas de nuestra biosfera para poner en marcha lo más rápidamente posible los
cambios que nos permitan recuperar el esplendor del planeta en el que vivimos, sin que
termine convirtiéndose en un basurero o en un espacio irrespirable y lleno de
contaminación que ya no pueda ser contrarrestada por los árboles y las plantas, ni por
nada que, en algún momento, y quizás ya desesperados, lleguemos a inventar para lidiar
con el desastre ecológico que estamos generando sin compasión.
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Es hora de actuar, y podemos empezar provocando que los que han decidido
transformar sus modelos empresariales para asistir al planeta reciban nuestro apoyo por
ello a través del uso de sus productos o servicios, mientras que aquellos que han decidido
todo lo contrario, vean mermados sus flujos económicos por la negación de compra de
los mismos hasta que no ejecuten realmente cambios que puedan demostrar que están
trabajando para el bien mayor del planeta y la humanidad y no únicamente para una
cuenta de resultados anual.
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Transportes, movilidad y recursos
compartidos en la sociedad del futuro
Atraídos por las novedades en materia de transporte urbano, la mayoría de
visitantes que se acercan a los congresos sobre movilidad, automoción o tecnología de
coches autónomos se hacen la misma pregunta: ¿será seguro montarse en vehículos
donde ningún ser humano esté al mando? ¿Podremos fiarnos de los sistemas de
regulación del tráfico basados en la conectividad 5G y sensores en tiempo real para eludir
accidentes y problemas en las calles? ¿Será posible que la sociedad renuncie al coche
privado para implantar un modelo de “coche como servicio” que reemplace la manera
en la que nos desplazamos actualmente?
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Los fabricantes y desarrolladores de esta tecnología eso es lo que parecen querer
transmitir. A medida que se ponga en marcha el 5G paulatinamente a partir de este año
2020 como hemos dicho en los temas anteriores, tendremos oportunidad de ver si
realmente los avances en conducción autónoma producen los resultados esperados por
todos, y tendremos que ver si vamos dejando atrás las reticencias que esto pueda
suponer. Por raro que parezca, y aun sabiendo que todos cometemos muchos errores y
que los seres humanos somos los responsables de la mayoría de accidentes, preferimos
que haya alguien al mando del volante que dejar todo en manos de un sistema de
conducción automático por muy seguro que este parezca.
La causa, quizás, es que sabemos que los sistemas informáticos, de conectividad,
electrónicos y mecánicos pueden fallar, pueden ser “hackeados” y pueden ser
manipulados, y quizás hayamos visto demasiadas películas donde esto suceda, pero es
innegable que hay ciertos reparos a que un tipo de conducción autónoma entre con
fuerza en los modelos de transporte urbano con la rapidez con la que podría hacerlo de
tener la sociedad un comportamiento menos conservador en todo lo que atañe a su
seguridad.
Es cierto que existen ya metros que no tienen conductor, pero la percepción del
peligro que esto entraña es menor. El metro no tiene que ir cambiando de carril, va en
línea recta, incluso habiendo curvas en el trayecto, no tiene que esperar a que otros
metros pasen por delante o no tiene que vigilar que haya bicicletas, patinetes, niños
cruzando la calle sin mirar o pelotas que caen en medio de la calzada, así que, de alguna
manera, no nos importa montarnos en un metro o tranvía sin conductor tanto como aún
nos importaría hacerlo en un coche autónomo.
A pesar de ello, sí que se ven avances enormes en las capacidades que la industria
del automóvil está llevando a cabo para que este tipo de transporte sea una realidad,
como Waymo de Google, que ha alcanzado el nivel 4 de conducción autonóma habiendo
recorrido millones de kilómetros en carretera en 25 ciudades, o teniendo algunas
empresas sus propios coches sin conductor dentro de recintos cerrados y carriles
especialmente habilitados para sus pruebas, a la vez que para el transporte de sus
empleados de un punto a otro de sus instalaciones. De nuevo, es un recinto cerrado y los
empleados que los usan están acostumbrados a ello, porque trabajan precisamente en
las mismas empresas que desarrollan esta tecnología, el resto de nosotros, quizás
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necesitemos más tiempo para adaptarnos a ella y fiarnos un poco más para que tomen
el relevo del transporte convencional, hasta ahora, en nuestros desplazamientos.
Los modelos de transporte que se están afianzando, por otro lado, tienen un
carácter distinto. Son modelos donde se comparte el vehículo entre una o varias
personas, y donde la persona no posee o no es dueña del coche sino que solo usa el coche
como un servicio cuando lo necesita. De la misma manera que tenemos en muchas
ciudades bicicletas que pueden cogerse y dejarse en cualquier parte de la misma, pues
funcionan como un sistema centralizado de préstamo por un periodo determinado de
tiempo, y empiezan a aparecer el mismo tipo de sistema de préstamo centralizado para
patinetes eléctricos en algunas urbes, a la larga, las tendencias de la industria para este
año 2020 parece que irán avanzando en proporcionar el coche como servicio a gran
escala, promoviendo su uso compartido y sin tener que preocuparse por mantenerlo,
cuidarlo, limpiarlo o llevarlo a revisión.
Este modelo de negocio tiene resultados muy positivos para el ecosistema
ambiental de una ciudad, cuantas menos personas cojan su vehículo particular que suele
estar la mayor parte del tiempo aparcado e inmóvil, menos contaminación en nuestras
calles, y menos coches circulando por ellas, pues un solo vehículo que estuviera siempre
a disposición del público allá donde estuviera aparcado, se moviera, se volviera a aparcar,
se volviera a usar, etc., tendría un uso mucho más eficiente y mucho más ecosostenible
que muchos coches aparcados en muchas calles y usándose muy poco.
Puesto que la mayoría de la flota de vehículos que estas empresas están poniendo
a disposición de los usuarios son coches eléctricos, esperamos que en una década o
menos esta iniciativa haya tomado la suficiente fuerza para que sea atractiva para una
gran parte de la población, que prefiera tener simplemente la posibilidad de coger un
coche en cualquier punto de la ciudad como ahora cogen una bici, y dejarlo en cualquier
otra olvidándose ya de todos los añadidos que mantener tu propio vehículo conlleva.
Pero, como decimos, posiblemente no veremos hasta dentro de una década al
menos este tipo de funcionamiento a gran escala en las principales ciudades del mundo,
ya que ahora solo podemos constatar que se están abriendo paso muchas start-ups que
usan este modelo de negocio en el sector del transporte para dar sus primeros pasos,
como Via en Estados Unidos, Kakao T, Jumpin Rides en Sudáfrica, Flinc en Alemania o Zify
en India, pero aún tienen que consolidarlos. Teniendo en cuenta, además, que desde
57
hace unos pocos años han irrumpido en el sector de la movilidad nuevos actores de
alquiler de coches con conductor como Lyft, Uber o Cabify que hacen la competencia al
taxi, que se suman a la oferta de metro, bus, tranvía y bicicletas en la mayoría de urbes,
no tiene que ser demasiado grande el cambio de mentalidad que el usuario final tenga
que hacer para ir dejando el transporte privado de lado, y potenciar todo lo posible el
transporte público.
Es cierto que esto no siempre será posible, hay desplazamientos que no se pueden
hacer sí no es en vehículo particular, hay zonas residenciales a los que necesitas moverte
con tu propio coche y hay partes de nuestra geografía donde los horarios de los
transportes públicos desesperan más que ayudan a descongestionar el tráfico. No es igual
en todos los países, y en un informe global como este que estamos entregándole no
tenemos más remedio que generalizar para obtener una visión de conjunto, por lo tanto,
las tendencias que se observan puede que se vean marcadas e implantadas con mayor
rapidez en unos puntos que en otros, dependiendo de las facilidades que la legislación
vigente en materia de transporte facilite para cada ciudad y cuanto se consiga cambiar la
mentalidad del usuario final para su uso.
En este aspecto, es bastante impactante constatar el concepto que muchas
personas aún poseen de su vehículo privado, pues se toma como una posesión que
denota una cierta condición social más allá de la función de llevarte o traerte que el coche
tiene de por sí. Conducir un determinado vehículo es más que una forma de llegar antes
al trabajo o tener unas prestaciones de seguridad determinadas, es un aporte psicológico
que refuerza la imagen personal y la autoestima de quien conduce un automóvil de una
determinada marca. Las propias empresas de automoción se encargan de venderlo así,
por lo tanto, va a ser difícil que podamos cambiar, de momento, o a corto plazo, la
tendencia a sustituir nuestro coche privado por un coche compartido de uso intensivo
pero del que no soy propietario, como el que comparte, como hemos dicho, el servicio
de bicicletas sobre el cual no pesa esta “conciencia de estatus social” que sí que está
presente en el vehículo de motor de cuatro ruedas.
Así, mientras tener un coche determinado sea lo mismo que comprarse un reloj
determinado, vestir de una manera determinada o ir a comer a restaurantes
determinados, la movilidad de nuestras ciudades no podrá verse mejorada por mucho
que se insista desde los gobiernos locales para que las personas dejemos el vehículo en
58
casa y nos desplacemos por otros medios más eficientes y menos contaminantes. Y
aunque podamos hacerlo puntualmente en nuestra semana laboral porque eso nos
ayuda a evitar algún atasco o nos sirve para no gastar tanta gasolina, en general
seguiremos sacando el coche el fin de semana para ir a los sitios y prefiriendo conducirlo
nosotros, poder movernos sin horarios, ir a donde deseemos con todo el coche lleno de
nuestros enseres personales y sin temor a que pueda haber algún tipo de fallo en las
comunicaciones o en la electrónica de los sistemas autónomos de conducción que nos
dejen tirados en la carretera.
Son muchos los desafíos que aún la industria del automóvil tiene que superar en
este aspecto, porque no se trata solo de hacer coches mejores y más seguros y mejor
conectados, sino se trata de dejar de venderlos como objetos de valor más allá de la
función de transporte que tienen, ya que, de lo contrario, siguen atornillando en la psique
humana que su posesión entraña algo más que el tener un chasis con asientos cómodos
y un motor potente que te lleve a donde necesites, sino que lo que tienes, aunque esté
aparcado en el garaje, es la entrada para un determinado nivel social, con relaciones de
una cierta condición y con la complicidad de saber que sí tú tienes el coche de esa
determinada marca, y otros también, es porque tenéis algo especial en común que no
tienen el resto de los mortales que poseen otros de otra gama.
Cuando una cosa va reñida con la otra, poniendo trabas al vehículo particular para
que se desplace por el centro de la ciudad, pero todavía incentivando su compra para
darle esa sensación de hacer sentir al usuario como alguien “especial”, estamos haciendo
mal todo lo que pueda llevar a que desaparezca la congestión y la contaminación, el ruido
y las molestias que conlleva el tráfico, el estrés y el agobio con el que nos tenemos que
enfrentar cada mañana para ir a trabajar encerrado en el mismo, y, en general, los
problemas de circulación y espacio que representa que el parqué de vehículos cada año
siga creciendo más cuando estamos intentando que cada vez se use menos.
Veremos a ver como acepta la industria del automóvil esta situación. Siendo una
de las más poderosas del planeta en todo el ecosistema empresarial van a seguir forzando
que cada consumidor tenga su propio vehículo, y que en cada casa haya uno o dos como
mínimo, ya que de ello depende la sostenibilidad de su negocio. Esto no ayuda a que las
ciudades incrementen su calidad de vida, aunque se estén dando pasos para quitarle
espacio al vehículo privado en las calles y dárselos al peatón o a las bicicletas, pero es una
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lucha que tiene difícil resolución, porque por un lado no hay sitio y es molesto para todos,
pero por otro lado es el sustento de millones de familias y pequeñas empresas que
dependen de que se sigan comprando millones de coches en todo el mundo para poder
seguir adelante y seguir incrementando su propio nivel de vida.
La cuadratura del círculo tiene en este ámbito de la sociedad humana una difícil
resolución, que, de momento, no tiene vistos de que vaya a encontrar la manera de
conseguirse. En todo caso, quizás sigamos comprando coches, dejándolos en casa y
sacándolos solo el domingo, mientras que el resto de la semana nos movemos por
comodidad en transporte público o en vehículos compartidos. Será una solución algo
absurda, pero mantendrá el equilibrio entre ambas posiciones y posiblemente lo que
tenderá más fácilmente implantarse a corto plazo en todos los hogares.
El transporte aéreo: otra cara del sector de la movilidad
En otros ámbitos del sector del transporte, la aviación en concreto, vamos a
presenciar también a partir de este 2020 una mayor inversión por parte de las grandes
compañías aéreas y constructoras por hacer sus aparatos lo menos contaminante
posible. Hoy por hoy, el sector del transporte aéreo es uno de los principales causantes
de las emisiones de CO2 a la atmósfera, y la presión mediática que se está poniendo sobre
ellos está llevando a que constructores como Boeing y Airbus, los principales del mundo,
empiecen a buscar soluciones alternativas, así como varias compañías del sector como
Qatar Airways y algunas de las principales aerolíneas americanas empiecen a planificar
sus rutas y sus vuelos para que sean lo menos dañinos posibles para el medioambiente
dentro de los márgenes que actualmente permiten los aparatos y normativas del sector.
Si esta tendencia se consolida, es posible que veamos en pocos años algunos vuelos
experimentales con algún otro tipo de combustible no derivado del petróleo, aunque aún
tendremos que esperar mucho para tener la certeza de si existe alguna alternativa para
ello a medio plazo, como motores eléctricos (de los que hablaremos en una sección
posterior) que sea viable para mantener la demanda del sector de negocios, turismo y
transporte de mercancías que depende en gran medida de las compañías aéreas para
mantener la economía mundial funcionando, junto con el último punto y sector que
vamos a analizar ahora: el transporte marítimo.
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Todo se mueve por mar
Casi el 80 % de todos los productos que se producen en el mundo han estado en
algún momento de su “vida” dentro de un contenedor que ha sido transportado en algún
carguero por los mares y océanos del globo. Con unos pocos países concentrando una
gran parte de la producción de objetos y productos consumidos en el resto del globo, el
transporte marítimo es uno de los sectores del planeta que más beneficios proporciona,
pero que también más reajuste necesitaría para poder optimizar su funcionamiento.
Existen ya desde este pasado 2019 alguna plataforma basada en la tecnología blockchain
como TradeLens que conecta a las mayores navieras del planeta para facilitar toda la
logística y gestión de envíos y transacciones comerciales que estas realizan. Aunque esto
no cambia el modelo de transporte sino que simplemente proporciona mayor control
sobre los envíos y la posición de cada uno de ellos, sí que permite optimizar las rutas
marítimas, las cargas y descargas en puertos y los tiempos de entrega de los millones de
contenedores que se mueven diariamente por el globo.
Desde un punto de vista medioambiental, no esperamos ver demasiados avances
en este tipo de enormes cargueros que aún han de ser amortizados por sus propietarios
y que han de recorrer todavía muchos miles de millas antes de ser reemplazados por
versiones nuevas y más eficientes en cuanto a emisiones y ahorro de combustible. Puesto
que esperamos que el precio del petróleo suba, como hablaremos en las siguientes
secciones de este informe, a lo largo del año 2020, sí las previsiones de la OPEP y de las
mayores compañías petrolíferas se cumplen, el comercio marítimo también se resentirá
y tenderá a subir sus precios, para mantener los mismos márgenes de beneficios, con lo
que cada producto trasladado de un continente a otro, de un país a otro, verá
incrementar algo su precio para compensar el gasto extra que la naviera debe abonar al
llenar el tanque de combustible de los barcos. Al subir los precios de los productos, tanto
los que vienen por medio marítimo, como por medio aéreo como por medios terrestres,
posiblemente nos encontraremos que todo se incrementará de cara al bolsillo del
consumidor final, pues los ecosistemas empresariales no suelen estar dispuestos a
absorber una parte del coste y reducir margen de ganancias sino que prefieren trasladar
este coste al usuario final, en términos generales.
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De esta manera, y dependiendo de como fluyan las dinámicas económicas durante
los próximos 12 meses, lo más normal es que el precio del transporte sea el público,
privado, marítimo o aéreo que dependa del petróleo, se va a ver afectado, perdiendo
ventaja competitiva respecto a todo lo que ya sea eléctrico o esté siendo cambiado por
motores eléctricos, mucho más económicos en general y sobre todo nada
contaminantes. Seguiremos atentos a estas dinámicas e iremos publicando
actualizaciones de las mismas en nuestra página web a medida que vayan avanzando los
meses de este 2020 que ahora se inicia.
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Genética, cambios biológicos en el ser
humano, bioingeniería, biohacking
Hasta no hace mucho la idea de que nosotros mismos pudiéramos modificar
nuestro propio ADN con un estuche casero enviado por algún laboratorio o empresa a
nuestro domicilio parecía algo, como mínimo, inusual y sospechoso. ¿Quién iba a querer
insertarse algún tipo de proteína, químico o elemento que pudiera reconfigurar nuestras
dobles hélices, en pequeña y ajustada medida, con tal de demostrarse a sí mismo y a la
ciencia que los avances científicos y el control del propio cuerpo humano ya no son cosa
solo de grandes laboratorios o empresas de bioingeniería?
Desde el que movimiento biohacking existe, poco a poco va cogiendo fuerza en
países como Estados Unidos la idea de que si ya tenemos la tecnología para experimentar
y modificar algún gen por aquí o activar algún gen por allá, ¿por qué no hacer que sea
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popular y esté en manos de todo el mundo en vez de ser un poder e información
concentrado en unos pocos? Los protocolos CRISPR ya han demostrado que cambiar un
gen es poco más complicado que copiar y pegar con el ordenador en el Microsoft Word,
y, salvando las distancias, cada vez se parece más a esta operación rutinaria del editor de
textos, solo que lo que se edita es parte de nuestra secuencia genómica y la raíz de
nuestra configuración como especie.
