TIEMPO VIEJO Y TIEMPO NUEVO EN LA MEMORIA DE …...aunque lo pretenda". Luego añade que los aztecas...

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TIEMPO VIEJO Y TIEMPO NUEVO EN LA MEMORIA DE SALADO ALV AREZ POR ISAAC ROJAS ROSILLO En pleno porfírismo, la vida en México no ofrece nada extraordinario para un ob- servador común; Salado percibe, a través de lo cotidiano y lo aparente, el verdade- ro fondo de las cosas y descubre vivo el duelo entre la tradición española y la in- fluencia yanqui. Sobre esto insiste con terquedad su mexicanismo. "Esa lucha ---dice- ha influído hondamente la psi- cología, la historia y la economía nacio- nales." "Entonces -refiere- no había ese amor a lo que tantos maDÍ- fiestan y sienten tan pocos"; resiente que no se haya estudiado seriamente el folklore nacional por el que sienten horror los cur- sis y almidonados, entre los cuales -sos- tiene irónicamente- tenía el honor de contarme. Larga y continua es la inciden- cia del autor acerca de lo mexicano. "El hombre --dice- posee una admirable fa- cilidad de concepción y una rapidez de ejecución que le caracterizan"; con todo, sin pretender fabricar una teoría empírica, cree que "pudiera ser David el símbolo de la raza, pues los individuos brillan como leónidas espléndidas para conver- tirse a poco en oscura masa estelar que se infeliz que no tenía aptítudes para nada, que era un triste gacetillero, sólo servía para períodista." Victoriano Salado Alvarez ,bustecer la prensa de los Estados. Su po_ tencia de trabajo era inmensa. Deshacía planas para dar cabida a una noticía es- crita burla burlando. Entendía de escri- bir en prosa y en verso, sabía de polemista y de dialéctica porque todo entraba en la concepción del periodismo, que deseaba ver hecho carne." Retrato encendido que Salado Alvarez perfecciona al mencionar, además, que Caballero no supo enriquecerse. Como pa- ra descargo, añade que sobresalió en el arte de poner cabezas y en el reportazgo. Su obra es digna de rememoración. Salado la destaca con perfiles heroicos, pues fué iniciada "hace la belleza de cincuenta años, en momentos en que se decía que un imborrable. Asiste. al teatrO cap frecuen- cia. y así entra poco a poco en sus pro- pios terrenos. Colabora en un periódico festivo llamado Juan p,tuldero, en el que critica el libro Oro y negro de Francisco Olaguíbel. Surgió la polémica y con los textos de ella y otros agregados formó su primer libro, De mi cosech.. "Pobre, hin- chado y pomposo era el ta'librillo", dice modestamente. Más tarde le sirvió para relacionarse con Rafael Reyes. Spíndola, cuya amistad tanto influyó en su destino. Reyes Spíndola le decide a venir a la capital a principios de siglo. Trajo su tí- tulo de abogado y su segundo libro, De auto"s, compuesto de cuentos y sucedidos. Entró a trabajar en El Imparcial, que editaba su encaminador. En dicho perió- dico hacía lo mismo editoriales, crítica, revistas de teatro, que revístas de toros, entrefilets, artículos breves ... y la sec- ción comercial. Después colaboró en El Mundo Ilustrado, al que entregaba cuen- tos, traducciones... las consultas a las damas y la seq::ión de modas.' Inicia esa tarea colosal de periodista infatigable que mueve a González Peña a decir: "Acaso ahí se encuentren las mejores páginas del escritor." Ojalá se haga una recopilación y se seleccionen en uno o varios tomos reveladores los mejores trabajos del me- morialista. Salado Alvarez taja su lápíz, lo afina y escribe un elogio del oficio. Pide justicia para Reyes Spíndola, "el creador de todo lo que poseemos en ma- teria de periodismo. Comenzó a pagar al- tos precios, a hacer descubrimientos y a pagar hasta los versos y las novelas". No olvída a Manuel Caballero, de quien dice con firmeza: "Si ahora no se niega lugar en un banquete a un reportero, si los personajes lo cortejan, si el público lo lee con interés, se debe a Caballero, que fué quien hizo respetar la profesión y admi- tir esa especial literatura. Si el periodista pasó de sacerdote, de juez inapelable, so- chambre que engolaba la voz para decir oráculos y es un hombre que escribe cla- ra, modesta. y llanamente, se debe a Ca- ballero, qUe ennobleció la profesión. Si Reyes Spíndola encontró el camino seguro y agradable para convertir el papel de ocasión inflamado por odios sectarios o por pasiones del momento, en hoja infor- mativa de la cual no puede prescindir tO- do el que sabe leer, se debe a Caballero, que pensó antes que nadie en ese periodis- mo nuevo que irrita a muchos que re- cuerdan los tiempos de Juvenal y del Ni- gromante y remen a los chicos de la pren- ,sa que, en fin de cuentas, son buenos chi- cos. El contríbuyó hasta para lograr que se estableciera la libertad de prensa que quizá algún día se alcance porque por ella sufrió prísiones, golpes, injurias, de- nuestos y desprecio." Es imposible interrumpir la transcrip- ción: "Sus aforismos periodísticos eran de un modernismo asombroso y se los oi hace trienta años: «En un pueblo de cien habitantes se puede escribir un periódico digno de que lo lean con