Textos Para Leer y Escuchar

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EL AGUA AMARILLA Un rey que había llegado a ser rey siendo aún muy joven, andaba enamorado de la hija de uno de los guardas que cuidaban de las tierras que pertenecían al palacio. Este guarda tenía su casa dentro de los límites de los jardines de palacio y por eso el rey acostumbraba a pasear por ellos con la esperanza de encontrarse con la muchacha que él quería, pero nunca conseguía verla a solas y tenía que conformarse con contemplarla, a ella y a sus dos hermanas, por entre los pocos huecos que dejaba el tupido seto que rodeaba la casa. Así pasaban los días y el espíritu del rey oscilaba entre la ansiedad y la melancolía. Una de las veces en que entretenía el tiempo mirando a través del seto, vio que las tres hijas del guarda estaban a la puerta de su casa cosiendo tranquilamente. Entonces el rey aguzó el oído y pudo escuchar esta conversación: -Ay, cuánto me gustaría poder casarme con un joven guapo que tuviera el oficio de panadero, porque así tendría el pan asegurado para mí y para mis hijos durante toda la vida -eso lo dijo la mayor de las hermanas. -Pues a mí -dijo la mediana- me gustaría casarme con un cocinero joven y guapo, porque entonces tendría pan y comida para toda la vida. Y entonces oyó decir a la pequeña, que era a la que él amaba: -Pues yo no quiero ninguno de esos dos maridos, porque yo lo que quisiera es casarme con el rey -y lo decía a sabiendas de que eso era imposible.

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EL AGUA AMARILLA

Un rey que haba llegado a ser rey siendo an muy joven, andaba enamorado de la hija de uno de los guardas que cuidaban de las tierras que pertenecan al palacio.Este guarda tena su casa dentro de los lmites de los jardines de palacio y por eso el rey acostumbraba a pasear por ellos con la esperanza de encontrarse con la muchacha que l quera, pero nunca consegua verla a solas y tena que conformarse con contemplarla, a ella y a sus dos hermanas, por entre los pocos huecos que dejaba el tupido seto que rodeaba la casa.As pasaban los das y el espritu del rey oscilaba entre la ansiedad y la melancola.Una de las veces en que entretena el tiempo mirando a travs del seto, vio que las tres hijas del guarda estaban a la puerta de su casa cosiendo tranquilamente.Entonces el rey aguz el odo y pudo escuchar esta conversacin:-Ay, cunto me gustara poder casarme con un joven guapo que tuviera el oficio de panadero, porque as tendra el pan asegurado para m y para mis hijos durante toda la vida -eso lo dijo la mayor de las hermanas.-Pues a m -dijo la mediana- me gustara casarme con un cocinero joven y guapo, porque entonces tendra pan y comida para toda la vida.Y entonces oy decir a la pequea, que era a la que l amaba:-Pues yo no quiero ninguno de esos dos maridos, porque yo lo que quisiera es casarme con el rey -y lo deca a sabiendas de que eso era imposible.Y el rey que lo oy, rode el seto tras el que las observaba, se present delante de las muchachas y les dijo:-He escuchado vuestros tres deseos y, cuando queris, yo me ocupo de que se celebren esas tres bodas en el palacio. T -dijo dirigindose a la mayor- te casars con mi panadero; t -dijo dirigindose a la mediana- te casars con mi cocinero; y t -aadi dirigindose a la pequea- te casars conmigo, porque yo soy el rey y t eres la elegida de mi corazn.Las tres hijas del guarda, aunque le encontraban muy guapo y apuesto, pensaron que era uno de los servidores del rey y se rieron de l, pero entonces lleg el padre, que reconoci al rey, y las tres comprendieron que era cierto lo que haba dicho.As que se casaron muy alegres y contentas las tres.Pero al poco tiempo, la envidia empez a hacer nido en el corazn de las dos hermanas mayores, hasta el punto de que acabaron odiando a muerte a la ms pequea por esta causa.Pas el tiempo y, a punto de cumplirse el ao desde el da de la boda, la reina dio a luz a un nio. Las hermanas, cuya envidia no haba hecho sino crecer, aprovecharon un descuido, le robaron al nio, lo pusieron en un cestillo y lo echaron al ro con la esperanza de que se ahogase. En su lugar, presentaron al rey una canastilla hermosamente adornada, con uncachorro de perro recin nacido envuelto en su interior, y le dijeron al rey que lo haba parido su hermana.El rey, aunque la amaba mucho, se llev un disgusto tan grande que decidi repudiarla, pero sus consejeros le convencieron de que no lo hiciera, pues no saban lo que aquello significaba. De modo que el rey decidi esperar y se reconcili con la reina.Entretanto, el cestillo en el que haban puesto al nio naveg por el ro a lo largo del valle hasta que qued varado en un remanso y all fue donde lo encontr uno de los guardas del rey que vivan ms alejados de palacio. Y como este guarda estaba deseando tener un hijo, pues su esposa era estril, lo recogi y lo llev a su casa, donde la mujer lo recibi con enorme alegra y acordaron criarlo sin decir a nadie cmo lo haban encontrado.Y sucedi que la reina qued nuevamente embarazada.Las hermanas, que la odiaban an ms porque su plan no haba salido como esperaban, resolvieron volver a hacer lo mismo, confiando en que esta vez su plan s que dara resultado, y cambiaron al nio por un cachorro de gato recin nacido y se lo presentaron al rey. El rey, esta vez, s que se puso furioso y quera matar a la reina, pero los consejeros le dijeron de nuevo que no lo hiciera, pues la naturaleza se manifestaba a veces de manera extraordinaria y aquel nuevo suceso les pareca an ms misterioso que el anterior, por lo que se haca necesario esperar, al menos una vez ms, antes de decidir que la reina era culpable. Y el rey lo acept a regaadientes.Las hermanas, como la vez anterior, haban echado al nio al mismo ro en un cestillo y este cestillo fue el que se encontr el mismo guarda, que le pareci un regalo del cielo y se apresur a llevrselo a su mujer para que lo criara tambin, pues de este modo ya haban conseguido dos hijos.La reina qued nuevamente embarazada y, un ao ms tarde, dio a luz a una nia. A las hermanas les falt tiempo para hacer con la criatura lo mismo que con sus hermanitos, pero no habiendo encontrado cachorro ni de perro ni de gato, pusieron en la canastilla un pedazo de corcho untado en sangre y echaron a la nia al ro en otro cestillo. Y sucedi que el mismo guarda volvi a encontrarlo y, al ver que esta vez era una nia, se volvi loco de contento y se apresur a llevrselo a su mujer para que la criara.Entretanto, el rey, que ya no quiso or a sus consejeros, mand hacer una jaula de hierro, encerr en ella a la reina y orden que durante el da colgasen la jaula a la puerta del palacio para que, todos los que entraran o salieran de l, hicieran burla de ella y le echasen comida como a los animales, y a la noche la guardaran en las caballerizas.Pas el tiempo y los nios fueron creciendo en el hogar del guarda que los recogi y ni l ni su mujer dijeron nunca nada a nadie sobre el origen de los nios, de forma que todos los que los conocan los tenan por sus hijos naturales. Pero un da muri el guarda y la guardesa hubo de mudarse a una casa ms alejada y ms pequea, en la linde del bosque, que era tambin del rey. Y cuando la nia cumpli quince aos muri la guardesa y los nios quedaron hurfanos. Entonces ella tom las riendas de la casa y la organizaba y mantena mientras los hermanos sacaban dinero, de la caza unas veces, otras veces de jornal, para mantenerse los tres.Hasta que, un da, una vieja se acerc a la casa y estuvo hablando con la nia, mientras los hermanos se encontraban fuera, y al trmino de la conversacin le dijo:-No seris felices mientras no tengis estas tres cosas: al agua amarilla, el pjaro que habla y el rbol que canta.La nia qued preocupada y confusa y cuando volvieron sus hermanos les cont lo que le haba dicho la vieja. Entonces el mayor le cont que ellos tambin haban encontrado a una vieja que estuvo hablando con ellos y al final les entreg un espejo y un cuchillo advirtindoles que, cuando el espejo se empaara o el cuchillo se manchara de sangre, querra decir que su dueo se encontraba en gran peligro.Conque el mayor decidi ir a buscar las tres cosas que dijo la vieja y, antes de ponerse en camino, entreg el cuchillo a sus hermanos y se meti en el bosque.Despus de mucho caminar, vio a un ermitao a la puerta de su ermita y decidi preguntarle si saba dnde se encontraban el agua amarilla, el pjaro que habla y el rbol que canta. El ermitao le contest que s lo saba, pero que todos los que buscaban estas tres cosas quedaban encantados y no volvan jams.El hermano mayor le contest que l estaba decidido a conseguirlas y entonces el ermitao le dio una bola con estas instrucciones: que cuando viera que el camino iba cuesta abajo, la dejara rodar, que se detendra sola ante un monte, que subiera ese monte y que nunca volviera la cara atrs.El muchacho cogi la bola y, cuando vio que el camino descenda, hizo lo que el ermitao le haba dicho y empez a subir el monte, pero a mitad de la subida oy unas voces que le llamaban, volvi la cara y se qued convertido en piedra.Los otros dos hermanos estaban pendientes del cuchillo y, de pronto, vieron que ste se llenaba de sangre.Entonces dijo el segundo hermano: -Esto es que mi hermano mayor est en peligro, as que voy en su auxilio.Entreg su espejo a su hermana y se march por el bosque.Despus de mucho caminar, encontr la ermita y pregunt al ermitao lo mismo que su hermano y el ermitao le entreg otra bola y le dio las instrucciones, pero al muchacho le sucedi exactamente igual que a su hermano y qued tambin convertido en piedra.La hermana, que estaba mirndose en el espejo, vio de pronto cmo ste se empaaba y se pona turbio y comprendi que su segundo hermano tambin se hallaba en peligro, por lo que resolvi ponerse en marcha y se intern en el bosque.Cuando lleg a la ermita, pregunt al ermitao:-Ha visto usted pasar por aqu a dos mozos con tales y tales seas?Y dijo el ermitao:-Dos mozos que iban buscando el agua amarilla?-sos son -contest ella.-Pues a los dos les dije lo que te digo a ti, que tomes esta bola y, cuando veas que el camino va cuesta abajo, eches a rodar la bola, que se parar sola ante un monte; entonces sube a lo alto sin volver la cara, porque en lo ms alto del monte est el pjaro que habla y, cuando le pongas la mano encima, ya podrs mirar atrs sin peligro.Entonces ella le pidi una bola y tambin un poco de tela para taparse los odos y ech a andar y fue haciendo todo lo que le deca el ermitao. Como se haba tapado los odos con los pedacitos de tela no oy las voces que la llamaban, y as lleg a lo alto del monte, donde vio un pjaro y le puso la mano encima; entonces el pjaro habl:-Una mujer me tena que coger! -dijo.Y la muchacha le acarici dulcemente y le habl con mimos y despus le pregunt por el agua amarilla y el rbol que canta y el pjaro, satisfecho, le explic dnde se hallaban y tambin le explic que si regaba con agua amarilla las piedras en que se haban convertido sus hermanos, los desencantara.La muchacha cort una rama del rbol que canta, llen un cantarillo que llevaba con el agua amarilla, humedeci la rama en l y con ella roci las piedras y desencant a sus hermanos. Entonces se volvieron tan contentos a su casa, donde plantaron la rama del rbol. Y la rama prendi y empez a crecer y de cada hoja nueva que brotaba salan cantos como si el rbol estuviera lleno de avecillas.Al otro da, los dos hermanos fueron de caza, para buscarse el sustento, y se encontraron con el rey, pero no le reconocieron porque nunca le haban visto, de tan aislados como haban vivido.As que departieron con el rey y ste encontr tan agradables a los muchachos que los invit a comer.Ellos se lo agradecieron de todo corazn, pero le dijeron que no podan dejar a su hermana sola, y entonces dijo el rey:-Pues que se venga ella tambin.Y fueron a buscarla y luego a comer con el rey. Al entrar en el palacio vieron a una mujer en una jaula que les caus lstima, pero por prudencia no quisieron preguntar nada. Despus de comer, el rey les ense el palacio y los jardines y, cuando se despidieron, suplicaron al rey que accediese a ir a comer con ellos a su casa, para corresponderle de alguna manera, a lo que el rey accedi de buena gana. Y al salir de palacio vieron de nuevo a la mujer en la jaula y se les encogi el corazn.As que regresaron a su casa, empezaron a pensar qu le daran de comer al rey y estaban discutiendo entre ellos cuando oyeron al pjaro que habla que deca:-Ponedle pepinos rellenos de perlas.