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    Sociolgica, ao 19, nmero 57, enero-abril de 2005, pp. 35-59Fecha de recepcin 29/04/04, fecha de aceptacin 07/07/04

    La democratizacin mediante la luchaCharles Tilly*

    RESUMEN

    Por medio del presente artculo se intenta interpretar los cambios en lacontencin y la democratizacin en Europa desde 1650. Se trata de untrabajo que investiga acerca de las diferentes trayectorias que la polti-ca contenciosa ha seguido, reconociendo que al indagar en este procesose est explicando un resultado raro y contingente: la democracia.PALABRAS CLAVE: Accin colectiva, democratizacin, poltica de con-tencin, consultas protegidas.

    ABSTRACT

    This article attempts to interpret the changes in containment and de-

    mocratization in Europe since 1650. It investigates the different trajec-tories of contentious policy, recognizing that by looking into this pro-cess, it is explaining a strange, contingent result: democracy.KEY WORDS: Collective action, democratization, containment policy,protected consultations.

    * Investigador del Departamento de Sociologa, Universidad de Columbia, Nueva York. Correoelectrnico: [email protected]

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    A DIFERENCIA DE SUS contrapartes del siglo xx, la edicin del LeedsMercurydel 30 de marzo de 1871 dedicaba por completo sus prime-ras pginas a anuncios clasificados, notificaciones oficiales y reportesde Mercado, pero en la pgina 4, como de costumbre, incursionabaen los asuntos polticos ms urgentes del da:

    El resultado de las elecciones en Pars declaraba el editorial del Mercury

    le confiere tal autoridad a la Comuna como la que podra esperarse que resul-

    tara de un procedimiento ilegal para condonar una rebelin. Sin embargo,

    el asunto es simple: una autoridad de usurpacin basada en el voto de una

    minora, una mayora abstenida de ejercer su derecho al voto y, por tanto, de

    imponerle una sancin manifiesta a actos contra los cuales no tiene el corajepara protestar u oponerse. La victoria ha sido obtenida como ese tipo de vic-

    torias son frecuentemente obtenidas, mediante el poco escrupuloso ejercicio

    del poder en nombre de la libertad.

    Por el momento, el partido del desorden, de la anarqua, de la revolu-

    cin y de la tirana ha triunfado, y puede ser que con las frases de liber-

    tad, igualdad y fraternidad en sus labios ellos puedan sostenerse por un

    tiempo, mediante un reinado de terror, el que una vez ms y por otra ge-

    neracin har del republicanismo francs un mote y una burla en boca de

    todos los hombres.

    El editorialista del Mercuryintercalaba tres temas comnmenteabordados por los comentaristas franceses de los siglos XIXy xx, ymuy en especial por los anti-revolucionarios britnicos y franceses:la comparacin de cualquier lucha contempornea con la revolucinde 1789; la asociacin entre revolucin y terror, y el argumento de

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    que si una revolucin llegase a ocurrir posiblemente no estara re-presentando la voluntad de la mayora.

    Despus de mucho ms en el mismo sentido, el editorial pronun-ciaba un duro pero a fin de cuentas temeroso juicio:

    En este momento la Comuna no tiene autoridad legal. No es ni ms ni menos

    que un organismo revolucionario, y como la autoridad del gobierno no ha

    sido derrocada la autoridad de la Comuna no puede ser reconocida sin pe-

    ligro para el gobierno legtimo del pas.

    La editorial terminaba con una prediccin: que la Comuna de-

    jara un legado de miseria y afliccin que afectara a todos y msque nadie a los pobres. As, una vez ms, de acuerdo con el Mercuryel pueblo francs haba revelado su propensin para el aventure-rismo revolucionario. Desde el muy peculiar punto de vista britnico,las victorias violentas slo podan producir derrotas a largo plazopara la razn y el orden democrtico.

    Qu haba sucedido? En 1848, los revolucionarios francesesreemplazaron su monarqua por una repblica que provey trabajopara sus muchos desempleados y expandi enormemente los dere-chos de los trabajadores, incluyendo el sufragio casi universal de loshombres. Al final de 1851, el presidente electo Luis Napolen Bona-parte barri con la repblica a travs de un golpe de Estado, creando

    al ao siguiente su propio imperio. El golpe de Estado de Napoleninici un periodo de 18 aos de urbanizacin, industrializacin,consolidacin poltica y, haca el final, de liberalizacin bajo la gidade un gobierno crecientemente turbulento. La guerra con Prusia vinoa significar su cada. El 4 de septiembre de 1870, tres das despusde que el general MacMahon se rindiera y que las fuerzas prusianastomaran prisionero a Napolen III en Sedn, una revolucin relati-vamente pacfica acab con el imperio, se estableci una repblicay se constituy un gobierno de defensa nacional en Pars. No obstante,los ejrcitos prusianos continuaron combatiendo a sus enemigos fran-ceses, y el 5 de enero comenz un decisivo cerco prusiano sobre Pars.La artillera alemana bombarde entonces la ciudad por tres semanas.

    El 19 de enero, noventa mil guardias nacionales y tropas regu-lares bajo el mando de un renuente general Trochu hicieron unespectacular e infructuoso intento para romper el cerco y llegar aVersalles. El 28 de enero, las autoridades nacionales francesas fir-

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    Disraeli estaba ms o menos en lo correcto. En 1830 se renova-ba una campaa de largo aliento: una vasta movilizacin de acti-vistas de las clases medias y trabajadoras provoc una crisis a la cualel gobierno britnico finalmente respondi con la aprobacin de laLey de Reforma de 1832. Esta Ley no solamente excluy al gruesode los trabajadores del voto para las elecciones parlamentarias,mientras que les permiti hacerlo a muchos propietarios y merca-deres que previamente haban carecido de l, sino que tambinincrement los requerimientos de propiedad para sufragar en unagran cantidad de distritos donde los trabajadores ordinarios habanvotado previamente en un nmero considerable. El movimiento car-

    tista de base trabajadora, que surgi reiteradamente entre 1838 y1848, slo para colapsarse el ao de la Revolucin Francesa, habarealmente representado a aquellos excluidos por los acuerdos de1832. A pesar de haber emergido en el contexto de amplias luchasentre trabajadores y capitalistas, el movimiento no se haba concen-trado en los derechos de los obreros como tales, sino en una refor-ma democrtica que inclua el sufragio universal.