interés cien mil <No ..hay que fabricar noticias falsas, pero con las verdaderas puede for- mar un periodista algo que asombre, en- cante o «Con los materiales de la noticia diaria logra un periodista sacar material literario que envidiaria un autor de novelas por entregas o un dramaturgo Contribuyó a formar y bro, Los gringos, en que de plano declara a las tapatías las mujeres más bellas del mundo. Vale la pena reseñar un poco los pri- meros años de Victoriano. "Fuí -dice- un niño sin niñez, un entendimiento ma- duro antes de su formación." Se enorgu- llece de pertenecer a una familia en la que hace cíen años había gentes que sa- bían leer. El aprendió a los tres. Su nana le cantaba los romances del Cid Y de Bernardo del Carpio, con las variantes vulgares, naturalmente. En estos que lla- ma sus desmalazados recuerdos, que for- man una serie periodística magistral, se ve como un chico triste; reservado y es- céptico. Físicamente padecía una torpeza de movimientos que parece fué acen- tuándose con el tiempo. Un su primo le indujo a realizar ejercicios violentos y travesuras que le ponían el alma en un hilo. Hasta cierto punto le benefició esa influencia, pero ni hizo nada definitivo para darle agilidad, salvo que aprendió y tomó gusto a las caminatas largas. En el Palacio de Cristal de Petrópolis, a causa de esa ineptitud corporal, cayó al suelo durante un baile con la princesa Pedro Maximok Petrovich, griega fanariota, ministra rusa en Brasil, toda una figura. Allí acabaron sus aficiones a la danza. "Con la adolescencia -se queja Sala- do Alvarez- se acentuó mi fealdad. Y también otras cosas que eran mi tormen- to." Ya se encuentra en Guadalajara, des- pués de pasar por las manos severas y aleccionantes de los padres José María Rodríguez y José María Galaviz, quienes, más éste que el primero, le enseñaron el . latín y sus buenas tiradas de griego. En- tra el Liceo de Varones en 1881. Tiene entonces catorce años y se convierte pron- to en uno de los más distinguidos alum- nos; arruba sus lecturas religiosas inicia- les y, discípulo de Puga y Acal, se vuelve anticlerical. Devora concienzudamente las obras de Pérez. Galdós, Alarcón, la Pardo Bazán, Valera y Palacio Valdés, li- brándose milagrosamente de los culebro- nes en boga. Esas castizas y limpias fuen- tes le iban de perilla con su aprendizaje de humanidades y le crearon el fondo aca- démico que en parte, la produc- ción de los escritores mexicanos anteriores al Modernismo. La huella que marcan en la sensibilidad del literato en cierne es * Motolinía núm. 16. México, D. F. Al servicio exclusivo de la H. Profesión Médica desde 1920 Permítanos cooperar con usted en la selección de su equipo para su clínica, hospital o poniendo a su disposición nuestra experiencia de más de veinte años en el Ramo Nacido para cura de pueblo o para bo- ticario, oficios pacíficos y tranquilos que le habrían dado una existencia suave y dulce, Victoriano Salado Alvarez es arre- batado por una vida trashumante y agi- tada. Ahí encuentra Carlos González Pe- ña la causa de que no realizara la "obra grande y única, soñada", o acaso de su frustración literaria como novelista. A los sesenta años, saludable y vigoro- so, comienza la redacción de sus Memo- rias para no caer en el vicio mexicano de no escribir memorias ni recuerdos. Ase- gura una y otra vez que no acomete una obra histórica, quizá para hacernos com- prender que su verdadera vocación se ale- ja de esa disciplina, y. dice sencillamente: "Me dirijo al lector de periódicos." No finge una postura. En el periodismo, co- mo en la conversación, dió escape des- ahogado a sus inclinaciones literarias. Vino al mundo el 3O de septiembre de . 1867, de una familia en la que "abunda- ban los abogados y los escribanos". Le impusieron un nombre con el cual se con- forma y. aun se regodea, al pensar que con otro pudieron haberse introducido en su vida la cursilería y la falsedad. Teocal- tiche, su pueblo, en el Estado de Jalisco, significa en lengua caxcana (nahoa co- rrompido) casa de adoración del diablo y en verdad sólo por artes de éste sobre- vivían los habitantes, pues hacia las ori- llas del lugar corría un "rastro de pesti- lencia que habría acabado con todos si fueran ciertas las leyes de la higiene". . El provinciano y el provincialista, de bracero, cantan al terruño, refrendan el valor dejos hombres y ensalzan la hermo- ¡ura de las mujeres:· La capital del Esta- do, Guadalajara -dice orgulloso Salado . Alvarez-, "agostada y empobrecida, en-o cierra energías que nadie puede atajar aunque lo pretenda". Luego añade que los aztecas mexicanos y los caxcanes "tan renombrados por la virilidad con qte se opusieron a la conquista española, son una misma tribu". Aunque no necesita mule- tas para convencernos de las gracias de sus paisanas, Salado Alvarez no resiste la tentación de citar el testimonio de Au- gust H. Wise, un espía americano que anduvo una larga temporada por Jalisco, de donde salió suspirante y nostálgico a publicar en Londres, el año 1849, un li- 14 * UNIVERSIDAD DE MEXICO