-Qu dices? -replicaron ellos, atnitos.-Ponedle pepinos rellenos de perlas.-Y dnde vamos a encontrar nosotros unas perlas? -respondieron ellos.Y les dijo el pjaro:-Al pie del rbol que canta hallaris una arqueta llena de perlas.La buscaron y, efectivamente, all estaba.Conque, al da siguiente, lleg el rey, acompaado por alguno de sus consejeros como tena por costumbre.Se sentaron todos a la mesa que los hermanos haban preparado con todo esmero y la muchacha sirvi de primer plato los pepinos. El rey parti uno y, al ver las perlas, dijo en voz alta, mostrndolo a sus consejeros:-Dnde se ha visto comer pepinos con perlas?Y el pjaro que habla dijo entonces:-Y dnde se ha visto que una mujer pueda parir un perro, un gato y un corcho?Y todos se quedaron admirados al escuchar esto; y dijo el rey:-Pues qu sino eso fue lo que pari la reina?Y volvi a hablar el pjaro:-A los tres muchachos que tienes delante.La muchacha, que oy esto, le dijo al pjaro:-Es que la guardesa no era nuestra madre?Y el pjaro contest:-Vuestra madre verdadera es la mujer que est en una jaula, que es la reina; y las hermanas de la reina, por envidia de verla mejor casada que ellas, os cambiaron a cada uno por una cra de perro, una de gato y un pedazo de corcho y a vosotros os arrojaron al ro en un cestillo.Entonces el rey se levant, y con l sus consejeros, llenos de asombro por lo que acababan de saber, y el rey abraz a los hermanos con gran alegra de saber que sus tres hijos vivan y mand a sus consejeros a palacio inmediatamente para que descolgaran a la reina y le anunciaran que volva con sus hijos, por lo que esperaba su perdn. Y por las mismas, encarg que prendieran a las hermanas y las encerraran en la misma jaula donde la reina haba estado. Y dicho esto, abraz de nuevo a sus hijos con lgrimas en los ojos y volvieron todos a palacio, donde fueron felices como la vieja les haba predicho.

EL NGEL DE LOS NIOSCuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le toc su turno de nacer como nio y le dijo un da a Dios:- Me dicen que me vas a enviar maana a la tierra. Pero, cmo vivir? tan pequeo e indefenso como soy. - Entre muchos ngeles escog uno para t, que te est esperando y que te cuidar.- Pero dime, aqu en el cielo no hago ms que cantar y sonrer, eso basta para ser feliz. - Tu ngel te cantar, te sonreir todos los das y t sentirs su amor y sers feliz.-Y cmo entender lo que la gente me habla, si no conozco el extrao idioma que hablan los hombres? - Tu ngel te dir las palabras ms dulces y ms tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cario te ensear a hablar.-Y qu har cuando quiera hablar contigo? - Tu ngel te juntar las manitas te ensear a orar y podrs hablarme.- He odo que en la tierra hay hombres malos. Quin me defender? - Tu ngel te defender ms an a costa de su propia vida.- Pero estar siempre triste porque no te ver ms Seor. - Tu ngel te hablar siempre de m y te ensear el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estar a tu lado.En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo pero ya se oan voces terrestres, y el nio presuroso repeta con lgrimas en sus ojitos sollozando...-Dios mo, si ya me voy dime su nombre!. Cmo se llama mi ngel?- Su nombre no importa, tu le dirs : MAM

EL CELEMN DE TRIGOHaba en un pueblo un molinero que meda el trigo que compraba con una medida que caba un celemn, pero que era un poco mayor de la medida justa, y con eso les robaba un poco de trigo a los vendedores en cada medida.Y tena en su casa dos graneros grandes llenos completamente de trigo. Lleg el tiempo de la Pascua y se fue a confesar. Hizo un buen examen de conciencia y vio que no tena que acusarse ms que de estar midiendo el trigo con un celemn un poquito grande.Y cuando lleg en su confesin al punto en que le pregunt el seor cura:_ Has hurtado alguna vez?Dijo el molinero.--Yo, nunca. Lo nico que hago es que tengo un celemn un poco grande y como compro trigo, pues en cada medida me queda un poco de ventaja.--Pues eso es hurtar. Y como todo lo que es hurto hay que restituirlo, y no vas a saber ni cunto ni a quin se lo has de devolver, te vas a hacer otro celemn que le falte para la medida justa tanto como le sobraba al grande, y con eso vendrs a restituir todo lo que has hurtado.El molinero prometi hacerlo as, le absolvi el seor cura, y al da siguiente ya se haba hecho un celemn ms pequeo.Conque le llev trigo un vendedor, se lo midi con el celemn nuevo, y se lo tuvo que pagar un poco ms caro, porque haba subido el precio del trigo.Vino otro vendedor, tambin se lo midi con el celemn nuevo y se lo tuvo que pagar ms caro, porque haba subido otro poco ms.Y al ao siguiente, cuando se volvi a confesar, le dijo el seor cura:--Te hiciste el celemn ms pequeo?--S, seor, al otro da de confesarme hice un celemn ms pequeo.--Y lo has empleado todo el ao?--S, seor: pero lo que pasa es que despus de comprar el trigo a dos que me lo vinieron a vender, como el trigo estaba cada da ms caro, pens que me convena vender todo el trigo, y lo he vendido todo con el celemn pequeo.

EL ESPEJO DE MATSUYAMAEn Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, viva un matrimonio de jvenes campesinos que tenan a su pequea hija como centro y alegra de sus vidas. Un da, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de la mujer por un viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consol con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.Despus de una larga temporada, que a ella se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo or de sus labios lo que le haba sucedido y las cosas extraordinarias que haba visto, mientras que la nia jugaba feliz con los juguetes que su padre le haba comprado.-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he trado un regalo muy extrao que s que te va a sorprender. Mralo y dime qu ves dentro.Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pjaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca haba visto un espejo, qued fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conoca. El marido se ech a rer al ver la cara de sorpresa de su esposa.-Qu ves? -le pregunt con guasa.-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en ese lmina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.La mujer qued encantada con aquel maravilloso regalo; lo guard con sumo cuidado en una cajita y slo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.Pas el tiempo y la nia se haba convertido en una linda muchacha, buena y cariosa, que cada vez se pareca ms a su madre; pero ella nunca le ense ni le habl del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvid de aquel espejo tan bien guardado y escondido.Un da, la madre enferm y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando de tal manera que ella misma comprendi que la muerte se le acercaba. Entonces, llam a su hija, le pidi que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:-Hija ma, s que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no est con vosotros, promteme que mirars en este espejo todos los das. Me vers en l y te dars cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estar velando por ti.Al morir la madre, la muchacha abri la caja del espejo y cada da, como se lo haba prometido, lo miraba y en l vea la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegras; y, aunque su madre no le deca ni una palabra, siempre le pareca que estaba cercana, atenta y comprensiva.Un da el padre la vio delante del espejo, como si conversara con l. Y, ante su sorpresa, la muchacha contest:-Padre, todos los das miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.Y le cont el regalo y el ruego que su madre le haba hecho antes de morir, lo que ella no haba dejado de cumplir ni un solo da.El padre qued tan impresionado y emocionado que nunca se atrevi a decirle que lo que contemplaba todos los das en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se haba convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.EL HOMBRE DEL SACOHaba un matrimonio que tena tres hijas y como las tres eran buenas y trabajadoras les regalaron un anillo de oro a cada una para que lo lucieran como una prenda. Y un buen da, las tres hermanas se reunieron con sus amigas y, pensando qu hacer, se dijeron unas a otras:-Pues hoy vamos a ir a la fuente.Era una fuente que quedaba a las afueras del pueblo.Entonces la ms pequea de las hermanas, que era cojita, le pregunt a su madre si poda ir a la fuente con las dems; y le dijo la madre:-No hija ma, no vaya a ser que venga el hombre del saco y, como eres cojita, te alcance y te agarre.Pero la nia insisti tanto que al fin su madre le dijo:-Bueno, pues anda, vete con ellas.Y all se fueron todas. La cojita llev adems un cesto de ropa para lavar y al ponerse a lavar se quit el anillo y lo dej en una piedra. En esto, que estaban alegremente jugando en torno a la fuente cuando, de pronto, vieron venir al hombre del saco y se dijeron unas a otras:-Corramos, por Dios, que ah viene el hombre del saco para llevarnos a todas -y salieron corriendo a todo correr.La cojita tambin corra con ellas, pero como era cojita se fue retrasando; y todava corra para alcanzarlas cuando se acord de que se haba dejado su anillo en la fuente. Entonces mir para atrs y, como no vea al hombre del saco, volvi a recuperar su anillo; busc la piedra, pero el anillo ya no estaba en ella y empez a mirar por aqu y por all por ver si haba cado en alguna parte.Entonces apareci junto a la fuente un viejo que no haba visto nunca antes y le dijo la cojita:-Ha visto usted por aqu un anillo de oro?Y el viejo le contest:-S, en el fondo de este costal est y ah lo has de encontrar.Conque la cojita se meti en el costal a buscarlo sin sospechar nada y el viejo, que era el hombre del saco, en cuanto ella se meti dentro cerr el costal, se lo ech a las espaldas con la nia guardada y se march camino adelante, pero en vez de ir hacia el pueblo de la nia, tom otro camino y se march a un pueblo distinto. E iba el viejo de lugar en lugar buscndose la vida, as que por el camino le dijo a la nia:-Cuando yo te diga: Canta, saquito,canta que si no te doy con la palanca, tienes que cantar dentro del saco.Y ella contest que bueno, que lo hara as.Y fueron de pueblo en pueblo y all donde iban el viejo reuna a los vecinos y deca:-Canta, saquito, canta