    A partir de 1865 los sindicatos reformistas y organizaciones si-milares involucraron a radicales de la clase media y activistas de laclase trabajadora en una campaa nacional de asambleas y marchaspblicas en respaldo de la reforma parlamentaria. Todo esto sirvicomo contexto para que en 1866 se escenificaran intrincadas luchas

    parlamentarias durante las cuales los liberales fracasaron en sus in-tentos por lograr la aprobacin del proyecto de reforma de sus lde-res, mientras que los conservadores se las arreglaron para lograrque su muy ajustada versin fuera aprobada en 1867.

    Disraeli, quien haba liderado al Parlamento cuando se aprobla ley de 1867, recrimin a los liberales que durante mucho tiem-po hubieran hablado acerca de la reforma pero sin hacer nada alrespecto. Dijo que los conservadores eran ms decididos:

    Y, caballeros, cul ha sido el resultado? En 1848 se produjo la Revolucin

    Francesa y se estableci la repblica. Nadie pudo haber olvidado cul fue

    el efecto en este pas. Recuerdo el da en que ninguna mujer poda abando-

    nar su casa en Londres y cuando se colocaron caones en el puente de West-

    minster. Hace un ao hubo otra revolucin en Francia, y se restableci

    nuevamente una repblica del carcter ms amenazante. Qu ocurri en

    este pas? Ustedes no pudieron reunir a media docena de hombres para

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    deliberar y gruir en la calle. Por qu? Porque la gente haba obtenido lo

    que necesitaba. Estaban contentos y agradecidos.

    Consecuentemente, Francia daba lecciones sobre la revolucin,mientras que la Gran Bretaa daba lecciones sobre la democracia.O as rezaba un frecuente estribillo britnico.

    Para ser claros, cinco aos antes muchos conservadores inclui-dos muchos miembros avezados del Partido Conservador en el Par-lamento haban concebido al proyecto de reforma de 1867 comoun prlogo a la revolucin. Hablando de Disraeli, Lord Carnarvondeca con estruendo que si usted toma prestada su tica poltica de

    la tica del aventurero poltico, usted puede estar seguro de ello, latotalidad de sus instituciones representativas se resquebrajarn bajosus pies. Tal como fue promulgado, el proyecto de reforma casiduplic al electorado, permiti votar a la mayora de los propietariosvarones de la clase trabajadora en las elecciones parlamentarias einaugur un periodo en el cual tanto los liberales como los conser-vadores tenan que calcular los efectos de sus polticas en trminosdel voto de los trabajadores. Las maniobras y concesiones finales deDisraeli produjeron incluso un proyecto ms radical respecto alplanteado por los lderes liberales. En retrospectiva, sin embargo, lasclases gobernantes britnicas generalmente se congratularon porevitar la revolucin mediante una juiciosa ampliacin del electora-

    do y, consecuentemente, de la vida poltica en su conjunto. Con fre-cuencia tambin sealaron al otro lado del canal para referirse almal ejemplo establecido por los beligerantes franceses.

    Independientemente de cmo evaluemos la autoimagen de losbritnicos, la comparacin entre los polticos franceses y los brit-nicos en los tiempos de la Comuna de Pars revela impresionantesdiferencias en cuanto a la forma, dinmica y resultados de la confron-tacin. Esa comparacin despierta preguntas acerca de los funda-mentos de la poltica democrtica. La confluencia entre las investiga-ciones sobre las diferencias nacionales en la poltica de confrontacin(contention politics) y los diversos orgenes de la democracia trazael ro por el que navega mi actual trabajo. Empezando por una es-trecha comparacin entre Francia y Gran Bretaa estoy tratandode elucidar el sentido de los cambios en la confrontacin y la demo-cratizacin de Europa entera desde alrededor de 1650.

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    Vista desde corriente arriba, mi indagacin se ocupa de la expli-cacin de las diversas trayectorias seguidas por la poltica de con-frontacin, poltica en la cual la gente plantea exigencias concerta-das relacionadas con sus respectivos intereses. Vista desde corrienteabajo, la misma indagacin se ocupa de los diversos orgenes de lasinstituciones democrticas. Si la indagacin es correcta establecerque las dos corrientes, aunque disociables para efectos de argumen-tacin, efectivamente se entremezclan tan extensivamente comopara volverse indisociables. Explicar las variedades de las polticasde confrontacin requiere tambin explicar un resultado raro y con-tingente de ellas: la democracia.

    De esta rpida introduccin a mi proyecto destacan dos puntoscentrales: primero, que los caminos a la democracia en diferentesregiones y pocas variaron profunda y sistemticamente en funcinde los regmenes previos y de la estructura social heredada; segun-do, que en contra de las ideas ms difundidas, todos los caminos ala democracia se transitaron mediante intensas luchas; la democra-cia nunca result barata. Con respecto al primer punto identificaralgunas experiencias contrastantes, pero lo har echando tan sloun vistazo a los principios de causalidad y variacin que parecenser los ms importantes. Con respecto al segundo, simplificar radi-calmente el cmulo de anlisis disponibles acerca de la confronta-cin y la democracia en tan slo tres clases de historias.

    Los analistas sostienen tres historias plausibles pero incompletasacerca de la democratizacin. Las llamaremos historias de la cul-tura, del arte y de la lucha. Las historias de la cultura o del carcternacional colocan la carga explicatoria acerca de la democracia o suausencia en las actitudes, valores y comprensiones profundamentesedimentados que presumiblemente se forman y cambian sobre labase de intervalos muy largos de tiempo, tan largos que para mu-cha gente no podemos alentar una esperanza de democratizacinen el futuro inmediato. Las historias del arte se enfocan sobre lospolticos virtuosos quienes, mentalizados acerca de modelos previa-mente establecidos, manufacturan instituciones democrticas. Aunqueesta manufactura puede ocurrir mediante pequeos incrementos,tambin puede, en ocasiones, convertirse en un rpido golpe de ins-piracin. Las historias de lucha dan cuenta de la democratizacincomo el resultado no necesariamente intencionado de alguien deun conflicto entre gobernantes, aspirantes a gobernantes y otros

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    actores polticos, incluyendo segmentos movilizados de la pobla-cin en general.

