Thibaux Jean Michel - En busca de Buda.doc

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En busca de Buda En busca de Buda Jean-Michel Thibaux Jean-Michel Thibaux Traducción de Julia Alquézar Círculo de Lectores

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Thibaux, Jean-Michel - En busca de Buda [R1]

En busca de Buda

Jean-Michel Thibaux

Traduccin de

Julia Alquzar

Crculo de Lectores

Ttulo de la edicin original: Sous la griffe du Bouddha

Traduccin del francs: Julia Alquzar,

cedida por Roca Editorial de Libros, S. L.

Diseo: Luz de la Mora

Ilustracin de la sobrecubierta: The Bridgeman Art Library/Index

Crculo de Lectores, S.A. (Sociedad Unipersonal)

Travessera de Gracia, 47-49, 08021 Barcelona

www.circulo.es3 5 7990028642

Licencia editorial para Crculo de Lectores

por cortesa de Roca Editorial de Libros, S. L.

Est prohibida la venta de este libro a personas que no pertenezcan a Crculo de Lectores.

Plon, 2007

de la traduccin: Julia Alquzar

Roca Editorial de Libros, S. L.

Este libro ha sido impreso en papel Supersnowbright

suministrado por Hellefoss AS, de Noruega

Depsito legal: B. 3296-2009

Fotocomposicin: gama, s. l., Barcelona

Impresin y encuadernacin: Printer industria grfica

N. II, Cuatro caminos s/n, 08620 Sant Vicen dels Horts

Barcelona, 2009. Impreso en Espaa

ISBN 978-84-672-3389-6

N. 17442

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1

Campaa de Yekaterinoslav, Rusia, verano de 1831

La anciana Macha estaba hecha un ovillo en la esquina en la que guardaba sus fetiches y sus talismanes. Intentaba protegerse y se tapaba los ojos con las manos para no ver a los muertos arremolinarse, pero las imgenes de los espectros atravesaban las paredes, las palmas de sus manos y sus prpados cerrados.

Las almas atormentadas no queran irse a pesar del agua bendita que les haba echado. Permanecan en el exterior, cerca de los cuerpos putrefactos, planeaban sobre los osarios y las hogueras a las que los hombres enloquecidos lanzaban los cadveres. Macha no necesitaba salir de su amplia casa de madera para contemplar el aterrador espectculo. Su abuela le haba transmitido al nacer el don de la ubicuidad y muchos otros.

Dones de Dios o del diablo...

Durante setenta aos, haba desempeado su papel de vidente, maga y sanadora, ayudando a unos a alcanzar el poder y a otros a conquistar los corazones; lea las estrellas, los espejos y las entraas animales, e invocaba a los espritus.

En aquel momento, ya no controlaba sus dones. Todos haban llamado a su puerta para que les curara el clera y la peste. No se poda luchar contra una plaga enviada por Dios. Se destap los ojos y contempl las grandes planchas de madera que barraban la entrada; despus se dio cuenta de que era 30 de junio, la noche ms malfica del ao.

Puesto que han pecado, que mueran!

La epidemia es saludable y necesaria; hay demasiada gente en la Tierra, demasiados impos, borrachos y malvados. Los bondadosos se salvarn, pensaba ella. Se puso a orar por su salud. Algunos padrenuestros recordaran a Dios que ella estaba en el bando de los buenos, aunque hubiera pecado al usar alguna vez la magia negra.

Arrodillada, Macha se diriga a Dios con fervor, cuando resonaron unos golpes. Se sobresalt.

Macha! brenos!

Seguid vuestro camino! respondi ella.

brenos, vieja hechicera!

No!

Los golpes se repitieron y se volvieron violentos. De repente, la puerta estall en pedazos. Un oficial cosaco, seguido de cinco hombres con sables, se lanz hacia ella.

Los cosacos de la muerte... Los enviados del diablo Blavatski, se dijo la mujer sin apartar de los intrusos su mirada llena de miedo. En ese instante, observ que el oficial sujetaba contra su pecho un paquete envuelto en un chal.

Hay que salvarla! dijo al tiempo que le entregaba el paquete.

Sorprendida, descubri a un recin nacido envuelto en su mantilla.

Quin es? balbuci ella.

Una princesa. No debe morir.

Sufre alguna enfermedad?

No, haz lo que tengas que hacer para que nunca sufra ninguna! Transmtele tus poderes.

Slo Dios puede hacerlo!

Mi paciencia tiene un lmite.

Le hizo una seal a uno de sus hombres, que puso la hoja de su sable sobre el cuello de Macha.

La noche no es propicia para los encantamientos dijo la anciana, pero como me obligis, voy a entregar mis secretos y mis dones a este beb.

Despus se inclin sobre el recin nacido y llam a los Siete Espritus de la Revuelta.

Tres horas ms tarde, la casa de Macha ardi y se vio a seis demonios abandonar el pueblo a caballo.

2

Cinco das despus, en Yekaterinoslav

Las calles de Yekaterinoslav estaban cubiertas de cadveres y de desechos de todo tipo. El cochero ech pestes, jur, invoc a todos los santos y azuz los caballos, pero los obstculos se multiplicaban. Temblaba de miedo. Se haba cubierto el rostro de trapos para no respirar los miasmas. En algunos momentos, se llevaba al corazn la mano con la que sujetaba el ltigo, y en la que llevaba colgadas las medallas benditas. Pero serva de algo protegerse con objetos santos cuando Dios mismo enviaba el clera a Rusia?

Paso! Paso!

Nadie se preocupaba ni por sus gritos ni por los escudos de armas de las portezuelas del vehculo o por los ilustres pasajeros que transportaba. Decenas de miles de nobles vivan entre el Dniper y el Don, y perecan como los dems, tanto en las ciudades como en los campos dominados por los saqueos y las lamentaciones.

En la berlina hermticamente cerrada, con el rostro pegado al cristal, la pequea princesa Sonia se senta fascinada por aquella fiesta macabra. A sus seis aos, no se daba cuenta de lo que pasaba, puesto que viva confinada en el palacio. La voz gutural de su institutriz la llam al orden:

Sintese, seorita Sonia! Deje de mirar esos horrores; si no, no tendr la pureza necesaria para asistir al bautismo de su sobrina. Usted es la madrina, no lo olvide! Dios la considerar responsable si el alma de esa nia llega a morir en pecado.

El cochero haba odo a la institutriz. Frunci el ceo. Por qu no haba precisado: madrina de la hija del infortunio? No envidiaba la posicin de la princesa Sonia. La chiquilla no ignoraba lo que se deca. Todos los criados llamaban al beb hija del infortunio, porque haba nacido la noche ms malfica del ao. Se repetan en voz baja que el diablo la haba bautizado en casa de la bruja Macha. Los ms supersticiosos apodaban a la pobre pequea Helena Petrovna von Hahn con un sobrenombre mgico: la Sedmitchka.

La Sedmitchka es un nombre bonito, se dijo Sonia. Era demasiado joven para conocer el significado de semejante apodo. Si hubiera podido escuchar a los siervos, se habra enterado del sentido de esa palabra medieval. Ocultaba negros secretos tras sus diez letras. Evocaba el espritu de los Grandes Antepasados, de los Siete Rebeldes encadenados bajo tierra por los primeros dioses. La gente contaba cosas espantosas de esos siete rebeldes mientras se santiguaba. Ahora, por culpa de Macha, posean el alma de la pequea Helena.

El lindo beb perteneca ya a la leyenda popular. La berlina roz una carreta llena de cadveres. Sonia lanz un grito, pero no apart la mirada.

Qudese en su asiento! orden la institutriz.

No! Me voy a arrugar el vestido.

Recibir un castigo cuando regresemos al castillo.

Sonia se encogi de hombros. Un castigo! Qu ridcula pareca esa amenaza! Qu eran diez golpes de vara en las nalgas en comparacin con el castigo impuesto a toda esa gente de la ciudad?

Apart la mano que intentaba alejarla de esas visiones. Bajo el resplandor de las antorchas que llevaban los criados, distingua los rostros estremecedores de los muertos amontonados en las carretas, los atades remachados con cruces de plata, alineados ante las casas condenadas, a los moribundos vomitando, los destellos de los sables y de las bayonetas, y a los saqueadores fusilados tendidos en medio de su sangre.

Helena, mi buena Sedmitchka, t no eres la responsable de nada de esto murmur santigundose.

Qu est murmurando?

Rezo por estos desgraciados.

Slo tienen lo que se merecen!

La princesa Dolgoruki lo mereca? grit con vehemencia Sonia.

No..., no..., desde luego que no.

La institutriz haba palidecido. Cuando la princesa Dolgoruki, primera dama de Yekaterinoslav y abuela de la futura bautizada, cay enferma por la terrible epidemia y despus muri por un sncope a pesar de la intervencin de los mejores mdicos de la ciudad, se comprendi que todos estaban condenados a perecer por la infeccin general. En ese momento, haba credo que podra dejar su puesto y abandonar a las familias principescas en medio del veneno y la podredumbre.

Pero no les haban permitido volver a Alemania. Los doscientos rublos de oro que le haba dado el intendente haban bastado para hacerla callar.

Vamos! Arre! grit el cochero, sabindose cerca de la meta.

Llegaron a la explanada del palacio en el que los hsares del padre de Sonia garantizaban el orden y donde las oraciones de los monjes levantaban una barrera mstica. Todo aquel dispositivo tena como objetivo proteger a Helena Petrovna von Hahn, la Sedmitchka, nacida una noche malfica en medio de una epidemia.

3

Pngase recta, seorita Sonia, la estn observando... Ah estn sus padres dijo la institutriz sacando pecho y juntando los pies a la manera militar.

Amigos ntimos de los Von Hahn, el prncipe y la princesa esperaban a su hija en lo alto de la escalera de mrmol, custodiada por leones de piedra.

Todo el palacio estaba iluminado, como para mantener alejado al fantasma de la enfermedad que vagaba en la noche. Las araas de cristal brillaban con mil luces; los criados vestidos de azul y plata llevaban pesados candelabros con ocho velas. Ms de un centenar de ellos formaba una doble fila para honrar a los invitados que avanzaban con gravedad.

Sonia y sus padres se unieron a los numerosos nobles que se concentraban en la gran sala de audiencias transformada para la ocasin en capilla. La joven princesa poda poner nombres y ttulos a todos los tristes supervivientes presentes. Solt un suspiro de decepcin cuando reconoci la oscura silueta de Bardiev, el ministro del Interior, un hombre al que odiaban su padre y todos los que teman a la polica secreta del zar Nicols I. Por turnos, las frentes ceidas por diademas y las cabezas desguarnecidas se inclinaban ante la seora del lugar: Hlne Fadiev von Hahn, la madre de la hija del infortunio, la primera mujer escritora de Rusia, que acababa de publicar su segunda novela.

Tan joven, tan frgil, tan bella... Haba cumplido diecisis aos haca poco.

Al ver a Sonia, su plido rostro se ilumin con una sonrisa. Acarici a la muchachita y le dijo:

Aqu est la ms joven de las tas de mi hija. Gracias por aceptar que fuera la madrina aadi dirigindose a sus padres.

De verdad que soy la madrina? pregunt Sonia.

S respondi Hlne. Es un gran honor que compartirs con las condesas Vorotinski y Menchikov, el ministro consejero Bardiev, el conde Kuzmitch y el ayuda de campo de mi esposo, el capitn Aksakov.