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TIEMPO VIEJO Y TIEMPO NUEVO EN LA

MEMORIA DE SALADO ALVAREZPOR ISAAC ROJAS ROSILLO

En pleno porfírismo, la vida en Méxicono ofrece nada extraordinario para un ob­servador común; Salado percibe, a travésde lo cotidiano y lo aparente, el verdade­ro fondo de las cosas y descubre vivo elduelo entre la tradición española y la in­fluencia yanqui. Sobre esto insiste conterquedad su mexicanismo. "Esa lucha---dice- ha influído hondamente la psi­cología, la historia y la economía nacio­nales."

"Entonces -refiere- no había eseamor a lo autócton~ que tantos maDÍ­fiestan y sienten tan pocos"; resiente queno se haya estudiado seriamente el folklorenacional por el que sienten horror los cur­sis y almidonados, entre los cuales -sos­tiene irónicamente- tenía el honor decontarme. Larga y continua es la inciden­cia del autor acerca de lo mexicano. "Elhombre --dice- posee una admirable fa­cilidad de concepción y una rapidez deejecución que le caracterizan"; con todo,sin pretender fabricar una teoría empírica,cree que "pudiera ser David el símbolode la raza, pues los individuos brillancomo leónidas espléndidas para conver­tirse a poco en oscura masa estelar que se

infeliz que no tenía aptítudes para nada,que era un triste gacetillero, sólo servíapara períodista."