Aquellos que hayan visto la serie West World quizás se imaginan hacia donde va la
humanidad, a medio o largo plazo, pero inevitablemente hacia ese escenario. Un
escenario donde dominamos tan perfectamente la creación biológica y las alteraciones
de ADN en nuestro organismo que no solo podemos cambiar el color de los ojos o la
tonalidad del cabello, sino que podemos llegar a construir cuerpos biológicos
completamente "normales”, pero con todas las características deseadas por aquel que
esté al mando de la edición y creación del mismo, sean padres adinerados que busquen
un cuerpo “ideal” para sus futuros hijos, sean empresas o gobiernos que busquen
“soldados perfectos” para futuros planes bélicos, sean agencias que deseen “mejorar” a
sus astronautas para que soporten mejor un viaje a Marte o una estancia prolongada en
la Estación Espacial Internacional o cualquier otro lugar fuera de nuestro planeta al que
en algún momento lleguemos a poner un pie.
Desde que a mediados del año 2016 se completó con éxito la descodificación
completa del ADN humano gracias a la colaboración internacional de la comunidad
científica en el Proyecto Genoma Humano, se han producido muchos avances en este
campo de la ciencia de lo que solo han trascendido los casos más impactantes para la
opinión pública, como la manipulación de embriones en China por el doctor y científico
He Jiankui en Noviembre 2018, que luego fue arrestado por violar la ley de manipulación
genética de ese país al haber creado a Lulu y Nana, los dos primeros bebés editados
geneticamente. Pero este es solo uno de los casos que vieron la luz en las portadas de los
informativos mundiales por el impacto mediático que tuvo, y porque la sociedad no está
aún preparada para aceptar que se puedan diseñar cuerpos humanos “a la carta”, ya que
eso implica el inicio de una segregación enorme y una división entre aquellos que tendrán
la oportunidad de “mejorar genéticamente” alguna parte de su organismo, y el resto que
tendrán que vivir con la herencia genética que les ha tocado de sus ancestros.
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¿Cómo será una sociedad en la que unos pocos privilegiados puedan escoger el
“modelo” de vehículo fisiológico que desean para sus hijos, eliminando todo gen
defectuoso, traza de enfermedades congénitas y hereditarias y pudiendo escoger activar
el gen que nos de mayor fuerza, agilidad, capacidad, resistencia o inteligencia, si es que
llegamos a descubrirlos? ¿Qué hará el resto de la sociedad cuando unos puedan resistir
la degeneración celular, puedan curarse enfermedades ahora complejas o simplemente
sean inmunes a ellas? Es obvio que empezará a levantarse la voz y se demandará que
este tipo de cambios genéticos, mejoras o alteraciones estén disponibles para toda la
humanidad sobre la base de unas reglas “morales” y estrictamente de salud. Pero ¿se
cumplirán?
Las grandes empresas de bioingeniería no están por la labor. El enorme gasto e
inversión realizado en laboratorios, equipo y personal requiere un retorno de la inversión
inmediato, y el mercado para este tipo de productos y soluciones existe, pero esta semi
oculto entre las élites del planeta que tienen acceso a los millones de dólares que puede
costar cada uno de estos “tratamientos”. Así que ninguna empresa que ha invertido tanto
va a dejar que sus conocimientos y protocolos, versiones mucho más mejoradas de los
protocolos CRISPR existentes hoy “públicamente”, estén a disposición de las masas que
no puedan pagar todo lo invertido estos años y todo lo que esperan sacar con esta
tecnología. En este año 2020 esta tendencia seguirá en alza, ya que si ha habido casos
polémicos pero exitosos de alteración genética de embriones para crear bebés con unas
determinadas características, poco o nada puede hacer la sociedad y los gobiernos que
no están muy por la labor de vigilar este tema por desconocimiento, y por qué no es uno
de los mayores problemas que tienen ahora la mayoría de países del mundo, y, por lo
tanto, dejarán pasar una enorme oportunidad de empezar a regularlo de forma temprana
antes de que se pierda el control de este tipo de mercado de la genética y la bioingeniería.
Los defensores del biohacking, es decir “cambia tu mismo tu propio ADN con el kit
casero”, están al alza también. Algunos activistas ven venir esta enorme transformación
que la humanidad está experimentando y que tendrá consecuencias a largo plazo que
ahora no podemos ver. Nos falta visión sobre lo que está por llegar y estamos tan
centrados en otras cosas, que se acerca una era de poshumanidad sin que vayamos a
advertirlo hasta que esté ya muy directamente en nuestras realidades.
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Y es que hay ya agencias de defensa interesadas en estos protocolos de
manipulación genética, pues se percibe el potencial para crear soldados más fuertes,
rápidos, ágiles y capaces de aguantar o realizar misiones de mayor complejidad, librar
batallas de otro calibre y complementar las guerras “tecnológicas” en las que tanto
máquinas, como drones, como quizás robots y soldados “mejorados”, se verán
involucrados si estallan en el futuro. Si esto es así, producto de la dinámica que ahora
vemos desarrollarse y que se inició ya hace algunos años en este sector, a unas pocas
décadas vista, empezaremos a notar la diferencia entre la humanidad “mejorada
genéticamente” y la humanidad “sin mejorar”.
¿Esto es bueno? ¿Es negativo? ¿Qué es? Es un cambio. Nada más ni nada menos
que un cambio. Nunca el ser humano se ha detenido en su avance tecnológico y científico
cuando ha tenido la oportunidad de probar y experimentar algo. De la misma manera
que cuando descubrimos la tecnología atómica nos dedicamos tanto a hacer bombas
como a construir centrales que nos dieran energía, cuando tengamos completamente
dominada la tecnología de la manipulación genética nos dedicaremos tanto a curar
cuerpos con enfermedades como a hacer crecer nuevos embriones completamente
manipulados y diseñados al antojo de aquellos que puedan pagar por ello, con los fines
que estos tengan en mente, y para lo que se estén financiando estas investigaciones,
laboratorios y pruebas.
Como todo, habrá una enorme disyuntiva en la sociedad. Todos los que ahora
están a favor de la manipulación genética por causas humanitarias y de salud se oponen
a la manipulación por capricho de unos padres con dinero o unas agencias de defensa
con poder de conquistar los recursos naturales de otros países vecinos. Y todos los que
están en contra de esta manipulación por causas “morales” y éticas ven con buenos ojos
que si mandamos astronautas a Marte les cambiemos un gen o dos o les activemos
alguna capacidad en su ADN (cuando descubramos cuáles) para que el viaje se haga más
cómodo y les resulte más fácil adaptarse a sus nuevas condiciones de vida.
Así que no se trata al final tanto de una decisión basada en la moral, de si
permitimos la manipulación genética para esto pero no para lo otro, porque en el
momento en el que la tecnología esté disponible, se permitirá directa y legalmente, o
encubierta y de forma ilegal para todo lo que la imaginación humana pueda concebir. No
se podrá evitar que astronautas que han sido mejorados genéticamente cuando procreen
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tengan hijos mejorados genéticamente a su vez, superiores en muchos sentidos
fisiológicamente al resto. Ni soldados con los que pase lo mismo, o personas de cierto
nivel en las élites de la sociedad que acudan a este tipo de técnica de manipulación
genética. Así que el grupo de los que se “mejoran” en unos años irá creciendo poco a
poco, mientras el resto de la humanidad sigue en la inopia de algo que aún no se desea
que forme parte de lo que el público conoce o tiene presente, ya que la inversión y los
recursos puestos en estos temas son tan elevados, que las empresas que los están
llevando a cabo desean asegurarse que podrán recuperar y ganar dinero con sus
tecnologías en el futuro sin la regulación del sector o sin la presión de la opinión pública
en contra.
Cuando este año 2020 salte a la luz algún otro caso como el del doctor He Jiankui,
no porque sepamos que va a salir de antemano, sino porque existen tantos pequeños
intentos de repetir estos experimentos que es muy probable que nos encontremos con
que alguno escape del secretismo con el que se intenta resguardar a estas situaciones,
volveremos a tener debate público al respecto hasta que las campañas de marketing y
los medios de comunicación dejen de hacerse eco del mismo y se apliquen medidas de
maquillaje a los responsables, para permitirles seguir con sus investigaciones quizás
amparados por algunos gobiernos que desean obtener esta capacidad de alteración
genética antes que el resto de países del planeta.
Al final, es un tema que representa uno de los cambios más profundos en aquello
que nos define como especie: nuestro ADN, cómo somos y cómo estamos programados
a nivel químico, orgánico, fisiológico. Si empezamos a obtener el conocimiento profundo
y concreto de cómo alterar todo esto, tendremos en nuestra mano la transformación
biológica de toda la humanidad, igual que ya tenemos dominio absoluto de la
transformación genética del maíz o de los tomates o clonamos con regularidad ovejas o
alteramos la genética de ratas sin ninguna controversia pública.
Asusta que entremos en una era de poshumanidad, en la que indudablemente
veremos este tipo de personas mejoradas poco a poco arraigarse en la sociedad por
motivos que faciliten su aceptación, como la salud, o los viajes al espacio. Pero una vez
se haya normalizado en nuestra psique común la existencia de personas a las que se les
puede evitar que contraigan una enfermedad, envejezcan igual que los demás o resistan
lo que el resto no podemos resistir, entonces se iniciará la carrera por ofrecer estos
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tratamientos de modificación del ADN a escala masiva, quizás en una década o más,
porque todo el mundo habrá ya aceptado subconscientemente la existencia de este
proceso y les será mucho más fácil, a las empresas e instituciones que ahora están detrás
de ellos, salir a la luz con todo el conocimiento obtenido de experimentos de todo tipo
sin que se creen mayores escándalos o haya rechazo masivo al respecto.
De momento, seguiremos observando las noticias, dinámicas y progresos de este
sector de la ciencia desde el IDHUS y podremos comprobar hasta que punto estos
avanzan a la rapidez que prevemos, o se estancan por la presión social o gubernamental.
Lo que está claro, parece, es que no se detendrán, pues no hay precedente en la
humanidad donde proyectos con mucho dinero detrás combinado con tecnología
puntera se hayan podido frenar, por mucho que una parte de la sociedad lo intente.
Como mucho, lo que consiguen es que se traspasen las acciones y experimentos y el
“nicho de mercado” fuera del foco de la opinión pública, convirtiéndose en un negocio
semi oculto, con consecuencias mucho peores por la falta de regulación internacional
que haría falta para tener bajo control este cambio hacia la poshumanidad de nuestra
sociedad.
Esperemos que diseminando información y trabajando en dar a conocer estos
temas la población se vaya haciendo consciente de ello, y esta dinámica se encauce
adecuadamente para una transición en armonía y favorable para todos nosotros.
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Robótica, asistentes virtuales,
desarrollo de IA en las aplicaciones
domóticas, viviendas y espacios
residenciales. La humanidad y la
información, privacidad, uso adecuado
de los datos que compartimos
En enero de 2019, la agencia Consumer Intelligence Research Partners (CIRP)
estimó que el Echo/Alexa de Amazon controlaba el 70% del mercado estadounidense de
altavoces inteligentes. Google Home poseía casi todo el resto, y solo un pequeño
porcentaje iba al HomePod de Apple. Es un gran negocio que mueve millones de dólares
al año y sigue creciendo sin parar.
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“Alexa, ¿a qué hora sale el próximo tren para Chicago?”. Y es que mientras que
este tipo de preguntas empiezan a ser cada vez más comunes en miles de hogares de
todo el mundo, especialmente estadounidenses donde ya la penetración del sector
alcanza los millones de unidades de altavoces inteligentes vendidas, para otra parte de la
población aún parece que tener un aparato en casa que pueda darte la información de
aquello que buscas, los datos del tráfico o los resultados de tu equipo favorito está aún
lejos de mirarse con buenos ojos. Reticencias a que quizás, Alexa, el equivalente de
Google o cualquier otra marca que saque algo parecido al mercado, termine
encerrándonos en casa, bloqueando la puerta del garaje o impidiendo que podamos abrir
el agua caliente de la ducha si se “enfada” con nosotros. Es cuestión de ver cuanta ficción
prevalece en el inconsciente colectivo vs. cuan de útil son estos sistemas de inteligencia
artificial, que cada vez están más de moda, pero también se llevan una gran parte del
rechazo que suscita la posibilidad de un espionaje masivo de nuestros datos y vida
privada hacia Amazon o Google, algo de lo que hablaremos más en detalle a lo largo de
esta sección de Timeline 2020.
Y es que ¿quién no ha probado lo siguiente? Te pones a hablar con tu pareja o tus
amigos de algún tema en casa, con los móviles o la tableta o el ordenador cerca, no
importa que estén encendidos o apagados, y aproximadamente en unos 10 minutos te
pones a mirar cualquier página en internet y prestas atención a los anuncios. ¿Qué
aparece? Efectivamente. Anuncios de los temas sobre los que has estado conversando
minutos atrás.
Los miembros de este instituto hacen esta prueba regularmente. Si hace unas
horas hablábamos de que la nueva marca de café que hemos comprado en el
supermercado para nuestra pausa matinal no tiene tan buen sabor, ahora ya tenemos en
la tableta donde consultamos las noticias del día anuncios y banners sobre una nueva
marca de cápsulas de café recien llegada a nuestro hipermercado más cercano. No es
broma. No es una casualidad. Es como funcionan este tipo de sistemas desde hace años
pero aún no estamos tan atentos, la mayoría, como para darnos cuenta.
Empresas como Amazon, Facebook o Google viven de nuestros datos, es su
verdadero negocio, así que venden y usan nuestros datos para hacernos llegar anuncios,
de momento, lo más personalizados posibles. Y para poder analizar todo eso no hay un
equipo de personas detrás de lo que le pedimos a Alexa o le preguntamos a Siri o le
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consultamos al Ok Google, sino que están varios algoritmos y sistemas de inteligencia
artificial que analizan rapidísimamente y con enorme eficacia aquello que nuestros
móviles o tabletas recogen por el micro, no importa que lo tengamos apagado (siguen
funcionando), o que estén recogiendo del ambiente a través de los altavoces inteligentes
que tenemos en medio de la cocina.
¿Es realmente así de sencillo “espiar” al usuario? Ninguna de estas compañías
admite ni considera que este tipo de publicidad tan personalizada sea considerada
espionaje, al fin y al cabo hemos aceptado todas sus políticas de privacidad sin leerlas y
hemos metido un montón de micros en casa con los diferentes aparatos tecnológicos y
móviles que tenemos, además de tener ya la casa conectada a internet a través de
nuestros electrodomésticos. El robot escoba enviando los datos de nuestra vivienda y sus
dimensiones y características a su central, y otros aparatos transmitiendo a través del wifi
y del IoT toda la información necesaria para que nuestra comodidad vaya en aumento,
no tengamos que preocuparnos por hacer tantas cosas en la vivienda, y esta se
autorregule y se autogestione cada vez más a sí misma sin intervención humana.
La domótica y las casas inteligentes están, pues, en auge, y la demanda de sistemas
que controlen por voz todo lo que se puedan controlar en la vivienda va en aumento. Es
realmente cómodo entrar por la puerta y dar unas órdenes en voz alta “al aire” para que
se encienda la calefacción, se active la ducha o se empiece a calentar el horno. Mientras,
nosotros, vamos dejando nuestras cosas en su sitio, poniéndonos las zapatillas de casa y
cuando llegamos al salón la televisión ya está encendida en nuestro canal preferido y con
el volumen ajustado a lo que nos parece conveniente. No hay nada de ficción en esto.
Hay decenas de modelos y tecnología para casas inteligentes que incluyen estas
funciones y países en el Sudeste Asiático como Corea del Sur o Japón donde son
realmente usuales, por no hablar del desarrollo en Estados Unidos o lugares
tecnológicamente más avanzados y con una población más dispuesta a abrazar estas
facilidades más rápidamente.
La inteligencia artificial, pues, sigue siendo una de las áreas de investigación de
mayor impacto y crecimiento en la sociedad, y lo seguirá durante todo el año 2020.
Google y Amazon poseen sus propias IAs que gestionan la logística de ordenar y coordinar
todos los procesos de sus sistemas de envíos de paquetes o de búsquedas por internet.
Facebook posee una IA que es capaz de segmentar las noticias por núcleo de población,
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mostrar esos anuncios de café en tu muro minutos después de haber hablado en voz alta
de ello y cosas por el estilo. Todas estas IAs además comparten una característica,
aprenden de sí mismas cuantos más datos reciben como entrada para sus operaciones y
algoritmos, de manera que los conceptos de Machine Learning, Deep Learning y redes
neuronales empiezan a quedarse cortos para describir el poder y la capacidad de
computación y aprendizaje que están alcanzando cada día.
Es un campo científico y matemático del que aún no hemos llegado a ver si tiene
límites y dónde podrá llevarnos. Las aplicaciones domésticas en electrodomésticos
caseros con IA son cosa rutinaria y nos permiten simplificar un poco nuestra vida, aunque
tampoco sea especialmente duro o complicado poner la calefacción o encender el horno
tu mismo, pero, aun así, el ser humano siempre tiende a la comodidad y por eso
aceptamos de buen agrado esta tecnología que permite hacer todo por nosotros solo por
comandos de voz. Quizás no en todos los hogares, y quizás no inmediatamente, pues
bastantes casas y familias aún no se fían de una nevera que pueda mandar la orden a tu
app del supermercado para añadir leche a la lista de compra cuando esta se acabe. Pero
esas familias que ahora desconfían de perder el control de una parte de la logística
doméstica, tarde o temprano terminarán teniendo una nevera conectada al IoT y ese
altavoz inteligente que sabe todas las respuestas combinadas de todas las enciclopedias
del mundo. Es cuestión de tiempo, porque la dinámica de estos cinco últimos años
muestra un aumento masivo de la percepción positiva que el ser humano está teniendo
de este tipo de asistencia doméstica, inteligente y robotizada.
Quizás es que no lo vemos aún como un peligro a nuestra integridad y capacidad
de controlarlo todo. Y es que no lo son. No están diseñadas para controlar nada más que
la pequeña función para la que están programadas, así que la nevera solo puede decir si
falta leche o no falta, pero no puede hacer nada por tu ducha o por tu lavadora. Tampoco
el Google Home o Alexa de Amazon pueden hacer nada más que contestar preguntas o
dar información, pero eso es solo por qué ahora los tenemos programados solo para ello.
Si deseamos que se amplíen sus prestaciones, una vez la penetración de estos equipos
haya superado la barrera psicológica del rechazo por invasión de privacidad que estamos
abocados a superar, es cuestión de montar el mismo tipo de IA en otros aparatos que
controlen a través del wifi la tele, el horno, la ducha y la lavadora desde un único punto
central.