Al or el nombre de Bardiev, Sonia se haba estremecido, pero la mano firme de su padre que descansaba en su hombro le haba impedido decir alguna tontera.

Observaba al consejero de aspecto pretencioso, con sus grandes patillas y sus ojos minsculos, y al que le pareci apropiado preguntar:

Hay noticias del coronel Von Hahn?

Est bajo los muros de Varsovia, ustedes lo saben mejor que yo.

Cuntas implicaciones haba en esa simple frase! Todos los que se encontraban all esa noche tenan algn pariente en la guerra. Una desgracia caa sobre otra. En aquellos tiempos de pena y horror, los polacos, guiados por el gran duque Constantin, virrey de Polonia nombrado por el zar, se haban rebelado. El 5 de diciembre, Varsovia se haba despertado al grito de: Viva la libertad!. Y ese grito horrible, tan temido por Nicols I, lo haban retomado los intelectuales de Mosc. Iba el Imperio a ser presa de la insurreccin cuando su glorioso jefe acababa de ganar la guerra a los turcos?

Nicols haba jurado ante Dios reprimir las revueltas. La destitucin del rey de Francia, Carlos X, haba supuesto un duro golpe al principio de legitimidad y a las ideas contrarrevolucionarias de Metteraich y de Nesselrode. Se estaba fraguando una nueva Europa, pero Polonia no formara parte de ella. Nicols haba lanzado la maquinaria de guerra rusa a travs de los terrenos turbios y aquellos bosques tan queridos para los polanos.

En ese momento, los caones retumbaban sobre los regimientos rusos de Paskvitch. Cien mil hombres maldecan el nombre del dictador polaco Krukowiecki cuando cargaban, blandiendo el sable y la bayoneta. Columnas enteras de soldados acribillados por la metralla caan; las balas agujereaban las corazas de los dragones; caballos y caballeros se hundan bajo las bocanadas de humo y de polvo. Y tal vez entre ellos estaba el coronel Von Hahn.

Hlne cerr los ojos e intent reprimir su angustia. La llegada del venerable protopope y de sus coadjutores acab con sus visiones de pesadilla. Se abri un vaco en torno al sacerdote, cuya larga barba le caa sobre el pecho. Sonia descubri en ese momento al beb que llevaba la niera, un pequeo ser vestido de blanco cuyo rostro minsculo y arrugado emerga de una guirnalda de cintas malvas.

Al ver a la pequea Helena Petrovna, todos se santiguaron y le pidieron a Dios que la amara.

Sonia se puso de puntillas y se pregunt si el beb respiraba. No le dio tiempo a ver estremecerse a su ahijada. Un sacerdote vestido con una tnica dorada y con una larga cabellera rubia, semejante a un ngel, le puso un gran cirio en las manos y la condujo cerca del protopope mientras oraban.

Los ojos azules de mirada clara del protopope se posaban a veces en Sonia. l era el intermediario entre el mundo de los mortales y el del ms all. Su voz actuaba como un blsamo, la arrullaba, la transport a una nube. Ya no distingua con claridad las grandes cruces que colgaban del cuello de los coadjutores, ni las medallas de los padrinos ni las joyas de las madrinas, sino que empez a soar con Jess en el Paraso, mientras oa fragmentos de oraciones y perciba luces fugitivas.

Sonia...

Alguien la sacudi: era el consejero Bardiev. Se haba atrevido a ponerle la mano encima. Ella se enderez orgullosa, sintindose de repente el centro de todas las miradas. Vio el rostro de los oficiantes levantado hacia los cristos crucificados y glorificados, hacia los santos de ojos ardientes, hacia las paredes donde los criados de manos piadosas haban colgado una mirada de iconos pertenecientes a las iglesias de la ciudad.

Haban desvestido a la recin nacida. El venerable protopope procedi a la inmersin del beb, que chillaba, tan blanco y endeble. No est muerta, pens tranquilizndose la chiquilla que, a partir de ahora, deba desempear el papel de madrina.

Como el consejero Bardiev, ella tambin renunci a Satn, a sus pompas y a sus obras, escupiendo tres veces a la cara del Prncipe de las Tinieblas antes de volver a su lugar, frente al protopope.

El rito sigui, interminable. Se acercaba la medianoche. El efecto insidioso del calor y de las oraciones condujo a Sonia de nuevo al mundo de los sueos. Senta el cansancio en las piernas y le pesaban los prpados. Nadie le prestaba atencin. Se le doblaban las piernas. Notaba el cirio pesado, liso y blando entre sus manos hmedas. Empez a tambalearse mientras cerraba los ojos.

Seor! Protgenos!

Fuego!

Sonia volvi a abrir los ojos de golpe. Un grito se ahog en su garganta. Ante ella se alzaba una cortina de llamas. Al caerse, su cirio haba prendido fuego a la ropa del sacerdote.

Agua! grit Bardiev.

A m!

El venerable gritaba. El crculo de fieles se hizo ms grande. Los amigos de la familia Von Hahn miraban, fascinados y aterrorizados a la par, a aquel viejo mueco engalanado que arda, se retorca y tenda los brazos hacia el crucifijo. Sus gritos aumentaban y se volvan cada vez ms agudos, acompaando al dolor. Sus piernas crepitaban. En unos segundos, las llamas prendieron su casulla, recorrieron el terciopelo, se comieron la seda, saltaron los ribetes de hilos de oro y partieron al asalto del rostro apoderndose de la barba.

Slvenlo! grit la condesa Menchikov.

El crculo se rompi. Los diconos acudieron a ayudar a su padre, intentaron apagar las llamas con las manos y se convirtieron, a su vez, en antorchas vivientes.

Los demonios estn aqu! grit alguien.

Todo el mundo enloqueci y empez a abrirse paso a puetazos y araazos. Sonia not que la agarraban por la cintura y la levantaban. El consejero Bardiev se la llevaba entre la multitud. Vio a la pequea Sedmitchka entre los brazos de la niera, que se abra camino hacia una puerta lateral a travs de la humareda. Y oy a una mujer que entre sollozos mascullaba:

Protgenos, Seor! Protgenos de la nia maldita!

4

Haban pasado meses desde el 5 de julio de 1831, pero en Yekaterinoslav se seguan acordando del fuego enviado por Satn durante el bautizo.

Es la Sedmitchka? pregunt con voz asustada la anciana lavandera contratada en casa de los Dolgoruki von Hahn desde que acab la epidemia.

S respondi con voz sorda Galina, la niera, que mostr el bulto que sujetaba contra su pecho.

La Sedmitchka, la nia en la que habitaban los Siete Espritus de la Revuelta y los Grandes Ancianos, Helena Petrovna von Hahn, le daba miedo.

Haba visto alguna vez a un beb con unos ojos tan redondos y grises? Tena una mirada extraa y profunda como el mar, capaz de helar a Galina.

Tras haber echado una ojeada a la carita rosa y sonriente, rodeada de puntillas, la lavandera entrelaz sus manos apergaminadas y se puso a orar al santo de su ciudad.

No es un buen momento susurr Galina. Tienes el agua bendita?

La anciana asinti y seal el recipiente colgado de su cinturn de camo decorado con un crucifijo. En alguna parte del piso superior del gran edificio, un pndulo desgran sus diez golpes, turbando el silencio. Las dos mujeres se estremecieron y se sobrecogieron. Permanecieron inmviles un minuto o dos, atentas al menor ruido, intentando descifrar los misterios de aquella noche sin luna que preceda al 30 de marzo, uno de los das malficos del ao.

Unas sombras se deslizaron hacia ellas: siervos, criados, personas humildes vinculadas a la casa de los Dolgoruki von Hahn.

Galina se dirigi a ellos con una emotiva exhortacin. Se cruzaron susurros, intercambiaron codazos cmplices y fueron a contemplar a Helena. Calina se impacient.

Debemos empezar. Despus de medianoche ser demasiado tarde.

Nosotras empezamos se anim la vieja sirvienta mostrando el recipiente.

Retir el tapn y ech algunas gotas del lquido en la manita del beb, despus se arrodill. Guiando los dedos de Helena, Calina bendijo la frente decrpita pronunciando palabras protectoras y nombres de santos. La cara arrugada de la lavandera irradiaba felicidad. Los Siete Espritus no se haban manifestado, los Grandes Ancianos no aparecieron. Dios, los ngeles y los santos se expresaban a travs de la mirada gris de la pequea. Enseguida los criados y los mujiks, vidos de milagros, cayeron de rodillas y miraron los dedos minsculos de la nia.

Protgenos, Helena.

Lbranos de la enfermedad.

Aleja el Domovoi de nuestras isbas, pequea Sedmitchka.

Supersticiosos, guardaban en la memoria el final atroz del venerable protopope. Satn no estaba lejos. Macha, la hechicera, lo invocaba a veces, y ella haba transmitido su saber a Helena antes de quemarse en el incendio de su casa.

Todo se desarrollaba maravillosamente; Calina y los suyos convinieron dirigirse a los establos a la luz de las antorchas. Se organiz la procesin tras el beb. Los destellos naranja de las llamas despertaron a los animales.

Usando siempre la mano de Helena, Calina repiti la bendicin sobre las grupas y los morros de los animales, el forraje y las vigas de madera, las horcas y los comederos. Salan de sus labios frases latinas aprendidas de memoria, cuyo significado no conoca exactamente. Los mujiks, atentos a las seales, vigilaban los movimientos de los caballos y las vacas. Cuando acabaron, se apresuraron a salir de los establos.

Ahora, las bodegas dijo Calina guiando al grupo.

Despus de las bodegas, fueron a las cocinas, a la armera, a los salones, a los despachos; luego Calina subi sola a los pisos superiores para bendecir las puertas de las habitaciones tras las que dorman los seores.

Vela por tu mam, Helena dijo una ltima vez la niera, mientras rociaba el umbral de los apartamentos de la seora Von Hahn. Vela por ella y s buena con nosotros.

Esa noche, mucho despus de la medianoche, se oy temblar la tierra bajo los pasos de los Grandes Ancianos y mugir a los dragones de los Siete Espritus de la Revuelta.

5

En Yekaterinoslav, la leyenda se extenda, hasta alcanzar los suburbios y los campos circundantes: en el palacio de Dolgoruki viva una chiquilla de siete aos que hablaba con seres invisibles y daba rdenes a los fantasmas.

A pesar de su corta edad, Helena no ignoraba ninguno de esos rumores. Los prodigios que le atribuan los adultos le parecan naturales.

En sus peregrinaciones nocturnas, la chiquilla a menudo se encontraba con personas que no pertenecan a este mundo. Ella las consideraba como sus amigos. Ellos le contaban historias extraordinarias sobre el pasado y acerca del ms all, que Helena repeta sonriendo a su niera y a las atemorizadas criadas.

El anciano me ha llevado al bosque azul le dijo a Calina cuando se despert.

No quiero saber nada! Nada, escchame bien, Helena!

Le tap la cara a la chiquilla, cuyos enigmticos ojos grises la sondaban hasta lo ms profundo. Detestaba a aquel anciano que rondaba los sueos de su pequea protegida.

Exasperada, la chiquilla se liber y le reproch a su niera:

No me crees!

S... S respondi la vieja Calina, que tema sus enfados.