    Las tres clases de historias ocurren en diferentes escalas de tiempo.Las historias culturales generalmente toman siglos o incluso mileniospara desplegarse. Las historias del arte pueden ocurrir en das o se-manas. Las historias de lucha implican aos o dcadas de transfor-maciones contingentes. Las tres tambin difieren en direccionalidad: lade la cultura sugiere una evolucin continua en un solo sentido; la delarte la visualizamos efectuando posibles cambios sbitos de direc-cin, y la de lucha ofreciendo un probable movimiento zigzageantehacia la democracia o alejndose de ella.

    Cada una de las historias involucra al menos unos cuantos elemen-tos causales esenciales. Algunos sistemas de creencia comn regular-mente subvierten cualquier intento de crear instituciones democr-ticas; la creencia generalizada de que slo los miembros de nuestrapropia raza, religin o grupo lingstico alcanzarn sus cometidossiempre inhibe, por ejemplo, la democracia plural. Lo mismo causala arraigada creencia de que los oficiales militares pueden manejarmejor los asuntos pblicos que los civiles. Bajo algunas circunstanciasextremas, sealadamente la revolucin y la conquista militar, losregmenes pasan rpidamente de instituciones relativamente autori-tarias a otras relativamente democrticas; en tales transformaciones,los liderazgos y los apoyos externos siempre afectan profundamente

    el resultado poltico.Finalmente, caso tras caso, el arraigo de profundos conflictos entre

    los gobernantes y los gobernados fuerza a los regmenes hacia me-canismos de proteccin institucionalizados, hacia la interlocucinorganizada y hacia una mayor participacin de los ciudadanos enla poltica nacional, en sntesis, hacia la democracia. Mis propiascomparaciones de las experiencias europeas desde 1650 me hanllevado a dos conclusiones relacionadas con las historias disponi-bles: primera, que la historia europea dominante sobre la democra-tizacin es una historia de lucha; segundo, que las historias de lacultura y del arte capturan, sin embargo, planos secundarios dentrodel gran drama de la democratizacin y sus mltiples fracasos.

    Por democratizacin me refiero a incrementos en la magnitud yequidad de la participacin poltica, a consultas obligadas a la po-blacin respecto al personal, recursos y polticas estatales y a la pro-teccin de esa poblacin contra acciones arbitrarias de los agentes

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    del gobierno. Como una forma abreviada de designar a todo lo ante-rior podemos hablar de incrementos o decrementos en los mecanis-mos de consulta protegida o asegurada, calificando como democra-cia a la existencia de altos niveles de consulta protegida.

    Para definir un proceso poltico en tales trminos otros tericosprefieren definiciones sustantivas, enfatizando logros tales como lasacciones gubernamentales de equidad, goce comn y bienestar, mien-tras que otros se inclinan por definiciones constitucionales, enfati-zando los mecanismos, tribunales y leyes representativas. Estoy pre-parado para fundamentar las ventajas de una definicin del procesopoltico desde un anlisis histrico comparado. Aqu, sin embargo,

    la eleccin no importa mucho: desde 1650, a lo largo de Europa loscriterios sustantivos, constitucionales y del proceso poltico producenclasificaciones similares de los gobiernos efectivamente existentes.

    El estudio de las experiencias francesa, britnica y otras europeasdesde 1650 me lleva a la siguiente hiptesis de trabajo: los cambioscruciales en las relaciones sociales que acompaan la democratiza-cin toman lugar en tres planos interrelacionados: las polticas p-blicas, las desigualdades absolutas y las redes de confianza. En elcurso de la democratizacin, el grueso de la poblacin asume exigen-cias obligatorias, responsables y relativamente equitativas respectode los agentes, actividades y recursos del gobierno. En un procesoconcomitante, las desigualdades absolutas declinan en aquellas reas

    de la vida social que o bien configuran o bien respaldan directa-mente la participacin en los asuntos pblicos.

    Finalmente, ocurre un cambio significativo en los espacios de lasredes interpersonales en que la gente se apoya cuando lleva a caboempresas riesgosas de largo plazo, tales como el matrimonio, el co-mercio exterior, la afiliacin gremial y la inversin de sus ahorros.Esas cadenas se mueven desde la evasin a cualquier forma de de-teccin y control por parte del gobierno, hasta el involucramiento conlas agencias del gobierno y la presuncin de que esas agencias res-paldarn sus compromisos en el largo plazo. Slo donde los tres jue-gos de cambios se interceptan emerge una democracia efectiva y du-rable. La mayora de los cambios en las polticas pblicas, por elcontrario, producen resultados no democrticos. Entonces, el problemaexplicatorio consiste en especificar cmo, por qu y cundo coincidenciertas raras alteraciones en la promocin de la democracia entre lascadenas de confianza, la desigualdad absoluta y las polticas pblicas.

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    Obviamente existe una interaccin entre los cambios en las pol-ticas pblicas, la inequidad y las cadenas de confianza. La mayoradel tiempo interactan para bloquear la democratizacin. Bajo la ma-yora de las circunstancias, por ejemplo, el incremento en la capaci-dad gubernamental estimula a aquellos que ya ejercen un conside-rable poder poltico para desviar la actividad gubernamental en supropio beneficio e incitan a los participantes en las redes de confianzaa reforzarlas al mismo tiempo que las buscan proteger ms enrgi-camente de la intervencin gubernamental.

    Sin embargo, a lo largo de las experiencias europeas desde 1650,los procesos causales guiados por las polticas pblicas, la desigual-

    dad y las cadenas de confianza algunas veces funcionan en la mismadireccin, hacia un incremento de las consultas protegidas. Por ejem-plo, si vamos ms all de las alianzas tcticas que se forjan entre losacosados miembros de la comunidad poltica y sus adversarios, di-chos procesos reiteradamente provocan alteraciones en la operacingubernamental, reducen las formas polticamente relevantes de de-sigualdad e incorporan redes de confianza en los asuntos pblicoscomo cuando los magnates regionales de Francia reaccionaron con-tra la centralizacin real formando sus propias clientelas e, inclu-so, apoyando revueltas populares, o como cuando los reformistasradicales britnicos reclutaron adeptos entre los que no tenan de-recho al voto. Esos incrementos sostenidos (y a menudo temporales)

    en los niveles de consulta protegida frecuentemente ocurrieron enel ocaso de grandes luchas.