Victoriano Salado Alvarez

,bustecer la prensa de los Estados. Su po_tencia de trabajo era inmensa. Deshacíaplanas para dar cabida a una noticía es­crita burla burlando. Entendía de escri­bir en prosa y en verso, sabía de polemistay de dialéctica porque todo entraba en laconcepción del periodismo, que deseabaver hecho carne."

Retrato encendido que Salado Alvarezperfecciona al mencionar, además, queCaballero no supo enriquecerse. Como pa­ra descargo, añade que sobresalió en el artede poner cabezas y en el reportazgo. Suobra es digna de rememoración. Saladola destaca con perfiles heroicos, pues fuéiniciada "hace la belleza de cincuentaaños, en momentos en que se decía que un

imborrable. Asiste. al teatrO cap frecuen­cia. y así entra poco a poco en sus pro­pios terrenos. Colabora en un periódicofestivo llamado Juan p,tuldero, en el quecritica el libro Oro y negro de FranciscoOlaguíbel. Surgió la polémica y con lostextos de ella y otros agregados formó suprimer libro, De mi cosech.. "Pobre, hin­chado y pomposo era el ta'librillo", dicemodestamente. Más tarde le sirvió pararelacionarse con Rafael Reyes. Spíndola,cuya amistad tanto influyó en su destino.

Reyes Spíndola le decide a venir a lacapital a principios de siglo. Trajo su tí­tulo de abogado y su segundo libro, Deauto"s, compuesto de cuentos y sucedidos.Entró a trabajar en El Imparcial, queeditaba su encaminador. En dicho perió­dico hacía lo mismo editoriales, crítica,revistas de teatro, que revístas de toros,entrefilets, artículos breves ... y la sec­ción comercial. Después colaboró en ElMundo Ilustrado, al que entregaba cuen­tos, traducciones... las consultas a lasdamas y la seq::ión de modas.' Inicia esatarea colosal de periodista infatigable quemueve a González Peña a decir: "Acasoahí se encuentren las mejores páginas delescritor." Ojalá se haga una recopilacióny se seleccionen en uno o varios tomosreveladores los mejores trabajos del me­morialista. Salado Alvarez taja su lápíz,lo afina y escribe un elogio del oficio.Pide justicia para Reyes Spíndola, "elcreador de todo lo que poseemos en ma­teria de periodismo. Comenzó a pagar al­tos precios, a hacer descubrimientos y apagar hasta los versos y las novelas". Noolvída a Manuel Caballero, de quien dicecon firmeza: "Si ahora no se niega lugaren un banquete a un reportero, si lospersonajes lo cortejan, si el público lo leecon interés, se debe a Caballero, que fuéquien hizo respetar la profesión y admi­tir esa especial literatura. Si el periodistapasó de sacerdote, de juez inapelable, so­chambre que engolaba la voz para deciroráculos y es un hombre que escribe cla­ra, modesta. y llanamente, se debe a Ca­ballero, qUe ennobleció la profesión. SiReyes Spíndola encontró el camino seguroy agradable para convertir el papel deocasión inflamado por odios sectarios opor pasiones del momento, en hoja infor­mativa de la cual no puede prescindir tO­do el que sabe leer, se debe a Caballero,que pensó antes que nadie en ese periodis­mo nuevo que irrita a muchos que re­cuerdan los tiempos de Juvenal y del Ni­gromante y remen a los chicos de la pren­

,sa que, en fin de cuentas, son buenos chi­cos. El contríbuyó hasta para lograr quese estableciera la libertad de prensa quequizá algún día se alcance porque porella sufrió prísiones, golpes, injurias, de­nuestos y desprecio."

Es imposible interrumpir la transcrip­ción: "Sus aforismos periodísticos erande un modernismo asombroso y se los oihace trienta años: «En un pueblo de cienhabitantes se puede escribir un periódicodigno de que lo lean con interés cien milpersonas.~ <No ..hay que fabricar noticiasfalsas, pero con las verdaderas puede for­mar un periodista algo que asombre, en­cante o irrite.~ «Con los materiales de lanoticia diaria logra un periodista sacarmaterial literario que envidiaria un autorde novelas por entregas o un dramaturgodesmelenado.~ Contribuyó a formar y ro~

bro, Los gringos, en que de plano declaraa las tapatías las mujeres más bellas delmundo.