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Todo empieza siempre igual. En las diferentes secciones de este informe lo hemos
ido explicando. Siempre se inicia la penetración en la sociedad de algo nuevo instalando
pocas unidades de esa nueva tecnología en algo inocuo, beneficioso y que ayude un poco
a los seres humanos que lo usen. De manera que se consiga acostumbrar a una serie de
consumidores a ello para que sean el caballo de Troya para entrar hacia núcleos de la
sociedad más reticentes. Se tiene que hacer así, de lo contrario se activarían una serie de
factores psicológicos y miedos presentes en todos nosotros respecto a lo que pasaría si
no podemos ni estar en control de lo que ocurre en nuestra vivienda o si no podemos
siquiera hablar en privado dentro de nuestra habitación conyugal.
Malas noticias, pues, para los que duermen con el móvil cerca de la cabecera de la
cama, porque no hay manera de que el micrófono del mismo no esté escuchando la
conversación y al día siguiente no te muestre los anuncios y las noticias más relevantes
según el contenido de la misma. Y, de nuevo, no hay seres humanos “espiándote” detrás.
Es un algoritmo conectado a programas de reconocimiento de voz, conectados y
gestionados por una inteligencia artificial que controla y gobierna los diferentes
segmentos de población y las diferentes secciones de las compañías que luego han de
servirte esos anuncios. Si es un móvil, a través de los sistemas de Android de Google, si
es un iPhone, lo mismo a través de Apple, si estás en el ordenador, entre Facebook y
Amazon, Google y Microsoft, es difícil escapar de que las cápsulas de café “riquísimo”
que han de sustituir a las “malas” que has comprado no estén presentes en anuncios bien
grandes no importa que página de internet visites o por que parte de la red navegues.
Estas empresas han llegado a copar y dominar el mercado, y por esa razón tienen tanto
poder en nuestras vidas todas las grandes tecnológicas que comercializan nuestros datos
para ello y nos ofrecen las tecnologías necesarias para que nosotros mismos se los
ofrezcamos gratuitamente.
Quizás la mayor ilusión de una gran parte de la población es creer que nos están
“espiando” para saber quienes somos por si cometemos algo “ilegal”. Este tipo de
percepción es la que lleva a la mayoría de seres humanos a no preocuparse por su
privacidad, pues la mayoría de nosotros no solemos cometer ni estamos planeando nada
“ilegal” y, por lo tanto, no nos preocupa que se sepa que hacemos, decimos, o
preguntamos en la red, en casa o a través del móvil. No nos damos cuenta de que no es
esa la función de todos los sistemas de gestión tecnológica que poseemos, sino la de crear
un único perfil psicológico de la persona para conocernos mejor de lo que nosotros
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mismos nos conocemos. Es decir, tienen tantos datos las grandes tecnológicas del sector
sobre nuestra vida privada, porque los vamos entregando en cada acción que hacemos,
que saben y pueden predecir que harás, que necesitarás o que consumirás antes de que
tu mismo hayas decidido consumirlo o comprarlo.
Y esto es así porque una gran parte de los componentes que forman nuestra
personalidad son componentes subconscientes, y patrones de comportamiento basados
en hábitos que repetimos sin prestar atención, por la costumbre y el aprendizaje
sostenido en el tiempo de los mismos. De manera que, cuando un algoritmo ve que
hemos pedido 50 veces el mismo producto, hemos pinchado 38 veces en el mismo tipo
de noticia o hemos revisado 300 veces una determinada web en un determinado periodo
de tiempo, hemos leído una serie de libros comprados en Amazon y hemos buscado en
Google una serie de términos, aunque tu no recuerdes que hiciste hace un mes en estos
mismos servicios, sus sistemas informáticos sí que lo recuerdan y lo tienen almacenado,
creando un perfil de cada usuario con cada vez más datos que se refina y detalla con cada
interacción nueva, llegando, pues, a saber con mayor exactitud que nuestra propia
personalidad consciente aquello que deseamos de forma subconsciente o que estamos
buscando, queriendo y deseando sin ni siquiera percatarnos de ello. Es cuestión de que
luego aparezcan los anuncios adecuados en todas las páginas donde hayas iniciado
sesión, por ejemplo desde tu navegador Chrome, para que la propia IA de Google te sirva
los anuncios adecuados basados en el historial de navegación y el perfil que Google tiene
de nosotros en todo momento.
No es ciencia ficción ni ideas sobre conspiraciones de ningún tipo de gobiernos
(aunque también algunos gobiernos hacen algo parecido a través de otros sistemas).
Pero, en este caso, es la lucha por los datos de miles de millones de consumidores para
conseguir conocerlos mejor que ellos se conocen a sí mismos, pues son el motor de la
economía mundial, y solo sabiendo que puedes ofrecerles exclusivamente a estos para
que acepten comprarlo porque está perfectamente alineado con sus gustos, intereses y
necesidades, se puede hacer que el consumidor esté siempre consumiendo y que
consuma aquello que quiere o necesita, o se le induce a desear, con la mayor facilidad
posible.
Quizás aún nos sorprende ser el blanco de una enorme campaña publicitaria al
nivel en el que puedan oírte decir que se acabó el papel del baño en casa y tengas
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anuncios en el móvil para comprar el nuevo rollo que huele a pino, pero es que se trata
de eso. La mayoría de marcas no pueden permitirse lanzar campañas publicitarias a gran
escala y genéricas para llegar a la población por medios convencionales como anuncios
de televisión o vallas publicitarias. Lo siguen haciendo, por supuesto, pero el dinero y los
ingresos se consiguen solo segmentando a la población, individualizando por completo al
consumidor y dándole persona a persona solo aquello que está claro que va a comprar
porque acaba de decirlo, o lo ha buscado veinte veces en el último mes en internet.
Mientras no nos importe que esto sea así, que no tiene porque ser algo “negativo”,
(aunque realmente desde el IDHUS creemos que tendría que preocuparnos), no hay
ninguna regulación, ley o norma que pueda poner freno al papel de las grandes
tecnológicas en la transformación económica de la sociedad por la manipulación de la
psique colectiva y la segmentación individual de lo que somos como personas, y lo que
nos mueve como seres humanos, ofreciéndonos los productos que contribuyen a
sostener esa imagen que tenemos de nosotros mismos, y que van entrando por nuestros
sentidos con cada anuncio en cada periódico que leemos en la tableta, o con cada
búsqueda que hacemos en el navegador.
A medida que estos algoritmos se hagan cada vez más eficientes, y las IAs crezcan
en poder de análisis y en capacidad para diferenciar incluso nuestras voces cuando están
siendo recogidas por un único altavoz inteligente ubicado en el centro del salón en casa,
entonces incluso se desviarán al móvil anuncios que no aparecerán en el móvil de
nuestras parejas, ya que fui yo quien expresó el deseo de comprar o tener algo y no la
otra persona. Este último punto aún requiere, por parte de las grandes empresas,
refinamiento y desarrollo tecnológico que está en marcha, pero no del todo implantado,
por lo que no llegamos a tener esta segmentación tan privada por individuo, quizás solo
por núcleo familiar en estos inicios del 2020, pero todo llegará.
Mientras que los robots que aspiran la casa ya conocen que elementos hay en ella,
cuantos metros cuadrados tiene, que disposición tienen las habitaciones y cuanto sitio
queda disponible para nuevos muebles, los anuncios que irán llegando al teléfono o a la
pantalla nos irán ofreciendo muebles que son perfectos para ese hueco entre el sofá y la
columna donde no cabe nada más que justo el armario que Ikea acaba de diseñar, pues
los datos se comparten, hay mercado para ello, y las empresas que los recogen tienen
artimañas legales para poder ofrecérselos entre ellas sin violar las mil cláusulas de
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privacidad que, de nuevo, ninguno de nosotros hemos leído ávidos de instalar esa nueva
aplicación y de ponernos con ella sin importarnos que nos estuviera diciendo que vamos
a dar nuestro consentimiento para el tratamiento de nuestros datos personales como la
empresa que los recoge considere oportuno. Es simplemente una forma de cumplir con
leyes y normas legales, pero nada que les impida seguir recogiendo datos sin parar, para
poder luego revertirlos en beneficios de todo tipo para sus negocios.
Así que, volvemos a la pregunta. ¿Es esto negativo? Si, lo es, diríamos la mayoría.
Pero resulta que hay otra mayoría que no lo cree así. Si yo necesito un mueble y solo
tengo 30 cm de espacio entre el sofá y la columna, ¿qué hay de negativo en que al abrir
el móvil ya tenga el anuncio de ese armario esperando para que lo pueda comprar a solo
un clic? Es una sociedad idílica en la que lo que necesito, lo obtengo de inmediato, así
que es un beneficio para todos que no tenga que pasarme horas visitando tiendas de
muebles por todo mi barrio o buscando en catálogos de internet hasta encontrar lo que
deseo.
Y es que este razonamiento también es válido. No somos en el IDHUS realmente
contrarios a ninguna tecnología, estamos encantados con el desarrollo de las aplicaciones
que vemos y el potencial de las mismas, igual que cuando hemos explorado en los
primeros temas de este informe las nuevas posibilidades que el 5G, el IoT o el blockchain
traen consigo. Lo que tratamos de advertir son de las consecuencias que esto tiene en
otras áreas de nuestra vida, principalmente, la privacidad, y la desaparición del
anonimato entendido como la imposibilidad de desaparecer de la red, y de desconectarse
del uso de los productos de las grandes empresas tecnológicas para lo que tenemos que
hacer en nuestro día a día.
Se han llevado a cabo experimentos en los que se ha intentado por parte de
algunos periodistas concienciados con el tema de la publicidad “encubierta” de
desconectarse y vivir sin usar Google, Amazon, Microsoft o Facebook. Es imposible. No
se puede a no ser que vivas en algún pueblo remoto y tu vida se produzca fuera del
ecosistema social y empresarial en el que habitamos la mayor parte de la población del
planeta. No hay forma en estos momentos de poder hacer un mínimo de cosas sin tener
que depender, en algún momento u otro del día, de algunos de los servicios que estas
empresas nos brindan. Microsoft controla todos los ordenadores Windows, Google todo
internet y todos los móviles Android, Apple todos los Mac y todos los iPhones, Amazon
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todas o casi todas las compras, igual que Alibaba en China, y Facebook la mayoría de las
noticias y contactos sociales. Puedes pasar un par de días sin que interactúes con todo
eso, pero no puedes llevar a cabo una vida “profesional” y “social” normal sin su uso.
Por lo tanto, el sistema ha “ganado” la batalla, al menos de momento. Todo el
peso del control ahora recae en el usuario final, en lo consciente que sea o no de lo que
expone cuando interactúa con la tecnología que estos gigantes empresariales han
introducido sutilmente en todos los hogares. Que luego estos datos también pasen a
manos de gobiernos es otra cosa, que lo hacen, y por lo tanto siguen siendo el primer
paso para que todo el mundo en cualquier sociedad del planeta esté controlado de una
manera o de otra. De nuevo, no hay ideas de conspiración en ningún aspecto. Es pura
rutina de como funciona el sistema bajo el que vivimos y la serie Black Mirror no está
basada en cosas que no existen, sino en lo que ya está siendo usado o implantándose
pero no es tan obvio como para que podamos asustarnos o rebelarnos contra los sistemas
de vigilancia establecidos.
Mientras se mantenga este nivel de consciencia de la sociedad respecto a la
privacidad y lo que representa el hecho de que se conozca todo lo que hacemos o
dejamos de hacer, y no haya un debate profundo en la población sobre si nos parece
bien, mal, regular o no nos importa lo que esté sucediendo con nuestros datos, no habrá
opciones para que cambie un ápice la manera en la que los intereses económicos detrás
de estas tecnologías de reconocimiento de voz, de inteligencia artificial casera, de
electrodomésticos conectados a internet, etc., no sigan proliferando. Nos hacen la vida
más fácil, más cómoda, pero nos restan siempre un poco de privacidad y de control sobre
esta, pues, al final, las grandes marcas y empresas se anticipan a nuestros deseos y
tenemos lo que hemos pedido antes de que ni siquiera supiéramos que lo íbamos a pedir.
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Criptomonedas y economía digital
Cuando en los capítulos precedentes hemos abordado el tema de la tecnología
blockchain, nos hemos referido a su uso en la industria y en los procesos de negocio para
tener controlado en todo momento, bajo una estructura descentralizada, la información
que circula por esa red de datos. Blockchain, sin embargo, en sus inicios, se desarrolló
como soporte de algo ligeramente distinto, una nueva moneda digital, o criptomoneda,
denominada bitcoin, un “token” informático que permite a sus usuarios intercambiar
bienes y servicios de la misma manera que lo harían con los billetes y monedas actuales,
pero, en el “ciberespacio”. Es la llamada “economía digital”.
Bitcoin, con mayúsculas, es un protocolo informático que corre bajo una red
blockchain independiente y cuya moneda virtual, el bitcoin, con minúscula, se está
rápidamente convirtiendo en una forma popular y en alza de sustituir todos los sistemas
centralizados que hoy en día rigen la economía global, es decir, bancos e instituciones
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financieras. Tal y como hemos comentado, todo aquello que esté basado en una red
blockchain no tiene ninguna autoridad central que gestione o controle las transacciones
que se producen entre sus nodos o sistemas informáticos conectados a ella, y, por lo
tanto, no hay nadie que controle el flujo, las decisiones o las restricciones, de haberlas,
que se pueden imponer al sistema. Para que funcione, por lo tanto, el protocolo
informático que rige el bitcoin sienta las bases para que todo esté controlado entre todos,
nadie tenga la capacidad de alterar nada, y se puedan desconectar las transacciones
financieras entre sus usuarios del sistema actual económico y mundial.
Como es obvio, este tipo de tecnología está sembrando alarma y preocupación
entre los grandes bancos e instituciones del sistema económico, pues ya no tienen
control ni acceso a los fondos de los usuarios, ni a sus transacciones, ni pueden prestar
su dinero, invertir con él o, en general, ser los propietarios del mismo.
Todo aquel que hoy en día ya posee una cartera de valores de bitcoins, cuya
paridad con el euro o el dólar, dependiendo del momento del tiempo en el que lo
comprobemos se encuentra en una horquilla que ha ido variando en los últimos años
entre los 3000 y los 14000 dólares en uno de sus momentos más álgidos este pasado
2019, poseen ya unos activos enormes que pueden usar para comprar productos o
servicios de aquellas empresas que ya empiezan a aceptar criptomonedas como forma
de pago de sus clientes.
Esto significa que el ecosistema digital está creciendo a un ritmo muy agigantado,
pues se suman cada vez más negocios y empresas, principalmente del mundo
tecnológico, al tren de las criptomonedas, y nacen decenas de nuevas compañías cada
día en todo el mundo cuya base tecnológica y cuyo plan de negocio ya pasa casi
exclusivamente por el uso de las monedas digitales y aplicaciones descentralizadas para
incrementar su valor y potenciar su uso.
Por otro lado, ha habido mucho fraude también, y el bitcoin se está usando para
actividades ilícitas precisamente porque no puede ser tan fácilmente controlado ni puede
saberse quién está detrás de esas transacciones, ya que el anonimato en la red está (casi)
garantizado dependiendo de con que empresas estés llevando a cabo la gestión de tu
cartera de “criptos”. De esta manera, se han exigido muchos pagos en bitcoins
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especialmente como método de extorsión de “hackers” o ciberdelincuentes o se han
creado muchos esquemas falsos y webs y páginas e incluso empresas cuya finalidad no
era otra que robar, sustraer o hallar la manera de hacerse con una parte de las
criptomonedas de muchos otros usuarios, en los que la seguridad de su “wallet digital”
depende de una contraseña pública y otra privada que tiene que estar a muy buen
recaudo, fuera del alcance de cualquier otra persona, porque esa contraseña es la que da
acceso a todas las transacciones que puedas hacer con tus monedas virtuales y a vender
o comprar con ellas.
Seguridad aparte, y para la sección de este informe que nos toca hacer según las
perspectivas económicas del 2020, las criptomonedas sufrirán, según prevemos, una
subida enorme, quizás a partir de la primavera, debido a los ciclos de altos y bajos que
hemos venido observando en los anteriores años y debido al sentimiento cada vez más
fuerte de la comunidad tecnológica por ofrecer más y más soluciones al mundo de la
economía digital, y a la aprobación y uso por más ciudadanos de las mismas,
desencantados quizás con el sistema económico mundial en estos momentos. Aunque
evidentemente aún estamos hablando de una parte muy pequeña de la población
mundial, que son quienes van a la vanguardia de la innovación en todos los ámbitos de
vida de nuestra sociedad, creemos que a nivel global serán noticia estas nuevas formas
de transacción económica en este 2020 por el enorme auge que están teniendo en países
del Sudeste Asiático, donde están muy implantadas, el apoyo de China a las mismas y las
inversiones y desarrollos en Estados Unidos principalmente, quizás yendo Europa algo
más a la cola de su adopción y penetración a nivel de usuario, pero poco a poco cogiendo
fuerza.
¿Qué impacto tendrá entonces en la economía “tradicional” la irrupción de unos
sistemas de pagos completamente ajenos y separados de sus estructuras financieras? En
las líneas precedentes hemos mencionado solo el bitcoin, como exponente y principal
precursor de esta economía digital, pero existen más de 200 criptomonedas en el
mercado cuyo valor puede ser intercambiado por otras divisas como el euro, dólar o yen,
y muchas más que están en proceso de desarrollo o aparecen constantemente basándose
en los protocolos blockchain que, al ser de código abierto, gratuitos y de libre acceso,
permite, a quien lo desee, montar y crear su propia moneda virtual, solo teniendo que
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conseguir que el resto de la comunidad la quiera usar para intercambiar servicios e
incrementar así su valor.
Por lo tanto, lo que vemos gestarse es una revolución en toda regla que lleva unos
años cociéndose, y que en algún momento saltará con fuerza a la luz pública. A medida
que se materialicen oportunidades para que las criptomonedas sean percibidas como
valores más fiables y seguros que las propias divisas nacionales o internacionales como
el euro o el dólar, serán masivamente adoptadas, simplemente porque los problemas de
la economía tradicional y la dificultad de mantener el sistema financiero funcionando
como hasta ahora nos lleven a abrazar nuevas formas de pago e intercambio de servicios.