    Qu clase de luchas? En la experiencia europea desde 1650cuatro circunstancias recurrentes han activado algunas veces losmltiples mecanismos promotores de la democracia: la conquista,la confrontacin, la colonizacin y la revolucin. Todas ellas impli-caron trastocamientos abruptos de los arreglos sociales existentes.

    La conquista es la reorganizacin forzada de los sistemas preva-lecientes de polticas pblicas, inequidad y confianza por una po-tencia externa. En la historia de la democratizacin europea, el msfamoso ejemplo lo son sin duda las conquistas externas de los re-volucionarios franceses y los ejrcitos napolenicos, que legarongobiernos del modelo francs semidemocrtico en el grueso de Euro-pa occidental despus de la derrota de Napolen. El restablecimientode Francia, Alemania, Italia y Japn sobre bases ms o menos demo-crticas despus de la Segunda Guerra Mundial rivaliza con las explo-

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    siones de los revolucionarios franceses en este sentido. Cuando asocurre, la conquista probablemente promueve la democratizacinporque activa una serie completa de los mecanismos antes enuncia-dos; notablemente incluye la destruccin de las viejas redes de con-fianza y la provisin de garantas externas de que el nuevo gobiernocumplir con sus compromisos.

    La confrontacin ha ofrecido los casos tpicos de democratizacincuando las oligarquas dominantes han respondido a los desafosplanteados por los actores polticos excluidos con una ampliacin eigualacin de la ciudadana, un incremento de las consultas obliga-torias y/o la expansin de los mecanismos de proteccin a los ciuda-

    danos. Las respuestas de los gobernantes britnicos del siglo XIX a lasvastas movilizaciones de disidentes protestantes, catlicos, mercade-res y trabajadores calificados fijaron el patrn general de la GranBretaa, pero de ninguna manera en todos los casos, y ciertamenteno en Irlanda. La confrontacin probablemente promueve la demo-cratizacin, cuando lo hace, porque genera nuevas coaliciones deconfianza y debilita los controles coercitivos de que disponen los sis-temas prevalecientes de inequidad.

    La colonizacin, con su amplio transplante de poblacin de la ma-dre patria a la colonia, ha promovido a menudo la democratizacin,aunque frecuentemente lo ha hecho al costo de destruir, expulsaro subordinar a las poblaciones indgenas del territorio colonial. Eneste sentido, Canad, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelandacomenzaron a establecer asentamientos europeos bajo regmenes

    coercitivos y oligrquicos, pero rpidamente se desplazaron hacia unaciudadana amplia y equitativa, consultas vinculantes y proteccin(nunca olvidemos qu tan cortos se han quedado del mximo de estoscuatro rubros todas las democracias realmente existentes; a granescala, bajo estos criterios, nunca ha existido algo cercano a la de-mocracia). La colonizacin de este tipo probablemente hace una dife-rencia no slo porque exporta instituciones polticas que contienenalgunos rudimentos de democracia sino tambin porque promue-ve una relativa equidad en las condiciones materiales y debilita lasredes clientelares atadas estrechamente al gobierno de la potenciacolonizadora.

    Y la revolucin? Como lo ilustran la gloriosa Revolucin Ingle-sa de 1688-89 y la Revolucin Rusa de 1905, las revoluciones no pro-mueven universalmente movimientos hacia una ciudadana amplia

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    y equitativa, consultas vinculantes y mecanismos de proteccin. Con-sideremos a las revoluciones como grandes rupturas en el controlsobre los medios de gobierno seguidas por sustanciales transferen-cias de poder al gobierno. Comparadas con los regmenes previos,el efecto neto de la mayora de las revoluciones ocurridas a lo largode los ltimos siglos ha sido, al menos, una pequea muestra de lademocratizacin, como aqu se ha definido. Por qu es as? Proba-blemente porque tpicamente activan incluso un rango ms amplio demecanismos promotores de la democracia de lo que hacen la con-quista, la colonizacin y la confrontacin.

    Por ejemplo, las revoluciones rara vez, o casi nunca, ocurren sin

    la formacin de una coalicin entre segmentos de las clases gober-nantes y actores polticos organizados que hayan estado excluidosdel poder, pero tambin comnmente disuelven o incorporan vncu-los clientelares de carcter no gubernamental, contienen a fuerzasmilitares previamente autnomas, equilibran activos y/o bienestarentre toda la poblacin y atacan a las cadenas de confianza existen-tes. Consecuentemente, arribamos a una inesperada sntesis de MancurOlson y Barrington Moore: las revoluciones algunas veces barrenlas viejas cadenas que bloquean la democratizacin y promueven laformacin de coaliciones de gobierno ms amplias que aquellasque les precedieron. Por supuesto, cualquier conclusin de ese tiporesulta intensamente controversial en el estado presente del conoci-

    miento, en que se ha desarrollado una industria intelectual completapara desafiar los argumentos que en este sentido suministran las re-voluciones francesa y bolchevique. Razn de ms para tomar mis argu-mentos como una invitacin para una investigacin y sntesis crticas,ms que como conclusiones privativas.

    Los caminos seguidos para llegar a ella, en cualquier caso, afec-tan significativamente las formas polticas bajo la democracia. GranBretaa arrib a la democracia principalmente a travs de la con-frontacin, pero tambin as lo hizo Escandinavia. Francia ilustra elcaso tpico de democratizacin a travs de la revolucin, aunque en1848 buena parte de Europa pas por un ciclo similar, si bien demanera temporal. La conquista y la imposicin tambin jugaron unrol significativo en Europa, por igual cuando los ejrcitos revolucio-narios franceses instalaron nuevos regmenes durante la ltima d-cada del siglo XVIII que cuando los aliados victoriosos reorganizaronlas comunidades polticas conquistadas despus de la Segunda Guerra

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    Mundial. En Francia misma, la victoria militar aliada ayud a recrear

    las instituciones democrticas despus de cuatro aos de gobiernoautoritario y a travs de una lucha masiva y a menudo violenta de1944 a 1947. Gran Bretaa se convirti en el gran colonizador demo-crtico en algunas regiones: Amrica del Norte, el Caribe, Australiay Nueva Zelanda, a pesar de imponer gobiernos no democrticos enla mayora de sus otras colonias.