Vale la pena reseñar un poco los pri­meros años de Victoriano. "Fuí -dice­un niño sin niñez, un entendimiento ma­duro antes de su formación." Se enorgu­llece de pertenecer a una familia en laque hace cíen años había gentes que sa­bían leer. El aprendió a los tres. Su nanale cantaba los romances del Cid Y deBernardo del Carpio, con las variantesvulgares, naturalmente. En estos que lla­ma sus desmalazados recuerdos, que for­man una serie periodística magistral, seve como un chico triste; reservado y es­céptico. Físicamente padecía una torpezade movimientos que parece fué acen­tuándose con el tiempo. Un su primo leindujo a realizar ejercicios violentos ytravesuras que le ponían el alma en unhilo. Hasta cierto punto le benefició esainfluencia, pero ni hizo nada definitivopara darle agilidad, salvo que aprendió ytomó gusto a las caminatas largas. En elPalacio de Cristal de Petrópolis, a causade esa ineptitud corporal, cayó al suelodurante un baile con la princesa PedroMaximok Petrovich, griega fanariota,ministra rusa en Brasil, toda una figura.Allí acabaron sus aficiones a la danza.

"Con la adolescencia -se queja Sala­do Alvarez- se acentuó mi fealdad. Ytambién otras cosas que eran mi tormen­to." Ya se encuentra en Guadalajara, des­pués de pasar por las manos severas yaleccionantes de los padres José MaríaRodríguez y José María Galaviz, quienes,más éste que el primero, le enseñaron el

. latín y sus buenas tiradas de griego. En­tra el Liceo de Varones en 1881. Tieneentonces catorce años y se convierte pron­to en uno de los más distinguidos alum­nos; arruba sus lecturas religiosas inicia­les y, discípulo de Puga y Acal, se vuelveanticlerical. Devora concienzudamentelas obras de Pérez. Galdós, Alarcón, laPardo Bazán, Valera y Palacio Valdés, li­brándose milagrosamente de los culebro­nes en boga. Esas castizas y limpias fuen­tes le iban de perilla con su aprendizajede humanidades y le crearon el fondo aca­démico que moldeó,~ en parte, la produc­ción de los escritores mexicanos anterioresal Modernismo. La huella que marcan enla sensibilidad del literato en cierne es

*Motolinía núm. 16. México, D. F.

Al servicio exclusivo de la H. Profesión Médica desde 1920

Permítanos cooperar con usted en la selección de su equipo para suclínica, hospital o ~onsultorio, poniendo a su disposición nuestra

experiencia de más de veinte años en el Ramo

Nacido para cura de pueblo o para bo­ticario, oficios pacíficos y tranquilos quele habrían dado una existencia suave ydulce, Victoriano Salado Alvarez es arre­batado por una vida trashumante y agi­tada. Ahí encuentra Carlos González Pe­ña la causa de que no realizara la "obragrande y única, soñada", o acaso de sufrustración literaria como novelista.

A los sesenta años, saludable y vigoro­so, comienza la redacción de sus Memo­rias para no caer en el vicio mexicano deno escribir memorias ni recuerdos. Ase­gura una y otra vez que no acomete unaobra histórica, quizá para hacernos com­prender que su verdadera vocación se ale­ja de esa disciplina, y. dice sencillamente:"Me dirijo al lector de periódicos." Nofinge una postura. En el periodismo, co­mo en la conversación, dió escape des­ahogado a sus inclinaciones literarias.