Llevaba un animal de pelo largo, con mirada malvada... Creo que tena hambre. Sus patas curvadas estaban dobladas y mova la cabeza de un lado a otro buscando una presa...

Basta!

Helena se enfurru un poco. Despus se qued mirando fijamente con ojos maliciosos el jarrn de la cmoda. Galina no tuvo tiempo de interponerse entre la mirada y el recipiente. El jarrn se desliz y cay, y al llegar al suelo se rompi.

Te voy a castigar! Te haba dicho que no volvieras a jugar a ser bruja! grit Galina. Era un jarrn muy caro, trado de China...

Galina se levant del borde de la cama donde estaba sentada y se dirigi con paso renqueante hacia la puerta. Decididamente, la pequea Helena no dejaba de sorprenderla. Le habra gustado caminar ms rpido, pero su peso le haca difcil moverse. Entonces, ocurri lo que tema: Helena salt de la cama y se interpuso entre ella y la puerta.

Voy a acabar mi historia! Abri la boca y mostr sus dientes puntiagudos.

Por Dios! Cllate! grit ella, consternada.

Quieres que me calle cuando no hace mucho me paseabas en compaa de los mujiks para purificar a los animales y a los enfermos?

No es verdad!

Tena cuatro aos cuando me llevaste al pueblo de Prosli. All haba un hombre horroroso y ciego en una cabaa, y me pediste que pusiera las manos sobre sus ojos. No pude curarlo y quiso golpearme! Todos queris que me parezca a Jess, pero no soy Jess! No nac para hacer milagros!

Qu pasa aqu?

Helena se call. Su padre la contemplaba con severidad. Estaba impresionante con su uniforme de coronel de los hsares cubierto de polvo tras el galope y los ejercicios que se obligaba a realizar cada amanecer. Aquella expresin marcial y severa de su rostro, enmarcado por una fina barba, era la misma que mostraba ante sus soldados.

Seorita Von Hahn, estoy esperando una respuesta!

Es culpa ma, seor dijo lloriqueando Galina, a la vez que se abrazaba a sus rodillas.

Levntate. S muy bien de quin es la culpa: ella te ha vuelto a asustar con sus historias de fantasmas. Djanos. Puedes ir a descansar.

Galina desapareci resoplando. Von Hahn empuj la puerta con el pie. En ese momento, una expresin de dulzura atemper sus rasgos crispados.

Nunca se mostraba as ante los criados. Un hombre diferente cogi a la chiquilla entre sus brazos y la levant.

Nadie quiere escuchar mis historias, padre dijo ella apoyando la mejilla en su hombro.

Tienen miedo, mi amor. Es culpa ma, debera haberme ocupado ms de ti, pequea Sedmitchka. Si no hubiera estado haciendo la guerra en Polonia el da que naciste, todo esto no habra pasado.

Le acarici los cabellos y lament, como siempre, que fuera demasiado tarde para cambiar el destino de su hija. Saba que posea dones sobrenaturales, pero se negaba a aceptar la creencia popular: su adorada hija no estaba poseda por los Siete Espritus de la Revuelta y los Grandes Ancianos. Sin embargo, su papel de padre lo sobrepasaba; antes que cualquier otra cosa, era soldado. Haba pasado varios aos en la guerra, en medio del olor a plvora y a sangre. Primero fue el sitio de Varsovia; luego, la campaa en Lituania, y despus, las incursiones en la costa asitica del Bsforo. Batallas y ms batallas. Miles de muertos por enterrar. Qu palabras tiernas saba pronunciar? A veces, envidiaba el talento de Pushkin; habra escrito maravillosos cuentos para su hija.

Deberas ir a besar a tu madre dijo l mientras volva a dejarla en el suelo.

Padre...

S?

Ella lo mir con sus grandes ojos grises y lo comprendi. Acababa de darle lo mejor de s mismo. No ira ms all. Baj la cabeza para no mostrar su decepcin.

Voy a ver a mam.

Ella se apart de l y ech a correr. Por un segundo l quiso atraparla y agarrarla muy fuerte, decirle que la quera, pero no consigui romper el rigor germnico heredado de sus ancestros. El eco de las pisadas de los pies desnudos sobre el mrmol fue disminuyendo. Suspir y despus se recoloc el tahal y el sable con la marca de las armas de los Von Hahn. A una versta del palacio, sus oficiales lo esperaban para pasar revista al regimiento.

Tras empujar delicadamente el batiente de la puerta, la nia de bucles rubios se desliz en silencio dentro del saln-biblioteca de su madre. En medio de aquel universo de tafetn y puntillas, de tallas de lneas suaves y de acuarelas, de libros y de manuscritos, la descendiente de los Dolgoruki, de los Du Plessy y de los Fadiev, la hija del consejero personal de Nicols I, Hlne, su madre, buscaba la inspiracin.

No haba odo entrar a su hija. Su bello rostro plido estaba inclinado sobre el escritorio de caoba. Su portaplumas de marfil con incrustaciones de plata de motivos florales corra sobre el pergamino. Muy cerca tena sus cuatro libros preferidos: La dama de picas y Boris Godunov, de Alexander Pushkin, La molinera hechicera, de Alexander Ablesimov, y El diario de un loco, de Ggol. Todos ellos descansaban permanentemente sobre una mesa cerca de los retratos del zar y la zarina.

Las hojas descartadas, arrugadas y esparcidas por las alfombras persas, atrajeron irresistiblemente la mirada de Helena. A veces recoga alguna y se la llevaba escondida en el cors. Alisaba los pergaminos antes de leerlos en alguna sala de palacio, intentando entrar en el mundo romntico de su madre.

La seora Von Hahn sinti la presencia de su hija. Dej su pluma y le abri los brazos:

Amor mo, alma ma dijo apasionadamente, con una voz todava presa de las emociones que le procuraba la escritura de su novela.

Gentilmente, la nia se acurruc contra ella y murmur unas cuantas veces: Te quiero, mami. Hlne suspir de felicidad. Haba otras maneras de amar ms intensas que las vividas por los personajes de sus novelas.

De repente, el ruido de un galope hizo que se estremeciera. Vio por los cristales de la ventana al coronel Von Hahn, su rudo esposo, azuzar a su montura y hundirse en una brecha abierta en el parque.

Ya se ha vuelto a ir murmur ella, mientras abrazaba con fuerza a su hija.

El matrimonio era una prueba. Aument la presin de sus brazos y dese con todo su corazn que el destino de su querida Helena fuera diferente del suyo. Despus, las ganas de volver a escribir se hicieron ineludibles. La bes suavemente en el lbulo de la oreja y en la frente.

Ahora vete.

Helena se separ a regaadientes. Cuando lleg al umbral del saln, se volvi y mir de lejos a su madre. Distingui el aura de oro cobrizo y not la armona que se desprenda de ella. Estaba segura de que su mam ira al Paraso.

Sali de las habitaciones de su madre, serena y satisfecha. El sol de marzo anunciaba la primavera. En el parque, los petirrojos y las palomas haban reemplazado a las cornejas.

La chiquilla volvi a su habitacin y se cambi sin la ayuda de Galina. Abandon sus muecas y sus libros de cuentos, y parti en busca de nuevas aventuras. Helena no soportaba estar sola.

La haban mimado tanto, confinada en aquel palacio, que la haban convertido en una nia caprichosa Sus padres teman los cotilleos y las crticas. Su querida hijita corra el riesgo de molestar a los espritus por sus dones y madurez. Ese angelito, tan diferente de los nios de su edad, no era bienvenido en las dems casas de la nobleza.

La pequea princesa saba dnde encontrar compaeros de juegos: aquellos glotones se pasaban el tiempo en las cocinas cerca de las cacerolas y ollas cotilleando sobre los seores.

Galina! Dimitri! Marina! Basile! los llam, dichosa, cuando apareci en el largo pasillo que llevaba a las cocinas.

Estamos aqu! grit una voz de muchacho.

Sin aliento, entr en la gran sala donde haba tres fuegos encendidos y los calderos humeaban.

Quiero ir a la orilla del Dniper!

Todava es pronto! replic la niera mientras amasaba con rabia el pan. Y tu padre me ha dado permiso para descansar.

Descansar? Ests haciendo pan en lugar de estar en la cama. Quiero ir al ro.

Los otros criados se haban puesto a trabajar con fervor. Ninguno deseaba ofender a la Sedmitchka. Helena avanz picoteando por aqu y por all trocitos de queso y de pastel.

Puso cara de interesarse por el gigantesco Dimitri, que estaba sacndole brillo a un caldero; despus por Marina, que pelaba unas manzanas tan arrugadas como ella misma.

Sigui un rato husmeando por la cocina, con aspecto desolado y hacindose la vctima, y mirando las caras tensas de esos mujiks de rasgos groseros. Despus, con la voz firme de una chiquilla contrariada, les espet:

No queris obedecerme?

Ninguno levant la cabeza.

No soy vuestra seora? Galina, no te contrat mi madre para que te ocuparas de m?

No soy tu compaera de juegos!

Podras volver a tu antiguo trabajo. Me han dicho que en otra poca criabas pollos.

El gesto de Galina se endureci, herida en su orgullo. Helena se acerc a la gruesa mujer y le tir de la ropa.

Djame, Helena!

Quieres que te retire las protecciones...? Sabes que puedo hablar con los santos.

Dios mo!

sa era la peor amenaza de todas. Galina les lanz una mirada asustada a sus compaeros. La supersticin los torturaba a todos.

La Sedmitchka tena el poder de privarlos de la proteccin de sus santos favoritos; tena incluso el poder de invocar a los espritus malvados.

Se puso a golpear con el pie.

Estoy esperando!

Enseguida salimos de paseo balbuci Galina con los ojos llenos de lgrimas.

La clera de Helena desapareci de golpe. Conmovida por la tristeza de su niera, la chiquilla se lanz a su cuello y la bes con ternura en las mejillas.

Perdname, mi querida Lina... No es verdad, al contrario, estoy aqu para protegeros. Mientras est a vuestro lado, no puede pasaros nada. Nada. Lo entiendes? Qu sera de m sin vosotros, los humildes? Nadie me quiere. Los nobles me detestan. Dicen que sirvo al diablo y al pueblo. Os quiero, yo...

Galina pas de llorar a rer. La felicidad volvi. Los criados se vieron embargados de repente por una dicha loca, se cogieron de las manos, bailaron y cantaron.

Iremos todos a ver el Dniper dijo Dimitri con su voz atronadora. Da igual que el guiso no est listo! Basile! Basile! Dnde te has metido!

Un joven siervo surgi de repente de la despensa con los labios manchados de mermelada. Cuando se percat de la presencia de Helena, se sonroj.

De dnde vienes, cucaracha?... Ah, menudo ladrn de mermelada! Ya hablaremos de eso despus. Sabes muy bien que la pequea seora no debe esperar nunca! Te mereces diez golpes de bastn! Intil! El prncipe debera haberte vendido con tus padres en el mercado de Smolensk... a los turcos o a los trtaros. Ahora estaras comiendo boigas.

Aquel malicioso soniquete de bartono se perdi en la cabeza de Basile. Se apret la asquerosa chaqueta contra su delgado torso. De un violento empujn, Dimitri lo lanz hacia la pequea chiquilla, desolada por ver cmo lo trataban. En la jerarqua de los siervos, estaba en el escaln ms bajo, puesto que todava no haba asumido ninguna funcin en el palacio. Viva como una bestia bajo un altillo. Le caan briznas de paja de sus cabellos rubios despeinados, y a veces una tos inextinguible se apoderaba de l, dandole los pulmones.