Si las previsiones de la mayoría de analistas económicos son ciertas, este año 2020
también se prevé una leve recesión económica a nivel global, que veremos en el siguiente
apartado, quizás producto de muchos desajustes previos y no tan obvios en el sistema
que nos lleva a una caída del flujo económico a nivel mundial. Ningún análisis económico
de los principales sectores bancarios o financieros prevé una caída como la del año 2008,
pero sí que es cierto que vemos prácticamente todos los días en los medios de
comunicación e informes de instituciones internacionales la idea de que el flujo
económico inicia este año 2020 y quizás durante una parte importante del 2021, un ciclo
descendente y de contracción, lo cual puede facilitar el auge de la economía digital que
hemos visto, y puede poner en serias dificultades las reticencias del sector financiero
tradicional para ajustarse a los cambios que una parte de la sociedad abraza ya sin temor,
y de la que vamos a ver ahora más en detalle en su vertiente “psicológica”.
Resistencias a la adopción de monedas descentralizadas y digitales
La transformación económica que se está llevando a cabo debido a la aparición de
las criptomonedas y el impacto que pueden llegar a tener en la manera en la que el ser
humano lleva a cabo las transacciones monetarias para la compra venta de productos y
servicios es enorme, como hemos dicho, y de una magnitud que aún pocas personas
comprenden. Hasta ahora, el sistema centralizado de gestión bancaria se basaba en la
confianza de un nodo central (banco) que se ocupaba de gestionar y controlar todas las
transacciones que pudiéramos llegar a hacer, pero la irrupción de la tecnología
blockchain que da soporte al Bitcoin, están cambiando el terreno de juego.
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Para empezar, pocas personas entienden el concepto de “dinero digital”. ¿Cómo
es que puedo “crear” monedas virtuales “minándolas” con un programa informático para
luego usarlas como elemento de intercambio por otras cosas? ¿Puedo entonces crear mi
propia moneda y usarla para lo que desee? ¿Tendrá valor y otras personas me las
aceptarán? Si a todas las preguntas, pero con muchos matices. Las capacidades de
procesamiento computacional requeridas para poder “minar” bitcoins u otras
criptomonedas se encuentra cada vez más, al alcance de cada vez menos personas,
empresas y granjas de “minado”, pues el coste en hardware y electricidad supera
enormemente, según la cotización en la que se encuentre la moneda bajo la que operes,
la recompensa que se recibe en “tokens” o unidades de esa criptodivisa, haciendo que,
en general, un usuario individual no pueda competir ni beneficiarse de la posibilidad de
obtener dinero de esta manera.
Por otro lado, tecnologías como la blockchain de Ethereum te permiten crear y
lanzar tus propias monedas virtuales, que serán usadas sólo si la comunidad que se
genere alrededor de ellas le encuentra valor y la acepta como medio de intercambio. Por
lo tanto, estamos asistiendo al nacimiento paulatino de un proceso de descentralización
global en el que no existirán más nexos o nodos centrales que lleven a cabo la supervisión
de todas las transacciones comerciales sino que simplemente serán los propios usuarios
punto-a-punto los que se “entenderán” entre ellos para comprar y vender lo que sea sin
que el precio del servicio o producto pase por ningún banco.
Aun así, esto está aún lejos de convertirse en la realidad cotidiana para la inmensa
mayoría de seres humanos, y no lo veremos a escala masiva en este 2020 tampoco, ya
que aún existen millones de personas que prefieren por seguridad usar el dinero físico y
que siguen teniendo reticencias a pagar con tarjeta bancaria, y ya no digamos ni siquiera
a pagos con el móvil. Hay países y zonas del planeta donde no existe ni siquiera la
posibilidad de pagar de otra forma que no sea a través del dinero físico, o comunidades
donde la penetración tecnológica aún está a años de distancia de los “early-adopters” y
de la comunidad tecnológica que está desarrollando estos protocolos informáticos y
criptodivisas. La brecha es y siempre será enorme pero no por eso es importante dejar
de cuidar y analizar ambos extremos de la sociedad y el posible impacto que uno de ellos
tendrá sobre el otro.
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Una de las razones que más se esgrimen a la hora de promover el sistema
descentralizado de criptomonedas es la consecución de una libertad financiera en la que
nadie supervisa tus transacciones, “nadie” entendido como un gobierno o sistema
bancario central. Hasta cierto punto esto es correcto, por otro lado, la mayoría de
plataformas de compra-venta de “criptos” empiezan a exigir documentos de
identificación que prueben quienes son sus clientes para poder darles de alta y quedar
así registrados como tenedores de divisas digitales. En todo caso, y a nivel psicológico, la
adopción de este sistema desregularizado se encuentra con un obstáculo que
masivamente influye en la lenta implantación de la criptoeconomía en el mercado: la
falta de un “punto central de identificación con el sistema”. Esto tiene que ser explicado
mejor para que se entienda.
Una persona “normal” que ha de realizar transacciones bancarias, comprar o
vender, pagar o cobrar por sus servicios presta mucha atención a este área de su vida,
sus recursos, su economía, pues es el sustento de su realidad y de su día a día. Por lo
tanto, psicológicamente, asignamos mucho valor a la seguridad que nos da el poder saber
a quién quejarte, o acudir, si tienes un problema con la tarjeta del banco, con un pago o
un cobro o una transacción problemática. Hasta ahora todo normal y obvio. Cuando los
nuevos sistemas tecnológicos nos indican que han hecho desaparecer este nexo central
de control, dándonos total libertad e indicándonos que para comprobar todo lo anterior
solo tenemos que ver en la blockchain las transacciones que se encuentran registradas
simultáneamente en todos los nodos de la red, y, por lo tanto, no se pueden manipular
ni falsificar, al menos de momento, nos están diciendo que esa seguridad que nos da el
poder bajar al banco y hablar con el director de la oficina la tenemos que sustituir por
una comprobación en un sistema tecnológico que hace ya todo eso y nos asegura que
todo está correcto.
Esta forma de proceder es natural para las nuevas generaciones, y para la
comunidad tecnológica que está detrás del desarrollo de la cripto economía, pero no para
la mayoría de personas del planeta, que sienten, en su mayoría, que si les falta el punto
de referencia central sobre “quién cuida” o “dónde están guardados” sus recursos
monetarios les están quitando la única seguridad que se tiene, de nuevo, simplemente a
nivel psicológico, de que aquello que les mantiene literalmente “vivos” (sus recursos
económicos y materiales) están a buen recaudo en un punto que pueden identificar y
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“controlar”, vs la idea abstracta de que tus activos están circulando y guardados (de
forma igual o más segura) en una red descentralizada donde millones de usuarios tienen
copia de todas las transacciones de toda la cadena de bloques a la vez.
Para un criptousuario esto no es problema, no existe esa necesidad psicológica de
saber “dónde está tu dinero”, para una gran parte de la población en una gran parte de
los países del planeta sí que lo es, convirtiéndose en una barrera psicológica que,
inconscientemente, nos lleva a desconfiar de la implantación de este tipo de economía
digital hasta que no tengamos más remedio que usarla porque su expansión abarque ya
nuestro día a día y se haya conseguido superar esta barrera o nos venga impuesta por la
sociedad como tantas otras cosas e invenciones que hemos acabado asumiendo porque
no había más remedio que hacerlo debido a, como hemos apuntado, una recesión
económica mundial o una crisis que nos aleje de los sistemas tradicionales de la gestión
económica global.
Suele ser un proceso lento, la adopción masiva de algo nuevo y tan disruptivo como
lo que las criptomonedas están trayendo a nuestras vidas, y, como decíamos, aquellos
que las desarrollan y ya las usan van décadas por delante, posiblemente, de lo que la
mayoría de seres humanos van en cuanto a adopción de un sistema de gestión de la
economía que tiene el potencial para cambiar todo el sistema financiero del mundo.
Por otro lado ¿será suficiente romper esta barrera psicológica para que se proceda
a su expansión e integración global? No necesariamente, por un lado puede existir algo
de desconfianza inconsciente, pero, por otro lado, lo que existe a nivel mundial es una
falta de conocimientos tecnológicos para entender cómo funcionan y cómo se opera con
ellas, cómo puedo controlar lo que gasto o lo que recibo y dónde tengo que acudir si
tengo algún problema con el sistema, por lo tanto, será necesaria mucha formación y
mucha paciencia para que todo tipo de personas alejadas del mundo tecnológico
empiecen a tener interés por bitcoins, ethers y compañía. En este caso, será normal,
seguramente, que sean las nuevas generaciones las que tengan que explicar a las actuales
cómo funcionan y para qué sirven y cuáles son sus ventajas o inconvenientes, de la misma
manera que son muchas veces los nietos los que explican a los abuelos cómo se usa
WhatsApp para enviar mensajes. Así, los que van por delante, que ya están formados en
estos temas, ya tienen experiencia con ellos y ya las usan, son los que tienen la posibilidad
84
de asistir al resto de la población a conocerlas y poner un pie en este ecosistema
descentralizado de gestión económica donde nadie tiene el control de nada y todo está
en manos de todos, aunque ese “todos” tampoco haga referencia a personas individuales
sino a programas informáticos alojados en servidores y ordenadores en red que son los
que se encargan de la gestión de todas las transacciones e intercambios financieros a
través de los protocolos encriptados de las monedas digitales.
Veremos iniciarse este ciclo alcista con fuerza en 2020 y, en los próximos años
muchos cambios en este ecosistema, altibajos y variaciones en los modelos económicos
que han de venir para ajustarse a esta nueva visión de cómo los seres humanos vamos a
intercambiar productos o servicios, con muchas criptomonedas desapareciendo porque
ningún usuario las usa, otras naciendo de nuevos proyectos o ideas de las miles de start-
up que buscan su hueco en el mercado y otras que pueden poner en jaque a la sociedad
dependiendo de cuanto “bien” hacen al mundo como método seguro de intercambio o
cuánto se usan para lavar actividades ilícitas u ocultar transacciones ilegítimas que
escapen al control de los sistemas reguladores actuales, que tendrán que buscar la
manera de poder adaptarse a los cambios globales del sistema financiero mundial y
comprender que, aunque sigan siendo importantes como “punto de referencia” para una
gran parte de la población, otra parte empieza a romper esas barreras y forma de
percibirlos y, con ello, a dejarlos de lado, haciendo crecer en paralelo un sistema cripto
económico que, seguramente, nos dará mucho que hablar y profundizar en los tiempos
que vienen.
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Economía global, sistemas de
regulación financiera y mercados
Para entender por qué la criptoeconomía tiene un potencial tan grande, hemos de
entender que sucede en estos momentos en la economía global y porqué se están
publicando tantos avisos sobre una nueva recesión financiera.
El flujo económico del planeta está regulado por decenas de autoridades
gubernamentales de alcance global que mantienen la supervisión de las dinámicas
monetarias y financieras bajo estricto control. A nivel nacional, cada país posee sus
propios bancos centrales y organismos reguladores que velan porque la economía y el
intercambio de divisas, entradas y salidas de activos financieros y la solidez de los
86
sistemas económicos se mantenga lo más estable posible, dentro de un marco
internacional que se encuentra siempre en un precario equilibrio, pues todas las piezas
del sistema, interconectadas entre sí, dependen mutuamente unas de las otras para
poder mantener el enorme entramado financiero global a pleno rendimiento.
Esta interdependencia, denominada “globalización” desde hace ya varias décadas,
nos permite explicar a la sociedad que todo lo que esta necesita depende de que haya
unos pocos cientos de eslabones repartidos por todo el planeta, en la cadena que ha de
permitir la obtención de cualquier producto o servicio, y que muestra su fragilidad y
debilidad cuando en algún punto de la misma se introducen restricciones al libre flujo
económico que pasa por ella.
Para que nos sea más sencillo comprender esta enorme red financiera,
visualicemos los flujos económicos como una enorme tubería que circula por todos los
países del planeta, interconectándolos todos con todos, de manera que, esa “tubería”,
viene a ser el carril central de circulación de activos y divisas, de intercambios comerciales
y de compra-venta de todo tipo de productos y servicios.
Este flujo, intangible, puede seguir funcionando en todo momento mientras
existan intercambios comerciales en cualquier parte del mundo, pues, para completar la
imagen, a esta enorme tubería ahora tenemos que añadirle cañerías de entrada que,
desde cada país, banco central o sistema económico nacional, se conectan al conjunto de
los medios y canales de distribución de la riqueza y recursos económicos del planeta.
Además de estos canales centrales de cada país, zona económica y región (por
ejemplo desde la zona de la UE otra tubería enorme estaría conectada a la macro tubería
global de la economía mundial, así como las “tuberías” económicas de otras agrupaciones
supranacionales de otros continentes), cada persona individualmente tiene una pequeña
conexión a la misma a través de los sistemas centrales bancarios donde tenga su dinero
y los métodos de pago y cobro que usa para su vida diaria.
De esta manera, nuestro flujo económico mundial tiene unas 300 macro-cañerías
de entrada que corresponden a los flujos nacionales y supranacionales, y más de 5000
millones de flujos individuales que corresponden con una gran parte de la humanidad
87
que, de algún modo u otro, participan de la economía global a través de sus cuentas
bancarias, intercambios comerciales o compra de productos y servicios relacionados con
la “globalización”.
Como todo aquel al que se le ha atascado una cañería en casa sabe, o bien echas
algún producto desincrustante para deshacer el tapón, o bien llamas al fontanero para
que desmonte la cañería por completo y saque aquello que impide que el circuito vuelva
a estar despejado. Si el fontanero no puede deshacer el taponamiento por las buenas, no
tiene más remedio que dar golpes, desmontar por completo o incluso, a veces, sustituir
todo un trozo del desagüe para poder arreglarlo.
Esta analogía nos va a ayudar a comprender algunos de los conflictos sociales que
en estos momentos estamos viviendo en diferentes partes del planeta, pero que hemos
visto aparecer y desaparecer centenares de veces a lo largo de nuestra historia. En el
momento en el que una de las “cañerías nacionales” decide cambiar, frenar o bloquear
por completo el flujo económico que aporta al conjunto del sistema, quizás por políticas
sociales para beneficiar más a la población local, y menos al entramado global, “los
fontaneros” (las grandes empresas, corporaciones y otros gobiernos e instituciones de
vigilancia financiera) se encargan de presentarse con medidas económicas y políticas, y
en el caso extremo militares, para conseguir que no se pierda ni una gota de los posibles
recursos que fluyen por esa cañería hacia el conjunto del sistema.
Por ejemplo, si una nación decide nacionalizar ciertos recursos naturales que posee
para beneficiar a la economía local, y no a las multinacionales que se presentan para
controlarlos, se ponen en marcha mecanismos de agitación interna, conflictos y
altercados “sociales” para que no exista forma de que empresas extranjeras que sirven
al capitalismo global se queden sin los permisos y contratos de gestión y explotación de
esos recursos.
Estas empresas, al ser precisamente “multinacionales”, se encuentran conectadas
a la tubería “madre”, la principal que controla el flujo globalizado de la economía
mundial, volcando los beneficios de su explotación de recursos nacionales en el canal
primario, y dejando a la “cañería” nacional con lo justo para que siga aportando a través
de sus sistemas económicos nacionales pero sin permitir que se formen bolsas de riqueza
88
aisladas que no puedan ser accedidas desde cualquier otro punto del entramado
financiero globalizado.
Luego, puesto que la economía local no puede subsistir y crecer porque todos sus
recursos están en manos de empresas que no dejan los beneficios en el mismo país sino
que los reparten por sus filiales y bancos por todo el mundo, ese país necesita la ayuda
externa para poder sacar adelante a su población, recurriendo a la solicitud de préstamos
internacionales, que, entonces, se convierten en deuda, que fuerzan al gobierno nacional
a inyectar millones de divisas en pago de la misma con altos intereses al flujo económico
mundial, y con la obligación de hacerlo constantemente y sin posibilidad de sobrevivir
por sí mismo aislado del sistema de préstamos internacionales.
Viene a ser algo así como los “cold–wallets” de las empresas y sistemas de trading
de criptomonedas. Si tu guardas tus cripto-activos en un USB que no está conectado a
Internet, y por lo tanto tienes todos tus ahorros digitales en un soporte al cual nadie más
puede acceder, no hay manera de que tu riqueza personal esté a disposición del sistema
mundial que compra, vende, presta y juega con ese dinero virtual depositado en nuestras
cuentas corrientes, como hacen ahora todos los bancos del mundo. El mismo ejemplo
valdría para aquellos que tuvieran todos sus ahorros en metálico guardados en casa, sus
activos financieros al no estar conectados al flujo “global”, no pueden ser usados para
especular con ellos ni incrementar la intensidad de la economía mundial porque el banco
los invierta o los preste, y sólo cuando vas a la tienda con el billete en la mano participas
directamente en esa economía globalizada.
Pero, en el momento en el que vuelves a enchufar tus recursos y ahorros a la red,
estando de nuevo “online”, vuelves a formar parte del sistema financiero mundial y tu
“cañería” personal vuelve a insuflar activos a la tubería global, que los pone de nuevo en
circulación, y, por otro lado, llega a ti de nuevo una pequeña parte de esa riqueza mundial
en forma de salario, pagos por servicios o cualquier otra manera a través de la cual recibas
una inyección económica en tus cuentas personales que luego, tarde o temprano,
volverás a insuflar al sistema con tus compras y pagos.
Aunque todo esto pueda parecer bastante lógico y comprensible, lo que tenemos
que darnos cuenta es que la operativa y sostenibilidad de este sistema económico
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globalizado depende de que nunca se pare. Está muy bien que yo pueda adquirir
productos hechos en Namibia o que mis servicios se puedan prestar en Tasmania desde
Barcelona, pero con la condición de que la tubería económica nunca baje su caudal,
porque si se frena el ritmo de transacciones y transferencia de divisas, cobros, pagos,
intercambios y ventas, todo el conjunto se resiente, se bloquea y se puede romper.