    Si bien la revolucin y la conquista generalmente implican unmayor derramamiento de sangre que la colonizacin o la confron-tacin, los cuatro procesos involucran una sostenida disputa polti-ca. Algunas veces los gobernantes respondieron preventivamente a

    amenazas no realizadas de accin masiva, pero ms a menudo unaabierta lucha popular figur de manera importante y directa enla formacin de las instituciones democrticas. No es que estas lu-chas masivas se hayan originado o hayan respondido regularmentea proyectos bien articulados de reforma democrtica; muchos pasoshacia la democracia empezaron mediante una resistencia al podercentral en nombre de privilegios y arreglos sociales no democrti-cos. Por ejemplo, algunas veces las demandas para superar o reem-plazar privilegios polticos hereditarios terminaron convirtindoseen programas de representacin directa o soberana popular. Alobservar la democratizacin advertimos un proceso errtico e im-provisado de lucha en el cual las continuidades y los efectos acumu-lativos surgen tanto de constreimientos impuestos por compro-misos implcitos pero ampliamente compartidos y de determinadasrelaciones sociales prevalecientes como de alguna visin clarividentedel futuro.

    Para concretizar estas ideas generales acerca de la lucha y la de-mocratizacin permtasenos revisar la sorprendente historia de Suiza,un pas muy diferente de Francia o Gran Bretaa que, sin embargo,se precia de ser un bastin de la democracia europea. La historiasuiza nos demuestra una formacin duradera de las institucionesdemocrticas, pero como las historias de Francia y Gran Bretaa tam-bin nos muestra una incesante lucha. En particular revela un perio-do violento y tumultuoso de 1830 a 1848, cuando la democraciapendi de la balanza.

    Durante largo tiempo una masa dispersa de beligerantes feudosdentro de los sucesivos imperios germanos, la mayora de los terri-torios suizos adquirieron una independencia de facto con la Paz de

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    Basel (1499), y el reconocimiento jurdico como una federacin conla Paz de Westfalia (1648). Su control de las ms importantes rutastransalpinas para el comercio, los viajes y los movimientos de tropasle dio a los territorios suizos medios de sobrevivencia poltica ycomercial, pero tambin los hizo objeto de una incesante interven-cin por parte de las potencias vecinas. Hasta finales del siglo XIX laConfederacin se mantuvo apenas como una muy holgada alianzade 13 cantones que mantenan fuertes vnculos con los territoriosaliados de Ginebra, Graubnden, Valais y sus respectivos dominios.

    La poltica de los cantones tuvo un sabor muy especial. Consi-drese tan slo un sorprendente ejemplo: el levantamiento de pro-

    hibiciones (Fhnlilupf) del siglo XVI en la regin de Graubnden, enSuiza. Esos tribunales populares a menudo funcionaron por meses,hasta que sus miembros sintieron que se haba hecho justicia al con-denar, multar o incluso ejecutar a los sospechosos. Con frecuencia,las legislaturas cantonales (Bundestag) continuaron nombrando untribunal para monitorear y modificar los dictmenes. Aunque ladescripcin de Randolph Head enfatiza la accin de los disidentes,el Strafgerichtgenuinamente estableci un circuito complejo de in-teraccin no slo entre los disidentes sino tambin entre ellos yotros miembros de la comunidad, incluyendo las autoridades locales.Esta destacada forma de interaccin comparti algunas propiedadescon las asambleas de milicia de otros lados, con las revueltas indus-

    triales y con la recurrente creacin de tribunales populares parasatirizar, vigilar o suplir el trabajo de los tribunales y jueces oficia-les. Pero el Strafgerichttambin transpir el aroma distintivo de lahistoria local de Suiza.

    De los siglos XVI a XVIII Suiza se retir casi completamente de laguerra por su propia cuenta, pero suministr tropas mercenariasde choque a muchas otras zonas de Europa. Durante estos siglos, lapoltica de Suiza oper principalmente en los niveles local y can-tonal, dirigiendo sus esfuerzos externos a mantener a raya a otraspotencias y los internos a lidiar con las enormes disparidades y par-ticularidades de los privilegios. A lo largo de todo el periodo, loscantones se caracterizaron por un grado de deliberacin democr-tica que los distingui de casi todo el resto de Europa, pero dispo-niendo slo de una limitada capacidad estatal. Desde el exterior, sinembargo, la Confederacin en su conjunto ms bien pareci un con-glomerado de pequeas tiranas.

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    Conquistada por Napolen en 1798 (con algn apoyo de los revo-lucionarios suizos), quien les impuso nuevas constituciones ese mismoao y en 1803, Suiza adopt una forma de gobierno mucho mscentralizada. La Confederacin oper entonces con una asambleanacional, con un multilingismo oficial y relativa equidad entre loscantones. A pesar de algunos ajustes territoriales, la forma bsica degobierno sobrevivi a la derrota de Napolen. Despus de 1830, Suizase convirti en el hogar temporal de muchos exiliados revolucionarios(como Giuseppe Mazzini y Wilhelm Weitling), quienes colaboraroncon los radicales suizos en sus demandas de reforma. Los historia-dores de 1830 hablan de un movimiento de regeneracin promovido

    por medio de publicidad, asociaciones y marchas masivas. Con larevolucin francesa de julio de 1830 el anticlericalismo se volvims evidente en el radicalismo suizo. Sin embargo, las nuevas cons-tituciones promulgadas durante las movilizaciones de la dcadade 1830 enfatizaron mucho ms la libertad y la fraternidad que la

    igualdad.Con una mayora protestante concentrada en los cantones ms

    ricos y urbanizados, se volvi mucho ms manifiesta una clara sepa-racin poltica entre protestantes-liberales-radicales y catlicos-con-servadores en la poltica suiza. En las regiones dominadas por ciu-dades conservadoras (como Basel), las zonas rurales (ampliamenteindustrializadas durante el siglo XVIII, pero que sufrieron fuertes

    contracciones en la industria del algodn a principios del XIX) a me-nudo apoyaron programas liberales o radicales.