De rodillas! continu Dimitri. Besa el vestido de tu seora.

Ya basta! exclam Helena. Nunca un siervo me ha besado el vestido! Dimitri, deberas avergonzarte por tomarla con alguien ms dbil que t. Mi pobre Basile, que no se diga que los Von Hahn te maltratan. Toma estas galletas.

Ella le entreg dos pastas de mantequilla y azcar a su siervo. Basile las acept con la cabeza baja. Nunca haba tenido el valor para mirarla a la cara ni la osada de dirigirle la palabra sin autorizacin. A veces, la observaba a lo lejos, sonriendo y sonrojndose al verla tan guapa con su ropa de princesa.

Seorita Von Hahn, presta demasiada atencin a esos miserables!

Helena volvi su bello rostro con expresin grave. A sus siete aos, plant cara al recin llegado: el intendente Mazarov. Era el ms cruel de los hombres. Haca que la vida de los siervos fuera dura, ya que les exiga que trabajaran en el campo a pleno rendimiento. Sin embargo, nunca haba hecho prender a ninguno aunque hubiera cometido una falta, por respeto a la voluntad de los Von Hahn, cuya bondad para con la chusma le pareca excesiva.

Quiere ir a la orilla del Dniper y est en su derecho. Pero debo proporcionarle una escolta aadi Mazarov mirando maliciosamente al joven siervo.

Basile control sus escalofros. Ir al ro con la Sedmitchka bajo la supervisin de Mazarov sera todo un reto. Ya estaba sufriendo. El intendente lo despreciara como siempre. l sabra sufrir por su joven seora. En su vida gris y llena de tormento, la pequea princesa era un bello rayo de sol.

Acalorado por el esfuerzo, Basile se resenta con cada bache y montculo del camino. Con arns de cuerdas, se pareca a un pobre jaco. Mazarov lo vigilaba y caminaba junto a l, con la fusta en la mano. Basile arrastraba la carreta en la que iba sentada Helena. Galina, Dimitri y Marina seguan al tiro, atentos al menor crujido que se oyera en el bosque. All viva Russalka, la cruel ondina que torturaba a sus vctimas antes de ahogarlas.

Helena estaba muy triste. Haba cambiado de opinin. Haba gritado alto y claro que ya no le apeteca ir a la orilla del Dniper.

El intendente, no obstante, haba hecho odos sordos. Ahora Basile sufra y ella lo lamentaba profundamente. Intent centrar su atencin en el cielo, los rboles, los pjaros...

El Dniper estaba cerca. Cierto desasosiego empez a apoderarse de la chiquilla.

La Russalka no andaba lejos.

6

Arrullada por los movimientos de la carreta, la joven princesa escuchaba. Ya no vea sufrir al pobre Basile. Su espritu se mezclaba con el de los rboles, suba hacia el blanco halo del sol y se elevaba con la bruma ligera. Captaba la vida secreta del bosque, oa croar a las ranas, batir las alas de los pjaros y nadar a las ratas de agua. De repente, las bestias se callaron y la pequea supo que la Russalka estaba saliendo de los fondos glaucos del Dniper.

Basile franque jadeando los ltimos metros que lo separaban de la orilla arenosa. Los tbanos y las moscas se apoderaron de su rostro lleno de sudor mientras Mazarov se rea viendo cmo lo acribillaban a picotazos. El intendente era el nico que no tena los ojos fijos en el agua gris mientras chapoteaba con los pies.

Galina, Dimitri y Marina respiraron tranquilos. No haba seal alguna de la Russalka. Las preocupaciones de Mazarov eran muy otras: pensaba en una carpa asada.

El olor y el chisporroteo de la piel grasa y ennegrecida se volvieron tan reales que crey estar viendo el pescado en un plato de plata colocado a sus pies. Recuper la compostura y la tom con su joven siervo:

Voy a ensearte cmo quitarte los piojos! Entra en el agua!

No! grit Helena.

Todos los siervos estn bajo mi poder, por voluntad de su padre. Este gusano debe obedecerme, quiera usted o no. Avanza!

Basile entr en el agua fra, humillado. Por primera vez, el chico sinti ganas de matar al intendente. Le zumbaban los odos mientras apretaba los puos.

Contina!

El muchacho continu. El agua le cubra hasta medio muslo; despus, hasta el pecho.

Vale, detente. Ahora vas a doblar lentamente las rodillas aguantando el aliento hasta que la cabeza est bajo el agua.

Poco a poco, el joven se sumergi. El agua fue cubriendo su rostro, le alcanz la pelambrera, y los piojos corrieron hacia la coronilla de la cabeza. Cuando la cabeza desapareci, la corriente se llev a los parsitos que bullan en la superficie.

Esto es algo que se aprende en el ejrcito concluy Mazarov. Su siervo ya no tiene piojos, seorita Von Hahn, pero quedan las liendres. Harn eclosin y los parsitos volvern a devorarle en unos pocos das. Hay que raparlo.

Sin aliento, Basile se levant de repente.

Ven enseguida! implor la seorita.

Se va a quedar ah intervino Mazarov; el agua le quitar algo de mugre.

Helena dirigi una mirada terrible al intendente. Mazarov reconoci la frente ligeramente abombada y las mandbulas prominentes del coronel Von Hahn. Tena la misma expresin de clera que su padre. Mucho ms terrible, en realidad...

Galina, Dimitri y Marina se temieron lo peor. Conocan bien a la Sedmitchka. Se oy el crujido de unas ramas y despus un aullido, mientras Helena no apartaba la mirada del intendente. Quieta como una estatua, estableca vnculos con las fuerzas invisibles del Dniper.

Ella viene hacia aqu, viene hacia aqu murmur el gigante Dimitri contemplando el ro.

Una nube verdusca flotaba hacia la orilla. Tena la vaga apariencia de un ser humano. Mazarov fue el nico que no la vio, porque estaba de espaldas al ro y desafiaba a la seorita. Aquella cosa impalpable lo toc.

El intendente se estremeci y se llev la mano al corazn. Se qued sin aliento. Su pecho se desgarraba. Solt un estertor y se hundi hacia delante.

Hubo un largo silencio. La sombra verde se haba volatilizado. Dimitri fue el primero que se precipit sobre el cuerpo del intendente.

An respira dijo l.

Ponlo en la carreta y llevmoslo al castillo le dijo Galina a Dimitri.

Con voz suave, la pequea princesa se dirigi a Basile, que estaba aterrorizado:

Ven junto a m; toma mi pelliza, debes de tener fro. Te prometo que ese hombre malvado no te har dao... Ven, te lo ruego.

Basile dudaba. Ella avanz hacia l y le tendi la mano. l dej de resistirse. Sus manos se entrelazaron y se sonrieron, ofreciendo un espectculo que horroriz a los criados.

Galina pens en las consecuencias catastrficas de aquel acercamiento contra natura. Su protegida, la amiga de un siervo! La castigaran si alguien informaba de ese episodio al seor Von Hahn. La echaran del palacio y volvera junto a los miserables que vivan en las casas en ruinas de la periferia de la ciudad. La crucificaran! Que Dios venga en mi ayuda, se dijo. Mir al intendente. Por suerte, segua sin recobrar el conocimiento.

Qu le has hecho al intendente? le pregunt a la nia.

Yo, nada; el espritu de la Russalka lo ha golpeado.

Galina retrocedi.

T la has hecho venir!... Has sido t!

Tal vez, mi pobre Galina. Le ha estado bien empleado. Mazarov habra matado a Basile. Ahora volvamos a casa.

El muchachillo ya no pareca un piojoso. Basile tena ahora ms confianza, aunque tema la llegada del seor Von Hahn. Helena le haba llevado tres botes de mermelada y una gran hogaza de pan. Frente al fuego, se chupaban los dedos que metan en la mermelada.

De verdad esa bruma verde era la Russalka? pregunt l con prudencia.

S, es una de las formas que adopta la ondina. Sabes?, nadie puede verla, a menos que tenga ciertos dones.

Como los que t tienes?

S.

Y qu ves de m?

Ella lo mir asombrada.

Qu quieres saber de tu futuro?

Me liberarn alguna vez?

Helena busc en su interior, estableci una conexin con su nuevo amigo y fue a reconocer la trama del tiempo. Ya lo haba hecho en otras ocasiones con los mujiks y los guardias de palacio. Poda incluso ver el porvenir de algunos, fragmentos de su destino.

No le cost mucho descubrir el de Basile y se asust.

Qu has visto? pregunt inquieto mientras la vea morderse los labios.

Nada... Nada, todo est negro.

S! Has visto algo.

Te digo que no!

Dej de insistir. Al cabo de un momento, le habl de nuevo:

Me gustara volver a las orillas del Dniper contigo.

Mejor no, es peligroso.

Pero no corro ningn riesgo a tu lado.

Volveremos juntos, te lo prometo.

Me dejars ver a la Russalka?

Primero tengo que hablar con ella.

No tienes miedo?

No me dan miedo los espritus afirm la nia con mirada misteriosa. Me dan miedo los hombres.

Una semana ms tarde, Helena, Basile, Galina y Dimitri volvieron a la orilla del ro, exactamente al lugar donde se haba producido el ataque de Mazarov. Como ella haba predicho, el intendente ya no molestaba al joven siervo. Acostado, paralizado del lado derecho, probablemente no recobrara ni su autonoma ni sus facultades intelectuales. La noticia haba alegrado a los siervos de la hacienda.

Basile estaba sentado en la arena cerca de Helena.

Aqu est la fuente le dijo enigmtica la chiquilla, penetrada por la fuerza del gran ro.

Cerrando los ojos, transportada por el ruido de las olas, Helena alcanz un pasado lejano poblado de salvajes vestidos con pieles de bestias, una poca en la que el lenguaje perteneca a ngeles y demonios; despus, lleg ms lejos todava, a los tiempos de los saurios, de las larvas y los dragones. Para llegar al principio, haba que ir ms all del nacimiento de los helechos y los volcanes. Al final de su viaje, haba un jardn maravilloso. Helena iba all a veces... De repente, percibi un peligro y abri los ojos de par en par.

La superficie del agua se eriz, aunque no soplaba nada de aire. Cogiendo a Basile de la mano, contuvo la respiracin. Una cabellera verde emergi. Un cuerpo terso y blanco se deslizaba bajo el agua.

La Russalka... murmur ella.

Est aqu?

Justo delante de nosotros.

No la veo.

Ella se volvi hacia l. Basile intentaba desesperadamente ver a la ondina. A tres pasos de ellos, Dimitri y Galina discutan con calma, sin darse cuenta de nada. Helena era la nica que vea a la dama del Dniper.

La criatura sali del agua. Su pecho y su vientre estaban manchados de fango; tena la apariencia de una mujer joven fra, hecha de mrmol. El agua goteaba de sus largos dedos de uas puntiagudas. La pequea no senta ningn miedo.

Qu quieres de m? pregunt ella, audaz.

La Russalka emiti un silbido, que lleg a los odos de Basile y de los criados.

Ahogaste t a Igor y a Kirka el mes pasado?