Y es que desde hace años la situación financiera y económica global se encuentra
en un periodo de alta volatilidad y “tensión” que puede “echar por tierra” los mejores
esfuerzos de todos los responsables económicos de nuestra sociedad por mantener una
estabilidad monetaria que facilite el crecimiento de la misma. Las guerras comerciales
entre países por frenar sus propios problemas y desajustes económicos ponen en jaque
el sistema mundial interconectado y completamente interdependiente, en el que si una
de las partes cierra un grifo, se produce sequía en el otro punto de la instalación, y donde
sí otra de las partes abre una compuerta, docenas de elementos se inundan a miles de
kilómetros de distancia.
Este sistema fue construido así “a propósito”, de manera que toda nuestra
civilización se sostuviera en los pilares de la economía globalizada en la que ningún país
pudiera poner en peligro el desarrollo de la mayoría por políticas que rompieran el flujo
de entrada y salida de capitales, de reservas monetarias o de intercambios financieros.
Aquellos que estuvieron en el poder en los primeros momentos de creación de las
estructuras económicas actuales tenían muy claro que había que impedir que un solo
actor pudiera tomar el control del total de la economía mundial, e hicieron lo posible por
implementar políticas de intercambio global donde la propiedad de un recurso se
encuentra a menudo repartida entre muchos “stakeholders” que dependen mutuamente
unos de otros para que lo que envíen, emitan o paguen por un lado, puedan recibirlo o
cobrarlo por otro.
Hoy en día, hay pocas grandes empresas multinacionales que no tengan parte del
control de otras empresas igual de grandes de otros sectores, y estas últimas toman una
parte del control de las primeras a través de terceros que hacen de intermediarios para
evitar una concentración excesiva, de cara al público, del poder en pocas manos y
consejos de administración. Por eso, cuando se intentan ejecutar y poner en marcha
políticas proteccionistas de la economía para un país determinado, todo el flujo mundial
90
se resiente, y hay que ser inventivo para encontrar soluciones creativas, legales y
financieras que vuelvan a restablecer el equilibrio que interesa a las grandes
corporaciones y esferas de poder, cueste lo que cueste en términos de ajustes y
reestructuraciones en los eslabones más pequeños de esta cadena de la globalización
mundial.
Cuando a nivel macroeconómico las diferentes organizaciones que regulan y
vigilan estos indicadores financieros hacen sus informes y reportes anuales, suelen tener
en cuenta que un estornudo en Asia termina causando un dolor de cabeza en Europa y
un resfriado en América, pero mientras que el flujo económico siga su curso, y los activos
financieros puedan seguir circulando como corrientes de aire para mantener la “energía”
de la economía en perpetuo movimiento, no hay mayor problema que el que pueda llevar
a aplicar medidas “menores” para curar ese resfriado americano o paliar el dolor de
cabeza europeo, y viceversa cuando son los mercados de este lado los que afectan a los
mercados del otro.
Y es que la economía, a nivel de vista de pájaro, es eso, una “corriente energética”
que proporciona el combustible necesario para mover el mundo. Luego, a vista de zoom
microscopio, se compone de millones de reglas, leyes y trámites, de impuestos y tasas,
de transacciones y parámetros financieros, pero que, por sí solos, no aportan o quitan
nada, siendo solo tornillos de una enorme estructura global que tiene que mantenerse
funcionando a toda costa, como las células individuales de un órgano en el cual, si una
célula sufre un problema, es un inconveniente menor que puede subsanarse con mayor
o menor facilidad, mientras que si el órgano en su conjunto falla, entonces todo se
derrumba y hace fallar al cuerpo en su totalidad.
Así, puesto que la economía y las transacciones económicas son el motor y órgano
principal de la civilización humana, es el único pilar que siempre se tiene que mantener
en perfecto estado, sin importar lo que les suceda al resto de componentes, que se basan
en este primero, y que no son sino puntales para que siga funcionando. Y no importa si
hablamos de la educación, la sanidad, la cultura, el arte o la historia, la biología o la
justicia, todo tiene como sustrato base, y todo sirve para apuntalar, los sistemas
económicos de los países y regiones financieras del planeta, que, a cambio, dotan a los
individuos que se encuentran bajo esas áreas de recursos “mínimos” para que sigan
91
siendo pistones individuales de la economía global. Cuando un individuo a nivel personal
deja de contribuir o no facilita el libre cambio financiero y económico, no suele pasar
nada, pero si grupos enteros, sociedades o incluso algún país decide no participar,
protegerse o aislarse de la vorágine que imponen los mercados internacionales, tiene los
días contados, en sentido metafórico, pero a veces literal, pues es el equivalente a una
válvula rota dentro de una estructura de conducción del agua que de repente presenta
una fuga enorme o que, por el contrario, tapona una parte del sistema.
De ahí que muchos de los conflictos que se enarbolan en nombre de las ideas, de
la libertad, de las patrias y de las religiones no son más que disfraces para los “fontaneros
de la economía” que buscan la manera de volver a incorporar al país, región o grupo a las
tuberías de la globalización financiera mundial. Y estos fontaneros, en general, no son los
políticos o presidentes de ningún país, sino las mismas grandes corporaciones que tienen
el poder de todos los ámbitos y sectores de la sociedad de los que son propietarios
directos, o propietarios indirectos por poseer parte de las acciones de otras empresas
que poseen el control de otras zonas o recursos.
Así, cuando las enormes macro corporaciones ven como los flujos de la energía
económica se estancan en un punto, por políticas nacionales de privatización,
aislamiento, nacionalización y proteccionismo, mandan sus fuerzas revolucionarias en
forma de millones de dólares hacia grupos internos disidentes, o contrarios al poder que
ha tomado esas decisiones, para que entonces, en nombre de cualquier excusa inventada
que cale en la psique común de aquellos que van a sufrir las consecuencias o que han de
aprobar y dar el visto bueno a la intervención, puedan volver a revertir la situación y
volver a conectar la economía local, regional o nacional a la estructura mundial de la
economía circular de la humanidad.
Este sistema, por supuesto, es completamente injusto, es completamente
esclavizador y es completamente destructor para la libertad de cada pueblo de decidir
qué hacer con sus recursos, cómo gestionarlos y cómo dotar a su población de los
beneficios que estos reportan. Y, sin embargo, es prácticamente imposible salir del
mismo, porque para ello habría que destruir los profundos cimientos que se han
construido para mantener este sistema funcionando a pleno rendimiento 24h al día, 7
días a la semana. De ahí que el ecosistema digital descentralizado de las criptodivisas
92
empieza a enfrentarse a este modelo de gestión de la economía mundial, promovido por
el interés de una comunidad tecnológicamente avanzada que busca sustraerse y eludir
todas estas reglas y trámites y escapar de la “dictadura” del flujo centralizado que
acabamos de explicar.
Potenciando las fuentes de “energía” de la economía “tradicional”
Por otro lado, si hay una energía en marcha que mueve el mundo con miles de
indicadores macroeconómicos que nos sirven para monitorizar su estado, no es menos
cierto que a medida que la sociedad cambia, evoluciona y toma consciencia de ello deben
ponerse en marcha medidas que maquillen este sistema de control y que lo hagan más
aceptable para sus pistones y fuentes de energía principales: cada ser humano.
Posiblemente nos hayamos todos dado cuenta que el consumismo es el elemento
clave para que nunca se pare el motor de la economía que hemos explicado. Pero para
que nunca se pare, siempre es necesario que alguien esté consumiendo algo. A medida
que aquellos en el poder se exigen a sí mismos más y mejores resultados económicos a
base de explotar a la base de este mismo sistema, se hace necesario añadir más
consumidores a la estructura para sostener el crecimiento deseado de los beneficios y
resultados esperados. Sin embargo, la mayoría de consumidores ya no pueden consumir
más, por lo que la única manera es empezar a formar consumidores nuevos desde muy
jóvenes, siendo los niños los objetivos de esta estrategia de crecimiento desmedido bajo
la que se rige nuestra economía mundial.
Así, solo hay que convencer, bombardear, programar y estimular lo suficiente a los
niños a partir de una muy tierna edad para que empiecen a pedir, demandar y querer
comprar decenas de cosas que no necesitan, son ciertamente perjudiciales para ellos en
muchos aspectos según su edad y su madurez mental, y están en contra de los procesos
naturales de crecimiento que se dan con el juego mental, la imaginación y el uso de
elementos no necesariamente comprados en tiendas o por Amazon. Pero, el problema
es que si no se ponen en marcha y se incorporan a todos los consumidores posibles
“funcionando” desde los primeros años de vida, el sistema no se mantiene, porque
muchos adultos aprenden a no necesitar muchas cosas, y, por lo tanto, dejan de
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comprarlas, y con ello dejan de facturar al sistema y el sistema, en general, se resiente
cuando lo hacen millones de ellos.
Si estos adultos tienen la consciencia y se dan cuenta de que la acumulación de
productos y cosas materiales no les proporciona ningún tipo de satisfacción, el sistema
se fija en aquellos que no pueden llegar aún a estas conclusiones, y forzar a estos adultos
a comprar para los niños aquello que los adultos “conscientes” no comprarían por sí
mismos, dejando de inyectar dinero en el sistema, pero inyectándolo a través de las
múltiples compras que se realizan para los pequeños, en todos los aspectos y momentos
de la vida de los niños, sean nuestros hijos, nietos, sobrinos o hijos de amigos a los que
hay que hacerles regalos de vez en cuando, y que además nos exigen, directa o
indirectamente, que se los hagamos gracias al tremendo esfuerzo de la publicidad para
convencerles de que realmente necesitan ese juguete o ese artefacto, aunque luego, por
su madurez y evolución mental, lo vayan a usar solo una semana o menos, ya que no
poseen una psique madura para poder disfrutarlo sin querer pasar a otra cosa antes de
que incluso se haya podido tirar el papel de embalaje en el que vino envuelto el regalo.
Pero puesto que además estos incentivos no aportan tanto flujo económico al
sistema como se requiere, por la simple necesidad de acumular más y más en círculos de
poder a nivel empresarial de alto nivel, se han de ajustar los calendarios de compras
anuales para ofrecer incentivos a través de los cuales estimular la psique común para que
gaste todo lo que pueda en fechas determinadas. Si evidentemente las navidades y los
cumpleaños ya poseen esta función natural, pero no suficiente, tuvieron que crearse días
específicos como el Black Friday, el Single’s Day, el día de San Valentín, el día del Padre y
de la Madre, etc., etc., para que, al menos, una vez al mes, hubiera una inserción de
dinero extra en el sistema económico mundial y fluyera con más fuerza la energía
económica por todo su entramado. Algo así como echar desatascador para romper los
bloqueos o concentraciones de aquello que tapona las cañerías, de manera que el
impulso de estas compras produzca el efecto de intensificar la potencia de la economía
e impedir cualquier desaceleración que pusiera en riesgo su estabilidad.
Y es que, en resumen, nada de lo que pase en el mundo tiene una base, causa,
efecto o consecuencia que no esté relacionada con la economía, el dinero y los flujos
financieros. Todo el resto de áreas de vida se sustentan sobre esta primera, y todo el
94
estado del bienestar y el crecimiento de la población dependen de ella. No importa cuán
evolucionada o consciente sea una parte de la población, su vida siempre dependerá de
una corriente monetaria que va de Vietnam a Rio de Janeiro, de Vancouver a Ciudad del
Cabo o de Ushuaia a Tokio, parando en todos los rincones del planeta donde exista una
empresa multinacional, con un sistema bancario creado para sus necesidades e intereses,
y una reglas monetarias que dicten cómo seguir haciendo circular ese flujo económico
hacia la siguiente parada, reajustarlo, y vuelta a empezar.
Es tan delicado este mecanismo, que cada autoridad central bancaria tiene que
estar constantemente supervisando y tratando de mantener el equilibrio con el resto de
autoridades bancarias de otras partes del globo, conectados a otros extremos de la
tubería principal, pues una variación porcentual mínima de las tasas de interés, de los
precios del dinero, de cuánto sube o baja la inflación, de cuánto aumenta la deuda interna
de un país o cuanto se presta a otro, causan alteraciones significativas dentro de la
estructura globalizada del sistema económico que la humanidad ha montado y rige en
estos momentos la sostenibilidad de nuestra civilización.
En el momento en el que se produce una disminución de la intensidad y velocidad
en las transacciones económicas a nivel mundial, se produce una recesión que puede
tener consecuencias más o menos locales, más o menos regionales, o más o menos
mundiales, como la última acontecida en el año 2008 por rotura de una de las cañerías
más importantes del sistema bancario en Estados Unidos que, por decirlo de alguna
manera, estuvo mucho tiempo llena de corrosión y “moho” y nadie quiso repararla ni
hacer nada para evitar que se rompiera, causando una fuga y una reacción en cadena tan
grande que una vez se hubo alterado por completo la estructura financiera a nivel
nacional, se expandió por el sistema hasta afectar a cada cañería nacional e individual del
planeta.
Y aquí es donde entran en juego los análisis de la situación económica que se nos
viene encima. Estamos viendo como los indicadores macroeconómicos del sector
financiero muestran esta desaceleración y esta disminución de los flujos de capital,
crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, esta situación nos lleva a un declive económico
que parece va a acentuarse en los próximos meses.
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Este declive de la economía, además, puede incrementarse si los precios del
petróleo inician a mediados de la primavera una escalada que nos lleve a tener que pagar
más por todos los productos y servicios, pues todo depende de una manera o de otra del
precio del crudo para poder ser producido, transportado y vendido. Los países de la OPEP
que van regulando la cuota de producción de barriles según el precio que desean que
este mantenga, se verán obligados a incrementarlo si la demanda de crudo se mantiene
pero la producción se reduce, debido quizás a la dificultad de encontrar nuevos
yacimientos que se encuentran cada vez más a más profundidad, y para los que no
tenemos tecnología todavía que nos permita acceder a ellos y si llegamos a darnos
cuenta, la opinión pública, que las estimaciones de las reservas que cada país dice tener
han sido hechas al alza y también como una forma de sostener la cuota de poder y el
estatus económico de países productores respecto a los demás, sin que sean quizás tan
fiables ni grandes como ahora creemos.
Conseguir por otro lado el desarrollo de sistemas de extracción que puedan
perforar allá donde detectemos bolsas intactas de petróleo aunque se encuentren a
decenas de kilómetros de profundidad no es barato ni fácil, por lo que la carrera por
explotar los últimos reductos accesibles sin invertir en nuevas tecnologías puede
incrementar sustancialmente el precio que el usuario final pague por todo el proceso, ya
que los intermediarios son tantos en todos los procesos productivos y de servicios, que
un incremento aún marginal en el coste por barril puede hacer subir hasta un 20% los
precios de los productos finales, acelerando esta recesión y mini-crisis económicas que
algunos analistas están planteando para este segundo trimestre del 2020.
Visto esto, ¿podemos a nivel individual protegernos de futuras recesiones y/o
peligros de desestabilización de la economía mundial? No vamos a entrar en qué
deberían hacer nuestros gobiernos y bancos centrales, ni siquiera nuestras autoridades
locales, pues siguen estando conectadas a los sistemas financieros globales y no es
posible para ellos proceder a ninguna desconexión. Quizás algunos países que hayan
intentado sustraerse del poder y control de este sistema ya han visto cual es la medida
tomada por el mismo para restablecer la conexión: guerras, conflictos e intervenciones
militares, golpes de estado y revueltas sociales.
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Por lo tanto, la solución no está, para las personas, en lo que hagan o dejen de
hacer nuestros gobiernos, sino en lo que podemos hacer nosotros. Es muy difícil hoy en
día decirle a las personas que guarden sus activos en casa, hay mucho miedo a que nos
entren a robar o que no los podamos tener a salvo, pues esos activos “materiales” se
pueden sustraer fácilmente o se pueden perder si tenemos la mala fortuna de tener una
inundación, un incendio o cualquier otro problema en nuestra vivienda. Además, si
guardamos nuestros activos en casa uno enseguida recibe la llamada del banco
preguntado por qué hemos sacado nuestro dinero de sus cuentas y si no queremos mejor
invertirlo en algún otro sitio para que nos dé algo de beneficio.
Puesto que esta forma de proteger nuestro dinero en general no es factible para
la mayoría de nosotros, se hace necesario tener una solución mixta en la que tengamos
una pequeña parte de nuestros ahorros en algún lugar seguro, “desconectados” del
sistema bancario global, y otra parte en activos “materiales”, en elementos que puedan
ser intercambiados en el futuro por dinero cuando sea necesario. Esto permite crear
“bolsas de riqueza” aisladas, hasta cierto punto, de la enorme influencia que la economía
global tiene en la economía individual, dándonos algo más de margen de seguridad ante
situaciones de crisis mundial como la vivida hace una década o como, quizás, alguna otra
que pueda volver a llegar.
El efecto mariposa es muy potente en el entramado económico y financiero global.
Un estornudo en Wall Street causa un hundimiento bursátil en Australia, una crisis en
China produce una recesión en la Patagonia. No hay forma de desenlazar esta híper-
conectividad financiera, por lo tanto, solo podemos intentar mantenernos algo más
protegidos de sus altibajos y sacudidas, creando nuestras propias reservas económicas
aisladas lo más posible del sistema y con una operatividad limitada a aquello que nos
haga falta para sacar adelante nuestra vida, familia y necesidades personales.
En el fondo, no hay ninguna multinacional que vele por nuestros intereses, ningún
banco al que le importe lo que pase con sus clientes y ningún gobierno que pueda
evadirse del pago de intereses y préstamos que todos reciben para poder funcionar.
Cuando nos hacen creer que sí que existe esa preocupación, es simplemente marketing,
para mantener el control sobre las divisas, activos y recursos económicos de la población,
y sobre todo, para que nunca se pare el flujo financiero hacia la tubería principal, que,
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literalmente, es la que sostiene la estructura de la sociedad en nuestro planeta para
beneficio de unos pocos usando como motores de la misma al resto de nosotros. Puesto
que ahora estamos en un proceso y fase en el que esta tubería empieza a llevar menos
caudal, todos los sistemas que dependen de la misma se frenan, y las consecuencias en
general ya las conocemos por lo que la historia nos ha mostrado de ciclos similares
anteriores.