que si no te doy con la palanca.Y la nia cantaba desde el saco:"Por un anillo de oroque en la fuente me dejestoy metida en el sacoy en el saco morir".Y el saco que cantaba era la admiracin de la gente y le echaban monedas o le daban comida.En esto que el viejo lleg con su carga a una casa donde era conocida la nia y l no lo saba; y, como de costumbre, puso el saco en el suelo delante de la concurrencia y dijo:-Canta, saquito, canta que si no te doy con la palanca.Y la nia cant:"Por un anillo de oroque en la fuente me dejestoy metida en el sacoy en el saco morir".As que oyeron en la casa la voz de la nia, corrieron a llamar a sus hermanas y stas vinieron y reconocieron la voz y entonces le dijeron al viejo que ellas le daban posada aquella noche en la casa de sus padres; y el viejo, pensando en cenar de balde y dormir en cama, se fue con ellas.Conque lleg el viejo a la casa y le pusieron la cena, pero no haba vino en la casa y le dijeron al viejo:-Ah al lado hay una taberna donde venden buen vino; si usted nos hace el favor, vaya a comprar el vino con este dinero que le damos mientras terminamos de preparar la cena.Y el viejo, que vio las monedas, se apresur a ir por el vino pensando en la buena limosna que recibira.Cuando el viejo se fue, los padres sacaron a la nia del saco, que les cont todo lo que le haba sucedido, y luego la guardaron en la habitacin de las hermanas para que el viejo no la viera. Y, despus, cogieron un perro y un gato y los metieron en el saco en lugar de la nia.Al poco rato volvi el viejo, que comi y bebi y despus se acost. Al da siguiente el viejo se levant, tom su limosna y sali camino de otro pueblo.Cuando lleg al otro pueblo, reuni a la gente y anunci como de costumbre que llevaba consigo un saco que cantaba y, lo mismo que otras veces, se form un corro de gente y recogi unas monedas, y luego dijo:-Canta, saquito, canta que si no te doy con la palanca.Mas hete aqu que el saco no cantaba y el viejo insisti:-Canta, saquito, canta que si no te doy con la palanca.Y el saco segua sin cantar y ya la gente empezaba a rerse de l y tambin a amenazarle.Por tercera vez insisti el viejo, que ya estaba ms que escamado y pensando hacer un buen escarmiento con la cojita si sta no abra la boca:-Canta, saquito, canta que si no te doy con la palanca!Y el saco no cant.As que el viejo, furioso, la emprendi a golpes y patadas con el saco para que cantase, pero sucedi que, al sentir los golpes, el gato y el perro se enfurecieron, maullando y ladrando, y el viejo abri el saco para ver qu era lo que pasaba y entonces el perro y el gato saltaron fuera del saco. Y el perro le dio un mordisco en las narices que se las arranc y el gato le llen la cara de araazos y la gente del pueblo, pensando que se haba querido burlar de ellos, le midieron las costillas con palos y varas y sali tan magullado que todava hoy le andan curando.Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.EL JINETE SIN CABEZAY el silencioso crepsculo se arrebujaba entre la dulce meditacin en que la llanura sola extasiarse. Las aves heran con su alegre sinfona la quietud majestuosa de la tarde. Lejos donde el sol parece arder entre el candente pebetero de la lejana, un grupo de garzas va copiando sus finsimos plumajes en los colores maravillosos de los exticos paisajes, en cuyos celajes hay tintes de presagio de penas melanclicas. Todo el ambiente parece guardar instantes de santa meditacin, y en las copas floridas de los centenarios rboles, el viento arrecuesta sus erizados cabellos.Es verano. Y toda la llanura est reseca y solitaria, con aquella triste melancola. Ha sido un atardecer maravilloso, y pronto sus poticas bellezas devorarn la noche que pronto llegar. All, en el corredor de la Hacienda, el Viejo Patrn lee con devota atencin el peridico del da, volando de cuando en cuando bocanadas de humo de pipa.Son pasadas las seis de la tarde; este busca tomar un poco de aire fresco. En los corrales, el ganado espera entrar en reposo y de cuando en cuando yense los ltimos gritos de los sabaneros que arrean una punta de ganado de ordeo. La peonada se ha concentrado en la cocina y sentados al contorno de una mesa tosca y ennegrecida saborean con apetito la merienda del da.Los congos con sus notas de rgano no cesan de cantar el allegro grandioso.Todo el llano se puebla de sombras y en los corredores de la inmensa casona de la hacienda los candiles lanzan su luz cobriza. Patricia, la hija mayor del Patrn, se ha acercado hasta su lado un poco nerviosa, pues Rosendo, uno de los sabaneros acababa de contar una narracin, de las que suelen contarle cuando termina el trajn.-Qu te pasa hija ma? Pregunt aquel viejo, apartando un rato su pipa de su boca, con aquella seriedad de hombre respetable.-Vieras pap,, que Rosendo estaba contando en la cocina que aqu asustan, que llega todas las noches hasta el corredor un jinete sin cabeza.Una sonrisa picaresca dej escaparse de entre su tupido bigote.-No temas hijita, son supersticiones; son leyendas que estos hombres suelen contarse en sus ratos de ocio, para pasar el tiempo.-Pero pap, dijo la chiquilla, a qu viene esto?-Yo te lo contar, escchame.-Siendo yo bastante joven, me contaba mi abuela que en aquellos dorados tiempos cuando la hacienda contaba con todas las comodidades del caso, se celebraba con gran pompa la fiesta del nacimiento del Nio Dios, por supuesto que era una fiesta preparada, donde nadie de la numerosa concurrencia se iba con el estmago vaco. Pues bien, Luciano, muchacho de buenos sentimientos, hijo del Patrn de la hacienda, tena una novia, la cual quera mucho, por lo cual estaba haciendo preparativos para la boda, cuya fecha fijada sera el 25 de diciembre, en que se casara con Carmel ita, una preciosa chiquilla, la flor del llano, que haba entregado la fragancia de su perfume a un corazn enamorado.Jos, sabanero dotado de malos sentimientos, que trabajaba en una de las haciendas cercanas a esta, estando tambin enamorado de Carmelita y lleno de celos, al saber que sta pronto se casara con Luciano, decidi una tarde irlo a"ispiar"al cruce del camino de la plazuela, y as saciar su criminal y cruel instinto.En efecto Luciano sin saber nada de lo que ocurra, volva alegremente a la hacienda, cuando al pasar por el lugar, Jos sin masticar palabra alguna se lanz encima del desafortunado muchacho descargando su arma criminal y cortndole la cabeza.El criminal se dio a la fuga y no se volvi a saber ms de su paradero. Por eso hija ma cuando en las noches de luna y calma, y el llano duerme entre misterios o secretos, se escucha el trotar lejano de un caballo que viene acercndose a la hacienda, luego se oye que desmonta alguien, entra al corredor despus de pasearse largo rato, vuelve a montar, y se aleja por el llano.Cuentan los que han visto que es un jinete sin cabeza, es el mismo que en otros tiempos fue vctima de aquella tragedia pasionaria; es el alma de Luciano que busca entre el misterio de la muerte y la realidad de la vida, la linda mujer de sus sueos perdida en vsperas de su boda.-Ya vez, hijita, esta es la leyenda que Rosendo quiso contarles a los compaeros. Ahora, anda tranquila a dormir, que yo te seguir, y olvida esa supersticin, y que Dios te acompae.Patricia despus de oir aquel relato, dio un beso a su padre y paso a paso sumida entre un profundo silencio, fue en busca del descanso. En el zagun sillero, un sabanero al comps de una vieja guitarra, rumiaba sus penas en las dolientes notas de una cancin, triste y sentimental, cancin que lleva y vuela en la fra brisa de los llanos a ser posadas en las copas florecidas de los rboles centenarios, cancin que hace llegar hasta el blando lecho, donde duerme la amada mujer, de sus sueos.Relato hecho por: Mario Caas RuizEL ORO Y LAS RATASHaba una vez un rico mercader que, a punto de hacer un largo viaje, tom sus precauciones.Antes de partir quiso asegurarse de que su fortuna en lingotes de oro estara a buen recaudo y se la confi a quien crea un buen amigo.Pas el tiempo, el viajero volvi y lo primero que hizo fue ir a recuperar su fortuna. Pero le esperaba una gran sorpresa.-Malas noticias! -anunci el amigo-. Guard tus lingotes en un cofre bajo siete llaves sin saber que en mi casa haba ratas. Te imaginas lo que pas?-No lo imagino -repuso el mercader. -Las ratas agujerearon el cofre y se comieron el oro. Esos animales son capaces de devorarlo todo!-Qu desgracia! -se lament el mercader-. Estoy completamente arruinado, pero no te sientas culpable, todo ha sido por causa de esa plaga!Sin demostrar sospecha alguna, antes de marcharse invit al amigo a comer en su casa al da siguiente.Pero, despus de despedirse, visit el establo y, sin que lo vieran, se llev el mejor caballo que encontr. Cuando lleg a su casa ocult al animal en los fondos.Al da siguiente, el convidado lleg con cara de disgusto.-Perdona mi mal humor -dijo-, pero acabo de sufrir una gran prdida: desapareci el mejor de mis caballos.-Lo busqu por el campo y el bosque pero se lo ha tragado la tierra. -Es posible? -dijo el mercader simulando inocencia-. No se lo habr llevado la lechuza?-Qu dices? -Casualmente anoche, a la luz de la luna, vi volar una lechuza llevando entre sus patas un hermoso caballo. -Qu tontera! -se enoj el otro. Dnde se ha visto, un ave que no pesa nada, alzarse con una bestia de cientos de kilos!-Todo es posible -seal el mercader-. En un pueblo donde las ratas comen oro, por qu te asombra que las lechuzas roben caballos?El mal amigo, rojo de vergenza, confes que haba mentido. El oro volvi a su dueo y el caballo a su establo. Hubo disculpas y perdn.Y hubo un tramposo que supo lo que es caer en su propia trampa.EL PRNCIPE TOMSHaba un rey que tena un hijo con catorce aos recin cumplidos y ambos tenan la costumbre de ir cada tarde hasta los jardines de un palacio que se encontraba en estado de abandono. En esos jardines haba una hermosa fuente donde ambos solan sentarse un buen rato antes de emprender el camino de vuelta. La gente del lugar deca que el palacio estaba habitado por tres brujas que eran hermanas y que se llamaban Blanca, Rosa y Celeste, pero ellos nunca las vieron en todas las veces que fueron por all.Una tarde el rey cogi de la fuente una rosa bellsima, cuyos ptalos parecan de terciopelo, y se la llev a la reina.A la reina le gust tanto el regalo que decidi guardar la rosa en una cajita de madera que dej en la habitacin que anteceda a la alcoba de los reyes.A medianoche, cuando los reyes dorman, despertaron al or una voz que deca:-breme, rey!El rey se incorpor sorprendido en el lecho y le pregunt a la reina, que dorma a su lado:-Has dicho algo?-Yo, no -contest la reina.-Pues me pareci que me llamabas -dijo el rey, y volvi a dormirse. Al poco rato el rey escuch otra vez:-breme, rey!Conque se levant y luego de dar vueltas por la alcoba se fue a la habitacin delantera y abri la caja de madera donde estaba la rosa, pues de all era de donde salan las voces.Al abrir la caja, la rosa, que era la misma bruja Rosa del palacio abandonado, empez a crecer hasta transformarse en una princesa y le dijo al rey que tena que casarse con ella y matar a la reina.-Eso no lo puedo hacer -dijo el rey.