    El problema poltico se volvi ms agudo debido a que las alian-zas nacionales de mediados de 1840 opusieron a 12 cantones ricos ypredominantemente liberal-protestantes contra 10 cantones pobresy predominantemente conservadores-catlicos en una legislaturadonde cada cantn contaba con un solo voto. Consecuentemente, losliberales desplegaron una retrica de patriotismo nacional y go-bierno de la mayora mientras que los conservadores replicaron conlos derechos cantonales y las tradiciones religiosas. Dos concepcio-nes de ciudadana compitieron entre s.

    Entre 1830 y 1848 las disputas ocurrieron incesantemente y amenudo con violencia extrema. Los republicanos y radicales reitera-damente formaron bandas militares (a menudo llamadas cuerposlibres o Freischaren) e intentaron apoderarse de las capitales de loscantones mediante la fuerza de las armas. Esas bandas fracasaron

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    en Lucerna (1841), pero triunfaron al traer nuevas administracionesal poder en Lausanne (1847), Ginebra (1847) y Neuchtel (1848).El mayor despliegue militar ocurri, sin embargo, en 1847. La DietaFederal orden la disolucin de la liga (la Sonderbund) formada parafines de defensa mutua por cantones catlicos dos aos antes; cuan-do los cantones catlicos se rehusaron, la Dieta envo un ejrcito aFriburgo (cuyas fuerzas capitularon sin serios enfrentamientos), yluego a Lucerna (donde ocurri una pequea batalla). La Sonder-bundlleg a tener alrededor de 79 mil hombres en armas; la Fe-deracin alrededor de 99 mil. La guerra de la Sonderbundfinalizcon 24 muertos entre las filas catlicas y 74 entre los agresores. La

    derrota de los primeros consolid el dominio de los liberales enSuiza entera y condujo a la adopcin de una Constitucin cautelo-samente liberal en 1848.

    Un ltimo destello de las luchas militares de 1847-1848 ocurrien 1856: fuerzas leales al rey de Prusia (quien haba sido efectivaaunque no formalmente desplazado de la soberana compartida enNeuchtel por el golpe republicano de 1848) tomaron el controlmilitar sobre parte de la capital cantonal de Neuchtel slo para serdesplazados inmediatamente por las milicias cantonales. Las ame-nazas de Prusia de invadir Suiza incitaron a otras potencias europeasa mantener a Prusia a raya. Desde ese momento, la limitada Cons-titucin republicana aplic para toda la Confederacin Suiza. Adems,

    entre 1849 y 1870 los cantones suizos terminaron con su muy renta-ble y antigua prctica de exportar unidades mercenarias para el servi-cio militar en otros lugares. A partir de ah, slo las guardias papalesy unas cuantas unidades militares ceremoniales representaron a lamilicia suiza fuera del pas.

    Entonces, entre 1830 y 1847 la democracia suiza se sumergien una guerra civil. Slo la victoria militar de una de las partes con-dujo a la Federacin de regreso a un arreglo democrtico. Para 1848podramos considerar a Suiza entera, ya sea como una democraciadbil o como una oligarqua democrtica. Prevalecieron los dueosde propiedades y slo los varones podan votar, pero la Federacinefectivamente proces sus divergencias por la va electoral, de losreferendos y de las deliberaciones parlamentarias. Todava tom algntiempo formar instituciones democrticas comparables a las queahora prevalecen en Europa occidental (por ejemplo, las mujeres pu-dieron votar en las elecciones federales suizas slo hasta 1971).

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    Sin embargo, para mediados del siglo XIX Suiza haba formadouno de los regmenes democrticos ms duraderos de Europa.Comparadas con las de sus vecinos, las polticas pblicas suizas secaracterizaban por mecanismos obligatorios de consulta, una ciu-dadana relativamente amplia y equitativa y proteccin ciudadanacontra las acciones arbitrarias de los agentes gubernamentales. Laexperiencia suiza es relevante por su transicin hacia una contiendaregulada o protegida en presencia de diferencias lingsticas per-sistentes entre los cantones de habla germnica del norte y el este,los cantones de habla francesa en la frontera occidental, los de hablaitaliana en la ribera del sur y los enclaves de habla romance en el

    sureste. Con una acentuada divisin basada en la religin y hereda-da de la reforma, los suizos rara vez han peleado por sus diferen-cias lingsticas.

    El caso suizo es an ms destacable por la larga sobrevivencia desus instituciones representativas a la par de sus dbiles institucionesestatales. Los regmenes similares en cualquier otro lugar de Europageneralmente sucumbieron a la conquista de vecinos mucho mejorcapacitados (y mucho menos democrticos). La topografa suiza, suhabilidad para agrupar defensas militares bajo presin y las rivali-dades entre sus poderosos vecinos le dieron un espacio de respirosimilar al que disfrutaron Luxemburgo y Andorra.

    Cualquier otra cosa que digamos acerca del itinerario suizo hacia

    la democracia ciertamente pas a travs de intensas luchas popu-lares, incluyendo extensas acciones militares. El mismo proceso queprodujo una gran capacidad del gobierno central cre, adems, lagenuina aunque restrictiva democracia suiza: comparado con lo queocurri antes y lo que prevaleci en otros lugares de Europa durantela mayor parte del siglo XIX, Suiza estableci una relativamenteamplia y equitativa ciudadana, consultas vinculantes a los ciudada-nos y una sustancial proteccin de stos frente a las acciones arbitra-rias de los agentes estatales. Comparado con los modelos de democraciade finales del siglo XIX de Francia o Gran Bretaa, el sistema federalsuizo tambin parece extraordinariamente heterogneo: una Consti-tucin, un lenguaje dominante y una ciudadana distintiva para cadacantn; mltiples autoridades, y una sorprendente combinacinde privilegios con la capacidad de crear nichos particulares para losactores polticos recin aceptados. Estos vestigios de la poltica suizahan persistido a lo largo de sus subsecuentes cambios constitucionales

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    la expulsin de los gobernantes musulmanes de la pennsula y luegocon la colonizacin de Amrica, frica y Asia. Esa violenta historiapoltica haba creado una sorprendente combinacin entre:

    Un poder coercitivo sustancial, aunque fragmentado, que mos-traba una fuerte integracin entre la organizacin militar y elcontrol del orden pblico.