98
Ecosistema empresarial, social
business, transformación industrial y
start-ups para el desarrollo social y
humano
Según la mayoría de expertos en desarrollo industrial, nos encontramos en el inicio
de lo que se ha denominado la Industria 4.0, que, como define la Wikipedia:
Industria 4.0 y su sinónimo Cuarta Revolución Industrial son expresiones que
denominan una hipotética cuarta mega etapa de la evolución técnica-económica
de la humanidad, contando a partir de la Primera Revolución Industrial. Habría
comenzado recientemente y su desarrollo estaría proyectado hacia la segunda
99
década del siglo XXI. La inteligencia artificial es señalada como elemento central de
esta transformación, íntimamente relacionada a la acumulación creciente de
grandes cantidades de datos (big data), el uso de algoritmos para procesarlos y la
interconexión masiva de sistemas y dispositivos digitales.
Ya hemos hablado de la inteligencia artificial en las secciones previas de este
Timeline 2020 y vamos a seguir explorando estas tendencias en el sistema productivo del
planeta para intentar comprender hacia donde se dirigen nuestros modelos de
producción y crecimiento económico, teniendo en cuenta el estado de la economía global
y el declive de la misma que hemos explicado en los temas anteriores.
Se acelere o desacelere el flujo económico, nuestras empresas van a tratar de
seguir produciendo lo mismo para no perder capital ni la cuota de mercado que poseen.
Pero, con muchos menos consumidores participando en el ecosistema consumista
(cuando hay recesión y ralentización de la economía las familias e individuos tienden a
recortar en gastos que se consideran no esenciales, incentivan el ahorro y estancan sus
compras hasta que lleguen “mejores momentos”) la rotación de productos en las
estanterías se desacelera o se estanca sustancialmente, por lo que la mayoría de negocios
han de buscar fórmulas extra para poder seguir a flote y con el mismo “nivel” que el que
poseían en épocas anteriores.
Ante esta situación, solo aquellas empresas que posean la capacidad de
restructurar sus modelos y procesos internos con rapidez para adaptarse a una caída en
el mercado global podrán responder con celeridad ante cualquier cambio que esté por
venir, bien sea por la digitalización de la economía hacia el uso de sistemas
descentralizados como los que hemos explorado anteriormente basados en
criptomonedas, como por el ajuste hacia modelos productivos basados en la economía
circular o de reciclaje, tanto como por necesidad imperiosa de hacer frente a la caída de
consumo a nivel global que se produce con cada recesión financiera y con ello la
obligación de reducir costes, minimizar procesos o simplificar estructuras.
Los que más fácil tienen esta adaptación hacia los nuevos modelos económicos de
la llamada Industria 4.0 son las miles de start-ups o empresas emergentes que se crean
cada año en todos los países del planeta. Son, en general, pequeñas empresas creadas
por emprendedores con ideas y sueños de transformar el mundo y la sociedad en la que
viven con la nueva “idea” que cambie la civilización. Muchos de estos jóvenes
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emprendedores terminan cerrando, porque esa nueva “idea” es muy difícil de encontrar
o llevar a cabo, pero si la empresa aguanta una media de dos o tres años y sobrevive a la
voraz competición que el mercado impone y la criba que el público hace de productos y
servicios novedosos, entonces puede iniciar una fase de crecimiento que les lleve a
consolidarse como empresa estable y de ahí arrancar nuevas creaciones, producciones o
prestaciones de servicios ya dentro de un ecosistema empresarial más estable que el de
las pequeñas start-ups.
En todo caso, estas pequeñas empresas emergentes sí que tienen a su favor que
están basadas casi exclusivamente en las nuevas tecnologías. Raramente se crean
empresas que no tengan, hoy en día, algo que ver con el uso y aprovechamiento de los
sistemas informáticos y las tecnologías que hemos mencionado en las secciones
precedentes de este informe, y prácticamente no se abre ningún nuevo negocio
“puntero” que ya no disponga de una app para conectar con su clientela potencial o no
use el comercio electrónico, por no decir la IA, chatbots en sus páginas de atención al
cliente, o tecnología blockchain para sus procesos informáticos, las más avanzadas.
Este tipo de innovación es la que está obligando, por presión de los que “vienen
por detrás”, a las grandes empresas de muchos sectores a transformarse rápidamente y
adoptar esas mismas tecnologías para no quedarse a la zaga. Pero la manera de hacerlo
es absorbiendo en sus enormes estructuras empresariales a esas mismas start-ups para
obtener de primera mano el know-how e incorporar las mentalidades e iniciativas
transformadoras en sí mismas antes de que lo haga un competidor.
De hecho, es el sueño de la mayoría de emprendedores que nacen con una nueva
idea de servicio o producto en mente, y que lo desarrollan lo suficiente hasta que llega
una empresa mayor y se lo compra, integrando en general a todo el equipo y
“comiéndose” la estructura de la start-up, cuyos promotores deben decidir si seguir en
la empresa “madre” o abandonarla junto con su idea o producto e iniciar otro esperando
que luego de nuevo alguien de mayor tamaño lo encuentre atractivo y lo compre de
nuevo.
No es per se un mal modelo de crecimiento este tipo de iniciativa. Las pequeñas
empresas son las que tienen más fácil causar todo tipo de disrupción en el ecosistema
industrial y tecnológico y por lo tanto pueden hacer todo o mucho de lo que no pueden
hacer las grandes corporaciones multinacionales, dejando a un lado unas pocas que
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cuentan entre sus “idearios” mantener la filosofía de una start-up para poder lanzar
cualquier cosa, lo más rápidamente posible y lo más ágilmente posible aunque tengas
implantación mundial y cuentes con miles de empleados en nómina. Pero, de estas, no
hay tantas, y por eso un alto número de las grandes corporaciones del planeta buscan
por doquier en los ecosistemas pequeños de empresas, incubadoras y hubs tecnológicos
aquellas que destacan y cuyos productos o lanzamientos pueden ser absorbidos y usados
en ecosistemas mayores.
El problema que este tipo de funcionamiento conlleva, sin embargo, es que se
sigue manteniendo el poder “macro” en manos de muy pocas empresas, que compran y
obtienen todos los permisos y licencias de un enorme entramado de micro empresas, y
de pequeños y medianos negocios, para seguir creciendo ellas, dejando en la cuneta y
atrás con el tiempo a una gran parte de los que participaron precisamente de este
crecimiento. Es la otra cara de la moneda. Al emprendedor que se le ofrecen millones
por su nueva aplicación o sistema, le puede dar un vuelco enorme en su vida, pero, a la
larga, lo que vemos desde una visión más general es que siempre son las mismas 100 o
200 empresas “gigantes” las que van comprando y quedándose con todas las patentes,
ideas, aplicaciones y sistemas innovadores que estas decenas de miles de empresas
pequeñas generan. Con tal sistema, se tiene díficil revertir el poder que los mismos de
siempre tienen sobre la economía, y, como hemos visto, sobre el conjunto de estructuras
que gobiernan nuestra sociedad, pues ya hemos explicado que todas ellas están
diseñadas para abastecer el flujo económico que mantiene funcionando la humanidad,
sea en la educación, sanidad, cultura o historia, justicia, investigación, deportes o
literatura, siempre, en el ápex de la pirámide del sector empresarial que sea, están las
empresas que controlan el 90% de la economía del mundo, y que simplemente alimentan
el sueño de millones de emprendedores para que, a través de múltiples programas de
apoyo a los mismos, puedan estos seguir desarrollando la tecnología y obteniendo el
conocimiento que las va a mantener en su posición dominante y en control de la cuota
de poder en el mercado que hayan conseguido.
Esto no va a cambiar este año, ni en los siguientes, pues no hay intereses en que
se permita el acceso a la “liga profesional industrial” a nuevas empresas o corporaciones,
de manera que las que existen seguirán absorbiendo a aquellas que pretendan crecer en
poder y en cuota de mercado, pues está ya muy estudiado y repartido, por los grandes
consejos de administración del planeta, quién va a gestionar que parte y de que manera,
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y cómo van a ayudarse en algunas áreas empresas que, de cara a la opinión pública,
parecen competidoras, pero por otro lado colaboran si lo necesitan para frenar a aquello
que pudieran pretender arrebatarles la parte del pastel que ya han conseguido.
Tampoco es nada nuevo, y tampoco es algo que cueste de entender. Un análisis
que combinó matemáticas y datos, realizado por científicos de la ETH de Zúrich hace unos
años, ha revelado que existe un conjunto de mil trescientas dieciocho corporaciones —
casi todas instituciones financieras— sobre cuarenta y tres mil corporaciones
transnacionales (CT) analizadas, que dominan la economía global, gracias a sus fuertes
interrelaciones, una cifra que viene incluso reduciéndose aún más, pues estas mil
trescientas y pocas macro empresas siguen adquiriendo al resto de competidores a un
ritmo elevado, con lo que ya podemos imaginar que esta organización de las
corporaciones supone un grave riesgo para la red económica general, cuya inestabilidad
fomenta, y sobre todo, controla y gestiona como conviene a las principales
multinacionales. La solución sería, si fuera posible y según los autores del análisis,
controlar los vínculos entre los más poderosos a través de normas de regulación
internacionales.
Según James Glattfelder, uno de los autores del estudio: “la realidad es tan
compleja que debíamos movernos más allá de los dogmas y de las teorías conspirativas
del mercado libre, para generar un análisis basado en la realidad”.
Creemos que, en general, una parte de la población sabe que son pocos los grupos
de poder económico los que controlan toda la sociedad, y se han publicado estudios
previos que habían constatado que unas pocas empresas manipulaban una gran parte de
la economía mundial, pero estos habían incluido solo un número limitado de
corporaciones y habían omitido posesiones indirectas (de acciones o participaciones en
otras organizaciones), por lo que no pudieron establecer cómo afectaba la red de
corporaciones a la economía global, por ejemplo, a su grado de estabilidad. Lo que hizo
el equipo de investigadores de Zúrich es utilizar la Orbis 2007, una base de datos de
treinta y siete millones de organizaciones e inversores de todo el mundo, y extraer de
ella las principales 43.060 corporaciones transnacionales y sus posesiones vinculadas.
A partir de esta información, elaboraron un modelo sobre el control de unas
corporaciones sobre otras, a través de las redes de compra de acciones. De esta forma,
se generó un mapa de la estructura del poder económico en el mundo. De ahí sale el
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número de empresas “en el poder” que hemos mencionado antes, ya que el resultado
reveló que existe un núcleo de 1.318 corporaciones (sube o baja según nuevas compras,
adquisiciones o fusiones) que interconectan las posesiones generales en todo el mundo.
Cada una de estas organizaciones tiene lazos con otras dos o más corporaciones, aunque
de media están conectadas con un total de veinte. Además, aunque estas 1.318
organizaciones reúnen el veinte por ciento de los ingresos operacionales globales, en
realidad poseen colectivamente, a través de sus participaciones, la mayoría de las
acciones y fábricas del planeta —la economía “real”—, con las que acumulan más de un
sesenta por ciento de los ingresos globales.
Profundizando más en la red de posesiones mundial, los investigadores
constataron, además, que existe una “super-entidad”, formada por solo ciento cuarenta
y siete corporaciones muy cohesionadas entre sí controlando al resto o poseyendo el
control de las mismas a través de su accionariado. Las posesiones de cada una de ellas
son sostenidas por el resto de los miembros de esta super-entidad, que controla el
cuarenta por ciento de la riqueza total de la red, lo que llevó a los autores del estudio a
señalar que “en efecto, menos del uno por ciento de las corporaciones del mundo pueden
controlar el cuarenta por ciento de toda la red económica”. Y, casualmente, la mayoría
de estas corporaciones, como no podía ser de otra manera, son instituciones financieras.
Si en algún momento pierden el control de la economía mundial porque la propia
humanidad se va a sistemas descentralizados como las criptomonedas, pierden el control
del flujo que hace que el mundo siga moviéndose, por lo que creemos que mantendrán
o intentarán seguir manteniendo su poder a toda costa a pesar de la transformación que
esto les requerirá acometer. Otro escenario es que, simplemente, el control de la
economía dejará de estar en manos de bancos y se consolidará en las grandes empresas
tecnológicas que tomen el control de la economía digital en detrimento del sistema
bancario tradicional, algo que Facebook ya está intentando hacer con la creación e
introducción de su divisa digital llamada Libra.
Así pues, todos estos indicadores avisan de profundos cambios en la estructura de
la sociedad en sus mismos pilares y organismos de control, y quizás una lucha de poder
por ver quién retiene la mayor cuota del mismo y con que tipo de sistema emergente nos
quedamos, una vez implantadas con solidez las tecnologías y sistemas que permitan al
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usuario “medio” iniciar la transición hacia un modelo nuevo o mantener de momento su
“flujo personal económico” en el tradicional.
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Sistemas de gobernación y políticos,
organización territorial, geopolítica
internacional
La última década de nuestro siglo actual ha visto pocos cambios a nivel geopolítico
intentando remodelar el mapa de los intereses que cada país, o bloque de países,
mantiene dentro del intrincado sistema internacional. Las cuotas de poder están ya tan
bien establecidas, que hay poco margen para que surjan nuevas potencias que destronen
a las actuales, o que países emergentes puedan crecer más allá de un cierto nivel al que
se les permite por aquellos que están por encima. El poder económico, el militar y el
político, se encargan de gestionar el delicado equilibrio entre el bloque occidental con
Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Israel, Nueva Zelanda y Australia por un lado, la
Unión Europea haciendo el papel (solo de cara a la opinión publica de moderador
internacional) y el bloque Chino-Ruso en el otro.
La razón por la que incluimos a Israel dentro del bloque “occidental” junto a los
países de la tradicionalmente llamada alianza “UKUSA”, también conocida como “Five
Eyes”, es por el enorme poder que sus grupos de presión y lobbies tienen en la política
de todos estos países, el trabajo conjunto de sus agencias de espionaje y defensa, y las
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políticas internacionales que aplican conjuntamente sobre cómo debería funcionar el
mundo acorde a sus intereses nacionales. Por lo tanto, aunque en pocos o ningún libro
de geopolítica mundial está Israel marcado como una de las principales potencias
“claramente visibles” o identificables por la opinión pública, el poder oculto que tiene es
tan grande, que escapa la comprensión de la mayoría de analistas y medios de
comunicación del planeta.
El grupo liderado por Rusia y China que reúne a los llamados BRICS, son solo un
intento de contraponer otro tipo de poder internacional a la enorme potencia militar y
económica de Estados Unidos y aliados, estos a su vez responsables por ejemplo de la
mayoría de sistemas de espionaje a nivel mundial como la conocida red Echelón y muchas
otras versiones mucho más perfeccionadas y mejoradas y sofisticadas que el público no
conoce, y que solo salen a la luz cuando pequeñas revelaciones a través de páginas y
grupos más o menos controvertidos como WikiLeaks, Anonymous (una red de
hackivistas) o confidentes anónimos van dándolas a conocer de vez en cuando.
Y es que el poder en nuestra sociedad está muy repartido desde hace ya muchas
décadas, y los diferentes estratos del mismo no tienen intención de que esto cambie.
Esto significa que a pesar de las aparentes diferencias políticas o geopolíticas, más o
menos públicas que existen entre los diferentes mandatarios, presidentes, grupos
políticos o multinacionales detrás de ellos, está bastante bien estructurado quién tendrá
el poder en qué momento y cómo se lo repartirán, cómo se alternarán en los cargos,
quién ocupará que asiento y muchas cosas por el estilo, siempre en las altas esferas,
detrás de la mayoría de cargos públicos y de aquellos conocidos por la mayoría de
nosotros cuando vamos a unas elecciones a votar por nuestro candidato preferido.
Y aunque sea cierto que votamos y que tratamos de elegir a quien nos gustaría que
nos gobernase, o por lo menos lo intentara, luego la realidad entre bambalinas es otra,
pues la mayoría de las agendas económicas, políticas, sociales, culturales, militares,
educativas o judiciales vienen marcadas por aquellos que, desde estos mismos grupos de
presión, desde los mismos sistemas financieros que prestan el dinero a los países para
que funcionen, o desde las mismas instituciones a nivel supranacional que los contienen
(como en la UE), deciden para el conjunto de la legislatura en marcha en cada zona del
planeta.
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Es cierto que no siempre aquellos en el gobierno “público” (las caras visibles del
poder para el ciudadano) cumplen con las reglas o las exigencias del sistema bancario,
empresarial o industrial, que vienen con sus demandas y sus listas de normas, impuestos
y legislaciones por aprobar, por lo que, en general, cuando no lo hacen, suelen tener una
carrera política corta o suelen terminar apartados del cargo simplemente por las muchas
maneras que hay de poner en contra a la población de un país contra un dirigente bajo
toneladas de informaciones falsas o medias verdades, distorsionadas y diseñadas para
hacer perder unas elecciones a alguien que no está cumpliendo unas indicaciones, o para
apartar de un cargo a quien no quiere pasar por el aro o ejecutar lo que se le pide que
ejecute. Carreras políticas meteóricas que prometían mucho se acaban en tres meses o
gobiernos que tratan de salirse de una cierta agenda colapsan por la presión y la
manipulación internacional, algo de lo que hemos hablado también en la sección
económica cuando hemos explicado que el control de los recursos naturales de la
mayoría de países del planeta está en manos de unas cuantas decenas de empresas
privadas multinacionales, y con más poder que muchos países juntos.
Por lo tanto, con este resumen introductorio, genérico y minimalista, ¿qué
tenemos que añadir en esta sección de nuestro informe sobre el desarrollo político y
geopolítico para el 2020?
No mucho, diríamos, ya que el juego entre poderes mundiales sigue siempre a su
ritmo y con sus agendas ya pre-planificadas, con mucha más antelación de lo que el
público en general sería capaz de creerse. Pero siempre se puede explicar un poco mejor
para que entendamos las reglas del juego geopolítico de nuestra sociedad, donde nada
es lo que parece.