-Pues lo hars -dijo la bruja- o morirs. Dentro de una hora.El rey no quera matar a la reina por nada del mundo, as que la cogi en brazos y la escondi en un stano remoto del palacio. La reina, que se vio encerrada all, empez a rezar a san Jos pensando que el rey se haba vuelto loco y, entretanto, el rey regres a su alcoba.A la maana siguiente de este suceso, el prncipe Toms se levant y entr, como tena por costumbre, en la alcoba de sus padres para darles los buenos das, pero en cuanto vio a la mujer que dorma junto a su padre, dijo:-sta no es mi madre!Y la mujer se enderez en el lecho y le grit:-Calla o morirs!Luego la bruja se levant y anunci a todos los criados del palacio que ella era la reina Rosa y que mandara matar a todo aquel que no la obedeciera.Toms se escap por el palacio, apesadumbrado y sin saber qu hacer, y cuando caminaba por los stanos escuch unos lamentos que le parecieron de su madre. Entonces busc sirvindose del odo y, al rato, dio con el stano remoto donde su madre estaba encerrada; Toms vio que no poda abrirle la puerta pero prometi que le llevara comida y ella le prometi que le encomendara en sus oraciones a san Jos, del que era devota.Entretanto, todo el mundo en el palacio viva atemorizado por la reina Rosa.Un da, la bruja empez a pensar que tena que deshacerse del prncipe Toms y le mand llamar.-Toms! -le dijo-. Ve a traerme agua de la fuente de los jardines del palacio abandonado.El prncipe Toms no tuvo ms remedio que obedecer y, cogiendo un jarro, se puso en camino a la fuente. Y en el camino le sali al paso un anciano que dijo:-Toms, s lo que te han mandado hacer y escchame bien: coge el agua de la fuente sin detenerte ni apearte del caballo y no vuelvas la vista atrs cuando oigas que te llaman.Lleg Toms a la fuente, llen el jarro sin bajar del caballo y, como le haba dicho el viejo, oy dos voces de mujer que le llamaban, pero no les hizo caso y, sin detener su caballo, volvi grupas y regres a palacio.La reina Rosa se extra mucho de verle aparecer, pero inmediatamente le envi de nuevo a la fuente para que le trajera tres limones de los que crecan junto a ella. Y Toms emprendi de nuevo el camino y de nuevo le volvi a salir al paso el anciano, que le dijo esta vez:-Coge los tres limones sin detener el caballo ni hacer caso de las voces que te llamen.As lo hizo y volvi a palacio con los tres limones.Y la reina, al verle, se puso furiosa y le dijo:-Qu son estos limones que me traes, si te dije que trajeras naranjas! Vuelve ahora mismo a la fuente y no vengas sin ellas!Otra vez volvi a suceder como en las dos ocasiones anteriores y el anciano le dijo que cogiera las naranjas a la carrera. Conque volvi con las naranjas y la reina, desesperada con l, le ech del palacio.Toms baj entonces al stano remoto a despedirse de su madre, dej encargo a una criada fiel de que le llevara regularmente agua y comida y se march a recorrer el mundo.Ech a andar camino adelante y, cuando llevaba un buen tiempo andando, le sali al paso el anciano de las otras veces y le dijo que atendiera a sus consejos porque se dispona a ayudarle. Como primera medida, el anciano le convirti en un ngel y despus le dijo:-Ahora vamos a ir al palacio abandonado de las brujas; all encontraremos a dos mujeres que me dirn que te deje con ellas para ensearte el palacio; son Blanca y Celeste, las dos hermanas de la reina Rosa. T me dirs: Pap, djame!, y yo te dejar con ellas; te ensearn todo el palacio menos una habitacin; t porfa para que te la dejen ver y, una vez dentro, acta como te parezca mejor.Llegaron al palacio y sucedi como le haba dicho el anciano. Le ensearon todo excepto una habitacin.Toms insisti en que le gustara verla y ellas le dijeron que dentro no haba nada de inters y que adems era muy tarde y tenan que ocuparse de un joven llamado Toms que habra de venir y al que deban colgar de un rbol. Pero insisti tanto y con tantos argumentos el muchacho convertido en ngel, que al fin le franquearon la entrada y vio que la habitacin estaba toda ella cubierta de paos negros; en el centro se encontraba una mesa sobre la que lucan tres grandes velas encendidas, y eso era todo lo que haba. El prncipe Toms pregunt a las dos mujeres qu hacan all aquellas velas y le dijo Celeste:-Esta vela es la de mi vida, y la siguiente es la de la vida de mi hermana Blanca y la ltima, la de la vida de mi hermana Rosa, que ahora es reina. Cuando se apaguen estas velas se apagarn nuestras vidas.Entonces Toms apag de un soplo las dos primeras velas y all murieron Blanca y Celeste. Cogi luego la tercera vela y sali del palacio, donde le esperaba el anciano, que le dijo:-Has hecho lo que yo esperaba que hicieras. Ahora vmonos al palacio de tu padre. Has de saber que yo soy san Jos, a quien reza tu madre y a cuyas splicas he acudido para ayudarte.Volvieron, pues, al palacio y el prncipe Toms pidi que llamaran a su padre. Cuando le vio, dijo:-Padre, qu vida prefiere usted, la de mi madre o la de la reina Rosa?El rey contest:-Yo quiero la de tu madre.-Pues dle usted un soplo a esta vela -dijo Toms mostrndole la tercera vela.El rey se acerc presuroso a la vela y sopl fuertemente y la reina Rosa muri inmediatamente sin exhalar un quejido.Despus, el rey y Toms bajaron al stano remoto donde el rey la haba escondido, para liberar a la reina, pues ya poda salir a la luz, y los tres se abrazaron y todo el reino se alegr de la muerte de las tres brujas, muy especialmente de la de la reina Rosa, que era la que ms dao les haba hecho de las tres. Luego buscaron por todo el palacio al anciano para darle las gracias, pero san Jos haba desaparecido sin que nadie pudiera dar cuenta de l.Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.EL SAPO Y EL RATNrase una vez un sapo que estaba tocando tranquilamente la flauta a la luz de la luna, cuando se le acerc un ratn y le dijo:- Buenas noches, seor Sapo! Con ese latazo que me est dando, no puedo pegar un ojo! Por qu no se va con la msica a otra parte?El seor Sapo le mir en silencio durante todo un minuto con sus ojillos saltones. Luego replic:- Lo que usted tiene, seor Ratn, es envidia porque no puede cantar tan melodiosamente como yo.- Desde luego que no; pero puedo correr, saltar y hacer muchas cosas que usted no puede - repuso el Ratn con acento desdeoso.Y se volvi a su cueva, sonriendo olmpicamente.El seor Sapo estuvo reflexionando durante un buen rato. Quera vengarse de la insolencia del seor Ratn. Al cabo se le ocurri una idea.Fuse a la entrada de la cueva del seor Ratn y empez de nuevo a soplar en la flauta, arrancndole sonidos estrepitosos.El seor Ratn sali furioso, dispuesto a castigar al osado msico, pero ste le contuvo dicindole:- He venido a desafiarle a correr.A punto estuvo de reventar de risa el seor Ratn al or aquellas palabras. Pero el seor Sapo, golpendose el pecho con las patas traseras, exclam:- Qu apuesta a que corro yo, ms por debajo de la tierra que usted por encima?- Me apuesto lo que quiera. Mi casa contra su flauta. Si gano, ya tendr derecho a destrozar ese infernal instrumento, golpendolo contra una piedra hasta dejarlo hecho aicos... Si gana usted, podr tomar posesin de mi palacete, y yo me marchar a correr mundo.- De acuerdo - respondi el seor Sapo.- Pues bien: al amanecer empezaremos la carrera.El seor Sapo regres a su casa y al entrar grit:- Seora Sapo, venga usted aqu!La seora Sapo, que conoca el mal genio de su marido, acudi al instante a su llamamiento.- Seora Sapo - le dijo, - he desafiado a correr al seor Ratn.- Al seor Ratn...!- No me interrumpas...! Maana, al amanecer, empezaremos la carrera. T irs, al otro lado del monte y te meters en un agujero. Y cuando veas que el seor Ratn est al llegar, sacars la cabeza y le gritars: Ya estoy aqu! Y hars siempre la misma cosa, hasta que yo vaya a buscarte.- Pero... - murmur la seora Sapo.- Silencio, mujer...! Y no te mezcles en los asuntos de los hombres, de los cuales t no sabes nada.- Muy bien - murmur la seora Sapo, muy humilde.Y se puso inmediatamente en movimiento para seguir el plan de su astuto esposo.El seor Sapo se dirigi al lugar en que se abra la cueva del seor Ratn, hizo a su lado un agujero y se tendi a dormir.Al amanecer, sali el seor Ratn frotndose los ojos, descubri al seor Sapo que estaba roncando, sonoramente y le despert diciendo:- Ah, dormiln, vamos aempezarla carrera! O es que se ha arrepentido?- Nada de eso. Vamos, cuando guste.Colocronse uno al lado del otro y al tercer toque que el seor Sapo, dio en su flauta, emprendieron la carrera.El seor Ratn corra tan velozmente que pareca que volaba, dando la sensacin de que no apoyaba las patitas en el suelo.Sin embargo, el seor Sapo, apenas hubo dado tres pasos, se volvi al agujero que haba hecho.Cuando el seor Ratn iba llegando al otro lado del monte, la seora Sapo sac la cabeza y grit:- Ya estoy aqu!El seor Ratn se qued asombrado, pero no vio el ardid, pues los ratones no son muy observadores. Y, por otra parte, nada hay que se asemeje tanto a un seor Sapo como una seora Sapo.- Eres un brujo - murmur el seor Ratn - Pero ahora lo vamos a ver.Y emprendi el regreso a mayor velocidad que antes, diciendo a la seora Sapo:- Sgame; ahora s que no me adelantar.Pero cuando estaba a punto de llegar a su cueva, el seor Sapo asom, la cabeza y dijo tranquilamente:- Ya estoy aqu!El seor Ratn estuvo a punto de enloquecer de rabia.- Vamos a descansar un rato y correremos otra vez - murmur con voz sofocada.- Como quiera - respondi el seor Sapo en tono displicente.Y se puso a tocar la flauta dulcemente.Pensando en su inexplicable derrota, el seor Ratn estuvo llorando de ira. Cuando se sinti descansado, dijo al seor Sapo apretando los dientes:- Est dispuesto?- S, s... Ya puede echar a correr cuando guste... Llegar antes que usted.La carrera del seor Ratn slo poda compararse a la de la liebre.Iba tan veloz que dejaba sus uas entre las piedras del monte sin darse cuenta.Cuando apenas le faltaban dos pasos para llegar a la meta, la seora Sapo sac la cabeza de su agujero y grit:- Pero hombre! Qu ha estado haciendo por el camino? Ya hace bastante tiempo que le estoy esperando!Dio la vuelta el seor Ratn, regresando al punto de partida con velocidad vertiginosa. Pero cuando le faltaban cuatro o cinco pasos percibi el sonido de la flauta del seor Sapo, que al verle le dijo:- Me aburra tanto de esperarle que me he puesto a tocar para matar el tiempo.Silenciosamente, con las uas arrancadas, jadeando, fatigado y con el rabo entre las piernas, el seor Ratn dio media vuelta y se march tristemente a correr mundo, careciendo de techo que le cobijara, por haber perdido su casa en una apuesta que crea ganar de antemano.El seor Sapo fue a buscar a su seora y estaba tan contento que le prometi, para recompensarla, no gritarle ms, durante toda su vida...Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.JUAN BOBOHaba un muchacho al que llamaban Juan Bobo. Como no le gustaba que le llamaran Juan Bobo, un da mat un buey para invitar a todos a una comida y de resultas de eso le llamaron Juan Bobazo.Cogi Juan Bobo la piel y se fue a venderla a Madrid. Cuando lleg haca tanto calor que se ech al pie de un rbol y se tap con la piel. Y sucedi que vino un cuervo a picarle la piel mientras echaba la siesta y Juan Bobo lo atrap y se lo guard. Luego fue y vendi la piel por siete duros.Despus de todo esto, lleg a la fonda y encarg comida para dos. Entonces Juan Bobo fue y puso tres duros disimulaos junto a la puerta principal, y lo mismo hizo en la escalera con otros dos duros, y lo mismo otra vez al final de la escalera. Hecho esto, se sent a una mesa y esper a que le sirvieran; pero no le atendan porque crean que esperaba a su compaero.Al fin se cans de esperar y dijo:-Es que no me van a poner la comida?Y le respondieron que estaban esperando a que llegara su compaero para servirle.Y dijo l:-Mi compaero es este cuervo.Los posaderos, intrigados, le preguntaron:-Y qu oficio tiene el animal?