    Una aguda divisin entre las regiones costeras mercantil-impe-riales y el interior dominado por beligerantes nobles que extraansu riqueza de las ventas de la tierra y de la lana de sus muyextensos criaderos de ovejas.

    Dos regmenes fuertemente limitados en su poder dentro de lapennsula por los privilegios concedidos a las municipalidades,las dinastas de la nobleza y los gremios, mientras que sus fon-dos de operacin se apoyaban fuertemente en los banquerosinternacionales, cuyos prstamos se respaldaban con la garan-ta de los vastos pero fluctuantes ingresos coloniales.

    Una incesante presin militar de la vecina Francia.

    En el siglo XVIII, lo que se convirti en Espaa sirvi como elasiento de un imperio dual de los Habsburgo, tanto dentro de Euro-pa y a lo largo del mundo no europeo. En contraste, Portugal extra-jo su fortaleza internacional principalmente de Brasil y de distantes

    cadenas comerciales en Amrica Latina, frica y Asia. La muchomenos poblada Portugal coloniz de manera mucho menos agresi-va que Espaa. Excepto al nivel de algunas comunidades campesi-nas, antes del siglo XIX no existi en Iberia nada que remotamentese asemejara a la democracia.

    Desde la perspectiva de los regmenes, los aos posteriores a1650 produjeron tres momentos de fuerte transicin: la guerra desucesin espaola (1701-1714); las mltiples luchas (1793-1814)que comenzaron con la guerra con Francia y culminaron con underruido Estado espaol y un imperio latinoamericano escindido, ylas mltiples batallas entre las fuerzas democrticas y las autorita-rias que se produjeron desde 1931 hasta la dcada de los setenta.La instalacin definitiva de la dinasta borbnica en 1714 marc uncambio hacia formas ms directas y centralizadas de gobierno, conlas cuales languidecieron tanto las autonomas provinciales comolos poderes de intermediarios privilegiados. Entre otras cosas, el rey

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    borbnico Felipe V cre un ejrcito a pie de tierra reclutado dentrode su propio pas y centraliz la administracin de las finanzasestatales.

    Al trazar la historia de lucha ibrica desde 1650 debemos ponerel mayor acento no en 1970 o 1975, sino en la guerra revolucio-naria francesa y en la napolenica. Antes de 1793, la pennsula expe-riment numerosas rebeliones y guerras externas, especialmente conlos dos pases rivales en trminos de comercio imperial, Francia yGran Bretaa, as como con la Repblica holandesa. A nivel localy regional, Iberia tambin sufri luchas por alimentos y por tierra,violentos enfrentamientos entre grupos de bandidos y sus vctimas,

    y una resistencia concertada contra sus frreos oficiales, soldadosrapaces y terratenientes avaros. Despus de 1793, un periodo deguerra, ocupacin y profunda reorganizacin poltica bajo la influen-cia francesa provoc el exilio brasileo de los gobernantes portu-gueses, liber a las colonias espaolas de Amrica del Sur para sa-cudirse el yugo imperial y le abri espacio a las mltiples fuerzasmilitares ibricas para contender por el poder poltico. Bajo la pre-sin de las deudas de guerra, en 1798 Espaa comenz a vender lastierras pertenecientes a las rdenes religiosas, las corporaciones mu-

    nicipales y la nobleza. A lo largo de la siguiente dcada, quiz 15%de las propiedades de la Iglesia de Castilla y 3% de toda la propie-dad real cambi de manos.

    Desde 1807 hasta el siglo xx, tanto Espaa como Portugal pro-dujeron una sorprendente variedad de rebeliones populares, guerrasciviles, golpes militares, e intentos abortados para establecer reg-menes constitucionales, todo ello complementado por la crecienteincorporacin de los trabajadores industriales y agrcolas organiza-dos en la contienda poltica. Los regmenes revolucionarios de 1830despojaron a la Iglesia catlica espaola de la mayora de sus pode-res civiles, tierras y rentas, dejndola enormemente debilitada comoun actor poltico. De manera diferente, tanto Espaa como Portugalparticiparon en los movimientos polticos caractersticos del siglo XIX:liberalismo, socialismo, anarquismo y conservadurismo clerical o real.

    En mayo de 1848, por ejemplo, trabajadores calificados que apoya-ban al progresista coronel Gndara erigieron barricadas en la plazaSanta Ana de Madrid, e hicieron un llamamiento a la revolucin. Fra-casaron. En la Iberia del siglo XIX ningn rgimen popular perma-neci en el poder por mucho tiempo.

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    Portugal entr en la dcada de los treinta del siglo pasado conun rgimen represivo, apoyado militarmente, que se mantuvo hastalos setenta, mientras que Espaa se convirti en una repblica en1931 slo para presenciar el colapso del rgimen bajo una guerracivil, de 1936 a 1939, que cedi el paso a tres dcadas de gobiernoautoritario. Las muertes del dictador portugus Salazar (1970) y deldictador espaol Franco (1975) precipitaron amplias movilizacionespopulares, intentos golpistas y luchas por el poder, pero ahora bajola presin internacional y las concesiones de los detentadores delpoder nacional, quienes enfrentaron desafos populares que culmi-naron en transiciones negociadas hacia regmenes relativamente

    democrticos.Qu diferencias hay entre Suiza e Iberia? Permtanme sintetizar

    algunas comparaciones que no tengo la oportunidad de presentaraqu de manera ms detallada. Las disputas protegidas se expan-dieron ampliamente a escala nacional en Suiza entre 1650 y 1850,mientras que en Iberia la historia es ms errtica, con grandes brotes yregresiones en las disputas protegidas. En ambas regiones, sin embar-go, parece como si durante las expansiones de las disputas protegi-das las alianzas entre los detentadores del poder y los demandantespolticamente excluidos (por ejemplo, la burguesa y los trabajadoresorganizados) se volvieran ms frecuentes, y que las disputas abier-tas se llegaron a concentrar ms notoriamente en los bordes de las

    formas polticas prescritas y toleradas (por ejemplo, desapareci elsaqueo de hogares que alguna vez figur centralmente en las ven-ganzas populares y la frecuencia de las rebeliones populares dismi-nuy sensiblemente), mientras que los cambios en la composicin delas coaliciones gobernantes recibieron respuestas ms rpidas de otrosactores polticos (por ejemplo, las movilizaciones populares se con-centraron crecientemente en los cambios del gobierno nacional).

