Tf III 2015 Textos 12

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TEOLOGÍA FUNDAMENTAL III: REVELACIÓN – TEXTOS [2015] Texto 23 (Unidad 12) Parábola del palacio Aquel día, el Emperador Amarillo mostró su palacio al poeta. Fueron dejando atrás, en largo desfile, las primeras terrazas occidentales que, como gradas de un casi inabarcable anfiteatro, declinan hacia un paraíso o jardín cuyos espejos de metal y cuyos intrincados cercos de enebro prefiguraban ya el laberinto. Alegremente se perdieron en él, al principio como si condescendieran a un juego y después no sin inquietud, porque sus rectas avenidas adolecían de una curvatura muy suave pero continua y secretamente eran círculos. Hacia la medianoche, la observación de los planetas y el oportuno sacrificio de una tortuga les permitieron desligarse de esa región que parecía hechizada, pero no del sentimiento de estar perdidos, que los acompañó hasta el fin. Antecámaras y patios y bibliotecas recorrieron después y una sala hexagonal con una clepsidra, y una mañana divisaron desde una torre un hombre de piedra, que luego se les perdió para siempre. Muchos resplandecientes ríos atravesaron en canoas de sándalo, o un solo río muchas veces. Pasaba el séquito imperial y la gente se prosternaba, pero un día arribaron a una isla en que alguno no lo hizo, por no haber visto nunca al Hijo del Cielo, y el verdugo tuvo que decapitarlo. Negras cabelleras y negras danzas y complicadas mascaras de oro vieron con indiferencia sus ojos; lo real se confundía con lo soñado o, mejor dicho, lo real era una de las configuraciones del sueño. Parecía imposible que la tierra fuera otra cosa que jardines, aguas, arquitecturas y formas de esplendor. Cada cien pasos una torre cortaba el aire; para los ojos el color era idéntico, pero la primera de todas era amarilla y la última escarlata, tan delicadas eran las gradaciones y tan larga la serie. Al pie de la penúltima torre fue que el poeta (que estaba como ajeno a los espectáculos que eran maravilla de todos) recitó la breve composición que hoy vinculamos indisolublemente a su nombre y que, según repiten los historiadores mas elegantes, le deparó la inmortalidad y la muerte. El texto se ha perdido; hay quien entiende que constaba de un verso; otros, de una sola palabra. Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en el desde el interminable pasado. Todos 1

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TEOLOGA FUNDAMENTAL III: REVELACIN TEXTOS

TEOLOGA FUNDAMENTAL III: REVELACIN TEXTOS [2015]

Texto 23 (Unidad 12)Parbola del palacio

Aquel da, el Emperador Amarillo mostr su palacio al poeta. Fueron dejando atrs, en largo desfile, las primeras terrazas occidentales que, como gradas de un casi inabarcable anfiteatro, declinan hacia un paraso o jardn cuyos espejos de metal y cuyos intrincados cercos de enebro prefiguraban ya el laberinto. Alegremente se perdieron en l, al principio como si condescendieran a un juego y despus no sin inquietud, porque sus rectas avenidas adolecan de una curvatura muy suave pero continua y secretamente eran crculos. Hacia la medianoche, la observacin de los planetas y el oportuno sacrificio de una tortuga les permitieron desligarse de esa regin que pareca hechizada, pero no del sentimiento de estar perdidos, que los acompa hasta el fin. Antecmaras y patios y bibliotecas recorrieron despus y una sala hexagonal con una clepsidra, y una maana divisaron desde una torre un hombre de piedra, que luego se les perdi para siempre. Muchos resplandecientes ros atravesaron en canoas de sndalo, o un solo ro muchas veces. Pasaba el squito imperial y la gente se prosternaba, pero un da arribaron a una isla en que alguno no lo hizo, por no haber visto nunca al Hijo del Cielo, y el verdugo tuvo que decapitarlo. Negras cabelleras y negras danzas y complicadas mascaras de oro vieron con indiferencia sus ojos; lo real se confunda con lo soado o, mejor dicho, lo real era una de las configuraciones del sueo. Pareca imposible que la tierra fuera otra cosa que jardines, aguas, arquitecturas y formas de esplendor. Cada cien pasos una torre cortaba el aire; para los ojos el color era idntico, pero la primera de todas era amarilla y la ltima escarlata, tan delicadas eran las gradaciones y tan larga la serie. Al pie de la penltima torre fue que el poeta (que estaba como ajeno a los espectculos que eran maravilla de todos) recit la breve composicin que hoy vinculamos indisolublemente a su nombre y que, segn repiten los historiadores mas elegantes, le depar la inmortalidad y la muerte. El texto se ha perdido; hay quien entiende que constaba de un verso; otros, de una sola palabra. Lo cierto, lo increble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastas de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en el desde el interminable pasado. Todos callaron, pero el Emperador exclam: Me has arrebatado el palacio! y la espada de hierro del verdugo seg la vida del poeta. Otros refieren de otro modo la historia. En el mundo no puede haber dos cosas iguales; bast (nos dicen) que el poeta pronunciara el poema para que desapareciera el palacio, como abolido y fulminado por la ltima slaba. Tales leyendas, claro est, no pasan de ser ficciones literarias. El poeta era esclavo del emperador y muri como tal; su composicin cay en el olvido porque mereca el olvido y sus descendientes buscan an, y no encontrarn, la palabra del universo.

Jorge Luis Borges, El hacedorTexto 24 (Unidad 13)

La novedad creadora no se explica por el pasado, sino por el futuro. Es evidente que la accin del Dios viviente tiene que ser siempre creadora. Pero la maravilla del Dios que se revela a Abrahm, a Isaac y Jacob reside en que su acto creador viene del futuro. Es proftico. Aquel Dios viene en el mundo, como a su encuentro. Est delante y llama, trastorna, enva, hace crecer y libera ()El acontecimiento pascual, realizado de una vez para siempre, cmo se hace nuestro en la actualidad? Por aqul mismo que es su artfice desde los orgenes y en la plenitud del tiempo: el Espritu Santo. l es personalmente la Novedad que acta en el mundo. l es la presencia de Dios con nosotros, junto a nuestro espritu (Rom 8,16). Sin l, Dios est lejos, Cristo se encuentra en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organizacin, la autoridad un despotismo, la misin una propaganda, el culto una evocacin y el actuar cristiano una moral de esclavos.Pero, en l y en una sinergia indisociable, el cosmos se levanta y gime en el alumbramiento del Reino, el hombre lucha contra la carne, Cristo resucitado est ah, el Evangelio es poder de vida, la Iglesia significa comunin trinitaria, la autoridad un servicio liberador, la misin un Pentecosts, la liturgia memorial y anticipacin, la actuacin humana es deificada.El Espritu Santo hace nacer, habla por los profetas arrastra hacia la segunda venida. l es el Seor y da la Vida (smbolo niceno-constantinopolitano), por l la Iglesia y el mundo gritan con todas sus fuerzas: Ven, Seor Jess! (Ap 22,17-20)Mons. Ignacio Hazim, metropolita ortodoxo de Lataquia, en la conferencia ecumnica de Upsala, agosto de 1968. Texto en Irenikon 42 (1968) 344-359 o en Foi et Vie (1968) 8-23.

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