-Es adivinador -dijo Juan Bobo- y adivina todo lo que ustedes quieran saber.Entonces le pidieron que adivinase algo y Juan Bobo le pas la mano al cuervo desde la cabeza a la cola y el cuervo dijo: Gra!.-Qu es lo que ha dicho? -dijo la posadera.-Ha dicho -contest Juan Bobo- que en la puerta principal hay tres duros.La posadera fue y rebusc por la puerta hasta que encontr los tres duros y, maravillada, volvi y le dijo a Juan Bobo:-Vndame usted el cuervo.Pero Juan Bobo, sin contestar, volvi a pasar la mano por encima del cuervo y ste dijo: Gra!.-Y ahora? -pregunt la posadera-. Qu es lo que ha dicho ahora?-Ha dicho -contest Juan Bobo- que en el descansillo de la escalera hay dos duros.All se fue la posadera y los encontr en seguida.Y volvi de inmediato, an ms maravillada y le dijo que tena que venderle el cuervo. Pero Juan Bobo, sin decir nada, volvi a pasar la mano por el animal y ste volvi a decir: Gra!.La posadera quiso saber qu haba dicho esta vez y Juan Bobo le contest que eso quera decir que al final de la escalera haba dos duros ms. Y como fuera y los encontrara, la posadera le dijo:-Pues me tiene usted que vender ese cuervo, que yo le dar por l lo que usted quiera.Juan Bobo le dijo que se lo venda por cinco mil pesetas; y dicho y hecho: se las meti en la bolsa, dej all al cuervo y se volvi para su pueblo.Cuando lleg al pueblo mand avisar a todo el mundo y cuando estuvieron presentes, llam a su mujer y le dijo que extendiera su delantal y en l ech las cinco mil pesetas diciendo que eso haba sacado de vender la piel del buey en Madrid.Todos los vecinos, al ver esto, mataron sus bueyes, les sacaron las pieles y se fueron a Madrid a venderlas y result que, tras haberlas vendido, apenas si les dio para pagarse el viaje. Y todos volvieron muy enfadados al pueblo diciendo que iban a matar a Juan Bobo. No le mataron, pero se metieron en su casa y se la cagaron toda de arriba abajo.Al da siguiente, Juan Bobo fue y reuni toda la mierda en un saco y se fue a Madrid para venderla.Lleg y dej el saco en el patio de un establecimiento mientras se iba a cumplir otra diligencia y, mientras tanto, entr una piara de cerdos en el patio y se comieron toda la mierda. Cuando Juan Bobo volvi, les dijo a los amos que sus cerdos se le haban comido todo lo del saco y que aquello vala mucho, y ya estaban por pasar a mayores cuando, por una mediacin, se avino a aceptar cinco mil pesetas por la prdida del saco y se volvi al pueblo.Cuando lleg al pueblo mand tocar las campanas para que viniera todo el mundo y as que estuvieron todos presentes, volvi a llamar a su mujer y volvi a echar en su delantal las cinco mil pesetas diciendo que aquello haba sacado del saco de mierda en Madrid.Todos los vecinos, al ver esto, reunieron toda la mierda que pudieron encontrar, la cargaron en sacos y se fueron a Madrid a venderla. E iban por las calles pregonando que quin quera comprar mierda hasta que unos guardias los detuvieron y les dieron una buena paliza. Y todos volvieron al pueblo jurando vengarse de Juan Bobo.Juan Bobo se escondi para que no le hallaran y entonces los vecinos decidieron quemarle la casa. Entonces Juan Bobo recogi las cenizas y anunci que se iba a venderlas a Madrid. Nada ms llegar, fue a un joyero a comprarle unas alhajas y las puso en la boca del saco mezcladas con la ceniza y se sent en un banco; en esto pas un seor y le dijo:-Qu es lo que lleva usted ah en ese saco?Y Juan Bobo le dijo que llevaba muchas alhajas metidas entre la ceniza para que no se le echaran a perder.Y el seor le compr el saco por cinco mil pesetas.Total, que volvi al pueblo, reuni a todos y ech otras cinco mil pesetas en el delantal de su mujer diciendo que eso le haban dado en Madrid por las cenizas.Entonces los vecinos fueron, quemaron sus casas y se marcharon a Madrid para vender las cenizas; y como no vendieron nada, se volvieron todos dicindose que esta vez mataran a Juan Bobo.Le cogieron y le metieron en un saco con la intencin de tirarle al ro. Y como tenan otras cosas que hacer, ataron el saco a un rbol cerca de la orilla con la idea de volver a tirarle al ro apenas terminasen sus tareas. Y all donde qued atado y dentro del saco, Juan Bobo empez a gritar:-Que no me caso con ella! Aunque sea rica y princesa yo no me caso con ella!Acert a pasar por all un pastor con su rebao y al or las voces de Juan Bobo le dijo que l s que se casara con una princesa guapa y rica y entonces Juan Bobo le dijo que all estaba esperando a que lo llevasen con la princesa y le propuso que se cambiara por l. As que el pastor desat a Juan Bobo y se meti l en el saco y Juan Bobo se march con las ovejas.Volvieron los vecinos y echaron el saco al ro. A la vuelta, se encontraron con Juan Bobo que vena con las ovejas y le dijeron:-Pero, bueno! A ti no te hemos echado al ro? De dnde vienes, entonces, con las ovejas?Y les respondi Juan Bobo:-Es que el ro est lleno de ellas. Y si ms hondo me llegis a echar, ms ovejas hubiera encontrado.Los vecinos que lo oyeron volvieron al ro y empezaron a tirarse al agua, y cada vez que uno gorgoteaba al ahogarse los dems le decan a Juan Bobo:-Qu dice? Qu dice?Y Juan Bobo les contestaba:-Que os tiris, que hay muchas ms ovejas.Y todos se tiraron al ro y murieron ahogados.Y colorn colorado, este cuento se ha a cabado.LA CASA ENCANTADAUna joven so una noche que caminaba por un extrao sendero campesino, que ascenda por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardn. Incapaz de ocultar su placer, llam a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despert.Todos los detalles de este sueo permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios das no pudo pensar en otra cosa. Despus volvi a tener el mismo sueo en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversacin con el anciano. Pocas semanas ms tarde la joven se diriga en automvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tir de la manga del conductor y le pidi que detuviera el auto. All, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueo.-Espreme un momento -suplic, y ech a andar por el sendero, con el corazn latindole alocadamente.Ya no se sinti sorprendida cuando el caminito subi enroscndose hasta la cima de la boscosa colina y la dej ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisin. El mismo anciano del sueo responda a su impaciente llamada.-Dgame -dijo ella-, se vende esta casa?-S -respondi el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. Un fantasma, hija ma, frecuenta esta casa!-Un fantasma -repiti la muchacha-. Santo Dios, y quin es?-Usted -dijo el anciano, y cerr suavemente la puerta.LA CAZADORA DE MARIPOSASHace muchsimos aos, viva en los alrededores de Buenos Aires, una familia acaudalada poseedora, entre otras fincas hermosas: de un jardn que pareca de ensueo.En l haba macizos de cndidas violetas, escondidas entre sus redondas hojas; olorosos jazmines blancos; rojos claveles, como gotas de sangre; altaneras rosas de diversos colores, plidas orqudeas de imponderable vala; grandes crisantemos y moradas dalias que recordaban a pases remotos y pintorescos.Es natural que, al abrirse tantas flores de mltiples coloridos y perfumes, existiera tambin la corte de insectos que siempre las atacan, para alimentarse con sus nctares o simplemente para revolotear entre sus ptalos.De da, el jardn era visitado por miles de bichitos de variadas especies, entre los que sobresalan las mariposas de maravillosas alas azules, blancas y doradas.Pero estos hermosos lepidpteros tenan un gran enemigo que los persegua sin tregua y con verdadera saa y sin ninguna finalidad prctica.Este enemigo era la hija del dueo de la casa, llamada Azucena, como cierta flor, pero menos pura que sta, ya que no se conmova ante la belleza y la fragilidad de las pobrecitas mariposas, y con su red, en forma de manga, las cazaba para despus pincharlas sin piedad con alfileres y colocarlas en sendos tableros, donde las coleccionaba, por el slo placer de mostrar a sus amistades el curioso y cruel museo.Cierta noche, despus de una fructfera caza, Azucena so con el Hada del Jardn. Esta era una mujer blanca, como los ptalos de las calas, de cabello dorado como la espuela del caballero y de ojos celestes como las pequeas hojas de las dalias. Vesta un manto soberbio de piel de chinchilla, adornado con flores de lis hechas de lminas de oro, y su mano derecha sostena una vara de nardo en flor, que derramaba sobre el jardn una plida luz como la reflejada por la luna.Su corte era numerosa, y tras el hada, en disciplinadas filas, llegaban toda clase de insectos, abejas, escarabajos, grillos, mariposas, avispas, cigarras, hormigas y miles de otras especies, que en perfecto orden, caminaban a paso de marcha, portadoras de armas de los ms variados tipos.El hada se acerc a la cama de la cruel nia y luego de tocarla con la olorosa vara de nardo, le dijo con su voz suave como la brisa del jardn:- Azucena! T eres una nia educada y de buen corazn! Tus crueldades para con algunos hermosos habitantes de mis canteros, son producto de tu inconsciencia! Todos los animalitos de misdominiosson buenos e inofensivos y llegan hasta mis flores para alimentarse y embellecer mi reino! No les hagas dao! T eres una enemiga despiadada de mis mariposas! Las persigues y las matas entre los ms atroces suplicios! Qu te han hecho ellas? Nada! Su nico pecado consiste en ser bellas y tener alas de divinos colores! Piensa que son hijas de Dios, como t y como todo lo creado, y desde maana debes dejar de perseguirlas y ser amiga de todo lo que existe en mi hermoso jardn!- Hada divina -respondi la nia.- Tus mariposas son tan bellas que yo deseo coleccionarlas para enserselas a mis amigas!- T eres tambin bella! -le respondi el hada,- pero no te gustara que, por serlo, alguien te hiciera sufrir y te matara pinchndote en la pared.- Oh, no! -contest la nia asustada.- Pues bien! Lo que no quieres para ti, no lo hagas a los dems y seguirs tu vida feliz y contenta, querida por todos y bendecida por los inofensivos animalitos de mis dominios!La pequea Azucena prometi enmendarse, jurando no perseguir ms a las multicolores mariposas, pero a la maana siguiente, en presencia del follaje que le brindaba mil placeres, olvid las palabras del hada y prosigui su incansable persecucin de tan encantadores lepidpteros.La noche siguiente so algo que la llen de miedo.Estaba en presencia de un tribunal de insectos, en medio de un macizo de violetas, presidido por el hada que dominaba el cuadro, sentada sobre un silln de oro, adornado con varas de nardo y tapizado con ptalos de rosa.El acusador era el grillo, que agitaba sus litros como un loco, sealando al aterrorizado reo.- Esta mala nia -deca el grillito,- no ha hecho caso de los ruegos de nuestra hada. Desde hace mucho tiempo persigue a nuestras amigas las mariposas, que embellecen el jardn con sus maravillosas alas multicolores. Sin piedad, llevando en sus crueles manos una gran red para cazarlas, las mata entre los ms atroces suplicios que, si se cometieran entre los humanos, levantaran un clamor por el crimen y la alevosa. El reo tiene en su contra el haber sido perjuro.Un gritero ensordecedor apag la vibrante voz del grillo.ste continu:- El reo, he dicho, es perjuro, ya que ha cometido la enorme falta de engaar a nuestra reina, la hermosa y buena Hada del Jardn!