Vino al mundo el 3O de septiembre de. 1867, de una familia en la que "abunda­

ban los abogados y los escribanos". Leimpusieron un nombre con el cual se con­forma y. aun se regodea, al pensar que conotro pudieron haberse introducido en suvida la cursilería y la falsedad. Teocal­tiche, su pueblo, en el Estado de Jalisco,significa en lengua caxcana (nahoa co­rrompido) casa de adoración del diabloy en verdad sólo por artes de éste sobre­vivían los habitantes, pues hacia las ori­llas del lugar corría un "rastro de pesti­lencia que habría acabado con todos sifueran ciertas las leyes de la higiene".. El provinciano y el provincialista, de

bracero, cantan al terruño, refrendan elvalor dejos hombres y ensalzan la hermo­¡ura de las mujeres:· La capital del Esta­do, Guadalajara -dice orgulloso Salado

. Alvarez-, "agostada y empobrecida, en-ocierra energías que nadie puede atajaraunque lo pretenda". Luego añade que losaztecas mexicanos y los caxcanes "tanrenombrados por la virilidad con qte seopusieron a la conquista española, son unamisma tribu". Aunque no necesita mule­tas para convencernos de las gracias desus paisanas, Salado Alvarez no resiste latentación de citar el testimonio de Au­gust H. Wise, un espía americano queanduvo una larga temporada por Jalisco,de donde salió suspirante y nostálgico apublicar en Londres, el año 1849, un li-

14 * UNIVERSIDAD DE MEXICO

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diluye en las atmósferas supernas". Deotro modo, "tiene vida brillante y breve,comienza ingeniosa, sigue inerte y acabadestrozada por el pesimismo y comida porla indiferencia". Verdaderas llamaradasde petate, que dice la voz popular.

Pero volvamos al porfirismo, pues esdentro de él donde sienta sus reales Sa­lado Alvarez. "Yo sí era porfirista amuerte", dice Salado remontándose a suinfancia, y se mantiene fiel y hasta entu­siasta en su parridarismo. El mayor elo­gio que dedica a Porfirio Díaz es éste:"No fué grande por lo que hizo, sino porlo que dejó de hacer." Era omnímodo,comenta Salado, y si hubiera sido borra­cho, mujeriego o ambicioso, ¿qué se lehubiera dificultado, quién se le hubieraatravesado en el camino? Y él mismocontesta que nadie, absolutamente.

Se incorpora a los científicos "sin que­rer o queriéndolo", y de esos tiempos es­cribe que quien no vivió la época no sa­brá lo que era la dulzura del vivir. Susañoranzas le enternecen y es visible cómoel ponder,tdo y justo memorialista, ahorasí sin querer o queriéndolo, acumula crí­ticas de intención vengativa o al menosempapadas J" resentimiento contra elnuevo régiC'len. Su pluma da forma alpensamiento d,~ Ull enemigo inteligentede la Revolución. Nada ni nadie se salvay a cada pa o asoma o se planta garbQsala frase irónica. la anécdota burlona, enrelato ensañado e implacable.

Pero sus l:ríl;;r:a5. como quiera que selas juzgue, son .Sinceras. Salado demues­tra que "la diicr.:ncia entre un escritor yun mecapalcro ",ti en que aquél puededecir lo mismo <1·.1~ éste sin recurrir a losoez ni a lo bajo".

No es el propf;:;irn de este trabajo ana­lizar las ideas pohr.i:::.ls del memorialista.Hombre de su tiempo, pertenecía entera-

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mente al porfi~ismo y se condujo conhonestidad. y lealtad a su grupo, conven­cido de que el Dictador obraba con pa­triotismo.

Salado era de.... ascendencia liberal. "Miabuelo --dice-- se alistó entre los libera­les rojos, los de cáscara amarga, juró laConstitución del 57 y, como los de sutiempo: Prieto, Zarco, Gamboa, era pro­fundamente religioso y amante .de su fe,que creía compatible con los Derechos delHombre." Más adelante agrega: "Pocospueden jactarse de haber tenido una edu­cación más democrática que yo." Asíplantea su posición, en la que late un con­flicto interior; de manera que no debeextrañar la resultante, expresada comoambición vital cuando entró al Liceo deGuadalajara: "No lo conté a nadie, perola verdad es que me habría dejado guiaral sacerdocio y que habría sido un buencura de almas." Aspiró, claro se ve, a laindependencia y al reposo que reclama laobra creadora.