Un silbido ms agudo sali de la boca verdusca de la terrible aparicin. Basile se asust; solt la mano de su amiga y fue a refugiarse junto a la niera y el gigante. Ellos tampoco las tenan todas consigo. Su pequea seora hablaba con un ser invisible. Galina pens en la Russalka, aunque no os pronunciar el nombre del demonio. Dimitri haba sacado el pual que llevaba en el cinto.

Que venga y le corto la cabeza dijo, dispuesto a largarse si finalmente se mostraba.

Todo era culpa de aquella pequea desquiciada, a la que habra sido mejor exorcizar o encerrar en un convento. Segua hablando. Sinti deseos de cortarle la lengua.

Cundo me ensears los secretos del ro? pregunt Helena. Dnde escondes tus tesoros? Se dice que posees las ms bellas esmeraldas de Rusia. Qu has hecho con tus serpientes?

Mientras haca todas esas preguntas, dio un paso adelante y despus otro. Pretenda tocar a la guardiana del Dniper, pero aqulla recul y se hundi.

No te vayas! grit Helena. Se va a la cala. Sigmosla!

No! grit Galina. A la cala no; all encontraron los cuerpos de Igor y de Kirka.

Va a suceder alguna desgracia se lament Dimitri. Que los santos nos ayuden. La Russalka va a volver. Alguien va a morir.

El amplio pecho de Dimitri suba y bajaba rpidamente. Se encontraba bajo los efectos de la emocin y del miedo; habra tirado al agua al pequeo siervo para apaciguar a la criatura. No apartaba la mirada de la cala situada a trescientos pasos de ellos. Aunque hubiera sido un papa armado con los Evangelios y una espada forjada por los ngeles, no se habra acercado all.

Deberamos irnos dijo Basile en voz baja.

T tambin me abandonas! exclam Helena. Cre que confiabas en m!

Perdneme, seora. He aprendido a acomodarme al estircol, al fro, al hambre y a los golpes; pero jams podra enfrentarme a los demonios que infestan la santa Rusia.

Pero si queras ver a la Russalka... Me lo pediste t!

No soy un caballero.

Es verdad, eres un siervo! grit, colrica, Helena. Slo sirves para tirar de carretas. No quiero volver a verte nunca. Vete!

Basile agach la cabeza y le dio la espalda; no quera que viera sus lgrimas. No se fue en direccin a la ciudad, sino que se adentr en el corazn del bosque. Cuando desapareci detrs de los troncos de los rboles, Helena comprendi cunto dao le haba hecho y se ech a llorar.

7

Los guardias forestales identificaron su cuerpo dos semanas ms tarde. Encontraron a Basile en las redes de un pescador. Colocaron su cadver en un atad que llevaron a la capilla de Saint-Jean. Los Von Hahn haban hecho las cosas a lo grande. No saban cmo calmar a su pequea princesa, que se culpaba del drama; se consideraba maldita y se deshaca en lgrimas en cuanto vea a algn siervo joven. Su llegada haba sido precedida por los preparativos de una misa solemne. Haban pagado doscientos rublos al capelln y le haban ordenado al protopope que honrara a Basile con toda la pompa ortodoxa.

Galina condujo a Helena a la capilla una hora despus de la salida de los Von Hahn.

Con el corazn en un puo, abatida por el dolor, la Sedmitchka se acerc al atad. Le haban enseado a contener sus emociones en pblico, le haban inculcado que no deba mostrarse dbil ante el pueblo, ser siempre digna. Helena lloraba a lgrima viva, pero el coronel Von Hahn retuvo a su esposa, que quera consolarla. Un murmullo recorri las filas de fieles mientras se elevaban las voces de los oficiantes en la nave cargada de incienso. Varios de ellos compartieron la pena con aquella nia tan extraa por sus poderes como fascinante por su personalidad.

Helena era de los suyos.

La vspera, cuando la llevaron como otras veces al establo, se haba prestado voluntariamente a sus ritos. Galina le haba echado encima agua bendita mientras recitaba en voz baja plegarias de otra poca. Uno tras otro, haban pedido que fueran castigados los demonios que vivan en ella. Helena se haba inclinado ante los minsculos iconos de madera pintados que le haban presentado. Haba besado los crucifijos y las vrgenes, los ngeles y los apstoles con la aureola de la gloria del Seor, y les haba pedido que le perdonaran sus faltas y que le dieran a su amigo Basile el ms bello de los sitios del Paraso. Pareca un ngel.

Los sacerdotes le presentaban ahora otros iconos. Las plegarias que recitaban se elevaban hacia el crucifijo y la calmaban. Ella se sec el rostro. Volvi a ser una de los Von Hahn, con sus pies menudos en la Tierra.

Su padre se hinch de orgullo.

Ha llegado el momento de poner a nuestra princesa una institutriz como las que tienen todas las jovencitas de buena familia. Encontrar a alguien que le quite de la cabeza todas esas historias de hadas y de brujas le dijo a Hlne.

Madame Von Hahn sonri con tristeza. Sus ilusiones eran vanas. Nadie conseguira apartar a Helena, su hija querida, del mundo invisible.

8

Al cabo de seis meses, miss Augusta Sophia Jeffries, institutriz con experiencia, renunci a sus funciones. Helena la haba vuelto loca despus de soportar sus ataques sin replicar, de espaldas a la pared, como una frgil mariposa con las alas clavadas a un trozo de papel. Nunca se haba encontrado con una chiquilla tan madura y descarada.

En un ltimo combate, que tuvo lugar a la maana siguiente, la institutriz haba preguntado secamente a la chiquilla que volva de una de sus numerosas escapadas nocturnas:

Dnde se haba metido, seorita Von Hahn?

He ido a visitar al fantasma del molino en ruinas.

Se le haba prohibido formalmente rondar por all abajo. Sus salidas nocturnas nos molestan. Ya me he cansado de verla comportarse como un murcilago. Voy a informar a su padre.

Buf... Tampoco la escuchar. Est muy ocupado estudiando sus mapas del Estado Mayor y preparando la guerra contra los turcos. Incluso podra relegarla a lavandera si se empea en hacerme parecer una de esas engredas de la corte de Inglaterra que se dice que son ms tristes que los lodazales de Polonia.

Helena se expresaba con la desenvoltura de un adulto. Dominaba tanto el francs como el ruso. La facilidad de palabra era uno de los dones ms preciosos que le haban concedido al nacer.

No diga eso replic miss Augusta, las jvenes nobles de Inglaterra reciben una muy buena educacin y preparacin para el matrimonio. Quin querra a una aventurera como usted, seorita Von Hahn?

Siempre puedo encontrar a un hsar o algn gentilhombre. Mi dote compensar ampliamente mi falta de educacin. Y, si es necesario, la noche de bodas, beber vodka y no su amargo t de las Indias!

Madre ma! Dnde he ido a parar? Qu puedo hacer por usted, Helena, si no respeta ni un amago de disciplina y no quiere aprender ni unas mnimas buenas maneras?

Hacer sus maletas y volver a Inglaterra.

As se acab el reinado de miss Augusta Sophia Jeffries. Enseguida cay en el olvido: la seora Von Hahn acababa de traer al mundo a su segunda hija, Vera. La dicha dur poco. Conforme el beb ganaba fuerzas, la madre se debilitaba. Durante el otoo de 1838, la seora Von Hahn se enfri y, tras varias recadas, una pleuresa purulenta se la llev. Estaba a punto de cumplir veintitrs aos.

Helena volva a ver el rostro amado de su querida madre, la blancura transparente de su piel, las venas delicadas bajo el vello de las sienes, sus finos cabellos rizados y el orgullo de su mirada. Su madre era una mueca frgil que haba crecido demasiado rpido.

Recordaba la mano corta y cuadrada del pope colocando la estrella sobre la cabeza dolorida de la moribunda que esperaba con temor el juicio de Dios. Se oa a s misma diciendo: Mam, mam! Mam, no te mueras!, mientras los criados la tenan cogida entre sus brazos. Haba llorado, se haba rebelado y despus haba empezado a creer que poda salvarla slo con la fuerza de su amor. Estaba pensando en el medio para combatir la muerte, cuando la mirada de su madre se enterneci tras la bendicin liberadora del pope.

En los libros prohibidos, los magos pactaban con la muerte y prolongaban la vida de la gente. Haba recordado las frmulas latinas y griegas, frases al revs extradas de la Biblia y de la tora, y prrafos que se haba aprendido de memoria de libros cabalsticos. Los haba recitado en voz baja. Incluso haba intentado disuadir a la Dama Nefasta, cuyos huesos oa crujir en el ms all: Seora Muerte, deje a mi mam. Llvese la vida de Grisha, el ladrn, o la de los lobos de los bosques. Llvese algunos de mis aos. Se lo ruego, vyase..., le haba implorado.

A pesar de todos sus poderes, no haba podido detener al esqueleto armado con su guadaa. La vida de Hlne von Hahn se haba apagado con dulzura. Llegaron despus los lamentos, las oraciones, las fumigaciones, las salvas de can en el patio, los rostros mojados y resignados, las miradas que imploraban al Cielo y las palabras dirigidas a Dios. Ese da, la pequea princesa de mirada perdida, la Sedmitchka, recibi un golpe del que nunca se repondra. Ese da, rechaz al cruel Seor del universo que le haba arrebatado a su madre.

Ahora todo aquello haba quedado lejos: las exequias, su partida de Yekaterinoslav y la llegada a la ciudad en la que estaba destinada la guarnicin a la que haban enviado a su padre. Aprendi a montar a caballo con los mejores hsares y a batirse en duelo: los instructores le hicieron forjar un sable adaptado a su fuerza. Con admiracin y respeto, los soldados le dieron el sobrenombre de La que Corre como el Viento.

Los hsares le inculcaron el amor por los espacios abiertos y las cabalgatas alocadas. Y las vastas llanuras por las que cabalgar no faltaban en Saratov, donde la haba enviado su padre para que perfeccionara su educacin en casa de sus abuelos. Los viejos prncipes la mimaron con ternura. Era la joya de su inmenso feudo. Queran que fuera perfecta, pero la princesa Helena tena un carcter fuerte a pesar de su juventud. Siempre se resista a parecerse a esas jovencitas apocadas y gentiles que slo soaban con casarse y confiaban sus ridculos pecados a los popes y sus inspidos secretos a sus viejas muecas.

No, no y no! Helena la rebelde no quera ser una ms de ese rebao de ovejas. Prefera los fantasmas de los stanos del castillo antes que los paseos prudentes por las alamedas del parque con las institutrices.

9

Helena se estremeci. El ambiente estaba hmedo y fro. All, nadie iba a molestarla. Los stanos del castillo se extendan ampliamente bajo el feudo. Excavados por los antiguos seores en tiempos de guerra y de miseria, formaban una red complicada que no haba acabado de explorar.

Avanzaba con prudencia y alumbraba sus pasos con una antorcha. Tena seis ms guardadas en una bolsa que llevaba colgada al hombro. Su sombra deformada se deslizaba sobre los muros viejos. Lleg al lugar en el que estaban grabados el nombre de Boris Tavline y dos cruces. Aquel Tavline haba sido el hombre de confianza de los Pantchulidzev, los seores del feudo cien aos antes. En esas galeras torturaba a los prisioneros y a los siervos.