- La muerte! La muerte! -aullaban los insectos.El hada levant su vara de nardo e impuso silencio.- Debe pagar sus culpas, con la peor de las penas -termin el acalorado acusador,- y por lo tanto, solicito del tribunal que me escucha, la de muerte, para la nia mala y cruel!Las ltimas palabras del grillo, produjeron un verdadero alboroto y todos los animalitos gritaban en sus variadas voces, solicitando un ejemplar castigo, ante el terror de Azucena que contemplaba todo aquello, atada a un rbol y vigilada por cien abejas de puntiagudos aguijones.Una vez hecha la calma, se levant el defensor, un escarabajo cachaciento y grave que comenz diciendo:- Respetable tribunal. Francamente no s qu palabras emplear para defender a tan temible monstruo que asola nuestro querido pas! Su majestad, nuestra hada, me ha designado para que defienda a esta nia mala y no encuentro base slida para iniciar mi defensa! Slo s decirles, que esta criatura, como ser humano de pocos aos, quiz no tenga an el cerebro maduro para reflexionar en los graves daos que comete y persiga a nuestras mariposas con la inconsciencia de su corta edad! Pero creo que no es ella la nica que ha faltado a sus deberes de la ms simple humanidad, sino sus mayores, que han descuidado conducirla por el buen camino y hacerle ver con suaves palabras que martirizar a los dbiles es un pecado que ni el mismo Creador perdona! Por lo tanto, solicito seis clementes con ella!Acallados los silbidos y los aplausos motivados por la feliz peroracin del escarabajo, mucho ms elocuente que la de algunos mortales que llegan a altas posiciones, se reuni el tribunal para deliberar sobre el castigo que mereca tan despiadada muchacha.Breves momentos despus, el ujier, que para este caso era un alargado alguacil, ley gravemente la sentenciaLa nia Azucena, ser condenada a sufrir los mismos martirios que ella ha impuesto a las indefensas mariposas!Una salva de atronadores aplausos sigui a la lectura y los insectos todos, ante la orden del hada, se encaminaron a sus respectivas tareas, ya que las primeras claridades del da anunciaban bien pronto la llegada del sol.Azucena, aquella maana se levant del lecho algo preocupada con el sueo, pero ante la presencia de los padres y con la confianza que inspira la luz, olvid la pena impuesta por los insectos y reinici la cruel cacera con la temible red, que no paraba hasta atrapar los hermosos lepidpteros.Pero la fra cazadora no contaba con la ejecucin de la sentencia del tribunal nocturno.No bien comenz su inconsciente persecucin, fue atacada por un verdadero ejrcito de miles de abejas y de avispas, que bien pronto convirtieron la cara de la muchacha en algo imposible de reconocer por el color y la hinchazn.En vano la infeliz gritaba pidiendo socorro y tratando de defenderse de tan brutal ataque. Las abejas y avispas, posedas de un ciego furor, continuaron su obra hasta que la nia, casi desvanecida, fue sacada de tan difcil situacin por los padres, que inmediatamente la condujeron a su habitacin para hacerle la primera cura de urgencia.Azucenita, tard varios das en mejorarse de tan terribles picaduras y cuando volvi a su jardn record la dura leccin de los insectos y nunca mas volvi a cazar mariposas ni cometer actos de crueldad con los indefensos animalitos de los dominios de la hermosa hada, que tan bien la haba aconsejado.LA LEYENDA DE BAMAKOHace mucho, mucho tiempo, en la poca en la que la noche era negra, sombra e impenetrable ya que la luna no la iluminaba todava, una joven llamada Bamako viva en la aldea Kikamo. Ella era muy bella y amable. Amaba tiernamente a sus padres y a su pueblo que la estimaba y la respetaba. Todos los habitantes de la aldea admiraban sus grandes ojos que brillaban como el sol.Un da, unos soldados venidos del norte atacaron la aldea de Bamako, as como todas aquellas de los alrededores. Astutos, feroces y sanguinarios slo luchaban por las noches y se escondan durante el da.Los amigos de Bamako les hacan frente valientemente, pero no saban luchar durante la noche y, despus de largas noches de combates, todos corran el peligro de perder la vida frente a los feroces enemigos.Una noche, el dios NTogini se le apareci a Bamako y le dijo:Bamako! Si quieres salvar a tu pueblo sigue mi consejo. Mi hijo Djamb, que vive en la gruta, al borde del ro, est enamorado de ti desde hace mucho tiempo. Si aceptas casarte con l, te llevar al cielo donde brillars todas las noches. Tu pueblo no tendr que luchar en la oscuridad, puesto que t iluminars sus noches. Gracias a ti l vencer a sus enemigosQu debo hacer? pregunt Bamako.NTogini le explic:Por la noche, cuando el sol se ponga, sube a la gran roca que est sobre la gruta y lnzate al ro. No tengas miedo. Djamb estar all para recibirte. Ten confianza y nada te suceder.Valiente, Bamako no dud en seguir las recomendaciones del Dios en todos sus puntos. Salt al vaco, Djamb la atrap y la llev al cielo como lo haba prometido su padre.Entonces, un milagro se produjo. Cuando el sol desapareci, el relumbrante rostro de Bamako apareci en la noche. El resplandor de sus grandes ojos iluminaban la noche oscura.Esa noche, los aldeanos lograran una rotunda victoria y expulsaron a sus enemigosDesde entonces, la cara resplandeciente de Bamako aparece cada noche en el cielo.ABUELITAAbuelita es muy vieja, tiene muchasARRUGASy el pelo completamente blanco, pero sus ojos son como dos estrellas, y muestran una expresin dulce y bondadosa cuando te miran que te hace mucho bien. Lleva un vestido de flores grandes, de una seda tan tupida que cruje cuando anda. Y adems ella puede contar las historias ms maravillosas. Abuelita sabe muchas, muchsimas cosas, pues viva ya mucho antes que pap y mam, esto nadie lo duda. Tiene un libro de cnticos con recias cantoneras de plata; lo lee con gran frecuencia. En el libro, entre las hojas, hay una rosa, comprimida y seca; no es tan bonita como las rosas que estn en el jarrn y, sin embargo, la mira con una sonrisa de arrobamiento, y le asoman lgrimas a los ojos. "Me pregunto por qu abuelita mira la rosa marchita en el viejo libro de esa manera Lo sabes? Por qu, cuando las lgrimas de la abuelita caen sobre la flor, los colores cobran vida, la rosa revive y toda la sala se impregna de su aroma; las paredes desaparecen como en una bruma, y a su alrededor se levanta el bosque, esplndido y verde, con los rayos del sol filtrndose entre el espeso follaje; y abuelita, vuelve a ser joven de nuevo, una encantadora muchacha, fresca como una rosa, de rubias trenzas y redondas mejillas coloradas, elegante y graciosa; pero sus ojos, esos ojos dulces y bondadosos, son los mismos, son los de la abuelita.Sentado junto a ella hay un hombre, joven, vigoroso, apuesto; l le da una rosa y ella sonre. Abuelita ya no puede sonreir as. S, est sonriendo al recordar aquel da, y muchos pensamientos y recuerdos del pasado; pero el apuesto joven se ha ido, la rosa se ha marchitado en el viejo libro, y abuelita est sentada ah, vuelve a ser la anciana que contempla la rosa marchita guardada en el libro.Ahora abuelita se ha muerto. Haba estado sentada en su silln, estaba contando una larga y maravillosa historia; y cuando la termin ech la cabeza hacia atrs para dormir un poco. Pudimos escucharla respirar suavemente; poco a poco su respiracin se hizo ms y mas lenta y tranquila, y en su rostro se reflejaban la felicidad y la paz; habrase dicho que la baaba el sol. Ella sonri una vez ms, y entonces dijeron que estaba muerta.La pusieron en el negro atad, envuelta en lienzos blancos. Estaba tan hermosa, a pesar de tener cerrados los ojos! Pero todasLAS ARRUGAShaban desaparecido, su cabello era blanco y pareca de plata, y en su boca se dibujaba una dulce sonrisa. No sentamos ningn miedo al mirar su cadver, haba sido una abuelita tan querida y tan buena. El libro de cnticos, en el que permaneca la rosa, fue colocado bajo su cabeza, pues ella lo haba pedido as, y entonces enterraron a la abuelita.En la sepultura, junto a la pared del cementerio, plantaron un rosal; pronto se llen de rosas, y los ruiseores se colocaban entre las flores, y cantaban sobre la tumba. Desde el rgano de la iglesia sonaba la msica y las letras de los maravillosos salmos que estaban escritos en el viejo libro colocado bajo la cabeza de la difunta.La luna enviaba sus rayos a la tumba, pero la muerta no estaba all; todos los nios podan ir sin temor, incluso en la noche, a coger una rosa de la tapia del cementerio. Los muertos saben mucho ms de cuanto sabemos todos los vivos; saben el miedo, el miedo horrible que nos causaran si volviesen. Pero son mejores que todos nosotros, y por eso no vuelven. Hay tierra sobre el fretro, y tierra dentro de l. El libro de cnticos, con todas sus hojas, es polvo, y la rosa, con todos sus recuerdos, se ha convertido en polvo tambin. Pero sobre la tumba siguen floreciendo nuevas rosas, siguen cantando los ruiseores, y el rgano suena y sigue vivo el recuerdo de la vieja abuelita, con los dulces y queridos ojos eternamente jvenes. Los ojos no mueren nunca. Los nuestros vern a la querida abuelita, joven y hermosa como cuando, por vez primera, bes la fresca, rosa roja, que ahora es polvo en la tumba.GRANDMOTHERGrandmother is very old, her face is wrinkled, and her hair is quite white; but her eyes are like two stars, and they have a mild, gentle expression in them when they look at you, which does you good. She wears a dress of heavy, rich silk, with large flowers worked on it; and it rustles when she moves. And then she can tell the most wonderful stories. Grandmother knows a great deal, for she was alive before father and motherthats quite certain. She has a hymn-book with large silver clasps, in which she often reads; and in the book, between the leaves, lies a rose, quite flat and dry; it is not so pretty as the roses which are standing in the glass, and yet she smiles at it most pleasantly, and tears even come into her eyes. I wonder why grandmother looks at the withered flower in the old book that way? Do you know? Why, when grandmothers tears fall upon the rose, and she is looking at it, the rose revives, and fills the room with its fragrance; the walls vanish as in a mist, and all around her is the glorious green wood, where in summer the sunlight streams through thick foliage; and grandmother, why she is young again, a charming maiden, fresh as a rose, with round, rosy cheeks, fair, bright ringlets, and a figure pretty and graceful; but the eyes, those mild, saintly eyes, are the same,they have been left to grandmother.At her side sits a young man, tall and strong; he gives her a rose and she smiles. Grandmother cannot smile like that now. Yes, she is smiling at the memory of that day, and many thoughts and recollections of the past; but the handsome young man is gone, and the rose has withered in the old book, and grandmother is sitting there, again an old woman, looking down upon the withered rose in the book.Grandmother is dead now. She had been sitting in her armchair, telling us a long, beautiful tale; and when it was finished, she said she was tired, and leaned her head back to sleep awhile. We could hear her gentle