Tiempo para una flor

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TIEMPO PARA UNA FLOR Jefferson Hernández Laura Niño

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TIEMPO PARA UNA FLOR

Jefferson Hernández

Laura Niño

Érase una mañana muy cálida y radiante como pocas en invierno, un silencio abrumador resonaba en el gran bosque, un fragante olor abarcaba la inmensidad de la floresta, innumerables flores de distintos colores y sabores vestían el lugar.

Cuando de repente como de la nada desde lo más alto, se ve perfilar la figura enaltecida de un hermoso pájaro, el más pequeño y pícaro del bosque, con diverso y colorido plumaje, cual degradé  desde verde biche hasta metálico refulgente, sin olvidar mencionar su gran pico espada matiz rojo intenso, es el inconfundible Señor Colibrí.

Aunque es el galán de toda la comarca, se le nota exhausto y a la vez ansioso, es debido al recién nuevo amor de su vida, Margarita, quien es la Flor más bella y sublime de toda la colina.

Son novios, pero ella aun no lo sabe, mejor dicho, aún no se ha dado cuenta que con cada uno de sus detalles, el señor colibrí se está adueñando de su corazón.

La semana pasada le obsequió el abono orgánico más fino que existe, con todo y matera, saber cómo la hizo no deja de ser un misterio , como si fuera poco la regó  con el agua más cristalina del valle.

Él le ha prometido a ella el sol, la luna y las estrellas, le ha jurado hacerla feliz todas las crecientes y menguantes.

 Él le pide que tan solo le dé un suave y jugoso beso sabor a néctar, pero ella es de principios conservadores y no quiere iniciar las cosas así, sin antes formalizar primero.

Para esto le pide una condición al señor colibrí, han de verse el próximo domingo, a las 10 de la mañana en punto. Hora en la que ella abre sus hermosos pétalos y solo allí en ese instante, han de expresarse mutuamente lo que sienten, para luego consolidar su relación, entonces el podrá disfrutar así de su preciado regalo.

Al Domingo siguiente, Margarita se viste con su mejor traje, está muy emocionada pues Él  será su primer novio.

Mientras tanto El Señor Colibrí yace dormido sobre la copa de un árbol, muy en el profundo de su pesado sueño escucha la voz del Gallo Cantor -Kikirikiiiiiiiiii-, una y otra vez canta el emplumado, hasta que por fin despierta El Señor Colibrí, por cierto muy asustado, mira el oriente y dice: << aún es muy temprano, dormiré otros 5 minuticos más>>.

El tiempo va pasando y el pequeño sigue roncando, de repente vuelve en sí, y después de meditar un rato concluye “filosóficamente”: << mis veloces alas me han de llevar muy rápido, además cual es el afán, al que le van a dar le guardan, perecear é un rato más, mi dulce amada me ha de esperar>>.

Como es de saberse, las abejas son un pueblo trabajador y dedicado, y por infortunio Margarita  está  justo en la mira de su próximo atentado.

Como sí los planetas se alinearan a favor de los insectos, la astuta y camaleónica Flor hoy se encuentra distraída, y más atontada que cuando recibe incandescentes rayos de sol, es la luz del amor que la ilumina haciéndole sentir mariposas en sus pétalos, tal sentimiento le hace olvidar que su vida está en constante peligro, y que su supervivencia requiere de todos sus sentidos al límite.

El reloj marca la hora esperada, y el señor colibrí no hace parte del paisaje, justo allí es donde se junta el hambre con las ganas de comer, ¡ Margarita está rodeada ! por el insaciable y devorador enjambre que ni corto ni perezoso se avalancha a su encuentro, en su atónita reacción Margarita non alcanza a esconderse, ni a cerrar sus pétalos, tan sólo levanta su mirada al horizonte pero el señor colibrí no aparece, desaforadas y enloquecidas por el néctar las abejas la lastiman, rasgando sus delicados pétalos, una tras otra le da de mordiscos y manoseo, pero todo este mal no es comparable, con el punzante dolor que siente, por el desplante de su enamorado.

Después de chupar hasta el último rincón de su tuétano, las forajidas se marchan, Margarita muy mal herida cae exhausta.

¡Pero que es ese canto y bailoteo que se percibe! , Como sí fuese de otro cuento el señor colibrí aparece en escena, el tiempo de más no le incomoda, pero encontrar a Margarita en tremendo estado lo confunde e indigna, pues como típico macho alfa dominante, piensa lo peor.

¡Ni una gota de néctar pudiste guardar para mí! susurra dentro de sí.

Cuando ya está Resuelto a marcharse es interrumpido por un gran sapo, de esos que nunca faltan, el cual había presenciado lo ocurrido, este se dio a la tarea de narrarle con lujo de detalles el asunto, apenado y arrepentido el señor colibrí palideció como una vela .

¡Es mi culpa! Exclamo el colibrí, quien atestado por el remordimiento revolotee ó una y otra vez sobre Margarita, como si con el viento de sus alas pudiese darle aliento de vida.

Con resignación y dolor hace su endecha:

Si tan sólo hubiese estado allí

Esto no habría pasado así

Si a tiempo hubiese llegado

Esta tragedia habría evitado

Miserable de mí que hizo esperar

A este mi amor sin avisar

El señor colibrí la cuida día y noche, revoleteando de vez en vez, y esperando que la vida le dé una segunda oportunidad, en la que pueda volver a ver a su radiante margarita en todo su esplendor

 

Hasta el día de hoy el diagnóstico médico de Margarita es reservado, pues la clorofila aún no ha vuelto a correr libremente por sus venas.