    Finalmente, las grandes oleadas de disputas que fueron ms allde contiendas por el control central coinciden, como era de esperarse,con importantes transformaciones en el rgimen, tales como las con-quistas francesas de Suiza e Iberia. Ms an, las relaciones causa-efec-to parecen haber corrido en ambas direcciones: de luchas tales comola de Sounderbunda transformaciones de la lucha popular en Suiza,y de rebeliones populares a guerras civiles y cambios de rgimen enEspaa a partir de 1808. Consecuentemente, esta lnea de investi-gacin sigue siendo prometedora.

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    Nuestra comparacin entre Suiza e Iberia tambin llama la aten-cin sobre un juego de conexiones constatadas en mis argumentosprevios. La forma como se desarrollan las organizaciones militaresafect visiblemente el carcter de las polticas de disputa y las pers-pectivas para la democracia en las dos regiones. Las milicias de losburgos desempearon un papel crucial en la poltica suiza hasta me-diados del siglo XVIII, para virtualmente desaparecer despus en lamedida en que los Estados sucesivos crearon fuerzas armadas na-cionales bajo el control burocrtico civil. En Iberia, la fuerza militarse interrelacion por mucho tiempo con el control civil, pero los solda-dos profesionales figuraron de manera ms prominente en la poltica

    nacional y mantuvieron su autonoma poltica tambin por muchoms tiempo. La vigilancia de lo que las autoridades llamaron ordenpblico se mantuvo asimismo como una actividad militar duranteun periodo mucho ms prolongado en Iberia. Seguramente la auto-noma poltica de los militares y su agregacin en la vigilancia delas polticas de confrontacin merecen atencin en nuestras compa-raciones ms generales sobre los caminos hacia la democracia.

    Prefiero no insistir demasiado. La evidencia de Suiza e Iberia que-da corta como para sostener la interdependencia causal entre el cam-bio de rgimen y las alteraciones en el carcter de las polticas deresolucin de confrontaciones. Ms an, corre el riesgo de convertirseen una tautologa: formular observaciones sobre las caractersticas

    del rgimen desde ambos lados de la ecuacin. Slo los historiadoresque no ven el contenido poltico en las disputas populares cotidianaspueden encontrar sorprendente, despus de todo, que los regmenesconstruidos por las oligarquas urbanas comerciales enfrenten tipos tansensiblemente diferentes de demandas populares respecto de reg-menes basados en los privilegios de los terratenientes y en los ingre-sos coloniales controlados por la Corona. Permtasenos, pues, colocarel argumento y la evidencia exactamente donde corresponden: comoun acertijo que vale la pena esclarecer.

    De ah debemos pasar a la identificacin de los mecanismos cau-sales que conectan el funcionamiento de las comunidades polticascon las formas de confrontacin: por ejemplo, qu tanto del efectode capacidad de cambio result de la creacin de fuerzas policia-cas efectivamente separadas de la milicia nacional, involucradas enla vigilancia anticipada de potenciales demandantes, y en las nego-ciaciones regulares con actores polticos organizados antes de que

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    ventilaran sus demandas? Entonces, debemos examinar si algo comola forma de interconexin que se estableci para la democratizacinen Suiza entre los cambios de rgimen y las formas de lucha ocurri enalgn otro lugar de Europa. Debemos efectivamente mirar por sepa-rado los componentes de la democratizacin: cambios en la ampli-tud de la membresa de la comunidad poltica; la igualdad de estamembresa; las consultas vinculantes y la proteccin ciudadana.

    Para otros relatos sobre lucha y democratizacin, o su ausencia,podramos mirar a la historia autoritaria y revolucionaria de Rusia,a la turbulenta desintegracin del Imperio Otomano, o a la creacinescandinava de la democracia social en los pases agrcolas de in-

    dustrializacin tarda. Cada uno de ellos ofreci su propia historiacausal; su propia peregrinacin dentro del territorio delimitado porlos modelos de cambio Estado-fuerte y Estado-dbil; su propia com-binacin de conquista, revolucin, colonizacin y confrontacin.Claramente Gran Bretaa y Francia ocuparon un lugar cercano enel rango de interseccin entre regmenes, confrontacin poltica yaproximaciones a la democracia. Nuestros rpidos acercamientos ala Gran Bretaa, Francia, Suiza e Iberia ni agotan las trayectorias decambio poltico ni nos responden al por qu ni el cmo se intercep-tan la confrontacin y la democratizacin. Fueron, sin embargo, deayuda para especificar qu clases de variacin debemos explicar.

    Explicar qu, precisamente? Aun si se mantienen las correlacio-

    nes entre cambio de rgimen y alteraciones en las formas de con-frontacin que he detectado en Suiza, Iberia, Gran Bretaa y Francia,es preciso investigar qu produce exactamente esas correlacionescomo para requerir un detallado escrutinio. Mientras logramos unprimer acercamiento a los cambios en la poltica pblica apenas sihemos tocado los cambios en la desigualdad absoluta y en las redesde confianza que previamente hemos identificado como crucialespara la democratizacin. Si bien algunas de nuestras historias acercade Iberia y Suiza confirman la importancia de la conquista, la con-frontacin y la revolucin en las transformaciones de la confronta-cin popular, no predican ni sobre la velocidad con que los mismosmecanismos causales que producen cambios en la disputa protegidaoperan en esos choques cruciales, ni sobre por qu las polticas sub-secuentes parecen diferentes en funcin de la importancia histricarelativa de la colonizacin, la confrontacin, la revolucin y la con-quista en la produccin de arreglos democrticos.

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    Al relatar estas historias, las de lucha suenan ms verdicas quelas de la cultura o del arte tomadas por separado, pero efectiva-mente debemos decodificar todas esas historias, buscando dentro deellas mecanismos causales que se combinan de diferentes formaspara producir muchas variedades de democratizacin, pero tam-bin muchos de sus fracasos. Las reconstrucciones resultantes bor-darn la cultura y el arte alrededor de los slidos filamentos de lalucha y la confrontacin.

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