breathing as she slept; gradually it became quieter and calmer, and on her countenance beamed happiness and peace. It was as if lighted up with a ray of sunshine. She smiled once more, and then people said she was dead. She was laid in a black coffin, looking mild and beautiful in the white folds of the shrouded linen, though her eyes were closed; but every wrinkle had vanished, her hair looked white and silvery, and around her mouth lingered a sweet smile. We did not feel at all afraid to look at the corpse of her who had been such a dear, good grandmother. The hymn-book, in which the rose still lay, was placed under her head, for so she had wished it; and then they buried grandmother.On the grave, close by the churchyard wall, they planted a rose-tree; it was soon full of roses, and the nightingale sat among the flowers, and sang over the grave. From the organ in the church sounded the music and the words of the beautiful psalms, which were written in the old book under the head of the dead one.The moon shone down upon the grave, but the dead was not there; every child could go safely, even at night, and pluck a rose from the tree by the churchyard wall. The dead know more than we do who are living. They know what a terror would come upon us if such a strange thing were to happen, as the appearance of a dead person among us. They are better off than we are; the dead return no more. The earth has been heaped on the coffin, and it is earth only that lies within it. The leaves of the hymn-book are dust; and the rose, with all its recollections, has crumbled to dust also. But over the grave fresh roses bloom, the nightingale sings, and the organ sounds and there still lives a remembrance of old grandmother, with the loving, gentle eyes that always looked young.Eyes can never die.Ours will once again behold dear grandmother, young and beautiful as when, for the first time, she kissed the fresh, red rose, that is now dust in the grave.EL ELFO DEL ROSALEn el centro de un jardn creca un rosal, cuajado de rosas, y en una de ellas, la ms hermosa de todas, habitaba un elfo, tan pequen, que ningn ojo humano poda distinguirlo. Detrs de cada ptalo de la rosa tena un dormitorio. Era tan bien educado y tan guapo como pueda serlo un nio, y tena alas que le llegaban desde los hombros hasta los pies. Oh, y qu aroma exhalaban sus habitaciones, y qu claras y hermosas eran las paredes! No eran otra cosa sino los ptalos de la flor, de color rosa plido.Se pasaba el da gozando de la luz del sol, volando de flor en flor, bailando sobre las alas de la inquieta mariposa y midiendo los pasos que necesitaba dar para recorrer todos los caminos y senderos que hay en una sola hoja de tilo. Son lo que nosotros llamamos las nervaduras; para l eran caminos y sendas, y no poco largos! Antes de haberlos recorrido todos, se haba puesto el sol;claroque haba empezado algo tarde.Se enfri el ambiente, cay el roco, mientras soplaba el viento; lo mejor era retirarse a casa. El elfo ech a correr cuando pudo, pero la rosa se haba cerrado y no pudo entrar, y ninguna otra quedaba abierta. El pobre elfo se asust no poco. Nunca haba salido de noche, siempre haba permanecido en casita, dormitando tras los tibios ptalos. Ay, su imprudencia le iba a costar la vida!Sabiendo que en el extremo opuesto del jardn haba una glorieta recubierta de bella madreselva cuyas flores parecan trompetillas pintadas, decidi refugiarse en una de ellas y aguardar la maana.Se traslad volando a la glorieta. Cuidado! Dentro haba dos personas, un hombre joven y guapo y una hermossima muchacha; sentados uno junto al otro, deseaban no tener que separarse en toda la eternidad; se queran con toda el alma, mucho ms de lo que el mejor de los hijos pueda querer a su madre y a su padre.- Y, no obstante, tenemos que separarnos -deca el joven, tu hermano nos odia; por eso me enva con una misin ms all de las montaas y los mares. Adis, mi dulce prometida, pues lo eres a pesar de todo!Se besaron, y la muchacha, llorando, le dio una rosa despus de haber estampado en ella un beso, tan intenso y sentido, que la flor se abri. El elfo aprovech la ocasin para introducirse en ella, reclinando la cabeza en los suaves ptalos fragantes; desde all pudo or perfectamente los adioses de lapareja. Y se dio cuenta de que la rosa era prendida en el pecho del doncel. Ah, cmo palpitaba el corazn debajo! Eran tan violentos sus latidos, que el elfo no pudo pegar ojo.Pero la rosa no permaneci mucho tiempo prendida en el pecho. El hombre la tom en su mano, y, mientras caminaba solitario por el bosque oscuro, la besaba con tanta frecuencia y fuerza, que por poco ahoga a nuestro elfo. ste poda percibir a travs de la hoja el ardor de los labios del joven; y la rosa, por su parte, se haba abierto como al calor del sol ms clido de medioda.Acercse entonces otro hombre, sombro y colrico; era el perverso hermano de la doncella. Sacando un afilado cuchillo de grandes dimensiones, lo clav en el pecho del enamorado mientras ste besaba la rosa. Luego le cort la cabeza y la enterr, junto con el cuerpo, en la tierra blanda del pie del tilo.- Helo aqu olvidado y ausente -pens aquel malvado-; no volver jams. Deba emprender un largo viaje a travs de montes y ocanos. Es fcil perder la vida en estas expediciones, y ha muerto. No volver, y mi hermana no se atrever a preguntarme por l.Luego, con los pies, acumul hojas secas sobre la tierra mullida, y se march a su casa a travs de la noche oscura. Pero no iba solo, como crea; lo acompaaba el minsculo elfo, montado en unaENROLLADAhoja seca de tilo que se haba adherido al pelo del criminal, mientras enterraba a su vctima. Llevaba el sombrero puesto, y el elfo estaba sumido en profundas tinieblas, temblando de horror y de indignacin por aquel abominable crimen.El malvado lleg a casa al amanecer. Quitse el sombrero y entr en el dormitorio de su hermana. La hermosa y lozana doncella, yaca en su lecho, soando con aqul que tanto la amaba y que, segn ella crea, se encontraba en aquellos momentos caminando por bosques y montaas. El perverso hermano se inclin sobre ella con una risa diablica, como slo el demonio sabe rerse. Entonces la hoja seca se le cay del pelo, quedando sobre el cubrecamas, sin que l se diera cuenta. Luego sali de la habitacin para acostarse unas horas. El elfo salt de la hoja y, metindose en el odo de la dormida muchacha, contle, como en sueos, el horrible asesinato, describindole el lugar donde el hermano lo haba perpetrado y aquel en que yaca el cadver. Le habl tambin del tilo florido que creca all, y dijo: Para que no pienses que lo que acabo de contarte es slo un sueo, encontrars sobre tu cama una hoja seca.Y, efectivamente, al despertar ella, la hoja estaba all.Oh, qu amargas lgrimas verti! Y sin tener a nadie a quien poder confiar su dolor!La ventana permaneci abierta todo el da; al elfo le hubiera sido fcil irse a las rosas y a todas las flores del jardn; pero no tuvo valor para abandonar a la afligida joven. En la ventana haba un rosal de Bengala; instalse en una de sus flores y se estuvo contemplando a la pobre doncella. Su hermano se present repetidamente en la habitacin, alegre a pesar de su crimen; pero ella no os decirle una palabra de su cuita.No bien hubo oscurecido, la joven sali disimuladamente de la casa, se dirigi al bosque, al lugar donde creca el tilo, y, apartando las hojas y la tierra, no tard en encontrar el cuerpo del asesinado. Ah, cmo llor, y cmo rog a Dios Nuestro Seor que le concediese la gracia de una pronta muerte!Hubiera querido llevarse el cadver a casa, pero al serle imposible, cogi la cabeza lvida, con los cerrados ojos, y, besando la fra boca, sacudi la tierra adherida al hermoso cabello.- La guardar! -dijo, y despus de haber cubierto el cuerpo con tierra y hojas, volvi a su casa con la cabeza y una ramita de jazmn que floreca en el sitio de la sepultura.Llegada a su habitacin, cogi la maceta ms grande que pudo encontrar, deposit en ella la cabeza del muerto, la cubri de tierra y plant en ella la rama de jazmn.- Adis, adis! -susurr el geniecillo, que, no pudiendo soportar por ms tiempo aquel gran dolor, vol a su rosa del jardn. Pero estaba marchita; slo unas pocas hojas amarillas colgaban an del cliz verde.- Ah, qu pronto pasa lo bello y lo bueno! -suspir el elfo. Por fin encontr otra rosa y estableci en ella su morada, detrs de sus delicados y fragantes ptalos.Cada maana se llegaba volando a la ventana de la desdichada muchacha, y siempre encontraba a sta llorando junto a su maceta. Sus amargas lgrimas caan sobre la ramita de jazmn, la cual creca y se pona verde y lozana, mientras la palidez iba invadiendo las mejillas de la doncella. Brotaban nuevas ramillas, y florecan blancos capullitos, que ella besaba. El perverso hermano no cesaba de reirle, preguntndole si se haba vuelto loca. No poda soportarlo, ni comprender por qu lloraba continuamente sobre aquella maceta. Ignoraba qu ojos cerrados y qu rojos labios se estaban convirtiendo all en tierra. La muchacha reclinaba la cabeza sobre la maceta, y el elfo de la rosa sola encontrarla all dormida; entonces se deslizaba en su odo y le contaba de aquel anochecer en la glorieta, del aroma de la flor y del amor de los elfos; ella soaba dulcemente. Un da, mientras se hallaba sumida en uno de estos sueos, se apag su vida, y la muerte la acogi, misericordiosa. Encontrse en el cielo, junto al ser amado.Y los jazmines abrieron sus blancas flores y esparcieron su maravilloso aroma caracterstico; era su modo de llorar a la muerta.El mal hermano se apropi la hermosa planta florida y la puso en su habitacin, junto a la cama, pues era preciosa, y su perfume, una verdadera delicia. La sigui el pequeo elfo de la rosa, volando de florecilla en florecilla, en cada una de las cuales habitaba una almita, y les habl del joven inmolado cuya cabeza era ahora tierra entre la tierra, y les habl tambin del malvado hermano y de la desdichada hermana.- Lo sabemos -deca cada alma de las flores-, lo sabemos! No brotamos acaso de los ojos y de los labios del asesinado? Lo sabemos, lo sabemos! -. Y hacan con la cabeza unos gestos significativos.El elfo no lograba comprender cmo podan estarse tan quietas, y se fue volando en busca de las abejas, que recogan miel, y les cont la historia del malvado hermano, y las abejas lo dijeron a su reina, la cual dio orden de que, a la maana siguiente, dieran muerte al asesino.Pero la noche anterior, la primera que sigui al fallecimiento de la hermana, al quedarse dormido el malvado en su cama junto al oloroso jazmn, se abrieron todos los clices; invisibles, pero armadas de ponzoosos dardos, salieron todas las almas de las flores y, penetrando primero en sus odos, le contaron sueos de pesadilla; luego, volando a sus labios, le hirieron en la lengua con sus venenosas flechas.