La globalización que hemos explicado en la sección económica de este Timeline es
la base de toda la organización geopolítica de la humanidad. Todo tiene que estar en
permanente flujo y movimiento para que desde cualquier parte del globo se puedan
hacer llegar los bienes, recursos y productos a cualquier otra parte del mismo. Esto es así
tanto, que incluso la estructura y agenda política de cualquier país tiene como prioridad
la economía por encima de todos los demás apartados y componentes de la vida de la
población que gobierna, y, por lo tanto, lo que suceda con la economía es lo que dicta lo
que sucede con la política y con la geopolítica internacional. Mientras haya un flujo de
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libre mercado recorriendo todas las “tuberías financieras” (revisar sección anterior) el
escenario político internacional tiende a estar más o menos en calma con las inevitables
rencillas y micro conflictos a nivel menor que se dan por doquier en los estratos más bajos
de la estructura de poder. Es decir, empresas contra empresas, o partidos políticos contra
partidos políticos, o ciudadanos contra gobiernos, etc. Pero aunque estos niveles y
situaciones son los que copan las portadas de los diarios y noticieros para mantener a la
opinión pública focalizada en áreas de “bajo interés” para el resto de la estructura de
poder, son situaciones que no alteran en general ese flujo económico, ese movimiento
de divisas y el comercio internacional, con lo cual, el equilibrio político y económico entre
países y bloques regionales se mantiene más o menos estable y no se producen
demasiadas alteraciones en el mismo que permiten épocas de bastante prosperidad y
calma, al menos en lo general, con excepciones en cada zona particular del planeta que
puedan surgir por las mismas dinámicas coyunturales de la sociedad.
Pero en el momento en el que algo pasa que algún país, mandatario, cargo público,
empresa o gobierno toma alguna decisión, ejecuta algo o modifica cualquier pieza que
afecte al flujo económico global, entonces todo el sistema se pone en su contra y buscan
la manera de solucionarlo, sea por las “buenas”, con sanciones y presiones políticas,
diplomáticas y económicas, o sea por las “malas”, mediante intervención militar como ha
ido ocurriendo en las últimas décadas en la mayoría de países como Irak, Libia, en general
en la situación en Oriente Medio, Siria, Irán, países africanos que luchan por mantener el
control de sus recursos naturales y que están siempre envueltos en revueltas y conflictos
“étnicos”, religiosos o sociales para que no puedan hacerlo, etc.
Si el lector mantiene en mente que todo lo que sucede en el planeta tiene una raíz
y un motivo económico, podrá entender mucho mejor por qué estallan revoluciones por
aquí y por allá, por qué se generan conflictos en una país o en una zona, porque se subleva
la población de un lugar, etc. En general, los poderes de las grandes multinacionales y los
que se encuentran tras ellas, el sistema bancario principalmente, se encargan de prender
la chispa del “descontento” social sobre cualquier tema que preocupe legítimamente a
la sociedad, y, a partir de ahí, la bola de nieve echa a rodar y se organizan protestas
masivas contra dirigentes y gobiernos que no han querido ceder, implementar o aplicar
“algo” que se les ha sugerido desde más “arriba”.
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Y aunque somos conscientes de que muchas personas se dan cuenta de esto, y
todos tenemos más o menos claro que el poder económico es lo que mueve el mundo,
no siempre nos atrevemos a aceptar que si esto es así, la población de “base” no parece
que tenga muchas opciones a la hora de decidir qué tipo de vida y de sociedad desea
construir, pues parece que las estructuras tan complejas que se encuentran por encima
de su realidad del día a día (el trabajo, la familia, sus obligaciones personales, sus compras
y su ocio, etc.), dependen de que todo el entramado financiero global siga fluyendo y
funcionando sin trabas, de manera que el individuo siga contribuyendo al mismo,
participando de los sistemas de compra-venta de recursos y productos, y manteniendo
la estructura económica mundial del planeta en marcha.
Hasta cierto punto es absurdo que esta situación se haya construido así. ¿No
podríamos parar un poco el ritmo vertiginoso de la vida y dejar que esta corriente
económica disminuyera un poco, que no se nos incitara a consumir tanto, que
pudiéramos frenar lo que compramos por comprar sin necesidad alguna de ello, que
desaparecieran los intereses económicos por todo y que pudiéramos vivir más como
personas pendientes de un disfrute de la vida, de unas oportunidades de relación con
otros, de comodidades básicas e igualitarias para todos y de una actividad que nos
satisfaga sin deudas, agobios, precios que suben y no nos dejan llegar a fin de mes,
hipotecas por pagar o alquileres exorbitantes, pagos a crédito que se acumulan cada mes,
etc.?
No se puede. Es decir, no quieren desde esos “estratos superiores” que se pueda.
Porque si cada ser humano a título individual se “sale” del sistema económico aunque
solo sea en una mínima fracción de su interacción con el mismo, se cae literalmente la
estructura que sustenta la organización de la sociedad. Y se cae es decir que se derrumba.
Implosiona. Y eso llevaría al caos y al desastre en todos los sentidos para toda la
humanidad.
¿Por qué se diseñó así? ¿No había otra manera de planificar la forma en la que el
mundo iba a funcionar? Suponemos que sí que la había, o la hubo, pero este sistema bajo
el que ahora vivimos y del que somos las pilas y baterías del mismo, se ha ido
construyendo a lo largo de los siglos añadiendo cada vez más puntales y estructuras sobre
las ya existentes, de manera que el “diseño” original, por decirlo así, si lo hubo y cuando
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lo hubiera, se basaba posiblemente en una economía de pequeña escala en aldeas
pequeñas con ciudadanos sin preocupaciones por nada más que no fuera su
supervivencia física en el día a día en los albores de la humanidad, que fue
desarrollándose paulatinamente para añadir más factores económicos al entramado de
gestión de la vida de la persona por la introducción de más y más castas de poder y
estratos sociales que buscaban cada uno mantener su cuota de riqueza sobre el resto, y
no ceder ni un ápice de la posición social adquirida para poder diferenciarse de los demás.
Por lo tanto, con el paso de los siglos, el devenir de imperios y sociedades y el
incremento de la población, la estructura económica necesaria para sostener y coordinar
la vida de todos los seres humanos se hizo cada vez más compleja y más
interdependiente, hasta llegar al punto de que, literalmente, si en un Black Friday o en
unas Navidades no hay un influjo extra de dinero inyectado al sistema, todo el resto del
año, por muy absurdo que parezca, puede verse resentido y una parte de la economía
mundial ralentizarse.
Así de entrelazado está todo, y así de dependiente está el sistema político, social y
del resto de áreas de vida del estado de la economía y las finanzas del planeta. Es por
eso, por ejemplo, que cuando vemos países como Estados Unidos intentando romper (el
presidente actual, Donald Trump) este flujo para proteger los intereses nacionales,
poniendo aranceles a todos los productos externos, iniciando una guerra comercial con
China, promoviendo solo la producción y el consumo interno, etc., provoca un caos en
todo el globo, porque un solo producto que deja de fluir a través de la economía más
grande del sistema geopolítico internacional altera el orden mundial en todos los demás
países, y, por lo tanto, vemos como los poderes económicos detrás del sistema financiero
inician procesos para encontrar la forma de destituirlo (a Donald Trump).
También hemos visto este año pasado 2019 como el presidente boliviano Evo
Morales fue destituido en un golpe de estado “fugaz” por haberse negado a ceder parte
de los recursos nacionales, habiendo intentado mantener y nacionalizar los recursos de
litio que tiene Bolivia, fundamentales para la producción, entre otras cosas, de baterías
para móviles y sistemas tecnológicos, algo que está en mano de unos pocos gigantes
industriales y que necesitan rápido acceso a yacimientos de este mineral en todos los
países de la Tierra donde este se encuentre. Nada de esto es nuevo, y lo seguiremos
111
viendo constantemente a lo largo de este 2020 en diferentes puntos del globo donde, a
medida que diferentes dirigentes políticos vayan intentando tomar las riendas de aquello
que pueda beneficiar a su país y población, pero vaya en contra de los intereses
financieros globales, verán crearse revueltas sociales y todo tipo de altercados
financiados por los estratos superiores de poder hasta que cedan a lo que se les pide o
terminen yéndose y dejando que otros afines a ese poder económico ocupen el cargo.
Esto no quiere decir que las protestas ciudadanas no sean legítimas. Todas lo son,
porque todos demandamos en todo momento mejoras en todas las áreas de nuestra
vida, y, por lo tanto, tenemos derecho a exigirle a aquellos percibidos como los
responsables en el gobierno que hagan todo lo posible para ello, ya que por eso fuimos
a votarles. Por lo tanto, desde la base, el pueblo tiene razón en manifestarse, protestar y
demandar mejoras. Ese no es el problema. El problema es que estas protestas pueden
ser alteradas, manipuladas y son financiadas cuando interesa, o cuando es necesario, no
cuando espontáneamente nos reunimos para demandar un cambio que nos beneficie
como sociedad.
Si lo hacemos sin que hayan intereses económicos en juego o no beneficie al
sistema ya en control, somos reprimidos y obligados a retroceder, cuando hay intereses
económicos que peligran y nos necesitan, somos apoyados y financiados y promovidos
hasta que se consiga, por parte de esos grupos de poder, aquello que buscaban
conseguir, y luego se retiran y dejan a la población protestando tranquilamente a su
suerte hasta que se disipa la energía del enfado, la gente vuelve a sus casas y a sus
trabajos, vuelve a sus rutinas y obligaciones, y todo vuelve a la “normalidad” con esa
empresa o corporación o banco o institución ya habiendo tomado control de ese
yacimiento, o ese presidente de gobierno habiendo retirado esa ley o, por el contrario,
esos impuestos habiendo sido eliminados a los más poderosos o cualquier otra causa por
el estilo.
Entonces, ¿esto puede cambiarse? ¿Se puede solucionar este juego de
manipulación tan grande sobre la sociedad? Hace falta mucha información y conciencia
en las personas para entender cómo son usadas por el sistema a partir de la manipulación
mediática, de la que también hablaremos en la siguiente sección, para darse cuenta de
que siempre hay algo más detrás de cualquier noticia que veamos en la televisión
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respecto a cualquier tema que nos estén explicando. Básicamente la pregunta sería, ¿a
quién beneficia si se aprueba esta ley, se marcha este presidente, político, empresario o
juez? ¿Quién está detrás de este conflicto y por qué? ¿Qué recursos se pueden obtener
de esta guerra y quién está financiándola? Nada se hace por motivos humanitarios,
sociales, de justicia, medioambientales o religiosos, eso es solo la fachada de cara al
público, porque no tendría demasiada “buena imagen” decir que todo lo que sucede en
el planeta está determinado por razones económicas, al menos hasta los niveles de
comprensión que la mayoría de los seres humanos puede abarcar. Luego, a partir de aquí,
una vez se tiene al menos la sospecha y la duda de que los motivos esgrimidos por
cualquier país, organismo, gobierno o institución para hacer algo no suelen ser lo que nos
quieren vender, cada uno puede ir comprendiendo mejor el tablero de juego en el que
nos ha tocado jugar y tratar de actuar en consecuencia, por ejemplo, desconectándose
un poco de ese sistema financiero y cuidando mejor sus recursos económicos, no
cederlos al sistema bancario para que inviertan con ellos, especulen con ellos y obtengan
rendimiento a costa de nosotros, no inyectando esos extras financieros en fechas
artificialmente preparadas para sacarnos los ahorros y hacernos gastar en lo que no
necesitamos, y, sobre todo, ser conscientes de lo que sucede, pues cuando la sociedad
está informada, y comprende las reglas del juego, tiene mucho más poder sobre el mismo
y una capacidad de influenciarlo que no nos podemos ni imaginar.
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Medios de comunicación, sociedad de
la información y del conocimiento
En el llamado “cuarto poder”, los medios de comunicación, se está produciendo
una enorme revolución por la irrupción, desde hace ya varios años, del periodismo
“individual”, en el que todo ser humano que posea un teléfono móvil puede hacer de
corresponsal de cualquier cosa que esté pasando a su alrededor. Si hace unas décadas
solo aquello que periodistas acreditados y medios de comunicación oficiales eran quienes
podían dar por válido lo que “pasaba en el mundo”, esto ahora ha dejado de ser cierto,
pues cada persona con una bitácora, un canal de YouTube o una cuenta de Facebook,
puede empezar a subir a su red de contactos las noticias de su ciudad, de su zona de
residencia, de lo que ve en sus viajes o de lo que cree que está pasando aquí o allá.
La contradicción a veces entre la información “ciudadana” y la información “oficial”
es tremenda. Diferentes medios de comunicación tratan de contrastar datos, no siempre,
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pero en general lo hacen, antes de publicar que algo es así o que está sucediendo esto.
El periodismo ciudadano coge un móvil, graba un suceso y lo sube a la red, dando su
interpretación personal aquel que ha estado en el lugar de los hechos tal y como lo ha
visto, entendido y decodificado. La visión sesgada de los medios que siguen normas
partidistas o corrientes políticas no está dentro de la visión de la persona de la calle que
solo reporta lo que está sucediendo delante de sus ojos, sino que además no trata de
tergiversar la información o darle una interpretación acorde a la línea editorial de su
empresa, ya que no tiene, en general, ningún motivo para ello.
Mientras que las grandes cadenas de noticias, medios y agencias de prensa están
controladas por muy pocas multinacionales con mucho poder para sentar las bases de lo
que la opinión pública conoce o deja de conocer; cuando se trata de periodismo “urbano”
o noticias que vienen directamente de la ciudadanía, a través de redes sociales o vídeos
grabados “in situ”, el control es inexistente y, por lo tanto, hay una lucha enorme contra
este tipo de “informadores” que ya se cuelan en las portadas de algunos telediarios
porque han accedido a información de forma espontánea o casual en donde ninguna
cadena de televisión ha podido estar en el momento en el que algo ocurría.
La autocrítica y a veces autocensura que hacen además muchos periódicos y
medios de comunicación sobre lo que publican y cómo lo publican, para no perjudicar los
intereses políticos o económicos de las empresas a las que pertenecen, no está presente
en la difusión espontánea y a veces anónima de los hechos que se reportan en las redes.
Este instituto, el IDHUS, se nutre de muchas informaciones que no pasan por ningún
medio de comunicación oficial, sino por una red de individuos en posiciones sociales y
profesionales muy distintas que tienen acceso directo a escenarios y conocimientos a
través de los cuales “ver la realidad” sin responder a líneas editoriales o
responsabilidades para con sistemas políticos o empresariales. Este tipo de línea
informativa, está llevando a que cada vez haya un mayor interés por seguir a periodistas
independientes, o canales de YouTube donde simplemente alguien experto en algún
tema, va generando material de lectura o audiovisual en su campo de trabajo que no
pasa por los filtros ni adaptaciones que otros compañeros de profesión deben acatar para
cumplir con las normas de su periódico o canal de televisión.
No se puede evitar que la información que llegue a la ciudadanía esté
completamente sesgada, pues la lucha por el control de lo que se desea que se conozca
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o no es enorme en las grandes corporaciones y sistemas políticos en todos los países. Se
usan los medios, y no es noticia ni nada nuevo que estemos descubriéndole al mundo,
para programar en las personas una serie de ideas respecto a otros actores de la sociedad
en otras partes del globo, polarizando a la población unos contra otros. Lo acabamos de
explicar en la sección anterior sobre geopolítica. Lo que se explica en la RT rusa se
contradice con lo que se explica en la CNN americana, la BBC británica o el France24
francés. Lo que cuentan en CCTV chino da una visión del mundo diferente a lo que explica
Al-Jazeera desde Catar, o TeleSur en Sudamérica, y, por lo tanto, dependiendo en qué
zona del planeta te encuentres y que medios de comunicación sigas, tu visión de la
realidad tendrá un color y un tamizado diferente a la visión de la realidad de otra persona
en otro país distinto.
Al no poseer tiempo ni capacidad para absorber y seguir los diferentes puntos de
vista sobre un mismo suceso, y al no tener una gran parte de la población una capacidad
lingüística que permita conocer el idioma de emisión de otras cadenas, aunque en
general se use ya el inglés para llegar a un público internacional en todas, nos limita a la
mayoría a escuchar noticias en nuestro idioma local, provenientes de nuestros medios de
comunicación locales o nacionales, y asociados a las líneas de pensamiento político y
social que tengamos. Como nos mantenemos firmes y leales a este tipo de medios, quien
escucha una radio de “derechas” se polariza hacia la derecha cada vez más, quien lee un
periódico de “izquierdas” se afianza en su sistema y visión del mundo cada vez más,
impidiendo una comparación de datos y de informaciones que llevarían a mezclar las dos
o cinco versiones de un hecho o situación, y entonces crear nuestra propia versión del
mismo sin caer en la aceptación a ciegas de la visión que el periódico o medio nos esté
queriendo transmitir.
La saturación de información constante a la que estamos sometidos, y la necesidad
de mantener su cuota de pantalla, su número de lectores o el porcentaje de la audiencia,
obliga a los medios de comunicación a radicalizarse o centrarse más en su propio nicho
de lectores ahondando en aquello que lo diferencia del nicho del periódico de al lado.
Esto obliga a ser creativos a la hora de dar a conocer las noticias, sobre todo porque
estas vienen a través de unas pocas agencias internacionales con mucho poder y gran
despliegue por todo el mundo que son las que recogen y preparan para los medios
aquello que estos luego publican. Por lo tanto, la agencia de noticias que puede ya tener
116
su propia visión de la realidad, al vender las informaciones a múltiples cadenas de
múltiple signo político y tendencia social, están entregando el mismo producto a medios
que luego tienen que adaptarlo a sus audiencias, no teniendo más remedio que cambiar
algún dato, enfocar la redacción de una manera determinada, omitir algún detalle o
incrementar algún aspecto que la otra cadena reduce o cambia por el mismo motivo.
Sabiendo esto, sería interesante, por ejemplo, nutrirnos e informarnos
directamente desde las páginas web de las agencias internacionales de noticias que se
encuentran un eslabón por encima en la cadena de producción de las mismas, pero esto
tampoco resulta fácil, pues el mercado de la comunicación es opaco en ciertos aspectos
y no siempre tenemos acceso a la información y documentación que las agencias generan
para luego venderlas a los medios. Además, puesto que las dos o tres agencias más
importantes del planeta responden ante grandes grupos empresariales de diferente
ideología política, también vienen estas noticias sesgadas y tamizadas según las
directrices de estos grupos y empresas, con lo cual, aun subiendo en la escalera de
producción de la información, casi todas ellas se adaptan a cómo y de qué forma se quiere
que el consumidor final las reciba y procese.