Tras superar el miedo que le inspiraba aquel personaje, Helena cruz sus dos ndices ante la inscripcin y continu su camino. Se haban habilitado unos antiguos calabozos en la roca, y cadenas oxidadas colgaban de unas anillas. En uno de ellos, haba huesos y crneos colocados en nichos.

No temis, alejar al fantasma de Tavline y rogar a mi manera para que vuestras almas dejen de errar sin fin.

Haba dicho a mi manera porque ya no recordaba las plegarias de su infancia. El dios de los cristianos haba dejado de existir. Lo haba expulsado de su corazn el da de la muerte de su madre.

Los minutos pasaron. Murmullos, bufidos y lamentos llegaron a sus odos.

S que estis ah. Mostraos.

Algo le acarici la mejilla. Un ser de forma imprecisa y fosforescente le acarici el carrillo y adopt una vaga apariencia de ser humano. En el momento en que iba a dar un paso hacia l, la aparicin se volatiliz.

Volver dijo ella, saliendo del calabozo.

Tena otra misin que cumplir en aquel laberinto. Llevaba semanas buscando a un alma enloquecida y perdida, la de una joven violada y estrangulada por Tavline. Los criados evocaban esa terrible historia y muchas otras cuando los jvenes siervos de Saratov experimentaban la buena voluntad de los hombres libres.

Helena dio vueltas por las estrechas galeras durante ms de dos horas, usando tres antorchas suplementarias. Acab dndose por vencida y volvi a la retaguardia, su campamento base, su fuerte... Tena otras expresiones militares para llamar a su rincn secreto, todas ellas odas a su padre. Aunque el lugar no se pareca ni lo ms mnimo a un anexo militar. Una puerta carcomida sin cerrojo impeda el acceso. Era una cueva iluminada gracias a dos tragaluces. La dbil luz del da caa sobre un montn de sillas rotas, cestas deshilachadas y objetos heterclitos. En una tabla apoyada sobre ladrillos haba unos libros. Sus preciosos libros. Los haba encontrado perdidos en las altas estanteras de la gran biblioteca del castillo. Helena los haba recogido y los haba escondido en aquella cueva. Su preferido se titulaba La sabidura de Salomn. Contena secretos antiguos, letanas prohibidas, complicadas recetas de curas, frmulas para conseguir el amor, medios para abrir las puertas del Cielo o del Infierno... Lo cogi con avidez, le quit el polvo y lo abri al azar.

En la cabecera de la pgina se poda leer: Belial, espritu de la Perfidia. Bajo este ttulo evocador, escrito con caligrafa en rojo, se describa la manera de convocar a ese demonio y doblegarlo bajo su voluntad. Se sumergi en el estudio del captulo. Las lneas desfilaban y las pginas se sucedan. Helena pronunci y repiti palabras extraas, que abran la puerta a los misterios y a los poderes sobrehumanos.

De repente, la cueva le pareci inmensa. Cerr el libro y se desliz bajo el montante de una arcada. En esta ocasin, no pudo controlar el miedo que atenazaba su vientre. Voces sordas y lejanas rompan el silencio de las galeras.

Se oan portazos y el rechinar de cadenas. Imagin a los habitantes de los calabozos con los prpados secos, los ojos hundidos, guiados por el espectro de Tavline, convertido en discpulo de Belial.

No quiero... No quiero... susurr ella al notar el olor de los muertos vivientes.

La peste aument y se le peg a la nariz.

Helena! Helena! Dnde ests?

Tal frase la devolvi brutalmente a la realidad. Esa voz ronca de ucraniano perteneca a Sergei Zajarvitch Ossipov, el jefe de la guardia de su abuelo. Cmo se haba atrevido a presentarse all? Se apresur a plantarle cara, abandon su escondite, cerr la puerta carcomida y se ocult en la oscuridad. Ossipov apareci con su uniforme negro, seguido por una docena de mujiks con antorchas. Nerviosos, se quedaron paralizados cuando descubrieron a la chiquilla, tan serena en la oscuridad de los stanos.

Ossipov se detuvo al verla. Su cara estrecha de zorro se ilumin con una sonrisa.

Gracias a Dios que no le ha ocurrido nada, seorita. El gobernador estaba inquieto. Su profesor de piano la espera desde hace ms de dos horas. Cien hombres han salido a buscarla. Me ola que estaba aqu, me haban dicho que le gustaba pasearse por lugares abandonados y bosques encantados. Eso no es prudente, seorita Von Hahn. No lo es en absoluto.

Helena detestaba a ese hombre aptico que viva de arrestos y delaciones.

El querido Ossipov susurr ella. El bueno de Ossipov, el hombre para todo de Saratov. El criado del gobernador... El implacable perdonavidas de ladrones de pollos... El que mea vodka. Cunto va a cobrar por haberme echado el guante?

Los campesinos estallaron en carcajadas. El jefe de los guardias contuvo la clera que lo invada. Tras respirar hondo, se acerc a la nia.

No me vas a llevar como un saco de avena! gru ella.

Eso ya lo veremos, brujita replic Ossipov. Si es necesario, te arrastrar por la cabellera hasta la capilla para que te exorcicen.

Se ech sobre ella y la agarr por la cintura.

Pesas menos que un saco de avena! dijo l en tono triunfal.

Sultame! Sultame, borracho!

Veremos si tienes la misma labia ante el seor gobernador! Los dems, registrad esta cueva!

El general Von Hahn estaba visiblemente irritado. Se haban llevado los libros prohibidos de su despacho. La clave de la magia negra, La sabidura de Salomn y varios fascculos sobre demonologa rusa constituan la sana literatura que lea su nietecita. Pareca sereno e indiferente al problema que se le planteaba, pero los ms allegados adivinaban que, en lo ms profundo de su ser, se esconda una tempestad.

Iba vestido con el uniforme de gala. La doble hilera de botones dorados y medallas brillantes impresionaba a los que se haba llamado para llevar a cabo la bsqueda. Doncellas, criados, cocheros, policas, liberados, mujiks y siervos evitaban cruzarse con la mirada del maestro y con la del zar Nicols, cuyo retrato estaba colgado en la pared, que resultaba todava ms aterradora. Por tanto, tenan la mirada fija en la nuca de la seorita. Helena estaba delante de su abuelo, sentada en un taburete y bajo la vigilancia del jefe de la guardia Ossipov y de la seora Henriette Peigneur.

Bonita literatura dijo el general con voz sonora.

Todos bajaron un poco ms la cabeza, excepto Helena. Los ojos azules de su abuelo, inyectados en sangre, parecan rubes. Apoy sus manos en la mesa y se irgui para inclinarse hacia ella.

Me han dicho que te niegas a leer las obras que te haba seleccionado tu institutriz.

No me ensean nada. Son mortalmente aburridas respondi sin pestaear Helena, al tiempo que maldeca a esa delatora de Peigneur, su nueva institutriz, que batallaba contra viento y marea para que Helena se interesara por la literatura francesa.

Qu vamos a hacer de ti? Una astrloga?

Y por qu no? Al fin y al cabo, la naturaleza me ha dotado con la capacidad de conocer el futuro.

Cllate! Dios es quien reparte los dones! No las hadas de los rboles ni las brujas en las cuevas.

Helena le plant cara. Se mostraba a la vez contrariada y orgullosa. l reconoca la sangre de los Von Hahn. Corrompida, por desgracia, por la de los Dolgoruki. Pensaba que su comportamiento caprichoso le vena de la rama rusa. Lo saba todo de las visiones de la nia, de sus crisis de sonambulismo y de su poder de premonicin. Le haban informado de que desplazaba objetos mediante la fuerza de su pensamiento, aunque no se lo crea.

Todas estas extraas historias se filtraban de un lugar al otro, recorran los campos y alcanzaban los crculos privados. Incluso le haban pedido que presentara a su extraordinaria nieta en los salones de Saratov.

Ossipov!

El gendarme choc los talones.

Seor gobernador?

Tienes alguna sugerencia que hacerme?

En un primer momento, creo que sera prudente que se conformara con los deseos de su esposa.

Ya veo respondi el gobernador asintiendo varias veces con la cabeza. Velars personalmente para que todo se lleve a cabo en el menor tiempo posible. No me pareces plenamente satisfecho, Ossipov. Tienes algo que aadir?

Bueno, es que...

Habla!

La gente cotillea... Tienen miedo...

Ve al grano!

Sera preferible que pusiera en manos del pope a la seorita Von Hahn para que la reconduzca al camino de Dios.

As se har.

La seora Peigneur se ofusc. El espritu de la Revolucin francesa viva en ella, pero le resultaba imposible defender a Helena. La princesa rebelde y desobediente no tena ningn aliado. Los asistentes suspiraron con alivio. Por fin iban a extirpar al demonio del cuerpo de aquella nia imposible.

Pueden retomar sus tareas dijo el gobernador.

Helena mostr su descontento haciendo muecas. Su abuelo ignor su comportamiento caprichoso. Volvi a sentarse en su silln y empez a leer el correo.

La intrpida seorita sigui a la seora Peigneur. Una vez ms, iba a tener que soportar el parloteo de aquel pope estpido y plegarse a los rituales reservados a los simples de espritu. Aunque bien pensado, eso no tena ninguna importancia. Por contrario, era mucho ms grave la primera medida adoptada por su abuelo: tapiar el acceso a los stanos.

10

Una sensacin de quemazn en la mano derecha, con la que sujetaba el cirio, sac a Helena de su ensoacin. Gotas de cera fundida le cayeron en la piel. Enderez el cirio. Ante ella el pope de cabellos negros y rizados, plido como un nabo, se dedicaba a sus aspavientos. A lo largo de seis sesiones, le haba echado encima litros de agua bendita. Un nuevo torrente cay de repente sobre su crneo.

El pope le pidi que rezara. Ella rog en voz baja que no pudiera or lo que estaba diciendo. Se inventaba oraciones segn se las peda, en las que invocaba a los bhos y a las cabras, y daba las gracias a las hadas y a los gnomos, al tiempo que se disculpaba con los rboles. Todo vala para no tener que dirigirse a Dios, a los ngeles y a los santos. Ella le segua el juego bajo las miradas de compasin de sus abuelos, de los criados y de los campesinos, recogidos en el fervor.

Habla ms fuerte, hija ma dijo el pope ahumndola con incienso.

Padre, de qu me servira alzar la voz? No lee Dios mis pensamientos?

Es cierto. Haz lo que mejor te parezca. T eres su oveja, y te volver a traer a su rebao.

S, soy de su rebao.

No se fij en su sonrisa. La astuta Helena aceptaba las reglas del rito de exorcismo y adoptaba la apariencia de una santa para acabar lo antes posible.

El pope invocaba, se arrodillaba, se golpeaba el pecho, se volva a arrodillar hasta tocar el suelo con la frente y se eriga como el garante de la buena conducta de la nia. Ella lo imitaba, y se dejaba la piel repitiendo los ejercicios de piedad. Sus gestos de consagracin rozaban la perfeccin. Cuando levant la cabeza, se habra podido creer que haba entrado en xtasis ante la imagen del Juicio Final, pintada con colores vivos realzados con oro y plata. ngeles difanos armados con la espada de luz pisoteaban a los diablos rojos. En el azul del cielo, donde converga la multitud de serafines vencedores, resplandeca el Salvador. El rostro de ese Cristo glorioso era serio. Helena contemplaba su cara demacrada. No encarnaba la felicidad ni prometa el Edn. No se pareca en nada a la imagen que se haca del amor divino.