•. De autos le valió un cumplido elogiode ·Pablo Macedo, que finilizó en estostérminos: "No será imposible hacerlo en­trar a las Cámaras." Y entró, en 1902."Entonces --comenta Salado Alvarez­gustaba el estilo valeroso y galdosiano."Ya gozaba fama de buen escritor. JustoSierra, "el hombre más divertido, gracio­so y chirigotero", cuand~ fué nombradoSul.secretario de Instrucción Pública, ledijo: "Lo reservo para que me enseñe ahablar a los muchachos de la Preparato-_ria." Por esos años conoció a Santiago Ba­llescá, el editor, un español cuyo padre seentusiasmó al saber que en México fusi­laban emperadore~. Ballescá publicó laHistoria General de México, de Riva Pa­lacio; México, su evolución social; fuá­Tez, de Justo Sierra; un diccionario deJurisprudencia; novelas de Micrós; obrasde Economía Política, de Díaz Dufoo;reediciones de Riva Palacio, historias· de .Pereyra, .versos de María' Enr-iqueta yde José Peón, etc. Salado colaboró en al­gunas obras de Ballescá y escribió por sucuenta varias novelas, que no llegó a pu­blicar por ~a peregrina razón de que "Diosno me ha /otorg~do facundia ni el dón deinventar". No hay temeridad al sospecharque esos escritos no le satisficieron, ya quedesgraciadamente antes de salir para Chi­huahua a tomar cargo de su pl,lesto co­mo secretario de Gobierno de EnriqueCreel, quemó los originales "que eran va­rios tercios". ¿Por qué lo' hizo? Es proba­ble que haya pesado mucho en él la res­ponsabilidad de ser Académico de la Len­gua a los treinta y dos años de edad. Es­to contribuyó, tal vez, a exaltar su rigorautocrítico y a inclinarle hacia la Histo­ria, a la cual llega, por supuesto, embar­cado en la novela. Efectivamente, cuando .Creel fué· nombrado - con posterioridadembajador de México en Washington, Sa­lado Alvarez comienza allá la primera se­rie de sus novelas históricas De Santa Anna .a la Reforma, completadas después con LaIntervención y el Imperio. Por cierto queJuaJ:1 de Dios Peza hizo un ingenioso epi­grama a costo de la primera serie, obser­vando que' llevaba título de tranvía.

Durante su ejercicio .como diputado fe­deral (1901-1906) por un distrito de So­nora que jamás conocería, formó parte dela Comisión de Estilo y en ella "aprendiólo que significa la concisión y supo que esmás bello un período sin muletillas, des­pejado de enclíticos y proclíticos". Se sen­taba junto a las curules de Pablo Macedo yEnrique Cree!; Casasús, Pineda, Chávez,Macedo, Bulnes ("el único genialoide que

hemos tenido"), Duret, Díaz Dufoo,Gamboa, Pérez Verdía, Calero, Urueta,Ramos Pedrueza, Pereyra y otros menosnotables científicos. Recuerda a Díaz Mi­rón pronunciando a su lado en la Cámara"una d.I: las oraciones fúnebres más ri.dículas y más bajas." "Carranza --dice-­me juró guerra a muerte porque en unasesión del Congreso General se prefirió minombre al suyo entre los que iban a reciobir al Presidente Díaz."

El desfile de personajes y figuras es in·terminable. Pasan con sus méritos -o de­fectos, los polí ticos, los académicos, losescritor~s, los científicos, los ~migos, losparientes. Entreverados anécdotas, comen·tarios y sucedidos, las Memorias de SaladoAlvarez resultan evocadoras de una épo­ca histórica ciertamente no escasa deerrores, graves y menores, pero todavíadifícil de justipreciar por su cercanía, omejor, por la falta de perspectiva quesólo el tiempo proporciona. '