- Ya hemos vengado al muerto! -dijeron, y se retiraron de nuevo a las flores blancas del jazmn.Al amanecer y abrirse sbitamente la ventana del dormitorio, entraron el elfo de la rosa con la reina de las abejas y todo el enjambre, que vena a ejecutar su venganza.Pero ya estaba muerto; varias personas que rodeaban la cama dijeron: - El perfume del jazmn lo ha matado.El elfo comprendi la venganza de las flores y lo explic a la reina de las abejas, y ella, con todo el enjambre, revolote zumbando en torno a la maceta. No haba modo de ahuyentar a los insectos, y entonces un hombre se llev el tiesto afuera; mas al picarle en la mano una de las abejas, solt l la maceta, que se rompi al tocar el suelo.Entonces descubrieron el lvido crneo, y supieron que el muerto que yaca en el lecho era un homicida.La reina de las abejas segua zumbando en el aire y cantando la venganza de las flores, y cantando al elfo de la rosa, y pregonando que detrs de la hoja ms mnima hay alguien que puede descubrir la maldad y vengarla.THE ELF AND THE ROSEIn the midst of a garden grew a rose-tree, in full blossom, and in the prettiest of all the roses lived an elf. He was such a little wee thing, that no human eye could see him. Behind each leaf of the rose he had a sleeping chamber. He was as well formed and as beautiful as a little child could be, and had wings that reached from his shoulders to his feet. Oh, what sweet fragrance there was in his chambers! and how clean and beautiful were the walls! for they were the blushing leaves of the rose.During the whole day he enjoyed himself in the warm sunshine, flew from flower to flower, and danced on the wings of the flying butterflies. Then he took it into his head to measure how many steps he would have to go through the roads and cross-roads that are on the leaf of a linden-tree. What we call the veins on a leaf, he took for roads; ay, and very long roads they were for him; for before he had half finished his task, the sun went down: he had commenced his work too late. It became very cold, the dew fell, and the wind blew; so he thought the best thing he could do would be to return home. He hurried himself as much as he could; but he found the roses all closed up, and he could not get in; not a single rose stood open. The poor little elf was very much frightened. He had never before been out at night, but had always slumbered secretly behind the warm rose-leaves. Oh, this would certainly be his death. At the other end of the garden, he knew there was an arbor, overgrown with beautiful honey-suckles. The blossoms looked like large painted horns; and he thought to himself, he would go and sleep in one of these till the morning. He flew thither; but hush! two people were in the arbor,a handsome young man and a beautiful lady. They sat side by side, and wished that they might never be obliged to part. They loved each other much more than the best child can love its father and mother.But we must part, said the young man; your brother does not like our engagement, and therefore he sends me so far away on business, over mountains and seas. Farewell, my sweet bride; for so you are to me.And then they kissed each other, and the girl wept, and gave him a rose; but before she did so, she pressed a kiss upon it so fervently that the flower opened. Then the little elf flew in, and leaned his head on the delicate, fragrant walls. Here he could plainly hear them say, Farewell, farewell; and he felt that the rose had been placed on the young mans breast. Oh, how his heart did beat! The little elf could not go to sleep, it thumped so loudly. The young man took it out as he walked through the dark wood alone, and kissed the flower so often and so violently, that the little elf was almost crushed. He could feel through the leaf how hot the lips of the young man were, and the rose had opened, as if from the heat of the noonday sun.There came another man, who looked gloomy and wicked. He was the wicked brother of the beautiful maiden. He drew out a sharp knife, and while the other was kissing the rose, the wicked man stabbed him to death; then he cut off his head, and buried it with the body in the soft earth under the linden-tree.Now he is gone, and will soon be forgotten, thought the wicked brother; he will never come back again. He was going on a long journey over mountains and seas; it is easy for a man to lose his life in such a journey. My sister will suppose he is dead; for he cannot come back, and she will not dare to question me about him.Then he scattered the dry leaves over the light earth with his foot, and went home through the darkness; but he went not alone, as he thought,the little elf accompanied him. He sat in a dry rolled-up linden-leaf, which had fallen from the tree on to the wicked mans head, as he was digging the grave. The hat was on the head now, which made it very dark, and the little elf shuddered with fright and indignation at the wicked deed.It was the dawn of morning before the wicked man reached home; he took off his hat, and went into his sisters room. There lay the beautiful, blooming girl, dreaming of him whom she loved so, and who was now, she supposed, travelling far away over mountain and sea. Her wicked brother stopped over her, and laughed hideously, as fiends only can laugh. The dry leaf fell out of his hair upon the counterpane; but he did not notice it, and went to get a little sleep during the early morning hours. But the elf slipped out of the withered leaf, placed himself by the ear of the sleeping girl, and told her, as in a dream, of the horrid murder; described the place where her brother had slain her lover, and buried his body; and told her of the linden-tree, in full blossom, that stood close by.That you may not think this is only a dream that I have told you, he said, you will find on your bed a withered leaf.Then she awoke, and found it there. Oh, what bitter tears she shed! and she could not open her heart to any one for relief.The window stood open the whole day, and the little elf could easily have reached the roses, or any of the flowers; but he could not find it in his heart to leave one so afflicted. In the window stood a bush bearing monthly roses. He seated himself in one of the flowers, and gazed on the poor girl. Her brother often came into the room, and would be quite cheerful, in spite of his base conduct; so she dare not say a word to him of her hearts grief.As soon as night came on, she slipped out of the house, and went into the wood, to the spot where the linden-tree stood; and after removing the leaves from the earth, she turned it up, and there found him who had been murdered. Oh, how she wept and prayed that she also might die! Gladly would she have taken the body home with her; but that was impossible; so she took up the poor head with the closed eyes, kissed the cold lips, and shook the mould out of the beautiful hair.I will keep this, said she; and as soon as she had covered the body again with the earth and leaves, she took the head and a little sprig of jasmine that bloomed in the wood, near the spot where he was buried, and carried them home with her. As soon as she was in her room, she took the largest flower-pot she could find, and in this she placed the head of the dead man, covered it up with earth, and planted the twig of jasmine in it.Farewell, farewell, whispered the little elf. He could not any longer endure to witness all this agony of grief, he therefore flew away to his own rose in the garden. But the rose was faded; only a few dry leaves still clung to the green hedge behind it.Alas! how soon all that is good and beautiful passes away, sighed the elf.After a while he found another rose, which became his home, for among its delicate fragrant leaves he could dwell in safety. Every morning he flew to the window of the poor girl, and always found her weeping by the flower pot. The bitter tears fell upon the jasmine twig, and each day, as she became paler and paler, the sprig appeared to grow greener and fresher. One shoot after another sprouted forth, and little white buds blossomed, which the poor girl fondly kissed. But her wicked brother scolded her, and asked her if she was going mad. He could not imagine why she was weeping over that flower-pot, and it annoyed him. He did not know whose closed eyes were there, nor what red lips were fading beneath the earth. And one day she sat and leaned her head against the flower-pot, and the little elf of the rose found her asleep. Then he seated himself by her ear, talked to her of that evening in the arbor, of the sweet perfume of the rose, and the loves of the elves. Sweetly she dreamed, and while she dreamt, her life passed away calmly and gently, and her spirit was with him whom she loved, in heaven. And the jasmine opened its large white bells, and spread forth its sweet fragrance; it had no other way of showing its grief for the dead. But the wicked brother considered the beautiful blooming plant as his own property, left to him by his sister, and he placed it in his sleeping room, close by his bed, for it was very lovely in appearance, and the fragrance sweet and delightful. The little elf of the rose followed it, and flew from flower to flower, telling each little spirit that dwelt in them the story of the murdered young man, whose head now formed part of the earth beneath them, and of the wicked brother and the poor sister. We know it, said each little spirit in the flowers, we know it, for have we not sprung from the eyes and lips of the murdered one. We know it, we know it, and the flowers nodded with their heads in a peculiar manner. The elf of the rose could not understand how they could rest so quietly in the matter, so he flew to the bees, who were gathering honey, and told them of the wicked brother. And the bees told it to their queen, who commanded that the next morning they should go and kill the murderer. But during the night, the first after the sisters death, while the brother was sleeping in his bed, close to where he had placed the fragrant jasmine, every flower cup opened, and invisibly the little spirits stole out, armed with poisonous spears. They placed themselves by the ear of the sleeper, told him dreadful dreams and then flew across his lips, and pricked his tongue with their poisoned spears. Now have we revenged the dead, said they, and flew back into the white bells of the jasmine flowers. When the morning came, and as soon as the window was opened, the rose elf, with the queen bee, and the whole swarm of bees, rushed in to kill him. But he was already dead. People were standing round the bed, and saying that the scent of the jasmine had killed him. Then the elf of the rose understood the revenge of the flowers, and explained it to the queen bee, and she, with the whole swarm, buzzed about the flower-pot. The bees could not be driven away. Then a man took it up to remove it, and one of the bees stung him in the hand, so that he let the flower-pot fall, and it was broken to pieces. Then every one saw the whitened skull, and they knew the dead man in the bed was a murderer. And the queen bee hummed in the air, and sang of the revenge of the flowers, and of the elf of the rose and said that behind the smallest leaf dwells One, who can discover evil deeds, and punish them also.EL LTIMO SUEO DEL VIEJO ROBLEHaba una vez en el bosque, sobre los acantilados que daban al mar, un vetusto roble, que tena exactamente trescientos sesenta y cinco aos. Pero todo este tiempo, para el rbol no significaba ms que lo que significan otros tantos das para nosotros, los hombres.

Nosotros velamos de da, dormimos de noche y entonces tenemos nuestros sueos. La cosa es distinta con el rbol, pues vela por espacio de tres estaciones, y slo en invierno queda sumido en un sueo; el invierno es su tiempo de descanso, es su noche tras el largo da formado por la primavera, el verano y el otoo.