Ella era y seguira siendo siempre Helena Petrovna von Hahn, la Sedmitchka, la elegida de los Siete Espritus de la Revuelta y de los Grandes Ancianos, y ni todos los pacificadores ni los mrtires, ni tan siquiera los santos reunidos, la convertiran en una oveja del rebao.

11

Dnde te vas a esconder ahora? pregunt consternada su mejor amiga, Natacha.

Helena no respondi. Todas las chicas la observaban desafiantes. Cinco minutos antes, haba hecho caer a un cuervo en pleno vuelo, simplemente mirndolo con intensidad. Haban ido a ver a los albailes en la obra y esperaban la reaccin de Helena.

En uno de los quioscos del bosque respondi ella tajante.

En el bosque!

Con los merodeadores y los desertores!

Y los osos y los zorros!

Mi hermano caza ciervos all, dice que es el refugio de brujas y serpientes afirm Natacha.

Los bosques de los alrededores tenan fama de ser peligrosos. Varias personas haban sufrido ataques, pero haca mucho tiempo de eso, durante las guerras napolenicas, o tal vez antes. Poco importaba; a Helena le daban igual las opiniones de aquellas miedosas.

Los albailes empezaron a colocar los mampuestos. Acongojada, Helena se deshizo en lgrimas porque estaban encerrando a los pobres fantasmas. Le pareci or a las almas torturadas llamarla, quiso reunirse con ellas en espritu, se tumb y cay inconsciente. Cuando volvi en s, vio los rostros inquietos de sus amigas inclinados sobre ella.

Helena, te encuentras mal?

Quieres que hagamos venir al intendente de tu abuelo?

No dijo ella vivamente ponindose en pie. No me pasa nada, nada en absoluto.

Todas sintieron una conmocin, como si una onda les golpeara la frente. Se apartaron de golpe y se estremecieron al ver la expresin de su mirada. Natacha se qued a su lado; era la ms cercana, la que ms la comprenda. Ella misma poda ver lo que haba ocurrido en el pasado.

Qu piensas hacer ahora?

Voy a hacer lo que debo, y no intentes interponerte en mi camino respondi Helena, colrica.

Lo he hecho en algn momento?

No, es cierto, perdname, Natacha, pero esos hombres estn cometiendo un crimen.

Qu crimen?

No puedes entenderlo dijo Helena dirigindose hacia el equipo de obreros que cantaban.

Empez a maldecirlos lanzndoles un sortilegio tan fuerte que le provoc dolor de cabeza. Los hombres cayeron en un silencio cmplice cuando la vieron llegar. No teman en absoluto a la seorita del castillo: los haba contratado el intendente y jefe de la guardia Ossipov.

Helena rode los mampuestos y observ el muro que se estaba construyendo. Era inquebrantable. Con tristeza, contempl el agujero negro en cuyo fondo vivan las vctimas de Tavline. De repente, la tom con el jefe del equipo, Vaska Saltikov. Su reputacin era conocida: beba tanto como Ossipov y pegaba a su mujer y a sus hijos todas las noches al volver de la taberna.

No deberas tocarlos!

Vaska levant una ceja. En su cara grande, astuta y enrojecida se trasluca su incomprensin. Su amigo Ossipov le haba advertido: Desconfa de la princesa Von Hahn, os molestar cuando estis trabajando.

Como todo el mundo, conoca los rumores que corran sobre la seorita, pero no crea en brujas. El vodka anestesiaba sus supersticiones. Se rasc el mentn y puso cara de reflexionar. Como se senta a gusto en su mente y en su cuerpo, empapados de alcohol desde el amanecer, se sinti inclinado a la indulgencia.

Puedes mirarnos trabajar, si quieres.

Pobre loco Vaska, no se puede molestar impunemente a los espritus de los muertos. Los ms malvados de entre vosotros pagarn caro su sacrilegio.

Vaska sonri; no as sus compaeros, que dejaron de trabajar, presos de la aprensin. Dos de ellos se santiguaron, despus de girarse, y Helena repiti:

Los ms malvados pagarn antes de la luna nueva.

Perfecto, bebamos a la salud de la luna nueva! brome Vaska aduendose de la petaca de vodka que le ofreca Ossipov.

Ingiri un buen trago de aguardiente y les pas el recipiente a sus compaeros. Despus de unos cuantos vasos colmados, volvieron a canturrear mientras colocaban los mampuestos de mortero.

Que se vaya al diablo! dijo Vaska mientras vea alejarse a la pequea.

Helena retom el mando del escuadrn de nias vestidas con puntillas y las llev a merendar.

Decididamente, la cosa no iba bien. El general Von Hahn no consegua dar con la solucin. Se haba topado con un problema desconocido. El mdico era un campesino, ms capaz de curar a las vacas que a los hombres. El pope slo pensaba en la ascesis y la iconostasia, y se preocupaba por salvar su alma antes que las de su rebao. El enfado y la clera del general eran considerables. La voz de Ossipov se insinu en los recodos secretos de su conciencia:

Qu piensan hacer para evitar que esto se repita?

Nada.

Ossipov se qued boquiabierto y sinti un nudo en el estmago. Tema ser la siguiente vctima de Helena. Su primera idea fue enrolarse en el primer barco que descendiera el Volga, pero estaba a merced del poderoso gobernador. Cmo escapar de la pequea hechicera?

Aqulla les haba vaticinado un maana funesto a Vaska y a sus obreros. Y stos haban pagado. Una noche, cuando sala de la taberna, Vaska haba sido sorprendido y atropellado por un coche cuyos caballos se haban desbocado. Otros dos albailes haban resultado heridos: el primero se haba escaldado en las saunas de Saratov y el segundo se haba envenenado con un plato de setas.

Los hombres tienen miedo balbuci Ossipov.

Y t, tiemblas ms que los dems! Y, sin embargo, la luna nueva ha llegado y no te ha ocurrido nada extrao.

Nunca se sabe. Su Excelencia, se lo suplico, vuelva a ponerla en manos de Dios... Y...

Qu ms quieres?

Deseara un traslado al cuerpo de guardias fronterizos.

Quieres irte?

S.

Est bien dijo el general, la llevaremos a la capilla para que la bendigan y podrs hacer tus maletas. Dirigirs la guardia de Azov.

Mil veces gracias, Su Excelencia. Que Dios le proteja!

Basta, Ossipov, tienes tres das para hacer tus maletas. No quiero volver a verte respondi el general con voz cansada.

Pensaba en su pobre Lena. Iba a entregarla una vez ms al pope para contentar a sus administrados. De repente, se sinti muy viejo. Le dolan los riones. Sali de su despacho arrastrando los pies. Dios lo liberara pronto, y lo estaba deseando.

12

Helena haba soportado estoicamente la misa de exorcismo por octava vez antes de retomar sus costumbres como si no hubiera pasado nada. Se haba enterado con alegra de la partida de Ossipov. A partir de ahora, no tena verdaderos enemigos en Saratov.

Vuelva aqu, seorita Von Hahn!

La voz de la seora Peigneur se perdi con el viento del este. Helena corra hasta perder el aliento para llegar junto a sus amigas. El crculo de vestidos con volantes se cerr a su alrededor en el momento en que se precipitaba riendo en los brazos de la morena Natacha.

Has podido escabullirte fcilmente?

Con la francesa siempre es fcil. Vosotras no podis decir lo mismo. Vuestras institutrices estn siempre a menos de cincuenta pasos de vosotras dijo ella lanzando una mirada crtica a las dignas damas sentadas en los bancos del parque favorito de los habitantes de Saratov, que llegaba hasta el castillo de los Von Hahn.

Helena se sent en la hierba olorosa; las seoritas de la nobleza estaban ansiosas por escuchar sus fantasiosos discursos y las noticias del ms all.

Tendrs cinco hijos, Natacha.

Natacha enrojeci tras escuchar esta repentina e ntima prediccin. Las otras chicas, boquiabiertas, se cruzaron miradas risueas y se acercaron a Helena para intentar desvelar los secretos ocultos tras el gris azulado de sus ojos.

Helena no poda explicar por qu tena visiones en un determinado momento. Era un hecho: de repente, entraba en un estado de clarividencia. Descubri fragmentos de sus vidas futuras. Las imgenes se sucedan entrecortadas, en un desorden indescriptible, y la princesa procuraba quedarse con los episodios remarcables. Las pequeas beban sus palabras con un estremecimiento. A una le anunci la muerte de un to en Mosc; a la otra, un viaje muy largo a travs del pas de las pieles y su instalacin en Iakutsk.

T, Vera le dijo a su hermana, vivirs en Pskov y publicars artculos en un peridico... Qu extrao nombre para un diario: El Jeroglfico...

Todo empez a dar vueltas. Despus volvi al presente en una atraccin vertiginosa. Se sinti aspirada a los pasillos del tiempo. Unos rostros excitados se inclinaban hacia ella, le suplicaban otra vez!, pero la conexin se haba roto definitivamente. La chiquilla de ojos grises se sinti de repente cansada, como si hubiera recorrido treinta verstas a caballo. La invadi un triste desnimo. Qu poda hacer entonces? Volver junto a la seora Peigneur para evitar un castigo. Pensaba en la interminable leccin de francs cuando repar en los mirlos posados sobre la rama de un rbol. Su inmovilidad le dio una idea.

Venid! dijo recobrando su buen humor.

La iniciativa fue recibida entre gritos de alegra. Las seoritas echaron a correr hacia el castillo, a pesar de las llamadas de las institutrices y de las nieras enredadas en sus vestidos y faldas.

Ms rpido! grit Natacha para animarlas. Ms rpido! Debemos dejarlas atrs!

Consiguieron poner unos cuantos rboles y setos entre ellas y sus vigilantes y penetrar sin llamar la atencin en las cocinas.

Silencio! dijo Helena.

Como haba previsto, a aquella hora no haba nadie. Se pusieron de puntillas en la sala abovedada que estaba llena del apetitoso olor de la sopa de remolacha.

No tengis miedo murmur ella. Con mis artes he encantado el castillo.

Vera le cogi la mano a Natacha y la apret muy fuerte. Por los suspiros que se escapaban, Helena comprendi que diriga una tropa de miedosas.

Me parece que... os voy a esperar en el parque mascull Tania, una nia gorda, rubia y mofletuda.

Est bien, qudate donde ests! dijo Helena retomando su progresin.

Tania vacil, despus sigui a la fila. Estaba al borde de las lgrimas. Por experiencia, saba que Helena iba a asustarlas. En el primer piso, tras una seal de su gua, las chicas doblaron sus precauciones. Se sonrieron tmidamente y se deslizaron en silencio. Tras una puerta entreabierta, la abuela Von Hahn, en su cama, dorma entre ronquidos, pegada a un gran cojn, con el mentn apoyado sobre el encaje calado de su cuello. Un libro apenas empezado reposaba sobre sus rodillas.

Podemos pasar susurr Helena, que comenz a subir la escalera.

El museo zoolgico se haba habilitado en el ala izquierda del segundo piso. Un pasillo oscuro llevaba a l. En las paredes estaban colgados los retratos de los ancestros Von Hahn.

Nos estn observando dijo Helena, en un tono malicioso, a sus amigas.