Salado Alvarez no tiCI\lbla ni duda alconfesar su acendrado porfirimo; lo arros·tra con dignidad y hasta con señorío. Vi·garoso, preciso, el trazo de las costumbres,las peripecias de la polí tica interior y dela internaCional, constituyen un materialprecioSo para los historiadores. Vemos,pues, cómo Salado Alvarez huye de laHistoria, según reiteradamente lo afirma,para caer en ella. Este fatalismo persigueal escritor durante toda su vida. No cabeduda que la dilatada participación de Sa­lado Alvarez en la vida pública teníaforzosamente que dar un matiz históricoa sus Memorias y ¿por qué no? a toda suobra. Las ciréunstancias meramente ex­ternas influyerdn denodadamente en lamentalidad de Salado Alvarez, y así esposible pensar que sus observaciones y susjuicios adquirieron dimensión histórica.¿O realmente deseaba ser historiador? Nosinclinamos a creer que no.

Pero antes de ir a,delante en esta cues­tión, sepamos lo q~e dice Salado Alvarezacerca del advenimiento de la Revolución.Escatima el mérito de la iniciación a Ma~

clero. Fueron los hermanos Flores Magónquienes prendieron la mecha. Consideraque no se les ha hecho justicia. Estimaque la caída de Díaz no fué motivadapor 'las insubordinaciones de los FloresMag6n ni por las cruzadas de Madero.Culpa a la intervención norteamericanay a los errores políticos que cometió Díazen los últimos años de su largo mandato.No acepta la sinceridad de los _directoresdel movimiento revolucionario. Olvida labandera antirreeleccionista que el puebloacogió fervorosamente, así como el senti.:do de redención s~ial de 1a Revolución.Cuando en su narración, por ejemplo, ba­bIa de agrarismo y derecho de huelga,hace burla de ello. El Tiempo N~ocontiene más amargura que delicia. Sala­do Alvarez da la impresión de carecer defe en la patria, que ve perdida en manosde asesinos y bandidos. De' una sola pie­za, sin trabazones, el tomo segundo delas Memorias se desarrolla como la con­versación de un amigo viejo. Plática sa­brosa pero irreal, distorsionadora de los.hechos. Así la recibimos, por eso la res­petamos.

•Sus amigos y contemporáneos son uná­

nimes en declarar a Salado Alvarez unapersonalidad extraordinaria en la litera­tura mexicana. Era un hombre de aspectovigoroso, talla corpulenta, mirada dulce.Su mostacho y su barba le daban un as­pecto respetable que su frente despejaday serena ennoblecía. El andar despacioso,

como los ademanes libres de agitacionesy de furias. Una ligera sonrisa escondidaentre la pelambre facial, cuidada y aca­riciada suavemente. La voz clara, fuerte.matizada. Su risa, al estallar, le sacaba elalma del cuerpo y era contenida a dura.penas. Un intelectual de tipo nada co­mún, que se codeó con González Martí­nez, Nervo, Urbina, Micrós, GutiérrezN ájera, Gamboa, y tantos otros de losque aprendió y conservaba anécdota. yocurrencias relatadas maravillosamente.La conversación de Salado Alva.rez erafuente inagotable de ingenio y'Cionosura.

Abogado, periodista, diputado, diplo­mático, académico, catedrático, critico,cuentista, historiador, fué admirable suesfuerzo; sin embargo, no alcanzó la cul­minación literaria: la novela. De ésta par­ticipan sus obras, pero nada más. Lasnovelas que hizo fueron destruídas porsus propias manos. Lástima.

A partir de De mí coste" (1899), elhombre se debate entre ocupaciones a gra­nel. Cuando intenta la novela le falta"clima" propicio. Por eso, sus libros vie­nen a ser como escapatorias imposiblesdel género novelesco. Poseía elementosculturales bastantes para crear, pero nodispuso, evidentemente, de la ocasión yel aliento necesarios. Culpa del tiemPo.

Prosperó en la est~ación de las mejores/

gentes, ganó la gloria académica en la

flor de su vida. Con todo, su. c.orazón re~

clamaba .el galardón más precioso: el. delnovelista que fué sin ser el magnífico es­

critor don Victoriano Salado Alvarez.

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