La única solución, como habíamos mencionado, es ser capaz de seguir varios
medios de comunicación que tengan intereses opuestos entre sí, de manera que
podremos ver las dos o tres caras e interpretaciones de algún hecho o suceso en el que
estemos interesados, además de seguir a los periodistas y páginas independientes que
actúen solo por el hecho de compartir algo sin que medie un entorno empresarial y
político de por medio. Luego, teniendo estas fuentes de diversa índole para informarnos,
es cuestión de llevar a cabo un procesado intelectual individual para discernir la “verdad”
de algo basándonos en el análisis de sus diferentes versiones, algo nada fácil ni trivial, y
algo que pocos seres humanos tienen tiempo, ganas y energías para llevarlo a cabo.
Mientras esto siga funcionando de esta manera, la opinión pública sigue estando
muy mal informada, y no hay previsión de que esto cambie a lo largo de este 2020, pues
hay pocas trazas de hechos objetivos en lo que se le entrega, por mucho que sea el
eslogan de cualquier medio para hacernos creer que realmente no tamizan ni colorean
aquello que luego consumimos. A medida que sigamos “mal informados”, tendremos
menos oportunidades para detectar manipulaciones e intentos de convencer a la gente
117
de que algo es verdad de una determinada manera que convenga al poder en ese
momento.
Cada vez que se aproximan elecciones este mecanismo lo vemos funcionar a pleno
rendimiento en todos los medios de comunicación de todos los países del planeta. Cada
vez que se aproxima un cambio político, económico o se desea una respuesta social hacia
una determinada cuestión se activan todos los procesos y entramados comunicativos
para ello, dependientes de los sistemas y poderes económicos y políticos que ya hemos
explicado. A medida que se quiere que se considere algo como bueno cuando ayer era
malo, o se intente influenciar la opinión pública para que rechace algo que anteayer
abrazaba con fervor, los medios tienen la capacidad de conseguirlo.
Y es que, como un compañero de este instituto nos dijo una vez por su implicación
en el sector audiovisual, hay despachos en medios de comunicación en los que
simplemente la consigna es: “dejadnos hacer que nosotros os ganaremos las elecciones”,
significando que, dependiendo de lo que se quiera que las personas crean o dejen de
creer sobre un partido, un político o un programa electoral, no hay más que poner los
rotativos en marcha y los medios de información a trabajar para ello.
¿Por qué nos creemos todo y somos tan manipulables si es que lo
somos?
Vámonos ahora al otro lado. Al lado del lector que se nutre cada día de su visión
del mundo a través del telediario del mediodía y las noticias de la noche. Si los medios
actúan de una determinada manera, y estamos seguros de que no estamos explicando
nada que el lector no sepa de una u otra forma, ¿por qué nosotros no somos capaces de
evitar esta influencia y esta manipulación? ¿Realmente la sociedad es tan crédula?
Siempre hemos oído que quienes votan a tal partido o persona que realmente era
tan mala y que no cumplió sus promesas, son personas que se dejan convencer muy
fácilmente y a las que se las puede engañar con cualquier discurso, o que no se entiende
cómo podemos darle poder a tal grupo o a tal otro que van a llevarnos por el camino del
desastre económico y social.
Esto es solo cierto hasta un punto, pues todos solemos creernos por educación y
por sistema de valores, aquello que viene desde ciertas instituciones de “poder”, es decir,
118
si lo dicen los medios tal y tal que son importantes y creíbles, debe ser cierto. Así que hay
un componente de confiar en aspectos de la estructura de la sociedad que nos resultan
creíbles a nuestra percepción de la realidad.
Pero, por otro lado, lo que sucede y que permite la manipulación social es la falta
de análisis crítico de aquello que está siendo escuchado o leído. Se absorbe la información
del periódico, la televisión, la radio o el internet sin mayor filtro que la aprobación interna
si estamos de acuerdo con la noticia, o el rechazo temporal si nos resulta contraria a
nuestros pensamientos e ideas. Pero nada más. No se pone sobre el papel el porqué de
aquello que se nos está explicando o contando, no se buscan las razones detrás de la
manera en la que se nos dan las noticias, o no se analiza, como hemos dicho antes, cual
es el punto de vista que ese medio determinado está intentando hacer llegar a sus
lectores y convencerlos del mismo. Puesto que nosotros, los receptores y consumidores
de información, no somos críticos con aquello que se nos entrega, nos empapamos de la
información dejándola asentar en nuestra mente como si de una verdad absoluta, pero
inconsciente, se tratara, de ahí va calando y adecuándose a nuestra forma de ver el
mundo y la realidad y, por lo tanto, terminamos convencidos, a base de la repetición una
y otra vez, en tres telediarios que vemos al día, dos periódicos de internet que leemos
durante el trabajo y la radio en el coche en la ida y vuelta a casa, que algo es realmente
blanco, por mucho que hace una semana hubiera sido gris.
Falta, en ese aspecto, consciencia ciudadana para poder estimar realmente el
grado de manipulación social que los grandes medios de comunicación llevan a cabo
sobre la información, inducidos por los poderes económicos y políticos a los que
pertenecen, por mucha imagen de independencia que intenten mostrar. Mientras falte
consciencia ciudadana, será sencillo hacer circular todo tipo de “fake-news”, algo que ha
estado muy en boca de todos estos últimos años: todo tipo de noticias coloreadas y
tamizadas, y todo tipo de información acorde a los intereses de aquellos que las generan,
sin especial interés en que lo que se comparta sea verdad o no, lo más objetivamente
hablando posible, sino simplemente un producto de consumo para mantener a tu nicho
de mercado lo más fiel posible y poder dirigir su comportamiento y forma de ver las cosas
a tu antojo y conveniencia.
Así pues, en los próximos meses, es posible que incluso se incremente aún más el
poder de los medios de comunicación con fusiones importantes que puedan producirse
119
entre algunas de las grandes corporaciones actuales, propietarias de centenares de
medios más pequeños de decenas de países, con lo que la gestión de la información
estará aun más concentrada en menos salas de reuniones y en menos directivos. Hemos
de tener en cuenta, además, que la aparición de múltiples plataformas de
entretenimiento “a la carta” como Netflix, Amazon Prime Video, HBO, Sky, Disney+, Apple
TV, etc., están desplazando a muchas cadenas de televisión tradicionales en cuanto a
contenidos, y, por lo tanto, estamos empezando también a informarnos a partir de
documentales, series y películas sobre temas de no ficción, pudiendo llegar en algún
momento a ver incluso algún telediario a través de Netflix o similar cuando terminen de
analizar si hay nicho de mercado en producir ellos mismos sus propias noticias, de manera
que no abandones nunca la plataforma como hacemos ahora para cambiar a ver el
informativo en una cadena “tradicional” y luego darle al botón del “Smart TV” para ver la
película o la serie en el paquete que tengamos contratado.
Este tipo de estudios ya están en marcha, pues interesa y es obvio desde el punto
de vista de estas compañías, que si mantienes al usuario dentro de tu plataforma la
mayor parte del tiempo ofreciéndole todo lo que pueda llegar a consumir a través de la
televisión, entonces habrás ganado la cuota de mercado que ahora mismo sigue bastante
repartida entre cadenas locales o internacionales y plataformas de entretenimiento.
Creemos que este 2020 veremos movimientos en ese aspecto, pues es simplemente una
consecuencia lógica del desarrollo de los medios hacia conseguir una atención plena del
consumidor 24 horas al día, o, al menos, las horas que puedan ser arrebatadas a otras
tareas como el trabajo, y a veces incluso en ellas. Con la introducción de los medios de
comunicación tradicionales y las agencias de noticias en las plataformas de
entretenimiento, y la concentración de un mayor número de los mismos en menos
empresas y compañías, no será demasiado difícil para estas hacernos llegar y decidir que
tipo de realidad se quiere que se perciba sobre lo que pasa realmente en la sociedad,
teniendo que recurrir, por nuestro lado, y como hemos mencionado antes, a canales
independientes a través de internet de periodistas, medios locales y no supeditados a
estos grandes grupos mediáticos y otras formas de mantenernos más o menos
informados, si es que deseamos hacerlo, sobre el estado de nuestra sociedad y lo que en
ella sucede.
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Ciencias de la mente, de la Tierra y
divulgación científica
Entramos ya en el último apartado de este informe anual habiendo recorrido ya las
áreas más importantes que creemos van a marcar la pauta del desarrollo y crecimiento
de nuestra sociedad para este año 2020, o al menos las que tienen un impacto más
determinante a la hora de mover el desarrollo y crecimiento de la humanidad hacia un
destino u otro.
Esta última sección, pues, la dedicamos a dar a conocer algunos de los temas que
en el ámbito de la investigación, la ciencia y la divulgación científica están tomando fuerza
y que pueden ser noticia también en los próximos meses.
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En relación con el tema de la inteligencia artificial que hemos visto en secciones
precedentes, la computación cuántica tiene vistos de que vaya a recibir un gran impulso
este 2020 gracias al desarrollo del súper ordenador de Google Sycamore, el cual es capaz
de hacer en doscientos segundos cálculos que llevarían 10000 años a un ordenador
“avanzado”, de hecho, al más avanzado que está disponible actualmente en el mercado.
Este tipo de potencia de procesamiento si se aplica a áreas como la criptoeconomía
resolvería en pocos minutos todos los algoritmos y procesos que regularmente las
máquinas conocidas como “mineros” en los protocolos blockchain deben resolver y
ejecutar para validar cada transacción presente en la red. Si Google se anima a entrar en
el mundo de las criptodivisas, algo que de momento no ha anunciado, su capacidad
infinitamente superior al resto de competidores, granjas de minería y pequeñas
empresas tecnológicas dejará fuera del mercado a miles de start-ups, individuos y
empresas que ahora han apostado todo por el bitcoin y el dinero que se puede ganar
procesando transacciones y minando las monedas que restan antes de llegar al tope de
21 millones de “unidades” establecido por el mismo protocolo de red. Teniendo en
cuenta que para Mayo del 2020 se espera que se produzca un nuevo “halving”, es decir,
que las recompensas por cada bloque de transacciones “minado” se reduzca a la mitad
(es un proceso diseñado para controlar la inflación de la moneda), la competencia por
tener el mayor poder de procesamiento y resolver los complejos algoritmos que el bitcoin
requiere para funcionar puede verse borrada del mapa si entra en juego una
superpotencia como Google para hacerse con el control del bitcoin y de los beneficios
que aporta cada transacción procesada por sus potentes ordenadores cuánticos. Será un
tema a monitorizar porque puede dar mucho que hablar en toda la comunidad
tecnológica si esta previsión se pone en marcha.
Además de todo lo relacionado con las tecnologías 5G e IoT que ya hemos visto,
esperamos también avances en la producción de baterías para vehículos eléctricos, y
algún tímido avance en vuelos pilotados y comerciales funcionando con baterías y sin
combustibles contaminantes, como los que se han empezado a probar en Vancouver,
Canadá para vuelos de corta duración. La prueba piloto realizada por la empresa Harbour
Air, al menos una de ellas, el pasado mes de Diciembre, confirmó la posibilidad de que
un avión con una carga de hasta 12 pasajeros pueda hacer un trayecto aproximado de
media hora en las condiciones actuales. Esto no va a suponer una revolución en el mundo
de la aviación, uno de los sectores industriales que más contamina como hemos visto en
122
secciones precedentes, pero es un paso adelante para ver cómo se desarrolla el mercado
y se acelera la transición hacia motores eléctricos en un amplio sector del área de la
movilidad y el transporte de nuestra sociedad.
La tecnología genética y médica también estará al alza este año 2020 con procesos
de mejora de los protocolos y técnicas CRISPR para modificar el ADN, encontrar como
manipular genes concretos y aplicarlos al campo de la medicina. Informes del Global
Innnovation Index 2019 incluye el análisis de células a nivel individual, el mapeo y
descubrimiento de la estructura de nuestro cerebro y la medicina regenerativa como
algunos de los avances más importantes que se prevén aparezcan en los próximos años.
A nivel científico, está previsto que veamos avances en la exploración de nuestro sistema
solar con el lanzamiento de más misiones conjuntas entre diferentes agencias espaciales
y el estudio de cuerpos menores del sistema solar como meteoritos, asteroides o satélites
que nos vayan desvelando la composición y forma del mismo, a la vez que se plantean
las misiones para conseguir en algún momento cercano la primera misión tripulada a
Marte y los vuelos espaciales “privados” de mano de compañías como Virgin Galactic o
la empresa de Elon Musk SpaceX.
Desde el IDHUS, iremos publicando, analizando y viendo todo este desarrollo
desde nuestra visión multidisciplinar y tratando de darles una visión global para ver cómo
encaja todo en el conjunto de la sociedad, como cada área y evento o descubrimiento
afecta al resto de partes y componentes que forman nuestra civilización, y seguir creando
consciencia, como dice nuestro “slogan”, sobre como la humanidad se va desarrollando.
123
Acerca de nosotros IDHUS, Instituto para el Desarrollo de Sociedades Humanas, es una organización
fundada en Barcelona y de ámbito de trabajo mundial, que aspira a convertirse en
un hub y punto neurálgico de la cooperación entre entidades e instituciones que trabajen
por el desarrollo de una sociedad sostenible, desarrollada y en constante proceso de
mejora a nivel global para todos sus integrantes.
Como instituto de investigación sociológica y think-tank tiene por objetivo
proporcionar material educativo sobre el funcionamiento de la sociedad y las dinámicas
de crecimiento de la misma, para que el ser humano pueda adaptarse con facilidad a
todos los cambios que las nuevas tecnologías y el desarrollo de esta sociedad le imponen.
Tomando como referencia principios básicos de humanismo, ecologismo,
pacifismo y respeto por el desarrollo y crecimiento de todos los pueblos que formamos
parte de una única y gran civilización, la humana, el IDHUS pretende proporcionar los
recursos, conocimientos, herramientas, información y saber-hacer para que aquellos que
toman las decisiones que llevan al desarrollo y crecimiento de la sociedad lo hagan con
la mayor capacidad de acción, empoderamiento y potencial para el cambio posible.
La historia del IDHUS trae detrás de sí el apoyo de cientos de miembros que han
pertenecido a todo tipo de sociedades y culturas con sustratos muy diferentes, pero que
han sabido compartir lo mejor de todas ellas mediante pequeñas y grandes acciones que
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tuvieron impacto a la hora de implementar mejoras en comunidades, culturas,
sociedades o entre individuos. Nuestro objetivo es traspasar ese saber-hacer hacia los
diferentes grupos sociales, culturales y educativos presentes en los diferentes países
donde tenemos presencia, a través de nuestra red de colaboradores, instituciones
amigas, partenariados o asesores, que, con una sólida base del funcionamiento de sus
comunidades y regiones, extrapolan, amplían y proporcionan todo lo necesario para
contribuir a crear unas dinámicas de cambio en los grupos, comunidades y sociedades de
diferentes ámbitos y con diferentes visiones de la realidad que existen en el planeta.
Un único mundo para todos los seres humanos
Existe un único planeta para todos nosotros, y cada ser humano es responsable de
la realidad de una parte del mismo y de lo que sucede, en mayor o menor grado, en la
comunidad o sociedad en la que vive. Todos nosotros poseemos un gran potencial para
implementar cambios en nuestra zona o área de influencia, pero solo si se tiene el
conocimiento, las herramientas y la información sobre cómo hacerlo. Todos nosotros
poseemos los recursos para modificar los problemas potenciales que nuestra civilización
afronta, pero solo si comprendemos a qué nos enfrentamos, y qué caminos tenemos por
delante para ello, dependiendo de las diferentes acciones que realicemos, ya sea nivel de
barrio, comunidad, región o país al que pertenezcamos.
Invitamos a todas las organizaciones que buscan y desean promover un cambio en
las estructuras actuales de la sociedad, mejorarla, encontrar vías de diálogo y
cooperación entre grupos, culturas, regiones, instituciones y personas, a que
nos contacten, y se unan a nuestra red de colaboradores, diseminando, investigando,
educando, promoviendo acciones de empoderamiento social y personal, y llevando a
cabo potentes procesos que repercutan en cambios en la realidad personal, grupal, social
y global en nuestra civilización.
Un planteamiento global, una acción local
El IDHUS presenta dossieres y documentos de investigación, reflexión y descripción
de las dinámicas sociales, culturales y evolutivas actuales, tomando en cuenta las diversas
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realidades presentes en cada zona del planeta, pero conociendo los puntos comunes que
existen entre ellas y sabiendo cómo se comportan estas dinámicas cuando traspasan las
fronteras idiomáticas, geográficas y culturales de cada una de las regiones de nuestro
mundo. La documentación que ponemos a disposición del público proviene del profundo
análisis de centenares de colaboradores que son capaces de percibir y crear la visión
global de cómo se desarrollan los eventos y dinámicas analizadas, lo que la historia nos
enseña y nos dejó de enseñar, lo que se ha ocultado o tergiversado en un lugar del
planeta pero se ha mostrado en otro, para luego enseñarlo de nuevo de forma diferente
en un tercer emplazamiento. La unificación de criterios y datos, aparentemente dispares,
recopilados desde múltiples países y regiones para que se comprenda el proceso de
desarrollo que la civilización humana está recorriendo, es indispensable para tener la
fotografía global del estado de consciencia y de desarrollo que posee la humanidad.
Una invitación al cambio
No es posible crecer como sociedad si no tomamos la responsabilidad de cambiar
aquello que nos aboca a futuros potencial y relativamente pesimistas en ámbitos
económicos, geopolíticos, culturales o educativos, según las diferentes corrientes de
sucesos que se producen debido al funcionamiento de las estructuras y al tipo de
organización social que rige nuestra civilización. Conozcamos cómo funciona nuestro
mundo y aprendamos entre todos cómo podemos cambiar el destino de nuestra sociedad
de manera que sea brillante, fluido, en constante crecimiento y evolución, y con
oportunidades igualitarias para todos los que somos parte del mismo.
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