Las jvenes exploradoras del castillo encantado tenan realmente la impresin de que aquellas miradas polvorientas las seguan. Esos severos personajes fijados de forma acadmica al leo en los lienzos les provocaban miedo.

Empecemos la visita dijo Helena empujando los dos batientes de una pesada puerta de roble marcada con el blasn de los Von Hahn.

Las nias se quedaron boquiabiertas. El esqueleto gigantesco de un animal prehistrico reinaba en medio de un montn de huesos y troncos fosilizados. El monstruo de colmillos tan largos como sables las miraba con sus rbitas vacas.

se no nos va a devorar enseguida, a menos que le pida que se reencarne!

Tania no era de la misma opinin. Aquella bestia poda ignorar la autorizacin de Helena. Crea que aquel saurio iba a saltarles encima a pesar de los cables de hierro que lo sujetaban al techo y las estacas que mantenan sus patas. El pjaro horroroso de ms all, el dimorphodon, no estaba a punto de lanzarse sobre el grupo? Cbitos de todos los tamaos anunciaban malos presagios. Los omplatos grisceos de bordes carcomidos por los parsitos la asqueaban. No era la nica de la que se apoderaba el terror. Sus compaeras estaban temblando. Todo sugera la muerte y el Infierno: los bordes cortantes de las mandbulas, las garras araando el suelo, el olor en aumento de la lenta podredumbre de esa coleccin antediluviana.

Tania quiso gritar, pero la mano de Helena le tap la boca.

No es necesario despertar a toda la casa... La visita no ha acabado. Quieres seguir o nos vamos?

La perspectiva de desandar todo el camino sola a travs de los oscuros caminos hechizados por los ancestros de Helena era una prueba que no se vea capaz de superar.

Decdete! le espet Natacha, impaciente.

Tania murmur unas palabras de aceptacin. La banda de lazos y trenzas se perdi en la sala siguiente. Meda cuarenta pasos de ancho por veinte de largo. El techo se perda en la oscuridad. Estaba repleta de centenares de animales disecados. Aunque familiares, aquellas bestias peludas, con plumas o escamas, no tranquilizaban a las visitantes. Los pjaros encaramados en los palos estaban en primer plano. En la penumbra, los ojos de cristal de los halcones, de las guilas pescadoras, de los bhos, de los cuervos y de los periquitos tenan un brillo extrao. Un gran cndor con las alas desplegadas sujetas con unos hilos, y que agarraba a un conejo con el pico, se puso a moverse bajo el efecto de una corriente de aire. El valor del grupo flaqueaba. Helena no hizo nada para subirles la moral a sus amigas. Al contrario...

Cuando alguien es malo explic ella, se reencarna en el cuerpo de una especie inferior. Est escrito en los libros, se llama metempsicosis. Algunas veces, vengo aqu de noche y me cuentan su vida de otra poca.

Mentirosa!

Tania se rebel. Estaba harta. Admitir esas tonteras implicaba hundirse un poco ms en el horror. Era la nica que resista. Pero durante cunto tiempo ms podra hacerlo? La mirada ardiente de Helena se acerc a la suya. Sinti que su voluntad flaqueaba. Helena repuso:

Os he mentido alguna vez? Acaso no se ha cumplido todo lo que he predicho? No oyes aullar a las almas prisioneras en sus cuerpos disecados a tu alrededor? Escchalos, Tania. Mira ese simio; hace mucho tiempo era un ladrn en la ciudad de Palmira; y ese lobo, mucho antes de que naciera tu abuelo, tena la apariencia de una mujer muy bella, pero infiel, a la que estrangul su marido celoso. Conozco la historia de todos, me hablan durante horas. Algunas veces me muestran los lugares en los que han vivido. Sobre todo se! aadi alargando bruscamente su ndice en direccin a una alta vitrina.

Todas las miradas se volvieron hacia el mueble. Vera odiaba al pjaro que sealaba su hermana. El flamenco blanco, colocado sobre una mata de hierba, merodeaba a veces por sus sueos. La culpa era de Helena, que la haba llevado por la fuerza a ver esa ave zancuda tres meses antes. Vera mir desesperada a su hermana mayor mientras farfullaba su desacuerdo. Helena no prest atencin a su hermana pequea. Haba entrado ya en su mundo fabuloso.

Antes de ser un habitante de las marismas africanas, ese flamenco era un trtaro cruel. Recuerdo haber cabalgado a su lado, en medio de una hueste de salvajes guerreros. Me acuerdo de su espada manchada de sangre, de las ciudades en llamas, de las montaas de cabezas cortadas. A su paso, slo dejaban ruinas y desolacin. Un da trep a la cima de una montaa y descubr un mundo devastado, extensiones calcinadas, horizontes negros de ceniza, y todava oigo los gemidos de los pueblos sometidos a su yugo.

Las nias se sentan embargadas por esas palabras. Empezaron a oler el humo de los incendios y a or el eco de las batallas.

Sigue sobre la Tierra. Todava la recorre con sus caballeros. Sus monturas pisotean a las mujeres y a los nios que huyen de los pueblos. Con sus arietes, hunden las puertas de las iglesias, y sus arqueros acribillan a los popes y a los cristos con sus flechas. Entonces, se re como un loco y saluda a sus brbaros huidos a las profundidades de las grutas. Mirad bajo las alas, todava hay restos de sangre.

Las nias vieron, en efecto, unas manchas escarlata bajo sus alas. Plumas de sangre...

Volver y se reencarnar en un hombre, me lo ha dicho! Suea con arrasar Saratov, Kiev y San Petersburgo. Vosotras seris sus vctimas. Aquellas a las que no se coman los trtaros engrosarn las filas de sus siervos. Mirad, sus alas tiemblan! grit Helena.

El grito de Tania se ahog en su garganta. Natacha le puso un brazo delante de la cara. Las otras se escondieron detrs de dos caballos disecados. El flamenco se dispona a romper el vidrio a picotazos. La alucinacin era colectiva. Helena estaba en trnsito. Vera tir bruscamente de la trenza de su hermana mayor y rompi as el encantamiento.

Cuando Helena se recobr, la gruesa Tania yaca sobre el suelo con los ojos en blanco.

Sus amigas se alarmaron. Helena tom la iniciativa:

Hay que darle un coac.

Un qu? pregunt Natacha.

Un coac repiti Helena. Es el vodka francs. La seora Peigneur me dijo un da que es un buen revivificante. Hay botellas en el despacho de mi abuelo. Ayudadme a llevarla.

Sin aliento, Helena y sus cmplices dejaron a Tania en el silln del gobernador.

Cunto pesa! se quej una de las porteadoras.

Se pasa el da comiendo kissels.

Se atiborra a arenques.

Se echaron a rer, mientras le pellizcaban a la desdichada inconsciente las mejillas y los muslos.

Tengo el elixir de la seora Peigneur! grit Helena cuando encontr la botella en el cofre de bebidas espiritosas.

Agua de vida de Cognac, ley en la etiqueta de ribete dorado. Agua de vida! La expresin era mgica y muy apropiada para la situacin. Se inclin sobre Tania, que estaba tumbada en el sof.

Abridle la boca.

Tras efectuar la operacin, le puso la copa a la mofletuda nia entre los labios y se irgui. Aqulla escupi el coac.

Ya os lo deca yo dijo, triunfal, Helena. Es mejor que un medicamento.

Tania se pregunt dnde estaba. Haba estanteras llenas de libros, panoplias de armas, una mesa con adornos de oro, sobre la que haba una mujer de bronce con una antorcha y unos bellos portaplumas de marfil en estuches de ncar.

Dnde estoy?

En el despacho del gobernador Von Hahn dijo Natacha. En aquel lugar no se senta tranquila. Tania pase su mirada inquieta por sus amigas despreocupadas y luego se estremeci.

Qu mal sabor de boca! Qu me habis dado para beber?

Vodka francs dijo Helena.

Una pocin mgica la corrigi Natacha.

S, agua de vida. Te estabas muriendo exager Helena. Esa agua te ha salvado. Ahora tienes que reponerte.

No es peligrosa? pregunt, inquieta, Tania.

El coac, peligroso! Los franceses se lo toman en cuanto les salen los dientes de leche. Por eso son tan fuertes en la guerra. Mi institutriz, la seora Peigneur, te lo explicar mejor que yo. Abre la boca y bebe.

Tania dud. Natacha ayud a Helena:

Bebe si no quieres sufrir fiebres malignas.

Natacha se apoder de la botella y se la meti a Tania en la boca a la fuerza.

El segundo trago habra sido digno de Ossipov. A Tania se le llenaron los ojos de lgrimas.

Est muy fuerte dijo recuperando el aliento.

Qu impresin te ha dado?

Noto que se extiende un fuego dentro de m... Empiezo a no tener miedo... Tenis razn: es una bebida de soldado.

Ponindose de acuerdo con la mirada, Helena y Natacha le administraron otro trago de agua de vida.

Sorbo a sorbo, Tania se trag el alcohol, y pas de un estado de felicidad a otro de embriaguez, hasta caer en un sueo profundo. A duras penas pudieron llevarla hasta el parque y esconderla detrs de un matorral.

Tania estaba todava completamente borracha cuando su institutriz alemana dio con ella.

13

Con aspecto de estar enfurecida, la seora Peigneur orden a Helena que saliera de la cama.

Pero todava no es de da dijo ella entre dos bostezos.

De pie, mala hija!

Por qu?

Tu abuelo te espera.

A ver a su abuelo? En camisn y descalza? A qu catstrofe se deba semejante precipitacin? Quin gritaba as en el despacho de su abuelo?

La puerta se abri y apareci una mujer enorme que gesticulaba y vociferaba bajo el retrato del zar.

Para Helena fue todo un impacto ver a aquel mastodonte embutido en su vestido malva con adornos de terciopelo gris y muar de plata. Era la condesa Vsevolodovitch, la madre de Tania.

Con el ruido de la puerta al cerrarse, la condesa se volvi bruscamente. La clera hizo temblar la grasa de su rostro. Sus ojillos malignos se incrustaron en los de Helena, que segua adormilada. La condesa la seal con el ndice y empez a escupir bilis.

Aqu ests, pequea desvergonzada!

Condesa, mida sus palabras le advirti el general.

Quiere que me controle cuando esa pequea diablesa ha emborrachado a mi hija!

Eso es verdad, Helena? pregunt el general.

Tania no se encontraba bien y le dimos un poco de coac.

Ya lo ha odo: ha confesado su crimen. Mi pobre Tania! Cuando pienso en todo lo que te ha hecho pasar esta criatura...

La condesa gimi, pas de la protesta violenta a la agitacin histrica y mstica, tornando como testigos a los santos y a sus ilustres ancestros, y record al gobernador Von Hahn que ella descenda de los Vsevolod y de los prncipes que lucharon heroicamente contra los mongoles de la horda de oro.

Iba de un lado al otro del despacho, haciendo temblar el suelo, y cargaba de vez en cuando contra una Helena que le plantaba cara. La nia slo senta desprecio por aquella viuda cargada de ttulos y joyas. Se aguant las ganas de llorar. Al abuelo no le gustara que llorara. La condesa entr, por fin, a matar:

Sabe usted, seor gobernador, que su querida nieta conversa con los animales disecados de su museo?

Cmo?

Segn ella, son reencarnaciones de seres malvados. Aterroriza a nuestras hijas con sus increbles historias de